El documento habla sobre la libertad humana y su relación con Dios. Argumenta que la verdadera libertad se logra cuando el ser humano ejerce su libre albedrío para escoger a Dios sobre todas las cosas. La libertad alcanza su máximo sentido cuando se usa para servir a Dios y buscar su amor infinito, que libera de toda esclavitud. Nadie puede elegir por nosotros, por lo que cada persona debe renovar constantemente su decisión de amar a Dios sobre todas las cosas.
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El documento habla sobre la libertad humana y su relación con Dios. Argumenta que la verdadera libertad se logra cuando el ser humano ejerce su libre albedrío para escoger a Dios sobre todas las cosas. La libertad alcanza su máximo sentido cuando se usa para servir a Dios y buscar su amor infinito, que libera de toda esclavitud. Nadie puede elegir por nosotros, por lo que cada persona debe renovar constantemente su decisión de amar a Dios sobre todas las cosas.
El documento habla sobre la libertad humana y su relación con Dios. Argumenta que la verdadera libertad se logra cuando el ser humano ejerce su libre albedrío para escoger a Dios sobre todas las cosas. La libertad alcanza su máximo sentido cuando se usa para servir a Dios y buscar su amor infinito, que libera de toda esclavitud. Nadie puede elegir por nosotros, por lo que cada persona debe renovar constantemente su decisión de amar a Dios sobre todas las cosas.
El documento habla sobre la libertad humana y su relación con Dios. Argumenta que la verdadera libertad se logra cuando el ser humano ejerce su libre albedrío para escoger a Dios sobre todas las cosas. La libertad alcanza su máximo sentido cuando se usa para servir a Dios y buscar su amor infinito, que libera de toda esclavitud. Nadie puede elegir por nosotros, por lo que cada persona debe renovar constantemente su decisión de amar a Dios sobre todas las cosas.
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La libertad, don de Dios
Muchas veces os he recordado aquella escena conmovedora que nos relata el
Evangelio: Jess est en la barca de Pedro, desde donde ha hablado a las gentes. Esa multitud que le segua ha removido el afn de almas que consume su Corazn, y el Divino Maestro quiere que sus discpulos participen ya de ese celo. Despus de decirles que se lancen mar adentro duc in altum! (Lc V, 4.) sugiere a Pedro que eche las redes para pescar. No me voy a detener ahora en los detalles, tan aleccionadores, de esos momentos. Deseo que consideremos la reaccin del Prncipe de los Apstoles, a la vista del milagro: aprtate de m, Seor, que soy un hombre pecador (Lc V, 8.). Una verdad no me cabe duda que conviene perfectamente a la situacin personal de todos. Sin embargo, os aseguro que, al tropezar durante mi vida con tantos prodigios de la gracia, obrados a travs de manos humanas, me he sentido inclinado, diariamente ms inclinado, a gritar: Seor, no te apartes de m, pues sin Ti no puedo hacer nada bueno. Entiendo muy bien, precisamente por eso, aquellas palabras del Obispo de Hipona, que suenan como un maravilloso canto a la libertad: Dios, que te cre sin ti, no te salvar sin ti (S. Agustn, Sermo CLXIX, 13 (PL 38, 923).), porque nos movemos siempre cada uno de nosotros, t, yo, con la posibilidad la triste desventura de alzarnos contra Dios, de rechazarle quiz con nuestra conducta o de exclamar: no queremos que reine sobre nosotros (Lc XIX, 14.). Escoger la vida Con agradecimiento, porque percibimos la felicidad a que estamos llamados, hemos aprendido que las criaturas todas han sido sacadas de la nada por Dios y para Dios: las racionales, los hombres, aunque con tanta frecuencia perdamos la razn; y las irracionales, las que corretean por la superficie de la tierra, o habitan en las entraas del mundo, o cruzan el azul del cielo, algunas hasta mirar de hito en hito al sol. Pero, en medio de esta maravillosa variedad, slo nosotros, los hombres no hablo aqu de los ngeles nos unimos al Creador por el ejercicio de nuestra libertad: podemos rendir o negar al Seor la gloria que le corresponde como Autor de todo lo que existe. Esa posibilidad compone el claroscuro de la libertad humana. El Seor nos invita, nos impulsa porque nos ama entraablemente! a escoger el bien. Fjate, hoy pongo ante ti la vida con el bien, la muerte con el mal. Si oyes el precepto de Yav, tu Dios, que hoy te mando, de amar a Yav, tu Dios, de seguir sus caminos y de guardar sus mandamientos, decretos y preceptos, vivirs... Escoge la vida, para que vivas (Dt XXX, 1516. 