La Llave Perdida - Alejandro Carrión
La Llave Perdida - Alejandro Carrión
La Llave Perdida - Alejandro Carrión
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C O L E C C IO N C O N T IN E N T E
ALEJANDRO CARRION
LA LLAVE PERDIDA
Cuentos
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gioso, concedindose al civil apenas la calidad de mero
formulismo legal; el viaje a la iglesia de brazo de la
suegra; la ceremonia con prdica de un reverendo que
daba consejos sobre el matrimonio. . . siendo l soltero!;
la misa de velacin, con otra prdica acerca de un tema
tan vidrioso como es la fecundidad de la mujer, tomada
desde el novedoso punto de vista de que tal fenmeno
biolgico es una bendicin de Dios; la insoportable e
inoportuna fiesta de boda entre gruesas bromas de ami
gos confianzudos e indignas miradas que desnudaban a
la novia, imaginndola en el conocido ajetreo de la pri
ma noctis; la visita a la sala de los regalos; la ceremo
nia del ramo, de la liga, de partir el pastel; el cambio
de traje; el viaje al aeropuerto a tomar el avin per
seguidos por una turba imbcil que, entre el escndalo
risueo de los dems viajeros, les arrojaban arroz; y el
por fin solos! en un hotel de Cuenca, con una cama
que sonaba y los mozos espiando por el ojo de la cerra
dura, pues ya se haban dado cuenta de que se trataba
de una "noche de estreno con todas las de ley. . .
Todo eso, tan arduo, tan espantoso, tan costoso, tan
largo y tendido, que exigi tanta presencia de nimo,
tanta voluntad de hierro para desafiar el ridculo, para
vencer la justa oposicin de su familia y sus amigos, para
dominar el casi invencible miedo a la suegra, todo eso
pudo ocurrir gracias a que Luzmila, la de los grandes ojos,
estuvo en todo, sostenindolo, animndolo, lanzndolo,
en una palabra. El joven poeta se dej conducir dcil
mente por el largo calvario, posedo de natural horror,
con el alma entumecida, acurrucada al fondo del pecho;
el nimo anegado por una resignacin musulmana; los
ojos entrecerrados y una desolada expresin de pnico
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en el rostro, congelada en una sonrisa boba que, cuando
su madre lo miraba, le daba ganas de sentarse en el
suelo, en medio de la calle, y ponerse a llorar a gritos.
Un ridculo entre tantos fue aquella confesin, un
ridculo completamente injustificable, que le pudo ser
ahorrado, pero que su cruel suegra nunca pens ahorrr
selo. El joven poeta no se haba preguntado si era o no
catlico. Naci en el seno de la ms catlica de las
familias, lo bautizaron al tercer da de su nacimiento,
lo confirmaron a los dos aos, a los cinco hizo la pri
mera comunin, mientras fue "tontito oy misa pegado
a las faldas de su mam y pegado a ellas confes y co
mulg los nueve primeros viernes. . . Nunca lleg el
momento en el que pudiera reunirse consigo mismo y
preguntarse si crea en esas cosas y si realmente esa reli
gin era la suya y esa fe su fe. Nadaba en catolicismo,
y eso era todo. Por donde tendiese los ojos, en dos mil
leguas a la redonda, todo era catolicismo. El, se dejaba
estar. Pero ya eran algunos los aos que no se confesaba
ni siquiera por Pascua Florida de Resurreccin. El confe
sarse le pareca algo humillante, ofensivo, irracional, in
discreto y decididamente idiota y se negaba a ello en
forma cerrada, ante la suave y desanimada insistencia de
su alarmada madre, incapaz, la buena seora, de todo
acto de energa. En cuanto al padre, hombre inteligente
y distrado, lo nico que ella consegua al pedirle una
enrgica intervencin que llevara al joven poeta a la
penitencia y a la comunin pascual, era un "As mismo
son los jvenes! No te apures. . . De que se haga viejo
se ha de volver beato. . . como yo! Pero cuando se puso
en el candelero, a causa de su plan de casarse con Luz-
mila, la de los grandes ojos, la cosa se calde al rojo
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vivo. Y ya no fue con su madre, tan tmida, ni con su
padre, tan distrado. Fue con la suegra, que era un ver
dadero brazo de mar.
Espero que usted, Nicucho, se confesar. . . Yo no
puedo dar mi hija inocente a un hombre, si ste no
se halla en estado de gracia. . . Adems, el del matri
monio es un santo sacramento que imprime carcter, y
que debe tomarse en gracia de Dios. . .
(Qu diablos tiene que ver Dios con mi matrimonio?)
S, claro, doa Clara, yo estoy resuelto a confesarme.
(N o voy a tener disgustos ahora que me estoy ca
sando. . . Por una tontera as no voy a poner yo mismo
obstculos a mi matrimonio. . . ).
Cundo piensa hacerlo?
(Caramba que esta vieja no me deja ni respirar. . .
Pues. . . uno de estos das. . )
Pues. . . uno de estos das. . .
Yo quiero un da preciso, una hora precisa!
(Caramba. . . y ahora?. . . Ya lleg el da, ya lleg
el d a!. . . Diablos! . . . Tai vez el jueves. . . )
Tal vez el jueves, si a usted le parece. . .
Muy bien, el jueves. . . Y . . . con quin? Y . . .
dnde?
( All est la cosa! Con quin? En dnde? Yo qu
s !. . . Conozco algn cura? Es decir, uno ante quin. . .
Ay, diablos!. . . S, claro, ya me acuerdo. . . Belisario. . .
Belisario. . . No est de cura en San Sebastin?)
No lo he pensado todava. . .
(Que me d tiempo para acordarme bien de Beli
sario. . .)
Pues, pinselo. . . y pinselo aqu mismo, ahora mis
mo. . . De aqu no sale, me oye?, de esta pieza no sale
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sin que lo haya resuelto todo. Si es necesario, se queda
aqu conmigo toda la noche. . .
(Eso nunca! Prefiero la muerte!)
. . . Estas cosas no se pueden dejar para ms luego. . .
que puede muy bien resultar un para nunca. . .
(Pero qu vieja ms terrible! Con razn le dicen
la Vaca Brava! Dnde me vine a meter, Dios m o!)
Y se resolvi: estaba seguro de que el cura de San
Sebastin era un antiguo compaero suyo, Belisario Bil
bao, que estuvo con l en la Escuela de los Hermanos
Cristianos. Con l sera, qu diablos! Si tena que ser
con alguien, y con alguien tena que ser, pues que fuese
con un cura de confianza.
Pues vea, doa Clara: con el doctor Bilbao, que
est de prroco en Sas Sebastin.
( Bah! Se fue la bolada!)
Muy bien. A m tanto me da un cura como otro.
Lo que me importa es que mi hija vaya al matrimonio
con un hombre que tenga el alma limpia. Como Dios
manda! Como Dios quiere! Pero ir donde el cura acom
paado de Roberto. El lo llevar y se estar all hasta
que el cura le d a usted la absolucin. Yo no me fo!
Yo no quiero comedias!
( Pero vean lo que discurri la vieja!)
Como usted lo diga, doa Clara. . .
Pues bien, el jueves se viene usted a almorzar aqu
y luego se van a San Sebastin. . . usted y Roberto. Me
jor que desde ahora le prevenga al cura, para que est
esperndolo.
As se har, doa Clara.
Y as se hizo.
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Don Roberto era el futuro suegro, la quinta rueda
del coche, un seor dado a la paleografa ( contrajo la
paleografa a temprana edad, deca el joven poeta cuan
do, echando tragos, describa su futuro suegro a los ami
gos) y autor de tres estudios genealgicos, apoyados en
versiones paleogrficas suyas, ms invenciones que ver
siones: el primer estudio versaba sobre su familia pa
terna, el segundo sobre su familia materna, el tercero
sobre la familia paterna de doa Clara. La familia ma
terna de la esclarecida dama no haba resistido investi
gacin alguna: all qued, hay cosas que ninguna paleo
grafa hace presentables, por ms dosis de fantasa que
se le agregue. Y all par el impulso intelectual de don
Roberto. El hombre usaba cuellos de celuloide de una
altura increble, que resultaban sin embargo proporcio
nados a su pescuezo de ganso, y la gente, tras preguntarse
cmo era posible que se fabricaran todava esos cuellos,
que dejaron de usarse hace setenta aos por lo menos,
aseguraba que se los suba con polea. Para el joven poeta
este viejo era una antigualla ridicula, y el salir por las
calles con tal estantigua le pareca definitivamente bo
chornoso. Pero recordaba los grandes ojos de la bella
Luzmila y se renda. . .
El yugo del amor, seores, el yugo del amor!
El jueves estuvo tratando de que la maana durara
todo el da. Vio con horror acercarse las once, hora de
ir donde doa Clara. . . y las once llegaron, como llega
toda hora, y l fue a casa de doa Clara y all lo reci
bieron las dos cuas, entre risitas. . .
As que ahora se confiesa!
As que le lleg el da!
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( Qu tiene este tipo que hablar de cmo me acerco
al tlamo de la distinguida seorita hija! Yo slo s
cmo me he de acercar a la cama de la Luzmila!)
Y volvindose a Nicucho, el msero:
Te agradezco que me hayas escogido! Es una prue
ba de amistad! Ven, querido amigo. . . Pasen, pasen. . .
Tengan la bondad. . .
El joven poeta, an atenazado por lo ridculo de la
situacin, miraba al joven cura, y le pareca que a su vez
lo estaba mirando con el rabillo del ojo, y perciba, o
crea percibir, en el fondo de sus cordiales manifes
taciones, un saborcillo de burla persistente. Pero todo eran
figuraciones: un cura no se burla de un hombre que
voluntariamente se presenta a pedir confesin! Pero. . .
qu comedia, Dios mo, qu comedia! A esto ha venido
a parar la religin? Mi seora doa Clara: este ade
fesio es su religin, no la ma! En fin, todo sea por la
Luzmilita. . . (A lo lejos, l vea sus grandes ojos, mi
rndole hmedamente y dicindole: "S lo que te re
pugna todo eso! S que lo padeces slo por m !")
El cura acomod a don Roberto en un enorme silln,
en la antesala. Le coloc un almohadn tras la espalda,
en la una mano le puso una reverenda copa llena de vino
de consagrar y en la otra el ltimo ejemplar de La
Corona de Mara, y lo dej sumido en un estado de
catalepsia beatfica: la de la dulce hora de la siesta del
medioda. Pas luego a la otra estancia, e hizo sea a
Nicucho para que lo siguiera. Era aqulla una mezcla de
sala de recibir y sacrista, con su altarcillo al fondo. All
estaba, adems, el confesionario de hombres: un silln
negro, para el cura, y a su lado un reclinatorio, para que
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fesar solamente sus anmicas culpas, tan provincianas y
escasas. Caramba, qu poco se peca en provincias! Tal
vez por falta de un libro de stos. . . Siempre hay que
aprender, y ste es un curso completo del arte de pecar.
Cuando termin de hacer sus marquitas, avergonzadsimo,
llam:
Belisario!. . . digo. . . Su Reverencia. . . ten la
bondad.. .
El cura, sonriendo, vino y se instal en el silln, mas
cull sus latines y bajndose al castellano dijo:
Hijo mo: deseas confesar tus pecados?
(As que este tipo viene y me dice: "hijo mo! Y
yo. . . qu le digo?)
Te ruego. . . qu debo decirte?
(Bien s que debo decirle: "Bendecidme, padre mo,
porque he pecado. Pero. . . cmo le voy a decir "pa
dre mo a Belisario? Es mejor que l mismo me diga
cmo quiere que yo le diga.)
Di: "Bendecidme, padre mo, porque he pecado . . .
Bendecidme, padre mo, porque he pecado! Y . . . qu
ms?
Acsate!
Acusme - - .
A esta palabra, pronunciada mecnicamente, como un
simple eco de la dicha por el cura, sigui un silencio
que pareci hacerse permanente. Y en el aterrado nimo
del joven poeta apareci un fantasma: el de la risa ner
viosa, que a veces lo acogotaba. Una gana tremenda de
reir le iba acometiendo, y l tema que se volviera in
contenible. Se vio entonces expulsado de la sacrista y del
convento, sacado a empellones hasta la plaza por el cura.
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Pues, como es lgico, un cura no puede soportar que
el hombre que est confesndose estalle en carcajadas en
su propia cara, a cincuenta centmetros de distancia: una
burla as, cometida en el curso de uno de los ms se
rios actos de su religin, no la puede soportar un cura
y, vindolo bien, no tiene por qu soportarla. Y ya se
vea, a consecuencia de ello, imposibilitado de volver a
casa con el aterrorizado don Roberto, que hundido en
su sordera casi no comprendera lo acontecido; incomu
nicado con su Luzmila, imposibilitado de explicarle cmo
acontecieron las cosas, si es que haba alguna explicacin
posible. Sera la comidilla de la ciudad entera, el gene
ral comentario lo condenara! Ir a burlarse de la reli
gin en plena sacrista, en una indigna comedia de con
fesin! Esta bien que no crean estos jvenes, pero no
deben burlarse de la religin de sus mayores, que, ade
ms, es la del noventa y nueve por ciento del pueblo
ecuatoriano. No dicen que son demcratas? Por qu
no respetan, entonces, las creencias de las mayoras? Qu
cosa tan espantosa! Hizo un esfuerzo sobrehumano y
logr dominarse, dando muerte al demonio de la risa,
que lo acometa desde el ridculo de su posicin, arrodi
llado ante Belisario, su antiguo compaero, en plena co
media de confesin. Ya dominado, todava, a rfagas, le
vena algo como una cosquilla en el estmago, en la
garganta: era la risa, que trataba de resucitar. (Qu
hago aqu, de rodillas ante Belisario. . . y diciendo tanta
majadera. . . Padre m o!. . . Cmo voy a decirle pa
dre mo a Belisario?. . . Qu cuernos va a ser padre mo
Belisario!. . . Bendecidme porque he pecado! Qu cuer
nos va a bendecirme, haya o no haya pecado!) Feliz
mente, vinieron en su socorro los grandes y hmedos
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ojos de la Luzmila, y los ltimos embates del maligno
fueron dominados. Decidi, heroicamente, buscar un ca
mino que permitiese seguir adelante:
Te voy a hacer una proposicin. . . Simplemente
para que esto marche. . . No ser muy apegado al rito,
pero, en suma, viene a ser lo mismo. . . Tengo hechas
en tu libro, al margen, con lpiz, unas marquitas. . .
Despus las borraremos. . . Sealan el sitio del texto don
de estn descritos mis pecados. Tienes otro ejemplar del
libro?
S, lo tengo.
Pues, ten la bondad de traerlo. (Belisario se levant,
fue al escritorio y regres con otro ejemplar del vade
mcum). Como t conoces bien la obra, te ir indicando
la pgina y el nmero del pecado. . . sin necesidad de
leerlo. . . Qu te parece?. . . No ser muy comn este
sistema, pero me parece que funciona. As se me hace
posible la confesin. . . De lo contrario, me abochorno
y no puedo seguir adelante. . .
Esto es lo que siempre pasa cuando no se tiene
la costumbre de la santa frecuencia. . . No, no importa
el sistema, lo que importa es que haya confesin, y, so
bre todo, contricin y propsito de enmienda. . . Me
parece bien, muy original, muy inteligente. . . Sigue,
sigue - .
Iba a decir 'hijo mo, llevado por la costumbre,
pero se detuvo. Hizo bien. Si lo deca, a lo mejor el
joven poeta no habra podido contener la risa.
Me acuso, Padre mo, del pecado nmero 35 de la
pgina 110. . . del nmero 48 de la pgina 112. . . del
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nmero 135 de la pgina 116. . . del nmero 418 de
la pgina 118, sin la ltima parte, desde luego. . .
Y as, hasta terminar. No fue, por otra parte, muy
largo. El cura no experiment ninguna sorpresa. Tal vez,
s, alguna decepcin. Haba pensado que un joven inte
lectual como Nicucho, uno de los poetas a la moda, ten
dra una vida un poco ms complicada, algn retorci
miento espiritual, no esa sencillez, sntoma acaso de una
vida espiritual del todo plana, sin relieve ni hondura,
como esa enumeracin de prrafos y pginas revelaba. . .
Belisario pronunci las palabras finales, tan ansiadas:
/Ego te absolvo!
Reza: "Yo pecador me confieso. . .
Yo pecador me confieso. . . a Dios todopoderoso. . .
a la bienaventurada Virgen Mara. . . al bienaventurado
San Miguel Arcngel. . .
Reza: "Seor mo Jesucristo . . .
Seor mo Jesucristo. . . Dios y hombre verdadero...
(Gracias a Dios que tengo buena memoria y no me
he olvidado).
Te doy de penitencia rezar tres padrenuestros y
tres avemarias y asistir al santo rosario en esta iglesia
durante tres distribuciones sucesivas, la semana del lu
nes. . . justamente lunes, martes y mircoles, de seis a
siete de la tarde. . . Persgnate. . .
Y luego, ya de pie, mientras se diriga a un sof al
otro lado de esa habitacin, mezcla de sala, recibidor y
sacrista:
Y despus te vienes para ac, a tomarte conmigo
una copita. Tengo un coac muy rico. . . Ven, prubalo...
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Sac una enorme garrafa. Era "Gonzlez Byass. Muy
buena calidad. Legtimo. Llen dos grandes copas, de las
de degustacin. Estos reverendos se saben tratar! Luego,
dijo:
Veamos si quiere acompaarte tu viejo. . .
Se asomaron a mirar: el enorme viejo dormitaba. La
Corona de Mara se le haba cado de las manos. La
copa de vino, ya vaca, haba sido cuidadosamente colo
cada en la mesilla inmediata y el inmenso viejo suba y
bajaba al manso impulso acompasado de un sueo pro
fundo, gozando al fin su interrumpida siesta del medio
da. Roncaba suavecito, con ronquido de gato.
Sin duda ha aprendido a roncar as para que doa
Clara no se incomode. . .
(Este Belisario siempre ha sido un buen chico. Parece
que estuviramos de nuevo en la Escuela.)
La vieja amistad se haba reanudado automticamente.
Ahora eran dos colegiales que espiaban. . . A duras penas
se contenan de hacerle alguna travesura al viejo. Te
irle los bigotes, por ejemplo.
Caramba, por este coaquito franquista s vale
la pena de hacerme bien beato!
Si te da por la beatera, tras tu matrimonio, Nicu-
cho, ya lo sabes: te haces mi cliente, yo te tratar muy
bien. . .
El buen cura rea. Su risa era sana, juvenil. Descargado
del miedo a la confesin, libre de la sensacin de ridculo
que lo acogotara, el joven poeta se daba cuenta de que
estaba ante un hombre limpio, cordial, simptico, y con
ceda un alto grado de estimacin a su antiguo compaero.
Despertaron a don Roberto y el regreso se hizo menos
penoso.
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Doa Clara los recibi amabilsima, tambin con una
copa. 'Para que se le pase el susto, dijo, con una
sombra de sonrisa. Tal vez de joven, quiz, haya sido
alhaja. . . Ahora, qu vieja tan terrible! Las chicas
estaban como gallinas con huevo, excitadas, ante el cu
ado "en gracia de Dios. Nadie habl de que comul
gara al da siguiente, parece que no queran extremar
las cosas. Luzmila hall modos de escabullirse de la
vigilancia de doa Clara y de la envidia constante de las
dos hermanas, y lo premi con un beso riqusimo. ( Ca
ramba, mi luna de miel va a ser una cosa regia! )
La piedad tambin tiene sus goces, Dios mo!
No todo ha de ser espinas y abrojos en el camino
de la santidad.
* * *
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Ya est dicho quin era el viejo seor don Roberto.
Un historiador catlico de provincia, es decir un to que
escribe de vez en cuando un artculo en el Boletn de la
Reverenda Curia Episcopal, proporcionando a quien los
precisa datos ciertos e irrebatibles acerca de la verdadera
fecha en que fue fundada la Venerable Cofrada del San
tsimo Rosario; un to que discute con sobra de razones
acerca de cundo fue colocada la primera piedra del
Venerable Santuario de la Concepcin Inmaculada de
Mara Santsima; un to que rectifica, con suficiente aco
pio de traducciones paleogrficas de primera mano, una
afirmacin ligera, hecha por un colega, en otra provincia,
acerca de la verdadera fecha en que Su Ilustrsima, Mon
seor Andrs de Paredes y Armendriz, Obispo de Quito
en la poca de la zorra, hizo la visita pastoral a la dice
sis. . . y que, desde luego, hace largos, perezosos y prolijos
estudios genealgicos sobre su propia, histrica e ilustre
familia. Ya expliqu que era un enorme viejo amarillento
con cuello de celuloide, pero no dije que vesta siempre
de chaquet y sombrero hongo, ese tieso sombrerito negro
de fieltro almidonado, que parece barriga de guagua
con clico, y que ya no est de moda, al cual, no se
sabe por qu, en provincias le llaman "pavita. Hombre
bueno como el pan, lento como el tiempo, sordo como una
tapia, haba sido un manso corderillo desde que lo amaes
tr doa Clara, su tremebunda. Fungi en su casa de
quinta rueda del coche y en la ciudad se redujo a lo que
se reducen los viejos sordos y ociosos: a ser un sobrante.
Haba ido virgen al lecho de doa Clara y en l durmi
el resto de su vida, "al rincn, tratando de roncar lo
menos alto posible, para no molestarla. Nunca decidi
asunto alguno, siempre obedeci, jams delinqui y as
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resolvi que el joven poeta era un excelente partido, que no
se poda dejar pasar, y entonces ellas, ponindose en razn,
resolvieron ayudarle a la hermana. Montaron una especie
de polica secreta para seguir a Nicucho a travs de la
ciudad, manteniendo a la familia informada por instan
tes sobre las actividades, no siempre elogiables, del dulce
poeta. Cuando la Luzmila logr su propsito y estuvo
ya casada, se dedicaron nuevamente a espiarla, a censu
rarla, a empujarla contra el pobre marido, a oprimir a
ste y a malcriar y pervertir al nico vstago que Dios
le concedi. Lo dicho: las clsicas hermanastras de la
Cenicienta. El viejo cuento, completo del todo, inclusive
con el viejo imbcil, que deja que la madrastra atormente
a la pequea y destia a su prncipe azul. Y el pobre
Nicucho, la vctima de todos.
As es la voluntad de Dios: estas mujeres endiabladas
dan siempre con hombres dbiles, de flaca ndole, cero
voluntad, presin insuficiente, que se convierten rpida
mente en el estropajo con el cual las hembras bravas
limpian la casa. Eso le pas al desdichado don Roberto.
Ya van a ver ustedes lo que le pas al no menos desdi
chado Nicucho, el joven poeta.
Y, antes que nada, no olviden que a doa Clara siempre
la llamaron la Vaca Brava. Ya se pueden ustedes imaginar
quin era.
# * *
27
A veces, puede ocurrir que se me haga tarde, y no
quiero molestar golpeando para que me vengan a abrir.
Luzmila dubit:
No s si mam quiera. . . A pap, segn s, nunca le
dio un duplicado.
Bueno, a tu pap, para qu? Nunca lo hubiese ne
cesitado. Cundo iba a llegar tarde?
Y t. . . pensars llegar tarde? Mejor ni lo pien
ses!
Eso fue lo que dijo Luzmila. Nicucho crey ver en
sus ojos un fulgor que le record el que siempre arda
en los de doa Clara. Por el espinazo del joven descendi
un estremecimiento.
Bueno, no se lo pidas. Yo mandar no ms a hacer
el duplicado. No es necesario armar jaleo por algo tan
simple.
No te lo aconsejo. Mam se sentira muy disgustada
si t haces un duplicado sin su consentimiento. . . y sin
que lo sepa. Al fin va a saberlo. No sabes lo que es ella.
Lo mejor ser que si vienes tarde y yo no quiero que
vengas tarde, a m me parece mejor que ni salgas de
noche si vienes tarde, digo, alguna vez, llamas y yo
misma saldr a abrirte.
Con lo que se puso en claro que no haba ni qu
pensar en llegar tarde. Item ms, que era imposible obte
ner un duplicado de la llave.
