Leguina Joaquin - La Fiesta de Los Locos
Leguina Joaquin - La Fiesta de Los Locos
Leguina Joaquin - La Fiesta de Los Locos
1989,
CAPTULO I
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CAPTULO III
CAPTULO IV
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CAPTULO V
FINAL
POST-SCRIPTUM
notes
Joaqun Leguina
LA FIESTA DE LOS LOCOS
1989,
De esta edicin:
1998, Grupo Santularia de Ediciones, S. A.
Torrelaguna, 60. 28043 Madrid
Telfono 91 744 90 60
Telefax 91 744 92 24
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Distribuidora y Editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S. A.
Calle 80 N 10-23
Santaf de Bogot, Colombia
ISBN:84-204-2983-X Depsito legal: M. 24.109-1998 Printed in Spain Impreso en Espaa
Diseo de coleccin:
Jess Sanz Ilustracin de cubierta:
Eugenio Benet
CAPTULO I
Hace das vino a visitarme mi editor. Se acerc aqu, a Meudon, donde ahora vivo. Al otro lado del ro est la fbrica de Renault. Esta fbrica, en la otra orilla del Sena, en
Billarcourt, le da al viejo Meudon el tono gris que tiene esta banlieue. He pasado mi vida en la banlieue. Nac en Courbeboie y morir en Meudon. Trabaj en Clichy en Bzons
pero hasta mi vuelta de Copenhague no haba percibido, como una constante, este gris que ocupa el da, un gris que me invade.
Mi editor es, desde hace tiempo, Gallimard. Me da tan poco dinero como cualquier otro. El gas, la luz y algo de comer y ni siquiera alcanza, y eso que sigo visitando enfermos,
aunque a la mayor parte de ellos no les cobro total para qu.
Cuando vino a verme Gallimard, Lili nos haba preparado un t. Quiz el editor hubiese preferido un poco de vino con queso, pero en casa no hay vino ni queso. El vino y el queso
matan ms franceses que el otro peligro nacional: la carretera. Si se suprimieran estos tres vicios: el alcohol, los lcteos y el coche, los franceses no slo viviran ms, sino que viviran
mejor. Comer, beber y correr, para qu?
Tomamos t y en torno a esa familiar tradicin inglesa (los ingleses tambin tienen la costumbre, nada familiar, de llenarse de cerveza y de whisky) iniciamos la conversacin. Le
cont al editor que haba ledo algunos libros relativos a las guerras comerciales del t contra la yerba mate. Los ingleses, y posiblemente sus amigos los portugueses, utilizaron todo
tipo de juegos sucios para imponer el t contra el mate. No fue una cuestin de gustos, sino de control de la produccin y del comercio de una y otra infusin.
Si los jesuitas espaoles que controlaban la produccin de mate en Amrica del Sur hubiesen contado con un buen apoyo comercial, con unos buenos judos -le dije para
provocarlo-, hoy estaramos aqu tomando mate tan ricamente.
Usted no cambiar nunca. An insiste, despus de todo lo que ha sufrido por causa de su mala lengua.
Nunca he sido antisemita. Los judos como raza no me dan ni fro ni calor. Es ms, no s si hay razas superiores o inferiores, ms bien tiendo a pensar que todas son inferiores,
pero los judos como actitud, como conspiracin, existen.
Mire usted -le dije-, ahora mismo, y por seguir con un ejemplo alimenticio, la mala fama que tiene entre nosotros el aceite de oliva, producido especialmente en el
Mediterrneo, se debe a una conspiracin comercial. El aceite de oliva es mucho mejor para el estmago y para la circulacin sangunea que las otras grasas y ah nos tiene usted
comiendo mantequilla, que es un veneno.
No le niego que haya luchas comerciales -contest-, lo que quiero decir es que sigue achacando a los judos cosas que no son razonables. Usted lleg a escribir que Luis XIV
era judo, que el Papa era judo y sigue insistiendo en la cantinela de los judos.
Fue en ese momento cuando record a Cillie, que era austriaca y juda. Han pasado casi treinta aos desde entonces.
Estaba a punto de salir publicada mi novela. Los das de septiembre, brillantes, llegaron de repente. Luca el sol en el final de aquel verano. A primeros de octubre se puso a la
venta mi libro. Recuerdo que fui a recoger a la editorial diez o doce ejemplares recin salidos del horno como panes calientes. Unos das antes, haba conocido a Cillie.
Elizabeth, con quien viva por entonces, se haba vuelto a los EE UU, y yo me encontraba a gusto y disponible para cualquier aventura.
Me gustaba estar en la calle. Un da recog a una alemana casi muerta de hambre en el Pigall's Tabac. Se llamaba Erika, una joven amable que viva en Bresiau. Estuvo unos das
en casa. Aos despus se cas con un ingls y public alguna novela. Era muy frgil, o a m as me lo pareca. Nos escribimos durante algn tiempo y la volv a ver alguna vez en
Bresiau y ms tarde en Oxford.
Conoc a Cillie en el Caf de la Paix. Todo fue una agradable irona: el nombre del caf, su condicin de juda y poder cuidarle la bronquitis que agarr por culpa de las traidoras
noches de septiembre.
Todo se lo llev la guerra. No, no era ni soy antisemita. S fui antibelicista. Nadie me negar que los judos conspiraron para que Francia se enfrentara a Alemania. As vino la
masacre. Viv de muy joven la gran guerra, donde me hirieron. Toda mi vida he arrastrado a causa de ello taras fsicas, pero lo peor no fueron las heridas, sino haber compartido la
miseria moral de la guerra. La guerra es la imposicin de la miseria universal. Una innoble tragedia. En aquel final del verano de 1932 la contienda apenas se presenta. Todo pareca
tranquilo, aunque unos rusos blancos haban matado en mayo al presidente de la Repblica, Doumer. Meses antes haba muerto Briant. Me acuerdo de esa muerte porque coincidi
con la de mi padre. Estaba en una edad en que nada se olvida. No sin razn se dice que la muerte del padre es la nica que de verdad afecta cuando se es joven.
Nada cambi con la III Repblica: Lebrun, Daladier, Serraut pasaban por la presidencia del gobierno con gran rapidez, o al menos eso me parece ahora.
Nunca pertenec a ningn partido y bien que lo he pagado. Jams me mezcl con las cruces de fuego donde, por cierto, no slo haba fascistas, tambin ex comunistas y no
pocos ex combatientes. No tenan ningn reparo en decir y escribir que era preciso acabar con el sistema parlamentario, y ah siguen muchos, sin que nadie se meta con ellos.
No lo digo para defenderme. De poco me iba a servir ahora. Lo sealo para colocar las cosas en su sitio. Dicen que chocheo, que me encierro cada vez ms en mi caparazn,
que no tengo un franco y me niego a cobrar a los enfermos, que destilo mala leche. Quiz tengan razn.
El domingo vino a verme una seora de Clichy, una de mis antiguas pacientes de antes de la guerra. Una seora muy instruida, fina, al corriente de las cosas. Quera que le diera
un consejo mdico He cuidado a toda su familia y le pregunt por stos y aqullos gentes que conoc noticias de los sitios Porte Puchet, Square de Lorraine, Ru Fanny
qu han hecho de la casa Roguet? Lo saba todo Algunos, me dijo, se acuerdan de m se han hecho viejos me envan recuerdos y sus mejores deseos. Lo encuentran, me
deca, totalmente injusto: Meterle a usted en la crcel! De haberme quedado en Clichy, seguro que me hubieran descuartizado.
En aquella poca, me refiero a 1932, trabajaba de mdico en un dispensario municipal. Viva en la calle, con Mah con Gen Paul con Elizabeth.
Elizabeth era una bailarina, una americana que cay por Pars para descubrir la bohemia. Una mujer alegre que se fue entristeciendo y acab traicionndome. Yo viva en la calle
y trabajaba en la calle, pues el dispensario municipal era tambin la calle. Para m era agradable trabajar all hasta que nos pusieron de jefe a Grgoire Ichok.
Grgoire Ichok: un lituano, un judo lituano comunista. Sigo creyendo que lo pusieron all sus camaradas del Ayuntamiento de Clichy para vigilarnos. Hablaba y escriba en todas
las lenguas conocidas. Un gigante plido. Un imbcil, lo menos, en cinco idiomas. Tena la mala costumbre de meter mano a las enfermeras y se empeaba en hacerse llamar seor-
mdico-jefe. Un idiota que nos haca la vida imposible. Se deca que tena un hermano en la URSS, otro en Nueva York y una hermana trabajando para la Gepe en Berln. Era un
pjaro de mal agero[1].
El dispensario era el corazn enfermo de Clichy, tena un hermoso parquenlo interior, donde jugaban los crios. Me gustaba trabajar all, curar o ayudar a los enfermos y, lo que
siempre es ms importante, dar consejos a las madres obreras sin tiempo para sus nios, o a las jvenes putas, apenas adolescentes, que por all pasaban. Pero las relaciones entre
los sanitarios, por culpa de ese plido judo, se volvieron bastante tirantes, asfixiantes a veces.
Aquellos dos aos que precedieron a la guerra los recuerdo llenos de vida. Fueron tiempos de mucho trabajo; me enfrentaba por primera vez con las palabras, con la escritura,
con la difcil musicalidad del lenguaje que hay que cazar en el aire como si se tratara de una mariposa transparente, invisible; sin embargo, evoco aquellos das como una fiesta, una
diversin, una alucinacin fogosa. El sexo s, efectivamente lo vivimos a fondo, como si fuese a durar eternamente
No tena contrapartidas, era un juego, una orga inocente. No s cmo lo practican ahora, treinta aos despus, quienes pasan por nuestras edades de entonces. Para nosotros
era una explosin de risas, de msica, de mentiras y de libertad. La nica libertad para tantos franceses que no tenamos un franco. Abordbamos a las mujeres en la calle, a la salida
del dispensario, en los burdeles entre las turistas. Cazadores furtivos, eso ramos. Conseguamos nuestros obscenos fines con una facilidad que slo se entiende desde la
disponibilidad de la otra parte, de las mujeres. No le hacan ascos al asunto. Todo lo contrario, se lo pasaban muy bien abandonando los falsos pudores. No es que despreciaran sus
propios cuerpos; si les dbamos algo: dinero, un trabajillo lo agradecan, pero no echaban por la borda una sonrisa o una cancin a ellas dedicadas.
El bueno de Mah, un pintor bien dotado que dedicaba sus mejores pinceles a los desnudos, tena un barco en el Sena (una penich) al que haca atracar en distintos lugares de
Pars porque no s qu normativa fluvial impeda estar mucho tiempo en el mismo muelle. Este barco era nuestro refugio e impresionaba a las chicas. Lo mejor de todo consista en
que tanto su mujer (no recuerdo si estaba casado legalmente) como Elizabeth participaban gustosas, dicharacheras, cmplices y perversas en todo aquello sin perder comba.
La luz. Es la luz lo que ms ha cambiado o es que recuerdo slo los das de sol. Qu pocos das de sol se ven ahora!
Viv en el mismo Clichy hasta 1929 y buena parte de mi primera novela la escrib all, en la Ru D'Alsace. Luego me fui a vivir a Montmartre. Nunca deb abandonar el oficio de
mdico. Un buena profesin. Desde luego mejor que la de escritor. El oficio de escribir a lpiz, para poder borrar o que se borre solo, es un oficio atormentado.
Cillie tena veintisiete aos cuando nos conocimos. Recuerdo aquella tarde con precisin. Henri y yo salimos juntos del dispensario y tomamos el autobs.
*
Soy pintor, artista-pintor, y he sido siempre amigo de Louis Destouches. Yo viva entonces, en 1932, en un barco, el Malamoa, que tena atracado en la isla de Saint Louis. Los de
la polica fluvial, unos bordes, me lo hicieron cambiar varias veces de muelle.
Louis trabajaba en el nmero 10 de la Ru Fanny de Clichy. Ah estaba el dispensario municipal. Era un edificio de una sola planta y dos cuerpos, en ladrillo gris, con una entrada
para coches y ambulancias y otra para enfermos a pie; a un lado los horarios: Laboratorio: tomas de sangre todos los das 8.30 horas. Radiologa: mircoles de 10 a 12 y de 16.30 a
18.30.
El da en que Louis conoci a la austriaca, a Cillie, fui, como tantas veces, a recogerlo al trabajo. Atardeca cuando llegu al dispensario. Haba en la sala de espera gente
variopinta.
Louis ejerca su oficio con humor y un poco de humanidad entre tanta miseria; tambin adobaba la consulta con psicoanlisis casero. Yo me pona la bata blanca y ordenaba
pasar a los enfermos. Ya est, la primera.
Cmo ests querida Mim? -era una morenilla de ojos color hierba.
Ms o menos, doctor.
Norte o sur?
Cmo, doctor?
Por delante o por detrs, Mim?
Ms o menos, doctor.
Abusas s, abusas, te lo digo yo!
Mim lanza un suspiro virginal y contesta:
Son ellos los que abusan doctor.
Tu marido? Tus amigos? Tus vecinos?
Todos! S, todos, doctor.
Entonces debes tener un poco estropeado el estmago.
S! Ms o menos.
Entendido. Ponte esta pomada. Toma Y querrs, claro est, doce das de baja para continuar abusando?
Me gustara que fueran quince, si es posible. -Diez das y vete. Convendra que pararas el circo.
Mim se va y abro la puerta al siguiente: un vagabundo tambaleante.
Seguramente te duele el estmago, no? -S.
Pero, ya no bebes? -No, doctor.
No ms de catorce litros por da. -As es, doctor, no ms de catorce litros. -Trabajas? -S, doctor.
Louis le firm la baja para una semana, le hizo prometer que no bebera ms y le dio una receta que deca: Un litro de H20.
El boticario conoce la frmula, no tendrs que pagar nada, es gratis. Dselo de mi parte.
Louis se quit la bata blanca y guard el fonendoscopio que llevaba puesto a modo de collar identificativo. Tena el pelo largo y peinado hacia atrs, y una sonrisa socarrona que
a veces poda ser enigmtica. La nariz era recta y la mirada clara, profunda, se dira que dura, aunque sola reblandecerse para acompaar a su sonrisa. Debajo de la bata llevaba un
traje oscuro sobre una camisa blanca con el cuello rebelde del que colgaba una corbata azul desaliada. Tena entonces treinta y ocho aos, era un hombre atractivo eso decan las
mujeres. Se saba, o crea saberse, conocedor del mundo, de la miseria de sus semejantes. Esa miseria le atraa y a la vez le repugnaba.
Salimos a la Ru Fanny. Haca sol, un sol tmido, de tarde, casi sin fuerza, que daba un tono ocre a las fachadas.
Vivette est sentada sobre la pared baja que sostiene la verja del dispensario. Al vernos se levanta y se quita las gafas oscuras Juega a la vampiresa americana. Debe de
tener diecisis aos. Al quitarse las gafas de sol ensea un ojo a la funerala, ms morado que un obispo.
Qu te pasa? -le digo-. Otra vez te han sacudido tus amigos?
No, es que ayer estuve en una manifestacin.
O sea que ahora ests metida en poltica. -No, pero llevaba una pancarta con la foto de un tipo No s quin era. -El que te sacudi? -No, el de la pancarta. -Y qu?
Vino un poli y quiso quitrmela.
La pancarta u otra cosa?
La pancarta. Le arre una patada en los huevos. No estamos en una Repblica? Le debi doler. Gritaba como un mono. Insisti y le mord una mano. Casi le arranco un dedo
con los dientes.
Ya te deca yo que tienes una buena dentadura -apostill Louis.
Cuando volvimos el alcalde me felicit: Has defendido bien la bandera, Vivette!. Estaba tan alegre que me dio un beso en la boca. Quiso meterme la lengua de contento
que estaba.
Y t te dejaste
Pues, s.
Pero no eras lesbiana la ltima vez que te vimos?
S, pero me gusta dar algn tipo de servicio a los amigos. A vosotros tambin.
Tienes razn. Pero, cuenta! Qu tienes ahora entre manos?
La mujer del dueo de un garaje en Nantes.
Nantes no est aqu al lado!
Quiere que me vaya a vivir con ella
Un tro. Vaya lo!
No, quiere eliminar al cornudo. Con medio garaje ella piensa que poco puede hacer.
Ah! Entonces no hay arreglo.
De eso nada. Le echa unos polvos en el caf que le van a llevar dulcemente al cementerio. Cuando lo entierre, se quedar con todo.
Hay amores que matan.
Un gran amor. Me escribe todos los das.
Cuando te hagas rica, espero que nos invites.
Nos fuimos y Vivecte se puso otra vez las gafas ahumadas. Cuando llegamos al Caf de la Paix, Louis se fij en una joven alta, morena, de ojos luminosos, que estaba sentada
en uno de los veladores. Quedaban pocos minutos de luz, pero la que an se filtraba desde la calle iluminaba su perfil.
Un tres palos -le dije.
Qu buscabas, una goleta?
En nuestra jerga marinera particular, un tres palos era una mujer de ms de veinte aos con bonito cuerpo.
^-Est muy sola y parece extranjera; habr que probar con el ingls -dijo.
Se acerc a la mesa y se present. Ella dej a un lado la gua Baedeker de Pars y sus alrededores y le invit a sentarse.
Vengo con un amigo, te importa que se siente con nosotros? -le dijo Louis. Me sent y dije algo en ingls, ped una cerveza y me hice el distrado.
Qu parte de la gua consultabas? -pregunt Louis-. Quiz pueda ayudarte.
Montmartre -contest y empez a leer en voz alta:
La baslica del Sacr-Coeur, en la cima y visible desde muy lejos, fue iniciada en 1875 en cumplimiento de un voto nacional de humildad tras la guerra de 1870-1871; su
construccin finaliz en 1914 pero no se consagr solemnemente hasta 1919. Es un monumento grandioso, en el estilo romano-bizantino del sur de Francia.
Es una horrible tarta de merengue -cort riendo Louis-. Si quieres ver la zona lo mejor es ir cuando cae la tarde, as nos evitamos ese pastel y a los beatos que lo frecuentan.
Adems, los alrededores son alegres y no recuerdan ningn voto nacional. Conoces Pigalle? Est debajo de Montmartre.
He odo hablar, pero no lo conozco. Llegu ayer y es la primera vez que visito Pars.
Eres alemana?
No, austriaca, de Viena.
La muchacha morena llevaba un vestido beige de verano, quiz demasiado liviano para la poca, y un sombrero de fieltro color marrn. Era guapa, de rasgos sealados,
grandes. Cuando la vi de cuerpo entero, comprob que posea unas piernas hermosas y fuertes y un trasero que enloqueca a Louis. Bajo el vestido, sus senos se presentan firmes.
La cosa iba por buen camino. As que pretext un trabajo y me fui.
Louis tena entonces, ya lo he dicho, treinta y ocho aos, trece ms que yo. Habamos hecho muchas calaveradas juntos.
Maggy, la pianista con quien me cas en 1927, y la compaera de Louis, Elizabeth, eran muy amigas y por entonces nos rean las gracias, incluso las ms pesadas. Ahora pienso
que nos seguan la corriente y, en el fondo, se rean de nosotros. Elizabeth Craig grandes ojos verde cobalto. Una nariz pequea y fina. Una boca rectangular, sensual. Largos
cabellos que le caen sobre los hombros. Senos pequeos y arrogantes. El culo tambin alto. Piernas de bailarina. Elizabeth no anda, se desliza muy tiesa. Su cabeza, pequea, no
se mueve al caminar.
No habla murmura. Si alguien la acosa, flemtica, sin mirar, dice: Son cien francos. El tipo siempre sale corriendo. Ella no da sus favores ms que a los viejos amigos o las
jvenes amigas de Louis, si ello divierte a Louis, y claro que le divierte.
Elizabeth no engaara a Louis ni por un imperio. En los encuentros adonde la lleva le gusta juntarse con balandros, tiernas morenitas de pequea talla y belleza que contrasta con
la suya, pero no se aparta nunca de su dignidad de barco de tres palos con las velas desplegadas.
Elizabeth era bailarina y americana. Dos cosas que le gustaban a Louis Destouches: los buenos cuerpos femeninos y lo extico. La verdad es que Elizabeth, ya lo he dicho,
entraba en todos los juegos que Louis le propona. Mirn conocido y confeso, no ahorraba ocasin para montar una pequea orga o, lo que ms estimaba, un nmero de bollera fina
mientras l miraba. Cuando aquella tarde me march discretamente del Caf de la Paix saba que, si el asunto le era propicio, recibira un recado de Louis para montarle un nmero a
la austriaca en mi barco, que era su lugar preferido.
*
Cuando aparecieron los dos en el caf, estaba pensando que me gustara conocer el Pars canalla del que me haban hablado y que un apuesto y delicado francs me enseara
los misterios de la ciudad.
Llegar a un sitio sola acaba por no ser divertido. Llevaba en Pars dos das y apenas haba intercambiado otras palabras que pedir comida en un restaurante o la entrada en un
museo. La falta de dilogo es lo que ms extrao cuando voy sola por una ciudad. Ese sentimiento de extranjera se rompe si alguien, un desconocido incluso, me acompaa.
Eran dos hombres de apariencia agradable. El ms bajo, Mah, era rubio, de aspecto juvenil y pretenda tener, con su atuendo azul de jersey y pantaln, un falso aspecto
marinero. El otro, algo mayor, tambin ms alto, tena un porte elegante y descuidado a la vez. Me llamaron la atencin sus ojos claros y su mirada inquisitiva, quiz cnica, pero me
inspiraba confianza.
Mah se despidi. Nosotros salimos enseguida. Decidimos ir al Moulin Rouge. El pareca contento. El ambiente de aquellas calles me atraa, incluso las putas, abundantes,
parecan alegres.
Fue una travesa de Pars llena de explicaciones que me aturdan y a la vez me encantaban. Deseaba vivir una aventura, y el miedo a lo desconocido se esfum, como la tarde,
con aquel desconocido.
Qu haces en Viena? -me pregunt.
Doy clase de gimnasia a seoritas.
A bailarinas?
S, tambin a bailarinas, por qu?
Me gustan las bailarinas, tienen algo en el cuerpo que vibra. Si tomas la mano a una bailarina se nota una tensin especial.
Me tom con fuerza la mano y continu:
T podras ser bailarina. Las bailarinas ocultan en su cuerpo una lnea invisible que me atrae.
Sonre y ech a andar, pero no me solt, y mi mano derecha se dej apretar por su mano izquierda. Llegamos al Moulin Rouge.
Si quieres entramos, pero antes tendremos que tomar algo slido. Conviene ir cenado al Moulin. A la salida uno corre el riesgo de estar hambriento y no tener dnde
saciarse Aunque yo vivo muy cerca de aqu.
Fue una cena frugal. Beb vino moderadamente. l no lo prob. Para Louis Destouches el alcohol era el gran mal del hombre occidental.
En Occidente nos pasamos la vida comiendo y bebiendo. Hemos convertido una necesidad en un atentado contra la supervivencia. Te extraaras si supieras cuntos
franceses mueren al cabo del ao simplemente por su falta de moderacin en el comer y, no digamos, en el beber. Por no hablar del tabaco. El da que se sepan los males que
arrastra se dir, con razn, que es una forma ms de suicidio estpido y caro. Desde luego hay gustos que merecen palos.
No sers mdico? -pregunt.
S, s lo soy.
El placer de la comida es pernicioso, el de la bebida tambin, el del tabaco es criminal. Hay algo que se pueda hacer y sea a la vez agradable y bueno para la salud? -le dije
sonriendo.
S, la gimnasia. Puedes seguir con ello y hacer adeptos sin problemas.
Gracias, pero estaba pensando en otra cosa que, segn dicen, es ms divertida que la gimnasia.
Dicen, es que no lo sabes?
Le mir con una sonrisa nada enigmtica.
Creme -contest-, tengo en Viena muchos amigos y en especial una muy buena amiga que se gana la vida elucubrando sobre las consecuencias que tiene eso que no
queremos nombrar aqu. Quiz porque no tiene un solo nombre: Eros, dicen, est en todas partes.
Tienes amigos psicoanalistas?
S, tengo algunos amigos de la escuela de Freud -le dije-. Incluso he conocido al doctor Freud y a algn miembro de su familia. Mi mejor amiga es psicoanalista. Vive de eso.
Quiz hayas odo hablar del doctor Reich. Su primera mujer, tambin psicoanalista, vive en Praga. Suele pasar temporadas en Viena, en casa de mi amiga Annie ngel.
Naturalmente que conozco al doctor Freud -contest-, vamos, que s quin es, que he ledo cosas suyas. Tambin he odo hablar del doctor Reich, pero no he ledo nada de l.
Y Annie ngel, es tan guapa como t? -pregunt.
Es un cumplido? -contest.
No. Es una pregunta interesada. Por cierto, que esos amigos tuyos, sern todos judos?
No todos. Muchos de ellos s, aunque no son religiosos.
Me qued mirndole y l no se despoj de la sonrisa abierta, cmplice incluso. Me extra su inters por los judos. As que le solt como un escopetazo:
Yo s soy juda.
La frase qued en el aire algn tiempo. Visto de lejos dirase que fue a parar a su conciencia como una referencia incmoda.
El Moulin Rouge estaba lleno de turistas, pero tambin tena sus fans locales. Fue pcaro y divertido. No par de pedirle aclaraciones sobre las frases de doble sentido.
Cul es el Pars real -me deca Louis-, ste, alegre, ligeramente canalla, la miseria que se ve en Clichy o la falsa opulencia de la Place Vendme? Quiz ninguno de ellos.
Adems, de poco sirve saber lo que es real, si al fin y al cabo es difcil cambiarlo. T eres real, hermosa, llena de vida. Se dira, incluso, que inteligente.
Me re. Haca fro a la salida del cabaret. Me ofreci su chaqueta, pero la rechac. Lo hice en mala hora, pues acab por enganchar una bronquitis.
No te preocupes -le dije-, aguanto bien el fro. Soy amiga de la nieve. Sabas que Austria tiene mucha nieve? -le pregunt bromeando.
S, lo saba, incluso he estado en el Tirol, pero no creo que vayas a esquiar as, vestida con ropa tan ligera. Si quieres vamos a un caf.
El caf estaba lleno de gente noctmbula, con un calor reconfortante, pero demasiado ruido. Nos sentamos y nos hicimos servir un t para m y un Perrier para l. Seguramente
pensaba en cmo aproximarse a m. Yo esperaba que lo hiciera, pero una especie de estupidez hace que las mujeres nos callemos en estos casos. Se le vea incmodo, como si la
gente le acogotara. Daba la impresin de querer hablar, pero no consegua asir un tema de conversacin. Intent ayudarle, pero resulta tan difcil al principio ese oscuro silencio que
sobrevuela en las citas primerizas. Me estaba poniendo nerviosa. De pronto sac dinero del bolsillo y pag. Menos mal.
Nos vamos? Dnde te alojas? -me dijo. -Cerca de la Gare du Nord -contest.
Fue fcil encontrar taxi y el paseo result agradable. El aire que entraba por las ventanillas bajadas nos haca sentir el fresco de la noche.
All, en la leve oscuridad del coche, el malestar ante lo desconocido, que yo notaba en l, fue desapareciendo. Descuidadamente me volvi a tomar la mano. La suya estaba fra.
Acopl perceptiblemente mi hombro derecho al izquierdo suyo.
Mira, quiz te parezca una impertinencia innoble. Piensa lo que quieras, pero por qu no coges tus cosas y te vienes a mi casa? Es grande y est en Montmartre, no lejos del
Moulin Rouge. Te gustar. Bueno, no quisiera parecer un salteador de caminos.
No pareces un salteador de caminos, pero si te digo que s voy a parecer una chica muy fcil. No crees?
Bien, eso de la facilidad podemos discutirlo luego. De momento, sera agradable que aceptaras.
Est bien. Tardar algo. Lo primero que hago al llegar a un hotel es deshacer las maletas.
Pas calor entre las manos de ambos.
Te espero en el taxi. No tardes mucho, se acerca la hora de las brujas -me dijo cuando baj del coche.
Qu quieres decir?
Nada especial, date prisa.
En este inesperado final del da, le dej sentado dentro del Renault negro. Percibo an la mirada entre irnica y cmplice del taxista, un hombre grande y bigotudo que nos ofreci
tabaco. Fueron minutos, los de esta espera, llenos de exaltacin, me dijo das despus, donde ese pequeo monstruo que habamos llamado Eras se adue de mi cuerpo y de
mi mente. Le preocupaba aparecer ante una desconocida slo como un aventurero, como un lign de caf.
Baj con las maletas. Pagu la cuenta y l, que me miraba desde el coche, sali y me ayud a meter el equipaje.
He tardado mucho? -pregunt.
No has tardado nada.
Volvi a cogerme la mano y no hubo conversacin hasta llegar al 98 de la Ru Lepic.
La casa donde viva daba a la calle Girar-don. La planta baja estaba ocupada por una tienda de pretendidas antigedades. Cacharros viejos, deca Louis. El edificio tena tres
pisos y Louis ocupaba la tercera planta. Haba libros por todos lados, en un desorden que denotaba vida. Decorado burgus, estilo mdico rural, armarios bretones -me inform-,
sillones de estilo, un amplio divn y en la pared una lmina al pastel que representaba una bailarina, firmada por Degas. Por la ventana trasera del estudio, Pars. Pars y su cielo.
Segn me confes mucho ms tarde, se haba trazado una meta aquella noche: ser un caballero, un simple anfitrin. Me hizo pasar a una habitacin, que no era la suya. Haba
sido desde 1929 la habitacin de Elizabeth, que estaba en los EE UU.
Bien, me ir a la cama, a esa cama que me has ofrecido -y sonre al decirlo-. La verdad, esperaba otra cosa.
Quiero demostrarme y demostrarte que no me acerqu a ti con la nica intencin que quiz t hayas estado imaginndote toda la noche.
Pareca encontrarse bien al pensar que era un acto de renuncia tener cerca a una mujer que consideraba hermosa y tomar distancia.
Soy francs, me siento francs en el sentido de que las infinitas variantes en torno al trivial e imperioso sentido de la reproduccin siempre me parecieron curiosas -me dijo al
da siguiente-. He vivido mucho tiempo transformado en Priapo, disfrazado de macarra o de mecenas. Los asuntos del sexo nunca me parecieron trgicos, excepto cuando tienen que
ver con la enfermedad o con el embarazo. Digo lo de Lenin: es un magnfico estimulante biolgico. Nada ms y nada menos. Desprovisto de celos, de donjuanismo, de sadismo, no
siento entusiasmo sino por la belleza de las formas, la fluidez, la juventud, el movimiento, la gracia. En pocas palabras: soy un sucio, un mirn. Siempre me gustaron las mujeres
hermosas y lesbianas, bueno, que no tengan inconveniente en hacerlo con otra mujer. Que se acerquen, se acaricien, se devoren. Dicen que es una perversin. Es posible, pero del
sexo me interesa el aspecto morboso o lo que llaman perversin. Lo otro, la convivencia, el cogerse de la mano, puede ser una buena amistad o una farsa, pero no tiene mucho que
ver con la pasin, o, mejor dicho, con lo que yo entiendo que es la pasin. Sin transgresin, sin desgarro, sin saltar el muro de lo prohibido, no hay pasin.
Me lo dijo de amanecida, como desquitndose de su caballerosidad de la noche anterior.
Son el despertador en la habitacin. l ya estaba vestido, recin afeitado y ola levemente a perfume. Se march enseguida para tomar el autobs.
Pero antes se acerc otra vez a mi cama, me dej en la mesilla las llaves de la casa y me dio un beso. Casto, maanero, carioso.
Aprovchate de Pars -me dijo-. Va a hacer buen da. Si vas al Louvre no veas ms que las momias egipcias y medita sobre la estupidez de nuestros antepasados, que
quisieron vencer a la muerte y ah los tienes, puestos en una vitrina para asombro de turistas.
Remolone por la casa hasta bien entrada la maana. Luego baj por la calle torcida de Lepic hasta el metro. Fui al museo de Arts et Mtiers y pase por el Sena. Com algo en
el Barrio Latino, con el apetito de una turista pobre y andarina.
Cuando volv a su casa, l estaba en su cuarto. Pareca dolerle la cabeza. Luego me explic que tena neuralgias a causa de una herida de guerra. Sin embargo, se levant y me
regal la mejor de sus sonrisas.
Vamos al Bois de Boulogne. Me gusta pasear entre los rboles mientras caen las hojas. Las hojas caen en mayor cantidad al atardecer. Te dir los nombres de todos los
rboles. Viniendo hacia aqu me he encontrado con Marcel, un amigo que trabaja en el cine -creo que maneja las cmaras-, y me ha dicho que estn rodando una pelcula cerca de la
Porte Dauphine, al lado del Bois de Boulogne. El actor principal es Carlos Gardel, el cantante argentino. Sabes quin es? Si quieres nos acercamos a verlo, en esos estudios
acaban tarde.
Fuimos al Bois de Boulogne y, ya de noche, nos acercamos andando a los estudios de cine, un barracn grande y destartalado. All todo el mundo pareca cansado. Nos dejaron
pasar y Marcel, un hombre alto, flaco, de buenos modales, nos rog que no metiramos ruido. Puedo decir que conoc a Gardel, un individuo paciente al que hacan repetir una escena
de amor con una actriz. Creo recordar que se llamaba Imperio Argentina. La mezcla de francs, ingls y espaol haca de aquel barracn una babel cinematogrfica. An debieron
seguir trabajando mucho tiempo despus de que nos furamos a cenar.
Fue ese da cuando me pregunt mi apellido. Pam, le dije. Aprovech para uno de sus frecuentes y divertidos monlogos durante los cuales sus ojos azules traspasaban el
espacio y pareca dirigirse al mundo o a s mismo. De repente volva, te miraba y conclua con una frase feliz o una caricia. Como diciendo: S que ests aqu.
Te llamas Pam? Tienes nombre de dios griego, lo sabas? Algunos dicen que Hermes engendr a Pam con Penlope, la fidelsima mujer de Ulises. Era tan feo al nacer,
con cuernos, barba, cola y patas de cabra que Hermes le llev al Olimpo para que se divirtieran los dioses. Era, segn cuentan, un dios tranquilo y perezoso, dado a las orgas. Se
jactaba de haber posedo a todas las Mnades borrachas de Baco y a Selene. Es el nico dios que ha muerto. Lo anunci un marinero de nombre Tamo que lo oy al cruzar en su
barco frente a Paxi. En todo caso era un dios poco pagado de s mismo, que cultivaba el buen vivir y no la tragedia. No era un salvador, sino un vividor. Un flautista.
Me mir y dijo:
Y t?
Acepto el linaje de ese dios con cuernos -le contest.
Me senta atrada por l, casi hipnotizada, y esa noche, mientras hacamos el amor por primera vez, viendo por la ventana las luces de Pars, acept jugar el juego que ms le
gustaba.
Ser un regalo para m -me dijo.
Est bien -continu-, creo haber perdido la vergenza contigo.
Extraamente, me siento a gusto recordando tamao disparate.
Al da siguiente no lo vi ni a la hora de cenar. Debi llegar muy tarde y yo, agotada de pasear por Pars, deba estar profundamente dormida cuando entr, si es que lo hizo, a
darme las buenas noches. La maana siguiente amaneci radiante. Clavada en la puerta de mi habitacin haba una cita con una hora, las seis de la tarde, y un plano de la isla de St.
Louis. El muelle Bourbon y el nombre de un barco. Esa maana me acerqu a Notre-Dame y pas por la isla. En efecto, all estaba el barco; se llamaba Malamoa. Ms tarde
comprob que el capitn era Mah, el joven rubio a quien haba visto con Louis el da en que nos conocimos.
Me produce algn pudor contar lo que pas aquella tarde. Louis apareci a la hora fijada. Yo estaba leyendo contra el sol en el muelle y no lo vi llegar. Vena acompaado de tres
personas: un matrimonio descompensado (l era mucho mayor que ella) y una chica morena, joven, de aspecto proletario, llamada Pauline. La mujer se acerc y me bes con
sorprendente confianza.
sta es Cillie? Es muy hermosa -dijo.
Su marido tena un aire resignado y oscuro. Vesta con una correccin chocante en aquel muelle lleno de bohemios, turistas y vagabundos. Louis sonrea en su lejana real o
fingida.
Mah nos esperaba, pero nada ms saltar al barco y hechas las presentaciones desembarc para hacer unas compras.
Henri Mah era, como ya dije, rubio y de facciones correctas. Tena el cabello abundante y largo. Pintaba y ejerca de bohemio. Era un tipo simptico y alegre, nada trgico en su
comportamiento.
En el saln del barco haba sillas y butacas, dos mesas relativamente pequeas y, cosa extraa, un piano de cola. Segn supe despus era de su mujer. Louis, que conoca bien
los enigmas del barco-vivienda, sirvi, contra sus principios, abundantes copas de champn.
La mujer, bien parecida, vesta un traje gris de lino y adornaba su cuello con unas perlas de buen tamao. Recuerdo que llevaba unas medias tambin grises, de seda, ms
oscuras que el traje. Sus zapatos abiertos y de tacn alto le daban un aire espigado. Su gesto era forzadamente encantador y no resultaba difcil imaginar a su marido, sin duda
adinerado, sometido a sus caprichos. A lo largo de la velada la afectacin del comienzo se diluy.
Tras dos copas de champn, vino hacia m y, arrodillndose delante del sof donde estaba sentada junto a Louis, acerc su cara a la ma y, entre susurros, me bes, primero el
odo, luego las mejillas y finalmente los labios. Saba que algo iba a pasar, pero me sorprendi que ocurriese tan pronto. Ni quera resistirme ni deseaba ser activa. Me dej llevar. Me
arrastr al cuarto vecino, donde una cama, que me pareci enorme, ocupaba el centro. El barco apenas se mova. Me tumb en la cama y mir cmo se desnudaba. Recuerdo que
pens en el precio de tanta lencera fina. Tena, en verdad, un hermoso cuerpo, delgado y firme. Me arrebat la ropa entre caricias. Cerr los ojos y me dej llevar. No conoca a
aquella dama y, sin embargo, confiaba en ella como si me pusiera en manos de un mdico o de un peluquero. Poco a poco, contest a sus sabios ardores y perd el control. Recuerdo
que, al final de la sesin, con la llegada de Mah, ramos cuatro sobre la cama: esta dama, Pauline, Mah y yo. Louis, sentado en un silln a un lado, observaba sonriente. Lejos de l,
el marido de la mujer tambin miraba.
Despus de tantos aos y con el tamiz de los hechos trgicos que ocurrieron ms tarde, recuerdo con nostalgia aquella broma. Broma inocente que tuvo por centro nuestros
cuerpos convertidos en voluntario y perverso espectculo.
Contado as, visto con la lejana del tiempo, los aspectos morbosos se diluyen y queda la risa. Empero, el sexo vivido intensamente no es otra cosa que un abuso de confianza.
Qu prendas ntimas llevaba yo aquella tarde soleada? Qu nervios de ansiedad me tomaron durante la espera? Qu gestos, qu caricias nuevas se me ocurrieron?
He de decir que no era la primera vez que tena relaciones con otra mujer. Nunca me import responder con un s a una proposicin si haba confianza y cario y el deseo llegaba,
pero he de confesar que aquella tarde nutica sobre el Sena fue la primera vez que me enfrent a unos desconocidos y que no poda, no quera, volverme atrs. Saber que has de
contestar que s a lo que te demanden es a la vez un reto y un descanso. Despus de romperse el hielo con las copas de champn, no saba, ya he dicho, cmo iba a empezar todo.
Fue una suerte que ellos s lo supieran. As que cuando nuestra dama se me acerc y puso sus manos en mi cara, en mis muslos, en mi sexo, me sent libr. Era una forma dulce de
comenzar. Su descaro, cuando desliz sus manos enjoyadas entre mis medias, me produjo una sensacin de imperiosa necesidad, tuve que reprimirme para no tomar la iniciativa. Le
agradec tambin que me arrastrara a la cama y que se desnudara. Recuerdo sus muslos llenos y estirados. Cuando baj sus labios a mi sexo, no pude sino responder con la misma
caricia, pero era una situacin incompleta, quera ver a Louis y lo que haca. Sentado en un silln, all cerca, acariciaba levemente a Pauline y yo quera que l, aun sin participar, me
acogiese con sus ojos claros. Pauline se desliz sobre la cama y vino sobre m. Las dos mujeres me acariciaban, pero yo quera ver la cara de Louis. Mis manos actuaban sin
cansarse, demorndose en aquellas pieles suaves, en el sexo hmedo de ambas, pero mis ojos no le perdan de vista y queran ser mirados por Louis aun en los momentos lgidos
de aquella maratn maravillosa.
Cuando lleg Mah, lo vi desnudo en actitud de entrar en combate. Nos arrebat a Pauline y puso sonido en aquella pelcula muda. Yo no entenda muy bien lo que deca, pero
Pauline rea y alguna carcajada sali tambin del pblico tan escaso como atento. Recuerdo que Mah, aparte de palabras, trajo una manera risuea de hacer las cosas. Tanto es as
que me avergenzo un poco al recordar la forma tan curiosa que tuvo de acabar su encuentro con Pauline.
*
Henri:
Ir el jueves a las seis con Cillie, la austriaca del Caf de la Paix.Supongo que te acuerdas. Nos acompaarn los Lauriot. Cillie es una verdadera tres palos. Ya vers! Es
infinitamente sensible y apasionada. Su ropa y sus muslos Ay, amigo mo!
Hasta pronto.
Louis
Un tres palos y, adems, subrayado.
Entre nosotros, ya lo he dicho, clasificbamos a las mujeres guapas segn una jerga marinera. Una jovencita prometedora era un balandro. Cuando veamos a una por la calle nos
ponamos detrs. Si iba con su madre, mejor. Las madres, en cuanto empezbamos a hablar de nuestras relaciones con el negocio del cine o del teatro, cedan T con pastas en
casa y facilidades. En dos das listo y al bote.
