Convencionesyconvicciones PDF
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Por qu molestarse en argumentar si las personas estn universalmente
motivadas por el inters propio? Por qu no ejercemos directamente nuestro
derecho al voto y nos ahorramos un importante coste de oportunidad?
Creemos de verdad que la deliberacin cambia nuestras preferencias
exgenas?
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operadores jurdicos son estrategas racionales y no sujetos deliberativos, se
suele responder diciendo que esta crtica slo afecta a la implementacin o
diseo institucional de los modelos argumentativos o deliberativos, ya que
stos son tan slo ideales regulativos: nunca puede servir como argumento
contra el ideal mismo de la argumentacin y la deliberacin. Se dice que lo que
el ideal propugna es que debemos acercarnos al estado de cosas ideal en la
medida de lo posible, y esto implica precisamente un juicio de plausibilidad
emprica acerca del entorno en el que dicho ideal debe ser aplicado (Mart,
2006, p.26). En consecuencia, ningn proceso deliberativo real alcanza por
definicin el ideal deliberativo.
En esta ponencia no trato de presentar una crtica realista al modelo
normativo de la argumentacin consensuada. Es evidente que cualquiera que
reflexione sobre el derecho reconoce que las resoluciones jurdicas son ms
bien preferencias exgenas a las que luego se busca acomodo racional, una
especie de diligente esfuerzo racional adaptativo de los acuerdos previos. Aqu
pretendo defender la idea de la deliberada renuncia al objetivo del consenso
razonado, incluso como modelo ideal, ya que la inevitable regla de la mayora
de los rganos colegiados pone de manifiesto de manera explcita el poder de
negociacin, esto es, la capacidad que se tiene para afectar el resultado
distributivo de una decisin interdependiente. Es cierto que el uso estratgico
de la argumentacin contribuye a civilizar el debate plural de las preferencias
(la funcin civilizadora de la hipocresa), lo que no es poco. Pero lo que es
peor es que contribuye tambin a legitimar una presunta solucin consensuada
a un conflicto irresoluble e inconmensurable de intereses en conflicto.
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procesos argumentativos. No obstante, este punto de vista no cubre el amplio
mbito de los conflictos de intereses, ni tampoco describe completamente los
itinerarios que conducen a la toma de decisiones.
El sistema jurdico representa un progreso indiscutible en la
organizacin de la sociedad al usar y gestionar de manera centralizada el
monopolio de la fuerza, excluyendo a sus miembros del uso privado de la
violencia. Pero el derecho clasifica y agrupa todas las conductas posibles en
dos tipos, las prohibidas y las permitidas, lo que genera slo dos tipos de
respuestas posibles: quin es titular de un derecho y quin est obligado. El
derecho desdea un nmero amplio de conflictos que se dan entre
pretensiones incompatibles, pero igualmente permitidas o no sancionadas,
esto es, no prohibidas porque no estn amenazadas con sanciones por el
ordenamiento jurdico. A puede estar en conflicto por lo que B pretende, an
cuando no est obligado jurdicamente a satisfacer esa pretensin. El universo
de los conflictos no se agota en el espacio que ocupan los conflictos jurdicos
(Entelman, 2002).
El derecho es un mtodo violento de resolucin de controversias,
aunque genera paz social cuando monopoliza la fuerza y prohbe a los
particulares usarla de forma directa, autorizando su administracin en rgimen
de monopolio a ciertos funcionarios su administracin. Pero para resolver
controversias a veces no es necesario recurrir al uso o amenaza de la fuerza
centralizada en los rganos jurisdiccionales; adems hay numerosos conflictos
cuya resolucin no tiene prevista el apoyo de la fuerza jurisdiccional. El
universo de las relaciones sociales est lleno de enfrentamientos entre
pretensiones incompatibles que el sistema jurdico ha optado por no regular,
aunque se formulen ficciones como la completitud o el principio de clausura.
En consecuencia, hay dos ideas que siempre estn presentes en una
teora del conflicto: en primer lugar, la posibilidad de conflictos entre personas
con pretensiones antagnicas pero admitidas por el derecho; en segundo
lugar, el carcter violento del tipo de solucin que administra el derecho y la
consiguiente necesidad de reducir su uso mediante el recurso de mtodos
alternativos. Una relacin social de conflicto se produce cuando los miembros
de la relacin social perciben como incompatibles, o parcialmente
incompatibles, los objetivos que pretenden alcanzar. Un anlisis integral de los
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conflictos exige su descripcin, el anlisis de sus elementos y modos de ser, lo
que no slo abarca la problemtica de su resolucin, sino tambin la de su
gestin y prevencin.
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Pues bien, el problema de la cooperacin y de la resolucin de los
conflictos sociales no se resuelve slo con la produccin de buenas leyes y
juristas competentes que las interpretan mediante procesos de argumentacin.
El derecho no es el nico instrumento que puede resolver conflictos y la
argumentacin no es el nico procedimiento. El paradigma juridicista-
voluntarista no es suficiente para explicar la complejidad social. Los conflictos
nos sitan en situaciones interactivas encuadradas en entornos estratgicos
donde debe primar el pensamiento estratgico. Los individuos pueden
encontrarse en situaciones de eleccin paramtricas o en situaciones de
eleccin colectiva. En las primeras las preferencias de un individuo son las
nicas variables a tener en cuenta en una eleccin. El sujeto es el centro de
atencin (por ejemplo, se elige entre naranjas y manzanas). Pero las
elecciones de los sujetos en contextos estratgicos estn determinadas por las
elecciones de otros sujetos, por su interdependencia de expectativas. La
conducta de la eleccin del sujeto es slo una de las variables. Sus elecciones
deben tener en cuenta las elecciones de los dems y la conducta esperada de
los otros (yo reparto un pastel en dos mitades y t eliges). Como sabemos, a
este tipo de racionalidad se le denomina colectiva o estratgica: sus decisiones
estn destinadas a afectar las expectativas del adversario para inducirle a
adoptar a su vez la decisin que conviene a los intereses de la contraparte. El
resultado final de la eleccin es distinto en ambas situaciones. Sospecho que
los juristas consideran las decisiones pblicas y normativas como si fueran una
cuestin de racionalidad paramtrica, y, en cambio, un enfoque desde la
racionalidad estratgica podra ser ms adecuado. Desde hace tiempo los
legisladores saben aunque a veces no lo parece- que los resultados reales
de las leyes no tienen por qu coincidir con los objetivos proclamados por las
leyes. En un mundo de interacciones estratgicas las personas racionales
toman sus decisiones segn sus propios incentivos. Las leyes son un dato
estratgico ms. Una buena tcnica legislativa no slo se pregunta qu
queremos conseguir con esta ley, sino tambin, y sobre todo, qu es lo que
esta ley incentivar cuando sea aplicada. Quizs las leyes ya no pretenden
hacernos ms virtuosos sino simplemente disear mecanismos que nos
incentiven eficazmente para actuar como si lo furamos. Adems, los procesos
argumentativos que tienen como finalidad la resolucin de un conflicto jurdico
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no pueden ser contemplados simplemente como procesos en los que los
tribunales determinan los hechos y despus aplican el derecho para generar
unos determinados resultados. Este punto de vista convencional no tiene en
cuenta lo manipulable que es un proceso desde el punto de vista de la
estrategia jurdica, estrategias y tcticas impulsadas por los abogados y los
dems operadores jurdicos. Los modelos de las estrategias jurdicas son
diferentes a las estrategias de los modelos econmicos. El planteamiento
estratgico de un economista frente al derecho es el siguiente: o se somete a
l para maximizar su inters, o lo transgrede porque le interesa- y acepta sus
consecuencias. El estratega legal, por el contrario, busca su mximo inters
pero siempre con la intencin de reducir o, en su caso, evitar la sancin
jurdica. O dicho de otro modo: el estratega econmico contempla al legislador
como si fuera un diseador omnipotente. En ese modelo, los jugadores no
pueden cuestionar las reglas, slo pueden sacar ventajas de ellas. Sin
embargo, un elemento central de la estrategia jurdica es el control de los
resultados jurdicos con independencia de las intenciones de los legisladores y
los jueces. El estratega jurdico quiere derrotar a sus oponentes, no slo sacar
ventaja de ellos. Desde el punto de vista convencional, los resultados de los
conflictos jurdicos son el producto de la aplicacin del derecho a los hechos
por parte de los jueces. Incluso, cuando los tribunales no generan resultados
de esta manera, la teora covencional los contempla como si fueran los
diseadores de tales resultados. En cambio, desde un punto de vista
estratgico, los abogados y las partes tienen un importante papel en la
construccin de los resultados. Esto es evidente desde el punto de vista
prctico, pero no ha tenido su reflejo en el mbito terico.(Pucki/Weyrauch,
2000). El papel de los abogados ha sido ignorado por la teora del derecho, y,
sin embargo, su estrategia jurdica es capaz de manipular la argumentacin
judicial y sus resoluciones adjudicativas.