Pero, como as es la vida. . .
La ltima clase del da, en la Facultad de Leyes, donde
el joven poeta cursaba el sexto ao, era a las seis de la
tarde. Esquina con esquina de la Facultad est la cantina
de la Cashpaca, donde los estudiantes, entre tragos, cru
zan ideas. Y esto fue Jo que pas: haban tenido una
formidable discusin, sobre un tema del programa, con
ramificaciones religiosas, polticas, sociolgicas, econ
micas. . . hacia dnde no se ramificaba? Terminaron la
clase en plena discusin, muy excitados, y siguieron dis
cutiendo al salir. Inconscientemente, llevados de una vieja
costumbre, el grupo se par frente a la cantina. . . in
conscientemente entraron. . . inconscientemente pidieron
una, dos, tres, cuatro, cinco teteras. . . Siguieron discu
tiendo y bebiendo, hasta las tres de la maana. En la
selva de ruidos que era la cantina, entre el caos que la
discusin creaba en la mesa, el reloj de Santo Domingo
dej caer las tres, ntidamente, y sus campanadas penetra
ron como tres pualadas en el pecho del joven poeta.
Dios mo! Las tres! Qu dir la Luzmilita?
Todos comprendieron. Era la primera vez que el recin
casado trasnochaba. Se arm un zipizape. El tema univer
sitario que los obsesionaba fue olvidado. Todo se convirti
en una catarata de consejos, de estmulos, de empujones
para que se portara como quien era, "como tin gitano
legtimo, para que no hiciera quedar mal al curso, para
que se impusiera desde el principio.
No te achiques, Nicucho, no te achiques!
Si en la primera te achicas, hombre perdido!
Si dejas que se te agarren del codo, adis patria ma!
Cuidado con ia Vaca Brava!
No dejes que la palomita saque las uas!
Ni lgrimas ni rigores: el hombre es el jefe y nadie
sino l es el que manda!
No olvides que el que monta manda.
Mrate en el espejo de don Roberto!
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As lo fueron aconsejando y pronto todos estuvieron
golpeando la puerta de la casa de doa Clara. Casi ense
guida la Luzmila en persona abri: se vio que no se haba
acostado, que lo haba estado esperando, atenta al menor
ruido. Nicucho entr balbuceando disculpas, explicacio
nes, amores, con un olor combinado a cigarrillos "Lucky
Strike y canelazo de pisco, que daba gloria. Olor a hom
bre! Marido queras, marido tienes! Y as son los mari
dos: llegan a estas horas y huelen a estos olores. . . Pero
pap ni llega a estas horas ni huele a esas cosas horri
bles. . . Y ha sido marido toda la vida. . . Dispnsame:
ha sido?
Si el joven poeta esper reproches, escenas, llantos, rue
gos, se equivoc. Luzmilita lo abraz estrechamente, re
clin su cabecita contra su pecho tan oloroso a pisco y
tabaco, lo desvisti, lo acost, le hizo la seal de la cruz
en la frente, le dio un beso en la boca, se acost a su lado,
mimosa, amorosa, preciosa, primorosa, calientita, con sus
ojazos, con su boquita, con su. . . Ay, Dios mo, quin
dijo que la vida de casado es mala! Es el cielo! Corazon-
cito! Adoradita! Lindita! Despus, se durmieron como
dos angelitos. Ni un codazo, ni una patadita, ni un sus
piro, ni un bostezo. De un solo tirn, hasta que. . .
7v* *3^
30
abriendo la boca, en el colmo del asombro, de la sorpre
sa ltima. Jams, ni en la peor pesadilla, ni en la indiges
tin mxima, pudo imaginar lo que vea! En su torno, con
unas caras feroces, armados de sendos palos de lea, esta
ban doa Clara, las dos "cuas, Luzmilita y don Roberto.
Rodeaban la cama, dispuestos en semicrculo, sin dejarle
un hueco para escapar. Los rostros que mostraban eran
sencillamente feroces, de piedra, de los que toda simpata,
toda amistad, toda consideracin, todo respeto haban desa
parecido. Mir el rostro de ella, de la bien amada: era tan
hosco, tan feroz como los otros y en sus rasgos no poda
adivinarse huella alguna del hondo amor que los una.
El joven poeta no saba qu decir, qu preguntar, qu
hacer, cmo comenzar. . .
Pero tampoco le dejaron la iniciativa. Doa Clara, con
su voz aguda y furiosa, le pregunt:
A qu hora vino anoche?
El joven poeta se trag la lengua a causa del asombro.
A qu hora vino anoche, le digo?
Una sorda indignacin comenz a penetrarlo. Qu pa
saba? Por qu esa gente invada su dormitorio? Por qu
esa vieja lo interrogaba? Cmo se atreva alguien a ha
blarle en ese tono?
Y usted, por qu me lo pregunta?
La respuesta fue una bofetada. Una bofetada fortsima,
que le incrust en el rostro unos largos dedos, como foetes.
El joven poeta cay de espaldas.
Llevndose la mano al rostro, que arda en el impacto,
con el alma en llamas, pregunt nuevamente, mientras se
le atragantaban las palabras:
31
Usted? Usted. . . me pega? Usted? Con qu. . .?
Iba a preguntar: con qu derecho?, pero no hubo lu
gar. Un palo de lea, blandido rapidsimamente por Filo
mena, cay sobre su espalda. Luego otro, blandido por
Benedicta, le dio en la cabeza. Y una nueva bofetada de
doa Clara lo puso tieso, inmvil.
Levntese! Me oye? Levntese!
La orden vino con la tercera bofetada, que fue ya inso
portable. Trat de ponerse en pie, pero todos le cayeron
a palos. Todos, absolutamente todos, Luzmilita tambin,
tambin don Roberto y todos con igual decisin. Lo tun
dieron a palos. Haba odo hablar de palizas, nunca se las
haba podido figurar. Pues bien: eran as, y l lo estaba
sabiendo gracias a que en su propia casa, con interven
cin de su propia mujer, en su propio dormitorio y en
su propia cama, se le estaba dando la paliza ms completa,
ms perfecta que hombre alguno pueda recibir en la vida.
Su propia mujer! En su propia cama!
Basta! Basta!
Era la voz de doa Clara. La oa entre nieblas, entre
espinas, entre agonas. La oa apenas, penetrante. Fue
obedecida en el acto. Cesaron de darle palo.
Levntese! Prese all!
Casi inconsciente, con la cabeza hinchada, el rostro
tumefacto, los hombros hendidos, el pecho sumido, la
voluntad pulverizada por los garrotazos, se volvi obe
diente. All, a la orilla de la cama, estaba de pie, con
su pijama descompuesto, tiritando, no de fro, s de miedo
y de impotencia. La voz terrible lleg:
Pngase esto!
32
Obedeci nuevamente. Se puso lo que le ordenaban.
Cuando se hubo puesto esa prenda un indigno chaquet
negro, viejsimo, propiedad del suegro, que sobre el
pijama resultaba algo inenarrable, dndole el indecente,
el obsceno aspecto de un payaso borracho, son una car
cajada. Cogindose el estmago, retorcindose, golpeando
con los palos el suelo, rean todos: doa Clara, la Luz-
milita, las "cuas, el viejo. Lo sealaban con el dedo,
brincaban, se daban entre ellos palmadas. Parecan locos.
Entonces se le acerc doa Clara y fra, tranquilamente,
le dio otra bofetada, una bofetada brutal, que lo hizo va
cilar, tirndolo contra la pared. Y la voz, terrible, que le
entr hasta el tutano, orden:
Sgame!
Tal un perro apaleado, el joven poeta, bambolen
dose como si estuviera ebrio, descalzo, con su pijama
y el indigno chaquet negro encima, el pelo cado sobre
la cara tumefacta, sali tras la enorme vieja. Lo siguieron,
en su orden, Luzmila, Benedicta, Filomena y don Roberto.
Llegaron al comedor. Sobre la gran mesa haban de
rramado una enorme cantidad de trigo. Despus supo que
era una arroba completa. En la parte de la cabecera haba
una silla y a la derecha otra. La vieja le seal la silla
de la derecha:
Sintese!
Se sent.
Se le acerc entonces por el lado izquierdo y con la
misma furia y frialdad de antes le dio otra bofetada. Nue
vamente los dedos como ltigos se le incrustaron en la
mejilla.
Escoja!
33
No entenda. Alz el rostro desolado, desorientado, pre
guntando:
Cmo?
Le digo que escoja! Entiende? Escoja! Ponga el
trigo limpio a este lado y las basuras en esta canasta. R
pido, si no quiere aguantar de nuevo!
Y al viejo:
A leer!
El viejo se sent en el silln de la cabecera, y con una
voz horrenda, cascada, estropajosa, que se iba engolando
a medida que se enfrascaba en la lectura, comenz con
La perfecta casada de Fray Luis.
Los dems, la Luzmila, la vieja espantosa y las dos "es
se pusieron en torno, con los palos de lea en la mano,
atentas a suprimir la ms mnima tentativa de rebelin.
Los rostros carecan de piedad. Pero la guardia era super-
flua: en el joven poeta no quedaba ya la ms leve brizna
de energa, de dignidad, de impulso. As estuvieron hasta
el medioda. El, casi enloquecido, temblando, posedo de
un escalofro constantemente repetido, escoga el trigo:
pona los ballicos, las alverjillas, la cizaa y los terronci-
llos a un lado, en una canasta. Empujaba el trigo limpio
al centro de la mesa. El enorme montn descenda lenta
mente. La cabeza le dola: las copas de la noche, la sed
del chuchaqui, el sueo bruscamente tronchado, la brutal
paliza, las bofetadas, la sorpresa por agresin tan espan
tosa, la burla, el traje indigno, las carcajadas, la tarea in
fame a que haba sido sometido, la vigilancia armada en
su torno, la lectura que haca ese vejete, todo eso se le ve
na encima, anegndolo, anulndolo, enloquecindolo. Ni
un vaso de agua, ni una palabra amistosa, ni una mirada
34
, Jl ' ( 1 " ' * " ' l . f . J ' ' * -
3;
cho yo, con toda seguridad, pero el joven poeta no lo
hizo. Se someti. Y se someti porque, aun cuando usted
no lo crea, estaba bajo el hechizo de Luzmilita. Lo nor
mal habra sido que tras el comportamiento de ella, en
ese da espantoso, todo el amor que le tena se evaporara
de su pecho. Pero no: no se evapor. Cuando descubri
que tras el suave continente, los enormes ojos, los mi
mos y las suavidades de su mujer se esconda el mismo
brutal temple de doa Clara, se le cay el mundo encima
y bajo sus escombros pereci su dignidad. No poda vi
vir sin la mujercita aquella! Y por dormir con ella, s,
por dormir con ella, sa es la verdad, se fue su precio,
se entreg.
Muy pronto, ya le peg tambin Luzmilita. 'TJn da
cualquiera, una discusin balad, en la que demostr an
una brizna de personalidad, y la linda mano, tantas ve
ces besada, que hasta entonces slo lo haba acariciado,
lo abofete exactamente como lo haba abofeteado doa
Clara. Supo entonces que la mano que l haba cantado
en sus sonetos era igual a la mano de su verdugo: larga,
con dedos de foete, que golpeaban con indecible furia.
La conducta del perro apaleado, sa fue su conducta.
Se despoj de toda dignidad. El sueldo de su empleo de
Secretario del Juzgado del Crimen lo entregaba ntegra
mente, cada quincena, a Luzmila. Solamente sala con ella.
Llegaba a casa tan pronto sala de la oficina, pues ya
haba egresado de la Universidad y estaba preparando su
tesis, sobre el divorcio, desde luego. Una pequea vengan
za subrepticia, pues en esa casa nadie se interes por leer
la tesis: le ordenaron que la redactara, cuidaban de que
consagrara dos horas de la noche a trabajar en ella, pero
1
36
por lo que contena no hubo interesados. El tema y su
desarrollo eran su nica venganza: sostena el derecho
inalienable del hombre a desligarse de su compaera, es
pecialmente cuando atentaba contra su dignidad, menos
cabando su personalidad, tiranizndolo, hacindolo vc
tima de actos de odiosa crueldad mental y fsica. Adems
de este trabajo, le ensearon poco a poco a hacer una
porcin de cosas: a podar los cipreses del traspatio su
bindose en una escalera de tijera; a trasplantar lechu
gas; a trenzar caireles para alforjas (la Vaca Brava, las
dos "es y el resto de la poblacin mantenan una pe
quea industria casera de alforjas); posteriormente, le
ensearon tambin a barrer y a tender las camas sin
arrugas, y lo haca en todos los dormitorios en los das de
vacaciones. Los domingos y fiestas de guardar sala con
la familia, a la misa: delante las dos "es, detrs l con
la Luzmila, y cerrando la hilera lamentable la tremenda
doa Clara y el infeliz don Roberto. En casa, rezaba el
rosario con todos y en Semana Santa sala tambin en
corporacin con la familia a rezar en la iglesia de San
Francisco el viacrucis. Los amigos le hacan bromas en
las raras ocasiones en que se encontraban: poco a poco
se fue aislando de todos. La nica alegra que le daba
esa vida, por la que pagaba el precio de la sumisin in
digna, era abrazar a la Luzmila las noches en que ella
senta deseo. Nunca le dejaba la iniciativa. Aun en la
cama, la dictadura era absoluta. Slo cuando ella quera
y slo como ella quera. El era una propiedad privada de
esa hembra, de esas hembras, y se lo utilizaba a concien
cia. A todo se fue sometiendo, muy pronto estuvo some
tido a todo.
Pero despus su alma pisoteada comenz a pedir re
vancha. Lo hizo en la peor forma: comenz a beber solo.
Sala de la oficina y se iba a una cantina de El Pedestal,
una cantina de lo ms humilde, donde peda medio litro
de aguardiente puro. Lo beba, y peda otro medio litro.
Beba hablando solo. Completamente ebrio regresaba a
casa. La Luzmila le abra la puerta: en tales noches ella
no se acostaba: lo esperaba, lo haca entrar, no le deca
una palabra. Lo acostaba. Al da siguiente, dcilmente,
l mismo se pona el chaquet y sin que nadie le dijera nada
vaciaba trigo en la mesa y escoga su buena media arroba.
Cuando lo vea vestido de payaso, recogiendo ballicos y
cizaas en la mesa del comedor, vena don Roberto, sordo
como una tapia, totalmente estpido, y maquinalmente
lea en alta voz La perfecta casada.
Maana, de maanita, me espera el trigo.
Me-es-pe-ra-el-tri-go. . . el-tri-gui-to. . . el-tri-gui-to
canturreaba el infeliz, mientras beba, solitario como
una ostra, su litro de aguardiente puro.
Ni los amigos, ni los parientes saban de esto.
Toda su humillacin, toda su personalidad en extin
cin, ese viaje rumbo a la idiotez y la sordera, siguiendo
el mismo camino que antes que l haba seguido don
Roberto, transcurra en el mayor secreto y en la mayor
soledad.
Le seguan pegando. Le pegaba Luzmila, le pegaba
doa Clara, le pegaban las "es. Don Roberto, desde lue
go, no le pegaba. Al pobre anciano le pegaba doa Clara
delante de las hijas. Eso era para ellas lo ms natural.
As era el curso lgico de sus vidas.
38
Se gradu de doctor en leyes, ascendi a Juez Prin
cipal, pero su vida no cambi: sigui la misma mons
truosa rutina. Haber avanzado en jerarqua dentro de la
administracin de justicia, no le sirvi de nada. Dentro
de casa, era el mismo infeliz pisoteado. Y as, hasta que
llegaron das ms amargos y la noche se fue haciendo
poco a poco en su vida.
-U . JA AA
# IrT *7V
39
Vamos a vivir en mi casa! Te lo ruego! Tenga
mos nuestra propia vida!
Y dejar a mam? Te equivocas!
Esa fue la respuesta inapelable de la Luzmila. Sus
ojos se pusieron acerados, y miraron como puales. Ni-
cucho comprendi que jams consentira en ir con l,
acompandolo fuera del reino de la Vaca Brava.
La vieja infernal, por su parte, no dej de pensar que
la herencia recibida por Nicucho podra llevarlo a locos
planes de liberacin. De manera que tom sus medidas,
sin perder un segundo.
He encontrado, Nicucho, un arrendatario para su
casa y para la quinta le dijo . Vendr maana con
el Notario: supongo que usted no tendr reparo en fir
mar la escritura.
(Firmar la escritura! Ha arrendado mi casa y mi
quinta, quin sabe a quin, quin sabe en cunto, y yo
ni lo s! Y espera que no tenga inconveniente en firmar
la escritura!)
No, desde luego, doa Clara, no tengo inconveniente.
Firmar cuando usted lo disponga.
La cuenta en el banco tambin poda traer dificultades.
Doa Clara no iba a permitirlo.
Le he colocado su cuenta con mucha ventaja. . . He
hallado un interesado que recibe su dinero en primera
hipoteca, al 12%. Maana vendr a firmar la escritura.
Desde luego, el prstamo se har a nombre de la Luz
mila: es ms seguro. Le ruego que me d un cheque,
para retirar el dinero del banco.
(D e modo que ya me quit mi dinero! Quemar
la chequera, pues ya no tiene objeto alguno!)
40
El despojo sigui:
He pensado que para el cumpleaos de Robertico,
nada mejor que el que usted le traspase la casa y la quin
ta- . . As quedar a salvo de toda dificultad. . .
Se atrevi:
Pero si yo no tengo dificultades!
Pero puede tenerlas. . . Es mejor que los bienes es
tn a nombre del chico. . .
Pero podran nacer otros nios. . .
No habrn ms! Ya hemos tomado medidas para
ello. . .
Pero. . . no somos catlicos?
El mdico dijo que Luzmilita no debe tener ms
nios. Peligra su salud. Usted no lo saba, porque no
tena objeto comunicrselo. Ya lo sabe. No habr ms
nios. Espero que no tenga dificultad en firmar la escri
tura. . . en ella, usted, como representante legal del nio,
autoriza a Luzmila para que arriende sus bienes y reciba
las pensiones conductivas.
Muy bien, doa Clara. Como usted lo diga.
Quedaba an el sueldo. Verdad que lo entregaba reli
giosamente al recibirlo en manos de la Luzmila. Pero lo
reciba l mismo y a veces se quedaba con doce sucres
para el puro. Un da, doa Clara le dijo:
Maana vendr de nuevo el Notario. Espero que
usted no tendr reparo en firmar un poder a favor de la
Luzmila, para que ella reciba sus sueldos. . .
(Lo nico que faltaba!)
No, no tendr reparo alguno.
En esta forma, Nicucho y cuanto posea pasaron a ma
nos de la Luzmila. O sea, a manos de su madre, la Vaca
Brava.
Pronto el nio se dio cuenta de la posicin subalterna
de Nicucho, y no le prest ninguna atencin. Se repeta
ya con l lo que haba acontecido con don Roberto: era
un mueble ms, sin duda indispensable, pero secundario.
Don Roberto se haba vuelto sordo e idiota: no estaba
ya presente, no sufra, desde haca mucho tiempo llevaba
una existencia meramente vegetativa. Nicucho, para su
mala suerte, ni ensordeca ni se idiotizaba. Perdi la dig
nidad, perdi la voluntad, perdi la iniciativa, pero no
perdi la inteligencia. Sufra. Una angustia creciente lo
iba atenazando. Ya ni siquiera poda beber: lo vigilaban
tan celosamente, que le era imposible escaparse en busca
del consolador litro de aguardiente puro. Ya no haba
necesidad de chaquet. Pero ahora, de pura aficin, escoga
trigo los domingos, solitario y silencioso, y al verlo en
tal ocupacin don Roberto, en forma del todo autom
tica, iba en busca del libro y le lea en alta voz La per
fecta casada.
Una miseria absoluta haba invadido su vida.
La ropa, se la compraba doa Clara. El no poda com
prar ni siquiera las corbatas o los zapatos. Si alguna
vez iba al cine, ellas escogan la pelcula y el teatro. Si
alguna vez compraba un libro, ellas lo escogan. Las co
midas, desde luego, eran tan slo las que ellas preferan.
Ya ni siquiera le dirigan la palabra.
Por ltimo, la Luzmila comenz a dormir en otra habi
tacin. Dijo que Nicucho roncaba, se mova, se quejaba
y que muchas veces se pona a llorar dormido. Era ver
dad. Y con todo ese ajetreo, ella no poda dormir. Com
pletamente solo en su dormitorio, perdi el sueo. Un
insomnio monstruoso se adue de sus noches.
42
Sinti entonces con claridad que la locura iba a devo
rarlo. Resolvi, pues, fugar. Pero. . . cmo lo hara? No
tena un centavo. Su sueldo lo reciba la Luzmila. Su
casa y su quinta se haban convertido en propiedad del
hijo y los administraba la Luzmila. Su cuenta haba sido
prestada a rditos y stos los reciba la Luzmila. Era
el ms pobre de los hombres, no tena un centavo. A
consecuencia de ello, por la mala voluntad que la Luz
mila demostraba para darle cuando se lo peda, haba
dejado de fumar. A veces ella se conmova y le meta
un billete de a diez en el bolsillo, pero por temor a que
fuese nuevamente a comprar aguardiente puro, esos bi
lletes eran cada vez ms escasos.
Vino, sin embargo, Dios en su ayuda.
Dios? Por lo que result, mejor diramos que fue el
diablo.
Un litigante hizo en el Juzgado un depsito de diez
mil sucres. Ordinariamente, es el Secretario el que recibe
los depsitos. Pero Nicucho, en esta ocasin, le dijo al
Secretario:
Si a usted no le importa, licenciado Narvez, yo uti
lizar el depsito. Tengo un vencimiento. Como el li
tigio no se resolver antes de seis meses, no tendr difi
cultad alguna para devolverlo.
El Secretario, que saba que el Juez era la honorabi
lidad en persona, y adems conoca su buena situacin
econmica y la extrema seriedad de su vida, no tuvo
inconvenien te:
Uselo noms, seor Juez. Con que me d un re
cibo, asunto terminado.
Le dio el recibo.
43
Sali del Juzgado, fue a su casa con los diez billetes
de a mil en el bolsillo. Y al da siguiente, muy por la
maana, al salir de casa, no se dirig al Juzgado sino al
Aeropuerto. En el mostrador de la compaa compr un
pasaje para Quito. Y alz el vuelo.
* # #
44
es posible que ellas estuviesen algo asustadas. Cuando lo
autoriz el mdico, volvi al Juzgado, se encerr en su
despacho y escribi su renuncia irrevocable. Por qu?
Para qu? Para no volverse atrs de lo que haba deci
dido. Esa renuncia era la puerta que cerraba tras l. La
puso bajo sobre y al salir, sin explicaciones, se la dio al
Secretario dicindole:
Me le entrega este sobrecito al seor Presidente de
la Corte.
Sali y en casa, a la hora del almuerzo, estuvo de so
bremesa, muy animado, como nunca. Cont casos diver
tidos de la oficina. Hizo chistes. Todos lo miraban, muy
extraados. Qu mosca le habr picado? No estar be
bido? No, no lo estaba. A la Luzmila le vino, como de
entre nieblas, un curioso recuerdo: el del vivaz, ingenioso,
alegre, dichoso joven poeta con el que se haba casado
doce aos atrs.
Y claro, a las tres, no fue a la oficina.
Entr, de paso, a la tienda de don Bermdez, en la
Plaza Grande. El vendedor se sorprendi al ver entrar
al seor Juez, ese hombre tan suavecito, el doctor
cucho. Y se sorprendi ms an al orle decir:
Quisiera comprar una pistola. . .
Termin cerrando trato por una pequeita, niquelada,
de calibre 22 corto. Se provey de balas.
A buen pas march hacia las afueras. Era un hermoso
da, con la tarde madura, dorada.-El cielo azul, hondo,
generoso, poblado de escarmenadas nubes, como lana de
ceibo, como seda. El viento vena preado de polen. Un
arroyo rumoroso le trajo, de golpe, recuerdos de infancia.
