Jos de Espronceda, Honor de Balzac, Ivn Turguniev,

Henry James, Villiers de lIsle-Adam, Guy de Maupassant,

Lon Bloy, Rubn Daro, H. G. Wells, Rudyard Kipling,

Joseph Conrad, Horacio Quiroga, Arthur Schnitzler,

Gustav Meyrink, Roberto Arlt, Alfonso Reyes,

Luis Cayo Prez Bueno

LA PIERNA PERDIDA
DEL CAPITN ACAB
Antologa de relatos
de lisiados

Edicin de LUIS CAYO PREZ BUENO y DAVID DE LA FUENTE COELLO

PRE-TEXTOS FUNDACIN ONCE

COLECCIN LETRAS DIFERENTES
 NDICE

Diseo grfico: Pre-Textos (S. G. E.)

Mu-Mu, de Ivn Turguniev: de la traduccin Vctor Gallego Ballestero

Trgico error, de Henry James: de la traduccin David de la Fuente Coello
y Luis Cayo Prez Bueno
Duke of Portland, de Villiers de lIsle-Adam: de la traduccin Ana Mara Moix
La mano, de Guy de Maupassant: de la traduccin Luis Cayo Prez Bueno
El tullido, de Guy de Maupassant: de la traduccin Luis Cayo Prez Bueno
A terrible night, de Lon Bloy: de la traduccin Luis Cayo Prez Bueno, LA PATA DE PALO, Jos de Espronceda. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

publicado en Lon Bloy, Cuentos de guerra, El Cobre, Barcelona, 2002

(reproducido con permiso de la editorial)

FACINO CANE, Honor de Balzac . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13

El Salamandra vampiro, de Lon Bloy: de la traduccin Luis Cayo Prez Bueno,

MUM, Ivn Turguniev . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29

publicado en Lon Bloy, Cuentos de guerra, El Cobre, Barcelona, 2002

(reproducido con permiso de la editorial)

TRGICO ERROR, Henry James . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61

El Pas de los Ciegos, de H. G. Wells: de la traduccin Gianni Mion,

DUKE OF PORTLAND, Villiers de lIsle-Adam . . . . . . . . . . . . 87

publicado en Italo Calvino, Cuentos fantsticos del siglo XIX, vol. II, Siruela/Bolsillo,
Madrid, 3. ed., 1997 (reproducido con permiso de la editorial) LA MANO, Guy de Maupassant . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95

Ellos, de Rudyard Kipling: de la traduccin Fernando Jadraque,

publicado en Rudyard Kipling, El hombre que pudo reinar y otros cuentos, Valdemar, EL TULLIDO, Guy de Maupassant . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103

Madrid, 2003 (reproducido con permiso de la editorial) A TERRIBLE NIGHT, Lon Bloy . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109

Los idiotas, de Joseph Conrad: de la traduccin Fernando Jadraque,

publicado en Joseph Conrad, Cuentos de inquietud, Valdemar, Madrid, 2002

EL SALAMANDRA VAMPIRO, Lon Bloy . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115

(reproducido con permiso de la editorial)

El ciego Geronimo y su hermano, de Arthur Schnitzler: de la traduccin Berta Vias Mahou,

EL STIRO SORDO, Rubn Daro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123

publicado en Arthur Schnitzler, El destino del Barn Von Leisenbohg, El Acantilado, Barcelona, 2003
EL PAS DE LOS CIEGOS, H. G. Wells . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129

(reproducido con permiso de la editorial)

La muerte morada, de Gustav Meyrink: de la traduccin herederos de Agust Bartra ELLOS, Rudyard Kipling . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159

El jorobadito, de Roberto Arlt: herederos de Roberto Arlt, publicado en Roberto Arlt, Cuentos
completos, Losada, Madrid, 2002 (reproducido con permiso de la editorial)
LOS IDIOTAS, Joseph Conrad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187

La mano del comandante Aranda, de Alfonso Reyes: herederos de Alfonso Reyes LA GALLINA DEGOLLADA, Horacio Quiroga . . . . . . . . . . . . . . 215

El negro, de Luis Cayo Prez Bueno: Luis Cayo Prez Bueno

EL CIEGO GERONIMO Y SU HERMANO,

De la edicin: Luis Cayo Prez Bueno y David de la Fuente Coello, 2004

Arthur Schnitzler . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 223

De esta edicin: Fundacin ONCE y Editorial Pre-Textos, 2004

LA MUERTE MORADA, Gustav Meyrink . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 251

Ilustracin cubierta: Detalle del cuadro Flagelacin de Alejo Fernndez. Museo del Prado EL JOROBADITO, Roberto Arlt . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 259

LA MANO DEL COMANDANTE ARANDA, Alfonso Reyes 279

ISBN: 84-8191-636-6
Depsito legal: V. EL NEGRO, Luis Cayo Prez Bueno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 289

Impresin:
 L A PATA D E PA L O

JOS DE ESPRONCEDA

V oy a contar el caso ms espantable y prodigioso que buenamen

te imaginarse puede, caso que har erizar el cabello, horripilarse
las carnes, pasmar el nimo y acobardar el corazn ms intrpido,
mientras dure su memoria entre los hombres y pase de generacin
en generacin su fama con la eterna desgracia del infeliz a quien
cupo tan mala y tan desventurada suerte. Oh cojos!, escarmentad
en pierna ajena y leed con atencin esta historia, que tiene tanto
de cierta como de lastimosa; con vosotros hablo, y mejor dir con
todos, puesto que no hay en el mundo nadie, a no carecer de pier
nas, que no se halle expuesto a perderlas.
rase que en Londres vivan, no ha medio siglo, un comer
ciante y un artfice de piernas de palo, famosos ambos: el prime
ro, por sus riquezas, y el segundo, por su rara habilidad en su
oficio. Y basta decir que sta era tal, que aun los de piernas ms
giles y ligeras envidiaban las que sola hacer de madera, hasta el
punto de haberse hecho de moda las piernas de palo, con grave
perjuicio de las naturales. Acert en este tiempo nuestro comer
ciante a romperse una de las suyas, con tal perfeccin, que los
cirujanos no hallaron otro remedio ms que cortrsela, y aunque
el dolor de la operacin le tuvo a pique de expirar, luego que se
encontr sin pierna, no dej de alegrarse pensando en el artfice,
que con una de palo le habra de librar para siempre de semejan
tes percances. Mand llamar a Mister Wood al momento (que
ste era el nombre del estupendo maestro pernero), y como suele
decirse, no se le coca el pan, imaginndose ya con su bien arre
7

glada y prodigiosa pierna que, aunque hombre grave, gordo y de De aqu a dos das respondi el pernero tendr usted la
ms de cuarenta aos, el deseo de experimentar en s mismo la pierna en casa, y prometo a usted que quedar complacido.
habilidad del artfice le tena fuera de sus casillas. Dicho esto se despidieron, y el comerciante qued entregado
No se hizo esperar mucho tiempo, que era el comerciante rico a mil sabrosas y lisonjeras esperanzas, pensando que de all a tres
y gozaba renombre de generoso. das se vera provisto de la mejor pierna de palo que hubiera en
Mister Wood le dijo, felizmente necesito de su habilidad todo el reino unido de la Gran Bretaa. Entretanto, nuestro inge
de usted. nioso artfice se ocupaba ya en la construccin de su mquina con
Mis piernas repuso Wood estn a disposicin de quien tanto empeo y acierto, que de all a tres das, como haba ofreci
quiera servirse de ellas. do, estaba acabada su obra, satisfecho sobremanera de su adelan
Mil gracias; pero no son las piernas de usted, sino una de tado ingenio.
palo lo que necesito. Era una maana de mayo y empezaba a rayar el da feliz en
Las de ese gnero ofrezco yo replic el artfice que las que haban de cumplirse las mgicas ilusiones del despernado
mas, aunque son de carne y hueso, no dejan de hacerme falta. comerciante, que yaca en su cama muy ajeno de la desventura
Por cierto que es raro que un hombre como usted que sabe que le aguardaba. Faltbale tiempo ya para calzarse la prestada
hacer piernas que no hay ms que pedir, use todava las mismas pierna, y cada golpe que sonaba a la puerta de la casa retumbaba
con que naci. en su corazn. se ser, se deca a s mismo; pero en vano, por
En eso hay mucho que hablar; pero al grano: usted necesita que antes que su pierna llegaron la lechera, el cartero, el carnice
una pierna de palo, no es eso? ro, un amigo suyo y otros mil personajes insignificantes,
Cabalmente replic el acaudalado comerciante; pero no creciendo por instantes la impaciencia y ansiedad de nuestro
vaya usted a creer que se trata de una cosa cualquiera, sino que es hroe, bien as como el que espera un frac nuevo para ir a una cita
menester que sea una obra maestra, un milagro del arte. amorosa y tiene al sastre por embustero. Pero nuestro artfice
Un milagro del arte, eh! repiti Mister Wood. cumpla mejor sus palabras, y ojal que no la hubiese cumplido
S, seor, una pierna maravillosa y cueste lo que costare. entonces! Llamaron, en fin, a la puerta, y a poco rato entr en la
Estoy en ello; una pierna que supla en un todo la que usted alcoba del comerciante un oficial de su tienda con una pierna de
ha perdido. palo en la mano, que no pareca sino que se le iba a escapar.
No, seor; es preciso que sea mejor todava. Gracias a Dios exclam el banquero; veamos esa maravi
Muy bien. lla del mundo.
Que encaje bien, que no pese nada, ni tenga yo que llevarla a Aqu la tiene usted replic el oficial y crea usted que mejor
ella, sino que ella me lleve a m. pierna no la ha hecho mi amo en su vida.
Ser usted servido. Ahora veremos. Y enderezndose en la cama, pidi de ves
En una palabra, quiero una pierna..., vamos, ya que estoy en tir, y luego que se mud la ropa interior, mand al oficial de pier
el caso de elegirla, una pierna que ande sola. nas que le acercase la suya de palo para probrsela. No tard
Como usted guste. mucho tiempo en calzrsela. Pero aqu entra la parte ms lasti
Conque ya est usted enterado. mosa. No bien se la coloc y se puso en pie, cuando sin que fuer
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zas humanas fuesen bastantes a detenerla, ech a andar la pierna viva. Estaba aquella respetable seora, con ms de setenta aos
por s sola con tal seguridad y rapidez tan prodigiosa que, a su encima, tomando un t junto a la ventana del parlouir, y como
despecho, hubo de seguirla el obeso cuerpo del comerciante. En vio a su sobrino venir tan chusco y regocijado corriendo hacia
vano fueron las voces que ste daba llamando a sus criados para ella, empez a sospechar si habra llegado a perder el seso, y
que le detuvieran. Desgraciadamente, la puerta estaba abierta, y mucho ms al verle tan deshonestamente vestido. Al pasar el des-
cuando ellos llegaron, ya estaba el pobre hombre en la calle. venturado cerca de sus ventanas le llam y, muy seria, empez a
Luego que se vio en ella, ya fue imposible contener su mpetu. No echarle una exhortacin muy grave acerca de lo ajeno que era en
andaba, volaba; pareca que iba arrebatado por un torbellino, que un hombre de su carcter andar de aquella manera.
iba impelido de un huracn. En vano era echar atrs el cuerpo Ta!, ta! Tambin usted! respondi con lamentos su
cuanto poda, tratar de asirse a una reja, dar voces que le socorrie sobrino perniligero.
sen y detuvieran, que ya tema estrellarse contra alguna tapia, el No se le volvi a ver ms desde entonces, y muchos creyeron
cuerpo segua a remolque el impulso de la alborotada pierna; si se que se haba ahogado en el canal de la Mancha al salir de la Isla.
esforzaba a cogerse de alguna parte, corra peligro de dejarse all Hace, no obstante, algunos aos que unos viajeros recin llegados
el brazo, y cuando las gentes acudan a sus gritos, ya el malhada de Amrica afirmaron haberle visto atravesar los bosques del
do banquero haba desaparecido. Tal era la violencia y rebelda Canad con la rapidez de un relmpago. Y poco hace se vio un
del postizo miembro. Y era lo mejor, que se encontraba algunos esqueleto desarmado vagando por las cumbres del Pirineo, con
amigos que le llamaban y aconsejaban que se parara, lo que era notable espanto de los vecinos de la comarca, sostenido por una
para l lo mismo que tocar con la mano al cielo. pierna de palo. Y as contina dando la vuelta al mundo con
Un hombre tan formal como usted le gritaba uno en cal increble presteza la prodigiosa pierna, sin haber perdido an
zoncillos y a escape por esas calles, eh!, eh! nada de su primer arranque, furibunda velocidad y movimiento
Y el hombre, maldiciendo y jurando y haciendo seas con la perpetuo.
mano de que no poda absolutamente pararse.
Cul le tomaba por loco, otro intentaba detenerle ponindose
delante y caa atropellado por la furiosa pierna, lo que vala al
desdichado andarn mil injurias y picardas. El pobre lloraba; en
fin, desesperado y aburrido se le ocurri la idea de ir a casa del
maldito fabricante de piernas que tal le haba puesto.
Lleg, llam a la puerta al pasar; pero ya haba traspuesto la
calle cuando el maestro se asom a ver quin era. Slo pudo divi
sar a lo lejos un hombre arrebatado en alas del huracn que con la
mano se las juraba. En resolucin, al caer la tarde, el apresurado
varn not que la pierna, lejos de aflojar, aumentaba en velocidad
por instantes. Sali al campo y, casi exnime y jadeando, acert a
tomar un camino que llevaba a una quinta de una ta suya que all
10 11
 FAC I N O C A N E

HONOR DE BALZAC

V iva yo entonces en una callejuela que, sin duda, no conocis, la

Rue de Lesdiguires, que empieza en la Rue Saint Antoine, frente
a una fuente, prxima a la plaza de la Bastilla, y termina en la Rue
de la Cerisaie. El amor a la ciencia me haba lanzado a una buhar
dilla, donde trabajaba de noche, y el da me lo pasaba en una
biblioteca cercana, la de Monsieur. Viva frugalmente, haba acep
tado todas las condiciones de la vida monstica, tan necesaria
para los laboriosos. Cuando hacia buen tiempo, apenas si paseaba
un poco por el bulevar Bourdon. Slo una pasin me sacaba de
mi estudioso hbito; pero no era eso lo mismo que seguir estu
diando?... Iba a observar las costumbres del barrio, sus vecinos y
sus caracteres. Tan mal vestido como un obrero, indiferente al
decoro, no daba lugar a que me mirasen con recelo; poda mez
clarme en sus grupos, ver cmo cerraban sus tratos o discutan a
la hora de dejar el trabajo. La observacin era ya para m intuiti
va, calaba el alma sin descuidar el cuerpo; o, mejor dicho, captaba
tan bien los detalles exteriores, que en el acto iba ms all; me
confera la facultad de vivir la vida del individuo sobre quien la
ejerca, permitindome suplantar su personalidad, al modo como
aquel derviche de Las mil y una noches se incautaba del cuerpo de
una persona pronunciando sobre unas palabras.
Cuando entre once y doce de la noche me tropezaba con un
obrero y su mujer, que volvan juntos del Ambig-Comique, me
entretena siguindolos desde el bulevar del Pont-aux-Choux
hasta el de Beaumarchais. Aquella buena gente hablaba primero
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de la pieza que haban visto; y luego, de una cosa en otra, pasaban para encontrar esas admirables escenas trgicas o cmicas, obras
a hablar de sus asuntos; tiraba la madre de la mano del hijo, sin maestras, engendradas por la casualidad. No s cmo he podido
escuchar sus quejas ni sus preguntas; contaban ambos cnyuges guardarme para m tanto tiempo la historia que ahora voy a con
el dinero que haban de cobrar al da siguiente y se lo gastaban en tar, y que forma parte de esos curiosos relatos que se quedan en el
mil cosas diversas. Salan a relucir entonces pormenores del saco, de donde los saca la memoria caprichosamente como
hogar, lamentaciones sobre el precio excesivo de las patatas o nmeros de lotera; otros muchos tengo por el estilo de raros e
sobre lo largo que se haca el invierno y la caresta de la lea, igualmente sepultados; pero no se apuren ustedes, que ya irn
recriminaciones enrgicas por lo que le deban al panadero y, en saliendo.
fin, discusiones que se enconaban y donde cada uno de los dos Cierto da, mi asistenta, la mujer de un obrero, hubo de rogar
pona de manifiesto su carcter con frases pintorescas. Oyendo a me que honrase con mi presencia la boda de una hermana suya.
aquellas personas poda yo apropiarme de su vida, senta sus Para que puedan ustedes comprender lo que era la tal boda, debo
andrajos en mi espalda, caminaba con los pies metidos en sus decirles que yo le abonaba a aquella mujer cuarenta sueldos al
agujereados zapatos; sus deseos, sus necesidades, se me entraban mes porque viniese todas las maanas a hacerme la cama, lim
en el alma o mi alma se entraba en las suyas. Era aqul el sueo de piarme los zapatos, cepillarme la ropa, barrerme el cuarto y pre
un hombre despierto. Me sulfuraba con ellos contra los capataces pararme el desayuno; lo dems del da se lo pasaba dndole
del taller, que los tiranizaban, o contra los malos clientes que les vueltas a la manivela de una mquina, y en ese duro oficio gana
hacan volver varias veces hasta pagarles. Dejar las propias cos ba diez sueldos de jornal. Su marido, ebanista, ganaba cuatro
tumbres, volverse otro por la embriaguez de las facultades mora francos. Pero como el matrimonio tena tres hijos, apenas si
les y hacer a voluntad esos papeles, tal era mi distraccin. alcanzaba con todo eso para el pan. Jams en mi vida encontr
A qu deber yo esa facultad? Ser una segunda vista? O honradez ms slida que la de aquel hombre y aquella mujer.
una de esas cualidades cuyo abuso conduce a la demencia? Jams Despus que me mud a otro barrio, durante cinco aos sigui la
investigu las causas de ese poder, limitndome a sentirlo en m y ta Vaillant viniendo a felicitarme por mi santo, trayndome un
utilizarlo. Pero sepan ustedes que, desde aquel tiempo, ya haba yo ramito de flores y unas naranjas, siendo as que jams tena aho
analizado los elementos de esa masa heterognea llamada el pue rrado diez sueldos. Nos aproximaba la miseria. Nunca pude yo
blo; y estudindolo de un modo que me permita evaluar sus bue darle arriba de diez francos, que siempre peda prestados a ese fin.
nas y malas cualidades. Saba ya de qu utilidad poda ser aquel Esto podr explicar mi promesa de asistir a la boda, con la ilusin
barrio, aquel semillero de revoluciones que encierra hroes, de refugiarme en la alegra de aquella pobre gente.
inventores, sabios prcticos, pcaros, canallas, virtudes y vicios, El convite, el baile, se celebraba en casa de un tabernero de la
todo eso reprimido por la miseria, sofocado por la necesidad, Rue de Charenton, en el primer piso, en una gran sala alumbrada
ahogado en vino, estragado por licores fuertes. No podris ima por lmparas con pantallas de hojalata, tapizada de un papel
ginaros cuntas aventuras perdidas, cuntos dramas olvidados en mugriento hasta la altura de las mesas y a lo largo de cuyas pare
esa ciudad de dolor! Cuntas cosas horribles y bellas! No llegar des se vejan bancos de madera. En aquella habitacin ochenta
jams la imaginacin hasta la realidad que all se oculta y que personas endomingadas, cargadas de ramos de flores y cintajos,
nadie puede ir a descubrir, pues es preciso descender muy bajo animadas todas por el espritu de la Courtille y las caras conges
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tionadas, bailaban como si fuese a acabarse el mundo. Se besaban cor argentado. La expresin amarga y triste de aquella cara mag
los casados, en medio de la general satisfaccin, y se oan unos nfica pareca agrandada por la ceguera, porque los muertos ojos
eh! y unos ah!... zumbones, pero no tan indecentes en reali revivan merced al pensamiento; pareca despedir como un fulgor
dad, como esas tmidas miradicas de las solteras bien educadas. brillante, producido por un deseo nico, incesante, enrgicamen
Expresaba toda aquella gente una alegra brutal que tena un no te estampado en aquella frente preada, surcada por arrugas
s qu de contagioso. semejantes a las hiladas de un viejo muro. Soplaba aquel anciano
Pero ni las fisonomas de aquella concurrencia ni la boda ni al tuntn, sin atenerse lo ms mnimo ni al comps ni al aire, y sus
nada de este mundo guarda relacin con mi historia. Retengan dedos suban y bajaban, pulsando las viejas llaves por efecto de un
ustedes solamente lo singular del cuadro. Figrense bien la taber hbito maquinal. No se cohiba para dar lo que los msicos lla
na innoble y pintada de almagre, aspiren el olor a vino, escuchen man falsetes, y los bailarines no los notaban, as como tampoco
los aullidos de aquella alegra y qudense en aquel barrio en los dos aclitos de mi italiano, porque italiano era. Algo de grande
medio de aquellos obreros, de aquellos viejos, de aquellas pobres y desptico haba en aquel viejo Homero que llevaba dentro una
mujeres entregadas al placer de una noche. Odisea condenada al olvido. Era la suya una grandeza tan real, que
Componan la orquesta tres ciegos de los Quinze-Vingts que triunfaba, incluso ante su abyeccin, un despotismo tan vivo
tocaban el primero el violn, el segundo el clarinete y el tercero la que dominaba la pobreza. Ninguna de esas violentas pasiones que
zampoa. Pagbanles a los tres un total de siete francos por toda conducen al hombre al bien o al mal, haciendo de l un presidia
la noche. Claro que por ese precio no podan regalar al pblico rio o un hroe, faltaba en aquel rostro de noble diseo, lvidamen
con Rossini ni Beethoven, sino que tocaban lo que queran y te italiano, sombreado por unas cejas canosas, que proyectaban su
podan, sin que nadie oh delicadeza encantadora! protestase. sombra sobre profundas cavidades, en que tema uno ver reapare
Hera su msica tan brutalmente el tmpano, que, tras pasar cer la luz del pensamiento, de igual modo que tememos ver salir
revista con la mirada a aquel pblico, hube de fijar la vista en de la boca de un antro varios bandidos armados de antorchas y
aquel terceto de ciegos y me sent, desde el primer instante, dis puales. Haba un len encerrado en aquella jaula de carne, un
puesto a la indulgencia al reconocer su uniforme. Ocupaban len que apurara intilmente su furia contra los hierros de sus
aquellos artistas el hueco de una ventana, por lo que, para distin barrotes. Aunque se apagara el incendio de la desesperacin en
guir sus semblantes, era menester acercarse a ellos; no lo hice yo sus cenizas, se enfriara la lava; pero los surcos, los destrozos y un
as al pronto; pero despus que lo hice, no s por qu, boda y poco de humo daban fe de la violencia de la erupcin y los estra
msica desaparecieron, y sent excitada mi curiosidad hasta el gos del fuego. Esas ideas que la vista de aquel hombre sugera eran
colmo, pues se me fue el alma a alojarse en el cuerpo del tocador tan clidas en mi alma como fras en su rostro.
de clarinete. Tanto el del violn como el de la zampoa tenan Entre danza y danza, el del violn y el del albogue, seriamente
caras vulgares, la consabida facha del ciego, comedida, atenta y ocupados en su vaso y su botella, se colgaban el instrumento de
grave; pero la del clarinete era uno de esos fenmenos que paran un botn de su levita, color de ala de mosca, alargaban la mano
en seco al artista y al filsofo. hacia una mesita colocada en el hueco de la ventana que les serva
Figuraos la mascarilla en escayola de Dante, iluminada por la de cantina y le ofrecan al italiano un vaso colmado que no poda
roja luz del quinqu y rematada por una selva de pelo de un blan coger por s mismo, ya que la mesa se encontraba detrs de su
16 17
asiento, y siempre el del clarinete les daba las gracias con un movi Y por qu le llaman a usted dux? le pregunt.
miento de cabeza afectuoso. Se realizaban sus gestos con esa pre Ah!, sa es una broma me dijo. Yo soy patricio de Venecia
cisin que siempre asombra en los ciegos de los Quinze, y nos da y habra podido ser dux como cualquier otro.
la impresin de que ven. Me acerqu a los tres ciegos para escu Cul es su verdadero nombre?
char lo que dijesen; pero en cuanto me tuvieron cerca, me estu Aqu me respondi soy el to Canet. As figur siempre mi
diaron, no reconocieron en m el carcter de obrero y cerraron el nombre en los registros. Pero en Italia me llamo Marco Facino
pico. Cane, prncipe de Varese.
De dnde es usted..., el que toca el clarinete? Pero cmo! Desciende usted del famoso condottiere Faci
De Venecia respondi el ciego, con un leve dejo italiano. no Cane, cuyas conquistas pasaron a los duques de Miln?
Es usted ciego de nacimiento o perdi la vista a causa de...? vero asinti. Por aquel tiempo para que no lo matasen
Un accidente me respondi l con viveza, la maldita gota los Visconti, el hijo de Cane se refugi en Venecia y se hizo inscri
serena. bir en el Libro de Oro. Pero ahora ya no hay ni Cane ni libro. E
Hermosa ciudad, Venecia!... Siempre tuve deseos de ir all. hizo un terrible gesto de patriotismo extinguido y de empacho
Se anim la fisonoma del viejo, se agitaron sus arrugas y por las cosas humanas.
pareci violentamente emocionado. Pero si era usted senador de Venecia, sera rico; cmo pudo
Si me llevase a m con usted, no perdera el tiempo me dijo. perder su patrimonio?
No le hable usted de Venecia me advirti el del violn o Ante esa pregunta levant su cabeza hacia m como para
nuestro dux nos saldr con la tarabilla de siempre, y mire que ya mirarme con un movimiento verdaderamente trgico y me res
se ech al coleto dos francos de vino, el prncipe... pondi:
Vamos, adelante con los faroles, ro Canet dijo el del albo
Desdichas!...
gue.
No pensaba ya en beber y rehus con un gesto el vaso de vino
Y los tres se pusieron a tocar de nuevo; pero en el tiempo que
que le ofreca el del albogue; luego baj la cabeza. No bastaban
tardaron en ejecutar las cuatro contradanzas, el veneciano me
esos detalles para satisfacer mi curiosidad. Durante la contradan
husmeaba y adivinaba el inters que me inspiraba. Se borr de su
za que aquellas tres mquinas ejecutaron, contempl yo al viejo
rostro la fra expresin de tristeza, no s qu ilusin ilumin sus
patricio veneciano con esos sentimientos que a un joven de vein
facciones y resbal como una llama azul por sus arrugas; sonri y
se enjug la frente, audaz y terrible y, finalmente, se volvi jovial te aos atosigan. Vea Venecia y el Adritico y los vea en aquel
como individuo al que le siguen su mana. rostro arruinado. Me paseaba por esa ciudad tan amada de sus
Qu edad tiene usted? le pregunt. hijos, iba del Rialto al Gran Canal, del muelle de los Esclavones al
Ochenta y dos aos. Lido; tornaba a su catedral, tan originalmente sublime; contem
Desde cundo est ciego? plaba las ventanas de la Casa de Oro, que lucen cada una adornos
Pues ya va a hacer cincuenta aos me respondi con un diferentes; contemplaba sus viejos palacios tan ricos en mrmoles
tono de voz que delataba no proceder su pena slo de la prdida y, en una palabra, todas esas maravillas con que el sabio simpati
de la vista, sino de la de algn gran poder de que lo hubiesen des za, tanto ms cuanto que las tie de color a su capricho y no quita
pojado. poesa a sus sueos con el espectculo de la realidad. Remontaba
18 19
el curso de la vida de aquel vstago del ms grande de los condot dieran de pualadas, sin haber recibido otra cosa que la promesa
tieri, y buscaba las huellas de sus desventuras y las causas de aque de un beso. Morir por ella me pareca toda una vida. En 1760
lla profunda degradacin fsica y moral que prestaba todava ms hube de enamorarme de una Vendramino, una jovencita de die
belleza a los detalles de nobleza y grandeza reanimados en aquel ciocho aos, casada con un tal Sagredo, uno de los ms opulentos
instante. Sin duda ambos tenamos los mismos pensamientos, senadores, hombre de treinta aos, y que quera con locura a su
pues yo creo que la ceguera hace mucho ms rpidas las comuni mujer. Mi amada y yo ramos inocentes como dos querubines,
caciones intelectuales, vedndole a la atencin el desperdigarse en cuando un da nos sorprendi el sposo pelando la pava; yo estaba
los objetos exteriores. Y no se hizo esperar la prueba de nuestra sin armas, l me fall el golpe y yo me ech sobre l y lo estrangu
simpata. Facino Cane dej de tocar, se levant, se acerc a m y l con ambas manos, retorcindole el cuello como a un pollito.
me dijo un Vmonos! que me hizo el efecto de una ducha elc Quise partir con Bianca y ella se neg a seguirme. Para que se vea
trica. Le di el brazo y salimos. lo que son las mujeres! Tuve que huir yo solo, me condenaron en
Cuando estuvimos en la calle me dijo: rebelda y me confiscaron mis bienes en favor de mis herederos;
Quiere usted llevarme a Venecia, conducirme por ella y fiar pero yo me haba llevado mis diamantes, cinco lienzos del Tizia
en m? Ser usted ms rico que las diez casas ms ricas de Amster no enrollados y todo mi oro. Me refugi en Miln, donde no me
dam o Londres, ms rico que los Rothschild; en una palabra, rico molestaron; mi asunto no le interesaba al gobierno. Una ligera
como los de Las mil y una noches. observacin antes de seguir adelante dijo tras una pausa.
Pens que aquel hombre estaba loco; pero haba tal poder en Influirn o no los antojos de una mujer encinta sobre el hijo que
su voz, que me rend a su hechizo. Me dej conducir y el ciego me lleva en las entraas o al concebirlo, pero lo cierto es que mi
llev hacia los fosos de la Bastilla, cual si tuviera vista. Se sent en madre tuvo pasin por el oro durante su embarazo. Y yo siento
una piedra, en un lugar muy solitario, donde despus construye por el oro una monomana, cuya satisfaccin es tan necesaria
ron el puente que pone en comunicacin al canal Saint-Martin para mi vida que, en cuantas situaciones me encontr, nunca dej
con el Sena. Yo me sent en otra piedra frente al anciano, cuyo de tener oro conmigo; manejo constantemente oro; de joven lle
pelo blanco brill como la plata al fulgor de la luna. El silencio, vaba siempre encima alhajas y nunca me faltaban doscientos o
apenas turbado por el rumor tempestuoso de los bulevares que a trescientos ducados.
nosotros llegaba, la pureza de la noche, todo contribua a hacer Al decir esas palabras se sac del bolsillo dos ducados y me los
verdaderamente fantstica la escena. ense.
Le habla usted de millones a un joven y cree que no sera Yo husmeo el oro. No obstante estar ciego, me paro ante las
capaz de arrostrar mil peligros por cogerlos! No se burla usted joyeras. Esa pasin me ha perdido, pues me hice jugador para
de m? jugar oro. Pero no era tahr y me timaron y me arruin. Cuando
Que muera yo sin confesin me dijo con vehemencia si lo se me acab el dinero, me entr un rabioso deseo de ver a Bianca;
que voy a decirle no es la pura verdad. Yo he tenido veinte aos, me volv en secreto a Venecia, la encontr y goce seis meses de
como usted los tiene ahora, y era rico, guapo, noble, y empec por felicidad, escondido en su casa y mantenido por ella. Pensaba ter
la primera de las locuras: el amor. Am como no se ama ya, hasta minar as deliciosamente mi vida. Pero era el caso que el provee
el extremo de meterme en un arcn y exponerme all a que me dor andaba tras ella y se sospech un rival, cosa que en Italia se
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huele; nos espi, y un da, el muy villano!, nos sorprendi a los da y cavado tres metros de subterrneo. Para continuar su labor
dos juntos. Ya se figurar usted lo reida que fue nuestra lucha; era menester esparcir sobre el suelo mismo del calabozo las part
no lo mat, pero lo dej malherido. Esa aventura dio al traste con culas de piedra y mortero producidas por el trabajo de excava
mi felicidad. Desde aquel da no he vuelto a ver a Bianca. He cin. Aunque los carceleros o los inquisidores no hubiesen fiado
gozado de grandes placeres, he vivido en la corte de Luis XV entre en la construccin del edificio, que slo exiga una vigilancia exte
las ms clebres mujeres; pero en ninguna parte he encontrado rior, la disposicin de los pozos, a los que se baja por unos pelda
las buenas cualidades, los encantos, el amor de mi dilecta venecia os, permita ir minando gradualmente el suelo, sin que los
na. Tena el proveedor sus esbirros, los convoc y cercaron el pala carceleros lo notasen. Tan inmenso trabajo habra estado de ms,
cio y lo invadieron; yo me defend para poder morir ante los ojos por lo menos para quien lo haba emprendido, porque su inte
de Bianca, que me ayudaba a matar al proveedor. En otro tiempo rrupcin delataba su muerte. Con el fin de que su sacrificio no
no quiso aquella mujer huir conmigo; pero despus de seis meses quedase totalmente perdido, era menester que el nuevo preso
de felicidad estaba decidida a morir a mi lado y hubo de recibir supiese rabe; pero yo haba estudiado las lenguas orientales en el
varios golpes. Me echaron encima una gran capa, me envolvieron convento de los armenios. Una frase escrita por detrs de la pie
en ella y me llevaron a una gndola, y en ella a una mazmorra de dra deca la suerte de aquel desdichado, muerto vctima de sus
los pozos. Tena yo entonces veintids aos y llevaba tan bien inmensas riquezas, que Venecia codiciara, terminando por apode
cogido el pomo de mi rota espada, que, para quitrmelo, habran rarse de ellas. Un mes necesit para lograr algn resultado. En
tenido que cortarme la mueca Por una rara casualidad, o inspi tanto trabajaba, en aquellos momentos en que el cansancio me
rado ms bien por una idea de precaucin, escond en un rincn renda, oa yo el tintineo del oro, vea oro delante de m, me des
aquel trozo de acero, cual si ms adelante me pudiera servir. Me lumbraban diamantes! Oh!..., aguarde usted... Una noche, mi
curaron las heridas, ninguna de las cuales era mortal. A los vein acero embotado tropez con madera. Afil mi trozo de espada y
tids aos sale uno bien parado de todo. Yo estaba condenado a abr un agujero en aquella madera. Para poder trabajar me arras
morir decapitado, pero me hice el enfermo con el fin de ganar traba como una serpiente sobre el vientre, me quedaba en cueros
tiempo. Crea hallarme en un calabozo vecino al canal y conceb para trabajar a la manera de los topos, extendiendo las manos por
proyecto de evadirme cavando el muro y cruzando a nado el delante y valindome de la piedra misma cual de un punto de
canal, con riesgo de ahogarme. He aqu en qu razones apoyaba apoyo. La vspera del da que haba yo de comparecer ante mis
mi esperanza: siempre que el carcelero me traa la bazofia, lea yo jueces quise, durante la noche, intentar un ltimo esfuerzo; per
indicaciones escritas en las paredes, como: lado del palacio, lado for la madera y mi acero no encontr nada ms all. Imagnese
del canal, lado del subterrneo, y conclu por vislumbrar un plano, usted cul sera mi sorpresa al aplicar el ojo a aquel orificio! Esta
cuyo sentido apenas me inquietaba, pero que era explicable por el ba en los artesonados de una cueva donde una dbil luz me per
estado actual del palacio, que an est sin terminar. Con el genio mita columbrar un montn de oro. Se hallaban en dicha cueva el
que infunde el afn de recobrar la libertad, trat de descifrar, pal dux y uno de los Diez, y sus voces, que oa yo, me hicieron saber
pando con las yemas de los dedos la superficie de una piedra, una que all estaba el tesoro secreto de la Repblica, los presentes de
inscripcin en rabe, con la que el autor de aquella obra adverta los dux, y las reservas del botn llamado el dinero de Venecia y que
a sus sucesores que haba separado dos piedras de la ltima hila se cobraba del producto de las expediciones. Me haba salvado!
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Cuando entr en mi mazmorra el carcelero, le propuse que favo camos en Esmirna e inmediatamente volvimos a embarcarnos
reciese mi fuga y se viniese conmigo, y que nos llevramos cuanto para Francia. Al subir a bordo del buque francs hizo Dios la
pudiramos. No haba razn para vacilar y el hombre acept. Un merced de librarme de mi cmplice. No pensaba yo entonces en
navo se haca a la vela para Levante, tomamos todas las precau todo el alcance de aquel desafuero del azar, del que me alegr
ciones oportunas y Bianca secund las medidas que yo le dictara grandemente. Tan extenuados estbamos que permanecamos
a mi cmplice. Para no despertar sospechas, Bianca se nos unira como alelados, sin decirnos palabra, esperando hallarnos a salvo
en Esmirna. En una noche agrandamos el agujero y bajamos de todo peligro para gozar a nuestro antojo. No es, pues, de extra
hasta donde estaba el tesoro secreto de Venecia. Qu noche aqu ar que a aquel tunante se le trastornara el juicio. Pero ya ver
lla! Tres barriles haba all atiborrados de oro. En la habitacin usted cmo Dios me castig a m. No me considere tranquilo
anterior haba dinero apilado en dos montones iguales, que deja hasta que vend los dos tercios de mis diamantes en Londres y
ban en medio un camino libre para cruzar la cmara, donde las Amsterdam, y realic mi polvo de oro en valores mercantiles.
monedas, formando cuneta, revestan las paredes hasta un metro Cinco aos los pas escondido en Madrid; y en 1770 me vine a
y medio de altura. Yo cre que el carcelero se volva loco: cantaba, Pars con un nombre espaol, y lleve aqu la vida mas brillante.
brincaba, rea, hacia piruetas sobre el oro; yo le amenac con Bianca haba muerto. En medio de mis placeres, cuando gozaba
estrangularlo si perda el tiempo o armaba ruido. De puro alegre, de un capital de seis millones, hube de quedarme ciego. Estoy
no vio al pronto una mesa encima de la cual estaban los diaman seguro de que esa enfermedad fue resultado de mi estancia en el
tes. Yo me lanc sobre ella con bastante habilidad para llenarme calabozo, de mis trabajos en la piedra, si no es que mi facultad de
de diamantes mi tabardo de marinero y los bolsillos del pantaln. ver el oro implicaba un abuso de la potencia visual que me pre
Pero, Dios mo!, no cog ni la tercera parte. Debajo de aquella destinaba a la ceguera. Amaba en aquel momento a una mujer,
mesa haba lingotes de oro. Persuad a mi compaero para que con la que pensaba unir mi suerte; le haba declarado el secreto de
llenase de oro tantos sacos como pudiramos llevar hacindole mi nombre; perteneca a una familia poderosa y yo lo esperaba
ver que sa era la nica manera de evitar que en el extranjero nos todo del favor que Luis XV me dispensaba; haba puesto toda mi
descubrieran. Por las perlas, alhajas y diamantes nos reconoce confianza en aquella mujer, que era amiga de Madame du Barry,
ran, le dije. Pero por ms grande que fuera nuestra codicia, slo y ella me aconsej que fuese a consultar con un famoso oculista
pudimos arramblar con dos mil libras de oro, que requirieron seis de Londres; pero al cabo de vivir unos meses en dicha ciudad,
viajes desde la crcel a la gndola. Al centinela de la puerta que aquella mujer me dej abandonado en Hyde-Park, despus de
daba al agua lo sobornamos con un saco de diez libras de oro. En desvalijarme de todos mis caudales hasta el ltimo cntimo; ya
cuanto a los dos gondoleros, crean servir a la Repblica. Al cla que, obligado a ocultar mi nombre, que me habra entregado a la
rear el da zarpamos. Cuando ya estuvimos en alta mar, al acor venganza de Venecia, no poda invocar la ayuda de nadie, por
darme de la noche pasada y las sensaciones que haba experi temor a la Repblica. Los espas que aquella mujer me haba
mentado, volv a ver aquel inmenso tesoro en el que, segn mis puesto me saquearon sin piedad. Le dispenso de unas aventuras
clculos, quedaban treinta millones en plata y veinte millones en dignas de Gil Blas. Sobrevino luego vuestra revolucin. Vime
oro, varios millones en diamantes, perlas y rubes, y me entr obligado a ingresar en los Quinze-Vingt, donde aquella pcora
como un ataque de locura. Me tom la fiebre del oro. Desembar me intern, despus de tenerme dos aos en Bictre como aliena
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do; no pude matarla, porque no vea y era harto pobre para com Ese tesoro me dijo lo veo siempre, lo mismo dormido que
prar un brazo. Si antes de perder a Benedetto Carpi, mi carcelero, despierto; me paseo por l, refulgen los diamantes, no soy tan
le hubiese consultado sobre la situacin de mi mazmorra, habra ciego como usted cree; el oro y los diamantes me iluminan mi
podido reconocer el tesoro y volver a Venecia cuando Napolen noche, la noche del ltimo Facino Cane, porque mi ttulo pasar
acab con la Repblica. Pero ahora, a pesar de mi ceguera, vaya a los Memmi. Dios mo! Qu pronto empez el castigo del ase
mos a Venecia! Volver a encontrar la puerta de mi prisin, ver el sino! Ave Maria
oro a travs de los muros, lo oler bajo las aguas donde est ente Rez unas oraciones que no entend.

rrado, pues los acontecimientos que han derribado la Repblica Iremos a Venecia exclam cuando se levant.

son de tal magnitud, que el secreto del tesoro ha debido de morir Por lo visto, al fin encontr un hombre dijo l con el rostro

con Vendramino, el hermano de Bianca, un dux, que yo esperaba encandilado.

me habra reconciliado con los Diez. He dirigido notas al primer Lo fui acompaando, cogido del brazo, y el me estrech la
cnsul, le he propuesto un tratado al emperador de Austria y mano en la puerta de los Quinze-Vingt en el momento en que
todos me han tomado por un loco. Pero ande usted, vmonos a algunos de los convidados a la boda volvan de ella, gritando a voz
Venecia, vayamos all como mendigos para volver como millona en cuello.
rios; rescataremos mis bienes y usted ser mi nico heredero; ser Partiremos maana? me pregunt el anciano.

prncipe de Varese! Tan pronto como tengamos algn dinero respond.

Aturdido por aquella confidencia, que en mi imaginacin Pero podemos hacer el viaje a pie, yo pedir limosna... Soy

asuma las proporciones de un poema, a vista de aquella cabeza fuerte, y cuando ve uno oro por delante se vuelve joven...
blanca y ante el agua negra de los fosos de la Bastilla, agua dormi Facino Cane muri aquel invierno, despus de dos meses de
da como la de los canales de Venecia, no contest nada a mi inter cama. El pobre hombre padeca un catarro crnico.
locutor. Facino Cane pens, sin duda, que yo lo juzgaba, como Traduccin del francs de Rafael Cansinos Assens
todos, con despectiva piedad, e hizo un gesto que expresaba toda
la filosofa de la desesperacin. Puede que aquel relato lo hubiese
transportado a sus ms felices das, a Venecia; enristr su clarine
te y toc en l melanclicamente una cancin veneciana, una bar
carola, para la que volvi a recobrar su primer talento, su talento
de patricio enamorado. Fue algo como el Super Flumina Babylo
nis. A m se me llenaron los ojos de lgrimas. Si algunos paseantes
rezagados acertaron a pasar a lo largo del bulevar Bourdon, sin
duda se detendran a escuchar aquella postrer plegaria del deste
rrado, la ltima nostalgia de un nombre perdido, al que se mez
clara el recuerdo de Bianca. Pero no tard el oro en llevarse la
palma y la fatal pasin apag aquel destello juvenil.

26 27
 MUM

IVN TURGUNIEV

E n una de las calles perifricas de Mosc, haba en otro tiempo

una casa gris con columnas blancas, entresuelo y balcn algo tor
cido, en la que viva una viuda atendida por numerosa servidum
bre. Sus hijos haban entrado en la administracin de Petersburgo
y sus hijas se haban casado; la seora apenas sala de casa y pasa
ba en completa soledad los ltimos aos de su triste y sombra
vejez. Sus das de luz, ms bien grises y desapacibles, haban pasa
do haca tiempo; pero la tarde de su vida era ms negra que la
noche.
De sus numerosos domsticos el ms notable era el portero
Guersim, hombre de una talla gigantesca, complexin herclea y
sordomudo de nacimiento. La seora lo haba sacado de la aldea,
donde viva solo en una pequea isba, separado de sus vecinos,
y donde estaba considerado el ms laborioso de sus tributarios.
Dotado de una fuerza excepcional, trabajaba por cuatro y despa
chaba con soltura las faenas; daba gusto verlo cuando araba un
campo; con las enormes palmas apoyadas en el arado, se dira que
l solo, sin la ayuda de su caballejo, abra el blando seno de la tie
rra; cuando, en torno al da de San Pedro, manejaba vigorosa
mente la guadaa, pareca que iba a segar a ras de tierra un
bosquecillo de jvenes abedules; y cuando, armado de un enorme
mayal, trillaba el cereal sin tregua ni desmayo, los msculos
oblongos y duros de sus hombros se levantaban y bajaban como
una palanca. Su inquebrantable mutismo confera a su infatigable
labor un aire de solemne gravedad. Era un mujik excelente, y de
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no haber sido por su desgracia, cualquier muchacha lo habra personas extraas, desde que una noche sorprendi a dos ladro
aceptado de buen grado por marido Pero un buen da lo lleva nes y golpe la frente del uno contra la del otro, haciendo casi
ron a Mosc, le compraron unas botas, le confeccionaron un caf innecesario llevarlos a la polica, se gan el respeto de todo el
tn para el verano y un abrigo de piel de cordero para el invierno, barrio; hasta de da, ya no slo los rateros, sino cualquier persona
le pusieron en la mano una escoba y una pala y le nombraron desconocida que acertara a pasar por all, al ver al terrible porte
portero. ro, se alejaba gesticulando y vociferando, como si Guersim
En un principio no le gust nada su nueva vida. Desde la pudiera or sus gritos. Con el resto de la servidumbre mantena
infancia estaba acostumbrado a las labores del campo y a la aldea. buenas relaciones, aunque no podan calificarse de amistosas,
Aparatado por su desdicha del trato con los hombres, el mudo pues le tenan miedo. Guersim los consideraba de los suyos.
creci robusto como un rbol en tierra frtil Trasplantado a la Comprenda los gestos que le dirigan y ejecutaba a la perfeccin
ciudad, se senta desorientado, acosado por la perplejidad y las rdenes que le transmitan, pero tambin conoca sus dere
la nostalgia, como un toro joven y fuerte al que de pronto sacan del chos, y nadie habra osado ocupar su lugar a la mesa. En general,
pastizal donde la jugosa hierba le llega hasta el vientre, lo meten Guersim era un hombre grave y circunspecto, al que le gustaba
en un vagn de ferrocarril y lo llevan Dios sabe dnde en medio que todo estuviera en orden; ni los gallos se atrevan a pelearse en
de un estrpito ensordecedor, nubes de humo, chispas y oleadas su presencia, ay de ellos si se les ocurra! Los agarraba al punto
de vapor. En comparacin con las duras faenas del campo, las por las patas, les daba unas diez vueltas en el aire y los lanzaba
obligaciones del nuevo cargo le parecan un juego; en media hora cada uno en una direccin. Por el patio de la seora tambin
lo tena todo hecho. Entonces se quedaba plantado en medio del deambulaban algunos gansos, pero, como es bien sabido, los gan
patio, mirando con la boca abierta a los transentes, como si sos son aves serias y juiciosas; Guersim los respetaba, los cuida
esperara que le aclarasen el enigma de su situacin; o de pronto se ba y les daba de comer. l mismo tena aspecto de ganso
retiraba a algn rincn y, arrojando la pala y la escoba, se tumba respetable. Le haban asignado un cuartucho que haba encima de
ba en el suelo boca abajo y pasaba horas enteras inmvil, como la cocina, que l arregl a su gusto: con planchas de roble cons
una bestia en una trampa. No obstante, el hombre se acostumbra truy un lecho levantado sobre cuatro vigas, una verdadera cama
a todo y Guersim acab habitundose a la vida en la ciudad. Sus de paladn, que no se habra doblado ni bajo un peso de cien
escasas tareas se reducan a mantener limpio el patio, transportar puds;1 bajo la cama coloc un cofre enorme; en un rincn dispuso
dos veces al da un barril de agua, cortar y llevar lea a la cocina y una mesa no menos maciza, flanqueada de una silla baja de tres
a la casa, impedir el paso a las personas extraas y vigilar por la patas, tan pesada que a veces el propio Guersim la levantaba, la
noche. Hay que reconocer que cumpla a conciencia su cometido: dejaba caer y sonrea. Cerraba el cuartucho con un candado
en el patio no se vean astillas ni barreduras; si en la poca del negro cuya forma recordaba una rosca de pan; Guersim llevaba
deshielo el extenuado caballejo confiado a sus cuidados se atasca siempre la llave en el cinto, pues no le gustaba que nadie entrara
ba con el barril del agua en algn atolladero, Guersim empujaba en su habitacin.
con el hombro y sacaba del barrizal no slo el carro, sino tambin
el rocn; si se pona a cortar lea, el hacha vibraba como un cris
tal y por todas partes saltaban virutas y tueros; y, en cuanto a las 1
Antigua medida rusa de peso que equivale a 16,3 kilgramos. (N. del T.)

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 As transcurri un ao, a cuyo trmino se produjo un peque ro que hizo Gavrila fue echar a su mujer, luego se sent junto a la
o acontecimiento en la vida de Guersim. ventana y se qued meditabundo. Por lo visto, la decisin inespe
La vieja seora de la casa segua en todo las antiguas costum rada de la seora lo haba sorprendido. Finalmente se puso en pie
bres y mantena una numerosa servidumbre, compuesta no slo y mand llamar a Kapitn, que se present al poco rato Pero
de lavanderas, costureras, carpinteros, sastres y modistas, sino antes de dar cuenta a los lectores de su conversacin, no estar de
incluso de un talabartero que tambin desempeaba las funciones ms relatar en pocas palabras quin era esa Tatiana con la que
de veterinario, se ocupaba de los criados enfermos y haca las deba casarse Kapitn y por qu la orden de la seora haba des
veces de mdico de cabecera de la seora, y, por ltimo, de un concertado al mayordomo.
zapatero llamado Kapitn Klmov, un borracho empedernido. Kl Tatiana era una de las lavanderas de las que hemos hablado
mov se consideraba un hombre instruido y de buenos modales, ms arriba (aunque por su habilidad y conocimientos en la mate
desaprovechado y no estimado en toda su vala, condenado a vivir ria slo se le confiaba la ropa blanca), contaba unos veintiocho
desocupado en un rincn de Mosc; si beba, declaraba l mismo aos y era una mujer menuda, delgada, rubia, con lunares en la
sopesando cada palabra y golpendose el pecho con la mano, lo mejilla izquierda, seal de una vida desdichada segn las creen
haca para ahogar las penas. Un da en que la seora hablaba con cias de los rusos En realidad, no poda jactarse de su buena for
su mayordomo Gavrila, hombre que, a juzgar por sus ojillos ama tuna. Desde la primera juventud slo haba recibido malos tratos;
rillentos y su nariz de pato, estaba predestinado a mandar, aqulla trabajaba por dos, sin recibir nunca la menor caricia; le daban
se aquej de las malas costumbres de Kapitn, al que la vspera ropa gastada y reciba una paga insignificante; tena algunos tos,
haban encontrado en plena calle en un estado lamentable. aunque era como no tener a nadie: uno de ellos, viejo intendente,
Qu te parece si lo casramos, Gavrila? dijo de pronto. haba sido enviado de vuelta al campo por su incapacidad; los
Tal vez sentara la cabeza. otros eran campesinos: eso era todo. En otro tiempo haba pasa
Por qu no! Claro que podemos respondi Gavrila, y le do por una muchacha bella, pero esa belleza no haba tardado en
vendra muy bien. marchitarse. Su comportamiento era de lo ms sumiso o, mejor
S, pero quin querr casarse con l? dicho, asustadizo; en lo concerniente a su propia persona mostra
Claro En cualquier caso, se har como quiera la seora. ba una indiferencia absoluta, y por los otros senta un miedo cer
Despus de todo, seguro que podemos emplearlo en algo. Hay val; su nica preocupacin era terminar el trabajo a tiempo;
muchos como l. nunca hablaba con nadie y la simple mencin de la seora basta
Creo que Tatiana le gusta. ba para hacerla temblar, aunque sta apenas se haba fijado en
Gavrila estuvo a punto de poner una objecin, pero se mordi ella. Cuando trajeron a Guersim de la aldea, por poco se desma
la lengua. y de espanto al ver su enorme figura; trataba por todos los
S! Que pida la mano de Tatiana decidi la seora, aspi medios de no encontrarse con l y si por ventura tena que pasar
rando con placer un poco de rap, lo oyes? a su lado cuando se diriga con premura al lavadero, entrecerraba
A sus rdenes respondi Gavrila y se retir. los ojos. En un principio Guersim no le prest una atencin
De vuelta en su habitacin (situada en un pabelln y ocupada especial; luego empez a sonrer cuando la vea, ms tarde se
casi en su totalidad por cofres con remaches de hierro), lo prime acostumbr a seguirla con la mirada y acab por no quitarle los
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ojos de encima. Se haba enamorado de ella. Slo Dios sabe si fue condujo a la cochera y, cogiendo por un extremo una lanza de
por la dulzura de su expresin o por la timidez de sus ademanes! carro que haba en un rincn, le amenaz con pocos pero elo
En una ocasin en que la muchacha atravesaba el patio llevando cuentes gestos. Desde entonces nadie se atrevi a molestarla.
cuidadosamente en la punta de los dedos una camisola almidona Nada de eso se lo tenan en cuenta a Guersim. Es cierto que la
da de la seora, sinti que alguien le tiraba fuertemente del codo; encargada de la ropa blanca se desmay nada ms llegar a las
se dio la vuelta y lanz un grito: a su lado estaba Guersim. Con dependencias de las criadas y se condujo con tanta astucia que ese
una sonrisa estpida y un mugido afectuoso, le ofreca un gallo mismo da lleg a conocimiento de la seora el grosero proceder
de bizcocho, con adornos de oropel en la cola y en las alas. Tatiana de Guersim; pero la extravagante anciana se limit a rer y, para
hizo intencin de rechazarlo, pero l se lo puso a la fuerza en la gran despecho de la mujer, la oblig a relatarle varias veces cmo
mano, sacudi la cabeza y se alej, volvindose para dirigirle otro el portero la haba forzado a doblar la cabeza con su ruda mano;
mugido amistoso. Desde ese da no la dej tranquila: en cualquier al da siguiente envi a Guersim un rublo de gratificacin. Apre
lugar al que fuese apareca l, le sonrea, muga, mova las manos, ciaba la fidelidad y fortaleza de su guardin. Guersim le tena
sacaba de pronto una cinta y se la tenda, o bien barra el lugar mucho miedo, pero de todos modos confiaba en su benevolencia
por el que ella se aprestaba a pasar. La pobre muchacha no saba
y se dispona a solicitarle permiso para casarse con Tatiana. Slo
cmo comportarse ni qu hacer. Pronto toda la casa se enter de
esperaba disponer del nuevo caftn que el mayordomo le haba
las ocurrencias del portero mudo; sobre Tatiana llovieron burlas,
prometido para presentarse ante la seora decorosamente vesti
sarcasmos y comentarios hirientes. No obstante, nadie se atreva a
do. Y, justo en ese momento, a la seora se le ocurra casar a Tatia
mofarse de Guersim, pues no le gustaban las bromas; cuando l
na con Kapitn.
estaba presente, tambin a ella la dejaban en paz. Le gustara o no,
El lector comprender ahora la inquietud del mayordomo
la muchacha se encontraba bajo su proteccin. Como todos los
cuando oy aquella proposicin. Es evidente que la seora apre
sordomudos, Guersim era muy perspicaz y se daba perfecta
cia a Guersim, pensaba, sentado junto a la ventana (Gavrila lo
cuenta cuando se rean de uno de los dos. Un da, durante la
comida, la encargada de la ropa blanca, superiora de Tatiana, se saba perfectamente, por eso l mismo lo trataba con deferencia),
ensa con ella de tal modo que la pobre no saba adnde dirigir pero de todos modos es mudo; no es necesario informar a la
los ojos y, toda confundida, pareca a punto de echarse a llorar. De seora de que Guersim corteja a Tatiana. A fin de cuentas, para
pronto Guersim se levant, extendi su enorme manaza, la puso ser justos, qu clase de marido sera? Por otro lado, en cuanto lle
sobre la cabeza de la encargada y la mir a la cara con tan intensa gue a odos de ese ogro, que Dios me perdone, que Tatiana se casa
furia que sta peg la nariz a la mesa. Todos se callaron. Guersim con Kapitn, es capaz de destrozar toda la casa. Con l no hay
volvi a coger la cuchara y sigui comiendo su sopa de col. Este modo de entenderse. A ver quin hace entrar en razn a ese
maldito mudo es un demonio, murmuraron en voz baja los pre demonio, el Seor me perdone As es!
sentes, mientras la encargada se pona de pie y se diriga a las La aparicin de Kapitn interrumpi el hilo de sus reflexio
dependencias de las sirvientas. En otra ocasin, al advertir que nes. El atolondrado zapatero entr en la habitacin, se llev las
Kapitn, el mismo Kapitn del que acabamos de ocuparnos, pro manos a la espalda y, apoyndose con desenfado en un saliente de
digaba galanteras a Tatiana, Guersim le llam con el dedo, lo la pared que haba junto a la puerta, cruz la pierna derecha sobre
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la izquierda y sacudi la cabeza como diciendo: Aqu estoy! A ese respecto, el nico juez que reconozco, Gavrila An
Qu se le ofrece?. drich, es Dios nuestro Seor. Slo l sabe la clase de hombre que
Gavrila lo mir, al tiempo que tamborileaba en el marco de la soy y si merezco o no el pan que como. Y en cuanto a la borrache
ventana. Kapitn apenas entrecerr un poco los ojos empaados, ra, debo decirle que el culpable no soy yo, sino un compaero que
pero no los baj; hasta esboz una leve sonrisa y se pas la mano me tent, me engatus y luego se march, mientras yo
por los cabellos blanquecinos, que se encresparon en todas direc Mientras t te quedabas tirado en medio de la calle, cabeza
ciones. Pareca pensar: S, soy yo. Qu ests mirando?. de chorlito! Ah, slo sabes empinar el codo! Pero no se trata de
Buen pjaro ests hecho dijo el mayordomo y de nuevo eso ahora continu el mayordomo, sino de lo siguiente: la
guard silencio. Buen pjaro, no cabe duda! seora la seora prosigui despus de una pausa quiere
Por toda respuesta, Kapitn se encogi de hombros. Acaso que te cases. Lo oyes? Piensa que una vez casado sentars la cabe
eres t mejor?, se dijo. za. Lo entiendes?
Mrate, mrate te digo continu Gavrila en tono de repro Claro que lo entiendo!
che. Vaya pinta tienes! Ya. Si de mi dependiera, te ibas a enterar de lo que es bueno.
Kapitn dirigi una tranquila mirada a su chaqueta deslustra Pero eso es cosa de la seora. Entonces, ests de acuerdo?
da y rada, a sus pantalones remendados; examin con atencin Kapitn sonri.
sus botas agujereadas, en especial la derecha, cuya punta apoyaba Al hombre le conviene casarse, Gavrila Andrich; por mi
como un petimetre, y de nuevo clav los ojos en el mayordomo. parte, lo har con mucho gusto.
Qu tiene de malo? Est bien replic Gavrila, al tiempo que pensaba: No hay
Qu tiene de malo? repiti Gavrila. Y me lo preguntas? duda de que este hombre sabe expresarse. Pero no estoy seguro
Pareces un demonio, el Seor me perdone; eso es lo que pareces.
prosigui en voz alta de que la novia que te han buscado te
Kapitn empez a hacer guios sin parar.
convenga.
Regeme cuanto quiera, Gavrila Andrich, pens de nuevo
Perdone mi curiosidad, de quin se trata?
para sus adentros.
De Tatiana.
Has vuelto a emborracharte sigui Gavrila. Otra vez! Eh?
Tatiana?
Responde.
Kapitn abri los ojos como platos y se apart de la pared.
Como tengo tan mala salud, me veo obligado a recurrir a las
Por qu te has sobresaltado? Acaso no te gusta?
bebidas alcohlicas exclam Kapitn.
Cmo no va a gustarme, Gavrila Andrich! Es una buena
Mala salud! No te han dado suficientes palos, eso es lo
muchacha, hacendosa y sumisa Pero usted mismo sabe que ese
que te pasa; te enviaron a Pter 2 de aprendiz Ya veo que has
aprendido mucho. No te mereces el pan que comes. ogro, ese monstruo de las estepas, est colado por ella
Lo s, amigo, lo s perfectamente le interrumpi con enfa
do el mayordomo, pero
Hgase cargo, Gavrila Andrich! Me matar, como hay Dios
2
Nombre popular con que se conoca la ciudad de San Petersburgo. (N. del
que me matar, me aplastar como una mosca. Menudas manos
T.)

