Ana Riveros Poesía Chilena de 1980
Ana Riveros Poesía Chilena de 1980
Ana Riveros Poesía Chilena de 1980
INTRODUCCIN. 4
5. Orientaciones terico-metodolgicas. 79
6. Hiptesis. 82
1. El concepto de sujeto. 87
1
2. La nocin de sujeto potico. Aproximaciones terico-crticas. 95
2.1. Rodrigo Lira: anulacin del sujeto tras la imagen y mscara. 204
2.1.1. La autorreferencialidad y narcisismo de un sujeto soluble. 206
2.1.2. La otredad necesaria. 213
2.1.3. Mscaras e imgenes de un sujeto anulado. 219
2.1.4. El recurso escnico para un sujeto irreal. 229
2.2. Soledad Faria: gestacin de un sujeto malogrado. 234
2.2.1. Imposibilidad del sujeto: entidad truncada y malformada. 236
2.2.2. La lengua como instancia de represin. 242
2.2.3. Tradicin potica y mistraliana: la madre y emergencia
del sujeto femenino. 248
2.2.4. Hallazgo ilusorio del sujeto potico. 259
2.3. El sujeto huidizo e intransigente en la poesa Elvira Hernndez. 262
2.3.1. El permanente escurrir del sujeto potico. 264
2.3.2. El lenguaje como va de evasin y desconstruccin. 274
2.3.3. El escurrimiento del sujeto por las fisuras de la opresin. 288
2
2.4. El sujeto potico eclipsado en la poesa de Diego Maquieira. 293
2.4.1. La Tirana: transposicin de sujetos en decadencia. 295
2.4.2. Los Sea-Harrier: transposicin de sujetos en pugna. 310
2.4.3. Religin y lengua tirana. Poder y traicin en los sujetos. 315
2.4.4. El espacio del carnaval: caos e interposicin de identidades. 324
2.5. El sujeto secreto en la poesa de Juan Luis Martnez. 332
2.5.1. La autonoma del lenguaje potico: la evocacin de la albura. 334
2.5.2. La disolucin del sujeto y al autor: el cisne martiniano. 341
2.5.3. Muerte y no-presencia: dominios secretos del sujeto y la albura. 346
2.5.4. El sujeto secreto como residuo y silencio en el poema. 359
2.6. Ral Zurita: sujeto exacerbado y grandilocuente. 370
2.6.1. Mutaciones del sujeto en el paisaje: el sujeto-pas,
espejismos y bsqueda de la identidad. 372
2.6.2. Representaciones del sujeto en la tradicin judeo-cristiana. 394
2.6.3. Presencia de referentes artstico-literarios universales en
la configuracin del sujeto. 404
2.6.4. Sujeto exacerbado: proyeccin de la conjuncin arte-vida. 411
CONCLUSIN. 416
BIBLIOGRAFA. 426
3
INTRODUCCIN.
potica chilena de la dcada de 1980, publicada especficamente entre los aos 1982, fecha en
que tuvo lugar la manifestacin de cierto giro poltico-econmico en nuestro pas durante el
periodo de gobierno militar, correspondiente a la crisis econmica de 1982, y a partir del cual se
reprimidas desde el golpe de Estado en 1973; hasta 1990, ao en que finaliza el periodo de
dictadura poltica en nuestro pas. Igualmente, se han considerado al interior de este corpus
algunas excepciones correspondientes a obras editadas de modo anterior a la fecha sealada, vale
decir, desde 1977 en adelante; ello debido a que en razn de la lectura efectuada, estas obras en
correlacin con las producidas despus de 1982 presentan ciertas particularidades que nos
metamorfoseado en cada uno de los poetas, lo que opera como una entidad representativa de esta
escritura en relacin a la modalidad de expresin asumida por ella ante las circunstancias
sociopolticas y culturales de la poca. En este sentido, cada uno de los sujetos proyectados en
esta poesa se circunscribe segn nuestra lectura en los intentos fallidos acuados mediante
distintas formas en cada uno de ellos, por postular una subjetividad capaz de sobreponerse a las
trminos socio-polticos e ideolgicos por el gobierno militar, este ltimo asociado al sector de la
fundamentalmente por los mercados extranjeros y el capitalismo. En esta lnea y en el marco del
4
presente estudio, nuestra comprensin del sujeto se adscribe, en efecto, a aquella que lo
considera como una entidad ampliamente dependiente de los procesos histricos y sociales, vale
decir, una subjetividad determinada por las ideologas y las mismas instancias de poder que
De acuerdo a ello, la resistencia desde la cual se levantan estos sujetos no constituye otra
instancia que la que otorga el mismo sistema de poder y represin, resquicios efectivos que el
la ideologa que constrie y contiene a estos mismos sujetos. En esta lnea entonces, los
definitiva no constituye ms que una falacia en tanto no existe un verdadero lugar para la
oposicin ni la resistencia, razn por la cual en medio del intento fallido del sujeto por desasirse
de dicha opresin ste termina murindose sin alharaca, tal como apunta Lihn en torno al
1
P. SMITH, Discerning the Subject. En A. PENEDO, G. PONTN, Nuevo Historicismo. Madrid: ARCO/LIBROS,
1998, p. 188.
2
G. PONTN, Introduccin. Ibd., p. 18.
5
sujeto potico de Rodrigo Lira3, termina anulndose, o mejor dicho, dando cuenta de su
subjetividades o subjetividades vacas sin sujeto4 cuya presencia slo es validada y justificada
en el marco del engranaje ideolgico-social del cual forman parte y para la cual las distintas
seis poetas y sus respectivas obras editadas durante el periodo sealado es, en orden alfabtico, el
siguiente: Soledad Faria (1943), El Primer Libro (1985), Albricia (1988); Elvira Hernndez
(1951), Arre! Halley Arre! (1986), Meditaciones fsicas por un hombre que se fue (1987),
Carta de viaje (1989); La Bandera de Chile (1991); Rodrigo Lira (1949-1981), Proyecto de
Obras Completas (1984); Diego Maquieira (1951), La Tirana (1983), Los Sea-Harrier en el
firmamento de eclipses, (1986); Juan Luis Martnez (1942-1993), La nueva novela (1977), La
poesa chilena (1978); Ral Zurita (1951), Purgatorio (1979), Anteparaso (1982), Canto a su
etc. mediante las cuales tuvieron lugar diversas modalidades de expresin de una misma voz
3
E. LIHN, El circo en llamas. Santiago: LOM Ediciones, 1997, p. 157.
4
P. ANDERSON, In the Tracks of Historical Materialism. En A. PENEDO, G. PONTN, op. cit., p. 185. La idea
de ausencia o desaparicin del sujeto est presente igualmente en Foucault. M. FOUCAULT, Qu es un autor?
Conferencia expuesta por Michel Foucault el 22 de febrero de 1969 en la Sociedad Francesa de Filosofa.
Documento recogido el 27/04/2009 en
http://148.206.53.230/revistasuam/dialectica/include/getdoc.php?id=286&article=305&mode=pdf.
6
potica que se expone, sin embargo, transmutada en cada uno de estos soportes as como en los
proyectos poticos de cada autor. De acuerdo a ello, la revisin de esta escritura se efecta a la
luz del periodo histrico-poltico y cultural en el cual se produce y publica, esto es la dictadura
militar aun cuando este factor es altamente relevante, no es el nico mediante el cual sea
posible orientar la lectura en torno a estas obras y la materializacin hacia fines de la dcada del
70 e inicios de los 80 de una serie de soportes y/o canales de expresin generados por los mismos
sectores artstico-culturales del pas dispuestos bajo represin desde 1973, entre estos, la
aparicin de revistas de poesa y literatura que circularon al interior y fuera nuestro pas durante
aquel periodo, entre ellas La Bicicleta, La Gota Pura, El Espritu del Valle, Hueln, La Castaa,
Araucaria de Chile, esta ltima producida en el exilio, como asimismo la presencia de los
autores en el escenario cultural de la poca el caso, por ejemplo, de Rodrigo Lira en el contexto
universitario de este periodo, o de las acciones de arte efectuadas por del grupo C.A.D.A.
(Colectivo de Acciones de Arte) en las cuales particip Ral Zurita, entre otros eventos de
figura de sujeto en las obras de cada uno de los poetas seleccionados, est centrado
de cada uno de ellos nos ofrece. En este sentido, las estrategias de lectura generadas en el
presente trabajo surgen principalmente a partir del examen detenido y pormenorizado de los
mismos textos incorporados en el corpus de estudio, tanto de modo especfico y particular como
en su conjunto, por lo que las prcticas potico-culturales de la poca efectuadas por los mismos
autores a modo de expresin artstica extratextual han sido slo considerados como antecedentes
significativos en la medida que estos nos ayuden y colaboren en la configuracin del sujeto
7
En relacin a las secciones que se presentan a continuacin, al inicio del primer captulo
se efecta una revisin del contexto socio-histrico y poltico en el cual se genera esta poesa,
represin y censura que operaron durante este tiempo sobre las diversas instancias de expresin
pblica y artstico-cultural, esto es, encuentros, eventos y lecturas pblicas organizados por
publicaciones oficiales a travs de las cuales sea posible presentar y difundir la produccin
potica generada durante este periodo, lo que en definitiva alter y defini claramente los
procesos de expresin y difusin del arte y la cultura y, por ende, los mismos procesos internos
de produccin por medio de los cuales cada poeta o escritor asumi su propio quehacer potico y
ciertos cdigos de expresin. En la segunda parte de este captulo, se efectuar una revisin
panormica de la produccin potica chilena de este periodo, la que est compuesta por
mimeografiadas, y revistas literarias, como asimismo los lineamientos principales planteados por
parte de la crtica generada durante aquella dcada como en la actualidad en relacin a esta
produccin potica y a la nocin de hablante o sujeto potico presente en ella. De este modo, se
dar revisin principalmente a la produccin crtica de autores como Ivn Carrasco, Federico
Schopf, Nan Nmez, Soledad Bianchi, Toms Harris, Manuel Jofr, Andrs Morales, Eugenia
captulo, el presente estudio centra la revisin de la nocin de sujeto segn los diversos
planteamientos establecidos por las perspectivas tericas y disciplinarias que se han dedicado en
8
parte al estudio de esta entidad: el psicoanlisis, la filosofa, la antropologa, la sociologa, la
cuales se constituyen los lineamientos crtico-tericos fundamentales con los que se configurar
el soporte terico en torno a esta nocin. De este modo, desde la perspectiva psicoanaltica se
efecta una revisin, por un lado, de la nocin de sujeto freudiano en cuanto a la represin de su
energa pulsional a raz del orden simblico lenguaje y cultura; y, por otro, de la lectura
nos hemos apoyado principalmente en los presupuestos tericos de los siguientes autores:
dispositivos de moldeaje tecnologas y agenciamientos del yo; Paul Ricoeur y las nociones de
ipseidad y la alteridad como parte constitutiva del sujeto en s mismo, como igualmente la
nocin de identidad asociada a las de memoria, ideologa y poder; Zigmunt Bauman a propsito
de la doblez y escisin que guarda el concepto de identidad, tal como lo visualizan por su parte
los autores Jorge Larran, Antonio Cornejo Polar, ngel Rama y Nstor Garca Cancilini, entre
otros, al hablar de una identidad latinoamericana heterognea y trizada tras los embates de la
modernidad.
sujeto potico como una entidad en permanente intento por escapar al significado y al yo
trascendental propio del hablante lingstico, entendido ste como conciencia ttica o judicativa,
9
asociada al ego cognoscente, razonado, al que se coloca permanentemente en tela de juicio. El
sujeto potico entendido en otras palabras como una especie de bisagra, como punto de
expresa e inhibe al mismo tiempo, dando origen a un excedente indeterminado, a una entidad
atrofiada, inestable, fantasmagrica, que aparece y desaparece a la vez en las marcas del
Benveniste en torno al sujeto de la enunciacin sujeto emprico, que emite el enunciado, acto
mediante el cual se configuran los sujetos lingsticos, el sujeto del enunciado, concordante
de cada una de las obras consideradas al interior de nuestro corpus de estudio, en funcin de los
mecanismos y procedimientos que adopta y ejecuta la nocin de sujeto presente en cada una de
ellas, de modo de determinar las formas que asume cada sujeto en el marco de cada una de las
representatividad en torno a la figura de sujeto adoptadas en cada una de sus respectivas obras.
De este modo, se efectuar la revisin general de la obra de los poetas Gonzalo Rojas, Nicanor
Parra, Enrique Lihn y Jorge Teillier, en funcin de la presencia de sus respectivas poticas y
modos de representacin del sujeto presente en cada uno de ellos, los que fueron de alguna forma
recogidos posteriormente por los poetas que forman parte de nuestro corpus de estudio.
10
De acuerdo a lo anterior, el objetivo general del presente trabajo consiste en determinar la
comprensin de un sujeto con rasgos comunes que, sin embargo, tiende a transfigurarse en
entidades dismiles de acuerdo a los modos de representatividad acuados por cada escritura. A
partir de ellos, en el presente trabajo nos hemos propuesto examinar y determinar el mecanismo
mediante el cual se modeliza la figura del sujeto potico en cada escritura; reconocer la presencia
mecanismos de configuracin del sujeto; determinar los mecanismos mediante los cuales se
generan las marcas de representatividad y diferenciacin en cada uno de los sujetos de las
comprensin de que en cada uno de los seis poetas considerados para nuestro estudio, el sujeto
cual en definitiva, se intenta evadir las polticas de censura y represin del periodo poltico en el
cual dicha produccin est inserta, como a su vez, disimular, velar su verdadera falta, la ausencia
que la utilizacin del espacio que el mismo engranaje de poder concede y que incluso requiere
11
CAPTULO I
12
CAPTULO I
La dcada de 1980 en Chile est marcada por las directrices sociales, polticas, culturales,
econmicas establecidas por el periodo de rgimen militar impuesto desde el golpe de Estado el
marzo de 1990, fecha de inicio del retorno del pas a la democracia. Tales directrices incidieron,
ciudadanos, sino tambin hicieron sentir su peso en todos aquellos mbitos mediante los cuales
imposicin violenta de los militares en el poder, los feroces abusos cometidos en torno a los
personas5, por medio de actos de tortura, ejecucin y genocidio. De este modo, la cultura como
reprimida y delegada a una condicin de discurso ilegtimo, prohibido y clandestino, por causa
de la cual muchos creadores asociados a las distintas reas y disciplinas de la expresin cultural
msica, literatura, pintura, teatro, etc. se hallaron directamente silenciados por medio de
5
El nmero de vctimas de violacin a los DDHH calificadas por el Estado en Informe de la CNVR (Comisin de
Verdad y Reconciliacin Informe Rettig) e Informe de la CNRR (Corporacin Nacional de Reconciliacin y
Reparacin) corresponde a un universo de 3.195 personas. Informacin recogida el 21/06/2008 en
http://www.ddhh.gov.cl/estadisticas.html.
13
ejecuciones polticas como fue el caso del cantautor Victor Jara; el exilio impuesto o
voluntario como sucedi con un gran nmero de poetas chilenos, entre ellos Gonzalo Milln,
Waldo Rojas, Oscar Hahn, Omar Lara, Efran Barquero, Sergio Macias, entre otros6, o la
censura, para el caso de aquellos que se quedaron en nuestro pas durante aquel extenso periodo.
En el presente estudio, precisamente, abarcaremos las obras de seis poetas chilenos cuya
estada durante el gobierno militar se efectu en Chile, motivo por el cual debieron generar
ciertos mecanismos de produccin potica, encuentro y difusin que se alejara o escapara a los
sistemas de censura impuesto por la dictadura, lo que en efecto fue logrado por algunos, pero no
por otros. Estos ltimos tuvieron que someterse, en algunos casos, al aplazamiento indefinido de
la aparicin de su obra bajo un sello editorial durante aos o incluso una dcada como fue lo
6
Da cuenta de esta situacin la creacin de la Revista de Literatura Chilena en el Exilio, que se public durante
1977 y en California, Estados Unidos, y alcanz su volumen n 14 en abril de 1980 posteriormente se edit en
Espaa donde pas a llamarse Revista Chilena. Creacin y Crtica. De este modo, se expone al inicio de su primer
nmero a modo de editorial: La Revista de Literatura Chilena en el Exilio, se funda por las siguientes razones:
Bajo el gobierno de las Fuerzas Armadas en Chile no existe libertad de pensamiento ni de expresin; las
universidades han dejado de ser organismos de cultura para transformarse en centros de coercin y adiestramiento
poltico pretendiendo segn declaracin explcita de personeros de la Junta, formar una generacin que responda a
los intereses del gobierno de facto bajo la disciplina frrea de rectores militares. Como consecuencia de las medidas
tomadas por la dictadura se ha producido un vasto xodo de investigadores y escritores chilenos hacia pases que les
ofrecen garantas de libertad y facilidades en su trabajo. Creemos de toda necesidad vincular estrechamente a los
intelectuales chilenos en el exilio, promover sus trabajos de investigacin y creacin y darles la amplia difusin que
se merecen. () Declaramos nuestra firme voluntad de continuar esta publicacin en el exilio hasta que se
restablezcan en nuestra patria las condiciones de libertad y respeto a los derechos del hombre que han sido
tradicionales del pueblo de Chile. Revista de Literatura Chilena en el Exilio, enero, invierno de 1977, vol. 1, ao 1,
Ediciones La Frontera, Los ngeles, California, p. 2.
14
1.1. Antecedentes e inicios de la dictadura: golpe de Estado y rgimen militar.
El golpe de Estado se produce la maana del martes 11 de septiembre de 1973, por parte de
la Junta Militar compuesta por las cabezas de las cuatro ramas de las Fuerzas Armadas del pas:
el almirante Jos Toribio Merino; el general de la Fuerza Area, Gustavo Leigh; el general de
Carabineros, Csar Mendoza; y el comandante en jefe del Ejrcito, Augusto Pinochet, quien
mediante el cual hallar una salida poltica a las problemticas econmicas, de abastecimiento y
obreros y sus paralizaciones masivas en empresas y fbricas con el fin de incentivar y acelerar el
proceso de expropiacin por parte del Estado, y de la presin econmica y poltica efectuada
por Estados Unidos a travs de la administracin de Richard Nixon opuesta al gobierno socialista
colapso de la economa chilena, lo que se acentu tras la nacionalizacin de las grandes empresas
del cobre, provocando finalmente que tanto compaas como el gobierno norteamericano dieran
paso a un boicot contra el comercio exterior y las potenciales fuentes de crdito disponibles para
7
S. CORREA et al. Historia del siglo XX chileno. Santiago: Editorial Sudamericana, 2001, p. 274.
15
acaparamiento interno deriv en graves consecuencias econmicas y polticas para el gobierno
de la Unidad Popular.8
estableci desde el comienzo como una administracin que aspiraba a ser ms que una instancia
de quiebre y reposicin poltica y econmica de una nacin, segn dos ejes centrales presentes en
su administracin: por un lado, el carcter en extremo represivo y anulador del disenso pblico y,
permanencia finalmente durante diecisiete aos, hasta marzo de 1990, cuando asume como
represin sobre los ciudadanos, lo que fue materializado mediante el extremo abuso a los
desapariciones de ciudadanos militantes y/o adherentes del Partido Comunista y del gobierno de
definitiva dan cuenta de una ciudadana y un pas bajo estado de sitio. La reconstruccin de la
normalidad nacional constitua la misin suprema a realizarse ante Dios y la Historia, como
expona el lenguaje de los bandos10, que deba asumir el rgimen militar y la Junta de las
Fuerzas Armadas que lo presida, la que tras un ao en el poder pasara a ocupar solamente el rol
8
Ibd., pp. 265 a 267.
9
Ibd., pp. 279.
10
Ibd.
16
correspondiente al sistema legislativo, concentrndose por tanto los poderes administrativos y de
gobierno en la persona del comandante en jefe del Ejrcito, Augusto Pinochet, quien en junio de
1974 asumi el ttulo de Jefe Supremo de la Nacin. Al respecto, Sofa Correa et al. describen
con precisin los aspectos centrales que destacaron en el modos operandi del gobierno militar
Por su parte, Salazar y Pinto sealan que el golpe de Estado de 1973 constituye la
neoliberal, lo que se concret por medio de una convulsin histrica de nivel superlativo. De
este modo, los autores destacan cmo otros polticos analistas otorgaron a este evento el
que igualmente fue asumido por otros como una verdadera revolucin capitalista. Sin
11
Ibd., p. 280.
17
embargo, para Salazar y Pinto, desde una perspectiva histrica el golpe de Estado y rgimen
militar y, por ende, la instalacin del modelo neoliberal que dicho proceso conlleva, corresponde
revolucin del periodo 1938-1973 de la historia de Chile, vale decir, desde el gobierno de Pedro
Aguirre Cerda al trmino del de Salvador Allende12. En el caso del periodo de la Unidad Popular
y tiempos antes de su triunfo en 1971, el sector que se hallaba en clara posicin revolucionaria,
opuesta al empresariado capitalista era, en efecto, la clase trabajadora, fuerza que sin embargo
fue perdiendo territorio de modo progresivo durante los tres aos de rgimen socialista, ante la
presin de los sectores capitalistas del pas y extranjeros. De este modo, los autores afirman en
No obstante, desde el punto de vista econmico, los autores enfatizan que en efecto es
posible considerar dicho evento y proceso poltico como una revolucin capitalista en tanto el
sobre todo y con mxima fuerza a partir de 1983, despus de la crisis econmica de 1982. En
esta lnea, Salazar y Pinto se cuestionan respecto de la naturaleza de esta revolucin econmica
que se instaur en nuestro pas por medio de la plataforma poltico-militar, vale decir, en torno a
12
G. SALAZAR, J. PINTO, Historia Contempornea de Chile I. Estado, legitimidad, ciudadana. Santiago: LOM
Ediciones, 1999, p. 100.
13
Ibd., p. 101.
18
o, ms bien, de integracin al proceso internacional de globalizacin. Ante se ello, se plantea que
otro modo, se presenta como una maniobra econmica a travs de la cual se intenta potenciar el
que no ha constituido una revolucin industrial segn los autores, sino una reactivacin del
sector primario-exportador capitalismo depredador o salvaje que tiende a destruir y agotar los
impuesto autoritariamente y a travs del cual se busca potenciar el desarrollo hacia fuera, hacia
capital por parte del sector empresarial, inhibiendo la posibilidad de crecimiento de los sectores
no se ven en absoluto favorecidas por dicho proyecto15. Sin embargo, Salazar y Pinto sostienen
que a pesar del empuje y los alcances altamente efectivos para el ascenso del capital, de igual
modo estos procesos estn sujetos a periodos de colapso comercial y quiebre que por lo general
acontecen ante ellos como el caso de Chile en 1930, o posteriormente hacia fines de la dcada
de 1990 con la llamada crisis asitica. Es as como se expone que el capitalismo mercantil
tecnolgica, motivo por el cual el capitalismo nacional carece de vida propia. Sigue siendo un
capitalismo frgil. De reflejos () De estabilidad sobre cualquier arena16 arguyen los autores en
torno al nivel de dependencia que el sistema capitalista nacional presenta respecto del exterior,
aduciendo que dicha fragilidad puede constituir, en definitiva, el mismo fenmeno acontecido en
14
Ibd.
15
Ibd., p. 102.
16
Ibd.
19
distintos niveles de la modernidad tecnolgica, dado que el nuevo nivel basado en tecnologas de
Constitucin de 1980, considerada por Salazar y Pinto como un dispositivo mecnico impuesto
desarrollo productivo, humano ni social, sino que muy por el contrario, como estamento fue
concebido para asegurar el orden interior, vale decir, la gobernabilidad de la sociedad por parte
del rgimen militar, y la reproductibilidad formal del sistema institucional. De acuerdo a ello, su
ms de carcter poltico que econmico y social. En esta lnea, la Constitucin de 1980 apunta a
atacar el problema de la mayora dscola o disidente, por medio de una serie de clusulas a
travs de las cuales se inhibe la participacin libre y activa de la sociedad civil, en tanto se
reconoce cierta autonoma a asociaciones civiles que declaran fines especficos de tipo
econmico, cultural, religioso, entre otros, pero no poltico. En funcin de ello, los autores
libre iniciativa frente al Mercado, pero no frente al Estado. Lo poltico es un campo minado y
cercado () El ciudadano raso, para su propia seguridad, debe mantenerse fuera18. De acuerdo
a ello, a ningn movimiento social o persona natural le est permitido adherir o proceder segn
el rol de los partidos polticos reconocidos por la ley, so pena de ser altamente sancionado como
17
Ibd., p. 104.
18
Ibd., p. 107.
20
izquierda. Se dispone, no obstante el derecho a voto, el que sin embargo est ms bien
enmarcado en un proceso de autoritarismo poltico que busca ms bien asegurar al sistema estatal
real. La instancia del sufragio, por consiguiente, constituye ms bien una estrategia disuasiva,
una falacia poltica con el fin de proyectar un perfil democrtico, protector y paternalista, pues
inherente a cualquier ciudadano, sino que por el contrario, corresponde a un privilegio otorgado
1973. Esto deriv, desde un inicio de la dictadura militar, en una poltica de represin y censura
extrema ante toda manifestacin cultural que por medio de sus producciones difundiera un
19
Ibd., p. 108.
21
universidades e instituciones acadmicas, la prohibicin para efectuar reuniones y encuentros
entre artistas y acadmicos con fines culturales sean estos actos pblicos o privados, el cierre de
casas editoriales afines al gobierno socialista, como el caso de la Editora Nacional Quimant20;
altamente restrictiva para crticos, artistas, msicos, poetas, escritores, dramaturgos, actores, etc.,
que de un u otro modo deban hacer manifiesto su repudio y rechazo al rgimen militar y su
violenta implantacin sobre el pueblo chileno, como a su vez, hallar canales de expresin y
De este modo, el proceso de extrema censura al que se vieron sometidos, oblig a artistas
y, en nuestro caso, escritores y poetas, a buscar nuevas formas y cdigos de escritura mediante
los cuales sea posible dar cuenta del malestar, alteracin e indignacin ante el contexto de
represin y de violacin a los derechos humanos en el cual se les haba situado, y del
cuestionamiento que en definitiva, durante dicha circunstancia, recaan sobre los conceptos de
identidad, subjetividad, sujeto y nacin. Nelly Richard, en este contexto y siguiendo lo expuesto
por Adriana Valds, seala que en Chile surgi en tiempos de dictadura la hiptesis en torno a un
arte refractario en razn principalmente de los dos ejes que ofrece el trmino: por un lado, un arte
cuyo mensaje implica una negacin tenaz ante las arbitrariedades ejercidas por el poder
militar; y por otro, lo correspondiente a una desviacin forzada del discurso artstico respecto
produccin artstica post-golpe, Valds apunta que en efecto, ciertas obras estn hechas para ser
20
B. SUBERCASEAUX, La industria editorial y el libro en Chile (1930-1984). Santiago: CENECA, 1984, p. 66-67.
21
A. VALDS. En N. RICHARD, La insubordinacin de los signos. (Cambio poltico, transformaciones culturales
y poticas de la crisis). Santiago: Cuarto Propio, 2000, p. 16.
22
inadmisibles por cualquier sistema cultural oficial22 en tanto no eran compatibles con el
sistema de intercambio econmico ni en las redes de circulacin de dicho sistema, e incluso, con
otros productos culturales cuyos signos de disidencia frente el totalitarismo eran abiertamente
explcitos. Era el caso de autores como Lihn, Zurita, Dittborn, entre otros, quienes recurrieron en
su bsqueda por distintas formas de expresin a lenguajes poticos y claves retricas mediante
las cuales el mensaje antidictatorial fluyera de modo encubierto o disimulado, lo que sin duda
permiti la emergencia de novedosas formas de expresin que, lejos de esterilizar las formas
expresivas de poetas y escritores, constituyeron recursos mediante los cuales se dieron origen a
nuevos cdigos y modos de representacin potica, como fue por ejemplo el caso de Ral Zurita
con Purgatorio. En torno a ello, Juan Luis Martnez seal en su conversacin con Feliz Guattari
reconoce que para efectos del trabajo de creacin potica, un sistema totalitario le es mucho ms
estimulante e incitante que una democracia, pues en definitiva, la represin constituye una
especie de motor a partir del cual es posible generar productos poticos ms complejos y con
mayor fuerza esttica. Mi trabajo habra sido ms difcil en una democracia que bajo la
Nelly Richard apunta asimismo que en el contexto de la dictadura militar las diversas
ciertas claves mediante precarias economas del trozo y la traza24. En definitiva, un alfabeto de
huellas a travs del cual se intenta rescatar los aspectos centrales de la memoria, por medio de las
22
Ibd.
23
J. L. MARTNEZ, Poemas del otro. Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales, 2006, p. 92.
24
N. RICHARD, op. cit., p. 14.
23
variadas tcnicas de reinvencin de la misma como posibilita, segn la autora, el pensamiento
benjaminiano. En este sentido, Richard enfatiza que en el contexto de Chile post-golpe uno de
los motivos que lleva a la memoria a trabajar sobre rupturas, enlaces y discontinuidades es
precisamente la amenaza de su prdida ante la impronta mutiladora del rgimen militar respecto
De este modo, la va de escape utilizada por poetas y artistas es la de generar obras cuyos
signos o produccin de sentido sea comunicable, pero nunca demasiado procesables, como
expuso Hopenhayn26 en torno a la escena de avanzada, vale decir, obras que den cuenta en su
interior, pero no de modo explcito, del rechazo, denuncia y oposicin ante el totalitarismo
militar, lo que oper como medida de persistencia, resistencia y rescate de la memoria, ante las
amenazas silenciadoras del oficialismo. Tal como expone al respecto Nelly Richard:
25
Ibd., p. 16.
26
M. HOPENHAYN, Qu tienen contra los socilogos? En N. RICHARD (coord.), Arte en Chile desde 1973.
Escena de avanzada y sociedad. FLACSO, Santiago de Chile, N 46, enero de 1987, p. 95.
27
N. RICHARD (coord.), op. cit., p. 18.
24
Ahora bien, la censura editorial oper con fuerza durante los primeros aos de dictadura
militar, hacia fines de la dcada del 70 aproximadamente 1978 cuando comienzan a reaparecer
bajo un marco editorial siempre restrictivo las primeras publicaciones de autores y poetas
chilenos como es el caso de Parra, Lihn, Teillier, entre otros, y de aquellos poetas considerados
como objeto para el siguiente estudio. Todos textos que de algn modo debieron ajustarse a los
cdigos refractarios como menciona Richard, en tanto implicaron un mensaje de oposicin ante
mutilada. Ello sucedi tambin con los movimientos culturales y colectivos que comenzaron a
tomar lugar hacia fines de los aos 70 e inicios de los 80, como es el caso del grupo C.A.D.A. y
artstico-cultural entre 1973 y fines de los aos 70, hacia 1977 tom fuerza la denuncia respecto
a la existencia del denominado apagn cultural, cuyo tema apareci inclusive en la portada de
la revista Mensaje en noviembre de ese ao28. En efecto, debido al declive post-golpe no slo de
definitiva, una evidente restriccin del acceso a la cultura por parte de la poblacin. De este
En Chile todo el mundo habla hoy del "apagn cultural". En efecto, la Junta
prefiere, en el dominio de la literatura y el arte, de todas las expresiones del
pensamiento, las virtudes higinicas del silencio y del black-out. () El
hombre vive bajo estado de sitio y la cultura bajo toque de queda.29
28
S. CORREA et al., op. cit., p. 312.
29
Araucaria de Chile, Madrid, N 1, 1978, p. 5.
25
Por su parte, Jorge Edwards a su regreso a Chile en 1978, despus de aos en el
y cultural en nuestro pas, sealando que el espacio de los libros ha sido invadido por el de los
correspondiente al alza de los precios y valores de cada unidad un 300% ms alto que en
Estados Unidos, segn afirman Correa at al. ante un descendido poder adquisitivo por parte de
calidad; al sistema de educacin como asimismo al recorte del gasto pblico destinado a la
investigacin cientfica y tecnolgica, que deriv, junto a las otras causales de ndole poltico, en
buscaron fuera del pas espacios de libertad para la expresin de sus ideas y desarrollo
profesional.31
individual y/o colectiva de artistas y escritores, sino que muy por el contrario estos debieron
crculos restringidos conformados por creadores e intelectuales cercanos. En este marco, algunos
autores sealan que la nocin de apagn cultural es, no obstante, una falacia, debido que a
margen de los medios de difusin y publicacin, inhabilitados por el gobierno para dichos
30
J. EDWARDS. En S. CORREA et al., op. cit., pp. 312-313.
31
S. CORREA et al., ibd.
26
efectos. Es as como Martn Cerda expone en La Tercera, en 1982: No existe, desde luego, un
apagn ni una decadencia en la actividad creativa, pero s existe, en cambio, una serie de factores
() que estn impidiendo que sta pueda proyectarse, difundirse y discutirse pblicamente.32
De esta forma y bajo tales condiciones, artistas e intelectuales debieron lidiar con los
sistemas censores y de represin generados por el oficialismo, situacin que sin embargo, dio
muestras de un leve, pero significativo descenso hacia fines de la dcada del 70, con la aparicin
periodo que sobrevino fue en extremo complejo para el rgimen militar, debido a que a partir de
1982 el escenario favorable en trminos econmicos dio un giro altamente violento para el
oficialismo, a causa de variables externas que dejaran en evidencia la vulnerabilidad del modelo
nacional, la desproteccin social de los trabajadores, sumado todo ello al impacto desfavorable
de la crisis mundial generada por nuevas alzas en el precio del petrleo y la consiguiente
32
M. CERDA, ibd.
27
de las tasas de inters en el mercado internacional, dieron como resultado una acentuada cada en
liquidacin y fusin de un alto nmero de instituciones financieras, situacin que hacia fines de
1983 gener que el Estado terminara oficiando como aval de la banca privada, lo que constituye
una mxima contradiccin con la lgica del modelo neoliberal adoptado. Asimismo, a comienzos
(PEM) y en el Programa Ocupacional para Jefes de Hogar (POHJ), ambos creados como
llegaban al 50%, siendo incluso mayores entre los jvenes34, se expone al respecto. La crisis
econmica que llegaba, por tanto, a todos los sectores de la poblacin, posibilit la aparicin de
movilizaciones y protestas por parte de los ciudadanos, situacin que se concret en mayo de
organizacin sindical al interior de las empresas que se vena gestionando, impulsado asimismo
chilenos; situacin que en consecuencia oblig al gobierno militar a tolerar una creciente
En definitiva, dicho proceso permiti reactivar la actividad poltica reprimida desde 1973,
la que junto a la clase trabajadora y sindical, debieron lidiar y enfrentarse a los violentos ataques
33
S. CORREA et al., ibd., p. 327.
34
Ibd.
35
Ibd., p. 328.
28
e intentos por parte del rgimen por frenar las manifestaciones e insubordinacin de los
militares y civiles:
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos del gobierno por contener a la ciudadana, debi
efectuar algunas concesiones en razn de las presiones ejercidas por la misma poblacin civil, la
clase poltica que comenzaba a reorganizarse, la crisis econmica que no declinaba y el apoyo de
cierto sector internacional concentrado en determinar distintas estrategias para generar el colapso
reiniciar sus relaciones con editoriales nacionales, como sucedi con Floridor Prez, Oscar Hahn,
Alejandra Basualdo, Federico Schopf, Claudio Bertoni, entre otros, quienes despus de 1973 no
vuelven a publicar en Chile hasta despus de los aos 80, y de otros que lograron publicar por
primera vez, como es el caso de Eugenia Brito, Soledad Faria, Toms Harris, Elvira Hernndez,
36
Ibd., p. 329.
37
Ibd.
29
Teresa Caldern, Rodrigo Lira, Armando Rubio estos dos ltimos con textos pstumos, entre
De este modo, la crisis de 1982 que se extendi hasta 1985 permiti la emergencia y
consolidacin de un espacio de apertura social y cultural que no tendra vuelta atrs, a pesar de
los intentos del rgimen por detener dicho avance. Con ello, tomo fuerza el bloque democrtico
la Democracia que triunf en el plebiscito de ese ao, dando paso al proceso eleccionario de
1989 por medio del cual se eligi al nuevo gobierno con el cual se inaugurara el periodo de
30
2. Produccin potica chilena de 1980: desde 1982 a 1990.
pesar de las circunstancias poltico-sociales en las cuales sta se encontraba inserta, las que tal
como se expuso ms arriba impidieron claramente la difusin abierta y pblica de los trabajos
poticos los que, sin embargo, de una u otra forma encontraron insterticios y vas de
comunicacin y entrega entre aquellos lectores que formaban parte del circuito artstico-cultural
chileno que deba permanecer y coexistir soterradamente durante los aos de dictadura militar.
La poesa ms importante de los aos 1973, 74 y 75 se hace en las crceles, en los campos de
concentracin o en la casa, para pasar de mano en mano, ser publicada en una revista clandestina
o salir del pas y ser recogida en antologas38, seala Nan Nmez en relacin a los aos
inmediatos despus del golpe. Dicha situacin extrema de represin y censura tiende a decaer
ao 1982, bajo pleno rgimen militar, el gobierno debi ceder levemente su rigor desptico ante
escritores y poetas chilenos lograsen sacar sus escritos a la luz pblica y, por consiguiente, el
1980 y 198440. No obstante ello, ya hacia fines de los aos 70 y comienzos de los 80 antes de
38
N. NMEZ, Ruptura y continuidad en la poesa chilena actual. En Literatura chilena, creacin y crtica, N 20,
octubre-diciembre, 1983, p. 29.
39
S. CORREA et al., op. cit., p. 329.
40
B. SUBERCASEAUX, op. cit., p. 112.
31
1982 198341, varios poetas comenzaron a publicar nuevamente en Chile, luego del quiebre
poltico de 1973, algunos de ellos incluso por primera vez. Entre los primeros, destacamos a
persona, 1988), Nicanor Parra (Sermones y Prdicas del cristo del Elqui, 1977; Nuevos
Sermones y Prdicas del Cristo del Elqui, 1979; Poema y antipoema a Eduardo Frei; 1982,
Chistes para despistar a la polica Poesa, 1983; Coplas de Navidad; 1983, Hojas de Parra,
1985), Gonzalo Rojas (50 Poemas, 1982; El alumbrado, 1986), Enrique Lihn (Pars, situacin
irregular, 1977; A partir de Manhattan, 1979; El Paseo Ahumada, 1983; Pena de extraamiento,
1986; La aparicin de la virgen, 1987; Diario de muerte; 1989), Jorge Teillier (Para un pueblo
fantasma, 1978; Cartas para reinas de otras primaveras, 1985) Juan Cameron (Perro de Circo,
1979; Apuntes, 1981; Escrito en Valparaso, 1982; Cmara oscura, 1984), Jos ngel Cuevas
(Introduccin a Santiago, 1982; Contravidas, 1983, Canciones Rock para chilenos, 1987;
Cnticos amorosos y patriticos, 1988; Adis muchedumbres, 1989), Oscar Hahn (Arte de
Morir, 197943; Mal de amor, 1981; Imgenes nucleares, 1983, Flor de enamorados, 1987),
Gonzalo Milln (Seudnimos de la muerte, 1984; Virus, 1984), Floridor Prez (Cartas del
prisionero, 1984), Jaime Quezada (Astrolabio, 1976; Huerfanas, 1985; Un viaje por
Solentiname, 1987), Federico Schopf (Escenas del Peep-Show, 1985), Manuel Silva Acevedo
(Terrores diurnos, 1982; Palos de ciego, 1986), entre otros. Todos ellos, poetas pertenecientes a
las generaciones previas a la dcada de 1980, vale decir, la generacin del 38, como es el caso de
Nicanor Parra, Eduardo Anguita y Gonzalo Rojas; del 50, a la cual pertenecen poetas como
41
Bernardo Subercaseaux fija como fecha de levantamiento de la censura previa, junio de 1983. Al respecto seala
que entre 1976 y junio de 1983, muchos textos publicados durante dicho tuvieron problemas para circular, entre
ellos, Bajo amenaza de Jos Mara Memet 1979, y Pars, situacin irregular de Enrique Lihn 1977.
B. SUBERCASEAUX, op. cit., p. 108.
42
La edicin de 1980 corresponde a una versin modificada y definitiva de la ya publicada en 1967.
E. ANGUITA, Venus en el Pudridero. Santiago: Editorial Universitaria, 1980.
43
La primera edicin de Arte de Morir se public en Buenos Aires, en 1977. O. HAHN, Arte de Morir. Buenos
Aires: Hispamrica, 1977.
32
Enrique Lihn, Jorge Teillier, entre otros; y la del 60, la que contempla a los poetas Juan
Cameron, Jos ngel Cuevas, Oscar Hahn, Gonzalo Milln, Floridor Prez, Jaime Quezada,
No obstante, algunos de estos poetas publicaron durante el periodo post-golpe, entre los
aos 1974 y 1979, en el extranjero, durante el exilio algunos, como fue el caso de Gonzalo
Milln (La ciudad, Canad, 1979); y otros, como Waldo Rojas, quien reside hasta el da de hoy
en Francia tras ser exiliado en 1974 y cuya obra despus de esa fecha ha sido publicada
principalmente en el extranjero.
seis poetas considerados para el presente estudio, esta corresponde a un grupo que comienza a
publicar sus textos tiempo despus del golpe de Estado, hacia fines de la dcada de 1977 y
desatacamos a Eugenia Brito (Va Pblica, 1984; Filiaciones, 1986), Teresa Caldern (Causas
Perdidas, 1984; Gnero Femenino, 1989), Javier Campos (Las ltimas fotografas, 1981;
La ciudad en llamas, 1986), Carlos Cocia (Aguas servidas, 1981), Eduardo Correa (Bar
Paradise I, 1986; Bar Paradise II, 1987), Elicura Chihuailaf (El invierno, su imagen y otros
poemas azules, 1988; En el pas de la memoria, 1988; A orillas de un sueo azul, 1989), Soledad
Faria (El primer libro, 1985; Albricia, 1988), Toms Harris (Zonas de peligro, 1985; Diario de
navegacin, 1986; El ltimo viaje, 1987; Alguien que suea, Madame, 1988), Elvira Hernndez
(Arre! Halley Arre!, 1986; Meditaciones fsicas para un hombre que se fue, 1987; Carta de
viaje, 1989), Rodrigo Lira (Proyecto de obras completas, 1984), Eduardo Llanos Melussa
(Contradiccionario, 1983), Diego Maquieira (Upsilon, 1975; Bombardo, 1977; La Tirana, 1983;
33
Los Sea-Harrier en el firmamento de eclipses, 1986), Juan Luis Martnez (La nueva novela,
1977; La poesa chilena, 1978), Jos Mara Memet (Poemas crucificados, 1977; Bajo amenaza,
1979; Cualquiera de nosotros, 1980; Los gestos de otra vida, 1985; Canto de gallos al
amanecer, 1986; La casa de la ficcin y otros poemas, 1988), Paz Molina (Memoria para un
pjaro asustado, 1982; Noche Valleja; 1989), Jorge Montealegre (Huiros, 1979; Lgica en Zoo,
1981; Astillas, 1982; Exilios, 1983; Ttulo de dominio, 1986), Rosabetty Muoz (Canto de una
oveja al rebao, 1981; En lugar de morir, 1987), Clemente Riedemann (Karra Maw'n y otros
poemas, 1984; Primer Arqueo, 1989), Armando Rubio (Ciudadano, 1983); Alicia Salinas
(Poemas de amor, exilio y retorno, 1989), Bruno Serrano (El antiguo ha sucumbido, 1979;
Exilios, 1982; Olla Comn, 1985), Jorge Torres (Recurso de amparo, 1975; Palabras en desuso,
1978; Graves, leves y fuera de peligro, 1987), Vernica Zondek (Entrecielo y entrelnea, 1984;
La sombra tras el muro, 1985; El hueso de la memoria, 1988), Ral Zurita (Purgatorio, 1979;
Anteparaso, 1982; Canto a su amor desaparecido, 1986; El amor de Chile, 1987), entre otros.
En torno al concepto de generacin, esta nominacin ha sido para el caso de los poetas de
1980 y por ende, el grupo considerado para el presente estudio, ampliamente cuestionada y
objetada por parte de la crtica, debido a que por un lado, el concepto de generacin literaria no
se ajusta a los criterios con los cuales formalmente debe constituirse un grupo en relacin a los
aspectos en comn presentes en los distintos procesos de produccin potica por parte cada
escritor, vale decir, las coincidencias desde las perspectivas temtica y esttica, lo que sucede
34
igualmente con las generaciones del 50 y 60 segn expone Julio Espinosa44; y por otro, debido a
tampoco constituye un factor en base al cual pueda determinarse con efectividad la nmina de
funcin a los aos de nacimiento como establece la nocin definida por el crtico espaol cada
quince aos, segn se determina no es claramente aplicable a los poetas chilenos cuyas
publicaciones comienzan a aparecer hacia fines de los aos 70 y durante los 80. Inclusive, juzga
generaciones del 50 y 70 Slo la llamada Generacin del '50 lleva este nombre ms o menos
bien puesto. Ya la llamada del '60 hace agua por todas partes46, puesto que los aos de
generacin. Asimismo, Espinosa enfatiza que para el caso de los poetas de los aos 80 tampoco
se presenta una congruencia en torno al concepto de generacin literaria propuesto por Julius
Andersen, debido a que entre ellos no existe necesariamente una correlacin o vnculo en cuanto
intelectual y/o acadmica-cultural recibida, ni en los rasgos comunes de estilo que los pueda
relacionar estrechamente. Esto sucede, principalmente, porque nunca una generacin literaria
suele coincidir con una histrica, sino que, ms bien, se trata de subgrupos dentro del gran grupo
44
J. ESPINOSA GUERRA, Poesa chilena: el grupo de poetas del '70 o la supuesta generacin del '80. En Revista
Galerna, N 3, Universidad Estatal de Montclair, 2005. Documento recogido el 13/05/2006 en
http://www.letras.s5.com/je240905.htm.
45
Ibd.
46
Ibd.
35
histrico-generacional47, arguye Espinosa al respecto. En este sentido, el autor establece que a
Generacin Etnocultural, considerando incluso que estas categoras provenientes del estudio
realizado por Ivn Carrasco en 1989 en torno a la poesa chilena del periodo 1977-198748 son
mviles, en tanto las lneas estticas pueden ser asumidas por un grupo de poetas y compartidas
por los mismos u otros, por un periodo de tiempo especfico asociado al contexto personal de
Por su parte, Andrs Morales seala que en razn de las ambigedades expuestas en torno
a la definicin de quienes integran el grupo generacional de 1980, seala que esta situacin ha
sido calificada en una primera instancia, como un problema de denominacin, debido a que a
este grupo de poetas se les ha llamado indistintamente por parte de la crtica como Generacin
poetas que salieron al exilio51, generacin de la dispora o del exilio interno52 etc. o
generacin castrada, como alguna vez la denomin Riedemann53. Dicha falta de acuerdo al
47
Ibd.
48
I. CARRASCO, Poesa chilena de la ltima dcada (1977-1987). En Revista Chilena de Literatura, N 33, 1989.
49
A. MORALES, La poesa de la generacin de los 80: valoracin de fin de siglo. En Cyber Humanitatis,
N 13, verano de 2000. Documento recogido el 23/04/2006 en http://www2.cyberhumanitatis.uchile.cl/13/tx18.html.
50
S. BIANCHI, Poesa Chilena (Miradas. Enfoques. Apuntes). Santiago, Ediciones Documentas / CESOC, 1990,
p. 23.
51
Ivn Carrasco expone al respecto: Muchos de estos poetas constituyeron la generacin diezmada que debi
marcharse al exilio con el golpe militar del 11 de septiembre de 1973, que transform hasta sus cimientos la
institucionalidad y convivencia en el pas. I. CARRASCO, Treinta aos de poesa chilena. Entre la casa y el
mundo: poesa chilena a partir de 1973 (I). En Documentos Lingsticos y Literarios, N 21, 1998, p. 21.
Documento recogido el 23/09/2008 en www.humanidades.uach.cl/documentos_linguisticos/document.php?id=391.
52
J. MONTEALEGRE. En T. HARRIS ESPINOSA, Desarrollo de la poesa chilena: 1960 (1973) 1990. Una
introduccin. En Mapocho, N 51, primer semestre de 2002, p. 41.
53
pero que en ningn caso es N.N., seala el autor al respecto. C. RIEDEMANN, Parte uno: para una poesa
de la memoria. En M. GARCS et al. Memoria para un nuevo siglo. Chile, miradas a la segunda mitad del siglo
XX. Santiago: LOM Ediciones, 2000, p. 354.
36
momento de nominar a una determinada generacin, ha generado segn expone Morales, el
ms bien a la contingencia poltica del pas, lo que no necesariamente permite dar cuenta de
modo efectivo de los aspectos esttico-literarios que estn presentes y destacan en la produccin
apunt lo siguiente:
NN, una generacin de la dispora y del exilio interno. Una promocin que
descubre la palabra en el desgarro colectivo: inspiracin de las bocanadas de
humo de septiembre de 1973. Esta experiencia comn a un referente bautismal
para muchos poetas jvenes de 20 a 70 aos. Por ello no es extrao que
algunos hubiramos comenzado a escribir en la prisin poltica o que parte de
nuestro desarrollo se haya dado en el exilio o eludiendo la represin con
seudnimos o simplemente callando o postergando la publicaci6n de
nuestros textos; NN: lo sin nombre, lo que no existe, lo desaparecido. E pur si
muove: no NN, al fin y a1 cabo, es una doble negacin: Nunca nunca, Nadie
nadie. De ah soy. De all somos.55
Ahora bien, precisamente a raz de la situacin poltica durante dicho periodo, en razn
disparidades en cuanto a las fechas y posibilidades de publicacin oficial a la cual durante largo
tiempo no pudieron acceder muchos de estos poetas, motivo por el cual, simplemente en muchos
casos no coinciden los periodos de las primeras publicaciones con la generacin a la cual
debieran pertenecer desde el punto de vista de la definicin histrica del concepto, estipulada por
Ortega y Gasset. Es as como se presenta el caso por ejemplo de Juan Luis Martnez quien naci
54
A. MORALES, op. cit.
55
J. MONTEALEGRE. En T. HARRIS ESPINOSA, op. cit., pp. 41-42.
37
pertenecer a la Generacin del 70 73, segn menciona Espinosa56, sin embargo el poeta
public su primera obra recin en 1977, precisamente a causa de la irrupcin que signific el
ao 1971 me acerqu a la Editorial Universitaria. Pero en septiembre de 1973 echaron todo para
atrs. Segu escribiendo, para autoeditarme, pero haba otras preocupaciones que me
80, es un error metodolgico fijarla entre 1961 y 1964; y entre 1946 y 1949, para la llamada
Morales, al ao de la primera de publicacin del poeta, la que se retras varios aos a causa de la
nacimiento, reunir a los poetas de acuerdo a las fechas y periodos de publicacin obligara a la
inclusin de una serie de poetas de muy dispares procedencias, en cuanto a la edad y al nivel
caractersticas de la promocin.60
Otros casos similares al de Juan Luis Martnez, fueron los de Elvira Hernndez y Rodrigo
Lira. En relacin a la primera, su texto La Bandera de Chile, escrito en 1981, circul durante la
38
mimeografiadas y fotocopiadas, las que fueron incautadas por el gobierno militar en 1982.
Finalmente, la obra vio la luz oficial recin en 1991, cuando fue publicada por Editorial Tierra
Firme en Buenos Aires. En el caso de Rodrigo Lira, su obra circul de mano en mano
llamada Generacin del 70, se debe a dicho fenmeno asociado a la falta de acceso a
publicaciones y ediciones oficiales durante la primera dcada del rgimen, lo que no quiere decir
bien que sta al producirse deba seleccionar canales restringidos de difusin de modo de no ser
incautada por los controles y censores del gobierno militar. De acuerdo a ello, la crtica oficial se
negaba a trabajar sobre aquellas obras que no vieran la luz oficialmente, no considerndolas por
tanto dentro del panorama literario nacional, como fue el caso de algunos poetas de los 80, que a
pesar de venir desarrollando un trabajo potico con bastante antelacin una dcada o ms en
Este es otro de los motivos ocultos de por qu el grupo de poetas del '70 pas
a llamarse misteriosamente y sin ninguna razn de peso, Generacin del '80.
Indudablemente se trat de una apropiacin conceptual e intelectual de una
parte de la crtica oficial que exiga y exige que todo pase bajo su ojo, sus
parmetros, su normativa, debido a que slo re-conoce la existencia de un
fenmeno (literario, artstico, histrico) no revisando y reconociendo su
carencia de rigor (la de la crtica) y la independencia que tiene la creacin de
las instituciones que pueden llegar a avalarlas, sino desde el momento en que
ella descubre dicho movimiento y lo moldea a placer, no importando que
61
J. ESPINOSA GUERRA, op. cit.
39
este sea anterior y responda a hechos similares, pero diferentes a los por ella
esgrimidos.62
dictadura, vale decir, a mediados de la dcada del 70. De acuerdo a ello, las caractersticas que
los destacaron y diferenciaron de la produccin anterior son, en efecto, una manifiesta oposicin
las circunstancias adversas lograron reunirse y conformar ciertos grupos, algunos de ellos, en
difusin de su arte y pensar, como es el caso de los colectivos de arte y revistas literarias de la
poca, algunas de carcter clandestino, adems de las autoediciones que comenzaron a circular
contexto, algunos rasgos caractersticos de la poesa de esta promocin post-golpe, segn los
antologadores, son el uso de un lenguaje cercano a lo coloquial, cuyas formas son provenientes
potico inmerso en el mbito cotidiano, que no niega ni retira su propia subjetividad del texto
potico.63
62
Ibd.
63
T. CALDERN, L. CALDERN, T. HARRIS, op. cit., pp.15-16.
40
Ahora bien, Espinosa seala por su parte, que en el marco de intentar resolver el
atencin en nuevos parmetros que estn delimitados segn fechas reales y eventos concretos.
De este modo, el autor aboga por reagrupar a los poetas segn dcadas, de iniciacin en la
escritura, modelo que le permitira prescindir de la definicin por quince aos estipulada por el
militar, y en funcin de cierto levantamiento del mismo sistema censor a partir de la crisis
econmica de 1982, durante fines de la dcada de 1970 e inicios de 1980 se comienzan a realizar
por medio de los cuales los artistas y poetas generaban un espacio de expresin y difusin para
las normas del poema y del arte convencional, y el uso del extratexto, manifestado a travs de
41
literalmente de expresiones artsticas que buscan quebrantar los ejes de la tradicin
partir del rechazo absoluto ante las extremas polticas de represin establecidas por el rgimen.64
integrado por dos escritores, Ral Zurita y Diamela Eltit, un socilogo, Fernando Balcells, y dos
artistas visuales, Lotty Rosenfeld y Juan Castillo65. Este colectivo es parte del movimiento de
arte chileno denominado escena de avanzada, constituido despus de 1977 y que correspondi
Eugenio Dittborn, Carlos Leppe, Juan Dvila, Carlos Altamirano, el grupo C.A.D.A., Lotty
Rosenfeld, Catalina Parra, Alfredo Jaar, entre otros; y en el mbito de la literatura, a escritores y
poetas como Ral Zurita, Diamela Eltit, Diego Maquieira, Juan Luis Martnez, Gonzalo Muoz,
Soledad Faria, entre otros. Todos ellos, mediante la utilizacin de formas y recursos no
plantearon en definitiva a travs de sus obras una reconceptualizacin crtica de los lenguajes,
presente hasta entonces66. En esta lnea, algunas de las propuestas estticas compartidas por los
distintos artistas que formaban parte de dicha escena, correspondan a la exigencia de evidenciar
64
F. SCHOPF, Antipoesa y neovanguardia. En Estudios Filolgicos, N 23, 1988, pp. 37 y 38.
65
N. RICHARD, La insubordinacin de los signos, op. cit., pp. 40-41.
66
Ibd., p. 55.
42
las distintas instancias institucionalizadas67; el desmontaje del cuadro y del rito contemplativo
de la obra de arte postulada por la tradicin aristocratizante de las Bellas Artes; la reinsercin
sistemas de produccin simblica, vale decir, el texto, la imagen, el gesto, y el uso de nuevas
de la historia y del periodo dictatorial en que ya comenzaban poco a poco a resquebrajarse las
normativas totalitaristas y represoras instaladas desde 1973. A diferencia de los artistas y obras
que formaron parte de la escena de avanzada, los integrantes del grupo C.A.D.A. exacerbaron el
propsito rupturista dispuesto por artistas y obras al interior de la escena de avanzada, en tanto su
De este modo, uno de los principales trabajos del grupo C.A.D.A., segn expone Richard,
67
P. OYARZN, ibd., p. 40.
68
N. RICHARD, ibd.
69
Ibd.
43
realizado en 1979 y correspondiente a una serie de intervenciones programadas, entre las que se
incluyeron la distribucin de cien litros de leche entre las familias de un sector marginal de la
enunciacin para un texto mediante el cual se establece una analoga entre la pgina en blanco
como soporte inicial y espacio para la creacin artstica libre de censura y la leche blanca,
ambos como recursos bsicos privados para los chilenos70; y la extensin de un amplio lienzo
que cubre la entrada al Museo de Bellas Artes a modo de acto de clausura de la voz y autoridad
medio del cual se realiza el lanzamiento de 400.000 volantes cados sobre sectores marginales de
Santiago con la inclusin de un texto mediante el cual se expone la estrecha relacin entre vida y
Precisamente, la fusin entre arte y vida constituye una de las consignas vanguardistas
proclamadas al interior del grupo, de acuerdo a la propuesta esttica trabajada. En este sentido, el
mirada est centrada en la recuperacin de los espacios cotidianos como la nueva obra de arte a
contemplar el espacio cotidiano, la urbe, el entorno como el verdadero museo y, en esta lnea,
70
Nelly Richard da cuenta del texto incluido en la pgina de la revista Hoy: imaginar esta pgina completamente
blanca / imaginar esta pgina blanca como la leche diaria a consumir / imaginar cada rincn de Chile privado del
consumo diario de leche como pginas blancas para llenar. C.A.D.A., ibd., p. 41.
71
El texto incorporado en los panfletos expone lo siguiente: El trabajo de ampliacin de los niveles habituales de
vida es el nico montaje de arte vlido / la nica exposicin / la nica obra de arte que vale: cada hombre que trabaja
para la ampliacin aunque sea mental de sus espacios de vida es un artista. CADA, ibd., p. 42.
72
C.A.D.A., Una ponencia del C.A.D.A. En Ruptura. Documento de Arte. Santiago: Ediciones C.A.D.A., agosto de
1982.
44
El llamado vanguardista a vivir el arte como fusin integral entre esttica y
cotidianeidad, implica superar los confines simblicos y materiales de la
institucin artstica y desmontar la nocin maniqueista del arte como
alternativa de vida. Implica reconciliar arte y vida en un todo sin divisiones
ni compartimentaciones. () La eliminacin de todo lmite diferenciador
entre cdigo (la mediacin del signo) y experiencia (la in-mediatez de lo real)
es la condicin necesaria para que finalmente se cumpla la utopa de la
integracin (metafsica o revolucionaria) del arte en el continuum de la
existencia, sin la interrupcin de un sistema de puntuacin semitico-cultural
que implique corte o separacin.73
Asimismo, otras de las lneas con las cuales opera el grupo C.A.D.A. es la fusin entre
arte y poltica, en el marco del periodo de dictadura militar en el cual se sita, y a partir del cual
de los lmites simblicos y territoriales impuestos por el rgimen. En esta lnea, tanto el
C.A.D.A. como la escena de avanzada apostaban por una transgresin a los lmites y reducciones
caso de la convencin pictrica del cuadro. El llamado era entonces hacia la ausencia de todo
lmite, el que se haca manifiesto mediante un extremado militantismo vanguardista bajo el cual
arte/poltica, las que desde el punto de vista social e histrico, eran comprendidas como
73
N. RICHARD, ibd., p. 44.
74
Ibd., pp. 45-46.
45
diferencias y resolver las contradicciones una vez concretada la utopa del cuerpo homogneo
Adems del C.A.D.A. se gestaron otros movimientos, grupos o espacios de encuentro que
permitieron reactivar el ejercicio artstico-cultural sitiado fuertemente durante la dcada del 70,
despus del abrupto quiebre de 1973. Ello, sumado a una leve empuje en la actividad editorial y
publicaciones de textos poticos a partir de los aos 1978 y 1979, dan cuenta de un paulatino
resurgimiento y reposicin del quehacer cultural en varios sectores hacia fines de los aos 70. De
este modo, en el ao 1976, se crea la Unin de Escritores Jvenes (UEJ), agrupacin que tuvo
rgimen militar, como fueron las Semanas por la Cultura y la Paz, en las cuales participaron
poetas y artistas emergentes como Armando Rubio, Antonio Gil, Brbara Dlano, Erick
Polhammer, Gregory Cohen. Igualmente, en 1977 la UEJ publica la antologa Poesa para el
camino de Ricardo Wilson, y agrupa a otros colectivos literarios como Taller Grficos y
happening intentaba de modo frecuente dar a conocer adems de papeles sueltos y fotocopias
varias sus escritos y su visin sarcstica, pero angustiada a la vez respecto del entorno social, de
75
Ibd., p. 46.
