Ana Riveros Poesía Chilena de 1980

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NDICE

INTRODUCCIN. 4

CAPTULO I: POESA CHILENA DE LA DCADA DE 1980.


ANTECEDENTES SOCIO-HISTRICOS Y
ARTSTICO-LITERARIOS. 12

1. Contexto sociopoltico y cultural: Chile en la dcada de 1980. 13


1.1. Antecedentes e inicios de la dictadura: golpe de Estado y rgimen militar. 15
1.2. Arte y cultura bajo dictadura militar. 21
1.3. Crisis y giros del proyecto dictatorial. 27

2. Produccin potica chilena de 1980: desde 1982 a 1990. 31

2.1. Problemtica en torno a la denominacin Generacin de 1980. 34


2.2. Panorama artstico-literario de 1980: acciones de arte, movimientos
colectivos y revistas literarias. 41
2.3. Lectura de la crtica literaria en torno a la produccin potica chilena
de 1980. 54

3. Corpus bsico de estudio: Seis poetas de la dcada de 1980. 64

4. Exposicin y fundamentacin del problema de estudio. 71

5. Orientaciones terico-metodolgicas. 79

6. Hiptesis. 82

CAPTULO II. APROXIMACIONES DISCIPLINARIAS Y


CRTICAS EN TORNO A LA NOCIN DE SUJETO
Y SUJETO POTICO. 86

1. El concepto de sujeto. 87

1.1. El sujeto posmoderno. 90

1
2. La nocin de sujeto potico. Aproximaciones terico-crticas. 95

2.1. El sujeto desde la perspectiva lingstica. 95


2.1.1. Benveniste y el sujeto como entidad fundada en el lenguaje. 97
2.1.2. El sujeto polifnico en Ducrot. 102
2.2 Indagaciones psicoanalticas en torno al sujeto. 106
2.2.1. El sujeto freudiano. 107
2.2.2. El sujeto en la teora lacaniana. 113
2.3. El sujeto de la diferencia: las propuestas tericas de Deleuze,
Derrida y Foucault. 119
2.3.1. Deleuze: la diferencia y el devenir como fundamento del ser. 120
2.3.2. La deconstruccin y differance derridiana. 127
2.3.3. Foucault: sujeto, discurso y poder. 134
2.4. El sujeto como otro: lectura de Paul Ricoeur. 141
2.5. Sujeto, identidad e ideologa. 144
2.6. La problemtica del sujeto y la identidad en el pensamiento
latinoamericano contemporneo. 154
2.7. El sujeto potico y la teora literaria. 178

CAPTULO III. CONFIGURACIONES, IMGENES Y TRANSFORMACIONES


EN EL SUJETO POTICO DE LA POESA DE 1980. 190

1. Antecedentes en la tradicin potica chilena contempornea.


Los casos Rojas, Parra, Lihn y Teillier y su presencia en la poesa de 1980. 191

2. Sujeto potico de 1980: configuraciones, imgenes y transformaciones.


Discursos de sobrevivencia. 204

2.1. Rodrigo Lira: anulacin del sujeto tras la imagen y mscara. 204
2.1.1. La autorreferencialidad y narcisismo de un sujeto soluble. 206
2.1.2. La otredad necesaria. 213
2.1.3. Mscaras e imgenes de un sujeto anulado. 219
2.1.4. El recurso escnico para un sujeto irreal. 229
2.2. Soledad Faria: gestacin de un sujeto malogrado. 234
2.2.1. Imposibilidad del sujeto: entidad truncada y malformada. 236
2.2.2. La lengua como instancia de represin. 242
2.2.3. Tradicin potica y mistraliana: la madre y emergencia
del sujeto femenino. 248
2.2.4. Hallazgo ilusorio del sujeto potico. 259
2.3. El sujeto huidizo e intransigente en la poesa Elvira Hernndez. 262
2.3.1. El permanente escurrir del sujeto potico. 264
2.3.2. El lenguaje como va de evasin y desconstruccin. 274
2.3.3. El escurrimiento del sujeto por las fisuras de la opresin. 288

2
2.4. El sujeto potico eclipsado en la poesa de Diego Maquieira. 293
2.4.1. La Tirana: transposicin de sujetos en decadencia. 295
2.4.2. Los Sea-Harrier: transposicin de sujetos en pugna. 310
2.4.3. Religin y lengua tirana. Poder y traicin en los sujetos. 315
2.4.4. El espacio del carnaval: caos e interposicin de identidades. 324
2.5. El sujeto secreto en la poesa de Juan Luis Martnez. 332
2.5.1. La autonoma del lenguaje potico: la evocacin de la albura. 334
2.5.2. La disolucin del sujeto y al autor: el cisne martiniano. 341
2.5.3. Muerte y no-presencia: dominios secretos del sujeto y la albura. 346
2.5.4. El sujeto secreto como residuo y silencio en el poema. 359
2.6. Ral Zurita: sujeto exacerbado y grandilocuente. 370
2.6.1. Mutaciones del sujeto en el paisaje: el sujeto-pas,
espejismos y bsqueda de la identidad. 372
2.6.2. Representaciones del sujeto en la tradicin judeo-cristiana. 394
2.6.3. Presencia de referentes artstico-literarios universales en
la configuracin del sujeto. 404
2.6.4. Sujeto exacerbado: proyeccin de la conjuncin arte-vida. 411

CONCLUSIN. 416

BIBLIOGRAFA. 426

3
INTRODUCCIN.

La presente investigacin tiene como propsito el anlisis detenido de la produccin

potica chilena de la dcada de 1980, publicada especficamente entre los aos 1982, fecha en

que tuvo lugar la manifestacin de cierto giro poltico-econmico en nuestro pas durante el

periodo de gobierno militar, correspondiente a la crisis econmica de 1982, y a partir del cual se

dio paso a un seudo levantamiento de la censura en relacin a las expresiones artstico-culturales

reprimidas desde el golpe de Estado en 1973; hasta 1990, ao en que finaliza el periodo de

dictadura poltica en nuestro pas. Igualmente, se han considerado al interior de este corpus

algunas excepciones correspondientes a obras editadas de modo anterior a la fecha sealada, vale

decir, desde 1977 en adelante; ello debido a que en razn de la lectura efectuada, estas obras en

correlacin con las producidas despus de 1982 presentan ciertas particularidades que nos

permiten postular la presencia de un sujeto potico caracterstico y comn, pero transmutado o

metamorfoseado en cada uno de los poetas, lo que opera como una entidad representativa de esta

escritura en relacin a la modalidad de expresin asumida por ella ante las circunstancias

sociopolticas y culturales de la poca. En este sentido, cada uno de los sujetos proyectados en

esta poesa se circunscribe segn nuestra lectura en los intentos fallidos acuados mediante

distintas formas en cada uno de ellos, por postular una subjetividad capaz de sobreponerse a las

instancias de represin y contencin dispuestas por el poder, representado en este caso en

trminos socio-polticos e ideolgicos por el gobierno militar, este ltimo asociado al sector de la

derecha conservadora de nuestro pas y al modelo econmico neoliberal impulsado

fundamentalmente por los mercados extranjeros y el capitalismo. En esta lnea y en el marco del

4
presente estudio, nuestra comprensin del sujeto se adscribe, en efecto, a aquella que lo

considera como una entidad ampliamente dependiente de los procesos histricos y sociales, vale

decir, una subjetividad determinada por las ideologas y las mismas instancias de poder que

tienden a conceder espacios de resistencia y aparente subversin en tanto ste requiere de

entidades que lo sufran, padezcan y desafen. De este modo, expone Smith:

La resistencia existe, pero tiene lugar solamente dentro de un contexto social


que ha construido con anterioridad posiciones de sujeto aptas para la accin
humana. El mbito de esta resistencia tiene que percibirse, as, en los
intersticios de las posiciones del sujeto que ofrece una formacin social dada.
De manera ms precisa, la resistencia debe contemplarse como consecuencia
de contradicciones existentes entre posiciones de sujeto y en el interior de las
mismas La resistencia se entiende mejor como un giro especfico en la
dialctica entre la individualizacin y la interpelacin ideolgica.1

De acuerdo a ello, la resistencia desde la cual se levantan estos sujetos no constituye otra

instancia que la que otorga el mismo sistema de poder y represin, resquicios efectivos que el

poder concede a la resistencia2 con el propsito de posibilitar y ratificar el propio andamiaje de

la ideologa que constrie y contiene a estos mismos sujetos. En esta lnea entonces, los

movimientos efectuados por los mismos no constituyen ms que instancias de sobrevivencia o

supervivencia en funcin de la cual el sujeto intenta delimitar su accionar y subversin, lo que en

definitiva no constituye ms que una falacia en tanto no existe un verdadero lugar para la

oposicin ni la resistencia, razn por la cual en medio del intento fallido del sujeto por desasirse

de dicha opresin ste termina murindose sin alharaca, tal como apunta Lihn en torno al

1
P. SMITH, Discerning the Subject. En A. PENEDO, G. PONTN, Nuevo Historicismo. Madrid: ARCO/LIBROS,
1998, p. 188.
2
G. PONTN, Introduccin. Ibd., p. 18.

5
sujeto potico de Rodrigo Lira3, termina anulndose, o mejor dicho, dando cuenta de su

verdadera condicin: la inexistencia de un yo constituido en funcin de su propia sustentabilidad,

integridad, libertad e independencia, sino todo lo contrario, la representacin en el texto de seudo

subjetividades o subjetividades vacas sin sujeto4 cuya presencia slo es validada y justificada

en el marco del engranaje ideolgico-social del cual forman parte y para la cual las distintas

instancias e instituciones de poder han destinado ciertos espacios.

El corpus de estudio seleccionado para el presente trabajo, correspondiente al conjunto de

seis poetas y sus respectivas obras editadas durante el periodo sealado es, en orden alfabtico, el

siguiente: Soledad Faria (1943), El Primer Libro (1985), Albricia (1988); Elvira Hernndez

(1951), Arre! Halley Arre! (1986), Meditaciones fsicas por un hombre que se fue (1987),

Carta de viaje (1989); La Bandera de Chile (1991); Rodrigo Lira (1949-1981), Proyecto de

Obras Completas (1984); Diego Maquieira (1951), La Tirana (1983), Los Sea-Harrier en el

firmamento de eclipses, (1986); Juan Luis Martnez (1942-1993), La nueva novela (1977), La

poesa chilena (1978); Ral Zurita (1951), Purgatorio (1979), Anteparaso (1982), Canto a su

amor desaparecido (1986), El amor de Chile (1987).

Asimismo, en el presente estudio se considerarn como antecedentes de lectura el

conjunto de prcticas de diversa ndole eventos artstico-culturales, acciones de arte,

publicaciones colectivas, antologas y revistas, antecedentes de la crtica de la poca y posterior,

etc. mediante las cuales tuvieron lugar diversas modalidades de expresin de una misma voz
3
E. LIHN, El circo en llamas. Santiago: LOM Ediciones, 1997, p. 157.
4
P. ANDERSON, In the Tracks of Historical Materialism. En A. PENEDO, G. PONTN, op. cit., p. 185. La idea
de ausencia o desaparicin del sujeto est presente igualmente en Foucault. M. FOUCAULT, Qu es un autor?
Conferencia expuesta por Michel Foucault el 22 de febrero de 1969 en la Sociedad Francesa de Filosofa.
Documento recogido el 27/04/2009 en
http://148.206.53.230/revistasuam/dialectica/include/getdoc.php?id=286&article=305&mode=pdf.

6
potica que se expone, sin embargo, transmutada en cada uno de estos soportes as como en los

proyectos poticos de cada autor. De acuerdo a ello, la revisin de esta escritura se efecta a la

luz del periodo histrico-poltico y cultural en el cual se produce y publica, esto es la dictadura

militar aun cuando este factor es altamente relevante, no es el nico mediante el cual sea

posible orientar la lectura en torno a estas obras y la materializacin hacia fines de la dcada del

70 e inicios de los 80 de una serie de soportes y/o canales de expresin generados por los mismos

sectores artstico-culturales del pas dispuestos bajo represin desde 1973, entre estos, la

aparicin de revistas de poesa y literatura que circularon al interior y fuera nuestro pas durante

aquel periodo, entre ellas La Bicicleta, La Gota Pura, El Espritu del Valle, Hueln, La Castaa,

Araucaria de Chile, esta ltima producida en el exilio, como asimismo la presencia de los

autores en el escenario cultural de la poca el caso, por ejemplo, de Rodrigo Lira en el contexto

universitario de este periodo, o de las acciones de arte efectuadas por del grupo C.A.D.A.

(Colectivo de Acciones de Arte) en las cuales particip Ral Zurita, entre otros eventos de

similar naturaleza. No obstante lo anterior, el examen efectuado por nosotros en torno a la

figura de sujeto en las obras de cada uno de los poetas seleccionados, est centrado

fundamentalmente en las posibilidades de lectura e interpretacin que los proyectos escriturales

de cada uno de ellos nos ofrece. En este sentido, las estrategias de lectura generadas en el

presente trabajo surgen principalmente a partir del examen detenido y pormenorizado de los

mismos textos incorporados en el corpus de estudio, tanto de modo especfico y particular como

en su conjunto, por lo que las prcticas potico-culturales de la poca efectuadas por los mismos

autores a modo de expresin artstica extratextual han sido slo considerados como antecedentes

significativos en la medida que estos nos ayuden y colaboren en la configuracin del sujeto

potico por nosotros postulado.

7
En relacin a las secciones que se presentan a continuacin, al inicio del primer captulo

se efecta una revisin del contexto socio-histrico y poltico en el cual se genera esta poesa,

correspondiente al periodo de gobierno militar y, en lneas generales, a las instancias de

represin y censura que operaron durante este tiempo sobre las diversas instancias de expresin

pblica y artstico-cultural, esto es, encuentros, eventos y lecturas pblicas organizados por

escritores, acadmicos y poetas, como asimismo la imposibilidad para acceder a ediciones y

publicaciones oficiales a travs de las cuales sea posible presentar y difundir la produccin

potica generada durante este periodo, lo que en definitiva alter y defini claramente los

procesos de expresin y difusin del arte y la cultura y, por ende, los mismos procesos internos

de produccin por medio de los cuales cada poeta o escritor asumi su propio quehacer potico y

ciertos cdigos de expresin. En la segunda parte de este captulo, se efectuar una revisin

panormica de la produccin potica chilena de este periodo, la que est compuesta por

publicaciones oficiales que lograron en su momento superar la barrera de la censura,

autoediciones, ediciones colectivas y/o individuales, clandestinas, fotocopiadas y/o

mimeografiadas, y revistas literarias, como asimismo los lineamientos principales planteados por

parte de la crtica generada durante aquella dcada como en la actualidad en relacin a esta

produccin potica y a la nocin de hablante o sujeto potico presente en ella. De este modo, se

dar revisin principalmente a la produccin crtica de autores como Ivn Carrasco, Federico

Schopf, Nan Nmez, Soledad Bianchi, Toms Harris, Manuel Jofr, Andrs Morales, Eugenia

Brito, Oscar Galindo, Ricardo Yamal, entre otros.

Respecto al marco terico-metodolgico considerado y delimitado en el segundo

captulo, el presente estudio centra la revisin de la nocin de sujeto segn los diversos

planteamientos establecidos por las perspectivas tericas y disciplinarias que se han dedicado en

8
parte al estudio de esta entidad: el psicoanlisis, la filosofa, la antropologa, la sociologa, la

historia, la perspectiva lingstica y la terico-literaria; todas reas disciplinarias a partir de las

cuales se constituyen los lineamientos crtico-tericos fundamentales con los que se configurar

el soporte terico en torno a esta nocin. De este modo, desde la perspectiva psicoanaltica se

efecta una revisin, por un lado, de la nocin de sujeto freudiano en cuanto a la represin de su

energa pulsional a raz del orden simblico lenguaje y cultura; y, por otro, de la lectura

lacaniana relativa a la posibilidad de aprehender al ser parcialmente a travs de su propia materia

de represin el mismo lenguaje. Desde la perspectiva filosfica-antropolgica y sociolgica,

nos hemos apoyado principalmente en los presupuestos tericos de los siguientes autores:

Deleuze y la deconstruccin de la subjetividad en tanto se considera el organismo como pliegue

de la materia-imagen, del tiempo-duracin, pliegue en el cual aparece la diferencia, esta ltima

nocin asociada igualmente a los presupuestos tericos de Jacques Derrida y su teora

deconstructivista; Michel Foucault y su comprensin del yo como resultado de una serie de

dispositivos de moldeaje tecnologas y agenciamientos del yo; Paul Ricoeur y las nociones de

ipseidad y la alteridad como parte constitutiva del sujeto en s mismo, como igualmente la

nocin de identidad asociada a las de memoria, ideologa y poder; Zigmunt Bauman a propsito

de la doblez y escisin que guarda el concepto de identidad, tal como lo visualizan por su parte

los autores Jorge Larran, Antonio Cornejo Polar, ngel Rama y Nstor Garca Cancilini, entre

otros, al hablar de una identidad latinoamericana heterognea y trizada tras los embates de la

modernidad.

Desde la aproximacin terico-literaria, a partir de Julia Kristeva se revisa la nocin de

sujeto potico como una entidad en permanente intento por escapar al significado y al yo

trascendental propio del hablante lingstico, entendido ste como conciencia ttica o judicativa,

9
asociada al ego cognoscente, razonado, al que se coloca permanentemente en tela de juicio. El

sujeto potico entendido en otras palabras como una especie de bisagra, como punto de

articulacin entre el discurso pulsional freudiano y la estructura simblico-cultural que lo

expresa e inhibe al mismo tiempo, dando origen a un excedente indeterminado, a una entidad

atrofiada, inestable, fantasmagrica, que aparece y desaparece a la vez en las marcas del

lenguaje. En el caso de la perspectiva lingstica se recogen, por ltimo, los planteamientos de

Benveniste en torno al sujeto de la enunciacin sujeto emprico, que emite el enunciado, acto

mediante el cual se configuran los sujetos lingsticos, el sujeto del enunciado, concordante

con el de la conciencia ttica en los trminos de Kristeva.

Posteriormente, en el tercer y ltimo captulo, se efectuar la revisin y anlisis detenido

de cada una de las obras consideradas al interior de nuestro corpus de estudio, en funcin de los

mecanismos y procedimientos que adopta y ejecuta la nocin de sujeto presente en cada una de

ellas, de modo de determinar las formas que asume cada sujeto en el marco de cada una de las

escrituras y poetas seleccionados. No obstante, antes de esta exposicin, se efectuar una

revisin general de la tradicin potica chilena en razn de cuatro autores relevantes

pertenecientes a generaciones anteriores, del 38 y 50 principalmente, y de los modos y formas de

representatividad en torno a la figura de sujeto adoptadas en cada una de sus respectivas obras.

De este modo, se efectuar la revisin general de la obra de los poetas Gonzalo Rojas, Nicanor

Parra, Enrique Lihn y Jorge Teillier, en funcin de la presencia de sus respectivas poticas y

modos de representacin del sujeto presente en cada uno de ellos, los que fueron de alguna forma

recogidos posteriormente por los poetas que forman parte de nuestro corpus de estudio.

10
De acuerdo a lo anterior, el objetivo general del presente trabajo consiste en determinar la

configuracin del sujeto potico de la poesa chilena de la dcada de 1980, en cuanto a la

comprensin de un sujeto con rasgos comunes que, sin embargo, tiende a transfigurarse en

entidades dismiles de acuerdo a los modos de representatividad acuados por cada escritura. A

partir de ellos, en el presente trabajo nos hemos propuesto examinar y determinar el mecanismo

mediante el cual se modeliza la figura del sujeto potico en cada escritura; reconocer la presencia

de ciertas marcas provenientes de la tradicin potica como asimismo de las circunstancias

histrico-polticas de la poca; vincular los lineamientos tericos provenientes del psicoanlisis,

la filosofa, la sociologa, la teora literaria, la lingstica, y reconocer sus implicancias en los

mecanismos de configuracin del sujeto; determinar los mecanismos mediante los cuales se

generan las marcas de representatividad y diferenciacin en cada uno de los sujetos de las

distintas escrituras y los aspectos de transformacin y de convergencias. Lo anterior, bajo la

comprensin de que en cada uno de los seis poetas considerados para nuestro estudio, el sujeto

potico adquiere una forma de manifestacin de aparicin y ocultamiento a la vez mediante la

cual en definitiva, se intenta evadir las polticas de censura y represin del periodo poltico en el

cual dicha produccin est inserta, como a su vez, disimular, velar su verdadera falta, la ausencia

de s mismo, su inestabilidad y precariedad, cual rostro de arena en las palabras de Foucault. Lo

anterior, no obstante, en el entendido que todo intento de metamorfoseo y fuga no es no es ms

que la utilizacin del espacio que el mismo engranaje de poder concede y que incluso requiere

para su propio funcionamiento.

11
CAPTULO I

POESA CHILENA DE LA DCADA DE 1980.


ANTECEDENTES SOCIO-HISTRICOS Y ARTSTICO-LITERARIOS.

12
CAPTULO I

POESA CHILENA DE LA DCADA DE 1980.


ANTECEDENTES SOCIO-HISTRICOS Y ARTSTICO-LITERARIOS.

1. Contexto sociopoltico y cultural: Chile en la dcada de 1980.

La dcada de 1980 en Chile est marcada por las directrices sociales, polticas, culturales,

econmicas establecidas por el periodo de rgimen militar impuesto desde el golpe de Estado el

11 de septiembre de 1973 y encabezado por Augusto Pinochet hasta el final de su proceso, en

marzo de 1990, fecha de inicio del retorno del pas a la democracia. Tales directrices incidieron,

por tanto, no slo en el ordenamiento poltico y socioeconmico de un pas y de todos sus

ciudadanos, sino tambin hicieron sentir su peso en todos aquellos mbitos mediante los cuales

los individuos podran hacer manifiesto su descontento, padecimiento e indignacin ante la

imposicin violenta de los militares en el poder, los feroces abusos cometidos en torno a los

derechos humanos que significaron el homicidio, la detencin y desaparicin de ms de 3.000

personas5, por medio de actos de tortura, ejecucin y genocidio. De este modo, la cultura como

espacio y va de expresin para estudiantes, artistas, acadmicos e intelectuales se vio altamente

reprimida y delegada a una condicin de discurso ilegtimo, prohibido y clandestino, por causa

de la cual muchos creadores asociados a las distintas reas y disciplinas de la expresin cultural

msica, literatura, pintura, teatro, etc. se hallaron directamente silenciados por medio de

5
El nmero de vctimas de violacin a los DDHH calificadas por el Estado en Informe de la CNVR (Comisin de
Verdad y Reconciliacin Informe Rettig) e Informe de la CNRR (Corporacin Nacional de Reconciliacin y
Reparacin) corresponde a un universo de 3.195 personas. Informacin recogida el 21/06/2008 en
http://www.ddhh.gov.cl/estadisticas.html.

13
ejecuciones polticas como fue el caso del cantautor Victor Jara; el exilio impuesto o

voluntario como sucedi con un gran nmero de poetas chilenos, entre ellos Gonzalo Milln,

Waldo Rojas, Oscar Hahn, Omar Lara, Efran Barquero, Sergio Macias, entre otros6, o la

censura, para el caso de aquellos que se quedaron en nuestro pas durante aquel extenso periodo.

En el presente estudio, precisamente, abarcaremos las obras de seis poetas chilenos cuya

estada durante el gobierno militar se efectu en Chile, motivo por el cual debieron generar

ciertos mecanismos de produccin potica, encuentro y difusin que se alejara o escapara a los

sistemas de censura impuesto por la dictadura, lo que en efecto fue logrado por algunos, pero no

por otros. Estos ltimos tuvieron que someterse, en algunos casos, al aplazamiento indefinido de

la aparicin de su obra bajo un sello editorial durante aos o incluso una dcada como fue lo

ocurrido de La Bandera de Chile de Elvira Hernndez, cuyas circunstancias de produccin y

publicacin sern revisadas posteriormente en el tercer captulo.

6
Da cuenta de esta situacin la creacin de la Revista de Literatura Chilena en el Exilio, que se public durante
1977 y en California, Estados Unidos, y alcanz su volumen n 14 en abril de 1980 posteriormente se edit en
Espaa donde pas a llamarse Revista Chilena. Creacin y Crtica. De este modo, se expone al inicio de su primer
nmero a modo de editorial: La Revista de Literatura Chilena en el Exilio, se funda por las siguientes razones:
Bajo el gobierno de las Fuerzas Armadas en Chile no existe libertad de pensamiento ni de expresin; las
universidades han dejado de ser organismos de cultura para transformarse en centros de coercin y adiestramiento
poltico pretendiendo segn declaracin explcita de personeros de la Junta, formar una generacin que responda a
los intereses del gobierno de facto bajo la disciplina frrea de rectores militares. Como consecuencia de las medidas
tomadas por la dictadura se ha producido un vasto xodo de investigadores y escritores chilenos hacia pases que les
ofrecen garantas de libertad y facilidades en su trabajo. Creemos de toda necesidad vincular estrechamente a los
intelectuales chilenos en el exilio, promover sus trabajos de investigacin y creacin y darles la amplia difusin que
se merecen. () Declaramos nuestra firme voluntad de continuar esta publicacin en el exilio hasta que se
restablezcan en nuestra patria las condiciones de libertad y respeto a los derechos del hombre que han sido
tradicionales del pueblo de Chile. Revista de Literatura Chilena en el Exilio, enero, invierno de 1977, vol. 1, ao 1,
Ediciones La Frontera, Los ngeles, California, p. 2.

14
1.1. Antecedentes e inicios de la dictadura: golpe de Estado y rgimen militar.

El golpe de Estado se produce la maana del martes 11 de septiembre de 1973, por parte de

la Junta Militar compuesta por las cabezas de las cuatro ramas de las Fuerzas Armadas del pas:

el almirante Jos Toribio Merino; el general de la Fuerza Area, Gustavo Leigh; el general de

Carabineros, Csar Mendoza; y el comandante en jefe del Ejrcito, Augusto Pinochet, quien

encabez dicha Junta. La determinacin de la fecha se debi a que en aquella jornada el

Presidente de la Repblica, Salvador Allende Gossens, efectuara la convocatoria a un plebiscito

mediante el cual hallar una salida poltica a las problemticas econmicas, de abastecimiento y

servicio en que se encontraba el Estado y, por consiguiente, el pas7, a causa fundamentalmente

de la poltica de gobierno tendiente a estatizar y expropiar aquellas empresas que pusieran el

riesgo el abastecimiento de la poblacin proyecto que se vio sobrepasado por el accionar de

obreros y sus paralizaciones masivas en empresas y fbricas con el fin de incentivar y acelerar el

proceso de expropiacin por parte del Estado, y de la presin econmica y poltica efectuada

por Estados Unidos a travs de la administracin de Richard Nixon opuesta al gobierno socialista

de Allende. De acuerdo a ello, la poltica norteamericana se centr en la generacin de un

colapso de la economa chilena, lo que se acentu tras la nacionalizacin de las grandes empresas

del cobre, provocando finalmente que tanto compaas como el gobierno norteamericano dieran

paso a un boicot contra el comercio exterior y las potenciales fuentes de crdito disponibles para

el Estado chileno. Lo anterior, sumado a la paralizacin de la inversin privada y al

7
S. CORREA et al. Historia del siglo XX chileno. Santiago: Editorial Sudamericana, 2001, p. 274.

15
acaparamiento interno deriv en graves consecuencias econmicas y polticas para el gobierno

de la Unidad Popular.8

En razn de lo anterior, el rgimen militar impuesto tras el golpe de Estado del 11 de

septiembre y el inmediato derrocamiento del gobierno de Allende y de la Unidad Popular, se

estableci desde el comienzo como una administracin que aspiraba a ser ms que una instancia

de quiebre y reposicin poltica y econmica de una nacin, segn dos ejes centrales presentes en

su administracin: por un lado, el carcter en extremo represivo y anulador del disenso pblico y,

por otro, el propsito refundacional mediante el cual se tiende a justificar su extensin y

perpetuidad en el poder por medio de acomodos y maniobras polticas9 que permiten su

permanencia finalmente durante diecisiete aos, hasta marzo de 1990, cuando asume como

Presidente de la Repblica, tras un proceso democrtico de eleccin, Patricio Aylwin Azcar.

En lneas generales, el gobierno militar se destac en efecto por el excesivo control y

represin sobre los ciudadanos, lo que fue materializado mediante el extremo abuso a los

derechos humanos a travs de las torturas, ejecuciones, persecuciones, detenciones y

desapariciones de ciudadanos militantes y/o adherentes del Partido Comunista y del gobierno de

la Unidad Popular, y los procedimientos represivos de toque de queda y de censura que, en

definitiva dan cuenta de una ciudadana y un pas bajo estado de sitio. La reconstruccin de la

normalidad nacional constitua la misin suprema a realizarse ante Dios y la Historia, como

expona el lenguaje de los bandos10, que deba asumir el rgimen militar y la Junta de las

Fuerzas Armadas que lo presida, la que tras un ao en el poder pasara a ocupar solamente el rol

8
Ibd., pp. 265 a 267.
9
Ibd., pp. 279.
10
Ibd.

16
correspondiente al sistema legislativo, concentrndose por tanto los poderes administrativos y de

gobierno en la persona del comandante en jefe del Ejrcito, Augusto Pinochet, quien en junio de

1974 asumi el ttulo de Jefe Supremo de la Nacin. Al respecto, Sofa Correa et al. describen

con precisin los aspectos centrales que destacaron en el modos operandi del gobierno militar

desde sus inicios:

se trataba en este caso de una dictadura indita con alcances totalitarios, a


juzgar tanto por el rigor empleado como por el propsito avasallador de la
civilidad histrica. El Congreso fue clausurado, declarndose el pas bajo
estado de sitio, con lo cual quedaron suspendidas las garantas individuales.
Se prohibieron los partidos polticos de la Unidad Popular, mientras los
restantes entraban en receso, para luego en 1977 tambin caer bajo
proscripcin. La administracin pblica fue purgada, y se ved toda actividad,
manifestacin pblica u organizacin poltica de base. Las elecciones
sindicales se suspendieron () Se disolvi el Tribunal Constitucional, se
quemaron los registros electorales. El toque de queda impuesto en el territorio
nacional restringi todo desplazamiento nocturno de la poblacin (). La
censura de la prensa escrita, radio, televisin, slo autoriz medios adictos al
rgimen; todas las publicaciones debieron ser revisadas con antelacin a su
edicin. Las universidades fueron intervenidas designndose oficiales
uniformados o en retiro para ejercer los cargos de rectores delegados, quienes
procedieron a exonerar a acadmicos de larga trayectoria a la vez que tutelar
la docencia impartida en los claustros.11

Por su parte, Salazar y Pinto sealan que el golpe de Estado de 1973 constituye la

coyuntura sociopoltica mediante la cual se instala en nuestro pas el modelo econmico

neoliberal, lo que se concret por medio de una convulsin histrica de nivel superlativo. De

este modo, los autores destacan cmo otros polticos analistas otorgaron a este evento el

apelativo de revolucin en tanto corresponde al violento quiebre de un sistema poltico y social

anterior, y su total reemplazo o anulacin por un ordenamiento poltico y econmico opuesto, lo

que igualmente fue asumido por otros como una verdadera revolucin capitalista. Sin

11
Ibd., p. 280.

17
embargo, para Salazar y Pinto, desde una perspectiva histrica el golpe de Estado y rgimen

militar y, por ende, la instalacin del modelo neoliberal que dicho proceso conlleva, corresponde

ms bien a un hecho contra-revolucionario que se opone al afn revolucionario la autntica

revolucin del periodo 1938-1973 de la historia de Chile, vale decir, desde el gobierno de Pedro

Aguirre Cerda al trmino del de Salvador Allende12. En el caso del periodo de la Unidad Popular

y tiempos antes de su triunfo en 1971, el sector que se hallaba en clara posicin revolucionaria,

opuesta al empresariado capitalista era, en efecto, la clase trabajadora, fuerza que sin embargo

fue perdiendo territorio de modo progresivo durante los tres aos de rgimen socialista, ante la

presin de los sectores capitalistas del pas y extranjeros. De este modo, los autores afirman en

torno al golpe de Estado y la instauracin del autoritarismo poltico:

En rigor, la revolucin de 1973 no fue ni revolucin industrial ni revolucin


burguesa ni revolucin de tipo nacionalista, sino, menos que eso y ms
burdamente, slo una contra-revolucin militar que, en el corto plazo, fue
anti-proletaria, y en el mediano, pro-capitalismo internacional.13

No obstante, desde el punto de vista econmico, los autores enfatizan que en efecto es

posible considerar dicho evento y proceso poltico como una revolucin capitalista en tanto el

principal beneficiado a la larga de esta operacin es precisamente el capital, el que se potenci

sobre todo y con mxima fuerza a partir de 1983, despus de la crisis econmica de 1982. En

esta lnea, Salazar y Pinto se cuestionan respecto de la naturaleza de esta revolucin econmica

que se instaur en nuestro pas por medio de la plataforma poltico-militar, vale decir, en torno a

si esta es efectivamente una revolucin mercantil-financiera o capitalista principalmente nacional

12
G. SALAZAR, J. PINTO, Historia Contempornea de Chile I. Estado, legitimidad, ciudadana. Santiago: LOM
Ediciones, 1999, p. 100.
13
Ibd., p. 101.

18
o, ms bien, de integracin al proceso internacional de globalizacin. Ante se ello, se plantea que

dicha revolucin neoliberal ha presentado un carcter ms mercantil que productivo o, dicho de

otro modo, se presenta como una maniobra econmica a travs de la cual se intenta potenciar el

aspecto mercantil a travs de la produccin14. De este modo, se privilegia el mercado exterior, lo

que no ha constituido una revolucin industrial segn los autores, sino una reactivacin del

sector primario-exportador capitalismo depredador o salvaje que tiende a destruir y agotar los

recursos naturales y, por consiguiente, una nueva instalacin de los holding

mercantil-financieros cuyo control es extranjero ms que nacional. Este modelo mercantil

impuesto autoritariamente y a travs del cual se busca potenciar el desarrollo hacia fuera, hacia

el exterior, se centra por consiguiente en la generacin de grandes fortunas e incremento del

capital por parte del sector empresarial, inhibiendo la posibilidad de crecimiento de los sectores

ms medios y bajos de la poblacin, y desechando en definitiva a grandes masas marginales que

no se ven en absoluto favorecidas por dicho proyecto15. Sin embargo, Salazar y Pinto sostienen

que a pesar del empuje y los alcances altamente efectivos para el ascenso del capital, de igual

modo estos procesos estn sujetos a periodos de colapso comercial y quiebre que por lo general

acontecen ante ellos como el caso de Chile en 1930, o posteriormente hacia fines de la dcada

de 1990 con la llamada crisis asitica. Es as como se expone que el capitalismo mercantil

chileno carece de una hegemnica lnea productora de bienes de capital o de innovacin

tecnolgica, motivo por el cual el capitalismo nacional carece de vida propia. Sigue siendo un

capitalismo frgil. De reflejos () De estabilidad sobre cualquier arena16 arguyen los autores en

torno al nivel de dependencia que el sistema capitalista nacional presenta respecto del exterior,

aduciendo que dicha fragilidad puede constituir, en definitiva, el mismo fenmeno acontecido en

14
Ibd.
15
Ibd., p. 102.
16
Ibd.

19
distintos niveles de la modernidad tecnolgica, dado que el nuevo nivel basado en tecnologas de

redes inalmbricas aplicadas al mbito de las comunicaciones, seduce y encandila, generando

una falsa sensacin de fortaleza y seguridad.

Por ltimo, el periodo de dictadura poltica estuvo marcado por la instauracin de la

Constitucin de 1980, considerada por Salazar y Pinto como un dispositivo mecnico impuesto

para formar y gobernar ciudadanos mecnicos17, en tanto sus directrices no garantizan el

desarrollo productivo, humano ni social, sino que muy por el contrario, como estamento fue

concebido para asegurar el orden interior, vale decir, la gobernabilidad de la sociedad por parte

del rgimen militar, y la reproductibilidad formal del sistema institucional. De acuerdo a ello, su

funcionamiento es ms bien administrativo, de orden instrumental ms que poltico, y a su vez,

ms de carcter poltico que econmico y social. En esta lnea, la Constitucin de 1980 apunta a

atacar el problema de la mayora dscola o disidente, por medio de una serie de clusulas a

travs de las cuales se inhibe la participacin libre y activa de la sociedad civil, en tanto se

reconoce cierta autonoma a asociaciones civiles que declaran fines especficos de tipo

econmico, cultural, religioso, entre otros, pero no poltico. En funcin de ello, los autores

exponen: La autonoma de la sociedad civil se acepta en todo lo que no es poltico. Se acepta la

libre iniciativa frente al Mercado, pero no frente al Estado. Lo poltico es un campo minado y

cercado () El ciudadano raso, para su propia seguridad, debe mantenerse fuera18. De acuerdo

a ello, a ningn movimiento social o persona natural le est permitido adherir o proceder segn

el rol de los partidos polticos reconocidos por la ley, so pena de ser altamente sancionado como

sucedi con miles de militantes y simpatizantes del Partido Comunista y movimientos de

17
Ibd., p. 104.
18
Ibd., p. 107.

20
izquierda. Se dispone, no obstante el derecho a voto, el que sin embargo est ms bien

enmarcado en un proceso de autoritarismo poltico que busca ms bien asegurar al sistema estatal

su reproduccin falazmente democrtica y, por ende, su legitimidad formal en tanto no es

real. La instancia del sufragio, por consiguiente, constituye ms bien una estrategia disuasiva,

una falacia poltica con el fin de proyectar un perfil democrtico, protector y paternalista, pues

segn lo dispuesto en la constitucin, la autonoma no constituye ya un derecho soberano ni

inherente a cualquier ciudadano, sino que por el contrario, corresponde a un privilegio otorgado

por la misma. De acuerdo a ello, los autores sealan:

La Constitucin de 1980, al coartar la autonoma ciudadana en el plano de su


accin poltica y en el de sus acciones directas, atenta contra el derecho
inalienable del hombre a construir socialmente la realidad y a modelar
colectivamente su futuro. Pues, de hecho, se apropia de las herramientas
histricamente forjadas por la sociedad para construir por s misma la realidad
y el futuro. Expropia y enajena lo que es un valor social, para transformarlo en
un mecanismo devaluatorio de lo social.
Cabe entonces repetir la pregunta: puede la sociedad civil, por s misma,
cavar rutas intersticiales?19

1.2. Arte y cultura bajo dictadura militar.

Las expresiones artstico-culturales, tal como se expuso ms arriba, se vieron igualmente

afectadas e intervenidas por la impronta dictatorial impuesta violentamente desde septiembre de

1973. Esto deriv, desde un inicio de la dictadura militar, en una poltica de represin y censura

extrema ante toda manifestacin cultural que por medio de sus producciones difundiera un

mensaje de oposicin al rgimen instaurado. La intervencin de las Fuerzas Armadas en las

19
Ibd., p. 108.

21
universidades e instituciones acadmicas, la prohibicin para efectuar reuniones y encuentros

entre artistas y acadmicos con fines culturales sean estos actos pblicos o privados, el cierre de

casas editoriales afines al gobierno socialista, como el caso de la Editora Nacional Quimant20;

en definitiva, la prohibicin para hacer uso de la libertad de expresin por parte de la

comunidades acadmicas y artstico-culturales del pas, constituyeron una circunstancia

altamente restrictiva para crticos, artistas, msicos, poetas, escritores, dramaturgos, actores, etc.,

que de un u otro modo deban hacer manifiesto su repudio y rechazo al rgimen militar y su

violenta implantacin sobre el pueblo chileno, como a su vez, hallar canales de expresin y

difusin de sus creaciones y producciones individuales como colectivas.

De este modo, el proceso de extrema censura al que se vieron sometidos, oblig a artistas

y, en nuestro caso, escritores y poetas, a buscar nuevas formas y cdigos de escritura mediante

los cuales sea posible dar cuenta del malestar, alteracin e indignacin ante el contexto de

represin y de violacin a los derechos humanos en el cual se les haba situado, y del

cuestionamiento que en definitiva, durante dicha circunstancia, recaan sobre los conceptos de

identidad, subjetividad, sujeto y nacin. Nelly Richard, en este contexto y siguiendo lo expuesto

por Adriana Valds, seala que en Chile surgi en tiempos de dictadura la hiptesis en torno a un

arte refractario en razn principalmente de los dos ejes que ofrece el trmino: por un lado, un arte

cuyo mensaje implica una negacin tenaz ante las arbitrariedades ejercidas por el poder

militar; y por otro, lo correspondiente a una desviacin forzada del discurso artstico respecto

de su curso anterior21. En este sentido, considerando como referencia la primera etapa de la

produccin artstica post-golpe, Valds apunta que en efecto, ciertas obras estn hechas para ser

20
B. SUBERCASEAUX, La industria editorial y el libro en Chile (1930-1984). Santiago: CENECA, 1984, p. 66-67.
21
A. VALDS. En N. RICHARD, La insubordinacin de los signos. (Cambio poltico, transformaciones culturales
y poticas de la crisis). Santiago: Cuarto Propio, 2000, p. 16.

22
inadmisibles por cualquier sistema cultural oficial22 en tanto no eran compatibles con el

sistema de intercambio econmico ni en las redes de circulacin de dicho sistema, e incluso, con

otros productos culturales cuyos signos de disidencia frente el totalitarismo eran abiertamente

explcitos. Era el caso de autores como Lihn, Zurita, Dittborn, entre otros, quienes recurrieron en

su bsqueda por distintas formas de expresin a lenguajes poticos y claves retricas mediante

las cuales el mensaje antidictatorial fluyera de modo encubierto o disimulado, lo que sin duda

permiti la emergencia de novedosas formas de expresin que, lejos de esterilizar las formas

expresivas de poetas y escritores, constituyeron recursos mediante los cuales se dieron origen a

nuevos cdigos y modos de representacin potica, como fue por ejemplo el caso de Ral Zurita

con Purgatorio. En torno a ello, Juan Luis Martnez seal en su conversacin con Feliz Guattari

que, si bien no est en absoluto de acuerdo con la instauracin de regmenes dictatoriales,

reconoce que para efectos del trabajo de creacin potica, un sistema totalitario le es mucho ms

estimulante e incitante que una democracia, pues en definitiva, la represin constituye una

especie de motor a partir del cual es posible generar productos poticos ms complejos y con

mayor fuerza esttica. Mi trabajo habra sido ms difcil en una democracia que bajo la

dictadura23 afirm al respecto.

Nelly Richard apunta asimismo que en el contexto de la dictadura militar las diversas

obras y productos de la cultura debieron de un modo u otro generar la emergencia de un alfabeto

nuevo un alfabeto de la sobrevivencia mediante el cual sea posible reciclar igualmente

ciertas claves mediante precarias economas del trozo y la traza24. En definitiva, un alfabeto de

huellas a travs del cual se intenta rescatar los aspectos centrales de la memoria, por medio de las

22
Ibd.
23
J. L. MARTNEZ, Poemas del otro. Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales, 2006, p. 92.
24
N. RICHARD, op. cit., p. 14.

23
variadas tcnicas de reinvencin de la misma como posibilita, segn la autora, el pensamiento

benjaminiano. En este sentido, Richard enfatiza que en el contexto de Chile post-golpe uno de

los motivos que lleva a la memoria a trabajar sobre rupturas, enlaces y discontinuidades es

precisamente la amenaza de su prdida ante la impronta mutiladora del rgimen militar respecto

de la cultura, sus manifestaciones y producciones concretas:

La ruptura semntica y conceptual a la que apelaba Benjamin en su mencin


de un arte refractario (de un arte de la negacin y de la desviacin) se dise
en Chile para escapar del autoritarismo militar y de las ordenanzas de la
censura administrada de la cultura oficial, pero tambin para fugarse de ciertos
reduccionismos ideolgicos (los de la poltica ortodoxa) y tcnicos (los de la
sociologa de la cultura opositora). Se trataba, para las obras ms audaces y
desafiantes del periodo, de romper con la conformidad de lecturas
domesticadas por los lugares comunes del rito institucional.25

De este modo, la va de escape utilizada por poetas y artistas es la de generar obras cuyos

signos o produccin de sentido sea comunicable, pero nunca demasiado procesables, como

expuso Hopenhayn26 en torno a la escena de avanzada, vale decir, obras que den cuenta en su

interior, pero no de modo explcito, del rechazo, denuncia y oposicin ante el totalitarismo

militar, lo que oper como medida de persistencia, resistencia y rescate de la memoria, ante las

amenazas silenciadoras del oficialismo. Tal como expone al respecto Nelly Richard:

signos que guardaran en su interior una memoria lingstica de los choques


nacidos de tantas desarmaduras de sentido. Son estos choques los que armaron
resistencia y sublevamiento en el interior de la palabra, generando una
memoria del trauma solidaria de los accidentes y contrahechuras de su grafa
de palabra daada.27

25
Ibd., p. 16.
26
M. HOPENHAYN, Qu tienen contra los socilogos? En N. RICHARD (coord.), Arte en Chile desde 1973.
Escena de avanzada y sociedad. FLACSO, Santiago de Chile, N 46, enero de 1987, p. 95.
27
N. RICHARD (coord.), op. cit., p. 18.

24
Ahora bien, la censura editorial oper con fuerza durante los primeros aos de dictadura

militar, hacia fines de la dcada del 70 aproximadamente 1978 cuando comienzan a reaparecer

bajo un marco editorial siempre restrictivo las primeras publicaciones de autores y poetas

chilenos como es el caso de Parra, Lihn, Teillier, entre otros, y de aquellos poetas considerados

como objeto para el siguiente estudio. Todos textos que de algn modo debieron ajustarse a los

cdigos refractarios como menciona Richard, en tanto implicaron un mensaje de oposicin ante

el rgimen, y de desesperanzas y cuestionamientos respecto de la propia existencia e identidad

mutilada. Ello sucedi tambin con los movimientos culturales y colectivos que comenzaron a

tomar lugar hacia fines de los aos 70 e inicios de los 80, como es el caso del grupo C.A.D.A. y

la escena de avanzada, cuyas implicancias poltico-culturales sern revisadas por nosotros en el

siguiente apartado. A propsito, entonces, del vaco existente en torno a la produccin

artstico-cultural entre 1973 y fines de los aos 70, hacia 1977 tom fuerza la denuncia respecto

a la existencia del denominado apagn cultural, cuyo tema apareci inclusive en la portada de

la revista Mensaje en noviembre de ese ao28. En efecto, debido al declive post-golpe no slo de

la actividad editorial a nivel nacional, sino tambin en trminos de la importacin de libros y

revistas, es que se fue generando un significativo descenso en el mbito de la lectura y, en

definitiva, una evidente restriccin del acceso a la cultura por parte de la poblacin. De este

modo, en la editorial del primer nmero de la revista Araucaria de Chile, se enuncia:

En Chile todo el mundo habla hoy del "apagn cultural". En efecto, la Junta
prefiere, en el dominio de la literatura y el arte, de todas las expresiones del
pensamiento, las virtudes higinicas del silencio y del black-out. () El
hombre vive bajo estado de sitio y la cultura bajo toque de queda.29

28
S. CORREA et al., op. cit., p. 312.
29
Araucaria de Chile, Madrid, N 1, 1978, p. 5.

25
Por su parte, Jorge Edwards a su regreso a Chile en 1978, despus de aos en el

extranjero, da cuenta de dicho fenmeno de restriccin y encubrimiento de la produccin literaria

y cultural en nuestro pas, sealando que el espacio de los libros ha sido invadido por el de los

artculos de escritorio y el de la literatura por las novelas comerciales anglosajonas30. A la

restriccin de claridad y cantidad de textos disponibles para su consumo, se suma lo

correspondiente al alza de los precios y valores de cada unidad un 300% ms alto que en

Estados Unidos, segn afirman Correa at al. ante un descendido poder adquisitivo por parte de

la poblacin. La denuncia generada en este contexto, extendi la responsabilidad hacia los

medios de comunicacin, principalmente la televisin, por su precario contenido educativo y de

calidad; al sistema de educacin como asimismo al recorte del gasto pblico destinado a la

investigacin cientfica y tecnolgica, que deriv, junto a las otras causales de ndole poltico, en

el xodo de un nmero relevante de profesionales, intelectuales, artistas, escritores, quienes

buscaron fuera del pas espacios de libertad para la expresin de sus ideas y desarrollo

profesional.31

De todos modos, dicho fenmeno no signific una detencin y anulacin de la creatividad

individual y/o colectiva de artistas y escritores, sino que muy por el contrario estos debieron

trabajar en la intimidad o clandestinidad, logrando difundir sus trabajos slo al interior de

crculos restringidos conformados por creadores e intelectuales cercanos. En este marco, algunos

autores sealan que la nocin de apagn cultural es, no obstante, una falacia, debido que a

pesar de las circunstancias restrictivas la produccin artstico-cultural se sigue generando al

margen de los medios de difusin y publicacin, inhabilitados por el gobierno para dichos

30
J. EDWARDS. En S. CORREA et al., op. cit., pp. 312-313.
31
S. CORREA et al., ibd.

26
efectos. Es as como Martn Cerda expone en La Tercera, en 1982: No existe, desde luego, un

apagn ni una decadencia en la actividad creativa, pero s existe, en cambio, una serie de factores

() que estn impidiendo que sta pueda proyectarse, difundirse y discutirse pblicamente.32

De esta forma y bajo tales condiciones, artistas e intelectuales debieron lidiar con los

sistemas censores y de represin generados por el oficialismo, situacin que sin embargo, dio

muestras de un leve, pero significativo descenso hacia fines de la dcada del 70, con la aparicin

de las primeras publicaciones de escritores y poetas nacionales, para posteriormente acentuar

dicho proceso de apertura a partir de la llamada crisis econmica de 1982.

1.3. Crisis y giros del proyecto dictatorial.

Despus de la forzada aprobacin por parte de la ciudadana a la Constitucin de 1980, el

periodo que sobrevino fue en extremo complejo para el rgimen militar, debido a que a partir de

1982 el escenario favorable en trminos econmicos dio un giro altamente violento para el

oficialismo, a causa de variables externas que dejaran en evidencia la vulnerabilidad del modelo

econmico neoliberal. El alto nivel de endeudamiento de la banca privada y desregulada gracias

a la inicial superabundancia de crditos externos, la excesiva importacin de productos de bajo

precio, el desincentivo de las exportaciones nacionales, el desmantelamiento de la industria

nacional, la desproteccin social de los trabajadores, sumado todo ello al impacto desfavorable

de la crisis mundial generada por nuevas alzas en el precio del petrleo y la consiguiente

disminucin de la inversin extranjera, la baja demanda por productos nacionales y el aumento

32
M. CERDA, ibd.

27
de las tasas de inters en el mercado internacional, dieron como resultado una acentuada cada en

la economa y estabilidad laboral del pas.33

Lo anterior deriv, por consiguiente, en una quiebra masiva de empresas e industrias, y la

liquidacin y fusin de un alto nmero de instituciones financieras, situacin que hacia fines de

1983 gener que el Estado terminara oficiando como aval de la banca privada, lo que constituye

una mxima contradiccin con la lgica del modelo neoliberal adoptado. Asimismo, a comienzos

de 1983 alrededor de un medio milln de personas trabajan en el Programa de Empleo Mnimo

(PEM) y en el Programa Ocupacional para Jefes de Hogar (POHJ), ambos creados como

esquemas de emergencia: las cifras no oficiales de cesantes, para sectores poblacionales,

llegaban al 50%, siendo incluso mayores entre los jvenes34, se expone al respecto. La crisis

econmica que llegaba, por tanto, a todos los sectores de la poblacin, posibilit la aparicin de

un escenario altamente explosivo a partir del cual se fueron generando llamados a

movilizaciones y protestas por parte de los ciudadanos, situacin que se concret en mayo de

1983 mediante el llamado a paro nacional. A ello, se sum el proceso de recomposicin de la

organizacin sindical al interior de las empresas que se vena gestionando, impulsado asimismo

por un incremento en el apoyo extranjero y el llamado a boicot internacional de productos

chilenos; situacin que en consecuencia oblig al gobierno militar a tolerar una creciente

oposicin provenientes de grupos ligados a la Democracia Cristiana y a la izquierda.35

En definitiva, dicho proceso permiti reactivar la actividad poltica reprimida desde 1973,

la que junto a la clase trabajadora y sindical, debieron lidiar y enfrentarse a los violentos ataques

33
S. CORREA et al., ibd., p. 327.
34
Ibd.
35
Ibd., p. 328.

28
e intentos por parte del rgimen por frenar las manifestaciones e insubordinacin de los

ciudadanos. Es as como el ao 1983 fue escenario de encuentros de extrema violencia entre

militares y civiles:

el gobierno suspendi las transmisiones de radio Cooperativa, otras tantas


emisoras sufrieron atentados y masivos allanamientos se efectuaron en cinco
poblaciones de la zona sur de la capital. Jornadas del mismo tenor se fueron
sucediendo peridicamente en los siguientes meses, alcanzando niveles
preocupantes de violencia y agitacin, seguidos por escaladas represivas por
parte del gobierno, detencin y relegacin de dirigentes sindicales y polticos,
despidos masivos de trabajadores, toque de queda, bombazos, autos no
identificados que disparaban a los manifestantes, barricadas, fogatas, redadas,
apagones en todo el territorio nacional, hasta que por ltimo se declar estado
de sitio.36

Sin embargo, a pesar de los esfuerzos del gobierno por contener a la ciudadana, debi

efectuar algunas concesiones en razn de las presiones ejercidas por la misma poblacin civil, la

clase poltica que comenzaba a reorganizarse, la crisis econmica que no declinaba y el apoyo de

cierto sector internacional concentrado en determinar distintas estrategias para generar el colapso

de las dictaduras. De acuerdo a ello, se autoriz el retorno de un nmero limitado de exiliados

polticos y comenz a hablarse de apertura en relacin a cierta distensin pblica generada37.

De ah entonces, en el mbito de la cultura, la posibilidad de algunos escritores y poetas por

reiniciar sus relaciones con editoriales nacionales, como sucedi con Floridor Prez, Oscar Hahn,

Alejandra Basualdo, Federico Schopf, Claudio Bertoni, entre otros, quienes despus de 1973 no

vuelven a publicar en Chile hasta despus de los aos 80, y de otros que lograron publicar por

primera vez, como es el caso de Eugenia Brito, Soledad Faria, Toms Harris, Elvira Hernndez,

36
Ibd., p. 329.
37
Ibd.

29
Teresa Caldern, Rodrigo Lira, Armando Rubio estos dos ltimos con textos pstumos, entre

otros, quienes conformaron la mal llamada generacin de 1980.

De este modo, la crisis de 1982 que se extendi hasta 1985 permiti la emergencia y

consolidacin de un espacio de apertura social y cultural que no tendra vuelta atrs, a pesar de

los intentos del rgimen por detener dicho avance. Con ello, tomo fuerza el bloque democrtico

opositor a la dictadura que posteriormente, en 1988, constituira la Concertacin de Partidos por

la Democracia que triunf en el plebiscito de ese ao, dando paso al proceso eleccionario de

1989 por medio del cual se eligi al nuevo gobierno con el cual se inaugurara el periodo de

transicin y el retorno del pas a la democracia a partir de marzo de 1990.

30
2. Produccin potica chilena de 1980: desde 1982 a 1990.

La produccin potica chilena durante la dcada de 1980 es bastante amplia y fructfera, a

pesar de las circunstancias poltico-sociales en las cuales sta se encontraba inserta, las que tal

como se expuso ms arriba impidieron claramente la difusin abierta y pblica de los trabajos

poticos los que, sin embargo, de una u otra forma encontraron insterticios y vas de

comunicacin y entrega entre aquellos lectores que formaban parte del circuito artstico-cultural

chileno que deba permanecer y coexistir soterradamente durante los aos de dictadura militar.

La poesa ms importante de los aos 1973, 74 y 75 se hace en las crceles, en los campos de

concentracin o en la casa, para pasar de mano en mano, ser publicada en una revista clandestina

o salir del pas y ser recogida en antologas38, seala Nan Nmez en relacin a los aos

inmediatos despus del golpe. Dicha situacin extrema de represin y censura tiende a decaer

paulatinamente hacia la segunda mitad de 1970, alcanzando un mayor nivel de apertura

manteniendo siempre no obstante cierto grado de restriccin ya hacia mediados de 1983

aproximadamente, pues debido a las contingencias econmico-sociales acontecidas a partir del

ao 1982, bajo pleno rgimen militar, el gobierno debi ceder levemente su rigor desptico ante

la ciudadana y otorgar ciertas concesiones, como fue la de permitir cierto alcance en el

levantamiento de la censura editorial39, lo que permiti en definitiva que un nmero relevante de

escritores y poetas chilenos lograsen sacar sus escritos a la luz pblica y, por consiguiente, el

impulso correlativo de la empresa editorial en Chile, la que aument considerablemente entre

1980 y 198440. No obstante ello, ya hacia fines de los aos 70 y comienzos de los 80 antes de

38
N. NMEZ, Ruptura y continuidad en la poesa chilena actual. En Literatura chilena, creacin y crtica, N 20,
octubre-diciembre, 1983, p. 29.
39
S. CORREA et al., op. cit., p. 329.
40
B. SUBERCASEAUX, op. cit., p. 112.

31
1982 198341, varios poetas comenzaron a publicar nuevamente en Chile, luego del quiebre

poltico de 1973, algunos de ellos incluso por primera vez. Entre los primeros, destacamos a

poetas como Eduardo Anguita (Venus en el Pudridero42, 1980; Definicin y prdida de la

persona, 1988), Nicanor Parra (Sermones y Prdicas del cristo del Elqui, 1977; Nuevos

Sermones y Prdicas del Cristo del Elqui, 1979; Poema y antipoema a Eduardo Frei; 1982,

Chistes para despistar a la polica Poesa, 1983; Coplas de Navidad; 1983, Hojas de Parra,

1985), Gonzalo Rojas (50 Poemas, 1982; El alumbrado, 1986), Enrique Lihn (Pars, situacin

irregular, 1977; A partir de Manhattan, 1979; El Paseo Ahumada, 1983; Pena de extraamiento,

1986; La aparicin de la virgen, 1987; Diario de muerte; 1989), Jorge Teillier (Para un pueblo

fantasma, 1978; Cartas para reinas de otras primaveras, 1985) Juan Cameron (Perro de Circo,

1979; Apuntes, 1981; Escrito en Valparaso, 1982; Cmara oscura, 1984), Jos ngel Cuevas

(Introduccin a Santiago, 1982; Contravidas, 1983, Canciones Rock para chilenos, 1987;

Cnticos amorosos y patriticos, 1988; Adis muchedumbres, 1989), Oscar Hahn (Arte de

Morir, 197943; Mal de amor, 1981; Imgenes nucleares, 1983, Flor de enamorados, 1987),

Gonzalo Milln (Seudnimos de la muerte, 1984; Virus, 1984), Floridor Prez (Cartas del

prisionero, 1984), Jaime Quezada (Astrolabio, 1976; Huerfanas, 1985; Un viaje por

Solentiname, 1987), Federico Schopf (Escenas del Peep-Show, 1985), Manuel Silva Acevedo

(Terrores diurnos, 1982; Palos de ciego, 1986), entre otros. Todos ellos, poetas pertenecientes a

las generaciones previas a la dcada de 1980, vale decir, la generacin del 38, como es el caso de

Nicanor Parra, Eduardo Anguita y Gonzalo Rojas; del 50, a la cual pertenecen poetas como

41
Bernardo Subercaseaux fija como fecha de levantamiento de la censura previa, junio de 1983. Al respecto seala
que entre 1976 y junio de 1983, muchos textos publicados durante dicho tuvieron problemas para circular, entre
ellos, Bajo amenaza de Jos Mara Memet 1979, y Pars, situacin irregular de Enrique Lihn 1977.
B. SUBERCASEAUX, op. cit., p. 108.
42
La edicin de 1980 corresponde a una versin modificada y definitiva de la ya publicada en 1967.
E. ANGUITA, Venus en el Pudridero. Santiago: Editorial Universitaria, 1980.
43
La primera edicin de Arte de Morir se public en Buenos Aires, en 1977. O. HAHN, Arte de Morir. Buenos
Aires: Hispamrica, 1977.

32
Enrique Lihn, Jorge Teillier, entre otros; y la del 60, la que contempla a los poetas Juan

Cameron, Jos ngel Cuevas, Oscar Hahn, Gonzalo Milln, Floridor Prez, Jaime Quezada,

Federico Shopf, Manuel Silva Acevedo, y otro ms.

No obstante, algunos de estos poetas publicaron durante el periodo post-golpe, entre los

aos 1974 y 1979, en el extranjero, durante el exilio algunos, como fue el caso de Gonzalo

Milln (La ciudad, Canad, 1979); y otros, como Waldo Rojas, quien reside hasta el da de hoy

en Francia tras ser exiliado en 1974 y cuya obra despus de esa fecha ha sido publicada

principalmente en el extranjero.

Respecto a la generacin de 1980 y, por consiguiente, a la cual pertenecen en rigor los

seis poetas considerados para el presente estudio, esta corresponde a un grupo que comienza a

publicar sus textos tiempo despus del golpe de Estado, hacia fines de la dcada de 1977 y

algunos despus de 1974 y durante la dcada de 1980 fundamentalmente. Entre ellos

desatacamos a Eugenia Brito (Va Pblica, 1984; Filiaciones, 1986), Teresa Caldern (Causas

Perdidas, 1984; Gnero Femenino, 1989), Javier Campos (Las ltimas fotografas, 1981;

La ciudad en llamas, 1986), Carlos Cocia (Aguas servidas, 1981), Eduardo Correa (Bar

Paradise I, 1986; Bar Paradise II, 1987), Elicura Chihuailaf (El invierno, su imagen y otros

poemas azules, 1988; En el pas de la memoria, 1988; A orillas de un sueo azul, 1989), Soledad

Faria (El primer libro, 1985; Albricia, 1988), Toms Harris (Zonas de peligro, 1985; Diario de

navegacin, 1986; El ltimo viaje, 1987; Alguien que suea, Madame, 1988), Elvira Hernndez

(Arre! Halley Arre!, 1986; Meditaciones fsicas para un hombre que se fue, 1987; Carta de

viaje, 1989), Rodrigo Lira (Proyecto de obras completas, 1984), Eduardo Llanos Melussa

(Contradiccionario, 1983), Diego Maquieira (Upsilon, 1975; Bombardo, 1977; La Tirana, 1983;

33
Los Sea-Harrier en el firmamento de eclipses, 1986), Juan Luis Martnez (La nueva novela,

1977; La poesa chilena, 1978), Jos Mara Memet (Poemas crucificados, 1977; Bajo amenaza,

1979; Cualquiera de nosotros, 1980; Los gestos de otra vida, 1985; Canto de gallos al

amanecer, 1986; La casa de la ficcin y otros poemas, 1988), Paz Molina (Memoria para un

pjaro asustado, 1982; Noche Valleja; 1989), Jorge Montealegre (Huiros, 1979; Lgica en Zoo,

1981; Astillas, 1982; Exilios, 1983; Ttulo de dominio, 1986), Rosabetty Muoz (Canto de una

oveja al rebao, 1981; En lugar de morir, 1987), Clemente Riedemann (Karra Maw'n y otros

poemas, 1984; Primer Arqueo, 1989), Armando Rubio (Ciudadano, 1983); Alicia Salinas

(Poemas de amor, exilio y retorno, 1989), Bruno Serrano (El antiguo ha sucumbido, 1979;

Exilios, 1982; Olla Comn, 1985), Jorge Torres (Recurso de amparo, 1975; Palabras en desuso,

1978; Graves, leves y fuera de peligro, 1987), Vernica Zondek (Entrecielo y entrelnea, 1984;

La sombra tras el muro, 1985; El hueso de la memoria, 1988), Ral Zurita (Purgatorio, 1979;

Anteparaso, 1982; Canto a su amor desaparecido, 1986; El amor de Chile, 1987), entre otros.

2.1. Problemtica en torno a la denominacin Generacin de 1980.

En torno al concepto de generacin, esta nominacin ha sido para el caso de los poetas de

1980 y por ende, el grupo considerado para el presente estudio, ampliamente cuestionada y

objetada por parte de la crtica, debido a que por un lado, el concepto de generacin literaria no

se ajusta a los criterios con los cuales formalmente debe constituirse un grupo en relacin a los

aspectos en comn presentes en los distintos procesos de produccin potica por parte cada

escritor, vale decir, las coincidencias desde las perspectivas temtica y esttica, lo que sucede

34
igualmente con las generaciones del 50 y 60 segn expone Julio Espinosa44; y por otro, debido a

que la concepcin de generacin de acuerdo al concepto de generacin histrica dispuesto por

Ortega y Gasset45, correspondiente a la agrupacin de escritores segn fecha de nacimiento,

tampoco constituye un factor en base al cual pueda determinarse con efectividad la nmina de

integrantes de dicha generacin.

Al respecto, Espinosa seala que en efecto, la denominacin de generacin aplicada en

funcin a los aos de nacimiento como establece la nocin definida por el crtico espaol cada

quince aos, segn se determina no es claramente aplicable a los poetas chilenos cuyas

publicaciones comienzan a aparecer hacia fines de los aos 70 y durante los 80. Inclusive, juzga

impropia la asignacin de dicha categora a los poetas anteriores, correspondientes a las

generaciones del 50 y 70 Slo la llamada Generacin del '50 lleva este nombre ms o menos

bien puesto. Ya la llamada del '60 hace agua por todas partes46, puesto que los aos de

nacimiento de estos no se ajustan a los parmetros establecidos por la concepcin histrica de

generacin. Asimismo, Espinosa enfatiza que para el caso de los poetas de los aos 80 tampoco

se presenta una congruencia en torno al concepto de generacin literaria propuesto por Julius

Andersen, debido a que entre ellos no existe necesariamente una correlacin o vnculo en cuanto

a las inquietudes estticas y poticas manifestadas en sus respectivas obras, ni en la formacin

intelectual y/o acadmica-cultural recibida, ni en los rasgos comunes de estilo que los pueda

relacionar estrechamente. Esto sucede, principalmente, porque nunca una generacin literaria

suele coincidir con una histrica, sino que, ms bien, se trata de subgrupos dentro del gran grupo

44
J. ESPINOSA GUERRA, Poesa chilena: el grupo de poetas del '70 o la supuesta generacin del '80. En Revista
Galerna, N 3, Universidad Estatal de Montclair, 2005. Documento recogido el 13/05/2006 en
http://www.letras.s5.com/je240905.htm.
45
Ibd.
46
Ibd.

35
histrico-generacional47, arguye Espinosa al respecto. En este sentido, el autor establece que a

lo sumo podra hablarse, en trminos temticos, de Generacin de la Neovanguardia o

Generacin Etnocultural, considerando incluso que estas categoras provenientes del estudio

realizado por Ivn Carrasco en 1989 en torno a la poesa chilena del periodo 1977-198748 son

mviles, en tanto las lneas estticas pueden ser asumidas por un grupo de poetas y compartidas

por los mismos u otros, por un periodo de tiempo especfico asociado al contexto personal de

produccin escritural, pero no necesariamente definitorias de una misma poesa o autor.

Por su parte, Andrs Morales seala que en razn de las ambigedades expuestas en torno

a la definicin de quienes integran el grupo generacional de 1980, seala que esta situacin ha

sido calificada en una primera instancia, como un problema de denominacin, debido a que a

este grupo de poetas se les ha llamado indistintamente por parte de la crtica como Generacin

de 1980, Generacin de 1987, Generacin N.N., Generacin de la Dictadura49,

generacin dispersa como la denomin Bianchi50, generacin diezmada en relacin a los

poetas que salieron al exilio51, generacin de la dispora o del exilio interno52 etc. o

generacin castrada, como alguna vez la denomin Riedemann53. Dicha falta de acuerdo al

47
Ibd.
48
I. CARRASCO, Poesa chilena de la ltima dcada (1977-1987). En Revista Chilena de Literatura, N 33, 1989.
49
A. MORALES, La poesa de la generacin de los 80: valoracin de fin de siglo. En Cyber Humanitatis,
N 13, verano de 2000. Documento recogido el 23/04/2006 en http://www2.cyberhumanitatis.uchile.cl/13/tx18.html.
50
S. BIANCHI, Poesa Chilena (Miradas. Enfoques. Apuntes). Santiago, Ediciones Documentas / CESOC, 1990,
p. 23.
51
Ivn Carrasco expone al respecto: Muchos de estos poetas constituyeron la generacin diezmada que debi
marcharse al exilio con el golpe militar del 11 de septiembre de 1973, que transform hasta sus cimientos la
institucionalidad y convivencia en el pas. I. CARRASCO, Treinta aos de poesa chilena. Entre la casa y el
mundo: poesa chilena a partir de 1973 (I). En Documentos Lingsticos y Literarios, N 21, 1998, p. 21.
Documento recogido el 23/09/2008 en www.humanidades.uach.cl/documentos_linguisticos/document.php?id=391.
52
J. MONTEALEGRE. En T. HARRIS ESPINOSA, Desarrollo de la poesa chilena: 1960 (1973) 1990. Una
introduccin. En Mapocho, N 51, primer semestre de 2002, p. 41.
53
pero que en ningn caso es N.N., seala el autor al respecto. C. RIEDEMANN, Parte uno: para una poesa
de la memoria. En M. GARCS et al. Memoria para un nuevo siglo. Chile, miradas a la segunda mitad del siglo
XX. Santiago: LOM Ediciones, 2000, p. 354.

36
momento de nominar a una determinada generacin, ha generado segn expone Morales, el

desplazamiento de los parmetros autnticamente literarios y su reemplazo por otros asociados

ms bien a la contingencia poltica del pas, lo que no necesariamente permite dar cuenta de

modo efectivo de los aspectos esttico-literarios que estn presentes y destacan en la produccin

de esta poesa54. Por su parte, en torno a la nominacin de su generacin, Jorge Montealegre

apunt lo siguiente:

NN, una generacin de la dispora y del exilio interno. Una promocin que
descubre la palabra en el desgarro colectivo: inspiracin de las bocanadas de
humo de septiembre de 1973. Esta experiencia comn a un referente bautismal
para muchos poetas jvenes de 20 a 70 aos. Por ello no es extrao que
algunos hubiramos comenzado a escribir en la prisin poltica o que parte de
nuestro desarrollo se haya dado en el exilio o eludiendo la represin con
seudnimos o simplemente callando o postergando la publicaci6n de
nuestros textos; NN: lo sin nombre, lo que no existe, lo desaparecido. E pur si
muove: no NN, al fin y a1 cabo, es una doble negacin: Nunca nunca, Nadie
nadie. De ah soy. De all somos.55

Ahora bien, precisamente a raz de la situacin poltica durante dicho periodo, en razn

de los extremos mecanismos de censura impuestos por el rgimen militar, se generaron

disparidades en cuanto a las fechas y posibilidades de publicacin oficial a la cual durante largo

tiempo no pudieron acceder muchos de estos poetas, motivo por el cual, simplemente en muchos

casos no coinciden los periodos de las primeras publicaciones con la generacin a la cual

debieran pertenecer desde el punto de vista de la definicin histrica del concepto, estipulada por

Ortega y Gasset. Es as como se presenta el caso por ejemplo de Juan Luis Martnez quien naci

en 1942, fecha segn la cual siguiendo el presupuesto de generacin histrica, debiera

54
A. MORALES, op. cit.
55
J. MONTEALEGRE. En T. HARRIS ESPINOSA, op. cit., pp. 41-42.

37
pertenecer a la Generacin del 70 73, segn menciona Espinosa56, sin embargo el poeta

public su primera obra recin en 1977, precisamente a causa de la irrupcin que signific el

golpe de Estado y el consecuente rgimen militar. Es as como el mismo Martnez seal: En el

ao 1971 me acerqu a la Editorial Universitaria. Pero en septiembre de 1973 echaron todo para

atrs. Segu escribiendo, para autoeditarme, pero haba otras preocupaciones que me

consuman57. Asimismo, de acuerdo a las fechas de nacimiento de la supuesta Generacin del

80, es un error metodolgico fijarla entre 1961 y 1964; y entre 1946 y 1949, para la llamada

Generacin del 70 7358. En el caso de Martnez, se dice que l ms bien perteneci a la

Generacin del 80 as lo disponen por ejemplo Teresa Caldern et al, en su antologa

Veinticinco aos de poesa chilena (1970-1995)59, debido precisamente, segn sostiene

Morales, al ao de la primera de publicacin del poeta, la que se retras varios aos a causa de la

circunstancia histrico-poltica del pas. Al respecto, el autor seala precisamente que a

diferencia de la agrupacin de poetas segn el criterio histrico, correspondiente a las fechas de

nacimiento, reunir a los poetas de acuerdo a las fechas y periodos de publicacin obligara a la

inclusin de una serie de poetas de muy dispares procedencias, en cuanto a la edad y al nivel

generacional, adems de la incorporacin de obras de corte menor y/o alejadas de las

caractersticas de la promocin.60

Otros casos similares al de Juan Luis Martnez, fueron los de Elvira Hernndez y Rodrigo

Lira. En relacin a la primera, su texto La Bandera de Chile, escrito en 1981, circul durante la

dcada de 1980 de modo clandestino y annimo por medio de ediciones parciales,


56
J. ESPINOSA GUERRA, op. cit.
57
J. L. MARTNEZ, op. cit., p. 65.
58
J. ESPINOSA GUERRA, op. cit.
59
T. CALDERN, L. CALDERN, T. HARRIS, Veinticinco aos de poesa chilena (1970-1995). Santiago: Fondo
de Cultura Econmica, 1999.
60
A. MORALES, op. cit.

38
mimeografiadas y fotocopiadas, las que fueron incautadas por el gobierno militar en 1982.

Finalmente, la obra vio la luz oficial recin en 1991, cuando fue publicada por Editorial Tierra

Firme en Buenos Aires. En el caso de Rodrigo Lira, su obra circul de mano en mano

principalmente al interior del Instituto Pedaggico de la Universidad de Chile durante fines de

los aos 70, siendo publicada recin en 1983, de modo pstumo.61

Ahora bien, Espinosa seala igualmente que la desaparicin en la crtica oficial de la

llamada Generacin del 70, se debe a dicho fenmeno asociado a la falta de acceso a

publicaciones y ediciones oficiales durante la primera dcada del rgimen, lo que no quiere decir

que no hubiese produccin artstico-cultural en Chile el supuesto apagn cultural, sino ms

bien que sta al producirse deba seleccionar canales restringidos de difusin de modo de no ser

incautada por los controles y censores del gobierno militar. De acuerdo a ello, la crtica oficial se

negaba a trabajar sobre aquellas obras que no vieran la luz oficialmente, no considerndolas por

tanto dentro del panorama literario nacional, como fue el caso de algunos poetas de los 80, que a

pesar de venir desarrollando un trabajo potico con bastante antelacin una dcada o ms en

algunos casos, no se les consider como tales. Espinosa expone al respecto:

Este es otro de los motivos ocultos de por qu el grupo de poetas del '70 pas
a llamarse misteriosamente y sin ninguna razn de peso, Generacin del '80.
Indudablemente se trat de una apropiacin conceptual e intelectual de una
parte de la crtica oficial que exiga y exige que todo pase bajo su ojo, sus
parmetros, su normativa, debido a que slo re-conoce la existencia de un
fenmeno (literario, artstico, histrico) no revisando y reconociendo su
carencia de rigor (la de la crtica) y la independencia que tiene la creacin de
las instituciones que pueden llegar a avalarlas, sino desde el momento en que
ella descubre dicho movimiento y lo moldea a placer, no importando que

61
J. ESPINOSA GUERRA, op. cit.

39
este sea anterior y responda a hechos similares, pero diferentes a los por ella
esgrimidos.62

No obstante lo anterior, Teresa Caldern et al. comprenden la Generacin del 80 como la

de aquellos poetas que emergen en el escenario artstico-cultural chileno, en plenos aos de

dictadura, vale decir, a mediados de la dcada del 70. De acuerdo a ello, las caractersticas que

los destacaron y diferenciaron de la produccin anterior son, en efecto, una manifiesta oposicin

al rgimen militar, carencia de apoyo institucional o auspicio universitario o, en algunos casos,

dispuestos en condiciones de verdadera marginalidad social y econmica. Poetas que a pesar de

las circunstancias adversas lograron reunirse y conformar ciertos grupos, algunos de ellos, en

torno a producciones colectivas mediante las cuales generar un espacio de manifestacin y

difusin de su arte y pensar, como es el caso de los colectivos de arte y revistas literarias de la

poca, algunas de carcter clandestino, adems de las autoediciones que comenzaron a circular

restringidamente al interior de ciertos circuitos artstico-literarios y universitarios. En este

contexto, algunos rasgos caractersticos de la poesa de esta promocin post-golpe, segn los

antologadores, son el uso de un lenguaje cercano a lo coloquial, cuyas formas son provenientes

de las escritura de Parra y Lihn, la presencia de lo urbano, la apelacin directa al mbito

extratextual circunstancias sociopolticas, el uso de la irona y la stira, y la presencia de un yo

potico inmerso en el mbito cotidiano, que no niega ni retira su propia subjetividad del texto

potico.63

62
Ibd.
63
T. CALDERN, L. CALDERN, T. HARRIS, op. cit., pp.15-16.

40
Ahora bien, Espinosa seala por su parte, que en el marco de intentar resolver el

problema en torno a la definicin generacional de este grupo de poetas, es necesario centrar la

atencin en nuevos parmetros que estn delimitados segn fechas reales y eventos concretos.

De este modo, el autor aboga por reagrupar a los poetas segn dcadas, de iniciacin en la

escritura, modelo que le permitira prescindir de la definicin por quince aos estipulada por el

concepto de generacin histrica y de las caractersticas sealadas por Andersen a la luz de la

idea de generacin literaria; y, por consiguiente, privilegiar la claridad metodolgica de

manera de obviar nominaciones presuntuosas y no ajustadas a los tiempos actuales.

2.2. Panorama artstico-literario de 1980: acciones de arte, movimientos colectivos


y revistas literarias.

A pesar de las restricciones y polticas de censura implementadas durante el rgimen

militar, y en funcin de cierto levantamiento del mismo sistema censor a partir de la crisis

econmica de 1982, durante fines de la dcada de 1970 e inicios de 1980 se comienzan a realizar

y gestionar una serie de encuentros, movimientos artstico-culturales y publicaciones colectivas

por medio de los cuales los artistas y poetas generaban un espacio de expresin y difusin para

sus creaciones y para las posturas polticas-ideolgicas establecidas ante la dictatura. La

bsqueda de nuevas posibilidades para configurar el significante potico a travs de la ruptura de

las normas del poema y del arte convencional, y el uso del extratexto, manifestado a travs de

actitudes provocativas y de denuncia social, el intento por transformar la sociedad mediante la

interaccin arte y vida, la manifestacin a travs de happenings, performance, acciones de arte,

etc.; dan cuenta en su conjunto de la emergencia y puesta en escena en el espacio pblico

41
literalmente de expresiones artsticas que buscan quebrantar los ejes de la tradicin

artstico-cultural, fenmeno que es concebido como la neovanguardia chilena, y que surge a

partir del rechazo absoluto ante las extremas polticas de represin establecidas por el rgimen.64

En este contexto, en el ao 1979 nace el grupo C.A.D.A. (Colectivo Acciones de Arte),

integrado por dos escritores, Ral Zurita y Diamela Eltit, un socilogo, Fernando Balcells, y dos

artistas visuales, Lotty Rosenfeld y Juan Castillo65. Este colectivo es parte del movimiento de

arte chileno denominado escena de avanzada, constituido despus de 1977 y que correspondi

a la materializacin de un grupo de prcticas caracterizadas por su carcter experimental y

neovanguardista, en el marco de una clara postura anti-dictatorial. Este movimiento contempl

prcticas y trabajos en el orden de la plstica, que incluy la participaron de artistas como

Eugenio Dittborn, Carlos Leppe, Juan Dvila, Carlos Altamirano, el grupo C.A.D.A., Lotty

Rosenfeld, Catalina Parra, Alfredo Jaar, entre otros; y en el mbito de la literatura, a escritores y

poetas como Ral Zurita, Diamela Eltit, Diego Maquieira, Juan Luis Martnez, Gonzalo Muoz,

Soledad Faria, entre otros. Todos ellos, mediante la utilizacin de formas y recursos no

contemplados en los marcos tradicionales de una produccin potica y/o artstico-cultural,

plantearon en definitiva a travs de sus obras una reconceptualizacin crtica de los lenguajes,

tcnicas y gneros, a diferencia a lo desarrollado y expuesto por la tradicin artstico-literaria

presente hasta entonces66. En esta lnea, algunas de las propuestas estticas compartidas por los

distintos artistas que formaban parte de dicha escena, correspondan a la exigencia de evidenciar

en la obra lucidez analtica acerca de la condicionalidad social e ideolgica de su propio

ejercicio; una tensa lgica de confrontacin entre su status (y su voluntad) de marginalidad y

64
F. SCHOPF, Antipoesa y neovanguardia. En Estudios Filolgicos, N 23, 1988, pp. 37 y 38.
65
N. RICHARD, La insubordinacin de los signos, op. cit., pp. 40-41.
66
Ibd., p. 55.

42
las distintas instancias institucionalizadas67; el desmontaje del cuadro y del rito contemplativo

de la obra de arte postulada por la tradicin aristocratizante de las Bellas Artes; la reinsercin

social de la imagen en el contexto serial y reproductivo, como es el caso de la foto documental y

la noticia de prensa; el cuestionamiento al marco institucional de validacin y consagracin de la

obra maestra y su incorporacin al canon y, por ende, al circuito de mercantilizacin de la obra

misma; la transgresin de los gneros discursivos mediante el cruce y articulacin de distintos

sistemas de produccin simblica, vale decir, el texto, la imagen, el gesto, y el uso de nuevas

tcnicas de expresin en funcin de ellas.68

En este contexto, el C.A.D.A. constituy un grupo experimental que, a travs de sus

representaciones y exposiciones artstico-poticas, logr articular las manifestaciones del arte

neovanguardista con el contexto sociopoltico impuesto por el rgimen militar, en un momento

de la historia y del periodo dictatorial en que ya comenzaban poco a poco a resquebrajarse las

normativas totalitaristas y represoras instaladas desde 1973. A diferencia de los artistas y obras

que formaron parte de la escena de avanzada, los integrantes del grupo C.A.D.A. exacerbaron el

propsito rupturista dispuesto por artistas y obras al interior de la escena de avanzada, en tanto su

propuesta vanguardista estaba centrada en transgredir los lmites de los escenarios de la

produccin artstica, de la poltica y de la sociedad, y fusionarlos en el marco de performances e

instalaciones sin precedentes en el panorama artstico-cultural chileno.69

De este modo, uno de los principales trabajos del grupo C.A.D.A., segn expone Richard,

en la parte final de la escena de avanzada, es el denominado Para no morir de hambre,

67
P. OYARZN, ibd., p. 40.
68
N. RICHARD, ibd.
69
Ibd.

43
realizado en 1979 y correspondiente a una serie de intervenciones programadas, entre las que se

incluyeron la distribucin de cien litros de leche entre las familias de un sector marginal de la

capital; la descontextualizacin de una pgina de la revista Hoy y su utilizacin como soporte de

enunciacin para un texto mediante el cual se establece una analoga entre la pgina en blanco

como soporte inicial y espacio para la creacin artstica libre de censura y la leche blanca,

ambos como recursos bsicos privados para los chilenos70; y la extensin de un amplio lienzo

que cubre la entrada al Museo de Bellas Artes a modo de acto de clausura de la voz y autoridad

institucional. Posteriormente, en 1981, realizan el acto denominado Ay, Sudamrica! por

medio del cual se realiza el lanzamiento de 400.000 volantes cados sobre sectores marginales de

Santiago con la inclusin de un texto mediante el cual se expone la estrecha relacin entre vida y

arte promulgada por el grupo71 y por la esttica de la neovanguardia.

Precisamente, la fusin entre arte y vida constituye una de las consignas vanguardistas

proclamadas al interior del grupo, de acuerdo a la propuesta esttica trabajada. En este sentido, el

propsito es problematizar la convencionalidad del lmite entre arte y aquello que

institucionalmente no es considerado artstico, vale decir, la vida misma72. De acuerdo a ello, la

mirada est centrada en la recuperacin de los espacios cotidianos como la nueva obra de arte a

contemplar el espacio cotidiano, la urbe, el entorno como el verdadero museo y, en esta lnea,

el artista es concebido como un simple obrero de la experiencia. Es as como Richard seala:

70
Nelly Richard da cuenta del texto incluido en la pgina de la revista Hoy: imaginar esta pgina completamente
blanca / imaginar esta pgina blanca como la leche diaria a consumir / imaginar cada rincn de Chile privado del
consumo diario de leche como pginas blancas para llenar. C.A.D.A., ibd., p. 41.
71
El texto incorporado en los panfletos expone lo siguiente: El trabajo de ampliacin de los niveles habituales de
vida es el nico montaje de arte vlido / la nica exposicin / la nica obra de arte que vale: cada hombre que trabaja
para la ampliacin aunque sea mental de sus espacios de vida es un artista. CADA, ibd., p. 42.
72
C.A.D.A., Una ponencia del C.A.D.A. En Ruptura. Documento de Arte. Santiago: Ediciones C.A.D.A., agosto de
1982.

44
El llamado vanguardista a vivir el arte como fusin integral entre esttica y
cotidianeidad, implica superar los confines simblicos y materiales de la
institucin artstica y desmontar la nocin maniqueista del arte como
alternativa de vida. Implica reconciliar arte y vida en un todo sin divisiones
ni compartimentaciones. () La eliminacin de todo lmite diferenciador
entre cdigo (la mediacin del signo) y experiencia (la in-mediatez de lo real)
es la condicin necesaria para que finalmente se cumpla la utopa de la
integracin (metafsica o revolucionaria) del arte en el continuum de la
existencia, sin la interrupcin de un sistema de puntuacin semitico-cultural
que implique corte o separacin.73

Asimismo, otras de las lneas con las cuales opera el grupo C.A.D.A. es la fusin entre

arte y poltica, en el marco del periodo de dictadura militar en el cual se sita, y a partir del cual

genera un discurso de oposicin y denuncia social. La escena de avanzada orientaba igualmente

su discurso y produccin hacia aquella postura antidictatorial, en pos de la liberacin y supresin

de los lmites simblicos y territoriales impuestos por el rgimen. En esta lnea, tanto el

C.A.D.A. como la escena de avanzada apostaban por una transgresin a los lmites y reducciones

polticas como igualmente, aquellos dispuestos por la tradicin artstico-cultural como es el

caso de la convencin pictrica del cuadro. El llamado era entonces hacia la ausencia de todo

lmite, el que se haca manifiesto mediante un extremado militantismo vanguardista bajo el cual

se concibe el arte como compromiso social74. En este sentido, el valor revolucionario de la

propuesta era la de plantear el principio de no divisin respecto de las categoras arte/vida y

arte/poltica, las que desde el punto de vista social e histrico, eran comprendidas como

realidades indiferenciadas, unificadas: la sociedad como macro-horizonte que absorber las

73
N. RICHARD, ibd., p. 44.
74
Ibd., pp. 45-46.

45
diferencias y resolver las contradicciones una vez concretada la utopa del cuerpo homogneo

(indivisible) de la sociedad sin clases.75

Adems del C.A.D.A. se gestaron otros movimientos, grupos o espacios de encuentro que

permitieron reactivar el ejercicio artstico-cultural sitiado fuertemente durante la dcada del 70,

despus del abrupto quiebre de 1973. Ello, sumado a una leve empuje en la actividad editorial y

publicaciones de textos poticos a partir de los aos 1978 y 1979, dan cuenta de un paulatino

resurgimiento y reposicin del quehacer cultural en varios sectores hacia fines de los aos 70. De

este modo, en el ao 1976, se crea la Unin de Escritores Jvenes (UEJ), agrupacin que tuvo

gran protagonismo durante las primeras manifestaciones culturales de resistencia contra el

rgimen militar, como fueron las Semanas por la Cultura y la Paz, en las cuales participaron

poetas y artistas emergentes como Armando Rubio, Antonio Gil, Brbara Dlano, Erick

Polhammer, Gregory Cohen. Igualmente, en 1977 la UEJ publica la antologa Poesa para el

camino de Ricardo Wilson, y agrupa a otros colectivos literarios como Taller Grficos y

Literarios del Mar y La Botica76, la Agrupacin Santa Marta.77

Un ao despus de la formacin de la UEJ, en 1977, surge igualmente en escena la

Agrupacin Cultural Universitaria (ACU) en cuyas actividades participa un alto nmero de

poetas y artistas jvenes, como es el caso de Rodrigo Lira, vinculado permanentemente al

Instituto Pedaggico de la Universidad de Chile, y quien a travs de recitales poticos y

happening intentaba de modo frecuente dar a conocer adems de papeles sueltos y fotocopias

varias sus escritos y su visin sarcstica, pero angustiada a la vez respecto del entorno social, de

75
Ibd., p. 46.
76
J. ESPINOSA GUERRA, op. cit.
77
S. BIANCHI, Poesa chilena. Op. cit., pp. 47-48.

46
las iniquidades y abusos de poder, como asimismo, su lectura mordaz y sardnica respecto de la

misma tradicin potica chilena. Otra agrupacin relevante para la poca, durante el inicio de la

dcada de 1980, fue la del Colectivo de Escritores Jvenes (CEJ), en el cual confluyeron

poetas y escritores como Ramn Daz Eterovic, Pa Barros, Teresa Caldern, Jorge Montealegre,

Carmen Berenguer, Pedro Lemebel, Eduardo Llanos Melussa, Jos Mara Memet. Al igual que

en los casos anteriores, la CEJ constituy una agrupacin mltiple y activa, centrada en la

actividad literaria y a su vez con un fuerte compromiso de resistencia ante el oficialismo y lucha

por las libertades civiles.78

En esta lnea, los poetas jvenes y otros pertenecientes a generaciones anteriores, como es

el caso de Enrique Lihn, Juan Cameron, entre otros, se renen en innumerables actos y eventos

culturales de la poca asociados respectivamente al contexto universitario y el crculo literario de

Santiago, como es el caso de encuentros en el Instituto Goethe, el caf Ulm, la sala La Capilla, la

biblioteca del Museo Vicua Mackenna, la Sociedad de Escritores de Chile (SECH). Esta ltima

institucin asume una actitud altamente crtica ante las arbitrariedades del gobierno militar79, en

tanto convoc a una amplia variedad de escritores en pos de la lucha antidictatorial, realiz

numerosos recitales de poesa, presentaciones de libros, homenajes y organiz una serie de

concursos literarios que tuvieron como eje central el homenaje a las grandes voces poticas del

pas: Mistral, Neruda y Huidobro80. Asimismo, la SECH efecta la publicacin de un pequeo

78
D. MUOZ VALENZUELA, Escritores y Pinochet. En Escritores.cl. Documento recogido el 23/06/2007 en
http://www.escritores.cl/base.php?f1=articulos/texto/escripino.htm.
79
S. MACAS, Una breve aproximacin a diecisis aos de poesa chilena: 1973-1989. En Cuadernos
Hispanoamericanos, N 482-483, p. 188.
80
N. NMEZ, op. cit, p. 31.

47
Boletn mediante el cual se daba cuenta de las actividades poticas y culturales realizadas no slo

en Santiago, sino tambin en regiones.81

En este contexto, se realizaron variados encuentros y lecturas pblicas de gran resonancia

para la poca. Es el caso de los encuentros Chile Francia o Todava escribimos, liderados

por Fernando Jerez, Poli Dlano y Carlos Olivrez, a travs de los cuales se capt una amplia

confluencia de generaciones, estilos, estticas y temticas, todo bajo el signo de oposicin y

resistencia a la dictadura militar. Enrique Lihn, al respecto, destaca el Encuentro de Arte Joven

celebrado en octubre de 1979 en el Instituto Cultural de Las Condes evento en el que varios

pintores fueron censurados e impedidos de mostrar sus obras82 a partir del cual el autor efecta

una lectura en torno a la escritura de los jvenes poetas de ese entonces, muy vinculados a la

literatura comprometida y de servicio, en directa correlacin con las circunstancias polticas del

periodo, lo que Lihn considera de algn modo una falta ms bien de compromiso con la literatura

misma, con el trabajo de factura de una composicin potica reemplazada muchas veces por el

facilismo del discurso de protesta: Los jvenes tienden a subestimar el trabajo de produccin

del texto, se despreocupan con facilidad del cmo est escrito un poema y de qu dice

implcitamente, su procedimiento, su factura83, seala al respecto. En este marco, no obstante, el

autor destaca el trabajo de jvenes poetas que participaron en el Primer Concurso de Poesa de

revista La Bicicleta, cuyo primer lugar fue obtenido por Rodrigo Lira, seguido de Omar Lara y

Claudio Bertoni, y cuya escritura trascenda la escritura y lgica simplistas de otros

concursantes, no poetas. Entre los poetas, por cierto, destaca igualmente los trabajos de los

81
S. MACAS, op. cit, p. 193.
82
S. BIANCHI, La poltica cultural oficialista y el movimiento artstico. En Araucaria de Chile, N 17, 1982,
p. 137.
83
E. LIHN, Poetas Jvenes. En La Bicicleta, ao 1, nm. 6, 1980, p. 24. El texto se encuentra igualmente recopilado
en E. LIHN, El circo en llamas, op. cit., pp. 156 a 158.

48
jvenes Sergio Jos Gonzlez, Eduardo Llanos y Mauricio Redols.84 Asimismo, variadas

revistas e instituciones llamaron por aquellos aos a concursos de arte, literatura y poesa, en el

marco de la reactivacin del quehacer cultural del pas y, adems, con el propsito claro de hacer

emerger y conocer aquellas voces peticas, en nuestro caso, de escritores y poetas que debieron

silenciarse en trminos de expresin y difusin pblica durante los primeros aos de dictadura.

Es el caso por ejemplo del Concurso Literario convocado en 1979 por la Vicerrectora de

Asuntos Acadmicos de la Universidad de Chile, en el cual tambin particip Rodrigo Lira,

obteniendo la segunda mencin honrosa.85

Grupos literarios tambin comenzaron a conformarse en el sur de nuestro pas a mediados

de los aos 70 e inicios de los 80. En Chilo, por ejemplo, a partir de 1975 los poetas Carlos

Trujillo y Renato Crdenas fundan el grupo de poesa Aumen, lo que coincide con el inicio de

una escritura potica de esta zona centrada en la bsqueda de una identidad chilota considerando

los lmites de la visin folclrica que haba caracterizado su produccin artstica anterior86. La

agrupacin organiz durante fines de la dcada del 70, variados recitales y actos culturales como

Las islas, los peces, los hombres, un encuentro de escritores en 1978, la publicacin de una

revista de poesa denominada Aumen y un sello editorial. Asimismo, en regiones del sur se

distingue tambin la aparicin de Andrmeda y la nueva Archipilago, esta ltima dirigida por

Mario Contreras Vega. En Temuco, en 1977 se realiza el Encuentro de Poesa Joven del Sur de

Chile, organizado por el Instituto de Literatura de la Universidad Austral de Valdivia, a partir

84
E. LIHN, Poetas Jvenes, op. cit., p. 25.
85
M. BRESCIA DE VAL, Rodrigo Lira, rupturista que venci a la muerte. Pginas chilenas. Santiago: [ s.n.], 1999.
Santiago: LOM, n 3, julio-septiembre, 2000, p. 22. Documento recogido el 23/04/2006 en
http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0015166.pdf.
86
I. CARRASCO, Treinta aos de poesa chilena. Entre la casa y el mundo: poesa chilena a partir de 1973.
Segunda parte de la conferencia dictada en el Seminar Fr Romanische Philologie der Georg, Gttingen, 1998. En
Documentos Lingsticos y Literarios, N 21, 1998, p. 21. Documento recogido el 23/09/2008 en
www.humanidades.uach.cl/documentos_linguisticos/document.php?id=391.

49
de la cual se efecto posteriormente, ese mismo ao, la publicacin de Poesa Joven del Sur de

Chile. En dicho encuentro participaron poetas como Jos Mara Memet, Gustavo Adolfo Becerra

y Farid Hidd, entre otros. Poco despus, en 1980, se publica La Cachumba a travs de la cual se

da a conocer el trabajo de la Agrupacin Cultural Puliwen Antu, tambin de Temuco, y de la

cual forman parte jvenes poetas como Guido Eytel, Hugo Alister y Bernardo Reyes.87

Es as como durante aquellos aos, a pesar de la impronta poltica y en funcin de ella

igualmente, comienzan a emerger una serie de eventos que dan cuenta del amplio y variado

movimiento artstico-cultural de ese entonces: la agrupacin Nuestro Canto; el sello

discogrfico Alerce; la Agrupacin de Msicos Jvenes; el Taller de Artes Visuales

creado desde 1974, pero que comienza a funcionar hacia fines de la dcada de 1970 con mayor

amplitud y de modo ms sistemtico; el Taller 666, entre otros; constituyen una muestra de lo

sealado88. En mayo de 1979, surge la Unin Nacional por la Cultura (UNAC), la que a fines de

1980 realiza el Primer Congreso de Trabajores de la Cultura. De igual modo, comienzan a

conformarse con el rigor que se requiere grupos de investigacin como SUR, CENECA (Centro

de Indagacin y Expresin Cultural y Artstica), la Academia de Humanismo Cristiano, el

Centro de Estudios Poblacionales (CESPO), el Centro de Estudios Econmicos y Sociales

(VECTOR); el Taller Contemporneo; y canales y espacios de expresin como el sello

grabador ALPEC (Animacin y Liturgia para la Expresin y la Comunicacin); la Galera

Imagen, entre otros89. Por ltimo, en teatro los mayores aportes lo constituyeron la presencia del

grupo Ictus que, a juicio de Marco Antonio de la Parra, la representacin de sus obras

contribuy a reconstruir la conciencia nacional al permitir a travs de sus textos y dilogos

87
S. BIANCHI, Poesa chilena. Op. cit., p. 49.
88
S. BIANCHI, La poltica cultural oficialista y el movimiento artstico. Op. cit., p. 138.
89
Ibd., p. 139.

50
pensar el pas en su conjunto en oposicin a la clandestinidad y al repliegue de los espacios

ntimos al que obligaron las polticas totalitarias. Asimismo, las obras de Sergio Vodanovic, Juan

Radrign y las representadas por el Teatro de Fin de Siglo dirigido por Ramn Griffero,

constituyeron igualmente referentes relevantes en el escenario artstico-cultural de la poca.90

Asimismo, en dicho contexto, emergen igualmente en el escenario pblico un conjunto de

publicaciones y producciones crtico-literarias a travs de las cuales, artistas, crticos, escritores y

poetas, publican parte de su obra editada o indita hasta el momento, ya sea literaria o de ndole

crtica, como es el caso de las variadas antologas entre las que destacan Poesa para el camino,

Uno por uno, el Cuaderno de Poesa del Encuentro de Arte Joven de 1979, Poesa Joven,

Uno X Uno=nueve poetas jvenes91 y la ya mencionada Poesa joven del sur de Chile92; como de

igual modo, el caso de numerosas revistas de poesa y literatura que circularon en nuestro pas.

Entre estas ltimas, destacan las revistas La Bicicleta, dirigida por Eduardo Jentsen, y en cuyo

Primer Concurso de Poesa, realizado en 1979 y en el cual Enrique Lihn ofici como jurado,

Rodrigo Lira obtuvo el primer lugar; El 100topis, dirigida por Luis Aravena y Esteban Navarro;

La Castaa, de Jorge Montealegre y Eduardo Llanos; Hueln, dirigida por Hernn Ortega y

Jorge Calvo; La Gota Pura, de Leonora Vicua y Ramn Daz Eterovic93; El espritu del valle,

dirigida por Gonzalo Milln, Manuscritos, editada por el Departamento de Estudios

Humansticos de la Universidad de Chile en 1975 y cuyo comit de redaccin estaba

conformado, entre otros, por Enrique Lihn, Alejandro Jodorowsky, Luis Oyarzn y Nicanor

90
S. CORREA et al. Op. cit., p. 315-316.
91
S. BIANCHI, Poesa chilena. Op. cit., p. 49.
92
T. HARRIS ESPINOSA, op. cit., p. 58.
93
Ibd.

51
Parra94. Todas estas, correspondieron a publicaciones efectuadas en Santiago. Por su parte, en

Concepcin aparece el trptico Envs, dirigido por Mario Milanca, Carlos Cocia y Nicols

Miquea; y la revista Postdata, cuyo comit editorial estaba conformado por Toms Harris,

Carlos Decap, Jeremy Jacobson y Roberto Henrquez. Y en Punta Arenas se edita la revista

Momentos, en la cual participaron Luis Alberto Mansilla y Aristteles Espaa95. Igualmente,

desde el exilio se editaron, entre otras, las revistas Literatura Chilena en el Exilio, publicada en

California en 1977 bajo la direccin de Fernando Alegra y David Valjalo; y Araucaria de Chile,

publicada en Madrid desde 1978 y dirigida por Volodia Teitelboim.

Precisamente, estas publicaciones constituyeron un espacio y canal de expresin,

comunicacin y dilogo altamente significativo y de suma relevancia para artistas, poetas,

escritores, crticos e intelectuales que, tanto en Chile o en el extranjero, estaban impedidos de

hacer circular de modo libre la palabra por el territorio nacional, por lo que mediante dicha

tribuna, que tuvo lugar con mayor tranquilidad a partir de los primeros aos de la dcada de los

80, fue posible transmitir las ideas, creaciones, posturas crticas y reflexiones en torno al proceso

artstico-cultural del momento, a las restricciones experimentadas y, en definitiva, a las

condiciones impuestas por el rgimen militar. El repliegue generalizado de la poesa que se

escriba al interior empieza a desplegarse en un mayor nmero de publicaciones y antologas,

que se entroncan con la continuidad de ciertas revistas96, enuncia Nmez al respecto, situacin

que se genera, segn el autor en virtud de tres factores que inciden igualmente en el aumento de

la actividad cultural y editorial en Chile a inicios de los aos 80: en primera instancia, el
94
N. NMEZ, Transformaciones de la poesa chilena entre 1973 y 1988. En Estudios Filolgicos, N 42, 2007.
Documento recogido el 03/05/2009 en
http://www.refilologicos.equipu.cl/index.php/refilologicos/article/view/10/18.
95
N. NMEZ, La poesa chilena: Representaciones de terror y fragmentacin del sujeto en los primeros aos de
dictadura. En Acta Literaria, N 36, I sem., 2008, p. 91.
96
N. NMEZ, Transformaciones de la poesa chilena entre 1973 y 1988. Op. cit.