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Si queremos dar respuestas estratgicas a problemas estratgicos
hemos de comenzar por saber detectar las situaciones de estrategia. Las
situaciones de estrategia se caracterizan por la interdependencia: nuestro
mejor resultado no depende nicamente de nuestras propias decisiones o
elecciones sino tambin de las decisiones o elecciones que adopte otro agente
que tambin acta con un propsito y que tambin depende de nosotros para
obtenerlo. Por consiguiente, en un marco de interdependencia, uno no puede
planear ni adoptar sus cursos de accin sin tomar en cuenta las reacciones de
los dems, como si los otros no existieran. El punto de vista estratgico es
fundamental en el estudio de la negociacin y la mediacin. Pretende situar la
comprensin de las situaciones negociales en el marco ms amplio de las
situaciones de interdependencia estratgica (o juegos en la terminologa de la
teora de juegos). En las situaciones de interdependencia estratgica, los
objetivos de los jugadores pueden estar en estricto conflicto (juegos de puro
conflicto, de suma-cero), pueden ser en todo coincidentes (juegos de pura
coordinacin, de suma-positiva) o pueden ser en parte conflictivos y en parte
coincidentes (juegos mjxtos de conflicto y cooperacin, de suma-positiva).
Cuando se da este ltimo supuesto, es decir, cuando las preferencias
individuales de cada jugador son imperfectamente correlativas, nos hallamos
ante una situacin de negociacin.
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otro abogado la manera de zanjar una disputa. El legislador que propone una
ley para lograr ciertos objetivos argumenta a favor de determinados
contenidos. No hay prctica jurdica que no consista en argumentar, incluso
las tericas: la teora del derecho se ha entendido en buena medida como
una teora de la argumentacin jurdica. Pues bien, creo que tal modelo
normativo no slo es empricamente falso, sino que sacraliza
normativamente al derecho y la labor de los juristas sin tener en cuenta la
caja negra de los procedimientos jurdicos de toma de decisiones.
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delegacin de competencias o el anuncio pblico de las exigencias. (vase
un estudio completo en Schelling, The Strategy of Conflict, 1963).
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el juego de las amenazas y la ruptura de las negociaciones sobre principios
de justicia e imparcialidad, y la decisin de cumplir la ruptura aunque tal
decisin conlleve ms perjuicios que beneficios para la parte que lo lleva a
cabo. No es sta una buena razn para pensar que los argumentos tambin
juegan un papel en las negociaciones?
Adems, y de manera inversa, muchas discusiones aparentemente
racionales pueden encubrir amenazas que han sido introducidas por los
propios participantes. Por ejemplo, en los pases en los que el gobierno tiene
la capacidad y competencia para disolver el parlamento, esta amenaza est
constantemente presente en el desarrollo de los procesos deliberativos,
incluso aunque nunca haya sido ejecutada. Tambin es frecuente en los
procedimientos parlamentarios de aprobacin de una ley la complicidad de la
oposicin al ser informada de los beneficios que obtendra en la adjudicacin
de contratos futuros u otras ventajas derivados de su aprobacin. El clculo
estratgico se sobrepone a la imparcialidad de los argumentos justificativos
de la citada ley.
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propsitos y preferencias personales. En contextos de negociacin tales
representaciones se manifiestan cuando las partes expresan enunciados
acerca de sus propias preferencias: por ejemplo, una de las partes en una
negociacin puede disimular su impaciencia, lo que aumentar su capacidad
para hacer crebles sus amenazas y tener en consecuencia ms
probabilidades de conseguir un buen acuerdo. Este tipo de distorsiones
tambin juega un papel importante en los contextos argumentativos, como
cuando se exageran aspectos fcticos de las situaciones que sirven de
apoyo para justificar las propias pretensiones y rechazar las otras.
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merit they have been arguing. The final decision may not in any recognizable
sense reflect the public interest, but nor is there any reason to believe that it
will always reflect a compromise between the private interests of the parties
(Elster, 1991b).
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tambin a temas de relevancia moral como es la distribucin de recursos, de lo
que se deriva importantes restricciones a las preferencias personales.
De manera simplificada se podra decir que mientras la motivacin de la
argumentacin se basa en la maximizacin del inters general a partir de una
concepcin del bien comn necesariamente imparcial (preferencias imparciales
o pretensiones sinceras de imparcialidad, aunque puedan equivocarse), la
motivacin de la negociacin se basa en la maximizacin del propio inters
individual (preferencias meramente autointeresadas, indiferentes a
consideraciones exgenas al propio inters personal, como las
consideraciones de imparcialidad). Este ltimo concepto es ms amplio que el
del egosmo, pues puede incluir el caso de la persona que ayuda a los dems
por una simple autosatisfaccin endgena, y no por consideraciones exgenas
acerca de la justicia. El elemento subjetivo del procedimiento del voto puede
ser imparcial o autointeresado, el voto es compatible con los dos.
Como seala Mart (2002, p.44), los inputs de un procedimiento
deliberativo pueden ser interpretados como preferencias o como creencias.
Una cosa es lo que preferimos y otra es lo que consideramos correcto. Si los
modelos deliberativos presuponen que los participantes son individuos
perfectamente racionales, sus preferencias imparciales se basan en creencias
acerca de lo correcto, y en consecuencia, no hay distincin entre deliberar
acerca de nuestras creencias y deliberar acerca de nuestras preferencias
imparciales. En las preferencias meramente autointeresadas que no estn
basadas en creencias acerca de lo correcto, desde este punto de vista, no
podran ser discutidas racionalmente, sino slo pactadas o negociadas. De
modo inverso, no se podra negociar acerca de nuestras creencias sobre lo
que es correcto. En una negociacin puedo cambiar ciertas manifestaciones
externas, mis declaraciones y acciones, o incluso lo que estoy dispuesto a
aceptar, por ejemplo, en una negociacin que resuelve un conflicto poltico,
pero no mis creencias sinceras, y por lo tanto tampoco mis preferencias
imparciales (Mart, p.45, n.16), aunque por cierto no es tan fcil diferenciar las
creencias de las preferencias de la gente si no es comprobando la
manifestacin de sus preferencias.