Un rbol que se agachaba, jugando con el viento, le trajo
45
recuerdos de juventud, vale decir, de libertad. Una poesa,
la ltima que compuso cuando an era libre, acudi a
sus labios, de golpe:
46
p
47
Este Coronel era, sin embargo, distinto, a causa de ser
nuestro paisano. Haba nacido en nuestra misma ciudad.
Por una rara coincidencia, un mozo compaero nuestro,
nacido donde nosotros nacimos, tostado por nuestro pro
pio sol, se haba metido a oficial, cosa que casi nadie hace
en esas lejanas, y con el tiempo y las aguas haba deve
nido Coronel. Generalmente a los del Estado Mayor o
Alto Comando, como vulgarmente se los conoce, no les
gusta que los coroneles comanden una brigada en su pro
pia provincia nativa. Es una buena idea, porque con tanto
pariente y amigo, la autoridad se relaja. Pero esta vez,
vaya usted a saber el motivo, se haba hecho una excep
cin y all estaba el Coronel, paisano nuestro, pariente de
alguno, compaero de otros, de t y vos con todos y dn
donos una fiesta para celebrar su llegada.
El Coronel era casado y su mujer tambin era de nues
tra ciudad, pues l, como lo deca rindose para adentro,
"consuma slo productos nacionales. La dama estaba
tambin all y reparta sonrisas como pan caliente, feliz
de triunfar totalmente en su propio pas. La fiesta iba
bien, y bueno es decir que la casa era buena. Era la man
sin de una seora distinguida, que se haba casado con
un gringo. El tal gringo y ella parece que vivan m
tame que te matar "eso le pasa a la Virginia por no
consumir productos nacionales , deca el Coronel. Pero el
gringo es muy buenmozo, un buenmozo viejo, desde
luego, porque este gigante furioso debe tener ya sesenta
aos. Pero, qu sesenta aos, cholito! Total, que un tipo
de stos a los sesenta es como uno de nosotros a los
cuarenta. El matrimonio aquel se estaba desmoronando y
la dama haba arrendado la casa al Coronel.
48
Un Coronel en provincias vive siempre en casa arren
dada, en la mejor casa arrendable de la ciudad, en la
ms moderna, y nuestro Coronel no faltaba a la regla,
pues no por ser de all mismo tena casa propia. La
que tena estaba en Quito. La de su familia, en nuestra
ciudad, estaba desde luego ocupada por su familia, su
seor padre, su seora madre, sus hermanos y hermanas,
cuados y cuadas, sobrinos y sobrinas. . . la tribu en
tera! No haba espacio para l. El decoro que exiga cargo
tan elevado y su importancia, y la plata que tena, le
daban derecho a arrendar la mejor casa de la poblacin,
y sa era la de doa Virginia, la mujer del gringo.
La historia de la dama? No viene al caso, pero spase
que era una dama bellsima, de contextura heroica, estilo
estatua de la independencia o estatua de la libertad, con
sus aos tambin, digamos sus cuarenta y cinco. Estuvo
sin casarse, mantenindose heroica, como su estampa, re
chazando pretendientes que le parecan ranglidos, hasta
que lleg el gringo, un enorme gringo de furiosos ojos
azules, vejancn pero buen mozo, segn las mujeres buen-
mocsimo. Y entonces, clav el pico No se entendieron.
Pero antes de pelearse definitivamente construyeron una
casa moderna, con pisos de parquet y de vinyl y paredes
recubiertas de madera laminada. La mejor casa de la ciu
dad, que se haba vuelto arrendable a consecuencia de la
pelea entre el gringo y su heroica dama. Y all estba
mos, con el Coronel y su esposa y los oficiales casados
y otros elementos, stos ya de la urbe, celebrando. Trago
bueno, comida buena, msica buena, gente macanuda,
todo lindo, caramba. Buena cosa es el que este Coronel
se haya acordado de que fuimos compaeros y nos est
haciendo participar del presupuesto militar.
49
-- fV ; '*'?<3> . ! > !* ! ;
V -
J
50
que siempre haba mantenido y de su continente prcero
y de sus ojos altivos y furiosos. Tan furiosos como los
de su consorte itlico. El enorme gringo italiano, con su
pelo rubio levemente gris y su cutis rojo era, a mi modo
de ver, muy capaz de repartir lea como hace el bien
el buen cristiano: sin mirar a quin. Pero. . . darle palo
a la estatua de la libertad! Eso se hace un poco difcil,
pero, en suma, estos gringos que desde sus lejanas patrias
mediterrneas, en la mitolgica Europa, se vienen a meter
tan adentro de este mundo ordinario, en estas soledades,
deben ser capaces de todo. S, con seguridad, le debe de
dar palo a doa Virginia, no obstante su altiva apariencia
de Juno Ludovisi.
Ver eso! Un antojo idiota. Mejor nos tomamos no-
ms una copa, y. . . Qu bueno que ya seas coronel,
hombre! Quien lo hubiera credo! En la escuela todos
pensbamos que tu pap tendra que mandarte al campo.
Los institutos armados son, ciertamente, una bendicin del
cielo. Si mi chico sigue como est, palabra que lo mando
a uno de ellos y con el tiempo lo veremos de coronel
tambin.
Bueno: ya ests chispo. . . lo conozco en que co
mienzas a hablar sandeces dijo el generoso anfitrin .
Y, volvindose a mi mujer:
Lo mismo lo has podido amansar, Celinita. Yo siem
pre dije que eras una filntropa al cargar con semejante
muermo. Y . . . qu paciencia te habr hecho falta!
Yo no dej que la Celinita se pusiera a explicar la
paciencia que haba necesitado para aguantarme, sino que
tom la ofensiva:
Bueno, y a la Felipita era la mujer del Coronel,
la vctima, la Coronela caramba, cmo le habrn he-
cho falta todas las virtudes capitales, tem ms las cardi
nales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza! Porque
vos s que has sido un caso. . . Venga otro trago, mi
jefe! De todos modos eres un buen chico, qu diablos,
y tus defectos se hacen humo ahora que eres Coronel
aad , parando a raya el carro para no salirme del
mapa. Termin dndole uno de esos abrazos con vuelo y
palmadas en la espalda que hacen esparcirse por tres
metros a la redonda todo el polvo almacenado en el saco
del interfecto.
Y en ello estbamos cuando comenzaron a orse unos
ruidos realmente espantosos. Era como si se hundiese el
mundo. Se caan grandes pilas de objetos, se quebraban
cosas y por ltimo pareca que andaban en tractor por
los aposentos. A veces se oa una especie de rugido, al
gunas palabras dichas con voz bronca y de pronto un
grito de mujer, penetrante y, diramos, sublime. Ese te
rrible grito de mujer que nos clavan en las novelas de
detectives y en los cuartos actos de las obras de teatro
anticuadas. Ese sublime grito de mujer con el que dan
su do de pecho las actrices espaolas que al fin de la
temporada en Amrica tienen que regresarse a nado a la
pennsula. Y antes de que diramos con lo que aconteca,
antes de que nos volviera la respiracin cortada por el
grito, he aqu que se abre la puerta del fondo, la que da
al interior de la casa, y desgreada, moviendo los brazos
como aspas de molino de viento, con los ojos salindo-
sele de las rbitas y la ropa en jirones, asoma doa
Virginia gritando: "Socorro, esta bestia me mata!, y
tras ella, bufando, con el continente de un bfalo enfu
recido, blandiendo un enorme palo de lea, el gringo que,
en obsequio nuestro, al entrar en la sala grit dos cosas
52
en su idioma que los que las entendimos, las entendimos
as: Porca madona! y /Figlia de la putaa!, dos co
sas de enorme calado, que en el ambiente cordial, corts
y semichispo de la tuna del Coronel cayeron exactamente
como caera un chorro de agua de la manguera de la mo-
tobomba del Cuerpo de Bomberos en la nave central de
la Catedral durante un Tedeum. La orquesta se call y
por medio de la sala, en direccin a la puerta de calle,
cruz como una exhalacin doa Virginia con el gringo
tras ella y tras l la orquesta y todos los que estbamos
en la sala, el Coronel el primero.
Todos los que estbamos en la sala, el Coronel el
primero, menos yo, desde luego. Yo, tras haber satisfecho
mi antojo de ver a la estatua de la libertad recibiendo
palo de un bachicha furioso, en pblico y con blasfemias
italianas de yapa, no tena razn para salir corriendo en
plan de componedor del desaguisado. Que dejen al ma
rido apalear a su mujer: se es uno de los encantos del
estado conyugal. Yo no lo he saboreado, por ser hombre
de corazn muy blando, pero me consta que algunos de
mis amigos lo han gustado y parece que les es muy dulce.
Y a las damas, por lo general, les place, porque les da
una idea superior de la virilidad de sus maridos, aun
cuando hacen un teatro sublime con ello, para presen
tarse como vctimas, lo cual tambin les encanta, en es
pecial cuando, como doa Virginia, son sublimes de por
s, tan sublimes como esa estatua de la libertad que est
a la entrada de Nueva York. Yo, me qued a celebrar.
En la sala desierta, a mano derecha, estaban el whisky,
el agua de Guitig y el hielo. Me prepar un jaibol doble,
bien remachado y lo estaba saboreando mientras meditaba
en lo ocurrido y en la suerte que les cabe a las mujeres
33
hermosas, que se casan en edad madura con el primero
que pasa por la calle, cuando regresaron todos, trayendo
a la dama y hablando a gritos de lo difcil que haba
sido reducir el gringo a la impotencia y mandarlo preso
a la Comisara. El gringo haba pataleado de lo lindo,
los chicos de la orquesta y dos o tres de los invitados
traan claras huellas de la lea que les haba repartido
y todos tenan ese aspecto entre alegre y heroico que
caracteriza a los que acaban de cazar un oso. La dama
estaba desgreada, con la ropa rota y definitivamente
sublime, furiosa, feliz por ser el centro de la atencin
general, y beba whisky sin soda a grandes tragos, reco
brando el aliento.
Es un bestia, Coronel, Felipita, iganme, es un bestia
nos explicaba, y asentamos, dndole un respaldo mo
ral fenmeno, justo el respaldo moral que precisa la
estatua de la libertad tras ser apaleada en pblico . Me
sali malo, de verdad, malo: nadie debe casarse con
gringo, tienen una boca infernal, menos mal que las
vascosidades que hablan las dicen en su idioma, pero a
ste el italiano se lo entiende cualquiera. Si fuera ingls!,
pero el italiano es clarito. . . Y nuevamente apuraba
el trago, pareca que la paliza le haba abierto una sed
traguera capaz de sorberse la enorme reserva del Coronel.
Cuando la soberbia y atrafagada dama hubo hablado
y bebido bastante, comenz a llorar copiosamente, recos
tada sobre el ancho pecho del Coronel, inmovilizndolo
y estrechndolo entre sus brazos, razn por la cual nues
tra estimada anfitriona, la seora Coronela, llam al chofer
de su Oldsmbile e hizo que en l, acompaada de dos
damas, esposas de capitanes, la fuesen llevando a su casa
a que durmiera tras tantas encontradas emociones, ya que
54
la hermosa doa Virginia hall esa noche el mximo de
sengao conyugal junto con la briosa caballerosidad de
sus paisanos, en especial de su gran paisano el seor Co
ronel Jefe de Zona, quien estuvo todo el tiempo a la al
tura de su posicin.
Yo segua echndole al fuerte con verdadera fe, y entre
cada serie de tragos, con el objeto de evitar una embria
guez demasiado sbita, bailaba algn suelto de esos de
clavar clavos con los pies, con una de las esposas de los
capitanes. Por lo general estas damiselas eran ligeras de
pies, alegritas y cordiales y su transitoria intimidad dan-
ceril resultaba agradable. Una de ellas, que era lo que
se dice un boccato di cardinale, aun cuando su marido era
slo teniente, me pareca la ms adecuada para acompa
arme mientras duraban mis accesos coreogrficos, pero
la Celinita, mi adorada cnyuge, me ech el ojo eso
no le falla! y hubo que dejarla en paz. "Agua que no
has de beber. . . , me dijo ella y yo concord con tan
sabio consejo, aadiendo para mi capote que si bien es
verdad que para gaviln viejo lo mejor es polla joven,
tambin es cierto que a un robusto teniente de caballera,
una maravilla de jinete!, no le va a quitar la dama un
carcamal como yo, que aun cuando me las tengo tiesas
con mis cincuenta y dos aos, de todos modos no me es
posible ocultarlos del todo. Paciencia y barajar, como dijo
el que sabemos.
Y mientras intentaba un fcil retorno a casa bailando
un vals de la vieja guardia con mi propia Celinita, "tu
cnyuge sobreviviente, como me deca el Coronel, que
haba aprendido el trmino cuando se le muri el suegro
y su suegra fue as mencionada centenares de veces en
los mltiples documentos de la particin, recordaba que
.5.5
este Coronel, que tan excelentemente se portaba, tuvo
antes de casarse un fenomenal entrevero, en el que casi
deja el pellejo. Voy a darles un ligero resumen de seme
jante cosa, pues un curioso retorno al pasado, que se
verific esa misma noche, puso aquella vieja historia en
el candelero. . . y de qu manera!
Cuando el Coronel era slo teniente, cosa que les pasa
a todos los coroneles durante su juventud, se acerc mu
cho a una muchacha llamada Rosalba Vernaza. Era una
chiquita de bien torneadas piernas y caderas de gallina
ponedora, que se sinti completamente hipnotizada por
el joven Teniente y le dio, bajo el influjo de su encanto,
sin resistencia alguna, todo lo que l le pidi. Como pasa
en esos casos, en especial tratndose de una juventud po
co versada en las tcnicas de control de la natalidad, a
los pocos meses la familia Vernaza estaba enterada de los
cambios de impresiones habidos entre la Rosalbita y el
Teniente y crea que ste deba, "como un caballero,
contraer con ella justas nupcias y alianza per tutta la
vita. No lo crey as el Teniente, quien, pensando que
la mejor forma de evitar un matrimonio es ya estar ca
sado, fue y se cas con la que en estos momentos era
nuestra amable y feliz, aun cuando un poco escamada
anfitriona, la bella y sagaz seora Coronela de los ojos
negros, nuestra paisana.
Saber los Vernaza que el Teniente se haba casado con
la Felipita, dejando a la Rosalbita con su precioso regalo
dentro del casto seno y resolver que era indispensable
meterle un tiro al prfido, fue todo uno. Y hay que re
cordar, para comprender la cuestin en todo su tamao,
que uno de los Vernaza era de los que donde ponen el
ojo ponen la bala haba ganado en Portovelo el con-
,.i i " * - /r 4 ' - - :
.*r* *
57
molestoso, que se emborrachaba con frecuencia y que en
ocasiones se propasaba hasta calentarle el lomo a su cara
mitad. Yo me deca que sera interesante verlos con el
Coronel en una tuna, y no dejaba de pensar que entre la
casa de los esposos Barnuevo y el hogar que acababa de
instalar el Coronel apenas mediaban tres casas. S, algo
tena que pasar.
Pero nunca se me pudo ocurrir que sera inmediata
mente. Vanlo ustedes, por favor. Cuando se fueron lle
vando a la ofendida, llorosa y ebria estatua de la libertad,
apaleada y vilipendiada en pblico por su legtimo con
sorte el bachicha y consolada por la medio borracha con
currencia a la bonita fiesta del Coronel, reemprendimos
el bailoteo con entusiasmo digno de tan digna causa, de
tan buen trago y de tan buena orquesta. Y en ello est
bamos, en momento tan estupendo como que en l todas
las parejas realizaban evoluciones y circunvoluciones ms
o menos afortunadas pero igualmente alegres, cuando
un ruido an ms tremebundo que los anteriores nos dej
literalmente paralizados. Era evidente que un automvil
se haba estrellado contra el portn de entrada de la casa,
y que del carro accidentado descenda alguien locamente
furioso: una voz indignada gritaba, una mujer aullaba
de dolor y algo pesado era arrastrado por las losas, a
travs del jardn hasta la sala. Dios es testigo de que
aquello pareca cosa del mismo diablo: de creer en es
pantos y aparecidos, pues ah estaba la cosa.
Ya bamos a salir para investigar el estupendo albo
roto, cuando se abri la puerta de par en par y por ella
penetr, lleno de lodo y furia, barbotando cosas espan
tosas por una boca que echaba espuma, el sacamuelas
Barnuevo quien, ebrio y rabioso, llevaba arrastrada por
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60
que yo regrese. No me demoro un diez. Y sali, ha
ciendo seas a un Teniente para que lo acompaara. Casi
en seguida omos a su Oldsmbile ponerse en marcha. No
se demor un diez. Apenas habamos comenzado a cum
plir su orden de beber un buen trago en su ausencia,
cuando omos retornar el auto y vimos entrar a la sala
al Coronel y su Teniente, acompaados del Prefecto Bar-
nuevo, jefe provincial de la Polica y hermano del ener-
gumnico sacamuelas.
El Coronel hizo que el Prefecto se sentara, le brind
una copa y luego le espet este discurso, mientras la
dama, arrebujada en el prestado abrigo, cerraba muy apre
tados los prpados y sostena en la mano la copa vaca,
y el energmeno se morda el labio inferior y tiraba ade
lante unos ojos ya del todo exorbitados: "Seor Prefecto:
Este individuo ha violado mi domicilio, penetrando em
briagado cuando yo ofreca en l una fiesta a mis amigos.
Ha dicho palabras inconvenientes, ofendindome y ofen
diendo a tan distinguida concurrencia. Y, lo cual es mu
cho peor, ha ofendido gravemente a la distinguida dama
que est en esa butaca (la dama que estaba en esa butaca,
arrebujada en el abrigo prestado, comenz a sollozar de
nuevo), golpendola con sus manos salvajes. Yo le pido
que se lo lleve y le aplique el castigo que bien poda
haberle aplicado yo, pero que deseo le sea aplicado por
la autoridad competente, que es la que debe proceder con
arreglo a la ley. Por eso lo he molestado. S que usted
cumplir con su deber y que prestar a esta digna y des
dichada seora la proteccin que se le debe.
Hablaba el Coronel con gran dignidad y calma, y
oyndolo comenc a pensar que era mucho hombre y
muy mejor gente de lo que yo me haba imaginado. Y
61
bien: el Prefecto, plido y furioso, sin mirar al Coronel
ni a la dama, sino nicamente al energmeno, dijo: "Se
or Coronel: mucho me duele que esto haya ocurrido en
su casa. Este individuo es mi hermano, y es un mal ciu
dadano, bochinchero y atrevido, que ofende a la sociedad
y que me tiene desesperado con su mala conducta, pues
para sus escndalos abusa del ntimo parentesco que des
graciadamente nos une. Lo de esta noche llen la me
dida. Me lo llevo y pierda usted cuidado, que tendr el
correctivo que le corresponde. En cuanto a la seora, des
cuide usted, mi Coronel: ver que no vuelva a ocurrirle
nada y que este tipo le guarde las consideraciones que
toda seora merece. Dicho esto y sin ms trmite le
ech mano al energmeno, que al sentirse en poder de
su hermano comenz a patalear de nuevo. Entonces el
Prefecto sac un pito y a su conjuro se abri la puerta
y cinco policas con toletes se hicieron cargo del indi
viduo y desaparecieron llevndolo "al airito. El Prefecto
salud muy cortsmente y sali con la difcil dignidad de
quin confrontaba tan curiosa situacin. La dama sigui
con los ojos cerrados y entonces el Coronel moviliz a
dos damas, esposas de tenientes, las mismas que en unin
de dos caballeros de la localidad partieron en el Oldsm-
bile a dejarla en su casa.
El Coronel volvi a nosotros y dijo:
Despus de estas pequeas interrupciones ( peque
as ha dicho!) la fiesta contina. Orquesta!
Y dirigindose a mi Celinita la sac a bailar un cachu-
llapi con hincadas. Todos nos lanzamos a la pista y estu
vimos dndole al baile hasta las cinco, en que la Felipita
nos brind un fenomenal caldo de patas. La mir con
mucha atencin: nada en ella conservaba huellas de la
62
violenta emocin que la invadi al instante de la ines
perada aparicin del sacamuelas y su mujer. Despus de
confortarnos con el caldo, volvimos a reincidir en la
danza y la tomacin, y por las nueve de la maana an
haba quin bailoteaba. Fue una de las mejores fiestas
del ao y todos quedamos convencidos de que el Coronel
era un verdadero caballero y nada menos que todo un
hombre.
EL DESAFIO
65
. - , ; ; . - : * * *
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...
r . 1:
66
timo dicen que lo dijo un Papa, cuando le propusieron
que canonizara a un morlaco . As hay gente atrevida!
Mascullando estas venganzas verbales contra mi agresor,
tras sealar con la cinta el libro de Maupassant, me
dirig al estudio.
All, con uniforme de gala, ese con cuerdecita dorada
colgante del hombro, los ojos brillantes y la boca entre
abierta, demostrando una especie de ferocidad gozosa,
estaba el Comandante. A su lado, vestido de negro como
si se tratara de un entierro, con los ojos turbios, se ha
llaba un individuo con una cara tan larga que le llegaba
a las rodillas: yo no recordaba haberlo visto nunca. Tan
pronto entr se pusieron de pie y Villaviciosa, segn su
costumbre, se abalanz sobre m como si yo fuese un
artculo comestible. Mientras me estrechaba contra su
uniforme, comenz el maldito dilogo inevitable:
Ah, bandido, te saqu de tu cama! Se qued in
consolable la damisela que te la calienta?
Bien sabes que soy un clibe intratable, y que mi
nico campaero en la cama es un libro.
No te hagas el anacoreta! Bien te conozco! Ban
dido!
Supongo que no habrs venido a molestarme esta
noche slo para decirme tal sarta de sandeces.
No! No! De ninguna manera! Cmo te figuras?
Di, entonces, para qu diablos has venido. Y no
te olvides de presentarme al seor.
Y le sealaba al seor enlutado, que con su cara hasta
las rodillas y su aspecto de ornamento de capilla ar
diente, estaba parado detrs de l, escuchando, con expli
cable asombro, el indigno dilogo que sostenamos.
67
" * ' &** '*
68
jLo adoro! Me entiende? El puede decirme todas las
sandeces y vulgaridades que quiera, que yo le soporto.
Es ms: se las celebro! Es delicioso! Pero que una in
decente lechuza como usted se atreva a decirme algo que
l me diga, eso, no lo consiento! Si vuelve usted a arti
cular palabra, aqu mismo le tuerzo el pescuezo!
De cenizo, el abogado pas a una blancura de cal.
Yo lo tom abiertamente bajo mi proteccin.
Es intolerable que traigas a mi casa a este caballero
y lo insultes! O te civilizas siquiera sea provisional
mente, por esta sola vez, o te largas de aqu enseguida!
Y si te largas, te lo llevas!
Villaviciosa volvi a su color rosado furioso habitual.
Sonri, mostrando su espantosa dentadura de cocodrilo,
cocodrilo del Tomebamba!
Sea! Retiro todo lo dicho, en tu homenaje. Y voy
de golpe y sin prembulo a la cuestin de vida o muerte
que me ha obligado a interrumpir tu bien ganado reposo.
Pero antes, deja tu habitual tacaera y treme una co
pa! Hay cosas que sin copa no resbalan.
Dej, en vista de lo dicho, mi habitual tacaera y
extraje del cajn inferior derecho de mi escritorio una
botella de espantoso bourbon Kentucky Tavern, otro re
galo de navidad. Yo estaba materialmente repleto de re
galos de navidad, pues an era enero. Vert el furioso
licor en tres vasos, y como no tena gitig, les ofrec el
brebaje tal cual los gringos lo envasaron.
Dbanlo biringuito, para el fro.
Salud!
Salud!
69
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70
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u-
i. )&$?.
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71
i
Mira, Comandante: o desembuchas el estpido asun
to que te trae o te saco a patadas.
Pues bien: para decirte lo que te vengo a decir,
debo decrtelo de pie y volvindose a su acompaante:
y usted tambin, cadver!
Yo no permito que me llamen cadver!
Estamos aqu, Manuelito, para cumplir con un de
licado deber de amistad y de honor.
No le llame Manuelito al cumplir este cometido.
