Tulio Halperin Donghi CAP 6
Tulio Halperin Donghi CAP 6
Tulio Halperin Donghi CAP 6
Captulo 6
La bsqueda del nuevo equilibrio (1930-1960)
1 Avances en un mundo de tormenta (1930-1945)
La crisis mundial abierta en 1929 alcanz de inmediato un impacto devastador sobre Amrica Latina,
cuyo signo ms clamoroso fue el derrumbe, entre 1930 y 1933, de la mayor parte de las situaciones
polticas que haban alcanzado consolidarse. Solo paulatinamente iban a descubrir los latinoamericanos
que el retorno a la normalidad no era fcil y que les sera preciso avanzar sobre una etapa imprevisible.
La catstrofe se revisa desde esa perspectiva econmica latinoamericana a partir de la primera posguerra
se descubre cmo ms de uno de los rubros que dieron vigor a la economa exportadora parece haberlo
perdido por entero o haber por lo menos abandonado su claro rumbo ascendente o an deber su
supervivencia a los subsidios que le prodiga el estado.
Mientras los cimientos del orden econmico latinoamericano no tornaban ms endebles, l adquira una
complejidad nueva. En los pases mayores la industrializacin realiza avances significativos, gracias a la
ampliacin de la demanda local sostenida por el previo avance de la economa exportadora y haca ella se
vuelca una parte de la inversin extranjera que antes se atena al crdito, al estado, al sector primario y al
de servicios. El contraste entre la debilidad del viejo ncleo de economa y la tendencia de esta a
expandirse ms all de l se traduce en un desequilibrio que slo puede ser salvado gracias a crditos e
inversiones provenientes de la nueva capital financiera, New York.
La crisis mundial redefini radicalmente los trminos en que esos problemas que venan ya madurando
debieron ser encarados. Sus consecuencias fueron: el derrumbe del sistema financiero mundial y una
contraccin brutal de la produccin y el comercio, que se reflej en los tres aos que siguieron a 1929 en
una disminucin del valor de los trficos internacionales a menos de la mitad.
El derrumbe del sistema financiero significaba la desaparicin de la fuente de recursos que ha mantenido
a flote ms de una economa latinoamericana durante la dcada anterior. Ahora no es solo Latinoamrica
la que se descubre deudora, morosa y arruinada; en Europa devastada por la I Guerra Mundial y
efmeramente reconstruida por el influjo del crdito norteamericano. La insolvencia se convierte muchas
veces en realidad, solo que esta vez el problema es contemplado desde los centros con espritu ms
compresivo que cuando esta afectaba solo a Amrica Latina.
La cada de la economa productiva en los pases centrales impulsaba a una bsqueda febril de mercados
externos capaces de salvarla del colapso, que obligaba a prescindir de las exclusivas fundadas en los
deslices financieros de las naciones que podan proporcionarlo.
Esta no ha solo provocado una disminucin brutal del volumen del comercio mundial; como
consecuencia de ella puede dudarse adems de que la nocin misma de mercado mundial conserve
sentido. Con economas nacionales en constante riesgo de ser ahogadas por el colapso de sus mercados
externos, los EE.UU terminan por ser la nica gran potencia econmica que maneja su comercio
internacional en ese marco que parece sbitamente obsoleto. Mientras, las naciones europeas
continentales se orientan una tras otra hacia acuerdos bilaterales que les permitan asegurar mejor la
reciprocidad del intercambio comercial.
Ese nuevo orden mercantil hace del estado el agente comercial de cada economa nacional, pero bien
pronto la coyuntura le impone funciones an ms vastas. Tocar al estado racionar esos recursos
demasiados escasos, no solo para evitar la agudizacin de conflictos entre empresas y sectores
econmicos, sino para asegurarse que esos recursos se volcaran de la manera econmicamente ms
provechosa, objetivo particularmente urgente en una economa que por otra parte permaneces al borde del
colapso.
As el estado para insensiblemente de administrar arbitrios financieros de urgencia a encarar, utilizando
esas atribuciones nuevas, polticas destinadas a atacar las dimensiones econmicas de la crisis. Con ello,
no har sino reaccionar ante una peculiaridad de la reaccin de los precios ante la crisis, que es decisiva
para Amrica Latina: mientras la industrial se contrae salvajemente, la minera sigue a distancia y en la
agricultura no faltan los casos de productores desesperados que intentan contrarrestar las consecuencias
que para ellos tiene el derrumbe de los precios buscando aumentar la produccin.
El resultado es un nuevo deterioro en trminos de intercambio para pases que se han especializado en la
produccin de productos primarios; las ventajas comparativas que en el pasado han hecho atractiva esa
especializacin estn siendo borradas por esa nueva relacin de precios, y ellos mismo invita a reorientar
a una actividad industrial antes menos prometedora los abundantes recursos humanos y los muchos ms
escasos de capital que encuentran ahora menos hospitalarios al sector primario.
Pero esta alternativa tardar en disearse con claridad; el primer resultado de la crisis en un colapso del
mercado interno para los bienes de consumo y mientras ese mercado interno no presente signos de
reactivacin la industrializacin por sustitucin de importaciones, que aparecer retrospectivamente como
la respuesta a la crisis, no tendr ocasin de implantarse. Mientras ello no ocurra, queda una tarea ms
urgente para el estado: evitar que las reacciones instintivas de los productores primarios ante la catstrofe
venga a agravarla, al agravar la pltora de bienes exportables. Para ello le ser preciso intervenir por va
autoritaria, fijando los precios oficiales y cupos mximos de produccin, y organizando la destruccin de
lo cosechado en exceso, no siempre previa indemnizacin de los productores. La expansin del poder
estatal a esas reas nuevas fue aceptada con una ecuanimidad que reflejaba muy bien conciencia ya
universal de la gravedad de la emergencia que se estaba viviendo.