36 37
tiene. Se ha fijado usted en sus manos? Iguales que las de Minin El mayordomo dio varias vueltas por la habitacin.
y Pozharski.3 Como est sordo, no oye los golpes que propina! Ahora tenemos que llamar a Tatiana decidi por fin.
Maneja los puos como un hombre que los agitara en sueos. Al cabo de unos instantes Tatiana entr en la habitacin sin
Y no hay modo de calmarlo. Como usted sabe muy bien, Gavrila apenas hacer ruido y se detuvo en el umbral.
Andrich, est sordo, y adems es tonto de capirote. Es un animal, Qu desea, Gavrila Andrich? pregunt en voz baja.
una bestia, Gavrila Andrich, o algo incluso peor un zoquete. El mayordomo la mir fijamente.
Qu he hecho para merecer sus porrazos? Claro que no soy ni la Oye, Tatiana exclam, quieres casarte? La seora te ha
sombra de lo que era: he aguantado muchas cosas, he pasado las buscado un novio.
de Can y estoy ms descascarillado que una vieja cacerola; no Como usted diga, Gavrila Andrich. Y de quin se trata?
obstante, a pesar de todo, soy un ser humano, no una vil cacerola. aadi con indecisin.
Lo s, lo s, no hace falta que me des tantos detalles De Kapitn, el zapatero.
Dios mo! continu el acalorado zapatero, cundo aca Como ordenen.
barn mis infortunios? Cundo, Seor? Soy un desdichado, un No cabe duda de que es un hombre un tanto irresponsable.
Pero la seora tiene confianza en ti.
desdichado sin remisin! Cundo se ha visto una suerte como la
A sus rdenes.
ma? En mis aos mozos me pegaba mi amo, un alemn; en
La nica pega es que ese sordo, Guersim, anda detrs de
la mejor poca de mi vida me pegaba mi propio hermano, y,
ti. Cmo has conseguido hechizar a semejante oso? Esa bestia es
ahora, a la edad adulta, fjese a lo que he llegado.
capaz de matarte
Ah, cabeza hueca! dijo Gavrila. Vas a dejar de quejarte de
Me matar, Gavrila Andrich, sin duda que me matar.
una vez?
Bueno ya lo veremos. Hay que ver con qu seguridad lo
Y qu quiere que haga, Gavrila Andrich! No son los golpes dices: Me matar. Es que tiene derecho a matarte? Juzga t
lo que temo. Si me castigan entre cuatro paredes y me tratan con misma.
consideracin en pblico, seguir siendo una persona; pero que No s si lo tiene o no, Gavrila Andrich.
ese tipo se permita Qu mujer! Que yo sepa, no le has prometido nada
Bueno, basta. Vete ya le interrumpi Gavrila con impaciencia. Qu quiere decir?
Kapitn dio media vuelta y se march cabizbajo. El mayordomo guard silencio y pens: Qu criatura tan
Supongamos que no estuviera l por medio le grit el inocente!.
mayordomo, estaras de acuerdo? Bueno, est bien aadi, ya volveremos a hablar del asun
En ese caso, dara mi consentimiento declar Kapitn, ale to; ahora, mrchate, Tatiana; ya veo que eres muy obediente.
jndose. Tatiana se dio la vuelta, se apoy levemente en el marco de la
Ni siquiera en los momentos ms crticos el zapatero perda puerta y sali.
su facundia. Es posible que maana la seora se haya olvidado de la
boda, pens el mayordomo. Adems, por qu preocuparse?
3
Meteremos en cintura a ese bribn. Informaremos del asunto a la
Jefes del movimiento nacional que se levant contra los polacos de 1612.
(N. del T.) polica
38 39
 Ustina Fidorovna! grit con rudeza a su mujer. A ver si encontraba un viejo camarero, apodado el to Cola, a quien todos
traes de una vez el samovar, querida acudan con respeto en busca de consejo, a pesar de que slo
Tatiana apenas sali del lavadero ese da. Primero se ech a deca: as es; sin duda; s, s) resolvieron ante todo, por la propia
llorar, luego se enjug las lgrimas y retom su labor. En cuanto a seguridad de Kapitn, encerrarlo en el cuarto de la mquina
Kapitn, estuvo hasta la noche en la taberna con un amigo de potabilizadora. Luego tuvo lugar una larga deliberacin. Eviden
aspecto sombro, contndole con todo lujo de detalles que en temente, lo ms fcil era recurrir a la fuerza; pero armaran jaleo,
Pter haba servido a un seor muy distinguido, observador de las la seora se molestara y Dios sabe lo que poda pasar. Una des
buenas costumbres, pero que tena un pequeo defecto: empina gracia! Qu hacer? Despus de mucho pensar, tomaron una deci
ba mucho el codo y persegua a las mujeres de toda suerte y con sin. Haban observado en repetidas ocasiones que Guersim no
dicin El compaero de aire sombro se contentaba con soportaba a los borrachos Cuando estaba en el portal, volva la
introducir algn monoslabo; pero, cuando Kapitn le anunci cabeza con disgusto cada vez que un hombre achispado pasaba
finalmente que, como consecuencia de un desdichado incidente, junto a l con paso vacilante y la visera de la gorra sobre la oreja.
al da siguiente tendra que suicidarse, el compaero seal que Decidieron instruir a Tatiana para que se fingiera borracha y
era hora de irse a dormir. Y los dos amigos se separaron en silen pasara junto a Guersim tambalendose y trompicndose. La
cio y con sequedad. pobre muchacha tard mucho tiempo en dar su consentimiento,
Sin embargo, la esperanza del mayordomo no se cumpli. La pero al final la convencieron; adems, ella misma se daba cuenta
seora se haba encariado tanto de su proyecto de matrimonio de que no haba otro modo de librarse de su adorador. Tatiana
que se pas toda la noche hablando de l con una de sus damas de sali. Sacaron a Kapitn de su cuartucho: no en vano, el asunto
compaa, encargada exclusivamente de entretenerla en caso tambin le concerna. Guersim estaba sentado en un mojn
de insomnio y que, en consecuencia, se vea obligada a dormir de junto a la cancela y hurgaba en la tierra con una pala Los cria
da, como el cochero nocturno. Despus del t, cuando Gavrila dos le contemplaban desde todos los rincones y desde todas las
compareci ante ella para pasar revista a diferentes cuestiones, su ventanas, levantando ligeramente las cortinas
primera pregunta fue cmo iba el asunto de la boda. Como es La argucia sali a pedir de boca. En cuanto Guersim vio a
natural, el mayordomo respondi que todo marchaba a las mil Tatiana, su primera reaccin, como siempre, fue sacudir la cabeza
maravillas y que ese mismo da Kapitn ira a presentarle sus res y emitir un amistoso mugido; luego la contempl de cerca, solt
petos. La seora se senta algo indispuesta, as que no se ocup la pala, dio un respingo, se aproxim a ella, acerc su cara a la de la
mucho tiempo de los asuntos de la casa. El mayordomo regres a joven Llena de terror, Tatiana se tambale an ms y cerr los
su habitacin y convoc un consejo. El asunto, ni que decir tiene, ojos l la cogi del brazo, la arrastr por todo el patio y,
exiga un examen detallado. Tatiana, por supuesto, no puso la entrando con ella en la habitacin donde se haba reunido el con
menor objecin; pero Kapitn declar ante toda la concurrencia sejo, la lanz directamente sobre Kapitn. Tatiana estaba ms
que slo tena una cabeza, no dos ni tres Guersim pase por muerta que viva Guersim se qued mirndola, hizo un gesto
sus compaeros una mirada rpida y severa, sin apartarse del de desprecio con la mano, esboz una amarga sonrisa y se enca
porche de las dependencias de las criadas, como si adivinara que min con ruidosos pasos a su cuartucho, de donde no sali en
se estaba tramando algo contra l. Los reunidos (entre los que se veinticuatro horas. El postilln Antipka cont ms tarde que
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haba visto a travs de una rendija de la puerta cmo Guersim, me resignacin todos los contratiempos de su vida, en esta oca
sentado en la cama y con la mano apoyada en la mejilla, cantaba, sin no pudo contenerse, estall en un mar de lgrimas y, sentada
es decir, gema suave y acompasadamente, se balanceaba, cerraba en el carro, bes tres veces a Guersim, como hacen los cristianos.
los ojos y sacuda la cabeza, como los cocheros o los sirgadores ste quera acompaarla hasta la salida de la ciudad y se puso a
cuando entonan sus melanclicos cantos. Antipka sinti miedo y caminar a un lado del carro, pero al llegar a Krimski Brod se
se apart de la rendija. Al da siguiente, cuando Guersim sali de detuvo de pronto, sacudi la mano con desaliento y sigui andan
su cuartucho, no se adverta en l ningn cambio especial. Slo do a lo largo del ro.
pareca algo ms sombro que de costumbre, y no prest la menor Caa la tarde. Caminaba lentamente, contemplando el agua.
atencin ni Tatiana ni a Kapitn. Esa misma tarde ambos fueron De pronto le pareci que una criatura viva se debata en el fango,
a ver a la seora con un ganso debajo del brazo y al cabo de una junto a la ribera. Se agach y vio un cachorro blanco con man
semana se casaron. El da de la boda Guersim no modific lo chas negras que, a pesar de todos sus esfuerzos, no poda ganar la
ms mnimo su conducta; tan slo volvi del ro sin agua, pues orilla; se agitaba, se escurra y su cuerpo menudo y mojado se vea
por el camino se le haba roto el barril; y por la noche, en la cua sacudido por temblores. Guersim se qued mirando al desdicha
dra, se puso a limpiar y restregar con tanto celo a su caballo que do perrito, lo cogi con una mano, se lo meti en el pecho y
ste se estremeca como una brizna en el viento y doblaba las regres a grandes zancadas a la casa. Nada ms entrar en su cuar
patas bajo sus puos de hierro. tucho, deposit el perro en la cama y lo cubri con su pesado
Todo eso sucedi en primavera. Pas un ao. En ese tiempo abrigo; luego fue corriendo a la cuadra a por un haz de paja y a
Kapitn se entreg de lleno a la bebida. Finalmente, considern continuacin trajo de la cocina una taza de leche. Al regresar, reti
dole un hombre intil para cualquier actividad, lo montaron en r con cuidado el abrigo, extendi la paja y puso la leche en la
un carro y lo enviaron en compaa de su mujer a una aldea leja cama. El desdichado perrito no tena ms de tres semanas y haca
na. El da de la partida al principio se haca el fanfarrn y afirma poco que haba abierto los ojos, uno de los cuales hasta pareca
ba que en cualquier lugar al que le mandaran, aunque fuera a esa algo mayor que el otro; no saba beber de la taza y no paraba de
regin quimrica donde las mujeres, despus de hacer la colada, temblar y de hacer guios. Con mucho cuidado, Guersim le
cuelgan su pala en el mismo cielo, se abrira camino; pero luego cogi la cabeza con dos dedos y le meti el hocico en la leche. De
perdi el nimo, empez a lamentarse de que lo obligaran a vivir pronto, el perrito empez a beber con avidez, resoplando, tem
entre personas incultas y al final cay en tal estado de postracin blando, atragantndose. Guersim no apartaba de l la mirada y
que ni siquiera le alcanzaron las fuerzas para ponerse la gorra; un de repente se ech a rer Se ocup de l toda la noche; lo acost
alma caritativa se la encasquet en la frente, coloc la visera en su y lo sec; por ltimo, acab quedndose dormido a su lado, con
lugar y le dio una palmada. Cuando todo estaba dispuesto para la un sueo apacible y sereno.
marcha y los mujiks, con las riendas en la mano, slo esperaban Pocas madres cuidan con tanta diligencia de su pequeo
que los presentes se encomendaran a Dios, Guersim sali de su como Guersim de su protegida. (El perro result ser una perri
cuartucho, se acerc a Tatiana y le regal como recuerdo un ta.) Al principio pareci muy dbil, delgaducha y fea, pero poco a
pauelo rojo de algodn que haba comprado para ella un ao poco fue recuperndose y restablecindose, y al cabo de unos
antes. Tatiana, que hasta ese momento haba soportado con enor ocho meses, gracias a los cuidados incesantes de su salvador, se
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convirti en una bella perrita de raza espaola, de largas orejas, en el porche, aguzando las orejas y volviendo la cabeza a un lado
rabo peludo en forma de tubo y grandes ojos expresivos. Le cogi y a otro en cuanto perciba el menor ruido detrs de la puerta.
mucho cario a Guersim, del que no se separaba ni un paso: le As transcurri otro ao. Guersim segua desempeando las
segua a todas partes, moviendo la cola. Sabiendo, como todos los funciones de portero y se senta muy satisfecho de su suerte,
mudos, que sus mugidos atraan la atencin de los dems, Guer cuando de pronto se produjo un acontecimiento inesperado
sim le dio el nombre de Mum. Todos en la casa le tomaron afec Un hermoso da de verano la seora daba vueltas por el saln
to y la llamaron tambin Mum. Era muy inteligente y cariosa rodeada de sus damas de compaa. Estaba contenta, rea y bro
con cualquiera, pero slo senta verdadero afecto por Guersim, meaba; las damas tambin rean y bromeaban, aunque no sentan
que a su vez la quera con locura; no obstante, ya fuera por temor una especial alegra: en la casa no eran muy apreciados esos
o por celos, no poda soportar que otros la acariciasen. Mum le periodos de buen humor; en primer lugar, porque en tales
despertaba todas las maanas, tirndole del faldn del abrigo, le momentos la seora exiga de todo el mundo una jovialidad
llevaba por la brida el viejo caballo, con el que viva en buena inmediata y total y se enfadaba si alguna cara no resplandeca de
armona, le acompaaba al ro con aire de importancia, vigilaba satisfaccin; y en segundo, porque esos arrebatos duraban poco y
su pala y su escoba, y no permita que nadie entrara en su cuartu por lo comn dejaban paso a un humor sombro y lgubre. Ese
cho. Guersim haba practicado una abertura en la puerta para da se haba levantado de buen nimo; al echar las cartas (siempre
que la perrita pudiera pasar, y se dira que sta slo en ese lugar se echaba las cartas por la maana), le haban salido cuatro sotas,
senta en su propio hogar; por eso, en cuanto traspasaba el seal de que sus deseos iban a cumplirse; el t le pareci de un
umbral, saltaba alegremente a la cama. No dorma en toda la sabor exquisito, lo que le vali a la camarera unas palabras de elo
noche, pero no ladraba sin motivo, como esos perros estpidos
gio y una gratificacin de diez cpecs. Con una dulce sonrisa en
que, sentados sobre las patas traseras, el hocico levantado y los
los arrugados labios la seora paseaba por el saln. En una de esas
ojos entornados, le ladran a las estrellas por simple aburrimiento,
idas y venidas se acerc a la ventana, que daba a un jardincillo, en
por lo comn tres veces seguidas. No! La aguda vocecilla de
cuyo centro, bajo un rosal, Mum roa con aplicacin un hueso.
Mum slo resonaba en los casos graves: cuando un extrao se
La seora la vio.
acercaba mucho a la valla o en algn lugar se oa un ruido o
Dios mo! exclam de pronto. Qu perro es se?
rumor sospechoso En suma, era una guardiana perfecta. A
La pobre dama a la que se dirigi la seora se qued descon
decir verdad, adems de ella haba en el patio un viejo perro de
certada, presa de esa angustiosa inquietud del subalterno que no
color pajizo con manchas pardas, que responda al nombre
sabe cmo interpretar el pensamiento de su amo.
de Volchok, pero siempre estaba encadenado, incluso de noche, y
No lo s murmur, me parece que es del mudo
su avanzada edad no le permita exigir ninguna libertad; acurru
cado en su cuchitril, rara vez emita un ladrido ronco, apenas Dios mo! la interrumpi la seora, pero si es un perrito
audible, que interrumpa enseguida, como si l mismo se diera encantador! Que lo traigan aqu enseguida. Hace mucho tiempo
cuenta de su completa inutilidad. Mum no penetraba nunca en que lo tiene? Cmo es posible que no lo haya visto hasta ahora?
la casa seorial y cuando Guersim llevaba lea a las habitacio Que lo traigan.
nes, siempre se quedaba rezagada y le esperaba con impaciencia La dama de compaa se dirigi al punto al vestbulo.

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 Stepn, Stepn! grit. Vete enseguida a buscar a Mum. Stepn trajo un platito de leche, lo puso delante de Mum,
Est en el jardincillo. pero sta ni siquiera lo olisque y sigui temblando y mirando a
Ah, se llama Mum! exclam la seora. Es un nombre un lado y a otro como antes.
muy bonito. Ah, qu boba eres! exclam la seora, acercndose a ella; se
Ya lo creo! convino la dama de compaa. Date prisa, inclin e hizo intencin de acariciarla, pero Mum volvi convul
Stepn! sivamente la cabeza y ense los dientes. La seora se apresur a
Stepn, un muchacho robusto que desempeaba las funciones retirar la mano
de lacayo, se dirigi a toda prisa al jardn y trat de coger a Hubo un momento de silencio. Mum lanz un dbil grui
Mum, pero la perrita se escurri con facilidad entre sus dedos y, do, como si se lamentara y pidiera perdn La seora se apart
levantando el rabo, ech a todo correr en direccin a la cocina, y frunci el ceo. El brusco movimiento del animal la haba asus
donde en ese momento se encontraba Guersim, limpiando y tado.
adecentando el barril, al que daba vueltas entre los brazos como si Ah! gritaron al unsono todas las damas de compaa. La
fuera un tambor de juguete. Stepn sigui a la perra y de nuevo ha mordido? Dios no lo quiera! Mum no haba mordido a
trat de cogerla junto a los pies de su amo, pero el gil animal no nadie en su vida. Ay, ay!
se dejaba agarrar por una mano extraa, saltaba y se escabulla. Llevosla de aqu dijo con voz demudada la anciana. Mal
Guersim contemplaba la escena divertido; finalmente, Stepn se dita perra! Qu mal genio tiene!
levant despechado y con gestos apresurados trat de explicarle Y, volvindose lentamente, se dirigi a su despacho. Las damas
que la seora exiga que le llevaran a la perra. Guersim, algo sor de compaa intercambiaron tmidas miradas y se aprestaron a
prendido, llam a Mum, la levant del suelo y se la entreg a seguirla, pero la seora se detuvo, las contempl con frialdad y
Stepn, quien la llev al saln y la deposit en el parqu. La seo exclam:
ra se puso a llamarla con voz cariosa, pero Mum, que nunca Qu hacis? No os he llamado.
haba visto habitaciones tan esplndidas, se asust mucho y quiso Y desapareci.
lanzarse sobre la puerta; no obstante, empujada por el servicial En respuesta a los gestos imperiosos que le dedicaban las
Stepn, se acurruc temblando contra la pared. damas de compaa, Stepn cogi a Mum, la sac de all a toda
Mum, Mum, ven conmigo, ven con la seora deca el prisa y la deposit a los pies de Guersim; al cabo de media hora
ama, acrcate, tonta, no temas reinaba ya en la casa un profundo silencio y la vieja seora estaba
Vamos, Mum, acrcate a la seora repetan las damas de sentada en su sof, con un aspecto ms sombro que una nube de
compaa, acrcate. tormenta.
Pero Mum miraba con desconfianza a su alrededor y no se Qu naderas bastan a veces para soliviantar el nimo de una
mova de su sitio. persona!
Traedle algo de comer dijo la seora. Qu tonta es! No La seora estuvo de mal humor toda la jornada; no convers
quiere acercarse a la seora. De qu tiene miedo? con nadie, no jug a las cartas y por la noche fue incapaz de con
Todava no est acostumbrada coment con voz tmida y ciliar el sueo. Se figuraba que el agua de colonia que le haban
melosa una de las damas de compaa. trado no era la misma que usaba habitualmente, que la almoha
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da ola a jabn, y orden a la encargada de la ropa blanca que Stepn se incorpor, se puso el caftn y las botas, sali de la casa y
oliera todas las sbanas y las fundas; en una palabra, estaba muy se detuvo en el porche. No haban pasado ni cinco minutos cuan
agitada y acalorada. A la maana siguiente mand llamar a Gavri do apareci Guersim con un enorme haz de lea a la espalda,
la una hora antes de lo acostumbrado. acompaado de su inseparable Mum. (La seora haba dado
Dime, por favor empez en cuanto ste, no sin cierta rdenes de que caldearan su dormitorio y su despacho incluso en
aprensin, franque el umbral de su despacho, qu perro se ha verano.) Guersim se puso de costado, empuj la puerta con el
pasado ladrando toda la noche? No me ha dejado dormir! hombro y desapareci en el interior de la casa con su carga. Entre
Un perro? No s Como no sea la perra del mudo excla tanto, Mum, como de costumbre, se qued fuera esperndole.
m con voz nada firme. Entonces Stepn, aprovechando la ocasin propicia, se lanz de
Desconozco si es del mudo o de otro, slo s que no me ha improviso sobre la perra, como un halcn sobre un pollo, la inmo
dejado pegar ojo. La verdad es que no comprendo qu hacen aqu viliz apretndola con el pecho contra el suelo, la apret en sus
tantos perros. Dime: acaso no tenemos ya un perro guardin? brazos y, sin ponerse siquiera la gorra, sali corriendo con ella,
Pues claro, el viejo Volchok. tom el primer coche de alquiler que acert a pasar por el lugar y
Entonces, qu necesidad tenemos de otro perro? No hace
se dirigi a toda prisa a Ojotni Riad, donde se apresur a vender la
ms que alborotar. Decididamente en esta casa falta alguien que
perra por cincuenta cpecs, con la condicin expresa de que la
ponga orden. Eso es lo que pasa. Y para qu quiere el mudo un
tuvieran atada al menos ocho das. Regres sin prdida de tiempo,
perro? Quin le ha dado permiso para tener un perro en mi
pero antes de llegar, descendi del coche, borde la casa, se intern
patio? Ayer me acerqu a la ventana y vi a su perro echado en
en el callejn trasero y se introdujo en el patio saltando la valla;
mi jardincillo, arrastrando y royendo no s qu porquera, justo
tema encontrarse con Guersim si entraba por el portn.
donde he plantado los rosales La seora guard silencio. Que
No obstante, su precaucin era intil: Guersim ya no estaba
hoy mismo desaparezca de aqu me oyes?
all. Al salir de los aposentos, haba echado en falta a Mum; no
As se har.
Hoy mismo. Y ahora, retrate. Ya te llamar ms tarde para recordaba una sola vez en que no la hubiera encontrado en la
que me informes de todas las novedades. entrada al regresar; se puso a correr de un lado para otro, buscn
Gavrila sali. dola por todas partes, llamndola a su manera Se precipit en
Al atravesar el saln, el mayordomo, velando por el buen su cuartucho, entr en el henil, sali a la calle fue de aqu para
orden, traslad la campanilla de una mesa a otra; en la sala, se son all Haba desaparecido! Se dirigi a los criados, les pregunt
la nariz de pato tratando de no hacer ruido y sali al vestbulo, por ella con signos en los que vibraba la desesperacin, poniendo
donde Stepn dorma sobre un cofre, en esa posicin en que suele la mano a unos centmetros del suelo, dibujando su figura con los
representarse a los muertos en los cuadros de batallas, con los pies dedos Unos desconocan dnde estaba Mum y se limitaban a
desnudos estirados convulsivamente debajo de la levita que haca negar con la cabeza; otros saban lo que haba pasado con ella y
las veces de manta. El mayordomo lo despert y le dio una orden por toda respuesta se rean; el mayordomo, por su parte, adopt
en voz baja, a la que Stepn respondi con un sonido que tena un aire muy serio y se puso a gritar a los cocheros. Entonces Gue
algo de bostezo y de carcajada. Mientras el mayordomo se alejaba, rsim sali corriendo del patio.
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 Ya oscureca cuando regres. Por su aspecto agotado, sus preventivas. Lo primero que hizo fue darle unos trozos de pan,
andares inciertos y su ropa polvorienta poda adivinarse que acariciarla y acostarla, luego se pas toda la noche pensando en el
haba recorrido medio Mosc. Se detuvo delante de las ventanas mejor modo de esconderla. Finalmente, tom la decisin de
de la seora, dirigi una mirada al porche, en el que se haban tenerla encerrada todo el da en el cuartucho, de ir a verla de vez
reunido seis o siete criados, se dio la vuelta y mugi una vez ms: en cuando y soltarla slo por la noche. Con su viejo abrigo tap la
Mum!. Pero sta no le respondi. Guersim se alej. Todos le abertura de la puerta sin dejar un resquicio y en cuanto empez a
seguan con la vista, pero nadie sonri ni pronunci palabra amanecer sali al patio como si no pasara nada, conservando
A la maana siguiente el curioso postilln Antipka cont en la incluso (qu argucia tan inocente!) el aspecto triste de la vspera.
cocina que el mudo se haba pasado la noche entera gimiendo. Al pobre sordo no se le pas por la cabeza que los ladridos de
Guersim no apareci en todo el da, para gran disgusto del Mum acabaran traicionndola: en realidad todos los habitantes
cochero Potap, que tuvo que ir por agua en su lugar. La seora de la casa no tardaron en enterarse de que la perra del mudo
pregunt a Gavrila si haba cumplido su mandato y ste respon haba vuelto y de que ste la tena encerrada en su cuartucho,
di afirmativamente. A la maana siguiente, Guersim sali de su pero, ya fuera por compasin hacia los dos, o quiz en parte por
cuartucho y retom su trabajo. Fue a comer con sus compaeros miedo a l, hicieron como si no estuvieran al tanto de su secreto.
y despus se retir sin saludar a nadie. Su rostro, ya de por si inex Slo el mayordomo se rasc la nuca y se dijo con un gesto des
presivo, como el de todos los sordomudos, pareca totalmente templado de la mano: Que Dios le ampare! Quiz la seora no
petrificado. Despus del almuerzo volvi a ausentarse del patio, se entere!. En cualquier caso, el mudo nunca trabaj con tanto
pero al poco rato regres y sin ms prembulos se dirigi al henil. celo como ese da: limpi y rasp todo el patio, arranc los hier
Cay la noche, serena, iluminada por la luz de la luna. Tumbado bajos sin dejar ni uno, sac con sus propias manos todos los pos
en el heno, Guersim se revolva inquieto y lanzaba profundos tes de la cerca del jardn para asegurarse de su solidez y volvi a
suspiros; de pronto sinti como si le tirasen del faldn del abrigo; clavarlos; en una palabra, trajin y se afan de tal manera que
se estremeci, pero no levant la cabeza e incluso frunci el ceo; hasta la seora se fij en su diligencia. En el transcurso de la jor
al poco rato volvi a percibir un tirn, ms fuerte an que el pri nada Guersim fue a ver un par de veces a escondidas a su reclusa
mero; peg un salto y reconoci a Mum, que daba vueltas a y cuando cay la noche se tumb a su lado en el cuartucho, no en
su alrededor con un cabo de cuerda en el cuello. Un prolongado el henil, y hasta despus de la una de la madrugada no la sac al
grito de alegra se escap de su pecho mudo; cogi a Mum y la aire libre. Pase con ella un buen rato por el patio y ya se dispona
apret en sus brazos; en un momento la perra le lami la nariz, a regresar cuando de pronto, al otro lado de la valla, se oy un
los ojos, el bigote y la barba Guersim se qued pensativo, ruido. Mum levant las orejas, gru, se acerc a la valla, olis
luego sali del henil con mucho cuidado, mir a su alrededor y, que el suelo y empez a lanzar penetrantes y estridentes ladridos:
tras convencerse de que nadie le vea, gan sin contratiempos su un borracho haba pensado pasar all la noche. En ese momento la
cuartucho. Haba adivinado que la perra no se haba escapado, seora acababa de quedarse dormida tras una prolongada crisis
sino que probablemente se la haban llevado cumpliendo rdenes nerviosa; esas crisis siempre se producan despus de una cena
de la seora; los criados le haban indicado por seas que le haba demasiado copiosa. Los inesperados ladridos la despertaron: el
enseado los dientes; en consecuencia, decidi tomar medidas corazn se puso a latir con fuerza y luego pareci detenerse.
50 51
 Chicas, chicas! gimi. Chicas! dencias de las mujeres y, por mediacin de Liubov Liubmovna,
Las asustadas damas de compaa se precipitaron en el dor primera camarera, con cuyo concurso robaba y venda t, azcar
mitorio de la seora. y otros comestibles de la casa, mand decir a la seora que el
Oh, oh, me muero! exclam sta, retorcindose las manos perro, por desgracia, haba vuelto, pero que al da siguiente ya no
con desesperacin. Otra vez ese perro! Oh, que venga el doc estara entre los vivos; asimismo rogaba a la seora que no se
tor! Quieren matarme El perro, otra vez el perro! Oh! encolerizara y se tranquilizara. Es probable que la seora hubiera
Y ech la cabeza hacia atrs, como dando a entender que se tardado en tranquilizarse, pero el mdico, con las prisas, le haba
desmayaba. administrado cuarenta gotas en lugar de las doce habituales: las
Fueron corriendo a buscar al doctor, es decir, al mdico de propiedades del lauroceraso surtieron efecto y un cuarto de hora
cabecera Jaritn, cuya ciencia se reduca a llevar botas de suela ms tarde la anciana se hundi en un sueo profundo y sereno;
flexible, buscar con delicadeza el pulso, dormir catorce horas al en cuanto a Guersim, estaba tumbado en su cama, todo plido, y
da, suspirar el resto de la jornada y administrar una y otra vez a apretaba con fuerza el hocico de Mum.
la seora gotas de lauroceraso. Jaritn acudi al momento, sahu A la maana siguiente la seora se despert muy tarde. Gavri
m la habitacin con plumas requemadas y, cuando la seora la esperaba ese momento para ordenar el asalto definitivo al refu
abri los ojos, se aprest a presentarle en una bandeja de plata gio de Guersim, al tiempo que se preparaba para soportar una
una copa con las preciadas gotas. La seora las tom, pero al poco terrible tormenta. No obstante, sta no lleg a desencadenarse.
rato volvi a quejarse con voz llorosa del perro, de Gavrila, de su Sin levantarse de la cama, la seora mand llamar a su primera
suerte, de que era una pobre anciana abandonada, de que nadie se camarera.
compadeca de ella, de que todos deseaban su muerte. Entretanto, Liubov Liubmovna empez en voz baja y dbil; a veces le
la desdichada Mum segua ladrando, mientras Guersim trataba gustaba presentarse como una pobre mrtir, desamparada y sola;
de apartarla en vano de la valla. ni que decir tiene que en tales casos de los criados se apoderaba
Otra vez Lo habis odo? balbuci la seora y de nuevo una enorme confusin, Liubov Liubmovna, ya ve en qu situa
puso los ojos en blanco. cin me encuentro; vaya a buscar a Gavrila Andrich, amiga ma,
El mdico murmur unas palabras a una de las damas de y hable con l. Es posible que conceda ms valor a una perra
compaa, que se precipit en el vestbulo y sacudi a Stepn; callejera que a la tranquilidad e incluso la vida de su seora? No
ste, a su vez, corri a despertar a Gavrila, quien, dejndose llevar quiero creerlo aadi, con una expresin de profunda tristeza;
por un arrebato repentino, puso en pie a toda la casa. vaya a verlo, amiga ma, hgame ese favor, vaya a ver a Gavrila
Guersim se volvi, vio luces parpadeantes y sombras en las Andrich.
ventanas y, presintiendo una desgracia, cogi a Mum bajo el Liubov Liubmovna se encamin a la habitacin del mayordo
brazo, entr corriendo en su cuartucho y se encerr. Al cabo de mo. No se sabe de qu estuvieron hablando, pero al cabo de un
unos instantes cinco criados trataban de forzar su puerta, pero no rato todos los criados atravesaron en tropel el patio en direccin
fueron capaces de vencer la resistencia del cerrojo. Gavrila se pre al cuartucho de Guersim; Gavrila iba delante, con la gorra en la
sent en un estado de enorme agitacin y orden que se queda mano, aunque no haca viento; le rodeaban lacayos y cocineros; el
ran all de guardia hasta la maana; luego se dirigi a las depen to Cola miraba por la ventana y daba rdenes, es decir, agitaba
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los brazos; cerraban la comitiva unos cuanto muchachos, la mitad Guersim segua inmvil en el umbral. La muchedumbre se
de ellos venidos de casas ajenas, que no paraban de saltar y de reuni en el nacimiento de la escalera. Guersim, apoyando leve
hacer muecas. En la estrecha escalera que conduca al cuartucho mente las manos en la cintura, miraba desde arriba a todos esos
haba un centinela; junto a la puerta montaban guardia otros dos tipejos vestidos con caftanes alemanes; con su roja camisa de
hombres, armados con palos. Cuando aquel ejrcito ocup toda campesino pareca un gigante. Gavrila avanz un paso y dijo:
la escalera, Gavrila se acerc a la puerta, dio un puetazo y grit: No te atrevas a faltarme al respeto, amigo.
Abre! Y empez a explicarle mediante signos que la seora exiga
Se oy un ladrido apagado, pero no hubo respuesta. terminantemente que se deshiciera de la perra sin ms dilacin; y
Te estoy diciendo que abras! repiti. que si no obedeca, se atuviera a las consecuencias.
Gavrila Andrich seal Stepn desde abajo, es sordo y Guersim clav en l los ojos, seal a la perra, hizo un gesto
por tanto no le oye. con la mano junto al cuello de Mum, como si estuviera apretan
Todos se echaron a rer. do un nudo, y dirigi al mayordomo una mirada inquisitiva.
Y qu hacemos? pregunt Gavrila desde arriba. S, s contest ste, asintiendo con la cabeza. Sin falta.
Hay un agujero en la puerta respondi Stepn. Meta por l Guersim baj los ojos, luego se estremeci, volvi a sealar a
un palo y sacdalo. Mum, que no se apartaba de su lado, agitando inocentemente la
Gavrila se inclin. cola y levantando las orejas llena de curiosidad, repiti el signo de
Lo ha tapado con un abrigo. estrangulamiento alrededor del cuello de la perra y se propin un
Empuje el abrigo hacia dentro. fuerte golpe en el pecho, como dando a entender que l mismo se
De nuevo se oy un ladrido apagado. encargara de la ejecucin de Mum.
Ella misma se delata dijo uno de los asaltantes, y de nuevo Tratas de engaarnos objet Gavrila, ayudndose de gestos.
estall una risa general. Guersim lo mir, esboz una sonrisa despectiva, volvi a
Gavrila se rasc detrs de la oreja. golpearse el pecho y cerr de un portazo. Todos se miraron en
No, amigo dijo por fin, prefiero que empujes t el abrigo. silencio.
Como quiera! Qu significa esto? exclam Gavrila. Se ha encerrado?
Y Stepn trep hasta arriba, cogi el palo, empuj el abrigo Djelo, Gavrila Andrich dijo Stepn. Har lo que ha pro
hacia dentro y agit el palo en la abertura, al tiempo que deca: metido. l es as Siempre cumple lo que promete. En ese senti
Sal, sal! do, no es como nosotros. Hay que decir las cosas como son. S.
An segua sacudiendo el palo, cuando de pronto la puerta S repitieron todos, sacudiendo la cabeza. As es.
del cuartucho se abri bruscamente. Toda la servidumbre baj El to Cola abri la ventana y tambin dijo:
rodando las escaleras, con Gavrila a la cabeza. El to Cola cerr la S.
ventana. Bueno, ya veremos coment Gavrila; en cualquier caso,
Bueno, bueno grit Gavrila desde el patio, cuidado con lo habr que seguir vigilando. Eh, Yeroshka! aadi, dirigindose a
que haces, te lo advierto! un hombre plido, con una casaca amarilla de nanqun, que se

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daba el ttulo de jardinero, no tienes nada que hacer? Coge un acompaado de la mirada algo sorprendida del camarero. Nada
palo, qudate aqu sentado y, en cuanto suceda algo, ve corriendo ms verlo, Yeroshka se ocult detrs de la esquina y, en cuanto
a avisarme. pas a su lado, se dispuso a seguirlo.
Yeroshka cogi un palo y se sent en el ltimo peldao de la Guersim andaba sin prisas, sin soltar en ningn momento a
escalera. Mientras la muchedumbre se dispersaba, a excepcin de Mum. Al llegar a la esquina de la calle, se detuvo indeciso, y al
algunos curiosos y de unos cuantos muchachos, Gavrila volvi a poco rato se dirigi con rpido paso a Krimski Brod. Por el cami
la casa y, por mediacin de Liubov Liubmovna, inform a la no entr en el patio de una casa que estaban ampliando y sali
seora de que sus rdenes se haban cumplido; no obstante, por con dos ladrillos debajo del brazo. Al llegar a Krimski Brod sigui
si acaso, envi al postilln en busca de un agente de polica. La la orilla del ro hasta llegar a un lugar en el que haba dos barcas
seora hizo un nudo en su pauelo, lo moj en agua de colonia, amarradas a una estaca (ya las haba visto antes) y salt a una de
lo oli, se frot las sienes, tom una taza de t y, an bajo el efec ellas con Mum. Un viejo cojo sali de una cabaa levantada en
to de las gotas de lauroceraso, volvi a quedarse dormida. el borde de un huerto y se puso a dar gritos, pero Guersim se
Una hora despus de todo ese ajetreo, se abri la puerta del limit a sacudir la cabeza, y se puso a remar con tanta fuerza que,
cuartucho y apareci Guersim. Vesta el catfn de los das de fies a pesar de ir contracorriente, en un instante se encontr a unos
ta y llevaba a Mum atada con una cuerda. Yeroshka se ech a un cien sazhens 4 de distancia. El viejo se qued un buen rato en la
lado y lo dej pasar. Guersim se dirigi al portn. Los mucha orilla, se rasc la espalda primero con la mano derecha y luego
chos y todos cuantos se hallaban en el patio lo siguieron con la con la izquierda, y a continuacin regres renqueando a su ca
mirada sin decir palabra. l ni siquiera volvi la cabeza y no se baa.
puso la gorra hasta que sali a la calle. Gavrila envi tras l a ese Guersim sigui remando. Pronto quedaron atrs las casas de
mismo Yeroshka, quien lo vio entrar en una taberna con el perro Mosc y en ambas orillas surgieron prados, huertos, campos,
y se qued esperando delante de la puerta. bosques e isbas. Llegaban olores de aldea. El mudo dej los
En la taberna conocan a Guersim y comprendan sus sea remos, inclin la cabeza sobre Mum, que estaba sentada ante l
les. Pidi sopa de col con carne y se sent, apoyando los codos en en un banco seco pues el fondo estaba cubierto de agua y se
la mesa. Mum estaba a un lado de la silla y le miraba tranquila qued inmvil unos instantes, cruzando los poderosos brazos
mente con sus ojillos expresivos. Su pelaje resplandeca: era evi sobre el lomo de la perra, mientras la corriente iba arrastrando
dente que la haban cepillado haca poco. Una vez que le poco a poco la barca de vuelta a la ciudad. Por fin Guersim se
sirvieron, Guersim ech en la sopa unas migas de pan, parti la incorpor y con una expresin de rabia enfermiza se apresur a
carne en trozos pequeos y puso el plato en el suelo. Mum se atar los ladrillos a la cuerda, hizo un lazo y se lo pas a Mum por
aprest a comer con su delicadeza habitual, rozando apenas el el cuello, levant a la perra por encima de las aguas y la contem
caldo con el hocico. Su amo pas largo rato contemplndola; de pl por ltima vez Ella lo miraba con confianza, sin temor,
pronto, dos gruesas lgrimas rodaron por sus mejillas: una cay meneando apenas el rabo. Guersim volvi la cabeza, entorn los
en la abultada frente de la perra y la otra en la sopa. Guersim ojos y abri las manos No oy nada, ni el breve gruido que
ocult el rostro en las manos. Mum se comi la mitad del plato
y se apart relamindose. Guersim se puso en pie, pag y sali, 4
Antigua medida rusa que equivale a 2.134 metros. (N. del T.)

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emiti Mum, ni el clamor del agua; para l el da ms fragoroso un hato, se lo ech al hombro y se march. Se haba fijado atenta
era ms silencioso y calmo que para nosotros la noche ms sere mente en el camino cuando lo llevaron a Mosc; la aldea de la
na. Cuando volvi a abrir los ojos, las pequeas olas se sucedan que lo haba sacado la seora estaba slo a veinticinco verstas de
veloces en el ro, como persiguindose unas a otras, y batan los la carretera. Caminaba con un ardor inquebrantable, con una
dos costados de la barca, lo mismo que antes; slo en la lejana, determinacin desesperada y al mismo tiempo alegre. Avanzaba
detrs de l, se desplazaban hacia la orilla grandes crculos. con el pecho descubierto, mirando con avidez y obstinacin el
En cuanto Yeroshka perdi de vista a Guersim, regres a la camino. Apretaba el paso, como si su vieja madre le esperara en la
casa e inform de cuanto haba observado. aldea natal, como si lo hubiera llamado a su lado despus de larga
No cabe duda coment Stepn, va a ahogarla. No hay por peregrinacin por tierras ajenas y entre gentes extraas Acaba
qu preocuparse. Cuando promete algo ba de caer la noche, una noche de verano serena y tibia; a un lado,
Nadie vio a Guersim durante el resto la jornada. No comi all donde acababa de ponerse el sol, un ltimo reflejo confera un
en casa. Cay la tarde. Todos se reunieron para cenar, excepto l. toque de prpura al cielo blancuzco, mientras en el otro se espe
Qu estrafalario es ese Guersim! exclam una gruesa saba ya la penumbra azulada y gris. La noche avanzaba desde all.
lavandera. Mira que holgazanear de ese modo por una perra! En torno, las codornices piaban a centenares, los rascones se lla
Lo que hay que ver! maban sin descanso Guersim no poda orlos, como tampoco
Guersim ha estado aqu apunt de pronto Stepn, reba el delicado susurro nocturno de los rboles que dejaba atrs con
ando la papilla con la cuchara. sus recias zancadas, pero perciba el conocido olor del centeno,
Cmo? Cundo? que maduraba en los campos cubiertos de sombra; senta cmo el
Har unas dos horas. As es. Me encontr con l en el portn; viento, que volaba a su encuentro el viento de su tierra natal, le
sala nuevamente del patio y se diriga a algn sitio. Quise pre acariciaba con delicadeza el rostro, jugaba con su cabello y con su
guntarle por la perra, pero, por lo visto, no estaba de buen humor. barba; vea ante l el blanquecino camino, derecho como una fle
Hasta me dio un empujn; probablemente slo quera que me cha, el cielo tachonado de incontables estrellas, que alumbraban
apartara, que le dejara en paz, pero me propin tal empelln en el su marcha, y caminaba vigoroso y audaz como un len, de tal
espinazo que casi me tumba. Y con una dbil sonrisa Stepn se manera que cuando el sol naciente empez a iluminar con sus
encogi de hombros y se rasc la nuca. S aadi, tiene una rayos rojizos a ese enfurecido titn le separaban ya de Mosc
mano que es una bendicin, no puede negarse. treinta y cinco verstas
Todos se rieron de Stepn y, cuando acabaron de cenar, se fue Al cabo de dos das lleg a su casa, a su isba, para gran sorpre
ron a dormir. sa de la mujer de un soldado a la que haban instalado all. Se san
Entretanto, en ese mismo momento, por la carretera de T. tigu delante de los iconos e inmediatamente fue a ver al starosta,5
caminaba con pasos rpidos y sin detenerse una especie de gigan que en un principio se qued desconcertado; pero como la siega
te con un saco a la espalda y un palo largo en la mano. Era Guer acababa de empezar y Guersim era un trabajador excelente, le
sim. Se diriga a toda prisa, sin volver la cabeza, a su casa, a su dieron una guadaa, y Guersim se puso a segar como en los vie
aldea, a su tierra natal. Tras ahogar a la pobre Mum, fue corrien
do a su cuartucho, meti varios enseres en una vieja manta, hizo 5
Jefe de la aldea.

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jos tiempos, y lo hizo con tanto celo que sus compaeros se que TRGICO ERROR
daron con la boca abierta al ver el vigor con que cortaba y amon
tonaba el heno. HENRY JAMES
En Mosc, los criados echaron en falta a Guersim al da
siguiente de su fuga. Entraron en su cuartucho, lo revolvieron
todo y a continuacin fueron a dar parte a Gavrila, que tambin
visit el lugar, ech un vistazo, se encogi de hombros y lleg a la
conclusin de que el mudo haba huido o bien se haba ahogado
con la estpida perra. Comunic la desaparicin a la polica e
inform a la seora, que se encoleriz, verti un mar de lgrimas, U n bajo faetn ingls estaba detenido frente a la puerta de la
orden que lo buscaran costara lo que costase, afirm que nunca estafeta de Correos de una ciudad portuaria francesa. Sentada en
haba mandado que mataran a la perra y ech tal rapapolvo a l estaba una dama, con el velo echado y con una sombrilla pega
Gavrila que ste se pas todo el da sacudiendo la cabeza y mur da a su rostro. Mi relato comienza cuando un caballero sale de la
murando: Bueno!, hasta que el to Cola le hizo entrar en razn, estafeta y le entrega una carta.
dicindole: Bueno, bueno!. Por fin llegaron noticias de la aldea El caballero permaneci unos instantes de pie junto al carrua
comunicando la llegada de Guersim. La seora se tranquiliz un je antes de subirse. Ella le entreg su sombrilla para que la sostu
poco; su primera reaccin fue ordenar que lo trajeran inmediata viese y a continuacin se retir el velo descubriendo una hermosa
mente de vuelta a Mosc, pero al cabo de un tiempo declar que faz. La pareja pareca despertar un gran inters entre los transen
tes, muchos de los cuales los observaban fijamente e intercambia
no tena ninguna necesidad de un individuo tan ingrato. Por lo
ban elocuentes miradas. Las personas que estaban mirando en ese
dems, la anciana muri poco despus de ese incidente, y sus here
momento vieron cmo el rostro de la joven palideca mientras
deros no se ocuparon en absoluto de Guersim; incluso decidieron
sus ojos recorran la carta. Su compaero tambin lo vio, e inme
enviar a trabajar al campo a los restantes criados de su madre.
diatamente se sent junto a ella, tom las riendas y condujo el
Guersim, pobre y sin tierras, an vive en su isba solitaria;
carruaje velozmente por la calle principal de la ciudad, cruzando
sigue siendo el mismo hombre robusto y vigoroso, trabaja por el puerto hasta una carretera abierta que bordeaba el mar. Aqu
cuatro como antes y conserva ese aire grave y circunspecto. Pero afloj la marcha. La dama estaba recostada, con el velo nueva
sus vecinos han advertido que, desde su vuelta de Mosc, ha deja mente echado y la carta desplegada sobre su regazo. Su actitud era
do de tratar a las mujeres, ni siquiera las mira, y que no quiere casi de inconsciencia y el caballero pudo observar que tena los
perros en su casa. Por lo dems comentan los campesinos, es ojos cerrados. Con esa conviccin, se apoder sbitamente de la
una suerte que no tenga necesidad de mujer. Y qu falta le hace carta y ley lo que sigue:
un perro? Ningn ladrn se acercar a su puerta ni por todo el
oro del mundo! Hasta tal punto se han extendido los rumores Southampton, 16 de julio de 18

sobre la fuerza herclea del mudo. Mi querida Hortense:

Traduccin del ruso de Vctor Gallego Ballestero Vers por el matasellos que estoy mil leguas ms cerca de casa que la

ltima vez que escrib, pero apenas tengo tiempo para explicar el

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 cambio. M.P me ha concedido un inesperado cong. Despus de Oh, cielos! No ser capaz de mirarle a la cara solloz Hor
tantos meses de separacin, podremos pasar unas semanas juntos. tense, rompiendo a llorar.
Alabado sea el Seor! Hemos llegado de Nueva York esta maana, y Se cubri el rostro con una mano y tendi la otra hacia la de
he tenido la gran suerte de encontrar un barco, el Armorique, que su amigo, pero l estaba sumido en un sopor tan profundo que
zarpa directo a H. El correo parte sin demora, pero nosotros proba no percibi el movimiento. De repente, volvi en s alertado por
blemente estemos detenidos unas horas por la marea; as que esta sus sollozos.
carta te llegar un da antes de mi arribada; el capitn calcula que lle Vamos, vamos dijo, en el tono propio de quien trata de
garemos el jueves temprano. Ah, Hortense, qu lento pasa el tiempo! convencer a otro para hacerle dudar de un peligro del que l
Tres das completos. Si no te escrib desde Nueva York fue porque no mismo no se siente muy seguro, pero frente al cual, la indiferen
estaba dispuesto a atormentarte con una expectativa que, de ser as, cia de un amigo, le aliviara. Y qu, si viene?, no tiene por qu
me atrevo a suponer, encontraras demasiado larga. Adis. Por un enterarse de nada. No estar ms que unos das y embarcar de
clido reencuentro! nuevo tan confiado como lleg.
Tuyo devoto, Qu no tiene por qu enterarse de nada!, me sorprendes.
C. B. Cada lengua que le d la bienvenida, con slo pronunciar bon
jour, se mover a un comps que le revelar conducta tan repro
Cuando el caballero dej de nuevo la carta sobre el regazo de chable.
su compaera, su rostro estaba casi tan plido como el de ella. Bah!, la gente no piensa en nosotros tanto como imaginas.
Permaneci unos instantes mirando al vaco con la vista perdida, T y yo, nest-ce-pas?, tenemos poco tiempo para preocuparnos
y sus labios abortaron una maldicin. Entonces sus ojos se volvie por las los defectos de nuestros vecinos. Pues nadie est libre de
ron sobre su acompaante. Tras unos momentos de indecisin, pecado, para bien o para mal. Si un barco naufragara contra
durante los cuales afloj hasta tal punto las riendas que el caballo aquellas rocas mar adentro, los pobres diablos que tratasen de
redujo el paso, la toc suavemente en el hombro: alcanzar tierra firme flotando sobre los restos de los mstiles no
Vaya, Hortense dijo l en un tono amable, qu ha pasado, dirigiran demasiadas miradas a aquellos que se baten con las olas
te has quedado dormida? junto a ellos. Sus ojos estn fijos en la orilla, y toda su preocupa
Hortense abri lentamente los ojos y, observando que haban cin sera su propia salvacin. En la vida, todos somos nufragos
dejado atrs la ciudad, se retir el velo. Sus facciones estaban aga a la deriva en un tempestuoso mar, luchando por alcanzar una
rrotadas por el miedo. terra firma de salud, de amor o de placer. El rugir de las olas que
Lee esto dijo ella tendindole la carta.
levantamos en nuestro derredor y la espuma que arrojamos sobre
El caballero cogi la misiva y fingi leerla de nuevo.
nuestros ojos nos ensordece y nos ciega frente a los actos y pala
Ah!, Monsieur Bernier regresa. Estupendo! exclam.
bras de nuestros semejantes. Con tal que podamos ponernos a
Cmo, estupendo? pregunt Hortense. No debemos bro
salvo, a qu preocuparnos por ellos?
mear en momentos tan crticos, querido. Ay, pero si no lo logramos? Cuando hemos perdido nuestras
Cierto dijo l ser un encuentro solemne. Dos aos de propias esperanzas, tratamos de hundir a los dems. Colgamos
ausencia es mucho tiempo. piedras de molino de sus cuellos y nos sumergimos en los ms
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sucios fondos en busca de cantos que lanzarles. Amigo mo, no hogar, ningn otro mortal pronunciar una sola palabra sobre
eres capaz de sentir los disparos que no se dirigen a ti. No es de ti este asunto.
de quien la ciudad murmura, sino de m: una pobre mujer se Qu ms da susurr Hortense. No podremos estar diez
arroja desde aquel muelle y muere ahogada antes de que una minutos juntos sin que l lo adivine todo.
amable mano tenga tiempo de hacerla recapacitar, y su cadver Oh, en cuanto a eso dijo secamente su compaero es cosa
flota sobre la superficie a la vista de todo el mundo. Cuando su tuya.
marido se aproxima para ver qu significa esa muchedumbre, le Monsieur de Meyrau! chill la dama.
faltarn amigos gentiles para darle la buena nueva de la muerte de Me parece continu el otro que, con tales garantas, he
su esposa? cumplido con mi parte.
Mientras que la mujer sea suficientemente ligera para flotar, Tu parte! solloz Hortense.
Hortense, no se le da por muerta. Slo cuando se hunde ms all Monsieur de Meyrau no contest pero con un fuerte chasqui
del alcance de la vista, se pierden las esperanzas. do del ltigo envi al caballo al galope por el camino. No se dijo
Hortense permaneci un momento en silencio, mirando el nada ms. Hortense permaneca recostada en el carruaje con el
mar con los ojos hinchados. rostro sepultado en un pauelo, gimiendo. Su compaero senta
Louis dijo finalmente estbamos hablando metafrica do, erguido, con el ceo fruncido y los dientes firmemente apre
mente: estoy a punto de ahogarme, literalmente. tados, miraba fijamente hacia delante y, con eventuales latigazos,
Tonteras! dijo Louis, un reo se declara inocente y, si ha mantena el caballo a un frentico paso. Un caminante podra
de colgarse, lo hace en la prisin. Qu dicen los peridicos?, la haberle tomado por un raptor escapando con su vctima, exhaus
gente habla no?, no puedes t hablar igual que ellos? Una mujer ta por la resistencia. Los viajeros para quienes eran conocidos,
se equivoca desde el momento en que retiene su lengua y rehsa podran, acaso, haber percibido un profundo significado en esta
luchar. Y eso es lo que t haces demasiado a menudo. Ese paue accidental analoga. De este modo, dando un dtour, regresaron a
lo es casi como una bandera blanca. la ciudad.
Seguro que estoy equivocada dijo Hortense con aire indife
Cuando Hortense lleg a casa, subi directamente a un
rente, acaso sea as.
minsculo tocador en la segunda planta y se encerr en l. El
Hay momentos de dolor en los que determinados aspectos del
cuarto se encontraba en la parte trasera de la casa, y su doncella,
objeto de nuestra angustia parecen tan irrelevantes como aquellos
quien en ese momento se hallaba caminando por el amplio jardn
otros completamente ajenos a ellos. Los ojos de ella seguan fijos
que se extenda hasta el mar, donde haba un embarcadero para
en el mar. Hubo otro silencio.
botes de escaso calado, la vio echar las cortinas y apagar las luces,
Oh, mi pobre Charles! murmur, y finalmente: A qu
clase de corazn regresas! vistiendo an su sombrero y su capa. Permaneci sola un par de
Hortense. El caballero hizo como si no la hubiese escuchado, horas. A las cinco en punto, un poco antes de la hora a la que nor
aunque, a una tercera persona le habra parecido que fue precisa malmente era requerida para vestir de noche a su seora, la don
mente porque le haba odo por lo que dijo: No necesito decirte cella llam a la puerta de Hortense y ofreci sus servicios. La
que jams se me ocurrira traicionar nuestro secreto. Pero te seora respondi, desde el interior, que tena una migraine, y que
garantizo que mientras Monsieur Bernier permanezca en su no se vestira.
64 65
 Le preparo algo a la seora? pregunt Josephine; una de apurarlo, como si un repentino pensamiento la hubiese gol
tisana, un caldo, alguna cosa? peado, y cruz apresuradamente la habitacin. Se inclin frente a
Nada, nada. una vitrina y sac un pequeo vaso pera. Con l regres a la ven
Cenar la seora? tana, lo puso frente a sus ojos y de nuevo dedic unos momentos
No. a mirar hacia el mar. Josephine no pudo entender el propsito de
La seora no debera acostarse en ayunas. este proceder. El nico resultado que pudo apreciar fue que su
Trigame una botella de vino, o de brandy. seora dej repentinamente los impertinentes sobre la mesa y se
Josephine obedeci. Cuando regres, Hortense estaba espe dej caer sobre un silln, cubrindose el rostro con las manos.
rando en el umbral de la puerta y, como una de las contraventa Josephine, incapaz de contener su asombro mucho tiempo,
nas haba sido momentneamente abierta, la mujer pudo ver que, baj apresuradamente a la cocina.
aunque el sombrero de su seora haba sido arrojado sobre el
Valentine, qu demonios puede pasarle a la seora? le dijo
sof, an no se haba desprendido de la capa y su rostro estaba
a la cocinera, no quiere cenar nada y est apurando vasos de
muy plido. Josephine estim que no deba mostrarse compasiva
brandy; hace un momento estaba mirando hacia el mar con unos
ni formular ms preguntas.
No tomar nada ms la seora? se atrevi a preguntar impertinentes, y ahora est hecha un mar de lgrimas con una
mientras le entregaba la bandeja. carta abierta sobre el regazo.
La seora neg con la cabeza, y cerr y ech la llave a la puer La cocinera, que se encontraba mondando patatas, alz la
ta. Josephine permaneci de pie por un momento; desconcertada, vista y le hizo un expresivo guio.
indecisa, a la escucha. No percibi ningn ruido. Al final, lenta Pues qu puede ser dijo, sino que el seor regresa.
mente, se inclin y aplic su ojo a la mira de la cerradura.
Esto es lo que vio: su seora se haba aproximado hasta la II
ventana abierta y permaneca de pie, de espaldas a la puerta,
mirando hacia el mar. Mantena la botella asida por el cuello en Al dar las seis en punto, Josephine y Valentine estaban todava
una mano, que colgaba lnguidamente a lo largo de costado; la sentadas discutiendo sobre las posibles causas y consecuencias del
otra descansaba en un vaso a medio llenar que se encontraba hecho insinuado por esta ltima. De repente, la campanilla de
junto a una carta abierta, en una mesa situada a su lado. Mantu Madame Bernier son. Josephine estuvo encantada de contestar.
vo esta posicin hasta que Josephine se cans de esperar. Pero Se encontr con su seora cuando sta bajaba las escaleras, peina
justo cuando empezaba a perder la esperanza de ver recompensa
da, envuelta en su capa y con el velo echado, sin visos de agita
da su curiosidad, la seora levant la botella y el vaso, y llen por
cin, pero con el rostro muy plido.
completo este ltimo. Josephine observ entonces con mayor
Voy a salir dijo Madame Bernier, si el seor vizconde
fruicin. Hortense lo alz contra la luz y lo sostuvo as un
momento antes de apurarlo por completo. viniese, dgale que estoy en casa de mi suegra y ruguele que me
Josephine no pudo contener un silbido involuntario. Pero su espere hasta que regrese.
sorpresa se convirti en asombro cuando vio a su seora a punto Josephine le abri la puerta a su seora y permaneci de pie
de tomar un segundo vaso. Hortense lo dej, no obstante, antes observndola mientras cruzaba el patio.

66 67
 En casa de su suegra murmur la doncella, vaya desver El chico se detuvo y se dirigi hacia su pariente con aire de
genza! arrepentimiento, volviendo la cabeza varias veces hacia la casa,
Cuando Hortense lleg a la calle, se dirigi, no a travs de la como apelando a alguna autoridad superior.
ciudad hacia el casco viejo, donde esa anciana dama la madre de Vamos, date prisa o tendr que ir a buscarte! prosigui el
su marido viva, sino que tom una direccin bien diferente. hombre. Venga!
Sigui el camino del muelle, que discurra paralelo al puerto, El muchacho avanz hasta quedarse a unos pasos de la escali
hasta llegar a una zona muy concurrida, principalmente por pes nata y all se par en seco, y se puso a observar cautelosamente al
cadores y barqueros. Al llegar all se retir el velo. Empezaba a hombre aferrando con fuerza la jarra.
anochecer. Caminaba procurando no atraer la atencin y escru Date prisa, pequeo miserable, acrcate ms.
tando minuciosamente la concurrencia en medio de la cual se
El joven mantuvo, empero, un imperturbable silencio y per
encontraba. Su atuendo era sencillo, de suerte que no haba nada
maneci inmvil. Bruscamente, su sedicente to se inclin hacia
en su apariencia que solicitase la atencin; sin embargo, si por
delante y con un amplio movimiento de su brazo agarr la bron
alguna razn a un transente se le hubiese ocurrido fijarse en ella,
ceada mueca del chico y lo atrajo hacia l.
la intensidad contenida con la cual examinaba a cada persona con
quien se cruzaba le habra impresionado inevitablemente. Su Por qu no vienes cuando se te llama? pregunt al tiempo
comportamiento era el de quien trata de reconocer a un viejo que agarraba con su otra mano la desgreada mata de pelo del
amigo al que no ve hace tiempo o, quizs, mejor dicho, el de infante, y sacuda su cabeza hasta hacerle tambalearse. Por qu
quien busca a un viejo enemigo entre una multitud. Finalmente, no viniste, pequeo salvaje maleducado?, Eh?, eh?, eh? pre
se detuvo frente a un tramo de escalera, al pie del cual haba un gunt acompaando cada interrogacin con una nueva sacudida.
embarcadero para media docena de botes, empleados en ocasio El chico no respondi. Intentaba por todos los medios volver
nes para transportar pasajeros entre los dos extremos del puerto la cabeza, a despecho de la furia del hombre y transmitir alguna
cuando se cerraba el puente levadizo para la navegacin. Estando llamada de auxilio a la casa.
all, de pie, fue testigo de la siguiente escena: Un hombre tocado Vamos, deja de retorcer la cabeza. Mrame y contstame:
con un gorro de pescador de lana roja, estaba sentado en la parte qu hay en esa jarra? Y no mientas.
alta de la escalinata, fumando una pipa de cao corto, con el ros Leche.
tro vuelto hacia el agua. Al girar la cabeza, su vista se fij en un Para quin?
mocoso que cruzaba apresuradamente el muelle en direccin a Para la abuelita.
una lgubre casa de vecindad cercana, con una jarra en los bra Que la cuelguen.
zos. El hombre lo solt y arrebat la jarra de los dbiles brazos del
Eh, rapaz! grit el hombre, qu tienes ah?. Ven aqu. chico, la inclin hacia la luz e inspeccion su contenido, se la llev
El chiquillo mir hacia atrs pero, en lugar de obedecer, acele a los labios y la apur. El chico, aunque ya libre, no retrocedi.
r el paso.
Permaneci observando cmo su to daba cuenta de la jarra. Des
Que el diablo te lleve, te he dicho que vengas! repiti el
pus, mirndole a la cara le dijo:
hombre enfadado o te retorcer tu miserable cuello, es que
Era para el cro.
no vas a obedecer a tu propio to?
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 El hombre vacil por un instante. Pero el chico pareci tener Muy bien replic el barquero. Quince sueldos dijo, y
una premonicin del resentimiento de su pariente, y por ello, comenz a remar vigorosamente.
apenas termin de decirlo, retrocedi corriendo como una flecha Allez, le pagar bien dijo Hortense.
justo a tiempo de evitar el jarrazo que le lanz el hombre y que Quince sueldos es la tarifa insisti el hombre.
fue a estrellarse en sus talones. Cuando perdi de vista al mucha Dme un agradable paseo y le dar cien dijo Hortense.
cho, se volvi de nuevo hacia el mar, se coloc la pipa entre los Su acompaante no dijo nada. Evidentemente trataba de
dientes, frunci el ceo y murmur algo que a Madame Bernier le actuar como si no hubiese odo la observacin. El silencio era
son muy parecido a Ojal se ahogara ese rorro. probablemente la forma ms digna de recibir una promesa dema
Hortense fue muda espectadora de este minsculo drama. siado munificente para no ser sino una broma.
Cuando termin, se volvi y desanduvo sus pasos unos veinte El silencio se mantuvo por algn tiempo, roto nicamente por
metros con la mano en la cabeza. Despus camin muy erguida y el batir de los remos y por los sonidos procedentes de la costa y de
se dirigi al hombre: las naves prximas. Madame Bernier estaba sumida en un pro
Buen hombre dijo en un tono amable. Es usted el patrn fundo escrutinio, a hurtadillas, del rostro del barquero. Era un
de alguno de estos botes? hombre de unos treinta y cinco aos, de rostro obstinado, cruel y
El hombre levant la vista hacia ella. En un instante, la pipa sombro. Estos indicios estaban, quizs, exagerados por la pesada
estaba fuera de la boca y en su lugar haba una amplia sonrisa. Se monotona de su tarea. Sus ojos no mostraban ya ese destello de
levanto llevndose la mano a la gorra. picarda que haban transparentado cuando estaba tan empress
en el ofrecimiento de sus servicios, su rostro era mejor entonces,
Lo soy, seora, a su servicio.
esto es, si el vicio es mejor que la ignorancia. Decimos que un ros
Podra llevarme a la otra orilla?
tro se ilumina con una sonrisa; y de hecho, ese breve titilar hace
No necesita un bote; el puente esta bajo dijo uno de sus
los oficios de una vela en una habitacin oscura. Proyecta un rayo
compaeros al pie de la escalera, mirando en direccin al puente.
de luz sobre la sombra tapicera de nuestras almas. El semblante
Lo s dijo Madame Bernier, pero deseara ir al cementerio,
de los pobres conoce generalmente pocas variaciones. Existe una
y un bote me evitara caminar casi un kilmetro.
vasta clase de seres humanos cuya fortuna se restringe a un nico
El cementerio est cerrado a esta hora.
cambio de expresin o, quizs, mejor dicho, a una nica expre
Allons, deja en paz a la seora dijo el hombre al que se diri
sin. Ah, yo! Los rostros que visten la desnudez o harapos; cuyo
gi inicialmente. Por aqu, seora ma.
reposo es anquilosamiento, cuya actividad, vicio; ignorantes en
Hortense se sent en la popa del bote. El hombre cogi los
sus peores momentos, infames en los mejores!
remos. No reme tan fuerte dijo finalmente Hortense. No sera
Cruzamos directamente? pregunt el hombre. mejor que se tomase un respiro?
Hortense mir en derredor. La seora es muy amable dijo el hombre, apoyndose sobre
Es una bonita tarde dijo, por qu no me lleva hasta el faro los remos. Pero si me ha contratado por horas aadi con esa
y en el camino de regreso me deja en el punto ms cercano al despiadada sonrisa de nuevo en su rostro no debera pescarme
cementerio? holgazaneando.
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 Supongo que su trabajo es muy duro dijo Madame Bernier. El hombre dej de nuevo los remos.
El hombre sacudi levemente la cabeza, como para dar a Un trabajo mejor pagado? Tengo que trabajar para conse
entender la insuficiencia de cualquier suposicin para captar el guir trabajo. Tengo que ganrmelo tambin. Un trabajo significa
verdadero alcance de su trabajo. un salario. Cuento con la esperanza de un trabajo para la prxima
Me he levantado a las cuatro de la maana, llevo acarreando semana como la mejor parte de mis gastos para el sbado noche.
fardos y cajas en el muelle y navegando con mi bote desde enton Hacer rodar cincuenta toneles desde el barco hasta el almacn sig
ces, sudando, sin cinco minutos de descanso. Cest comme a. nifica dos cosas: treinta sueldos y cincuenta barriles ms para des
A veces le digo a mi amigo, creo que me voy a dar un chapuzn cargar al da siguiente. As que una mano rota o un hombro
en la ensenada para ver si me seco un poco. Ja, ja, ja! dislocado significan veinte francos para el boticario y bon jour a
Y, por supuesto, no ganar usted mucho dijo Madame Ber mi negocio.
nier. Est casado? pregunt Hortense.
Menos que nada. Lo justo para mantenerme lo suficiente No, doy gracias. No he sido maldecido con esa dicha. Pero
mente orondo para dar de comer al hambre. tengo una vieja madre, una hermana y tres sobrinos que depen
Cmo?, no le llega siquiera para la comida precisa? den de m. La anciana mujer es demasiado vieja para trabajar; la
Precisa es una palabra muy elstica, seora. Puede reducirla chica es demasiado perezosa y los pequeos son demasiado jve
hasta el punto de que el grado superior a nada signifique lujo. Mi nes. Pero ninguno de ellos es demasiado joven o demasiado viejo
alimento preciso es a veces aire enrarecido. Si no me privo de l, para no tener hambre, allez. Que me aspen si no soy un padre
es porque no puedo. para todos ellos!
Es posible ser tan desdichado? Hubo una pausa. El hombre haba retomado los remos.
Quiere saber qu he comido hoy? Madame Bernier permaneca sentada sin moverse, examinando la
Dgamelo dijo Madame Bernier. fisonoma de su vecino. El agonizante sol daba de lleno sobre la
Un pedazo de pan negro y un arenque en salazn es todo lo cara del hombre, cubrindola de una brillante luz. Las facciones
que ha pasado por mi gaznate en las ltimas doce horas. de la dama quedaban oscurecidas contra el cielo de poniente, lo
Por qu no se busca otro trabajo, una ocupacin ms apro que la haca indiscernible para su compaero.
piada? Por qu no abandona este lugar? dijo finalmente ella.
Si tuviese que morir esta noche prosigui el hombre sin Abandonarlo!, cmo? contest, mirndola con la basta
hacer caso de la pregunta, cual un hombre cuyas ansias de auto- avidez con la que la gente de su clase recibe propuestas que rozan
compasin le conducen ms all de las seales de auxilio, qu sus intereses, incluyendo las sugerencias filantrpicas, esa ansia
quedara para enterrarme? Con estas ropas que llevo podra com desconfiada con la cual la experiencia les ha enseado defender su
prarme una buena caja, por el precio de este viejo y desarrapado propia parte del trato, la nica clase de propuesta con la que ella
traje, que no me ha durado siquiera un ao, podra conseguir un les haba familiarizado.
atad que durara ms de cien aos. La bonne ide! Ir a otra parte dijo Hortense.
Por qu no busca otro trabajo en el que paguen mejor? Adnde, por ejemplo?
repiti Hortense. A un nuevo pas, Amrica.
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 El hombre estall en una sonora carcajada. La cara de Mada S?
me Bernier revel evidencias de un mayor inters en el juego de S, en buena hora.
sus rasgos que en esa turbacin que generalmente acompaa a la Cmo es eso?
conciencia del ridculo. Oh, fue una vida de perros! Habra ahogado a cualquier
se s que es un proyecto digno de una dama! Si encuentra perro que me hubiese jugado la mitad de las malas pasadas que
un apartamento amueblado, l-bas, no podra desear nada mejor. sola presenciar.
Pero nada de saltos en el vaco. Amrica y Argelia son bonitas Y nunca tuvo que intervenir en alguna usted mismo?
palabras para atiborrar estmagos vacos cuando ests holgaza Pardon, lo di todo. Fui tan buen espaol y tan valiente como
neando al sol, sin trabajo, igual que cuando llenas tu pipa de taba cualquiera. Med mi cuchillo con los mejores, y lo desenvain tan
co y dejas que el humo ascienda formando volutas alrededor de rpido y lo hund tan profundo como ellos. Le enseara las cica
tu cabeza. Pero se desvanecen tras un buen chuletn y una botella trices si no fuera una dama. Pero le aseguro que podra encontrar
de vino. Cuando la tierra sea tan llana y el aire tan puro que la sus gemelas en el pellejo de docenas de espaoles.
costa americana pueda divisarse desde aquel muelle, entonces Los recuerdos le hicieron remar con renovado vigor. Hubo un
preparar mi hato. No antes. breve silencio.
Teme, entonces, arriesgarse? Cree usted dijo Madame Bernier al cabo de unos minutos,
Yo no temo nada, moi. Pero tampoco soy un necio. No quie recuerda Usted, quiero decir, recuerda usted si alguna vez mat a
ro darles un puntapi a mis sabots hasta no tener un buen par de un hombre?
zapatos. Puedo caminar descalzo aqu, pero no quiero encontrar Hubo un momentneo flaqueo en los remos del barquero. Le
me agua donde esperaba pisar tierra firme. En cuanto a Amrica, dirigi una repentina mirada a su pasajera, quien sin embargo
ya he estado all. permaneca an lo suficientemente oscurecida por su posicin
Ah!, ha estado all? como para resultar indistinguible. El tono de su interrogatorio
He estado en Brasil, Mxico, California y en las Indias occi haba trascendido la pura y simple curiosidad. Vacil unos instan
dentales. tes, y luego ofreci una de esas conscientes, prudentes, ambiguas
Ah! sonrisas que pueden ocultar bien la asuncin criminal de algo
Tambin en Asia. ms que la verdad o el rechazo culpable de sta.
Ah! Mon Dieu! dijo encogindose de hombros. Hay una cues
Pardieu, en China y la India. Oh, he visto todo el mundo! tin! Nunca mat a nadie sin una razn.
He doblado tres veces el Cabo. Por supuesto que no dijo Hortense.
Ha sido marino, entonces? Si bien una razn en Sudamrica, ma foi! aadi el barque
S, seora, catorce aos. ro , no sera una razn aqu.
En qu barco? Supongo que no. Cul podra ser una razn all?
Pobrecita, en medio centenar. Bueno, si hubiera matado a un hombre en Valparaso, y no
Franceses? digo que lo hiciera, cuidado, sera porque mi cuchillo habra ido
Franceses, ingleses y espaoles, la mayora espaoles. ms lejos de lo que pretenda.
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 Pero por qu habra de desenfundarlo? sueo perdido, puedes aplazarlo un tiempo, pero al final te pasa
No lo hice. Pero si lo hubiera hecho, habra sido porque l lo factura. Los bribones siempre mantienen sus promesas Un
desenfund primero contra m. enemigo a bordo es tremendamente divertido, es como dos toros
Y por qu habra hecho l eso? encerrados en un mismo ruedo, no puedes permanecer quieto ni
Ventrebleu!, por tantas razones como barcos hay en el puerto. medio minuto, si no es contra la barrera. Incluso cuando traba
Por ejemplo? amistad contigo, su acogida nunca es de fiar. Provocarle es como
Bueno, porque me hubiesen dado a m el puesto que l bus beber de una jarra de peltre. Y es as en todas partes. Deja que tu
caba en una tripulacin. sombra se cruce una sola vez en el camino de un espaol, y l
Por cosas como sa? Es posible? siempre la ver ah. Si no ha vivido nunca fuera de esas malditas
Oh, por cosas ms nimias: por una docena de naranjas que cuadriculadas ciudades europeas, no puede imaginarse cmo son
me hubiera dado una muchacha que anteriormente se las haba las cosas en una de esas ciudades portuarias sudamericanas, la
prometido a l. mitad de la poblacin esperando tras la esquina a la otra mitad.
Qu extrao! dijo Madame Bernier con una estridente Pero no veo que sea mucho mejor aqu, donde unos vigilan a
risa. Un hombre que te guarda un resentimiento de esa clase otros. All te encuentras un asesino a cada paso, aqu un sergent de
sera capaz de acercarse y apualarte, supongo, como si tal cosa. ville En todo caso, la vida l-bas sola recordarme, ms que
Exacto. Te clava un cuchillo en la espalda hasta la empua cualquier otra cosa, a la navegacin por un canal de aguas poco
dura escupindote una maldicin, y cinco minutos ms tarde est profundas, donde no sabes qu infernal roca puede hacerte enca
partiendo un meln con ese mismo cuchillo mientras entona una llar. Todo el mundo tiene cuentas pendientes con sus vecinos,
cancioncilla. como las tienen las seoras con sus fournisseurs; y, ma foi, sas son
Y cuando una persona tiene miedo, o vergenza, o de algn las nicas cuentas que saldan. El capitn del Santiago puede que
modo se siente incapaz de vengarse por s mismo, debe l (o me pague algn da de stos por los bonitos calificativos que le
puede que sea una mujer), debe ella buscar a alguien que lo haga jale cuando nos despedimos, pero seguro que nunca me pagar
en su lugar? el salario que me debe.
Parbleu!, pobres diablos a la espera de ese tipo de encargos Una corta pausa sigui a esta exposicin de las virtudes de los
son tan abundantes en toda la costa sudamericana como los com espaoles.
missionaires en las esquinas de este pas. El barquero estaba cla Entonces, usted no ha mandado al otro mundo a nadie?
ramente sorprendido por la fascinacin que acerca de tan infame continu Hortense.
tema se haba apoderado de una dama tan elegante; pero tenien Oh, claro que s! Se siente horrorizada?
do, como se puede observar, una lengua dispuesta, es posible que En absoluto. S que el hecho es a menudo justificable.
el placer que encontraba en ser capaz de complacer la curiosidad El hombre permaneci en silencio un instante, acaso sorpren
de la dama y en escucharse a s mismo fuesen an mayores. Y all dido, y lo siguiente que dijo fue:
abajo continu nunca olvidan una deuda. Si un tipo no te ajus Es usted espaola?
ta cuentas un da, lo har otro, el odio de los espaoles es como el En ese sentido, quizs lo sea respondi Hortense.