52
movimiento migratorio de poetas y escritores hacia el exterior y, a su vez, el retorno de algunos

escritores al pas de manera parcial o definitiva, fenmeno que claramente marca un aumento en

la produccin, edicin y distribucin de la produccin literaria, incrementando por ende el

intercambio cultural a travs de ediciones nacionales y extranjeras, espacios de encuentro y

discusin, revistas y publicaciones crtico-literarias. En segundo lugar, el incremento de

produccin literaria escrita por mujeres situacin que se extiende hacia las provincias en torno

a lo cual el autor expone:

La profusin de voces y las diferencias de registro marcan por primera vez


en la historia de la literatura chilena moderna y contempornea una
ampliacin de la escritura de mujeres que se convierte en signo de tradicin
y permanencia. No se trata, como en momentos anteriores, de una
produccin deudora de las corrientes dominantes, sino de modulaciones
especficas que culminan hacia fines del siglo XX en un catastro
impresionante de escrituras heterogneas y originales.97

Por ltimo, Nmez destaca como un tercer factor, la rearticulacin de poetas del sur del

pas, quienes retoman atributos provenientes de la poesa lrica y etnocultural de la generacin

de 1960, a partir de la cual y en funcin de la interaccin entre voces de diversas culturas, se

rehacen formas escriturales y temticas tales como la crnica, el testimonio, la memoria, el uso

de coloquialismos y metforas de un discurso hbrido renovado, procesos en los cuales sin duda

tuvieron gran relevancia los espacios de encuentro, de expresin y difusin que articularon los

mismos protagonistas de la escena cultural reprimida en Chile durante la dcada del 70.

97
Ibd.

53
2.3. Lectura de la crtica literaria en torno a la produccin potica chilena de 1980.

En la actualidad, la crtica generada en torno a la produccin potica chilena de la dcada

de 1980 es amplia y vasta, e incluye en lneas generales revisiones crticas publicadas a partir de

la misma fecha, con mayor mpetu a partir de 1983 y la segunda mitad de la dcada hasta

nuestros das. Entre los autores que se han dedicado a estudiar ampliamente este periodo, obras y

circunstancias de esta poesa, destacamos a los acadmicos, crticos y poetas algunos, Ivn

Carrasco, Nan Nmez, Federico Schopf, Soledad Bianchi, Toms Harris, Eugenia Brito, Andrs

Morales, Manuel Jofr, Javier Campos, Javier Concha, Sergio Macas, Oscar Galindo, entre

otros.

En relacin al primero de ellos, en su conocido artculo Poesa chilena de la ltima

dcada (1977-1987)98, Ivn Carrasco distingue cuatro categoras presentes al interior de la poesa

chilena producida y/o publicada entre aquellos diez aos, bajo pleno rgimen militar: la poesa

neovanguardista, la poesa religiosa apocalptica, la poesa testimonial de la contingencia y la

poesa etnocultural. Respecto a la primera categora, Carrasco llama poesa de la neovanguardia

a aquella escritura en la cual se destaca una clara postura antitradicionalista, polmica, crtica y

experimental, propia de los movimientos vanguardistas europeos y latinoamericanos. En esta

lnea, el autor concibe a esta tendencia como la ms desarrollada y renovadora de la escritura

potica del periodo, y en la cual es posible distinguir una serie de rasgos y procedimientos por

medio de los cuales se busca establecer una escisin relevante respecto de las formas cannicas

impuestas por la tradicin, entre ellos, la expresin del significante y del espacio de la escritura,

el quiebre de las normas de construccin del poema convencional, la incorporacin de elementos

98
I. CARRASCO, Poesa chilena de la ltima dcada (1977-1987), op. cit.

54
no verbales de tipo grfico y objetal, la presencia de un sujeto despersonalizado, mltiple y

escindido, la autorreflexividad, y la estrecha relacin entre arte y vida99. Precisamente, desde el

punto de vista de la subjetividad, esta escritura centra su atencin en la bsqueda de una

identidad propia, que sea capaz de configurarse en medio de un escenario hostil y afligente,

como el establecido por el rgimen militar, contingencia poltica en relacin a la cual la

vanguardia deja entrever su frrea oposicin. Carrasco seala al respecto que el grupo inicial y

formador de la neovanguardia en Chile tuvo lugar en Valparaso, a fines de los aos 60 e inicios

de los 70, y fue conformado por Juan Luis Martnez, Ral Zurita, Juan Cameron, quienes

formaron el grupo del Caf Cinema, frente al Cine Arte de Via del Mar, junto a artistas como

Gustavo Mujica, Eduardo Parra, entre otros. Este grupo inicial, se proyect posteriormente en

Santiago, mediante la constitucin y aparicin en escena del grupo C.A.D.A. del cual Zurita

form parte a fines los aos 70 e inicios de los 80100. Asimismo, segn expone el autor, otros

poetas y escritores, de acuerdo a la innovacin y capacidad de ruptura presentes en sus obras

respecto a las formas tradicionales de escritura y de expresin, formaron parte de esta tendencia.

Entre ellos, se destaca Rodrigo Lira, Eduardo Llanos, Diego Maquieira, Eugenia Brito, Carlos

Cocia, Nicols Miquea, entre otros.

La poesa religiosa apocalptica, por su parte, determina segn Carrasco su continuidad

respecto a los trabajos de sus antecesores Gabriela Mistral, ngel Cruchaga Santa Mara, Daniel

de la Vega, Pedro Prado, entre otros. Al respecto, esta escritura se destaca por un acercamiento

estrecho y lneas de identificacin con la religiosidad de identidad cristiana desde, en varios

casos, el quiebre personal que imprime en los sujetos el proceso de golpe de Estado y

99
Ibd., p. 35.
100
Ibd., p. 36.

55
autoritarismo poltico. Entre ellos, se destaca la obra de Jos Mara Memet, Ral Zurita, Carlos

Trujillo, Rosabetty Muoz, en funcin de los cuales Carrasco enuncia: Muchos poetas asumen

la figura de Cristo, en su dimensin humana y divina, para expresar la situacin de sufrimiento,

injusticia y deshumanizacin que afecta a vastos sectores sociales101, lo que se condice con la

figura divina como resguardo de la esperanza de liberacin, la justicia y la fraternidad de los

hombres en pos igualmente de los derechos humanos elementales que se han vulnerado. En este

contexto, tambin emerge la voz en algunos casos de un hablante lrico que asume una actitud

proftica, vale decir, de intrprete de la realidad de su pueblo con el propsito de denunciar los

pecados personales y sociales, y anunciar un futuro promisorio, y en el cual tales debilidades

sern corregidas o anuladas. La poesa apocalptica, en este sentido, se comprende como aquella

en la cual dicha voz proftica revela hechos relativos al fin de la historia, con el fin de que la

comunidad oriente su bsqueda hacia el hallazgo y constitucin de un mundo nuevo mediante el

cual los sujetos puedan transformarse y renovarse internamente. Rasgos de esta ltima tendencia,

se encuentran en poetas como Oscar Hahn, Jaime Quezada y Ral Zurita.102

Respecto a la poesa testimonial de la contingencia, esta claramente se asocia al momento

de quiebre sociopoltico a raz del golpe de Estado y rgimen militar. En esta escritura, se revela

la presencia de un sujeto vinculado de modo efectivo, ideolgico y emotivo con personajes,

situaciones, eventos, instituciones, valores pertinentes al contexto sociopoltico, en particular,

desde la perspectiva de aquellos que fueron opositores a la dictadura. Una poesa de expresin

inmediata, de resistencia, combativa o elegaca, cuya fuerza surge a partir de la experiencia

personal o grupal del sujeto lrico y de los episodios dolorosos vividos a partir de 1973. Segn

101
Ibd., p. 37.
102
Ibd., pp. 37-38.

56
postula Carrasco, el sujeto de esta escritura adopta la actitud de un hablante testimonial, la de un

testigo participante y comprometido, y cuyo discurso potico es concebido como un arma de

lucha a favor de la liberacin de un pas y sus ciudadanos a travs del uso de ciertos recursos

retricos y discursivos: la denuncia y el testimonio, la alegora, la irona o la mencin directa de

personajes, situaciones, ideas, documentos, etc.103 Los poetas destacados al interior de esta

tendencia se organizan en dos grupos. Por un lado, aquellos participantes de la actividad

potico-cultural a mediados de los aos 70 que debieron salir al exilio a partir del cual generaron

parte significativa de su produccin potica, entre ellos, Gonzalo Milln, Omar Lara, Oscar

Hahn, Waldo Rojas, Nan Nmez, entre otros. En segundo lugar, aquellos poetas de las mismas

generaciones 50, 60 y 80 fundamentalmente que permaneciendo en el pas, de igual modo,

hicieron expreso su repudio al proceso dictatorial, lo que incluso en algunos casos, debi

resistirse desde la misma instancia de presidio, como fue el caso de Floridor Prez y Elvira

Hernndez.

En este marco, Nan Nmez seala que la produccin potica de este periodo se orienta

principalmente hacia la denuncia poltica y la crtica social, al interior de la cual distingue

igualmente tres grupos. En primer lugar, aquella literatura y poesa clandestina,

fundamentalmente poltica y utilizada como herramienta de denuncia social y gua de accin. En

segunda instancia, la literatura pblica que, debido a este carcter y a su enfrentamiento ante la

censura poltica, debi buscar estrategias y subterfugios verbales y retricos para expresar sus

significados, lo que gener a juicio de Nmez la poesa ms rica y original de este periodo. En

tercer lugar, se distingue la literatura oficial la ms pobre y menos cuantiosa segn el autor

que corresponde a aquella enmarcada en el territorio de la cultura dominante y asociada a su vez,

103
Ibd., p. 39.

57
al avance e influjo de la comunicacin masiva104. Toms Harris distingue igualmente la poesa

testimonial como una lnea relevante en el marco de esta produccin potica, en tanto a travs de

ella se da cuenta de un proceso destructor de las relaciones existentes hasta antes de 1973 y la

consecuente experiencia dolorosa que dicha situacin conlleva. Es as como el autor destaca

igualmente en este marco la obra de Floridor Prez, Aristteles Espaa y Arinda Ojeda.105

Por ltimo, respecto a la poesa etnocultural esta corresponde a aquella escritura asociada

a un entorno fsico-geogrfico y cultural de algunos sectores del pas, principalmente la zona sur,

y en cuyo escenario rural y/o urbano, tiene lugar la interaccin de culturas y etnias distintas. En

esta poesa, en efecto, se enfatiza la problemtica del contexto intercultural, la discriminacin, la

marginacin y el genocidio desde una perspectiva no etnocentrista, la que tiene lugar a partir de

los numerosos procesos de ocupacin de los territorios indgenas por parte de conquistadores y

colonos, eventos mediante los cuales se ha generado una superposicin de culturas que no han

logrado una total integracin. El sujeto de la poesa etnocultural, de acuerdo a Carrasco,

corresponde a un hablante que se presenta como cronista o investigador de ciertas zonas del pas

en las que la problemtica intertnica o intercultural es relevante y a partir de la cual se esgrime

su denuncia ante los procesos de marginacin, aislamiento, explotacin a los que son expuestos

los integrantes de las culturas indgenas106. De igual modo, el autor distingue al interior de esta

tendencia dos subgrupos: el primero, aquel que centra su inters en las relaciones intertnicas

presentes en el sur de Chile, como es el caso de Clemente Riedemann; y el segundo,

correspondiente a los poetas integrantes del grupo Aumen, mediante el cual se plantea la

interaccin de la sociedad chilota con el resto del pas, tambin en trminos de marginacin,

104
N. NMEZ, Ruptura y continuidad en la poesa chilena actual. Op. cit., p. 29.
105
T. HARRIS ESPINOSA, op. cit., p. 62.
106
I. CARRASCO, Poesa chilena de la ltima dcada (1977-1987). Op. cit., 41-42.

58
exclusin y abandono, y entre los cuales destacan los trabajos de Carlos Trujillo, Sergio Mansilla

y Rosabetty Muoz107. En este contexto, Harris destaca igualmente la presencia de una poesa

inscrita en arraigo con la zona geogrfica de la X regin, a travs de la cual se da forma a una

escritura que ha transformado su entorno, dando cuenta de un vnculo estrecho con habitantes,

mitos, costumbres y atmsfera, y de la utilizacin de un cdigo dual, referido igualmente por

Carrasco108, a partir del cual se entrecruzan lenguas indgenas y la espaola. Entre los poetas

destacados en esta lnea, Harris menciona las obras igualmente de Alberto Trujillo, Sergio

Mansilla, Jorge Torres, Esteban Navarro, Juan Pablo Riveros, Clemente Riedemann, Lionel

Lienlaf, Elicura Chihuailaf y Rosabetty Muoz.109

Asimismo, Harris plantea que una de las primeras lneas escriturales que es posible

distinguir en el marco de la poesa post-golpe es aquella que se vincula con la tradicin sin

intentar quiebres sustanciales, sino ms bien se centra en recrear, sobre todo a partir de la

produccin de Parra y Lihn, textos en los cuales se denote un acercamiento a las formas

coloquiales, a los aspectos urbanos, fragmentos de discursos extraliterarios, apelaciones directas

a la realidad extratextual, la problemtica sociohistrico, el uso de la irona y la presencia de un

yo potico nivelado a la experiencia de la cotidianeidad que no niega ni retira su subjetividad del

texto110. En esta lnea, se inscriben los poetas Eduardo Llanos, Jorge Montealegre, Bruno

Serrano y Gonzalo Muoz, entre otros. De igual forma, Harris plantea la presencia de la

marginalidad, la irona y la parodia, como recursos retricos llevados al extremo cual Quevedo

en el caso de la poesa de Rodrigo Lira, Erick Pohlhammer y Mauricio Redols, y mediante los

107
Ibd., pp. 42-43.
108
Ibd., pp. 42.
109
T. HARRIS ESPINOSA, op. cit., p. 65.
110
Ibd., p. 61.

59
cuales se tiende a demoler convenciones estticas y sociales, y extremar el carcter

desestructurante y bufonesco del lenguaje. Cada uno de ellos, apunta Harris, crea un personaje

que subsiste en el lmite ms angustiante de la marginalidad, de una marginalidad que se fusiona

en el lmite de la obra y la vida, como propone la neovanguardia.111

La escritura femenina tambin constituye, segn Harris, una lnea relevante que emerge

con marcado mpetu durante la poesa de este periodo. De acuerdo a ello, esta poesa indaga en

las diferencias de lo femenino como gnero, en el mbito de la sexualidad, la maternidad, el

erotismo, el espacio domstico, etc. Entre las poetas del periodo, se destaca la obra de Alejandra

Basualto, Eugenia Brito, Brbara Delano, Paz Molina, Soledad Faria, Elvira Hernndez, Lila

Caldern, Teresa Caldern, Rosabetty Muoz, Heddy Navarro, Alicia Salinas, Carmen

Berenguer, Cecilia Vicua, Marina Arrate y Ver6nica Zondek, entre otras112. Juan Villegas, al

respecto, seala que a diferencia del discurso tradicional femenino en el cual la sujeto hablante se

manifiesta dependiente de un t masculino, en la produccin potica femenina de los aos 80, el

sujeto hablante asume ms bien una actitud antagnica hacia el destinatario de su discurso,

generando una ruptura en torno a la tradicin e inaugurando la emergencia de una nueva relacin

entre la subjetividad femenina y masculina, entre hombre y mujer113. De este modo, se da cuenta

de una serie de rasgos que caracterizan a esta poesa: una actitud liberalizante del sujeto potico

femenino ante la imagen de un adversario masculino con el cual se mide en los mismos trminos

o bajo los mismos parmetros de igualdad social, como se evidencia en la escritura de Teresa

Caldern; la descripcin del sujeto masculino como un anti-hroe, imagen degradada que en

111
Ibd., p. 64.
112
Ibd., p. 70.
113
J. VILLEGAS, El discurso lrico femenino chileno. En R. YAMAL, La poesa chilena actual (1960-1984) y la
crtica. Concepcin: Ediciones LAR, 1988, pp. 219.

60
ocasiones va acompaada de la irona y el sarcasmo los casos de Heddy Navarro y Carolina

Lorca, entre otros; el uso de formas coloquiales en el lenguaje; la nostalgia por la ausencia,

obligada muchas veces, del otro y el anhelo ertico la escritura de Heddy Navarro, Carmen

Berenguer, Virginia Vega; e igualmente, el referente histrico-poltico a travs de la imagen de

la bandera, como en el caso de Elvira Hernndez, o del rebao y las ovejas, como acontece en

Rosabetty Muoz114. Nan Nmez tambin da cuenta de la relevancia que adquiere la escritura de

mujeres durante el periodo dictatorial, la que no se debe segn el autor solamente a una situacin

de doble represin, sino tambin tiene su causa en el giro crtico que ellas mismas le otorgan a

sus discursos creativos y reflexivos a travs del cual se impulsa el intento por recuperar y

recuperarse a s mismas como seres activos, diferentes y presentes en la sociedad y cultura de ese

entonces115, y de efectuar en definitiva por medio de la escritura una reconstruccin corporal

desde la perspectiva del gnero, estableciendo un hilo conductor entre memoria, cuerpo, lenguaje

y existencia.116

Por su parte, Manuel Jofr seala que el sujeto hablante de la poesa de los aos 80

considerando especficamente a aquellos poetas nacidos entre 1946 y 1960, antologados en

1985 por Jofr para Ediciones Cordillera, Ottawa, Canad, entre los cuales figuran los poetas

Carmen Berenguer, Juan Cameron, Gonzalo Milln, Rodrigo Lira, Eugenia Brito, Carlos Cocia,

Natasha Valds, Ral Zurita, Vernica Zondek, Diego Maquieira, Clemente Riedemann, Ricardo

Wilson, Antonio Gil, Jorge Montealegre, Teresa Caldern, Aristteles Espaa, Armando Rubio,

Erick Polhammer, Toms Harris, Gonzalo Muoz, Eduardo Llanos, Esteban Navarro, Jos Mara
114
Ibd., pp. 219-229.
115
N. NMEZ, Identidad y mito en la poesa moderna: otra mirada sobre lo mismo. En Atenea, N 487, I semestre
de 2003, pp. 64-65.
116
N. NMEZ; F. MORAGA; Historia y escritura corporal en la poesa chilena y canadiense contempornea. En
Atenea, N 494, II semestre de 2006, pp. 63-64. Documento recogido el 26/03/2008 en
http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0718-04622006000200004&script=sci_arttext.

61
Memet, Andrs Morales, entre otros117 puede concebirse como un punto de encuentro entre

diversos cdigos y discursos, en tanto corresponde a un sujeto irregular, desquiciado y escindido,

o dicho de otro modo, una prdida, un vaco, una fragmentacin. Este sujeto, segn Jofr, rene

restos de discursos ajenos dando origen a una superposicin de roles y deshechos que asociados

a los discursos autorreferentes de cada escritura, dan cuenta de una imagen fragmentaria del

hablante que intenta constituirse a s mismo como un sujeto ordenador por encima de la

multiplicidad de voces que en l confluyen. De este modo, el autor seala:

El sujeto hablante de estos poemas se encuentra en un estado de degradacin e


irona, donde se anulan las capacidades del yo lrico para organizar el mundo
potico. Esta llamada devaluacin del yo lrico es un proceso que comenz
con la generacin del 38 y la antipoesa. El sujeto, ahora desencantado, con
una repulsin hacia su contorno, tiene un quehacer quebrado, donde la
aparicin del yo lrico deja paso a lo visto por la mirada.
El sujeto hablante de estos poemas es un sujeto discontinuo, cuya identidad es
un proceso de contradicciones, las cuales ponen en crisis la autonoma del
sujeto. El sujeto hablante reproduce las contradicciones extratextuales que lo
rodean. () Debido adems, a la presencia de lo no dicho en el discurso del
sujeto, ste se manifiesta como una fractura.118

De acuerdo a ello, coexisten junto a una esquizofrenia y a un ventrilocuismo del sujeto,

aspectos ldicos, erticos e histrinicos, cuyas mscaras son tambin una develacin, un espacio

de conflicto. El cuerpo de este sujeto potico se desmiembra producto del choque de fuerzas que

se generan dentro y fuera de s y de las voces mltiples que comienzan a irrumpir en su discurso,

motivo por el cual se generan zonas de confusin entre el yo personal y el yo hablante activo,

una duda acerca del grado de identidad entre el sujeto y el texto119, lo que segn expone Jofr

genera como efecto la emergencia de un sujeto hablante situado en oposicin y conflicto con su

117
M. A. JOFR, La voz de los 80: poesa chilena joven. En El Espritu del Valle, N 2-3, 1987, p.15.
118
Ibd., p. 16.
119
Ibd., p. 17.

62
contexto, reducido a una mera armazn de gestos. En sntesis, esta poesa es concebida como

una escritura del deseo y de la aoranza utpica, en tanto al sujeto no le queda ms que distraerse

en medio de la autocontemplacin divagatoria, volvindose hacia s mismo, a lo ntimo, lo

privado, la autorreflexividad.

Nmez alude igualmente a la imagen de un sujeto potico moderno que se ve violentado

y mutilado en sus derechos y existencia. Un sujeto despersonalizado o fragmentado, escindido o

mltiple, preso de una situacin afligente y colectiva a partir de la cual debe reunir fuerzas para

desarrollar una actitud contestataria120. En esta lnea, un sujeto fraccionario que es asaltado por

mltiples voces que ingresan al texto para desarmar al yo nico, lo que se asocia igualmente a los

parmetros establecidos por la neovanguardia y la postmodernidad. Aqu ya no est en juego la

crtica sobre el mundo, sino sobre nosotros mismos, que somos ya fantasmas y nos

autocelebramos como tales121, arguye Nmez al respecto. Es imposible escapar a la

autorreferencialidad y metaficcin en tanto los recursos slo aluden al artificio del cual no es

posible salir. La contradiccin, la incertidumbre, las dudas de la voz, las inconsistencias de la

culpa, la amnesia respecto incluso sobre s mismo dan cuenta del deseo evidente de hacer

desaparecer al sujeto que convirti a la razn en un monstruo. Se corre entonces el riesgo de

perder al sujeto no slo en su individualidad, sino tambin en cuanto a su articulacin con la

historia y el colectivo en el cual est inserto122. Por su parte, Harris coincide igualmente en la

mencin de un sujeto hablante que se presenta de modo fragmentario para inscribirse en textos

tambin fragmentarios, que expresado mediante una escritura experimental, como es el caso de

120
N. NMEZ, La poesa chilena: Representaciones de terror y fragmentacin del sujeto Op. cit., p. 98-100.
121
N. NMEZ, Transformaciones de la poesa chilena entre 1973 y 1988. Op. cit.
122
Ibd.

63
la poesa de la neovanguardia, da cuenta finalmente de un cuestionamiento a la historia y a la

propia identidad chilena.123

3. Corpus bsico de estudio: Seis poetas de la dcada de 1980.

El objeto de estudio del presente trabajo corresponde a la comprensin y determinacin

de los aspectos y lineamientos principales de carcter esttico-literario y extratextual, asociados

al entorno histrico-poltico de produccin y difusin, que permiten la configuracin de un sujeto

potico presente a partir de un corpus escritural inscrito en la produccin potica chilena de la

dcada de 1980, que contempla en nuestro caso la revisin pormenorizada y lectura de un total

de quince textos publicados entre los aos 1977 y 1989, pertenecientes a seis poetas

seleccionados.

Hemos fijado como fecha de inicio del tramo histrico en el cual circunscribimos nuestro

objeto de estudio, el ao 1982 hasta 1990, ao en que se cierra el periodo de dictadura poltica

en nuestro pas, debido a que en el marco de la presente investigacin, el inters se ha centrado

en la produccin potica que aparece y es publicada en momentos de la historia poltica chilena

en los cuales se produce un giro en los modos en que el aparataje dictatorial se posiciona ante la

ciudadana, vale decir, el trmino de la censura editorial hacia 1983 y cierto nivel de apertura

ante espacios de expresin artstico-cultural. No obstante lo anterior, hemos incorporado en el

corpus de estudio algunos textos anteriores a dicha fecha, debido a que entre otras razones,

constituyen textos que tuvieron una marcada presencia en la escritura potica de aquel periodo

123
T. HARRIS ESPINOSA, op. cit., pp. 66-67.

64
como es el caso de Juan Luis Martnez y Ral Zurita; la construccin de la subjetividades que

en ellos se presentan se ajustan a los parmetros por nosotros establecidos para el estudio,

revisin y conformacin de la figura de sujeto potico postulada; y debido a que de algn modo,

de acuerdo a lo revisado ms arriba, hacia fines de la dcada del 70 comienzan ya a emerger e

impulsarse las primeras publicaciones despus del abrupto quiebre de 1973 en el marco del

paulatino camino hacia el levantamiento de la censura editorial en 1983.

Asimismo, el corpus de estudio que se presentar a continuacin est comprendido por

una seleccin de seis poetas chilenos que escribieron y publicaron durante este periodo en

territorio nacional y no en el extranjero. De acuerdo a ello, no hemos incorporado en este corpus

aquellas obras poticas publicadas en el extranjero a causa del exilio poltico que debieron

enfrentar numerosos escritores y poetas, debido en parte a las escasas posibilidades que todava

presenta, en el proceso de investigacin, el rastreo y la recopilacin de dicho material al interior

de nuestro pas, tomando en cuenta por lo dems la consecutiva produccin crtica generada en

torno a ellas tanto en Chile como, por supuesto, en el extranjero. No obstante, tales dificultades

han evidentemente menguado a causa del paso del tiempo, de la produccin crtica generada en

torno a la misma, la ampliacin y el acceso a distintos medios de comunicacin como es el caso

de internet y, por supuesto, el retorno de algunos poetas a la patria durante la dcada de los 80 y

a inicios de los aos 90, una vez concluida la dictadura poltica. Sin embargo, a pesar de estas

ltimas consideraciones, nuestro criterio de seleccin en torno a trabajar sobre textos y autores

que publicaron durante ese periodo exclusivamente en Chile, recae de modo fundamental en que

el poeta exiliado vivi y experiment de forma distinta el efecto abrumador del totalitarismo,

entendido ste grosso modo como un fenmeno entre otros a travs del cual se manifiesta el

impulso, desarrollo y avance demoledor de la modernidad y su paso hacia la postmodernidad,

65
en virtud de las polticas neoliberales y globalizadoras adoptadas por el rgimen a partir de 1982.

Por consiguiente, el modo mediante el cual el poeta en exilio, a travs del acto de la escritura, se

apropia de la situacin histrico-poltica del Chile del post-golpe, difiere de los lineamientos

extra-literarios con que est configurada la produccin potica efectuada al interior de la misma

patria. Para el caso de estos ltimos, modos determinados claramente por el sentido de

pertenencia respecto del espacio y del entorno sociopoltico y cultural, lo que puede concebirse

asimismo como el sentimiento ambivalente de pertenencia, y de inclusin y exclusin a la vez a

pesar de encontrarse en tierra propia a un espacio geogrfico dominado y sitiado por otros. En

relacin con esto mismo, uno de los puntos que precisamente se vinculan de modo directo con

nuestra lectura dice relacin con el contacto y el vnculo estrecho aunque intervenido y

menguado en algunas ocasiones por los lineamientos represivos del rgimen entre los poetas del

periodo que permanecieron en Chile, lazos que a causa de autoritarismo poltico no pudieron

proyectarse hacia los poetas, escritores y acadmicos situados ms all de las fronteras de

nuestro pas, por lo cual el contacto permanente y la circulacin de informacin en torno a las

producciones poticas efectuadas en el extranjero era altamente dificultoso y complejo, lo que

genera en definitivas cuentas una fisura y diferencia clara respecto del colectivo de voces

acalladas de aquellos poetas ubicados en Chile y de aquellos desplazados hacia el exterior, an

cuando las temticas desde perspectivas distintas confluyeran en el mismo lugar: un frreo

discurso de rechazo y oposicin a la dictadura poltica.

De acuerdo a lo anterior, el corpus de estudio delimitado para el presente trabajo,

corresponde a la obra potica de seis autores publicada durante el periodo sealado al interior de

nuestro pas. La seleccin ha recado precisamente sobre ellos, en funcin de que a partir de sus

respectivas escrituras es posible reconocer ciertos rasgos comunes, y diferenciadores otros,

66
mediante los cuales es posible configurar la imagen de un sujeto potico, el que sin embargo en

cada uno de ellos adopta formas y manifestaciones distintas. De este modo, esta configuracin

comn compuesta tanto por las convergencias y divergencias propias de los autores y sus

producciones constituyen eventos a partir de los cuales es posible dislucidar cierto proyecto de

identidad, no delimitado ni acabado, pero que sin embargo, logra ofrecer ciertas huellas y trazos

desde los cuales es posible abordarlo. En este lineamiento, no slo operan las obras y escrituras

de cada uno de los autores, sino que en definitiva, sern estas a su vez consideradas en el marco

del contexto sociopoltico y artstico-cultural definido, en donde cada uno de ellos constituy

claramente un evento y referente ya sea de ruptura o quiebre de la tradicin, como sucedi con

los poetas de la neovanguardia para el escenario potico y literario de la poca y el posterior,

que alcanza hasta nuestros das.

El corpus seleccionado es, en consecuencia, el siguiente: Rodrigo Lira (1949-1981),

Proyecto de Obras Completas, 1984. Soledad Faria (1943), El Primer Libro, 1985; Albricia,

1988. Elvira Hernndez (1951), Arre! Halley Arre!, 1986; Meditaciones fsicas por un hombre

que se fue, 1987; Carta de viaje, 1989. La Bandera de Chile, 1991. Diego Maquieira (1951), La

Tirana, 1983; Los Sea-Harrier en el firmamento de eclipses. Poemas de Anticipo, 1986. Juan

Luis Martnez (1942-1993), La nueva novela, 1977; La poesa chilena, 1978. Ral Zurita (1951),

Purgatorio, 1979; Anteparaso, 1982; Canto a su amor desaparecido, 1986; El amor de Chile,

1987. El orden del mismo y mediante el cual sern presentadas en el captulo tercero las

propuestas de lectura en torno a cada autor, se debe en lneas generales a un intento por trazar

una proyeccin del sujeto colectivo que se constituye a partir de estas seis escrituras, vale decir,

desde la concepcin de un sujeto anulado y absolutamente constreido, como es el caso de Lira,

hasta la manifestacin de un sujeto que recurre a una exacerbacin extrema para dar cuenta de s

67
y paradojalmente de su propia precariedad como es el caso de la poesa de Zurita. Entre estos

dos extremos entonces, se dibujan los lineamientos de diversos sujetos y sus respectivos rostros:

entidades maltrechas, huidizas, eclipsadas y vinculadas al silencio.

Respecto a la inclusin de obras poticas que no se ajustan al tramo cronolgico por

nosotros determinado, 1982-1990, aclaramos los criterios que operaron frente a las siguientes

excepciones. En el caso de las obras de Ral Zurita y de Juan Luis Martnez, mencionadas ms

arriba, sus incorporaciones se deben fundamentalmente a dos motivaciones relevantes para

nuestro estudio: en primera instancia, el hecho que estas obras y las circunstancias y/o efectos de

su publicacin hacia fines de la dcada del 70, constituyeron eventos destacados en el mbito

literario y cultural de la poca, constituyendo obras que inauguraron el inicio de una nueva

poesa, o de la joven poesa chilena de aquellos aos, en tanto las temticas, formas y recursos

poticos adoptados conformaron una ruptura respecto a las convenciones impuestas por la

tradicin literaria y por las escrituras de las generaciones anteriores, aun cuando en algunos casos

es posible vislumbrar ciertos vinculaciones conceptuales y estticas significativas con la

tradicin para la produccin de ese entonces. Y en segundo lugar, tal como ya se mencion, dado

que estas obras ofrecen posibilidades de lectura y configuracin de un sujeto potico ajustado a

la hiptesis de lectura por nosotros propuesta. No obstante, nos es posible mencionar una tercera

variable que nos permite trascender parcialmente el lmite cronolgico dispuesto, esto es la

misma indeterminacin y ambigedad que recae sobre la nominada o innominada generacin

de los 80, la que, tal como se expuso en aparatado anterior, es conocida, entre otras

nominaciones, como generacin N.N., del 70 del 73, lo que en definitiva nos abre la

posibilidad para ampliarnos y traspasar sus difusas demarcaciones. Tal como se expuso en el

apartado anterior, en el caso de los autores y poetas de este periodo las fechas de produccin y

68
publicacin no coinciden en todos ellos, situacin que restringe claramente las posibilidades para

encasillarlos o situarlos en una u otra generacin, dado que a juzgar por el mapa trazado por la

crtica, estas supuestas generaciones del 70, del 73, del 80 tienden a emerger en el contexto

oficial como una sola, compuesta por fragmentos, quiebres y escisiones generados por la misma

fractura que constituy el golpe de Estado y la dictadura en la historia socio-poltica y cultural

del pas.

En el caso particular de Juan Luis Martnez, su produccin escueta, pero intensa, y

editada fundamental a fines de la dcada de los 70, nos dispone sin embargo en un escenario en

el cual el autor escapa totalmente a la delimitacin cronolgica establecida para el presente

estudio. Sin embargo, ha procedido la incorporacin de tales obras en nuestro corpus de trabajo,

debido a la relevancia que stas constituyen en el marco de la poesa chilena de la poca, tal

como se ha referido, y en el contexto del presente estudio, en el proceso de la configuracin del

sujeto potico que intentaremos trazar a continuacin.

Un caso emblemtico de desfase temporal respecto de los momentos de produccin y

publicacin al interior de nuestro corpus de estudio es el de Elvira Hernndez, cuyo texto

La Bandera de Chile, a pesar de ser escrito en el verano de 1981 y bajo instancias de presidio

poltico, no pudo ver la luz parcialmente slo hasta 1987, por medio de algunos ejemplares

fotocopiados, y posteriormente, ya de modo definitivo y oficial mediante la edicin de la misma

en 1991, bajo la editorial Tierra Firme, en Buenos Aires. Otro caso similar, pero menos

acentuado desde el punto de vista de la cantidad de aos transcurridos entre produccin y

publicacin es el de Rodrigo Lira, quien no public en vida, sino que su obra fue publicada

gracias a la iniciativa y gestiones de un grupo de amigos quienes, despus del suicidio del poeta

69
en 1981, lograron editar su obra tres aos ms tarde, en 1984 bajo el ttulo de Proyecto de Obras

Completas. Anterior a esta fecha, la escritura de Lira y el evento potico que l mismo

constituy, emerga en el escenario potico chileno a fines de los 70 por medio de textos sueltos

que l mismo reparta y por revistas de la poca, como es el caso de La Bicicleta, de la cual

obtuvo el Primer Premio en el Concurso de Poesa en 1979; como asimismo a travs de las

propias apariciones pblicas que el mismo poeta efectuaba en el contexto artstico-cultural y

universitario de la poca.

Por ltimo, cabe sealar que para efectos de lectura nuestro corpus de estudio no se agota

exclusivamente en el marco meramente escritural que constituyen las obras seleccionadas, sino

que por el contrario, el rastreo del sujeto potico y su respectiva configuracin, si bien se realiza

fundamentalmente a partir los textos poticos sealados, se extiende a su vez hacia todas

aquellas manifestaciones pblicas y prcticas concretas en las cuales las acciones de los poetas

tuvieron lugar, y a partir de las cuales dicha entidad emerge igualmente. En otras palabras, el

sujeto potico se manifiesta, por una parte, en la escritura efectiva a travs de lo que se concibe

en el marco de la teora literaria como hablante lrico, pero de la cual no obstante difiere; y, por

otra, en todas aquellas acontecimientos pblicos en las cuales participa el autor y su produccin,

contribuyendo a la constitucin del evento artstico-cultural que la obra de un determinado autor

constituye para el contexto de la poesa chilena del periodo. De este modo, comprendemos todas

aquellas apariciones pblicas como parte de dicho evento, entindase entre ellas, encuentros,

conferencias, lecturas poticas, publicaciones en antologas, revistas, autoediciones, ediciones

clandestinas, entrevistas, acciones de arte y, por supuesto, las respectivas referencias e

interpretaciones de la crtica respecto de su obra. Todo ello, por consiguiente, en conjunto y en

correlacin con la produccin misma, ha sido por nosotros considerado como un evento

70
relevante en el escenario literario y cultural de la poca y, por tanto, determinante en la

conformacin del sujeto potico que nos ocupa.

4. Exposicin y fundamentacin del problema de estudio.

A propsito del corte gravital de la historia social y poltica chilena propiciado por el

golpe de Estado y la dictadura militar extendida desde 1973 hasta inicios de 1990, ao en que

concluye tal proceso y se da inicio al perodo de transicin hacia la democracia, la produccin

potica se vio ampliamente intervenida por tal suceso, tanto a nivel de los principales ejes

temticos en ella presentes como por la funcin esttica y social que dicha escritura cumpla

hasta antes de este periodo y, claramente, a causa de los restricciones y polticas de censura a la

que fue sometida la produccin y difusin de todo discurso artstico que se concibiera y postulara

como opositor al gobierno militar. Sin embargo, a causa de la crisis econmica de 1982 el

primer gran quiebre econmico al que se vio enfrentado el rgimen militar, la dialctica que

operaba hasta entonces entre gobierno y ciudadanos sufre un giro a partir del cual poco a poco se

comienzan a establecer ciertas concesiones para la publicacin y difusin oficial de ciertos

discursos poticos y artsticos silenciados y prohibidos desde 1973 hasta entonces.

Es as como, adems del corpus de produccin seleccionado para el presente estudio,

aparecen en el escenario artstico-cultural de la poca un conjunto de producciones

crtico-literarias a travs de las cuales acadmicos, crticos, escritores y poetas, publicaron parte

de su obra mayoritariamente indita hasta el momento sobre todo en el caso de escritores y

poetas, como es el caso de las numerosas revistas de poesa y literatura que circularon al

71
interior de nuestro pas y en el exilio, entre las que destacan La Bicicleta, La Gota Pura, El

Espritu del Valle, Hueln, La Castaa, Araucaria de Chile, entre otras. A estas publicaciones, se

suman, adems, todas aquellos eventos culturales o acciones de arte a travs de los cuales se

intentaba poner de manifiesto la postura antidictatorial con las cuales se asuma, por parte de un

significativo grupo de escritores y poetas, las directrices de una sociedad reprimida bajo un

violento rgimen militar. Es el caso emblemtico del grupo C.A.D.A. y la denominada escena

de avanzada que a fines de los aos 70 e inicios de los 80 expusieron pblicamente una serie de

prcticas experimentales a travs de las cuales hicieron expreso el cuestionamiento respecto de

los aparatajes hegemnicos de la poca, tanto a nivel poltico como esttico-cultural,

reconceptualizando de este modo los lenguajes y las tcnicas artstica-literarias heredadas por la

tradicin.

De este modo y a partir del engranaje compuesto por la produccin potica de esta poca

y los distintos medios y canales a travs de los cuales se difunden las diversas expresiones

artstico-literarias y crticas, es que se condiciona el espacio para la emergencia de un sujeto

potico manifiesto en ellas, constituido segn una serie de rasgos que confluyen en el proceso de

escritura particular y colectivo, del cual forman parte cada uno de los poetas y autores que

componen la produccin nacional del periodo y, en especial, aquellos delimitados por nuestro

corpus de estudio. Sujeto potico propio de la lrica chilena de los aos 80, y conformado de

acuerdo a las marcas de una entidad fragmentada, escindida y marginal, y que constituye, en

cierta forma, el modo de incorporacin o enajenacin, de asimilacin y postura de esta poesa

ante los inflexibles posicionamientos de la modernidad y posmodernidad, cuya manifestacin

ms determinante en el contexto histrico y poltico chileno ha sido la instauracin del rgimen

militar en Chile y la consecuente adopcin del modelo econmico neoliberal, evento que

72
emerge en este contexto como una de las manifestaciones ms tangibles y abrumadoras del

influjo moderno. En este sentido, concebimos precisamente la subjetividad como una instancia

por medio del cual se recrean formas aparentes de resistencia o subversin, en tanto infructferas,

pues slo adquieren movilidad en medio del espacio o los armazones de configuracin que el

poder confiere para ello. En este sentido, en cada una de ellas en efecto se delinean y proyectan

formas mediante las cuales se intenta burlar o desarticular los engranajes de poder sobre los

cuales se sostiene la hegemona, lo que no obstante, no constituye ms que parte de las mismas

estrategias y polticas de concesin que el poder dispone para ello, razn por la cual en definitiva

todo intento de subversin o resistencia no queda ms que en el mbito de la expresin o

manifestacin legtima del disenso u oposicin, en este caso, contra el rgimen, y por ende, no

constituye un verdadero mecanismo de desestructuracin del mismo o de las instituciones de

poder a l asociadas el modelo econmico neoliberal y capitalista fundamentalmente.

De acuerdo a lo anterior, la problemtica que nos ocupa dice relacin con los rasgos,

modos y desplazamientos que constituyen a dicho sujeto potico como tal, el que a su vez,

difiere de la nocin de hablante lrico pertinente a cada uno de los textos en cuestin desde los

cuales se configura, de modo colectivo y global, este sujeto. En torno a ello, consideramos como

posibles aspectos constituyentes aquellos postulados por la crtica en torno a los principales

caracteres de la poesa de la dcada de 1980 organizados segn ciertas categoras como el caso

de las categoras definidas por Ivn Carrasco, lo que al parecer tiende a ser una necesidad al

momento de efectuar un estudio sistemtico de esta produccin debido a la alta carga de

heterogeneidad que presenta. En efecto, numerosos estudios, artculos y monografas sobre la

obra de este periodo coinciden al destacar las diversas tendencias existentes a lo largo del corpus

general de sta, lo que ha constituido a su vez una problemtica para la inclusin de estos autores

73
al interior de una generacin concreta, pues adems de lo ya apuntado ms arriba, en esta

produccin no confluyen de modo uniforme un slo estilo potico, los mismos lineamientos

temticos, una formacin intelectual semejante, en fin, aquellos aspectos que constituyen

sistemticamente lo que se conoce como generacin literaria. Por tanto, lejos de hablar de una

generacin, ya sea desde el punto de vista histrico, segn fechas de nacimiento de los autores, o

literaria, lo que acontece es un conglomerado potico absolutamente diverso y cuyas temticas

incluso no son del todo pertinentes o representativas de cada escritor, pues su produccin, en

algunos casos, se desplaza libremente entre una y otra corriente, sin necesidad de adscribirse

necesariamente a una de modo permanente.

Es as como, en el intento por otorgar cierto orden a esta multiplicidad lrica, autores y

crticos como Ivn Carrasco, Soledad Bianchi, Andrs Morales, Nan Nmez, Toms Harris,

Federico Schopf, Oscar Galindo, entre otros, han propuesto algunos mapas temticos destacando

las principales tendencias en las cuales se agruparan las distintas producciones poticas de la

fecha. El caso ms emblemtico es, precisamente, el de Carrasco, quien destaca tal como se

revis anteriormente cuatro categoras en la lrica chilena de los 80: la poesa de la

neovanguardia, la poesa religiosa-apocalptica, la poesa testimonial de contingencia y la poesa

etnocultural. A partir de estas corrientes, se desprende una serie de rasgos a travs de los cuales

la crtica caracteriza al sujeto potico pertinente a esta produccin, entre los cuales desatacamos

los siguientes aspectos: la imagen de un sujeto fragmentado, maltratado, discriminado y

explotado, solitario, nostlgico y carente; alejado de su propio entorno y espacio natal

representado en muchos casos por el paisaje rural; un sujeto contestatario, cuya actitud potica y

social tiende al antitradicionalismo, a la polmica y a la crtica, y que utiliza medios formales a

travs de los cuales quebrantar las normas y manifestar su propia escisin interna, como es el

74
caso del uso de la irona, la alegora, la parodia, de reproducciones icnicas como cartas,

fotografas, objetos en general; entidades subjetivas que intentan establecer, en definitiva, un

quiebre respecto del soporte tradicional y el signo verbal impreso en l como, asimismo, la

manifestacin de un sujeto intervenido y desajustado en medio de un complejo proceso de

integracin y desintegracin de diversas culturas, ya sea occidentales y tnicas, a causa de la

impronta del progreso moderno; y la mutilacin, la represin e indignidad a la cual este sujeto es

sometido como producto de la imposicin del rgimen militar, la relegacin hacia el espacio

perifrico y marginal desde el punto de vista literario-artstico, social y cultural.

De acuerdo a lo anterior, en el presente trabajo a proyectar se efectuar, por consiguiente,

el estudio exhaustivo de la figura de sujeto desde la consideracin de diversas lneas tericas

tales como el psicoanlisis, la filosofa, la antropologa, la sociologa, la historia, lingstica, la

teora y crtica literaria; campos de estudio a partir de los cuales sea factible perfilar la

modelizacin de dicha entidad, posibilitando de este modo, la comprensin de una concepcin

integrada interdisciplinaria y complementada en torno a la idea de sujeto que nos ocupa.

Es as como, adems de la constitucin de dicha entidad, la problemtica recae, como se

seal ms arriba, en los movimientos y desplazamientos que tal sujeto lleva a cabo, lo que se

definira precisamente a partir de la relacin conflictiva de s mismo con el bloque hegemnico

que lo oprime y subsume, lo que conlleva finalmente la configuracin de un sujeto en

permanente estado de fuga y, por tanto, de resistencia ante el sistema moderno opresor, instancia

desde la cual recrea su aparente y infructuoso escape mediante las fisuras que muchas veces la

misma institucin de poder posibilita para ello. Al respecto, no es posible salir de la modernidad

como apunt Garca-Canclini, sin embargo, s es posible establecer por parte de las entidades

75
subyugadas, ciertos mecanismos de fuga que infrinjan llagas desde su interior, o bien, intersticios

y recovecos por medio de los cuales sea posible apartarse del sistema, pero dentro del mismo

sistema, sin alcanzar por ende una completa enajenacin respecto de l, pues ste comprende

todos los espacios, dimensiones y entornos.

De este modo, el bloque de poder al cual el sujeto potico intenta quebrantar o por lo

menos burlar mediante su accionar discursivo, constituye una unidad en s misma contradictoria,

pues implica por un lado, la ineludible globalidad, representada a su vez por la idea del progreso

y el desarrollo que todo proyecto moderno promulga la misma bandera por la cual el rgimen

militar se instala en nuestro pas, que no es otra cosa que la llamada falacia desarrollista,

como expone Dussel en tanto este despliegue laboral, industrial y tecnolgico de la era moderna

constituye un avance educacional, cultural, econmico, etc., en la calidad de vida de un grupo

privilegiado y concentrado de la poblacin. Ello, en vista que tras esta imagen progresista lo que

se produce, en definitiva, es el paulatino descalabro de todos los sectores, en tanto aquello

producido por la modernidad est condenado a su extincin, debido a la continua aparicin de

sistemas, mecanismos y maquinarias que reemplacen a los ya utilizados por el hombre, lo que va

constituyendo adems de un avance, una merma en los sistemas ya instalados y asimilados por

los distintos sectores de la sociedad. De este modo, la contradiccin inherente al fenmeno de la

modernidad, es precisamente que esta conlleva las nociones de progreso, desarrollo y, a la vez,

de destruccin. Paradoja que se traduce igualmente a travs del supuesto avance que, a pesar de

la impronta global del enclave moderno, no alcanza a todos los sectores sociales, dejando fuera

del impulso progresista, pero dentro del engranaje para que ello subsista, a las clases bajas,

marginales, empobrecidas a causa de estos mismos movimientos. En conclusin, el desarrollo

promovido por la modernidad no constituye un impulso definitivo, sino que por el contrario, es

76
ms bien un fenmeno incompleto, inacabado, puesto que se desvanece permanentemente, se

desarma, en pos de nuevos mecanismos emergentes que buscan alcanzar y mejorar los mismos

propsitos, los que como se ha sealado, no cumplen con el concierto global estipulado, pues el

objetivo es abarcar todos los sectores de la sociedad con los cuales abastecerse en virtud del

progreso efmero y cambiante que alcanza slo a unos pocos.

Lo anterior acontece efectivamente en el Chile de 1980 a travs de la intransigente

imposicin del gobierno militar sobre la ciudadana, como asimismo mediante las exigencias

estticas establecidas por el canon literario; ambos fenmenos comprendidos como mecanismos

por medio de los cuales se ha manifestado el proyecto moderno en nuestro pas, cuya lgica

racional acta en consecuencia asociando la postura perifrica a aquellos sectores marginados y

carentes de poder, cuyos presupuestos ideolgicos y culturales son distintos u opuestos a los

instaurados por la lgica del centro. Sectores marginados a los que pertenecen, no obstante, en el

contexto del periodo postgolpe, un afluente importante de la clase intelectual chilena, vale decir,

investigadores, crticos, escritores, poetas, artistas, etc., cuyas obras contribuyen en el marco de

la produccin potica nacional, a la confeccin de un sujeto que, si bien no es en estricto rigor

resultado de las circunstancias impuestas por el contexto poltico-social del pas, s stas ltimas

han supuesto cierto modo de apropiacin de la escritura y de incorporacin de la misma al

entorno social en el cual tiene lugar dicha produccin. De este modo, el sujeto potico que

intentamos dilucidar a travs del presente trabajo, constituye la aparicin o desaparicin en

escena de una entidad discursiva, marginal y precaria, desde la perspectiva de los presupuestos

ya establecidos por la lgica de la modernidad y del poder.

77
De acuerdo a lo planteado entonces, el problema que nos ocupa y a partir del cual surge

nuestra hiptesis de estudio, es precisamente, el cmo se produce este proceso de constitucin y

emergencia de un sujeto potico correspondiente a la produccin de este periodo, de acuerdo a

las circunstancias sociales, polticas y literarias que de algn modo modelizan tal produccin. En

otros trminos, el modo en que diversos fenmenos literarios y extraliterarios han comparecido

durante los aos 80, para dar forma a cierta entidad potica, la que si bien trasciende el dominio

de la escritura, se vuelve manifiesta a travs de ella como igualmente a travs de otros eventos

que conforman asimismo el conjunto de las actividades artstico-literarias generadas por los

autores relevantes del periodo. En definitiva, nuestro cuestionamiento recae en cmo tales

aspectos de la prctica potica-cultural de estos aos, y en especial la prctica escritural, han

establecido considerando las condiciones socio-polticas en las que estas han emergido,

dinmicas particulares entre ellas, modos de apropiacin y de accin que han permitido, en

conclusin, generar la entidad que constituye nuestro objeto de estudio. Asimismo, nos interesa

al respecto intentar trazar ciertas rutas de lectura en torno a la forma que adopta este sujeto

precario, crtico y marginal, en cada uno de los poetas que forman parte del corpus de estudio, en

tanto, si bien esta entidad persiste de modo transversal en cada una de sus poticas, en cada una

de ellas acua de modo especfico un rol y una morfologa distinta, segn sean los modos de

adopcin y apropiacin esttico-cultural empleados por cada uno de los autores, vale decir, las

poticas que operan en cada uno de sus proyectos escriturales, las experiencias de los sujetos

empricos, y los procesos de modelizacin de cada una de estas variables en el proceso de

produccin lrica y configuracin de la entidad subjetiva presente en cada uno de ellos.

78
5. Orientaciones terico-metodolgicas.

Para la realizacin del presente estudio, se ha efectuado en trminos metodolgicos una

revisin pormenorizada de cada uno de los soportes literarios, crticos y tericos requeridos. El

primero de ellos corresponde a la determinacin del corpus bsico de estudio sealado ms

arriba, lo que se ha efectuado en un primer acercamiento sobre la base de antologas relevantes

en el panorama crtico-literario actual, a travs de las cuales se nos ofrece una muestra

significativa de la produccin potica del periodo. Estas publicaciones, a partir de las cuales se

contempla en algunos casos la produccin potica de la generacin del 60 igualmente, y de las

cuales algunas han sido editadas con posterioridad a 1990, son fundamentalmente las siguientes:

Poets of Chile. A Bilingual Anthology. 1965-1985 de Steven F. White (1986); Poesa Chilena de

Hoy. De Parra a nuestros das de Erwin Daz (1988); Poesa Chilena Contempornea de Nan

Nmez (1992); Veinticinco Aos de Poesa Chilena (1979-1995) de Teresa Caldern, Lila

Caldern, Tomas Harris (1996); Mujeres Poetas de Chile: Muestra Antolgica 1980-1995 de

Linda Irene Koski (1998); y Poesa Chilena Desclasificada (1973-1990) de Gonzalo Contreras

(2006). Asimismo, de modo paralelo y posterior a la revisin antolgica, se ha efectuado la

revisin y lectura crtica de un conjunto amplsimo de textos poticos de la llamada generacin

de 1980, entre los cuales destacamos a los poetas Eugenia Brito (1950), Teresa Caldern (1955),

Javier Campos (1947), Carlos Cocia (1950), Elicura Chihuailaf (1955), Soledad Faria (1943),

Toms Harris (1956), Elvira Hernndez (1951), Rodrigo Lira (1949-1981), Eduardo Llanos

Melussa (1956), Diego Maquieira (1953), Juan Luis Martnez (1942-1993), Jos Mara Memet

(1957), Paz Molina (1945), Jorge Montealegre (1954), Rosabetty Muoz (1960), Heddy Navarro

(1944), Clemente Riedemann (1953), Armando Rubio (1955-1980), Alicia Salinas (1954),

Vernica Zondek (1953), Ral Zurita (1951), entre otros.

79
Una segunda aproximacin se ha efectuado sobre un amplio nmero de ejemplares de

algunas de las revistas de poesa, literatura y crtica significativas para la poca, ya mencionadas

anteriormente, entre las que destacan, en el proceso concreto de la seleccin del corpus,

Araucaria de Chile, La Bicicleta, El Espritu del Valle, Hueln, La Gota Pura, La Castaa, entre

otras. De igual modo, este acercamiento se ha extendido, de acuerdo a la naturaleza misma de las

revistas sealadas, a la revisin del discurso crtico sobre la produccin potica del periodo sobre

la base de autores de marcada presencia en el ejercicio de la crtica literaria chilena y, por ende,

de una amplia produccin crtica en torno a la misma, efectuada durante la poca de 1980 como

en la actualidad. En este marco, destacamos a los autores e investigadores Soledad Bianchi,

Eugenia Brito, Ivn Carrasco, Julio Espinosa, Carmen Foxley, Oscar Galindo, Toms Harris,

Manuel Jofr, Andrs Morales, Nan Nmez, Nelly Richard, Federico Shopf, Ricardo Yamal,

entre otros, algunos de los cuales se han destacado igualmente por obras crticas sobre la

produccin potica postgolpe de mayor envergadura y extensin como es el caso de Poesa

Chilena (Miradas, enfoques, apuntes) y La Memoria: Modelo para Armar de Bianchi (1990),

Campos Minados (literatura post-golpe en Chile de Brito (1994); y La Poesa Chilena Actual

(1960-1984) y la Crtica de Yamal (1988). Asimismo, se suma a este conglomerado crtico

publicaciones consistentes en entrevistas amplias y detenidas a algunos poetas del periodo. Entre

estas, destacamos los Conversaciones con la Poesa Chilena de Juan Andrs Pia (1990) y Give

me a break. Conversaciones con Diego Maquieira de Patricio Hidalgo y Daniel Hopenhayn

(2008).

Por otro lado, de acuerdo al periodo en el cual se circunscribe el presente objeto de

estudio, se efectu la revisin de investigaciones de ndole terico-histrico a partir de las cuales

es posible reconstruir las directrices socio-polticas generales sobre las que se constituy y

80
sostuvo el golpe de Estado de 1973 y el consecuente gobierno militar, los cambios percibidos

socio-econmicos y relativos a la censura editorial a partir de 1982 y los distintos efectos en el

medio social y artstico-cultural chileno. En este contexto, los autores a partir de los cuales se

revisan y entrelazan las directrices mencionadas son Gabriel Salazar, Julio Pinto, Sofa Correa,

Consuelo Figueroa, Alfredo Jocelyn-Holt, entre otros.

En este contexto, en vista del marco terico-metodolgico determinado por nosotros para

sustentar nuestra hiptesis de estudio y lectura crtica, hemos trazado la comprensin y revisin

del sujeto potico desde varias aproximaciones tericas distintas, pero de algn modo vinculadas

entre s, lo que nos permite establecer la red de confluencias que se generan en cada una de ellas

y que son concomitantes respecto a la comprensin del sujeto potico propuesto por nosotros. De

este modo, las perspectivas crtico-tericas desde las cuales se aborda la comprensin del

concepto de sujeto y sujeto potico, y su respectivo anlisis, corresponden a la perspectiva

lingstica, a travs de la revisin de los estudios de Emile Benveniste y Oswald Ducrot; el

psicoanlisis, que contempla la revisin del yo y el sujeto de acuerdo a los planteamientos de

Sigmund Freud y Jacques Lacan; las corrientes contemporneas filosficas en torno

fundamentalmente a la nocin de diferencia y sujeto, por medio de las lecturas de Gilles

Deleuze, Jacques Derrida, Michel Foucault y Flix Guattari; las corrientes y presupuestos

tericos contemporneos en torno al concepto de sujeto e identidad, entre los cuales destacan los

trabajos de Paul Ricoeur, Zigmunt Bauman y Teun A. van Dijk; la revisin de la problemtica

del concepto de identidad, sujeto y modernidad en el pensamiento crtico latinoamericano,

considerando los planteamientos de Cornejo Polar, Garca Canclini, ngel Rama, Jorge Larran,

entre otros; la perspectiva terico-literaria, por medio fundamentalmente del trabajo de Julia

Kristeva, como asimismo de Mijal Bajtn, Wladimir Krysinski, Leonor Arfuch, entre otros.

81
En razn de los lineamientos crtico-tericos revisados, se procede a la lectura riguroso en

torno a la figura del sujeto potico en cada uno de los autores que conforman nuestro corpus de

estudio, de modo de determinar en cada uno de ellos las directrices fundamentales que permiten

que tal configuracin de la subjetividad presente en las respectivas obras estudiadas se vincule

con la generada durante la segunda parte y ltimos aos de rgimen militar, vale decir, fines de

la dcada del 70 y durante la del 80, como asimismo, adopte diferentes manifestaciones y

representaciones morfolgicas en cada uno de los autores propuestos para el anlisis, de acuerdo

a sus presupuestos poticos de base sobre los cuales, en definitiva, se construye su escritura y,

por consiguiente, el sujeto potico en ella presente.

6. Hiptesis.

En razn de lo expuesto, la presente investigacin busca determinar los mecanismos a

travs de los cuales se configura y presenta en la produccin potica chilena de la dcada de

1980, especficamente en la correspondiente a los poetas Rodrigo Lira, Soledad Faria, Elvira

Hernndez, Diego Maquieira, Juan Luis Martnez y Ral Zurita, la figura de un sujeto potico

que si bien se encuentra asociado a la nocin ya propuesta por la crtica en torno a la produccin

de dicho periodo, vale decir, la de una entidad subjetiva de ndole crtica, fragmentaria, precaria,

malograda, inacababa, vinculada estrechamente a los avatares del momento sociohistrico bajo

el cual se produce esta poesa, y congruente a los presupuestos establecidos en torno a la

subjetividad postmoderna; consiste en una entidad que da cuenta en cada una de las escrituras

propuestas para el anlisis, de distintas formas de apropiacin del yo y de la problemtica que

constituyen las mismas nociones de sujeto, subjetividad e identidad en el marco de los

82
lineamientos crtico-tericos contemporneos relevantes en las reas de filosofa, sociologa,

antropologa, psicologa, lingstica, crtica y teora literaria.

De acuerdo a lo anterior, nuestra hiptesis consiste en postular la comprensin del sujeto

potico de esta produccin como una entidad proteica, en tanto en ella se representa un mismo

sujeto manifestado a travs de distintos mecanismos de anclaje reconocidos por medio de los

postulados propuestos en torno al sujeto por autores como Benveniste, Freud, Lacan, Deleuze,

Foucault, Derrida, Ricoeur, Kristeva, Barthes, entre otros en cada uno de los poetas y discursos

que conforman el corpus de estudio. De este modo, la imagen de un mismo sujeto fragmentado,

discriminado, explotado, nostlgico, inacabado y carente, en definitiva, posmoderno, propio del

escenario sociocultural adverso en el que surge y se reproduce, adquiere o adopta en cada uno de

los discursos poticos y autores seleccionados, configuraciones, imgenes o transformaciones

distintas, se transmuta a modo de Proteo durante sus intentos de emancipacin y fuga ante el

accionar coercitivo de sus aprehensores, en nuestro caso, las polticas de represin y censura

dispuestas por el gobierno militar. Lo anterior, de acuerdo a los distintos cdigos de

representatividad asumidos y adoptados por la escritura potica de cada uno de los autores

seleccionados por el corpus de estudio.

Dicho procedimiento efectuado por el sujeto al interior de los textos est asociado, de

acuerdo a nuestra lectura, a dos lineamientos o proyectos fundamentales: por un lado, el claro

propsito por evadir los dispositivos de censura y represin poltica y social, motivo por el cual

la entidad subjetiva presente en cada texto adopta formas dismiles mediante las cuales se le

permita activar mecanismos de evasin, fuga y resistencia ante la postura inquisidora y vigilante

dispuesta por el aparataje militar y totalitarista; por otro lo que nos parece probablemente ms

83
significativo desde el punto de vista de la configuracin de dicho sujeto, la necesidad

imperativa por articular mecanismos que permitan finalmente velar, encubrir y disimular la

carencia, falta y ausencia del sujeto mismo mediante la adopcin de formas, mscaras, embozos

a travs de los cuales sea posible generar el camuflaje de la precariedad, inestabilidad y retirada

del yo en pos de la proyeccin de s mismo como entidad autovalente, autosostenida, integral, en

sntesis, bien constituida. Lo anterior, debido a que en definitiva cualquier intento de subversin

o resistencia y, por consiguiente, de configuracin de su propia integridad no es ms que la

manifestacin de actos insuficientes, vanos e infructuosos, debido a que no es posible

desarticular efectivamente el orden y poder establecido. En este sentido, el sujeto se asume a s

mismo como una entidad que constituye una mera expresin o manifestacin de una diferencia,

en tanto se halla trgicamente consciente de su real condicin: la de una entidad imposible en s

misma, precaria, incapaz de constituirse en un ser cabal, slido e independiente, y en efecto

subversivo, dado que no le ser posible desasirse de las trabas dispuestas por el poder, sino que

todo lo contrario, slo podr disponer u orientar su esfuerzo, accin y movimiento al interior de

los mrgenes de aparente resistencia o subversin que el poder disponga para ello.

De este modo, el sujeto potico presente en los textos seleccionados opera a nivel de un

simulacro en tanto su emergencia en ellos constituye un mero acto de apariencia, a travs del

cual no obstante intenta dar cuenta de lo contrario, vale decir, ocultar, encubrir y disimular la

desolada falta del sujeto, mecanismo que sin embargo no genera otro efecto que el develamiento

de la incapacidad del mismo para manifestarse y acontecer en el dominio del discurso. Por

consiguiente, el sujeto potico dispuesto en esta escritura no logra otra cosa que acentuar su

inherente desintegracin en el intento por alcanzar alguna instancia de subjetivizacin y unidad,

pues las posibilidades que se le permiten slo constituyen la instancia de una fugaz e ilusoria

84
aparicin en la dimensin del entramado potico, lo que genera la ilusoria capacidad de

aprehensin del s mismo y de una identidad que no tiene asidero, soporte, ni forma.

Precisamente, ante dicha falta de unidad, forma o manifestacin concreta, el sujeto

recurre al juego de la metamorfosis e intenta articular los modos de representatividad que le sean

posibles como en el mito de Proteo, desplegando una serie de dispositivos a travs de los

cuales pueda sobrellevar las exigencias y arbitrariedades de la vida moderna y del entorno

socio-poltico en el cual est inserto, de modo de concretar las posibilidades de fuga respecto del

mismo sistema opresor. De este modo, el sujeto potico es comprendido, por tanto, como entidad

existente en un continuo devenir en trminos derridianos y deleuzeanos, a partir del cual su

respectivo vaco y carencia se activan con el propsito de ejercer un doble movimiento: por una

parte, el intento por superar la coercin del orden dominante, desestabilizando la unidad del

orden simblico cultural; y por otra, el intento por atribuirse una forma que le permita ocultar su

verdadero rostro, rostro de arena como seal Foucault, y cuyos anclajes y modos de

representatividad no constituyen ms que los ejes un simulacro. Por consiguiente, ambos

propsitos son claramente insatisfechos, no resueltos, an cuando el slo acto de la

manifestacin potica del sujeto constituya, como establece Kristeva, una intervencin y, por

tanto, una fractura permitida o no, en el sistema dominante y totalitarista como el que tuvo

lugar durante de aquel periodo de nuestra historia.

85
CAPTULO II.

APROXIMACIONES DISCIPLINARIAS Y CRTICAS


EN TORNO A LA NOCIN DE SUJETO Y SUJETO POTICO.

86
CAPTULO II.

APROXIMACIONES DISCIPLINARIAS Y CRTICAS


EN TORNO A LA NOCIN DE SUJETO Y SUJETO POTICO.

1. El concepto de sujeto.

La Real Academia Espaola seala que el trmino sujeto tiene su raz etimolgica en el

latn subiectus, correspondiente al participio pasado de subiicre que significa poner debajo,

someter124. De acuerdo a ello, son variadas las acepciones que convoca la institucin espaola

en torno al vocablo, entre las cuales destacamos: 1. Expuesto o propenso a algo. / 2. Asunto o

materia sobre que se habla o escribe. / 3. Persona innominada () frecuentemente cuando no se

quiere declarar de quin se habla, o cuando se ignora su nombre125. Y en el mbito de la

filosofa, se establece: 4. Espritu humano, considerado en oposicin al mundo externo, en

cualquiera de las relaciones de sensibilidad o de conocimiento, y tambin en oposicin a s

mismo como trmino de conciencia. / 5. Ser del cual se predica o anuncia algo.126

Por su parte, Souriau reconoce igualmente el origen del trmino en el latn subjetus cuyo

significado es situado debajo. De acuerdo a ello, el autor seala que la nocin de sujeto

adquiri variadas acepciones segn corresponda a la idea de substrato, equivalente a ciertas

caractersticas, acciones o pensamientos respecto de quien los ejecuta o recrea mentalmente; o

124
R.A.E., Diccionario de la Real Academia Espaola. Documento recogido el 10/01/2009 en
http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=sujeto.
125
Ibd.
126
Ibd.

87
bien, a la idea de lo que est sometido a una accin o pensamiento127. En esta lnea, Wladimir

Krysinski plantea que los diferentes sentidos del trmino en razn de su significado etimolgico

estn precisamente asociados a la idea de sumisin, subordinacin y sujecin, de modo que el

sujeto como entidad est de manera permanente determinado por una accin externa a l y a la

que debe en efecto someterse.128

En el terreno de la filosofa, Ferrater Mora seala que es preciso distinguir entre las

acepciones lgicas, ontolgicas y gnoseolgicas desde las cuales se comprende la nocin de

sujeto. En el primer caso, el concepto corresponde a aquello sobre lo cual se afirma o niega algo,

vale decir, como concepto-sujeto se refiere al objeto que es, o la representacin lgica

elaborada en la conciencia cognoscente. Desde la segunda perspectiva, la entidad es concebida

como objeto-sujeto en tanto constituye una existencia externa al sujeto que lo percibe; y desde el

plano gnoseolgico, el trmino corresponde efectivamente al sujeto congnoscente129. Ahora bien,

el autor apunta que el trmino subjetividad, en relacin con el vocablo sujeto, corresponde en

el marco de la literatura escolstica para designar al ser del sujeto en una proposicin; como

igualmente lo subjetivo se ha utilizado para hacer mencin de aquello que se halla en el sujeto

congnoscente, vale decir, equivale no a lo real, sino a la representacin que tiene lugar

exclusivamente en la presencia del sujeto130. En relacin a esto ltimo, Hume por su parte

sostiene que aquello que es exterior al sujeto no es cognoscible en s mismo, sino que el objeto

127
E. SOURIAU, Diccionario de Esttica. Madrid: Ediciones Akal, 1998, p. 1013.
128
W. KRYSINSKI, Subjectum comparationis: Las incidencias del sujeto en el discurso. En M. ANGENOT;
J. BESSIRE; D. FOKKEMA, E. KUSHNER, Teora Literaria. Mxico: Siglo XXI, 1993, p. 270.
129
J. FERRATER MORA, Diccionario de Filosofa. Barcelona: Ariel, 1991, Tomo IV, pp. 3415 y 3416.
130
Ibd., pp. 3392 y 3393.

88
lo exterior al sujeto no corresponde a otra cosa que las impresiones, representaciones con las

cuales el sujeto construye el conocimiento.131

Ahora bien, la escisin entre sujeto y objeto se presenta6 de modo bastante claro y

definido en los presupuestos del ego cartesiano, del yo como sujeto pensante, dado que este se

funda precisamente en la oposicin entre las categoras de sujeto y objeto, entre las cuales la

primera se ubica en posicin predominante respecto de la segunda. Dicha acepcin da cuenta

entonces de un sujeto erigido en conformidad con los presupuestos del cogito de Decartes, vale

decir, la de un sujeto cognoscente en el cual se asienta y predomina la razn por medio de la cual

se sita y capta el mundo. A travs entonces de la concepcin del sujeto como entidad

cognoscitiva y pensante, se fundan las premisas claves y filosficas de la modernidad132, en

donde efectivamente el sujeto como existencia dotada de la razn, se superpone a la del objeto,

estableciendo claramente la escisin entre ellos. En este sentido, la modernidad tiene en efecto

sus fundamentos en el predominio de la razn y, segn expone Roa, en la separacin dual

cartesiana del alma y el cuerpo, lase sujeto cogito y objeto, y supremaca y control del

primero sobre el segundo, en tanto el raciocinio se concibe como la capacidad o poder del ego

para abarcar, aprehender y poseer dominio sobre los objetos133, premisas basadas en la idea

generalizada de que la ciencia y la razn, aplicadas al dominio de la naturaleza y al conocimiento

de la vida humana, traeran no slo consigo el control de las fuerzas naturales sino tambin la

explicacin del mundo, el progreso, la moral, la justicia en las instituciones. Bajo estos

postulados se comprenden, por consiguiente, los diversos fenmenos de imposicin y dominio

131
D. HUME. En S. GINER, E. LAMO DE ESPINOSA, C. TORRES (eds.), Diccionario de Sociologa. Madrid:
Alianza Editorial, 2004, p. 539.
132
Ibd., p. 837,
133
A. ROA. Modernidad y Posmodernidad. Coincidencias y diferencias fundamentales. Santiago: Editorial Andrs
Bello, 1995, p. 30.

89
poltico, econmico y sociocultural, erigidos en Occidente como sostiene Dussel desde la fecha

del Descubrimiento de Amrica y su consecuente empresa colonizadora hasta nuestros das134,

dinmicas en las cuales la constante es la figura de imposicin y supremaca de una entidad

dominante, hegemnica, por sobre otras reducidas, locales, marginales. Ello, dado que a la trada

original del proyecto moderno establecida entre ciencia, razn y bienestar humanos, se impuso

finalmente una racionalidad instrumental centrada en el predominio del inters particular por

sobre el universal y la dominacin de unos sobre los otros en todas las esferas de la vida.135

El fenmeno anterior posibilit, por consiguiente, que la nocin de sujeto como entidad

pensante, acabada y portadora de la razn universal, fuese paulatinamente dando paso hacia la

segunda mitad del siglo XX, en el terreno de las ciencias sociales y humanas, a una comprensin

del sujeto bajo la cual se concibe una entidad por el contrario escindida, fragmentada, e incluso

desintegrada, en donde ya no converge la figura transcendental del cogito cartesiano, sino muy

por el contrario, este es reemplazado por una entidad que tiende a deshacerse en s misma, a

socavar cualquier intento de raciocinio universal: es el llamado sujeto posmoderno.

1.1. El sujeto posmoderno.

En respuesta al fracaso de la empresa moderna debido al vuelco del proyecto ilustrado

contra s mismo, y de los propsitos iniciales de transformacin y progreso humano convertidos


134
E. DUSSEL. En W. MIGNOLO (comp.), Capitalismo y Geopoltica del Conocimiento. Buenos Aires: Ediciones
del Signo, 2001, p. 58. Segn los planteamientos de Enrique Dussel, la modernidad se inicia efectivamente en 1492,
fecha de arribo del hombre europeo al continente americano, y su posterior y violenta empresa de expansin,
conquista y colonia en estas tierras.
135
S. GINER et al., op. cit., p. 591.

90
finalmente en sistemas universales de opresin fundados y ejecutados en pos de la razn; surge

hacia la segunda mitad del siglo XX, un nuevo conjunto de ideas y teoras concebidas bajo la

nocin de posmodernidad, la que es comprendida en palabras de Lyortad como una crtica

filosfica a la modernidad y a su impronta racionalista136. De este modo, lo postmoderno se

caracteriza en oposicin a su antecesor, por la emergencia de un sentimiento de inestabilidad

permanente y de inevitable desmoronamiento de todos aquellos presupuestos concebidos

anteriormente como slidos, vlidos, indiscutibles, correspondientes a todos los mbitos de la

existencia humana sociocultural, filosfico, poltico-econmico, artstico, etc.. De ah entonces

que se distinga a la posmodernidad por la presencia de una irrecuperable crisis de valores, de

creencias, de conocimiento y, por consiguiente, de la nocin de sujeto mismo.

En este sentido, el sujeto posmoderno consiste en una entidad malograda, inacabada,

escindida, fragmentaria, desorientada, inestable, que tiende por ende a deambular fuera de toda

lgica al interior de los discursos. Precisamente, en oposicin al movimiento que le antecede, en

la posmodernidad se deshacen las fronteras que distinguen con claridad la divisin entre sujeto y

objeto; por el contrario, la escisin se desvanece y con ello desparece o queda disfumada la

figura de sujeto, por lo que no es posible, como sostiene Lyotard137, distinguir entre este y el

objeto, en tanto la realidad o los referentes que ste inicialmente represent tienden a

volatilizarse. La realidad en sntesis, se vuelve inestable, y no es posible por tanto establecer

premisas certeras en torno a los distintos aspectos que preocupan al hombre, en particular, la

concepcin del s mismo, del yo, del sujeto. En este sentido, se han perdido de vista los

136
J. LYOTARD. En S. GINER et al. Ibd.
137
J. LYOTARD. En A. ROA, op. cit., p. 46.

91
propsitos universales o colectivos que buscan unificar y/o solidificar propuestas de inters

comn para los ciudadanos de una nacin, de un pueblo:

De esta disolucin de los grandes Relatos, () se sigue eso que algunos


analizan como la disolucin del lazo social y el paso de las colectividades
sociales al estado de una masa compuesta por tomos individuales lanzados a
un absurdo movimiento browniano. () El s mismo es poco, pero no est
aislado, est atrapado en un caamazo de relaciones complejas y ms mviles
que nunca.138

El cuanto a la figura descentrada y precaria que constituye el sujeto posmoderno, Vattimo

hace referencia al abandono de la concepcin metafsica de sujeto entendido como unidad, dado

que su condicin normal y constitutiva no es otra que la escisin, la ruptura. Dicha referencia

tiene sus antecedentes, segn el autor, en la filosofa nietzscheana, en tanto el ultrahombre de

Nietzsche es, en efecto, el yo experimentado por el arte y la vanguardia, el yo escindido que se

disgrega en multiplicidad de apariencias dismiles, esto ltimo producto adems de la

intensificacin de los procesos comunicativos y tecnolgicos a los que es sometido el hombre,

los que sin embargo terminan por alienarlo an ms, alejndolo de s mismo y de los otros,

situacin que en palabras del mismo Vattimo abre la va a una efectiva experiencia de la

individualidad como multiplicidad, al soar sabiendo que se suea del que hablaba La gaya

ciencia.139

Dicha escisin tiende a radicalizarse en algunos casos hacia la disolucin, desaparicin y

muerte del sujeto en el discurso, en tanto ste sucumbe ante la represin que constituye para l el

mismo lenguaje. Es as como Brguer seala que la idea de muerte del sujeto, proclamada por

138
J. LYOTARD, La condicin posmoderna. Madrid: Ediciones Ctedra, 1984, pp. 36 y 37.
139
G. VATTIMO, Ms all del sujeto. Nietzsche, Heidegger y la hermenutica. Barcelona: Paids, 1992, p. 44.

92
Barthes140 y Foucault141 a travs de la figura del autor la muerte del autor, est presente

asimismo en los presupuestos nietzscheanos en relacin al concepto de la muerte de Dios, lo que

deriva en definitiva en un cuestionamiento respecto a la certeza y de aquello que sostiene del

mundo y a la existencia humana142. Por otro lado, la desintegracin de la figura del sujeto tiene a

su vez sus antecedentes en el psicoanlisis, en Freud y en especial en Lacan en cuanto en ambos

el lenguaje es considerado como materia de represin de la energa pulsional. En el caso del

primero, ste postula la existencia de un sujeto escindido a causa de la represin y la dialctica

de la negacin perteneciente al orden simblico, es decir, al orden del lenguaje y la cultura143.

Por su parte, desde la perspectiva lacaniana, se plantea que es posible aprehender al mismo

sujeto escindido y heterogneo, pero slo parcialmente y a travs de su misma materia de

represin, vale decir, el lenguaje equivalente a su respectiva cadena de significantes.144

A partir entonces del derrumbe de la nocin de sujeto trascendental, producto de las

relaciones que ste va trazando consigo mismo, con el entorno, los otros y con el mismo

lenguaje, es que al interior de la filosofa, el psicoanlisis, la hermenutica y la antropologa,

entre otras disciplinas afines, se han ido estableciendo el fin efectivo de las visiones totalizadoras

en torno a la idea de sujeto, reemplazndola ms bien por concepciones movedizas del yo,

inestables, fragmentadas, de las cuales se desprende la capacidad metamrfica del sujeto en

virtud de las condiciones sociales que se le imponen o en las cuales es dispuesto por la misma e

inclemente sociedad moderna y posmoderna. En este sentido, autores como Nietzsche, Freud,

140
R. BARTHES, El Susurro del Lenguaje. Ms all de la palabra y la escritura. Barcelona: Editorial Paids, 1994,
pp. 65 y 66.
141
M. FOUCAULT, Qu es un autor? Op. cit.
142
C. BRGER; P. BRGER, La desaparicin del sujeto. Una historia de la subjetividad de Montaigne a Blanchot.
Madrid: Akal, 2001, p. 12.
143
A. TALLAFERO, Curso Bsico de Psicoanlisis. Buenos Aires: Paids, 2001.
144
J. DOR, Introduccin a la Lectura de Lacan. El inconsciente estructurado como lenguaje. Barcelona: Gedisa,
1997, p. 132.

93
Lacan, Bajtin, Ricoeur, Derrida, Foucault, Deleuze, Guattari, entre otros, han concebido al sujeto

como una especie de indeterminacin determinada145, en tanto, la inconsistencia, inestabilidad

y, en definitiva, dinmica compleja del sujeto tiende a manifestarse mediante incesantes

multiplicidades y metamorfoseos del yo. En relacin a ello, el mismo Nietzsche postula la

condicin de multiplicidad del sujeto como una forma de representar en ello los diversos sentidos

y significaciones generados en el mundo, aboliendo por consiguiente la idea de una unidad

fundadora del yo, como entidad nica, monoltica y slida, tal como expone Krysinski siguiendo

al filsofo alemn:

As como el mundo est compuesto por un nmero indefinido de


significaciones (), el sujeto sufre el juego de las perspectivas. Lo mltiple
no es una falla del ser. Estn fatalmente inscritas en el mundo y en la cultura.
Nietzsche subvirti de este modo la idea de un origen que asegurara al sujeto
una permanencia de las representaciones entre s.146

De este modo, se traza la figura del sujeto posmoderno que emerge esencialmente

opuesto a su antecesor, en tanto las certezas del ego cartesiano se vuelven incertezas, pues se han

debilitado los presupuestos asentados en la razn y fundados previamente sobre arbitrariedades y

falacias del discurso ilustrado. De acuerdo a ello, se evidencia la condicin de crisis sobre la cual

se ha edificado el concepto de sujeto, y ante la cual, por ende, no es posible sobreponerse. En

dicha imposibilidad radica precisamente el sino o tragedia del sujeto que nos ocupa en el

presente estudio, dado los intentos de la entidad subjetiva por posicionarse como una existencia

cabal, ntegra, capaz de resistir o superponerse a los embates de las fuerzas dominantes y

145
W. KRYSINSKI. En M. ANGENOT et al. Op. cit., p. 277.
146
Ibd.

94
opresoras. Sino o tragedia inherente a propia su naturaleza, y a la cual por ende, no es posible

eludir.

2. La nocin de sujeto potico. Aproximaciones terico-crticas.

2.1. El sujeto desde la perspectiva lingstica.

En el mbito de la lingstica moderna, la nocin de sujeto ha emergido de modo

paulatino con cierta relevancia, pero a su vez con significativas diferencias en torno a su figura

en relacin al concepto de lenguaje que al interior de esta disciplina se ha ido acuando. En

Saussure inicialmente acontece la concepcin precisamente del lenguaje como un elemento a

travs del cual se articula el mundo en relacin a los sujetos parlantes, vale decir, el lenguaje

como la herramienta que opera como bisagra entre las palabras y las cosas, entre los sujetos y los

referentes reales. Por medio de la lengua se modaliza y representa el mundo, o dicho de otro

modo, a travs de los signos es posible acceder y conocer el entorno real. A partir de esta

relacin, se desprende segn Kemy Oyarzn, la vinculacin entre modernidad y el ideologema

del signo147, en tanto a travs del signo se representa y comunica el mundo desde ciertos frentes

ideolgicos, recurso utilizado ampliamente por el proyecto moderno.

La concepcin que se establece en torno a la idea de sujeto est estrictamente relacionada

a su vez con la nocin generada en torno al lenguaje y, por ende, al de signo. En relacin a ello,

147
K. OYARZN, Teora crtica, feminismo y crisis del sujeto. En J. L. MARTNEZ (ed.), Identidades y Sujetos.
Para una discusin latinoamericana. Santiago: Ediciones Facultad de Filosofa y Humanidades, Universidad de
Chile, LOM Ediciones, 2002, p. 31.

95
Florencia Bernhardt seala que en las concepciones de lenguaje asociadas a la concepcin

clsica del sujeto es posible distinguir las teoras realistas y nominalistas, segn el acento de

la representacin est centrado en el objeto o sujeto respectivamente148. Para el caso de este

ltimo, el acto de representacin equivale a configurar un significado para el sujeto, vale decir,

es ste quien lo configura, por lo que el signo se transforma en entidad opaca para la cosa o

referente real, a diferencia de lo que sucede en la teora racionalista la representacin centrada

en el objeto. La representacin por tanto, en la teora nominalista, pasa a constituir un fenmeno

dependiente del sujeto y desasociada respecto del referente.

Sin embargo, al interior de la teora estructuralista Saussure no centra su atencin en el

problema de la representacin y, en concreto, en la nocin de sujeto en tanto este slo tiene

participacin en el plano del habla, y no en el plano de la lengua, a la cual otorga la categora de

objeto de estudio de la lingstica. La lengua no es una funcin del sujeto hablante, es el

producto que el individuo registra pasivamente149, seala el autor, cerrando por tanto toda

posibilidad de estudio en funcin del sujeto del lenguaje en calidad de entidad individual

perteneciente al mbito del habla, y considerndolo slo como entidad social sujeto social

en tanto la lengua es generada y compartida como sistema al interior de una determinada

comunidad lingstica. De este modo Saussure, al desconocer las posibilidades de estudio y

revisin de la figura de sujeto en la constitucin y ejecucin de los sistemas verbo-simblicos,

asienta las bases de la lingstica moderna para que posteriormente sea planteado el problema del

sujeto lingstico al interior de los estudios en esta rea.

148
F. BERNHARDT, Teoras del sujeto en la tradicin francesa. Documento recogido el 17/07/2008 en
http://www.proyectoazul.unlu.edu.ar/ColgarF/Teoriadelsujeto.doc.
149
F. DE SAUSSURE, Curso de Lingstica General. Buenos Aires: Losada, 1955, p. 57.

96
En este contexto, es Benveniste quien efectivamente y de modo posterior, plantea e

instala definitivamente el concepto de sujeto al interior de los estudios del lenguaje, vale decir, la

nocin de sujeto como entidad presente al interior del fenmeno lingstico y existente a raz

precisamente de la lengua. En esta lnea, el autor postula que, en efecto, el sujeto lingstico

existe exclusivamente en la materia del lenguaje, por medio de las emisiones discursivas que l

realiza. Es ego es quien dice ego150, apunta Benveniste, parafraseando la sentencia cartesiana

cogito ergo sum. Hasta antes de dicho planteamiento, la existencia del sujeto era concebida con

independencia del sistema verbal; con Benveniste por consiguiente, se inaugur la comprensin

del sujeto como una entidad residente en el signo, el signo lingstico.

2.1.1. Benveniste y el sujeto como entidad fundada en el lenguaje.

Benveniste comenz a interesarse, junto a otros lingistas y al margen del

estructuralismo oficial, sobre los fenmenos de la enunciacin y de los factores subjetivos

presentes en la produccin de mensajes verbales, en definitiva, de enunciados. De acuerdo a ello,

la enunciacin es definida como unidad comunicativa cerrada con pleno sentido; fenmeno

lingstico en el plano de la parole151, como acto de habla en calidad de enunciacin152, o en

palabras de Habermas, como unidad lingstica cuya existencia tiene lugar en una situacin

comunicativa o como unidad pragmtica del discurso153. En definitiva, el fenmeno est

asociado, en efecto, a la dimensin pragmtica de la lengua en la cual el sujeto ocupa un lugar

150
E. BENVENISTE, Problemas de Lingstica General I. Mxico: Siglo XXI, 2004, p. 181.
151
T. LEWANDOWSKI, Diccionario de Lingstica. Madrid: Ediciones Ctedra, 1992, p. 114.
152
L. BLOOMFIELD. Ibd.
153
H. HABERMAS. Ibd.

97
relevante, en tanto, los primeros elementos constitutivos de un proceso de enunciacin son el

locutor, equivalente a aquel que enuncia, y el alocutario, aquel a quien va dirigido el

enunciado154. La enunciacin opera, en este sentido, en el terreno de la significacin que se

genera a partir de la relacin entre sujetos distintos dispuestos en una situacin comunicativa

determinada.

Benveniste considera entonces, al interior del proceso de la enunciacin el acto individual

ejecutado por un locutor un sujeto al momento de decir o emitir un determinado mensaje:

enunciacin es este poner a funcionar la lengua por un acto individual de utilizacin155. La

enunciacin corresponde entonces al acto mismo de generar un enunciado, acto que depende de

un locutor que determina las condiciones y modos con los que ser utilizada la lengua. El ego es,

en este sentido, el centro de la enunciacin como tal, segn sostiene el autor156. De acuerdo a

ello, los caracteres lingsticos de la enunciacin estn determinados por la relacin que se

establece entre locutor y la lengua misma, vale decir, la lengua depende del locutor, y ste ltimo

a su vez se recrea o representa a s mismo por medio de su inclusin o presencia en la secuencia

lingstica. La enunciacin supone, afirma el autor, una conversin individual de la lengua en

discurso157 a travs de la cual la lengua introduce la figura del locutor como parmetro de las

condiciones del proceso enunciativo.

De este modo, la enunciacin se concibe como la instancia en la cual emerge la figura de

un sujeto en la lengua, manifestado este a travs del enunciado. Es en y por el lenguaje que el

154
O. DUCROT, T. TODOROV, Diccionario Enciclopdico de las Ciencias del Lenguaje. Mxico: Siglo XXI
Editores, 1997, p. 365.
155
E. BENVENISTE, Problemas de Lingstica General II. Mxico: Siglo XXI, 1978, p. 83.
156
Ibd., p. 86.
157
Ibd., pp. 83 y 84.

98
hombre se constituye como sujeto158, apunta Benveniste al respecto, en relacin a que la

existencia del sujeto entendido como ego no tiene cabida ms all de los lmites del lenguaje: el

fundamento de la subjetividad est en el ejercicio de la lengua. () no hay otro testimonio

objetivo de la identidad del sujeto que el que aqu se da sobre s mismo159. La identidad del

sujeto radica en el lenguaje, segn el autor, y desde all se generan todas las posibilidades

subjetivas que puedan configurarse en torno al yo, el que se ubica a su vez en posicin dialgica

frente al otro yo del discurso. De este modo, al momento de enunciar un mensaje, cada locutor se

sita en la posicin del yo, del ego, y se plantea frente a un t, al otro sujeto del discurso:

Las formas llamadas tradicionalmente pronombres personales,


demostrativos, nos aparecen ahora como una clase de individuos
lingsticos, de formas que remiten siempre y solamente a individuos,
trtese de personas, de momentos, de lugares, por oposicin a los trminos
nominales que remiten siempre y solamente a conceptos. Ahora, el estatuto de
estos individuos lingsticos procede del hecho de que nacen de una
enunciacin, de que son producidos por este acontecimiento individual y, si
puede decirse, semelnativo. Son engendrados de nuevo cada vez que es
proferida una enunciacin, y cada vez designan de nuevo.160

Bernhardt seala asimismo que el carcter lingstico de la subjetividad se expone en la

propuesta de Benveniste a travs de tres planteamientos fundamentales: en primera instancia, la

instalacin del sujeto en el acto de decir, como yo sujeto de la enunciacin161 que a su vez

permite la introduccin de un t. De acuerdo a ello, la idea de enunciacin implica la de una

relacin dialgica al interior de la cual se constituye efectivamente el sujeto. La experiencia de

s, seala Benveniste, slo puede materializarse en el contraste, es decir, en la interaccin con el

158
E. BENVENISTE, Problemas de Lingstica General I. Op. cit., p. 180.
159
Ibd., p. 83.
160
E. BENVENISTE, Problemas de Lingstica General II. Op. cit., pp. 85 y 86.
161
F. BERNHARDT, op. cit.

99
otro, el dilogo, que es en efecto constitutivo de la persona162. En segundo y en tercer lugar,

respectivamente, el sujeto asienta su presencia en el fenmeno de la enunciacin por medio de

las organizaciones espaciales y temporales referidas a la situacin comunicativa en la cual se

sita el sujeto.

De este modo, el autor coloca nfasis en el carcter dialgico tanto del lenguaje como del

sujeto mismo, en tanto el yo verbal remite de modo permanente a un t y se concibe a s

mismo como yo siempre que existe un t con el cual relacionarse e intercambiar roles. Esta

polaridad de los sujetos es, siguiendo a Benveniste, condicin fundamental en el lenguaje lo que

corresponde, en otras palabras, a la condicin primordial del hombre y su constitucin en el

lenguaje: no es posible que el sujeto escape a dicha escisin. Ambas entidades, yo y t son

dependientes, complementarias y reversibles. Es en una realidad dialctica, que engloba los dos

trminos y los define por relacin mutua, donde se descubre el fundamento lingstico de la

subjetividad.163

La subjetivad, en definitiva, es concebida por Benveniste como una propiedad

fundamental del lenguaje humano, en rigor la capacidad del locutor de plantearse como sujeto

() la unidad psquica que trasciende la totalidad de las experiencias vividas que rene y

asegura la permanencia de la conciencia164, lo que es determinado por el estatuto lingstico de

la persona. Al interior de este sujeto, por consiguiente, el autor estableci la distincin entre

sujeto de la enunciacin y sujeto del enunciado. En relacin al primero, este equivale al

sujeto que va dejando sus huellas en el discurso mediante ciertos elementos que pertenecen al

162
E. BENVENISTE, Problemas de Lingstica General I. Op. cit., p. 181.
163
Ibd.
164
Ibd., p. 180.

100
cdigo de la lengua, y a travs de los cuales es posible identificarlo identificar al yo que

enuncia; elementos todos que estn por ende supeditados a factores externos, extralingsticos,

por lo que varan de una enunciacin a otra: los llamados decticos, tales como yo, t, l, aqu,

ahora, entre otros. De acuerdo a ello, el fenmeno de enunciacin no es comprendido en estricto

rigor como el fenmeno fsico de la emisin o recepcin del habla, sino que es concebido en

funcin de aquellos elementos verbales mediante los cuales es posible reconocer al sujeto que ha

dado origen a la enunciacin. Al emitir entonces un determinado enunciado, el sujeto que hace

uso de la lengua se autodesigna como yo, posibilitando por consiguiente la emergencia del

sujeto de la enunciacin, equivalente al individuo que dice, que enuncia. Por otro lado, el

sujeto del enunciado corresponde a la persona gramatical presente al interior del enunciado, o

a quien refiere el enunciado emitido. De este modo, el sujeto del enunciado puede verse

representado en el plano lingstico por la primera, segunda o tercera persona gramatical,

mientras que el sujeto de la enunciacin siempre va a corresponder al yo que emite el discurso.

En los casos que el sujeto de la enunciacin el ego que enuncia coincide con el sujeto del

enunciado, este es representado por medio de la primera persona. De este modo, el yo que

enuncia corresponde al yo que es enunciado al interior del discurso. En otras palabras, la

categora pragmtica correspondiente al sujeto de la enunciacin, comprendido desde esta

perspectiva como un yo emprico, coincide con la categora sintctica equivalente al sujeto del

enunciado165, o viceversa, la categora sintctica y gramatical del yo concuerda con la

categora pragmtica de la persona que emite el enunciado.

165
J. L. RIVAROLA, Quin es nosotros? En Estudios de Lingstica de Universidad de Alicante, N 2, 1984,
p. 203. Documento recogido el 16/07/2008 en http://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/6667/1/ELUA_02_08.pdf.

101
2.1.2. El sujeto polifnico en Ducrot.

En el marco de la lingstica de la enunciacin y con el propsito de desentraar la

compleja constitucin del sujeto emisor de un enunciado, Ducrot cuestiona la unicidad del sujeto

hablante166, defendida por la lingstica moderna especficamente el comparativismo, el

estructuralismo y la gramtica generativa mediante la concepcin del carcter polifnico de

todo enunciado, lo que deriva posteriormente en la propuesta denominada polifona de la

enunciacin. El autor, sirvindose del trmino acuado por Bajtn en torno al carcter

polifnico del discurso literario167, afirma en oposicin a lo planteado hasta entonces por la

lingstica tradicional, que efectivamente el sujeto hablante en el dominio de la comunicacin no

literaria constituye una unidad en la cual confluyen simultneamente una multiplicidad de voces,

las que corresponden por un lado, a los sujetos empricos que emiten concretamente el discurso

y, por otro, a los sujetos discursivos presentes a su vez en ellos como igualmente los evocados en

cada emisin verbal: el objeto propio de una concepcin polifnica del sentido es mostrar cmo

el enunciado seala, en su enunciacin, la superposicin de varias voces.168

De este modo, Ducrot postula la presencia en cada enunciado de un sujeto hablante,

que corresponde a un ser emprico y, por tanto, al productor efectivo de la emisin lingstica169.

Esta entidad consta segn el autor de tres propiedades que lo distinguen de las otros sujetos y/o

voces implcitas en el enunciado: primero, el sujeto hablante es el encargado de realizar, al

momento de la emisin verbal, toda la actividad psico-fisiolgica pertinente a la situacin

166
O. DUCROT, El decir y lo dicho. Buenos Aires: Edicial, 1984.
167
M. BAJTIN, Problemas de la Potica de Dostoievski. Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1988.
168
O. DUCROT, El Decir y lo Dicho. Polifona de la Enunciacin. Barcelona: Paids, 1986, p. 187.
169
H. CALSAMIGLIA, A. TUSN, Las Cosas del Decir. Manual para Anlisis del Discurso. Barcelona: Ariel,
1999.

102
comunicativa; segundo, es el autor origen de los actos ilocutorios efectuados en la produccin

del enunciado. Al respecto, Ducrot enfatiza que es artificial sealar la existencia de un solo sujeto

en el origen de estos actos, dado que es posible detectar en ellos la presencia de varios sujetos

que realicen, de modo simultneo, distintos actos manifestados a travs de la fuerza ilocutiva

principal y, en consecuencia, la presencia de ms de un acto ilocutorio por cada enunciado en

este sentido, el autor aboga por una actividad ilocutoria plural. Y tercero, la designacin del

sujeto hablante por las marcas de la primera persona: el yo, las conjugaciones verbales en

primera persona, adjetivos posesivos, etc., como asimismo los decticos de lugar; ese mismo ser

que dice yo es el que promete, ordena, etc., y el que emite las palabras.170

Por otro lado, Ducrot establece la necesidad de distinguir entre el sujeto hablante y la

nocin de locutor presente tambin en cada enunciado. Este ltimo corresponde al supuesto

responsable del enunciado171 en tanto constituye el ser de discurso construido por el sujeto

emprico al momento de la enunciacin: en este nivel abandonamos el terreno de la produccin

emprica del enunciado, ya que estamos frente a un ser discursivo, interno al sentido172 apunta

el autor al respecto. En este sentido, Ducrot seala que el locutor, si bien es quien est presente

en el sentido mismo del enunciado en tanto a l mismo remiten las marcas de la primera

persona, no coincide necesariamente con la del sujeto hablante, puesto que este corresponde a su

productor, sobre todo en algunas situaciones especficas del discurso escrito. En algunos de estos

casos, se produce asimismo una suerte de desdoblamiento al interior del mismo locutor, dando

origen a dos tipos de locutores, L y l, a travs de los cuales se explica lo que sucede con el

sujeto discursivo en textos como la autocrtica, el dilogo interior, la escritura de un diario

170
O. DUCROT, El decir y lo dicho. Op. cit., p. 257.
171
Ibd., 259.
172
Ibd., 261.

103
personal, etc.173 De acuerdo a ello, L corresponde al ser discursivo responsable de la

enunciacin locutor como tal, segn Ducrot, a quien se le atribuye el sentimiento o la

intencin comunicativa al momento de emitir un enunciado, en otras palabras, el compromiso

enunciativo lo que sucede, por ejemplo, en el caso de las interjecciones. En cambio, l

locutor como ser del mundo equivale por su parte a una persona, en los trminos de Ducrot,

completa que presenta la propiedad, entre otras, de ser el origen del enunciado, es decir, el ser

del mundo que tiene la propiedad de enunciar su sentimiento, cuya designacin siempre estar

dada por el pronombre en primera persona singular yo, aun cuando su identidad no sea

accesible ms que por medio de su aparicin en el enunciado como L.174

Por otro lado, un tercer elemento de la teora polifnica de Ducrot es la nocin de

enunciado que se correspondera, de algn modo, a las voces ajenas convergentes en un mismo

discurso, sealadas anteriormente por Bajtn. En este sentido, en cada enunciado est presente

siempre uno o ms enunciadores, cuyas voces son evocadas por el locutor y atradas hacia sus

propias palabras, voces que constituyen la palabra ajena, las palabras de los otros presentes en

los enunciados propios. Dicho de otro modo, el enunciador corresponde a la voz ajena evocada

de manera explcita o implcita en el enunciado, a aquel ser que se expresa a travs de la

enunciacin sin que necesariamente deban atriburseles ciertas palabras especficas, sino que por

el contrario lo que a esta voz ajena se le debe es el sentido del enunciado, su punto de vista,

posicin o actitud ante alguna idea en particular. En relacin con ello, al otorgar el sentido

mismo del enunciado, el enunciador se constituye a su vez en responsable del mismo, debido a

que se vuelve garante del acto ilocutorio elemental o primordial ejecutado en la enunciacin. Por

173
H. CALSAMIGLIA, A. TUSN, op. cit.
174
O. DUCROT, El Decir y lo Dicho. Polifona de la Enunciacin., op.cit.

104
ltimo, Ducrot apunta tambin que el locutor de igual modo es responsable del enunciado desde

el punto de vista discursivo, es el encargado de dar existencia a los enunciadores mediante la

organizacin de sus respectivos puntos de vista y actitudes, las que pueden ser congruentes con

su propia posicin, o bien, totalmente opuestas. De este modo, es el locutor quien dispone la voz

del enunciador, la presenta y organiza de acuerdo a sus necesidades comunicativas, las que a

nivel de sentido, pueden coincidir o no con el locutor. En consecuencia, es el locutor en calidad

de entidad discursiva, responsable del material lingstico utilizado, mientras que el enunciador

es responsable del sentido, actitud y punto de vista original de lo dicho originalmente

expresado en la enunciacin.

Por su parte, en la lingstica de la enunciacin Benveniste sostiene que en el aparato

formal, el enunciado contempla de modo implcito o explcito la presencia de un alocutario,

lo que puede manifestarse mediante ciertas marcas concretas en el discurso, relativas,

especficamente, a los pronombres personales, conjugaciones verbales y deixis: Toda

enunciacin es, explcita o implcita, una alocucin, postula un alocutario175, seala el autor,

quien alude asimismo a la presencia a su vez de un locutor cuyas huellas tambin son percibidas

desde el punto de vista lingstico y gramatical en el enunciado. De este modo, en el acto de

enunciacin y en su producto confluyen, entonces, tres elementos: el locutor, el alocutario y la

referencia, sta ltima como accin que slo puede realizarse mediante el discurso, la referencia

es parte integrante de la enunciacin, arguye al respecto Benveniste.176

175
E. BENVENISTE, Problemas de Lingstica General II. Op. cit., p. 85.
176
Ibd.

105
2.2. Indagaciones psicoanalticas en torno al sujeto.

En torno al concepto de sujeto el psicoanlisis ha efectuado, en el marco del presente

trabajo, uno de los aportes ms significativos en tanto ha hecho entrega de ciertas estrategias y

vas de lectura a travs de los cuales, junto a otras perspectivas tericas, hemos podido efectuar

ciertas lneas de acercamiento a la figura de sujeto potico por nosotros estudiado, en cuanto a su

constitucin como entidad subjetiva, reprimida, y en su estrecha relacin con la materia del

lenguaje. Asimismo, algunas de las perspectivas o aproximaciones tericas por nosotros tratadas

ms adelante como fundamento metodolgico-terico para la presente investigacin, estiman

algunos de sus presupuestos como extensiones tericas complementarias, asociadas y/o

fundamentadas en aquellos generados a la luz de la psicologa psicoanaltica, en especial, los

esgrimidos por los estudios de Freud y Lacan.

Desde este punto de vista, la concepcin de sujeto postulada y revisada al interior del

psicoanlisis permite establecer ciertos presupuestos por medio de los cuales es posible

comprender y configurar las particularidades del sujeto posmoderno. De este modo, las nociones

de preconsciente, inconsciente y consciente as como los tpicos freudianos del ello, el yo y el

supery, constituyen determinantes que rodean la imagen de un sujeto en falta, carente,

escindido, pulsional, propios de la subjetividad posmoderna y en total oposicin a la concepcin

trascendental y racionalista del yo cartesiano; concepcin que nos permite enfrentarnos, en

definitiva, a un proceso de teorizacin psicoanaltico del sujeto en el cual confluyen, enlazan y/o

se fundamentan a su vez concepciones posmodernas del sujeto provenientes de otras corrientes y

disciplinas, como es el caso de la filosofa, antropologa, sociologa e incluso la teora literaria y

106
los respectivos estudios de Foucault, Deleuze, Derrida, Ricoeur, Kristeva, entre otros cuyos

presupuestos centrales sern revisados por nosotros al interior del presente captulo.