Eran la hondura de la catstrofe y la inseguridad profunda acerca del rumbo de la economa mundial las
que hacan que los sectores de intereses no solo estuviesen dispuestos a acoger sin protesta la intervencin
del estado en reas de las que en el pasado haban preferido verlo ausente, sino tambin a admitir que ese
estado careca ya de los recursos que en el pasado le haban permitido usar la subvencin como recurso de
gobierno preferible al acto de imperio.
Si el impacto negativo de la crisis del 29 afecto a toda Latinoamrica, la rehabilitacin que se hizo
evidente a partir de 1935 margin, en cambio, a los pases pequeos.
La razn para ello se encuentra en que la industrializacin, elemento ahora esencial de la reactivacin
econmica, requiere para ser viable que el mercado nacional haya alcanzado una cierta dimensin, por
debajo de la cul sera imposible sostenerla. Pero los pases grandes (Mxico, Argentina, Brasil) y medios
(Chile, Per, Colombia) y aun pequeo pero con nivel de vida excepcionalmente alto (Uruguay) iban a
vivir en la segunda parte de la dcada de 30 una rehabilitacin que inclua avances significativos en la
diversificacin de su estructura econmica.
Esas rehabilitaciones alcanzan xitos variables, pero en casi todos esos pases el impacto de la depresin
es ms breve y ligero que en los del centro industrial del mundo, y en particular en Brasil y Argentina se
ofrecen hacia 1937 como brillantes excepciones en un cuadro mundial todava sombro.
La industrializacin comienza en el sector de bienes de consumo. En casi ninguna parte el avance
industrial anterior a la segunda guerra alcanza a sustituir del todo las importaciones aun en esos rubros.
La necesidad de los pases perifricos de importar sobre todo bienes de capital y materias primas est
limitada por la lentitud del crecimiento del parque industrial y contrarrestada por la tenacidad que los
pases industriales buscan distribuir las ventajas derivadas del acceso a mercados externos entre todos los
rubros de su economa, con preferencia por los ms deprimidos. Esta consideracin de torna decisiva
porque la poltica comercial de los pases perifricos reconoce una ms alta prioridad a la rehabilitacin
de sus exportaciones que a la expansin de su sector industrial, y el xito paulatinamente alcanzado en el
primer aspecto conspira contra el ritmo de avance en la sustitucin de importaciones industriales.
Esa industrializacin todava parcial tiende a acentuar las desigualdades en el crecimiento econmico de
las distintas regiones surgidas durante la expansin de exportaciones. La industrializacin avanza all
donde se encuentran no slo sus potenciales consumidores, sino su mano de obra disponible y sus futuros
dirigentes, y todo ello lo ha de encontrar en las concentraciones urbanas ms ligadas a la expansin del
comercio interno e internacional, y en algunas que tienen adems funciones administrativas. Son entonces
las reas que en el pasado se han constituido en emisarias de las metrpolis ultramarinas las que
comienzan a esbozar una nueva como reas metropolitanas de esa economa ms cerrada en s misma que
la crisis est creando.
La segunda guerra mundial va a introducir de nuevo un cambio radical en el contexto externo en que
deben avanzar las economas latinoamericanas, que en poco ms de dos aos (1939-1941) van quedando
aisladas de la mayor parte de los mercados. Esta situacin va a ampliar an ms el papel del estado en la
orientacin y control de la economa. A ello obliga entre otras circunstancias el nuevo rgimen de
comercio internacional, que se perfecciona luego de la entrada de los EE.UU. en la guerra, y que agrega
al racionamiento administrativo de los fletes aun disponibles para el comercio latinoamericano la
introduccin de un monopolio de compras de todos los productos de inters para las Naciones Unidas
(UN) en guerra, cuya administracin era confiada a otros organismos similares.
La segunda guerra reaviva la demanda externa, que no se ha recuperado totalmente de las consecuencias
de la crisis, pero ese efecto se hace sentir de modo muy desigual, y afecta ms bien a los volmenes
importados que a los precios. La situacin es muy distinta en cuanto a la importacin: a las insuficiencias
de una infraestructura que se ampla se suman las fallas tcnicas de las industrias mismas, creadas o
ampliadas con medios de fortuna cuando es imposible importar maquinarias o herramientas de los pases
metropolitanos, y la ausencia de otras importaciones de estos permite por otra parte ignorar la incidencia
de ese primitivismo tecnolgico sobre el costo de produccin.
Mientras dura la guerra, las industrias de los pases mayores de Am. Lat. Conquistan el mercado
internado y avanzan hacia la exportacin. Para hacer esto posible, los pases mayores buscan suplir la
escasez de fletes creando flotas nacionales. De nuevo, el transporte as asegurado no hubiera podido
competir en volumen, precio y calidad de servicio con los ofrecidos en tiempos normales por las grandes
empresas navieras, pero estos tiempos no lo eran.
El fin de la guerra encuentra as a una Am Lat. cuya economa ms radicalmente desequilibrada y ese
desequilibrio puede vrselo y tocrselo a travs de la experiencia de vivir en ciudades en que el
crecimiento demogrfico e industrial ha creado un dficit energtico que pronto obligara, cuando la
Europa vuelva a recobrar su equilibrio, a opacarlo a travs de racionamientos cada vez ms severos, y
donde la concentracin de recursos en la cada vez ms lucrativa expansin industrial, en medio de una
avance ahora ms rpido de la urbanizacin, que halla cada vez ms difcil mantener los niveles de vida a
los que su ubicacin en la sociedad le permite aspirar, como consecuencia de la caresta creciente de la
vivienda y la escasez de servicios que considera esenciales.