Diecisiete, dieciocho veinte aos eran nuestras goletas. Haba que ceirse al viento! Proponer el flete! Anunciar la visita al Malamoa: Se est muy bien all dentro!.
Luego salir al muelle Sacar el acorden Cantar un poco El arrumaco y a por todas!
Qu tarde se ha hecho! Ya son las siete y mi madre me espera! Dnde he puesto mis bragas?
En fin, ms de veinte aos, piernas largas, culo firme, buenos andares Un tres palos. La austriaca se mereca el ttulo.
Haca un da estupendo, con sol, ese sol de Pars que tanto se hace desear. Mont el caballete desde por la maana. Hay colores que es preciso apresar en vivo. Haba
aprovechado el tiempo cuando vi llegar a Louis con M. Lauriot, su mujer, Pauline y la austriaca.
M. Lauriot era un judo rico, comerciante de joyas al por mayor. Louis lo conoca de cuando trabajaba en la joyera Wagner de la calle del Temple, pero realmente lo reconoci
una noche en el Balajo antiguo, que era el mejor burdel de los que frecuentbamos.
El nuevo Balajo de George France representaba otra cosa. O a m me lo pareca, porque me encargaron la decoracin y me pagaron bien, pero eso fue en 1936. Louis me
acompaaba a los burdeles y difcilmente se dejaba hacer por alguna chica, ni siquiera cuando, por ejemplo, Madame Corinne nos lo ofreca como gesto amable de la casa.
M. Lauriot se present un da a pedir un servicio especial. Louis le reconoci. El judo quera elegir una chica para que le acompaara a su casa.
En fin ya sabe usted, para mi mujer y para m.
Madame Corinne se resista por miedo a algn sadismo. Quera mucho a sus nias. Eran todas muy decentes, deca, y lo deca en serio. Louis terci a favor de Lauriot y lo aval
como persona seria, formal y acaudalada. El que se recordaran sus dineros no debi gustar mucho al judo, pero consigui lo que se propona.
Muchas gracias, seor
Doctor Destouches, para servirle -contest Louis. El otro le entreg amablemente su tarjeta.
La gente era muy educada en los burdeles. Pienso que, al suprimirlos, se han echado a perder las buenas costumbres.
A Louis siempre le encant ver esas guarradas, pero yo, la verdad, prefiero participar.
El caso es que un da se atrevi a llamar a Lauriot y proponerle un cuadro. Louis aportara la otra chica, que no era sino Elizabeth Craig. Ya lo cont: Elizabeth tena un cuerpazo
monumental y estaba enamorada de l. Se prestaba a estos nmeros por darle gusto, y porque ella tambin disfrutaba.
Cuando apareci la austriaca de la que hablo, Elizabeth se haba ido a los EE UU, y aunque volvi despus de publicada la novela -que Louis le dedic-, ya no fue como antes.
La madre de Elizabeth muri en 1932, durante esa vuelta suya a los EE UU. Ms tarde, creo que en 1934, y ante el anuncio de que su padre estaba enfermo, volvi a marcharse.
El muy cerdo la deshered en el lecho de muerte. Elizabeth no se arrug: ni corta ni perezosa, se cas con el juez que llevaba el pleito de la testamentara. As, sin ms
Pasaron meses sin que Louis se enterara de lo ocurrido. Tom el barco para Nueva York. All no estaba Elizabeth, pero supo que poda localizarla en California. Fue all y
descubri el pastel. Me escribi una carta desde Chicago, de vuelta a Nueva York.
Me han pasado cosas tan fantsticas que an deliro. El destino me ha jodido bien. Incluso me han salido unos fornculos que me inmovilizan. Elizabeth se ha entregado a un
gngster! te puedes imaginar el resto.
El juez era judo. Tengo para m que todas las locuras antisemitas de Louis vinieron de ah y del odio que le provocaba su jefe de Clichy, que tambin era judo.
Como iba diciendo haca un buen da para ser septiembre y la isla de Saint Louis estaba hermosa. Es uno de los sitios que ms me gustan de Pars. Mucho turista antes y
ahora, cierto, pero no deja de ser un rincn hermoso. Ahora voy poco por all, me he engolfado en la banlieue, me he acostumbrado a Charenton.
Subieron a bordo y los dej instalados. Fui a comprar bebida y algo de comer, no porque corrieran prisa tales encargos, sino porque saba lo que iba a pasar y los prolegmenos
me resultan embarazosos; prefiero que el estarivel est montado cuando entro en escena.
Cuando volv, estaban todos en mi habitacin. La austriaca tena un cuerpo que cortaba el aliento y Madame Lauriot, una bruja guapsima, lo trabajaba a sus anchas. Pauline, una
de las chicas de Clichy protegida de Louis, que deba tener dieciocho o veinte aos, se diverta, tan seriecita Pauline estaba all, sobre la cama, ayudando y ayudndose con
Madame Lauriot. Me desnud y fui hacia ella.
Ten cuidado-me dijo.
S, Henri, ten cuidado con la chica, no le des un disgusto -se oy la bronca voz de Louis.
Le perturbaba hasta la obsesin el asunto de los embarazos. Por el dispensario de Clichy pasaban todo tipo de dramas y a Louis le preocupaban la gente y sus miserias.
S que tuve cuidado. Pauline estaba agachada y yo detrs de ella, a lo perro. Comenz a agitarse y a emitir esos grititos que me sacan de quicio. No poda ms y se me ocurri
hacer una gracia. En el momento culminante saqu la escopeta y apunt a la pareja de al lado. Deba tener acumulada mucha energa pues roci a las dos en abundancia. La bruja, a
quien no le gustaba que le tocase un pelo macho alguno, grit: Cerdo!, y deshizo el encanto. Se levant al bao sacudindose las malas pulgas. Todos nos quedamos riendo a
carcajadas. Parecamos felices. Cuando volvi no estaba enfadada, hasta se acerc y me pas la mano por la cabeza condescendientemente.
Tomamos en el barco una cena agradable. Despus, dando un paseo, nos acercamos al Marais. En Vosges, Louis explic la historia de la plaza. Cont un avatar siniestro, un
ajusticiamiento: cuatro caballos descuartizaron en esa plaza a un reo en tiempos de uno de los Luises. Nos dej mal sabor de boca el suceso, a buen seguro, real.
Eran mejores aquellos tiempos, que presagiaban, sin nosotros saberlo, otros peores, sangrientos y sobre todo desgarrados. Pero an nos sentamos alegres, con ganas de vivir.
No s por qu me viene a la memoria la imagen de un extrao patinador que haca las delicias de la gente por aquellos das. El tipo se suba sobre dos barras de hielo a las que
sujetaba sus pies. Agarraba con las manos dos cuerdas, de las que tiraba un Citroen, y patinaba de esta guisa por la plaza de la Concordia. El individuo, que iba en camisa, tena
sobre la nariz unas gaftas y, lo que resulta increble, patinaba con un cigarrillo encendido entre los labios.
Quiz fue la fresca brisa del Sena, o los fros de la primera noche al salir del Moulin Rouge, pero me puse enferma, ya lo he dicho, con una bronquitis que dur varios das. Louis
pasaba conmigo el mayor tiempo posible. Gen Paul, un pintor vecino, me traa la comida por encargo del doctor, como deca en broma. Conversbamos mucho; Louis estaba
obsesionado con la guerra, la que haba padecido y la que, segn l, poda venrsenos encima. Cualquier cosa mejor que la guerra. Fue en esos das cuando me enter de que su
primera novela sera publicada de inmediato.
Por qu escribes? Cundo? -pregunt.
Escribo como puedo, cuando puedo y donde puedo. Toda mi vida he trabajado para vivir. Empec a los doce aos y, salvo los cuatro de la guerra, he robado horas a quienes
me empleaban para llevar adelante algn proyecto personal. Escribo a salto de mata, como he vivido siempre. As hice mis estudios, as he redactado mis libros. Escribo,
aparentemente, como hablo. La primera pgina, la primera frase y dejarse ir hasta el fondo hasta el fondo de la noche.
Yo haba ido a Pars a olvidar el absurdo accidente de montaa que me dej viuda la ltima primavera. No creo haber estado enamorada de mi primer marido, pero era un buen
compaero de juego, de juegos casi infantiles. Era mi amigo y mientras yo creca l se mantena igual. Su muerte fue tambin un juego estpido.
Cuando me recuper de la bronquitis volvimos a los paseos y al cine. Alguna cena en la Coupole de Montparnasse. El color del cielo, las gentes de Montmartre, hasta la miseria
que se desbordaba por el Pigalle cercano con los ltimos apaches, destilaban una alegra que no encontr cuando regres a Pars poco antes de la guerra.
Ahora me parece que las cosas, los sitios, las ciudades, tienen la edad y el tono de nuestros recuerdos. Sera terrible detener el tiempo y ver pasar a la gente, nuestra gente,
hacia la vejez y la muerte, sin acompaar su deterioro fsico, sus cambios. Sin embargo, tambin es triste envejecer y abandonar las cosas que fueron nuestras de una precisa y
determinada forma, con la luz de un da alegre o la griscea tarde aciaga. Recordar no es precisamente volver a vivir, sino retener, por segundos, el halo de la muerte en las cosas y
en las personas que fueron nuestras, aunque lo fueran por muy corto tiempo.
Cuando se es joven se tiende a pensar que el futuro nos pertenece y lo normal es dejar pasar la vida delante de nosotros con la seguridad de que volver. Sin embargo, quin al
andar por el crepsculo o al trazar una fecha de su pasado no sinti alguna vez que haba perdido una cosa infinita?
Ahora creo que me enamor de Louis, pero entonces no me import alejarme de l porque estaba segura de que no lo iba a perder. Tena la juvenil seguridad de que, cuando
quisiera, volvera a tenerlo cerca. En muy buena parte, as fue durante algunos aos. Tenerlo sin poseerlo, saberlo cerca en la distancia. Fue un encuentro en que la ternura pes ms
que la pasin. Aunque en lo que al culo se refiere, como Louis gustaba decir obscenamente, tampoco nos fue mal. Le agradaba adularme y reverenciar mi cuerpo y, de mi cuerpo,
aquello que se ve por detrs, de la cintura al suelo. Remoloneaba como un gato con sus caricias y bromas. Tuve esos das la sensacin de quien aprende rpido. No el aprendizaje de
nuevas cosas o de relaciones entre las cosas y los hombres o entre los hombres mismos: no saba ms cuando sal de Pars que cuando llegu. Sin embargo, mis sentidos s estaban
ms despiertos la maana en que tom el tren en la estacin del norte para dejar la ciudad. Mi sexo haba aprendido algo nuevo y dir que agradable, pero era el tacto de las cosas,
la demora en la visin plcida del paisaje, lo que haba adquirido.
La experiencia compartida de la confianza, a ratos la pasin, frecuentemente la ternura. Estaba enamorada pero no quera la seguridad que da la posesin, la pertenencia.
Buscaba diferenciar la seguridad, la convivencia, los hijos, la normalidad, de la pasin. Pasin imaginada, furtiva, intrascendente desde el punto de vista intelectual.
Mis amigas de Viena y yo habamos teorizado bastante cnicamente al respecto: un cario tranquilo y permanente, un hombre con recursos econmicos, no posesivo,
intelectualmente culto, que nos quisiera y que se conformara con lo que aportramos al matrimonio. Luego la libertad para tener, aparte, nuestra vida, la intelectual, pero tambin, al
cabo, la sentimental. sta sin compromisos, al paso, pero a veces apasionadamente. Tal era nuestro esquema esquizoide y feliz. Todo result irrealizable. Las teoras funcionaron,
como casi todas, mal, pero marcaron nuestra juventud.
Algunas decisiones que tom, no muy lejos de aquellas fechas, tenan esa justificacin. Justificacin que, por cierto, apoy con entusiasmo el propio Louis.
No me traiciona la memoria, an tengo sus cartas:
Querida Cillie;
Amor nada de amor eso no tiene demasiada importancia. Lo que cuenta es vivir sufriendo lo menos posible. Tu nuevo novio me parece delicioso, pero si no tiene dinero no
te interesa. Hace falta ser rico, Cillie, es decir, libre. Chata e inspida verdad que nos embrutece da y noche
Eso me escribi algn tiempo despus de aquel primer encuentro.
Esos consejos cnicos me parecieron entonces bromas divertidas que a nada y a nadie comprometan. No era capaz de detectar la angustia que lata en tales pensamientos. El
terror a la inseguridad estaba detrs de esas referencias al dinero como signo de posesin sobre las cosas. Alguna vez, ms tarde, me lleg a decir que tambin para l haban sido
aqullos los ltimos das de luz y de brillo. Desgraciadamente, a su pesimismo melanclico vinieron a darle la razn los hechos posteriores en cuyo mare mgnum se perdi y lo
perdimos.
An tengo aqu, en mi diario y con su letra, una cita de Montaigne que me escribi aquel septiembre: Cuando se vive mucho tiempo, se ha visto todo y lo contrario de todo.
Para quienes hemos sobrevivido a los avatares de este terrible siglo, la frase toma un amargo sentido.
Atravesando la calle Lepic, enfrente mismo del nmero 98 donde Louis viva entonces, se encontraba, supongo que all sigue, el molino de la Gllete. Precisamente en l tuvimos
los dos, junto a la joven Pauline, silenciosa y atenta, una larga conversacin. All estoy, all me recuerdo viendo caer la tarde desde lo alto, con los ltimos rayos de un sol tmido y
avaro que brilla rojo en aquel atardecer del 16 de septiembre de 1932.
*
A mediados de septiembre Cillie tom el tren hacia Viena. Louis no quiso ir a la estacin.
En esos das, sin entonces l saberlo muy bien, estaba cambiando de vida, de oficio, quiz hasta de carcter. El tormento de escribir no se debe tanto a que nunca tiene uno un
franco, ni siquiera a que es un oficio monstruoso y cerrado. El tormento se deriva de la soledad que engendra, de los fantasmas reales que alimenta, escribi mucho despus.
Estoy seguro de que mi novela es distinta. No espero que sea comprendida. Por quin? Se escribe por necesidad. Es el destino quien empuja. Nombro al destino por poner
un nombre sobre algo innombrable. El destino son los dems, las miserias y envidias de los otros.
El mircoles 7 de diciembre de ese ao, 1932, votaron el Premio Goncourt. No haca dos meses que haba salido a la venta su novela. Recuerdo que me trajo al barco un
ejemplar antes de que apareciera en las libreras y me lo tir sobre la cama donde yo dormitaba.
Lee, a lo peor hasta te gusta -me dijo.
Aunque no haya sido en mi vida un lector atento, me pareci algo nuevo. Ante tanta mariconada acadmica y relamida, era un vendaval de los que limpian el horizonte. Una buena
novela. Lo dijeron casi todos los crticos y era, por una vez, verdad. El editor Denol, un caradura, vio el cielo abierto y se lanz a fondo por el Goncourt. De la primera edicin, como ni
entenda un pijo ni se fiaba de nadie, slo tir tres mil ejemplares. Cuando comprob que tena buena acogida ante La crtica, empez a moverse en el mundillo de las letras.
De los diez que Formaban el jurado del Goncourt, dos se lanzaron a apadrinar a Louis. Uno era un tipo que escriba en L'Action Frangaise, Lon Daudet. De extrema derecha
en todo, pero con buen gusto. Entre sus mritos, decan que haba patrocinado a Proust, tambin para el Goncourt. Claro que a Proust se lo dieron. El otro padrino era un rojo,
bueno ms bien anarco. Se llamaba Descaves. La verdad es que los dos, por una vez de acuerdo, se portaron bien con Louis. Lo defendieron hasta el final y el mismo da en que no
le concedieron el Goncourt, Descaves consigui que la novela de Louis recibiera el premio de la crtica: el Renaudot.
Lo que ms le jodi a Louis no fue quedarse sin el Goncourt, en el que nunca, creo yo, haba pensado, sino la sensacin de ridculo que le produjo estar en el candelero y caerse
de l.
Hacia el medioda de ese mircoles estaba yo haraganeando en el Malamoa, cuando apareci Louis con su madre y su hija, cosa rara. Me llevaron a la plaza Gailln. All, en
Casa Drouant, se reuna a comer y a votar el jurado del Goncourt. Cerca comimos nosotros tambin, y recuerdo que Louis se pas el tiempo gastando bromas y sin probar bocado.
Se aguantaba los nervios.
Depender de otros es siempre una jodienda, pero depender de otros cara al pblico es una jodienda inaguantable. Sobre todo si uno tiene el orgullo y la mala leche de Louis. El
estacazo que le dieron lo aguant a pie firme, sin pestaear, delante de todo el mundo. Un mundo lleno de periodistas que le buitreaban.
Bueno, hijo, te han dado un premio, aunque no sea el que t queras. Otra vez ser.
Madre, se lo podan haber metido por el culo y perdona.
El cabrn de Denoel, que ya tena fajas del libro preparadas: Premio Goncourt 1932 y tambin una fiesta en la editorial, no se cort por el traspi y nos arrastr a todos a la
calle Amlie para celebrar el Premio Renaudot que no result, precisamente, un premio de consolacin. A Louis le toc aguantar el infierno y el purgatorio.
Ya tarde, acompaamos a la vieja y a la nia y luego fuimos a Lepic. Tras cerrar la puerta me dijo algo que no se me olvidar, inslito en l: No me dejes solo.
Se acerc a la ventana y se puso a escarbar con un tenedor entre los geranios. Luego me mostr unos dibujos en colores vivos. Eran de su hija. Los tena guardados con mimo
en una carpeta azul. Despus, como atontado, se tumb en el sof.
Su mirada estaba relajada y en paz.
Cuando sal a la calle era tarde y el fro del ya prximo invierno me golpe en la cara.
*
(Papel con membrete de Pigall's Tabac.)
CAPTULO II
Haba trabajado en Ginebra como mdico y tena en el Departamento de Higiene de la SDN a un buen amigo, mi antiguo jefe el doctor Rajchman, de quien obtena de vez en
cuando encargos, que no sola cumplir, para estudiar algn aspecto sanitario que yo mismo le indicaba.
Agosto de 1932
Estimado Ludwig Rajchman: Quisiera observar, en Berln y en Breslau, la medicina que se aplica a los parados (medicina general, sfilis, tuberculosis). Le solicito
asimismo, si ello es posible, una dieta de siete dlares diarios. Tenga en cuenta que debo dejar un sustituto en Clichy a mi cargo, al que debo pagar setenta francos al da.
Espero sus siempre gratas noticias.
Louis Destouches
Llegu a Berln el 18 de diciembre de 1932, un mes antes de que Hitler jurara el cargo de canciller. La historia de Alemania en los ltimos meses se haba acelerado de una forma
que ahora puede parecer imposible.
El sistema parlamentario estaba herido de muerte. No era necesario ser un atento lector de noticias polticas para comprobarlo. Bastaba con pasearse por Berln.
Enfrentamientos continuos entre los camisas pardas nazis y los que ellos consideraban comunistas y que, a simple vista, eran obreros mal vestidos y peor comidos. Ese fin de ao la
Repblica de Weimar era un cadver. Un cadver al que preparaban unos tristes funerales.
Un mes antes de llegar a Berln, en noviembre, tuvieron lugar las elecciones. Las segundas en un ao. Las primeras se celebraron en julio. Los nazis, lejos de subir, perdieron tres
millones de votos respecto a julio. Cuando llegu a Berln el canciller se llamaba Schleicher y pretenda poner en marcha un plan de salvacin nacional.
Mi colega, un mdico con quien visit los dispensarios, me acompa muchas noches por el Berln ms vivo y contradictorio. No crea que Schleicher fuera a tener xito en sus
intentos por preservar el rgimen republicano contra Hitler y contra Hindenburg, apoyndose en los sindicatos. Incluso se hablaba en la noche berlinesa de que Schleicher preparaba
con el lder de los sindicatos, Leipart, un golpe de Estado para salvar la Repblica. Segn algunas personas que no se recataban en decirlo, contaban con el Ejrcito para echar a los
nazis a las tinieblas exteriores de la clandestinidad.
El hotel en que me hospedaba se llamaba Hes11er. Pronto har treinta aos. Era el delirio. La situacin sanitaria que se observaba en los dispensaros pareca mucho peor que
en Clichy. Una cochambre ilimitada, un desastre de miseria. Suciedad, alcohol, tuberculosis y hambre, mucha hambre. Por la noche despertaba una especie de alegra
inconsciente. El colega que antes cit me sacaba del hotel al anochecer. Andbamos entre el gran arco de Brande-burgo y la plaza de Alejandro, pero sobre todo pasebamos por
las calles menores. Ahora me dicen que todo ha desaparecido, destruido por las bombas y los caones. Entonces era una ciudad hermosa, llena de vida aunque sus entraas
estuvieran colmadas de miseria. El sexo mercenario se distingua con dificultad del otro, tal era la liberalidad con que se proponan ambos. Se dira que lata en los cabars y en las
calles una premura desesperada y nocturna.
Recuerdo un antro alegre y oscuro. Se acerc una pareja a nuestra mesa. l era menudo y hablaba poco, ella me pareci, al restregarse contra mi rodilla a la poca luz de los
faroles de gas, un tanto desproporcionada. Aun sin distinguir bien los rasgos de las caras o los perfiles de las manos, tena aquella pareja un aire inquietante. Cuando tras el corto
espectculo la luz cobr fuerza, tard en darme cuenta de que l iba vestido de ella y ella de l. Disfrazada de varn y vestida con una especie de esmoquin, la mujer tena la cara
enjuta y la mirada penetrante y canalla, el pelo corto y con raya. Le pregunt si le gustaban las chicas.
Depende de para qu.
No quise seguir adelante con la broma morbosa. Al salir a la calle, mi colega me dijo que seguramente esa pareja no practicaba la prostitucin. Era slo un juego arriesgado y
divertido.
Se trata de huir de los riesgos que algunos anuncian -me dijo-. Esta maana me han asegurado en el dispensario que se prepara un golpe de mano. No me han sabido
precisar si del gobierno, de los nazis o de los comunistas.
Y usted qu cree? -le pregunt.
Pienso que Hitler no va a dejar que le arrebaten su triunfo en las elecciones, aunque haya sido corto, y seguir amenazando y dando palos a los comunistas y a los
socialistas Al final, quiz pronto, se pondr de acuerdo con ese zoquete de Hindenburg, se har una foto vestido de frac, jurar la Constitucin y moderar sus expresiones. Su
fuerza de choque, los SA, acabarn de funcionarios en Correos. El poder amansa las fieras.
No creo que aquel hombre fuera un iluso. Quiz deca lo que deseaba. Hay ideas, en contra de lo que mucha gente pensaba entonces, que necesitan de la sangre de los otros
para sobrevivir y de la propia para ser enterradas.
Poco tardara en darse cuenta mi colega de su error: la conjura de Hindenburg y Hitler con el apoyo de los banqueros llev al nazi a la Cancillera el 30 de enero. El 4 de febrero
se suspendi la Constitucin, el 27 incendiaron el Reichstag y suspendieron todos los partidos y sindicatos. El 5 de marzo, nuevas elecciones con el cantado triunfo de los nazis. El
21 de ese mismo mes -creo recordar- sacaron la ley de defensa del pueblo y del Estado: el poder ejecutivo asumi los poderes del legislativo. El ltimo da de ese mes de marzo
disolvieron los lander y el 7 de abril dictaron una ley depurando la burocracia; en suma, echaron a la calle a todos los funcionarios no adictos.
En Francia se pensaba que la sangre no iba a llegar al ro y que los riesgos de guerra eran lejanos. Cuando los polticos franceses se dieron cuenta del peligro, en lugar de
apagar el fuego, se dedicaron a hacer caso de quienes queran la guerra y en esto, nadie lo podr negar, los judos jugaron su baza para que Francia preparara la contienda. Lo que
no fue lgico y s suicida era escucharlos y preparar una masacre o el ridculo. De ambas cosas hubo en abundancia.
*
Louis lleg a Viena el 28 de diciembre de 1932. Vena de Breslau, de ver a su amiga Erika. Haca fro cuando fui a buscarlo a la estacin. Era de noche. Se tapaba con un abrigo
gris y llevaba al cuello una bufanda. Me llamaron la atencin sus gruesos zapatos que le restaban agilidad. La sonrisa, sin embargo, era la misma y sus penetrantes ojos azules tenan
un tono triste. Se empe en cenar antes de ir a casa. No le dej que buscara hotel, aunque insisti. Lo que ms odiaba en este mundo era molestar. Supongo que tambin odiaba
que le molestaran. El argumento definitivo para no ir a mi casa era mi amigo Gutenberg, as le llamaba l, pues era impresor. Dejmosle con ese nombre prestado.
Aquella noche hizo muchos remilgos. Dijo que quera dormir solo. No quise parecer impertinente ni acaparadora, pero, si he de ser sincera, me apeteca recordar los juegos de
Pars.
Quiso conocer a todo el mundo, a mi madre, a mis amigos, al doctor Siegel, que era vecino mo y editaba Die Fackel, el peridico de Karl Kraus. Fue Siegel quien le consigui
una reproduccin de La fiesta de los locos, el cuadro de Brueghel.
Todos mis problemas estn en ese cuadro, todos mis delirios estn ah. Ah siento lo grotesco en los confines de la muerte, todo lo dems me parece vaco -esas cosas deca
del cuadro y muchas ms.
Pese a sus delirios, Louis rebosaba ganas de vivir aquella Navidad.
Soy anarquista hasta la raz del pelo, siempre lo he sido y siempre lo ser. Nunca he votado a nadie. Los nazis me repugnan.
No le importaba hablar de poltica. A pesar de los temibles panfletos que escribi ms tarde contra los judos, poco pareca importarle eso entonces. Hablaba tambin de pintura,
de arquitectura y de psicoanlisis con la gente que pudo conocer aquellos das, con mis amigos, hoy dispersos o muertos. Esa Navidad, la ltima sin Hitler en el poder, la ltima
para la esperanza, nos vimos todos con mucha frecuencia y Louis me acompaaba siempre.
Me viene a la memoria Maximilian Tranneck y su mujer Mara Mller, que acudan a casa siempre en Navidad o en Ao Nuevo. Los recuerdo cuando era nia, con las flores y el
vino que traan. Llegaban antes de la comida, al medioda. Max Tranneck era conde de una vieja estirpe austraca. Entre ellos hablaban en ingls. El alemn de l, que era perfecto,
haba adquirido acento anglosajn. Mara tena la voz ms hermosa que he odo nunca. Poda expresar todas las emociones. Era una gran actriz. Cuando estaba en escena, se senta
el estremecimiento del pblico. Conoca de memoria muchas obras teatrales. Nos recitaba o lea Ifigenia, de Goethe, o Mara Estuardo, de Schiller. Sus piezas griegas favoritas
eran Antgona, de Sfocles, y Medea, de Eurpides. La velada sola concluir recitando algunos sonetos de Shakespeare. En esas veladas, Mara nos absorba de tal forma que
apenas prestbamos atencin al conde Tranneck. Cuando yo volva la vista al rincn donde l se colocaba, comprobaba que la estaba mirando All, medio oculto, slo se le vea el
perfil derecho de su cara. Usaba un parche negro en el ojo izquierdo, y an as se notaba que la cuenca estaba destrozada, igual que su mejilla izquierda, que era slo una gran
cicatriz.
Yo pensaba que haba sido herido en la gran guerra pero ms tarde me enter de que se trataba de un accidente de montaa, precisamente en el verano de 1914. Un miembro
de la cordada sufri el impacto de una piedra y qued inconsciente. Max se desat, baj a auxiliarle y logr apartarle de la avalancha, cosa que l mismo no pudo hacer. Cay casi
cien metros, antes de golpearse con un peasco. Tard muchos meses en recuperarse y qued desfigurado.
Cuando mi primer marido muri en un accidente de montaa, Max se acerc a consolarme:
A veces es mejor as. Tendrs siempre un bonito recuerdo -al decirlo su tono era dolorido y, sin querer, amargo.
El conde y Mara se conocieron de nios en la Embajada de Austria en Londres. Ella era hija de un sargento de la guardia de la propia embajada. Max era hijo del embajador y
estudi en Oxford. Su familia no vea con buenos ojos sus relaciones y cuando vino a Viena se cas con una prima que no mucho despus acab en un psiquitrico, donde muri al
principio de los aos treinta. Para entonces el conde viva con Mara y se cas con ella al poco de enviudar.
No saba que Tranneck haba sido socialista, me enter precisamente esa Navidad durante la conversacin que tuvo con Louis.
El da de Ao Nuevo Max y Mara nos invitaron a Louis y a m a la sobremesa, a su casa de la Johannes-gasse, al lado del palacio Questenberg. Frente a ella haba una iglesia
catlica que me gustaba, la de los Caballeros de Malta. La casa de los Tranneck era amplia; se compona de dos pisos enfrentados en el mismo edificio.
Max tena especial inters en hablar con Louis, del que conoca la reciente publicacin de su novela. En realidad, no s si debido a su puesto en la Biblioteca Nacional, Maximilian
conoca todas las novedades europeas, aparte de estar desde siempre muy atento a las francesas.
Me ha dicho Cillie que vive usted en Montmartre. Quiz haya tenido ocasin de ver la casa que Adolf Loos ha hecho all para Tristan Tzara. Acabo de visitar a Loos, vive aqu
cerca, al lado de la catedral. Est muy enfermo y deprimido. Me asegur que estos trabajos de Pars sern los ltimos. La verdad, tan mal lo he visto que tiendo a creer que pueda ser
verdad.
S, conozco la casa de Tzara. Para un escritor pobre y principiante no deja de ser un incentivo que un poeta dadasta y tan revolucionario pueda pagarse una casa tan cara en
el centro de Montmartre -dijo Louis con esa irona algo amarga que dejaba traspasar con frecuencia su sonrisa-. En todo caso -aadi- me gusta la casa y creo que Loos ha trado a
Pars una sencillez que viene bien tras tanto empalago de art-dco. No me haga usted mucho caso -concluy-, no entiendo nada de arquitectura moderna.
Su confesada ignorancia ms parece modestia -contest, amable, Max.
Me pareci que Tranneck intentaba analizar a Louis dando un rodeo hasta llegar a lo que le interesaba y que a Louis no le importaba ser examinado en artes, y quiz hua de otra
conversacin que por aquellos das no poda ser sino sobre poltica. Haba en la pared de la sala donde tombamos el t un dibujo al carbn de Gustav Klimt. Representaba una mujer
de perfil, desnuda. La grupa poderosa, y en su regazo, una tela, presumiblemente una bata. La mujer, que calzaba botines como nica prenda, tena el pelo corto y la mirada perdida.
Louis se levant y, tras observar el dibujo, nos
dijo:
He aqu alguien que se adelant a su tiempo y sin embargo este Klimt, segn creo, tuvo xito en vida. No es comn.
Pues ahora no est de moda, ms bien viene sufriendo unas crticas acerbas post-mortem -contest Max.
Lo normal es que ocurra precisamente lo contrario. Yo creo que en Francia no ahorcaron a los impresionistas cuando el Gran Saln de 1862 porque lo impidi Napolen III
que, a lo mejor, no era tan patn como se deca.
Lo curioso, verdad?, es que los impresionistas se rebelasen de repente o al menos as nos parece ahora -insinu, ms que afirm, Max.
Se rebelaron porque ya haban visto fotografas. Los impresionistas reaccionaron correctamente ante la foto, no trataron de competir con ella, no eran tan estpidos. Se
buscaron un truco, inventaron una cosa que la foto no poda arrancarles. No tanto el aire libre como se pretende, no eran tan obtusos, sino el habla del aire libre. Con eso no
arriesgaban nada. La foto no es emotiva, es frgida. Con el tiempo se vuelve grotesca.
Eso no impidi que Van Gogh no vendiera una sola tela -sentenci Max.
Ahora, sin embargo, valen ms que el oro.
Tras la respuesta de Louis, Maximilian inici una transicin. Mara me miraba, como siempre, con aire maternal. Sin embargo, esta vez perciba yo como si, para decirlo
brevemente, estuviera pensando: Qu mayor te has hecho, Cillie. Por una vez era Max quien acariciaba la conversacin, se dira que estaba no tanto deseoso de escuchar como de
hablar, de expresarse. Lo que para m resultaba completamente nuevo.
Acabo de leer un artculo sobre su libro y el asunto Goncourt en el Berliner Tagesblatt -continu Max-. Acaba de salir, no s si usted lo ha visto. Es elogioso e incita a leer su
novela.
S -dijo Louis-, me pasaron la crtica del Berliner. No conozco a quien la firma: Grunberg es su nombre. Sinceramente creo que s ha entendido la novela, cosa nada comn
entre los crticos.
Aunque no conozco su novela parece deducirse que no slo introduce un nuevo estilo, sino tambin una visin desgarrada y antibelicista de la guerra. Por lo que s, usted
luch en ella y fue herido.
S, en la cabeza. Desde entonces me atacan de tiempo en tiempo neuralgias que me cuesta soportar. Ya me he hecho a la idea de convivir con esta tara el resto de mi vida.
Tambin usted fue herido?
No, fue un accidente. Para Austria y para toda Europa, la guerra no fue slo una tragedia, sino un horrible suicidio colectivo. En el orden privado todos nosotros hemos perdido
gente muy prxima, querida y apreciable. A veces tengo envidia de los muertos.
Tranneck inici un largo parlamento. Hablaba consigo mismo y los tres atendamos en silencio:
Cuando estall la guerra estaba en el hospital Aqu la guerra destruy la esperanza de un mundo diferente, pero quiz lo ms grave no fue eso, sino que liquid a una
generacin entera de lderes que podan haber rescatado Europa. No hablo slo de Austria. En el colegio ingls donde hice mis estudios, de los cuarenta y ocho jvenes de mi
promocin sobrevivieron dieciocho y el resto est enterrado en Flandes. Mis cuatro hermanos murieron. Para reunirme con mi gente, la buena gente de mi generacin, tendra que ir a
los cementerios de Verdun y Passchendaele, a los del frente ruso, al Isonzo y a los restantes mataderos donde estn enterrados quienes hoy deban dirigir Europa. Cuando se
instaur la Repblica y los socialistas llegaron al gobierno me ofrecieron ser ministro de Educacin; era el nico cargo que haba deseado en mi vida. No pude aceptarlo a costa de
tantos amigos muertos.
Era la primera vez que vea excitado de tal forma al conde. Se hizo un silencio. Todos comprendimos que quera seguir hablando.
Se pudo evitar Fracasamos. Fracas el socialismo. Los jefes socialistas europeos se haban comprometido, aqu en Viena, a desatar una huelga general en Europa en el
momento que la guerra fuese inminente. No lo hicieron. En ese Congreso de Viena, yo formaba parte del secretariado que lo organiz. El socialista que ms exaltadamente prometa
provocar la revolucin si en Europa estallaba la guerra se llamaba Mussolini, ese desagradable payaso en quien se apoya Dollfuss, el miserable clerical que nos gobierna y que est
pensando liquidar no slo el socialismo, sino la democracia; estoy seguro y me temo que lo va a conseguir. Quiz si Jaurs no hubiera sido asesinado Pero de poco vale mirar
atrs. Usted que viene de Berln -dijo dirigindose a Louis- podr decirnos lo que ha visto all.
Miseria, hambre e irresponsabilidad. Hitler me parece un truhn. Es un demagogo, pero los millones de parados, verdaderos parias que se arrastran hoy por las ciudades
alemanas, son carne de can para cualquiera que vocee unas pocas consignas. Las elecciones no han servido absolutamente para nada, sino para mostrar que los comunistas
acabarn con los socialistas, y stos dan la sensacin de navegar sin rumbo. Sinceramente en eso que llaman democracia nadie parece confiar. Yo, desde luego, tampoco:
politiquera en medio de la desesperacin. Fjese en Francia gritos y peleas.
Se haba hecho de noche y acabamos la conversacin. Los Tranneck nos acompaaron hasta la puerta de la calle. Volv a su casa dos aos despus, en la Navidad de 1937, de
nuevo casada. Tuvimos entonces una charla casi formal. Mara y l estaban resignadamente desesperados cuando el conde insisti en que emigrramos. Ellos, que no tenan hijos,
pensaban quedarse en Viena aunque Hitler nos invadiera. Cuando eso ocurri y el ejrcito alemn entr triunfante y aclamado, se suicidaron juntos silenciosamente.
Salimos a la calle. La ciudad se me antoj, en cierto modo, alegre. Nos acercamos a la Josefs-Platz y atravesando las calles de mi infancia, parndonos en todos los
escaparates adornados por la Navidad, llegamos a San Esteban. Cerca de all, nos presentamos, sin previo aviso, en casa de Annie ngel, que yo saba estaba sola. Su marido
haba partido hacia Praga dos das antes.
Mi amiga Annie era una mujer hermosa, y lo sigue siendo. Una universitaria de aquellos tiempos, quiero decir, una joven inteligente y llena de vida que no poda vestirse sino con
discrecin. Su cuerpo era esbelto y aunque ahora est ms rellenita, nunca ha perdido la gracia y su forma de andar sigue siendo gil. Annie tena un bonito perfil, la nariz era
pequea, con un puente ligeramente quebrado. El pelo castao con matices color caoba. Sus labios estaban bien dibujados y cuando sonrea dejaba ver una dentadura sana y
poderosa, especialmente los dos dientes centrales superiores eran y son lo ms elocuente de su risa.
*
Al casarme me traslad a una casa muy amplia de la familia de mi marido, en la Rabenstrasse, cerca del Danubio. Tanto Frank como yo pasbamos consulta en dos
habitaciones de la casa. Cillie se present la noche de Ao Nuevo de 1933 con el doctor Destouches. Me haba hablado de l con cierta picarda. Yo me haba hecho una idea
equivocada. Era un hombre serio, atractivo fsicamente. Bueno, fsica y humanamente. Su posterior evolucin ideolgica me hace difcil decir esto, pero quisiera ser objetiva: era
guapo y simptico. Una a su sentido del humor, a veces agrio, una amabilidad que llegaba a la ternura.
Se haca querer. Yo estaba entonces bajo el sndrome del psicoanalista principiante, que consiste en mirar a las personas y sus relaciones desde la perspectiva de los conceptos
analticos. Desde esta ptica me pareci un tipo complejo, con clara tendencia a la melancola. Siempre pens que la melancola es una forma de literatura. Su impulso de escritor
vena de ah. Visto de lejos y a fuerza de ser honrada, he de decir que cuando le conoc saba que Destouches le haba pedido a Cillie la traduccin al ingls del artculo de Freud La
afliccin y la melancola.
Tuve ocasin de preguntarle para qu lo quera. Me dijo que pensaba utilizarlo en la novela que estaba escribiendo, la que public en 1936.
Durante ese viaje tuvimos una larga velada con el doctor Storfer, editor de Freud, que por entonces estaba en tratos para publicar algo de Wilhelm Reich. Mi marido volvi das
despus con Anny Reich y tras la cena celebramos una velada monogrficamente psicoanaltica. Destouches nos deleit con sus delirios, verdaderamente divertidos. Entre bromas y
veras se pas la noche hablando de todo tipo de perversiones infantiles, de excitaciones sobre cadveres, etctera. Tena dotes excepcionales
y consegua dar la impresin de pervertido. No creo. que lo fuera. Sus perversiones eran ms bien fantasas que con la distancia del tiempo parecen hasta inocentes. Para
Cillie fue un amigo leal y bueno. Pienso que abrigaba hacia m sentimientos parecidos. Meses ms tarde, cuando las cosas se empezaron a poner verdaderamente mal, me ofreci su
apartamento en Pars en caso de que tuviera que dejar Austria por mi militancia izquierdista. No slo me dijo que sera bien recibida, sino que poda quedarme todo el tiempo que
quisiera. En aquellos momentos un ofrecimiento as no era balad. Fue en junio de 1933 cuando me lo ofreci, en su segunda visita a Viena. En esos seis meses haban pasado
muchas cosas. Esa segunda vez vino con una bailarina americana, a quien haba dedicado su primera novela. La noche de Ao Nuevo de 1932 estaba sola en casa, tena al nio con
mis padres y Frank estaba en Praga. Cillie y Destouches venan de casa de los Tranneck y comentamos la impresin de desesperanza que les haba producido Max. Por aquellos
das yo pensaba que Max era un derrotista con su idea de que el socialismo haba cavado su propia tumba al no impedir la Primera Guerra Mundial. Viendo cmo Dollfuss nos
apretaba el cuello, pensaba -y sigo pensndolo- que la nica forma de parar el carro fascista era aplicar nuestra fuerza y nuestros medios, alindonos con el diablo, o solos. Si se
hubiera aceptado con unos aos de anticipacin la idea del frente popular, los nazis y los fascistas no hubieran provocado ni las matanzas previas a la guerra ni la guerra misma. En
fin agua pasada que no mover ninguna rueda.
Tomamos una cena frugal y pasamos a una salita pequea, muy acogedora, donde tenamos una estufa. De aquella curiosa noche recuerdo, sobre todo, a Cillie, o mejor dicho,
recuerdo una versin distinta de ella. Hasta entonces era como nuestra hermana pequea. En realidad tiene slo tres aos menos que yo. Sin embargo, quiz porque hablaba poco o
porque no gustaba de intervenir acaloradamente en las discusiones, tenamos la impresin de que estaba, en cierta forma, bajo nuestra proteccin. Bien pensado era una estupidez,
pues siempre particip activamente en nuestro grupo, era persona celosa de su independencia y tena una fuerte personalidad. Es cierto que tras la estpida muerte de su marido en
la montaa, un joven mdico a quien ella quera ms como a un hermano que como otra cosa, proyectamos sobre ella una especial sobreproteccin. Por eso, la noche en que se
present en mi casa con Destouches, quiz pretenda ponerse a mi altura, indicarme claramente que dejara de ejercer de madre confidente para ser definitivamente su amiga, su
igual.