Exprsese en estilo caballeresco, sin nada de familiari
dades.
Silencio, cadver! Yo hablo con Manuelito como
siempre!
Yo no consiento que me llame cadver!
Nuestro querido amigo el Teniente en retiro don
Francisco Flores Hierbas nos ha encomendado el que
vengamos, en calidad de padrinos suyos, a pedirte que
nombres, a tu vez, padrinos y los pongas en contacto
con nosotros, pues te desafa a duelo. Aqu tienes su
tarjeta.
Me desafa a duelo? Quin diablos me desafa a
duelo? Por qu diablos alguien me desafa a duelo?
Quin demonios se ha vuelto loco?
Nadie se ha vuelto loco!
Si nadie se ha vuelto loco, entonces yo ir haciendo
las preguntas por partes, a ver si se saca algo en limpio.
Va la primera! Quin es el que me desafa a duelo?
Cuando el Comandante iba a contestar, entr Gumer
sindo. Llevaba los vasos promediados de agua de la llave.
Yo los llen de bourbon. Me serv un gran trago y lo
72
mismo hicieron los otros. O claramente cmo se desli
zaba el lquido gargantas abajo.
Sabes que con agua queda mucho mejor? Ya no
parece' tan malo.
Ya te expliqu que no es malo. Lo que pasa es
que hay que acostumbrarse a tomarlo. Hay gente acos
tumbrada al bourbon que encuentra horrible el scotch.
S, claro, a todo se acostumbra el cristiano. Cuando
yo era subteniente, estuve de guarnicin en Bolaspamba
y tuve que acostumbrarme a beber un aguardiente puro
de contrabando, trado del Per en una lata de kerosn.
Y fjate lo que son las cosas: despus del primer litro,
hasta me gustaba ya.
No consiento que compares mi bourbon con el
aguardiente de Bolaspamba!
Se debe a su ignorancia, seor Licenciado, no le
haga caso.
Silencio, cadver!
No consiento que me llame cadver!
El que te desafa, Manuelito, es el Panchito Flores
Hierbas, no lo recuerdas?
Quin diablos es el Panchito Flores Hierbas?
Pero, Manuelito, como has de ser tan olvidadizo?
Fl Panchito, el hijo del dentista. El que fue Diputado.
El que escribe dramas.
Ah, ya! entonces lo que debas decirme es que el
que me desafa es el Sedas Flores.
Pero, Manuelito, en un acto solemne como ste, no
poda referirme a mi representado, que es un cumplido
caballero, por el grosero apodo que t has credo conve
niente mencionar.
73
Pero si es solamente por su apodo que se lo conoce!
Bueno: ahora ya lo sabes: l es quien te desafa a
duelo.
Y por qu me desafa el Sedas Flores?
Te desafa porque lo has ofendido en un artculo.
No seas ridculo! Cmo te figuras que un perio
dista como yo va a rebajarse a escribir acerca de un
infusorio como el Sedas.
No nos compete, caballero, discutir: nuestra misin
es rigurosa, y se mantiene dentro de los lmites que le
traza el Cdigo de Cabriana. Nos limitamos a pedirle
que nombre sus padrinos. Con ellos discutiremos!
Qu Cabriana ni qu Cabriana! Silencio, cad
ver!
Pero qu Comandante ms salvaje!
Y en dnde o cundo sostiene el cretino del Sedas
que yo lo he insultado?
Dice que lo has hecho en un artculo publicado en
"La Nacin y firmado con el pseudnimo de "Viva
la Virgen!
Pero si todos saben que yo escribo en "El Mundo
y que mi pseudnimo es "Tirteafuera.
S, pero lo que pasa es que estbamos donde el
Panchito tomando un whisky, un whisky excelente y no
esta porquera que nos ests haciendo tragar, y entonces
leimos el artculo. No sabes lo herido que se puso el
Panchito! "Esto hay que lavarlo con sangre, dijo. Y lle
gamos a la conclusin de que el artculo era tuyo, porque
est muy bien escrito y hace rer. Si nos reamos a car
cajadas mientras el Panchito, con la voz indignada, lo
lea! Si hasta l mismo se rea, a ratos, en medio de su
74
justa indignacin! Y por eso me mand, en compaa
de este estafermo, a que te desafe. Este cadver no es
de ios amigos habituales del Panchito, nada de eso. Es
un abogado del Carchi, que le atiende un juicio. El Pan-
chito tiene una hacienda en el Carchi, en San Gabriel,
sabes? Y de all es este cadver! N o vayas a creer que
en nuestro crculo se admiten avechuchos de esta cata
dura.
Slo por respeto a la casa del seor Licenciado,
no lo abofeteo, Comandante!
Teniente Coronel, para otra vez, aun cuando se
demore!
Pues, Teniente Coronel o Comandante o chapa o lo
que sea, tan pronto como salgamos de aqu le hundo
la cara!
Me la hunda o no me la hunda, usted es un ca
dver!
Seores, por favor, primero aclaremos lo mo y
despus yo les dar toda clase de facilidades para que se
hundan la cara.
S, Manuelito, si se es mi deseo, sino que este
cadver con sus estupideces nos d e sv a ... Pues, vers,
el Panchito dijo: "Esto se lava con sangre, y aadi:
"Felizmente el Manuelito es un caballero y podemos
batirnos. Y me mand con este cadver a que te lo
plantee. Antes, desde luego, nos fuimos a ponernos la
ropa adecuada.
Me expliqu as su traje de gala, con la trencilla do
rada al hombro, y el atuendo fnebre de su acompaante,
quien puntualmente deca:
No consiento que me llame cadver!
15
No hubo ms que hacer: en un instante la botella de
bourbon haba descendido por debajo de la mitad. Llam
a Gumersindo, trajo el agua y rellenados los vasos segui
mos adelante, a ver si se aclaraba el intrngulis.
Pues bien: oye lo que voy a decirte. Oye bien. En
tiende. Volvers donde el Sedas y le dirs que yo no soy
quien escribe esas cosas en "La Nacin. El autor de
esos menjurges es mi compadre Pedro Arturo Mera. En
tiendes? Yo escribo en "El Mundo y respondo por todo
lo que sale calzado con el pseudnimo de "Tirteafuera.
No podemos, muy sensiblemente, seor Licenciado,
llevar su mensaje. Nuestra misin no es la de discutir.
Hemos venido solamente a notificarle el desafo y a pe
dirle que nombre sus padrinos.
Yo, doctor Fernndez, no nombro padrinos, porque
no tengo motivo para batirme con el Sedas. Se trata de
una equivocacin.
Cuando hable conmigo del seor Flores, llmele
seor Flores.
El abogado haca todo lo posible para elevar el tono
de la entrevista.
No hay inconveniente, mi estimado cad. . . mi
estimado doctor. No me bato con el seor Flores porque
no soy quien ha escrito ese artculo. Y como no me bato,
no designo padrinos. Adems, ya les he indicado que
es mi compadre Mera el autor de esa legumbre y que por
lo tanto es l quin debe batirse. Para facilitarles las
cosas, lo voy a llamar ahora mismo. El llanto sobre el
difunto. Srvanse el bourbon, mientras telefoneo.
Marqu 2-7-9--8-4. Son la campanita. Se oy una
voz.
76
i
Quien? Con quin?
Eres t, Marlene? Est ah mi compadre, tu pap?
S, Lie: ahorita se lo traigo.
Me lo trajo.
Qu milagro?
Mira, compadre, te acabo de conseguir un duelo.
Un duelo? Qu es lo que dices? Qu clase de
duelo?
Pues, un duelo de verdad, un duelo a pistola. Vos
te pones all, con una pistola en la mano, el otro se pone
al frente, alguien grita: fuego! y. . . pum! pum!
Qu estupideces ests hablando?
Le* cont la historia completa, con mtodo, ponindola
al alcance de su atrofiada inteligencia.
De modo que ahora te toca batirte.
Yo? Batirme?
S, y no te olvides que el Sedas es campen na
cional de tiro de pistola.
O un gemido y algo as como la cada de un cuerpo
desmayado. Parece que mi Compadre fue a dar contra
el pavimento.
Colgu. Le ech mano a mi bourbon y volvindome
donde mis visitantes:
Ya me han odo. Usted, doctor, disculpe si esto no
es exactamente lo que Cabriana estatuye, pero es lo prc
tico. Mi compadre Mera vive en Calicuchima 234. Y creo
que los est esperando. Para luego se les hace tarde!
No, de ninguna manera! Tengo que ir donde Pan-
chito con las novedades. El tiene que resolver. Y, dime,
una informacin adicional, pero decisiva. . . este amigo
77
%
tuyo, este Mera, el que ha ofendido a Panchito, cmo
va de raza?
Qu es esto de raza? No te entiendo.
Bueno, una informacin adicional, pero indispensa
ble. Cmo va de raza? Quiero decir, t piensas. . . es
de raza blanca, como nosotros? O est entreveradito? Yo
tengo mis sospechas.
Yo no tengo ninguna. Mera es mulato: tres cuartos
de sangre negra, una de sangre blanca bastante entreve
rada con indio.
Diablos!
Comenzaron a ponerse los abrigos, pero an el morlaco
infernal tuvo tiempo para llamarle cadver tres veces al
abogado Fernndez y para beberse el ltimo bourbon. La
botella qued completamente vaca.
Llam a Gumersindo para que los acompaara y volv
a mi amada alcoba. Me despoj de la bata y de los chan
clos y me introduje en el lecho, bajo las mantas. Reanud
mi dilogo con Maupassant y en l estaba cuando son
el telfono. Me precipit: era el Comandante.
Manuelito: acabo de patear al cadver!
Te pareca indispensable?
Bueno, estrictamente, no lo era, pero, de todos mo
dos, lo hice.
Y . . . se bate o no se bate tu Sedas?
De la casa de l te estoy llamando. Me dice que
te pida mil disculpas. Te estima muchsimo y planea in
vitarte a comer un da de estos. Est seguro de que t
jams te expresaras de l en semejante forma. Pero la
menta el que no hayas sido t: contigo poda batirse. T
78
y l son de raza blanca pura, ambos tienen escudo. Son
caballeros, en una palabra. Pero dice que tu compadre
Mera es una persona con la cual no hay cmo batirse,
pues se trata de un descendiente de esclavos.
Y . . . entonces. . . le va a caer a patadas?
No, desde luego que no. Panchito es un caballero.
Y el caballero solamente se bate con sus iguales. Los
mulatos y zambos, los mestizos, los indios, los individuos
pertenecientes a razas inferiores, no pueden ofender a un
caballero, aun cuando lo quieran. Panchito da lo escrito
por Mera por no escrito. As procede un verdadero ca
ballero.
Colgu. As es la verdad: as procede un verdadero ca
ballero. Lo cual no quita que aqulla haya sido una de
las noches ms idiotas de mi vida.
79
DON SALOMON VENDE SUS TIERRAS
81
il .V' >0 ^- : ; ; ; ^;r
V?v>w
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K
f' r^V;.^ ,
Don Salomn, don Sal, como yo le deca, estuvo de
acuerdo.
Dices bien, Dominguito: esto hay que asentarlo.
A poco ya estbamos en La Cabaa, ante un enorme
plato de corvina apaada con empanaditas de morocho y
una garrafa de cerveza helada, continuamente vaciada y
vuelta a llenar. El viejo era un cervecero de la madona
y yo, su humilde discpulo, haca lo posible por no desa
creditar a la nueva generacin.
No quera el masho levantarme la hipoteca, mira,
Dominguito. . . hasta que le ha entrado la ambicin. Pa
rece que un sobrino que ella tiene, lo conoces?, un
pericote ranglido al que llaman Venenito Blando, le ha
ido a explicar la ley de divorcio, segn la cual al liqui
darse la sociedad conyugal, a la vieja divorciada le tocara
la mitad de mis bienes, por haber sido adquiridos mien
tras gema bajo la atroz coyunda que me une a ese. . .
cmo se dice?. . . a ese quelonio. . .
Yo, en realidad, no s, don Sal, cmo se le dir a
la muy estimable familia de los mashos, pero puede estar
usted seguro de que no son "quelonios. Le juro que es
a las tortugas a las que corresponde ese nada honroso
calificativo. . .
Dominguito, t no sabes nada, t eres muy joven .
Yo, que he estado treinta aos hipotecado a un masho,
yo s muy bien que un masho es un quelonio. Por lo
menos el mo.
Bueno: en eso, don Sal, estoy conforme. Su masho
es un quelonio.
Esto hay que seguirlo remojando, Dominguito, hijo,
t eres un encanto. Pues, vers: mi quelonio, con Vene-
82
nito Blando, han combinado la cosa. Me levantar la
hipoteca y se alzar con la mitad de mi fortuna. Con
la mitad! T comprenders que yo est algo acomple
jado. Por un lado, me ilusiona llegar a verme con la hi
poteca levantada. Por otro lado, el precio me parece muy
alto. La mitad de todo lo que tengo! Qu bestia!
Entonces tuve una iluminacin.
Ese era el da ms grande de mi vida. Esa era la opor
tunidad calva.
Quin no pesca por el trasero su oportunidad calva,
que no se queje. Lleg el momento de zafar de la inopia!
Le dije:
Don Sal: yo creo que hay una forma de burlar esas
inicuas pretensiones, al mismo tiempo que conquistar su
libertad. Su masho est en Azogues, no es as?
S, Dominguito: yo no he consentido que el que-
lonio salga de la llacta. Est all: aqu no la ha visto
nadie.
Sus hijos?
Mis hijos estn en Cuenca. Como t sabes, son ma
yores de edad: l es abogado, ella est casada con un
dentista. Me escriben por navidad y en mi cumpleaos.
No me necesitan: tienen, la una su marido, el otro su
profesin, ambos con buena plata. Esperan con pacien
cia. . .
Venenito Blando?
El tal Venenito, que parece un canguerejo, pero que
es un aguilita, est en Azogues, calentndole las orejas
al masho.
Bueno. Ver: lo que usted debe hacer es una venta
ficticia.
83
Una venta ficticia? De qu msica celestial me
haces partcipe, Dominguito?
Pues. . . usted le hace una escritura a un amigo de
confianza. Le vende las dos terceras partes de sus tierras.
Las dos terceras, porque para vender la totalidad hay que
seguir una serie de formalidades legales que alarmaran
a la gente. Le vende aqu, calladito. Nadie se entera. La
firma de su masho se la hace noms. Se arregla con un
notario y se le lleva una seora que dice que es su masho
y que firma. La firma de las mujeres es siempre igualita:
escriben su nombre con letra inglesa y debajo hacen una
madeja de rayas en calidad de rbrica. . .
Dominguito: parece que hubieras visto la firma de
mi masho.
Pero la venta no es de verdad. La venta es de juego.
El amigo solamente hace como que le compra. . .
Y si despus el muy pillo no quiere devolvrmelas?
Para eso se toman precauciones, don Sal: se formula
un documento, en el cual el amigo declara haber reci
bido de usted un prstamo igual al valor de esas tierras.
Y se celebra una escritura de hipoteca de las mismas,
con el propio notario. . . Entonces, cuando usted le dice
que se las devuelva, se las devuelve. . . No puede ha
crselas quedar, porque entonces usted le ejecuta la hipo
teca y se las remata. . . As, el amigo que le hace el favor
queda al mismo tiempo protegido contra cualquier ten
tacin.
Y al ir a liquidar la sociedad conyugal se encuen
tran con que solamente tengo. . . la tercia parte! Y de
all coge la vieja quelonia la mitad, la mitad de la tercia
parte, un adefesio! Vas bien, Dominguito: chate otra
84
garrafa al buche. Y, dime. . . al liquidar la conyugal,
no van a encontrar la escritura de hipoteca a la que te
refieres?
Haremos un chanchullo con el notario. Que la tenga
guardada, sin fecha, y que la feche e inscriba despus de
que se haga la particin con el masho. Usted mismo pue
de tenerla bien guardada, pero ya escrita y firmada por
el amigo y el notario, solamente que sin fecha. As, la
incluyen en el protocolo tan pronto como haya pasado el
peligro peligroso. . .
Dominguito, eres un genio. Ahora solamente falta
encontrar el amigo y el notario.
Yo creo que ya estn encontrados. El amigo soy
yo y el notario es mi cuado Luis Lozano.
Tu cuado Luis Lozano, el notario! Dominguito,
eres de las mejores navajas de afeitar que haya conocido.
Y, dime. . . cmo va a creer nadie que t has sido ca
paz de comprar mis tierras? Todos saben que eres ms
pelado que pepa de guaba. . .
Publicar en "El Comercio la noticia de que me
he sacado los dos millones de la lotera de Hamburgo. . .
Total, nadie va a entrar en averiguaciones.
Dominguito: piensas en todo. . . Cunto me co
brar tu cuado Luis Lozano? Cunto me cobrars t?
Yo, don Sal, no le cobrar nada. Slo lo har que
me invite a comer desde que firmemos hasta que desfir
memos. Mi cuado s le ha de cobrar, pero yo he de
conseguir que no sea mucho.
Y . . . cmo voy a convencer a la gente de que re
cib esa plata y ni la invert ni la tuve a la hora en
que vengan a partir mi conyugal con el masho?
83
Jta :
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86
Bueno: nadie queda pobre. Medio milln el masho
ese que es parte de la ilustre familia de los quelonios.
Medio milln don Sal. Un milln Dominguito. Un mi
lln Lozano. Quin se queja? Todos quedan con lo sufi
ciente para hacer frente al porvenir.
Caray lo que se estiran tres millones!
Bueno: nadie queda pobre. Gracias a Dios que nos
ha dado talento y oportunidades.
Amn.
Desde luego, asentamos la maravilla. Lozano es buen
trago y se pirra por los cuyes macabeos. Nos fuimos a
La Carolina y comimos macabeos dobles con cerveza Pil-
sener Especial bien fra. Luego nos bajamos al fuerte y
al final fuimos donde pillas. Hay en el Boris Zoila una
negra Lucrecia que es para chuparse los dedos! Yo no
soy ese hombre de Andreyev, al que slo le gustaban las
negras, pero confieso que hay algunas que son una mara
villa. No, eso del olor es puro cuento. Eso ocurre con
las negras sucias. Las que se baan, con lo que sabemos
bien afeitadito, sas son de lo ms olorositas.
*7 V T T T T
87
Domingo, en la notara del doctor Lozano, sus haciendas
"La Cofrada y "El Angelus, situadas en la provincia
del Caar, en la suma de dos millones de sucres, que
confesaba haber recibido de contado, en moneda de buena
ley y curso forzoso, a su entera satisfaccin. Atestiguaron
Roberto Echanique y Juan Orrego, testigos profesionales
de la notara de mi cuado, que firmaban sin leer y co
braban diez sucres por la firma.
La escritura qued para inscribirse la vspera de que
se ejecutoriara la sentencia de divorcio, a fin de que no
tuvieran tiempo de respirar los que sabemos.
Luego me hice tomar una regia foto donde Rivadeneira
y convoqu a la prensa en la Sala de las Palmeras del
Hotel Metropolitano. Con abundante whisky White Hor-
se, estando tambin invitado don Sal, les cont que haba
tenido la maravillosa suerte de sacarme dos millones de
sucres en la Lotera de Hamburgo. Me haban pagado
por giro cablegrfico. Estaba en tratos para comprar
unas haciendas... (En este momento mir hacia don
Sal muy intencionadamente y don Sal recibi mi mirada
y sonri, muy intencionadamente tambin). S, podan to
marme las fotos que quisieran. Los periodistas compren
dieron y en los sueltos de crnica dijeron que en la
recepcin estaba presente un gran propietario agrcola,
quin sin duda era el que me iba a vender las haciendas.
"JO VEN QUITEO GANA EL GORDO DE HAM
BURGO, deca en primera plana "El Comercio. Se
vea que haban hecho todo lo posible para encontrar el
calificativo adecuado para designarme. "Joven intelec
tual . . . qu va a ser intelectual!. . . "Joven emplea
do . . . pero si ya lo botaron!. . . "Joven sinvergenza
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V
# * *
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*
seguirle el rastro a esa plata que desde Hamburgo ha
ba seguido tan rpido curso. . .
En Cuenca y Azogues la cosa se puso espantosa. . .
Pero antes les contar que fue doa Ernestina, una vieja
impura que me consegua muchachas, la que hizo de
masho para firmar la escritura, todo por trescientos su
cres. No supo en qu firmaba, lo que supo fue nica
mente que por firmar en ese papel no con su nombre
sino con el de Bernarda de Aguilar y no contarlo a
nadie le daban trescientos sucres. Don Sal, con el pre
texto de que su masho firmara el traslado de la sentencia
de divorcio, la hizo venir a Quito, y as no pudo la suso
dicha alegar que ella jams haba estado en Quito y por
lo tanto mal haba podido firmar la escritura consin
tiendo en la venta de las dos haciendas. . . las dos ter
ceras partes de sus bienes!
La conmocin en Azogues fue inmensa. Toda la ciudad
no hablaba sino de cmo, para celebrar su liberacin,
don Sal haba jugado y se haba quedado como Dios
quiere a sus santos. Don Sal andaba por ah represen
tando su papel de enorme pjaro desplumado, pero tan
rozagante y con tan poco talento para esconder su feli
cidad, que algunos dudaban y decan que lo que ocurra
era que el viejo picaro estaba haciendo comedia, para
zafarse de la liquidacin de la sociedad conyugal. Pero,
legalmente, todo estaba tan claro que nadie poda hallar
asidero para una reclamacin.
Los hijos de don Sal vinieron, y el yerno tambin, y
el viejo les dijo que s, que eso le haba pasado cuando
trataba de echar una cana al aire. . . pero que an le
quedaba la tercia parte y que desde ella se iba a levantar
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* ||
como la espuma. Los hijos retornaron a Cuenca llenos
de pesimismo, considerando que no puede pasar nada peor
que el que se le calienten los cascos a un viejo chivo
padre como el suyo. La que se alarm en un grado infi
nito fue la "quelonia y Venenito Blando vino a Quito
en busca de informes fidedignos. Fue a verme: yo lo
saqu a patadas tan pronto se me identific:
Fuera! No recibo cochinos! Venenito Blando!
Fuera!
Con don Sal le fue peor; el viejo le meti una pisa con
un bastn de esos inquebrables que llaman caas de Ma
nila. Venenito fue al hospital, convencido de que inves
tigar en estas condiciones y circunstancias es peligros
simo. Al salir de la casa de salud fue donde Lozano, y
all le informaron que todo se haba hecho en regla. Vol
vi a Azogues muy alicado, con un aspecto de perro
apaleado que daba ganas de llorar a gritos y le dijo a
su ta que todo indicaba que iba a tener que confor
marse con la mitad de la tercia parte, que, de todos mo
dos, como ascenda a medio milln de sucres, no era pelo
de cochino. La vieja parece que fue de la misma opinin.
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Hay que asentarla!, dijo el formidable veterano.
Lo invitamos a Lozano.
Se comenz con cerveza, pemil dulce y aguacates, co
mo le gusta al viejo. Despus lo incitamos a bajarse al
fuerte y luego a ir donde pillas. Cuando ya estaba bien
chumado, le preguntamos dnde asegurara l un docu
mento importante, cosa de que nadie se lo pudiera robar.
Por qu me lo preguntas, Dominguito?
El viejo, an empapado en trago, era receloso.
Porque a Lozano le han encargado un papel, ca
ramba, de lo ms peliagudo. Tiene tanto miedo a que
se lo roben, que no se atreve siquiera a alquilar una
casilla de seguridad en La Previsora.
Yo s que es posible sobornar a un empleado y a
lo mejor hasta copiar la llave. Desde que se robaron los
billetes de a quinientos, an sin firmar ni numerar, en
el Banco Central, yo ya no creo en los bancos, qu digo
en los bancos? Ya ni en la paz de los sepulcros creo.
Tienes razn, doctor Lozanito, tienes razn. Yo lo
que hara, sabes?, sera descoser la parte sur de mi col
chn y embutir el documento en medio de la lana de
ceibo. Es de ceibo tu colchn?
De ceibo, don Sal.