76
J. ESPINOSA GUERRA, op. cit.
77
S. BIANCHI, Poesa chilena. Op. cit., pp. 47-48.
46
las iniquidades y abusos de poder, como asimismo, su lectura mordaz y sardnica respecto de la
misma tradicin potica chilena. Otra agrupacin relevante para la poca, durante el inicio de la
dcada de 1980, fue la del Colectivo de Escritores Jvenes (CEJ), en el cual confluyeron
poetas y escritores como Ramn Daz Eterovic, Pa Barros, Teresa Caldern, Jorge Montealegre,
Carmen Berenguer, Pedro Lemebel, Eduardo Llanos Melussa, Jos Mara Memet. Al igual que
en los casos anteriores, la CEJ constituy una agrupacin mltiple y activa, centrada en la
actividad literaria y a su vez con un fuerte compromiso de resistencia ante el oficialismo y lucha
En esta lnea, los poetas jvenes y otros pertenecientes a generaciones anteriores, como es
el caso de Enrique Lihn, Juan Cameron, entre otros, se renen en innumerables actos y eventos
Santiago, como es el caso de encuentros en el Instituto Goethe, el caf Ulm, la sala La Capilla, la
biblioteca del Museo Vicua Mackenna, la Sociedad de Escritores de Chile (SECH). Esta ltima
institucin asume una actitud altamente crtica ante las arbitrariedades del gobierno militar79, en
tanto convoc a una amplia variedad de escritores en pos de la lucha antidictatorial, realiz
concursos literarios que tuvieron como eje central el homenaje a las grandes voces poticas del
78
D. MUOZ VALENZUELA, Escritores y Pinochet. En Escritores.cl. Documento recogido el 23/06/2007 en
http://www.escritores.cl/base.php?f1=articulos/texto/escripino.htm.
79
S. MACAS, Una breve aproximacin a diecisis aos de poesa chilena: 1973-1989. En Cuadernos
Hispanoamericanos, N 482-483, p. 188.
80
N. NMEZ, op. cit, p. 31.
47
Boletn mediante el cual se daba cuenta de las actividades poticas y culturales realizadas no slo
para la poca. Es el caso de los encuentros Chile Francia o Todava escribimos, liderados
por Fernando Jerez, Poli Dlano y Carlos Olivrez, a travs de los cuales se capt una amplia
resistencia a la dictadura militar. Enrique Lihn, al respecto, destaca el Encuentro de Arte Joven
celebrado en octubre de 1979 en el Instituto Cultural de Las Condes evento en el que varios
pintores fueron censurados e impedidos de mostrar sus obras82 a partir del cual el autor efecta
una lectura en torno a la escritura de los jvenes poetas de ese entonces, muy vinculados a la
literatura comprometida y de servicio, en directa correlacin con las circunstancias polticas del
periodo, lo que Lihn considera de algn modo una falta ms bien de compromiso con la literatura
misma, con el trabajo de factura de una composicin potica reemplazada muchas veces por el
facilismo del discurso de protesta: Los jvenes tienden a subestimar el trabajo de produccin
del texto, se despreocupan con facilidad del cmo est escrito un poema y de qu dice
autor destaca el trabajo de jvenes poetas que participaron en el Primer Concurso de Poesa de
revista La Bicicleta, cuyo primer lugar fue obtenido por Rodrigo Lira, seguido de Omar Lara y
concursantes, no poetas. Entre los poetas, por cierto, destaca igualmente los trabajos de los
81
S. MACAS, op. cit, p. 193.
82
S. BIANCHI, La poltica cultural oficialista y el movimiento artstico. En Araucaria de Chile, N 17, 1982,
p. 137.
83
E. LIHN, Poetas Jvenes. En La Bicicleta, ao 1, nm. 6, 1980, p. 24. El texto se encuentra igualmente recopilado
en E. LIHN, El circo en llamas, op. cit., pp. 156 a 158.
48
jvenes Sergio Jos Gonzlez, Eduardo Llanos y Mauricio Redols.84 Asimismo, variadas
revistas e instituciones llamaron por aquellos aos a concursos de arte, literatura y poesa, en el
marco de la reactivacin del quehacer cultural del pas y, adems, con el propsito claro de hacer
emerger y conocer aquellas voces peticas, en nuestro caso, de escritores y poetas que debieron
silenciarse en trminos de expresin y difusin pblica durante los primeros aos de dictadura.
Es el caso por ejemplo del Concurso Literario convocado en 1979 por la Vicerrectora de
de los aos 70 e inicios de los 80. En Chilo, por ejemplo, a partir de 1975 los poetas Carlos
Trujillo y Renato Crdenas fundan el grupo de poesa Aumen, lo que coincide con el inicio de
una escritura potica de esta zona centrada en la bsqueda de una identidad chilota considerando
los lmites de la visin folclrica que haba caracterizado su produccin artstica anterior86. La
agrupacin organiz durante fines de la dcada del 70, variados recitales y actos culturales como
Las islas, los peces, los hombres, un encuentro de escritores en 1978, la publicacin de una
revista de poesa denominada Aumen y un sello editorial. Asimismo, en regiones del sur se
distingue tambin la aparicin de Andrmeda y la nueva Archipilago, esta ltima dirigida por
Mario Contreras Vega. En Temuco, en 1977 se realiza el Encuentro de Poesa Joven del Sur de
84
E. LIHN, Poetas Jvenes, op. cit., p. 25.
85
M. BRESCIA DE VAL, Rodrigo Lira, rupturista que venci a la muerte. Pginas chilenas. Santiago: [ s.n.], 1999.
Santiago: LOM, n 3, julio-septiembre, 2000, p. 22. Documento recogido el 23/04/2006 en
http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0015166.pdf.
86
I. CARRASCO, Treinta aos de poesa chilena. Entre la casa y el mundo: poesa chilena a partir de 1973.
Segunda parte de la conferencia dictada en el Seminar Fr Romanische Philologie der Georg, Gttingen, 1998. En
Documentos Lingsticos y Literarios, N 21, 1998, p. 21. Documento recogido el 23/09/2008 en
www.humanidades.uach.cl/documentos_linguisticos/document.php?id=391.
49
de la cual se efecto posteriormente, ese mismo ao, la publicacin de Poesa Joven del Sur de
Chile. En dicho encuentro participaron poetas como Jos Mara Memet, Gustavo Adolfo Becerra
y Farid Hidd, entre otros. Poco despus, en 1980, se publica La Cachumba a travs de la cual se
cual forman parte jvenes poetas como Guido Eytel, Hugo Alister y Bernardo Reyes.87
igualmente, comienzan a emerger una serie de eventos que dan cuenta del amplio y variado
creado desde 1974, pero que comienza a funcionar hacia fines de la dcada de 1970 con mayor
amplitud y de modo ms sistemtico; el Taller 666, entre otros; constituyen una muestra de lo
sealado88. En mayo de 1979, surge la Unin Nacional por la Cultura (UNAC), la que a fines de
conformarse con el rigor que se requiere grupos de investigacin como SUR, CENECA (Centro
Imagen, entre otros89. Por ltimo, en teatro los mayores aportes lo constituyeron la presencia del
grupo Ictus que, a juicio de Marco Antonio de la Parra, la representacin de sus obras
87
S. BIANCHI, Poesa chilena. Op. cit., p. 49.
88
S. BIANCHI, La poltica cultural oficialista y el movimiento artstico. Op. cit., p. 138.
89
Ibd., p. 139.
50
pensar el pas en su conjunto en oposicin a la clandestinidad y al repliegue de los espacios
ntimos al que obligaron las polticas totalitarias. Asimismo, las obras de Sergio Vodanovic, Juan
Radrign y las representadas por el Teatro de Fin de Siglo dirigido por Ramn Griffero,
poetas, publican parte de su obra editada o indita hasta el momento, ya sea literaria o de ndole
crtica, como es el caso de las variadas antologas entre las que destacan Poesa para el camino,
Uno por uno, el Cuaderno de Poesa del Encuentro de Arte Joven de 1979, Poesa Joven,
Uno X Uno=nueve poetas jvenes91 y la ya mencionada Poesa joven del sur de Chile92; como de
igual modo, el caso de numerosas revistas de poesa y literatura que circularon en nuestro pas.
Entre estas ltimas, destacan las revistas La Bicicleta, dirigida por Eduardo Jentsen, y en cuyo
Primer Concurso de Poesa, realizado en 1979 y en el cual Enrique Lihn ofici como jurado,
Rodrigo Lira obtuvo el primer lugar; El 100topis, dirigida por Luis Aravena y Esteban Navarro;
La Castaa, de Jorge Montealegre y Eduardo Llanos; Hueln, dirigida por Hernn Ortega y
Jorge Calvo; La Gota Pura, de Leonora Vicua y Ramn Daz Eterovic93; El espritu del valle,
conformado, entre otros, por Enrique Lihn, Alejandro Jodorowsky, Luis Oyarzn y Nicanor
90
S. CORREA et al. Op. cit., p. 315-316.
91
S. BIANCHI, Poesa chilena. Op. cit., p. 49.
92
T. HARRIS ESPINOSA, op. cit., p. 58.
93
Ibd.
51
Parra94. Todas estas, correspondieron a publicaciones efectuadas en Santiago. Por su parte, en
Concepcin aparece el trptico Envs, dirigido por Mario Milanca, Carlos Cocia y Nicols
Miquea; y la revista Postdata, cuyo comit editorial estaba conformado por Toms Harris,
Carlos Decap, Jeremy Jacobson y Roberto Henrquez. Y en Punta Arenas se edita la revista
desde el exilio se editaron, entre otras, las revistas Literatura Chilena en el Exilio, publicada en
California en 1977 bajo la direccin de Fernando Alegra y David Valjalo; y Araucaria de Chile,
hacer circular de modo libre la palabra por el territorio nacional, por lo que mediante dicha
tribuna, que tuvo lugar con mayor tranquilidad a partir de los primeros aos de la dcada de los
80, fue posible transmitir las ideas, creaciones, posturas crticas y reflexiones en torno al proceso
que se entroncan con la continuidad de ciertas revistas96, enuncia Nmez al respecto, situacin
que se genera, segn el autor en virtud de tres factores que inciden igualmente en el aumento de
la actividad cultural y editorial en Chile a inicios de los aos 80: en primera instancia, el
94
N. NMEZ, Transformaciones de la poesa chilena entre 1973 y 1988. En Estudios Filolgicos, N 42, 2007.
Documento recogido el 03/05/2009 en
http://www.refilologicos.equipu.cl/index.php/refilologicos/article/view/10/18.
95
N. NMEZ, La poesa chilena: Representaciones de terror y fragmentacin del sujeto en los primeros aos de
dictadura. En Acta Literaria, N 36, I sem., 2008, p. 91.
96
N. NMEZ, Transformaciones de la poesa chilena entre 1973 y 1988. Op. cit.
52
movimiento migratorio de poetas y escritores hacia el exterior y, a su vez, el retorno de algunos
escritores al pas de manera parcial o definitiva, fenmeno que claramente marca un aumento en
produccin literaria escrita por mujeres situacin que se extiende hacia las provincias en torno
Por ltimo, Nmez destaca como un tercer factor, la rearticulacin de poetas del sur del
rehacen formas escriturales y temticas tales como la crnica, el testimonio, la memoria, el uso
de coloquialismos y metforas de un discurso hbrido renovado, procesos en los cuales sin duda
tuvieron gran relevancia los espacios de encuentro, de expresin y difusin que articularon los
mismos protagonistas de la escena cultural reprimida en Chile durante la dcada del 70.
97
Ibd.
53
2.3. Lectura de la crtica literaria en torno a la produccin potica chilena de 1980.
de 1980 es amplia y vasta, e incluye en lneas generales revisiones crticas publicadas a partir de
la misma fecha, con mayor mpetu a partir de 1983 y la segunda mitad de la dcada hasta
nuestros das. Entre los autores que se han dedicado a estudiar ampliamente este periodo, obras y
circunstancias de esta poesa, destacamos a los acadmicos, crticos y poetas algunos, Ivn
Carrasco, Nan Nmez, Federico Schopf, Soledad Bianchi, Toms Harris, Eugenia Brito, Andrs
Morales, Manuel Jofr, Javier Campos, Javier Concha, Sergio Macas, Oscar Galindo, entre
otros.
dcada (1977-1987)98, Ivn Carrasco distingue cuatro categoras presentes al interior de la poesa
chilena producida y/o publicada entre aquellos diez aos, bajo pleno rgimen militar: la poesa
a aquella escritura en la cual se destaca una clara postura antitradicionalista, polmica, crtica y
potica del periodo, y en la cual es posible distinguir una serie de rasgos y procedimientos por
medio de los cuales se busca establecer una escisin relevante respecto de las formas cannicas
impuestas por la tradicin, entre ellos, la expresin del significante y del espacio de la escritura,
98
I. CARRASCO, Poesa chilena de la ltima dcada (1977-1987), op. cit.
54
no verbales de tipo grfico y objetal, la presencia de un sujeto despersonalizado, mltiple y
identidad propia, que sea capaz de configurarse en medio de un escenario hostil y afligente,
vanguardia deja entrever su frrea oposicin. Carrasco seala al respecto que el grupo inicial y
formador de la neovanguardia en Chile tuvo lugar en Valparaso, a fines de los aos 60 e inicios
de los 70, y fue conformado por Juan Luis Martnez, Ral Zurita, Juan Cameron, quienes
formaron el grupo del Caf Cinema, frente al Cine Arte de Via del Mar, junto a artistas como
Gustavo Mujica, Eduardo Parra, entre otros. Este grupo inicial, se proyect posteriormente en
Santiago, mediante la constitucin y aparicin en escena del grupo C.A.D.A. del cual Zurita
form parte a fines los aos 70 e inicios de los 80100. Asimismo, segn expone el autor, otros
respecto a las formas tradicionales de escritura y de expresin, formaron parte de esta tendencia.
Entre ellos, se destaca Rodrigo Lira, Eduardo Llanos, Diego Maquieira, Eugenia Brito, Carlos
respecto a los trabajos de sus antecesores Gabriela Mistral, ngel Cruchaga Santa Mara, Daniel
de la Vega, Pedro Prado, entre otros. Al respecto, esta escritura se destaca por un acercamiento
casos, el quiebre personal que imprime en los sujetos el proceso de golpe de Estado y
99
Ibd., p. 35.
100
Ibd., p. 36.
55
autoritarismo poltico. Entre ellos, se destaca la obra de Jos Mara Memet, Ral Zurita, Carlos
Trujillo, Rosabetty Muoz, en funcin de los cuales Carrasco enuncia: Muchos poetas asumen
injusticia y deshumanizacin que afecta a vastos sectores sociales101, lo que se condice con la
hombres en pos igualmente de los derechos humanos elementales que se han vulnerado. En este
contexto, tambin emerge la voz en algunos casos de un hablante lrico que asume una actitud
proftica, vale decir, de intrprete de la realidad de su pueblo con el propsito de denunciar los
sern corregidas o anuladas. La poesa apocalptica, en este sentido, se comprende como aquella
en la cual dicha voz proftica revela hechos relativos al fin de la historia, con el fin de que la
cual los sujetos puedan transformarse y renovarse internamente. Rasgos de esta ltima tendencia,
de quiebre sociopoltico a raz del golpe de Estado y rgimen militar. En esta escritura, se revela
desde la perspectiva de aquellos que fueron opositores a la dictadura. Una poesa de expresin
personal o grupal del sujeto lrico y de los episodios dolorosos vividos a partir de 1973. Segn
101
Ibd., p. 37.
102
Ibd., pp. 37-38.
56
postula Carrasco, el sujeto de esta escritura adopta la actitud de un hablante testimonial, la de un
lucha a favor de la liberacin de un pas y sus ciudadanos a travs del uso de ciertos recursos
personajes, situaciones, ideas, documentos, etc.103 Los poetas destacados al interior de esta
potico-cultural a mediados de los aos 70 que debieron salir al exilio a partir del cual generaron
parte significativa de su produccin potica, entre ellos, Gonzalo Milln, Omar Lara, Oscar
Hahn, Waldo Rojas, Nan Nmez, entre otros. En segundo lugar, aquellos poetas de las mismas
hicieron expreso su repudio al proceso dictatorial, lo que incluso en algunos casos, debi
resistirse desde la misma instancia de presidio, como fue el caso de Floridor Prez y Elvira
Hernndez.
En este marco, Nan Nmez seala que la produccin potica de este periodo se orienta
segunda instancia, la literatura pblica que, debido a este carcter y a su enfrentamiento ante la
censura poltica, debi buscar estrategias y subterfugios verbales y retricos para expresar sus
significados, lo que gener a juicio de Nmez la poesa ms rica y original de este periodo. En
tercer lugar, se distingue la literatura oficial la ms pobre y menos cuantiosa segn el autor
103
Ibd., p. 39.
57
al avance e influjo de la comunicacin masiva104. Toms Harris distingue igualmente la poesa
testimonial como una lnea relevante en el marco de esta produccin potica, en tanto a travs de
ella se da cuenta de un proceso destructor de las relaciones existentes hasta antes de 1973 y la
consecuente experiencia dolorosa que dicha situacin conlleva. Es as como el autor destaca
igualmente en este marco la obra de Floridor Prez, Aristteles Espaa y Arinda Ojeda.105
Por ltimo, respecto a la poesa etnocultural esta corresponde a aquella escritura asociada
a un entorno fsico-geogrfico y cultural de algunos sectores del pas, principalmente la zona sur,
y en cuyo escenario rural y/o urbano, tiene lugar la interaccin de culturas y etnias distintas. En
marginacin y el genocidio desde una perspectiva no etnocentrista, la que tiene lugar a partir de
los numerosos procesos de ocupacin de los territorios indgenas por parte de conquistadores y
colonos, eventos mediante los cuales se ha generado una superposicin de culturas que no han
corresponde a un hablante que se presenta como cronista o investigador de ciertas zonas del pas
su denuncia ante los procesos de marginacin, aislamiento, explotacin a los que son expuestos
los integrantes de las culturas indgenas106. De igual modo, el autor distingue al interior de esta
tendencia dos subgrupos: el primero, aquel que centra su inters en las relaciones intertnicas
correspondiente a los poetas integrantes del grupo Aumen, mediante el cual se plantea la
interaccin de la sociedad chilota con el resto del pas, tambin en trminos de marginacin,
104
N. NMEZ, Ruptura y continuidad en la poesa chilena actual. Op. cit., p. 29.
105
T. HARRIS ESPINOSA, op. cit., p. 62.
106
I. CARRASCO, Poesa chilena de la ltima dcada (1977-1987). Op. cit., 41-42.
58
exclusin y abandono, y entre los cuales destacan los trabajos de Carlos Trujillo, Sergio Mansilla
y Rosabetty Muoz107. En este contexto, Harris destaca igualmente la presencia de una poesa
inscrita en arraigo con la zona geogrfica de la X regin, a travs de la cual se da forma a una
escritura que ha transformado su entorno, dando cuenta de un vnculo estrecho con habitantes,
Carrasco108, a partir del cual se entrecruzan lenguas indgenas y la espaola. Entre los poetas
destacados en esta lnea, Harris menciona las obras igualmente de Alberto Trujillo, Sergio
Mansilla, Jorge Torres, Esteban Navarro, Juan Pablo Riveros, Clemente Riedemann, Lionel
Asimismo, Harris plantea que una de las primeras lneas escriturales que es posible
distinguir en el marco de la poesa post-golpe es aquella que se vincula con la tradicin sin
intentar quiebres sustanciales, sino ms bien se centra en recrear, sobre todo a partir de la
produccin de Parra y Lihn, textos en los cuales se denote un acercamiento a las formas
texto110. En esta lnea, se inscriben los poetas Eduardo Llanos, Jorge Montealegre, Bruno
Serrano y Gonzalo Muoz, entre otros. De igual forma, Harris plantea la presencia de la
marginalidad, la irona y la parodia, como recursos retricos llevados al extremo cual Quevedo
en el caso de la poesa de Rodrigo Lira, Erick Pohlhammer y Mauricio Redols, y mediante los
107
Ibd., pp. 42-43.
108
Ibd., pp. 42.
109
T. HARRIS ESPINOSA, op. cit., p. 65.
110
Ibd., p. 61.
59
cuales se tiende a demoler convenciones estticas y sociales, y extremar el carcter
desestructurante y bufonesco del lenguaje. Cada uno de ellos, apunta Harris, crea un personaje
La escritura femenina tambin constituye, segn Harris, una lnea relevante que emerge
con marcado mpetu durante la poesa de este periodo. De acuerdo a ello, esta poesa indaga en
erotismo, el espacio domstico, etc. Entre las poetas del periodo, se destaca la obra de Alejandra
Basualto, Eugenia Brito, Brbara Delano, Paz Molina, Soledad Faria, Elvira Hernndez, Lila
Caldern, Teresa Caldern, Rosabetty Muoz, Heddy Navarro, Alicia Salinas, Carmen
Berenguer, Cecilia Vicua, Marina Arrate y Ver6nica Zondek, entre otras112. Juan Villegas, al
respecto, seala que a diferencia del discurso tradicional femenino en el cual la sujeto hablante se
sujeto hablante asume ms bien una actitud antagnica hacia el destinatario de su discurso,
generando una ruptura en torno a la tradicin e inaugurando la emergencia de una nueva relacin
entre la subjetividad femenina y masculina, entre hombre y mujer113. De este modo, se da cuenta
de una serie de rasgos que caracterizan a esta poesa: una actitud liberalizante del sujeto potico
femenino ante la imagen de un adversario masculino con el cual se mide en los mismos trminos
o bajo los mismos parmetros de igualdad social, como se evidencia en la escritura de Teresa
Caldern; la descripcin del sujeto masculino como un anti-hroe, imagen degradada que en
111
Ibd., p. 64.
112
Ibd., p. 70.
113
J. VILLEGAS, El discurso lrico femenino chileno. En R. YAMAL, La poesa chilena actual (1960-1984) y la
crtica. Concepcin: Ediciones LAR, 1988, pp. 219.
60
ocasiones va acompaada de la irona y el sarcasmo los casos de Heddy Navarro y Carolina
Lorca, entre otros; el uso de formas coloquiales en el lenguaje; la nostalgia por la ausencia,
obligada muchas veces, del otro y el anhelo ertico la escritura de Heddy Navarro, Carmen
la bandera, como en el caso de Elvira Hernndez, o del rebao y las ovejas, como acontece en
Rosabetty Muoz114. Nan Nmez tambin da cuenta de la relevancia que adquiere la escritura de
mujeres durante el periodo dictatorial, la que no se debe segn el autor solamente a una situacin
de doble represin, sino tambin tiene su causa en el giro crtico que ellas mismas le otorgan a
sus discursos creativos y reflexivos a travs del cual se impulsa el intento por recuperar y
recuperarse a s mismas como seres activos, diferentes y presentes en la sociedad y cultura de ese
desde la perspectiva del gnero, estableciendo un hilo conductor entre memoria, cuerpo, lenguaje
y existencia.116
Por su parte, Manuel Jofr seala que el sujeto hablante de la poesa de los aos 80
1985 por Jofr para Ediciones Cordillera, Ottawa, Canad, entre los cuales figuran los poetas
Carmen Berenguer, Juan Cameron, Gonzalo Milln, Rodrigo Lira, Eugenia Brito, Carlos Cocia,
Natasha Valds, Ral Zurita, Vernica Zondek, Diego Maquieira, Clemente Riedemann, Ricardo
Wilson, Antonio Gil, Jorge Montealegre, Teresa Caldern, Aristteles Espaa, Armando Rubio,
Erick Polhammer, Toms Harris, Gonzalo Muoz, Eduardo Llanos, Esteban Navarro, Jos Mara
114
Ibd., pp. 219-229.
115
N. NMEZ, Identidad y mito en la poesa moderna: otra mirada sobre lo mismo. En Atenea, N 487, I semestre
de 2003, pp. 64-65.
116
N. NMEZ; F. MORAGA; Historia y escritura corporal en la poesa chilena y canadiense contempornea. En
Atenea, N 494, II semestre de 2006, pp. 63-64. Documento recogido el 26/03/2008 en
http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0718-04622006000200004&script=sci_arttext.
61
Memet, Andrs Morales, entre otros117 puede concebirse como un punto de encuentro entre
o dicho de otro modo, una prdida, un vaco, una fragmentacin. Este sujeto, segn Jofr, rene
restos de discursos ajenos dando origen a una superposicin de roles y deshechos que asociados
a los discursos autorreferentes de cada escritura, dan cuenta de una imagen fragmentaria del
hablante que intenta constituirse a s mismo como un sujeto ordenador por encima de la
aspectos ldicos, erticos e histrinicos, cuyas mscaras son tambin una develacin, un espacio
de conflicto. El cuerpo de este sujeto potico se desmiembra producto del choque de fuerzas que
se generan dentro y fuera de s y de las voces mltiples que comienzan a irrumpir en su discurso,
motivo por el cual se generan zonas de confusin entre el yo personal y el yo hablante activo,
una duda acerca del grado de identidad entre el sujeto y el texto119, lo que segn expone Jofr
genera como efecto la emergencia de un sujeto hablante situado en oposicin y conflicto con su
117
M. A. JOFR, La voz de los 80: poesa chilena joven. En El Espritu del Valle, N 2-3, 1987, p.15.
118
Ibd., p. 16.
119
Ibd., p. 17.
62
contexto, reducido a una mera armazn de gestos. En sntesis, esta poesa es concebida como
una escritura del deseo y de la aoranza utpica, en tanto al sujeto no le queda ms que distraerse
privado, la autorreflexividad.
mltiple, preso de una situacin afligente y colectiva a partir de la cual debe reunir fuerzas para
desarrollar una actitud contestataria120. En esta lnea, un sujeto fraccionario que es asaltado por
mltiples voces que ingresan al texto para desarmar al yo nico, lo que se asocia igualmente a los
crtica sobre el mundo, sino sobre nosotros mismos, que somos ya fantasmas y nos
autorreferencialidad y metaficcin en tanto los recursos slo aluden al artificio del cual no es
culpa, la amnesia respecto incluso sobre s mismo dan cuenta del deseo evidente de hacer
historia y el colectivo en el cual est inserto122. Por su parte, Harris coincide igualmente en la
mencin de un sujeto hablante que se presenta de modo fragmentario para inscribirse en textos
tambin fragmentarios, que expresado mediante una escritura experimental, como es el caso de
120
N. NMEZ, La poesa chilena: Representaciones de terror y fragmentacin del sujeto Op. cit., p. 98-100.
121
N. NMEZ, Transformaciones de la poesa chilena entre 1973 y 1988. Op. cit.
122
Ibd.
63
la poesa de la neovanguardia, da cuenta finalmente de un cuestionamiento a la historia y a la
dcada de 1980, que contempla en nuestro caso la revisin pormenorizada y lectura de un total
de quince textos publicados entre los aos 1977 y 1989, pertenecientes a seis poetas
seleccionados.
Hemos fijado como fecha de inicio del tramo histrico en el cual circunscribimos nuestro
objeto de estudio, el ao 1982 hasta 1990, ao en que se cierra el periodo de dictadura poltica
en los cuales se produce un giro en los modos en que el aparataje dictatorial se posiciona ante la
ciudadana, vale decir, el trmino de la censura editorial hacia 1983 y cierto nivel de apertura
corpus de estudio algunos textos anteriores a dicha fecha, debido a que entre otras razones,
constituyen textos que tuvieron una marcada presencia en la escritura potica de aquel periodo
123
T. HARRIS ESPINOSA, op. cit., pp. 66-67.
64
como es el caso de Juan Luis Martnez y Ral Zurita; la construccin de la subjetividades que
en ellos se presentan se ajustan a los parmetros por nosotros establecidos para el estudio,
revisin y conformacin de la figura de sujeto potico postulada; y debido a que de algn modo,
impulsarse las primeras publicaciones despus del abrupto quiebre de 1973 en el marco del
una seleccin de seis poetas chilenos que escribieron y publicaron durante este periodo en
aquellas obras poticas publicadas en el extranjero a causa del exilio poltico que debieron
enfrentar numerosos escritores y poetas, debido en parte a las escasas posibilidades que todava
de nuestro pas, tomando en cuenta por lo dems la consecutiva produccin crtica generada en
torno a ellas tanto en Chile como, por supuesto, en el extranjero. No obstante, tales dificultades
han evidentemente menguado a causa del paso del tiempo, de la produccin crtica generada en
de internet y, por supuesto, el retorno de algunos poetas a la patria durante la dcada de los 80 y
a inicios de los aos 90, una vez concluida la dictadura poltica. Sin embargo, a pesar de estas
ltimas consideraciones, nuestro criterio de seleccin en torno a trabajar sobre textos y autores
que publicaron durante ese periodo exclusivamente en Chile, recae de modo fundamental en que
el poeta exiliado vivi y experiment de forma distinta el efecto abrumador del totalitarismo,
entendido ste grosso modo como un fenmeno entre otros a travs del cual se manifiesta el
65
en virtud de las polticas neoliberales y globalizadoras adoptadas por el rgimen a partir de 1982.
Por consiguiente, el modo mediante el cual el poeta en exilio, a travs del acto de la escritura, se
apropia de la situacin histrico-poltica del Chile del post-golpe, difiere de los lineamientos
extra-literarios con que est configurada la produccin potica efectuada al interior de la misma
patria. Para el caso de estos ltimos, modos determinados claramente por el sentido de
pertenencia respecto del espacio y del entorno sociopoltico y cultural, lo que puede concebirse
pesar de encontrarse en tierra propia a un espacio geogrfico dominado y sitiado por otros. En
relacin con esto mismo, uno de los puntos que precisamente se vinculan de modo directo con
nuestra lectura dice relacin con el contacto y el vnculo estrecho aunque intervenido y
menguado en algunas ocasiones por los lineamientos represivos del rgimen entre los poetas del
periodo que permanecieron en Chile, lazos que a causa de autoritarismo poltico no pudieron
proyectarse hacia los poetas, escritores y acadmicos situados ms all de las fronteras de
nuestro pas, por lo cual el contacto permanente y la circulacin de informacin en torno a las
genera en definitivas cuentas una fisura y diferencia clara respecto del colectivo de voces
cuando las temticas desde perspectivas distintas confluyeran en el mismo lugar: un frreo
corresponde a la obra potica de seis autores publicada durante el periodo sealado al interior de
nuestro pas. La seleccin ha recado precisamente sobre ellos, en funcin de que a partir de sus
66
mediante los cuales es posible configurar la imagen de un sujeto potico, el que sin embargo en
cada uno de ellos adopta formas y manifestaciones distintas. De este modo, esta configuracin
comn compuesta tanto por las convergencias y divergencias propias de los autores y sus
producciones constituyen eventos a partir de los cuales es posible dislucidar cierto proyecto de
identidad, no delimitado ni acabado, pero que sin embargo, logra ofrecer ciertas huellas y trazos
desde los cuales es posible abordarlo. En este lineamiento, no slo operan las obras y escrituras
de cada uno de los autores, sino que en definitiva, sern estas a su vez consideradas en el marco
del contexto sociopoltico y artstico-cultural definido, en donde cada uno de ellos constituy
claramente un evento y referente ya sea de ruptura o quiebre de la tradicin, como sucedi con
Proyecto de Obras Completas, 1984. Soledad Faria (1943), El Primer Libro, 1985; Albricia,
1988. Elvira Hernndez (1951), Arre! Halley Arre!, 1986; Meditaciones fsicas por un hombre
que se fue, 1987; Carta de viaje, 1989. La Bandera de Chile, 1991. Diego Maquieira (1951), La
Tirana, 1983; Los Sea-Harrier en el firmamento de eclipses. Poemas de Anticipo, 1986. Juan
Luis Martnez (1942-1993), La nueva novela, 1977; La poesa chilena, 1978. Ral Zurita (1951),
Purgatorio, 1979; Anteparaso, 1982; Canto a su amor desaparecido, 1986; El amor de Chile,
1987. El orden del mismo y mediante el cual sern presentadas en el captulo tercero las
propuestas de lectura en torno a cada autor, se debe en lneas generales a un intento por trazar
una proyeccin del sujeto colectivo que se constituye a partir de estas seis escrituras, vale decir,
hasta la manifestacin de un sujeto que recurre a una exacerbacin extrema para dar cuenta de s
67
y paradojalmente de su propia precariedad como es el caso de la poesa de Zurita. Entre estos
dos extremos entonces, se dibujan los lineamientos de diversos sujetos y sus respectivos rostros:
nosotros determinado, 1982-1990, aclaramos los criterios que operaron frente a las siguientes
excepciones. En el caso de las obras de Ral Zurita y de Juan Luis Martnez, mencionadas ms
nuestro estudio: en primera instancia, el hecho que estas obras y las circunstancias y/o efectos de
su publicacin hacia fines de la dcada del 70, constituyeron eventos destacados en el mbito
literario y cultural de la poca, constituyendo obras que inauguraron el inicio de una nueva
poesa, o de la joven poesa chilena de aquellos aos, en tanto las temticas, formas y recursos
poticos adoptados conformaron una ruptura respecto a las convenciones impuestas por la
tradicin literaria y por las escrituras de las generaciones anteriores, aun cuando en algunos casos
tradicin para la produccin de ese entonces. Y en segundo lugar, tal como ya se mencion, dado
que estas obras ofrecen posibilidades de lectura y configuracin de un sujeto potico ajustado a
la hiptesis de lectura por nosotros propuesta. No obstante, nos es posible mencionar una tercera
variable que nos permite trascender parcialmente el lmite cronolgico dispuesto, esto es la
de los 80, la que, tal como se expuso en aparatado anterior, es conocida, entre otras
nominaciones, como generacin N.N., del 70 del 73, lo que en definitiva nos abre la
posibilidad para ampliarnos y traspasar sus difusas demarcaciones. Tal como se expuso en el
apartado anterior, en el caso de los autores y poetas de este periodo las fechas de produccin y
68
publicacin no coinciden en todos ellos, situacin que restringe claramente las posibilidades para
encasillarlos o situarlos en una u otra generacin, dado que a juzgar por el mapa trazado por la
crtica, estas supuestas generaciones del 70, del 73, del 80 tienden a emerger en el contexto
oficial como una sola, compuesta por fragmentos, quiebres y escisiones generados por la misma
del pas.
editada fundamental a fines de la dcada de los 70, nos dispone sin embargo en un escenario en
estudio. Sin embargo, ha procedido la incorporacin de tales obras en nuestro corpus de trabajo,
debido a la relevancia que stas constituyen en el marco de la poesa chilena de la poca, tal
La Bandera de Chile, a pesar de ser escrito en el verano de 1981 y bajo instancias de presidio
poltico, no pudo ver la luz parcialmente slo hasta 1987, por medio de algunos ejemplares
en 1991, bajo la editorial Tierra Firme, en Buenos Aires. Otro caso similar, pero menos
publicacin es el de Rodrigo Lira, quien no public en vida, sino que su obra fue publicada
gracias a la iniciativa y gestiones de un grupo de amigos quienes, despus del suicidio del poeta
69
en 1981, lograron editar su obra tres aos ms tarde, en 1984 bajo el ttulo de Proyecto de Obras
Completas. Anterior a esta fecha, la escritura de Lira y el evento potico que l mismo
constituy, emerga en el escenario potico chileno a fines de los 70 por medio de textos sueltos
que l mismo reparta y por revistas de la poca, como es el caso de La Bicicleta, de la cual
obtuvo el Primer Premio en el Concurso de Poesa en 1979; como asimismo a travs de las
universitario de la poca.
Por ltimo, cabe sealar que para efectos de lectura nuestro corpus de estudio no se agota
exclusivamente en el marco meramente escritural que constituyen las obras seleccionadas, sino
que por el contrario, el rastreo del sujeto potico y su respectiva configuracin, si bien se realiza
fundamentalmente a partir los textos poticos sealados, se extiende a su vez hacia todas
aquellas manifestaciones pblicas y prcticas concretas en las cuales las acciones de los poetas
tuvieron lugar, y a partir de las cuales dicha entidad emerge igualmente. En otras palabras, el
sujeto potico se manifiesta, por una parte, en la escritura efectiva a travs de lo que se concibe
en el marco de la teora literaria como hablante lrico, pero de la cual no obstante difiere; y, por
otra, en todas aquellas acontecimientos pblicos en las cuales participa el autor y su produccin,
constituye para el contexto de la poesa chilena del periodo. De este modo, comprendemos todas
aquellas apariciones pblicas como parte de dicho evento, entindase entre ellas, encuentros,
correlacin con la produccin misma, ha sido por nosotros considerado como un evento
70
relevante en el escenario literario y cultural de la poca y, por tanto, determinante en la
A propsito del corte gravital de la historia social y poltica chilena propiciado por el
golpe de Estado y la dictadura militar extendida desde 1973 hasta inicios de 1990, ao en que
potica se vio ampliamente intervenida por tal suceso, tanto a nivel de los principales ejes
temticos en ella presentes como por la funcin esttica y social que dicha escritura cumpla
hasta antes de este periodo y, claramente, a causa de los restricciones y polticas de censura a la
que fue sometida la produccin y difusin de todo discurso artstico que se concibiera y postulara
como opositor al gobierno militar. Sin embargo, a causa de la crisis econmica de 1982 el
primer gran quiebre econmico al que se vio enfrentado el rgimen militar, la dialctica que
operaba hasta entonces entre gobierno y ciudadanos sufre un giro a partir del cual poco a poco se
crtico-literarias a travs de las cuales acadmicos, crticos, escritores y poetas, publicaron parte
poetas, como es el caso de las numerosas revistas de poesa y literatura que circularon al
71
interior de nuestro pas y en el exilio, entre las que destacan La Bicicleta, La Gota Pura, El
Espritu del Valle, Hueln, La Castaa, Araucaria de Chile, entre otras. A estas publicaciones, se
suman, adems, todas aquellos eventos culturales o acciones de arte a travs de los cuales se
intentaba poner de manifiesto la postura antidictatorial con las cuales se asuma, por parte de un
significativo grupo de escritores y poetas, las directrices de una sociedad reprimida bajo un
violento rgimen militar. Es el caso emblemtico del grupo C.A.D.A. y la denominada escena
de avanzada que a fines de los aos 70 e inicios de los 80 expusieron pblicamente una serie de
reconceptualizando de este modo los lenguajes y las tcnicas artstica-literarias heredadas por la
tradicin.
De este modo y a partir del engranaje compuesto por la produccin potica de esta poca
y los distintos medios y canales a travs de los cuales se difunden las diversas expresiones
potico manifiesto en ellas, constituido segn una serie de rasgos que confluyen en el proceso de
escritura particular y colectivo, del cual forman parte cada uno de los poetas y autores que
componen la produccin nacional del periodo y, en especial, aquellos delimitados por nuestro
corpus de estudio. Sujeto potico propio de la lrica chilena de los aos 80, y conformado de
acuerdo a las marcas de una entidad fragmentada, escindida y marginal, y que constituye, en
militar en Chile y la consecuente adopcin del modelo econmico neoliberal, evento que
72
emerge en este contexto como una de las manifestaciones ms tangibles y abrumadoras del
influjo moderno. En este sentido, concebimos precisamente la subjetividad como una instancia
por medio del cual se recrean formas aparentes de resistencia o subversin, en tanto infructferas,
pues slo adquieren movilidad en medio del espacio o los armazones de configuracin que el
poder confiere para ello. En este sentido, en cada una de ellas en efecto se delinean y proyectan
formas mediante las cuales se intenta burlar o desarticular los engranajes de poder sobre los
cuales se sostiene la hegemona, lo que no obstante, no constituye ms que parte de las mismas
estrategias y polticas de concesin que el poder dispone para ello, razn por la cual en definitiva
manifestacin legtima del disenso u oposicin, en este caso, contra el rgimen, y por ende, no
De acuerdo a lo anterior, la problemtica que nos ocupa dice relacin con los rasgos,
modos y desplazamientos que constituyen a dicho sujeto potico como tal, el que a su vez,
difiere de la nocin de hablante lrico pertinente a cada uno de los textos en cuestin desde los
cuales se configura, de modo colectivo y global, este sujeto. En torno a ello, consideramos como
posibles aspectos constituyentes aquellos postulados por la crtica en torno a los principales
caracteres de la poesa de la dcada de 1980 organizados segn ciertas categoras como el caso
de las categoras definidas por Ivn Carrasco, lo que al parecer tiende a ser una necesidad al
obra de este periodo coinciden al destacar las diversas tendencias existentes a lo largo del corpus
general de sta, lo que ha constituido a su vez una problemtica para la inclusin de estos autores
73
al interior de una generacin concreta, pues adems de lo ya apuntado ms arriba, en esta
produccin no confluyen de modo uniforme un slo estilo potico, los mismos lineamientos
temticos, una formacin intelectual semejante, en fin, aquellos aspectos que constituyen
sistemticamente lo que se conoce como generacin literaria. Por tanto, lejos de hablar de una
generacin, ya sea desde el punto de vista histrico, segn fechas de nacimiento de los autores, o
incluso no son del todo pertinentes o representativas de cada escritor, pues su produccin, en
algunos casos, se desplaza libremente entre una y otra corriente, sin necesidad de adscribirse
Es as como, en el intento por otorgar cierto orden a esta multiplicidad lrica, autores y
crticos como Ivn Carrasco, Soledad Bianchi, Andrs Morales, Nan Nmez, Toms Harris,
Federico Schopf, Oscar Galindo, entre otros, han propuesto algunos mapas temticos destacando
las principales tendencias en las cuales se agruparan las distintas producciones poticas de la
fecha. El caso ms emblemtico es, precisamente, el de Carrasco, quien destaca tal como se
etnocultural. A partir de estas corrientes, se desprende una serie de rasgos a travs de los cuales
la crtica caracteriza al sujeto potico pertinente a esta produccin, entre los cuales desatacamos
representado en muchos casos por el paisaje rural; un sujeto contestatario, cuya actitud potica y
travs de los cuales quebrantar las normas y manifestar su propia escisin interna, como es el
74
caso del uso de la irona, la alegora, la parodia, de reproducciones icnicas como cartas,
quiebre respecto del soporte tradicional y el signo verbal impreso en l como, asimismo, la
impronta del progreso moderno; y la mutilacin, la represin e indignidad a la cual este sujeto es
sometido como producto de la imposicin del rgimen militar, la relegacin hacia el espacio
teora y crtica literaria; campos de estudio a partir de los cuales sea factible perfilar la
seal ms arriba, en los movimientos y desplazamientos que tal sujeto lleva a cabo, lo que se
permanente estado de fuga y, por tanto, de resistencia ante el sistema moderno opresor, instancia
desde la cual recrea su aparente y infructuoso escape mediante las fisuras que muchas veces la
misma institucin de poder posibilita para ello. Al respecto, no es posible salir de la modernidad
como apunt Garca-Canclini, sin embargo, s es posible establecer por parte de las entidades
75
subyugadas, ciertos mecanismos de fuga que infrinjan llagas desde su interior, o bien, intersticios
y recovecos por medio de los cuales sea posible apartarse del sistema, pero dentro del mismo
sistema, sin alcanzar por ende una completa enajenacin respecto de l, pues ste comprende
De este modo, el bloque de poder al cual el sujeto potico intenta quebrantar o por lo
menos burlar mediante su accionar discursivo, constituye una unidad en s misma contradictoria,
pues implica por un lado, la ineludible globalidad, representada a su vez por la idea del progreso
y el desarrollo que todo proyecto moderno promulga la misma bandera por la cual el rgimen
militar se instala en nuestro pas, que no es otra cosa que la llamada falacia desarrollista,
como expone Dussel en tanto este despliegue laboral, industrial y tecnolgico de la era moderna
privilegiado y concentrado de la poblacin. Ello, en vista que tras esta imagen progresista lo que
sistemas, mecanismos y maquinarias que reemplacen a los ya utilizados por el hombre, lo que va
constituyendo adems de un avance, una merma en los sistemas ya instalados y asimilados por
modernidad, es precisamente que esta conlleva las nociones de progreso, desarrollo y, a la vez,
de destruccin. Paradoja que se traduce igualmente a travs del supuesto avance que, a pesar de
la impronta global del enclave moderno, no alcanza a todos los sectores sociales, dejando fuera
del impulso progresista, pero dentro del engranaje para que ello subsista, a las clases bajas,
promovido por la modernidad no constituye un impulso definitivo, sino que por el contrario, es
76
ms bien un fenmeno incompleto, inacabado, puesto que se desvanece permanentemente, se
desarma, en pos de nuevos mecanismos emergentes que buscan alcanzar y mejorar los mismos
propsitos, los que como se ha sealado, no cumplen con el concierto global estipulado, pues el
objetivo es abarcar todos los sectores de la sociedad con los cuales abastecerse en virtud del
imposicin del gobierno militar sobre la ciudadana, como asimismo mediante las exigencias
estticas establecidas por el canon literario; ambos fenmenos comprendidos como mecanismos
por medio de los cuales se ha manifestado el proyecto moderno en nuestro pas, cuya lgica
carentes de poder, cuyos presupuestos ideolgicos y culturales son distintos u opuestos a los
instaurados por la lgica del centro. Sectores marginados a los que pertenecen, no obstante, en el
contexto del periodo postgolpe, un afluente importante de la clase intelectual chilena, vale decir,
investigadores, crticos, escritores, poetas, artistas, etc., cuyas obras contribuyen en el marco de
resultado de las circunstancias impuestas por el contexto poltico-social del pas, s stas ltimas
entorno social en el cual tiene lugar dicha produccin. De este modo, el sujeto potico que
escena de una entidad discursiva, marginal y precaria, desde la perspectiva de los presupuestos
77
De acuerdo a lo planteado entonces, el problema que nos ocupa y a partir del cual surge
las circunstancias sociales, polticas y literarias que de algn modo modelizan tal produccin. En
otros trminos, el modo en que diversos fenmenos literarios y extraliterarios han comparecido
durante los aos 80, para dar forma a cierta entidad potica, la que si bien trasciende el dominio
de la escritura, se vuelve manifiesta a travs de ella como igualmente a travs de otros eventos
que conforman asimismo el conjunto de las actividades artstico-literarias generadas por los
autores relevantes del periodo. En definitiva, nuestro cuestionamiento recae en cmo tales
establecido considerando las condiciones socio-polticas en las que estas han emergido,
dinmicas particulares entre ellas, modos de apropiacin y de accin que han permitido, en
conclusin, generar la entidad que constituye nuestro objeto de estudio. Asimismo, nos interesa
al respecto intentar trazar ciertas rutas de lectura en torno a la forma que adopta este sujeto
precario, crtico y marginal, en cada uno de los poetas que forman parte del corpus de estudio, en
tanto, si bien esta entidad persiste de modo transversal en cada una de sus poticas, en cada una
de ellas acua de modo especfico un rol y una morfologa distinta, segn sean los modos de
adopcin y apropiacin esttico-cultural empleados por cada uno de los autores, vale decir, las
poticas que operan en cada uno de sus proyectos escriturales, las experiencias de los sujetos
78
5. Orientaciones terico-metodolgicas.
revisin pormenorizada de cada uno de los soportes literarios, crticos y tericos requeridos. El
en el panorama crtico-literario actual, a travs de las cuales se nos ofrece una muestra
significativa de la produccin potica del periodo. Estas publicaciones, a partir de las cuales se
cuales algunas han sido editadas con posterioridad a 1990, son fundamentalmente las siguientes:
Poets of Chile. A Bilingual Anthology. 1965-1985 de Steven F. White (1986); Poesa Chilena de
Hoy. De Parra a nuestros das de Erwin Daz (1988); Poesa Chilena Contempornea de Nan
Nmez (1992); Veinticinco Aos de Poesa Chilena (1979-1995) de Teresa Caldern, Lila
Caldern, Tomas Harris (1996); Mujeres Poetas de Chile: Muestra Antolgica 1980-1995 de
Linda Irene Koski (1998); y Poesa Chilena Desclasificada (1973-1990) de Gonzalo Contreras
de 1980, entre los cuales destacamos a los poetas Eugenia Brito (1950), Teresa Caldern (1955),
Javier Campos (1947), Carlos Cocia (1950), Elicura Chihuailaf (1955), Soledad Faria (1943),
Toms Harris (1956), Elvira Hernndez (1951), Rodrigo Lira (1949-1981), Eduardo Llanos
Melussa (1956), Diego Maquieira (1953), Juan Luis Martnez (1942-1993), Jos Mara Memet
(1957), Paz Molina (1945), Jorge Montealegre (1954), Rosabetty Muoz (1960), Heddy Navarro
(1944), Clemente Riedemann (1953), Armando Rubio (1955-1980), Alicia Salinas (1954),
79
Una segunda aproximacin se ha efectuado sobre un amplio nmero de ejemplares de
algunas de las revistas de poesa, literatura y crtica significativas para la poca, ya mencionadas
anteriormente, entre las que destacan, en el proceso concreto de la seleccin del corpus,
Araucaria de Chile, La Bicicleta, El Espritu del Valle, Hueln, La Gota Pura, La Castaa, entre
otras. De igual modo, este acercamiento se ha extendido, de acuerdo a la naturaleza misma de las
revistas sealadas, a la revisin del discurso crtico sobre la produccin potica del periodo sobre
la base de autores de marcada presencia en el ejercicio de la crtica literaria chilena y, por ende,
de una amplia produccin crtica en torno a la misma, efectuada durante la poca de 1980 como
Eugenia Brito, Ivn Carrasco, Julio Espinosa, Carmen Foxley, Oscar Galindo, Toms Harris,
Manuel Jofr, Andrs Morales, Nan Nmez, Nelly Richard, Federico Shopf, Ricardo Yamal,
entre otros, algunos de los cuales se han destacado igualmente por obras crticas sobre la
Chilena (Miradas, enfoques, apuntes) y La Memoria: Modelo para Armar de Bianchi (1990),
Campos Minados (literatura post-golpe en Chile de Brito (1994); y La Poesa Chilena Actual
publicaciones consistentes en entrevistas amplias y detenidas a algunos poetas del periodo. Entre
estas, destacamos los Conversaciones con la Poesa Chilena de Juan Andrs Pia (1990) y Give
(2008).
es posible reconstruir las directrices socio-polticas generales sobre las que se constituy y
80
sostuvo el golpe de Estado de 1973 y el consecuente gobierno militar, los cambios percibidos
medio social y artstico-cultural chileno. En este contexto, los autores a partir de los cuales se
revisan y entrelazan las directrices mencionadas son Gabriel Salazar, Julio Pinto, Sofa Correa,
En este contexto, en vista del marco terico-metodolgico determinado por nosotros para
sustentar nuestra hiptesis de estudio y lectura crtica, hemos trazado la comprensin y revisin
del sujeto potico desde varias aproximaciones tericas distintas, pero de algn modo vinculadas
entre s, lo que nos permite establecer la red de confluencias que se generan en cada una de ellas
y que son concomitantes respecto a la comprensin del sujeto potico propuesto por nosotros. De
este modo, las perspectivas crtico-tericas desde las cuales se aborda la comprensin del
Deleuze, Jacques Derrida, Michel Foucault y Flix Guattari; las corrientes y presupuestos
tericos contemporneos en torno al concepto de sujeto e identidad, entre los cuales destacan los
trabajos de Paul Ricoeur, Zigmunt Bauman y Teun A. van Dijk; la revisin de la problemtica
considerando los planteamientos de Cornejo Polar, Garca Canclini, ngel Rama, Jorge Larran,
entre otros; la perspectiva terico-literaria, por medio fundamentalmente del trabajo de Julia
Kristeva, como asimismo de Mijal Bajtn, Wladimir Krysinski, Leonor Arfuch, entre otros.
81
En razn de los lineamientos crtico-tericos revisados, se procede a la lectura riguroso en
torno a la figura del sujeto potico en cada uno de los autores que conforman nuestro corpus de
estudio, de modo de determinar en cada uno de ellos las directrices fundamentales que permiten
que tal configuracin de la subjetividad presente en las respectivas obras estudiadas se vincule
con la generada durante la segunda parte y ltimos aos de rgimen militar, vale decir, fines de
la dcada del 70 y durante la del 80, como asimismo, adopte diferentes manifestaciones y
representaciones morfolgicas en cada uno de los autores propuestos para el anlisis, de acuerdo
a sus presupuestos poticos de base sobre los cuales, en definitiva, se construye su escritura y,
6. Hiptesis.
1980, especficamente en la correspondiente a los poetas Rodrigo Lira, Soledad Faria, Elvira
Hernndez, Diego Maquieira, Juan Luis Martnez y Ral Zurita, la figura de un sujeto potico
que si bien se encuentra asociado a la nocin ya propuesta por la crtica en torno a la produccin
de dicho periodo, vale decir, la de una entidad subjetiva de ndole crtica, fragmentaria, precaria,
malograda, inacababa, vinculada estrechamente a los avatares del momento sociohistrico bajo
subjetividad postmoderna; consiste en una entidad que da cuenta en cada una de las escrituras
82
lineamientos crtico-tericos contemporneos relevantes en las reas de filosofa, sociologa,
potico de esta produccin como una entidad proteica, en tanto en ella se representa un mismo
sujeto manifestado a travs de distintos mecanismos de anclaje reconocidos por medio de los
postulados propuestos en torno al sujeto por autores como Benveniste, Freud, Lacan, Deleuze,
Foucault, Derrida, Ricoeur, Kristeva, Barthes, entre otros en cada uno de los poetas y discursos
que conforman el corpus de estudio. De este modo, la imagen de un mismo sujeto fragmentado,
escenario sociocultural adverso en el que surge y se reproduce, adquiere o adopta en cada uno de
distintas, se transmuta a modo de Proteo durante sus intentos de emancipacin y fuga ante el
accionar coercitivo de sus aprehensores, en nuestro caso, las polticas de represin y censura
representatividad asumidos y adoptados por la escritura potica de cada uno de los autores
Dicho procedimiento efectuado por el sujeto al interior de los textos est asociado, de
acuerdo a nuestra lectura, a dos lineamientos o proyectos fundamentales: por un lado, el claro
propsito por evadir los dispositivos de censura y represin poltica y social, motivo por el cual
la entidad subjetiva presente en cada texto adopta formas dismiles mediante las cuales se le
permita activar mecanismos de evasin, fuga y resistencia ante la postura inquisidora y vigilante
dispuesta por el aparataje militar y totalitarista; por otro lo que nos parece probablemente ms
83
significativo desde el punto de vista de la configuracin de dicho sujeto, la necesidad
imperativa por articular mecanismos que permitan finalmente velar, encubrir y disimular la
carencia, falta y ausencia del sujeto mismo mediante la adopcin de formas, mscaras, embozos
a travs de los cuales sea posible generar el camuflaje de la precariedad, inestabilidad y retirada
sntesis, bien constituida. Lo anterior, debido a que en definitiva cualquier intento de subversin
mismo como una entidad que constituye una mera expresin o manifestacin de una diferencia,
subversivo, dado que no le ser posible desasirse de las trabas dispuestas por el poder, sino que
todo lo contrario, slo podr disponer u orientar su esfuerzo, accin y movimiento al interior de
los mrgenes de aparente resistencia o subversin que el poder disponga para ello.
De este modo, el sujeto potico presente en los textos seleccionados opera a nivel de un
simulacro en tanto su emergencia en ellos constituye un mero acto de apariencia, a travs del
cual no obstante intenta dar cuenta de lo contrario, vale decir, ocultar, encubrir y disimular la
desolada falta del sujeto, mecanismo que sin embargo no genera otro efecto que el develamiento
de la incapacidad del mismo para manifestarse y acontecer en el dominio del discurso. Por
consiguiente, el sujeto potico dispuesto en esta escritura no logra otra cosa que acentuar su
pues las posibilidades que se le permiten slo constituyen la instancia de una fugaz e ilusoria
84
aparicin en la dimensin del entramado potico, lo que genera la ilusoria capacidad de
aprehensin del s mismo y de una identidad que no tiene asidero, soporte, ni forma.
recurre al juego de la metamorfosis e intenta articular los modos de representatividad que le sean
posibles como en el mito de Proteo, desplegando una serie de dispositivos a travs de los
cuales pueda sobrellevar las exigencias y arbitrariedades de la vida moderna y del entorno
socio-poltico en el cual est inserto, de modo de concretar las posibilidades de fuga respecto del
mismo sistema opresor. De este modo, el sujeto potico es comprendido, por tanto, como entidad
respectivo vaco y carencia se activan con el propsito de ejercer un doble movimiento: por una
parte, el intento por superar la coercin del orden dominante, desestabilizando la unidad del
orden simblico cultural; y por otra, el intento por atribuirse una forma que le permita ocultar su
verdadero rostro, rostro de arena como seal Foucault, y cuyos anclajes y modos de
manifestacin potica del sujeto constituya, como establece Kristeva, una intervencin y, por
tanto, una fractura permitida o no, en el sistema dominante y totalitarista como el que tuvo
85
CAPTULO II.
86
CAPTULO II.
1. El concepto de sujeto.
La Real Academia Espaola seala que el trmino sujeto tiene su raz etimolgica en el
latn subiectus, correspondiente al participio pasado de subiicre que significa poner debajo,
someter124. De acuerdo a ello, son variadas las acepciones que convoca la institucin espaola
en torno al vocablo, entre las cuales destacamos: 1. Expuesto o propenso a algo. / 2. Asunto o
mismo como trmino de conciencia. / 5. Ser del cual se predica o anuncia algo.126
Por su parte, Souriau reconoce igualmente el origen del trmino en el latn subjetus cuyo
significado es situado debajo. De acuerdo a ello, el autor seala que la nocin de sujeto
124
R.A.E., Diccionario de la Real Academia Espaola. Documento recogido el 10/01/2009 en
http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=sujeto.
125
Ibd.
126
Ibd.
87
bien, a la idea de lo que est sometido a una accin o pensamiento127. En esta lnea, Wladimir
Krysinski plantea que los diferentes sentidos del trmino en razn de su significado etimolgico
sujeto como entidad est de manera permanente determinado por una accin externa a l y a la
En el terreno de la filosofa, Ferrater Mora seala que es preciso distinguir entre las
sujeto. En el primer caso, el concepto corresponde a aquello sobre lo cual se afirma o niega algo,
vale decir, como concepto-sujeto se refiere al objeto que es, o la representacin lgica
como objeto-sujeto en tanto constituye una existencia externa al sujeto que lo percibe; y desde el
el autor apunta que el trmino subjetividad, en relacin con el vocablo sujeto, corresponde en
el marco de la literatura escolstica para designar al ser del sujeto en una proposicin; como
igualmente lo subjetivo se ha utilizado para hacer mencin de aquello que se halla en el sujeto
congnoscente, vale decir, equivale no a lo real, sino a la representacin que tiene lugar
exclusivamente en la presencia del sujeto130. En relacin a esto ltimo, Hume por su parte
sostiene que aquello que es exterior al sujeto no es cognoscible en s mismo, sino que el objeto
127
E. SOURIAU, Diccionario de Esttica. Madrid: Ediciones Akal, 1998, p. 1013.
128
W. KRYSINSKI, Subjectum comparationis: Las incidencias del sujeto en el discurso. En M. ANGENOT;
J. BESSIRE; D. FOKKEMA, E. KUSHNER, Teora Literaria. Mxico: Siglo XXI, 1993, p. 270.
129
J. FERRATER MORA, Diccionario de Filosofa. Barcelona: Ariel, 1991, Tomo IV, pp. 3415 y 3416.
130
Ibd., pp. 3392 y 3393.
88
lo exterior al sujeto no corresponde a otra cosa que las impresiones, representaciones con las
Ahora bien, la escisin entre sujeto y objeto se presenta6 de modo bastante claro y
definido en los presupuestos del ego cartesiano, del yo como sujeto pensante, dado que este se
funda precisamente en la oposicin entre las categoras de sujeto y objeto, entre las cuales la
entonces de un sujeto erigido en conformidad con los presupuestos del cogito de Decartes, vale
decir, la de un sujeto cognoscente en el cual se asienta y predomina la razn por medio de la cual
se sita y capta el mundo. A travs entonces de la concepcin del sujeto como entidad
donde efectivamente el sujeto como existencia dotada de la razn, se superpone a la del objeto,
estableciendo claramente la escisin entre ellos. En este sentido, la modernidad tiene en efecto
cartesiana del alma y el cuerpo, lase sujeto cogito y objeto, y supremaca y control del
primero sobre el segundo, en tanto el raciocinio se concibe como la capacidad o poder del ego
para abarcar, aprehender y poseer dominio sobre los objetos133, premisas basadas en la idea
de la vida humana, traeran no slo consigo el control de las fuerzas naturales sino tambin la
explicacin del mundo, el progreso, la moral, la justicia en las instituciones. Bajo estos
131
D. HUME. En S. GINER, E. LAMO DE ESPINOSA, C. TORRES (eds.), Diccionario de Sociologa. Madrid:
Alianza Editorial, 2004, p. 539.
132
Ibd., p. 837,
133
A. ROA. Modernidad y Posmodernidad. Coincidencias y diferencias fundamentales. Santiago: Editorial Andrs
Bello, 1995, p. 30.
