Valencia García Guadalupe. El Oficio de Ser Sociologo

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El oficio del socilogo: la imaginacin sociolgica Titulo

Valencia Garca, Guadalupe - Autor/a; Autor(es)


Pluralismo epistemolgico En:
La Paz Lugar
Muela del Diablo Editores Editorial/Editor
CIDES-UMSA
CLASCO
Comuna
2009 Fecha
Coleccin
Formacin profesional; Ciencias sociales; Sociologa; Identidad; Teora social; Temas
Captulo de Libro Tipo de documento
"http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/coediciones/20160315034642/10garcia.pdf" URL
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El oficio del socilogo:
la imaginacin sociolgica

Guadalupe Valencia Garca

El ttulo de este trabajo pretende ser un homenaje a un par de obras que


influyeron de manera notable entre los estudiantes de sociologa de los
ya lejanos aos setentas. El libro El oficio del socilogo escrito por los
socilogos franceses Bourdieu, Chamboredon y Passeron1, nos propona
algo que hoy puede sonar a sentido comn pero que fue importante en
su momento. La idea principal era que el conocimiento no consiste en
descubrir una realidad que est all y se nos muestra de manera ntida,
sino que debe ser construida, o mejor an re-construida desde la ptica
de la teora. La obra La imaginacin sociolgica del connotado intelectual
estadounidense Wright Mills2, por su parte, desmitificaba tanto a la gran
teora como a la empiria pura, para erigir a la imaginacin sociolgica
en una virtud indispensable entre quienes pretendan adquirir el oficio
de ser socilogos. Estas ideas continan siendo vigentes y han sido, a mi
juicio, actualizadas por nuevas vas en las ltimas dcadas.
En el presente texto defiendo la utilidad de concebir a la sociologa
como un oficio cuya principal caracterstica es la imaginacin: la
imaginacin sociolgica. Entiendo dicho oficio como la suma de
capacidades intelectuales que habilitan una manera de colocarse
frente a la realidad para dar cuenta de ella, que esgrimen una mirada
sociolgica sobre el mundo o, mejor an, sobre los mundos sociales e
histricos. Esta perspectiva no puede adquirirse como si fuese una suma
de saberes tcnicos e instrumentales, que se adicionan a un conjunto

1 Bourdieu, Pierre, Jean-Claude Chamboredon y Jean-Claude Passeron, El oficio de socilogo,


Buenos Aires, Siglo xxi ed., 1975.
2 Mills, Wrigth, La imaginacin sociolgica, Mxico, fce, 2 reimp., 1974.

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mnimamente acordado de conocimientos sobre los fundamentos de la


disciplina. No es suficiente, para poseer dicha visin, haber alcanzado
los grados acadmicos que acreditan al socilogo, ni tampoco la
especializacin en una temtica o una larga experiencia en investigacin.
Aunque todos los requisitos anteriores pueden contribuir a conformar
una visin sociolgica acerca de las realidades sociales, el oficio se
conquista a fuerza de ejercitar una mirada cargada de imaginacin.
Quiero proponer, aqu, que dicha mirada puede fundarse en tres
imperativos interrelacionados que exploro a continuacin. Estos son: a)
la desfamiliarizacin de lo familiar; b) la construccin y re-construccin
de la teora; c) la historicidad del mundo social. Anteceden al anlisis de
estas exigencias algunas breves reflexiones sobre la propia disciplina y
sobre lo que puede significar su entendimiento como un oficio.

La sociologa

Esta fuera de los alcances de este breve escrito analizar de manera


detallada el proceso de institucionalizacin de la sociologa. Tampoco
podemos abordar el debate sobre el estatuto cientfico de la disciplina
a partir de la filosofa de la ciencia, de las diversas epistemologas
sociolgicas, o de la sociologa de la sociologa.
En todo caso, podemos sealar que una de las preguntas ms
incmodas que se le pueden formular a un socilogo o a un aprendiz
de sociologa sigue siendo: qu es la sociologa? Dicha pregunta suele
acompaarse de otra que plantea an mayores dificultades: para qu
sirve la sociologa?
La respuesta a las preguntas anteriores es problemtica porque
la sociologa, ciertamente, no es susceptible de ser definida de manera
rpida y mucho menos de forma definitiva. Adems, dicha respuesta
suele ubicarse en diferentes espacios de conflicto y de negociacin
sobre lo que debe entenderse por conocimiento sociolgico. El primero
recupera la antigua y obstinada discusin sobre el estatuto cientfico
de la sociologa; otro debate se centra en la amalgama e hibridacin
de mtodos y teoras de las diversas disciplinas sociales y una tercera
polmica alude a la posibilidad o imposibilidad de contar con teoras
omnicomprensivas de validez universal.

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Guadalupe Valencia Garca

En torno al primer debate, y para no entrar en una discusin


que rebasa las pretensiones de este texto, me adscribo a la postura
de quienes defienden la especificidad de la disciplina con respecto a
la cientificidad de las ciencias de la materia y de la vida. Esto es, a la
idea de que la sociologa no es tanto una ciencia inmadura incapaz de
postular leyes generales de lo social, cuanto una disciplina encaminada
a hacer inteligible lo social (mediante su capacidad heurstica) o,
visto de otra manera, a dar cuenta de la historicidad de lo real. Dicha
empresa se produce por muy diversas vas, en gran medida alejadas
de los requerimientos de la explicacin causal que se erigi, durante
dcadas, como el paradigma hegemnico del conocimiento cientfico3.
La propiedad dectica de los fenmenos sociales, esto es su obligada
referencia a un determinado contexto espacio-temporal, distingue
radicalmente a los fenmenos sociales de los objetos estudiados por las
ciencias llamadas duras4. La sociologa, adems, una ciencia que se
piensa crticamente a s misma todo el tiempo, puede ser vista como
una forma de autoconciencia cientfica de la realidad social, en la cual
el objeto y el sujeto estn, como en ninguna otra ciencia o disciplina,
profundamente imbricados5.
Es preciso sealar, en todo caso, que no hay una sociologa. Lo que
existe son tradiciones sociolgicas que pueden diferenciarse a partir
de los tres grandes clsicos comnmente reconocidos, Durkheim,
Weber, Marx (que fundan las tradiciones explicativa, comprensiva y
dialctica respectivamente) y de otros que han sido incorporados ms
recientemente: Elas, Simmel, Schutz, Gramsci, entre otros. E incluso, de
autores contemporneos que pueden distinguirse por haber constituido
escuelas de pensamiento: Bourdieu, Giddens, Habermas, Berger y
Luckman, Luhmann, Wallerstein, Boaventura de Sousa y muchos ms.
Hay, entre los socilogos, quienes se adscriben a un enfoque
particular: la fenomenologa, la hermenutica, el interaccionismo
simblico, la sociobiologa, etc. Otros privilegian, en su identidad como
socilogos, perspectivas epistemolgicas en pugna y se definen, as,