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 Su compaero guard de nuevo silencio. La pausa se prolon El hombre se puso en marcha y la mir fijamente unos ins
g. Madame Bernier lo rompi con una pregunta que mostr que tantes. Sera porque esa observacin no encajaba con la expre
los pensamientos de ambos haban estado siguiendo el mismo sin que poda discernir tenuemente en sus ojos? A continuacin
curso. se llev la mano a la gorra.
Cul sera una razn suficiente en este pas para matar a Madame es muy amable. Qu hara para ayudarme?
alguien? Madame Bernier le sostuvo la mirada.
El barquero lanz una fuerte carcajada sobre el agua. Hortense Confiar en usted.
se envolvi bien con su manto. Vaya!
Me temo que no la hay. Y le recompensar.
No existe el derecho de legtima defensa? S? Madame tiene un trabajo para m?
Por supuesto, y eso es algo de lo que yo debera saber. Pero es Un trabajo asinti Hortense.
una defensa que ces messieurs du Palais podrn dejar en nada. El hombre no dijo nada, esperando aparentemente una expli
En Sudamrica y esos pases, cuando un hombre te hace la cacin. Su rostro mostraba esa leve irritacin que sienten las
vida imposible, qu puedes hacer? naturalezas inferiores cuando se las intriga.
Mon Dieu! Supongo que matarle. Es usted un hombre valiente?
Y en Francia? La luz pareci llegar en esta pregunta. La pronta expansin de
Supongo que suicidarte. Ja!, ja!, ja! sus rasgos la contest. No puedes tocar determinados asuntos con
En ese momento haban alcanzado el extremo del gran rom un inferior sino mediante el sacrificio de las barreras que te sepa
peolas, que terminaba en un faro; el lmite, por una parte, del ran de l. Hay pensamientos y sentimientos y vislumbres y prefi
interior del puerto. El sol se haba puesto. guraciones de pensamientos que nivelan todas las desigualdades
Ya estamos en el faro dijo el barquero; est oscureciendo, de clase.
regresamos? Soy lo bastante valiente dijo el barquero para cualquier
Hortense se incorpor en su sitio unos instantes, y permane cosa que usted quiera que haga.
ci as mirando hacia el mar. Es lo bastante valiente como para cometer un crimen?
S dijo finalmente, puede regresar, despacio. No de balde.
Cuando el bote hubo girado, se sent de nuevo en la misma Si le pidiera que pusiese en peligro su tranquilidad de espri
posicin, y extendi una de sus manos ms all del borde del tu, que arriesgase su seguridad personal por m, indudablemente
bote, garabateando en la superficie del agua mientras avanzaban no sera como un favor. Le dara diez veces el peso en oro de cada
y fijando la mirada en las largas ondas. gramo en que la carga de su conciencia se viese incrementada por
Finalmente, alz la vista hacia su compaero. Ahora que su mi causa.
rostro reflejaba las ltimas luces del poniente, el hombre pudo ver El hombre le dirigi una dura y prolongada mirada en la
que estaba mortalmente plida. penumbra.
Debe de resultarle duro arreglrselas en la vida dijo ella. S lo que quiere que haga dijo finalmente.
Estara encantada de poder ayudarle. Muy bien, dijo Hortense. Y lo har?
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 Continu mirndola fijamente. Ella le devolva la mirada Quiere que acabe con l en el bote?

como una mujer que ya no tiene nada ms que ocultar. No hubo respuesta.

Exponga el caso. Es un hombre mayor?

Conoce un navo llamado el Armonique, un barco de vapor? Hortense neg levemente con la cabeza.

S; viene de Southampton. De mi edad?

Llegar maana temprano. Podr cruzar la barra? Ella asinti.

No, no hasta el medioda. Sapristi!, no es tan fcil.

Eso pensaba. Espero a una persona: un hombre. No puede nadar dijo Hortense, sin levantar la vista. l,

Madame Bernier pareca incapaz de continuar, como si hubie l es cojo.

se perdido la voz. Nom de Dieu! El barquero dej caer las manos. Hortense
Y bien? pregunt su compaero. levant rpidamente la vista. Han visto pantomima? No impor
l es la persona. Call de nuevo. ta aadi finalmente el hombre, eso servir como seal.
La persona que Mais oui. Adems de eso, pedir que le lleven a la mansin
La persona de la que me gustara deshacerme. Bernier, la casa cuya parte trasera da al mar, en la prolongacin
Se hizo el silencio durante unos instantes. El barquero fue el del gran muelle. Tenez, casi se puede ver desde aqu.
primero en hablar. Conozco el lugar dijo el barquero, y se qued callado, como
Tiene un plan? si se formulase y contestase l mismo una pregunta.
Hortense asinti. Hortense estaba a punto de interrumpir el hilo de pensamien
Escuchmoslo. tos que se daba cuenta que l estaba siguiendo, cuando l se le
La persona en cuestin dijo Madame Bernier estar impa adelant.
ciente por desembarcar antes del medioda. La casa a la que regre Cmo puedo estar seguro de lo mo?
sa estar a la vista desde el navo si, como usted dice, permanece Se refiere a su recompensa? He pensado en ello. Este reloj es
anclado. Si puede tomar un bote, seguro que desembarcar. Eh un anticipo de lo que podr y estar encantada de entregarle des
bien!, ya me comprende. pus. Su caja est cubierta de perlas por valor de dos mil francos.
Aj!, quiere decir mi bote, este bote. Il faut fixer la somme dijo el hombre sin tocar el reloj.

Oh, Dios! Depende de usted.

Madame Bernier se levant de su sitio, distendi los brazos y Bien. Sabe que tengo derecho a pedir un precio ms alto.

se dej caer de nuevo, enterrando el rostro entre sus rodillas. Su Desde luego. Fije una cifra.

acompaante levant rpidamente los remos y puso las manos nicamente en el supuesto de una gran suma considerara su

sobre los hombros de la mujer. propuesta. Songez donc, es un ASESINATO lo que me est pidiendo.
Allons, donc, en nombre del diablo, no se derrumbe dijo l; El precio, diga el precio.
llegaremos a un acuerdo. Tenez continu el hombre, la caza furtiva es siempre
Arrodillado en el suelo del bote y sostenindola con su abrazo, arriesgada. Las perlas en este reloj son tan caras porque llegar
logr levantarla aun cuando su cabeza permaneca inclinada. hasta ellas puede costar la vida de un hombre. Usted quiere que
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yo sea su pescador de perlas. Que as sea, pero me tiene que Muy bien; pero ni uno ms.
garantizar un descenso seguro, se trata de un descenso, sabe, ja, Puedo confiar en usted?
me tiene que proporcionar una escafandra segura; un pequeo No lo estoy haciendo yo? Tiene suerte de que no me permi
agujero para respirar mientras hago mi trabajo; slo en pensar en to a m misma pensar en lo que estoy haciendo.
mi gorra llena de napoleones. Quizs en eso estemos igualados. Ninguno de los dos pode
Mi buen hombre, no deseo decirle ni escuchar sutilezas. mos permitirnos darle importancia a ciertas posibilidades. Tran
Solamente quiero saber el precio. No estoy regateando por un par quila, yo tambin confiar en usted. Tiens! aadi el barquero,
de gallinas. Proponga una cantidad. ya estamos junto al muelle. A continuacin, con un solemne y
El barquero por entonces haba retomado ya su sitio y sus fingido toque de su gorra aadi: Todava desea Madame visi
remos. Se estir para dar un largo y lento impulso, lo que le llev tar el cementerio?
cara a cara con su tentadora. Mantuvo esta posicin; el cuerpo Vamos, rpido, djeme bajar dijo Madame Bernier impa
inclinado hacia delante y los ojos fijos en el rostro de Madame ciente.
Bernier, durante unos segundos. Tal vez, afortunadamente para el En cierto modo, ya hemos estado entre los muertos, porfi
propsito de Hortense en ese momento haba ayudado a menu el barquero mientras le ofreca su mano.
do a sus propsitos ya antes era una mujer bella. Un rostro poco
agraciado habra hecho hincapi en la absolutamente repulsiva
naturaleza de la negociacin. Repentinamente, con un rpido y III
convulso movimiento, el hombre complet la remadura.
Pas si bte! Proponga una usted. Eran ms de las ocho cuando Madame Bernier lleg a su casa.
Muy bien dijo Hortense, si as lo desea. Voyons: le dar lo Ha venido Monsieur de Meyrau? pregunt a Josephine.
que puedo. Tengo joyas por valor de quince mil francos. Se las S, se; y al enterarse de que Madame estaba fuera, dej una
dar o, si pueden suponerle un problema, su valor en metlico. En nota, chez Monsieur.
casa tengo, en una caja, mil francos en oro. Tambin sern suyos. Hortense encontr una carta lacrada sobre la mesa del vetusto
Pagar su pasaje y su equipamiento a Amrica. Tengo amistades despacho de su marido. Deca lo siguiente:
en Nueva York. Les escribir para que le consigan un trabajo.
Y les conceder su colada a mi madre y a mi hermana, hein? Me qued muy triste al ver que no estabas. Tena algo que decirte. He
Ja! ja! Joyas, quince mil francos; que con mil ms hacen diecisis; aceptado una invitacin para cenar y pasar la noche en C, pensan
pasaje a Amrica, en primera clase, quinientos francos; equipa- do que me sentara bien. Por la misma razn he decidido coger el
miento, qu entiende exactamente Madame por eso? toro por los cuernos, y subir a bordo del vapor a mi regreso para dar
Todo lo necesario para que pueda salir adelante l-bas. la bienvenida a Monsieur Bernier el privilegio de un viejo amigo.
Un certificado escrito de que no soy un asesino? Ma foi, Me han dicho que el Armorique anclar al otro lado de la barra al
sera mejor no despojarme de esa imagen, me ha sido de una gran amanecer. Qu opinas?, aunque es demasiado tarde para hacrmelo
ayuda, al menos a este lado de charco. Pongamos veinticinco mil saber. Celebra mi savoir faire lo hars, en todo caso, al final. Vers
francos. como eso suavizar los problemas.

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 Maldicin!, maldicin! sise Madame cuando hubo ledo noche Josephine, cuya habitacin estaba sobre la de Madame, y
la nota. Dios me libre de mis amigos! quien no pudo dormir (por simpata, permtasenos decir), oy
Fue de un lado al otro de la habitacin varias veces y al final movimientos debajo, lo que indicaba que su seora estaba incluso
comenz a hablar sola entre murmullos, como suele hacer la ms desvelada que ella.
gente en momentos de emociones intensas: Bah! Nunca se
levanta al amanecer, se quedar dormido, especialmente despus
de la cena de esta noche. El otro llegar antes que l Oh, pobre IV
cabeza ma, has sufrido demasiado para fracasar al final!
Josephine reapareci para ofrecerse a ayudar a su seora a Haba bastante ajetreo en torno al Armonique cuando ancl
desvestirse. Esta ltima, en su deseo de tranquilizarse, pregunt lo fuera de la baha de H, con las primeras luces del da siguiente.
primero que se le ocurri: Un caballero, con abrigo, bastn y una pequea bolsa de viaje, se
Estaba Monsieur de Meyran solo? puso a la altura del vapor en un pequeo bote pesquero y lo
No, seora; otro caballero le acompaaba; Monsieur de Saul abandon para subir a bordo.
ges, creo. Vinieron en un coche de caballos, con dos bales de Se encuentra Monsieur Bernier a bordo? pregunt a uno
viaje. de los oficiales, el primer hombre con el que se encontr.
Aunque hasta el momento he considerado mejor, seguramen Creo que ha desembarcado, seor. Vino un barquero pre
guntando por l hace unos minutos, y creo que se lo ha llevado.
te desde un exagerado temor a atrincherarme en el terreno de la
Monsieur de Meyrau reflexion unos instantes. Despus
ficcin, relatarles lo que esta pobre mujer haca y deca en lugar
cruz al otro extremo del buque, mirando hacia tierra. Inclinn
de lo que pensaba, debo ahora revelarles lo que pasaba por su
dose sobre el macarrn vio un bote vaco amarrado a la escalera
mente en ese momento: Ser un cobarde?, ir a abandonarme?,
de mano que suba por el costado del buque.
o simplemente, va a pasar estas ltimas horas jugando y bebien
Este bote va a la ciudad, no? pregunt a uno de los mari
do? Tendra que haberse quedado junto a m. Ah!, amigo mo,
neros que andaba ocioso.
qu poco haces por m, cuando tanto hice por ti!; quien comete S, seor.
un crimen, y (que el cielo me ayude!), se suicida por ti! Pero Dnde est el patrn?
supongo que l sabe lo que ms le conviene. En todo caso, saldr Supongo que estar aqu en unos instantes. Lo vi hablando
de juerga hasta tarde. con uno de los oficiales justo hace un momento.
Cuando la cocinera lleg esa noche, Josephine, que se haba De Meyrau descendi por la escalerilla y se sent en la popa
quedado levantada esperndola, le dijo: del bote. Mientras el marinero al que acababa de dirigirse estaba
No te puedes hacer idea del aspecto que tiene Madame. Pare pasndole su bolsa, un rostro con gorra roja se asom por encima
ce diez aos mayor que esta maana. Virgen Santa, qu da ha de los macarrones.
debido de tener! Buen hombre! grit De Meyrau, es ste su bote?
Espera a maana dijo la oracular Valentine. S, seor, a su servicio respondi el de la gorra roja que
Ms tarde, cuando las mujeres subieron a la alcoba, advirtie lleg a la parte superior de la escalerilla, y estudi detenidamente
ron una luz por debajo de la puerta de Hortense, y durante la el bastn y el bal de viaje del caballero.
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 Puede llevarme a la ciudad, a la casa de Madame Bernier, al DUKE OF PORTLAND
final del nuevo muelle?
Claro, seor dijo el barquero deslizndose por la escaleri VILLIERS DE LISLE-ADAM
lla. Es usted justo el caballero a quien buscaba.
Al seor Henry La Luberne.
Una hora ms tarde Hortense Bernier sali de la casa, y
Gentlemen, you are welcome to Elsinore.

comenz a atravesar lentamente el jardn en direccin a la terraza Shakespeare, Hamlet

desde la que se divisaba el mar. Las sirvientas, al bajar temprano, Esprame all, pues, ciertamente,

la haban encontrado levantada y vestida, o mejor dicho, aparen me reunir contigo EN AQUEL PROFUNDO VALLE.

El obispo Hall

temente no se haba desvestido, ya que llevaba las mismas ropas

que la noche anterior.
Tiens! exclam Josephine al verla, Madame envejeci diez
A fines de estos ltimos aos, a su regreso de Oriente, Richard,
duque de Portland, el joven Lord, en otro tiempo famoso en toda
aos ayer, y ha envejecido otros diez durante la noche.
Inglaterra por sus fiestas nocturnas, sus victoriosos purasangres,
Cuando Madame Bernier lleg al centro del jardn se detuvo,
su conocimiento del boxeo, sus caceras de zorros, sus castillos, su
y permaneci inmvil unos instantes, en actitud de escucha.
fabulosa fortuna, sus aventureros viajes y sus amores, desapareci
A continuacin, articul un terrible grito. Vio cmo de la parte
repentinamente.
baja de la terraza emerga una figura y se diriga hacia ella cojean
Solamente en una ocasin, un atardecer, se vio su secular
do, con los brazos extendidos.
carroza dorada atravesar Hyde Park, con las cortinas cerradas, a
Traduccin del ingls de David de la Fuente Coello toda marcha, y rodeada de jinetes portadores de antorchas.
y Luis Cayo Prez Bueno Despus de reclusin tan brusca como extraa, el duque se
retir a su casa solariega, se convirti en el solitario habitante de
aquel macizo castillo construido en tiempos remotos, entre som
bros jardines y bosques, en el cabo de Portland.
All, por toda vecindad, una luz rojiza que iluminaba a todas
horas, atravesando la bruma, los potentes buques que arfaban a lo
lejos y entrecruzaban sus penachos de humo en el horizonte.
Una especie de sendero, en pendiente hacia el mar, una sinuo
sa alameda excavada en las rocas y bordeada de pinos salvajes
abre sus pesadas verjas doradas sobre la misma arena de la playa,
sumergida durante las horas del reflujo.
Bajo el reinado de Enrique VI, se forjaron leyendas acerca de
este castillo fortaleza, cuyo interior, a la luz que se filtraba por los
ventanales, resplandeca de riquezas feudales.
En la plataforma que une las siete torres velan an, entre cada
uno de los espacios libres, un grupo de arqueros y algunos caba
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lleros esculpidos en piedra, en actitud de combate, pertenecientes Mylords dijo a los pares presentes a cierta distancia, no
al tiempo de las cruzadas. volveris a ver a nuestro querido duque de Portland. Ya no forma
Por la noche, dichas estatuas, cuyos rostros, ahora borrados r parte del Parlamento. Le dispensaremos de ello mediante el
por las huracanadas lluvias y la escarcha de varios cientos de privilegio necesario. Que se guarde su secreto! No os preocupis
inviernos, presentan una expresin varias veces transformada por ms por l y que ninguno de sus huspedes intente jams dirigir
los embates del rayo, ofrecen un vago aspecto que se presta a las le la palabra.
ms supersticiosas visiones. Y, cuando las olas, levantadas en Despus, despidi con un ademn al viejo correo del castillo:
masas multiformes por la tempestad, se estrellan en la oscuridad Diris al duque de Portland lo que acabis de ver y or aa
contra el promontorio de Portland, la imaginacin del paseante, di lanzando una mirada a las negras cenizas de la carta.
presuroso y perdido por la playa, ayudada sobre todo por la luz de Tras estas misteriosas palabras, su majestad se levant para
la luna sobre las granticas sombras puede pensar, frente al casti retirarse a sus aposentos. Sin embargo, al ver a la lectora, quien se
llo, en algn eterno combate sostenido por una heroica guarni haba quedado inmvil y como adormecida, con la mejilla apoya
cin de soldados fantasmas contra una legin de malos espritus. da en su blanco y joven brazo, sobre el muar purpreo de la
Qu significaba el aislamiento del abandonado seor ingls? mesa, la reina, sorprendida an, murmur dulcemente:
Sufra alguna crisis de spleen? l, un corazn tan alegre por Vienes, Hlne?
naturaleza! Imposible!... Acaso se trataba de alguna mstica La joven persista en su actitud y todos los presentes se acerca
influencia que le haba sido contagiada durante su viaje a Orien ron solcitos a ella.
te? Quizs. Esta desaparicin inquietaba a la corte. La misma Sin que palidez alguna mostrara su emocin, acaso podra
reina desde Westminster haba dirigido un mensaje al invisible palidecer un lirio?, se haba desmayado.
lord. Un ao despus de las palabras pronunciadas por su majes
Acodada en un candelabro, la reina Victoria se hallaba aquella tad, durante una tempestuosa noche otoal, los navos que pasa
tarde en audiencia extraordinaria. A su lado, sentada en un tabu ban a algunas leguas del cabo de Portland vieron el castillo
rete de marfil, una joven lectora, Miss Hlne H... iluminado. No era la primera de las fiestas nocturnas ofrecidas
Una respuesta, lacrada en negro, lleg de parte de Lord Por en cada estacin por el lord ausente! Se hablaba de ellas, pues su
tland. sombra excentricidad rayaba lo fantstico: el duque no asista
La muchacha, tras abrir el pliego ducal, recorri con sus ojos jams.
azules, sonrientes reflejos celestiales, las pocas lneas que contena. Las fiestas no se celebraban en las habitaciones del castillo.
Bruscamente, sin pronunciar palabra, con los ojos cerrados, lo Nadie haba penetrado en ellas; Lord Richard, que, solitario, habi
present a su majestad. taba un torren, pareca haberlas olvidado.
Tambin la reina ley en silencio. Desde su regreso, haba hecho cubrir los muros y bvedas de
A las primeras palabras, su rostro, impasible de ordinario, los vastos subterrneos de la mansin con inmensos espejos vene
pareci empaarse de una extraa tristeza. Incluso se estremeci; cianos. El suelo estaba ahora enlosado con mrmoles y relucien
luego, en silencio, acerc el papel a las velas encendidas. Acto tes mosaicos. nicamente unos cortinajes entreabiertos por flecos
seguido, dej caer sobre las losas la carta, que se consuma. de cadeneta separaban una sucesin de salones maravillosos,
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donde, bajo resplandecientes e iluminadas balaustradas de oro, pana para advertir a los que llegaban que se apartaran del camino
apareca un conjunto de muebles orientales, bordados en precio del paseante. Y el aspecto de tan reducida comitiva produca tan
sos arabescos, entre plantas tropicales, surtidores de agua arom glacial impresin como el cortejo de un condenado.
tica en pilas de prfido y hermosas estatuas. Ante el hombre se abra la verja de la ribera; la escolta lo deja
All, con la amable invitacin del propietario del castillo de ba solo y entonces avanzaba hacia la orilla. All, como perdido en
Portland, a pesar de estar l siempre ausente, se reuna una bri una pensativa desesperacin y embriagado en la desolacin del
llante multitud, la lite de la joven aristocracia inglesa, los ms espacio, permaneca taciturno, semejante a los ptreos espectros
seductores artistas o las ms bellas despreocupadas de la gentry. de la plataforma, bajo el viento y los relmpagos, ante el rugir del
Lord Richard estaba representado por uno de sus amigos de ocano. Tras una hora de ensimismamiento, el taciturno persona
antao. Y entonces empezaba una noche principescamente libre. je, siempre acompaado por la luz de las antorchas y precedido
En el sitio de honor del festn, slo el silln del joven lord que por el sonido de la campana, regresaba al torren por el sendero por
daba vaco y el escudo ducal que coronaba el respaldo apareca el que haba descendido. Y, a veces, vacilando, se aferraba a los
siempre velado por un largo crespn negro. salientes de las rocas.
Las miradas, risueas por la embriaguez o el placer, se volvan
gustosamente hacia las presencias ms encantadoras. La maana que haba precedido a dicha fiesta otoal, la joven
As, en Portland, risas, besos, tintineo de copas, canciones lectora de la reina, siempre enlutada desde el primer mensaje,
ebrias y melodas se ahogaban a medianoche, bajo tierra, en rezaba en el oratorio de su majestad, cuando le fue entregado un
voluptuosos salones, entre embriagadores aromas de flores ex billete escrito por uno de los secretarios del duque.
ticas. Slo contena estas palabras, que ley, estremecida: Esta
Pero si uno de los invitados hubiera abandonado la mesa y se noche.
hubiera aventurado al exterior para respirar la brisa marina, en la sa fue la razn de que una de las embarcaciones reales arri
playa, en la oscuridad, entre rfagas de desolados vientos, quizs bara a Portland a medianoche. Una juvenil silueta femenina, con
hubiera presenciado un espectculo capaz de turbar su buen sombro manto, descendi, sola. La visin, tras orientarse en la
humor, al menos para el resto de la noche. playa oscura, se apresur corriendo hacia las antorchas, hacia el
En efecto, con frecuencia, hacia aquella misma hora, por los sonido de la campanilla que traa el viento.
recodos de la alameda que descenda hacia el ocano, un gentleman, En la arena, acodado en una piedra y agitado por un temblor
envuelto en su capa, con el rostro cubierto por una mscara de tela mortal, el hombre de la mscara misteriosa se hallaba tendido
negra a la que se una una capucha circular que ocultaba toda la sobre una capa.
cabeza, se encaminaba, con un cigarrillo en la mano enguantada, Desdichado! exclam entre sollozos la joven aparicin,
hacia la playa. Como por fantasmagora de gusto caduco, le prece cubrindose el rostro al llegar, despeinada, junto a l.
dan dos servidores de cabellos blancos; otros dos, portadores de Adis! Adis! respondi l.
humeantes antorchas rojizas, le seguan a unos pasos. A lo lejos, se oan canciones y risas procedentes de los subte
Al frente caminaba un nio, tambin con librea enlutada, y rrneos de la mansin feudal, cuya iluminacin se reflejaba ondu
este paje agitaba, una vez por minuto, el corto taer de una cam lante en las aguas.
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 Eres libre!... aadi l, dejando caer su cabeza sobre una En aquel mismo momento, una nube pas por sus ojos. Al anoche
piedra. cer, sintindose perdido, ante los primeros sntomas del mal, aban
T ests liberado! respondi la blanda aparicin al tiempo don la ciudad y las tierras del interior para ganar el mar e intentar
que elevaba una crucecilla de oro hacia el cielo estrellado, ante la curarse en su castillo o morir en l.
mirada del hombre silencioso. Pero, ante los ardientes males que se le declararon durante la travesa,
Tras un largo silencio, y como ella permaneciera as ante l, el duque comprendi que su nica esperanza consista en una muer
con los ojos cerrados, inmvil, murmur con un profundo suspi te rpida.
ro: Todo estaba consumado! Adis, juventud, resplandor de un nom
Hasta pronto, Hlne! bre ilustre, prometida, querida, posteridad de la raza! Adis, fuerzas,
Cuando, tras una hora de espera, los servidores se acercaron, alegra, incalculable fortuna, belleza, porvenir! Toda esperanza se
descubrieron a la muchacha arrodillada en la arena, orando cerca haba ahogado en el hueco de una mano terrible. El Lord haba here
de su dueo. dado del mendigo. Un momento de gallarda, mejor dicho, un
El duque de Portland ha muerto dijo. momento demasiado noble!, haba arrebatado esta existencia lumi
Y, apoyndose en el hombro de uno de los ancianos, regres a nosa en el secreto de una muerte desesperada...
la embarcacin en la que haba llegado. As muri el duque de Portland, el ltimo leproso del mundo.
Tres das despus, en el Diario de la Corte, pudo leerse esta
Traduccin del francs de Ana Mara Moix.
noticia:

CUL ERA EL SECRETO DE LA MUERTE DEL PODEROSO LORD?

Un da, durante sus lejanos viajes a Oriente, habindose apartado de

la caravana en los alrededores de Antioqua, el joven duque, charlan
do con los guas del pas, oy hablar de un mendigo del cual todos se
apartaban con horror y que viva solo entre ruinas. Se le ocurri ir a
visitarle, pues nadie escapa a su destino.
Pero ese Lzaro fnebre era el ltimo depositario de la antigua lepra,
la Lepra seca e incurable, un mal inexorable del cual slo Dios podra
resucitar, antao, a los Jobs de la leyenda.
As pues, solo, Portland, a pesar de las splicas de sus aterrados guas,
os desafiar al contagio en una especie de caverna donde agonizaba
ese mendigo de la Humanidad.
Y all, por una bravata de gran gentilhombre, intrpido hasta la locu
ra, al dar un puado de oro a ese miserable agonizante, el plido
seor le estrech la mano.

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 LA MANO

GUY DE MAUPASSANT

Nos arremolinbamos alrededor de Monsieur Bermutier, juez

de instruccin, quien expresaba su parecer sobre el enigmtico
asunto de Saint-Cloud. Desde haca un mes, este inexplicable cri
men tena soliviantado a Pars. Nadie entenda nada.
Monsieur Bermutier, de pie y de espaldas a la chimenea,
hablaba, reuna pruebas, discuta las distintas opiniones, pero no
conclua nada.
Varias damas se haban levantado para acercarse y permane
can de pie, con la mirada fija en la rasurada boca del magistrado,
de la que emanaban las solemnes palabras. Se estremecan, tem
blaban, crispadas por una curiosidad temerosa, por una vida e
insaciable necesidad de espanto que aherrojaba sus almas y las
retorca de hambre.
Una de ellas, ms plida que las dems, quiebra el silencio:
Es horrible. Esto raya en lo sobrenatural. Nunca se sabr
nada.
El magistrado se volvi hacia ella:
S, Madame. Es probable que nunca sepamos nada. En cuan
to al trmino sobrenatural que acaba de pronunciar, no tiene
cabida aqu. Estamos en presencia de un crimen asaz hbilmente
planeado, asaz hbilmente ejecutado, tan envuelto en misterio
que nunca podremos arrancarlo de las impenetrables circunstan
cias que lo rodean. En una ocasin anterior, hube de instruir una
causa en la que parecan mezclarse elementos de tinte fantstico,
causa que, por cierto, hube de sobreseer, por falta de pruebas.
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 Varias de las circunstantes se dieron tanta prisa en hablar, que apareca nunca por la ciudad y cada maana se ejercitaba duran
dijeron a coro: te una o dos horas en tirar al blanco, con pistola o escopeta.
Cuntenoslo! Comenzaron a fraguarse leyendas en torno a l. Que si era un
Monsieur Bermutier sonri con gravedad, como cumple a un personaje encumbrado exiliado por razones polticas, despus,
juez de instruccin. Dijo: que si se haba ocultado tras cometer un crimen espantoso, y se
No vayan a creer, ni por un instante, que llegu a pensar que daban detalles de circunstancias especialmente horribles.
en esa aventura hubiera algo sobrehumano. Slo creo en las cau En mi condicin de juez de instruccin, quise hacer algunas
sas normales y corrientes. Pero si en lugar de emplear la palabra averiguaciones sobre dicho sujeto, pero resultaron vanas. Se haca
sobrenatural para expresar aquello que no alcanzamos a enten llamar Sir John Rowell.
der, echramos mano pura y simplemente del trmino inexplica Me contentaba con vigilarle de cerca, pero, en realidad, no
ble, otro gallo nos cantara. En todo caso, en la historia que voy a levantaba ninguna sospecha.
referirles, fueron sobre todo las circunstancias espaciales, las cir Comoquiera que las habladuras iban en aumento y se gene
cunstancias propiciatorias, las que ms me conturbaron. En fin, ralizaban, decid ver por m mismo al extranjero y comenc a
he aqu los hechos: cazar en las inmediaciones de su propiedad.
Era entonces juez de instruccin en Ajaccio, una diminuta Aguard durante bastante tiempo una ocasin propicia. sta
poblacin blanca, recostada al borde de un encantador golfo se presento bajo la forma de una perdiz a la que dispar y abat en
rodeado por entero de altas montaas. las narices del ingls. Mi perro me la trajo, y tan pronto como
Las causas que sola instruir guardaban sobre todo relacin tuve la pieza, fui a disculparme por mi desconsideracin y rogu
con la vendetta. Las haba soberbias, dramticas en sumo grado, a Sir John Rowell que aceptase el voltil.
feroces, heroicas. Se dan all los casos ms hermosos de venganza Se trataba de hombre fornido, de barba y cabellos pelirrojos,
que quepa imaginar, los odios seculares, aplacados por un alto y robusto, una suerte de hrcules plcido y corts. Careca de
momento pero jams extinguidos, las tretas abominables, los ase la sequedad britnica y agradeci vivamente mi detalle en un
sinatos que se tornaban en degollinas y casi en hazaas gloriosas. francs con acento ingls. Al cabo de un mes, habamos trabado
Desde haca dos aos, no oa hablar ms que del precio de la san conversacin en cinco o seis ocasiones.
gre, de ese tremendo prejuicio corso que obliga a vengarse de Una tarde, al pasar por delante de su puerta, lo vi sentado a
todo agravio en la persona del ofensor, en la de sus descendientes horcajadas en su jardn, con una pipa en la mano. Lo salud y me
y en la de sus parientes. Asist al degello de ancianos, de nios, invit a entrar para tomar una jarra de cerveza. No me hice de
de primos, la cabeza me rebosaba con esas historias. rogar.
Un da supe que un ingls acababa de alquilar por varios aos Me recibi con la minuciosa cortesa inglesa, habl elogiosa-
una pequea villa situada en lo ms recndito del golfo. Llevaba mente de Francia, de Crcega y declar su amor por esa pas, y esa
consigo un fmulo francs, reclutado a su paso por Marsella. playa.
Muy pronto, todo el mundo comenz a ocuparse de ese sin Aprovech entonces para formularle, con grandes cautelas y
gular personaje, que viva solo en esa residencia, de la que nica afectado un inters muy vivo, algunas preguntas sobre su vida
mente sala para cazar y pescar. No cruzaba palabra con nadie, no y sus proyectos. Respondi sin embarazo y me refiri que haba
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viajado mucho por frica, por la India, por Amrica. Agreg Perteneci a mi mejor enemigo. Procede de Amrica. La cer
riendo: cen de un sablazo, la desoll con un canto cortante y la puse a
He vividos muchos aventuras, oh yes! secar al sol durante ocho das. Gustarme mucho!
Luego, llev la conversacin al tema de la caza y me propor Toqu aquel despojo humano, que debi de pertenecer a un
cion los detalles ms pintorescos de la caza del hipoptamo, del coloso. Los dedos, desmesuradamente largos, se mantenan suje
tigre, del elefante e incluso del gorila. tos por medio de gruesos tendones que conservaban en determi
Dije: nados puntos tiras de piel. Esa mano, prendida de aquella
Todas esas fieras son temibles. manera, constitua una visin horrible y evocaba, naturalmente,
Sonri: alguna venganza fiera.
Oh, no, el peor de todos es el hombre! Dije:
Se puso a rer acto seguido, con la risa bonancible de un forni Su dueo debi de ser un sansn.
do ingls satisfecho. El ingls contest plcidamente:
Tambin he cazado muchas hombres! Oh, yes! Pero yo lo fui ms. Le at esta cadena para retenerla.
Habl luego de armas y me invit a pasar a su casa para ense Lo tom a broma, y dije:
arme su coleccin de fusiles. Ahora esa cadena resulta ociosa; la mano no puede escapar.
Su saln estaba tapizado de negro, en seda negra con borda Sir John Rowell contest con gravedad:
dos dorados. Enormes flores amarillas refulgan sobre la oscura Querer huir siempre; la cadena es necesaria.
estofa cual si fueran de fuego. Explic: Con una mirada rpida escudri su rostro, preguntndome:
Es un pao japons. Est loco o me est embromando?.
Pero en el centro de un panel mayor, un objeto extrao capt Pero su semblante permaneca impenetrable, plcido y ben
mi atencin. Sobre un fondo de terciopelo rojo, se destacaba un volo. Cambi de asunto y admir los fusiles.
objeto negro. Me acerqu: era una mano, una mano humana. No Me percat, sin embargo, de que haba tres revlveres carga
una mano de esqueleto, blanca y descarnada, sino una mano dos sobre los muebles, como si este sujeto viviera bajo el temor
negra disecada, con la uas amarillentas, los msculos visibles y continuo de ser vctima de una agresin.
con rastros de sangre antigua, de sangre grasa, con los huesos cor Volv en varias ocasiones a su casa; despus ya no regres ms.
tados a cercn, como de un hachazo, cerca de la mitad del ante Todos nos habamos habituado a su presencia, y termin resul
brazo. tando indiferente.
Alrededor de la mueca una enorme cadena de hierro, rema
chada, soldada a esa extremidad desaseada, la amarraba a la pared Transcurri un ao entero. Una maana, hacia finales de
por medio de una argolla capaz de sujetar a un elefante. noviembre, mi criado me despert con la noticia de que Sir John
Pregunt: Rowell haba sido asesinado durante la noche.
Qu es eso? Media hora despus, entraba en la residencia del ingls con el
El ingls contest con calma: comisario jefe y el comandante de la gendarmera. El sirviente,
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empavorecido y desesperado, lloraba en el umbral de la puerta. Al Aquella noche, por casualidad, no hizo ningn ruido y slo
principio, sospech de l, pero me di cuenta de que era inocente. cuando el criado fue a abrir las ventanas descubri que Sir John
Nunca se hall al culpable. haba sido asesinado. No sospechaba de nadie.
Nada ms entrar en el saln de Sir John, mis ojos se dirigieron al Comuniqu lo que saba del difunto a las autoridades y a los
cadver, que estaba tendido de espaldas en el centro de la estancia. oficiales del orden pblico y practicamos en toda la isla una
La camisa estaba desgarrada, una manga arrancada daba tes investigacin minuciosa. Nada averiguamos.
timonio de que la lucha hubo de ser terrible. Tres meses despus del crimen, tuve una horrible pesadilla.
El ingls haba muerto estrangulado! Su faz negra y abotarga Me pareci ver la mano, la horripilante mano, corriendo como
da, espantosa, pareca expresar un terror abominable; tena algo un escorpin o como una araa a lo largo de mis paredes y mis
entre los dientes apretados y la sangre le cubra el cuello, taladra cortinas. Me despert tres veces y me volv a dormir otras tantas.
do con cinco agujeros que se hubiera dicho producidos por cinco Tres veces vi el repugnante despojo corriendo por mi dormitorio
pas metlicas. moviendo los dedos como si fueran patas.
Se nos uni un mdico. Reconoci durante largo rato las hue Al da siguiente me la trajeron; la haban encontrado en el
llas de los dedos en la carne y profiri estas extraas palabras: cementerio, sobre la tumba de Sir John Rowell, que haba sido
Se dira que ha sido estrangulado por un esqueleto. enterrado all, pues no haban podido dar con su familia. Le falta
Un escalofro me recorri la espina dorsal y dirig la vista ba el ndice.
hacia la pared, al lugar donde antao vi la horrible mano desolla Hasta aqu, seoras, llega mi historia. No s nada ms.
da. Ya no estaba; la cadena, penda rota.
Entonces me agach sobre el muerto y hall en su enclavijada Las mujeres estaban asustadas, plidas, trmulas. Una de ellas
boca uno de los dedos de la mano fugitiva, cortado o mejor cer grit:
cenado a bocados, a la altura de la segunda falange. Pero no tiene desenlace, ni explicacin! No conciliaremos el
Luego procedimos a un reconocimiento. No averiguamos sueo hasta que no nos diga qu sucedi, en su opinin.
nada; ninguna puerta, ninguna ventana, ningn mueble haban El magistrado sonri con severidad:
sido forzados. Los dos perros guardianes permanecieron dor Oh, seoras, estimo que voy a aguar sus terribles ilusiones!
midos. Pienso lisa y llanamente que el legtimo propietario de la mano
no estaba muerto, y que vino a buscarla con lo que le quedaba.
He aqu en resumidas cuentas la deposicin del domstico:
Pero desconozco cmo logro su designio. Fue una especie de ven
Desde haca un mes, su amo pareca agitado. Haba recibido
detta.
mltiples cartas, que quemaba conforme llegaban.
Una de las mujeres musit:
A menudo, empuando un ltigo, preso de una ira propia de
No, no debi de ocurrir as.
un demente, azotaba con furia esa mano disecada, pegada a la
Y el juez de instruccin, con su perenne sonrisa, concluy:
pared y desprendida, Dios sabe cmo, en el instante del crimen.
Ya les dije que mi explicacin no las complacera.
Trasnochaba mucho y se encerraba a cal y canto. Siempre
tena armas al alcance de la mano. A menudo, durante la madru 23 de diciembre de 1883
gada, hablaba a voces, como si disputara con alguien. Traduccin del francs de Luis Cayo Prez Bueno
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 EL TULLIDO

GUY DE MAUPASSANT

El hecho ocurri en 1882. Acababa de instalarme en un rincn

de un compartimiento vaco, y haba cerrado la portezuela con la
esperanza de viajar solo, cuando volvi a abrirse de repente y o
una voz que deca:
Tenga cuidado, seor! Nos hallamos justamente en un cam
bio de agujas; el estribo est muy elevado.
Otra voz respondi:
No te preocupes, Laurent; me sujeto bien.
Luego apareci una cabeza tocada con un sombrero hongo, y
dos manos, que se aferraban con firmeza a los montantes, alzaron
pausadamente un corpachn cuyos pies al tocar el estribo hicie
ron el ruido que produce una estaca al chocar contra el suelo.
Cuando el pasajero introdujo el tronco en el compartimiento,
vi aparecer al extremo del pantaln la contera de una pata de palo
pintada de negro, y despus otra pierna de iguales caractersticas.
Detrs del viajero, emergi una cabeza que inquiri:
Est instalado cmodamente el seor?
S, mozo.
Ah van, pues, los paquetes y las muletas.
Y un domstico, con pinta de antiguo asistente militar, subi
a su vez con una buena porcin de bultos con envoltorios negros
y amarillos, cuidadosamente atados, y los deposit en la red sobre
la cabeza de su principal. Dijo luego:
Bien, seor. Ya est todo. Son cinco: los bombones, la mue
ca, la escopeta, el tambor y el pastel de foie-gras.
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 Bien, mozo.
Vacil unos segundos, y luego, con esa mirada y tono impre
Buen viaje, seor.
cisos que acompaan siempre a las abruptas tensiones mentales,
Gracias, Laurent! A seguir bien!
murmur:
El mozo cerr la portezuela y se march; yo observ a mi ve
Ah, s! Lo recuerdo perfectamente; lo conoc en casa de los
cino. Poincel, aos atrs, antes de la guerra. Hace de eso doce aos!
Deba de frisar los treinta y cinco aos, aunque su pelo era ya S, s, en efecto... El teniente Revalire, no?
casi cano. Portaba condecoraciones; gastaba bigote, y era robusto, S... Fui el capitn Revalire hasta el da en que perd las pier
muy grueso, con esa obesidad propia de los hombres activos y nas..., las dos a la vez, amputadas por obra de una granada.
fornidos cuando una enfermedad los obliga a permanecer inm Y nos contemplamos de nuevo, luego de habernos reconocido.
Recordaba muy bien haber visto a aquel buen mozo esbelto
viles.
que bailaba con bro y soltura grciles y a quien me parece apoda
Se enjug la frente, resopl reciamente y pregunt, mirndo
ban La Tromba. Mas detrs de aquella imagen, ntidamente evo
me a la cara:
cada, flotaba an algo imperceptible, una historia que yo haba
Le molesta a usted el humo, seor?
sabido y olvidado, una de aquellas historias a las que se presta tan
No, seor. corts como liviana atencin y que dejan en la memoria apenas
Aquellos ojos, aquella voz, aquel rostro, me resultaban fami rastro.
liares. Pero de dnde, de cundo? Seguramente, me haba topado Una historia sentimental, sin duda, segn iba haciendo
con aquel hombre, le haba hablado, le haba estrechado la mano. memoria, pero poco ms, una sensacin comparable a la del
De eso, haca mucho, mucho tiempo, estaba envuelto en la bruma sabueso que husmea la pieza de caza.
en la que la mente busca a tientas los recuerdos y los persigue, Poco a poco, sin embargo, las sombras se disiparon y un ros
como si fueran espritus huidizos, imposibles de aferrar. tro de muchacha se dibuj ante mis ojos. Luego, cual cohete que
l tambin me miraba con la porfa y la tenacidad de quien estalla, di con su nombre: la seorita De Mandal. Lo record todo,
recuerda algo, pero confusamente. de golpe. Una historia de amor trivial. La joven amaba al teniente
Nuestras miradas, incmodas por la insistencia de los cruces, cuando yo la conoc, y se hablaba de su prximo enlace. l pare
se desviaban; pero al cabo de unos instantes, movidas por la ca muy enamorado, muy feliz.
voluntad inconsciente y tenaz de la memoria en accin, volvieron Elev la vista hacia la red donde el fmulo de mi vecino haba
a encontrarse, y entonces dije: colocado los paquetes, que se movan a cada sacudida del tren, y
A fe ma, caballero, que en vez de mirarnos a hurtadillas me vinieron a las mientes las palabras del criado, como si acabara
durante una hora, mejor fuera que recordramos juntos dnde de pronunciarlas.
nos conocimos. Haba dicho: Bien, seor. Ya est todo. Son cinco: los bombo
Mi vecino asinti complacido:
nes, la mueca, la escopeta, el tambor y el pastel de foie-gras.
Entonces, sbitamente, perge y desarroll en mi mente una
Lleva usted toda la razn.

novela. Se asemejaba a todas las que haba ledo y en las que tanto
Me present:

el novio como la novia se casan enamorados, tras la catstrofe

Me llamo Henry Bonclair, magistrado.

corporal o econmica. Aquel oficial, pues, mutilado durante la

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guerra, encontr al acabar la campaa a su prometida, la cual No, no llegu a casarme, no pas de los preparativos.
hizo honor a su compromiso. Afect acordarme de repente:
Aquello se me figuraba hermoso, aunque sencillo, como se Ah! Es verdad... Estaba usted prometido, cuando lo conoc,
juzgan sencillos las devociones y los desenlaces de los libros y los con la seorita De Mandal.
dramas. Pareciera que cuando se trata de literatura o de dramas, S, seor; su memoria es excelente.
en esas escuelas de magnanimidad, uno siente la tentacin de Con audacia increble, agregu:
sacrificarse con gozo entusiasta, con arranque esplndido. Pero si S, creo recordar haber odo decir que la seorita De Mandal
al da siguiente un amigo en apuros nos pide unas monedas, se se cas con el seor..., el seor...
nos tuerce el gesto. Pronunci con calma el nombre.
Luego, de inmediato, otra suposicin menos potica y ms El seor De Fleurel.
prosaica, sustituy a la primera. Quiz se haba casado antes de la Eso es! S.... hasta recuerdo que se habl de su percance...
guerra, antes de que el espantoso accidente de la granada le cerce Lo miraba con fijeza; se ruboriz.
nara las piernas, y la joven, abatida y resignada, se hizo cargo de Su amplia cara, que el permanente aflujo de sangre mantena
aquel marido que march gallardo y robusto y volva con palos del color de la prpura, se puso como la grana.
por piernas, horriblemente condenado a la inmovilidad, a las Replic con vivacidad, con el ardor repentino de quien
cleras impotentes y a la fatal obesidad. defiende una causa perdida de antemano, perdida en su corazn
Era feliz o desdichado? Un deseo, liviano primero, ms acu y en su mente, pero que desea ganar delante de la opinin:
sado despus, y finalmente indomeable, me asalt: quera cono Se equivoca, caballero, en asociar mi nombre con el de la
cer su historia o, por lo menos, lo principal de la misma, que me seora Fleurel. Al volver de la guerra mutilado, no hubiese acep
permitiera adivinar lo que no pudiera o no quisiera revelarme. tado, nunca, a ningn precio, ser su esposo. Era acaso posible?
Imbuido de esos pensamientos, le hablaba. Habamos inter Cuando una mujer se casa, no es por hacer un alarde de generosi
cambiado algunas palabras anodinas, y yo, mirando hacia la red, dad, no, sino para vivir cada da, cada noche, cada hora y cada
pensaba: Tiene tres hijos: los bombones son para su esposa, la minuto al lado de un hombre, y si ese hombre est tullido como
mueca para la nia, la escopeta y el tambor para los chicos y el yo, se la condena a un sufrimiento de por vida. Oh!, comprendo
pastel de foie-gras para l. y admiro todos los sacrificios, todos los afectos desinteresados,
De repente lo interpel: siempre que tengan un lmite; pero no admito la renuncia de una
Tiene usted hijos, caballero? criatura a una vida entera que espera sea dichosa, la renuncia a
l contest: todas las alegras, a todos los ensueos, por el gusto de dar satis
No, seor. faccin a la opinin. Cuando oigo resonar en el piso de mi habi
Me sent conturbado, como si hubiese incurrido en una grave tacin el ruido de mis patas de palo y de mis muletas, ese ruido de
inconveniencia, y volv a decir: molino que hago a cada paso, me entran ganas de estrangular a
Dispnseme. Se me haba figurado al or a su criado hablarle mi criado. Cree usted que puede pedrsele a una mujer que
de juguetes. Se oye sin escuchar y se deduce sin base. aguante lo que uno mismo no tolera sino a la fuerza? Y, adems,
Sonri, para mascullar luego: bonita facha me dan mis patas de palo!
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 Se call. Qu poda objetar? Me pareca que la razn estaba A TERRIBLE NIGHT
de su parte!. Poda censurarla, despreciarla, decir que se haba
portado mal? No. Y, sin embargo... El desenlace prosaico, natural, LON BLOY
prctico, verosmil, no satisfaca mis apetitos poticos. Aquellos
A la seorita Jeanne B.
muones heroicos se me antojaban dignos de un sacrificio, y des Homenaje de la ms respetuosa compasin
cubrir que no lo haba me causaba una enorme decepcin.
Acto seguido, lo interrogu:
Tiene hijos la seora De Fleurel?
S, una nia y dos nios; son para ellos estos juguetes que
traigo. Su esposo y ella se han portado muy bien conmigo.
L a pobre anciana hubiera querido poder dormirse, como le
haba aconsejado su hijo, por la maana, cuando sali para ir al
El tren ascenda la pendiente de Saint-Germain. Atraves los combate.
tneles, entr en la estacin, se detuvo. Algo fcil de decir! Pero cuando se tienen setenta aos bien
Iba a ofrecer mi brazo para ayudar a bajar al oficial mutilado, cumplidos, cuando el corazn estalla de desdicha y cuando la
cuando dos manos se tendieron hacia l por la portezuela abierta. angustia te roe en un lecho de paraltica, se necesitara una bendi
Buenos das, querido Revalire. cin singular de Dios para alcanzar un poco de paz.
Buenos das, Fleurel. Y vaya si haban combatido; todo el da, casi a ojos vista, a dos
Detrs del marido, la esposa sonrea radiante, linda todava, o tres kilmetros como mucho. Durante diez horas, haba odo el
enviando saludos con sus manos enguantadas. Una chiquilla, a su can, las descargas de fusil, los alaridos de los heridos que traan
lado, brincaba de contento, y dos rapaces miraban con ojos vi a la vecindad. Haba incluso advertido a lo lejos, por encima de
dos el tambor y la escopeta, que pasaban de la red del portaequi los viejos lamos de la carretera, una enorme nube de humo que
pajes a las manos del padre. slo se disip a impulsos del viento vespertino.
Cuando el tullido estuvo en el andn, lo abrazaron los nios. En el alboroto espantoso de esas horas interminables haba
Luego, echaron a andar todos, y la nia, amistosamente, apoyaba atronado sus odos sobre todo el can, el ominoso can que
su manita en el travesao de una de las muletas, como hubiese tan eficazmente mata a los hijos de las desgraciadas madres.
podido aferrase, yendo a su lado, a un dedo de su buen amigo. Nunca antes, salvo con ocasin de algn gran festejo pblico,
21 de octubre de 1888 lo haba odo. Pero saba muy bien qu era y desde la maana
Traduccin del francs de Luis Cayo Prez Bueno crea que toda esa metralla penetraba en su cuerpo, en su misera
ble cuerpo incapaz de llevarla a socorrer a las vctimas.
Su hijo, su apuesto y robusto hijo, ese hombre aguerrido que
hubiera podido permanecer a su lado, en casa, como tantos otros
que se burlaban de la patria, dnde estaba ahora?
Sus quehaceres le eximan de cualquier servicio militar. Pero
cuando supo, el valiente, que los prusianos llegaban en masa para

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arrasar su tierra y cuando vio que las tropas francesas se apresta Ah, si sus lastimosas piernas, inertes desde haca dos aos,
ban para la batalla, nada pudo detenerlo; ni siquiera una anciana pudieran mantenerla todava en pie, tan slo por una hora, cmo
madre clavada en el lecho hubiera logrado apartarlo de su deber. se hubiera echado gustosa a la calle para buscar a su hijo, a su
A ella le recordaba demasiado a su padre, un valeroso soldado del muchacho querido, que ella, esa misma maana, haba tan piado
Primer Imperio. samente bendecido, cuando se vio obligado a partir!
Descolg su escopeta de caza y fue a presentarse como volun Si sufriera algn dao ella sabra dar con l, con su nio que
tario. Pero, con todo, era muy penoso no verlo regresar, no tener rido. Recobrara toda su fuerza de antao para llevarlo en brazos,
la ms mnima noticia y asistir al inicio de una glida madrugada como cuando tena veinte meses y balbuceaba las primeras pala
que iba a encarnizarse con crueldad extrema con los pobres heri bras.
dos, cados por esos andurriales, a los que ningn cristiano pres Nunca en la vida le haba dado ni un disgusto. Era una perso
tara socorro. na amable que viva en paz con todos. Sin embargo, la vida lo
Por los clavos de Cristo! Virgen del llanto eterno, podra ser haba tratado mal. Traicionado y abandonado por su mujer, que
que mi hijo se contara entre ellos? huy despus de algunos meses de matrimonio, l no se abando
La desdichada anciana sollozaba en las tinieblas. n a s mismo. Tuvo fuerzas bastantes para preservar su noble
corazn, consagrndose a su madre y viviendo, con gran sencillez,
Tambin ella era una desamparada. La muchachita que la cui
de sus modestas labores sin ningn deseo de hacer mal a nadie.
daba de ordinario no haba aparecido desde el medioda y ste era
Pero ahora, Dios mo, si poda moverse, por qu no regre
otro factor aadido de angustia.
saba?
Seguramente, le habra ocurrido alguna desgracia. Intrpida y
Agotada por el hambre y la afliccin, haba cado en ese ale
valerosa como era, debi de querer ayudar a alguna vctima y
targamiento lcido y cruel de las personas muy mayores que aspi
debi de recibir un tiro, pues, como es bien sabido, los alemanes
ran a morir de dolor. Su cabeza, visible cual una mancha plida
no se recatan en disparar a mujeres. en medio de las tinieblas, oscilaba con regularidad, sacudida por
La mujer permaneci sola toda la noche, sin una alma que se un hipido que se pareca al de la agona.
compadeciera de ella. Desde haca horas el hogar se haba apaga
do por completo. Un negro fro entraba por doquier y todo era Una viva claridad le hizo abrir los ojos. Era uno de esos cohe
necesidad. tes luminosos multicolores que empleaban los prusianos tan a
Los vecinos parecan haber muerto. Ni una luz, ni un movi menudo para transmitir, en plena noche, determinadas rdenes a
miento humano en el pueblo. Un silencio sepulcral en la oscuri los diferentes cuerpos bajo el mando de un mismo general.
dad... A este cohete siguieron naturalmente otros muchos y, durante
Trat de convencerse a s misma, de persuadirse de que su algunos minutos, la turbada moribunda, cuyo cerebro comenza
Andr no poda estar muerto, ni tampoco herido, y que todos los ba a desbarrar, pudo creerse en una de esas fiestas imperiales de
males eran fruto slo de su imaginacin, pero no lo lograba. La tiempos pasados que haban dejado honda impresin en su ima
inquietud, los presentimientos fnebres persistan aprovechndo ginacin de mujer sencilla. Los fuegos artificiales iban sin duda a
se de su postracin. La angustia se hizo espantosa. sonar, no se haran esperar.
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 Es conocido el aguzado ingenio de las seales luminosas utili precisamente, el caso de un molinero de Eure-et-Loir que fue
zadas por el ejrcito alemn. Los cohetes no bastaban. El enemigo obligado por la amenaza de estos pata negra a comunicar a los
se serva tambin de puntos luminosos aplicados en virtud de un prusianos un falso aviso que les cost terriblemente caro.
sistema sumamente simple. Por medio de pantallas que ora impe
dan el paso de la luz ora la dejaban atravesar, produca eclipses Es fcil imaginar lo que tales maniobras, sobre todo en la
ms o menos prolongados. El primer obturador, por ejemplo, noche, pueden imprimir de fantasa en esta guerra suficiente
ocultaba una lente blanca y el segundo una lente roja. Los colores mente atroz de suyo y el desmedido pavor que acometi a la des
proyectados y la duracin de la emisin eran suficientes para arti dichada anciana, afligida durante horas por la ms amarga
cular una especie de alfabeto anlogo al empleado en la telegrafa desolacin.
elctrica. Andr! grit, mi pequen, cario mo, eres t? Te han
En circunstancias normales la comunicacin se estableca herido, verdad?, esos malditos. Haz un ltimo esfuerzo, te lo
mediante reflectores que aparecan y desaparecan en la lejana, ruego. Ven a encontrarte con tu infeliz madre, que no puede
autnticos fuegos fatuos en los linderos del bosque o en las cres traerte ni ir por ti. Ven, hijo bendito, te cuidar como pueda. Te
tas de las colinas. dar todo el calor de mi cuerpo gastado...
Recuerdo incluso que, a veces, al andar, nuestros pasos produ Un nuevo lamento ms desesperado, ms profundo si cabe
can destellos a causa del fsforo que haban extendido adrede que el primero, fue la respuesta. Sin duda, el ser humano que lo
por la carretera. profera agonizaba.
A luz del da nos dimos cuenta de que con bastante frecuencia Esta madre dolorosa, que reconoci inmediatamente a su
los centinelas se comunicaban entre s mediante movimientos hijo, se retorca las manos, a punto de estallar de desesperacin.
ejecutados con el fusil y de que los vigas, a pesar de estar aposta Dios mo!, Dios mo!, es esto posible? Permitirs que mi
dos a gran distancia unos de otros, se aperciban todos, al mismo hijo muera justo a mi lado, sin que pueda siquiera darle un lti
tiempo, de que se cerna un peligro inminente. En esos casos era mo beso, mientras espero que me lleves a m? Oh!, no, verdad
el caballo el que hablaba, dando vueltas a derecha e izquierda, que no? Sera pedir demasiado a tus criaturas. Espera, cario, no
presentndose de frente, caracoleando o doblando el corvejn. te mueras an. Tu madre ir por ti...
Cada una de sus evoluciones posea un sentido particular. Y la desgraciada, tan inerte de medio cuerpo para abajo como
Tuvimos finalmente pruebas de que los lugareos fueron a las momias milenarias, se puso a reptar en su lecho, arrastrando
menudo cmplices del enemigo. El molinero, por ejemplo, la mitad de su cadver gracias al esfuerzo sobrehumano de sus
haciendo girar las aspas de su molino de una determinada mane brazos.
ra; el leador, colocando en la orilla de la carretera un nmero Minutos ms tarde caa cuan larga era, sobre el entarimado.
determinado de haces de lea o practicando un corte en cierto Pero no le fue concedido aadir a su trecho ni la distancia de un
rbol, etctera. paso de tortuga. Las larvas inclementes de las noches polares fue
Pero este sistema de comunicacin abierta presentaba incon ron los nicos testigos de esta doble agona.
venientes. Se dio el caso de francotiradores avispados que logra Traduccin del francs de Luis Cayo Prez Bueno
ron descifrarla, volvindola contra sus artfices. Puedo citar,
112 113
 E L S A L A M A N D R A VA M P I R O

LON BLOY

A Lon Chaux

Se cuenta que, a la muerte de Alarico, los godos lo lloraron como

hroe de su nacin y que, siguiendo la costumbre de los brbaros
del norte, que ocultaban cuidadosamente los sepulcros de sus
hombres insignes, desviaron, para sus exequias, el curso de un
riachuelo cercano a Cosenza. Excavaron en su lecho una fosa que
semejaba un pozo, depositaron en l el cadver de su cuadillo
junto con una gran cantidad de riquezas, sellaron el sepulcro y
devolvieron las aguas a su curso natural. Para garantizar el secreto
degollaron a los prisioneros que fueron empleados en esa labor.
El instinto de la raza ha cambiado tan poco que, quince siglos
despus, hemos visto entre nosotros reproducirse escenas anlo
gas, exentas, a decir verdad, de toda grandeza, pero extraamente
indicativas de la pesada puerilidad de este pueblo alemn al que
ni la estaca de sus amos ni el parloteo de sus eruditos ha podido
nunca doblegar.
Los esclavos de Prusia, mecnicamente disciplinados, trajeron
a Francia, en las alforjas de sus alguaciles, el ms secular moho de
sus orgenes.
Cuntas veces nos preguntamos sin poder responder cmo
era posible que algunos ulanos, a todas luces muertos o heridos
por nuestros tiradores y cuyos regueros de sangre seguamos,
pudieran permanecer en la cabalgadura y desaparecer sin dejar
rastro?
Unos aventuraban que estaban amarrados; otros, que sus
compaeros se los llevaban. Lo cierto y verdad es que estos salva

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jes gozaban del poder inexplicable de hurtarnos a sus muertos y A causa de un refinamiento muy propio de los prusianos, y
heridos. Sus sillas, suponamos, iban provistas de correas con la que Bismarck hubiera aplaudido, lo haban amarrado a la pata de
funcin de fijar al jinete; sin embargo, cuando el animal caa, el la cama, como castigo por el enorme crimen de haber faltado al
caballero al instante se vea libre. Recuerdo que a esas portentosas respeto a uno de esos bellacos. Y haba podido vivir con eso en el
e intrincadas correas llegamos a denominarlas, durante un tiem corazn...!
po, como la cuestin prusiana. Doce das ms tarde, en Saint-Privat, combati durante varias
Se ha dicho que quemaban a sus muertos. Nunca vi tal cosa y horas como un descosido y debi de aportar su granito de arena
dudo mucho de que en ningn momento de la contienda esas al inmenso grito de dolor que se elevaba desde el fondo de Ale
odiosas bestias que quemaban tan cabalmente a nuestros heridos mania, cuando vio correr el interminable reguero de sangre de
y ancianos tuvieran la oportunidad o el medio de consagrarse, en sus cados.
carne propia, a prcticas tan teutnicas. Alcanzado por una bala en los instantes previos al final de esa
Pero, a menudo, cuando no podan trasladar a sus difuntos, terrible jornada, lanzado al vuelo en la iglesia en la que se amon
los enterraban, bien es verdad, como a Alarico, con todo el secreto tonaban los heridos franceses, fue su sino sobrevivir milagrosa
imaginable y con todo el misterio que daban de s semejantes mente a la inaudita catstrofe que los historiadores militares han
cerebros. Los escondan, por ejemplo, entre dos manzanos, donde tenido miedo de contar y por la que un pueblo entero deber res
se excavaba un hueco en la esperanza con frecuencia burlada de ponder el da en que venga la divina Justicia.
hallar, tiempo despus, sus preciadas carroas. La precipitada retirada del mariscal, que prohibi a las ambu
Los perros vagabundos saban seguir su rastro a las mil mara lancias la evacuacin, dej a trescientos o cuatrocientos infelices a
villas y devorarlos, tras escarbar la tierra de sus poco profundas merced de la clemencia del vencedor, y aqullos fueron condena
fosas. dos a ser quemados vivos por el repulsivo cretino y bastardo Stein
Haba entre los nuestros un hombre medio quemado al que metz, que deseaba vengarse en ellos y, por adelantado, del real
habamos bautizado con el sobrenombre irnico de el Salaman puntapi que infaliblemente le deba traer el estpido desperdicio
dra. de sus propias tropas.
No creo que me sea dado ver nunca un semblante tan espe No s si es ms fcil representar o describir un horror seme
luznante. Antes de encontrarlo ignoraba que la fisonoma de un jante. Nuestro Salamandra, que reuna en s a la vctima y al testi
ser vivo pudiera expresar tanto odio, tanta desesperacin y distin go al escapar por los pelos del horrible suplicio, interrumpa en
guirse hasta tal punto de los rostros heridos de los que cayeron ocasiones el hosco silencio de fraile en el que encerraba su alma
en la parte ms profunda del lago. para decir alguna cosa.
Se contaba casi en susurros la historia de este infeliz, cuya Pronunciaba entonces algunas palabras sumarias que ponan
nica salida fue enrolarse en el primer cuerpo de francotiradores los pelos de punta, pero los estigmas que adornaban su cuerpo
con el que se top, despus de haber asistido a la violacin y eran ms elocuentes que su mismo silencio.
muerte de su mujer y su hija por una cincuentena de granujas Haba podido salvar los ojos, pero no los prpados, semejan
alemanes instalados en su granja de Morsbronn, la misma tarde tes a dos clavos de metal oscuro hundidos en dos tumores sangui
de la desoladora batalla de Froeschwiller. nolentos; la nariz, los ojos, las orejas haban desaparecido y las
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tres cuartas partes del rostro estaban ennegrecidas, carbonizadas, La nica mano que le quedaba vala, creo, por varias y pareca
como si una antorcha de lava ardiente hubiera pasado por l. multiplicarse. Impedido para realizar algunas maniobras con el
Hubo que amputarle tres dedos de la mano izquierda y su fusil era, sin embargo, el primero de todos en morder y en gol
claudicacin perpetua, dificultada por tics extraos, haca pensar pear.
que el resto de su persona debi de haber sufrido en carne propia Entonces, su macabra faz se desplegaba en una suerte de risa
la cruel familiaridad de las brasas. que no era contagiosa del todo, respondo de ello, y gritaba hist
Me asaron en la grasa de unos pobres diablos, deca. ricamente de voluptuosidad, como un enamorado.
Pues el fuego haba acabado por prender en esta masa de Cuando acababa el combate su alegra cesaba y nada, absolu
cuerpos humanos sobre la que caan maderos incandescentes... tamente nada, podra dar una idea de la tristeza del desdichado, al
La pavorosa llama fue avivada, como en Bazeilles, por algu que se oa llorar sordamente toda la santa noche. Surga de l,
nos chorros de petrleo? Slo Dios lo sabe. Sin embargo, los ale como una flor negra, una sombra y tuberosa melancola que nos
manes conocan esta costumbre y constitua el que estos regi sofocaba...
mientos de Baden o de Baviera fueran provistos de bidones y de Muy bondadoso, siempre que no viera a los prusianos, espec
teas de petrleo para prender fuego a casas y construcciones para tro honrado y soldado excelente, ajeno a las murmuraciones, se
sus ejrcitos un oprobio indecible, una infamia nunca vista desde aceptaba tanto por misericordia como por miedo a la opresin
el Bajo Imperio. moral y fsica que causaba su temible presencia. De hecho, nadie
Leccin til que no result de provecho para los festivos fede lo molestaba y pasaba las horas muertas, inmvil, sentado en el
rados de 1871. suelo, con la frente inclinada sobre las rodillas pegadas y con la
Sea como fuere, la infausta localidad de Saint-Privat fue cabeza hundida en el hueco de sus brazos.
saqueada sin demasiadas dificultades, durante toda la noche, a la Uno de sus compatriotas explicaba que haba sido un muy
luz del blanco resplandor de ese espantoso foco de dolor. valiente burgus, labrador, amante de su mujer y su hija como un
El Salamandra, apodado as porque pudo sustraerse a una bonzo fantico adora a sus dolos, y que habindose convertido
agona cuyo horror deja en mantillas a la imaginacin, logr refu en un fantasma, conversaba amigablemente con sus fantasmas.
giarse en una especie de bodega en la que fue perseguido por el Me pregunt con frecuencia en qu poda consistir la vida, la
infierno bajo la forma atroz de lquidos hirvientes aceite mineral patria, el mismo Dios, para una miseria tan profunda...
o alquitrn humano, no se sabe y en estas tinieblas del Hades,
model su fantasmal rostro. No supimos sino hasta muy tarde y en el ltimo instante cun
espectral era, cuando descubrimos que nuestro Salamandra era,
Por ms lisiaduras que sufri, no pasaron ni cuatro meses apasionadamente, un profanador de sepulturas.
cuando este hombre, al que la muerte no quera ni regalado, se Sin otro alimento, en los ltimos meses, que su odio por los
encontraba entre nosotros en calidad de voluntario. Vala, a fe alemanes, nada era capaz de saciar esta pasin nica, ni siquiera
ma, tanto como el mejor, sobre todo en las incursiones noctur el que murieran, hecho que prodig cuanto pudo, y que en deter
nas, pues la aparicin de su rostro demoniaco infunda a menudo minadas circunstancias, saba hacerla saborear con parsimonia.
un gran terror. Su muerte! Ah, s! Apenas le bastaba!
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 Hubiera querido poder daarlos en su parte imperecedera, en jvenes, muy querido por ellos, segn pareca, intentaron ente
lo que por convencin llamamos su alma inmortal, siempre, claro rrarlo clandestinamente, segn su costumbre, en un comedero de
est, que se nos permita presumir que semejantes bestias tienen madera, un comedero de cerdos que encontraron en el corral de un
alma. campesino.
Carente del poder sobrenatural de evocar ante su corazn de Lo pusieron en ese extrao fretro, con el sable a un lado, ten
verdugo los fluidos espritus de los difuntos, se encarnizaba con diendo cerca de l, a ras de suelo como un guardia de corps para
los cadveres, horriblemente persuadido de que el Requiescant in la eternidad, a un soldado raso muerto ese mismo da. El suelo
pace no era una frmula vana y que caba, de algn modo, afligir haba sido cuidadosamente apisonado sobre la doble tumba y el
a los muertos profanando sus sepulturas. emplazamiento marcado con una enorme precisin.
En cualquier caso no faltaban oportunidades para intensificar Dos meses despus, al da siguiente de la firma del Armisticio,
el duelo de sus deudos. tres alemanes fueron a visitar, antes del amanecer, el fnebre lugar
Algunos de los testimonios recogidos tras la destruccin del y encontraron, al lado de la fosa abierta, que despeda un hedor
vampiro, y los pormenores que podan adivinarse, bastaban para insoportable, al Salamandra agachado sobre los dos cadveres a
trastornar el entendimiento. los que en la putrefaccin, burlonamente, mutilaba...
Se hall en l un puado de papeles robados a los cadveres y Teterrima facies doemonum!... La aparicin de este horripilante
cartas escritas de su puo y letra que hubieran podido datarse en rostro en semejantes circunstancias, en semejante hora y en seme
el infierno. Tales cartas, redactadas en el estilo moderno de las jante lugar debi de ser terrible para esos brbaros, hasta el punto
esquelas mortuorias y que fueron quemadas entre temblores, de que el mdico certific que uno de los alemanes muri repenti
informaban a las madres, a las viudas, a los hijos, amigos o novias namente a causa de un aneurisma. En cuanto a los otros, vertieron
de Alemania, de ciertos sacrlegos actos realizados en la oscuridad valerosamente toda la sangre que corra por sus venas y sus cuer
en los lamentables cuerpos, convenientemente exhumados, de sus pos reventados a base de golpes fueron separados con enorme difi
difuntos, con el discernimiento diablico de un aparecido. cultad del cadver amoratado del Salamandra Vampiro.
Naturalmente, conoca la tradicin gtica de las inhumacio Traduccin del francs de Luis Cayo Prez Bueno
nes misteriosas de las que he hablado y su olfato era el de un cha
cal para desvalijar tesoros de esa clase.
Muri con su pecado, al inicio del Armisticio, al carecer de
objeto su existencia.
Para qu vivir?, se deca a s mismo.