En 1945, entonces, se ha madurado universalmente una conciencia muy viva de que las economas
latinoamericanas afrontan una encrucijada decisiva, que sus problemas nuevos y viejos se han agravado
hasta un punto que hace impostergable una reestructuracin profunda. A la vez, no se deja de advertir que
en medio de todos esos problemas las naciones latinoamericanas se han constituido por primera vez en su
historia en acreedoras netas frente a Europa y EE.UU.
Pero si ese desenlace apareca prometedor, esta presentacin necesariamente lineal del avance econmico
que se da en la estela de la crisis y la guerra corre riesgo de hacer olvidar no solo que todo fue vivido en
el subcontinente bajo el signo de la incertidumbre, sino que esa incertidumbre misma vino pronto a
sumarse a la que iba a inspirar la gravitacin creciente de las consecuencias de la crisis ms all de la
esfera econmica.
Entre las razones de incertidumbre que brotan fuera de la esfera econmica ninguna es quiz ms
poderosa que la inminencia cada vez menos dudosa de una crisis quiz mortal del orden mundial. Ese
orden, que haba sufrido ya, con la primera guerra mundial, un golpe del que no se haba nunca
recuperado del todo, pareca derivar a una confrontacin an ms devastadora, originada en ese mismo
ncleo europeo, y ello como consecuencia de la agudizacin de los conflictos entre las mayores potencias,
en la que era posible reconocer una consecuencia por lo menos indirecta de la crisis.
Fue el agravamiento progresivo de la crisis poltica internacional, que pronto la lanz sobre un plano
inclinado que conduca ineluctablemente a la guerra, el que vino a contrarrestar en buena medida las
consecuencias negativas que la crisis econmica, financiera amenazaba alcanzar sobre el ritmo de avance
de los EE. UU. En Latinoamrica. La alarma suscitada por el ingreso de la poltica internacional en una
zona de tormenta disminuy las reservas latinoamericanas ante la dimensin poltica de ese vnculo
necesariamente desigual con la gran potencia del norte. Roosevelt y su poltica de buena vecindad
hemisfrica, plantea como el New Deal, pareca ms nueva de lo que en verdad era.
Esta poltica renunciaba a la intervencin directa y unilateral, y buscaba en cambio vigorizar los
organismos panamericanos, que con ampliadas atribuciones deban transformarse en instrumentos
principales de la poltica hemisfrica de los EE. UU. El abandono de la intervencin armada no supona
por cierto la renuncia al ascendiente ya ganado mediante ella en Am. Central y las Antillas. En los pases
que haban sufrido la ocupacin militar norteamericana, la potencia interventora, haba creado fuerzas
armadas locales que le conservaban fidelidad; el influjo de estas iba a asegurar la consolidacin de
regmenes dictatoriales a la vez estables y devotos a los intereses norteamericanos. Esto no significaba
por cierto que la presin poltica directa deje de emplearse.
La introduccin de la poltica de buena vecindad elimina el obstculo ms vistoso a la aceptacin del
panamericanismo en Latinoamrica, pero es el derrumbe de esa ltima versin del orden internacional
centrado en el concierto de Europa, que haba encontrado tardo marco institucional en la Liga de
Naciones el que influye ms activamente para restar eficacia a reticencias que estn por cierto lejos de
desaparecer del todo, y logra que la posibilidad de organizar un orden panamericano abrigado contra las
tormentas del viejo mundo por el prestigio y la fuerza de los EE. UU. Sea vista por la opinin
latinoamericana con nimoms abierto.
Las dificultades para la consolidacin del panamericanismo no vinieron entonces del eco de las nuevas
experiencias polticas en curso en el viejo mundo. Tampoco provinieron de la accin estadounidense
segua siendo de una potencia hegemnica de mano nada blanda, o de que su poltica econmica se
desentenda de la bsqueda de cualquier reciprocidad de ventajas con los pases con los que estableca
contacto: todo esto contaba menos desde que la consolidacin del panamericanismo pareca ofrecer
ventajas directas a os pases latinoamericanos. Por el contrario, los obstculos del panamericanismo
siguieron proviniendo sobre todo de los pases ms ligados a metrpolis europeas.
Se llegaba as a la II Guerra Mundial, desencadenada esta, la conferencia Panamericana de Panam creaba
una vasta zona ocenica en torno a EE. UU. Y Latinoamrica, dentro de la cul reclamaba que los pases
beligerantes, se abstuvieran de actos de guerra. Aunque el valor jurdico de esta declaracin era ms que
dudoso, y la voluntad de imponerla por la fuerza a los pases en guerra faltaba por completo, la
conferencia de Panam no dej de tener consecuencias significativas: el movimiento panamericano
tomaba por primera vez posicin poltica unnime frente a una emergencia internacional, y pareca
esbozar su transformacin en una liga de neutrales.
Pero esa transformacin estaba destinada a no madurar. La neutralidad no era la poltica definitiva de los
EE. UU. Frente al conflicto mundial.
Los EE. UU. Manejaron su poltica internacional sin recurrir nuevamente a un mecanismo panamericano;
arrendaron as unilateralmente bases navales en posiciones britnicas, y ocuparon juntamente con Brasil
la Guayana holandesa. Solo despus de producido el ingreso de los EE. UU. A la guerra, el mecanismo
panamericano volvera a ser puesto en movimiento: 1942 se reuna en Ro de Janeiro una conferencia
panamericana que se limit a recomendar la ruptura de las relaciones con las potencias del Eje; Chile iba
a tardar un ao y Argentina dos, antes de recoger esa recomendacin.
En cambio, la nueva poltica norteamericana encontraba apoyos entusiastas en otros pases
latinoamericanos. Mxico aprovechaba la coyuntura de guerrera para retornar sin humillantes
retractaciones a una poltica amistosa con su poderoso vecino; Brasil la utilizaba para acrecer su
importancia militar y poltica en Am. Lat.