En segundo lugar, desde el punto de vista de la estructura, un
procedimiento de toma de decisiones colectivas es un conjunto de reglas
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sujetos que participan, objeto de la decisin, desarrollo del proceso- aplicadas
a las acciones para tomar una decisin colectiva acerca de una cuestin
determinada. Mientras que en la primera fase del procedimiento los sujetos
que participan expresan sus preferencias respecto de las distintas alternativas
que han de elegir para la decisin final, en la segunda fase lo que importa es la
regla de decisin, es decir, la regla que permite transitar desde un conjunto de
preferencias individuales a una decisin colectiva. En la argumentacin y la
negociacin se produce un proceso comunicativo que puede cambiar las
preferencias, pero en las elecciones mediante el voto se excluye cualquier tipo
de comunicacin, por lo que es difcil el intercambio que propicie una
transformacin de las preferencias endgenas. La segunda fase se centra en
la regla que debe determinar quin puede participar en la decisin final que
puede coincidir o no con los sujetos que participan en la primera fase- y cmo
se comparan las preferencias de los participantes para poder tomar una
decisin colectiva.
Pues bien, el voto implica un mecanismo simple de agregacin de
preferencias y una regla de unanimidad o mayora. La argumentacin y la
negociacin establecen una regla consensuada por los participantes acerca de
la alternativa preferida: se comparan las preferencias en el propio proceso
comunicativo y despus se acuerda o no- una decisin sin objeciones,
aunque en la prctica, las deliberaciones acaban en una votacin, lo que pone
en cuestin el valor del poder transformador de las preferencias mediante la
deliberacin. En la mayor parte de las ocasiones la votacin final refleja el
sentido de las preferencias exgenas previas a la deliberacin, lo que dice muy
poco del valor de sta como mecanismo corrector de las preferencias
autointeresadas. Veamos ahora los tres procedimientos por separado (Mart,
2006,p.47 y ss.):
El procedimiento del voto establece que las decisiones colectivas se
basan en las preferencias individuales exgenas de los ciudadanos
considerados como agentes racionales, con independencia de si son
imparciales o autointeresadas. No existen mecanismos comunicativos para la
formacin de tales preferencias, y una vez expresadas se suman aplicando
algn tipo de regla (unanimidad o mayora simple o absoluta). Si el modelo
entiende que las preferencias son autointeresadas es tpico de de las
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democracias entendidas como competencia de lites (Schumpeter) o como
expresin del mercado (teora econmica de Downs). Si entiende que las
preferencias son imparciales nos acercaramos al misterioso concepto de la
voluntad general de Rousseau.
En el procedimiento de la negociacin la decisin es el resultado de un
mecanismo de acomodacin de las preferencias (estrategias de interaccin
competitiva y cooperativa) en el que cada una de las partes defiende sus
preferencias autointeresadas. El acuerdo est determinado por la capacidad o
el poder de negociacin de las partes. Se suele decir que los procedimientos
de negociacin son incompatibles con la imparcialidad de las preferencias
debido al comportamiento estratgico en que se basa la negociacin: es
verdad que no podemos negociar acerca de nuestras creencias ni acerca de
nuestras concepciones del bien comn que sustentan de manera
presuntamente imparcial aquellas preferencias debido a las motivaciones que
las acompaan, pero no veo gran diferencia con respecto a los ajustes de
negociacin y regateo de los procesos deliberativos. Adems, en las
negociaciones reales basadas en principios cooperativos y no meramente
distributivos, se producen intercambios de argumentos acerca de las
consecuencias para los intereses de ambas partes de un posible acuerdo.
Tambin existen mtodos de negociacin basados en la maximizacin del
inters conjunto, cuyo objetivo es agrandar el pastel y no meramente proceder
a su simple distribucin. El trnsito de las preferencias individuales a la
decisin colectiva se produce mediante una transformacin estratgica de las
preferencias individuales y su comparacin, lo que permite despus su
integracin en un consenso estratgico. El acuerdo implica que no hay
discrepancias u objeciones, porque uno tiene la posibilidad de acudir a su valor
de reserva y no seguir negociando. El modelo democrtico que se ajusta mejor
a este modelo sera la teora pluralista de la democracia (Dahl).
El principio de argumentacin consiste en un intercambio desinteresado
de razones a favor de una propuesta u otra, en condiciones de absoluta
igualdad, con la disposicin a ceder ante la presencia de un mejor argumento y
con el objetivo compartido de tomar una decisin correcta (Mart, 2206, p.49).
Aqu las preferencias son imparciales no cabe una concepcin estratgica de
la deliberacin ya que segn este modelo no tiene sentido formular
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argumentos basados en razones conceptualmente imparciales para
transformar preferencias meramente autointeresadas-. Sin embargo, como se
expondr a continuacin, creo que la principal virtud de la argumentacin es su
funcin estratgica en la imposicin de lmites a las inevitables preferencias
autointeresadas que se sustancian en cualquier debate. Segn el modelo de la
democracia deliberativa, lo que se pretende es la transformacin racional de
las preferencias y despus se aplica una regla de decisin de consenso
razonado, no de consenso estratgico y menos de agregacin: las preferencias
imparciales se justifican mediante procesos comunicativos discursivos y se
consiguen decisiones por la fuerza de los argumentos utilizados, y no por la
eficacia de las estrategias de interaccin competitiva (amenazas, coacciones,
engaos, promesas, etc.) ni por una simple mayora de los votos emitidos.
Ahora bien, en caso de discrepancia, cmo resuelven los rganos colegiados
la falta de acuerdos consensuados? No creo que la teora de la democracia
deliberativa haya dado por el momento una respuesta satisfactoria a esta
dificultad.
De modo que frente al acuerdo estratgico negociado producto de la
coincidencia de intereses particulares en un momento determinado, parece
que el consenso razonado se alcanza tras un proceso de examen racional de
los argumentos, lo que produce un convencimiento sincero en los participantes
de que la opcin elegida es la correcta desde el punto de vista del inters
general. Es cierto que los defensores del imperio de la deliberacin no tratan
de describir empricamente lo que sucede en la realidad. Insisten en decir que
se trata de un ideal regulativo, y que lo nico en que se debe discrepar es el
grado en que los mecanismos reales de toma de decisiones reflejan un
principio u otro. Lo que propone la democracia deliberativa es que impere el
principio de argumentacin sin que esto signifique excluir la presencia de
componentes de los otros dos ideales. Un consenso razonado total de la
sociedad es una dificultad real difcil de alcanzar. La deliberacin no puede
eliminar el hecho del pluralismo y los desacuerdos bsicos, aunque la
deliberacin puede, al menos, hacer que los participantes que discrepan sean
ms conscientes de las razones por las que discrepan con los dems. Incluso
se dice que puede ser muy til recurrir a algn tipo de negociacin para
gestionar este tipo de desacuerdos, lo que permitira acercar posiciones una
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vez finalizado el proceso estrictamente deliberativo. La idea general es que
siempre es mejor votar o negociar a partir de preferencias previamente filtradas
por la deliberacin antes que hacerlo directamente sobre preferencias
abiertamente autointeresadas. Pero creo que esto es perfectamente
compatible con el modelo negociado. Nada impide en una negociacin la
previa deliberacin sobre principios. Nada impide que se incentiven las
motivaciones imparciales junto a las preferencias exgenas. Lo que sostengo
es que, si esto es as, por qu hay que refugiarse en una ficcin deliberativa
si, al final, hay que recurrir a la negociacin y al voto?