3 Varios autores coinciden en dicha postura. Entre los ms importantes, Octavio Ianni. Cfr.
Ianni, Octavio, La sociologa y el mundo moderno, Siglo xxi, Buenos Aires, 2005.
4 Cfr. Passeron, Jean-Claude, Le raisonnement sociologique: la preuve et le contexte, citado
en: Gimnez, Gilberto, Pluralidad y unidad de las ciencias sociales, Estudios Sociolgicos,
mayo-agosto, ao/vol. xxii, nm. 002, El Colegio de Mxico, pp. 267-282, p. 275.
5 Cfr. Ianni, Octavio, Op.cit., p. 63 y ss., tambin De Sousa Boaventura, Una epistemologa
del sur, Siglo xxi, clacso, Buenos Aires, 2009, p.50 y ss.

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como constructivistas, relativistas, posmodernos. Hay quienes abrevan


de mltiples fuentes; hay quienes retornan a los clsicos; hay quienes
redescubren a otros autores que se tenan olvidados.
En todo caso, estamos ante una gran variabilidad en las teoras,
mtodos y enfoques utilizados que han llevado a un consenso
generalizado acerca del doble proceso de fragmentacin y de
pluralizacin de la sociologa. sta se concibe como una disciplina
multiparadigmtica, fragmentada, plural, parcializada, especializada,
cuya heterogeneidad se expresa tanto en la existencia de una buena
cantidad de subdisciplinas como en amalgamas e hibridaciones por
la va de la fusin, recombinacin o cruzamiento de especialidades o
fragmentos de disciplinas vecinas6.
Para algunos se trata de una deplorable fragmentacin que
impide lograr la deseable unidad de la sociologa; para otros, expresa
una pluralidad que es terica y epistemolgica y que, lejos de ser
lamentable, enriquece la perspectiva sociolgica. Es usual, desde este
ltimo punto de vista, la defensa de un pluralismo que se opone a un
pretendido alcance universal de las teoras y perspectivas sociolgicas,
dado que: Las propias variaciones de las relaciones sociales, su carcter
enormemente plstico y cambiante, la gran capacidad de los seres
humanos para adaptarse a nuevas situaciones, dificulta, si es que no
impide totalmente, la persistencia de modelos conceptuales rgidos en
la teora sociolgica7.
Las fronteras entre las ciencias sociales y en especial entre
sociologa, historia, filosofa y antropologa, son cada vez ms
permeables y abiertas. Los antroplogos, otrora dedicados al anlisis de
la cultura de sociedades tradicionales (tnicas, campesinas, remotas),
hoy se suman al estudio de las sociedades modernas y urbanas.
Los socilogos abordan la dimensin simblica de lo social en sus
mltiples manifestaciones en ambientes rurales, urbanos, nacionales o
transnacionales. Los historiadores hacen historia del presente e historia
acontecimental, mientras que los socilogos abrevamos de los mtodos

6 Gimnez, Gilberto, Op.cit. p. 268.


7 M. Garca Ferrando, La sociologa: una ciencia multiparadigmtica?, en J.Jimnez
Blanco y C. Moya, Teora sociolgica contempornea, Madrid, Tecnos, 1978, p. 461,
citado por Manzanos Bilbao, Csar, Las ciencias sociales: convergencias disciplinarias
y conocimiento de fronteras. El caso de la sociologa, en, Revista Mexicana de Ciencias
Polticas y Sociales, septiembre-diciembre, ao/vol. xlv, nmero 186, pp. 13-65, FCPyS,
unam, Mxico.

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de la interpretacin histrica para dar cuenta de la naturaleza temporal,


histrica e historizante, de los procesos que analizamos. Muchas obras
filosficas permanecen, por su parte, como el suelo nutricio del que
abrevan algunas de las ms lcidas reflexiones sociolgicas.
En este cruce de fronteras que se produce en lo que puede ser visto
como un verdadero archipilago de teoras, conceptos, metodologas y
enfoques diversos. cmo explicar a alguien quines somos y para qu
servimos? Para responder a lo anterior, puede ser til reconocer una
plataforma comn, un mnimo de acuerdos previos que constituyen
el legado sociolgico. Immanuel Wallerstein deriva dichos acuerdos
de los tres ms grandes clsicos de la sociologa Durkheim, Marx y
Weber en la forma de tres axiomas simples: la realidad de los hechos
sociales, la perennidad del conflicto social, la existencia de mecanismos
de legitimacin para contener el conflicto, que conforman una base
mnima coherente para el estudio de la realidad social8.
Podramos agregar a lo anterior un par de principios sociolgicos
y tres requisitos en los cuales podramos coincidir. Los principios
sociolgicos en los que eventualmente podramos estar de acuerdo,
podramos enunciarlos as: los actores, sujetos, clases, ocupan
posiciones solamente en relacin con otros; por ello podemos hablar
de la determinacin recproca de los grupos sociales9. Un segundo
principio puede expresarse de la siguiente manera: la sociologa con su
capacidad para desmitificar lo que aparece como natural debe tambin
dar cuenta de los mecanismos que permiten dicha naturalizacin. Y
reconocer, al mismo tiempo, las consecuencias reales que tienen las
creencias e incluso las mentiras que a fuerza de repetirse se han adherido
fuertemente en las subjetividades sociales. Es lo que la gente piensa
que es, y no lo que realmente es, lo que influye sobre sus actitudes y
comportamientos, dice G. Gimnez, esclareciendo cmo funciona la
eficacia prctica de las representaciones sociales10.
Los requisitos se refieren a la necesidad de contar con referentes
empricos e histricos en nuestras investigaciones; a la solidez de
nuestras argumentaciones tericas; a la originalidad de nuestras
8 Wallerstein, Immanuel, Conocer el mundo. Saber el mundo. El fin de lo aprendido. Una
ciencia social para el siglo xxi, ceiich-unam/ Siglo xxi, Mxico, 2001, p. 261.
9 Gimnez, Gilberto, El debate contemporneo en torno al concepto de etnicidad, en
Cultura y Representaciones Sociales, ao 1, nm. 1, iis unam, Mxico, Septiembre del 2006,
p. 133.
10 Ibidem.