La guerra iba a devolver a los EE. UU. A una poltica de ms abierta intervencin sobre Latinoamrica;
en especial contra Argentina, regida desde 1943 por un gobierno militar, iba a ejercer presiones cada vez
ms violentas; a comienzos de 1944, agregando a las pruebas de que algunos agentes consulares
argentinos eran a la vez agentes secretos para Alemania, EE. UU. Amenaza intervenciones precisas
logrando la debilidad de la presidencia de Ramrez provocando su derrocamiento y continuacin suba al
poder del Gral. Farell. La conferencia panamericana de Mxico en 1945 adre sin embargo, la puerta para
el retorno de Argentina a la comunidad americana, facilitado cuando el nuevo gobierno militar declara la
guerra a Alemania.
Al reintegrar a Argentina a los organismos panamericanos, la conferencia de Mxico aseguraba una
unanimidad por lo menos formal en el apoyo a una profunda transformacin de este. La transformacin
de la Unin Panamericana en un organismo regional defini segn las lneas de la Carta de UN, que entre
otras tareas reciba la de dirigir la resistencia a cualquier agresin externa contra el rea americana.
As, aunque desde la perspectiva de 1945 Latinoamrica pareca haber capeado la crisis sin sufrir daos
sustanciales en su economa y sin haber debido afrontar las pruebas de la II GM impuso a casi todo el
resto del planeta, tanto en su dimensin econmica como en la poltica-internacional, el orden mundial en
el que Latinoamrica haba largamente buscado, y finalmente encontrado, su lugar.
El proceso por el cul la crisis econmica vino a desembocar en una crisis global del sistema poltico, al
agudizar la crisis de las ideologas, y agravar su impacto sobre los conflictos polticos internos de cada
pas. En efecto, la crisis econmica por una parte vino a dotar de atractivo nuevo a una revolucin
socialista que en la dcada anterior haba sido en vano propuesta por un modelo para Europa y el mundo,
y por otra parte populariz otras soluciones que proponan reformar radicalmente la estructura del estado
para permitirle tomar a su cargo la rehabilitacin de la economa productiva en el marco de un
capitalismo sin duda modificado. Como consecuencia de ello, el nuevo conflicto mundial no tendr por
tema exclusivo los conflictos entre ciertas grandes potencias, sino incluir, una importante dimensin
ideolgica-poltica. He aqu un signo particularmente clamoroso de que otro segmento esencial del
consumo ideolgico de los pases ms avanzados, en el que Latinoamrica se haba acostumbrado a
buscar gua e inspiracin, haba dejado paso a la ms cruel discordia
Esa situacin encontrar eco en una ampliacin de las alternativas ideolgicas frente a las cuales deben
optar los actores del drama poltico latinoamericano. En ms de un pas han surgido desde fines del siglo
anterior corrientes anarquistas y por su parte la socialdemocracia de inspiracin marxista.
En la dcada del 30 el movimiento comunista intentar organizarse en casi todos los pases
hispanoamericanos, y a lo largo de ella alcanzar una presencia significativa en la vida poltica del Brasil,
Chile y Cuba y an ms reducida pero no por eso desdeable en otros pases que van de Argentina y
Uruguay hasta Colombia y Venezuela. Sus avances se deben sobre todo a la inseguridad sobre el rumbo
que tomar un mundo econmicamente en ruinas lo que crea para las propuestas polticas del comunismo
una audiencia que va considerablemente ms all del squito que es capaz de reclutar entre las clases
populares.
El movimiento que tuvo por fundador e idelogo a Vctor Haya de la Torre, el agitador estudiantil
desterrado por Legua, propugnaba la instauracin en el poder de un rgimen revolucionario, apoyado en
la clase obrera y el campesinado, unidos bajo la tutela poltica e ideolgica de las clases medias. La tarea
de ese estado antiimperialista sera redefinir el vnculo desigual con los pases hegemnicos para
asegurar que en Am Lat. El imperialismo se constituir en la primera fase de un desarrollo capital
vernculo. La frmula poltica as inventada por el aprismo estaba destinada a alcanzar un amplio eco
latinoamericano luego de la II GM
Ese eclecticismo ideolgico latinoamericano que hallamos reflejado en las formulaciones apristas domina
tambin las tentativas de renovar el bagaje de ideas de la derecha latinoamericana, bajo signo fascista o
catlico, que por otra parte se reflejaron sobre todo en la incipiente reorientacin de corrientes polticas
preexistentes, y solo lograron inspirar dos movimientos nuevos, el integral ismo brasilero y el
sinarquismo mexicano, que se revelaron capaces por un momento de desplegar inesperado vigor.
Lejos de agregar nitidez a los conflictos sociales que pugnan por encontrar expresin poltica, el impacto
de la crisis hace ms difcil descifrar el impacto que ellos alcanzan sobre una vida poltica cuyos actores
deben avanzar a tientas en un mundo que no comprenden, guiados por convicciones ideolgicas que no
saben cmo reemplazar, pero en las cuales no pueden depositar la misma fe que en el pasado.
Esos procesos presentan casi todos ellos un rasgo comn: la crisis y sus consecuencias directas e
indirectas originan tensiones que la mayor parte de las situaciones polticas hallan difcil afrontar. En
aquellos pases en que la ampliacin de la base poltica se haba traducido en una democratizacin del
rgimen en un marco liberal-constitucional tanto aquella como este se ven afectados.
En toda Latinoamrica los regmenes en el poder, las oposiciones que los combatan, las fuerzas nacientes
que desde los mrgenes acechaban su oportunidad, coincidan en la conviccin de que la segunda
posguerra abra una etapa radicalmente nueva, en que seran tambin nuevas as reglas del juego poltico y
nuevo el contexto en que las naciones latinoamericanas deberan seguir buscando un lugar para sus
economas en un orden mundial que no era seguro que hubiese dejado atrs la etapa de arrasadoras
turbulencias abierta en 1929, pero no podra sino ser decisivamente influido por el retorno de la paz.