Me di cuenta de que las insinuaciones algo cochinas que Cillie, con la rijosa complicidad de Destouches, no paraba de hacerme, me obligaran a tomar una decisin. Si cortaba
las insinuaciones y rompa el tono del discurso claramente ertico en que estbamos metidos, asuma el papel de madre represora que pone fin al juego de su hija, lo cual me
resultaba harto desagradable. Si, por el contrario, aceptaba la provocacin y tomaba la iniciativa, deba superar las inhibiciones que me creaban tanto la presencia de un desconocido
como de la propia Cillie. Ellos jugaban con la ventaja que les daba decidir las reglas del juego y conocer bien a los contendientes.
Pens que los dos se haban puesto de acuerdo. Ms tarde me enter de que no haba sido as. Tom una decisin. En un momento dado, les dije:
Est bien. Id a la habitacin, ya sabis dnde est. Yo voy a arreglarme.
Si cuando volviera del tocador seguan en la sala, ellos y no yo habran roto el juego. Si estaban en la habitacin les seguira en el enredo. Estuve unos diez minutos en el cuarto de
bao. La angustia me tom, bien a mi pesar, por la boca del estmago. Mis sentimientos eran contradictorios, deseaba que ocurriera y que no ocurriera, las dos cosas a la vez.
Sal del bao de puntillas y me acerqu a la salita. Estaba vaca. Me detuve y tom del aparador una copa, la llen de brandy y la beb de un trago. Que necesite una darse
nimos a estas alturas, pens. La habitacin tena las luces encendidas. Destouches estaba en el silln de lectura, vestido; Cillie en la cama, riendo, completamente desnuda.
Un momento! -dije, y fui a la cocina por una vela en su palmatoria. Volv y apagu la luz. Dej la vela encima de la mesilla. Me estaba comportando como una cochina
burguesa. Me desnud deprisa y como pude. Me ech sobre la cama abierta y me tap y tap a Cillie.
Pero, bueno -se oy decir a Destouches desde su poltrona.
Este seor no participa? -logr articular.
Seora, es usted la represin del voyeur. Primero me apaga la luz dejndome en penumbra y luego se tapa como si esto fuera Siberia. No ha observado usted que la estufa
est encendida.
Se levant, y con k complicidad de Cillie, arranc mantas y sbanas dejndonos con nuestras vergenzas al descubierto.
Ests nerviosa? -me dijo Cillie al odo.
No -ment-, y t?
Tampoco -creo que ella deca la verdad.
Comenz a acariciarme con lentitud. Al principio slo me dejaba hacer, luego colabor sin ninguna inhibicin. Haba pasado lo peor.
Destouches acab participando. Recuerdo que el amanecer nos sorprendi despiertos. A esa hora les dije: Tengo sueo, y me fui a otra habitacin. Cuando despert era casi
medioda. Se haban ido. Nos volvimos a ver esa misma tarde. Hubo unas sonrisas cmplices y ningn comentario.
Rememorar el primer da, o mejor, la primera noche que conoc a Destouches, es para m una sensacin agradable. La memoria de una Viena confiada y tranquila, sentada sobre
un volcn que estallara muy pronto. Tambin es el recuerdo dulce de un erotismo nuevo que, paradjicamente, se present de golpe en presencia de quien era un extrao. Ese dios,
que nos abandona y que a menudo nos hiere, se hizo presente en aquella noche larga y morosa de Ao Nuevo.
En junio de ese ao de 1933, Destouches volvi a Viena; vena de Zrich, pero ya no fue a casa de Cillie en la Herrengasse. Vino acompaado, ya lo dije, de una norteamericana,
Elizabeth, que daba la sensacin de estar algo triste y apagada. Entre los dos viajes de Destouches, Dollfuss haba dado un golpe de Estado, derogando el sistema parlamentario
constitucional. Precisamente en esos das de junio el gobierno haba prohibido el partido nazi, pero tal cosa anunciaba lo peor.
Solamente en Viena ramos cerca de trescientos cincuenta mil socialistas, pero muchos tenamos sensacin de impotencia. Cuando quisimos reaccionar fue tarde. La matanza
que sobrevino y la agitada vida de esos meses marcaron nuestra existencia. Me alegro de haberme decidido a actuar, de bajar a la calle, como se deca entonces. Se destroz mi
vida, mi tranquilidad y, en cierto modo, perd a mi hijo, o, mejor dicho, algunos aos de la infancia de mi hijo. Sin embargo, despus de la guerra no tuve el sentimiento de haberme
dejado cazar como un conejo. Luch y perd, pero adems luch y perd temprano, lo cual vino a ser, a la postre, una ventaja personal.
15 de mayo de 1933
Querida Cillie:
Estoy contento de volver a verte pronto. Ir primero a Inglaterra, luego a Blgica, Alemania y Zrich. El mundo es hoy una pesadilla y cada semana parece peor. La vida es
tambin muy difcil aqu. Desde hace algn tiempo tampoco yo me encuentro muy bien. A menudo pienso en ti y estoy seguro de que sigues tan valiente y encantadora como
siempre. Eres una criatura maravillosa. Ya lo sabes.Espero que los hitlerianos no lleguen hasta ah. No les gustar encontrar a unos pobres pacifistas como nosotros. Cmo
est Annie, an sigue analizando?
Te llevar las puntillas que me pides. Estoy muy harto de Pars. Encuentro a la gente malintencionada y atosigadora. Ay, pequea, no puedes imaginrtelo.
Te quiero mucho. Pronto estaremos muy bien. Muy pronto te har una mujer. Louis
(Membrete del Gotttiard Hotel, Zrich.)
Estas frases formaban parte del juramento que hicieron los socialcristianos en Kornenburg en 1930. Nadie duda hoy de que eran fascistas, y como tales se comportaban. Haban
creado la Heimwehr, unas milicias fuertemente armadas. Bien se vio, a partir del incendio del Palacio de Justicia en 1927 y de los muertos que produjo, que estaban dispuestos a
destruir la Repblica. Se podr decir que nosotros, los socialdemcratas, respondimos violentamente y que el Schutzbund tambin estaba armado. Es una discusin acadmica que
a nada conduce. Si la mitad de la poblacin no quera la democracia, la otra mitad difcilmente poda sostener el sistema parlamentario. Llegados a este punto, rotas las reglas del
juego, cada bloque defenda sus intereses como poda.
Tena claro entonces, y lo sigo teniendo treinta aos despus, que haba intereses legtimos, los de los trabajadores que luchaban por convertirse en ciudadanos, e ilegtimos, que
no eran sino retrgrados. Intereses que movan las conciencias con el solo mecanismo del miedo. Pavor a la revolucin bolchevique, pero sobre todo, miedo a los otros, a los que
vivan ms all del Ring, a los brbaros que habitaban fuera de la ciudadela. Muchos de los que vivan desde siempre en la vieja ciudad haban apostado por los de fuera. Los
arquitectos que hicieron habitable la Viena obrera, o los escritores que con sus artculos y libros mostraban la posibilidad de una sociedad ms igual, ms humana, haban arrastrado,
de forma natural, sin herosmos, a muchos de buenas familias al otro bando. Cuando lleg el momento de la verdad, en febrero de 1934, unos supieron estar a la altura de las
circunstancias, otros se arrugaron y se quedaron callados, expectantes, en su lugar, en su gueto. Las clases no son un invento de los socilogos, sino una realidad muchas veces cruel
y desgarradora. Lo sent ese ao en mi propia piel y me marc.
A partir de marzo del 33 asist a reuniones del Partido Socialista. Conoc mucha gente y su forma de vida. Nunca tuve sentimientos religiosos, pero he de reconocer el sentido de
comunin que haba en todo aquello. La solidaridad no era slo una palabra. Es cierto que las personas somos capaces de lo ms vil y de lo ms heroico, pero es una constatacin
dolorosa. Una experiencia demasiado dura.
Conoc en aquellos meses vibrantes y terribles lo que era realmente la Viena Roja. Por encima de las discusiones tericas se haba hecho mucho. Era el orgullo de la II
Internacional y con razn. El Partido Socialista era, para la mayor parte de las familias obreras, no slo una referencia poltica, sino tambin su vida. Se ocupaba de su ocio, su cultura
y sus afectos. Yo haba asistido, durante mi carrera de medicina, y despus de acabarla, a las consultas para amas de casa organizadas por el partido: Si los hombres no ven el
progreso con sus propios ojos, no se decidirn nunca por el socialismo, haba dicho Otto Bauer. Estbamos presenciando ese progreso.
Me acuerdo ahora de Breitner, un hacendista con cierto parecido a Trotsky: gafitas, perilla Haba conseguido la financiacin suficiente para que el Ayuntamiento socialista
pudiera emprender grandes obras. Un da lleg a nuestra casa y dijo:
Lean lo que acaba de gritar el prncipe Stahemberg -era el jefe de las milicias de la Heimwehr. Nos tendi el Wiener Tagesblatt. Se lea a cuatro columnas: Quiero ver la
cabeza de ese asitico rodar por el suelo. Junto a esas palabras, una fotografa de Breitner.
Qu mana! -dijo con irona amedrentada.
Pronto comprobaramos que no se trataba solamente de una retrica brutal. En enero de 1934 el concejal Weber, con motivo de la discusin de los presupuestos, present un
documento de lo realizado en Viena bajo el mandato socialista. Lo tengo a la vista. Un dato solamente: los socialistas haban construido 63.071 pisos para obreros. En 1927, un
discpulo de Otto Wagner, Karl Ehn, haba diseado y realizado un conjunto urbano que se llam -y se llama- Karl-Marx-Hof, en la poca el ms grande de Europa. La novedad
consista en haber elegido un barrio residencial para hacer un falansterio. Fue un smbolo. Un smbolo tambin para el miedo y el odio en aquel febrero de 1934. Lo pude ver de cerca:
all pas dos das terribles.
En marzo del 33, cuando Dollfuss acab con el Parlamento, el Partido Socialista advirti que no tolerara registros en sus locales, ni detenciones de sus militantes. El 11 de
febrero de 1934, llamaron desde Linz al secretariado del partido en Viena, que entonces estaba en el distrito XII, para avisar de que la polica pensaba allanar la sede de Linz y que, si
entraban, lo impediran a tiros. El telfono estaba controlado por el Ministerio del Interior. El vicecanciller Fey orden a la polica asaltar de madrugada la sede de Linz, situada en un
lugar llamado Schiff.
A media maana del da 12 se present en mi casa Hans Raunt, el tipgrafo que trabajaba en la imprenta de Gutenberg, y vena descompuesto. Era l quien me acompaaba a
las reuniones del partido. Traa una chaqueta de cheviot gris, gastada, subidas las solapas, y la nariz y las orejas rojas del fro. Me cont lo que haba pasado.
El partido ha dado orden de huelga general. Dentro de poco cortarn la luz. Ser la seal para que las milicias del Schutzbund vayamos a nuestros puestos. Vamos a ocupar
las fbricas. El doctor Lotz me ha dado un recado para ti: van a montar un hospital de campaa en la Karl-Marx. Me ha dicho que sers muy til. Yo tengo que irme, pero si quieres,
dentro de una hora te mando un compaero con una motocicleta para que te acerque all.
No supe qu decir. Los acontecimientos eran previsibles, pero no pens que tuviera que tomar una decisin tan rpida. Se me hizo presente mi hijo. Tena miedo, no slo a lo
que poda pasarme, sino de ir, de salir de mi entorno, de mi casa El miedo de un nio a abandonar el seno materno. Me dije: Es preciso hacerse adulto. Me necesitan. Ese super
yo, que vigila nuestros actos, difcilmente me perdonara un abandono.
Habl con mi marido. No comprendi nada.
Ests loca. Te van a matar y la muerte siempre es una estupidez. Hay que esperar. No conviene entrar a la primera provocacin. Adems, no tiene sentido.
La primera provocacin? En algn momento hay que plantar cara. Mira Frank -le dije-, sabamos que iba a ocurrir. No puede decirse que nos coja desprevenidos. Yo me voy,
estoy convencida de que hago bien. Respeto tu postura. Cuida del nio. Volver cuando pase todo.
Cuando vino el muchacho a buscarme con la moto di un beso a mi hijo. Tena apenas dos aos y difcilmente iba a explicarle nada. Se qued en brazos de su padre. Siempre he
tenido suerte. Volver pronto, pens al salir de casa.
Haca fro y caa una lluvia dbil y persistente. Las calles estaban medio vacas. Los tranvas se haban parado. Las radios creaban un clima de pnico contenido y de amenaza
para los sublevados. Aqu y all encontramos gente corriendo hacia sus casas. Al medioda unos funcionarios empezaron a pegar carteles en el centro: En Viena una seccin de los
obreros socialdemcratas de la empresa municipal de gas y electricidad ha suspendido el trabajo. Por esa razn se declara el estado de sitio. Poca razn pareca.
En la Karl-Marx-Hof haba un desorden maysculo. En los bajos se desalojaban unos locales para convertirlos en hospital de sangre. El doctor Lotz diriga las operaciones.
Pasamos todo el da preparando las camas y los quirfanos. Algunos cirujanos que haban abandonado sus hospitales aportaron el material suficiente y sobre todo plasma y sangre.
Se estaban seleccionando donantes entre las mujeres. Me dio la impresin de que los mdicos tenan experiencia, haban hecho la guerra. En cuanto a m, casi se me haba olvidado
usar el fonendoscopio. Durante aquellos dos das ejerc ms de enfermera amable que de mdico. Espero que mis consuelos sirvieran a los heridos que tuve ocasin de tratar.
Durante el da 12 las noticias fueron confusas. Las emisoras transmitan cursilonas melodas austracas, adobadas con la marcha de Radetzky, que se interrumpan de vez en
cuando para decir que no haba huelga en ninguna parte, que los cabecillas haban huido y que otros dirigentes socialdemcratas se haban presentado a la polica. Que en toda la
zona industrial de la Ciudad Nueva de Viena reinaba una tranquilidad absoluta.
Esto es ms criminal que la artillera y las ametralladoras! -dijo, lo recuerdo bien, el doctor Lotz.
Hans Raunt pas a verme; estaba exultante, sobreexcitado, cargado de noticias.
Si no interviene el Ejrcito, tendrn que pactar un gobierno que convoque elecciones. La moral est muy alta y la huelga general ha sido un xito, y no slo en Viena.
Pero el Ejrcito intervino. Esa misma tarde nos llegaron noticias de que haba artillera frente a las fbricas y en el centro de Viena. Pasado el medioda omos los caonazos.
Parecan venir de la Favoriten. Llegaron heridos de metralla y algunos, muy pocos, de bala. Todos se quejaban de no tener armas suficientes. La mayor parte eran casi nios. Me dio
una pena inmensa. Muchos, una vez curados, queran volver a la lucha.
La noche del 12 llegaron heridos de bala y muchos fugitivos armados que se replegaban. Haban comenzado los fusilamientos sobre el terreno, eso nos dijeron.
Empezamos a pensar que todo estaba perdido. La radio transmita consignas del gobierno llamando a la rendicin. En el improvisado hospital el trabajo era agotador. Pas la
noche del 12 ayudando en el quirfano. Escaseaba la anestesia. Era una carnicera. A medianoche el doctor Lotz me mand a la cama.
Hans me buscaba, estaba roto. Traa la chaqueta y el pantaln desgarrados y llenos de polvo. Le dije que nos furamos a descansar. Llevaba un muser al hombro y unas
cartucheras a la cintura.
Subimos al primer piso, donde nos dejaron una habitacin. Es la nuestra, me dijo una mujer asustada. Hans se meti en la ancha cama con camisa y calzoncillos. Me acost
vestida a su lado y en silencio le acarici la cabeza. Tena el pelo rubio, sedoso.
Si me cogen me matarn. He visto cmo ahorcaban a dos ferroviarios, eran de los que despidieron cuando las ltimas huelgas. Hemos perdido mucho tiempo, tenamos que
haber atacado en marzo del ao pasado. He estado en la Florisdorf. Tenemos ametralladoras en Favoriten. All se resiste bien, pero el comando central est mudo. No hay una
direccin, adems, no hemos previsto la importancia de la radio
y no tenemos una sola emisora. Hay emplazadas bateras del Ejercito en muchos sitios.
El calor mutuo nos adormeca Casi sin darme cuenta le quit la camisa y le acarici el cuerpo. Acabamos haciendo el amor por primera vez y aquel infierno nos pareci
lejano, como una pesadilla de la que podramos salir cuando quisiramos.
Recuerdo su cuerpo alargado, joven, tenso, que reaccionaba a mis caricias como un muelle. Haca el amor de una forma distinta a la que estaba acostumbrada. No es que fuera
violento, al contrario, era tierno, pero su cuerpo se mova contra el mo con una agilidad e impulso desconocidos. No me gusta la frase por las connotaciones obscenas que puede
tener, pero es la verdad: me llenaba. Me sent bien, como si el mundo exterior, tan prximo y tan agitado, se hubiese esfumado de repente.
Hans, ya lo he dicho, era alto. Sus largas piernas no acababan nunca y cuando de madrugada se visti para volver a la batalla y se acerc a la cama para darme un beso, que
recuerdo fue tenue, sent que deba cambiar mi vida o, mejor dicho, que aquel muchacho me la haba cambiado.
A las nueve de la maana bombardearon la Karl-Marx. Haban colocado ametralladoras en la colina de La Atalaya. Disparaban desde el jardn de la casa que tena el poeta Franz
Werfel. Una granada entr por una ventana y mat a una mujer y al beb que tena en los brazos. Otra destroz la conduccin del gas. Era el caos. Los hombres armados recibieron la
orden de retirarse por las alcantarillas. Veinte milicianos del Schutzbund se quedaron para protegernos.
En el hospital nos detuvieron a todos, tambin a los heridos que podan caminar. A los veinte del Schutzbund los hicieron quitarse la camisa en el patio. Haca un fro horrible. Les
miraron los hombros y a los siete que tenan cardenales en la clavcula, por haber apoyado all los fusiles, los sacaron fuera, a la explanada. Al poco tiempo omos las descargas y los
tiros de gracia. Fueron siete disparos separados, suficientes y definitivos. No los olvidar nunca.
A los sanitarios nos llevaron a la comisara del primer distrito. Estuvimos all hasta que a los tres das los cirujanos pasaron a prisin y a m me dejaron en la calle. Me di cuenta, de
pronto, de que ola a letrina y mi ropa estaba sucia.
Fui andando a casa. Sent la desolacin y la vergenza. No quiero recordar el recibimiento comprensivo de Frank. Todo me humillaba.
A los pocos das volv a la Karl-Marx-Hof. Era una maana triste y caan gruesos copos de nieve. A travs de ella asomaban los agujeros negros de los caonazos, y de las casas
incendiadas sala humo. De vez en cuando, el viento agitaba en las ventanas un pedazo de tela o un pauelo: eran las banderas blancas de la capitulacin. En los tejados de las casas
caoneadas ondeaban las banderas verdiblancas de la Heimwehr. Abajo, entre la pobreza y el terror, se deslizaban mujeres, nios, ancianos, temerosos de volver a sus viviendas
saqueadas. Los miserables de la Heimwehr registraban las casas como buitres carroeros. Todo se haba consumado.
En julio de ese ao, los nazis mataron a Dolfuss y los cristianos se quedaron sin lder. Era cuestin de tiempo: Hitler acabara por entrar en Viena.
Tard apenas cuatro aos, pero cuando lleg, yo ya no estaba all.
*
Annie ngel se march a Praga en octubre del 34 para no volver. Quera empezar otra vida ms coherente, ms pegada a la realidad, deca. No deseaba ver cmo se
derrumbaba todo. En aquellos das de febrero la Viena de siempre quiso olvidar, incluso muchos que votaron y aplaudieron a los socialdemcratas. Como si todo hubiera sido un
sueo. Como si no hubiera habido ahorcamientos sonados. Fue una forma de esconder la cabeza debajo del ala. Estas actitudes se pagan caras y as ocurri tambin aquella vez.
Creo que mi amiga tena razn.
Cillie -me dijo-, no quiero envejecer as, no quiero sentirme intil y humillada.
La revolucin de febrero la marc. La hizo virar de rumbo, rompi su matrimonio y cambiaron sus ideas sobre el amor y la convivencia. Se haba enamorado de un joven
linotipista. Los vi juntos algunas veces antes de febrero. Me coment que su enamoramiento haba sido repentino, precisamente durante el levantamiento.
Siempre pens en un amor tranquilo, til, sin entrega excesiva -me dijo-, para ir tirando. He dejado de creer en eso. Cuando el mundo se desgarra a nuestro alrededor, no
puede haber amores tranquilos. Es la hora de las hogueras y hay que quemarse en ellas. No tengo mucho en comn con l, apenas unas amistades, pero quiero compartir su vida.
Quiero quemarme en esa pasin si ello es posible. No puedo renunciar. Si lo hiciera, me sentira mal toda la vida, y no hay cosa peor que la aoranza. Es mejor arrepentirse de lo
hecho que de lo no hecho.
En septiembre Annie haba recibido noticias de que su nuevo amor, Hans, estaba en Brunn, en Checoslovaquia. En octubre, como ya dije, ella sali para Praga. El nio qued
aqu, ms al cuidado de sus abuelos, los padres de ella, que de Frank, su marido.
En los primeros meses del ao 34 deshoj la margarita entre Gutenberg y Karl. Me fui a vivir con Karl y romp con Gutenberg. Louis me animaba a ello en sus cartas. Insista hasta
la saciedad en los bienes que se derivaban del dinero y Karl era rico. Me insinuaba, a veces me ordenaba, que trabajara menos. Segua con sus bromas acerca de mi cuerpo, de mis
piernas y de mi trasero.
28 de abril de 1934
Querida Cillie:
Pienso a menudo en ti y estoy contento de que, al fin, hayas tomado unas vacaciones, despus de lo que has pasado. Nosotros tuvimos aqu, tambin en febrero, una buena
batalla campal frente al Parlamento: cientos de heridos y unas decenas de muertos. Conserva cuidadosamente a ese Karl. Un amante generoso es un pequeo dios, sea judo o
no. Las cosas parecen calmarse en Viena. Sin embargo, Europa est demasiado embrutecida, demasiado maleada, demasiado podrida para emprender una guerra. Eso espero
y deseo. Adems, qu podra conquistarse? Todo est conquistado ya. Y ese sexo? Qu haces con l? Y Gutenberg? Y las dos Annies? Tienes bonitas alumnas?
Deberas ensermelas algn da. has piernas ms piernas. Es mi nico placer. La humanidad slo es odio y aburrimiento.
En Clichy la pesadilla contina; la mala gente abunda. Si todos los seres humanos fueran como t, la tierra sera ms habitable. Me encantara volver a verte, pero no s
cundo. En fin, me gusta imaginarte liberada de los problemas materiales y de su mezquina realidad.
Te recuerdo, nia.
Muy afectuosamente.
Louis
Karl no era celoso, pero Gutenberg s. Era lgico, pues fue a l a quien abandon. Quiz busqu con ello la paz en los momentos en que se preparaba una guerra. Tard en
casarme con Karl, quera probar primero y, la verdad, no me fue mal. Era amable, carioso y me dejaba hacer. Representaba el amor tranquilo del que tanto habamos hablado en
nuestra juventud. Mientras Annie, la racional, la juiciosa, sala de Viena como un vendaval con un hombre al que apenas conoca, yo me dispona a conocer a fondo a una persona con
la intencin de casarme con ella y tener hijos y todo eso, en una Viena que haba hervido en febrero y que empezara a soltar lava muy pronto. Karl pensaba que los nazis estaban
controlados pese a sus gritos y sus mascaradas. Como en tantas otras cosas, nos equivocamos.
Louis pas, ese ao de 1934, una buena temporada en EE UU. Creo que intent volver con Elizabeth, pero ella se haba casado. l nunca quiso hablar de ello. Me cont ms
tarde, en febrero del 35, que estuvo en Hollywood. Le gustaba mucho el cine. Consigui meterse en algunos rodajes. Recuerdo que me habl de una pelcula de Clark Gable y
Claudette Colbert (It Happened One Night) y otra de John Ford (The Lost Patrol). Me cont que, a la vuelta de ese viaje, desesperado, pidi en matrimonio a tres o cuatro mujeres.
Una era Louise Nevelson, una escultora bastante famosa.
La conoc en el barco hacia Europa, nada ms salir de Nueva York; era silenciosa y saba escuchar, pero no me sorprendi que me diera calabazas. Es curioso que le pidiera
que se casara conmigo en un barco llamado, para mayor mofa, Libert.
En febrero de 1935, cuando me cont todo esto, estuve con l en Kitzbuhel, cerca de Innsbruck. Esqui mucho aquellos das. l me esperaba en el hotel. Escriba una novela que
tena muy avanzada. Nunca le haba visto tan amargado. Sufra trabajando en su libro. Pareca huir de algo y de alguien. Se levantaba temprano, antes incluso que los esquiadores,
escriba y, hacia las diez de la maana, se iba a la iglesia de San Andrs. Se trata de una iglesia gtica, creo que del siglo XV, que est al lado de otra ms pequea, la de Nuestra
Seora, algo ms antigua. Lo nico que le interesaba de aquel templo, segn me dijo, eran los frescos de Kircher del siglo XVIII.
Quisiera hacer un libro ms sustancial, menos declamatorio, ms musical. Lo intento, pero no estoy seguro de conseguirlo. Envejezco, me veo envejecer trabajando. A veces
quisiera dejarlo, pero es ms fuerte que yo. Tengo la impresin de que me va a costar diez aos terminar esta novela -no fue as; se public al ao siguiente, pero tambin le trajo
quebraderos de cabeza.
Conoc, a ratos, al hombre intratable de quien l mismo me haba hablado. Una persona que se debata entre el difcil y doloroso manejo de las palabras y su vocacin de mdico.
Supongo que arrastr esa ambigedad o, mejor dicho, esa esquizofrenia toda su vida. Amigo de sus amigos, vea enemigos por doquier. Yo apenas conoca realmente el
ambiente de Pars en que viva, pero tengo la impresin de que todo lo extrao o lo lejano le produca una hostilidad absurda.
Un da me retras volviendo de las pistas. Haba anochecido cuando llegu al hotel. Me ri por el retraso como si fuera una nia. Me trat como tal, aduciendo que le haba
preocupado mi tardanza. Era mi confidente, mi amante ocasional, pero lo que pareca sentir por m se asemejaba a veces a una relacin paternal que me desconcertaba y me haca
sentir ridcula.
De aquellos das en la nieve me quedan recuerdos precisos. Nuestras relaciones sexuales no eran especialmente frecuentes, sin embargo le encantaba que le relatara mis
experiencias con otros. No me ahorraba los detalles ms escabrosos en una especie de confesin negra.
Debes casarte con ese Karl. Ten en cuenta, nia, que la seguridad slo la da el dinero y l es un hombre rico. Adems, parece bien dispuesto. Luego le engaas y me
reservas un pequeo trozo de ese engao. Ten en cuenta que el pecado es un aliciente. Sin morbo no hay placer verdadero.
De vez en cuando me obligaba a quedarme desnuda mirando por la ventana, dndole la espalda. Al rato vena y me atacaba con fiereza. Entre risas me deca alguna cochinada,
inmovilizndome contra la ventana. Menos mal que haba una buena calefaccin, porque de no ser as, me hubiera resfriado. Reconozco que me gustaban aquellas bromas
inesperadas.
Necesito este descanso para escribir, pero echo de menos escuchar hablar en francs; al no orlo pierdo la msica. Todo idioma tiene su cadencia y una novela debe tener
tambin su ritmo, su meloda. Te acuerdas de Mah? A veces voy al barco y le hago sentarse con una botella de buen vino delante. Le pido que hable, simplemente que hable,
mientras voy tomando notas. Es un mal hablado. Conoce todos los tacos del francs. Me es de mucha utilidad. Me refresca el lenguaje.
Insista:
El dinero, muchacha, es fundamental. En esta vida slo hay dos clases de personas: los ricos, es decir, los amos, y los pobres. No es que estos ltimos sean mejores que los
otros, son igual de miserables, pero estn condenados a arrastrarse por este mundo sin poder levantar el vuelo. La enfermedad y la cochambre les acompaarn siempre.
Yo no entenda que si todo estaba tan claro, y no haba nada que hacer, dedicase una buena parte de su vida a curar esas miserias.
Siento una gran piedad por los hombres -contestaba-, y me gustara creer en algo. Tienen suerte los religiosos y los polticos. Unos creen que pueden salvarse y salvar las
almas por toda una eternidad, ah es nada, y los otros creen, o aparentan creer, que las cosas pueden mejorar aqu, en este valle de lgrimas, sin esperar a esa eternidad post-
mortem que pregonan los curas. Soy ms bien escptico -continuaba-, pero quiz merezca la pena intentarlo. Mira Rusia. Has de saber -continu- que me han publicado la novela en
ruso. La traduccin la ha hecho Elsa Triolet. Es muy conocida en Francia. Est casada con un poeta comunista que se llama Aragn. Cuando termine este maldito libro pienso ir a
Rusia a ver si me convencen -concluy sonriendo.
Efectivamente acab yendo a Rusia y a la vuelta escribi un duro libelo contra el sistema sovitico. Cuando esto ocurri era el tiempo del Frente Popular en Francia. Annie ngel
me cont ms tarde que el libro escandaliz. Por lo poco que s, Louis tena el don de la inoportunidad. Al poco de conocerlo hizo, segn parece, una intervencin brillante y muy
comentada en memoria de Zola, defensor de Dreyfuss, el militar judo perseguido en su tiempo. Cuatro aos despus se dedic a escribir panfletos antisemitas. A pesar de todo lo
que sufr por el hecho, para m azaroso, de ser juda y de haberme casado con un judo, nunca pude odiarlo.
Desde Kitzbuhel regresamos a Viena. Volv a mi casa con los esques, como una joven deportista que no ha roto nunca un plato. l se fue al hotel y al da siguiente apareci por
casa. Los dos nos hicimos de nuevas ante Karl. El engao no quera ser cruel. Tampoco ahora, al recordarlo, me produce mala conciencia. Salimos los tres a cenar varias noches.
Louis observaba a Karl, por una parte como un padre lo hace con su futuro yerno, pero por otra como suele ser comn entre los hombres, estableciendo una rivalidad latente. Tambin
vino a ver a las chicas del gimnasio y se qued impresionado. Se empe en que debamos invitar al cine y a cenar a una rubia, en verdad hermossima. Yo saba muy bien lo que se
propona y me negu, no porque me importara el juego, sino por las consecuencias en forma de habladuras que iba a tener el asunto, concluyera o no como l pretenda.
El da que se march fuimos una vez ms al museo para mirar el Brueghel, tambin pasamos por el Belvedere. Luego me pidi que subiramos a su hotel. Acept y pasamos la
tarde juntos. Fue la ltima vez que nos vimos en Viena.
En el verano de 1935, se present en Austria acompaado por una nueva amante. Se llamaba Lu-cienne Delforge. Una pianista de talento. Era muy agradable y divertida. No le
importaban las convenciones. Cuando la conoc llevaba el pelo rubio en una corta melena, con unos rizos a guisa de flequillo. Tena la cara ancha y la sonrisa pronta, una nariz
poderosa y el labio superior fino, en contraste con el inferior. Su cuerpo, como el de todas las amigas de Louis, era firme y proporcionado. Estuvo encantadora y cariosa conmigo.
Ese verano fue la ltima vez que jugu alegremente con Louis. A finales de ese ao me cas con Karl.
*
No conoc a Louis Destouches. Fue l quien me conoci a m y no par hasta hacerme su amante. No me import en absoluto. Me gustaba. Yo, por entonces, haca muchas
locuras. En realidad las he hecho demasiado tiempo y as me ha ido, pero no me arrepiento de nada. Ni del sexo que compartimos ni de la gente que conoc con l ni de los viajes que
realizamos.
Cuando al final de la guerra nos encontramos encerrados con Ptain, Laval y toda la tropa de colaboracionistas en Sigmaringen, no sabamos si acabaran fusilndonos, pero yo
segua tocando el piano como si aquella siniestra compaa fuera la misma que la de la sala Gravean el 3 de mayo de 1935. Fue all donde se me present. Me haba mandado una
carta un da despus de mi recital en la sala Chopin: Mozart, Faur, Ropatz, Debussy. La nota deca as:
Querida seora:
Estoy contento de ofrecerle este testimonio, por si le puede servir a su propaganda. Es sincero y no tiene nada que ver con mis sentimientos personales. Se que a este
respecto, cualquier afirmacin puede parecer impertinente.
Muy sinceramente suyo.
Louis Destouches
En la hoja adjunta se lea: Lucienne Delforge ha nacido dentro de la msica. Su lirismo es real, natural. Este don no suele aparecer sino una o dos veces en cada generacin y
casi nunca en una mujer.
No tena, como se ve, un airo concepto de las mujeres artistas. Reconozco, sin embargo, que lo que ms le gustaba en este mundo eran las mujeres. Le gustaban tanto que las
prefera de dos en dos.
En esa poca se senta verdaderamente angustiado con la novela que estaba escribiendo. A veces me haca tocar y hablarle al mismo tiempo. Deca que eso daba ritmo a su
prosa. Sus angustias, cuando se producan, me resultaban inaguantables. Pienso que las manas y las neurosis son contagiosas. Cuando se pona as, le peda que me dejara en paz,
que se fuera. Sola volver con otros bros.
La temporada que pas con Louis conoc un Montmartre que no imaginaba. Entre Pigall's Ta-bac y la avenida Junot pas una primavera inolvidable. Al atardecer pasebamos
por el barrio XVIII con ojos nuevos, casi infantiles. Louis, como es sabido, tena un estudio en Lepic, junto a la calle Girardon, encima de una tienda de antigedades falsas. El tipo que
llevaba el negocio era un tal Hbert y tena gran habilidad para las falsificaciones. Consegua envejecer cualquier cosa, el libro ms moderno o un cuadro recin terminado. De todos
los personajes que conoc, algunos destacan en mi recuerdo. Un actor llamado Le Vigan. Se drogaba como un poseso, pero nunca logr saber con qu. Otro era un pintor: Mah.
Tena un barco en el Sena. Era un viva la virgen, alegre y dicharachero. A veces algo cruel. Estaba casado con Magy, una pianista que ensayaba en el barco. Tena un piano de cola
que ocupaba una buena parre del saln central de la embarcacin. Por entonces Mah andaba liado con otra: se llamaba Madeleine. Me parece que acab casndose con ella. Le
Vigan era homosexual o lo pretenda. Un individuo flaco, parecido al loco de Antonin Artaud, pero ms bajo de estatura. Aseguraba haber nacido all, en el barrio XVIII, entre bids.
Por eso soy tan limpio y tan bien dispuesto. Mi padre era veterinario, de ah la atraccin sexual que me producen los animales de cuatro patas y ms de doscientos kilos, pero
tampoco desdeo los bpedos.
Como los canguros -contestaba Mah.
Los canguros los uso para meterme dentro de la bolsa. Son como madres -conclua.
En realidad se llamaba Robert Coquillaud y era un actor de primera categora, tanto en el teatro como en el cine. En la Madame Bovary que hizo Jean Renoir, el trapero
Lheureux es precisamente Le Vigan. Tambin con Renoir hizo un papel en Bajos fondos.
Recuerdo haberle visto, al final de la guerra, en una pelcula de Jacques Becquer: Goupi-Manos rojas. Cuando Louis se march a Sigmaringen, Le Vigan fue con l y aparece
en sus novelas finales. Pero para m no era el personaje que describe la literatura de Louis. Acab sus das en Argentina. No s cmo aceptaran all su difcil y gil irona.
Mah y Le Vigan, a veces tambin Louis, tomaban al pintor Gen Paul, que tena su taller en la Avenue Junot, como cabeza de turco de sus bromas, frecuentemente pesadas.
A Gen Paul le faltaba una pierna, la perdi en la Gran Guerra. Tena en su taller todo tipo de instrumentos musicales. A veces salamos de taberna en taberna montando una
fanfarria de sonido desigual. Normalmente yo me encargaba de dar la meloda con un viejo violn. Otras veces lo haca Noceti, a quien llamaban Nonos, un violinista que viva all
mismo, en la Ru Lepic, y que por esas fechas compuso con Louis unas canciones desgarradas. Le Vigan pasaba el platillo y luego cenbamos generalmente en la Place du Tertre.
Louis se encargaba de pedir la cena para todos, supuestamente la que ms convena a nuestro carcter y condicin fsica. Tardaba un buen rato en elegir y luego l no probaba
bocado. Se opona a que tomramos vino, queso, mantequilla o caf. Mah le mandaba a la mierda y peda vino para todos. Louis no lo probaba. Le Vigan se encargaba de pagar la
cena, si la colecta haba sido suficiente.
Una noche, estbamos tomando el caf cuando Le Vigan grit: El ltimo que pague, y sali corriendo. Mah, Louis y el cantante Revol salieron tras l. Yo no saba qu hacer
pues, como era evidente, Gen Paul no poda correr. Volvi Le Vigan y, desde la puerta, grit:
Chiquita, huye de la peste! Al cojo que le
cojan!
Gen estaba plido como un cadver.
Aqu me conocen -deca.
Al final, como no tena dinero suficiente, tuvo que hacer un arreglo con el encargado, que de mala gana acept un pago aplazado.
Gen Paul, a quien llamaban Popol, no era precisamente un hombre de orden. En cuanto venda un cuadro y tena dinero fresco haca las mayores locuras y no paraba hasta vaciar
su cartera. Un da, en la puerta del Pigall's Tabac, llam a un taxi.
A Gibraltar -dijo al taxista.
A la Ru Gibraltar?
No, hombre, no. A Gibraltar, en el sur de Espaa.
Pero seor Hacen falta papeles.
Tengo dinero. Mira! -y Popol sac un fajo de billetes.
Otra vez tom un taxi y se fue a Bilbao, en la costa vasca espaola. Volvi acompaado de un tipo de dos metros, un armario. Se llamaba Urquiri. Un buen da, Urquiri cogi una
guitarra y cant. Una revelacin! Le engominamos el pelo, le alquilamos un esmoquin y a los pocos das debutaba en una revista.
A veces se sumaba al grupo Marcel Aym, un hombre muy callado. Louis le deca toda clase de barbaridades, llegando al insulto.
Por qu le dices esas cosas? -le pregunt una vez.
Si no habla nada, es que tiene de qu arrepentirse. As se lo facilito.
Frecuentemente nuestro gua era Pierre Labric. Trabajaba en el cine como especialista, es decir, doblaba a los protagonistas en las escenas de accin. Si haba que tirarse de
un coche en marcha all estaba el bueno de Pierre para llevarse los golpes. Sus cardenales eran el pan nuestro de cada da. Se haca llamar alcalde de la comuna libre de
Montmartre. Conoca todas las esquinas y era doctor en burdeles.
Tanto Mah como Labric tenan entrada libre, y por la puerta grande, en todas las casas de putas de Pars. Mah decor algunas. A veces yo iba con ellos. Las residentes no
miraban con buenos ojos a las mujeres acompaantes. En uno de esos burdeles conoc a Henry Miller.
Dice ser un escritor americano. Vive al lado del dispensario de Clichy -nos dijo Louis-. A veces viene a pegar la hebra conmigo al consultorio, pero estoy demasiado ocupado
para hablar de literatura con desconocidos.
El tal Miller iba acompaado, por eso me llam la atencin, de una espaola y de un tipo ms elegante que Chevalier. La Madame nos lo susurr: el dandi era el marido de la
espaola. Ms tarde me enter de que ella tambin pretenda ser escritora. Solan ir a mirar y, segn le sonsacamos a la Madame, la jovencita espaola de cara virginal haca bonitos
cuadros con las ms avezadas hetairas de la casa.
Toma nota Lucienne, eso s que es tocar el
piano.
Louis pona cara de fauno al decir esas cosas. Le asomaba la pata de cabra bajo el pantaln.
Una tarde intentaron que les siguiera el juego con una joven de Clichy protegida de Louis, Pauline, que era el perro fiel de la cuadrilla, y dos profesionales del burdel. Primero las
bromas y luego las veras. Les segu la corriente y nos introdujeron en un saln decorado de rojo: paredes, sillas y la enorme cama, tan grande que poda caber un regimiento. El do
de putas era de edad despareja, pero no de mal ver. Empezaron a desnudarse una a la otra, invitndonos al juego. Haba algo de falso en todo aquello. No en el juego, sino en la
forma de llevarlo a cabo. No me daba repugnancia. Simplemente no senta lujuria. As que me march.
No todo era diversin. En aquella poca ensayaba al piano no menos de seis horas diarias. El teclado ha sido una parte decisiva en mi vida, pero resulta agotador. Louis, por su
parte, se angustiaba con el libro que tena entre manos. Decidimos
hacer un viaje; pensaba que cambiar de aires le relajara.
El 4 de julio salimos en barco de Amberes hacia Copenhague. Louis tena all una amiga, cmo no!, bailarina del Kursaal, en el Tvoli. Se llamaba Karen Jensen. Paseamos por
el puerto, vimos museos, tambin el castillo de Elsinor. Fuimos a Suecia y luego estuvimos en Berln y Munich. Por fin recalamos en Balgastein. El hotel se llamaba Grner Baum.
Tuve problemas para conseguir un piano, pero la llegada de Emil von Sauer, el profesor del conservatorio de Viena con quien me haba citado previamente, arregl las cosas.
Emil era un gran profesor y me fue de mucha utilidad.
Trabajaba con l ocho y diez horas diarias. Louis haca lo propio con su libro. Por la maana sala al museo o a la iglesia, que tena, segn creo recordar, unos frescos del siglo xvi
que le interesaban. Una vez fui con l y no me llamaron la atencin.
Cuando llegamos a Salzburgo, nos esperaba una amiga vienesa de Louis: Cillie. Result ser una mujer maravillosa. Nos hospedamos en el mismo hotel y Louis quiso que l y yo
tomsemos habitaciones separadas.