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indagaciones en la medida en que seamos capaces de re-construir


nuestros conceptos en cada contexto espacio-temporal.
Si coincidimos, de manera general en lo anteriormente dicho,
podemos pasar a analizar, muy brevemente, el problema de los fines
de la disciplina. Toda vez que es parte de la disciplina el ser un campo
de convivencia y de negociacin entre teoras, mtodos y perspectivas
epistemolgicas, la bsqueda de la verdad no parece una respuesta
admisible para dar cuenta de su utilidad. La discusin debe situarse,
a mi juicio, en la valoracin y jerarquizacin de teoras y perspectivas
en funcin de su capacidad para hacer comprensible el mundo social.
Y esto ltimo significa ser capaz de reconstruir, de mejor manera, una
realidad compleja, cambiante y no pocas veces escurridiza.
Significa, tambin, hacerlo en funcin de un objetivo que supere el
tautolgico conocer por el valor del conocimiento, la verdad o la ciencia.
En las ciencias sociales se construye conocimiento en el marco de la
disputa por la hegemona en las interpretaciones de los mundos que
habitamos. Ya no se trata slo de conocer la realidad sino de preguntarse
qu conocimiento, para qu mundo? Si aspiramos a habitar un mundo
ms bueno y ms justo, entonces los debates tericos y las pugnas
epistemolgicas se ventilan en el campo de la lucha por desentraar
al mundo y sus facultades para incidir en su transformacin. Tiene
razn Boaventura de Sousa: en la dicotoma entre los saberes para la
regulacin y los saberes para la emancipacin, el conocimiento siempre
lo es con respecto a cierto tipo de ignorancia y sta puede calificarse as
con respecto a cierto tipo de conocimiento11.
Una primera conclusin de lo anterior es que la sociologa sirve, o
debe servir, para conocer e interpretar el orden privilegiado de la lucha
por imponer interpretaciones del mundo: el orden poltico. Si recorda-
mos, con Claude Grignon, que el carcter y el proyecto sociolgico
nacieron del sentimiento de que el orden social no es natural ni
necesario, as como tampoco el orden poltico12, que se trata de rdenes
arbitrarios, entonces, su poder de desencantamiento del mundo aparece
como una de sus principales funciones.
La sociologa como un saber que devela las condiciones de
posibilidad, de construccin y de mantenimiento de los dispositivos
11 Cfr. De Sousa Boaventura, Crtica de la razn indolente, p. 33.
12 Grignon, Claude, Sociologa, experticia y crtica social, en: Lahire, Bernard, Op.cit., pp.
141-156, p. 142.

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en los que se fundan nuestras sociedades, sirve para develar los


mecanismos, -evidentes o velados, prosaicos o sofisticados-, mediante
los cuales las sociedades mantienen y administran el conflicto social:
nos referimos, principalmente, a los instrumentos y mecanismos para
el mantenimiento del poder.
Ya Wrigth Mills, a finales de los aos sesentas, afirmaba que
los socilogos deberan tratar de sumergirse en los conflictos y luego,
deberan aplicar su imaginacin sociolgica para desentraar los sutiles
y no tan sutiles elementos de poder y privilegio que ellos contienen y,
slo entonces, podran evaluar las alternativas conflictivas de un futuro
viable. Hay que destruir, deca, el prestigio del mentiroso relacionando
sus mentiras con la desdicha de los que sufren sus decisiones13.
Dcadas despus, Pierre Bourdieu, adverta que pedirle a la
sociologa que sirva para algo es siempre una manera de pedirle que
sirva al poder. Mientras que su funcin cientfica es comprender el
mundo social, comenzando por los poderes14.

La sociologa como oficio: pensar sociolgicamente


Antes de que se generalizara la produccin en serie, automatizada y
normativizada, existan artes, oficios y algunas profesiones denomina-
das libres o liberales. Haba entonces Escuelas de Artes y Oficios en
las cuales las personas se convertan en maestros de un saber-hacer
especializado. Los artesanos, dueos de su propio oficio, conocan los
intrngulis de la hechura del producto que, literalmente, tenan entre
manos. Se trataba, en general, de trabajadores que estaban orgullosos
de su arte, de su saber, de poder elaborar un producto completo y no
solamente un fragmento del mismo. Y de hacerlo bien, con economa,
con calidad, con belleza.
Pero en qu sentido puede pensarse en la sociologa como un
oficio? A algunos socilogos les puede parecer vejatorio, an y cuando
se trate de una metfora, que se compare una actividad cientfica con
un conjunto de habilidades que se suponen tan alejadas de la ciencia.
Considero, por mi parte, que puede defenderse la idea de la sociologa
como un oficio que comparte con otros algunas caractersticas
13 Mills, Wrigth, De hombres sociales y movimientos polticos, Siglo xxi, Mxico, 1969, p. 18.
14 Bourdieu, Pierre, Cuestiones de sociologa, Istmo, Madrid, 2000, citado por: Lahire,
Bertrand, Introduccin, en: Lahire, Bernard (dir.), Para qu sirve la sociologa?, Siglo
xxi, Buenos Aires, 2006, pp. 23-29, p. 27.