1 En busca de un lugar en el mundo de posguerra (1945-1960)
Las naciones latinoamericanas coincidan explcita o implcitamente en creer que el giro favorable que en
lneas generales la guerra haba impreso a las economas latinoamericanas iba a mantenerse y
consolidarse en la posguerra; los persuada de ello el espectculo de un viejo mundo reabierto al trfico
internacional y necesitado de todo lo que Latinoamrica poda aportar, desde alimentos hasta materiales
para la reconstruccin y materias primas para la industria. El recuerdo de la anterior posguerra los
convenca adems de que, por exitosa que fuese esa reconstruccin, ella no sera capaz de imprimir a las
economas industriales el dinamismo suficiente para absorber la mayor parte de su propia produccin para
el consumo, y por lo tanto la necesidad de encontrar desemboque para ella en la periferia ayudara a
mantener el ritmo de las exportaciones de esta una vez cerrada la etapa de reconstruccin.
Dada la compartida confianza en el futuro, las disidencias se daban sobre todo en torno al mejor modo d
utilizar las oportunidades. Aunque las variaciones eran desde luego muchas, las alternativas
fundamentales que venan a oponerse en esos debates era dos>: la primera y ms obvia la continuacin
del proceso industrializador favorecido por la crisis y todava ms por la guerra. Se ha visto ya que las
naciones latinoamericanas llegaban a la hora de la paz con un sector industrial a la vez vertiginosamente
expandido y muy frgil. Ahora se daba una oportunidad de corregir esas fallas y seguir avanzando sobre
bases ms slidas; para ello se contaba con los saldos acumulados gracias al supervit comercial de
tiempo de guerra, y segn se esperaba con la prosperidad futura del sector exportador, asegurada por la
acrecida demanda de una Europa en reconstruccin.
Esta solucin requera que los fondos creados por el sector primario-exportador fuesen transferidos al
industrial, y era este precisamente el punto en torno al cual iba a estallar la discordia. La industrializacin
haba sido una solucin de emergencia impuesta por las perturbaciones introducidas en el comercio
mundial por la crisis y el aislamiento de guerra; vuelta la normalidad recuperaban toda su fuerza las
ventajas comparativas que en Latinoamrica favorecan al sector primario. Un argumento suplementario
alegaba tambin que, si las predicciones universalmente compartidas que anticipaban una prosperidad
prolongada del sector se revelaban erradas, poda confiarse plenamente en que los intereses que lo
controlaban se orientaran espontneamente a la actividad industrial, que les asegurara en ese caso
mejores lucros.
De este modo el sorprendente consenso que durante la crisis haba acompaado a innovaciones tan
radicales como el avance dramtico del estado en el gobierno de la economa, y la industrializacin que se
desarroll bajo su gida, es reemplazado por un disenso profundo, y este cambio no afecta tan solo el
debate tcnico o ideolgico en torno al manejo de la economa, sino tambin al proceso poltico social en
efecto, a la vez que una distribucin de lucros, lo que est en juego es el perfil de las sociedades
latinoamericanas y la distribucin dentro de ellas del poder poltico.
La presencia de una solucin alternativa que goza de apoyos internos y externos nada desdeables influye
no solo en el contexto poltico en que siguen avanzando los proyectos industrializadores, sino tambin en
las modalidades socioeconmicas de estos. Puesto que lo que le permite prevalecer sobre la solucin rival
es el apoyo con que cuenta en franjas de la sociedad que van mucho ms all del grupo empresario
industrial, el proyecto industrializador solo es viable en el marco de un conjunto ms amplio de
soluciones poltico sociales necesarias para retener ese apoyo ms generalizado. As la industrializacin
debe avanzar manteniendo el entendimiento con la clase obrera industrial, pero tambin con las clases
populares urbanas en cuanto consumidoras, que hace su vez necesaria la proteccin de sus ingresos reales
y la ampliacin de sus fuentes de trabajo ms all de lo que el crecimiento industrial puede asegurar por s
solo. Estos objetivos se cubrirn en parte por la iniciativa del estado.
Este nace as con una carga abrumadora de precondiciones necesarias para asegurar su viabilidad poltica,
de la que desde luego depende su supervivencia. No es sorprendente entonces que la lucha cotidiana por
esa supervivencia haya exigido un esfuerzo demasiado absorbente para que fuese posible conceder
atencin prioritaria a la actualizacin tecnolgica que, como todos haban convenido en 1945, era la nica
que poda asegurar a largo plazo.
No se trataba tan solo de que para atenuar la ineficiencia del sector industrial, no bastaba modernizar su
tecnologa, y se hacan tambin urgentes vastas inversiones de infraestructura, desde caminos hasta
fuentes de energa, mientras no podan postergarse tampoco indefinidamente las demandas por las
insuficiencias acumuladas en otros sectores, de la vivienda hasta las comunicaciones. Ms grave era que
ese programa mucho ms amplio y oneroso de lo que se haba gustado imaginar, deba ser afrontado por
una Latinoamrica que se descubra en posicin menos holgada de lo que haba credo en 1945.
Sin duda las necesidades de reconstruccin europea incidan positivamente en la demanda de los pases
industriales, pero tambin afectaban de modo menos positivo a su oferta; mientras la ya clara tendencia al
alza de los precios de los productos industriales invitaba a invertir rpidamente las reservas acumuladas
en la guerra. Buena parte de los bienes de Latinoamrica aspiraba a importar eran canalizados
prioritariamente hacia Europa.
Las naciones latinoamericanas fueron paulatinamente renunciando a encarar prioritariamente la
modernizacin econmica que haba sido su primer objetivo para la posguerra, y se fijaron en cambio el
slo aparentemente ms modesto de asegurar la supervivencia de una industria incurablemente primitiva,
mediante transferencias de recursos sobre sectores impuestas a travs de la manipulacin monetaria.