19.). Quieres t pensar yo tambin hago mi examen si mantienes inmutable y firme tu eleccin de Vida? Si al or esa voz de Dios, amabilsima, que te estimula a la santidad, respondes libremente que s? Volvamos la mirada a nuestro Jess, cuando hablaba a las gentes por las ciudades y los campos de Palestina. No pretende imponerse. Si quieres ser perfecto... (Mt XIX, 21.), dice al joven rico. Aquel muchacho rechaz la insinuacin, y cuenta el Evangelio que abiit tristis (MT XIX, 22.), que se retir entristecido. Por eso alguna vez lo he llamado el ave triste: perdi la alegra porque se neg a entregar su libertad a Dios. Considerad ahora el momento sublime en el que el Arcngel San Gabriel anuncia a Santa Mara el designio del Altsimo. Nuestra Madre escucha, y pregunta para comprender mejor lo que el Seor le pide; luego, la respuesta firme: fiat! (Lc I, 38.) hgase en m segn tu palabra!, el fruto de la mejor libertad: la de decidirse por Dios. En todos los misterios de nuestra fe catlica aletea ese canto a la libertad. La Trinidad Beatsima saca de la nada el mundo y el hombre, en un libre derroche de amor. El Verbo baja del Cielo y toma nuestra carne con este sello estupendo de la libertad en el sometimiento: heme aqu que vengo, segn est escrito de m en el principio del libro, para cumplir, oh Dios!, tu voluntad (Hebr X, 7.). Cuando llega la hora marcada por Dios para salvar a la humanidad de la esclavitud del pecado, contemplamos a Jesucristo en Getseman, sufriendo dolorosamente hasta derramar un sudor de sangre (Cfr. Lc XXII, 44.), que acepta espontnea y rendidamente el sacrificio que el Padre le reclama: como cordero llevado al matadero, como oveja muda ante los trasquiladores (Is LIII, 7.). Ya lo haba anunciado a los suyos, en una de esas conversaciones en las que volcaba su Corazn, con el fin de que los que le aman conozcan que El es el Camino no hay otro para acercarse al Padre: por eso mi Padre me ama, porque doy mi vida para tomarla otra vez. Nadie me la arranca, sino que yo la doy de mi propia voluntad, y yo soy dueo de darla y dueo de recobrarla (Ioh X, 1718.). El sentido de la libertad Nunca podremos acabar de entender esa libertad de Jesucristo, inmensa infinita como su amor. Pero el tesoro preciossimo de su generoso holocausto nos debe mover a pensar: por qu me has dejado, Seor, este privilegio, con el que soy capaz de seguir tus pasos, pero tambin de ofenderte? Llegamos as a calibrar el recto uso de la libertad si se dispone hacia el bien; y su equivocada orientacin, cuando con esa facultad el hombre se olvida, se aparta del Amor de los amores. La libertad personal que defiendo y defender siempre con todas mis fuerzas me lleva a demandar con convencida seguridad, consciente tambin de mi propia flaqueza: qu esperas de m, Seor, para que yo voluntariamente lo cumpla? Nos responde el mismo Cristo: veritas liberabit vos (Ioh VIII, 32.); la verdad os har libre. Qu verdad es sta, que inicia y consuma en toda nuestra vida el camino de la libertad. Os la resumir, con la alegra y con la certeza que provienen de la relacin entre Dios y sus criaturas: saber que hemos salido de las manos de Dios, que somos objeto de la predileccin de la Trinidad Beatsima, que somos hijos de tan gran Padre. Yo pido a mi Seor que nos decidamos a darnos cuenta de eso, a saborearlo da a da: as obraremos como personas libres. No lo olvidis: el que no se sabe hijo de Dios, desconoce su verdad ms ntima, y carece en su actuacin del dominio y del seoro propios de los que aman al Seor por encima de todas la cosas. Persuados, para ganar el cielo hemos de empearnos libremente, con una plena, constante y voluntaria decisin. Pero la libertad no se basta a s misma: necesita un norte, una gua. No cabe que el alma ande sin ninguno que la rija; y para esto se la ha redimido de modo que tenga por Rey a Cristo, cuyo yugo es suave y su