89
poltico, econmico y sociocultural, erigidos en Occidente como sostiene Dussel desde la fecha
dominante, hegemnica, por sobre otras reducidas, locales, marginales. Ello, dado que a la trada
original del proyecto moderno establecida entre ciencia, razn y bienestar humanos, se impuso
finalmente una racionalidad instrumental centrada en el predominio del inters particular por
sobre el universal y la dominacin de unos sobre los otros en todas las esferas de la vida.135
El fenmeno anterior posibilit, por consiguiente, que la nocin de sujeto como entidad
pensante, acabada y portadora de la razn universal, fuese paulatinamente dando paso hacia la
segunda mitad del siglo XX, en el terreno de las ciencias sociales y humanas, a una comprensin
del sujeto bajo la cual se concibe una entidad por el contrario escindida, fragmentada, e incluso
desintegrada, en donde ya no converge la figura transcendental del cogito cartesiano, sino muy
por el contrario, este es reemplazado por una entidad que tiende a deshacerse en s misma, a
90
finalmente en sistemas universales de opresin fundados y ejecutados en pos de la razn; surge
hacia la segunda mitad del siglo XX, un nuevo conjunto de ideas y teoras concebidas bajo la
escindida, fragmentaria, desorientada, inestable, que tiende por ende a deambular fuera de toda
la posmodernidad se deshacen las fronteras que distinguen con claridad la divisin entre sujeto y
objeto; por el contrario, la escisin se desvanece y con ello desparece o queda disfumada la
figura de sujeto, por lo que no es posible, como sostiene Lyotard137, distinguir entre este y el
objeto, en tanto la realidad o los referentes que ste inicialmente represent tienden a
premisas certeras en torno a los distintos aspectos que preocupan al hombre, en particular, la
concepcin del s mismo, del yo, del sujeto. En este sentido, se han perdido de vista los
136
J. LYOTARD. En S. GINER et al. Ibd.
137
J. LYOTARD. En A. ROA, op. cit., p. 46.
91
propsitos universales o colectivos que buscan unificar y/o solidificar propuestas de inters
hace referencia al abandono de la concepcin metafsica de sujeto entendido como unidad, dado
que su condicin normal y constitutiva no es otra que la escisin, la ruptura. Dicha referencia
los que sin embargo terminan por alienarlo an ms, alejndolo de s mismo y de los otros,
situacin que en palabras del mismo Vattimo abre la va a una efectiva experiencia de la
individualidad como multiplicidad, al soar sabiendo que se suea del que hablaba La gaya
ciencia.139
muerte del sujeto en el discurso, en tanto ste sucumbe ante la represin que constituye para l el
mismo lenguaje. Es as como Brguer seala que la idea de muerte del sujeto, proclamada por
138
J. LYOTARD, La condicin posmoderna. Madrid: Ediciones Ctedra, 1984, pp. 36 y 37.
139
G. VATTIMO, Ms all del sujeto. Nietzsche, Heidegger y la hermenutica. Barcelona: Paids, 1992, p. 44.
92
Barthes140 y Foucault141 a travs de la figura del autor la muerte del autor, est presente
mundo y a la existencia humana142. Por otro lado, la desintegracin de la figura del sujeto tiene a
Por su parte, desde la perspectiva lacaniana, se plantea que es posible aprehender al mismo
relaciones que ste va trazando consigo mismo, con el entorno, los otros y con el mismo
entre otras disciplinas afines, se han ido estableciendo el fin efectivo de las visiones totalizadoras
en torno a la idea de sujeto, reemplazndola ms bien por concepciones movedizas del yo,
virtud de las condiciones sociales que se le imponen o en las cuales es dispuesto por la misma e
inclemente sociedad moderna y posmoderna. En este sentido, autores como Nietzsche, Freud,
140
R. BARTHES, El Susurro del Lenguaje. Ms all de la palabra y la escritura. Barcelona: Editorial Paids, 1994,
pp. 65 y 66.
141
M. FOUCAULT, Qu es un autor? Op. cit.
142
C. BRGER; P. BRGER, La desaparicin del sujeto. Una historia de la subjetividad de Montaigne a Blanchot.
Madrid: Akal, 2001, p. 12.
143
A. TALLAFERO, Curso Bsico de Psicoanlisis. Buenos Aires: Paids, 2001.
144
J. DOR, Introduccin a la Lectura de Lacan. El inconsciente estructurado como lenguaje. Barcelona: Gedisa,
1997, p. 132.
93
Lacan, Bajtin, Ricoeur, Derrida, Foucault, Deleuze, Guattari, entre otros, han concebido al sujeto
condicin de multiplicidad del sujeto como una forma de representar en ello los diversos sentidos
fundadora del yo, como entidad nica, monoltica y slida, tal como expone Krysinski siguiendo
al filsofo alemn:
De este modo, se traza la figura del sujeto posmoderno que emerge esencialmente
opuesto a su antecesor, en tanto las certezas del ego cartesiano se vuelven incertezas, pues se han
falacias del discurso ilustrado. De acuerdo a ello, se evidencia la condicin de crisis sobre la cual
dicha imposibilidad radica precisamente el sino o tragedia del sujeto que nos ocupa en el
presente estudio, dado los intentos de la entidad subjetiva por posicionarse como una existencia
cabal, ntegra, capaz de resistir o superponerse a los embates de las fuerzas dominantes y
145
W. KRYSINSKI. En M. ANGENOT et al. Op. cit., p. 277.
146
Ibd.
94
opresoras. Sino o tragedia inherente a propia su naturaleza, y a la cual por ende, no es posible
eludir.
paulatino con cierta relevancia, pero a su vez con significativas diferencias en torno a su figura
travs del cual se articula el mundo en relacin a los sujetos parlantes, vale decir, el lenguaje
como la herramienta que opera como bisagra entre las palabras y las cosas, entre los sujetos y los
referentes reales. Por medio de la lengua se modaliza y representa el mundo, o dicho de otro
modo, a travs de los signos es posible acceder y conocer el entorno real. A partir de esta
del signo147, en tanto a travs del signo se representa y comunica el mundo desde ciertos frentes
a su vez con la nocin generada en torno al lenguaje y, por ende, al de signo. En relacin a ello,
147
K. OYARZN, Teora crtica, feminismo y crisis del sujeto. En J. L. MARTNEZ (ed.), Identidades y Sujetos.
Para una discusin latinoamericana. Santiago: Ediciones Facultad de Filosofa y Humanidades, Universidad de
Chile, LOM Ediciones, 2002, p. 31.
95
Florencia Bernhardt seala que en las concepciones de lenguaje asociadas a la concepcin
clsica del sujeto es posible distinguir las teoras realistas y nominalistas, segn el acento de
ltimo, el acto de representacin equivale a configurar un significado para el sujeto, vale decir,
es ste quien lo configura, por lo que el signo se transforma en entidad opaca para la cosa o
producto que el individuo registra pasivamente149, seala el autor, cerrando por tanto toda
posibilidad de estudio en funcin del sujeto del lenguaje en calidad de entidad individual
perteneciente al mbito del habla, y considerndolo slo como entidad social sujeto social
asienta las bases de la lingstica moderna para que posteriormente sea planteado el problema del
148
F. BERNHARDT, Teoras del sujeto en la tradicin francesa. Documento recogido el 17/07/2008 en
http://www.proyectoazul.unlu.edu.ar/ColgarF/Teoriadelsujeto.doc.
149
F. DE SAUSSURE, Curso de Lingstica General. Buenos Aires: Losada, 1955, p. 57.
96
En este contexto, es Benveniste quien efectivamente y de modo posterior, plantea e
instala definitivamente el concepto de sujeto al interior de los estudios del lenguaje, vale decir, la
nocin de sujeto como entidad presente al interior del fenmeno lingstico y existente a raz
precisamente de la lengua. En esta lnea, el autor postula que, en efecto, el sujeto lingstico
existe exclusivamente en la materia del lenguaje, por medio de las emisiones discursivas que l
realiza. Es ego es quien dice ego150, apunta Benveniste, parafraseando la sentencia cartesiana
cogito ergo sum. Hasta antes de dicho planteamiento, la existencia del sujeto era concebida con
independencia del sistema verbal; con Benveniste por consiguiente, se inaugur la comprensin
la enunciacin es definida como unidad comunicativa cerrada con pleno sentido; fenmeno
palabras de Habermas, como unidad lingstica cuya existencia tiene lugar en una situacin
150
E. BENVENISTE, Problemas de Lingstica General I. Mxico: Siglo XXI, 2004, p. 181.
151
T. LEWANDOWSKI, Diccionario de Lingstica. Madrid: Ediciones Ctedra, 1992, p. 114.
152
L. BLOOMFIELD. Ibd.
153
H. HABERMAS. Ibd.
97
relevante, en tanto, los primeros elementos constitutivos de un proceso de enunciacin son el
genera a partir de la relacin entre sujetos distintos dispuestos en una situacin comunicativa
determinada.
enunciacin corresponde entonces al acto mismo de generar un enunciado, acto que depende de
un locutor que determina las condiciones y modos con los que ser utilizada la lengua. El ego es,
en este sentido, el centro de la enunciacin como tal, segn sostiene el autor156. De acuerdo a
ello, los caracteres lingsticos de la enunciacin estn determinados por la relacin que se
establece entre locutor y la lengua misma, vale decir, la lengua depende del locutor, y ste ltimo
discurso157 a travs de la cual la lengua introduce la figura del locutor como parmetro de las
un sujeto en la lengua, manifestado este a travs del enunciado. Es en y por el lenguaje que el
154
O. DUCROT, T. TODOROV, Diccionario Enciclopdico de las Ciencias del Lenguaje. Mxico: Siglo XXI
Editores, 1997, p. 365.
155
E. BENVENISTE, Problemas de Lingstica General II. Mxico: Siglo XXI, 1978, p. 83.
156
Ibd., p. 86.
157
Ibd., pp. 83 y 84.
98
hombre se constituye como sujeto158, apunta Benveniste al respecto, en relacin a que la
existencia del sujeto entendido como ego no tiene cabida ms all de los lmites del lenguaje: el
objetivo de la identidad del sujeto que el que aqu se da sobre s mismo159. La identidad del
sujeto radica en el lenguaje, segn el autor, y desde all se generan todas las posibilidades
subjetivas que puedan configurarse en torno al yo, el que se ubica a su vez en posicin dialgica
frente al otro yo del discurso. De este modo, al momento de enunciar un mensaje, cada locutor se
sita en la posicin del yo, del ego, y se plantea frente a un t, al otro sujeto del discurso:
instalacin del sujeto en el acto de decir, como yo sujeto de la enunciacin161 que a su vez
158
E. BENVENISTE, Problemas de Lingstica General I. Op. cit., p. 180.
159
Ibd., p. 83.
160
E. BENVENISTE, Problemas de Lingstica General II. Op. cit., pp. 85 y 86.
161
F. BERNHARDT, op. cit.
99
otro, el dilogo, que es en efecto constitutivo de la persona162. En segundo y en tercer lugar,
sita el sujeto.
De este modo, el autor coloca nfasis en el carcter dialgico tanto del lenguaje como del
mismo como yo siempre que existe un t con el cual relacionarse e intercambiar roles. Esta
polaridad de los sujetos es, siguiendo a Benveniste, condicin fundamental en el lenguaje lo que
lenguaje: no es posible que el sujeto escape a dicha escisin. Ambas entidades, yo y t son
dependientes, complementarias y reversibles. Es en una realidad dialctica, que engloba los dos
trminos y los define por relacin mutua, donde se descubre el fundamento lingstico de la
subjetividad.163
fundamental del lenguaje humano, en rigor la capacidad del locutor de plantearse como sujeto
() la unidad psquica que trasciende la totalidad de las experiencias vividas que rene y
la persona. Al interior de este sujeto, por consiguiente, el autor estableci la distincin entre
sujeto que va dejando sus huellas en el discurso mediante ciertos elementos que pertenecen al
162
E. BENVENISTE, Problemas de Lingstica General I. Op. cit., p. 181.
163
Ibd.
164
Ibd., p. 180.
100
cdigo de la lengua, y a travs de los cuales es posible identificarlo identificar al yo que
enuncia; elementos todos que estn por ende supeditados a factores externos, extralingsticos,
por lo que varan de una enunciacin a otra: los llamados decticos, tales como yo, t, l, aqu,
rigor como el fenmeno fsico de la emisin o recepcin del habla, sino que es concebido en
funcin de aquellos elementos verbales mediante los cuales es posible reconocer al sujeto que ha
dado origen a la enunciacin. Al emitir entonces un determinado enunciado, el sujeto que hace
uso de la lengua se autodesigna como yo, posibilitando por consiguiente la emergencia del
sujeto de la enunciacin, equivalente al individuo que dice, que enuncia. Por otro lado, el
sujeto del enunciado corresponde a la persona gramatical presente al interior del enunciado, o
a quien refiere el enunciado emitido. De este modo, el sujeto del enunciado puede verse
En los casos que el sujeto de la enunciacin el ego que enuncia coincide con el sujeto del
enunciado, este es representado por medio de la primera persona. De este modo, el yo que
perspectiva como un yo emprico, coincide con la categora sintctica equivalente al sujeto del
165
J. L. RIVAROLA, Quin es nosotros? En Estudios de Lingstica de Universidad de Alicante, N 2, 1984,
p. 203. Documento recogido el 16/07/2008 en http://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/6667/1/ELUA_02_08.pdf.
101
2.1.2. El sujeto polifnico en Ducrot.
compleja constitucin del sujeto emisor de un enunciado, Ducrot cuestiona la unicidad del sujeto
enunciacin. El autor, sirvindose del trmino acuado por Bajtn en torno al carcter
polifnico del discurso literario167, afirma en oposicin a lo planteado hasta entonces por la
literaria constituye una unidad en la cual confluyen simultneamente una multiplicidad de voces,
las que corresponden por un lado, a los sujetos empricos que emiten concretamente el discurso
y, por otro, a los sujetos discursivos presentes a su vez en ellos como igualmente los evocados en
cada emisin verbal: el objeto propio de una concepcin polifnica del sentido es mostrar cmo
que corresponde a un ser emprico y, por tanto, al productor efectivo de la emisin lingstica169.
Esta entidad consta segn el autor de tres propiedades que lo distinguen de las otros sujetos y/o
166
O. DUCROT, El decir y lo dicho. Buenos Aires: Edicial, 1984.
167
M. BAJTIN, Problemas de la Potica de Dostoievski. Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1988.
168
O. DUCROT, El Decir y lo Dicho. Polifona de la Enunciacin. Barcelona: Paids, 1986, p. 187.
169
H. CALSAMIGLIA, A. TUSN, Las Cosas del Decir. Manual para Anlisis del Discurso. Barcelona: Ariel,
1999.
102
comunicativa; segundo, es el autor origen de los actos ilocutorios efectuados en la produccin
del enunciado. Al respecto, Ducrot enfatiza que es artificial sealar la existencia de un solo sujeto
en el origen de estos actos, dado que es posible detectar en ellos la presencia de varios sujetos
que realicen, de modo simultneo, distintos actos manifestados a travs de la fuerza ilocutiva
este sentido, el autor aboga por una actividad ilocutoria plural. Y tercero, la designacin del
sujeto hablante por las marcas de la primera persona: el yo, las conjugaciones verbales en
primera persona, adjetivos posesivos, etc., como asimismo los decticos de lugar; ese mismo ser
que dice yo es el que promete, ordena, etc., y el que emite las palabras.170
Por otro lado, Ducrot establece la necesidad de distinguir entre el sujeto hablante y la
nocin de locutor presente tambin en cada enunciado. Este ltimo corresponde al supuesto
responsable del enunciado171 en tanto constituye el ser de discurso construido por el sujeto
emprica del enunciado, ya que estamos frente a un ser discursivo, interno al sentido172 apunta
el autor al respecto. En este sentido, Ducrot seala que el locutor, si bien es quien est presente
en el sentido mismo del enunciado en tanto a l mismo remiten las marcas de la primera
persona, no coincide necesariamente con la del sujeto hablante, puesto que este corresponde a su
productor, sobre todo en algunas situaciones especficas del discurso escrito. En algunos de estos
casos, se produce asimismo una suerte de desdoblamiento al interior del mismo locutor, dando
origen a dos tipos de locutores, L y l, a travs de los cuales se explica lo que sucede con el
170
O. DUCROT, El decir y lo dicho. Op. cit., p. 257.
171
Ibd., 259.
172
Ibd., 261.
103
personal, etc.173 De acuerdo a ello, L corresponde al ser discursivo responsable de la
locutor como ser del mundo equivale por su parte a una persona, en los trminos de Ducrot,
completa que presenta la propiedad, entre otras, de ser el origen del enunciado, es decir, el ser
del mundo que tiene la propiedad de enunciar su sentimiento, cuya designacin siempre estar
dada por el pronombre en primera persona singular yo, aun cuando su identidad no sea
enunciado que se correspondera, de algn modo, a las voces ajenas convergentes en un mismo
discurso, sealadas anteriormente por Bajtn. En este sentido, en cada enunciado est presente
siempre uno o ms enunciadores, cuyas voces son evocadas por el locutor y atradas hacia sus
propias palabras, voces que constituyen la palabra ajena, las palabras de los otros presentes en
los enunciados propios. Dicho de otro modo, el enunciador corresponde a la voz ajena evocada
enunciacin sin que necesariamente deban atriburseles ciertas palabras especficas, sino que por
el contrario lo que a esta voz ajena se le debe es el sentido del enunciado, su punto de vista,
posicin o actitud ante alguna idea en particular. En relacin con ello, al otorgar el sentido
mismo del enunciado, el enunciador se constituye a su vez en responsable del mismo, debido a
que se vuelve garante del acto ilocutorio elemental o primordial ejecutado en la enunciacin. Por
173
H. CALSAMIGLIA, A. TUSN, op. cit.
174
O. DUCROT, El Decir y lo Dicho. Polifona de la Enunciacin., op.cit.
104
ltimo, Ducrot apunta tambin que el locutor de igual modo es responsable del enunciado desde
organizacin de sus respectivos puntos de vista y actitudes, las que pueden ser congruentes con
su propia posicin, o bien, totalmente opuestas. De este modo, es el locutor quien dispone la voz
del enunciador, la presenta y organiza de acuerdo a sus necesidades comunicativas, las que a
de entidad discursiva, responsable del material lingstico utilizado, mientras que el enunciador
expresado en la enunciacin.
enunciacin es, explcita o implcita, una alocucin, postula un alocutario175, seala el autor,
quien alude asimismo a la presencia a su vez de un locutor cuyas huellas tambin son percibidas
referencia, sta ltima como accin que slo puede realizarse mediante el discurso, la referencia
175
E. BENVENISTE, Problemas de Lingstica General II. Op. cit., p. 85.
176
Ibd.
105
2.2. Indagaciones psicoanalticas en torno al sujeto.
trabajo, uno de los aportes ms significativos en tanto ha hecho entrega de ciertas estrategias y
vas de lectura a travs de los cuales, junto a otras perspectivas tericas, hemos podido efectuar
ciertas lneas de acercamiento a la figura de sujeto potico por nosotros estudiado, en cuanto a su
constitucin como entidad subjetiva, reprimida, y en su estrecha relacin con la materia del
lenguaje. Asimismo, algunas de las perspectivas o aproximaciones tericas por nosotros tratadas
Desde este punto de vista, la concepcin de sujeto postulada y revisada al interior del
psicoanlisis permite establecer ciertos presupuestos por medio de los cuales es posible
comprender y configurar las particularidades del sujeto posmoderno. De este modo, las nociones
definitiva, a un proceso de teorizacin psicoanaltico del sujeto en el cual confluyen, enlazan y/o
106
los respectivos estudios de Foucault, Deleuze, Derrida, Ricoeur, Kristeva, entre otros cuyos
presupuestos centrales sern revisados por nosotros al interior del presente captulo.
En el psicoanlisis freudiano, se postula una concepcin del sujeto como una entidad en
cual se genera represin y negacin del mismo por causa del orden simblico, vale decir, el
mismo lenguaje y la cultura, el que en definitiva, inhibe al sujeto desde el punto de vista del
En este sentido, segn Freud, el sujeto o fragmento subjetivo tiende de modo natural
hacia lo pulsional, hacia el flujo libre de esta energa. Es el sujeto de la pulsin y del
permanente con su alter ego represor, el sujeto del lenguaje y la cultura que, en oposicin al
metapsicolgico terico, el que corresponde a una tipografa hipottica del aparato psquico del
hombre al interior del cual el autor reconoce tres sistemas o cargas energticas denominadas
177
K. OYARZN. En J. L. MARTNEZ (ed.), op. cit., p. 32.
107
inconsciente, preconsciente, y consciente. Dentro de estas tres dimensiones de la psiquis humana
localizaciones que operan en planos distintos y a su vez asumen las caractersticas del nivel de la
actividad psquica con el cual se asocian, vale decir, en orden correlativo a las dimensiones
respectivamente.178
manifestaciones y acciones concretas, como es el caso de los actos fallidos, los sueos,
informacin suministrada por medio de los test proyectivos Rorschach, Szondi, Murray, entre
corresponde a uno de los sistemas que constituye parte de la primera teora de Freud sobre el
aparato psquico, que est constituido segn la propuesta psicoanaltica por contenidos
secuencias imaginarias en los cuales se fija la pulsin o el deseo, como es el caso de los sueos y
representaciones onricas.
178
A. TALLAFERO, op. cit., p. 54.
179
Ibd.
180
J. LAPLANCHE; J. PONTALIS, Diccionario de Psicoanlisis. Barcelona: Ediciones Paids, 1996, p. 193.
108
Para Freud, precisamente, el verdadero psiquismo tiene su lugar en el inconsciente, como
grado preparatorio del consciente, en tanto este tiende a movilizar y/o modificar la voluntad, los
pensamientos y emociones del sujeto sin que este tenga certeza respecto del origen de su actuar.
De acuerdo a ello, el inconsciente est regido segn sostiene el autor por el proceso primario,
dado que es considerado como la primera forma de actuacin o la ms primitiva del psiquismo.
Esto quiere decir que el psicoanlisis considera que los procesos psquicos del hombre son en
esencia inconscientes y que antes de alcanzar el estado de conciencia deben padecer un complejo
proceso asociado a las leyes del orden lgico, es decir, la gramtica, el lenguaje.181
hipottica del aparato psquico, entre el inconsciente y el consciente, por lo que su contenido
preconsciente, a diferencia del inconsciente, est regido por el proceso secundario que
una correlacin lgica, la abundancia de lagunas existentes entre ideas aisladas, la relacin de
instancia del sueo como igualmente en los estados de vigilia por medio del flujo del
conocimientos no actualizados, pero que el sujeto puede evocar. De este modo, el preconsciente
corresponde aquello que se halla implcitamente presente en la actividad mental, aunque sin
181
A. TALLAFERO, op. cit., p. 56.
182
Ibd., p. 62.
109
constituir objeto de conciencia183. Freud designa, en este sentido, al preconsciente como
inconsciente por causa de la censura, dado que no se permite el acceso de los contenidos y
Por ltimo, respecto al sistema consciente, Freud seala que este corresponde a un rgano
sensorial que capta aquellas impresiones que aparecen por momentos, situado en el lmite de lo
externo y lo interno, y capaz de percibir procesos de diversa procedencia, como es el caso de los
sueos y la vigilia. Segn versa el psicoanlisis, a travs del sueo slo son percibidos aquellos
consciencia claramente deformados, mientras que en la vigilia los estmulos provenientes del
mundo exterior son percibidos con mayor nitidez y por medio de los sentidos. Ahora bien, para
183
J. LAPLACHE; J. PONTALIS, op. cit, p. 284.
184
Ibd.
110
que un acto psquico alcance en efecto el estado de conciencia, debe pasar por los dos niveles
entidad subjetiva que pertenece al dominio del inconsciente. Corresponde al polo pulsional de la
resguardados en el inconsciente del aparto psquico, y cuya procedencia puede ser hereditaria o
por adquisicin en la relacin con el entorno. El ello es, en este sentido, para Freud el reservorio
primario de la energa psquica y pulsional, la que entra en conflicto permanentemente con las
instancia del yo y supery, incluidas igualmente en la teora freudiana del aparato psquico.
Por su parte, el yo corresponde en este mbito a la entidad que emana del sistema
preconsciente, que se ubica primeramente en los dominios del preconsciente para luego
extenderse o ponerse en conflicto con el ello, perteneciente a la esfera del inconsciente. En este
sentido, el yo no se vuelve por completo hacia el dominio del ello, sino que ms bien utiliza slo
una parte de su superficie, aquella que linda con el mbito de lo preconsciente. Freud, en este
marco, caracteriza al yo como una parte del ello, modificada por causa del influjo del mundo
exterior, al cual el yo debe responder en trminos del orden simblico cultural al cual se le
expone, y cuyas coordenadas son transmitidas y recepcionadas por el yo a travs de los sistemas
el enfrentamiento de fuerzas por ende, asociadas a las normas del orden simblico-cultural
185
A. TALLAFERO, op. cit., p. 63.
186
J. LAPLACHE; J. PONTALIS, op. cit, p. 112.
111
representado a su vez por el lenguaje presentes en el yo, que buscan inhibir la energa
en tanto activa una serie de mecanismos de defensa ante el impulso de la pulsin erigido por el
ello. En definitiva, el yo se comprende como una parte del ello modificada por el sistema de
Por ltimo, en la teora freudiana del aparato psquico emerge igualmente la instancia del
supery, el que corresponde a la existencia de una fase especial del yo denominado tambin por
el autor como ideal del yo. Esta instancia se identifica con el conjunto de aquellos
catalizadores internos que norman, regularizan y juzgan la conducta del yo. Su funcin es
autoobservacin, la formacin de ideales, entre otros. De acuerdo a ello, constituye una instancia
mediante la cual se generan mecanismos de autocontrol y de autocrtica por parte del sujeto ante
187
S. FREUD, El yo y el ello. En Obras Completas. Buenos Aires: El Ateneo, 2005, volumen III. p. 2708.
188
Ibd., p. 2710.
189
J. LAPLACHE; J. PONTALIS, op. cit, p. 419.
112
del supery con la renuncia a los deseos edpicos y amorosos, que deben ser inhibidos ante las
exigencias del entorno sociocultural y respectivas sus normas morales. Para Freud, en efecto, el
supery es considerado clsicamente como el heredero del complejo de Edipo190 que ha sido
entidad aparece en la teora del aparato psquico del autor en la segunda tpica freudiana como
una subestructura particular, como una instancia mediante la cual se representa la ley y el orden,
conciencia o la voz de la conciencia191 por medio del cual se regula el actuar de los sujetos.
sujeto escindido y heterogneo, constituido internamente por fases y entidades distintas, el que
misma materia de represin, asociando de este modo la energa al lenguaje, pues por medio de la
respectiva cadena de significantes el sujeto fluye haciendo emerger la figura del inconsciente
reprimido, a travs del lenguaje otro que en definitiva, es l mismo. En ambos casos, lo
reprimido est ligado al igual que en Freud, al orden pulsional, al inconsciente desde el cual
emerge un sujeto desmembrado, fallido, carente, apenas e ilusoriamente perceptible por medio
190
S. FREUD, op. cit, p. 2714.
191
A. TALLAFERO, op. cit., p. 117.
113
De este modo, se establece que el advenimiento del inconsciente y, por ende, del sujeto,
comprendido como yo ms que ello, segn Lacan, se genera a travs del lenguaje, materia que
acontece como entidad paradjica en tanto reprime, encubre y alumbra a su vez algunos atisbos
all establecer los mecanismos para emprender la bsqueda del sujeto. El yo en cuanto
significante, opera al respecto slo como un mero elemento articulador e indicador del sujeto,
referido por medio del sujeto del enunciado a travs del cual se alude al sujeto que habla.
significante. El sujeto se encuentra dividido por el orden mismo del lenguaje que opera como
entidad represiva sobre el sujeto y el inconsciente mismo. La tesis postulada por Lacan,
definitiva a una divisin del sujeto, proviene de la concepcin de un inconsciente que figura
como un lugar autnomo constituido fuera del campo de la conciencia por medio de la
intervencin de la represin.
192
J. LACAN, en M. ANGENOT et al. Op. cit., p. 276.
193
J. DOR, op. cit., p. 115.
114
subjetividad, dado que a travs de ella se posibilita la emergencia del sujeto y su estructuracin
como la divisin inaugural del sujeto194, proveniente a su vez de la relacin del sujeto con el
orden simblico que en concreto, cumple con la funcin de mediatizar el vnculo entre el sujeto y
el mundo objetivo.
El lenguaje entonces, aparece como la instancia o actividad por medio de la cual emerge
el inconsciente y, por ende, tiene lugar la concepcin escindida del sujeto. Ello, debido a que el
lenguaje opera como una actividad subjetiva a travs de la cual se divide el sujeto, en tanto, la
inconsciente queda como un dominio que est fuera del alcance del sujeto que enuncia, dado que
se halla constitutivamente separado de l; por otro, el lenguaje acta como la instancia que
como entidad no existente ms all de los lmites del lenguaje: No hay ms Sujeto que el ser
hablante (el parltre)196, sostiene el autor, en tanto del lenguaje emana esencialmente el ser197.
Al ubicarse entonces la entidad subjetiva en el plano del lenguaje, tenemos que en definitiva, la
causa del sujeto se sustenta en la formacin del inconsciente: el orden significante es el que
194
Ibd., p. 117.
195
J. LACAN. Ibd., p. 118.
196
J. DOR, op. cit., p. 119.
197
J. LACAN, La metfora del sujeto. La letra y el deseo. Buenos Aires: Ediciones Homo Sapiens, 1978, p. 14.
115
causa al sujeto, estructurndolo en un proceso de divisin que produce el advenimiento del
travs del cual es posible acceder a ciertos dominios del inconsciente, de forma de encontrar en
sentido como una cadena de significantes organizados en pos de la emergencia del mismo sujeto:
Para Lacan, el inconsciente corresponde de igual forma al discurso del Otro, del otro
sujeto que le es ajeno a causa de su disociacin, del denominado Spaltung. Sin embargo, y a
pesar de la escisin cada una de estas entidades, el yo y el otro, son absolutamente correlativas y
mutuamente referenciales en tanto el yo se constituye slo en relacin con el otro, vale decir, el
nivel en que existe y experimenta el otro, determina el nivel exacto en el que el yo existe para el
sujeto200. Este otro, sin embargo, en los postulados lacanianos se vuelve una especie de signos
fantasmales, de espacios de encierro en los cuales se aprisiona a sus semejantes. De este modo, la
alteridad del sujeto no hace otra cosa que problematizar al yo, que ocupa en definitiva, el lugar
del espejismo en el sujeto, en donde emerge la figura del no-ser, en otras palabras, del ser
negativo del sujeto. Dicho espacio est definido en la teora lacaniana como funcin
198
Ibd.
199
Ibd., p. 121.
200
J. LACAN, El Seminario de Jacques Lacan. Libro I. Los escritos Tcnicos de Freud 1935-1954. Buenos Aires:
Paids, 2004, p. 85.
116
imaginaria. Al respecto, Krysinski sostiene que el poema lrico podra constituir la forma
subjetiva por excelencia o el espacio textual ideal para el lugar imaginario del yo en el sujeto.201
Por otro lado, Lacan concibe al ello freudiano como un yo en tanto sostiene que el
pronombre personal no es concebido ms que como un embrague, un shifter, por medio del cual
no se asegura la autonoma del yo: Donde estuvo ello, tengo que advertir yo202, apunta el autor,
mientras que a su vez sostiene la subjetividad absoluta del sujeto y del mundo no pensante del
ello. En este sentido, Lacan apela a la desconstruccin del sujeto en la teora freudiana, en tanto
Ahora bien, la escisin del sujeto asimismo puede evidenciarse a partir de dos entradas:
por un lado, la emergencia del mismo insconsciente el otro en oposicin al yo; y por otro lado,
disociacin del sujeto a causa del lenguaje. Ello, en razn del carcter simblico de todo sistema
lingstico en tanto se evoca por medio del verbo un evento real referentes reales por medio de
un sustituto simblico de dicho referente, lo que genera finalmente la escisin entre la vivencia
real y aquellos sistemas o signos que la representan. Lacan sostiene al respecto que la cosa debe
cual se representa la presencia de un referente real por medio de su propia ausencia reflejada en
201
W. KRYSINSKI. En M. ANGENOT et al. Op. cit., p. 279.
202
J. LACAN. Ibd., p. 278.
203
Ibd., p.278.
204
J. LACAN. En J. DOR, op. cit., p. 122.
117
la palabra, la ausencia misma es lo que se nombra205 arguye el autor. Es as entonces como la
relacin del sujeto con su discurso se sustenta en esta escisin, lo que en definitiva corresponde a
la desaparicin del sujeto como tal en el plano del discurso o figura en ella a costa de esta
lingstico. Miller denomina a este fenmeno como sutura, en tanto la relacin del sujeto con
el sujeto que adviene por medio del lenguaje slo se inserta en l como un
efecto; un efecto del lenguaje que lo hace existir para eclipsarlo,
inmediatamente, en la autenticidad de su ser. Lacan designa este eclipse como
el desvanecimiento del sujeto (fading) que hace que el sujeto slo pueda
captarse a travs del lenguaje, en calidad de representacin, de mscara que lo
aliena pues lo oculta ante s mismo. Esta alienacin del sujeto dentro de su
propio discurso es, precisamente, la divisin del sujeto.207
naturaleza por el orden del significante, que arrastra asimismo la emergencia del inconsciente y,
por ende, de la otredad subjetiva. En este contexto, Lacan seala que es necesario comprender
una parte de la subjetividad del yo escindido como sujeto del insconsciente, y en otras
palabras, como sujeto del deseo, lo que quiere decir que el deseo en definitiva de un sujeto
uno de los dos sujetos al interior de la disociacin slo puede hacerse patente a travs de la
cadena significante en cuya superficie se ubica el otro extremo del sujeto, su otredad. Ahora
bien, la dimensin del lenguaje tiende a ocultar al sujeto en la verdad de su deseo, pulsin que a
205
J. LACAN. Ibd.
206
J. A. MILLER. Ibd.
207
Ibd., p. 123.
118
su vez ocupa el registro del inconsciente y que emerge en parte por medio del lenguaje a travs
del desfiladero de la palabra como enuncia Lacan, de modo que parte de su deseo es
representado mediante la materia del lenguaje, que a su vez reprime el impulso de la energa
pulsional. De este modo, si bien por medio del lenguaje se accede a la posibilidad de
representacin del sujeto del inconsciente, el deseo de ste se encuentra igualmente supeditado al
mismo la entidad subjetiva de acuerdo a la naturaleza que lo conforma, vale decir, el mismo
circunscriben los estudios del sujeto en funcin de la comprensin de este como una entidad
En torno a ello, destacamos principalmente, sin perjuicio de otros autores que han teorizado
sobre esta temtica, los trabajos de los filsofos Gilles Deleuze respecto a los conceptos de
devenir del ser y diferencia; Jacques Derrida en torno a la nocin de diferance y algunos
208
Ibd., p. 130.
119
como entidad intervenida por una serie de dispositivos de moldeamiento tecnologas y
Deleuze establece que una de las tareas de la filosofa actual es la de repensar las
condiciones mismas que hacen posible la aparicin de las nociones de ser y sujeto que forman
fundamentar la idea del ser en el sujeto. Al respecto, los presupuestos deleuzeanos en torno a la
los cuales se sostiene que existe un fundamento anterior al ser y al sujeto y, especficamente, al
ser como sujeto, lo que en definitiva implica deconstruir en trminos derridianos la nocin de
del ser. Lo anterior, consiste en un vuelco respecto de lo revisado hasta entonces al interior de la
cartesiano.
diferencia en tanto el ser es, en efecto, concebido como diferencia, como tiempo. Al respecto,
Deleuze expone sus planteamientos como consecuencia de la crtica esbozada por l contra el
120
lgica negativa del ser. El concepto utilizado por Deleuze, proviene en este sentido de la nocin
de diffrence utilizado por Bergson quien seala, siguiendo la lectura deleuziana, que la
diferencia no hace alusin a una esencialidad en el ser ni a una distincin o contraste esttico de
una propiedad en el ser real, sino que da cuenta como diferenciacin a una marca de la dinmica
real del ser; es el movimiento que sustenta al ser209, lo que permite igualmente comprender los
vnculos existentes entre el carcter dinmico y la dimensin temporal del ser en el sujeto.
positivo del ser en la diferencia de Bergson como una alternativa viable ante los prosupuestos de
rol ontolgicamente fundamental. La diferencia como causa, arguye el autor, debe ser interna a
su efecto y no externa como sucede con la determinacin, la que slo podra por medio de la
sustancialidad que constituye en el ser es una diferencia en s misma, por lo que no debe
confundirse con una diferencia entre dos cosas, pues sta ltima es de carcter externa, y no
interna como es la postulada por el autor. El concepto deleuziano corresponde, en este sentido, a
209
M. HARDT, Gilles Deleuze. Un aprendizaje filosfico. Buenos Aires: Paids, 2004, p. 36.
210
Ibd., p. 43.
121
una diferencia pensada en s misma y no representada ni mediatizada en la relacin de un ser con
el Uno una entidad, un cuerpo no puede distinguirse de su opuesto el no-Uno como sealaron
los platnicos dado que el Uno no se sustrae a lo que se sustrae de l; y en el otro polo, la
forma se distingue de la materia o del fondo, pero no a la inversa, puesto que la distincin misma
es una forma212. En otras palabras, el Uno es tal en s mismo y no requiere de su opuesto para su
distincin, sino que en s mismo se halla la diferencia. LA determinacin referida por Deleuze
corresponde al respecto al punto preciso en que lo determinado mantiene su vnculo esencial con
esa lnea rigurosa abstracta que se alimenta del claroscuro213 apunta el autor, vale decir, la
conceptual y extrnseca. En el primer caso, dos entidades distintas por ejemplo, x e y son
diferentes en la medida que no responden a una misma definicin y, por ende, son diferentes en
s mismos; en el segundo caso, los elementos son diferentes en cuanto estn imposibilitados de
ocupar el mismo espacio, aunque puedan definirse del mismo modo o bajo un mismo concepto.
211
J. FERRATER MORA, op. cit. Tomo I, p. 889.
212
G. DELEUZE, Diferencia y repeticin. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 2002, p. 61.
213
Ibd., p. 62.
122
determinada realidad originaria dado que la repeticin no es nunca la reiteracin de un modelo
originario.214
fundamentales a travs de las cuales se relaciona una determinacin con otras al interior de una
autor seala que la diferencia permite transitar desde las especies semejantes a la identidad de un
gnero o categora que las incluye y, por ende, determinar identidades genricas en el trayecto de
una serie contigua de entidades pertenecientes a una misma categora. De este modo, la
diferencia permite pasar desde los gneros idnticos entre s a las relaciones de analoga que se
establecen al interior y entre estos. Deleuze al respecto, apunta que un factor relevante es, en
definitiva, saber si bajo estos aspectos y relaciones, la diferencia no pierde su ser, conceptos y
realidad propios. En este sentido, seala que, en efecto, la diferencia no deja de constituir un
concepto de reflexivo, hallando de este modo un concepto efectivamente real en la medida que
serie de semejanzas, como por fallas insalvables entre las entidades y estructuras anlogas. Es as
como la diferencia deja de ser reflexiva para convertirse en catastrfica215, pero no obstante,
contina Deleuze, la diferencia no puede ser lo uno sin lo otro, dado que ambas, reflexin y
214
Ibd., p. 57.
215
Ibd., p. 71.
123
De acuerdo a lo anterior, tenemos entonces que a travs de la nocin de diferencia
pliegue de la materia e imagen, de tiempo y la duracin, que es considerado por Deleuze como
diferencia.
Otro concepto relevante en la teora del autor respecto a sus estudios en torno a la
carcter mltiple e irreductible del ser, en torno al cual confluyen las nociones del azar y de la
negacin del control, en cuanto la multiplicidad del ser no es una multiplicidad del orden, pues
sta es la evolucin (o emanacin) creativa del ser de Bergson y en trminos nietzscheanos ste
es el devenir del ser: multiplicidad pura216. Ello implica una organizacin en torno al ser que
construye una unidad, no obstante, en la cual se renen todas las partes del azar, por lo cual no se
el ser confluyen los elementos originales del azar como en un todo coherente. De este modo, por
ser. Es as entonces que la constitucin del ser en el eterno retorno del momento segundo al
216
M. HARDT, op. cit., p. 113.
124
del podero es el principio de la sntesis que marca el ser del devenir, la unidad de la
pensamiento deleuziano, la voluntad constituye un fundamento para el ser. Por una parte, la
voluntad de podero es el principio del eterno retorno por lo que constituye una causa primaria a
travs de la cual se define la necesidad y sustancilidad del ser. No obstante, y de acuerdo a las
premisas de Nietzsche, el eterno retorno de la voluntad constituye una tica en tanto consiste en
una ontologa selectiva, dado que no toda voluntad ejerce el retorno, slo la afirmacin en
afirmativa como ser218. En el caso Nietzsche, considerado por Deleuze, el ser no est dado de
antemano, sino que debe ser voluntariamente creado, por lo que en la teora nietzscheana slo la
voluntad tica la afirmativa es la que retorna, es la voluntad que quiere ser: El principio del
eterno retorno como ser es la voluntad entendida como una voluntad tica.219
de la subjetividad; en otras palabras, del ser y del devenir al mismo tiempo, lo que es referido por
Los dados, una vez lanzados (el momento del devenir, de la indeterminacin)
vuelven y se distribuyen (la seleccin del ser), lo que a su vez da lugar a una
nueva tirada. La seleccin ontolgica no niega la indeterminacin del
lanzamiento inicial, sino que la eleva, la afirma, as como el eterno retorno es
una afirmacin de la voluntad.220
217
Ibd., p. 115.
218
Ibd.
219
Ibd., p. 116.
220
Ibd.
125
Por ltimo, a la luz de las premisas deleuzianas hacemos mencin al pensamiento de
Flix Guattari, quien seala en torno a la subjetividad que esta est siendo determinada en la
sentido, el autor seala que el capitalismo mundial opera, en primera instancia, en el plano de la
subjetividad, pues su propsito fundamental no es en estricto rigor ejercer el control sobre los
dos ejes esenciales: en primer lugar, el eje de los diseos colectivos entre los cuales se
considera a los aparatos ideolgicos del Estado, como los denomina Althusser, vale decir, la
escuela y todo el engranaje educacional bajo el cual se somete a los individuos, el hbitat, los
sistemas de salud, etc., detrs de los cuales se generan mecanismos de produccin de la vida,
subjetividad. De este modo, Guattari seala que la funcin de los diseos colectivos no slo
diseos de represin como son la polica, las crceles, la justicia, sino tambin diseos de trabajo
por el capitalismo integrado son los medios de comunicacin de masas223, pues a travs de ellos
se generan y transmiten las marcas de una modelizacin de los individuos en cuanto a las
conductas, valores, intereses, necesidades que deben instalarse en ellos, lo que corresponde, en
definitiva, a una forma de modelizacin del mismo entorno y de los modos de percepcin de
este, como asimismo, de mediatizacin in crescendo de las relaciones sociales y afectivas que
estos mismos sujetos establecen entre s. De acuerdo a ello, Guattari seala que es necesario
221
F. GUATTARI, Devenir de la subjetividad. Santiago: Dolmen Ediciones, 1998, p. 27.
222
Ibd., p. 32.
223
Ibd., p. 33.
126
que en relacin a los conciertos colectivos mediante los cuales esta se genera, ella comienza a
metafsica, Derrida desarrolla igualmente un pensamiento por medio del cual se busca
representativo del lenguaje en funcin del discurso racional que este siempre guarda, vale decir,
de la estructura logocntrica que forma parte del tejido de todo discurso. Lo anterior, es
224
Ibd., p. 37.
127
jerrquicas sobre las que ste se sostiene225. En este sentido, as como el estructuralismo
saussureano reconoce el valor del signo en la diferencia con el otro el valor lingstico, la
deconstruccin por su parte se empea en la revelacin de los puntos de conexin entre los
distintos fenmenos que hacen que las fronteras opuestas se diluyan: Se trata ante todo de poner
las oposiciones filosficas tradicionales y de la jerarqua que las fundamenta, partiendo del
supuesto que la contraposicin de los elementos que componen los distintos sistemas binarios de
la metafsica no es tal, sino que tras la apariencia de aquellos lo que existe en realidad son
conceptos estrechamente implicados, lo que permite en definitiva desvelar los puntos de unin a
de uno de los elementos sobre el otro, como sucede en el caso de nuestro estudio, de la
marginal de la oposicin, bajo la premisa de que las razones que lo ubicaron hacia la zona del
225
J. CULLER, Sobre la deconstruccin. Madrid: Ediciones Ctedra, 1992, p. 81.
226
J. DERRIDA, De la gramatologa, Buenos Aires: Siglo XXI, 1971, p. 20.
227
J. DERRIDA. En J. CULLER, op. cit., p. 79.
128
margen constituyen, de algn modo, las causales de la relevancia y significacin del mismo ante
la entidad que opera como su contraparte, considerada por el contrario superior al interior de la
jerarqua. De esta forma, Derrida aboga por la inversin de la jerarqua y, por consiguiente, por
puedan establecer y develar las relaciones que han relegado a la entidad subordinada al dominio
del margen.
de desarticulacin va produciendo quiebres en las polaridades que plantean ms bien los puntos
de interdependencia, de ajuste, entre una y otra nocin. Y ese engranaje, el desarme de fronteras,
fisura que abre la diffrance, incluso desde la traslacin del fonema diffrence por diferencia
en francs posibilita el ingreso a otro mbito de significacin que arrastra, a su vez, fragmentos
de significaciones de la cual o las cuales proviene. Es, en otras palabras, el accionar de las
inicialmente en una supuesta dualidad por oposicin centro v/s periferia, y el discurso, en ello,
del poder, y el devenir continuo hacia otras marcas que escapan a las coherencias
tradicionales y cntricas. El centro se diluye, en este sentido, desde s mismo hacia sus mrgenes,
y en esa correlacin de fronteras se genera la multiplicidad de otras lecturas; todo ello como un
228
Ibd., p. 86.
129
fenmeno que le es propio a la esencia del lenguaje y a su realizacin en el dilogo. As,
entonces, segn Derrida, todo signo remite a otro, en un fluir continuo en donde hay
nicamente, siempre, diferencias y huellas de diferencias229. Todo concepto est por derecho, y
engranajes al tejido que es el discurso, los diferentes hilos y las distintas lneas de sentido231
congnita de su fractura respecto a las bases que lo sostienen. En este sentido, la naturaleza
su vez con los postulados derridianos en torno a la necesidad de invertir las jerarquas que
las vincula y a su vez escinde, por lo que en el lenguaje radicara la responsabilidad del quiebre
por medio del cual Derrida intenta desarticular y deconstruirlas bases de las propuestas
logocntricas. Ello, en definitiva, porque forma parte del tejido del todo discurso, por los cuales
todos se hallan a la par233, vale decir, no debieran existir relaciones de jerarqua sobre ellos
como el caso de la dicotoma centro-periferia. Cada uno de ellos, segn sus estructuras racionales
constituyen un propio centro que se vincula con otros distintos, segn la misma condicin, a
229
J. DERRIDA. Ibd., p. 91.
230
J. DERRIDA, Mrgenes de la Filosofa. Madrid: Ediciones Ctedra, 1998, p. 46.
231
Ibd., p. 40.
232
J. CULLER, op. cit., p. 79.
233
J. FERRATER MORA, op. cit. Tomo I, p. 821.
130
travs de la cual la jerarqua o graduacin en trminos de mayor o menor validacin racional
contenido en la otra y, por ende, no existe la unidad en s misma, sino que cada una contempla a
su vez a su propia alteridad; en otras palabras, la presencia del otro. La nocin de differance
En este marco, Derrida establece una lectura crtica en torno al concepto metafsico de
verdad asociado a las arbitrariedades del logocentrismo, en tanto este le otorga un carcter
mismo la presencia del sentido y de la verdad. En funcin de la crtica sostenida por el autor, al
presupuestos saussureanos sobre el signo lingstico, por medio del cual se defiende la tesis
respecto a que todo signo lingstico unifica en su interior el carcter heterogneo del significado
y del significante. De este modo, Derrida se preocupa de revocar los conceptos centrales del
234
J. DERRIDA, Ibd., p. 89.
131
metodolgicas. De acuerdo a ello, la deconstruccin derridiana sostiene que la diferencia y la
ausencia son condiciones esenciales para que exista el signo235, puesto que no es posible
concebir la significacin del signo lingstico si la unidad y la presencia no sufren cierto nivel de
detrimento o menoscabo. Esto quiere decir que cierto orden diferencial debe interponerse entre el
ausente, se difiera. No es posible que ambos elementos componenciales del signo lingstico se
unifiquen plenamente al interior del mismo, pues siempre hay un elemento o factor que impone
la diferencia y escisin entre ambos. De esta forma, para el pensamiento derridiano el signo no
puede constituir en s mismo una unidad, pues est esencialmente conformado por la diferencia
aun cuando sta tampoco puede concebirse como un fenmeno acontecido plenamente al interior
de la entidad lingstica, dado que tanto la diferencia como la ausencia o presencia diferida no
se presentan bajo ninguna ocasin en estado puro. Ninguno de estas instancias, diferencia y
ausencia, constituyen segn Derrida una realidad nica, por lo que se encuentran en permanente
correlacin a travs del tiempo, lo que permite la impresin de ciertas huellas del uno en el otro.
Dicha impureza tanto del significante y significado deriva, por consiguiente, en que ni la
unidad ni la diferencia del signo lingstico pueden acontecer de modo perfecto. Ello deriva,
segn Derrida, en que no puede generase la existencia, bajo ningn parmetro, de la palabra en
estado pleno, de suma perfeccin, en tanto la escisin al interior del signo lingstico genera la
significacin al interior del signo y, en definitiva, propia de todo sistema lingstico, posibilitan
235
J. DERRIDA, La escritura y la diferencia. Barcelona: Editorial Anthropos, 1989, p. 13.
132
la tesis derridiana bajo la cual se establece que por medio de la experiencia lingstica no es
posible hallar la verdad en cuanto discurso a diferencia de lo apuntado por Gadamer236 dado
que para Derrida la escritura ms bien constituye la instancia a travs de la cual se perfora esa
se aboga por la presencia en el discurso cuyo significado o huella de sentido puede extenderse o
otorgadas por la huella de la diferencia. Ello en oposicin a la restance del discurso resistencia
que, segn el autor, no corresponde en realidad al signo en tanto impide que este, en funcin de
su diferencia, se deje llevar por el sentido: esa restance de la huella que hace que todo texto
como la resistencia del texto ante un determinado sentido en oposicin de las mltiples
posibilidades hermenuticas que emergen a travs de las huellas y huellas de diferencias que
confluyen en el signo y que dan origen al fenmeno acuado por Derrida como diseminacin.
cuyo horizonte enmarca, pues es con igual rigor contable de la no-produccin apunta Derrida al
respecto239. Por el contrario, la diseminacin contempla una apertura hacia otras posibilidades
semnticas otorgadas por el lenguaje, sin que stas estn regidas o predeterminadas por un
236
H. POTEL, El agricultor insensato y el jardinero jugador. Gadamer, Derrida y la poltica del sentido.
Documento recogido el 26/08/2008 en http://www.nietzscheana.com.ar/gadamer_derrida.pdf.
237
J. DERRIDA, ibd.
238
H. POTEL, ibd.
239
J. DERRIDA, La diseminacin. Madrid: Editorial Fundamentos, 2007, p. 441.
133
Abre, por el contrario, el camino hacia la simiente que (no) se produce pues,
no se adelanta ms que en el plural. Singular plural que ningn origen singular
ha procedido jams. Germinacin, diseminacin. No hay primera
inseminacin. La simiente es primero dispersada. La inseminacin primera
es diseminacin. Huella, injerto cuyo rastro se pierde. Se trate de lo que se
denomina lenguaje (discurso, texto, etc.) o de inseminacin real, cada
trmino es un germen, cada germen es un trmino. El trmino, el elemento
atmico, engendra dividindose, injertndose, proliferando. Es una simiente y
no un trmino absoluto.240
mltiple posibilidad de transformaciones y mutaciones, los que se efectan por medio del
recorrido infinito que posibilitan las fisuras del lenguaje generadas a partir de la diferencia. De
esta forma, los sentidos de un signo se diseminan sin posibilidad de retorno a su forma o
significacin original, en razn del permanente e ilimitado estado de proliferacin que el proceso
diseminal implica: Lo seminal () se disemina sin haber sido nunca l mismo y sin regreso a
de su obra se ha dedicado a analizar las diversas formas de sujeto bajo las cuales el hombre se ha
visto sometido a travs de los diversos discursos y prcticas por l producidos durante distintos
procesos y periodos de la historia, y por medio de las relaciones generadas entre las nociones de
240
Ibd., pp. 453-454.
241
Ibd., pp. 526-527.
134
saber y poder. En este contexto, al efectuar el estudio de las episteme o conjunto de relaciones
Foucault denomin arqueologa del saber242, lo que se realiza es una lectura crtica y reflexiva
mediante la cual emergen o salen a la luz las leyes inconscientes y sistemas de moldeamiento por
concebir, comprender y representar las nociones de hombre y de sujeto, los que surgen
precisamente, no a raz de una extensa tradicin reflexiva en torno a la naturaleza humana, sino
que por el contrario, emerge a partir de las formas discursivas concretas que se han presentado en
distintos periodos de la historia en Foucault, aquellas acuadas especialmente entre los siglos
XVII y XIX, bajo el predominio del pensamiento racionalista. Es as como a partir de ello, el
autor enfatiza que el hombre es considerado como una invencin reciente, en cuanto objeto de
clara entre las nociones de sujeto y objeto, pero destinada sin embargo a desaparecer en funcin
que lo constituyen, sujetas a cierta periodizacin histrica. De esta forma, se expone al concluir
242
M. FOUCAULT, La arqueologa del saber. Mxico: Siglo XXI, 1997.
135
Si estas disposiciones desaparecieran tal como aparecieron () entonces
podra apostarse a que el hombre se borrara como en los lmites del mar un
rostro de arena.243
adecuado sobre el hombre y, por ende, sobre el sujeto. En razn de ello, el autor ha intentado
determinar bajo qu tcnicas, procedimientos y fines histricos el sujeto se constituye como tal
la subjetividad moderna.
En este sentido, en Foucault existe una resistencia por determinar bajo una sola
presencia de la dimensin genealgica que nos permite comprender la nocin como una entidad
respecto, Foucault intenta trazar una historia de la subjetividad a partir del anlisis de los
ciertos principios universales. En este sentido, para el autor es necesario abordar la idea de
subjetividad bajo la comprensin de esta no como una entidad nuclear y definitiva, sino como un
evento que es efecto o consecuencia de la historia, como proceso intervenido a su vez por el
historia del pensamiento, y los mecanismos y criterios a partir de los cuales se forman y
243
M. FOUCAULT, Las palabras y las cosas. Una arqueologa de las ciencias humanas. Madrid: Siglo XXI, 2006,
p. 375.
136
fundamentan los discursos el trabajo de Foucault conceptualizado en sntesis bajo los rtulos de
arqueologa de las ciencias humanas, del saber y orden del discurso especficamente, y bajo los
cuales el autor esgrime su comprensin sobre la figura de sujeto, intenta desasirse de dos
reemplazarlos, en funcin de los elementos que operan en la conformacin del relato histrico,
Foucault en torno al sujeto rompe con dicha comprensin trascendental y totalizadora del sujeto,
concibiendo a este como una entidad que emerge como efecto de una serie de mutaciones,
se articulan.
Desde esta perspectiva, para el mtodo arqueolgico no hay en definitiva un sujeto que
dominio por medio del cual se manifieste el sujeto, debido a que este opera ms bien como una
funcin de autor y de cualquier otra instancia de tipo subjetivo productora del discurso, las que,
quiebre y dispersin. El filsofo francs concibe, en esta lnea, la escritura como un dominio en
el cual la entidad subjetiva desparece, se deshace, representando de este modo el papel del
244
R. CASTRO ORELLANA, tica para un rostro de arena: Michel Foucault y el cuidado de la libertad. Tesis para
optar al grado de Doctor en Filosofa. Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Filosofa, Departamento de
Filosofa del Derecho, Moral y Poltica II (tica y Sociologa), 2004, pp. 68-69. Documento recogido el 26/07/2008
en http://eprints.ucm.es/tesis/fsl/ucm-t28231.pdf.
245
M. FOUCAULT. Ibd, p. 73.
137
muerto en el juego de la escritura246 en tanto lo que emerge en el discurso es ms bien la marca
figura de una subjetividad cabal, plena, sino sus fragmentos y restos que deambulan y se
Por otro lado, el poder emerge como un factor elemental en la concepcin postulada por
Foucault en torno al sujeto, en tanto opera en su relacin con la entidad subjetiva como una
compleja red rizomtica, omnipresente, carente de origen y centro, que se extiende como tejido
metasttico por sobre la dimensin y/o dominio del sujeto, y que est sujeto igualmente a los
como un efecto del poder en tanto el poder traspasa al sujeto constituido por sus efectos; el
poder le es exterior al sujeto y al mismo tiempo es el lugar mismo del sujeto249. En este
Lo que hace que el poder agarre, que se le acepte, es simplemente que no pesa
solamente como una fuerza que dice no, sino que de hecho la atraviesa,
produce cosas, induce placer, forma saber, produce discursos; es preciso
246
M. FOUCAULT, Qu es un autor?, op. cit.
247
M. FOUCAULT, Las palabras y las cosas, op. cit., p. 325.
248
N. BORNHAUSER, Entre la identidad y diferencia acerca de la lgica constitutiva del sujeto en el pensar de
Jrgen Habermas y Michel Foucault. Una controversia pendiente. Revista de Filosofa, v. 62, Santiago, 2006.
Documento recogido el 15/07/2008 en
http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0718-43602006000100007&script=sci_arttext.
249
Ibd.
138
considerarlo como una red productiva que atraviesa todo el cuerpo social ms
que como instancia negativa que tiene como funcin reprimir.250
instancia, en sentido originario, vale decir, como aquello que posibilita y oprime al sujeto, quien
se ubica por ende en estado de sujecin y dominacin del cual no se puede desasir; y en segundo
socializacin, y cuyos modelos son reproducidos por cada uno de los sujetos bajo opresin251. En
resistencia, la que en definitiva subyace a la idea misma de poder252. Para el autor, en este
contexto, ambas nociones, poder y resistencia o contrapoder no tienen cabida una sin la otra,
cual se ejerce el poder por sobre los sujetos. Foucault seala que en el accionar del poder, uno de
los procedimientos de exclusin es, por ejemplo, la prohibicin de la palabra misma, pues esta
opera en este sentido como herramienta esencial, ya que en l, segn el autor, se ejercen de modo
privilegiado los poderes. Expropiar el manejo del lenguaje es, por consiguiente, anular el acceso
250
M. FOUCAULT, Microfsica del poder. Madrid: Ediciones de La Piqueta, 1992, p. 182.
251
N. BORNHAUSER, op. cit.
252
M. FOUCAULT, ibd.
139
al poder por parte de los sectores bajo opresin; y en esta lnea, cabe por consiguiente la
agenciamientos del yo declarados por Foucault. En este sentido, el autor postula que el yo
han buscado otra cosa que efectuar todo un proceso de colonizacin del sujeto propio de la era y
el proyecto moderno, por medio del cual, desde la posicin hegemnica, se ha intervenido y
tecnologas de produccin material y simblica entre las que destaca, en efecto, el propio
enuncia a s mismo, sino que a travs de l, quien emite el discurso es slo un residuo del yo,
aquello que ha sido objeto de los dispositivos de moldeaje mencionados. Al respecto, Foucault
reconoce cuatro formas principales de tecnologas del yo: las tecnologas de produccin, a travs
de la cual se nos permite producir, transformar o manipular cosas; las tecnologas de sistemas de
signos, que nos permiten utilizar signos, sentidos, smbolos; las tecnologas de poder, mediante
la cuales se determinan las conductas de los sujetos, quienes son sometidos a instancias de
finalmente, las tecnologas del yo, a travs de las cuales se permite a los sujetos efectuar ciertas
acciones y operaciones sobre s mismos sobre su cuerpo, alma, pensamientos, conducta con el
253
M. FOUCAULT, El orden del discurso. Barcelona: Tusquets Editores, 1999, pp.14-15.
254
M. FOUCAULT, Tecnologas del yo. Barcelona: Ediciones Paids, 1990, p. 47.
140
propsito de alcanzar cierto estado de bienestar, satisfaccin, pureza o inmortalidad255. Si bien,
estas cuatro tecnologas operan raramente de modo separado, el autor ha centrado su atencin en
las dos ltimas, asociadas a los procesos de dominio y al sujeto, por medio de los cuales ha
intentado una historia de la organizacin del saber. En este contexto, Foucault denomina como
gobernabilidad a los procesos mediante los cuales se establece contacto entre las tecnologas
de dominacin, las tecnologas del yo y las restantes. Morey, por su parte, sostiene siguiendo a
Berkeley que, en efecto, por medio de estas tcnicas de gobierno el individuo se objetiviza
como sujeto, instancia mediante la cual se establecen los contactos entre la tecnologa poltica de
los individuos y las tecnologas de uno mismo, dando origen a un complejo equilibrio entre las
tcnicas de coercin y los procesos a travs de los cuales el uno mismo [the self] es construido
o filosofa de la reflexin, es lograr identificar el ser del yo que va ms all de los lmites de un
libertad y posibilidades que exceden los linde del conocimiento objetivo y de la experiencia
sensible. Desde esta perspectiva, Ricoeur entra en conflicto con la filosofa cartesiana en torno a
la figura de cogito, considerado por l como una verdad estril a la cual no se puede dar una
255
Ibd., p. 48.