Al mantener alto el valor de la moneda nacional en divisas extranjeras, a la vez que se disminuan los
ingresos de los exportadores, se aseguraban importaciones baratas. El control del mantenimiento sobre
estas aseguraba que ellas no vendran a competir con la industria nacional, sino por el contrario a
proporcionarle los insumos que necesitaba.
Pero la solucin, que tiene cosas en comn con la practicada en Mxico porque arroja una parte
desproporcionada del costo del proceso de urbanizacin e industrializacin sobre el sector primario, es
menos fcil de implementar porque los terratenientes nacionales, empresas mineras internacionales y
compaas de transporte y comercio a los que golpea no comparten la resignada pasividad de los
ejidatarios mexicanos. Si solo ocasionalmente logran dar expresin polticamente eficaz a su protesta
responden son un estancamiento a aun baja de la produccin que, sumados al fin de la posguerra y de su
breve resurreccin en la estela de la crisis coreana, ya a mediados de la dcada de 1950 conducen al
agotamiento de esta solucin econmica y amenazan la supervivencia de las soluciones polticas que se
han identificado con ella.
Este agotamiento se reconoce en dos signos alarmantes. Uno es una inflacin que tiende a acelerarse, en
la medida en que se busca en ella, a la vez que los recursos fiscales que la manipulacin del comercio
provee cada vez menos, un modo de posponer o disimular los reajustes que el funcionamiento cada vez
ms defectuoso de ese esquema impone. El otro es un desequilibrio creciente en la balanza comercial,
debido sobre todo a la languidez de las exportaciones. Uno y otro sntoma tienden a reforzarse
mutuamente, en cuanto la solucin al segundo problema es la devaluacin y la inflacin viene a corrige
las consecuencias negativas de esta sobre los asalariados y consumidores, pero a la vez corroe las
positivas, hasta tal punto que hace pronto necesaria una nueva devaluacin.
Con la segunda oleada de industrializacin caracterizada por la inversin de capitales extranjeros en este
sector, se halla el punto de convergencia que hizo posible injertar en las economas que amenazaban
estancarse un nuevo sector que se esperaba dotado de dinamismo suficiente para devolverlas su antiguo
vigor. Esa novedad supona mucha ms que la ampliacin del sector industrial; traa consigo una
diferenciacin dentro de este, cuya consecuencia era que el impacto social de la nueva oleada
industrializadita se iba a revelar en muchos aspectos diferente del de la etapa previa.
Ello ocurre as en cuanto a su capacidad de crear empleo, que resultada ahora mucho ms limitada. Las
nuevas industrias se insertan en ramas en la que productividad del trabajo es ms alta que en las ya
establecidas. Su presencia ensancha las filas de la clase obrera ms calificada y mejor pagada, pero
contribuye mucho menos significativamente a ampliar la demanda total de mano de obra industrial. Si
esa nueva industria hace sentir su peso positivo solo en los niveles ms altos del mundo del trabajo, su
produccin se vuelva a la vez preferiblemente sobre los sectores ms altos de la sociedad en su conjunto.
La industria textil, la qumica, la farmacutica, dominantes en la primera oleada industrializadita, haban
comenzado a concentodarse en producto de bajos requerimientos de calidad o cuya produccin no
demandaba demasiado costosa tecnologa. Su prosperidad dependa del acceso a un pblico que se
aproximaba a identificarse con una sociedad entera, y se concentraba en sus sectores ms populares; aun
la primera etapa de la industria elctricas se alejaba demasiado de esa pauta originaria; y todava a
comienzos de la dcada del 50 el ingreso de Argentina en la era del automvil fue precedido por la
introduccin del moto-scooter, orientado todava a un mercado masivo, ya que se propona ofrecer a las
grandes masas urbanas una alternativa a un sistema de transporte publico cercano en ese momento al
colapso.
En consecuencia, mientras la industria tradicional tiene razones no solo polticas sino tambin
econmicas para aceptar encuadrarse en un esquema industrializador que mantena constante atencin a
los intereses de los trabajadores y asalariados, esas razones econmicas han perdido vigencia para la
nueva industria. Pero es difcil medir la incidencia concreta de esa novedad en el curso del proceso
poltico y social latinoamericano, sobre todo porque mientras la nueva industria, que se desinteresa de la
salud del mercado de consumo ofrecido por los sectores populares, paga salarios satisfactorios, la
tradicional, que depende ms de ese mercado pero no recupera su pasada prosperidad, descubre que est
cada vez menos en condiciones de hacerlo.
Pero esa reorientacin de las demandas hacia sectores ms altos tiene otra consecuencia mucho ms
directamente tangible: ella crea mercados mucho ms estrechos para industrias cuya tecnologa le fija el
volumen mnimo de produccin de cual no son ya viables. La consecuencia es que sern menos las
naciones que ingresen a esa nueva etapa; solo Brasil y menos slidamente Mxico sern capaces de
afirmarse en ella para avanzar an ms all en el camino de la madurez econmica; en cambio Argentina
encontrara difcil mantenerse en ese nuevo nivel de industrializacin e imposible superarlo, y en Chile y
Per la tentativa de alcanzarlo no ser ms que un incidente sin consecuencias significativas para la
economa en su conjunto.
Ms pronto se hicieron sentir en cambio las modalidades de este nuevo estilo de industrializacin. La ms
significativa de todas es que esta no avanza sustituyendo importaciones, que para los rubros en que se
concentra ha sido interrumpidas ya hace dcadas; en consecuencia su implantacin no corrige el
desequilibrio externo, sino tiende a acentuarlo. Sin duda, tal como alegan los defensores de la teora
desarrollista, esta abre el camino para etapas ms avanzadas de diversificacin econmica en las cuales se
espera que ese desequilibrio sea finalmente corregido, pero ese camino se anuncia largo, y mientras se
termina de recorrerlo el recurso a la inversin y el crdito externo se hace imprescindible para evitar una
nueva cada en el estancamiento.