carga ligera (Mt XI, 30), y no el diablo, cuyo reino es pesado(Orgenes, Commentarii in Epistolam ad Romanos, 5, 6 (PG 14, 1034 1035).). Rechazad el engao de los que se conforman con un triste vocero: libertad, libertad! Muchas veces, en ese mismo clamor se esconde una trgica servidumbre: porque la eleccin que prefiere el error, no libera; el nico que libera es Cristo (Cfr. Gal IV, 31.), ya que slo El es el Camino, la Verdad y la Vida (Cfr. Ioh XIV, 6.). Preguntmonos de nuevo, en la presencia de Dios: Seor, para qu nos has proporcionado este poder?; por qu has depositado en nosotros esa facultad de escogerte o de rechazarte? T deseas que empleemos acertadamente esta capacidad nuestra. Seor, qu quieres que haga? (Cfr. Act IX, 6.). Y la respuesta difana, precisa: amars al Seor Dios tuyo con todo tu corazn, y con toda tu alma y con toda tu mente (Mt XXII, 37.). Lo veis? La libertad adquiere su autntico sentido cuando se ejercita en servicio de la verdad que rescata, cuando se gasta en buscar el Amor infinito de Dios, que nos desata de todas las servidumbres. Cada da aumentan mis ansias de anunciar a grandes voces esta insondable riqueza del cristiano: la libertad de la gloria de los hijos de Dios! (Rom VIII, 21.). Ah se resume la voluntad buena, que nos ensea a perseguir el bien, despus de distinguirlo del mal (S. Mximo Confesor, Capita de charitate, 2, 32 (PG 90, 995).). Me gustara que meditaseis en un punto fundamental, que nos enfrenta con la responsabilidad de nuestra conciencia. Nadie puede elegir por nosotros: he aqu el grado supremo de dignidad en los hombres: que por s mismos, y no por otros, se dirijan hacia el bien (S. Toms de Aquino, Super Epistolas S. Pauli lectura. Ad Romanos, cap. II, lect. III, 217 (ed. Marietti, Torino, 1953).). Muchos hemos heredado de nuestros padres la fe catlica y, por gracia de Dios, desde que recibimos el Bautismo, apenas nacidos, comenz en el alma la vida sobrenatural. Pero hemos de renovar a lo largo de nuestra existencia y aun a lo largo de cada jornada la determinacin de amar a Dios sobre todas las cosas. Es cristiano, digo verdadero cristiano, el que se somete al imperio del nico Verbo de Dios (Orgenes, Contra Celsum, 8, 36 (PG 11, 1571).), sin sealar condiciones a ese acatamiento, dispuesto a resistir la tentacin diablica con la misma actitud de Cristo: adorars a tu Dios y Seor y a El slo servirs (Mt IV, 10.). Libertad y entrega El amor de Dios es celoso; no se satisface si se acude a su cita con condiciones: espera con impaciencia que nos demos del todo, que no guardemos en el corazn recovecos oscuros, a los que no logra llegar el gozo y la alegra de la gracia y de los dones sobrenaturales. Quiz pensaris: responder que s a ese Amor exclusivo, no es acaso perder la libertad? Con la ayuda del Seor que preside este rato de oracin, con su luz, espero que para vosotros y para m quede todava ms definido este tema. Cada uno de nosotros ha experimentado alguna vez que servir a Cristo Seor Nuestro comporta dolor y fatiga. Negar esta realidad, supondra no haberse encontrado con Dios. El alma enamorada conoce que, cuando viene ese dolor, se trata de una impresin pasajera y pronto descubre que el peso es ligero y la carga suave, porque lo lleva El sobre sus hombros, como se abraz al madero cuando estaba en juego nuestra felicidad eterna (Cfr. Mt XI, 30.). Pero hay hombres que no entienden, que se rebelan contra el Creador una rebelin impotente, mezquina, triste, que repiten ciegamente la queja intil que recoge el Salmo: rompamos sus ataduras y sacudamos lejos de nosotros su dominio (Ps II, 3.). Se resisten a cumplir, con heroico silencio, con naturalidad, sin lucimiento y sin lamentos, la tarea dura de cada da. No comprenden que la Voluntad divina, tambin cuando se presenta con matices de dolor, de exigencia que hiere, coincide exactamente con la libertad, que slo reside en Dios y en sus designios. Son almas que hacen barricadas con la libertad. Mi libertad, mi libertad! La tienen, y no la siguen; la miran, la ponen como un dolo de barro dentro de su entendimiento mezquino. Es eso libertad? Qu aprovechan de esa riqueza sin un compromiso serio, que oriente toda la existencia? Un comportamiento