Pues eso es lo que se me ocurre. A quin crees
que se le iba a poner la idea peregrina de que tu pa
pel est guardado entre la lana de ceibo que rellena tu
colchn?
En vista del consejo, le seguimos dando de beber a
don Sal y nosotros, claro, hacamos como que bebamos.
Nos pas algo muy parecido a lo que les pas a esos
jvenes prncipes rusos que mataban a Rasputn en un
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"|, 4;'"Y.'*V ' ' . .: '.V-- ' '
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Algo realmente imponente!
Fuimos a la casa de Lozanito y all quemamos primero
el documento y despus el cauto.
Al da siguiente le hice escritura de la mitad de lo que
le compr a don Sal, a Lozanito. Yo, en este asunto, he
procedido con la ms completa honradez. As me gusta
ser: todo lleno de seriedad, para que se pueda confiar
en m.
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Traje al chapa. Hubieses visto cmo pataleaba y
gritaba el viejo endemoniado! Pero se lo llevaron.
# * #
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Y don Salomn? Me preguntan ustedes por don
Salomn? Ni me lo van a creer! Al verse despojado
del documento, incapaz por lo tanto de recobrar sus pro
piedades, dejando aqu su colchn cruelmente destripado,
se volvi a Azogues. . . y. . . se reconcili con su mas-
ho, se volvi a casar con l y viven ahora los dos viejos
quelonios en santa paz y en santa calma, slidamente
agarrados a su tercia parte! Y . . . esto es lo mejor de
todo. . . Venenito Blando es el administrador de todo lo
que les resta. Los aos de vivir que le quedan los em
plea el enorme viejo en consumir grandes cantidades
de cerveza y comer jamn dulce con aguacates. No con
siente que le hablen de Quito. Al que comete tal impru
dencia le carga con la caa de Manila.
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clculos, por lo menos tiene medio milln en el Banco
o al chuleo. Vale la pena, pues. Andate a Loja y ena
mrala. Total, lo que dir la gente ser la pura y neta
verdad: Dios los cra y ellos se juntan.
As, con esta amabilidad, me envi mi hermanita a
manos de la que haba de victimarme. T pensars que
soy una navaja, y que a una navaja no hay quin le
corte el lomo. Pues no. Yo result un humilde queso y
la navaja fue la Fidedigna. No sabes lo que es ponerse
en manos de una vieja de stas! Cristo!
Como en las amables palabras de mi hermanita estaba
implcita la resolucin de cortarme los vveres si no la
obedeca, hube de recabarle un regalito de trescientos su
cres y salir para Loja en un bus de la Flota Paname
ricana, de esos nocturnos, que hacen el viaje de un tirn
en veintids horas, expresos.
En Loja, aterric donde mi mam, que me recibi como
esa dama de May jer lidi recibi a su hijo el fillogo,
dicindome:
Hijito! Qu sorpresa tan desagradable!
La tranquilic y le di la carta en que la Maurita le
describa el propsito de mi viaje. Mam se puso encan
tada.
Esta Maurita es una maravilla. Por fin encontr
qu hacer contigo!
Al otro da, yo, muy bien planchado, esperaba a la
Fidedigna, que haba sido invitada por mam a tomar el
t. Figrate, mam tomando el t con la Fidedigna!
Ju ju ju! Y yo, de yapa. La cosa fue como una seda.
La Fidedigna, remilgadsima. Yo, un don Juan Tenorio
a todo meter. La Fidedigna me dijo que solamente tena
102 ^
cuarenta aos, an no cumplidos. Yo tena mis dudas,
pero no quise ahondar la cuestin. La mir con cuidado:
indudablemente tena la costumbre de baarse. No ola
mal. Estaba limpia. Se peinaba con esmero. Pelo negro
muy crespo, t sabes. Chiquita, me da en el hombro.
Cuadrada, como yo. Las piernas robustas, pantorrillas de
pata de mesa de billar. Glndulas mamarias muy desa
rrolladas. Un poco de guata. Cuello cortsimo. Blanqu
sima, coloradota. Elegantsima. Un pequeo zurrn con
patas, ni sombra de cintura. La boca pintada color
prpura.
Me la pinto como Elizabeth Tilor.
Coquete como un diablo. Yo me resolv. Ahora o
nunca! Ese medio milln es mo! Le mand un S.O.S.
a mi cuado, explicndole que si pona capital en la em
presa se libraba de su parsito. Medina entendi bien
la cosa y me gir mil sucres para fondear la empresa. A
mam le extraje quinientos. A mi cuado Flores, otros
quinientos, con amenaza de consolidrmele como su hus
ped si no me ayudaba. Despus, la blitzkrieg. Fiestas,
invitaciones, cine, la "Cabaa de los Mangos", cuyes en
El Valle tambin: lo moderno, a g-g, y lo folklrico.
Serenatas con pasillos y msica de los Bitles. La indivi
dua se senta como Julieta con Romeo. Me dejaba darle
besitos, se me estrechaba en los automviles, me trenzaba
la pata de billar entre mis piernas. Y unos apretones de
manos!. . . Ni para qu te voy a contar todos estos ade
fesios.
La gente de Loja asista al cortejo como si se tratara
de una funcin de variedades gratis. Se divertan como
puercos chiquitos. Solamente los dos hermanos de la Fi-
103
dedigna se pusieron orejanos. Los malditos haban pla
neado heredarla. Su oposicin me pareci muy alentadora,
por ser sntoma claro de que la purrunga tena plata.
Pero como a veces hay errores de apreciacin a simple
vista, hice una investigacin cuidadosa. En la Jefatura
de Recaudaciones me mostraron que haba registrado le
tras de cambio por sobre doscientos mil sucres ese ao:
poniendo que percibiese slo un diez por ciento, tendra
mos all una renta de cerca de dos mil sucres mensuales,
pero como es imposible que sea tan bruta para prestar
al diez, siquiera hay que pensar que prest al veinte,
con lo cual, te fijas, hay casi cuatro mil mensuales. En
el Registro de la Propiedad qued claro que tiene una
casa de por ah por los ciento cincuenta mil sucres de
avalo, lo que significa que vale trescientos mil. S, es
tamos ya por el medio milln que calcul la Maurita.
Claro que yo tena, como todo cristiano de buena fa
milia, mis prejuicios no digamos nobiliarios, pero de to
dos modos. . . t me comprendes. Pobre soy como un
hijo del Poverello de Ass, pero mi sangre viene directa
mente de hidalgos espaoles y no tiene mezcla indgena.
Estos Santos, en cambio, me parecen poco santos, y yo
conoc al padre, que era talabartero y estoy seguro de
que la mam era hija de un matancero. Por ah deslic
algo al respecto y la Fidedigna, ni tonta ni perezosa, me
explic inmediatamente que, si por la mamita eran de
origen humilde pero honrado, en cambio por el papacito
eran nietos naturales, naturalsimos, ilegtimos, desde
luego, bastardos, si se quiere, pero nietos al fin de los
Mendizbal, que son la gente de mayor calado, en cuanto
a alcurnia, en nuestra colonial y noble y muy leal ciu
dad de la Concepcin de Loja. Lo dijo con toda seriedad
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digna se llev a la anciana para adentro, y mirando a
sus hermanos burlonamente, ella, haciendo de jefe de la
casa y de padre y madre de s misma, acept la peticin
de su propia mano y se auto-concedi, brindando a con
tinuacin nada menos que una copa de champaa. En
tonces hice yo mi entrada, me port cultsimo, atosigu
a los cuados a tabacos y a ella a bombones y termina
mos la Fidedigna, sus aos, mi cuado Flores y yo ama
rrndonos una borrachera formidable, con coac chileno,
desde luego. A mam la mandamos a casa en un taxi.
Fue una gran jornada. A la hora del amanecer, la Fide,
como ya la llamaba, que me haba lamido la cara toda
la noche, se fue a dormir y yo termin en El Valle, co
miendo cuyes con aguacates en compaa de mis "her
manos, los Santos, y Flores, "mi cua.
Fjate a lo que uno se rebaja slo por ganarse la
vida! Qu terrible es la tirana de los porotos! Lo peor
de todo es vivir de parsito donde los parientes. Se vive
en un clima de fratricidio constante. Para evitar uno de
esos crmenes que, de tan justificables y explicables casi
ni deberan considerarse crmenes, pero que la gente,
siempre ligera en sus apreciaciones, considera nefandos
y espantosos, fue que me resolv a conquistar a la Fide
digna y apechugar con su achaparrado ser. Y te confieso
que en El Valle fraternic con sus hermanos y les pagu
una juerga con los fondos de la empresa matrimonial.
T recordars que al hermano mayor le llaman el Ar
bol Florido. Un gaznpiro. Al segundo le dicen Caballo
en Pramo, porque su desolado espectculo da la idea
que su apodo sugiere. El Arbol Florido se llama as
tanto por lo que se adorna, ms que un pavo real!, co
mo por su modo de hablar. Es de los gerundianos: si
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I
golpean una puerta, dice: "Voy a ver quin maltrata
ese inocente cedro. Si es como para patearlo! Estos vi
vos planearon mi catstrofe, pero es justo reconocer que
la viva de la Fidedigna estuvo todo el tiempo de acuerdo
con ellos. Quera tener quien le calentara la cama. . . y
no dar un centavo en cambio. Qu monstruo!
Bueno: te canso con tanto detalle. Tommonos mejor
un fuerte, quieres? Caray: si ests con la presin alta,
sguele dando al cafecito, pero permteme tomar un
fuerte. La verdad es que nos casamos. Fue algo horro
roso, porque ella insisti en hacer fiesta. "Slo una vez
se casa uno en la vida, dijo. . . y no hubo manera de
cometer el disparate en privado, como aconsejaba la sana
razn. Ni para qu te voy a contar el lamentable acon
tecimiento, en el que todo Foja fue invitado, bebi y
comi a nuestra costa, es decir, a costa de la Fidedigna,
y se burl de nosotros, rindose a mandbula batiente de
nuestra achaparrada y vejancona pareja. Todo sea por
el medio milln, me deca yo entonces! Pensando en el
medio milln encontraba fuerzas para afrontar el terri
ble ridculo. Es hermoso tener un noble aliciente en la
vida. Con el medio milln como aliciente de la ma, yo
era capaz de la ms arduas acciones y de los mayores
sacrificios. Y bien: el Arbol Florido fue mi padrino,
mam la madrina. Nos cas el cura. . . Bueno: eso no
te importa. Lo que importa es lo que pas cuando, al fin,
nos quedamos solos.
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Qu te pasa? me dijo .
Nada, que el marido es el que debe manejar la plata.
Yo lo que creo es que vos ests loco.
Loco? Loco estara si pensara dejarte a vos que
manejes la plata.
Bueno: las cosas quedaron clarsimas: ella no me da
ra un centavo. Toda la plata la manejara ella. Adems,
ya haba palabreado al Notario, para labrar la escritura
de separacin de bienes. Y aun cuando no se la hiciera.
Las cuentas bancarias y las letras, estaban todas a su
nombre. Y haba otras letras y documentos de aos ante
riores: el total era mucho ms de medio milln.
Lo que har es darte un mensual para tus gastos.
Pero no te ilusiones, que no ser abundante. Yo no soy
derrochadora, gracias a eso es que tengo algo.
Ella no sera derrochadora, pero yo no soy fcil de
convencer. Me haba casado por la plata, la plata ten
dra. Resolv que eso se tendra que aclarar definitiva
mente esa misma noche. De modo que la agarr por los
cabellos, resuelto a darle la gran paliza. Y . . . sabes qu
pas? Que ella era mucho ms fuerte que yo! No tienes
idea de la fuerza que haba sabido tener esa purrunga.
Te ahorro los detalles: despus de media hora de sacu
dones, me haba dado la paliza ms grande de mi vida.
Qued inconsciente, rota la cabeza, hinchados los ojos,
con tres dientes menos ves? este de aqu. . . y ste. . .
y ste que me lo quebr no ms y unas patadas feno
menales en el trasero, cosa de no poder ni sentarme.
Con decirte que al fin, loco ya de aguantar tanto, me
arrodill, le ped perdn y le jur que nunca jams le
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* * *
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LA LLAVE PERDIDA
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cartas al Club de los 21, lo que haca casi todas las
noches, dejaban abierta la puerta que comunicaba ambas
habitaciones, al acostarse las dos alrededor de las diez,
para estar charlando hasta que les viniera el sueo. . . o
llegara Montoya.
Todo ocurri simplemente porque Montoya perdi su
llave de la puerta de calle. El cura dueo de casa no le
quiso dar un duplicado, y hasta hacerse otra, lo que es
odioso pues se debe antes sacar un molde de la cerra
dura, operacin engorrosa que siempre se deja para el
da siguiente, urdi dejar abierta la ventana del dormi
torio, "topadita. Sala por la puerta y al regresar empu
jaba la ventana, saltaba por ella y ya dentro se desvesta
despus de cerrar la puerta intermedia y se meta bajo
las sbanas sin decir ni po, comenzando enseguida a
cumplir sus deberes conyugales con la Melania. Una ta
rea muy grata, porque, ya te lo digo, la chica era pre
ciosa. Qu cmo s estos detalles? Pues, porque en el
jaripeo que se produjo, todo esto sali a luz.
La Melania le vena diciendo a su marido que hiciera la
llave, porque le daba mucho miedo "que pase algo.
Qu poda pasar, ni a ella ni a Montoya se les ocurra,
pero ella le deca todos los das.
Csar, haz que hagan la llave, vers cmo pasa algo.
El hombre deca que s, que ya la iba a hacer y que no
saba qu poda pasar, pero no haca la llave. Y pasa
ban los das y segua saliendo por la puerta y entrando
por la ventana, y a la Melania le daba miedo de que la
gente del barrio pensara que ella tena un amante y lo
meta a su dormitorio por la ventana; de manera que,
curndose en salud, andaba de casa en casa y de tienda
en tienda contando que haba perdido la llave y que
"este loco del Csar" usaba la ventana para entrar por
la noche a su casa. Defenda as ella su honor. Pero. . .
Una noche, Montoya, como de costumbre, se fue al
Club a "ganarse el desayuno", como l deca, y volvi a
casa a las doce y media de la noche. Y al regresar supo
los horrores que haban pasado: todo era llantos en la
casa y alboroto en el barrio, incluso con intervencin
de la polica y gran avispero de vecinos. Total, segn
lo supo al primer momento, un tipo haba entrado por
la ventana intentando robar, y haba sido puesto en fuga
por la Melania y la chica, dejando tras s una gorra y
un cinturn. Los policas lo persiguieron, pues pasaba
una ronda cuando la Melania corri a la ventana a pe
dir socorro, y al saltar el hombre a la calle, corri hacia
abajo como una exhalacin, sujetndose los pantalones
con la mano. No se saba si lo cogieron, "pareca un
soldado. . .
Algunos detalles de la narracin hicieron que, cuan
do ya se fue la gente y Montoya cerr la puerta que
comunicaba con el cuarto de su hija, sometiera a la Me
lania a un estrecho interrogatorio, acompaado, para
incitarla a contestar con sinceridad, de una que otra bofe
tada o golpe en las costillas.
Ha dejado una gorra. . . Es una gorra de sargento.
Conoces a algn sargento? Un sargento no entra a una
casa para robar.
No, no conozco a ningn sargento. . .
Mientes. Toma para que te acuerdes.
Y all te va la cachetada.
El remedio era infalible: la Melania recordaba.
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'M 5 0&.
. r
S, conozco a un sargento. . .
Dime su nombre.
No me acuerdo.
Toma para que te acuerdes.
Y all te va la cachetada.
El remedio, ya lo dije, era infalible: la Melania re
cordaba.
Se llama el Primero Ricardo Quiones.
Fu l, verdad?
No s, no lo vi, estaba a oscuras. . .
Mientes, lo viste!
Y all te va la cachetada.
Para que no mientas!
S, fue l. . .
Entonces Montoya encendi la luz y examin la gorra:
tena en el previl unas iniciales R. M. Q. Z. y el
escudo del Ecuador junto a una impresin dorada que
deca: BATALLON DE INFANTERIA "ESPAA
N 9 27.
S, claro, el Sargento Primero Ricardo Quiones. . .
No es un moreno alto, robusto, de unos veinticinco
aos?
S, el mismo.
Veamos el cinturn. . .
Montoya lo examin: era de piola fuertemente tren
zada, de diez hileras, con guarniciones de hierro y una
hebilla de gancho. Tena tambin el escudo del Ecuador.
Era un cinturn de reglamento. En la parte de atrs, en
impresin de tinta negra indeleble, las iniciales R.M.Q.Z.
y BATALLON "ESPAA N 9 27.
Aj! El Primero Quiones. Y dices que vino a
robar?
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si hubiese estado. . . con la Melania. Ya en ello, o sola
mente intentndolo? Esto hay que aclararlo. Esto no
puede quedar as. La gente, por lo pronto, al hablar del
detalle de los pantalones, no tena segundas intencio
nes. . . pero maana las tendr. Conoca la Melania al
Primero? S, lo conoca. Ella misma me lo dijo, a la se
gunda cachetada. Habr que darle algunas otras maana.
Comenzar a las cinco y media. Luego, hay que enten
derse con la chica. . . Si con ella son necesarias cache
tadas, las habr. Despus, hay que ir a la polica. Tal vez
lo han cogido. Y hay que ver qu pasa. Esto no puede
quedar as.
Y no pudo dormir. Toda la noche dndole vueltas a
lo mismo, cada vez ms seguro de que el asunto no estaba
aclarado. Maldita llave perdida, maldita idea de dejar
topadita la ventana. Estara el Primero enamorado de la
Melania? Fijo. No hay duda posible. De otro modo, ese
pjaro no cae por aqu. Me estara espiando? Me habr
tomado el tiempo? Claro, eso es un hecho. Le habra
dado la Melania una cita? Se les habr echado a perder
el asuntito porque la Blanca se dio cuenta? Esto hay que
aclararlo, aun cuando se necesiten cincuenta cachetadas.
Cuando cant el gallo despert a la pobre Melania,
que an tena las mejillas encendidas y rojos los ojazos
de llorar. Como un "buenos das adecuado le dio dos
cachetadas, sin decirle una palabra. Ella comenz a sollo
zar bajito. Y l volvi a preguntar. Conoca de mucho
antes al Primero? Haba hablado con l muchas veces?
A solas? Dnde? Lo vea rondar la calle? Qu clase
de forcejeo fue ese que tuvo con l? Despus de cunto
tiempo entr al cuarto la chica? Se sac el tipo la gue
rrera? Se sac los zapatos? Qu quera? Ella contestaba
118
a veces, lloraba siempre y l, de rato en rato, la golpeaba.
As estuvieron hasta que el da puso claro el cuarto, pero
no las cosas.
Ya da claro se visti, tom el cinturn del sargento y
entrando al dormitorio de la chica la hizo levantar, as
en camisa de dormir, y se la fue llevando al cuarto del
fondo, donde guardaban los fferes. La muchacha, cogida
de su mano, tiritaba de fro y de miedo. Ya adentro, Mon
toya ech llave. Se sent sobre un viejo bal, puso a la
chica entre las piernas y le dijo:
Vas a contestar todo lo que te pregunte, sin mentir,
porque de otro modo tu trasero probar qu tal es el cintu
rn del Primero.
Y comenz el interrogatorio.
Sentiste lo que entr el hombre?
S, papito.
Estabas dormida?
S, papito.
Si me sigues contestando as el que aguantar ser
tu trasero.
Yo no estaba del todo dormida, papito. La que estaba
bien dormida era la Melania. Mejor dicho, yo estaba
despierta, contando borreguitos. Y o lo que se abri la
ventana de un golpe. Alguien salt adentro, yo cre
que era ust. Pero como no cerr la puerta de mi cuarto,
dije que quin sera y me levant a ver. La Melania dor
ma. Vi al hombre porque entraba luz de la calle.
Cmo era?
Era ms grande que ust y estaba con gorra. Me
dije que era el Primero Quiones, que sabe pasar todo
el da silbando en la esquina y dando pases, porque est
enamorado de la Melania.
Y por qu no me has contado?
Porque. . . porque. . . se me haca feo. . .
Con que se te haca feo? Toma para que se te
haga hermoso!
Y le dio un cuerazo con el cinturn en el traserito,
casi desnudo bajo la delgada camisa de dormir. La chica
se estremeci de dolor y el cuerazo son exagerado en
la silenciosa habitacin. Por la ventana entr un rayo
de sol, decidido y recto, y comenz a jugar con mil motitas
blancas. La chica solloz bajito, porque le daba vergenza
lo que le estaba pasando.
Sigue, o te lo repito. . .
El hombre se sac la gorra, la cotona y el cinturn
y los puso con todo cuidado en la silleta. La Melania
estaba dormida, roncaba despacito. El no haca bulla. Se
sac los zapatos de un tirn, porque eran de elstico. Y se
meti en la cama. Entonces la Melania parece que se
dio vuelta hacia l, dormida todava, creyendo que era
ust. . . y de repente dio un grito: "Blanquita, no es
tu pap! Qu tambin pasara debajo de las cobijas,
pero ella se dio cuenta, sin necesidad de encender la luz,
de que no era ust. . .
Y vos, qu hiciste?
Yo sal a la ventana a pedir auxilio. . . Ella lo rem
puj al hombre y se lanz tambin a la ventana, gri
tando: "Socorro! Ladrones! Entonces el Primero, que
ya se haba puesto los zapatos y tena la cotona sobre los
hombros, sin meter los brazos en las mangas, nos peg
un rempujn y salt a la calle. Casi cae encima de la
120
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;i 4
ronda, que vena corriendo a todo correr desde la esquina,
al or los gritos. En seguida se fue corriendo calle abajo,
y se vio con toda claridad que se iba cogiendo los calzones
con una mano, porque el cinturn se le haba quedado
aqu adentro. La bulla fue terrible. Comenzaron a abrirse
las ventanas y a salir los vecinos a la calle y mucha
gente se fue corriendo tras el tipo. . .
Y qu te dijo la Melania?
Dijo: "Ay, Dios mo, qu dir tu pap cuando
venga! Y se puso a llorar.
Y vos. . . qu le dijiste?
Yo, nada. . . No se me puso nada que decirle. . .
Ambas sabamos bien quin haba sido. . . Y despus. . .
No, mejor no le cuento. . .
Si no me cuentas, te repito. . .
Bueno, pero no le dir nada a la Melania. . . Me
dijo: "Escondamos la gorra y el cinturn, mejor que no
sepa tu pap quin fue. . . Ha de armar un chivo!
Y vos?
Yo le dije francamente que no, que ust era de que
sepa todo, que ust era el que tena que resolver qu
mismo se haca. . .
Y all termin el interrogatorio, definitivamente. Ya
no hubo ms. Montoya la solt y ella sali corriendo a
vestirse, mientras la Melania, aterrorizada, espiaba desde
la entreabierta puerta del dormitorio al patio, con un
ansia mortal por saber qu haba dicho la chica.
Montoya no le dijo palabra a la Melania: se acab de
vestir, mudo como un muerto, se afeit y se fue para la
Comisara. Quera estar ya all cuando llegara el Comi
sario, para hablarle antes de que se asomaran otras gentes.
121
Cuando sali Montoya, la Melania se fue donde la
Blanquita y le dijo:
Qu te pregunt?
Lo que pas. . .
Y vos que le dijiste?
Lo que pas. . .
Una espantosa sospecha surgi en la mente de la Mela
nia, y ech mano al pelo de la entenada.
Cmo es eso de "lo que pas ? Le dijiste lo que
te dije que le digas?
Blanquita vio que la cosa estaba fea: intent zafarse:
fue imposible. Las manos de la Melania se haban engar
bado en su cabello. Dej or una risita, parte por miedo,
parte porque en realidad le daba risa: "Pgame noms,
pero ests fregada, pens. Sin embargo, no pudo evitar
un sollozo, que se mezcl a la risa.
Le dije que ust me dijo que le diga eso, pero que
las cosas fueron de otro modo. . .
Cmo de otro modo?
Como fueron. . .