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Quien tiene un oficio sabe mirar de cierta manera el material con el


que trabaja, puede pensar en el objeto terminado, es capaz de imaginar
el proceso y de resolver de manera creativa los problemas que le plantea
su material, utilizando para ello las herramientas con las que cuenta. Lo
mismo tendra que ocurrir con el trabajo del socilogo. Debe suponerse
que est habilitado para mirar y pensar, con perspectiva sociolgica, en
el ncleo de su trabajo: la realidad sociohistrica, no importa si sta se
nombra como ruralidad, movimiento social, proceso poltico, estado
nacional o de cualquiera otra forma.
Al igual que el artesano, el socilogo ejerce su oficio utilizando
un conjunto de herramientas (teoras, conceptos, mtodos) que sabe
usar de cierta manera. Ayudado por su caja de herramientas es
competente para mirar de una cierta manera la materia con la que
trabaja: la sociedad. Debe ser capaz, en sntesis, de convertir, ayudado de
teoras y conceptos, una realidad social en un objeto sociolgico. A esta
cualidad del oficio del socilogo podemos llamarle mirada sociolgica
o perspectiva sociolgica.
Quien tiene un oficio cuenta con el conjunto de habilidades, de
capacidades, para lograr transformar un material y convertirlo en
un objeto. Pero cuenta tambin con ingenio y con experiencia para
luchar contra un material que se rebela, para domesticar y dominar
a la madera, al cuero, al fierro. Si su oficio es la sociologa deber
dominar, comprendindolos tambin, al arraigado sentido comn,
a las prenociones y prejuicios, a las explicaciones deterministas y
monistas, a las que se fundan en la mera experiencia individual,
a los estereotipos y a los chicls. Deber, en suma, contribuir al
desencantamiento del mundo.
Muy a menudo, el oficio conduce a la produccin de piezas nicas,
como las artesanas, que tienen el atractivo de nunca ser idnticas unas a
otras. En este sentido tambin somos artesanos: ninguna investigacin
sobre el mismo tema, sobre el mismo problema, ser desarrollada y
expuesta de la misma manera por dos socilogos diferentes. Cada vez
que hacemos una investigacin abrevamos del acervo existente, eso es
innegable. Pero tambin puede afirmarse que cada vez que investigamos
comenzamos de cero porque nos enfrentamos a la especificidad de
una realidad y porque optamos entre una, de entre muchas maneras
posibles, de dar cuenta de esa especificidad.

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Al igual que cualquier artesano que domine su oficio, nosotros


debemos contar con cierto tipo de habilidades, experticia le llaman
algunos, experiencia de investigacin, formacin terica, conocimiento
de las herramientas disponibles, pero sobre todo: imaginacin.
Pensar con imaginacin sociolgica significa abordar con una
nueva mirada un campo que nos pertenece a todos. La materia de la que
est hecho el conocimiento sociolgico dice Zygmunt Bauman, en su
libro Pensando sociolgicamente, es la experiencia de la gente comn en
la vida comn y cotidiana; una experiencia en principio accesible a todo
el mundo () una experiencia que antes de ser colocada bajo la lupa de
un socilogo haba sido vivida por alguien ms: un no socilogo15.
Lo que los socilogos podemos hacer, lo que se espera de nosotros,
aade este autor, es que mostremos cmo nuestras biografas
individuales se entretejen con la historia que compartimos con
nuestros congneres16. La sociologa, se opone a esa visin del mundo
personalizada propia del sentido comn. En la medida en la que sus
observaciones parten de abstracciones y no de individuos o acciones
aisladas: la sociologa puede demostrar que la conocida metfora del
individuo motivado como clave para la comprensin del mundo humano
() es incorrecta. Cuando pensamos sociolgicamente intentamos
explicar la condicin humana a travs del anlisis de las mltiples redes
de la interdependencia humana: esa dura realidad que explica tanto
nuestras motivaciones como los efectos de su realizacin17.
La sociologa, de alguna manera, pone en crisis los sistemas de
certezas y los sentidos aprendidos cuando invierte los trminos de la
propuesta durhkheimniana tratar a los hechos sociales como cosas para
considerar las cosas como hechos () como constructos sociales18.
Esta potencia de la sociologa, lo que Bauman llama su poder
antifijador, hace dctil un mundo de aparente firmeza. En el fondo,
lo muestra como un mundo que podra ser diferente de lo que es19. A
continuacin plantear brevemente los dispositivos intelectuales que
hacen posible dicho poder.

15 Bauman, Zygmunt, Pensando sociolgicamente, Nueva Visin, Buenos Aires, 1990, p. 15.
16 Ibid. p. 18.
17 Ibid. p. 20.
18 Vizer, Eduardo, La trama (in) visible de la vida social: comunicacin, sentido y realidad,
Buenos Aires, La Cruja ediciones, 2003, p. 32,
19 Ibid., p. 22.

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La desfamiliarizacin de lo familiar

Si el oficio del socilogo tiene un poder antifijador uno de los


principales recursos de dicho poder es la desfamiliarizacin de lo que
se ha naturalizado. Develar el carcter arbitrario y no natural de las
instituciones, de las leyes, de las costumbres y de las formas de socialidad
que compartimos, puede ser un buen inicio en este ejercicio.
La naturalizacin de las cosas, de la cual desde luego somos
partcipes, tiene races muy hondas tanto en nuestra vida cotidiana
como en nuestras formas de razonamiento. Las certidumbres que nos
brinda la repeticin, lo mil veces experimentado, lo fielmente repetido,
otorga la sensacin de coherencia y objetividad 20. A fuerza de repetirse
las cosas se vuelven familiares y la familiaridad, dice Bauman, es
enemiga acrrima de la curiosidad y la crtica en la medida en que las
cosas familiares son autoexplicativas, casi invisibles21.
La razn, deca Dostoievsky, slo conoce lo que ha logrado
aprender y daba cuenta, con ello, de la imposibilidad de la razn para
pensar lo impensado y para nombrar lo que an carece de concepto. Para
romper este crculo vicioso de la monotona intelectual, del espritu
conservativo (Bachelard) de la razn indolente (Boaventura de Sousa)
debemos reconocer que la razn que critica no puede ser la misma que
piensa, construye y legitima aquello que es criticable22, o bien admitir, a
la manera de Einstein que no podemos resolver los problemas usando el
mismo tipo de pensamiento que usamos cuando los creamos.
En este sentido, la sociologa ms que ocuparse de explicar cmo
son los fenmenos que analiza debe centrar la mirada en las condiciones
de creacin -de posibilidad- y de instauracin -de fijacin- de los mismos
para dar cuenta de la manera en que llegaron a ser lo que son. Entre ms
familiares, naturales, obvias, nos parezcan las cosas que nos rodean,
ms obligados estamos de averiguar cmo es que llegamos, socialmente
hablando, a hacer aparecer como obvias, naturales, familiares, dichas
cosas. George Simmel inaugura la compilacin de su sociologa con
la pregunta cmo es posible lo social?, e incursiona en el campo
disciplinario no tanto para definir a la sociedad cuanto para establecer

20 Ibidem.
21 Bauman, Op.cit., p. 20.
22 De Sousa Boaventura, Crtica de la razn indolente. Contra el desperdicio de la experiencia,
Descle de Brouwer, Bilbao, 2003, p 15.