2.2.1. El sujeto freudiano.

En el psicoanlisis freudiano, se postula una concepcin del sujeto como una entidad en

conflicto y escindida, producto de la dialctica entre energa pulsional y lenguaje a partir de la

cual se genera represin y negacin del mismo por causa del orden simblico, vale decir, el

mismo lenguaje y la cultura, el que en definitiva, inhibe al sujeto desde el punto de vista del

orden imaginario y la energa pulsional que este en s mismo constituye.

En este sentido, segn Freud, el sujeto o fragmento subjetivo tiende de modo natural

hacia lo pulsional, hacia el flujo libre de esta energa. Es el sujeto de la pulsin y del

inconsciente en palabras de Oyarzn177 el que intenta manifestarse en su encuentro o dilogo

permanente con su alter ego represor, el sujeto del lenguaje y la cultura que, en oposicin al

anterior, es capaz de adaptarse ante la interpelacin de la ley y el orden simblico. Dicha

dialctica o desdoblez del sujeto en el contexto de la represin y la negacin da origen a una

especie de sujeto bipolar en el cual confluyen indisolublemente ambas entidades subjetivas

anteriores, de orden pulsional y simblico, respectivamente.

En relacin a lo anterior, la tesis freudiana postula la existencia del sistema

metapsicolgico terico, el que corresponde a una tipografa hipottica del aparato psquico del

hombre al interior del cual el autor reconoce tres sistemas o cargas energticas denominadas

177
K. OYARZN. En J. L. MARTNEZ (ed.), op. cit., p. 32.

107
inconsciente, preconsciente, y consciente. Dentro de estas tres dimensiones de la psiquis humana

de lmites imprecisos entre ellas se considera igualmente la presencia de tres instancias o

localizaciones que operan en planos distintos y a su vez asumen las caractersticas del nivel de la

actividad psquica con el cual se asocian, vale decir, en orden correlativo a las dimensiones

sealadas, Freud reconoce la existencia de lo que denomin el ello, el yo, y el supery,

respectivamente.178

El inconsciente corresponde, segn el autor, al dominio de cierta zona de la psiquis de

carcter inmaterial que se representa en algunas ocasiones concretamente mediante

manifestaciones y acciones concretas, como es el caso de los actos fallidos, los sueos,

informacin suministrada por medio de los test proyectivos Rorschach, Szondi, Murray, entre

otros y sntomas neurticos y psicticos. De este modo, es posible conocer o acceder al

inconsciente slo a travs de su expresin consciente. Por su parte, es posible definir el

inconsciente como todo aquello que se da en el umbral de la conciencia179 o conjunto de

contenidos no presentes en el campo actual de la conciencia180. En rigor, el inconsciente

corresponde a uno de los sistemas que constituye parte de la primera teora de Freud sobre el

aparato psquico, que est constituido segn la propuesta psicoanaltica por contenidos

reprimidos, a los cuales no se les ha permitido el acceso a los sistemas preconsciente y

consciente respectivamente. El contenido especfico de dicha represin es, en este sentido,

representante de la pulsin o energa pulsional, ordenadas en la psiquis en formas de fantasas o

secuencias imaginarias en los cuales se fija la pulsin o el deseo, como es el caso de los sueos y

representaciones onricas.

178
A. TALLAFERO, op. cit., p. 54.
179
Ibd.
180
J. LAPLANCHE; J. PONTALIS, Diccionario de Psicoanlisis. Barcelona: Ediciones Paids, 1996, p. 193.

108
Para Freud, precisamente, el verdadero psiquismo tiene su lugar en el inconsciente, como

grado preparatorio del consciente, en tanto este tiende a movilizar y/o modificar la voluntad, los

pensamientos y emociones del sujeto sin que este tenga certeza respecto del origen de su actuar.

De acuerdo a ello, el inconsciente est regido segn sostiene el autor por el proceso primario,

dado que es considerado como la primera forma de actuacin o la ms primitiva del psiquismo.

Esto quiere decir que el psicoanlisis considera que los procesos psquicos del hombre son en

esencia inconscientes y que antes de alcanzar el estado de conciencia deben padecer un complejo

proceso asociado a las leyes del orden lgico, es decir, la gramtica, el lenguaje.181

El preconsciente corresponde, por su parte, a aquella dimensin ubicada en la tipografa

hipottica del aparato psquico, entre el inconsciente y el consciente, por lo que su contenido

proviene en parte del sistema inconsciente en vas hacia el consciente o viceversa. El

preconsciente, a diferencia del inconsciente, est regido por el proceso secundario que

comprende la elaboracin de una sucesin cronolgica en las representaciones, el hallazgo de

una correlacin lgica, la abundancia de lagunas existentes entre ideas aisladas, la relacin de

coexistencia y sucesin entre los fenmenos182. Lo anterior se cumple, en efecto, a travs de la

instancia del sueo como igualmente en los estados de vigilia por medio del flujo del

pensamiento. En definitiva, se puede concebir al preconsciente como la dimensin cuyo

contenido posee acceso a la conciencia, como es el caso en lo cotidiano, de recuerdos o

conocimientos no actualizados, pero que el sujeto puede evocar. De este modo, el preconsciente

corresponde aquello que se halla implcitamente presente en la actividad mental, aunque sin

181
A. TALLAFERO, op. cit., p. 56.
182
Ibd., p. 62.

109
constituir objeto de conciencia183. Freud designa, en este sentido, al preconsciente como

inconsciente en sentido descriptivo en tanto contempla este al conjunto de contenidos y

procesos psquicos que tienen en comn el no ser conscientes.

A su vez, el preconsciente segn apuntan Laplanche y Pontalis, se encuentra separado del

inconsciente por causa de la censura, dado que no se permite el acceso de los contenidos y

procesos inconscientes al preconsciente sin sufrir transformaciones; de acuerdo a ello, la psiquis

evita el paso y la aparicin en la conciencia de preocupaciones perturbadoras184. Por otro lado,

los sistemas de representacin del preconsciente se hallan vinculados en la teora freudiana al

lenguaje verbal, a las representaciones verbales o verbo-simblicas, en tanto existen en el

preconsciente algunas impresiones de la realidad exterior, establecidas en l como

representaciones fonticas o verbales.

Por ltimo, respecto al sistema consciente, Freud seala que este corresponde a un rgano

sensorial que capta aquellas impresiones que aparecen por momentos, situado en el lmite de lo

externo y lo interno, y capaz de percibir procesos de diversa procedencia, como es el caso de los

sueos y la vigilia. Segn versa el psicoanlisis, a travs del sueo slo son percibidos aquellos

estmulos que tienen su origen en el inconsciente y que se transfieren hacia el dominio de la

consciencia claramente deformados, mientras que en la vigilia los estmulos provenientes del

mundo exterior son percibidos con mayor nitidez y por medio de los sentidos. Ahora bien, para

183
J. LAPLACHE; J. PONTALIS, op. cit, p. 284.
184
Ibd.

110
que un acto psquico alcance en efecto el estado de conciencia, debe pasar por los dos niveles

anteriormente mencionados, inconsciente y preconsciente.185

En el caso de las representaciones subjetivas, el ello corresponde en psicoanlisis a la

entidad subjetiva que pertenece al dominio del inconsciente. Corresponde al polo pulsional de la

personalidad186 dado que sus contenidos remiten a deseos y pulsiones reprimidos y

resguardados en el inconsciente del aparto psquico, y cuya procedencia puede ser hereditaria o

por adquisicin en la relacin con el entorno. El ello es, en este sentido, para Freud el reservorio

primario de la energa psquica y pulsional, la que entra en conflicto permanentemente con las

instancia del yo y supery, incluidas igualmente en la teora freudiana del aparato psquico.

Por su parte, el yo corresponde en este mbito a la entidad que emana del sistema

preconsciente, que se ubica primeramente en los dominios del preconsciente para luego

extenderse o ponerse en conflicto con el ello, perteneciente a la esfera del inconsciente. En este

sentido, el yo no se vuelve por completo hacia el dominio del ello, sino que ms bien utiliza slo

una parte de su superficie, aquella que linda con el mbito de lo preconsciente. Freud, en este

marco, caracteriza al yo como una parte del ello, modificada por causa del influjo del mundo

exterior, al cual el yo debe responder en trminos del orden simblico cultural al cual se le

expone, y cuyas coordenadas son transmitidas y recepcionadas por el yo a travs de los sistemas

preconsciente y consciente. El conflicto se genera entonces en la interseccin del yo con el ello, y

el enfrentamiento de fuerzas por ende, asociadas a las normas del orden simblico-cultural

185
A. TALLAFERO, op. cit., p. 63.
186
J. LAPLACHE; J. PONTALIS, op. cit, p. 112.

111
representado a su vez por el lenguaje presentes en el yo, que buscan inhibir la energa

pulsional existente en el ello:

El yo se esfuerza en transmitir al Ello dicha influencia del mundo exterior y


aspira a sustituir el principio del placer, que reina sin restricciones en el Ello,
por el principio de la realidad. La percepcin es para el yo lo que para el Ello
es el instinto. El yo representa lo que pudiramos llamar la razn o la
reflexin, opuestamente al Ello, que contiene las pasiones.187

De acuerdo a lo anterior, el yo representa en efecto el polo defensivo de la personalidad

en tanto activa una serie de mecanismos de defensa ante el impulso de la pulsin erigido por el

ello. En definitiva, el yo se comprende como una parte del ello modificada por el sistema de

percepciones provenientes de su relacin con el mundo objetivo y exterior188, en otras palabras,

las normas de entorno social.

Por ltimo, en la teora freudiana del aparato psquico emerge igualmente la instancia del

supery, el que corresponde a la existencia de una fase especial del yo denominado tambin por

el autor como ideal del yo. Esta instancia se identifica con el conjunto de aquellos

catalizadores internos que norman, regularizan y juzgan la conducta del yo. Su funcin es

comparable a la de un juez o censor con respecto al yo apuntan Laplanche y Pontalis,189 en tanto

son consideradas como funciones de supery lo correspondiente a la conciencia moral, la

autoobservacin, la formacin de ideales, entre otros. De acuerdo a ello, constituye una instancia

mediante la cual se generan mecanismos de autocontrol y de autocrtica por parte del sujeto ante

situaciones afligentes o de angustia experimentadas por el yo. Al respecto, se asocia la formacin

187
S. FREUD, El yo y el ello. En Obras Completas. Buenos Aires: El Ateneo, 2005, volumen III. p. 2708.
188
Ibd., p. 2710.
189
J. LAPLACHE; J. PONTALIS, op. cit, p. 419.

112
del supery con la renuncia a los deseos edpicos y amorosos, que deben ser inhibidos ante las

exigencias del entorno sociocultural y respectivas sus normas morales. Para Freud, en efecto, el

supery es considerado clsicamente como el heredero del complejo de Edipo190 que ha sido

conformado en funcin de las restricciones y prohibiciones parentales. En funcin de ello, esta

entidad aparece en la teora del aparato psquico del autor en la segunda tpica freudiana como

una subestructura particular, como una instancia mediante la cual se representa la ley y el orden,

vale decir, la prohibicin de transgresiones de cualquier tipo, pertinente en la teora

psicoanaltica a los mandatos prohibitivos de los padres. El supery en definitiva como la

conciencia o la voz de la conciencia191 por medio del cual se regula el actuar de los sujetos.

2.2.2. El sujeto en la teora lacaniana.

Lacan postula igualmente, al interior de la teora psicoanaltica, la concepcin de un

sujeto escindido y heterogneo, constituido internamente por fases y entidades distintas, el que

no obstante, en el nfasis de sus presupuestos, es posible aprehender parcialmente a travs de su

misma materia de represin, asociando de este modo la energa al lenguaje, pues por medio de la

respectiva cadena de significantes el sujeto fluye haciendo emerger la figura del inconsciente

reprimido, a travs del lenguaje otro que en definitiva, es l mismo. En ambos casos, lo

reprimido est ligado al igual que en Freud, al orden pulsional, al inconsciente desde el cual

emerge un sujeto desmembrado, fallido, carente, apenas e ilusoriamente perceptible por medio

de la letra, segn sostienen los postulados lacanianos.

190
S. FREUD, op. cit, p. 2714.
191
A. TALLAFERO, op. cit., p. 117.

113
De este modo, se establece que el advenimiento del inconsciente y, por ende, del sujeto,

comprendido como yo ms que ello, segn Lacan, se genera a travs del lenguaje, materia que

acontece como entidad paradjica en tanto reprime, encubre y alumbra a su vez algunos atisbos

propios de la subjetividad que a travs de ella se representa. En este sentido, es necesario

reconocer en el inconsciente, segn sostiene el autor, la estructura del lenguaje192 y a partir de

all establecer los mecanismos para emprender la bsqueda del sujeto. El yo en cuanto

significante, opera al respecto slo como un mero elemento articulador e indicador del sujeto,

referido por medio del sujeto del enunciado a travs del cual se alude al sujeto que habla.

Al respecto, en Lacan se establece la existencia de una estructura de divisin psquica

irreversible en el sujeto, escisin o divisin que es generada precisamente por el orden

significante. El sujeto se encuentra dividido por el orden mismo del lenguaje que opera como

entidad represiva sobre el sujeto y el inconsciente mismo. La tesis postulada por Lacan,

entonces, correspondiente a la idea del inconsciente estructurado como un lenguaje193, da

cuenta, en efecto, de la comprensin de un inconsciente que se halla esencialmente en estado de

represin. De acuerdo a ello, la divisin psquica de la que habla Lacan, correspondiente en

definitiva a una divisin del sujeto, proviene de la concepcin de un inconsciente que figura

como un lugar autnomo constituido fuera del campo de la conciencia por medio de la

intervencin de la represin.

Para Lacan, precisamente, la disociacin conceptualizado tcnicamente como

Spaltung, corresponde a la caracterstica fundamental por medio de la cual se define la

192
J. LACAN, en M. ANGENOT et al. Op. cit., p. 276.
193
J. DOR, op. cit., p. 115.

114
subjetividad, dado que a travs de ella se posibilita la emergencia del sujeto y su estructuracin

de acuerdo a un determinado modo psquico. La disociacin puede considerarse por consiguiente

como la divisin inaugural del sujeto194, proveniente a su vez de la relacin del sujeto con el

orden simblico que en concreto, cumple con la funcin de mediatizar el vnculo entre el sujeto y

el mundo objetivo.

El lenguaje entonces, aparece como la instancia o actividad por medio de la cual emerge

el inconsciente y, por ende, tiene lugar la concepcin escindida del sujeto. Ello, debido a que el

lenguaje opera como una actividad subjetiva a travs de la cual se divide el sujeto, en tanto, la

zona de su inconsciente es relegada a instancias de desaparicin o aparicin: por un lado, el

inconsciente queda como un dominio que est fuera del alcance del sujeto que enuncia, dado que

se halla constitutivamente separado de l; por otro, el lenguaje acta como la instancia que

condiciona al inconsciente, posibilitando su aparicin, pero ubicndolo en un lugar electivo. Es

as como Lacan sostiene: El lenguaje es la condicin del inconsciente () El inconsciente es la

implicacin lgica del lenguaje: en efecto, no hay inconsciente sin lenguaje.195

De acuerdo a ello, el sujeto dividido en Lacan se corresponde con la nocin de sujeto

como entidad no existente ms all de los lmites del lenguaje: No hay ms Sujeto que el ser

hablante (el parltre)196, sostiene el autor, en tanto del lenguaje emana esencialmente el ser197.

Al ubicarse entonces la entidad subjetiva en el plano del lenguaje, tenemos que en definitiva, la

causa del sujeto se sustenta en la formacin del inconsciente: el orden significante es el que

194
Ibd., p. 117.
195
J. LACAN. Ibd., p. 118.
196
J. DOR, op. cit., p. 119.
197
J. LACAN, La metfora del sujeto. La letra y el deseo. Buenos Aires: Ediciones Homo Sapiens, 1978, p. 14.

115
causa al sujeto, estructurndolo en un proceso de divisin que produce el advenimiento del

insconsciente198, sostiene Dor al respecto. El sujeto de este modo, se configura en el lenguaje a

travs del cual es posible acceder a ciertos dominios del inconsciente, de forma de encontrar en

ellos igualmente los sustentos de la entidad subjetiva. El inconsciente es concebido en este

sentido como una cadena de significantes organizados en pos de la emergencia del mismo sujeto:

basta con una composicin mnima en la batera de los significantes para


que pueda establecer en la cadena significante una duplicidad que englobe su
reduplicacin del sujeto, y ese desdoblamiento del sujeto en la palabra es
donde el insconsciente podr articularse como tal199

Para Lacan, el inconsciente corresponde de igual forma al discurso del Otro, del otro

sujeto que le es ajeno a causa de su disociacin, del denominado Spaltung. Sin embargo, y a

pesar de la escisin cada una de estas entidades, el yo y el otro, son absolutamente correlativas y

mutuamente referenciales en tanto el yo se constituye slo en relacin con el otro, vale decir, el

nivel en que existe y experimenta el otro, determina el nivel exacto en el que el yo existe para el

sujeto200. Este otro, sin embargo, en los postulados lacanianos se vuelve una especie de signos

fantasmales, de espacios de encierro en los cuales se aprisiona a sus semejantes. De este modo, la

alteridad del sujeto no hace otra cosa que problematizar al yo, que ocupa en definitiva, el lugar

del espejismo en el sujeto, en donde emerge la figura del no-ser, en otras palabras, del ser

negativo del sujeto. Dicho espacio est definido en la teora lacaniana como funcin

198
Ibd.
199
Ibd., p. 121.
200
J. LACAN, El Seminario de Jacques Lacan. Libro I. Los escritos Tcnicos de Freud 1935-1954. Buenos Aires:
Paids, 2004, p. 85.

116
imaginaria. Al respecto, Krysinski sostiene que el poema lrico podra constituir la forma

subjetiva por excelencia o el espacio textual ideal para el lugar imaginario del yo en el sujeto.201

Por otro lado, Lacan concibe al ello freudiano como un yo en tanto sostiene que el

pronombre personal no es concebido ms que como un embrague, un shifter, por medio del cual

no se asegura la autonoma del yo: Donde estuvo ello, tengo que advertir yo202, apunta el autor,

mientras que a su vez sostiene la subjetividad absoluta del sujeto y del mundo no pensante del

ello. En este sentido, Lacan apela a la desconstruccin del sujeto en la teora freudiana, en tanto

el enfoque psicoanaltico lacaniano se centra en una bsqueda laberntica e infinitesimal203

como sostiene Krysinski en torno al inconsciente del otro.

Ahora bien, la escisin del sujeto asimismo puede evidenciarse a partir de dos entradas:

por un lado, la emergencia del mismo insconsciente el otro en oposicin al yo; y por otro lado,

la desaparicin del mismo sujeto en la cadena de significantes, vale decir, la divisin o

disociacin del sujeto a causa del lenguaje. Ello, en razn del carcter simblico de todo sistema

lingstico en tanto se evoca por medio del verbo un evento real referentes reales por medio de

un sustituto simblico de dicho referente, lo que genera finalmente la escisin entre la vivencia

real y aquellos sistemas o signos que la representan. Lacan sostiene al respecto que la cosa debe

perderse para se representada204, y en efecto, el lenguaje constituye aquella materia mediante la

cual se representa la presencia de un referente real por medio de su propia ausencia reflejada en

201
W. KRYSINSKI. En M. ANGENOT et al. Op. cit., p. 279.
202
J. LACAN. Ibd., p. 278.
203
Ibd., p.278.
204
J. LACAN. En J. DOR, op. cit., p. 122.

117
la palabra, la ausencia misma es lo que se nombra205 arguye el autor. Es as entonces como la

relacin del sujeto con su discurso se sustenta en esta escisin, lo que en definitiva corresponde a

la desaparicin del sujeto como tal en el plano del discurso o figura en ella a costa de esta

misma escisin y slo se hallar representado bajo la forma de un smbolo, de un signo

lingstico. Miller denomina a este fenmeno como sutura, en tanto la relacin del sujeto con

su discurso se efecta en funcin de dicho quiebre, de dicha ruptura206, que en consecuencia

deriva en la prdida del sujeto en el dominio del lenguaje:

el sujeto que adviene por medio del lenguaje slo se inserta en l como un
efecto; un efecto del lenguaje que lo hace existir para eclipsarlo,
inmediatamente, en la autenticidad de su ser. Lacan designa este eclipse como
el desvanecimiento del sujeto (fading) que hace que el sujeto slo pueda
captarse a travs del lenguaje, en calidad de representacin, de mscara que lo
aliena pues lo oculta ante s mismo. Esta alienacin del sujeto dentro de su
propio discurso es, precisamente, la divisin del sujeto.207

De este modo, el sujeto se encuentra dividido en s mismo y de acuerdo a su propia

naturaleza por el orden del significante, que arrastra asimismo la emergencia del inconsciente y,

por ende, de la otredad subjetiva. En este contexto, Lacan seala que es necesario comprender

una parte de la subjetividad del yo escindido como sujeto del insconsciente, y en otras

palabras, como sujeto del deseo, lo que quiere decir que el deseo en definitiva de un sujeto

uno de los dos sujetos al interior de la disociacin slo puede hacerse patente a travs de la

cadena significante en cuya superficie se ubica el otro extremo del sujeto, su otredad. Ahora

bien, la dimensin del lenguaje tiende a ocultar al sujeto en la verdad de su deseo, pulsin que a

205
J. LACAN. Ibd.
206
J. A. MILLER. Ibd.
207
Ibd., p. 123.

118
su vez ocupa el registro del inconsciente y que emerge en parte por medio del lenguaje a travs

del desfiladero de la palabra como enuncia Lacan, de modo que parte de su deseo es

representado mediante la materia del lenguaje, que a su vez reprime el impulso de la energa

pulsional. De este modo, si bien por medio del lenguaje se accede a la posibilidad de

representacin del sujeto del inconsciente, el deseo de ste se encuentra igualmente supeditado al

orden significante, lo que en definitiva da cuenta de la ruptura, de la crisis que constituye en s

mismo la entidad subjetiva de acuerdo a la naturaleza que lo conforma, vale decir, el mismo

lenguaje y el dominio del inconsciente. De este modo, se afirma:

la divisin del sujeto es lo que define por excelencia la relacin de alienacin


del ser hablante (parltre) con la cadena de significantes. Una prueba
suplementaria de ello es la alineacin profunda de la verdad del deseo del sujeto
al orden de su discurso.208

2.3. El sujeto de la diferencia: las propuestas tericas de Deleuze, Derrida y Foucault.

En el contexto de la filosofa contempornea, las teoras modernas por lo general

circunscriben los estudios del sujeto en funcin de la comprensin de este como una entidad

inestable, mltiple, carente, fallida, de acuerdo a los presupuestos de la subjetividad posmoderna.

En torno a ello, destacamos principalmente, sin perjuicio de otros autores que han teorizado

sobre esta temtica, los trabajos de los filsofos Gilles Deleuze respecto a los conceptos de

devenir del ser y diferencia; Jacques Derrida en torno a la nocin de diferance y algunos

presupuestos de la teora deconstructivista; y Michel Foucault, en relacin al concepto de sujeto

208
Ibd., p. 130.

119
como entidad intervenida por una serie de dispositivos de moldeamiento tecnologas y

agenciamientos del yo, la desaparicin y conceptualizacin del sujeto moderno.

2.3.1. Deleuze: la diferencia y el devenir como fundamento del ser.

Deleuze establece que una de las tareas de la filosofa actual es la de repensar las

condiciones mismas que hacen posible la aparicin de las nociones de ser y sujeto que forman

parte de la base del pensamiento filosfico contemporneo y, en este sentido, la necesidad de

fundamentar la idea del ser en el sujeto. Al respecto, los presupuestos deleuzeanos en torno a la

subjetividad se realizan bajo la inspiracin principalmente de los postulados nietzscheanos, bajo

los cuales se sostiene que existe un fundamento anterior al ser y al sujeto y, especficamente, al

ser como sujeto, lo que en definitiva implica deconstruir en trminos derridianos la nocin de

subjetividad poniendo en cuestionamiento la idea de sujeto como fundamento y punto de partida

del ser. Lo anterior, consiste en un vuelco respecto de lo revisado hasta entonces al interior de la

filosofa, en tanto Deleuze postula el estudio y pensamiento de aquello no expuesto y no-pensado

por los supuestos racionalistas de la nocin de identidad y, en consecuencia, del cogito

cartesiano.

Al respecto, Deleuze introduce el concepto de diferencia, al sealar especficamente que

tras la idea subjetividad lo que acontece o la fundamenta no es el concepto de ser, sino el de

diferencia en tanto el ser es, en efecto, concebido como diferencia, como tiempo. Al respecto,

Deleuze expone sus planteamientos como consecuencia de la crtica esbozada por l contra el

proceso negativo de determinacin planteado por Hegel en relacin al estado de determinacin y

120
lgica negativa del ser. El concepto utilizado por Deleuze, proviene en este sentido de la nocin

de diffrence utilizado por Bergson quien seala, siguiendo la lectura deleuziana, que la

diferencia no hace alusin a una esencialidad en el ser ni a una distincin o contraste esttico de

una propiedad en el ser real, sino que da cuenta como diferenciacin a una marca de la dinmica

real del ser; es el movimiento que sustenta al ser209, lo que permite igualmente comprender los

vnculos existentes entre el carcter dinmico y la dimensin temporal del ser en el sujeto.

Deleuze, en este sentido y a diferencia de Hegel, aboga por la concepcin de un movimiento

positivo del ser en la diferencia de Bergson como una alternativa viable ante los prosupuestos de

la ontologa, la lgica hegeliana y la dialctica de la negacin. De acuerdo a ello, Deleuze le

otorga a la diferencia la fundamentacin del ser, su sustancialidad, asignndole en definitiva un

rol ontolgicamente fundamental. La diferencia como causa, arguye el autor, debe ser interna a

su efecto y no externa como sucede con la determinacin, la que slo podra por medio de la

causalidad externa a su efecto sustentar la posibilidad del ser, pero no su sustancialidad:

slo la causa eficiente, precisamente en virtud de su naturaleza interna,


puede sostener al ser como sustancia, como causa sui. En el contexto
bergsoniano, podramos decir pues que la diferencia eficiente es la que
funciona como el motor interno del ser: sostiene la necesidad y la
sustancialidad real del ser. A travs de esta dinmica productiva interna, el ser
de la diferencia eficiente es causa sui.210

En consecuencia, la diferencia para Deleuze no implica lo negativo y en relacin a la

sustancialidad que constituye en el ser es una diferencia en s misma, por lo que no debe

confundirse con una diferencia entre dos cosas, pues sta ltima es de carcter externa, y no

interna como es la postulada por el autor. El concepto deleuziano corresponde, en este sentido, a

209
M. HARDT, Gilles Deleuze. Un aprendizaje filosfico. Buenos Aires: Paids, 2004, p. 36.
210
Ibd., p. 43.

121
una diferencia pensada en s misma y no representada ni mediatizada en la relacin de un ser con

otro211, en otros trminos, puede concebirse como LA determinacin en palabras de Deleuze,

en tanto corresponde a un estado de determinacin con distincin unilateral, en el sentido de que

el Uno una entidad, un cuerpo no puede distinguirse de su opuesto el no-Uno como sealaron

los platnicos dado que el Uno no se sustrae a lo que se sustrae de l; y en el otro polo, la

forma se distingue de la materia o del fondo, pero no a la inversa, puesto que la distincin misma

es una forma212. En otras palabras, el Uno es tal en s mismo y no requiere de su opuesto para su

distincin, sino que en s mismo se halla la diferencia. LA determinacin referida por Deleuze

corresponde al respecto al punto preciso en que lo determinado mantiene su vnculo esencial con

lo indeterminado, se confunden en una sola determinacin que hace la diferencia en el Uno:

esa lnea rigurosa abstracta que se alimenta del claroscuro213 apunta el autor, vale decir, la

diferencia existe y preexiste en el Uno mismo.

Al respecto, Deleuze distingue entre diferencia conceptual e intrnseca y diferencia no

conceptual y extrnseca. En el primer caso, dos entidades distintas por ejemplo, x e y son

diferentes en la medida que no responden a una misma definicin y, por ende, son diferentes en

s mismos; en el segundo caso, los elementos son diferentes en cuanto estn imposibilitados de

ocupar el mismo espacio, aunque puedan definirse del mismo modo o bajo un mismo concepto.

Es as como la diferencia no conceptual en Deleuze es concebida como repeticin de lo

idntico, considerando la repeticin de todas formas no como una reproduccin de una

211
J. FERRATER MORA, op. cit. Tomo I, p. 889.
212
G. DELEUZE, Diferencia y repeticin. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 2002, p. 61.
213
Ibd., p. 62.

122
determinada realidad originaria dado que la repeticin no es nunca la reiteracin de un modelo

originario.214

Ahora bien, esta diferencia se encuentra relacionada o supeditada a cuatro dimensiones

fundamentales a travs de las cuales se relaciona una determinacin con otras al interior de una

misma forma, de una misma diferencia: la identidad, la analoga, la oposicin y la semejanza, lo

que equivale al carcter cuatripartito de la representacin de la diferencia. En este contexto, el

autor seala que la diferencia permite transitar desde las especies semejantes a la identidad de un

gnero o categora que las incluye y, por ende, determinar identidades genricas en el trayecto de

una serie contigua de entidades pertenecientes a una misma categora. De este modo, la

diferencia permite pasar desde los gneros idnticos entre s a las relaciones de analoga que se

establecen al interior y entre estos. Deleuze al respecto, apunta que un factor relevante es, en

definitiva, saber si bajo estos aspectos y relaciones, la diferencia no pierde su ser, conceptos y

realidad propios. En este sentido, seala que, en efecto, la diferencia no deja de constituir un

concepto de reflexivo, hallando de este modo un concepto efectivamente real en la medida que

designa catstrofes, lo que puede acontecer tanto a nivel de rupturas en la continuidad de la

serie de semejanzas, como por fallas insalvables entre las entidades y estructuras anlogas. Es as

como la diferencia deja de ser reflexiva para convertirse en catastrfica215, pero no obstante,

contina Deleuze, la diferencia no puede ser lo uno sin lo otro, dado que ambas, reflexin y

catstrofe, coexisten en ella.

214
Ibd., p. 57.
215
Ibd., p. 71.

123
De acuerdo a lo anterior, tenemos entonces que a travs de la nocin de diferencia

Deleuze intenta poner en cuestionamiento el principio de identidad y la nocin clsica de sujeto,

el que segn el autor es esencialmente heterogneo en cuanto considera, siguiendo a Bergson,

que todo organismo es un conjunto de contradicciones, retenciones y esperas, en definitiva, un

pliegue de la materia e imagen, de tiempo y la duracin, que es considerado por Deleuze como

diferencia.

Otro concepto relevante en la teora del autor respecto a sus estudios en torno a la

subjetividad es el concepto de devenir, especficamente, devenir del ser, el que se asocia al

carcter mltiple e irreductible del ser, en torno al cual confluyen las nociones del azar y de la

negacin del control, en cuanto la multiplicidad del ser no es una multiplicidad del orden, pues

en l no hay nada preformado, si no lo contrario, vale decir, lo imprevisible, lo indeterminado:

sta es la evolucin (o emanacin) creativa del ser de Bergson y en trminos nietzscheanos ste

es el devenir del ser: multiplicidad pura216. Ello implica una organizacin en torno al ser que

construye una unidad, no obstante, en la cual se renen todas las partes del azar, por lo cual no se

sigue un orden preformado, predeterminado. Como en la tirada de un dado, sostiene Deleuze, en

el ser confluyen los elementos originales del azar como en un todo coherente. De este modo, por

un lado, un primer momento compuesto por la multiplicidad y el devenir implica al segundo,

correspondiente a la unidad y al ser; y este segundo, implica a su vez el retorno al primero, lo

que en definitiva genera un movimiento doble y recproco de dispersin y reagrupamiento,

centrfugo y centrpeto a la vez, de emanacin y constitucin de ambos momentos al interior de

ser. Es as entonces que la constitucin del ser en el eterno retorno del momento segundo al

primero o la lgica de la sntesis consiste en la lgica de la voluntad del sujeto: La voluntad

216
M. HARDT, op. cit., p. 113.

124
del podero es el principio de la sntesis que marca el ser del devenir, la unidad de la

multiplicidad y la necesidad del azar217, seala Hardt al respecto. En este sentido, en el

pensamiento deleuziano, la voluntad constituye un fundamento para el ser. Por una parte, la

voluntad de podero es el principio del eterno retorno por lo que constituye una causa primaria a

travs de la cual se define la necesidad y sustancilidad del ser. No obstante, y de acuerdo a las

premisas de Nietzsche, el eterno retorno de la voluntad constituye una tica en tanto consiste en

una ontologa selectiva, dado que no toda voluntad ejerce el retorno, slo la afirmacin en

oposicin a la negacin que no retorna: El eterno retorno es la seleccin de la voluntad

afirmativa como ser218. En el caso Nietzsche, considerado por Deleuze, el ser no est dado de

antemano, sino que debe ser voluntariamente creado, por lo que en la teora nietzscheana slo la

voluntad tica la afirmativa es la que retorna, es la voluntad que quiere ser: El principio del

eterno retorno como ser es la voluntad entendida como una voluntad tica.219

En definitiva, en Deleuze se da cuenta, bajo los fundamentos tanto nietzscheanos como

bergsonianos, de la confluencia de una filosofa de ser y de la indeterminacin en la constitucin

de la subjetividad; en otras palabras, del ser y del devenir al mismo tiempo, lo que es referido por

Hardt a travs de la siguiente explicacin nietzscheana:

Los dados, una vez lanzados (el momento del devenir, de la indeterminacin)
vuelven y se distribuyen (la seleccin del ser), lo que a su vez da lugar a una
nueva tirada. La seleccin ontolgica no niega la indeterminacin del
lanzamiento inicial, sino que la eleva, la afirma, as como el eterno retorno es
una afirmacin de la voluntad.220

217
Ibd., p. 115.
218
Ibd.
219
Ibd., p. 116.
220
Ibd.

125
Por ltimo, a la luz de las premisas deleuzianas hacemos mencin al pensamiento de

Flix Guattari, quien seala en torno a la subjetividad que esta est siendo determinada en la

actualidad especficamente por el capitalismo y las instituciones y sectores de poder. En este

sentido, el autor seala que el capitalismo mundial opera, en primera instancia, en el plano de la

subjetividad, pues su propsito fundamental no es en estricto rigor ejercer el control sobre los

sujetos, sino ms bien, la produccin de la misma subjetividad221, la que se reconoce a nivel de

dos ejes esenciales: en primer lugar, el eje de los diseos colectivos entre los cuales se

considera a los aparatos ideolgicos del Estado, como los denomina Althusser, vale decir, la

escuela y todo el engranaje educacional bajo el cual se somete a los individuos, el hbitat, los

sistemas de salud, etc., detrs de los cuales se generan mecanismos de produccin de la vida,

social e individual, comprendidos por el autor como mecanismos de produccin de la

subjetividad. De este modo, Guattari seala que la funcin de los diseos colectivos no slo

diseos de represin como son la polica, las crceles, la justicia, sino tambin diseos de trabajo

social, de animacin cultural, etc.222, suponen un reticulamiento, una remodelizacin de la

subjetividad. En segundo lugar, el otro instrumento de produccin de la subjetividad utilizado

por el capitalismo integrado son los medios de comunicacin de masas223, pues a travs de ellos

se generan y transmiten las marcas de una modelizacin de los individuos en cuanto a las

conductas, valores, intereses, necesidades que deben instalarse en ellos, lo que corresponde, en

definitiva, a una forma de modelizacin del mismo entorno y de los modos de percepcin de

este, como asimismo, de mediatizacin in crescendo de las relaciones sociales y afectivas que

estos mismos sujetos establecen entre s. De acuerdo a ello, Guattari seala que es necesario

redefinir la subjetividad en funcin de la polivocidad y la multifoliacin que la caracteriza, dado

221
F. GUATTARI, Devenir de la subjetividad. Santiago: Dolmen Ediciones, 1998, p. 27.
222
Ibd., p. 32.
223
Ibd., p. 33.

126
que en relacin a los conciertos colectivos mediante los cuales esta se genera, ella comienza a

existir fuera de los lmites de la individualidad lo que, en sntesis, da cuenta de un fenmeno de

coagulacin entre la subjetividad individual y la colectiva:

para dar cuenta de estos fenmenos de subjetividad contempornea me


parece esencial cartografiar la subjetividad, no slo a travs de flujos
flujos de lenguaje, flujos no-verbales, de cuerpo, de espacio, etc., sino
tambin a travs de territorios existenciales, cristalizacin de identidades a las
cuales uno pertenece, porque de alguna manera uno se funde dentro de ellas.
Es como si se hiciese una inmersin caosmtica en estos territorios
existenciales los territorios existenciales del cuerpo, de la definicin
personolgica, de la relacin con el otro, del grupo y que stos entraran en un
proceso de coagulacin.224

2.3.2. La deconstruccin y differance derridiana.

En el contexto de su crtica al logocentrismo y a las categoras tradicionales de la

metafsica, Derrida desarrolla igualmente un pensamiento por medio del cual se busca

desarticular el concepto trascendental de sujeto y la lgica de la identidad por medio de su

mtodo deconstructivista y especficamente el concepto de differance diferencia desarrollado

por el autor. En relacin al primero, la teora de la deconstruccin pretende desmontar el carcter

representativo del lenguaje en funcin del discurso racional que este siempre guarda, vale decir,

de la estructura logocntrica que forma parte del tejido de todo discurso. Lo anterior, es

efectuado mediante la postulacin de un proceso de corrimiento del sistema lingstico como

representante a su vez de otros sistemas extralingsticos efectuado desde el interior de sus

propios dominios y, por consiguiente, el desmantelamiento, de las oposiciones binarias y

224
Ibd., p. 37.

127
jerrquicas sobre las que ste se sostiene225. En este sentido, as como el estructuralismo

saussureano reconoce el valor del signo en la diferencia con el otro el valor lingstico, la

deconstruccin por su parte se empea en la revelacin de los puntos de conexin entre los

distintos fenmenos que hacen que las fronteras opuestas se diluyan: Se trata ante todo de poner

en evidencia la solidaridad sistemtica e histrica de conceptos y de gestos de pensamiento que

muchas veces se cree poder separar inocentemente.226

La estrategia deconstructivista busca, entonces, establecer la explicitacin del quiebre de

las oposiciones filosficas tradicionales y de la jerarqua que las fundamenta, partiendo del

supuesto que la contraposicin de los elementos que componen los distintos sistemas binarios de

la metafsica no es tal, sino que tras la apariencia de aquellos lo que existe en realidad son

conceptos estrechamente implicados, lo que permite en definitiva desvelar los puntos de unin a

raz de los cuales se desmantelan los argumentos logocntricos, especficamente la superposicin

de uno de los elementos sobre el otro, como sucede en el caso de nuestro estudio, de la

hegemona sobre la entidad subjetiva afectada. En este contexto, Culler plantea:

En una oposicin filosfica tradicional no encontramos una coexistencia


pacfica de trminos contrapuestos sino una violenta jerarqua. Uno de los
trminos domina al otro (axiolgicamente, lgicamente, etc.), ocupa la
posicin dominante. Deconstruir la oposicin es ante todo, en un momento
dado, invertir la jerarqua.227

Al efectuar este procedimiento, la deconstruccin centra su atencin en el elemento

marginal de la oposicin, bajo la premisa de que las razones que lo ubicaron hacia la zona del
225
J. CULLER, Sobre la deconstruccin. Madrid: Ediciones Ctedra, 1992, p. 81.
226
J. DERRIDA, De la gramatologa, Buenos Aires: Siglo XXI, 1971, p. 20.
227
J. DERRIDA. En J. CULLER, op. cit., p. 79.

128
margen constituyen, de algn modo, las causales de la relevancia y significacin del mismo ante

la entidad que opera como su contraparte, considerada por el contrario superior al interior de la

jerarqua. De esta forma, Derrida aboga por la inversin de la jerarqua y, por consiguiente, por

una reposicin de la entidad marginal en la posicin de aquella no marginal228. En este sentido, al

interior de la propuesta deconstructiva se concibe lo excntrico como un espacio en el cual se

puedan establecer y develar las relaciones que han relegado a la entidad subordinada al dominio

del margen.

En este contexto, la nocin de diffrance derridiana opera en la labor de apertura de una

coherencia o entidad hacia lo otro, implicadas ambas en la primera unidad de la concatenacin

discursiva y, por cierto, en la dicotoma, pero no recorridas ni explicitadas quizs, an no

generadas o no rescatadas de su latencia. De este modo, la lectura deconstructivista, en su afn

de desarticulacin va produciendo quiebres en las polaridades que plantean ms bien los puntos

de interdependencia, de ajuste, entre una y otra nocin. Y ese engranaje, el desarme de fronteras,

es precisamente lo que promueve el surgimiento de la continuidad, del avance hacia lo otro. La

fisura que abre la diffrance, incluso desde la traslacin del fonema diffrence por diferencia

en francs posibilita el ingreso a otro mbito de significacin que arrastra, a su vez, fragmentos

de significaciones de la cual o las cuales proviene. Es, en otras palabras, el accionar de las

huellas en el discurso que permite el recorrido indefinido a otras alteridades comprendidas

inicialmente en una supuesta dualidad por oposicin centro v/s periferia, y el discurso, en ello,

del poder, y el devenir continuo hacia otras marcas que escapan a las coherencias

tradicionales y cntricas. El centro se diluye, en este sentido, desde s mismo hacia sus mrgenes,

y en esa correlacin de fronteras se genera la multiplicidad de otras lecturas; todo ello como un

228
Ibd., p. 86.

129
fenmeno que le es propio a la esencia del lenguaje y a su realizacin en el dilogo. As,

entonces, segn Derrida, todo signo remite a otro, en un fluir continuo en donde hay

nicamente, siempre, diferencias y huellas de diferencias229. Todo concepto est por derecho, y

esencialmente, inscrito en una cadena o en un sistema230 que despliega la hilacin de nuevos

engranajes al tejido que es el discurso, los diferentes hilos y las distintas lneas de sentido231

que se van generando en el resquebrajamiento de lo dicotmico.

De esta forma, el lenguaje como entidad en la cual reside el logocentrismo implica de

modo inherente la presencia de su oposicin y, por consiguiente, la posibilidad implcita y

congnita de su fractura respecto a las bases que lo sostienen. En este sentido, la naturaleza

discursiva de la lgica y la razn trascendental determina este carcter, lo que se corresponde a

su vez con los postulados derridianos en torno a la necesidad de invertir las jerarquas que

sostienen las oposiciones discursivas232. De acuerdo a ello, el lenguaje mismo posibilita el

desplazamiento y corrosin de las jerarquas, de modo de desmontar la relacin de oposicin que

las vincula y a su vez escinde, por lo que en el lenguaje radicara la responsabilidad del quiebre

por medio del cual Derrida intenta desarticular y deconstruirlas bases de las propuestas

logocntricas. Ello, en definitiva, porque forma parte del tejido del todo discurso, por los cuales

todos se hallan a la par233, vale decir, no debieran existir relaciones de jerarqua sobre ellos

como el caso de la dicotoma centro-periferia. Cada uno de ellos, segn sus estructuras racionales

constituyen un propio centro que se vincula con otros distintos, segn la misma condicin, a

229
J. DERRIDA. Ibd., p. 91.
230
J. DERRIDA, Mrgenes de la Filosofa. Madrid: Ediciones Ctedra, 1998, p. 46.
231
Ibd., p. 40.
232
J. CULLER, op. cit., p. 79.
233
J. FERRATER MORA, op. cit. Tomo I, p. 821.

130
travs de la cual la jerarqua o graduacin en trminos de mayor o menor validacin racional

entre ellos se obva.

La oposicin por consiguiente, segn los presupuestos deconstructivistas, se diluye, tras

la consideracin de que el sentido de cada una de las polaridades se encuentra igualmente

contenido en la otra y, por ende, no existe la unidad en s misma, sino que cada una contempla a

su vez a su propia alteridad; en otras palabras, la presencia del otro. La nocin de differance

establece al respecto, la fisura al interior de la entidad discursiva, posibilitando el desplazamiento

de fronteras y la apertura hacia la alteridad semntica. Differance, segn afirma Derrida,

concebido como juego sistemtico de diferencias, de huellas de diferencias, del ordenamiento

(espacement) por el que los elementos se relacionan unos con otros.234

En este marco, Derrida establece una lectura crtica en torno al concepto metafsico de

verdad asociado a las arbitrariedades del logocentrismo, en tanto este le otorga un carcter

trascendental y reconoce su fundamento en referencias extrnsecas; en otras palabras, la premisa

logocntrica bajo la cual se establece que el pensamiento occidental y logocntrico contiene en s

mismo la presencia del sentido y de la verdad. En funcin de la crtica sostenida por el autor, al

respecto, un lugar relevante lo ocupa la lingstica estructuralista de Saussure, dado que el

pensamiento derridiano impugna el profundo conformismo logocntrico presente en los

presupuestos saussureanos sobre el signo lingstico, por medio del cual se defiende la tesis

respecto a que todo signo lingstico unifica en su interior el carcter heterogneo del significado

y del significante. De este modo, Derrida se preocupa de revocar los conceptos centrales del

estructuralismo, especficamente en torno al signo y su estructura, objetando sus presuposiciones

234
J. DERRIDA, Ibd., p. 89.

131
metodolgicas. De acuerdo a ello, la deconstruccin derridiana sostiene que la diferencia y la

ausencia son condiciones esenciales para que exista el signo235, puesto que no es posible

concebir la significacin del signo lingstico si la unidad y la presencia no sufren cierto nivel de

detrimento o menoscabo. Esto quiere decir que cierto orden diferencial debe interponerse entre el

significante y el significado, permitiendo en definitiva que la significacin del signo se mantenga

ausente, se difiera. No es posible que ambos elementos componenciales del signo lingstico se

unifiquen plenamente al interior del mismo, pues siempre hay un elemento o factor que impone

la diferencia y escisin entre ambos. De esta forma, para el pensamiento derridiano el signo no

puede constituir en s mismo una unidad, pues est esencialmente conformado por la diferencia

aun cuando sta tampoco puede concebirse como un fenmeno acontecido plenamente al interior

de la entidad lingstica, dado que tanto la diferencia como la ausencia o presencia diferida no

se presentan bajo ninguna ocasin en estado puro. Ninguno de estas instancias, diferencia y

ausencia, constituyen segn Derrida una realidad nica, por lo que se encuentran en permanente

correlacin a travs del tiempo, lo que permite la impresin de ciertas huellas del uno en el otro.

Dicha impureza tanto del significante y significado deriva, por consiguiente, en que ni la

unidad ni la diferencia del signo lingstico pueden acontecer de modo perfecto. Ello deriva,

segn Derrida, en que no puede generase la existencia, bajo ningn parmetro, de la palabra en

estado pleno, de suma perfeccin, en tanto la escisin al interior del signo lingstico genera la

emergencia de fisuras que se interponen en la relacin entre el lenguaje y la realidad.

Dicha fisura o relaciones de diferencia y ausencia o presencia diferida de la

significacin al interior del signo y, en definitiva, propia de todo sistema lingstico, posibilitan

235
J. DERRIDA, La escritura y la diferencia. Barcelona: Editorial Anthropos, 1989, p. 13.

132
la tesis derridiana bajo la cual se establece que por medio de la experiencia lingstica no es

posible hallar la verdad en cuanto discurso a diferencia de lo apuntado por Gadamer236 dado

que para Derrida la escritura ms bien constituye la instancia a travs de la cual se perfora esa

posibilidad, ese horizonte o velo hermenutico237. De esta forma, en el pensamiento derridiano

se aboga por la presencia en el discurso cuyo significado o huella de sentido puede extenderse o

diseminarse en mltiples posibilidades de bsqueda hermenutica, en mltiples posibilidades

otorgadas por la huella de la diferencia. Ello en oposicin a la restance del discurso resistencia

que, segn el autor, no corresponde en realidad al signo en tanto impide que este, en funcin de

su diferencia, se deje llevar por el sentido: esa restance de la huella que hace que todo texto

resista, que no se deje apropiar por la recoleccin hermenutica238. En definitiva, la restance

como la resistencia del texto ante un determinado sentido en oposicin de las mltiples

posibilidades hermenuticas que emergen a travs de las huellas y huellas de diferencias que

confluyen en el signo y que dan origen al fenmeno acuado por Derrida como diseminacin.

En este sentido, la diseminacin no se rige precisamente por el sentido de una verdad

trascendental presente en el fenmeno discursivo: no se deja regir por el motivo de la verdad

cuyo horizonte enmarca, pues es con igual rigor contable de la no-produccin apunta Derrida al

respecto239. Por el contrario, la diseminacin contempla una apertura hacia otras posibilidades

semnticas otorgadas por el lenguaje, sin que stas estn regidas o predeterminadas por un

criterio semntico unvoco. De este modo, la diseminacin:

236
H. POTEL, El agricultor insensato y el jardinero jugador. Gadamer, Derrida y la poltica del sentido.
Documento recogido el 26/08/2008 en http://www.nietzscheana.com.ar/gadamer_derrida.pdf.
237
J. DERRIDA, ibd.
238
H. POTEL, ibd.
239
J. DERRIDA, La diseminacin. Madrid: Editorial Fundamentos, 2007, p. 441.

133
Abre, por el contrario, el camino hacia la simiente que (no) se produce pues,
no se adelanta ms que en el plural. Singular plural que ningn origen singular
ha procedido jams. Germinacin, diseminacin. No hay primera
inseminacin. La simiente es primero dispersada. La inseminacin primera
es diseminacin. Huella, injerto cuyo rastro se pierde. Se trate de lo que se
denomina lenguaje (discurso, texto, etc.) o de inseminacin real, cada
trmino es un germen, cada germen es un trmino. El trmino, el elemento
atmico, engendra dividindose, injertndose, proliferando. Es una simiente y
no un trmino absoluto.240

De acuerdo a ello, el sentido de un discurso esta sometido en trminos derridianos a la

mltiple posibilidad de transformaciones y mutaciones, los que se efectan por medio del

recorrido infinito que posibilitan las fisuras del lenguaje generadas a partir de la diferencia. De

esta forma, los sentidos de un signo se diseminan sin posibilidad de retorno a su forma o

significacin original, en razn del permanente e ilimitado estado de proliferacin que el proceso

diseminal implica: Lo seminal () se disemina sin haber sido nunca l mismo y sin regreso a

s. Su empeo en la divisin, es decir en su multiplicacin a prdida y a muerte lo constituye

como tal, en proliferacin viva.241

2.3.3. Foucault: sujeto, discurso y poder.

El concepto de sujeto es clave en la escritura de Foucault, puesto que el autor a lo largo

de su obra se ha dedicado a analizar las diversas formas de sujeto bajo las cuales el hombre se ha

visto sometido a travs de los diversos discursos y prcticas por l producidos durante distintos

procesos y periodos de la historia, y por medio de las relaciones generadas entre las nociones de

240
Ibd., pp. 453-454.
241
Ibd., pp. 526-527.

134
saber y poder. En este contexto, al efectuar el estudio de las episteme o conjunto de relaciones

entre ciertas prcticas discursivas correspondientes a diversas ciencias a travs de lo que

Foucault denomin arqueologa del saber242, lo que se realiza es una lectura crtica y reflexiva

mediante la cual emergen o salen a la luz las leyes inconscientes y sistemas de moldeamiento por

medio de los cuales se ha condicionado el discurso a lo largo de la historia en torno al modo de

concebir, comprender y representar las nociones de hombre y de sujeto, los que surgen

precisamente, no a raz de una extensa tradicin reflexiva en torno a la naturaleza humana, sino

que por el contrario, emerge a partir de las formas discursivas concretas que se han presentado en

distintos periodos de la historia en Foucault, aquellas acuadas especialmente entre los siglos

XVII y XIX, bajo el predominio del pensamiento racionalista. Es as como a partir de ello, el

autor enfatiza que el hombre es considerado como una invencin reciente, en cuanto objeto de

estudio y de ah los conflictos antropolgicos y problemticas en torno a la definicin y escisin

clara entre las nociones de sujeto y objeto, pero destinada sin embargo a desaparecer en funcin

de la vulnerabilidad y posibilidades de mutacin de las disposiciones fundamentales del saber

que lo constituyen, sujetas a cierta periodizacin histrica. De esta forma, se expone al concluir

Las palabras y las cosas:

() el hombre es una invencin reciente. El saber no ha rondado durante


largo tiempo y oscuramente en torno a l y sus secretos. De hecho, entre todas
las mutaciones que han afectado al saber de las cosas y de su orden, el saber
de las identidades, las diferencias, los caracteres, los equivalentes, las palabras
() una sola, quizs las que apareci hace un siglo y medio y que quizs est
en vas de cerrarse, dej aparecer la figura del hombre. () fue el efecto de un
cambio en las disposiciones fundamentales del saber. El hombre es una
invencin cuya fecha reciente muestra con toda facilidad la arqueologa de
nuestro pensamiento. Y quizs tambin su prximo fin.

242
M. FOUCAULT, La arqueologa del saber. Mxico: Siglo XXI, 1997.

135
Si estas disposiciones desaparecieran tal como aparecieron () entonces
podra apostarse a que el hombre se borrara como en los lmites del mar un
rostro de arena.243

De este modo, Foucault sostiene que no existe en trminos filosficos, un concepto

adecuado sobre el hombre y, por ende, sobre el sujeto. En razn de ello, el autor ha intentado

determinar bajo qu tcnicas, procedimientos y fines histricos el sujeto se constituye como tal

en la relacin del yo consigo mismo, enfatizando fundamentalmente la precariedad y carencia de

la subjetividad moderna.

En este sentido, en Foucault existe una resistencia por determinar bajo una sola

definicin, el concepto de sujeto o entidad subjetiva, en tanto al autor valoriza en ella la

presencia de la dimensin genealgica que nos permite comprender la nocin como una entidad

mvil y transformable segn ciertas variables de tipo social-histrico y discursivo-cultural. Al

respecto, Foucault intenta trazar una historia de la subjetividad a partir del anlisis de los

discursos, en funcin de las condiciones de produccin de estos ms que de la definicin de

ciertos principios universales. En este sentido, para el autor es necesario abordar la idea de

subjetividad bajo la comprensin de esta no como una entidad nuclear y definitiva, sino como un

evento que es efecto o consecuencia de la historia, como proceso intervenido a su vez por el

cruce de poderes que lo franquean.

El mtodo arqueolgico que utiliza Foucault en el marco de sus estudios en torno a

historia del pensamiento, y los mecanismos y criterios a partir de los cuales se forman y

243
M. FOUCAULT, Las palabras y las cosas. Una arqueologa de las ciencias humanas. Madrid: Siglo XXI, 2006,
p. 375.

136
fundamentan los discursos el trabajo de Foucault conceptualizado en sntesis bajo los rtulos de

arqueologa de las ciencias humanas, del saber y orden del discurso especficamente, y bajo los

cuales el autor esgrime su comprensin sobre la figura de sujeto, intenta desasirse de dos

recursos tradicionales, por un lado, la opcin histrico-trascendental y la emprico-psicolgica

que busca determinar al sujeto como entidad fundadora de la discursividad, y busca

reemplazarlos, en funcin de los elementos que operan en la conformacin del relato histrico,

por las nociones de discontinuidad, ruptura, lmite, umbral, transformacin244. La lectura de

Foucault en torno al sujeto rompe con dicha comprensin trascendental y totalizadora del sujeto,

concibiendo a este como una entidad que emerge como efecto de una serie de mutaciones,

desplazamientos, transformaciones propias de la historia y de los discursos que en razn de ella

se articulan.

Desde esta perspectiva, para el mtodo arqueolgico no hay en definitiva un sujeto que

hable o se haga cargo de estos discursos, en tanto la materialidad discursiva no constituye un

dominio por medio del cual se manifieste el sujeto, debido a que este opera ms bien como una

existencia dispersa y discontinua245. En este contexto, Foucault aboga por la disolucin de la

funcin de autor y de cualquier otra instancia de tipo subjetivo productora del discurso, las que,

en definitiva, son destituidas por la arqueologa y reemplazadas por figuras en proceso de

quiebre y dispersin. El filsofo francs concibe, en esta lnea, la escritura como un dominio en

el cual la entidad subjetiva desparece, se deshace, representando de este modo el papel del

244
R. CASTRO ORELLANA, tica para un rostro de arena: Michel Foucault y el cuidado de la libertad. Tesis para
optar al grado de Doctor en Filosofa. Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Filosofa, Departamento de
Filosofa del Derecho, Moral y Poltica II (tica y Sociologa), 2004, pp. 68-69. Documento recogido el 26/07/2008
en http://eprints.ucm.es/tesis/fsl/ucm-t28231.pdf.
245
M. FOUCAULT. Ibd, p. 73.

137
muerto en el juego de la escritura246 en tanto lo que emerge en el discurso es ms bien la marca

de su ausencia, de su deceso. Al plantear la existencia de un sujeto descentrado en el discurso, se

sostiene en definitiva, la premisa de su inexistencia, en cuanto no acontece en la escritura la

figura de una subjetividad cabal, plena, sino sus fragmentos y restos que deambulan y se

extravan en el discurso. De este modo, Foucault expone:

() el pensamiento descubre que el hombre no es contemporneo de aquello


que lo hace ser o de aquello a partir de lo cual es sino que est preso en el
interior de un poder lo dispersa, lo retira lejos de su propio origen, pero all le
promete en una inminencia que quiz siempre sea hurtada247

Por otro lado, el poder emerge como un factor elemental en la concepcin postulada por

Foucault en torno al sujeto, en tanto opera en su relacin con la entidad subjetiva como una

compleja red rizomtica, omnipresente, carente de origen y centro, que se extiende como tejido

metasttico por sobre la dimensin y/o dominio del sujeto, y que est sujeto igualmente a los

distintos procesos de mutacin a lo largo de la historia248. De este modo, el sujeto es concebido

como un efecto del poder en tanto el poder traspasa al sujeto constituido por sus efectos; el

poder le es exterior al sujeto y al mismo tiempo es el lugar mismo del sujeto249. En este

contexto, Foucault enuncia:

Lo que hace que el poder agarre, que se le acepte, es simplemente que no pesa
solamente como una fuerza que dice no, sino que de hecho la atraviesa,
produce cosas, induce placer, forma saber, produce discursos; es preciso

246
M. FOUCAULT, Qu es un autor?, op. cit.
247
M. FOUCAULT, Las palabras y las cosas, op. cit., p. 325.
248
N. BORNHAUSER, Entre la identidad y diferencia acerca de la lgica constitutiva del sujeto en el pensar de
Jrgen Habermas y Michel Foucault. Una controversia pendiente. Revista de Filosofa, v. 62, Santiago, 2006.
Documento recogido el 15/07/2008 en
http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0718-43602006000100007&script=sci_arttext.
249
Ibd.

138
considerarlo como una red productiva que atraviesa todo el cuerpo social ms
que como instancia negativa que tiene como funcin reprimir.250

El poder opera, por consiguiente, en el sujeto de acuerdo a dos movimientos: en primera

instancia, en sentido originario, vale decir, como aquello que posibilita y oprime al sujeto, quien

se ubica por ende en estado de sujecin y dominacin del cual no se puede desasir; y en segundo

lugar, en sentido derivado, correspondiente a aquello que es recepcionado por la entidad

subjetiva, la herencia histrica que le es transferida por medio de la cultura, la educacin y la

socializacin, y cuyos modelos son reproducidos por cada uno de los sujetos bajo opresin251. En

este sentido, el concepto de sujeto en Foucault est asociado estrechamente a la idea de

resistencia, la que en definitiva subyace a la idea misma de poder252. Para el autor, en este

contexto, ambas nociones, poder y resistencia o contrapoder no tienen cabida una sin la otra,

en tanto, ambas guardan una relacin de directa interdependencia.

Al respecto, el discurso precisamente constituye la instancia fundamental por medio de la

cual se ejerce el poder por sobre los sujetos. Foucault seala que en el accionar del poder, uno de

los procedimientos de exclusin es, por ejemplo, la prohibicin de la palabra misma, pues esta

constituira un derecho exclusivo de las clases hegemnicas y portadoras de la razn. El lenguaje

opera en este sentido como herramienta esencial, ya que en l, segn el autor, se ejercen de modo

privilegiado los poderes. Expropiar el manejo del lenguaje es, por consiguiente, anular el acceso

250
M. FOUCAULT, Microfsica del poder. Madrid: Ediciones de La Piqueta, 1992, p. 182.
251
N. BORNHAUSER, op. cit.
252
M. FOUCAULT, ibd.

139
al poder por parte de los sectores bajo opresin; y en esta lnea, cabe por consiguiente la

concepcin del discurso incluso como objeto mismo de poder.253

El discurso opera igualmente como instrumento de poder en los procesos de

agenciamientos del yo declarados por Foucault. En este sentido, el autor postula que el yo

equivale al resultado de una serie de dispositivos de moldeaje, entendidos stos como

tecnologas y agenciamientos del yo254, intervenciones y estrategias de abuso de poder que no

han buscado otra cosa que efectuar todo un proceso de colonizacin del sujeto propio de la era y

el proyecto moderno, por medio del cual, desde la posicin hegemnica, se ha intervenido y

reprimido el flujo natural de los cuerpos-energa propuestos por el psicoanlisis, mediante

tecnologas de produccin material y simblica entre las que destaca, en efecto, el propio

lenguaje como dispositivo de poder. De acuerdo a esto, el yo no es en definitiva el que se

enuncia a s mismo, sino que a travs de l, quien emite el discurso es slo un residuo del yo,

aquello que ha sido objeto de los dispositivos de moldeaje mencionados. Al respecto, Foucault

reconoce cuatro formas principales de tecnologas del yo: las tecnologas de produccin, a travs

de la cual se nos permite producir, transformar o manipular cosas; las tecnologas de sistemas de

signos, que nos permiten utilizar signos, sentidos, smbolos; las tecnologas de poder, mediante

la cuales se determinan las conductas de los sujetos, quienes son sometidos a instancias de

dominacin que corresponden, en definitiva, a instancias de objetivacin del sujeto; y

finalmente, las tecnologas del yo, a travs de las cuales se permite a los sujetos efectuar ciertas

acciones y operaciones sobre s mismos sobre su cuerpo, alma, pensamientos, conducta con el

253
M. FOUCAULT, El orden del discurso. Barcelona: Tusquets Editores, 1999, pp.14-15.
254
M. FOUCAULT, Tecnologas del yo. Barcelona: Ediciones Paids, 1990, p. 47.

140
propsito de alcanzar cierto estado de bienestar, satisfaccin, pureza o inmortalidad255. Si bien,

estas cuatro tecnologas operan raramente de modo separado, el autor ha centrado su atencin en

las dos ltimas, asociadas a los procesos de dominio y al sujeto, por medio de los cuales ha

intentado una historia de la organizacin del saber. En este contexto, Foucault denomina como

gobernabilidad a los procesos mediante los cuales se establece contacto entre las tecnologas

de dominacin, las tecnologas del yo y las restantes. Morey, por su parte, sostiene siguiendo a

Berkeley que, en efecto, por medio de estas tcnicas de gobierno el individuo se objetiviza

como sujeto, instancia mediante la cual se establecen los contactos entre la tecnologa poltica de

los individuos y las tecnologas de uno mismo, dando origen a un complejo equilibrio entre las

tcnicas de coercin y los procesos a travs de los cuales el uno mismo [the self] es construido

y modificado por s mismo.256

2.4. El sujeto como otro: lectura de Paul Ricoeur.

Uno de los objetivos de los estudios de Ricoeur, al interior de su hermenutica filosfica

o filosofa de la reflexin, es lograr identificar el ser del yo que va ms all de los lmites de un

yo concebido como simplemente sujeto cognoscente, en tanto considera igualmente la idea de

libertad y posibilidades que exceden los linde del conocimiento objetivo y de la experiencia

sensible. Desde esta perspectiva, Ricoeur entra en conflicto con la filosofa cartesiana en torno a

la figura de cogito, considerado por l como una verdad estril a la cual no se puede dar una

255
Ibd., p. 48.
256
G. BERKELEY, en M. MOREY, Introduccin: La cuestin del mtodo. En M. FOUCAULT, ibd., p. 34.

141
continuacin sin ruptura del orden de las razones257; y con la fenomenologa de Husserl,

mediante la cual se intentan hallar los fundamentos de los actos noticos, bajo los cuales se

establece una identificacin entre la actividad pensante y el ser.258

Es as como se postula en el autor una hermenutica a travs de la cual se devele el

carcter de incerteza que guarda el cogito, por lo que no puede ser considerado como el mero

sujeto de conocimiento, como haba sido para la filosofa hasta entonces. Dicha hermenutica

debe basarse en el anlisis de los signos y los smbolos para que se posibilite una efectiva

comprensin ontolgica, entendiendo de este modo el proceso de reflexin como una actividad

de interpretacin de los signos mediante el cual el yo se objetiviza. De acuerdo a ello, la nocin

de identidad del yo aparece sujeta al proceso de interpretacin de los signos y smbolos, en

definitiva del lenguaje, puesto que la funcin simblica es considerada como condicin de

posibilidad del yo.

Ricoeur ubica, al respecto, el ncleo de la subjetividad en la ipseidad, en tanto se afirma

que sta slo puede ser percibida a travs de la presencia de un otro, de una alteridad que pasa

a ser parte constitutiva del sujeto en s mismo, y mediante la cual se posibilita la configuracin

de su identidad y la comprensin de sta como idem e ipse a la vez. En este sentido, la

subjetividad estara compuesta por cierta alteridad que se desprende de la misma al no coincidir

como uno de los argumentos generados a partir del estudio de la filosofa del lenguaje, por

causa del lmite del sujeto emprico el ego de la enunciacin, con el lmite del sujeto respecto

del mundo. Ricouer concibe al sujeto especficamente en su relacin directa con el otro, puesto

257
P. RICOEUR, El s mismo como otro. Mxico: Siglo XXI, 2003, p. XXI.
258
J. FERRATER MORA, op. cit. Tomo III, p. 2569.

142
que lo otro es parte constituida del sujeto sin dejar de todos modos de constituir la alteridad, la

diferencia respecto precisamente de la ipseidad, del ncleo de subjetividad de s mismo:

S mismo como otro sugiere, en principio, que la ipseidad del s mismo


implica la alteridad en un grado tan ntimo que no se puede pensar en una sin
la otra, que una pasa ms bien por la otra, como se dira en el lenguaje
hegeliano. Al como, quisiramos aplicarle la significacin fuerte, no slo de
una comparacin s mismo semejante a otro sino de una implicacin: s
mismo en cuanto otro.259

No es posible, por consiguiente, percibir la unicidad y la ipseidad de s, sin recurrir a

aquella alteridad que le es complementaria y constitutiva. Esta dualidad propia de un sujeto que

guarda en s mismo las marcas del otro, que a su vez es un otro, dan cuenta en definitiva de la

naturaleza escindida de toda subjetividad, segn los planteamientos del autor. En otros trminos,

el yo para el autor est compuesto por la dialctica entre la identidad-idem y la identidad-ipse,

vale decir, entre el s mismo y la de su otro260, por lo que no es posible concebir al sujeto fuera de

los dominios de esta alteridad.

Por otro lado, la concepcin vaca y estril del cogito se corresponde asimismo con el

yo, que desde la perspectiva lingstica, es reconocida igualmente como una categora vaca,

mediante la cual es posible remitir a cualquier individuo segn los distintos actos de enunciacin

y su contexto. En otras palabras, el yo corresponde segn el autor a un trmino viajero, a la

nocin shifter que implica a su vez, la de idea de desviacin, de cambio. Desde el punto de vista

de la enunciacin, esta constituye la instancia a travs de la cual se produce lo que Ricoeur

denomin apora del anclaje, lo que permite en definitiva, la emergencia del conflicto entre el

259
P. RICOEUR, op. cit., p. XIV.
260
Ibd., p. XIV.

143
yo viajero y el yo anclado, que recae en el lmite con el mundo que cada hablante constituye:

En ese aspecto de trmino vaco, yo es un trmino viajero, una posicin respecto a la cual

varios enunciadotes virtuales son sustituibles entre s.261

De acuerdo a ello, Ricouer seala que la nocin de yo emerge intervenida por una

marcada ambigedad Husserl hablaba, a este respecto, de expresin necesariamente

ambigua262 y de una entidad escindida, divida y compleja, determinada igualmente por su

alteridad, por una ambivalencia que encuentra su centro en el otro que en ella coexiste. En este

sentido, en la hermenutica del s, a travs de la cual el autor intenta efectuar un acercamiento a

la nocin de sujeto, convergen precisamente tres principales aspectos: el rodeo de la reflexin

mediante el anlisis, vale decir, el uso de los pronombres reflexivos se y s en casos oblicuos; la

dialctica de la ipseidad y la mismidad, correspondiente al desdoblamiento del reflexivo segn el

rgimen dem o ipse; e igualmente, la dialctica de la ipseidad y de la alteridad, equivalente a la

correlacin entre s y el otro distinto de s.263

2.5. Sujeto, identidad e ideologa.

La Real Academia Espaola define el trmino identidad, entre varias acepciones, como

2. Conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente

a los dems. / 3. Conciencia de una persona de ser ella misma y distinta a las dems. / 4. Hecho

261
Ibd., p. 29.
262
Ibd., p. 28.
263
Ibd., p. XXIX.

144
de ser alguien o algo el mismo que se supone o se busca264. Por su parte, la sociologa define el

concepto en funcin de la referencia a la mismeidad y a la continuidad de algo265 en clara

contraposicin con la idea de variedad, mutacin o cambio. En este marco, se establece que el

concepto se introduce recientemente en el siglo XX con fuerza en el mbito de las ciencias

humanas, momento a partir del cual se genera un giro en el cuestionamiento en torno a la idea de

identidad, en tanto la interrogante inicial respecto a la esencia del alma humana pasa a ser

reemplazada por la pregunta sobre el sentimiento de permanencia de los individuos en s mismos

a pesar de los cambios y transformaciones concretas experimentadas por causa del progreso y

cambios sociales.266

No obstante, a pesar de las definiciones sealadas, el concepto de identidad en el marco

de la sociedad moderna y sus efectos, ha sufrido claramente mutaciones, alteraciones y

conversiones producto de serie de procesos de imposicin, tecnologas y agenciamientos del yo,

en los trminos foucaultianos, que en definitiva han generado instancias de intervencin respecto

a la comprensin del sujeto, los individuos y su respectiva identidad. En esta lnea, Zygmunt

Bauman aborda la idea de sujeto desde la nocin de identidad, concepto que se presenta segn el

autor fundamentalmente como un significado ambiguo y problemtico a propsito de las

intervenciones y dominaciones que la modernidad ha impuesto en las experiencias personales de

los individuos. De este modo, emergen los cuestionamientos en torno a una definicin o

certidumbre respecto del concepto en el contexto de la actual y moderna era lquida y, por

consiguiente, de los desplazamientos obligados, exilios, desarraigos y discriminaciones,

264
R.A.E., op. cit. Documento recogido el 10/03/2008 en
http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=identidad.
265
S. GINER, et al., op.cit., p. 366.
266
Ibd.

145
padecidos por aquellos sujetos cuyas posiciones polticas, sociales y/o ideolgicas no son

congruentes con las clases dominantes y hegemonas. El trmino es, en la actualidad, altamente

ambiguo e incierto, puesto que, si bien alude en el conocimiento popular y disciplinario, a la idea

de unidad y permanencia, la nocin de identidad implica en la actualidad las ideas de

segregacin, escisin, de acuerdo a las marcas de opresin que en definitiva se han impreso en

diversas comunidades y en sus individuos por parte de las distintas instituciones de poder: Pero

descubrir que la identidad es un amasijo de problemas en lugar de una sola cuestin es algo que

tengo en comn con un nmero mucho mayor, prcticamente con todos los hombres y mujeres

de la moderna era lquida267, apunta el autor al respecto.

De acuerdo a ello, Bauman sostiene que la problemtica y el cuestionamiento en torno a

la identidad slo surgen en contextos o experiencias conflictivas para el hombre, en los cuales se

pierde la relacin y sentido de pertenencia del sujeto consigo mismo o con determinada

comunidad. En este sentido, el autor seala que tanto la identidad como la pertenencia no

constituyen nociones definitivas, autocontenidas ni inamovibles, sino que por el contrario,

corresponden a categoras altamente negociables y revocables, tanto a causa de factores externos,

como es el medio y la sociedad en la cual se halla inserto el individuo, como de carcter internos,

equivalentes a decisiones, intereses, conductas, etc.268 Ahora bien, la vulnerabilidad sobre la cual

se fundan la identidad y el sentido de pertenencia es puesta efectivamente en movimiento en la

actual era moderna y, en definitiva, posmoderna, en tanto la sociedad somete al individuo a una

serie de instancias por medio de las cuales se generan rupturas y disoluciones del yo a partir de

267
Z. BAUMAN, Identidad. Buenos Aires: Editorial Losada, 2005, p. 34.
268
Ibd., p. 32.

146
los diversos discursos de imposicin masivos, de mercado, polticos, ideolgicos, etc. que se

superponen a la existencia humana. Tal como expone Bauman:

En nuestros modernos tiempos lquidos, el mundo que nos rodea est


rebanado en fragmentos de escasa coordinacin y nuestras vidas individuales
estn cortadas en una sucesin de episodios mal trabados entre s. Pocos de
nosotros (en el caso que haya alguien) podemos dejar de pasar por ms de una
comunidad de ideas y principios, autntica o putativa, bien integrada o
efmera. As que la mayora de nosotros tenemos problemas parecidos que
resolver (por utilizar las expresiones de Paul Ricoeur, la cuestin de la
mmete, la consistencia y la continuidad de nuestra identidad a travs del
tiempo.

Es as como el sujeto debe de algn modo hacerse cargo de variadas identidades,

fragmentadas por lo dems, a lo largo de su existencia. Situacin que genera en consecuencia su

marginacin, en tanto la entidad subjetiva no se ajusta a los patrones de unidad establecidos por

las instituciones de poder, representadas segn expone el autor por medio del concepto de

nacin, que implica en definitiva la identidad concebida o asociada a la idea de de nacionalidad.

En este sentido, la identidad est presente en un individuo en la medida que este se vincule y se

adecue a los modelos de unidad promulgados a travs del concepto de identidad nacional. Dicha

unidad precisamente, equivale segn afirma Bauman a la imagen de igualdad y homogeneidad

que es necesario promover al interior de una comunidad nacional y superponer por sobre las

identidades o caracteres locales y particulares existentes al interior de un pueblo. La imagen de

igualdad constituye el paradigma de la cuadratura del crculo: diferente pero el mismo, separado

pero inseparable, independiente pero unido269 arguye el autor. Vale decir, la desatencin por

parte de una nacin y por ende, del Estado respecto de los caracteres particulares y

269
Ibd., p. 29.

147
heterogneos existentes al interior de toda comunidad y de todo individuo y su reemplazo por

un discurso oficialista y homogeneizante, a travs del cual se intente obviar todo relato y

posturas socioculturales e ideolgicas diversas, diferentes u opuestas de las promulgadas por la

impronta nacional y oficial estatal en el caso de Bauman. Es as como el autor hace mencin a

la idea de identidad nacional:

Correspondiera o no al poder estatal definir, clasificar, segregar, separar y


seleccionar el conjunto de tradiciones locales, dialectos, leyes y formas de
vida habituales, difcilmente podra lograrse en su seno algo parecido a la
unidad postulada o a la cohesin de una comunidad nacional. () la identidad
nacional no reconoce la competencia, ni mucho menos una oposicin. La
identidad nacional concienzudamente construida por el estado y sus
organismos () tiene por objetivo el derecho del monopolio para trazar el
lmite entre el nosotros y el ellos.270

Ello, en definitiva, genera el alejamiento, la marginacin de los sujetos respecto a los

dominios y hbitat en los que fluye su existencia, posibilitando ms bien el sentimiento de no

pertenencia respecto de ciertos estndares sociales, de exilio perpetuo: Uno puede incluso

empezar a sentirse en cualquier parte chez soi, en casa, pero hay que pagar el precio de aceptar

que no se est verdadera y totalmente en casa en ninguna parte271.

La crtica de Bauman recae precisamente en dicha disposicin hegemnica, marcada por

la arbitrariedad y despotismo de los sectores dominantes, dado que la identidad constituye en

definitiva, un evento heterogneo, indefinido y ambiguo, como un espacio que debe ser

inventado en vez de descubierto, y como concepto nace precisamente de la crisis de pertenencia

a la cual el sujeto es sometido. El individuo requiere de la definicin de su identidad como medio

270
Ibd., pp. 51 y 53, respectivamente.
271
Ibd., p. 36.

148
de establecer cierta seguridad respecto de s mismo y ante el entorno272, sin embargo, dicha

determinacin o fijacin identitaria es cada vez menos posible, debido a la fragmentacin y las

fisuras que imprime en el sujeto la sociedad moderna.

Desde la perspectiva ideolgica, Paul Ricoeur concibe por su parte la nocin de identidad

asociada a las ideas de memoria, ideologa y poder, al establecer que en los procesos de

dominacin mediante los cuales opera la manipulacin de la memoria social y, por ende, del

olvido, interviene precisamente la ideologa como una variable que se interpone entre los

procesos de reivindicacin de la identidad y las expresiones pblicas de la memoria. De este

modo, el sustrato ideolgico incide directamente en aquello que constituye la memoria histrica

de un pueblo y, por consiguiente, en la constitucin de su identidad. El autor seala al respecto

que, precisamente, los efectos generados a partir de la ideologa, que permanecen por lo general

ocultos opacos, segn Ricouer, promueven comprensiones distorsionadas de la realidad

asociados a la legitimacin del sistema de poder; en otros trminos, una compresin del mundo

intervenida o mediatizada por sistemas simblicos impuestos por la hegemona273. De acuerdo a

ello entonces, la ideologa se autodefine como guardin de la identidad, en tanto mitiga la

fragilidad y quiebres de la identidad real a travs de rplicas simblicas y simulacros entendidos

igualmente como reales.

La ideologa, por consiguiente, equivale a un fenmeno de difcil desarraigo al interior de

las comunidades, debido a que constituye un sistema de coaccin silencioso y ejercido sobre las

costumbres propias de una sociedad tradicional. Esta sera, segn el autor, la primera funcin de

272
Ibd., p. 68.
273
P. RICOUER, La memoria, la historia, el olvido. Buenos Aires: Fondo de Cultura Econmica, 2004, p. 112.

149
la ideologa, mientras que la segunda corresponde a la justificacin y legitimacin de un sistema

de orden o de poder, a partir del cual este mismo se autovalida; autoridad que sin embargo, no

remite a otra cosa que a la relacin asimtrica entre dominante y dominado. De este modo, la

ideologa en tanto discurso de poder, busca legitimarse mediante su constitucin en el conjunto

de creencias al interior de una comunidad y en las cuales confan los individuos y la clase

dominada, debido a que el fenmeno ideolgico se inserta, en efecto, en una comunidad a travs

del resquicio de la necesidad de legitimacin. De esta forma, el orden dominante es finalmente

validado y el poder justificado mediante el discurso de unos pocos y de la manipulacin del

imaginario y la memoria propia de un pueblo, este ltimo como existencia que acontece inhibida

u oprimida, segn sea el nivel de consciencia o certeza que este posea respecto a la entidad que

lo subyuga y, ante la cual, en algn momento, se intentar emancipar.274

Ahora bien, estos cruces entre ideologa y poder, se ejecutan en efecto sobre la base de la

memoria concebida como criterio de identidad, motivo por el cual ante se intenta dar solucin a

las problemticas de la identidad, vale decir, los intentos por buscar, definir y reivindicar el

aspecto identitario en los individuos, por medio de la movilizacin y rastreo en la memoria

misma de una comunidad o pueblo. De acuerdo a ello, Ricoeur propone que para intentar

resolver la problemtica de la identidad, es necesario buscar en ella las causas de la fragilidad de

la memoria, por lo general, manipulada por parte de las distintas instituciones de poder. De este

modo, el autor expone:

Qu hace frgil la identidad? El carcter puramente presunto, alegado,


pretendido de la identidad. Este claim, se dira en ingls, este Anspruch, en
alemn, se aloja en las repuestas a la pregunta quin?, quin soy?,

274
Ibd., p. 113.

150
respuestas en qu cosa?, como: esto es lo que nosotros somos. Tales
somos, as y no de otro modo. La fragilidad de la identidad consiste en la
fragilidad de estas respuestas en qu, que quieren dar la receta de la identidad
proclamada y reclamada. De este modo, el problema es desplazado de grado,
de la fragilidad de la memoria a la de la identidad.275

Al respecto, el autor considera como uno de las causales de la fragilidad de la identidad

su relacin con el tiempo, instancia a partir de la cual se explica la consideracin de la memoria

como aspecto relevante para el resguardo de la identidad, y tal como apunta Ricoeur, como

componente temporal de la identidad en conjuncin con la valoracin del tiempo presente y la

proyeccin hacia el futuro. Respecto a ello, se presenta el cuestionamiento en torno a la

valoracin y significancia de la permanencia de la identidad a travs del tiempo, ante lo cual el

autor seala que, en definitiva, la permanencia o mantenimiento del s en el tiempo se funda en el

vnculo estrecho que se establece entre mismidad (idem) e ipseidad (ipse), vale decir, en la

articulacin de la esta ltima sobre la anterior. Asimismo, se propone como segunda causa de la

fragilidad la confrontacin del s con el otro, al cual se percibe como un peligro, una amenaza

contra la identidad del yo, y cuya relacin conflictiva entre ambos da cuenta de las

humillaciones, ataques contra la estima del s, los golpes de una alteridad no tolerada, ubicando

por consiguiente al s mismo desde la perspectiva del otro en el espacio del rechazo, de la

negacin, de la exclusin, cdigos sobre los cuales se funda el vnculo entre ambos276. A

propsito de este aspecto, la tercera causal de la fragilidad identitaria en Ricoeur es

precisamente, la tradicin de la violencia fundadora, lo que corresponde al legado y a las

relaciones de filiacin establecidas entre todo pueblo y los procesos blicos y de enfrentamientos

a partir de las cuales estos se gestan, en tanto constituyen comunidades en procesos de

275
Ibd., p. 110.
276
Ibd., p. 111.

151
emancipacin: no existe comunidad histrica que no haya nacido de una relacin, que se pueda

llamar original, con la guerra277. Al respecto, Ricoeur seala que esta tercera causa de fragilidad

se funde con la segunda, puesto que corresponden a instancias de opresin generadas por clases

y/o instituciones de poder ante comunidades ms debilitadas en trminos socioeconmicos y

culturales y, por ende, la emergencia de los respectivos procesos de manipulacin de la memoria

y de sustratos ideolgicos a travs de los cuales estos sistemas hegemnicos intentan

superponerse.

En este contexto, van Dijk establece que las ideologas se relacionan con los sistemas de

ideas sociales, polticos, religiosos compartidos por los integrantes de una misma comunidad,

grupo o movimiento, vale decir, sustratos de pensamiento y algunos casos altamente

significativos y que constituyen la base para ciertas creencias que, en definitiva, guan, orientan o

canalizan la interpretacin de los acontecimientos y condicionan las conductas y prcticas

sociales. En esta lnea, el autor define el concepto de ideologa, en trminos simples, como

creencias fundamentales de un grupo y de sus miembros278 y establece al respecto que estas

por lo general surgen a partir de la lucha y el conflicto de un grupo frente a otro con el cual

difiere, en cuanto al sistema de creencias que los determina y las opciones de poder que estos a

su vez denota. Ahora bien, precisamente desde la sociologa y tal como lo expuso Ricoeur ms

arriba el trmino se define como un conjunto de construcciones mentales con diferentes grados

de racionalizacin y distintas formas discursivas279 mediante las cuales se postula un sentido

global o de totalidad, en algunos casos, con pretensiones de universalidad, y cuya significancia

277
Ibd.
278
T. VAN DIJK, Ideologa y discurso. Una aproximacin multidisciplinaria. Barcelona: Ariel, 2003, p. 14.
279
S. GINER et al. Op. cit., p. 367.

152
social se funda en la capacidad legitimadora que estas desarrollen en torno a la accin social de

las colectividades en las que operan y sus individuos.

Ahora bien, una de las prcticas sociales a travs de las cuales opera la ideologa es el uso

del lenguaje en el hombre y, por consiguiente, el discurso, a travs del cual a su vez se genera el

influjo respecto a las formas de adquirir, aprender o modificar el sustrato ideolgico en los

sujetos. De este modo, se aprenden los cdigos de una determinada ideologa y se les transmite,

por medio de la lengua, motivo por el cual gran parte de los discursos que se generan al interior

de una comunidad poseen una marca ideolgica relevante, y estn construidos en base a dicho

motor. No obstante lo anterior, van Dijk revisa la nocin de ideologa desde un enfoque

cognitivo, concibiendo el trmino como cognicin social en funcin del carcter mental que

involucran los sistemas de representacin y de creencias de grupos colectivos que se construyen

en los sujetos a travs de ciertos mecanismos internos de percepcin y procesamiento de la

informacin. En torno a los sistemas de creencias, el autor expone lo siguiente:

() las creencias son unidades o representaciones derivadas de, e


involucradas en, el procesamiento de la informacin que tiene lugar en la
memoria. En sntesis, la mente, o la memoria, es un depsito de creencias, y al
mismo tiempo se define por los mecanismos (procesos, estrategias,
actividades mentales) que producen y procesan estas creencias. De este modo,
las creencias pueden construirse, almacenarse, reactivarse y organizarse en
unidades mayores, y estos procesos se desarrollan en la ejecucin de otras
tareas cognitivas (que a su vez son frecuentemente parte de la accin y la
interaccin sociales).280

280
T. VAN DIJK, Ideologa. Una aproximacin multidisciplinaria. Barcelona: Gedisa, 1999, p. 38.

153
Ahora bien, en el correlato de Marx la nocin de ideologa es concebida como expresin

de una falsa conciencia, es decir, como la configuracin de creencias populares errneas,

forjadas por las clases dominantes con el fin de legitimar un discurso y un estatus, velando y

estacando a su vez las efectivas condiciones socioeconmicas de la clase trabajadora281. Para

van Dijk en efecto, dicha representacin corresponde, segn enuncia, a una nocin negativa de

ideologa, en la medida que apela a un sistema de ideas utilizado por los sectores dominantes en

pos de su beneficio econmico, sociocultural y/o poltico, y en desmedro de los grupos

marginales, como apuntaba Ricoeur en relacin a las instancias de manipulacin de la memoria y

el sustrato ideolgico al interior de diversos pueblos y/o naciones. Asimismo, el autor contempla

la existencia de ideologas positivas, como es el caso del feminismo o antirracismo, por medio

de las cuales se sostienen y legitiman discursos de oposicin y resistencia ante los sistemas

hegemnicos, en especial contra los abusos, injusticias sociales e instancias de manipulacin

sociopoltica ejecutadas por dichos sistemas de poder.282

2.6. La problemtica del sujeto y la identidad en el pensamiento latinoamericano


contemporneo.

La problemtica por el concepto de sujeto e identidad ha sido permanente en Amrica

Latina. Lo ha sido desde el comienzo, desde los tiempos de su emergencia en la cartografa de

Occidente tras su descubrimiento a manos de los europeos y, por ende, desde el inicio de la

modernidad, en trminos de la visin hegemnica que se instala a partir de ese momento por

281
T. VAN DIJK, Ideologa y discurso... Op. cit., p. 15.
282
Ibd., pp. 15-16.

154
parte de los mismos descubridores, quienes establecieron las bases de un discurso mediante el

cual se autoposiciona como la cultura del centro civilizada y portadora de la razn en

oposicin a los habitantes autctonos del nuevo continente cuya cultura o poblacin era

considerada como perifrica283. Este fenmeno de imposicin, altamente violento por lo dems,

deriv en la indeterminacin y/o inestabilidad de aquello que es especficamente

latinoamericano, situacin que surge efectivamente a partir de la irrupcin y el quiebre que

sufren los pueblos aborgenes americanos con la llegada y la instalacin abrupta de los

conquistadores. Las nociones de sujeto y de identidad latinoamericana emergen entonces desde

el comienzo asociadas a figuras quebrantadas, fisuradas, desestabilizadas, lo que da origen en

definitiva a un corpus fragmentado que, a pesar de las transformaciones, avances y progreso

sociopolticos de este continente, no deja de dar cuenta de sus rasgos fundamentales: la

heterogeneidad, lo hibridez, la diversidad. De este modo, en torno a la idea de sujeto, las

nociones de identidad y heterogeneidad establecen vnculos estrechos en el caso de Amrica

Latina, los que de acuerdo a los distintos enfoques y entronques con otros conceptos, como los

de nacin, modernidad e incluso posmodernidad, van sufriendo ciertos desplazamientos que, en

definitiva, no hacen otra cosa que develar desde el punto de vista del proceso de definicin

identitaria, en mayor o menor grado, la misma y permanente caracterstica: la de inestabilidad,

fragmentariedad e indeterminacin del sujeto latinoamericano.

En torno al concepto, Larran seala que por lo general el cuestionamiento respecto a la

identidad de Amrica Latina surge en periodos de crisis, lo que se producira a partir del

encuentro entre culturas distintas, de la constitucin de estados nacionales como consecuencia

283
E. DUSSEL, Eurocentrismo y Modernidad (Introduccin a las lecturas de Frankfurt), en W. MIGNOLO,
(comp.), op. cit., p. 57.

155
del proceso de independencia durante el siglo XIX y del surgimiento de condiciones externas

que pudiesen afectar la estabilidad supuesta del continente americano es el caso del periodo

crtico entre guerras respecto de la marcada depresin del sistema capitalista mundial en Europa

a fines de la dcada del veinte284, como asimismo, las respectivas dictaduras polticas que

asolaron Amrica Latina durante los aos setenta. De este modo, Larran sostiene:

Siempre que hay un encuentro conflictivo y asimtrico entre diferentes culturas


sea por invasin, colonizacin o extensas formas de comunicacin, surge la
pregunta por la identidad cultural; esta no suele plantearse en situaciones de
relativo aislamiento, prsperas y estables. Para que la identidad se convierta en
un problema, se requiere de un periodo de inestabilidad y crisis, una amenaza a
los modos establecidos de vida.285

En el caso del encuentro que se produce entre culturas distintas entre s, el autor alude

efectivamente al periodo de conquista y colonia espaola y, por ende, al choque abrupto entre

indios y europeos, momento desde el cual comienza y se desencadena todo el proceso de

implantacin del esquema cultural hegemnico y, por consiguiente, de la mutilacin y

exterminacin de la cultura latinoamericana, en tanto sta no se corresponde con los patrones de

civilidad europea, sino que muy por el contrario, constituye la barbarie segn la dicotoma

postulada por Sarmiento286 mediante la cual se deja de manifiesto la posicin de desmedro a la

que es delegado el sujeto americano en relacin al hombre occidental. De este modo, Europa

impone su propio discurso identitario mediante el cual se autoreconoce como cultura edificada

sobre las bases de la razn instrumental e ilustrada, encargada por tanto de emprender la

284
J. LARRAN, Modernidad, razn e identidad en Amrica Latina. Santiago: Editorial Andrs Bello, 1996, p. 130.
285
Ibd., p. 93.
286
D. F. SARMIENTO, Facundo. Civilizacin y Barbarie. Citado en R. FORNET-BETANCOURT,
Interculturalidad y Globalizacin. Ejercicios de crtica filosfica intercultural en el contexto de la globalizacin
neoliberal. San Jos: Editorial DEI, 2000, p. 21.

156
salvacin del otro, el sujeto e indgena latinoamericano, en funcin del retraso, el

estancamiento y la falta de civilizacin en las que ha estado desde siempre sumergido.

La modernidad surge, segn Dussel, a partir de este encuentro287, evento mediante el cual

se establecen en contraposicin a lo que se considera respecto de la realidad latinoamericana

los parmetros de la identidad europea, asociados a las nociones de permanencia, cohesin y

reconocimiento del s mismo como un todo compacto288. Es as como, la cultura europea

eurocntrica289 en el marco del discurso moderno se presenta en oposicin a Latinoamrica,

como duea de una identidad definida, homognea, civilizada, moralmente correcta. La imagen

de un Occidente monoltico, tal como menciona y critica Said290, desde el cual se lleva a cabo

su respectiva mission civilisatrice291, sobre el caos de la irracionalidad, salvajismo e inmoralidad

el desorden heterogneo que constituyen per se las culturas del nuevo continente y, por tanto,

los sujetos que la componen.

El discurso moderno se ocupa precisamente de imponer y construir, sobre la base del

lenguaje, una realidad homognea, centralizada y globalizante que establece que el camino hacia

el progreso humano se ejecuta en vas de la razn universal, que es por lo dems, unvoca. Sin

embargo, la problemtica en Amrica Latina es precisamente que tal proyecto hegemnico da

origen, a pesar de las estrategias de imposicin, a un sentido de modernidad distinto al original,

un nuevo esquema que tiende a ser tal cual la imagen del indio latinoamericano reproducida por

287
E. DUSSEL, op. cit., p. 58.
288
J. LARRAN, op. cit., p. 93.
289
E. DUSSEL, 1492. El Encubrimiento del Otro (Hacia el origen del mito de la modernidad). Santaf de Bogot:
Ediciones Antropos, 1992, p. 250.
290
E. SAID, Cultura e Imperialismo. Barcelona: Editorial Anagrama, 1996, p. 61.
291
Ibd., p. 22.

157
el europeo al momento de su descubrimiento diverso, mezclado, hbrido. De acuerdo a ello,

Larran apunta los rasgos de la modernidad latinoamericana:

Que en estos mismos procesos e instituciones hay diferencias importantes con


Europa, no cabe duda. Nuestra modernidad no es exactamente la misma
modernidad europea: es una mezcla, es hbrida, tiene problemas serios; es, en
suma, una modernidad precaria, subordinada, perifrica, ni puramente
endgena ni puramente impuesta.292

Rama describe de algn modo dicho proceso en el contexto del cruce cultural que se

produce al interior de las sociedades latinoamericanas frente al influjo europeo hegemnico

civilizado y letrado en contraposicin a la barbarie del nuevo continente, hecho a partir de

lo cual se genera finalmente un nuevo afluente cultural. El autor define tal situacin bajo el

trmino transculturacin, concepto tomado del cubano Fernando Ortiz quien propuso el

vocablo como sustituto de la nocin aculturacin, dado que aquella le pareci ms adecuada

para expresar las diferentes fases del proceso transitivo de una cultura a otra293, fenmeno que

implica, por cierto, tanto la prdida o cierto grado de desarraigo respecto de la cultura original

como, asimismo, la adopcin de nuevos elementos, expresiones y/o prcticas culturales que se

configuran a partir de la conjugacin de ambos patrones culturales, lo que podra entenderse bajo

el nombre de neoculturacin.

De este modo, bajo la perspectiva de Rama se da forma, a nuestro juicio, al proceso que

desemboca en el surgimiento paulatino de una nueva modernidad bajo la cual emerge el sujeto

latinoamericano, entendida en los trminos de Larran bajo los parmetros de lo inestable, lo

292
J. LARRAN, op. cit., p. 234.
293
F. ORTIZ. En A. RAMA, Transculturacin narrativa en Amrica Latina, Mxico: Siglo XXI, 1982, p. 32.

158
precario, lo hbrido. Ello, en el contexto de Rama, manifestado especficamente a travs de la

constitucin de una literatura transcultural, especialmente en el periodo de las luchas

emancipadoras de las sociedades latinoamericanas del siglo XIX y en las consiguientes

conformaciones de una identidad nacional por parte de los nuevos regmenes emergentes. A

pesar que la literatura consista durante este periodo en una herramienta efectiva para fraguar la

nacionalidad294 de los diversos pueblos emancipados, en ella continuaron sobreviviendo y

coexistiendo dos afluentes distintos: por un lado, cierto grado de internacionalismo y, por ende,

de progreso, a pesar del rechazo a las bases e influjos de la metrpolis europea, puesto que dicho

contacto les permita a las lites latinoamericanas el ingreso paulatino a los cnones literarios de

Occidente; y, por otro, la insistencia por seguir manteniendo cierto nivel de autonoma recogida a

partir de la singularidad cultural de la regin a la cual pertenecen. El autor describe este proceso

como movimiento pendular entre dos polos en el cual, sin embargo, los impulsos modeladores

de independencia, originalidad y representatividad, propios de las naciones incipientes y

que caracterizaron asimismo su literatura en el marco de la independencia, de igual modo no

decaen en su propsito original a pesar de la ambivalencia cultural en la conformacin de sus

discursos, sino que slo se sitan en un nivel distinto al planteado en primeras instancias, es

decir, en el plano de la transculturacin.

Por su parte, Said, en el contexto del influjo imperialista de las sociedades hegemnicas

de Occidente, principalmente algunas naciones de Europa y Estados Unidos, alude de igual

forma al carcter hbrido e impuro de las culturas subyugadas, a propsito principalmente de la

existencia e implantacin de los imperios mediante los cuales stas, adems de estar en contacto

con la cultura dominante, tambin lo estn con las otras dominadas, por tanto, se vuelven

294
Ibd., p. 13.

159
doblemente mezcladas, heterogneas, multiversas, lo que sucede segn lo revisado con la nocin

de identidad y sujeto en Latinoamrica:

En parte a causa de la existencia de los imperios, todas las culturas estn en


relacin unas con otras, ninguna es nica y pura, todas son hbridas,
heterogneas, extraordinariamente diferenciadas y no monolticas.295

No obstante, a pesar de los intentos homogeneizantes por parte de la modernidad

establecidos bajo los moldes de la razn, de igual forma emerge el carcter diverso y

heterogneo de las distintas culturas latinoamericanas dominadas, lo que constituye por

consiguiente una de las principales causas de la fisura que se genera al interior en el proyecto

moderno, fenmeno que para algunos, corresponde sin embargo a un elemento propio e

inherente a su misma fundacin y desarrollo. Por otro lado, desde los comienzos de la

modernidad coexistieron igualmente teoras crticas, entendidas como historicistas, que

tendieron a cuestionar la efectividad de la razn y la ciencia como bastiones del desarrollo

global, de todos los sectores y culturas del orbe296. De este modo, Larran apunta:

... desde muy temprano, la modernidad est consciente de sus problemas y


tensiones internas y provee los instrumentos necesarios para realizar la crtica a
sus propias irracionalidades y defectos. El respeto a la ciencia y a la razn
como agentes de emancipacin es desafiado desde el interior de la modernidad
por aquellos que piensan que la misma razn se ha convertido en un agente de
dominacin. Esta crtica muestra tambin con claridad que la modernidad se
caracteriza inherentemente por procesos internos de fragmentacin y ruptura.297

295
E. SAID, op. cit., p. 31.
296
J. LARRAN, op. cit., p. 55.
297
Ibd., p. 59.

160
Garca Canclini tambin distingue esta fisura al interior del proyecto moderno al referirse

a la incertidumbre respecto de su valor y sentido, la que surgira tanto a raz de aquello que

distingue entre s a las diversas naciones, etnias y clases, como tambin a partir de los mltiples

cruces socioculturales de lo tradicional con lo moderno298, hechos que se suscitan desde sus

inicios hasta los tiempos actuales donde, a pesar del evidente dominio y establecimiento de la

modernidad, en su afn homogenizador se imprimen las huellas a causa de la naturaleza

heterognea de los elementos dominados, en este caso las mismas culturas latinoamericanas y

sus respectivas identidades y sujetos, originando los quiebres que desembocarn en lo que

algunos entienden y denominan como postmodernidad. Al respecto, Larran sostiene:

La experiencia vital de lo efmero y de lo contingente se agudiza en periodos


de aceleracin del cambio y de crisis hasta el punto que la realidad puede
empezar a vivirse como caos y que sentimientos de desorientacin y
fragmentacin se apoderan de los individuos. Estos sentimientos, fruto de una
radicalizacin y exacerbacin de la experiencia vital de la modernidad, llevan a
que algunos autores planteen el surgimiento de la postmodernidad.299

En los intentos por determinar aquella identidad que es especficamente latinoamericana,

Cornejo Polar distingue la heterogeneidad como el carcter fundamental de la literatura propia

de este continente y, por tanto, del contexto histrico-social en el cual sta se produce y de los

sujetos que la componen, puesto que de acuerdo al autor, esta escritura establece estrechos lazos

con la realidad desde la cual se funda y emerge. Una literatura, por tanto, que est ligada desde

sus orgenes a una reflexin sobre la realidad de Amrica Latina y, por consiguiente, que es

portadora de cierto valor proyectivo respecto de la imagen de un mundo y sujetos fundado,

298
N. GARCA CANCLINI, Culturas Hbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Barcelona:
Editorial Paids, 2001, p. 35.
299
J. LARRAN, op. cit., p. 22.

161
pero no realizado todava300. De este modo, el autor seala que la labor de la crtica literaria

latinoamericana es abordar a su objeto desde su peculiaridad, es decir, desde la heterogeneidad,

la que a su vez est determinada fundamentalmente por la nocin de conflicto en trminos de

que todo fenmeno heterogneo implica la coexistencia interna de diversos elementos dispuestos

y constitutivos del objeto que estn en permanente interrelacin y discusin, tal como lo apunta

el propio autor:

() la conflictividad implcita en una literatura producida por sociedades


internamente heterogneas, multinacionales incluso dentro de los lmites de
cada pas, sealadas a su vez por un proceso de conquista y una dominacin
colonial y neocolonial301

Es as como esta heterogeneidad literaria planteada por Cornejo Polar, y extensiva en

nuestro caso hacia la nocin de sujeto latinoamericano, se establece a partir de la coexistencia y

relacin de mltiples culturas presentes y propias de la realidad latinoamericana y, por tanto, de

diversas visiones de mundo que se conjugan y articulan incluso al interior de un mismo territorio

nacional. Todo esto, por un lado, como resultado de la implantacin europea desde el

descubrimiento de nuestro continente en adelante y, por ende, la coexistencia desde los inicios de

un polo hegemnico y otro marginal, perifrico; y, por otro lado, la variada y mltiple presencia

de las distintas culturas aborgenes al interior de Amrica Latina, existentes desde tiempos

anteriores al arribo del discurso modernizante europeo y a causa, adems, del desigual desarrollo

que tales culturas han experimentado entre s a lo largo de la historia. De acuerdo a ello, para el

autor entonces Latinoamrica constituye una vasta zona de conflictos de mltiples niveles, los

300
A. CORNEJO POLAR, Sobre literatura y crtica latinoamericanas. Caracas: Facultad de Humanidades y
Educacin, Universidad Central de Venezuela, 1982, p. 11.
301
Ibd., p. 15.

162
que de modo riguroso se proyectan hacia el terreno del discurso literario propio, conformado

principalmente por dicha diversidad, desarmona y fragmentacin esencial.