256
G. BERKELEY, en M. MOREY, Introduccin: La cuestin del mtodo. En M. FOUCAULT, ibd., p. 34.
141
continuacin sin ruptura del orden de las razones257; y con la fenomenologa de Husserl,
mediante la cual se intentan hallar los fundamentos de los actos noticos, bajo los cuales se
carcter de incerteza que guarda el cogito, por lo que no puede ser considerado como el mero
sujeto de conocimiento, como haba sido para la filosofa hasta entonces. Dicha hermenutica
debe basarse en el anlisis de los signos y los smbolos para que se posibilite una efectiva
comprensin ontolgica, entendiendo de este modo el proceso de reflexin como una actividad
definitiva del lenguaje, puesto que la funcin simblica es considerada como condicin de
que sta slo puede ser percibida a travs de la presencia de un otro, de una alteridad que pasa
a ser parte constitutiva del sujeto en s mismo, y mediante la cual se posibilita la configuracin
subjetividad estara compuesta por cierta alteridad que se desprende de la misma al no coincidir
como uno de los argumentos generados a partir del estudio de la filosofa del lenguaje, por
causa del lmite del sujeto emprico el ego de la enunciacin, con el lmite del sujeto respecto
del mundo. Ricouer concibe al sujeto especficamente en su relacin directa con el otro, puesto
257
P. RICOEUR, El s mismo como otro. Mxico: Siglo XXI, 2003, p. XXI.
258
J. FERRATER MORA, op. cit. Tomo III, p. 2569.
142
que lo otro es parte constituida del sujeto sin dejar de todos modos de constituir la alteridad, la
aquella alteridad que le es complementaria y constitutiva. Esta dualidad propia de un sujeto que
guarda en s mismo las marcas del otro, que a su vez es un otro, dan cuenta en definitiva de la
naturaleza escindida de toda subjetividad, segn los planteamientos del autor. En otros trminos,
vale decir, entre el s mismo y la de su otro260, por lo que no es posible concebir al sujeto fuera de
Por otro lado, la concepcin vaca y estril del cogito se corresponde asimismo con el
yo, que desde la perspectiva lingstica, es reconocida igualmente como una categora vaca,
mediante la cual es posible remitir a cualquier individuo segn los distintos actos de enunciacin
nocin shifter que implica a su vez, la de idea de desviacin, de cambio. Desde el punto de vista
denomin apora del anclaje, lo que permite en definitiva, la emergencia del conflicto entre el
259
P. RICOEUR, op. cit., p. XIV.
260
Ibd., p. XIV.
143
yo viajero y el yo anclado, que recae en el lmite con el mundo que cada hablante constituye:
En ese aspecto de trmino vaco, yo es un trmino viajero, una posicin respecto a la cual
De acuerdo a ello, Ricouer seala que la nocin de yo emerge intervenida por una
alteridad, por una ambivalencia que encuentra su centro en el otro que en ella coexiste. En este
mediante el anlisis, vale decir, el uso de los pronombres reflexivos se y s en casos oblicuos; la
La Real Academia Espaola define el trmino identidad, entre varias acepciones, como
2. Conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente
a los dems. / 3. Conciencia de una persona de ser ella misma y distinta a las dems. / 4. Hecho
261
Ibd., p. 29.
262
Ibd., p. 28.
263
Ibd., p. XXIX.
144
de ser alguien o algo el mismo que se supone o se busca264. Por su parte, la sociologa define el
contraposicin con la idea de variedad, mutacin o cambio. En este marco, se establece que el
humanas, momento a partir del cual se genera un giro en el cuestionamiento en torno a la idea de
identidad, en tanto la interrogante inicial respecto a la esencia del alma humana pasa a ser
a pesar de los cambios y transformaciones concretas experimentadas por causa del progreso y
cambios sociales.266
en los trminos foucaultianos, que en definitiva han generado instancias de intervencin respecto
a la comprensin del sujeto, los individuos y su respectiva identidad. En esta lnea, Zygmunt
Bauman aborda la idea de sujeto desde la nocin de identidad, concepto que se presenta segn el
los individuos. De este modo, emergen los cuestionamientos en torno a una definicin o
certidumbre respecto del concepto en el contexto de la actual y moderna era lquida y, por
264
R.A.E., op. cit. Documento recogido el 10/03/2008 en
http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=identidad.
265
S. GINER, et al., op.cit., p. 366.
266
Ibd.
145
padecidos por aquellos sujetos cuyas posiciones polticas, sociales y/o ideolgicas no son
congruentes con las clases dominantes y hegemonas. El trmino es, en la actualidad, altamente
ambiguo e incierto, puesto que, si bien alude en el conocimiento popular y disciplinario, a la idea
segregacin, escisin, de acuerdo a las marcas de opresin que en definitiva se han impreso en
diversas comunidades y en sus individuos por parte de las distintas instituciones de poder: Pero
descubrir que la identidad es un amasijo de problemas en lugar de una sola cuestin es algo que
tengo en comn con un nmero mucho mayor, prcticamente con todos los hombres y mujeres
la identidad slo surgen en contextos o experiencias conflictivas para el hombre, en los cuales se
pierde la relacin y sentido de pertenencia del sujeto consigo mismo o con determinada
comunidad. En este sentido, el autor seala que tanto la identidad como la pertenencia no
como es el medio y la sociedad en la cual se halla inserto el individuo, como de carcter internos,
equivalentes a decisiones, intereses, conductas, etc.268 Ahora bien, la vulnerabilidad sobre la cual
actual era moderna y, en definitiva, posmoderna, en tanto la sociedad somete al individuo a una
serie de instancias por medio de las cuales se generan rupturas y disoluciones del yo a partir de
267
Z. BAUMAN, Identidad. Buenos Aires: Editorial Losada, 2005, p. 34.
268
Ibd., p. 32.
146
los diversos discursos de imposicin masivos, de mercado, polticos, ideolgicos, etc. que se
marginacin, en tanto la entidad subjetiva no se ajusta a los patrones de unidad establecidos por
las instituciones de poder, representadas segn expone el autor por medio del concepto de
En este sentido, la identidad est presente en un individuo en la medida que este se vincule y se
adecue a los modelos de unidad promulgados a travs del concepto de identidad nacional. Dicha
que es necesario promover al interior de una comunidad nacional y superponer por sobre las
igualdad constituye el paradigma de la cuadratura del crculo: diferente pero el mismo, separado
pero inseparable, independiente pero unido269 arguye el autor. Vale decir, la desatencin por
parte de una nacin y por ende, del Estado respecto de los caracteres particulares y
269
Ibd., p. 29.
147
heterogneos existentes al interior de toda comunidad y de todo individuo y su reemplazo por
un discurso oficialista y homogeneizante, a travs del cual se intente obviar todo relato y
impronta nacional y oficial estatal en el caso de Bauman. Es as como el autor hace mencin a
pertenencia respecto de ciertos estndares sociales, de exilio perpetuo: Uno puede incluso
empezar a sentirse en cualquier parte chez soi, en casa, pero hay que pagar el precio de aceptar
definitiva, un evento heterogneo, indefinido y ambiguo, como un espacio que debe ser
270
Ibd., pp. 51 y 53, respectivamente.
271
Ibd., p. 36.
148
de establecer cierta seguridad respecto de s mismo y ante el entorno272, sin embargo, dicha
determinacin o fijacin identitaria es cada vez menos posible, debido a la fragmentacin y las
Desde la perspectiva ideolgica, Paul Ricoeur concibe por su parte la nocin de identidad
asociada a las ideas de memoria, ideologa y poder, al establecer que en los procesos de
dominacin mediante los cuales opera la manipulacin de la memoria social y, por ende, del
olvido, interviene precisamente la ideologa como una variable que se interpone entre los
modo, el sustrato ideolgico incide directamente en aquello que constituye la memoria histrica
que, precisamente, los efectos generados a partir de la ideologa, que permanecen por lo general
asociados a la legitimacin del sistema de poder; en otros trminos, una compresin del mundo
las comunidades, debido a que constituye un sistema de coaccin silencioso y ejercido sobre las
costumbres propias de una sociedad tradicional. Esta sera, segn el autor, la primera funcin de
272
Ibd., p. 68.
273
P. RICOUER, La memoria, la historia, el olvido. Buenos Aires: Fondo de Cultura Econmica, 2004, p. 112.
149
la ideologa, mientras que la segunda corresponde a la justificacin y legitimacin de un sistema
de orden o de poder, a partir del cual este mismo se autovalida; autoridad que sin embargo, no
remite a otra cosa que a la relacin asimtrica entre dominante y dominado. De este modo, la
de creencias al interior de una comunidad y en las cuales confan los individuos y la clase
dominada, debido a que el fenmeno ideolgico se inserta, en efecto, en una comunidad a travs
imaginario y la memoria propia de un pueblo, este ltimo como existencia que acontece inhibida
u oprimida, segn sea el nivel de consciencia o certeza que este posea respecto a la entidad que
Ahora bien, estos cruces entre ideologa y poder, se ejecutan en efecto sobre la base de la
memoria concebida como criterio de identidad, motivo por el cual ante se intenta dar solucin a
las problemticas de la identidad, vale decir, los intentos por buscar, definir y reivindicar el
misma de una comunidad o pueblo. De acuerdo a ello, Ricoeur propone que para intentar
la memoria, por lo general, manipulada por parte de las distintas instituciones de poder. De este
274
Ibd., p. 113.
150
respuestas en qu cosa?, como: esto es lo que nosotros somos. Tales
somos, as y no de otro modo. La fragilidad de la identidad consiste en la
fragilidad de estas respuestas en qu, que quieren dar la receta de la identidad
proclamada y reclamada. De este modo, el problema es desplazado de grado,
de la fragilidad de la memoria a la de la identidad.275
como aspecto relevante para el resguardo de la identidad, y tal como apunta Ricoeur, como
vnculo estrecho que se establece entre mismidad (idem) e ipseidad (ipse), vale decir, en la
articulacin de la esta ltima sobre la anterior. Asimismo, se propone como segunda causa de la
fragilidad la confrontacin del s con el otro, al cual se percibe como un peligro, una amenaza
contra la identidad del yo, y cuya relacin conflictiva entre ambos da cuenta de las
humillaciones, ataques contra la estima del s, los golpes de una alteridad no tolerada, ubicando
por consiguiente al s mismo desde la perspectiva del otro en el espacio del rechazo, de la
negacin, de la exclusin, cdigos sobre los cuales se funda el vnculo entre ambos276. A
relaciones de filiacin establecidas entre todo pueblo y los procesos blicos y de enfrentamientos
275
Ibd., p. 110.
276
Ibd., p. 111.
151
emancipacin: no existe comunidad histrica que no haya nacido de una relacin, que se pueda
llamar original, con la guerra277. Al respecto, Ricoeur seala que esta tercera causa de fragilidad
se funde con la segunda, puesto que corresponden a instancias de opresin generadas por clases
superponerse.
En este contexto, van Dijk establece que las ideologas se relacionan con los sistemas de
ideas sociales, polticos, religiosos compartidos por los integrantes de una misma comunidad,
significativos y que constituyen la base para ciertas creencias que, en definitiva, guan, orientan o
sociales. En esta lnea, el autor define el concepto de ideologa, en trminos simples, como
por lo general surgen a partir de la lucha y el conflicto de un grupo frente a otro con el cual
difiere, en cuanto al sistema de creencias que los determina y las opciones de poder que estos a
su vez denota. Ahora bien, precisamente desde la sociologa y tal como lo expuso Ricoeur ms
arriba el trmino se define como un conjunto de construcciones mentales con diferentes grados
277
Ibd.
278
T. VAN DIJK, Ideologa y discurso. Una aproximacin multidisciplinaria. Barcelona: Ariel, 2003, p. 14.
279
S. GINER et al. Op. cit., p. 367.
152
social se funda en la capacidad legitimadora que estas desarrollen en torno a la accin social de
Ahora bien, una de las prcticas sociales a travs de las cuales opera la ideologa es el uso
del lenguaje en el hombre y, por consiguiente, el discurso, a travs del cual a su vez se genera el
influjo respecto a las formas de adquirir, aprender o modificar el sustrato ideolgico en los
sujetos. De este modo, se aprenden los cdigos de una determinada ideologa y se les transmite,
por medio de la lengua, motivo por el cual gran parte de los discursos que se generan al interior
de una comunidad poseen una marca ideolgica relevante, y estn construidos en base a dicho
motor. No obstante lo anterior, van Dijk revisa la nocin de ideologa desde un enfoque
cognitivo, concibiendo el trmino como cognicin social en funcin del carcter mental que
280
T. VAN DIJK, Ideologa. Una aproximacin multidisciplinaria. Barcelona: Gedisa, 1999, p. 38.
153
Ahora bien, en el correlato de Marx la nocin de ideologa es concebida como expresin
forjadas por las clases dominantes con el fin de legitimar un discurso y un estatus, velando y
van Dijk en efecto, dicha representacin corresponde, segn enuncia, a una nocin negativa de
ideologa, en la medida que apela a un sistema de ideas utilizado por los sectores dominantes en
el sustrato ideolgico al interior de diversos pueblos y/o naciones. Asimismo, el autor contempla
la existencia de ideologas positivas, como es el caso del feminismo o antirracismo, por medio
de las cuales se sostienen y legitiman discursos de oposicin y resistencia ante los sistemas
Occidente tras su descubrimiento a manos de los europeos y, por ende, desde el inicio de la
modernidad, en trminos de la visin hegemnica que se instala a partir de ese momento por
281
T. VAN DIJK, Ideologa y discurso... Op. cit., p. 15.
282
Ibd., pp. 15-16.
154
parte de los mismos descubridores, quienes establecieron las bases de un discurso mediante el
oposicin a los habitantes autctonos del nuevo continente cuya cultura o poblacin era
considerada como perifrica283. Este fenmeno de imposicin, altamente violento por lo dems,
sufren los pueblos aborgenes americanos con la llegada y la instalacin abrupta de los
Latina, los que de acuerdo a los distintos enfoques y entronques con otros conceptos, como los
definitiva, no hacen otra cosa que develar desde el punto de vista del proceso de definicin
identidad de Amrica Latina surge en periodos de crisis, lo que se producira a partir del
283
E. DUSSEL, Eurocentrismo y Modernidad (Introduccin a las lecturas de Frankfurt), en W. MIGNOLO,
(comp.), op. cit., p. 57.
155
del proceso de independencia durante el siglo XIX y del surgimiento de condiciones externas
que pudiesen afectar la estabilidad supuesta del continente americano es el caso del periodo
crtico entre guerras respecto de la marcada depresin del sistema capitalista mundial en Europa
a fines de la dcada del veinte284, como asimismo, las respectivas dictaduras polticas que
asolaron Amrica Latina durante los aos setenta. De este modo, Larran sostiene:
En el caso del encuentro que se produce entre culturas distintas entre s, el autor alude
efectivamente al periodo de conquista y colonia espaola y, por ende, al choque abrupto entre
civilidad europea, sino que muy por el contrario, constituye la barbarie segn la dicotoma
que es delegado el sujeto americano en relacin al hombre occidental. De este modo, Europa
impone su propio discurso identitario mediante el cual se autoreconoce como cultura edificada
sobre las bases de la razn instrumental e ilustrada, encargada por tanto de emprender la
284
J. LARRAN, Modernidad, razn e identidad en Amrica Latina. Santiago: Editorial Andrs Bello, 1996, p. 130.
285
Ibd., p. 93.
286
D. F. SARMIENTO, Facundo. Civilizacin y Barbarie. Citado en R. FORNET-BETANCOURT,
Interculturalidad y Globalizacin. Ejercicios de crtica filosfica intercultural en el contexto de la globalizacin
neoliberal. San Jos: Editorial DEI, 2000, p. 21.
156
salvacin del otro, el sujeto e indgena latinoamericano, en funcin del retraso, el
La modernidad surge, segn Dussel, a partir de este encuentro287, evento mediante el cual
como duea de una identidad definida, homognea, civilizada, moralmente correcta. La imagen
de un Occidente monoltico, tal como menciona y critica Said290, desde el cual se lleva a cabo
el desorden heterogneo que constituyen per se las culturas del nuevo continente y, por tanto,
lenguaje, una realidad homognea, centralizada y globalizante que establece que el camino hacia
el progreso humano se ejecuta en vas de la razn universal, que es por lo dems, unvoca. Sin
un nuevo esquema que tiende a ser tal cual la imagen del indio latinoamericano reproducida por
287
E. DUSSEL, op. cit., p. 58.
288
J. LARRAN, op. cit., p. 93.
289
E. DUSSEL, 1492. El Encubrimiento del Otro (Hacia el origen del mito de la modernidad). Santaf de Bogot:
Ediciones Antropos, 1992, p. 250.
290
E. SAID, Cultura e Imperialismo. Barcelona: Editorial Anagrama, 1996, p. 61.
291
Ibd., p. 22.
157
el europeo al momento de su descubrimiento diverso, mezclado, hbrido. De acuerdo a ello,
Rama describe de algn modo dicho proceso en el contexto del cruce cultural que se
lo cual se genera finalmente un nuevo afluente cultural. El autor define tal situacin bajo el
trmino transculturacin, concepto tomado del cubano Fernando Ortiz quien propuso el
vocablo como sustituto de la nocin aculturacin, dado que aquella le pareci ms adecuada
para expresar las diferentes fases del proceso transitivo de una cultura a otra293, fenmeno que
implica, por cierto, tanto la prdida o cierto grado de desarraigo respecto de la cultura original
como, asimismo, la adopcin de nuevos elementos, expresiones y/o prcticas culturales que se
configuran a partir de la conjugacin de ambos patrones culturales, lo que podra entenderse bajo
el nombre de neoculturacin.
De este modo, bajo la perspectiva de Rama se da forma, a nuestro juicio, al proceso que
desemboca en el surgimiento paulatino de una nueva modernidad bajo la cual emerge el sujeto
292
J. LARRAN, op. cit., p. 234.
293
F. ORTIZ. En A. RAMA, Transculturacin narrativa en Amrica Latina, Mxico: Siglo XXI, 1982, p. 32.
158
precario, lo hbrido. Ello, en el contexto de Rama, manifestado especficamente a travs de la
conformaciones de una identidad nacional por parte de los nuevos regmenes emergentes. A
pesar que la literatura consista durante este periodo en una herramienta efectiva para fraguar la
coexistiendo dos afluentes distintos: por un lado, cierto grado de internacionalismo y, por ende,
de progreso, a pesar del rechazo a las bases e influjos de la metrpolis europea, puesto que dicho
contacto les permita a las lites latinoamericanas el ingreso paulatino a los cnones literarios de
Occidente; y, por otro, la insistencia por seguir manteniendo cierto nivel de autonoma recogida a
partir de la singularidad cultural de la regin a la cual pertenecen. El autor describe este proceso
como movimiento pendular entre dos polos en el cual, sin embargo, los impulsos modeladores
discursos, sino que slo se sitan en un nivel distinto al planteado en primeras instancias, es
Por su parte, Said, en el contexto del influjo imperialista de las sociedades hegemnicas
existencia e implantacin de los imperios mediante los cuales stas, adems de estar en contacto
con la cultura dominante, tambin lo estn con las otras dominadas, por tanto, se vuelven
294
Ibd., p. 13.
159
doblemente mezcladas, heterogneas, multiversas, lo que sucede segn lo revisado con la nocin
establecidos bajo los moldes de la razn, de igual forma emerge el carcter diverso y
consiguiente una de las principales causas de la fisura que se genera al interior en el proyecto
moderno, fenmeno que para algunos, corresponde sin embargo a un elemento propio e
inherente a su misma fundacin y desarrollo. Por otro lado, desde los comienzos de la
global, de todos los sectores y culturas del orbe296. De este modo, Larran apunta:
295
E. SAID, op. cit., p. 31.
296
J. LARRAN, op. cit., p. 55.
297
Ibd., p. 59.
160
Garca Canclini tambin distingue esta fisura al interior del proyecto moderno al referirse
a la incertidumbre respecto de su valor y sentido, la que surgira tanto a raz de aquello que
distingue entre s a las diversas naciones, etnias y clases, como tambin a partir de los mltiples
cruces socioculturales de lo tradicional con lo moderno298, hechos que se suscitan desde sus
inicios hasta los tiempos actuales donde, a pesar del evidente dominio y establecimiento de la
heterognea de los elementos dominados, en este caso las mismas culturas latinoamericanas y
sus respectivas identidades y sujetos, originando los quiebres que desembocarn en lo que
de este continente y, por tanto, del contexto histrico-social en el cual sta se produce y de los
sujetos que la componen, puesto que de acuerdo al autor, esta escritura establece estrechos lazos
con la realidad desde la cual se funda y emerge. Una literatura, por tanto, que est ligada desde
sus orgenes a una reflexin sobre la realidad de Amrica Latina y, por consiguiente, que es
298
N. GARCA CANCLINI, Culturas Hbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Barcelona:
Editorial Paids, 2001, p. 35.
299
J. LARRAN, op. cit., p. 22.
161
pero no realizado todava300. De este modo, el autor seala que la labor de la crtica literaria
que todo fenmeno heterogneo implica la coexistencia interna de diversos elementos dispuestos
y constitutivos del objeto que estn en permanente interrelacin y discusin, tal como lo apunta
el propio autor:
diversas visiones de mundo que se conjugan y articulan incluso al interior de un mismo territorio
nacional. Todo esto, por un lado, como resultado de la implantacin europea desde el
descubrimiento de nuestro continente en adelante y, por ende, la coexistencia desde los inicios de
un polo hegemnico y otro marginal, perifrico; y, por otro lado, la variada y mltiple presencia
de las distintas culturas aborgenes al interior de Amrica Latina, existentes desde tiempos
anteriores al arribo del discurso modernizante europeo y a causa, adems, del desigual desarrollo
que tales culturas han experimentado entre s a lo largo de la historia. De acuerdo a ello, para el
autor entonces Latinoamrica constituye una vasta zona de conflictos de mltiples niveles, los
300
A. CORNEJO POLAR, Sobre literatura y crtica latinoamericanas. Caracas: Facultad de Humanidades y
Educacin, Universidad Central de Venezuela, 1982, p. 11.
301
Ibd., p. 15.
162
que de modo riguroso se proyectan hacia el terreno del discurso literario propio, conformado
incluso opuestas en relacin con ciertos aspectos y propsitos. De este modo, esta identidad no
constituye una construccin homognea, compacta, equilibrada como, por el contrario, supuso
se niega la existencia de una esencia definitiva y uniforme, sino que conforme a la misma
heterogeneidad que la distingue, tiende a variar de forma permanente. De este modo, se plantea
una bsqueda permanente en torno a lo que es especficamente latinoamericano, a cules son las
verdaderas races del hombre natural de este territorio. Es lo que plantean teoras historicistas,
como una permanente bsqueda de una identidad que no puede ser fcilmente encontrada.302
Larran, citando a Bifani303, apunta que para ste ltimo la problemtica de la identidad y
sociales indgenas existentes hasta el momento, dando origen a la formacin de una nueva
estructura hbrida que, debido a los elementos fragmentarios que la conforman, no logra en s
302
J. LARRAN, op. cit., p. 200.
303
Ibd., p. 201.
163
irracionalidad y salvajismo al que es necesario moldear, civilizar, evangelizar. De este modo, se
plantea que la identidad y el sujeto en Amrica Latina debe ser estrictamente reconstruido a
partir de la recuperacin de la integracin cultural perdida. Larran seala igualmente que, para
especficos. Es as como Langn plantea que no somos indios, ni espaoles, ni nada. Estamos
en disolucin, bordeando la extincin, sin lugar a un proyecto propio304. Sin embargo, seala
este mismo autor que a pesar de la desestructuracin causada por los poderes coloniales, existira
cierta identidad profunda latinoamericana que podra ser recuperada, la cual se manifiesta en
ciertas formas de resistencia y sobrevivencia por parte de las culturas dominadas. Ahora bien, el
distingo radica en que tal identidad no equivale a contenidos esenciales asentados en torno a lo
que es el sujeto latinoamericano y su sociedad, sino que ms bien habra que concebirla como un
aquellas particularidades que no estn determinadas a priori ni de modo permanente, sino que
causa por un lado, de la interrelacin existente previa incluso al arribo del colonizador entre
las distintas culturas y comunidades que conformaban el vasto espectro de poblacin indgena en
Amrica Latina y, por otro quizs el ms definitorio, del violento transplante producido
304
M. LANGN. En J. LARRAN, Ibd., p. 201.
305
Ibd.
164
Para Cornejo Polar, aquello que constituye el elemento de articulacin entre los distintos
sistemas culturales que convergen al interior del territorio latinoamericano es, precisamente, la
el contacto que define el desarrollo esencialmente desigual entre y al interior de las diversas
culturas. Es as como se da forma a lo que el autor define como totalidad concreta es decir, la
inscripcin de todos los sistemas literarios, o los que estn en juego en una determinada
territorio latinoamericano que, como se ha apuntado, nunca es de carcter homogneo para cada
uno de los sistemas, sino que cada cual se conecta y se relaciona con este espacio el que es
entendido por Cornejo Polar tambin como globalidad de modo diverso y contradictorio. Con
Latinoamrica es que el autor postula la nocin de sistema como una herramienta terica que
variedad y el contraste de todos los elementos dismiles situados en un mismo espacio referencial
entre s, cuyo eje de articulacin estara dado especficamente por la historia, puesto que estos
distintos sistemas literarios estn, de algn modo, inscritos en una misma circunstancia histrica,
compacta, dado que enfatiza la presencia de mltiples elementos y relaciones existentes entre las
distintas sociedades y, por consiguiente, entre los distintos productos culturales que de ellas
306
A. CORNEJO POLAR, op. cit., p. 49.
165
surgen. Es as como postula el trmino hibridacin para dar cuenta del carcter plural que, en
definitiva, distinguen a las sociedades actuales a causa del impulso moderno sobre los sectores
socio-culturales locales y tradicionales, situacin que el autor reconoce como efectiva ms all
del cruce intercultural que tiene lugar en el rea de la produccin literaria, sino que adems este
fenmeno se extiende con fuerza hacia el interior y entre muy variadas clases de prcticas
culturales, de toda ndole y alcance, tanto social como masivo. Al respecto, el autor plantea que
multicultural de cada nacin y sector social, puesto que de este modo, sera posible distinguir
homogeneizar, como aquellos componentes propios del impulso hegemnico y, por tanto, en el
caso de Amrica Latina, forneos, extranjeros. Es as como desde esta pluralidad detectada entre
modernidad como proyecto unvoco, por lo que postula la presencia no de una sola modernidad,
Jess Martn-Barbero tambin apunta que la crisis de la modernidad que deriva hacia lo
que se entiende como posmodernidad, surge al interior del proyecto homogeneizador de acuerdo
307
N. GARCA CANCLINI, op. cit., p. 152.
166
de ambas entidades308. Para Martn-Barbero, la modernidad, a travs de su proceso de
continente latinoamericano, debido al alejamiento que sta presentaba respecto de los parmetros
ella promueve se efecta bajo el signo de la diferencia y de decontinuidad cultural con relacin a
Occidente:
expresiones son propias y originales de cada cultura, cules son los significados y valores
semnticos propias de ellos en los contextos originales, en definitiva, la bsqueda del carcter
308
Ibd., p. 327.
309
J. MARTN-BARBERO, De los medios a las mediaciones. Comunicacin, cultura y hegemona. Mxico:
Ediciones G. Gili, 1987, pp. 164 y 165.
167
asimismo al concepto de nacin, el que ms bien es cuestionado desde el punto de vista de la
multiculturalidad, no slo por las diferencias entre culturas de desarrollo dismil, sino tambin
debido a las apropiaciones y combinaciones desiguales que los mismos grupos culturales
efectan con relacin a otras sociedades y a la suya propia. De igual modo, el autor afirma
tambin que esta misma identidad, sea nacional o regional, se pluraliza desdibujando sus
integracin de tecnologas en el tiempo actual, las que no son otra cosa que respuestas a los
intento de ciertos pueblos latinoamericanos, principalmente aquellos que se constituyen como tal
mediante los distintos procesos de emancipacin en el siglo XIX, por definir y delimitar los
rasgos culturales a travs de los cuales se manifiesta su cultura y su visin de mundo. Sin
artificial por medio de la cual los mecanismos que se utilizan para su confeccin siguen siendo
estabilizar la imagen de un centro nacional, dejando fuera aquello que es considerado ajeno,
incongruente con tal propsito. De esta manera, la idea de nacin opera con los mismos
pas; y presentndose, por el contrario, como una entidad homognea y homogeneizante, pues
310
J. MARTN-BARBERO, Globalizacin y multiculturalidad: notas para una agenda de investigacin. En
M. MORAA, Nuevas perspectivas desde / sobre Amrica Latina: el desafo de los estudios culturales. Santiago:
Cuarto Propio / Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, 2000, p. 18.
168
bajo el intento de definir la identidad de una nacin, sta se unifica mediante el uso de un
referente que vuelto signo es tergiversado, por lo que no coincide de modo efectivo con su
Larran seala este carcter homogeneizante de la idea de nacin utilizada por las nuevas
cultura nacional311 que deba ser construida mediante la inclusin y seleccin de los mejores
elementos y tradiciones propios de las etnias existentes en los territorios sobre los cuales se
impone la soberana. Proceso, apunta el autor, selectivo y excluyente, establecido. con un claro
propsito homogeneizante. Sujeto e identidad nacional compuestos por dos polos, la dimensin
pblica y la privada, de los cuales predomina el primero en tanto ste es construido por una serie
de instituciones y agentes culturales que buscan instituir como pblicas e identitarias todas
desplazan, por consiguiente, los discursos pblicos de identidad que pretenden posicionarse
como el nico y gran discurso verdadero, como la versin oficial en torno a la verdadera
311
J. LARRAN, op. cit., p. 207.
312
Ibd., pp. 208 210.
169
El autor plantea que este proceso de construccin identitaria efectuado sobre la base de la
quien comprende la idea de nacin inicialmente como relatos que buscan fijar la idea de
identidad de una sociedad determinada por parte de los mismos sujetos colonizados, pero de
acuerdo con los lneas hegemnicas y, en el caso del autor, imperiales; relatos que, asimismo,
equivalen al modo que estas culturas tienen de volver existente y vlida su propia historia:
Las naciones mismas son narraciones. El poder de narrar, o para impedir que
otros relatos se formen y emerjan en su lugar, es muy importante para la cultura
y para el imperialismo, y constituye uno de los principales vnculos de ambos.
(...) los grandes relatos de emancipacin e ilustracin movilizaron a los pueblos
en el mundo colonial para alzarse contra la sujecin del imperio y desprenderse
de ella.313
formacin discursiva de la identidad es la lengua propia de las culturas, siendo remplazada por el
espaol que, en definitiva, se oficializ como lengua nacional, delegando hacia el margen otros
conformacin de la ciudad letrada a la que remite Rama314, de acuerdo a los intentos del
En este sentido, Said alude asimismo a la idea de cultura asociada a la de nacin en tanto
313
E. SAID, op. cit., p. 13.
314
A. RAMA, La Ciudad Letrada. Hanover: Ediciones del Norte, 1984.
170
cultura, entonces, como una especie de envase protector315 que busca conservar lo culto y lo
brbaro, dejando fuera, por tanto, del anillo cultural y homogeneizante la ciudad letrada de
La cultura es una fuente de identidad; una fuente bien beligerante, como vemos
en recientes retornos a tal cultura o a tal tradicin. Acompaan a estos
retornos cdigos rigurosos de conducta intelectual y moral, opuestos a la
permisividad asociada con filosofas relativamente liberales como el
multiculturalismo y la hibridacin.316
Sin embargo, a pesar del propsito homogeneizante sobre el cual se funda en gran parte la
idea de nacin, de igual modo, tal como sucede con el proyecto y sujeto moderno, el concepto
tiende a fragmentarse de acuerdo a los lineamientos artificiales con los cuales se construye, pues
la realidad heterognea pervive igualmente bajo la imagen uniformada que la idea de nacin
presenta en torno a los rasgos identitarios que la conforman. Situacin de desestabilidad que va
quedando en evidencia segn los presupuestos de la posmodernidad mediante los cuales las
verdades absolutas se van desmantelando o, mejor dicho, van develando la fragmentacin del
sujeto que, en definitiva, ha existido desde los inicios de la emergencia del continente
315
E. SAID, op. cit., p. 15.
316
Ibd., p. 14.
171
Martn-Barbero sostiene, en este contexto, que la dinmica en torno a la conformacin
identitaria de las distintas naciones en Amrica Latina, desde los intentos por alcanzar la
independencia hasta la reorganizacin del imperialismo a comienzos del siglo XX, fue de ndole
nacionales partir de conflictos internos o de las estratagemas de divisin promovidas desde las
nuevas metrpolis.317 Naciones por tanto que, segn el velo de su multiplicidad interna, se
constituyeron como tales en el contexto del proyecto moderno y en conformidad a l, hecho por
el cual fue lcito en definitiva marginar e instrumentalizar a los sectores ms precarios, es decir, a
que la idea de nacin intenta imponer segn los parmetros modernos, pues de lo contrario, lo
Se quera ser una Nacin para lograr al fin una identidad, pero la consecucin
de esa identidad implicaba su traduccin al discurso modernizador de los pases
hegemnicos, pues solo en trminos de ese discurso el esfuerzo y los logros
eran evaluados y validados como tales.319
Ms tarde, tras el derrumbe de tal proyecto en el siglo XIX, surge un nacionalismo nuevo,
pueblo en conjunto con el propio deseo de este: el de ser partcipe del sentimiento nacional,
como un sentir nico, transformando la multiplicidad en una sola entidad compacta y unvoca en
317
J. MARTN-BARBERO, De los medios a las mediaciones Op. cit., p. 164.
318
Ibd., p. 167.
319
Ibd., p. 168.
172
Trabajar por la Nacin es ante todo hacerla una, superar las fragmentaciones
que originaron las luchas regionales o federales en el siglo XIX, haciendo
posible la comunicacin carreteras, ferrocarril, telgrafo, telfono y radio
entre regiones, pero sobre todo de las regiones del centro, con la capital.320
Homi Bhabha arguye al respecto, que la construccin de nacin considerada como relato,
modernidad, especficamente con relacin a la base discursiva sobre la cual sta se funda desde
la emergencia del proyecto de la Ilustracin, pues sta para afirmar su soberana como ideal
universal, necesita su Otro321 e, incluso, desde el mismo arribo de los espaoles a Amrica,
hecho con el cual se funda el discurso eurocntrico de la modernidad sujeto, por tanto, a la
como tal sin las instancias marginales que delimitan sus bordes y que, por ende, lo definan como
tal. Esta misma ambivalencia se traduce, por tanto, al concepto de nacin que, dependiente de la
disemi-nacin322 en palabras del mismo autor. De acuerdo a ello, la idea de nacin concebida
como discurso, es susceptible igualmente de ser deconstruida en los trminos derridianos, pues
nacin implica. De este modo, Babha se refiere a la inestabilidad de la idea de nacin como
signo, pues al ser narrable como discurso promueve de manera inherente su deslizamiento
continuo por distintas categoras que revelan y, a su vez, acentan su carcter fragmentario, lo
320
Ibd.
321
P. CHATTERJEE. En H. K. BHABHA, El Lugar de la Cultura. Buenos Aires: Ediciones Manantial, 2002,
p. 178.
322
Ibd., p. 184.
173
que sucede igualmente con los conceptos de identidad y sujetos posmodernos. Babha habla, por
la idea de nacin. De acuerdo a ello, se postula el carcter abierto y arbitrario del signo verbal,
por medio de cuyos intersticios, entonces, el significado establecido por el poder hegemnico
tiende a escaparse y deslizarse adoptando otros valores no necesariamente determinados por los
de valores que los distintos sectores sociales y culturales le pueden proveer. La idea de
totalizacin325 de la cultura nacional y su respectiva identidad pasa, por ende, a ser cuestionada
reducto vaco a causa, paradjicamente, del atiborramiento que el signo puede sufrir: el signo
puede significar todo y, por lo mismo, nada, en tanto ninguno de sus significados alcanza una
323
H. K. BHABHA, Narrando la Nacin. En A. FERNNDEZ BRAVO, La invencin de la nacin. Lecturas de la
identidad de Herder a Homi Bhabha. Buenos Aires: Ediciones Manantial, 2000, p. 211.
324
H. K. BABHA, El Lugar de la Cultura, op. cit, p. 184.
325
H. K. BABHA, NarrandoOp. cit, p. 214.
174
posicin cntrica de modo natural; todo es artificial y, como tal, desmontable. Es as como el
comprenderlo todo, aunque sin poder dar pruebas de haber comprendido nada.326
nacin, se observa desde esta perspectiva desestructurada, al igual que el discurso moderno. Una
de las razones que se expone, por consiguiente, para cuestionar el pluralismo del signo nacional
imposibilidad de una unidad homognea que los distinga. Sin embargo, de acuerdo a lo revisado
ms arriba, precisamente Amrica Latina se distingue por no poseer una identidad definida, ni
como un todo ni con relacin a los pueblos que la conforman, puesto que a pesar de las claras
diferencias entre estos, de igual modo, las comunidades conservan un afluente contextual comn
que corresponde, segn Cornejo Polar, a la historia, pues es el contexto histrico-social en el cual
emergen y persiste el que mantiene los lazos articulatorios entre los distintos sistemas culturales
y contradictorios en el territorio latinoamericano. Por ende, tanto estos sistemas como sus
literaturas, segn el autor, deben ser historiados327, pues de esta forma es posible conocer y
comprender los procesos comunes mediante los cuales se han formando las distintas culturas;
afluente histrico que, sin embargo, no provee de una identidad clara y menos an homognea
para cada pueblo, por lo que es posible en este sentido cuestionar la idea de prdida de
326
J. BARREL. En H. K. BABHA, El Lugar de la Cultura, op. cit, p. 181.
327
A. CORNEJO POLAR, Los sistemas literarios como categoras histricas. Elementos para una discusin
latinoamericana. En Revista de Crtica Literaria Latinoamericana, ao XV, n 29, 1989, p. 20.
175
Por su parte, Rojo postula una idea de nacin opuesta a la construida e impuesta desde los
parmetros modernos, es decir, una idea de nacin equivalente a una totalidad heterognea,
diversa, en la cual es permitido reconocer los distintos sectores culturales que la componen. En el
culturas que coexisten en ella y que, a su vez, cooperan en su constitucin como tal, dando paso
por tanto al reconocimiento de las minoras etnias, sectores marginales y al abandono del
Dicha concepcin, desde nuestra perspectiva, se cruza con la postulada por Cornejo Polar en
de dicha totalidad. Al respecto, el sistema, tal como se seal en pginas anteriores, permite
asimismo, el contraste y conflicto que ello produce, todos como elementos confluentes en un
mismo espacio que equivale a la totalidad, entendida por Cornejo Polar como el contexto
identidad comn, sobrepuesta a la singularidad del sujeto social, en tanto constituyen todas
sociedades que han pasado por procesos de liberacin y, por ende, sus respectivas autonomas
tanto estn igualmente sujetas a la autonoma del otro. De este modo, lo que tienen en comn las
328
Ibd.
176
reconocen como entidades dignas de los mismos atributos y derechos que las otras, sobre todo
con relacin a las sociedades del centro hegemnicas, pero que a su vez son, como se ha
misma.
De este modo, la diferencia que cada una de las culturas latinoamericanas representan
carcter que se tiene lugar, como apunt Cornejo Polar, en el seno del contexto histrico-social
de este territorio. Por ende, si bien no hay posibilidades de trazar una delimitacin final de la
fragmentariedad, determinada como propia del sujeto de Amrica Latina, pero que a su vez es
igualmente indeterminado, inestable, puesto que desde sus mismas fisuras y desajustes, el
la que es dependiente del contexto histrico, puesto que desde este marco ella se genera. La
Latina.
177
2.7. El sujeto potico y la teora literaria.
modelo actancial del relato de Greimas, en funcin de los presupuestos de base en la teora de la
narrativa, el sujeto opera en efecto como el primer actante que debe enfrentarse a otros dos,
que el concepto de sujeto, fundamental en el anlisis literario, debe revisarse desde una
tratamiento literario de lo que el autor ha denominado las instancias correlativas del sujeto vale
sujeto. Para estudiar estos aspectos en el contexto de la obra literaria, se debe establecer por
consiguiente una correlacin, tal como se pretende realizar en el presente estudio, entre los
329
A. MARCHESE, J. FORRADELLAS, Diccionario de retrica, crtica y terminologa literaria. Barcelona: Ariel,
2000, p. 393.
330
W. KRYSINSKI. En M. ANGENOT et al. Op. cit., p. 283.
178
Desde la perspectiva exclusiva del discurso lrico, se apela al carcter esencialmente
subjetivo de la poesa lrica al estar relacionada con la figura del yo potico, a diferencia de
la concepcin romntica de Goethe331, entre otros, en el sujeto concreto, vale decir, en el poeta
mismo, pues la creacin potica era considerada como una manifestacin literaria de las
experiencias vividas de los sujetos que escriben y, por ende, como expresin del yo del poeta,
completa entre sujeto lrico o potico y sujeto emprico, real, correspondiente al poeta, quien era
en definitiva, concebido como sujeto tico332. Posteriormente, tanto Nietzsche como despus
los simbolistas franceses apuestan por la nocin de sujeto potico escindido del yo que escribe.
a la comprensin del sujeto emprico, real; mientras que posteriormente los simbolistas, en el
marco de su ideal de poesa pura, abogan por la disolucin y desaparicin del sujeto en el
dominio del discurso literario. De este modo, el yo lrico moderno es concebido como un proceso
presencia y figura del sujeto potico en el texto literario333. Asimismo, en la lnea por intentar
establecer una escisin efectiva entre sujeto lrico y sujeto emprico, Martnez Bonati establece
igualmente que la expresin potica no es expresin directa del autor, sino que el sujeto lrico
obedece a hablante ficcional creada por el sujeto real, a un objeto imaginario dotado de sentido:
331
C. GALLEGO DAZ, Aportes a la Teora del Sujeto Potico. En Revista Espculo, N 32, Ao XI, marzo-julio
2006, Documento recogido el 23/07/2007 en http://www.ucm.es/info/especulo/numero32/sujepoet.html.
332
Ibd.
333
Ibd.
179
La visin de la estructura y naturaleza de la obra potica, no permite
establecer relaciones lingsticas entre la obra y la persona del autor en
aspecto alguno de su ser; poesa no es discurso del poeta en cuanto hablante,
ni en funcin prctica ni en funcin terica.334
En el frente contrario, y si bien se reconoce que la congruencia entre sujeto lrico y autor
o sujeto emprico es vista desde la teora literaria como una simplificacin de las relaciones que
se establecen entre ambas entidades y, en definitiva, juzgada como una comprensin ingenua del
fenmeno literario y de los aspectos centrados en la idea del sujeto, Reisz de Rivarola establece
productor y receptor del discurso literario implican cierto proceso de ficcionalizacin ms all de
las zonas de referencia que constituyen los contextos sociohistricos en los cuales se sitan335.
ficcional y/o dirigida a un destinatario ficticio permite que un texto literario sea considerado tan
ficcional como sucede igualmente con otro de tipo representativo, estos ltimos, considerados
segn la propuesta de Todorov como aquellos textos de tipo descriptivo-narrativo en cuyas zonas
de referencia se constituye un mundo que guarda una relacin de analoga con el mundo o
entorno real, vale decir, aquellos textos que trascienden la condicin de objeto real
autorreferencial o encerrados en s mismo y que, por tanto, permiten establecer una relacin o
vnculo con referencias externas y concretas, como sucede con los textos no literarios. Por el
contrario, el texto potico, en el cual los signos constituyen a la vez el vehculo y contenido del
334
MARTNEZ BONATI, La Estructura de la Obra Literaria, Barcelona: Editorial Ariel, 1983, p
335
S. REISZ DE RIVAROLA, Teora Literaria. Una propuesta. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad
Catlica de Lima, 1986, p. 199.
180
mensaje es considerado por Todorov como un discurso no-representativo, en tanto en l no
referirse a la estrategia literaria mediante el cual un autor es referido directamente al interior del
discurso literario, vale decir, la incorporacin de la figura y vivencias del autor o poeta al
discurso ficcional y potico, en calidad de sujeto ficcional, personaje o hablante lrico. De este
modo, al interior del texto literario, coinciden en identidad las figuras del autor, personaje y
narrador, pues en definitiva, los hechos del relato o texto potico tienen su referente en la
existencia real y emprica del sujeto creador de la obra. El respecto, Doubrovsky expone en torno
incorporar a ella, en el sentido pleno del trmino, la experiencia del anlisis, no slo de la
temtica sino en la produccin del texto337. En este sentido, Robin enfatiza que la autoficcin es
ante todo ficcin, entidad hecha de lenguaje, razn por la cual el sujeto narrado es siempre sujeto
ficcional, por lo que en definitiva, no logra establecerse una correlacin o adecuacin completa
de la ficcin, reside segn la autora en hallar un lugar de sujeto en vez del lugar del sujeto, vale
modo el texto literario se esfuerza por borrar las marcas y las referencias reales y, de esta forma,
336
TODOROV. En op. cit., pp. 195-196.
337
S. DOUBROVSKY, en R. ROBIN, La autoficcin. El sujeto siempre en falta. En L. ARFUCH (comp.),
Identidades, sujetos y subjetividades. Buenos Aires: Prometeo Libros, 2005, p. 46.
338
R. ROBIN, ibd.
181
por tender hacia la dispersin del sujeto, su polifona, hacia su imposibilidad por ajustarse en su
propsito del estudio que Gaillard efecta al respecto, y en el cual se intenta precisar que en
Barthes el gesto corresponde a oponer la imagen de un s mismo soi, atrapado en las redes
sin la biografa. Ello, debido a que el s mismo est de lado de lo fijo, de lo acabado, de lo
versus el punctum, el concepto de biografema se corresponde con este ltimo, dado que en ella
no opera la linealidad temporal como en el caso del studium, sino que por el contrario,
contempla lo asociado con los detalles del trayecto, las inflexiones, una vida agujerada, la
irrupcin de significantes inesperados, lo que de algn modo se relaciona con las marcas de una
temporal.339
Por su parte, Leonor Arfuch remite al concepto de autobiografa para hacer referencia
al yo de autor que acontece en aquellos discursos y relatos, segn apunta la autora en los
339
R. ROBIN, ibd, p. 50.
182
Sin embargo, Arfuch enfatiza que la definicin de la identidad del yo del discurso constituye un
todos modos una categora precaria y fallida. Esto ltimo, hace en definitiva que el autor recurra
a diversas estrategias para anclar o determinar la identidad que opera en su discurso, como es el
fotografas como sucede en nuestro caso con la obra de Zurita, los seudnimos, etc. Sin
embargo, en funcin de los mltiples desdoblamientos, cruces y mutaciones que estas mismas
constante en el sujeto del discurso, lo que deriva en definitiva, apunta la autora siguiendo a
definitiva, entre ambas entidades, pues el sujeto del enunciado emerge como otredad, como
entidad fallida y errante respecto del sujeto de la enunciacin, sin embargo, en la hiptesis de
Arfuch, el recurso autobiogrfico opera precisamente en el intento vano e infructuoso por otorgar
a aquella vivencia fragmentaria y catica de la identidad un cierto orden, cierta estabilidad que le
340
L. ARFUCH, El espacio biogrfico. Dilemas de la subjetividad contempornea. Buenos Aires: Fondo de Cultura
Econmica, 2002, p. 45.
341
J. STAROBINSKI. En L. ARFUCH, ibd., p. 46.
342
Ibd., p. 47.
183
Por su parte y en relacin a lo expuesto, Gallego concluye que el sujeto potico
sociocultural e histrico real, pues segn seala, este ltimo aspecto permanece de algn modo
inscrito en el discurso potico. De esta forma, establece: No hay rupturas radicales. El sujeto
poema, el poeta se constituye en otra opcin (opta por otro sujeto) para la construccin de otro
Julia Kristeva en torno a la nocin de sujeto potico. En ella, se expone la figura de una entidad
subjetiva que tiende a escapar al significado y al yo trascendental propio del hablante lingstico,
un yo trascendental concebido por Husserl, segn apunta Kristeva, como aquella existencia en la
ego trascendentales344. De este modo, al interior del discurso literario, a diferencia de lo que
discurso poniendo en tela de juicio al sujeto parlante del lenguaje cotidiano no literario y su
respectiva conciencia ttica, en tanto este es corrodo, perturbado y eclipsado por la irrupcin
343
C. GALLEGO DAZ, op. cit.
344
J. KRISTEVA, El tema en cuestin: el lenguaje potico. En C. LVI-STRAUSS, La identidad. Seminario
interdisciplinario. Barcelona: Ediciones Petrel, 1981, p. 256.
184
pulsional345 correspondiente a esta otra subjetividad no judicativa. sta ltima constituye, segn
la autora, una entidad fallida, carente, descentrada y, por tanto, que tiende a aparecer y a
desaparecer a la vez en el texto potico por medio de la figura del sujeto hablante, bajo cuyo
podero es en efecto oprimida, pero que a su vez tiende, desde su precariedad y vaco, a corroer
de la fragmentacin del sujeto potico radica en los mismos mecanismos de represin y clausura
propuestos por el psicoanlisis en torno a la figura del yo, puesto que la estructura de lenguaje,
por el yo parlante y trascendental, vale decir, la entidad que inhibe el flujo de su deseo y pulsin.
En definitiva, el sujeto potico es concebido segn expone Kristeva como una categora
atrofiada, inestable y vaca que, en su intento por emanciparse de las cadenas del lenguaje,
De acuerdo a ello, el lenguaje potico es comprendido por Kristeva como una especie de
bisagra en la cual convergen estos dos registros, el pulsional y el simblico-cultural, ambos como
sistemas heterogneos que por medio de la escritura artstica se articulan dando origen a un
excedente indeterminado que equivaldra a aquel sujeto potico que, al mismo tiempo de
intermediario permanente entre uno y otro, equilibrio del signo y del ritmo, de la convivencia y
de la pulsin.346
345
J. KRISTEVA, La rvolution du langage potique. Lavant-garde la fin du XIX sicle: Lautramont et
Mallarm. Paris: Editions du Seuil, 1974, p. 316.
346
J. KRISTEVA, El tema en cuestin... En C. LVI-STRAUSS, op. cit., p. 266.
185
Al respecto, la autora plantea que el lenguaje potico constituye en definitiva, por la
particularidad de las operaciones significantes que en ella se generan, un poner en tela de juicio o
abiertamente una destitucin y destruccin de la identidad del sentido y del sujeto parlante347. En
este sentido, el sujeto hablante o ego trascendental que constituye la voz que elimina en el
discurso racional, cientfico, unvoco, toda posibilidad subjetiva de otra ndole; en el dominio del
discurso potico, sin embargo, debe dar paso a la emergencia de un sujeto en proceso. Si bien es
cierto, seala Kristeva, que en el texto potico inevitablemente tiene lugar la presencia de un
sujeto parlante, en tanto el conjunto significante existe en el texto, ste debe corresponder a la
heterogeneidad que necesariamente implica al interior de este tipo de discurso. De acuerdo a ello,
para la autora slo es posible pensar y concebir este sujeto en proceso desde la teora freudiana
del inconsciente, puesto que a travs de las propuestas psicoanalticas, tanto en Freud como en
347
Ibd., p. 250.
348
Ibd., p. 262.
349
Ibd., pp. 258-259.
186
Por ltimo, nos interesa rescatar la teora polifnica Bajtn, en tanto esta hace referencia a
unicidad de un sujeto hablante en el mbito de la teora literaria lo que por su parte, realiza
definitiva, a una sola entidad emisora, sino que por el contrario, es una multiplicidad de sujetos
hablantes la que puebla el texto literario, cada uno de ellos con su propio discurso y perspectiva,
distintas segn lo presentado por el autor. Este fenmeno constituye, segn Bajtn, el rasgo
fundamental en especial de la novela, cuya marca polifnica ha sido fundada especficamente por
especficamente a la pluralidad de planos y voces que en ella confluyen a partir de los distintos
fundamentos ideolgicos y filosficos presentados y defendidos por cada uno de los personajes
de su obra, los que encarnan, en definitiva, a la ideologa viva y cierta en el plano de la realidad.
fusin u homogeneizacin de las diversas posturas planteadas, constituye la esencia del discurso
350
BAJTN, M., Problemas de la Potica de Dostoievski. Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1988, p. 16.
351
Ibd., p. 17.
352
Ibd.
187
emerge un concepto fundamental en la teora polifnica bajtiniana: el del dilogo, vale decir, el
constante interaccin en el afluente literario no equivale a otro hecho que a un dilogo incesante
y mltiple que tiene su fundamento en la misma esencia del fenmeno literario y de la palabra.
En este sentido, el discurso literario est en constante dilogo con el entorno mismo, el que no
contemporneo, sino que por el contrario, el texto literario puede ser comprendido, a su vez,
modo, Augusto Ponzio, seala que Bajtin, desde su teora polifnica afirma el excedente del
sentido literario con respecto al intercambio comunicativo (...) determinado por su contexto
contemporneo para la obra artstica. De este modo, la polifona del texto literario se funda,
igualmente, en la relacin dialgica que mantiene este con la cultura, de modo permanente,
Asimismo, Bajtn enfatiza el carcter infinito de todo dilogo polifnico. En este sentido,
el autor plantea que la palabra, incluso aquella que no pertenece al discurso literario, presenta
siempre una orientacin hacia lo conocido de antemano, en otras palabras, hacia lo ya dicho y,
por tanto, lo dialgico constituye un carcter inherente a su esencia, puesto que toda palabra
353
PONZIO, A., La Revolucin Bajtiniana. El Pensamiento de Bajtn y la Ideologa Contempornea. Madrid:
Ctedra, 1998, p.33.
188
conlleva la presencia, latente o patente, de otras; en otros trminos, cada palabra equivale a un
dilogo con otras que han sido emitidas anteriormente y que coexisten, asimismo y de modo
e incierta, puesto que en ella confluyen una serie de aspectos asociados a los conceptos de
complejas que se establecen entre las distintas entidades subjetivas, vale decir, sujeto emprico o
poeta, sujeto potico y hablante lrico, lo que de algn modo posibilita la instalacin de un
malogradas mediante las cuales se intenta dar cuenta de cierta existencia o subjetividad
supeditada, constreida reprimida y replegada, segn los distintos recursos de expresin que se
354
BAJTN, M., Teora y Esttica de la Novela. Madrid: Taurus, 1989, pp. 96-97.
189
CAPTULO III
190
CAPTULO III.
La imagen metamorfoseada del sujeto potico manifiesta en la poesa que forma parte del
pertenecientes a las generaciones anteriores como es el caso de la generacin del 60, en la cual se
destacan poetas como Gonzalo Milln, Oscar Hahn, Waldo Rojas, Manuel Silva Acevedo, Jos
ngel Cuevas, Floridor Prez, entre otros; y la llamada generacin del 50 al interior de la cual
figuran los poetas Miguel Arteche, Efran Barquero, Enrique Lihn, Jorge Teillier, Alberto Rubio
y Amando Uribe, entre otros. Asimismo, el guio hacia la tradicin potica por medio de la
figura de un sujeto potico malogrado, desintegrado y carente, tambin presenta de algn modo
en otros poetas anteriores y claves en el marco de la poesa chilena del siglo XX, como es el caso
de Nicanor Parra y Gonzalo Rojas, pertenecientes ambos a la generacin del 38, aun cuando en
el caso de Parra, ste escapa a dicha categorizacin cronolgica segn puede observarse a la luz
escritura antipotica355. Ahora bien, aun cuando es posible reconocer en gran parte de los autores
355
E. DAZ, Poesa Chilena de Hoy. De Parra a nuestros das. Alternativas Grficas: Santiago, 1996, p.5.
191
mencionados, la imagen de un sujeto potico portador de ciertos aspectos comunes con los
cuales puede coincidir la entidad revisada posteriormente por nosotros, vamos a centrar no
obstante nuestra revisin en torno a esta imagen slo en algunos de los ms relevantes
exponentes de la poesa chilena, vale decir, los poetas Gonzalo Rojas, Nicanor Parra, Enrique
Lihn y Jorge Teillier. Lo anterior, debido a que efectivamente en sus respectivas escrituras es
posible hallar de algn modo el germen de un sujeto que se reviste posteriormente de las
particularidades de las cuales estas escrituras han dado cuenta, entre ellas, la desintegracin del
que alguna vez han parecido simulado sostener la imagen de una identidad cabal, ntegra y
monoltica.
ribetes donde es posible reconocer cierta correspondencia con el yo potico manifestada durante
la dcada de 1980. En este sentido, la poesa concebida por Rojas como iluminacin profana y
inmersin del hombre en los sentidos, guarda igualmente la imagen de un sujeto potico que se
mueve en aquella constante bsqueda: la del hallazgo del hombre de una verdad csmica que no
proviene de Dios, sino del ser mismo y de aquello que lo excede, verdad que puede encontrarse
o perderse, ocultarse en el silencio, en el vaco, en todo el hueco del mar como se expone en
uno de sus versos: t nunca cesaras de estar en todas partes, / porque te sobra el tiempo y el ser,
nica voz, / porque ests y no ests, y casi eres mi Dios357. Aquella bsqueda entonces da
cuenta de la falta permanente del sujeto o vaco en el cual se busca o rastrea aquella verdad
356
F. SCHOPF, en E. DAZ, op. cit., p. 12.
357
G. ROJAS, Antologa del Aire. Santiago: Fondo de Cultura Econmica, 1991.
192
cifrada, en otras palabras, de un sujeto parcial, inconcluso y, en esta lnea, escindido pues tiende
a situarse entre aquel espacio real al cual no pertenece y aquel otro evocado por el sentido de un
vislumbre csmico y al que slo podra acceder mediante la indagacin sensible e inteligible del
juego de dicotomas que operan como base fundamental de esta poesa, y mediante la cual se
ironiza la irona misma en los trminos de Octavio Paz, vale decir, asociada al quiebre del
por medio del cual se adoptan y manifiestas variadas formas del yo que dan cuenta de una
identidad plural, diversa y heterognea que, sin embargo, emergen y confluyen bajo una misma
intencin, la de la permanente bsqueda del hallazgo, del instante de la revelacin potica que
les permita a todas las formas del sujeto en Rojas sobrellevar la carga de la escisin y el
si se lee Del relmpago, por decirlo as, de una sentada, se observa que se
va creando no una sola imagen de un hablante lrico ficticio algo as como un
protagonista de toda su poesa, sino mltiples. A lo largo de esta
multiplicidad se encuentran variaciones que recorren la gama pluriplanar,
desde la bravata ("Y nada de lgrimas") hasta la autohumillacin ("Me
arranco las visiones"), desde la autodenigracin ("He comido con los
burgueses") hasta la predicacin de la autosuficiencia de la palabra ("Pero las
palabras arden: se me aparecen / con un sonido ms all de todo sentido, / con
un fulgor y hasta con un peso especialsimo").360
358
Jaime Giordano cita al respecto a los autores Jos Olivio Jimnez J. O. JMNEZ, Una moral del canto: el
pensamiento potico de Gonzalo Rojas. Revista Latinoamericana, N 106-107, enero-junio de 1979; Marcelo
Coodou M. COODOU, La poesa de Gonzalo Rojas. Inti. Revista de Literatura Hispnica, N 18-19, otoo de 1983
y primavera de 1984; y Nan Nmez N. NMEZ, La permanencia en lo transitorio: una constante esttica y
existencial en Gonzalo Rojas. Extremos, N 1, ao 1986, quienes coinciden en considerar la polaridad negativo-
positivo como un eje fundamental en la poesa de Gonzalo Rojas. J. GIORDANO, Gonzalo Rojas: su dilogo con la
poesa actual. En Dioses y Antidioses: Ensayos crticos sobre poesa hispanoamericana. Ediciones Lar, Concepcin,
1987. Documento recogido el 25/07/2009 en http://www.gonzalorojas.uchile.cl/estudios/giordanoj.html.
359
O. PAZ, Los hijos del limo. Barcelona: Seix Barral, 1990, p.111.
360
J. GIORDANO, op. cit.
193
El autor en este sentido concibe la idea de un plurisujeto en la obra de Rojas, el que es
oposiciones referida ms arriba. De esta forma, es posible leer en esta poesa: Por un Gonzalo
hay otro, por el que sale / hay otro que entra, por el que se pierde en lo spero / () otro que le
arrebata / el fuego al origen, otro que se quema en el aire / de lo oscuro: entonces aparece otro y
otro.362
Por otra parte, Marcelo Coddou seala que la dimensin metafsica destacada en la
escritura de Rojas, se presenta en el texto en tanto en ella acontecen una serie de problemticas
que van ms all de la realidad emprica en la cual est inmerso el hombre. Es as como, por un
este quehacer potico y, por otro, enfatiza el autor, no es posible dejar de reconocer de algn
modo en dicho cuestionamiento los avatares que provienen del entorno socio-histrico en el que
considera que la actitud frente a la sociedad adoptada por el yo lrico de su poesa puede
concebirse como testimonial363, dado que su mirada da cuenta de las angustias y quiebres que
constituye la vida misma del hombre, vale decir, de la tragedia que significa el vivir concreto del
361
Ibd.