Me imaginaba, cuando vi a Cillie, que entre Louis y ella haba, o haba habido, algo ms que una buena amistad, pero me result absurdo ese detalle de la separacin de
cuerpos. Hice algunas bromas, estando ella presente, que no agradaron a nuestro, al parecer, comn amante.
Acaso Salzburgo te provoca la castidad del monje que llevas oculto?
Es para que podamos trabajar ms cmodos.
Yo no toco el piano por la noche y no me molesta verte escribir.
Cambi de conversacin, pero me dio la impresin de que a Cillie el juego idiota de Louis le pareca, como a m, una chiquillada.
Salzburgo es una ciudad maravillosa y el festival result una delicia. Los tres fuimos al Tristan e Isolda que dirigi Bruno Walter. Casi todas las tardes pasbamos las horas
muertas en el Hohensalzburgo. Otras veces callejebamos por el casco viejo: iglesias, museos Louis daba la sensacin de estar tranquilo y se tomaba las cosas con humor. Estoy
segura de que Cillie le produca una paz especial. La verdad es que a m tambin. Pareca incansable en su amabilidad. Una cortesa nada profesional. Todo en ella resultaba como el
mar en calma. Me gustaba verla caminar, con sus piernas elsticas y bien dibujadas, su sombrerito de paja y su vestido estampado de flores. Senta por ella una atraccin fsica difcil
de describir, distinta de la que me produca un hombre como Louis, quien, por cierto, no me dejaba en absoluto indiferente.
El 2 de agosto, de repente, sin previo aviso, Louis nos dijo mientras desayunbamos que se volva ese mismo da a Pars. Necesitaba aislarse.
Para terminar esta pesadilla de libro. O acabo con l o l acaba conmigo. Me siento como un boxeador frente a su contrincante: contra las cuerdas. Es intil que saque al
enemigo a pasear, los dos sabemos que tendremos que encerrarnos y decidir a golpes quin gana.
Nos quedamos solas y fueron das de entendimiento y comprensin. Por la noche, despus de largos paseos, o tras una jornada musical en el festival, ella me peda que tocara y
yo lo haca. Cansada, pero con ganas. La primera vez se sent detrs de m. Le ped que se pusiera donde la pudiera ver. Con la vista baja o mirndonos, yo tocaba para ella. Cuando
terminaba, se acercaba a m y me acariciaba el pelo, a veces me besaba en la frente. Senta en esas ocasiones toda la placidez del mundo en sus leves caricias, apenas sentidas por
lo breves.
Meses ms tarde, con ocasin de mi concierto en Viena, Cillie me present a su marido. Era un tipo educado, moreno, delgado, que me pareci muy alto. Vesta con una
correccin que entonaba con su comportamiento. Tuve la impresin de que se compenetraban mediante esa divisin del trabajo que suele darse en las parejas destinadas a
perdurar. Les reserv dos butacas de primera fila para la noche del concierto. Tocar en Viena es siempre un reto y quera cerca de m el apoyo de su calor, el mismo que sent en
Salzburgo.
Enseguida domin los nervios y la angustia. Concluido el primer movimiento, el concierto se convirti en un dilogo entre Cillie, sentada recatadamente en su butaca, y yo. Qued
contenta, y en un concierto una es el mejor juez.
Vinieron a buscarme y apenas percib las frases amables de Karl, pero Cillie me dijo: Has estado maravillosa, y entonces estuve segura de que la crtica al da siguiente me
tratara bien. As fue.
Cenamos juntos y vino con nosotros Emil von Sauer, que tanto me haba ayudado. Estuve toda la noche buscando un aparte con Cillie. No s muy bien qu quera decirle, pero el
hecho no se produjo. Slo en la despedida pude tener su hermoso rostro entre mis manos. Lo retuve un momento antes de besarlo.
Aos despus, en Sigmaringen, record con Louis su tragedia, la tragedia de tantos judos cogidos por el ruego de odios absurdos, el mismo que nos trajo la guerra e hizo
cenizas nuestra juventud, el mismo que nos llev a Sigmaringen y nos sac de all hacia un futuro incierto.
El ao 1935 fue quiz el mejor de mi vida. Todo pareca abrirse en mil promesas realizables. A finales de ese ao entregaban el Premio Nobel a los Joliot-Curie. Francia entera
estaba orgullosa del premio, como si todos los franceses hubieran realizado en sus cocinas los experimentos cientficos que llevaron al famoso matrimonio al xito y la fama. Fui
elegida para dar el concierto de la entrega del premio en Estocolmo. Me prepar durante el otoo y fue todo un xito.
A la vuelta de Salzburgo, Louis se haba enclaustrado en Saint-Germain-en-Laye para terminar la novela que tanto le obsesionaba. A los pocos das de estar en Pars me lleg
una carta suya, mezcla de disculpa por el plantn de Salzburgo y declaracin de principios.
26 de agosto de 1935
Querida Lucienne:
Me hartas feliz si no me rechazases para siempre. Te quiero y tengo necesidad de ti. Sabes que si desaparezco es porque te estorbo. No soy un ser normal. Soy fiel a mi
manera, pero fiel como un breton. Me agobia la regularidad de la vida. Sabes que no me gusta drmelas de artista, de histrico, de sujeto excepcional que tiene-la-necesidad-de-
lograr-sus-caprichos. Odio ese tipo de personas, bien lo sabes. Pero tambin sabes que, a veces, no puedo permanecer en un sitio. Me siento mucho ms cerca de la gente
cuando la dejo. T, Lucienne, soportas la realidad, eres mujer y las mujeres viven de realidades en tanto que los hombres slo pretenden abstraerse. Quiero que sepas que para
m la realidad es una pesadilla continua. No quisiera morir sin haber engullido todo lo que s de los dems y de las cosas. En ello, ms o menos, estriban mis ilusiones. Pero me
falta an muchsimo. Mi madre todava trabaja. Me acuerdo de cuando era ms joven, del enorme montn de puntillas que tena que planchar por pocos francos, el fabuloso
montn que se desbordaba cada da sobre su mesa. Aquello no terminaba nunca. Me entraban pesadillas por las noches y a ella tambin. Ahora yo, igual que ella, tengo sobre
mi mesa un enorme montn de horror, de sufrimientos, que deseara planchar antes de acabar.
Me encuentras siempre imposible, pero ya ves que he vivido desde pequeo en una pesadilla de miseria. Me queda el hbito de esperar siempre lo peor. Pero me gustara
que perdonaras mis torpezas y mis brutalidades. No quiero ser pesado, no quiero abrumarte.
Te abrazo fuertemente. Me gustara verte de vez en cuando. No temas, no te plantear cuestiones indiscretas ni te comprometer con tus amantes, si llegas a tenerlos. No
me olvides.
Har sustituciones de mdicos por aqu y por all, como cuando era estudiante. Ya ves, todo vuelve a empezar, la eterna juventud. Es fcil!
Tuyo.
Louis
No lo abandon. Le segu viendo durante ese invierno en Pars o en un hotel llamado Pavillon-Royal en St. Germain-en-Laye.
La novela avanzaba y a pesar de ello Louis atravesaba largos perodos de melancola en que todo le pareca negro, como el cielo previo a la tormenta.
Llova una tarde de enero en St. Germain-en-Laye. Pasebamos bajo la lluvia. El color gris del ambiente lo volva especialmente triste. No haba gente en las calles, pero yo
estaba alegre, no poda estar triste. Para m el pequeo restaurante en el que acabamos sentndonos, con sus manteles de cuadros rojos, las velas en las mesas y la lluvia fuera, era
un trasunto de mi casa de nia. l estaba conmigo, pero se le notaba solo, se senta solo. Tuve la premonicin de que acabara solo. Aparentemente no ha sido as, pero s que en el
fondo, l siempre ha estado solo.
Nos trajeron la cena. Yo tena apetito y me dispuse a ejercer de hambrienta. El, como sola, escogi el men: una buena sopa y carne roja para m. Para l una menestra. Ped
vino, no le gustaba que se probara el alcohol. Era una pose y una ocasin para la consabida prdica.
El hombre es un ser que digiere. La digestin es un acto muy complicado, te lo digo yo, que lo absorbe todo: el cerebro, el cuerpo Digerir es el instinto hipertrofiado de
conservacin eso le pasa a la humanidad: comer, beber, fumar, diez veces, cien veces, ms de lo necesario. Difcilmente se encuentra al ser humano en el fondo de esta bullabesa
alcohlica y fumadora.
Pues mira -le dije-, no pienso amargarme la cena. Si crees que el hombre es un gran estmago, yo no estoy de acuerdo. Adems, me propongo comer con apetito.
No he dicho que el hombre sea exclusivamente digestin, pero se dedica a ello ms que a cualquier otra cosa. No pensaba en ti, que eres una persona adorable, sino en lo
simples que somos en el fondo: instinto de conservacin e instinto de reproduccin y ya est.
Me parece -le dije-, que simplificas un poco. El amor no es slo reproduccin.
No lo niego, el amor es algo respetable y agradable, pero es un bien muy escaso excepto en la literatura, literatura que yo encuentro grosera y pesada. Te quiero es una
frase abominable e impdica. La mayor parte de los hombres se conforman con una buena ereccin y la consiguiente descarga de dos centmetros cbicos de un lquido miserable.
Es el delirio, un delirio de algunos segundos que nos une a la naturaleza. Racionalizar tal situacin con maniobras verbales no me parece honrado. Creo que hay que respetar ese
delirio, esa especie de unin mstica con la naturaleza. Al fin y al cabo, los hombres tienen un destino difcil y doloroso. La naturaleza juega con ellos. Son seres que no se sienten
nacer, sufren al morir y esperan vivir permanentemente. Esperan vivir, pero no viven de verdad Esperan aprobar el bachillerato, ascender en su trabajo. Esperan ser queridos. El
hombre es un animal desgraciado, es el nico de todos que conoce su porvenir. Conoce la existencia de la muerte en su primer pensamiento lcido. Pensamiento que intenta ocultar
bebiendo, comiendo, viajando corriendo de un lado a otro. El hombre es un ser que envejece. Su lugar no es otro que el atad. Todas las noches nos acostamos en un atad.
Nuestras camas son atades y el sueo no es otra cosa que un ensayo para la muerte.
Alegre reflexin -le dije-. Pues, con todo lo odo, sigo con mis patatas fritas y el bistec. Y t haras bien en empezar la menestra, que estar ya fra.
No vala desviar la conversacin a parajes ms halageos. Louis dejaba la conversacin, pero no cambiaba de actitud. Sus palabras no eran retricas, la desesperacin le
absorba en sus momentos bajos, demasiado frecuentes.
Me asustaba el contagio. Es bien sabido que la alegra es contagiosa, pero lo es mucho ms el nimo depresivo y yo entonces no quera la tristeza, me crea feliz y llena de
ilusin. Todo se me vino abajo con la guerra y no por efecto del destino sino por mi mala cabeza.
Unos das despus de esta cena Louis vino a Pars y me llev a una exposicin de pintura flamenca en la Orangerie. Era la pintura que ms le gustaba. Tambin en el arte era
capaz de transmitir su delicada sensibilidad en los comentarios que le suscitaban sus pintores favoritos.
Hasta que entr la primavera le vi a solas algunas veces, y las ms con amigos comunes.
En alguna ocasin apareci Lili, una joven bailarina, callada, de rasgos exticos y andares flexibles.
Para acabar su libro, Louis pas, creo recordar, el final del invierno en El Havre. Tengo cartas que llevan escrito el nombre del hotel: Frascati. Aqu est la frase que subray
entonces: Al envejecer comprobars lo que va quedando de las ilusiones: nada de nada. Acaso una violenta pasin por rehacer el camino, pasin que es prima carnal de la muerte.
S que tuvo problemas con el editor Denol a cuenta de algunos prrafos escabrosos de su segundo libro.
Llevo cuatro aos trabajando en esta novela que me ha hecho adelgazar doce kilos. No voy a cambiar ni una coma.
Eso dijo y eso hizo. El libro sali, recuerdo bien la fecha, una semana despus de que el Frente Popular ganara las elecciones. Louis estaba contento por las dos cosas.
Celebrando la salida de su novela, nos lanz una perorata sobre Lon Blum y el ensayo del veterano poltico socialista sobre el matrimonio. Recuerdo que puso por las nubes al libro y
al autor. Pronto cambi de ideas sobre Blum.
La novela de Louis fue un xito de ventas, pero muchas crticas lo crucificaron, sobre todo los crticos de derechas, bienpensantes y estpidos: Veinticinco francos (era el precio
del libro) de ignominia y de abyeccin, public un diario.
La esttica de la basura, escribi L'Ordre. Es necesario impedir a ciertos individuos el derecho de emponzoar a los dems, public el Marseille-Matin.
Paul Nizan en L'Humanit fue algo ms eclctico, pero a los comunistas tambin les daba miedo el nihilismo que, decan, se dejaba ver en la novela. Recuerdo que Nizan
criticaba la escena en que una puta lleva un retrato de Lenin al cementerio de Pre-Lachaise el da de los federados: Hacer de una prostituta el nico personaje comunista al que se
alude en la novela no parece ni objetivo ni correcto.
Tambin hubo crticas elogiosas, pero tengo la impresin de que Louis se consider maltratado y maltrecho. Como casi todos, Louis se senta vctima de lo que consideraba
incomprensin.
Me gusta recordar la ltima vez que dorm en Lepic con Louis, en junio de 1936. Mah haba decorado el nuevo Balajo de Georges France y nos invitaron a la inauguracin.
Result una amable velada y, al final, sobre el pequeo altillo de la orquesta, animado por Mah, Louis se atrevi a cantar con su voz de bajo la cancin que haba compuesto con
Noceti: El nudo corredizo.
Viajero, si vas a Esparta di le que aqu hemos muerto por defender su libertad.
Al poco de estabilizarse el frente, sal de Madrid para Barcelona y en marzo del 37 pas a Francia y de all a Praga. Anny Reich ya se haba marchado a Nueva York. Me encontr
sola y derrotada. Consegu ponerme en contacto con mi marido. Frank vino a Praga con el nio. Por extrao que parezca, fue un reencuentro doloroso. Le ped que no me
abandonara. Al decirlo, me sent a la vez humillada y descansada, con esa relajacin muscular y mental ante lo inevitable, tras la derrota que nos hace abandonar todo esfuerzo.
Frank me trat con dulzura, pero sus atenciones me incomodaban. En mi subconsciente tambin l formaba parte de los vencedores. Aunque su guerra, la que l haba ganado,
fuese incruenta, yo me sent vencida.
Es imposible recomponer los amores perdidos, olvidar las sutiles traiciones. En el amor que hemos inventado no hace tanto tiempo los humanos hay una componente de
propiedad privada, primitiva e intransferible, ms fuerte que cualquier reflexin. Difcilmente perdonamos a quien nos abandona y el otro, en este caso yo, tampoco perdona el perdn.
Queda una cicatriz siempre cerrada en falso. En el foido, abierta y dolorosa. Como dicen que queda la herida producida por el mordisco de un escualo.
Frank volvi a Viena con la intencin de deshacer la casa en pocos meses y conseguir dinero para instalarnos en EE UU. Pas ese ao en Praga, trabajando en casa de Anny
Reich y, aunque con poca clientela, me alcanzaba para vivir. Wilhelm, mi hijo, se qued conmigo y fueron meses de tranquilidad afectiva. Un cario que depositaba en el nio con el
placer que significaba verlo crecer. Responder a las preguntas, siempre difciles, de un nio es un un trabajo lleno de compensaciones. Hacia Navidad Frank tena todo en regla y
levant la casa. No contar las vueltas que dimos hasta conseguir el visado para EE UU.
Una parte de nuestras pertenencias qued en Viena y en enero salimos hacia Francia los tres. Habamos reunido algn dinero y Anny Reich nos aseguraba en sus cartas que
nuestras posibilidades en Amrica eran razonablemente buenas.
Mucha gente estaba saliendo de Austria y buena parte de ella acabara en EE UU. Las noticias eran cada vez ms alarmantes y en Espaa, ante la criminal pasividad de las
democracias, Franco avanzaba en todos los frentes.
Cuando llegamos a Pars, Louis no estaba en su piso de la Ru Lepic, pero Serge Prrault, en cuya casa haba vivido con Hans apenas un ao antes, nos dio su direccin en
Bretaa.
Est loco, acaba de publicar un libelo antisemita verdaderamente demencial -me dijo Ser-ge-. Ha sido una bomba. No s cmo se le ha ocurrido. La mayora de sus amigos
estamos espantados, asustados de los desatinos que ha escrito. Te puedo dejar el panfleto. T juzgars.
Le aquello y me indign. No entend cmo pudo escribir tantas barbaridades y mentiras. l, que odiaba, segn deca, la violencia, la guerra, se converta en avalista ideolgico de
los asesinos. Louis haba perdido los papeles Hasta el Papa, a quien despreciaba, como a todo lo que sonase a religin, era judo. El escritor Racine, el rey Luis XIV todos sus
enemigos pasados y presentes eran judos. Los judos se convertan en una conspiracin universal. Ledo hoy induce a la sonrisa despectiva, pero en vsperas de la catstrofe, con los
hornos crematorios encendidos y preparados para la solucin final, el libro era simple y llanamente un crimen. Este libro magnfico es la primera seal de la sublevacin de los
indgenas. Se encontrar que es una sublevacin excesiva, ms instintiva que razonable, incluso peligrosa. Pero, despus de todo, los indgenas somos nosotros. Un tal Brasillach
firmaba esta crtica en el peridico de la derecha ms extrema: L'Action Frangaise.
No quise informar a Cillie, pero s escrib a Louis:
Cunta contradiccin! Su postura era incomprensible. Sin embargo, creo tener una explicacin racional a tanto disparate.
Louis padeca de melancola, no en el sentido coloquial del trmino, sino en el psicoanaltico. No era otro el impulso que le llevaba a escribir, aun sufriendo. Buscaba ese
momento en que el vrtigo de existir se experimenta en el lenguaje. Para el melanclico la existencia es intil, y es la conciencia, la escritura, quien la convierte en desgraciada. El
melanclico es un crdulo hasta la indefensin, hasta la muerte. Dice Freud que el melanclico sabe a quin ha perdido, pero no lo que con ello ha perdido. En la actitud de Louis, en
sus escritos, late esa prdida inabarcable. Melancola, literalmente bilis negra, pena negra. El melanclico es el viajero que camina en la oscuridad y rompe a cantar -a escribir en el
caso de Louis- para engaar sus temores, mas no por ello ve ms claro. La tragedia lo redime con la comprensin que el tiempo otorga a lo humano. Trgica, segn el coro de
Agamenn, es la condicin de una raza condenada al extravo; trgico es el error de Edipo, que por tres veces quiere saber, a pesar de las splicas de Tiresias, de Yocasta y del
pastor; trgico es el momento en que se ha de probar la propia existencia en la escritura. Cuando Edipo proclama: Estos males son slo mos y no hay en el mundo ser alguno que
pueda llevarlos, excepto yo, est arrastrando su infortunio a la grandeza del hroe, a la voluptuosidad de la entrega al destino. Despus de tantos aos, sabiendo el trgico recorrido
de tanta insensatez, se llega a descubrir la terrible contradiccin de quien odi a los hroes mientras intentaba, sin saberlo, convertirse en uno de ellos. Un hroe negativo que busca
el castigo a travs de opciones y escrituras contradictorias y desordenadas. Qu es lo que le da grandeza, sino su condicin de vctima de una fatalidad ininteligible y despiadada?
Por paradjico que resulte, los judos representaban para l ese despiadado destino. La paranoia forma pareja con la melancola, porque asegura la vida en el otro. Ledo aquel
panfleto antisemita desde esta ptica, es paranoico, pues dota al otro, a los judos, de perversa intencionalidad, pero en el fondo, Louis, el melanclico, buscaba constituirse en una
existencia sin sentido, en vctima como nica conciencia. Su subsconsciente busc el infortunio. Infortunio que era, para los trgicos griegos, el designio del hombre o cmo el hombre
est sometido a la inevitable y ciega crueldad de los dioses.
En contra de su propia opinin, Louis escriba, no porque supiera, sino precisamente porque no saba.
Como ha escrito un conocido poeta: Es difcil describir lo que se siente cuando se siente que realmente se existe. Al fin y al cabo, la escritura es una transgresin y debe serlo
el que alguien ponga el acto del lado de la letra. Desde este ngulo, Louis era inocente y vctima, pero, a diferencia de tantos otros que padecieron la persecucin y la muerte en tan
trgicos aos, Louis era una vctima voluntaria y culpable.
Recuerdo con nitidez la ltima vez que estuvimos juntos. Anunci mi llegada a St. Malo, pero nadie me esperaba cuando descend del tren. Al salir yo de la estacin, Louis bajaba
la cuesta que conduce al centro subido en una bicicleta y cubierto con un chaquetn de cuero que tapaba un slido jersey de lana blanca. Se acerc y me acogi entre sus brazos
como si nada hubiera pasado. Fuimos a la pensin en que habitaba con Lili, la bailarina que sera su compaera hasta el final.
Esa tarde paseamos por el campo, un campo de verde denso, y terminamos por acercarnos al puerto. No quise decirle nada de su panfleto. Hablamos de Cillie, de Viena. Nos
transmitimos nuestros miedos.
Me alegro de que hayas entrado en razn. Qu sentido tiene sufrir y morir? Una mujer hermosa e inteligente que tiene toda la vida por delante. Busca en Amrica lo que aqu
ya no encontrars -me dijo-, la tranquilidad y la distancia. Tu marido es un lujo, te da seguridad. Est, adems, tu hijo. Aprovchate de ello, no mires atrs, si lo haces solamente vers
la ciudad en llamas, como aquella desobediente esposa de la Biblia. Hace unos meses en Clichy, cerca del dispensario, los fascistas de las cruces de fuego se empearon en
hacer un mitin en el cine Olimpia, para provocar. Creo que pasamos por all antes de que viajaras a Espaa. Los del Frente Popular organizaron una contramanifestacin en la calle,
frente al cine. Vino la polica, hubo tiros. Media docena de muertos, doscientos heridos. En el dispensario recogimos a muchos, la mayor parte con heridas de bala. A las once de la
noche se present nada menos que Lon Blum, la primera vez que lo vea de cerca vestido de etiqueta (luego me enter por el peridico que estaba en la pera cuando le
avisaron de la matanza). Creo que me reconoci me pregunt por los heridos. Es horrible, me dijo. Estaba dolorido, pero me sigo preguntando: No era l, en buena parte,
responsable de aquello? La violencia la lleva dentro el hombre, y quienes se erigen en dirigentes no deben jugar con ella. Sin embargo son ellos, quienes dirigen las facciones, los que
ms azuzan a ese diablo. Y ese diablo anda suelto en Europa y tardar en marcharse. Es bueno que te vayas antes de que se apodere de todos.
Las tabernas del puerto estaban llenas de marineros de todas las nacionalidades y convertan cada tasca en una Babel.
Mira, son boches -me dijo, sealando un grupo de marineros alegres que ocupaban un rincn-; dentro de poco estaremos otra vez en guerra con ellos y, con la misma
tranquilidad con que ahora se emborrachan, entrarn en combate y producirn una nueva matanza. La condicin humana no es sino miserable y gregaria.
Volvimos de noche a la pensin y Madame Le Baunier, la duea amiga de Louis, nos sirvi una excelente cena. Lili, una mujer poco habladora, se interes por mis andanzas en
Espaa. Cont, sin emocin alguna, aquellos das aciagos. No hizo comentarios, apenas unas condolencias. Extraamente, me sent a gusto. El calor de la chimenea haca la estancia
acogedora.
Al da siguiente Louis me acompa a la estacin. Le abrac con cario y tristeza. Los dos presentimos que no volveramos a vernos.
A los pocos das salimos de El Havre. El viaje result largo. La relativa seguridad de tener los visados en regla no nos tranquilizaba. Abandonbamos un mundo que era el
nuestro. Algunos viene-ses iban en el barco con el mismo destino. Uno de ellos, Otto Preminger, era muy conocido en los ambientes teatrales de Viena. Con el tiempo se convertira
en un director de cine de los ms cotizados de Amrica. Hablamos largamente entre nosotros durante la travesa. Eran conversaciones desordenadas, como nuestras propias vidas,
donde cada uno contaba su historia, sus temores. El fro del Atlntico Norte volva desapacible la cubierta y las largas horas del da se desgranaban con cautela en el estrecho
camarote o en el saln de juegos, deseando, por una parte, que pasaran pronto los das, pero temiendo, en el fondo, que el viaje terminase.
No voy a contar las dificultades y angustias de los primeros tiempos en Amrica. A pesar de las miserias que las necesidades de supervivencia provocan en los transterrados, las
ayudas tambin se produjeron con la solidaridad, casi fsica, que convierte en clan a un grupo maltratado.
Cuando, mucho despus, los EE UU entraron en la guerra, trabajamos para el gobierno. Yo en los servicios de informacin, Frank en el ejrcito, como psiclogo. En los das del
desembarco en Norman-da fue destinado a Inglaterra y despus pas al continente. All estuvo hasta el final de la guerra.
Conoci en ese tiempo a una joven locutora de radio, hija de un senador por Virginia. Me enter cuando volvieron licenciados. Me dej fra. Ni me extra ni me doli
especialmente. Lo encontr natural, pues, aunque nunca dejamos de ser amigos, nuestro amor haba abandonado cualquier tipo de pasin desde tiempo atrs. Sin embargo, quiz en
mi propia defensa, sent que Frank haca el ridculo atndose a aquella mujer, veinte aos ms joven que l.
Se traslad a Washington y tuvo con ella dos hijos: un nio y una nia. Apenas la trat, pero cuando en 1956, siendo ya una conocida reportera, abandon a Frank, lo sent por l.
Nuestro hijo Wilhelm la quera bien.
Ahora Frank ha muerto, pero sus hijos siguen viniendo a New Jersey a pasar unos das con Wilhelm. Mi hijo dispensa a su hermana Karol, a quien lleva trece aos, una deferencia
cuasi paternal.
Cillie consigui huir a Amrica despus de la tragedia que para ella signific el Anschluss. Vino a casa por un tiempo y aqu sigue. Su hijo Lonard fue un nio superdotado para
la msica y ahora es un brillante compositor a quien materialmente se rifan los estudios de Hollywood y los teatros de Broadway. Habla cada vez con ms pereza el alemn, con
acento ingls.
No volvimos a ver a Louis, pero supimos de sus problemas al final de la guerra. De tarde en tarde recordamos los das de Viena y Cillie me cuenta con todo lujo de detalles sus
aventuras ertico-deportivas en Pars o en Kitzbhel. Hay una noche que nos atae a las dos en que Louis nos hizo un ltimo favor. Fue en el 44. Era verano y estbamos contentas. La
guerra, despus de tantos avatares, se decantaba favorablemente. Nadie dudaba ya de la derrota de los fascismos en Europa. Mi trabajo iba bastante encarrilado y Cillie haba
encontrado un colegio elegante en Manhattan, cerca del Central Parle, donde le pagaban bien sus clases de gimnasia. Los chicos estaban en un campamento cerca de la frontera con
Canad. Fueron quince o veinte das dedicados a pasear por Nueva York y lo hicimos concienzudamente pese al calor, que en algunas horas del da apretaba con fuerza. Vivamos
cerca de aqu, en New Jersey, en un apartamento bastante amplio. Nos pill la tormenta llegando al portal de casa. Diluviaba y, en pocos metros, nuestros vestidos y peinados se
empaparon. Nos desnudamos en el recibidor entre risas por nuestro aspecto de pescadores salpicados por las olas. Cuando nos deshicimos de la ropa, de pronto, al fijarme en su
cuerpo, tuve la presencia sensual del otro.
Se me fue la sonrisa de la cara y cuando extend el brazo, y mi mano, sin yo tener apenas conciencia, le acarici la mejilla mojada, a ella tambin le cambi la sonrisa, que se
transform en un guio cmplice y complaciente. Nos besamos como si acabramos de descubrirnos. La ducha caliente que tomamos juntas se convirti en un prolongado juego
marino. El olor a tierra mojada entraba por la ventana de la habitacin grande, junto a las gruesas gotas de la lluvia estival, cuando nos acostamos sobre la enorme cama. Las
caricias, ansiosas al principio, refrenadas y morosas despus, duraron toda la noche. Hablamos hablamos con esa conversacin de amantes que no quieren nunca ms estar
solos, para quien el otro se ha convertido en todo, en uno mismo incluso.
Me dijo las cosas ms hermosas y yo le susurraba, lo mejor que poda, los viejos y nuevos sentimientos de amor hacia ella. No hubo rincn del cuerpo que no fuera explorado
concienzudamente con voluptuosidad compartida, con esa confianza desatada que slo durante la pasin tiene sentido.
Aquella noche nos trajo los recuerdos de otra en la lejana Navidad de haca doce aos. El fantasma de un Louis incitador debi pasearse por la habitacin donde nos ambamos,
sonriendo triunfal. Pero esta vez, ms all del juego, las dos dimos un paso irreversible en nuestra vida.
Pasaron los aos y con ellos se fueron tantas cosas Nuestro cabello es casi blanco, nuestra piel ya no es tersa y nuestros msculos han perdido elasticidad. La vejez, al fin,
nuestra decadencia, lleg lentamente, pero esa serenidad amable que Louis me deseaba en su ltima carta creo haberla encontrado junto a su amiga, su ahijada Cillie, lejos de la
Viena de nuestra juventud.
A esa Viena volv hace aos. Me cost decidirlo. Result un paseo doloroso por la memoria. No quise ver a los pocos amigos que podan quedarme. Viena se me perdi entre
los pliegues de la guerra. En realidad se me haba perdido antes en el 34 en el 38. Llegu a Viena, quiz sin saberlo, para verme en el pasado, por eso hice vida de turista. Una
turista selectiva. All estaba el Cafe Central, tan significativo para Kakania. Esta nueva Viena pacfica, postblica, olvidando su terrible medio siglo de derrotas, es hoy la
representacin de su propia existencia. All, la realidad contempornea se me antoj reducida al espectculo que le produce su historia.
Fui al Museo Histrico de la Ciudad. Admito que no haba estado antes. Suele ocurrir que una no encuentra tiempo en su ciudad para ver lo que cualquier extranjero visita y yo
llegaba esta vez a Viena como lo que era, una extranjera. Hay recuerdos de Kara Mustaf, el visir turco que puso sitio a la ciudad en 1683. Mustaf se estrell contra Viena y contra las
espadas de Carlos de Lorena y Juan de Sobieski. Kara Mustaf fue perseguido y nuevamente vencido en Gran. Luego, cerca de Belgrado, le alcanz el emisario del sultn y le
entreg una cinta azul de seda en seal de que deba ser estrangulado por sus persistentes derrotas. No solt ni un suspiro cuando el verdugo apret con fuerza el lazo en torno a su
cuello. Recuerdo haber visto de nia, durante la Gran Guerra, cmo la prensa exaltaba la fraternidad entre austracos y turcos, entonces aliados.
En el Museo Histrico del Ejrcito se conservaba el uniforme que llevaba Francisco Fernando en Sarajevo el da de su muerte. La guerrera azul tiene desgarrada una manga y
conserva restos de sangre en el lado izquierdo del pecho. Estas manchas me llevan a pensar que nada pasa, que todo permanece, que ningn momento de nuestra vida est
definitivamente archivado. Pero, sobre todo, esas manchas de sangre me recuerdan otras que no estn en ningn museo. Las de los ochenta y cinco manifestantes muertos por la
polica en 1927 frente al Palacio de Justicia, las de los muertos en febrero del 34, especialmente las de aquellos siete que o matar, las de los miles de judos asesinados en Dachau.
Esas manchas tampoco las borr la lluvia, existen para siempre, igual que las descoloridas, amarronadas, de la guerrera azul del archiduque.
Una tarde sub a la Karl-Marx-Hof. Cuntas ilusiones perdidas! Los nios jugaban entre los bloques de casas. Quiz estos nios no perciban la ideologa que hay detrs de ese
cemento. Posiblemente a todos nos ha llegado la hora de la laicidad, la madurez capaz de asimilar las continuas desilusiones que componen la vida de los seres humanos. Tengo mis
dudas de que tras esa aparente madurez pueda estar no slo la liberacin de los viejos dogmas, sino tambin la adaptacin, la sujecin pasiva a los mecanismos sociales, como si
stos fueran invencibles y eternos.
En el nmero 19 de la Bergasse est la casa de Freud. Ahora hay un museo. Me emocion ver la cantimplora y el bastn que usaba en sus excursiones campestres. Cmo se
habrn conservado? Hay en ese par de objetos mucho ms del Freud que nosotros conocimos, ya viejo, que en las confusas peroratas que soporto en los congresos de
psicoanalistas.
El ltimo recuerdo de Viena, donde no pienso volver, es el nmero 15 de la Schwarzspanierstrasse, la casa en que muri Beethoven. En ese mismo lugar, una noche de 1903,
Weininger se peg un tiro. Dej escrita la sensacin de angustia y extravo que se siente cuando volvemos la cabeza en el camino. Al final slo queda eso: la mirada hacia atrs que
percibe la nada. Los recuerdos no son otra cosa.
A finales de 1936 naci Lonard. No era, lo s bien, la mejor poca para tener un nio, pero lo necesitaba casi imperiosamente, como si una fuerza fsica me lo reclamara a
diario. Tener un hijo es algo de lo que nadie se arrepiente, pero en mi caso fue la decisin ms oportuna de mi vida. Karl era feliz con el nio. Los sobresaltos venan todos de fuera,
de la calle.
Ese ao se habl de la vuelta de los Habsburgo. Mucha gente aoraba ingenuamente la tranquilidad de Kakania, del imperio de las tres K, pero Hitler se opuso y el canciller
Schuschnigg se vio abandonado en esos intentos por su amigo Mussolini. Los nazis, aunque su partido estaba prohibido, seguan activos y, en lo que ms nos haba de concernir, el
antisemitismo, estaban ganando la batalla. Aunque yo tambin era juda, la familia de Karl lo era pblicamente. Eran financieros y su apellido, Bronstein, constitua en Viena una
declaracin semita. Nunca haba tenido conciencia de pertenecer a una raza especial, pero me lo hicieron aprender en poco tiempo.
Karl intentaba ocultarme los problemas, pero mediado el ao 37 sus dos tos, los patriarcas del negocio, malvendieron su parte y se fueron a Suiza. Karl maldijo su cobarda y
sigui trabajando en el banco.
Al inicio de 1938 la situacin se hizo insostenible. En la calle, los viejos judos barbados y renqueantes eran apedreados por los nazis. Gente corriente, salida de cualquier sitio,
con sus camisas pardas, amedrentaba a los viandantes. Muchos amigos nuestros buscaban visados para Suiza.
Le ped a Karl que nos furamos, tena miedo por nosotros.
Esto pasar -me dijo-. Es como el sarampin, hace subir la fiebre, pero luego remite. De todas formas he puesto algn dinero en Suiza a nombre de los dos; si algo pasara
nos dar tiempo a salir.
El 12 de febrero el canciller Schuschnigg se entrevist con Hitler. Se decret una amnista para los presos pro alemanes y se nombr al jefe de los nazis austracos, Jeyss-Inquart,
ministro del Interior. Se pona al lobo como pastor de las ovejas.
Para el 13 de marzo se anunci un plebiscito sobre la anexin de Austria por Alemania, pero ese mismo da Hitler entr en Viena entre los aplausos de la multitud.
Me cuesta recordar aquello, me parece imposible haber vivido tan larga pesadilla.
El 20 de marzo estbamos durmiendo cuando llamaron al timbre con una insistencia sospechosa. Nos despertamos asustados. Los dos sabamos quines eran. Le ped que no
abriera.
Qu quieres, que tiren la puerta abajo? Un grupo de una media docena de nazis, alguno con uniforme, el resto con cruces gamadas bien visibles en las solapas de los
abrigos oscuros, irrumpi en la casa. Traan una lista, preguntaron por Karl y l se identific.
Venga con nosotros. Es una rutina. Se visti y, ya con el abrigo puesto, nos abrazamos. Recuerdo que le levant las solapas para protegerle del fro.
Salieron. El nio no lleg a despertarse.
Fueron das terribles. Nos confiscaron todos los bienes. Me fui a vivir con mi madre, ya enferma. Anduve de un lado para otro en busca de noticias que nunca llegaban. Slo
rumores de cadveres en el Danubio y la locura antisemita por todos lados. Una palabra se iba imponiendo da a da: Dachau, un lugar de Baviera. Pintadas: Este judo ya est en
Dachau o Este judo ir a Dachau.
Me acuerdo que un da, cerca de San Esteban, vi cmo un hombre uniformado agarraba a una mujer a la salida de la catedral y la arrastraba detenida, mientras la gente aplauda.
De dnde sali este espritu sanguinario?
A mediados de abril, un primo de Karl, que haba sobornado a un guarda del Cementerio Central, me dijo que mi marido haba muerto en Dachau y que su cadver se poda
retirar en aquel cementerio. Esa tarde tomamos el tranva y el mismo guarda, un hombrecillo con abrigo y sombrero negros y barba de dos das, nos acompa al otro lado de la verja.
Nos condujo a un edificio y all nos llev a una habitacin oscura. An oigo el ruido de la puerta al cerrarse. Sobre una mesa haba dos gruesos libros de registro:
Cul es el nombre? -pregunt aquel personaje.
Se lo dijimos. Consult el registro. Nos acercamos a unas estanteras como de biblioteca. Estaban repletas de tarros negros, parecan de plstico. Nos mostr uno. La tapa de
hojalata llevaba una inscripcin: Nmero 1745. Bronstein, Karl. Viena 14-6-1903. Dachau F. B. 23-3-1938.
Cuando tom en mi mano el recipiente, me sorprendi su leve peso. Ni siquiera pudimos llevarnos sus cenizas.
No tuve fuerzas para llorar. En el tranva de vuelta slo dese que no hubiera sufrido. Era un da de primavera lleno de luz y sent que me derrumbaba por dentro. Esa sensacin de
vaco me ha seguido siempre como la sombra al cuerpo. La identifico con la muerte. Al cabo, la muerte siempre es la muerte de los otros y, para m, ser siempre la muerte de Karl.
An hoy me angustia pensar en su soledad frente a la muerte. Ser bien cierto que se muere solo, igual que se nace o se duerme solo, pero para quien sobrevive no deja de ser un
consuelo, posiblemente absurdo, acompaar a ese ser querido en el ltimo tramo. No me asusta mi muerte, me hago a la idea, expresada por el viejo filsofo de feso: Cuando ella
est, no estar yo; mientras yo est, ella no est, pero ese yo superviviente siente todava la angustia de cmo le lleg a Karl su final. Cules fueron sus pensamientos, sus dolores y
sus angustias. Meses despus, cuando muri mi madre, tambin en la distancia, volv a sentir el vaco y la tristeza del superviviente, de quien ha de seguir caminando solo, sin
andaderas, definitivamente adulto, con un trozo, enorme y creciente, de vida a la espalda.
Busqu la forma de salir de aquel infierno en que Viena se haba convertido. El instinto de supervivencia proyectado en mi hijo me dio una fuerza sin la cual no me hubiera
salvado. En el consulado de EE UU las colas eran permanentes y conseguir un visado se haba convertido en una quimera inalcanzable. Sin embargo Rudolph Weist, un noble
apoltico amigo de los Tranneck, enterado de mi situacin y espantado ante el suicidio de Max y Mara y la locura colectiva que se haba apoderado de Austria, puso todo su empeo
en ayudarme a travs de un diplomtico norteamericano amigo suyo: Fred Reinhardt. ste convenci al cnsul, John Wilwy, y despus de unos meses interminables, al final del
verano, coincidiendo con los acuerdos de Munich entre Francia, Inglaterra y Hitler, nos dieron los visados para Lonard y para m.
Mi madre, que estaba ya muy mal, me rog que saliera inmediatamente de Austria. A primeros de octubre nos marchamos. Recuerdo que el presidente de Checoslovaquia,
Benes, dimiti al da siguiente de llegar nosotros a Praga. Consegu all buena parte del dinero que Karl haba puesto en Suiza y partimos en tren hacia Francia.
En Checoslovaquia imperaba una sensacin de derrota y, lo que era ms visible, la resignacin ante el avance imparable de los nazis, que en los acuerdos de Munich se haban
anexionado los Sudetes y poco despus se apoderaran de Eslovaquia.
Pars tena un aire sombro que en nada me recordaba los alegres das de seis aos atrs. Llova lentamente cuando tom un taxi, con Lonard sobre mis rodillas. Quise ir al
mismo hotel de donde Louis me sac el da que nos conocimos, cerca de la Gare du Nord. No llevaba esta vez ms equipaje que entonces, pues haba facturado desde Praga un bal
hacia El Havre con las pocas pertenencias que saqu de Viena. Esa misma tarde, con Lonard siempre conmigo, me acerqu a Montmartre. Louis no estaba all. Nada saba yo
entonces de sus delirios antisemitas pero, aun habindolo sabido, habra ido a verle. Necesitaba estar con alguien, precisaba consejos intiles y amables y l siempre los saba
encontrar en su desaforado repertorio.
Tard dos das en dar con Lucienne Delforge. Habl con ella por telfono y me vino a buscar. Nos abrazamos tan largamente que Lonard no paraba de tirar de mi falda como si
quisiera arrancarme de los brazos de aquella desconocida. Estaba tan hermosa como en su ltimo viaje a Viena. Vino, tal y como prometi, acompaada de una joven que se qued
en el hotel para cuidar al nio.
Tendrs ganas de pasear -me dijo.
Tomamos un taxi que nos llev por la avenida de la pera hasta la Ru Rivoli. Nos sentamos en un caf, bajo los soportales. Me pregunt por mi vida. Le cont con detalle los
ltimos tiempos en Viena y la muerte de Karl. Se puso a llorar y me sent reconfortada con aquel llanto.