as se opone a la categora propia, a la nobleza, de la persona humana. Falta la ruta, el camino claro que informe los pasos sobre la tierra: esas almas las habis encontrado, como yo se dejarn arrastrar luego por la vanidad pueril, por el engreimiento egosta, por la sensualidad. Su libertad se demuestra estril, o produce frutos ridculos, tambin humanamente. El que no escoge con plena libertad! una norma recta de conducta, tarde o temprano se ver manejado por otros, vivir en la indolencia como un parsito, sujeto a lo que determinen los dems. Se prestar a ser zarandeado por cualquier viento, y otros resolvern siempre por l. Estos son nubes sin agua, llevadas de aqu para all por los vientos, rboles otoales, infructuosos, dos veces muertos, sin races (Iudae, 12.), aunque se encubran en un continuo parloteo, en paliativos con lo que intentan difuminar la ausencia de carcter, de valenta y de honradez. Pero nadie me coacciona!, repiten obstinadamente. Nadie? Todos coaccionan esa ilusoria libertad, que no se arriesga a aceptar responsablemente las consecuencias de actuaciones libres, personales. Donde no hay amor de Dios, se produce un vaco de individual y responsable ejercicio de la propia libertad: all no obstante las apariencias todo es coaccin. El indeciso, el irresoluto, es como materia plstica a merced de las circunstancias; cualquiera lo moldea a su antojo y, antes que nada, las pasiones y las peores tendencias de la naturaleza herida por el pecado. Recordad la parbola de los talentos. Aquel Siervo que recibi uno, poda como sus compaeros emplearlo bien, ocuparse de que rindiera, aplicando la cualidades que posea. Y qu delibera? Le preocupa el miedo a perderlo. Bien. Pero, despus? Lo entierra! (Cfr. Mt XXV, 18.). Y aquello no da fruto. No olvidemos este caso de temor enfermizo a aprovechar honradamente la capacidad de trabajo, la inteligencia, la voluntad, todo el hombre. Lo entierro parece afirmar ese desgraciado, pero mi libertad queda a salvo! No. La libertad se ha inclinado hacia algo muy concreto, hacia la sequedad ms pobre y rida. ha tomado partido, porque no tena ms remedio que elegir: pero ha elegido mal. Nada ms falso que oponer la libertad a la entrega, porque la entrega viene como consecuencia de la libertad. Mirad, cuando una madre se sacrifica por amor a sus hijos, ha elegido; y, segn la medida de ese amor, as se manifestar su libertad. Si ese amor es grande, la libertad aparecer fecunda, y el bien de los hijos proviene de esa bendita libertad, que supone entrega, y proviene de esa bendita entrega, que es precisamente libertad. Pero, me preguntaris, cuando alcanzamos lo que amamos con toda el alma ya no seguiremos buscando: ha desaparecido la libertad? Os aseguro que entonces es ms operativa que nunca, porque el amor no se contenta con un cumplimiento rutinario, ni se compagina con el hasto o con la apata. Amar significa recomenzar cada da a servir, con obras de cario. Insisto, querra grabarlo a fuego en cada uno: la libertad y la entrega no se contradicen; se sostienen mutuamente. La libertad slo puede entregarse por amor; otra clase de desprendimiento no la concibo. No es un juego de palabras, ms o menos acertado. En la entrega voluntaria, en cada instante de esa dedicacin, la libertad renueva el amor, y renovarse es ser continuamente joven, generoso, capaz de grandes ideales y de grandes sacrificios. Recuerdo que me llev una alegra cuando me enter de que en portugus llaman a los jvenes os novos. Y eso son. Os cuento esta ancdota porque he cumplido ya bastantes aos, pero al rezar al pie del altar al Dios que llena de alegra mi juventud (Ps XLII, 4.), me siento muy joven y s que nunca llegar a considerarme viejo; porque, si permanezco fiel a mi Dios, el Amor me vivificar continuamente: se renovar, como la del guila, mi juventud (Cfr. Ps CII, 5.). Por amor a la libertad, nos atamos. Unicamente la soberbia atribuye a esas ataduras el peso de una cadena. La verdadera humildad, que nos ensea Aquel que es manso y humilde de corazn, nos muestra que su yugo es suave y su carga ligera (Cfr. Mt XI, 2930.): el yugo es la libertad, el yugo es el amor, el yugo es la unidad, el yugo es la vida, que El nos gan en la Cruz.