La Melania comprendi plenamente: en cuanto a
Montoya, todo estaba perdido. De modo que tir a la
chica al suelo, se sent sobre ella y comenz a majar el
piso de piedra con su cabeza. En esta ocupacin la en
contr la cocinera, al llegar del mercado: la chica ya
ni gritaba, estaba de color morado y desde luego, incons
ciente. La mujerona debi forcejear a fondo con la Me
lania, que ni oa ni entenda y continuaba mecnicamente
majando el suelo con la cabeza de la muchacha, de la
que flua ya la sangre. Al conseguir desengarfiar los
dedos de la trabada, no sin que se arrancaran muchos ca-
?'i -j 122
%
4 .
:*m-,
*
/ 23
que no ms llegar y ya se aprovechaba. Y luego se dorma,
sin hacerle una caricia, sin pensar si le haba dado algn
placer. . . Ese hombre slo pensaba en agasajarse. En
cambio, qu enamorado tan loco este Primero! Y haba
estado observando lo de la llave perdida y la ventana
"topadita . . . Caray, qu mal sali todo! Qu bueno
habra sido que se pusiera en hablas con ella, para com
binar bien las cosas! Qu estara pensando de ella ese
muchacho loco?
Y, bueno, la cosa con Montoya, su matrimonio, por
culpa de esa chica del diablo, estaba perdido. No haba
que darle vueltas. Montoya volvera, se aprovechara de
ella por ltima vez, en completo silencio (ni pensar que
deje de hacerlo, semejante tipo!) y la botara. Tal vez
la volvera a pegar. Habra que volver donde pap, y a lo
mejor el viejo estaba de monte a monte con ella y no la
reciba. Quiz no la llamaran a la Comisara a declarar,
aun cuando eso era fijo, fijo. Se iban a perder el gusto
de hacerle cien preguntas coloradas y verla sudar? Para
cundo! Y bueno. . . que se divorcie ese zarumeo mal
vado, que se divorcie y se vaya, que se lleve a la saban
dija de su chica y ella, ya libre. . . quiz el Primero
regrese. . . Qu rico tipo este Primero!
La cocinera, doa Perpetua Ziga, viuda de un ma
tarife chispo llamado Zhunaula, fue con la chica a la
botica. All se arm el alboroto.
Qu pas? Quin le hizo eso a la Blanquita?
Tras el zafarrancho de la noche, esto encima.
Quin iba a ser? La Melania! Tan luego se fue
don Montoya a la Comisara, se sent sobre la chica y
se puso a majar el suelo con su cabeza.
Pero. . . qu bestia!
De matarla!
Ya la majar don Montoya. . .
Esta noche va a ser noche buena para la linda
Melania. . .
La de anoche casi fue!
Toda la gente del barrio estaba en la botica.
Golpes no ms son. . . LIn poco de cuero molido. . .
Cuando se deshinche no le quedar ni rastro.
Nunca pens que la Melania fuera capaz de una
tontera as. . . A m la Melania me parece una buena
muchacha. . .
Lo que pasa es que vos le andas arrastrando el a la . . .
Ya te la quit el Primero!
Bueno, parece que esta chica le cont al Montoya
la historia completa. . .
Ella vio lo que pas con el Primero?
Esta clarsimo!
Y se lo cont al Montoya!
Fijo!
Yo creo que de esta hecha, Montoya la bota a la
Melania.
Bueno, y qu culpa tiene la Melania?
Y . . . no estara citada con el Primero?
Pero, entonces, no habra hecho este alboroto.
Yo creo que fue que la chica descubri al Primero
all dentro. . . y para salvar la cosa la Melania hizo la
bulla. . .
Entonce lo que pas fue que esta chica la descolg
con el Montoya. . .
Bueno, si as fue. . . bien ganada se tiene la pisa!
125
&
tv
^ ,v f % ^ ' w - k
Por chismosa!
La opinin general se volvi contra la chica. . . y
poco a poco contra Montoya.
Zarumeo de mierda. . . qu ms se quiere que
la Melania?
Y cundo se va a volver a hallar una guambra
tan linda este verdoso?
Ni con palo de romero!
Una linda siempre de vez en cuando pone un cuerno.*.
Que le cueste algo dormir tan bien acompaado!
Ni hijos siquiera le ha hecho!
Razn que la guambra se meti con el Primero!
Si el verdoso ese la quiere pegar. . . vamos todos
a defenderla?
Vamos!
La batalla por la opinin del barrio la haba ganado
la Melania.
Ya curada por el boticario quien dijo que le cobrara
a Montoya cuando lo viese , doa Perpetua se llev la
chica a casa. La muchacha iba sollozando bajito.
Esto te pasa por chismosa. . .
Yo tena que contarle a papito. . . Me amenaz con
la correa del Primero. . . Y . . . por qu le iba yo a
mentir?
As que. . .
S, claro, yo lo que vi fue que ella estaba echada
con el Primero en la cama, bien tapados. . . y se mo
van. . . Cuando me sinti, grit: "N o es tu pap, Blan-
quita! y salt de la cama. . . y se abalanz a la ventana,
pidiendo socorro, gritando: "Ladrones! El tipo sali
corriendo. . .
126
As que si vos no te asomabas. . .
Bueno, si yo no me asomaba, ellos se daban gusto,
el hombre se iba y cuando vena mi papito. . . todo como
siempre.
Pues. . . ya estars contenta: por vos se va a llevar
el diablo esta casa.
Qu me importa! Yo quiero volverme con mi pa
pito a Zaruma.
Y la Melania?
Que se la lleve el diablo!
Jess, qu chica tan horrorosa!
Pero de todos modos, se la llev consigo cuando se fue
por la noche, para que la Melania no le repitiera la pisa.
Un detalle: tras el interrogatorio a la chica, la cocinera
prepar un buen caldo y se lo llev a la Melania. Ella
no quera tomar, pero la vieja hizo que lo bebiera, aca
ricindola y dicindole:
Vea, mi linda: estas son cosas que les pasan a las
mujeres lindas. No se aprensione. Nunca una mujer linda
se ha quedado sin machucante. Si se va el zarumeo, no
se aflija. Vendr uno mejor. Uno que sepa darle la vida
qe ust se merece. . . Vase en el espejo, y ver que
siendo tan linda, estas cosas importan un pito.
Estas palabras hicieron que la Melania sintiera renacer
en su alma la confianza. Que venga el zarumeo! Ya
vera. . .
* * #
127
Jos Trajano Monteros lo mir con una mezcla de com
placencia y disgusto.
Buen da, mi Comandante.
Montoya! Qu relajo del diablo es ste? Espera
all, que ya lo mando a traer al Primero!
Yo quisiera que me oiga antes. . .
Eso no es posible. Yo s que me vas a contar un
cuento chino. . . Si le oyera a solas al Primero, me
contar otro cuento chino. . . La verdad, lo que se dice
la verdad, slo se saca al aire en un careo.
Pero. . . pero. . . ya sabe ust lo que pas?
Claro! Tengo el parte. Sintate y espera.
Y no hubo ms. Montoya tuvo que sentarse en la sala
grande, donde estaban el Secretario y los amanuenses, el
alguacil y tres agentes. Todos lo saludaron:
Don Montoya! En lo que le podamos servir. . .
Cmo pudo pasar esa barbaridad?
Qu atrevido el tipo!
Con una mujer tan decente, don Montoya!
Ya no hay seguridad en los hogares!
Los soldados son el diablo!
Le complaci a Montoya una actitud tan cordial y gene
ralizada. El Secretario le dijo:
No quiere ver el parte? Aqu tengo una copia. . .
Montoya se bebi el papel. El Sargento Donoso, Pedro
Jorge Donoso, deca que estando de ronda en el sector de
la plaza de Santo Domingo, oy a dos mujeres que grita
ban y que luego resultaron ser la seora Melania de Mon
toya y su entenada Blanca. . . Gritaban: "Ladrones! So
corro!" Al llegar frente a la ventana donde estaban gritan
do las dos mujeres, casi les cae encima un hombre con una
128
guerrera puesta sobre los hombros, que salt a la calle y
se fue corriendo con los pantalones sostenidos con una
mano. . . Algo que les pareci muy sospechoso, esta cir
cunstancia de los pantalones sostenidos por una mano.
Mientras las mujeres gritaban, ellos lo persiguieron y co
mo no poda correr muy rpido, por lo de los pantalones,
lo alcanzaron. Result ser el Sargento Primero Ricardo
Quiones, del Batalln ''Espaa. Cuando le pusieron la
mano encima, el hombre les dijo que "este asunto es cosa
de varon es... que era absurdo pensar que un hombre
como l hubiese querido robar. . . y que era mucho mejor
que lo dejasen libre, as no fuese sino por el honor de una
pobre mujer, que estaba envuelto en el caso. El Sargento
Donoso lo habra querido complacer, pero el deber era
antes que cualquier consideracin sentimental. El Primero
Quiones, con las consideraciones debidas a su rango mili
tar, estaba detenido en el cuartel de la Polica, no en el
calabozo, sino en la cuadra de los Suboficiales. Lo ponan
a rdenes del seor Comisario.
A Montoya el parte lo confirm en sus peores sospechas,
ms an, certidumbres desprendidas de sus propias deduc
ciones y de lo que la Blanquita le haba dicho. Poco rato
despus entr el Primero. Al advertir a Montoya, lo mir
desdeosamente, salud al Secretario y seguido por su cap-
turador, el Sargento Donoso, entr al despacho del Comi
sario. Casi enseguida volvi el Sargento y llam:
Don Montoya, por favor. . .
Montoya entr al despacho: all estaban: el Comisario
en su escritorio; al lado derecho, junto a la ventana, el
Primero, correctamente vestido de uniforme; en el centro,
el Sargento; a l, le toc un taburete junto a la puerta. El
129
v.
130
mujeres honestas, que tiene que castigar a los criminales,
me propone que no se haga nada! Cmo. . .
El Comisario interrumpi:
No sea usted nio, Montoya. . . Todo eso del cri
men, del asalto, de la violacin, todo eso es msica celes
tial. Las cosas son de otro mcxlo para cualquiera que co
nozca la vida. Lo mejor en estos casos es evitar el escn
dalo. Y igame bien, Montoya, el culpable de todo es us
ted. . . Cuando se tiene mujer linda y moza, hay que acos
tarse tempranito con ella. . . Salir a la calle, a pasarse la
media noche jugando, y dejar abierta la ventana del dor
mitorio, perder la llave y entrar por all. . . Eso le da
ideas al ms lerdo. El nico culpable es usted, por su im
prudencia temeraria. Djese de discursos y pngase en
razn.
El Primero sonrea y callaba. Montoya volvi a hablar,
ms furioso ahora:
Yo, seor Comisario, s lo que hago y cmo vivo. . .
Yo, lo nico que s es que nadie est autorizado a entrar
en el dormitorio de otro, a tratar de violar a su honrada
mujer, aprovechando la ausencia del marido. El marido,
seor Comisario, tiene derecho a ausentarse, a reunirse con
amigos, no es posible que est cosido a las faldas de su
mujer para evitar que los soldados intenten violarla. Yo, .
seor Comisario, si ust no hace justicia, me quejar al
seor Intendente y, si es necesario, llegar al seor Gober
nador. Felizmente ust no es la nica autorid, hay auto
ridades superiores.
El Comisario se llen de justicia. Dijo:
Bueno. . . Ya que usted lo quiere, Montoya. No ten
dr de quin quejarse. Usted es el nico culpable. Prime
ro Quiones: hable, diga qu pas.
131
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\ -*p<*,*,
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> . ;. -J,
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132
declaro que si este tipo quiere divorciarse, devolvindole
a esa lindura la libertad, estoy listo a casarme inmediata
mente con ella.
Me parece muy caballeroso, Primero. Qu dice us
ted, Montoya?
Montoya no dijo nada, sino que de un salto se lanz
sobre el Primero. Este, fornido, mucho ms que Montoya,
fue cogido, como los dems, de sorpresa. Cayeron al
suelo, Montoya debajo. Y all fue que le meti en el
estmago una navaja que haba tenido encubierta en la
mano, una navaja afiladsima, de talabartero, acaso de
propiedad de su suegro. Bueno: qu batahola! El Co
mandante y el Sargento levantaron al Primero, que echa
ba del abdomen un chorro, asi como me oyen, un ver
dadero chorro de sangre, ni ms ni menos que una man
guera de riego. A poco, todos parecan jiferos del canal:
la sangre lo baaba todo, muebles y personas, piso y
documentos. Vino la ambulancia y se llevaron al Primero
al hospital, a la sala militar. Y el Sargento, en el jeep
de la patrulla, a Montoya, hecho un asco, a la crcel.
Esto se hizo con bastante trabajo, pues el zarumeo pa
reca un perro rabioso, y cost Dios y su ayuda quitarle
la navaja sin que hubiera ms cortados. Lo zamparon en
un calabozo, solito.
As termin el careo.
La opinin pblica fue toda adversa al Comisario,
considerndose una imprudencia poner frente a frente a
adversarios tan enconados, estando tan fresca la ofensa.
El Intendente lo llam para reconvenirlo, y entonces el
Comandante le relat toda la escena: el jefe superior le
dio la razn.
Quin iba a pensar que el zarumeo era tan bestia?
mA'1
Intilmente esper esa noche la Melania a su marido y
al otro da, muy por la maana, se fue donde el padre,
que viva en San Jos. El viejo talabartero la recibi
carioso:
Hijita: yo s te dije que no te cases con zarumeo.
No me hiciste caso. Qudate aqu, hasta ver qu se
hace. . .
Ella no quiso. Dijo que podan robar la casa y que
mejor era estar all cuidndola, hasta ver en qu paraba
todo. Que deseaba solamente que su hermana menor la
fuera a acompaar. Se resolvi as y al volver a la plaza
de Santo Domingo supo la horrible cosa acontecida en la
Comisara. Todos sus pensamientos fueron para el Pri
mero:
Dios mo, que se cure!
Se cur. Y todo se arregl como una seda, gracias al
buen sentido del Comandante Monteros. Al otro da del
cruento acontecimiento, ya baldeada la Comisara, des
aparecido todo rastro y olor de sangre, lleg el abogado
de la Zona Militar, doctor Pedro Mara Idrobo, Capitn
de Justicia, y le dijo:
Mi Comandante. . . qu hacemos?
Mira, Pedro Mara: yo he mandado a llamar al
abogado de Montoya, y estoy seguro de que lo vamos
a arreglar todo.
Pero. . . qu bestia de zarumeo!
Yo me preocupo por esa pobre muchacha, tan lin
da. . . Soy tan viejo, que me siento un poco abuelo de
todas las buenas mozas en apuros.
134
Estaban hacindose chanzas, cuando lleg el abogado
de Montoya, el doctor Luis Antonio Nez, un cristiano
algo chispo, rebosante de humanidad.
Miren, queridos doctores comenz a discursear el
Comandante : lo que ha pasado es tan humano. . . El
pobre Montoya estaba loco de celos, y con razn, pero se
ha portado tan mal, que la ha embarrado toda. El sale
perdiendo. Yo propongo que lo tengamos preso por un
mes, para que se enfre. Mientras, que se cure el Primero,
que es un hombre tratable y simptico. Felizmente, no le
ha cortado ninguna tripa. . . Usted, doctor Nez, puede
encargarse de tramitar el juicio de divorcio, y no habr
causa contra el Primero por violacin de domicilio y aten
tado contra el pudor, si usted, doctor Idrobo, se com
promete a casarlo con la Melania tan pronto salga la
sentencia liberadora. . . Me parece que la guambra est
loca por el Primero. Habl con don Soler, y el morlaco
me dijo que bien se haba l opuesto al matrimonio, por
que le pareca el zarumeo un sujeto de pronstico re
servado. . . y as sali: la pega, la abandona, la obliga a
aguantar la presencia de una viborilla de Curtincapa, hija
natural que se trajo al venir ac. Dice el morlaco que su
deseo es que la Melania se divorcie y se case con el
Primero, que es un gran tipo. Ese es, en realidad, el
sentir de la Melania. Esto parece el gran arreglo: lo sol
taremos al zarumeo dentro de un mes y que se vaya a
pastear chirotes. Qu me dicen, seores? Yo creo que es
lo mejor que podemos hacer para ayudar a esta pobre
gente.
Los abogados estuvieron de acuerdo, pero el doctor
Nez insisti en que la Zona Militar o el Batalln
135
"Espaa deban indemnizar al pobre Montoya, por lo
mucho que haba sufrido y por la linda moza que perda,
item ms por el honor, que estaba bastante percudido,
a pesar de que lo haba lavado con la sangre del ofensor.
El doctor Idrobo dijo que tal vez se poda sacar algo de la
cuenta del rancho de los coshcos, que as se haba
hecho en otros casos, pero que de todos modos era indis
pensable hablar con el Primer Comandante.
El Comisario tom el telfono y habl con el Primer
Comandante Antonio del Pozo, Jefe del Batalln: el
militar aprob todo y dijo que se le poda dar al zaru-
meo cinco mil sucres de contado, ni medio ms. Con
sultado el doctor Nez, acept, siempre que se agre
garan quinientos para sus honorarios. Se cerr l trato.
Informado Montoya en su celda, ya enfriado el nimo,
hall completamente honorable el arreglo, se mostr dis
puesto a firmar el divorcio y aadi que levantaba la
agencia de bicicletas y se iba a Zaruma con su hija. El
Comisario hizo algo ms: dijo que pondra inmediata
mente en libertad a Montoya, siempre que le dejara todos
los muebles a la Melania. Montoya dijo que bueno, que
de todos modos en esa cama, por ejemplo, l no volvera
a dormir ni a tiros.
Qu hombre era este Comandante Monteros para
arreglar las cosas!
# * #
136
agradeciera, porque se lo daba gracias a haber sido con
dicin puesta por el Comisario Monteros para ponerlo en
libertad, y que l, de yapa, le daba dos cachetadas. . .
y se las dio! Fue la ltima vez que se vieron y la Melania
descubri que si alguna vez le tuvo a ese sujeto pizca de
voluntad, a esas horas ya se haba evaporado. Se sinti
feliz, pensando que nunca ms lo tendra con ella. La
Blanquita se fue sin despedirse de nadie, dichosa de tener
otra vez a "su papito para ella sola y de volver a Za-
ruma, "su tierra linda. Los domingos, se iran ambos
a Portovelo. La vieja cocinera le dijo:
Ni te hagas ilusiones. . . Antes de medio ao, don
Montoya te habr dado otra madrastra. Ya lo vers!
Y esa no ser buenita como la Melania.
Con lo que a la patoja se le amarg la fiesta.
* # *
137
detrs de las ventanas, a oscuras, todo el vecindario lo
contemplaba y salt dentro. No dijo una palabra. Se
desvisti a oscuras, rpidamente, tal como esa noche inol
vidable y se meti en la cama. Al abrazarla, solamente
le dijo:
La otra noche, palomita, dej aqu algo comen
zado. . .
La luz de la maana los mostr a la vieja cocinera,
que entraba con el cafecito, estrechamente abrazados.
Se quedaron viviendo juntos, en "matrimonio ade
lantado, hasta que el Juez sentenci el divorcio, devol
vindole la libertad a la Melania. Padrino del nuevo ma
trimonio fue, naturalmente, el Comandante Monteros, ese
espejo de comisarios, autor de tanta felicidad. Testigos,
los dos abogados, Idrobo y Nez, y el Sargento Donoso.
Y spase que el Primero Quiones se retir y con su
cesanta puso el mismo negocio que tena Montoya: un
alquilero de bicicletas. Pero cuid de su palomita: se
acostaba con ella temprano, casi siempre, y si se perda
una llave, la mandaba a hacer enseguida. Y cuando sala
por la noche, tena especial cuidado de que no quedara
abierta ninguna ventana.
138
t
PANGOLA
139
cibieron de manos de los seores Mendoza era una linda
hacienda, bien tenida, arregladita como nia para ir al
baile, y produca mucho. Las vacas daban abundante
leche, y los prados, que los ex-dueos sembraron de pasto
extranjero, tenan una verdura que encantaba a los ojos.
Ahora, a los seis meses, ya no estaba tan peinadita. Di
ramos que pareca un chico mechoso. Las vacas seguan
lindas, pero ya no estaban tan gordas ni daban tanta le
che. . . la causa principal, a mi ver, los experimentos de
alimentacin realizados por la gran variedad de agrno
mos y veterinarios que venan de Quito y que no podan
aceptar que los Mendoza hubiesen sabido algo de forraje
y sobre-alimentacin. Y los prados se iban desgreando,
simplemente porque como todos debamos asistir a tanta
conferencia, por la maana y la tarde y la noche, en
las que nos adoctrinaban sobre agricultura, ganadera,
cooperativismo, problemas sociales, doctrinas y sistemas
econmicos. . . pues, no tenamos tiempo para cuidarlos.
Nuestras almas campesinas son desconfiadas. Tengo la
ma un poco menos desconfiada que las dems, y ello
porque soy algo menos campesino que ellos, ya que
estuve cuatro aos en Quito, oyendo clases en el Instituto
Normal, en plan de hacerme maestro. . . no me llegu
a graduar, pero de todos modos soy maestro y est a mi
cargo la escuela de la Cooperativa. En el fondo de nues
tras desconfiadas almas de campesinos alentaba la sos
pecha de que todo lo que bamos viviendo, esa racha de
adoctrinamientos y compaerismos, esa furia por prove
ernos de cultura, as como los nuevos mtodos de ali
mentar las vacas, y la expropiacin de la hacienda y la
cooperativa, todo eso no eran sino noveleras y alharacas
de los polticos de Quito, que son lo ms entreverado que
140
hay. Cualquier da volveran los Mendoza y todo se lo
llevara el diablo. Y volviendo al principio: como todos
los das, ste tambin la gran pizarra del corredor prin
cipal anunciaba la llegada de alguien de Quito. Unas ve
ces era un economista, otras un tcnico en cooperativas,
o activista de algn partido de izquierda, o abogado, o
socilogo, o extensionista, o pedagogo, en fin alguien que
vena a darnos soberbias enseanzas. Por eso ya no nos
importaba el que llegase: nos habamos saturado de tanto
sabio y mirbamos su desfile con la ms completa indi
ferencia, lo mismo que se mira pasar un burro. Estos dos
que ahora venan haban sido anunciados con mayores
bombos y platillos que los dems, pero ni por eso su
llegada nos haca fro ni calor. En fin: mientras nos pa
garan los cuarenta diarios y nos diesen esos ricos comes
tibles gringos, a los que ya nos estbamos acostumbrando
leche en lata y latas de carne de pescado, de porotos y
salchichas , bueno, que sigan no ms estos tipos con sus
comedias.
Cuando llegaba gente de gran calado, como parece que
eran estos extensionistas, los Orientadores, los verdaderos
dueos de la hacienda los nuevos Mendoza, como los
llambamos , nos ordenaban dejar toda labor y concen
trarnos en el patio principal, a fin de recibirlos digna
mente. All estbamos concentrados desde las diez de la
maana, hora en la que aproximadamente deban llegar,
pero se haban quedado cerveciando en el pueblo y re
cin a las tres avanzaron a Santa Rosa. Bueno, como
era el da en el que salan en el pueblo los hornados de
chancho, no era de extraar que se hubieran prolongado
tanto en su tambo placero, y nosotros salamos ganando,
pues lo que ellos se demoraron en llegar, eso evitamos
141
de conferencia e instruccin. Ya venan: desde lejos los
oamos perorar, y ms an cuando descendan de la linda
waggonier del Instituto y, sin tomar aliento, daban pom
posas rdenes para que fuesen descargados gordos fardos
que contenan, segn ellos, semillas de un nuevo pasto
extranjero, completamente portentoso, que los tcnicos del
Instituto acababan de descubrir. Ese pasto iba a salvar la
ganadera lechera en el pas y nuestra hacienda cooperati
va haba sido agraciada con el privilegio de que en sus
prados se hiciera la primera siembra.