He aqu el meollo, como nos ha sido posible reconstruirlo por

va de induccin o deduccin.
En un muy feroz combate librado en las inmediaciones de la
desgraciada localidad de Bellme, en el Departamento de lOrne,
los prusianos, tras haber visto morir a uno de sus oficiales ms
120 121
 EL STIRO SORDO
Cuento griego

RUBN DARO

Habitaba cerca del Olimpo un stiro, y era el viejo rey de su

selva. Los dioses le haban dicho: Goza, el bosque es tuyo; s un
feliz bribn, persigue ninfas y suena tu flauta. El stiro se di
verta.
Un da que el padre Apolo estaba taendo la divina lira, el
stiro sali de sus dominios y fue osado a subir el sacro monte y
sorprender al dios crinado. ste le castig, tornndole sordo
como una roca. En balde en las espesuras de la selva llena de pja
ros se derramaban los trinos y emergan los arrullos. El stiro no
oa nada. Filomela llegaba a cantarle, sobre su cabeza enmaraa
da y coronada de pmpanos, canciones que hacan detenerse los
arroyos y enrojecerse las rosas plidas. l permaneca impasible, o
lanzaba sus carcajadas salvajes, y saltaba lascivo y alegre cuando
perciba por el ramaje lleno de brechas alguna cadera blanca y
rotunda que acariciaba el sol con su luz rubia. Todos los animales
le rodeaban como a un amo a quien se obedece.
A su vista, para distraerle, danzaban coros de bacantes encen
didas en su fiebre loca, y acompaaban la armona, cerca de l,
faunos adolescentes, como hermosos efebos, que le acariciaban
reverentemente con su sonrisa; y aunque no escuchaba ninguna
voz, ni el ruido de los crtolos, gozaba de distintas maneras. As
pasaba la vida este rey barbudo, que tena patas de cabra.
Era stiro caprichoso.
Tena dos consejeros ulicos: una alondra y un asno. La pri
mera perdi su prestigio cuando el stiro se volvi sordo. Antes, si
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cansado de su lascivia soplaba su flauta dulcemente, la alondra le vez vol un clavel de su tallo hecho mariposa roja, y una estrella
acompaaba. descendi fascinada y se torn flor de lis.
Despus en su gran bosque, donde no oa ni la voz del olmpi Qu selva mejor que la del stiro, a quien l encantara,
co trueno, el paciente animal, de las largas orejas, le serva para donde sera tenido como un semidis; selva toda alegra y danza,
cabalgar, en tanto que la alondra, en los apogeos del alba, se le iba belleza y lujuria; donde ninfas y bacantes eran siempre acaricia
de las manos, cantando camino de los cielos. das y siempre vrgenes; donde haba uvas y rosas y ruido de sis
La selva era enorme. De ella tocaba a la alondra la cumbre; al tros, y donde el rey caprpedo bailaba delante de sus faunos
asno, el pasto. La alondra era saludada por los primeros rayos de beodos y haciendo gestos como Sileno?
la aurora; beba roco en los retoos, despertaba al roble dicin Fue con su corona de laurel, su lira, su frente de poeta, orgu
dole: Viejo roble, despirtate . Se deleitaba con un beso del sol: lloso, erguido y radiante.
era amada por el lucero de la maana. Y el hondo azul, tan gran Lleg hasta donde estaba el stiro velludo y montaraz, y para
de, saba que ella, tan chica, exista bajo su inmensidad. El asno pedirle hospitalidad, cant. Cant del gran Jove, de Eros y de
(aunque entonces no haba conversado con Kant) era experto en Afrodita, de los centauros gallardos y de las bacantes ardientes:
filosofa, segn el decir comn. El stiro, que le vea ramonear en cant la copa de Dionisio, y el tirso que hiere el aire alegre, y a
Pan, emperador de las montaas, soberano de bosques, dios-sti-
la pastura, moviendo las orejas con aire grave, tena alta idea de
ro que tambin saba cantar. Cant de las intimidades del aire y
tal pensador. En aquellos das el asno no tena como hoy tan larga
de la tierra, gran madre. As explic la meloda de un arpa elica,
fama. Moviendo sus mandbulas, no se habra imaginado que
el susurro de una arboleda, el ruido ronco de un caracol y las
escribiesen en su loa Daniel Heinsius, en latn; Passerat, Bufn y
notas armnicas que brotan de una siringa. Cant del verso que
el gran Hugo, en francs; Posada y Valderrama, en espaol.
baja del cielo y place a los dioses, del que acompaa el brbitos en
l, pacienzudo, si le picaban las moscas, las espantaba con el
la oda y el tiempo en el pen. Cant los senos de nieve tibia y las
rabo, daba coces de cuando en cuando y lanzaba bajo la bveda
copas del oro labrado, y el buche del pjaro y la gloria del sol.
del bosque el acorde extrao de su garganta. Y era mimado all. Al
Y desde el principio del cntico brill la luz con ms fulgores.
dormir su siesta sobre la tierra negra y amable, le daban su olor Los enormes troncos se conmovieron, y hubo rosas que se des
las hierbas y las flores. Y los grandes rboles inclinaban sus folla hojaron y lirios que se inclinaron lnguidamente como en un
jes para hacerle sombra. dulce desmayo. Porque Orfeo haca gemir los leones y llorar los
Por aquellos das, Orfeo, poeta, espantado de la miseria de los guijarros con la msica de su lira rtmica. Las bacantes ms
hombres, pens en huir a los bosques, donde los troncos y las pie furiosas haban callado y le oan como en un sueo. Una nyade
dras le comprenderan y escucharan con xtasis, y donde l virgen a quien nunca ni una sola mirada del stiro haba profa
podra temblar de armona y fuego de amor y de vida al sonar de nado, se acerc tmida al cantor y le dijo: Yo te amo. Filomela
su instrumento. haba volado a posarse en la lira como la paloma anacrentica.
Cuando Orfeo taa su lira haba sonrisa en el rostro apol No hubo ms eco que la voz de Orfeo. Naturaleza senta el
neo. Demeter senta gozo. Las palmeras derramaban su polen, las himno. Venus, que pasaba por las cercanas, pregunt de lejos
semillas reventaban, los leones movan blandamente su crin. Una con su divina voz Est aqu, acaso, Apolo?.
124 125
 Y en toda aquella inmensidad de maravillosa armona, el cesado la danza loca y voluptuosa? Qu decan sus dos conse
nico que no oa nada era el stiro sordo. jeros?
Cuando el poeta concluy, dijo a ste: Ah! La alondra haba cantado; pero el stiro no oa! Por fin,
Os place mi canto? Si es as, me quedar con vos en la selva. dirigi su vista al asno.
El stiro dirigi una mirada a sus dos consejeros. Era preciso Faltaba su opinin? Pues bien; ante la selva enorme y sonora,
que ellos resolviesen lo que no poda comprender l. Aquella bajo el azul sagrado, el asno movi la cabeza de un lado a otro,
mirada peda una opinin. grave, terco, silencioso, como el sabio que medita.
Seor dijo la alondra, esforzndose en producir la voz ms Entonces, con su pie hendido, hiri el stiro el suelo, arrug
fuerte de su buche qudese quien as ha cantado con nosotros. su frente con enojo, y, sin darse cuenta de nada, exclam, sealan-
He aqu que su lira es bella y potente. Te ha ofrecido la grandeza y do a Orfeo la salida de la selva:
la luz rara que hoy has visto en tu selva. Te ha dado su armona. No!...
Seor, yo s de estas cosas. Cuando viene el alba desnuda y se des- Al vecino Olimpo lleg el eco, y reson all, donde los dioses
pierta el mundo, yo me remonto a los profundos cielos y vierto estaban de broma, un coro de carcajadas formidables que despus
desde la altura las perlas invisibles de mis trinos, y entre las clari se llamaron homricas.
dades matutinas mi meloda inunda el aire, y es el regocijo del Orfeo sali triste de la selva del stiro sordo y casi dispuesto a
espacio. Pues yo te digo que Orfeo ha cantado bien, y es un elegi ahorcarse del primer laurel que hallase en su camino.
do de los dioses. Su msica embriag el bosque entero. Las gui No se ahorc, pero se cas con Eurdice.
las se han acercado a revolar sobre nuestras cabezas, los arbustos
floridos han agitado suavemente sus incensarios misteriosos, las
abejas han dejado sus celdillas para venir a escuchar. En cuanto a
m, oh seor!, si yo estuviese en lugar tuyo, le dara mi guirnalda
de pmpanos y mi tirso. Existen dos potencias: la real y la ideal.
Lo que Hrcules hara con sus muecas, Orfeo lo hace con su ins
piracin. El dios robusto despedazara de un puetazo al mismo
Atos. Orfeo les amansara, con la eficacia de su voz triunfante, a
Nemea su len y a Erimanto su jabal. De los hombres, unos han
nacido para forjar metales, otros para arrancar del suelo frtil las
espigas del trigal, otros para combatir en las sangrientas guerras y
otros para ensear, glorificar y cantar. Si soy tu copero y te doy
vino, goza tu paladar; si te ofrezco un himno, goza tu alma.
Mientras cantaba la alondra, Orfeo le acompaaba con su ins
trumento, y un vasto y dominante soplo lrico se escapaba del
bosque verde y fragante. El stiro sordo comenzaba a impacien
tarse. Quin era aquel extrao visitante? Por qu ante l haba
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 E L PA S D E L O S C I E G O S

H. G. WELLS

A ms de quinientos kilmetros del Chimborazo y a ciento

sesenta de las nieves del Cotopaxi, en el territorio ms inhspito
de los Andes ecuatoriales, se encuentra un misterioso valle de
montaa, el Pas de los Ciegos, aislado del resto de los hombres.
Hace muchos aos ese valle estaba tan abierto al mundo que los
hombres podan alcanzar por fin sus uniformes praderas atrave
sando pavorosos barrancos y un helado desfiladero; y unos hom
bres lograron alcanzarlo de verdad, una o dos famillas de
mestizos peruanos que huan de la codicia y de la tirana de un
malvado gobernante espaol. Luego sobrevino la asombrosa
erupcin del Mindobamba, que sumi en las tinieblas durante
diecisiete das a la ciudad de Quito, y el agua hirvi en Yaguachi y
todos los peces muertos llegaron flotando hasta el mismo Guaya
quil; por doquier, a lo largo de las pendientes del Pacfico, hubo
derrumbamientos y deshielos veloces e inundaciones repentinas,
y una ladera completa de la antigua cumbre del Arauca se des
prendi, y se desplom con gran estruendo, aislando para siem
pre el Pas de los Ciegos de las pisadas exploradoras de los
hombres. Pero uno de estos primeros pobladores se hallaba por
azar al otro lado de los barrancos cuando el mundo se estremeci
de un modo tan terrible, y se vio forzosamente obligado a olvidar
a su esposa y a hijo y a todos los amigos y pertenencias que haba
dejado all arriba, y a empezar una nueva vida en el mundo infe
rior. Volvi a empezarla, pero enferm; le sobrevino una ceguera
y muri en las minas a causa de los malos tratos. Pero la historia
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que l cont engendr la leyenda que ha perdurado a lo largo de objetos bendecidos, medallas misteriosas y oraciones. En su
la cordillera de los Andes hasta nuestros das. mochila llevaba una barra de plata cuyo lugar de procedencia no
Cont la razn que le haba impulsado a aventurarse a aban quiso explicar, insistiendo en que en el valle no haba plata, con la
donar aquel gujar adonde haba sido transportado por primera reiteracin propia de un mentiroso inexperto. Dijo que haban
vez atado al lomo de una llama, junto con un enorme bulto de fundido todas sus monedas y adornos en una sola pieza para
enseres, cuando era nio. El valle, deca, posea todo cuanto comprar el sagrado remedio contra su enfermedad, ya que all
pudiera desear el corazn del hombre: agua dulce, pastos y un arriba para poco o nada necesitaban aquel tesoro. Me imagino a
clima benigno, laderas de tierra frtil y rica con maraas de este joven montas de ojos turbios, requemado por el sol, flaco y
arbustos que producan un fruto excelente; de uno de los costa ansioso, sujetando febrilmente el ala del sombrero, un hombre
dos colgaban vastos pinares que frenaban las avalanchas en lo por completo ignorante de las costumbres del mundo inferior,
alto. Mucho ms arriba, por tres costados, inmensos riscos de contndole esta historia, antes de la gran convulsin, a algn
rocas de color gris verdoso estaban coronados de casquetes de atento sacerdote de mirada astuta. Parece que lo estoy viendo
hielo; pero la corriente del glaciar no caa sobre ellos, sino que se ahora mismo intentando regresar con los remedios piadosos e
precipitaba por las pendientes ms alejadas y slo de vez en cuan infalibles contra aquel mal y la infinita congoja con la que debi
do, las enormes masas de hielo rodaban por la ladera del valle. En de contemplar la magnitud de la catstrofe que haba obstruido la
este valle ni llova ni nevaba, pero los abundantes manantiales garganta de la que un da haba salido. Pero nada s del resto de la
proporcionaban ricos pastos verdes que la irrigacin esparca en historia de sus infortunios, excepto que muri varios aos despus
toda la extensin del valle. Los colonizadores haban hecho real en trgicas circunstancias. Pobre oveja descarriada de aquella leja
mente una buena labor en aquel lugar. Sus animales se criaron na! La corriente que antao haba formado la garganta prorrum
bien y se multiplicaron y no haba ms que una cosa que ensom pe ahora desde la boca de una cueva rocosa, y la leyenda a que
breciera su dicha. Y, sin embargo, bastaba para ensombrecerla haba dado paso su desdichada historia mal contada se convirti
sobremanera. Una extraa enfermedad se haba abatido sobre en la leyenda de una raza de hombres que exista en alguna parte
ellos haciendo que no slo los nios nacidos all, sino tambin ms all de montaas, la leyenda que an hoy se puede escuchar.
muchos de los otros nios mayores, fueran atacados por la cegue Y en medio de la escasa poblacin de aquel valle ahora aislado
ra. Para buscar algn amuleto o antdoto contra esta plaga fue y olvidado, la enfermedad sigui su curso. Los ancianos se volvie
precisamente que l, enfrentndose con la fatiga, los peligros y las ron cegatos y andaban a tientas, los jvenes vean pero confusa
dificultades, haba bajado nuevamente por la garganta. En aque mente, y los nios que les nacieron no vieron jams. Pero la vida
llos tiempos, en semejantes casos, los hombres no pensaban en era fcil en aquel remanso perdido para todo el mundo, donde no
grmenes e infecciones, sino en pecados, y a l le pareca que la haba zarzas ni espinas, ni insectos dainos ni bestias, excepto las
razn de esta calamidad deba de estar motivada por la negligen apacibles llamas que haban arrastrado, empujado y seguido al
cia de estos inmigrantes sin sacerdote al no haber levantado un remontar los cauces de los mermados ros en las gargantas por las
altar tan pronto como haban entrado en el valle. l quera un que ascendieron. El ofuscamiento de la vista haba sido tan gra
altar, un altar bonito, barato y eficaz, para exigirlo en el valle; que dual que apenas se dieron cuenta de su prdida. Guiaban a los
ra reliquias y todos aquellos poderosos smbolos de la fe, como nios ciegos de ac para all hasta que llegaban a conocer el valle
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maravillosamente bien; y cuando por fin la vista se agot entre no entre la nieve, sobre el pequeo saliente de una roca, y con un
ellos, la raza sobrevivi. Tuvieron incluso tiempo de adaptarse a toque de autntico dramatismo, cmo se dieron cuenta al poco
controlar a ciegas el fuego, que encendan con cuidado en horni tiempo de que Nez no estaba entre ellos. Gritaron y no hubo
llos de piedra. Al principio fueron una raza simple, analfabeta, respuesta. Gritaron y silbaron y, durante el resto de la noche, ya
slo apenas tocada por la civilizacin espaola, pero con restos de no pudieron conciliar el sueo.
la tradicin artstica del antiguo Per y de su perdida filosofa. A A la clara luz de la maana hallaron las huellas de su cada.
una generacin le sigui otra. Olvidaron muchas cosas, inventa Parece imposible que l no hubiera podido articular un sonido.
ron otras muchas. Su tradicin del mundo mayor del que proce Haba resbalado hacia el este, en direccin a la ladera desconoci
dan adquiri un tinte mtico e incierto. En todas las cosas, da de la montaa; mucho ms abajo se haba golpeado contra un
excepto en la vista, eran recios y capaces y, al poco, por los azares escarpado helero y haba seguido bajando abriendo un surco en
del nacimiento y herencia, surgi entre ellos alguien que posea medio de un alud de nieve. Su rastro iba a parar directamente al
una mente original, que saba hablarles y persuadirles de las borde de un pavoroso precipicio, y ms all de ste todo quedaba
cosas; y luego surgi otro. Estos dos murieron, dejando sus efec sumido en el misterio. Abajo, mucho ms abajo, a una distancia
tos, y la pequea comunidad creci en nmero y en entendimien indeterminada a causa de la bruma, pudieron ver unos rboles
to, y afront y resolvi los problemas econmicos y sociales que que se erguan en un valle angosto y confinado, el perdido Pas
se presentaban. A una generacin le sigui otra. Y a sta otra ms. de los Ciegos. Pero ellos no saban que se trataba del Pas de los
Vino un tiempo en que naci un nio, quince generaciones des Ciegos, ni tampoco podan distinguirlo en modo alguno de cual
pus de aquel antepasado que haba salido del valle con una barra quier otro retazo del valle angosto de tierras altas. Desalentados
de plata en busca de la ayuda de Dios y que jams volvi. Aproxi por el desastre, abandonaron su intento aquella misma tarde y
madamente entonces fue cuando por azar, apareci en esta Pointer fue llamado a filas antes de que pudiera llevar a cabo otra
comunidad un hombre procedente del mundo exterior. Y sta es expedicin. Hasta hoy, el Parascotopetl contina exhibiendo su
la historia de aquel hombre. cumbre virgen, y el refugio de Pointer se desmorona entre las nie
Era un montaero de la regin cercana a Quito, un hombre ves sin que nadie haya vuelto a visitarlo.
que haba bajado hasta el mar y haba visto el mundo, un lector Pero el hombre cado sobrevivi.
de libros de un modo original, un hombre avispado y emprende Al final del declive se precipit durante trescientos metros y se
dor que fue contratado por un grupo de ingleses, que haba ido a desplom envuelto en una nube de nieve sobre un helero an
Ecuador para escalar montaas, en sustitucin de uno de sus tres ms escarpado que el anterior. Al llegar a ste estaba mareado,
guas suizos que haba cado enfermo. l escal y escal all, y aturdido e insensible, pero sin un solo hueso roto en su cuerpo. Y
despus vino el intento de escalar el Parascotopetl, el Matterhorn entonces, por fin, fue a parar a unos declives ms suaves, y por fin
de los Andes, en el que se perdi para el mundo exterior. La histo dej de rodar y se qued inmvil, sepultado en medio de un
ria del accidente ha sido escrita una docena de veces. La narracin montn de masas blancas que le haban acompaado salvando.
de Pointer es la mejor. Cuenta cmo el grupo fue venciendo su Volvi en s con la oscura sensacin de que se encontraba enfer
difcil y casi vertical camino hasta los mismos pies del ltimo y mo en la cama; luego se dio cuenta de su situacin con la inteli
mayor de los precipicios y cmo construyeron un refugio noctur gencia de un montaero y, tras descansar un poco, se fue liberan
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do de su envoltura hasta que alcanz a ver las estrellas. Durante sol de la maana, que iluminaba hacia el oeste la masa de la mon
un tiempo descans tumbado boca abajo, preguntndose dnde taa cada que obstrua la garganta descendiente. A sus pies pare
estaba y qu era lo que haba ocurrido. Explor sus miembros y ca abrirse un precipicio igualmente escarpado, pero detrs de la
descubri que varios de sus botones haban desaparecido y que su nieve, en la hondonada encontr una especie de hendidura en
chaqueta se le haba subido por encima de la cabeza; que el cuchi forma de chimenea que chorreaba agua de nieve y por la que un
llo se le haba cado del bolsillo y que haba perdido su sombrero hombre desesperado poda aventurarse a bajar. Lo result ms
a pesar de haberlo atado con una cuerda por debajo de la barbilla. fcil de lo que pareca y lleg por fin a otro montculo desolado, y
Record que haba estado buscando piedras sueltas para levantar luego, tras trepar por unas rocas que no revestan una dificultad
la parte que le corresponda del muro del refugio. Tambin su especial, alcanz una escarpada pendiente de rboles. Se orient y
hacha para el hielo haba desaparecido. volvi la cara hacia lo alto de la garganta, ya que vio que desem
Decidi que deba de haber cado y levant la vista para ver, bocaba sobre unos prados verdes, entre los cuales ahora poda
exagerado por la luz espectral de la luna creciente, el tremendo vislumbrar con mucha nitidez un grupo de cabaas de piedra de
vuelo que haba emprendido. Durante un rato se qued inmvil, construccin inslita. A veces su avance resultaba tan lento que
contemplando anonadado el imponente barranco que se ergua era como intentar trepar por la superficie de un muro, pero des
en lo alto como una torre plida que fuese surgiendo por pus de cierto tiempo, el sol, al elevarse, dej de batir a lo largo de
momentos de la apacible marea de las tinieblas. Su belleza fantas la garganta, los trinos de los pjaros se apagaron y el aire que le
magrica y misteriosa le dej sin aliento un instante y luego se rodeaba se volvi fro y oscuro. Pero debido a esto, el valle distan
apoder de l un paroxismo convulso de risas y sollozos... te adquiri mayor luminosidad. Al poco lleg a un talud, y entre
Despus de un largo rato, tuvo conciencia de que se encontra las rocas, ya que era un hombre observador, repar en un inslito
ba cerca del borde inferior de la nieve. Abajo, al fondo de lo que helecho que pareca estar intensamente agarrado fuera de las hen
ahora era un declive practicable e iluminado por la luna, vio la diduras con grandes manos verdes. Tom una o dos de sus fron
forma oscura y spera de la turba salpicada de peas. Luch para das y mordi su tallo y lo encontr agradable.
ponerse en pie, con todas las articulaciones y miembros dolori Hacia el medioda sali por fin de la garganta del desfiladero y
dos, se liber trabajosamente del cmulo de nieve suelta que le se encontr en el llano que baaba el sol. Estaba entorpecido
rodeaba, y fue bajando hasta llegar a la turba y una vez all, ms y fatigado: se sent a la sombra de una roca, rellen su cantim
que tumbarse se dej caer junto a una pea, bebi un largo trago plora en un manantial, bebi hasta vaciarla y permaneci un
de la cantimplora que llevaba en su bolsillo interior y se durmi tiempo descansando antes de dirigirse hacia las casas.
al instante... Resultaban muy extraas a sus ojos y, a medida que lo miraba,
Le despert el canto de los pjaros sobre los rboles en la leja toda la apariencia de aquel valle le pareca cada vez ms misterio
na. Se incorpor y advirti que se hallaba sobre un pequeo sa e inslita. La mayor parte de su superficie estaba formada por
montculo a los pies de un inmenso precipicio que estaba surca un exuberante prado verde de manifiesto cultivo sistemtico
do por la barranca por la que haba cado rodeado de nieve. Ante pieza por pieza. En lo alto del valle y rodendolo haba un muro y
l, otro muro de rocas se levantaba contra el cielo. La garganta lo que pareca ser un acueducto circular, del que partan peque
entre estos precipicios iba de este a oeste y estaba baada por el os hilos de agua que alimentaban el prado, y en las laderas ms
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altas unos rebaos de llamas pacan en los escasos pastos. Y unos las orejas. Marchaban uno tras otro, en fila india, andando despa
cobertizos, al parecer establos o lugares de forraje para las llamas, cio y bostezando al andar, como si hubieran estado levantados
se levantaban aqu y all adosados al muro colindante. Todos los toda la noche. Haba algo tan tranquilizador, prspero y respeta
canalillos de irrigacin iban a dar a un canal principal situado en ble en su porte que, tras un momento de vacilacin, Nez se
el centro del valle, que orillaba a ambos lados un muro que se ele adelant visiblemente todo cuanto pudo sobre la roca, y lanz un
vaba hasta el pecho. Esto le daba un singular carcter urbano a grito poderoso cuyo eco reson en todo el valle.
este recluido lugar, un carcter fuertemente acrecentado por el Los tres hombres se detuvieron y movieron las cabezas como
hecho de que un gran nmero de caminos pavimentados con pie si estuvieran mirando a su alrededor. Volvieron las caras de uno a
dras blancas y negras, y cada uno de ellos con una curiosa acerita otro lado y Nez gesticul. Pero no parecieron verle a pesar de
a los lados, partan en todas direcciones de forma metdica y todos sus gestos, y al cabo de un rato, dirigindose hacia las leja
ordenada. Las casas de la parte central de la aldea eran muy dife nas montaas de la derecha, gritaron a su vez como respuesta.
rentes de las aglomeraciones casuales y fortuitas de las aldeas de Nez voce de nuevo y entonces, una vez ms, mientras gesticu
montaa que l conoca; se erguan en hileras continuas a ambos laba sin resultado, la palabra ciego se abri paso entre sus pen
lados de una calle con asombrosa limpieza; aqu y all sus facha samientos. Estos estpidos deben de estar ciegos, dijo.
das estaban horadadas por una puerta, y ni siquiera una ventana Cuando por fin, tras muchos gritos e irritacin, Nez cruz
rompa la uniformidad de su frente. Estaban parcialmente colore el riachuelo por un puentecillo, entr por una puerta que haba
adas con extraordinaria irregularidad, embarradas con una espe en el muro y se acerc a ellos, estuvo seguro de que estaban cie
gos. Tena la certeza de que ste era el Pas de los Ciegos del que
cie de enlucido a veces gris, a veces pardo, a veces de color pizarra
hablaban las leyendas. Haba surgido ante l la conviccin y una
o marrn oscuro. Y fue a la vista de este excntrico enlucido
premonicin de gran aventura decididamente envidiable. Los tres
cuando apareci por primera vez la palabra ciego en los pensa
se quedaron el uno junto al otro sin mirarle, pero con los odos
mientos del explorador. El buen hombre que ha hecho eso,
colocados en su direccin, juzgndole por sus pasos no familiares.
pens, deba de estar ms ciego que un murcilago.
Se quedaron muy juntos el uno del otro, como hombres un poco
Descendi por un escarpado repecho y lleg al muro y al
temerosos, y l pudo ver sus prpados cerrados y hundidos como
canal que recorra el valle, y al acercarse, este ltimo expuls su
si el mismo globo ocular se hubiera contrado. Haba una expre
exceso de contenido en las profundidades de la garganta en forma
sin casi de pavor en sus rostros.
de una cascada fina y trmula. Poda ver ahora, en la parte ms
Un hombre dijo uno, en un espaol irreconocible, es un
remota del prado, a un buen nmero de hombres y mujeres des
hombre..., un hombre o un espritu..., que baja por las rocas.
cansando sobre apilados montones de hierba, como si estuvieran
Pero Nez avanzaba con el paso confiado de un joven que
durmiendo la siesta, y ms cerca de la aldea, a algunos nios
avanza por la vida. Todas las viejas historias del valle perdido y del
recostados, y luego, ms cerca todava, a tres hombres que acarre
Pas de los Ciegos se agolpaban de nuevo en su mente y entre sus
aban cubos en horquillas por un caminito que parta hacia las
pensamientos destac este antiguo refrn, como un estribillo:
casas desde el muro que rodeaba el valle. Estos ltimos iban ves
tidos con ropajes hechos de lana de llama y con botas y cinturo
En el Pas de los Ciegos el tuerto es el rey.
nes de cuero, y llevaban gorras de pao que les cubran la nuca y
En el Pas de los Ciegos el tuerto es el rey.
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 Y con mucha cortesa procedi a saludarles. Les dirigi la Y has venido al mundo? pregunt Pedro.
palabra utilizando sus ojos. He salido de l. Cruzando montaas y glaciares, justo por
De dnde viene, hermano Pedro? pregunt uno. encima de esas alturas, a medio camino del sol. De un inmenso
Ha bajado de las rocas. mundo que baja hasta el mar tras doce das de camino.
Vengo del otro lado de las montaas dijo Nez, del pas Apenas parecan escucharle.
que est ms all..., donde los hombres pueden ver. De un lugar Nuestros padres nos contaron que los hombres podan ser
cercano a Bogot, donde hay centenares de miles de personas y criados por las fuerzas de la naturaleza dijo Correa. Por el calor
donde la ciudad no puede abarcarse con la vista. de las cosas, la humedad y la podredumbre..., la podredumbre.
Vista? refunfu Pedro. Vista? Conduzcmosle ante los ancianos dijo Pedro.
Viene de las rocas dijo el segundo ciego. Grita primero dijo Correa, no sea que los nios se asusten.
Nez vio que el pao de sus abrigos estaba confeccionado de ste es un acontecimiento extraordinario.
un modo curioso, cada uno con costuras diferentes. Y as gritaron y Pedro se encamin el primero tomando a
Le sobrecogieron cuando hicieron un movimiento simultneo Nez de la mano para conducirle hacia las casas.
hacia l, alargando los tres una mano. Retrocedi para alejarse del l retir la mano diciendo:
avance de aquellos dedos extendidos. Puedo ver.
Ven ac dijo el tercer ciego, siguiendo su ademn y asindo Ver? dijo Correa.
le diestramente. S, ver dijo Nez, volvindose hacia l y tropezando con el
Y sujetaron a Nez y le palparon por todas partes sin decir ni cubo de Pedro.
una palabra hasta que hubieron terminado. Sus sentidos an son imperfectos dijo el tercer ciego. Tro
Cuidado! grit l con un dedo en el ojo, notando que ellos pieza y habla con palabras sin significado. Llvale de la mano.
pensaban que aquel rgano, con la agitacin de sus tapaderas, Como queris dijo Nez dejndose llevar mientras rea.
resultaba una cosa extraa en l. Y volvieron a tocarlo. Parecan no tener ni la menor nocin de la vista.
Extraa criatura, Correa dijo aquel que se llamaba Pedro. Bien, a su debido tiempo, ya les enseara l.
Habis notado lo spero que tiene el pelo? Es igual que el pelo de Oy los gritos de la gente y vio a una serie de figuras que se
la llama. reunan en la calle principal de la aldea.
Es tan spero como las rocas que lo engendraron dijo Comprob que ese primer encuentro con la poblacin del
Correa, investigando la barbilla no rasurada de Nez con mano Pas de los Ciegos pona a prueba sus nervios y su paciencia ms
suave y ligeramente hmeda. Tal vez se refine. de lo que haba previsto. El lugar le pareci ms grande a medida
Nez lucho un poco para zafarse de aquel examen, pero le que se iba acercando, y los enlucidos embarrados ms extrava
sujetaron con firmeza. gantes, y una multitud de nios, de hombres y de mujeres (repar
Cuidado volvi a decir. complacido en que algunas de aquellas mujeres y muchachas
Habla dijo el tercer hombre. No cabe duda de que es un posean rostros muy agradables, a pesar de que todas ellas tenan
hombre. los ojos cerrados y hundidos) comenz a rodearle, a agarrarle, a
Ugh! exclam Pedro, ante la tosquedad de su chaqueta. tocarle con manos suaves y sensibles, olindole y escuchando
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cada una de las palabras que l deca. No obstante, algunas de las Hubo una pausa, como si las personas invisibles que le rodea
muchachas y nios se mantuvieron alejados como si sintieran ban intentasen comprender sus palabras. Luego, oy la voz de
miedo, y la verdad es que su voz pareca spera y brusca en com Correa, que deca:
paracin con sus delicadas voces. Formaron un tumulto a su alre Slo est recin formado. Tropieza al andar y mezcla en su
dedor. Sus tres guas permanecieron muy cerca de l con un lenguaje palabras que no tienen ningn sentido.
esfuerzo digno de unos propietarios mientras decan una y otra Otros tambin dijeron cosas sobre l, pero no las oy no com
vez: prendi perfectamente.
Un hombre salvaje venido de las rocas. Puedo sentarme? pregunt en una pausa. No volver a
De Bogot dijo l. Bogot. Al otro lado de las cumbres de luchar contra vosotros.
las montaas. Deliberaron y le dejaron levantarse.
Un hombre salvaje..., que utiliza palabras salvajes dijo La voz de un hombre ms anciano comenz a interrogarle, y
Pedro. Habis odo eso... Bogot? Su mente apenas est forma Nez se encontr intentando explicar el vasto mundo de donde
da. No posee ms que los rudimentos del lenguaje. haba cado, y el cielo y las montaas, y la vista y maravillas pare
Un nio pequeo le pellizc una mano. cidas, a esos ancianos sentados en la oscuridad en el Pas de los
Bogot! dijo burlonamente. Ciegos. Y ellos no quisieron ni creer ni comprender nada de todo
Ay! Una ciudad distinta de vuestra aldea. Vengo de un vasto cuanto pudiera contarles, un hecho que no entraba en absoluto
mundo... donde los hombres tienen ojos y ven. dentro de sus expectativas. Haca catorce generaciones que estas
Su nombre es Bogot dijeron ellos. personas eran ciegas y que estaban aisladas de todo el mundo
Ha tropezado dijo Correa, ha tropezado dos veces mien visible. La historia del mundo exterior se haba borrado y se haba
tras venamos aqu. convertido en un cuento de nios, y haban dejado de preocupar
Conducidle ante los ancianos. se de cualquier cosa que estuviera ms all de las pendientes roco
Y le empujaron de repente a travs de una puerta que daba a sas cuyas alturas dominaba su muro de proteccin. Haban
una habitacin tan negra como la brea, excepto en el fondo, surgido entre ellos hombres ciegos de genio que cuestionaron los
retazos de creencias y de tradiciones que haban llevado consigo
donde brillaba dbilmente un fuego. La muchedumbre se agolp
en sus das de visin, y haban desechado todas estas cosas como
tras l y ocult hasta el ltimo resplandor de la luz del da, y antes
vanas fantasas, reemplazndolas con nuevas y ms sensatas expli
de que pudiera detenerse haba cado de cabeza al tropezar con
caciones. La mayor parte de su imaginacin se haba marchitado
los pies de un hombre sentado. Su brazo, incontrolado, golpe la
con sus ojos, y se haban creado por s solos unas nuevas imagina
cara de alguna persona mientras caa; sinti el blando impacto de
ciones mediante sus, cada vez ms sensibles, odos y yemas de los
unas facciones y oy un grito de ira y, por un momento, luch
dedos. Lentamente, Nez empez a darse cuenta de esto: que el
contra una multitud de manos que se haban apresurado a aga
asombro y la reverencia que esperaba ante su origen y sus dotes
rrarle. Era una lucha desigual. Le sobrevino una vaga nocin de la
no iban a confirmarse y, tras este malogrado intento de explicar
situacin y se qued quieto.
les la vista, que haba sido descartado como la confusa versin de
Me he cado dijo. No vea nada con esta intensa oscuridad.
un ser recin formado que describa las maravillas de sus incohe
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rentes sensaciones, accedi, un poco desanimado, a escuchar su De tanto en tanto se rea, a veces divertido y a veces indig
instruccin. Y el ms anciano de los ciegos le explic la vida, la nado.
filosofa y la religin, y cmo el mundo (refirindose a su valle) Una inteligencia sin formar, deca. !An no tiene sentidos!
haba sido al principio un hueco vaco en las rocas, y que despus Qu poco imagina que han estado insultando a su amo y seor
haba sido poblado primero por cosas inanimadas sin el don del enviado por el cielo. Veo que debo hacerles entrar en razn. Tengo
tacto, y por llamas y por unas cuantas criaturas que tenan muy que pensar..., tengo que pensar.
poco sentido, y luego por hombres, y finalmente por ngeles, An estaba pensando cuando se puso el sol.
cuyos cantos y revoloteos podan orse, pero que nadie poda Nez saba captar la belleza de las cosas y le pareci que el
tocar de ningn modo, cosa que dej muy perplejo a Nez hasta brillo de las pendientes nevadas y de los glaciares que despeda
que se le ocurri pensar en los pjaros. cada lado del valle era la cosa ms hermosa que haba visto jams.
Prosigui contndole a Nez la forma en que este tiempo
Su vista se pase desde aquel inaccesible deleite hasta la aldea y
haba sido dividido en fro y calor, que para los ciegos son los
los campos irrigados, hundindose velozmente en el atardecer,
equivalente del da y de la noche, y cmo lo juicioso era dormir
y de pronto se apoder de l una oleada de emocin y dio gracias
durante el calor y trabajar durante el fro, de modo que, si no
a Dios desde el fondo de su corazn por haberle regalado el poder
hubiera sido por su llegada, todo el pueblo de los ciegos habra
de la vista.
estado dormido. Dijo que Nez deba de haber sido creado
Oy una voz que le llamaba desde fuera de la aldea:
especialmente para aprender y ponerse al servicio de la sabidura
que ellos haban adquirido y que debido a toda su incoherencia Eh, Bogot! Ven aqu!
mental y a sus tropiezos deba tener valor y procurar hacer todo Al or esto dej de sonrer. Ya le enseara a esta gente de una
lo posible para aprender, ante lo cual todas las personas que se vez por todas lo que significaba tener vista para un hombre. Le
encontraban en el umbral prorrumpieron en murmullos de buscaran pero no le encontraran.
aliento. Dijo que la noche, pues los ciegos llamaban al da noche, No te muevas, Bogot dijo la voz.
ya estaba muy avanzada y que convena que todo el mundo vol Ri sin hacer ruido y se apart del camino con dos pasos fur
viera a dormir. Le pregunt a Nez si saba dormir y Nez dijo tivos.
que s, pero que antes de dormir quera comida. No pises la hierba, Bogot, eso no est permitido.
Le trajeron comida, leche de llama en un cuenco y un pan Nez apenas haba odo el ruido que haba hecho y se detu
tosco salado, y le condujeron a un lugar solitario para que comie vo asombrado.
ra sin que le oyeran, y despus a dormir hasta que el fro vesperti El dueo de la voz subi corriendo hacia l por el sendero jas
no de la montaa les despertara para volver a empezar su da. peado.
Pero Nez no durmi en absoluto. Volvi a entrar en el camino.
En vez de eso, se incorpor en el mismo lugar donde le ha Aqu estoy dijo.
ban dejado, descansando sus miembros y dndole vueltas en la Por qu no acudiste cuando te llam? dijo el ciego. Es
cabeza, una y otra vez, a las imprevistas circunstancias que ha que tienen que llevarte igual que a un nio? No oyes el camino al
ban rodeado su llegada. andar?
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 Nez ri. haban surgido de modo natural de la peculiaridad de sus necesi
Lo puedo ver dijo. dades. Sus sentidos se haban agudizado maravillosamente; oan y
No existe ninguna palabra como ver dijo el ciego, tras una juzgaban el gesto ms leve de un hombre a una docena de pasos
pausa. Basta de insensateces y sigue el ruido de mis pasos. de distancia, oan incluso el latido mismo de su corazn. La ento
Nez le sigui un poco irritado. nacin haba reemplazado a la expresin desde muy antiguo
Ya llegar mi momento dijo. entre ellos, y el tacto al gesto, y su trabajo con la azada, la pala y la
Aprenders respondi el ciego. En el mundo hay mucho horca se desarrollaba con tanta confianza y libertad como el de
que aprender. cualquier jardinero. Su sentido del olfato era extraordinariamente
No te ha dicho nadie que En el Pas de los Ciegos el tuerto sutil; podan distinguir las diferencias de cada individuo con la
es el rey? misma facilidad que un perro y cuidaban de las llamas, que vi
Qu es ciego? pregunt el ciego descuidadamente por van entre las rocas altas y bajaban hasta el muro en busca de
encima del hombro. comida y refugio, con comodidad y confianza. Slo cuando
Pasaron cuatro das, y al quinto, el rey de los ciegos an Nez decidi por fin hacer valer sus derechos se dio cuenta de lo
segua de incgnito, como un extrao torpe e intil entre sus sb giles y seguros que podan ser los movimientos de los aldeanos.
ditos. Se rebel solamente despus de haber intentado persuadirlos.
Comprob que le resultaba mucho ms difcil proclamarse Primero intent hablarles en numerosas ocasiones de la vista.
rey de lo que se haba imaginado y entretanto, mientras meditaba Escuchadme un momento deca. Hay cosas en m que voso
su golpe de Estado, hizo lo que le decan y aprendi las formas y tros no comprendis.
las costumbres del Pas de los Ciegos. Trabajar y vagar de noche le Una o dos veces, uno o dos de ellos le prestaron atencin; se
pareci una cosa especialmente fastidiosa y decidi que sera lo sentaron con los rostros inclinados hacia abajo y los odos inteli
primero que modificara. gentemente vueltos hacia l, y l se esmer para contarles lo que
Aquella gente llevaba una vida simple y laboriosa, con todos significaba ver. Entre sus oyentes se encontraba una muchacha,
los elementos de virtud y felicidad tal y como estas cosas pueden con prpados menos enrojecidos y hundidos que los de los de
ser entendidas por los hombres. Se afanaban pero no de un modo ms, de manera que casi poda imaginarse que estaba ocultando
opresivo, tenan ropas y alimento suficientes para sus necesidades, unos ojos, a quien l esperaba convencer especialmente. Habl
tenan das y temporadas de descanso, hacan msica y cantaban de las bellezas de la vista, de la contemplacin de las montaas, del
mucho, y haba entre ellos amor y nios pequeos. cielo y del amanecer, y ellos le escucharon con divertida incredu
Era maravilloso ver con qu confianza y precisin se movan lidad que pronto se troc en condena. Le dijeron que no existan
por su ordenado mundo. Todo haba sido hecho en funcin de montaas algunas, sino que el final de la rocas, donde pastaban
sus necesidades; cada uno de los caminos radiales de la zona del las llamas, era con toda seguridad el final del mundo; a partir de
valle formaba un ngulo constante con los dems, y se distingua ah se ergua el cavernoso techo del universo, desde donde caan el
por una muesca especial en su acera; todos los obstculos e irre roco y las avalanchas; y cuando l sostuvo resueltamente que el
gularidades de los caminos o del prado haban sido suprimidos mundo no tena ni final ni techo como ellos suponan, le dijeron
desde haca mucho tiempo y todos sus mtodos y procedimientos que sus pensamientos eran malvados. Mientras les describa el
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cielo y las nubes y las estrellas aquello les pareca un espantoso ladeadas y las orejas dobladas hacia l a la espera de lo que se pro
vaco, nada terrible en el lugar de la bveda uniforme que prote pusiera hacer.
ga las cosas en las que crean, porque para ellos era un artculo de Tira esa pala dijo uno, y l sinti una especie de terror
fe que el techo de la caverna fuera exquisitamente suave al tacto. impotente, que casi le hizo obedecer. Entonces acometi contra
l vea que en cierto modo los estaba sobresaltando y entonces uno, lo lanz contra la pared de una casa y sali corriendo hasta
renunci por completo a abordar este aspecto, tratando de mos encontrarse fuera de la aldea.
trarles las ventajas prcticas de la vista. Una maana vio a Pedro Entr de travs por uno de sus prados, dejando rastros de
en el llamado camino Diecisiete que iba hacia las casas centrales, hierba pisoteada detrs de sus pies y al poco se sent junto al
pero an demasiado lejos como para ser odo u olfateado, y se lo borde de uno de sus caminos. Sinti un poco de la excitacin que
dijo a ellos. invade a todos los hombres al comienzo de una pelea, pero una
Dentro de poco profetiz, estar aqu Pedro. perplejidad mayor. Empez a darse cuenta de que ni siquiera
Un anciano observ que Pedro no tena nada que hacer en el poda luchar a gusto con criaturas que parten de una base mental
camino Diecisiete y, como para confirmarlo, aquel individuo, diferente. En la lejana vio a una multitud de hombres con palas y
mientras se acercaba, gir transversalmente y tom por el camino garrotes que salan de la calle de las casas y avanzaban desplega
Diez, dirigindose con pasos giles hacia el muro exterior. Al no
dos en lnea hacia l por los numerosos caminos. Avanzaban len
llegar Pedro se burlaron de l y luego, cuando l interrog a Pedro
tamente, hablando con frecuencia entre s y, de cuando en
para salvaguardar su reputacin, ste le desminti y se enfrent
cuando, todo el cordn se detena a olisquear el aire y a escuchar.
con l y desde aquel da le fue hostil.
Nez ri la primera vez que les vio hacer esto.
A continuacin les indujo a dejarle recorrer un largo camino
Pero despus, ya no volvi a rer.
por los prados en declive hacia el muro acompaado de un indi
Uno de ellos descubri su rastro en la hierba del prado y se
viduo complaciente a quien prometi describirle todo cuanto
agach para tantear la direccin que deba seguir.
ocurriera entre las casas. Not ciertas idas y venidas, pero las
Durante cinco minutos contempl la lenta maniobra de cor
cosas que parecan significar algo para estas gentes sucedieron en el
interior o detrs de las casas sin ventanas, las nicas cosas de las dn y entonces, su remota intencin de hacer algo, se volvi apre
que ellos tomaron nota para ponerle a prueba, pero de stas, nada miante. Se levant, dio uno o dos pasos hacia el muro circun
pudo ni ver ni contar, y fue despus del fracaso de su tentativa y de ferencial, se volvi y desanduvo un poco el camino. Y all estaban
las mofas que ellos no pudieron reprimir cuando l recurri a la todos, como una luna creciente, inmviles y a la escucha.
fuerza. Pens en agarrar una pala y derribar sbitamente con ella Tambin se qued inmvil, sujetando la pala con fuerza con
a uno o dos al suelo para poder as, en un combate leal, demostrar ambas manos. Deba cargar contra ellos?
las ventajas de la vista. Impulsado por aquella resolucin no lleg Sus odos le latan al ritmo de En el Pas de los Ciegos el tuer
ms que a asir la pala porque luego descubri algo nuevo en l: to es el Rey.
que le resultaba imposible golpear a un ciego a sangre fra. Deba cargar contra ellos?
Vacil y comprob que todos ellos eran conscientes de que l Lanz una mirada tras l hacia el alto muro inaccesible...;
haba agarrado la pala. Permanecieron alerta, con las cabezas inaccesible a causa de la uniformidad de su enlucido, pero atrave