De este modo, la identidad latinoamericana est determinada por el elemento

heterogneo, por la coexistencia de los elementos dismiles provenientes de culturas distintas e

incluso opuestas en relacin con ciertos aspectos y propsitos. De este modo, esta identidad no

constituye una construccin homognea, compacta, equilibrada como, por el contrario, supuso

para s el discurso hegemnico. Es as como, en el caso del sujeto y la identidad latinoamericana,

se niega la existencia de una esencia definitiva y uniforme, sino que conforme a la misma

heterogeneidad que la distingue, tiende a variar de forma permanente. De este modo, se plantea

una bsqueda permanente en torno a lo que es especficamente latinoamericano, a cules son las

verdaderas races del hombre natural de este territorio. Es lo que plantean teoras historicistas,

opuestas a la visin esencialista de la identidad latinoamericana; visin historicista que en

definitiva niega la existencia de una esencia cultural y describe la situacin latinoamericana

como una permanente bsqueda de una identidad que no puede ser fcilmente encontrada.302

Larran, citando a Bifani303, apunta que para ste ltimo la problemtica de la identidad y

el sujeto latinoamericano radica en la implantacin colonizadora que destruy los sistemas

sociales indgenas existentes hasta el momento, dando origen a la formacin de una nueva

estructura hbrida que, debido a los elementos fragmentarios que la conforman, no logra en s

misma integrarse a cabalidad, impidiendo por ende el flujo de la homogeneizacin construida

artificialmente por el bloque dominante, el que a su vez la postula como un corpus de

302
J. LARRAN, op. cit., p. 200.
303
Ibd., p. 201.

163
irracionalidad y salvajismo al que es necesario moldear, civilizar, evangelizar. De este modo, se

plantea que la identidad y el sujeto en Amrica Latina debe ser estrictamente reconstruido a

partir de la recuperacin de la integracin cultural perdida. Larran seala igualmente que, para

Langn, el mismo cuestionamiento por la identidad presupone una desestructuracin, una

inhabilidad para definir los conceptos de identidad y el sujeto latinoamericano en trminos

especficos. Es as como Langn plantea que no somos indios, ni espaoles, ni nada. Estamos

en disolucin, bordeando la extincin, sin lugar a un proyecto propio304. Sin embargo, seala

este mismo autor que a pesar de la desestructuracin causada por los poderes coloniales, existira

cierta identidad profunda latinoamericana que podra ser recuperada, la cual se manifiesta en

ciertas formas de resistencia y sobrevivencia por parte de las culturas dominadas. Ahora bien, el

distingo radica en que tal identidad no equivale a contenidos esenciales asentados en torno a lo

que es el sujeto latinoamericano y su sociedad, sino que ms bien habra que concebirla como un

proceso305, como un fenmeno en permanente cambio mediante la cual se construye y se

transforma. En ello radicara la esencialidad del sujeto en Latinoamrica, vale decir, en

aquellas particularidades que no estn determinadas a priori ni de modo permanente, sino que

muy por el contrario, existen de acuerdo a procesos de inestabilidad y mutacin constantes, a

causa por un lado, de la interrelacin existente previa incluso al arribo del colonizador entre

las distintas culturas y comunidades que conformaban el vasto espectro de poblacin indgena en

Amrica Latina y, por otro quizs el ms definitorio, del violento transplante producido

posteriormente por la hegemona europea.

304
M. LANGN. En J. LARRAN, Ibd., p. 201.
305
Ibd.

164
Para Cornejo Polar, aquello que constituye el elemento de articulacin entre los distintos

sistemas culturales que convergen al interior del territorio latinoamericano es, precisamente, la

historia entendida como el contexto histrico-social concreto, pues a travs de l se establece

el contacto que define el desarrollo esencialmente desigual entre y al interior de las diversas

culturas. Es as como se da forma a lo que el autor define como totalidad concreta es decir, la

inscripcin de todos los sistemas literarios, o los que estn en juego en una determinada

circunstancia, dentro de un proceso histrico-social englobante306. Situacin de insercin al

territorio latinoamericano que, como se ha apuntado, nunca es de carcter homogneo para cada

uno de los sistemas, sino que cada cual se conecta y se relaciona con este espacio el que es

entendido por Cornejo Polar tambin como globalidad de modo diverso y contradictorio. Con

el propsito de distinguir claramente esta convergencia mltiple en la historia y el territorio de

Latinoamrica es que el autor postula la nocin de sistema como una herramienta terica que

le permite, en el estudio de las diversas literaturas latinoamericanas, la visualizacin de la

variedad y el contraste de todos los elementos dismiles situados en un mismo espacio referencial

y simblico, posibilitando a su vez la determinacin de los nexos y los modos de correlacin

entre s, cuyo eje de articulacin estara dado especficamente por la historia, puesto que estos

distintos sistemas literarios estn, de algn modo, inscritos en una misma circunstancia histrica,

la que en este caso est determinada fundamentalmente por el impulso colonizador.

Garca Canclini, al respecto cuestiona igualmente el sentido monoltico con el cual la

modernidad se presenta, es decir, la concepcin de este proyecto como entidad homognea y

compacta, dado que enfatiza la presencia de mltiples elementos y relaciones existentes entre las

distintas sociedades y, por consiguiente, entre los distintos productos culturales que de ellas

306
A. CORNEJO POLAR, op. cit., p. 49.

165
surgen. Es as como postula el trmino hibridacin para dar cuenta del carcter plural que, en

definitiva, distinguen a las sociedades actuales a causa del impulso moderno sobre los sectores

socio-culturales locales y tradicionales, situacin que el autor reconoce como efectiva ms all

del cruce intercultural que tiene lugar en el rea de la produccin literaria, sino que adems este

fenmeno se extiende con fuerza hacia el interior y entre muy variadas clases de prcticas

culturales, de toda ndole y alcance, tanto social como masivo. Al respecto, el autor plantea que

es necesario posibilitar un acercamiento investigativo precisamente sobre la heterogeneidad

multicultural de cada nacin y sector social, puesto que de este modo, sera posible distinguir

tanto los componentes locales y tradicionales que el proyecto modernista ha intentado

homogeneizar, como aquellos componentes propios del impulso hegemnico y, por tanto, en el

caso de Amrica Latina, forneos, extranjeros. Es as como desde esta pluralidad detectada entre

el cruce de lo tradicional y lo moderno, Garca Canclini reconoce el quiebre definitivo de la

modernidad como proyecto unvoco, por lo que postula la presencia no de una sola modernidad,

sino de varios procesos desiguales y combinados de modernizacin307. De este modo, el autor

enfatiza la renovacin, el dinamismo y la diversidad de los movimientos modernizantes,

comprendiendo la hibridacin como un signo de renovacin, transformacin y avance

ejecutado al interior de los procesos de produccin cultural.

Jess Martn-Barbero tambin apunta que la crisis de la modernidad que deriva hacia lo

que se entiende como posmodernidad, surge al interior del proyecto homogeneizador de acuerdo

a la coexistencia interrelacionada de ambos polos, el tradicional y el moderno, lo popular y lo

culto, lo mestizo y lo europeo, produciendo en consecuencia, segn Garca Canclini, la erosin

307
N. GARCA CANCLINI, op. cit., p. 152.

166
de ambas entidades308. Para Martn-Barbero, la modernidad, a travs de su proceso de

homogeneizacin, mantuvo oculta y subyacente la extensa multiculturalidad propia del

continente latinoamericano, debido al alejamiento que sta presentaba respecto de los parmetros

ilustrados; situacin que se produce en la actualidad, en el marco de la industrializacin cultural

y la conformacin en un mercado en los cuales la tecnologa pas a reemplazar a las formas

tradicionales, estableciendo de este modo, lineamientos estndares y extranjeros entre los

distintos elementos simblicos no representativos de las comunidades locales. En este sentido, en

Amrica Latina se distingue un valor contradictorio de la modernidad en tanto el desarrollo que

ella promueve se efecta bajo el signo de la diferencia y de decontinuidad cultural con relacin a

Occidente:

(...) ese modo dependiente de acceso a la modernidad va a hacer visible no slo


el desarrollo desigual, la desigualdad en que se apoya el desarrollo del
capitalismo, sino la discontinuidad simultnea desde la que Amrica Latina
vive y lleva acabo su modernizacin.309

La permanente hibridacin y convergencia de las distintas manifestaciones culturales,

propias de parmetros distintos y opuestos, hace que parte fundamental de la problemtica en

Amrica Latina siga remitindose a la nocin de la identidad, en trminos de determinar qu

expresiones son propias y originales de cada cultura, cules son los significados y valores

semnticos propias de ellos en los contextos originales, en definitiva, la bsqueda del carcter

propio, original de este continente. Segn Martn-Barbero, la identidad en Latinoamrica es

fundamentalmente diversa y heterognea, no pensable en trminos homogneos ni identificable

308
Ibd., p. 327.
309
J. MARTN-BARBERO, De los medios a las mediaciones. Comunicacin, cultura y hegemona. Mxico:
Ediciones G. Gili, 1987, pp. 164 y 165.

167
asimismo al concepto de nacin, el que ms bien es cuestionado desde el punto de vista de la

multiculturalidad, no slo por las diferencias entre culturas de desarrollo dismil, sino tambin

debido a las apropiaciones y combinaciones desiguales que los mismos grupos culturales

efectan con relacin a otras sociedades y a la suya propia. De igual modo, el autor afirma

tambin que esta misma identidad, sea nacional o regional, se pluraliza desdibujando sus

fronteras, como un proceso de borronamiento, de acuerdo a los efectos producidos por la

integracin de tecnologas en el tiempo actual, las que no son otra cosa que respuestas a los

intereses capitalistas privados y de mercado.310

En relacin a lo anterior, emerge el concepto de nacin como parte relevante en el

intento de ciertos pueblos latinoamericanos, principalmente aquellos que se constituyen como tal

mediante los distintos procesos de emancipacin en el siglo XIX, por definir y delimitar los

rasgos culturales a travs de los cuales se manifiesta su cultura y su visin de mundo. Sin

embargo, esta nocin, ms que operar como un afluente representativo de la diversidad y la

particularidad legtima de un pueblo respecto de otro, se ha transformado en una construccin

artificial por medio de la cual los mecanismos que se utilizan para su confeccin siguen siendo

los mismos utilizados por el sistema hegemnico: el de la exclusin, la marginacin, de modo de

estabilizar la imagen de un centro nacional, dejando fuera aquello que es considerado ajeno,

incongruente con tal propsito. De esta manera, la idea de nacin opera con los mismos

criterios discriminadores de centro y periferia, no constituyendo, en definitiva, la fiel imagen

representante de todos los niveles y sectores socioculturales y econmicos que conforman a un

pas; y presentndose, por el contrario, como una entidad homognea y homogeneizante, pues

310
J. MARTN-BARBERO, Globalizacin y multiculturalidad: notas para una agenda de investigacin. En
M. MORAA, Nuevas perspectivas desde / sobre Amrica Latina: el desafo de los estudios culturales. Santiago:
Cuarto Propio / Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, 2000, p. 18.

168
bajo el intento de definir la identidad de una nacin, sta se unifica mediante el uso de un

referente que vuelto signo es tergiversado, por lo que no coincide de modo efectivo con su

realidad, la que es como se ha apuntado, heterognea, multiversa, mezclada.

Larran seala este carcter homogeneizante de la idea de nacin utilizada por las nuevas

e incipientes repblicas de Latinoamrica en pos de la construccin de un efectivo estado

nacional y de un real sentido de identidad nacional, la que sera correspondiente a una

cultura nacional311 que deba ser construida mediante la inclusin y seleccin de los mejores

elementos y tradiciones propios de las etnias existentes en los territorios sobre los cuales se

impone la soberana. Proceso, apunta el autor, selectivo y excluyente, establecido. con un claro

propsito homogeneizante. Sujeto e identidad nacional compuestos por dos polos, la dimensin

pblica y la privada, de los cuales predomina el primero en tanto ste es construido por una serie

de instituciones y agentes culturales que buscan instituir como pblicas e identitarias todas

aquellas expresiones pertinentes a la intencin de la hegemona. A travs de estas dimensiones se

desplazan, por consiguiente, los discursos pblicos de identidad que pretenden posicionarse

como el nico y gran discurso verdadero, como la versin oficial en torno a la verdadera

identidad de una nacin y cultura:

La dimensin pblica de la identidad nacional tiende a ser una construccin


coherente, lgicamente articulada y con pretensiones de generalidad, producida
dentro de instituciones culturales como universidades, centros de estudios y
medios de comunicacin a los cuales la gente comn en cuanto productores
de cultura tiene poco acceso. (...) Por eso puede afirmarse que el proceso
discursivo de construccin de la identidad cultural es siempre un proceso de
carcter altamente selectivo y excluyente (...) la diversidad es cuidadosamente
escondida detrs de una supuesta uniformidad.312

311
J. LARRAN, op. cit., p. 207.
312
Ibd., pp. 208 210.

169
El autor plantea que este proceso de construccin identitaria efectuado sobre la base de la

seleccin y exclusin corresponde a un procedimiento discursivo, lo que igualmente afirma Said,

quien comprende la idea de nacin inicialmente como relatos que buscan fijar la idea de

identidad de una sociedad determinada por parte de los mismos sujetos colonizados, pero de

acuerdo con los lneas hegemnicas y, en el caso del autor, imperiales; relatos que, asimismo,

equivalen al modo que estas culturas tienen de volver existente y vlida su propia historia:

Las naciones mismas son narraciones. El poder de narrar, o para impedir que
otros relatos se formen y emerjan en su lugar, es muy importante para la cultura
y para el imperialismo, y constituye uno de los principales vnculos de ambos.
(...) los grandes relatos de emancipacin e ilustracin movilizaron a los pueblos
en el mundo colonial para alzarse contra la sujecin del imperio y desprenderse
de ella.313

De este modo, precisamente uno de los primeros elementos a excluir en el proceso de

formacin discursiva de la identidad es la lengua propia de las culturas, siendo remplazada por el

espaol que, en definitiva, se oficializ como lengua nacional, delegando hacia el margen otros

sistemas verbales de comunicacin propios de las culturas aborgenes. Ello en el marco de la

conformacin de la ciudad letrada a la que remite Rama314, de acuerdo a los intentos del

intelectual latinoamericano por constituir a su vez su metrpolis y espacio escriturario como

nico centro posible para la verdadera emancipacin.

En este sentido, Said alude asimismo a la idea de cultura asociada a la de nacin en tanto

la primera se presenta como el constructo sobre el cual remite y se resguarda la identidad. La

313
E. SAID, op. cit., p. 13.
314
A. RAMA, La Ciudad Letrada. Hanover: Ediciones del Norte, 1984.

170
cultura, entonces, como una especie de envase protector315 que busca conservar lo culto y lo

propiamente nacional, estableciendo de este modo la escisin clara y discriminatoria entre

aquellas prcticas y manifestaciones consideradas civilizadas y aquellas de carcter inculto,

brbaro, dejando fuera, por tanto, del anillo cultural y homogeneizante la ciudad letrada de

Rama aquello que es heterogneo, diverso:

La cultura es una fuente de identidad; una fuente bien beligerante, como vemos
en recientes retornos a tal cultura o a tal tradicin. Acompaan a estos
retornos cdigos rigurosos de conducta intelectual y moral, opuestos a la
permisividad asociada con filosofas relativamente liberales como el
multiculturalismo y la hibridacin.316

Sin embargo, a pesar del propsito homogeneizante sobre el cual se funda en gran parte la

idea de nacin, de igual modo, tal como sucede con el proyecto y sujeto moderno, el concepto

tiende a fragmentarse de acuerdo a los lineamientos artificiales con los cuales se construye, pues

la realidad heterognea pervive igualmente bajo la imagen uniformada que la idea de nacin

presenta en torno a los rasgos identitarios que la conforman. Situacin de desestabilidad que va

quedando en evidencia segn los presupuestos de la posmodernidad mediante los cuales las

verdades absolutas se van desmantelando o, mejor dicho, van develando la fragmentacin del

sujeto que, en definitiva, ha existido desde los inicios de la emergencia del continente

latinoamericano en el pensamiento europeo.

315
E. SAID, op. cit., p. 15.
316
Ibd., p. 14.

171
Martn-Barbero sostiene, en este contexto, que la dinmica en torno a la conformacin

identitaria de las distintas naciones en Amrica Latina, desde los intentos por alcanzar la

independencia hasta la reorganizacin del imperialismo a comienzos del siglo XX, fue de ndole

fragmentaria y de dispersin, un estallido casi permanente de las precarias formaciones

nacionales partir de conflictos internos o de las estratagemas de divisin promovidas desde las

nuevas metrpolis.317 Naciones por tanto que, segn el velo de su multiplicidad interna, se

constituyeron como tales en el contexto del proyecto moderno y en conformidad a l, hecho por

el cual fue lcito en definitiva marginar e instrumentalizar a los sectores ms precarios, es decir, a

todo aquel reducto que representara un obstculo o se escapara a la conformacin homognea

que la idea de nacin intenta imponer segn los parmetros modernos, pues de lo contrario, lo

que estaba en peligro era la existencia misma de la nacin318:

Se quera ser una Nacin para lograr al fin una identidad, pero la consecucin
de esa identidad implicaba su traduccin al discurso modernizador de los pases
hegemnicos, pues solo en trminos de ese discurso el esfuerzo y los logros
eran evaluados y validados como tales.319

Ms tarde, tras el derrumbe de tal proyecto en el siglo XIX, surge un nacionalismo nuevo,

basado en la idea de una cultura nacional, la que en su conformacin, pasa a incorporar al

pueblo en conjunto con el propio deseo de este: el de ser partcipe del sentimiento nacional,

como un sentir nico, transformando la multiplicidad en una sola entidad compacta y unvoca en

pos del proyecto de nacin postulado, sostenido sobre la idea de unidad:

317
J. MARTN-BARBERO, De los medios a las mediaciones Op. cit., p. 164.
318
Ibd., p. 167.
319
Ibd., p. 168.

172
Trabajar por la Nacin es ante todo hacerla una, superar las fragmentaciones
que originaron las luchas regionales o federales en el siglo XIX, haciendo
posible la comunicacin carreteras, ferrocarril, telgrafo, telfono y radio
entre regiones, pero sobre todo de las regiones del centro, con la capital.320

Homi Bhabha arguye al respecto, que la construccin de nacin considerada como relato,

al igual que Said, exige la articulacin de cierta ambivalencia proveniente de la misma

modernidad, especficamente con relacin a la base discursiva sobre la cual sta se funda desde

la emergencia del proyecto de la Ilustracin, pues sta para afirmar su soberana como ideal

universal, necesita su Otro321 e, incluso, desde el mismo arribo de los espaoles a Amrica,

hecho con el cual se funda el discurso eurocntrico de la modernidad sujeto, por tanto, a la

aparicin de la periferia en la comprensin de Occidental, pues el centro no puede configurarse

como tal sin las instancias marginales que delimitan sus bordes y que, por ende, lo definan como

tal. Esta misma ambivalencia se traduce, por tanto, al concepto de nacin que, dependiente de la

modernidad es comprendida como contradictoria, en tanto implica una doble-escritura una

disemi-nacin322 en palabras del mismo autor. De acuerdo a ello, la idea de nacin concebida

como discurso, es susceptible igualmente de ser deconstruida en los trminos derridianos, pues

al ser entendida como signo conlleva necesariamente la presencia de su contraparte, es decir, el

afluente heterogneo contenido tras y al interior de la imagen homognea que el trmino

nacin implica. De este modo, Babha se refiere a la inestabilidad de la idea de nacin como

signo, pues al ser narrable como discurso promueve de manera inherente su deslizamiento

continuo por distintas categoras que revelan y, a su vez, acentan su carcter fragmentario, lo

320
Ibd.
321
P. CHATTERJEE. En H. K. BHABHA, El Lugar de la Cultura. Buenos Aires: Ediciones Manantial, 2002,
p. 178.
322
Ibd., p. 184.

173
que sucede igualmente con los conceptos de identidad y sujetos posmodernos. Babha habla, por

consiguiente, de la unidad imposible de la nacin como fuerza simblica323, pues su valor

homogneo es vulnerable como tal desde su misma condicin interna:

La frontera que marca la mismisidad [selfhood] de la nacin interrumpe el


tiempo autogenerante de la produccin nacional y altera la significacin del
pueblo como homogneo. El problema no es simplemente la mismisidad de
la nacin como opuesta a la alteridad de otras naciones. Nos enfrentamos con
la nacin escindida dentro de s misma [itself], articulando la heterogeneidad de
su poblacin.324

Tal fragmentacin interna es explicada por Bhabha a travs de la condicin discursiva de

la idea de nacin. De acuerdo a ello, se postula el carcter abierto y arbitrario del signo verbal,

por medio de cuyos intersticios, entonces, el significado establecido por el poder hegemnico

tiende a escaparse y deslizarse adoptando otros valores no necesariamente determinados por los

mecanismos de poder. El significado del signo nacin se disemina y confluye en la pluralidad

de valores que los distintos sectores sociales y culturales le pueden proveer. La idea de

totalizacin325 de la cultura nacional y su respectiva identidad pasa, por ende, a ser cuestionada

y el concepto de nacin considera, por consiguiente, desde la hibridacin que tiende a

comprender, de acuerdo a su condicin de signo difuminado. De este modo, el carcter cntrico y

homogneo del discurso moderno se desarma, transformndose el signo es una especie de

reducto vaco a causa, paradjicamente, del atiborramiento que el signo puede sufrir: el signo

puede significar todo y, por lo mismo, nada, en tanto ninguno de sus significados alcanza una

323
H. K. BHABHA, Narrando la Nacin. En A. FERNNDEZ BRAVO, La invencin de la nacin. Lecturas de la
identidad de Herder a Homi Bhabha. Buenos Aires: Ediciones Manantial, 2000, p. 211.
324
H. K. BABHA, El Lugar de la Cultura, op. cit, p. 184.
325
H. K. BABHA, NarrandoOp. cit, p. 214.

174
posicin cntrica de modo natural; todo es artificial y, como tal, desmontable. Es as como el

discurso moderno, en el cual encaja la idea de nacin desde la posicin hegemnica, es

entendido de acuerdo a una condicin de potencial vaco, imaginada como capaz de

comprenderlo todo, aunque sin poder dar pruebas de haber comprendido nada.326

De acuerdo a ello, la nocin de identidad que constituye el propsito original y la idea de

nacin, se observa desde esta perspectiva desestructurada, al igual que el discurso moderno. Una

de las razones que se expone, por consiguiente, para cuestionar el pluralismo del signo nacional

es la nocin de prdida de identidad que sufriran estas naciones ante el reconocimiento de la

imposibilidad de una unidad homognea que los distinga. Sin embargo, de acuerdo a lo revisado

ms arriba, precisamente Amrica Latina se distingue por no poseer una identidad definida, ni

como un todo ni con relacin a los pueblos que la conforman, puesto que a pesar de las claras

diferencias entre estos, de igual modo, las comunidades conservan un afluente contextual comn

que corresponde, segn Cornejo Polar, a la historia, pues es el contexto histrico-social en el cual

emergen y persiste el que mantiene los lazos articulatorios entre los distintos sistemas culturales

y contradictorios en el territorio latinoamericano. Por ende, tanto estos sistemas como sus

literaturas, segn el autor, deben ser historiados327, pues de esta forma es posible conocer y

comprender los procesos comunes mediante los cuales se han formando las distintas culturas;

afluente histrico que, sin embargo, no provee de una identidad clara y menos an homognea

para cada pueblo, por lo que es posible en este sentido cuestionar la idea de prdida de

identidad ante el develamiento del carcter fragmentario de la nacin, pues, en definitiva, en

Latinoamrica no hay una identidad que perder.

326
J. BARREL. En H. K. BABHA, El Lugar de la Cultura, op. cit, p. 181.
327
A. CORNEJO POLAR, Los sistemas literarios como categoras histricas. Elementos para una discusin
latinoamericana. En Revista de Crtica Literaria Latinoamericana, ao XV, n 29, 1989, p. 20.

175
Por su parte, Rojo postula una idea de nacin opuesta a la construida e impuesta desde los

parmetros modernos, es decir, una idea de nacin equivalente a una totalidad heterognea,

diversa, en la cual es permitido reconocer los distintos sectores culturales que la componen. En el

caso concreto de las naciones latinoamericanas, corresponde al ntegro reconocimiento de las

culturas que coexisten en ella y que, a su vez, cooperan en su constitucin como tal, dando paso

por tanto al reconocimiento de las minoras etnias, sectores marginales y al abandono del

procedimiento selectivo y de exclusin que el trmino implica desde su concepcin moderna.

Dicha concepcin, desde nuestra perspectiva, se cruza con la postulada por Cornejo Polar en

tono a concebir la identidad latinoamericana desde la nocin de totalidad concreta apoyndose

el autor, en el concepto de sistema328 para comprender y visualizar el modo de configuracin

de dicha totalidad. Al respecto, el sistema, tal como se seal en pginas anteriores, permite

observar claramente los elementos componenciales de acuerdo a sus diferencias como,

asimismo, el contraste y conflicto que ello produce, todos como elementos confluentes en un

mismo espacio que equivale a la totalidad, entendida por Cornejo Polar como el contexto

social-histrico en que estas literaturas, sus sujetos e identidades, coexisten y se interrelacionan.

A su vez, Rojo igualmente introduce la nocin de identidad compartida para definir la

identidad comn, sobrepuesta a la singularidad del sujeto social, en tanto constituyen todas

sociedades que han pasado por procesos de liberacin y, por ende, sus respectivas autonomas

que equivalen a lo fundamental de su diferencia estn condicionadas entre s, son relativas en

tanto estn igualmente sujetas a la autonoma del otro. De este modo, lo que tienen en comn las

distintas culturas y comunidades latinoamericanas, tanto al interior como fuera de la idea de

nacin, es precisamente su diferencia, en otras palabras aquellos rasgos que la distinguen y la

328
Ibd.

176
reconocen como entidades dignas de los mismos atributos y derechos que las otras, sobre todo

con relacin a las sociedades del centro hegemnicas, pero que a su vez son, como se ha

sealado, inevitablemente fragmentadas, desmembradas, indefinidas a causa de la historia

misma.

De este modo, la diferencia que cada una de las culturas latinoamericanas representan

constituyen, en definitiva, un elemento componencial de la heterogeneidad global del continente,

carcter que se tiene lugar, como apunt Cornejo Polar, en el seno del contexto histrico-social

de este territorio. Por ende, si bien no hay posibilidades de trazar una delimitacin final de la

identidad latinoamericana y, por consiguiente, la definicin o indefinicin de su sujeto, s es

posible concebirla de acuerdo a dos componentes centrales: la heterogeneidad y la

multiculturalidad; y la historia a la cual remite, incluso, dicho carcter. Hibridez,

fragmentariedad, determinada como propia del sujeto de Amrica Latina, pero que a su vez es

igualmente indeterminado, inestable, puesto que desde sus mismas fisuras y desajustes, el

desmantelamiento latinoamericano se vuelve a reproducir segn su misma naturaleza conflictiva,

la que es dependiente del contexto histrico, puesto que desde este marco ella se genera. La

identidad y el sujeto, en definitiva, reproducen el conflicto mismo que es la historia de Amrica

Latina.

177
2.7. El sujeto potico y la teora literaria.

Como categora literaria, el sujeto es considerado en trminos esenciales como el

personaje protagonista del relato, el hroe, el yo narrativo o el yo lrico. Al respecto, en el

modelo actancial del relato de Greimas, en funcin de los presupuestos de base en la teora de la

narrativa, el sujeto opera en efecto como el primer actante que debe enfrentarse a otros dos,

correspondientes a un objeto y beneficiario respectivamente329. Por su parte, Krysinski seala

que el concepto de sujeto, fundamental en el anlisis literario, debe revisarse desde una

perspectiva de la obra especficamente contextual, para lo cual es necesario considerar el

tratamiento literario de lo que el autor ha denominado las instancias correlativas del sujeto vale

decir, la subjetividad, el inconsciente, el yo, la interioridad, la identidad y la literaturidad del

sujeto. Para estudiar estos aspectos en el contexto de la obra literaria, se debe establecer por

consiguiente una correlacin, tal como se pretende realizar en el presente estudio, entre los

campos tericos de la filosofa, la sociologa, el psicoanlisis y el discurso literario. De este

modo, el autor enuncia:

Hay que admitir que el ser ontolgico del sujeto-yo-identidad-interioridad-


conciencia en el texto del poema o de la novela no puede ser ms que una
ficcin de la filosofa y que sta no tiene jurisdiccin sobre el texto literario.
Los principios de inteligibilidad de este ltimo son sobre todo la ficcionalidad,
la narratividad, el relato, el narrador y el yo lrico. El sujeto y sus instancias
correlativas han de ser puestos en correspondencia con estos principios a fin
de obtener una pertinencia ptima de la funcin del sujeto en el discurso de la
obra.330

329
A. MARCHESE, J. FORRADELLAS, Diccionario de retrica, crtica y terminologa literaria. Barcelona: Ariel,
2000, p. 393.
330
W. KRYSINSKI. En M. ANGENOT et al. Op. cit., p. 283.

178
Desde la perspectiva exclusiva del discurso lrico, se apela al carcter esencialmente

subjetivo de la poesa lrica al estar relacionada con la figura del yo potico, a diferencia de

otros gneros y textualidades literarias. En este contexto, la subjetividad de la poesa resida, en

la concepcin romntica de Goethe331, entre otros, en el sujeto concreto, vale decir, en el poeta

mismo, pues la creacin potica era considerada como una manifestacin literaria de las

experiencias vividas de los sujetos que escriben y, por ende, como expresin del yo del poeta,

autor o escritor de la obra, reconociendo por tanto un nivel de congruencia e identidad

completa entre sujeto lrico o potico y sujeto emprico, real, correspondiente al poeta, quien era

en definitiva, concebido como sujeto tico332. Posteriormente, tanto Nietzsche como despus

los simbolistas franceses apuestan por la nocin de sujeto potico escindido del yo que escribe.

Desde la perspectiva nietzscheana, opuesta al romanticismo y al cogito cartesiano, se defiende la

concepcin de un yo lrico disuelto en lo universal, en lo csmico, en la naturaleza, en oposicin

a la comprensin del sujeto emprico, real; mientras que posteriormente los simbolistas, en el

marco de su ideal de poesa pura, abogan por la disolucin y desaparicin del sujeto en el

dominio del discurso literario. De este modo, el yo lrico moderno es concebido como un proceso

de traslacin desde un yo hacia un l y, en definitiva, como una necesidad de destruir o anular la

presencia y figura del sujeto potico en el texto literario333. Asimismo, en la lnea por intentar

establecer una escisin efectiva entre sujeto lrico y sujeto emprico, Martnez Bonati establece

igualmente que la expresin potica no es expresin directa del autor, sino que el sujeto lrico

obedece a hablante ficcional creada por el sujeto real, a un objeto imaginario dotado de sentido:

331
C. GALLEGO DAZ, Aportes a la Teora del Sujeto Potico. En Revista Espculo, N 32, Ao XI, marzo-julio
2006, Documento recogido el 23/07/2007 en http://www.ucm.es/info/especulo/numero32/sujepoet.html.
332
Ibd.
333
Ibd.

179
La visin de la estructura y naturaleza de la obra potica, no permite
establecer relaciones lingsticas entre la obra y la persona del autor en
aspecto alguno de su ser; poesa no es discurso del poeta en cuanto hablante,
ni en funcin prctica ni en funcin terica.334

En el frente contrario, y si bien se reconoce que la congruencia entre sujeto lrico y autor

o sujeto emprico es vista desde la teora literaria como una simplificacin de las relaciones que

se establecen entre ambas entidades y, en definitiva, juzgada como una comprensin ingenua del

fenmeno literario y de los aspectos centrados en la idea del sujeto, Reisz de Rivarola establece

de igual modo que tanto en el dominio de la narrativa como en el de la lrica, la modificacin de

productor y receptor del discurso literario implican cierto proceso de ficcionalizacin ms all de

las zonas de referencia que constituyen los contextos sociohistricos en los cuales se sitan335.

De este modo, la expresin de la subjetividad manifiesta a travs de la voz de un hablante

ficcional y/o dirigida a un destinatario ficticio permite que un texto literario sea considerado tan

ficcional como sucede igualmente con otro de tipo representativo, estos ltimos, considerados

segn la propuesta de Todorov como aquellos textos de tipo descriptivo-narrativo en cuyas zonas

de referencia se constituye un mundo que guarda una relacin de analoga con el mundo o

entorno real, vale decir, aquellos textos que trascienden la condicin de objeto real

autorreferencial o encerrados en s mismo y que, por tanto, permiten establecer una relacin o

vnculo con referencias externas y concretas, como sucede con los textos no literarios. Por el

contrario, el texto potico, en el cual los signos constituyen a la vez el vehculo y contenido del

334
MARTNEZ BONATI, La Estructura de la Obra Literaria, Barcelona: Editorial Ariel, 1983, p
335
S. REISZ DE RIVAROLA, Teora Literaria. Una propuesta. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad
Catlica de Lima, 1986, p. 199.

180
mensaje es considerado por Todorov como un discurso no-representativo, en tanto en l no

operan necesariamente referentes externos y reales.336

Por su parte, Regine Robin habla de autoficcin a propsito de Doubrovsky para

referirse a la estrategia literaria mediante el cual un autor es referido directamente al interior del

discurso literario, vale decir, la incorporacin de la figura y vivencias del autor o poeta al

discurso ficcional y potico, en calidad de sujeto ficcional, personaje o hablante lrico. De este

modo, al interior del texto literario, coinciden en identidad las figuras del autor, personaje y

narrador, pues en definitiva, los hechos del relato o texto potico tienen su referente en la

existencia real y emprica del sujeto creador de la obra. El respecto, Doubrovsky expone en torno

al trmino: La autoficcin, es la ficcin que en tanto escritor decid darme de m mismo, al

incorporar a ella, en el sentido pleno del trmino, la experiencia del anlisis, no slo de la

temtica sino en la produccin del texto337. En este sentido, Robin enfatiza que la autoficcin es

ante todo ficcin, entidad hecha de lenguaje, razn por la cual el sujeto narrado es siempre sujeto

ficcional, por lo que en definitiva, no logra establecerse una correlacin o adecuacin completa

entre el autor, el narrador y el personaje; entre el sujeto del enunciado y sujeto de la

enunciacin, entre un sujeto supuestamente pleno y otro dividido, disperso, diseminado, de la

escritura338. De este modo, el problema en torno al sujeto biogrfico y su inclusin en el terreno

de la ficcin, reside segn la autora en hallar un lugar de sujeto en vez del lugar del sujeto, vale

decir, en constituirse en la escritura una manifestacin de un efecto-sujeto, dado que de igual

modo el texto literario se esfuerza por borrar las marcas y las referencias reales y, de esta forma,

336
TODOROV. En op. cit., pp. 195-196.
337
S. DOUBROVSKY, en R. ROBIN, La autoficcin. El sujeto siempre en falta. En L. ARFUCH (comp.),
Identidades, sujetos y subjetividades. Buenos Aires: Prometeo Libros, 2005, p. 46.
338
R. ROBIN, ibd.

181
por tender hacia la dispersin del sujeto, su polifona, hacia su imposibilidad por ajustarse en su

propia imagen. En este contexto, en el texto literario contemporneo confluye la supersposicin

de los dichos de ambos o ms sujetos y la imposibilidad de distinguir entre el sujeto del

enunciado y el sujeto de la enunciacin.

Por otro lado, Robin alude igualmente al concepto barthesiano de biografema a

propsito del estudio que Gaillard efecta al respecto, y en el cual se intenta precisar que en

Barthes el gesto corresponde a oponer la imagen de un s mismo soi, atrapado en las redes

de la biografa, a la de un yo moi ubicado a distancia, es decir, la referencia a lo biogrfico

sin la biografa. Ello, debido a que el s mismo est de lado de lo fijo, de lo acabado, de lo

estereotipado; mientras que por el contrario, el yo se ubica en el espacio del juego, lo

indecible, lo inacabado, en otras palabras, el biografema. En la teora barthesiana del studium

versus el punctum, el concepto de biografema se corresponde con este ltimo, dado que en ella

no opera la linealidad temporal como en el caso del studium, sino que por el contrario,

contempla lo asociado con los detalles del trayecto, las inflexiones, una vida agujerada, la

irrupcin de significantes inesperados, lo que de algn modo se relaciona con las marcas de una

existencia inestable, precaria, transitoria, perecedera, no proyectable en un continuum

temporal.339

Por su parte, Leonor Arfuch remite al concepto de autobiografa para hacer referencia

al yo de autor que acontece en aquellos discursos y relatos, segn apunta la autora en los

cuales se propone la coincidencia en la vida entre el sujeto del enunciado y el sujeto de la

enunciacin, estableciendo una va de acercamiento ms directo hacia la verdad del s mismo.

339
R. ROBIN, ibd, p. 50.

182
Sin embargo, Arfuch enfatiza que la definicin de la identidad del yo del discurso constituye un

problema cmo saber qu yo es el que dice yo340, en tanto la identidad constituye de

todos modos una categora precaria y fallida. Esto ltimo, hace en definitiva que el autor recurra

a diversas estrategias para anclar o determinar la identidad que opera en su discurso, como es el

caso de la recurrencia a su propio nombre nombre civil en muchos casos y a la comprensin

de este como espacio de articulacin entre nombre y discurso, a la firma, a la imagen o

fotografas como sucede en nuestro caso con la obra de Zurita, los seudnimos, etc. Sin

embargo, en funcin de los mltiples desdoblamientos, cruces y mutaciones que estas mismas

figuras padecen, se hace manifiesta la imposibilidad de anclaje del yo mediante tales

mecanismos, en tanto adems la categora de la temporalidad imprime una transformacin

constante en el sujeto del discurso, lo que deriva en definitiva, apunta la autora siguiendo a

Starobinski, en una doble divergencia presente en torno a la identidad subjetiva: una

divergencia temporal y una divergencia de identidad341. De acuerdo a ello, en el texto confluyen

dos o ms identidades escindidas, no coincidentes, que obedecen en definitiva a la

comprensin del s mismo como otro en palabras de Ricoeur. No hay coincidencia, en

definitiva, entre ambas entidades, pues el sujeto del enunciado emerge como otredad, como

entidad fallida y errante respecto del sujeto de la enunciacin, sin embargo, en la hiptesis de

Arfuch, el recurso autobiogrfico opera precisamente en el intento vano e infructuoso por otorgar

a aquella vivencia fragmentaria y catica de la identidad un cierto orden, cierta estabilidad que le

permita ser reconocida como existencia vlida y trascendente.342

340
L. ARFUCH, El espacio biogrfico. Dilemas de la subjetividad contempornea. Buenos Aires: Fondo de Cultura
Econmica, 2002, p. 45.
341
J. STAROBINSKI. En L. ARFUCH, ibd., p. 46.
342
Ibd., p. 47.

183
Por su parte y en relacin a lo expuesto, Gallego concluye que el sujeto potico

corresponde, en sntesis, a una interpretacin-representada o representacin interpretada del s

mismo del poeta situado en un determinado contexto imaginario-ficticio cronotpico apunta

y en la cual permanecen, no obstante, de modo indeleble los vnculos con el contexto

sociocultural e histrico real, pues segn seala, este ltimo aspecto permanece de algn modo

inscrito en el discurso potico. De esta forma, establece: No hay rupturas radicales. El sujeto

potico o hablante interior, es un producto individual (del poeta) y social, simultneamente. En el

poema, el poeta se constituye en otra opcin (opta por otro sujeto) para la construccin de otro

mundo imaginado-ficticio-posible, arrastrando mundo real (social), indefectiblemente.343

No obstante lo anterior, nuestra lectura y anlisis de los textos poticos a revisar en el

presente estudio, se fundamentan ampliamente en la propuesta terico-literaria efectuada por

Julia Kristeva en torno a la nocin de sujeto potico. En ella, se expone la figura de una entidad

subjetiva que tiende a escapar al significado y al yo trascendental propio del hablante lingstico,

un yo trascendental concebido por Husserl, segn apunta Kristeva, como aquella existencia en la

cual confluye la conciencia ttica o judicativa, correspondiente en sntesis al ego

cognoscente, cartesiano: el sujeto es la conciencia ttica que pone correlativamente el ser y el

ego trascendentales344. De este modo, al interior del discurso literario, a diferencia de lo que

sucede en otros tipos de lenguajes no artsticos, el sujeto potico emerge en la naturaleza de su

discurso poniendo en tela de juicio al sujeto parlante del lenguaje cotidiano no literario y su

respectiva conciencia ttica, en tanto este es corrodo, perturbado y eclipsado por la irrupcin

343
C. GALLEGO DAZ, op. cit.
344
J. KRISTEVA, El tema en cuestin: el lenguaje potico. En C. LVI-STRAUSS, La identidad. Seminario
interdisciplinario. Barcelona: Ediciones Petrel, 1981, p. 256.

184
pulsional345 correspondiente a esta otra subjetividad no judicativa. sta ltima constituye, segn

la autora, una entidad fallida, carente, descentrada y, por tanto, que tiende a aparecer y a

desaparecer a la vez en el texto potico por medio de la figura del sujeto hablante, bajo cuyo

podero es en efecto oprimida, pero que a su vez tiende, desde su precariedad y vaco, a corroer

inevitablemente, por medio de su existencia subrepticia, al ente opresor. Precisamente, su causa

de la fragmentacin del sujeto potico radica en los mismos mecanismos de represin y clausura

propuestos por el psicoanlisis en torno a la figura del yo, puesto que la estructura de lenguaje,

equivalentes al orden simblico y cultural segn los razonamientos freudianos, es representada

por el yo parlante y trascendental, vale decir, la entidad que inhibe el flujo de su deseo y pulsin.

En definitiva, el sujeto potico es concebido segn expone Kristeva como una categora

atrofiada, inestable y vaca que, en su intento por emanciparse de las cadenas del lenguaje,

desestructura la propia estabilidad del sujeto parlante presente en el discurso literario.

De acuerdo a ello, el lenguaje potico es comprendido por Kristeva como una especie de

bisagra en la cual convergen estos dos registros, el pulsional y el simblico-cultural, ambos como

sistemas heterogneos que por medio de la escritura artstica se articulan dando origen a un

excedente indeterminado que equivaldra a aquel sujeto potico que, al mismo tiempo de

aparecer, desaparece, y que en consecuencia es aprehendido como una identidad fantasmagrica

y fragmentaria: ni discurso imaginario del yo ni discurso del saber trascendental, sino

intermediario permanente entre uno y otro, equilibrio del signo y del ritmo, de la convivencia y

de la pulsin.346

345
J. KRISTEVA, La rvolution du langage potique. Lavant-garde la fin du XIX sicle: Lautramont et
Mallarm. Paris: Editions du Seuil, 1974, p. 316.
346
J. KRISTEVA, El tema en cuestin... En C. LVI-STRAUSS, op. cit., p. 266.

185
Al respecto, la autora plantea que el lenguaje potico constituye en definitiva, por la

particularidad de las operaciones significantes que en ella se generan, un poner en tela de juicio o

abiertamente una destitucin y destruccin de la identidad del sentido y del sujeto parlante347. En

este sentido, el sujeto hablante o ego trascendental que constituye la voz que elimina en el

discurso racional, cientfico, unvoco, toda posibilidad subjetiva de otra ndole; en el dominio del

discurso potico, sin embargo, debe dar paso a la emergencia de un sujeto en proceso. Si bien es

cierto, seala Kristeva, que en el texto potico inevitablemente tiene lugar la presencia de un

sujeto parlante, en tanto el conjunto significante existe en el texto, ste debe corresponder a la

heterogeneidad que necesariamente implica al interior de este tipo de discurso. De acuerdo a ello,

para la autora slo es posible pensar y concebir este sujeto en proceso desde la teora freudiana

del inconsciente, puesto que a travs de las propuestas psicoanalticas, tanto en Freud como en

Lacan, se ha revelado la heterogeneidad que, bajo la nominacin de inconsciente, modela y

determina la funcin significante348. De este modo, la autora expone:

se puede estudiar al lenguaje potico en su sentido y su significacin


(descubriendo, segn los mtodos, sus estructuras y operaciones); pero este
estudio equivaldra a reducirlo, en ltima instancia, al horizonte
fenomenolgico y, por lo tanto, a no ver lo que, en la funcin potica, escapa
al significado y al ego trascendental y lo que hace de eso que llamamos
literatura algo diferente de un saber: el lugar mismo donde se destruye y se
renueva el cdigo social dando as salida a las angustias de su poca al
imantar, atraer, hacer recaer sobre sus hombros las cleras errantes de la
poca para liberarla de su malestar psicolgico, como escribe Artaud349

347
Ibd., p. 250.
348
Ibd., p. 262.
349
Ibd., pp. 258-259.

186
Por ltimo, nos interesa rescatar la teora polifnica Bajtn, en tanto esta hace referencia a

una pluralidad de voces y conciencias independientes que se hacen presentes en el discurso

literario simultneamente350. Los estudios de Bajtn, al respecto, ponen en cuestionamiento la

unicidad de un sujeto hablante en el mbito de la teora literaria lo que por su parte, realiza

Ducrot en el terreno de la enunciacin lingstica, pues el discurso emitido no pertenece, en

definitiva, a una sola entidad emisora, sino que por el contrario, es una multiplicidad de sujetos

hablantes la que puebla el texto literario, cada uno de ellos con su propio discurso y perspectiva,

distintas segn lo presentado por el autor. Este fenmeno constituye, segn Bajtn, el rasgo

fundamental en especial de la novela, cuya marca polifnica ha sido fundada especficamente por

la obra de Fedor Dostoievski sobre la cual seala: Dostoievski es creador de la novela

polifnica. Lleg a formar un gnero novelesco fundamentalmente nuevo351. Ello, en relacin,

especficamente a la pluralidad de planos y voces que en ella confluyen a partir de los distintos

fundamentos ideolgicos y filosficos presentados y defendidos por cada uno de los personajes

de su obra, los que encarnan, en definitiva, a la ideologa viva y cierta en el plano de la realidad.

De acuerdo a lo anterior, la pluralidad y heterogeneidad de conciencias que interactan en

el espacio de la ficcin, pero que permanecen independientes entre s no permitiendo, a su vez, la

fusin u homogeneizacin de las diversas posturas planteadas, constituye la esencia del discurso

polifnico. En este sentido, en la polifona se permite la combinacin de varias voluntades

individuales, combinacin que representa para Bajtn, la propia voluntad artstica de lo

polifnico352, producindose de este modo, la conjugacin de los distintos afluentes ideolgicos

que pueden pervivir, incluso inconciliablemente, en la sociedad humana. En este contexto,

350
BAJTN, M., Problemas de la Potica de Dostoievski. Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1988, p. 16.
351
Ibd., p. 17.
352
Ibd.

187
emerge un concepto fundamental en la teora polifnica bajtiniana: el del dilogo, vale decir, el

valor dialgico de la palabra. Precisamente, para el autor, la pluralidad de distintas voces y su

constante interaccin en el afluente literario no equivale a otro hecho que a un dilogo incesante

y mltiple que tiene su fundamento en la misma esencia del fenmeno literario y de la palabra.

En este sentido, el discurso literario est en constante dilogo con el entorno mismo, el que no

necesariamente corresponde al contexto de produccin de las obras, puesto que a diferencia de

otros discursos no literarios, aquellos no estn sujetos a interpretaciones a partir de lo

contemporneo, sino que por el contrario, el texto literario puede ser comprendido, a su vez,

desde la trascendencia de la poca y cultura en la cual originalmente fue producido. De este

modo, Augusto Ponzio, seala que Bajtin, desde su teora polifnica afirma el excedente del

sentido literario con respecto al intercambio comunicativo (...) determinado por su contexto

cultural353. Es as como el texto literario, al encontrarse fuera, exceder o trascender su contexto

de produccin lo que Ponzio cita como exotopa, facilita su comprensin e interpretacin,

posibilitando el establecimiento de un dilogo que va ms all de los lmites de lo estrictamente

contemporneo para la obra artstica. De este modo, la polifona del texto literario se funda,

igualmente, en la relacin dialgica que mantiene este con la cultura, de modo permanente,

corresponda sta o no al contexto de origen.

Asimismo, Bajtn enfatiza el carcter infinito de todo dilogo polifnico. En este sentido,

el autor plantea que la palabra, incluso aquella que no pertenece al discurso literario, presenta

siempre una orientacin hacia lo conocido de antemano, en otras palabras, hacia lo ya dicho y,

por tanto, lo dialgico constituye un carcter inherente a su esencia, puesto que toda palabra

353
PONZIO, A., La Revolucin Bajtiniana. El Pensamiento de Bajtn y la Ideologa Contempornea. Madrid:
Ctedra, 1998, p.33.

188
conlleva la presencia, latente o patente, de otras; en otros trminos, cada palabra equivale a un

dilogo con otras que han sido emitidas anteriormente y que coexisten, asimismo y de modo

permanente, en ella. De esta manera, Bajtn seala:

La orientacin dialgica de la palabra es, seguramente, un fenmeno


propio de toda palabra. Es la orientacin natural de toda palabra viva.
En todas sus vas hacia el objeto, en todas sus orientaciones, la
palabra se encuentra con la palabra ajena y no puede dejar de entrar
en interaccin viva, intensa, con ella. (...) La palabra nace al interior
del dilogo como su rplica viva, se forma en la interaccin dialgica
con la palabra ajena en el interior del objeto. La palabra concibe su
objeto de manera dialogstica.354

En sntesis, la nocin de sujeto potico o lrico tiende a ser conflictiva, problematizadora

e incierta, puesto que en ella confluyen una serie de aspectos asociados a los conceptos de

identidad, inconsciente y subjetividad, asociados estos asimismo a las relaciones dialgicas

complejas que se establecen entre las distintas entidades subjetivas, vale decir, sujeto emprico o

poeta, sujeto potico y hablante lrico, lo que de algn modo posibilita la instalacin de un

escenario en el cual confluyen una multiplicidad de identidades difusas, escindidas, precarias y

malogradas mediante las cuales se intenta dar cuenta de cierta existencia o subjetividad

supeditada, constreida reprimida y replegada, segn los distintos recursos de expresin que se

articulen por medio del discurso potico.

354
BAJTN, M., Teora y Esttica de la Novela. Madrid: Taurus, 1989, pp. 96-97.

189
CAPTULO III

CONFIGURACIONES, IMGENES Y TRANSFORMACIONES


EN EL SUJETO POTICO DE LA POESA DE 1980.

190
CAPTULO III.

CONFIGURACIONES, IMGENES Y TRANSFORMACIONES


EN EL SUJETO POTICO DE LA POESA DE 1980.

1. Antecedentes en la tradicin potica chilena contempornea.


Los casos Rojas, Parra, Lihn y Teillier y su presencia en la poesa de 1980.

La imagen metamorfoseada del sujeto potico manifiesta en la poesa que forma parte del

corpus de estudio, presenta ciertos fundamentos o vnculos estticos con poticas

correspondientes a la tradicin lrica chilena contempornea cercana, vale decir, autores

pertenecientes a las generaciones anteriores como es el caso de la generacin del 60, en la cual se

destacan poetas como Gonzalo Milln, Oscar Hahn, Waldo Rojas, Manuel Silva Acevedo, Jos

ngel Cuevas, Floridor Prez, entre otros; y la llamada generacin del 50 al interior de la cual

figuran los poetas Miguel Arteche, Efran Barquero, Enrique Lihn, Jorge Teillier, Alberto Rubio

y Amando Uribe, entre otros. Asimismo, el guio hacia la tradicin potica por medio de la

figura de un sujeto potico malogrado, desintegrado y carente, tambin presenta de algn modo

en otros poetas anteriores y claves en el marco de la poesa chilena del siglo XX, como es el caso

de Nicanor Parra y Gonzalo Rojas, pertenecientes ambos a la generacin del 38, aun cuando en

el caso de Parra, ste escapa a dicha categorizacin cronolgica segn puede observarse a la luz

de la crtica, claramente en razn de su determinante presencia en la poesa chilena y

latinoamericana, y la ruptura esttica que ello signific tras la emergencia e instalacin de la

escritura antipotica355. Ahora bien, aun cuando es posible reconocer en gran parte de los autores

355
E. DAZ, Poesa Chilena de Hoy. De Parra a nuestros das. Alternativas Grficas: Santiago, 1996, p.5.

191
mencionados, la imagen de un sujeto potico portador de ciertos aspectos comunes con los

cuales puede coincidir la entidad revisada posteriormente por nosotros, vamos a centrar no

obstante nuestra revisin en torno a esta imagen slo en algunos de los ms relevantes

exponentes de la poesa chilena, vale decir, los poetas Gonzalo Rojas, Nicanor Parra, Enrique

Lihn y Jorge Teillier. Lo anterior, debido a que efectivamente en sus respectivas escrituras es

posible hallar de algn modo el germen de un sujeto que se reviste posteriormente de las

particularidades de las cuales estas escrituras han dado cuenta, entre ellas, la desintegracin del

yo y de la identidad del sujeto, su descentramiento, desarticulacin y desacralizacin de las bases

que alguna vez han parecido simulado sostener la imagen de una identidad cabal, ntegra y

monoltica.

Es as entonces, como en el caso de Gonzalo Rojas el sujeto lrico presenta algunos

ribetes donde es posible reconocer cierta correspondencia con el yo potico manifestada durante

la dcada de 1980. En este sentido, la poesa concebida por Rojas como iluminacin profana y

profanadora, segn Schopf356 de la realidad y como sbita revelacin proveniente de la

inmersin del hombre en los sentidos, guarda igualmente la imagen de un sujeto potico que se

mueve en aquella constante bsqueda: la del hallazgo del hombre de una verdad csmica que no

proviene de Dios, sino del ser mismo y de aquello que lo excede, verdad que puede encontrarse

o perderse, ocultarse en el silencio, en el vaco, en todo el hueco del mar como se expone en

uno de sus versos: t nunca cesaras de estar en todas partes, / porque te sobra el tiempo y el ser,

nica voz, / porque ests y no ests, y casi eres mi Dios357. Aquella bsqueda entonces da

cuenta de la falta permanente del sujeto o vaco en el cual se busca o rastrea aquella verdad

356
F. SCHOPF, en E. DAZ, op. cit., p. 12.
357
G. ROJAS, Antologa del Aire. Santiago: Fondo de Cultura Econmica, 1991.

192
cifrada, en otras palabras, de un sujeto parcial, inconcluso y, en esta lnea, escindido pues tiende

a situarse entre aquel espacio real al cual no pertenece y aquel otro evocado por el sentido de un

vislumbre csmico y al que slo podra acceder mediante la indagacin sensible e inteligible del

entorno y su naturaleza. Dicha escisin, segn cierto sector de la crtica358, corresponde a un

juego de dicotomas que operan como base fundamental de esta poesa, y mediante la cual se

ironiza la irona misma en los trminos de Octavio Paz, vale decir, asociada al quiebre del

principio de la identidad359 y socava la realidad e igualmente a aquella misma oposicin. Lo

anterior corresponde, segn Giordano, a la imagen de un sujeto potico fragmentario y mltiple,

por medio del cual se adoptan y manifiestas variadas formas del yo que dan cuenta de una

identidad plural, diversa y heterognea que, sin embargo, emergen y confluyen bajo una misma

intencin, la de la permanente bsqueda del hallazgo, del instante de la revelacin potica que

les permita a todas las formas del sujeto en Rojas sobrellevar la carga de la escisin y el

extravo. De este modo, Giordano sostiene:

si se lee Del relmpago, por decirlo as, de una sentada, se observa que se
va creando no una sola imagen de un hablante lrico ficticio algo as como un
protagonista de toda su poesa, sino mltiples. A lo largo de esta
multiplicidad se encuentran variaciones que recorren la gama pluriplanar,
desde la bravata ("Y nada de lgrimas") hasta la autohumillacin ("Me
arranco las visiones"), desde la autodenigracin ("He comido con los
burgueses") hasta la predicacin de la autosuficiencia de la palabra ("Pero las
palabras arden: se me aparecen / con un sonido ms all de todo sentido, / con
un fulgor y hasta con un peso especialsimo").360

358
Jaime Giordano cita al respecto a los autores Jos Olivio Jimnez J. O. JMNEZ, Una moral del canto: el
pensamiento potico de Gonzalo Rojas. Revista Latinoamericana, N 106-107, enero-junio de 1979; Marcelo
Coodou M. COODOU, La poesa de Gonzalo Rojas. Inti. Revista de Literatura Hispnica, N 18-19, otoo de 1983
y primavera de 1984; y Nan Nmez N. NMEZ, La permanencia en lo transitorio: una constante esttica y
existencial en Gonzalo Rojas. Extremos, N 1, ao 1986, quienes coinciden en considerar la polaridad negativo-
positivo como un eje fundamental en la poesa de Gonzalo Rojas. J. GIORDANO, Gonzalo Rojas: su dilogo con la
poesa actual. En Dioses y Antidioses: Ensayos crticos sobre poesa hispanoamericana. Ediciones Lar, Concepcin,
1987. Documento recogido el 25/07/2009 en http://www.gonzalorojas.uchile.cl/estudios/giordanoj.html.
359
O. PAZ, Los hijos del limo. Barcelona: Seix Barral, 1990, p.111.
360
J. GIORDANO, op. cit.

193
El autor en este sentido concibe la idea de un plurisujeto en la obra de Rojas, el que es

expresado mediante una escritura en la cual se reproduce un proceso de desdentificacin361 del

yo, de prdida de identidad y desintegracin del yo lrico, lo que logra manifestarse

sintcticamente a travs de verbos tartamudeantes, correcciones y parntesis, y la relacin de

oposiciones referida ms arriba. De esta forma, es posible leer en esta poesa: Por un Gonzalo

hay otro, por el que sale / hay otro que entra, por el que se pierde en lo spero / () otro que le

arrebata / el fuego al origen, otro que se quema en el aire / de lo oscuro: entonces aparece otro y

otro.362

Por otra parte, Marcelo Coddou seala que la dimensin metafsica destacada en la

escritura de Rojas, se presenta en el texto en tanto en ella acontecen una serie de problemticas

que van ms all de la realidad emprica en la cual est inmerso el hombre. Es as como, por un

lado, el cuestionamiento por el ser, su esencia y existencia constituyen ejes fundamentales de

este quehacer potico y, por otro, enfatiza el autor, no es posible dejar de reconocer de algn

modo en dicho cuestionamiento los avatares que provienen del entorno socio-histrico en el que

se sita el sujeto, y que determinan invariablemente su figura. De acuerdo a ello, Coddou

considera que la actitud frente a la sociedad adoptada por el yo lrico de su poesa puede

concebirse como testimonial363, dado que su mirada da cuenta de las angustias y quiebres que

constituye la vida misma del hombre, vale decir, de la tragedia que significa el vivir concreto del

sujeto, lo que en definitiva corresponde a su misera, a su estado de carencia y falta permanente,

como asimismo, de sus incansables intentos por sobreponerse a dicha condicin.

361
Ibd.
362
G. ROJAS, op. cit.
363
M. CODDOU, Nuevos estudios sobre la poesa de Gonzalo Rojas. Documento recogido el 25/07/2009 en
http://www.gonzalorojas.uchile.cl/estudios/codu2i.html.

194
Por su parte, en Nicanor Parra el sujeto lrico radicaliza an ms aquellos aspectos o

particularidades asociados a la fragmentacin y la carencia del yo y su escisin respecto de s

mismo y de su entorno. En primera instancia, el sujeto antipotico tiende a descender hasta el

nivel de los seres humanos y hombres comunes, desacralizando la figura ensalzada del poeta

erigida en Chile principalmente por las escrituras de Huidobro y Neruda. De este modo, el poeta

deja de ser un pequeo dios en los trminos huidobrianos para convertirse en un sujeto

sencillo, cotidiano, como un integrante ms del pueblo y del corpus social en el cual fluye su

existencia: el poeta es un hombre como todos / Un albail que construye su muro: / Un

constructor de puertas y ventanas364. En esta lnea, la antipoesa constituy un proyecto de

demolicin respecto de los presupuestos de la poesa tradicional occidental y de la creada y

promulgada en Chile hasta la primera mitad del siglo XX, tanto desde el punto de vista retrico,

correspondiente al uso de un lenguaje simple, cotidiano y oral, como desde la concepcin

esttica, filosfica e ideolgica de la poesa misma La poesa tiene que ser esto: Una muchacha

rodeada de espigas / () La poesa de la naturaleza / () La poesa de la plaza pblica. / La

poesa de protesta social365. De este modo, expone Schopf:

La antipoesa era una empresa de demolicin de los recubrimientos


ideolgicos de la realidad, una denuncia moral y tambin una bsqueda de
conocimientos y comunicacin. () representa fragmentariamente la
fragmentacin de la sociedad moderna. El sujeto de la antipoesa ha llegado
de la provincia (periferia) a la ciudad (metrpoli), que es a su vez la subciudad
moderna, la periferia dependiente de la verdadera metrpoli.366

364
N. PARRA, Manifiesto. En E. DAZ, op. cit., p. 49.
365
Ibd., pp. 50-51 y 53.
366
F. SCHOPF, en E. DAZ, op. cit., p. 10.

195
Aquel mismo proceso de enajenacin del sujeto con su lugar de origen, su entorno

natural, y la propuesta desconstructiva de Parra respecto de los supuestos que sostienen al mundo

moderno, derivan en un proceso de demolicin que alcanza al mismo sujeto del discurso, en

tanto, su identidad se ve violentada y herida en el contacto con un entorno hostil y contrahecho.

Siguiendo a Schopf, la desintegracin de la identidad en el sujeto parriano se genera en la

instancia de desarraigo y de corrupcin impuesta por la sociedad moderna, y se manifiesta

escrituralmente mediante la emergencia de diversos personajes mscaras, activas y pasivas

segn el autor a travs de los cuales se manifestar, de modo escindido, fragmentado, el sujeto

de esta poesa, tal como sucede de algn modo, de acuerdo a nuestra propuesta de lectura, con la

entidad de sujeto potico de la dcada de 1980.

Por su parte, Juan Gabriel Araya sostiene que el sujeto en Parra es producto de proceso de

continua transformacin del mismo a travs del cual van emergiendo diversas identidades y

reidentidades367 mediante las cuales se otorgan diversas formas al yo del discurso. Desde esta

perspectiva, se concibe al sujeto antipotico como una clara manifestacin del sujeto

posmoderno en los trminos de Hall368, vale decir, un sujeto fragmentado y compuesto a su vez

por una variedad de identidades diversas e incluso dismiles, no resueltas, carentes de un centro

identitario que les conceda cierta coherencia. Araya concibe al respecto al sujeto de la antipoesa

de Parra como un yo esquizofrnico369, en tanto, confluyen en l distintas y variadas e

inconexas identidades, lo que de algn modo se asocia y manifiesta por medio de la

desacralizacin del yo ciertamente antipotico. De este modo, el autor expone: se produce en el

367
J. G. ARAYA, Sujeto e identidad en la poesa de Nicanor Parra. En Thesaurus, tomo LIV, n 3, 1999, p. 843.
368
S. HALL, en J. LARRAN, Modernidad, razn e identidad en Amrica Latina. Santiago: Editorial Andrs Bello,
1996.
369
J. G. ARAYA, op. cit., p. 845.

196
antipoema el fenmeno que Foucault ha llamado descentramiento del sujeto (). El nuevo

sujeto es mvil, cambiable, variable y fuera de su centro370. En este mismo sentido, Ivn

Carrasco hace asimismo mencin, siguiendo a Marlene Gottlieb, a la pluralidad de personajes y

sujetos en la obra de Parra, cuya presencia en los textos deriva de los procesos de desintegracin

y desmoralizacin propios de la sociedad y el mundo moderno, a consecuencia de la

industrializacin y las ciudades antropfagas que atrapan, engullen y absorben al hombre371,

despojndolo de su propia identidad y de su capacidad de resistir y sobreponerse no perderse a

s mismo ante los embates externos. En definitiva, la escritura antipotica constituye en funcin

del impulso y la impronta potica que signific desde su aparicin en la escena literaria nacional,

a mediados de siglo XX, y su consecutiva presencia en la poesa de escritores y generaciones

posteriores hasta nuestros das, tal como lo expone Daz en su antologa, una escritura de altsima

trascendencia sobre las generaciones del 50, 60 y post-golpe, vale decir, correspondientes a los

dcadas del 70 y 80 en Chile372. En efecto, en el caso del presente estudio, la presencia de la

antipoesa es altamente significativa en gran parte de los autores determinados para el anlisis si

bien en todos se reproduce la nocin de sujeto disgregado, fragmentario y descentrado propio del

discurso posmoderno, como es el caso por ejemplo, de Rodrigo Lira, Juan Luis Martnez y

Diego Maquieira, a razn del uso de ciertos mecanismos pertenecientes al lenguaje de la

antipoesa, como es el caso de la desarticulacin de la retrica potica tradicional y su reemplazo

por los coloquialismos y lenguajes cotidianos, la oralidad y, en especial, el uso de la irona en

370
Ibd, pp. 847 y 848.
371
M. GOTTLIEB, en I. CARRASCO, Nicanor Parra: La Escritura Antipotica. Editorial Universitaria: Santiago,
1990, p. 215.
372
E. DAZ, op. cit., p. 5.

197
tanto a travs de ella se manifiesta la ruptura en relacin al yo y a las correspondencias que ste

puede alcanzar con el entorno.373

Precisamente, la irona constituye uno de los elementos constitutivos de la poesa de

Enrique Lihn, la que igualmente guarda algunos puntos de encuentro con la obra de Parra. En el

caso de Lihn, en efecto, emerge la presencia de un sujeto escindido, precario, malogrado, lo que

da cuenta efectivamente de la trizadura de la nocin de sujeto e identidad de acuerdo a los

presupuestos de los discursos modernos y postmodernos. Es as como en algunos casos, la

potica de Lihn hace uso de un lenguaje degradado, hecho de retazos374, cercano a lo coloquial

e incluso marginal. Es el caso, por ejemplo, de la figura del pingino en El Paseo Ahumada375,

correspondiente a un sujeto maltrecho, inacabado, seudo hombre y seudo animal, en definitiva,

un yo o identidad malograda que no alcanza a constituirse como tal. De este modo, el sujeto en

Lihn asume este carcter fisurado, desgarrado, de entidad mutilada y absolutamente opuesta a la

nocin del yo elevado y sagrado de sus antecesores, en especial Huidobro y Neruda. Ello de

algn modo deja constancia de la desconfianza que en esta escritura se establece respecto del

lenguaje potico, pues la poesa ya no constituye un repositorio ni fuente de claridades, como se

estima en la misma obra parriana. La escritura de Lihn, en este sentido, pasa a ser una poesa

escptica de s misma la imposibilidad de la poesa misma y del yo o los yoes que la

componen, en tanto esta se funda y genera a partir de la carencia, de la falta, la precariedad que

el mismo sujeto constituye, producto del devenir histrico y su impacto sobre la vida del hombre:

373
O. PAZ, op. cit., p. 111.
374
M. L. FISHER, en J. POLANCO, Quin escribe? E. Lihn y J. L. M. En Cyber Humanitatis, N 18, otoo de
2001. Documento recogido el 27/08/2008 en http://www2.cyberhumanitatis.uchile.cl/18/tx4.html.
375
E. LIHN, El Paseo Ahumada. Santiago: Ediciones Minga, 1983.

198
Para Lihn, el poeta es un mendigo, pero no en el sentido de tener que
entregarse a la oficialidad o al lector o la crtica; es en el sentido de la
precariedad en que la palabra suya se desenvuelve. El poeta es deudor de la
historia de las palabras, donde se le entrega los usos o abusos de su poca con
los cuales l ha de trabajar. El concepto de sujeto que se delinea es uno que no
puede rebasar el horizonte que le toc vivir; el poeta tiene que soportar la
historia igual que todos los dems, puesto que l no se halla colocado encima
de un pedestal mirando los acontecimientos.376

En esta lnea, Foxley comprende igualmente la imagen del sujeto lihneano en constante

proceso de deterioro, una entidad a su vez cruzada por la figura del otro y, por ende, fragmentada

una multiplicidad de identidades dispersas. De acuerdo a ello, el yo lrico no constituye ms que

un balbuceo, retazos de aquello que aspira a ser una identidad y un proyecto potico acabado,

pero que se deshace en el intento: porque el yo slo ha podido reconocerse en la

desconstruccin de su proyecto escritural, en su deterioro fsico y en las mltiples

transformaciones y escisiones que lo constituyen377, apunta la autora al respecto.

En el caso de Jorge Teillier, por ltimo, el sujeto potico adquiere un matiz particular, en

tanto este desciende igualmente del pedestal destinado anteriormente al ensalzamiento del poeta,

pero colocando especial nfasis en la concepcin del sujeto en armona y paridad con las cosas y

la naturaleza, con la vida de pueblo y la sencillez del entorno; el poeta, hermano de las cosas378

tal como expuso el mismo Teillier. De este modo, el sujeto potico no adquiere un valor

predominante respecto de las cosas que lo rodean propias del paisaje lrico el pan, el vino, el

sol, la trilladora, los arroyos, el bosque, etc., sino que por el contrario, constituye en relacin

con ellos ms bien un sistema de correspondencias y analogas por medio de los cuales se

376
J. POLANCO, op. cit.
377
C. FOXLEY, Enrique Lihn: escritura excntrica y modernidad. Santiago: Universitaria, 1995, p. 147.
378
J. TEILLIER, Prosas (edicin de Ana Traverso). Santiago: Editorial Sudamericana, 1999, p. 24.

199
comunica y asocia con los signos de la naturaleza, el entorno. El mundo en Teillier es entendido

como un conjunto de signos379 ms que de cosas, escritura que, como expone Rodrguez, es

comprendida por Foucault como escritura de la semejanza380. Este valor analgico est

vinculado con un sistema de desplazamiento circular, pues la analoga se desarrolla en un tiempo

cclico, circular, en oposicin a la linealidad en la cual converge la irona. Siguiendo a Octavio

Paz, la analoga es el reino del ritmo y sus repeticiones y conjunciones; de ah que su

movimiento natural sea el del retorno: la analoga se inserta en el tiempo del mito, y ms: es su

fundamento381 arguye el autor. Mito cuyo guardin es el poeta mismo, guardin del paraso

perdido, de aquel tiempo inmemorial en donde el hombre tuvo acceso al verdadero

conocimiento humano. En la poesa lrica, el sujeto precisamente emprende dicha bsqueda, la

que slo es posible de efectuar por medio del vnculo y la semejanza del hombre con la

naturaleza.

Sin embargo, y en conformidad con los presupuestos modernos y posmodernos con los

cuales se construye igualmente el sujeto de esta poesa, dicho propsito no es del todo asible para

el hombre, no es alcanzable; lo que desencadena segn propone Binns, la llamada tragedia de

los lares382 en tanto se percibe en Teillier un progresivo desgaste en torno a la visin utpica

que sostena al hablante lrico inicialmente, y cuyo debilitamiento tuvo lugar producto de la

degradacin valrica a la que ha sido impuesto el hombre, producto del desarrollo moderno de

ciudades, naciones y pueblos. El universo de la aldea ha sido entonces progresivamente socavado

por la emergente instalacin del mundo moderno que atenta contra su rgimen inmemorial y el

379
Ibd., p. 23.
380
M. RODRGUEZ, De Neruda a Lihn. (Tres oposiciones contemporneas a la poesa chilena contempornea).
En Atenea, N 465-466, Concepcin, ao 1992.
381
O. PAZ, op. cit., p. 111.
382
N. BINNS, La Poesa de Jorge Teillier: la Tragedia de los Lares. Concepcin: Ediciones LAR, 2001.

200
sustrato mtico que la sostiene, situacin ante la cual sujeto lrico despliega cierta resistencia

que, sin embargo, se va a la postre debilitando, tras la paulatina toma de conciencia del sujeto

respecto de la imposibilidad de su anhelo, la imposibilidad de restaurar su mundo potico, el que

deber ser destruido para que se conserve383. La tragedia del sujeto entonces consiste en el

desarraigo impuesto en relacin a su tierra y al verdadero mundo habitado el de los lares, el

paraso perdido. En relacin a ello, Schopf ha sealado que el autor representa al mundo lrico

en un momento en que ste ya est acabado384, dado que la recreacin del mismo se efecta ya

desde su ausencia, en un intento del sujeto por llevar a cabo su reconstitucin. Asimismo

Binns385 nos indica que este espacio ya desde sus comienzos poticos se hallaba en vas de

descomposicin, apreciable ya claramente en Para ngeles y gorriones: Hasta que de lejos /

viene el llamado / de ventanas golpeadas por el viento / en las casa desiertas, / y pasan bueyes

desenyugados / que van a beber agua al estero. / Entonces soy un mendigo / que le pide al tiempo

/ un recuerdo que no se deforme/ en el turbio estanque de la memoria.386

Por su parte, De Nordenflycht387 tambin enfoca su lectura hacia un agonizante

desmoronamiento del mundo potico teillierano, detectado mediante la descripcin de un

realismo secreto que avanza en vas de su propia solubilidad. Ello se configura a travs del

operativo memorstico que en tanto suscitado al interior del imaginario de la aldea ncleo

imaginal y potico, cumple con su funcin fantstica en la que de acuerdo al psicoanlisis, se

conservan las estructuras psquicas previas a su instauracin en lo real y, por ende, a la

383
J. TEILLIER, op. cit., p. 60.
384
F. SCHOPF, El rojo esplendor de una catstrofe. La poca, Santiago, 12 de Mayo de 1996. Documento recogido
el 27/04/2008 en http://www.uchile.cl/cultura/teillier/estudios/17.html.
385
N. BINNS, op. cit., p.71.
386
J. TEILLIER, Para ngeles y gorriones. Santiago: Editorial Universitaria, 1996, p. 24.
387
A. DE NORDENFLYCHT, La realidad soluble. Memorias de la aldea de J. Teillier. Signos, XXVII,
N 35-36, septiembre de 1994.

201
configuracin del yo, del ser individuo. De dicho carcter imaginante, se desprende entonces la

marginalidad, el desdibujamiento, la invisibilidad o el descentramiento del yo que caracteriza a

la enunciacin teillierana, conforme al acto contra-sucesivo de la memoria, puesto que en este

cosmos potico son las cosas las que se recuerdan a s mismas, lo que permite por tanto, un

despliegue permanente del retorno a la inmaterialidad de los centros que las conforman, accin

que hace derivar finalmente en la misma desconstruccin de la labor memorstica.

En este sentido, el sujeto en Teillier es absolutamente consciente del destino nefasto del

lar y de la inutilidad de su causa. El inminente desastre lo lleva a confeccionar una visin

apocalptica, que se erige en esta poesa desde una perspectiva ms nostlgica que violenta,

segn postula Binns388. El poeta de sus textos es, en este sentido, un poeta epigonal, en

palabras de Schopf, un poeta del fin del mundo389. Dicha postura voluntariosa del sujeto

finalmente sucumbe con mayor definicin a partir de Para un pueblo fantasma, texto en el que

comparecen la imgenes urbanas del bar y de la clnica psiquitrica, espacios en los cuales

invade al sujeto lrico un completo escepticismo ante la existencia pretrita de los lares y del

paraso perdido, como asimismo ante la empresa de representarlo poticamente. El

desmoronamiento de la utopa, el xodo a las urbes centralizadas, convierten a la aldea natal en

un verdadero asentado fantasma. De este modo, el sujeto potico se transforma en apenas un

sobreviviente que decae en su resistencia, alcanzando la calidad de ser escindido, fragmentado,

cuya figura se tensa entre los dominios del pasado difuminado y la deshumanizacin del

presente. Su discurso potico se vuelca entonces hacia la desesperanza, el desgano y la

388
N. BINNS, op. cit.
389
F. SCHOPF, El rojo esplendor de una catstrofe. Op. cit.

202
indiferencia: Tomar vino si me ofrecen vino / Tomar agua si me ofrecen agua / Y me

engaar diciendo: / Vendrn nuevos rostros / Vendrn nuevos das.390

A pesar de ello, a juicio de Traverso391 en la escritura teillierana se conserva an la

nocin de utopa, an cuando sta se despliegue en calidad de ideal inalcanzable, manifestada

slo a travs de la memoria y la nostalgia, mediante las cuales se intenta con fe inestable,

recuperar en sus registros la visin de lo humano y lo lrico, propsito que sin embargo no deja

de ser inasible para el hombre.

390
J. TEILLIER, Para un pueblo fantasma. Valparaso: Ediciones Universitarias de Valparaso, 1978.
391
A. TRAVERSO. En J. TEILLIER, Prosas, op. cit.

203
2. Sujeto potico de 1980: configuraciones, imgenes y transformaciones
Discursos de sobrevivencia.

2.1. Rodrigo Lira: anulacin del sujeto tras la imagen y mscara.

En la produccin de Rodrigo Lira392, la figura del sujeto emerge con amplia claridad, tal

como lo ha sealado la crtica, en tanto en su escritura es un yo el que emite y desenrolla de

modo permanente un discurso potico configurado sobre s mismo, sobre el propio ego y en

torno al cual se origina finalmente la obra misma. De este modo, la crtica se ha referido en ms

de una ocasin al carcter autorreferencial de la obra de Lira, tanto en gran parte de los textos

recopilados por Eduardo Llanos, Oscar Gacita y Alejandro Prez en la primera edicin de

Proyectos de Obras Completas393, en 1983, con en aquellos recopilados recientemente para la

392
A modo de antecedentes biogrficos, sealamos que Rodrigo Lira Canguilhem naci en Santiago de Chile el 26
de diciembre de 1949. Realiz estudios de Psicologa, Filosofa, Artes de la Comunicacin en la Universidad
Catlica de Chile, y trabaj en la editorial Quimant, en la factura de la revista infantil Cabro Chico. Finalmente, en
1978 se incorpor al Bachillerato en Lingstica en la Universidad de Chile, campus Macul, periodo durante el cual
particip de innumerables actos y eventos culturales de la poca asociados al contexto universitario y el crculo
literario de Santiago de fines de los aos setenta e inicios de los ochenta, como es el caso de encuentros en el
Instituto Goethe, el caf Ulm, la sala La Capilla, la biblioteca del Museo Vicua Mackenna, la Sociedad de
Escritores de Chile. Efectu publicaciones de sus escritos en variadas revistas universitarias y literarias entre ellas,
Letras, Cactus, Cuadernos de Poesa Joven, Cuadernos Marginales, Panormica de la Poesa Chilena Actual e
igualmente, particip en varios concursos de poesa del periodo, obteniendo algunos reconocimientos relevantes
entre los que destacan una Mencin Honrosa en el concurso Alerce de la Sociedad de Escritores de Chile, en 1976;
el 2 Premio en el concurso Palabras para el Nombre de la Agrupacin Cultural Universitaria (ACU), en 1978; una
Mencin Honrosa en el concurso literario de la Vicerrectora Acadmica de la Universidad de Chile, en 1979; y en
el mismo ao, el 1 Lugar en el concurso de poesa de la entonces destacada revista La Bicicleta, por su poema 4
tres cientos setenta y cinco y un 366 de onces. De personalidad extravagante, era en la palabras de Cameron un tipo
bufonesco, de una gran inteligencia y humor; un humor custico, destructivo, cuando no autodestructivo. Lira se
suicid el 26 de diciembre de 1981, en su departamento de Av. Grecia, comuna de uoa. Posteriormente, en 1984,
los poetas Eduardo Llanos, Oscar Gacita y Alejandro Prez publicaron sus escritos en la edicin denominada
Proyectos de Obras Completas, por Minga-Camalen, texto que fue reeditado en 2004 por Editorial Universitaria; y
en 2006 la Universidad Diego Portales public una segunda seleccin de textos inditos bajo el nombre de
Declaracin Jurada, a cargo de Adn Mndez.
393
R. LIRA, Proyecto de Obras Completas. Edicin de Roberto Merino y Manuel Vicua. Santiago: Editorial
Universitaria, 2004. La primera edicin de esta obra estuvo a cargo de Llanos, Gacita y Prez. Santiago: Coedicin
Minga-Camalen, 1984.

204
edicin de Declaracin Jurada394, puesto que en ambos casos, su leit motiv es el mismo sujeto

hablante y los retazos que de l van quedando o en torno al cual se va configurando la imagen de

un yo fragmentado, disgregado, exorbitante, angustiado y enormemente solo. Al respecto, Jaime

Blume apela a la presencia de una autorreferencialidad afectiva avasalladora en Lira,

determinada por una permanente fijacin en el s-mismo del sujeto presente en el tejido verbal,

procedimiento dependiente a su vez del carcter narcisista manifestado por el yo lrico395.

Gonzalo Rojas Canouet hace mencin, por su parte, a tales caracteres en pos de la otredad en

ellos perfilada:

Hay dos tipos de fragmentos en la escritura de Lira al nivel de sujeto y de la


propia escritura. Desde el sujeto, hay una constante autorreferencia a su
autora, es el caso de Topologa del pobre topo. Aqu crea un alter ego de
s mismo para mostrar su introspeccin. (...)
En definitiva, este proceso fragmentario es una convocacin sobre s mismo:
se construye en smbolos (semntica) creados a partir de otro (un signo) de
su realidad mental (semitica).396

De este modo, la omnipresencia de la voz del yo397 en los textos de Lira es un rasgo

caracterstico y altamente constituyente de su poesa, autorreferencialidad de un yo textual que se

vincula estrechamente con la idea de un narcisismo extremo y exasperado como Lihn denomin

394
R. LIRA, Declaracin Jurada. Edicin de Adn Mndez. Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales, 2006.
Nuestro anlisis est centrado principalmente en la edicin de Proyecto..., pues su fecha de publicacin corresponde
a la establecida por nosotros como marco de referencia para la seleccin del corpus a estudiar. No obstante ello,
establecemos algunas referencias a los textos de Declaracin... de acuerdo a su pertinencia con nuestra lectura y
debido a que, de todos modos, antes de su publicacin tuvieron presencia en el medio literario local en forma
indita.
395
J. BLUME, Rodrigo Lira, poeta post-moderno. Literatura y Lingstica, N 7, 1994, pp. 157-158. Documento
recogido el 27/01/2007 en www.letras.s5.com/lira220903.htm.
396
G. ROJAS CONOUET, Dos poetas de los ochenta: Juan Luis Martnez y Rodrigo Lira. Autorrefencia y
fragmentacin. Cyber Humanitatis, N 26, otoo 2003. Documento recogido el 27/01/2007.
www.cyberhumanitatis.uchile.cl/CDA/texto_simple2/0,1255,SCID%253D5919%2526ISID%253D287,00.html.
397
C. LABB, Proyecto de Obras Completas de Rodrigo Lira. Desesperacin Consonante. Sobre Libros, Revista
Web de Crtica Literaria, 18 Abril de 2006. Documento recogido el 27/01/2007. www.sobrelibros.cl,
www.unavuelta.com/cms/content/view/74/5/.

205
a esta escritura398 y como el mismo Lira apunt en el ttulo de uno de sus textos399 y a la

nocin de otro con la cual conectamos nuestra lectura en torno a la configuracin del sujeto de

esta poesa, vale decir, la configuracin de un sujeto potico a partir de su otredad: el otro como

enmascaramiento de un vaco, la imposibilidad del yo en el discurso potico.

2.1.1. La autorreferencialidad y narcisismo de un sujeto soluble.

El carcter autorreferencial y narcisista de estos textos constituye uno de los aspectos

configurativos de la escritura de Lira, lo que, vuelto metfora, nos acerca a la imagen de un otro

que emerge en estos textos como representacin del s mismo, o bien, dicho de otro modo, el s

mismo representado en otro que simplemente no es. Bastante conocida es la acepcin al trmino

narcisismo, proveniente de la mitologa griega en la cual se narra el episodio de un joven de

nombre Narciso, quien displicente de los amores que en ninfas y jvenes inspiraba, un da, como

castigo a su vanidad es muerto al enamorarse de su propio rostro reflejado en el agua de una

fuente y al intentar aprehenderlo en medio de la solublidad de su materia400. Por su parte, el

psicoanlisis aborda el concepto en tanto el narcisismo constituye uno de los caracteres

patolgicos definidos por esta corriente, mediante el cual se tiende a manifestar una

preponderante fijacin afectiva hacia uno mismo, que se traduce en una inversin de la libido

398
Se trata, pues, de una escritura transitiva, de una escritura exasperada, es su modo de nombrarla. E. LIHN,
Prlogo. En R. LIRA, Proyecto..., op. cit., p. 17. El prlogo es el original a la primera edicin de 1984.
399
El espectador imparcial: una escrituracin exasperada. R. LIRA, Proyecto..., ibd., p. 85.
400
Narciso, de belleza extraordinaria, pero despreciativo del amor que le ofrecan ninfas y jvenes de su edad. De
acuerdo al relato, cuando Narciso naci, el viejo adivino Tiresias le advirti a sus padres que el nio llegara a viejo
siempre que evitara mirar su propio rostro. Un da la diosa Nmesis quiso vengar la desgracia de la ninfa Eco, quien
enamorada del joven, haba muerto a causa de su desdn, por lo que hizo que Narciso, durante un da de mucho
calor, se inclinase a beber de una fuente. Al ver su hermoso rostro reflejado en el agua, el joven se enamor de su
propia imagen, precipitndose hacia ella y ahogndose a los pocos minutos. Tiempos despus, a los pies de la fuente
naci una flor que los griegos llamaron nrkissos en recuerdo del joven muerto por amor a su propia imagen.

206
del propio sujeto401(...). En este sentido, para Freud el narcisismo constituye un mecanismo

psquico que opera como un complemento libidinoso del egosmo inherente a la pulsin de

autoconservacin del individuo ante la amenaza y asedios de la realidad. En otras palabras, el

carcter narcisista representa la bsqueda por alcanzar la inmortalidad del yo, mediante el

enaltecimiento de la perfeccin de un yo que, de algn modo, se percibe como otro. Es el caso

del llamado narcisismo primario correspondiente a las primeras manifestaciones del nio

mediante las cuales busca satisfacer los instintos del yo, los que se ven desplazados hacia su

primer objeto sexual: la madre. Asimismo, en esta etapa inicial del individuo en la cual la carga

de la libido se acumula en el yo, tiende a producirse la resurreccin del narcisismo de los

padres, quienes ven en su retoo la posibilidad de concretar sus propios deseos incumplidos de

modo de promover la extensin y autoconservacin de s mismo. Por otro lado, en el caso del

narcisismo secundario, el mecanismo egocntrico se desplaza esta vez hacia un yo ideal, hacia la

construccin de un otro, de una imagen ideal con la cual el sujeto se identifica, a modo de

sustitucin respecto del narcisismo perdido de su infancia402. ste ltimo, corresponde a un

proceso en el cual la formacin del yo se produce por identificacin con el otro403 y no por una

suficiencia ofrecida por el mismo sujeto. De este modo, si bien el narcisismo constituye la

concentracin de las energas libidinosas del sujeto en el yo, ya sea en la etapa de la infancia o

posterior, este fenmeno implica, de acuerdo a lo revisado, cierta torcedura mediante la cual

reconocemos que no es l mismo su propio objeto de deseo, sino que es otro, otro que se

construye a partir de la pulsin, la libido, que termina transfigurando al yo deseado en su reflejo,

en la imagen idealizada de s mismo. En la mitologa, el amor de Narciso no recae igualmente

401
J. LAPLANCHE, J. PONTALIS, op. cit.
402
S. FREUD, Introduccin al Narcisismo. En Obras Completas. Buenos Aires: El Ateneo, 2005, volumen II.
p. 2027.
403
J. LAPLACHE; J. PONTALIS, op. cit., p. 230.

207
sobre s mismo, sino sobre su imagen reflejada en el agua, una proyeccin del yo, invertida sin

embargo cual espejo, que reproduce el rictus contrario al original. Narcisismo en alusin al mito

de Narciso, amor a la imagen de s mismo,404 segn apuntan Laplanche y Pontalis.

En la poesa de Rodrigo Lira nos parece que dicha torcedura se hace efectiva en tanto el

yo aludido desde s mismo es trastocado a travs del entramado verbal, hacindose presente

mediante su transfiguracin, de la cual emerge otro rostro idntico, pero distinto, escindido o

producto de la escisin que implica el proceso en el cual el sujeto razona o se detiene sobre s. La

autorreferencia recae, entonces, en aquella fragmentacin producida en el depsito del yo en el

agua, en el espacio inconsistente en el cual el sujeto se diluye en tanto realidad e imagen

imagen soluble. De este modo, el yo de Lira no articula la transparencia del sujeto que se

exhibe a destajo, exponiendo crudamente sus laceras405, sino que por el contrario, tales despojos

constituyen los restos efectivos del yo ficcional, tras el cual se replegara supuestamente un yo

real, a no ser por lo continuo de la misma solubilidad que llev a Narciso a la muerte: aquello

que persiste tras la imagen, vale decir, el vaco, la nada, el agua, en otros trminos, la disolucin

del yo.

o sea ser
un itinerante transente
en cuyo camino surgen
amenazantes patotas de sonmbulos
todos y cada uno perfectamente dormidos,
soando el mismo sueo
haciendo lo posible por parecerse a un poster 406

404
Ibd., p. 228. La cursiva es nuestra.
405
J. BLUME, op. cit., p. 158.
406
R. LIRA, Proyecto..., op. cit., p. 70.

208
La figura del sujeto se escinde transformndose, de este modo, en un yo inestable,

itinerante transente, que en vez de consolidarse en el yo ideal dictado en parte por el narcisismo

freudiano equivalente a su propio yo, se disgrega en el otro y en los otros que l es, aquellos

que se le aparecen como un conjunto de fantasmas y espectros patotas de sonmbulos

amenazantes en cuanto constituyen el quiebre de su unicidad y, especialmente, de su mismisidad,

en los trminos de Ricouer407. Sujeto cuya desdoble se desprende de s, se abre y enajena del s

mismo, diseminndose en partculas del ser que a la vez se desplazan desorientadas, extraviadas

y sumergidas en la inercia de la bsqueda por aquello que les falta: alguna posibilidad de

concrecin del yo que, en este caso, slo es ejecutable mediante la forma de un proyecto de

sujeto cuya constitucin vislumbra solamente el cariz de la imagen: soando el mismo sueo /

haciendo lo posible por parecerse a un poster. En otras palabras, la emergencia de la figura de

un sujeto desarticulado a partir del cual se desprende un cmulo de hentidades hincompletas,

segn las palabras de Lira, seres pululantes cuyo intento no radica, por el contrario, en la

configuracin de una entidad completa, sino en la incluso esquiva posibilidad de dar forma a la

proyeccin de una imagen, que no deja de ser deficiente respecto del yo que se desea en ella

exhibir. El sueo, al respecto, constituye la va que expresa aquel deseo, la abertura hacia una

posibilidad casi extinta mediante la cual fluye aquello que no se posee. El sueo como el estado

de la carencia en la cual se sitan los fragmentos del yo y se ubican perfectamente dormidos en

espera de una resolucin que slo es inmaterial e improcedente. Precisamente, el psicoanlisis

concibe a este fenmeno como la realizacin imaginaria de los deseos que fluyen durante la

vigilia o la infancia y que, por cierto, son rechazados y/o reprimidos; en definitiva, el sueo

como la expresin y representacin del deseo de aquello que simplemente no tiene asidero en la

407
P. RICOUER, El s mismo como otro. Op. cit.

209
realidad, es imposible408. Representacin, en tanto constituye una imagen o una sucesin de

imgenes producto de la actividad psquica del sujeto que se desplaza por el estado inconsciente

del mismo. De este modo, las imgenes onricas producidas por el deseo y la pulsin en los

trminos de Freud constituyen la sustancia de la otredad que surge a partir de la

fragmentariedad del yo y a partir, especficamente, del acto racional y crtico que realiza el sujeto

sobre s mismo. Todo ello conlleva a la configuracin de un yo facturado sobre la base de un

constructo ficcional que soporta la imagen tras la cual el vaco persiste o, incluso, de los trazos

que intentan perfilar en conjunto una imagen que, sin embargo, tiende asimismo a disolverse, a

disgregarse, de modo de no alcanzar siquiera a configurar el proyecto de un centro coherente,

conforme:

haciendo lo posible por parecerse a un poster


(...)
por mis mismsimos caminos
los que recorro o trazo
mirando por si ah aparece
algn gur o verdadero Maestro
capaz de arreglar algunas goteras del Espritu.409

Lo anterior corrobora en la configuracin del sujeto su carcter inestable e indefinido y,

por consiguiente, la vulnerabilidad de la imagen construida. Desde la perspectiva de lo onrico,

precisamente, los seres adquieren una apariencia susceptible de cambios, se les percibe como

entidades movedizas, fluctuantes y mltiples, capaces de efectuar en s transformaciones en la

408
E. SOURIAU, Diccionario de Esttica. Madrid: Ediciones Akal, 1998, pp. 1009-1010.
409
R. LIRA, Proyecto...., op. cit., p. 70.

210
cuales el yo inicial se diluye, disgrega o muta completamente, siendo y no siendo l mismo410. Es

as como, a travs del sueo se genera la apertura hacia la otredad, hacia el otro que se desprende

del sujeto igualmente extraviado. El romanticismo, en este sentido, concibe al sueo como la

posibilidad de una segunda vida, tal como lo apunta Nerval en su obra Aurelia411 y, de este

modo, como una dimensin que difiere del entorno tangible y que, precisamente en Lira, se

diluye o enmascara a partir de la imagen del yo; una segunda vida que sera la nica, debido

precisamente a la imposibilidad del yo. Emerge en esta poesa, entonces, la convergencia

amenazante de innumerables seres con afn desestabilizador, todos a la vez en medio de las

lneas confeccionadas e, igualmente, desarticuladas por Lira:

y por otro frente


trazar lneas defensivas
con tabletas de clorpromazina
c e pe zeta para los iniciados
para prevenir el desembarco de los Innominales
desos que cuando se instalan en uno
slo logran ser expulsados
en epilpticas convulsiones o electro o insulinoinducidas
de modo de dormir ms de lo necesario
con muchos sueos, que parecen desatar algunos nudos
en mis nervios, destapar mis plexos, disminuir
la actividad bioelctrica viglica de mis dos sistemas nerviosos412

La escisin del sujeto permite el flujo de mltiples entidades hincompletas

atiborradas tras el yo que se resquebraja inevitablemente develando su marca ficcional en tanto el

yo fragmentado y los restos que de l se desprenden, sostienen a un paso del borde la imagen de

un sujeto que no es tal, entidad vacua, fatua, pero que persiste en la autorreferencial como medio

410
E. SOURIAU, op. cit., p. 844.
411
Ibd., p. 1010.
412
R. LIRA, Proyecto..., op. cit., p. 65.

211
de subsistencia, y por consiguiente, en la exposicin de sus despojos tras lo cual se revela la

ausencia e irrealidad del yo. El narcisismo del sujeto, en este sentido, tal como se apunt

anteriormente, expresa el montaje de un yo objeto de un deseo que no puede concretarse de

acuerdo a su inmaterialidad, a su ficcionalidad. En este proceso, seala Freud, la autoestimacin

del yo presenta una estrecha relacin con la libido narcisista, la que en el caso de Lira permite

potenciar, desde su contraparte, el carcter insustancial del sujeto representado. En relacin a

ello, la autoestimacin del yo constituye para el psicoanlisis una consecuencia de los logros,

posesiones y la confirmacin emprica del sentimiento de omnipotencia de todo ego narcisista413.

En el caso de Lira, no obstante, tal proceso sufre igualmente una torcedura completa, dado que el

sujeto expuesto carece precisamente de logros y pertenencias de su entera satisfaccin, sino que

por el contrario, emerge, se posiciona y derrumba a la vez desde la insatisfaccin del

cumplimiento de su deseo, desde su precariedad y, por consiguiente, desde la disminucin de la

autoestimacin narcisista a causa, entre otros aspectos, de la incomprensin, la soledad, el

desamor: pero no hay nadie a mi lado / con quien se pueda caminar hacia el horizonte414. En

definitiva, la imposibilidad de adaptacin y aceptacin en y por parte de este conjunto de

fenmenos la sociedad con los cuales el yo debe coexistir. En este sentido, el mismo Freud

atribuye el descenso de la autoestimacin al impedimento amoroso, en tanto, la dependencia del

objeto amado produce que el sujeto enamorado pierda parte de su narcisismo. De ello se

desprende, en consecuencia, que la irrealidad del objeto de deseo del yo narcisista sea

proyectable, en primera instancia hacia s mismo y posteriormente hacia el otro igualmente

deseado en pos de satisfacer el deseo personal del yo: la compaa, la comprensin, la carga de la

413
S. FREUD, Introduccin al Narcisismo. En Obras Completas, op. cit., p. 2031.
414
R. LIRA, Proyecto..., op. cit., p. 28.

212
libido. De este modo, el incumplimiento de la pulsin produce finalmente la prdida, la erosin

del sujeto:

El amor en s como anhelo y como privacin, diminuye la autoestimacin,


mientras que ser amado o correspondido, habiendo vuelto el amor a s
mismo, la posesin del objeto amado, la intensifica de nuevo. Dada una
represin de la libido, la carga libidinosa es sentida como un grave
vaciamiento del yo, la satisfaccin del amor se hace imposible, y el nuevo
enriquecimiento del yo slo puede tener efecto retrayendo de los objetos la
libido que los investa.415

2.1.2. La otredad necesaria.

En Lira vuelve a intensificarse el signo de la imagen vaca del sujeto en tanto su yo

soluble se extiende hacia el s mismo y hacia el otro, ambos objetos de deseo. Sujeto entonces

que depende de la imagen de la otredad con la cual intenta completarse, complementarse, pero de

cuyo proceso slo emergen resultados insuficientes o, simplemente, inexistentes. La imagen

insustancial que es, entonces, el mismo sujeto sobre el cual se construye y deconstruye el

discurso, es tambin la imagen de lo anhelado y lo desposedo. El ego narcisista recae sobre

aquello que no es o no existe y que, en definitiva, constituye un solo cmulo desarticulado de

otredad conformado por el s mismo, el ideal de s mismo y el deseo objetal, cumplindose de

este modo las tres fases de la autoestimacin narcisista apuntadas por el psicoanlisis: el residuo

del narcisismo infantil, la omnipotencia confirmada por la experiencia entendida como el

cumplimiento del ideal y, por ltimo, la satisfaccin de la libido objetal416. Es as como en Lira,

415
S. FREUD, Introduccin al Narcisismo. Ibd.
416
Ibd., p. 11.

213
el ser amado o la amada anhelada se transforma en una proyeccin del mismo yo derruido,

fragmentado, descentrado, como reflejo del propio sujeto que desde sus restos sigue deseando o,

en otras palabras, persiste como semi-entidad en funcin de su deseo inacabado:

Juan Esteban Pons Ferrer (el individuo representado en la foto de la


izquierda)
(...)
hastiado y harto y harto de experimentarse as mismo como
huna hentidad hincompleta
(...)
CON SUMA URGENCIA

para todo servicio


se necesita
nia de mano
o de dedo
o de ua de uas limpias, de ser posible,
de labios de senos de nalgas de muslos de pantorrillas
y otros-as, nia de mano de pie o sentada,
en posicin supina o de cbito dorsal,
boca arriba o boca abajo preferentemente a horcajadas.
(...)
a la tricerebrada del caso, la chica nia tipa perica paloma galla o mujer
a garota menina ragazza o donna-mobile, pelo al vento
una file or fonme femenina: son sus rasgos actualizados
o latentes de geisha
a girl or a woman oder eine Fraulein417

Tal relacin de dependencia del sujeto respecto de su otredad, que deriva en el intento de

alcanzar su complemento en la o las amadas, en tanto ella misma refleja el quiebre y la

disgregacin del yo que desea. La dolorida ausencia de este ser tricerebrado / Id est (es un decir)

una mujer que disponga de tres cerebros418 que es dividida en s misma y, a su vez, en varias o

417
R. LIRA, Proyecto..., op. cit., p. 27-28.
418
Ibd., p. 28. ...que disponga de tres cerebros: / uno para ideas y pensamientos: abstracciones/ lemas/ e
imgenes/ / otro para emociones: intuiciones/ afectos/ y pasiones y / otro cerebro para acciones y movimientos /

214
cualquiera, tal como expone el ttulo del poema Ela, elle, ella, she, lei, sie, a partir de la

dispersin idiomtica del pronombre personal femenino. Sujeto, por consiguiente, que de igual

modo se presenta segmentado, fraccionado, en restos sobre los cuales la pulsin an late de

modo lastimero y operando, por ende, como espejo de aquella ella igualmente fragmentaria y

que se anhela alcanzar:

a) el acceso a un raro computador


ex-uberante y con-ex-cntrico, atiborrado de informacin
(...)
b) un cuerno de unicornio
en el cual se enrolla la frtil y sealada provincia
de un largo y angosto corset de soledad,
un reto su resto difcil de aceptar o de asumir: un cacho,
un cuerno lleno hasta el borde y hasta rebosante de
semen, sudor y lgrimas
tal vez quede, todava, un resto de sangre
(...)
c) una boca y sus correspondientes bordes e interiores
d) un par de ojos con sus prpados (...)
e) una par de manos con su pulgar oponente (...)
(...)
g) un pecho suficientemente peludo
h) una cabellera subdesarrollada: una calva en vas de desarrollo...
i) una barba (optativa): posibilidades de bigotes, peras, patillas, (...)
y) vello corporal de diversos matices de color y de texturas varias;
z) un cuerpo en aceptable estado, con las capacidades de ver y mirar,
or y escuchar, palpar y tocar, oler, gustar y saborear, (...)
todo con poco uso.419

La necesidad de complemento o de un otro que permita dar integridad a los trozos del yo

de modo de alcanzar la constitucin de un sujeto completo, compacto, afiatado. Necesidad

entonces que deja en evidencia la imposibilidad del sujeto como tal y, por consiguiente, su

posibles de entrar a funcionar en forma armnica y no-contradictoria / en el mejor plazo que posible le resulte / a la
tricerebrada del caso...
419
Ibd., pp. 29-30.

215
sujecin respecto de instancias que sostengan dicho simulacro. El mismo Enrique Lihn en el

prlogo al Proyecto de Obras Completas apunta hacia el nfasis de la escritura de Lira respecto

de las particularidades significadas como suplementos del sujeto420 en trminos de lo que le

falta, de acuerdo a lo que no alcanza a ser, y en trminos de lo que le sobra, en pos del

narcisismo sobrecargado y exasperado que, por el contrario, deja en evidencia el vaco que se

esconde en el exceso y la autorreferencia del yo: en otras palabras, la exposicin del sujeto de

acuerdo a su suplemento, de aquello que le falta y que no es; la exacerbacin de la carencia, de la

ausencia, de la inexistencia o vaciamiento del signo presente.