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del Este los partidos polticos pequeos estaban a favor de la
proporcionalidad y defendan sus puntos de vista en trminos de valores
democrticos, mientras que los grandes estaban a favor de elecciones
mayoritarias en trminos de la necesidad de un gobierno eficiente y estable.
Del mismo modo se podan encontrar argumentos similares en el diseo de
la presidencia. El inters de un candidato fuerte tiene el objetivo de una
presidencia fuerte, y el de la oposicin, que haya una presidencia dbil.
Como dice Eslter, los argumentos imparciales correspondientes tienden a
ser, segn los primeros, que el difcil perodo de la transicin a la
democracia requiere un liderazgo fuerte y, segn los segundos, que un
hombre fuerte en la jefatura del estado puede recrear un rgimen
autoritario (Elster, 2002, p.417).
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no sean hipcritas necesita que algn pequeo grupo acte por
motivaciones (al menos parcialmente) imparciales con el fin de inducir a los
dems a comportarse de esta manera, ya que si todos furamos hipcritas
no habra engao ni persuasin- y tambin necesita que no exista ningn
mtodo infalible para distinguir a los hipcritas de los dems, ya que tampoco
de esta manera podramos engaar ni persuadir a nadie. Un sistema de
cooperacin social no puede basarse exclusivamente en el auto-inters. Es
decir, la nocin de hipocresa social presupone lgicamente la imparcialidad,
el comportamiento hipcrita se aprovecha del comportamiento desinteresado.
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inters propio. El autoengao es posible, pero no es una estrategia
mayoritaria. Una vez que se adopta una concepcin imparcial, se percibe
como vinculante y objetivamente vlida. La coherencia funciona como una
restriccin a las pretensiones interesadas.
La restriccin de imperfeccin existe porque una coincidencia perfecta
entre el inters propio y el argumento imparcial sera oportunista de un modo
excesivamente transparente. Para resultar creble, el argumento imparcial ha
de desviarse de la poltica que de ser adoptada promovera su mximo
inters personal. La poltica ptima ha de alcanzar un punto de equilibrio
entre el inters y la apariencia de desinters.
O sea, que podemos defender nuestros intereses parciales bajo el
disfraz de la argumentacin y sus resultados son corregidos por las propias
reglas de la deliberacin y el principio de publicidad: nadie quiere aparecer
pblicamente como una persona auto-interesada y egosta. Planificamos
racionalmente nuestra argumentacin para aparentar imparcialidad, cuando
lo que queremos conseguir son nuestros objetivos e intereses parciales. Los
lmites de la imperfeccin no puede haber coincidencia perfecta entre el
inters parcial y el argumento ideal- y la consistencia uno se ve atado a lo
que defiende en pblico- hacen todo lo dems. Hay un tercer lmite: la
plausibilidad. Lo que se sostiene debe resultar plausible al auditorio al que se
dirige. El que usa estratgicamente los argumentos de manera hipcrita tiene
que ceder a las exigencias que le impone un auditorio que no se cree
cualquier cosa. Incluso, la representacin de la defensa pblica disfrazada de
sus intereses le puede llevar a una transmutacin hasta el extremo de
hacerle creer en aquello que hasta el momento defenda con engao: el
personaje modifica a la persona.
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interlocutor que quiere aparecer como alguien que trata de argumentar tiene
que someterse a tales pretensiones. La idea de la correccin normativa implica
la idea de la imparcialidad, y esta es una idea bsica de la convivencia y la
vida poltica. La imparcialidad se puede manifestar de muy distintas maneras, y
siempre ha cumplido el papel de ser un lmite restrictivo a cualquier teora de la
justicia.
El uso estratgico de argumentos imparciales es un hecho bien
conocido en la prctica poltica. Sin embargo sabemos menos acerca de las
razones del por qu de este tipo de estrategias sustitutivas. Despus de todo,
por qu argumentamos? por qu no negociamos directamente o votamos de
manera inmediata sin ningn tipo de debate previo? Elster (Elster,1995)
responde con cinco argumentos. En todos ellos gravita la idea de que la gente
valora la imparcialidad y los principios en la defensa de preferencias colectivas;
si no fuera as, no tendra sentido disfrazar los intereses particulares bajo el
ropaje de principios generales. Imaginemos como hace Elster- una sociedad
en la que algunos miembros creyeran falsamente que algunos desconocidos
se muestran autnticamente abiertos a la argumentacin y muy ofendidos por
las apelaciones descaradas y explcitas al propio inters. Como los primeros
no saben quines son los segundos puede que decidieran por ello utilizar un
lenguaje imparcial en todas las ocasiones. Hasta alguien que no estuviera
abierto a la argumentacin ni creyera que nadie lo estuviera podra decidirse
por emplear un lenguaje y argumentos imparciales por temor a las
consecuencias que se podran derivar de la defensa sin ambages de sus
propios intereses. Lo importante, se dice, es tener en cuenta que siempre hay
una parte de la sociedad que est realmente abierta a la argumentacin, pero
que no es posible diferenciar quin lo est y quin no. Pero vayamos a los
argumentos.
En primer lugar, si las personas que discuten piensan que alguien est
argumentando realmente a partir de ciertos principios y no est defendiendo
simple e interesadamente sus preferencias personales, estarn ms
predispuestos a rectificar sus propias posiciones. Razonar desde principios es
una forma de adoptar ciertos precompromisos. Puede ser una estrategia de
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quienes tienen un dbil poder de negociacin: cuando los fuertes negocian
desde la fuerza, los dbiles argumentan desde los principios.
En segundo lugar, las coaliciones parlamentarias tienden a usar un
lenguaje que hace referencia a principios pblicos, pero en realidad es un
subterfugio de la simple negociacin de intereses: de esta manera se minimiza
el coste de tener que soportar la crtica de los grupos perjudicados por la
negociacin.
En tercer lugar, las razones generales justificativas tienen mayor
capacidad de persuasin y convencimiento, sobre todo respecto de quienes
estn en posiciones neutrales no partidistas.
En cuarto lugar, la referencia a normas sociales desactiva las defensas
interesadas: las normas son construcciones colectivas que no admiten defensa
parciales de intereses.
Por ltimo, el uso de argumentos desde la imparcialidad puede a
contribuir a evitar la humillacin del oponente, salvndole la cara ante las
situaciones de derrota de sus pretensiones.
En cambio, parece que la negociacin es vulnerable al problema de
falsa representacin de las preferencias, dificulta la credibilidad de las promesas
y puede llevar a posiciones incompatibles basadas en precompromisos. El uso
estratgico de la imparcialidad tambin es vulnerable al problema de los
precompromisos cuando ambas partes apelan a los principios luego es difcil
volverse atrs-. Adems, los debates pblicos introducen una fuente adicional de
ineficiencia por la propia dinmica de la vida poltica. La necesidad de una
demarcacin ideolgica de los oponentes conduce en muchas ocasiones a una
polarizacin artificial.