362
G. ROJAS, op. cit.
363
M. CODDOU, Nuevos estudios sobre la poesa de Gonzalo Rojas. Documento recogido el 25/07/2009 en
http://www.gonzalorojas.uchile.cl/estudios/codu2i.html.
194
Por su parte, en Nicanor Parra el sujeto lrico radicaliza an ms aquellos aspectos o
nivel de los seres humanos y hombres comunes, desacralizando la figura ensalzada del poeta
erigida en Chile principalmente por las escrituras de Huidobro y Neruda. De este modo, el poeta
deja de ser un pequeo dios en los trminos huidobrianos para convertirse en un sujeto
sencillo, cotidiano, como un integrante ms del pueblo y del corpus social en el cual fluye su
promulgada en Chile hasta la primera mitad del siglo XX, tanto desde el punto de vista retrico,
esttica, filosfica e ideolgica de la poesa misma La poesa tiene que ser esto: Una muchacha
364
N. PARRA, Manifiesto. En E. DAZ, op. cit., p. 49.
365
Ibd., pp. 50-51 y 53.
366
F. SCHOPF, en E. DAZ, op. cit., p. 10.
195
Aquel mismo proceso de enajenacin del sujeto con su lugar de origen, su entorno
natural, y la propuesta desconstructiva de Parra respecto de los supuestos que sostienen al mundo
moderno, derivan en un proceso de demolicin que alcanza al mismo sujeto del discurso, en
segn el autor a travs de los cuales se manifestar, de modo escindido, fragmentado, el sujeto
de esta poesa, tal como sucede de algn modo, de acuerdo a nuestra propuesta de lectura, con la
Por su parte, Juan Gabriel Araya sostiene que el sujeto en Parra es producto de proceso de
continua transformacin del mismo a travs del cual van emergiendo diversas identidades y
reidentidades367 mediante las cuales se otorgan diversas formas al yo del discurso. Desde esta
perspectiva, se concibe al sujeto antipotico como una clara manifestacin del sujeto
posmoderno en los trminos de Hall368, vale decir, un sujeto fragmentado y compuesto a su vez
por una variedad de identidades diversas e incluso dismiles, no resueltas, carentes de un centro
identitario que les conceda cierta coherencia. Araya concibe al respecto al sujeto de la antipoesa
367
J. G. ARAYA, Sujeto e identidad en la poesa de Nicanor Parra. En Thesaurus, tomo LIV, n 3, 1999, p. 843.
368
S. HALL, en J. LARRAN, Modernidad, razn e identidad en Amrica Latina. Santiago: Editorial Andrs Bello,
1996.
369
J. G. ARAYA, op. cit., p. 845.
196
antipoema el fenmeno que Foucault ha llamado descentramiento del sujeto (). El nuevo
sujeto es mvil, cambiable, variable y fuera de su centro370. En este mismo sentido, Ivn
sujetos en la obra de Parra, cuya presencia en los textos deriva de los procesos de desintegracin
s mismo ante los embates externos. En definitiva, la escritura antipotica constituye en funcin
del impulso y la impronta potica que signific desde su aparicin en la escena literaria nacional,
posteriores hasta nuestros das, tal como lo expone Daz en su antologa, una escritura de altsima
trascendencia sobre las generaciones del 50, 60 y post-golpe, vale decir, correspondientes a los
antipoesa es altamente significativa en gran parte de los autores determinados para el anlisis si
bien en todos se reproduce la nocin de sujeto disgregado, fragmentario y descentrado propio del
discurso posmoderno, como es el caso por ejemplo, de Rodrigo Lira, Juan Luis Martnez y
370
Ibd, pp. 847 y 848.
371
M. GOTTLIEB, en I. CARRASCO, Nicanor Parra: La Escritura Antipotica. Editorial Universitaria: Santiago,
1990, p. 215.
372
E. DAZ, op. cit., p. 5.
197
tanto a travs de ella se manifiesta la ruptura en relacin al yo y a las correspondencias que ste
Enrique Lihn, la que igualmente guarda algunos puntos de encuentro con la obra de Parra. En el
caso de Lihn, en efecto, emerge la presencia de un sujeto escindido, precario, malogrado, lo que
potica de Lihn hace uso de un lenguaje degradado, hecho de retazos374, cercano a lo coloquial
e incluso marginal. Es el caso, por ejemplo, de la figura del pingino en El Paseo Ahumada375,
un yo o identidad malograda que no alcanza a constituirse como tal. De este modo, el sujeto en
Lihn asume este carcter fisurado, desgarrado, de entidad mutilada y absolutamente opuesta a la
nocin del yo elevado y sagrado de sus antecesores, en especial Huidobro y Neruda. Ello de
algn modo deja constancia de la desconfianza que en esta escritura se establece respecto del
estima en la misma obra parriana. La escritura de Lihn, en este sentido, pasa a ser una poesa
componen, en tanto esta se funda y genera a partir de la carencia, de la falta, la precariedad que
el mismo sujeto constituye, producto del devenir histrico y su impacto sobre la vida del hombre:
373
O. PAZ, op. cit., p. 111.
374
M. L. FISHER, en J. POLANCO, Quin escribe? E. Lihn y J. L. M. En Cyber Humanitatis, N 18, otoo de
2001. Documento recogido el 27/08/2008 en http://www2.cyberhumanitatis.uchile.cl/18/tx4.html.
375
E. LIHN, El Paseo Ahumada. Santiago: Ediciones Minga, 1983.
198
Para Lihn, el poeta es un mendigo, pero no en el sentido de tener que
entregarse a la oficialidad o al lector o la crtica; es en el sentido de la
precariedad en que la palabra suya se desenvuelve. El poeta es deudor de la
historia de las palabras, donde se le entrega los usos o abusos de su poca con
los cuales l ha de trabajar. El concepto de sujeto que se delinea es uno que no
puede rebasar el horizonte que le toc vivir; el poeta tiene que soportar la
historia igual que todos los dems, puesto que l no se halla colocado encima
de un pedestal mirando los acontecimientos.376
En esta lnea, Foxley comprende igualmente la imagen del sujeto lihneano en constante
proceso de deterioro, una entidad a su vez cruzada por la figura del otro y, por ende, fragmentada
un balbuceo, retazos de aquello que aspira a ser una identidad y un proyecto potico acabado,
En el caso de Jorge Teillier, por ltimo, el sujeto potico adquiere un matiz particular, en
tanto este desciende igualmente del pedestal destinado anteriormente al ensalzamiento del poeta,
pero colocando especial nfasis en la concepcin del sujeto en armona y paridad con las cosas y
la naturaleza, con la vida de pueblo y la sencillez del entorno; el poeta, hermano de las cosas378
tal como expuso el mismo Teillier. De este modo, el sujeto potico no adquiere un valor
predominante respecto de las cosas que lo rodean propias del paisaje lrico el pan, el vino, el
sol, la trilladora, los arroyos, el bosque, etc., sino que por el contrario, constituye en relacin
con ellos ms bien un sistema de correspondencias y analogas por medio de los cuales se
376
J. POLANCO, op. cit.
377
C. FOXLEY, Enrique Lihn: escritura excntrica y modernidad. Santiago: Universitaria, 1995, p. 147.
378
J. TEILLIER, Prosas (edicin de Ana Traverso). Santiago: Editorial Sudamericana, 1999, p. 24.
199
comunica y asocia con los signos de la naturaleza, el entorno. El mundo en Teillier es entendido
como un conjunto de signos379 ms que de cosas, escritura que, como expone Rodrguez, es
comprendida por Foucault como escritura de la semejanza380. Este valor analgico est
movimiento natural sea el del retorno: la analoga se inserta en el tiempo del mito, y ms: es su
fundamento381 arguye el autor. Mito cuyo guardin es el poeta mismo, guardin del paraso
que slo es posible de efectuar por medio del vnculo y la semejanza del hombre con la
naturaleza.
Sin embargo, y en conformidad con los presupuestos modernos y posmodernos con los
cuales se construye igualmente el sujeto de esta poesa, dicho propsito no es del todo asible para
los lares382 en tanto se percibe en Teillier un progresivo desgaste en torno a la visin utpica
que sostena al hablante lrico inicialmente, y cuyo debilitamiento tuvo lugar producto de la
degradacin valrica a la que ha sido impuesto el hombre, producto del desarrollo moderno de
por la emergente instalacin del mundo moderno que atenta contra su rgimen inmemorial y el
379
Ibd., p. 23.
380
M. RODRGUEZ, De Neruda a Lihn. (Tres oposiciones contemporneas a la poesa chilena contempornea).
En Atenea, N 465-466, Concepcin, ao 1992.
381
O. PAZ, op. cit., p. 111.
382
N. BINNS, La Poesa de Jorge Teillier: la Tragedia de los Lares. Concepcin: Ediciones LAR, 2001.
200
sustrato mtico que la sostiene, situacin ante la cual sujeto lrico despliega cierta resistencia
que, sin embargo, se va a la postre debilitando, tras la paulatina toma de conciencia del sujeto
deber ser destruido para que se conserve383. La tragedia del sujeto entonces consiste en el
paraso perdido. En relacin a ello, Schopf ha sealado que el autor representa al mundo lrico
en un momento en que ste ya est acabado384, dado que la recreacin del mismo se efecta ya
desde su ausencia, en un intento del sujeto por llevar a cabo su reconstitucin. Asimismo
Binns385 nos indica que este espacio ya desde sus comienzos poticos se hallaba en vas de
viene el llamado / de ventanas golpeadas por el viento / en las casa desiertas, / y pasan bueyes
desenyugados / que van a beber agua al estero. / Entonces soy un mendigo / que le pide al tiempo
realismo secreto que avanza en vas de su propia solubilidad. Ello se configura a travs del
operativo memorstico que en tanto suscitado al interior del imaginario de la aldea ncleo
383
J. TEILLIER, op. cit., p. 60.
384
F. SCHOPF, El rojo esplendor de una catstrofe. La poca, Santiago, 12 de Mayo de 1996. Documento recogido
el 27/04/2008 en http://www.uchile.cl/cultura/teillier/estudios/17.html.
385
N. BINNS, op. cit., p.71.
386
J. TEILLIER, Para ngeles y gorriones. Santiago: Editorial Universitaria, 1996, p. 24.
387
A. DE NORDENFLYCHT, La realidad soluble. Memorias de la aldea de J. Teillier. Signos, XXVII,
N 35-36, septiembre de 1994.
201
configuracin del yo, del ser individuo. De dicho carcter imaginante, se desprende entonces la
cosmos potico son las cosas las que se recuerdan a s mismas, lo que permite por tanto, un
despliegue permanente del retorno a la inmaterialidad de los centros que las conforman, accin
En este sentido, el sujeto en Teillier es absolutamente consciente del destino nefasto del
apocalptica, que se erige en esta poesa desde una perspectiva ms nostlgica que violenta,
segn postula Binns388. El poeta de sus textos es, en este sentido, un poeta epigonal, en
palabras de Schopf, un poeta del fin del mundo389. Dicha postura voluntariosa del sujeto
finalmente sucumbe con mayor definicin a partir de Para un pueblo fantasma, texto en el que
comparecen la imgenes urbanas del bar y de la clnica psiquitrica, espacios en los cuales
invade al sujeto lrico un completo escepticismo ante la existencia pretrita de los lares y del
cuya figura se tensa entre los dominios del pasado difuminado y la deshumanizacin del
388
N. BINNS, op. cit.
389
F. SCHOPF, El rojo esplendor de una catstrofe. Op. cit.
202
indiferencia: Tomar vino si me ofrecen vino / Tomar agua si me ofrecen agua / Y me
slo a travs de la memoria y la nostalgia, mediante las cuales se intenta con fe inestable,
recuperar en sus registros la visin de lo humano y lo lrico, propsito que sin embargo no deja
390
J. TEILLIER, Para un pueblo fantasma. Valparaso: Ediciones Universitarias de Valparaso, 1978.
391
A. TRAVERSO. En J. TEILLIER, Prosas, op. cit.
203
2. Sujeto potico de 1980: configuraciones, imgenes y transformaciones
Discursos de sobrevivencia.
En la produccin de Rodrigo Lira392, la figura del sujeto emerge con amplia claridad, tal
modo permanente un discurso potico configurado sobre s mismo, sobre el propio ego y en
torno al cual se origina finalmente la obra misma. De este modo, la crtica se ha referido en ms
de una ocasin al carcter autorreferencial de la obra de Lira, tanto en gran parte de los textos
recopilados por Eduardo Llanos, Oscar Gacita y Alejandro Prez en la primera edicin de
392
A modo de antecedentes biogrficos, sealamos que Rodrigo Lira Canguilhem naci en Santiago de Chile el 26
de diciembre de 1949. Realiz estudios de Psicologa, Filosofa, Artes de la Comunicacin en la Universidad
Catlica de Chile, y trabaj en la editorial Quimant, en la factura de la revista infantil Cabro Chico. Finalmente, en
1978 se incorpor al Bachillerato en Lingstica en la Universidad de Chile, campus Macul, periodo durante el cual
particip de innumerables actos y eventos culturales de la poca asociados al contexto universitario y el crculo
literario de Santiago de fines de los aos setenta e inicios de los ochenta, como es el caso de encuentros en el
Instituto Goethe, el caf Ulm, la sala La Capilla, la biblioteca del Museo Vicua Mackenna, la Sociedad de
Escritores de Chile. Efectu publicaciones de sus escritos en variadas revistas universitarias y literarias entre ellas,
Letras, Cactus, Cuadernos de Poesa Joven, Cuadernos Marginales, Panormica de la Poesa Chilena Actual e
igualmente, particip en varios concursos de poesa del periodo, obteniendo algunos reconocimientos relevantes
entre los que destacan una Mencin Honrosa en el concurso Alerce de la Sociedad de Escritores de Chile, en 1976;
el 2 Premio en el concurso Palabras para el Nombre de la Agrupacin Cultural Universitaria (ACU), en 1978; una
Mencin Honrosa en el concurso literario de la Vicerrectora Acadmica de la Universidad de Chile, en 1979; y en
el mismo ao, el 1 Lugar en el concurso de poesa de la entonces destacada revista La Bicicleta, por su poema 4
tres cientos setenta y cinco y un 366 de onces. De personalidad extravagante, era en la palabras de Cameron un tipo
bufonesco, de una gran inteligencia y humor; un humor custico, destructivo, cuando no autodestructivo. Lira se
suicid el 26 de diciembre de 1981, en su departamento de Av. Grecia, comuna de uoa. Posteriormente, en 1984,
los poetas Eduardo Llanos, Oscar Gacita y Alejandro Prez publicaron sus escritos en la edicin denominada
Proyectos de Obras Completas, por Minga-Camalen, texto que fue reeditado en 2004 por Editorial Universitaria; y
en 2006 la Universidad Diego Portales public una segunda seleccin de textos inditos bajo el nombre de
Declaracin Jurada, a cargo de Adn Mndez.
393
R. LIRA, Proyecto de Obras Completas. Edicin de Roberto Merino y Manuel Vicua. Santiago: Editorial
Universitaria, 2004. La primera edicin de esta obra estuvo a cargo de Llanos, Gacita y Prez. Santiago: Coedicin
Minga-Camalen, 1984.
204
edicin de Declaracin Jurada394, puesto que en ambos casos, su leit motiv es el mismo sujeto
hablante y los retazos que de l van quedando o en torno al cual se va configurando la imagen de
determinada por una permanente fijacin en el s-mismo del sujeto presente en el tejido verbal,
Gonzalo Rojas Canouet hace mencin, por su parte, a tales caracteres en pos de la otredad en
ellos perfilada:
De este modo, la omnipresencia de la voz del yo397 en los textos de Lira es un rasgo
vincula estrechamente con la idea de un narcisismo extremo y exasperado como Lihn denomin
394
R. LIRA, Declaracin Jurada. Edicin de Adn Mndez. Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales, 2006.
Nuestro anlisis est centrado principalmente en la edicin de Proyecto..., pues su fecha de publicacin corresponde
a la establecida por nosotros como marco de referencia para la seleccin del corpus a estudiar. No obstante ello,
establecemos algunas referencias a los textos de Declaracin... de acuerdo a su pertinencia con nuestra lectura y
debido a que, de todos modos, antes de su publicacin tuvieron presencia en el medio literario local en forma
indita.
395
J. BLUME, Rodrigo Lira, poeta post-moderno. Literatura y Lingstica, N 7, 1994, pp. 157-158. Documento
recogido el 27/01/2007 en www.letras.s5.com/lira220903.htm.
396
G. ROJAS CONOUET, Dos poetas de los ochenta: Juan Luis Martnez y Rodrigo Lira. Autorrefencia y
fragmentacin. Cyber Humanitatis, N 26, otoo 2003. Documento recogido el 27/01/2007.
www.cyberhumanitatis.uchile.cl/CDA/texto_simple2/0,1255,SCID%253D5919%2526ISID%253D287,00.html.
397
C. LABB, Proyecto de Obras Completas de Rodrigo Lira. Desesperacin Consonante. Sobre Libros, Revista
Web de Crtica Literaria, 18 Abril de 2006. Documento recogido el 27/01/2007. www.sobrelibros.cl,
www.unavuelta.com/cms/content/view/74/5/.
205
a esta escritura398 y como el mismo Lira apunt en el ttulo de uno de sus textos399 y a la
nocin de otro con la cual conectamos nuestra lectura en torno a la configuracin del sujeto de
esta poesa, vale decir, la configuracin de un sujeto potico a partir de su otredad: el otro como
configurativos de la escritura de Lira, lo que, vuelto metfora, nos acerca a la imagen de un otro
que emerge en estos textos como representacin del s mismo, o bien, dicho de otro modo, el s
mismo representado en otro que simplemente no es. Bastante conocida es la acepcin al trmino
nombre Narciso, quien displicente de los amores que en ninfas y jvenes inspiraba, un da, como
patolgicos definidos por esta corriente, mediante el cual se tiende a manifestar una
preponderante fijacin afectiva hacia uno mismo, que se traduce en una inversin de la libido
398
Se trata, pues, de una escritura transitiva, de una escritura exasperada, es su modo de nombrarla. E. LIHN,
Prlogo. En R. LIRA, Proyecto..., op. cit., p. 17. El prlogo es el original a la primera edicin de 1984.
399
El espectador imparcial: una escrituracin exasperada. R. LIRA, Proyecto..., ibd., p. 85.
400
Narciso, de belleza extraordinaria, pero despreciativo del amor que le ofrecan ninfas y jvenes de su edad. De
acuerdo al relato, cuando Narciso naci, el viejo adivino Tiresias le advirti a sus padres que el nio llegara a viejo
siempre que evitara mirar su propio rostro. Un da la diosa Nmesis quiso vengar la desgracia de la ninfa Eco, quien
enamorada del joven, haba muerto a causa de su desdn, por lo que hizo que Narciso, durante un da de mucho
calor, se inclinase a beber de una fuente. Al ver su hermoso rostro reflejado en el agua, el joven se enamor de su
propia imagen, precipitndose hacia ella y ahogndose a los pocos minutos. Tiempos despus, a los pies de la fuente
naci una flor que los griegos llamaron nrkissos en recuerdo del joven muerto por amor a su propia imagen.
206
del propio sujeto401(...). En este sentido, para Freud el narcisismo constituye un mecanismo
psquico que opera como un complemento libidinoso del egosmo inherente a la pulsin de
carcter narcisista representa la bsqueda por alcanzar la inmortalidad del yo, mediante el
del llamado narcisismo primario correspondiente a las primeras manifestaciones del nio
mediante las cuales busca satisfacer los instintos del yo, los que se ven desplazados hacia su
primer objeto sexual: la madre. Asimismo, en esta etapa inicial del individuo en la cual la carga
padres, quienes ven en su retoo la posibilidad de concretar sus propios deseos incumplidos de
modo de promover la extensin y autoconservacin de s mismo. Por otro lado, en el caso del
narcisismo secundario, el mecanismo egocntrico se desplaza esta vez hacia un yo ideal, hacia la
construccin de un otro, de una imagen ideal con la cual el sujeto se identifica, a modo de
proceso en el cual la formacin del yo se produce por identificacin con el otro403 y no por una
suficiencia ofrecida por el mismo sujeto. De este modo, si bien el narcisismo constituye la
concentracin de las energas libidinosas del sujeto en el yo, ya sea en la etapa de la infancia o
posterior, este fenmeno implica, de acuerdo a lo revisado, cierta torcedura mediante la cual
reconocemos que no es l mismo su propio objeto de deseo, sino que es otro, otro que se
401
J. LAPLANCHE, J. PONTALIS, op. cit.
402
S. FREUD, Introduccin al Narcisismo. En Obras Completas. Buenos Aires: El Ateneo, 2005, volumen II.
p. 2027.
403
J. LAPLACHE; J. PONTALIS, op. cit., p. 230.
207
sobre s mismo, sino sobre su imagen reflejada en el agua, una proyeccin del yo, invertida sin
embargo cual espejo, que reproduce el rictus contrario al original. Narcisismo en alusin al mito
En la poesa de Rodrigo Lira nos parece que dicha torcedura se hace efectiva en tanto el
yo aludido desde s mismo es trastocado a travs del entramado verbal, hacindose presente
mediante su transfiguracin, de la cual emerge otro rostro idntico, pero distinto, escindido o
producto de la escisin que implica el proceso en el cual el sujeto razona o se detiene sobre s. La
imagen soluble. De este modo, el yo de Lira no articula la transparencia del sujeto que se
exhibe a destajo, exponiendo crudamente sus laceras405, sino que por el contrario, tales despojos
constituyen los restos efectivos del yo ficcional, tras el cual se replegara supuestamente un yo
real, a no ser por lo continuo de la misma solubilidad que llev a Narciso a la muerte: aquello
que persiste tras la imagen, vale decir, el vaco, la nada, el agua, en otros trminos, la disolucin
del yo.
o sea ser
un itinerante transente
en cuyo camino surgen
amenazantes patotas de sonmbulos
todos y cada uno perfectamente dormidos,
soando el mismo sueo
haciendo lo posible por parecerse a un poster 406
404
Ibd., p. 228. La cursiva es nuestra.
405
J. BLUME, op. cit., p. 158.
406
R. LIRA, Proyecto..., op. cit., p. 70.
208
La figura del sujeto se escinde transformndose, de este modo, en un yo inestable,
itinerante transente, que en vez de consolidarse en el yo ideal dictado en parte por el narcisismo
freudiano equivalente a su propio yo, se disgrega en el otro y en los otros que l es, aquellos
en los trminos de Ricouer407. Sujeto cuya desdoble se desprende de s, se abre y enajena del s
mismo, diseminndose en partculas del ser que a la vez se desplazan desorientadas, extraviadas
y sumergidas en la inercia de la bsqueda por aquello que les falta: alguna posibilidad de
concrecin del yo que, en este caso, slo es ejecutable mediante la forma de un proyecto de
sujeto cuya constitucin vislumbra solamente el cariz de la imagen: soando el mismo sueo /
segn las palabras de Lira, seres pululantes cuyo intento no radica, por el contrario, en la
configuracin de una entidad completa, sino en la incluso esquiva posibilidad de dar forma a la
proyeccin de una imagen, que no deja de ser deficiente respecto del yo que se desea en ella
exhibir. El sueo, al respecto, constituye la va que expresa aquel deseo, la abertura hacia una
posibilidad casi extinta mediante la cual fluye aquello que no se posee. El sueo como el estado
concibe a este fenmeno como la realizacin imaginaria de los deseos que fluyen durante la
vigilia o la infancia y que, por cierto, son rechazados y/o reprimidos; en definitiva, el sueo
como la expresin y representacin del deseo de aquello que simplemente no tiene asidero en la
407
P. RICOUER, El s mismo como otro. Op. cit.
209
realidad, es imposible408. Representacin, en tanto constituye una imagen o una sucesin de
imgenes producto de la actividad psquica del sujeto que se desplaza por el estado inconsciente
del mismo. De este modo, las imgenes onricas producidas por el deseo y la pulsin en los
fragmentariedad del yo y a partir, especficamente, del acto racional y crtico que realiza el sujeto
constructo ficcional que soporta la imagen tras la cual el vaco persiste o, incluso, de los trazos
que intentan perfilar en conjunto una imagen que, sin embargo, tiende asimismo a disolverse, a
conforme:
precisamente, los seres adquieren una apariencia susceptible de cambios, se les percibe como
408
E. SOURIAU, Diccionario de Esttica. Madrid: Ediciones Akal, 1998, pp. 1009-1010.
409
R. LIRA, Proyecto...., op. cit., p. 70.
210
cuales el yo inicial se diluye, disgrega o muta completamente, siendo y no siendo l mismo410. Es
as como, a travs del sueo se genera la apertura hacia la otredad, hacia el otro que se desprende
del sujeto igualmente extraviado. El romanticismo, en este sentido, concibe al sueo como la
posibilidad de una segunda vida, tal como lo apunta Nerval en su obra Aurelia411 y, de este
modo, como una dimensin que difiere del entorno tangible y que, precisamente en Lira, se
diluye o enmascara a partir de la imagen del yo; una segunda vida que sera la nica, debido
amenazante de innumerables seres con afn desestabilizador, todos a la vez en medio de las
yo fragmentado y los restos que de l se desprenden, sostienen a un paso del borde la imagen de
un sujeto que no es tal, entidad vacua, fatua, pero que persiste en la autorreferencial como medio
410
E. SOURIAU, op. cit., p. 844.
411
Ibd., p. 1010.
412
R. LIRA, Proyecto..., op. cit., p. 65.
211
de subsistencia, y por consiguiente, en la exposicin de sus despojos tras lo cual se revela la
ausencia e irrealidad del yo. El narcisismo del sujeto, en este sentido, tal como se apunt
del yo presenta una estrecha relacin con la libido narcisista, la que en el caso de Lira permite
ello, la autoestimacin del yo constituye para el psicoanlisis una consecuencia de los logros,
En el caso de Lira, no obstante, tal proceso sufre igualmente una torcedura completa, dado que el
sujeto expuesto carece precisamente de logros y pertenencias de su entera satisfaccin, sino que
desamor: pero no hay nadie a mi lado / con quien se pueda caminar hacia el horizonte414. En
fenmenos la sociedad con los cuales el yo debe coexistir. En este sentido, el mismo Freud
objeto amado produce que el sujeto enamorado pierda parte de su narcisismo. De ello se
desprende, en consecuencia, que la irrealidad del objeto de deseo del yo narcisista sea
deseado en pos de satisfacer el deseo personal del yo: la compaa, la comprensin, la carga de la
413
S. FREUD, Introduccin al Narcisismo. En Obras Completas, op. cit., p. 2031.
414
R. LIRA, Proyecto..., op. cit., p. 28.
212
libido. De este modo, el incumplimiento de la pulsin produce finalmente la prdida, la erosin
del sujeto:
soluble se extiende hacia el s mismo y hacia el otro, ambos objetos de deseo. Sujeto entonces
que depende de la imagen de la otredad con la cual intenta completarse, complementarse, pero de
insustancial que es, entonces, el mismo sujeto sobre el cual se construye y deconstruye el
este modo las tres fases de la autoestimacin narcisista apuntadas por el psicoanlisis: el residuo
cumplimiento del ideal y, por ltimo, la satisfaccin de la libido objetal416. Es as como en Lira,
415
S. FREUD, Introduccin al Narcisismo. Ibd.
416
Ibd., p. 11.
213
el ser amado o la amada anhelada se transforma en una proyeccin del mismo yo derruido,
fragmentado, descentrado, como reflejo del propio sujeto que desde sus restos sigue deseando o,
Tal relacin de dependencia del sujeto respecto de su otredad, que deriva en el intento de
disgregacin del yo que desea. La dolorida ausencia de este ser tricerebrado / Id est (es un decir)
una mujer que disponga de tres cerebros418 que es dividida en s misma y, a su vez, en varias o
417
R. LIRA, Proyecto..., op. cit., p. 27-28.
418
Ibd., p. 28. ...que disponga de tres cerebros: / uno para ideas y pensamientos: abstracciones/ lemas/ e
imgenes/ / otro para emociones: intuiciones/ afectos/ y pasiones y / otro cerebro para acciones y movimientos /
214
cualquiera, tal como expone el ttulo del poema Ela, elle, ella, she, lei, sie, a partir de la
dispersin idiomtica del pronombre personal femenino. Sujeto, por consiguiente, que de igual
modo se presenta segmentado, fraccionado, en restos sobre los cuales la pulsin an late de
modo lastimero y operando, por ende, como espejo de aquella ella igualmente fragmentaria y
La necesidad de complemento o de un otro que permita dar integridad a los trozos del yo
entonces que deja en evidencia la imposibilidad del sujeto como tal y, por consiguiente, su
posibles de entrar a funcionar en forma armnica y no-contradictoria / en el mejor plazo que posible le resulte / a la
tricerebrada del caso...
419
Ibd., pp. 29-30.
215
sujecin respecto de instancias que sostengan dicho simulacro. El mismo Enrique Lihn en el
prlogo al Proyecto de Obras Completas apunta hacia el nfasis de la escritura de Lira respecto
falta, de acuerdo a lo que no alcanza a ser, y en trminos de lo que le sobra, en pos del
narcisismo sobrecargado y exasperado que, por el contrario, deja en evidencia el vaco que se
esconde en el exceso y la autorreferencia del yo: en otras palabras, la exposicin del sujeto de
sujeto de acuerdo a una escisin inherente a su ser y, por ende, de la cual el yo no puede
desasirse, esto es, la configuracin de la identidad del yo a partir de las dos dimensiones o planos
en relacin a su mismisidad, mientras que por otro lado, en el sentido de ipse la ipseidad, este
trminos sumamente estrechos por lo que no puede pensarse la ipseidad sin alteridad. De este
modo, Ricoeur concibe la ipseidad del s mismo en funcin de la alteridad que en ella existe,
entendiendo por consiguiente al s mismo en cuanto otro, como un otro y no como un ncleo de
implican, en este sentido, su crtica y oposicin al cogito en tanto ste estara edificado sobre
420
E. LIHN, Prlogo. En R. LIRA, Proyecto..., ibd, p. 20.
421
P. RICOEUR, S mismo como otro. Op. cit.
216
argumentos cartesianos que, segn Ricouer, son altamente susceptibles de deconstruccin en
tanto permiten el cuestionamiento respecto del carcter fundacional y epistmico que constituye
pues estn erigidos sobre el carcter hiperblico de la duda que el mismo Decartes utiliza como
una de las primeras vas de razonamiento para justificar y dar explicacin a la actividad reflexiva
del yo. Segn Ricouer, tales postulados de inicio constituyen aquellos mediante los cuales el
duda, como apunta Decartes, ello significa que alguien distinto al cogito dirige la duda, un
alguien o yo tan metafsico e hiperblico como la misma duda (...) En verdad, no es nadie422.
Ricouer desconstruye de este modo la certeza del cogito y explica, al respecto, la duda cartesiana
mediante un artificio que consiste en hacer pasar la apariencia o el parecer por el ser
verdadero, por una certeza del yo que en realidad no ha existido jams ni tiene asidero alguno.
El cogito, en definitiva, concebido por el autor como una entidad vaca, puesto que el sujeto no
puede comprenderse slo desde s mismo, sino que desde la conjuncin entre idem e ipse y, por
consiguiente, la necesidad de recurrir a la alteridad del s mismo para intentar esbozar una
comprensin respecto del yo. De este modo entonces, reconocemos en la propuesta ricoeuriana
subjetividad del yo, ubicado en la ipseidad; y por otro lado, la comprensin del yo unvoco,
422
Ibd., p. XVI.
217
En este sentido, el carcter ilusorio y figurativo del ego cartesiano apuntado por Ricouer
quien a su vez se apoya en parte en la crtica nietzscheana respecto del carcter retrico del
lenguaje y, por ende, del sustento tropolgico en el que se erige la certeza del cogito, que opera
como uno de los argumentos en torno a los cuales se esboza lo que el autor denomina el cogito
423
quebrado , se hace extensivo hacia las dimensiones del yo que s se erigen sobre esta crisis,
acceso al ncleo de subjetividad del yo, en este caso, del yo en la poesa de Lira mediante su
otredad y la misma ilusin que de ella se desprende en tanto el sujeto se muestra a travs del otro
que se conjuga con el s mismo. De ah, entonces, la emergencia en esta poesa de una serie de
impronta narcisista referida ms arriba, velado tras el engranaje de rostros que se suceden desde
el plano de la metfora como es el caso la emblemtica figura del topo en Lira hacia el
423
Ibd.
218
Pero fundamentalmente/ porque no soy un poeta a no ser que ser un
poeta/ sea ser un payaso/ o sea ser un espectro/ saludable, pero espectro
fantasmal,/ alma en pena, nima
..................
Pero, a Vd. y U. S. advierto/ que, en verdad,/ no soy un LOCO/ a pesar de
las etiquetas/ vulgarmente llamadas diagnsticos/ que me han aplicado
especialistas,/ y de los destacados/ humedeciendo la goma de las etiquetas/
con esponjas plsticas/ las manos enguantadas en ltex424
En la poesa de Lira acontece la figura de un sujeto que es remitido por el hablante lrico
en primera o tercera persona y que constituye, de algn modo, la imagen de identidades dismiles
entre s, pero concatenadas por un ncleo de subjetividad constituido igualmente por tales
alteridades. As como el sujeto hace exposicin de su ser mediante cada una de sus partes
discursivamente corpreas, la exposicin de sus despojos como ha apuntado la crtica, las que
Asimismo, este sujeto se presenta segn distintas facetas faces, rostros, caretas, de una
subjetividad que no puede constituirse de otro modo que no sea mediante el despliegue de la
ello, se haya un ncleo convergente plegado tras la comparecencia de los rostros del sujeto o los
sujetos cuya mismisidad ricoeuriana debe entrelazarse ntimamente con formas que son y que no
son. De este modo, la identidad del yo emanada de la dialctica idem-ipse permite la constitucin
de una forma, de la figura de un yo que requiere variabilidad en tanto la solidez de los cimientos
424
R. LIRA, Proyecto..., op. cit. Los fragmentos citados corresponde, en el mismo orden en que aparecen, a los
siguientes textos: Topologa del Pobre Topo, p. 129; Angustioso caso de soltera, p. 27; Poema u oratorio fluvial
y reaccionario, p. 146; Epiglama Oliengtaleh, p. 114. Los dos ltimos fragmentos pertenecen a Testimonio de
Circunstancias, pp. 69 y 57 respectivamente.
219
sobre los cuales se funda se hace agua, o bien, no existe. Tal como el cogito cartesiano se
derrumba en pos de las incertezas y la solubilidad del yo tras cuyo desnudo se descubre el vaco,
segn Ricoeur, de igual modo, el ncleo que sostiene al yo de Lira no tiene solidez alguna, se
deshace en la inconstancia del yo disgregado en los otros que el s mismo es. Yo inconsistente a
costa de su multiplicidad, de su alteridad, la que es, sin embargo, su nica forma en tanto el yo
nada, como plantea Ricoeur sucede con el cogito de Decartes. Es as, entonces, como el
despliegue de los otros que es el s mismo, si bien da cuenta de la existencia de un yo, conduce a
fragmentacin del sujeto en mltiples yo y en s mismo. Si bien, el carcter monoltico del cogito
constituye una ilusin, un simulacro o engao segn la lectura ricoeuriana, el estallido del yo en
encuentra ni siquiera entre sus escombros. No hay sujeto efectivo tras la pluralidad del yo y
menos an una mismisidad pura a partir de la cual se dispongan las otredades sino que, por el
contrario, estas tienden a sostenerse como reflejo e imagen de la misma otredad develando el
425
Ibd., p. 43.
220
La destruccin de un sujeto que ya es vaco y cuya nica posibilidad de aprehensin es la
imagen o el reflejo que a los dems no les impide verte en tanto sea as, la imagen proyectada,
irreal como un ngel y tras la cual no hay ms que silencio. Sujeto camino a la muerte, a la
mscara, de una careta, de una imagen ficcional sustentada sobre s misma. En Proyecto de
Obras Completas, el mismo Lira inaugura el comienzo del poema Topologa del Pobre Topo
con cuatro versos a modo de epgrafe del cual destacamos el siguiente enunciado: / este Topo
representacin del sujeto central del texto, el que constituye segn la misma cita, a una imagen
de una imagen en tanto es metfora, figura de otra figura, figura de un reflejo exacto en cuanto
tal. La metfora, en este sentido, es concebida como una figura cuyos elementos fundamentales
proyeccin animista427, todos ellos aspectos que conducen a la comprensin del tropo en los
trminos de la construccin de una imagen anloga, doble, sensorial y proyectiva sobre otra
imagen, en este caso, la de un topo como evidente analoga del sujeto solo, abandonado,
incomprendido, rechazado, triste: Tristes trancas, tiernas teoras, tenues utopas, trepida el
Topo, se tropieza, trastabilla (se da al traste): tiene tristeza (...) La Vida es para ellos como cual
absurda herida 428. Asimismo, el poema se divide a su vez en dos partes debidamente indicadas
a travs de dos subttulos que componen el sumario del mismo y de los cuales en el segundo de
426
Ibd., p. 128.
427
O. ARELLANO; B. BARBAGELATA, Retrica y Versificacin Espaolas. Valparaso: Universidad de Chile,
Instituto Pedaggico, Regin de Valparaso, 1966.
428
R. LIRA, Proyecto..., op. cit. 130-131.
221
ellos es posible leer Ulterior Desdibujo/ contribucin zoo-eto-lgica al trabalenguas del
Topo429. Precisamente, en este segundo fragmento del poema, se presenta una descripcin an
ms especfica sobre las caractersticas del topo y de su especie, en cuanto a sus actividades, su
temperamento, su hbitat, sus hbitos frecuentes, sus falencias fsicas, intelectuales y sociales.
Sin embargo, todos estos aspectos, los que efectivamente contribuyen al trazado de la imagen del
este modo, el sujeto que converge en la obra de Lira y que en primera instancia se nos aparece
solitario, inadaptado, exacerbado, no es en realidad otra cosa que la imagen de un sujeto que
de la exposicin centrada en la mera exterioridad del sujeto, en su imagen: la fachada del sujeto
es lo que se expone y no su mbito interior. Tal como apunta la etimologa, exposicin equivale
a posicionarse fuera de, fuera de s, al igual que en su sinnimo exhibir, el sujeto de Lira
es en tanto est fuera, en tanto se muestra e instala en la galera para ser observado y percibido
por los otros y, en definitiva, para ser reconocido del nico modo que l puede serlo, como
imagen, figura, cuadro. Topo desdibujado a travs del retrato que el hablante lrico ofrece sobre
el agua de la fuente aparece y desaparece al instante como imagen, como sujeto muerto, se
convierte en desaparecido.
429
Ibd., p. 131.
222
En el caso del topo, nos queda la figura perfecta la metfora exacta del sujeto ajeno y
repelido por la sociedad. Sin embargo, en la perfeccin del retrato se infiltra la paradoja del yo
cuya pista asoma en el ttulo de la segunda y ltima parte del poema, y se desplaza hacia uno de
los versos finales: el Topo (...) se arrana como un lagarto gordo y suea que est/ despierto430.
cuya grafa se asemeja a las de hendidura, herida, hedor. El topo y la fisura que constituye su
irrealidad establecen asimismo la distancia respecto del entorno a partir del cual la marginacin
como una broma ma- / cabra, tremebunda, de mal gusto, como/ un chiste de los sucios,/ o un
exceso.431, como a su vez es repelido igualmente por los otros le tiran tierra, melones; le dan
de los otros. Slo persiste su imagen, intil e insuficiente en trminos de la validacin del s
mismo: El Topo mismo y entero es un/ hacha de madera, es un ladrillo de espuma,/ es una sopa
de helado, es un neumtico flccido433. De este modo, entonces, la imagen persistente del sujeto
430
R. LIRA, Proyecto..., op. cit., p. 133.
431
Ibd.
432
Ibd., p. 129.
433
Ibd., p. 132.
223
yergue y, a la vez, desmorona en virtud de la inconsistencia del yo proyectado. El topo y el
dentro, y sostenido exclusivamente por la cscara de un espacio vaco, vale decir, la mscara
como la metfora del yo que aparece y desaparece al mismo tiempo y que constituye,
paradojalmente, su nica posibilidad de ser y, por extensin, de ser percibido considerado por
los otros.
tanto es entendida como una va mediante la cual se expresa la dualidad y alteridad del sujeto
consiste en la representacin del s mismo en su otredad, es el otro del sujeto que emerge en
escena en lugar del yo inexistente, del yo ausente. De acuerdo a ello, la instauracin de un rostro
expuesto, debido por un lado a su invalidez per se en tanto se presenta cual impostor del s
mismo vaciado y, por otro, a esta misma nada sobre la cual se sustenta. En el caso de la escritura
de Lira, la misma crtica alude al fenmeno de enmascaramiento en ella presente, el que emerge
en el texto editado por Eduardo Llanos, Oscar Gacita y Alejandro Prez desde el primero de sus
poemas, segn el orden dispuesto por los editores a razn de lo expresado en alguna ocasin por
434
A. CARREO, La dialctica de la identidad en la poesa contempornea. La persona, la mscara. Madrid:
Editorial Gredos, 1982, p. 19.
224
El poema inaugural de Proyecto, el que abre la Primera Parte,
corresponde a una mscara, una persona: Juan Esteban Pons Ferrer, el
nombre real de una persona real, cercana a la familia del poeta, pero que
nada tiene que ver con el asunto de ese Angustioso Caso de Soltera. Para
enmascarar ms el texto an, lo encabeza un epgrafe de La Araucana.435
como la manifestacin del proceso de ocultamiento del yo, de simulacin y disfraz a travs del
cual es otra la voz que erige el discurso potico, otra voz que parece ser el nico espacio y
residencia436 en el cual es posible reconocer alguna huella del sujeto desaparecido. Otra voz y
otro rostro expuestos y ocultos ante los otros, y que dan seas de una vida fracturada,
nico modo e intento de reconstruccin por parte del sujeto es el simulacro, el montaje de la
propia identidad identidad entendida como mscara al pie de los fragmentos mediante los
435
A. PREZ, Una cierta gracia discontinua: Rodrigo Lira Canguilhem. En M. T. ADRIAZOLA (ed.), Rodrigo
Lira (Primera Documentacin). Edicin de Departamento de Estudios Humansticos de la Facultad de Ciencias
Fsicas y Matemticas de la Universidad de Chile; Santiago, 26 de Diciembre de 1993, p. 5. El artculo citado
corresponde igualmente a Ponencia de Crtica de Literatura Joven presentada por Prez en el Encuentro de
Escritores Jvenes, Via del Mar, 28-29-30 de Noviembre de 1991.
436
C. LABB, op. cit. Carlos Labb apunta al respecto: ... queda el sonido de la voz sobre la pgina, la inflexin
ronca de quien ha redo o llorado mucho. (...) la materialidad sonora parece haberse convertido, por fin, en la
residencia del yo de Lira.
225
(...)
lo sucio de la sbana que lo cubre todo
o casi todo
o hartas cosas
(la sucia sbana no se cubre a s misma)
considerando tambin los olores a aejo, a podrido a quemado o
infectado437
Ortega y Gasset sostiene que el yo doliente pasa a ser imagen438. En el caso de Lira, es
posible vincular esta nocin del yo doliente con la instancia del drama en las dos acepciones del
trmino: por un lado, el drama entendido como el gnero literario definido por el enfrentamiento
directo de dos fuerzas opuestas que buscan alcanzar un fin y, por otro, el drama como la
sujeto en tanto las fuerzas en pugnas las constituyen el mismo protagonista y las diversas
condiciones de su entorno, ya sea en relacin a otros sujetos con los cuales interacta directa o
afectivas, familiares con las cuales debe coexistir. En el poema Testimonio de circunstancias,
precisamente, es posible reconocer como en el extenso de la obra de Lira el halo dramtico del
sujeto en el contexto potico en tanto, tal como se indica en el ttulo sealado, el yo da cuenta de
su propio caso, vale decir, de su inmersin en medio de condiciones desfavorables y hostiles para
su intrnseca naturaleza, determinadas stas en definitiva por una evidente aversin, inadaptacin
y desapego del sujeto respecto del aparataje social y todas sus implicancias. Por un lado, es
posible reconocer las instancias de crisis por l experimentadas y en las cuales se produce la
tensin dramtica en pos del enfrentamiento contra la fuerza opuesta, en este caso, el contexto
437
R. LIRA, Proyecto..., op. cit., pp. 41-42.
438
J. ORTEGA Y GASSET. En A. CARREO, op. cit., p. 18.
226
la desmesura, la irreverencia, la particular lucidez, la huida o desaparicin. El sujeto de Lira, de
este modo, se haya en permanente interaccin y pugna respecto del estamento que lo rodea, lid
sobrevivencia anhelada:
a las pautas establecidas por la puesta en escena de los discursos pertenecientes a dicho gnero:
imposibilidad de su conocimiento y reconocimiento real por parte del auditorio. Tal como se
travs del discurso y, por lo tanto, su aprehensin slo se limita a la percepcin de aquel yo
439
R. LIRA, Proyecto..., op. cit., pp. 58 y 64 respectivamente.
227
encubierto o, en mejores trminos, del yo encubridor que, sin embargo, va perdiendo sustento en
sobrevivencia del sujeto en medio de la hostilidad que lo reprime como una mosca en una
telaraa440. El deseo de fuga, por consiguiente que de repente/ puedo mandarme a cambiar/ en
humana remite, precisamente, al deseo del hombre de aprehender para s otra realidad
otros trminos, y de acuerdo a los planteamientos de Ricoeur, intente presentarse a travs del
otro que implica su propia mismisidad. El sujeto anhela el alcance de otra realidad ciertamente
inexistente y, de este modo, expone ese deseo a travs de su propia ausencia, la que de algn
cual se haga expresin de tal otredad, dando cuenta, en definitiva, de la imposibilidad del anhelo
y, por consiguiente, del vaco que oculta el velo simulador del sujeto.
440
Ibd., p. 71.
441
Ibd.
442
J. ORTEGA Y GASSET. En A. CARREO, op. cit., p. 18.
228
2.1.4. El recurso escnico para un sujeto irreal.
escritural el que, no obstante, para los tiempos de Lira equivale, precisamente, no a la edicin
poca, de exigua circulacin, entre las cuales destaca La Bicicleta; a travs de la entrega de los
resultados diversos que obtena de los concursos de poesa en los cuales participaba; y en los
compaeros que formaban parte del entorno universitario en el cual transcurra su existencia. Sin
embargo, sabemos que Lira no haca slo uso de la tribuna escritural para la difusin de su obra
con la cual nunca formaliz una relacin en trminos de edicin y publicacin de su poesa en
un texto propio, sino que otra va de intervencin utilizada por el poeta era el uso la
los cuales el mismo Rodrigo Lira haca su aparicin y desaparicin exponiendo en escena su
discurso potico y antipotico443. De este modo, nos encontramos con sus innumerables
eventos organizados por la ACU, en la reunin solicitada por Enrique Lihn para efectos de
443
La crtica tiende a reconocer en la produccin de Rodrigo Lira la impronta de la antipoesa parriana y el
escepticismo potico de Enrique Lihn. Al respecto, se enfatiza que el mrito de Lira recae, precisamente, en no
construir una poesa que se transforme en la mera continuidad del discurso de Parra, sino que ms bien, su
originalidad estara dada en parte por la retorcedura que ejerce sobre la antipoesa. I. SILVA, Un poltergeist que nos
viene a destapar los pies. Cyber Humanitatis, N 42, otoo 2007. Documento recogido el 30/01/2007.
http://www.cyberhumanitatis.uchile.cl/CDA/texto_sub_simple2/0,1257,PRID%253D21065%2526SCID%253D210
67%2526ISID%253D731,00.html.
229
realizar un registro que result ser audiovisual, en su participacin televisiva en Cunto vale el
show, entre otros. El mismo Lihn, al rememorar el encuentro promulgado por l en el que
participaron tambin otros poetas jvenes, entre ellos, Gregory Cohen, Roberto Brodsky, Diego
presentacin en la que ley de memoria parte del libreto que llevaba para tal ocasin, apunta:
travs de ella imprime respecto del sujeto y del mismo lenguaje potico, gesto que deja en
evidencia la exposicin de un simulacro en torno a aquello que en estricto rigor pierde sentido y
De acuerdo a ello, Lira lleva la exposicin de su lenguaje y del sujeto al dominio no slo
444
E. LIHN, Prlogo. En R. LIRA, Proyecto..., op. cit., p. 16.
445
J. LIZAMA, Rodrigo Lira o la lrica del simulacro. La poca, Literatura y Libros, Santiago, domingo 5 de
mayo de 1991.
230
parodia de la afirmacin del yo potico como sostiene Labb446 y en torno a la cual vuelve
insistentemente en esta poesa, acto que se extrapola en el plano de la escenificacin real, hacia
el gesto pardico de la afirmacin del mismo Rodrigo Lira como sujeto referencial del contexto
las permanentes apariciones de Lira en la escena potica santiaguina de finales de los 70 e inicios
de los 80, ya sea a travs de jornadas y actos culturales en las cuales el autor haca uso del
escenario con o sin autorizacin de las instancias organizadoras o cuando era simplemente
marginado de estos eventos; en los distintos encuentros formales e informales con poetas y
escritores del medio nacional y capitalino; y especialmente, a travs de los distintos certmenes
poticos en los cuales participaba de modo asiduo; confluyen todas en un mismo objetivo: el
reconocimiento a su obra y persona por parte de sus pares. De algn modo, entonces, cada una de
las acciones del poeta constituiran un acto de protesta contra la muerte, la muerte del individuo,
comprende, y menos an, lo reconoce, no slo como poeta en ms de una ocasin el mismo
Lira afirm que no lo era, sino como un sujeto ms del entorno, reconocido en su diferencia,
446
C. LABB, op. cit.
447
Poetas. Cada Libre. Hoy, Santiago, 6 al 12 de enero de 1982. Vase tambin E. CARRASCO, Rodrigo Lira:
poeta entre la vida y la muerte. El Libertador, Chilln, 13 de septiembre de 1997, p.12; C. LABB, op. cit.; M.
BRESCIA DE VAL, Un homenaje al poeta Rodrigo Lira en la SECH. La poca, Santiago, domingo 27 de marzo de
1988, p. 34.
231
De este modo, es posible reconocer en las acciones del sujeto Rodrigo Lira, una suerte de
la validacin de un sujeto real en tanto el mismo Rodrigo Lira, como aquel presente en el
perfilaron a la postre como un evento en el marco del escenario potico-literario de fines de los
aos 70 e inicios de los 80: su frecuente participacin en concursos de poesa con resultados
rollos extensos de metapoesa, el rechazo ajeno ante sus intentos de participacin en eventos
usanza y en parodia al realizado por Enrique Lihn en pos de sus 50 aos, su participacin en el
programa de televisin de la poca Cunto vale el show?, semanas antes de su suicidio quizs
De algn modo, este ltimo acto da cuenta de modo patente, y transcendiendo claramente
los lmites de lo escritural, de la imposibilidad del sujeto respecto a constituirse como tal o de
448
M. BRESCIA DE VAL, Rodrigo Lira, rupturista que venci a la muerte. Pginas chilenas. Santiago: [ s.n.],
1999. Santiago: LOM, n 3, julio-septiembre, 2000, pp. 22-25.. Documento recogido el 23/04/2006 en
http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0015166.pdf.
232
escapar al sistema que lo subsume y oprime como mosca en una telaraa449. No existe, al
respecto posibilidad de resistencia o subversin, pues no hay un espacio efectivo para ello. No
hay verdadera subversin respecto a los sistemas dominantes y de poder, razn por la cual los
sujetos slo pueden moverse al interior de las zonas de resistencia que el poder concede para
ello: es la imposibilidad histrica de toda diferencia real: si hay huellas de libre eleccin, slo
ideolgico450. De este modo, el sujeto de Lira sabe que no existe otra escapatoria que mandarse
como ltima mscara a travs de la cual se revela y oculta al mismo tiempo la imposibilidad
449
R. LIRA, Proyecto de Obras Completas, op. cit., p. 71.
450
S. GREENBLATT. En A. PENEDO, G. PONTN, op. cit., p. 19.
451
R. LIRA, Proyecto de Obras Completas, op. cit., p. 71.
233
2.2. Soledad Faria: Gestacin de un sujeto malogrado.
propuestos para el anlisis del sujeto en su poesa, en tanto constituyen la produccin de la autora
rgimen militar. En este sentido, la crtica literaria en torno a la obra de Faria ha enfatizado la
lectura en relacin a la metfora del viaje efectuado por el sujeto lrico a travs del cual logra
ste acceder finalmente a su origen, a su instancia primigenia, al encuentro con el sujeto materno
sujeto representante del lenguaje mismo, del lenguaje potico, y ofrece la continuidad de este
trayecto, pero en direccin inversa, en el segundo poemario Albricia, en tanto en esta escritura el
452
S. FARIA, El Primer Libro. Santiago: Ediciones Amaranto, 1985.
453
S. FARIA, Albricia. Santiago: Ediciones Archivo, 1988.
454
Soledad Faria Vicua naci en Antofagasta el 20 de diciembre de 1943. Estudi Ciencias Polticas y
Administrativas en la Universidad de Chile; Filosofa y Humanidades en la Universidad de Estocolmo, Suecia; y es
Magster en Literatura por la Universidad de Chile. Faria forma parte de la produccin potica femenina que
emergi con fuerza en la dcada de los ochenta, junto a poetas como Elvira Hernndez que tambin forma parte de
este estudio Eugenia Brito, Carmen Berenguer, Teresa Caldern, Paz Molina, Rosabetty Muoz, Vernica Zondek,
entre otras. Precisamente, la crtica literaria femenina en Chile ha centrado su anlisis en gran parte, tanto la crtica
de la poca como la posterior, en este corpus potico y en las posibilidades de lectura que la figura de la mujer, y por
ende, del hablante femenino proveen en el contexto de un lenguaje y entorno sociocultural principalmente patriarcal
y hegemnico. En este marco, de gran relevancia es el primer Congreso Internacional de Literatura Femenina
Latinoamericana efectuado en Chile en 1987, a partir del cual la escritura de mujeres alcanz un espacio
significativo tanto en el mbito de la produccin literaria y potica chilena, como en el de la teora y la crtica. En
esta lnea, los trabajos de Eliana Ortega, Nelly Richard, Soledad Bianchi, Raquel Olea y las mismas Soledad Faria,
Eugenia Brito y Elvira Hernndez, entre otras, adquieren mayor tribuna en la escena critica-literaria nacional.
Respecto a la produccin potica de Faria, esta est compuesta actualmente por las obras El Primer Libro (1985),
Albricia (1988), En Amarillo Oscuro (1994), Una palabra cmplice, (1997), La vocal de la tierra (1999), Narciso y
los rboles (2001), Donde comienza el aire (2006). En narrativa, public el libro de relatos Otro cuento de pjaros,
en 1999; y en crtica literaria ha publicado Una palabra cmplice: encuentro con Gabriela Mistral, en colaboracin
con Raquel Olea (1990); Merodeos en torno a la obra de Juan Luis Martnez (2001) junto a Elvira Hernndez; e
Inicios de la Crtica Literaria en Chile (2004), entre otros textos y artculos.
234
sujeto realiza ms bien un camino de retorno hacia el origen, al germen, al seno materno, en
funcin del reconocimiento autntico de s mismo que busca alcanzarse. Es as como Mara
Teresa Adriazola habla de El Primer Libro como el libro de la creacin () un libro fundador
gestacin y nacimiento de una palabra nueva, indita, que emerge desde la nada, desde antes de
toda escritura y todo signo () el rito de creacin de la escritura456. Por su parte, Eliana Ortega
de represin y poder; en otros trminos, el intento por desarticular las normas de la tradicin
nueva, de un lenguaje otro; un viaje como bsqueda e intento de encuentro, del hallazgo de otra
identidad, de lo genuino, del s mismo458. Lo anterior, a travs de la metfora del cuerpo cuerpo
455
M. T. ADRIAZOLA, Lo Sagrado del Primer Libro: el libro de la creacin. Revista Lar, Concepcin, agosto de
1987, p. 7.
456
R. OLEA, Deseo y signo de otra escritura. La poesa de Soledad Faria. Documento enviado por Soledad Faria
va correo electrnico. Fecha de recepcin 13 de mayo de 2009.
457
E. ORTEGA, Lo que se hereda no se hurta. Ensayos de Crtica Literaria Femenina. Santiago: Cuarto Propio,
1996, pp. 192-193.
458
Coinciden en esta lectura los estudios de R. OLEA, Deseo y signo de otra escritura, op. cit.; R. OLEA,
documento sin ttulo, enviado por Faria va correo electrnico. Fecha de recepcin 13 de mayo de 2009;
M. T. ADRIAZOLA, op. cit.; E. BRITO, Textos Breves. Gestos Lmites: Antonio Gil, Soledad Faria. En Campos
Minados (Literatura Post-golpe en Chile), Santiago: Cuarto Propio: 1994; R. MERINO, Albricia de Soledad
235
femenino que como texto se va codificando y construyendo reconstuyendo por medio de la
ser primigenio y del autoreconocimiento del mismo, en tanto efecta este un recorrido de
creacin como el trazo de la escritura, por consiguiente, de conformacin del mismo sujeto y,
VIAJO EN MI LENGUA
de arena espantosa
dos vocales
Viajo y rozan los bordes mi arenilla dormida
Adentro ms adentro de la cavidad sonora
tus vocales las mas
en el ronco gemido
()
Qu sintaxis Qu paisajes que mis ojos no vieron
Quieren brotar de esta agua
.
cierro y vuelvo hacia dentro el sol del ojo
La nocin de sujeto emerge en la lectura de la crtica como el propsito final del acto
gestacional y, de este modo, el encuentro hallazgo como la instancia ltima en la cual el sujeto
Faria. El viaje de la lengua por los cuerpos. Revista APSI, N 295, Santiago, 13 de marzo de 1989; D. BELLESI,
La Vocal de la Tierra. Tres poemas de Soledad Faria. En revista electrnica Cyber Humanitatis, Facultad de
Filosofa y Humanidades, Universidad de Chile, N 16, primavera del 2000. Documento recogido en
http://www2.cyberhumanitatis.uchile.cl/16/escritoras2b.html.
459
S. FARIA, Albricia, op. cit. Los fragmentos citados corresponden a los poemas Viajo en mi lengua y Abro el
prpado mudo. Pp. 9 y 14, respectivamente.
236
bien recoge estos aspectos iniciales sealados en la crtica estudiada, apunta hacia la
constitucin como tal y el autoreconocimiento del propio yo. Esto es la configuracin del sujeto
en Faria como la de una entidad que pretende conformarse como tal, pero cuyo proceso es ms
marco de la sociedad posmoderna y, en nuestro caso, bajo los dictmenes del gobierno militar.
partir de la palabra y de los trazos que la produccin verbal y la lectura sucesiva va generando
secuencialmente. El sujeto, por ende, concebido como el cuerpo del texto, como el tejido que se
instancias mediante las cuales se busca materializar la fundacin del yo, tal como lo sealaba
claramente en Faria est presente la alusin al correlato bblico relativo al Gnesis y, por otro
lado, a su homlogo en la literatura precolombina, esto es, el Popol Vuh y su relato inicial
libro sagrado y, en otros trminos, palabra sagrada, mediante la cual se funda el mundo:
Dijo Dios: Haya luz, y hubo luz.460; palabra creadora que de igual modo acontece en el libro
sagrado maya, intertexto que a su vez representa el vnculo del sujeto con su origen, manifestado
460
Libro de Gnesis, Antiguo Testamento. En La Biblia Latinoamericana, Madrid: Ediciones Paulinas y Editorial
Verbo Divino, 1972, p. 38.
237
Lleg aqu entonces la palabra, vinieron juntos Tepeu y Gucumatz, en la
obscuridad, en la noche, y hablaron entre s Tepeu y Gucumatz. Hablaron,
pues, consultando entre s y meditando; se pusieron de acuerdo, juntaron sus
palabras y su pensamiento.