Hay entre nosotros un compaero que cree a pie jun-
tillas en la agricultura cooperativa, y que es lo ms serio
y trabajador que se pueda imaginar. Como es chiquito y
anchte le llamamos Chaparrn, en vista de que a los
que son as les dicen chaparros en las pelculas de Can-
tinflas. Pero hay quienes le llaman Chaparrn, y ya se
ver que hay razones para ello. Su real apelativo es Ra
mrez, Pedro Pablo Ramrez, y es proveniente de la mis
ma hacienda. Chaparrn es el hombre ms formal del
mundo, ms serio que un par de guardafangos, y est
resuelto a ser un cooperativista modelo, adems de un
perfecto socialista y un completo hombre moderno, en
fin, el nuevo campesino en persona, la clula bsica de
la humanidad ecuatoriana del maana. N o se pierde con
ferencia ni enseanza prctica, est en todo, lo oye todo,
pide explicacin de todo, interviene en todas las sesiones
de autocrtica y es el nico que despus de una confe
rencia, cuando el conferencista sonre con dientes de co
codrilo y dice que est dispuesto a contestar cualquier
gnero de preguntas sobre el tema, las hace. Los dems
compaeros, en cambio, como tienen la idea de que lo
que nos ocurre no es sino comedias de los polticos de
142
*VJK' :'%*,;
143
Aadi Chaparrn que, en cambio, haba averiguado que
el pasto era tan macanudo que con apenas comerlo una
quincena, las vacas vean crecer sus ubres hasta el extremo
de que haba que llevarlas en carretilla. Y si un hombre
se toma un vasito de jugo de ese pasto? Ay, Dios mo!,
deca Chaparrn: ni aun que la hembra hubiese consu
mido mil pldoras de una sentada. . . quedaba preada,
y no de quntuples, no seores, por lo menos diez rena
cuajos echaba al mundo la individua! Qu leche, mi ma
dre, qu leche!
Con tanto que andaba salmodiando Chaparrn, comen
zamos a sentir alguna curiosidad y fuimos al saln con
alguna disposicin a escuchar, pensando que de todos
modos podra ser que, entre cien, llegara un extensionista
que tuviese algo que decir. Los dos tipos eran iguales a
los que haban venido antes y a los que podran venir
despus. All estaban, en el proscenio que se haba cons
truido con el fin de que nos dirigieran la palabra los di
rectores e instructores, y que serva tambin para que
all se acomodara la directiva de la Cooperativa. . . y
tambin para la orquesta, cuando haba zafarrancho, lo
que ocurra con suma frecuencia, porque los Orientadores
crean en la sana alegra y en la conveniencia de mez
clar la diversin con la obligacin. Decan, adems, que
la disciplina se mantiene mejor entre la gente contenta, y
que por eso los emperadores de la antigua Roma daban
a su pueblo "pan y circo. Y la verdad es que as mis
mo es y que los Orientadores, como los Emperadores de
la antigua Roma, tenan las manos libres para emplearlas
en lo que les conviniese, sin que el pueblo se metiera
con ellos. Por cierto que las diversiones eran sanas, la
cerveza tambin lo era, y la verdad es que a fuerza de
144
tantas diversiones sanas, los mozos y las mozas hacan lo
suyo y en la Cooperativa, a su debido tiempo, iba a produ
cirse aquello que los Orientadores llaman "explosin de
la natalidad". La prdica de las visitadoras sociales, en
el sentido de que era conveniente para todo el mundo que
las mujeres tomaran la pldora, no daba ningn resul
tado, pues todos, hombres y mujeres, crean que eso era
pecar contra Dios, quien, segn el seor Cura, dijo: "Cre
ced y multiplicaos. Es ms: por lo que se rumoreaba,
ni aun las propias visitadoras la tomaban, ya que una de
ellas estaba comenzando el ensanche, y segn se deca,
el autor era uno de los propios seores Orientadores.
Volviendo a los visitantes, el uno era flaco y alto, se
pareca a don Quijote, y como en el Instituto todo lo
hacan bien hecho, el otro tipo era redondo y panzn
como Sancho y la pareja resultaba completa y bien for
mada. El flaco no hablaba palabra, se la pasaba fuma
que fuma, sentado y con las piernas cruzadas y pareca
piola con nudo. El gordo, en cambio, hablaba por los
dos y nos explicaba lo que bamos a hacer, en la que
l deca ser la primera gran operacin de trabajo co
lectivo, en la que bamos a tomar parte todos, no sola
mente los socios de la Cooperativa, sus mujeres e hijos
(y su maestro, de yapa), sino los poblanos y los obreros
de la vecina Fbrica de Cemento. La razn para esta gran
minga era doble. Por una parte, que los del pueblo y
los obreros de la fbrica no olvidasen las sanas tradiciones
cooperativas del Imperio de los Incas, nuestros verdaderos
antepasados, porque los espaoles solamente eran unos
tirnicos gamonales que nos robaron todo lo nuestro.
Entre las buenas tradiciones que nos legaron los Incas
estaba la de no existir el tuyo y el mo lo cual, digo
145
yo , me parece bien tratndose de la plata y las cosas
de los otros, pero en tratndose de lo mo, siento mucho
y no lo acepto: yo entro en ese trato pero en forma ex
clusivamente unilateral, como dicen los abogados de la
Cooperativa. Y estaba tambin la tradicin del trabajo en
comn, ayudndose los unos a los otros. O sea la minga.
El programa de sembrar el pasto milagroso iba a servir
a todo el pueblo, por igual: a los que viven en el pue
blo, a los obreros de la fbrica y a nosotros, los de la
Cooperativa. Todos iban a tener harta leche, harto queso,
harta mantequilla y todo baratsimo. Justo era que todos,
en una buena minga, hicieran la siembra. No les parece,
seores?
Nos parece!
Permiso, hablo, seor expansionista!
No es posible, seores cooperados, compaeros, con
ceder la palabra en esta ocasin. Esta asamblea no es
para discusin, sino para exposicin. Despus de reali
zada la gran tarea comunal, que ustedes an conocen con
el nombre antiguo y venerable de minga, habr una
asamblea para autocrtica, y all hablaremos todos y de
todo. All podr usted, estimado compaero, darnos sus
valiosas opiniones. Ahora, adelante!
Y sigui adelante. Chaparrn, que era el que haba pe
dido la palabra, se puso inquieto y mohno. El extensio-
nista continu su perorata y nos dijo que esos gamonales,
los Mendoza, como todos los despreciables individuos de
su clase, odiosos y degenerados descendientes de los espa
oles que robaron la tierra al pueblo ecuatoriano, opri
mindolo y saquendolo por siglos, solamente se preocu
paron de bailar, beber y darse gusto, gracias al dinero que
146
5* 1 '
les proporcionaba el sudor de los ecuatorianos hambrea
dos y esquilmados. "Aqu pueden ver ustedes, seores
compaeros, distinguidos cooperados, estos salones, de lu
jo de mal gusto, donde se verificaban sus orgas: todo
robado al pueblo, es decir, a ustedes.
Yo pensaba, mientras esto oa, acordndome de lo que
mis ojos haban visto haca poco tiempo, que esos Men
doza, claro, oligarcas, expoliadores y gamonales, que nos
robaron nuestra tierra hace tantos siglos y que tanto se
divertan en sus orgas. . . y con qu hembras!, eran
buenazos para el trabajo. En prueba, all estaban esos
potreros tan bien afeitaditos y esas vacas, caramba!, has
ta cuarenta litros cada una, con regia mantequilla y todas
extranjeras, lo mismo que el pasto, trado de Nueva York
as como las vacas vinieron de Holanda. Yo haba visto
al joven Mendoza levantarse a las seis y l mismo trac-
torar los potreros. Yo haba visto al viejo Mendoza vigilar
en persona la ordea e instalar las lindas ordeadoras
mecnicas, que ahora estaban todas daadas, porque no
las saban lavar bien y se obstruyeron. . . por lo que han
vuelto a la costumbre de ordear a mano, con lo que se
daan las tetas. Y la planta elctrica? Tan regia que
era, y ahora est daada, por lo que hemos de conten
tarnos con la luz de a perro que da la planta del pue
blo. . . y fue el mismo joven Mendoza el que instal la
planta y la hizo funcionar como una seda, cosa que nin
guno de los tcnicos enviados por el Instituto pudo con
seguir despus de que el Orientador Pedro Velloso que
m el dnamo. Pero el extensionista pensaba de otro mo
do y a nosotros no nos importaba.
Esos parsitos, los Mendoza, jams pensaron mejo
rar la raza del ganado, nunca trajeron padrotes del ex
147
; : ' ; ' '
148
Si es as, me callo, pero todos son testigos de que
no me ha dejado hablar, y de que, pase lo que pase, usted
tendr la culpa de todo!
Era Chaparrn, que se debata sin poder contener la
gana de hablar ms aguda que le haya sobrevenido nunca.
El gordo, un poco amoscado, continuaba su discurso:
El nuevo pasto est considerado una maravilla, y
as lo considerarn ustedes, compaeros cooperados, cuan
do vean que casi milagrosamente duplica el nmero de
litros que da una vaca, y no merma sino que aumenta
la mantequilla. Estas miserables vacas que dan solamente
ocho litros, van a dar cuarenta. Eso es lo que yo llamo
duplicar! Ya lo vern ustedes. Y ahora, voy a hacerles
la mxima prueba de confianza, que se la merecen us
tedes, por su abnegacin en el trabajo y por su disciplina:
voy a comunicarles el nombre del pasto milagroso, pero
antes tienen que jurar no decrselo a nadie, para que los
gamonales y latifundistas vecinos no vayan a importarlo.
Este pasto maravilloso es solamente para los campesinos
cooperados, verdaderas clulas bsicas del nuevo Ecuador.
Los que muy pronto sern los nicos dueos de la tierra
que les fue arrebatada por los sanguinarios y rapaces en
comenderos espaoles.
La verdad es que el hombre nos haba interesado, aun
cuando lo que deca de los Mendoza no era cierto: el
nuevo pasto nos llenaba de curiosidad. No se oa volar
una mosca: as estbamos de callados. En el momento de
tomarnos la promesa solemne, su voz sonaba exactamente
como la del reverendo cuando me cas:
Juran ustedes no repetir ni divulgar, en ninguna
parte, ocasin ni motivo, el nombre del pasto que van
149
a or, y que constituye un secreto sagrado de los campe
sinos cooperados?
S, juramos!
Ya que as lo queris, en nombre de la Repblica
y por autoridad del Instituto de la Reforma Agraria, os
comunico que el nombre del pasto maravilloso. . . se
llama Pangla!
El entusiasmo explot en la sala. Cuatrocientas voces
no habran gritado ms de lo que gritaron nuestras ochen
ta voces. . . las de los cuarenta cooperados y sus mu
jeres:
Pangla!
Para m, que nos oyeron en cuarenta cuadras a la re
donda.
Si alguna vez hubo un secreto a voces, se fue.
Entonces, Chaparro se volvi loco. Comenz a brincar
y a patalear y deca:
Quiero hablar! Djenme hablar! Por Dios santito,
por la Virgen, djenme hablar!
Silencio! El compaero no puede hablar, ya se le
ha explicado el motivo.
Si no me dejan hablar, a esto se lo lleva el diablo!
El extensionista gordo resolvi poner punto final a
ese ataque de histeria. Llam al Jefe de Polica de la
Cooperativa, el enorme Pedro Jurado, y le dijo:
Compaero Inspector, detenga a ese saboteador y
mantngalo encerrado hasta que terminemos la siembra!
Y mientras Chaparro gritaba como un energmeno,
diciendo que su deber era hablar, decir las cosas como
eran, para evitar una horrible equivocacin, Pedro Jurado,
con el pistoln al cinto, recab la ayuda de tres coopera
dos bien fornidos y en medio de la risa general se lle
varon al "entremetido con los pies en el aire. Haba
que ver cmo pataleaba y manoteaba!
Fue a dar al calabozo, el antiguo cuarto de trastos
viejos de los Mendoza. All permaneci muy guardado,
pateando puertas y gritando hasta quedar exhausto. Cada
vez que se repona, volva al alboroto. As permaneci
hasta las ocho de la noche del da siguiente, cuando ya
terminada la minga lo sacaron y permitieron penetrar al
saln, donde, antes del baile se celebraba la sesin de
autocrtica. Cuando le llevaron la comida trat de esca
parse, pero no lo dejaron. Y cuando sali legalmente,
arm la tremolina que cambi para siempre la suerte de
la Cooperativa Agropecuaria Santa Rosa.
Superado el pequeo incidente, con la banda de guerra
por delante salimos en direccin al potrero ms cercano,
que se llamaba antes "San Fermn, y que ha sido rebau
tizado "Fidel Castro, en honor del hombre que supo
libertar a su patria, Cuba la bella. Fuimos a aprovechar
el resto de la tarde adelantando el trabajo, a fin de que
los mingueros extraos, que vendran al da siguiente,
supiesen lo que haba que hacer.
Pln, ratapln, ratapln, pln.
El extensionista flaco sali del fondo de su perpetuo si
lencio y oden:
Canten el himno de la Cooperativa!
Lo cantamos a grito pelado. Me toc dar comienzo al
canto, en mi calidad de Maestro de la Escuela de la Co
operativa, la Escuela "Che Guevara :
Mientras nos arda la sangre en las venas,
mientras palpite nuestro corazn,
151
cooperados seremos nosotros
con la mirada encendida en fervor.
Yo tena mis reservas contra la letra, la msica era
simplemente una copia de la del Himno Nacional y no
haba nada contra ella. Msica y letra eran producto de
un concurso interno. Lo gan, como poeta, un viejo que
como no serva para nada lo haban puesto a ordear
vacas con las muchachas. Como msico, gan un joven
cuidador de terneros, que tocaba muy bien la guitarra y
que le adapt a la letra la msica del Himno Nacional.
Era, pues, una cancin salida de nuestra propia entraa,
lstima que hubiese salido tan fea:
Con la mirada encendida en fervor
cooperados seremos nosotros
mientras palpite nuestro corazn. . .
Eso era lo que tena de novedoso: se regresaba del
final al principio, a causa de que el poeta se le haba
acabado de golpe la inspiracin y no pudo hacer una
segunda estrofa.
Ustedes dirn que yo soy el culpable, que habiendo yo
estudiado en Quito y siendo el maestro, deba haber ma
nufacturado la letra. S, tal vez tengan razn, pero es que
a m la inspiracin no me sopla, me entienden?, no
me sopla!
Al da siguiente fue la gran minga. Vinieron los po
blanos con el seor Cura y el Poltico, llenos de chistes
y bromas contra nosotros, amables y picantones, porque
la verdad era que se moran de envidia al vernos pose
sionados de la mejor hacienda de la provincia. Vinieron
tambin los obreros de la Fbrica con los capataces. La
132
t r
.e- . ' f e ' ' * # * '
153
una rastra mecnica y se procedi a sembrar la semilla
divina con la sembradora que dejaron los Mendoza y que
milagrosamente an no se haba daado. Luego, se hizo
la gran fogata: varios galones de gasolina empaparon los
restos del maravilloso pasto que los Mendoza importa
ron de los Estados Unidos, y la candelada se vio desde
lejos, con su humo espeso y nutrido. Los poblanos, ha
cindose los vivsimos, mientras consuman drake, sn-
duches y trozos de asado de puerco, bailaban cantando
a grito pelado:
Les arde, les arde, les arde. . .
en la sangre les arde, les arde, les arde
y en el culo les arde tambin. . .
Por ah hubo algn cambio de trompones a cuenta del
himno, y al final los poblanos y obreros se fueron para
el pueblo y nosotros al fin solos! para Santa Rosa,
bien picados, a la gran asamblea de autocrtica. Termi
nada esa sesin, que prometa ser divertidsima nun
ca sospechamos cunto iba a serlo! , vendra el gran
baile y la comilona.
Ya todos en la sala, el extensionista gordo tom la
palabra y dijo:
Bueno, amigos: ha sido una gran jornada y ustedes
se han portado bien. Hemos realizado pela y siembra
en da y medio, un tiempo record y hemos comenzado
a acostumbrar a la poblacin y a los obreros a cooperar
con los campesinos, que son las clulas bsicas del nuevo
Ecuador. Esto merece una celebracin especial y as se
ha dispuesto que se haga. Pero antes debemos establecer
lo que estuvo mal, para corregirlo en lo posterior, y lo
que estuvo bien, para repetirlo. Vamos con lo que estuvo
m al. . . El que quiera la palabra. . .
Comenzaron las quejas.
Que no se vuelva a cantar esa porquera de himno...
Que hay que ver que la gente no se chume tan
pronto. . .
Que en la parte alta se qued un buen tanto sin
pelar - . .
Que parte de la semilla se la robaron los tipos esos
que trajo el Cura. . .
Que la Serafina y el Patota no trabajaron sino. . .
Que Perro Tuerto se rob dos docenas de sn-
duches. ..
Que esto. . .
Que lo otro. . .
Y entonces entr Pedro Sarzoza y dijo:
El compaero Ramrez, que est desde ayer ence
rrado en el calabozo, segn l vctima de una orden tir
nica, pide ser puesto en libertad y trado a esta sala para
hacer una revelacin sensacional. Dice que trat de ha
cerla ayer, cuando an era tiempo y que usted sea
lando al gordo no lo dej y lo mand preso, por lo
cual usted es el nico que tendr la culpa de lo que
pase. . .
El gordo se rasc la cabeza y dijo:
Por la Grande, que me he olvidado del compaero
Ramrez! Trigalo al compaero y antes de que hable
dmele un buen trago. . .
As se hizo. Entr Chaparro convertido en un ener
gmeno, gritando a pecho herido que era vctima de la
opresin y de la tirana, que se haban violado los derechos
155
del hombre y del ciudadano, que protestaba por los m
todos fascistas en uso y que peda la palabra para sealar
a los que, por ignorancia y suficiencia, desperdiciaban
criminalmente los dineros del pueblo. . .
Cuando se bebi el drake, el gordo le dijo:
Compaero Ramrez, tiene usted la palabra y diga
cuanto quiera. . . Pero antes, debo hacer constar que si
no se le concedi la palabra fue porque era una asam
blea de exposicin y no de discusin, y si se lo mand
preso no fue para impedirle ejercer el derecho a la libre
expresin del pensamiento, sino para proteger el orden
de la Cooperativa. . .
Chaparro se par sobre una banca y dijo estas palabras
inmortales:
El pasto que usted ha hecho pelar ayer y hoy, gas
tando plata a manos llenas y ocupando un centenar de
manos, era Pangla legtima, que los Mendoza trajeron
de los Estados Unidos y sembraron cuatro aos antes de
que les expropiaran Santa Rosa - .
Un gritero espantoso comenz. Chaparro hizo seas
desesperadas y consigui seguir hablando:
Yo fui, con muchos de los que aqu estn, uno de
los sembradores del Pangla. Como siempre me ha gus
tado averiguar las cosas. . .
As es Siempre le ha gustado averiguar las cosas!
. . .averig entonces que el pasto aquel se llamaba
Pangla. . .
Lo averigu entonces! Entonces!
. . .y era por eso que le preguntaba a usted cmo
se llamaba el pasto que pensaba sembrar, para que no
pasara la desgracia que pas. . .
Para que no pasara la desgracia que pas!
. . .pero ust, por orgullo y por desprecio a los
pobres cholos cooperados, que no saben nada, no me lo
quiso decir. . .
Por orgullo y desprecio!
No se lo quiso decir!
. y el resultado es que se han desperdiciado dos
das de trabajo de ms de cien personas y tres mquinas
por lo menos, se ha tirado el costo altsimo de una minga
de lujo, se ha perdido la gasolina usada en quemar el
pasto pelado y el mismo lindo pasto, y el costo de apagar
y volver a prender el horno de la fbrica y los salarios
de los obreros y el lucro cesante del da que no produ
jo. . . todo para pelar Pangla. . .
Todo para pelar Pangla!
. . .y volver a sembrar Pangla. . .
Y volver a sembrar Pangla!
Los extensionistas se haban convertido en estatuas. El
gordo se trag definitivamente ese caudal de palabras
que pareca inextinguible. Por fin, fue el flaco quien
habl:
Dice usted que el pasto que pelamos era Pangla?
Eso digo!
Quin sembr ese Pangla?
Los Mendoza, tres o cuatro aos antes de la expro
piacin . . .
De dnde trajeron la semilla?
De los Estados Unidos, lo mismo que las vacas las
trajeron de Holanda. . .
Por qu no nos lo dijo a tiempo?
157
,
* .* * .r * h - * ' ,*
^ , s.
:
I
Porque ese gordo imbcil, en lugar de dejarme ha
blar, me meti preso.
El gordo comenz a llorar a gritos.
El flaco continuaba:
Usted, Ingeniero Valle, como agrnomo de esta
cooperativa, no poda conocer que el pasto que aqu
haba era Pangla?
Vyase a la mierda, carajo! respondi el Inge
niero, abandonando la sala.
El flaco, segua, furioso:
Seor Orientador Belloso, usted, el que quem el
dnamo, u ste d ... al recibir la hacienda de manos de
los Mendoza, no se enter de que los potreros estaban
sembrados de Pangla?
Vea, don, a m no me venga a tirar el muerto. Ten
go acaso cara de cojudo?
Chaparro pidi nuevamente la palabra. Se la dieron
volando.
Yo le voy a decir - - . En la escritura de expropia
cin dice: "Diez potreros sembrados de pasto Pangla
importado de Estados Unidos. . . y sesenta y ocho vacas
madres y dos padrotes Holstein-Friesian, importados de
Holanda. . . Bastaba con que ustedes la hubiesen le
d o. . . Y tambin est en el inventario con que recibieron
la hacienda los orientadores. . .
Al tiempo que se haca esta espantosa averiguacin
repartan drakes a troche y moche; nosotros subimos al
proscenio y nos dimos a bailar en torno a nuestros in
dignos jefes, cantndoles:
Pangla, pangolita,
linda Pangla,
158
peln, peln,
Quin te pel?
sembrn sembrn,
quin te sembr?
Pangla, pangolita,
linda Pangla.
La cancin iba brotando espontnea, con msica y
todo, mientras dbamos vueltas en torno a los infelices,
que ya no saban qu hacer viendo el rumbo que toma
ban los acontecimientos. Les prendamos papelitos, les
dbamos cocachos, les ponamos gorros, y cantbamos:
Pangolin, pangoln,
dale en el trasern,
dale en el trasern,
pangolin, pangoln.
As naci un baile salvaje, el "pangoln, que con
siste en poner al bicho en medio de una rueda de con
torsionistas y guatuseros, que le dan patadas en el trasero
mientras bailan. El de en medio trata de evitarlas y se
retuerce graciossimamente, mientras la gente se divierte
como loca. Los extensionistas y los orientadores hubieron
de bailarlo esa noche y slo se salv el Agrnomo por
que, abusivamente, se apoder de un jeep y emprendi la
fuga a Riobamba.
Era bello mirarlos retorcerse en el centro de una rueda
de cooperados, que les "daban en el trasern con una
puntera admirable, aguzada por el drake.
Y como eso era evidentemente muy poco, nuestras
mujeres hicieron miel de panela y trajeron las plumas de
los veinte pollos que, por orden de nuestras vctimas,
$$ij
159
pelaron para la comilona. Los baamos en la rica miel
hasta empaparlos y luego los emplumamos a conciencia.
Quedaron, palabra, que no haba por dnde cogerlos. As
los mandamos a dejar en Quito, con un letrero en la
cabeza de cada uno que deca:
Por botar la plata del pueblo y por bestia
Qu fiesta, mi blanco, la fiesta del pangoln!
Por todo el pueblo y haciendas aledaas se extendi
el baile del pangoln, que ahora es el final obligado de
toda fiesta.
En Quito, cuando se enteraron de lo ocurrido, botaron
a los orientadores del empleo, idem a los extensionistas,
al Agrnomo, al Economista Agrcola y al Veterinario
el pobre , qu culpa tena! Donde nosotros no volvi
uno de ellos ni otros distintos: sacudimos el yugo de
los jefes y la hacienda fue por fin de nosotros, los coope
rados.
Hay algo ms: de Quito vino la orden de que nom
brsemos Gerente de la Cooperativa a uno de nosotros,
y que el feliz mortal asumiera el mando. Por mayora
absoluta de votos elegimos a Chaparrn. Ya no era Cha-
parrn ni Chaparro: era Chaparrn, el Chaparrn del
siglo.