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engaosa- y, por tanto, de las preferencias inducidas. Esta es una patologa
potencial del sistema democrtico, ya que puede producir creencias
contrarias a nuestros intereses ms autnticos, y tambin afectar a nuestra
propia identidad. La deliberacin, como proceso que tiene consecuencias
virtuosas, puede sacar a los ciudadanos de sus intereses sectoriales, infundir
mentalidad comunitaria e incrementar la informacin que determina las
decisiones colectivas. Pero tambin puede permitir que las polticas se rijan
por intereses creados que manipulan las ideas de los ciudadanos comunes
acerca de lo que quieren que haga el gobierno, puede reemplazar las
preferencias reales de los ciudadanos por preferencias de los polticos
influidos por grupos de presin y la prensa que les atribuyen
equivocadamente, y tambin pueden introducir seudoidentidades artificiales
propias del discurso poltico.
En los procesos deliberativos los ciudadanos eligen a los representantes
que se acercan ms a sus propias preferencias, lo que genera polticas de
gobierno que responden a los intereses de los grupos electores. Pero tambin
las propias lites influyen en la opinin de los ciudadanos sobre cuestiones de
inters pblico al formularlas de modo persuasivo. Puede haber actores
privados interesados en generar en los ciudadanos creencias errneas de las
posibles polticas para presionar a los polticos mediante preferencias
inducidas falsas. La incesante actividad de los lobbies contra determinadas
polticas es un buen ejemplo de ello. Una comunicacin manipulada puede
generar percepciones errneas de la propia identidad.
Una votacin precedida por la deliberacin da un resultado mejor que
otra sin ella? La deliberacin puede llevar a la gente a sostener creencias que
no corresponden a sus mejores intereses. La mayor parte de las discusiones
pblicas no tiene que ver con los fines sino con los medios. Las creencias se
modifican en los procesos deliberativos, son endgenas, por tanto es
fundamental saber cmo son inducidas para cambiar de creencias acerca de
cmo son las relaciones causales entre polticas y resultados, o acerca de la
eficacia poltica de las distintas direcciones de la accin colectiva.
Si bien la apelacin al inters propio no resulta persuasivo para otros
por lo que semejantes apelaciones no tendrn lugar en una discusin pblica-,
la gente puede votar a favor de sus intereses: el desafo de los que defienden
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la democracia deliberativa es persuadirnos de sus virtudes diciendo que la
gente va a votar sobre la base de buenas razones si participa en un debate
pblico libre, igualitario y fundamentado. Los defensores de la democracia
deliberativa no tienen en cuenta el hecho de la votacin, el hecho de que la
deliberacin democrtica termina en agregacin, en simples votos que no
necesitan ser razonados. El gobierno deriva de la fuerza de los nmeros, no
de la validez de las razones.
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justificar sus propuestas de acuerdo con el inters pblico, modificando y
disfrazando las propuestas, aunque tales mscaras estn sometidas a dos
restricciones: en primer lugar, la restriccin de la imperfeccin -o
distanciamiento con el argumento idneo para sus pretensiones personales- ya
que una coincidencia perfecta entre el inters personal o el prejuicio y el
argumento imparcial resultara muy sospechosa; y la restriccin de la
coherencia se ha de seguir el argumento aunque se separe de las
necesidades personales -. En consecuencia, los argumentos imparciales
pueden tener eficacia independiente a pesar de ser racionalizaciones ex post.
Adems, si todas las apelaciones al inters pblico fueran hipcritas, y se
supieran que lo son, no podran persuadir a nadie y, por tanto, nadie se
molestara en intentar llevarlas a cabo.
La naturaleza de cualquier proceso comunicativo que va desde la
discusin a la negociacin- vara en funcin del tamao del escenario, la
publicidad (debates abiertos o cerrados), la presencia o ausencia de la fuerza y
la importancia del inters. En las asambleas grandes no es posible desarrollar
argumentos de modo coherente y sistemtico; la experiencia y el carisma son
determinantes en este sentido, as como el uso de la retrica: si la forma de los
debates es la deliberacin, la fuerza que motiva las decisiones es la pasin y
las emociones. En las pequeas asambleas y en las comisiones
funcionalmente especializadas se respetan mejor los contenidos de los
argumentos, y no slo la forma de la deliberacin. El secreto de las
deliberaciones eleva la calidad de las intervenciones, pero la publicidad puede
contribuir a favorecer la imparcialidad de las razones discursivas por la fuerza
civilizadora de la hipocresa, lo contrario a la luz del sol es el mejor
desinfectante del juez Brandeis. Pero la publicidad tiene tambin importantes
efectos negativos: la dificultad de retractarse en pblico despus de haber
hecho una promesa pblica presenta varios efectos no queridos: a pesar de la
irrupcin de objeciones fundamentadas hay pocas probabilidades de cambios
de opinin; adems, el abuso de la publicidad como dispositivo propiciador de
compromisos y los pblicos numerosos sirve de caja de resonancia de la
retrica (Elster, 2001).
26
Aparte de la amenaza de la fuerza como elemento que distorsiona la
deliberacin, el papel del inters es fundamental como elemento que trastoca
los procesos deliberativos: las asambleas pueden establecer procedimientos
como velos de la ignorancia que limiten el alcance de sus pretensiones.
27
colectiva que pueda simultneamente producir resultados coherentes y
atenerse a todas las condiciones normativas estipuladas.
Pero tambin sabemos ya que la deliberacin experimenta dificultades
endgenas porque imponen restricciones previas sustantivas sobre la
conducta de las partes o sobre la gama de opiniones admisibles. La
deliberacin justifica las restricciones en el terreno de las opiniones admisibles
haciendo referencia a cierto patrn de conducta razonable o de debate. Pero
no justifica adecuadamente las restricciones que impone a la pluralidad de
opiniones admisibles en los foros deliberativos.
28
Los defensores de la deliberacin podran objetar diciendo que la
deliberacin consiste especficamente en argumentos que requieren que las
partes den razones y respondan a ellas: por tanto, sera sensible slo al hecho
del pluralismo razonable; en realidad se est prejuzgando qu tipo de valores
son legtimamente admisibles en el debate poltico, bajo la forma de
argumentos que respeten las diferencias razonables. Pero esto presupone a
menudo la necesidad de partir de visiones del mundo consensuadas, y este no
es precisamente el mundo en el que vivimos, ni siquiera el fundamento de la
idea de justicia.
29
reconocido que los principios son escogidos racionalmente slo por personas
que viven en una sociedad liberal y democrtica, en la que pueden representar
un consenso poltico por superposicin sobre los principios de justicia
sustantiva. Existe armona, pero armona dentro del mbito liberal. Pero es
inevitable que siempre existir una pluralidad de concepciones diferentes e
incompatibles del bien, y que no puede haber una sola teora omnicomprensiva
y coherente de la virtud humana. En realidad la esencia de la moral liberal es el
rechazo de cualquier autoridad final y exclusiva, natural o sobrenatural, y de la
coaccin y censura que la acompaan. Es razonable ser universalista en la
defensa de la racionalidad en la gestin y resolucin de conflictos, pero no
universalista en la defensa de resultados particulares de conflictos concretos
moralmente opinables. La imparcialidad y la justicia en los procedimientos son
las nicas virtudes que pueden ser consideradas razonablemente como
normas bsicas que deben ser universalmente respetadas. El principio de la
imparcialidad institucionalizada en los procedimientos para resolver conflictos
es el cemento de la lealtad compartida por los ciudadanos, un principio de
racionalidad compartida indispensable en toda toma de decisiones y en toda
accin deliberada.
