El Perdón - SJuan Crisóstomo
El Perdón - SJuan Crisóstomo
El Perdón - SJuan Crisóstomo
Dos cosas, pues, son las que de nosotros quiere aqu el Seor: que condenemos nuestros
propios pecados y que perdonemos los de nuestro prjimo. Y el condenar por el perdonar,
porque lo uno har ms fcil lo otro; pues aquel que considera sus propios pecados, estar
ms pronto al perdn de su compaero.
Y no perdonar simplemente de boca, sino de corazn, pues de lo contrario, manteniendo el
rencor, no hacemos sino clavarnos la espada a nosotros mismos. Porque qu es lo que pudo
haberte hecho tu ofensor comparado con lo que t te haces a ti mismo cuando enciendes tu ira
y te atraes la sentencia condenatoria de Dios contra ti? Porque, si ests alerta y sabes obrar
honorficamente, todo el mal recaer sobre la cabeza del ofensor y l ser quien lo pague todo.
Mas, si te obstinas en tu malhumor y enfado, entonces el dao ser para ti, no el que te hace
tu enemigo, sino el que te haces t a ti mismo. No digas, pues, que te injuri y te calumni y
te hizo males sin cuento, pues cuanto ms digas, ms demuestras que es un bienhechor tuyo.
Porque l te ha dado ocasin de expiar tus pecados. Si ms te hubiera agraviado, de mayor
perdn hubiera sido causa. A la verdad, como nosotros queramos, nadie ser capaz de
agraviarnos ni daarnos. Nuestros mismos enemigos nos harn los mayores favores.
Y no digo slo los hombres. Puede haber algo ms perverso que el diablo? Y, sin embargo,
hasta el diablo puede ser para nosotros ocasin de la mayor gloria, como lo demuestra la
historia de Job. Si, pues, el diablo puede ser para ti ocasin de corona, a qu temes a un
hombre enemigo? Mira si no, cunto ganas sufriendo con mansedumbre los ataques de tus
opresores. En primer lugar, y es la mayor ganancia, te libras de tus pecados; en segundo
lugar, adquieres constancia y paciencia; y en tercer lugar, ganas mansedumbre y misericordia.
Porque quien no sabe irritarse contra quienes le ofenden y daan, con ms razn ser manso
con los que le quieren. En cuarto lugar, te limpias definitivamente de la ira. Y puede haber
bien comparable a ste? Porque el que est libre de ira, evidentemente tambin estar libre de
la tristeza, de que es fuente la ira, y no consumir su vida en vanos afanes y dolores. El que
no sabe irritarse, no sabe tampoco estar triste, sino que gozar de placer y de bienes infinitos.
En conclusin, cuando a los otros aborrecemos, a nosotros mismos nos castigamos; y al revs,
a nosotros mismos nos hacemos beneficio cuando a los otros amamos. Sobre todo esto, tus
mismos enemigos, aun cuando fueren demonios, te respetarn; o, para decirlo mejor, con esta
actitud tuya, ni enemigos tendrs en adelante. En fin, lo ms valioso de todo y lo primero de
todo es: as te ganars la benevolencia de Dios; y, si has pecado, alcanzars perdn; si has
practicado el bien, aadirs nuevo motivo de confianza.
Esforcmonos, pues, por no odiar a nadie, a fin de que Dios nos ame. As, aun cuando le
debamos diez mil talentos, se compadecer de nosotros y nos perdonar.
Pero dices que tu ofensor te perjudic? Pues tenle compasin, no le aborrezcas; llrale, no le
rechaces. Porque no eres t el que ha ofendido a Dios, sino l; t ms bien has adquirido
gloria, si lo sabes llevar pacientemente. Considera que, cuando Cristo iba a ser crucificado, se
alegr por s y llor por los que le crucificaban. Tal ha de ser tambin nuestra disposicin de
alma: cuanto ms se nos agravie y perjudique, tanto ms hemos de llorar a quienes nos
agravian y perjudican. Porque a nosotros, slo bien puede venirnos de ello; mas a ellos, todo
lo contrario.
Pero es que me insult, es que me hiri en presencia de todo el mundo! Al instante en
presencia de todo el mundo se cubri de ignominia y deshonor y abri la boca de infinitos
acusadores y teji para ti ms numerosas coronas y junt mayor coro de heraldos de tu
paciencia.
Pero es que me calumni delante de los otros! Y qu tiene que ver eso? cuando ha de ser
Dios el que te ha de pedir cuentas y no esos que oyeran a tu calumniador. A s mismo fue a
quien se aadi materia de castigo, pues no slo tendr que dar cuenta de sus propios actos,
sino tambin de lo que dijo contra ti. l te desacredit a ti delante de los hombres, pero l
qued desacreditado delante de Dios.
Mas, si no te bastan estas consideraciones, considera que tambin tu Seor fue calumniado,
no slo por Satans, sino tambin por los hombres, y calumniado ante quienes ms l amaba.
Y como el Padre, as tambin su Unignito. De ah que ste dijera: Si al amo de casa le han
llamado Belceb, mucho ms se lo llamarn a sus familiares. Y no slo calumni al Seor aquel
maligno demonio, sino que se le dio crdito, y no le calumni en cosas de poco ms o menos,
sino de infamias y culpas gravsimas. En efecto, de El hizo correr que era un endemoniado,
impostor y enemigo de Dios.
Mas es que despus de hacer beneficio se te ha pagado con malos tratos? Pues por eso
justamente has de llorar por quien te los ha dado y alegrarte por ti, pues has venido a ser
semejante a Dios, que hace salir su sol sobre buenos y malos.
Acaso te parezca por encima de tus fuerzas el imitar a Dios. A la verdad, para quien vive
vigilante, ello no es difcil. Pero, en fin, si te parece superior a tus fuerzas, yo te pondr
ejemplos de hombres como t. Ah est Jos, que, despus de sufrir tanto de parte de ellos,
fue el bienhechor de sus hermanos; ah Moiss, que, despus de tanta insidia de parte de su
pueblo, ruega a Dios por l; ah Pablo, que, no obstante no poder ni contar cunto sufri de
parte de los judos, an peda ser anatema por su salvacin; ah Esteban, que apedreado,
rogaba al Seor no les imputara aquel pecado. Considerando tambin estos ejemplos,
desechemos de nosotros toda ira, a fin de que tambin a nosotros nos perdone Dios nuestros
pecados, por la gracia y misericordia de nuestro Seor Jesucristo, con quien sea al Padre y al
Espritu Santo gloria, poder y honor ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amn.