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las condiciones de posibilidad de lo social 23. En la confrontacin con


ese mundo familiar gobernado por hbitos y por creencias que se
realimentan recprocamente, la sociologa acta como un intruso a
menudo irritante dice Bauman. Formula preguntas que transforman
las cosas evidentes en rompecabezas: desfamiliarizan lo familiar24.
Para desfamiliarizar lo familiar hace falta llevar hasta sus ltimas
consecuencias la idea de que cualquier fenmeno que investiguemos
es una construccin social: lo es el tiempo, la globalizacin, el estado,
la ciudad, la migracin, la extranjera, la etnicidad y todo aquello que
constituya un campo de investigacin social. Pero decir lo anterior es
todava demasiado vago. Lo ms importante, sociolgicamente hablan-
do, es averiguar cmo algo lleg a ser cmo es y bajo qu condiciones de
posibilidad es lo que es. La reconstruccin de los fenmenos en tanto
construcciones sociales exige, asimismo, aplicar el principio sociolgico,
ya mencionado, de la determinacin recproca de los grupos (actores,
sujetos, clases, sociedades). De esta manera, el tiempo, la globalizacin,
el estado, la ciudad, la migracin, la extranjera, la etnicidad o cualquier
otro tema pueden ser apreciados como procesos determinados por la
relacin entre grupos (actores, sujetos, clases, sociedades, naciones)
que antagonizan, negocian, hegemonizan, someten, resisten. Pueden
ser vistos, as, como configuraciones sociales nunca exentas de procesos
de dominacin/resistencia.
As por ejemplo, el tiempo, el calendario y los relojes han llegado
a ser tan evidentes para nosotros que apenas si nos detenemos en
reflexionar sobre ellos. Comprender los vnculos entre la estructura de
una sociedad, con su imprescindible red de determinaciones temporales,
y la disposicin de los individuos que han nacido disciplinados a una
forma de organizacin temporal que les precede, nos hace olvidar que
nuestra concepcin del tiempo y nuestras formas de organizacin
temporal, han sido construidas histricamente en un largusimo proceso
que no es otro, segn Norbert Elas, sino el proceso de la civilizacin 25.
El tiempo y sus formas de organizacin y medicin nos parecen tan
naturales que olvidamos, a menudo, que el calendario que nos rige no lo
hace para todas las sociedades. Relegamos al cajn de las curiosidades las

23 Sabido, Olga, El extrao, en Len, Emma (ed.), Los rostros del Otro. Reconocimiento, invencin
y borramiento de la alteridad, Anthropos, crim-unam, Barcelona, 2009, pp. 25-57, p. 34.
24 Bauman, Op.cit., p. 21.
25 Cfr. Elas, Norbert, Sobre el tiempo, fce, Mxico, 1989.

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concepciones diversas que sobre el tiempo -y el espacio- tienen culturas


que son tan originarias como contemporneas. Nos olvidamos, en fin,
que un Tiempo (el tiempo occidental de la modernidad) se ha impuesto
como el cronotopo universal y con ello desconocemos tambin que las
luchas por transformar los mundos sociales son tambin por la creacin
de otros tiempos.
Un ejemplo ms del ejercicio de la desnaturalizacin puede
provenir del tratamiento del extrao (el ajeno, el extranjero, el paria),
y resulta interesante en tanto hablaremos de la desfamiliarizacin de
aquello que, justamente, se caracteriza por no ser familiar: el otro. La
conversin del otro en extrao se verifica, segn Simmel, en el marco de
un horizonte de familiaridad en el cual el mundo aparece como algo
accesible, confiable y disponible26.
Solemos otorgar el atributo de extrao a ciertas personas o grupos,
antes de reparar que slo una relacin social puede atribuirles dicha
condicin: la extraeza es una experiencia 27. El extrao est cerca, dice
Sabido, porque ha entrado en el mundo de vida de otro ocasionando
una ruptura de sentido con lo que se considera natural, lgico y bueno28.
La categorizacin de lo propio como positivo, adecuado y por ello
superior y de lo otro como negativo, inadecuado e inferior, que da lugar
a todo tipo de discriminacin supone un reconocimiento desigual
y no recprocamente equivalente entre actores sociales que ocupan
posiciones disimtricas en la estructura social 29. En esta tesitura,
para desentraar los mecanismos (afectivos, sociales, cognitivos) de
construccin del otro y de su categorizacin como inferior lo que
importa a la sociologa es averiguar cmo -mediante que mecanismos,
dispositivos, discursos- los antagonismos sociales se construyen,
tambin, como conflictos de reconocimiento.
La desnaturalizacin de lo aprendido, de lo familiar, pasa
tambin por una concienzuda revisin del lenguaje y de expresiones
aparentemente neutras pero que vehiculizan prejuicios y estereotipos.
Por qu, se pregunta Federico Navarrete, solemos decir que en algn
lugar todava se habla una lengua originaria? Por qu nos asombra y
26 Sabido, Olga, Op.cit., p. 29.
27 Ibid., Olga, Op.cit. p. 25.
28 Sabido, Olga, Op.cit., p. 35.
29 Gimnez, Gilberto, Formas de discriminacin en el marco de la lucha por el reconoci-
miento social, en, Gall Olivia (coord..), Racismo, mestizaje y modernidad: visiones desde
latitudes diversas, crim ceiich, unam, Mxico, 2007, pp.37-61, p. 44.

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Guadalupe Valencia Garca

as lo expresamos, que en pleno siglo xxi la gente muera de hambre? En


el primer caso, cuando decimos todava, damos por sentado que las
lenguas originarias desaparecern irremediablemente. Pero tiene esto
que ser as? En el segundo caso suponemos que el progreso material y su
generalizacin son obligadas. Pero, qu nos hace pensar que un siglo
debe ser, para la humanidad, mejor que el anterior? 30
El mundo, los mundos sociales e histricos, incluso las estructuras
que parecen ms inamovibles, no son como son por naturaleza; son
as, porque as han sido construidos por las sociedades, por hombres y
mujeres a lo largo de muchos aos.