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sado adems por muchas puertecitas, y luego mir a la cercana asest un golpe con la pala. Not el ruido sordo de un brazo y de
lnea de perseguidores. Tras ellos, otros salan ahora de la calle de una mano, y el hombre cay en tierra con un grito de dolor. Esta
las casas. ba libre.
Deba cargar contra ellos? Libre! Y se encontr de nuevo cerca de la calle de las casas,
Bogot! llam uno de ellos. Bogot! Dnde ests? donde los ciegos, enarbolando palas y estacas, corran de un lado
Apret su pala con mucha ms fuerza y avanz por los prados a otro con una presteza que pareca razonada.
bajando hacia el lugar de las viviendas y, en cuanto se movi, ellos Oy pasos detrs de l justo a tiempo, y se encontr frente a
convergieron hacia l. un hombre alto que se precipitaba contra l asestando golpes,
Como me toquis los mato jur. Sabe Dios que lo har. Os guiado por el ruido que emita. Perdi el control, le asest un
golpear voce con fuerza. Odme, voy a hacer lo que quiera en mandoble a su antagonista, gir sobre s mismo y huy, casi chi
este valle. Me habis odo? Voy a hacer lo que quiera e ir a llando mientras le haca un quiebro a otro.
donde quiera! Fue presa del pnico. Corri furiosamente de un lado a otro,
Se cernan sobre l con rapidez, a tientas, pero movindose haciendo quiebros cuando no haba ninguna necesidad de hacer
con agilidad. Era igual que jugar a la gallinita ciega, con todos, los y tropezando, angustiado por querer ver al instante todo
menos uno, con los ojos vendados. cuanto le rodeaba. Por un momento cay y ellos oyeron su cada.
Apresadle! grit uno. Muy lejos, en el muro de circunvalacin, una puertecita le pareci
Y se encontr en el arco de una curva de perseguidores en un refugio celestial, y se dirigi hacia ella en una carrera desenfre
movimiento. Sinti repentinamente la necesidad de ser activo y nada. Ni siquiera se volvi para mirar a sus perseguidores hasta
resuelto. que la alcanz, y eso que haba tropezado al cruzar el puente, tre
No lo comprendis grit con una voz que pretenda ser pado un trecho entre las rocas con sorpresa de una llama joven,
estentrea y resuelta pero que se le quebr en la garganta. Voso que de un brinco desapareci de su de vista, y se haba tumbado
tros sois ciegos y yo veo. Dejadme en paz! para recuperar el resuello entre sollozos.
Bogot! Tira esa pala y sal de la hierba! Y as concluy su golpe de Estado.
La ltima orden, grotesca dentro de una familiaridad civiliza Se qued fuera del muro del valle de los Ciegos durante dos
da, reson con un eco de clera. noches y dos das, sin comida ni techo, y medit sobre lo inespe
Os lastimar dijo entre sollozos de emocin. Sabe Dios rado de los acontecimientos. Durante estas meditaciones repiti
que os lastimar. Dejadme en paz! con mucha frecuencia y cada vez con un tono de mayor escarnio:
Empez a correr, sin saber claramente hacia dnde. Corri En el Pas de los Ciegos el tuerto es el rey.
desde el ciego ms prximo, porque le horrorizaba golpearle. Se Estuvo pensando principalmente en las formas de luchar y de
par y luego tuvo un arranque para escapar de las filas que se conquistar a este pueblo, pero se fue abriendo paso en l la idea
cerraban sobre l. Se dirigi hacia donde el hueco era mayor, pero de que no haba ninguna posibilidad que fuera viable. No dispo
los hombres situados a ambos lados, con rpida percepcin de la na de armas y ahora le resultara difcil conseguir una.
aproximacin de sus pasos, se precipitaron el uno contra el otro. El cncer de la civilizacin haba alcanzado incluso a Bogot y
Dio un brinco hacia delante, y entonces vio que estaba atrapado y le resultaba inconcebible el hecho de bajar a asesinar a un ciego.
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Claro que si lo haca, podra entonces dictar condiciones bajo la Enferm durante algunos das y lo cuidaron con afabilidad.
amenaza de asesinarlos a todos. Pero antes o despus tendra que Eso afin su sumisin, pero insistieron en que guardara cama en
morir! la oscuridad, lo que acrecent su desdicha. Y vinieron a verle fil
Tambin intent encontrar comida entre los pinos y un abri sofos ciegos y le hablaron de la perversa ligereza de su mente,
go bajo sus ramas para protegerse de las heladas de la noche y, reprochndole de forma tan solemne sus dudas acerca de la tapa
con menos convencimiento, capturar una llama por medio de un dera que cubra su cacerola csmica, que casi empez a dudar de
ardid para tratar de matarla, tal vez golpendola con una piedra, si no seria realmente vctima de una alucinacin por no verla
para poder as, finalmente, comerse una parte. Pero las llamas encima de su cabeza.
recelaban de l y le miraban con sus desconfiados ojos marrones De este modo, Nez se convirti en ciudadano del Pas de
y escupan cuando se acercaba. El miedo y el estremecimiento se los Ciegos y stos dejaron de ser un pueblo generalizado y se con
apoderaron de l durante el segundo da. Finalmente baj gatean virtieron en individuos familiares para l, mientras que el mundo
do hasta el muro del Pas de los Ciegos e intent hacer un pacto. ms all de las montaas se volva cada vez ms remoto e irreal.
Baj arrastrndose por el torrente, gritando, hasta que dos ciegos Estaba Yacob, su amo, un hombre afable cuando no estaba irrita
salieron por la puerta y hablaron con l. do; estaba Pedro, el sobrino de Yacob, y estaba Medina-sarot, que
Estaba loco dijo l. Pero es porque me acababa de formar. era la hija menor de Yacob. Era poco apreciada en el mundo de
Le dijeron que aquello estaba mejor. los ciegos, porque posea un rostro bien definido y careca de esa
Les dijo que ahora se hallaba ms cuerdo y arrepentido de tersura satisfactoria y satinada que es el ideal de la belleza femeni
todo lo que haba hecho. na de un ciego; pero Nez pens que era bella al principio y,
Luego llor sin querer, porque ahora se senta muy dbil y poco a poco, el ser ms bello de toda la creacin. Sus prpados
enfermo y ellos lo tomaron como una seal favorable. cerrados no estaban hundidos y enrojecidos segn la norma que
Le preguntaron si an pensaba que poda ver. imperaba en el valle, sino que por su forma pareca como si
No dijo l. Eso era una insensatez. Esa palabra no signifi pudieran volver a abrirse en cualquier momento; y adems tena
ca nada, menos que nada! largas pestaas, lo que se consideraba como una grave deformi
Le preguntaron qu haba sobre sus cabezas. dad. Y su voz era fuerte, y no satisfaca los delicados odos de los
A una altura aproximada de cien hombres hay un techo cortejadores del valle, de tal modo que no tena ningn preten
encima del mundo..., de roca..., y muy, muy suave... Volvi a diente.
estallar en sollozos histricos. Antes de que sigis preguntando, Entonces lleg un momento en que Nez pens que, si
dadme algo de comer o me morir. lograba conquistarla, se resignara a vivir en el valle el resto de sus
Se esperaba unos castigos horribles, pero estos ciegos posean das.
la capacidad de ser tolerantes. Consideraron su rebelin como La espiaba. Busc las ocasiones de prestarle pequeos servi
una prueba ms de su idiotez e inferioridad general y, tras azotar cios y al poco repar en que ella le observaba. Una vez, en la reu
le, le encomendaron las tareas ms simples y ms pesadas que nin de un da de fiesta se sentaron el uno junto al otro en la
podan encomendarle a nadie, y l, al no ver otra forma de vivir, penumbra de una noche estrellada, acompaados por una melo
obedeci sumisamente. da acariciadora, su mano se pos sobre la de ella y se atrevi a
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apretarla. Entonces, con mucha ternura, ella le devolvi su pre muy marginado, un idiota incompetente muy por debajo del nivel
sin. Y un da, mientras coman en la oscuridad, l not que su permitido a un hombre. Sus hermanas se opusieron agriamente
mano le buscaba suavemente y, como por azar se levant una lla arguyendo que el descrdito caera sobre todos ellos, y el viejo
marada del fuego en aquel momento, pudo ver la ternura refleja Yacob, si bien haba acabado por tomarle cario a su obediente y
da en su rostro. torpe siervo, mene la cabeza diciendo que no poda ser. Los jve
Trat entonces de hablar con ella. nes se mostraron todos irritados ante la idea de corromper la raza
Fue a verla un da mientras ella hilaba sentada a la luz de la y uno de ellos fue tan lejos que lleg a vilipendiar y a golpear a
luna de verano. La luz la converta en un objeto plateado y miste Nez. ste le devolvi el golpe. Entonces, por primera vez, apreci
rioso. Se sent a sus pies y le dijo que la amaba y le dijo tambin las ventajas de poder ver, incluso a la luz del atardecer, y despus de
cun hermosa le pareca. l posea la voz de un enamorado y le que se acabara aquella pelea nadie se mostr dispuesto a levantarle
habl con tierna reverencia que pareca temor y, ella, que jams la mano. Pero su matrimonio les sigui pareciendo imposible.
haba sido interpelada con adoracin, no le dio ninguna respues El viejo Yacob senta ternura por su hija pequea y se afliga
ta concreta, pero resultaba patente que sus palabras haban sido cuando ella iba a llorar sobre su hombro.
odas con agrado. Vers, hija ma, es que l es un idiota, padece alucinaciones y
Despus de aquello habl con ella cada vez que se le presenta no sabe hacer nada a derechas.
ba la ocasin. El valle se convirti en el mundo para l, y el Lo s lloraba Medina-Sarot. Pero ahora es mejor que
mundo ms all de las montaas, donde los hombres vivan a la antes. Est mejorando. Y es fuerte, padre querido, y gentil..., ms
fuerte y ms gentil que ningn hombre en el mundo. Y me ama
luz del sol, no le pareca ms que un cuento de hadas que algn
y..., yo tambin le amo, padre.
da derramara en los odos de ella. Tras muchos titubeos y muy
El viejo Yacob se sinti muy angustiado por no poder conso
tmidamente, l le habl de la vista.
lar a su hija y, an le angustiaba ms el hecho de que le gustaba
La vista le pareca a ella la ms potica de las fantasas y escu
Nez por muchos conceptos. As que acudi a sentarse a la
chaba su descripcin de las estrellas y de las montaas y de la
ttrica cmara de consejos con los otros ancianos y, prestando
palidez y dulzura de su belleza como si se tratara de una indul
atencin al rumbo de la conversacin, dijo en el momento
gente complicidad. Ella no crea, slo poda comprender a
oportuno:
medias, pero se senta misteriosamente complacida y a l le pare
Es mejor de lo que era. Y es muy probable que algn da nos
ca que le comprenda del todo.
parezca tan cuerdo como nosotros.
Su amor le hizo perder el miedo y adquirir confianza. Y pron Al cabo de un rato, a uno de los ancianos, que reflexion pro
to le propuso pedirla en matrimonio a Yacob y a los ancianos, fundamente, se le ocurri una idea. Era el gran doctor del pueblo,
pero ella se mostr temerosa y aplaz su propuesta. Y fue una de el que curaba todos los males y posea una mente muy filosfica y
sus hermanas mayores quien primero le cont a Yacob que Medi- llena de inventiva: su idea consista en curar a Nez de sus pecu
na-Sarot y Nez estaban enamorados. liaridades.
Desde el primer momento hubo una gran oposicin al matri He reconocido a Bogot dijo y su caso me parece muy
monio de Nez con Medina-Sarot, no tanto porque la tuvieran claro. Mi diagnstico es que podra curarse con toda probabi
en gran estima, sino porque a l lo consideraban como a un ser lidad.
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 Yo siempre he confiado en eso replic el viejo Yacob. pieles, el lejano cielo con sus nubes a la deriva, los atardeceres y
Tiene una afeccin en el cerebro dijo el doctor ciego. las estrellas. Y existes t. Slo por ti es maravilloso tener ojos, para
Los ancianos murmuraron asintiendo. ver tu cara dulce y serena, tus labios bondadosos, tus amadas y
Y cul es esa afeccin? hermosas manos entrecruzadas... Son mis ojos lo que t has con
Ah! dijo el viejo Yacob. quistado, estos ojos son los que me atan a ti, y lo que estos idiotas
Esto dijo el doctor contestando a su pregunta. Esas extra buscan. En vez de eso, debera tocarte, orte y no volver a verte
vagantes cosas que se llaman ojos y que existen slo para dotar a jams. Debera acomodarme bajo ese techo de rocas, de piedras y
la cara de una suave y agradable depresin, estn tan enfermas, en de tinieblas, ese horrible techo bajo el cual tu imaginacin se
el caso de Bogot, que han afectado a su cerebro. Estn enorme aplasta... No. T no querrs que yo haga eso, verdad?
mente distendidas, tiene pestaas y sus prpados se mueven y por Una duda terrible haba surgido en l. Se call y dej la pre
consiguiente su cerebro se encuentra en constante estado de irri gunta en el aire.
tacin y destruccin. A veces dijo ella me gustara...
Ah, s? dijo el viejo Yacob. Ah, s? Se interrumpi.
Y creo que puedo decir con un grado de certeza razonable S? dijo l un poco aprensivo.
que, a fin de curarle completamente, slo necesitamos una simple A veces me gustara... que no hablaras de esa manera.
y fcil operacin quirrgica, es decir, extraerle estos cuerpos tan De qu manera?
irritantes. S que es bonito... es tu imaginacin. Y me encanta, pero
Y entonces se volver cuerdo? ahora...
Adquirir una cordura absoluta y se convertir en un ciuda l sinti un escalofro.
dano admirable. Ahora? dijo dbilmente.
Doy gracias al cielo por la ciencia! dijo el viejo Yacob, y Ella permaneci inmvil.
regres inmediatamente a contarle a Nez la buena noticia. Quieres decir... piensas... que tal vez estara mejor si...
Pero la forma en que Nez recibi la buena noticia le pareci Estaba captando las cosas con mucha prontitud. Sinti clera,
fra y decepcionante. Y entonces le dijo: una verdadera clera ante el absurdo nimbo del destino, pero
Por el tono que adoptas, se podra pensar que mi hija no te tambin compasin por su falta de comprensin... una compa
importa.
sin muy cercana a la piedad.
Fue Medina-sarot quien persuadi a Nez para que acepta
Amada ma dijo y pudo ver por su palidez cun intensa
ra la intervencin de los cirujanos ciegos.
presin ejerca su espritu contra las cosas que ella no poda decir.
T no querrs que pierda el don de la vista? dijo l.
La rode con sus brazos, la bes en la oreja y permanecieron un
Ella mene la cabeza.
rato sentados en silencio.
Mi mundo es la vista.
Y si yo consintiera? dijo por fin con una voz muy dulce.
La cabeza de ella se inclin un poco ms.
Ella le lanz los brazos al cuello, llorando desesperadamente.
Existen las cosas bellas, la belleza de las cosas pequeas..., las
Oh, si consintieras solloz. Si consintieras de verdad!
flores, los lquenes entre las rocas, la ligereza y la suavidad de unas
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 Durante la semana que precedi a la operacin que iba a ele pozo de pecado. No se desvi como se haba propuesto hacer,
varle desde su condicin de servidumbre e inferioridad hasta el sino que prosigui y atraves el muro de la circunferencia y
nivel de un ciudadano ciego, Nez no supo lo que significaba empez a trepar por las rocas mientras sus ojos permanecan
dormir, y todas las horas iluminadas por la clida luz del sol, siempre fijos sobre el hielo y la nieve baada por el sol.
mientras los dems dormitaban felices, las pas sentado cavilan Vio su infinita belleza y su imaginacin los sobrevol hasta
do o vagando sin rumbo, tratando de resolver en su mente este llegar ms all de las cosas a las que iba a renunciar para siempre.
dilema. Haba dado su respuesta, haba dado su consentimiento y, Pens en el gran mundo libre del que se hallaba apartado, su
sin embargo, no estaba seguro. Y por fin se agot el tiempo de propio mundo, y tuvo la visin de aquellas remotas pendientes
labor, el sol surgi con esplendor sobre las doradas crestas y ms all de la distancia, y de Bogot, un lugar de belleza multitu
comenz para l su ltimo da de visin. Pas algunos minutos dinaria y agitada, una gloria de da y un luminoso misterio de
noche, un lugar de palacios, fuentes y estatuas y casas blancas,
con Medina-sarot antes de que ella se fuera a dormir.
hermosamente remplazadas en la media distancia. Pens que por
Maana dijo l dejar de ver.
un da o dos uno poda muy bien bajar atravesando pasos, para
Corazn mo! respondi ella apretndole las manos con
acercarse cada vez ms a sus calles bulliciosas y a sus costumbres.
todas sus fuerzas. Te harn dao, pero poco dijo ella y si
Pens en el viaje por ro, da tras da, desde el gran Bogot hasta el
sufres... y si sufres, amor mo, ser por m... Cario, si el corazn
mundo ms vasto de ms all, atravesando ciudades y aldeas, bos
y la vida de una mujer pueden recompensarte, yo te recompensa
ques y desiertos, en la imparable corriente del ro, da tras da,
r. Mi bien, mi bien querido, el de la dulce voz, yo te recom hasta que sus riberas se retiraran y los grandes barcos de vapor se
pensar. acercaran salpicndole de espuma, y as uno alcanzaba el mar..., el
Y l se sinti inundado de piedad por s mismo y por ella. mar infinito, con sus miles y miles de islas, y sus barcos avistados
La abraz y apret sus labios contra los suyos y contempl su en la nebulosa lejana en sus incensantes periplos alrededor del
dulce rostro por ltima vez. mundo ms grande. Y all, sin estar acorralado por las montaas,
Adis! susurr a su amada visin. Adis! se poda ver el cielo..., s, el cielo, no el disco que se vea desde
Y luego en silencio se apart de ella. aqu, sino un arco de azul inconmensurable, en cuyos abismos
Ella pudo orle alejarse con pasos lentos y hubo algo en sus ms profundos flotaban dando vueltas las estrellas... Sus ojos
pisadas rtmicas que la sumieron en un llanto apasionado. escrutaron la gran cortina de montaas investigndolas ansiosa
Haba decidido firmemente ir hasta un lugar solitario donde mente.
los prados estaban embellecidos por los narcisos blancos y per Por ejemplo, si suba por esa garganta y hasta esa chimenea,
manecer all hasta que llegara la hora de su sacrificio; pero mien podra salir en lo alto de aquellos pinos achaparrados que se
tras se diriga hacia all sus ojos contemplaron la maana, la extendan en una especie de saliente y seguan subiendo ms y
maana que, como un ngel de armadura dorada, se deslizaba ms hasta pasar por encima del desfiladero. Y luego? Ese talud
por los barrancos... podra sortearlo. Desde all tal vez pudiera encontrar una ruta
Y ante ese esplendor tuvo la sensacin de que l y este mundo para trepar hasta el precipicio que se hallaba debajo de la nieve y
ciego del valle, y su amor, no eran, despus de todo, ms que un si le fallaba esa chimenea, entonces quiz otra ms alejada, hacia
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el este, pudiera servir a sus propsitos. Y luego? Entonces se
encontrara sobre la nieve de color mbar y a medio camino de la ELLOS
cresta de aquellas magnficas desolaciones.
Se volvi para mirar la aldea, y la contempl con resolucin. RUDYARD KIPLING
Pens en Medina-Sarot, que se haba convertido en un punto
pequeo y remoto.
Se volvi de nuevo hacia la pared montaosa, junto a cuyas
pendientes le haba sorprendido el da.
Entonces, muy circunspecto, empez a trepar. Al ponerse el
sol haba dejado de trepar, pero se encontraba lejos y muy alto.
Haba estado ms alto, pero aun as segua estando muy alto. Un paisaje me llevaba a otro; la cima de una colina, a otra cerca
Tena la ropa desgarrada, los miembros, manchados de sangre; na, en la mitad del condado, y ya que no tena ms dificultad que
tena magulladuras en muchos sitios, pero estaba tumbado como empujar una palanca dej que el condado fluyera bajo mis rue
si se encontrara a sus anchas y en su cara luca una sonrisa. Desde das. Los llanos del este tachonados de orqudeas dieron paso al
su lugar de reposo pareca que el valle se encontraba en el fondo tomillo, los acebos y la hierba griscea de los promontorios ca
de un pozo a casi un kilmetro y medio. Haba oscurecido ya y lizos del sur; y stos a los maizales feraces y las higueras de la costa
haba bruma y sombras, aunque las cumbres de las montaas que baja, donde a lo largo de veinticinco kilmetros inalterables se
le rodeaban eran objetos de luz y fuego y los pequeos pormeno lleva a mano izquierda el batir de la marea ; y cuando por ltimo
res de las rocas que tena a mano estaban impregnados de una torc tierra adentro a travs de un racimo de colinas redondeadas
sutil belleza..., una veta de mineral verde que traspasaba la masa y bosques me encontr con que haba perdido todos mis puntos
gris, los destellos de las facies de cristal aqu y all, un diminuto de referencia. Ms all de la mismsima aldea que presume de ser
liquen anaranjado de minuciosa belleza muy cerca de su rostro. la madrina de la capital de Estados Unidos, encontr villorrios
perdidos donde las abejas, lo nico despierto, zumbaban alrede
Haba sombras profundas y misteriosas en la garganta, de un azul
dor de tilos de veinticinco metros de altura que se cernan sobre
intenso que se tornaba prpura, y el prpura en una oscuridad
grises iglesias normandas; arroyos milagrosos que se deslizaban
luminosa, y en lo alto se hallaba la ilimitada inmensidad del cielo.
bajo puentes de piedra construidos para un trfico ms pesado
Pero dej de prestarle atencin a estas cosas y permaneci all
que el que jams volvera a hollarlos; graneros diezmales ms
tumbado, casi inactivo, sonriendo como si estuviera satisfecho
grandes que sus respectivas iglesias, y una vieja fragua que prego
por el mero hecho de haber escapado del valle de los ciegos,
naba con voz potente haber sido antao una sala de los templa
donde haba pensado convertirse en rey. Se apag el resplandor rios. Encontr gitanos en un ejido donde la aulaga, el brezo y el
del atardecer y cuando lleg la noche an permaneca tumbado y helecho decidan su predominio en una batalla de ms de un
apaciblemente contento, bajo la fra luz de las estrellas. kilmetro de calzada romana; y algo ms lejos espant a un zorro
Traduccin del ingls de Gianni Mion rojo que se revolcaba a la manera de los perros bajo la luz desnu
da del sol.
Vindome encerrado entre colinas boscosas me ergu dentro
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del auto para orientarme y busqu aquel gran promontorio cuya rosado. Estaba flanqueada por muros semicirculares, tambin de
cima anillada es como un mojn para ochenta kilmetros a la color rojo rosado, que cerraban la pradera por el cuarto lado, y a
redonda de comarcas bajas. Por la estructura del terreno juzgu sus pies creca un seto de boj de la altura de un hombre. En el
que acabara dando con alguna carretera que discurriese, rumbo tejado haba palomas que rondaban las esbeltas chimeneas de
al este, hasta sus pies, pero no haba contado con el velo desorien ladrillo, y tuve un atisbo de un palomar octogonal detrs del
tador de los bosques. Una curva cerrada me sumergi primero en muro de defensa.
un verde terreno rebajado repleto de lquida luz solar, y despus All, entonces, me par; la lanza verde de un jinete apuntaba a
en un tnel lbrego donde las hojas muertas del ao anterior for mi pecho; me retena la belleza excelsa de aquella joya en aquel
maron un alboroto de susurros alrededor de mis neumticos. Los enclave.
vigorosos avellanos que se entrecruzaban sobre mi cabeza lleva Si no me expulsan por intruso, o si este caballero no se arro
ban por lo menos dos generaciones sin ser podados, y ni una sola ja sobre m, pens, por lo menos Shakespeare y la reina Isabel
hacha haba ayudado al roble y al haya, podridos de musgo, a deberan salir de esa puerta entreabierta del jardn para invitarme
retoar por encima de ellos. Aqu la carretera se convirti franca a tomar el t.
mente en una vereda alfombrada sobre cuyo terciopelo pardo Se asom una nia en una de las ventanas de la planta alta y
brotaban como jade matas de prmulas marchitas, y unas cuantas me pareci que la criaturita saludaba amistosamente con la
campnulas azules cabeceaban al unsono, enfermizas, sobre sus mano. Pero era para llamar a un compaero, pues enseguida se
tallos blancos. Como la pendiente me era favorable apagu el dej ver otra cabeza brillante. O entonces una risa entre los pavos
motor y me dej llevar entre la hojarasca, esperando a cada reales de tejo, y volvindome para cerciorarme (hasta entonces
momento encontrarme con algn guardabosques; pero no o ms haba estado observando slo la casa) vi la plata de una fuente
que un grajo, a lo lejos, disputando con el silencio bajo el cre tras un seto erigido contra el sol. Las palomas del tejado arrulla
psculo de los rboles. ban al agua arrulladora; pero entre las dos melodas me lleg la
El sendero segua bajando. A punto estaba de invertir el senti risita de felicidad total de un nio entregado a alguna pequea
do de la marcha y hacer un esfuerzo para volver en segunda antes
travesura.
de ir a dar en una cinaga, cuando vi luz solar a travs de la mara
La puerta del jardn roble macizo encajado en la robustez del
a de vegetacin que me cubra y solt el freno.
muro se abri un poco ms: una mujer tocada con un gran
Cuesta abajo de nuevo. Como el sol me daba en la cara, mis
sombrero de faena puso los pies despacio sobre el escaln de pie
ruedas delanteras invadieron el csped de una gran pradera silen
dra erosionada, e igual de despacio ech a andar por el csped.
ciosa de la cual surgan jinetes de tres metros de altura blandien
Estaba yo pensando en qu excusa dar cuando alz la cabeza y vi
do lanzas, monstruosos pavos reales y elegantes doncellas de
que era ciega.
honor con la cabeza redondeada azules, negras y relucientes,
Lo he odo dijo. No es un automvil?
todo ello en tejo recortado. Al otro extremo de la pradera las
Me temo que me he equivocado de ruta. Deb desviarme
tropas arbreas de los bosques la sitiaban por tres lados se alzaba
ms arriba... Nunca imagin... romp a hablar.
una antigua casa de piedra cubierta de liquen y trabajada por la
Pero si me alegro mucho. Figrese un automvil entrando
intemperie, con ventanas con parteluz y un tejado de color rojo
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en el jardn! Es tal acontecimiento... Se dio la vuelta e hizo como zafiro astral.
si lanzara una mirada en su derredor. No habr... no habr usted Puedo ir yo tambin? grit. No, por favor, no me ayude.
visto a nadie, verdad? Les gustar ms si me ven a m.
A nadie con quien haya podido hablar, pero a cierta distan Tante el camino hacia la parte delantera del auto, y con un
cia los nios parecan interesados. pie en el estribo llam:
Qu nios? Nios, eh, nios! Venid a ver!
Hace nada he visto a un par en la ventana de arriba, y creo La voz habra hecho salir almas extraviadas del Abismo, por el
haber odo a un chavalillo por aqu por el jardn. anhelo que matizaba su dulzura, y no me sorprendi or un grito
Oh, hombre afortunado! exclam, y se le ilumin el sem de respuesta ms all de los tejos. Deba de ser el nio de la fuen
blante. Yo los oigo, por supuesto, pero eso es todo. Usted los ha te, pero en cuanto nos acercamos vol, dejando un barquichuelo
visto y odo? en el agua. Vi el destello de su camisa azul entre los jinetes inm
S respond. Y, si algo entiendo de nios, hay uno que se viles.
est divirtiendo de lo lindo ah en la fuente. Ha huido, supongo. Con gran majestad desfilamos por todo el paseo y a requeri
Le gustan los nios? miento de ella volvimos a hacerlo en direccin contraria. Esta vez
Le di una o dos razones por las cuales no los odiaba precisa el nio haba dominado el pnico, pero se mantena lejos y vaci
mente. lante.
Claro, claro dijo. Entonces lo entender. Entonces no cree El muchachito nos est observando dije. Me pregunto si le
r que estoy mal de la cabeza si le pido que d con el auto una o apetecera dar una vuelta.
dos vueltas por el jardn... muy despacio. Seguro que les encanta Son an timidsimos. Timidsimos. Pero oh, qu afortunado
r verlo. Ven tan pocas cosas, los pobrecitos. Una trata de hacerles es usted que puede verlos! Escuchemos.
grata la vida, pero... Extendi las manos en direccin al bosque. Detuve el motor de inmediato, y la hmeda quietud, grvida
Aqu estamos tan apartados del mundo. con el aroma del boj, nos envolvi como una capa. O las tijeras
Ser algo esplndido! dije. Pero lo que no querra es de algn jardinero que podaba; un murmullo de abejas y de voces
estropearle el csped. quebradas que muy bien podan ser de las palomas.
Se volvi hacia la derecha. Oh, antipticos! dijo fastidiada.
Espere un momento dijo. Estamos en la puerta sur, no? Acaso slo les da miedo el automvil. La chiquilla de la ven
Detrs de esos pavos reales hay un sendero de losas. Lo llamamos el tana parece enormemente interesada.
paseo de los Pavos Reales. Desde aqu no se ve, me dicen, pero si S? Levant la cabeza. Ha sido un error por mi parte decir
consigue usted conducir arrimado al borde del bosque podr doblar lo que he dicho. En realidad me quieren. Es lo nico que hace la
cuando encuentre el primer pavo real y meterse en el sendero. vida digna de ser vivida: que nos quieran de verdad, no le pare
Era un sacrilegio desvelar el sueo de aquella fachada con el ce? No me atrevo a imaginar cmo sera este sitio sin ellos. Por
estruendo de la maquinaria pero di un giro brusco para evitar cierto, es hermoso?
el csped, pas rozando el borde del bosque y me met en el ancho Creo que es el sitio ms hermoso que he visto en mi vida.
sendero empedrado donde se hallaba la taza de la fuente como un Es lo que dice todo el mundo. Yo puedo sentirlo, desde luego,
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pero no es exactamente lo mismo. Pero todava no est oscuro. Lo noto.
Entonces, usted nunca...? empec, pero me interrump Me temo que lo estar para cuando llegue a casa. Podra
avergonzado. mandar conmigo a alguien que me indicara el camino? Estoy
No, que yo recuerde. Ocurri cuando apenas tena unos totalmente desorientado.
meses, me dicen. Y, no obstante, algo s debo de recordar; de lo Mandar a Madden con usted hasta el cruce. Estamos tan
contrario, cmo podra soar en color? En mis sueos veo luz, y apartados del mundo; no me extraa que se haya desorientado!
colores, pero a ellos nunca. Slo los oigo, como cuando estoy des Yo lo guiar hasta la fachada de la casa; pero ir despacio, ver
pierta. dad?, hasta que salga del jardn. No creer que digo ninguna
Es difcil ver caras en los sueos. Algunas personas pueden, tontera, eh?
pero la mayora no tenemos el don prosegu, alzando la mirada Le prometo que ir as dije, y dej que el auto bajara por su
hacia la ventana donde la nia segua casi escondida. propia inercia por la pendiente del sendero de losas.
Tambin yo lo he odo decir dijo. Y me dicen que en sue Rodeamos el ala izquierda de la casa, cuyas grgolas de plomo
os nunca se ve la cara de alguien que ha muerto. Es verdad? de fundicin primorosa bien valan por s solas todo un viaje;
Creo que s, ahora que lo pienso. traspusimos un gran arco cubierto de rosales que se abra en el
Pero usted..., usted ha visto alguna? Los ojos ciegos se vol muro rojo y despus doblamos hacia la fachada principal de la
vieron hacia m. mansin, que en belleza y majestuosidad superaba a la de atrs,
Jams he visto en sueos las caras de mis muertos contest. igual que a todas las otras que haba visto.
Tan hermosa es? me pregunt melanclica cuando escu
Entonces debe de ser tan malo como ser ciego.
ch mis arrebatos. Y tambin le gustan las figuras de plomo?
El sol se haba sumergido detrs de los bosques y las largas
Detrs est el viejo jardn de las azaleas. Dicen que ste es un sitio
sombras iban apoderndose de los jinetes insolentes uno por uno.
que debieron de construir para los nios. Me ayuda a salir, por
Observ extinguirse la luz en el extremo de una lanza cubierta de
favor? Me gustara acompaarlo hasta el cruce, pero no puedo
hojas brillantes y todo el bravo verde intenso diluirse en suave
abandonarlos. Eres t, Madden? Quiero que le indiques a este
negrura. La casa, aceptando el final de otro da, como haba acep
seor el camino hasta el cruce. Se ha perdido, pero... los ha visto.
tado un centenar de miles ya idos, pareca arraigar ms profunda
Un mayordomo apareci sin hacer el menor ruido en aquel
mente en su descanso umbro.
portento de roble antiguo que deban llamar de la puerta princi
Alguna vez lo ha deseado? dijo despus del silencio.
pal, y se desliz hacia un lado para tomar su sombrero. Ella me
A veces mucho contest. La nia haba abandonado la ven
miraba con aquellos ojos azules abiertos que no vean nada, y por
tana en cuanto las sombras se cerraron sobre ella. primera vez advert que era guapa.
Ah! Yo tambin, pero creo que no est permitido... Dnde Recuerde me dijo con sosiego, si le gustan volver. Y des
vive usted? apareci en el interior de la casa.
Justo al otro extremo del condado: a ms de noventa kilme En el auto el mayordomo no dijo nada hasta que nos aproxima
tros, y ya tendra que estar regresando. He venido sin los faros mos a la verja de entrada, donde, al atisbo de una camisa azul en un
grandes. matorral, me desvi generosamente para que el demonio que
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impulsa a los nios a jugar no me convirtiera en un infanticida. caballos. No era una comunidad muy afable.
Perdone pregunt de pronto, pero por qu ha hecho eso, Cuando aquella noche reconstru mi ruta sobre el mapa
seor? adquir un poco ms de sabidura. Antigua Granja de Hawkin
Por el nio de all. pareca ser la denominacin catastral, y la vieja County Gazetteer,
Nuestro seorito de azul? por lo comn tan exhaustiva, no la mencionaba. La gran mansin
Claro. de aquellos parajes era Hodnington Hall, georgiana con adornos
Corretea mucho. Lo vio usted junto a la fuente, seor? del primer periodo victoriano, segn testimoniaba un horrendo
Oh, s, varias veces. Doblamos por aqu? grabado en acero. Traslad mis dificultades a un vecino un rbol
S, seor. Y por casualidad no los habr visto tambin en la de profunda raigambre en aquella regin y me dio el nombre de
planta alta? una familia sin ningn poder de evocacin.
En la ventana? S. Ms o menos un mes ms tarde, volv, o tal vez fue mi auto
Antes de que la seora saliera a hablar con usted, seor? quien tom la carretera en un acto de volicin. Pas los promon
Un poquito antes. Por qu est interesado en saberlo? torios estriles del sur, se abri paso entre todos y cada uno de los
Hizo una breve pausa. recodos del laberinto de senderos a los pies de las colinas, se
Slo para asegurarme de que... de que ellos habran visto el manej a travs de los bosques cercados hasta arriba, impenetra
auto, seor, porque con nios rondando por aqu, aunque estoy bles en la plenitud de su foliacin, sali al cruce donde me haba
seguro de que usted conduce con especial cuidado, podra produ dejado el mayordomo, y un poco despus desarroll cierto tras
torno interior que me oblig a desviarlo hasta un claro herboso
cirse un accidente. Slo para eso, seor. Hemos llegado al cruce.
en un bosque de avellanos sumido en el silencio estival. En la
Desde aqu ya no puede perder el camino. Gracias, seor, pero no
medida en que poda estar seguro gracias al sol y a un mapa del
es nuestra costumbre, no con...
estado mayor, aqulla tena que ser la carretera que flanqueaba el
Lo siento dije, y me guard la plata britnica.
bosque que la otra vez haba explorado viniendo de la cima de las
Oh, como norma, es lo que se estila con los dems. Adis,
colinas. Convert mis reparaciones en un asunto de autntica
seor.
trascendencia, y en un deslumbrante taller mi equipo de herra
Se recluy en la torre fortificada de su casta y se alej. Eviden
mientas, llaves inglesas, bombas de aire y dems, que esparc con
temente era un mayordomo cuidadoso del honor de su casa e
orden sobre una manta de viaje. Era una trampa para cazar a toda
interesado, probablemente por mediacin de una doncella, en las
la chiquillera, pues en semejante da, arg, los nios no deban
labores de crianza. de andar lejos. Mientras haca pausas en la labor prestaba aten
Cuando hube pasado los postes del cruce mir hacia atrs, cin, pero el verano resonaba tan profusamente en el bosque
pero las colinas apeuscadas se entrelazaban con tanto celo que (aunque las aves se haban apareado ya) que en un primer
no fui capaz de distinguir el emplazamiento de la mansin. Cuan momento fui incapaz de percibir el paso de unos piececitos cau
do pregunt su nombre en una casita que encontr en la carrete telosos que se deslizaban sobre la hojarasca. Toqu la bocina a
ra, la mujerona que all venda confites me dio a entender que los modo de reclamo seductor, pero los pies volaron, conque me
poseedores de automviles apenas tenan derecho a vivir... y arrepent, pues para un nio no hay mayor terror que el de un
mucho menos a ir por ah charlando como quien va en coche de ruido imprevisto. Deba de llevar media hora manos a la obra
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cuando o en el bosque la voz de la ciega, que gritaba: miedo. Me ha estado observando como un piel roja.
Nios, eh, nios, dnde os habis metido? Habr sido la bocina dijo. O a uno de ellos pasar por mi
Y el silencio se torn ms lento para coronar la perfeccin del lado todo nervioso cuando vena hacia aqu. Son tmidos...
grito. Ella se diriga hacia m, medio tanteando el camino entre mucho, incluso conmigo. Volvi la cabeza sobre el hombro y
los troncos de los rboles, y aunque llevaba, al parecer, a un nio grit de nuevo: Nios! Eh, nios! Venid a ver!
pegado a las faldas, al acercarse ms ste se escabull como un Habrn ido todos a ocuparse de sus cosas suger, pues a
conejo en la espesura. nuestras espaldas se oa un murmullo de voces apagadas salpica
Es usted? dijo. El del otro extremo del condado? do por las agudas risitas sbitas de la niez.
S, soy el del otro extremo del condado. Volv a mis chapuzas y ella se inclin hacia adelante, apoyado
Entonces, por qu no ha venido por los bosques de las coli el mentn en una mano, atento el odo.
nas? Ellos estaban all ahora mismo. Cuntos son? dije al fin. El trabajo estaba terminado, pero
Estuvieron aqu hace unos minutos. Creo que se enteraron no vea razn para marcharme.
de que tena una avera y vinieron a ver el espectculo. Ella frunci un poco el entrecejo, pensativa.
No se tratar de algo grave, espero. Cmo se averan los En realidad lo ignoro dijo sinceramente. A veces ms, a
autos? veces menos. Vienen y se quedan conmigo porque los quiero, ya
De cincuenta formas distintas. Slo que el mo ha escogido lo ve.
la cincuenta y una. Debe de ser graciossimo dije, poniendo un cajn en su
sitio, y mientras lo deca repar en la inanidad de mi comentario.
Ri alegremente la pequea chanza, con carcajada arrullado
No se estar riendo de m? exclam. Yo... yo no tengo
ra y deliciosa, y se ech el sombrero hacia atrs.
hijos propios. Nunca me cas. A veces la gente se re de m a causa
Djeme escuchar dijo.
de ellos porque... porque...
Un momento repuse, que le traer un almohadn.
Porque son unos salvajes afirm. No hay por qu solivian
Puso los pies en la manta cubierta de piezas desmontadas y se
tarse. Los de esa ralea se ren de todo lo que no sea sus satisfechas
inclin sobre ellas con ilusin.
vidas.
Qu cosas tan encantadoras! Las manos con las que vea
No lo s. Cmo iba a saberlo? Es slo que no me gusta que
exploraron el terreno irregularmente iluminado por el sol. Aqu
se ran de m a causa de ellos. Duele; y cuando una no ve... No
hay una caja... y aqu otra! Caramba, las ha acomodado usted
querra parecer tonta dijo, y la barbilla le temblaba como a un
como en una juguetera!
nio mientras hablaba, pero los ciegos slo tenemos una piel, en
Ahora confieso que las saqu para atraerlos. Lo cierto es que mi opinin. Todo lo de fuera nos golpea directamente en el alma.
no necesito ni la mitad de todo esto. Con ustedes es distinto. Ustedes tienen unas defensas excelentes
Qu amable por su parte! O su bocina desde el bosque de la en los ojos; antes de que alguien pueda herirlos de veras en el
colina. Dice usted que antes de eso estaban aqu? alma pueden verlo. Con nosotros la gente se olvida de eso.
Estoy seguro. Por qu son tan tmidos? El chiquillo de azul Permanec en silencio, mientras pasaba revista a aquella cues
que vena ahora mismo con usted debera haber superado ya su tin inagotable: la brutalidad, no slo heredada (pues es tambin
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escrupulosamente enseada), de los pueblos cristianos, en com qu color eran manteles y cortinas y alfombras, sabe?, porque
paracin con la cual es limpia y mesurada la simple idolatra del algunos me lastimaban y otros me ponan contenta. La gente me
negro de la costa occidental. Esto me llev muy lejos dentro de m. lo deca; y cuando me hice mayor fue as como vi a las personas.
No haga eso! dijo de pronto, cubrindose los ojos con las Otra vez traz la silueta del Huevo, que slo a unos pocos nos es
manos. dado ver.
El qu? Todo usted sola? insist.
Hizo un ademn. Todo yo sola. No tena a nadie ms. Slo ms tarde descubri
Eso! Es... es todo prpura y negro. No lo haga! Ese color ra que hay otras personas que no ven los colores.
lastima. Estaba recostada en el tronco de un rbol trenzando y des-
Pero cmo diantres conoce los colores? exclam, pues eso trenzando tallitos de hierba arrancados al azar. Los nios del bos
encerraba toda una revelacin. que se haban acercado. Los vea por el rabillo del ojo jugue
Los colores en cuanto colores? pregunt. teando como ardillas.
No. Esos colores que acaba usted de ver. Ahora estoy segura de que usted jams se reir de m prosi
Usted lo sabe tan bien como yo dijo riendo, o de lo con gui despus de una larga pausa. Ni de ellos.
trario no habra hecho esa pregunta. No estn en el mundo. Estn Por el amor de Dios! No! exclam arrancado de golpe a
en usted... cuando se ha puesto tan furioso. mis pensamientos. Un hombre que se re de un nio (a menos
Se refiere a algo as como una mancha de un tenue color que el nio se ra tambin) es un pagano!
prpura, como vino de oporto mezclado con tinta? dije. No era eso lo que yo quera decir, por descontado. Usted
Nunca he visto ni tinta ni oporto, pero los colores no estn nunca se reira de un nio, pero pens... antes pensaba... que tal
vez s podra rerse sobre ellos. Conque ahora le pido disculpas...
mezclados. Estn separados... bien separados.
De qu est por rerse?
Se refiere a algo as como rayas y motas negras sobre el pr
No sali de m el menor sonido, pero ella saba.
pura?
De la sola idea de que me pida disculpas. Si usted hubiera
Asinti.
cumplido con su deber como pilar del Estado y terrateniente,
S..., si es que son as. Y de nuevo traz un zigzag con el
habra debido denunciarme por violacin de propiedad cuando
dedo. Pero es ms rojo que prpura ese color malo.
irrump en sus bosques el otro da. Fue vergonzoso por mi parte,
Y cules son los colores que ocupan el primer puesto en... lo
imperdonable.
que sea que usted ve?
Me mir, con la cabeza apoyada en el rbol, larga y fijamente:
Se agach despacio y traz sobre la manta la figura del Huevo.
esta mujer que poda ver el alma al desnudo.
As los veo dijo sealando con un tallo de hierba, blanco,
Qu curioso dijo en un susurro. Qu curioso de veras.
verde, amarillo, rojo, prpura, y cuando la gente est enojada o es Pero qu he hecho?
mala, negro sobre rojo... como usted ahora. No entiende..., y sin embargo s entiende los colores. No
Quin le habl de estas cosas... en un principio? pregunt. entiende?
De los colores? Nadie. Cuando era pequea preguntaba de Hablaba con una pasin que nada haba justificado, y la mir
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perplejo mientras se pona de pie. Los nios se haban reunido en mdico despus de ocho kilmetros. Otro cuarto de hora despus
corro detrs de un zarzal. Una cabeza lustrosa se inclin sobre lo depositbamos, interesadsimo en los automviles, ante la
algo ms pequeo, y por la posicin de los hombritos deduje que puerta de la confitera, y nos quedamos en la carretera a aguardar
tena los dedos sobre los labios. Tambin ellos tenan algn terri el veredicto.
ble secreto infantil. Slo yo estaba perdido sin ninguna esperanza Cosas tiles los autos dijo Madden, todo hombre y nada
bajo la luz del ancho sol. mayordomo. Si hubiera tenido uno cuando la ma enferm, no
No dije, y negu con la cabeza como si los ojos sin vida habra muerto.
pudieran advertirlo. Sea lo que fuere, no lo entiendo todava. Tal Qu ocurri? pregunt.
vez lo entienda ms adelante... si me permite volver. Garrotillo. La seora Madden no estaba. Nadie saba qu
Volver respondi. Seguro que volver a pasear por el hacer. Recorr doce kilmetros en un carro de carga en busca del
bosque. mdico. Se haba asfixiado cuando volvimos. Este auto la habra
Quiz para entonces los nios me conozcan lo bastante para salvado. Ahora tendra casi diez aos.
dejarme jugar con ellos..., como un favor. Ya sabe cmo son los Lo lamento dije. Saba cunto le gustaban los nios por lo
nios. que me dijo camino del cruce el otro da.
No es cuestin de favor sino de derecho replic, y mientras Ha vuelto a verlos, seor... esta maana?
yo me preguntaba qu querra decir, una mujer desgreada apa S, pero ven un auto y echan a correr. No logr que uno solo
reci corriendo en el recodo de la carretera, revueltos los cabellos, se acercara a menos de veinte metros de l.
rojo el semblante, casi agonizando por la carrera. Era mi gorda Me mir con atencin de la misma manera que un explorador
amiga maleducada de la confitera. La ciega prest odos y avanz examina a un desconocido no como un sirviente debera alzar
un paso. Quin es? La seora Madehurst? pregunt. la vista ante el superior adjudicado a l por la divinidad.
La mujer se llev con violencia el delantal a la cara y literal Me pregunto por qu dijo mientras respiraba hondo.
mente se arrastr por el polvo, lloriqueando que su nieto estaba Seguimos esperando. Una ligera brisa marina erraba de un
enfermo de muerte, que el mdico de la localidad estaba de pesca, lado a otro de la larga sucesin de bosques, y la hierba de la orilla
que Jenny, la madre, estaba fuera de s, y as sucesivamente, con de la carretera, ya blanqueada de polvo estival, se ergua y curva-
reiteraciones y clamores. ba en oleadas cetrinas.
Dnde se puede encontrar a otro mdico por aqu cerca? Una mujer, sacudindose el jabn de los brazos, sali de la
pregunt entre dos paroxismos. casa contigua a la confitera.
Madden se lo indicar. Vaya a la casa y llveselo con usted. Yo He estado escuchando desde el patio de atrs dijo con ani
me ocupar de esto. Dse prisa! La ciega sostuvo a medias a la macin. Dice que Arthur est terriblemente mal. Lo han odo
gorda y se la llev a la sombra. Dos minutos despus haca sonar gritar hace un momento? Terriblemente mal. Sospecho que la
yo todas las trompetas de Jeric ante la fachada de la Casa Her semana que viene le llegar a Jenny el turno de pasear por el bos
mosa, y Madden, desde la despensa, acudi a la crisis como un que, seor Madden.
mayordomo y como un hombre. Disculpe, seor, pero se le escurre la manta del regazo dijo
Un cuarto de hora a velocidad ilegal nos proporcion un deferente Madden. La mujer se sobresalt, hizo una reverencia y
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se march corriendo. rodeada por una corte magnificente de galgos rusos todos ellos
Qu quiere decir con eso de pasear por el bosque? pre hostiles a los automviles le dio al mdico, que las recibi como
gunt. de manos de una princesa, rdenes escritas que portamos a velo
Debe de ser un modismo de estos andurriales. Yo soy de cidad mxima durante muchos kilmetros, a travs de una
Norfolk dijo Madden. En este condado son gente muy inde hacienda, hasta un convento de monjas francesas, donde recibi
pendiente. Lo ha tomado por un chfer, seor. mos a cambio una hermana plida y temblorosa. Se arrodill al
Vi que el mdico sala de la casa seguido por una muchacha fondo del asiento trasero y, empez a pasar las cuentas de su rosa
desaliada que se colgaba de su brazo como si l pudiera interce rio sin pausa hasta que, utilizando atajos de la invencin personal
der en un pacto con la Muerte. del mdico, llegamos a la confitera una vez ms. Fue una tarde
Estos nios plaa son para nosotras, que los tenemos prolongada repleta de episodios demenciales que se levantaban y
igual que si fueran hijos legtimos. Igual, igual! Y Dios se alegra disolvan como el polvo de nuestras ruedas; fragmentos de vidas
ra tanto si salvara a uno de ellos, doctor. No me lo quite. La seo remotas e incomprensibles por las cuales acelerbamos girando
rita Florence le dir lo mismo. No lo abandone, doctor! en ngulo recto; y volv a casa ya de anochecida, extenuado, y
Ya s, ya s dijo el hombre, pero ahora va a quedarse tran so con un fragor de reses cornudas; con monjas de ojos redon
quilo un rato. Traeremos a la enfermera y los medicamentos dos paseando por un jardn de tumbas; con ts deliciosos a la
cuanto antes. Me hizo una sea para que me acercara con el sombra de los rboles; con los corredores pintados de gris, que
auto, y yo me esforc en desentenderme de lo que iba a seguir; olan a cido fnico, del Hospital del Condado; con pasos de
pero vi el rostro de la muchacha, cuarteado y helado por el dolor, nios tmidos en el bosque, y con manos que se aferraban a mis
y not su mano sin anillo tratando de aferrarse a mis rodillas rodillas al arrancar el automvil.
justo cuando arrancbamos.
El mdico era hombre de cierto carcter, pues recuerdo que * * *
requiri mi auto amparndose en el juramento de Esculapio, y se
vali de l y de m sin misericordia. En primer lugar trasladamos Tena intencin de volver al cabo de uno o dos das, pero al
a la seora Madehurst y a la ciega a casa del enfermo para que lo Destino le complugo mantenerme alejado de esa parte del conda
velaran hasta que llegase la enfermera. A continuacin invadimos do, con muchos pretextos, hasta que el saco y el rosal silvestre
una bonita poblacin en busca de medicamentos (el mdico dijo dieron su fruto. Lleg al fin un da resplandeciente, despejado por
que se trataba de meningitis cerebroespinal), y cuando el Hospi el viento del sudoeste, que me puso las colinas al alcance de la
tal del Condado, rodeado y flanqueado por reses de mercado mano: un da de corrientes inestables y altas nubes tenues. Sin
asustadas, se declar carente de enfermeras por el momento, lite mrito alguno por mi parte estaba libre, y por tercera vez condu
ralmente nos lanzamos sobre todo el condado. Conferenciamos je el auto por la carretera que ya conoca. Al llegar a las cimas de
con propietarios de grandes mansiones, magnates al final de los promontorios del sur sent que la suave brisa cambiaba, la vi
arboledas abovedadas cuyas huesudas hembras abandonaban sus ponerse vidriosa bajo el sol; y mirando abajo hacia el mar con
mesas de t para escuchar al imperioso doctor. Finalmente, una templ en aquel instante el azul del canal tornndose de plata
dama de cabellera blanca sentada bajo un cedro del Lbano y bruida, luego de acero mate y finalmente de peltre deslucido. Un
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carguero de carbn que bordeaba la costa pona rumbo a aguas hurst, tapaba con creces la pequea irregularidad de su nacimien
ms profundas, y a travs de una calina cobriza vi desplegar una to. Describi el atad, por dentro y por fuera, el coche fnebre de
vela tras otra en la anclada flota pesquera. En un valle boscoso y cristales y el ornato de siemprevivas de la tumba.
profundo a mis espaldas tamborileaba un remolino sbito de Pero cmo est la madre? pregunt.
viento al abrigo de los robles y levantaba los primeros ejemplares Jenny? Oh, lo superar. Yo tuve que pasar lo mismo con uno
de hojarasca otoal. Cuando llegu a la carretera de la playa, la o dos de los mos. Lo superar. Ahora pasea por el bosque.
niebla marina se extenda sobre el empedrado y la marea contaba Con este tiempo?
a todos los rompeolas el ventarrn que vena de ms all de La seora Madehurst me mir desde detrs del mostrador
Ushant. En menos de una hora la Inglaterra estival se desvaneci entrecerrando los ojos.
en un escalofro gris. ramos otra vez la isla cerrada del norte, No lo s, pero es algo que abre el corazn, sabe usted? S,
con todos los barcos del mundo vociferando ante nuestras peli abre el corazn. All es donde perder y concebir se vuelven a la
grosas puertas; y entre su vocero sonaban los chillidos de las larga la misma cosa, decimos nosotros.
gaviotas asombradas. Mi gorra rezumaba humedad, los pliegues Ahora bien, la sabidura de las viejas matronas es mayor que
de la manta la acumulaban en charquitos o la vertan en hilillos, y la de todos los Padres, y este ltimo orculo me dej tan profun
la escarcha salada se me adhera a los labios. damente reflexivo mientras enfilaba la carretera que a punto estu
Tierra adentro, el aroma del otoo impregnaba la niebla espe ve de atropellar a una mujer y a un nio en la boscosa revuelta
sa entre los rboles, y la llovizna se transform en un chaparrn prxima a la verja de entrada de la Casa Hermosa.
continuo. No obstante, las flores tardas la malva de la orilla del Qu mal tiempo! exclam, disminuyendo la marcha para
camino, la escabiosa del campo y la dalia del jardn manifesta coger la curva.
ban un poco de alegra entre la bruma, y, en todo cuanto quedaba No es tan malo replic con placidez la mujer saliendo de la
lejos del soplo del mar, pocos signos de falta de lozana se obser niebla. El mo est acostumbrado. Los de usted estarn dentro,
vaban entre las hojas. En las aldeas, de todos modos, las casas supongo.
estaban abiertas de par en par, y nios de piernas desnudas y Dentro, Madden me recibi con cortesa profesional y un
cabeza descubierta se sentaban a sus anchas en los hmedos esca amable inters por la salud del automvil, el cual llev a cubierto.
lones de los portales para gritar pip-pip al forastero. Aguard en un saln silencioso de color nuez, adornado con
Me arm de valor para llamar a la puerta de la confitera, bonitas flores tardas y caldeado por un fuego de leos delicioso:
donde la seora Madehurst me recibi con las lgrimas hospita un sitio de buenos auspicios y gran paz. (Los hombres y las muje
larias de una mujer gorda. El hijo de Jenny, dijo, haba muerto dos res pueden a veces, tras grandes esfuerzos, hacer creble una men
das despus de la llegada de la monja. Mejor as, crea ella, mejor tira; pero una casa, que es su templo, no puede decir nada que no
sin l, a pesar de que las compaas de seguros, por motivos que sea la verdad sobre quienes han vivido en ella.) Un carrito de
ella no pretenda comprender, rehusaban asegurar vidas tan juguete y una mueca descansaban en el suelo blanco y negro,
extraviadas. Gracias a la seorita Florence, el nio haba tenido donde haba una alfombra arrugada. Comprend que los nios
un entierro con una pompa que, en opinin de la seora Made acababan de huir casi seguramente para esconderse por los
mltiples recodos de la gran escalera de madera labrada que as
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cenda sin claudicaciones desde la sala, o para espiarme agazapa explicacin. Por si llega alguien con los pies helados, ya sabe.
dos tras los leones y rosas esculpidos de la galera de la planta alta. Es an ms bonita por dentro que por fuera murmur. La
O entonces la voz de ella desde arriba cantando como cantan los luz roja se derram en todos los paneles de madera oscura puli
ciegos, con el alma: dos por el tiempo, hasta que las rosas Tudor y los leones de la
galera cobraron color y movimiento. Un antiguo espejo convexo
En los hermosos huertos cercados. rematado por un guila conjugaba los elementos del cuadro en su
corazn misterioso, deformando todava ms las ya deformadas
Y todo mi primer verano acudi de nuevo bajo esa invoca sombras y curvando las lneas de la galera en las curvas propias
cin. de un barco. El da se cerraba en un medio vendaval en tanto que
la niebla se deshaca en flecos. A travs de los parteluces sin corti
En los hermosos huertos cercados nas del amplio ventanal vea yo los valientes jinetes de la pradera
pedimos a Dios que bendiga nuestras ganancias. retrocediendo y avanzando ante el viento que los escarneca con
Pero que Dios bendiga nuestras prdidas legiones de hojas muertas.
es ms propio de nuestra condicin. S, debe de ser bonita dijo. Le gustara recorrer la casa?
Todava hay luz suficiente.
Prescindi del ripioso verso quinto y repiti: La segu por la impvida escalera, ancha como un vagn, a la
galera, donde abri las puertas isabelinas de estras finas.
Es ms propio de nuestra condicin! Vea a qu baja altura estn los picaportes, por mor de los
nios. Abri una puerta liviana hacia el interior de una habita
La vi apoyada en la galera, con sus enclavijadas manos blan cin.
cas como una perla contra el roble. A propsito, dnde estn? pregunt. Hoy ni siquiera los
Es usted... el del otro extremo del condado? llam. he odo.
S, yo, el del otro extremo del condado respond riendo. No respondi enseguida. Luego repuso con suavidad:
Cunto tiempo se ha tomado para volver. Baj deprisa la Yo slo puedo orlos. sta es una de sus habitaciones; todo
escalera, tocando apenas con una mano el ancho pasamanos. est dispuesto, vea.
Hace dos meses y cuatro das. Ha pasado el verano! Indicaba una habitacin toda revestida de gruesos paneles de
Quise venir antes, pero el Destino lo impidi. madera. Haba mesitas plegables bajas y sillas de nio. Delante de
Lo saba. Por favor, haga algo con ese fuego. No me dejan una casa de muecas, con la fachada medio despegada, haba un
tocarlo, pero s que se est portando mal. Atcelo! gran caballo de balancn, moteado, desde cuya silla almohadillada
Mir a ambos lados de la profunda chimenea y slo encontr cualquier nio podra cubrir de un salto el espacio hasta el asien
una estaca de seto medio chamuscada con la cual empuj un leo to amplio de la ventana que miraba a la pradera. Una escopeta de
juguete yaca en un rincn al lado de un can de madera do
negro hasta las llamas.
rada.
Nunca lo apagamos, ni de noche ni de da dijo a modo de
Seguramente se acaban de ir susurr. En la luz menguante
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cruji una puerta con cautela. O el frufr de un vestido y el gol os, mi persecucin infructuosa vala como una presentacin en
peteo de unos pies... unos pies veloces que cruzaban otra habita regla, pero en vista de las molestias que me haba tomado resolv
cin. obligarlos a salir recurriendo al sencillo truco, que los nios
Lo he odo exclam triunfante. Y usted? Nios, eh, nios, detestan, de fingir no hacerles caso. Estaban cerca, en un corrillo:
dnde estis? nada ms que sombras excepto cuando una breve llamarada de
La voz reson en las paredes, que la sostuvieron amorosamen lataba uno de sus perfiles.
te hasta la ltima nota perfecta, pero no se oy ningn grito de Y ahora tomaremos un poco de t dijo. Me parece que
respuesta como el que yo haba odo en el jardn. Corrimos de deb ofrecrselo antes, pero una nunca llega a saber lo que son los
una habitacin a otra por pisos pavimentados de roble; un pelda modales, en cierta medida, cuando vive sola y es considerada...
o arriba aqu, tres peldaos abajo all, entre un laberinto de mmm... peculiar. Y con sorna evidente aadi: Quiere una
pasillos, burlados siempre por nuestra presa. Era como si hubi lmpara para ver lo que come?
ramos tratado de invadir una madriguera abierta de conejos con El fuego de la chimenea es ms agradable, me parece. Des
un solo hurn. Haba bocas innumerables, huecos en las paredes, cendimos a aquella penumbra deliciosa y Madden sirvi el t.
alfizares de ventanas hundidas en lo ms hondo, desde donde Tom asiento de espaldas al biombo a fin de poder pillar, o ser
podan ponerse en pie de un salto a nuestras espaldas; y chime pillado, segn se desarrollara el juego, por sorpresa a los nios, y,
neas que no se usaban, cavadas dos metros dentro de la mampos con el permiso de mi anfitriona, pues el fuego del hogar siempre
tera, as como una maraa de puertas de comunicacin. Sobre es sagrado, me agach para remover las brasas.
todo, ellos tenan el crepsculo como aliado suyo en nuestro De dnde saca estos leos cortos tan preciosos? pregunt
juego. Haban llegado a mis odos una o dos jocosas risitas eva ociosamente. Pero si son tarjas!
sivas, y una o dos veces haba visto la silueta de un vestido infantil Pues claro dijo. Como no puedo leer ni escribir he tenido
recortada contra una de las ventanas en penumbra en el extremo que volver a las antiguas tarjas inglesas para mis cuentas. Dme
de un pasillo; pero regresamos a la galera con las manos vacas, una y le dir lo que pone.
justo cuando una mujer de edad madura colocaba una lmpara Le alcanc una tarja de avellano que an no haba ido a parar
en su hornacina. al fuego, casi de treinta centmetros de largo, y ella desliz el pul
No, yo tampoco la he visto esta tarde, seorita Florence la gar por las muescas.
o decir, pero ese tal Turpin dice que desea verla por lo de su sta es la partida de leche para la granja correspondiente al
establo. mes de abril del ao pasado, en galones dijo. No s lo que
Oh, seguro que el seor Turpin est apuradsimo por verme. habra sido de m sin las tarjas. Uno de mis antiguos guardabos
Dgale que pase al saln, seora Madden. ques me ense el sistema. Ahora resulta anticuado para todo el
Mir abajo hacia el saln, cuya nica iluminacin era el fuego mundo; pero mis arrendatarios lo respetan. Acaba de llegar para
mortecino, y en lo profundo de la sombra los vi por fin. Deban verme uno de ellos. Oh, no se preocupe. l nada tiene que hacer
de haber bajado sin hacer ruido mientras nosotros recorramos aqu fuera de las horas de despacho. Es un hombre codicioso e
los pasillos, y ahora se crean perfectamente ocultos detrs de un ignorante muy codicioso, o de lo contrario no vendra aqu
biombo antiguo de cuero dorado. Con arreglo a la ley de los ni despus del anochecer.
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 Posee usted muchas tierras, pues? seor Wright. Y l estercolaba. Usted tiene sesenta y siete y no
Slo unas ochenta hectreas dependen personalmente de m, estercola. Ha incumplido el contrato a ese respecto. Le est chu
a Dios gracias. Las otras doscientas cuarenta estn casi todas pando la sangre a la granja.
arrendadas a familias que conocieron a mi familia antes que a m, Yo... yo voy a traer fertilizantes.., superfosfatos... la semana
pero este Turpin es completamente nuevo..., y un salteador de prxima. Ya he pedido que me manden un carro lleno. Maana
caminos. ir a la estacin de carga para arreglar eso. Puedo venir despus a
Pero est usted segura de que no ser...? verla de hombre a hombre, seorita, a la luz del da... Este caballe
Ciertamente no. Usted est en su derecho. l no tiene nios. ro no se marcha, verdad? Casi lo grit.
Ah, los nios! dije, y deslic hacia atrs mi silla baja hasta
Yo me haba limitado a deslizar la silla un poco ms atrs,
casi tocar el biombo que los ocultaba. Me pregunto si saldrn a
hasta tocar ligeramente el cuero del biombo, pero l salt como
conocerme.
una rata.
Hubo un murmullo de voces la de Madden y otra ms
No. Por favor, prsteme atencin, seor Turpin. Ella se vol
grave en la baja y oscura puerta lateral, y un gigantn pelirrojo
con polainas de lona, ejemplar inequvoco de granjero arrendata vi hacia l en su asiento y se enfrent mientras l segua con la
rio, entr dando un traspi, o bien de un empujn. espalda contra la puerta. Fue una estratagema vieja y srdida lo
Acrquese al fuego, seor Turpin dijo ella. que ella lo oblig a confesar: la construccin de un establo nuevo
Si... si no le importa, seorita, prefiero prefiero quedarme a expensas de la arrendadora, con lo cual l podra pagar de sobra
junto a la puerta. Se aferr al picaporte mientras hablaba, como la renta del ao siguiente con el importe del estircol protegido,
un nio aterrado. De improviso me di cuenta de que era presa de un como ella dej claro, despus de haber exprimido hasta la mdu
pnico casi indominable. la los pastizales fertilizados. No pude sino admirar la intensidad
Y bien? de su codicia al verlo arrostrar en pro de sus beneficios el pnico
El establo nuevo para las reses jvenes: slo quera hablarle que corra goteando por su frente.
de eso. Estas primeras tormentas de otoo no cesan... pero ya vol Dej de tocar el cuero de hecho estaba calculando el coste del
ver otro da, seorita. Sus dientes no castaeteaban mucho ms establo y entonces not las manos suaves de un nio que asan y
que el picaporte. daban con suavidad la vuelta a mi mano relajada. As que por fin
Me parece mejor que no repuso ella llanamente. El establo haba triunfado. Dentro de un instante me dara la vuelta y cono
nuevo... mmm... Qu le escribi mi apoderado el da quince? cera a aquellos vagabundos escurridizos...
Yo... pens que tal vez si vena a verla.., de hom... de hombre
Un beso breve acarici el centro de la palma de mi mano:
a hombre, seorita.., pero...
como un regalo que esperase, por una vez, que los dedos se cerra
Sus ojos recorran todos los rincones de la sala, desorbitados
ran sobre l: como la seal, toda fe, mitad reproche, de un nio
de espanto. Entreabri la puerta por donde haba entrado, pero
que espera y que no est acostumbrado a la desatencin incluso
luego la vi cerrada otra vez: desde afuera y con firmeza.
cuando los mayores estn ms ocupados... un fragmento de un
Mi apoderado le escribi lo que yo le dije que escribiera
prosigui. Ya tiene usted reses en exceso. Dunnetts Farm nunca cdigo tcito de tan antigua invencin.
mantuvo ms de cincuenta terneros, ni siquiera en tiempos del Entonces supe. Y fue como si hubiera sabido desde el primer

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da cuando desde la pradera mir a la ventana de la planta alta. noche. A m no me parece tan demencial, y a usted?
O que se cerraba la puerta. La mujer se volvi hacia m en Contempl la gran chimenea de ladrillo, vi, creo que a travs
silencio y comprend que ella saba. de lgrimas, que no haba ningn guardafuego de hierro en la
Cunto tiempo pas despus de esto, no lo sabra decir. Me boca ni cerca de ella, y agach la cabeza.
despabil un leo que caa, y maquinalmente me levant para Hice todo eso y otras muchas cosas... slo por fingir. Enton
volver a colocarlo en su sitio. Volv luego a mi asiento cerqusima ces vinieron ellos. Los oa, pero no supe que no eran mos por
del biombo. derecho hasta que la seora Madden me dijo...
Ahora entiende susurr ella desde las tupidas sombras. La esposa del mayordomo? El qu?
S, entiendo... ahora. Gracias.
A una de ellos.., yo la o... ella la vio.., y supimos. Suya! No
Yo... yo slo los oigo. Baj la cabeza y la escondi entre las
para m. Yo lo ignoraba al principio. Tal vez estuviera envidiosa.
manos. No tengo ningn derecho, sabe?... ningn otro derecho.
Despus empec a comprender que slo era porque los quera, no
Ni los he concebido ni los he perdido... ni concebido ni perdido!
porque... Oh, hay que concebir o perder dijo lastimera. No hay
Algrese mucho, pues dije, pues se me haba desgarrado el
alma. otra forma... y, sin embargo, ellos me quieren. Deben quererme!
Perdneme! No?
Guard silencio, y yo volv a mi pena y mi gozo. No sonaba en la sala otro ruido que las voces chisporroteantes
Fue porque yo los quera tanto dijo por fin con voz entre- del fuego, pero los dos omos abstrados, y al menos para ella fue
cortada. Fue por eso, incluso desde el momento en que empez... consolador lo que oy. Se rehzo y se incorpor a medias. Yo
antes incluso de que supiera que ellos que ellos eran todo permanec sentado inmvil en la silla al lado del biombo.
cuanto tendra alguna vez. Y los quera tanto! No me considere una desgraciada por lamentarme de m
Extendi los brazos hacia la sombra y hacia las sombras den misma de este modo, pero... pero yo vivo slo en la oscuridad, ya
tro de la sombra. lo sabe, y usted puede ver.
Vinieron porque los quera, porque los necesitaba. Yo... yo En verdad poda ver, y mi visin me fortaleci en mi resolu
debo de haber sido quien los hizo venir. Hice mal, cree usted? cin, aunque era una verdadera dicotoma de espritu y carne. Sin
No, no. embargo, quise quedarme un poco ms porque era la ltima vez.
Le... le aseguro que los juguetes y... y todo ese tipo de cosas Cree usted que est mal, pues? pregunt con intensidad,
eran una tontera, pero... pero yo misma odiaba tanto las habita aunque yo no haba dicho nada.
ciones vacas cuando era nia. Seal la galera. Y los pasillos
En su caso no. Mil veces no. En su caso est bien... No hay
todos vacos... Y cmo habra podido tolerar que la puerta del
palabras para expresarle mi gratitud. En mi caso estara mal.
jardn permaneciera cerrada? Suponga que...
nicamente en mi caso...
No! Por piedad, no! grit. El crepsculo haba trado una
Por qu? dijo, pero se pas la mano por la cara igual que
lluvia fra con rfagas ventosas que tiraban de las ventanas emplo
en nuestro segundo encuentro en el bosque. Ah, ya veo conti
madas.
nu sin ms, como un nio. En su caso estara mal. Y con una
Y lo mismo con lo de tener el fuego encendido toda la
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risita contenida aadi: Y se acuerda?, yo lo llam hombre L O S I D I O TA S
afortunado... una vez al principio. A usted, que no debe volver
aqu jams! JOSEPH CONRAD
Permiti que siguiese sentado junto al biombo un rato ms, y
o morir el sonido de sus pasos en la galera de la planta alta.
Traduccin del ingls de Fernando Jadraque

R ecorramos el camino de Trguier a Kervanda. A trote ligero

avanzamos entre los setos que coronaban los taludes a ambos
lados; luego, al pie de la pronunciada cuesta que antes de Plou
mar hay, el caballo aminor la carrera y el cochero salt pesada
mente del pescante. Chasque el ltigo y ascendi la cuesta
marchando torpn colina arriba a la vera del carruaje, en el estri
bo una mano, fija la vista en el suelo. Enseguida alz la cabeza,
con el extremo del ltigo seal la cima de aquel trecho y dijo:
Ah est el idiota!
Caa el sol a plomo sobre la superficie ondulada de la tierra.
Grupitos de rboles esculidos remataban las eminencias, recor
tndose las ramas contra el cielo como si alzadas estuvieran sobre
zancos. Los campos de labor, cercados por setos y tapias que sobre las
lomas zigzagueaban, se aparecan como retazos rectangulares de
vvidos verdes y amarillos, semejantes a los brochazos desmaa-
dos de un cuadro naf. Y divida en dos el paisaje la franja blanca
del camino que hacia lo lejos se extenda en largas sinuosidades,
como ro de polvo que entre las laderas culebreara en su recorri
do hacia el mar.
Ah est el idiota dijo el cochero nuevamente.
Entre la vegetacin abundante que flanqueaba la carretera
asom un rostro al nivel de las ruedas mientras pasbamos des
pacio con el carruaje. Rojo estaba el rostro imbcil, y la cabeza
apepinada de cabellos cortados al rape daba la falsa impresin de