Al respecto, Ricouer en su obra El s mismo como otro421 postula la configuracin del

sujeto de acuerdo a una escisin inherente a su ser y, por ende, de la cual el yo no puede

desasirse, esto es, la configuracin de la identidad del yo a partir de las dos dimensiones o planos

de la significacin que la constituyen y su dialctica entre ambas: la identidad-idem y la

identidad-ipse, en otros trminos, la dialctica de la identidad del s mismo y la de su otro. En el

sentido de idem, el autor considera en el grado ms elevado la permanencia en el tiempo del yo

en relacin a su mismisidad, mientras que por otro lado, en el sentido de ipse la ipseidad, este

equivale al grado cambiante de la personalidad en tanto implica la presencia de la alteridad en

trminos sumamente estrechos por lo que no puede pensarse la ipseidad sin alteridad. De este

modo, Ricoeur concibe la ipseidad del s mismo en funcin de la alteridad que en ella existe,

entendiendo por consiguiente al s mismo en cuanto otro, como un otro y no como un ncleo de

significacin e identidad unvoca, cierta y fundamentada. Los planteamientos de Ricoeur

implican, en este sentido, su crtica y oposicin al cogito en tanto ste estara edificado sobre

420
E. LIHN, Prlogo. En R. LIRA, Proyecto..., ibd, p. 20.
421
P. RICOEUR, S mismo como otro. Op. cit.

216
argumentos cartesianos que, segn Ricouer, son altamente susceptibles de deconstruccin en

tanto permiten el cuestionamiento respecto del carcter fundacional y epistmico que constituye

el yo de Decartes. El cogito cartesiano y el sujeto que sobre l se cimienta carecen de anclaje,

pues estn erigidos sobre el carcter hiperblico de la duda que el mismo Decartes utiliza como

una de las primeras vas de razonamiento para justificar y dar explicacin a la actividad reflexiva

del yo. Segn Ricouer, tales postulados de inicio constituyen aquellos mediante los cuales el

autor intenta erosionar la propuesta cartesiana: si el cogito procede de la condicin extrema de la

duda, como apunta Decartes, ello significa que alguien distinto al cogito dirige la duda, un

alguien o yo tan metafsico e hiperblico como la misma duda (...) En verdad, no es nadie422.

Ricouer desconstruye de este modo la certeza del cogito y explica, al respecto, la duda cartesiana

como la voluntad por encontrar un yo cierto y verdadero que es planteado, paradjicamente,

mediante un artificio que consiste en hacer pasar la apariencia o el parecer por el ser

verdadero, por una certeza del yo que en realidad no ha existido jams ni tiene asidero alguno.

El cogito, en definitiva, concebido por el autor como una entidad vaca, puesto que el sujeto no

puede comprenderse slo desde s mismo, sino que desde la conjuncin entre idem e ipse y, por

consiguiente, la necesidad de recurrir a la alteridad del s mismo para intentar esbozar una

comprensin respecto del yo. De este modo entonces, reconocemos en la propuesta ricoeuriana

dos lineamientos estrechamente relacionados: por un lado, la presencia determinante e inherente

de la alteridad a travs de la cual es posible y slo por esta va percibir el ncleo de la

subjetividad del yo, ubicado en la ipseidad; y por otro lado, la comprensin del yo unvoco,

certero, fundacional el cogito como una mera ilusin.

422
Ibd., p. XVI.

217
En este sentido, el carcter ilusorio y figurativo del ego cartesiano apuntado por Ricouer

quien a su vez se apoya en parte en la crtica nietzscheana respecto del carcter retrico del

lenguaje y, por ende, del sustento tropolgico en el que se erige la certeza del cogito, que opera

como uno de los argumentos en torno a los cuales se esboza lo que el autor denomina el cogito
423
quebrado , se hace extensivo hacia las dimensiones del yo que s se erigen sobre esta crisis,

vale decir, la del yo en alteridad, la de la identidad-ipse y, en consecuencia, la posibilidad del

acceso al ncleo de subjetividad del yo, en este caso, del yo en la poesa de Lira mediante su

otredad y la misma ilusin que de ella se desprende en tanto el sujeto se muestra a travs del otro

que se conjuga con el s mismo. De ah, entonces, la emergencia en esta poesa de una serie de

sujetos que coexisten articulados a un ncleo que permanece, paradojalmente en relacin a la

impronta narcisista referida ms arriba, velado tras el engranaje de rostros que se suceden desde

el plano de la metfora como es el caso la emblemtica figura del topo en Lira hacia el

mbito de lo aparentemente biogrfico:

Tormentoso, el topo tiembla: tiene tristeza, atrona un poco.


..................
Juan Esteban Pons Ferrer (el individuo representado en la foto de la
izquierda)/ historiador y arquelogo (anda por donde nadie lo llama,
desenterrando karmas,/ chismes y pasados)
..................
EL JOVEN CLAROSCURO ha optado, en esta Era de Progreso y Adelantos
Tcnicos, por abandonar del todo el lento, caduco y acalambrante hbito
de la escritura. (...) Y es que la Produccin Potica del joven Claroscuro se
desarrolla a travs del uso por dems, magistral de sus cuerdas vocales.
..................
Tlawa hito ledo fuela de ploglama por lodligo lila, alugno de wachiyelato
en ling wustica, sede oliente, en el salng de alktoh de la ehcuela de
ingenela el vielneh siete del shiele del setenta i ocho en un alcto
olganishado por la lama litelalia de la acu
..................

423
Ibd.

218
Pero fundamentalmente/ porque no soy un poeta a no ser que ser un
poeta/ sea ser un payaso/ o sea ser un espectro/ saludable, pero espectro
fantasmal,/ alma en pena, nima
..................
Pero, a Vd. y U. S. advierto/ que, en verdad,/ no soy un LOCO/ a pesar de
las etiquetas/ vulgarmente llamadas diagnsticos/ que me han aplicado
especialistas,/ y de los destacados/ humedeciendo la goma de las etiquetas/
con esponjas plsticas/ las manos enguantadas en ltex424

2.1.3. Mscaras e imgenes de un sujeto anulado.

En la poesa de Lira acontece la figura de un sujeto que es remitido por el hablante lrico

en primera o tercera persona y que constituye, de algn modo, la imagen de identidades dismiles

entre s, pero concatenadas por un ncleo de subjetividad constituido igualmente por tales

alteridades. As como el sujeto hace exposicin de su ser mediante cada una de sus partes

discursivamente corpreas, la exposicin de sus despojos como ha apuntado la crtica, las que

convergen en los sentimientos explcitos e implcitos de soledad, angustia y desesperanza.

Asimismo, este sujeto se presenta segn distintas facetas faces, rostros, caretas, de una

subjetividad que no puede constituirse de otro modo que no sea mediante el despliegue de la

alteridad y su consecuente multiplicidad, desdoblamientos, infinitud disgregada. De acuerdo a

ello, se haya un ncleo convergente plegado tras la comparecencia de los rostros del sujeto o los

sujetos cuya mismisidad ricoeuriana debe entrelazarse ntimamente con formas que son y que no

son. De este modo, la identidad del yo emanada de la dialctica idem-ipse permite la constitucin

de una forma, de la figura de un yo que requiere variabilidad en tanto la solidez de los cimientos

424
R. LIRA, Proyecto..., op. cit. Los fragmentos citados corresponde, en el mismo orden en que aparecen, a los
siguientes textos: Topologa del Pobre Topo, p. 129; Angustioso caso de soltera, p. 27; Poema u oratorio fluvial
y reaccionario, p. 146; Epiglama Oliengtaleh, p. 114. Los dos ltimos fragmentos pertenecen a Testimonio de
Circunstancias, pp. 69 y 57 respectivamente.

219
sobre los cuales se funda se hace agua, o bien, no existe. Tal como el cogito cartesiano se

derrumba en pos de las incertezas y la solubilidad del yo tras cuyo desnudo se descubre el vaco,

segn Ricoeur, de igual modo, el ncleo que sostiene al yo de Lira no tiene solidez alguna, se

deshace en la inconstancia del yo disgregado en los otros que el s mismo es. Yo inconsistente a

costa de su multiplicidad, de su alteridad, la que es, sin embargo, su nica forma en tanto el yo

est necesariamente construido en la dialctica con el otro o, de lo contrario, simplemente es

nada, como plantea Ricoeur sucede con el cogito de Decartes. Es as, entonces, como el

despliegue de los otros que es el s mismo, si bien da cuenta de la existencia de un yo, conduce a

la saturacin, a la exacerbacin de la multiplicididad lo que deriva en una exacerbada

fragmentacin del sujeto en mltiples yo y en s mismo. Si bien, el carcter monoltico del cogito

constituye una ilusin, un simulacro o engao segn la lectura ricoeuriana, el estallido del yo en

mltiples fragmentos es tambin el montaje de un sujeto inexistente, el que incluso no se

encuentra ni siquiera entre sus escombros. No hay sujeto efectivo tras la pluralidad del yo y

menos an una mismisidad pura a partir de la cual se dispongan las otredades sino que, por el

contrario, estas tienden a sostenerse como reflejo e imagen de la misma otredad develando el

vaco que en s encubren:

acte hacia arriba para despus tirarse y no hacer nada


abastecido por la libertad de la cada
que te hace abrir los brazos y planear, acercndote a tu reflejo
que se acerca hacia arriba desde los espejos de agua
con tu imagen multiplicada por los vidrios que por fuera son espejos
que reflejan tu imagen cayendo de modo que t no alcanzas a ver dentro
pero que no les impide verte desde dentro pasar volando en cada libre
y creeran que pas un ngel y habr un momento de silencio... 425

425
Ibd., p. 43.

220
La destruccin de un sujeto que ya es vaco y cuya nica posibilidad de aprehensin es la

imagen o el reflejo que a los dems no les impide verte en tanto sea as, la imagen proyectada,

irreal como un ngel y tras la cual no hay ms que silencio. Sujeto camino a la muerte, a la

transformacin de la imagen, movediza, reflejada en los espejos de agua en los cuales el

mismo Narciso se pos y sucumbi, desapareci. Precisamente, en Lira acontece la aparicin de

una imagen, fragmentada y multiplicada, y cuyo yo final no es ms que la representacin de una

mscara, de una careta, de una imagen ficcional sustentada sobre s misma. En Proyecto de

Obras Completas, el mismo Lira inaugura el comienzo del poema Topologa del Pobre Topo

con cuatro versos a modo de epgrafe del cual destacamos el siguiente enunciado: / este Topo

metafsico es Metfora de las ms inequvocas imgenes/ 426 cual presentacin y

representacin del sujeto central del texto, el que constituye segn la misma cita, a una imagen

de una imagen en tanto es metfora, figura de otra figura, figura de un reflejo exacto en cuanto

tal. La metfora, en este sentido, es concebida como una figura cuyos elementos fundamentales

son la analoga, la doble visin, la imagen sensorial reveladora de lo imperceptible y la

proyeccin animista427, todos ellos aspectos que conducen a la comprensin del tropo en los

trminos de la construccin de una imagen anloga, doble, sensorial y proyectiva sobre otra

imagen, en este caso, la de un topo como evidente analoga del sujeto solo, abandonado,

incomprendido, rechazado, triste: Tristes trancas, tiernas teoras, tenues utopas, trepida el

Topo, se tropieza, trastabilla (se da al traste): tiene tristeza (...) La Vida es para ellos como cual

absurda herida 428. Asimismo, el poema se divide a su vez en dos partes debidamente indicadas

a travs de dos subttulos que componen el sumario del mismo y de los cuales en el segundo de

426
Ibd., p. 128.
427
O. ARELLANO; B. BARBAGELATA, Retrica y Versificacin Espaolas. Valparaso: Universidad de Chile,
Instituto Pedaggico, Regin de Valparaso, 1966.
428
R. LIRA, Proyecto..., op. cit. 130-131.

221
ellos es posible leer Ulterior Desdibujo/ contribucin zoo-eto-lgica al trabalenguas del

Topo429. Precisamente, en este segundo fragmento del poema, se presenta una descripcin an

ms especfica sobre las caractersticas del topo y de su especie, en cuanto a sus actividades, su

temperamento, su hbitat, sus hbitos frecuentes, sus falencias fsicas, intelectuales y sociales.

Sin embargo, todos estos aspectos, los que efectivamente contribuyen al trazado de la imagen del

sujeto en el poema y a la constitucin de su perfil, se encuentran bajo el dictamen de un

propsito opuesto: el desdibujamiento del yo a travs de su exposicin antes que su certeza. De

este modo, el sujeto que converge en la obra de Lira y que en primera instancia se nos aparece

como la imagen de un yo claramente definido e identificable, segn los atributos de un sujeto

solitario, inadaptado, exacerbado, no es en realidad otra cosa que la imagen de un sujeto que

devela su vaco y su no ser a travs de su propia exhibicin, en otras palabras, la experiencia

de la exposicin centrada en la mera exterioridad del sujeto, en su imagen: la fachada del sujeto

es lo que se expone y no su mbito interior. Tal como apunta la etimologa, exposicin equivale

a posicionarse fuera de, fuera de s, al igual que en su sinnimo exhibir, el sujeto de Lira

es en tanto est fuera, en tanto se muestra e instala en la galera para ser observado y percibido

por los otros y, en definitiva, para ser reconocido del nico modo que l puede serlo, como

imagen, figura, cuadro. Topo desdibujado a travs del retrato que el hablante lrico ofrece sobre

l, dado que la exhibicin implica la trampa: en el retrato o puesta en escena, el sujeto, en el

instante exacto en que aparece, desparece. La aparicin de su yo implica su desaparicin o

desdibujo, pues el sujeto est compuesto de su vaco y, en consecuencia, su presencia no puede

desprenderse de la ausencia que significa. Es la misma ausencia de Narciso, quien al reflejarse en

el agua de la fuente aparece y desaparece al instante como imagen, como sujeto muerto, se

convierte en desaparecido.

429
Ibd., p. 131.

222
En el caso del topo, nos queda la figura perfecta la metfora exacta del sujeto ajeno y

repelido por la sociedad. Sin embargo, en la perfeccin del retrato se infiltra la paradoja del yo

cuya pista asoma en el ttulo de la segunda y ltima parte del poema, y se desplaza hacia uno de

los versos finales: el Topo (...) se arrana como un lagarto gordo y suea que est/ despierto430.

El sueo entendido por el psicoanlisis como la expresin de un deseo sin posibilidad de

materializacin, es precisamente el ncleo de la irrealidad del Topo, quien suea, permanece

en el sueo, en el espacio ilusorio de su yo, y desde all anhela la concrecin de s mismo, en

definitiva, la superacin de su identidad incompleta, de huna hidentidad hincompleta, palabras

cuya grafa se asemeja a las de hendidura, herida, hedor. El topo y la fisura que constituye su

irrealidad establecen asimismo la distancia respecto del entorno a partir del cual la marginacin

es mutua. l no pertenece al sistema, lo rechaza El completo y ancho Mun- / do se les parece

como una broma ma- / cabra, tremebunda, de mal gusto, como/ un chiste de los sucios,/ o un

exceso.431, como a su vez es repelido igualmente por los otros le tiran tierra, melones; le dan

tirones, le pisan los talones...432. La soledad, la tristeza, el olvido, la incomunicacin, la furia,

contribuyen precisamente al desdibujamiento de su yo y, en definitiva, a su desaparicin respecto

de los otros. Slo persiste su imagen, intil e insuficiente en trminos de la validacin del s

mismo: El Topo mismo y entero es un/ hacha de madera, es un ladrillo de espuma,/ es una sopa

de helado, es un neumtico flccido433. De este modo, entonces, la imagen persistente del sujeto

en la poesa de Lira transfigurado en este caso y de modo especfico, en un ser perfectamente

delineado, trazado o dibujado en trminos fisonmicos, anmicos y actitudinales, se va

borroneando de modo subrepticio en funcin de la identidad vaciada bajo la cual la imagen se

430
R. LIRA, Proyecto..., op. cit., p. 133.
431
Ibd.
432
Ibd., p. 129.
433
Ibd., p. 132.

223
yergue y, a la vez, desmorona en virtud de la inconsistencia del yo proyectado. El topo y el

sujeto de Lira en la extensin de su obra, en definitiva, presentado lricamente como la metfora

de una metfora, la metfora de un proyecto de individualidad no sustentado y abortado por

dentro, y sostenido exclusivamente por la cscara de un espacio vaco, vale decir, la mscara

como la metfora del yo que aparece y desaparece al mismo tiempo y que constituye,

paradojalmente, su nica posibilidad de ser y, por extensin, de ser percibido considerado por

los otros.

La concepcin de mscara remite, en este sentido, a una interpretacin metafrica en

tanto es entendida como una va mediante la cual se expresa la dualidad y alteridad del sujeto

conducentes a la ausencia del yo desde una supuesta presencia de la entidad inicialmente

percibida434. En otros trminos, la mscara mediante la cual se expresa y da a conocer el sujeto

consiste en la representacin del s mismo en su otredad, es el otro del sujeto que emerge en

escena en lugar del yo inexistente, del yo ausente. De acuerdo a ello, la instauracin de un rostro

ficcional por sobre el espacio de la identidad deshabitada constituye, precisamente, la va de

reconocimiento de dicho vaco y la confirmacin de una ficcionalidad doble respecto del yo

expuesto, debido por un lado a su invalidez per se en tanto se presenta cual impostor del s

mismo vaciado y, por otro, a esta misma nada sobre la cual se sustenta. En el caso de la escritura

de Lira, la misma crtica alude al fenmeno de enmascaramiento en ella presente, el que emerge

en el texto editado por Eduardo Llanos, Oscar Gacita y Alejandro Prez desde el primero de sus

poemas, segn el orden dispuesto por los editores a razn de lo expresado en alguna ocasin por

el mismo Rodrigo Lira. De este modo, Prez seala:

434
A. CARREO, La dialctica de la identidad en la poesa contempornea. La persona, la mscara. Madrid:
Editorial Gredos, 1982, p. 19.

224
El poema inaugural de Proyecto, el que abre la Primera Parte,
corresponde a una mscara, una persona: Juan Esteban Pons Ferrer, el
nombre real de una persona real, cercana a la familia del poeta, pero que
nada tiene que ver con el asunto de ese Angustioso Caso de Soltera. Para
enmascarar ms el texto an, lo encabeza un epgrafe de La Araucana.435

Es as, entonces, como es posible comprender, al menos, la primera publicacin de Lira,

como la manifestacin del proceso de ocultamiento del yo, de simulacin y disfraz a travs del

cual es otra la voz que erige el discurso potico, otra voz que parece ser el nico espacio y

residencia436 en el cual es posible reconocer alguna huella del sujeto desaparecido. Otra voz y

otro rostro expuestos y ocultos ante los otros, y que dan seas de una vida fracturada,

reprimida y no conciliada con las circunstancias de su supuesta existencia. Precisamente, el

nico modo e intento de reconstruccin por parte del sujeto es el simulacro, el montaje de la

reconstruccin mediante el cual es posible exhibir a un yo que, sin embargo, y a pesar de su

definido trazado, est a punto de desmoronarse, pues se asoma instalndose en el borde de su

propia identidad identidad entendida como mscara al pie de los fragmentos mediante los

cuales se presenta y ausenta y, en definitiva, corrobora su existencia improbable:

lo opaco de los cristales


color humo por dentro
espejo color bronce hacia el exterior
los cristales que dispersan lo que refractan
los que cromatizan la luz de lo exiguo de la tasa de luz que alcanza
a corresponder per cpita, por cabeza

435
A. PREZ, Una cierta gracia discontinua: Rodrigo Lira Canguilhem. En M. T. ADRIAZOLA (ed.), Rodrigo
Lira (Primera Documentacin). Edicin de Departamento de Estudios Humansticos de la Facultad de Ciencias
Fsicas y Matemticas de la Universidad de Chile; Santiago, 26 de Diciembre de 1993, p. 5. El artculo citado
corresponde igualmente a Ponencia de Crtica de Literatura Joven presentada por Prez en el Encuentro de
Escritores Jvenes, Via del Mar, 28-29-30 de Noviembre de 1991.
436
C. LABB, op. cit. Carlos Labb apunta al respecto: ... queda el sonido de la voz sobre la pgina, la inflexin
ronca de quien ha redo o llorado mucho. (...) la materialidad sonora parece haberse convertido, por fin, en la
residencia del yo de Lira.

225
(...)
lo sucio de la sbana que lo cubre todo
o casi todo
o hartas cosas
(la sucia sbana no se cubre a s misma)
considerando tambin los olores a aejo, a podrido a quemado o
infectado437

Ortega y Gasset sostiene que el yo doliente pasa a ser imagen438. En el caso de Lira, es

posible vincular esta nocin del yo doliente con la instancia del drama en las dos acepciones del

trmino: por un lado, el drama entendido como el gnero literario definido por el enfrentamiento

directo de dos fuerzas opuestas que buscan alcanzar un fin y, por otro, el drama como la

instancia de problematizacin personal y sub-gnero dramtico a la que se ve expuesto el

sujeto en tanto las fuerzas en pugnas las constituyen el mismo protagonista y las diversas

condiciones de su entorno, ya sea en relacin a otros sujetos con los cuales interacta directa o

indirectamente y/o las determinadas condiciones socioculturales, polticas, econmicas,

afectivas, familiares con las cuales debe coexistir. En el poema Testimonio de circunstancias,

precisamente, es posible reconocer como en el extenso de la obra de Lira el halo dramtico del

sujeto en el contexto potico en tanto, tal como se indica en el ttulo sealado, el yo da cuenta de

su propio caso, vale decir, de su inmersin en medio de condiciones desfavorables y hostiles para

su intrnseca naturaleza, determinadas stas en definitiva por una evidente aversin, inadaptacin

y desapego del sujeto respecto del aparataje social y todas sus implicancias. Por un lado, es

posible reconocer las instancias de crisis por l experimentadas y en las cuales se produce la

tensin dramtica en pos del enfrentamiento contra la fuerza opuesta, en este caso, el contexto

socio-afectivo y sus respectivos derivados: la soledad, la angustia, la incomprensin, la desazn,

437
R. LIRA, Proyecto..., op. cit., pp. 41-42.
438
J. ORTEGA Y GASSET. En A. CARREO, op. cit., p. 18.

226
la desmesura, la irreverencia, la particular lucidez, la huida o desaparicin. El sujeto de Lira, de

este modo, se haya en permanente interaccin y pugna respecto del estamento que lo rodea, lid

de la cual, no obstante, se desprenden escasas posibilidades de alcanzar las condiciones de la

sobrevivencia anhelada:

y que otras veces


el mundo pierde color
se vuelve algo as como el pavimento de las calles
alguien me pavimenta el mundo
y todo es sendero o carretera o camino
pero nunca destino
y uno se va a morir esperando llegar a alguna parte
dos pasos atrs por uno padelante
vindolo todo gris gris
sin sentirse dichoso ni feliz
(...)
es posible verme por ah
dndome estrellones contra los postes de la realidad
y veo estrellas y hago ver estrellas
generalmente por andar mirando para otra parte
pues suele haber mucho que mirar
por detrs abajo por delante arriba
pero no hay nadie a mi lado
con quien se pueda caminar hacia el horizonte
mirando hacia el horizonte 439

En este sentido, en la instancia dramtica el sujeto se configura naturalmente de acuerdo

a las pautas establecidas por la puesta en escena de los discursos pertenecientes a dicho gnero:

el proceso de enmascaramiento del yo, la representacin y exposicin deliberada del sujeto y la

imposibilidad de su conocimiento y reconocimiento real por parte del auditorio. Tal como se

ha apuntado ms arriba, no hay posibilidad de acceder a la entidad efectiva que se manifiesta a

travs del discurso y, por lo tanto, su aprehensin slo se limita a la percepcin de aquel yo

439
R. LIRA, Proyecto..., op. cit., pp. 58 y 64 respectivamente.

227
encubierto o, en mejores trminos, del yo encubridor que, sin embargo, va perdiendo sustento en

cuanto al pronombre personal que inicialmente lo define. El sujeto se muestra a travs de su

otredad o de aquello que no es, a propsito de la problemtica en la cual se encuentra inmerso, la

instancia crtica y dramtica debido a la imposibilidad de un concilio con el entorno. Dicha

fractura conlleva a la necesidad de establecer algn mecanismo de sustento que permita la

sobrevivencia del sujeto en medio de la hostilidad que lo reprime como una mosca en una

telaraa440. El deseo de fuga, por consiguiente que de repente/ puedo mandarme a cambiar/ en

forma voluntaria/ deste conjunto de fenmeno441, y el alcance de un entorno favorable en el

cual subsistir, promueve en el yo la adopcin de la mscara en tanto sta como manifestacin

humana remite, precisamente, al deseo del hombre de aprehender para s otra realidad

superior442, aquella otra realidad sublime y concordante a las necesidades de su propia

naturaleza. De ah entonces que el yo intente extrapolar su esencia a la de su otredad, o bien, en

otros trminos, y de acuerdo a los planteamientos de Ricoeur, intente presentarse a travs del

otro que implica su propia mismisidad. El sujeto anhela el alcance de otra realidad ciertamente

inexistente y, de este modo, expone ese deseo a travs de su propia ausencia, la que de algn

modo revela la no pertenencia y el permanente carcter de extranjera en l sufridos. En

consecuencia, se vuelve necesaria la implementacin de la mscara del yo como va mediante la

cual se haga expresin de tal otredad, dando cuenta, en definitiva, de la imposibilidad del anhelo

y, por consiguiente, del vaco que oculta el velo simulador del sujeto.

440
Ibd., p. 71.
441
Ibd.
442
J. ORTEGA Y GASSET. En A. CARREO, op. cit., p. 18.

228
2.1.4. El recurso escnico para un sujeto irreal.

En el sentido del drama, el recurso de la mscara implica la exposicin del yo encubierto

en un escenario que, en el caso de la produccin potica revisada, se transforma en un escenario

escritural el que, no obstante, para los tiempos de Lira equivale, precisamente, no a la edicin

de Proyecto de Obras Completas, sino a la exposicin de sus escritos en revistas de poesa de la

poca, de exigua circulacin, entre las cuales destaca La Bicicleta; a travs de la entrega de los

resultados diversos que obtena de los concursos de poesa en los cuales participaba; y en los

innumerables folletos, fotocopias y papeles varios mecanografiados que el mismo autor

confeccionaba y mediante los cuales distribua su produccin, en especial, entre jvenes y

compaeros que formaban parte del entorno universitario en el cual transcurra su existencia. Sin

embargo, sabemos que Lira no haca slo uso de la tribuna escritural para la difusin de su obra

con la cual nunca formaliz una relacin en trminos de edicin y publicacin de su poesa en

un texto propio, sino que otra va de intervencin utilizada por el poeta era el uso la

apropiacin no autorizada en algunos casos e improvisacin de escenarios efectivos a travs de

los cuales el mismo Rodrigo Lira haca su aparicin y desaparicin exponiendo en escena su

discurso potico y antipotico443. De este modo, nos encontramos con sus innumerables

intervenciones en actos y recitales poticos realizados en el campus Macul de la Universidad de

Chile, en la Biblioteca Pblica en la cual realiz los festejos de su trigsimo cumpleaos, en

eventos organizados por la ACU, en la reunin solicitada por Enrique Lihn para efectos de

443
La crtica tiende a reconocer en la produccin de Rodrigo Lira la impronta de la antipoesa parriana y el
escepticismo potico de Enrique Lihn. Al respecto, se enfatiza que el mrito de Lira recae, precisamente, en no
construir una poesa que se transforme en la mera continuidad del discurso de Parra, sino que ms bien, su
originalidad estara dada en parte por la retorcedura que ejerce sobre la antipoesa. I. SILVA, Un poltergeist que nos
viene a destapar los pies. Cyber Humanitatis, N 42, otoo 2007. Documento recogido el 30/01/2007.
http://www.cyberhumanitatis.uchile.cl/CDA/texto_sub_simple2/0,1257,PRID%253D21065%2526SCID%253D210
67%2526ISID%253D731,00.html.

229
realizar un registro que result ser audiovisual, en su participacin televisiva en Cunto vale el

show, entre otros. El mismo Lihn, al rememorar el encuentro promulgado por l en el que

participaron tambin otros poetas jvenes, entre ellos, Gregory Cohen, Roberto Brodsky, Diego

Maquieira, en el cual Lira, disfrazado de Gerardo de Pompier, realiza una histrinica

presentacin en la que ley de memoria parte del libreto que llevaba para tal ocasin, apunta:

Lira quera devolver, literalmente, la palabra al escenario, acercarla a la accin a travs de la

actuacin444. La faceta histrinica de Lira es destacada, y en especial, el gesto pardico que a

travs de ella imprime respecto del sujeto y del mismo lenguaje potico, gesto que deja en

evidencia la exposicin de un simulacro en torno a aquello que en estricto rigor pierde sentido y

validez: el yo del discurso y, por consiguiente, el discurso mismo, la poesa:

El trabajo potico de Rodrigo Lira no es ms que el simulacro de la poesa,


su desfiguracin, su remedo constante y su representacin carnavalesca. A
partir de esta relacin con el lenguaje, de este guio o de esta mascarada (lo
carnalavesco es el ejercicio des-carado de la mscara), se expresa aquella
exasperacin por la contingencia o por la circunstancia445

De acuerdo a ello, Lira lleva la exposicin de su lenguaje y del sujeto al dominio no slo

de la palabra, sino al de la teatralidad y, en este sentido, al de la teatralidad del verbo y su

montaje dramtico en el cual el yo discursivo, a travs de la fractura de su propia materia, es

alterado. El escenario, entonces, es llevado al lmite como centro de exposicin y exhibicin de

un yo en el que no se cree, pero sobre el cual, no obstante, se insiste en extremar y tensar. La

444
E. LIHN, Prlogo. En R. LIRA, Proyecto..., op. cit., p. 16.
445
J. LIZAMA, Rodrigo Lira o la lrica del simulacro. La poca, Literatura y Libros, Santiago, domingo 5 de
mayo de 1991.

230
parodia de la afirmacin del yo potico como sostiene Labb446 y en torno a la cual vuelve

insistentemente en esta poesa, acto que se extrapola en el plano de la escenificacin real, hacia

el gesto pardico de la afirmacin del mismo Rodrigo Lira como sujeto referencial del contexto

potico-literario de la poca. En trminos generales, parte de la crtica coincide en afirmar que

las permanentes apariciones de Lira en la escena potica santiaguina de finales de los 70 e inicios

de los 80, ya sea a travs de jornadas y actos culturales en las cuales el autor haca uso del

escenario con o sin autorizacin de las instancias organizadoras o cuando era simplemente

marginado de estos eventos; en los distintos encuentros formales e informales con poetas y

escritores del medio nacional y capitalino; y especialmente, a travs de los distintos certmenes

poticos en los cuales participaba de modo asiduo; confluyen todas en un mismo objetivo: el

reconocimiento a su obra y persona por parte de sus pares. De algn modo, entonces, cada una de

las acciones del poeta constituiran un acto de protesta contra la muerte, la muerte del individuo,

su prdida en el anonimato o en medio de la masa y de la arquitectura social que no lo

comprende, y menos an, lo reconoce, no slo como poeta en ms de una ocasin el mismo

Lira afirm que no lo era, sino como un sujeto ms del entorno, reconocido en su diferencia,

pero respetado por quienes le rodean:

Su pelea, dijo un amigo, era contra la muerte, contra el anonimato, contra


el olvido. No quera que se lo llevara el tiempo, y a veces meta bulla por
atraer la atencin, o por demostrar que estaba vivo? Rodrigo Lira casi no
tena curriculum, de esos que se anotan y se notan. Era, no ms. (...) se quit
la vida para protestar contra la muerte.447

446
C. LABB, op. cit.
447
Poetas. Cada Libre. Hoy, Santiago, 6 al 12 de enero de 1982. Vase tambin E. CARRASCO, Rodrigo Lira:
poeta entre la vida y la muerte. El Libertador, Chilln, 13 de septiembre de 1997, p.12; C. LABB, op. cit.; M.
BRESCIA DE VAL, Un homenaje al poeta Rodrigo Lira en la SECH. La poca, Santiago, domingo 27 de marzo de
1988, p. 34.

231
De este modo, es posible reconocer en las acciones del sujeto Rodrigo Lira, una suerte de

permanente insistencia en torno a la presencia y validacin de su propia persona o personaje

en el marco del ambiente literario santiaguino y universitario de la poca. Insistencia en torno a

la validacin de un sujeto real en tanto el mismo Rodrigo Lira, como aquel presente en el

mbito escritural y dramtico-teatral, a travs de innumerables acciones extra-escriturales que lo

perfilaron a la postre como un evento en el marco del escenario potico-literario de fines de los

aos 70 e inicios de los 80: su frecuente participacin en concursos de poesa con resultados

variables y su Primer Lugar en el concurso de Poesa de revista La Bicicleta; su presencia y

participacin en variados recitales poticos universitarios e institucionales; sus lecturas con

rollos extensos de metapoesa, el rechazo ajeno ante sus intentos de participacin en eventos

culturales y poticos institucionales, como el de Segundo Encuentro de Arte Joven, realizada

en la primavera de 1981 y en el que se le impidi intervenir448, y algunos en los cuales se

introduce y participa igualmente; su presencia en el campus Macul como eterno estudiante de

Bachillerato en Lingstica de la Universidad de Chile, la difusin de sus textos mediante

innumerables fotocopias, folletos y autoediciones, la celebracin de su tigrsimo cumpleaos a la

usanza y en parodia al realizado por Enrique Lihn en pos de sus 50 aos, su participacin en el

programa de televisin de la poca Cunto vale el show?, semanas antes de su suicidio quizs

su ltimo acto cometido sin previo aviso en el da de su trigsimo tercer cumpleaos.

De algn modo, este ltimo acto da cuenta de modo patente, y transcendiendo claramente

los lmites de lo escritural, de la imposibilidad del sujeto respecto a constituirse como tal o de

448
M. BRESCIA DE VAL, Rodrigo Lira, rupturista que venci a la muerte. Pginas chilenas. Santiago: [ s.n.],
1999. Santiago: LOM, n 3, julio-septiembre, 2000, pp. 22-25.. Documento recogido el 23/04/2006 en
http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0015166.pdf.

232
escapar al sistema que lo subsume y oprime como mosca en una telaraa449. No existe, al

respecto posibilidad de resistencia o subversin, pues no hay un espacio efectivo para ello. No

hay verdadera subversin respecto a los sistemas dominantes y de poder, razn por la cual los

sujetos slo pueden moverse al interior de las zonas de resistencia que el poder concede para

ello: es la imposibilidad histrica de toda diferencia real: si hay huellas de libre eleccin, slo

se da entre posibilidades cuya magnitud se ve delimitada estrictamente por el sistema social e

ideolgico450. De este modo, el sujeto de Lira sabe que no existe otra escapatoria que mandarse

a cambiar / en forma voluntaria / deste conjunto de fenmenos451, la muerte precisamente

como ltima mscara a travs de la cual se revela y oculta al mismo tiempo la imposibilidad

trgica e intolerable del sujeto.

449
R. LIRA, Proyecto de Obras Completas, op. cit., p. 71.
450
S. GREENBLATT. En A. PENEDO, G. PONTN, op. cit., p. 19.
451
R. LIRA, Proyecto de Obras Completas, op. cit., p. 71.

233
2.2. Soledad Faria: Gestacin de un sujeto malogrado.

Los textos El Primer Libro452 (1985) y Albricia453 (1988) de Soledad Faria454,

propuestos para el anlisis del sujeto en su poesa, en tanto constituyen la produccin de la autora

en el marco sociohistrico determinado, permiten visualizar la imagen de un sujeto en proceso

al parecer, sucesivo en ambos textos de gestacin y nacimiento, de reconstitucin de un yo

desarticulado y extraviado en el marco de las condiciones polticas y culturales impuestas por el

rgimen militar. En este sentido, la crtica literaria en torno a la obra de Faria ha enfatizado la

lectura en relacin a la metfora del viaje efectuado por el sujeto lrico a travs del cual logra

ste acceder finalmente a su origen, a su instancia primigenia, al encuentro con el sujeto materno

y, por ende, al autoreconocimiento de s mismo en el estado inicial. De este modo, el viaje se

inicia en El Primer Libro mediante la referencia a un proceso de procreacin y emergencia de un

sujeto representante del lenguaje mismo, del lenguaje potico, y ofrece la continuidad de este

trayecto, pero en direccin inversa, en el segundo poemario Albricia, en tanto en esta escritura el

452
S. FARIA, El Primer Libro. Santiago: Ediciones Amaranto, 1985.
453
S. FARIA, Albricia. Santiago: Ediciones Archivo, 1988.
454
Soledad Faria Vicua naci en Antofagasta el 20 de diciembre de 1943. Estudi Ciencias Polticas y
Administrativas en la Universidad de Chile; Filosofa y Humanidades en la Universidad de Estocolmo, Suecia; y es
Magster en Literatura por la Universidad de Chile. Faria forma parte de la produccin potica femenina que
emergi con fuerza en la dcada de los ochenta, junto a poetas como Elvira Hernndez que tambin forma parte de
este estudio Eugenia Brito, Carmen Berenguer, Teresa Caldern, Paz Molina, Rosabetty Muoz, Vernica Zondek,
entre otras. Precisamente, la crtica literaria femenina en Chile ha centrado su anlisis en gran parte, tanto la crtica
de la poca como la posterior, en este corpus potico y en las posibilidades de lectura que la figura de la mujer, y por
ende, del hablante femenino proveen en el contexto de un lenguaje y entorno sociocultural principalmente patriarcal
y hegemnico. En este marco, de gran relevancia es el primer Congreso Internacional de Literatura Femenina
Latinoamericana efectuado en Chile en 1987, a partir del cual la escritura de mujeres alcanz un espacio
significativo tanto en el mbito de la produccin literaria y potica chilena, como en el de la teora y la crtica. En
esta lnea, los trabajos de Eliana Ortega, Nelly Richard, Soledad Bianchi, Raquel Olea y las mismas Soledad Faria,
Eugenia Brito y Elvira Hernndez, entre otras, adquieren mayor tribuna en la escena critica-literaria nacional.
Respecto a la produccin potica de Faria, esta est compuesta actualmente por las obras El Primer Libro (1985),
Albricia (1988), En Amarillo Oscuro (1994), Una palabra cmplice, (1997), La vocal de la tierra (1999), Narciso y
los rboles (2001), Donde comienza el aire (2006). En narrativa, public el libro de relatos Otro cuento de pjaros,
en 1999; y en crtica literaria ha publicado Una palabra cmplice: encuentro con Gabriela Mistral, en colaboracin
con Raquel Olea (1990); Merodeos en torno a la obra de Juan Luis Martnez (2001) junto a Elvira Hernndez; e
Inicios de la Crtica Literaria en Chile (2004), entre otros textos y artculos.

234
sujeto realiza ms bien un camino de retorno hacia el origen, al germen, al seno materno, en

funcin del reconocimiento autntico de s mismo que busca alcanzarse. Es as como Mara

Teresa Adriazola habla de El Primer Libro como el libro de la creacin () un libro fundador

del mundo455 y en Raquel Olea se comprende la obra como la representacin de un proceso de

gestacin y nacimiento de una palabra nueva, indita, que emerge desde la nada, desde antes de

toda escritura y todo signo () el rito de creacin de la escritura456. Por su parte, Eliana Ortega

seala a propsito de Albricia:

Soledad Faria utiliza la aventura mtica, el viaje heroico de la tradicin


occidental, ella lo transforma, lo revierte, lo recrea. () todo su viaje es una
vuelta al origen-madre y todo su proceso es de re-versin () un descenso
al origen mismo: al espacio hmedo, uterino, en que la hablante y la otra, yo
y t, se encuentran.457

El viaje, precisamente, que implica nacimiento y vuelta hacia el origen, constituye un

proceso mediante el cual se intenta recrear el surgimiento de un lenguaje distinto, la creacin de

un lenguaje opuesto al de la cultura y la razn logocntrica, representante sta de los mecanismos

de represin y poder; en otros trminos, el intento por desarticular las normas de la tradicin

literaria-cultural imperante a travs de la creacin de un lenguaje potico nuevo, de una palabra

nueva, de un lenguaje otro; un viaje como bsqueda e intento de encuentro, del hallazgo de otra

identidad, de lo genuino, del s mismo458. Lo anterior, a travs de la metfora del cuerpo cuerpo

455
M. T. ADRIAZOLA, Lo Sagrado del Primer Libro: el libro de la creacin. Revista Lar, Concepcin, agosto de
1987, p. 7.
456
R. OLEA, Deseo y signo de otra escritura. La poesa de Soledad Faria. Documento enviado por Soledad Faria
va correo electrnico. Fecha de recepcin 13 de mayo de 2009.
457
E. ORTEGA, Lo que se hereda no se hurta. Ensayos de Crtica Literaria Femenina. Santiago: Cuarto Propio,
1996, pp. 192-193.
458
Coinciden en esta lectura los estudios de R. OLEA, Deseo y signo de otra escritura, op. cit.; R. OLEA,
documento sin ttulo, enviado por Faria va correo electrnico. Fecha de recepcin 13 de mayo de 2009;
M. T. ADRIAZOLA, op. cit.; E. BRITO, Textos Breves. Gestos Lmites: Antonio Gil, Soledad Faria. En Campos
Minados (Literatura Post-golpe en Chile), Santiago: Cuarto Propio: 1994; R. MERINO, Albricia de Soledad

235
femenino que como texto se va codificando y construyendo reconstuyendo por medio de la

palabra y la lengua, lo que permite de modo paulatino recrear la instancia de configuracin de un

ser primigenio y del autoreconocimiento del mismo, en tanto efecta este un recorrido de

creacin como el trazo de la escritura, por consiguiente, de conformacin del mismo sujeto y,

por otro lado, de encuentro con el yo autntico que este guarda:

VIAJO EN MI LENGUA

de arena espantosa
dos vocales
Viajo y rozan los bordes mi arenilla dormida
Adentro ms adentro de la cavidad sonora
tus vocales las mas
en el ronco gemido
()
Qu sintaxis Qu paisajes que mis ojos no vieron
Quieren brotar de esta agua
.
cierro y vuelvo hacia dentro el sol del ojo

mi nima mi alma busco459

2.2.1. Imposibilidad del sujeto: entidad truncada y malformada.

La nocin de sujeto emerge en la lectura de la crtica como el propsito final del acto

gestacional y, de este modo, el encuentro hallazgo como la instancia ltima en la cual el sujeto

puede acceder al reconocimiento de su persona. Sin embargo, nuestra propuesta de lectura, si

Faria. El viaje de la lengua por los cuerpos. Revista APSI, N 295, Santiago, 13 de marzo de 1989; D. BELLESI,
La Vocal de la Tierra. Tres poemas de Soledad Faria. En revista electrnica Cyber Humanitatis, Facultad de
Filosofa y Humanidades, Universidad de Chile, N 16, primavera del 2000. Documento recogido en
http://www2.cyberhumanitatis.uchile.cl/16/escritoras2b.html.
459
S. FARIA, Albricia, op. cit. Los fragmentos citados corresponden a los poemas Viajo en mi lengua y Abro el
prpado mudo. Pp. 9 y 14, respectivamente.

236
bien recoge estos aspectos iniciales sealados en la crtica estudiada, apunta hacia la

visualizacin de un sujeto que no alcanza a materializar ambos objetivos, vale decir, su

constitucin como tal y el autoreconocimiento del propio yo. Esto es la configuracin del sujeto

en Faria como la de una entidad que pretende conformarse como tal, pero cuyo proceso es ms

bien intervenido, truncado, por lo que el resultado es ms bien la del surgimiento de un yo

malformado, fragmentado, encubierto, de acuerdo a los presupuestos de un sujeto delineado en el

marco de la sociedad posmoderna y, en nuestro caso, bajo los dictmenes del gobierno militar.

De este modo, el sujeto en Faria efectivamente consiste en una entidad elaborada a

partir de la palabra y de los trazos que la produccin verbal y la lectura sucesiva va generando

secuencialmente. El sujeto, por ende, concebido como el cuerpo del texto, como el tejido que se

va generando en el acto de escritura. Ambos poemarios, entonces, se comprenden como

instancias mediante las cuales se busca materializar la fundacin del yo, tal como lo sealaba

Adriazola en tanto el yo es el mundo, un todo en el espacio del texto. En razn de ello,

claramente en Faria est presente la alusin al correlato bblico relativo al Gnesis y, por otro

lado, a su homlogo en la literatura precolombina, esto es, el Popol Vuh y su relato inicial

centrado en la creacin del mundo. De ah precisamente la nominacin de El Primer Libro a uno

de sus poemarios correspondiente, adems, a la primera publicacin de la autora, en tanto

libro sagrado y, en otros trminos, palabra sagrada, mediante la cual se funda el mundo:

Dijo Dios: Haya luz, y hubo luz.460; palabra creadora que de igual modo acontece en el libro

sagrado maya, intertexto que a su vez representa el vnculo del sujeto con su origen, manifestado

en este caso, a travs de los aborgenes americanos:

460
Libro de Gnesis, Antiguo Testamento. En La Biblia Latinoamericana, Madrid: Ediciones Paulinas y Editorial
Verbo Divino, 1972, p. 38.

237
Lleg aqu entonces la palabra, vinieron juntos Tepeu y Gucumatz, en la
obscuridad, en la noche, y hablaron entre s Tepeu y Gucumatz. Hablaron,
pues, consultando entre s y meditando; se pusieron de acuerdo, juntaron sus
palabras y su pensamiento.
Entonces se manifest con claridad, mientras meditaban, que cuando
amaneciera deba aparecer el hombre. ()
Tierra! dijeron, y al instante fue hecha. 461

En Faria, la palabra fundadora al inicio de El Primer Libro est representada por el

color, el amarillo oscuro de la tierra y la arcilla, el terracota, el ocre, con los cuales

pintar el primer libro462, en medio de la nada que precede a la creacin del mundo: Todo

tranquilo, inmvil463, tal como sucede al inicio de los relatos fundacionales mencionados, en

cuyo proceso predomina la ausencia de todo sonido: en suspenso, todo en calma, en silencio;

todo inmvil, callado, y vaca la extensin del cielo.464; la palabra, entonces, como entidad que

quebranta, irrumpe e interrumpe el silencio inicial propio de la instancia originaria. En el caso

de Faria, el color como la palabra o herramienta de escritura originaria, incluso previa al

registro escritural del sistema verbo-simblico en el hombre. Dicho de otro modo, el color y las

formas creadas a partir de l durante las primeras edades del hombre, son concebidos como nico

medio de lenguaje o cdigo a travs del cual es posible comunicarse grficamente. El signo

entonces, verbal o pictrico, en tanto ancestral, es comprendido como el sistema simblico que

permite dar vida al sujeto en comunin con sus orgenes, en direccin del retorno a los tiempos

inmemoriales. En este sentido, el signo da vida a un sujeto verbal que emerge o toma forma al

tiempo que se dice o figura a s mismo, lo que no puede manifestarse a no ser que ello

constituya un acto sacro, correspondiente al contacto que el ser toma con su propio yo:

461
Popol-Vuh o Libro del Consejo de los Indios Quichs. Buenos Aires: Losada, 2000.
462
S. FARIA, El Primer Libro, op. cit., p. 9.
463
Ibd.
464
Popol-Vuh o, op. cit.

238
untar los dedos los brazos ya ests abierto
pginas blancas abiertas no hay recorrido previo
tratar de hendir los dedos

guia el ojo tornasoles azules intensos
nunca vistos465

Ahora bien, el sujeto conformado a travs del aparato simblico consiste en una entidad

descentrada, ajena a la institucionalidad logocntrica y hegemnica, propia de la cultura, y

especficamente, en el contexto de produccin del poema, del sistema poltico opresor del

gobierno militar. De acuerdo a ello, el sujeto al que se intenta dar forma, moldear en arcilla, en

barro cual sujeto adnico Doblado el torso la cuchilla cae / balbucea la grupa / impregna la

saliva a la arcillosa / la amasa con los dedos / la mueca la reclama para sus madialunas466,

intenta constituirse en otro, es un otro en relacin al sujeto logocntrico instaurado por el

discurso oficial. Desde este lineamiento, la emergencia del yo constituye una permanente pugna

entre la entidad que se intenta crear entidad primordial, genuina, vinculada a sus races y el

sistema opresor que la reprime, la trunca, la subyuga en relacin a este propsito. Olea entiende

al respecto la figura de los choroyes en el primer poemario como la representacin del acto

represivo, censor, como registro de interferencias de lo dominante467. De este modo, el acto de

creacin y nacimiento constituye un acto doloroso un parto que se realiza ms bien desde la

herida, desde la fisura del cuerpo, a partir de los vestigios que de l han quedado tras el paso del

opresor. Un acto inaugural, el mito de la creacin por medio del cual vuelven a surgir las marcas

de un sufrimiento inmemorial, y mediante las cuales se intenta refundar al yo, en virtud de las

465
S. FARIA, El Primer Libro, op. cit. Los fragmentos citados corresponden a los poemas Todo tranquilo, inmvil
y Aguarda la mueca. Pp. 9 y 13, respectivamente.
466
Ibd., p. 13.
467
R. OLEA, Deseo y signo de otra escritura, op. cit.

239
reminiscencias, huellas y deseos que en l han quedado, lo nico que en definitiva ha logrado

pervivir:

Ha cado la nube gris sobre mi vuelo: eran granizos


era hielo el que quebr mis alas
..
Muge la tierra el ocre el terracota el gris el negro
abrir la axila, hay una herida inmensa volcn
reteniendo los aullidos

(abrir la zanja roja afilar el cuchillo
hendir abrir hasta perder la empuadura)

(), pero hay un musgo adherido
hay una maraa tupida que estorba detiene
el deslizar468

El barro cuartea
nuestros lomos
sugiere estras caminos secos
arbustos espinosos de ramaje amargo

La herida se abre impregnando
el pelaje
()
se alargan las heridas
tentculos de luz
hendiendo sus cuchillas
en el iris brillante469

El proceso de germinacin y nacimiento es, por consiguiente, una gesta, una suerte de

batalla pica entre la entidad germinada y el sistema totalizante y totalitario impuesto por las

circunstancias socio-histricas de la poca. Y precisamente, la instancia de nacimiento, del parto

y por ende de la de conformacin en un yo, constituye el acto de enfrentamiento ante la

alteridad dominante; en otros trminos, el acto mismo de constitucin del yo mediante el cual
468
S. FARIA, El Primer Libro, op. cit. Los fragmentos citados corresponden a los poemas Todo tranquilo, inmvil,
p. 9; An no es tiempo, p. 11, Aguada la mueca, p. 13; y Hay una suavidad en ese monte en esa curvatura, p. 15.
469
S. FARIA, Albricia, op. cit. Pp. 23 y 26-27, respectivamente.

240
intenta materializarse el mismo sujeto es la afrenta ante la razn hegemnica, el evento

reprobatorio por el cual el sujeto debe ser desarticulado. En El Primer Libro, es posible

visualizar el instante preciso de emergencia del yo, correspondiente en trminos de escritura al

poema y versos finales de la primera seccin del texto, el segmento inaugurado con el enunciado

donde volcarse en este paisaje470:

rojo a la llama blanca, mugidos subterrneos


en esa oscuridad: tomar el gran pincel
afilar el cuchillo perder la empuadura
hendir abrir hasta perder
no hay recorrido previo
haba que pintar el primer libro
pero cul pintar cul primer471

El sujeto que emerge a partir de esta hendidura es, sin embargo, una entidad maltrecha,

trunca, malformada e incluso informe, un sujeto a medias, que no alcanza a constituirse en yo, en

entidad totalizante. Es as como los versos que inauguran la segunda seccin del poemario,

inmediatamente posteriores a la instancia del parto, de la emergencia del yo un yo trunco, dan

cuenta de los despojos que restan de la entidad recin parida, a raz de la impronta totalitaria que

la recibe, del contexto sociopoltico al cual arriba, el que tiende a asirla y aprisionarla

nuevamente y que es representado mediante la misma herramienta que intent en los albores del

texto y del tiempo moldear, dar forma y vida al sujeto, esto es la lengua, la palabra:

(la lengua)

ASFALTADA

470
El texto de Faria se divide precisamente, en tres partes, cada una de ellas rotuladas bajo las siguientes
proposiciones: dnde volcarse en este paisaje, bandada de alas verdes, en esta oscuridad. S. FARIA,
El Primer Libro, op. cit.
471
Ibd., p. 19.

241
NO MAS
NO MAS melaza negra
caliente

le horada al cerebro la excavadora


()
Y EN QUE LA LENGUA
asfaltada ligosa tararea
sus ltimos gorjeos
manto de plumas verde-choroy
nadando en la laguna
ah
las fauces de los perros
lo haban empujado
al lmite
a las orillas
a los bordes472

2.2.2. La lengua como instancia de represin.

La lengua se presenta en esta poesa como la marca de la cultura y la tradicin

hegemnica, encargada de aprisionar y diseccionar al sujeto emergido. Brito, al respecto,

comprende la escritura de Faria como un intento por doblar la lnea que la cultura la obliga a

tomar473 a travs de la sintaxis y de las convenciones del aparato verbo-simblico,

representantes a su vez de una tradicin literaria chilena esencialmente patriarcal. Incluso las

acciones de pintar y colorear en la autora intentan dar cuenta de la necesidad del uso de otro

lenguaje, de otros signos mediante los cuales realizar la expresin potica, signos distintos al uso

convencional de la retrica y de la lengua con los cuales construir otra textualidad en las

palabras de Olea474. El lenguaje constituye entonces, por un lado, el molde a travs del cual se

aprisiona al sujeto, antes, durante y despus de la instancia de nacimiento: ataduras profundas,


472
Ibd., p. 23.
473
E. BRITO, op. cit., p.183.
474
R. OLEA, documento sin ttulo. Op. cit.

242
corteza terrosa, costra, envoltorio rugoso475, cscara porosa476, son algunas de las

nominaciones que la representan. En otros trminos, constituyen el significante mediante el cual

el lenguaje potico y su sujeto intentan desasirse, liberarse.

En esta lnea, Kristeva477 concibe igualmente el lenguaje como una instancia de represin

del yo potico, en tanto este intenta escapar a las marcas del yo trascendental representado por

medio del hablante lingstico, este ltimo entendido como entidad en la cual confluye la

conciencia ttica, llamada tambin conciencia judicativa equivalente al ego cognoscente, que

razona y emite juicios sobre s mismo y otras realidades. De este modo, al interior del discurso

literario, a diferencia de lo que sucede en otros tipos de lenguajes no artsticos, el sujeto potico

emerge en la naturaleza del discurso poniendo en tela de juicio al sujeto parlante y su

conciencia ttica del lenguaje convencional. Es as como, el sujeto potico de acuerdo a

condicin de entidad fallida, carente y descentrada, tiende a aparecer y desparecer en el texto por

medio de la figura del sujeto hablante generando su desarticulacin como ego trascendental. De

acuerdo a lo planteado por el mismo psicoanlisis, precisamente la estructura del lenguaje el

orden simblico-cultural, segn Freud478 es concebida como una dimensin que tiende a inhibir

el flujo de deseo y la pulsin del yo fragmentario. En la produccin de Faria, lo anterior puede

visualizarse por medio de esta tensin permanente entre el sujeto que intenta emerger y, por

ende, emanciparse de las trabas dispuestas por su entorno correspondiente a la institucionalidad

hegemnica: Intento abrir al ritmo de mi abdomen / un hueco a la palabra Se encabritan las

475
S. FARIA, El Primer Libro, op. cit., pp. 12, 17 y 27, respectivamente.
476
S. FARIA, Albricia, op. cit., p. 10.
477
J. KRISTEVA, El tema en cuestin: el lenguaje potico. Op. cit.
478
A. TALLAFERO, op. cit.

243
olas / de mi cabeza / Allo Alla / el celador pliegue / de mi memoria479. Al respecto, los

poemarios revisados se presentan como una especie de bisagra tal como entiende Kristeva al

lenguaje literario en la cual convergen ambos registros, el simblico-cultural y el pulsional, y de

cuya convergencia surge un excedente indeterminado equivalente al sujeto potico que aparece y

desaparece, siendo aprehendida como una identidad fantasmagrica e informe, huidiza. Ello,

puede visualizarse a lo largo de ambos poemarios, cuya temtica esencial est centrada en el

intento por una emergencia cuyo resultado es un sujeto trunco, inconcluso, informe:

Falfa mi suave
la escama cae
trepa la larva
el rostro el pao la marga huesa
- me dice
()
DOBLA
HABLA - le digo
( se dobla )

HABLA480
.
SOY LA SEMILLA OSCURA APENAS DELINEADA481

Por su parte, Lacan acua del concepto de mordaza para referirse al lenguaje,

comprendiendo este como la cadena de significantes mediante el cual el inconsciente el sujeto y

su deseo se encuentra reprimido, oculto. El lenguaje constituye en este sentido, la dimensin

por medio de la cual se apresa esta entidad, se oculta al sujeto, pero a la vez, como la nica

instancia a travs de la cual su deseo puede asomarse, manifestarse; es decir, slo es posible

articular parte del deseo y, por ende, del sujeto del deseo, a travs del desfiladero de la

479
S. FARIA, Albricia, op. cit., pp. 31 y 33. La cita corresponde a los versos finales del poemario.
480
S. FARIA, El Primer Libro, op. cit., pp. 12, 17 y 27, respectivamente.
481
S. FARIA, Albricia, op. cit., p. 33. De igual modo, los versos citados corresponden a los que cierran el texto.

244
palabra, entendida por Lacan como articulacin significante por medio del cual surge y fluye el

inconsciente482. Desde esta perspectiva, en Faria precisamente el lenguaje mismo, que opera en

sus trminos como corteza, membrana, en tanto impide la emergencia y flujo directo del sujeto

mi rostro carcomido por lenguas483, constituye paradjicamente la nica va a travs de la

cual sera posible efectuar dicha operacin. No hay posibilidad de constituir al sujeto fuera del

lenguaje, pues es la nica arcilla que permite otorgarle forma y, sin embargo, a travs de esta de

igual modo no es posible concretar un proceso de liberacin pleno del yo del sujeto del

inconsciente en Lacan, pues el verbo constituye su instancia de represin. Desde esta

perspectiva, el lenguaje segn la teora lacaniana cumple precisamente una doble funcin en

cuanto a la constitucin del sujeto, lo que logra percibirse en la poesa de Faria, en tanto el

verbo es lengua bfida484 como se expone en El Primer Libro. Esto es, por un lado, la lengua

como mecanismo de represin, por ende, representante de la cultura y del sistema dominante en

consonancia con la razn; y por otro paradojalmente, como nica va a travs de la cual es

posible dar forma al sujeto y su manifiesto su deseo, aunque esto ltimo se realice

parcialmente, de modo de generar en Faria un sujeto trunco que no alcanza a constituirse como

tal. En este contexto, a propsito de Lacan se expone que el deseo del sujeto, su inconsciente en

nuestra lectura, el deseo como representacin del sujeto primordial, que se enfrenta a la

hegemona opresora slo puede emerger a travs de la representacin simblica, y de ah

entonces que el lenguaje presente esta calidad de materia represiva y portadora, a la vez, del flujo

pulsional: El lenguaje es la condicin del inconsciente () El inconsciente es la implicacin

lgica del lenguaje: en efecto, no hay inconsciente sin lenguaje485; el lenguaje como la

482
J. DOR, Introduccin a la Lectura de Lacan. El inconsciente estructurado como lenguaje, op. cit., p. 132.
483
S. FARIA, Albricia, op. cit., p. 14.
484
S. FARIA, El Primer Libro, op. cit., p. 27.
485
J. LACAN. En J. DOR, op. cit., p. 118.

245
dimensin en cual aparece el inconsciente. De acuerdo a ello, en Faria es posible visualizar este

intento y seudo logro de emancipacin por parte del sujeto del inconsciente, el que guarda el

deseo por la constitucin y encuentro reconstitucin y reencuentro del yo consigo mismo:

tambin abre los poros las poras


las esporas tie las labias
FUCSIAS
ROJAS
BERMELLONAS
terciopela
rancia
abierta
dorada
()
ALFA
Alfalfa olorosa
brota
enjugo el rostro
enjugo el pao
.
Cada salto una albricia estremeciendo
el Anca486

Sin embargo, en razn de lo anterior el lenguaje mismo guarda esta imposibilidad de

encuentro y constitucin totalizante del yo, en tanto, en su misma materia significante se genera

la escisin del sujeto en virtud de la misma entidad inconsciente que lo constituye, el que

corresponde, de acuerdo a la lectura lacaniana, a otro lenguaje:

El orden significante es, precisamente el que hace que el sujeto llegue a su


estructura de divisin. Esto equivale a decir que el sujeto est dividido por el
orden mismo del lenguaje () el orden significante es el que causa al sujeto,

486
S. FARIA. Los fragmentos citados corresponden a El Primer Libro, op. cit., pp. 27 y 31; y Albricia, op. cit. p.
26, respectivamente.

246
estructurndolo en un proceso de divisin que produce el advenimiento del
inconsciente.487

Esta escisin da cuenta, en otros trminos, de la problemtica de la constitucin del sujeto

dado que, si bien el verbo constituye la materia de emergencia del sujeto, tambin constituye el

lugar de su ausencia, su desaparicin, en tanto la naturaleza de su materia es meramente

simblica, un hecho de representacin. De este modo, el sujeto al ser representado en la cadena

significante desaparece como tal y aparece como metfora, como smbolo abstracto de una

entidad que en realidad no est, no es. El smbolo sustituye al yo, lo desplaza, haciendo uso de un

lugar en el que predomina el vaco por causa de su desaparicin. El lenguaje tiene por funcin

representar las referentes que se vuelven ausentes en esta ecuacin: el sujeto slo figura en su

propio discurso a costa de esta misma escisin: desaparece como sujeto y slo se encontrar

representado bajo la forma de un smbolo488. Esta escisin, que conlleva la desaparicin del

sujeto es denominada por Miller como sutura489. En este sentido, el propsito final del sujeto

en la poesa de Faria presenta un sino trgico, en tanto su imposibilidad est determinada por la

misma naturaleza del yo, como evento de lenguaje. En este sentido, la nica posibilidad de

mostrar al sujeto es a travs de su ausencia, de su constitucin en otro no de s mismo, de un

otro que constituye su nica posibilidad de ser.

487
J. DOR, op. cit., pp. 115 y 118, respectivamente.
488
Ibd., p. 122.
489
J. A. MILLER. En J. DOR, op. cit., pp. 122.

247
2.2.3. Tradicin potica y mistraliana: la madre y emergencia del sujeto femenino.

Si en el caso de Lacan la otredad que escinde a la entidad subjetiva corresponde al sujeto

del inconsciente y su deseo pulsional, en Faria esta otredad en la cual intenta reconocerse el

sujeto es la figura de la madre, quien emerge en la instancia misma de gestacin del yo, en el

marco de la vuelta a su origen o el intento por materializar este hallazgo con el verdadero yo. La

crtica comprende al respecto su publicacin Albricia como el relato de un viaje hacia el origen,

representado este por el seno materno, el regreso a la matriz como la instancia primigenia en la

existencia del hombre. En este marco, Eliana Ortega490 concibe este viaje como la aventura

mtica del hroe que debe emprender el camino que le permitir acceder, finalmente, al

conocimiento verdadero sobre su propio ser y de su pueblo. Es, en otros trminos, la metfora

del rito de iniciacin mediante el cual el joven de la tribu, despus de sortear una serie de

peligros al interior del bosque, es digno de acceder a la verdad sagrada mtica, asociada a los

fundamentos de su pueblo, su raza y su origen491. El origen en Faria es la madre y el retorno al

espacio uterino constituye el proceso de la recuperacin de la identidad perdida, la que se ve

reflejada paradojalmente en la figura de un otro, en el encuentro con un otro que es la madre,

como marca del origen de s mismo. Es as como la figura materna representa en el texto a la

palabra, la palabra potica, genuina, que intenta de igual forma recuperarse en el proceso de

reconstitucin del yo. Dicho de otro modo, en Faria los trminos madre, palabra potica,

yo, otro aluden a una misma sustancia, un mismo fenmeno objeto de la bsqueda y el

hallazgo:

490
E. ORTEGA, op. cit., p.192.
491
M. ELIADE, Mito y Realidad. Bogot: Labor, 1963.

248
Para establecer plenamente la relacin entre palabra-madre y palabra-hija, se
hace necesario encontrar (como en el juego infantil), la palabra que nombra el
poemario, la albricia () Su poemario Albricia es el hallazgo de la palabra
reprimida, de esa otra palabra que nos ofrenda a nosotros.492

Desde este punto de vista, Faria efecta en su produccin un guio, sutil pero

caracterstico, hacia la tradicin potica nacional por medio de la figura de Gabriela Mistral, en

cuyo poemario Tala es posible hallar el antecedente del trmino albricia. Tanto en Mistral como

en Faria, la nocin de albricia alude a la de hallazgo, encuentro, revelacin. En el caso de la

segunda, de acuerdo a lo mencionado anteriormente, el concepto conlleva la idea de encuentro

con el origen, el reconocimiento del sujeto consigo mismo, de su verdad primordial. Ambos

poemarios constituyen entonces una exploracin que intenta culminar en esta albricia, en este

reencuentro con el verdadero yo. Para Mistral, por su parte, la albricia constituye un trmino

asociado a la infancia que se reproduca en el contexto de un juego de la niez por medio del

cual se buscaba un objeto escondido. La exclamacin albricia albricias originalmente en

este marco, efectuada por alguna de las compaeras de juego, daba cuenta entonces del hallazgo,

del encuentro al fin materializado:

Tengo an en el odo los gritos de las buscadoras y nunca he dicho la preciosa


palabra sino como la o entonces a mis camaradas de juego () El sentido de
la palabra en la tierra ma es de suerte, hallazgo o regalo. Yo corr tras la
albricia en mi valle de Elqui, gritndola y vindola en unidad.493

492
E. ORTEGA, op. cit., pp.193 y 194.
493
G. MISTRAL, Tala. Buenos Aires: Ediciones Sur, 1938, p. 279. La cita corresponde a una de las Notas
presentadas por Mistral en su texto.

249
Asimismo, el trmino en el contexto de Mistral est revestido de aquella sonoridad

mgica asociada, por un lado, al evento del llamado por medio de la palabra, de la

evocacin que permite en el contexto de los cuentos infantiles o maravilloso acceder a otro

mundo, a aquel al cual realmente pertenecemos; y, por otro, a la comprensin de la palabra

como entidad transformadora, en tanto es palabra potica, reveladora de una verdad mtica,

sagrada, relativa al origen del hombre. En el caso de Faria, se reproducen ambos valores, pues

es la palabra la herramienta mediante la cual se realiza la transformacin el viaje y finalmente,

la convergencia en el vientre materno: Me refugia tu valva su envoltura caliente / la fisura en tu

ovada estrechndome lenta / tus hebras encubrindome en ondulada parda () / SOY LA

SEMILLA OSCURA APENAS DELINEADA.494

Ahora bien, en esta figura de la madre converge precisamente la dualidad propia del

sujeto que guarda en s mismo las marcas del otro, que es a su vez un otro, de acuerdo a los

planteamientos de Ricouer que dan cuenta de la naturaleza escindida de toda subjetividad. En

otros trminos, el yo para el autor est compuesto por la dialctica entre la identidad-idem y la

identidad-ipse, vale decir, entre el s mismo y la de su otro, por lo que no es posible pensar al

sujeto fuera de las marcas de esta alteridad495. La madre, al respecto, constituye por s misma en

un ser cuya naturaleza y definicin est ligada a otro, al hijo en cuanto es precisamente madre

en razn de la existencia de ese otro, y porque adems la madre constituye ese uno nico que

se diversifica en otros, en sus hijos y descendientes. En el caso de Faria, el encuentro

reencuentro del sujeto consigo mismo y su origen tiende entonces a producir esta escisin, y a

la vez articulacin, del ser entre el idem y el ipse, en los trminos de Ricoeur; entre la conciencia

494
S. FARIA, Albricia, op. cit., p. 14.
495
P. RICOEUR, S mismo como otro, op. cit.

250
judicativa y el sujeto potico, en Kristeva; y entre el orden del lenguaje y el sujeto de deseo, de

acuerdo al psicoanlisis lacaniano. Ello, como representante de la pugna y tensin permanente a

lo largo de ambos poemarios entre el lenguaje potico representado por un sujeto potico

carente y descentrado y el sistema hegemnico dominante, correspondiente en definitiva al

rgimen dictatorial del periodo. Se escinde el sujeto entonces, que slo logra reconocerse a s

mismo en su alteridad, que slo logra mostrarse por medio de otro o, dicho de otro modo, que

para mostrarse debe a su vez esconderse, ocultarse a travs del mismo lenguaje, que lo cubre y

descubre permanentemente como sucede con el mismo lenguaje potico segn lo planteado por

Kristeva:

Amarillas
fisuras atraen

nuestros dedos Escarbamos

los rostros reconocen

la Imagen

YO TU
..

es otra historia la que


asoma
me allego a tu ojo ovillando
mi imagen dentro de un
bastoncillo

PASA TU HISTORIA una vez y otra


sin poder rescatarla
esta sintaxis496

496
S. FARIA, Albricia, op. cit., pp. 23 y 24, respectivamente.

251
El otro que asoma la madre, el origen es de algn modo ese sujeto escurridizo, inasible,

que emerge sin poder rescatarla esta sintaxis, que aparece sin que pueda mostrarse en claridad.

Es, tal como lo apunta Faria, una Imagen, un espejo mediante el cual observa el yo a su

otredad su yo inverso, se reconoce e intenta acceder a la verdad primigenia. El acto de mirarse

en el espejo, precisamente, como metfora del acceso a la verdad, a la sabidura y al

conocimiento y reconocimiento humano497.

El vnculo intertextual con la obra de Mistral tambin constituye, en esta misma lnea, un

intento por articular y reconocer esta escritura en el marco de la tradicin potica chilena y de la

literatura femenina, situacin que presenta en realidad dos facetas: por un lado, el uso de uno de

los referentes literarios ms relevantes de la escena potica nacional, lo que implica una relacin

de filiacin apropiada para enfrentar las polticas de censura aplicadas por el gobierno militar; y,

por otro, la alusin a Mistral en el marco de la emancipacin y relevancia de la literatura

producida en nuestro pas por mujeres, en oposicin al patriarcado que domina el mbito de la

produccin literaria en Chile y Latinoamrica.

De acuerdo a ello, la referencia a Mistral en la obra de Faria, especficamente a partir de

su poemario Albricia y la clara mencin en el ttulo de ste ha sido revisada por la crtica y

evidenciada por la misma autora a travs del epgrafe que inaugura su texto, correspondiente a

una estrofa del poema La Cabalgata, de Mistral, mediante el cual se evoca la imagen de

acuerdo a la lectura efectuada a la luz de la obra de Faria del suspenso ante la espera y

eminencia del hallazgo, de la albricia, a travs precisamente del llamado, como puerta de acceso

hacia el reino de la otredad: Or, or, or / la noche como valva, / ijar de lebrel / o vista

497
J. C. COOPER, Diccionario de Smbolos. Barcelona: Gustavo Gili, 2000.

252
acornejada / y temblar y ser fiel / esperando hasta el alba498. Ahora bien, en relacin al contexto

de produccin en el cual se escribe y publica la obra en el caso de Albricia, la nota de edicin al

final del texto, indica que el libro fue escrito entre los aos 1987 y 1988, esto es, el rgimen

militar como sistema dominante, la referencia a Mistral constituye a nuestro modo de ver, un

movimiento escritural que permite ubicar la obra de Faria en la lnea de una literatura cuyo

discurso poltico implcito sea inadvertido por el sistema censor de la poca. Mistral, en este

sentido, constituy una figura cuya imagen fue aprehendida en cierto modo, y durante este

tiempo, por el sector conservador del pas y adherente al rgimen totalitario, y por consiguiente,

semantizada en cuanto a la imagen de una mujer poeta y maestra de escuela rural, dedicada,

correcta, amante de los nios y con espritu de madre abnegada, atenta, que profesa la fe catlica;

en definitiva, la construccin en torno a Mistral de una imagen idealizada en razn de los valores

convencionales que, desde el sector sociopoltico ms conservador, deben asociarse a la imagen

de mujer, en tanto, ella debe ser dcil, disciplinada, virtuosa, consagrada al bienestar de su

familia e hijos, aquella mujer que simplemente no requiere de voz ni opinin en el contexto de

una sociedad patriarcal a diferencia por ejemplo de la figura de Pablo Neruda, asociada en

contraste a las filas el Partido Comunista. Al respecto, Liliana Trevizn alude precisamente al

mito de la maternidad idealizado en la poesa de Mistral, a propsito de las canciones de cuna y

poemas para nios, y extendido hacia la imagen de la misma poeta, lectura absolutamente

restrictiva que sin duda debe ser revertida en funcin del tejido nuevo y de las otras

connotaciones que la escritura mistraliana presenta.499

498
G. MISTRAL, op. cit., p. 52.
499
L. TREVIZN, Deshilando el mito de la maternidad. En R. OLEA y S. FARIA (eds.), Una palabra cmplice:
Encuentro con Gabriela Mistral. Santiago: Corporacin de Desarrollo de la Mujer La Morada, Editorial Cuarto
Propio, Isis Internacional, 1997.

253
Faria, por consiguiente, se toma de esta tradicin potica validada y reconocida por el

sistema socio-cultural y sectores polticos dominantes, como estrategia apropiada en el contexto

de un pas cuya produccin cultura, artstica y literaria ha sido restringida y censurada. Por una

parte, la relacin filial establecida con Mistral en el marco de una relacin madre-hija, tal como

se presenta en el poemario Albricia, postula la poesa de Faria como heredera de una tradicin,

como hija de una tradicin potica cuyo principal referente es femenino, poesa-madre de la cual

proviene. Desde esta perspectiva entonces, el encuentro hallazgo esbozado en su produccin

constituye una cita con los antepasados poticos, con la tradicin literaria chilena, escenario

desde el cual se nos permite en cierta forma validar la produccin de esta poesa. En relacin a

ello, el sujeto potico en Faria se sujeta a la tradicin, como uno de los mecanismos para

sostener y dar forma consistencia, materialidad a un sujeto que se deshace en su intento. Lo

anterior, por supuesto, como estrategia para hacer valer una voz potica haciendo uso de los

mismos mecanismos que utiliza el discurso oficialista representado en la imagen de Mistral

con el propsito de corroer, fisurar subrepticiamente este lenguaje, equivalente a la voz de la

conciencia ttica en los trminos de Kristeva. En otras palabras, el movimiento de Faria

constituye un ejercicio de enmascaramiento del sujeto potico fallido y carente, tras la imagen y

entramado potico de Mistral, cual hija pequea se oculta tras las faldas de su madre. Y, de

acuerdo a lo mencionado ms arriba, el sujeto de esta poesa y del presente estudio slo puede

mostrarse a travs de su mscara, de su proceso de ocultamiento, su alteridad. Slo puede

mostrarse a travs del lenguaje, que a su vez no hace otra cosa que ocultarlo, alienarlo y

dividirlo, tal como expresan los fundamentos del psicoanlisis lacaniano.500

500
J. DOR, op. cit.

254
Por otro lado, la referencia a Mistral toma igualmente relevancia desde otro prisma,

distinto y opuesto a la de la aprehensin de la imagen de la autora como representante del

discurso hegemnico asociacin construida por la misma hegemona en tanto los autnticos

valores poticos y sociales en Mistral se alejan de esta premisa. Esto es lo correspondiente a la

consideracin de la escritura mistraliana como referente indudable de la produccin literaria y

potica femenina, y los espacios y reconocimientos que esta puede alcanzar en el marco de la

literatura y creacin artstica nacional. Precisamente, Soledad Faria forma parte de la escritura

femenina chilena de la dcada de 1980 que fue tomando paulatinamente realce en nuestro pas,

alcanzando hacia finales de la dcada un espacio significativo en la escena potica nacional y en

el mbito de la crtica literaria. La misma Soledad Faria da cuenta de ello en su artculo Inicios

de la Crtica Literaria Feminista en Chile501, en el cual se expone que, a raz de encuentros

internacionales II Encuentro Feminista de Amrica Latina y el Caribe, de 1983, movimientos

y manifestaciones al interior del pas en contra del rgimen militar aos 1983 y 1984, se

comenz poco a poco a comprender a la mujer como sujeto activo, tanto en el mbito de la lucha

poltica como en el terreno de la produccin artstico-cultural, en el caso de literatura, lo

correspondiente a poesa, narrativa y crtica generada por mujeres. Lo anterior como un proceso

mediante el cual se genera la conversin de la mujer en sujeto en palabras de Kirkwood502. En

esta lnea entonces, Mistral no slo constituye el referente usurpado y travestido por la

hegemona dominante, sino que desde la perspectiva de la produccin literaria opuesta al

rgimen, marginal en todo sentido y feminista, su escritura representa una importante va de

reposicin del sujeto femenino como tal, como entidad significativa, escuchada y validada en el

marco de la tradicin potica chilena y latinoamericana que ha sido hasta entonces esencialmente

501
S. FARIA, Inicios de la Crtica Feminista en Chile. En Revista Mapocho, N 65, ao 2004.
502
J. KIRKWOOD, Ser poltica en Chile. Las feministas y los partidos. Santiago: FLACSO, 1986.

255
patriarcal. De este modo, la mencin a la obra mistraliana constituye igualmente una herramienta

de fisura, de fractura respecto al discurso literario dominante y, en el contexto de la poesa de

Faria y la constitucin de su sujeto, una herramienta para intentar dar forma a esta entidad

como metfora de la sujeto-poeta femenino que se configura como tal ante sus pares masculinos

, para erigirla como estructura firme, consistente, frente a los embates del sistema hegemnico.

Sin embargo, lo anterior se presenta igualmente como instancia a partir de la cual el yo se

desmorona, se desajusta, se descentra: desde la esfera hueca / desciende / hasta tu lengua /

buscando la cadencia () busco mi raz / en el bombeo azul de tu garganta503. En otras

palabras, la bsqueda en la tradicin y el origen los antepasados poticos en el emblema del

sujeto femenino relevante y valorizado la escritura de Mistral constituyen las vas o

instrumentos arcilla y tinta en la poesa de Faria mediante los cuales se intenta dar forma

pintar, colorear, moldear al sujeto, cuerpo de la escritura de El Primer Libro. Dicho de otro

modo, es el intento por otorgar forma al yo mediante la lengua y escritura de un otro, de

sujetarlo mediante estos pilares.

De igual modo, en los textos de Faria es posible visualizar otras huellas provenientes de

tradicin potica chilena, en tanto la concepcin de sujeto en ella presentada se entronca con

algunos aspectos fundamentales de ciertas poticas anteriores. Es el caso, por ejemplo, de

algunos guios efectuados a la poesa de Jorge Teillier en cuanto a las bases antropolgicas con

las cuales se configura el sujeto en la escritura de este autor, presentes tambin aunque con

distintos matices, en la obra de Faria. Precisamente, los conceptos revisados anteriormente en

torno a la construccin del sujeto como un intento por volver al origen y reconocerse a s mismo,

constituyen elementos fundamentales de la potica teillierana en la cual se plantea el lenguaje

503
S. FARIA, Albricia, op. cit., pp. 30 y 31, respectivamente.

256
potico como una va para acceder a otra realidad, a la realidad mtica asociada a los orgenes de

los pueblos y del hombre, viaje a travs del cual sea posible efectuar un rescate de los valores

ms humanos los valores poticos, aquellos generados en los tiempos de la gestacin del

mundo en el cual el hombre es capaz de observar y reconocer su verdadero rostro. En otros

trminos, una poesa que intenta volver a la dimensin del mito, de los tiempos inmemoriales

mediante los cuales es posible acceder a la verdad sagrada en torno a la naturaleza humana: la

poesa como creacin de un mito, de un espacio y tiempo que trasciendan lo cotidiano, utilizando

lo cotidiano504. Ese tiempo, tanto en Teillier como en Faria, se asocia al periodo de la infancia,

en tanto los tiempos inmemoriales equivalen a las primeras edades de los pueblos y los hombres,

la edad de oro, en los cuales se guardan los secretos relativos al origen del mundo. La infancia

constituye en la lrica teillierana aquel paraso perdido que es necesario recuperar, pues a travs

de esta edad es posible acceder a la verdad potica; la infancia como un estado que debemos

alcanzar, una recreacin de los sentidos para recibir limpiamente las maravillas del mundo505.

Asimismo, en Faria la vuelta a los estados primordiales constituye una vuelta a la dimensin de

la infancia, al estado primitivo, originario, en donde efectivamente el sujeto puede recomponerse

como tal y reconocer su verdadera imagen. En el caso de El Primer Libro, Teresa Adriazola

seal que hacia el final del texto la mencin a ALFA primer grafema del sistema griego

representa la referencia a los albores de la especie, al inicio de los tiempos y del lenguaje y, en

especial, al lenguaje infantil correspondiente a las primeras edades de la especie humana506. La

mencin de ALFA que en el poema se transforma en Alfalfa, Falfa, Fabla507, cual

balbuceo del nio al nacer en el contexto del poema, al comenzar a adquirir el lenguaje. La

504
J. TEILLIER, Sobre el mundo donde verdaderamente habito o la experiencia potica. En J. TEILLIER, Prosas.
Op. cit., p. 64.
505
Ibd., p. 63.
506
T. ADRIAZOLA, op. cit.,
507
S. FARIA, El Primer Libro, op. cit.

257
infancia entonces como metfora del estado inicitico al cual se busca regresar, en el intento por

reconstituir al sujeto en base a su origen, a su ser primordial. De ah entonces, que la herramienta

para materializar dicho propsito lo constituya el lenguaje, igualmente como materia originaria,

primaria, desde el origen de la misma letra y el sistema articulado. De este modo, la referencia

centrada en las races vernculas del idioma espaol, el griego y el latn, componen los primeros

intentos de enunciacin mediante los cuales se configura paulatinamente el sujeto: alfa y fabla,

este ltimo, como mandato por parte del antecesor durante el proceso de su emergencia y

surgimiento ante el mundo su nacimiento, para que este hable y se constituya por medio de la

palabra.

El Primer Libro finaliza en aquel proceso, vale decir, en la instancia del parto, del

nacimiento en el cual se atisba la emergencia del sujeto. Los versos finales HABLA / le digo /

(se dobla) / HABLA508 con los cuales se cierra el poemario, dan cuenta de este balbuceo inicial

y el silencio posterior y simultneo que rodea la emisin de los ltimos versos y ltima

pgina del texto:

()
La tibia dice
me dice
Fabla le digo
Fabla mi tierno dulce
mi amarga suave
Fabla
abre la cuenca
escarba
brota
la cuenca huesa
la blanca suelta
la suave

508
Ibd., p 33.

258
DOBLA
HABLA
le digo
(se dobla)

HABLA509

2.2.4. Hallazgo ilusorio del sujeto potico.

Dado que el lenguaje presenta un doble valor, tal como se seal ms arriba segn la

propuesta psicoanaltica, por una parte concebido como mecanismo de represin en tanto

representa el anclaje de la conciencia ttica y el orden simblico-cultural, lo que tiende a atentar

contra la naturaleza del sujeto potico; y, por otra, como nica herramienta masa, molde,

significante a travs de la cual es posible otorgar forma al sujeto; este intenta emerger por

medio del balbuceo, de la enunciacin que, no obstante, se vuelve tenue, esquiva. El lenguaje

constituye entonces, la trampa con la cual se pretende materializar un proyecto que no es otra

cosa que ilusin, apariencia, desdoblamiento. El sujeto de Faria se dobla, se entorpece, se

escurre, a la vez que intenta mascullar el verbo, y es precisamente, en ese fraccionamiento, en

esa escisin, en donde se alcanza y se pierde, aparece y desaparece, tal como enuncia Kristeva en

relacin al sujeto potico510. Desde este punto de vista, no es posible que el sujeto se erija como

una entidad totalizante, compacta, uniforme, en tanto su naturaleza la delinea de otro modo

como entidad borrosa, fragmentada, fallida, ausente, y por ende, el resultado del proceso es la

imposibilidad de concretar el hallazgo del sujeto por medio del mismo lenguaje hallazgo

ilusorio, pues paradojalmente se requiere del silencio para ello, en donde sin embargo, la

509
Ibd.
510
J. KRISTEVA, op. cit.

259
operacin es la misma dado que el sujeto no emerge como entidad corprea, sino como figura

borrosa, soluble: SOY LA SEMILLA OSCURA APENAS DELINEADA511. En este

sentido, el silencio opera como aquella dimensin en la cual tiende a resguardarse lo ms ntimo

del lenguaje literario, cierto misterio que precisamente se intenta revelar en el texto. Lisa Block

de Behar seala, al respecto, que entre un discurso y un silencio ocurre la literatura512, en otros

trminos, en la convergencia entre el entramado verbal y aquello que no se enuncia emerge la

poesa, entindase en este contexto, el sujeto potico. El silencio comprendido por la autora

como una alteridad que se despliega a partir del texto y que lo supera513, pero que sin embargo,

de acuerdo a su propia naturaleza no se muestra. En Faria, esa misma alteridad es el sujeto al

cual se pretende pintar y otorgar un cuerpo la escritura, como soporte por medio del cual

este pueda presentarse y representarse. Sin embargo, el intento es fallido, en tanto es condicin

intrnseca del sujeto no exponerse o, en el marco de los poemarios estudiados, efectuar esa

muestra mediante su torcedura, mediante un gesto dislocado en el cual acontecen los fragmentos

o despojos de un sujeto malogrado, mermado, que no alcanz a constituirse en un ser definido y,

por ende, que no puede remedirse a s mismo ni asirse plenamente.

Faria en su Arte Potica alude precisamente a esta imposibilidad de aprehensin del

sujeto, y por consiguiente, de la poesa misma a travs del lenguaje, pese a constituir la materia

de expresin de esta:

y ver
que apenas dibujada en el aire
el aire se encabrita y sale a buscar paisajes

511
S. FARIA, Albricia, op. cit., p.33.
512
L. BLOCK DE BEHAR, Una retrica del silencio. Funciones de lector y procedimientos de la lectura literaria.
Mxico: Siglo XXI, p. 215.
513
Ibd., p. 216.

260
otros imposibles de deletrear

Caer en la oscuridad informe de su semilla

y volver a trazarla en la ilusin


de su sonrisa oblicua
(.)
Sumergirla

vestirla con el vrtigo


de no poder nombrarla514

De este modo, en Faria el sujeto emerge como representacin del mismo lenguaje

potico que intenta tomar forma por medio de su materia verbal, sin embargo, es este mismo

cuerpo tejido el que no permite la materializacin del encuentro. Si bien la nica va para

acceder al sujeto es la palabra, la imposibilidad de nombrarlo y de lograr constituirlo mediante

el acto de nominacin, es lo que finalmente permanece debido a su carcter huidizo, difuso. El

sujeto entonces que logra percibirse es informe, una entidad imprecisa e imperfecta, contrahecha

y afsica, en tanto no consigue hacerse ver en plenitud a travs de la palabra, sino por el

contrario, slo permite el aprehender sus retazos como lo que es, una figura no convencional y,

por ende, marginal, maltrecha, un sujeto a medias, una suerte de cuasimodo que no permite

exhibir su verdadero rostro. Lo anterior, de igual modo como metfora de la relacin del yo con

el contexto socio-poltico restrictivo y mutilador en el que ha sido engendrado, vale decir, los

aos de dictadura militar en Chile.

514
S. FARIA, Arte Potica. En T. CALDERN et al. Op. cit., p. 232.

261
2.3. El sujeto huidizo e intransigente en la poesa Elvira Hernndez.

En relacin a los textos de Elvira Hernndez515 considerados en el presente corpus de

estudio, probablemente el de mayor resonancia al interior del escenario potico nacional y de la

crtica especializada sea La Bandera de Chile, publicado oficialmente por primera vez en 1991,

por Editorial Tierra Firma en la ciudad de Buenos Aires. Ello probablemente, en primera

instancia, debido a la restringida publicacin y difusin de sus tres obras anteriores, Arre!

Halley Arre! (1986), Meditaciones fsicas por un hombre que se fue (1987) el que corresponde

a un sobre postal con poesa enviado a sus lectores y Carta de viaje (1989); y en segundo lugar,

en razn posiblemente de la impronta que constituye la figura potica de la bandera de Chile en

los trminos presentados por la autora, lo que de algn modo puede corroborarse en funcin de la

produccin crtica que a partir de ella se ha generado al interior del exiguo conjunto que

constituye en definitiva el corpus crtico en torno a la obra de Elvira Hernndez en contraste

515
Elvira Hernndez, cuyo nombre civil es Mara Teresa Adriasola, naci en Lebu en 1951 y estudi Filosofa y
Literatura en la Universidad de Chile. Hernndez forma parte al igual que Faria de la produccin potica
femenina que emergi con fuerza durante la dcada de 1980, junto a poetas como Marina Arrate, Eugenia Brito,
Carmen Berenguer, Teresa Caldern, Paz Molina, Rosabetty Muoz, Vernica Zondek, entre otras. De acuerdo al
carcter experimental de su trabajo potico, Hernndez ha sido igualmente considerada como parte de la llamada
neo-vanguardia, grupo al interior del cual figuran poetas como Juan Luis Martnez y Ral Zurita.
Elvira Hernndez se inicia en la escritura potica a temprana edad, sin embargo, sus primeras publicaciones no
vieron la luz oficialmente sino hasta 1986, con la edicin de su trabajo Arre! Halley Arre!. Un caso particular es el
de La Bandera de Chile, texto o poema extenso que fue escrito en 1981, poco despus que la poeta fuera detenida en
el marco de la dictadura poltica del gobierno militar, y cuyas copias difundidas clandestinamente fueron incautadas
por este rgimen en 1982. Tiempo despus, en 1987, el texto circul restringidamente en edicin mimeografiada
hasta que en 1991 fue editado en Buenas Aires, Argentina, por Editorial Tierra Firme, durante los primeros aos de
transicin hacia la democracia y una vez concluido el periodo de rgimen militar.
Su produccin potica est compuesta por las obras Arre! Halley Arre! (1986), Meditaciones fsicas por un
hombre que se fue (1987) correspondiente a un sobre postal con poesa, Carta de viaje (1989), La Bandera de
Chile (1991), El orden de los das (1991), Santiago Waria (1992) y lbum de Valparaso (2002). En el mbito de la
crtica literaria, la autora utiliza generalmente su nombre civil, Mara Teresa Adriasola, bajo el cual ha publicado
textos recopilatorios como Cartas al azar (1990), muestra potica en colaboracin con Vernica Zondek; Merodeos
en torno a la obra de Juan Luis Martnez (2001), junto a Soledad Faria; y variados artculos y ensayos entre los
cuales destacamos Lo Sagrado del Primer Libro: el libro de la creacin (1987) en torno a la poesa de Faria;
Contemporaneidad de la poesa escrita por mujeres en la poesa chilena (1991); Gabriela Mistral y la naturaleza
(1990) publicado en Una palabra cmplice: encuentro con Gabriela Mistral, edicin de Raquel Olea y Soledad
Faria; Tres aos y un da (1991) en homenaje a Enrique Lihn, entre otros trabajos.

262
con las prcticamente inexistentes publicaciones y lecturas crticas en torno a sus otros tres textos

publicados durante la dcada de 1980. Asimismo, es probable que las mismas circunstancias de

produccin, difusin y publicacin final de La Bandera de Chile detalladas en la nota a pie de

pgina hayan contribuido a dicho proceso de recepcin y, por consiguiente, en la revisin

crtica generada, la que segn nos parece relevante destacar, se presenta sin embargo de modo

bastante reducido en relacin a las obras de otros autores del periodo considrese los incluidos

en el presente estudio a pesar que la figura de Elvira Hernndez mantiene actualmente un

significativo reconocimiento tanto por parte de sus pares como del sector crtico especializado

en el contexto de la produccin potica nacional contempornea surgida y publicada durante las

ltimas tres dcadas.

Ahora bien, en el caso de La Bandera de Chile su inclusin en el corpus de estudio

determinado efectivamente por estas cuatro primeras obras de Hernndez a pesar que su ao de

publicacin oficial 1991 exceda el marco del periodo dispuesto por nosotros dcada de

1980, se debe fundamentalmente a que el tiempo de produccin de dicho texto remite segn la

documentacin revisada a 1981, y su primera instancia de difusin e impacto en el restringido

circuito literario y santiaguino de la poca, a 1987, por lo que de acuerdo a ello es posible

considerar el texto como parte efectiva del conjunto delimitado como objeto de anlisis para el

presente trabajo, en razn precisamente de las connotaciones e implicancias que sus

circunstancias histrico-polticas le otorgaron a la obra como vctima del sistema represor de

aquellos aos, y adems por supuesto en funcin del aporte esttico-ideolgico que constituye,

en nuestro caso, su lectura en relacin a la configuracin de la entidad de sujeto potico en la

poesa chilena del periodo.

263
En razn de lo anterior, nuestra lectura postula precisamente la configuracin en la poesa

de Elvira Hernndez de un sujeto potico huidizo e intransigente, en tanto en relacin al primer

apelativo, la entidad potica oprimida y precaria segn las directrices de la subjetividad moderna,

tiende a escurrirse por medio de las fisuras e intersticios que deja abiertos la materia discursiva

que sostiene al sistema dominante y hegemnico, la que segn materia de lenguaje es dicotmica

y fragmentaria por naturaleza; e intransigente debido a que dicho proceso de escurrimiento y

fuga constituyen los mecanismos mediante los cuales el sujeto impone su accin de resistencia

ante un dominio o proceso dictatorial que le es adverso. Es as como en la configuracin de

dicha subjetividad la palabra consiste en la materia esencial con la cual estn constituidas ambas

entidades en oposicin sujeto potico oprimido y entidad hegemnica dominante en tanto

ambas son discursividades que, en funcin de su propia maternidad estn expuestas a la escisin

y desarticulacin de las entidades binarias que lo componen.

2.3.1. El permanente escurrir del sujeto potico.

En Elvira Hernnez, de acuerdo a la lectura planteada el sujeto potico se encuentra en

permanente estado de fuga, evasin y retirada, por lo que se vuelve una imagen de difcil o

imposible aprehensin para aquel hablante que requiere de la estabilidad o equilibrio que

otorgara la definicin de una identidad, de una identidad perdida. Ahora bien, en el caso de esta

poesa la huida o escurrimiento del sujeto lrico presenta dos motivaciones fundamentales: por un

lado, el impulso de la sobrevivencia en tanto el sujeto huye, se diluye y desaparece como medio

para escapar del fierro opresor entre las cavidades que el sistema hegemnico presenta; y, por

otro, huye de s mismo, de su existencia como posible y en definitiva, imposible entidad

264
identitaria, vale decir, el sujeto huye como tal de s mismo en tanto no le es posible constituir un

proyecto acabado, concluido, completo, sino que en concordancia a las lneas que definen la

comprensin del sujeto moderno, ste corresponde a una entidad precaria, inacabada, aplazada,

fragmentaria, por lo que est imposibilitada para conformar el eje de un yo sostenedor,

consistente; an cuando intenta de modo permanente apresar algn hilo de aquella existencia, de

aquella esencia extraviada, como mecanismo de enfrentamiento ante la imposicin sociopoltica

y de violencia representada en la obra de Hernndez especficamente por la dictadura militar de

los aos 70 y 80 en nuestro pas.

Es as como el rostro bifronte de este sujeto potico huidizo, puede visualizarse con

algunas diferencias en cada uno de los poemarios revisados: el sujeto que huye de s mismo

emerge con mayor fuerza en Arre! Halley Arre! y en Carta de viaje, mientras que el sujeto que

busca sobrevivir, sobreponerse e incluso enfrentarse a la fuerza opresora tiende a erigirse en

Meditaciones, La Bandera de Chile y igualmente hacia la etapa final de Carta de Viaje el

final del viaje y el inicio de uno nuevo. En el caso del sobre postal de 1987, el mismo titulo da

cuenta de un sujeto que desaparece un hombre que se fue a raz de esta doble causa; y en el

caso del poemario de 1986 es la metfora de la fugacidad, de lo efmero el cometa como

entidad portadora de aquella esencia inasible que el sujeto y los hombres requiere para existir

y persistir como tal. En Arre! Halley, en primera instancia es la presencia o ausencia fugaz

de una entidad altamente evasiva respecto de su propia configuracin:

No vi el Halley el primer da
de su aparecida, cuando vio la luz para nosotros
()
Dicen que era como una cabeza degollada apareciendo
sin nunca querer aparecer.

265
...

NO FUI AL REBAO A PASTAR AL VALLE DEL ELQUI


A PASTOREAR UN LUCERO QUE LUCIA SU PALABRA
CALLADA
()
VIAJABA HACIA LA NADA CON UN CARGAMENTO DE
FIEBRE EN MI NAVE.516

Asimismo, en Carta de Viaje se visualiza el intento del sujeto por escurrirse entre las

fisuras de su propio cuerpo, deshacerse en medio de la fragilidad que su corporeidad y territorio

recrea, pues el intento de desasirse de s mismo no es otra cosa que la bsqueda de otro yo en el

exilio, fuera del cuerpo, fuera de su propia territorialidad, escapar de s mismo para comprobar

que no hay tierras ni propias ni ajenas que resguarden o reconstruyan al ser: Escuch toda mi

vida la cancin de moda: / HAY QUE IRSE / ( Coro Nacional ) / () Todas esas partes perdidas

/ que reviven mi nostalgia. Me hielo y me deshielo dentro / de la guarida de mi cuerpo. La piel se

desha- / ce en gelatina517.

Por su parte, el rostro subversivo del sujeto que intenta escabullirse de la impronta del

opresor, y en particular de la dictadura militar, por medio de los pliegues, torceduras y fisuras

que el mismo sistema presenta, se yergue en los textos de 1987 y 1991 sitese La Bandera de

Chile en el ao de su produccin, 1981 con mpetu delator ante las iniquidades del sector

dominante, cual poesa de denuncia poltica en las palabras de Villegas518. Emerge de este

516
E. HERNNDEZ, Arre! Halley Arre! Santiago: Ergo Sum, 1986. La edicin del poemario no presenta sus
pginas numeradas, por lo que en lo sucesivo a travs de las citas que efectuemos a la presente obra no se expondr
dicha informacin.
517
E. HERNNDEZ, Carta de viaje. Buenos Aires: Ediciones ltimo Reino, 1989, p. 23.
518
J. VILLEGAS. En PINTO CARVACHO, KAREN, La nacin a dos voces: Poema de Chile de Gabriela Mistral y
La Bandera de Chile de Elvira Hernndez. Tesis para optar al grado de Magster con Mencin en Literatura
Hispanoamericana y Chilena. Universidad de Chile, Facultad de Filosofa y Humanidades, Departamento de

266
modo en los textos de Hernndez una voz testimonial mediante la cual se tienden a develar las

caras y formas de la represin poltico-social de tal poca como enuncia Sandoval en torno a La

Bandera de Chile519. Precisamente, dicha voz se transforma en un hilo que recorre con firmeza

los contornos y hendiduras de la hegemona por medio de las cuales pretender emprender la

huida y, en definitiva, su sobrevivencia. En el caso de Meditaciones y Carta de Viaje es el

ejercicio del yo por erguirse y alzarse ante la imposicin dictatorial:

Entonces vamos de cuerpo entero saliendo de nuestras concavidades


hmedos todava amontonados cogidos por sus porciones anudados
()
los muslos huesosos como ros crujen tibios entre lengua
escurrindose brillantes gota a gota entre los pliegues
()
entonces hay un llamado de lucha que nos asombra
la ciudad recupera su pupila delirante espesor de prximos combates
con trayecto de flechas los panfletos van a las esquinas
van armados como grupos de obreros ms adelante ms adelante van
armados
()
y yo me voy con ellos con mi caracol y mi revlver.
..

() Si algn recuerdo guardara de


antes de venir hasta ac, quizs
recuerde cmo llegu a este lugar.

SOY REAL!
Una espantapjaros confeccionada en el confn del
Nuevo Mundo, una Rosa de los Vientos sin etiqueta.520

Literatura. Documento recogido el 20/07/2009 en http://www.cybertesis.cl/tesis/uchile/2008/pinto_k/html/index-


frames.html.
519
M. SANDOVAL, El traspaso de la memoria al lenguaje potico: aproximacin a los primeros textos de Elvira
Hernndez y Eugenia Brito. En Cyber Humanitatis, N 19, invierno de 2001. Documento recogido el 30/03/2009 en
http://www2.cyberhumanitatis.uchile.cl/19/msandoval.html.
520
E. HERNNDEZ, Los fragmentos citados corresponden respectivamente a Meditaciones fsicas por un hombre
que se fue, sobre postal con poesa autoeditado y distribuido por la autora, Santiago, 1989; y Carta de Viaje, op. cit.,
p. 21.

267
Asimismo, en La Bandera de Chile la poesa de Hernndez tiende a accionar, segn

expone Moraga521, los desdoblamientos y pliegues propios de su materialidad discursiva

mediante movimientos de apertura, quiebre y salida gracias a los cuales se logra generar

precisamente la fisura en el bloque opresor, por medio de la cual se filtra y dispersa el sujeto,

representado en este poemario por la misma bandera, como acto de liberacin y sobrevivencia de

un mismo pueblo, de una nacin bajo opresin: Levanta una cortina de humo la Bandera de

Chile / asfixia y da aire a ms no poder / () La Bandera de Chile no se vende / () tiene algo

de seuelo que resiste / no valen las sentencias de los jueces / no valen la drizas de hilo curado /

La Bandera de Chile al tope.522

Ahora bien, ambos intentos de huida van acompaados del deseo del hablante lrico por

lograr asir efectivamente al propio yo de su discurso, en otras palabras, el anhelo por atrapar al

sujeto comprendido como portador de la identidad perdida, extraviada. De este modo, el motor

lrico precisamente en cada uno de los textos de Hernndez es la bsqueda, el reencuentro, su

deseo y el hallazgo de una subjetividad e identidad arrebatada por los organismos opresores, pero

a su vez esquiva, por parte de aquella entidad que aparece en el texto como portadora de una

subjetividad que en definitiva, acontece como ilusoria, daada, fragmentada. Precisamente,

aquella entidad escurridiza, comprendido por nosotros como sujeto huidizo, corresponde a la

imagen del cometa en Arre! Halley, la lucha y el enfrentamiento en Meditaciones, el Viejo

Mundo en Carta de Viaje y la bandera chilena en La Bandera de Chile. Es as como este sujeto

proteico adopta variadas formas en esta poesa, con el fin de no ser capturado, apresado por la

mano dictatorial, o por lo menos, un sujeto que en el juego de su propia metamorfosis genera la

521
F. MORAGA, La Bandera de Chile: (Des)pliegue y (Des)nudo de un cuerpo lengua(je). En Hispanic Poetry
Review, Texas A & M University, College Station, U.S.A. Vol. 3, N 2, diciembre de 2001, p. 28.
522
E. HERNNDEZ, La Bandera de Chile. Quilpu: Ediciones El Retiro, 2003. pp. 11 y 28.