La construccin y reconstruccin de la teora

En este desencantamiento del mundo operado por la imaginacin


sociolgica, la teora tiene un papel protagnico: dota al socilogo de
los lentes para mirar a lo real de una manera no ingenua. De manera
metafrica podramos decir que hay varias clases de cristales y tambin
muchas maneras de usarlos: hay monculos, lupas, telescopios y hasta
caleidoscopios. Los lentes representan las teoras y conceptos mediante
los cuales miramos lo real. Existen los que permiten miradas precisas,
y a veces estrechas, otros posibilitan enfoques panormicos y, algunos
ms, visiones condensadas de las mltiples esferas en que hemos
dividido, arbitrariamente, a lo social histrico. Hay gafas con las que
puede retratarse el momento y otras con las que se puede captar a la
realidad en movimiento como hacen los cineastas. Es incuestionable que
el socilogo debe preferir, de entre los lentes disponibles para ejercer su
oficio, los que le provean de una mirada caleidoscpica y en movimiento.
Puede apreciar, as, a los fenmenos sociohistricos, como procesos, a
partir de sus mltiples dimensiones y aristas; puede reconstruir todo
fenmeno en trminos relacionales, bajo el principio ya esbozado de la
determinacin recproca de los grupos sociales. Pero no basta tener
el mejor lente. Hay que tener ojo, como dicen los fotgrafos, y as
conseguir el mejor encuadre y ngulo posibles.
Ahora bien los cristales para mirar lo real permiten solamente eso:
un ejercicio de observacin que no estar completo si el socilogo, como
30 Navarrete, Federico,Dnde queda el pasado? Reflexiones sobre los cronotopos histricos,
en, Guedea, Virginia (coord.), El historiador frente a la historia. El tiempo en Mesoamrica,
Instituto de Investigaciones Histricas, unam, Mxico, 2004, pp. 29-52, p. 38

205
Pluralismo epistemolgico

artesano, no interviene para construir cada concepto. Los conceptos,


dice Renato Ortiz deben tallarse en cada investigacin; tal y como
sucede con las artesanas, los objetos sociolgicos deben ser elaborados
pieza por pieza. Ese es el motivo por el cual cada investigacin comienza
de cero: porque cada estudio particular, cada reflexin sociolgica, talla
los conceptos en la bsqueda de la especificidad de su objeto31.
Cmo distinguir, de entre las teoras y conceptos disponibles,
aqullos ms adecuados para lograr nuestro objetivo? Cmo lograr
una mejor adecuacin entre el movimiento del pensamiento y una
realidad en constante cambio? Cmo invertir una relacin en la cual la
estabilidad es asumida como la situacin normal y el movimiento como
extraordinario?
En su Sociologa fundamental, Norbert Elas se lamenta de que los
socilogos no contemos con los medios conceptuales lingsticos ms
apropiados para nuestra tarea. La estructura misma del lenguaje, como
bien lo revel B. Lee Whorf en su Languaje, Tought and Reality, restringe
seriamente nuestras dificultades para conceptualizar una realidad en
movimiento32. Este autor alude a la separacin mental que operamos
involuntariamente entre el actor y su actividad () entre objetos y
relaciones33.
Muchos de nuestros conceptos, incluidos el de sociedad y el de
cambio social, dice Elas: tienen ese carcter de objeto aislado en
situacin de reposo34. Ante esta situacin, propone una reorientacin
de la sociologa para pensar lo que est relacionado a partir de sus
vnculod, as como para dinamizar lo que aparece como esttico.
En el primer caso, critica la errnea manera en la que dos conceptos
fundamentales como individuo y sociedad han sido escindidos en la
literatura sociolgica. As, uno se puede ver envuelto en prolongadas
discusiones acerca de cules son las relaciones que existen entre estos
dos objetos que se supone que existen separadamente, a pesar de que
en otro nivel de su consciencia, uno se da perfecta cuenta de que las
sociedades estn compuestas por individuos y que los individuos slo
pueden adquirir su carcter especficamente humano (...) su capacidad
de hablar, de pensar y de amar, en y a travs de las relaciones con los

31 Ortiz, Renato, Taquigrafiando lo social, Siglo xxi Argentina, Buenos Aires, 2004, pp. 11-12.
32 Elas, Norbert, Sociologa fundamental, Gedisa, Barcelona, 1999, p. 132 y ss.
33 Ibid., p. 135.
34 Ibid., p. 136.

206
Guadalupe Valencia Garca

dems, o sea, en sociedad. En el segundo caso, propone que el concepto


poder, por ejemplo, sea visto con referencia a cambios de poder ms o
menos fluctuantes35.
Podramos continuar el ejercicio iniciado por Elas y analizar las
condiciones en las que un concepto puede funcionar, de mejor manera,
para dar cuenta de la historicidad de lo real. Si una teora o un concepto
representan un cierre semntico, una clausura de significado en la cual
ciertos contenidos quedan fuera de lo que el propio concepto designa,
es muy probable que funcione como un ngulo de lectura que eclipse
al movimiento de la realidad antes que iluminarlo36. Si, en cambio,
el concepto como smbolo abstracto para hacer inteligible lo social
funciona como un mirador para desentraar la naturaleza relacional
e histrica de lo social, entonces su capacidad heurstica ser mayor. En
este ltimo caso, el concepto deja de funcionar como una palabra que
designa un contenido para convertirse en una ptica de anlisis, en una
clave de inteligibilidad de la realidad.
Mientras que una palabra puede tornarse unvoca en su uso, advierte
Kosellek, el concepto debe ser, por definicin, polvoco: una palabra
se convierte en concepto si la totalidad de un contexto de experiencia
y significado sociopoltico, en el que se usa y para el que se usa ()
pasa a formar parte globalmente de esa nica palabra37. Los conceptos
contienen muchos contenidos significativos, abarcan contenidos sociales
y polticos pero su capacidad heurstica no es deducible solamente de los
hechos sociales a los que refiere38. Los conceptos otorgan a la sociologa
ese lenguaje taquigrfico: un cdigo simplificado que por la va de la
abstraccin vuelve traducible lo social39.
As, por ejemplo, algunas interpretaciones de la definicin marxis-
ta de clase social, mediante la cual sta se especifica por la posesin o
35 Ibid., p. 139.
36 Para salvar esa limitacin Immanuel Wallerstein se resiste a denominar teora de los
sistemas-mundo al trabajo que realiza y prefiera decir que se dedica a su anlisis. Cfr.
Wallerstein, Immanuel.
37 Kosellek, Reinhart, Futuro-pasado. Para una semntica de los tiempos histricos, Ed.
Paids, Barcelona, Barcelona, 1993, p. 117.
38 Ibid., p. 118.
39 Ya que la realidad es compleja, intrincada, opaca e infinita, la reflexin es llevada a
taquigrafar y seleccionar, para comprender y explicar o esclarecer. La realidad nunca
aparece en la interpretacin, a no ser figurada y significativamente, por sus articulaciones,
nexos y tensiones que no se dan empricamente. Son articulaciones, nexos y tensiones
que se desprenden o construyen lgicamente. Ianni, Octavio, Enigmas de la modernidad-
mundo, Siglo xxi, Mxico, 2000, p. 142.