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estar degollada, sumido el mentn en el polvo. Se perda el cuer tean por este camino y a la cada del sol vuelven a casa con el
po entre los arbustos que en la honda cuneta crecan espesos. ganado... La granja es de las mejores.
Un rostro masculino era. Diecisis aos poda tener, a juzgar Vimos a los otros dos, nio y nia, tal como anunciara el
por su tamao; acaso menos, acaso ms. A tales criaturas las olvi cochero. Vestan de manera similar, con ropas desgarbadas y falda
da el tiempo, y viven respetadas del desgaste de los aos hasta que semejante a refajo. El ser imperfecto que llevaban dentro los
las acoge la muerte en su seno compasivo: la muerte fiel que ni al movi a aullarnos desde el terrapln donde estaban tendidos
ms insignificante de sus hijos olvida pese a la urgencia de su entre recios tallos de aulagas. Destacaban sus cabezas tostadas
obra. peladas al rape entre la reluciente hilera amarilla de capullos
Ah!, ah est otro idiota dijo el hombre, con cierto tono de innmeros. Roja tenan la cara por el esfuerzo de gritar; sonaban
satisfaccin, como si avistara algo esperado. las voces cascadas y huecas cual imitacin maquinal de la voz de
Ah estaba otro idiota. Hallbase en medio del camino bajo el los ancianos: y cesaron de improviso al doblar nosotros mi re
ardor del sol y al inicio de su propia sombra achatada. Y tena codo.
cada mano metida en la manga opuesta de su larga chaqueta y la Muchas veces iba yo a verlos en mis paseos por la regin. En
cabeza hundida entre los hombros, todo encogido bajo el diluvio aquel camino vivan su vida, dejndose caer aqu y acull, obede
de fuego. Desde lejos presentaba todas las trazas de alguien que ciendo a los impulsos inexplicables de su oscuridad monstruosa.
padeciera un fro intenso. Constituan una ofensa al sol, un reproche al cielo vaco, una abe
Gemelos son explic el cochero. rracin sobre el vigor concentrado y ntido del paisaje agreste. A
Dos pasos se desplaz el idiota para apartarse de nuestra tra su debido tiempo fue cobrando forma ante m la historia de sus
yectoria y nos mir insolentemente mientras pasbamos rozn progenitores merced a las negligentes respuestas, a las palabras
dolo. Vaca y fija fue su mirada, una mirada absorta; mas no nos indolentes escuchadas en hosteras a la vera de los caminos o en el
sigui con los ojos. Probablemente la visin pas ante l sin dejar camino mismo que frecuentaban aquellos idiotas. Parte de ella
huella alguna en su cerebro informe. Alcanzado que hubimos la me la refiri un viejo demacrado y escptico, armado de formida
cima de la pendiente, volv la cabeza para lanzar una mirada a ble ltigo, mientras junto a una carreta cargada de algas chorrean
aquella criatura. Segua en el camino justamente donde la haba tes medamos con nuestros pasos la playa. Ms tarde y en
mos rebasado. ocasiones diversas confirmaron y completaron el relato otras per
Se encaram el cochero a su asiento, chasc la lengua y conti sonas, hasta que se me perfil cabalmente: una historia terrible a
nuamos colina abajo. Con cierto menudeo chirriaba el freno de la par que sencilla, como lo son siempre las revelaciones de oscu
manera horrsona. Al pie de la colina se apacigu el ruidoso meca ras tragedias sufridas por almas simples.
nismo y el cochero dijo, volvindose a medias en el pescante: Al volver Jean-Pierre Bacadou del servicio militar haba halla
Enseguida veremos algunos ms. do avejentadsimos a sus padres. Observ con pesadumbre que
Ms idiotas? Cuntos hay, pues? pregunt. no se realizaban de manera satisfactoria las faenas de la granja.
Cuatro son, hijos de un granjero de las inmediaciones de Careca el padre de la energa de das antiguos. Se aprovechaban
Ploumar... Ya no viven los padres agreg tras una pausa. La los peones de la escasa vigilancia del amo. Advirti apenado Jean-
granja la administra la abuela. Durante el da las criaturas corre Pierre que el montn de abono en el patio ante la nica entrada a
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la casa no era tan grande como deba. Precisaban reparaciones las larmente a la espalda. Por delante entonaba el violn un son estri
vallas y el ganado padeca por falta de cuidados. Dentro de la casa dente, y voceaba y canturreaba la gaita, mientras un amenizador
viva su madre prcticamente postrada en cama, y en la enorme ejecutaba cabriolas con gran solemnidad, levantando en alto sus
cocina charloteaban ruidosamente las criadas, sin nadie que las zuecos. Apareca y desapareca la oscura procesin en los senderos
regaase, desde que se levantaba el sol hasta el ocaso. Se dijo: estrechos, a sol y sombra, entre campos y setos, asustando a los
Fuerza es modificar todo esto. Cierto atardecer debati el asun pajaritos, que en desbandada a diestra y siniestra huan. Ya en el
to con su padre mientras los rayos del sol poniente que cruzaban patio de la granja Bacadou, la negra cinta se recogi en una masa
el patio listaban de franjas luminosas las densas sombras de los de hombres y mujeres que a las puertas se apiaban con gritos y
cobertizos. Sobre el montn de abono flotaba un humillo opalino saludos. Durante meses y ms meses habra de guardarse memo
y oloroso, y alguna vez las correteantes gallinas paraban en sus ria del banquete nupcial. Fue un festejo esplndido celebrado en
picoteos para examinar, con mirada repentina de sus ojillos el huerto. Granjeros de considerable fortuna y reputacin inta
redondos, a los dos hombres talludos y enjutos que con acentos chable se echaron a dormir en la cuneta, a todo lo largo del cami
speros hablaban. El anciano, todo encogido por el reumatismo y no a Trguier, incluso hasta el medioda siguiente. Celebr toda la
abrumado por aos de labor, y el joven, enhiesto y afilado, discu comarca la dicha de Jean-Pierre. Se mantuvo l sobrio, y perma
tan graves y lentos, sin gesticulacin al modo impvido de los neci en un discreto segundo trmino junto con su sumisa espo
campesinos. Pero antes de la cada de la noche habase ya rendido sa, dejando que fueran su padre y su madre quienes cosecharan
el padre a los juiciosos alegatos filiales. los debidos honores y gracias. Mas al da siguiente tom frrea
No es por m por quien discuto insisti Jean-Pierre. Es posesin de la granja, y sintieron los ancianos que una sombra
por la tierra. Duele verla tan mal explotada. No es por m por precursora de la tumba caa sobre ellos definitivamente. De los
quien me impaciento. jvenes es el mundo.
El anciano convino apoyado en su bastn. Sitio sobrado haba en la casa cuando nacieron los gemelos,
Sea, sea musit. Tus razones tendrs. Obra a tu antojo. pues ya la madre de Jean-Pierre haba ido a morar bajo una pesa
Complacida quedar tu madre. da losa en el camposanto de Ploumar. La maana de aquel da,
Complacida qued la madre con su nuera. Jean-Pierre intro por vez primera desde el casamiento de su hijo, el anciano Baca
dujo con mpetu el cochecillo en el patio. Trotaba al desgaire el dou, olvidado del grupo cacareante de extraas mujeres que en la
caballo gris, y novia y novio, sentados uno a la vera del otro, se cocina se aglomeraban, abandon su silln junto a la chimenea y
bamboleaban debido al sube y baja de las varas, de manera regu en el establo vaco se meti, sacudiendo acongojado sus canosos
lar y brusca. Por el camino acudan, en parejas y grupos dispersos, cabellos. Bien estaba eso de tener nietos, pero l quera su sopa al
los lentos convidados a la boda. Meciendo los desocupados bra medioda. Cuando le mostraron los bebs los mir largamente y
zos caminaban los hombres con paso jactancioso. Trajeados iban murmur algo as como: Es excesivo. Imposible poner en claro
con ropas ciudadanas: chaquetas cortadas con desmaada elegan si quera significar excesivo regocijo o si simplemente calificaba
cia, recios sombreros negros, enormes botas lustrossimas. A su as el incremento de su rbol genealgico. Exhiba un gesto ultra
vera caminaban modestas sus esposas, todas de negro sencillo, jado... en la medida en que poda hacer tal cosa su gastado rostro
con bonetes blancos y chales de apagados tonos plegados triangu impvido; y durante mucho tiempo despus fue visto, a casi cual
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quier hora diurna, sentado a la puerta, apoyada en las rodillas la con un sonoro gemido que debi de orse a travs del patio hasta
nariz, entre las encas una pipa, recogido en una especie de furio la pocilga; pues los puercos (los Bacadou tenan los mejores de la
sa hosquedad reconcentrada. Cierta vez le habl a su hijo alu regin) se agitaron y grueron quejumbrosos en la noche. Pan
diendo grun a los recin nacidos: con manteca sigui masticando despacio el marido, mirando a la
Se pondrn a la grea por la herencia. pared, mientras bajo su mentn humeaba el plato de sopa. Haba
Pierda usted cuidado, padre repuso con aire estlido Jean- vuelto tarde del mercado, donde haba entreodo (no por vez pri
Pierre, e, inclinado hacia delante, sigui tirando de una vaca mera) murmuraciones a sus espaldas. Durante el retorno a casa
terca. haba venido dndole vueltas interiormente a aquellas palabras.
Era feliz, y asimismo lo era Suzanne, su esposa. No se trataba sa era su respuesta. Sinti como un golpe en el pecho, pero limi
de una alegra etrea por haber aportado almas nuevas a la vida, tse a decir:
acaso a la eternidad. Al cabo de unos catorce aos seran de gran Anda, treme un poco de sidra. Sediento estoy!
ayuda ambos chicos; y gustaba Jean-Pierre de figurarse a sus dos Sali ella dolindose, en la mano un jarro vaco. Entonces se
hijos, ya adultos, recorriendo la hacienda de parcela en parcela, puso l en pie, cogi la palmatoria, y a las cunas despacio se apro
recabando tributo de la tierra amada y fructfera. Suzanne era xim. Dorman. Los mir de soslayo, ces de masticar al punto,
feliz asimismo porque no quera que la motejasen de infortunada, volvi sobre sus pasos con pesadez y ante su plato tom asiento
y ahora que era madre no podran ya calificarla as. Algo de de nuevo. Cuando torn su esposa, l ni siquiera alz la mirada,
mundo haban visto tanto ella como su marido: l durante sus sino que ingiri un par de cucharadas ruidosamente y coment
aos de prestacin del servicio militar, ella cuando pas cosa de luego con aire estlido:
un ao en Pars con una familia bretona; pero se haba sentido en Cuando duermen son como los hijos de cualquier vecino.
exceso nostlgica para permanecer muchsimo tiempo lejos de En un taburete contiguo se dej caer ella con brusquedad e,
aquella verde y accidentada comarca ceida por una rida circun incapaz de hablar, se estremeci en muda tempestad de sollozos.
ferencia de peascos y playas, donde ella naciera. Pensaba que Concluy l su cena y se qued lnguidamente echado hacia atrs
acaso podra uno de sus hijos ordenarse sacerdote, pero de esto en su asiento, perdida la mirada en los negros travesaos del
nada deca al marido, de ideas republicanas y que odiaba a esos techo. Roja y erecta llameaba ante l la vela de sebo despidiendo
buitres, como denominaba a los ministros de la religin. Espln un hilillo de humo. Posbase la luz en la piel tostada, curtida, de
dida ceremonia fue el bautizo. A l concurri el distrito entero, su garganta; sus hundidas mejillas semejaban retazos de oscuri
pues muy adinerados e influyentes eran los Bacadou y, en deter dad, y era su pinta de abstraccin lgubre, como si rumiara con
minadas ocasiones, no miraban en gastos. Estren el abuelo un gran trabajo un sinfn de ideas. Entonces dijo solemne:
traje nuevo. Debemos ver a alguien, consultar. No derrames lgrimas...
Meses despus, cierta noche, ya barrida la cocina y echado el No todos sern as... a buen seguro! De momento hay que irse a la
cierre de la puerta, Jean-Pierre, indicando las cunas, le pregunt a cama.
su esposa: Despus de que naciera el tercer nio, Jean-Pierre se afan en
Qu les sucede a estos cros? Y como si tales palabras, pro sus tareas, animado de tensa esperanza. Parecan sus labios ms
nunciadas con calma, hubieran sido de mal agero, ella respondi contrados, ms firmemente prietos que antes, como por temor
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de que la tierra que labraba alcanzase a or la voz de la esperanza meneando la cabeza ante el vapor del hirviente caldero con
alentada en su pecho. Observaba al pequeuelo, llegndose hasta expresin turbada y absorta.
la cuna con pesado resonar de zuecos sobre el piso de piedra y Muda afliccin vino a habitar la granja Bacadou, disputndo
asomando a ella la mirada, de soslayo, con esa indolencia que es les a sus moradores el pan y el aire; y entonces tuvo motivo grande
como una malformacin de la humanidad campesina. A seme de regocijo el prroco de Ploumar. Acudi a visitar al rico terrate
janza de la tierra que esclavizan y sirven, estos hombres, lentos en niente, el marqus de Chavanes, con objeto de exponer con gozo
el mirar y el hablar, no ensean su fuego interno; de modo que sa uncin algunas solemnes trivialidades sobre los inescrutables
acaba uno por preguntarse, como en el caso de la tierra, qu hay designios de la Providencia. En la espaciosa semipenumbra del
por debajo: ardimiento, violencia, una fuerza misteriosa y terri saln abundante en cortinajes, el hombrecillo, cual negro cabezal,
ble, o nada sino tierra, una masa feraz e inerte, fra e insensible, se inclinaba hacia un sof, sobre las rodillas el sombrero, y haca
dispuesta a sostener una multitud de plantas que prolongan la aspavientos con su mano regordeta ante las grciles formas flo
vida o infieren la muerte. tantes del pulcro atavo parisiense con que la marquesa, entre
La madre observaba con otra expresin; escuchaba con expec divertida y hastiada, escuchaba con languidez amable. Se senta
tacin diversa. Bajo las alacenas altas que sostenan grandes lonjas eufrico y sobrecogido, exultante y humilde. Haba ocurrido un
de tocino, su cuerpo desempeaba industrioso varias tareas, vigi imposible. Jean-Pierre Bacadou, el acrrimo republicano, el
lando el caldero que sobre unos montantes de hierro se meca, domingo pasado haba asistido a misa... incluso se haba ofrecido
limpiando la alargada mesa a la que enseguida habran de sentar a hospedar a los sacerdotes que acudieran durante las prximas
se en reclamo de la cena los peones de labor. Su espritu no se festividades de Ploumar! Todo un triunfo era aqul para la Iglesia
apartaba de la cuna, en suspenso noche y da, aguardando y
y la buena causa.
sufriendo. Aquel cro, como los otros dos, jams sonri, jams
Estim oportuno referrselo sin tardanza al seor marqus.
tendi hacia ella las manitas, jams articul una slaba; nunca
No ignoro lo atento que se muestra siempre al bien de nuestra
mostraron una mirada de reconocimiento sus ojazos negros, ape
comarca declar el sacerdote enjugndose el rostro. Fue convi
nas capaces de mirar fijos un destello pero desoladoramente inca
dado a cenar.
paces de seguir el itinerario de un perezoso rayo de sol sobre el
Los Chavanes, mientras retornaban aquella noche de acompa
piso. Mientras trabajaban los hombres pasaba ella largos das
ar a su convidado hasta la verja principal de los jardines, comen
entre sus tres hijos idiotas y el abuelo senil, quien permaneca en
taron el asunto paseando a la luz de la luna, guiando sus largas
su silln, ceudo, anguloso e inamovible, con los pies prximos a
sombras por la recta arboleda de castaos. El marqus, natural
los rescoldos del hogar. Pareca barruntar el achacoso anciano que
mente monrquico, era prefecto del distrito que comprende Plou
algo indebido les suceda a sus nietos. Una sola vez, movido por la
ternura o el decoro, hizo por jugar con el menor de ellos. Lo alz mar, los contados villorrios junto a la costa y los islotes peas-
del suelo, y en tanto chascaba la lengua prob temblonamente a cosos que orlan la monotona amarilla de las playas. Haba juzgado
hacerlo galopar sobre sus huesudas rodillas. Con mirada cetrina insegura su posicin, pues haba en aquella parte del pas una ten
lo examin a continuacin y volvi a depositarlo en el suelo con dencia republicana por dems pujante; mas lo tranquilizaba ahora
sumo cuidado. Y qued sentado, cruzadas las enjutas zancas, la conversin de Jean-Pierre. Complacidsimo se senta.

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 No te figuras hasta qu punto ejercen influencia personas as dolores hablando con compostura y afabilidad. Sinti Jean-Pierre
le explic a su esposa. Ahora, seguro estoy, marcharn a pedir deshacrsele las convicciones adquiridas en el regimiento, y no a
de boca las prximas elecciones en el distrito. Ser reelegido. fuerza de argumentos sino de hechos probados. Caminando por
Tu ambicin es de todo punto insaciable, Charles! exclam sus campos lo pens detenidamente. Tres eran sus hijos. Tres!
jovial la marquesa. Todos iguales! Por qu? Algo as no le suceda a todo el
Pero, ma chre amie arguy serio el marido, es menester mundo, a nadie, que l supiera. Uno, todava poda pasar. Pero
que este ao se elija prefecto al hombre indicado, por las eleccio tres! Los tres. Intiles para siempre, destinados a que les diesen de
nes a la Cmara. Si te crees que le veo gracia alguna... comer de por vida y... Qu sera de la tierra cuando muriese l?
Haba cedido Jean-Pierre ante su suegra. Era Madame Levaille De eso haba que ocuparse. Sacrificara sus convicciones. Un da
una mujer de negocios conocida y respetada en treinta kilmetros le dijo a su esposa:
a la redonda. Vigorosa y dinmica, por toda la regin se la vea, a Veamos qu puede tu Dios hacer por nosotros. Paga para
pie o en el cochecillo de algn conocido, en perpetuo movimien que se celebren unas misas.
to pese a sus cincuenta y ocho aos, perennemente a la caza de Abraz Suzanne a su hombre. Permaneci l rgido, luego se
negocios. Duea era de muchas casas en cada pueblo, explotaba gir sobre sus talones y se alej. Pero algo ms tarde, cuando
canteras de granito, expeda fletes de piedra... incluso comerciaba ensombreci una sotana negra su umbral, no alz protesta; aun
con varias islas del canal. Era de mofletes gruesos, ojos grandes, lleg a servirle personalmente un vaso de sidra al prroco. Con
palabras persuasivas; sus ideas las defenda con la terquedad pl docilidad atendi sus palabras; a misa asisti entre las dos muje
cida e inquebrantable de una anciana segura de sus deseos. Rar res; cumpli en Pascua con lo que el cura designaba como sus
sima vez dorma dos noches seguidas bajo el mismo techo; y era deberes religiosos. Aquella maana se sinti como alguien que
en las posadas donde mejor podan informar a quienes por su hubiera vendido su alma. Por la tarde vino ferozmente a las
paradero se interesaban. Ora acababa de pasar por all, ora se manos con un buen amigo y vecino que coment que toda la
esperaba que pasara a las seis; o bien alguno que all entraba la ventaja la llevaban siempre los buitres y que ahora los curas
haba visto por la maana o por la tarde esperaba verla. Despus habran de comerse al comecuras. Torn a su hogar con los cabe
de las hosteras de los caminos eran las iglesias los establecimien llos en desorden y la nariz sangrante, y como en aquel momento
tos que ms frecuentaba. Algn librepensador solicitaba a cual asomaron sus hijos (habitualmente se ocupaban de mantenerlos
quier arrapiezo que entrase a tal o cual edificio sacro por ver si alejados) profiri una retahla de incoherentes blasfemias, descar
dentro estaba Madame Levaille y para que la informase de que gando puetazos sobre la mesa. Prorrumpi Suzanne en llanto.
fuera aguardaba Fulano de Tal para conferenciar con ella... acerca Madame Levaille se mantuvo sosegadamente impertrrita. Le ase
de patatas, o harina, o granito, o casas; y abreviaba ella sus devo ver a su hija que aquello pasara, y tomando su recio parasol se
ciones y al exterior sala persignndose y guiando ambos ojos a march con prisas a contratar una goleta que embarcase granito
causa de la luminosa cascada de rayos solares, muy bien dispuesta de su cantera.
a discutir de negocios, con calma y sensatez, en el mesn ms Cosa de un ao despus naci la nia. Una nia. Recibi la
prximo. Recientemente se haba alojado por unos das varias noticia Jean-Pierre mientras en los campos se hallaba, y hasta tal
veces en casa de su yerno, procurando ahuyentar los pesares y punto lo contrari que se dej caer contra la tapia que divida los
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terrenos y all se qued que oscureci, en vez de llegarse a casa Qu crees que hay ah? Con el ltigo seal la torre, en lo
como lo urgan. Una nia! Casi estafado se senta. Empero, al alto de la cual destacaba a la luz de la luna la esfera enorme del
volver a casa estaba ya a medias reconciliado con su suerte. Siem reloj cual plido rostro sin ojos. Y tras erguirse con pesadez cay
pre la podran casar con un buen mozo: no con uno que no sir al pie de las ruedas. Se incorpor y salv trabajosamente los con
viera para cosa alguna, sino con un muchacho espabilado y tados escalones que a la verja del cementerio llevaban. Introdujo
dotado de un buen par de brazos. A mayor abundamiento, pensa entre dos barrotes la cabeza y turbiamente grit: Hola, amigos!
ba, el siguiente sera varn. Por supuesto que ambos seran per Resucitad!
fectamente normales. Cerraba el paso a toda duda su credulidad Jean! Vuelve aqu! Vuelve aqu! suplic en un hilo de voz
recientemente adquirida. Haba cesado la mala racha. Alegre le su esposa.
habl a su esposa. Esperanzada se mostr ella tambin. A aquel Hizo l caso omiso y semej esperar algo unos instantes. Por
bautizo concurrieron tres sacerdotes y fue Madame Levaille la
doquier contra los altos muros de la iglesia resonaba el canto de
madrina. La cra result igualmente idiota.
los ruiseores, haciendo eco entre las cruces de piedra y las lisas
Los posteriores das de mercado se vio a Jean-Pierre regatear
lpidas grises, inscritas con frases de afliccin y esperanza.
de mal talante, pendenciero y avaricioso; despus se emborracha
Eh, los de ah! Resucitad! grit Jean-Pierre a voz en cuello.
ba con vehemencia taciturna; luego, a la cada de la noche, volva
Cesaron de cantar los ruiseores. Es que no hay nadie? insisti
a casa con tal velocidad que dijrase acuda a una boda, aunque
Jean-Pierre. Nadie hay. Es una estafa de esos buitres. Eso es lo
con un rictus sombro ms propio de un entierro. Alguna vez le
que es. Nadie hay aqu. Los desprecio. Ea! Con todas sus ener
insista a su esposa para que lo acompaara; y juntos partan de
gas sacudi la verja, y sonaron los frreos barrotes altos con un
madrugada bambolendose en la carreta, uno a la vera del otro,
retintn pavoroso, cual cadena arrastrada por peldaos de piedra.
en el estrecho asiento por encima del impotente puerco que, ata
Ladr de manera alborotada algn perro en las proximidades.
das las patas, a cada bache grua un suspiro melanclico. Silen
Retrocedi Jean-Pierre dando traspis, y despus de tres intentos
ciosos eran aquellos trayectos matutinos; mas por la noche,
fallidos triunf en su empeo de subirse a la carreta. Queda y
durante el retorno a casa, Jean-Pierre, beodo, mascullaba amarga
muda permaneca Suzanne. Le dijo l con severidad etlica: Ves?
do e insultaba a su maldita esposa incapaz de parir hijos como los
Nadie hay. Me han timado! Mal hayan! Me las pagarn. Al pri
de cualquier vecino. Suzanne, asindose para no caer por las locas
mero que vea por casa le doy de latigazos... en los negros lomos..,
sacudidas de la carreta, finga no enterarse. Cierta vez, mientras
sin piedad. A ella tampoco por all quiero verla: no sirve ms que
atravesaban Ploumar, algn impulso oscuro y borracho lo movi
para ayudar a que esos buitres carroeros despojen a los pobres.
a frenar de improviso ante la iglesia. Flotaba la luna entre nubeci
Un hombre soy... Ya veremos si no consigo engendrar hijos como
llas blancas. En el cementerio contiguo brillaban plidas las losas
los de cualquier vecino t, ndate con cuidado... No todos
sepulcrales bajo las sombras intrincadas de los rboles. Aun los
sern... no todos... ya lo veremos...
perros dorman en el pueblo. Slo los ruiseores, despiertos,
Ella rompi en sollozos entre sus dedos, con los cuales se
sobre la quietud de las tumbas entonaban vibrantes su canto.
ocultaba el rostro.
Jean-Pierre le dijo ebriamente a su esposa:
No hables as, Jean! No hables as, hombre mo!
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 Le propin l un manotazo en la cabeza y la hizo caer en la bajo la tristeza velada del cielo desarrollaba en mortuoria inmo
parte trasera de la carreta, donde qued hecha un ovillo, sufrien vilidad su obra de vida. Y se le antojaba que para un hombre peor
do lamentables sacudidas con los tumbos del vehculo. Gui que sin hijos no haba promesa alguna en la fecundidad de los
furioso, de pie, blandiendo el ltigo, agitando las riendas sobre el campos y que la tierra se le escabulla, lo traicionaba, lo desdea
caballo gris, que galopaba pesadamente y haca botar sobre su ba, lo mismo que las nubes raudas y sombras por encima de su
grupa los recios arreos. El campo resonaba clamoroso en la noche cabeza. A solas con sus posesiones, ante la tierra perdurable echa
con los ladridos irritados de los perros que en las granjas a lo ba de ver la vulnerabilidad del hombre perecedero. Habra de
largo del camino oan el rechino de las ruedas. Un par de cami abandonar su esperanza de tener un hijo que pudiera contemplar
nantes tardos apenas tuvieron tiempo de apartarse a la cuneta de los surcos con mirada de amo? Un hombre que pudiera pensar
un salto. Al llegar ante su puerta choc contra el poyo y sali des como l pensaba, sentir como l senta, un hombre que fuera
pedido de cabeza. Sigui despacio el caballo su marcha. Ante los parte de l mismo y, sin embargo, quedara para hollar aquella tie
gritos desgarradores de Suzanne acudieron presurosos los peones rra cuando l no estuviese ya! Pens en algunos de sus parientes
de la granja. Ya lo daba ella por muerto, pero simplemente haba lejanos y tan asqueado se sinti que los maldijo en voz alta.
quedado dormido donde cayera y maldijo a sus hombres, que se Ellos? Jams! Orient a casa sus pasos, caminando en derechura
acercaron a auxiliarlo, por sacarlo de su sueo. hacia el tejado de su morada, visible entre enlazados esqueletos de
Lleg el otoo. Sobre los negros perfiles de las colinas se aba rboles. Mientras franqueaba el portillo se pos despacio sobre
ta un cielo nuboso; y bajo los despojados rboles danzaban en los campos una bandada graznante de aves: aleteantes y silencio
torbellinos las hojas muertas, hasta que el viento, suspirando pro sas, descendieron a su espalda lo mismo que copos de holln.
fundamente, se las llevaba a reposar en lo ms hondo de valles Aquel da a hora temprana de la tarde haba salido Madame
pelados. Y desde que se levantaba el sol hasta el ocaso se vean por Levaille hacia el casern que en las inmediaciones de Kervanion
toda la comarca negras ramas desnudas, contorsionadas y nudo posea. All deba darles la paga a varios de los hombres que tra
sas, como retorcidas de dolor, que tristemente se mecan entre el bajaban en la cantera de granito, y lleg ms que puntual porque
cielo pluvioso y la tierra empapada. Los riachuelos, suaves y cla su casern encerraba una tasca en la cual podran sus operarios
ros en verano, ahora se abalanzaban insensatos y tenebrosos con gastarse los dineros sin necesidad de llegarse al pueblo. Guarecido
tra las peas que su recorrido hacia el mar les dificultaban, estaba el solitario casern entre un conjunto de peas. A su puer
henchidos de esa locura rabiosa que mueve a suicidio. De hori ta mora un sendero de fango y guijarros. Los vientos marinos
zonte a horizonte extendase entre las colinas el largo camino a la que por la punta de Canteros llegaban a tierra firme, recin sali
playa, semejante a innavegable ro de lodo, en un apagado fulgor dos del fiero tumulto de las olas, aullaban hostiles contra los blo
de curvas desiertas. ques impasibles de piedra negra, que ante las tremendas arreme
Jean-Pierre iba de parcela en parcela agitndose borroso y alto tidas invisibles, sustentaban enrgicamente cruces altas de cortos
entre la llovizna o recortndose solitario y grandioso en la cresta brazos. En medio del fragor de los ventarrones permaneca el edi
de las eminencias, contra el fondo gris de nubes presurosas, como ficio resguardado en retumbante e inquietante calma, semejante a
si por el borde mismo del universo caminara. Contemplaba la tie la calma del centro de un huracn. En noches tempestuosas,
rra negra, la tierra muda y promisoria, la tierra enigmtica que cuando haba marea baja, la baha de Fougre, a unos quince
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metros por debajo del nivel del casern, semejaba inmenso pozo con aire estlido su actividad. Apareci Suzanne en el umbral, lo
negro, del cual ascendan murmullos y suspiros cual si la playa franque, cerr la puerta de golpe y porrazo y apoy contra ella la
abajo viviese y protestase. Cuando haba marea alta, las infatiga espalda, exclamando casi en un alarido:
bles aguas asaltaban los arrecifes en embestidas fulgurantes que Madre!
concluan en estallidos de luz lvida y columnas de espuma que Madame Levaille, volviendo a echar mano de la botella, dijo
volaban tierra adentro hiriendo mortalmente la hierba de los pas con acentos de serenidad:
tizales. Conque eres t, hija. Pero hay que ver con qu pinta te pre
Avanz la oscuridad sobre las colinas, cay sobre el litoral, sentas!
sofoc los rojos fuegos del crepsculo y en el mar se intern per El cuello de la botella golpete contra el borde de la copa,
siguiendo a la marea en fuga. Ces el viento a la par que el sol, pues la anciana se haba asustado, invadindola la idea de que
dejando unas aguas encrespadas y un cielo devastado. Por encima estaba la granja en llamas. Otro motivo no se le alcanzaba que
del casern pareca el firmamento como ataviado de harapos explicase la aparicin de su hija.
negros, prendidos aqu y acull por alfileres gneos. Madame Empapada y lodosa, Suzanne pase la mirada por la estancia
Levaille, convertida esa velada en sirvienta de sus propios trabaja sin excluir a los dos del rincn. Inquiri su madre:
dores, procur inducirlos a que se marcharan ya: Una vieja Qu ha sucedido? Dios nos asista! Se agitaron levemente
como yo debera estar en la cama a estas horas, reiteraba de los labios de Suzanne. Ningn sonido articul. Se adelanto Mada
buen humor. Beban los picapedreros y pedan siempre otro trago me Levaille hasta su hija, la asi del brazo, a la cara la mir. Por
ms. Gritaban en las mesas como si desde extremos opuestos de Dios dijo de manera entrecortada, qu sucede? Rebozada ests
un prado hablasen. En una de las esquinas jugaban cuatro de ellos de barro... A qu has venido?... Dnde est Jean? Ya se haban
a los naipes, golpeando la plancha de madera con sus recios nudi puesto todos los hombres en pie y se aproximaban con lentitud,
llos y blasfemando a cada envite. Sentbase uno con mirada per presas de un lerdo estupor. Tir Madame Levaille de su hija, y
dida tarareando el estribillo de alguna cancin, que repeta sin apartndola de la entrada la arrastr a una silla apostada contra la
cesar. Otros dos, en un rincn, disputaban confidenciales y fero pared. Increp luego con fiereza a los hombres: Basta ya! Fuera
ces por alguna mujer, mirndose con intensidad a los ojos como todos, largo de aqu! Se cierra el establecimiento.
si anhelaran arrancrselos, aunque hablando en cuchicheos dis Uno, escudriando a Suzanne derrumbada en la silla, ob
cretos que prometan violencia y muerte, en un siseo venenoso de serv:
palabras a media voz. Tan denso era el ambiente que poda cor Est, como quien dice, medio muerta.
tarse con un cuchillo. Tres palmatorias en la ancha estancia alum Abri la puerta con brusquedad Madame Levaille.
braban rojas y lgubres cual chispazos que expiraran en cenizas. Lrguense! Fuera! grit, temblando de nerviosismo.
El ruido leve del picaporte a hora tan tarda son inesperado Salieron ellos a la intemperie, entre risas tontas. Estallaron en
y sobrecogedor como un trueno. Deposit Madame Levaille la gritos, una vez fuera, los dos Lotarios. Procuraron apaciguarlos
botella de licor con que se dispona a llenar una copa; volvieron los dems, hablando todos al unsono. Fue alejndose el alboroto
los jugadores la cabeza; ces la cuchicheada disputa; slo el que por el sendero, con los hombres tropezando entre s en apiado
tarareaba, despus de lanzar una mirada a la puerta, prosigui grupo, recriminndose brbaramente unos a otros.
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 Habla, Suzanne. De qu se trata? Habla! demand Mada fogosidad exclamaba A su salud, seora, antes de llevarse a los
me Levaille no bien pudo cerrar la puerta. Perdida la mirada en la labios una copita de coac servida de la botella especial que reser
mesa, Suzanne articul algunas ininteligibles palabras. La anciana vaba ella para los amigos. Y ahora...! La cabeza le dio vueltas.
enclavij las manos por encima de la cabeza, las dej caer y qued Empez a pasearse de un lado a otro, como buscando algo de
mirando a su hija con expresin desconsolada. Su propio marido urgente necesidad; se detuvo, qued inmvil en el centro de la
haba tenido trastornado el seso algunos aos antes de morir, y estancia y a su hija le chill: Por qu? Di! Di! Por qu?
ahora vena a sospechar que era su hija quien enloqueca. Pregun Con un sobresalto pareci la otra emerger de su singular apa
t ansiosa: ta:
Sabe Jean que ests aqu? Dnde est Jean? Se figura usted que soy de piedra? repuso en un grito, ade
Suzanne articul mal que bien: lantndose a grandes zancadas hasta su madre.
Slo l mismo lo sabe: ha muerto. Lo que me cuentas es imposible...! dijo Madame Levaille
Cmo! exclam la anciana. Se le aproxim ms an, y con conviccin.
escudriando a su hija repiti: Qu dices? Qu dices? Qu Vaya a comprobarlo usted misma, madre replic Suzanne
dices? mirndola con fuego en los ojos. No hay en el cielo misericordia,
Secos los ojos, Suzanne sigui tiesa cual estaca ante Madame ni justicia. No!... Yo lo ignoraba... Se figura que carezco de senti
Levaille, que la miraba notando abrirse paso en el silencio de la mientos? Se figura que nunca he odo a las gentes burlarse de m,
morada una sensacin singular de inexplicable horror. Apenas si compadecerse de m, maravillarse de m? Sabe cmo me moteja
comprendi aquella noticia para caer en la cuenta de que con la ban algunos? La madre de los monstruos: tal era mi apodo! Y mis
rapidez del rayo la haban puesto cara a cara con un hecho ines hijos no me reconocan, no me hablaban. No se daban cuenta
perado y consumado. Ni siquiera se le pas por las mientes solici ellos, ni los hombres, ni Dios. Vaya si habr rezado! Pero rehus
tarle mayores aclaraciones. Pens: un accidente, un terrible acci atender a mis plegarias la mismsima Madre de Dios: una madre!
dente, l deba de haberse descalabrado, deba de haberse cado Era yo la maldita o lo era el muerto? Eh? Dgame. Me he defen
por una trampilla del pajar... Permaneci all consternada y dido. Se figura que provocara yo la clera de Dios teniendo mi
muda, pestaendole los ancianos ojos. casa llena de esas cosas... que son peores que los animales, los cua
De improviso dijo Suzanne: les s reconocen la mano que los alimenta? Quin a las puertas
Lo he matado yo. mismas de la iglesia blasfem en la noche? Fui yo?... Me limit yo
Petrificada qued la madre durante un instante, casi privada a llorar y suplicar misericordia.., mas pesa sobre m la maldicin
de respiracin, mas sin perder la compostura. Un segundo des a todas horas, el da entero la contemplo en mi derredor... Debo
pus profiri un grito: mantenerlos vivos: proveer al sustento de mi infortunio y mi
Miserable loca, te cortarn el pescuezo! Ya se imaginaba a oprobio. Luego llegaba l. Y a l y a los Cielos les imploraba yo
los gendarmes presentndose en el casern y dicindole: Por su
compasin... No!... Pues ateneos a las consecuencias... Esta noche
hija venimos; entrguenosla; los gendarmes con expresin dura,
retorn l a casa. Me dije: Con que, otra vez?... Tena yo en las
severa, de hombres que cumplen con su deber. Conoca al briga
manos mis tijeras largas. Lo o gritarme... Lo vi aproximarse... Lo
dier: un buen amigo, campechano aunque respetuoso, que con
hago, no lo hago?... Toma ya!... Y el cuello le raj por encima del

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pecho... Ni un suspiro le o... Lo dej all an en pie... Hace pocos Envejeci de manera desmesurada en aquellos minutos. Habl en
instantes que sucedi. Cmo habr venido a parar aqu? vacilante tono, entrecortado por el castaeteo de sus dientes,
Se estremeci Madame Levaille. Un escalofro le recorri la como atacada de glido y mortal acceso febril:
espina dorsal, le agit los brazos gordezuelos bajo las ceidas Ojal hubieras muerto de nia. Coraje suficiente nunca reu
mangas, la hizo dar pataditas en el suelo. Temblaron los gruesos nir para volver a mostrarme a la luz del sol. Desgracias hay peo
mofletes, los delgados labios, las arrugas en las comisuras de sus res que tener hijos idiotas. Ojal hubieras nacido tan intil como
firmes ojos ancianos. Balbuci: tus propios...
Mala pcora, eres mi deshonra. No es de extraar! Siempre A la tenue y lvida claridad de una de las ventanas distingui
a tu padre te asemejaste! Qu te figuras que ser de ti... en el otro que se mova la silueta de su hija. Apareci luego recortada contra
mundo? En ste... Oh, qu horror! el umbral durante un segundo, y fue cerrada la puerta de golpe y
Arda ahora. Fuego senta en las entraas. Se retorca las porrazo. Madame Levaille, como despertada de prolongada pesa
manos sudorosas y de improviso, movindose con celeridad, se dilla por aquel ruido, al exterior se precipit.
aplic a buscar su enorme chal y su parasol, febrilmente, sin lan Suzanne! grit desde el umbral.
zar una sola mirada a su hija, quien, siguindola con ojos descon Largos instantes oy rodar una piedra por el declive hacia la
certados y ausentes, permaneca en medio de la estancia. rocallosa playa. Avanz con cautela, apoyando una mano en el
Nada peor que lo que es de m en ste dijo Suzanne. muro del casern, y mir abajo escrutando la oscuridad uniforme
Su madre, con el parasol ya en la mano y arrastrando el chal de la baha solitaria. De nuevo clam:
por el suelo, gru airada. Suzanne! Vas a matarte.
Debo ir a ver al prroco declar apasionadamente. Ni Acababa la piedra de dar en las tinieblas un ltimo salto y ya
siquiera s si lo que me has contado es la verdad! Ests perdida. nada oa. Una idea repentina pareci embargarla y no quiso vo
Dondequiera que vayas darn contigo. Puedes quedarte o mar cear ms. Volvi la espalda al silencio negro del abismo y enfil el
charte, a voluntad. Para ti no hay lugar en este mundo. camino hacia Ploumar, tambalendose en su sombra resolucin,
Lista ya para partir, an vag sin propsito por la estancia, como si emprendiera un viaje desesperado que hubiera de durar,
ordenando las botellas en el estante, tratando con temblorosa acaso, hasta el fin de sus das. Hosco y rtmico estruendo de olas
mano de cerrar las cajas de cartn. Cada vez que entre el maras rompiendo contra los arrecifes la sigui tierra adentro entre los
mo de sus pensamientos se le perfilaba momentneamente el ver setos vigorosos que cercaban la lbrega soledad de los campos.
dadero sentido de lo que acababa de escuchar, tena la impresin Haba girado Suzanne a mano izquierda del umbral, al salir
de que le haba estallado algo en el cerebro sin, por desdicha, corriendo, y tras una pea al borde del declive se haba agazapa
hacerle aicos la cabeza lo cual habra sido un alivio. Una tras do. Haba resbalado hacia el fondo una piedra suelta, sonando al
otra apag las velas sin reparar en lo que haca y acab horrorosa- rebotar. Al clamar llamndola Madame Levaille, con slo estirar
mente asustada por la oscuridad. En un taburete contiguo se dej el brazo habra podido Suzanne tocarle las faldas, de no faltarle
caer con brusquedad, y a gimotear se entreg. Enseguida par de valor para mover pie ni mano. Vio que se alejaba la anciana y per
hacerlo y qued a la escucha de la respiracin de su hija, a quien maneci inmvil, cerrando los ojos y acurrucndose contra la
apenas vea, rgida e inmvil, y que otra seal de vida no daba. superficie dura y escabrosa de la roca. Despus de un rato se le
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hizo visible en la intensa oscuridad entre las peas un rostro aspavientos le chill a aquel ser. Tuvo la impresin de sentir el
familiar de mirada fija y abierta boca. Profiriendo un chillido hlito de unos labios entreabiertos, y lanzando un grito inmenso
ahogado se puso ella en pie. Se desvaneci el rostro, dejndola de desesperacin huy por la lisa superficie de la playa.
estremecida y temblorosa en el pramo agreste de piedras. Pero Corra ligera, inconsciente de esfuerzo alguno de su propio
no bien se hubo sentado nuevamente a reposar apoyando la cabe cuerpo. Altas rocas afiladas, que cuando est inundada la playa
za contra la roca, el rostro retorn, se aproxim, con pinta de asoman sobre la planicie lustrosa del agua azul cual puntiagudas
estar anheloso de concluir la conversacin que apenas un rato torres de iglesias sumergidas, destellaban a su paso mientras hua,
atrs fuera interrumpida de manera tan abrupta por la muerte. perdido todo dominio de s misma. A lo lejos a su izquierda divi
Con gran rapidez se irgui ella y dijo: s algo luminoso: un ancho disco de luz en cuyo derredor giraban
Vete o te matar otra vez. alargadas sombras lo mismo que radios de rueda. Oy una voz
Aquel ser oscilaba, mecindose a izquierda y derecha. Ella se que llamaba: Eh! Ven aqu! , y replic con un chillido espanto
mova de un lado para otro, retroceda, haca por gritarle y se sen so. Conque l an poda llamarla! La conjuraba a detenerse.
ta abrumada por la quietud inmutable de la noche. Dio un tras
Jams!... Atraves en la noche un asustado grupo de recogedores
pi al filo del precipicio, y notando bajo sus pies el pronunciado
de algas en torno de un quinqu, sobrecogidos de pavor ante el
declive ech a correr ciegamente hacia abajo para evitar despe
alarido de ultratumba que de aquella sombra en fuga haba bro
arse de cabeza. El abismo semej despertar; los guijarros corran
tado. Con aterrado mirar se asan los hombres a sus horquillas.
a su vera, la perseguan por detrs, rodaban tumultuosos por
Cay de rodillas una mujer y tras persignarse se aplic a rezar en
doquier, cobrando movimiento en repiqueteo creciente al paso de
voz alta. Rompi a sollozar desconsolada una chiquilla de falda
ella. En mitad de la paz de la noche se intensific ese rumor, que
se volvi estruendo, continuo y aparatoso, lo mismo que si todo harapienta cargada de algas viscosas y hacia el hombre que porta
el declive pedregoso se derrumbara hacia la baha. Los pies de ba la luz corri con su chorreante carga. Dijo alguien:
Suzanne apenas tocaban la pendiente, que pareca correr con ella. En el mar se interna esa cosa.
Al llegar al fondo dio un nuevo traspi, se bambole alargando Exclam otra voz:
los brazos y pesadamente cay. Enseguida se puso en pie de un Y la marea sube! Observad que se multiplican los charcos.
brinco y rauda volvi la cabeza con objeto de lanzar una mirada Eh, t, la que reza, no me oyes? Levntate!
hacia atrs, llenas las cerradas manos de la arena que al caer opri Declararon varias voces al unsono:
miera. All estaba el rostro, mantenindose a idntica distancia, S, largumonos. Que se pierda en el mar ese espectro mal
visible en su propio resplandor, que formaba un halo plido en la dito!
noche. Grit ella: La retirada iniciaron, congregados todos junto a la luz. De
Lrgate. improviso estall uno de los hombres en imprecaciones. l ira a
Se lo grit dolorida, aterrada, prdiga en rabia contra su intil ver qu era aquello. De mujer haba sido la voz. l s ira. Alzaron
pualada incapaz de mantenerlo yerto y lejos de su vista. Qu consternadas protestas las mujeres... pero se desgaj del grupo la
deseaba l ahora? Muerto estaba. No pueden engendrar hijos los alta silueta masculina y ech a correr. Reclamaron los dems su
muertos. Es que jams iba a dejarla en paz? Haciendo enrgicos vuelta con aterrada solicitud unnime. Desde la oscuridad les
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replic una palabra desdeosa y burlona. Gimi una mujer. Dijo aguantar. Tena que explicarles cmo fue todo... Chapote, salpi
gravemente un anciano: cndose la pechera, harto ensimismada para mirar en ello... Tena
Cosas as hay que dejarlas en paz. que explicrselo. l entr como siempre y habl precisamente
Reanudaron la marcha ms despacio, arrastrando por la blan as: Te figuras que voy a legar mis tierras a mis parientes de Mor
da arena los pies y cuchichendose unos a otros que Millot no bihn, a los cuales no conozco siquiera? Eh? Ya lo veremos! Ven
tema a nada, al carecer de religin, pero que habra de acabar mal aqu, hembra nefasta!. Y alarg el brazo. Entonces, Messieurs,
algn da. dije: Por Dios que no! Y propinndome manotazos en la cabeza
A Suzanne la detuvo la creciente marea al llegar a la altura del dijo: No hay Dios que me impida obrar a mi antojo! Mtetelo en
islote de El Cuervo y par jadeante, sumergidas las piernas en el la mollera, puerca intil. Har cuanto me plazca. Y me aferr por
agua. Escuch el murmullo y sinti la caricia fra del mar y, ms el brazo. Entonces, Messieurs, a Dios implor auxilio, y al instante
sosegada ya, distingui, de un lado, la masa tenebrosa e indistinta siguiente, mientras l me pegaba, en mi mano sent las tijeras
de El Cuervo y, del otro, la larga franja blanca de los arenales de largas.
Molne, que toda marea pone de relieve por encima del fondo Desabrochada llevaba l la camisa y a la luz de la palmatoria
de la baha de Fougre. Se volvi en redondo y contempl a lo lejos, distingu el jequecillo de su garganta. Grit: Sultame!. No dej
contra el firmamento cuajado de estrellas, la silueta peascosa del de zarandearme con violencia. Fuerte era mi hombre, vaya si lo
litoral. Por encima de la misma, casi enfrente de ella, despuntaba la era! Entonces pens: No! Lo hago? Toma ya!.., en el gaznate se
torre de la iglesia de Ploumar: fina y alta pirmide que sealaba las clav. No lo vi caer. No! No!... No lo vi caer... Mi anciano sue
oscura y puntiaguda hacia el titileo arracimado de las estrellas. gro ni siquiera volvi la cabeza. Sordo y tonto est, Messieurs...
Singularmente tranquila se sinti. Cobr conciencia de dnde se Nadie lo vio caer. Hui... Nadie lo vio....
hallaba y empez a recordar cmo haba ido a parar all... y por Habase metido ya, gateando, entre las rocas de El Cuervo y
qu. Escrut la suave oscuridad a su alrededor. Solitaria se hallaba. hallbase ahora, toda sofocada, en mitad de las densas tinieblas
Nada haba all, nada cerca de ella, ni vivo ni muerto. del islote peascoso. Est El Cuervo enlazado con tierra firme por
Quedamente suba la marea, extendiendo largos brazos impa un espoln natural de piedras inmensas y resbaladizas. Por aque
cientes de extraos remolinos que hacia tierra entre lomas de lla va pens en retornar a casa. Estara l all todava? En su
arena corran. Bajo la noche crecan arroyuelos con misteriosa hogar. Su hogar! Cuatro idiotas y un cadver. Tena que volver y
premura, mientras el vasto mar, aun lejano, ruga con ritmo regu explicarlo. Nadie dejara de comprender...
lar a lo largo de la lnea confusa del horizonte. Varios metros Cerca de ella pareci que la noche o el mar dijese con nitidez:
retrocedi Suzanne chapoteando, sin poder zafarse del agua que Aj! Por fin doy contigo!
tiernamente murmuraba a su alrededor y que de improviso con Se sobresalt, resbal, cay; y sin tratar de incorporarse aguz
malicioso gorgoteo casi la derrib. Se estremeci su corazn, des el odo, espantada. Oy una respiracin pesada, un resonar de
pavorido. Demasiado grande y solitario era aquel lugar para zuecos. Cesaron los ruidos.
morir en l. Que maana hicieran con ella lo que se les antojara. Cmo diablos has venido a parar aqu? dijo un hombre
Pero antes de morir tena que contarles, tena que decirles a los invisible, roncamente.
seores de toga negra que hay cosas que ninguna mujer puede
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 Contuvo ella la respiracin. Identific aquella voz. No lo haba Voy por ti. Qu te parece?
visto caer. Acaso la persegua muerto o quiz... vivo? La sacudieron estremecimientos. Vena por ella! No haba
Le dio vueltas la cabeza. Desde el hueco en que estaba acurru posibilidad de huida, ni de paz, ni de esperanza. Tendi en derre
cada grit: dor una mirada de angustia. De improviso, la entera costa som
Jams, jams! bra, los islotes imprecisos, el cielo mismo, se tambalearon y se
Oh! Ah sigues. Me has hecho danzar a base de bien. Aguar inmoviliz luego todo. Cerr los ojos y chill:
da, preciosa, que despus de todo esto la carita quiero verte. No puedes aguardar a que est muerta?
Aguarda ah... Henchida estaba de un odio furioso hacia aquel espectro que
Tropezaba Millot, riendo, blasfemando de pura satisfaccin, en este mundo la persegua, un espectro al cual la muerte misma
entusiasmado por haber dado caza a aquel espectro. Como si no haba aplacado en su anhelo de tener un heredero como los de
existieran los fantasmas! Bah! Cumpla a un veterano de frica cualquier vecino.
darles una leccin a esos gaanes... Pero es curioso. Quin dian Eh? Cmo? dijo Millot, conservando prudentemente cier
tre ser? ta distancia. Se dijo: Cuidado! Una luntica. Tienen lugar los
Agazapada, Suzanne prest atencin. Vena por ella el muerto. accidentes cuando menos se los espera.
No haba escapatoria. Cunto escndalo armaba entre las pie Fuera de tino, ella prosigui:
dras... Vio perfilarse su cabeza, luego los hombros. Alto era su Vivir quiero. Vivir en paz... una semana... un da. Tengo que
hombre, vaya si lo era! Se agitaban sus brazos poderosos, y era explicarlo... Te har pedazos, otras veinte veces te matar, antes
su mismsima voz aunque se oyera poco familiar a causa de las que permitirte tocarme viva. Cuntas veces habr de matarte, so
tijeras. Se puso ella en pie de un brinco, corri hasta el filo del impo? Es Satans quien te manda. Maldita estoy yo tambin!
acantilado y volvi la cabeza con objeto de lanzar una mirada Vamos, vamos dijo Millot, preocupado y conciliador.
hacia atrs. El hombre, inmvil sobre una roca, contra el fulgor Pero si estoy yo ms vivo que nadie!... Oh, Dios mo!
del firmamento se recortaba en negro mortuorio. Haba ella gritado: Vivo!, y, al momento, ante los ojos mas
Adnde vas? le inquiri con rudeza. culinos se haba volatilizado como si el islote mismo se hundiera
Ella, mirndolo con reconcentrada intensidad, respondi: bajo sus pies. Corri hasta el borde Millot, y tendindose en tierra
A casa! mir hacia los arrecifes. All abajo distingui los esfuerzos de ella
Se adelant l hasta una roca contigua con un torpe salto espumando el agua y oy un grito horrsono en demanda de
largo, y mientras intentaba recuperar el equilibrio dijo: auxilio que subi cual aguzado dardo a lo largo de la cara perpen
Ja, ja! Pues entonces te acompao. Es lo menos. Ja, ja, ja! dicular del islote y se perdi hacia el cielo elevado e impasible.
Ella lo mir de hito en hito hasta que parecieron los ojos tro Madame Levaille, secos los ojos, sentbase entre la magra
crsele en brasas ardientes que le quemaban el cerebro, y sin vegetacin de la falda de la colina, estiradas las regordetas piernas
embargo experimentaba un terror mortal a identificar aquellas
y vueltos hacia arriba los ancianos pies en sus alpargatas negras.
facciones familiares. Mucho ms abajo de sus pies, el mar lama el
Se vean junto a ella sus chanclos, y un poco ms all descansaba
islote con chapoteo rtmico y seductor.
sobre la mustia hierba el parasol, cual arma desprendida del puo
El hombre, avanzando un paso ms, dijo:
de un guerrero vencido. La contempl el marqus de Chavanes, a

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caballo, apoyada la enguantada mano en el muslo, mientras se LA GALLINA DEGOLLADA
ergua ella entre rezongos trabajosamente. Por la vereda de las
carretas de algas, cuatro hombres transportaban tierra adentro HORACIO QUIROGA
sobre unas parihuelas el cadver de Suzanne en tanto varios otros
desfilaban abatidos tras ella. Madame Levaille sigui la procesin
con los ojos.
S, monsieur le marquis declar desapasionadamente con su
acostumbrado tono calmoso de anciana sensata. Personas desdi
chadas hay en este mundo. Tena yo slo una hija. Una sola!
Y no la enterrarn en sagrado! T odo el da, sentados en el patio en un banco, estaban los cuatro
Se humedecieron sus ojos de improviso y rod por sus mofle hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz. Tenan la lengua
tes una escueta cascada de lgrimas. Se arrebuj en el chal. lncli entre los labios, los ojos estpidos y volvan la cabeza con la boca
nse levemente en su montura el marqus y dijo: abierta.
Tristsimo es ello. Reciba mi ms sentido psame. Al cur El patio era de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladri
habr de hablarle. A todas luces estaba ella enajenada y fue acci llos. El banco quedaba paralelo a l, a cinco metros, y all se man
dental la cada. As lo afirma Millot sin asomo de duda. Adis, tenan inmviles, fijos los ojos en los ladrillos. Como el sol se
seora. Y se alej al trote dicindose: He de conseguir que a la ocultaba tras el cerco, al declinar los idiotas tenan fiesta. La luz
vieja la designen tutora de los idiotas y administradora de la enceguecedora llamaba su atencin al principio, poco a poco sus
granja. Mucho mejor ser eso que tener por aqu a cualquiera de ojos se animaban; se rean al fin estrepitosamente, congestionados
los primos de Bacadou, a buen seguro acrrimos republicanos, por la misma hilaridad ansiosa, mirando el sol con alegra bestial,
pervirtindome el distrito. como si fuera comida.
Traduccin del ingls de Fernando Jadraque Otras veces, alineados en el banco, zumbaban horas enteras,
imitando al tranva elctrico. Los ruidos fuertes sacudan asimis
mo su inercia, y corran entonces, mordindose la lengua y
mugiendo, alrededor del patio. Pero casi siempre estaban apaga
dos en un sombro letargo de idiotismo, y pasaban todo el da
sentados en su banco, con las piernas colgantes y quietas, empa
pando de glutinosa saliva el pantaln.
El mayor tena doce aos, y el menor ocho. En todo su aspec
to sucio y desvalido se notaba la falta absoluta de un poco de cui
dado maternal.
Esos cuatro idiotas, sin embargo, haban sido un da el encan
to de sus padres. A los tres meses de casados, Mazzini y Berta
orientaron su estrecho amor de marido y mujer, y mujer y mari
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do, hacia un porvenir mucho ms vital: un hijo. Qu mayor reencendieron el porvenir extinguido. Pero a los dieciocho meses
dicha para dos enamorados que esa honrada consagracin de su las convulsiones del primognito se repetan, y al da siguiente
cario, libertado ya del vil egosmo de un mutuo amor sin fin amaneca idiota.
ninguno y, lo que es peor para el amor mismo, sin esperanzas Esta vez los padres cayeron en honda desesperacin. Luego su
posibles de renovacin? sangre, su amor estaban malditos! Su amor, sobre todo! Veintio
As lo sintieron Mazzini y Berta, y cuando el hijo lleg, a los cho aos l, veintids ella, y toda su apasionada ternura no alcan
catorce meses de matrimonio, creyeron cumplida su felicidad. La zaba a crear un tomo de vida normal. Ya no pedan ms belleza e
criatura creci bella y radiante, hasta que tuvo ao y medio. Pero inteligencia como en el primognito; pero un hijo, un hijo como
en el vigsimo mes sacudironlo una noche convulsiones terribles, todos!
y a la maana siguiente no conoca ms a sus padres. El mdico lo Del nuevo desastre brotaron nuevas llamaradas del dolorido
examin con esa atencin profesional que est visiblemente bus amor, un loco anhelo de redimir de una vez para siempre la san
cando las causas del mal en las enfermedades de los padres. tidad de su ternura. Sobrevinieron mellizos, y punto por punto
Despus de algunos das los miembros paralizados recobraron repitise el proceso de los dos mayores.
el movimiento; pero la inteligencia, el alma, aun el instinto, se Mas, por encima de su inmensa amargura, quedaba a Mazzini
haban ido del todo; haba quedado profundamente idiota, babo y Berta gran compasin por sus cuatro hijos. Hubo que arrancar
so, colgante, muerto para siempre sobre las rodillas de su madre. del limbo de la ms honda animalidad, no ya sus almas, sino el
Hijo, mi hijo querido! sollozaba sta, sobre aquella espan instinto mismo abolido. No saban deglutir, cambiar de sitio, ni
tosa ruina de su primognito. aun sentarse. Aprendieron al fin a caminar, pero chocaban contra
El padre, desolado, acompa al mdico afuera. todo, por no darse cuenta de los obstculos. Cuando los lavaban
A usted se le puede decir; creo que es un caso perdido. Podr mugan hasta inyectarse de sangre el rostro. Animbanse slo al
mejorar, educarse en todo lo que le permita su idiotismo, pero no comer, o cuando vean colores brillantes u oan truenos. Se rean
ms all. entonces, echando afuera lengua y ros de baba, radiantes de fre
S!... S! asenta Mazzini. Pero dgame, usted cree que es nes bestial. Tenan, en cambio, cierta facultad imitativa; pero no
herencia, que...? se pudo obtener nada ms. Con los mellizos pareci haber con
En cuanto a la herencia paterna, ya le dije lo que crea cuan cluido la aterradora descendencia. Pero pasados tres aos desea
do vi a su hijo. Respecto a la madre, hay all un pulmn que no ron de nuevo ardientemente otro hijo, confiando en que el largo
sopla bien. No veo nada ms, pero hay un soplo un poco rudo. tiempo transcurrido hubiera aplacado a la fatalidad.
Hgala examinar bien. No satisfacan sus esperanzas. Y en ese ardiente anhelo que se
Con el alma destrozada de remordimiento, Mazzini redobl el exasperaba, en razn de su infructuosidad, se agriaron. Hasta ese
amor a su hijo, el pequeo idiota que pagaba los excesos del abue momento cada cual haba tomado sobre s la parte que le corres
lo. Tuvo asimismo que consolar, sostener sin tregua a Berta, heri ponda en la miseria de sus hijos; pero la desesperanza de reden
da en lo ms profundo por aquel fracaso de su joven maternidad. cin ante las cuatro bestias que haban nacido de ellos ech
Como es natural, el matrimonio puso todo su amor en la afuera esa imperiosa necesidad de culpar a los otros, que es patri
esperanza de otro hijo. Naci ste, y su salud y limpidez de risa monio especfico de los corazones inferiores.
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 Inicironse con el cambio de pronombre: tus hijos. Y como a recuerdo la horrorizaba, como algo atroz que la hubieran obliga
ms del insulto haba la insidia, la atmsfera se cargaba. do a cometer. A Mazzini, bien que en menor grado, pasbale lo
Me parece djole una noche Mazzini, que acababa de entrar mismo.
y se lavaba las manos que podras tener ms limpios a los No por eso la paz haba llegado a sus almas. La menor indis
muchachos. posicin de su hija echaba ahora afuera, con el terror de perderla,
Berta continu leyendo como si no hubiera odo. los rencores de su descendencia podrida. Haban acumulado hiel
Es la primera vez repuso al rato que te veo inquietarte por sobrado tiempo para que el vaso no quedara distendido, y al
el estado de tus hijos. menor contacto el veneno se verta afuera. Desde el primer dis
Mazzini volvi un poco la cara a ella con una sonrisa forzada: gusto emponzoado habanse perdido el respeto; y si hay algo a
De nuestros hijos, me parece? que el hombre se siente arrastrado con cruel fruicin es, cuando
Bueno; de nuestros hijos. Te gusta as? Alz ella los ojos. ya se comenz, a humillar del todo a una persona. Antes se conte
Esta vez Mazzini se expres claramente: nan por la mutua falta de xito; ahora que ste haba llegado,
Creo que no vas a decir que yo tenga la culpa, no? cada cual, atribuyndolo a s mismo, senta mayor la infamia de
Ah, no! se sonri Berta, muy plida, pero yo tampoco, los cuatro engendros que el otro habale forzado a crear.
supongo!... No faltaba ms!... murmur. Con estos sentimientos, no hubo ya para los cuatro hijos
Qu no faltaba ms? mayores afecto posible. La sirvienta los vesta, les daba de comer,
Que si alguien tiene la culpa, no soy yo, entindelo bien! Eso los acostaba, con visible brutalidad. No los lavaban casi nunca.
es lo que te quera decir. Pasaban casi todo el da sentados frente al cerco, abandonados de
Su marido la mir un momento, con brutal deseo de insultar toda remota caricia.
la.
De este modo Bertita cumpli cuatro aos, y esa noche, resul
Dejemos! articul, secndose por fin las manos.
tado de las golosinas que era a los padres absolutamente imposi
Como quieras; pero si quieres decir...
ble negarle, la criatura tuvo algn escalofro y fiebre. Y el temor a
Berta!
verla morir o quedar idiota, torn a reabrir la eterna llaga.
Como quieras!
Haca tres horas que no hablaban, y el motivo fue, como casi
ste fue el primer choque y le sucedieron otros. Pero en las
siempre, los fuertes pasos de Mazzini.
inevitables reconciliaciones, sus almas se unan con doble arreba
Mi Dios! No puedes caminar ms despacio? Cuntas
to y locura por otro hijo.
veces?...
Naci as una nia. Vivieron dos aos con la angustia a flor de
Bueno, es que me olvido; se acab! No lo hago a propsito.
alma, esperando siempre otro desastre. Nada acaeci, sin embar
Ella se sonri, desdeosa:
go, y los padres pusieron en ella toda su complacencia, que la
pequea llevaba a los ms extremos lmites del mimo y la mala No, no te creo tanto!
crianza. Ni yo, jams, te hubiera credo tanto a titisiquilla!
Si an en los ltimos tiempos Berta cuidaba siempre de sus Qu! Qu dijiste?...
hijos, al nacer Bertita olvidse casi del todo de los otros. Su solo Nada!

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 S, te o algo! Mira: no s lo que dijiste; pero te juro que pre Berta lleg; no quera que jams pisaran all. Y ni aun en esas
fiero cualquier cosa a tener un padre como el que has tenido t! horas de pleno perdn, olvido y felicidad reconquistada, poda
Mazzini se puso plido. evitarse esa horrible visin! Porque, naturalmente, cuando ms
Al fin! murmur con los dientes apretados. Al fin, vbo intensos eran los raptos de amor a su marido e hija, ms irritado
ra, has dicho lo que queras! era su humor con los monstruos.
S, vbora, s! Pero yo he tenido padres sanos, oyes?, sanos! Que salgan, Mara! chelos! chelos, le digo!
Mi padre no ha muerto de delirio! Yo hubiera tenido hijos como Las cuatro pobres bestias, sacudidas, brutalmente empujadas,
los de todo el mundo! sos son hijos tuyos, los cuatro tuyos! fueron a dar a su banco.
Mazzini explot a su vez. Despus de almorzar, salieron todos. La sirvienta fue a Buenos
Vbora tsica! Eso es lo que te dije, lo que te quiero decir! Aires, y el matrimonio a pasear por las quintas. Al bajar el sol vol
Pregntale, pregntale al mdico quin tiene la mayor culpa de la vieron, pero Berta quiso saludar un momento a sus vecinas de
meningitis de tus hijos: mi padre o tu pulmn picado, vbora! enfrente. Su hija escapse enseguida a casa.
Continuaron cada vez con mayor violencia, hasta que un Entretanto los idiotas no se haban movido en todo el da de
gemido de Bertita sell instantneamente sus bocas. A la una de su banco. El sol haba traspuesto ya el cerco, comenzaba a hundir
la maana la ligera indigestin haba desaparecido, y como pasa se, y ellos continuaban mirando los ladrillos, ms inertes que
fatalmente con todos los matrimonios jvenes que se han amado nunca.
intensamente una vez siquiera, la reconciliacin lleg, tanto ms De pronto, algo se interpuso entre su mirada y el cerco. Su
hermana, cansada de cinco horas paternales, quera observar por
efusiva cuanto hirientes fueran los agravios.
su cuenta. Detenida al pie del cerco, miraba pensativa la cresta.
Amaneci un esplndido da, y mientras Berta se levantaba
Quera trepar, eso no ofreca duda. Al fin decidise por una silla
escupi sangre. Las emociones y mala noche pasada tenan, sin
desfondada, pero faltaba an. Recurri entonces a un cajn de
duda, gran culpa. Mazzini la retuvo abrazada largo rato, y ella
kerosene, y su instinto topogrfico hzole colocar vertical el mue
llor desesperadamente, pero sin que ninguno se atreviera a decir
ble, con lo cual triunf.
una palabra.
Los cuatro idiotas, la mirada indiferente, vieron cmo su her
A las diez decidieron salir, despus de almorzar. Como apenas
mana lograba pacientemente dominar el equilibrio, y cmo en
tenan tiempo, ordenaron a la sirvienta que matara una gallina.
puntas de pie apoyaba la garganta sobre la cresta del cerco, entre
El da radiante haba arrancado a los idiotas de su banco. De
sus manos tirantes. Vironla mirar a todos lados, y buscar apoyo
modo que mientras la sirvienta degollaba en la cocina al animal,
con el pie para alzarse ms.
desangrndolo con parsimonia (Berta haba aprendido de su Pero la mirada de los idiotas se haba animado; una misma luz
madre este buen modo de conservar frescura a la carne), crey insistente estaba fija en sus pupilas. No apartaban los ojos de su
sentir algo como respiracin tras ella. Volvise, y vio a los cuatro hermana, mientras creciente sensacin de gula bestial iba cam
idiotas, con los hombros pegados uno a otro, mirando estupefac biando cada lnea de sus rostros. Lentamente avanzaron hacia el
tos la operacin... Rojo... rojo... cerco. La pequea, que habiendo logrado calzar el pie, iba ya a
Seora! Los nios estn aqu, en la cocina. montar a horcajadas y a caerse del otro lado, seguramente, sinti
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se cogida de la pierna. Debajo de ella, los ocho ojos clavados en EL CIEGO GERONIMO Y SU HERMANO
los suyos le dieron miedo.
Soltme! Djame! grit sacudiendo la pierna. ARTHUR SCHNITZLER
Pero fue atrada.
Mam! Ay, mam! Mam, pap! llor imperiosamente.
Trat an de sujetarse del borde, pero sintise arrancada y cay.
Mam, ay! Ma No pudo gritar ms. Uno de ellos le apret el
cuello, apartando los bucles como si fueran plumas, y los otros la
arrastraron de una sola pierna hasta la cocina, donde esa maana
se haba desangrado a la gallina, bien sujeta, arrancndole la vida El ciego Geronimo se levant del banco y cogi la guitarra, que
segundo por segundo. estaba colocada sobre la mesa, junto al vaso de vino. Haba perci
Mazzini, en la casa de enfrente, crey or la voz de su hija. bido el lejano retumbar del primer carruaje. Tante el camino
Me parece que te llama le dijo a Berta. que tan bien conoca hasta llegar a la puerta abierta. Despus baj
Prestaron odo, inquietos, pero no oyeron ms. Con todo, un los estrechos peldaos de madera, que conducan directamente al
momento despus se despidieron, y mientras fue a dejar su som patio cubierto. Su hermano le sigui, y ambos se colocaron junto
brero, Mazzini avanz en el patio. a la escalera, con la espalda vuelta contra la pared, para protegerse
Bertita! del fro y hmedo viento que, sobre el suelo sucio y mojado, se
Nadie respondi. colaba por el portn.
Bertita! Alz ms la voz, ya alterada. Todos los carruajes que tomaban el camino que atraviesa el
Y el silencio fue tan fnebre para su corazn siempre aterra Stilfserjoch tenan que pasar por debajo del sombro arco de la
do, que la espalda se le hel de horrible presentimiento. posada. Para los viajeros, aquellos que desde Italia queran cruzar
Mi hija, mi hija! Corri ya desesperado hacia el fondo. por all hacia el Tirol, era la ltima parada antes de la subida, aun
Pero al pasar frente a la cocina vio en el piso un mar de sangre. que la posada no invitaba a quedarse mucho tiempo, pues desde
Empuj violentamente la puerta entornada, y lanz un grito de all la carretera corra, sin grandes vistas, entre elevaciones pela
horror. das. El ciego italiano y su hermano Carlo pasaban all los meses
Berta, que ya se haba lanzado corriendo a su vez al or el
de verano como si estuvieran en su casa.
angustioso llamado del padre, oy el grito y respondi con otro.
Entr el correo y poco despus los dems carruajes. La mayo
Pero al precipitarse en la cocina, Mazzini, lvido como la muerte,
ra de los viajeros permanecieron sentados, bien envueltos en sus
se interpuso, contenindola:
mantas de viaje y en sus abrigos. Algunos bajaron e impacientes
No entres! No entres!
anduvieron de un lado a otro entre las puertas. El tiempo era cada
Berta alcanz a ver el piso inundado de sangre. Slo pudo
vez peor. Una fra lluvia bata contra el suelo. Tras unos cuantos
echar sus brazos sobre la cabeza y hundirse a lo largo de l con un
das hermosos, el otoo pareca haberse presentado de improviso
ronco suspiro.
y demasiado pronto.