268
ilusin de la aprehensin y des-aprehensin a travs de la cual el yo recrea e idea su escapada, la

que en definitiva se genera por parte de la hegemona para, sin embargo, ser deconstruida,

escindida por ella. La subjetividad integral se diluye por consiguiente en la mano de la entidad

represiva, pero igualmente se deshace en el deseo de ser asida por aquellos que la han perdido. El

yo escapa a este deseo, al comprender en efecto que su identidad debe ser esfumada, diluida,

destruida para ser efectivamente o ilusoriamente conservada, tal como apunt por su parte

Teillier en torno a su paraso perdido523. Es as como en Arre! Halley, la estrella fugaz

constituye el sueo de identidad, el deseo desesperado de aprehensin por lograr alcanzar algo

de aquello que pueda otorgar vida o sentido a la existencia humana. El sujeto en este sentido se

convierte en un sueo, en una imagen espectral que no logra concretarse, una quimera, un ilusin

que se deshace cual lucero en Lihn524, cuya aparicin no es otra cosa que un espejismo, un

engao, debido a la emergencia de una identidad que en definitiva no acontecer, no se

materializar:

Creo haberlo entrevisto en sueos


que es como no ver.

Perseguir la ceguera de su imagen


Presentirlo en la veloz negrura
...

ah! deseo tremebundo de imprimir el cosmos


con la cmara ocular cerebral, ese misterio
astral full color imprimindose de starring
el rollo de pelcula sin llegar al END
se repite, el deseo de ir tocando con las
manos de los ojos esa pequea porcin de
mundo desconocido grande poner los
ojos encima, apoderarse, s, mal de ojo,

523
J. TEILLIER, Sobre el mundo donde verdaderamente habito o la experiencia potica, Revista Trilce, Valdivia,
N 14, 1968-1969, pp. 13-17. En A. TRAVERSO, Prosas, Santiago: Editorial Sudamericana, 1999, p. 60.
524
E. LIHN, Al bello aparecer de este lucero. Santiago: LOM Ediciones, 1997.

269
retener en la memoria, en la saliva de la
lengua, en el borde ms mucoso de la piel,
rollo para rato, la experiencia extraordinaria
del astro525

La imagen del cometa, del lucero escurridizo en Hernndez, realiza a nuestro modo de

ver un raudo guio a La Aparicin de la Virgen de la lrica lihneana526 y a la irona del hablante

precisamente en torno al montaje y a la expectacin por la emergencia de un fenmeno, de una

luz que no arrojar ms que un brillo perecedero, insustancial y falaz artificial sobre aquellos

que requieren de su albor: los ciudadanos chilenos oprimidos por causa de la dictadura militar. El

fenmeno de avistamiento del cometa el Halley y su paso cercano a la Tierra a comienzos de

1986 es asido por la hegemona como una herramienta populista y de distraccin de un pueblo

bajo opresin por ms de una dcada. De este modo, el astro fugaz constituye por un lado, una

sea de esperanza por recobrar tras su paso la conviccin social y poltica sepultada, vale decir, a

la postre la anhelada libertad tal como expone Ariel Dorfman527 y, en esta lnea, la identidad, la

525
E. HERNNDEZ, Arre! Halley Arre!, op. cit.
526
E. LIHN, La Aparicin de la Virgen. Santiago: Cuadernos de libre (e)leccin, 1987.
527
En torno al avistamiento del cometa Halley en 1986, durante el periodo de dictadura poltica en Chile, y su
repercusin meditica en nuestro pas, Ariel Dorfman apunta lo siguiente: La cada de un tirano, segn una creencia
que se repite desde tiempos inmemoriales, siempre habr de anunciarse en algn signo celestial. Ser un modo en
que el pueblo se da aliento en su larga, lucha, evocando una redencin cercana? O ser ms bien fruto de la inercia,
responsabilizando a los astros de un cambio que los propios oprimidos, por miedo, no se atreven a asumir? Es difcil
saber cul de estas motivaciones, si la pasiva o la activa, prevalece en el caso chileno. Lo indudable es que desde
principios de 1986 se murmura en Santiago que el cometa Halley, despus de haberse llevado a los dictadores
Duvalier y Marcos, ser sin duda el encargado de desembarazarnos tambin de nuestro propio dspota, el general
Augusto Pinochet Ugarte. () No es extrao, entonces, que los chilenos espersemos con una ansiedad poco
astronmica la noche del 10 de abril de 1986, cuando el cometa se encontrara en su punto ms prximo a la Tierra.
En la primera semana de abril ya circulaban por doquier miles de hojas sueltas que mostraban al general atado a la
estela del cometa, despidindose de esta tierra. Debajo del dibujo, las juventudes polticas opositoras invitaban a los
jvenes a congregarse en todas las plazas chilenas para contemplar el fenmeno nocturno, pero particularmente en la
cntrica plaza Italia que, debido a su excesiva luminosidad artificial, bien podra ser uno de los lugares menos
indicados del planeta para vislumbrar el cielo. Todo el mundo entendi que se trataba de una nueva y original
manera de desafiar una reciente prohibicin gubernamental de efectuar encuentros pblicos. Y que, por tanto, el que
acudiera a la cita tendra que sufrir las consecuencias. A. DORFMAN, El cometa Halley apunta a Pinochet. En El
Pas, 1 de julio de 1986. Documento recogido el 25/03/2009 en
http://www.elpais.com/articulo/internacional/PINOCHET/_AUGUSTO/CHILE/LATINOAMERICA/cometa/Halley
/apunta/Pinochet/elpepiint/19860701elpepiint_11/Tes/.

270
ciudadana arrebatada; y por otro, uno de los artificios utilizados por el sistema dominante como

espectculo de esparcimiento del cual participa el mismo pueblo, y cuya invalidez es, sin

embargo, develada mediante sus propios cdigos:

Nadie lo vio eso creo espejismo y manotazo


el da 31 de marzo de 1986
cuando se apag todo el universo digamos
nuestra desnutrida faja de tierra en su plexo solar
de las luces de nen-sodio-elctricas

El Halley despeda-
zado en miles de
hogueras de asfalto.

() El astro fugaz
haciendo cabriolas por el cielo, lucindose,
sobre las butacas impares de la espectacin528

De este modo, se reviste al sujeto de una luminosidad artificial, se le disfraza de tal, vale

decir, de una identidad acabada, completa y portentosa a la cual los seres incompletos pueden

acudir, lo que genera en definitiva la desorientacin del mismo y el torcimiento de su figura,

pues el sujeto bajo opresin, posmoderno no es otro que una entidad fraccionada, carente,

insuficiente, al contrario de la identidad integral y redentora que la hegemona busca transmitir.

En este sentido, Berman en Todo lo slido se desvanece en el aire529 seala que la modernidad

como fenmeno posee precisamente la capacidad para generar y presentar espectculos urbanos

y progresistas slo exteriores y, por ende, deslumbrantes slo desde este aspecto, omitiendo por

tanto la oscuridad u opacidad de la vida interior, privada, en contraste con el refulgir de la vida

528
E. HERNNDEZ, Arre! Halley Arre!, op. cit.
529
M. BERMAN, Todo lo slido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. Madrid: Siglo XXI,
1997.

271
pblica. En esta lnea, Berman cita a Baudelaire quien logra concebir la idea de progreso

moderno como un oscuro faro que, lejos de iluminar lo que hace es arrojar un haz de caos530

sobre los hombres y su libertad. Baudelaire califica a esta luz de traicionera, pues ha hecho que

el hombre y por ende, el sujeto se desoriente respecto de sus deberes y responsabilidades,

conducindolo ms bien hacia su propia decadencia. La belleza de las luces y en el caso de

Hernndez, del cometa constituye slo apariencia, slo ilusin, la que desva al hombre de su

camino y hace que se pierda en la confusin del progreso material. En razn de ello, emerge en

Baudelaire la imagen del poeta que a causa del trfico de la gran ciudad pierde su aureola y,

por ende, ser desacraliza en medio del desorden y la bajeza a la que lleva la falacia del progreso

y la vida moderna, pues el avance y la luz que la modernidad y la empresa dictatorial en el caso

de esta poesa promulgan, no constituye ms que un bienestar no sustentable y, menos an,

permanente, tal como se expone en los siguientes versos de Hernndez: espejismo de acqua,

espejismo de pjaro verde () hinchas a muerte de los fugaces cometas con la foto digitalizada

en la mano.531

Aquella misma desorientacin se visualiza en torno al sujeto de Carta de Viaje, quien

inicia de igual modo un periplo en busca de un lugar que le permita recobrar la identidad

despojada. En este sentido, Federico Schopf enfatiza precisamente en relacin a este poemario la

falta de identidad de un sujeto femenino, mestizo y precario, extranjero, que intenta rasgar el

teln de las representaciones532 y que en medio de su extravo, al no reconocer una tierra que la

cobije decide volver al espacio del origen su patria, su continente pues slo desde all ser
530
C. BAUDELAIRE. En M. BERMAN, ibd., p. 137.
531
E. HERNNDEZ, Arre! Halley Arre!, op. cit.
532
F. SCHOPF, La Bandera de Chile de Elvira Hernndez. Prlogo a la primera edicin de La Bandera de Chile,
Buenos Aires: Ediciones Tierra Firme, 1991. Documento recogido el 25/03/2009 en
http://www.letras.s5.com/hernandez190802.htm.

272
posible emprender la recuperacin de su yo extraviado. Es adems la problemtica del territorio,

el que ha sido igualmente expropiado, inestabilizado y usurpado por parte de la institucionalidad

opresora, y en el cual entonces el sujeto aprisionado y devastado se sita como un verdadero

extrao que ha perdido su dominio y su propia subjetividad, su identidad: el pas deja de ser el

espacio que lo sustenta () el individuo cree flotar sin comunicacin ni asidero. La prdida del

nosotros, en tanto suma de individualidades en el proyecto comn, se reemplaza por la

institucionalidad533. El sujeto desorientado en Carta de Viaje intenta, de este modo, asir aquella

identidad extraviada rastrendola inicialmente en el territorio ajeno, la que es de igual forma

precaria, inconsistente, descentrada, pues ha sido arrebatada desde sus orgenes en el caso del

sujeto mestizo, desde la impronta del conquistador espaol en tierras latinoamericanas:

Vean el escualo que monto


la fiera figurada
()
a horcajadas sobre ese pez mo
aletazo y aletazo
mancornados tocando tierra
()
el escualo que monto
como meteoro o granizo
posndose en la colosal losa
mi magnfico insecto.
...

En mi sentimental journey, la bsqueda del


Amor Imposible.534

533
J. CAMERON, Eduardo Correa, Elvira Hernndez y Marcelo Pellegrini. Tres aproximaciones al territorio. En
Semanario Liberacin, 12 de septiembre de 2003. Documento recogido el 26/03/2009 en
http://www.liberacion.press.se/anteriores/anteriores2/030912/notas/cameron.htm.
534
E. HERNNDEZ, Carta de Viaje, op. cit., pp. 9 y 12, respectivamente.

273
2.3.2. El lenguaje como va de evasin y desconstruccin.

En la poesa de Hernndez, postulamos, es el lenguaje el recurso o herramienta

fundamental mediante la cual el sujeto ejecuta la accin evasiva respecto de s mismo y del

rgimen opresor, pues a travs del sistema discursivo es posible develar y hacer uso de las fisuras

que presenta la impronta hegemnica, de modo generar su desarticulacin, su desplome en

cuanto discurso y, en definitiva, la fuga del sujeto potico a pesar de las ataduras, el que sin

embargo, en razn de su propia naturaleza, no encuentra finalmente su centro mantenindose por

consiguiente como una estructura precaria, transitoria, fallida.

En este sentido, en los textos que nos ocupan la modernidad representada

fundamentalmente por el evento rgimen militar y dictadura poltica chilena, constituye una

entidad determinante en la estructura social evocada: mundo potico edificado claramente a

partir de circunstancias poltico-sociales que definen, por autoimposicin, las lneas de poder que

rigen sobre el dominio de una nacin. De acuerdo a ello, el sujeto potico metamorfoseado,

como ya se ha expuesto, en cometa, pueblo, mestizo, bandera, constituye el ser oprimido y

remitido, por ende, hacia el espacio del margen, en conformidad con la accin de los

mecanismos coercitivos y discursos falaces desplegados, como principales estrategias de

imposicin por parte del sector hegemnico. En este contexto, el lenguaje opera precisamente

como sustancia y medio del acto represivo, generando desde all por un lado la efectividad de

la tirana como fenmeno y a su vez, no obstante, su propio quiebre, de acuerdo al corrimiento

natural de las oposiciones y dicotomas de todo sistema discursivo. En definitiva, la dictadura

poltica en cuanto discurso o ejercicio de lenguaje es desarticulada en funcin de las fisuras y

polaridades que todo sistema lingstico presente, y ello, a manos de otro hecho lingstico en

274
rebelda: el sujeto potico, tambin en proceso de desmoronamiento y fuga, segn dicta su propia

particularidad.

De acuerdo a lo anterior, postulamos que en la poesa de Hernndez el lenguaje

constituye el recurso fundamental de imposicin por parte de los sectores de poder, y a su vez, de

resistencia por parte del sujeto oprimido. En este sentido, la primera accin coercitiva erigida

desde la institucionalidad hegemnica, corresponde en efecto a la fractura del sujeto como ser

discursivo, mediante la negacin de s mismo como tal, vale decir, su silencio:

() UN LUCERO QUE LUCIA SU PALABRA


CALLADA
.

Soy lengua ampollada por la


electricidad

Nadie ha dicho una palabra sobre la Bandera de Chile


en el porte en la tela
en todo su desierto cuadrilongo
no la han nombrado
La Bandera de Chile
ausente 535

La palabra constituye en este sentido, la entidad que dota de existencia a los distintos

fenmenos de la realidad, modelando en definitiva, como apunta Gadamer536, nuestra relacin

con ellos. En esta lnea, el autor sostiene que es precisamente la experiencia lingstica la

encargada de ordenar la percepcin respecto del mundo y de los distintos mbitos de la realidad,

535
E. HERNNDEZ. Los fragmentos citados corresponden respectivamente a Arre! Halley Arre!, op. cit.; Carta
de Viaje, op. cit., p.11; y La Bandera de Chile, op. cit., p. 7.
536
H. GADAMER, Verdad y Mtodo II. Salamanca: Ediciones Sgueme, 1992, p. 199.

275
preformando, por ende, los esquemas mentales segn los cuales se dispone la vida social y

cultural y, por tanto, todas las articulaciones que establezcamos en relacin al entorno. Desde

esta perspectiva, la experiencia del poder como parte de los esquemas tradicionales de los

distintos sistemas comunitarios, constituye un fenmeno que reside igualmente en la materia del

lenguaje537. Todo encuentro con la realidad es articulado desde la comunicacin lingstica. El

poder, por tanto, como tal se ajusta y se manifiesta segn las dimensiones verbales que lo

conceptualicen mentalmente. Por otro lado, segn los presupuestos generados desde los inicios

de la teora estructuralista hasta su contraparte, la deconstruccin derridiana538, el lenguaje

constituye en esencia una estructura dicotmica, binaria, por lo que a travs de su materia verbal

logra preformar la nocin de poder, tambin de carcter dual, generando por tanto su propio

desajuste. En este sentido, el discurso moderno hegemnico es concebido igualmente como un

sistema dicotmico, pues siguiendo a Dussel,539 las lneas de los presupuestos modernos se

asientan principalmente en la dicotoma centro / periferia, en funcin de la autoconcepcin del

continente europeo el Viejo Mundo en Carta de Viaje como centro en contraposicin al

resto del mundo y, en nuestro caso particular, Latinoamrica, cuyos pueblos y culturas han sido

asimiladas como existencias al margen, en conformidad a la escisin civilizacin / barbarie,

referida por Sarmiento540. En la obra de Hernndez, aquella dicotoma est dada particularmente

por el centro correspondiente al rgimen militar, en oposicin a una periferia, equivalente al

pueblo, la nacin, los ciudadanos.

537
Ibd.
538
J. DERRIDA, La escritura y la diferencia. Barcelona: Anthropos, 1989.
539
E. DUSSEL, op. cit.
540
D. F. SARMIENTO. En R. FORNET-BETANCOURT, op. cit., p. 21.

276
Por su parte, Foucault establece igualmente el asentamiento del poder en el discurso, pues

ste ltimo constituye la entidad mediante la cual opera el fenmeno del poder y sus estrategias,

de las que el mismo material discursivo forma parte:

el discurso desempea un papel dentro de un sistema estratgico en el que el


poder est implicado y gracias al cual funciona. El poder no est, por tanto,
al margen del discurso. El poder no es ni fuente ni origen del discurso. El
poder es algo que opera a travs del discurso, puesto que el discurso mismo
es un elemento en un dispositivo estratgico de relaciones de poder. 541

En este sentido, el silenciamiento constituye para los sistemas cntricos recursos que

tienden a trazar, en definitiva, la desaparicin del elemento ajeno a su coherencia sin

parntesis, en los trminos de Maturana542, lo que es generado en gran parte mediante el ataque

realizado tambin hacia el espacio de la memoria colectiva, tanto de la comunidad perifrica

como de s misma. Silenciar al otro para silenciar la memoria, lo que produce en procesos de

represin ms bien el efecto contrario en tanto por medio de este lenguaje potico el poeta

intenta precisamente rescatar la memoria histrica como apunta Sandoval543, eludiendo por

supuesto las normas restrictivas impuestas por la hegemona. Al respecto, Foucault seala que en

el accionar del poder, uno de los procedimientos de exclusin es precisamente la prohibicin de

la palabra, pues se considera que sta constituye un derecho exclusivo de quienes ostentan la

razn. El lenguaje opera entonces como herramienta fundamental de restriccin y opresin, dado

que en l, segn el autor, se ejercen de modo privilegiado los poderes. Expropiar el manejo del

541
M. FOUCAULT, Esttica, tica y hermenetica. Volumen III. Barcelona: Paids, 1999, p. 59.
542
H. MATURANA, La Objetividad. Argumento para obligar. Santiago: Dolmen Ediciones, 1997.
543
SANDOVAL, op. cit.

277
lenguaje es, por consiguiente, anular el acceso al poder por parte de los oprimidos; la

consideracin del discurso entendido como objeto de poder.544

De esta forma, se acciona la falacia discursiva de los sistemas cntricos, los que a su vez

tienden a presentarse como entidades cuyas propuestas y modelos de ordenacin social son

racionales y justificadas, generando por consiguiente la activacin del olvido, en algunos casos,

por parte de los sectores oprimidos. Maturana, al respecto, apunta que estas mismas

objetividades sin parntesis operan haciendo uso de distinta clase de materias como

argumentos de validacin, planteando como principal fundamento la autoconcepcin de s

mismos como existencia trascendental, el centro: la visin eurocntrica, la conquista

espaola, los regmenes militares y las dictaduras polticas como el nico modelo sociocultural

y poltico adecuado para instaurar su dominio sobre el entorno y las distintas culturas545. El

accionar de los sistemas dominantes es concebido y comprendido, por tanto, como un proceso

justificado de ocultamiento mediante el uso o la restriccin de la palabra, a travs del cual el

sujeto conflictivo desaparece es desaparecido por completo del escenario de conquista e

imposicin, ya sea en el caso de la dictadura militar impuesta en Chile, por medio de la muerte

y desaparicin, la tortura, el exilio:

Entonces t te das media vuelta te vas desapareces


Desaparecemos
...

En el confn del mundo, donde nada nos distinguir de


Nada
()
tratando de salir de esa nieve que las hunde

544
M. FOUCAULT, El Orden del Discurso, op. cit., pp. 14 y 15.
545
H. MATURANA, op. cit., p. 21.

278
sus siluetas oscuras caminando en Valenti
fogonazo
quemadura blanca

Pierden sus anuarios los combates de la Bandera de Chile


lo ganado y lo perdido lo pierden en la letra
parecen de tinta invisible sus abanderados
ms Cancha Rayada se subraya ms de sorpresas
roturas remiendos sangre salpicada de parches
han borrado del mapa a la Bandera de Chile
en cuclillas
banderilleada pierde sangre en una carpa de plstico546

La autoposicin del discurso hegemnico como centro apela, de este modo, a la

extirpacin de las comunidades subordinadas respecto del discurso dominante, por medio de su

confinacin hacia los espacios perifricos de la cartografa oficial. En este sentido, el mapa como

texto, como discurso, se ve alterado, tergiversado por la actitud impositora, la que se instala bajo

la marca de la violencia, generando un spero quiebre en la armona de los coherencias y culturas

abordadas y, por consiguiente, en los procesos de transculturacin a los que son impuestos. En el

caso de La Bandera de Chile, el emblema es la alegora del sujeto oprimido, cuya palabra ha sido

silenciada despus de ser vapuleada roturas remiendos sangre salpicada de parches547,

vaciada; el signo en definitiva vuelto vaco, como smbolo de la fractura efectuada sobre el

lenguaje: el signo y el sujeto la bandera es vaciada, desangrada y luego ignorada desde aquella

ausencia artificial: Nadie ve a la Bandera de Chile pasar las noches a la / intemperie548. El

sujeto, por consiguiente, ha sido desplazado, extraviado en el laberinto del lenguaje y de la

memoria colectiva, de acuerdo a las disposiciones jerrquicas del bloque opresor. La historia

546
E. HERNNDEZ. Los fragmentos citados corresponden respectivamente a Meditaciones fsicas, op. cit.; Carta
de Viaje, op. cit., p.14 y 19; y La Bandera de Chile, op. cit., p. 27.
547
E. HERNNDEZ, La Bandera de Chile, ibd.
548
Ibd., p. 19.

279
constituye, por consiguiente, el constructo discursivo que es acribillado en pos de desarticular su

lgica referencial, adulterndola desde los quiebres efectuados. En relacin al poemario de

Hernndez, Moraga hace mencin a la figura de un sujeto subyugado como cuerpo-texto un

sujeto femenino, cuerpo de la bandera como alegora del cuerpo de la mujer549, en tanto su

materialidad fsica en el poema comparece tal cual texto y/o conjunto de signos, razn por la cual

esta entidad intenta rastrear y hallar mediante un proceso de re-escritura la inversin de los

cdigos y aparatos simblicos, de modo de generar finalmente el desprendimiento del discurso y

las lneas de opresin. De acuerdo a ello, el lenguaje, entendido como la propia materialidad y

cuerpo del sujeto, constituye la herramienta emancipadora de la cual se hace uso el sujeto

potico, especficamente por medio de las fisuras y vacos producidos por el verbo opresor y del

carcter de ausencia en la cual ha visto concebida la periferia:

Vaco desde el cual, por tanto, el dominado se defiende: Un hueco


desnudo, smbolo de la nada. Nada que a su vez, se convierte en espacio
vaco, por tanto, ilimitado. Todo, potencialmente habita en un espacio (des)
cubierto e inagotable el vaco se hace as la posibilidad de existir, es el vulo
impulsivo de la (auto) creacin.550

La supresin de la voz de la bandera, de su palabra y en definitiva, del sujeto, no consiste

para Hernndez en otra cosa que la posibilidad de un renacimiento, una nada que es

potenciadora como apunta la misma poeta, aquello que emerge del no ser todava551, de

aquel vaco que surge de las contorsiones de la propia lengua552, pero que sin embargo, guarda

549
N. NMEZ; F. MORAGA; Historia y escritura corporal en la poesa chilena y canadiense contempornea. En
Atenea, N 494, II semestre de 2006, p. 65. Documento recogido el 26/03/2009 en
http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0718-04622006000200004&script=sci_arttext.
550
F. MORAGA, La Bandera de Chile: (Des)pliegue y (Des)nudo Op. cit., p. 31.
551
E. HERNNDEZ. En V. VIDAL, Elvira Hernndez: poesa desde el silencio a la luz. La poca, 29 de Junio de
1997. Documento recogido el 26/03/2009 en http://virginia-vidal.com/cgi-bin/revista/exec/view.cgi/1/64.
552
F. MORAGA, op. cit., p. 31.

280
una fuerza incalculable para doblegar al ser opresor dado que en aquellos vacos, fisuras y

espacios de fuga que asoman en tales contorsiones se reescribe la figura el sujeto: a cuarenta y

cinco cuadros por segundo / proyectados por m / la fuerza que me queda.553

Asimismo, en el proceso de vaco y fisuracin del lenguaje, ste es desajustado desde su

propia estructura interna en trminos de las simetras y relaciones dicotmicas que lo componen.

Al respecto, Derrida plantea que la coexistencia de trminos contrapuestos constituye en efecto

un hecho violento, en tanto uno de ellos se posiciona siempre como la entidad dominante554. De

ah entonces que la modernidad plantee una clara escisin entre los componentes con los cuales

gobierna, justificando de esta manera el orden institucional y dictatorial impuesto. En

La Bandera de Chile, el emblema nacional acontece como divisin perfecta555, pero no

precisamente natural lo que causa inevitablemente un significativo desajuste, vale decir, la

coherencia perifrica es oprimida y dispuesta bajo moldes que no le son propios: La Bandera de

Chile no dice nada sobre s misma / se lee en su espejo de bolsillo redondo / espejea retardada en

el tiempo...556. Asimismo, se expone en Carta de Viaje: A distancia se agitaban las bande- / ras

ojerosas de los aptridas que me reciban. Y, en mi / espejo de bolsillo not que iban quedando

en blanco557. La armona interna del sujeto oprimido es entonces perturbada, pues el sujeto ve

obligado a metamorfosearse en entidades que lo tuercen y descomponen. Sin embargo, en esta

instancia, el sujeto como bandera y en el exilio se lee a s mismo en un acto reflejo en el que,

en parte se reconoce, y en parte, se desconcierta, se desgaja. Desde su autocomprensin como

discurso, el sujeto como signo sigue siendo mutilado. Sin embargo, el reconocimiento de s

553
E. HERNNDEZ. Carta de Viaje, op. cit., p.19.
554
J. DERRIDA. En J. CULLER, Sobre la deconstruccin, op. cit., p. 79.
555
E. HERNNDEZ, La Bandera de Chile, op. cit., p. 17.
556
Ibd, p. 7.
557
E. HERNNDEZ. Carta de Viaje, op. cit., p.18.

281
mismo mediante el acto de lectura, provee al yo oprimido de la posibilidad de cierto desvo o

traspaso de umbral: el otro lado del espejo que deja entrever la fisura que a su vez es otra huella,

opuesta a la subordinacin, pues equivale a lo inverso. Huella que emerge en el acto de

supervivencia, desde la propia naturaleza del sujeto bajo opresin, el llamado por Moraga558

cuerpo-texto y la inversin de sus signos.

De este modo, en el contexto de la falacia elaborada por los sistemas de poder como

recursos de coercin, sta acta ejerciendo presin directamente sobre el sujeto oprimido al que a

su vez utiliza como estrategia de opresin, estrategia que se vuelve efectiva de acuerdo al nivel

de resemantizacin generado sobre el objeto utilizado. Es el caso, por ejemplo, de la bandera

chilena: veremos la cordillera maravillosa sumindose en la / penumbra / ficticia re / la

Bandera de Chile. (...) La Bandera de Chile es reversible para / unos de aqu para all / sotros

edall pac559. En relacin a ello, la crtica ha coincido en concebir a la bandera como un

smbolo mltiple, un smbolo multifactico, pues convergen en ella variados significados,

asociados todos de algn modo a la idea de representacin, vale decir, la bandera como una

mscara o disfraz a travs de la cual se encarna a distintas y opuestas realidades. Es as como

Zaldvar visualiza en la bandera las imgenes de un travesti, un encapuchado, un ser callado e

reversible560, entre otros, lo que da cuenta en definitiva de una figura que presenta un doble cariz:

vctima y victimaria. Tal como seala Federico Schopf al respecto:

Smbolo mltiple se entrega a cualquiera que la sepa tomar sus


movimientos van exhibiendo y recogiendo fragmentos (y facciones) de la

558
F. MORAGA, La Bandera de Chile: (Des)pliegue y (Des)nudo Op. cit.
559
E. HERNNDEZ, La Bandera de Chile, op. cit., p. 11 y 17.
560
M. I. ZALDVAR, Qu es una bandera y para qu sirve? A propsito de La Bandera de Chile de Elvira
Hernndez. En Anales de Literatura Chilena, Ao 4, diciembre de 2003, N 4, p. 206.

282
historia, pero levanta tambin cortinas de humo, disimula y atribuye
autoridad a quien la enarbola. Va de toma toma de sitios de los sin casa en
toma: toma el poder de los militares, en que se hace extranjera en su propio
pas, se despedaza repartida a los cuatro vientos del exilio y termina siendo
usada como mordaza.561

El emblema patrio es utilizado entonces como alegora respecto del sujeto subordinado,

pero tambin, por medio de movimientos de expropiacin y apoderamiento simblico por parte

de la hegemona, como un ser victimario que ha debido rendirse o venderse bajo el peso de la

voz y mano opresora, para quien por consiguiente tambin trabaja. De este modo, la entidad

opresora logra efectuar el torcimiento del sujeto oprimido o su silencio concesivo de acuerdo a

los patrones impuestos por la hegemona, haciendo uso del emblema, como asimismo del

fenmeno astronmico en Arre! Halley, manipularlos y presentarlos como recursos de una

retrica populista por medio de la cual se pretende canalizar el ingreso de una imagen y discurso

favorable al interior del aparato simblico del pueblo oprimido, de los ciudadanos apresados de

una nacin. De este modo, se enuncia en Hernndez:

No vi el cometa el segundo da.


S, si lo vi en todo su esplendor
En cada pantalla rejuvenecido
Por la intensa publicidad
Lo recuerdo.
......

A la Bandera de Chile la tiran por la ventana


la ponen para lgrimas en televisin
clavada en la parte ms alta de un Empire Chilean
en el mstil centro del Estadio Nacional
(...)
La Bandera de Chile sale a la cancha
en una cancha de ftbol se levanta la Bandera de Chile
la rodea un cordn policial como a un estadio olmpico

561
F. SCHOPF, op. cit.

283
(todo es estrictamente deportivo)
la Bandera de Chile vuela por los aires
echada a su suerte.562

Este acto de manipulacin corresponde a un proceso de mediante el cual se oculta, se vela

a la realidad dominada, tal como arguye Dussel563, en tanto la entidad dominante ocluye a la

subordinada. En este sentido, la figura de la bandera como representacin del pueblo chileno, del

sujeto oprimido parece un verdugo de sus propios colores564, pues se ataca a s misma en el

marco de este doble juego: como vctima del engao producido por el discurso moderno,

hegemnico y dictatorial, y por ende, la afrenta ante un pueblo que consume dicho discurso,

como en el mismo caso de Arre! Halley; y, por otro lado, paralelamente como entidad

generadora del mismo artificio elaborado bajo el propsito final de supervivencia en boca

cerrada no entran balas565, como estrategia de supervivencia posible ante la amenaza de la

hegemona. De ah, por consiguiente, la presencia del abuso y manipulacin discursiva

efectuados por los sistemas de poder, vale decir, los mecanismos de sobre-explotacin y

violencia levantados sobre los sujetos oprimidos, por parte de quienes sostienen una razn

carente que en realidad carece de s misma y sobre la cual se sustenta el discurso moderno y

opresor; en definitiva, por parte de quienes son los verdaderos brbaros:

Cuando los das son todos iguales todos pegados unos a otros
a otros todos por el mismo hilo dictatorial conocido
ya nadie reconoce los horrores por sus horrores sino por su vrtebra
que vertebra la espalda para que vaya rota vaya al suelo
..

562
E. HERNNDEZ. Los fragmentos citados corresponden respectivamente a Arre! Halley Arre!, op. cit.; y
La Bandera de Chile, op. cit., p. 15.
563
E. DUSSEL. En W. MIGNOLO (comp.), op. cit.
564
E. HERNNDEZ, La Bandera de Chile, op. cit., p. 20.
565
Ibd., p. 12.

284
Vivimos en un cajn de circo
de pronto vuelan palomas y conejos
de pronto se llena de gusanos
...........

De 48 horas es el da de la Bandera de Chile


los saludos de centenas de salvas
de cincuenta carillas los discursos
de dos y tres regimientos las procesiones
las escarapelas los estandartes los pendones al infinito...566

Asimismo Fornet-Betancourt567 seala, cuestionando las implicancias de la dicotoma

planteada por Sarmiento, que en la actualidad concebida irnicamente como un tiempo

civilizado, las sociedades modernas siguen por el contrario los patrones de un continuo

enfrentamiento en el cual barbarie versus barbarie se hallan en pugna permanente. Ello, debido

a que el fenmeno de la modernidad y su proyecto de expansin cual dictadura poltica

constituye no efectivamente un proceso guiado por las normas de la razn, sino que por el

contrario, ha sido desde sus orgenes en 1492 con el descubrimiento de tierras americanas568, un

proceso guiado por un afn irracional de ampliar por parte de los hombres su podero so pena de

arrasar con el dominio de los otros ms debilitados. El sujeto potico de estos textos, constituye a

travs de morfologas como la bandera nacional y el mismo cometa extranjero, el blanco de esta

barbarie postcivilizatoria, como la denomina el autor, por medio de la cual es transformada en

un signo que reducido y vaciado, es paradjicamente sobrecargado potenciado desde la nada

como apunt igualmente Hernndez, por acciones externas e impuestas que lo inhabilitan como

una entidad emancipada, libre y autnoma. Los aparatos de poder se superponen, por

consiguiente, y despliegan sus estrategias coercitivas por medio de las cuales se reduce a la

566
E. HERNNDEZ. Los fragmentos citados corresponden respectivamente a Meditaciones fsicas, op. cit.; Carta
de Viaje, op. cit., p. 20; y La Bandera de Chile, op. cit., p. 23.
567
R. FORNET-BETANCOURT, op. cit., p. 22 y 23.
568
E. DUSSEL, 1492. El Encubrimiento del Otro, op. cit.

285
entidad periferia. De este modo, el sujeto marginal, representante del pueblo oprimido, es

manipulado, desfigurado y amoldado de acuerdo a las polticas de represin; se reprime en

definitiva al signo el smbolo, el emblema en el caso de la bandera cual procedimiento de

abuso y sobreexplotacin semntica mediante el cual se le sobrecarga no de significado, sino de

vaco, de ausencia. Es, como se sostuvo ms arriba, el silenciamiento del signo, la marca de su

inexistencia e invalidez pblica, social y cultural. No obstante, dicha sobrecarga se transforma en

el otro extremo en un acto de violacin, lo que determina igualmente el vaco en trminos de la

inautenticidad o invalidez de la carga semntica y, por consiguiente, la generacin del estado de

tensin al que es sometido el sujeto potico. Tal como se expone en el poemario de 1991: La

Bandera de Chile fuerza ser ms que una bandera.569

El acto de abuso cometido implica al respecto, tal como la crtica lo ha referido, la

comprensin del sujeto potico en Hernndez, en especial en Carta de Viaje y La Bandera de

Chile como un sujeto femenino, en tanto ella es vctima directa, dbil, indefensa y violable, de

un sujeto otro, patriarcal, poseedor de mayor dominio y capacidad coercitiva. De este modo,

Nmez y Moraga han sealado, a propsito de la imagen de la bandera en Hernndez:

En este caso, su espejo est trizado y su imagen fragmentada, amenazada


por la figura del padre que la inhabilita y la hace perder su pulsin anterior.
Esto retrotrae el cuerpo de la mujer y de su lenguaje al vaco primigenio del
desarraigo anterior a la proteccin maternal. Desde la orfandad del lenguaje,
zona de vaco primigenio, donde parece que el cuerpo va a enmudecer y
despojada de su origen materno, recupera trozos de su lengua aun exiliada y
marginada.570

569
E. HERNNDEZ, La Bandera de Chile, op. cit., p. 18.
570
N. NMEZ; F. MORAGA, op. cit.

286
De acuerdo a ello, la conceptualizacin de patria-mujer con la cual se concibe al sujeto en

relacin La Bandera de Chile, o la de mujer-continente como podramos plantear nosotros en

razn del poemario de 1989 Yo herma / cuchepa / india sudamericana571, sitan asimismo a

este sujeto femenino en una posicin pblica respecto del pueblo oprimido, en una posicin de

exhibicin en el caso de la bandera mujer exhibicionista desde donde se le muestra y se le

exige comportarse como ejemplo de emblema y servicio a la patria, o ms bien, al sistema

patriarcal fiel e incondicional:

Los museos guardan la historia de la Bandera de Chile


disuelta annima encubierta
el ojo puede aplicar su ceguera por libro
deshilachado
es historia ya muerta

la Bandera de Chile reposa en un estuche de vidrio

(visitas en hora de oficina)


(cancele su valor)572

Como objeto de exhibicin, el signo es aprisionado, despojado de su valor real en cuanto

entidad o sujeto perteneciente a un contexto y entorno particular, del cual es sin embargo

enajenado, extirpado: vi la estrella / de vidrio / en vidrio / hendida con piedra / vi la piedra / su

brillo / caer opaca / de tierra / la piedra se estrellaba573, versa Arre! Halley al respecto. El

museo como prisin institucionalizada, como lugar de encierro, de muerte en vida cual prisin,

psiquitrico o cementerio mediante el cual se cristaliza la historia y, en La bandera de Chile, el

emblema de la nacin y, por ende, de la soberana y la libertad nacional. Es as como al otro lado

571
E. HERNNDEZ, Carta de Viaje, op. cit., p. 10.
572
E. HERNNDEZ, La Bandera de Chile, op. cit., p. 26.
573
E. HERNNDEZ, Arre! Halley Arre!, op. cit.

287
de la vitrina de exhibicin, persiste en la memoria del espectador la muestra de una historia

detenida, empozada y encubierta por el discurso del opresor; historia ya muerta, hechos

silenciados, ocultados y desparecidos, en definitiva, el hecho innombrado innombrable,

ausente, inexistente, vuelto cadver en exposicin por medio de la cual sus restos comprueban su

deceso. En funcin de ello, se genera en consecuencia la fractura tambin de la memoria y, por

ende, el paso del sujeto al terreno del olvido.

2.3.3. El escurrimiento del sujeto por las fisuras de la opresin.

No obstante, tal como se ha referido ms arriba, en la poesa de Hernndez el discurso de

imposicin desplegado por las fuerzas despticas, dictatoriales, se ve paulatinamente

resquebrajado a partir de las mismas fisuras e intersticios presentes subrepticiamente en la

estructura de estos sistemas dominantes. En este sentido, los fenmenos mediante los cuales se

manifiesta el afn moderno en el contexto de esta poesa el rgimen militar, como entidades

discursivas van generando desde su propia naturaleza ciertas hendiduras que posibilitan las

acciones de fuga por donde se filtra y escurre el sujeto potico. Derrida acua este accionar como

deriva o deslizamiento574, en trminos de las fugas y quiebres que se producen en el devenir del

lenguaje y, por consiguiente, de la generacin o el trasvasije hacia estados de mltiples

mutaciones y lneas de sentido575. En Hernndez, dicha situacin equivale a los actos de

resistencia que el sujeto potico, metamorfoseado en cometa, bandera, india mestiza, pueblo y

exilio, levanta ante la dominacin, entidades que segn Moraga, en el caso particular de la

574
J. DERRIDA, La desconstruccin en las fronteras de la filosofa. Barcelona: Ediciones Paids, 1989, p. 36.
575
J. DERRIDA, Mrgenes de la Filosofa, op. cit., p. 46.

288
bandera, residen precisamente en los (des)pliegues del lenguaje, desde donde se liberan y

(des)nudan signos contenidos por diversas posibilidades semnticas, y se abren paso entre los

huecos y espacios de representacin simblica dando forma a los contornos de una lengua

potica que tiende a la expansin de todas sus posibilidades576. De este modo, el sujeto potico

de esta escritura escapa por las fisuras del dominio opresor, representado en uno de los casos por

el museo, cual entidad institucional, cual atad en donde se reposa inerte, analoga de la prisin,

el ejrcito o el psiquitrico mediante la cual se revela, en definitiva, el sustrato irracional sobre el

que se fundan las instancias totalitarias de dominio, la dictadura poltica en el caso de

Hernndez. Es as como a partir de la instancia de encierro y aprensin, el sujeto se desliza,

huye, escapa a la calle y jura volver / hasta la muerte de su muerte577. Acto de liberacin

mediante el cual el sujeto deshace su presencia en del espacio de la sin-razn, en el espacio en

donde se tanto generan arbitrariamente las posiciones de una razn parcializada y no universal

como se autopropone. Toda cultura genera su propia barbarie578, apunta Fornet-Betancourt al

respecto. Es as entonces como la coherencia oprimida, en tanto racionalidad vlida y soberana

en s misma, resiste y se escabulle a travs de las fisuras del discurso desptico.

Ahora bien, dicha resistencia se presenta precisamente desde el terreno de la dignidad del

sujeto oprimido que emerge a pesar de las instancias de degradacin, oprobio y mutilacin a la

que es sometido. El pueblo pasar una y otra vez por las pginas de los libros / tu profesin

injusta579 versa en Meditaciones fsicas, mientras en La Bandera de Chile, la voz desafiante

del sujeto potico es ms explcita: de nuevo la saliva atorada de saliva la Bandera de Chile / de

576
F. MORAGA, La Bandera de Chile: (Des)pliegue y (Des)nudo, op. cit., p. 29.
577
E. HERNNDEZ, La Bandera de Chile, op. cit, p. 26.
578
R. FORNET-BETANCOURT, op. cit., p. 28.
579
E. HERNNDEZ, Meditaciones fsicas, op. cit.

289
nuevo la boca escupe la chacarilla vomitosa sin especie aunque le cueste los dientes. () Con

que dignidad se cuece la descomposicin / s seor! de la Bandera de Chile!.580

De este modo, se van generando mediante quiebres de lenguaje la disolucin de las

fronteras que sustentan el discurso de la modernidad, de la hegemona, posibilitando de esta

forma la supervivencia del signo oprimido mediante la fuga por los intersticios de la palabra

potica, que es igualmente oprimida y liberada en tanto recae el carcter plurisignificativo con el

cual se reviste el mismo sujeto lrico. La apertura a la otredad constituye, por consiguiente, ese

devenir, entendido por Foucault como sueo lrico que renaciese y reapareciese sin

cesar581. Es as como, entonces todas las dicotomas levantadas por el discurso oficial son

invertidas en la conciencia misma del sujeto perifrico: La Bandera de Chile con el ojo que

tiene / agrandado como estrella / cclope ateo / de arriba abajo mirando el filo de los cambios /

teme le cambien el nombre La Bandera de Chile582. De esta manera, tanto en s mismo, en su

propio cuerpo-texto como en el del opresor, el sujeto potico encuentra las vas de escape que lo

conducen hacia la desestructuracin del sistema que ha mantenido bajo orden, incluso desde las

propias instancias de subordinacin:

De nuevo la Bandera de Chile enarbolando eczemas diarias


trae a colacin pocas migas que sobran de la mesa
el menuzo llega de quien mal parte el pan menudo
al envs de la Bandera de Chile
milsimas partes de ya un aserrn onzavo583

580
E. HERNNDEZ, La Bandera de Chile, op. cit, pp. 24 y 29.
581
M. FOUCAULT, El Orden del Discurso, op. cit., p. 27.
582
E. HERNNDEZ, La Bandera de Chile, op. cit, p. 22.
583
Ibd., p. 24.

290
Desde la herida del lenguaje presente en la huella que constituye la palabra potica584,

quebrantada a su vez por los mecanismos de opresin, se configura precisamente la cisura que

posibilita el desplazamiento semntico y la inversin de los cdigos discursivos, por

consiguiente, el desmantelamiento de la estructura de poder. En este sentido, la fractura trazada

sobre el cuerpo perifrico es, en el acto de resistencia, impresa a su vez en el cuerpo-texto de la

entidad opresora. Ello genera entonces la desestabilizacin de las fronteras y, en definitiva, el

desmoronamiento del discurso patriarcal que se refleja precisamente en el sujeto subordinado:

La Bandera de Chile se parte en banderitas para los nios y saluda585. De acuerdo a ello, a

pesar de la intencionada desintegracin del emblema patrio, metfora del sujeto potico de esta

escritura, paralelamente ste despliega su existencia y la dirige hacia el rescate de la memoria la

infancia, invirtiendo soterradamente los efectos de la opresin ejercida sobre l. En este sentido,

postulamos la posibilidad de cierta accin emancipadora del sujeto potico en esta poesa, o por

lo menos su intencin, liberacin que sin embargo no puede concretarse completamente, en tanto

siguiendo a Fornet-Betancourt, no se asuma el reconocimiento por parte de los sistemas

monopolizadores en relacin a la existencia efectiva de otras coherencias locales igualmente

soberanas en s mismas586. De ah entonces, que ante la imposibilidad de ello, se enuncie

simplemente en Hernndez que La Bandera de Chile sabe que su da es el del juicio587, da que

no tendr lugar mientras los sistemas de globalizacin no den cuenta de las relaciones de

interdependencia que guardan intrnsecamente con los sistemas menores. De acuerdo a ello,

entendemos aquel acto de emancipacin por parte del sujeto potico como un hecho igualmente

ilusorio, en tanto y de acuerdo a la naturaleza de esta misma entidad, no es posible hallar en ella

584
J. DERRIDA, La escritura y la diferencia, op. cit, p. 113.
585
E. HERNNDEZ, La Bandera de Chile, op. cit, p. 8.
586
R. FORNET-BETANCOURT, op. cit.
587
E. HERNNDEZ, op. cit, p. 23.

291
una configuracin cabal que lo represente, pues el sujeto siempre constituir en esta poesa y en

la que conforma el corpus del presente estudio una nocin fallida, fragmentaria, inconsistente,

que intenta en el caso de Hernndez completarse, volverse ntegra en el ejercicio de la huida, tras

la cual alcanzar alguna vez la tierra prometida. En la fuga se centra por consiguiente, el

proyecto inabordable de concrecin de una entidad que definitivamente no le pertenece, pues su

naturaleza la constituye aquello que es transitorio, pasajero, efmero, etreo, tal cual es el cometa

del primer texto de la poeta y tal como se expone en parte de sus versos finales: Arre! Halley

Arre! / camina con tu tranco el tiempo que queda588. En conclusin, el sujeto huidizo no es ms

que aquella instancia de evasin, de fuga por medio de la cual l mismo no puede finalmente

asirse, concretarse, hallarse.

588
E. HERNNDEZ, Arre! Halley Arre!, op. cit.

292
2.4. El sujeto eclipsado en la poesa de Diego Maquieira.

Si bien la obra potica completa de Diego Maquieira589 consta, en estricto rigor, de cinco

poemarios de breve extensin, son precisamente los textos publicados en la dcada de 1980 y

comienzos de 1990 y los ltimos publicados por el autor hasta la fecha, los que han alcanzado

un lugar destacado en el mbito de la produccin potica nacional, segn lo postulado por la

crtica, de acuerdo al carcter transgresor y la originalidad de la cual sus versos dan cuenta en

relacin a lo ya conocido y publicado al interior de la escena literaria de la poca. Ahora bien, en

ocasiones la crtica tiende a hablar de cuatro textos y no de cinco, debido a que su cuarta

publicacin, la plaquette Los Sea-Harrier en el firmamento de eclipses. Poemas de Anticipo,

constituye tal como lo ha planteado el autor, una publicacin menor sujeta a modificacin

posterior, en tanto el formato de plaquette equivalente al de una publicacin de poesa al interior

de alguna revista literaria no corresponde a la presentacin de un texto definitivo, sino al de un

anticipo tal como lo indica su nombre de algunos de los poemas que formarn ms tarde parte

de su ltima obra publicada Los Sea Harrier (1993), edicin que incluye con algunas

modificaciones formales modificacin y sustraccin de algunas palabras fundamentalmente, la

totalidad de los textos de 1986 salvo el poema Proclamacin de la Independencia Americana a

589
Diego Maquieira Astaburuaga naci en Santiago en 1951. Hijo del diplomtico chileno Fernando Maquieira y
Julita Astaburuaga, vivi gran parte de su infancia fuera del pas, en ciudades como New York (principalmente), La
Paz, Lima, Ciudad de Mxico y Quito, regresando a Chile alrededor de los doce aos para ya establecer
definitivamente su residencia en su lugar de origen. Una vez egresado de la escuela secundaria no ingres a la
universidad por decisin propia, debido a que no deseaba someterse a un sistema de educacin formal, sino ms bien
prefiri la libertad del aprendizaje y el desarrollo autodictada en el rea de la creacin artstica. Durante este periodo
afianz vnculos con poetas como Enrique Lihn y Nicanor Parra, constituyendo este ltimo un importante referente
potico, segn ha declarado el mismo autor. Ha obtenido el Premio Pablo Neruda en 1989, el Premio de Poesa
Enrique Lihn de la Universidad Finis Terrae en 2004, y fue becado por la Fundacin Andes en 1992.
Su produccin potica est compuesta por Upsilon (1975), Bombardo (1977), La Tirana (1983), Los
Sea-Harrier en el firmamento de eclipses. Poemas de Anticipo (1986) y Los Sea Harrier (1993), ste ltimo en
formato de compact disc. En 1992, public asimismo El oxgeno invisible. Antologa arbitraria de Vicente
Huidobro.

293
borde de nuestro portaaviones Citta Felice por Lope de Aguirre Peregrino, el que fue

completamente suprimido de la edicin definitiva de 1993. Para efectos del presente estudio, y

de acuerdo al marco cronolgico establecido previamente, nuestros objetos a estudiar en este

apartado lo constituyen precisamente los textos publicados durante la dcada de 1980, esto es

La Tirana y la plaquette mencionada, esta ltima adems como objeto literario independiente

en consideracin de la escassima crtica generada en torno a ella, la que en rigor no se extiende

ms all de algunos escuetos artculos y comentarios especializados, suscitados por la obra

durante la fecha de su aparicin.

En cuanto a la concepcin de sujeto presente en ambas publicaciones 1983 y 1986

postulamos la nocin de un sujeto eclipsado, en tanto la entidad potica en ellos presente

corresponde a una especie de interposicin superposicin entre el sujeto opresor y el sujeto

oprimido, lo que permite en funcin de ello un fenmeno de identificacin, fusin y desaparicin

de uno respecto del otro, lo que en definitiva genera la desarticulacin o desintegracin en el

texto de los mismos sujetos y las bases que los sostienen. En el caso de La Tirana, el sujeto

opresor estara representado por la figura de Velsquez Diego Rodrguez de Silva y Velzquez

, y el sujeto oprimido, por la misma Tirana; y por su parte, en Los Sea-Harrier en el firmamento

de eclipses, la entidad dominante se manifiesta a travs del bando de los Milenaristas, en tanto

los Harrier corresponden al bando de los sujetos bajo opresin. Esta ltima, una contienda entre

los milenaristas y la barbarie tal como se ha expuesto en torno a la edicin de 1993.590

590
R. PERALTA, El sentido de historia en Los Sea Harrier. Documento recogido el 02/03/2008 en
http://www.letras.s5.com/dm070306.htm.

294
2.4.1. La Tirana: transposicin de sujetos en decadencia.

La Real Academia Espaola define el trmino eclipse, en relacin al campo de la

astronoma como ocultacin transitoria total o parcial de un astro por interposicin de otro

cuerpo celeste591. En el caso de los poemarios revisados, cada uno de los sujetos-personajes

mencionados tiende a interponerse o superponerse ante el otro de modo de subsumirlo,

absorberlo, abordarlo cual empresa imperialista generando en definitiva un estado de

interrelacin entre ambos, en donde el sujeto oprimido es el sujeto opresor y viceversa. Se

produce en este sentido un tratamiento de interconexin entre ambos tipos de entidades,

mediante los cuales se genera la permuta de sus propiedades, dado que uno se transforma a la vez

en el otro, se comporta y comprende el entorno como el otro. En definitiva, la marca de una

situacin en la cual ambos sujetos, opresor y oprimido, tienden a fusionarse, a ser uno slo, pese

o debido a que se requieren mutuamente para constituirse como tales.

En este sentido, tenemos que el sujeto de La Tirana, en tanto entidad oprimida, da cuenta

de los caracteres propios del llamado sujeto posmoderno, a razn de constituir en s misma una

entidad fragmentaria, descentrada, escindida, degradada, que en el caso de Maquieira va a lo

largo del texto paulatinamente acentuando su desintegracin hasta alcanzar en los ltimos versos

del poemario un estado de evidente agona, de sujeto sostenido por el hilo de una voz mediante la

cual se intenta materializar a aquel otro sujeto el opresor, de modo que ste pueda otorgarle

vida, lo sostenga en medio del derrumbe, entidad que acontece sin embargo de igual modo en

calidad de ruina, de sujeto desmoronado: Diego para / Para Diego / Para Diego / Puedes parar

591
RAE, Diccionario de la Real Academia Espaola. Documento recogido el 10/06/2009 en
http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=eclipse.

295
Diego? () Tengo miedo / Tengo miedo, Diego / Diego, se me va la cabeza / No hay duda

alguna () raja, estoy volviendo loca, Raja / contstame / me estoy volviendo loca592. Ahora

bien, unas de las particularidades que diferencian a este sujeto respecto de los otros casos y

autores revisados es su pertenencia a la alta clase social chilena, un sujeto proveniente de una

familia aristocrtica, pero en plena y marcada decadencia, la que es representada precisamente a

travs del personaje femenino: Y si bien vengo de una familia muy conocida / Y si es cierto que

me sacaron por la cara / y que los que estn afuera me destrozarn / An soy la vieja que se los

tir a todos / An soy de una ordinariez feroz593. De acuerdo a ello, emergen precisamente en el

poemario aquellos espacios urbanos, pblicos y privados, en los cuales los integrantes de esta

laya suelen reunirse para celebrar algn evento social: la iglesia, el saln el Saln Rojo del

Palacio de La Moneda, el teatro, el Teatro Municipal, el restaurante Torres, el hotel, el cine, en

especfico, el Hotel Valdivia y el Cine Marconi como conos en decadencia de la socialit

santiaguina de mediados de siglo: Para nosotros el Marconi se cae a pedazos / y desde cientos

de butacas manchadas / se levantan tus infieles / como la antena de un monstruo594. Todos

espacios semantizados como lugares de encierro, locura y anquilosamiento de tiempos gloriosos

y remotos, segn ha apuntado la crtica595; espacios claustrofbicos mediante los cuales se

representa el encierro de una lengua encarcelada bajo la voz del opresor, en las palabras de

Galindo596, de una lengua y un sujeto apresado por las disposiciones del sector dominante. En

otros trminos, la imagen de la misma ciudad como espacio de encierro, erotismo y demencia, y

en el cual se transgreden los valores, normas y convenciones sociales del buen vivir, la ciudad

592
D. MAQUIEIRA, La Tirana. Santiago: Tajamar Ediciones, 2003, p. 82.
593
Ibd., p. 25.
594
Ibd., p. 55.
595
E. BRITO, La Tirana, de Diego Maquieira. Una misa negra en la literatura chilena. En Campos Minados, op.
cit., p. 105.
596
O. GALINDO, Neomanierismo, minimalismo y neobarroco en la poesa chilena contempornea. En Estudios
Filolgicos, N 40, septiembre de 2005, pp. 79-94. Documento recogido el 16/04/2008 en
http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0071-17132005000100005&lng=es&nrm=iso&tlng=es.

296
como transgresin o quiebre del vivir natural, en armona, del ser humano, y por ende, es vista

como el espacio de la baja prostitucin en palabras de Bataille, la prostitucin moderna, el

espacio del desmoronamiento597, social, humano, moral; apelativo que de algn modo tambin

otorga Berman al espacio de la ciudad, comprendida como enclave en el cual el hombre,

aplastado por la impronta moderna, pierde dominio y terreno de modo de generar ms bien

instancias de desencuentros consigo mismo no encuentros y avances como presupone la ilusin

de modernidad y el deslumbre de la vida burguesa y, en definitiva, dar paso a la materializacin

de su propia decadencia.598

Esta misma decadencia, vinculada ms arriba a la proyeccin del entorno aristcrata

capitalino de mediados de siglo, e incluso asociado tambin al periodo colonial, se reproduce

con claridad en el poemario de Maquieira, concretamente en la figura del espaol Diego de

Velzquez, amante de la Tirana, quien como entidad opresora se presenta en el texto con

significativas marcas de la misma degradacin encarnada por el personaje femenino. Es as

entonces como en el universo potico analizado, ambas entidades, sujeto opresor y sujeto

oprimido, acontecen en evidente estado de descenso, de ocaso, pues los tiempos de honor y

gloria han sido ya finiquitados. En este sentido, la entidad dominante Velzquez es al igual

que la Tirana, un sujeto en ruinas que emerge en el poema como uno de los pocos sobrevivientes

el ms relevante para el/la sujeto hablante de un imperio absolutamente desmoronado:

No quiero hablar del medio papeln


Velzquez. Perdname, pero no haba
nadie. No fue nadie a tu estreno

597
G. BATAILLE, citado en T. HARRIS ESPINOSA, La Virgen en el Santuario Desmoronado (Sobre La Tirana
de Diego Maquieira. En Revista Mapocho, N 54, segundo semestre de 2003, p. 109.
598
M. BERMAN, op. cit., p. 161.

297
cuando te arrendaste el Hotel Valdivia
para restaurar la Inquisicin de Lima
que te quedaba ms cerca
y complacer as a tu Iglesia
.

Pero cmo fuiste a caer en eso


quin sabe qu degradada e innoble vida
debes estar viviendo
qu horribles deben haber sido tus rodeos
antes de ser fotografiado
qu perdida debe andar tu alma Velsquez599

Brito asimismo, en relacin a lo anterior sostiene que efectivamente en La Tirana se

presenta una acerba autocrtica en torno a la vida de la nobleza la gran vida y sus salones,

en tanto stos se sustentan exclusivamente en la mediocridad, la vanidad, el hurto y la violacin

de los derechos y la moral. De este modo, en Maquieira se materializa la destruccin de los

conos ms queridos de la sociedad chilena () de la clase alta600, en otros trminos, se agudiza

su respectivo deterioro mediante los actos de violencia y degradacin reproducidos por los

mismos integrantes de esta clase. Este mismo deterioro deriva, segn la autora, precisamente en

la prdida final del lugar, del locus, y en definitiva, de la identidad, del cuerpo y del lenguaje del

sujeto601: Qu gran final es morirse, Velsquez / pero qu triste / y la verdad es que no queda

nada, nada.602

De acuerdo a lo anterior, un primer elemento de la transposicin entre ambos sujetos est

determinado por el deterioro y el declive en ambos, a pesar de su filiacin con las esferas

599
D. MAQUIEIRA, op. cit., pp. 28 y 75, respectivamente.
600
E. BRITO. La Tirana, de Diego Maquieira. Lectura y anlisis. En Pluma y Pincel. Santiago: Artes y Letras de
Amrica, N 16, julio de 1985, p. 45.
601
Ibd.
602
D. MAQUIEIRA, op. cit., p. 79.

298
elevadas del poder social en La Tirana, sociopoltico y religioso en Velsquez, tambin en

descenso. Ahora bien, en el caso del personaje femenino su nominacin ha permitido a la crtica

ubicar al sujeto en varios espacios asociados en torno al eje medular del texto, de acuerdo a

nuestra lectura, un sujeto en proceso de decaimiento que intenta sostenerse en base a estandartes

igualmente desmoronados, como es la imagen de Velsquez, sujeto opresor que a su vez apela al

mismo movimiento en pos de su supervivencia. Ahora bien, la crtica ha apuntado variados

significados en torno a la nominacin Tirana, presentada por el texto. En primea instancia, se

hace presente la asociacin del nombre con la india cuzquea que, en los tiempos de Diego de

Almagro y sus recorridos por nuevos territorios al sur del imperio inca, se rebela ante los

conquistadores junto a otros quinientos indios tras la muerte de su padre, un sacerdote inca, por

manos espaolas, razn por la cual huyen y resisten durante cuatro aos en la Pampa del

Tamarugal. La india cuzquea fue conocida precisamente por los castellanos como la tirana del

Tamarugal, dado su despotismo e inclemencia ante la vida de los espaoles que tomaba

prisioneros. Sin embargo, en medio de esta lucha, la joven se enamora del portugus Vasco de

Almeyda, a quien haba tomado cautivo y condenado a muerte, pero que posteriormente libera

para huir con l, previa voluntad de conversin a la fe catlica por medio del bautismo. Ambos

fueron finalmente asesinados por el pueblo indgena, debido a la traicin cometida por la india

cuzquea603. Desde este punto de vista, la nominacin de La Tirana se asocia en pos de la

leyenda con la de la festividad religiosa que se celebra en el Norte Grande del pas, la Fiesta de la

Virgen del Carmen de La Tirana, que emerge en este contexto como un evento sincrtico en el

cual se articulan, mezclan y fusionan cdigos mestizos, indgenas y catlicos, por un lado, segn

lo apuntado por Brito, como signo de la religiosidad marginal virgen negra, ertica y oscura en

oposicin con los cdices de la iglesia catlica, cual simulacro del acto sagrado y la fe

603
F. EMMERICH, La Tirana del Tamarugal. Santiago: Tajamar Editores, 2007.

299
cristiana604; y por otro, en palabras de Harris, como un evento representante en la metfora de

la degradacin del hombre, en tanto en l se reproduce el encuentro de la Virgen de La Tirana

con el diablo, el ngel cado de la rebelin como la misma india cuzquea, lo que implica el

desmoronamiento de un reino, la prdida definitiva del paraso, e igualmente, el encuentro del

hombre con sus instintos ms bajos, con su animalidad:

En la fiesta de La Tirana tanto los animales como los demonios o las


invocaciones al demonio tienen una presencia constante, impregnan el texto
y sus enunciados, y brillan como emblemas de desmoronamiento al
compartir rasgos bestiales y luciferinos en sus representaciones: cola,
cuernos, pelos, etctera. El demonio, de esta manera, ya no es el ngel de la
rebelin, finalmente heroico: segn Bataille, la rebelin, la transgresin, es
castigada con la degradacin al estado animal negacin de la humanidad,
del alma suplantada por la cada, negada por el desmoronamiento que, a su
vez, degrada el erotismo en su conjunto arrojndole la luz del mal () El
diablo fue al principio el ngel de la rebelin; pero perdi los brillantes
colores que la rebelin le daba. El rebajamiento fue el castigo de la rebelin;
y eso quera decir para empezar que se borr la apariencia de la
transgresin, que tom la delantera la presencia de la degradacin.605

Por otro lado, coincidimos con Galindo al considerar que la nominacin de La Tirana

remite igualmente, en el contexto poltico de la poca, a la figura autoritaria del tirano, del

mximo opresor Augusto Pinochet a la cabeza de la dictadura militar impuesta606, lectura sin

embargo que el mismo Maquieira ha desestimado reconociendo ms bien la nocin asociada a la

604
E. BRITO, La Tirana, de Diego Maquieira. Una misa negra Op. cit., p. 95.
605
T. HARRIS ESPINOSA, op. cit., p. 112. El fragmento entre comillas corresponde a la cita de Bataille efectuada
por Harris.
606
O. GALINDO, Autoritarismo, enajenacin y locura en la poesa chilena de fines del siglo XX. Zurita, Maquieira,
Cuevas. En Amrica Latina Hoy, Vol. 30, 2003, p. 105.

300
tirana del amor carnal607. Precisamente, la asociacin del trmino con el chilenismo tirar,

mediante el cual se expresa coloquialmente el encuentro ertico entre dos sujetos, ha sido

igualmente referida por la crtica, como asimismo la acepcin de La Tirana como metfora de la

Quintrala, Catalina de los Ros y Lisperguer, aquella aristcrata santiaguina de la poca colonial

que, al igual que La Tirana se los tir a todos, y asesin a cada uno de sus amantes608. Por otro

lado, y en relacin a todos los casos anteriores, la nominacin da cuenta de igual modo de un

sujeto en femenino, de una tirana que en realidad es presa de la tirana del otro, no ejerciendo

por tanto su poder ante nadie como en tiempos remotos, sino que por el contrario es sometida al

amor y desprecio la tirana del amor y la carne de Diego de Velzquez quien finalmente la

abandona, la deja en el contexto del poemario por el personaje de Alessandra Mussolini cuya

nombre proviene de la nieta del Duce, Benito Mussolini. Al respecto, en funcin de La Tirana,

Brito alude a la figura femenina como metfora del cuerpo dbil, abusado y explotado por otro,

como el espacio del hueco, la herida del inconsciente latinoamericano a su vez en el cual

confluyen las imgenes de la virgen, la madre, la amante, la vieja tiradora, la prostituta:

Hueco que acta como produccin textual, texto y metfora de otro texto: Chile, con un lado

inexplorado y por lo tanto, virgen, puta, en cuanto va a la venta; madre, en cuanto generadora

de hijos, india, por cuanto acusa sobre esa lengua, sobre su hueco, su lado oscuro y

desbordado609. De este modo, la referencia a una tirana en femenino permite la conexin de un

sujeto a la inversa, en reverso, un sujeto desmoronado, una tirana que no lo es y que, por el

contrario, es vctima de la tirana de otros. Un sujeto femenino que, en la lectura de Brito, no es

607
En sesiones de entrevistas efectuadas durante el ao 2005, el autor ha sealado a propsito del nombre de La
Tirana: Mucha gente ha visto a la Tirana como el Tirano, y como coincide la publicacin con la poca de
Pinochet, dicen que es el reverso, pero no es as. () No, me conect ms con la idea de la Tirana como
tiranizacin, y con tirar, sexo. La satrapa, la esclavitud del sexo, la tirana del sexo tambin. Tiene que ver con la
nocin de tirar, que es muy local, tirar. D. MAQUIEIRA, en P. HIDALGO, D. HOPENHAYN, Give me break.
Conversaciones con Diego Maquieira. Santiago: Editorial Universitaria, 2008, pp. 53 y 54.
608
O. GALINDO, Autoritarismo, enajenacin y locura en la poesa chilena.... Op. cit., p. 106.
609
E. BRITO, La Tirana, de Diego Maquieira. Una misa negra Op. cit., p. 99.

301
otra cosa que Amrica Latina y las etnias indgenas explotadas, abusadas por un otro que no es

sino el conquistador, la impronta espaola representada en el poemario por Velzquez y la

Inquisicin que en su imposicin genera el mestizaje:

La elipsis barroca hace ms patente el hiato en que Amrica Latina, hija de


Espaa y de las etnias indias tiraniza al lenguaje por medio de otra gran
tirana provocada por el mestizaje: un forzamiento del cuerpo, que penetrado
y fecundado por Otro, no su par, sino su dominador610

Asimismo, las lecturas efectuadas en torno al pensamiento crtico latinoamericano han

desarrollado precisamente la metfora de Amrica Latina como el cuerpo dbil, que ha sido

ampliamente sometido y violentado cuerpo femenino desde el descubrimiento de sus tierras

hasta nuestros das por parte de otro cuerpo dominante y masculino correspondiente a Espaa y a

la impronta la irrupcin del conquistador. En esta lnea, Enrique Dussel seala precisamente

que el ego violento y guerrero del conquistador espaol era adems un ego flico,

representante del poder masculino y europeo por sobre las tierras e indias americanas:

La violencia ertica vino simplemente a mostrar la colonizacin del


mundo de la vida indgena (). Se trata del cumplimiento de una
voluptuosidad frecuentemente sdica, donde la relacin ertica es
igualmente de dominio del Otro (de la india). Sexualidad puramente
masculina, opresora, alienante, injusta. Se coloniza la sexualidad india, se
vulnera la ertica hispnica, se instaura la doble moral del machismo:
dominacin sexual de la india y respeto puramente aparente de la mujer
espaola.611

610
Ibd., pp. 107 y 108.
611
E. DUSSEL, 1492. El Encubrimiento del Otro ... , op. cit., pp. 72 y 73.

302
Maquieira por su parte, destaca la voz femenina que constituye el texto y al mismo sujeto

lrico, pero ms bien desde la perspectiva de la matriz, del origen, como espacio autntico en el

que se resguarda la integridad del hombre. Desde esta perspectiva, el autor plantea la lectura de

La Tirana como el intento permanente de un sujeto femenino en representacin de un sujeto

universal por conservar su propia integridad, su ser, en definitiva, una lucha por sostenerse,

sobrevivir, mantenerse a s misma en medio sin embargo de la desintegracin que ella misma

significa. En otras palabras, corresponde al intento del sujeto por recuperar su propio origen e

identidad a travs del retorno hacia la madre, la Virgen Mara, la matriz612, nocin que se

corresponde en definitiva con nuestra tesis de lectura para el caso del sujeto de la poesa chilena

de la dcada de 1980, vale decir, la de un sujeto posmoderno, fragmentario y carente que no

obstante ejerce algunos movimientos para no perecer en medio de su propia catstrofe; en el caso

de Maquieira dicho movimiento se asocia como hemos apuntado al inicio de este apartado a la

interposicin de ambos sujetos, opresor y oprimido, a la fusin o cruce de propiedades como

mecanismo de supervivencia, en otras palabras, la dependencia o sujecin del yo en el otro.

Por ltimo, en torno a las significaciones que el nombre Tirana permite generar, la

crtica igualmente ha concebido la nominacin como metfora del discurso, la lengua, por un

lado, la lengua indgena y mestiza, como lengua minada y perforada; y por otro, la lengua del

conquistador, la verdadera tirana. En este contexto, Brito seala que La Tirana representa

precisamente la tirana de la lengua espaola, conquistadora por sobre las lenguas aborgenes en

tanto aquella genera su imposicin e incluso su anulacin respecto de esta ltima. Desde esta

perspectiva, el sujeto La Tirana cumple asimismo su rol como tal o intenta cumplirlo, segn

nuestra lectura dado que es heredera de una lengua extranjera, fundadora y aristocrtica a travs

612
D. MAQUIEIRA, en P. HIDALGO, D. HOPENHAYN, op. cit., pp. 54 y 55.

303
de la cual se ha explotado e invalidado al otro. De este modo, se genera a su vez el encuentro y la

tensin entre dos discursos dos lenguas, de las cuales una, la lengua violentada, soporta,

retiene y reproduce las represiones y los huecos en torno de los cuales se estructura el

inconsciente613, una lengua que en definitiva logra ser sometida y encarcelada como la tirana

cuzquea por aquella otra dominante, hegemnica; tensin que asimismo genera una especie de

lengua hbrida, anmala y mestiza como tambin apunta Donoso614, injertada, en la cual

confluyen las voces de ambos sujetos y otros en pos de la interposicin de identidades

propuesta por nosotros.

Por su parte, en torno al sujeto opresor, representado en el poemario por Diego de

Velzquez se levantan igualmente algunas significaciones relevantes. En primera instancia, en

relacin al personaje histrico, Diego Rodrguez de Silva y Velzquez su nombre completo y

tal como versa al comienzo del poemario, mximo exponente de la pintura barroca espaola,

siglo XVII, y pintor de la corte de Felipe IV, quien emerge en el texto de Maquieira como el

principal amante de La Tirana, desde tiempos remotos, pero que la ha dejado en actual estado de

abandono. Tal como se ha enunciado ms arriba, la figura de Velzquez a lo largo del poemario

constituye la del sujeto opresor que, en definitiva, ejerce la accin de tiranizar al sujeto

femenino del poemario, La Tirana, a lo largo de toda la extensin de su escritura. En este punto,

precisamente, se genera un primer quiebre ya mencionado ms arriba, en tanto no es la entidad

femenina la que subyuga al otro en honor a su nominacin, sino que por el contrario, es ella

quien padece en primeras instancias las marcas del despotismo de Velzquez. En estonces la

entidad masculina la dominante y, en otros trminos, el signo del conquistador espaol, del

613
E. BRITO, La Tirana, de Diego Maquieira. Una misa negra Op. cit., p. 99.
614
A. E. DONOSO, Tirana (1983), de Diego Maquieira. Mestizaje, ficcionalizacin y referencialidad anmala.
Devenir gramtico de la opsys. Documento recogido el 02/03/2008 en http://www.letras.s5.com/aed130407.htm.

304
colonizador, Velsquez como representacin de la imposicin europea y espaola en Amrica

Latina por sobre el sujeto femenino violentado, al cual se estn pisando desde 1492615 y, en

definitiva, del sistema hegemnico Espaa, el Imperio, la Inquisicin y de la traicin de estos

sistemas de poder efectuada en relacin a sus sbditos, su pueblo, sus dominados. Por otro lado,

la crtica ha enfatizado igualmente el significado de Velzquez como autor de Las Meninas

(1656), en tanto la obra permite remarcar la nocin del texto vuelto sobre s mismo, el pintor que

se pinta a s mismo, el espectador que se refleja en el mismo texto, lo que de igual modo permite

implicar al mismo autor emprico del poemario, Maquieira, tambin de nombre Diego616.

Precisamente, la nocin de crisis de representacin que se hace presente en el cuadro, en tanto

se diluyen los lmites entre el observador el espectador y el objeto observado el mismo

cuadro, operando este ltimo como reflejo del otro espejo que mira y se mira en l, nos

permite en conformidad con nuestra lectura articular la relacin de reflejos, dobles y reversos

presentes entre el sujeto opresor y el sujeto oprimido, tanto en La Tirana como en Los Sea-

Harrier en el firmamento de eclipses. En cuanto a Las Meninas, Eugenia Brito ha sealado que

su referencia indirecta en el marco de La Tirana permite el cuestionamiento en torno a quines

son efectivamente los sujetos que operan en el texto, de modo de generar finalmente en el

espesor de las significaciones los significados vacos de un significante quebrado, suspendido,

abierto a la cultura y el pensamiento617. Se pierden por consiguiente las certezas respecto de las

identidades que sostienen o desestabilizan el texto, quin es el sujeto que pinta, quines son

los sujetos pintados, cules son las identidades que se arman y desarman en el texto. Foucault,

precisamente relativiza los espacios y entidades que forman parte del acto de representacin, de

modo de enfatizar la inestabilidad que esta sugiere, vale decir, los objetos de representacin son

615
D. MAQUIEIRA, La Tirana, op. cit., p. 26.
616
O. GALINDO, Autoritarismo, enajenacin y locura en la poesa chilena.... Op. cit., p. 107.
617
E. BRITO, La Tirana, de Diego Maquieira. Una misa negra Op. cit., p. 100.

305
el uno y el otro a la vez: el pintor, el cuadro, el objeto pintado. Las entidades e identidades se

superponen, interfieren, aparecen, desaparecen en un juego permanente de espejeos y apariencias

cuyo ncleo est dado precisamente por el espejo que se visualiza al interior del cuadro, en el

cual se reflejan los modelos situados paradojalmente en su exterior, el rey Felipe IV y su esposa

Mariana. De este modo, las entidades de la composicin se cruzan e indefinen, tal como lo

expone Foucault en torno al espacio de la representacin:

(); en este lugar preciso, aunque indiferente, el contemplador y el


contemplado se intercambian sin cesar. Ninguna mirada es estable o, mejor
dicho, en el surco neutro de la mirada que traspasa perpendicularmente la tela,
el sujeto y el objeto, el espectador y el modelo cambian su papel hasta el
infinito. La gran tela () obstinadamente invisible, impide que la relacin de
las miradas llegue nunca a localizarse ni establecerse definitivamente. ()
Por el hecho de que no vemos ms que este revs, no sabemos ni quines
somos ni lo que hacemos. Vemos o nos ven? En realidad el pintor fija un
lugar que no cesa de cambiar de un momento a otro: cambia de contenido, de
forma, de rostro, de identidad.618

De acuerdo a lo anterior, el sujeto potico en Maquieira presenta, como hemos

propuesto ms arriba, una identidad mvil, movediza, que se trastoca o interpone con la de su

reverso: sujeto opresor y sujeto oprimido se interceptan, superponen, permutan propiedades, se

eclipsan el uno al otro, como motor y consecuencia a la vez de la desestabilizacin que padecen,

que constituyen en s mismos. Ambos sujetos se funden y confunden, se enmascaran, se trucan,

son el uno y el otro a la vez: Velzquez y Los Milenaristas como entidades dominantes; La

Tirana y Los Sea-Harrier como entidades sometidas en ambos poemarios, generndose de este

modo un mecanismo de transferencia de las propiedades o huellas que permiten reconocerlos

618
M. FOUCAULT. Las palabras y las cosas. , op. cit., pp. 14 y 15.

306
como tales. En el caso del yo oprimido, es la degradacin, la decadencia, la anulacin; en el caso

del yo opresor, es la dependencia, la filiacin respecto de una otredad a la cual dominar.

De este modo, La Tirana en primera instancia emerge en el texto oculta precisamente

tras el velo del sujeto opresor. Mujer de buena familia, culta, aristcrata, luego su nominacin y

su desfachatez o soberbia para dar cuenta de sus atributos: Yo, La Tirana, rica y famosa / la

Greta Garbo del cine chileno / pero muy culta y calentona () An soy la vieja que se los tir a

todos / an soy de una ordinariez feroz619. Sin embargo, la tirana impuesta por el sujeto

femenino se tuerce rpidamente hacia su propia entidad, en tanto no es La Tirana la que ejerce

poder sobre los otros, sino que es ella quien padece a causa de su amor a Velzquez y el

desprecio presentado por ste: Porque como ya s que me has abandonado / y que piensas

robarme toda la plata / No te quedes con todo, no seas tan duro / djame por lo menos tu vanidad

/ () El amor que yo llevo adentro es terrible / es como arrasar vientos y conmover despojos620.

A lo largo del texto, se acenta precisamente el nivel de decadencia y degradacin del sujeto

sometido, el que alcanza hacia el cierre del poemario un agudo estado de delirio, dependencia y

anulacin del yo. De este modo, La Tirana da cuenta durante los textos que componen el

poemario de su inestabilidad, carencia y angustia, producto de un desamor que es framente

recepcionado por Velzquez:

En mi solitaria casa estoy borracha


y hospedada de nuevo
Diego Rodrguez de Silva y Velzquez
yo no puedo sola, la puta religiosa
la pao de lgrimas de Santiago de Chile

619
D. MAQUIEIRA, La Tirana, op. cit., p. 25.
620
Ibd., p. 27.

307
Haca fro a todo dar esa noche
pero yo estaba rodeada de mis cerdos
mis vacas, mis moscas, mis gallinas

Porque no queramos que quedara nada


ni el polvo, ni el recuerdo de haber vivido
ni la despedida de esta maldita vida

Que gran final es morirse, Velsquez


Tengo una tristeza de cadena perpetua
Soy la que viene de arriba abajo
Soy la que ms cae desde ms alto
Pero soy la que se viene abajo entera
No la que est muriendo a pedazos621

Desde este punto de vista, consideramos que La Tirana opera en el texto como un sujeto

bisagra, en tanto, tiende a travestirse en funcin de un doble rostro: por un lado, como sujeto

oprimido y, por ende, degradado, marginal; y por otro, como sujeto asociado al opresor o

enmascarado como tal pintarrajeado como menciona la crtica622, dado que al igual que

Velzquez proviene de un origen aristocrtico, de una clase social elevada. Sin embargo, en

La Tirana ambas entidades en ella sujeto opresor y oprimido son figuraciones escindidas,

fracturadas, incompletas, de algn modo tal como sucedi con la india cuzquea quien situada

originalmente en el espacio del margen, como sujeto indgena sometido y en defensa de su

pueblo, por amor cae en el linde que la resita en el otro bando, en el del conquistador, en el del

discurso oficialista, pero sin pertenecer en definitiva a l. Es as como en el poemario de

Maquieira, La Tirana se presenta igualmente como un simulacro del sujeto opresor, como

entidad transfigurada en l, a modo de mecanismo de supervivencia mediante el cual el yo

621
Ibd., pp. 37, 40, 74 y 79, respectivamente.
622
E. BRITO, La Tirana, de Diego Maquieira. Una misa negra Op. cit., p. 107.

308
femenino y desmedrado intenta sujetarse de la entidad masculina y dominante a fin de ser, de

no desmoronarse. De esta forma, La Tirana hace uso de la voz del opresor, tirana y desptica

Que sepa cada gallina nacida aqu / que el cielo se va a abrir / y ya no lo van a ver ms azul /

sino que va a quedar un medio hoyo / y desdichado del que se acerque623 desarrollando a su

vez el vnculo filial con el sujeto espaol, tirarse a Velzquez con el propsito de posicionarse

como un yo precisamente en el encuentro ertico y amoroso que se efecta con l:

Yo me tiraba a Velzquez en su Cristo


yo la madre del demonio espaol
llorando de negro sobre mis vestidos de lgrimas
Se lo soltaba yo mi pelo, mis pinturas
que tenan ms brillo en su cara
All en la gran cama se me paraba sola
la media vida, la vida demente de Dios
()
Que me tiraba a Velzquez con el dolor de mi alma
me han sacado el cielo de la luz
slo quedan mis brazos afuera en el prado.624

En este sentido, el encuentro ertico emerge como instancia en la cual se genera el

reconocimiento del yo La Tirana en el otro Velzquez, el intento por reflejarse en este

ltimo cual mecanismo de lectura en el cuadro Las Meninas del pintor espaol, de modo de

confundirse con el sujeto dominante, ocultarse enmascarase bajo su rostro, el que a su vez le

otorga vida, forma, pues desde la posicin del sujeto creador fundador del yo dominado

Velzquez la pinta, la constituye en una imagen no obstante sin transfondo, en un objeto de

representacin en crisis tela trizada, retazos del yo, en un simulacro. Ello asimismo, como acto

623
D. MAQUIEIRA, La Tirana, op. cit., p. 62.
624
Ibd., p. 70.

309
de traicin e inconsistencia del sujeto opresor traducida en la ilusin del espejo, su engao, su

imagen dispuesta en reverso, e igualmente la desesperacin de la entidad dominada por aparecer,

aun en calidad de montaje:

pintada por Diego Rodrguez de Silva y Velzquez


Mi cuerpo es una sbana sobre otra sbana
el largo de mis uas del largo de mis dedos
y mi cara de Dios en la cara de Dios
en su hoyo maquillado la cruz de luz
..

Pero no es verdad que el espejo de Velzquez


y el baile de repantigados monaguillos subidos
a mi espalda me hayan bajado de la cruz
agarrndome al cielo de Dios, a la pared
en el medio del departamento de mi madre
imaginada por el dolor, por el cuerpo
que apenas pude tapar con la alfombra
en un ltimo intento por volver a la vida
fotografindome la cara de este volado

mi pelo atascado en la cruz del rosario


me vol la luz dndome de lleno
en el espejo blanco sobre las sbanas de mi cama625

2.4.2. Los Sea-Harrier: transposicin de sujetos en pugna.

En el caso de Los Sea-Harrier en el firmamento de eclipses de igual modo el sujeto

oprimido asume la voz y accin del opresor, en tanto los Harrier actan con la misma o mayor

violencia y crueldad que la planificada y ejercida por los milenaristas: La centuria tiene que

empezar a escoger / ya pas el tiempo para los epicreos / y hedonistas, para esos vagos y

625
Ibd., pp. 26, 36 y 68, respectivamente.

310
ladrones / y debemos hacer que desaparezcan / () La centuria comienza y vamos a poner orden

/ pero los Harrier no lo ven de ese modo626. Es as entonces como el nimo desptico del bando

opresor se transfiere hacia el oprimido los Harrier generando el eclipse de uno por sobre el

otro, la desaparicin del la voz oprimida por la aparicin de la del opresor, pero no en este caso

como mecanismo de anulacin del primero, sino ms bien como acto de resistencia ante la

amenaza de exterminio efectuada por el segundo. De este modo, los Harrier se transforman en el

sujeto opresor, reproduciendo el impo actuar de este ltimo:

Les enviamos unos Harrier con bombas de racimo


y unos cuadros de exposicin de Mussorgsky
como regalo previo a la masacre, al ao nuevo
que les bamos a dar a nuestros hermanos de luz,
aunque la luz se la bamos a llenar de humo627

Precisamente, si bien el accionar de los Harrier constituye una lucha en contra de los

abusos y la explotacin ejercida por la entidad dominante, y por ende es un acto de liberacin

ante la intencin y poder del opresor, sus movimientos emancipadores se trastocan y transfiguran

en acciones igualmente dspotas y tiranas a partir de las cuales se pretende destituir un rgimen

totalitario para constituir, en definitiva, otra dictadura. Es precisamente lo que se manifiesta en el

nico texto del anticipo de 1986 Proclamacin de la Independencia suprimido de la

edicin final del poemario en 1993, el que corresponde igualmente a un fragmento de la Carta al

Rey Felipe II del conquistador espaol Lope de Aguirre apodado precisamente El Tirano,

626
D. MAQUIEIRA, Los Sea-Harrier en el firmamento de eclipses. Poemas de anticipo. Santiago: Francisco Zegers
Editor, 1986. La plaquette en la cual se publica el texto no presenta pginas numeradas, por lo que en lo sucesivo las
citas que efectuemos a la presente obra no contendrn dicha informacin.
627
Ibd.

311
supresin que quiz opera como metfora de la elisin de la identidad del sujeto oprimido, su

absorcin y su sustitucin por la de la hegemona, por la voz del poder:

yo mat al
Nuevo Rey, y al capitn de su guardia, y al teniente
general, y a cuatro capitanes, y a su mayordomo ma-
yor, y a su capelln, clrigo de misa, y a una mujer
de la liga contra m, y un Comendador de Rodas y
a un Almirante, y a dos alfreces, y a otros cinco o
seis aliados suyos; y con intencin de llevar la guerra
adelante y morir en ella nombr de nuevo capitanes
y sargento mayor, y luego me quisieron matar y yo
los ahorqu a todos628

En este sentido, la degradacin del sujeto en el caso de Los Sea-Harrier se asocia

ms que a la desintegracin de s mismo a un movimiento de descenso moral en tanto el abuso de

poder y la matanza por ellos generada en contra del sistema de opresin tiene sus bases en el

vnculo del sujeto con la dimensin del mal, con el demonio tal como se visualiza en el

sincretismo religioso de la fiesta de La Tirana encuentro entre la virgen y el demonio, y de

acuerdo a lo sostenido por Harris en funcin del mismo poemario de 1983629. En el caso de Los

Sea-Harries es posible detectar dicha relacin de modo explcito, segn lo expuesto en los

siguientes versos:

Despus de la matanza post juicio final


Arriba de nuestros Harrier
De la recepcin de la posma milenarista
Y del colapso de las religiones
Me haba metido a nuestro ayuno en el mar
A nuestra larga iniciacin con el Demonio
Que nos sacaba de la cueva del mono cado

628
Ibd.
629
T. HARRIS ESPINOSA, op. cit., p.112.

312
Y nos llevaba en brazos hacia la luz
..

Despus de haber dejado sollozos a los milenaristas


columpindolos por un rato sobre los decorados
enfriamos los Harrier rumbo a guardarlos
a nuestro lujoso paquebote en medio del mar
El Atoln Luciferino con sus novecientos
metros redondos de telones
abran los ojos a la belleza 630

La transposicin de sujetos, por consiguiente, se efecta en este poemario por medio del

posicionamiento del yo oprimido en los espacios del opresor y de las tcnicas represivas, las que

no son dignas de los hombres de bien, sino que por el contrario, se asocian a acciones malficas,

perniciosas, perjudiciales. Los Harrier, al parecer, no tienen otra forma de hacer frente y

autodefenderse ante los propsitos y polticas de eliminacin presentadas por los milenaristas; y

sin embargo, en su intento por sostenerse ante los otros eliminando y destruyendo a los otros

no hacen otra cosa que desmoronarse en s mismos, decaer, desintegrarse paulatinamente, tal

como le sucede por ende al yo opresor. Ello se manifiesta finalmente con la muerte y sepultura

encielada, segn Schoph631 del lder de los Harrier, Phillip Rastelli nombre proveniente de

la mafia neoyorkina, en el contexto extraliterario, quien es muerto en uno de los

enfrentamientos contra los milenaristas. El poemario concluye finalmente con el Sermon dado a

Phillip Rastelli antes de morir, situacin con la cual se da cuenta, de acuerdo a nuestra lectura,

de la anulacin final y fatal de la entidad oprimida al tomar el lugar del opresor, el deceso y la

destruccin final del sujeto su autoeliminacin en definitiva al asumir los cdigos del otro,

cdigos por lo dems que atentan contra la misma naturaleza humana:

630
D. MAQUIEIRA, Los Sea-Harrier , op. cit.
631
F. SCHOPF, Lenguaje Ajeno. En El Organillo: poesa y cuento. Santiago: N 9, noviembre-diciembre de 1987,
p. 15.

313
Predcame un sermn de muerte, Luchino
No me hagan un santo
Pero no me arrojen tan profundo

Estamos aqu reunidos


Ante la vista de Dios
Y de toda su gloria
Para que descanse Phillip Rastelli
()
Mataba demasiado
Era codicioso como pocos
Tal vez no respet a nadie
Pero era impecable en eso
Ricos y pobres
Recibieron sus atentados
()
Ahora la sangre que l venci y am
Lo ha cubierto finalmente632

Respecto al sujeto opresor, tanto en los casos de Velzquez, en La Tirana, como de los

Milenaristas, en Los Sea-Harrier, se hace expresa la decadencia per se que reside y se acenta

en cada uno de ellos, la que no obstante intenta ocultarse o disimularse en ambos poemarios

mediante el recurso religioso, el catolicismo, como herramienta de poder la Inquisicin, y el

disfraz de la clase social alta, como mecanismo distintivo de una clase humana superior, una raza

suprema tal cual rezan los principios fascistas e imperialistas, en funcin de sus proyectos de

expansin y conquista. De este modo, en La Tirana la figura inicialmente slida y estable de

Velzquez va poco a poco decayendo, dejando entrever la amenaza del yo como entidad, su

desintegracin y desmoronamiento a manos de s mismo, de la misma aristocracia en descenso a

la cual pertenece, y de los sujetos oprimidos que tienden igualmente a desestabilizarlo:

632
Ibd. Este ltimo poema de la plaquette corresponde a una transcripcin modificada de uno de los dilogos del
film La Balada de Cable Hogue (1970) de Sam Peckinpah, director norteamericano cuyo nombre figura igualmente
en La Tirana como uno de los personajes que acontecen en el poemario.

314
Porque aqu te quitan la vida Velzquez
te sueltan el cuervo de la religin
()
pero t decas paraso a las paredes
para no pasarte el mes solo en tu cama
con tus pantalones hechos bolsa
y con una imaginacin de los manicomios.
..

Velsquez, esto es el fin, volaron la sacrista


Te aconsejo que empaques luego tus cosas
te pongas tu cruz de Santiago y te largues
si an piensas seguir con vida.633

2.4.3. Religin y lengua tirana. Poder y traicin en los sujetos.

El discurso religioso acontece en ambos textos como el pilar de igual modo en proceso

de quiebre al cual recurre el sujeto opresor con el fin de sostenerse en medio de su

desintegracin y porque no podas dejar que la cruz / se te fuera de las manos en ese

momento634. Sin embargo, tal discurso opera claramente como un montaje, una representacin

o espectculo tras cuya ilusin no hay otra cosa que la anulacin efectiva del yo. El montaje en

definitiva del discurso evangelizador como nico camino de los hombres de bien, en virtud de

los valores, la moral y las buenas costumbres, en desmedro de la cosmovisin atea o indgena,

concebida como barbarie, a diferencia de la cultura occidental o clases aristocrticas como se

expone en Maquieira, nicho del hombre civilizado e ilustrado. En definitiva, en ambos textos es

posible reconocer la mirada crtica en torno a la escisin civilizacin / barbarie postulada por

633
D. MAQUIEIRA, La Tirana, op. cit., pp. 31 y 63, respectivamente.
634
Ibd., p. 30.

315
Sarmiento635, la que da cuenta en concreto de la falacia y simulacro levantados por todo proyecto

imperialista y hegemnico, tras lo cual no hay ms que vaco, falsedad y desintegracin del

sujeto, tanto del opresor como del oprimido, tal como versa el poema El Gallinero:

Nos educaron para atrs padre


Bien preparados, sin imaginacin
()
Nos metieron mucho Concilio de Trento
Mucho catecismo litrgico
()
Y tanto le debamos a los Reyes Catlicos
Que acabamos con la tradicin
Y nos quedamos sin sueos.
Nos quedamos pegados
Pero bien constituidos;
Matrimonios bien constituidos
Familias bien constituidas.

Y as, entonces, nos hicimos grandes:


Aristocracia sin monarqua
Burguesa sin aristocracia
Clase media sin burguesa
Pobres sin clase media
Y pueblo sin revolucin.636

En el caso de Los Sea-Harrier la impronta religiosa y catlica se visualiza, como se

ha sealado, asociada al bando de los milenaristas, bajo el mismo cariz de entidad protectora,

pero a su vez severamente castigadora asociada a la Inquisicin, al igual que en el caso de

Velzquez; la iglesia en definitiva como institucin mediante la cual se intenta purgar a la

sociedad de sus pecados, mediante la supresin de aquellos infieles que no son dignos de la

gracia y el perdn de Dios. Lo anterior, se hace presente en la plaquette de 1986 por medio de

635
D. F. SARMIENTO, Facundo. Civilizacin y Barbarie. En R. FORNET-BETANCOURT, op. cit., p. 21.
636
D. MAQUIEIRA, La Tirana, op. cit., p. 43.

316
Ratz, lder de los milenaristas y cuyo nombre tiene su origen en la figura de Joseph Ratzinger,

Prefecto de la Congregacin para la Doctrina de la Fe durante la dcada de 1980, rgano

colegiado del Vaticano que opera como sucesor de la antigua Sagrada Congregacin de la

Romana y Universal Inquisicin de la Iglesia Catlica637. De este modo, en Los Sea-Harrier,

los milenaristas vinculan su accionar a la obra de Dios, situacin que, al igual que el eclipse de

los sujetos opresores y oprimidos, se transpone con el accionar del demonio, de la luz del mal:

Y el advenimiento: el Demonio va a venir a consolarnos / va a venir con su belleza infinita638.

La iglesia en definitiva, en ambos textos, como una entidad no benefactora, sino que por el

contrario, como un organismo castigador, infame, no precisamente protector, lo que en definitiva

genera la degradacin de los sujetos que se resguardan bajo su alero:

Oh, las largas horas que Dios saca


de la vida de un hombre.
Oh, las queridas y preciosas horas
que Dios bota.
()
Oh, qu feliz, alegre, chistoso, viejo Director de Circo
es Dios.
Te burlas de nosotros con tu sol,
que no nos calienta,
Nosotros temblamos de fiebre.
()
T has ocultado tu promesa bajo la oscuridad de la muerte.

Actas de mala fe, Oh Dios.


T no eres bueno. T no eres Dios.
..

637
Respecto a la inclusin de Joseph Ratzinger, actual pontfice de la Iglesia Catlica, como Ratz, lder de los
milenaristas en la plaquette de 1986 y posteriormente en la edicin de 1993, Diego Maquieira ha sealado lo
siguiente: Alguna vez o, hace mucho tiempo, una declaracin de Ratzinger cuando era Prefecto de la
Congregacin para la Doctrina de la Fe, y pens este tipo es peligroso. () De hecho, yo no intua que Ratzinger
iba a convertirse en Papa, sino que tema algo peor: la refundacin de la Inquisicin. D. MAQUIEIRA, en
P. HIDALGO, D. HOPENHAYN, op. cit., p. 173.
638
D. MAQUIEIRA, Los Sea-Harrier , op. cit.

317
Por
la decisin de los ngeles, y el juicio de los santos, exco-
mulgamos, expulsamos, execramos y maldecimos a Baruj
de Espinoza, con la aprobacin del Sto. Dios y de toda
esta Sta. Comunidad, ante los Stos. Libros de la Ley con
sus 613 prescripciones ().
() Maldito sea de da y maldito sea de noche;
maldito sea cuando se acuesta y maldito sea cuando se
levanta; maldito sea cuando sale y maldito sea cuando
regresa. Que el Seor no lo perdone. Que la clera y el
enojo del Seor se desaten contra este hombre y arrojen
sobre l todas las maldiciones escritas en el Libro de la
Ley. El seor borrar su nombre bajo los cielos y lo
expulsar de todas las tribus de Israel abandonndolo al
Maligno con todas las maldiciones del cielo escritas en
el libro de la Ley. Pero vosotros, que sois fieles al Seor
vuestro Dios, vivid en paz.639

En el caso del ltimo segmento citado, precisamente, los Harrier asumen la voz del

sujeto opresor en tanto el juicio represor e inquisidor debiera reproducirse por parte del bando

milenarista, generando por ende la trasposicin entre ambos sujetos. En relacin a ello, el castigo

divino y eclesistico, constituye en oposicin a lo instaurado por la Iglesia, un acto de

degradacin humana en la cual el hombre, tanto el castigador como el sancionado apresado

sufren el deterioro del yo. Acto que de igual modo se concibe y presenta desde la perspectiva del

represor como un evento ejemplar, digno de ser presenciado por los otros, asimismo, como acto

de reprimenda y amenaza para el mismo pueblo. En otros trminos, es el espectculo

sancionador de la Inquisicin, el montaje erigido con el fin de mantener a los sbditos bajo las

disposiciones del sistema dominante, la Iglesia y el Imperio, montaje que por un lado, guarda el

vaco del proceso como todo acto de representacin y, por otro, permite sin embargo generar la

639
D. MAQUIEIRA. Los fragmentos citados corresponden respectivamente a La Tirana, op. cit., pp. 54 y 55; y Los
Sea-Harrier, op. cit. El ltimo segmento corresponde en el poemario a una transcripcin de un fragmento del
decreto de excomunin otorgado en 1956 por la comunidad juda de Amsterdam a Baruch de Spinoza, filsofo
racionalista y pensador religioso holands, considerado el exponente moderno ms completo del pantesmo.

318
identificacin de ambos sujetos, verdugo y vctima, y de este modo, posibilitar la transposicin

de ambas entidades. Al respecto, Foucault sostiene:

() el rito que cerraba el delito se hace sospechoso de mantener con l


turbios parentescos: de igualarlo, sino de sobrepasarlo en salvajismo, de
habituar a los espectadores a una ferocidad de las que se les quera apartar,
de mostrarles la frecuencia de los delitos, de emparejar al verdugo con un
criminal y a los jueces con unos asesinos, de invertir en el postrer momento
los papeles, de hacer del suplicado un objeto de compasin o de
admiracin.640

En Maquieira, el espectculo represor realizado en nombre de Dios y la Iglesia

materializa precisamente ese riesgo de transposicin entre ambas entidades, opresor y oprimido,

en tanto el sujeto opresor al ocultarse tras el castigo del reprendido, no hace otra cosa que

mostrarse en toda su barbarie y, a la inversa, al exponer al yo reprendido en toda su falta, slo

termina exponiendo al sujeto en razn de toda su humanidad, toda su desnudez; ejercicio en el

cual se reproduce en otras palabras la procesin y castigo pblico de Cristo la pasin impuesto

por el Imperio Romano, o dicho de otro modo, la identificacin misma del cuerpo de Cristo con

el cuerpo del delito, del sujeto en pecado:

Los hombres en qerpos, las cabeas


descubiertas descalas sin calzas;
por el gran fro que haza ()
()
E las mugeres en cuerpo, sin cobertura
ninguna, las caras descubiertas
descalas como los hombres ()
()
Y con el gran fro que haza,

640
M. FOUCAULT, Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisin. Buenos Aires: Siglo XXI, 2005, p. 16.

319
y de la desonra y mengua que reeban
por la gran gente de las mirava,
porque vino mucha gente de las comarcas
a los mirar, yvan dando muy grandes
alaridos, y llorando algunos se mesavan
Yban muy atribulados por toda la ibdad,
Por donde va la procesin el dia del
Corpus Christi, fasta llegar
a la iglesia mayor, que estaba de llena641

Por ltimo, desde el punto de vista de la degradacin del sujeto opresor y del proceso de

transferencia mediante el cual ste se vincula con el yo oprimido, en Maquieira la entidad

dominante da cuenta de un mecanismo de sujecin y dependencia de l respecto de la entidad

subordinada. Al respecto, Dussel642 sostiene que la periferia en los textos revisados, el sujeto

oprimido, marginal se sita fsica y necesariamente alrededor del centro, razn por la cual

tiende a configurar a este ltimo como tal, en otras palabras, el centro o la entidad dominante se

impone segn estas condiciones en tanto tenga a su haber una entidad marginal, subordinada

sobre la cual ejercer su imposicin. De acuerdo a ello, segn sostiene el autor, slo es posible

comprender la relacin centro / periferia como un hecho de interdependencia sustancial entre

ambos extremos. Por su parte, Gergen apunta que las estructuras de poder, al instalarse como

tales, gatillan la emergencia de su contraparte, vale decir, la aparicin de un discurso dispuesto al

margen, espacialidad sin duda rigurosamente necesaria para que, en definitiva, la nocin de

centro y sistema hegemnico, como espacio representativo del poder, pueda ostentar validez. Los

ncleos de inteligibilidad sealados por Gergen, correspondientes a los sistemas de coherencias

pertinentes a ciertos mbitos de la realidad, a cada cultura, se articulan principalmente segn la

presencia e interrelacin de ambos polos: centro y margen, y la necesaria existencia de uno para
641
D. MAQUIEIRA, La Tirana, op. cit., pp. 51 y 52.
642
E. DUSSEL, Eurocentrismo y Modernidad (Introduccin a las lecturas de Frankfurt). En W. MIGNOLO
(comp.), op. cit., p. 57.

320
la concrecin del otro643. De este modo, en La Tirana se visualiza la dependencia de Velzquez,

como representante de la hegemona, respecto a su sujeto oprimido, la misma Tirana, y no slo

de acuerdo al modo inverso, como tambin hemos expuesto ms arriba. En definitiva, la

presencia de una entidad dominante que se nutre, alimenta o sostiene en funcin de la entidad

dominada: Soy la ltima que va quedando / la ltima belleza, la Santa Escndalo / que te

ilumina el alma de repente / y no por la luz que te hago llegar / sino por la vida tremenda que

llevo.644

En el caso de ambos textos, la lengua opera como mecanismo efectivo de poder en tanto

a travs de ella, en especial, del discurso religioso, moral y evangelizador erigido en ambas

publicaciones, se establecen los procesos de supremaca y subordinacin de los cuales en

definitiva los sujetos, tanto dominantes como marginados, son vctimas. La tirana quizs la

verdadera tirana es la lengua, la lengua hegemnica, espaola, que a travs de sus recursos

transgrede y modifica la realidad en funcin de su proyecto imperialista: la lengua espaola es

otra tirana de otras lenguas y culturas, cuya incorporacin y fusin al espaol es innegable, pero

que cost a estos grupos varios siglos de Inquisicin645, apunta Brito al respecto, concepcin

que de un modo u otro ha sido asimilada por parte de la filosofa contempornea, en tanto la

lengua ha sido ciertamente considerada como un claro instrumento de poder, por medio del cual

es posible imponerse sobre los otros. En relacin a ello, Gadamer, ha sealado que la experiencia

del poder, como parte de los esquemas tradicionales de los distintos sistemas comunitarios,

constituye un fenmeno que reside efectivamente en la materia del lenguaje646. Al respecto, todo

643
K. GERGEN, Realidades y Relaciones. Barcelona: Paids, 1996, p. 27.
644
D. MAQUIEIRA, La Tirana, op. cit., p. 79.
645
E. BRITO, La Tirana, de Diego Maquieira. Una misa negra Op. cit., p. 100.
646
H. GADAMER, op. cit., p. 199.