30
determinado modo) y buscan la accin comunicativa (bsqueda cooperativa de
un acuerdo mutuo). La accin estratgica coordina la interaccin social
mediante la influencia o la fuerza externa; la razn comunicativa lo hace
mediante el consentimiento por el que se llega a un acuerdo razonable a la luz
de los interese generalizables de los correspondientes participantes. Pero creo
que tal distincin tajante entre las conductas estratgicas y comunicativas no
describen bien los procesos polticos.
En todo caso, si se quiere defender la deliberacin, se deben abordar
algunos desafos importantes: el hecho de argumentar a favor de la
deliberacin no implica suponer que los sujetos deliberantes sean hroes que
transformarn sus preferencias y mejorarn su capacidad de dilogo. Esto es
desconocer la motivacin poltica y el razonamiento prctico. Adems,
argumentar a favor de la deliberacin no debe - en el esfuerzo por diferenciarla
de la negociacin - excluir categricamente ni los planteamientos interesados
ni los conflictos que estos planteamientos pudieran generar entre las partes.
Como es inevitable la indeterminacin de los jugadores en las interacciones
estratgicas es por tanto necesario analizar la fuerza del lenguaje en la
interaccin social y poltica.
10
31
En consecuencia, la deliberacin puede reflejar presiones de grupos
privados, atencin selectiva, deficiente inters por los incentivos, informacin
inadecuada, carencia de justificacin y escasa consideracin por los efectos
secundarios. Pero es obvio que tambin tiene virtudes.
Las conversaciones deliberativas los individuos hablan y escuchan
consecutivamente antes de tomar una decisin colectiva- se sitan entre dos
extremos: la negociacin, que implica intercambiar promesas y amenazas, y el
razonamiento, que tiene que ver, o bien con cuestiones de principio, o con
cuestiones de hecho y de causalidad. En esta ltimas se pueden compartir
fines, pero se puede discrepar en cuanto a los mejores medios. La discusin
racional trata de persuadir a otros del valor de las propias opiniones, a
diferencia de la negociacin. Tanto la discusin racional como la negociacin
integran el proceso deliberativo. Una democracia puede deliberar con xito
discutiendo y no slo negociando.
No obstante, es obvio que la deliberacin parece aadir calidad a las
decisiones o a su legitimidad; sus ventajas tienen que ver fundamentalmente
(Gambetta,2001; Fearon, 2001):
a) Con la distribucin de la informacin. Como la informacin est
desigualmente distribuida la deliberacin mejora su distribucin y el
conocimiento de los mritos.
b) Con el fomento de la imaginacin: puede introducir en el debate
soluciones nuevas a problemas compartidos.
c) Suministra incentivos para debilitar exigencias de intereses egostas,
introduciendo ciertos principios con el fin de persuadir a otros de su
mrito o de su legitimidad. De manera hipcrita se pueden hacer
concesiones al inters general o al de otros grupos.
d) En consecuencia, (1) puede facilitar el compromiso, conduciendo a
un consenso ms amplio sobre cualquier decisin; (2) puede lograr
que los resultados sean ms equitativos en trminos de justicia
distributiva y difundir principios en la vida pblica, con lo que se
puede mejorar a los grupos ms dbiles; (3) puede lograr que los
resultados de las decisiones resulten superiores al permitir mejores
soluciones; (4) puede generar decisiones ms legtimas, incluso para
la minora.
32
(En contra de esta cultura de la deliberacin est la cultura del ya lo
saba!, abundante en la presencia de rasgos estereotipados (Gambetta, 2001).
Frente a un conocimiento analtico, - resultado de una combinacin de buen
razonamiento, verificacin emprica y trabajo intenso: la carencia de
conocimientos no se considera vergonzosa el conocimiento holstico es
siempre acerca de todo, defiende la excelencia global frente a la
especializacin: ejemplo de ello es la perspectiva religiosa en cualquiera de
sus mltiples manifestaciones).
33
porque en el curso de la discusin podemos pensar en posibilidades y
problemas que no se nos haba ocurrido al principio.
c) La justificacin por sufragio es un acto privado y annimo en cierta medida.
Esta libertad para votar sin presiones tambin tiene sus costes. No ofrece
justificaciones ni razones pblicas. En cambio, ofrecer razones puramente
privadas o sobre los propios intereses en un debate pblico es
intrnsecamente contradictorio con las bases de las deliberaciones
pblicas. Incluso las mayoras suelen justificar sus actos en trminos del
bien comn y no en el de los intereses de sus votantes. Si a los ciudadanos
les garantizamos su anonimato en sus votaciones secretas, a los
legisladores hay que pedirles cuentas. Los esfuerzos para hacer pasar por
bien comn los intereses privados pueden incidir en forma positiva en el
resultado. La gente desea no parecer egosta, esto presupone algn tipo de
preocupacin por un pblico cuyas opiniones importan, aunque no es
obvio que el mero hecho de participar en un debate pblico presuponga
lgicamente un resultado que favorezca el bien comn. Si todo el mundo
tiene oportunidad para decir lo que piensa, se hallar ms predispuesto a
aceptar o apoyar el resultado. Parece que el debate incrementa el
consenso social acerca de lo que hay que hacer o de lo que es correcto.
Pero otras veces sucede lo contrario. Pero la segunda razn que explica
por qu debatir, en contra del simple voto, puede mejorar la
implementacin, implica un posible efecto psicolgico: la oportunidad de
poder expresarse puede predisponer a una persona a apoyar el resultado
de la discusin, incluso si termina oponindose a la opcin colectiva. En
todo caso, depende de las propias tradiciones y convenciones: no parece
que sea un prototipo humano universal.
d) La deliberacin se considera una especie de programa de entrenamiento
para desarrollar virtudes cvicas o humanas. El argumento de Mill a favor
del gobierno representativo adopta esta forma: si el pueblo no puede
participar en el gobierno, no tendr incentivo para el empleo pblico de sus
facultades, y languidecer en la indolencia moral e intelectual. Por el
contrario, la participacin favorece la elocuencia, la habilidad retrica, la
empata, la cortesa, la imaginacin y la capacidad de razonar. Pero esta
justificacin no puede sostenerse por s sola. Requiere de argumentos
34
acerca de por qu la gente ha de tener buenas razones para pensar que
discutir los temas antes de votarlos es conveniente pues produce mejores
resultados. Muchos ensayos de teora poltica sobre la democracia
deliberativa han hecho justificaciones anlogas: convierte a los individuos
en mejores ciudadanos y personas, incrementa en la gente el sentido de
comunidad y destinos compartidosPero esto no parece evidente, ni
emprica ni conceptualmente.
e) Los argumentos anteriores son de tipo consecuencialista: o mejores
decisiones, o efectos secundarios convenientes.Algunos dicen que es lo
moralmente correcto. Manin propone un argumento deontolgico de este
tipo: la fuente de legitimidad de las decisiones polticas no es la voluntad
predeterminada de los individuos como en la votacin- sino el proceso
mediante el cual se configura, o sea, la propia deliberacin. Del hecho de
que las decisiones polticas son vinculantes para todos, se concluye que
todos deben tener derecho a participar para que la decisin sea legtima. Y
como no llegamos al foro con voluntades predeterminadas, sino que
debemos sopesar razones y argumentos para tomar una decisin, la
participacin debe incluir la deliberacin para legitimar decisiones. Pero,
por qu la deliberacin debe ser colectiva y no individual? Si no hay
deliberacin pblica, los perdedores no sabran por qu han sido
derrotados en una votacin, no sabran cules han sido los argumentos que
se han considerado ms justificables. Adems, en la deliberacin entran en
juego cualidades humanas esenciales para nuestro ser poltico: la facultad
de comparar y evaluar diferentes razones.