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 El ciego se puso a cantar, acompandose con la guitarra. Lo Una familia alemana inform Geronimo a su hermano en
hizo con una voz irregular, a veces repentinamente chillona, voz baja.
como siempre que haba bebido. De cuando en cuando, con una El padre dio a cada nio una moneda, para que cada cual
expresin de vana splica, giraba la cabeza hacia arriba, aunque echara la suya en el sombrero del mendigo. Geronimo dio las gra
los rasgos de su rostro, con los oscuros caones de la barba y los cias inclinando la cabeza una y otra vez. El mayor de los chicos
labios azulados, permanecan por completo inalterables. Su her mir al ciego a la cara con temerosa curiosidad. Carlo le observ.
mano mayor se encontraba junto a l, sin apenas moverse. Cuan Siempre que vea a un nio como aqul, no poda evitar pensar
do alguien dejaba caer una moneda en el sombrero, daba las que Geronimo tena precisamente esa edad cuando ocurri la
gracias inclinando la cabeza y con una rpida ojeada, como perdi desgracia que le llev a perder la vista. Pues an hoy se acordaba
da, miraba al donante a la cara. Pero enseguida, un poco temero de aquel da, tras casi veinte aos, con total precisin. An hoy
so, volva la vista y, como el hermano, contemplaba fijamente el resonaba en sus odos el agudo grito infantil con el que el peque
vaco. Era como si sus ojos se avergonzaran de la luz que les esta o Geronimo se desplom sobre el csped. An hoy vea el sol
ba permitida y de la que no podan brindar ni un solo rayo al her jugando y enroscndose en el blanco muro del jardn y volva a
mano ciego. escuchar las campanas del domingo, que haban sonado en aquel
Treme vino orden Geronimo. preciso momento. Haba disparado su dardo como tantas otras
Y Carlo se fue, obedeciendo como siempre. Mientras suba los veces en direccin al fresno que haba junto al muro, y cuando
escalones, Geronimo empez a cantar de nuevo. Como ya no escuch el grito, pens enseguida que deba de haber herido a su
escuchaba su propia voz, poda enterarse de lo que ocurra a su hermano pequeo, que acababa de pasar corriendo. La cerbatana
alrededor. Ahora percibi dos voces que susurraban muy cerca de se le escurri de las manos. Salt por la ventana hasta el jardn y se
l, la de un hombre y la de una mujer, ambos jvenes. Pens en la inclin sobre su hermano, que estaba tirado en la hierba, con las
cantidad de veces que aquellos dos habran hecho ya el mismo manos apretadas contra la cara, gimiendo. Por la mejilla derecha
camino, arriba y abajo, pues en su ceguera y en su ebriedad a y por el cuello le caa la sangre. En aquel momento, el padre, que
veces le pareca como si da tras da fueran siempre las mismas volva del campo, entr por la pequea puerta del jardn, y ambos
personas las que atravesaban aquel paso de montaa. Tan pronto se encontraron sin saber qu hacer arrodillados junto al nio que
desde el norte hacia el sur, como desde el sur hacia el norte. Y as no paraba de gemir. Algunos vecinos llegaron corriendo. El viejo
tambin a aquella joven pareja la conoca desde haca mucho Vanetti fue el primero que consigui apartar las manos del nio
tiempo. de su rostro. Y lleg tambin el herrero, con el que Carlo por
Carlo baj y alcanz a Geronimo un vaso de vino. El ciego lo entonces estaba aprendiendo el oficio y que tena algunos conoci
movi en direccin a la joven pareja y dijo: mientos de medicina. l vio enseguida que el ojo derecho estaba
A su salud, seores mos! perdido. El mdico, que lleg de Poschiavo por la noche, tampo
Gracias contest el muchacho. Pero la joven se lo llev de co pudo hacer nada. E incluso les alert acerca del peligro que
all, pues aquel ciego le resultaba inquietante. amenazaba al otro ojo. Y no se equivoc. Un ao despus, para
En aquel momento entr un carruaje con un grupo muy Geronimo el mundo se haba sumido en la oscuridad. Al princi
bullicioso: el padre, la madre, tres nios y una criada. pio intentaron hacerle creer que podran curarle ms adelante y l
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pareci confiar en ello. Carlo, que saba la verdad, vagaba da y fue vendida. Ambos hermanos se encontraron sin techo, en la
noche por la carretera, entre los viedos y por los bosques, y estu pobreza, y abandonaron el pueblo.
vo a punto de suicidarse, pero el religioso al que se confi le hizo Carlo tena veinte aos. Geronimo, quince. Entonces comen
ver que su obligacin era vivir y dedicar su vida al hermano. z la vida de vagabundeo y mendicidad que haban llevado hasta
Carlo lo comprendi. Le invadi una inmensa piedad. Slo cuan hoy. Al principio Carlo pens que podra encontrar algn trabajo
do estaba con el chico ciego, cuando le acariciaba el pelo, cuando con el que alimentarse tanto l como su hermano, pero no lo con
poda besarle la frente, contarle historias, cuando le llevaba a sigui. Tampoco Geronimo se senta a gusto en parte alguna.
pasear por los campos detrs de la casa y por entre los emparra Siempre quera estar en camino.
dos, consegua mitigar su tormento. Desde el principio dej de Haca ya veinte aos que vagaban por carreteras y pasos de
acudir a la herrera, porque no quera separarse del hermano. montaa, por el norte de Italia y el sur del Tirol, siempre all
Despus ya no pudo retomar el aprendizaje, a pesar de que su donde el trfico de viajeros fuera ms intenso.
padre, preocupado, le apremi a que lo hiciera. Un buen da Y a pesar de que a Carlo, despus de tantos aos, ya no le afli
Carlo se dio cuenta de que Geronimo haba dejado por completo ga la angustia punzante que en otro tiempo le inundara con cada
de hablar de su desgracia. Pronto supo por qu: el ciego estaba rayo de sol o al ver una agradable comarca, le embargaba una
convencido de que nunca volvera a ver el cielo, las colinas, las firme y amarga compasin, en todo momento y sin que l lo
calles, las gentes, la luz. Y Carlo sufri an ms que antes, por supiera, tan presente como el latido de su corazn o su aliento.
mucho que tratara de calmarse con la idea de que si bien l Y cuando Geronimo se emborrachaba, l se senta feliz.
mismo haba provocado aquella desgracia, haba sido sin querer. El carruaje con la familia alemana se haba marchado. Carlo se
Y a veces, cuando muy de maana contemplaba a su hermano, sent, como a l le gustaba, en los ltimos peldaos de la escalera.
durmiendo junto a l, le sobrecoga tal miedo de verle despertar Geronimo en cambio dej los brazos cados, colgando, y mantu
que corra hacia el jardn, slo para no tener que presenciar cmo vo la cabeza vuelta hacia arriba.
aquellos ojos muertos parecan buscar cada da la luz que para Maria, la sirvienta, sali de la posada.
ellos se haba extinguido para siempre. Fue por aquella poca Habis ganado mucho hoy? pregunt desde arriba.
cuando a Carlo se le ocurri que a Geronimo, que tena una voz Carlo no se volvi. El ciego se inclin sobre su vaso, lo levant
agradable, se le poda ensear msica. El maestro de Tola, que del suelo y bebi a la salud de Maria, que algunas veces por la
suba algn domingo hasta all, le ense a tocar la guitarra. El noche se sentaba con l en la posada. Tambin l saba que era
ciego an no saba que aquel arte recin aprendido se habra de bonita.
convertir en su medio de vida. Carlo se inclin hacia delante y mir en direccin a la calle. El
Desde aquel triste da de verano la desgracia pareci que se viento soplaba y la lluvia caa sin cesar, de modo que el retumbar
haba instalado para siempre en casa del viejo Lagardi. La cosecha del carruaje que se aproximaba pas inadvertido entre los fuertes
se perdi ao tras ao. La pequea suma de dinero que el viejo ruidos. Carlo se levant y tom de nuevo asiento junto a su her
haba ahorrado, se la arrebat con engaos un pariente. Y cuando mano.
un da de agosto, en mitad del campo, sufri un ataque de apo Geronimo empez a cantar cuando el carruaje, en el que slo
pleja y muri, no dej ms que deudas. La pequea propiedad haba un pasajero, ya estaba entrando. El cochero desenganch
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rpidamente los caballos. Despus corri hacia arriba, a la posa Cmo dice, seor? Engaar?
da. El viajero se qued un rato sentado en su rincn, envuelto en S. A tu compaero le he dado una moneda de veinte francos.
una gabardina gris. Pareca no or el canto, pero al cabo de un Oh, seor. Gracias, gracias!
rato salt del carruaje y con precipitacin corri de un lado a S, de modo que ten cuidado.
otro, sin alejarse demasiado. No paraba de frotarse las manos, Es mi hermano, seor. l no me engaa.
para entrar en calor. Slo entonces pareci notar la presencia de El joven se qued un tanto confuso, pero mientras segua
los mendigos. Se puso frente a ellos y los examin largo y tendido. reflexionando, el cochero haba subido ya al pescante y arre a los
Carlo inclin levemente la cabeza, como saludando. El viajero era caballos. El joven se ech hacia atrs moviendo la cabeza, como
un hombre muy joven, de rostro hermoso y barbilampio y ojos queriendo decir: Fatalidad, sigue tu camino! Y el carruaje parti.
inquietos. Tras quedarse un buen rato ante los mendigos, volvi a El ciego hizo vivos gestos de agradecimiento con ambas manos.
correr hacia el portn, por el que habra de continuar su camino,
En aquel momento oy a Carlo, que vena de la posada y que
y, ante la triste vista envuelta en lluvia y niebla, sacudi la cabeza
grit:
disgustado.
Ven, Geronimo, aqu arriba hace calor. Maria ha encendido
Y bien? pregunt Geronimo.
el fuego.
An nada contest Carlo. Nos dar algo cuando se
Geronimo inclin la cabeza en seal de aprobacin, cogi la
marche.
guitarra bajo el brazo y agarrado a la barandilla fue tanteando los
El viajero regres y se apoy en el eje del carruaje. El ciego
empez a cantar. De pronto el joven pareci escuchar con gran escalones. Desde la escalera, chill:
inters. Apareci el mozo de cuadra y volvi a enganchar los Djame tocarla! Hace cunto que no toco una moneda de
caballos. Slo entonces, como si acabara de darse cuenta, el joven oro?
agarr la bolsa y dio a Carlo una moneda de un franco. Qu pasa? pregunt Carlo. Qu ests diciendo?
Oh, gracias, gracias dijo Carlo. Geronimo ya haba llegado arriba y con ambas manos cogi la
El viajero se sent en el carruaje y de nuevo se envolvi en su cabeza de su hermano, un gesto con el que siempre trataba de
gabardina. Carlo cogi el vaso del suelo y subi los peldaos de expresar alegra o cario.
madera. Geronimo sigui cantando. El viajero se inclin fuera del Carlo, querido hermano. An quedan buenas gentes!
carruaje y sacudi la cabeza con una expresin al mismo tiempo Cierto dijo Carlo. Hasta ahora hemos reunido dos liras y
de superioridad y de tristeza. De repente pareci que se le haba treinta cntimos. Y aqu hay tambin dinero austriaco, probable
ocurrido algo y, sonriendo, le pregunt al ciego, que se encontra mente media lira.
ba apenas a dos pasos de l: Y veinte francos... Y veinte francos! grit Geronimo.
Cmo te llamas? Lo s!
Geronimo. Se tambale por la estancia y se sent en el banco.
Pues bien, Gernimo, no dejes que te engaen. Qu es lo que sabes? pregunt Carlo.
En aquel momento, en el peldao ms alto de la escalera apa Djate de bromas! Dmela. Cunto hace que no tengo una
reci el cochero. moneda de oro en la mano?
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 Qu es lo que quieres? De dnde iba a sacar yo una mone En el carruaje que acababa de entrar venan dos ingleses.
da de oro? Tenemos dos o tres liras. Carlo levant el sombrero ante ellos, y el ciego empez a cantar.
El ciego golpe la mesa. Uno de los ingleses se baj y ech algunas monedas en el sombre
Ya est bien! Ya est bien! Acaso quieres ocultrmelo? ro. Carlo le dio las gracias y despus, como para s mismo, dijo:
Carlo mir a su hermano preocupado y sorprendido. Se sent Veinte cntimos.
junto a l, se acerc mucho y, como apacigundole, le cogi del El rostro de Geronimo permaneci impasible. Empez una
brazo: nueva cancin. Y el carruaje con los dos ingleses se march
No te oculto nada. Cmo puedes pensar eso? A nadie se le de all.
ha ocurrido darme una moneda de oro. Ambos hermanos subieron las escaleras en silencio. Geroni
Pero si me lo ha dicho! mo se sent en el banco. Y Carlo se qued de pie junto a la chi
menea.
Quin?
Por qu no hablas? pregunt Geronimo.
El joven que corra de un lado a otro.
Pues bien contest Carlo, slo puede ser como te he dicho.
Cmo? No te entiendo!
Su voz temblaba un poco.
Es lo que me ha dicho: Cmo te llamas?. Y despus: Ten
Qu has dicho? pregunt Geronimo.
cuidado, no dejes que te engaen!.
Tal vez se tratara de un loco.
Debes de haberlo soado, Geronimo. Es absurdo.
Un loco? so s que es buena. Si alguien dice le he dado a
Absurdo? Lo he odo, y oigo muy bien. No, no, dijo: A tu tu hermano veinte francos es que est loco! Y por qu ha dicho ?
compaero he dado una moneda de veinte francos. Eh?
En aquel momento entr el posadero. Tal vez no estuviera loco... Pero hay gente que se burla de
Bueno, qu pasa con vosotros? Habis abandonado el nosotros, los pobres...
negocio? Acaba de entrar un carruaje tirado por cuatro caballos. Eh! grit Geronimo. Burlarse? Encima tenas que decir
Vamos! grit Carlo. Vamos! eso. Me lo esperaba.
Geronimo se qued sentado. Y se bebi el vaso de vino que tena ante l.
Por qu? Por qu habra de ir? De qu me sirve? Si t esta Pero Geronimo! exclam Carlo, y se dio cuenta de que
rs cerca y... estaba tan aturdido que apenas poda hablar. Por qu habra yo
Carlo le roz el brazo. de...? Cmo puedes pensar...?
Calla. Ahora baja! Por qu te tiembla la voz? Eh? Por qu?
Geronimo guard silencio y obedeci a su hermano, pero Geronimo, te aseguro que...
cuando estaban en la escalera, le dijo: No te creo! Y ahora te res, lo s, te ests riendo.
Ya hablaremos! Ya hablaremos! El mozo llam desde abajo:
Carlo no entenda qu era lo que haba pasado. Acaso Geroni Eh, ciego!, ha llegado gente.
mo se haba vuelto loco de repente? Pues, aunque con facilidad se Maquinalmente, los hermanos se levantaron y bajaron las
pona furioso, hasta ahora nunca haba hablado de aquel modo. escaleras. Acababan de llegar dos carruajes. Uno con tres caballe
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ros. El otro con un matrimonio mayor. Geronimo se puso a can A Maria?
tar. Carlo estaba junto a l, desconcertado. Qu poda hacer? Su A quin si no? Eh, mentiroso? Ladrn!
hermano no le crea! Cmo era posible? Y angustiado observ a Y como si no quisiera seguir sentado a la mesa junto a l, le
Geronimo, quien con voz quebrada cantaba sus melodas. Le pare dio con el codo en el costado.
ci que por aquella frente pasaban en desbandada unas ideas que Carlo se puso en pie. Primero mir a su hermano, despus
hasta entonces l nunca haba sospechado que pudiera albergar. abandon la estancia y por las escaleras baj al patio. Con los ojos
Los carruajes ya se haban ido, pero Geronimo segua cantan muy abiertos contempl la carretera, que se hunda ante l entre
do. Carlo no se atrevi a interrumpirle. No saba qu decir. Tema la parda niebla. La lluvia haba cesado. Meti las manos en los
que su voz volviera a temblar. En aquel momento se oy una risa bolsillos del pantaln y sali a tomar el aire. Le pareci como si su
all arriba y Maria grit: hermano le hubiera echado de all. Qu es lo que haba ocurrido?
Qu haces cantando an? Yo no te voy a dar nada. Segua sin comprenderlo. Qu tipo de persona hara eso? Dar un
Geronimo se detuvo en mitad de una meloda. Son como si franco y decir que eran veinte. Deba tener algn motivo para
su voz y las cuerdas se hubieran roto al mismo tiempo. Despus hacerlo! Y Carlo busc en su memoria si en algn lugar se haba
volvi a subir las escaleras, y Carlo le sigui. En la posada se sent ganado algn enemigo, alguien que hubiera podido enviar a otro
junto a l. Qu deba hacer? No le quedaba ms remedio: tena para vengarse... Pero, hasta donde poda recordar, jams haba
que volver a intentarlo y aclarrselo. ofendido a nadie, nunca haba tenido una seria disputa con nadie.
Geronimo dijo, te juro... Pinsalo, Geronimo, cmo pue Desde haca veinte aos no haba hecho otra cosa ms que andar
des creer que yo...? de patio en patio o al borde de los caminos con el sombrero en la
Geronimo guard silencio. Sus ojos ciegos parecan contem
mano... Habra alguien que le guardara rencor por una mujer?
plar la niebla gris a travs de la ventana. Carlo sigui hablando:
Pero cunto haca que no tena nada que ver con ninguna... La
Est bien, no tiene por qu ser un loco. Se habr equivoca
camarera de La Rosa haba sido la ltima, la primavera pasada...
do... S, se ha equivocado.
Pero estaba seguro de que nadie le envidiara por ella... No haba
Pero se dio cuenta de que ni l mismo crea lo que estaba
quien lo entendiera! Cmo era realmente la gente de all fuera,
diciendo.
en el mundo que l no conoca? Venan de todas partes... Qu
Geronimo, impaciente, se apart, pero Carlo sigui hablando,
con repentina animacin: saba l de ellos? Para aquel extrao, lo que le haba dicho a Gero
Por qu habra yo...? Sabes muy bien que ni como ni bebo nimo deba de tener algn significado: A tu compaero le he
ms que t, y que si me compro una chaqueta nueva... Pero si lo dado una moneda de veinte francos... Pues bien... Y ahora, qu
sabes... Para qu iba yo a querer tanto dinero? Qu iba yo a iba a hacer? Estaba claro que Geronimo no se fiaba de l. Y eso no
hacer con l? poda soportarlo. Tena que hacer algo... Volvi corriendo.
Geronimo apret los dientes, echndolos hacia delante: Cuando entr de nuevo en la fonda, Geronimo, que se haba
No mientas! S que mientes. tumbado sobre el banco, no pareci percatarse de su llegada.
No miento, Geronimo, no miento! replic Carlo asustado. Maria llev de comer y de beber para los dos. Durante la comida
Se lo has dado ya a ella, eh? O se lo vas a dar luego? grit no pronunciaron una sola palabra. Y cuando Maria recogi los
Geronimo. platos, Geronimo de pronto se ri y le dijo:
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 Qu te vas a comprar? Ven aqu, Carlo! grit uno. Queremos echarte las mone
Con qu? das en el sombrero, como la gente de ah abajo.
Vamos! Una falda nueva? O unos pendientes? Cogi una pequea moneda y la mantuvo en alto, como para
Pero qu es lo que quiere de m? pregunto ella, volvindo dejarla caer en el sombrero que Carlo le alcanz, pero el ciego
se hacia Carlo. agarr el brazo del carretero y dijo:
Entretanto en el patio retumbaron varios carros de carga. Lle Mejor a m. Mejor a m! Podra caer fuera.
garon fuertes voces y Maria se apresur a bajar. Al cabo de un par Cmo que fuera?
de minutos subieron tres carreteros y se sentaron a una mesa. El Eh, pues... Entre las piernas de Maria!
posadero se acerc a ellos y les salud. Ellos maldijeron el mal Todos rieron. Tambin el posadero y Maria. Slo Carlo se
tiempo. qued rgido. Geronimo jams haba hecho semejantes bromas...
Esta noche vais a tener nieve dijo uno. Sintate con nosotros exclamaron los carreteros. Eres un
El segundo cont que haca diez aos, en el Joch, la nieve le tipo divertido.
haba cubierto en pleno mes de agosto y que haba estado a punto Y se arrimaron unos a otros para hacerle sitio. Todos habla
de morir congelado. Maria se sent con ellos. Tambin se acerc ban al tiempo, cada vez ms alto y con mayor desorden. Geroni
el mozo y se interes por sus padres, que vivan abajo, en Bormio. mo hablaba tambin, ms fuerte y ms alegre que nunca, y no
En aquel momento lleg otro carruaje con viajeros. Geronimo par de beber. Cuando Maria volvi a entrar, quiso atraerla hacia
y Carlo bajaron. Geronimo cant. Carlo tendi el sombrero y los l. Uno de los carreteros le dijo, riendo:
viajeros dieron sus limosnas. Geronimo ahora pareca muy tran De verdad crees que es bonita? Si es una vieja horrible...
quilo. De cuando en cuando preguntaba: Pero el ciego atrajo a Maria hacia su regazo.
Cunto? Y a las respuestas de Carlo asenta ligeramente Sois todos idiotas dijo. Creis que necesito ojos para ver?
con la cabeza. Entretanto, Carlo trat de ordenar sus ideas, pero Tambin se dnde est Carlo ahora... Ah, junto a la chimenea.
tena la vaga impresin de que haba sucedido algo terrible y de Est ah, con las manos en los bolsillos del pantaln, riendo.
que estaba totalmente indefenso. Todos miraron a Carlo que, en efecto, apoyado en la chimenea
Mientras los hermanos volvan a subir las escaleras, oyeron y con la boca abierta, torca en aquel momento la cara, sonriendo
cmo all arriba los carreteros hablaban a la vez desordenada de lado, como si no quisiera desmentir lo que su hermano haba
mente y se rean. Al entrar, el ms joven le espet a Geronimo: dicho.
Cntanos tambin algo a nosotros. Vamos a pagar. Y diri Entr el mozo. Si los seores queran llegar a Bormio antes de
gindose al resto, aadi: Verdad? que anocheciera, tenan que darse prisa. Los carreteros se pusie
Maria, que en aquel momento entraba con una botella de ron en pie y se despidieron con gran alboroto. Ambos hermanos
vino tinto, dijo: se encontraban de nuevo solos en la posada. Era la hora en la que
No os metis con l. Est de mal humor. por lo general solan irse a dormir. Toda la posada se hundi en el
Por toda respuesta, Geronimo se plant en mitad de la es silencio, como ocurra siempre durante las primeras horas de la
tancia y empez a cantar. Cuando termin, los carreteros aplau tarde. Geronimo, con la cabeza sobre la mesa, pareca dormir.
dieron. Carlo camin al principio de un lado a otro. Despus se sent en
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el banco. Estaba muy cansado. Le pareci que se encontraba atra rostro delgado y sin barba, se sobresalt cuando la figura de Carlo
pado en una pesadilla. Tena que pensar en todo, en el da de ayer, surgi en medio de las tinieblas iluminada por los faros. Carlo,
en el de antes de ayer y en todos los dems, en especial en los cli que se haba quedado de pie, alz el sombrero. El carruaje y las
dos das del verano y en las blancas carreteras por las que sola luces desaparecieron. Carlo se encontraba de nuevo en la ms
caminar con Geronimo. Y todo pareca tan lejano e inconcebible profunda oscuridad. De pronto se asust. Por primera vez en su
como si nunca hubiera sucedido. vida, la oscuridad le daba miedo. Y le pareci que no podra
A ltima hora de la tarde lleg el correo del Tirol y, poco des soportarla ni un minuto ms. De un modo extrao, los escalo
pus, a pequeos intervalos, algunos carruajes que tomaron el fros que senta por s mismo se mezclaron en sus embotados sen
mismo camino hacia el sur. Los hermanos tuvieron que volver tidos con una atormentadora compasin hacia el hermano ciego
an en cuatro ocasiones al patio. Cuando bajaron por ltima vez, y le llevaron a volver corriendo a casa.
haba empezado a oscurecer y la lamparilla de aceite, que colgaba Cuando entr en la posada, vio a los dos viajeros que acaba
de las vigas del techo, parpadeaba. Llegaron unos trabajadores de ban de pasar ante l, sentados a una mesa, tomando una botella
una cercana cantera, que haban levantado sus cabaas de madera de vino tinto y hablando con vehemencia entre s. Apenas levan
a unos doscientos metros de la posada. Geronimo se sent con taron la vista cuando l entr.
ellos. Carlo se qued solo en su mesa. Le pareci que su soledad En la otra mesa Geronimo segua sentado entre los trabaja
duraba ya mucho. Oy cmo Geronimo en voz muy alta, casi gri dores.
tando, contaba cosas de su niez: que an se acordaba muy bien Dnde te metes, Carlo? le pregunt el posadero, ya en la
de todo aquello que haba visto con sus ojos, personas y objetos. puerta. Por qu dejas solo a tu hermano?
De cmo trabajaba su padre en el campo. Del pequeo jardn con Qu pasa? pregunt Carlo asustado.
el fresno junto al muro. De la humilde casucha que tenan. De las Geronimo convida a esas gentes. A m me da lo mismo, pero
dos pequeas hijas del zapatero. Del viedo detrs de la iglesia. S, deberas pensar que pronto vendrn malos tiempos.
y de su propio rostro de nio, reflejado en el espejo. Cuntas Carlo se acerc rpidamente a su hermano y le cogi por el
veces haba escuchado Carlo todo aquello. Pero ahora no poda brazo.
soportarlo. Sonaba diferente. Cada palabra que pronunciaba Ven!
Geronimo, adquira un significado nuevo y a Carlo le pareca que Qu quieres? grit Geronimo.
iba dirigida contra l. Se fue de all sin hacer ruido y de nuevo Ven a dormir dijo Carlo.
sali a la carretera, ahora completamente a oscuras. La lluvia
Djame! Djame! Yo gano el dinero y puedo hacer con l lo
haba cesado. El aire era muy fro y la idea de seguir caminando,
que quiera... No puedes embolsrtelo todo. Vosotros creeris que
cada vez ms lejos, hundindose en las tinieblas, de tumbarse tal
me lo da todo. Pues no! Yo soy ciego. Pero hay personas... Hay
vez en algn lugar de la cuneta y dormirse, casi le pareci ten
personas buenas que me dicen: A tu compaero le he dado una
tadora.
moneda veinte francos.
De pronto escuch el retumbar de un carruaje y vio el res
Los obreros se rieron a carcajadas.
plandor de dos faros, acercndose cada vez ms. En el interior del
Ya basta dijo Carlo. Vamos!
carruaje, que pas junto a l, haba dos hombres. Uno de ellos, de
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 Y tir del hermano, arrastrndolo escaleras arriba, hasta el no poda cegarle, y tanteando con las manos la noche que siem
pobre desvn en el que dorman. Por el camino, Geronimo iba pre le rodeaba. Y sinti que, igual que el ciego no tena a nadie
gritando: ms que a l en el mundo, tampoco l tena a nadie ms que a
S, al fin ha llegado el da. S, ahora lo s. Esperad. Dnde aquel hermano. Comprendi que el amor que senta por Geroni
est ella? Dnde est Maria? O se lo metes en la hucha? Eh! Yo mo era lo nico que llenaba su vida. Y por primera vez supo con
canto para ti. Toco la guitarra para ti. Vives de m. Eres un toda claridad que solamente el creer que el ciego corresponda a
ladrn! aquel amor y que le haba perdonado era lo que le haba permiti
Geronimo cay sobre el jergn de paja. do sobrellevar con tanta paciencia aquella desgracia. Ni una sola
Desde el pasillo entraba un dbil resplandor. Al otro lado, la vez haba renunciado a aquella esperanza. Sinti que tena tanta
puerta del nico cuarto de huspedes que haba en la posada esta necesidad de su hermano como su hermano de l. No poda, no
ba abierta. Maria estaba preparando las camas para la noche. quera abandonarle. Tendra que soportar la desconfianza o bien
Carlo se par frente a su hermano y le contempl all tirado, con encontrar un medio para convencer al ciego de lo infundado de
el rostro embotado, los labios azules, el cabello hmedo pegado a su sospecha... S, si pudiera conseguir de algn modo una mone
la frente, con aspecto de tener muchos ms aos de los que tena. da de oro. As por la maana temprano podra decirle al ciego:
Y poco a poco empez a comprender. La desconfianza del ciego Slo la haba guardado para que no te la gastaras bebiendo con
no poda ser cosa de hoy. Haca mucho que deba de estar en l, los trabajadores, para que la gente no te la robara. O alguna otra
latente, esperando la ocasin, pues tal vez le haba faltado el valor cosa...
para expresarla. Todo lo que Carlo hiciera por l haba sido en Oy unos pasos que se acercaban por las escaleras. Los viaje
vano. En vano, el remordimiento. En vano, el sacrificio de toda su ros se iban a descansar. De pronto cruz por su cabeza la idea de
vida. Qu poda hacer? Deba seguir da tras da, quin sabe an tocar a la puerta de aquellos desconocidos, contarles toda la ver
por cunto tiempo, guindole a travs de la noche eterna, aten dad del incidente que se haba producido hoy y pedirles los vein
dindole, pidiendo limosna para l, sin ms recompensa que la te francos. Pero enseguida supo que era del todo intil. No le
desconfianza y el oprobio? Si su hermano le tena por un ladrn, creeran una sola palabra. Y entonces record lo mucho que se
cualquier extrao poda hacer lo mismo o algo peor. En verdad, haba sobresaltado uno de ellos, plido y sobrecogido, cuando l
dejarle solo, separarse para siempre de l, sera lo ms inteligente. haba surgido en medio de la oscuridad delante del carruaje.
Entonces Geronimo tendra que darse cuenta de lo injusto que Se tendi en el jergn de paja. La habitacin estaba muy oscu
haba sido, pues vera lo que es ser engaado y que a uno le roben, ra. Escuch cmo los trabajadores hablaban en voz muy alta y
estar solo y en la miseria. Pero qu hara l? Bueno, an no era cmo con paso torpe bajaban las escaleras de madera. Poco des
muy mayor. Si estuviera solo, podra empezar algo. Por lo menos pus cerraban las dos puertas. El criado an subi y baj una vez
de criado poda encontrar empleo en cualquier sitio. ms. Despus todo qued en silencio. Carlo ya slo oa los ron
Pero mientras estas ideas rondaban por su cabeza, sus ojos quidos de Geronimo. Pronto sus pensamientos se confundieron
seguan fijos en su hermano. Y de pronto le vio ante l, solo, al con los primeros sueos. Cuando se despert, a su alrededor an
borde de una carretera iluminada por el sol, sentado en una pie reinaba una profunda oscuridad. Busc el lugar en el que se
dra, con los ojos abiertos, blancos, mirando fijamente al cielo, que encontraba la ventana. Si forzaba la vista, all en medio de la
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impenetrable negrura poda distinguir un rectngulo de color estaba en el pasillo. Mir la puerta de enfrente... Qu era aquella
gris. Geronimo an dorma el pesado sueo del borracho. rendija que desde el techo llegaba en lnea recta hasta el suelo?
Y Carlo pens en el da de maana. Y sinti un escalofro. Pens Era posible? La puerta slo estaba entornada, no cerrada con
en la noche que seguira a aquel da. Y en el da despus de aquella llave... Por qu se extraaba? Haca meses que la puerta no se
noche. En el futuro que se abra ante l. Y le aterroriz la soledad poda cerrar. Y para qu? Record que durante todo el verano
que le esperaba. Por qu por la noche no haba sido ms valien slo en tres ocasiones se haba quedado gente a dormir. Dos
te? Por qu no haba acudido a los desconocidos para pedirles los veces, unos menestrales. Una, un turista que se haba herido en
veinte francos? Tal vez hubieran tenido compasin de l. Y sin un pie. La puerta no cerraba. Y l ahora slo necesitaba valor... S,
embargo... Tal vez fuera mejor que no se los hubiera pedido. S. y suerte! Valor? Lo peor que poda pasarle era que aquellos dos
Por qu era mejor? Se incorpor bruscamente y sinti su cora se despertaran. Y en ese caso, siempre caba inventarse una excu
zn latiendo con fuerza. Saba por qu era mejor. Si le hubieran sa. Se asoma por la rendija a la habitacin. An est tan oscuro
rechazado, les habra parecido sospechoso. Pero as... Mir la que slo puede apreciar los contornos de dos figuras echadas en
mancha gris, que empez a brillar dbilmente. Aquello que con las camas. Escucha atentamente: su respiracin es tranquila y
tra su voluntad le rondaba por la cabeza era imposible. Era por regular. Carlo abre un poco la puerta y con los pies descalzos se
completo imposible... La puerta al otro lado estaba cerrada. mete en el cuarto sin hacer un solo ruido. Las dos camas se
Y adems... Podan despertarse! S, all, la mancha gris que brilla encuentran a lo largo de la misma pared frente a la ventana. En
ba en medio de la oscuridad era el nuevo da... medio de la habitacin hay una mesa. Carlo se cuela hasta all.
Carlo se levant, como si le arrastraran hacia all, y roz con la Recorre la superficie con una mano y palpa un llavero, un corta
frente el fro cristal. Por qu se haba levantado? Para pensar? plumas, un pequeo libro... Nada ms. Pero, claro, cmo poda
Para intentarlo? El qu? Si era imposible... Y adems era un de creer que iban a dejar el dinero encima de la mesa? Ah, ya puede
lito. Un delito? Qu representaban veinte francos para aquellas marcharse... Y, sin embargo, tal vez slo necesite una feliz coinci
gentes que por placer viajaban miles de kilmetros? Ni siquiera se dencia y lo habr conseguido... Se acerca a la cama que se encuen
daran cuenta de que les faltaban. Fue hacia la puerta y la abri tra junto a la puerta. Ah, en la silla, hay algo... Lo palpa. Es un
sin hacer ruido. Enfrente estaba la otra, slo a dos pasos, cerrada. revlver... Carlo se encoge... No sera mejor quedrselo? Pues,
De un clavo en un pilar colgaban algunas prendas. Carlo pas la por qu tendra aquel hombre el revlver all listo? Si se despier
mano por encima... S, si aquellas gentes hubieran dejado su dine ta y le ve... Pero, no, en ese caso dira: Son las tres, seor. Arri
ro en algn bolsillo, entonces la vida sera muy sencilla, pronto ba!. Y deja el revlver en su sitio. Pero se cuela hasta el fondo de
nadie tendra que seguir mendigando... Pero los bolsillos estaban la habitacin. All, sobre la otra silla, bajo la ropa interior... Dios!
vacos. As que, qu quedaba? Vuelta al cuarto, al jergn. Aunque Eso es... Una bolsa. La tiene en la mano! En ese momento oye un
tal vez hubiera un modo mejor de hacerse con veinte francos... ligero ruido. Con un rpido movimiento se tumba a los pies de la
Uno menos peligroso y ms justo. Si cada vez se reservaba unos cama... Otra vez ese ruido una pesada respiracin, un carraspeo.
cuantos cntimos de las limosnas hasta reunir veinte francos, y Despus, de nuevo el silencio. Un silencio profundo. Carlo se
despus compraba la moneda de oro... Pero cunto poda durar queda en el suelo, con la bolsa en la mano, y espera. No se mueve.
aquello...? Meses, tal vez un ao. Ah, si tuviera valor! Otra vez La penumbra se va aclarando en la habitacin. Carlo no se atreve
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a levantarse, se arrastra por el suelo hacia la puerta, que est lo Geronimo !

suficientemente abierta como para dejarle pasar. Sigue arrastrn Pero qu pasa? pregunta Geronimo y, apoyndose en
dose por el pasillo y slo all se levanta lentamente, con un pro ambas manos, se sienta.
fundo suspiro. Abre la bolsa. Tiene tres compartimentos. A la Geronimo, tenemos que levantarnos.
izquierda y a la derecha, slo pequeas monedas de plata. Carlo Por qu?
abre la parte del centro, cerrada con un pasador, y palpa tres Y Geronimo dirige los ojos muertos hacia su hermano. Carlo
monedas de veinte francos. Por un momento piensa coger dos, se da cuenta de que Geronimo acaba de acordarse del incidente
pero rpidamente aparta esa tentacin, extrae tan slo una mone de ayer, pero sabe tambin que no dir una sola palabra sobre
da de oro y cierra la bolsa. Despus se agacha, mira por la rendija ello, no hasta que est de nuevo borracho.
hacia el interior de la habitacin, en la que vuelve a reinar un Hace fro, Geronimo, tenemos que irnos. Y el tiempo ya no
completo silencio, y da un empujn a la bolsa, de modo que se va a mejorar. He pensado que es mejor que nos vayamos.
deslice bajo la segunda cama. Cuando el forastero se levante, cre A medioda podemos estar en Boladore.
er que se le ha cado de la silla. Carlo se levanta lentamente. Geronimo se levant. Se perciban los ruidos de la casa, que
Entonces el suelo emite un leve crujido. Y en el mismo momento tambin despertaba. Abajo, en el patio, el posadero hablaba con el
oye una voz desde dentro que dice: mozo. Carlo se irgui y se dispuso a bajar. l siempre se levantaba
Qu pasa? Qu es lo que pasa? muy temprano y al alba sala ya a la calle. Se acerc al posadero y
Rpidamente Carlo retrocede dos pasos, conteniendo la respi le dijo:
racin, y se escurre en su propio cuarto. Est a salvo y acecha el Tenemos que despedirnos.
silencio... Una vez ms la cama cruje al otro lado. Despus, todo Ah, pero, os vais hoy? pregunt el posadero.
queda en silencio. Entre sus dedos sujeta la moneda de oro. Lo ha S. Hace ya demasiado fro y cuando se queda uno en el patio
conseguido! Tiene los veinte francos y puede decirle a su herma el viento se cuela dentro.
no: Ves como no soy ningn ladrn?. Y hoy mismo se pondrn Pues si bajas hacia Bormio, saluda de mi parte a Baldetti.
en camino. Hacia el sur, hacia Bormio. Despus seguirn por Vei Que no se olvide de enviarme el aceite.
tlin... Despus hacia Tirano, Edole, Breno. Hacia el lago de Iseo, S, le saludar. Por cierto... El alojamiento de esta noche. Y
como el ao pasado... Eso en modo alguno resultar sospechoso. ech mano a la bolsa.
l mismo le dijo anteayer al posadero: En un par de das nos ire Djalo, Carlo dijo el posadero. Los veinte cntimos se los
mos para abajo. regalo a tu hermano. Yo tambin le he escuchado tocar. Buenos
La claridad es cada vez mayor. Toda la habitacin est envuel das.
ta en una penumbra gris. Ah, si Geronimo se despertara pronto! Gracias dijo Carlo. Y, por cierto, tampoco tenemos tanta
Temprano se camina tan bien... Antes de que salga el sol se mar prisa. An te veremos cuando vuelvas de las cabaas. Bormio
charn. Dar los buenos das al posadero, al criado y a Maria, y sigue estando en el mismo sitio, no es cierto?
despus lejos, lejos... Y cuando lleven dos horas de camino, cerca Se ri y subi las escaleras. Geronimo se encontraba en mitad
del valle, se lo dir a Geronimo. de la habitacin.
Geronimo se despereza y se estira. Carlo le llama: Bueno, ya estoy listo.
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 Enseguida dijo Carlo. El ciego sacuda con fuerza la cabeza.
De una vieja cmoda, en un rincn del cuarto, cogi sus Para qu? Y con una mano se estir la chaqueta. Est
pocas pertenencias y las empac en un hatillo. Despus coment: bien. Abriga bastante. Ahora vamos hacia el sur.
Hermoso da, aunque muy fro. Carlo no cay en la cuenta de que Geronimo no pareca ale
Lo s dijo Geronimo. grarse en absoluto, de que no se disculpaba. Y sigui hablando.
Y ambos abandonaron la habitacin. Geronimo, acaso no hice bien? Por qu no te alegras? Lo
No hagas ruido advirti Carlo. Ah duermen los dos que tenemos, no es cierto? Ahora lo tenemos todo. Si te lo hubiera
llegaron ayer por la noche. dicho all arriba, quin sabe! Oh, es mejor que no te lo haya
Con cuidado bajaron las escaleras. dicho... Seguro!
El posadero te manda saludos dijo Carlo. Nos ha regalado En aquel momento Geronimo se puso a gritar.
los veinte cntimos de esta noche. Ya est fuera, en las cabaas, y Deja de mentir, Carlo! Estoy harto!
no regresar hasta dentro de dos horas. Hasta el ao que viene no Carlo se detuvo y solt el brazo de su hermano.
volveremos a verle. No miento.
Geronimo no contest. Salieron a la carretera, que se abra S muy bien que mientes. Siempre mientes! Has mentido ya
ante ellos bajo la luz del amanecer. Carlo agarr el brazo izquier cientos de veces. Tambin esto queras quedrtelo para ti, pero te
do de su hermano, y ambos caminaron en silencio hacia el valle. ha dado miedo. Eso es!
No tardaron mucho en llegar al punto en el que la carretera Carlo baj la cabeza y no contest. Volvi a coger al ciego por
empezaba a discurrir en amplias curvas. La niebla suba hacia lo el brazo y sigui caminando con l. Le dola que Geronimo habla
alto, a su encuentro, y sobre ellos pareca que las nubes se haban ra de aquella forma. Pero lo que en el fondo le sorprenda era no
tragado las cimas de las montaas. Carlo pens: Ahora se lo dir. estar triste.
Pero no dijo una sola palabra, sino que sac la moneda de oro La niebla se abri. Tras un largo silencio, Geronimo habl:
de la bolsa y se la pas a su hermano. Geronimo la cogi entre los Va a hacer calor.
dedos de la mano derecha, se la llev despus a la mejilla y a la Lo dijo con indiferencia, con naturalidad, como lo haba
frente. Por fin asinti.
hecho ya cientos de veces. Y Carlo en aquel momento sinti que
Lo saba dijo.
para Geronimo nada haba cambiado. Para Geronimo l siempre
Vaya contest Carlo, y mir a Geronimo con extraeza.
haba sido un ladrn.
Aun cuando no me lo hubiera dicho el forastero, lo habra
Tienes hambre? pregunt.
sabido.
Geronimo asinti con la cabeza, al tiempo que sacaba un
Vaya dijo Carlo desconcertado. Pero comprendes por qu
pedazo de queso y un poco de pan del bolsillo de su chaqueta y se
all arriba, delante de los dems... Tema que lo soltaras todo de
pona a comer. Siguieron adelante.
una vez... Y mira, Geronimo, ya es hora de que, he pensado que
El correo de Bormio les sali al encuentro. Y el cochero les
podas comprarte una chaqueta nueva. Y una camisa. Y tambin
grit:
zapatos, creo. Por eso he...
Ya aqu abajo?
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 Despus pasaron otros carruajes. Todos iban hacia arriba. ver al aire libre, a la carretera que llevaba lejos, a Tirano, a Edole,
El aire del valle dijo Geronimo. Y en el mismo momento, al lago de Iseo, a cualquier parte. De pronto se levant.
tras un rpido giro, Veitlin se hallaba a sus pies. Nos vamos? pregunt Geronimo.
Es verdad... Nada ha cambiado, pens Carlo. Tenemos que estar hoy al medioda en Boladore. En El Cier
Ahora he robado por l... y tambin eso ha sido en balde. vo los carruajes paran al medioda. Es un buen lugar.
La niebla era cada vez menos espesa. El resplandor del sol Y se marcharon. El peluquero Benozzi haba salido a fumar a
abra en ella agujeros. Y Carlo pens: Tal vez no fuera lo ms la puerta de su establecimiento.
inteligente dejar laposada dan deprisa La bolsa est debajo de Buenos das les dijo. Qu tal por all arriba? Esta noche
la cama, lo que en cualquier caso resulta sospechoso Pero todo ha tenido que nevar.
aquello le daba igual. Qu ms poda pasarle? Su hermano, al S, s contest Carlo y apret el paso.
que l le haba arruinado la luz de los ojos, estaba convencido de El pueblo haba quedado atrs. La carretera se extenda blan
que l le haba robado. Y haca ya muchos aos que lo crea. Y ca entre praderas y viedos, a lo largo del estruendoso ro. El cielo
estaba azul, tranquilo. Por qu lo habr hecho? , pens Carlo.
siempre lo creera... Qu ms poda ocurrirle?
Mir al ciego de reojo. Y le pareci que avanzaba con una pesada
All abajo se encontraba el gran hotel, blanco, baado en la
carga, una carga que nunca podra quitarse de los hombros, y que
luz de la maana. Y ms abajo, donde el valle empezaba a ensan
poda ver la noche por la que Geronimo marchaba a su lado,
charse, yaca el pueblo. En silencio continuaron su camino. La
mientras el sol brillaba sobre todos los caminos.
mano de Carlo segua en el brazo del ciego. Atravesaron el parque
Y siguieron caminando, caminando. Caminaron durante
del hotel. Y Carlo vio a los clientes sentados en la terraza con sus horas. De cuando en cuando Geronimo se sentaba sobre un mo
luminosos trajes de verano, tomando el desayuno. jn. Otras veces se apoyaban los dos en el parapeto de un puente,
Dnde quieres que paremos? pregunt Carlo. para descansar. De nuevo atravesaron un pueblo. Delante de la
Pues, en el Adler, como siempre. posada haba unos cuantos carruajes. Los viajeros se haban baja
Al llegar al final del pueblo, entraron en la pequea posada. Se do y caminaban de un lado a otro. Pero los dos mendigos no se
sentaron en la taberna y se dejaron invitar a un vino. quedaron. Continuaron por la carretera vaca. El sol estaba cada
Qu hacis tan pronto aqu con nosotros? pregunt el vez ms alto. Deba de ser cerca de medioda. Era un da como
posadero. cualquier otro.
A Carlo la pregunta le asust un poco. La torre de Boladore dijo Geronimo.
Es que es tan pronto? El diez o el once de septiembre, no? Carlo levant la vista. Le sorprendi la exactitud con la que
El ao pasado bajasteis mucho ms tarde. Geronimo poda calcular las distancias. Era cierto. La torre de
Hace tanto fro arriba dijo Carlo. Esta noche nos hemos Boladore apareci en el horizonte. Desde bastante lejos alguien
helado. Ah, y tena que decirte que no te olvides de enviarles el vena a su encuentro. A Carlo le pareci que se hallaba sentado en
aceite. el camino y que se haba levantado de pronto. La figura se acerc.
La taberna estaba mal ventilada y el ambiente all dentro era Entonces Carlo vio que se trataba de un gendarme, uno de aque
sofocante. A Carlo le invadi una extraa inquietud. Quera vol llos que tan a menudo encontraban por la carretera. No obstante,

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Carlo sinti un ligero estremecimiento. Pero cuando el hombre Pero qu quieres, Geronimo? Qu puedo decir? Todo se
estaba ms cerca, le reconoci y se tranquiliz. Era Pietro Tenelli. aclarar. Yo mismo no s...
En el mes de mayo los dos mendigos haban pasado unas horas Y se puso a pensar: Debo explicrselo antes de que nos lle
con l en la posada de los Raggazzi en Morignone. Les haba con ven ante el tribunal? No puede ser. El gendarme puede ornos y
tado una historia espeluznante de cmo en una ocasin un vaga qu ms da?, si voy a decir la verdad ante el tribunal. Seor juez,
bundo haba estado a punto de apualarle. dir, no es un robo como otro cualquiera. En realidad sucedi
Alguien se ha parado observ Geronimo. as. Y se esforzaba por encontrar las palabras con las que
Tenelli, el gendarme dijo Carlo. exponer el asunto ante el tribunal de manera clara y comprensi
Haban llegado ya a su altura. ble. Ayer un hombre cruz el paso Deba de ser un loro Tal
Buenos das, seor Tenelli salud Carlo y se par junto a l. vez nicamente se equivoc Y ese hombre
El caso es que dijo el gendarme como medida preventiva Pero qu absurdo! Quin lo iba a creer? Y tampoco le dejar
he de llevaros a los dos al puesto de guardia de Boladore. an hablar durante tanto tiempo. Nadie puede creer una historia
Eh! grit el ciego.
tan tonta. Ni siquiera Geronimo la haba credo... Le mir de
Carlo empalideci. Cmo es posible?, pens. Pero no
reojo. Mientras caminaba, la cabeza del ciego se mova, siguiendo
puede tratarse de eso. Aqu debajo an no pueden saberlo.
una vieja costumbre, como al comps, arriba y abajo, pero el ros
Parece vuestro camino dijo el gendarme riendo. No os
tro estaba rgido. Y los ojos vacos se clavaban en el aire.
importar acompaarme.
Y Carlo supo de pronto qu clase de ideas pasaban por aquella
Por qu no dices nada, Carlo? pregunt Geronimo.
cabeza... De modo que as estn las cosas, deba de estar pensan
Oh, s, yo... Le ruego, seor gendarme, cmo es posible?
do Geronimo. S, eso pensaba Geronimo, seguro... Y por otro
Qu hemos podido...? Mejor dicho, qu he podido yo...? La ver
lado, el hecho de que no me encuentren ningn dinero no me
dad, no s...
servir de nada... Ni ante el tribunal, ni ante Geronimo. Me ence
La cosa es as. Tal vez seas inocente. Yo qu s. En cualquier
rrarn. Y a l... S, a l igual que a m, pues l es quien tiene la
caso, hemos recibido una orden telegrfica por la que debemos
deteneros, porque sois sospechosos, altamente sospechosos de moneda. Y no pudo seguir pensando, se senta muy confundido.
haber robado dinero a unas personas all arriba. Bueno, tambin Le pareci que ya no entenda absolutamente nada de todo el
es posible que seis inocentes. As que, adelante! asunto. Slo saba una cosa: que con gusto se dejara encerrar por
Por qu no dices nada, Carlo? pregunt Geronimo. un ao... O diez. Si al menos Geronimo supiera que slo por l se
S, digo, oh, s, digo... haba convertido en un ladrn.
Venga, vamos de una vez! No tiene ningn sentido que nos De pronto Geronimo se detuvo, con lo que tambin Carlo
quedemos en la carretera. El sol abrasa. En una hora habremos tuvo que parar.
llegado. Andando! Y ahora, qu pasa? pregunt el gendarme enfadado.
Carlo roz el brazo de Geronimo, como siempre. Y as conti Vamos! Andando!
nuaron su camino lentamente, con el gendarme tras ellos. Entonces, sorprendido, vio cmo el ciego dejaba caer la guita
Carlo, por qu no dices nada? volvi a preguntar Geronimo. rra al suelo, levantaba los brazos y con ambas manos tanteaba las

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mejillas de su hermano. Despus acerc sus labios a la boca de LA MUERTE MORADA
Carlo, que al principio no supo lo que ocurra, y le bes.
Estis locos? grit el gendarme. Vamos! En marcha! No GUSTAV MEYRINK
me gustara asarme.
Geronimo cogi la guitarra del suelo, sin decir una palabra.
Carlo respir hondo y de nuevo puso la mano sobre el brazo del
ciego.
Andando! grit el gendarme. Queris moveros de una
vez?
Y le dio un golpe a Carlo en las costillas. El tibetano call.
Pero Carlo, guiando del brazo al ciego con un firme apretn, Su desmedrada figura permaneci todava algn tiempo de
sigui avanzando. Y sus pasos eran mucho ms rpidos que antes. pie, erguida e inmvil, y luego desapareci en la jungla.
La sonrisa se negaba a desaparecer de su rostro. Le pareci que ya Sir Roger Thornton miraba fijamente la hoguera. Si no fuera
no poda ocurrirle nada malo, ni ante el tribunal, ni en ningn un penitente, un sannyasin, aquel tibetano que, adems, iba en
otro lugar del mundo... Haba recuperado a su hermano... No. Era peregrinacin a Benars, no hubiera credo ni una sola de sus
la primera vez que lo tena... palabras. Pero un sannyasin no miente ni puede ser engaado.
Y luego aquellas contradicciones prfidas y crueles en el ros
1900
tro del asitico! O sera que se dej engaar por el resplandor de
Traduccin del alemn de Berta Vias Mahou la hoguera que tan extraamente se reflejaba en los ojos mon
goles?
Los tibetanos odian a los europeos y guardan celosamente sus
mgicos secretos, con los que esperan aniquilar un da a los orgu
llosos extranjeros cuando llegue la hora.
Sea como fuere, Sir Roger Thornton desea comprobar con sus
propios ojos si, efectivamente, existen fuerzas ocultas en ese pue
blo extrao. Pero necesita compaeros, hombres valerosos cuya
voluntad no se quiebre ante los horrores de un mundo diferente.
El ingls pasa revista a sus compaeros... Aquel afgano sera el
nico entre los asiticos para ser tomado en cuenta. Es intrpido
como una fiera, pero supersticioso. As pues, slo queda su criado
europeo.
Sir Roger le toca con la punta de su bastn. Jaburek qued
completamente sordo a los diez aos, pero sabe leer cada palabra
en los labios de su amo, por muy rara que sea.
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 Sir Roger le cuenta con expresivos gestos lo que oy decir al El afgano se neg tenazmente a acompaarlos y declar estar
tibetano... A unas veinte jornadas del lugar donde se encuentran, dispuesto a meterse en una cueva de tigres, pero que se cuidara
en un valle de las laderas del Himavat, exactamente sealado, hay mucho de hacer nada que pudiera comprometer su alma in
un trozo de tierra sumamente extrao. Por tres de sus lados se mortal.
elevan muros rocosos, cortados a pico; el nico acceso est cerra As, los nicos osados fueron los dos europeos.
do por gases ponzoosos que emanan continuamente del suelo y Los cascos de cobre de las escafandras refulgan al sol y lanza
matan al instante a todo ser viviente que pretenda pasar. En el ban extraas sombras al suelo esponjoso del que ascendan, en
desfiladero, que cubre unos cienta treinta kilmetros cuadrados, innumerables y diminutas burbujas, las letales emanaciones. Sir
en medio de la vegetacin ms exuberante, vive, al parecer, una Roger imprimi a su marcha un ritmo rpido para evitar el con
pequea tribu de raza tibetana que, segn el rumor, va tocada de sumo del aire comprimido antes de haber cruzado la zona de los
rojos gorros puntiagudos y adora a un ser malvado y satnico en gases. Todo lo vea turbio, como a travs de una tenue capa de
forma de pavo real. Ese ser diablico ense a los habitantes la agua. La luz del sol, de un verde fantasmal, tea los lejanos gla
magia negra, y en el transcurso de los siglos les ha ido revelando ciares del techo del mundo, que levantaba sus gigantescos perfi
misterios que un da habrn de transformar el globo terrestre. Se les como un singular paisaje de muerte.
dice que les ense una especie de meloda capaz de aniquilar en Finalmente, hallaron verde csped y Sir Roger encendi un
un instante al hombre ms fuerte. fsforo para cerciorarse de la presencia del aire atmosfrico en
Jaburek sonri desdeosamente. todos los niveles. Despus se quitaron los cascos y descargaron los
Sir Roger le explic que se propona cruzar los lugares enve balones de aire.
nenados con ayuda de escafandras y balones de aire comprimido A sus espaldas se elevaba la muralla de gas, como una temblo
y luego penetrar en el interior del misterioso desfiladero. rosa masa de agua. En el aire flotaba un aroma embriagador de
Jaburek asinti con la cabeza y se frot con satisfaccin las flores de amberia.
sucias manos. Tornasoladas mariposas, del tamao de una mano, cubiertas
El tibetano no haba mentido. All abajo se extenda, cubierta de raros dibujos, descansaban con las alas abiertas, como si fueran
de verdor, la extraa garganta: un cinturn de tierra amarillenta, libros de magia, sobre inmviles flores.
desrtica y corroda por las erosiones, separaba el desfiladero del Caminando bastante separados uno de otro, ambos se dirigie
mundo exterior en una anchura que se tardaba media hora en ron hacia un bosquecillo que les cerraba el horizonte. Sir Roger
recorrer. El gas que surga del suelo era cido carbnico puro. hizo una seal a su sordo criado, porque le pareci haber odo un
Sir Roger Thornton, que desde la cumbre de una colina pudo ruido. Jaburek prepar el rifle.
apreciar la anchura de aquel cinturn, decidi emprender la mar Al llegar a un extremo del bosque, una pradera se ofreci a su
cha a la maana siguiente. Las escafandras que haba encargado vista. Apenas a cuatrocientos metros, unos cien hombres, eviden
en Bombay funcionaban perfectamente. temente tibetanos, tocados con gorros rojos, haban formado un
Jaburek llevaba los dos rifles de repeticin y diversos instru semicrculo y esperaban a los intrusos. Sir Roger avanz, seguido
mentos que su amo consideraba indispensables. de su criado.