321
encuentro con la realidad es articulado por medio de la comunicacin lingstica. El poder, por

tanto, se ajusta y manifiesta segn las dimensiones verbales que lo conceptualicen mentalmente.

Nociones como orden y servidumbre inciden, entonces, en este moldeamiento, delimitando, por

consiguiente, las distintas posiciones polticas e ideolgicas existentes. La lengua constituye,

segn el autor, una estructura dicotmica y por tanto, como estructura dual, preforma la nocin

de poder y su carcter bipartito con la cual ste acta, vale decir, la escisin entre un yo opresor

y un yo oprimido. Foucault, asimismo, establece el asentamiento del poder en el discurso, pues

ste ltimo constituye la entidad mediante la cual opera este fenmeno y sus estrategias, de las

que el mismo material discursivo forma parte:

(...) el discurso desempea un papel dentro de un sistema estratgico en el


que el poder est implicado y gracias al cual funciona. El poder no est, por
tanto, al margen del discurso. El poder no es ni fuente ni origen del discurso.
El poder es algo que opera a travs del discurso, puesto que el discurso
mismo es un elemento en un dispositivo estratgico de relaciones de
poder.647

Desde este punto, en La Tirana la voz que enuncia es igualmente la lengua, la que se

autodenomina tremenda, feroz en funcin de sus posibilidades de dominacin y opresin

impuesta sobre los sujetos. Y a su vez, en razn de la interposicin efectuada entre ambas

subjetividades, paradojalmente la lengua tambin es el discurso religioso y moral explotado,

abusado, utilizado hasta el extremo, en pos de reducir y anular a la entidad marginal por parte de

la hegemona autoimpuesta. De este modo, de acuerdo a nuestra lectura, la lengua en Maquieira

es tirana subyuga a los otros, pero tambin es abusada, violada en calidad de discurso moral,

647
M. FOUCAULT, Esttica, tica y hermenutica. , op. cit., p. 59.

322
en tanto el hombre la ha obligado a operar como entidad opresora, reduccionista, dictatorial. De

este modo, la misma lengua acontece en el texto como sujeto eclipsado en tanto es soberana,

sujeto dominante y, a su vez, entidad marginal, oprimida por los otros: La yo tremenda, La

volada, La feroz monja / La que abri la boca y me la copiaron / Y la papa, de la que todos

chupan / Pero est bien, pasen, pasen prelados648. En otros trminos, una lengua prostituida,

ultrajada, deshonrada por el mismo sujeto en declive, en su afn por sostenerse en medio del

derrumbe.

Por otro lado, a pesar de su doble cariz, la imposicin de esta lengua extranjera,

espaola, hegemnica, condiciona la herencia cultural recibida por el sujeto oprimido, el que

finalmente cede a la imposicin por motivos de sobrevevincia o amorosos, como sucedi con la

indgena cuzquea. La Tirana es tambin una dominadora en cuanto hereda una lengua y una

tradicin que ha expoliado a otras649, arguye Brito en torno a este punto. De este modo, en

ambos poemarios el sujeto marginal, en pos de la defensa de s mismo y su pueblo, asume los

cdigos y tradiciones del sujeto opresor, asume la posicin o la subordinacin imperialista a

favor de su propia supervivencia. Es as entonces como La Tirana constituye igualmente la

instancia de traicin consigo misma y con el otro, la tradicin traicionada al recepcionar y asumir

los cdigos ajenos, los cdigos del yo abusador, tal como sucede en el otro mito con la figura de

la Malinche, mujer ndigena que al conocer las lenguas azteca y maya, colabora con Corts como

intrprete a favor de su avance imperialista650. De esta forma, La Tirana opera en Maquieira

como la representacin del sujeto latinoamericano que al intentar defender sus tradiciones o su

propia existencia termina reemplazando sus propios cdigos y lenguaje por la entidad

648
D. MAQUIEIRA, La Tirana. Op. cit., p. 44.
649
E. BRITO, La Tirana, de Diego Maquieira. Una misa negra Op. cit., p. 100.
650
O. PAZ, op. cit.

323
extranjera, por la voz del colonizador. En este contexto, emerge la referencia correspondiente a

la nominacin de la obra de 1983: La Tirana, la indgena cuzquea que es literalmente

conquistada por la impronta europea, a pesar de su frrea lucha contra esta imposicin y la

consecuente traicin que su accin signific para su pueblo. Es el caso entonces del sujeto

oprimido que cede su identidad o la prostituye, la vende o concede a cambio de su propia

supervivencia. La Tirana, en este sentido, no es tal, no es tirana, sino que por el contrario es

ella quien ha sido tiranizada, dominada y por consiguiente, anulada por el otro, por el discurso

del otro, quien no obstante tambin se desintegra junto a ella: Mi instructor fue el seor

Velzquez / Diego Rodrguez de Silva y Velzquez / y l me ense a cantar una cancin / Si

quieren escucharla, se las puedo cantar / se llama raja / raja, me estoy volviendo loca, Raja.651

2.4.4. El espacio del carnaval: caos e interposicin de identidades.

El proceso de interposicin y eclipse entre ambos sujetos se genera congruentemente en

el contexto del caos, del desorden, del exceso el barroco, del carnaval, situacin que

efectivamente posibilita y favorece el intercambio o tergiversacin de identidades que padecen y

generan los mismos sujetos. Al respecto, la crtica coincide en destacar el carnaval como espacio

y tiempo predominante en el texto La Tirana652, lo que a nuestro parecer se hace extensivo

tambin para Los Sea-Harrier de 1986, en tanto los sujetos superponen y revierten identidades,

en medio del montaje la ilusin y la algaraba. Para Bajtin653, la forma del carnaval constituye

651
D. MAQUIEIRA, La Tirana. Op. cit., p. 82.
652
O. GALINDO, Neomanierismo, minimalismo y neobarroco Op. cit.
653
M. BAJTIN, La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento: El contexto de Francois Rabelais.
Madrid: Editorial Alianza, 1989.

324
efectivamente una instancia de liberacin transitoria, en la cual tiene lugar la abolicin de las

relaciones jerrquicas, privilegios, reglas y tabes que condiciones, limitan y determinan

regularmente a los sujetos. De este modo, al interior del carnaval de algn modo se restituye la

igualdad entre los individuos, destituyendo las diferencias socioculturales que los separan en el

contexto de la vida cotidiana, predominando segn el autor una forma especial de contacto

libre entre los sujetos. En Maquieira precisamente, tienen a diluirse de igual forma las jerarquas

entre los personajes en tanto cada uno de ellos ocupa el rol del otro, se eclipsa, se transpone en el

espacio del otro, generando la fusin, encuentro y desencuentro entre los mismos: Yo, Mara

Velzquez de Mussolini / el ms pasado para la punta que hay ac / rezo una ltima plegaria /

por el mama de la media mente / y me voy con una rabia infinita.654

Asimismo, si bien la nocin de carnaval se vincula a la de montaje, espectculo,

exposicin teatral en nuestro caso asociado a la ilusin y discurso falaz de la hegemona y la

religin Bajtin apunta que en funcin de su naturaleza este espacio igualmente ignora y desarma

las distinciones entre actor y espectador, entre escenario y tribuna, un espacio en donde todo

lugar es el otro, donde cualquier lugar es otro lugar655 como versa Borges, un laberinto en

donde los sujetos se pierden y encuentran simultneamente:

Los espectadores no asisten al carnaval, sino que lo viven, ya que el


carnaval est hecho para todo el pueblo. Durante el carnaval no hay otra
vida que la del carnaval. Es imposible escapar, porque el carnaval no tiene
ninguna frontera espacial. En el curso de la fiesta slo puede vivirse de
acuerdo a sus leyes, es decir de acuerdo a las leyes de la libertad. El carnaval
posee un carcter universal, es un estado peculiar del mundo: su
renacimiento y su renovacin en los que cada individuo participa. Esta es la

654
D. MAQUIEIRA, La Tirana. Op. cit., p. 78.
655
J. L. BORGES, La casa de Asterin. En El Aleph. Madrid: Alianza Editorial, 1998, p.79.

325
esencia misma del carnaval, y los que intervienen en el regocijo lo
experimenten vivamente.656

De este modo, tanto en La Tirana como en la plaquette de 1986, se hace presente el

espacio del encuentro y desgobierno en el cual cada uno de los sujetos se trastoca con el otro. Es

El Gallinero como se denomina el segmento central de la publicacin de 1983, un gallinero

que opera igualmente como metfora del pas y el continente, durante los periodos de conquista

y colonia abusado y torturado durante la dictadura militar, un pas en pleno proceso de

destruccin, de usurpacin, en el cual las cosas y personas dejan de estar en su lugar. Es Chile

entonces el gallinero en relacin al pueblo, como entidad dbil, vulnerable, marginada; y

tambin lo es en razn de la cobarda inherente al sistema hegemnico en cuanto genera una

imposicin en funcin de la opresin, la violencia, la crueldad. La instauracin de un falso orden

militar en las palabras de Brito: en un mundo que rinde tributo al caos, al desorden, como

contrapartida al simulado orden militar, orden civilizado, orden moral657. El carnaval es

entonces el espacio de la fractura, la fractura del orden desde el punto de vista de la liberacin de

los sujetos, pero tambin del montaje, de la ilusin del orden y del discurso, y en definitiva, la

fractura de los sujetos que, paradojalmente, intentan en l reencontrarse y reconocerse:

Los espejos del Valdivia


eran la peste
Ah se hacan las partuzas de nuestra vida
ah al atardecer brillaban los Rugendas
las Rosarios
y las automticas del Novecento
.

656
M. BAJTIN, op. cit., p
657
E. BRITO, La Tirana, de Diego Maquieira. Una misa negra, op. cit., p. 101.

326
No parbamos nuestra alegra de bacanal,
Nuestro delirante cortejo de matanzas
Y desrdenes continuos
All abajo en el hoyo del mundo658

De igual modo, el carnaval como espacio de libertad es tambin paradojalmente espacio

de encierro, pues no es posible escapar de l, como seala Bajtin, en tanto no hay lmites que

reconozcan una dimensin de la otra. En este sentido, el gallinero de Maquieira es tambin el

lugar de la prisin, el manicomio, el convento, en el cual subsisten o perecen los personajes:

Cunta vida les has dado al manicomio?659, se enuncia en La Tirana. En este mismo espacio

de seudo encierro y seudo libertad, acontecen segn Bajtin, bufones y payasos como marca del

espectculo que trasciende la vida del escenario, permaneciendo en la frontera entre realidad e

idealidad Gritos, saltos y vueltas de carnero / de los epilpticos ms rayados660, el

espectculo de la risa en el medioevo que se entrelaza a su vez con los ritos y fiestas pagano-

religiosas, tal como expone el autor, lo que se asocia en el contexto de Maquieira con el carnaval

y la fiesta de La Virgen del Carmen de la Tirana661 a la cual hace indirectamente mencin el

nombre del poemario desarrollada en el Norte de Chile en homenaje a la virgen pagana que

emerge a partir de la leyenda cuzquea y del templo levantado por un sacerdote espaol en el

Tamarugal, lugar en el cual fueron encontrados los restos de la joven indgena:

Todas esas formas presentaban un lazo exterior con las fiestas religiosas.
Incluso el carnaval, que no coincida con ningn hecho de la vida sacra, con
ninguna fiesta santa, se desarrollaba durante los ltimos das que precedan a

658
D. MAQUIEIRA. Los fragmentos citados corresponden respectivamente a La Tirana, op. cit., p. 72; y
Los Sea-Harrier, op. cit.
659
D. MAQUIEIRA, La Tirana. Op. cit., p. 54.
660
Ibd., p. 54.
661
F. EMMERICH, op. cit.

327
la gran cuaresma (). La lnea gentica que une estas formas a las
festividades agrcolas paganas de la Antigedad, y que incluyen en su ritual
el elemento cmico, es ms esencial an.662

Ahora bien, el mismo contexto del carnaval se asocia en razn del exceso y su carcter

contradictorio a la esttica del barroco, presente de igual modo en la obra de Maquieira tal como

ha sealado la crtica. En este sentido, tenemos que se ha considerado efectivamente esta poesa

como una escritura barroca, en tanto, convergen en ella una serie de elementos contrapuestos que

van desde la sintaxis, la lengua contempornea y colonial; aristcrata y vulgar, los diversos

personajes adems de las entidades principales mencionadas, hasta los retazos y fragmentos

traspuestos, trastocados o intactos provenientes de otras escrituras como es el caso de Garcilaso,

Lope de Aguirre, Fidel Fita, entre otros y/o discursos audiovisuales entre ellos, 2001 Odisea

del Espacio de Stanley Kubrick, y La Balada de Cable Hogue, de Sam Peckinpah, ambos cuyos

dilogos han sido utilizados como base textual para los poemas finales de La Tirana y Los

Sea-Harrier, respectivamente. De acuerdo a ello, la crtica ha destacado en Maquieira la

figura de una especie de bricolage663, de pastiche, de mestizaje, en razn de la diversidad de

voces, entidades y subjetividades en ella convergentes, los que en palabras de Lihn, son reunidos

por el autor carnavalescamente para significar, de alguna manera, la intrnseca perversin del

poder ejemplificado por la Inquisicin y su igualdad con las marginalidades que lo

desestabilizan664. De acuerdo a ello, en La Tirana es posible reconocer la presencia de una serie

de sujetos que no son otra cosa que mscaras que hablan en los poemas () rayados,

662
M. BAJTIN, op. cit.
663
A. E. DONOSO, op. cit.
664
E. LIHN, Un lenguaje violento y chilensis: La Tirana de Diego Maquieira. En El circo en llamas, op. cit.,
p. 168. El artculo de Enrique Lihn fue publicado originalmente en APSI, Santiago: ao IX, n 137, 21 de febrero al
5 de marzo de 1984.

328
polimorfos, que cambian de sexo y provocan a la sintaxis665, los que en funcin de su

descentramiento, inestabilidad e intercambiabilidad de roles, visualizamos igualmente en los

textos de la plaquette. Por otro lado, el comportamiento barroco como se enuncia en el primer

poema de Los Sea-Harrier, Baroque Behavior, en tanto comportamiento marginal y

contradictorio, opera como eje central en la obra de Maquieira, de acuerdo a las transposiciones

y discordancias de identidades presentes y ausentes en los sujetos. Al respecto, Carmen Foxley

enuncia, citando a Maravall que precisamente en el arte barroco se visualiza la inestabilidad del

principio de identidad, debido a que el sujeto est condicionado a un estado de mudanza

permanente, de cambios incesantes: En el cambio mismo se apoya la permanencia de las cosas:

su mutabilidad es la razn de su subsistencia666. La contradiccin constituye al respecto un

elemento constitutivo de esta esttica, en cuyas producciones artsticas tienden a confluir, por lo

general, fenmenos de naturalezas opuestas dando origen a situaciones escindidas, dismiles,

heterogneos, tal como sucede en la sincrtica Fiesta de la Tirana, como un espectculo o

montaje teatral en la cual confluye lo pagano y lo religioso simultneamente. En este sentido,

Aguiar e Silva apunta:

Las tensiones del barroco se expresan frecuentemente en antinomias entre el


espritu y la carne, entre los gozos celestes y los placeres mundanos, la
fruicin terrenal y la renuncia asctica. () el hombre es un animal
religioso. Como animal irrumpe en fuerzas contenidas, en pasin, vida,
movimiento, impulso hacia arriba y hacia abajo, caractersticos de las
formas de expresin barrocas. Como religioso se lanza hacia lo alto, con un
impulso ascendente de fe, que no consigue desligarse de los apetitos
terrenos.667

665
Ibd., p. 169.
666
A. MARAVALL, en C. FOXLEY, Enrique Lihn: escritura excntrica y modernidad, op. cit, p. 28.
667
V. M. AGUIAR E SILVA, Teora de la Literatura. Madrid: Gredos, 1975, p. 285. El fragmento entre comillas
corresponde a las palabras de Julio Garca Morejn, citado por el autor.

329
En el caso de Maquieira, la contradiccin como fenmeno esttico y la exhuberancia

barroca, se visualiza efectivamente en la oposicin entre los sujetos dominantes y dominados,

que a su vez guardan en s mismo esa propia dualidad, dando cuenta de ello igualmente, por

medio de la multiplicidad de voces y sujetos que se interceptan, interactan y separan al interior

de los textos. Sujetos multiformes, escindidos, duales e interpuestos, eclipsados, a causa de la

misma fragmentacin que en definitiva constituyen.

Precisamente, en trminos derridianos esta oposicin entre los sujetos opresor y

oprimido y su respectiva dualidad se diluyen, pues segn el autor el sentido de una polaridad

est igualmente contenido en la otra y, por tanto, no existe la unidad en s mismas, sino que cada

una de ellas conlleva a su vez la esencia de su propia alteridad. Al respecto, desde el punto de

vista del lenguaje, la nocin de differance establece la fisura en la entidad discursiva y por ende,

al interior del fenmeno potico, segn nuestro caso, posibilitando el desplazamiento de

fronteras y la apertura hacia otra alteridad semntica. Differance, segn lo planteado por Derrida,

como juego sistemtico de diferencias, de huellas de diferencias, del ordenamiento

(espacement) por el que los elementos se relacionan unos con otros668. Es as como las huellas

de la dualidad, al respecto, se accionan dejando en evidencia el juego de presencias / ausencias

contemplado tanto en un sujeto como en el otro, desarticulando por ende, en cada uno de estos

polos su propia unidad. Lo anterior remite, finalmente, a una lgica de desarme, de inversin de

jerarquas, que desestabilizan finalmente ambas estructuras: la del sujeto de poder el tirano y

la del sujeto subyugado, marginal. De este modo entonces, en Maquieira los sujetos se pertuban,

desmoronan en el vnculo consigo mismo y con los otros, pensando y dndole vueltas a la

668
J. DERRIDA, Positions. En J. CULLER, op. cit., p. 89.

330
Derrida669 como se expone en uno de los versos de 1983, se desarticulan al coincidir ambos

sujetos en el firmamento de eclipses tal como enuncia la nominacin de la plaquette sintagma

suprimido por el autor para el ttulo de la versin definitiva en 1993, un firmamento que en

razn de ese encuentros sujetos violados, transpuestos, eclipsados pierde firmeza, se

desmorona, operando como lo que es en definitiva: una ilusin, un montaje, un escenario en

proceso de destruccin.

669
D. MAQUIEIRA, La Tirana. Op. cit., p. 54.

331
2.5. El sujeto secreto en la poesa de Juan Luis Martnez.

La produccin potica de Juan Luis Martnez670 es bastante breve y acotada, en tanto su

obra completa en vida consta slo de dos publicaciones, las que precisamente forman parte del

objeto de estudio por nosotros referido: La nueva novela, y La poesa chilena, publicados en

1977 y 1978 respectivamente. En el 2003, la Universidad Diego Portales public algunos textos

670
Juan Luis Martnez Holger naci en Valparaso el 7 de julio de 1942 y falleci en Villa Alemana el 29 de marzo
de 1993 a causa de un ataque cardiaco. Su vida transcurri entre las ciudades de Valparaso, Via del Mar, Concn y
Villa Alemana. Desert del sistema escolar recin iniciados sus estudios secundarios y en sus aos de juventud fue
conocido en la zona como el loco Martnez debido a su marcada rebelda frente a los convencionalismos sociales,
lo que se manifestaba por medio del uso de una larga caballera, bastante inusual para la poca fines de la dcada
del 50 e inicios de los 60, una intensa vida bohemia durante aquellos aos en Via del Mar y Valparaso, y por sus
desenfrenadas correras en moto efectuadas entre la ciudad jardn y Santiago. Precisamente, un grave accidente en
motocicleta lo oblig a estar postrado durante largo tiempo, periodo durante el cual se acerc a la lectura de variados
autores y obras que imprimiran un cambio en su persona y lo acercaran definitivamente al terreno de la poesa, de
la vanguardia literaria y la filosofa, convirtindolo finalmente en un lector afanoso y autodidacta.
Durante la dcada de 1960, Martnez frecuenta y entabla amistad con algunos artistas y poetas de la zona como
es el caso del msico Eduardo Parra, los poetas Juan Cameron y Ral Zurita, este ltimo quien vivi durante un
tiempo con Martnez y las respectivas familias en la casa de Concn. En 1971, Juan Luis Martnez se casa con
Eliana Rodrguez con quien tuvo dos hijas Alita y Mara Luisa y comparti hasta el final de sus das en Villa
Alemana, ciudad en la cual vivi durante sus ltimos aos retirado y alejado de la vida social y cultural de ese
entonces. Precisamente, la presencia del autor en la escena literaria nacional de la poca fue bastante discreta y
velada, en tanto rehuy siempre de los crculos de poder y otorg muy pocas entrevistas a lo largo de su vida. Por
otro lado, el autor padeci de una necrosis tubular en sus riones, enfermedad generada por la diabetes que sufra y
que lo oblig a someterse a sesiones de dilisis permanentes durante ms de quince aos, situacin que sin embargo
no le impidi mantener una constante actividad literaria en trminos de lectura y produccin y del contacto con sus
amistades literarias ms cercanas.
Su obra no goz en los primeros aos de su publicacin de buena recepcin por parte de la crtica, en tanto ella
tendi a desconcertar a especialistas y poetas debido a su experimental e innovadora propuesta potica, la que se
alejaba totalmente de los cnones y la tradicin lrica, debido a la naturaleza del mensaje su contenido cifrado, las
formas imgenes, fotografas, laberintos y materiales utilizados en su confeccin desde anzuelos y papel secante
hasta banderitas y certificados de defuncin de los grandes de la poesa chilena, razn por la cual sus dos
publicaciones en vida han sido considerados libro-objetos, situacin que asimismo vuelve bastante difcil y costoso
cualquier intento de reedicin en torno a ellos. En esta lnea, podemos sealar que la actividad potica de Martnez
data en gran parte de la dcada del 60, pero su obra recin se publica a fines de la dcada siguiente. Es el caso de La
Nueva Novela, obra que es concluida por el autor en 1971, pero que recin sale a la luz como autoedicin
Ediciones Archivo en 1977, debido al rechazo inicial por parte de Editorial Universitaria, organismo que revis y
deneg la edicin del texto entregado por Martnez bajo el nombre de Pequea Cosmogona Prctica despus de
dos aos de estudio.
En la actualidad, Juan Luis Martnez es considerado como uno de los poetas de mayor importancia en la
literatura chilena contempornea y una de las escrituras ms decisivas y vanguardistas de la lrica latinoamericana de
las ltimas dcadas. Si bien su reconocimiento en el contexto de la literatura nacional fue lento y tardo, en 1991
recibi una beca de creacin por parte de la Fundacin Andes durante la cual escribi La Tierra, obra que qued
inconclusa e indita; y en 1992 viaj a Paris su nico viaje al extranjero junto a otros artistas chilenos invitado por
el Ministerio de Cultura de ese pas, para el centenario de Kafka en el marco del programa "Les Beaux Extrangeres".
Su produccin potica est compuesta por las obras La Nueva Novela (1977), La Poesa Chilena (1978), y la
publicacin pstuma Poemas del Otro (2003), editada por la Universidad Diego Portales.

332
pstumos del autor bajo el ttulo Poemas del Otro, los que han quedado fuera de nuestro corpus

de estudio por constituir una escritura cuya aparicin en el contexto cultural y literario es

bastante tarda en relacin, por un lado, a la dcada por nosotros circunscrita para la presente

investigacin y, por otro, a la fecha de produccin de los textos mismos, los que remiten a las

dcadas del 70, 80 y 90 indistintamente. Ahora bien, an cuando la produccin de Martnez

referida para nuestro trabajo sea bastante exigua en trminos cuantitativos, sta es sin embargo,

bastante amplia y profusa en tanto las potencialidades interpretativas de ambos textos, y en

especial de La Nueva Novela, son prcticamente inagotables debido a la abundancia y riqueza de

textos, figuras, simbolismos, referencias e imgenes que en ella se presentan.

En funcin de nuestra lectura, postulamos que en la poesa de Juan Luis Martnez

acontece un sujeto secreto en tanto el acceso a esta entidad a travs de los textos es sumamente

restringido o, para ser ms exactos, imposible de ejecutar dada su calidad de existencia o

inexistencia velada, como el mismo poeta se pens para as en torno a su obra671. Sujeto secreto

que se articula, de acuerdo a nuestro entender, bajo la concepcin por parte de Martnez de una

literatura u obra potica por medio de la cual se intenta acceder a una especie de conocimiento

verdadero, el que trasciende los mismos lmites del texto y su materialidad; un proyecto quizs

utpico por medio del cual se pretende develar o vislumbrar cierta verdad cifrada,

comprendiendo entonces que la nica va por medio de la cual se procura llegar a ella es la

deconstruccin y aniquilacin de lenguaje y de todos los artfices lingsticos en l configurados,

en primera instancia, la entidad de sujeto as como tambin la realidad el signo y su significado.

671
En una de las pocas entrevistas otorgadas por el autor, ste seal: Me complace irradiar una identidad velada
como poeta; esa nocin de existir y no existir, de ser ms literario que real. J. L. MARTINEZ. Poemas del Otro,
op. cit., p. 64.

333
2.5.1. La autonoma del lenguaje potico: la evocacin de la albura.

En Martnez, el primer aspecto que emerge al efectuar una revisin de la crtica y su

lectura, es la nocin ampliamente sealada sobre la desaparicin del sujeto potico, del yo y, por

consiguiente o como elemento casual la desaparicin del autor. De acuerdo precisamente a lo

ya apuntado por la crtica, un primer elemento para dar cuenta de la anulacin de toda

subjetividad en la obra de Martnez es la conocida tachadura del autor, la que se presenta en

La nueva novela desde su portada mediante la negacin visual del nombre del autor, (Juan Luis

Martnez), y de una suerte de alter ego o seudnimo potico, (Juan de Dios Martnez). Los

nombres negados entre parntesis remiten adems a la idea de excusa o inclusin explicativa que

no es necesaria, vale decir, la inscripcin de los nombres como un error que, ante la

imposibilidad de suprimirlos completamente acto quizs ms consecuente en estricto rigor,

segn la potica de Martnez, son tarjados y dispuestos como un equvoco que debe ser

obviado. Y en este caso, ambos, tanto el autor real como su nominacin literaria. El acto de

tachar el nombre entonces, confina inmediatamente al texto en el terreno de la huerfana, pues la

accin da cuenta de la desaparicin del padre del texto, la desaparicin de su creador, su

fundador, razn por la cual a partir de sus inicios la portada, del instante en que la obra sale al

mundo su nacimiento, esta deber sustentarse a s misma, autosostenerse y defenderse sin el

amparo o cobijo de quien le otorg vida, dado que de acuerdo a la esttica martiniana, la obra

pertenece a s misma y al gran universo que es la literatura, por lo que su resguardo y soporte

opera exclusivamente en esa direccin:

Ahora, yo creo mucho en la autonoma del lenguaje () he dejado que el


libro se autogenere. Yo he ido cumpliendo una funcin de instrumento del
lenguaje () mi mayor inters es la disolucin absoluta de la autora, la

334
anonimia, y el ideal, si puede usarse esa palabra, es hacer un trabajo, una
obra, en la que no me pertenezca ni unas sola lnea, articulando en un
trabajo largo, muchos fragmentos. Son pedacitos que incluso se conectan. Es
un trabajo de Penlope. 672

La tachadura del nombre en Martnez, tiene precisamente dos implicancias relacionadas

claramente con su propuesta potica: la disolucin del autor y la deconstruccin del texto como

entramado articulado segn las normas del logos occidental. En relacin al primero, Martnez

aboga por una comprensin de la literatura en la cual el concepto de autora no es relevante, en

tanto el sujeto emprico que elabora el texto no es ms que un medio para que el lenguaje se

manifieste a s mismo, lo que permite entonces negar la presencia de individualidades y

subjetividades en la obra literaria. De este modo, el poeta se adscribe a la concepcin borgeana

de la literatura, tal como apunta Miralles673, en tanto en ella se plantea que la creacin literaria y

el mundo all evocado no pertenecen a los autores, sino al Espritu como productor y

consumidor de literatura674. De acuerdo a ello, y tal como lo enuncia Martnez, los autores no

son aquellos quienes crean las obras producto de su inventio, no le otorgan vida como

progenitores, sino ms bien su labor consiste en interpretar una misma historia, en reordenar una

misma materia potica de modo de otorgarle una forma distinta a un mismo mensaje literario,

reorganizar los fragmentos, rescribir, hacer y rehacer tejer nuevamente el texto, como

Penlope. El mismo Martnez seala al respecto: no soy yo el autor de nada, el lenguaje

pertenece al mundo, yo slo lo ordeno de una manera, pero esto lo podra haber hecho

cualquiera675. De este modo, Borges recoge en La Flor de Coleridge los planteamientos de

672
Ibd., pp. 81 y 82.
673
D. MIRALLES, La agenda post-moderna de Juan Luis Martnez o la crtica de los discursos sobre la realidad.
Documento recogido el 22/11/2008 en http://www.davidmiralles.com/articulos/martinez.htm.
674
P. VALERY, en J. L. BORGES, Otras Inquisiciones, Buenos Aires, Emec, 1960.
675
J. L. MARTNEZ, Poemas del otro, op. cit.

335
Valery, Emerson y Shelley, quienes con algunas variaciones sostienen que en definitiva existe tal

unicidad entre todos los textos del mundo una misma idea secreta presente en cada uno de

ellos que estos podran haber sido escritos por una sola entidad, un slo caballero

omnisciente676. De acuerdo a ello, la poesa constituye un solo discurso infinito del cual todos

los poemas del mundo son slo fragmentos, en tanto existe un hilo conductor que los une y teje

en funcin de una misma idea potica, en definitiva, el reconocimiento en poesa de la existencia

de un solo tema universal y esencial, a partir del cual se desprenden todos los otros. Lo

anterior, segn Labraa, corresponde a una idea presente en toda la produccin del medioevo en

occidente bajo el alero de la filosofa escolstica, y en oriente, la que se fundamenta

precisamente en una concepcin moral de la literatura.677

Es as entonces como Martnez realiza segn sus palabras un trabajo de reorganizador de

un discurso potico anterior, dando origen por consiguiente a un texto cuya sustancia tiene su

soporte en un relevante entramado intertextual al cual vuelve incansablemente durante su obra, el

que es utilizado por el autor precisamente para negar la existencia de la individualidad autoral, la

cual no dara origen por s solo al texto y en definitiva, siguiendo a Labraa, para negar las

existencia de todas las individualidades en literatura, la propia y de la todos los escritores678.

En funcin del concepto terico, Roland Barthes ha sealado que todo texto es un intertexto en

tanto otros discursos estn en l presentes bajo variadas formas cual Proteo o el mismo sujeto

potico estudiado por nosotros dando forma a un entramado compuesto por voces anteriores,

por diversos fragmentos y frmulas asimiladas y resemantizadas por el texto actual.

676
E. EMERSON, en J. L. BORGES, op. cit.
677
M. LABRAA, La Nueva Novela de Juan Luis Martnez y la cultura oriental. En Revista Vertebra, N4,
Septiembre de 1999. Documento recogido el 22/05/2009 en http://www.letras.s5.com/martinez3502039.htm.
678
Ibd.

336
En el caso de Martnez los autores por l citados apelan de algn modo a la misma

concepcin de literatura que el poeta chileno defiende en relacin a la funcin del discurso

artstico, y especficamente en torno al concepto de sujeto y su presencia o ausencia en la obra

literaria. Al respecto, la misma crtica en torno a la produccin de Martnez ha puesto nfasis en

la presencia de autores como Mallarm y Tardieu en tanto en ambos es posible reconocer las

bases del pensamiento de la poesa que nos ocupa. En el caso del poeta simbolista, se visualiza el

retiro del sujeto hablante hacia el espacio del silencio de la pgina, en otras palabras, la bsqueda

de la blancura, la anulacin del lenguaje y del lirismo en tanto el signo constituye una fuente de

impureza mediante la cual no es posible acceder o alcanzar la literatura y el discurso potico en

estado puro la obra pura. Es as entonces, como en La Nueva Novela es posible reconocer

ciertas claves que dan cuenta de la pesquisa realizada en pos de alcanzar aquella albura, algunas

de ellas articuladas precisamente ms all del lenguaje verbal dado que ste de algn modo

entorpece el hallazgo, como es el caso de la hoja transparente anexada en el texto libro-objeto

entre las pginas 86 y 87 en cuyo costado superior se lee LA PGINA EN BLANCO*,

mientras en su parte inferior aparece la inscripcin en alusin al enunciado anterior: * (El Cisne

de Ana Pavlova sigue siendo la mejor pgina en blanco)679 en referencia a la bailarina rusa de

principios de siglo y su representacin en la pieza de ballet La muerte del Cisne, la muerte del

signo en la potica de Martnez. Es as como el autor enfatiza y problematiza a su vez la

materialidad de la blancura y la transparencia del signo: Si La Transparencia se observara a s

misma, / Qu observara?680. Asimismo, en el poema El cisne troquelado se expone con mayor

agudeza:

679
J. L. MARTNEZ, La Nueva Novela. Santiago: Ediciones Archivo, 1985.
680
Ibd. p. 40.

337
La pgina replegada sobre la blancura de s misma
La apertura del documento cerrado: (EVOLUTIO LIBRIS).
El pliego / el manuscrito: su texto corregido y su lectura.

()
El proyecto imposible: la compaginacin de la blancura.
La lectura de unos signos diseminados en pginas dispersas.
(La Pgina en Blanco): La Escritura Annima y Plural
()

SIGNE CYGNE
Le blanc de le Mallarm
CYGNE SIGNE681

En el caso de Jean Tardieu, el vnculo con Martnez tiene sus bases especficamente en la

patafsica, corriente a la cual se adscribi el poeta francs y cuyos postulados se centran el

intento por articular otra lgica, opuesta a la del logos occidental. En la patafsica entonces,

llamada la metafsica al revs segn palabras de Brito682, se trabaja con las herramientas de la

negacin y la contradiccin, lo que no es otra cosa que el negativo la otra cara de lo dicho, de

la palabra. Desde este franco, Martnez elabora precisamente una serie de juegos lingsticos por

medio de los cuales se intenta hallar soluciones imaginarias y sin sentido ante enunciados y

problemas igualmente excepcionales, efectuando el guio hacia el develamiento de otro rostro, el

inverso, el reverso de la lgica:

Fije su mente, antes de dormirse, dos puntos cualesquiera del espacio


Y calcule el tiempo que se necesita, durmiendo, para ir del uno al otro

Un aviador de veinte aos de edad da la vuelta a la tierra con tanta rapi-

681
Ibd., p.87.
682
E. BRITO, La redefinicin del contrato simblico entre emisor y lector: La Nueva Novela, de Juan Luis
Martnez. En Campos Minados, op. cit., p. 34.

338
dez, que gana tres horas por da. Al cabo de cunto tiempo habra
vuelto a la edad de ocho aos?

Cmo se representa usted la falta de pescado?


DIBJELO:
.

Repita una palabra tantas veces como sea necesario para volatilizarla.
Analice el residuo.
.

LAS ESPALDAS DEL DESDICHADO

Esta pgina, este lado de la pgina, anverso o reverso de s misma, nos


permite la visin de un poema en su ms exacta e inmediata textualidad
(sin distancia ni traduccin): un poema absolutamente plano, texto sin otro
significado que el de su propia superficie. 683

Ahora bien, el concepto de sujeto en Martnez y en funcin de la lectura por nosotros

propuesta tiene efectivamente sus fundamentos en los postulados estticos de Stphane

Mallarm. Al respecto, siguiendo lo apuntado por Running684, las claves absolutas de la poesa

del francs son la ausencia y el silencio, en tanto el propsito final de su discurso potico,

como se seal ms arriba, es alcanzar la albura y a travs de ella un lenguaje potico

inexpresable, incomunicable. Martnez, por su parte, se adscribe a esta potica e intenta

desarrollarla en grado mximo. Es as entonces como de algn modo a lo largo de toda La Nueva

Novela y por correlacin en La Poesa Chilena, en el contexto de las diversas obras como un

solo gran texto potico y en conformidad a la esttica martiniana el propsito final es intentar

alcanzar dicho objetivo: la compaginacin de la blancura como se expone en El Cisne

683
J. L. MARTINEZ, La Nueva Novela, op. cit., pp. 14, 17, 24 y 30 respectivamente.
684
T. RUNNING, El libro fenomenal de Juan Luis Martnez. En El Espritu del Valle, N 2-3, 1987, p.31.

339
Troquelado, el vislumbre de la albura y, por ende, el silencio como dimensin en la que aflora el

mensaje potico verdadero. Proyecto imposible, tal como confirma el mismo poema, la

imposibilidad de alcanzar dicho propsito. La nocin de sujeto potico por consiguiente, de

acuerdo a nuestra lectura y considerando algunos aspectos argidos por la crtica en torno a ello,

se articula en Martnez precisamente en el desarrollo de este ejercicio, en este intento fallido por

desnudar y develar el real sentido de la poesa, en el hallazgo de su silencio, silencio potico e

inaprensible en el cual se oculta el sujeto. De este modo y conforme a nuestra propuesta,

apuntamos que entre estos pliegues se configura y encubre precisamente el sujeto lrico

martiniano, un sujeto secreto que se repliega, invisibiliza y desaparece, se vuelve inexistente

en tanto es tan fugaz, inasible e imposible como la poesa misma. Sujeto secreto que, en

definitiva, es no es otra cosa que el mismo signo, el mismo lenguaje potico, por lo que su

aprehensin en el texto no puede consistir ms que en un rodeo, un merodeo como enuncian

Faria y Hernndez685 en torno a un ideal o deseo la verdad potica que no es posible

concretar. Un trabajo orientado hacia la imposibilidad, como apunta Rojas Canouet686, la

imposibilidad de la poesa y con ella de la literatura, en otras palabras, el sino trgico con el cual

debe lidiar el poeta y, en rigor, la misma literatura, en tanto esta constituye un discurso hurfano,

carente de autora y de accesibilidad a su propio centro.

685
S. FARIA; E. HERNNDEZ, Merodeos en torno a la obra de Juan Luis Martnez. Santiago: Ediciones
Intemperie, 2001.
686
G. ROJAS CANOUET, Dos poetas de los ochenta: Juan Luis Martnez y Rodrigo Lira. Autorreferencia y
fragmentacin. En Cyber Humanitatis, N 26, otoo de 2003. Documento recogido el 28/05/2009 en
http://www.cyberhumanitatis.uchile.cl/CDA/texto_simple2/0,1255,SCID%253D5919%2526ISID%253D287,00.
html.

340
2.5.2. La disolucin del sujeto y al autor: el cisne martiniano.

En primera instancia, para alcanzar la albura, entendida como la verdad y el silencio

potico, Martnez aboga por la disolucin del signo, el signo lingstico, su desarticulacin, la

anulacin del significado y, el trabajo posterior por tanto slo con su residuo, vale decir, la

materialidad del signo, su significante, en tanto el silencio de este ltimo en ausencia del

significado se anloga a la blancura de la pgina: soy un poeta manipulador de

significantes687 seala el autor al respecto. En este sentido, debe entonces efectuarse la

desintegracin de los signos de modo de intentar acceder a la blancura y su transparencia, en

tanto la inscripcin del signo lingstico en la pgina impide la concrecin de este propsito. Tal

como lo expone Miralles:

El signo (blanco) de la pgina, que parece haber sido clausurado por la


presencia dominante del signo (negro) de la escritura impidiendo as la
notacin del verso verdadero: aquel capaz de representar al Verbo (o lo
absoluto), impidiendo por lo mismo, el canto verdadero del cisne y su
consecuente borradura asctica.688

El signo constituye, por consiguiente, la trabazn que impide la manifestacin del

verdadero canto potico. De acuerdo a ello, Martnez articula variados movimientos significantes

mediante los cuales se busca desmontar el binomio significado-significante, como es el caso de

la hoja en blanco y la transparencia incluidas entre las pginas de La Nueva Novela. Lo anterior

se manifiesta asimismo en el poemario en tanto el objetivo final de la escritura de Martinez es

develar el silencio cifrado de la poesa, desplegarlo, efectuar la lectura del signo potico oculta

687
J. L. MARTNEZ, Poemas del otro, op. cit., p. 68.
688
D. MIRALLES, op. cit.

341
entre otros signos, ello por medio de los pasos que requiere el procedimiento segn versa El

Cisne Troquelado: (La bsqueda), (El encuentro), (La locura):

I
(La bsqueda)
()
La escritura de un signo entre otros signos
La lectura de unas cifras enrolladas.
La pgina signada / designada: asignada a la blancura.

II
(El encuentro)

Nombrar / signar / cifrar: el designio inmaculado.


Su blancura impoluta: su blancor secreto: su reverso blanco.
La pgina seguida con el nmero de nadie:
El nmero o el nombre de cualquiera: (LA ANONIMIA no nombrada).
El proyecto imposible: la compaginacin de la blancura.
()
La lectura de un signo entre unos cisnes o a la inversa.
()

III (La locura)

El signo de los signos / el signo de los cisnes.


El troquel con el nombre de cualquiera.
El troquel annimo de alguno que es ninguno:
El Annimo Troquel de la Desdicha:
()
(Analoga troquelada en anonimia):
El no compaginado nombre de la albura:
La presencia troquelada de unos cisnes: el hueco que dejaron:
La ausencia compaginada en nombre de la albura y su designio:
El designio o el diseo vaco de unos signos:
El revs blanco de una pgina cualquiera: 689

689
J. L. MARTINEZ, La Nueva Novela, op. cit., p. 87.

342
El cisne en la poesa de Martinez es precisamente el signo, su negativo, a partir del cual

es posible realizar una doble lectura: por un lado, el cisne como anlogo del signo y al que es

menester anular de acuerdo a la esttica presentada. El cisne que es cigne y a su vez signe en el

francs de Mallarm, como el mismo poema evoca, cisne al que hay que retorcerle el cuello

como vers el poeta mexicano Enrique Gonzlez Martnez tras su rompimiento con el

modernismo: turcele el cuello al cisne de engaoso plumaje. Engaoso plumaje que

constituyen los mismos signos de la escritura que antes de promover ms bien entorpecen la

comunicacin entre discurso potico y lector. Segn apunta Espinoza690, Martnez enfatiza

precisamente la duda respecto al valor del signo como entidad portadora de significados

absolutos. Por el contrario, el esfuerzo en Mallarm estaba centrado en lograr mostrar el signo

desencializado de su valor atributivo691, el signo en estado puro su desarticulacin o

desvanecimiento equivalente a una fina lmina transparente tras la cual nada se trasluce, por lo

que slo es posible hallar el silencio. Aquella anulacin del signo posibilitara, por consiguiente,

la materializacin de la obra pura como fue denominada por Mallarm692, aquella obra

pgina en blanco, libre de interferencias mediante la cual sera posible conocer efectivamente

el discurso potico, o al menos, vislumbrarlo. La obra pura, en definitiva, como propsito final

de la produccin de Martnez.

Por otro lado, el cisne es tambin el mismo hablante, el mismo sujeto lrico y el mismo

sujeto autor de la obra el mismo Martnez. En este sentido, la entidad del hablante en esta

poesa es tambin un signo que impide, al igual que la escritura misma, el acceso al verdadero

690
M. ESPINOZA ORELLANA, La accin innovadora de Juan Luis Martnez. En El Espritu del Valle, N 4-5,
1988. Documento recogido el 27/05/2009 en http://www.letras.s5.com/meo280505.htm.
691
Ibd.
692
S. MALLARM, en D. MIRALLES, op. cit.

343
mensaje potico, idea que proviene precisamente de la esttica mallarmeana. En ella, entonces,

para lograr efectuar el rescate de la blancura ha sido necesario eliminar al sujeto hablante,

erradicarlo del discurso potico: La obra pura implica la desaparicin elocutoria del poeta, que

cede la iniciativa a las palabras movilizadas por el choque de desigualdad693 sostiene el poeta

francs al respecto. Desaparece toda voz entonces que constituya un entorpecimiento en el

proceso de acceso a la blancura, transparencia, pureza potica, y por consiguiente, todos los

niveles locutorios, en Martnez, los del autor de la obra y del sujeto potico.

Tal como se ha mencionado ms arriba, la crtica ha intensificado la lectura sobre la obra

de Martnez en especial La Nueva Novela an cuando La Poesa Chilena no escapa a este

anlisis en torno a la desaparicin del autor. El mismo Martnez ha sido explcito al respecto, al

sealar que su intencin es elaborar un trabajo en el cual la figura del autor en este caso, de s

mismo desparezca en gran parte, sino por completo:

Me interesa construir un trabajo potico donde mi participacin sea muy


mnima, como un instrumento nada ms de esa fuerza autnoma que es el
lenguaje. () Se trata en definitiva de un problema de anonimia: yo busco
desaparecer como autor. 694

Es as entonces como Martnez, apoyado en los presupuestos mallarmeanos, promulga la

disolucin de la entidad autorial en pos de la transparencia y albura requeridas, lo que se articula

en trminos tericos con los lineamientos acotados por Barthes en torno a la muerte de autor.

Precisamente, el terico seala que en Francia el primer escritor preocupado por sustituir la idea

de autor y reemplazarla por el propio lenguaje ha sido Mallarm, destituyendo por ende al sujeto

693
S. MALLARM, ibd.
694
J. L. MARTINEZ, Poemas del Otro, op. cit., p. 75.

344
del dominio de su obra, en oposicin a los establecimientos generados por la sociedad moderna,

en la cual el autor goza del prestigio que se le concede como individuo desde la filosofa

positivista, el empirismo ingls y el racionalismo francs, al interior de los cuales se le otorg la

mxima importancia a la persona del autor. Por el contrario, Barthes aboga por destitucin de la

figura del autor a favor de la emergencia del lector en el texto. De este modo, en su ensayo La

muerte del autor seala:

la escritura es la destruccin de toda voz, de todo origen. La escritura es ese


lugar neutro, compuesto, oblicuo, al que van a parar nuestro sujeto, el
blanco-y-negro en donde acaba por perderse toda identidad, comenzando por
la propia identidad del cuerpo del que escribe. () sin ms funcin que el
propio ejercicio del smbolo, se produce esa ruptura, la voz pierde su origen,
el autor entra en su propia muerte, comienza la escritura.695

Asimismo, Foucault en su conferencia Qu es un autor? concibe el espacio de la

escritura como el terreno en donde el sujeto que escribe desaparece inevitablemente, como una

dimensin emparentada con la muerte, la muerte del autor, en tanto en ella se diluyen los

caracteres individuales de la entidad que escribe: el sujeto individual desva todos los signos de

su individualidad particular; la marca del escritor ya no es ms que la singularidad de su

ausencia; tiene que representar el papel del muerto en el juego de la escritura696. Barthes, por su

parte, enfatiza que la funcin del autor de una obra consiste nada ms que en articular y reiterar

escrituras ya pasadas, ya expresadas, vale decir, imitar un gesto que es siempre anterior y en

razn del cual su nico mrito sera el de concertar y mezclar discursos pasados, contraponerlos,

disponerlos en situacin de dilogo. La vida nunca hace otra cosa que imitar al libro, y ese libro

695
R. BARTHES, El Susurro del Lenguaje..., op. cit., pp. 65 y 66.
696
M. FOUCAULT, Qu es un autor? Op. cit.

345
mismo no es ms que un tejido de signos, una imitacin perdida, que retrocede infinitamente697,

arguye al respecto. De este modo, en el marco de estos razonamientos el escritor en definitiva no

crea, no realiza el acto sagrado de creacin, sino que por el contrario, slo cumple una funcin

reorganizadora de un discurso anterior y nico una nica temtica universal, segn sostienen

los postulados borgeanos referidos ms arriba. Martnez, por su parte, asume ampliamente dicha

postura dado que no considera igualmente al autor como una figura que debiera distinguirse en el

texto ni en los discursos que rodean al ejercicio literario, sino muy por el contrario, su imagen

debiera opacarse hasta la disolucin, en tanto el texto potico no le pertenece en calidad de

autora: Yo no creo en los autores, slo creo en los poemas. Es ms, creo que los poetas slo

reescribimos palabras ya escritas por otros. Al igual que Borges, yo pienso que no sera nada sin

mi biblioteca698. Es as entonces, como en la poesa que nos ocupa emerge esta lectura en torno

a la muerte del autor que efectivamente ha desaparecido como figura significativa del texto.

2.5.3. Muerte y no-presencia: dominios secretos del sujeto y la albura.

La crtica ha manifestado bastante consenso precisamente en torno a la lectura relativa al

deceso del autor en su libro-objeto La Poesa Chilena699. Lo anterior, debido a la presencia en el

texto cuyo soporte est dado por una caja negra cual atad de los certificados de defuncin

legales de las grandes letras de nuestra poesa: Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Vicente

697
R. BARTHES, El Susurro del Lenguaje..., op. cit., p. 70.
698
J. L. MARTNEZ, Poemas del Otro, op. cit., p. 73.
699
J. L. MARTNEZ, La Poesa de Chile. Santiago: Ediciones Archivo, 1978.

346
Huidobro, Pablo de Rokha700. De acuerdo a ello, la crtica especializada ha dado cuenta del guio

generado por Martnez por medio de este gesto, vale decir y tal como lo acota de algn modo el

mismo Herrera en la nota anterior, la concepcin de una ruptura relevante respecto de los

cimientos y paradigmas establecidos por la tradicin potica chilena, lo que corresponde en

definitiva a la muerte de la tradicin o de la poesa bajo el alero de aquella tradicin, tras la

emergencia y realce de una escritura y poesa postvanguardista, tal como es considerada la

propia obra de Martnez. En este contexto, el mismo libro-objeto del poeta chileno constituye

desde la perspectiva del soporte un significativo quiebre respecto de las disposiciones formales

de un libro potico, ejercicio bastante comn en el marco de las escrituras de vanguardia y

postvanguardia. Mediante dicho acto entonces, en Martnez se enuncia la desacralizacin del yo

potico, tal como sostiene Morales, y desde aquella lnea, la recuperacin del poeta como un

hombre comn en clara oposicin al pequeo Dios y a los poetas del Olimpo enunciados por

Huidobro y Parra respectivamente este ltimo, de acuerdo a su potica y Manifiesto, en el

mismo marco de la desacralizacin del yo y el ego lrico presentes en Huidobro, De Rokha y

700
Juan Herrera describe con bastante precisin la conformacin material del libro-objeto La Poesa Chilena: En
un formato de 19,2 cm. (ancho) x 13,2 cm. (alto), apaisado, con una portada en la que aparece una fotografa en
blanco y negro de un sujeto rapado que en la cabeza tiene en bajo relieve o teida una estrella de cinco puntas y una
contraportada con una fotografa en blanco y negro de un lavamanos y un lomo con letras blancas que presentan el
nombre del autor tachado. La poesa chilena se abre con la locucin latina ab imo pectore y se cierra con una
referencia a la muerte del padre (significativo). En su interior aparecen unas fichas de pedido bibliotecario. Dichas
fichas se encuentran completadas con los datos de cuatro autores chilenos, a saber, en orden correlativo: Gabriela
Mistral, Pablo Neruda, Pablo de Rokha y Vicente Huidobro. Las fichas se encuentran manuscritas sin numeracin y,
sobre cada una a la manera de un papel adjunto, se presentan los certificados de defuncin de cada uno de los poetas,
estos documentos son duplicados de los certificados originales del servicio de Registro Civil e Identificacin de
Chile. Posteriormente aparecen 33 fichas de pedido sin datos ni antecedidas de certificado alguno, se encuentran
acompaadas de una bandera chilena. Estas ltimas fichas sugieren una apelacin al lector a completarlas. La ficha
N 34 consigna en manuscrita en la parte llamada texto: TIERRA DEL VALLE CENTRAL DE CHILE. Se
encuentra antecedido por el certificado de defuncin del padre del poeta. Esta descripcin (studium) se completa con
la idea de muerte que ana a los cuatro grandes de la poesa chilena: Los sonetos de la muerte, Slo la muerte,
Poesa funeraria y Coronacin de la muerte. La finitud de los sujetos reales acompaada de la reflexin artstica
sobre el tema. Pero, asimismo, la expresin de la muerte de la poesa moderna en Chile (punctum), coincidente con
la reflexin sobre el fin del arte en su soporte escrito. Remitimos a Juan Luis Martnez. 1978. La poesa chilena.
Santiago, Ediciones Archivo. J. HERRERA, La nueva novela de Juan Luis Martnez: Poesa protohipertextual en
el contexto de la videsfera. En Acta Literaria, N 35, II semestre (9-27), 2007, pp. 16 y 17.

347
especialmente en Neruda,701. Al respecto, Morales apunta en relacin a la bolsita de polietileno

que contiene en el texto Tierra del Valle Central de Chile: tambin puede entenderse como el

espacio de creacin de ese hombre sencillo en su geografa: cada uno habita la tierra, escribe su

poema en la tierra, en este mundo, aqu deja su huella, su cicatriz702. Ahora bien, la referencia

de los certificados de defuncin en Martnez remite tambin, en el extremo de la otra lectura

contrapuesta, efectivamente a un reconocimiento de la tradicin potica chilena703 e incluso, en

el contexto de una mirada mucho ms amplia, de la tradicin lrica de habla hispana. Es as como

Morales reconoce en La Poesa Chilena la referencia a los clsicos espaoles Francisco de

Quevedo704 y, en especial, a Jorge Manrquez a travs de sus Coplas a la Muerte de su Padre,

este ltimo en el marco igualmente de la elega que guarda el texto de Martnez en relacin a la

inclusin del certificado de defuncin del padre del poeta, Luis Guillermo Martnez Villablanca,

como alegora de la huerfana del texto, la muerte del padre, alegora del autor; vale decir, un

texto que carece de aquella subjetividad que le otorg forma, pero que sin embargo rinde

homenaje a las entidades antecesoras los cuatro grandes al mismo tiempo que certifica su

muerte.

Ahora bien, el padre muerto en La Poesa Chilena deja al hijo un mensaje, clave a

nuestro parecer para intentar dilucidar o vislumbrar al sujeto de esta escritura, expresado por

medio de los nicos versos o enunciados poticos presentes en el texto, junto a la clusula Ab

701
Nicanor Parra en su poema Manifiesto enuncia: Los poetas bajaron del Olimpo / () El poeta es un hombre
como todos / Un albail que construye su muro: / Un constructor de puertas y ventanas. N. PARRA, en E. DAZ,
Poesa chilena de hoy. De Parra hasta nuestros das. Santiago: Ediciones Metales Pesados, 2005, p. 49.
702
A. MORALES, Para una lectura interpretativa de La Poesa Chilena de Juan Luis Martnez. En Revista
Chilena de Literatura, N 69, noviembre de 2006, p.112.
703
O. SARMIENTO, Huidobro desde La Nueva Novela de Juan Luis Martnez. En Anales de la Literatura
Chilena, ao 9, junio de 2008, nmero 9, p. 242.
704
Al respecto, Morales apunta: su gran obra es la misma tierra, ese polvo desde donde se ha erguido como ser
humano y ese polvo enamorado y de desengao en el sentido del gran Francisco de Quevedo hacia donde ir su
ltima morada. A. MORALES, ibd.

348
imo pectore, expuestos ambos en la portada del libro-objeto, los que a su vez cumplen la

funcin de introducir al lector en el poemario atpico que se le presenta:

Existe la prohibicin de cruzar una lnea que slo


es imaginaria.

(La ltima posibilidad de franquear ese lmite se


concretara mediante la violencia):

Ya en ese lmite, mi padre muerto me entrega estos


papeles:705

Precisamente, estos versos permiten insertarnos en el dominio del sujeto secreto que

hemos postulado, dominio que en este contexto se asocia y vincula con el espacio de la muerte,

con aquella dimensin secreta a la cual se accede slo mediante el cruce de aquella lnea que

slo es imaginaria y cuyo franqueo se realiza slo por medio de la violencia, en otras palabras,

por medio de la ruptura entre la vida y la muerte. Es as como el acceso a aquel espacio

prohibido y reservado slo para algunos por el momento, pero a la larga para todos Nuestras

vidas son los ros / que van a dar en la mar, / que es el morir como versa Manrquez, se

corresponde con el espacio del silencio tan callando, con el espacio de la blancura, con el

dominio en la cual el sujeto el hombre puede acceder al verdadero conocimiento sobre s y, en

el correlato del poemario, sobre la verdadera poesa. Conocimiento y verdad a la cual accedi el

padre muerto y que slo desde ese lmite es capaz de entregar el mensaje al hijo cuyo camino

tambin se dirige hacia la muerte. Al respecto, Chevalier, entre las variadas significaciones que

definen el significado alegrico de la muerte, distingue aquella en la cual es presentada como una

va al igual que el sueo que posibilita el acceso al reino del espritu, de la vida verdadera: la

705
J. L. MARTINEZ, La Poesa Chilena, op. cit.

349
muerte puerta de la vida706. De este modo, la muerte es concebida como un dominio que provee

al hombre del conocimiento profundo de s mismo y de la verdad de la vida, de las zonas ms

ocultas y secretas de sta, tal cual sucede con los ritos de pasajes, segn arguye igualmente

Cooper707 en tanto este consiste en el proceso inicitico mediante el cual el joven elegido

experimenta la muerte, dado que el individuo efectivamente debe morir para nacer a una vida

nueva y superior. Por ende, su muerte constituye el viaje, la introduccin en una nueva realidad

en la cual se produce la revelacin de los secretos de la existencia, por ende, la transformacin

del espritu humano. En ella, el hombre alcanza la armona y la integracin de su ser en el reino

de la naturaleza, el reconocimiento de su propia esencia. La muerte nos recuerda que debemos

ir ms lejos y que ella es la condicin misma del progreso y de la vida708 apunta Chevalier al

respecto.

Precisamente, aquella comprensin del fenmeno de la muerte en Martnez se

corresponde de algn modo con la manifestada por la poesa lrica en el contexto de la potica

de Jorge Teillier, en funcin de la entidad o existencia secreta que la muerte guarda. En este

sentido, en la esttica teillierana se postula la presencia oculta de un realismo secreto, vale decir,

de una realidad que subyace al mundo cotidiano y cuyos dominios se sitan ms all de este. Es,

en otras palabras, la referencia continua a una cosmogona oculta Pequea Cosmogona

Prctica en el caso de Martnez, mediante la cual el autor efecta permanentes alusiones a los

reinos de la infancia y al mito principalmente, como tambin a los de la muerte y el sueo: es

necesario acudir a un realismo secreto, pues es sabido que el mundo exterior contiene pocas

706
J. CHEVALIER, Diccionario de los Smbolos, Barcelona: Editorial Herder, 1995, p. 732.
707
J. C. COOPER, op. cit., p. 121.
708
J. CHEVALIER, op. cit.

350
enseanzas, a no ser que se las mire como un depsito de significados y smbolos ocultos709. En

el caso de Teillier, precisamente, dicha concepcin potica comprende la visin de un trasmundo

en trminos del sustrato valrico y humano que este implica, ligado al conocimiento mtico de

hombre, lo que comprende su origen, esencia y posibilidad de autoconocimiento. El poeta debe

ser el guardin del mito710 como seala el autor, tal como en Martnez el fox-terrier de nombre

Sogol inversin de logos, desestabilizacin del conocimiento logocntrico es el guardin del

libro en el caso de La Nueva Novela711. Aquella verdad oculta, secreta, comprendida como

realismo en la poesa de Teillier, como sujeto en el caso de Martnez segn refiere nuestra

lectura, constituyen en definitiva la evocacin no exenta de nostalgia respecto de otro mundo,

el que es homologable a nuestro juicio, con el dominio de la poesa y en otros trminos, con la

experiencia potica. De este modo, la evocacin del sujeto secreto mediante su ocultamiento y

desaparicin no constituye otra cosa que el intento por alcanzar o asir algn atisbo de revelacin

potica que nos permita finalmente reencontrarnos con aquello que es esencialmente humano. El

sujeto potico de Martnez, en definitiva, como aquel gran fantasma o sujeto en desaparicin al

cual nos es imposible asir sino a travs de su resguardo, de su ocultamiento cual manta sobre

algn espectro escurridizo como medio para lograr captar su forma; ello como nico

mecanismo mediante el cual es posible alcanzar la albura. El predominio del significante segn

versa la esttica de Martnez, el predominio de la blancura y del significante puro como

estrategias de camuflaje mediante las cuales sea factible resguardar el verdadero lenguaje

potico. De ah, precisamente, la referencia al lenguaje de los pjaros, al pajarstico o

confabulacin fontica, como representacin del cdigo que resguarda el significado el sujeto

709
J. TEILLIER, Los poetas de los lares. En Prosas, op. cit., p. 23.
710
J. TEILLIER, Sobre el mundo donde verdaderamente habito o la experiencia potica. Ibd., p.62.
711
En el Colofn del texto, precisamente, aparece la imagen en negativo del fox-terrier Sogol bajo el cual se expone
entre parntesis: (El Guardin del Libro). J. L. MARTINEZ, La Nueva Novela, op. cit.

351
mediante su vaciado y la mera referencia al cdigo en calidad de significante. Ello, como nica

va para acceder e intentar captar o vislumbrar al sujeto de esta y de toda poesa:

b. El lenguaje de los pjaros


es un lenguaje de signos transparentes
en busca de la transparencia dispersa de algn significado.

c. Los pjaros encierran el significado de su propio canto


en la malla de un lenguaje vaco;
malla que es a un tiempo transparente e irrompible.
e. Para la naturaleza no es el canto de los pjaros
ni su equivalente, la palabra humana, sino el silencio
()

(El espaol es una lengua opaca,


con un gran nmero de palabras fantasmas;
el pajarstico es una lengua transparente y sin palabras).712

De acuerdo a lo anterior, el sujeto secreto postulado por nosotros, reside de algn modo o

se oculta y diluye tanto en los dominios de la blancura de la pgina en La Nueva Novela, como

en los de la muerte en La Poesa Chilena. En definitiva, en Martnez la muerte constituye la

albura de la pgina la muerte del autor, la muerte en la escritura, el terreno de la irrealidad del

hombre, y tal como han apuntado los franceses Barthes y Foucault, el espacio de la escritura en

la cual va despareciendo el sujeto y el autor, va desapareciendo en otros trminos la realidad del

sujeto y del hombre. Tal como versa La Nueva Novela al respecto: "La cabeza del gato de

Cheshire () desrealiza el mundo con la misteriosa y enigmtica expresividad de su sonrisa,

recordndole al hombre el carcter precario de su realidad.713

712
J. L. MARTINEZ, ibd., p. 89.
713
J. L. MARTINEZ, ibd.

352
Ahora bien, aquella irrealidad del hombre, del sujeto, de autor, y en definitiva de la

poesa y la escritura, se manifiesta en La Poesa Chilena precisamente por medio de la ausencia

de signos verbales que comuniquen el mensaje potico. Es as como de acuerdo a lo ya sealado

en el libro-objeto de 1978 no aparecen ms enunciados verbales cuales versos que los ya

citados ms arriba. El resto del texto est conformado por los objetos descritos por Herrera y

expuestos por nosotros ms arriba: certificados de defuncin, fichas bibliogrficas de los cuatro

poetas chilenos y otras vacas, banderitas chilenas, bolsita de polietileno con tierra negra del

Valle Central de Chile. En otras palabras, en La Poesa Chilena se representa la ausencia de

escritura como metfora de la pgina en blanco y de la muerte, de la bsqueda o el hallazgo de

la blancura evocada en el poemario de 1977. Herrera precisamente sostiene que en Martnez el

uso de recursos no verbales y utensilios se debe a la crisis de la escritura presentada, en tanto el

cdigo verbal se vuelve insuficiente para llevar a cabo el proceso de comunicacin potica, por

lo cual se asume a nivel de representacin el uso de la tipografa714, de signos visuales y de

utensilios materiales anzuelos, lminas transparentes, banderitas, bolsita con tierra del Valle

Central, etc., como un intento por buscar, rastrear otro lenguaje lrico opuesto al de la tradicin

mediante el cual sea posible acceder al verdadero mensaje potico. De ah entonces, la ausencia

de escritura en La Poesa Chilena, el vaco incluso de las fichas bibliogrficas, la ausencia del

autor, del sujeto y tal como versa un fragmento de La Nueva Novela, la ausencia de la obra, en

tanto signo verbal, como nica forma para acceder al silencio de la poesa:

c. LA AUSENCIA DE SU OBRA
El silencio escucha silencio
y repite en silencio
lo que escucha que no escucha.715

714
J. HERRERA, op. cit., p. 19.
715
J. L. MARTINEZ, La Nueva Novela, op. cit., p. 92.

353
Tal como se ha apuntado ms arriba, la crtica ha sido enftica al referir el carcter de

ausencia, desaparicin y/o disolucin del sujeto en la obra de Martnez, de acuerdo a los

preceptos estticos expuestos por el mismo poeta. Un recurso concreto mediante el cual se hace

patente la desaparicin del sujeto en el entramado potico, es precisamente el uso de la forma

impersonal y la ausencia de la primera persona gramatical, en otras palabras, la desaparicin o

extravo de todos los sujetos del discurso como expone Vicua716 a propsito del poema

La desaparicin de una familia, incluido en la publicacin de 1977. Es as entonces, como en los

textos de Martnez es posible detectar la ausencia de la persona gramatical en algunos de sus

textos, otorgndoles por el contrario una textura marmrea como apuntan Lihn y Lastra717, un

cierto rigor objetivo del texto en el cual slo el lenguaje habla, tal como sucede en aquellos

fragmentos que tienden a simular y resquebrajar el lenguaje cientfico y logocntrico: Las

burbujas integradas al infinito slo podrn desaparecer en el instante en que se detengan todos

los procesos de la naturaleza: entropa mxima (PROCESOS INREREVERSIBLES segn la

Segunda Ley de la Termodinmica).718

Ahora bien, ms que hablar de ausencia de la subjetividad en el discurso, nos parece ms

adecuado concebir dicha desaparicin del yo como un fenmeno de no-presencia del sujeto,

debido a que por un lado, en la esttica de Martnez se articula la lgica de la negacin el uso

del negativo, vale decir, de la transgresin e inversin del pensamiento logocntrico occidental,

de modo de intentar dar cuenta que dicho prisma no constituye la nica va mediante la cual es

posible comprender y configurar la realidad. Y, por otro, en consecuencia con lo planteado ms

arriba, nos parece que la postulacin de Martnez en torno a la desaparicin y ausencia de un

716
M. VICUA NAVARRO, La Transparencia. En S. FARIA; E. HERNNDEZ, Merodeos., op. cit., p. 71.
717
E. LIHN; P. LASTRA, Seales de Ruta de Juan Luis Martnez. Santiago: Ediciones Archivo, 1987, p. 12.
718
J. L. MARTINEZ, La Nueva Novela, op. cit., p. 115.

354
sujeto consiste ms bien en un proceso de blancura, albura y transparencia del mismo a modo de

resguardo su desaparicin ante los ojos del logocentrismo y estrategia, en definitiva, de

conservacin de la verdad potica a la cual no es posible acceder mediante la va del verbo, sino

por el contrario, slo sera factible de asir o atisbar por medio del silencio; cual mundo potico

que deber ser destruido para que se conserve, tal como apunt Teillier en funcin de la esttica

lrica719. Un sujeto al cual en definitiva se le debe ocultar, velar, esfumar, elidir, como

mecanismo nico mediante el cual se posibilite su existencia, slo mediante la no-presencia de

esta. Un sujeto potico en Martnez de naturaleza secreta tal como es la poesa misma, un sujeto

que se imposibilita, que es inasible y escurridizo como el mismo lenguaje potico.

En el marco de su propuesta potica, Martnez fundamenta precisamente gran parte de su

poesa en los preceptos de la corriente oriental Tao, a travs de los cuales se establece que slo es

posible alcanzar una comprensin privilegiada del entorno por medio de la concepcin de los

opuestos y su presencia simultnea en todas las cosas. De este modo, el yo renuncia al s

mismo con el fin de acceder al no s mismo, lo que posibilita la aprehensin de la realidad en

funcin de la aparicin y desaparicin sincrnica de todas las entidades720. En palabras de

Enrique Lihn y Pedro Lastra, la referencia al taosmo remite a lo siguiente:

El trabajo de J. L. M. est animado por una nocin de ciencia oriental que


redunda en su forma de hacer poesa occidental: la nosimismidad
ensimismada del sujeto que habla, que proviene de la oposicin s mismo /
no s mismo. Buda opone la ilusin de la individualidad el s mismo,
condenada a percibir ilusoriamente el mundo al no s mismo como una
manera de acceder a la iluminacin o la verdadera sabidura (en un
comentario de esta doctrina se lee que mientras hay luces y sombras, el
principio de la individualidad nos abruma). De aqu el efecto de

719
J. TEILLIER, En A. TRAVERSO, op. cit., p. 60.
720
M. LABRAA, op. cit.

355
transtemporalidad que produce la escritura de J. L. M.: la tentacin de lo
innombrable, la conciencia de las polaridades, el simultanesmo de los
opuestos () 721

De este modo, Martnez desajusta los presupuestos logocntricos en pos del no s mismo

por medio del cual es posible alcanzar la iluminacin o verdadera sabidura como sostienen los

autores chilenos en razn del budismo Zen. De ah entonces que Martnez abogue por la

desaparicin del sujeto, su no-presencia o la emergencia de un no-sujeto en palabras de Brito722,

a travs del cual se logre acceder a aquel otro conocimiento opuesto al promulgado y sostenido

por la razn occidental. La nocin de realidad, por consiguiente, se desajusta al interior de esta

poesa, siendo abruptamente reemplazada por una concepcin ilusoria de la realidad, vale decir

el Todo es real de la contratapa inicial de La Nueva Novela es equivalente a Nada es real de

la contratapa final723. En otras palabras, la realidad de la razn logocntrica no es real, sino por el

contrario, es una mera construccin del hombre occidental, una ilusin, digna por tanto como

cualquier otra de desestructurarse tal como se expone en el primer poema de El Desorden de

los Sentidos, ltimo apartado de La Nueva Novela: El odo es un rgano al revs; slo escucha

el silencio"724. De acuerdo a ello, y en funcin de la concepcin oriental del entorno, la realidad

logocntrica no constituye la verdadera sabidura como para que el hombre pueda depositar en

ella toda su confianza, sino que por el contrario, los pilares que ella ofrece e impone tienden a

derrumbarse inevitablemente:

721
E. LIHN; P. LASTRA, Seales de Ruta. Op. cit., pp. 13-14.
722
E. BRITO, La redefinicin del contrato simblico. En Campos Minados, op. cit., p. 38.
723
J. L. MARTINEZ, La Nueva Novela, op. cit., p. 115.
724
Ibd., p. 108.

356
1. Usando como vigas algunos pedazos de piedras planas y delgadas
levante primero el techo, despus de lo cual puede agregar la base de las
columnas.
2 Empuje suavemente cada una de las columnas hasta hacerlas caer,
dejando as, paralelo y a una misma altura, el dintel y el plinto del famoso
edificio.725

Precisamente, uno de los componentes relevantes en la obra de Martnez es la permanente

referencia a los sistemas opuestos, el uso de la contradiccin a la que era asiduo el mismo

poeta726, de la alteridad, y en concreto, del desmontaje de las oposiciones binarias partiendo de la

desarticulacin al interior del signo entre significado y significante, como indicio de la

desconfianza de esta poesa respecto del lenguaje verbal con la cual se compone el lenguaje

como la representacin verbo-simblico de las estructuras edificadas por la razn occidental y,

por ende, de la disolucin del significado en funcin del predominio del significante, como

huella del signo vaco requerido para el alcance de la albura de la pgina y del lenguaje potico.

En este contexto, Monarca sostiene que el permanente juego de contradicciones presente en la

poesa de Martnez no constituye otra cosa que un modo de representacin de la realidad

logocntrica, con el fin de evidenciar ciertamente su carcter inconsistente, frgil, ficcional727. La

realidad concebida como ficcin, de acuerdo a los presupuestos borgeanos. Es as como opera en

Martnez la alusin permanente al negativo, a la inversin de entidades y conceptos mediante los

cuales se intenta dar cuenta del carcter fragmentario y carente de la realidad, y por ende, del

mismo sujeto en proceso de disimulo sujeto velado y desaparicin: Cmo se representa usted

725
Ibd., p. 19.
726
En su Conversacin con Flix Guattari, Juan Luis Martnez afirma: En las conversaciones incluso trato de
establecer el punto de vista contradictorio. J. L. MARTNEZ, Poemas de Otro, op. cit., p. 85.
727
P. MONARCA, Juan Luis Martnez: el juego de las contradicciones. Santiago: Rilke Editores, 1998, p. 17.

357
la falta de pescado. Dibjelo. (Vase tres ejemplos en la pgina siguiente)728, ejemplos que

remiten sin embargo a moldes vacos, huellas mediante las cuales se contornea una forma, como

alegora del vaco del significante y, en otros trminos, del vaco del sujeto del pescado, en este

caso representado por medio del molde sin cuerpo, sin contenido, que expone el texto como

alternativa de repuesta ante la interrogante planteada729, metfora del atad por medio del cual se

bosqueja, se dibuja la figura del occiso, del sujeto muerto, ausente, desaparecido. La escritura

como el espacio de la muerte, de la disolucin del yo, de acuerdo a lo apuntado anteriormente.

En definitiva, el sujeto es entendido en Martnez como la impresin de su negativo, como

aquella entidad en cuya no-si-mismidad segn los preceptos del Tao en cuya muerte es posible

alcanzar el verdadero yo, el verdadero autonoconocimiento. En otras palabras, el sujeto potico

de Martnez de igual modo se oculta en el troquel o molde, en el significante, por medio del cual

el yo es trocado troquelado en un otro, en su opuesto, su otredad. El sujeto secreto

postulado por nosotros se oculta igualmente en esta bisagra, en aquella articulacin entre el s

mismo y el no s mismo y en el excedente que de aquel gozne se genera. Un sujeto, por ende,

que slo es perceptible a partir de su opuesto su negativo, su no-presencia, su no-ser, su

no-existencia, cual otredad como en palabras de Rimbaud Yo es otro730, cuya imagen

incluso se hace presente en La Nueva Novela de la mano y en brazos de Marx, ambos como

instauradores de una discursividad en los trminos de Foucault731 que tienden a revelar de

alguna manera o dar cuenta de aquel negativo, aquel otro, que intenta desarticular al yo

universal.

728
J. L. MARTNEZ, La Nueva Novela. op. cit., p. 17.
729
Ibd., pp. 17 y 18.
730
A. RIMBAUD, Iluminaciones. Cartas del vidente. Madrid: Ediciones Hiperin, 1995.
731
M. FOUCAULT, Qu es un autor? Op. cit.

358
2.5.4. El sujeto secreto como residuo y silencio en el poema.

Tal como sucede a nivel de desarticulacin de la oposicin binaria al interior del signo

lingstico, y de los mismos presupuestos del taosmo en funcin de la simultaneidad de los

opuestos s-mismo / no-s-mismo, la escisin que distingue a ambas polaridades se deshace, se

trastoca, tal como sucede con el negativo del sujeto en el poema mediante el cual se da cuenta de

la no-presencia del yo. En este sentido, segn los postulados derridianos, dicha oposicin tiende

a diluirse, pues el significado de un polo s-mismo est igualmente contenido en el otro

no-s-mismo, por lo que no es posible distinguir una unidad en cada uno de ellos, sino que por

el contrario, cada una implica la presencia de la otredad. La nocin de differance es, como se ha

sealado anteriormente, la fisura al interior de la oposicin, por medio de la cual se desplazan los

bordes de cada entidad semntica732. En este sentido, la no-presencia del sujeto implica la huella

tanto de su ausencia como de su presencia, huellas de una dualidad que se accionan dejando en

evidencia el juego de presencias / ausencias por medio del cual se contempla al uno en el cuerpo

del otro, de modo de quebrantar en cada uno de ellos su propia unidad.

Es as entonces como, de acuerdo a nuestra lectura, postulamos igualmente que la

configuracin de este sujeto secreto y su no-presencia en el discurso potico de Martnez, da

cuenta por consiguiente de una desaparicin del yo que no es total, sino que por el contrario,

constituye ms bien las marcas de una aparicin velada, residual y, como hemos sealado,

secreta. En este sentido, adscribimos a la lectura efectuada por Polanco quien sostiene que es

necesario repensar en el caso de Martnez la nocin de sujeto y autor en desaparicin, dado que a

732
J. DERRIDA, Positions, en J. CULLER, Sobre la deconstruccin, op. cit., p. 79.

359
su juicio, la muerte de ambos que son uno mismo no constituye un gesto absoluto, sino por el

contrario, algo an en ellos permanece en existencia, algo en ellos se mueve como seal

Adriana Valds733. Es as entonces como Polanco hace referencia en Martnez a la presencia de

un sujeto mnimo, en tanto su presencia es evidentemente menguada de acuerdo a los

propsitos estticos de esta escritura. Un sujeto reducido y precario que se filtra en el texto e

intertextos, pero que sin embargo se hace patente, se manifiesta a travs del halo enigmtico que

presenta, de la huella que perdura conservando las marcas de su paso. En este sentido, Polanco

seala en relacin al autor que si bien su figura ya no es concebida como padre sino como

entidad meramente sealizadora y emisora de seales no normativas, este tiende a emerger en el

texto mediante ciertas indicios a travs de los cuales se le encuentra y se le pierde, semi-

desaparece, por lo que su elisin en el espacio del entramado potico no constituye precisamente

una accin completa, acabada:

El nombre del autor aparece tachado y entre parntesis. Con esta imagen
grfica () el tema de la autora queda puesto en escena. JUAN LUIS
MARTNEZ y JUAN DE DIOS MARTNEZ, con tachaduras, asoman
como queriendo ocultarse, como dudando de s mismos. () Juan Luis
aparece y desaparece con este gesto. Quizs sea el deseo de la pgina en
blanco, como un signo troquelado de la anonimia incompleta. () Aunque
el nombre del autor es tachado, sigue su nombre habitando en esta casa-libro
() sigue habiendo all un sujeto singular y leve.734

En correlacin a lo sostenido por Polanco, y en funcin del sujeto secreto por nosotros

referido, efectivamente nos parece que las nociones de desaparicin y muerte del yo

ampliamente abordados por la crtica constituyen posturas un tanto rgidas y que, por

consiguiente, no dejan espacio para la emergencia y comprensin de otras posibilidades de

733
A. VALDS, en J. POLANCO, Quin escribe? E. Lihn y J. L. M. Op. cit.
734
J. POLANCO, ibd.

360
configuracin del sujeto que esta poesa pudiese presentar y/o evocar. En razn de ello, tanto el

sujeto mnimo de Polanco sujeto cero en la lectura de Lihn y Lastra735 como el sujeto secreto

postulado constituyen de acuerdo a nuestro juicio una entidad residual, un excedente que surge a

partir de la tensin generada entre la instancia de aparicin y desaparicin del sujeto en el

entramado potico, tensin que claramente puede representarse a travs de la figura del gato de

Cheshire de acuerdo a lo expuesto en La Nueva Novela, en razn de aquella entidad inasible que

se ubica en el lmite, en medio de la lnea imaginaria segn versa a su vez La Poesa Chilena:

Empero, esa cara ostenta todava una cierta oscilacin entre la mirada vuelta
hacia dentro y ensombrecida hacia fuera: entre ese adentro y ese afuera hay
una sonrisa ambigua que se extiende perdindose como una nota muy fina
en la distancia: doble direccin expresiva, reveladora de tensiones vitales
que se extinguen.736

De este modo, el sujeto secreto en Martnez reside en esta tensin, entre las bisagras y

fronteras que articulan y distinguen la vida de la muerte, la realidad de la irrealidad. Al respecto,

Julia Kristeva737 concibe al sujeto potico, de acuerdo a su propia naturaleza y a la del lenguaje

al que pertenece, como una entidad que tiende a escapar per se al dominio del significado y del

yo trascendental representado segn la autora, por la figura del hablante lingstico en torno al

cual confluye la llamada conciencia ttica o judicativa, correspondiente en otras palabras a la

del ego cognoscente, a la razn logocntrica a partir de la cual se generan lgicas y juicios

respecto de s mismo y de otras realidades otredades. De acuerdo a ello, el sujeto potico se

halla en situacin de tensin permanente respecto de la conciencia ttica, dada su propia

naturaleza que finalmente lo constituye como una existencia fallida, carente, descentrada

735
E. LIHN; P. LASTRA, Seales de Ruta. Op. cit., pp. 13 y 14.
736
J. L. MARTNEZ, La Nueva Novela. Op. cit., p. 123.
737
J. KRISTEVA, El tema en cuestin: el lenguaje potico. En C. LVI-STRAUSS, op. cit.

361
congruente a la imagen genrica del sujeto potico revisado en el presente estudio, evento que

posibilita los permanentes estados de aparicin y desaparicin del sujeto en el texto como

sucede en el caso de Martnez por medio de la figura del sujeto parlante, representante de la

conciencia ttica. Dicha friccin entre ambos sujeto potico y conciencia ttica o sujeto

parlante y la constante presencia en desajuste del sujeto potico, produce inevitablemente un

fenmeno de corrosin respecto de la conciencia judicativa, lo que genera en consecuencia la

crisis del signo en cuanto a la dicotoma significado-significante postulada por Saussure y, por

ende, de su carcter representativo, es decir, el quiebre de la relacin signo-referente. La Nueva

Novela en este sentido expone: Repita una palabra tantas veces como sea necesario para

volatilizarla. Analice el residuo738, residuo que corresponde precisamente a aquel excedente que

emerge a partir de la escisin producida al interior del signo lingstico que en tanto es portador

de la relacin entre significado-significante-referente, es representante de la conciencia ttica

hablante lingstico que finalmente oprime o inhibe la manifestacin pura del yo potico. De

ah entonces que, segn Martnez y el mismo Mallarm, sea necesaria la supresin del verbo a

favor de la blancura a travs de la cual se permita la emergencia de la obra pura, cuya nica

voz en la cual confluyen todas las voces corresponde a la del sujeto potico, quien slo puede

comunicarse por medio del silencio.

Ahora bien, para Kristeva esta condicin fragmentaria del sujeto potico radica

precisamente en los mecanismos de represin y clausura efectuados e instaurados por el orden

simblico y cultural, representado este ltimo por el yo trascendental encargado de inhibir el

flujo del deseo y la pulsin del sujeto, quien se transforma finalmente en residuo, en mera

738
J. L. MARTNEZ, La Nueva Novela, op. cit., p. 24.

362
imagen vaciada, la ausencia de ella en negativo. De este modo, el sujeto potico constituye una

categora atrofiada e inestable que, en su intento por emanciparse de las represiones esgrimidas

por el hablante lingstico la lengua como prisin, es, por un lado, desestabilizado por el

mismo sujeto parlante, y por otro, generador l mismo del la fisura perpetrada en el cuerpo del

hablante lingstico y represor, al vulnerar su capacidad representativa y contenedora de la lgica

del verbo. De acuerdo a ello, el lenguaje potico es comprendido por la autora como una especie

de bisagra en la cual convergen ambos registros, el pulsional y el simblico-cultural, los que al

articularse por medio de la escritura artstica dan origen a un excedente indeterminado, a aquel

residuo fantasmal, el mismo que pulula a travs de las pginas de La Nueva Novela. Aquel orden

simblico sealado por Kristeva corresponde al orden del lenguaje y la cultura razonados por

Freud739, quien desde la propuesta psicoanaltica, plantea la inhibicin de la energa pulsional y

el orden imaginario del sujeto.

Lacan740 por su parte, sostiene sin embargo y quizs de modo contrario a la esttica de

Martnez, aun cuando de todos modos en La Nueva Novela se intenta alcanzar la compaginacin

de la blancura mediante cierta disposicin de las palabras que slo es posible aprehender a este

sujeto por medio de su propia materia de represin, aun cuando de todos modos en La Nueva

Novela y en La Poesa Chilena mediante signos visuales principalmente se intente alcanzar la

compaginacin de la blancura mediante precisamente el uso significantes, del cdigo lingstico,

aunque puesto en crisis y bajo un agudo cuestionamiento. Lacan sostiene en este sentido que a

travs de la cadena de significantes el sujeto fluye haciendo emerger la figura del inconsciente

reprimido, del residuo contrario a la lgica, por medio de un lenguaje otro, aquel concerniente

739
A. TALLAFERO, op. cit.
740
DOR, JOL, Introduccin a la Lectura de Lacan I ..., op. cit.

363
a la poesa. Emerge, de este modo, un sujeto desmembrado, apenas e ilusoriamente perceptible

por medio de la palabra, puesto que esta misma ha sido en definitivamente violentada.

Sistema verbo-simblico que se revela evidentemente en crisis, dado el carcter de

deterioro y ruina asumido, tal como sostiene Brito: Martnez invita a leer la historia detrs de

los movimientos del significante, generando una estrategia para hablar de la situacin del

oprimido741. De ah entonces la desestructuracin del signo y su trasfondo, el contenido que es

extirpado en ocasiones cual cuerpo vaciado de su nima y cuyo procedimiento responde a las

polticas de represin que se aplican sobre el sujeto invalidndolo y transformndolo en el

despojo que despide un aire mnimo, los recorridos restantes del otro que en definitiva, no es

otra cosa que un yo aniquilado. De este modo, a partir del proceso de la no-presencia del sujeto

potico en Martnez, queda finalmente el residuo de una entidad que parece finalmente estar

agonizando atrapado en las incertezas del lenguaje, desde donde se recoge y desaparece, asoma y

se esfuma, se vuelve evanescente y escurridizo, al contrario de la malla del lenguaje vaco

transparente e irrompible correspondiente a la de lenguaje de los pjaros segn se expresa en

el texto de 1977742. Un sujeto que en el caso del sistema lingstico judicativo es negado por

medio de los torcimientos que la propia materia verbal impone, el lenguaje en definitiva que

oprime, que opera como dispositivo estratgico de las relaciones de poder, segn las palabras de

Foucault743, en tanto, por medio de l se moldea y construye una realidad universal que no

necesariamente se corresponde con el imaginario de otras culturas y discursividades.

741
E. BRITO, La redefinicin del contrato simblico En Campos Minados, op. cit., p. 26.
742
J. L. MARTNEZ, La Nueva Novela, op. cit., p. 89.
743
M. FOUCAULT, Esttica, tica y hermenutica, op cit., p. 59.

364
Ahora bien, precisamente en torno a la opresin del sujeto potico segn lo estimado ms

arriba, nos parece que en el contexto de produccin y publicacin de la obra de Martnez

dcada de 1970 su significado puede claramente relacionarse con el periodo de rgimen

militar y dictadura impuesta en Chile desde 1973, sin embargo coincidimos con Gmez

Olivares744 al sealar que esta sola lectura sera absolutamente restrictiva para el caso del autor,

dado que la esttica de Martnez trasciende el terreno estrictamente poltico-cultural en tanto

constituye ms bien una bsqueda de un lenguaje potico autntico y con el cual establecer

intentar algn atisbo de comunicacin con los hombres, como sucede igualmente en la propuesta

potica de Jorge Teillier, cuyo humanismo inclasificable como sostiene Rodrguez745 de igual

modo podra a nuestro juicio, considerando por supuesto las distintas directrices con las cuales se

manifiestan ambas poticas, pensarse en el contexto del proyecto potico de Martnez: intentar

vislumbrar algn destello de la verdadera poesa. De este modo, diferimos igualmente de la tesis

sostenida por Miralles746, quien postula que no es posible leer la obra de Martnez fuera del alero

del contexto sociopoltico del pas durante aquellos aos. Nos parece por supuesto que la

referencia histrico-poltica es relevante, pero no exclusiva, en relacin a la figura de un sujeto

potico oprimido como alegora de la opresin del ciudadano chileno bajo el mando militar, y de

ah por consiguiente, como sucede con los otros autores considerados en el presente trabajo, la

concepcin de un sujeto carente, fallido y fragmentado, que corresponde en definitiva al mismo

sujeto de la poesa chilena objeto de lectura en el presente estudio que, en el caso de Martnez

como en el de los otros autores adquiere en cada uno su propia forma, segn la hiptesis de

lectura por nosotros postulada. En funcin de ello, el proceso de dictadura militar, a nuestro

744
C. GMEZ OLIVARES, Esto es esto es esto es esto es. (Consideraciones previas para un acercamiento a la
obra de Juan Luis Martnez). Documento recogido el 22/05/2009 en http://www.letras.s5.com/jlm071206.htm.
745
M. RODRGUEZ, op. cit., p. 168.
746
D. MIRALLES, op. cit.

365
parecer, no constituye ms que otra manifestacin como lo es el lenguaje mismo en los

trminos de Foucault y del mismo Freud de la lgica impositiva de la razn universal y

logocntrica contra la cual atenta el trabajo potico de Martnez, vale decir, desarticular y

desajustar los preceptos que la sostienen de acuerdo a lo sealado anteriormente. El periodo de

dictadura militar como instancia de represin, como representante de la conciencia judicativa que

ahoga la emergencia del otro la poesa y su propio lenguaje. De este modo, es posible

revisar en esta escritura dicha desarticulacin mediante varios elementos que dan cuenta de la

represin poltica como una instancia representativa de la inflexibilidad del pensamiento

logocntrico, comenzando por el Epgrafe para un libro condenado: La Poltica presente como

seccin final en La Nueva Novela:

El padre y la madre no tienen derecho de la muerte sobre sus hijos, pero la


Patricia, nuestra segunda madre, puede inmolarlos para la incesan gloria de
los hombre polticos
F. Picabia
...

ADOLF HITLER Y LA METFORA DEL CUADRADO


()
En este pequeo cuadrado, lo de fuera: (el espacio blanco de la pgina) y lo
de dentro: (la fotografa) estn pronto a convertirse, a trocar su hostilidad. Si
hay una superficie lmite entre el adentro y tal afuera, dicha superficie es
dolorosa para ambos.
Mientras viva, A. Hitler pudo sufrir alguna vez el vago recuerdo de un
vrtigo: esa sensacin de cada inminente. Quizs el azaroso viaje de su
imagen fotogrfica hasta esta pgina y s virtual cada en este pequeo
cuadrado, sea la Metfora aproximativa de 2 planos: (el plano real por una
cada fsica, vertical y el plano de la realidad y el recuerdo por la horizontal
cada imaginaria) que nos permite saber que el Tiempo, como el Espacio,
tiene tambin su ley de gravedad747.

747
J. L. MARTNEZ, La Nueva Novela. Op. cit., pp. 135 y 113, respectivamente.

366
En funcin de lo sealado anteriormente, la transparencia del lenguaje potico en

Martnez y, por ende, del sujeto y del mismo autor como componente al interior de la obra

potica ha sido representada por medio del silencio, de un silencio potico. Grard Genette, al

respecto, enuncia precisamente que la literatura es una retrica del silencio748 en tanto la

reticencia y la ambigedad como objetos de silencio constituyen esencialmente a la obra literaria,

ambas como instancias que operan en el espacio de aquellos intersticios en los cuales se posa

aquello que no es explicitado en el texto. Desde este punto de vista, la creacin de la obra

literaria se debe ciertamente a la inclusin de un mensaje que no se dice, que no se expone

directamente mediante el uso del cdigo verbal, sino que queda velado tras las marcas del

lenguaje. Aquel mensaje silenciado corresponde precisamente al dominio secreto que guarda el

texto potico, al cual en funcin de aquel silencio que los resguarda no es posible acceder, ni por

parte del poeta, ni por parte del lector ni la crtica, como apunta Lisa Block de Behar:

Es imposible liberar al texto de esa zona de no dicho. Es un secreto. En el


mejor de los casos ser posible separarlo; es lo que insina la historia de la
palabra (secretus, de secernere: separar, segregar), un discernimiento (que
tiene la misma etimologa), esa operacin que realiza el lector o el crtico
cuando descubren o producen un secreto, una secrecin del texto. Cada
lector lo apartar a su manera pero, en definitiva, el secreto del texto
quedar en reserva.
Por esa reserva ocurre el acontecimiento literario: el libro como reserva
de misterio; no es inaccesible ni incomprensible, es misterio porque algo en
el texto permanece, guardado y en silencio.749

Aquel secreto propio y oculto en el texto potico, es en el caso de Martnez representado

por medio del sujeto al cual se insiste en desaparecer, sujeto secreto que guarda y conserva la

verdad genuina de la poesa a la cual el hombre simplemente no tiene acceso y a la que slo es

748
G. GENETTE, En L. BLOCK DE BEHAR, op. cit., p. 28.
749
Ibd., pp. 213 y 214.

367
posible vislumbrar desde lejos, de modo velado, tras los rastros y residuos que genere la misma

palabra o su ausencia y albura. Por ello es necesario silenciar al sujeto y a las entidades

nominales que de algn modo puedan representarlo, como sucede con el autor, con el fin de

intentar asir mediante dicha ausencia cual malla transparente aquella revelacin potica que

en definitiva no se produce. Es as como en La Nueva Novela el nombre del autor se convierte en

el mismo signo que desaparece por medio de su nominacin, se convierte en el cisne, Swan

cisne en ingls750, cuya desaparicin desaparicin igualmente del sujeto Juan permitira

aquella anhelada conexin con el mensaje cifrado del lenguaje potico, al cual slo Dios aquel

otro sujeto secreto tendra acceso: Dios, un verdadero nombre, aquel sujeto verdadero que

nos puede conducir a la verdad velada que constituye la autntica poesa:

(Swan de Dios?)
(Recuerda Jxuan de Dios!): (Olvidars la pgina!)
y en la suprema identidad de su reverso
no invocars nombre de hombre o animal:
en nombre de los otros: tus hermanos!
tambin el agua borrar tu nombre:
el plumaje annimo: su nombre taedor de signos

borroso en su designio
borrndose del borde de la pgina
...

A slabas entrecortadas quiso repetir un nombre: (Jxuan de Dios), Ah,


ese si que hubiese sido un verdadero nombre! 751

Es as como el silencio en Martnez constituye el espacio velado en el cual se guarda y

conserva aquella revelacin potica que emerge ya desaparecida dando a luz slo aquel

excedente con el cual se construye la figura del sujeto potico. Blanchot precisamente sealaba

750
T. RUNNING, op. cit., p. 34.
751
J. L. MARTNEZ, La Nueva Novela. Op. cit., pp. 87 y 91, respectivamente.

368
que toda literatura se orienta en direccin a su esencia, que es su propia desaparicin752, lo que

en definitiva consiste en aquella blancura que guarda el lenguaje potico. Entre un discurso y un

silencio ocurre la literatura seala por su parte Block de Behar753. Asimismo, en aquel

intersticio generado entre la palabra y la ausencia de ella es posible ubicar el secreto potico,

equivalente al propio sujeto de esta poesa, el que sin embargo no toma finalmente forma, no

debe adquirirla, o bien, asume la forma del informe, del espectro o del fantasma que slo se

visualiza tras la traza de significante. Dicho de otro modo, el sujeto potico en Martnez y su

silencio, ausencia o borradura, no constituye otra cosa que el intento por dar con aquella

revelacin el hallazgo, con aquel mensaje que la poesa, segn apunta Borges, est a punto de

enunciar pero que sin embargo calla, silencio potico y secreto sujeto en fuga, o en suspenso en

palabras de Sarmiento754 como nico mensaje comunicable por parte del significante, esttica

que en Martnez puede asimismo vincularse por la concepcin de poesa comprendida por

Benedetto Croce, tal como el mismo Borges enuncia a continuacin, y lo que se traduce en

definitiva como la imposibilidad de la misma poesa y del sujeto potico como instancias

acabadas, concretas, consumadas plenamente:

Eso concordara con la tesis de Benedetto Croce; ya Pater, en 1877, afirm


que todas las artes aspiran a la condicin de la msica, que no es otra cosa
que forma. La msica, los estados de la felicidad, la mitologa, las caras
trabajadas por el tiempo, ciertos crepsculos y ciertos lugares, quieren
decirnos algo, o algo dijeron que no hubiramos debido perder, o estn por
decir algo; esta inminencia de una revelacin, que no se produce, es, quiz,
el hecho esttico.755

752
M. BLANCHOT. En L. BLOCK DE BEHAR, op. cit., p. 169.
753
Ibd., p. 215.
754
O. SARMIENTO, op. cit., p. 246.
755
J. L. BORGES, La muralla y los libros. En Nueva antologa personal. Mxico: Siglo XXI, 2004, p. 195.

369
2.6. Ral Zurita: sujeto exacerbado y grandilocuente.

Si bien la produccin potica de Ral Zurita756 prcticamente en su totalidad ha sido

ampliamente reconocida y valorada por la crtica especializada, otorgndole al poeta un sitial de

relevancia entre las grandes letras nacionales, sus textos iniciales, principalmente Purgatorio

756
Ral Zurita Canessa naci en Santiago el 10 de enero de 1950. Egres de Ingeniera Civil de la Universidad
Tcnica Federico Santa Mara, en Valparaso, pero nunca ejerci como tal. Militante del partido comunista en la
dcada del 70, fue apresado para el 11 de septiembre de 1973 y retenido por tres semanas en las bodegas del barco
Maipo, en las costas de Valparaso. Segn sus propias declaraciones, su primer texto Purgatorio (1979) surge a raz
de las condiciones de alta precariedad personal y social vividas en aquellos aos, situacin que paulatinamente
comenz a cambiar a partir de la fecha de sus primeras publicaciones, Purgatorio ya fechado y Anteparaso
(1982), e incluso aos antes, en 1974, con la publicacin de su poema reas verdes: un matrimonio en el campo
en el nico nmero de la revista Manuscritos del Departamento de Estudios Humansticos de la Universidad de
Chile. Desde un inicio, precisamente, sus textos llamaron la atencin al interior de la crtica, logrando incluso una
elogiosa recepcin por parte del crtico de derecha Ignacio Valente Jos Miguel Ibaez quien alab los textos de
Zurita desde su primera publicacin en Manuscritos, situando al poeta, despus de la aparicin de Purgatorio, como
una de las grandes promesas de las letras nacionales, comparndolo incluso con Neruda y Mistral.
Durante fines de los aos 70 e inicios de los 80, Ral Zurita forma parte del llamado grupo C.A.D.A. Colectivo de
Accin de Arte, constituido por los escritores y artistas visuales Diamela Eltit, Lotty Rosenfeld, Fernando Balcells
y Juan Castillo, quienes se dedicaron en conjunto a realizar intervenciones artsticas en espacios pblicos, a favor de
la comunidad y en protesta ante las represiones impuestas por el rgimen militar. En la lnea de la accin,
precisamente, Zurita ha constituido en s mismo una figura llamativa y polmica debido a una serie de eventos de
carcter extra-escritural entendidas por l y por otros en parte como acciones de arte que lo han destacado
desde sus inicios en la escena literaria nacional y llevado a generar hasta el da de hoy, diversas reacciones a favor
y en contra entre escritores, poetas y crticos del medio. Desde hechos como la herida autoinferida en su mejilla en
1975, la que aparece retratada en Purgatorio, hasta las megaescrituras efectuadas en el firmamento de New York
(1982) y el intento fallido por cegar sus ojos con amonaco a fin de autoimpedir ver su propia escritura y en el
Desierto de Atacama (1993).
Actualmente, Zurita es considerado como en uno de los poetas ms relevantes de la literatura chilena contempornea
e hispanoamericana. Ha recibido variados premios y reconocimientos nacionales e internacionales, entre ellos, el
Premio Pablo Neruda (1988), el Premio Municipal de Poesa (1994), Premio Nacional de Poesa (2000) el que
gener un alto nivel de crticas y polmica por parte de la clase literaria chilena, rechazos y desavenencias incluso al
interior del jurado que otorg el galardn y Premio de Poesa Jos Lezama Lima (2006); y las becas Guggenheim
(1984), Fundacin Andes (1987) y DAAD de Alemania (2003). Se desempe igualmente como Agregado Cultural
en Italia, durante el primer gobierno de la Concertacin, entre los aos 1990 y 1995, y como asesor del Ministerio de
Obras Pblicas durante la administracin de Eduardo Frei Ruiz-Tagle; situaciones por las cuales ha sido criticado
ampliamente, en virtud de su militancia comunista de otrora y sus vnculos con la actual clase poltica dominante.
En torno a su produccin potica, esta est compuesta por las obras Purgatorio (1979), Anteparaso (1982), Canto a
su amor desaparecido (1985), El amor de Chile, (1987), Seleccin de poemas (1990), La vida nueva (1994),
Poemas militantes (2000), INRI (2003), Los pases muertos (2006). En narrativa, public la novela El da ms
blanco (1999), y en ensayo, los textos Literatura, lenguaje y sociedad 1973-1983 (1983) y Sobre el amor, el
sufrimiento y el nuevo milenio (2000).

370
(1979) y Anteparaso (1982) han ocupado hasta el da de hoy un lugar sobresaliente en el marco

de esta escritura, pues han sido consideradas como las obras emblemticas e incluso superiores

del autor por una parte importante de la crtica, sin desmerecer por supuesto su obra potica

posterior. En el contexto de nuestro presente anlisis, ambos poemarios se circunscriben al

objeto de estudio delimitado, junto a los textos Canto a su amor desaparecido (1985) y El amor

de Chile, (1987), de modo de constituir en conjunto el corpus escritural del poeta durante la

dcada de 1980.

De acuerdo a nuestra lectura, precisamente, el sujeto que emerge en esta poesa obedece a

las marcas de una entidad exacerbada, ampulosa, hiperblica, en otros trminos, un yo

grandilocuente que tiende de algn modo a enaltecer su figura a partir de una serie de formas y

manifestaciones, en gran parte ya sealadas por la crtica. Un sujeto que en el afn por

intensificar su presencia tiende a metamorfosearse en cada uno de los signos representativos y

distintivos de la poesa de Zurita: Chile, el paisaje desierto, cielo, cordillera, entre otros;

Cristo, su crucifixin y el correlato bblico; el sujeto femenino; y la referencia a grandes eventos

de la literatura universal, entre ellos como primer gran referente el infierno de Dante, las voces

del Siglo de Oro Espaol y su mirada hacia el mundo clsico, como igualmente los premios

Nobel Pablo Neruda y Gabriela Mistral, entre otros artistas destacados. Asimismo, constituyen

parte de estas formas asumidas por el sujeto las realizaciones de actos o eventos artsticos cuyo

soporte de expresin difiere al utilizado tradicionalmente por la escritura potica el papel

como lo han constituido, en este caso, las escrituras efectuadas por Zurita en el cielo de New

York en 1982, y en el Desierto de Atacama en 1993. No obstante, y en consonancia con los

anlisis efectuados en torno a los poetas anteriores, y a las marcas propias del sujeto posmoderno

desentraado, la grandilocuencia y exacerbacin del yo no constituye en Zurita otra cosa que el

371
modo entrampado de representar el vaco, la fragmentacin, la precariedad y ausencia de un

sujeto en medio de un contexto de extincin la dictadura militar y su respectivo afn por

sobreponerse y sobrevivir trascender a este proceso de represin nacional y universal en los

trminos de esta poesa.