35
Los tericos de la democracia deliberativa promueven la deliberacin
pblica, y no la meramente privada. Si la deliberacin pblica es un
subconjunto de la discusin pblica, entonces los argumentos que explican por
qu un grupo discutira los temas antes de tomar una decisin poltica deberan
ser vlidos tambin para explicar por qu querran deliberar.
11
36
expectativas de los otros sobre las acciones futuras de uno mismo. La funcin
de las advertencias es meramente informativa, mientras que la formulacin de
las amenazas nos proporciona ventajas estratgicas. La amenaza estratgica,
al modificar la estructura de incentivos preexistente, determina necesariamente
un cambio en las expectativas de los otros acerca de nuestras acciones futuras
y nos suministra un poder de induccin o disuasin del que carecamos antes
de comprometernos con la regla de respuesta. (Vase Font, 2005).
Las amenazas no excluyen los argumentos. No son incompatibles. En
un proceso negociador hay argumentos y amenazas. Incluso, hay modelos de
negociacin (Fisher/Ury, 1993) en los que la argumentacin basada en
principios juega el papel primordial. Todos estos modelos defienden estrategias
integradoras de creacin de valor frente a la confrontacin posicional: su
objetivo es generar mejoras paretianas, esto es, encontrar combinaciones que
incrementen el grado de satisfaccin de intereses de uno o ms negociadores
sin disminuir el grado de satisfaccin de otro.
En todo proceso argumentativo tratamos de obtener conclusiones
mediante razonamientos correctos. Los errores lgicos en las inferencias y las
falacias son considerados fallos en la argumentacin, por lo que tratar de
convencer mediante estrategias engaosas (falacias) o cometiendo errores no
es admisible en los procesos deliberativos. En las negociaciones tambin
cuidamos la correccin de nuestros razonamientos, pero ste no es nuestro
nico mecanismo para resolver un conflicto. Hay diferencias entre los dos
procesos, aparte del uso de las amenazas: en los procesos de negociacin, a
diferencia de las deliberaciones, es razonable establecer lmites temporales,
transcurridos los cuales debe fijarse un acuerdo; adems, un proceso
negociador puede concluir, dentro de los lmites de la zona de posible acuerdo,
mediante procedimientos como el sorteo, siendo tal circunstancia totalmente
absurda despus de una argumentacin; por ltimo, en las negociaciones el
futuro juega un papel primordial para definir el presente, el saber qu pasa si
no llegamos a un acuerdo es importante a la hora de evaluar cul es el papel
que ocupa un negociador. La perspectiva de ausencia de soluciones en los
procesos deliberativos es irrelevante. Todo esto nos lleva a concluir (Calvo,
2004) que el elemento primordial de la deliberacin est en el propio proceso,
mientras que en la negociacin est en el resultado de ese proceso.
37
Y esta diferencia estructural es importante para determinar la relevancia
que tienen las amenazas y los argumentos en ambos procesos. La negociacin
sin argumentacin se transforma en una mera imposicin de acuerdos. La
negociacin sin amenazas se transforma en deliberacin. La negociacin es
equidistante de la pesadilla del infierno de las amenazas y del noble sueo del
paraso de las razones. El caso ms relevante de demonizacin de la
negociacin nos lo suministra el modelo de la negociacin distributiva, es decir,
la negociacin que no trata de aumentar el tamao del pastel sino tan slo
distribuir el objeto del conflicto: la propuesta de resolucin slo intentar fijar
qu porcentaje de objeto o atributo corresponder a alguno de los actores
segn los objetivos manifestados por ellos. Los actores no tratan de modificar
los trminos de su relacin social ni aumentar el objeto de la negociacin, sino
proceder a su distribucin negociada. Precisamente, el problema de los
modelos distributivos es que por definicin pretenden operar en la resolucin
sin modificar el objeto y lo objetivos de los actores: no permiten crear valor
porque para hacerlo hay que salir del propio modelo. Adems, segn los
crticos de este modelo (por ejemplo, Peppet/Tullumello, 2003), la actitud
implacable de las estrategias distributivas desperdician innecesariamente
mucho tiempo y muchos recursos, ya que potencian la presin sobre los
contrincantes y justifican la ocultacin de informacin relevante para la ptima
resolucin del conflicto. La caricatura de los modelos distributivos es obvia: los
negociadores son sujetos que tratan de maximizar sus pretensiones sin utilizar
apenas los argumentos, sin tener en cuenta al otro jugador y operan sobre la
amenaza y el engao como nicas herramientas para resolver una mejor
distribucin a su favor. Se puede ser ms torpe desde el punto de vista de
una estrategia negociadora en la que, no se olvide, dependemos de la otra
parte para obtener nuestro mejor objetivo, es decir, algo que mejora nuestro
valor de reserva?
En realidad, en cualquier negociacin distributiva no se excluye la
argumentacin: para defender un determinado porcentaje en la distribucin hay
que aducir razones y argumentos, se tiene que tener en cuenta la diferencia
entre lo que yo quiero y lo que puedo tener, y se debe ser consciente de la
necesidad de ceder para alcanzar un acuerdo. Todo esto forma parte de un
proceso en el que las razones y los argumentos juegan un papel importante y
38
se aleja del modelo del maximizador depredador que caricaturizan algunos
crticos. El negociador implacable debe analizar minuciosamente el escenario
de la negociacin y las razones que justifican su valor de reserva: no hay que
olvidar que puede haber negociacin cuando existe una situacin de
interdependencia estratgica, y esto quiere decir que nuestro mejor resultado
no depende nicamente de nuestras decisiones o elecciones sino tambin de
las elecciones o decisiones que adopte otra persona que tambin persigue un
objetivo propio y que a su vez depende de nosotros para obtenerlo. De manera
que la condicin necesaria para que una situacin pueda ser gestionada
mediante la negociacin es que exista interdependencia, y esta circunstancia
exige presentar argumentos y razones estratgicas.
A menudo se dice que una de las virtudes ms relevantes de los
modelos deliberativos respecto de los modelos negociadores es la publicidad y
transparencia de los primeros frente a la ocultacin de informacin de los
segundos. La falta de informacin menoscaba la capacidad argumentativa y los
modelos distributivos la ocultan con el fin de maximizar sus resultados. Pero,
funciona as la gestin del valor de reserva en las negociaciones distributivas?
El valor de reserva se define como la utilidad estimada de la mejor alternativa
que uno tiene en caso de desacuerdo. Determina el punto de indiferencia entre
el acuerdo y el desacuerdo. En consecuencia, dada su funcin estratgica en el
comportamiento de los procesos de negociacin, el contenido del valor de
reserva suele estar sujeto a filtraciones manipuladas. Si la otra parte
sobrevalora nuestro valor de reserva, la mejor estrategia consiste en no sacarla
de su error, porque esa percepcin del otro favorece nuestra superioridad
estratgica. En cambio, si la otra parte minusvalora nuestro valor de reserva,
debemos sacarla cuanto antes de su error, mostrndole de manera directa o
indirecta su valor superior. Es decir, la opacidad del valor de reserva es
precisamente un recurso argumentativo estratgico.
12
39
En la mayor parte de las asambleas o instituciones deliberativas, como
los parlamentos, los tribunales de justicia o los claustros universitarios, es
posible llegar a acuerdos sin tener necesariamente que estar conforme con los
fundamentos tericos que justifican el contenido de tales compromisos.