Y Chaparrn, cuya mujer desembaraz dos das des
pus, a consecuencia de las sacudidas que dio al bailar el
pangoln, tuvo una hija a la que bautiz con los nom
bres de Gloria Pangla.
No me lo van ustedes a creer, pero as fue: no con
sentimos en Santa Rosa un solo conferencista ms. Nos
pusimos a trabajar como habamos visto hacerlo a los
160
endoza: compusimos la planta elctrica, los tractores
as ordeadoras mecnicas; restablecimos los silos para
acenar el exceso de pasto y preparar la sobrealimen-
) tacin; les dimos de comer lo mismo que antes y el nuevo
* Pangla creci una bendicin. Las vacas volvieron a dar
la enormidad de rica leche que antes daban: no era
I necesario llevarles las ubres en carretilla, pero, caramba,
poco faltaba para ello. Y ahora les contar la verdad:
estamos
ricos.
Una gran cosa el Pangla, caramba!
'&
EL CABLE CIFRADO
163
alpiste a los canarios, ya que tambin las avecitas de Dios
tienen derecho al desayuno.
Y, como de costumbre, el seor Embajador se despert
alrededor de las siete, oy las principales noticias en la
pequea radio de velador, se ba y afeit y baj a de
sayunar en el comedor con su elegante batn de seda
japonesa, con su dragn bordado sobre el pecho, reliquia
de la belle poque en que transcurri la ya lejana
juventud de Su Excelencia. Desde luego, no estaba la
seora Embajadora, cuyo horario era distinto: en su pe
queo y coqueto dormitorio del tercer piso un piso
sobre el dormitorio del seor Embajador dormira pl
cidamente hasta las diez, hora en que iniciara un lento
lever, destinado a conservar su rostro, de clsicas fac
ciones, exento de huellas visibles de sus cincuenta y tres
aos. Llam la atencin del seor Embajador el montn
de cables que se derramaba de la bandejilla de la corres
pondencia, bajo los cuales apenas se advertan algunas in
vitaciones y tal vez una que otra cuenta que nunca
faltan abrojos en los jardines . Hizo a un lado los tres
diarios, llenos de informacin sobre la huelga de los fri
gorficos, que tena a aquel pas cogido por el cuello, y
tom el leve desayuno que le permita la inundacin de
colesterol que hinchaba sus venas: una tacita de caf
negro sin azcar, una levsima tostada sin mantequilla,
una manzanita, el jugo de naranja tambin sin azcar.
La seora Embajadora tampoco comera ms, cuando ba
jara a desayunar a las once y media: ella luchaba por
mantener una lnea razonable, que le permitiese sostener
algunas aventuradas afirmaciones acerca de la fecha de
su nacimiento. La mantequilla, la mermelada, la rica le
che, todas esas delicias estaban listas en previsin de
164
-que el seor Secretario o el seor Cnsul viniesen a de
sayunar, lo cual hacan con frecuencia, por ser aquella
la mejor hora para conferenciar con el jefe sobre las
tareas de la Embajada.
Sobre la pila de cables que esperaba a su derecha la
palabra URGENTISIMO escrita en rojo peda a gritos
ser leda. Lo hizo Su Excelencia y hall que deca esto,
tan misterioso: "SIRVASE AMPLIAR DETALLADA
MENTE SU CABLE CIFRADO AYER SOBRE DES
GRACIA OCURRIDA ESA EMBAJADA PUNTO U R
GENTISIMO PUNTO CANCILLER". El cable era de
Quito y haba llegado haca apenas una hora. Ampliar
detalladamente su cable cifrado de ayer? Pero si yo no
he puesto ayer cable alguno, ni cifrado ni no cifrado, ni
a Quito ni a ninguna parte! Sobre la desgracia ocurrida
en la Embajada? Pero si en esta Embajada no ha ocu
rrido ninguna desgracia! Perplejo y furioso se pona
furioso siempre que daba con algo que no comprenda ,
Su Excelencia rugi:
Llmeme a Vargas! Que se presente en el acto!
Rosendo, el camarero, que atenda amorosamente a
los canarios, dio un salto y reg el agua que les estaba
poniendo en la jaula. Repuesto de la sorpresa sali dis
parado y a poco se lo oy llamando por el telfono que
estaba en el pasillo. Vargas, el llamado tan perentoria
mente, era el doctor Tefilo Vargas Alarcn, un abogado
de treinta y cinco aos, Primer Secretario con derecho
a ser ascendido a Ministro Consejero, para lo cual andaba
molestando a todas horas al Embajador, a ver si consegua
hacerlo intervenir ante la Cancillera, en plan de que la
injusticia que encerraba el retraso en ascenderlo fuese re-
165
:v./
166
Vargas los iba leyendo e iba poniendo la misma cara
que puso el Embajador al hacerlo.
No me lo explico. . . No me lo explico. . . Voy
a llamar al Cable, a ver qu dice el mensaje aquel al
que se refieren desde Quito. . .
Entr el camarero:
La seora de Estrada dice que su esposo no fue
anoche a casa y que tampoco ha ido esta maana. . .
Que tan pronto llegue lo manda por ac. . . Que no ha
dejado dicho donde estaba. . .
Se oa a Vargas telefoneando al Cable:
De la Embajada del Ecuador. . . Por favor, vea si
hay all un original cifrado, enviado de la Embajada
ayer. . . Ayer, s, ayer. . . No s a qu hora. . . S, es
el Primer Secretario el que habla. . . Hay uno? Ci
frado? Puede tener la bondad de envirnoslo en seguida?
Bueno: le envo al chofer. Por quin debe preguntar?
Ya, muy agradecido. S, descuide, se lo devolveremos. . .
Y ya en el comedor:
Mire, Rosendo, dgale a mi chofer que vaya al
Cable, s, a la oficina central, por favor, todo lo rpido
que permita el trfico, y pregunte por el seor Zamudio,
Romn Zamudio, de la Oficina de Informacin. Y que
traiga volando lo que ese seor le d.
Y al embajador:
De aqu, anoche, cerca de la una de la maana,
han enviado un cable cifrado a la Cancillera de Quito,
marcado URGENTISIMO Y CONFIDENCIAL. Ha ido
con el sello y la gua de costumbre y en los formularios
ordinarios de la Embajada. La gua, firmada con inicia
les, el cable slo con el sello. No pueden identificar las
167
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*
iniciales. Un tal seor Zamudio dice que el original le
debe ser devuelto, pues pertenece al archivo del Cable.
S, parece que llevan un archivo confidencial de mensajes
cifrados.
Y a Rosendo:
Treme una buena taza de leche bien caliente, dos
huevos fritos con jamn, pan francs tostado y merme
lada. . . S, ya veo que est aqu la mermelada. . .
Con su permiso, don Ramn. . .
Tocante a los comestibles, ya no era "seor Embaja
dor", sino simplemente "don Ramn".
Desde luego, Vargas. . . Rosendo, sirva al seor
Primer Secretario en seguida. . .
Bebiendo caf y haciendo conjeturas estuvieron hasta
que regres el chofer con el mensaje, que tena el sello
de TRASMITIDO y la hora, la una y diez minutos de
la noche anterior. Se encerraron en el despachito de Su Ex
celencia con la Clave Mayor y tradujeron esto, tan extra
ordinario y admirable: "CANCILLER QUITO URGEN
TISIMO CONFIDENCIAL LAMENTO INFORMAR
AYER SUICIDOSE DE UN BALAZO EN LA BOCA
CONSUL GENERAL FRANCISCO ESTRADA GUE
VARA PUNTO CADAVER VELASE ACTUALMENTE
SALON EMBAJADA PUNTO REMITIRE DETALLES
PUNTO AGRADECERE COMUNICAR TRISTE NUE
VA FAMILIARES ESA PUNTO ESPOSA Y FAMILIA
OCCISO ESTAN BIEN PUNTO ESPERO INSTRUC
CIONES PUNTO SI FAMILIA DESEA REMITA CA
DAVER QUITO QUE SE SIRVAN COMUNICARME
LO PUNTO ATTO PUNTO RAMON LUNA MON-
SALVE EMBAJADOR". No iba firma alguna, sino sim-
168
jt 'f'
A? 'f
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U 169
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NO HA MUERTO NADIE PUNTO CABLE SUPLAN
TADO PUNTO BROMA MAL GUSTO ESO ES TODO
PUNTO RUEGO NO VIAJAR PUNTO AVERIGUA
RE SUFICIENTEMENTE CONDENADO ASUNTO
PUNTO INFORMARE ENSEGUIDA PUNTO SALU
DOS PUNTO RAMON LUNA MONSALVE EMBA
JA D O R . Envelo sin perder tiempo, s, con su chofer.
Y, por favor, busque a Estrada, qu diablos!, para saber
lo que ha pasado.
En ese instante tron el telfono. Era la esposa de
Estrada. Como Vargas estaba escribiendo el cable, aten
di el Embajador:
S . . . el Embajador, a sus rdenes. . . S, no nos lo
explicamos. . . S, han enviado un cable en papel de la
Embajada, correctamente cifrado, a la Cancillera. . . S,
ya a la noche, a la una. . . Dice que Francisco se ha
suicidado. . . Aqu tambin llueven cables: sus paps,
sus cu ados... Vienen para a c ... Nosotros estamos
ponindoles un cable diciendo que no ha ocurrido nada...
Que probablemente es una broma de mal gusto. . . Qu
es de su marido? Dnde puede estar? No lo sabe usted?
No ha ido a casa ayer, ni anoche, ni esta maana? Mi
estimada seora, por favor, bsquelo. Nosotros lo estamos
buscando tambin. S, en ltimo trmino habra que
recurrir a la polica, pero eso, desde luego, en ltimo
trmino. Polica significa escndalo. . . y nosotros, en
esta Embajada, no queremos escndalo. No, no se apren-
sione. Ya ver como todo es cosa de juego. Desde luego,
hay que aclarar esto en seguida. Nos tendremos al tanto.
La llamar si s algo: llmeme usted tambin si sabe
algo. Hasta luego.
170
Vargas estaba all, atento, diciendo con los ojos: qu
fue? El Embajador le explic:
La seora de Estrada dice que a ella tambin le
estn llegando los psames y los avisos de viaje con
los acostumbrados pedidos de que postergue el sepelio y
disponga el cadver para llevarlo, segn unos, a Quito y,
segn otros, a Guayaquil. Dice que su marido ha desa
parecido desde ayer, que lo ha llamado a todos los sitios
donde habitualmente suele estar y que no saben nada
de l. . .
Vargas dijo:
Yo creo que hay un sitio donde es muy probable
que est, y al cual no ha llamado la Tuca, perdn, la
seora de Estrada. Me refiero, usted sabe, a la casa del
Consejero Trajano Monteros Nez, ese gallo un poco
ambiguo de la Repblica Dominicana. . . ese que dicen
era efebo preferido del Benemrito. . . All suele re
calar nuestro Francisco con una frecuencia que su seora
ignora. Veamos qu hay por ese lado.
Y en el telfono:
Por favor, s, de parte de Vargas, de la Embajada
del Ecuador. Quiero hablar precisamente con doa Mer-
ceditas. . . Doa Merceditas, Tefilo Vargas la saluda.
Dgame, por favor, no ha ido por ah Francisco, ayer u
hoy? No? No la ha llamado?. . . S, algo pasa. No s
quin ha enviado a Quito un cable disparatado, anun
ciando el suicidio de Francisco. . . y hay un lo de ios
mil demonios. No, no creo que haya pasado algo malo,
porque el cable dice que el cadver est velndose en el
saln de la Embajada, y aqu no hay cadver alguno. S,
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172
escritorio, una pistola calibre 22 corto, niquelada.
Francisco Estrada con la cabeza entre los brazos. . .
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No, no estaba muerto, de ninguna manera. Tampoco
estaba herido: la pistola no haba sido disparada. El Cn
sul estaba profundamente dormido, respiraba suavemente,
| rtmicamente, pero a veces, en la hondura del sueo,
; sollozaba. Vargas, dejndose de finuras, lo sacudi vigo
rosamente. Como si regresara de una extraordinaria leja-
na, abri los ojos y mir. . . sobresaltndose, lleno de
angustia al verse frente al Embajador y al Secretario,
tras los cuales asomaba la mucana, item ms los dos cho
fe re s y el camarero y aun la cara angulosa de la cocinera.
"Cediendo a un impulso infantil, trat de escapar sumin
dose de nuevo en el sueo, y sepult la cabeza entre los
brazos. Convencido de la inutilidad de la maniobra, sa
biendo cun irremediable era afrontar la realidad, se
entreg a un llanto convulsivo, del cual sali para decir
/. con voz casi inaudible:
Si se pudiera. . . un coac, Dios mo, un coac!
Estaba,,sin duda, prximo al desmayo. El camarero
sali como una exhalacin y retorn con una gran copa
de coac, una racin triple. Se la alcanz, y el pobre
hombre se la bebi de golpe, como quien encuentra, de
| pronto, una boya para no ahogarse. El Embajador y
Vargas, hombres robustos, lo tomaron luego de las axilas
y lo llevaron arriba, al dormitorio del Embajador, donde
lo tendieron sobre la cama.
Mire, Francisco dijo el Embajador, paternalmen
t e , no s lo que ha pasado, pero es conveniente que
descanse un poco. Srvase este caf y le tendi una taza
$ grande, humeante, que trajo la mucama, sin que se la
173
pidiesen . . . yo volver a buscarlo dentro de media
hora. Mientras, repose, repngase.
Sali, cerrando la puerta con llave.
No lo voy a dejar que se me escape. . . S
Y respondiendo a una pregunta que Vargas haca con
los ojos:
Ya le oy a la seora de Monteros, que lo conoce
bien: no hay ningn temor de que Francisco se mate.
Estoy seguro de que no saltar por la ventana.
Vargas, un poco a regaadientes, se fue a avisar a las
dos damas las seoras de Estrada y de Monteros que j
no tuviesen cuidado, que Francisco haba reaparecido
sano y salvo, solamente un poco nervioso. S, ya se acla
rara todo. Para despus de medioda todo se pondra
claro.
En ese momento hizo su aparicin la Embajadora: en
el esplendor de su belleza, esa belleza que cada noche
se destrua y haba que reconstruir cada maana, con
tres duras horas de trabajo continuo. Don Ramn, pa
cientemente, la puso al tanto de lo ocurrido: en ello
emple el plazo que otorg al Cnsul para que se resta
bleciera. La seora, con la perspicacia propia de las muje
res inteligentes, en la que entra por mucho la intuicin,
dio pronto con la pista:
En esto tiene que ver esa doa Merceditas. . . y el
inspector de consulados que viene del Ecuador. . . ya lo
vers! A m no me ha gustado la conducta de Francisco
los ltimos tiempos. . . y esa mulata, esa Merceditas. . .
esos dominicanos son unos pervertidos. . .
No exageres. . . apenas unos mulatos vulgares. . .
174
Ya vers. . . All hay mucho, pero mucho ms. . .
Son unos vampiros, unos chupasangres. . . La pobre
Tuca ni se huele el pantano dnde se ha hundido su mari
do. Es ms inocente esa chica! Suponte. . .
T, hija, eres terriblemente malpensada. Dispnsa
me que te lo diga. . .
Ramn, ustedes, los hombres, jams se dan cuenta
de nada. Nosotras. . .
S, ya me has hablado de tu famosa intuicin feme
nina . . .
No seas pesado. . . Qu intuicin ni qu intuicin!
Lo que pasa es que tengo los ojos abiertos y s atar cabos.
Bueno: todo eso son suposiciones. Me voy arriba,
a ver qu es lo que pasa. Te garantizo que no lo soltar
hasta que no me lo haya contado todo.
La seora qued ardiendo en la llama de la curiosidad:
en la misma llama se asaba Vargas, en la misma ardan
doa Tuca y doa Merceditas. Y all, en la patria lejana,
muchos funcionarios de la Cancillera y las familias Es
trada y Guevara y Huerta Insa se consuman en iguales
calores.
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que me forzara a ello. Buscar fuerzas, don Ramn. De
este acto absurdo quise obtener el valor que me faltaba.
-Una vez cometido ese acto irreversible enviar el
cable , volv a mi oficina y agonic hora tras hora,
quedndome dormido al llegar el da. No fue posible. . .
y ahora, don Ramn, me hallo ante una situacin ex
trema y sin remedio.
Ya trataremos de encontrarle remedio. Por favor,
explqueme cmo lleg a semejantes extremos. . .
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777
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era feliz. Yo no haba nacido para coleccionista de sen
saciones ni de ancdotas, no pensaba ser un coleccionista
a lo Casanova ni era un semental. Me interesaba mi ca
rrera, me interesaba mi obra literaria, me interesaba la
economa, dentro de la cual he realizado serios estudios.
Lo dems, estaba descartado de antemano. . .
Se sirvi ms coac.
Pero para el hombre el desafo sexual es de tal natu
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raleza, que una vez hecho no puede rehuirlo. Se me hizo
ese desafo, en una forma audaz y perentoria: quien lo
haca, saba a quin se lo haca y por qu. Sin esfuerzo
alguno, sin hacer un movimiento, esa mujer se me en
treg. Yo no haba conocido esas perversas delicias. Me
emborrach. Esa es la palabra: me emborrach. Se trata
de una amante extraordinaria, viciosa, drogada, capaz de
convertirse en vicio, a su vez: da a raudales delicias in
crebles, es cnica, es una divina maldicin, es deliciosa.
Ya le digo que me emborrach. Al principio no saba
por qu se me haba dado, ya que no la conquist, ya
que me s poco dotado para el galanteo, ya que se vea
a simple vista en qu forma anormal ama a su marido.
Pens en un capricho de viciosa o en una venganza de
celosa. No: no era eso. Era que cumpla rdenes de su
dueo. El es quien, con su conocimiento de los hombres,
busca los amantes a quienes ella debe encadenar: y l es
quien le ordena cundo debe dejarlos, ya completamente
exprimidos. . . en todos los sentidos. El gnero de vida
que llevan, la ruleta, las drogas, el licor, el lujo, el hecho
de ser el marido sexualmente insaciable y ambivalente. . .
los efebos son ms caros que las damiselas. . . bueno,
todo eso exige muchsimo dinero. La Repblica Domi
nicana, qu disparate digo?, el Generalsimo, el Bene-
178
M !H
179
herona le hubiesen dicho que nunca ms volvera a
recibir su dosis. As que esa noche le llev los quinientos
dlares. . . Esto se ha repetido sin cesar. Yo vea el
hueco terrible en el que me iba sepultando: estaba la
muerte al fondo. Pero no se poda intentar nada, absolu
tamente nada: no tena salvacin. A veces, hundido en mi
angustia, viendo a mi mujer y a mi hija, pensando en lo
sana que haba sido mi vida y en lo limpia que hasta
hace poco era mi alma, me senta envuelto en llamas in
fernales. . . Pero no haba salida: necesitaba de su impura
delicia. . . necesitaba de mi vicio. . . Vea cmo ella me
despreciaba, me odiaba inclusive, vea cmo se entregaba l |
a otros. . . por los mismos motivos que a m. . . y vea
cmo adoraba a su marido y cmo ejerca su horrible
comercio tan slo para darle dinero. Y me despreciaba a 4
m mismo, tal vez ms de lo que ella me haya despre
ciado.
Bebi de nuevo.
Hasta que lleg el ltimo da. Se supo, ella lo supo
tambin, la prxima llegada del Inspector de Consulados,
ante quien, sin excusa, es mi deber rendir cuentas. "Ahora
s que te fregaste, Paquito, me dijo ella, rindose a car
cajadas. Tom la nica resolucin posible: el tiro en la
boca, un final que nadie poda pensar para m. Por
qu acept venir a esta Embajada donde el Ministro
Consejero es el Cnsul? Esa fue mi perdicin. Y bien. . .
el tiempo cada vez ms estrecho, cada vez ms cerca el
hombre que para m era la muerte. . . Cuando lleg el
cable anunciando que estaba en Buenos Aires, comprend
que haba llegado el final. Fui donde ella a mendigarle
una hora ltima. . . y se me neg. "Ya no me sirves de
nada. . . ya te vas a pegar el tiro. . . qutate de mi
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usted a pagar, cuando ya se haya instalado. Yo le entre
gar el acta al Inspector de Consulados y explicar el :|
asunto en una nota reservada al Canciller. Usted, mi buen
amigo, ha cambiado su carrera: ya no es diplomtico,
es periodista. Usted escribe muy bien, es buen literato,
sabe mucha economa. Ser un redactor serio y lo apre
ciarn mucho. Su temporada en el infierno le servir:
volver al estrecho marco moral donde antes se mova
y que tan sano era. . . Volver a ser feliz y algn da mi
mujer y yo tendremos el placer de visitarlos en Mxico.
Francisco miraba a ese hombre planear su vida, tras
salvarla, y no lo crea. No crea que la bondad humana
existiera y llegara a tanto. No acert a decir ninguna
palabra: lo que hizo fue llenar de nuevo su copa, vaciarla
de un trago, besarle la mano y salir corriendo en di
reccin de su casa.
* # *
182
7 ** *
183
*t.
r
No, no lo creas querida. Ese muchacho no volver
a las andadas. Ha tenido su pequea saison en en\er
y no volver a tener otra por nada de este mundo.
Para que fuese irrevocable su decisin, ante los ojos
desaprobantes de su esposa y ante el asombro de su Se- *
cretario, firm.
* # # 4
184
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OSARIO
t ,.
/Ifr;,..
PERFECTA CASADA
. . . la sed del c h u c h a q u i . . . ( pg. 34).
CHUCHAQUI: palabra quichua para designar el estado de
stracin fsica y psquica que sigue a una borrachera.
!*.. .y a o a Nicucho. . . (pg. 39)
AO: hermano, en quichua. Palabra incorporada al lxico
ormal del Ecuador.
Wr
' -
m
i : '. . * . >.
-
;
186
. -c
, acomplejado y resentido por su causa, que se com-
nsa portndose provocador y agresivo.
... ^
'&
DESAFIO
. . .ese m o rlaco idiota. . . (pg. 66)
MORLACO: natural de la provincia del Azuay, en el Ecuador.
. . .cocodrilo del T o m e b a m b a . . . (pg. 69)
| | TOMEBAMBA: ro que corre junto a la ciudad de Cuenca,
capital de la provincia del Azuay, en el Ecuador, hermosa urbe
e 150.000 habitantes, sede universitaria.
. . . bbanlo b ir in g u it o . . . ( pg. 69)
BIRINGO: desnudo. "Beber el whisky biringo, beberlo sin
agua ni hielo, tal cual est en la botella.
v
.. .de guarnicin en B o la s p a m b a .. . (pg. 73)
BOLASPAMBA: puesto de guarnicin militar en la fron
tera con el Per. Pertenece a la provincia de Loja, cantn Clica.
188
. cido en O ta v a lo . . . ( pg. 89)
AVALO: ciudad y regin de la provincia de Imbabura,
e Ecuador.
llama a un ch ap a y . . . (pg. 95)
CHAPA: agente de polica por la chapita de identificacin
e llevan al pecho.
>,y
E .. o al c h u l e o . . . (pg. 102)
CHULCO: usura. "Poner o dar algo al chuleo : colocar
ptales usurariamente.
189
H
a'M
43;#
LA LLAVE PERDIDA
190
TENSIONISTA: funcionario tcnico dedicado a labor de
i gacin de principios modernos de agricultura y ganadera,
ncionario del Ministerio de Agricultura o del IERAC (Insti-
to Ecuatoriano de la Reforma Agraria y la Colonizacin).
. . . los dos O r ie n ta d o re s . . . ( pg. 139)
ORIENTADOR: funcionario tcnico en cooperativas, que
dirige a una Cooperativa en sus primeros pasos, hasta que tenga
ersonal propio experimentado.
y .. .un chico mechoso. . . (pg. 140)
Un chico desgreado.
. -
M Se refiere al IERAC.
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bon ita fie sta d el C o r o n e l ................................................. 47
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on S alom n v e n d e sus t i e r r a s ............................................. 81
estu pen do m atrim o n io de Z a b a l i t a .................................... 99
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