Entonces se manifest con claridad, mientras meditaban, que cuando
amaneciera deba aparecer el hombre. ()
Tierra! dijeron, y al instante fue hecha. 461
color, el amarillo oscuro de la tierra y la arcilla, el terracota, el ocre, con los cuales
pintar el primer libro462, en medio de la nada que precede a la creacin del mundo: Todo
tranquilo, inmvil463, tal como sucede al inicio de los relatos fundacionales mencionados, en
cuyo proceso predomina la ausencia de todo sonido: en suspenso, todo en calma, en silencio;
todo inmvil, callado, y vaca la extensin del cielo.464; la palabra, entonces, como entidad que
registro escritural del sistema verbo-simblico en el hombre. Dicho de otro modo, el color y las
formas creadas a partir de l durante las primeras edades del hombre, son concebidos como nico
medio de lenguaje o cdigo a travs del cual es posible comunicarse grficamente. El signo
entonces, verbal o pictrico, en tanto ancestral, es comprendido como el sistema simblico que
permite dar vida al sujeto en comunin con sus orgenes, en direccin del retorno a los tiempos
inmemoriales. En este sentido, el signo da vida a un sujeto verbal que emerge o toma forma al
tiempo que se dice o figura a s mismo, lo que no puede manifestarse a no ser que ello
constituya un acto sacro, correspondiente al contacto que el ser toma con su propio yo:
461
Popol-Vuh o Libro del Consejo de los Indios Quichs. Buenos Aires: Losada, 2000.
462
S. FARIA, El Primer Libro, op. cit., p. 9.
463
Ibd.
464
Popol-Vuh o, op. cit.
238
untar los dedos los brazos ya ests abierto
pginas blancas abiertas no hay recorrido previo
tratar de hendir los dedos
guia el ojo tornasoles azules intensos
nunca vistos465
Ahora bien, el sujeto conformado a travs del aparato simblico consiste en una entidad
especficamente, en el contexto de produccin del poema, del sistema poltico opresor del
gobierno militar. De acuerdo a ello, el sujeto al que se intenta dar forma, moldear en arcilla, en
barro cual sujeto adnico Doblado el torso la cuchilla cae / balbucea la grupa / impregna la
saliva a la arcillosa / la amasa con los dedos / la mueca la reclama para sus madialunas466,
discurso oficial. Desde este lineamiento, la emergencia del yo constituye una permanente pugna
entre la entidad que se intenta crear entidad primordial, genuina, vinculada a sus races y el
sistema opresor que la reprime, la trunca, la subyuga en relacin a este propsito. Olea entiende
al respecto la figura de los choroyes en el primer poemario como la representacin del acto
creacin y nacimiento constituye un acto doloroso un parto que se realiza ms bien desde la
herida, desde la fisura del cuerpo, a partir de los vestigios que de l han quedado tras el paso del
opresor. Un acto inaugural, el mito de la creacin por medio del cual vuelven a surgir las marcas
de un sufrimiento inmemorial, y mediante las cuales se intenta refundar al yo, en virtud de las
465
S. FARIA, El Primer Libro, op. cit. Los fragmentos citados corresponden a los poemas Todo tranquilo, inmvil
y Aguarda la mueca. Pp. 9 y 13, respectivamente.
466
Ibd., p. 13.
467
R. OLEA, Deseo y signo de otra escritura, op. cit.
239
reminiscencias, huellas y deseos que en l han quedado, lo nico que en definitiva ha logrado
pervivir:
El proceso de germinacin y nacimiento es, por consiguiente, una gesta, una suerte de
batalla pica entre la entidad germinada y el sistema totalizante y totalitario impuesto por las
alteridad dominante; en otros trminos, el acto mismo de constitucin del yo mediante el cual
468
S. FARIA, El Primer Libro, op. cit. Los fragmentos citados corresponden a los poemas Todo tranquilo, inmvil,
p. 9; An no es tiempo, p. 11, Aguada la mueca, p. 13; y Hay una suavidad en ese monte en esa curvatura, p. 15.
469
S. FARIA, Albricia, op. cit. Pp. 23 y 26-27, respectivamente.
240
intenta materializarse el mismo sujeto es la afrenta ante la razn hegemnica, el evento
reprobatorio por el cual el sujeto debe ser desarticulado. En El Primer Libro, es posible
poema y versos finales de la primera seccin del texto, el segmento inaugurado con el enunciado
El sujeto que emerge a partir de esta hendidura es, sin embargo, una entidad maltrecha,
trunca, malformada e incluso informe, un sujeto a medias, que no alcanza a constituirse en yo, en
entidad totalizante. Es as como los versos que inauguran la segunda seccin del poemario,
cuenta de los despojos que restan de la entidad recin parida, a raz de la impronta totalitaria que
la recibe, del contexto sociopoltico al cual arriba, el que tiende a asirla y aprisionarla
nuevamente y que es representado mediante la misma herramienta que intent en los albores del
texto y del tiempo moldear, dar forma y vida al sujeto, esto es la lengua, la palabra:
(la lengua)
ASFALTADA
470
El texto de Faria se divide precisamente, en tres partes, cada una de ellas rotuladas bajo las siguientes
proposiciones: dnde volcarse en este paisaje, bandada de alas verdes, en esta oscuridad. S. FARIA,
El Primer Libro, op. cit.
471
Ibd., p. 19.
241
NO MAS
NO MAS melaza negra
caliente
comprende la escritura de Faria como un intento por doblar la lnea que la cultura la obliga a
representantes a su vez de una tradicin literaria chilena esencialmente patriarcal. Incluso las
acciones de pintar y colorear en la autora intentan dar cuenta de la necesidad del uso de otro
lenguaje, de otros signos mediante los cuales realizar la expresin potica, signos distintos al uso
convencional de la retrica y de la lengua con los cuales construir otra textualidad en las
palabras de Olea474. El lenguaje constituye entonces, por un lado, el molde a travs del cual se
242
corteza terrosa, costra, envoltorio rugoso475, cscara porosa476, son algunas de las
En esta lnea, Kristeva477 concibe igualmente el lenguaje como una instancia de represin
del yo potico, en tanto este intenta escapar a las marcas del yo trascendental representado por
medio del hablante lingstico, este ltimo entendido como entidad en la cual confluye la
conciencia ttica, llamada tambin conciencia judicativa equivalente al ego cognoscente, que
razona y emite juicios sobre s mismo y otras realidades. De este modo, al interior del discurso
literario, a diferencia de lo que sucede en otros tipos de lenguajes no artsticos, el sujeto potico
condicin de entidad fallida, carente y descentrada, tiende a aparecer y desparecer en el texto por
medio de la figura del sujeto hablante generando su desarticulacin como ego trascendental. De
orden simblico-cultural, segn Freud478 es concebida como una dimensin que tiende a inhibir
visualizarse por medio de esta tensin permanente entre el sujeto que intenta emerger y, por
475
S. FARIA, El Primer Libro, op. cit., pp. 12, 17 y 27, respectivamente.
476
S. FARIA, Albricia, op. cit., p. 10.
477
J. KRISTEVA, El tema en cuestin: el lenguaje potico. Op. cit.
478
A. TALLAFERO, op. cit.
243
olas / de mi cabeza / Allo Alla / el celador pliegue / de mi memoria479. Al respecto, los
poemarios revisados se presentan como una especie de bisagra tal como entiende Kristeva al
cuya convergencia surge un excedente indeterminado equivalente al sujeto potico que aparece y
desaparece, siendo aprehendida como una identidad fantasmagrica e informe, huidiza. Ello,
puede visualizarse a lo largo de ambos poemarios, cuya temtica esencial est centrada en el
intento por una emergencia cuyo resultado es un sujeto trunco, inconcluso, informe:
Falfa mi suave
la escama cae
trepa la larva
el rostro el pao la marga huesa
- me dice
()
DOBLA
HABLA - le digo
( se dobla )
HABLA480
.
SOY LA SEMILLA OSCURA APENAS DELINEADA481
Por su parte, Lacan acua del concepto de mordaza para referirse al lenguaje,
por medio de la cual se apresa esta entidad, se oculta al sujeto, pero a la vez, como la nica
instancia a travs de la cual su deseo puede asomarse, manifestarse; es decir, slo es posible
articular parte del deseo y, por ende, del sujeto del deseo, a travs del desfiladero de la
479
S. FARIA, Albricia, op. cit., pp. 31 y 33. La cita corresponde a los versos finales del poemario.
480
S. FARIA, El Primer Libro, op. cit., pp. 12, 17 y 27, respectivamente.
481
S. FARIA, Albricia, op. cit., p. 33. De igual modo, los versos citados corresponden a los que cierran el texto.
244
palabra, entendida por Lacan como articulacin significante por medio del cual surge y fluye el
inconsciente482. Desde esta perspectiva, en Faria precisamente el lenguaje mismo, que opera en
sus trminos como corteza, membrana, en tanto impide la emergencia y flujo directo del sujeto
cual sera posible efectuar dicha operacin. No hay posibilidad de constituir al sujeto fuera del
lenguaje, pues es la nica arcilla que permite otorgarle forma y, sin embargo, a travs de esta de
igual modo no es posible concretar un proceso de liberacin pleno del yo del sujeto del
perspectiva, el lenguaje segn la teora lacaniana cumple precisamente una doble funcin en
cuanto a la constitucin del sujeto, lo que logra percibirse en la poesa de Faria, en tanto el
verbo es lengua bfida484 como se expone en El Primer Libro. Esto es, por un lado, la lengua
como mecanismo de represin, por ende, representante de la cultura y del sistema dominante en
consonancia con la razn; y por otro paradojalmente, como nica va a travs de la cual es
posible dar forma al sujeto y su manifiesto su deseo, aunque esto ltimo se realice
parcialmente, de modo de generar en Faria un sujeto trunco que no alcanza a constituirse como
tal. En este contexto, a propsito de Lacan se expone que el deseo del sujeto, su inconsciente en
nuestra lectura, el deseo como representacin del sujeto primordial, que se enfrenta a la
entonces que el lenguaje presente esta calidad de materia represiva y portadora, a la vez, del flujo
lgica del lenguaje: en efecto, no hay inconsciente sin lenguaje485; el lenguaje como la
482
J. DOR, Introduccin a la Lectura de Lacan. El inconsciente estructurado como lenguaje, op. cit., p. 132.
483
S. FARIA, Albricia, op. cit., p. 14.
484
S. FARIA, El Primer Libro, op. cit., p. 27.
485
J. LACAN. En J. DOR, op. cit., p. 118.
245
dimensin en cual aparece el inconsciente. De acuerdo a ello, en Faria es posible visualizar este
intento y seudo logro de emancipacin por parte del sujeto del inconsciente, el que guarda el
encuentro y constitucin totalizante del yo, en tanto, en su misma materia significante se genera
la escisin del sujeto en virtud de la misma entidad inconsciente que lo constituye, el que
486
S. FARIA. Los fragmentos citados corresponden a El Primer Libro, op. cit., pp. 27 y 31; y Albricia, op. cit. p.
26, respectivamente.
246
estructurndolo en un proceso de divisin que produce el advenimiento del
inconsciente.487
dado que, si bien el verbo constituye la materia de emergencia del sujeto, tambin constituye el
significante desaparece como tal y aparece como metfora, como smbolo abstracto de una
entidad que en realidad no est, no es. El smbolo sustituye al yo, lo desplaza, haciendo uso de un
lugar en el que predomina el vaco por causa de su desaparicin. El lenguaje tiene por funcin
representar las referentes que se vuelven ausentes en esta ecuacin: el sujeto slo figura en su
propio discurso a costa de esta misma escisin: desaparece como sujeto y slo se encontrar
representado bajo la forma de un smbolo488. Esta escisin, que conlleva la desaparicin del
sujeto es denominada por Miller como sutura489. En este sentido, el propsito final del sujeto
en la poesa de Faria presenta un sino trgico, en tanto su imposibilidad est determinada por la
misma naturaleza del yo, como evento de lenguaje. En este sentido, la nica posibilidad de
487
J. DOR, op. cit., pp. 115 y 118, respectivamente.
488
Ibd., p. 122.
489
J. A. MILLER. En J. DOR, op. cit., pp. 122.
247
2.2.3. Tradicin potica y mistraliana: la madre y emergencia del sujeto femenino.
del inconsciente y su deseo pulsional, en Faria esta otredad en la cual intenta reconocerse el
sujeto es la figura de la madre, quien emerge en la instancia misma de gestacin del yo, en el
marco de la vuelta a su origen o el intento por materializar este hallazgo con el verdadero yo. La
crtica comprende al respecto su publicacin Albricia como el relato de un viaje hacia el origen,
representado este por el seno materno, el regreso a la matriz como la instancia primigenia en la
existencia del hombre. En este marco, Eliana Ortega490 concibe este viaje como la aventura
mtica del hroe que debe emprender el camino que le permitir acceder, finalmente, al
conocimiento verdadero sobre su propio ser y de su pueblo. Es, en otros trminos, la metfora
del rito de iniciacin mediante el cual el joven de la tribu, despus de sortear una serie de
peligros al interior del bosque, es digno de acceder a la verdad sagrada mtica, asociada a los
como marca del origen de s mismo. Es as como la figura materna representa en el texto a la
palabra, la palabra potica, genuina, que intenta de igual forma recuperarse en el proceso de
reconstitucin del yo. Dicho de otro modo, en Faria los trminos madre, palabra potica,
yo, otro aluden a una misma sustancia, un mismo fenmeno objeto de la bsqueda y el
hallazgo:
490
E. ORTEGA, op. cit., p.192.
491
M. ELIADE, Mito y Realidad. Bogot: Labor, 1963.
248
Para establecer plenamente la relacin entre palabra-madre y palabra-hija, se
hace necesario encontrar (como en el juego infantil), la palabra que nombra el
poemario, la albricia () Su poemario Albricia es el hallazgo de la palabra
reprimida, de esa otra palabra que nos ofrenda a nosotros.492
Desde este punto de vista, Faria efecta en su produccin un guio, sutil pero
caracterstico, hacia la tradicin potica nacional por medio de la figura de Gabriela Mistral, en
cuyo poemario Tala es posible hallar el antecedente del trmino albricia. Tanto en Mistral como
con el origen, el reconocimiento del sujeto consigo mismo, de su verdad primordial. Ambos
poemarios constituyen entonces una exploracin que intenta culminar en esta albricia, en este
reencuentro con el verdadero yo. Para Mistral, por su parte, la albricia constituye un trmino
asociado a la infancia que se reproduca en el contexto de un juego de la niez por medio del
este marco, efectuada por alguna de las compaeras de juego, daba cuenta entonces del hallazgo,
492
E. ORTEGA, op. cit., pp.193 y 194.
493
G. MISTRAL, Tala. Buenos Aires: Ediciones Sur, 1938, p. 279. La cita corresponde a una de las Notas
presentadas por Mistral en su texto.
249
Asimismo, el trmino en el contexto de Mistral est revestido de aquella sonoridad
mgica asociada, por un lado, al evento del llamado por medio de la palabra, de la
evocacin que permite en el contexto de los cuentos infantiles o maravilloso acceder a otro
como entidad transformadora, en tanto es palabra potica, reveladora de una verdad mtica,
sagrada, relativa al origen del hombre. En el caso de Faria, se reproducen ambos valores, pues
Ahora bien, en esta figura de la madre converge precisamente la dualidad propia del
sujeto que guarda en s mismo las marcas del otro, que es a su vez un otro, de acuerdo a los
otros trminos, el yo para el autor est compuesto por la dialctica entre la identidad-idem y la
identidad-ipse, vale decir, entre el s mismo y la de su otro, por lo que no es posible pensar al
sujeto fuera de las marcas de esta alteridad495. La madre, al respecto, constituye por s misma en
un ser cuya naturaleza y definicin est ligada a otro, al hijo en cuanto es precisamente madre
en razn de la existencia de ese otro, y porque adems la madre constituye ese uno nico que
reencuentro del sujeto consigo mismo y su origen tiende entonces a producir esta escisin, y a
la vez articulacin, del ser entre el idem y el ipse, en los trminos de Ricoeur; entre la conciencia
494
S. FARIA, Albricia, op. cit., p. 14.
495
P. RICOEUR, S mismo como otro, op. cit.
250
judicativa y el sujeto potico, en Kristeva; y entre el orden del lenguaje y el sujeto de deseo, de
lo largo de ambos poemarios entre el lenguaje potico representado por un sujeto potico
rgimen dictatorial del periodo. Se escinde el sujeto entonces, que slo logra reconocerse a s
mismo en su alteridad, que slo logra mostrarse por medio de otro o, dicho de otro modo, que
para mostrarse debe a su vez esconderse, ocultarse a travs del mismo lenguaje, que lo cubre y
descubre permanentemente como sucede con el mismo lenguaje potico segn lo planteado por
Kristeva:
Amarillas
fisuras atraen
la Imagen
YO TU
..
496
S. FARIA, Albricia, op. cit., pp. 23 y 24, respectivamente.
251
El otro que asoma la madre, el origen es de algn modo ese sujeto escurridizo, inasible,
que emerge sin poder rescatarla esta sintaxis, que aparece sin que pueda mostrarse en claridad.
Es, tal como lo apunta Faria, una Imagen, un espejo mediante el cual observa el yo a su
El vnculo intertextual con la obra de Mistral tambin constituye, en esta misma lnea, un
intento por articular y reconocer esta escritura en el marco de la tradicin potica chilena y de la
literatura femenina, situacin que presenta en realidad dos facetas: por un lado, el uso de uno de
los referentes literarios ms relevantes de la escena potica nacional, lo que implica una relacin
de filiacin apropiada para enfrentar las polticas de censura aplicadas por el gobierno militar; y,
producida en nuestro pas por mujeres, en oposicin al patriarcado que domina el mbito de la
su poemario Albricia y la clara mencin en el ttulo de ste ha sido revisada por la crtica y
evidenciada por la misma autora a travs del epgrafe que inaugura su texto, correspondiente a
una estrofa del poema La Cabalgata, de Mistral, mediante el cual se evoca la imagen de
acuerdo a la lectura efectuada a la luz de la obra de Faria del suspenso ante la espera y
eminencia del hallazgo, de la albricia, a travs precisamente del llamado, como puerta de acceso
hacia el reino de la otredad: Or, or, or / la noche como valva, / ijar de lebrel / o vista
497
J. C. COOPER, Diccionario de Smbolos. Barcelona: Gustavo Gili, 2000.
252
acornejada / y temblar y ser fiel / esperando hasta el alba498. Ahora bien, en relacin al contexto
final del texto, indica que el libro fue escrito entre los aos 1987 y 1988, esto es, el rgimen
militar como sistema dominante, la referencia a Mistral constituye a nuestro modo de ver, un
movimiento escritural que permite ubicar la obra de Faria en la lnea de una literatura cuyo
discurso poltico implcito sea inadvertido por el sistema censor de la poca. Mistral, en este
sentido, constituy una figura cuya imagen fue aprehendida en cierto modo, y durante este
tiempo, por el sector conservador del pas y adherente al rgimen totalitario, y por consiguiente,
semantizada en cuanto a la imagen de una mujer poeta y maestra de escuela rural, dedicada,
correcta, amante de los nios y con espritu de madre abnegada, atenta, que profesa la fe catlica;
en definitiva, la construccin en torno a Mistral de una imagen idealizada en razn de los valores
de mujer, en tanto, ella debe ser dcil, disciplinada, virtuosa, consagrada al bienestar de su
familia e hijos, aquella mujer que simplemente no requiere de voz ni opinin en el contexto de
una sociedad patriarcal a diferencia por ejemplo de la figura de Pablo Neruda, asociada en
contraste a las filas el Partido Comunista. Al respecto, Liliana Trevizn alude precisamente al
poemas para nios, y extendido hacia la imagen de la misma poeta, lectura absolutamente
restrictiva que sin duda debe ser revertida en funcin del tejido nuevo y de las otras
498
G. MISTRAL, op. cit., p. 52.
499
L. TREVIZN, Deshilando el mito de la maternidad. En R. OLEA y S. FARIA (eds.), Una palabra cmplice:
Encuentro con Gabriela Mistral. Santiago: Corporacin de Desarrollo de la Mujer La Morada, Editorial Cuarto
Propio, Isis Internacional, 1997.
253
Faria, por consiguiente, se toma de esta tradicin potica validada y reconocida por el
de un pas cuya produccin cultura, artstica y literaria ha sido restringida y censurada. Por una
parte, la relacin filial establecida con Mistral en el marco de una relacin madre-hija, tal como
se presenta en el poemario Albricia, postula la poesa de Faria como heredera de una tradicin,
como hija de una tradicin potica cuyo principal referente es femenino, poesa-madre de la cual
constituye una cita con los antepasados poticos, con la tradicin literaria chilena, escenario
desde el cual se nos permite en cierta forma validar la produccin de esta poesa. En relacin a
ello, el sujeto potico en Faria se sujeta a la tradicin, como uno de los mecanismos para
anterior, por supuesto, como estrategia para hacer valer una voz potica haciendo uso de los
constituye un ejercicio de enmascaramiento del sujeto potico fallido y carente, tras la imagen y
entramado potico de Mistral, cual hija pequea se oculta tras las faldas de su madre. Y, de
acuerdo a lo mencionado ms arriba, el sujeto de esta poesa y del presente estudio slo puede
mostrarse a travs del lenguaje, que a su vez no hace otra cosa que ocultarlo, alienarlo y
500
J. DOR, op. cit.
254
Por otro lado, la referencia a Mistral toma igualmente relevancia desde otro prisma,
discurso hegemnico asociacin construida por la misma hegemona en tanto los autnticos
potica femenina, y los espacios y reconocimientos que esta puede alcanzar en el marco de la
literatura y creacin artstica nacional. Precisamente, Soledad Faria forma parte de la escritura
femenina chilena de la dcada de 1980 que fue tomando paulatinamente realce en nuestro pas,
el mbito de la crtica literaria. La misma Soledad Faria da cuenta de ello en su artculo Inicios
y manifestaciones al interior del pas en contra del rgimen militar aos 1983 y 1984, se
comenz poco a poco a comprender a la mujer como sujeto activo, tanto en el mbito de la lucha
correspondiente a poesa, narrativa y crtica generada por mujeres. Lo anterior como un proceso
esta lnea entonces, Mistral no slo constituye el referente usurpado y travestido por la
reposicin del sujeto femenino como tal, como entidad significativa, escuchada y validada en el
marco de la tradicin potica chilena y latinoamericana que ha sido hasta entonces esencialmente
501
S. FARIA, Inicios de la Crtica Feminista en Chile. En Revista Mapocho, N 65, ao 2004.
502
J. KIRKWOOD, Ser poltica en Chile. Las feministas y los partidos. Santiago: FLACSO, 1986.
255
patriarcal. De este modo, la mencin a la obra mistraliana constituye igualmente una herramienta
Faria y la constitucin de su sujeto, una herramienta para intentar dar forma a esta entidad
como metfora de la sujeto-poeta femenino que se configura como tal ante sus pares masculinos
, para erigirla como estructura firme, consistente, frente a los embates del sistema hegemnico.
instrumentos arcilla y tinta en la poesa de Faria mediante los cuales se intenta dar forma
pintar, colorear, moldear al sujeto, cuerpo de la escritura de El Primer Libro. Dicho de otro
De igual modo, en los textos de Faria es posible visualizar otras huellas provenientes de
tradicin potica chilena, en tanto la concepcin de sujeto en ella presentada se entronca con
algunos guios efectuados a la poesa de Jorge Teillier en cuanto a las bases antropolgicas con
las cuales se configura el sujeto en la escritura de este autor, presentes tambin aunque con
torno a la construccin del sujeto como un intento por volver al origen y reconocerse a s mismo,
503
S. FARIA, Albricia, op. cit., pp. 30 y 31, respectivamente.
256
potico como una va para acceder a otra realidad, a la realidad mtica asociada a los orgenes de
los pueblos y del hombre, viaje a travs del cual sea posible efectuar un rescate de los valores
ms humanos los valores poticos, aquellos generados en los tiempos de la gestacin del
trminos, una poesa que intenta volver a la dimensin del mito, de los tiempos inmemoriales
mediante los cuales es posible acceder a la verdad sagrada en torno a la naturaleza humana: la
poesa como creacin de un mito, de un espacio y tiempo que trasciendan lo cotidiano, utilizando
lo cotidiano504. Ese tiempo, tanto en Teillier como en Faria, se asocia al periodo de la infancia,
en tanto los tiempos inmemoriales equivalen a las primeras edades de los pueblos y los hombres,
la edad de oro, en los cuales se guardan los secretos relativos al origen del mundo. La infancia
constituye en la lrica teillierana aquel paraso perdido que es necesario recuperar, pues a travs
de esta edad es posible acceder a la verdad potica; la infancia como un estado que debemos
alcanzar, una recreacin de los sentidos para recibir limpiamente las maravillas del mundo505.
Asimismo, en Faria la vuelta a los estados primordiales constituye una vuelta a la dimensin de
como tal y reconocer su verdadera imagen. En el caso de El Primer Libro, Teresa Adriazola
seal que hacia el final del texto la mencin a ALFA primer grafema del sistema griego
representa la referencia a los albores de la especie, al inicio de los tiempos y del lenguaje y, en
balbuceo del nio al nacer en el contexto del poema, al comenzar a adquirir el lenguaje. La
504
J. TEILLIER, Sobre el mundo donde verdaderamente habito o la experiencia potica. En J. TEILLIER, Prosas.
Op. cit., p. 64.
505
Ibd., p. 63.
506
T. ADRIAZOLA, op. cit.,
507
S. FARIA, El Primer Libro, op. cit.
257
infancia entonces como metfora del estado inicitico al cual se busca regresar, en el intento por
para materializar dicho propsito lo constituya el lenguaje, igualmente como materia originaria,
primaria, desde el origen de la misma letra y el sistema articulado. De este modo, la referencia
centrada en las races vernculas del idioma espaol, el griego y el latn, componen los primeros
intentos de enunciacin mediante los cuales se configura paulatinamente el sujeto: alfa y fabla,
este ltimo, como mandato por parte del antecesor durante el proceso de su emergencia y
surgimiento ante el mundo su nacimiento, para que este hable y se constituya por medio de la
palabra.
El Primer Libro finaliza en aquel proceso, vale decir, en la instancia del parto, del
nacimiento en el cual se atisba la emergencia del sujeto. Los versos finales HABLA / le digo /
(se dobla) / HABLA508 con los cuales se cierra el poemario, dan cuenta de este balbuceo inicial
y el silencio posterior y simultneo que rodea la emisin de los ltimos versos y ltima
()
La tibia dice
me dice
Fabla le digo
Fabla mi tierno dulce
mi amarga suave
Fabla
abre la cuenca
escarba
brota
la cuenca huesa
la blanca suelta
la suave
508
Ibd., p 33.
258
DOBLA
HABLA
le digo
(se dobla)
HABLA509
Dado que el lenguaje presenta un doble valor, tal como se seal ms arriba segn la
propuesta psicoanaltica, por una parte concebido como mecanismo de represin en tanto
contra la naturaleza del sujeto potico; y, por otra, como nica herramienta masa, molde,
significante a travs de la cual es posible otorgar forma al sujeto; este intenta emerger por
medio del balbuceo, de la enunciacin que, no obstante, se vuelve tenue, esquiva. El lenguaje
constituye entonces, la trampa con la cual se pretende materializar un proyecto que no es otra
esa escisin, en donde se alcanza y se pierde, aparece y desaparece, tal como enuncia Kristeva en
relacin al sujeto potico510. Desde este punto de vista, no es posible que el sujeto se erija como
una entidad totalizante, compacta, uniforme, en tanto su naturaleza la delinea de otro modo
como entidad borrosa, fragmentada, fallida, ausente, y por ende, el resultado del proceso es la
imposibilidad de concretar el hallazgo del sujeto por medio del mismo lenguaje hallazgo
ilusorio, pues paradojalmente se requiere del silencio para ello, en donde sin embargo, la
509
Ibd.
510
J. KRISTEVA, op. cit.
259
operacin es la misma dado que el sujeto no emerge como entidad corprea, sino como figura
sentido, el silencio opera como aquella dimensin en la cual tiende a resguardarse lo ms ntimo
del lenguaje literario, cierto misterio que precisamente se intenta revelar en el texto. Lisa Block
de Behar seala, al respecto, que entre un discurso y un silencio ocurre la literatura512, en otros
poesa, entindase en este contexto, el sujeto potico. El silencio comprendido por la autora
como una alteridad que se despliega a partir del texto y que lo supera513, pero que sin embargo,
cual se pretende pintar y otorgar un cuerpo la escritura, como soporte por medio del cual
este pueda presentarse y representarse. Sin embargo, el intento es fallido, en tanto es condicin
intrnseca del sujeto no exponerse o, en el marco de los poemarios estudiados, efectuar esa
muestra mediante su torcedura, mediante un gesto dislocado en el cual acontecen los fragmentos
sujeto, y por consiguiente, de la poesa misma a travs del lenguaje, pese a constituir la materia
de expresin de esta:
y ver
que apenas dibujada en el aire
el aire se encabrita y sale a buscar paisajes
511
S. FARIA, Albricia, op. cit., p.33.
512
L. BLOCK DE BEHAR, Una retrica del silencio. Funciones de lector y procedimientos de la lectura literaria.
Mxico: Siglo XXI, p. 215.
513
Ibd., p. 216.
260
otros imposibles de deletrear
De este modo, en Faria el sujeto emerge como representacin del mismo lenguaje
potico que intenta tomar forma por medio de su materia verbal, sin embargo, es este mismo
cuerpo tejido el que no permite la materializacin del encuentro. Si bien la nica va para
sujeto entonces que logra percibirse es informe, una entidad imprecisa e imperfecta, contrahecha
y afsica, en tanto no consigue hacerse ver en plenitud a travs de la palabra, sino por el
contrario, slo permite el aprehender sus retazos como lo que es, una figura no convencional y,
por ende, marginal, maltrecha, un sujeto a medias, una suerte de cuasimodo que no permite
exhibir su verdadero rostro. Lo anterior, de igual modo como metfora de la relacin del yo con
el contexto socio-poltico restrictivo y mutilador en el que ha sido engendrado, vale decir, los
514
S. FARIA, Arte Potica. En T. CALDERN et al. Op. cit., p. 232.
261
2.3. El sujeto huidizo e intransigente en la poesa Elvira Hernndez.
crtica especializada sea La Bandera de Chile, publicado oficialmente por primera vez en 1991,
por Editorial Tierra Firma en la ciudad de Buenos Aires. Ello probablemente, en primera
instancia, debido a la restringida publicacin y difusin de sus tres obras anteriores, Arre!
Halley Arre! (1986), Meditaciones fsicas por un hombre que se fue (1987) el que corresponde
a un sobre postal con poesa enviado a sus lectores y Carta de viaje (1989); y en segundo lugar,
los trminos presentados por la autora, lo que de algn modo puede corroborarse en funcin de la
produccin crtica que a partir de ella se ha generado al interior del exiguo conjunto que
515
Elvira Hernndez, cuyo nombre civil es Mara Teresa Adriasola, naci en Lebu en 1951 y estudi Filosofa y
Literatura en la Universidad de Chile. Hernndez forma parte al igual que Faria de la produccin potica
femenina que emergi con fuerza durante la dcada de 1980, junto a poetas como Marina Arrate, Eugenia Brito,
Carmen Berenguer, Teresa Caldern, Paz Molina, Rosabetty Muoz, Vernica Zondek, entre otras. De acuerdo al
carcter experimental de su trabajo potico, Hernndez ha sido igualmente considerada como parte de la llamada
neo-vanguardia, grupo al interior del cual figuran poetas como Juan Luis Martnez y Ral Zurita.
Elvira Hernndez se inicia en la escritura potica a temprana edad, sin embargo, sus primeras publicaciones no
vieron la luz oficialmente sino hasta 1986, con la edicin de su trabajo Arre! Halley Arre!. Un caso particular es el
de La Bandera de Chile, texto o poema extenso que fue escrito en 1981, poco despus que la poeta fuera detenida en
el marco de la dictadura poltica del gobierno militar, y cuyas copias difundidas clandestinamente fueron incautadas
por este rgimen en 1982. Tiempo despus, en 1987, el texto circul restringidamente en edicin mimeografiada
hasta que en 1991 fue editado en Buenas Aires, Argentina, por Editorial Tierra Firme, durante los primeros aos de
transicin hacia la democracia y una vez concluido el periodo de rgimen militar.
Su produccin potica est compuesta por las obras Arre! Halley Arre! (1986), Meditaciones fsicas por un
hombre que se fue (1987) correspondiente a un sobre postal con poesa, Carta de viaje (1989), La Bandera de
Chile (1991), El orden de los das (1991), Santiago Waria (1992) y lbum de Valparaso (2002). En el mbito de la
crtica literaria, la autora utiliza generalmente su nombre civil, Mara Teresa Adriasola, bajo el cual ha publicado
textos recopilatorios como Cartas al azar (1990), muestra potica en colaboracin con Vernica Zondek; Merodeos
en torno a la obra de Juan Luis Martnez (2001), junto a Soledad Faria; y variados artculos y ensayos entre los
cuales destacamos Lo Sagrado del Primer Libro: el libro de la creacin (1987) en torno a la poesa de Faria;
Contemporaneidad de la poesa escrita por mujeres en la poesa chilena (1991); Gabriela Mistral y la naturaleza
(1990) publicado en Una palabra cmplice: encuentro con Gabriela Mistral, edicin de Raquel Olea y Soledad
Faria; Tres aos y un da (1991) en homenaje a Enrique Lihn, entre otros trabajos.
262
con las prcticamente inexistentes publicaciones y lecturas crticas en torno a sus otros tres textos
publicados durante la dcada de 1980. Asimismo, es probable que las mismas circunstancias de
crtica generada, la que segn nos parece relevante destacar, se presenta sin embargo de modo
bastante reducido en relacin a las obras de otros autores del periodo considrese los incluidos
significativo reconocimiento tanto por parte de sus pares como del sector crtico especializado
determinado efectivamente por estas cuatro primeras obras de Hernndez a pesar que su ao de
publicacin oficial 1991 exceda el marco del periodo dispuesto por nosotros dcada de
1980, se debe fundamentalmente a que el tiempo de produccin de dicho texto remite segn la
circuito literario y santiaguino de la poca, a 1987, por lo que de acuerdo a ello es posible
considerar el texto como parte efectiva del conjunto delimitado como objeto de anlisis para el
aquellos aos, y adems por supuesto en funcin del aporte esttico-ideolgico que constituye,
263
En razn de lo anterior, nuestra lectura postula precisamente la configuracin en la poesa
apelativo, la entidad potica oprimida y precaria segn las directrices de la subjetividad moderna,
tiende a escurrirse por medio de las fisuras e intersticios que deja abiertos la materia discursiva
que sostiene al sistema dominante y hegemnico, la que segn materia de lenguaje es dicotmica
fuga constituyen los mecanismos mediante los cuales el sujeto impone su accin de resistencia
dicha subjetividad la palabra consiste en la materia esencial con la cual estn constituidas ambas
ambas son discursividades que, en funcin de su propia maternidad estn expuestas a la escisin
permanente estado de fuga, evasin y retirada, por lo que se vuelve una imagen de difcil o
imposible aprehensin para aquel hablante que requiere de la estabilidad o equilibrio que
otorgara la definicin de una identidad, de una identidad perdida. Ahora bien, en el caso de esta
poesa la huida o escurrimiento del sujeto lrico presenta dos motivaciones fundamentales: por un
lado, el impulso de la sobrevivencia en tanto el sujeto huye, se diluye y desaparece como medio
para escapar del fierro opresor entre las cavidades que el sistema hegemnico presenta; y, por
264
identitaria, vale decir, el sujeto huye como tal de s mismo en tanto no le es posible constituir un
proyecto acabado, concluido, completo, sino que en concordancia a las lneas que definen la
comprensin del sujeto moderno, ste corresponde a una entidad precaria, inacabada, aplazada,
consistente; an cuando intenta de modo permanente apresar algn hilo de aquella existencia, de
Es as como el rostro bifronte de este sujeto potico huidizo, puede visualizarse con
algunas diferencias en cada uno de los poemarios revisados: el sujeto que huye de s mismo
emerge con mayor fuerza en Arre! Halley Arre! y en Carta de viaje, mientras que el sujeto que
final del viaje y el inicio de uno nuevo. En el caso del sobre postal de 1987, el mismo titulo da
cuenta de un sujeto que desaparece un hombre que se fue a raz de esta doble causa; y en el
entidad portadora de aquella esencia inasible que el sujeto y los hombres requiere para existir
y persistir como tal. En Arre! Halley, en primera instancia es la presencia o ausencia fugaz
No vi el Halley el primer da
de su aparecida, cuando vio la luz para nosotros
()
Dicen que era como una cabeza degollada apareciendo
sin nunca querer aparecer.
265
...
Asimismo, en Carta de Viaje se visualiza el intento del sujeto por escurrirse entre las
recrea, pues el intento de desasirse de s mismo no es otra cosa que la bsqueda de otro yo en el
exilio, fuera del cuerpo, fuera de su propia territorialidad, escapar de s mismo para comprobar
que no hay tierras ni propias ni ajenas que resguarden o reconstruyan al ser: Escuch toda mi
vida la cancin de moda: / HAY QUE IRSE / ( Coro Nacional ) / () Todas esas partes perdidas
desha- / ce en gelatina517.
Por su parte, el rostro subversivo del sujeto que intenta escabullirse de la impronta del
opresor, y en particular de la dictadura militar, por medio de los pliegues, torceduras y fisuras
que el mismo sistema presenta, se yergue en los textos de 1987 y 1991 sitese La Bandera de
Chile en el ao de su produccin, 1981 con mpetu delator ante las iniquidades del sector
dominante, cual poesa de denuncia poltica en las palabras de Villegas518. Emerge de este
516
E. HERNNDEZ, Arre! Halley Arre! Santiago: Ergo Sum, 1986. La edicin del poemario no presenta sus
pginas numeradas, por lo que en lo sucesivo a travs de las citas que efectuemos a la presente obra no se expondr
dicha informacin.
517
E. HERNNDEZ, Carta de viaje. Buenos Aires: Ediciones ltimo Reino, 1989, p. 23.
518
J. VILLEGAS. En PINTO CARVACHO, KAREN, La nacin a dos voces: Poema de Chile de Gabriela Mistral y
La Bandera de Chile de Elvira Hernndez. Tesis para optar al grado de Magster con Mencin en Literatura
Hispanoamericana y Chilena. Universidad de Chile, Facultad de Filosofa y Humanidades, Departamento de
266
modo en los textos de Hernndez una voz testimonial mediante la cual se tienden a develar las
caras y formas de la represin poltico-social de tal poca como enuncia Sandoval en torno a La
Bandera de Chile519. Precisamente, dicha voz se transforma en un hilo que recorre con firmeza
los contornos y hendiduras de la hegemona por medio de las cuales pretender emprender la
SOY REAL!
Una espantapjaros confeccionada en el confn del
Nuevo Mundo, una Rosa de los Vientos sin etiqueta.520
267
Asimismo, en La Bandera de Chile la poesa de Hernndez tiende a accionar, segn
mediante movimientos de apertura, quiebre y salida gracias a los cuales se logra generar
precisamente la fisura en el bloque opresor, por medio de la cual se filtra y dispersa el sujeto,
representado en este poemario por la misma bandera, como acto de liberacin y sobrevivencia de
un mismo pueblo, de una nacin bajo opresin: Levanta una cortina de humo la Bandera de
de seuelo que resiste / no valen las sentencias de los jueces / no valen la drizas de hilo curado /
Ahora bien, ambos intentos de huida van acompaados del deseo del hablante lrico por
lograr asir efectivamente al propio yo de su discurso, en otras palabras, el anhelo por atrapar al
sujeto comprendido como portador de la identidad perdida, extraviada. De este modo, el motor
deseo y el hallazgo de una subjetividad e identidad arrebatada por los organismos opresores, pero
a su vez esquiva, por parte de aquella entidad que aparece en el texto como portadora de una
aquella entidad escurridiza, comprendido por nosotros como sujeto huidizo, corresponde a la
Mundo en Carta de Viaje y la bandera chilena en La Bandera de Chile. Es as como este sujeto
proteico adopta variadas formas en esta poesa, con el fin de no ser capturado, apresado por la
mano dictatorial, o por lo menos, un sujeto que en el juego de su propia metamorfosis genera la
521
F. MORAGA, La Bandera de Chile: (Des)pliegue y (Des)nudo de un cuerpo lengua(je). En Hispanic Poetry
Review, Texas A & M University, College Station, U.S.A. Vol. 3, N 2, diciembre de 2001, p. 28.
522
E. HERNNDEZ, La Bandera de Chile. Quilpu: Ediciones El Retiro, 2003. pp. 11 y 28.
268
ilusin de la aprehensin y des-aprehensin a travs de la cual el yo recrea e idea su escapada, la
que en definitiva se genera por parte de la hegemona para, sin embargo, ser deconstruida,
escindida por ella. La subjetividad integral se diluye por consiguiente en la mano de la entidad
represiva, pero igualmente se deshace en el deseo de ser asida por aquellos que la han perdido. El
yo escapa a este deseo, al comprender en efecto que su identidad debe ser esfumada, diluida,
destruida para ser efectivamente o ilusoriamente conservada, tal como apunt por su parte
constituye el sueo de identidad, el deseo desesperado de aprehensin por lograr alcanzar algo
de aquello que pueda otorgar vida o sentido a la existencia humana. El sujeto en este sentido se
convierte en un sueo, en una imagen espectral que no logra concretarse, una quimera, un ilusin
que se deshace cual lucero en Lihn524, cuya aparicin no es otra cosa que un espejismo, un
materializar:
523
J. TEILLIER, Sobre el mundo donde verdaderamente habito o la experiencia potica, Revista Trilce, Valdivia,
N 14, 1968-1969, pp. 13-17. En A. TRAVERSO, Prosas, Santiago: Editorial Sudamericana, 1999, p. 60.
524
E. LIHN, Al bello aparecer de este lucero. Santiago: LOM Ediciones, 1997.
269
retener en la memoria, en la saliva de la
lengua, en el borde ms mucoso de la piel,
rollo para rato, la experiencia extraordinaria
del astro525
La imagen del cometa, del lucero escurridizo en Hernndez, realiza a nuestro modo de
ver un raudo guio a La Aparicin de la Virgen de la lrica lihneana526 y a la irona del hablante
luz que no arrojar ms que un brillo perecedero, insustancial y falaz artificial sobre aquellos
que requieren de su albor: los ciudadanos chilenos oprimidos por causa de la dictadura militar. El
1986 es asido por la hegemona como una herramienta populista y de distraccin de un pueblo
bajo opresin por ms de una dcada. De este modo, el astro fugaz constituye por un lado, una
sea de esperanza por recobrar tras su paso la conviccin social y poltica sepultada, vale decir, a
la postre la anhelada libertad tal como expone Ariel Dorfman527 y, en esta lnea, la identidad, la
525
E. HERNNDEZ, Arre! Halley Arre!, op. cit.
526
E. LIHN, La Aparicin de la Virgen. Santiago: Cuadernos de libre (e)leccin, 1987.
527
En torno al avistamiento del cometa Halley en 1986, durante el periodo de dictadura poltica en Chile, y su
repercusin meditica en nuestro pas, Ariel Dorfman apunta lo siguiente: La cada de un tirano, segn una creencia
que se repite desde tiempos inmemoriales, siempre habr de anunciarse en algn signo celestial. Ser un modo en
que el pueblo se da aliento en su larga, lucha, evocando una redencin cercana? O ser ms bien fruto de la inercia,
responsabilizando a los astros de un cambio que los propios oprimidos, por miedo, no se atreven a asumir? Es difcil
saber cul de estas motivaciones, si la pasiva o la activa, prevalece en el caso chileno. Lo indudable es que desde
principios de 1986 se murmura en Santiago que el cometa Halley, despus de haberse llevado a los dictadores
Duvalier y Marcos, ser sin duda el encargado de desembarazarnos tambin de nuestro propio dspota, el general
Augusto Pinochet Ugarte. () No es extrao, entonces, que los chilenos espersemos con una ansiedad poco
astronmica la noche del 10 de abril de 1986, cuando el cometa se encontrara en su punto ms prximo a la Tierra.
En la primera semana de abril ya circulaban por doquier miles de hojas sueltas que mostraban al general atado a la
estela del cometa, despidindose de esta tierra. Debajo del dibujo, las juventudes polticas opositoras invitaban a los
jvenes a congregarse en todas las plazas chilenas para contemplar el fenmeno nocturno, pero particularmente en la
cntrica plaza Italia que, debido a su excesiva luminosidad artificial, bien podra ser uno de los lugares menos
indicados del planeta para vislumbrar el cielo. Todo el mundo entendi que se trataba de una nueva y original
manera de desafiar una reciente prohibicin gubernamental de efectuar encuentros pblicos. Y que, por tanto, el que
acudiera a la cita tendra que sufrir las consecuencias. A. DORFMAN, El cometa Halley apunta a Pinochet. En El
Pas, 1 de julio de 1986. Documento recogido el 25/03/2009 en
http://www.elpais.com/articulo/internacional/PINOCHET/_AUGUSTO/CHILE/LATINOAMERICA/cometa/Halley
/apunta/Pinochet/elpepiint/19860701elpepiint_11/Tes/.
270
ciudadana arrebatada; y por otro, uno de los artificios utilizados por el sistema dominante como
espectculo de esparcimiento del cual participa el mismo pueblo, y cuya invalidez es, sin
El Halley despeda-
zado en miles de
hogueras de asfalto.
() El astro fugaz
haciendo cabriolas por el cielo, lucindose,
sobre las butacas impares de la espectacin528
De este modo, se reviste al sujeto de una luminosidad artificial, se le disfraza de tal, vale
decir, de una identidad acabada, completa y portentosa a la cual los seres incompletos pueden
pues el sujeto bajo opresin, posmoderno no es otro que una entidad fraccionada, carente,
En este sentido, Berman en Todo lo slido se desvanece en el aire529 seala que la modernidad
como fenmeno posee precisamente la capacidad para generar y presentar espectculos urbanos
y progresistas slo exteriores y, por ende, deslumbrantes slo desde este aspecto, omitiendo por
tanto la oscuridad u opacidad de la vida interior, privada, en contraste con el refulgir de la vida
528
E. HERNNDEZ, Arre! Halley Arre!, op. cit.
529
M. BERMAN, Todo lo slido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. Madrid: Siglo XXI,
1997.
271
pblica. En esta lnea, Berman cita a Baudelaire quien logra concebir la idea de progreso
moderno como un oscuro faro que, lejos de iluminar lo que hace es arrojar un haz de caos530
sobre los hombres y su libertad. Baudelaire califica a esta luz de traicionera, pues ha hecho que
Hernndez, del cometa constituye slo apariencia, slo ilusin, la que desva al hombre de su
camino y hace que se pierda en la confusin del progreso material. En razn de ello, emerge en
Baudelaire la imagen del poeta que a causa del trfico de la gran ciudad pierde su aureola y,
por ende, ser desacraliza en medio del desorden y la bajeza a la que lleva la falacia del progreso
y la vida moderna, pues el avance y la luz que la modernidad y la empresa dictatorial en el caso
permanente, tal como se expone en los siguientes versos de Hernndez: espejismo de acqua,
espejismo de pjaro verde () hinchas a muerte de los fugaces cometas con la foto digitalizada
en la mano.531
inicia de igual modo un periplo en busca de un lugar que le permita recobrar la identidad
despojada. En este sentido, Federico Schopf enfatiza precisamente en relacin a este poemario la
falta de identidad de un sujeto femenino, mestizo y precario, extranjero, que intenta rasgar el
teln de las representaciones532 y que en medio de su extravo, al no reconocer una tierra que la
cobije decide volver al espacio del origen su patria, su continente pues slo desde all ser
530
C. BAUDELAIRE. En M. BERMAN, ibd., p. 137.
531
E. HERNNDEZ, Arre! Halley Arre!, op. cit.
532
F. SCHOPF, La Bandera de Chile de Elvira Hernndez. Prlogo a la primera edicin de La Bandera de Chile,
Buenos Aires: Ediciones Tierra Firme, 1991. Documento recogido el 25/03/2009 en
http://www.letras.s5.com/hernandez190802.htm.
272
posible emprender la recuperacin de su yo extraviado. Es adems la problemtica del territorio,
extrao que ha perdido su dominio y su propia subjetividad, su identidad: el pas deja de ser el
espacio que lo sustenta () el individuo cree flotar sin comunicacin ni asidero. La prdida del
institucionalidad533. El sujeto desorientado en Carta de Viaje intenta, de este modo, asir aquella
precaria, inconsistente, descentrada, pues ha sido arrebatada desde sus orgenes en el caso del
533
J. CAMERON, Eduardo Correa, Elvira Hernndez y Marcelo Pellegrini. Tres aproximaciones al territorio. En
Semanario Liberacin, 12 de septiembre de 2003. Documento recogido el 26/03/2009 en
http://www.liberacion.press.se/anteriores/anteriores2/030912/notas/cameron.htm.
534
E. HERNNDEZ, Carta de Viaje, op. cit., pp. 9 y 12, respectivamente.
273
2.3.2. El lenguaje como va de evasin y desconstruccin.
fundamental mediante la cual el sujeto ejecuta la accin evasiva respecto de s mismo y del
rgimen opresor, pues a travs del sistema discursivo es posible develar y hacer uso de las fisuras
cuanto discurso y, en definitiva, la fuga del sujeto potico a pesar de las ataduras, el que sin
fundamentalmente por el evento rgimen militar y dictadura poltica chilena, constituye una
partir de circunstancias poltico-sociales que definen, por autoimposicin, las lneas de poder que
rigen sobre el dominio de una nacin. De acuerdo a ello, el sujeto potico metamorfoseado,
remitido, por ende, hacia el espacio del margen, en conformidad con la accin de los
imposicin por parte del sector hegemnico. En este contexto, el lenguaje opera precisamente
como sustancia y medio del acto represivo, generando desde all por un lado la efectividad de
polaridades que todo sistema lingstico presente, y ello, a manos de otro hecho lingstico en
274
rebelda: el sujeto potico, tambin en proceso de desmoronamiento y fuga, segn dicta su propia
particularidad.
constituye el recurso fundamental de imposicin por parte de los sectores de poder, y a su vez, de
resistencia por parte del sujeto oprimido. En este sentido, la primera accin coercitiva erigida
desde la institucionalidad hegemnica, corresponde en efecto a la fractura del sujeto como ser
La palabra constituye en este sentido, la entidad que dota de existencia a los distintos
con ellos. En esta lnea, el autor sostiene que es precisamente la experiencia lingstica la
encargada de ordenar la percepcin respecto del mundo y de los distintos mbitos de la realidad,
535
E. HERNNDEZ. Los fragmentos citados corresponden respectivamente a Arre! Halley Arre!, op. cit.; Carta
de Viaje, op. cit., p.11; y La Bandera de Chile, op. cit., p. 7.
536
H. GADAMER, Verdad y Mtodo II. Salamanca: Ediciones Sgueme, 1992, p. 199.
275
preformando, por ende, los esquemas mentales segn los cuales se dispone la vida social y
cultural y, por tanto, todas las articulaciones que establezcamos en relacin al entorno. Desde
esta perspectiva, la experiencia del poder como parte de los esquemas tradicionales de los
distintos sistemas comunitarios, constituye un fenmeno que reside igualmente en la materia del
poder, por tanto, como tal se ajusta y se manifiesta segn las dimensiones verbales que lo
conceptualicen mentalmente. Por otro lado, segn los presupuestos generados desde los inicios
constituye en esencia una estructura dicotmica, binaria, por lo que a travs de su materia verbal
logra preformar la nocin de poder, tambin de carcter dual, generando por tanto su propio
sistema dicotmico, pues siguiendo a Dussel,539 las lneas de los presupuestos modernos se
resto del mundo y, en nuestro caso particular, Latinoamrica, cuyos pueblos y culturas han sido
referida por Sarmiento540. En la obra de Hernndez, aquella dicotoma est dada particularmente
537
Ibd.
538
J. DERRIDA, La escritura y la diferencia. Barcelona: Anthropos, 1989.
539
E. DUSSEL, op. cit.
540
D. F. SARMIENTO. En R. FORNET-BETANCOURT, op. cit., p. 21.
276
Por su parte, Foucault establece igualmente el asentamiento del poder en el discurso, pues
ste ltimo constituye la entidad mediante la cual opera el fenmeno del poder y sus estrategias,
En este sentido, el silenciamiento constituye para los sistemas cntricos recursos que
parntesis, en los trminos de Maturana542, lo que es generado en gran parte mediante el ataque
como de s misma. Silenciar al otro para silenciar la memoria, lo que produce en procesos de
represin ms bien el efecto contrario en tanto por medio de este lenguaje potico el poeta
intenta precisamente rescatar la memoria histrica como apunta Sandoval543, eludiendo por
supuesto las normas restrictivas impuestas por la hegemona. Al respecto, Foucault seala que en
la palabra, pues se considera que sta constituye un derecho exclusivo de quienes ostentan la
razn. El lenguaje opera entonces como herramienta fundamental de restriccin y opresin, dado
que en l, segn el autor, se ejercen de modo privilegiado los poderes. Expropiar el manejo del
541
M. FOUCAULT, Esttica, tica y hermenetica. Volumen III. Barcelona: Paids, 1999, p. 59.
542
H. MATURANA, La Objetividad. Argumento para obligar. Santiago: Dolmen Ediciones, 1997.
543
SANDOVAL, op. cit.
277
lenguaje es, por consiguiente, anular el acceso al poder por parte de los oprimidos; la
De esta forma, se acciona la falacia discursiva de los sistemas cntricos, los que a su vez
tienden a presentarse como entidades cuyas propuestas y modelos de ordenacin social son
racionales y justificadas, generando por consiguiente la activacin del olvido, en algunos casos,
por parte de los sectores oprimidos. Maturana, al respecto, apunta que estas mismas
objetividades sin parntesis operan haciendo uso de distinta clase de materias como
espaola, los regmenes militares y las dictaduras polticas como el nico modelo sociocultural
y poltico adecuado para instaurar su dominio sobre el entorno y las distintas culturas545. El
accionar de los sistemas dominantes es concebido y comprendido, por tanto, como un proceso
imposicin, ya sea en el caso de la dictadura militar impuesta en Chile, por medio de la muerte
544
M. FOUCAULT, El Orden del Discurso, op. cit., pp. 14 y 15.
545
H. MATURANA, op. cit., p. 21.
278
sus siluetas oscuras caminando en Valenti
fogonazo
quemadura blanca
extirpacin de las comunidades subordinadas respecto del discurso dominante, por medio de su
confinacin hacia los espacios perifricos de la cartografa oficial. En este sentido, el mapa como
texto, como discurso, se ve alterado, tergiversado por la actitud impositora, la que se instala bajo
abordadas y, por consiguiente, en los procesos de transculturacin a los que son impuestos. En el
caso de La Bandera de Chile, el emblema es la alegora del sujeto oprimido, cuya palabra ha sido
vaciada; el signo en definitiva vuelto vaco, como smbolo de la fractura efectuada sobre el
lenguaje: el signo y el sujeto la bandera es vaciada, desangrada y luego ignorada desde aquella
memoria colectiva, de acuerdo a las disposiciones jerrquicas del bloque opresor. La historia
546
E. HERNNDEZ. Los fragmentos citados corresponden respectivamente a Meditaciones fsicas, op. cit.; Carta
de Viaje, op. cit., p.14 y 19; y La Bandera de Chile, op. cit., p. 27.
547
E. HERNNDEZ, La Bandera de Chile, ibd.
548
Ibd., p. 19.
279
constituye, por consiguiente, el constructo discursivo que es acribillado en pos de desarticular su
sujeto femenino, cuerpo de la bandera como alegora del cuerpo de la mujer549, en tanto su
materialidad fsica en el poema comparece tal cual texto y/o conjunto de signos, razn por la cual
esta entidad intenta rastrear y hallar mediante un proceso de re-escritura la inversin de los
las lneas de opresin. De acuerdo a ello, el lenguaje, entendido como la propia materialidad y
cuerpo del sujeto, constituye la herramienta emancipadora de la cual se hace uso el sujeto
potico, especficamente por medio de las fisuras y vacos producidos por el verbo opresor y del
para Hernndez en otra cosa que la posibilidad de un renacimiento, una nada que es
potenciadora como apunta la misma poeta, aquello que emerge del no ser todava551, de
aquel vaco que surge de las contorsiones de la propia lengua552, pero que sin embargo, guarda
549
N. NMEZ; F. MORAGA; Historia y escritura corporal en la poesa chilena y canadiense contempornea. En
Atenea, N 494, II semestre de 2006, p. 65. Documento recogido el 26/03/2009 en
http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0718-04622006000200004&script=sci_arttext.
550
F. MORAGA, La Bandera de Chile: (Des)pliegue y (Des)nudo Op. cit., p. 31.
551
E. HERNNDEZ. En V. VIDAL, Elvira Hernndez: poesa desde el silencio a la luz. La poca, 29 de Junio de
1997. Documento recogido el 26/03/2009 en http://virginia-vidal.com/cgi-bin/revista/exec/view.cgi/1/64.
552
F. MORAGA, op. cit., p. 31.
280
una fuerza incalculable para doblegar al ser opresor dado que en aquellos vacos, fisuras y
espacios de fuga que asoman en tales contorsiones se reescribe la figura el sujeto: a cuarenta y
propia estructura interna en trminos de las simetras y relaciones dicotmicas que lo componen.
un hecho violento, en tanto uno de ellos se posiciona siempre como la entidad dominante554. De
ah entonces que la modernidad plantee una clara escisin entre los componentes con los cuales
coherencia perifrica es oprimida y dispuesta bajo moldes que no le son propios: La Bandera de
Chile no dice nada sobre s misma / se lee en su espejo de bolsillo redondo / espejea retardada en
el tiempo...556. Asimismo, se expone en Carta de Viaje: A distancia se agitaban las bande- / ras
ojerosas de los aptridas que me reciban. Y, en mi / espejo de bolsillo not que iban quedando
en blanco557. La armona interna del sujeto oprimido es entonces perturbada, pues el sujeto ve
instancia, el sujeto como bandera y en el exilio se lee a s mismo en un acto reflejo en el que,
discurso, el sujeto como signo sigue siendo mutilado. Sin embargo, el reconocimiento de s
553
E. HERNNDEZ. Carta de Viaje, op. cit., p.19.
554
J. DERRIDA. En J. CULLER, Sobre la deconstruccin, op. cit., p. 79.
555
E. HERNNDEZ, La Bandera de Chile, op. cit., p. 17.
556
Ibd, p. 7.
557
E. HERNNDEZ. Carta de Viaje, op. cit., p.18.
281
mismo mediante el acto de lectura, provee al yo oprimido de la posibilidad de cierto desvo o
traspaso de umbral: el otro lado del espejo que deja entrever la fisura que a su vez es otra huella,
supervivencia, desde la propia naturaleza del sujeto bajo opresin, el llamado por Moraga558
De este modo, en el contexto de la falacia elaborada por los sistemas de poder como
recursos de coercin, sta acta ejerciendo presin directamente sobre el sujeto oprimido al que a
su vez utiliza como estrategia de opresin, estrategia que se vuelve efectiva de acuerdo al nivel
Bandera de Chile. (...) La Bandera de Chile es reversible para / unos de aqu para all / sotros
asociados todos de algn modo a la idea de representacin, vale decir, la bandera como una
reversible560, entre otros, lo que da cuenta en definitiva de una figura que presenta un doble cariz:
558
F. MORAGA, La Bandera de Chile: (Des)pliegue y (Des)nudo Op. cit.
559
E. HERNNDEZ, La Bandera de Chile, op. cit., p. 11 y 17.
560
M. I. ZALDVAR, Qu es una bandera y para qu sirve? A propsito de La Bandera de Chile de Elvira
Hernndez. En Anales de Literatura Chilena, Ao 4, diciembre de 2003, N 4, p. 206.
282
historia, pero levanta tambin cortinas de humo, disimula y atribuye
autoridad a quien la enarbola. Va de toma toma de sitios de los sin casa en
toma: toma el poder de los militares, en que se hace extranjera en su propio
pas, se despedaza repartida a los cuatro vientos del exilio y termina siendo
usada como mordaza.561
El emblema patrio es utilizado entonces como alegora respecto del sujeto subordinado,
pero tambin, por medio de movimientos de expropiacin y apoderamiento simblico por parte
de la hegemona, como un ser victimario que ha debido rendirse o venderse bajo el peso de la
voz y mano opresora, para quien por consiguiente tambin trabaja. De este modo, la entidad
opresora logra efectuar el torcimiento del sujeto oprimido o su silencio concesivo de acuerdo a
los patrones impuestos por la hegemona, haciendo uso del emblema, como asimismo del
retrica populista por medio de la cual se pretende canalizar el ingreso de una imagen y discurso
favorable al interior del aparato simblico del pueblo oprimido, de los ciudadanos apresados de
561
F. SCHOPF, op. cit.
283
(todo es estrictamente deportivo)
la Bandera de Chile vuela por los aires
echada a su suerte.562
a la realidad dominada, tal como arguye Dussel563, en tanto la entidad dominante ocluye a la
subordinada. En este sentido, la figura de la bandera como representacin del pueblo chileno, del
sujeto oprimido parece un verdugo de sus propios colores564, pues se ataca a s misma en el
marco de este doble juego: como vctima del engao producido por el discurso moderno,
hegemnico y dictatorial, y por ende, la afrenta ante un pueblo que consume dicho discurso,
como en el mismo caso de Arre! Halley; y, por otro lado, paralelamente como entidad
generadora del mismo artificio elaborado bajo el propsito final de supervivencia en boca
efectuados por los sistemas de poder, vale decir, los mecanismos de sobre-explotacin y
violencia levantados sobre los sujetos oprimidos, por parte de quienes sostienen una razn
carente que en realidad carece de s misma y sobre la cual se sustenta el discurso moderno y
Cuando los das son todos iguales todos pegados unos a otros
a otros todos por el mismo hilo dictatorial conocido
ya nadie reconoce los horrores por sus horrores sino por su vrtebra
que vertebra la espalda para que vaya rota vaya al suelo
..