Adems, es perfectamente legtimo que quienes participan en la poltica
puedan llegar a acuerdos sobre pretensiones morales que sean absolutamente
gratuitas, es decir, no indispensables para la resolucin de los conflictos. Los
llamados por Cass.S.Sunstein incompletely theorized agreements cumplen un
importante papel en las sociedades democrticas con convicciones morales
plurales en las que se manifiestan a menudo numerosos conflictos. Como
complemento de estos acuerdos con justificacin incompleta el papel que
cumple el silencio sobre cuestiones bsicas promueve la convergencia entre
posiciones heterogneas. Tal idea favorece la deliberacin y la tolerancia, la
estabilidad social y el respeto mutuo, mecanismos fundamentales para resolver
conflictos y llegar a acuerdos, mucho ms interesantes en las sociedades
plurales que algunos de los mecanismos que se derivan de las ideas del
contrato social y de la sociedad justa ideal. Esto pone de manifiesto que no hay
fronteras infranqueables entre la argumentacin y la negociacin, y que el uso
estratgico de los argumentos y los intereses justificados por principios no
categricos a veces circula por la misma senda.
40
Me centrar en los compromisos que son acompaados por una reflexin
terica basada en principios derrotables.
Si desde el punto de vista moral, poltico y jurdico los juicios que
hacemos pueden ser correctos incluso si son defendidos por quienes no
ofrecen teora alguna que los fundamente, desde el punto de vista
epistemolgico esta posicin es todava ms frecuente: People can know that
x is true without entirely knowing why is true (Sunstein, 1999, p. 126). No
podramos vivir ni decidir con eficacia si no aceptramos verdades evidentes
sin necesidad de recurrir a sus fundamentos.
Sunstein sostiene que los dos mtodos ms importantes de resolucin
de conflictos sin necesidad de lograr un acuerdo sobre sus fundamentos lo
proporcionan las reglas y la analoga. Estos dos mecanismos hacen posible la
obtencin de un acuerdo cuando el acuerdo es necesario, y hacen innecesaria
la obtencin de un acuerdo cuando el acuerdo es imposible. Esto es habitual
en el mbito del derecho, donde muchas de las discusiones doctrinales acerca
de las teoras que justifican determinadas prcticas institucionales impiden
llegar a acuerdos necesarios para la resolucin de conflictos especficos.
Un ejemplo nos lo poporciona la justificacin moral del castigo: en
muchas ocasiones, para decidir un caso concreto, es absolutamente indiferente
la eleccin entre un punto de vista retributivo o disuasorio, entre la idea del
merecimiento o la de la utilidad. Es verdad que la discusin entre
retribucionistas y consecuencialistas tiene una larga historia, y que la defensa
de uno de estos dos puntos de vista puede informar de manera distinta la
filosofa penal de una comunidad. Pero tambin es cierto que los prembulos
doctrinales de las leyes a veces son contradictorios con su reglamentacin
especfica, y, sobre todo, con los resultados de determinadas polticas
criminales. En este sentido, la referencia a reglas y analogas resuelve
numerosos problemas prcticos, sin necesidad de tener que acudir a largos e
improductivos debates sobre los fundamentos de las decisiones que se han de
tomar. El recurso a la analoga permite llegar a acuerdos sobre la base de la
similitud sin tener que estar de acuerdo sobre la razn que fundamenta esta
similitud. Por ejemplo, la discriminacin sexual es similar a la discriminacin
racial, y las dos han de ser tratadas de la misma manera, incluso si se discrepa
41
de la teora general que califica de inaceptable cualquier forma de
discriminacin.
Los magistrados que forman parte de los tribunales deben justificar a
menudo sus opiniones en pblico, pero tambin los usos constructivos del
silencio pueden favorecer los acuerdos cuando las decisiones son colegiadas y
reducir considerablemente la controversia y la discrepancia. Cuando la opinin
mayoritaria es visible, el juez discrepante puede elevar su voto particular, pero
tambin puede rentabilizar su silencio en aras del mutuo respeto y la
reciprocidad que, en alguna otra ocasin futura, podr beneficiarle. Adems, si
las teoras de alto nivel de abstraccin son necesarias en la poltica
democrtica y en la formulacin por parte del legislador de las diferentes
polticas pblicas, el uso de teoras de largo alcance por parte de los tribunales
puede ser causa de importantes problemas y contribuir a la confusin entre su
propio papel y el del legislador.
El modelo antittico a la idea del valor pragmtico de los acuerdos sin
fundamento terico lo representa Dworkin, para quien el proceso de
adjudicacin por parte de los jueces y su idea del derecho como integridad
hace situar a los tribunales como protagonistas de un proceso auto-consciente
de alto nivel terico en el que la formulacin de un compromiso por
determinado resultado exige una ingente labor de abstraccin.
La idea de una convergencia en los resultados particulares sin
necesidad de un fundamento terico se parece a la idea del consenso
superpuesto de John Rawls. Ambas ideas versan sobre la estabilidad y el
acuerdo social en el marco de distintos puntos de vista comprehensivos. Pero
los dos conceptos son diferentes: la idea de los acuerdos sin teora justificativa
responde al problema de cmo buscar acuerdos sobre resultados particulares
basados en principios de bajo nivel de abstraccin, mientras que el concepto
de Rawls responde al problema de cmo y a pesar de los desacuerdos de la
gente sobre visiones comprehensivas pueden llegar a lograr acuerdos sobre
determinadas abstracciones polticas y usar esos acuerdos para determinados
propsitos polticos. Las dos ideas comparten el propsito de producir
estabilidad social y un grado de dependencia mutua entre personas que
difieren sobre asuntos fundamentales. Pero un objetivo de las acuerdos sin
teora es obtener consenso sobre un juicio particular entre personas que no
42
quieren decidir cuestiones indeterminadas en el mbito de la filosofa poltica,
como podra ser la discusin entre el liberalismo y el perfeccionismo u otras
alternativas. Los razonamientos y los juicios en el derecho y la poltica
mantienen una relacin similar con la filosofa poltica que la de los propios
juicios de la filosofa poltica con las cuestiones metafsicas. Del mismo modo
que para Rawls la filosofa poltica no debera tomar partido en cuestiones
metafsicas, los abogados y los jueces deberan alcanzar acuerdos sin
necesidad de resolver cuestiones abstractas vinculadas a problemas filosfico-
polticos. En una sociedad liberal comprometida en organizar la convivencia en
un clima de mutuo respeto entre personas con diferentes puntos de vista, la
estrategia de Rawls puede producir cierta confusin y limitaciones. Los
participantes en una sociedad poltica liberal a menudo buscan ms bien
acuerdos sobre lo que hay que hacer que sobre cmo hay que pensar acerca
de ellos. Cuando llegan a esos acuerdos desde diferentes puntos de vista,
pueden promover los objetivos liberales en un modo que tiene diferentes
ventajas. (Sunstein, 1996).
En todo caso, como ha sostenido Gray (Gray, 2001), la tarea de la
filosofa poltica no sera tanto la de construir un fundamento para la prctica,
sino volver a la prctica con menos ilusiones. Esto significa abandonar la
pretensin de que las teoras de la justicia y los derechos pueden librarnos de
las ironas y las mezquindades de la poltica. Las virtudes argumentativas de
los consensos racionales nunca podrn librarnos de las patologas y
limitaciones de las negociaciones distributivas. Y si la negociacin es inevitable,
los ciudadanos responsables deberan conocer sus estrategias y escenarios.
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