Llova sobre el jardn de las Tulleras cuando salimos a la calle envueltas en nuestros abrigos. Cenamos por all cerca. Nos sentamos a una pequea mesa redonda y ella corri
sus cubiertos para estar a mi lado. Con frecuencia me coga la mano y, a travs de ella, sent el calor de la solidaridad y del cario.
Ya no veo a Louis. Ahora vive con una nueva bailarina, pero por amigos comunes s que est en St. Germain-en-Laye. Es un lugar hermoso, all naci Debussy. Yo te dir
cmo encontrarlo, pero antes debes saber algo: Louis ha escrito y publicado cosas terribles contra los judos. Ya sabes el descontrol mental que es capaz de mostrar. Si deseas ir a
verlo, ser mejor que no leas esas cosas.
Dos das despus, comimos juntas y luego Lucienne me acompa al tren que sala de St. Lazare. Llegu enseguida a St. Germain, una ciudad situada en un cerro sobre el
Sena, sede de los antiguos reyes de Francia. Llova. El hotel donde viva Louis en la gran plaza tena aires del siglo pasado. Cuando pregunt por l en recepcin, me dijeron: El
seor ha salido, pero est su esposa. Ped que la avisaran. Me encontr con una joven tmida y amable, de rasgos exticos. Era Lili. Dijo conocerme. Louis le haba hablado de m.
Espero que te haya hablado bien.
S -contest sonriendo-, Louis te quiere mucho.
Haba dejado de llover y fuimos a buscarlo al castillo, edificio construido por Francisco I. Louis me cont ms tarde que all se haba firmado la paz entre Francia y Austria en
1919. Una premonicin, dijo.
El castillo era un museo de antigedades y Louis, segn Lili, se pasaba all las horas muertas. Tardamos un buen rato en dar con l en aquellas galeras. Cuando nos vio, sus ojos
claros quedaron largo tiempo abiertos, luego se acerc sonriendo y, mientras me abrazaba, dijo:
Qu me traes, Lili? Sabes quin es? La duea del mejor culo y las mejores piernas de Austria, bueno, ahora de Alemania.
Salimos a la calle y con algn pretexto Lili nos dej solos. El cielo estaba gris. A la izquierda del castillo haba unos grandes parterres con vistas sobre el valle del Sena.
Paseamos.
Dnde tienes al nio?
En Pars, en el mismo hotel frente al que me esperaste en el taxi con el motor en marcha, te acuerdas? Tanta prisa tenas entonces?
Le cont mi calvario. Se sinti condolido, pero, como justificndose, me dijo:
Es terrible lo que ha pasado. Parece como si hubiramos envejecido de repente. Qu largos y tortuosos han sido estos seis aos! He de decirte que tambin a m me
persiguen. En fin, mejor no hablar.
Tampoco yo quera hablar de ello. Algo que medio ignoraba, pero senta que nos separaba. Aunque nunca me unieron a l las ideas y s los sentimientos, supona que la vorgine
le haba arrastrado tambin a l con un desgarro que apenas trasluca.
Creo que la guerra se aproxima. Esta paz, que dicen haber alcanzado en Munich, es semejante a la mejora que precede a la muerte. Haces muy bien en irte a Amrica, pronto
esta vieja Europa ser un terremoto y, para entonces, t deberas estar lejos. Ya has sufrido bastante. Cuando Annie se march, intu que t la seguiras pronto, pero nunca pens que
fueran tan trgicas las circunstancias.
Me acarici la cara y el cabello y por un momento cre que iba a besarme. No me hubiera opuesto, pero se apart y seguimos andando tomados de las manos. Nos sirvieron un
generoso t en el hotel y desde all fuimos los tres a la estacin. Los veinte kilmetros hasta Pars nos separaron para siempre.
Tres das despus Lucienne nos acompa a Lonard y a m hasta El Havre. La noche antes de tomar el barco la pasamos hablando en la habitacin, mientras el nio dorma en
una cama turca que haba all al lado. Juntas, en susurros para no despertarlo, repasamos en la oscuridad nuestras vidas, quiz queriendo llenar cada una la memoria de la otra. Tras
lo ocurrido en los ltimos meses, me sent a gusto y en paz, como no me senta desde haca mucho tiempo.
Ahora me gustara tocar el piano para ti y para Lonard -me dijo en algn momento de la noche.
Nos dormimos casi de madrugada, y entrada la maana el nio vino en silencio, cosa rara, a despertarnos. Se acost entre las dos. Ese duermevela placentero es el ltimo
recuerdo que tengo de esos aos.
Volv a Europa pasada la guerra. Ya no era mi tierra haba desaparecido tanta gente No quise pasar por Pars. Apenas una estancia en Viena para vender los despojos de
mi pequea hacienda familiar y visitar la tumba de mi madre y de tantos amigos.
Cumplir muy pronto los sesenta, pero no me siento vieja. An me sorprende que me llamen seora en las tiendas. Aqu en Nueva York la vida pasa encarrilada, algo aburrida.
Dicen que cumplida cierta edad pesa ms el pasado que el futuro. Es posible, aunque yo no lo veo as. Quiz se edulcora el pasado, pero el nuestro est demasiado lleno de
amargura. Tena trece aos cuando acab la primera guerra y cuarenta cuando termin la segunda; tuvimos que pasar la juventud entre sobresaltos y, sin embargo, como a todos, nos
produce nostalgia su recuerdo. Maldita y pegajosa nostalgia de un tiempo, en tantas cosas detestable, por el que nos movimos bajo la vigilancia de los asesinos. Algunos llaman a
eso el destino.
CAPTULO IV
En junio de 1939 nos fuimos a vivir con mi madre a la calle Marsollier. Era como volver al pasaje Choiseul, que est al lado. Volver a la infancia. Haba dejado Clichy y pensaba
instalarme por mi cuenta. Lo hice a la vuelta de St. Malo, donde pasamos el verano. Fue el ltimo verano sin guerra Lo pasamos bien con Mah y los amigos. Nada de escribir
playa y puerto. Mucha agua salada y verdes prados.
Daladier quera pactar con Rusia para aislar a Alemania. Qu imbcil! Haca un da estupendo en St. Malo el 24 de agosto s, haca un buen da Todos los peridicos lo
traan en letras para ciegos: Pacto entre Stalin y Hitler Vaya corte de mangas. Los comunistas debieron enterarse tambin por los peridicos Sin problemas: reunin del
Comit Vamos, Maurice, t, que tienes respuesta para todo, explcales a stos las razones por las que el padrecito Stalin se ha puesto de acuerdo con don Adolfo. Porque a partir
de hoy tendremos que llamarle don Adolfo. No? Nada de asesino de patrias inocentes, nada de masacrador de rojos. Don Adolfo Heil Hitler!
Y don Adolfo comenz a merendarse Polonia el 1 de septiembre. El padrecito Stalin empez a hacer lo propio con Finlandia. Tutti contenti! Menos Daladier: da 3 de
septiembre, gran discurso A las armas, ciudadanos! Vamos a la guerra!
Volvimos a Pars y, por no convivir con la desesperacin diaria, quise hacer de mdico particular. En el nmero 15 de la calle Bellevue, en St. Germain-en-Laye, encontramos una
casa magnfica, lejos del ruido de Pars. Dr. Destouches, visitas de 11 a 1. No tuve ms de cuatro clientes, pero el lugar era apacible. Nadie se tomaba en serio la guerra y los
enfermos tambin se tomaban a broma al doctor Destouches.
Debimos quedamos pero ya lo dice Lili: Cuando se te mete una cosa en la cabeza, no hay forma de llevarte la contraria. Y quise colaborar con el Ejrcito. Me importaban un
pimiento los motivos de la guerra, pero en la guerra se sufre y se muere, bien lo saba yo. Tambin lo deba de saber el secretario general del Partido Comunista, que valientemente
desert del regimiento en el que haba sido movilizado. Muy patritico todo. Pero no importa, luego, a l, funerales nacionales y a m, la fosa comn. Tres hurtas por Maurice Thorez,
gran liberador de la clase obrera. Sapo estalinista de mierda.
El 9 de noviembre me present a la comisin militar de control. Nada de enrolarme. El setenta por ciento de invalidez por heridas de guerra. De todas maneras, los mdicos son
tiles en una guerra. Consegu que me contrataran como mdico martimo en una compaa que trasladaba tropas: Marsella-Casablanca y vuelta. El 15 de diciembre zarpamos de
Marsella con lluvia. El barco se llamaba Chella. Lo haban artillado con unos mseros caoncitos. Parecamos el terror de los mares. Nadie lo hubiera pensado, pero aquella
superfortale2a, buena para un estanque, temible en el Sena, iba a hundir nada menos que a un torpedero una pena que el barco fuera aliado nuestro. Dan ganas de rer o de
llorar al contarlo.
La navegacin hasta Casablanca, casi de vaco, fue tranquila. Una forma cmoda de ganarse el dinero, pens. De vuelta a Marsella con la tropa a bordo, algo ms de trabajo:
gripes, algunas tuberculosis incipientes y las consabidas gonorreas. Los soldados me enseaban sus partes, al parecer, con ms tranquilidad y confianza que al matasanos de
uniforme.
Ponte esta pomada, muchacho, y ten ms cuidado con esas miniaturas que llevas entre las piernas que son para toda la vida. Qu va a decir tu novia si se entera?
Las consabidas borracheras de la Navidad. Ya se sabe: soldados y en guerra, mucho vino pelen y toneladas de matarratas. Pero el regalo nos esperaba ten la noche de Reyes.
Pasbamos frente a Gibraltar a todo lo que daban las mquinas. Estaba tumbado en la litera. La cabeza me estallaba. Intentaba leer para olvidar el dolor. Imposible Ah, la
maldita herida! Era medianoche cuando un golpe tremendo me tir al suelo. Me di con la cabeza en un hierro Se fue un dolor y empez otro. Qu estacazo! Me asom y haca un
fro de espanto. Me puse los pantalones, la chaqueta y un chaquetn de cuero forrado. Afuera, me di cuenta de que iba en calcetines y volv por las botas. El lo en cubierta era
tremendo. Gritos, maldiciones. Al rato empezamos a recoger nufragos.
Al principio cre que eran soldados nuestros, pero no eran ingleses.
Unos reflectores alumbraban desde nuestro barco a otro que se escoraba justo delante de nuestra proa. Habamos abordado a un torpedero ingls que navegaba a oscuras
intentando sorprender a los alemanes Un mercante francs lo ech a pique. Vaya xito! Delante de nosotros, como si se tratase de un barco de juguete, se hundi el Kingston
Cornelian. El remolino que produjo en su zambullida arrastr a unos cuantos marineros que flotaban esperando ser izados al Chella. En Gibraltar, donde atracamos de amanecida,
supimos que haban muerto, tan estpidamente, veinte marineros ingleses. Mi primera accin de guerra fue una premonicin.
Costeando por el Levante espaol, con el casco de la proa aplastado, llegamos a Marsella el 15 de enero de 1940. Ese mismo da me rescindieron el contrato. Corta navegacin
la ma. Menos mal que pagaron, y no mal, mi labor en tan brillante travesa.
En marzo encontr trabajo en Sartrouville como mdico jefe del dispensario municipal. Empec a trabajar el da que dimiti el imbcil de Daladier. Claro que le sustituy
Reynaud otro organizador de derrotas. El titular del puesto haba sido movilizado y su familia ocupaba la casa a que tena derecho, pero el Ayuntamiento, por una vez, se port bien
y nos busc alojamiento: un piso bastante decente cerca del dispensario. All nos fuimos.
La guerra estaba lejos, tan lejos que pareca un ensayo, pero dos meses ms tarde, el 10 de mayo, las divisiones acorazadas alemanas tomaron el camino del sur y, en lugar de
atacar por donde nuestros magnficos estrategas pensaban, tuvieron la mala idea de entrar a saco por Blgica y Holanda. Qu malo el rey de Blgica que se entreg tan pronto! En
menos de un mes los alemanes llegaron al Sena. Coraje, huyamos!, gritaron a cuatro voces. Huyamos, coraje!, se contestaron La desbandada.
El 10 de junio el alcalde de Sartrouville grietaba: Evacuacin! Un mdico es imprescindible en una evacuacin que se precie de tal. Un enfermero conductor, Lili y yo dispuestos
a marchar al sur Tres pasajeros ms en la ambulancia: una vieja y sus nietas, dos bebs de dos meses y dos aos respectivamente Buena compaa. El da 13 salimos a pelo de
Courbevoi detrs del Ejrcito francs, que avanzaba mucho ms deprisa que nosotros. De Sartrouville a La Rochelle, corriendo detrs del Ejrcito. Si en lugar de ir al sur a esa
velocidad lo hubieran hecho hacia el norte, en pocos das habran entrado en Berln.
Supe, por fin, para qu sirve un Ejrcito motorizado Para salir corriendo Qu marcha! Tanques de cuarenta toneladas nos echaban a la cuneta para ir ms rpido. Las
nias lloraban a su hora y haba que buscarles comida. Consegu leche en polvo pagada de mi bolsillo. El enfermero, un mierda aterrorizado, era una carga ms. El 15 de junio
llegamos a Giens.
Los boches ya estaban en Pars, pero no se conformaban con ello. Por la noche bombardearon a placer el pueblo y no acab ah la cosa. Las autoridades, o su mala madre,
haban habilitado un cine de Giens para que los refugiados pasramos la noche. El cine se llamaba L'Artistic, qu ms podamos pedir!
En la penumbra vi las butacas ocupadas por el mejor pblico para tal esperpento: los locos de un manicomio de Pars, que fueron evacuados tres das antes, reposaban
tranquilos, esperando, quiz, que les pusiesen una pelcula., y como la pelcula no llegaba perdieron la tranquilidad Saltos y sobresaltos. Los enfermeros no podan imponer el orden
militar al que son tan aficionados. Una demente destripaba la butaca, otro loco orinaba alegre, mostrando sus rganos ostensiblemente. Busqu un lugar ms confortable entre los
bastidores del escenario. Imposible. Mi bata blanca de mdico atrajo a un anciano, o a alguien que pareca un anciano. Se acerc para decirme:
Es usted dueo de esto?
No -le dije-, vengo de Pars.
Por qu nos ha trado usted aqu, seor? A m no me gusta el cine, sabe usted? Me gustaba el teatro, mi padre me llevaba al teatro, pero el cine es mentira, sabe usted?
Es mentira, todo lo que se ve es mentira. La Bernhard, sa s que era buena. Le gusta a usted El Cid?
No me gusta Corneille, me aburre -le
dije.
No diga usted eso -y se ech a llorar.
Tuve que consolarlo. Le ofrec una aspirina y le di nimos.
Descanse usted. Esta pastilla le har bien. Dentro de un rato vendr Sara Bernhard y, si no viene ella, a lo mejor llega La Mistinguette y nos ensea las piernas.
De verdad nos va a ensear las piernas?
Pareci alegrarse ante la perspectiva.
Y el culo. Nos ensear el culo -le anim de nuevo.
Tendrn que marcharse las seoras -me susurr al odo.
No es necesario -conclu-. Simplemente, les vendaremos los ojos.
Fue una noche entera sin principio ni fin. Lili cuidaba a ratos de las nias, con tanta dedicacin como incompetencia.
Al da siguiente intentamos cruzar el Loira. Imposible por all, con los aviones soltando bombas incendiarias cada cuarto de hora. Seguimos hacia abajo y en Cosne-sur-Loire
pasamos el ro. Era el 16 de junio. Encontramos un hospital de campaa donde nos dieron de comer. El da 18 estbamos en Issou-dun. Intent colocar a las cras en una casa cuna.
Me mandaron a la mierda.
Ms bombardeos. Tuvimos que utilizar la ambulancia para trasladar heridos. Muertos por todos lados Qu desbarajuste. Esa misma tarde llegamos sanos y salvos a La
Rochelle.
Al da siguiente me present en la Prefectura a ofrecer mis servicios. Me recibi el mdico inspector de higiene del Departamento.
Qu quiere hacer? Ya ve cmo estn las cosas, el Ejrcito, o lo que queda de l, se embarca para Inglaterra. Si desea tomar un barco y marcharse, le puedo recomendar y le
admitirn. Usted decide.
Dud y en esa duda se me torci el futuro.
No lo tena claro, as que prefer seguir hasta el final. Dejamos a la abuela y a las nias. El enfermero nos abandon. Fuimos a St. Jean-d'Angeli, donde me puse a las rdenes del
Ejrcito del Aire. He servido en Tierra, Mar y Aire Ms que De Gaulle. Con los aviadores tambin pudimos pasar a Inglaterra Me lo ofrecieron. Lili me animaba a dar el salto, tena
miedo a los boches.
A ti te gusta Inglaterra, por qu no vamos? Cuando llegue la paz, volvemos. Entretanto, trabajas de mdico en el Ejrcito y escribes. Me da miedo volver a Pars Los
alemanes nos odian.
Quiz pens en mi madre. No tena nimo para huir. Una gran pereza me invadi, la pereza de tomar una decisin. De Gaulle hablaba por la BBC. Lo tena muy claro ese coronel
de tanques. Resistir!, deca. Para qu? Todo me produca sueo dormir dormir para salir de la pesadilla.
Los jefes no quieren nunca morir en la batalla. Los grandes dspotas, los presidentes, los tenores maricas, los reyes, las princesas se ponen a cubierto cuando las cosas se
tuercen. Salvar el pellejo es el objetivo supremo. Cuando predican sus ms encendidos discursos patriticos, miran de reojo al bidn de gasolina y al coche en el que van a salir
corriendo. La promesa, el micrfono, todo forma parte de la comedia. Tienen la sana habilidad de no estar presentes a la hora de pagar la cuenta.
No conviene olvidar a la lite, con mayscula. Existe y cmo De dnde viene? De su pueblo, pero consagrada en Pars toda una carrera de obstculos hasta la
consagracin. Hay que pasar las eliminatorias: geografa, lgebra, agronoma Hacerse inyectar las pandectas ya se es licenciado. Luego: un poco de escepticismo. Ya est el
adolescente de lite preparado. A punto para cien mil negocios el horror a la espontaneidad el deshonor del sacrificio. Dispuesto a frecuentar los salones la moda los
artistas. Trust de cerebros. Brbaros dispuestos a bajar la cerviz ante los poderosos.
Volvimos a Sartrouville con la ambulancia. Despus tuvieron la humorada de hacernos una encuesta a los mdicos que habamos abandonado nuestros puestos durante la
retirada. Contest claro que contest Que preguntaran al alcalde los costes del viaje: gasolina, alimentos todo lo haba pagado de mi bolsillo. Tampoco me arrepiento de nada.
Les escrib: Curioso por naturaleza y, si se me permite, tambin por vocacin, estoy contento de haber participado en una aventura que, supongo, slo se repite cada dos o tres
siglos. Eso les dije, pero qu equivocado estaba. La Anbasis de 1940 fue una broma comparada con la subida hacia el norte que hicimos al final de la guerra por la Alemania a
punto de ser derrotada. El verano y el otoo del 40 los pas escribiendo un libro que sali publicado en febrero del 41, en una nueva editorial que haba montado Denoel. Se vendi
ese ao sin problemas, pero al final del 41, los sagaces censores de Vichy lo prohibieron. Resultaba injurioso con el Ejrcito. Qu queran? Que les pasara la mano por el lomo a
los militares? Vamos a ver, si un Ejrcito pierde una guerra qu se merece?, medallas? El anterior libro me lo haba prohibido Daladier, ste me lo prohiba Ptain.
Ni es hora, ni ocasin, ni hay razn, ni tengo ganas de justificarme por lo que hice durante la Ocupacin. Bien simple, mientras Sartre y los dems paseaban por el Barrio Latino o
tomaban caf en La Flore, yo trabajaba. Supe en noviembre que se haba producido una vacante en el dispensario de Bzons. Solicit la plaza y me la concedieron: mdico jefe,
treinta y seis mil francos al ao y funcionario municipal.
El mdico que haba dejado la plaza era el doctor Hogarth, un haitiano. La abandon porque Hait se haba puesto del lado de los ingleses en la guerra. Era una buena persona.
Conseguimos que su mujer, francesa y mdico, entrara a trabajar en el dispensario para atender a los nios. Muchos das nos juntbamos los cuatro: el doctor Hogarth, su esposa
Francoise y el doctor Joachim Vanin. Algunas veces hacamos tertulia en el refugio mientras la RAF machacaba los puentes y las fbricas, y destripaba de paso a algn obrero o nio
despistado. Conoc a buena gente en Bzons: Srounille, un viejo profesor jubilado, que de joven se dedic a la danza y arrastraba su decadencia fsica con dignidad. Le ped que
escribiera un libro sobre la historia de Bzons, y lo hizo. Lo public Deno'l en el 44. Me anim a escribir el prlogo: Pobre banlieue parisina felpudo de la ciudad, donde todos se
limpian los pies, escupen y nadie se preocupa de ella. Embrutecida de fbricas, no es sino una tierra sin alma, un campo de trabajo maldito, donde la sonrisa es intil, la pena
prdida, tierno el sufrimiento. Pars, el corazn de Francia. Qu cancin! Qu publicidad! La banlieue, alrededor, se hunde. Calvario de plato nico, hambre, trabajo y bajo las
bombas quin se ocupa de ella? A quin preocupa?.
Alquilamos un piso, justo al lado de Lepic, en el nmero 4 de la Ru Girardon. Gen Paul nos lo proporcion. Nos quedamos all hasta el final de la guerra. Era volver al barrio, pero
ya Montmartre no era el de antes.
Por encima de todos los recuerdos me viene a la memoria Danielle, una asistente social de la Cruz Roja. La familia, como todas y ella intentando salir huir buscar un lugar
al sol entre las bombas. Ella veintitrs, yo cuarenta y siete Qu decir? Qu habr sido de ella?
Danielle tena unos ojos grandes, oscuros, llenos de vida. Estaba delgada, pero entonces todos estbamos a dieta. Su pelo era moreno y liso y sus piernas Ah, las piernas!
eran torneadas y giles. La boca grande, carnosa, sonriente. Una hermosa muchacha para mejores tiempos que esa mierda de guerra, que ni siquiera lo era de verdad.
*
Nac en Bzons en 1918; fui uno de los bebs de la posguerra. Al volver mi padre del frente se, cas con mi madre, que estaba embarazada de m. La vida en los suburbios no
era lo mismo que ahora; se pasaba hambre. Para estudiar siempre tuve el apoyo de alguien: amigos de mi padre del sindicato, o personas que en la Alcalda se ocupaban de los
nios algo despiertos. La gente de Bzons, me refiero a la gente normal, era de izquierdas como algo natural. En mi familia nunca se preguntaron por qu esto o por qu aquello. En lo
tocante a la poltica se opinaba lo que dijera Jean Saville, el responsable de la CGT en la fbrica: Lo ha dicho Jean Saville, y lo que deca el viejo era dogma de fe. De pequea
pensaba que Rusia era un pas donde los nios coman golosinas continuamente y los obreros mandaban sobre ios patronos. Me imaginaba al patrn de mi padre, el seor Piontet, al
que una vez haba visto subirse a un coche negro, largo como un domingo, con abrigo gris, botines y una camisa blanca con corbata, gordo, rebosante. A ese seor Piontet me lo
imaginaba con su abrigo, botines y corbata metido en la fragua, aguantando el troquel y saltndole encima las chispas encendidas de la fundicin. Eso llegara cuando Bzons fuera
como Rusia.
En 1940 no vinieron los rusos, sino los alemanes. Quitaron al alcalde, el seor Pierrot, como le llamaba la gente, y pusieron a un seor de Pars al que nadie haba elegido. Un
colaboracionista, dijeron.
Saville haba dicho que la guerra era cosa de burgueses y que los burgueses, nazis o franceses, son todos iguales. Que se matan entre ellos? Mejor. Cuando en junio de
1941, me acuerdo bien, los nazis se lanzaron contra Rusia, la cosa dej de ser una lucha entre burgueses. As, de repente. Tena entonces muchas discusiones con mi padre y
tambin con mi madre, aunque por otras cuestiones.
Por aquellos das tuve una buena bronca con mi padre porque, de repente, los aviones ingleses pasaron de ser unos cabrones que podan ir a tirar las bombas a su puta madre
a convertirse en nuestros aliados. Por la noche se reunan en casa de Saville a escuchar la BBC y salan todos con la doctrina puesta. Yo buscaba trabajo como una desesperada,
tena veintitrs aos y quera salir de casa Estaba harta de discusiones, quera vivir mi vida y dejar de ser la esclava de mis tres hermanos. Era asistente social.
En la Cruz Roja me haban dado un ttulo, pero no trabaj hasta el otoo del 41. Me decid y fui al dispensario donde estaba el mdico jefe Louis Des-touches.
La maana de la entrevista, que haba pedido dos das antes, l no haba llegado, as que lo esper en la calle. Luca un sol pobre, de finales de septiembre; apareci en su
motocicleta. Le haba visto otras veces por el pueblo, llevaba una gabardina caqui con el cuello de piel de carnero. Le dije que lo estaba esperando. Me mir con sus ojos claros y una
sonrisa rara: Muy bien, pasa, hablaremos. Fuimos a su despacho, una habitacin con una mesa, un silln y dos o tres sillas para las visitas.
Qu desea usted, joven? -me dijo.
Le cont mi aperreada vida. No s cmo me atrev a tanto, pero algo en l me invitaba a la confianza.
Se port muy bien conmigo: me recomend para entrar en la escuela de enfermeras y me consigui un trabajo con el doctor Vanin, una especie de ayudante-secretaria en la
consulta y de chica para todo en la casa. A cambio, algo de dinero y una habitacin.
La seora Vanin no era exigente y le gustaba dar conversacin, ms bien cotillear. Yo le segua la corriente.
Me senta libre en medio de aquel desastre. Algunas tardes, Louis me vena a buscar para dar una vuelta. Iba de paquete en su motocicleta y nos perdamos por Nanterre o
Courbevoi, donde l naci. Conoca los sitios ms escondidos. Me ense St. Germain-en-Laye, donde yo no haba estado nunca. Un par de veces fuimos a su casa, en Montmartre,
donde viva con su mujer, Lili. Me qued a dormir all, pero sa es otra historia. Me senta apadrinada por l, quiz tambin impresionada; yo era una inocente, con las ansias de saber
que se tienen cuando se es joven y no se ha salido de casa. Conoc a mucha gente en su compaa. Escuchaba atenta, pero no entraba en la conversacin. Las discusiones ms
largas y ms fuertes, sin perder nunca la compostura ni alzar la voz, las tena con el doctor Vanin. Los dos eran amigos, pero Vanin era comunista. Siempre haba imaginado a los
comunistas como mi padre o como el seor Saville, pero el doctor Vanin me extra. Louis era un pesimista y tena verdadero odio a los soviticos. Haba estado en Rusia y no
paraba de contar barbaridades.
Nos va a tocar escoger entre lo malo y lo peor -deca Louis-. Ahora los nazis y, si pierden la guerra, los bolcheviques. Vaya porvenir!
De momento, veamos si podemos hacer algo para que los nazis pierdan la guerra. Luego ya discutiremos sus ideas equivocadas sobre los rusos -contestaba el doctor Vanin.
Louis estaba seguro de que los nazis perderan la guerra. Los despreciaba, pero su odio mayor iba para los soviticos.
Tard en saber que era escritor y firmaba con el pseudnimo de Cline. Me enter porque sali en una conversacin con el doctor Vanin, o el doctor Hogarth, el antiguo mdico
jefe del dispensario. Le ped sus novelas y me las regal dedicadas. An las tengo. Las le con verdadera devocin Me encantaron. Comprend mejor, desde entonces, sus salidas
de tono. En esos libros hay mucho de l. No entiendo cmo al acabar la guerra lo persiguieron tanto. Tena ideas locas sobre judos y bolcheviques, pero era un hombre cabal.
A partir de lo de Stalingrado, cuando en febrero de 1943 el fro y los soldados rusos acabaron con el Ejrcito alemn y Von Paulus se rindi, todos los sindicalistas conocidos de
Bzons se hicieron resistentes. No s muy bien quines pertenecan realmente a la red clandestina, pero muchos colaborbamos con ellos y Louis tambin, ignoro por qu En l
no era una cuestin de ideas, sino de, humanidad. Cuando los nazis comenzaron a llevar trabajadores forzosos a Alemania, entre el doctor Vanin, que deca quines deban ser
declarados enfermos, y Louis, que redactaba y firmaba el informe, libraron a muchos del destierro. Los he visto acercarse a Louis para darle las gracias y no pocos eran comunistas.
Si se hubiera quedado en Bzons cuando acab la guerra, seguro que la gente de la Resistencia lo hubiera defendido. Opino que se march para no tener que pedir el favor. Le
aterraba deber algo a alguien.
No conviene tener deudas con nadie, ni econmicas ni morales. Si es preciso hacer un favor, debe hacerse, pero gratis. La satisfaccin debe estar en el hecho de hacerlo, no
en cobrarlo. Es preferible la cara sonriente de un nio al que das un pastel y te olvida antes de llegar al final de la calle que la del judo retorcido que apunta en su libreta el gran favor
que le acabas de hacer.
Un da, al final del verano de 1943, vino a buscarme mi padre a casa del doctor Vanin.
Vete a casa del seor Saville cuanto antes. Quiere hablar contigo.
Me extra ver a mi padre tan amable. Traa cara de preocupacin. Fui a casa del viejo Saville, que me recibi misterioso.
Chica, de esto ni una palabra. Le dices al doctor Vanin que tenemos un herido al que hay que curar. Que te conteste si puede disponer de medios. Es imprescindible que sea
esta noche.
Hice de recadera esa tarde. El doctor Vanin me mand que localizara a Louis urgentemente y que lo llevara a su despacho. Tras parlamentar un rato, Luois se march. Volv a
casa del seor Saville para recibir instrucciones. Me las dio en un sobre que entregu al doctor Vanin y de nuevo fui al dispensario a darle a Louis el recado: Esta tarde a las ocho,
con la ambulancia preparada para ir a St. Cloud. A las ocho acompa al doctor Vanin al dispensario. Louis dijo: Nos vamos?.
Subimos a la ambulancia. Louis conduca, yo iba a su lado y el doctor Vanin atrs:
Lleva usted de todo? -pregunt.
Mir usted, Vanin, de todo es mucho e impreciso -contest Louis-. He puesto sangre para una transfusin, oxgeno y los instrumentos de urgencia.
Fuimos hasta St. Cloud. Louis se orientaba bien, presuma de conocer la banlieue como nadie. Llegamos a unas casas bajas y destartaladas. En una de ellas nos aguardaban.
Dos jvenes, que estaban dentro de la casa, salieron para vigilar. Louis les dijo que retiraran la ambulancia de la puerta para no llamar la atencin. All, en una cama, haba un hombre
cubierto con mantas. Sudaba y tiritaba a causa de la fiebre. Tena la pierna derecha rota a la altura del fmur. Un balazo haba partido el hueso y otro le atravesaba superficialmente el
costado derecho. Las vendas que le haban puesto estaban manchadas de sangre seca.
Ha perdido mucha sangre -dijo Louis-, hay que hacer una transfusin ahora mismo.
En pocos minutos trajeron el instrumental y le inyectaron por el brazo un litro de sangre. Louis sac del bolsillo un frasco de sulfamidas y le oblig a tomarse cuatro pastillas con un
vaso de agua. El hombre obedeca sin rechistar.
Hay que operar -le dijo Louis al doctor Vanin en un aparte-. Cerrarle bien la herida del costado y abrir esa pierna. Me temo que este salvador de la patria no va a correr
como antes. Necesito al doctor Hogarth. Es de fiar? -y apenas hecha la pregunta, que dirigi al doctor Vanin, aadi como para s -: Es cojonudo que le pregunte esto a un rojo
peligroso como usted- los dos rieron.
Por el camino, Louis, desde el volante, se dirigi al herido.
O sea que los soltaron desde el aire y los Fritz los cazaron como si fueran patos.
No, como patos no, como conejos, pues estbamos en tierra. Yo tuve suerte, no me vieron. A los dos que iban conmigo los mataron all mismo, heridos como estaban. Les
agradezco lo que han hecho por m, compaeros.
Con que compaeros, eh? Pues ha de saber usted que yo soy un peligroso fascista-colaboracionista -dijo Louis.
Claro, por eso me ayuda -contest el hombre intentando sonrer.
De vuelta a Bzons, me toc buscar al doctor Hogarth.
Cerraron las puertas del dispensario, corrieron las cortinas y comenzaron los tres la operacin. El doctor Hogarth la diriga, ellos dos le ayudaban y yo les acercaba el material.
Empezaron por el balazo del costado y el doctor Hogarth se pas una hora cosiendo.
Cuando empezaban con la pierna, son el timbre de la puerta, fuerte, dos o tres veces.
Sigan -dijo Louis-, yo ir a abrir.
Cuando volvi con el seor Saville, respiramos tranquilos.
Este seor pregunta por usted, Vanin. Debe de ser de su cuerda. Ser mejor que se quede hasta el final y que no estorbe.
La operacin dur ms de tres horas. Luego le escayolaron desde la ingle hasta el tobillo. El doctor Hogarth estaba agotado.
rUn vasito de ron? -dijo Louis dirigindose al sudoroso doctor Hogarth.
Pero no es usted abstemio y enemigo mortal del alcohol?
Esta vez es pura teraputica -le dijo alargndole un vaso y la botella.
Ustedes tendrn dnde cuidar a este hombre?
No creer que va a salir volando a Londres? Tendr una recuperacin lenta. Gurdese estas medicinas -le dijo Louis extendindole media docena de frascos al doctor
Vanin-. Cuando despierte le dar las instrucciones.
Cuando el herido sali de la anestesia pregunt:
Cmo fue todo? El doctor Hogarth contest: -Bien, salvar la vida esta vez, pero su pierna derecha ya no ser como antes.
Volva lentamente el color a su cara. Era ms joven de lo que me pareci en la cama de St. Cloud. -Me acostumbrar -sentenci. Otra vez iba Louis al volante de la ambulancia,
ahora hacia el norte. Llegamos a Conflans, donde nos recibieron en una casa baja sobre el Sena. All dejamos al herido, entre camaradas. El seor Saville estuvo todo el tiempo
callado.
Si tiene sitio para m en su casa, Vanin, se lo agradecera. No son horas de andar en motocicleta por esos parajes de Dios.
Faltara ms -contest. Cuando llegamos a casa del doctor Vanin, : despus de dejar la ambulancia, eran las dos de la maana. Su mujer estaba levantada y con ganas de
saber lo ocurrido.
Venimos cansados, Claudette. Maana te contar. Ha habido una urgencia y el doctor Destouches estaba solo y necesitaba ayuda.
Pues poda habrsela pedido al Ayuntamiento, a ti no te pagan nada por esto -se le oy decir por el pasillo, yendo hacia su dormitorio.
El doctor Vanin indic a Louis la habitacin de huspedes, que estaba enfrente de la ma.
Me desnud con prisa y me met en la cama. Por a ventana entraba el fresco del final del verano. Me dorm enseguida.
No puedo calcular el tiempo que llevaba durmiendo, cuando me despert el ruido de la puerta.
Soy yo, no te asustes -me dijo Louis cerrando el pestillo.
Qu pasa? -pregunt.
Pasar, no pasa nada. Te importa que duerma contigo?
No contest. La cama era grande, cabamos los dos. Me ech a un lado para dejarle sitio.
Me has asustado -dije.
Lo siento -contest-. Quiz te parezca un atraco, pero te he observado todo el tiempo y he sentido ganas de abrazarte.
Hasta entonces haba hecho el amor dos o tres veces en mi vida, deprisa y corriendo y con jvenes de mi edad. No saba, an, que haba otras formas de hacerlo lentamente.
Dur mucho, en silencio. Cuando la luz del sol me despert, l se haba marchado y sent un vaco que, otras veces, ms tarde, ha vuelto a producirme cierta pena, como una carencia
fsica.
Louis no quera tenerme de amante. Se confiaba conmigo, notaba su cario y, a veces, como de pasada, me haca una caricia, pero no avanzaba ms all. Un da en el Bois de
Boulogne me habl de l y del sexo. Temas tab. Nunca me contaba nada de sus sentimientos, pocas veces de sus cosas y, si hablaba, prefera hacerlo en tertulia, nunca de t a t,
nunca en pareja. Pero entonces me dijo:
Mira muchacha, el sexo es un engao, nos hace sentirnos dioses inmortales y luego somos unos pequeos bichos que pululan por la vida, sin saber cmo ni para qu. Pero
aun siendo un engao,
merece la pena aprovecharse de l. Aceptaras una proposicin verdaderamente deshonesta?
Me asust un poco y se me debi de notar en la cara, porque continu.
Una cochinada inocente Tengo una amiga me gustara veros hacer el amor a las dos -dijo tras un silencio.
Me qued cortada. No esperaba tal cosa. -Nunca lo he hecho con una mujer, no s si podr. Me da vergenza slo pensarlo -le dije.
No continu. Pas los das siguientes mirando a las chicas con otros ojos, preguntndome: Da-nielle, te importara con sa?. Saba que haba mujeres lesbianas, pero yo no
quera serlo, yo quera casarme y tener hijos. A la vez me haca ilusin agradar a Louis, hubiera dado cualquier cosa por hacerle feliz, porque l me apreciara, porque dijera, como la
noche de St. Cloud: Brava chica!.
Un domingo de junio, creo que fue en el 43, me cit en su casa de Montmartre. Me extra que siendo fiesta quedara conmigo. Llegu en autobs.
Cuando llam a la puerta sali a abrirme. Haba una joven con l. Pens que era Lili.
Es Pauline -me dijo-, una amiga de Clichy.
Lili haba entrado en el ballet de Serge Lifar y estaba de gira por Blgica.
La comida era escasa en aquellos das, pero Louis haba conseguido, no s dnde, unos filetes y patatas abundantes. Nos invit a comer y luego di-m; un largo paseo por el
barrio XVIII. Nos llev al estudio de un pintor cojo, vecino suyo. Pauline hablaba menos que yo, pero Louis nos explicaba todo: los cuadros, las calles, el molino de la Gallete que
estaba al lado, la Place du Tertre todo tena su historia, no s si se la inventaba, pero era maravilloso escucharle. Fuimos al cine. Vimos una pelcula alemana. Louis se pas el
tiempo gastando bromas a cuenta de los personajes ridculos que salan en la pantalla. Luego volvimos a su casa.
Conoca sus intenciones y cuando sali a buscar t a casa del pintor, me atrev a preguntarle a Pauline:
Eres muy amiga suya?
S -contest-. Desde hace mucho tiempo, de cuando l trabajaba en Clichy y no era escritor.
Me atrev a preguntarle:
Querr que hagamos el amor t y yo? -mientras deca esta frase tuve la sensacin de que no era yo quien hablaba, yo estaba en otro sitio y, a la vez, le haca a Pauline esa
pregunta descarada. No se extra, pero en lugar de contestar, me dijo:
A ti te importara?
Me da vergenza. Apenas te conozco. No lo he hecho nunca con una mujer. Me pondr nerviosa.
No te preocupes, yo te ayudar. A l le gusta mirar.
Volvi y tomamos el t con pan tostado en aceite. No haba mantequilla. Notaba tensin entre Louis y yo, pero Pauline estaba tan tranquila. l no paraba de bromear. Me dio la
sensacin de que estaba conmigo como el gato con el ratn. Quiz no fuera as, porque con el pretexto de ensearme una cosa, me llev aparte para decirme:
Si te atreves, hacemos lo que te dije. Me gusta. Vers cmo es agradable. Pauline es una buena amiga, tierna y cariosa.
Lo intentar -dije en un susurro. Las piernas me temblaban un poco.
La habitacin tambin era saln y estaba amueblada de un modo raro: una cmoda de madera antigua y un gran silln de cuero. La mesa del comedor era amplia y de patas
robustas. No haba estanteras y los libros se amontonaban por el suelo en todas las habitaciones de la casa. Una gran ventana daba a Pars. El sol se pona y todos los edificios que
se vean por la ventana eran de color lila. Nadie encendi la luz y la claridad que entraba daba un tono fantasmal a la escena. Me sent en el silln de cuero y, al momento, Pauline vino
a m. Comenz a acariciarme Yo me dejaba, y Louis miraba desde la sombra. Al rato, ella tir de m hacia la habitacin grande, donde haba una cama cuadrada, de un tamao que
yo no estaba acostumbrada a ver. Me desnud y luego se quit ella la ropa. Not que Louis se sentaba en una silla al lado. Ni una palabra, simplemente miraba. A Pauline no le daba
vergenza y haca como quien juega a un juego muy bien sabido. Continu acaricindome por todo el cuerpo. Cuando baj su boca a mi sexo, sent un escalofro y hubiera deseado
dejarlo, pero enseguida me domin y en unos minutos alcanc un orgasmo muy largo. Deb dejar escapar ms de un grito y ella insisti hasta agotarme. Acarici su cabeza cuando se
apart. En todo el rato no dijo ni una palabra.
Salimos a dar una vuelta y despus de la cena nos fuimos a la cama. Louis y yo hicimos el amor, mientras Pauline nos acariciaba. Luego nos dormimos los tres, y durante la
noche me despert abrazada a Pauline.
Por la maana Louis me llev a Bzons en su motocicleta. Pauline tom el autobs y, al despedirse, me envi una sonrisa. No volv a verla, pero me qued un buen recuerdo de
ella.
Hasta entonces, el sexo haba sido para m una cosa refrescante y alegre. A veces explosivo, otras ms tranquilo. No es que aquella experiencia me resultara penosa, pero me
dej cierta tristeza. Creo que Louis haba estado ms alegre en otras ocasiones. Quiz era la guerra, pero probablemente l tena dentro una pena contagiosa.
La ltima vez que estuve en casa de Louis fue poco antes de que Lili y l salieran hacia el norte. El quiso que la conociera. Los nazis perdan la guerra y por ms que el doctor
Vanin lo animaba, Louis slo pensaba en el desastre que, segn l, se avecinaba.
Un da me asegur que se marchara a Dinamarca.