562
E. HERNNDEZ. Los fragmentos citados corresponden respectivamente a Arre! Halley Arre!, op. cit.; y
La Bandera de Chile, op. cit., p. 15.
563
E. DUSSEL. En W. MIGNOLO (comp.), op. cit.
564
E. HERNNDEZ, La Bandera de Chile, op. cit., p. 20.
565
Ibd., p. 12.
284
Vivimos en un cajn de circo
de pronto vuelan palomas y conejos
de pronto se llena de gusanos
...........
civilizado, las sociedades modernas siguen por el contrario los patrones de un continuo
enfrentamiento en el cual barbarie versus barbarie se hallan en pugna permanente. Ello, debido
constituye no efectivamente un proceso guiado por las normas de la razn, sino que por el
contrario, ha sido desde sus orgenes en 1492 con el descubrimiento de tierras americanas568, un
proceso guiado por un afn irracional de ampliar por parte de los hombres su podero so pena de
arrasar con el dominio de los otros ms debilitados. El sujeto potico de estos textos, constituye a
travs de morfologas como la bandera nacional y el mismo cometa extranjero, el blanco de esta
como apunt igualmente Hernndez, por acciones externas e impuestas que lo inhabilitan como
una entidad emancipada, libre y autnoma. Los aparatos de poder se superponen, por
consiguiente, y despliegan sus estrategias coercitivas por medio de las cuales se reduce a la
566
E. HERNNDEZ. Los fragmentos citados corresponden respectivamente a Meditaciones fsicas, op. cit.; Carta
de Viaje, op. cit., p. 20; y La Bandera de Chile, op. cit., p. 23.
567
R. FORNET-BETANCOURT, op. cit., p. 22 y 23.
568
E. DUSSEL, 1492. El Encubrimiento del Otro, op. cit.
285
entidad periferia. De este modo, el sujeto marginal, representante del pueblo oprimido, es
vaco, de ausencia. Es, como se sostuvo ms arriba, el silenciamiento del signo, la marca de su
tensin al que es sometido el sujeto potico. Tal como se expone en el poemario de 1991: La
Chile como un sujeto femenino, en tanto ella es vctima directa, dbil, indefensa y violable, de
un sujeto otro, patriarcal, poseedor de mayor dominio y capacidad coercitiva. De este modo,
569
E. HERNNDEZ, La Bandera de Chile, op. cit., p. 18.
570
N. NMEZ; F. MORAGA, op. cit.
286
De acuerdo a ello, la conceptualizacin de patria-mujer con la cual se concibe al sujeto en
razn del poemario de 1989 Yo herma / cuchepa / india sudamericana571, sitan asimismo a
este sujeto femenino en una posicin pblica respecto del pueblo oprimido, en una posicin de
entidad o sujeto perteneciente a un contexto y entorno particular, del cual es sin embargo
brillo / caer opaca / de tierra / la piedra se estrellaba573, versa Arre! Halley al respecto. El
museo como prisin institucionalizada, como lugar de encierro, de muerte en vida cual prisin,
emblema de la nacin y, por ende, de la soberana y la libertad nacional. Es as como al otro lado
571
E. HERNNDEZ, Carta de Viaje, op. cit., p. 10.
572
E. HERNNDEZ, La Bandera de Chile, op. cit., p. 26.
573
E. HERNNDEZ, Arre! Halley Arre!, op. cit.
287
de la vitrina de exhibicin, persiste en la memoria del espectador la muestra de una historia
detenida, empozada y encubierta por el discurso del opresor; historia ya muerta, hechos
ausente, inexistente, vuelto cadver en exposicin por medio de la cual sus restos comprueban su
estructura de estos sistemas dominantes. En este sentido, los fenmenos mediante los cuales se
manifiesta el afn moderno en el contexto de esta poesa el rgimen militar, como entidades
discursivas van generando desde su propia naturaleza ciertas hendiduras que posibilitan las
acciones de fuga por donde se filtra y escurre el sujeto potico. Derrida acua este accionar como
deriva o deslizamiento574, en trminos de las fugas y quiebres que se producen en el devenir del
resistencia que el sujeto potico, metamorfoseado en cometa, bandera, india mestiza, pueblo y
exilio, levanta ante la dominacin, entidades que segn Moraga, en el caso particular de la
574
J. DERRIDA, La desconstruccin en las fronteras de la filosofa. Barcelona: Ediciones Paids, 1989, p. 36.
575
J. DERRIDA, Mrgenes de la Filosofa, op. cit., p. 46.
288
bandera, residen precisamente en los (des)pliegues del lenguaje, desde donde se liberan y
(des)nudan signos contenidos por diversas posibilidades semnticas, y se abren paso entre los
huecos y espacios de representacin simblica dando forma a los contornos de una lengua
potica que tiende a la expansin de todas sus posibilidades576. De este modo, el sujeto potico
de esta escritura escapa por las fisuras del dominio opresor, representado en uno de los casos por
el museo, cual entidad institucional, cual atad en donde se reposa inerte, analoga de la prisin,
huye, escapa a la calle y jura volver / hasta la muerte de su muerte577. Acto de liberacin
donde se tanto generan arbitrariamente las posiciones de una razn parcializada y no universal
Ahora bien, dicha resistencia se presenta precisamente desde el terreno de la dignidad del
sujeto oprimido que emerge a pesar de las instancias de degradacin, oprobio y mutilacin a la
que es sometido. El pueblo pasar una y otra vez por las pginas de los libros / tu profesin
del sujeto potico es ms explcita: de nuevo la saliva atorada de saliva la Bandera de Chile / de
576
F. MORAGA, La Bandera de Chile: (Des)pliegue y (Des)nudo, op. cit., p. 29.
577
E. HERNNDEZ, La Bandera de Chile, op. cit, p. 26.
578
R. FORNET-BETANCOURT, op. cit., p. 28.
579
E. HERNNDEZ, Meditaciones fsicas, op. cit.
289
nuevo la boca escupe la chacarilla vomitosa sin especie aunque le cueste los dientes. () Con
forma la supervivencia del signo oprimido mediante la fuga por los intersticios de la palabra
potica, que es igualmente oprimida y liberada en tanto recae el carcter plurisignificativo con el
cual se reviste el mismo sujeto lrico. La apertura a la otredad constituye, por consiguiente, ese
devenir, entendido por Foucault como sueo lrico que renaciese y reapareciese sin
cesar581. Es as como, entonces todas las dicotomas levantadas por el discurso oficial son
invertidas en la conciencia misma del sujeto perifrico: La Bandera de Chile con el ojo que
tiene / agrandado como estrella / cclope ateo / de arriba abajo mirando el filo de los cambios /
propio cuerpo-texto como en el del opresor, el sujeto potico encuentra las vas de escape que lo
conducen hacia la desestructuracin del sistema que ha mantenido bajo orden, incluso desde las
580
E. HERNNDEZ, La Bandera de Chile, op. cit, pp. 24 y 29.
581
M. FOUCAULT, El Orden del Discurso, op. cit., p. 27.
582
E. HERNNDEZ, La Bandera de Chile, op. cit, p. 22.
583
Ibd., p. 24.
290
Desde la herida del lenguaje presente en la huella que constituye la palabra potica584,
quebrantada a su vez por los mecanismos de opresin, se configura precisamente la cisura que
La Bandera de Chile se parte en banderitas para los nios y saluda585. De acuerdo a ello, a
pesar de la intencionada desintegracin del emblema patrio, metfora del sujeto potico de esta
infancia, invirtiendo soterradamente los efectos de la opresin ejercida sobre l. En este sentido,
postulamos la posibilidad de cierta accin emancipadora del sujeto potico en esta poesa, o por
lo menos su intencin, liberacin que sin embargo no puede concretarse completamente, en tanto
simplemente en Hernndez que La Bandera de Chile sabe que su da es el del juicio587, da que
no tendr lugar mientras los sistemas de globalizacin no den cuenta de las relaciones de
interdependencia que guardan intrnsecamente con los sistemas menores. De acuerdo a ello,
entendemos aquel acto de emancipacin por parte del sujeto potico como un hecho igualmente
ilusorio, en tanto y de acuerdo a la naturaleza de esta misma entidad, no es posible hallar en ella
584
J. DERRIDA, La escritura y la diferencia, op. cit, p. 113.
585
E. HERNNDEZ, La Bandera de Chile, op. cit, p. 8.
586
R. FORNET-BETANCOURT, op. cit.
587
E. HERNNDEZ, op. cit, p. 23.
291
una configuracin cabal que lo represente, pues el sujeto siempre constituir en esta poesa y en
la que conforma el corpus del presente estudio una nocin fallida, fragmentaria, inconsistente,
que intenta en el caso de Hernndez completarse, volverse ntegra en el ejercicio de la huida, tras
la cual alcanzar alguna vez la tierra prometida. En la fuga se centra por consiguiente, el
naturaleza la constituye aquello que es transitorio, pasajero, efmero, etreo, tal cual es el cometa
del primer texto de la poeta y tal como se expone en parte de sus versos finales: Arre! Halley
Arre! / camina con tu tranco el tiempo que queda588. En conclusin, el sujeto huidizo no es ms
que aquella instancia de evasin, de fuga por medio de la cual l mismo no puede finalmente
588
E. HERNNDEZ, Arre! Halley Arre!, op. cit.
292
2.4. El sujeto eclipsado en la poesa de Diego Maquieira.
Si bien la obra potica completa de Diego Maquieira589 consta, en estricto rigor, de cinco
poemarios de breve extensin, son precisamente los textos publicados en la dcada de 1980 y
comienzos de 1990 y los ltimos publicados por el autor hasta la fecha, los que han alcanzado
crtica, de acuerdo al carcter transgresor y la originalidad de la cual sus versos dan cuenta en
ocasiones la crtica tiende a hablar de cuatro textos y no de cinco, debido a que su cuarta
constituye tal como lo ha planteado el autor, una publicacin menor sujeta a modificacin
anticipo tal como lo indica su nombre de algunos de los poemas que formarn ms tarde parte
de su ltima obra publicada Los Sea Harrier (1993), edicin que incluye con algunas
589
Diego Maquieira Astaburuaga naci en Santiago en 1951. Hijo del diplomtico chileno Fernando Maquieira y
Julita Astaburuaga, vivi gran parte de su infancia fuera del pas, en ciudades como New York (principalmente), La
Paz, Lima, Ciudad de Mxico y Quito, regresando a Chile alrededor de los doce aos para ya establecer
definitivamente su residencia en su lugar de origen. Una vez egresado de la escuela secundaria no ingres a la
universidad por decisin propia, debido a que no deseaba someterse a un sistema de educacin formal, sino ms bien
prefiri la libertad del aprendizaje y el desarrollo autodictada en el rea de la creacin artstica. Durante este periodo
afianz vnculos con poetas como Enrique Lihn y Nicanor Parra, constituyendo este ltimo un importante referente
potico, segn ha declarado el mismo autor. Ha obtenido el Premio Pablo Neruda en 1989, el Premio de Poesa
Enrique Lihn de la Universidad Finis Terrae en 2004, y fue becado por la Fundacin Andes en 1992.
Su produccin potica est compuesta por Upsilon (1975), Bombardo (1977), La Tirana (1983), Los
Sea-Harrier en el firmamento de eclipses. Poemas de Anticipo (1986) y Los Sea Harrier (1993), ste ltimo en
formato de compact disc. En 1992, public asimismo El oxgeno invisible. Antologa arbitraria de Vicente
Huidobro.
293
borde de nuestro portaaviones Citta Felice por Lope de Aguirre Peregrino, el que fue
completamente suprimido de la edicin definitiva de 1993. Para efectos del presente estudio, y
apartado lo constituyen precisamente los textos publicados durante la dcada de 1980, esto es
La Tirana y la plaquette mencionada, esta ltima adems como objeto literario independiente
texto de los mismos sujetos y las bases que los sostienen. En el caso de La Tirana, el sujeto
opresor estara representado por la figura de Velsquez Diego Rodrguez de Silva y Velzquez
, y el sujeto oprimido, por la misma Tirana; y por su parte, en Los Sea-Harrier en el firmamento
de eclipses, la entidad dominante se manifiesta a travs del bando de los Milenaristas, en tanto
los Harrier corresponden al bando de los sujetos bajo opresin. Esta ltima, una contienda entre
590
R. PERALTA, El sentido de historia en Los Sea Harrier. Documento recogido el 02/03/2008 en
http://www.letras.s5.com/dm070306.htm.
294
2.4.1. La Tirana: transposicin de sujetos en decadencia.
astronoma como ocultacin transitoria total o parcial de un astro por interposicin de otro
cuerpo celeste591. En el caso de los poemarios revisados, cada uno de los sujetos-personajes
mediante los cuales se genera la permuta de sus propiedades, dado que uno se transforma a la vez
situacin en la cual ambos sujetos, opresor y oprimido, tienden a fusionarse, a ser uno slo, pese
En este sentido, tenemos que el sujeto de La Tirana, en tanto entidad oprimida, da cuenta
de los caracteres propios del llamado sujeto posmoderno, a razn de constituir en s misma una
largo del texto paulatinamente acentuando su desintegracin hasta alcanzar en los ltimos versos
del poemario un estado de evidente agona, de sujeto sostenido por el hilo de una voz mediante la
cual se intenta materializar a aquel otro sujeto el opresor, de modo que ste pueda otorgarle
vida, lo sostenga en medio del derrumbe, entidad que acontece sin embargo de igual modo en
calidad de ruina, de sujeto desmoronado: Diego para / Para Diego / Para Diego / Puedes parar
591
RAE, Diccionario de la Real Academia Espaola. Documento recogido el 10/06/2009 en
http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=eclipse.
295
Diego? () Tengo miedo / Tengo miedo, Diego / Diego, se me va la cabeza / No hay duda
alguna () raja, estoy volviendo loca, Raja / contstame / me estoy volviendo loca592. Ahora
bien, unas de las particularidades que diferencian a este sujeto respecto de los otros casos y
autores revisados es su pertenencia a la alta clase social chilena, un sujeto proveniente de una
travs del personaje femenino: Y si bien vengo de una familia muy conocida / Y si es cierto que
me sacaron por la cara / y que los que estn afuera me destrozarn / An soy la vieja que se los
tir a todos / An soy de una ordinariez feroz593. De acuerdo a ello, emergen precisamente en el
poemario aquellos espacios urbanos, pblicos y privados, en los cuales los integrantes de esta
laya suelen reunirse para celebrar algn evento social: la iglesia, el saln el Saln Rojo del
santiaguina de mediados de siglo: Para nosotros el Marconi se cae a pedazos / y desde cientos
representa el encierro de una lengua encarcelada bajo la voz del opresor, en las palabras de
Galindo596, de una lengua y un sujeto apresado por las disposiciones del sector dominante. En
otros trminos, la imagen de la misma ciudad como espacio de encierro, erotismo y demencia, y
en el cual se transgreden los valores, normas y convenciones sociales del buen vivir, la ciudad
592
D. MAQUIEIRA, La Tirana. Santiago: Tajamar Ediciones, 2003, p. 82.
593
Ibd., p. 25.
594
Ibd., p. 55.
595
E. BRITO, La Tirana, de Diego Maquieira. Una misa negra en la literatura chilena. En Campos Minados, op.
cit., p. 105.
596
O. GALINDO, Neomanierismo, minimalismo y neobarroco en la poesa chilena contempornea. En Estudios
Filolgicos, N 40, septiembre de 2005, pp. 79-94. Documento recogido el 16/04/2008 en
http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0071-17132005000100005&lng=es&nrm=iso&tlng=es.
296
como transgresin o quiebre del vivir natural, en armona, del ser humano, y por ende, es vista
espacio del desmoronamiento597, social, humano, moral; apelativo que de algn modo tambin
aplastado por la impronta moderna, pierde dominio y terreno de modo de generar ms bien
de su propia decadencia.598
Velzquez, amante de la Tirana, quien como entidad opresora se presenta en el texto con
entonces como en el universo potico analizado, ambas entidades, sujeto opresor y sujeto
oprimido, acontecen en evidente estado de descenso, de ocaso, pues los tiempos de honor y
gloria han sido ya finiquitados. En este sentido, la entidad dominante Velzquez es al igual
que la Tirana, un sujeto en ruinas que emerge en el poema como uno de los pocos sobrevivientes
597
G. BATAILLE, citado en T. HARRIS ESPINOSA, La Virgen en el Santuario Desmoronado (Sobre La Tirana
de Diego Maquieira. En Revista Mapocho, N 54, segundo semestre de 2003, p. 109.
598
M. BERMAN, op. cit., p. 161.
297
cuando te arrendaste el Hotel Valdivia
para restaurar la Inquisicin de Lima
que te quedaba ms cerca
y complacer as a tu Iglesia
.
presenta una acerba autocrtica en torno a la vida de la nobleza la gran vida y sus salones,
su respectivo deterioro mediante los actos de violencia y degradacin reproducidos por los
mismos integrantes de esta clase. Este mismo deterioro deriva, segn la autora, precisamente en
la prdida final del lugar, del locus, y en definitiva, de la identidad, del cuerpo y del lenguaje del
sujeto601: Qu gran final es morirse, Velsquez / pero qu triste / y la verdad es que no queda
nada, nada.602
determinado por el deterioro y el declive en ambos, a pesar de su filiacin con las esferas
599
D. MAQUIEIRA, op. cit., pp. 28 y 75, respectivamente.
600
E. BRITO. La Tirana, de Diego Maquieira. Lectura y anlisis. En Pluma y Pincel. Santiago: Artes y Letras de
Amrica, N 16, julio de 1985, p. 45.
601
Ibd.
602
D. MAQUIEIRA, op. cit., p. 79.
298
elevadas del poder social en La Tirana, sociopoltico y religioso en Velsquez, tambin en
descenso. Ahora bien, en el caso del personaje femenino su nominacin ha permitido a la crtica
ubicar al sujeto en varios espacios asociados en torno al eje medular del texto, de acuerdo a
nuestra lectura, un sujeto en proceso de decaimiento que intenta sostenerse en base a estandartes
igualmente desmoronados, como es la imagen de Velsquez, sujeto opresor que a su vez apela al
hace presente la asociacin del nombre con la india cuzquea que, en los tiempos de Diego de
Almagro y sus recorridos por nuevos territorios al sur del imperio inca, se rebela ante los
conquistadores junto a otros quinientos indios tras la muerte de su padre, un sacerdote inca, por
manos espaolas, razn por la cual huyen y resisten durante cuatro aos en la Pampa del
Tamarugal. La india cuzquea fue conocida precisamente por los castellanos como la tirana del
Tamarugal, dado su despotismo e inclemencia ante la vida de los espaoles que tomaba
prisioneros. Sin embargo, en medio de esta lucha, la joven se enamora del portugus Vasco de
Almeyda, a quien haba tomado cautivo y condenado a muerte, pero que posteriormente libera
para huir con l, previa voluntad de conversin a la fe catlica por medio del bautismo. Ambos
fueron finalmente asesinados por el pueblo indgena, debido a la traicin cometida por la india
leyenda con la de la festividad religiosa que se celebra en el Norte Grande del pas, la Fiesta de la
Virgen del Carmen de La Tirana, que emerge en este contexto como un evento sincrtico en el
cual se articulan, mezclan y fusionan cdigos mestizos, indgenas y catlicos, por un lado, segn
lo apuntado por Brito, como signo de la religiosidad marginal virgen negra, ertica y oscura en
oposicin con los cdices de la iglesia catlica, cual simulacro del acto sagrado y la fe
603
F. EMMERICH, La Tirana del Tamarugal. Santiago: Tajamar Editores, 2007.
299
cristiana604; y por otro, en palabras de Harris, como un evento representante en la metfora de
con el diablo, el ngel cado de la rebelin como la misma india cuzquea, lo que implica el
Por otro lado, coincidimos con Galindo al considerar que la nominacin de La Tirana
remite igualmente, en el contexto poltico de la poca, a la figura autoritaria del tirano, del
mximo opresor Augusto Pinochet a la cabeza de la dictadura militar impuesta606, lectura sin
604
E. BRITO, La Tirana, de Diego Maquieira. Una misa negra Op. cit., p. 95.
605
T. HARRIS ESPINOSA, op. cit., p. 112. El fragmento entre comillas corresponde a la cita de Bataille efectuada
por Harris.
606
O. GALINDO, Autoritarismo, enajenacin y locura en la poesa chilena de fines del siglo XX. Zurita, Maquieira,
Cuevas. En Amrica Latina Hoy, Vol. 30, 2003, p. 105.
300
tirana del amor carnal607. Precisamente, la asociacin del trmino con el chilenismo tirar,
mediante el cual se expresa coloquialmente el encuentro ertico entre dos sujetos, ha sido
igualmente referida por la crtica, como asimismo la acepcin de La Tirana como metfora de la
Quintrala, Catalina de los Ros y Lisperguer, aquella aristcrata santiaguina de la poca colonial
que, al igual que La Tirana se los tir a todos, y asesin a cada uno de sus amantes608. Por otro
lado, y en relacin a todos los casos anteriores, la nominacin da cuenta de igual modo de un
sujeto en femenino, de una tirana que en realidad es presa de la tirana del otro, no ejerciendo
por tanto su poder ante nadie como en tiempos remotos, sino que por el contrario es sometida al
amor y desprecio la tirana del amor y la carne de Diego de Velzquez quien finalmente la
abandona, la deja en el contexto del poemario por el personaje de Alessandra Mussolini cuya
nombre proviene de la nieta del Duce, Benito Mussolini. Al respecto, en funcin de La Tirana,
Brito alude a la figura femenina como metfora del cuerpo dbil, abusado y explotado por otro,
como el espacio del hueco, la herida del inconsciente latinoamericano a su vez en el cual
Hueco que acta como produccin textual, texto y metfora de otro texto: Chile, con un lado
inexplorado y por lo tanto, virgen, puta, en cuanto va a la venta; madre, en cuanto generadora
de hijos, india, por cuanto acusa sobre esa lengua, sobre su hueco, su lado oscuro y
sujeto a la inversa, en reverso, un sujeto desmoronado, una tirana que no lo es y que, por el
607
En sesiones de entrevistas efectuadas durante el ao 2005, el autor ha sealado a propsito del nombre de La
Tirana: Mucha gente ha visto a la Tirana como el Tirano, y como coincide la publicacin con la poca de
Pinochet, dicen que es el reverso, pero no es as. () No, me conect ms con la idea de la Tirana como
tiranizacin, y con tirar, sexo. La satrapa, la esclavitud del sexo, la tirana del sexo tambin. Tiene que ver con la
nocin de tirar, que es muy local, tirar. D. MAQUIEIRA, en P. HIDALGO, D. HOPENHAYN, Give me break.
Conversaciones con Diego Maquieira. Santiago: Editorial Universitaria, 2008, pp. 53 y 54.
608
O. GALINDO, Autoritarismo, enajenacin y locura en la poesa chilena.... Op. cit., p. 106.
609
E. BRITO, La Tirana, de Diego Maquieira. Una misa negra Op. cit., p. 99.
301
otra cosa que Amrica Latina y las etnias indgenas explotadas, abusadas por un otro que no es
desarrollado precisamente la metfora de Amrica Latina como el cuerpo dbil, que ha sido
hasta nuestros das por parte de otro cuerpo dominante y masculino correspondiente a Espaa y a
la impronta la irrupcin del conquistador. En esta lnea, Enrique Dussel seala precisamente
que el ego violento y guerrero del conquistador espaol era adems un ego flico,
representante del poder masculino y europeo por sobre las tierras e indias americanas:
610
Ibd., pp. 107 y 108.
611
E. DUSSEL, 1492. El Encubrimiento del Otro ... , op. cit., pp. 72 y 73.
302
Maquieira por su parte, destaca la voz femenina que constituye el texto y al mismo sujeto
lrico, pero ms bien desde la perspectiva de la matriz, del origen, como espacio autntico en el
que se resguarda la integridad del hombre. Desde esta perspectiva, el autor plantea la lectura de
universal por conservar su propia integridad, su ser, en definitiva, una lucha por sostenerse,
sobrevivir, mantenerse a s misma en medio sin embargo de la desintegracin que ella misma
significa. En otras palabras, corresponde al intento del sujeto por recuperar su propio origen e
identidad a travs del retorno hacia la madre, la Virgen Mara, la matriz612, nocin que se
corresponde en definitiva con nuestra tesis de lectura para el caso del sujeto de la poesa chilena
obstante ejerce algunos movimientos para no perecer en medio de su propia catstrofe; en el caso
de Maquieira dicho movimiento se asocia como hemos apuntado al inicio de este apartado a la
Por ltimo, en torno a las significaciones que el nombre Tirana permite generar, la
crtica igualmente ha concebido la nominacin como metfora del discurso, la lengua, por un
lado, la lengua indgena y mestiza, como lengua minada y perforada; y por otro, la lengua del
conquistador, la verdadera tirana. En este contexto, Brito seala que La Tirana representa
precisamente la tirana de la lengua espaola, conquistadora por sobre las lenguas aborgenes en
tanto aquella genera su imposicin e incluso su anulacin respecto de esta ltima. Desde esta
perspectiva, el sujeto La Tirana cumple asimismo su rol como tal o intenta cumplirlo, segn
nuestra lectura dado que es heredera de una lengua extranjera, fundadora y aristocrtica a travs
612
D. MAQUIEIRA, en P. HIDALGO, D. HOPENHAYN, op. cit., pp. 54 y 55.
303
de la cual se ha explotado e invalidado al otro. De este modo, se genera a su vez el encuentro y la
tensin entre dos discursos dos lenguas, de las cuales una, la lengua violentada, soporta,
retiene y reproduce las represiones y los huecos en torno de los cuales se estructura el
inconsciente613, una lengua que en definitiva logra ser sometida y encarcelada como la tirana
cuzquea por aquella otra dominante, hegemnica; tensin que asimismo genera una especie de
lengua hbrida, anmala y mestiza como tambin apunta Donoso614, injertada, en la cual
tal como versa al comienzo del poemario, mximo exponente de la pintura barroca espaola,
siglo XVII, y pintor de la corte de Felipe IV, quien emerge en el texto de Maquieira como el
principal amante de La Tirana, desde tiempos remotos, pero que la ha dejado en actual estado de
abandono. Tal como se ha enunciado ms arriba, la figura de Velzquez a lo largo del poemario
constituye la del sujeto opresor que, en definitiva, ejerce la accin de tiranizar al sujeto
femenino del poemario, La Tirana, a lo largo de toda la extensin de su escritura. En este punto,
femenina la que subyuga al otro en honor a su nominacin, sino que por el contrario, es ella
quien padece en primeras instancias las marcas del despotismo de Velzquez. En estonces la
entidad masculina la dominante y, en otros trminos, el signo del conquistador espaol, del
613
E. BRITO, La Tirana, de Diego Maquieira. Una misa negra Op. cit., p. 99.
614
A. E. DONOSO, Tirana (1983), de Diego Maquieira. Mestizaje, ficcionalizacin y referencialidad anmala.
Devenir gramtico de la opsys. Documento recogido el 02/03/2008 en http://www.letras.s5.com/aed130407.htm.
304
colonizador, Velsquez como representacin de la imposicin europea y espaola en Amrica
Latina por sobre el sujeto femenino violentado, al cual se estn pisando desde 1492615 y, en
sistemas de poder efectuada en relacin a sus sbditos, su pueblo, sus dominados. Por otro lado,
(1656), en tanto la obra permite remarcar la nocin del texto vuelto sobre s mismo, el pintor que
se pinta a s mismo, el espectador que se refleja en el mismo texto, lo que de igual modo permite
implicar al mismo autor emprico del poemario, Maquieira, tambin de nombre Diego616.
cuadro, operando este ltimo como reflejo del otro espejo que mira y se mira en l, nos
permite en conformidad con nuestra lectura articular la relacin de reflejos, dobles y reversos
presentes entre el sujeto opresor y el sujeto oprimido, tanto en La Tirana como en Los Sea-
Harrier en el firmamento de eclipses. En cuanto a Las Meninas, Eugenia Brito ha sealado que
son efectivamente los sujetos que operan en el texto, de modo de generar finalmente en el
abierto a la cultura y el pensamiento617. Se pierden por consiguiente las certezas respecto de las
identidades que sostienen o desestabilizan el texto, quin es el sujeto que pinta, quines son
los sujetos pintados, cules son las identidades que se arman y desarman en el texto. Foucault,
precisamente relativiza los espacios y entidades que forman parte del acto de representacin, de
modo de enfatizar la inestabilidad que esta sugiere, vale decir, los objetos de representacin son
615
D. MAQUIEIRA, La Tirana, op. cit., p. 26.
616
O. GALINDO, Autoritarismo, enajenacin y locura en la poesa chilena.... Op. cit., p. 107.
617
E. BRITO, La Tirana, de Diego Maquieira. Una misa negra Op. cit., p. 100.
305
el uno y el otro a la vez: el pintor, el cuadro, el objeto pintado. Las entidades e identidades se
cuyo ncleo est dado precisamente por el espejo que se visualiza al interior del cuadro, en el
cual se reflejan los modelos situados paradojalmente en su exterior, el rey Felipe IV y su esposa
Mariana. De este modo, las entidades de la composicin se cruzan e indefinen, tal como lo
propuesto ms arriba, una identidad mvil, movediza, que se trastoca o interpone con la de su
eclipsan el uno al otro, como motor y consecuencia a la vez de la desestabilizacin que padecen,
son el uno y el otro a la vez: Velzquez y Los Milenaristas como entidades dominantes; La
Tirana y Los Sea-Harrier como entidades sometidas en ambos poemarios, generndose de este
618
M. FOUCAULT. Las palabras y las cosas. , op. cit., pp. 14 y 15.
306
como tales. En el caso del yo oprimido, es la degradacin, la decadencia, la anulacin; en el caso
tras el velo del sujeto opresor. Mujer de buena familia, culta, aristcrata, luego su nominacin y
su desfachatez o soberbia para dar cuenta de sus atributos: Yo, La Tirana, rica y famosa / la
Greta Garbo del cine chileno / pero muy culta y calentona () An soy la vieja que se los tir a
todos / an soy de una ordinariez feroz619. Sin embargo, la tirana impuesta por el sujeto
femenino se tuerce rpidamente hacia su propia entidad, en tanto no es La Tirana la que ejerce
poder sobre los otros, sino que es ella quien padece a causa de su amor a Velzquez y el
desprecio presentado por ste: Porque como ya s que me has abandonado / y que piensas
robarme toda la plata / No te quedes con todo, no seas tan duro / djame por lo menos tu vanidad
/ () El amor que yo llevo adentro es terrible / es como arrasar vientos y conmover despojos620.
A lo largo del texto, se acenta precisamente el nivel de decadencia y degradacin del sujeto
sometido, el que alcanza hacia el cierre del poemario un agudo estado de delirio, dependencia y
anulacin del yo. De este modo, La Tirana da cuenta durante los textos que componen el
619
D. MAQUIEIRA, La Tirana, op. cit., p. 25.
620
Ibd., p. 27.
307
Haca fro a todo dar esa noche
pero yo estaba rodeada de mis cerdos
mis vacas, mis moscas, mis gallinas
Desde este punto de vista, consideramos que La Tirana opera en el texto como un sujeto
bisagra, en tanto, tiende a travestirse en funcin de un doble rostro: por un lado, como sujeto
oprimido y, por ende, degradado, marginal; y por otro, como sujeto asociado al opresor o
enmascarado como tal pintarrajeado como menciona la crtica622, dado que al igual que
Velzquez proviene de un origen aristocrtico, de una clase social elevada. Sin embargo, en
La Tirana ambas entidades en ella sujeto opresor y oprimido son figuraciones escindidas,
fracturadas, incompletas, de algn modo tal como sucedi con la india cuzquea quien situada
pueblo, por amor cae en el linde que la resita en el otro bando, en el del conquistador, en el del
Maquieira, La Tirana se presenta igualmente como un simulacro del sujeto opresor, como
621
Ibd., pp. 37, 40, 74 y 79, respectivamente.
622
E. BRITO, La Tirana, de Diego Maquieira. Una misa negra Op. cit., p. 107.
308
femenino y desmedrado intenta sujetarse de la entidad masculina y dominante a fin de ser, de
no desmoronarse. De esta forma, La Tirana hace uso de la voz del opresor, tirana y desptica
Que sepa cada gallina nacida aqu / que el cielo se va a abrir / y ya no lo van a ver ms azul /
sino que va a quedar un medio hoyo / y desdichado del que se acerque623 desarrollando a su
vez el vnculo filial con el sujeto espaol, tirarse a Velzquez con el propsito de posicionarse
ltimo cual mecanismo de lectura en el cuadro Las Meninas del pintor espaol, de modo de
confundirse con el sujeto dominante, ocultarse enmascarase bajo su rostro, el que a su vez le
otorga vida, forma, pues desde la posicin del sujeto creador fundador del yo dominado
representacin en crisis tela trizada, retazos del yo, en un simulacro. Ello asimismo, como acto
623
D. MAQUIEIRA, La Tirana, op. cit., p. 62.
624
Ibd., p. 70.
309
de traicin e inconsistencia del sujeto opresor traducida en la ilusin del espejo, su engao, su
oprimido asume la voz y accin del opresor, en tanto los Harrier actan con la misma o mayor
violencia y crueldad que la planificada y ejercida por los milenaristas: La centuria tiene que
empezar a escoger / ya pas el tiempo para los epicreos / y hedonistas, para esos vagos y
625
Ibd., pp. 26, 36 y 68, respectivamente.
310
ladrones / y debemos hacer que desaparezcan / () La centuria comienza y vamos a poner orden
/ pero los Harrier no lo ven de ese modo626. Es as entonces como el nimo desptico del bando
opresor se transfiere hacia el oprimido los Harrier generando el eclipse de uno por sobre el
otro, la desaparicin del la voz oprimida por la aparicin de la del opresor, pero no en este caso
como mecanismo de anulacin del primero, sino ms bien como acto de resistencia ante la
amenaza de exterminio efectuada por el segundo. De este modo, los Harrier se transforman en el
Precisamente, si bien el accionar de los Harrier constituye una lucha en contra de los
abusos y la explotacin ejercida por la entidad dominante, y por ende es un acto de liberacin
ante la intencin y poder del opresor, sus movimientos emancipadores se trastocan y transfiguran
en acciones igualmente dspotas y tiranas a partir de las cuales se pretende destituir un rgimen
edicin final del poemario en 1993, el que corresponde igualmente a un fragmento de la Carta al
Rey Felipe II del conquistador espaol Lope de Aguirre apodado precisamente El Tirano,
626
D. MAQUIEIRA, Los Sea-Harrier en el firmamento de eclipses. Poemas de anticipo. Santiago: Francisco Zegers
Editor, 1986. La plaquette en la cual se publica el texto no presenta pginas numeradas, por lo que en lo sucesivo las
citas que efectuemos a la presente obra no contendrn dicha informacin.
627
Ibd.
311
supresin que quiz opera como metfora de la elisin de la identidad del sujeto oprimido, su
yo mat al
Nuevo Rey, y al capitn de su guardia, y al teniente
general, y a cuatro capitanes, y a su mayordomo ma-
yor, y a su capelln, clrigo de misa, y a una mujer
de la liga contra m, y un Comendador de Rodas y
a un Almirante, y a dos alfreces, y a otros cinco o
seis aliados suyos; y con intencin de llevar la guerra
adelante y morir en ella nombr de nuevo capitanes
y sargento mayor, y luego me quisieron matar y yo
los ahorqu a todos628
poder y la matanza por ellos generada en contra del sistema de opresin tiene sus bases en el
vnculo del sujeto con la dimensin del mal, con el demonio tal como se visualiza en el
acuerdo a lo sostenido por Harris en funcin del mismo poemario de 1983629. En el caso de Los
Sea-Harries es posible detectar dicha relacin de modo explcito, segn lo expuesto en los
siguientes versos:
628
Ibd.
629
T. HARRIS ESPINOSA, op. cit., p.112.
312
Y nos llevaba en brazos hacia la luz
..
La transposicin de sujetos, por consiguiente, se efecta en este poemario por medio del
posicionamiento del yo oprimido en los espacios del opresor y de las tcnicas represivas, las que
no son dignas de los hombres de bien, sino que por el contrario, se asocian a acciones malficas,
perniciosas, perjudiciales. Los Harrier, al parecer, no tienen otra forma de hacer frente y
autodefenderse ante los propsitos y polticas de eliminacin presentadas por los milenaristas; y
sin embargo, en su intento por sostenerse ante los otros eliminando y destruyendo a los otros
no hacen otra cosa que desmoronarse en s mismos, decaer, desintegrarse paulatinamente, tal
como le sucede por ende al yo opresor. Ello se manifiesta finalmente con la muerte y sepultura
encielada, segn Schoph631 del lder de los Harrier, Phillip Rastelli nombre proveniente de
enfrentamientos contra los milenaristas. El poemario concluye finalmente con el Sermon dado a
Phillip Rastelli antes de morir, situacin con la cual se da cuenta, de acuerdo a nuestra lectura,
de la anulacin final y fatal de la entidad oprimida al tomar el lugar del opresor, el deceso y la
destruccin final del sujeto su autoeliminacin en definitiva al asumir los cdigos del otro,
630
D. MAQUIEIRA, Los Sea-Harrier , op. cit.
631
F. SCHOPF, Lenguaje Ajeno. En El Organillo: poesa y cuento. Santiago: N 9, noviembre-diciembre de 1987,
p. 15.
313
Predcame un sermn de muerte, Luchino
No me hagan un santo
Pero no me arrojen tan profundo
Respecto al sujeto opresor, tanto en los casos de Velzquez, en La Tirana, como de los
Milenaristas, en Los Sea-Harrier, se hace expresa la decadencia per se que reside y se acenta
en cada uno de ellos, la que no obstante intenta ocultarse o disimularse en ambos poemarios
disfraz de la clase social alta, como mecanismo distintivo de una clase humana superior, una raza
suprema tal cual rezan los principios fascistas e imperialistas, en funcin de sus proyectos de
Velzquez va poco a poco decayendo, dejando entrever la amenaza del yo como entidad, su
632
Ibd. Este ltimo poema de la plaquette corresponde a una transcripcin modificada de uno de los dilogos del
film La Balada de Cable Hogue (1970) de Sam Peckinpah, director norteamericano cuyo nombre figura igualmente
en La Tirana como uno de los personajes que acontecen en el poemario.
314
Porque aqu te quitan la vida Velzquez
te sueltan el cuervo de la religin
()
pero t decas paraso a las paredes
para no pasarte el mes solo en tu cama
con tus pantalones hechos bolsa
y con una imaginacin de los manicomios.
..
El discurso religioso acontece en ambos textos como el pilar de igual modo en proceso
desintegracin y porque no podas dejar que la cruz / se te fuera de las manos en ese
momento634. Sin embargo, tal discurso opera claramente como un montaje, una representacin
o espectculo tras cuya ilusin no hay otra cosa que la anulacin efectiva del yo. El montaje en
definitiva del discurso evangelizador como nico camino de los hombres de bien, en virtud de
los valores, la moral y las buenas costumbres, en desmedro de la cosmovisin atea o indgena,
expone en Maquieira, nicho del hombre civilizado e ilustrado. En definitiva, en ambos textos es
posible reconocer la mirada crtica en torno a la escisin civilizacin / barbarie postulada por
633
D. MAQUIEIRA, La Tirana, op. cit., pp. 31 y 63, respectivamente.
634
Ibd., p. 30.
315
Sarmiento635, la que da cuenta en concreto de la falacia y simulacro levantados por todo proyecto
imperialista y hegemnico, tras lo cual no hay ms que vaco, falsedad y desintegracin del
sujeto, tanto del opresor como del oprimido, tal como versa el poema El Gallinero:
ha sealado, asociada al bando de los milenaristas, bajo el mismo cariz de entidad protectora,
sociedad de sus pecados, mediante la supresin de aquellos infieles que no son dignos de la
gracia y el perdn de Dios. Lo anterior, se hace presente en la plaquette de 1986 por medio de
635
D. F. SARMIENTO, Facundo. Civilizacin y Barbarie. En R. FORNET-BETANCOURT, op. cit., p. 21.
636
D. MAQUIEIRA, La Tirana, op. cit., p. 43.
316
Ratz, lder de los milenaristas y cuyo nombre tiene su origen en la figura de Joseph Ratzinger,
colegiado del Vaticano que opera como sucesor de la antigua Sagrada Congregacin de la
los milenaristas vinculan su accionar a la obra de Dios, situacin que, al igual que el eclipse de
los sujetos opresores y oprimidos, se transpone con el accionar del demonio, de la luz del mal:
La iglesia en definitiva, en ambos textos, como una entidad no benefactora, sino que por el
637
Respecto a la inclusin de Joseph Ratzinger, actual pontfice de la Iglesia Catlica, como Ratz, lder de los
milenaristas en la plaquette de 1986 y posteriormente en la edicin de 1993, Diego Maquieira ha sealado lo
siguiente: Alguna vez o, hace mucho tiempo, una declaracin de Ratzinger cuando era Prefecto de la
Congregacin para la Doctrina de la Fe, y pens este tipo es peligroso. () De hecho, yo no intua que Ratzinger
iba a convertirse en Papa, sino que tema algo peor: la refundacin de la Inquisicin. D. MAQUIEIRA, en
P. HIDALGO, D. HOPENHAYN, op. cit., p. 173.
638
D. MAQUIEIRA, Los Sea-Harrier , op. cit.
317
Por
la decisin de los ngeles, y el juicio de los santos, exco-
mulgamos, expulsamos, execramos y maldecimos a Baruj
de Espinoza, con la aprobacin del Sto. Dios y de toda
esta Sta. Comunidad, ante los Stos. Libros de la Ley con
sus 613 prescripciones ().
() Maldito sea de da y maldito sea de noche;
maldito sea cuando se acuesta y maldito sea cuando se
levanta; maldito sea cuando sale y maldito sea cuando
regresa. Que el Seor no lo perdone. Que la clera y el
enojo del Seor se desaten contra este hombre y arrojen
sobre l todas las maldiciones escritas en el Libro de la
Ley. El seor borrar su nombre bajo los cielos y lo
expulsar de todas las tribus de Israel abandonndolo al
Maligno con todas las maldiciones del cielo escritas en
el libro de la Ley. Pero vosotros, que sois fieles al Seor
vuestro Dios, vivid en paz.639
En el caso del ltimo segmento citado, precisamente, los Harrier asumen la voz del
sujeto opresor en tanto el juicio represor e inquisidor debiera reproducirse por parte del bando
milenarista, generando por ende la trasposicin entre ambos sujetos. En relacin a ello, el castigo
sufren el deterioro del yo. Acto que de igual modo se concibe y presenta desde la perspectiva del
represor como un evento ejemplar, digno de ser presenciado por los otros, asimismo, como acto
sancionador de la Inquisicin, el montaje erigido con el fin de mantener a los sbditos bajo las
disposiciones del sistema dominante, la Iglesia y el Imperio, montaje que por un lado, guarda el
vaco del proceso como todo acto de representacin y, por otro, permite sin embargo generar la
639
D. MAQUIEIRA. Los fragmentos citados corresponden respectivamente a La Tirana, op. cit., pp. 54 y 55; y Los
Sea-Harrier, op. cit. El ltimo segmento corresponde en el poemario a una transcripcin de un fragmento del
decreto de excomunin otorgado en 1956 por la comunidad juda de Amsterdam a Baruch de Spinoza, filsofo
racionalista y pensador religioso holands, considerado el exponente moderno ms completo del pantesmo.
318
identificacin de ambos sujetos, verdugo y vctima, y de este modo, posibilitar la transposicin
materializa precisamente ese riesgo de transposicin entre ambas entidades, opresor y oprimido,
en tanto el sujeto opresor al ocultarse tras el castigo del reprendido, no hace otra cosa que
cual se reproduce en otras palabras la procesin y castigo pblico de Cristo la pasin impuesto
por el Imperio Romano, o dicho de otro modo, la identificacin misma del cuerpo de Cristo con
640
M. FOUCAULT, Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisin. Buenos Aires: Siglo XXI, 2005, p. 16.
319
y de la desonra y mengua que reeban
por la gran gente de las mirava,
porque vino mucha gente de las comarcas
a los mirar, yvan dando muy grandes
alaridos, y llorando algunos se mesavan
Yban muy atribulados por toda la ibdad,
Por donde va la procesin el dia del
Corpus Christi, fasta llegar
a la iglesia mayor, que estaba de llena641
Por ltimo, desde el punto de vista de la degradacin del sujeto opresor y del proceso de
subordinada. Al respecto, Dussel642 sostiene que la periferia en los textos revisados, el sujeto
oprimido, marginal se sita fsica y necesariamente alrededor del centro, razn por la cual
tiende a configurar a este ltimo como tal, en otras palabras, el centro o la entidad dominante se
impone segn estas condiciones en tanto tenga a su haber una entidad marginal, subordinada
sobre la cual ejercer su imposicin. De acuerdo a ello, segn sostiene el autor, slo es posible
ambos extremos. Por su parte, Gergen apunta que las estructuras de poder, al instalarse como
margen, espacialidad sin duda rigurosamente necesaria para que, en definitiva, la nocin de
centro y sistema hegemnico, como espacio representativo del poder, pueda ostentar validez. Los
presencia e interrelacin de ambos polos: centro y margen, y la necesaria existencia de uno para
641
D. MAQUIEIRA, La Tirana, op. cit., pp. 51 y 52.
642
E. DUSSEL, Eurocentrismo y Modernidad (Introduccin a las lecturas de Frankfurt). En W. MIGNOLO
(comp.), op. cit., p. 57.
320
la concrecin del otro643. De este modo, en La Tirana se visualiza la dependencia de Velzquez,
presencia de una entidad dominante que se nutre, alimenta o sostiene en funcin de la entidad
dominada: Soy la ltima que va quedando / la ltima belleza, la Santa Escndalo / que te
ilumina el alma de repente / y no por la luz que te hago llegar / sino por la vida tremenda que
llevo.644
En el caso de ambos textos, la lengua opera como mecanismo efectivo de poder en tanto
a travs de ella, en especial, del discurso religioso, moral y evangelizador erigido en ambas
definitiva los sujetos, tanto dominantes como marginados, son vctimas. La tirana quizs la
verdadera tirana es la lengua, la lengua hegemnica, espaola, que a travs de sus recursos
otra tirana de otras lenguas y culturas, cuya incorporacin y fusin al espaol es innegable, pero
que cost a estos grupos varios siglos de Inquisicin645, apunta Brito al respecto, concepcin
que de un modo u otro ha sido asimilada por parte de la filosofa contempornea, en tanto la
lengua ha sido ciertamente considerada como un claro instrumento de poder, por medio del cual
es posible imponerse sobre los otros. En relacin a ello, Gadamer, ha sealado que la experiencia
del poder, como parte de los esquemas tradicionales de los distintos sistemas comunitarios,
constituye un fenmeno que reside efectivamente en la materia del lenguaje646. Al respecto, todo
643
K. GERGEN, Realidades y Relaciones. Barcelona: Paids, 1996, p. 27.
644
D. MAQUIEIRA, La Tirana, op. cit., p. 79.
645
E. BRITO, La Tirana, de Diego Maquieira. Una misa negra Op. cit., p. 100.
646
H. GADAMER, op. cit., p. 199.
321
encuentro con la realidad es articulado por medio de la comunicacin lingstica. El poder, por
tanto, se ajusta y manifiesta segn las dimensiones verbales que lo conceptualicen mentalmente.
Nociones como orden y servidumbre inciden, entonces, en este moldeamiento, delimitando, por
segn el autor, una estructura dicotmica y por tanto, como estructura dual, preforma la nocin
de poder y su carcter bipartito con la cual ste acta, vale decir, la escisin entre un yo opresor
ste ltimo constituye la entidad mediante la cual opera este fenmeno y sus estrategias, de las
Desde este punto, en La Tirana la voz que enuncia es igualmente la lengua, la que se
impuesta sobre los sujetos. Y a su vez, en razn de la interposicin efectuada entre ambas
abusado, utilizado hasta el extremo, en pos de reducir y anular a la entidad marginal por parte de
es tirana subyuga a los otros, pero tambin es abusada, violada en calidad de discurso moral,
647
M. FOUCAULT, Esttica, tica y hermenutica. , op. cit., p. 59.
322
en tanto el hombre la ha obligado a operar como entidad opresora, reduccionista, dictatorial. De
este modo, la misma lengua acontece en el texto como sujeto eclipsado en tanto es soberana,
sujeto dominante y, a su vez, entidad marginal, oprimida por los otros: La yo tremenda, La
volada, La feroz monja / La que abri la boca y me la copiaron / Y la papa, de la que todos
chupan / Pero est bien, pasen, pasen prelados648. En otros trminos, una lengua prostituida,
ultrajada, deshonrada por el mismo sujeto en declive, en su afn por sostenerse en medio del
derrumbe.
Por otro lado, a pesar de su doble cariz, la imposicin de esta lengua extranjera,
espaola, hegemnica, condiciona la herencia cultural recibida por el sujeto oprimido, el que
finalmente cede a la imposicin por motivos de sobrevevincia o amorosos, como sucedi con la
indgena cuzquea. La Tirana es tambin una dominadora en cuanto hereda una lengua y una
tradicin que ha expoliado a otras649, arguye Brito en torno a este punto. De este modo, en
ambos poemarios el sujeto marginal, en pos de la defensa de s mismo y su pueblo, asume los
instancia de traicin consigo misma y con el otro, la tradicin traicionada al recepcionar y asumir
los cdigos ajenos, los cdigos del yo abusador, tal como sucede en el otro mito con la figura de
la Malinche, mujer ndigena que al conocer las lenguas azteca y maya, colabora con Corts como
como la representacin del sujeto latinoamericano que al intentar defender sus tradiciones o su
propia existencia termina reemplazando sus propios cdigos y lenguaje por la entidad
648
D. MAQUIEIRA, La Tirana. Op. cit., p. 44.
649
E. BRITO, La Tirana, de Diego Maquieira. Una misa negra Op. cit., p. 100.
650
O. PAZ, op. cit.
323
extranjera, por la voz del colonizador. En este contexto, emerge la referencia correspondiente a
conquistada por la impronta europea, a pesar de su frrea lucha contra esta imposicin y la
consecuente traicin que su accin signific para su pueblo. Es el caso entonces del sujeto
supervivencia. La Tirana, en este sentido, no es tal, no es tirana, sino que por el contrario es
ella quien ha sido tiranizada, dominada y por consiguiente, anulada por el otro, por el discurso
del otro, quien no obstante tambin se desintegra junto a ella: Mi instructor fue el seor
quieren escucharla, se las puedo cantar / se llama raja / raja, me estoy volviendo loca, Raja.651
el contexto del caos, del desorden, del exceso el barroco, del carnaval, situacin que
generan los mismos sujetos. Al respecto, la crtica coincide en destacar el carnaval como espacio
tambin para Los Sea-Harrier de 1986, en tanto los sujetos superponen y revierten identidades,
en medio del montaje la ilusin y la algaraba. Para Bajtin653, la forma del carnaval constituye
651
D. MAQUIEIRA, La Tirana. Op. cit., p. 82.
652
O. GALINDO, Neomanierismo, minimalismo y neobarroco Op. cit.
653
M. BAJTIN, La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento: El contexto de Francois Rabelais.
Madrid: Editorial Alianza, 1989.
324
efectivamente una instancia de liberacin transitoria, en la cual tiene lugar la abolicin de las
regularmente a los sujetos. De este modo, al interior del carnaval de algn modo se restituye la
igualdad entre los individuos, destituyendo las diferencias socioculturales que los separan en el
contexto de la vida cotidiana, predominando segn el autor una forma especial de contacto
libre entre los sujetos. En Maquieira precisamente, tienen a diluirse de igual forma las jerarquas
entre los personajes en tanto cada uno de ellos ocupa el rol del otro, se eclipsa, se transpone en el
espacio del otro, generando la fusin, encuentro y desencuentro entre los mismos: Yo, Mara
Velzquez de Mussolini / el ms pasado para la punta que hay ac / rezo una ltima plegaria /
religin Bajtin apunta que en funcin de su naturaleza este espacio igualmente ignora y desarma
las distinciones entre actor y espectador, entre escenario y tribuna, un espacio en donde todo
lugar es el otro, donde cualquier lugar es otro lugar655 como versa Borges, un laberinto en
654
D. MAQUIEIRA, La Tirana. Op. cit., p. 78.
655
J. L. BORGES, La casa de Asterin. En El Aleph. Madrid: Alianza Editorial, 1998, p.79.
325
esencia misma del carnaval, y los que intervienen en el regocijo lo
experimenten vivamente.656
espacio del encuentro y desgobierno en el cual cada uno de los sujetos se trastoca con el otro. Es
que opera igualmente como metfora del pas y el continente, durante los periodos de conquista
destruccin, de usurpacin, en el cual las cosas y personas dejan de estar en su lugar. Es Chile
militar en las palabras de Brito: en un mundo que rinde tributo al caos, al desorden, como
entonces el espacio de la fractura, la fractura del orden desde el punto de vista de la liberacin de
los sujetos, pero tambin del montaje, de la ilusin del orden y del discurso, y en definitiva, la
656
M. BAJTIN, op. cit., p
657
E. BRITO, La Tirana, de Diego Maquieira. Una misa negra, op. cit., p. 101.
326
No parbamos nuestra alegra de bacanal,
Nuestro delirante cortejo de matanzas
Y desrdenes continuos
All abajo en el hoyo del mundo658
de encierro, pues no es posible escapar de l, como seala Bajtin, en tanto no hay lmites que
Cunta vida les has dado al manicomio?659, se enuncia en La Tirana. En este mismo espacio
de seudo encierro y seudo libertad, acontecen segn Bajtin, bufones y payasos como marca del
espectculo que trasciende la vida del escenario, permaneciendo en la frontera entre realidad e
espectculo de la risa en el medioevo que se entrelaza a su vez con los ritos y fiestas pagano-
religiosas, tal como expone el autor, lo que se asocia en el contexto de Maquieira con el carnaval
nombre del poemario desarrollada en el Norte de Chile en homenaje a la virgen pagana que
emerge a partir de la leyenda cuzquea y del templo levantado por un sacerdote espaol en el
Todas esas formas presentaban un lazo exterior con las fiestas religiosas.
Incluso el carnaval, que no coincida con ningn hecho de la vida sacra, con
ninguna fiesta santa, se desarrollaba durante los ltimos das que precedan a
658
D. MAQUIEIRA. Los fragmentos citados corresponden respectivamente a La Tirana, op. cit., p. 72; y
Los Sea-Harrier, op. cit.
659
D. MAQUIEIRA, La Tirana. Op. cit., p. 54.
660
Ibd., p. 54.
661
F. EMMERICH, op. cit.
327
la gran cuaresma (). La lnea gentica que une estas formas a las
festividades agrcolas paganas de la Antigedad, y que incluyen en su ritual
el elemento cmico, es ms esencial an.662
Ahora bien, el mismo contexto del carnaval se asocia en razn del exceso y su carcter
contradictorio a la esttica del barroco, presente de igual modo en la obra de Maquieira tal como
ha sealado la crtica. En este sentido, tenemos que se ha considerado efectivamente esta poesa
como una escritura barroca, en tanto, convergen en ella una serie de elementos contrapuestos que
van desde la sintaxis, la lengua contempornea y colonial; aristcrata y vulgar, los diversos
personajes adems de las entidades principales mencionadas, hasta los retazos y fragmentos
Lope de Aguirre, Fidel Fita, entre otros y/o discursos audiovisuales entre ellos, 2001 Odisea
del Espacio de Stanley Kubrick, y La Balada de Cable Hogue, de Sam Peckinpah, ambos cuyos
dilogos han sido utilizados como base textual para los poemas finales de La Tirana y Los
voces, entidades y subjetividades en ella convergentes, los que en palabras de Lihn, son reunidos
por el autor carnavalescamente para significar, de alguna manera, la intrnseca perversin del
de sujetos que no son otra cosa que mscaras que hablan en los poemas () rayados,
662
M. BAJTIN, op. cit.
663
A. E. DONOSO, op. cit.
664
E. LIHN, Un lenguaje violento y chilensis: La Tirana de Diego Maquieira. En El circo en llamas, op. cit.,
p. 168. El artculo de Enrique Lihn fue publicado originalmente en APSI, Santiago: ao IX, n 137, 21 de febrero al
5 de marzo de 1984.
328
polimorfos, que cambian de sexo y provocan a la sintaxis665, los que en funcin de su
textos de la plaquette. Por otro lado, el comportamiento barroco como se enuncia en el primer
contradictorio, opera como eje central en la obra de Maquieira, de acuerdo a las transposiciones
enuncia, citando a Maravall que precisamente en el arte barroco se visualiza la inestabilidad del
elemento constitutivo de esta esttica, en cuyas producciones artsticas tienden a confluir, por lo
665
Ibd., p. 169.
666
A. MARAVALL, en C. FOXLEY, Enrique Lihn: escritura excntrica y modernidad, op. cit, p. 28.
667
V. M. AGUIAR E SILVA, Teora de la Literatura. Madrid: Gredos, 1975, p. 285. El fragmento entre comillas
corresponde a las palabras de Julio Garca Morejn, citado por el autor.
329
En el caso de Maquieira, la contradiccin como fenmeno esttico y la exhuberancia
que a su vez guardan en s mismo esa propia dualidad, dando cuenta de ello igualmente, por
oprimido y su respectiva dualidad se diluyen, pues segn el autor el sentido de una polaridad
est igualmente contenido en la otra y, por tanto, no existe la unidad en s mismas, sino que cada
una de ellas conlleva a su vez la esencia de su propia alteridad. Al respecto, desde el punto de
vista del lenguaje, la nocin de differance establece la fisura en la entidad discursiva y por ende,
fronteras y la apertura hacia otra alteridad semntica. Differance, segn lo planteado por Derrida,
(espacement) por el que los elementos se relacionan unos con otros668. Es as como las huellas
contemplado tanto en un sujeto como en el otro, desarticulando por ende, en cada uno de estos
polos su propia unidad. Lo anterior remite, finalmente, a una lgica de desarme, de inversin de
jerarquas, que desestabilizan finalmente ambas estructuras: la del sujeto de poder el tirano y
la del sujeto subyugado, marginal. De este modo entonces, en Maquieira los sujetos se pertuban,
desmoronan en el vnculo consigo mismo y con los otros, pensando y dndole vueltas a la
668
J. DERRIDA, Positions. En J. CULLER, op. cit., p. 89.
330
Derrida669 como se expone en uno de los versos de 1983, se desarticulan al coincidir ambos
suprimido por el autor para el ttulo de la versin definitiva en 1993, un firmamento que en
proceso de destruccin.
669
D. MAQUIEIRA, La Tirana. Op. cit., p. 54.
331
2.5. El sujeto secreto en la poesa de Juan Luis Martnez.
obra completa en vida consta slo de dos publicaciones, las que precisamente forman parte del
objeto de estudio por nosotros referido: La nueva novela, y La poesa chilena, publicados en
1977 y 1978 respectivamente. En el 2003, la Universidad Diego Portales public algunos textos
670
Juan Luis Martnez Holger naci en Valparaso el 7 de julio de 1942 y falleci en Villa Alemana el 29 de marzo
de 1993 a causa de un ataque cardiaco. Su vida transcurri entre las ciudades de Valparaso, Via del Mar, Concn y
Villa Alemana. Desert del sistema escolar recin iniciados sus estudios secundarios y en sus aos de juventud fue
conocido en la zona como el loco Martnez debido a su marcada rebelda frente a los convencionalismos sociales,
lo que se manifestaba por medio del uso de una larga caballera, bastante inusual para la poca fines de la dcada
del 50 e inicios de los 60, una intensa vida bohemia durante aquellos aos en Via del Mar y Valparaso, y por sus
desenfrenadas correras en moto efectuadas entre la ciudad jardn y Santiago. Precisamente, un grave accidente en
motocicleta lo oblig a estar postrado durante largo tiempo, periodo durante el cual se acerc a la lectura de variados
autores y obras que imprimiran un cambio en su persona y lo acercaran definitivamente al terreno de la poesa, de
la vanguardia literaria y la filosofa, convirtindolo finalmente en un lector afanoso y autodidacta.