207
Pluralismo epistemolgico

carencia de los medios de produccin, deja fuera del espectro visual


muchas de las luchas y transformaciones operadas por actores sociales
no considerados como las clases fundamentales. Mejor resultado
puede obtenerse si el concepto de clase es adoptado como una lgica
de lectura de lo real, la lgica del valor, que permea y en gran medida
determina las relaciones sociales y los procesos -econmicos, polticos,
culturales- en los que estamos inmersos. Visin, sta ltima, acorde con
la sugerente concepcin del historiador marxista ingls E.P. Thompson,
para quien la clase al no ser una cosa sino una relacin, no existe para
tener un inters o una conciencia ideal ni para yacer como paciente
en la mesa de operaciones del ajustador. La clase afirma: la definen
los hombres mientras viven su propia historia, y al fin y al cabo sta es
su nica definicin40. Thompson nos ofrece unos lentes para mirar
la construccin histrica de la sociedad de clases que rebasa al espacio
productivo y fabril, como arena exclusiva de la lucha de clases, para
dotarnos de una mirada caleidoscpica. En sta, es posible apreciar a
las clases en su propio proceso de autoconstitucin en un mbito que
rebasa a la ciudad y a la fbrica para mirar tambin al pobre tejedor
de medias, al tundidor ludita, al obsoleto tejedor de telar manual, al
artesano utpico41. Este ejemplo sobre la capacidad heurstica de un
mismo concepto en dos de sus acepciones, muestra diversas formas de
esculpir una realidad concreta para mostrar su fisonoma: en este caso,
de mostrar a las clases como sujetos de su propia constitucin. Desde
luego, podramos generalizar este ejemplo a muchos otros conceptos
como estado, poder o democracia por mencionar slo algunos.
En todo caso, hay un nmero limitado de teoras y de conceptos
fundamentales, que pueden ser considerados como filn de intuiciones
para cincelar a los fenmenos sociohistricos. Se trata de conceptos
de gran nivel de generalidad, que condensan lgicas medulares de
lo social. Tal y como sucede, por ejemplo, con la teora marxista del
valor, con la concepcin gramsciana de la hegemona o con la nocin
foucaultiana del poder. Fernando Mires piensa que en cada teora
coexisten un quantum de capital conceptual muerto, o petrificado, y
otro de capital vivo que es posible reincoporar a los nuevos procesos
de produccin terica. As, es posible pensar que cada teora

40 Thompson, E.P. Prefacio, en Obra esencial, Crtica, Barcelona, 2002, pp. 13-18, p. 16.
41 Ibid. p. 17

208
Guadalupe Valencia Garca

contiene por lo menos una nueva teora en estado de latencia42. Cabra


polemizar sobre la afirmacin anterior, y preguntarnos si ese quantum
conceptual petrificado no corresponde, ms bien, al ncleo de mayor
estabilidad de las teoras, al que permanece ms all de la verdad o
falsedad de sus proposiciones 43.
Una buena manera de considerar lo anterior es la que ofrece Luis
Tapia cuando, al analizar la produccin terica de Zavaleta, distingue
en su pensamiento una densidad de sntesis continuas; una densidad
con ncleos proliferantes mediante la cual logra, a partir de ciertas
categoras tericas fundamentales, ofrecer nuevos conceptos para la
comprensin de la especificidad boliviana44.
Solemos hablar de la capacidad heurstica de las teoras, de su
cualidad para proyectarse, desdoblarse, re-construirse. Pero la teora y
los conceptos son slo parte de la caja de herramientas. En trminos
estrictos corresponde al socilogo, es parte de su oficio, ejercer la
creatividad para distinguir la caducidad o vigencia de las teoras y poder,
as, reconstruirlas e incluso renovarlas a partir de los nuevos materiales
que la historia en la que se encuentra inmerso le provee. Tiene razn B.
Lahire cuando seala que los conceptos sociolgicos son palabras sin
ninguna fuerza o valor cientfico en s mismo y agrega que: su nica
validez reside en el encuentro y confrontacin con el mundo social y, en
ltima instancia, en la capacidad que tengan para captar y organizar
elementos del mundo social45. Pero esa capacidad, cabe insistir, le
corresponde al socilogo y no al concepto con el cual trabaja.
Para finalizar esta breve reflexin es importante reconocer,
asimismo, que cada concepto con el que nombramos a lo real se
encuentra en tensin con las nociones que sustentan la interpretacin
hegemnica de una sociedad y aqullas que antagonizan con sta.
Una verdadera disputa semntica ocurre cuando la terminologa
sociopoltica pone en tensin el contenido de ciertas nociones que
forman parte del lxico poltico de una sociedad. Clase, pueblo, masa,
ciudadana, sociedad civil, etnicidad, expresan y sostienen dispositivos
del poder, luchas sociales y proyectos de nacin. Imperialismo,
42 Mires, Fernando, Crtica de la razn cientfica, Nueva Sociedad, Caracas, 2002, p. 158.
43 Cfr. Zemelman, Hugo. Los horizontes de la razn. I. Dialctica y apropiacin del presente,
Anthropos, Colegio de Mxico, Barcelona, 1992. - 34.
44 Tapia, Luis, La produccin del conocimiento local. Historia y poltica en la obra de Ren
Zavaleta, Muela del Diablo, Bolivia, 2002, p. 321.
45 Lahire, Bernard, El espritu sociolgico, Manantial, Buenos Aires, 2006, p. 64.