2.6.1. Mutaciones del sujeto en el paisaje: el sujeto-pas, espejismos y bsqueda


de la identidad.

El primer elemento de anlisis en nuestro caso es el paisaje. En Zurita, y tal como lo ha

sealado la crtica, el paisaje constituye un signo de mxima relevancia, presente en los cuatro

poemarios incluidos en el presente estudio, con breves matices diferenciadores, pero que en

definitiva dan cuenta del mismo fenmeno. La mencin reiterada al Desierto de Atacama como

sujeto protagonista de su obra, la Cordillera de los Andes, las montaas, el cielo, los pastizales,

las llanuras, las playas de Chile, el mar, las rocas, etc. constituyen en gran parte el escenario

particular de esta poesa. Sin embargo, tal como seala Peralta, estos elementos no constituyen

una mera abstraccin, la conjuncin de simple objetos decorativos pertenecientes al ambiente en

el cual se sita al sujeto potico757, sino que corresponden efectivamente a representaciones,

mutaciones del propio sujeto que se presenta y ausenta a travs de estas formas. Es as como

en Zurita, el paisaje es el sujeto, es su cuerpo, que ha sido devastado, maltratado, arrasado por las

fuerzas opresoras:

i. El Desierto de Atacama son puros pastizales.


ii. Miren a esas ovejas correr sobre los pastizales del

757
R. PERALTA, El paisaje en la obra potica de Ral Zurita. En documento recogido el 22/05/2009 en
http://www.letras.s5.com/rz151106.htm.

372
desierto
iii. Miren a sus mismos sueos balar all sobre esas
pampas infinitas
iv. Y si no se escucha a las ovejas balar en el Desierto
de Atacama nosotros somos entonces los pastizales
de Chile para que en todo el espacio en todo el mundo
en toda la patria se escuche el balar de nuestras
propias alma sobre los desolados desiertos miserables.758

La crtica precisamente coincide con la imagen del paisaje como representativa de un

sujeto en estado de desolacin y abandono como consecuencia de la situacin de violencia y

represin impuesta, en el contexto de produccin de la obra, por el Golpe de Estado y el rgimen

militar. Cnovas al respecto afirma que existe una continuidad entre los trastornos del paisaje y

los trastornos que sufre el individuo y su comunidad759, en tanto las marcas y llagas impresas en

l se reflejan igualmente en el entorno. Por su parte, Eugenia Brito apunta que el desierto en

Zurita constituye el espacio del sueo, onrico y fantasmagrico en virtud de la seccin

Desiertos de Purgatorio compuesta a su vez por tres poemas denominados cada uno Como un

sueo en el cual el sujeto deambula y se extrava en medio de una suerte de zona infernal,

fantasmal y quimrica en donde slo es posible percibir la despojos y restos generados por la

impronta avasalladora de la hegemona poltica. El paisaje se transforma en este sentido en un

espejo del yo760, en el que el sujeto se refleja y proyecta su estado ruinoso, su lamento

permanente. Precisamente, la nocin del espejo en el desierto presenta una doble lectura en tanto

constituye, por un lado, el signo o apertura al verdadero rostro del sujeto, lo que en el contexto

de Zurita entendemos como una ventana abierta hacia la recuperacin del yo genuino, real, y por

758
R. ZURITA, Purgatorio. Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales, 2007, p.35.
759
R. CNOVAS, Lihn, Zurita, Ictus, Radrign: literatura chilena y experiencia autoritaria. Santiago: FLACSO,
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, 1986, p. 73.
760
E. BRITO, Un continente semiotizado en femenino: la escritura de Ral Zurita. En Campos Minados (Literatura
Post-golpe en Chile). Op. cit., p. 68.

373
ende, el rescate del yo respecto del paisaje de desolacin y destruccin en el cual se encuentra; y

por otro, el espejo del desierto en tanto oasis en el cual aquella ventana de salvacin y esperanza

se diluye en el deseo del individuo perdido, un oasis en el cual el paisaje chileno emerge como

un Edn761. En este sentido, postulamos que la nocin de desierto como espejo expuesta por

Brito opera como una especie de bisagra en la cual confluyen ambas aristas presentes a lo largo

de esta poesa. Al respecto, la crtica ha apuntado ciertamente que es posible apreciar dos

tiempos opuestos en cuanto a las circunstancias que rodean al sujeto, vale decir, por un lado, el

tiempo inicial de dolor y desamparo correspondiente a la situacin descrita, manifestada con

certeza en Purgatorio y Canto a su amor desaparecido, y por otro, un tiempo posterior de

esperanza y expectativas en las cuales el sujeto se levanta y sobrevive a la experiencia aciaga, lo

que puede visualizarse ampliamente en los poemarios Anteparaso y El Amor de Chile. Cnovas

seala en torno al primero de estos que en la historia narrada en sus poemas-relatos de la seccin

Pastoral se distingue la oposicin separacin-reunin, correspondiente por un lado, al tiempo

inicial de escisin, angustia y dolor del sujeto y pueblo fragmentado, destrozado; y por otro, al

tiempo final del encuentro y reencuentro del sujeto consigo mismo, con su pareja, con su

comunidad y de esta consigo misma: Del abandono al amor, de la patria traicionada a su

liberacin762. Por su parte, el mismo Zurita concibe su obra en estos trminos en tanto ha

declarado que precisamente el recorrido de su produccin potica se genera desde una herida

inicial, representada a nivel textual y visual en Purgatorio su fotografa con la mejilla quemada,

acto a partir del cual se inicia su poesa segn sus propias palabras763, y avanza hacia el

761
R. CNOVAS, op. cit., p. 84.
762
Ibd., pp. 75 y 76.
763
A propsito de este evento, el poeta afirma: Pero no hice eso por poesa. Al contrario: estaba desesperado. Haba
tenido una situacin de tantas de infinita humillacin en ese tiempo. Y me acord de esa imagen evanglica, que te
dicen que si te dan una bofetada en la mejilla derecha, pon la izquierda: entonces fui y me quem la cara. Despus
entend que all haba comenzado la poesa para m. Con un acto solitario y desesperado, encerrado en un bao, con
un fierro calentado al rojo. Despus la fotografa de las cicatrices fue la tapa de la primera edicin de Purgatorio:

374
vislumbre la felicidad, el paraso como el nombre de su segunda obra Anteparaso764, el que se

prev de modo simultneo a lo largo de su obra y sus distintos poemarios: es que el ro de la

dicha corre paralelo al de la desgracia, pero nunca se van a topar. Por eso, en los sucesos ms

desesperados y trgicos, campea el hlito de la vida765. Asimismo, es posible leer en las lneas

de Purgatorio:

v. Entonces veremos aparecer el infinito del Desierto


()
vii. Entonces sobre el vaco del mundo se abrir
completamente el verdor infinito del Desierto de
Atacama766

Esta dualidad de algn modo tiende a teir la poesa completa de Zurita y

especficamente los textos que constituyen nuestro corpus de estudio, en tanto otorgan una doble

significancia y un matiz de ambigedad que potencia el espacio ambientado en el poema y la

configuracin misma del sujeto. En relacin a este ltimo, nuestra lectura postula precisamente

la configuracin de un sujeto en el cual confluye una doble faz, por una parte, la exposicin de

un sujeto superlativo, exacerbado, desmesurado, que bordea en Zurita el afn de grandeza; y por

otra parte paradojalmente, la precariedad del sujeto maltrecho, inconsistente y fragmentado

que se esconde tras la mscara de una entidad omnipotente. Si bien, en los poemarios de Zurita

es evidente la imagen del sujeto en abandono, esta se emite igualmente a travs de cuerpos

fue un performance de desesperacin. En N. T. RAMOS y F. CUYA, La poesa es un sueo del que no puedes
despertar. Entrevista con Ral Zurita. Identidades, lunes 8 de noviembre de 2004. Documento recogido el
22/05/2008 en http://letras.s5.com/rz2201062.htm.
764
Respecto a Anteparaso, Zurita ha dicho: Y el anteparaso es algo donde, a pesar de todo, est el vislumbre de
una posible e hipottica libertad, de una posible e hipottica felicidad. En M. TOLEDO, Ral Zurita en Poetry
Internacional 2004. Deberamos estar llorando (Entrevista). BBC Mundo.com, lunes 1 de noviembre de 2004.
Documento recogido el 22/05/2008 en http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/misc/newsid_3967000/3967015.stm.
765
R. ZURITA en C. ALAMO, Me siento cerca de los dbiles porque soy uno de ellos. (Entrevista). Revista Caras,
16 abril de 1999. Documento recogido el 22/05/2008 en http://www.letras.s5.com/zurita260402.htm.
766
R. ZURITA, Purgatorio, op. cit., p. 32.

375
colosales, espaciosos y solemnes, segn ciertas claves de la cultura occidental. De este modo, el

paisaje chileno presentado en su vastedad y magnitud, a travs de dominios extensos e

imponentes como es el caso del desierto, las playas y la cordillera, entre otros, da cuenta de una

entidad engrandecida como es un pas, una nacin, que ha sido sin embargo lacerada por otra

entidad superior en trminos de poder y dominio poltico-econmico y social, pero no en cuanto

a su naturaleza, vale decir, a los atributos de su pueblo, su riqueza humana y natural, su

comunidad. En otras palabras, en Zurita el yo lacerado, mutilado es un gigante, un ser colosal,

el que por ende poseer siempre la fuerza para levantarse ante estos agravios. Chile es, en este

sentido, el sujeto mismo vctima de la opresin, o dicho de otro modo, el sujeto potico en los

textos de Zurita es Chile en toda su extensin, y tal como se expone en su obra, en todo su dolor,

sufrimiento y grandeza. Cnovas, como ya se ha apuntado, postula esta identificacin entre

paisaje y sujeto lrico, en tanto as como el paisaje es arrasado por las leyes de la naturaleza, los

hombres son tambin arrasados por las leyes dictadas por ellos mismos y por la sociedad767.

Ahora bien, si en algunos momentos el sujeto de Zurita es individual como sucede en la primera

seccin de Purgatorio, denominada En medio del camino y en gran parte en Canto a su amor

desaparecido, este sujeto-pas mencionado se torna evidentemente colectivo en los cuatro

poemarios estudiados. De este modo, el sufrimiento, la devastacin y la tortura son padecidas por

el pas en pleno, por un sujeto nacional que contiene en s mismo a todos los chilenos:

iv. Y cuando vengan a desplegarse los paisajes


convergentes y divergentes del Desierto de Atacama
Chile entero habra sido el ms all de la vida porque
a cambio de Atacama ya se estn extendiendo como
un sueo los desiertos de nuestra propia quimera
all en estos llanos del demonio

767
R. CNOVAS, op. cit., p. 73.

376
..

Porque apedreados nadie encontr un solo justo en esas


playas sino las heridas de la patria abiertas llagadas
como si ellas mismas les cerraran con sus sombras los
ojos
()
Porque apedreado Chile no encontr un solo justo en
sus playas sino las sombras de ellos mismos flotando
sobre el aire de muerte como si en este mundo no
hubiera nadie que los pudiera revivir ante sus ojos768

En este sentido, la nocin de sujeto colectivo se asocia precisamente a la concepcin

posmoderna del mismo, dado que implica la comprensin de esta entidad como un ser estallado,

desintegrado, fragmentado y no constituido por el contrario, como una entidad monoltica,

ntegra, postulada anteriormente por las teoras del iluminismo y el cogito cartesiano. De acuerdo

a ello, la misma diseccin generada entre la imagen de sujeto singular y colectivo es propia de la

disgregacin interna que presenta el yo posmoderno, e incluso la modalidad de un sujeto que

asume mltiples identidades, como hemos planteado a modo de hiptesis para el presente estudio

y para la misma lectura de Zurita variadas formas y mutaciones representativas de la

exacerbacin del yo constituye una particularidad inherente al sujeto en mencin. De este

modo, y segn lo expuesto por Subercaseaux, el sujeto posmoderno constituye un proceso, un

llegar a ser no un ser definitivo en el cual confluyen las tensiones entre el espacio egocntrico

de un yo individual y el espacio colectivo de un conjunto de yoes equivalente a un nosotros. En

otras palabras, convergen en la entidad subjetiva un anverso y un reverso, correspondientes a un

768
R. ZURITA. Los fragmentos citados corresponden respectivamente a Purgatorio, op. cit., pg. 37; y Anteparaso,
Santiago: Editorial Universitaria, 1997, pg. 19.

377
nosotros un hacia fuera colectivo y un yo un hacia fuera singular 769. En el caso de

Zurita, esta ambivalencia entre lo singular y lo colectivo se hace presente con mayor fuerza en

los poemarios Purgatorio y Anteparaso, en tanto en ambos textos la angustia personal de un

sujeto extraviado y msero se traduce en el dolor nacional prcticamente universal de toda la

patria, de una comunidad en estado de quiebre. Es as como en Zurita el sujeto transformado en

pas, en un cuerpo-pas, ha sido afectado en toda su extensin y en su geografa ms relevante y

significativa desde la perspectiva del imaginario chileno: el desierto, las playas, el mar, la

cordillera, el cielo la geografa impresa por los textos escolares, y transmitida al pueblo por esta

va, dando forma al imaginario colectivo de Chile. El cuerpo del sujeto ha sido entonces

fracturado, acribillado por completo, de pies a cabeza, de norte a sur; en otras palabras ha sido

derribado cual gigante sujeto-pas en toda su extensin y magnitud, por medio de los

paisajes-emblemas de su dominio:

i. El Desierto de Atacama son puros pastizales


...

i. Miremos entonces el Desierto de Atacama

ii. Miremos nuestra soledad en el desierto

.....

III. Por eso las playas no fueron las rojas playas de


Chile sino apenas un jirn sobre el viento como
harapos por esos cielos flameando
()
IV. Porque entumido Chile comenz a pintarse desde
Esos jirones

769
B. SUBERCASEAUX, La constitucin de sujeto: de lo singular a lo colectivo. En J. L. MARTNEZ (editor),
Identidades y Sujetos. Para una discusin latinoamericana. Santiago: Ediciones Facultad de Filosofa y
Humanidades, Universidad de Chile; LOM Ediciones, 2002.

378
.

Todo Chile se iba borrando en este ocano de lgrimas


hasta quedar apenas un jirn doloroso baado por la
costa verde empapado como si una maldicin lo
volara sacndole el aura de los ojos

II. Las cordilleras de Chile gimiendo monte adentro


como animales perdidos

III. Tras los paisajes muertos tapndolo todo igual que


bestias que cubrieran los valles muertas de fro
empinndose tras los cerros

II. Sobre los pastos quemados Chile mismo se secaba


desmembrado ardindose hasta la madre

III. Amarillo el mismo cielo arda sobre los valles


moribundos como palos de zarza hasta la madre
secndose

Por donde Chile crepit de muerte sobre sus valles y los


valles fueron all el consumado todo est que gritaron
llorando a las alturas abandonadas como una maldicin
que les consumiera entera la vida en esos pastos770

Por su parte, la nocin de pas est relacionada etimolgicamente con el trmino

paisaje, en tanto a aquel se le aadi el sufijo latino aje (aggio, age), transformando la

expresin original paese, pays771. La palabra proveniente entonces de la conjuncin verbal

pas-aje comprende la descripcin desde un punto de vista interior de un territorio en

particular, especficamente de un pas. Precisamente, la nocin de paisaje implica la idea de

770
R. ZURITA. Los fragmentos citados corresponden respectivamente a Purgatorio, op. cit., pp. 35 y 38; y
Anteparaso, op. cit., pp. 26, 34, 56, 84 y 88.
771
A. BERQUE, En el origen del paisaje en Revista de Occidente Paisaje y Arte, N 189, Madrid, febrero de
1997, p. 18.

379
subjetividad, en cuanto aquella equivale a una construccin de sentido efectuada por el sujeto

que observa. En otros trminos, el paisaje equivale no a un fenmeno de carcter objetivo que

rodea al hombre y con el cual este confluye en un momento determinado de la historia, sino que

por el contrario, corresponde a una construccin mental efectuada por el sujeto observador en

relacin a su mirada dispuesta sobre cierta zona o fragmento geogrfico. El paisaje como una

construccin cultural y en cuya edificacin participan el aparato ideolgico y emocional desde

los cuales se efecta el acto de contemplacin, por ende no es un lugar fsico, sino una serie de

ideas, sensaciones y sentimientos que elaboramos a partir del lugar, segn apunta Maderuelo772.

En los textos de Zurita, el paisaje hemos dicho opera no como el ornamento en el cual se

extiende o constrie la existencia de sujeto, sino como una zona de transferencia en la cual el

mismo sujeto del discurso sujeto de la enunciacin se trasvasija en sujeto del enunciado,

se vuelve paisaje, se vuelve pas, se funde con el territorio y con los otros, de acuerdo al

engranaje emocional angustia, padecimiento, horror en l articulado.

Pero alguien crey que si los Andes se marchaban


todos nos iramos alzando en el horizonte igual que
blancuras que los mismos muertos copiaran: Somos
los muertos que caminan les aullaban a Chile los
nevados cedindonos su sitio

..

Pero mi amor ha quedado pegado en las rocas, el mar y las montaas.


Pero mi amor te digo, ha quedado adherido en las rocas, el mar y las
montaas.773

772
J. MADERUELO, Introduccin: El Paisaje, en Actas. El Paisaje. Arte y Naturaleza. Huesca: Ediciones
La Val de Onsera, septiembre de 1996, p. 10.
773
R. ZURITA, Los fragmentos citados corresponden respectivamente a Anteparaso, op. cit., p. 55; y Canto a su
amor desaparecido, Santiago: Editorial Universitaria, 1985, p. 13.

380
En esta lnea, la utilizacin del paisaje a nivel macro en Zurita ha excedido precisamente

los lmites concedidos al texto como artefacto y los soportes tradicionales que este ofrece el

papel. Ello, debido a que el poeta ha incorporado efectivamente el paisaje en su obra, pero ya

no como entidad mimtica o en calidad de representacin escritural, sino que por el contrario, es

el paisaje real, emprico, el que ha sido utilizado como soporte para la escritura potica. Es el

caso de la escritura efectuada en los cielos de New York en junio de 1982, cuyos poemas forman

parte de la seccin La Vida Nueva del poemario Anteparaso; y de la escritura efectuada

posteriormente en 1993 sobre el Desierto de Atacama. En torno al primer caso, se trata de quince

frases atributivas redactadas en tercera persona referida en el texto a un Dios, a excepcin del

ltimo verso, y encabezadas por el pronombre posesivo mi, el que a su vez constituye el

modificador del sujeto gramatical compuesto por el ncleo Dios774. Las fotografas de los

escuetos versos los que son breves por razones prcticas, dado que despus de diez minutos en

el aire stos comienzan a desvanecerse escritos con humo en un cielo despejado y de azul

homogneo fueron igualmente incluidos en la edicin del poemario y aparecen distribuidos a lo

largo del texto en conjunto de tres, como bisagras antes del inicio de cada seccin del texto.

Ahora bien, en relacin a nuestra hiptesis de lectura, el gesto efectuado por el autor y el registro

de su materializacin incluido en Anteparaso como parte constituida de los poemas que

componen esta obra, otorgan un ncleo de significacin que se condice efectivamente con la

nocin de sujeto superlativo postulada por nosotros. Un primer elemento al respecto, es la

dimensin fsica de la escritura en total 9 kilmetros de largo, pues el objetivo del autor al

momento de idear y realizar este acto es que los versos puedan ser ledos desde diversos puntos

774
Los versos correspondientes a esta seccin y escritos en el cielo de New York son: Mi Dios es hambre / Mi Dios
es nieve / Mi Dios es no / Mi Dios es desengao / Mi Dios es carroa / Mi Dios es paraso / MI Dios es pampa / Mi
Dios es Chicano / Mi Dios es cncer / Mi Dios es vaco / Mi Dios es herida / Mi Dios es ghetto / Mi Dios es dolor /
Mi Dios es / Mi amor de Dios. R. ZURITA, Anteparaso, op. cit., p. 9.

381
de la ciudad y por un alto nmero de personas, principalmente la comunidad latinoamericana

residente en New York; en las palabras del mismo Zurita, la escritura de estos versos como una

mxima apuesta a la visualidad775. Es as como el autor comprende el acto de escritura en el

firmamento como una instancia mayscula de expresin en tanto por medio del cielo es posible

manifestar sin lmites el sentir potico el propio y el de una comunidad el que es considerado

por Zurita como desbordante y profuso desde el punto de vista del arte y de la vida misma,

adems de concebir este soporte, el cielo, como una especie de ventana o abertura hacia un ms

all lleno de prodigios, reveladores muchas veces de los orgenes y destinos del hombre:

Otra idea era que el cielo, desde los tiempos ms remotos, ha sido el lugar
hacia el cual todas las comunidades han dirigido siempre sus miradas
porque creen que all estn las seas de su destino. En ese sentido, era
hermoso ocupar ese mismo cielo como una pgina donde se pudiera
escribir. Haba tambin una frase bblica de San Juan que dice Vuestros
nombres estn escritos en el cielo. Pero era, finalmente, una especie de
apuesta a algn da, cuando todo lo que se pueda entender por la
emotividad humana, por la afectividad, por las pasiones, va a poder
proyectarse y encontrar sus respuestas y su sustento en los grandes
escenarios que miramos permanentemente: el firmamento, las montaas,
las cordilleras, etc.776

En el mismo Anteparaso, es posible asimismo comprender la nocin de cielo como un

espejo en el cual el sujeto reconoce su propio rostro: Color rostro humano es el cielo () Color

de cielo es mi Dios777. De este modo, se genera asimismo en Zurita el reconocimiento del cielo

como espacio en el cual acontece el sujeto en plenitud, en toda su magnitud, como espacio mtico

en el cual se resguarda su esencia, en el cual se conserva la naturaleza del hombre en conexin


775
R. ZURITA. En J. A. PIA, Conversaciones con la Poesa Chilena. Santiago: Pehun Editores, 1993, p. 215.
776
Ibd., p. 218.
777
R. ZURITA, Anteparaso, op. cit., p. 144.

382
con sus orgenes y sus dioses. En Zurita entonces, el rostro humano es equivalente al rostro de

Dios, o dicho de otro modo, el rostro del sujeto de esta poesa se corresponde al de un sujeto

divino, al de un sujeto superior. Lo anterior como forma de representar la grandiosidad de un yo

por medio de referentes colosales: por un lado, el firmamento como espacio del sujeto y en el

cual es posible hacerse manifiesto sin lmites y en toda su extensin; y por otro, la

materializacin de una escritura en grande como manifestacin de la grandilocuencia del yo, vale

decir, su voz y letra amplificada como signo de lo que en definitiva es segn la propuesta de

esta poesa, vale decir, una voz sublime, sobrehumana, la voz del hombre en todo su esplendor,

del hombre hecho Dios su propio Dios. Es entonces este Dios quien habla desde el cielo y, en

su ambivalencia, tambin es el hombre haciendo referencia a esa propia divinidad. De acuerdo a

ello, los versos impresos en el cielo neoyorquino aluden justamente a las particularidades de este

Dios que sostiene en vida al sujeto o a s mismo en funcin de las ciertas cualidades que dan

cuenta de la humanidad inscrita en este sujeto divino: hambre, no, desengao, carroa,

cncer, vaco, herida, ghetto, dolor. Vale decir, rasgos desfavorables y contradictorios presentes

en todo o cualquier ser humano, en tanto ello forma parte de su real naturaleza, develando por

consiguiente caracteres inherentes a todo sujeto y especficamente el posmoderno en razn de

su efectiva humanidad: precariedad, carencia, insuficiencia, inconsistencia, solubilidad. El sujeto

de Zurita entonces, intenta hacer uso de la figura magnnima Dios como mecanismo para

enmascarar a este sujeto que se deshace en su fragilidad, pero que a su vez es Dios de s mismo,

y en medio de esa herida intenta levantarse, sostenerse, simular o semejar la imagen divina, en

otras palabras, ser sujeto y manifiesto en la apariencia, quizs como una de las nicas vas de

supervivencia y restitucin del yo y de su propia dignidad arrebatada.

383
En el caso de la escritura en el Desierto de Atacama efectuada en 1993, esta corresponde

al verso Ni pena ni miedo, poema con el cual cierra su obra La Vida Nueva, publicada en 1994.

Desde la perspectiva de la megaescritura, este evento tambin se corresponde con la

manifestacin de una voz ampulosa y superlativa mediante la cual se da cuenta de un sujeto en

iguales condiciones, y que como tal, se superpone a la expresin de otras voces e incluso al

paisaje en el cual se inserta. De modo opuesto a la escritura efmera efectuada en el cielo en

1982, las palabras impresas en el desierto tienen por el contrario la pretensin inicial de loa

perennidad en tanto el poeta espera que aquella escritura permanezca durante siglos grabada en

el paisaje chileno:

La escritura que hice en el desierto se quedar ah por cientos de aos,


porque nada se borra en el desierto, an ahora est ms bello que cuando
se realiz y no importa que la obra se le halla ocurrido a un tal Zurita, es
una obra del desierto; ya ves que ms al norte estn los geoglifos y an
ms all las lneas de Nazca que son sorprendentes, entonces esta frase Ni
Pena Ni Miedo se va a confundir con todas las otras ()778

Tal como ha apuntado el autor, adems de su carcter indeleble lo que por cierto no se

logr materializarse a cabalidad779 la escritura en el desierto tiene la pretensin de equiparase a

otras de factura inmemorial y cifrada, como es el caso de pintura rupestre en Atacama y las

lneas de Nazca, estas ltimas relevantes asimismo por el vasto tamao que presentan.

778
R. ZURITA. En S. MALDONADO, Ral Zurita. (entrevista). Revista LakmaPuski (Revista virtual de poesa
chilena y universal), invierno de 2006. Documento recogido el 24/05/2008 en
http://www.poesias.cl/reportaje_zurita.htm.
779
No obstante lo sealado por Zurita, l mismo da cuenta aos ms tarde que la escritura en el desierto ha sido en
gran parte borrada por el desierto, la arena y el tiempo: En un mundo donde lo ms presente es la pena y el miedo,
esa frase creo, es el nico deseo vigente. En todo caso es increble, el desierto donde est escrita se encarg de
borrar todas las palabras salvo la palabra miedo. Es para m demasiado elocuente. R. ZURITA. En A. LAVQUEN,
Ral Zurita: Un poeta vale por cien novelistas. (entrevista). En Punto Final, N 555, 24 octubre de 2003.
Documento recogido el 24/05/2008 en http://lavquen.tripod.com/entrevistaaraulzurita.htm.

384
Igualmente, el poeta postula estos versos como una forma de reconstituir las voces de los pueblos

originarios que dejaron huellas sobre el paisaje como testimonios de su propia existencia y en

ofrenda a los dioses o antepasados asociados a la imagen del cielo780. La marca del sujeto

entonces en Zurita es la inmensidad articulada con lo sempiterno y con lo genuino, lo relativo al

origen del hombre, en donde este guarda su verdadera fuerza, su verdadera divinidad. En este

sentido, el significado del verso Sin pena ni miedo, remite por un lado, a la opresin y

violencia padecida por los chilenos bajo el gobierno militar, lo que equivale a la figura de un

sujeto potico apresado por una fuerza represora representativa de la situacin poltica del pas

durante las dcadas de 1970 y 1980; y por otro, a la imagen de un sujeto en persistencia, en

resistencia a pesar del periodo afligente en el cual est circunscrito, rasgo caracterstico de la

poesa de Zurita y presente efectivamente en los textos delimitados para este estudio. Es as

como es posible visualizar en cada uno de los textos el nimo valeroso, brioso y esperanzador de

un sujeto que no descansa en su tentativa por reponerse a s mismo, a travs de su patria, su

cuerpo y su paisaje. En otros trminos, el intento del sujeto por reconstituirse, a partir y a pesar

de los fragmentos con los cuales est hecho:

En que la patria borrada fue renaciendo como una playa


que les haca luz de sus despojos y donde resurrectas
hasta las piedras de Chile se alzaron gritando de dicha
delirantes maravillas mirando todo el universo
saludar la revivida que les vesta de fiesta los ojos

IV. Y entonces erguidas como si un pensamiento las


moviese desde los mismos nevados desde las
mismas piedras desde los mismos vacos
comenzaron su marcha sin ley las impresionantes

780
R. ZURITA. En C. VALDS URRUTIA, Nace La vida nueva (Entrevista). El Mercurio, 25 de julio de 1993,
pp. 24 y 25.

385
cordilleras de Chile

Aparece entonces!
Levntate nueva de entre los paisitos muertos
chilenos, somozas y traidores
levntate y lrgate de nuevo su vuelo y su canto
al que slo por ti paisa vuela, canta y toma forma
devulveselo a ste el ms soado y lloro
desaparecido del amor
palomo y malo781

Al respecto, Carmen Foxley seala que uno de los elementos constitutos de la poesa de

Zurita es precisamente el gesto deliberativo782 del sujeto potico en tanto pese a la situacin de

incertidumbre e inestabilidad en la que se encuentra y que es, en definitiva es significativo el

acto de voluntad de hacer y decisin que expresa en torno a acciones y eventos futuros

relativos a su propio renacer y liberacin. Sin embargo, estos mismos propsitos se ubican en un

estado de imposibilidad e impracticabilidad expresados en formas subjuntivas, segn destaca

Foxley en tanto pertenecen en Zurita al plano del deseo, del anhelo del sujeto, presentados en el

poemario como propios de la dimensin del sueo y, por ende, susceptibles de disolucin y

finitud.

De acuerdo a ello, es posible leer en el Eplogo de la seccin Pastoral de Anteparaso:

Recortados en la noche, como espejismos, con las manos


recogamos puados de tierra y del pasto verde
que creca. S que todo esto no fue ms que un sueo
pero aquella vez fue tan real

781
R. ZURITA, Los fragmentos citados corresponden respectivamente a Anteparaso, op. cit., pp. 35 y 50; y Canto a
su amor desaparecido, op. cit., p. 27.
782
C. FOXLEY, Ral Zurita y la propuesta autorreflexiva de Anteparaiso. En R. YAMAL, La poesa chilena
actual ( 1960 1984 ) y la crtica. Concepcin: Ediciones LAR, Literatura Americana Reunida, 1988, p. 276.

386
el peso de la tierra en mis manos, que llegu a creer
que todos los valles naceran a la vida783

Desde la perspectiva del psicoanlisis, los sueos corresponden efectivamente a la

dimensin del deseo, el anhelo, en tanto corresponden a la instancia mediante la cual se

manifiesta o exterioriza el deseo inconsciente del sujeto. En trminos especficos y en relacin a

las figuras soadas por el sujeto lrico de Zurita que corresponden en definitiva a la imagen de

un Chile equivalente naciente, floreciente, que enverdece Qu canten y bailen, que se rasgue el

cielo! / Porque han reverdecido los pastos de Chile784, como metfora de un sujeto que se

sobrepone y se levanta, se despoja de su circunstancia y destino aciago; el psicoanlisis concibe

el concepto de condensacin como uno de los mecanismos de trabajo del sueo en el cual se

distingue el tipo fusin o superposicin del material onrico latente, correspondiente ste

ltimo al caso de los sueos en los cuales se presenta la imagen de sujetos colectivos o la

creacin de neologismos o figuras nuevas obtenidos a partir de combinaciones y fusiones

simultneas y/o sucesivas785. En el caso de Zurita, el sujeto se suea a s mismo como un sujeto

colectivo y nacional en el cual convergen y coinciden todos los sujetos, y en este sentido, como

un paisajepas en vas de reposicin, en vas de reconfigurarse a s mismo, de rearmarse,

reencontrarse, lo que genera el movimiento y desplazamientos permanentes de todos sus

elementos territoriales y geogrficos, y la fusin de estos de modo contrario a lo permitido por

las leyes de la fsica:

Empujndonos hacia esas praderas blancas donde


todos los paisajes se pegan es el caleidoscopio de Chile

783
R. ZURITA, Anteparaso, op. cit., p. 122.
784
Ibd., p. 107.
785
J. DOR, op. cit., p. 27.

387
.

Donde resucitados se palparon los valles con los cielos


vivientes de Chile ()

En que transfigurados los valles descendieron como desde


el cielo de Chile y Chile todos del alma sin fin ()786

Ahora bien, en Zurita el deseo de reconstitucin del sujeto en s mismo correspondiente al

anhelo de un sujeto-pas repuesto, ntegro y en plenitud, se manifiesta directamente como una

utopa, como una dimensin y/o evento que simplemente no tiene lugar en la realidad, situacin

que define asimismo al concepto de sueo o instancia onrica.787

esos muertos desde donde emergiendo todo Chile


palp las Utopas como si ellas mismas fueran las
playas de nuestra vida transfiguradas albsimas
encumbrndonos la patria en la elevada de este
vuelo788

De acuerdo a ello, si bien la imagen del sujeto en esta poesa se empea en su grandeza y

ampulosidad, el mismo hablante de cuenta de modo directo, pero soterrado a la vez, del carcter

de irrealidad que constituye y rodea al deseo y, por ende, a la proyeccin del sujeto que desea

ser. Desde este punto de vista, en su discurso el hablante deja abierta la posibilidad al doble

significado que constituye su propia sustancia: por una parte, la imposibilidad del sujeto como

entidad ntegra, autosuficiente y compacta y que, por ende, slo es viable en el plano de la

inestabilidad, de la ausencia; y por otra, la certeza de que slo es posible acceder al sujeto real,

786
R. ZURITA, Anteparaso, op. cit., pp. 63, 117 y 119.
787
E. SOURIAU, op. cit., pp. 1009 y 1010.
788
R. ZURITA, Anteparaso, op. cit., p. 31.

388
verdadero, slo a travs de estas marcas, como huellas, como vislumbres de lo que efectivamente

es en otro mundo, otra dimensin, aquella inherente a su naturaleza, pero que es

impracticable, insostenible desde este lugar, el no-lugar. En otras palabras, el sujeto se

reconoce a s mismo como aquello que no existe, como aquello que suea, esto es en los paisajes

de Chile elevndose, floreciendo, reverdeciendo de vida. Desde esta lectura, la poesa misma de

Zurita puede concebirse como el intento por alcanzar ese vislumbre, ese destello correspondiente

al sueo de un sujeto recompuesto, como el deseo permanente del hombre por alcanzar una vida

en plenitud: el vislumbre de una felicidad colectiva, tal como apunta el mismo poeta a fines de

los aos 90 a propsito del recorrido efectuado por su poesa desde sus inicios hasta la

publicacin de La vida nueva.789

Aquella imposibilidad del sujeto entonces como entidad sustentable se metamorfosea

igualmente en la imagen del espejismo, del oasis en medio del desierto. En este sentido, en la

poesa de Zurita el sujeto es desierto y oasis a la vez, en tanto es la imagen del yo en estado de

desolacin, soledad y prdida el desierto, y a la vez es el sueo, el deseo por constituir y

encontrar en s mismo la va de escape el oasis por la cual desprenderse del paisaje infausto

que lo rodea. De acuerdo a ello, el oasis opera cual espejismo en la fuente en la que el sujeto se

reconoce a s mismo y, a modo de espejo, observa su verdadero rostro790. Es as como en ese

recodo el sujeto es capaz de detectar el destello de lo que l originalmente es en aquella otra

dimensin en la cual no se encuentra, sin embargo, la imagen como tal, producto de la accin

alucinatoria del deseo, y a su vez movediza e inestable, se diluye en la arena. El verdadero rostro

del sujeto se deshace en ese deseo, en el sueo del desierto por convertirse en oasis:

789
R. ZURITA, Sobre esta edicin. Ibd.
790
J. C. COOPER, op. cit., p. 74.

389
iv. Y si los desiertos de Atacama fueran azules todava
podran ser el Oasis Chileno para que desde todos
los rincones de Chile contentos viesen flamear por
el aire las azules pampas del Desierto de Atacama

El romanticismo, al respecto, conceba al sueo igualmente como una va de

conocimiento y acceso a otra realidad. Es as como para Novalis, segn Soriau, el sueo se

concibe como una instancia de revelacin, asociada a los estados ms puros y primordiales del

alma, en el que el sujeto percibe la concordancia entre su ser y la naturaleza791. No obstante, ello

se presenta en Zurita como una quimera, como el deseo de la imposibilidad, por lo que a travs

de estas figuras el sujeto potico se descubre en su desengao, en tanto, su grandeza dimensional

y su fuerza encubren el vaco, la inconsistencia de su naturaleza:

VII. Y quin dira entonces que no florecen de nuevo


los pastos de nuestra vida aunque no sea ms que
una quimera cantndose todos de gloria la
reverdecida792

Ahora bien, la utilizacin del paisaje en Zurita responde, como se ha dicho, a esta

intencin por otorgar forma y consistencia a un sujeto potico que por el contrario es en s

mismo disgregado, precario, escindido. En este sentido, la inclusin de la geografa chilena a

travs de sus emblemas nacionales desierto, cordillera, playas, mar, cielo buscan precisamente

otorgar identidad a un sujeto lrico despojado de ella por parte de la hegemona opresora,

reconociendo al respecto en el concepto de identidad el de nacionalidad y, en nuestro caso, el del

ser chileno. Precisamente, Bauman seala al respecto que la preocupacin por definir la

791
E. SORIAU, op. cit., p. 1010.
792
R. ZURITA, Anteparaso, op. cit., p. 99.

390
identidad est asociada a circunstancias de diversificacin cultural y de represin social, en

donde se tiene lugar precisamente el cuestionamiento por la pertenencia, el ser y el origen. En

este sentido, de modo paradojal el trmino guarda una significacin opuesta a la de entidad

estable y slida, definida, sino que muy por el contrario, expone el autor, la nocin implica la

idea de lo negociable, lo revocable, situacin que esta directamente relacionada con la moderna

era lquida, en tanto cada sujeto no est enmarcado a una sola comunidad en la cual se

comparten las mismas ideas y principios, sino que en contraste, estamos permanentemente

situndonos en distintos mbitos, dominios, y comunidades. Tal como apunta Bauman es estar

parcialmente o totalmente fuera de lugar en todas partes793. De acuerdo a ello, entonces, la

nocin de identidad implica la crisis de pertenencia propia del sujeto posmoderno, su carcter

provisional, por lo que no es viable intentar asumir un modelo identitario definido en tanto este

no ofrece ms que inestabilidad y ajustes permanentes. Asimismo, Bauman plantea que el

concepto de identidad vinculado al de nacin constituye desde sus inicios una nocin

agonista, en cuanto equivale a la definicin inventada de una comunidad, no natural,

construida por el Estado y sus organismos mediante el cual se definen las costumbres, formas y

hbitos de vida con el fin de lograr una especie de unidad, una comunidad nacional cohesionada.

Lo anterior corresponde por consiguiente a la comprensin del concepto de identidad nacional

como una invencin, una falacia que guarda desde sus inicios fines represivos por parte del

Estado o las clases polticas dominantes respecto al libre expresar de una comunidad:

La identidad nacional, djeme aadir, nunca fue como otras identidades. Al


contrario de otras identidades que jams exigieron lealtad sin ambages y
fidelidad exclusiva, la identidad nacional no reconoce la competencia ni
oposicin. La identidad nacional concienzudamente construida por el Estado

793
Z. BAUMAN, op. cit., p.35.

391
() tiene por objetivo el derecho del monopolio para trazar el lmite entre el
nosotros y el ellos.794

Llevado lo anterior a la escritura de Zurita, tenemos que efectivamente en su poesa se

apela a la configuracin de un sujeto nacional de acuerdo a ciertos aspectos identitarios

pertenecientes al dominio geogrfico y de comn conocimiento por parte de sus habitantes.

Desde este punto de vista, es posible detectar entonces que la apelacin al territorio nacional

como mecanismo utilizado para otorgar consistencia, forma e identidad al hablante constituye en

s mismo una entrampada por cuanto el concepto de nacin no sera vlido para este propsito,

pues por el contrario este slo ofrece el levantamiento de una suerte de fachada, de imagen

externa y sin trasfondo, en la que se perfila un sujeto con una identidad nacional en tanto esta

es irreal, vaca, inventada.

Por su parte, Larran sostiene igualmente que la idea de identidad a propsito de

Latinoamrica es indefinida, que flucta y se transforma constantemente por lo que no es

posible acuarla bajo un manto de homogeneidad. El autor sostiene, al respecto, que no hay

pueblo o nacin que posea una identidad cultural definida, puesto que sta se halla en

permanente construccin y reconstruccin; y en el caso de Latinoamrica especficamente, la

identidad que aflora es altamente hbrida, fragmentada, descentrada, en ningn caso homognea,

a causa precisamente del choque cultural sufrido entre su realidad aborigen y el impulso

colonizador europeo795 y en el caso chileno, militar al cual fue impuesto. De acuerdo a ello, se

habla de una identidad cultural desintegrada que slo podra recobrarse por medio de la

794
Ibd., p. 53.
795
J. LARRAN, op. cit., p. 202.

392
restitucin de los valores propios de las comunidades aborgenes relativos a la reciprocidad, la

solidaridad, la libertad, la concepcin de la tierra como sagrada.

En el caso de Zurita, la mirada hacia el paisaje implica, como hemos sealado, esta

bsqueda e intento por restituir al sujeto y su identidad, lo que no es otra cosa que una bsqueda

entre sus restos, entre los muertos como en Canto a su amor desparecido, situacin que sin

embargo no se concreta a cabalidad en tanto el sujeto contina armndose a trazos, fragmentos,

de acuerdo precisamente a su naturaleza disuelta, escindida por lo que no es posible asirlo de

modo ntegro. Es as entonces como la apelacin a la nacionalidad en Zurita constituye una

torcedura en cuanto el sujeto es consciente de la imposibilidad de su empresa: el intento por

restituirse a s mismo. En ese sentido, el sujeto flucta ambiguo entre la certeza de esta

imposibilidad y su deseo, su insistencia en autorreponerse y autoexhibirse como un sujeto

acabado, compacto e imponente, monumental:

IV. Por eso Chile mismo iba subiendo hasta ser arriba
el cielo helado de las montaas
..
Que todo vuela y vuelva entonces:
los cordilleras y las cumbres del Ocano
y que cuando Chile que haba estado ciego
vuelva a ver
que vea de nuevo el fulgor de estas costas796.

796
R, ZURITA. Los fragmentos citados corresponden respectivamente a Anteparaso, op. cit., p. y El amor de Chile,
Santiago: Montt, Palumbo Editores, 1987, p. 31.

393
2.6.2. Representaciones del sujeto en la tradicin judeo-cristiana.

Otro mecanismo presente en la poesa de Zurita y subordinado a la confeccin de este

sujeto superior, sublimado, exacerbado, es el correlato bblico en funcin de una serie de

eventos, creencias, personajes propios de la tradicin judeocristiana emergentes en los poemarios

revisados, en especial la figura de Jesucristo y su crucifixin. Desde punto de vista, tenemos que

el sujeto potico en Zurita manifiesta su grandeza y magnanimidad mediante la cual intenta

superponerse al discurso oficialista a travs de la imagen cristiana, a modo del Dios cristiano

que todo lo ve, lo conoce y lo perdona. En otras palabras, en Zurita el sujeto potico es

efectivamente Dios, redentor, Jesucristo sacrificado por el pueblo y resucitado. Se metamorfosea

el sujeto entonces cual Proteo, acuando estas formas, las que son significativas inclusive para el

imaginario socio-cultural de la clase poltica dominante de la poca, en el contexto de la

dictadura militar.

De acuerdo a ello, en este marco nos parece que la imagen que emerge con mayor

relevancia es precisamente la del sujeto potico transfigurado en Jess, en el Jess crucificado y

posteriormente resucitado, imagen que a su vez se funde, se trastoca con el sujeto-pas referido

ms arriba, con el Chile aplastado, humillado, derrotado que finalmente se yergue y se levanta

entre los propios escombros, reviviendo a pesar del flagelo padecido tal cual acontece con el Hijo

de Dios, segn el relato bblico. De este modo, Chile entero en toda su extensin, territorial y

geogrfica larga y extensa faja de tierra, cual sujeto malogrado no es otra cosa que Jess y

cruz a la vez, sacrificio y salvacin, pecado y redencin, muerte y resurreccin:

394
ii. Miremos nuestra soledad en el desierto

para que desolado frente a estas fachas el paisaje devenga


una cruz extendida sobre Chile y la soledad de mi facha
vea entonces el redimirse de las otras fachas: mi facha
Redencin en el Desierto

()

Para que mi facha comience a tocar tu facha y tu facha


a esa otra facha y as hasta que todo Chile no sea sino
una sola facha con los brazos abiertos: una larga facha
coronada de espinas

v. Entonces la Cruz no ser sino el abrirse de brazos


de mi facha

vi. Nosotros seremos entonces la Corona de Espinas


del Desierto

vii. Entones clavados facha con facha como una Cruz


extendida sobre Chile habremos visto para siempre
el Solitario Expirar del Desierto de Atacama797

Es as entonces como la frmula de restitucin del sujeto tragedia-felicidad, apuntada en

otros trminos por Cnovas separacin / reunin; abandono / reconciliacin798, con la cual se

configura el sujeto potico en Zurita, se reproduce en la figura cristiana de Jess. La aniquilacin

del pueblo de Chile ejercida por el gobierno militar durante los aos 70 y 80, es simbolizada en

la cruz, pues los sujetos son inmolados en pos del orden, la rectitud y la restitucin del Estado

segn los presupuestos del gobierno militar y su impronta correctiva. El sacrificio del sujeto en la

poesa de Zurita, y de Chile o el pueblo chileno se ha efectuado por Chile mismo, en defensa de

los que quedan, de los hijos, de aquellos que vendrn. Morir en la cruz, como Jess y por amor

para salvar a su pueblo y limpiarlo de pecado. Es as como ms tarde, Chile y el sujeto de esta

797
R. ZURITA, Purgatorio, op. cit., p. 99.
798
R. CNOVAS, op. cit., p. 75.

395
poesa resucitan, nacen nuevamente a la vida como en Pascua de Resurreccin, a la vida eterna

o La vida nueva en las palabras del autor, y son finalmente redimidos y favorecidos por la

gracia de Dios Padre:

III. Pero saban que es el fro el maldito de las


cordilleras y que nada ms que por eso se hubo de
yacer juntos a los Andes hasta que la muerte nos
helara con ellos desangrados en vida frente al alba
slo para que revivan los paisajes

Donde resucitados se palparon los valles con los cielos


Vivientes de Chile hasta que los cielos fueron os muertos
Que vivan de pascua como un verde tocado por todo
Chile cielito todo Chile desde la muerte resucitado799

Asimismo, la imagen del desierto se convierte en los textos de Zurita en el escenario

bblico en el cual Jess, segn el evangelio, deambula en solitario durante cuarenta das sin

comer ni beber como instancia requerida de purificacin, y en la cual tiene lugar el encuentro de

Jess con el demonio y su enfrentamiento ante la tentacin por ste dispuesta. En el caso de

Purgatorio, precisamente, el paisaje de Chile se reduce al desierto, el Desierto de Atacama, y en

l el sujeto y sus sueos deseos efectivamente deambulan y se pierden en medio del

desierto800:

799
R. ZURITA, Anteparaso, op. cit., pp. 53, y 118-119, respectivamente.
800
Asimismo, Zurita ha establecido en reiteradas ocasiones, un vnculo especial entre el desierto y la vida humana:
El desierto, como probablemente la imagen ms profunda y exacta de lo que es el alma contempornea: su aparente
nada, pero para lo cual basta un cambio de luz al ponerse el sol, para que se transforme absolutamente en otra cosa.
Aridez total, y al mismo tiempo una cierta grandeza que sobrecoge. () ve que el tono, el color de la tez promedio
de la gente, es el color ms parecido al del desierto: los distintos tonos de caf. R. ZURITA. En J. A. PIA, op.
cit., p. 227.

396
iii. Miren a sus mismos sueos balar all sobre esas
pampas infinitas.

..

Chile entero habr sido el ms all de la vida porque


a cambio de Atacama ya se estn extendiendo como
un sueo los desiertos de nuestra propia quimera
all en estos llanos del demonio801

En el caso de Purgatorio, precisamente, es posible pesquisar algunas otras pistas

mediante las cuales la imagen del sujeto potico se correlaciona con la imagen de Jess en la

cruz. En la seccin final de este poemario denominada reas Verdes y correspondiente al

primer poema del autor publicado en la revista Manuscritos en 1974, el sujeto transfigurado en la

imagen de una vaca que escapa al lazo del opresor vaqueros da cuenta en las palabras de Jess

del abandono y el impacto del sacrificio al que ha sido expuesto: II. Esa vaca muge pero morir

y su mugido ser Eli Eli / lamma sabacthani para que el / vaquero le d un lanzazo en el

costado y esa / lanza llegue al ms all802. De igual modo, en su afn por metamorfosearse y

enmascararse tras el rostro de otros, el mismo Ral Zurita al realizar el gesto de inscribir su

persona biogrfica en la obra como es el caso de la incorporacin de su fotografa con el rostro

quemado al inicio del poemario en referencia a la quemadura autoinferida por el poeta en 1975

y la copia del certificado mdico emitido en 1974 por la Dra. Ana Mara Alessandri, psicloga,

en torno a un paciente de nombre Ral Zurita. En ambos casos, el gesto en el poemario es

precisamente la transfiguracin del Zurita-autor en el Zurita-sujeto, que aparece en la obra

nominado como tal Zurita y en posicin elevada, como si fuese a un tiempo el elegido y, a un

mismo tiempo, Dios. Desde ese punto de vista, la fotografa con la mejilla quemada emerge a

801
R. ZURITA, Purgatorio, op. cit., pp. 35 y 37, respectivamente.
802
Ibd., p. 51.

397
modo de la imagen de Cristo, cual rostro reflejado en el lienzo de Turn o Santo Sudario

recreado por la tradicin a partir de su figura. Asimismo, en la copia del certificado mdico,

nico texto constitutivo de la seccin Arcosanto de Purgatorio, presentado en la obra bajo el

ttulo La Gruta de Lourdes, se efecta el borroneo del nombre del paciente Ral Zurita el que a

pesar de la borradura, puede leerse con claridad y su reemplazo por cuatro nombres femeninos,

siendo el ltimo de ellos el de Manuela. La crtica al respecto ha intentado efectuar una lectura

respecto a esta ltima nominacin femenina estableciendo algunos vnculos metafricos con el

personaje homosexual de nombre Manuela de la novela El lugar sin lmites de Jos Donoso, en

funcin de la marginalidad, el maltrato y abuso al cual el personaje es fuertemente sometido803.

Sin embargo, nos parece que el guio de Zurita apunta ms bien hacia el correlato bblico, vale

decir, la comprensin de Manuela como el femenino de Manuel, abreviacin de Emmanuel,

nombre hebreo de Jess, cuyo significado es Dios con nosotros. En este contexto, la referencia

igualmente a la lectura psiquitrica de la persona Ral Zurita, y sujeto potico a la vez en el

marco de la obra, bajo la nominaciones sealadas Arcosanto y Gruta de Lourdes dan cuenta

de la respuesta del sujeto mismo ante el dictamen otorgado por la institucionalidad psiquitrica y

mdica que, en tanto dueos de la razn, determinan el estado mental de los individuos y

ciudadanos804. Es as como el sujeto potico juega a revertir las lecturas, a fisurar la lgica de sus

engranajes y a enmascararse en otros sujetos que revisten indirectamente los pliegues de la

tradicin. El sujeto en Zurita es entonces Jess, Emmanuel, que de acuerdo a su significado

implica la fusin de Dios con el hombre, de Jess con el Padre, del elegido con su antecesor. De

acuerdo a ello, el sujeto es por un lado el Hijo de Dios, el elegido, revistindose de este modo

en aquellos elegidos por el Creador para salvar a su pueblo, como es el caso de Jess, Moiss y

803
E. BRITO, Un continente semiotizado en femenino: la escritura de Ral Zurita. Op. cit., p. 73.
804
E. BRITO, op. cit., p. 72.

398
Abraham, y para bendecir con el acceso a cierta revelacin o visin sagrada, comprendida

asimismo en Zurita como salvacin, en tanto el sujeto es el elegido desde el despojo, la ruina

en la cual se encuentra, y por otro, el mismo Dios:

Se ha roto una columna: vi a Dios


aunque no lo creas te digo
s hombre ayer domingo
con los mismos ojos de este vuelo

Se haca tarde ya cuando tomndome un hombro


Me orden:
Anda y mtame a tu hijo
()
Conforme me escuch contestarle y dnde
quieres que cometa el asesinato?
Entonces como si fuera el aullido del viento
quien hablase, l dijo:
Lejos, en esas perdidas cordilleras de Chile

Con la cara ensangrentada llam a su puerta:


podra ayudarme le dije tengo unos amigos
afuera
Mrchate de aqu me contest antes de que
te eche a patadas
Vamos le observ usted sabe que tambin
rechazaron a Jess
()
De acuerdo contest suavizndose llvalos
a la tierra prometida
Bien: pero dnde est ese sitio? pregunt
Entonces, como si fuese una estrella la que
lo dijese, me respondi:
Lejos, en esas perdidas cordilleras de Chile805

805
R. ZURITA, Los fragmentos citados corresponden respectivamente a Purgatorio, op. cit., p. 21; y Anteparaso,
op. cit., 44 y 45.

399
En el caso del sujeto como Dios, el yo da cuenta en algunas instancias de la fusin del

Hijo con el Padre Yo s mi Dios que somos uno806, como se expone a modo de dedicatoria al

inicio de Purgatorio A Damiela Eltit, la santsima trinidad y la pornografa, hasta

manifestarse en otras ya como la misma divinidad, el Dios Todopoderoso de la tradicin

cristiana que es capaz de crear, redimir y guiar a su pueblo. De este modo, se produce la

identificacin del sujeto potico con el Padre, y la adopcin, por consiguiente, de una voz

suprema a travs de la cual se comunica, y desde lo alto, con el pueblo al cual debe levantar, y al

que a su vez funda cual acto de creacin: Como en un sueo, cuando todo estaba perdido /

Zurita me dijo que iba a amainar / porque en lo ms profundo de la noche / haba visto una

estrella807. Desde esta perspectiva, la poesa de Zurita busca precisamente presentar un valor

fundacional, en tanto, el sujeto transmutado en Dios intenta refundar su pueblo, refundar Chile,

despus del estrago padecido. Ello, incluso de acuerdo a una retrica similar que tiende a rescatar

el tono superior y expresiones subjuntivas por medio de la cual se manifiesta en el Libro Sagrado

el acto de creacin. De este modo, en Zurita se expone: Para que todo Chile salga a mirarse por

los valles / y cuanto vive vea entonces la paz que ellos se pidieron: / el verde inmaculado de

estos pastos808. El acto de fundacin del pueblo, de Chile, contiene en esta lnea al acto de

liberacin, de salvacin, del redentor que viene desde lo alto a resituar la tierra y sus habitantes:

Entonces despierta / despierta con toda tu inocencia y mira al que ha venido / () tindele tus

brazos / y luego mustrale como si fueras tu misma / los desiertos resembrados / que ya no

volvers a ser tierra sin agua ().809

806
R. ZURITA, Purgatorio, op. cit., p. 39.
807
R. ZURITA, Anteparaso, op. cit., p. 13.
808
Ibd. p. 120.
809
Ibd. p. 108.

400
El acto de redencin, precisamente, se presenta en Zurita como un acto de amor a travs

del cual la tierra amada, el pas y el pueblo amado se levantan, se restituyen a s mismos y en

razn de la gracia de Dios. El amor, que en su significado etimolgico expresa la negacin a la

muerte constituye precisamente el instrumento con el cual se reanima se devuelve el nima, la

vida a los sujetos derrumbados. Este es el ncleo motor efectivamente de El Amor de Chile

publicado en 1987, durante los ltimos aos de la dictadura militar y a slo tres de la restitucin

de la democracia, poemario en el cual el sujeto lrico efecta un canto de homenaje a cada uno de

las geografas que componen el territorio chileno, desde el desierto nortino hasta los tmpanos,

icebergs y heladas del sur del pas. En este poemario, Chile entero revive producto del acto de

amor del hombre con la tierra, del hombre consigo mismo, del hombre con Dios y como Dios, y

de Dios con su pueblo: Por el amor llegamos, por el amor subimos, / por el amor se nos volaron

los pastos que nos / cubran, repite entonces el desierto de / Atacama, inmenso, tendido frente a

los Andes, / mirndolo810. El concepto constituy igualmente en 1985 un elemento motor en el

poemario Canto a su amor desparecido en donde igualmente la supervivencia del sujeto se

efecta en funcin de un acto de amor hacia su pueblo y su tierra, la que se concibe como

universal, pues es toda Latinoamrica la que sufre, ya no slo Chile, en virtud de las dictaduras

polticas suscitadas en gran parte de Amrica Latina durante el siglo XX. En este sentido, el

sujeto potico en Zurita, dolorido y mutilado, se vuelve en este marco un yo continental, un yo

universal, un yo cuyo canto es para todos, un canto general, tal cual se expresa en trminos

nerudianos.

Todos los pases mos natales se llaman del amor mo, es mi lindo y
Cado. Oh s, oh s.

810
R. ZURITA, El amor de Chile, op. cit., p. 25.

401

Algunos se apodan Pases del


Hambre, o bien USA en el ni-
cho africano, digo. Ms
atrs estn los otros. Amor
mo; somos nos comidos.


Pases sudamericanos que lloran.
habidos todos los das, padeci-
miento y pases devoradores en ni-
chos del Cuartel 13. ()811

Ahora bien, en Zurita este sujeto superlativo, grandilocuente, colosal, en tanto se

transmuta en la imagen divina y universal, es expresado segn los presupuestos de esta poesa,

mediante un contexto textual en el cual el poemario mismo se concibe como una megaobra. Es

as como en definitiva, los textos de Zurita determinados como objeto de estudio dan cuenta en

su conjunto de un discurso redentor, purificador, previo paso por el infierno. En el caso de

Purgatorio, la seccin final denominada La Vida Nueva nominacin homloga a la de su

publicacin en 1994 est precisamente compuesta por las fases Inferno Purgatorio

Paradiso que corresponden igualmente a las tres partes en las cuales se divide La Divina

Comedia de Dante, y su texto posterior, Anteparaiso, corresponde efectivamente a la instancia

previa al arribo al paraso, al vislumbre de la felicidad, tal como lo expone su propio autor812. Por

otro lado, en relacin a este poemario y a El Amor de Chile, Zurita hace uso de la cita textual en

torno a sus propios textos, comprendindose estos como portadores de una verdad suprema y

efectiva, como instancia para ratificar y reafirmar lo dicho por el mismo sujeto de sus obras. Es

as como en Anteparaso, en las pginas previas a cada conjunto de imgenes sobre la escritura

811
R. ZURITA, Canto a su amor desaparecido, op. cit., pp. 16, 17 y 19.
812
R. ZURITA. En M. TOLEDO, op. cit.

402
del cielo de New York, al final de cada seccin, emerge en medio de la hoja en blanco una cita a

versos del mismo texto, expuestos ms adelante y ms atrs, en otras secciones del poemario813.

Por su parte, en El Amor de Chile, la autorreferencia es a los versos finales del mismo

Anteparaso, a modo de epgrafe antes del comienzo del poemario propiamente tal, pero que

forman parte ineludiblemente del mismo:

Anteparaso, 158

Entonces, aplastando la mejilla quemada


Contra los speros granos de este suelo pedregoso
como un buen sudamericano
Alzar por un monito ms mi cara hacia el cielo
Hecho un madre
Porque yo cre en la felicidad
Habr vuelto a ver de nuevo las radiantes estrellas814

Es as entonces como la autorreferencia en los textos de Zurita, en las cuales el autor

y el sujeto se cita a s mismo, dando cuenta de la indicacin correspondiente al libro, seccin,

y nmero de pginas, ofrece una analoga con los modos propios de las citas bblicas en las

cuales la referencia debe hacer mencin al libro, captulo y versculo correspondientes a la

proposicin citada. En este sentido, Zurita se cita a s mismo cual texto bblico, sagrado,

poseedor de la verdad. En otros trminos, el texto y conjuntos de textos, en relacin a los cuatro

poemarios considerados por el presente estudio en el cual converge el sujeto potico referido es,

en el marco de esta poesa, un libro sagrado, fundacional, en el cual se pretende dar cuenta de la

verdad, fuerza y espritu de un pueblo. Los poemarios de Zurita se constituyen, se presentan

813
Es as como en Anteparaso pueden visualizarse las siguientes citas: Barridos de luz los pies de esa /
muchedumbre / apenas parecan rozar este suelo / (Esplendor en el viento, pg 145); Aferrado a las cuadernas se
vio besndose / a s mismo / ( Las Utopas, pg. 19 ); Por eso los muertos suban el nivel de las / aguas /
(Cordilleras, pg. 61). R. ZURITA, Anteparaso, op. cit., pp. 39, 77 y 123.
814
R. ZURITA, El amor de Chile, op. cit., p. 11.

403
como Las Sagradas Escrituras, en tanto su poesa es el relato bblico por medio del cual, y en

virtud de su mensaje, se intenta liberar a Chile, redimirlo, sobreponerlo, casi a modo de canto

pico, como relato inaugural de un pueblo; y el sujeto potico es concebido como su Dios, el

elegido, como el mesas segn apunta Brito815, el hombre que salvar y revivir a toda una

comunidad.

2.6.3. Presencia de referentes artstico-literarios universales en la configuracin del sujeto.

La poesa de Zurita, por medio de su sujeto, se presenta a s misma como la portadora de

una voz superior, equiparando su autorreferida grandeza a la de algunos de los mximos

referentes de la literatura y el arte universal. Es el caso, en primera instancia y ya mencionado, de

La Divina Comedia en tanto desde Purgatorio en adelante la poesa de Zurita ha generado ciertas

marcas de identificacin con este referente. Al respecto, desde el punto de vista biogrfico, la

ascendencia italiana por parte de la familia materna del autor ha incidido en cuanto al imaginario

literario recreado desde la infancia por medio de las lecturas efectuadas por su abuela, inmigrante

italiana, en torno a la obra de Dante816. La magnanimidad de su obra es precisamente la que se

intenta transferir a la escritura estudiada. Es as como el inicio del Purgatorio en cuanto al

nombre de la primera seccin que compone este poemario En medio del camino es idntico,

desde el punto de vista semntico a las primeras lneas de la obra de Aligheri: Hallbame en la

mitad de nuestra vida, cuando me vi en medio de una oscura selva, fuera de todo camino

recto817. De acuerdo a este contexto, la voz en primera persona del personaje-narrador Dante es

equivalente a la voz del sujeto potico denominado Zurita en su poesa, o bien, dicho con otras

815
E. BRITO, Un continente semiotizado en femenino: la escritura de Ral Zurita. Op. cit., p. 92.
816
R. ZURITA. En M. TOLEDO, op. cit.
817
D. ALIGHERI, La Divina Comedia. Barcelona: Thema Editorial, 2000, p. 3.

404
palabras, el sujeto potico es el protagonista de una magna obra, tal como lo fue Dante. En este

sentido, la misma inclusin de la nominacin del autor tal como sucede en la obra clsica el

mismo Dante como personaje principal hace mencin a esta forma de equivalencia entre ambas

discursos y entidades. En el caso de los poemarios, se introduce la voz de Zurita como se ha

sealado ms arriba como entidad divina y a su vez como el mortal elegido y, por tanto,

heredero de propiedades celestiales:

oye Zurita me dijo scate de


la cabeza esos malos pensamientos

Ahora Zurita me larg ya que de puro verso


Y desgarro pudiste entrar aqu, en nuestras
Pesadillas; t puedes decirme dnde est mi hijo?818

El sujeto se transmuta en los cdigos dantescos con el fin entonces de representar su

dignidad, su preeminencia. Es as tambin, al igual que en la transfiguracin en Jess, Zurita

recoge igualmente la variante femenina de Dante en La Divina Comedia, su enamorada Beatriz

Dulce Beatriz como se expone en el poemario, y la incluye como entidad superpuesta en el

certificado mdico reproducido en Purgatorio en el cual se oculta el nombre Zurita, tal como

sucede con el femenino de Jess, Manuela. Por otro lado, la referencia en los textos al

renacimiento italiano alude, en el rea de la plstica, a Miguel ngel, autor de La creacin, a

modo entonces de reconocimiento del mismo sujeto potico engrandecido en el creador de una

obra, por un lado, de descomunales proporciones en trminos fsicos La creacin pintada en el

cielo interior de la Capilla Sixtina, y por otro, de relevancia a nivel universal, como una de la
818
R. ZURITA, Los fragmentos citados corresponden respectivamente a Anteparaso, op. cit., p. 7; y Canto a su
amor desaparecido, op. cit., p.7. En ambos casos, los fragmentos se presentan a modo de epgrafe antes del inicio de
texto.

405
grandes obras de la historia capaces de imprimir y constituir una modificacin en la realidad,

respecto de los cnones de la produccin artstica, y de la tradicin y el imaginario artstico-

cultural universal que condensan:

Despejndose la nieve de los ojos


vi a Miguel ngel
a duras penas tambalendose
sobre los andamios de los Andes
()
No me interrumpas me contest
que tambin estampar tu rostro
en las invertidas cumbres del cielo819

Es as entonces como el sujeto potico se concibe a s mismo como parte de una gran

obra sino la gran obra en s en tanto es su rostro el de Dios y Adn como Hijo de Dios a la

vez y su creador, como Dios igualmente y el elegido, el mesas uno de los ms grandes poetas

de la historia. En esta lnea, la transmutacin del sujeto en clsicos referentes de la literatura

universal tambin se desliza hacia algunos autores del Siglo de Oro Espaol, tal como sostiene

Brito820, como mecanismos utilizados por el yo lrico para la manifestacin de su magnanimidad.

Es el caso efectivo de Caldern de la Barca y su personaje Segismundo en La vida es sueo

Hoy so que era Rey / me ponan una piel a manchas blancas y negras821 mediante el cual

el sujeto se metamorfosea en el rey de Polonia, a modo de sueo de acuerdo a las condiciones en

las cuales el personaje de Caldern asume temporalmente el trono y en correlacin con la marca

del deseo segn la lectura psicoanaltica, el anhelo del sujeto potico en Zurita o su delirio por

aquella grandeza. Por otro lado, el sujeto lrico asume igualmente la voz de Quevedo al remitirse

a la perennidad del amor, como elemento motor de la recomposicin del mismo tal como se

819
R. ZURITA, Anteparaso, op. cit., p. 66.
820
E. BRITO, op. cit., p. 72.
821
R. ZURITA, Purgatorio, op. cit., p. 19.

406
apunt ms arriba, por sobre la mortandad de la cual el pueblo est siendo vctima. Amor

constante ms all de la muerte versa el clebre soneto del poeta espaol. Asimismo, en Zurita

se transfigura el sujeto en esta voz cuya fuerza radica en la capacidad para elevarse por sobre la

mortalidad y la tragedia humana: Todo acab. / No queda nada. Pero muerta / te amo y nos

amamos, aunque / nadie pueda entenderlo. () ..... Reventada de amor toda la enamorada que

quepa te cant all822. Versos que corresponden a la transmutacin de las palabras de Quevedo

Su cuerpo dejar, no su cuidado; / Sern ceniza, mas tendr sentido; / Polvo sern, mas polvo

enamorado.823 mediante las cuales se manifiesta la transformacin misma del sentimiento

amoroso y, por ende, del sujeto potico en la perpetuidad de tierra y su paisaje, tal como enuncia

Zurita en su poemario: Pero a nosotros nunca nos hallarn porque nuestro amor est pegado a /

las rocas, al mar y a las montaas.824

La metamorfosis del sujeto en Zurita tambin alcanza, al respecto, a las voces de los

grandes representantes de la poesa chilena, entre ellos, Gabriela Mistral, Vicente Huidobro,

Nicanor Para, y en especial, la de Pablo Neruda. En relacin a este ltimo, Zurita en variadas

ocasiones ha manifestado su ferviente admiracin por la poesa del premio Nobel, en especial,

por Alturas de Macchu-Picchu incluido en Canto General 1950, debido a la majestuosidad y

solemnidad con la que se compone este proyecto potico, en tanto los versos nerudianos

constituyen un canto universal dirigido el pueblo latinoamericano, mediante el cual as como se

pretende en la obra de Zurita se evoca la fundacin y refundacin de todo un continente, la

creacin de un mundo en consonancia con sus autnticas races y valores ancestrales. En Neruda,

la voz del hablante lrico es precisamente la de un sujeto superior y colectivo que busca levantar

822
R. ZURITA, Canto a su amor desaparecido, op. cit., pp. 11 y 17, respectivamente.
823
F. DE QUEVEDO. En ORTEGA, E., Antologa potica del Siglo de Oro. Madrid: Anaya, 2004, p. 125.
824
R. ZURITA, Canto a su amor desaparecido, op. cit., p. 13.

407
a su pueblo por medio de su palabra potica, altisonante y creadora. Zurita, al respecto, ha

sealado en relacin a la obra:

En Alturas de Macchu Picchu se hace un gesto infinitamente ms


importante que la batalla de Ayacucho, por ejemplo: una radical y absoluta
liberacin del hombre o del pueblo que escribe ese poema, como alguien
que ha logrado dominar absolutamente la lengua de los conquistadores,
sortear todas sus trampas. Ah se presenta algo a conquistar colectivamente
para el futuro, algo as como que estos pueblos alcanzarn definitivamente
su paz cuando logren reconciliarse con la lengua que hablan. Alturas de
Macchu Picchu es el gran canto en el cual las palabras, unas con otras,
conviven en la ms absoluta dicha y armona. Nadie ha hecho algo as. Por
eso es radicalmente un genio.825

De alguna manera, el carcter mesinico y colectivo vislumbrado por Zurita en la poesa

nerudiana, se recrea en su propia obra intensificando su expresin mayormente, a nuestro modo

de ver en torno a los poemarios estudiados, en Anteparaso y El Amor de Chile, este ltimo

incluso dando cuenta de ello por medio de las ediciones de lujo con las cuales hasta la fecha el

poemario ha sido publicado826. De acuerdo a ello, esta voz altisonante reproducida en Zurita en

tonos similares a la del hablante en Canto General, se eleva en funcin del propsito universal

de cantar, alzar y recrear a su pueblo por medio de la palabra potica. Es as como, en conjuncin

con el xtasis por el renacimiento de su nacin y su gente Mirndose primero de lejos para

terminar abrazados / sin todava poder creer en el sueo que estrechaban / soltndose para volver

825
R. ZURITA. En J. A. PIA, op. cit., pp. 231.
826
Efectivamente, desde la primera edicin hasta las ms actuales, el poemario El Amor de Chile ha sido publicado
en formatos de mayores dimensiones a la de una publicacin regular, ediciones de lujo, de mayor costo editorial y
grfico. Al respecto, el poemario publicado en 1987 por Montt Palumbo Editores, incluye, como parte del texto
mismo, fotografas de Renato Seprel en doble hoja sobre paisaje chileno referido en la obra, desde el Desierto de
Atacama hasta los icebergs del sur de Chile. Es as incluso como los mismos editores en la presentacin del
poemario sostienen en torno a esta obra: Convencidos de que estos poemas son un clsico futuro, presentamos esta
primera edicin de El Amor de Chile con las fotografas de Renato Seprel, contribuyendo con ello a entregar esta
obra en toda la vastedad de su certidumbre y belleza. LOS EDITORES, en R. ZURITA, El Amor de Chile, op. cit.,
p. 9.

408
a mirarse y nuevamente en el / abrazo alejarse estallndoles de amor la carne viva827, el sujeto

lrico hace manifiesto su Idilio General a modo de Canto General, como se denomina uno de

los poemas de la seccin Pastoral de Anteparaso, en el que, gracias a su accin redentora,

todas las cosas y seres en la tierra reviven y se reconcilian, embelesados de amor:

V. Porque adorados te decan los verdes pastos de Chile.

VII. All miraron esplender las llanuras embelesados


como volndose

VIII. Entonces como si un amor les naciera por todo


Chile vieron alzarse las criaturas de este vuelo
ay paloma de paz por siempre s todos los valles828

En relacin a Gabriela Mistral, la referencia del sujeto es clara en torno a su texto El

Poema de Chile, publicado en 1967, obra en el cual el hablante lrico transfigurado en

fantasma recorre y reconstruye en su memoria, y en compaa de un nio indgena, el territorio

chileno. Al respecto, Grinor Rojo seala precisamente que el sujeto del poema, cual fantasma, en

ausencia y presencia como lo fue la misma Mistral en relacin al tiempo de su residencia

concreta en nuestro pas, recorre un Chile que al igual que l mismo en su calidad fantasmal,

incorprea e incierta, alguna vez fue en plenitud leemos o podra en un futuro llegar a serlo

con una enorme dosis de voluntad829, pero que en definitiva en la actualidad no es un dominio

pleno, en los trminos ideales e idlicos como desea concebirse un pas. En este sentido, el sujeto

de Zurita igualmente se reviste de esta referencia e intenta asumir su voz como propia, an

cuando sea en trminos de un sujeto espectral, inacabo, pues no por ello el poema mistraleano

deja de fundar y recrear a todo un pueblo en sus estrofas.


827
R. ZURITA, Anteparaso, op. cit., p. 140.
828
Ibd., pp. 120-121.
829
G. ROJO, Dirn que est en la gloria (Mistral). Santiago: Fondo de Cultura Econmica, 1997.

409
Por ltimo y precisamente en relacin a lo anterior, el sujeto lrico en Zurita, en

oposicin a las formas utilizadas hasta ahora como vas de transmutacin hace uso de la figura

femenina para dar cuenta, en el otro extremo de su condicin, de su fragilidad, inestabilidad y

marginalidad social. Al respecto, Brito sostiene: Es lo femenino lo enfermo en Zurita ()

apelacin al cuerpo femenino como zona de hambre, desvaro, dolor.830

Es as como desde el inicio de Purgatorio es posible revisar este trastoque manifestado

prcticamente a lo largo de todo el poemario. En su comienzo, a modo de epgrafe el hablante

lrico seala: Mis amigos creen que / estoy muy mala / porque quem mi mejilla831 y

posteriormente, en la pgina contigua a la fotografa del autor con el rostro quemado, se expone

con letra manuscrita: Me llamo Raquel / estoy en el oficio desde hace varios aos / Me

encuentro en la mitad de mi vida / perd el camino832. Al respecto, en Zurita puede detectarse un

doble movimiento mediante el cual el sujeto potico se oculta y metamorfosea. Por un lado, es

efectivamente la transfiguracin de un hablante femenino como se visualiza igualmente en

relacin al certificado mdico incluido en este texto y los nombres femeninos propuestos en

reemplazo de Ral Zurita por medio del cual se da cuenta de la precariedad y de

inconsistencia que en realidad implica, ocultando sin embargo su verdadero nombre, su

verdadero rostro mediante esta mscara de fragilidad, lo que puede condecirse en otros trminos

con la lectura del sujeto autoconcebido en definitiva como ser superior el nombre de Zurita

velado tras las marcas de lpiz en el informe mdico y encubierto tras la careta femenina, como

entidad dbil, vulnerable; y por otro, como un sujeto-parche en razn de la fotografa la

mejilla quemada parchada, que a travs de este gesto igualmente se oculta, se encubre no

830
E. BRITO, op. cit., p. 72.
831
R. ZURITA, Purgatorio, op. cit., p. 7.
832
Ibd., p. 13.

410
dejando develar a la vez su verdadera condicin, vale decir, la de un sujeto escindido,

fragmentado, desmembrado, y que no tiene en verdad otra posibilidad que mostrarse sino a

travs de ciertos parches caretas que ocultan su estado, pero que dan cuenta del mismo a la

vez. En definitiva, la imagen de un sujeto parchado, ortopdico, que hace uso de cada uno de

estos remiendos o composturas a modo de embozos o disfraces con los cuales adopta nuevas e

imponentes formas: Dios, Cristo, el Mesas, Dante, Segismundo, Neruda, e incluso, desde el

guio femenino, Mara, en tanto madre de Dios e inmaculada: Porque todo Chile crepit

estremecindose para ya no / ser ms que los pastos del grito de Mara arrasados bajo / el cielo

desflorados como tia que hasta el aire evitara.833

2.6.4. Sujeto exacerbado: proyeccin de la conjuncin arte-vida.

De acuerdo a lo expuesto, la poesa de Zurita concibe en s misma a un sujeto exacerbado

y grandilocuente, pues en su delirio busca encubrir tras sus mscaras de omnipotencia, su real

precariedad, vaco, inconsistencia y fragmentacin interna. Un sujeto potico que deambula

absorbido por su delirio de grandeza, y que de acuerdo a ello, busca autopresentarse a la altura de

los ms grandes, en trminos de ciertas claves socioculturales y artstico-literarios mediante las

cuales es posible reconocer a relatos y personajes relevantes de la historia, y que se han

constituido a travs de sus obras y discursos en entidades claves que han incidido en gran medida

en las configuraciones, imaginarios y modos de pensar del hombre de occidente. Ahora bien,

para el contexto de la poca de produccin de esta poesa, publicada en tiempos de dictadura

poltica, entre los aos 1979 y 1987, las referencias a estos signos fueron, tal como plantea

833
R. ZURITA, Anteparaso, op. cit., p. 87.

411
Cnovas834 elementos efectivos para evadir la censura poltica de la poca, por lo menos hasta

los aos de publicacin de Canto a su amor desparecido, en 1985. De este modo, las alusiones a

ciertos cdigos, familiares y congruentes con la posicin conservadora de la clase poltica

dominante de este entonces, como es el caso por un lado, del discurso religioso y, en especial,

catlico; y por otro, del exacerbado patriotismo y nacionalismo manifestado, permiten de algn

modo hacer efectivo el paso inclume por aquel filtro, altamente cercenador para la poesa de

aquellos aos. En el caso de Zurita, precisamente, la impunidad fue otorgada por Jos Miguel

Ibnez el crtico literario Ignacio Valente, voz emblemtica y representativa del sector

hegemnico del pas durante los aos de dictadura, y reconocido crtico literario de la poca. Tal

como se mencion en la nota inicial al comienzo de este aparatado, fue precisamente Ibaez

quien recogi la poesa de Zurita, aos antes incluso de su primera publicacin, Purgatorio, con

la aparicin de su poema reas verdes: un matrimonio en el campo en la revista Manuscritos, en

1974, y la elev y ubic en un sitial de respeto entre las letras nacionales, pues Valente a

propsito de su obra situ a Zurita entre los poetas de primera fila nacional835. De este modo,

la obra de Zurita escap al aparato censor de aquellos aos y, en contraste, se vio beneficiada al

reconocerse en ella los rasgos de una poesa de excelencia: "Quin es este poeta, que a los

veinticuatro aos irrumpe con una voz enteramente propia y ya formada, con un timbre de

inequvoca propiedad a pesar de lo exiguo de su obra?", se pregunt Ignacio Valente a inicios de

la dcada de 1980.836

834
R. CNOVAS, op. cit, p. 78.
835
I. VALENTE. En E. LLANOS MELUSSA, A propsito de Anteparaso. En La Castaa, N 2, mayo de 1983.
Documento recogido el 24/05/2008 en http://www.letras.s5.com/ell140206.htm.
836
I. VALENTE. Citado en Zurita o la cicatriz perdida, Revista de Libros, El Mercurio, 6 de mayo de 2007.
Documento recogido el 24/05/2008 en http://diario.elmercurio.cl/detalle/index.asp?id=%7Bca32079d-e1c1-4813-
8f75-1610fe43e6fe%7D.

412
Por otra parte, en Zurita la concepcin de poesa est directamente asociada a la de vida,

en tanto l mismo ha manifestado que el propsito de la literatura y del arte debe estar directa

relacin con la vida de los seres humanos: un mundo que surja finalmente de toda esta historia,

en el cual lo que nos rodee sea finalmente una gran construccin de arte, donde la afectividad, la

emocin humana y el espectculo del universo se encuentren y sean una sola cosa837. Estas

claves pueden apreciarse en la obra de Zurita mediante la inclusin de algunos referentes

biogrficos ya mencionados fotografas con la mejilla quemada, certificado mdico con los

trastoques respectivos, como asimismo mediante alusiones directas e indirectas sobre los datos

biogrficos del autor, como es el caso de su detencin poltica en 1973 durante tres semanas en

las bodegas del barco Maipo, en las costas de Valparaso () Entonces acurrucado contra el

fondo de tablas del bote / me pareci que la luz nuevamente / iluminaba mis apagados ojos838.

Asimismo, los inicios de Zurita en la escena artstica nacional est marcada por su participacin

en el grupo C.A.D.A., Colectivo de Acciones de Arte, conformado junto a los escritores y

artistas visuales Diamela Eltit, Lotty Rosenfeld, Fernando Balcells y Juan Castillo, y a travs del

cual se realizaban intervenciones artsticas en espacios pblicos y con afn contestatario, como

es el caso de la reparticin de leche o el lanzamiento de panfletos sobre las poblaciones de

Santiago. En esta lnea, precisamente, el proyecto de escribir en el firmamento de New York y

sobre el Desierto de Atacama, y el intento fallido del autor por cegar sus ojos en 1982 para

autoimpedirse contemplar su propia escritura en el cielo, dan cuenta de esta concepcin en la

cual el arte debe incidir sobre la vida. De ah entonces, que la atencin del autor est en la

produccin de una obra magna, como los clsicos universales del arte y la literatura, con la cual

837
R. ZURITA. En J. A. PIA, op. cit., p. 228.
838
R. ZURITA, Anteparaso, op. cit., p. 13.

413
imprimir un cambio o modificar la comprensin de la realidad por parte de un pueblo, como

sucede con las grandes obras de una nacin o continente.

En esta lnea entonces, es que Zurita genera el mecanismo de inclusin de su propia

persona a la obra, no como entidad biogrfica aunque recogiendo eventos relevantes de sta,

sino como entidad real transmutada en sujeto potico, en otros trminos, el autor como sujeto de

la enunciacin, en los trminos de Benveniste839, como la voz que se responsabiliza del

enunciado emitido, en este caso, a nivel extratextual, el autor Ral Zurita; y a nivel intratextual,

el sujeto potico que se metamorfosea segn distintas figuras, entre ellas, las del mismo Zurita,

en el intento por posicionarse en el mismo horizonte de los grandes autores de la literatura

universal Dante, Caldern, Neruda, Mistral, entre otros, y de los personajes relevantes de la

tradicin judeocristiana Dios, Jess, el elegido, el Mesas. Por su parte, emerge asimismo el

sujeto lrico como sujeto del enunciado, transfigurado de este modo en los mismos referentes

artstico-culturales mencionados, en el paisaje de Chile, sus playas, desierto y cordillera. De este

modo, los lmites que separan cada uno de estos sujetos lingusticos se vuelven borrosos,

ambiguos, como mecanismos igualmente de ocultamiento del sujeto, de modo de no revelar su

verdadero yo. En este sentido, Brito seala a propsito de la seccin reas Verdes de

Purgatorio: El yo del autor, o sujeto de la enunciacin se incorpora como texto al cuerpo / texto

del lector, otorgndose una identidad que adquiere una dimensin ms general () un espacio

mental del cual el yo no es sino una de las partes () remitindonos a la prdida de su yo

individual y a su fragmentacin en parceladas figuras del texto.840

839
E. BENVENISTE, Problemas de Lingstica General II, op. cit.
840
E. BRITO, op. cit., p. 73-74.

414
De este modo entonces, Zurita efecta el giro de un sujeto fragmentario, inacabado,

carente, al de un sujeto superlativo, grandilocuente, titnico. Sujeto exacerbado, en definitiva, en

tanto la grandeza de su nimo efecta slo el movimiento del disfraz, del disimulo simulacro,

al mostrarse efectivamente como nica estrategia de sobrevivencia como lo que no se es. Al

respecto, podemos encontrar algunos antecedentes precisamente en el sujeto romntico, debido a

que en ste su espritu tiende a elevarse, a pesar y en contra de las circunstancias desfavorables

que lo rodean. Tal como apunta al respecto Aguiar e Silva el personaje romntico se configura

como un rebelde que se yergue, altivo y desdeoso, contra las leyes y los lmites que le

oprimen841. En este sentido, el autor cita a la figura de Prometeo como smbolo del yo

romntico, como paradigma de la condicin titnica del hombre, en tanto la entidad mitolgica

constituye un ser en parte divino como el sujeto en Zurita que se levanta y triunfa frente al

destino aciago, transformando en victoria la propia muerte842. As entonces, en Zurita, el sujeto

se reviste de aquel nimo que le permite sostenerse a pesar de la fragilidad y el vaco que

finalmente guarda, la trampa e ilusin que crea como nico mecanismo para presentarse en

medio de su propia ausencia.

841
V. M. AGUIAR E SILVA, op. cit., p. 333.
842
Ibd., p.

415
CONCLUSIN.

A la luz de los textos poticos y autores revisados, ha sido posible en cierto modo y

conforme a las respectivas diferencias que presenta el sistema potico en cada uno los poetas

estudiados, efectuar una lectura en torno a la figura del sujeto potico representada en sus

respectivas obras, con el propsito de determinar en cada caso los mecanismos y dispositivos de

anclaje utilizados como asimismo las configuraciones, imgenes y transformaciones presentes y

adoptadas por cada uno de los poetas en funcin de los lineamientos esttico-literarios que

subyacen a todo proceso de escritura. De este modo, la anulacin del sujeto en Rodrigo Lira, la

gestacin de un sujeto malogrado en Soledad Faria, el sujeto huidizo e intransigente en Elvira

Hernndez, el sujeto eclipsado en Diego Maquieira, el sujeto secreto en Juan Luis Martnez, y el

sujeto exacerbado y grandilocuente en Ral Zurita, constituyen en definitiva las imgenes y

morfologas adoptadas y trabajadas en cada una de las obras revisadas, en las cuales se transmuta

y metamorfosea el sujeto potico con el fin de evadir y disuadir las formas de represin, captura

y censura dispuestas por el rgimen militar, como igualmente, ejercer actos de disimulo en torno

a lo que constituye probablemente la verdad ms inquietante: la imposibilidad del sujeto mismo

en tanto ste no consiste ms que en el proyecto malogrado de una subjetividad que no logra

conformarse como tal, sino que por el contrario constituye una entidad en estado permanente de

precariedad, fuga, inestabilidad, fragmentariedad de la cual no es posible sustraerse.

En este sentido, sostenemos que en definitiva cualquier intento de fuga, rebelda o

subversin del sujeto ante las estructuras o lineamientos de poder, dispuestos en este caso por el

416
totalitarismo del rgimen militar, slo constituyen meras instancias de expresin y manifestacin

de una seudo escapatoria o insurreccin que en trminos concretos no tiene posibilidades de

generarse en tanto el mismo sistema define la orientacin de estos trayectos al interior del mismo

circuito de poder. De acuerdo a ello, en el marco de la dialctica represin-subversin, el poder

concede ciertos espacios o zonas de configuracin para que las voces disidentes puedan emitirse

y difundirse, pero sin la posibilidad de generar los verdaderos efectos por estos esperados. Es as

entonces, como en definitiva se diluye toda posibilidad efectiva de oposicin o resistencia al

poder, dado que este mismo requiere, tal como expone Pontn, de manifestaciones y estructuras

subversivas a partir de las cuales sostenerse:

No existe un lugar para la verdadera oposicin, porque no se permita pensar


en un mbito donde el sujeto pudiera configurarse como ser-de-oposicin. En
lugar de ello, el sujeto que crea oponerse se vea arrastrado inevitablemente a
uno de los armazones de configuracin que el poder dispensaba. Aunque va
en busca de la diferencia, Greenblatt descubre la imposibilidad histrica de
toda diferencia real: si hay huellas de libre eleccin, slo se da entre
posibilidades cuya magnitud se ve delimitada estrictamente por el sistema
social e ideolgico843

No hay posibilidad, en consecuencia, para la constitucin del sujeto en s mismo, como

entidad ntegra, unificada y autnoma, sino todo lo contrario, sta est altamente constreida

entre las posibilidades que le otorga el sistema. En esta lnea, la resistencia o intentos por

desasirse de las trabas del poder y, por ende, de materializar una constitucin efectiva del sujeto,

no son ms que falacias que dispone el mismo discurso hegemnico para retroalimentarse y

autoabastecerse: la resistencia es una falacia creada como forma aadida, perfecta de

843
G. PONTN, Introduccin. En A. PENEDO; G. PONTN, op. cit., p. 19.

417
dominio844, arguye el autor al respecto. En el marco de esta falacia entonces, es que se abren

espacios o zonas de configuracin para que el sujeto active mecanismos de liberacin y protesta

ante las disposiciones polticas, econmicas y sociales dominantes. Es as como el fenmeno de

seudo levantamiento de la censura, efectuado a inicios de los aos 80 no es, en efecto, ms que

una forma de representar el espacio que el poder otorga a los sujetos de oposicin, no obstante,

para su propio funcionamiento. A partir de ello y aos antes, en el caso de las obras estudiadas,

a partir de 1977 las escrituras, haciendo uso de las tribunas concedidas aun cuando los

procesos de produccin potica se generan mucho antes de dicho levantamiento, desde 1973 o

incluso antes, como es el caso de Juan Luis Martnez y La nueva novela, publican y hacen

manifiesto los modelos o configuraciones a travs de los cuales dan cuenta de cierto sujeto o

subjetividad concebida como de resistencia u oposicin ante las arbitrariedades y despotismo de

la dictadura militar. No obstante, la aparente libertad con la que se mueven, expresan y publican

estos discursos a propsito del levantamiento censor de 1982, no constituyen ms que resquicios

efectivos utilizados por el mismo poder y articulados con el fin de que la resistencia fluya dentro

de los cauces delimitados por el sistema. De acuerdo a ello, el sujeto tiene la posibilidad de

configurarse de diversos modos, puesto que los lmites entre los distintos segmentos de la

sociedad no estn aparentemente definidos, hecho que sin embargo, no posibilita la libertad del

sujeto, en tanto las permutaciones slo eran pensables entre patrones de configuracin

proporcionados por las mismas instituciones845. En este sentido, la movilidad y

transformaciones slo son permitidas al interior de los espacios y dominios delimitados para ello,

844
Ibd., p. 18.
845
Ibd.

418
vale decir, de espacios anlogos al poder aunque opuestos y dispuestos por el mismo, para la

supuesta afirmacin del sujeto en resistencia.846

De esta forma, todas las modalidades, configuraciones, imgenes y transformaciones

articuladas por los distintos sujetos poticos y revisadas en el presente estudio, slo dan cuenta

de formas heterogneas adoptadas por los sujetos con el fin de posibilitar acciones de fuga y

resistencia que no son efectivas ni vlidas, motivo por el cual slo se presentan como instancias

y formas varias de sobrevivencia de un sujeto en definitiva atrapado y preso al interior de las

mismas zonas de represin dispuestas por el poder y a las cuales no es posible evadir. Esta

opresin por consiguiente, se extiende hacia la constitucin misma del sujeto, la que se ve

intervenida, aniquilada y diezmada por la misma instancia ineludible de represin en la cual se

encuentra inmerso: no es posible desasirse de los mecanismos de represin y aniquilacin

erigidos por el sistema, por ende, no es posible escapar a la condicin de sujeto fallido, precario,

fragmentario, por lo que todo intento de transformacin o mutacin no es ms la manifestacin

de trazas o huellas de supervivencia, tal como lo expone Pontn al respecto: la demolicin del

mito humanstico del sujeto librrimo y proteico, a partir de una profunda meditacin sobre las

caractersticas y la actuacin del poder.847

Comprendemos, por consiguiente, el mecanismo de transmutacin proteica del sujeto

como una instancia, por una parte, vlida en s misma en tanto a travs de ella tiene lugar la

manifestacin de la diferencia, pero por otra, altamente infructuosa desde el punto de vista de las

posibilidades de subversin que sta presenta. Asimismo, a nuestro parecer, estos mecanismos de

846
Ibd.
847
Ibd., p. 19.

419
transformacin subjetiva dan cuenta en sus respectivos proyectos escriturales, de las poticas y

estticas por medio de las cuales cada uno de los autores seleccionados concibe el ejercicio de la

poesa y el sentido final de sta. En otras palabras, cada imagen de sujeto adoptada o presente en

las respectivas obras, permite establecer vnculos directos con las poticas concebidas y

manifestadas en cada autor de acuerdo a nuestra propia lectura, lo que a modo de sntesis es

posible exponer del siguiente modo: en el caso de Faria, la poesa concebida como creacin de

una entidad a la que no es posible conocer o captar en plenitud; en Lira, la poesa concebida

como una va de escape paradojalmente sin salida respecto de la sociedad moderna y las

represiones y desajustes que esta impone; en Elvira Hernndez, la obra potica como medio de

expresin a partir de la cual es posible generar vas de escape transitorios, quiebres y fisuras

respecto del proyecto moderno y hegemnico; en Diego Maquieira, el discurso potico como una

va por medio de la cual es posible desestructurar, burlar y deconstruir los cnones y

convenciones impuestas por el mundo moderno y dispositivos de poder; en Juan Luis Martnez,

la poesa concebida como una dimensin a travs de la cual es posible alcanzar o vislumbrar la

pureza, de acuerdo a los mismos presupuestos mallarmeanos; y finalmente en Ral Zurita, la

poesa concebida como un discurso capaz de transformar la existencia del hombre, en el marco

de la permanente y necesaria interaccin entre arte y vida, segn los presupuestos planteados al

interior de la neovanguardia literaria.

Si bien, en cada uno de estos autores el sujeto potico adopta un modelo de

representacin distinto y particular, de igual modo a travs de la lectura efectuada es posible

distinguir algunos lineamientos comunes correspondientes a la representacin del sujeto en ellos

presente, de modo de conceptualizar en definitiva algunas de las caractersticas y propiedades

generales del sujeto potico en el corpus sealado. De este modo, nos es posible enunciar los

420
siguientes caracteres comunes presentes en conjunto en las respectivas escrituras: en primera

instancia, la incorporacin del yo poeta a la dimensin del discurso potico y su representacin

por medio del sujeto presente en dicha escritura. En este caso, la incorporacin del yo del poeta

se efecta en cada una de las escrituras por medio de ciertos mecanismos o pistas, con distintos

niveles de intensidad y evidencia en cada uno, por medio de las cuales se efecta la referencia al

yo emprico y su inclusin en el entramado textual y potico. Es el caso por ejemplo, de la

nominacin concreta y directa en la poesa de Maquieira del nombre Diego, a travs

precisamente de la figura de Diego Diego de Velzquez y la representacin del mismo como

entidad representante de la hegemona y clase dominante en pleno proceso de decadencia; en

Juan Luis Martnez, por medio de la inscripcin de su nombre tachado, alterado y entre

parntesis, (Juan Luis Martnez ) , Juan de Dios Martnez; Jxuan de Dios Ah, / ese si que

hubiese sido un verdadero nombre!, Jxuan en relacin al ingls swan, que significa cisne,

cigne en francs, ste ltimo anlogo a signo. En este sentido, la muerte del cisne es la muerte

del signo en Martnez, vale decir, la muerte de la palabra y, por ende, el proceso de anulacin y

desaparicin del sujeto como signo o interferencia en pos de alcanzar el silencio y la revelacin

del mensaje potico; en Ral Zurita, mediante la incorporacin del sujeto emprico por medios

de cdigos grficos verbales y no verbales, como es el caso de la inclusin del nombre Zurita en

algunos textos, como ttulo en uno de los poemas de Anteparaso de la inclusin del nombre

manuscrito Ral Zurita borroneado con lpiz en la copia del certificado mdico, y de la

fotografa con la mejilla quemada al inicio de Purgatorio. En esta lnea, Zurita emerge

fundamentalmente en los primeros dos poemas como el sujeto que es llamado por una voz divina

Oye, Zurita que le habla al elegido; y en ocasiones, l mismo como el dueo de la voz

omnipotente, proftica, que le habla a un otro, a un mortal, el que a su vez sigo siendo el mismo

elegido entre los mortales, vale decir, aquel que salvar del abismo y la muerte a su pueblo:

421
Zurita me dijo que iba a amainar. Por su parte, Rodrigo Lira, incorpora la imagen del sujeto

emprico al texto por medio de procesos de enmascaramientos del mismo yo a travs de la

adopcin de varios rostros, nominaciones y figuras impropias, pero asociadas a la imagen de s

mismo: el caso del Topo el Topo es un pobre diablo / de ndole subterrnea: / si sube a la

altura del suelo / se apuna, el de Juan Esteban Pons Ferrer cuya fecha y hora de nacimiento

coincide con la del poeta 26 de diciembre a las 11:30 A.M., o el del sujeto angustioso del

poema Testimonio de Circunstancias cuyos atributos y datos biogrficos coinciden igualmente

con los del autor Uno es distinto / menos loco pero ms RAYADO / un tipo escrito impreso o

manchado con distinta tinta. En el caso de Soledad Faria y Elvira Hernndez, la inclusin del

yo poeta es mucho menos evidente, menos directa, en tanto no existe en ambas una utilizacin

del nombre propio o una referencia directa hacia ellas como entidades externas al texto potico,

no obstante, en ambas acontece la articulacin de un sujeto evidentemente femenino que opera

en el texto como entidad generadora del mismo. Es el caso, por ejemplo, de Faria, en cuya

escritura en efecto el sujeto se busca a s mismo, en medio del proceso de gestacin de s a travs

del cuerpo y la palabra, sujeto que sin embargo acontece finalmente como una entidad inacabada,

incompleta: SOY LA SEMILLA OSCURA APENAS DELINEADA. Finalmente, en el

caso de Hernndez, una de las imgenes ms significativas corresponde a la bandera de Chile,

que en tanto sujeto femenino, emerge en el poema totalmente expuesta al abuso y explotacin del

sujeto dominante, masculino y hegemnico la Bandera de Chile est tendida entre 2 edificios /

se infla su tela como una barriga ulcerada -cae como / teta vieja- / como una carpa de circo.

Por otro lado, la imposibilidad del sujeto por alcanzar los horizontes mnimos de

subjetividad constituye en definitiva, en el conjunto de los poetas mencionados, la imposibilidad

del hecho potico mismo, en tanto la concrecin del sujeto en s mismo es comprendida como la

422
va a travs de la cual es posible dar alcance al fenmeno concebido como poesa, verdad o

hallazgo potico. En este sentido, la subjetividad constituye en el marco de las entidades

maltrechas, fantasmales o residuales que pululan en los poemas, un anhelo de constitucin del

yo, pues slo a travs de esta configuracin es posible alcanzar o vislumbrar la verdad o cierto

estado de plenitud potica. En el caso de Martnez, no obstante, el propsito est centrado en el

movimiento inverso, vale decir, hacer desaparecer por completo al sujeto de modo que tras su

ausencia sea posible acceder a cierto conocimiento y revelacin. Sin embargo, a pesar de dicho

giro, el intento por anular al sujeto en su escritura da como resultado el efecto contrario, en tanto

al pretender su desaparicin en el texto el efecto generado no es otra cosa que su aparicin

maltrecha y mutilada, como sucede por ejemplo a travs de la tachadura del nombre. En este

sentido, las huellas de su ausencia delatan la presencia del mismo, razn por la cual no es posible

llegar a dicho destino a pesar que la ruta elegida por Martnez difiere a la de los otros poetas

considerados al interior del corpus de estudio. De este modo, el sujeto cifra sus esperanzas de

conformacin y unificacin del yo por medio de cada una de las figuras con las cuales prueba e

intenta generar una va de escape, las que no constituyen otra cosa que, como expresa Lihn en

torno a la poesa de Lira, una pormenorizada declaracin de impotencia, una lgica de la

inercia en tanto, todo movimiento no genera ms que la declaracin de dicha intencin, la que

sin embargo es cercada por la absoluta imposibilidad de s misma: el sujeto del texto ()

termina murindose en el papel, sin alharaca848, insiste el autor al respecto. En esta lnea, Lihn

enfatiza el carcter intransitivo de la literatura, el que en nuestro caso se manifiesta por medio de

la ausencia de posibilidades del proyecto potico para materializarse y, menos an, para

extenderse hacia el terreno de la existencia real: la inconvertibilidad de la poesa en actos,

enunci el autor, lo que se traduce como la imposibilidad de proyectar efectivamente el anhelo

848
E. LIHN, El circo en llamas, op. cit., p. 157

423
potico hacia el mbito de la vida real849. Se desarticula de este modo la ecuacin arte-vida

promulgada por Zurita y la neovanguardia, lo que revela igualmente el carcter de mero

simulacro que asume el mismo sujeto potico en la obra de este poeta como en el caso de los

otros. Por consiguiente, la entidad subjetiva queda all, agonizando en el papel y sobreviviendo

slo en el espacio del anhelo y del deseo en trminos freudianos, pues su verdadero dominio no

es sino aquel: el de ser un sujeto de la sobrevivencia, del camino, del proyecto, que se mantiene

como tal en tanto debe continuar en permanente bsqueda aunque infructfera, pues su sentido es

la ella misma, la existencia en el camino como plante Kerouac: el proyecto permanente en el

caso de Lira, el inacabado proceso de gestacin en el caso de Faria; los intentos de fuga y

bsqueda de intersticios en la poesa de Hernndez, los patticos intentos de resistencia y

sobrevivencia por parte de La Tirana en Maquieira, la bsqueda del silencio en el caso de

Martnez; los intentos por levantar la voz de Chile y de s mismo en el caso de Zurita. El sujeto,

por consiguiente, sin lograr transmutar su permanente subsistencia en existencia

permaneciendo, por ende, en el Purgatorio o Anteparaso como refiere el mismo Zurita genera

ciertos mecanismos por medio de los cuales no pueda materializarse finalmente su completa

anulacin: gestaciones, enmascaramientos, camuflajes, ortopedias, acciones de fuga, eclipses,

silenciamientos, exacerbaciones y grandilocuencias, etc., con el fin de, por medio de tales

instancias de mutacin y metamorfosis, escapar a las aguas que permanentemente amenazan a

este rostro de arena, al que no le queda ms que transformarse, volverse proteico, para no ser

descubierto en medio de su vaco y simulacro. En relacin a ello, el sentido final de este sujeto

no es, en efecto, la subversin al orden establecido al poder hegemnico sino por el contrario,

es la resistencia a la muerte y anulacin extrema, pues no le queda mas que moverse entre lo

849
Ibd.

424
relativamente libre y lo altamente constreido850. La poesa y la literatura misma constituyen,

al respecto, discursos que slo pueden oscilar entre dichos parmetros, puesto que no hay

posibilidad de desestructurar las instancias e instituciones poltico-sociales que el poder ha

dispuesto. La poesa en este sentido es, tal como el sujeto, un discurso de sobrevivencia, por

ende, imposible de acontecer de modo pleno, sino que permanece sujeto a redes sociales (),

cdigos culturales, fuerzas de necesidad y contingencia que en ltima instancia exceden su

comprensin y control.851

850
B. THOMAS, El Nuevo Historicismo y otros tpicos de la vieja usanza. En A. PENEDO, G. PONTN, op. cit.,
p. 300.
851
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