Tengo all un dinero y no creo que me persigan hasta tan lejos -me dijo.
Qudate, no te pasar nada -le asegur.
Se me echarn encima como buitres. T eres buena persona, pero la gente es mala y vengativa.
Yo no quera que se fuera. Pensaba que no tena nada que temer. Louis haba ayudado a la Resistencia Se lo dije cien veces y otras tantas le insisti el doctor Vanin. Todo fue
intil. El da que estuve en su casa con Lili, me dijo:
He recibido tres atades en miniatura, diez cartas amenazndome de muerte, doce cuchillos, una granada y cincuenta gramos de cianuro Piensan mandarme a las tinieblas.
Cada da que pasa me habla de la muerte. No hay nada bueno para m detrs de mi ventana. El enorme valle de Pars slo alberga millones y millones de venganzas los tejados
hacia el infinito, puntiagudos, cortantes, atroces Casas llenas de gente que me odia. El mundo entero no respira, no vive sino para mi muerte. Millones de personas que esperan su
alegra el da prometido el de mi muerte.
Me invitaron a cenar. Haban recibido un envo de alimentos de Bretaa.
Lili era una mujer agradable, no muy habladora. En su forma de andar, de moverse, se notaba que era bailarina. Nos prepar una cena abundante, que me pareci un banquete
despus de tanto ayuno. Me qued a dormir y al acostarme en la cama del cuarto pequeo pens en la vez anterior con Pauline. Dese que Lili no se hubiera enterado.
Poco despus se marcharon a Alemania. Supe, ms tarde, que lograron pasar a Dinamarca. El doctor Vanin se lament siempre de esta decisin.
*
Mi nombre es Lucette Almanzor, siempre pens que mi apellido era de origen espaol, algunos dicen que es rabe-espaol. Todo el mundo me llama Lili. Soy la segunda mujer
de Louis Destouches, nos casamos el 23 de febrero de 1943. Bien sabe Dios que yo no quera casarme. Llevaba viviendo con l s aos y nunca necesit regularizar la situacin en
Alcalda. Fue l quien se empe. Hasta mi madre se haba acostumbrado y haca tiempo que no insista en que nos casramos, pero a Louis le entr una especie de mala
conciencia. Crea que le iba a pasar algo. Fue a partir de la derrota de los alemanes en Stalingrado Un buen da se present en casa con el pintor Gen Paul y, con los papeles en
regla, fuimos a la Alcalda y nos casamos Tuvimos que buscar all mismo un segundo testigo. l tena cuarenta y nueve aos, yo veintisis.
S, todo el mundo dice que soy una mujer paciente. La verdad es que lo soy. Para aguantar a Louis se necesita mucha paciencia Y mucha ceguera. Dicen que el amor es ciego,
pues eso debe de ser. No son horas de arrepentimientos, pero la verdad cuando se pona inaguantable lo consegua de veras. Sus manas con el dinero eran insoportables.
Se crea perseguido por la gente, aunque a veces era verdad. Luego esas ideas sobre los judos sobre los bolcheviques y, al final, despus de todos los calvarios, aqu, en
Meudon, le dio por los chinos. Los chinos nos iban a invadir los chinos llegaban por el Sena.
Sus cambios de humor sobrevenan sin motivo aparente, igual que cambia el tiempo: la lluvia y el sol. Quiz a otras, antes de conocerlo yo, les toc el Louis simptico -cuando
quera serlo lo era, y mucho-, el Louis brillante conversador, el Louis lleno de vida, curioso y culto. Yo tambin conoc esas facetas, pero me toc, sobre todo, el otro Louis, el
melanclico, el triste, el descuidado consigo y con su entorno. Sus dolores de cabeza que le hacan perderse durante horas, como si hubiera entrado en coma. Sus luchas sin cuartel
para escribir: me haca sentarme das enteros para escuchar su lectura la msica de sus palabras en el papel, deca.
Fue al inicio de la guerra cuando comenz a vestirse como un vagabundo. Se pona pantalones que le venan cada vez ms holgados, no s si porque se daban de s o porque l
adelgazaba. El hecho es que los pantalones le quedaban grandes. No contento con eso, se los ataba a la cintura con una cuerda. Consegua tener un aspecto andrajoso. Se pona las
camisas arrugadas (no las llevaba nunca a planchar ni le gustaba que yo lo hiciera). Encima de ellas, a partir del otoo y durante todo el invierno, un jersey marinero de lana gruesa.
Aunque era muy pulcro con su cuerpo, su pelo lacio muchas veces daba la sensacin de desaseo.
Se dira que la guerra le haba imbuido la idea de provisionalidad. En casa, los libros andaban amontonados por el suelo. Me acostumbr a esa dejadez y, aunque siempre cuid
mi forma de vestir, mi peinado, mis pocas pinturas en la cara acab por aceptar un entorno siempre provisional y degradado.
S que tuvo bastantes amantes. Conoc a muchas, pero, que yo sepa, no ejerci de donjun viviendo yo con l. Las mujeres estn ah para hacerme perder la savia, deca.
Buscaba en ellas la excitacin que le produca la perfeccin pero la perfeccin es rara. Era tan crtico que difcilmente encontraba el objeto de sus deseos. Eso s, pona notas a las
mujeres que pasaban por la calle. Era un juego. Segn l la nota ms alta la obtenan las bailarinas, que no tocan apenas el suelo.
Encuentro en las bailarinas esa lnea corporal que no se da en las dems mujeres. Esa lnea inmvil que dibujan sus manos, sus brazos, su tronco, sus piernas. A una buena
bailarina lo nico que le sobra es el tutu, ese invento ridculo y vaticanista.
Le gustaba mirar me consta. Le gustaba mirar a dos mujeres acariciarse, hacer el amor, pero nunca me pidi claramente que entrara en tales juegos. Nuestro sexo en comn
fue ms bien pausado, con grandes temporadas de ausencia. El amor tomaba la forma de un cario, tierno, s, pero exento de pasin sexual.
Desde que estall la guerra, todo fue sufrimiento, un glgota continuo, un autntico camino hacia el desastre. Se dira que l buscaba un castigo. No quiso marcharse a Inglaterra
cuando llegamos a La Rochelle en aquella huida sin destino de 1940; luego, al final de la Ocupacin, tampoco quiso bajar a Espaa como le indic Antonio Zuloaga, un amigo
agregado de prensa en la embajada espaola, y emprendimos una huida enloquecida, sin sentido, que acab en la prisin de Dinamarca.
Slo el amor y el miedo al vaco pueden explicar la vida que he llevado. El amor, cuando se es joven y el hombre tiene una fuerte personalidad, es, en la mujer, la destruccin.
Qu queda de nosotras cuando l se va o desaparece? Y no es que me considerara ama de casa, todo lo contrario, siempre ejerc, de una u otra manera, mi vieja y querida
profesin y, en verdad, slo en la danza encontr sentido. Pero en una pareja desigual -y cul no lo es?-, suele ser la mujer quien se destruye, quemndose la vida.
No quisiera parecer resentida con un pasado que ya no puede corregirse. He bailado todos los das de mi vida, y an lo hago. Poda haberle abandonado, pero no lo hice. No
slo porque le quera, tambin porque hubiera sido una miserable cobarda.
Digo que bailo todos los das, aun en las peores circunstancias, porque la danza es para m como la droga para el adicto. No s vivir sin ella. Me ayuda, me abstrae de los
problemas, me hace olvidar las miserias de la existencia. Por eso, en el fondo, nunca me sent dominada, aunque lo pareciera, aunque desde fuera se crea que lo fui.
Recuerdo que Lifar, en cuya compaa de baile trabajaba, sola decrmelo:
Eres una buena bailarina, con clase, pero acabars mal con ese loco que tienes por marido.
Yo no contestaba, pero nunca pens en dejar a Louis. Adems, los riesgos, las dificultades, slo se ven cuando estn encima. Nunca piensas que lo vas a pasar tan mal; luego,
cuando pasa el trago, te das cuentas de lo perra que es la vida.
Es verdad que Louis escribi dos libros contra los judos antes de la guerra. Para l no eran gente de carne y hueso, sino una abstraccin; todos a los que odiaba eran judos. El
Judo, en singular y con maysculas, vena a ser la representacin del mal, el egosmo, el poder opresor, el mal gusto, la insolidaridad, el materialismo y la miseria moral. Pero no es
cierto, como se ha dicho, que fuera un colaboracionista. Odiaba a los nazis, los despreciaba tanto como a los bolcheviques. Nunca acept ningn cargo durante la Ocupacin y s que
se los ofrecieron. Contar dos ancdotas de aquellos tristes aos. Juro que son verdad; yo fui testigo de ellas.
El embajador alemn, Otto Abetz, que se las Jaba de intelectual, invit una noche a cenar a Louis.
Quiso, cosa extraa, que yo le acompaara. Acabbamos de casarnos. All estaban Drieu La Rochelle -que se suicid al terminar la guerra-, Benoist-Mchin y otros. Gen Paul
tambin fue con nosotros a la Ru de Lille donde Abetz tena su casa. Se coment lo de Stalingrado y Louis les dijo:
Estn ustedes perdidos, amigo Abetz, nadie les salvar. Los bolcheviques poseen algo de lo que ustedes carecen: moral de victoria. Tienen detrs a un pueblo que cree haber
hecho la Revolucin y no est dispuesto a que cuatro seoritos rubios se la arrebaten. Lo de Stalingrado slo es el principio; a partir de ahora, todo sern derrotas. Hasta De Gaulle
se les mear encima. No pasar mucho tiempo para que los veamos salir corriendo con el rabo entre las piernas.
Se hizo un tenso silencio. Drieu sonrea con embarazo.
Tiene usted, querido Destouches, un raro sentido del humor -dijo al rato el embajador, quitndole importancia.
Louis insisti:
Cree que bromeo? Nunca he hablado tan en serio. Piensan que Hitler les salvar con alguna genialidad. Se equivocan. Hace mucho tiempo que Hitler ha sido sustituido por
un judo que se le parece, es casi igual, pero este sosia trabaja para el enemigo.
De pronto, Louis se levant y dando grandes pasos por el comedor se puso a imitar a Hitler, hablando en un alemn de comedia. Me asust. Los camareros miraban
espantados. Louis no se detena. Abetz estaba petrificado en su silla. Poco despus se levant:
Este hombre delira. Son sus heridas de la guerra -dijo justificndose ante sus empleados.
Nos hicieron salir por la puerta de servicio y, como si Louis estuviera enfermo, nos acompaaron en un coche a casa.
Tem, durante das, que viniera la Gestapo a buscarnos. Louis no hizo ningn comentario, pero, a veces, recordaba el incidente con Gen Paul y ambos rean de muy buena gana.
Le gustaba provocar y nunca midi las consecuencias de sus actos. Tena un sentido de la realidad distorsionante y peligroso.
La segunda ancdota tiene caracteres siniestros.
En la primavera de 1943, tras el desastre alemn en Stalingrado, empez a notarse la Resistencia en Pars. En el barrio, ms o menos todos sabamos quines simpatizaban
con ella. En nuestra casa la portera no se recataba en mostrar su actividad de resistente, que consista en transmitir mensajes. Debajo de nuestro piso, en la Ru Girar-don, vivan
Robert Champfleury y su mujer Simone. Trabajaban para la Resistencia y nunca dejaron de ser amigos nuestros. La verdad es que ponan tan alto el volumen de la radio para
escuchar la BBC que a travs del suelo de nuestra vivienda solamos enterarnos de las noticias y comentarios radiados desde Londres por los gaullistas. Louis comentaba con
Champfleury la marcha de la guerra con total naturalidad.
Pasamos el verano del 43 en St. Malo, para lo cual conseguimos un permiso especial, pues, por ser zona costera, no se dejaba habitar all sino a los residentes y nosotros no lo
ramos. A la vuelta del verano recibimos el primer atad. Lleg por correo una maana. El paquete me lo entreg el cartero y cre que se trataba de unas muestras de medicamentos.
Cuando Louis lo abri me llev un susto de muerte: era un atad en miniatura, perfectamente acabado, pintado de negro, con una nota en su interior que deca: Muerte a los
traidores. Hubo dos envos ms de la misma naturaleza.
Vendr pronto el da de la venganza y me matarn -dijo Louis-. La venganza no necesita un motivo, basta con una apariencia. Los millones de vengadores que habitan la
ciudad saldrn a la calle a vengarse de nada. De su mala existencia de pobres y miserables almas incapaces de un pensamiento propio. Vendrn a vengarse de su impotencia
ante la vida que llevan, triste, arruinada y merecida. Se vengarn de toda la mierda que les cubre hasta las orejas. Se levantarn los miles y miles de asesinos, de canbales, de
almas muertas. Entrarn por esa puerta y nos aplastarn.
Una noche llamaron a la puerta. Era Robert Champfleury, nuestro vecino, acompaado de un muchacho con la cara amoratada, llena de cardenales. Traa, adems, la mano
derecha destrozada. Louis le hizo la primera cura y, al da siguiente, se lo llev a Bzons, donde le escayolaron los dedos rotos. Champfleury nos lo aclar: haba sido torturado por la
Gestapo y consigui escapar durante un traslado. Louis no quiso hablar con nuestros vecinos de los atades recibidos, pero yo, sin l saberlo, se lo dije a Simone.
Al da siguiente los Champfleury subieron a vernos y nos ofrecieron ponernos al cuidado de la
Resistencia en Bretaa, donde tenan contactos. Louis le quit importancia al asunto y se neg a aceptar el favor. Cuando se fueron, me rega por haberles contado lo del envo
de los atades.
El 6 de junio de 1944 comenz la operacin Overlord, el desembarco en las playas de Norman-da, por St. Vaast. El Ejrcito aliado pona los pies en Francia. Los resistentes de
la FFI multiplicaron sus acciones de sabotaje. El 10 de junio nos enteramos de que, como represalia, las SS haban masacrado a nios y mujeres dentro de la iglesia de Ora-dour-Sur-
Glane, donde se haban encerrado.
La derrota de los alemanes se palpaba en las calles. Las voces de Vichy, tan altisonantes durante la Ocupacin, desaparecieron. Louis mostraba una tranquilidad inexplicable. El
13 de junio me sent frente a l y le dije:
Qu vamos a hacer? Quieres quedarte? No tienes miedo a esos vengadores?
Se me qued mirando, con una sonrisa rara.
Bien -dijo-, iremos al norte, a Dinamarca All tengo dinero.
Cre que deliraba, pero luego result ser verdad. Sac unos papeles del bolsillo. Eran unos salvoconductos a nombre de Louis-Francpis Deletang, nacido en Montreal, de
profesin representante, y Lucille Aleante, nacida en Pondichry, profesora de gimnasia. Los documentos tenan fecha del 8 de febrero de 1944. Eran nuestras identidades falsas.
Nuestro gato, Bbert, tambin tena su pasaporte. Louis se haba ocupado de todo, pero no pareca resuelto a usar las falsificaciones. Dos das despus decidi que
partiramos.
Iremos tres meses al norte -me dijo.
En un plazo de horas malvendi lo que tenamos y sac de la caja fuerte de un banco, cuya existencia yo ignoraba, una cantidad bastante grande de dinero, el cual, piezas de oro
incluidas, lo cosimos a la ropa. Sus ahorros de avaro no serviran de mucho en aquella huida hacia el desastre alemn. El 17 de junio salimos de la estacin del Este. Ese mismo da
llegamos a Baden-Baden.
Por qu marchar?, me pregunto ahora, por miedo a las amenazas recibidas? O quiz por no tomar partido al lado de los prximos vencedores, como hicieron tantos? Para
Louis, en sus desvarios, pesaba ms lo segundo que lo primero. l imaginaba a los que nada hicieron por impedir la derrota, a quienes recibieron con un silencio cmplice o
complaciente a los alemanes y a Ptain, convertidos, por mano ajena, en salvadores de la patria. El espectculo poda ser repugnante, pero, con todo, pienso que a Louis, incapaz de
cambiar de chaqueta, le hubieran fusilado.
Se haba convertido en una pieza de caza mayor. Un escritor siempre lo es y, como dijo Sartre al final de la guerra a propsito del fusilamiento de Brassillach: Las palabras
matan. Claro que siempre se piensa que matan las palabras del que est enfrente, no las propias.
En el hotel Brenner, el ms elegante de Baden-Baden, que el Ministerio de Asuntos Exteriores alemn requis para los refugiados franceses, pasamos ms de dos meses.
Mantequilla, caviar, mermelada, salmn, bebidas Mientras aquel mundo se hunda, la gente bien segua con su vida habitual como si nada ocurriera. Recuerdo que paseaban por la
calle y frecuentaban el hotel oficiales alemanes convalecientes o de permiso. Con ellos siempre estaba Corinne Luvhaire, una maravillosa criatura. Su padre, Jean Luchaire, fue
presidente de la Asociacin de la Prensa en Pars durante la Ocupacin y lleg con su familia a primeros de agosto. Corinne, entonces de veintitrs aos, era una actriz conocida.
Tena una cara bellsima de nia-mayor, de nia-impdica. En aquel mundo delirante haba decidido ser la Madelon de la todava elegante tropa alemana. Para ella era una fiesta, la
ltima fiesta.
Volvimos a verla en Sigmaringen. Desde all, los Luchaire huyeron a Italia y cayeron prisioneros. Jean Luchaire, su padre, fue fusilado, creo que en Niza. Ella muri en 1950; tena
treinta aos. Quiz presenta un futuro an peor.
La vida no es muy larga -deca-, los primeros dieciocho o veinte aos te los pasas del colegio a casa y de la represin a la represin. Nos han tocado malos tiempos y hay que
aprovecharse. He trabajado en ocho pelculas. No est mal. La primera vez que me acost con un muchacho tena diecinueve aos; no hace, pues, mucho tiempo, y sin embargo, me
parece que ha pasado un siglo. Llevo un cuaderno donde apunto todos y todas -dijo riendo-, con quienes he estado en la cama Bueno, no slo en; la cama, porque ltimamente
he descubierto que los tiempos exigen una actividad ms apremiante y las alfombras de un saln o el prado bajo la luna resultan sitios ms apropiados. Has probado el sexo en
grupo? -me pregunt de repente, pero no contest y sigui con su historia-. Estos muchachos alemanes, rubios, hermosos, grandes, son como nios a los que hay que ensear
pero aprenden rpido. Disfrutan del sexo con la avidez de los recin llegados. Mira la muerte, como quien dice, est a la vuelta de la esquina y esa proximidad, fsica, palpable y gris
de la muerte exige la medicina de la vida. El sexo es la vida en estado puro. Cuando muera, en el ltimo minuto, quiero recordar todos los falos, los dedos, las lenguas, las posturas,
los gritos y las risas que se han metido entre mis piernas. Tienes unas piernas bonitas -me dijo-. Te gustan las mas? -y alz hasta la cintura su falda roja plisada. Llevaba una braga
diminuta y ancha, de seda tambin roja. Sus piernas eran, en verdad, magnficas.
La ltima vez que habl con ella en Baden-Baden, poco antes de que nos marchramos a Berln, vino a verme compungida.
Todo iba bien -me dijo- hasta que apareci esa Fischer, la secretaria de Schleman, el oficial de las SS, no s quin la invit a la fiesta. Haba cuatro conmigo en la suite
nupcial del balneario, cuando apareci ella dicindome que los legionarios franceses la haban azotado en Marruecos. Se desnud y, con un cinturn de cuero que llevaba, comenz a
sacudirme como si fuese una estera. Te gusta, verdad?, deca. Me negu. Entonces me amenaz con la deportacin. Esta gente se cree que estamos en el 39. Idiotas. Menos
mal que los chicos la calmaron, pero tuve que dejarme manosear por esa rubia odiosa. Por primera vez tuve la sensacin de suciedad en el sexo.
No todo son rosas, pens. Luego la consol. En aquellas circunstancias poda entender la actitud de Corinne, pero me era imposible imaginar siquiera que yo hiciese algo
parecido. Para m el sexo necesita plena atencin y reposo. No lo puedo entender entre la preocupacin, la muerte y las bombas.
El 16 de agosto, lleg en tren Le Vigan. Vino con lo puesto, chamuscado por las bombas, sin equipaje ni dinero. Estaba aterrado y slo a ratos era capaz de bromear. Se
encontraba en Niza rodando una pelcula con Marcel Carn (Les enfants du paradise era el ttulo) cuando desembarcaron los aliados en Normanda. Le entr el pnico -haba hecho
de locutor a favor de Vichy- y huy con una mano delante y otra detrs. Recorreramos juntos muchos kilmetros de locura compartida.
Louis consigui del doctor Hanboldt, a quien haba conocido en Berln antes de la guerra, un salvoconducto para salir de Baden-Baden. Lo nico que pretenda era llegar al norte,
a Dinamarca, su obsesin.
El 24 de agosto el general Leclerc entr en Pars. A primeros de septiembre salimos hacia Berln Louis, Le Vigan, el gato y yo.
Berln era una ciudad fantasma. Muchos edificios conservaban sus fachadas pero por detrs todo era ruina. Louis se empe en ir al mejor hotel de la ciudad. Su comportamiento
ahorrador, avaro en muchas ocasiones, dio paso a una especie de necesidad de gastar rpido lo que llevbamos encima. A la entrada del hotel un portero vestido con sus mejores
entorchados nos recibi como a prncipes. Le Vigan intentaba ocultar su traje bajo una canadiense que le regal Louis. ste llevaba un traje de cheviot de haca diez aos con ms
pliegues que un trapo y una cesta de mimbre al brazo donde iba Bbert. Recuerdo mis zapatos con vergenza: estaban destrozados. Un botones recogi las maletas del taxi que
milagrosamente encontramos en la estacin. Dos habitaciones, dijo Louis a un recepcionista uniformado. Estbamos anotando nuestros daros en los largos formularios cuando el
gato sac, silencioso, la cabeza del cesto.
Un gato! -casi grit el estirado recepcionista.
S, un gato un gato normal. No muerde.
No podemos recibir animales en este hotel.
Recogi nuestros papeles, indic al botones de las maletas la puerta y salimos como apestados. Louis se volvi y solt un exabrupto, pero nos fuimos a la calle. Menos mal que
encontramos un hotel que, aunque ms barato, era ms tolerante con los animales.
En aquellos das berlineses Louis busc trabajo en la costa para salir en barco a Dinamarca. Pareca Moiss buscando la tierra prometida. Consigui que le equipararan a un
mdico alemn e inmediatamente dejamos a Le Vigan al cuidado del gato y fuimos a Warnemnde. Era imposible embarcarse. Si queramos llegar a Dinamarca, tenamos que ir
nadando.
De vuelta en Berln, el doctor Hanboldt le consigui a Louis un trabajo en el campo cercano de Brandeburgo, en un lugar llamado Krnzlin.
All fuimos de la mano de Hanboldt, que para la ocasin se haba puesto el uniforme de Waf-fen SS.
El latifundio al que estbamos destinados era propiedad de los Scherz, una vieja y poderosa familia que viva en una enorme casa de campo del siglo XIX. En los bajos de la
casa, con las ventanas a ras de tierra y el suelo de las habitaciones hundido en el terreno, pasamos algn tiempo sin agua caliente y con alimentos miserables. Los alrededores
estaban llenos de barracones donde habitaban los prisioneros, encargados de trabajar en aquel enorme fundo.
Rusos, lituanos, polacos, griegos, franceses, gitanos la torre de Babel. Louis ejerca de mdico, pero apenas dispona de instrumental y, menos an, de medicinas. El dueo,
Erich Scherz, que tena ms de ochenta aos, era un antiguo capitn de caballera y segua ejerciendo de tal voceando de la maana a la noche. Su hijo, del mismo nombre, estaba
paraltico y viva en el pabelln de los jardineros con su esposa Asta. Haba cumplido los cuarenta y para trasladarse de un lugar a otro dispona de un ruso sobre quien se suba a
horcajadas. No slo eso, el joven Scherz llevaba una fusta que no dudaba en utilizar, bien para indicar el camino al silencioso ruso, bien para animarle, golpendole los flancos si
quera ir ms deprisa. Frente a la casa pasaba una carretera que pareca ir, a la vez, lejos y a ninguna parte.
He aprendido a no pensar-le dijo a Louis un mdico griego all deportado que le serva de asistente.
Difcil tarea -contest Louis, sonriendo. -Todo es ponerse. Llevo tres aos en campos de concentracin y s muy bien que ellos saben lo que ests pensando con slo mirarte.
Hace dos aos que, si quiero, consigo no pensar No se trata de imaginar memeces, de perderse en cosas lejanas, balades o intrascendentes Yo consigo no pensar, dejar mi
mente en blanco. Es muy til, as he sobrevivido. Le puedo ensear Le aseguro que se descansa mucho -concluy.
Un clan de gitanos tena un caballo guardado clandestinamente en una habitacin del piso bajo. Fue Le Vigan, obsesionado con la alimentacin, quien lo descubri una tarde.
Hay un caballo blanco en una habitacin -nos dijo.
Puesto a delirar, podas haber imaginado un par de vacas; son mucho ms sabrosas y dan leche -le contest Louis.
Te juro que es un caballo, un caballo blanco.
Completamente blanco, verdad? Ni una mota negra. El caballo de Napolen.
Vamos a verlo.
No estoy de humor, Vigan; adems, ya hice la guerra en caballera y termin harto de los equinos.
Ven conmigo Lili -me dijo.
Haba angustia en su cara, quiz tema que Louis tuviera razn y l delirara. Pero no. Por la amplia cerradura se vea a la luz del atardecer un hermoso caballo blanco de pie -los
caballos no se tumban ms que para morir-, libre entre los muebles de una habitacin como las nuestras.
Al da siguiente montamos guardia escondidos en el pasillo y a cierta hora apareci una mujer gitana con una brazada de hierba atada con una cuerda. Abri la puerta con su
llave y luego sali con un caldero que al rato trajo lleno de agua. El caballo deba de estar sediento, pues an hizo otro viaje para buscar ms agua.
Louis, a quien las cosas delirantes le atraan, no par hasta conseguir una confidencia de los gitanos. Vivan en condiciones mucho peores que el caballo. Era su caballo, el
animal que algn da engancharan al carro familiar para recorrer, libres otra vez, el ancho mundo. Nunca supimos cmo lo haban metido all.
En octubre nos enteramos de que los refugiados franceses, con el gobierno de Vichy a la cabeza, estaban en Sigmaringen, en un castillo a orillas del Danubio. Le Vigan insista
en ir all. Al fin encontr el argumento:
Hay franceses que necesitarn tu ayuda como mdico. Es preferible curar a gente de tu misma lengua que andar entre desconocidos.
Fernand Brin estaba tambin en Sigmaringen, preparando el nuevo orden que habra de imponerse cuando los alemanes ganaran la guerra. Louis le escribi y, cosa rara, en
menos de una semana tuvimos asegurado el salvoconducto y nuestra estancia en Sigmaringen.
Decidimos partir y con este motivo el joven Erich Scherz y su esposa nos invitaron a comer a su pabelln.
All estaba, de plantn, el oso ruso sobre cuyas espaldas viajaba el paraltico. Dos prostitutas deportadas de Berln hacan las veces de camareras. Vestidas con cofia, uniforme
y con los pies descalzos. La cocinera era una madame de un burdel berlins, condenada tambin a trabajos forzados.
La comida fue un autntico banquete para unos hambrientos como nosotros. Estaban sirvindonos el segundo plato, una chuleta ahumada con patatas y chucrut que daba gloria
verla y, sobre todo, olera, cuando se oy un fortsimo silbido e inmediatamente una explosin ensordecedora. Un avin alemn se haba estrellado contra el suelo haciendo un crter
en la tierra.
Vimos disiparse el humo desde el ventanal. Scherz, sobre la espalda del ruso, al ver sacar los cadveres rotos de los dos pilotos, dijo, como si nada: Volvamos a la mesa: la
chuleta ahumada se va a enfriar. Nos sentamos en silencio y nadie coment el incidente.
Al da siguiente, el tren, por una vez sin bombardeos, nos llev lentamente a Sigmaringen. Empezaba nuestra ltima etapa en una Alemania que se acababa. Era ya noviembre y
haca fro un fro que todava me dura.
Comenzado noviembre, corri el rumor en Sigmaringen: Celine est aqu. Fue una memorable entrada en escena. Llevaba una gorra de tela azul marino como las de los
maquinistas de principios de siglo. Dos zamarras superpuestas le aliviaban del fro. Un par de botas atadas por sus propios cordones le colgaban del cuello. En su antebrazo derecho
sostena una cesta de mimbre, como las que usaban antes las lavanderas, y dentro de la cesta haba un gato, el ms literario de Francia: un gato llamado Bbert, como el personaje
de la primera novela de Louis. Con l venan su mujer, Lili, y tambin Le Vigan. Al verlos tan tronados, no pude sino mirarme retratada en ellos, aunque conservara parte de mis
atuendos de antao.
Lucienne, Lucienne Desfbrgue! -grit Le Vigan-. Qu haces aqu?
Es una larga historia -contest. Los abrac con ganas y, por un momento, sent el calor protector de la vieja amistad, del cario pasado haca un siglo de 1935.
Hitler orden a finales de agosto la retirada del gobierno de Vichy en direccin al Rin. Supongo que no tanto para salvarles la vida como por mantener la ficcin de un gobierno
ttere en caso de una eventual cada de Francia. Hizo desalojar el castillo de Sigma-ringen, que perteneca a los Hohenzollern, parientes de la antigua familia imperial. Sigmaringen
est sobre el ro, en una curva que traza el Danubio a menos de cincuenta kilmetros del lago Constanza. En tiempos normales es un sitio maravilloso. En aquellas circunstancias era
un manicomio y no creo que nadie se entretuviera en admirar el abigarramiento de estilos que los siglos dejaron en la ciudad.
Llegu con mi amante a Sigmaringen a primeros de septiembre. He dicho con mi amante, y es falso. Llegu dos das despus. l viaj con su familia legtima, concretamente
con su esposa y su madre. Yo le segu con la idiotez transitoria de quien se aferra a un amor desigual y, visto a travs del tiempo, humillante.
No dir su nombre. Casi veinte aos despus eso apenas importa, pero, aunque el pasado no pueda rehacerse sino como mucho aderezarse y aunque sea dudoso que tenga el
mnimo inters, ese pasado es mi vida y he de convivir con l. Me enamor de un hombre que tena la virtud de ilusionar. Es difcil entender hoy el comportamiento de una persona
como yo: relativamente cnica, nada politizada, apenas enraizada en la clase llamada burguesa, que, empero, junt insensatamente su destino al de un hombre metido de hoz y coz en
un mundo tan mezquino como todos los mundos, pero que para l contena la explicacin de los dems mundos y el instrumento para su dominio. A esto se aade, sobre todo, la
confusin del momento. Me explico: pensaba entonces que cada instante, que cada decisin, es reversible, como en un juego en el que se apuesta pensando en desdecirse.
Este amante que me torci la vida era un fascista alegre, revolucionario, lleno de ideas, que llegado el momento ni siquiera tuvo el coraje de dejar a su esposa en Pars y la llev
consigo a aquel absurdo exilio.
Y me fui detrs como una necia. Qu me hizo decidirme? No fue la oferta de un mundo sin sobresaltos. No era imbcil. Saba bien que lo ms probable era la derrota de aquel
pequeo mundo de ilusos y miserables que de todo haba. Fui, seguramente, para ver el final de una aventura en la que particip apenas como espectadora de una decadente
peripecia.
La llegada de Louis y de su gente, me llev, en cierta forma, a la realidad de antao. A partir de su llegada y hasta su marcha a Copenhague me dediqu a ensayar al piano, a
tocar mis conciertos libre y sin trabas y, sobre todo, a aprender a bailar. No conoca a Lili, aunque saba de su existencia, pero me hice inmediatamente amiga suya. Era fcil
conseguirlo. Le ped que me enseara el arte de la danza. Por las maanas, muy temprano, bamos al
astillo, residencia de Ptain y de su gobierno, donde la mujer de Louis haba conseguido para su trabajo una gran sala, helada, con el suelo de mrmol. Ella bailaba all. Todos
los das, durante una hora o dos, me enseaba los primeros pasos. Esta sala de mrmol estaba cerca del saln de msica donde yo ensayaba por la tarde. Lili, en silencio, me
acompaaba durante mis ensayos. Apenas hablaba, pero yo la trataba como lo que acab siendo, mi amiga y confidente. No s, ni entonces me importaba, si estaba enterada de mi
antigua relacin con Louis y, aunque probablemente lo saba, jams hablamos de ello.
Yo preparaba mis conciertos, que daba rigurosamente todas las semanas con entrada libre para la colonia francesa. Debussy y Ravel, con entremeses de Mozart. Mucho
Debussy, mucho Ravel, para aquellos reaccionarios y sus imbciles esposas, con Bach y Frescobaldi como postre.
Louis y Lili vivan en el Lowen, en la habitacin 11, yo estaba en el Bren y en un cuarto cercano instalaron a Le Vigan. En el castillo donde Lili y yo ensaybamos viva la crema de
Vichy, ya lo he dicho. En el ltimo piso instalaron a Ptain, que era un viejo de mierda, con su camarilla. Ms abajo a Laval, un tipo amargo, que arrastraba las palabras con su acento
de la Auvernia. Los ministros se dividan en dos categoras: los pasivos y los activos. Eran pasivos los que, conscientes de la fbula de la victoria final, llevaban a cabo la
comedia con cierta dignidad decadente. Dignidad que algunos perdieron cuando, ms tarde, hubieron de enfrentarse al pelotn de ejecucin. Los activos eran insufribles con su
aire de: Esto pasar y volveremos a mandar. Entre stos, el que ms se mova era Fernand Brin, y su secretaria para todo, Simone Mitre.
Al lado de Brin sola verse al ministro del Interior, un tal Darnand, que organizaba comits para todo. Lleg a organizar uno para animales, del cual encarg a Lili porque tena
un gato. Entre los ms activos se encontraba el general Bridoux, otro militar de secano, barrigudo y estpido. En fin, una fauna llena de achaques a la que Louis y su ayudante, el
doctor Jacquot, atendan. Louis, adems, ejerca su viejo oficio de samaritano con el resto de la colonia, es decir, los colaboracionistas de base: gripes, tisis, otitis y, sobre todo,
venreas de todas clases. Ya se sabe, la guerra y la miseria traen consigo las ms variadas enfermedades. Lo que no adjuntan miseria y guerra es medicamentos y Louis gastaba su
dinero en conseguirlos, comprando los pocos que haba en las dos farmacias del pueblo y los que milagrosamente llegaban de contrabando provenientes de Suiza. De vez en cuando
ejerca de mdico partero en un convento transformado en maternidad. Una no llega a explicarse cmo en aquellos tiempos haba gente dispuesta a traer nios al mundo pero s la
haba. La verdad es que Louis, sin poder escribir, aunque iba a la biblioteca del castillo a leer, dedicaba buena parte de su tiempo a curar. Ocupaba la clnica del dentista local, que
haba sido movilizado, y a deshoras reciba en su habitacin, donde Lili ejerca de enfermera ayudante. No s qu xito pudo tener en sus labores curativas, pero todo el mundo
hablaba bien de l. Esa especie de sacerdocio laico y paternal que los mdicos ejercen es bien recibido por la gente, especialmente, cuando a las dolencias fsicas se unen, como
era el caso, las del espritu.
El 22 de noviembre de 1944 Leclerc entr con sus tanques en Estrasburgo. La noticia se recibi como un mazazo Las caras eran largas y los ms adictos al mariscal Ptain ni
siquiera salan de sus habitaciones del castillo. Todo eran planes para pasar a Suiza y de all a Espaa o a Latinoamrica. Sin embargo, cuando a mediados de diciembre y con un
fro espantoso los alemanes iniciaron la ofensiva en Las Arderas, aquellos carcamales cambiaron otra vez de aspecto y de conversacin. El general Bridoux se puso sus mejores
entorchados y comenzaron a repartirse las pieles de todos los osos que ya no cazaran. El pesimismo desquiciado de Louis era de las pocas constantes razonables que all
quedaban. Su aspecto, buscadamente miserable, le haca acreedor de las miradas despectivas de todas las seoronas venidas a menos, aorantes del balneario de Vichy o del
Pars de la anteguerra, que pululaban sin que nadie les hiciera ver su decadencia fsica, mental y poltica. Una ruina pattica y definitiva. Una noche de fines de diciembre, a la salida
de mi particular concierto, le hall hablando con Abetz, antiguo embajador alemn en Pars. Me acerqu del brazo de Lili a la tertulia. Louis deca:
Querido embajador, una vez, no hace tanto tiempo, aunque parezca que ha pasado una eternidad, le dije que seran barridos de la historia. Dentro de algunos aos nadie se
acordar de Hitler. Ya ve, hasta le quieren dinamitar sus militares y es una pena que no hayan tenido xito porque, de haberlo conseguido, podran firmar un armisticio con los yanquis
y hasta sera posible salvar alguna cosa del naufragio. Pero los alemanes se empean en continuar es su delirio, quieren seguir, nunca se rinden a la evidencia. Han perdido la
guerra y continan soando con ganarla, pero, hombres de Dios!, por qu no descansan ya entre tanta tumba.
Admirado Destouches -contest Abetz-, acabamos de desencadenar un ataque definitivo en Las Ardenas y usted viene con sas. Dentro de pocos das estaremos otra vez en
Pars y usted dir otra cosa.
Ya dice Goebbels que el Ejrcito alemn no se retira, simplemente realiza avances elsticos hacia la retaguardia. Pero esto tambin tiene un lmite, porque ya les queda
poca retaguardia.
No sea derrotista -intent finalizar Abetz.
Derrotista? Qu ventaja tiene eso? Mire usted, cuando lleguen aqu los gaullistas, a los alemanes, sobre todo si van de uniforme -y en los ltimos aos todos los que he visto
lo llevan puesto o tienen uno en el armario-, los dejarn en paz. Es bien sabido que los militares no se muerden entre ellos: ni Wellington ajustici a Napolen ni Von Paulus ha sido
fusilado por los rusos, pero de los civiles que aqu estamos no van a quedar ni las raspas. tem ms, a tipos como yo, bocazas, escritores y sin padrinos, nos darn un ltimo paseo al
amanecer y ojal que no llueva. Porque, si llueve, nos ejecutarn empapados y de mala gana. Dgame Abetz, cuando a uno le fusilan debe tener aprendido un grito, qu s yo?, viva
Francia!, venceremos! o cualquier otra insensatez Pero qu voy a gritar yo? Lo nico que se me ocurrir en un momento tan heroico ser pedir un t con limn. Cosa que
resultar, estoy seguro, ridicula y pedestre.
Eso no llegar. Sern ellos quienes pedirn t -concluy Abetz.
Por si acaso, nos gustara marcharnos cuanto antes.
La obsesin de Louis por escapar a Dinamarca era conocida por toda la colonia. Nadie la tomaba en serio, slo l.
Lili, cuando nos vayamos, se vendr con nosotros la pequea Delforgue -deca.
Si ella quiere, estar encantada -contestaba Lili en mi presencia.
Cuando lleg el momento, prefer la inaccin a la huida.
Realmente la locura de Louis no era nada comparada con la locura universal que reinaba en Sigmaringen.
Una noche, al final de enero, nos invit a cenar Pierre Laval. All estaban todos los pasivos del Gobierno de Vichy. La cena se desarroll como si la guerra no existiera.
Aquellos insensatos hablaban de literatura, de msica, como si estuvieran en el Pars de 1927. Sin embargo, se les notaba un decaimiento que era ms visible en Laval, a quien su
acento overns, como ya he dicho, le haca arrastrar las palabras igual que los ancianos arrastran las zapatillas. De pronto, Louis decidi animar la reunin.
Seor presidente -dijo levantndose de su silla-, gracias por esta cena, mucho ms abundante que la ltima cena de Cristo. Pero no crea que sta tiene mejores presagios,
nos acabarn crucificando a todos, con el agravante de que no tendremos en el futuro un san Pablo que nos deje bien para la historia. Lo de Luis XVI en la Place de la Concorde
parecer una broma inocente -se hizo un silencio y continu enseguida-. Quisiera, presidente, que me nombrara gobernador. Gobernador de Saint-Pierre-et-Miquelon. Llegar a esas
islas y las liberar, me har coronar rey y, dada la confusin, nadie osar decir una palabra. Cuando pasen los aos les har un hueco en mi corte. Ser una corte nueva, donde el
primer ministro se elegir por sorteo. Imaginan ustedes? Nada de elecciones democrticas sino por sorteo. El Tribunal Supremo se elegir tambin mediante lotera entre los
nios de las escuelas. Nada de viejos carcamales. Jvenes infantes llenos de vida y de arbitrariedad. Como los jueces de verdad, pero con ms sentido del humor. Le insisto:
hgame ese favor y no se arrepentir.
Laval sonri sin ganas, como haca ya todo, y dijo:
Vaya, doctor, no saba de sus aficiones monrquicas y marineras. Maana mismo ordenar incluir su nombramiento en el Boletn de la Repblica, pero no s si queda papel.
Me re y tuve sobre m la mirada de mi rival, la mujer de mi amante, que con cara de desprecio haca comentarios en voz baja.
A los pocos das, Louis se empe en pronunciar una conferencia para levantar el nimo de los intelectuales, deca. Acab dndola en el Ayuntamiento de Sigmaringen.
Fuimos todos, cada uno esperando una cosa.
Louis no defraud. Estuvo delirante. Sus expresiones sobre la muerte que nos esperaba dejaron estupefactos a todos. Llevaba un cuarto de hora hablando cuando Corinne
Luchaire, que tena al lado a su amiguica ocasional Monique Joyce, comenz a abrazarla y besarla sin ningn recato. Yo estaba precisamente detrs de ellas. Louis se dio cuenta de
lo que pasaba, detuvo su discurso y comenz otro verdaderamente guarro.