209
Pluralismo epistemolgico

dependencia, internacionalizacin, globalizacin, colonialismo,


caracterizan de manera diversa los vnculos entre naciones centrales
y perifricas: entre el norte y el sur del mundo, entre pases ricos y
pobres, entre grupos antagnicos al interior de las naciones.

La historicidad del mundo social

El imperativo ya sealado de tallar los conceptos, comenzando de cero


en cada estudio social que emprendamos, no tiene otra razn sino la de
la historicidad de nuestros objetos. No es ste el espacio para analizar
las lejanas pugnas entre la disciplina de la historia y la sociologa, ni para
dar cuenta de las dificultades de su resolucin. Baste sealar que, entre
los socilogos, hay un creciente acuerdo sobre la necesidad irrenunciable
de incorporar la dimensin histrica en nuestros anlisis.
No se trata de repetir el lugar comn de que nuestro conocimiento
o la realidad que analizamos son histricos. La historicidad, dice Agnes
Heller no es algo que nos haya sucedido. No es una propensin en la que
nos podamos deslizar como si fuese un vestido. La historicidad somos
nosotros. Todas nuestras interpretaciones, experiencias, informaciones,
acciones, lo son de nuestro presente histrico46.
Tal vez adelantndose a su poca y esbozando una proto-defensa
de la pluralidad sociohistrica, Mills conceba a toda sociologa como
sociologa histrica y a la historia como el fuste del estudio social47. La
intimidad entre sociologa e historia era defendida por este autor porque
vea en el conocimiento de una diversidad de estructuras y de principios
de cambio histrico la superacin del provincialismo histrico y la
posibilidad de formular los problemas histricos y sociolgicos de una
estructura social cualquiera48.
Pero el asunto rebasa las relaciones entre la disciplina histrica y
la sociolgica. Cuando hablamos de incorporar en la teora la dimensin
histrica no nos referimos al conocimiento historiogrfico acumulado
sobre el pasado de un fenmeno en cuestin, cuanto a la historia del
fenmeno en el momento en que se estudia: a la dimensin histrica
del presente. La idea de que todo acontecimiento social expresa su
historicidad, dice Octavio Ianni, coloca a la sociologa ante la necesidad
46 Heller, Anges, Teora de la historia, Fontamara, 1997, p.9.
47 Mills, Wright, La imaginacin sociolgica, op.cit., pp. 159-160.
48 Ibd., p. 163.

210
Guadalupe Valencia Garca

de recrear la historicidad de los acontecimientos, as como de distinguir


que la duracin de stos no es homognea en el conjunto de la sociedad,
ni tampoco uniforme a lo largo de los aos, fases, pocas y ciclos49. Pero
no todas las teoras sociolgicas pueden hacer lo anterior de la misma
manera. En la sociologa funcionalista, dice este autor, lo que importa
es la historicidad organizada con base en el principio de la causalidad
funcional; en la sociologa comprensiva lo est en trminos del principio
de la conexin de sentido y en la sociologa dialctica la realidad social
se articula y transforma segn el principio de contradiccin50.
Ahora bien, si todo acontecimiento social no es otra cosa sino su
propia historicidad lo es porque, en su determinacin recproca, los
grupos sociales han construido ese acontecimiento, esa coyuntura, esa
historia y no otra. Debemos rescatar la manida expresin los hombres
hacen su propia historia y situarla de nuevo en el centro de la reflexin.
Los hombres, y las mujeres, son autores de sus historias, dice Kosellek,
tanto si son culpables de las consecuencias de sus acciones como si no
lo son; porque son responsables, finalmente, de la inconmensurabilidad
entre sus intenciones y sus resultados51. Esto es as porque la historia real
en que estamos inmersos no est fabricada: est siendo y sern nuestros
herederos quienes aprecien el verdadero resultado de nuestras acciones.
En este marco, debe interesar al socilogo desentraar la relacin
que, en cada fenmeno, se produce entre el presente histrico, que es
su propio presente, y los pasados y futuros que contiene. O, dicho de
otra manera, reconstruir al fenmeno como suma de temporalidades
-como vnculo complejo entre memoria, experiencia y anticipacin-,
condensadas en su propia historicidad. En sus Tesis de filosofa de la
Historia, Benjamin se opone a la idea del tiempo como un mbito
homogneo dentro del cual los acontecimientos suceden, para plantear
al tiempo como una dimensin del propio acontecimiento, un tiempo
de la actualizacin momentnea. Benjamin rechaza la idea de que el
pasado est petrificado y ha caducado, para proponer que tiene un
papel activo y activador del presente.
Lo anterior es importante porque en dicha mirada radica la
posibilidad de generar nuevas y mejores interpretaciones del mundo;
aqullas que reconozcan no slo que la historia pudo ser diferente
49 Cfr. Ianni, Octavio, La sociologa y el mundo moderno, Op.cit., p. 110.
50 Ibid., p. 111.
51 Kosellek, Reinhart, Op.cit. pp. 265-266.

211
Pluralismo epistemolgico

sino tambin cules son las historias inconclusas que hoy pugnan por
hacerse realidad. O, como deca el propio Benjamin: pasar el cepillo
a contrapelo de la historia para descubrir las historias vencidas que
coexistieron con la que hoy se erige como historia triunfante.
Pero de la misma manera, puede atribuirse al oficio del socilogo, el
reconocer la novedad all donde la historia muestra una nueva fisonoma
que no siempre se corresponde con los conceptos y palabras con los que
hemos nombrado al cambio. Jams somos plenamente contemporneos
de nuestro presente, dice R. Debray. La historia entra al escenario con la
mscara de la escena anterior y cada vez que recomienza hay que anudar
de nuevo los hilos de la trama. Pero la culpa advierte no es de la historia,
sino de nuestra mirada, cargada de recuerdos e imgenes aprendidas.
Vemos el pasado superpuesto al presente, aunque ese presente sea una
revolucin52.
Si esperamos que la sociologa aporte una perspectiva amplia,
caleidoscpica y plural sobre el mundo, el entendimiento del tiempo
histrico, ms all de la cronologa, entendido como un mundo
pleno de sentido constituye, tal vez, la funcin ms importante de la
imaginacin sociolgica.

52 Debray, Regis. Revolucin en la revolucin? en Punto final, Documentos, marzo 1967,


Santiago de Chile, p. 2.

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