El acceso al crdito se est haciendo cada vez menos difcil, a medida que crece la abundancia de
capitales en los pases del centro.
Sin duda esta innovacin no impide continuar reservando el mercado interno para la industria nacional, ya
que para ello permanece disponible el instrumento tradicional ofrecido por la tarifa de impuestos a la
importacin. Pero aunque as ocurra, esa modificacin de la solucin econmica introducida para
asegurar el amenazado predominio del alineamiento poltico-social consolidado en la inmediata posguerra
abre el camino para una transformacin ms profunda y general, que completara la ya comenzada ruina
de la fortuna poltica de ese alineamiento.
Ya antes de que ello ocurra se hace evidente que ni aun un xito ms completo del experimento
desarrollista hubiese bastado para devolver a las soluciones polticas que esperaban rejuvenecerse a travs
de l la capacidad de movilizar el apoyo homogneo de vastas mayoras populares. La incorporacin de
nuevos grupos a la vida poltica, viene a sumarse al impacto poltico de la inflacin, que tiene impacto
muy desigual sobre los diferentes grupos aunados en el sequito de esos movimientos, y tiende a
fragmentarlo. Ambos procesos han llegado quizs demasiado lejos para que el descubrimiento de una
formula econmica de reemplazo fuese suficiente para contrarrestar sus consecuencias.
Por detrs de todo esto se adivina la gravitacin de otra novedad an ms inquietante: el cambio social
parece estar adquiriendo en Latinoamrica un dinamismo nuevo, alimentado en buena medida por el
crecimiento cada vez ms rpido de la poblacin.
Un tema que no se podr eliminar por mucho tiempo de las agendas polticas es el del estatuto de las
tierras. Mientas crece la tensin social en el campo, las insuficiencias econmicas del sector rural reciben
atencin nueva tambin por otros motivo: quienes se identifican con la solucin industrializadita estn
aprendiendo a presentar a esas insuficiencias por la razn por la cual la economa parece haber quedado
encerrada en un callejn sin salida: las cusas ultimas del estancamiento que se refleja en la perdida de
velocidad del proceso de industrializacin residen en el atrs tecnolgico y econmico de la agricultura,
que condena a muy baja productividad y que extrema la estreches del mercado interno, en la que se
descubre un freno poderoso a cualquier nuevo avance de la industrializacin. La reforma agraria aparece
as como tema urgente en la agenda latinoamericana, y mientras ya a comienzos de la dcada del 50 tanto
la revolucin guatemalteca como la boliviana la ponen en el centro de su programa de cambio, hacia fines
de ella ha ganado tambin un lugar en los de reforma econmica bajo signo no revolucionario.
El crecimiento demogrfico sumado a la rigidez del orden rural, se traduce por aadira en la velocidad
nueva en la que avanza la urbanizacin. A una dcada de distancia se hace ya evidente que los rasgos que
en 45 haban parecido consecuencia efmera de las modalidades de cambio econmico haba adquirido
durante la guerra ofrecan solo un anticipo muy modesto de los que iban a dominar con fuerza creciente la
experiencia urbana a partir de esa fecha.
Desde el comienzo el proyecto de industrializacin, para mantener de un apoyo popular del que no poda
prescindir, haba debido adaptarse a exigencias de esa base de apoyo que venan a hacer menos fcil su
xito, ahora iba a encontrar rivales que intentaran disputarle la lealtad de est proponindole desde la
derecha y la izquierda prioridades alternativas, que respondan quizs mejor a las necesidades inmediatas
de una poblacin demasiado numerosa para encontrar ocupacin en la industria, pero capaz de un modo u
otro de insertarse en la economa urbana, y que senta duramente el peso de las carencia que eran
consecuencia de esa urbanizacin salvaje.
De este modo una problemtica social que no ha permanecido por cierto ignorada hasta entonces, pero
cuya solucin se haba esperado de la conquista de la plena madurez econmica, que hara finalmente
posible niveles de vida comparables a los de los pases centrales, pasa decididamente a primer plano y
comienza a redefinir los trminos en que se plantea el conflicto poltico social. Esa redefinicin es por
otra parte, favorecida por el contexto mundial en que avanza la experiencia latinoamericana en esta
segunda posguerra, en la cual la efmera concordia entre los vencedores deja muy pronto paso a la guerra
fra.
Lo que define sobre todo ese contexto es la transformacin de la potencia dominante en el hemisferio en
la primera potencia mundial, que es consecuencia de la enorme concentracin en ella de poder
econmico y militar. La guerra fra al organizar las relaciones internacionales en un sistema bipolar en el
cual la potencia antagonista de los EE. UU., debilitada en sus recursos econmicos y humanos por la
guerra, no puede constituirse en autentica rivalidad de aquellos, viene a consolidar ese dato bsico del
nuevo orden planetario que es la hegemona norteamericana, a la que se allanan no solo los antiguos
poderes rivales doblegados por la derrota, sino aun los partcipes de una victoria que los ha arruinado
hasta el punto de no poder pensar siquiera en prescindir del auxilio estadounidense.