Hemos llegado aqu -dijo-, y de aqu difcilmente vamos a salir, pero an nos queda vida. Vida, sobre todo, de la cintura para abajo. Tomemos el ejemplo de esas chicas -y
seal hacia donde estaban las dos jvenes-. Mrenlas bien, porque se han atrevido a deleitarnos a todos con algo que podran disfrutar a solas. Gracias! Tendremos que darles las
gracias, tanto por lo que nos ensean como por lo que agitan nuestra ya escasa imaginacin. Se imaginan ustedes, mis queridos amigos, mis amables amigas, lo que se esconde
debajo, apenas oculto por su ropa?: blancura y turgencia. Unos muslos fuertes, musculosos, llenos de calor, con ese centro oscuro, presagio de humedades. Ah, sus culos!,
maravillosos traseros que ahora mismo se aplastan en sus asientos, prisioneros de sus bragas de seda. Basta imaginarlos libres, sueltos, desnudos, para llegar al crculo que
atormentaba a Giordano Bruno y que lo llev a la hoguera. El centro del universo, el punto capital, deseando ser admirado, atropellado, penetrado Y cerca de l, esa maravillosa
maraa de terciopelo oscuro.
Las dos jvenes ni se inmutaron. Es ms, volvieron sus caras sonrientes hacia atrs y juntaron sus bocas que parecan verdaderamente hambrientas. Corinne desat la chaqueta
de su amiga y le oprimi un seno como quien aprieta una pelota de goma. Louis continu:
Si esto no les levanta la moral, amigos, es que estn mucho peor de lo que yo pensaba. Dos hermosas mujeres, juntas, abrazndose es el ms grande de los espectculos.
Quien no haya visto eso, nada sabe del mundo. Ningn placer se le iguala.
Lili estaba a mi lado, incmoda. La conferencia continu por derroteros menos graciosos, aunque igualmente perdidos.
Pocos das ms tarde apareci por Sigmaringen el nazi belga Lon Degrelle. Llevaba un bonito y planchado uniforme de las SS de la legin valona. Acababa de llegar del frente
del este. Por la noche, mientras estbamos reunidos, se levant y nos dijo:
Os habla un soldado. Pronto entraremos en nuestro pas, tomaremos Bruselas y Pars. Nosotros seremos los primeros en llegar a Bruselas, vosotros deberis ser los primeros
en entrar en Pars.
Se oy una voz de bajo:
Quin es este hijo de puta, con esa jeta de imbcil?
Era Louis, pero nadie, tampoco Degrelle, se dio por enterado.
El 6 de febrero de 1945 la radio gaullista anunci que Brasillach haba sido fusilado. Se entreg a las autoridades el 14 del anterior septiembre. Luego nos enteramos de que
intelectuales como Valery, Claudel, Cocteau, Colette, Aym, Claude Roy y Ca-mus firmaron una carta a su favor, a fin de que le conmutaran la pena de muerte. Fue en vano. La noticia
dej a todos en Sigmaringen sumidos en el miedo. Mi amante estuvo varios das encerrado en su cuarto, supongo que atendido por su esposa. Los intelectuales colaboracionistas
metidos en aquella jaula comprobaron, si no lo haban hecho antes, que, en verdad, como Sartre haba anunciado, las palabras mataban.
Le di la noticia a Louis. Me mir en silencio y dijo:
Todos llevamos el 75 impreso en el culo.
El artculo 75 del cdigo penal condenaba a muerte a los culpables de alta traicin. A Brasillach, uno de los intelectuales ms virulentos de la derecha, animador del peridico
fascista Je suis partout, le aplicaron precisamente ese artculo.
El 22 de febrero, en la carretera que lleva al lago Constanza, fue ametrallado y muerto Jacques Doriot. Me dijo Louis que tena en el cuerpo treinta y dos proyectiles. Nunca se
supo si le dispararon desde el aire o fueron los propios alemanes, con los cuales ltimamente no se llevaba muy bien, quienes lo eliminaron. Slo una semana antes nos haba llegado
la noticia de la destruccin de Dresde. El Ejrcito rojo progresaba por el este y los americanos avanzaban por el oeste. Nadie crea en un milagro del invencible Ejrcito alemn.
Louis me insista:
Intento conseguir un visado para Dinamarca. All tengo amigos y dinero. Por qu no te vienes con nosotros? Vas a seguir hasta la muerte a ese idiota que tienes como
amante y a su estirada esposa?
Cre que nunca conseguira el visado y aunque fuera capaz de conseguirlo tambin para m, qu hacer? Me dominaba una incapacidad para actuar que nunca haba sentido.
Tena la sensacin de que, aunque quisiera, no podra moverme. Estaba encerrada en una red imaginaria que me impeda salir. Deseaba que llegaran los americanos o Leclerc
qu ms daba! Y volver a casa aunque fuera para ir a prisin. A prisin nunca pens en esa posibilidad. Yo no haba hecho nada Simplemente seguir a un individuo al que no
me una polticamente cosa alguna. Cmo se puede estar tan loca? Era atractivo, buen conversador y buen amante por las tardes, porque de noche tena que pasar lista con
aquella insulsa criatura, hija de un juez del Tribunal Supremo. Claro, cmo iba a abandonar a la hija de tan ilustre personaje! Al final de la guerra juzgaron a mi amante y no lo
condenaron a muerte. Ya se sabe, los jueces se conocen entre ellos como los militares y, en efecto, no se muerden.
El 17 de marzo se supo del suicidio de Drieu La Rochelle en su casa. El gobierno provisional le ofreci pasar a Suiza, pero l no quiso. En la radio no ahorraron detalles. Drieu,
que ya haba intentado acabar con su vida dos veces, en esta ocasin tom cianuro, se abri las venas y dej el gas abierto: no quiso dejar nada al azar. Hace muy poco se ha
publicado la carta de despedida que envi a su hermano:
Me mato. No est prohibido por ninguna ley que me obligue, ms bien lo contrario. La muerte es un sacrificio que me evitar ciertas suciedades, algunas debilidades y, por
encima de ello, no me interesa lo suficiente la poltica como para llenar con la crcel mis ltimos das.
Al da siguiente, el 18 de marzo, les llegaron los visados a Lili y a Louis. Fue algo milagroso con lo que posiblemente l salv la vida. No saba entonces que dos semanas antes
su madre haba muerto en Pars.
El trenecillo-carreta, con su locomotora alimentada con madera, sali de Sigmaringen la tarde del 22 de marzo de 1945. Louis, vestido con todos sus abrigos, pareca ir al Polo;
el gato Bbert dentro de una cesta colgada del brazo; Lili, impecable, serena Llevaban un gran equipaje que, pens, no llegara a su destino. Nos quedamos tristes. Poco despus
empez la desbandada general. Unos intentaron pasar a Suiza, como la familia Luchaire, y fueron rechazados, luego pasaron a Italia Al padre de Corinne lo detuvieron all y lo
fusilaron.
Yo estuve algn tiempo en prisin, pero me pusieron en libertad sin cargos. Soport durante aos el desprecio que los bienpensantes dieron a los colaboracionistas. De poco
sirvieron mis protestas. Mi carrera de pianista tard en recuperarse y, cuando lo hizo, mi inters ya no era el de antes. Para tocar el piano es necesario aplicarse con pasin, pues el
arte es todo lo contrario de la rutina.
He arreglado mi vida. Eso se dice cuando el tran-tran diario ya no trae sorpresas un dolor de muelas una gripe un achaque y, a partir de cierta edad, el temor a la
enfermedad grave el cansancio. Poco a poco la vida escasea. Una se mira en el espejo y se ve como antes, el tiempo pasa imperceptible pero siniestro, implacable, derrotndote
cada maana. Ya no te pintas, te restauras. Pero es verdad que la ausencia de grandes penas se transform hace tiempo en pequeas alegras que se agradecen qu remedio!:
una agradable cena, un concierto un cuadro, quiz una pasin de un par de horas. se es el equilibrio que nos conduce a un final tranquilo. Un susurro educado al odo nos indicar
que lleg nuestra hora. Nos queda, eso s, mirar atrs sin nostalgia. Para qu la nostalgia? Con un cierto impudor se ven las locuras pasadas, desde la benevolencia para con
nuestra juventud.
Me cas hace aos Ya se ve, soy feliz. No me aburro y para ello me miro las manos y toco el piano, uno nuevo, bien afinado. Me gustara, es verdad, tocar para todos nosotros,
los que nos conocimos en aquellos aos: Louis, Cillie, Lili, Le Vigan tantos que se fueron de mi vida.
Ahora Montmartre tiene otra luz, una luz ms gris, ms apagada, o a m me lo parece. Quiz lo que le ocurre es bien simple: no est la misma gente. No deja de ser irrelevante
comprobar una obviedad: nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Hace un ao volv a Sigmaringen con mi marido. Un tipo alto haca de cicerone y con una cantinela mecnica nos explicaba la historia y el arte, los tapices del siglo xvii. Cuando le
pregunt por Ptain, por Laval, por Vichy, todo lo que supo decirme fue: Ah tiene usted la cama en la que dorma Laval. Este guapo y desinformado gua le hubiera gustado a Louis
Destouches, que en el libro que escribi sobre el norte profetiz que diez aos despus nadie sabra quin haba sido Ptain o lo confundira con el nombre de una sastrera.
Das antes de partir hacia Dinamarca la BBC calific a Destouches de enemigo de la humanidad. La verdad es bien distinta, y alguna vez se entender as. Destouches, como
hombre de letras, era una voz no corrompida, representaba el lirismo desprovisto de doblez.
En el castillo de Sigmaringen hay una iglesia y un museo. En uno de los tres episodios de la leyenda de santa rsula, pintados en el siglo xvi por el maestro de Thalheim, destaca
el terrible ojo de un arquero. Louis se reconoca en esa dolorosa mirada. Fue grande, anrquico y autoflagelante, y pag un alto precio por el desprecio del que se aliment. Mis
acusadores son todos funcionarios, yo no, eso dijo y era verdad.
CAPTULO V
El tren, por fin! Pareca no hacer otra cosa que coger trenes El caso es que lleg. Era el ltimo Un tren por llamarle de alguna forma, en realidad una locomotora
enganchada a unos quince vagones. Vagones? No, furgones desmantelados, sin tabiques ni puertas Los viajeros suban y se instalaban entre cachivaches. Ser el ltimo de esta
lnea, se deca. Hala, arriba! Ya est, nos cost, pero ya est. Lili, Bbert en su zurrn y yo.
Con o sin fe, el tren arranca chum! Los vagones de atrs patinan. Entramos en un revoltijo de traseros, tetas, brazos, pelos apretujados, imbricados. Hay mujeres que
hablan idiomas extranjeros Las oigo parlotear lenguas en las que no se entienden ni las palabras simples que les dicen a sus chicos. Bastara con que este viaje durase y las
aprendera Facilidad para las lenguas? No, talento de recepcionista de hotel. El idioma es como un alimento, te paseas por delante y zas! lo pescas, se te graba. El tren corre,
avanza. El tren anda, en fin, a su manera, casi se sale de los rales, se encarrila otra vez, se orienta, y sigue corriendo. Bueno, imaginemos por un momento la situacin, consideremos
los lugares donde entonces asomamos la cara pronto har treinta aos. Recordemos el rescoldo de las ciudades. Las pasamos por docenas, consumidas a medias, poco ms que
cenizas, restos de escombros. Recuerdos siempre con la sensacin de que mejor sera no haber existido.
Me divierte el tren este! Es cuestin de quedar comprimidos, prensados, despojados y estrujados, ya lo deca yo: no tardarn en sacar zumos de todos nuestros lquidos, orina,
sudor y sangre El vagn rebota, slo pretende volcar, dar una voltereta en cada curva Veo que desfilan, entre dos caderas y tres nucas, praderas, bosques y una granja ah! y
nios que juegan. Llevamos dos horas viendo pasar rboles Esos rboles del norte: verdes, oscuros, pelados o perennes. Me parece que la locomotora se ha puesto a soplar s!
holln espeso. Entre dos piernas, creo ver por la ventana el terrapln o sea que hay menos holln, pero los ojos me arden, s s rboles. No sera extrao que aparecisemos
momificados, ahumados al final de este apretado trayecto.
De pronto, el gran frenazo, chirridos, patinazos, contrachoques Suerte que estamos en un tnel. Se dedican a cegar el tnel: bombas y pasadas de los aviones quieren reventar
la montaa y la bveda.
Estamos como ratas, los vagones se menean, todo el convoy se tambalea, vaya gresca! Cadenas y trozos de vidrio y alaridos por encima de todo. Por qu gritarn tanto las
mujeres? Vemos abierta la bveda chispas, guirnaldas de chispas, el techo salta a cada bombazo. Varios vagones de cabeza deben estar hechos harina. Hay que bajarse y
meterse debajo del vagn esto no pasaba ni en el metro.
De la entrada a la otra punta, vientos huracanados, vuelan astillas, piedras. De pronto un chorro de llamas ya entiendo, fsforo, bombas de fsforo. Quedan cuerpos sobre las
piedras, tendidos o muy viejos o muy desvanecidos.
De pronto, un capitn con la guerrera desgarrada dice:
Doctor Destouches? Es usted, no? Su gato, su seora. Me presento: capitn Hoffman de ingenieros. Han visto al mariscal Von Lubb?
No, capitn.
Anda todo tan revuelto todo! Estaba encima del carbn hicimos un agujero, todos los oficiales y los maquinistas, pero ahora no aparece debajo del carbn y este tren
tiene que irse Volvern las escuadrillas de aviones, esta vez cargadas de minas. Inundarn el tnel. El tren tiene que irse!
Me enfoca su torch. Hago que miro mi reloj, pero no tiene ni cristal ni manecillas. Le pregunto la hora:
Las seis menos cinco -me dice. -De la tarde o de la maana? -De la tarde.
Empiezo a impacientarme y noto, yo que no bebo nada, la sensacin de estar ebrio Hoy an sigo con esa sensacin de embriaguez. Subimos a un vagn.
Ningn francs? Keine Franzosen? -pregunto.
Alguien contesta, es una mujer. No va nada andrajosa ms bien casi coqueta. Nosotros andamos ms pobres que ratas, pero de dnde sale esa seorita? Mejor ser que le
pregunte.
Tengo mucho gusto seorita! Le presento a mi mujer Lili y a mi gato, que se llama Bbert. Louis Destouches, doctor en medicina.
Qu contenta me pone doctor! Seora, un abrazo! si me lo permite.
El nombre de aquella seorita era Odile Pomar: blusa, gorrito de piel, pauelo de cuello, pero no tiene buena cara consuntiva me parece esa leve rubicundez de los
pmulos delgada y febril descarnada Tiene cara de estar enferma No hace falta que le pregunte, enseguida se pone a toser, para que yo me d cuenta, claro, quiere que
mire el salivazo en su pauelo
S s A menudo?
Desde hace un mes a menudo, pero ya en Francia
De dnde viene?
De Breslau.
Qu haca en Breslau esta seorita gargajosa? Lectora en la Universidad, agregada de alemn. Esa Odile ah delante, tal cual, sin arrugas, quiero decir, su vestido y su chal
malva, sin arrugas. Su familia est en Orange, ella estudi en Aix. Su tesis en Pars. Ser verdad? Una cosa s es cierta: esta Odile est muy enferma por muy flojas que se me
hayan quedado las ideas mdicas, Odile est tsica, tuberculosa.
Seorita, si me permite, voy a tomarle la temperatura.
Dnde doctor?
Bajo el brazo, seorita. Lili, el termmetro! Lili, muy maltratada por las bombas y el viaje, haba logrado salvar su cinturn Ah es nada mi
reserva suprema ampollas, cpsulas, jeringas, aceite alcanforado, morfina ms un frasquito de cianuro y el termmetro!
A ver! Treinta y ocho y medio.
Al menos una cifra. No se lo voy a decir. Ya veremos despus.
A la seorita Odile le dijeron que los rusos estaban en puertas, que agarrara a los cuarenta nios de su clase y se largara. Cuntos de esos cuarenta nios quedan? Diga?
Doce?
No la miro, no puedo escucharla A decir verdad me cabrea con sus historias de Breslau sus nenes cretinos. La seorita Odile explica tres veces cambiaron de tren. Le
dieron unas cajas de leche en polvo para que los alimentara. Los ha perdido por el camino, a los nios me refiero.
El vagn se mueve, el tren se mueve, muy lento, pero anda luego corre, o me parece que corre. Pasa el tiempo y la seorita Odile sigue ah pegando la hebra.
No tengo nada que darles, doctor! -A quines? -A los nios.
Coo, nosotros tampoco, hace das que no vemos un chusco tanto atropello, tanta bastez y encima escuchar estas memeces. Y esa machacona orden que me atormenta
desde nio: Adelante, muchacho! Sera en el 98 cuando o por primera ver el grito de adelante, muchacho!; era mi to, cruzbamos el Carrousel, iba a abrir su tienda en la Ru
Saints-Pres mi madre y yo nos dirigamos la Ru Drouot, su taller, Ru Provence, donde arreglaba encajes el mierda de mi to. Pensaba tal vez en la necesidad de
acostumbrarme a correr al trabajo en autobs se iba ms rpido, pero sala a veinticinco cntimos por barba. Qu costumbre ms exasperante tienen los viejos de darse pisto con
su juventud, sus mnimas insignificancias del pasado: el pip en la cama, la tosferina, la lengua sucia, el sarampin, la mili! Viejos maduros para viviseccin y tan felices con su
chochez. El narcisismo de los pre fiambres! Cada loco con su tema!
Volvamos a los hechos. Aparecieron los nios de la seorita Odile. Dbiles, abuolados No habra mataderos si los funcionarios encargados del sacrificio mirasen los ojos de
los animales no habra guerras si se miraran los ojos de los nios Las guerras se comprende que duren, nunca se acaban, vuelven a la carga los hijos de puta de siempre y por
ambos lados.
De repente se par el tren.
Qu estacin es, Lili?
No hay ningn cartel -me contesta.
Voy a buscar comida.
Salgo del tren, los crios me siguen. No hay viento, el humo es espeso y se eleva recto El mar est cerca es Hamburgo. Bueno, sus escombros.
Cuerpos mezclados con asfalto. No cuerpos enteros sino miembros sobre todo pies. Destruyeron Hamburgo con fsforo lquido Todo ardi, las casas, las calles, las aceras y
la gente hasta las gaviotas. Aqu una tienda, ms lejos, una sastrera todo hecho papilla.
Huele ah un cadver es un comerciante frente a su caja registradora sentado la cabeza, el busto, desplomados hacia adelante Un farmacutico?, un tendero?
La caja abierta y al lado una lata llena de cupones de racionamiento De qu ha muerto? De una explosin! Las tripas le salen por una herida que va de la cadera al ombligo los
intestinos sobre las rodillas.
Fue un torpedo arrojado por un avin, tir la puerta, entr y explot dentro dej intactos, eso s, los cupones de racionamiento. Heda.
Salgo los nios detrs Se arrastran por las calles algunas sombras con los abrigos puestos. Con los nios viene tosiendo la seorita Odile. Me da la impresin de que juega
con ellos, son seis o siete chavales bueno luego comprobar que no son tan pequeos.
Llegamos al puerto. Qu panorama! Humea acaban de bombardear. Ni un alma en los muelles, los barcos estn medio hundidos, apenas queda alguno sano. Veo a los nios
que saltan a una embarcacin de recreo de tres palos milagrosamente indemne, tiesa, balancendose con las velas plegadas, entre el gris del humo y el gris de la mar.
Tras ellos salta a la cubierta la seorita Odile, se pierden en la cmara; ya no les veo, slo oigo sus risas.
Cerca hay un mercante sueco, medio abrasado, escorado a babor sobre el muelle Su escora me permite escalar sin mayor dificultad entro busco la cocina todo est por
el suelo: platos, tazas, cubiertos y una alacena cerrada cuya puerta descorro. La gran sorpresa: comida.
Latas y ms latas: carne, judas, verduras y salmn, mucho salmn ahumado. Es el paraso. Busco un cuchillo, corto una porcin de salmn, me sabe raro Tanto tiempo sin
comer y uno pierde la costumbre. Me harto. Busco unos sacos los lleno Estoy cansado agotado Me tumbo y por la ventana entra el humo gris, veo las nubes que corren
tambin grises un silencio de mar en calma. El tiempo se detiene. Busco ayuda para arrastrar los sacos hasta el tren. Me acerco al yate Oigo risas. Subo a bordo y asomo la
cabeza por una escotilla. Vaya panorama!
A la seorita Odile Pomar no se le ve la cara, tiene sobre la cabeza su vestido malva, sin arrugas, sus braguitas blancas sujetas al pie izquierdo, tumbada en la litera enorme que
an conserva las mantas de cuadros rojos y verdes All, alrededor, los siete enanitos de Blancanieves ensean tambin sus vergenzas. El juego consiste en que la seorita Odile
adivine, a ciegas, quin es el que le hurga con la cosita entre sus piernas magnficas, quiz un poco delgadas. Ellos, silenciosamente, se sortean el turno Luego el afortunado se
sube encima y sin decir palabra hace los gestos. Desde mi atalaya no puedo ver si la cosa va en serio, pero la seorita Odile se mueve hacia arriba, hacia abajo extiende sus
brazos y aprieta contra las suyas las caderas del muchacho. Ya no tose la seorita Odile parece jadear risas en el auditorio. Se acaba el juego, el joven se vuelve con la cara roja.
La seorita Odile, dice un nombre y un apellido: esta vez ha rallado. Ms risas Contina el juego.
Hago ruido adrede y bajo a la cmara. Me miran como si fuera un extraterrestre. Les hablo de comida y me siguen al barco. La seorita Odile, muy seria y circunspecta, me
alcanza.
De verdad ha encontrado comida, doctor?
S, mientras usted jugaba al escondite.
No responde la seorita Odile, pero sonre cmplice y me agarra del brazo. La seorita Odile vuelve a toser. Entramos en el barco y, a duras penas, arrastramos los sacos. Nos
costar llegar al tren con ellos. Hay tiempo. Tenemos que buscar un carro, algo con ruedas. Ya estamos en el muelle, el olor de las recientes explosiones lo llena todo, por todas partes
se ven hierros retorcidos, metralla.
Por fin, en un almacn derruido, encontramos una bicicleta con remolque. Una pesada bicicleta a la que se ha unido un remolque de dos ruedas.
Empiezan a aparecer sombras para el pillaje del puerto marineros que vuelven hay que darse prisa. Cargamos nuestras mercancas. Me subo en el silln y pedaleo; ellos,
detrs, empujan como pueden avanzamos La seorita Odile, con los pmulos ardientes, tose otra vez. Atravesamos la ciudad y llegamos a la estacin, pero antes los muchachos
se han dado un atracn de ahumados. Todos olemos a salmn la seorita Odile menos, pero tambin.
El tren se ha despoblado, algunos quieren llegar a la frontera, pero se necesita el salvoconducto.
Qu salvoconducto? -dice la seorita Odile. Bbert come salmn con una gula peligrosa para sus pobres tripas.
Hace falta salvoconducto para pasar a Dinamarca -le dice Lili.
Nios, nos quedamos aqu! Esto es Hamburgo, una ciudad muy bonita.
Yo s en qu est pensando la seorita Odile. La seorita tuberculosa no piensa en los escombros, ni en las bombas. La muy pendn est pensando en el yate de tres palos y en
renacer como una Blan-canieves, tsica y rijosa. La seorita Odile espera que algn marinero sin barco se una a la fiesta y eche una mano a estos desvalidos muchachos. Adems
es posible ms adelante, algn barco llegar con el final de la guerra, o antes, y la llevar al sur. La seorita Odile suea con que el calor del sur le cure la tos.
Se llevan unos sacos con comida, vuelven por donde vinieron conmigo. Les vemos alejarse.
El tren arranca otra vez es la ltima etapa hasta Flensburgo avanza lentamente, abrindose paso por el bosque entre los rboles otra vez los rboles, que pasan sin
cesar.
Flensburgo est a un paso de Copenhague -digo a Lili. No contesta, est ah, medio dormida. Ha comido por primera vez en muchos das.
Quiero ensearle a Lili esos rboles que pasan. Los rboles mi obsesin por ellos viene de antiguo, de cuando durante la guerra pasaba las horas en las trincheras o andando,
siempre clasificndolos mentalmente Cuntos rboles distintos hay? La gente no sabe que los rboles tambin se mueven, los bosques avanzan y retroceden. Casi nadie sabe
tampoco distinguir un roble de un alerce. Y sin embargo, la palabra roble o la palabra alerce encierran muchos rboles distintos. En Botnica el nombre general se pone primero, para
indicar el grupo o gnero, seguido del nombre particular, que indica la especie del rbol dentro de su gnero. Todos los robles pertenecen al gnero Quercus y todos los alerces al
gnero Larix.
Pero lo que resulta ms difcil es distinguirlos con sus nombres vulgares. En cada sitio se llaman de forma diferente. Pasa como con los peces. Para complicarlo todava ms, hay
algunos rboles que son hbridos.
La gente no slo cree que los rboles son todos ms o menos iguales; piensa, adems, que en Europa hay los mismos rboles que en Amrica; eso slo ocurre con una
especie, el enebro comn; pero existen en Norteamrica pinos, pceas, alerces, abedules, robles y hayas que tambin se dan en Europa. Las robinas slo crecen en Norteamrica y
en cambio los cedros verdaderos slo se encuentran en el Mediterrneo y en la India.
Al contrario que en Amrica, donde las cordilleras corren de norte a sur, sabes Lili?, en Europa lo hacen de este a oeste, por lo que los rboles no han podido regresar
fcilmente al norte despus de las glaciaciones. Fue el hombre quien repobl las zonas altas que el fro haba arruinado. En Europa los rboles apenas se mueven por s mismos.
Lili, digo, pero Lili duerme y yo sigo hablando para ella: los rboles, como los hombres, crecen con la edad, pero la copa de un rbol alcanza una altura mxima, despus ya no
crece y a partir de cierta edad el rbol decrece, disminuye. Es la senectud, son como los hombres, a quienes a partir de la madurez slo les crece la cintura, menos a ti y a m, Lili. El
permetro de los rboles, la circunferencia de su tronco, no deja de aumentar y, adems, todos los de la misma especie crecen igual: dos centmetros y medio al ao en rboles de
crecimiento lento: pinos, tejos, castaos y tilos. Otros se desarrollan ms rpido: cinco y hasta siete centmetros por ao, como las secuoyas, los abetos de Low, los cedros del Lbano
y los cipreses de California. El sauce, con el que hacen los ingleses los palos de criquet, tambin crece mucho: hasta siete centmetros. Lo mismo ocurre con el roble rojo y los
eucaliptus.
Se aprende a distinguir rboles como se aprende a distinguir a las personas, por la experiencia. Al principio no se sabe diferenciar un ciprs de una tuya. Despus de un tiempo
estudiando rboles, algo indefinible, una inconsciente combinacin de rasgos permite una identificacin casi inefable -hasta desde un tren en marcha, como ahora, Lili- entre una
pcea y una douglasia. Pero para llegar a eso hay que empezar distinguiendo los coniferos de los frondosos.
Bueno Lili pues no es tan fcil describir la diferencia de sus hojas. Vamos a ver conifera: nervios paralelos, que si se aprietan entre los dedos dejan un olor y un tacto
resinosos. El crecimiento anual es un verticilo de ramas en la base de un vstago. Sus hojas suelen ser oscuras, duras, estrechas y terminadas en espina. Muchas veces son
pequeas y esnamiformes; otras, aciculares.
La tranquilidad de los bosques, el silencio de este tren con Lili durmiendo, con Bbert durmiendo, con los rboles por las ventanas
Por fin Flensburgo y la noche una larga noche Al da siguiente otro tren sueco que nos llevar al otro lado a Copenhague.
Dinamarca dibuja una cabeza de cisne en la parte alta de Europa Todo pasa por ese cuello de cisne fatal, ese cuello es Schleswig, y la frontera corta el cuello precisamente
ah Flensburgo. Pero hemos de pasar la noche en la estacin. Qu poco me gustan las estaciones! Tampoco me gustan los stanos ni las hondonadas Hoy ni por un imperio
cogera el metro, ni me metera en un cine Es la experiencia de la reclusin si alguien te invita a su stano es para maltratarte todo se vuelve ectoplasma en un stano Las
catacumbas, claro que hay vecinos a los que les gustan tambin habra voluntarios para el presidio.
En la estacin me doy cuenta de que voy a ceder voy a quedarme dormido
Despierto y ya es de da.
Lili, chica, hemos de pasar como sea!
No estamos solos en las vas mucha gente Seguro que todava hay muchas personas en aquella plataforma ahora, quince aos despus, aunque no sern los mismos
ahora habr turistas los viajes dejaron de interesarme a partir de ese viaje. Un tren de la Cruz Roja sale para Suecia con suecos repatriados de Alemania.
Engaos vueltas y revueltas. Lili por el balasto y con la nica seal que me queda: mi brazalete de la Cruz Roja de Bzons siempre lo llevo en el bolsillo aqu est. Por fin
nos dejan subir.
Ustedes no pueden ir a Suecia.
Nos quedamos en Copenhague -les digo. Asienten-. En tres horas habremos llegado.
Arranca el tren otra vez Se acaba el calvario corto empezar enseguida el calvario largo. La detencin, la crcel el destierro en el mar el mar gris gris como ahora
est Meudon teido de ese gris que todo lo difumina y ensucia.
Recordar estos largos aos, desde que llegamos a Dinamarca hasta nuestra vuelta a Meudon, es hacer un balance de desgracias, de incomprensin y de soledad.
De Dinamarca recuerdo el fro como una compaa permanente, y no debi de ser para tanto, pues si intento mirar con atencin aquellos das tambin hay sol y luz, pero el exilio
lo hace todo fro y escaso. Mientras el mundo volva a la normalidad, nosotros seguamos en guerra. Una guerra solitaria que no compartamos con nadie. Desde mi juventud he visto
en Pars exiliados del ms variado tipo, pero siempre agrupados. Nosotros estbamos solos y solos seguimos hasta el final de ese exilio continuo que ha sido nuestra vida en los
ltimos aos.
El 27 de marzo de 1945 llegamos a Copenhague. Al salir de la estacin fuimos directamente al hotel Inglaterra. Nuestro aspecto era deplorable. Habamos perdido el equipaje.
Mi abrigo y la canadiense de Louis llevaban incrustados todo el holln y todo el polvo del camino, pero estbamos vivos.
Nos rechazaron como si furamos vagabundos, categora que ni siquiera alcanzbamos en aquel momento; pero las piezas de oro que llevaba cosidas a mi cintura y las buenas
y, al parecer, convincentes palabras de Louis les hicieron ceder. Ocultamos a Bebert, no fuera a pasarnos como en Berln. Al fin nos dieron una habitacin. Nos pareca mentira
encontrar una cama, una cama con ropa limpia.
Dormimos horas y horas, de da y de noche, con avidez. Nos levantbamos, comamos cualquier cosa y volvamos a la cama. Al fin despertamos.
Tardamos algunos das en localizar la llave de la casa de Karen Jensen. Ella haba escrito a Louis en el 42, comunicndole dnde estaba el oro que Louis le haba entregado
antes de la guerra. Asimismo le deca que poda disponer de su casa en Copenhague si la necesitaba. Una prima de Karen, Helia Jo-hansen, nos dio la llave del apartamento. Un
cuarto piso en el nmero 20 de Ved Stranden. El oro fue sacado del banco y enterrado en el jardn de Helia. Ella misma lo desenterr y nos lo entreg. Como ya he dicho, yo tambin
llevaba en el cinturn unas cuantas monedas de oro. No podamos cambiarlo directamente en el banco, pero la seora Lin-despuist, una fotgrafo profesional amiga de Karen, nos lo
cambi en el mercado negro. Despus de tantas penalidades comenzbamos a vivir como personas. Pero, como dicen, la alegra dura poco en casa de los pobres.
La primera carta que recibimos en Copenhague era de un to materno de Louis; en ella le anunciaba la muerte de su madre. Fue como un mazazo. He visto a Louis pasar por lo
peor, pero aquello fue horrible No saba qu hacer ni cmo consolarlo. Se qued tumbado en la cama das enteros. La tensin acumulada en tantos meses de huida se abati sobre
l con aquella noticia.
Mi pobre madre. No pienso en otra cosa. Era la ms dbil, la ms inocente ha pagado por todos. Qu martirio! Vuelvo a pensar con horror en mis asperezas con ella. La
vida ha sido atroz, no dejo de pensar en el Pre Lachaise y en encontrarme otra vez con ella. La veo an, cuando nos despedimos, como un pobre gato expulsado de casa en la
esquina de la avenida Junot. Recuerdas?
Poco despus nos enteramos de que un juez llamado Zousman haba promulgado en Francia una orden de captura contra Louis, pero an estaban los alemanes en Dinamarca.
El da 4 de mayo de 1945 entraron los ingleses en Copenhague. Nos enteramos entonces del suicidio de Hitler y de la ejecucin de Mussolini. Me impresion una foto que publicaron
los peridicos. En una gasolinera de Miln haban colgado por los pies, ya muertos, como si fueran animales en un matadero, a Mussolini y sus amigos. Entre ellos estaba Clara
Petacci, la amante del Duce. Le haban atado pudorosamente la falda a las rodillas para que no se le vieran los muslos.
Louis tom contacto con Thorvald Mikkelsen, un abogado que haba pertenecido a la Resistencia danesa contra los nazis y cuya mujer, francesa, acababa de morir. Conoca los
libros de Louis y lo admiraba. Mikkelsen se encarg de tramitarnos los papeles con las autoridades y el 20 de junio nos dieron un permiso de residencia.
Empec a dar clases de baile y tom contacto con Birges Bartholin, profesor de ballet de la pera de Copenhague, quien me pidi que le acompaara en sus clases. Di muchas
lecciones de baile espaol. Tambin recib alumnas en casa. No ganaba mucho, pero me senta a gusto. Louis haba vuelto a escribir. El otoo se anunciaba aparentemente tranquilo,
aunque todo se iba a unir pronto en contra nuestra.
Diriga la legacin francesa en Copenhague un individuo llamado Guy de Girard de Charbonnire, un mal hombre de buena familia que nos persigui sin piedad. Fue l quien se
dirigi al Ministerio de Asuntos Exteriores denunciando nuestra presencia en Copenhague. Una maana Mikkelsen nos mostr un peridico con una foto de Louis. El titular deca:
Notorio nazi francs se oculta en Copenhague. Louis se haba dejado la barba al llegar a Dinamarca, pero, pese a ello, un vendedor de peridicos lo identific y avis a la polica.
Das antes nos enteramos del asesinato de Denoel, el editor. Pensamos que haba sido una venganza de la Resistencia francesa. El crimen nunca se aclar.
Ya ves! Denoel. Otra tumba que se cierra. Una ms. Con este desgraciado se amortajan tantas cosas tantos recuerdos parece como si la vida quisiera detenerse, como
si se negara a palpitar. Pobre Denoel! Con su Premio Renaudot con el Goncourt trucado, escamoteado. En fin, aunque las alforjas de la tristeza estn bien repletas de amargura,
es necesario seguir camino. Me da la impresin de haber dejado en Francia a un doble al que han despellejado a placer.
El 17 de diciembre vino la polica a detenernos. Era de noche. Llamaron muy fuerte a la puerta; los vi por la mirilla y me parecieron, no s por qu, franceses. Cremos que venan
a matarnos. Le dije a Louis que huyramos por el tejado: Crees que estoy tan gil como t, que eres un gato?. Sac de un cajn un revlver que haba comprado, lo coloc al
alcance de la mano sobre una mesilla y se sent. Puso cara de circunstancias y me dijo que abriera la puerta.
Nos ordenaron coger nuestros abrigos y nos metieron, sin decir palabra, en un coche celular.
Tengo la copia de la carta que envi el mal nacido de Charbonnire al Ministerio de Asuntos Exteriores dans:
Seor Ministro:
He tenido noticias de que el Sr. Destouches, inculpado de traicin y objeto de una orden de detencin decidida el 19/IV/1945 por el Juez de Instruccin del Tribunal del Sena,
se ha refugiado en Dinamarca, residiendo en Copenhague, Ved Stranden, nmero 20. En nombre de mi gobierno, tengo el honor de solicitarle, a ttulo de reciprocidad, que
proceda a su detencin y a su posterior extradicin a Francia. Vuestra Excelencia encontrar adjunta la copia de la orden de detencin,asi como el texto de los artculos 75 y 76
del Cdigo Penal en que se funda dicha orden.
Reciba, Sr. Ministro, mi ms alta consideracin.
Firmado: Guy de Girard de Charbonnire
Pasamos nuestra primera noche en prisin en dos celdas separadas, una especie de cabinas telefnicas cuyo techo era una reja. All estuve varios das, sin saber qu haba sido
de Louis. Pens que lo haban fusilado, enviado a Francia no s cuntas cosas imagin y ninguna buena.
A los pocos das empezaron a interrogarme sobre asuntos inslitos. Si Louis haca abortos. A qu iban si no tantas jvenes a nuestro domicilio. Locuras.
Por qu es la polica tan miserable? Siempre busca, antes que cualquier cosa, humillar al detenido.
Mikkelsen, nuestro abogado, estaba en EE UU y no regresara hasta marzo del 46.
Una celadora que hablaba francs me inform de que haba visto a mi marido. Me tranquilic. Tambin me dijo dnde estbamos: en la prisin de Vestre Faengsel, al sur de la
ciudad.
Al fin me soltaron, pero no decreci mi angustia. Comenzaron unos largos meses de impotencia y temor. Tal y como dijo Louis en Sigmaringen, le haban colocado el artculo 75
en el culo, el artculo que sealaba la pena de muerte para los traidores. Traidor a qu, a quin?
A pesar de lo mal que lo pasamos, pese a que Louis qued destrozado para siempre, he de reconocer que las autoridades danesas resistieron las pretensiones de una
extradicin que no se fundaba en nada concreto, slo en los panfletos antijudos que Louis haba escrito antes de la guerra y que difcilmente podan convencer a nadie de una traicin
frente al enemigo, puesto que fueron escritos antes de que existiera ese enemigo.
La angustia es algo que se mete en el estmago y se apodera de los nervios y de la cabeza. Convivir con la angustia es vivir en la obsesin. Louis estaba angustiado por m y yo
por l. Aquellos meses destrozaron nuestras vidas, nos convirtieron para los restos en dos seres solitarios condenados a hacerse compaa.
Mi Lucette querida:
Ahora me han puesto solo en una celda, as estoy mejor y leo. Los guardianes son muy amables y me dan bien de comer. Me duele menos la cabeza. Paseo dos veces al
da a un paso que me recuerda cada vez ms el de mi pobre madre, me cuesta levantar los pies del suelo. Tienes que ser fuerte. No tengas pena, eso me causara ms dolor que
nada en este mundo.
Prefiero morira verte desdichada. Adems alguna vez tendrn que tomar una decisin en un sentido u otro, pero saldremos de esta incertidumbre atroz a la que ninguna
salud podra resistir mucho tiempo, y la ma ya no vale gran cosa, tengo la impresin de que es ahora el corazn el que empieza a fallar. Me han dado papel y empiezo a escribir.
Muchas veces hablo contigo y con Bbert en voz baja.
Estoy contigo, mi querida pequea y ya sabes que para un bretn lo ausente cuenta ms que lo que se tiene delante.
Con afecto.
L. Destouches
No me tranquilizaban nada estas cartas que, por supuesto, pasaban por la censura de la prisin. Cuando en marzo Mikkelsen volvi de los EE UU pudimos recibir cartas sin
censura, ya que las diriga a su abogado, y stas empezaron a ser, si cabe, ms amargas.
Estoy continuamente contigo y con Bbert.Hablo contigo permanentemente ya sabes que salgo de la vida con facilidad.Mi brazo empieza tambin a dolerme. Cudate,
pequea, te lo ruego, es preciso no poner mala cara. Puedo permanecer aqu durante aos y eso si no me mandan para Francia. Conoces la situacin mejor que yo: soy un
escritor, nada ms que un escritor. Todos los autores franceses se han tenido que expatriar por una u otra razn. Cualquier pretexto es bueno para perseguir en Francia a un
escritor: Villon, Ronsard, Chateaubriand,] ules Valles, Vctor Hugo, Lamartine, Rim-baud, Verlaine, Len Daudet todos sufrieron persecucin. Mis libros, los libros por los que se
me persigue, tienen ya diez aos Intentar escribir, cuando pueda, la historia espantosa de todo esto.
En junio de 1946 los daneses volvieron a pedir precisiones al gobierno francs sobre las razones que avalaban la extradicin solicitada. Nada. Louis echaba la culpa de todos
sus males a los escritores franceses: Malraux, Sartre La verdad es que no le ayudaron mucho Sartre le insult impunemente en Temps Modernes.
Ese mes de junio, cuando comenzaba ya la tmida primavera, apareci Karen Jensen y con su llegada, en lugar de mejorar, las cosas se complicaron para m.
Karen haba vivido el final de la guerra y hasta su vuelta a Copenhague con su amante en Madrid, un diplomtico espaol que llevaba en la capital de Espaa una vida digna y
oficial con su familia legtima: esposa y cinco hijos. Para l, catlico y franquista, Karen era, segn ella cont, una mueca llamativa. Deba tratarla, pienso yo, como a un caballo de
raza: con azcar y buenos alimentos, aunque luego slo sirviera para dar un paseo por el campo los domingos.
He de admitir que Karen era muy guapa. Tuve ocasin de conocerla poco antes de la guerra en uno de sus frecuentes viajes a Pars. Era amiga de Elizabeth y sta se la present
a Louis. Como digo, era muy guapa, alta, morena, sola llevar el pelo recogido sobre la nuca. Tena el cuello muy largo y un cuerpo extraordinariamente flexible. Sus piernas eran, en
efecto, interminables, musculadas, giles y de lnea correcta. Tena una cara vivaracha, con la frente ligeramente abombada, la nariz pequea un tanto respingona y los labios bien
dibujados y generalmente risueos.