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 Los tibetanos llevaban las habituales zamarras de piel de car El jefe de los tibetanos an viva. Las piernas se le haban con
nero; mas, a pesar de ello, casi no parecan seres humanos, tan vertido en una papilla azulenca y el tronco comenzaba a encoger
espantosamente feos y deformes eran sus rostros. Dejaron que los se: era como si el hombre estuviese siendo digerido por un ser del
dos hombres se acercasen ms y, de pronto, a una orden de su todo transparente. No llevaba gorro rojo, sino una especie de
jefe, levantaron todos a la vez las manos, se oprimieron con fuer tocado en forma de mitra donde se movan unos ojos amari
za los odos y gritaron algo. llentos.
Jaburek mir interrogativamente a su amo y levant el rifle, Jaburek le descarg un culatazo en el crneo, pero no pudo
porque el extrao movimiento de los tibetanos le pareci una evitar que el moribundo le hiriera en el pie con una hoz arrojada
seal de ataque. Pero lo que sus ojos vieron le hel la sangre en las en el ltimo momento.
venas: en torno a su amo se haba formado una masa gaseosa, agi Mir a su alrededor. La soledad era absoluta. El aroma de las
tada y remolineante, parecida a la que haban atravesado poco flores de amberia se intensific y se hizo casi punzante. Pareca
antes. La figura de Sir Roger perdi los contornos, como si hubie emanar de los conos color lila, que Jaburek se puso a observar
se sido devastada por el remolino; la cabeza se tom puntiaguda; ahora. Todos eran iguales y estaban formados de la misma mate
toda la masa se hundi en s misma, como en fusin, y en el lugar ria gelatinosa de color morado claro. Era imposible encontrar los
donde haca un instante se encontraba el audaz ingls haba restos de Sir Roger entre todas aquellas moradas pirmides.
ahora un cono de color violeta claro del tamao de un piln de Jaburek arre un puntapi en la cara del jefe tibetano muerto
azcar. y, rechinando los dientes, volvi sobre sus pasos. Desde lejos vio
sobre la hierba, brillando al sol, los dos cascos. Llen el baln de
El sordo Jaburek fue presa de la ira. Los tibetanos seguan gri
aire con una bomba porttil y penetr en la zona gaseosa. El
tando y l observaba con gran atencin sus labios para descifrar
camino pareca no acabar nunca. El infeliz senta que las lgrimas
lo que decan. Era siempre una y la misma palabra.
mojaban sus mejillas. Oh, Dios, su amo estaba muerto! Muerto
De pronto, el jefe de los tibetanos dio un salto adelante y
aqu, en la lejana India! Los gigantes helados del Himalaya boste
todos se callaron, al tiempo que bajaban las manos. Como pante
zaban cara al cielo. Qu les importaba el dolor de un pequeo
ras se arrojaron sobre Jaburek. ste empez a disparar contra la
corazn humano!
multitud, que se detuvo por un instante. Instintivamente, les grit
Jaburek traslad fielmente al papel, palabra por palabra, todo
la palabra que poco antes haba ledo en sus labios.
lo que haba sucedido y no comprenda, y dirigi su escrito al
Emelen!, E... me... len...! ruga, una y otra vez, hasta que el
secretario de su amo, que resida en Bombay, en la calle Adherito
desfiladero se estremeci como agitado por las fuerzas de la natu
llah, nmero 17. El afgano se encarg de llevarlo. Poco tiempo
raleza. despus, Jaburek muri, porque la hoz del jefe tibetano estaba
Todo lo vea como a travs de unos lentes de gran intensidad envenenada.
y el suelo pareca hundirse bajo sus pies... Pero slo dur un Al es Uno y Mahoma su profeta, rez el afgano, tocando el
momento; ahora vea de nuevo con claridad. Los tibetanos ha suelo con la frente. Los cazadores hindes cubrieron el cadver
ban desaparecido, como antes su amo, y solo incontables pilones con flores y lo incineraron, entre cantos piadosos, sobre una
de azcar color lila se levantaban ante l. hoguera de lea.
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 Al Murad Bey, el secretario, palideci al recibir el horri En Alemania, la epidemia estall primero en Hamburgo. Aus
ble mensaje y transmiti el escrito a la redaccin de la Indian tria, donde no se leen ms que las noticias locales, se libr duran
Gazette. te algunas semanas.
El nuevo diluvio lleg. El primer caso ocurrido en Hamburgo fue particularmente
La Indian Gazette, que public el caso de Sir Roger Thorn estremecedor. El pastor Stiken, hombre al que la edad venerable
ton, apareci al da siguiente con tres horas de retraso. Un acci haba vuelto casi sordo, estaba sentado por la maana a la mesa
dente extrao y horripilante tuvo la culpa del retraso: Biren del desayuno, rodeado de sus familiares. Teobaldo, el hijo mayor,
dranath Naorodjee, redactor del peridico, y dos empleados con su larga pipa de estudiante; Yette, la fiel esposa, y Mina y
subalternos que solan revisar las pginas con l a medianoche, Tina. En una palabra, todos, todos. El anciano padre acababa de
antes de salir la edicin, desaparecieron del despacho sin dejar desplegar un peridico ingls recin llegado y lea a los suyos el
rastro. En lugar de ellos haba en el suelo tres cilindros azulencos relato del caso de Sir Roger Thornton. Apenas haba pronuncia
y gelatinosos, y junto a ellos el peridico recin impreso. Apenas do la palabra Emelen e iba a fortalecerse con un sorbo de caf,
acababa la polica, con la petulancia de siempre, de tomar las pri cuando advirti, presa de horror, que slo lo rodeaban conos de
meras declaraciones, cuando llegaron las noticias de innumera gelatina morada. De uno de ellos sobresala an la larga pipa
bles casos similares. estudiantil. Todas las catorce almas se las llev el Seor a su seno.
Personas que lean peridicos desaparecan por docenas ante El piadoso anciano cay desmayado.
la vista de la asustada multitud que cruzaba las calles, presa de Una semana ms tarde, la mayor parte de la humanidad esta
agitacin. Innumerables pirmides moradas quedaban esparcidas
ba muerta. Le fue reservado a un sabio alemn poder arrojar un
alrededor, en las escaleras, mercados y callejuelas, hasta donde
poco de luz sobre los acontecimientos. La circunstancia de que la
abarcaba la vista.
epidemia respetase a los sordos y sordomudos le sugiri la idea de
Al anochecer, Bombay qued medio despoblada. Una orden
que se trataba de un fenmeno puramente acstico. En su solita
de las autoridades sanitarias dispuso la inmediata clausura del
ria buhardilla de estudioso llev al papel una larga conferencia
puerto, as como de todo trfico con el exterior, a fin de impedir
cientfica y anunci con algunas frases su lectura pblica.
la propagacin de la nueva epidemia, pues no poda tratarse de
El sabio, con su exposicin, se refiri a ciertos escritos religio
otra cosa. El telgrafo y el cable zumbaron da y noche mandando
sos hindes, casi desconocidos, que trataban acerca de la provoca
al mundo entero la terrible noticia y detalles del caso de Sir
cin de tormentas de fluidos astrales remolineantes mediante la
Roger Thornton.
pronunciacin de ciertas palabras y frmulas secretas, y funda
Al da siguiente la cuarentena fue levantada, como extempo
rnea. Mensajes de terror de todos los pases anunciaban que la ment su relato en las ms modernas experiencias en el campo de
muerte morada se propagaba por todas partes, casi simultnea la teora de las vibraciones y radiaciones.
mente, y amenazaba con despoblar la tierra. Todo el mundo per Pronunci su disertacin en Berln y fue tal la afluencia de
di la cabeza y la sociedad civilizada pareca un gigantesco pblico que tuvo que valerse de un tubo acstico mientras lea las
hormiguero en que un mozo de aldea haba metido su pipa largas frases. Cerr su memorable discurso con las siguientes lapi
encendida. darias palabras:

256 257
 Vayan a ver a un especialista del odo para que los vuelva EL JOROBADITO
sordos y cudense de pronunciar la palabra... Emelen.
Un segundo despus el sabio y sus oyentes no eran ms que ROBERTO ARLT
conos inanimados de gelatina, pero el manuscrito no fue destrui
do; fue conocido y estudiado, y as la humanidad pudo evitar su
total exterminio.
Algunos decenios ms tarde, estamos en 19..., una nueva
generacin de sordomudos puebla el globo terrestre. Usos y cos
tumbres son diferentes, las clases y la propiedad han sido despla
zadas. Un especialista del odo gobierna al mundo. Las partituras Los diversos y exagerados rumores desparramados con motivo
han sido arrojadas a la basura, junto con las viejas recetas de los de la conducta que observ en compaa de Rigoletto, el joroba
alquimistas de la Edad Media. Mozart, Beethoven y Wagner se dito, en la casa de la seora X, apartaron en su tiempo a mucha
han vuelto ridculos, como antao Alberto Magno y Bombasto gente de mi lado.
Paracelso. En las cmaras de tormento de los museos, algn piano Sin embargo, mis singularidades no me acarrearon mayores
polvoriento muestra sus viejos dientes... desventuras, de no perfeccionarlas estrangulando a Rigoletto.
Traduccin del alemn de Agust Bartra Retorcerle el pescuezo al jorobadito ha sido de mi parte un
acto ms ruinoso e imprudente para mis intereses, que atentar
contra la existencia de un benefactor de la humanidad.
Se han echado sobre m la polica, los jueces y los peridicos.
Y sta es la hora en que an me pregunto (considerando los rigo
res de la justicia) si Rigoletto no estaba llamado a ser un capitn
de hombres, un genio o un filntropo. De otra forma no se expli
can las crueldades de la ley para vengar los fueros de un insigne
piojoso, al cual, para pagarle de su insolencia, resultaran insufi
cientes todos los puntapis que pudieran suministrarle en el tra
sero una brigada de personas bien nacidas.
No se me oculta que sucesos peores ocurren sobre el planeta,
pero sta no es una razn para que yo deje de mirar con angustia
las leprosas paredes del calabozo donde estoy alojado a espera de
un destino peor.
Pero estaba escrito que de un deforme deban provenirme
tantas dificultades. Recuerdo (y esto a va de informacin para los
aficionados a la teosofa y la metafsica) que desde mi tierna
infancia me llamaron la atencin los contrahechos. Los odiaba al
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tiempo que me atraan, como detesto y me llama la profundidad un mal golpe. l continuaba observando una conducta impura.
abierta bajo la balconada de un noveno piso, a cuyo barandal me Volviendo a mi actual situacin dir que si hay algo que me
he aproximado ms de una vez con el corazn temblando de cau reprocho es haber recado en la ingenuidad de conversar seme
tela y delicioso pavor. Y as como frente al vaco no puedo sus jantes minucias a los periodistas. Crea que las interpretaran, ms
traerme al terror de imaginarme cayendo en el aire con el heme aqu ahora abocado a mi reputacin menoscabada, pues esa
estmago contrado en la asfixia del desmoronamiento, en pre gentuza lo que menos ha escrito es que soy un demente, afirman
sencia de un deforme no puedo escapar al nauseoso pensamiento do con toda seriedad que bajo la trabazn de mis actos se descu
de imaginarme corcoveado, grotesco, espantoso, abandonado de bren las caractersticas de un cnico perverso.
todos, hospedado en una perrera, perseguido por trallas de chi Ciertamente, que mi actitud en la casa de la seora X, en com
cos feroces que me clavaran agujas en la giba... Es terrible..., sin paa del jorobadito, no ha sido la de un miembro inscripto en el
contar que todos los contrahechos son seres perversos, endemo almanaque de Gotha. No. Al menos no podra afirmarlo bajo mi
niados, protervos..., de manera que al estrangularlo a Rigoletto palabra de honor.
me creo con derecho a afirmar que le hice un inmenso favor a la Pero de este extremo al otro, en el que me colocan mis irre
sociedad, pues he librado a todos los corazones sensibles como el ductibles enemigos, media una igual distancia de mentira e
mo de un espectculo pavoroso y repugnante. Sin aadir que incomprensin. Mis detractores aseguran que soy un canalla
el jorobadito era un hombre cruel. Tan cruel que yo me vea obli monstruoso, basando esta afirmacin en mi jovialidad al comen
gado a decirle todos los das: tar ciertos actos en los que he intervenido, como si la jovialidad
Mir, Rigoletto, no seas perverso. Prefiero cualquier cosa a no fuera precisamente la prueba de cun excelentes son las condi
verte pegndole con un ltigo a una inocente cerda. Qu te ha ciones de mi carcter y qu comprensivo y tierno al fin y al cabo.
hecho la marrana? Nada. No es cierto que no te ha hecho nada?... Por otra parte, si hubiera que tamizar mis actos, ese tamiz a
Qu se le importa? emplearse debera llamarse sufrimiento. Soy un hombre que ha
No te ha hecho nada, y vos contumaz, obstinado, cruel, des padecido mucho. No negar que dichos padecimientos han
fogs tus furores en la pobre bestia... encontrado su origen en mi exceso de sensibilidad, tan agudizada
Como me embrome mucho la voy a rociar de petrleo a la que cuando me encontraba frente a alguien he credo percibir
chancha y luego le prendo fuego. hasta el matiz del color que tenan sus pensamientos, y lo ms
Despus de pronunciar estas palabras, el jorobadito descarga grave es que no me he equivocado nunca. Por el alma del hombre
ba latigazos en el crinudo lomo de la bestia, rechinando los dien he visto pasar el rojo del odio y el verde del amor, como a travs
tes como un demonio de teatro. Y yo le deca: de la cresta de una nube los rayos de luna ms o menos empalide
Te voy a retorcer el pescuezo, Rigoletto. Escuch mis pater cidos por el espesor distinto de la masa acuosa. Y personas hubo
nales advertencias, Rigoletto. Te conviene... que me han dicho:
Predicar en el desierto hubiera sido ms eficaz. Se regocijaba Recuerda cuando usted, hace tres aos, me dijo que yo pen
en contravenir mis rdenes y en poner en todo momento en evi saba en tal cosa? No se equivocaba.
dencia su temperamento sardnico y feroz. Intil era que prome He caminado as, entre hombres y mujeres, percibiendo los
tiera zurrarle la badana o hacerle salir la joroba por el pecho de furores que encrespaban sus instintos y los deseos que envaraban
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sus intenciones, sorprendiendo siempre en las laterales luces de la manera que hasta los viandantes que pasaban por la calle podan
pupila, en el temblor de los vrtices de los labios y en el eriza escucharle:
miento casi invisible de la piel de los prpados lo que anhelaban, Y dnde est la banda de msica con que deban festejar mi
retenan o sufran. Y jams estuve ms solo que entonces, que hermosa presencia? Y los esclavos que tienen que ungirme de
cuando ellos y ellas eran transparentes para m. De este modo, aceite, dnde se han metido? En lugar de recibirme jovencitos
involuntariamente, fui descubriendo todo el sedimento de bajeza con orinales, me atiende una vieja desdentada y hedionda. Y sta
humana que encubren los actos aparentemente ms leves, y hom es la casa en la cual usted vive?
bres que eran buenos y perfectos para sus prjimos, fueron, para Y observando las puertas recin pintadas, exclam enftica
m, lo que Cristo llam sepulcros encalados. Lentamente se agri mente:
mi natural bondad convirtindome en un sujeto taciturno e ir Pero esto no parece una casa de familia sino una ferretera!
nico. Pero me voy apartando, precisamente, de aquello a lo cual Es simplemente asqueroso. Cmo no han tenido la precaucin
quiero aproximarme y es la relacin del origen de mis desgracias. de perfumar la casa con esencia de nardo, sabiendo que iba a
Mis dificultades nacen de haber conducido a la casa de la seora venir? No se dan cuenta de la pestilencia de aguarrs que hay
X al infame corcovado. aqu?
En la casa de la seora X yo haca el novio de una de las Reparan ustedes en la catadura del insolente que se haba
nias. Es curioso. Fui atrado, insensiblemente, a la intimidad de posesionado de mi vida?
esa familia por una hbil conducta de la seora X, que procedi Lo cual es grave, seores, muy grave.
con un determinado exquisito tacto y que consiste en negarnos Estudiando el asunto recuerdo que conoc al contrahecho en
un vaso de agua para poner a nuestro alcance, y como quien no un caf; lo recuerdo perfectamente. Estaba yo sentado frente a
quiere, un frasco de alcohol. Imagnense ustedes lo que ocurrira una mesa, meditando, con la nariz metida en mi taza de caf,
con un sediento. Oponindose en palabras a mis deseos. Incluso, cuando, al levantar la vista distingu a un jorobadito que, con los
hay testigos. Digo esto para descargo de mi conciencia. Ms an, pies a dos cuartas del suelo y en mangas de camisa, observbame
en circunstancias en que nuestras relaciones hacan prever una con toda atencin, sentado del modo ms indecoroso del mundo,
ruptura, yo anticip seguridades que escandalizaron a los amigos pues haba puesto la silla al revs y apoyaba sus brazos en el res
de la casa. Y es curioso. Hay muchas madres que adoptan este paldo de sta. Como haca calor se haba quitado el saco, y as
temperamento, en la relacin que sus hijas tienen con los novios, descaradamente en cuerpo de camisa, giraba sus renegridos ojos
de manera que el incauto si en un incauto puede admitirse un saltones sobre los jugadores de billar. Era tan bajo que apenas si
sus hombros se ponan a nivel con la tabla de la mesa. Y, como les
minuto de lucidez observa con terror que ha llevado las cosas
contaba, alternaba la operacin de contemplar la concurrencia,
mucho ms lejos de lo que permita la conveniencia social.
con la no menos importante de examinar su reloj pulsera, cual si
Y ahora volvamos al jorobadito para deslindar responsabilida
la hora que ste marcara le importara mucho ms que la sealada
des. La primera vez que se present a visitarme en mi casa, lo hizo
en el gigantesco reloj colgado de un muro del establecimiento.
en casi completo estado de ebriedad, faltndole el respeto a una
Pero, lo que causaba en l un efecto extrao, adems de la
vieja criada que sali a recibirlo y gritando a voz en cuello de
consabida corcova, era la cabeza cuadrada y la cara larga y redon
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da, de modo que por el crneo pareca un mulo y por el semblan humano me atraa con la inmensidad de su desparpajo, l, obse
te un caballo. quindome con la ms graciosa sonrisa de su repertorio, que
Me qued un instante contemplando al jorobadito con la dejaba al descubierto su amarilla dentadura de jumento, dijo:
curiosidad de quien mira un sapo que ha brotado frente a l; y Este reloj pulsera me cuesta veinticinco pesos...; esta corbata
ste, sin ofenderse, me dijo: es inarrugable y me cuesta ocho pesos...; ve estos botines?, trein
Caballero, ser tan amable usted que me permita sus fs ta y dos pesos, caballero. Puede alguien decir que soy un pelafus
foros? tn? No, seor! No es cierto?
Sonriendo, le alcanc mi caja; el contrahecho encendi su Claro que s!
cigarro medio consumido y despus de observarme largamente, Gui arduamente los ojos durante un minuto, luego
dijo: moviendo la cabeza como un osezno alegre, prosigui interroga
Qu buen mozo es usted! Seguramente que no deben faltar dor y afirmativo simultneamente:
le novias. Qu agradable es poder confesar sus intimidades en pblico,
La lisonja halaga siempre aunque salga de la boca de un joro no le parece, caballero? Hay muchos en mi lugar que pueden
bado, y muy amablemente le contest que s, que tena una muy sentarse impunemente a la mesa de un caf y entablar una ama
hermosa novia, aunque no estaba muy seguro de ser querido por ble conversacin con un desconocido como lo hago yo? No. Y
ella, a lo cual el desconocido, a quien bautic en mi fuero interno por qu no hay muchos, puede contestarme?
con el nombre de Rigoletto, me contest despus de escuchar con No s...
sentenciosa atencin mis palabras: Porque mi semblante respira la santa honradez.
No s por qu se me ocurre que usted es de la estofa con que Satisfechsimo de su conclusin, el bufoncillo se restreg las
se fabrican excelentes cornudos.
manos con satnico donaire, y echando complacidas miradas en
Y antes que tuviera tiempo de sobreponerme a la estupefac
redor prosigui:
cin que me produjo su extraordinaria insolencia, el cacaseno
Soy ms bueno que el pan francs y ms arbitrario que una
continu:
preada de cinco meses. Basta mirarme para comprender de in
Pues yo nunca he tenido novia, cralo, caballero... le digo la
mediato que soy uno de aquellos hombres que aparecen de tanto
verdad...
en tanto sobre el planeta como un consuelo que Dios ofrece a los
No lo dudo repliqu sonriendo ofensivamente, no lo
hombres en pago de sus penurias, y aunque no creo en la santsi
dudo...
ma Virgen, la bondad fluye de mis palabras como la piel del
De lo que me alegro, caballero, porque no me agradara
Himeto.
tener un incidente con usted...
Mientras yo desencajaba los ojos asombrados, Rigoletto con
Mientras l hablaba yo vacilaba si levantarme y darle un pun
tapi en la cabeza o tirarle a la cara el contenido de mi pocillo de tinu:
caf, pero recapacitndolo me dije que de promoverse un alterca Yo podra ser abogado ahora, pero como no he estudiado no
do all, el que llevara todas las de perder era yo, y cuando me dis lo soy. En mi familia fui profesional del betn.
pona a marcharme contra mi voluntad porque aquel sapo Del betn?

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 S, lustrador de botas..., lo cual me honra, porque yo solo he resuma mi deleite de enamoramiento y anulacin. Comprenden
escalado la posicin que ocupo. O le molesta que haya sido pro ustedes? La vida que corre en nosotros se corta en dos raudales al
fesional? Acaso no se dice tcnico de calzado el ltimo remen llegar a su imagen, y como la corriente no puede destruir la roca,
dn de portal, y experto en cabellos y sus derivados el terminamos anhelando el peasco que aja nuestro movimiento y
rapabarbas, y profesor de baile el cafishio profesional?... permanece inmutable.
Indudablemente, era aqul el pillete ms divertido que haba Naturalmente, ella, desde el primer da que nos tratamos, me
encontrado en mi vida. hizo experimentar con su frialdad sonriente el peso de su autori
Y ahora qu hace usted? dad. Sin poder concretar en qu consista el dominio que ejerca
Levanto quinielas entre mis favorecedores, seor. No dudo sobre m, ste se traduca como la presin de una atmsfera sobre
que usted ser mi cliente. Pida informes... mi pasin. Frente a ella me senta ridculo, inferior sin saber pre
No hace falta... cisar en qu poda consistir cualquiera de ambas cosas. De ms
Quiere fumar usted, caballero? est decir que nunca me atrev a besarla, porque se me ocurra
Cmo no! que ella poda considerar un ultraje mi caricia. Eso s, me era ms
Despus que encend el cigarro que l me hubo ofrecido, fcil imaginrmela entregada a las caricias de otro, aunque ahora
Rigoletto apoy el corto brazo en mi mesa y dijo: se me ocurre que esa imaginacin pervertida era la consecuencia
Yo soy enemigo de contraer amistades nuevas porque la de mi conducta imbcil para con ella. En tanto, mediante esas
gente generalmente carece de tacto y educacin, pero usted me curiosas transmutaciones que obra a veces la alquimia de las
convence.... me parece una persona muy de bien y quiero ser su pasiones, comenc a odiarla rabiosamente a la madre, responsabi
amigo dicho lo cual, y ustedes no lo creern, el corcovado aban lizndola tambin, ignoro por qu, de aquella situacin absurda
don su silla y se instal en mi mesa. en que me encontraba. Si yo estaba de novio en aquella casa deba
Ahora no dudarn ustedes de que Rigoletto era el ente ms se a las arterias de la maldita vieja, y lleg a producirse en poco
descarado de su especie, y ello me divirti a punto tal que no tiempo una de las situaciones ms raras de que haya odo hablar,
pude menos de pasar el brazo por encima de la mesa y darle dos pues me retena en la casa, junto a mi novia, no el amor a ella,
palmadas amistosas en la giba. Quedse el contrahecho mirndo sino el odio al alma taciturna y violenta que envasaba la madre
me gravemente un instante; luego lo pens mejor, y sonriendo, silenciosa, pesando a todas horas cuntas probabilidades existan
agreg: en el presente de que me casara o no con su hija. Ahora estaba
Que le aproveche, caballero, porque a m no me ha dado aferrado al semblante de la madre como a una mala injuria inol
ninguna suerte! vidable o a una humillacin atroz. Me olvidaba de la muchacha
Siempre dud de que mi novia me quisiera con la misma fuer que estaba a mi lado para entretenerme en estudiar el rostro de la
za de enamoramiento que a m me haca pensar en ella durante anciana, abotargado por el relajamiento de la red muscular, terro
todo el da, como en una imagen sobrenatural. Por momentos la so, inmvil por momentos como si estuviera tallado en plata
senta implantada en mi existencia semejante a un peasco en el sucia, y con ojos negros, vivos e insolentes.
centro de un ro. Y esta sensacin de ser la corriente dividida en Las mejillas estaban surcadas por gruesas arrugas amarillas, y
dos ondas cada da ms pequeas por el crecimiento del peasco cuando aquel rostro estaba inmvil y grave, con los ojos desvia
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dos de los mos, por ejemplo, detenidos en el plafn de la sala, resecos por ese instinto animal que la impulsaba a desear matar
emanaba de esa figura envuelta en ropas negras tal implacable me o hacerme vctima de una venganza atroz.
voluntad, que el tono de la voz, enrgico y recio, lo que haca era Adems de voluntariosa, careca de escrpulos, pues finga
slo afirmarla. articular con mis ideas, que le eran odiosas en el ms amplio sen
Yo tuve la sensacin, en un momento dado, que esa mujer me tido de la palabra. Y aunque aparentemente resulte ridculo que
aborreca, porque la intimidad, a la cual ella involuntariamente dos personas se odien en la divergencia de un pensamiento, no lo
me haba arrastrado, no aseguraba en su interior las ilusiones que es, porque en el subconsciente de cada hombre y de cada mujer
un da se haba hecho respecto a m. Y a medida que el odio cre donde se almacena el rencor, cuando no es posible otro escape, el
ca, y lanzaba en su interior furiosas voces, la seora X era ms odio se descarga como por una vlvula psquica en la oposicin
amable conmigo, se interesaba por mi salud, siempre precaria, de las ideas. Por ejemplo, ella, que odiaba a los bolcheviques, me
tena conmigo esas atenciones que las mujeres que han sido un escuchaba deferentemente cuando yo hablaba de las rencillas de
poco sensuales gastan con sus hijos varones, y como una mons Trotski y Stalin, y hasta lleg al extremo de fingir interesarse por
truosa araa iba tejiendo en redor de mi responsabilidad una fina Lenin, ella, ella que se entusiasmaba ardientemente con los ms
tela de obligaciones. Slo sus ojos negros e insolentes me espia groseros figurones de nuestra poltica conservadora. Acomodati
ban de continuo, revisndome el alma y sopesando mis intencio cia y flexible, su aprobacin a mis ideas era una injuria, me senta
nes. A veces, cuando la incertidumbre se le haca insoportable, empequeecido y denigrado frente a una mujer que si yo hubiera
estallaba casi en estas indirectas: afirmado que el da era noche, me contestara:
Las amigas no hacen sino preguntarme cundo se casan Efectivamente, no me fij que el sol hace rato que se ha
ustedes, y yo qu les voy a contestar? Que pronto. O si no: Sera puesto.
conveniente, no le parece a usted, que la nena fuera preparando Sintetizando, ella deseaba que me casara de una vez. Luego se
su ajuar. encargara de darme con las puertas en las narices y de resarcirse
de todas las dudas en que la haba mantenido sumergida mi
Cuando la seora X pronunciaba estas palabras, me miraba
noviazgo eterno.
fijamente para descubrir si en un parpadeo o en un involuntario
En tanto la malla de la red se iba ajustando cada vez ms a mi
temblor de un nervio facial se revelaba mi intencin de no cum
organismo. Me senta amarrado por invisibles cordeles. Da tras
plir con el compromiso, al cual ella me haba arrastrado con su
da la seora X agregaba un nudo ms a su tejido, y mi tristeza
conducta habilsima. Aunque tena la seguridad de que le dara
creca como si ante mis ojos estuvieran serruchando las tablas del
una sorpresa desagradable, finga estar segura de mi decencia de
atad que me iban a sumergir en la nada. Saba que en la casa, lo
caballero, mas el esfuerzo que tena que efectuar para revestirse
poco bueno que persista en m iba a naufragar si yo aceptaba la
de esa apariencia de tranquilidad, pona en el timbre de su voz
situacin que traa aparejada el compromiso. Ellas, la madre y
una violencia meliflua, violencia que imprima a las palabras una
la hija, me atraan a sus preocupaciones mezquinas, a su vida sr
velocidad de cuchicheo, como quien os confa apuradamente un
dida, sin ideales, una existencia gris, la verdadera noria de nuestro
secreto, acompaando la voz con una inclinacin de cabeza sobre lenguaje popular, en el que la personalidad a medida que pasan
el hombro derecho, mientras que la lengua humedeca los labios los das se va desintegrando bajo el peso de las obligaciones eco
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nmicas, que tienen la virtud de convertirlo a un hombre en uno mi novia al insolente jorobadito, previo acuerdo con l, y promo
de esos autmatas con cuello postizo, a quienes la mujer y la sue ver un escndalo singular, de consecuencias irreparables. Buscan
gra retan a cada instante porque no trajo ms dinero o no lleg a do un motivo mediante el cual podra provocar una ruptura,
la hora establecida. Hace mucho tiempo que he comprendido que repar en una ofensa que podra inferirle a mi novia, sumamente
no he nacido para semejante esclavitud. Admito que es ms pro curiosa, la cual consista:
bable que mi destino me lleve a dormir junto a los rieles de un Bajo la apariencia de una conmiseracin elevada a su ms
ferrocarril, en medio del campo verde, que a acarretillar un pura violencia y expresin, el primer beso que ella an no me
cochecito con toldo de hule, donde duerme un mueco que al haba dado a m, tendra que drselo al repugnante corcovado
decir de la gente debe enorgullecerme de ser padre. que jams haba sido amado, que jams conoci la piedad angli
Yo no he podido concebir jams ese orgullo, y s experimento ca ni la belleza terrestre.
un sentimiento de vergenza y de lstima cuando un buen seor Familiarizado, como les cuento, con mi idea, si a algo tan
se entusiasma frente a m con el pretexto de que su esposa lo ha magnfico se puede llamar idea, me dirig al caf en busca de
hecho padre de familia. Hasta muchas veces me he dicho que Rigoletto.
esa gente que as procede son simuladores de alegra o unos per Despus que se hubo sentado a mi lado, le dije:
fectos estpidos. Porque en vez de felicitarnos del nacimiento de Querido amigo: muchas veces he pensado que ninguna
una criatura debamos llorar de haber provocado la aparicin en mujer lo ha besado ni lo besar. No me interrumpa! Yo la quiero
este mundo de un msero y dbil cuerpo humano, que a travs de mucho a mi novia, pero dudo que me corresponda de corazn.
los aos sufrir incontables horas de dolor y escassimos minutos Y tanto la quiero que para que se d cuenta de mi cario le dir
de alegra. que nunca la he besado. Ahora bien: yo quiero que ella me d una
Y mientras la deliciosa criatura con la cabeza tiesa junto a prueba de su amor hacia m... y esa prueba consistir en que lo
mi hombro soaba con un futuro sonrosado, yo, con los ojos per bese a usted. Est conforme?
didos en la triangular verdura de un ciprs cercano, pensaba con Resping el corcovado en su silla; luego con tono enftico me
qu hoja cortante desgarrar la tela de la red, cuyas clulas a medi replic:
da que creca se hacan ms pequeas y densas. Sin embargo, no Y quin me indemniza a m, caballero, del mal rato que voy
encontraba un filo lo suficientemente agudo para desgarrar defi a pasar?
nitivamente la malla, hasta que conoc al corcovado. Cmo mal rato?
En esas circunstancias se me ocurri la idea idea que fue Naturalmente! O usted se cree que yo puedo prestarme por
pequeita al principio como la raz de una hierba, pero que en el ser jorobado a farsas tan innobles? Usted me va a llevar a la casa
transcurso de los das se bifurc en mi cerebro, dilatndose, afian de su novia y como quien presenta un monstruo, le dir: Queri
zando sus fibromas entre las clulas ms remotas y aunque no se da, te presento al dromedario.
me ocultaba que era sa una idea extraa, fui familiarizndome Yo no la tuteo a mi novia!
con su contextura, de modo que a los pocos das ya estaba acos Para el caso es lo mismo. Y yo en tanto, qu voy a quedarme
tumbrado a ella y no faltaba sino llevarla a la prctica. Esa idea, haciendo, caballero? Abriendo la boca como un imbcil, mien
semidiablica por su naturaleza, consista en conducir a la casa de tras disputan sus tonteras? No, seor; muchas gracias! Gracias
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por su buena intencin, como le deca la liebre al cazador. Ade imprudencia de escuchar tus melifluas palabras. Indudablemente
ms, que usted me dijo que nunca la haba besado a su novia. no se encuentra en todo Buenos Aires un cnico de tu estampa y
Y eso, qu tiene que ver? calibre. Con qu derecho, entonces, pretends que te indemnicen
Claro! Usted sabe acaso si a m me gusta que me besen? si a vos te indemniza mi tontera de llevarte a una casa donde no
Puede no gustarme. Y si no me gusta, por qu usted quiere obli sos digno de barrer el zagun? Qu ms indemnizacin quers
garme? O es que usted se cree que porque soy corcovado no que el beso que ella, santamente, te dar, insensible a tu cara, el
tengo sentimientos humanos? mapa de la desvergenza!
La resistencia de Rigoletto me enardeci. Violentamente, le No me ultraje!

dije: Bueno, Rigoletto, acepts o no acepts?

Pero no se da cuenta de que es usted, con su joroba y figura Y si ella se niega a drmelo o quedo desairado?...

desgraciadas, el que me sugiri este admirable proyecto? Piense, Te dar veinte pesos.

infeliz! Si mi novia consiente, le quedar a usted un recuerdo Y cundo vamos a ir?

esplndido. Podr decir por todas partes que ha conocido a la Maana. Cortte el pelo, limpite las uas...

criatura ms adorable de la tierra. No se da cuenta? Su primer Bueno..., prsteme cinco pesos...

beso habr sido para usted. Tom diez.

Y quin le dice a usted que se sea el primer beso que haya A las nueve de la noche sal con Rigoletto en direccin a la

dado? casa de mi novia. El giboso se haba perfumado endiabladamente

Durante un instante me qued inmvil; luego, obcecado por y estrenaba una corbata plastrn de color violeta.
ese frenes que violentaba toda mi vida hacia la ejecucin de la La noche se presentaba sombra con sus rfagas de viento
idea, le respond: encallejonadas en las bocacalles, y en el confn, tristemente ilumi
Y a vos, Rigoletto, qu se te importa? nado por oscilantes lunas elctricas, se vean deslizarse vertigino
No me llame Rigoletto! Yo no le he dado tanta confianza sas cordilleras de nubes. Yo estaba malhumorado, triste. Tan
para que me ponga sobrenombres. apresuradamente caminaba que el cojo casi corra tras de m, y a
Pero sabs que sos el contrahecho ms insolente que he momentos tomndome del borde del saco, me deca con tono las
conocido? timero:
Amain el jorobadito y ya dijo: Pero usted quiere reventarme! Qu le pasa a usted?
Y si me ultrajara de palabra o de hecho? Y de tal manera creca mi enfurecimiento que de no necesitar-
No seas ridculo, Rigoletto! Quin te va a ultrajar? Si vos lo a Rigoletto lo hubiera arrojado de un puntapi al medio de la
sos un bufn! No te das cuenta? Sos un bufn y un parsito! calzada.
Para qu hacs entonces la comedia de la dignidad? Y cmo soplaba el viento! No se vea alma viviente por las
Rotundamente protesto, caballero! calles, y una claridad espectral cada del segundo cielo que conte
Protest todo lo que quieras, pero escuchme. Sos un desver nan las combadas nubes haca ms ntidos los contornos de las
gonzado parsito. Creo que me expreso con suficiente claridad, fachadas y sus cresteras funerarias. No haba quedado un trozo
no? Les chups la sangre a todos los clientes del caf que tienen la de papel por los suelos. Pareca que la ciudad haba sido borrada
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por una tropa de espectros. Y a pesar de encontrarme en ella, Avanz cordialmente a mi encuentro, pero al descubrir al
crea estar perdido en un bosque. contrahecho, se detuvo asombrada, interrogndonos a los dos
El viento doblaba violentamente la copa de los rboles, pero el con la mirada.
maldito corcovado me persegua en mi carrera, como si no qui Elsa, le voy a presentar a mi amigo Rigoletto.
siera perderme, semejante a mi genio malo, semejante a lo malva No me ultraje, caballero! Usted bien sabe que no me llamo
do de m mismo que para concretarse se hubiera revestido con la Rigoletto!
figura abominable del giboso. A ver si te calls!
Y yo estaba triste. Enormemente triste, como no se lo imagi Elsa detuvo la sonrisa. Mirbame seriamente, como si yo estu
nan ustedes. Comprenda que le iba a inferir un atroz ultraje a la viera en trance de convertirme en un desconocido para ella. Sea
fra calculadora; comprenda que ese acto me separara para lndole una butaca dorada le dije al contrahecho:
siempre de ella, lo cual no obstaba para que me dijera a medida Sentte all y no te muevas.
que cruzaba las aceras desiertas: Si Rigoletto fuera mi hermano, Quedse el giboso con los pies a dos cuartas del suelo y el
no hubiera procedido lo mismo. sombrero de paja sobre las rodillas y con su carota atezada pare
Y comprenda que s, que si Rigoletto hubiera sido mi herma ca un ridculo dolo chino. Elsa contemplaba estupefacta al
no, yo toda la vida lo hubiera compadecido con angustia enorme. absurdo personaje.
Me sent sbitamente calmado.
Por su aislamiento, por su falta de amor que le hiciera tolerable
Elsa le dije, Elsa, yo dudo de su amor. No se preocupe por
los das colmados por los ultrajes de todas las miradas. Y me aa
ese repugnante canalla que nos escucha. igame: yo dudo... no s
da que la mujer que me hubiera querido deba primero haberlo
por qu..., pero dudo de que usted me quiera. Es triste eso..., cra
amado a l. De pronto me detuve ante un zagun iluminado:
lo... Demustreme, dme una prueba de que me quiere, y ser
Aqu es.
toda la vida su esclavo.
Mi corazn lata fuertemente. Rigoletto aties el pescuezo y,
Naturalmente, yo no estaba seguro de lo que quera expresar
empinado sobre la punta de sus pies, al tiempo que se arreglaba el
toda la vida, pero tanto me agrad la frase que insist:
moo de la corbata, me dijo:
S, su esclavo para toda la vida. No crea que he bebido. Sien
Acurdese! Usted es el nico culpable! Que el pecado...! ta el olor de mi aliento.
Fina y alta, apareci mi novia en la sala dorada. Elsa retrocedi a medida que yo me acercaba a ella, y en ese
Aunque sonrea, su mirada me escudriaba con la misma momento, saben ustedes lo que se le ocurre al maldito cojo?
serenidad con que me examin la primera vez cuando le dije: Pues: tocar una marcha militar con el nudillo de sus dedos en la
Me permite una palabra, seorita?, y esta contradiccin entre la copa del sombrero.
sonrisa de su carne (pues es la carne la que hace ese movimiento Me volv al cojo y despus de conminarle silencio, me expli
delicioso que llamamos sonrisa) y la fra expectativa de su inteli qu:
gencia discernindome mediante los ojos, era la que siempre me Vea, Elsa, y la nica prueba de amor es que le d un beso a
causaba la extraa impresin. Rigoletto.

274 275
 Los ojos de la doncella se llenaron de una claridad sombra. servilleta en la mano. Ustedes creen que el cojo se amilan? Nada
Cavil un instante; luego, sin clera en la voz, me dijo muy lenta de eso. Colocado en medio de la sala, grit estentreamente:
mente: Ustedes no tienen nada que hacer aqu! Yo he venido en
Retrese!
cumplimiento de una alta misin filantrpica!... No se acerquen!
Pero!...
Y antes de que ellos tuvieran tiempo de avanzar para arrojarlo
Retrese, por favor...; vyase!...
por la ventana, el corcovado desenfund un revlver, encaonn
Yo me inclino a creer que el asunto hubiera tenido compos
dolos.
tura, cranlo..., pero aqu ocurri algo curioso, y es que Rigolet Se espantaron porque creyeron que estaba loco, y cuando los
to, que hasta entonces haba guardado silencio, se levant ex vi as inmovilizados por el miedo, quedme a la expectativa,
clamando: como quien no tuviera nada que hacer en tal asunto, pues ahora
No le permito esa insolencia, seorita..., no le permito que la insolencia de Rigoletto parecame de lo ms extraordinaria y
lo trate as a mi noble amigo! Usted no tiene corazn para la des
pintoresca.
gracia ajena. Corazn de peasco, es indigna de ser la novia de
ste, dndose cuenta del efecto causado, se envalenton:
mi amigo!
Yo he venido a cumplir una alta misin filantrpica! Y es
Ms tarde mucha gente crey que lo que ocurri fue una
necesario que Elsa me d un beso para que yo le perdone a la
comedia preparada. Y la prueba de que yo ignoraba lo que iba a
humanidad mi corcova. A cuenta del beso, srvanme un t con
ocurrir, es que al escuchar los despropsitos del contrahecho me
coac. Es una vergenza cmo ustedes atienden a las visitas! No
desplom en un sof rindome a gritos, mientras que el giboso,
con el semblante congestionado, tieso en el centro de la sala, con tuerza la nariz, seora, que para eso me he perfumado! Y triga
su bracito extendido, vociferaba: me el t!
Por qu usted le dijo a mi amigo que un beso no se pide..., Ah, inefable Rigoletto! Dicen que estoy loco, pero jams un
se da! Son conversaciones esas adecuadas para una que presume cuerdo se ha redo con tus insolencias como yo, que no estaba en
de seorita como usted? No le da a usted vergenza? mis cabales.
Descompuesto de risa, slo atin a decir:
Lo har meter preso...
Callte, Rigoletto; callte!...
Usted ignora las ms elementales reglas de cortesa insista
El corcovado se volvi enftico:
el corcovado. Ustedes estn obligados a atenderme como a un
Permtame, caballero...; no necesito que me d lecciones de
caballero. El hecho de ser jorobado no los autoriza a despreciar
urbanidad! me. Yo he venido para cumplir una alta misin filantrpica. La
Y volvindose a Elsa, que roja de vergenza haba retrocedido novia de mi amigo est obligada a darme un beso. Y no lo recha
hasta la puerta de la sala, le dijo: zo. Lo acepto. Comprendo que debo aceptarlo como una repara
Seorita... la conmino a que me d un beso! cin que me debe la sociedad, y no me niego a recibirlo.
El lmite de resistencia de las personas es variable. Elsa huy Indudablemente... si all haba un loco, era Rigoletto, no les
arrojando grandes gritos y en menos tiempo del que poda espe quede la menor duda, seores. Continu l:
rarse aparecieron en la sala su padre y su madre, la ltima con una Caballero... yo soy...
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 Un vigilante tras otro entraron en la sala. No recuerdo nada LA MANO DEL COMANDANTE ARANDA
ms. Dicen los peridicos que me desvanec al verlos entrar. Es
posible. ALFONSO REYES
Y ahora se dan cuenta por qu el hijo del diablo, el maldito
jorobado, castigaba a la marrana todas las tardes y por qu yo he
terminado estrangulndole?

E l comandante Benjamn Aranda perdi una mano en accin de

guerra, y fue la derecha, por su mal. Otros coleccionan manos
de bronce, de marfil, cristal o madera, que a veces proceden de
estatuas e imgenes religiosas o que son antiguas aldabas; y peo
res cosas guardan los cirujanos en bocales de alcohol. Por qu no
conservar esta mano disecada, testimonio de una hazaa glorio
sa? Estamos seguros de que la mano valga menos que el cerebro
o el corazn?
Meditemos. No medit Aranda, pero lo impulsaba un secreto
instinto. El hombre teolgico ha sido plasmado en la arcilla, como
un mueco, por la mano de Dios. El hombre biolgico evolucio
na merced al servicio de su mano, y su mano ha dotado al mundo
de un nuevo reino natural, el reino de las industrias y las artes. Si
los murallones de Tebas se iban alzando al eco de la lira de
Anfin, era su hermano Zeto, el albail, quien encaramaba las
piedras con la mano. La gente manual, los herreros y metalistas,
aparecen por eso, en las arcaicas mitologas, envueltos como en
vapores mgicos: son los hacedores de portento. Son Las manos
entregando el fuego que ha pintado Orozco. En el mural de Diego
Rivera (Bellas Artes), la mano empua el globo csmico que
encierra los poderes de creacin y de destruccin; y en Chapingo,
las manos proletarias estn prontas a reivindicar el patrimonio de
la tierra. En el cuadro de Alfaro Siqueiros, el hombre se reduce a
un par de enormes manos que solicitan la ddiva de la realidad,
sin duda para recomponerla a su guisa. En el recin descubierto
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279
santuario de Tlloc (Tetitla), las manos divinas se ostentan, y orden ya inmaterial, amenaza y persuade, orienta y desorienta,
sueltan el agua de la vida. Las manos en alto de Moiss sostienen ahuyenta y anima. Los ensalmadores fascinan y curan con la
la guerra contra los amalecitas. A Agamemnn, que manda a lo mano. Qu ms? Ella descubri el comercio del toma y daca, dio
lejos, corresponde nuestro Hueman, el de las manos largas. La su arma a la liberalidad y a la codicia. Nos encamin a la mate
mano, metfora viviente, multiplica y extiende as el mbito del mtica, y ense a los ismaelitas, cuando vendieron a Jos (fresco
hombre. romano de Saint-Savin), a contar con los dedos los dineros del
Los dems sentidos se conforman con la pasividad; el sentido faran. Ella nos dio el sentimiento de la profundidad y el peso, la
manual experimenta y aade, y con los despojos de la tierra, edi sensacin de la pesantez y el arraigo en la gravitacin csmica;
fica un orden humano, hijo del hombre. El mismo estilo oral, el cre el espacio para nosotros, y a ella debemos que el universo no
gran invento de la palabra, no logra todava desprenderse del esti sea un plano igual por el que simplemente se deslizan los ojos.
lo que cre la mano la accin oratoria de los antiguos retricos, Prenda indispensable para jansenistas y voluptuosos! Flor
en sus primeras exploraciones hacia el caos ambiente, hacia lo maravillosa de cinco ptalos, que se abren y cierran como la sen
indito y hacia la potica futura. La mano misma sabe hablar, aun sitiva, a la menor provocacin! El cinco es nmero necesario en
prescindiendo del alfabeto mmico de los sordomudos. Qu no las armonas universales? Pertenece la mano al orden de la zarza
dice la mano? Rembrandt recuerda Focillon nos la muestra en rrosa, del nomeolvides, de la pimpinela escarlata? Los quiromn
todas sus capacidades y condiciones, tipos y edades: mano atni ticos tal vez tengan razn en sustancia, aunque no en sus
ta, mano alerta, sombra y destacada en la luz que baa la resu interpretaciones pueriles. Si los fisonomistas de antao como
rreccin de Lzaro, mano obrera, mano acadmica del profesor Lavater, cuyas pginas merecieron la atencin de Goethe se
Tulp que desgaja un hacecillo de arterias, mano del pintor que se hubieran pasado de la cara a la mano, completando as sus vagos
dibuja a s misma, mano inspirada de san Mateo que escribe el atisbos, sin duda lo aciertan. Porque la cara es espejo y expresin,
Evangelio bajo el dictado del ngel, manos trabadas que cuentan pero la mano es intervencin. Moreno Villa intenta un buceo en
los florines. En el Enterramiento del Greco, las manos crean ondas los escritores, partiendo de la configuracin de sus manos. Urbi
propicias para la ascensin del alma del conde; y su Caballero de na ha cantado a sus bellas manos, nico asomo material de su
la mano al pecho, con slo ese ademn, declara su adusta nobleza. alma.
Este dios menor dividido en cinco personas dios de andar No hay duda, la mano merece un respeto singular, y bien
por casa, dios a nuestro alcance, dios al alcance de la mano ha poda ocupar un sitio predilecto entre los lares del comandante
acabado de hacer al hombre y le ha permitido construir el mundo Aranda.
humano. Lo mismo modela el jarro que el planeta, mueve la La mano fue depositada cuidadosamente en un estuche acol
rueda del alfar y abre el canal de Suez. chado. Las arrugas de raso blanco soporte a las falanges, puente
Delicado y poderoso instrumento, posee los ms afortunados a la palma, regazo al pomo fingan un diminuto paisaje alpestre.
recursos descubiertos por la vida fsica: bisagras, pinzas, tenazas, De cuando en cuando, se conceda a los ntimos el privilegio de
ganchos, agujas de tacto, cadenillas seas, aspas, remos, nervios, contemplarla unos instantes. Pues era una mano agradable,
ligmenes, canales, cojines, valles y montculos, estrellas fluviales. robusta, inteligente, algo crispada an por la empuadura de la
Posee suavidad y dureza, poderes de agresin y caricia. Y en otro espada. Su conservacin era perfecta.
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 Poco a poco, el tab, el objeto misterioso, el talismn escondi venir, desplegada, en la corriente de aire: haba adquirido la facul
do, se fue volviendo familiar. Y entonces emigr del cofre de cau tad del vuelo.
dales hasta la vitrina de la sala, y se le hizo sitio entre las Pero, a todo esto, cmo se orientaba, cmo vea? Ah! Ciertos
condecoraciones de campaa y las cruces de la Constancia Mi sabios dicen que hay una luz oscura, insensible para la retina,
litar. acaso sensible para otros rganos, y ms si se los especializa
Dieron en crecerle las uas, lo cual revelaba una vida lenta, mediante la educacin y el ejercicio. Y Louis Farigoule Jules
sorda, subrepticia. De momento pareci un arrastre de inercia, y Romains, en las letras observa que ciertos elementos nerviosos,
luego se vio que era virtud propia. Con alguna repugnancia al cuya verdadera funcin se ignora, rematan en la epidermis; aven
principio, la manicura de la familia accedi a cuidar de aquellas tura que la visin puede provenir tan slo de un desarrollo local
uas cada ocho das. La mano estaba siempre muy bien acicalada en alguna parte de la piel, ms tarde convertida en ojo; y asegura
y compuesta. que ha hecho percibir la luz a los ciegos, despus de algunos expe
Sin saber cmo as es el hombre, convierte la estatua del dios rimentos, por ciertas regiones de la espalda. Y no haba de ver
en bibelot, la mano baj de categora, sufri una manus diminu tambin la mano? Desde luego, ella completa su visin con el
tio, dej de ser una reliquia, y entr decididamente en la circula tacto, casi tiene ojos en los dedos, y la palma puede orientarse al
cin domstica. A los seis meses, ya andaba de pisapapeles o golpe del aire como las membranas del murcilago. Nanuk el
serva para sujetar las hojas de los manuscritos el comandante esquimal, en sus polares y nubladas estepas, levanta y agita las
escriba ahora sus memorias con la izquierda; pues la mano cor veletas de sus manos acaso tambin receptores trmicos para
tada era flexible, plstica, y los dedos conservaban dcilmente la orientarse en un ambiente aparentemente uniforme. La mano
postura que se les imprima.
capta mil cosas fugitivas, y penetra las corrientes traslcidas que
A pesar de su repugnante frialdad, los chicos de la casa acaba
escapan al ojo y al msculo, aquellas que ni se ven ni casi oponen
ron por perderle el respeto. Al ao, ya se rascaban con ella, o se
resistencia.
divertan plegando sus dedos en forma de figa brasilea, carreta
Ello es que la mano, en cuanto se condujo sola, se volvi ingo
mexicana, y otras procacidades del folklore internacional.
bernable, ech temperamento. Podemos decir, que fue entonces
La mano, as, record muchas cosas que tena completamente
cuando sac las uas. Iba y vena a su talante. Desapareca cuan
olvidadas. Su personalidad se fue acentuando notablemente.
do le daba la gana, volva cuando se le antojaba. Alzaba castillos
Cobr conciencia y carcter propios. Empez a alargar tentcu
de equilibrio inverosmil con las botellas y las copas. Dicen que
los. Luego se movi como tarntula. Todo pareca cosa de juego.
hasta se emborrachaba, y en todo caso, trasnochaba.
Cuando, un da, se encontraron con que se haba calzado sola un
No obedeca a nadie. Era burlona y traviesa. Pellizcaba las
guante y se haba ajustado una pulsera por la mueca cercenada,
ya a nadie le llam la atencin. narices a las visitas, abofeteaba en la puerta a los cobradores. Se
Andaba con libertad de un lado a otro, monstruoso falderillo quedaba inmvil, haciendo el muerto, para dejarse contemplar
algo acangrejado. Despus aprendi a correr, con un galope muy por los que an no la conocan, y de repente les haca una seal
parecido al de los conejos. Y haciendo sentadillas sobre los obscena. Se complaca, singularmente, en darle suaves sopapos a
dedos, comenz a saltar que era un prodigio. Un da se la vio su antiguo dueo, y tambin sola espantarle las moscas. Y l la

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contemplaba con ternura, los ojos arrasados en lgrimas, como a Y lo ms cruel del caso es que la gente no culpaba a la mano,
un hijo que hubiera resultado un mala cabeza. no crea que hubiera tal mano animada de vida propia, sino que
Todo lo trastornaba. Ya le daba por asear y barrer la casa, ya todo lo atribua a las malas artes del pobre manco, cuyo cercena
por mezclar los zapatos de la familia, con verdadero genio aritm do despojo ya amenazaba con costarnos un da lo que nos cost
tico de las permutaciones, combinaciones y cambiaciones; o rom la pata de Santa-Anna. Sin duda Aranda era un brujo que tena
pa los vidrios a pedradas, o esconda las pelotas de los pacto con Satans. La gente se santiguaba.
muchachos que juegan por la calle. La mano, en tanto, indiferente al dao ajeno, adquira una
El comandante la observaba y sufra en silencio. Su seora le musculatura atltica, se robusteca y perfeccionaba por instantes,
tena un odio incontenible, y era claro est su vctima preferi y cada vez saba hacer ms cosas. Pues no quiso continuarle por
da. La mano, en tanto que pasaba a otros ejercicios, la humillaba su cuenta las memorias al comandante? La noche que decidi
dndole algunas lecciones de labor y cocina. salir a tomar el fresco en automvil, la familia Aranda, incapaz de
La verdad es que la familia comenz a desmoralizarse. El sujetarla, crey que se hunda el mundo. Pero no hubo un solo
manco caa en extremos de melancola muy contrarios a su anti accidente, ni multas, ni mordidas. Por lo menos dijo el coman
guo modo de ser. La seora se volvi recelosa y asustadiza, casi dante as se conservar la mquina en buen estado, que ya ame
con mana de persecucin. Los hijos se hacan negligentes, aban nazaba enmohecerse desde la huida del chauffeur.
donaban sus deberes escolares y descuidaban, en general, sus bue Abandonada a su propia naturaleza, la mano fue poco a poco
nas maneras. Como si hubiera entrado en la casa un duende encarnando la idea platnica que le dio el ser, la idea de asir, el
chocarrero, todo era sobresaltos, trfago intil, voces, portazos. ansia de apoderamiento, hija del pulgar oponible: esta inaprecia
Las comidas se servan a destiempo, y a lo mejor, en el saln y
ble conquista del Homo faber que tanto nos envidian los mamfe
hasta en cualquiera de las alcobas. Porque, ante la consternacin
ros digitados, aunque no las aves de rapia. Al ver, sobre todo,
del comandante, la epilptica contrariedad de su esposa y el disi
cmo aparecan las gallinas con el pescuezo retorcido, o cmo lle
mulado regocijo de la gente menuda, la mano haba tomado
gaban a la casa objetos de arte ajenos que luego Aranda pasaba
posesin del comedor para sus ejercicios gimnsticos, se encerra
infinitos trabajos para devolver a sus propietarios, entre tartamu
ba por dentro con llave, y reciba a los que queran expulsarla
deos e incomprensibles disculpas, fue ya evidente que la mano
tirndoles platos a la cabeza. No hubo ms que ceder la plaza:
era un animal de presa y un ente ladrn.
rendirse con armas y bagajes, dijo Aranda.
La salud mental de Aranda era puesta ya en tela de juicio. Se
Los viejos servidores, hasta el ama que haba criado a la
hablaba tambin de alucinaciones colectivas, de los raps o ruidos
nia, se ahuyentaron. Los nuevos servidores no aguantaban un
de espritus que, por 1847, aparecieron en casa de la familia Fox,
da en la casa embrujada. Las amistades y los parientes deserta
ron. La polica comenz a inquietarse ante las reiteradas reclama y de otras cosas por el estilo. Las veinte o treinta personas que de
ciones de los vecinos. La ltima reja de plata que an quedaba en veras haban visto la mano no parecan dignas de crdito cuando
el Palacio Nacional desapareci como por encanto. Se declar una eran de la clase servil, fcil pasto a las supersticiones; y cuando eran
epidemia de hurtos, a cuenta de la misteriosa mano, que muchas gente de mediana cultura, callaban, contestaban con evasivas por
veces era inocente. miedo a comprometerse o a ponerse en ridculo. Una mesa re

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donda de la Facultad de Filosofa y Letras se consagr a discutir tema literario, un asunto de fantasa ya muy trado y llevado por
cierta tesis antropolgica sobre el origen de los mitos. la pluma de los escritores. Con pesadumbre y dificultad y estoy
Pero hay algo tierno y terrible en esta historia. Entre alaridos por decir que derramando abundantes lgrimas se encamin a
de pavor, se despert un da Aranda a la medianoche: en extraas la vitrina de la sala, se acomod en su estuche, que antes coloc
nupcias, la mano cortada, la derecha, haba venido a enlazarse con cuidadosamente entre las condecoraciones de campaa y las cru
su mano izquierda, su compaera de otros das, como anhelosa ces de la Constancia Militar, y desengaada y pesarosa, se suicid
de su arrimo. No fue posible desprenderla. All pas el resto de la a su manera, se dej morir.
noche, y all resolvi pernoctar en adelante. La costumbre hace Rayaba el sol cuando el comandante, que haba pasado la
familiares los monstruos. El comandante acab por desentender noche revolcndose en el insomnio y acongojado por la prolon
se. Hasta le pareci que aquel extrao contacto haca ms llevade gada ausencia de su mano, la descubri yerta, en el estuche, algo
ra su mutilacin y, en cierto modo, confortaba a su mano nica. ennegrecida y como con seales de asfixia. No daba crdito a sus
Porque la pobre mano siniestra, la hembra, necesit el beso y ojos. Cuando hubo comprendido el caso, arrug con nervioso
la compaa de la mano masculina, la diestra. No la denostemos. puo el papel en que ya solicitaba su baja del servicio activo, se
Ella, en su torpeza, conserva tenazmente, como precioso lastre, las alz cuan largo era, reasumi su militar altivez y, sobresaltando a
virtudes prehistricas, la lentitud, la tardanza de los siglos en que su casa, grit a voz en cuello:
nuestra especie fue elaborndose. Corrige las desorbitadas auda Atencin, firmes! Todos a su puesto! Clarn de rdenes, a
cias, las ambiciones de la diestra. Es una suerte se ha dicho que tocar la diana de victoria!
no tengamos dos manos derechas: nos hubiramos perdido Mxico, febrero de 1949.
entonces entre las puras sutilezas y maraas del virtuosismo; no
seramos hombres verdaderos, no: seramos prestidigitadores.
Gauguin sabe bien lo que hace cuando, como freno a su etrea
sensibilidad, ensea otra vez a su mano diestra a pintar con el
candor de la zurda.
Pero, una noche, la mano empuj la puerta de la biblioteca y
se engolf en la lectura. Y dio con un cuento de Maupassant sobre
una mano cortada que acaba por estrangular al enemigo. Y dio
con una hermosa fantasa de Nerval, donde una mano encantada
recorre el mundo, haciendo primores y maleficios. Y dio con unos
apuntes del filsofo Gaos sobre la fenomenologa de la mano...
Cielos! Cul ser el resultado de esta temerosa incursin en el
alfabeto?
El resultado es sereno y triste. La orgullosa mano indepen
diente, que crea ser una persona, un ente autnomo, un inventor
de su propia conducta, se convenci de que no era ms que un
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 EL NEGRO

LUIS CAYO PREZ BUENO

A Pilar Lorente

N
o se puede estar siempre escribiendo para los dems. La
esclavitud fue abolida en el siglo pasado y los negros liberados.
La ONU debera tomar cartas en el asunto y prohibir lo que
hacen contigo, lo que t mismo permites que hagan contigo. Es
una pena que malgastes tu talento vendiendo tu pluma. Y ven
dindola sin ganancia aparente. Date a conocer y hazte un nom
bre, Perico o Juan, tanto da; el nombre hoy lo es todo. Las cosas,
ha dicho alguien o si no lo digo yo, no son hasta que no se nom
bran.
No era la primera vez que mi amigo me daba este consejo. El
tono admonitorio, las maneras gubernativas con las que pregona
ba mi liberacin, tenan su origen menos en los derechos de la
amistad la ma siempre fue una amistad remisa, que daba tan
poco como esperaba, que en la reiteracin, en una reiteracin
contumazmente desatendida por mi parte. Haberme dicho
muchas veces lo mismo, y verse una y otra vez burlado, le confe
ra el derecho indiscutible de ser autoritario.
Aprende de m, y no es que quiera ponerme como ejemplo
prosigui. No me considero ms dotado que t; a decir verdad,
eres, con diferencia, el mejor de todos nosotros, nadie como t, y
mira dnde te ves, proveyendo de escritos de circunstancia y oca
sin, a gente que tiene como nico mrito el poder pagarlos. No
te tienen en ms que a sus vinateros, pero al menos las mercanc
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as de stos son presentadas en sus fiestas con su propio nombre y Ms que otras veces, las palabras de mi amigo hicieron efecto
con indicacin de la aada. T, ni eso; tu talento, que ni aun en en m. No es que me asustasen sus augurios de prdida y despose
estos mezquinos empeos se resigna a ausentarse, se deja ver sin finales mi fe en mi arte, como l le llamaba, e incluso en el
siempre bajo nombres ajenos. Con qu no podrs sorprendernos Arte, en maysculas, era dubitativa y discutidora, y cualquier pro
el da que decidas ser y parecer t mismo y manumitirte? Te lo bable confiscacin futura poda ser experimentada ms como
debes a ti, y nos lo debes a nosotros. una liberacin que como un castigo, pero s acus sus solapadas
Mi silencio deba interpretarlo como propicio a sus tesis, imputaciones de inmoralidad. El que me lo dijera desde su silla
pues, acto seguido, agregaba: de ruedas, no es que ayudara a su propsito, pero creaba cierta
Mira, djate de excusas y de dilaciones. La obra perfecta, el incomodidad en m de la que sacaba partido. Su silla no era per
sueo que incubas, no existe. La perfeccin, que s bien que es lo suasiva qu iba a serlo, y menos para m, refractario a todo sen
que buscas, es enemiga de la accin No publicar nos obliga a estar timentalismo pero s tema los abismos de refinadas sensaciones
siempre corrigiendo, y corregir es un hbito paralizante. Atrvete que su situacin, muy larga en el tiempo, le haba procurado. Sin
a presentarte en pblico tal cual eres, sin la cmoda mscara de quererlo, o querindolo instrumentalmente, su necesidad de des
obras de encargo y personas interpuestas. La personalidad, y ms cubrir y revelar al mundo nuevos autores, con esta perfrasis lla
una personalidad radiante y prdiga y surtida como la tuya, es maba a su trabajo como lector de una renombrada editorial, y de
buscarlos afanosamente hasta el punto de esperar encontrar uno
tambin, es ante todo una responsabilidad, y en algn momento
en m, iba a crearme un caso de conciencia. El hecho de ser lo que
debemos hacerle frente. Postergar indefinidamente, por temor,
en trminos editoriales se conoce como un negro, alguien que re
por irresolucin o por vergenza, o lo que es peor an, por gusto
dacta por dinero lo que otro acaba firmando, en el que estos lti
de hacerse esperar o por maquinacin insidiosa, lo que uno est
mos aos me vena desempeando, destino que haba escogido a
llamado a ser y a hacer es un delito pblico, que antes o despus
ciencia y conciencia, poda no ser ms que un episodio de vani
termina pagndose, y la pena, proporcional a la falta, es terrible:
dad, de vanidad invertida. Lo que desde siempre y sin mayores
quien no ejercita sus dones, ha de verse privado de ellos... reparos haba entendido como un destino apacible, producto de
Algunas consideraciones ms de este linaje hizo, no faltando, un recato constitutivo, de un terror pnico a llamar la atencin
como buen hombre de letras, la digresin pedante, que esta vez sobre m y de una profesin de fe inalterable en una suerte de
tuvo la cortesa de la brevedad: colectivismo esttico, poda muy bien ser una oblicua forma del
Como digno lector de Flaubert, sabes que la bsqueda de le orgullo, de la ufana del yo, que para ms inri haba escogido los
mot juste es la coartada perfecta para el rien faire. modos y maneras de la modestia y el disimulo.
La ltima ofrenda de su inquietud en el altar indiferente de mi Pensndolo bien, y la acusacin de mi amigo haba sido el aci
arte adquiri la forma de una advertencia directa: cate de esta reflexin, no era inmoral escribir obras que otros fir
Acuas calderilla, que repartes entre nosotros los pobres con maban y asistir, con la suficiencia y el sentimiento de
el troquel y la efigie de fementidos emperadores y reyes, cuando superioridad que da el conocer algo que los otros ignoran, a las
en tus almacenes las reservas de metales preciosos rebosan. Aten reacciones de los crticos literarios que las glosaban, que no tenan
te a las consecuencias... empacho alguno en certificar que tal obra firmada por alguno de
290 291

mis numerosos negreros estaba inextricablemente unida, como para los antiguos vala tanto como la persona, no poda obrar
una segunda piel, a la experiencia vital del autor, reelaborada, ese milagro? Lo obraba, ciertamente, y ms de una vez, yo
claro est, por las vibrtiles alas de una imaginacin poderosa? mismo, llegu a admirarme de descubrir en escritos compuestos
No era inmoral, y hasta en mayor grado, ir dejando rastros per por m aspectos inusitados, nuevos por entero, que daban a la
sonales en los escritos espurios para despus complacerse y com obra intensidad y belleza, cuando los lea, sin otro cambio que la
placer a los iniciados en el reconocimiento compartido de la atribucin de autor, bajo el nombre pblico de afamados litera
verdadera autora? Visto a la luz de la estricta exigencia, nada tos. Gratitud llegu a sentir hacia ellos y algo tambin de piedad;
bueno poda esperarse de esos secretos placeres, que tras su apa gratitud, por poner lo que tenan su nombre, en este caso al
riencia de tranquila inocencia, ocultaban la concupiscencia de la servicio de la belleza; y piedad, una incmoda piedad, por temer
personalidad. que donde yo vea secreta e inconsciente colaboracin en fin lti
mo del arte, anidaran en ellos slo escrpulos y remordimientos.
Mi amigo, cuando le entregu la novela, vio otras cosas, o eso
II me pareci a m; adems de la vanidad satisfecha (por fin me
haba persuadido para que escribiese una obra con mi nombre),
La personalidad es ante todo una responsabilidad, y en algn vio la posibilidad de un xito comercial y, por qu no, el descubri
momento debemos hay que hacerle frente. Estas persuasivas pala miento, atribuible a l, de un nuevo autor. Demasiadas cosas tan
bras de mi amigo, propias de la elocuencia del inters, me vinie gibles, prximas como para meterse en averiguaciones sobre los
ron a la memoria cuando, meses despus, le hice entrega del motivos a los que pudo obedecer mi cambio de actitud. Por de
manuscrito de mi novela. Le haba hecho frente al reclamo insi pronto, tena lo que quera y no era poco: una novela que, sin des
dioso del propio yo y el resultado era una obra original, que por cender al comadreo de los nombres, de las confidencias y las reve
vez primera llevara estampado mi nombre de autor. El negro, se laciones de secreto, haca una exhibicin de alusiones veladas, de
titulaba, este retrato de une tranche de vie, el mo, dedicado a reconocimientos tcitos y de miradas de inteligencia, que resulta
proveer obras a eminencias literarias acreditadas, que las firma ba ms explcita, para quien quisiera verla, que la obscenidad del
ban con la conviccin de que el sancionarlas con su nombre, testimonio directo. Mi cuarto a espadas, con el nombre de autor
aparte la enorme merced que representaba, era una forma legti por delante, libre de la comodidad de lo annimo y el nombre
ma de apropiacin que comunicaba a la obra valores nuevos de postizo, estaba hecho, y ya slo el tiempo dira. Y vaya si dijo.
los que al comienzo careca; razonamiento en absoluto descabe
llado, pues si la obra est en relacin con la persona, no puede
una persona posterior y distinta, en el hecho de poner su nom III
bre, otorgarle otra dimensin de inters? Hechos literarios que,
primitivamente, en la pluma del negro no eran ms producto de Ya te lo deca yo, acurdate, y no hace tanto. Pero nunca me
la contingencia y el azar, no podan ser, en la pluma del firman hiciste caso. Quien no ejercita sus dotes, se arriesga a perderlas.
te y vistos a luz de esta nueva circunstancia vital, autnticas y Has sido castigado, y lo peor es que ni siquiera lo acusas. Si no te
necesarias expresiones de emocin? El conjuro del nombre, que conociera o, precisamente, porque te conozco bastante, dira que
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hay en ti una incorregible voluntad de fracaso. Y hasta te compla tstico, que est ms all de la prueba y cuya validez no nos es
ces en lo sucedido. Llego a pensar que has actuado siguiendo un dado comprobar. Slo por cortesa, por buena vecindad, me dije,
plan, con deliberacin y advertencia. Tienes lo que queras, no? y por no andar enredando y malquistndose, damos por bueno y
Esto es lo que buscabas. aceptamos que a los otros les pasan cosas. De ah a preguntarse
Con la misma firmeza con la que antes me instaba a escribir por la realidad de los otros haba slo un paso que no di entonces
con mi nombre, mi amigo, quien haba experimentado el fracaso no tanto porque cueste llegar a conclusiones que sospechamos
de El negro como una ofensa personal, como una burla buscada que sabemos de antemano, cuanto porque cosas ms apremiantes
por m de propsito para ponerlo en evidencia, me reprochaba requeran mi atencin.
ahora los deplorables resultados de mi intento. No era inconse
cuencia, no, eran lealtades sucesivas y contradictorias, me deca a
m mismo, pues de carecer de aquella tacha, en algo se habra IV
rebajado su aplomo, que segua macizo y constante, como sus
palabras: Ced a la tentacin, de la que fue el instrumento mi amigo, y
Lo injusto de todo esto es que lo ltimo que se ha tenido en termin pagando. Esto fue lo primero que pens, cuando hice
cuenta es la novela. No es que aplauda, lejos de m, el que escogie examen de conciencia del caso. Las tentaciones, establec, no ope
ras un tema tan ingrato y tan proclive a las suspicacias. Te hiciste ran como se cree vulgarmente; el mal que entraan no est en
demasiado de rogar y las expectativas eran muy altas. La belleza ceder al soborno directo que nos prometen si caemos. Obran con
no fue bastante como para saciar una avidez, que t mismo creas mayor sutileza, pues la inteligencia es siempre ingrediente del
te, y que slo una obra incontestable de hermosura hubiera abas mal. Las tentaciones, llegu a concluir, desatan el pensamiento,
tecido. El motivo elegido, el trfico de nombres literarios, no era esa operacin que toma nota del mundo y de s, para dar y rendir
el ms propicio. En el pecado llevas la penitencia, pero lo malo es cuentas al tribunal satisfecho de la conciencia. Querer saber,
que el castigo, que no hace excepcin de personas, nos ha alcan sent, no es slo la fuente ltima de la desdicha, como ha dicho
zado tambin a otros. alguien, es el principio de error cierto. El negro haba sido pro
As de expeditivo, con la soberbia frrea que confiere el dolor, ducto de esa tentacin a la que haba comunicado su tacha. El
que, presas fciles los humanos, siempre nos envalentona, se mos error haba consistido en creer que el nombre (esa ilusin conta
tr mi amigo. Meses pasaron sin que supiera nada de m, hacien minante), que hasta ese momento haba de manera rigurosa omi
do ostentacin de ausencia, meses en los que las ondas de la tido, no interferira en la obra. En el peor de los casos, pens
piedra del escndalo de El negro terminaron cediendo en la orilla ingenuamente (la ingenuidad es una de las trampas ms acabadas
del lago de la indiferencia general. La atencin, tornadiza y capri y perfectas de la voluntad de saber), ser slo una vanidad, una
chosa, hostigada por el nmero y novedad de lo real, pronto se adherencia que no arraiga en el cuerpo artstico (la novela), que
cans de un asunto que slo a m me haba sucedido. Experimen se basta a s misma. Nada ms lejos de la verdad. A los dones que
t nuevamente y sin posibilidad de refutacin que las cosas nos me haban sido dados de capacidad de belleza, quise agregar los
pasan slo a nosotros y que lo que le sucede a los dems, lo que que lleva aparejados la personalidad, esa supersticin moderna
dicen que les pasa, es slo un testimonio de parte, un relato fan que pido y deseo que acabe, y el resultado no se hizo esperar. Lo
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que sin el nombre autntico o bajo otro postizo hubiera podido
ser concrecin de belleza, era slo la cosa lamentable de la que
ahora me arrepenta, y no por el fracaso ni el medido escndalo
qu se me daba a m de eso sino por el apartamiento de una
lnea de conducta que, secretamente y sin darme mayor cuenta,
me justificaba.
En adelante, me persuad, escribira siempre para otros, omi
tiendo, sacrificando mi nombre. Aceptara serenamente mi desti
no de negro. El bien superior de la belleza as lo demandaba y no
es la belleza el fin ltimo del arte? As es en efecto. La belleza, que
no sabe de nombres y que huye de la atribucin de personas. La
belleza que despunta ya, recobrado don, en esto que escribo, en
este cuento que retrata, reelaborada, la prueba mxima de mi
vida, y que terminar firmando otro, la vida propia que siempre
se decide y se confirma en la de los dems. Pero qu se me da a
m; para otros las palmas y la gloria, la posteridad; para m el
recndito placer de escribir, de dar cuenta y razn del mundo, de
hermosearlo con palabras. A imagen y semejanza de Dios, autor
annimo de la Creacin.

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 SE TERMIN DE IMPRIMIR
EL DA 30 DE DICIEMBRE DE 2004