Por otra parte la guerra fra era algo ms que un conflicto entre grandes potencias, en cuanto a la URSS,
rival de los EE. UU. Se identifica con un nuevo orden econmicos social impuesto all por va
revolucionaria, y la expansin de la hegemona territorial de esa heredera socialista del imperio ruso sobre
Europa centro-oriental se tradujo bien pronto en la implantacin de ese modelo a travs de procesos
polticos en que la ausencia de un espontneo impulso revolucionario era suplida por el influjo de la
potencia vencedora. La tradicional vocacin expansiva rusa se tornaba ms temible desde que apareca
acompaada de la voluntad de imponer cambios sociopolticos que sectores no solo muy influyentes, sino
claramente mayoritarios en Europa Occidental contemplaban con horror. De este modo todava la
dimensin ideolgica de la guerra fra facilito la reorganizacin de los pases centrales en un sistema
dominado poltica y militarmente por los EE. UU. Que pronto busco expandirse hasta cubrir todas las
reas del planeta que haba escapado a la hegemona sovitica, a travs de un sistema de pactos regionales
apoyados todos ellos en el podero estadounidense.
Argentina, que en dcada anterior haba encontrado modo de frustrar proyectos menos ambiciosos, estaba
demasiado ansiosa por salir de la marginacin a que haba conducido su actitud durante el conflicto, para
oponerse a ese avance decisivo de un panamericanismo al que segua viendo sin simpata. En 1947, en los
albores de la guerra fra, la conferencia de Ri de Janeiro deba crear mecanismos a travs de los cuales la
nueva organizacin podra atender a sus cometidos, y en primer trmino el de organizar la repulsa de
cualquier agresin extra continental a una muy vasta regin americana, que inclua territorios de
estados que no eran miembros de la organizacin.
Para 1947 los avances realizados por los partidos comunistas latinoamericanos desde la depresin, y
acelerados desde 1941 en el contexto de la alianza norteamericano-sovitica, estaban siendo eficazmente
contrarrestados, y su eliminacin pareca solo cuestin de tiempo. Pero si Latinoamrica pareca no dar
motivos de alarma, otros hechos sugeran que, el signo sociopoltico bajo el cual avanzada la hegemona
norteamericana era una menos segura carta de triunfo que en estos. En 1949 la victoria comunista de la
guerra civil en China y la consiguiente instauracin de la Republica Popular vino a sumar sus efectos a
los de la prdida del monopolio atmico de Occidente para cambiar el temple del conflicto mundial
contemplado de Washington. Esos EE. UU. Que en pocos aos y casi sin advertirlo haba conquistado la
hegemona mundial comenzaban a verse a s mismos como una fortaleza asediada.
En 1959, cuando se abri la siguiente crisis en el sistema panamericano, mucho de los que pareca en
germen en 1954 haba tenido tiempo de fructificar, aun antes de entrar en esa poca de prosperidad
inaudita que iba a ser la del 60 La URSS hallaba prometedora la culminacin final del proceso de
descolonizacin, y no solo all donde, como en Vietnam, esta era impuesta por una rebelin de los
pueblos coloniales bajo el liderazgo comunista. A su juicio el agotamiento de la hegemona Europea sobre
Asia y frica abra tambin oportunidades menos dramticas de expandir la presencia y el influjo
sovitico. Por su parte EE. UU. Estaban admitiendo ya que para manejarse en ese contexto nuevo les era
preciso desarrollar estrategias ms verstiles que las de la guerra fra.
El desenlace socialista de la revolucin cubana vino a restaurar para siempre el campo de fuerzas que
gravitaba sobre las relaciones entre norte y sur del continente, en cuanto hacia real y tangible una
alternativa hasta entonces presente solo en un horizonte casi mtico. Ella habra sido una etapa nueva en
este. Y lo haca de modo tanto ms conveniente por cuanto tambin los datos de la realidad econmica
interna e internacional que en la entrada en la posguerra parecan destinados a seguir gravitando
indefinidamente en el futuro, y a partir de los cuales se haba definido opciones socioeconmicas
apoyadas por vastos movimientos polticos. Los primeros quince aos de la segunda posguerra se
presentan as en Latinoamrica como una etapa ms fcilmente acatable que las otras, aunque como
siempre los rasgos que la constituyen como tal, y que gravitan por igual sobre la trayectoria de las
naciones latinoamericanas, se combinan en cada uno de ellas con otros de alcance menos universal para
imprimirles lneas de avance socioeconmico y tambin poltico que estn lejos de mantenerse
constantemente paralelas.
El punto de partida de esta etapa est dominado por las expectativas econmicas y polticas creadas por el
ingreso en la posguerra. Las primeras afectan sobre todo a los pases que han sido tocados por los avances
de la industrializacin; las segundas inciden sobre todos por igual, en cuanto a la victoria de las N.U
parece haber privado para siempre de la legitimidad poltica a esas corrientes de derecha hostiles al
rgimen de democracia liberal que por un momento parecieron de gobierno de las dictaduras vernculas,
y la presencia de la URSS en la coalicin victoriosa, que no se espera le d gravitacin en el nuevo
mundo, no refuerza la muy desmedrada alternativa revolucionaria a ese rgimen, sino la exigencia de
verlo integrar entre sus objetivos los de reforma social a los que en el pasado solo ha concedido atencin
limitada y episdica.
Argentina y Brasil son los dos ejemplos ms puros de lo que luego los estudiosos de la poltica
latinoamericana llamaran popularismo, los nicos quizs en los cuales ese elusivo movimiento es algo
ms que una criatura depuesta a imponer una artificial regularidad de libreas a un proceso excesivamente
heterogneo y confuso. Las diferencias que corren entre Brasil y Argentina se reflejaran en varios mbitos
de sus experiencias populistas. En Argentina, pas ms urbanizado e industrializado, marcado
histricamente por una crnica escasez de poblacin solo corregida mediante un aluvin inmigratorio
proporcionalmente mucho ms cuantioso que el recibido por Brasil, y que desde temprano en el SXX
adquiere un perfil demogrfico de pas modernizado, la poblacin viene creciendo con una lentitud que
no deja de provocar alarma. Ya las primeras etapas del proceso industrializador, las fuentes obvias de
mano de obra derivadas de la migracin a las ciudades se anuncia menos inagotables que la que
proporciona el Brasil rural.