Karen era insaciable con el sexo y una liante con las personas que tena cerca. Segn parece, se haba malmetido entre Elizabeth y Louis ayudando a que la americana se
marchase a los EE UU. Bien es verdad que los tres se haban pasado ms de una y ms de dos noches juntos haciendo lo que a Louis siempre le haba gustado. Tengo la impresin
de que Karen se hizo una composicin de lugar que yo no estaba dispuesta a aguantar y no es que sea mojigata.
La cosa empez mal. Karen lleg a su apartamento, donde yo viva con Bbert, y lo encontr desaliado. Efectivamente el gato haba afilado sus uas en los sillones, pero no me
parece que fuera para ponerse como se puso. La primera vez que fuimos a ver a Louis, ste le dijo que le pagara los destrozos.
Adems es que Lili es muy desmaada -le dijo Karen.
No contest, pero me molest semejante denuncia. Nunca he sido un ama de casa ordenadita, pero no s a qu vena aquello.
Desde que lleg, siempre vena conmigo a ver a Louis y enseguida tuve la desagradable sensacin de que era yo quien la acompaaba, y no al revs. Era de esas personas que
siempre controlan la situacin y mandan en los dems como la cosa ms natural del mundo. Me haca sentir como una nia a quien es preciso educar, ensear las maneras hasta
se meta en mis ensayos de baile para indicarme cosas. Ella era bailarina y no mala, pero haba perdido facultades durante su experiencia espaola. Dira incluso que haba
engordado un poco. No estaba en condiciones de darme lecciones de danza. Yo me mantena en perfecta forma y ella no tena la elasticidad de antes. Volvi a trabajar en el Kursaal y
all fui un da a verla, pero recurra ms al erotismo larvado que a la danza.
Louis, que lo estaba pasando muy mal en la crcel y no mucho mejor en la enfermera, adonde luego lo llevaron, an tena humor para incitar a Karen Lo estaris pasando muy
bien las dos juntas ya me gustara veros Eran bromas. Bueno, ms o menos, pero Karen se lo tomaba en serio.
Alguna vez traa a un amigo a casa, no siempre al mismo, cenbamos juntos y luego ellos se iban al cuarto de Karen. Una noche vino con un joven muy guapo: Te gusta? Pues
ste no se escapa, me dijo. Ya en la cena Karen se le insinu con bastante descaro, pero cuando nos levantamos de la mesa el muchacho, muy amablemente, se despidi.
Qu te ocurre? No te gustan las chicas? -le dijo.
S -contest l-, pero no para hacer el amor con ellas.
Vaya! Para uno que me gusta de verdad, resulta que es maricn -dijo Karen despectivamente cuando se march.
Ya estaba en la cama leyendo cuando se abri la puerta y apareci Karen con un salto de cama negro, transparente, propio de un burdel. Se sent junto a m y sin ms
prembulos me dijo:
Tengo ganas de hacer el amor contigo. A Louis le encantar que lo hagamos.
No supe qu decir. Se desnud y se meti en la cama. Comenz a acariciarme y a desnudarme. Yo me dej hacer. sa fue mi equivocacin. No me agradaba. Despus de un
buen rato ella estaba muy excitada, pero me repugnaba contestar a sus besos y a sus caricias. Al fin me dijo:
No te gusta, eh? Bien, quiz te apetezca otra cosa.
Sali de la habitacin y volvi con un cinturn. Me dio la vuelta y empez a azotarme con la correa. Me levant de un salto y dije: Basta!. La agarr por los brazos y la empuj
fuera de la habitacin.
Maana te vas de esta casa -me grit al marcharse.
Estaba roja de ira y roja por el ridculo, supongo.
Al da siguiente fui a ver a Louis y le cont todo lo ocurrido. No dijo nada contra Karen, pero me aconsej que me mudara. Un celador aficionado a la pintura que se haba hecho
amigo de Louis nos prest un apartamento helador en el centro de Copenhague, al lado del parque Kongens Have. No slo era muy fro, sino tambin pequeo.
Este incidente ocurri en septiembre de 1946. El 19 de octubre volvieron a interrogar a Louis. Reaparecan las acusaciones.
Louis entr en una etapa de depresin. No coma, cogi la pelagra, reumatismo, parlisis radial perdi casi todos los dientes. Apenas pesaba sesenta kilos para su metro
ochenta de estatura.
Parezco el caballo de un picador [2] , sola decir.
En noviembre nos enteramos de que a Le Vigan le haban condenado en Pars a diez aos de trabajos forzados. Le preguntaron sobre Louis y se port muy bien durante el juicio.
Al final de noviembre condenaron a muerte a otro amigo de Louis, Lucien Rabatet, aunque luego le conmutaron la pena. Segua con el artculo 75 pegado al culo.
Esas Navidades las pas tambin sola, bueno, con los compaeros del ballet de la pera, pero en el fondo sola. Pese a todo, la situacin era ms esperanzadora. Milton Hindus,
un estudioso americano -judo adems-, puso en circulacin en Nueva York una carta en favor de Louis. Henry Miller, el msico Edgar Vrese y el editor James Laughlin, entre otros, la
firmaron. A finales de febrero del 47 lo sacaron de la crcel y lo llevaron al Rigshospital, donde poda pasear por los jardines y recibir a quien quisiera. All termin su primer libro del
exilio.
El 24 de junio de 1947 fue liberado definitivamente. Tuvo que firmar un documento comprotindose a no abandonar Dinamarca. Pocos das antes, Antonio Zuloaga, el
diplomtico espaol que haba vuelto a Pars tras la Liberacin, encomend la defensa de Louis en Francia a Albert Naud, un abogado que estuvo en la Resistencia y se port muy
bien con nosotros.
Vivimos casi un ao en el fro apartamento de Kronprincessegade. Louis no sala a la calle, daba la impresin de que la crcel le haba acostumbrado al encierro. Escriba y lea.
Escriba como un poseso. Sobre s mismo, sobre todos nosotros. Luchando con cada palabra, arrancando a su mente, segn deca, una msica que el idioma se deja robar con
enormes dificultades, con un esfuerzo sobrehumano.
Nuestra situacin econmica empeor lenta e inexorablemente, debido, sobre todo, a que los libros de Louis no podan reeditarse en Francia y todos sus bienes estaban
precautoriamente confiscados. El baile de unos editores a otros apenas nos sacaba de algn apuro.
Abandonamos Copenhague y nos trasladamos a una finca que el abogado Mikkelsen tena cerca de Korsor, a cien kilmetros al suroeste de Copenhague. La finca se llamaba
Klarskowgaard (literalmente: la granja del bosque claro) y en ella ocupamos una casa del servicio bastante mal dotada. Al principio no tenamos agua caliente, aunque s calefaccin.
Llegamos all en la primavera de 1948.
Louis no fue nunca un hombre de campo y aquello era el campo. La finca llegaba hasta el mar, pero no era su mar, el que a l le gustaba: El Havre, St. Malo, con sus puertos y sus
barcos de tres palos. ste era un mar gris, sin mareas; los peces que en l se pescaban apenas tenan gusto. No compartamos la misma forma de ver el mar. El aspecto salvaje y
gris de la costa me gustaba. Me baaba en el ocano hasta bien entrado el invierno, pero a l nada de aquello le agradaba. Vivi esos aos trgicamente, como un len enjaulado. Lo
nico que segua interesndole eran los rboles, los distingua todos y los animales. Adems de Bbert, nos hicimos con una perra y tres gatos ms. Llamamos a la perra Bessy y
a los gatos Tbimine, Poupine y Flauta.
Los das pasaban lentos, con esa cortedad de luz que tienen en el norte. Gimnasia de maana, paseos algunas clases de danza en Korsr. Le senta envejecer, callado,
melanclico, resignado a veces, otras iracundo. Rindose de s mismo con amargura. Siempre escribiendo, dirase que combatiendo contra las palabras.
En mayo de 1949 vino a vernos Henri Mah. Louis estaba expectante, como si la llegada de su amigo le trajera un renovado viento de libertad y no slo recuerdos.
Mah estuvo con nosotros tres das. Hablamos y paseamos con normalidad. Ya no era el joven alegre de antes de la guerra, pero segua teniendo sus ocurrencias, sus desmanes
verbales. Louis ya no le segua las bromas. Cuando Mah parti, permanecimos en la puerta un momento viendo alejarse el taxi que lo llevaba a la estacin de Korsor. Louis se qued
pensativo y dijo como para s:
Cuando se es joven uno puede atrapar el da de ayer, el mes pasado. Aparentemente al menos, la vida se comparte ms fcilmente con los dems y con uno mismo. Da la
impresin de que hacerse viejo consiste en que los das estn ms separados entre s, que el ayer y el maana no estn unidos por el hoy. Los das pierden su continuidad, ya no hay
marcha atrs. Esa separacin que se produce entre los das se percibe tambin en las personas. Es como si se unieran caminos divergentes que es imposible juntar. Al final uno est
irremediablemente solo.
Me mir y concluy con una sonrisa lejana.
Bueno, nosotros no estamos solos, estamos juntos.
Sonaba a falso y era falso. l se senta solo y yo me sent culpable.
En mayo de 1950 tuve que ser internada urgentemente en un hospital de Copenhague. Unas terribles hemorragias me dejaron al borde de la muerte. Se las haban ocultado a
Louis para no alarmarlo. Tena un fibroma en un ovario. Me lo extirparon en el hospital. Tras la operacin se produjo una fuerte infeccin y de nuevo me abrieron la herida. El 25 de julio
volvimos en tren a Korsor. Durante ms de un ao no pude realizar ejercicios gimnsticos. Seguramente me haban seccionado algn msculo abdominal. Me cost volver a bailar con
soltura.
Fue como si de repente yo tambin hubiera envejecido. La regla no me volvi tras la operacin y mi vida, por mecnico y estpido que parezca, tambin dio una revuelta definitiva
en el camino. Miraba al Bltico, aquel Gran Belt que sonaba sin bravura entre las islas, y pens en regresar. Empec a detestar el porridge, las patatas y el arenque ahumado.
Por esos das, ya en el verano de 1950, Colette, la hija de Louis, tuvo su quinto hijo. Esa maternidad incontinente sacaba de quicio a Louis y le haca detestar a su yerno. Esa
sabandija, deca. Para darle ms quebraderos de cabeza, tambin a Colette tuvieron que extirparle un fibroma, lo que le preocup sobremanera. Las relaciones de Colette con su
padre, que nunca fueron buenas, no mejoraron a pesar de la preocupacin que l sinti por ella durante su enfermedad.
Por fin, en febrero de 1951, se vio en el Tribunal del Sena el caso de Louis. En la vspera los intelectuales estaban divididos, pero no pocos lo apoyaron ante el juez. La sentencia,
teniendo en cuenta lo que nos temamos, fue relativamente leve: un ao de crcel y cincuenta mil francos de multa. Dos meses despus los abogados consiguieron el indulto.
El sbado 30 de junio de 1951 salimos en tren de Korsor y al da siguiente tomamos el avin para Niza. Estbamos tan cansados de esperar el retorno que no fue un viaje alegre.
Al subir al avin me di cuenta de que Louis tena aspecto de mendigo. Llevaba un traje claro con chaleco, los pantalones sin planchar y un bastn que le daba un aire de Charlot.
Pasamos unos das con mi madre en el sur, en Mentn, y luego fuimos en avin a Pars. El da que llegamos a Le Bourget muri Ptain. El viejo mariscal, que tena ms de
noventa aos, acab sus das en la isla de Yeu, donde estaba preso o desterrado. Era el 23 de julio de 1951, una casualidad o un smbolo. La guerra estaba definitivamente
terminada, En Pars haca un calor hmedo y pegajoso.
Creo que fue a travs del editor Gastn Gallimard, con quien Louis acababa de firmar un contrato, como conocimos a un industrial con dinero. Se llamaba Marteau. Tena una
casa palacio, en Neuilly. Se haba encaprichado con Louis y quera ejercer de mecenas.
Ustedes se quedan en mi casa todo el tiempo que quieran como si desean instalarse aqu definitivamente. Podr escribir con toda la tranquilidad del mundo -le dijo a Louis.
Louis acept, de momento, la invitacin, pero ya el segundo da empez a rezongar.
Estos ricos, en cuanto te descuidas, se apoderan de ti y te convierten en un adorno o en un animal domstico para divertir a las visitas.
La verdad es que eran muy amables, especialmente Madame Marteau, pero resultaban un poco pesados con sus atenciones. Louis no soportaba que se metieran en su vida y,
sobre todo, no aguantaba la caridad ni la limosna. Empez a hacer lo posible para que nos echaran a la calle: suba los animales a la habitacin, arrojaba sin ningn miramiento de su
lado a Madame Marteau en cuanto sta se acercaba a ofrecerle un t. Me oblig a saltar a la comba temprano en nuestro cuarto, sabiendo que Madame Marteau dorma debajo. Los
dueos aguantaban con paciencia sus excentricidades, pero el ambiente empez a cargarse y nos fuimos con los brtulos a casa de mi padre, en la Ru Dulong.
Mi padre se haba vuelto a casar con una chica mucho ms joven que l. La Mite, como la llamaba Louis, era plida y delgada, guapa y amable, y an lo es. Mi padre no ejerca de
padre -lo que a veces es una virtud- y mucho menos de suegro. Vivimos con ellos bastante tranquilos.
Yo haba heredado de mi abuela unos cuantos millones de francos y pensamos comprar una casa.
Pasamos muchos das buscando por St. Germain-en-Laye, lugar que tanto gustaba a Louis, y tambin en Bougival. Al fin encontramos una en el bajo Meudon, en el nmero 25 de
la carretera de Gardes, frente al Sena, con vistas a la isla de Seguin. Todava no se haba edificado por all ningn chalet moderno. Era una casa de mediados del siglo pasado. Hubo
que arreglarla bastante y nunca qued bien: ni la calefaccin, ni el gas dejaron de darnos la lata. Nos trasladamos all en cuanto pudimos, con los pocos muebles que nos dej mi
suegra. En la planta baja, donde instal Louis sus cosas para trabajar cerca de la chimenea, le arregl una pieza con una cama turca para que descansara durante sus cada vez ms
frecuentes y dolorosas neuralgias.
Louis se levantaba todos los das muy pronto. Dorma poco y frecuentemente se despertaba a medianoche con unos horribles dolores de cabeza: Es como si un tren me pasase
por medio del crneo, sola decir. Nada ms levantarse se pona a escribir. Hacia las nueve yo le preparaba un t con un croissant. Luego lea los peridicos. Cuando haca buen
tiempo, se pasaba la maana, hasta la hora del almuerzo, leyendo y jugando con los animales en el jardn, un lugar muy bonito, salvaje y con rboles enormes. Tena espritu de
reclusin y apenas iba a Para.
A finales del 52 muri Bbert. Pareca que la vida se nos agotaba y sin embargo Louis no dejaba de trabajar ni un solo da. Segu dando clases de baile. Nunca me faltaron
alumnas. Venan de Meudon y tambin de Pars, estas ltimas hijas de amigos o de conocidos. En septiembre de 1953 Louis abri un consultorio. Apenas nos daba dinero, pero a l
le gustaba taba atender a sus pacientes, especialmente, a los ancianos y a los nios.
Los sbados y los domingos solan venir viejos amigos de Louis, con quienes hablaba a veces en largos y locos monlogos; otras escuchaba con atencin, al menos aparente.
En 1958 muri la madre de Edith, su primera mujer. Le impresion esa muerte, como todas, por lo que representaba en el recuerdo de su juventud. Edith me ense hace das la
carta que le envi con ocasin de ese fallecimiento:
Querida Edith:
Te abrazo muy fuerte, es todo lo que puedo hacer en este caso. Uno mi pena a la tuya. Yo debera seguir contigo si no me hubiera portado toda mi vida tan locamente.
Tu madre siempre me trat bien, guardo de ella y de su hospitalidad el mejor de los recuerdos. Creo que me port mal con ella. Espero verte algn da, cuando quieras.
Dios mo!, entre nosotros no hay sino recuerdos inocentes. Quiero esos recuerdos y quiero tu perdn.
Te abrazo.
Louis
Edith vino a verlo y luego volvi con frecuencia, con mucha ms frecuencia que su hija Colette o sus nietos. Es curioso que se haya convertido en una de mis mejores amigas.
Hablamos entre nosotras de lo divino y de lo humano, como si nos conociramos de toda la vida. En realidad hemos convivido con dos hombres bien distintos, aunque las dos nos
hayamos casado, sucesivamente, con la misma persona.
Quiz por eso nunca sent celos de ella. Tampoco los tuve de otras mujeres que pasaron por la vida de Louis antes que yo, mujeres de los tiempos alegres. S he tenido celos
de una. Louis dedic su primera novela a una bailarina norteamericana: Elizabeth Craig. Nunca la conoc. Hasta hace poco, ni siquiera la haba visto en fotografa, pero s que vivi
con l en la Ru Lepic. He sentido hacia ella celos retrospectivos que me han llenado muchas veces de amargura, de un malestar difuso. Celos no producidos por el engao o por la
prdida, sino por la ausencia, por mi ausencia de la vida de Louis durante los aos anteriores a 1936. l nunca ha querido hablar de ella a fondo. No se ha sincerado conmigo y creo
que si lo hubiera hecho, si hubiera corrido la cortina que ocultaba esa parte dolorosa de su pasado, me habra liberado de ese fantasma sin rostro con el que conviv tanto tiempo.
Han sido celos persistentes, celos de los juegos sexuales que, lo s, fueron el pan de cada da con ella, celos de lo que desconozco pero intuyo, de lo que no quise investigar
pudiendo hacerlo a travs de amigos comunes, pero que siempre me atorment. Me resulta duro hablar de ello. Parecer mentira que una mujer que desapareci de la vida de Louis
hace tanto tiempo an me produzca desazn en este momento, al recordar los ltimos veinticinco aos. Qu difciles y qu frgiles podemos resultar! Dicen que los celos se producen
a causa de la posesin frustrada. No lo s, pero son un fantasma angustioso que renace con fuerza de tiempo en tiempo y encotices una se siente insegura y despreciada. Es una
humillacin difcil de entender si no se ha pasado por esa experiencia.
He dicho que no la conoca ni en fotografa hasta hace poco tiempo y es cierto. Un da Mah trajo unas fotos de Louis. En una de ellas, a la entrada de una casa de campo,
apareca Louis con un hombre mayor y una chica. El hombre era Ajalabert en su casa de Beauvais; ella era Elizabeth. Segn me dijo Mah, la fotografa la tom en el invierno de 1933,
durante la ltima estancia de Elizabeth en Europa. Los tres se cubran con pesados abrigos y Louis llevaba, adems, una bufanda oscura. En la foto se vea que Elizabeth era guapa.
Me renaci una leve angustia y me atrev a preguntar.
Qu fue de ella?
Se cas con un rico judo americano -me contest Mah.
Pero l intent recuperarla s que fue a EE UU a buscarla -le dije.
Vamos! A estas alturas tienes inters en saber de una historia olvidada?
No, simple curiosidad -dije, mintiendo.
Louis fue a EE UU, pero no para volver con
ella.
Saba que no era verdad lo que me deca.
Era guapa -afirm.
No estaba mal, pero t has sido la mujer de su vida -me enga.
Abandon la conversacin y me guard la fotografa en el bolsillo. Me molesta ser objeto de la compasin de este cmplice. Nunca consigo verlo de otra forma.
Louis y yo hemos hablado muy poco estos ltimos aos. Las confidencias ya no tienen sentido, nuestra vida agitada pas, las ideas que intercambibamos el uno con el otro
comienzan a ser vulgaridades demasiado pronto; las caricias, con el sexo olvidado tiempo atrs, se convierten en roces mecnicos en fin, la vida en comn se achata y se diluye.
Queda un tenue cario que frecuentemente se confunde con la costumbre o la rutina. Adems, l rechaza toda distraccin. Ni un cine, ni un teatro. Un verano, no recuerdo cul, le
arrastr hasta el mar que tanto le gustaba de joven. Mi padre tena dos apartamentos en Dieppe y nos prest uno. Fuimos un domingo y, cuando llegamos, consider que el lugar era
excesivamente pequeo y ruidoso. Me oblig a tomar el primer tren que sala para Pars el lunes por la maana. Nunca ms ha querido salir de vacaciones.
FINAL
Vacaciones? Hace casi cincuenta aos que me gano la vida y ya no s lo que son. Antes del 14 los ricos estaban siempre de vacaciones. En cambi, para los obreros, para los
pobres, las vacaciones eran algo raro. Ahora bueno, para los nios perfecto, pero para los adultos a los adultos no les sirven de nada las vacaciones. Dos das despus de volver
no se acuerdan de dnde han estado. Se pasan el tiempo en el taller haciendo planes: Este ao iremos a Espaa. A ochenta por hora y no ven nada. El coche les hace creerse
ricos y poderosos. Las vacaciones sirven para comer. Ya lo deca Rabelais que, por cierto, fue cura en Meudon: La tripa mueve al mundo. La tripa y la vanidad, dos cosas que
hacen las vacaciones perfectas. Consecuencia: aumento de las reservas de grasas abdominales. Lo deca el ilustre Ptain: Francia es mitad cocina, mitad burdel. Ya no hay
burdeles, pero queda la cocina. La cocina y el Renault 4-4: cuatro caballos, cuatro ruedas, cuatro puertas y cuatro personas dentro. Todos igual: filete con patatas fritas, mojarse el culo
en la playa durante agosto, el mismo coche y la misma pinta: gordos y pesados. Que se vayan de vacaciones!, pero que no vuelvan.
Hace unos das, ya lo he dicho, vino a verme Gallimard, aqu en Meudon; no pudimos darle caf, se tom un t y yo le dije que el t era un invento ingls que haba acabado con la
yerba mate. Cunta yerba mate habr libado Le Vigan en Argentina? A este loco le cogieron en Sigmaringen el 21 de abril del 45. Le juzgaron y le condenaron a diez aos de
trabajos forzados y a la indignidad nacional; tambin le confiscaron sus bienes Qu bienes? Se pas varios aos en el penal luego lo soltaron y se fue a Argentina a sorber
yerba mate bajo el poncho Le Vigan el mejor de los gauchos.
No se olvidaron de m qu va! me persiguieron con el artculo 75 por toda Europa. Claro!, haba que explicar a los franceses que ellos no haban colaborado, que nadie
slo el doctor Destouches, que casualmente estaba ese da haciendo de mdico gilipollas cuidando a unas nias pequeas con su abuela cuando el heroico Ejrcito francs entr
en desbandada.
Qu hicieron Sartre y sus amigos? Dnde estaban durante la Ocupacin? En el Flore. Bebiendo, hablando y ensayando obras de teatro. No hay como subirse al caballo
ganador. Cuando los alemanes se fueron de Pars el 18 de agosto de 1944, estos hroes y santos mrtires estaban resistiendo en el campo con fiereza sin igual. Se presentaron en
Pars el 16 de agosto de 1944, traan su bronceado veraniego y protestaban de lo mal escogido que estaba el da de la Liberacin Qu falta de sentido hacerles venir de sus
lugares de esparcimiento arrastrar a sus amantes hasta el Barrio Latino en das tan calurosos, con el Sena llenndolo todo de humedad. Puafl
Llegaron con sus coches nuevos, pero en lugar de ir al Lousianne, donde acostumbraban, se bajaron en el hotel Welcome, que est a diez metros del Lousianne. El hotel
Welcome naturalmente Bienvenidos ellos, que no se haban marchado. Se fueron al Welcome para evitar ser reconocidos (por quin?). Tomaban turin-gins en el Flore
s, lo ha escrito Sartre. Beban turin-gins en lugar de los habituales martinis para que no se les reconociera. Jean Paul y Albert, los dos juntos diseando el futuro de la patria y
haciendo las listas negras de la depuracin. No hay que fiarse de los bizcos, tienen muy mala leche.
Los dolos de la juventud habran ido a la crcel. Esa serpiente bizca, si tanto sufre por haber quedado libre tena a todos los nazis, las salas llenas, en el Sara Bernhardt Que
hubiera subido al escenario y les hubiera dicho: Vosotros, teutones! Os odio! Atracadores! Torturadores! No tardarn en daros por el culo!. Si hubiera hecho eso, habra tenido
lo que pidi para m: crcel!
Seoritos de mierda! Amantes de los proletarios Si slo han visto obreros en las fotografas, esas que salen en los peridicos! Qu gran mentira! Intelectuales? Basura
maloliente! Renacuajo con gafas! Es un chacal que no sabe rer, con esa gesticulacin absurda y epileptoide.
Yo soy un enemigo del pueblo. Por qu? Mientras ellos se reunan en St. Germain des Pres, yo curaba enfermos. Cuando ellos estrenaban obras de teatro, yo iba en motocicleta
casi de madrugada a B-zons Excremento enano y bisojo!
Ahora defiende a los moros de Argelia. l, educado y de buena familia, tiene el descaro de ser el mejor defensor de los morazos que ponen bombas en las estaciones de
autobs de Oran. Ese jesuita podrido descubre ahora que el fin justifica los medios, y por lo tanto hay bombas buenas, que llevan a buen fin, y bombas malas. Le da igual que las
buenas maten a nios Ese sacrificio es el que se merece la revolucin liberadora que har felices a los rabes en cuanto los franceses se vayan de all.
Filsofo de mierda! Justificador de todas las masacres siempre que sean en la buena direccin! Maniquesmo y mentira.
Me jodieron bien Al fin y al cabo, qu importa. No puedo quejarme Hice lo que me dio la real gana. He escrito como y contra quien he querido.
Naturalmente me equivoqu he querido equivocarme siempre porque es la nica forma de acertar. Equivocarse? Los nicos que no se equivocan son los que lamen el culo
a los poderosos de ayer, hoy y maana. Hay que escoger entre mentir o morir. Yo no he mentido nunca, por eso tienen razn quienes dicen que he muerto. He muerto de indignidad
nacional y, por eso, he muerto de dignidad personal, que es la nica que cuenta.
Hace unos das, ya lo he dicho, me vino a ver Gallimard y el muy asno me insinu que mis novelas ganaran mucho retomadas por el cine.
Sus novelas son guiones que pueden pasar al cine -me dijo muy serio.
Ya!, el cine tiene todo lo que le falta a mis novelas -le contest-: el movimiento, el paisaje, lo pintoresco, las buenas hembras desnudas, a pelo, los tarzanes, los efebos, los
leones, los juegos de circo, los juegos de alcoba, los crmenes, las orgas, los viajes todo lo que el puetero escritor no hace sino indicar. Qu increblemente fatigosa es la novela
de habla emotiva, verdad? La emocin no puede ser captada y transcrita ms que a travs del lenguaje hablado del recuerdo del lenguaje hablado y al precio de una paciencia
inabarcable, a fuerza de infinitas y pequesimas retranscripciones. El cine no puede hacerlo es una revancha del maldito escritor. A pesar de todo el ruido, de la publicidad, de las
pestaas postizas, de los suspiros, las sonrisas, los sollozos el cine sigue siendo hueco, mecnico, fro. Yo soy el inventor de un estilo y es imposible que eso lo recoja el cine.
Y usted es inventor de un estilo Lo cree
as?
S, seor es una pequesima invencin prctica, como el pin mltiple de las bicicletas. Pero resulta que no hay grandes inventos, slo pequeos. Lo nico que hizo
Lavoisier fue poner cifras a cuerpos naturales que eran conocidos mucho antes de que l naciera. Pasteur no hizo otra cosa que dar nombre a todo lo ms pequeo que encontraba
bajo su lupa. Yo he intentado captar la emocin. La emocin no se revela sino despus de un enorme esfuerzo a travs de lo hablado, que hay que reproducir escribiendo al precio de
penurias, de infinita paciencia, echndole unas pelotas que usted no puede ni sospechar. Retenga, al menos, que la emocin es avara, fugaz, evanescente. No basta con desearlo
para atrapar a la muy puta. Para ello hacen falta aos de acechanza austera! Y eso con mucha suerte.
Veo que ha reflexionado mucho sobre sus escritos.
Vaya por Dios! -le contest-. Para m ya todo est reflexionado. Me han puesto la etiqueta de terrorista, violador de la lengua francesa, delincuente, pederasta y reo de
derecho comn. Desde 1932 se ha agravado mi caso, adems de violador, soy traidor, genocida hombre de las nieves. Oh, pero qu limpiamente pueden despojarle a uno! Este
infame no ha existido nunca!, me dicen. Est muerto!
La muerte qu muerte? Mi muerte o quiz las que he sentido de cerca durante tantos aos. En realidad uno convive con ella desde el nacimiento, pero no es sa la muerte en
la que ahora pienso, me refiero a la muerte propia, al lento desaparecer de uno mismo. La muerte propia es producida siempre por los dems. No es la tuberculosis o el cncer, el
accidente o el pistoletazo suicida los que te llevan por delante. No se trata de un asunto objetivo, numerable ste ya palm! No es eso Te eliminan de su vida, primero unos
pocos, que te van conociendo, que no les aportas nada, que les caes mal, que te odian. Luego el nmero crece, son legin, sobre todo si tienes el mal gusto de destacar, de salirte del
rebao, de diferenciarte. Si no sigues las buenas maneras entonces te miran como si fueras transparente. No existes. Es muy real. T crees existir, pero ya has muerto. T mismo,
si ests despierto, si prestas atencin, te dars cuenta. No es que te obsesiones con si te miran bien, te miran mal o no te miran, basta con que t mires hacia dentro sin espejo y
notars que te vas muriendo, que tus recuerdos se te ensombrecen y no es eso lo grave, lo ms empecinado es que ya no te duele nada de lo que fue tuyo y perdiste. La muerte es
indolora e inspida. Tu capacidad de protesta decae. Te desvaneces para ellos y ellos se diluyen en tu lejana Slo queda el enterrador que un buen da te mete en el hoyo Luego
certifican que has desaparecido. Lo ponen en un papel. Es suficiente. La vida es el complemento de la muerte. Cuanta ms cantidad de vida hay en una persona menos muerte hay en
ella. Tiene que ver con la edad: la muerte crece con los aos al mismo ritmo que mengua la vida. Pensar otra cosa es engaarse. El tiempo, se es el gran asesino. Veo a mucha
gente que intenta disimular su influjo, pretende ocultarse a su impertrrita mirada. Las mujeres se pintan, se acicalan, ocultan sus codos arrugados, se embadurnan las patas de gallo.
Los hombres arriman sus nacidos cuerpos a jovencitas veinteaeras, se tien el pelo o se pasan mechones de cabellos de derecha a izquierda del crneo, por encima de sus calvas
lustrosas. Da igual, la muerte ya se come todos los das unas cuantas neuronas. La experiencia! Qu risa! La experiencia consiste en malas artes adquiridas. El cerebro disminuye a
partir de los treinta aos. Es un hecho fsico indiscutible, como innegable es que la elasticidad de los msculos, la velocidad de nuestros nervios, nuestros reflejos fsicos y mentales
decaen con el paso de los das. Una persona de quince aos cicatriza sus heridas en menos de la mitad de tiempo que una de treinta. La muerte crece en progresin geomtrica,
nuestra vida desaparece a la misma velocidad. La rebelin contra la muerte es un intento vano. Nadie es capaz de ensernoslo, pero deberamos saber desde muy jvenes que la
vida es una guerra sin botn.
Gallimard vino a verme a propsito de la reedicin de mis primeros libros. Vaya!, nada menos que en la Pliade. Mucho ringorrango, pero pagan
el cuatro por ciento Como publican slo a los autores muertos, pagan poco. Deben saber que yo tambin he muerto.
Acabamos hablando de muchas cosas, como de Balzac; s, hablamos tambin de Balzac, que estuvo en Meudon, que vivi en Bellevue en casa del conde Apponyi, embajador
de Austria por entonces. Gallimard es balsaciano y anda buscndole la pista al tal conde Apponyi en el Ayuntamiento en el catastro nada!
Pronto vendrn los chinos -le digo.
Y cundo calcula que estarn aqu los amarillos? -contesta embromndome.
En Bizancio -le hago notar- andaban preocupados por el sexo de los ngeles cuando ya los turcos se cargaban las murallas y pegaban fuego a los barrios bajos. Lo mismo
nos est pasando a nosotros ahora con lo de Argelia. Nuestros grandes hombres no se preocupan del sexo de los ngeles, ni del peligro amarillo, slo se ocupan de comer. Comer
cada vez ms y con buenos vinos. Que vengan, que se atrevan los chinos! No pasarn de Cognac! Pero volvamos al conde Apponyi, el embajador de Austria que tan bien trat a
Balzac. Yo tambin tuve una persona de Austria que me tom de la mano cuando iba a salir a la calle mi primera novela. No era conde ni embajador slo era una mujer hermosa,
con el culo mejor terminado del mundo. Se llamaba Cillie Haca sol y haba luz en Montmartre en aquel otoo en que, en mal hora, cambi de oficio. De atardecida la vimos Mah y
yo, sentada en el Caf de la Paix. Lea muy atenta una gua de Pars, una de esas guas que eran famosas en aquellos aos y que llevaban el nombre de su autor o editor: Baedeker.
Lemos juntos algo sobre el Sacr-Coeur, sobre Montmartre. Hoy leeramos algo ms actual, por ejemplo, nos interesaramos por el cementerio del Pre-Lachaise:
Conocido tambin como cementerio del Este, es el primero y el ms interesante de los tres grandes cementerios de Parts. Recibe su nombre del jesuta Lachaise, confesor de
Luis XV, que tena una casa de campo en el punto donde hoy se encuentra la capilla del camposanto. La ciudad compr esta propiedad en 1804 e hizo construir el cementerio
conforme a los planos de Brogniart. Ms tarde fue ampliado hasta ocupar las cuarenta y cuatro hectreas que ahora tiene. El Pre-Lachaise realiza las inhumaciones
correspondientes a los barrios del noreste de Pars, pero cualquiera puede comprar all una sepultura
Todos pueden comprar menos yo, que no quiero gastar el poco dinero que tengo en una tumba all, y me quedar aqu, en Meudon. Entonces, hace casi treinta aos, no nos
ocupbamos de la muerte. Nos entretenamos con otras cosas. Dir ms: a pesar de haberla visto tan cerca durante la guerra del 14, la muerte no exista, no la comprenda como
ahora. En fin, volvamos a Cillie. Al verla le dije a Mah: Un tres palos, y l asinti. Bien arbolada, de lnea fina buena navegacin. Madre ma!, qu culo tena y qu piernas!
Recuerdo bien la tarde, pero su cara se me emborrona, no la preciso. Si fuera pintor tendra dificultades para reproducir su rostro, que era alegre. Eso s, su risa vuelve a m despus
de tanto tiempo. Pasamos entonces unos das llenos de luz Luego todo se lo llev la guerra a ella a sus amigos a m.
Hace unos das vino Man. Tiene el pelo entrecano. Ha dejado de pintar. Le dije en broma:
Yo morir antes que t. Bueno, ya sabes que estoy muerto eso dicen, pero me refiero al da en que me entierren. Debes hacerme una lpida muy simple. Nada de cruces: ni
griegas, ni latinas, ni ga-madas ni la de Lorena. Pintas un buen barco, grande, tres palos, de los que nos ponan los dientes largos en St. Malo. Las velas desplegadas, con una gran
escora; se ha de notar el viento. Lo haces tallar en una buena piedra y me la colocas encima. A ver si hay suerte y todava navego.
No me debi ver buena cara porque me contest serio, cambiando de conversacin.
Siempre andas en lo mismo A propsito de un buen tres palos -me dijo-, te acuerdas de la austraca que encontramos en el Caf de la Paix? sa s que resucitaba a un
muerto.
Cillie me hizo unas fotos aquellos das. Recuerdo que me las envi desde Viena y las utilic para la prensa cuando se public mi primer libro y Denoel quiso promocionarme.
Deb encontrarme favorecido, qu coquetera!, de no ser as no las hubiera usado. Ms tarde tambin me envi por correo el Brueghel: La fiesta de los locos. Vimos el cuadro
juntos, con Elizabeth, en el Museo de Viena. Estuve frente al cuadro una hora y ellas protestaban de mi tardanza. Les intent explicar que el viejo holands, resentido y lcido, haba
pintado all nuestra vida, es decir, nuestra muerte. Ellas crean que bromeaba, pero me puse serio y entonces miraron con atencin el cuadro.
Qu habr sido de ellas? De Elizabeth, casada con un judo en los EE UU; de Cillie, viuda por dos veces, lejos tambin.
Qu lenta putrefaccin ver pasar los das entre tanto gris aqu en Meudon!
Louis Ferdinand Destouches, conocido como Cline, falleci el sbado 1 de julio a causa de un aneurisma cerebral que le produjo un derrame. El que fuera premio
Renaudot en 1932 y escritor original y polmico muri el sbado pasado en su residencia de Meudon. Ayer martes fue enterrado en el cementerio municipal de esa localidad
cercana a Pars. Al sepelio asistieron unas decenas de personas, entre las que se encontraban el escritor Marcel Aym, el editor Gallimard y otros amigos del fallecido.
Destouches, cuyas obras han sido publicadas recientemente en la Pliade, atravesaba una situacin econmica precaria. Nuestro corresponsal informa, asimismo, que en los
ltimos aos haba vuelto a ejercer su antigua profesin de mdico. El escritor fue acusado de colaborar con los ocupantes alemanes durante la guerra, y vivi exiliado en
Dinamarca hasta que en 1951 regres a Francia. Desde entonces habitaba en la banlieue, llevando una vida social extremadamente discreta.
En octubre de 1962 el semanario L'Expres dedic un nmero a Destouches. All aparece la narracin que sigue, realizada para la revista por la que fue su segunda esposa,
Lucecte Almanzor, bailarina que en tiempos form parte del ballet de Serge Lifar.
Fue el sbado 1 de julio de 1961. Por la maana, cuando me levant a las nueve, haca un calor insoportable. No lo encontr por la casa: haba bajado al stano y estaba
acostado en un camastro viejo y sin uso. A pesar del calor tena la mano derecha helada. Creo que ya no le circulaba la sangre por el brazo. Como pude, le arrastr al primer
piso, a la cama.
Voy a llamar al mdico -le dije. - Ni se te ocurra. Djame morir en paz. No quiero ni inyecciones, ni mdicos, ni plaideros. No avises a nadie. Este trance lo pasas solo o
haces el ridculo. Tena un horrible gesto de dolor en la cara. El derrame cerebral deba de haber comenzado muy temprano. Se tap la cabeza con la sbana, apenas dejaba ver
su cabello. Sal de la habitacin sin saber quehacer. Me sent en el saln, desolada. Por suerte, al rato lleg, como muchos sbados, Serge Perrault, un viejo amigo, bailarn de
la pera, que haba venido con su hija, todava una nia. Esperamos un rato y entramos de puntillas en la habitacin. Louisya haba muerto. Cuando organizamos sus papeles
comprobamos que, quiz aquella misma maana, haba terminado su ltimo libro. Finalizaba con la siguiente frase: Honduras espumantes en donde todo deja de existir. La
palabra Fin estaba escrita debajo de esta frase, con una letra convulsa. Llova aquel da de enero. Algn tiempo despus hice grabar su nombre en una lpida de mrmol
rosado. Mand poner debajo las fechas que enmarcaron su vida: 1894-1961. El espacio restante de la lpida reproduce en bajorrelieve un barco de tres palos que trajo para la
tumba Henri Mah. - En recuerdo de los tiempos alegres -me dijo. Los tiempos en que Louis an no escriba, aquellos que no compart con l. Mah me dio tambin unos versos
de Baudelaire.
No quise colocar estas palabras sobre la tumba que algn da ser tambin la ma.
POST-SCRIPTUM
Esta novela tiene su arranque en la publicacin de un buen nmero de las cartas que Louis Ferdinand Destouches -cuyo pseudnimo literario era el de Cline- escribi a sus
amigas durante los aos treinta, sacadas a la luz por Gallimard hace algn tiempo.
Entre estas cartas llaman la atencin las dirigidas a una joven vienesa y juda, relacionada con el mundo del psicoanlisis y de la Viena Roja. Esta amante ocasional y amiga
permanente de Cline aparece oculta en la citada publicacin bajo la letra N.
La contradiccin entre la amistad y ternura declaradas hacia N y la imagen que de Cline ha llegado hasta nosotros -antisemita furibundo y fascista convicto-, adems de la
fascinacin que ejerce la Europa maniquea de entreguerras, fueron los impulsos primeros de esta narracin.
Ya en ella, habl con Jos Miguel Ulln, que vivi a finales de los aos sesenta en el finis-terrae de Destouches, Meudon, donde conoci a la viuda del escritor. Los libros de y
sobre Destouches que Ulln me prest difcilmente los hubiera encontrado en Madrid. Fue ste el segundo impulso. Para entonces ya saba el verdadero nombre de N.
Avanzada la novela, apareci el exhaustivo estudio de Frdric Vitoux sobre la vida de Destou-ches, al cual se deben muchas precisiones.
Las voces que aqu aparecen, lo hacen, en general, con sus nombres verdaderos. Debo advertir, empero, que todos los personajes son fruto de mi imaginacin, eso s, apoyada
frecuentemente en hechos comprobables.
Procur no caer en la tentacin de usar las obras de Destouches en los relatos que en esta novela se le atribuyen, pero he de confesar que no siempre lo consegu.
Muchos son los autores de los que me he servido. He aqu una lista no exhaustiva: H. Mah, Peter F. Drucker, Ilya Ehrenburg, Wolf Bertram, Ernst Fischer, Wolfgang Maderthaner,
Michel Cullin, Francisco Perea, C.L. Sulzberger, Jean Lacouture, Claudio Magris, Giles y Jean R. Ragache, etctera.
El autor
11/12/2011
notes
[1] El 10 de enero de 1940, durante la Ocupacin, Grgoire Ichok cogi una cpsula de cianuro del dispensario de Clichy y se envenen en la terraza del Caf des Sports, en
la Puerta de Maillot. Su muerte fue instantnea. (N. del A.)