Durante la dcada de 1960, Martnez frecuenta y entabla amistad con algunos artistas y poetas de la zona como
es el caso del msico Eduardo Parra, los poetas Juan Cameron y Ral Zurita, este ltimo quien vivi durante un
tiempo con Martnez y las respectivas familias en la casa de Concn. En 1971, Juan Luis Martnez se casa con
Eliana Rodrguez con quien tuvo dos hijas Alita y Mara Luisa y comparti hasta el final de sus das en Villa
Alemana, ciudad en la cual vivi durante sus ltimos aos retirado y alejado de la vida social y cultural de ese
entonces. Precisamente, la presencia del autor en la escena literaria nacional de la poca fue bastante discreta y
velada, en tanto rehuy siempre de los crculos de poder y otorg muy pocas entrevistas a lo largo de su vida. Por
otro lado, el autor padeci de una necrosis tubular en sus riones, enfermedad generada por la diabetes que sufra y
que lo oblig a someterse a sesiones de dilisis permanentes durante ms de quince aos, situacin que sin embargo
no le impidi mantener una constante actividad literaria en trminos de lectura y produccin y del contacto con sus
amistades literarias ms cercanas.
Su obra no goz en los primeros aos de su publicacin de buena recepcin por parte de la crtica, en tanto ella
tendi a desconcertar a especialistas y poetas debido a su experimental e innovadora propuesta potica, la que se
alejaba totalmente de los cnones y la tradicin lrica, debido a la naturaleza del mensaje su contenido cifrado, las
formas imgenes, fotografas, laberintos y materiales utilizados en su confeccin desde anzuelos y papel secante
hasta banderitas y certificados de defuncin de los grandes de la poesa chilena, razn por la cual sus dos
publicaciones en vida han sido considerados libro-objetos, situacin que asimismo vuelve bastante difcil y costoso
cualquier intento de reedicin en torno a ellos. En esta lnea, podemos sealar que la actividad potica de Martnez
data en gran parte de la dcada del 60, pero su obra recin se publica a fines de la dcada siguiente. Es el caso de La
Nueva Novela, obra que es concluida por el autor en 1971, pero que recin sale a la luz como autoedicin
Ediciones Archivo en 1977, debido al rechazo inicial por parte de Editorial Universitaria, organismo que revis y
deneg la edicin del texto entregado por Martnez bajo el nombre de Pequea Cosmogona Prctica despus de
dos aos de estudio.
En la actualidad, Juan Luis Martnez es considerado como uno de los poetas de mayor importancia en la
literatura chilena contempornea y una de las escrituras ms decisivas y vanguardistas de la lrica latinoamericana de
las ltimas dcadas. Si bien su reconocimiento en el contexto de la literatura nacional fue lento y tardo, en 1991
recibi una beca de creacin por parte de la Fundacin Andes durante la cual escribi La Tierra, obra que qued
inconclusa e indita; y en 1992 viaj a Paris su nico viaje al extranjero junto a otros artistas chilenos invitado por
el Ministerio de Cultura de ese pas, para el centenario de Kafka en el marco del programa "Les Beaux Extrangeres".
Su produccin potica est compuesta por las obras La Nueva Novela (1977), La Poesa Chilena (1978), y la
publicacin pstuma Poemas del Otro (2003), editada por la Universidad Diego Portales.
332
pstumos del autor bajo el ttulo Poemas del Otro, los que han quedado fuera de nuestro corpus
de estudio por constituir una escritura cuya aparicin en el contexto cultural y literario es
bastante tarda en relacin, por un lado, a la dcada por nosotros circunscrita para la presente
investigacin y, por otro, a la fecha de produccin de los textos mismos, los que remiten a las
referida para nuestro trabajo sea bastante exigua en trminos cuantitativos, sta es sin embargo,
acontece un sujeto secreto en tanto el acceso a esta entidad a travs de los textos es sumamente
inexistencia velada, como el mismo poeta se pens para as en torno a su obra671. Sujeto secreto
que se articula, de acuerdo a nuestro entender, bajo la concepcin por parte de Martnez de una
literatura u obra potica por medio de la cual se intenta acceder a una especie de conocimiento
verdadero, el que trasciende los mismos lmites del texto y su materialidad; un proyecto quizs
utpico por medio del cual se pretende develar o vislumbrar cierta verdad cifrada,
comprendiendo entonces que la nica va por medio de la cual se procura llegar a ella es la
671
En una de las pocas entrevistas otorgadas por el autor, ste seal: Me complace irradiar una identidad velada
como poeta; esa nocin de existir y no existir, de ser ms literario que real. J. L. MARTINEZ. Poemas del Otro,
op. cit., p. 64.
333
2.5.1. La autonoma del lenguaje potico: la evocacin de la albura.
lectura, es la nocin ampliamente sealada sobre la desaparicin del sujeto potico, del yo y, por
ya apuntado por la crtica, un primer elemento para dar cuenta de la anulacin de toda
La nueva novela desde su portada mediante la negacin visual del nombre del autor, (Juan Luis
Martnez), y de una suerte de alter ego o seudnimo potico, (Juan de Dios Martnez). Los
nombres negados entre parntesis remiten adems a la idea de excusa o inclusin explicativa que
no es necesaria, vale decir, la inscripcin de los nombres como un error que, ante la
segn la potica de Martnez, son tarjados y dispuestos como un equvoco que debe ser
obviado. Y en este caso, ambos, tanto el autor real como su nominacin literaria. El acto de
fundador, razn por la cual a partir de sus inicios la portada, del instante en que la obra sale al
amparo o cobijo de quien le otorg vida, dado que de acuerdo a la esttica martiniana, la obra
pertenece a s misma y al gran universo que es la literatura, por lo que su resguardo y soporte
334
anonimia, y el ideal, si puede usarse esa palabra, es hacer un trabajo, una
obra, en la que no me pertenezca ni unas sola lnea, articulando en un
trabajo largo, muchos fragmentos. Son pedacitos que incluso se conectan. Es
un trabajo de Penlope. 672
claramente con su propuesta potica: la disolucin del autor y la deconstruccin del texto como
entramado articulado segn las normas del logos occidental. En relacin al primero, Martnez
tanto el sujeto emprico que elabora el texto no es ms que un medio para que el lenguaje se
de la literatura, tal como apunta Miralles673, en tanto en ella se plantea que la creacin literaria y
el mundo all evocado no pertenecen a los autores, sino al Espritu como productor y
consumidor de literatura674. De acuerdo a ello, y tal como lo enuncia Martnez, los autores no
son aquellos quienes crean las obras producto de su inventio, no le otorgan vida como
progenitores, sino ms bien su labor consiste en interpretar una misma historia, en reordenar una
misma materia potica de modo de otorgarle una forma distinta a un mismo mensaje literario,
reorganizar los fragmentos, rescribir, hacer y rehacer tejer nuevamente el texto, como
pertenece al mundo, yo slo lo ordeno de una manera, pero esto lo podra haber hecho
672
Ibd., pp. 81 y 82.
673
D. MIRALLES, La agenda post-moderna de Juan Luis Martnez o la crtica de los discursos sobre la realidad.
Documento recogido el 22/11/2008 en http://www.davidmiralles.com/articulos/martinez.htm.
674
P. VALERY, en J. L. BORGES, Otras Inquisiciones, Buenos Aires, Emec, 1960.
675
J. L. MARTNEZ, Poemas del otro, op. cit.
335
Valery, Emerson y Shelley, quienes con algunas variaciones sostienen que en definitiva existe tal
unicidad entre todos los textos del mundo una misma idea secreta presente en cada uno de
ellos que estos podran haber sido escritos por una sola entidad, un slo caballero
omnisciente676. De acuerdo a ello, la poesa constituye un solo discurso infinito del cual todos
los poemas del mundo son slo fragmentos, en tanto existe un hilo conductor que los une y teje
de un solo tema universal y esencial, a partir del cual se desprenden todos los otros. Lo
anterior, segn Labraa, corresponde a una idea presente en toda la produccin del medioevo en
un discurso potico anterior, dando origen por consiguiente a un texto cuya sustancia tiene su
que es utilizado por el autor precisamente para negar la existencia de la individualidad autoral, la
cual no dara origen por s solo al texto y en definitiva, siguiendo a Labraa, para negar las
En funcin del concepto terico, Roland Barthes ha sealado que todo texto es un intertexto en
tanto otros discursos estn en l presentes bajo variadas formas cual Proteo o el mismo sujeto
potico estudiado por nosotros dando forma a un entramado compuesto por voces anteriores,
676
E. EMERSON, en J. L. BORGES, op. cit.
677
M. LABRAA, La Nueva Novela de Juan Luis Martnez y la cultura oriental. En Revista Vertebra, N4,
Septiembre de 1999. Documento recogido el 22/05/2009 en http://www.letras.s5.com/martinez3502039.htm.
678
Ibd.
336
En el caso de Martnez los autores por l citados apelan de algn modo a la misma
concepcin de literatura que el poeta chileno defiende en relacin a la funcin del discurso
la presencia de autores como Mallarm y Tardieu en tanto en ambos es posible reconocer las
bases del pensamiento de la poesa que nos ocupa. En el caso del poeta simbolista, se visualiza el
retiro del sujeto hablante hacia el espacio del silencio de la pgina, en otras palabras, la bsqueda
de la blancura, la anulacin del lenguaje y del lirismo en tanto el signo constituye una fuente de
estado puro la obra pura. Es as entonces, como en La Nueva Novela es posible reconocer
ciertas claves que dan cuenta de la pesquisa realizada en pos de alcanzar aquella albura, algunas
de ellas articuladas precisamente ms all del lenguaje verbal dado que ste de algn modo
mientras en su parte inferior aparece la inscripcin en alusin al enunciado anterior: * (El Cisne
de Ana Pavlova sigue siendo la mejor pgina en blanco)679 en referencia a la bailarina rusa de
principios de siglo y su representacin en la pieza de ballet La muerte del Cisne, la muerte del
agudeza:
679
J. L. MARTNEZ, La Nueva Novela. Santiago: Ediciones Archivo, 1985.
680
Ibd. p. 40.
337
La pgina replegada sobre la blancura de s misma
La apertura del documento cerrado: (EVOLUTIO LIBRIS).
El pliego / el manuscrito: su texto corregido y su lectura.
()
El proyecto imposible: la compaginacin de la blancura.
La lectura de unos signos diseminados en pginas dispersas.
(La Pgina en Blanco): La Escritura Annima y Plural
()
SIGNE CYGNE
Le blanc de le Mallarm
CYGNE SIGNE681
En el caso de Jean Tardieu, el vnculo con Martnez tiene sus bases especficamente en la
intento por articular otra lgica, opuesta a la del logos occidental. En la patafsica entonces,
llamada la metafsica al revs segn palabras de Brito682, se trabaja con las herramientas de la
negacin y la contradiccin, lo que no es otra cosa que el negativo la otra cara de lo dicho, de
la palabra. Desde este franco, Martnez elabora precisamente una serie de juegos lingsticos por
medio de los cuales se intenta hallar soluciones imaginarias y sin sentido ante enunciados y
681
Ibd., p.87.
682
E. BRITO, La redefinicin del contrato simblico entre emisor y lector: La Nueva Novela, de Juan Luis
Martnez. En Campos Minados, op. cit., p. 34.
338
dez, que gana tres horas por da. Al cabo de cunto tiempo habra
vuelto a la edad de ocho aos?
Repita una palabra tantas veces como sea necesario para volatilizarla.
Analice el residuo.
.
Mallarm. Al respecto, siguiendo lo apuntado por Running684, las claves absolutas de la poesa
del francs son la ausencia y el silencio, en tanto el propsito final de su discurso potico,
desarrollarla en grado mximo. Es as entonces como de algn modo a lo largo de toda La Nueva
Novela y por correlacin en La Poesa Chilena, en el contexto de las diversas obras como un
solo gran texto potico y en conformidad a la esttica martiniana el propsito final es intentar
683
J. L. MARTINEZ, La Nueva Novela, op. cit., pp. 14, 17, 24 y 30 respectivamente.
684
T. RUNNING, El libro fenomenal de Juan Luis Martnez. En El Espritu del Valle, N 2-3, 1987, p.31.
339
Troquelado, el vislumbre de la albura y, por ende, el silencio como dimensin en la que aflora el
mensaje potico verdadero. Proyecto imposible, tal como confirma el mismo poema, la
acuerdo a nuestra lectura y considerando algunos aspectos argidos por la crtica en torno a ello,
se articula en Martnez precisamente en el desarrollo de este ejercicio, en este intento fallido por
apuntamos que entre estos pliegues se configura y encubre precisamente el sujeto lrico
en tanto es tan fugaz, inasible e imposible como la poesa misma. Sujeto secreto que, en
definitiva, es no es otra cosa que el mismo signo, el mismo lenguaje potico, por lo que su
imposibilidad de la poesa y con ella de la literatura, en otras palabras, el sino trgico con el cual
debe lidiar el poeta y, en rigor, la misma literatura, en tanto esta constituye un discurso hurfano,
685
S. FARIA; E. HERNNDEZ, Merodeos en torno a la obra de Juan Luis Martnez. Santiago: Ediciones
Intemperie, 2001.
686
G. ROJAS CANOUET, Dos poetas de los ochenta: Juan Luis Martnez y Rodrigo Lira. Autorreferencia y
fragmentacin. En Cyber Humanitatis, N 26, otoo de 2003. Documento recogido el 28/05/2009 en
http://www.cyberhumanitatis.uchile.cl/CDA/texto_simple2/0,1255,SCID%253D5919%2526ISID%253D287,00.
html.
340
2.5.2. La disolucin del sujeto y al autor: el cisne martiniano.
potico, Martnez aboga por la disolucin del signo, el signo lingstico, su desarticulacin, la
anulacin del significado y, el trabajo posterior por tanto slo con su residuo, vale decir, la
materialidad del signo, su significante, en tanto el silencio de este ltimo en ausencia del
tanto la inscripcin del signo lingstico en la pgina impide la concrecin de este propsito. Tal
verdadero canto potico. De acuerdo a ello, Martnez articula variados movimientos significantes
la hoja en blanco y la transparencia incluidas entre las pginas de La Nueva Novela. Lo anterior
develar el silencio cifrado de la poesa, desplegarlo, efectuar la lectura del signo potico oculta
687
J. L. MARTNEZ, Poemas del otro, op. cit., p. 68.
688
D. MIRALLES, op. cit.
341
entre otros signos, ello por medio de los pasos que requiere el procedimiento segn versa El
I
(La bsqueda)
()
La escritura de un signo entre otros signos
La lectura de unas cifras enrolladas.
La pgina signada / designada: asignada a la blancura.
II
(El encuentro)
689
J. L. MARTINEZ, La Nueva Novela, op. cit., p. 87.
342
El cisne en la poesa de Martinez es precisamente el signo, su negativo, a partir del cual
es posible realizar una doble lectura: por un lado, el cisne como anlogo del signo y al que es
menester anular de acuerdo a la esttica presentada. El cisne que es cigne y a su vez signe en el
francs de Mallarm, como el mismo poema evoca, cisne al que hay que retorcerle el cuello
como vers el poeta mexicano Enrique Gonzlez Martnez tras su rompimiento con el
constituyen los mismos signos de la escritura que antes de promover ms bien entorpecen la
comunicacin entre discurso potico y lector. Segn apunta Espinoza690, Martnez enfatiza
precisamente la duda respecto al valor del signo como entidad portadora de significados
absolutos. Por el contrario, el esfuerzo en Mallarm estaba centrado en lograr mostrar el signo
desvanecimiento equivalente a una fina lmina transparente tras la cual nada se trasluce, por lo
que slo es posible hallar el silencio. Aquella anulacin del signo posibilitara, por consiguiente,
la materializacin de la obra pura como fue denominada por Mallarm692, aquella obra
pgina en blanco, libre de interferencias mediante la cual sera posible conocer efectivamente
el discurso potico, o al menos, vislumbrarlo. La obra pura, en definitiva, como propsito final
de la produccin de Martnez.
Por otro lado, el cisne es tambin el mismo hablante, el mismo sujeto lrico y el mismo
sujeto autor de la obra el mismo Martnez. En este sentido, la entidad del hablante en esta
poesa es tambin un signo que impide, al igual que la escritura misma, el acceso al verdadero
690
M. ESPINOZA ORELLANA, La accin innovadora de Juan Luis Martnez. En El Espritu del Valle, N 4-5,
1988. Documento recogido el 27/05/2009 en http://www.letras.s5.com/meo280505.htm.
691
Ibd.
692
S. MALLARM, en D. MIRALLES, op. cit.
343
mensaje potico, idea que proviene precisamente de la esttica mallarmeana. En ella, entonces,
para lograr efectuar el rescate de la blancura ha sido necesario eliminar al sujeto hablante,
erradicarlo del discurso potico: La obra pura implica la desaparicin elocutoria del poeta, que
cede la iniciativa a las palabras movilizadas por el choque de desigualdad693 sostiene el poeta
proceso de acceso a la blancura, transparencia, pureza potica, y por consiguiente, todos los
niveles locutorios, en Martnez, los del autor de la obra y del sujeto potico.
anlisis en torno a la desaparicin del autor. El mismo Martnez ha sido explcito al respecto, al
sealar que su intencin es elaborar un trabajo en el cual la figura del autor en este caso, de s
en trminos tericos con los lineamientos acotados por Barthes en torno a la muerte de autor.
Precisamente, el terico seala que en Francia el primer escritor preocupado por sustituir la idea
de autor y reemplazarla por el propio lenguaje ha sido Mallarm, destituyendo por ende al sujeto
693
S. MALLARM, ibd.
694
J. L. MARTINEZ, Poemas del Otro, op. cit., p. 75.
344
del dominio de su obra, en oposicin a los establecimientos generados por la sociedad moderna,
en la cual el autor goza del prestigio que se le concede como individuo desde la filosofa
mxima importancia a la persona del autor. Por el contrario, Barthes aboga por destitucin de la
figura del autor a favor de la emergencia del lector en el texto. De este modo, en su ensayo La
escritura como el terreno en donde el sujeto que escribe desaparece inevitablemente, como una
dimensin emparentada con la muerte, la muerte del autor, en tanto en ella se diluyen los
caracteres individuales de la entidad que escribe: el sujeto individual desva todos los signos de
ausencia; tiene que representar el papel del muerto en el juego de la escritura696. Barthes, por su
parte, enfatiza que la funcin del autor de una obra consiste nada ms que en articular y reiterar
escrituras ya pasadas, ya expresadas, vale decir, imitar un gesto que es siempre anterior y en
razn del cual su nico mrito sera el de concertar y mezclar discursos pasados, contraponerlos,
disponerlos en situacin de dilogo. La vida nunca hace otra cosa que imitar al libro, y ese libro
695
R. BARTHES, El Susurro del Lenguaje..., op. cit., pp. 65 y 66.
696
M. FOUCAULT, Qu es un autor? Op. cit.
345
mismo no es ms que un tejido de signos, una imitacin perdida, que retrocede infinitamente697,
crea, no realiza el acto sagrado de creacin, sino que por el contrario, slo cumple una funcin
reorganizadora de un discurso anterior y nico una nica temtica universal, segn sostienen
los postulados borgeanos referidos ms arriba. Martnez, por su parte, asume ampliamente dicha
postura dado que no considera igualmente al autor como una figura que debiera distinguirse en el
texto ni en los discursos que rodean al ejercicio literario, sino muy por el contrario, su imagen
autora: Yo no creo en los autores, slo creo en los poemas. Es ms, creo que los poetas slo
reescribimos palabras ya escritas por otros. Al igual que Borges, yo pienso que no sera nada sin
mi biblioteca698. Es as entonces, como en la poesa que nos ocupa emerge esta lectura en torno
a la muerte del autor que efectivamente ha desaparecido como figura significativa del texto.
texto cuyo soporte est dado por una caja negra cual atad de los certificados de defuncin
legales de las grandes letras de nuestra poesa: Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Vicente
697
R. BARTHES, El Susurro del Lenguaje..., op. cit., p. 70.
698
J. L. MARTNEZ, Poemas del Otro, op. cit., p. 73.
699
J. L. MARTNEZ, La Poesa de Chile. Santiago: Ediciones Archivo, 1978.
346
Huidobro, Pablo de Rokha700. De acuerdo a ello, la crtica especializada ha dado cuenta del guio
generado por Martnez por medio de este gesto, vale decir y tal como lo acota de algn modo el
mismo Herrera en la nota anterior, la concepcin de una ruptura relevante respecto de los
propia obra de Martnez. En este contexto, el mismo libro-objeto del poeta chileno constituye
desde la perspectiva del soporte un significativo quiebre respecto de las disposiciones formales
potico, tal como sostiene Morales, y desde aquella lnea, la recuperacin del poeta como un
hombre comn en clara oposicin al pequeo Dios y a los poetas del Olimpo enunciados por
700
Juan Herrera describe con bastante precisin la conformacin material del libro-objeto La Poesa Chilena: En
un formato de 19,2 cm. (ancho) x 13,2 cm. (alto), apaisado, con una portada en la que aparece una fotografa en
blanco y negro de un sujeto rapado que en la cabeza tiene en bajo relieve o teida una estrella de cinco puntas y una
contraportada con una fotografa en blanco y negro de un lavamanos y un lomo con letras blancas que presentan el
nombre del autor tachado. La poesa chilena se abre con la locucin latina ab imo pectore y se cierra con una
referencia a la muerte del padre (significativo). En su interior aparecen unas fichas de pedido bibliotecario. Dichas
fichas se encuentran completadas con los datos de cuatro autores chilenos, a saber, en orden correlativo: Gabriela
Mistral, Pablo Neruda, Pablo de Rokha y Vicente Huidobro. Las fichas se encuentran manuscritas sin numeracin y,
sobre cada una a la manera de un papel adjunto, se presentan los certificados de defuncin de cada uno de los poetas,
estos documentos son duplicados de los certificados originales del servicio de Registro Civil e Identificacin de
Chile. Posteriormente aparecen 33 fichas de pedido sin datos ni antecedidas de certificado alguno, se encuentran
acompaadas de una bandera chilena. Estas ltimas fichas sugieren una apelacin al lector a completarlas. La ficha
N 34 consigna en manuscrita en la parte llamada texto: TIERRA DEL VALLE CENTRAL DE CHILE. Se
encuentra antecedido por el certificado de defuncin del padre del poeta. Esta descripcin (studium) se completa con
la idea de muerte que ana a los cuatro grandes de la poesa chilena: Los sonetos de la muerte, Slo la muerte,
Poesa funeraria y Coronacin de la muerte. La finitud de los sujetos reales acompaada de la reflexin artstica
sobre el tema. Pero, asimismo, la expresin de la muerte de la poesa moderna en Chile (punctum), coincidente con
la reflexin sobre el fin del arte en su soporte escrito. Remitimos a Juan Luis Martnez. 1978. La poesa chilena.
Santiago, Ediciones Archivo. J. HERRERA, La nueva novela de Juan Luis Martnez: Poesa protohipertextual en
el contexto de la videsfera. En Acta Literaria, N 35, II semestre (9-27), 2007, pp. 16 y 17.
347
especialmente en Neruda,701. Al respecto, Morales apunta en relacin a la bolsita de polietileno
que contiene en el texto Tierra del Valle Central de Chile: tambin puede entenderse como el
espacio de creacin de ese hombre sencillo en su geografa: cada uno habita la tierra, escribe su
poema en la tierra, en este mundo, aqu deja su huella, su cicatriz702. Ahora bien, la referencia
el contexto de una mirada mucho ms amplia, de la tradicin lrica de habla hispana. Es as como
este ltimo en el marco igualmente de la elega que guarda el texto de Martnez en relacin a la
inclusin del certificado de defuncin del padre del poeta, Luis Guillermo Martnez Villablanca,
como alegora de la huerfana del texto, la muerte del padre, alegora del autor; vale decir, un
texto que carece de aquella subjetividad que le otorg forma, pero que sin embargo rinde
homenaje a las entidades antecesoras los cuatro grandes al mismo tiempo que certifica su
muerte.
Ahora bien, el padre muerto en La Poesa Chilena deja al hijo un mensaje, clave a
nuestro parecer para intentar dilucidar o vislumbrar al sujeto de esta escritura, expresado por
medio de los nicos versos o enunciados poticos presentes en el texto, junto a la clusula Ab
701
Nicanor Parra en su poema Manifiesto enuncia: Los poetas bajaron del Olimpo / () El poeta es un hombre
como todos / Un albail que construye su muro: / Un constructor de puertas y ventanas. N. PARRA, en E. DAZ,
Poesa chilena de hoy. De Parra hasta nuestros das. Santiago: Ediciones Metales Pesados, 2005, p. 49.
702
A. MORALES, Para una lectura interpretativa de La Poesa Chilena de Juan Luis Martnez. En Revista
Chilena de Literatura, N 69, noviembre de 2006, p.112.
703
O. SARMIENTO, Huidobro desde La Nueva Novela de Juan Luis Martnez. En Anales de la Literatura
Chilena, ao 9, junio de 2008, nmero 9, p. 242.
704
Al respecto, Morales apunta: su gran obra es la misma tierra, ese polvo desde donde se ha erguido como ser
humano y ese polvo enamorado y de desengao en el sentido del gran Francisco de Quevedo hacia donde ir su
ltima morada. A. MORALES, ibd.
348
imo pectore, expuestos ambos en la portada del libro-objeto, los que a su vez cumplen la
Precisamente, estos versos permiten insertarnos en el dominio del sujeto secreto que
hemos postulado, dominio que en este contexto se asocia y vincula con el espacio de la muerte,
con aquella dimensin secreta a la cual se accede slo mediante el cruce de aquella lnea que
slo es imaginaria y cuyo franqueo se realiza slo por medio de la violencia, en otras palabras,
por medio de la ruptura entre la vida y la muerte. Es as como el acceso a aquel espacio
prohibido y reservado slo para algunos por el momento, pero a la larga para todos Nuestras
vidas son los ros / que van a dar en la mar, / que es el morir como versa Manrquez, se
corresponde con el espacio del silencio tan callando, con el espacio de la blancura, con el
el correlato del poemario, sobre la verdadera poesa. Conocimiento y verdad a la cual accedi el
padre muerto y que slo desde ese lmite es capaz de entregar el mensaje al hijo cuyo camino
tambin se dirige hacia la muerte. Al respecto, Chevalier, entre las variadas significaciones que
definen el significado alegrico de la muerte, distingue aquella en la cual es presentada como una
va al igual que el sueo que posibilita el acceso al reino del espritu, de la vida verdadera: la
705
J. L. MARTINEZ, La Poesa Chilena, op. cit.
349
muerte puerta de la vida706. De este modo, la muerte es concebida como un dominio que provee
ocultas y secretas de sta, tal cual sucede con los ritos de pasajes, segn arguye igualmente
Cooper707 en tanto este consiste en el proceso inicitico mediante el cual el joven elegido
experimenta la muerte, dado que el individuo efectivamente debe morir para nacer a una vida
nueva y superior. Por ende, su muerte constituye el viaje, la introduccin en una nueva realidad
del espritu humano. En ella, el hombre alcanza la armona y la integracin de su ser en el reino
ir ms lejos y que ella es la condicin misma del progreso y de la vida708 apunta Chevalier al
respecto.
corresponde de algn modo con la manifestada por la poesa lrica en el contexto de la potica
de Jorge Teillier, en funcin de la entidad o existencia secreta que la muerte guarda. En este
sentido, en la esttica teillierana se postula la presencia oculta de un realismo secreto, vale decir,
de una realidad que subyace al mundo cotidiano y cuyos dominios se sitan ms all de este. Es,
Prctica en el caso de Martnez, mediante la cual el autor efecta permanentes alusiones a los
necesario acudir a un realismo secreto, pues es sabido que el mundo exterior contiene pocas
706
J. CHEVALIER, Diccionario de los Smbolos, Barcelona: Editorial Herder, 1995, p. 732.
707
J. C. COOPER, op. cit., p. 121.
708
J. CHEVALIER, op. cit.
350
enseanzas, a no ser que se las mire como un depsito de significados y smbolos ocultos709. En
en trminos del sustrato valrico y humano que este implica, ligado al conocimiento mtico de
ser el guardin del mito710 como seala el autor, tal como en Martnez el fox-terrier de nombre
libro en el caso de La Nueva Novela711. Aquella verdad oculta, secreta, comprendida como
realismo en la poesa de Teillier, como sujeto en el caso de Martnez segn refiere nuestra
el que es homologable a nuestro juicio, con el dominio de la poesa y en otros trminos, con la
experiencia potica. De este modo, la evocacin del sujeto secreto mediante su ocultamiento y
desaparicin no constituye otra cosa que el intento por alcanzar o asir algn atisbo de revelacin
potica que nos permita finalmente reencontrarnos con aquello que es esencialmente humano. El
sujeto potico de Martnez, en definitiva, como aquel gran fantasma o sujeto en desaparicin al
cual nos es imposible asir sino a travs de su resguardo, de su ocultamiento cual manta sobre
algn espectro escurridizo como medio para lograr captar su forma; ello como nico
mecanismo mediante el cual es posible alcanzar la albura. El predominio del significante segn
estrategias de camuflaje mediante las cuales sea factible resguardar el verdadero lenguaje
confabulacin fontica, como representacin del cdigo que resguarda el significado el sujeto
709
J. TEILLIER, Los poetas de los lares. En Prosas, op. cit., p. 23.
710
J. TEILLIER, Sobre el mundo donde verdaderamente habito o la experiencia potica. Ibd., p.62.
711
En el Colofn del texto, precisamente, aparece la imagen en negativo del fox-terrier Sogol bajo el cual se expone
entre parntesis: (El Guardin del Libro). J. L. MARTINEZ, La Nueva Novela, op. cit.
351
mediante su vaciado y la mera referencia al cdigo en calidad de significante. Ello, como nica
De acuerdo a lo anterior, el sujeto secreto postulado por nosotros, reside de algn modo o
se oculta y diluye tanto en los dominios de la blancura de la pgina en La Nueva Novela, como
albura de la pgina la muerte del autor, la muerte en la escritura, el terreno de la irrealidad del
hombre, y tal como han apuntado los franceses Barthes y Foucault, el espacio de la escritura en
sujeto y del hombre. Tal como versa La Nueva Novela al respecto: "La cabeza del gato de
712
J. L. MARTINEZ, ibd., p. 89.
713
J. L. MARTINEZ, ibd.
352
Ahora bien, aquella irrealidad del hombre, del sujeto, de autor, y en definitiva de la
citados ms arriba. El resto del texto est conformado por los objetos descritos por Herrera y
expuestos por nosotros ms arriba: certificados de defuncin, fichas bibliogrficas de los cuatro
poetas chilenos y otras vacas, banderitas chilenas, bolsita de polietileno con tierra negra del
cdigo verbal se vuelve insuficiente para llevar a cabo el proceso de comunicacin potica, por
utensilios materiales anzuelos, lminas transparentes, banderitas, bolsita con tierra del Valle
Central, etc., como un intento por buscar, rastrear otro lenguaje lrico opuesto al de la tradicin
mediante el cual sea posible acceder al verdadero mensaje potico. De ah entonces, la ausencia
de escritura en La Poesa Chilena, el vaco incluso de las fichas bibliogrficas, la ausencia del
autor, del sujeto y tal como versa un fragmento de La Nueva Novela, la ausencia de la obra, en
tanto signo verbal, como nica forma para acceder al silencio de la poesa:
c. LA AUSENCIA DE SU OBRA
El silencio escucha silencio
y repite en silencio
lo que escucha que no escucha.715
714
J. HERRERA, op. cit., p. 19.
715
J. L. MARTINEZ, La Nueva Novela, op. cit., p. 92.
353
Tal como se ha apuntado ms arriba, la crtica ha sido enftica al referir el carcter de
ausencia, desaparicin y/o disolucin del sujeto en la obra de Martnez, de acuerdo a los
preceptos estticos expuestos por el mismo poeta. Un recurso concreto mediante el cual se hace
extravo de todos los sujetos del discurso como expone Vicua716 a propsito del poema
textos, otorgndoles por el contrario una textura marmrea como apuntan Lihn y Lastra717, un
cierto rigor objetivo del texto en el cual slo el lenguaje habla, tal como sucede en aquellos
burbujas integradas al infinito slo podrn desaparecer en el instante en que se detengan todos
adecuado concebir dicha desaparicin del yo como un fenmeno de no-presencia del sujeto,
debido a que por un lado, en la esttica de Martnez se articula la lgica de la negacin el uso
del negativo, vale decir, de la transgresin e inversin del pensamiento logocntrico occidental,
de modo de intentar dar cuenta que dicho prisma no constituye la nica va mediante la cual es
716
M. VICUA NAVARRO, La Transparencia. En S. FARIA; E. HERNNDEZ, Merodeos., op. cit., p. 71.
717
E. LIHN; P. LASTRA, Seales de Ruta de Juan Luis Martnez. Santiago: Ediciones Archivo, 1987, p. 12.
718
J. L. MARTINEZ, La Nueva Novela, op. cit., p. 115.
354
sujeto consiste ms bien en un proceso de blancura, albura y transparencia del mismo a modo de
conservacin de la verdad potica a la cual no es posible acceder mediante la va del verbo, sino
por el contrario, slo sera factible de asir o atisbar por medio del silencio; cual mundo potico
que deber ser destruido para que se conserve, tal como apunt Teillier en funcin de la esttica
lrica719. Un sujeto al cual en definitiva se le debe ocultar, velar, esfumar, elidir, como
esta. Un sujeto potico en Martnez de naturaleza secreta tal como es la poesa misma, un sujeto
poesa en los preceptos de la corriente oriental Tao, a travs de los cuales se establece que slo es
posible alcanzar una comprensin privilegiada del entorno por medio de la concepcin de los
719
J. TEILLIER, En A. TRAVERSO, op. cit., p. 60.
720
M. LABRAA, op. cit.
355
transtemporalidad que produce la escritura de J. L. M.: la tentacin de lo
innombrable, la conciencia de las polaridades, el simultanesmo de los
opuestos () 721
De este modo, Martnez desajusta los presupuestos logocntricos en pos del no s mismo
por medio del cual es posible alcanzar la iluminacin o verdadera sabidura como sostienen los
autores chilenos en razn del budismo Zen. De ah entonces que Martnez abogue por la
a travs del cual se logre acceder a aquel otro conocimiento opuesto al promulgado y sostenido
por la razn occidental. La nocin de realidad, por consiguiente, se desajusta al interior de esta
poesa, siendo abruptamente reemplazada por una concepcin ilusoria de la realidad, vale decir
la contratapa final723. En otras palabras, la realidad de la razn logocntrica no es real, sino por el
contrario, es una mera construccin del hombre occidental, una ilusin, digna por tanto como
los Sentidos, ltimo apartado de La Nueva Novela: El odo es un rgano al revs; slo escucha
logocntrica no constituye la verdadera sabidura como para que el hombre pueda depositar en
ella toda su confianza, sino que por el contrario, los pilares que ella ofrece e impone tienden a
derrumbarse inevitablemente:
721
E. LIHN; P. LASTRA, Seales de Ruta. Op. cit., pp. 13-14.
722
E. BRITO, La redefinicin del contrato simblico. En Campos Minados, op. cit., p. 38.
723
J. L. MARTINEZ, La Nueva Novela, op. cit., p. 115.
724
Ibd., p. 108.
356
1. Usando como vigas algunos pedazos de piedras planas y delgadas
levante primero el techo, despus de lo cual puede agregar la base de las
columnas.
2 Empuje suavemente cada una de las columnas hasta hacerlas caer,
dejando as, paralelo y a una misma altura, el dintel y el plinto del famoso
edificio.725
referencia a los sistemas opuestos, el uso de la contradiccin a la que era asiduo el mismo
desconfianza de esta poesa respecto del lenguaje verbal con la cual se compone el lenguaje
por ende, de la disolucin del significado en funcin del predominio del significante, como
huella del signo vaco requerido para el alcance de la albura de la pgina y del lenguaje potico.
realidad concebida como ficcin, de acuerdo a los presupuestos borgeanos. Es as como opera en
cuales se intenta dar cuenta del carcter fragmentario y carente de la realidad, y por ende, del
mismo sujeto en proceso de disimulo sujeto velado y desaparicin: Cmo se representa usted
725
Ibd., p. 19.
726
En su Conversacin con Flix Guattari, Juan Luis Martnez afirma: En las conversaciones incluso trato de
establecer el punto de vista contradictorio. J. L. MARTNEZ, Poemas de Otro, op. cit., p. 85.
727
P. MONARCA, Juan Luis Martnez: el juego de las contradicciones. Santiago: Rilke Editores, 1998, p. 17.
357
la falta de pescado. Dibjelo. (Vase tres ejemplos en la pgina siguiente)728, ejemplos que
remiten sin embargo a moldes vacos, huellas mediante las cuales se contornea una forma, como
alegora del vaco del significante y, en otros trminos, del vaco del sujeto del pescado, en este
caso representado por medio del molde sin cuerpo, sin contenido, que expone el texto como
alternativa de repuesta ante la interrogante planteada729, metfora del atad por medio del cual se
bosqueja, se dibuja la figura del occiso, del sujeto muerto, ausente, desaparecido. La escritura
aquella entidad en cuya no-si-mismidad segn los preceptos del Tao en cuya muerte es posible
de Martnez de igual modo se oculta en el troquel o molde, en el significante, por medio del cual
postulado por nosotros se oculta igualmente en esta bisagra, en aquella articulacin entre el s
mismo y el no s mismo y en el excedente que de aquel gozne se genera. Un sujeto, por ende,
incluso se hace presente en La Nueva Novela de la mano y en brazos de Marx, ambos como
alguna manera o dar cuenta de aquel negativo, aquel otro, que intenta desarticular al yo
universal.
728
J. L. MARTNEZ, La Nueva Novela. op. cit., p. 17.
729
Ibd., pp. 17 y 18.
730
A. RIMBAUD, Iluminaciones. Cartas del vidente. Madrid: Ediciones Hiperin, 1995.
731
M. FOUCAULT, Qu es un autor? Op. cit.
358
2.5.4. El sujeto secreto como residuo y silencio en el poema.
Tal como sucede a nivel de desarticulacin de la oposicin binaria al interior del signo
trastoca, tal como sucede con el negativo del sujeto en el poema mediante el cual se da cuenta de
la no-presencia del yo. En este sentido, segn los postulados derridianos, dicha oposicin tiende
no-s-mismo, por lo que no es posible distinguir una unidad en cada uno de ellos, sino que por
el contrario, cada una implica la presencia de la otredad. La nocin de differance es, como se ha
sealado anteriormente, la fisura al interior de la oposicin, por medio de la cual se desplazan los
bordes de cada entidad semntica732. En este sentido, la no-presencia del sujeto implica la huella
tanto de su ausencia como de su presencia, huellas de una dualidad que se accionan dejando en
evidencia el juego de presencias / ausencias por medio del cual se contempla al uno en el cuerpo
cuenta por consiguiente de una desaparicin del yo que no es total, sino que por el contrario,
constituye ms bien las marcas de una aparicin velada, residual y, como hemos sealado,
secreta. En este sentido, adscribimos a la lectura efectuada por Polanco quien sostiene que es
necesario repensar en el caso de Martnez la nocin de sujeto y autor en desaparicin, dado que a
732
J. DERRIDA, Positions, en J. CULLER, Sobre la deconstruccin, op. cit., p. 79.
359
su juicio, la muerte de ambos que son uno mismo no constituye un gesto absoluto, sino por el
contrario, algo an en ellos permanece en existencia, algo en ellos se mueve como seal
propsitos estticos de esta escritura. Un sujeto reducido y precario que se filtra en el texto e
intertextos, pero que sin embargo se hace patente, se manifiesta a travs del halo enigmtico que
presenta, de la huella que perdura conservando las marcas de su paso. En este sentido, Polanco
seala en relacin al autor que si bien su figura ya no es concebida como padre sino como
texto mediante ciertas indicios a travs de los cuales se le encuentra y se le pierde, semi-
desaparece, por lo que su elisin en el espacio del entramado potico no constituye precisamente
El nombre del autor aparece tachado y entre parntesis. Con esta imagen
grfica () el tema de la autora queda puesto en escena. JUAN LUIS
MARTNEZ y JUAN DE DIOS MARTNEZ, con tachaduras, asoman
como queriendo ocultarse, como dudando de s mismos. () Juan Luis
aparece y desaparece con este gesto. Quizs sea el deseo de la pgina en
blanco, como un signo troquelado de la anonimia incompleta. () Aunque
el nombre del autor es tachado, sigue su nombre habitando en esta casa-libro
() sigue habiendo all un sujeto singular y leve.734
En correlacin a lo sostenido por Polanco, y en funcin del sujeto secreto por nosotros
referido, efectivamente nos parece que las nociones de desaparicin y muerte del yo
ampliamente abordados por la crtica constituyen posturas un tanto rgidas y que, por
733
A. VALDS, en J. POLANCO, Quin escribe? E. Lihn y J. L. M. Op. cit.
734
J. POLANCO, ibd.
360
configuracin del sujeto que esta poesa pudiese presentar y/o evocar. En razn de ello, tanto el
sujeto mnimo de Polanco sujeto cero en la lectura de Lihn y Lastra735 como el sujeto secreto
postulado constituyen de acuerdo a nuestro juicio una entidad residual, un excedente que surge a
entramado potico, tensin que claramente puede representarse a travs de la figura del gato de
Cheshire de acuerdo a lo expuesto en La Nueva Novela, en razn de aquella entidad inasible que
se ubica en el lmite, en medio de la lnea imaginaria segn versa a su vez La Poesa Chilena:
Empero, esa cara ostenta todava una cierta oscilacin entre la mirada vuelta
hacia dentro y ensombrecida hacia fuera: entre ese adentro y ese afuera hay
una sonrisa ambigua que se extiende perdindose como una nota muy fina
en la distancia: doble direccin expresiva, reveladora de tensiones vitales
que se extinguen.736
De este modo, el sujeto secreto en Martnez reside en esta tensin, entre las bisagras y
Julia Kristeva737 concibe al sujeto potico, de acuerdo a su propia naturaleza y a la del lenguaje
al que pertenece, como una entidad que tiende a escapar per se al dominio del significado y del
yo trascendental representado segn la autora, por la figura del hablante lingstico en torno al
del ego cognoscente, a la razn logocntrica a partir de la cual se generan lgicas y juicios
naturaleza que finalmente lo constituye como una existencia fallida, carente, descentrada
735
E. LIHN; P. LASTRA, Seales de Ruta. Op. cit., pp. 13 y 14.
736
J. L. MARTNEZ, La Nueva Novela. Op. cit., p. 123.
737
J. KRISTEVA, El tema en cuestin: el lenguaje potico. En C. LVI-STRAUSS, op. cit.
361
congruente a la imagen genrica del sujeto potico revisado en el presente estudio, evento que
posibilita los permanentes estados de aparicin y desaparicin del sujeto en el texto como
sucede en el caso de Martnez por medio de la figura del sujeto parlante, representante de la
conciencia ttica. Dicha friccin entre ambos sujeto potico y conciencia ttica o sujeto
crisis del signo en cuanto a la dicotoma significado-significante postulada por Saussure y, por
Novela en este sentido expone: Repita una palabra tantas veces como sea necesario para
volatilizarla. Analice el residuo738, residuo que corresponde precisamente a aquel excedente que
emerge a partir de la escisin producida al interior del signo lingstico que en tanto es portador
hablante lingstico que finalmente oprime o inhibe la manifestacin pura del yo potico. De
ah entonces que, segn Martnez y el mismo Mallarm, sea necesaria la supresin del verbo a
favor de la blancura a travs de la cual se permita la emergencia de la obra pura, cuya nica
voz en la cual confluyen todas las voces corresponde a la del sujeto potico, quien slo puede
Ahora bien, para Kristeva esta condicin fragmentaria del sujeto potico radica
flujo del deseo y la pulsin del sujeto, quien se transforma finalmente en residuo, en mera
738
J. L. MARTNEZ, La Nueva Novela, op. cit., p. 24.
362
imagen vaciada, la ausencia de ella en negativo. De este modo, el sujeto potico constituye una
categora atrofiada e inestable que, en su intento por emanciparse de las represiones esgrimidas
por el hablante lingstico la lengua como prisin, es, por un lado, desestabilizado por el
mismo sujeto parlante, y por otro, generador l mismo del la fisura perpetrada en el cuerpo del
del verbo. De acuerdo a ello, el lenguaje potico es comprendido por la autora como una especie
articularse por medio de la escritura artstica dan origen a un excedente indeterminado, a aquel
residuo fantasmal, el mismo que pulula a travs de las pginas de La Nueva Novela. Aquel orden
simblico sealado por Kristeva corresponde al orden del lenguaje y la cultura razonados por
Lacan740 por su parte, sostiene sin embargo y quizs de modo contrario a la esttica de
Martnez, aun cuando de todos modos en La Nueva Novela se intenta alcanzar la compaginacin
de la blancura mediante cierta disposicin de las palabras que slo es posible aprehender a este
sujeto por medio de su propia materia de represin, aun cuando de todos modos en La Nueva
aunque puesto en crisis y bajo un agudo cuestionamiento. Lacan sostiene en este sentido que a
travs de la cadena de significantes el sujeto fluye haciendo emerger la figura del inconsciente
reprimido, del residuo contrario a la lgica, por medio de un lenguaje otro, aquel concerniente
739
A. TALLAFERO, op. cit.
740
DOR, JOL, Introduccin a la Lectura de Lacan I ..., op. cit.
363
a la poesa. Emerge, de este modo, un sujeto desmembrado, apenas e ilusoriamente perceptible
por medio de la palabra, puesto que esta misma ha sido en definitivamente violentada.
deterioro y ruina asumido, tal como sostiene Brito: Martnez invita a leer la historia detrs de
los movimientos del significante, generando una estrategia para hablar de la situacin del
extirpado en ocasiones cual cuerpo vaciado de su nima y cuyo procedimiento responde a las
despojo que despide un aire mnimo, los recorridos restantes del otro que en definitiva, no es
otra cosa que un yo aniquilado. De este modo, a partir del proceso de la no-presencia del sujeto
potico en Martnez, queda finalmente el residuo de una entidad que parece finalmente estar
agonizando atrapado en las incertezas del lenguaje, desde donde se recoge y desaparece, asoma y
el texto de 1977742. Un sujeto que en el caso del sistema lingstico judicativo es negado por
medio de los torcimientos que la propia materia verbal impone, el lenguaje en definitiva que
oprime, que opera como dispositivo estratgico de las relaciones de poder, segn las palabras de
Foucault743, en tanto, por medio de l se moldea y construye una realidad universal que no
741
E. BRITO, La redefinicin del contrato simblico En Campos Minados, op. cit., p. 26.
742
J. L. MARTNEZ, La Nueva Novela, op. cit., p. 89.
743
M. FOUCAULT, Esttica, tica y hermenutica, op cit., p. 59.
364
Ahora bien, precisamente en torno a la opresin del sujeto potico segn lo estimado ms
militar y dictadura impuesta en Chile desde 1973, sin embargo coincidimos con Gmez
Olivares744 al sealar que esta sola lectura sera absolutamente restrictiva para el caso del autor,
constituye ms bien una bsqueda de un lenguaje potico autntico y con el cual establecer
intentar algn atisbo de comunicacin con los hombres, como sucede igualmente en la propuesta
potica de Jorge Teillier, cuyo humanismo inclasificable como sostiene Rodrguez745 de igual
modo podra a nuestro juicio, considerando por supuesto las distintas directrices con las cuales se
manifiestan ambas poticas, pensarse en el contexto del proyecto potico de Martnez: intentar
vislumbrar algn destello de la verdadera poesa. De este modo, diferimos igualmente de la tesis
sostenida por Miralles746, quien postula que no es posible leer la obra de Martnez fuera del alero
del contexto sociopoltico del pas durante aquellos aos. Nos parece por supuesto que la
potico oprimido como alegora de la opresin del ciudadano chileno bajo el mando militar, y de
ah por consiguiente, como sucede con los otros autores considerados en el presente trabajo, la
sujeto de la poesa chilena objeto de lectura en el presente estudio que, en el caso de Martnez
como en el de los otros autores adquiere en cada uno su propia forma, segn la hiptesis de
lectura por nosotros postulada. En funcin de ello, el proceso de dictadura militar, a nuestro
744
C. GMEZ OLIVARES, Esto es esto es esto es esto es. (Consideraciones previas para un acercamiento a la
obra de Juan Luis Martnez). Documento recogido el 22/05/2009 en http://www.letras.s5.com/jlm071206.htm.
745
M. RODRGUEZ, op. cit., p. 168.
746
D. MIRALLES, op. cit.
365
parecer, no constituye ms que otra manifestacin como lo es el lenguaje mismo en los
logocntrica contra la cual atenta el trabajo potico de Martnez, vale decir, desarticular y
dictadura militar como instancia de represin, como representante de la conciencia judicativa que
ahoga la emergencia del otro la poesa y su propio lenguaje. De este modo, es posible
revisar en esta escritura dicha desarticulacin mediante varios elementos que dan cuenta de la
logocntrico, comenzando por el Epgrafe para un libro condenado: La Poltica presente como
747
J. L. MARTNEZ, La Nueva Novela. Op. cit., pp. 135 y 113, respectivamente.
366
En funcin de lo sealado anteriormente, la transparencia del lenguaje potico en
Martnez y, por ende, del sujeto y del mismo autor como componente al interior de la obra
potica ha sido representada por medio del silencio, de un silencio potico. Grard Genette, al
respecto, enuncia precisamente que la literatura es una retrica del silencio748 en tanto la
ambas como instancias que operan en el espacio de aquellos intersticios en los cuales se posa
aquello que no es explicitado en el texto. Desde este punto de vista, la creacin de la obra
directamente mediante el uso del cdigo verbal, sino que queda velado tras las marcas del
lenguaje. Aquel mensaje silenciado corresponde precisamente al dominio secreto que guarda el
texto potico, al cual en funcin de aquel silencio que los resguarda no es posible acceder, ni por
parte del poeta, ni por parte del lector ni la crtica, como apunta Lisa Block de Behar:
por medio del sujeto al cual se insiste en desaparecer, sujeto secreto que guarda y conserva la
verdad genuina de la poesa a la cual el hombre simplemente no tiene acceso y a la que slo es
748
G. GENETTE, En L. BLOCK DE BEHAR, op. cit., p. 28.
749
Ibd., pp. 213 y 214.
367
posible vislumbrar desde lejos, de modo velado, tras los rastros y residuos que genere la misma
palabra o su ausencia y albura. Por ello es necesario silenciar al sujeto y a las entidades
nominales que de algn modo puedan representarlo, como sucede con el autor, con el fin de
intentar asir mediante dicha ausencia cual malla transparente aquella revelacin potica que
el mismo signo que desaparece por medio de su nominacin, se convierte en el cisne, Swan
cisne en ingls750, cuya desaparicin desaparicin igualmente del sujeto Juan permitira
aquella anhelada conexin con el mensaje cifrado del lenguaje potico, al cual slo Dios aquel
otro sujeto secreto tendra acceso: Dios, un verdadero nombre, aquel sujeto verdadero que
(Swan de Dios?)
(Recuerda Jxuan de Dios!): (Olvidars la pgina!)
y en la suprema identidad de su reverso
no invocars nombre de hombre o animal:
en nombre de los otros: tus hermanos!
tambin el agua borrar tu nombre:
el plumaje annimo: su nombre taedor de signos
borroso en su designio
borrndose del borde de la pgina
...
conserva aquella revelacin potica que emerge ya desaparecida dando a luz slo aquel
excedente con el cual se construye la figura del sujeto potico. Blanchot precisamente sealaba
750
T. RUNNING, op. cit., p. 34.
751
J. L. MARTNEZ, La Nueva Novela. Op. cit., pp. 87 y 91, respectivamente.
368
que toda literatura se orienta en direccin a su esencia, que es su propia desaparicin752, lo que
en definitiva consiste en aquella blancura que guarda el lenguaje potico. Entre un discurso y un
silencio ocurre la literatura seala por su parte Block de Behar753. Asimismo, en aquel
intersticio generado entre la palabra y la ausencia de ella es posible ubicar el secreto potico,
equivalente al propio sujeto de esta poesa, el que sin embargo no toma finalmente forma, no
debe adquirirla, o bien, asume la forma del informe, del espectro o del fantasma que slo se
visualiza tras la traza de significante. Dicho de otro modo, el sujeto potico en Martnez y su
silencio, ausencia o borradura, no constituye otra cosa que el intento por dar con aquella
revelacin el hallazgo, con aquel mensaje que la poesa, segn apunta Borges, est a punto de
enunciar pero que sin embargo calla, silencio potico y secreto sujeto en fuga, o en suspenso en
palabras de Sarmiento754 como nico mensaje comunicable por parte del significante, esttica
que en Martnez puede asimismo vincularse por la concepcin de poesa comprendida por
Benedetto Croce, tal como el mismo Borges enuncia a continuacin, y lo que se traduce en
definitiva como la imposibilidad de la misma poesa y del sujeto potico como instancias
752
M. BLANCHOT. En L. BLOCK DE BEHAR, op. cit., p. 169.
753
Ibd., p. 215.
754
O. SARMIENTO, op. cit., p. 246.
755
J. L. BORGES, La muralla y los libros. En Nueva antologa personal. Mxico: Siglo XXI, 2004, p. 195.
369
2.6. Ral Zurita: sujeto exacerbado y grandilocuente.
relevancia entre las grandes letras nacionales, sus textos iniciales, principalmente Purgatorio
756
Ral Zurita Canessa naci en Santiago el 10 de enero de 1950. Egres de Ingeniera Civil de la Universidad
Tcnica Federico Santa Mara, en Valparaso, pero nunca ejerci como tal. Militante del partido comunista en la
dcada del 70, fue apresado para el 11 de septiembre de 1973 y retenido por tres semanas en las bodegas del barco
Maipo, en las costas de Valparaso. Segn sus propias declaraciones, su primer texto Purgatorio (1979) surge a raz
de las condiciones de alta precariedad personal y social vividas en aquellos aos, situacin que paulatinamente
comenz a cambiar a partir de la fecha de sus primeras publicaciones, Purgatorio ya fechado y Anteparaso
(1982), e incluso aos antes, en 1974, con la publicacin de su poema reas verdes: un matrimonio en el campo
en el nico nmero de la revista Manuscritos del Departamento de Estudios Humansticos de la Universidad de
Chile. Desde un inicio, precisamente, sus textos llamaron la atencin al interior de la crtica, logrando incluso una
elogiosa recepcin por parte del crtico de derecha Ignacio Valente Jos Miguel Ibaez quien alab los textos de
Zurita desde su primera publicacin en Manuscritos, situando al poeta, despus de la aparicin de Purgatorio, como
una de las grandes promesas de las letras nacionales, comparndolo incluso con Neruda y Mistral.
Durante fines de los aos 70 e inicios de los 80, Ral Zurita forma parte del llamado grupo C.A.D.A. Colectivo de
Accin de Arte, constituido por los escritores y artistas visuales Diamela Eltit, Lotty Rosenfeld, Fernando Balcells
y Juan Castillo, quienes se dedicaron en conjunto a realizar intervenciones artsticas en espacios pblicos, a favor de
la comunidad y en protesta ante las represiones impuestas por el rgimen militar. En la lnea de la accin,
precisamente, Zurita ha constituido en s mismo una figura llamativa y polmica debido a una serie de eventos de
carcter extra-escritural entendidas por l y por otros en parte como acciones de arte que lo han destacado
desde sus inicios en la escena literaria nacional y llevado a generar hasta el da de hoy, diversas reacciones a favor
y en contra entre escritores, poetas y crticos del medio. Desde hechos como la herida autoinferida en su mejilla en
1975, la que aparece retratada en Purgatorio, hasta las megaescrituras efectuadas en el firmamento de New York
(1982) y el intento fallido por cegar sus ojos con amonaco a fin de autoimpedir ver su propia escritura y en el
Desierto de Atacama (1993).
Actualmente, Zurita es considerado como en uno de los poetas ms relevantes de la literatura chilena contempornea
e hispanoamericana. Ha recibido variados premios y reconocimientos nacionales e internacionales, entre ellos, el
Premio Pablo Neruda (1988), el Premio Municipal de Poesa (1994), Premio Nacional de Poesa (2000) el que
gener un alto nivel de crticas y polmica por parte de la clase literaria chilena, rechazos y desavenencias incluso al
interior del jurado que otorg el galardn y Premio de Poesa Jos Lezama Lima (2006); y las becas Guggenheim
(1984), Fundacin Andes (1987) y DAAD de Alemania (2003). Se desempe igualmente como Agregado Cultural
en Italia, durante el primer gobierno de la Concertacin, entre los aos 1990 y 1995, y como asesor del Ministerio de
Obras Pblicas durante la administracin de Eduardo Frei Ruiz-Tagle; situaciones por las cuales ha sido criticado
ampliamente, en virtud de su militancia comunista de otrora y sus vnculos con la actual clase poltica dominante.
En torno a su produccin potica, esta est compuesta por las obras Purgatorio (1979), Anteparaso (1982), Canto a
su amor desaparecido (1985), El amor de Chile, (1987), Seleccin de poemas (1990), La vida nueva (1994),
Poemas militantes (2000), INRI (2003), Los pases muertos (2006). En narrativa, public la novela El da ms
blanco (1999), y en ensayo, los textos Literatura, lenguaje y sociedad 1973-1983 (1983) y Sobre el amor, el
sufrimiento y el nuevo milenio (2000).
370
(1979) y Anteparaso (1982) han ocupado hasta el da de hoy un lugar sobresaliente en el marco
de esta escritura, pues han sido consideradas como las obras emblemticas e incluso superiores
del autor por una parte importante de la crtica, sin desmerecer por supuesto su obra potica
objeto de estudio delimitado, junto a los textos Canto a su amor desaparecido (1985) y El amor
de Chile, (1987), de modo de constituir en conjunto el corpus escritural del poeta durante la
dcada de 1980.
De acuerdo a nuestra lectura, precisamente, el sujeto que emerge en esta poesa obedece a
grandilocuente que tiende de algn modo a enaltecer su figura a partir de una serie de formas y
manifestaciones, en gran parte ya sealadas por la crtica. Un sujeto que en el afn por
distintivos de la poesa de Zurita: Chile, el paisaje desierto, cielo, cordillera, entre otros;
de la literatura universal, entre ellos como primer gran referente el infierno de Dante, las voces
del Siglo de Oro Espaol y su mirada hacia el mundo clsico, como igualmente los premios
Nobel Pablo Neruda y Gabriela Mistral, entre otros artistas destacados. Asimismo, constituyen
parte de estas formas asumidas por el sujeto las realizaciones de actos o eventos artsticos cuyo
como lo han constituido, en este caso, las escrituras efectuadas por Zurita en el cielo de New
anlisis efectuados en torno a los poetas anteriores, y a las marcas propias del sujeto posmoderno
371
modo entrampado de representar el vaco, la fragmentacin, la precariedad y ausencia de un
sealado la crtica, el paisaje constituye un signo de mxima relevancia, presente en los cuatro
poemarios incluidos en el presente estudio, con breves matices diferenciadores, pero que en
definitiva dan cuenta del mismo fenmeno. La mencin reiterada al Desierto de Atacama como
sujeto protagonista de su obra, la Cordillera de los Andes, las montaas, el cielo, los pastizales,
las llanuras, las playas de Chile, el mar, las rocas, etc. constituyen en gran parte el escenario
particular de esta poesa. Sin embargo, tal como seala Peralta, estos elementos no constituyen
mutaciones del propio sujeto que se presenta y ausenta a travs de estas formas. Es as como
en Zurita, el paisaje es el sujeto, es su cuerpo, que ha sido devastado, maltratado, arrasado por las
fuerzas opresoras:
757
R. PERALTA, El paisaje en la obra potica de Ral Zurita. En documento recogido el 22/05/2009 en
http://www.letras.s5.com/rz151106.htm.
372
desierto
iii. Miren a sus mismos sueos balar all sobre esas
pampas infinitas
iv. Y si no se escucha a las ovejas balar en el Desierto
de Atacama nosotros somos entonces los pastizales
de Chile para que en todo el espacio en todo el mundo
en toda la patria se escuche el balar de nuestras
propias alma sobre los desolados desiertos miserables.758
militar. Cnovas al respecto afirma que existe una continuidad entre los trastornos del paisaje y
los trastornos que sufre el individuo y su comunidad759, en tanto las marcas y llagas impresas en
l se reflejan igualmente en el entorno. Por su parte, Eugenia Brito apunta que el desierto en
Desiertos de Purgatorio compuesta a su vez por tres poemas denominados cada uno Como un
sueo en el cual el sujeto deambula y se extrava en medio de una suerte de zona infernal,
fantasmal y quimrica en donde slo es posible percibir la despojos y restos generados por la
espejo del yo760, en el que el sujeto se refleja y proyecta su estado ruinoso, su lamento
permanente. Precisamente, la nocin del espejo en el desierto presenta una doble lectura en tanto
constituye, por un lado, el signo o apertura al verdadero rostro del sujeto, lo que en el contexto
de Zurita entendemos como una ventana abierta hacia la recuperacin del yo genuino, real, y por
758
R. ZURITA, Purgatorio. Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales, 2007, p.35.
759
R. CNOVAS, Lihn, Zurita, Ictus, Radrign: literatura chilena y experiencia autoritaria. Santiago: FLACSO,
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, 1986, p. 73.
760
E. BRITO, Un continente semiotizado en femenino: la escritura de Ral Zurita. En Campos Minados (Literatura
Post-golpe en Chile). Op. cit., p. 68.
373
ende, el rescate del yo respecto del paisaje de desolacin y destruccin en el cual se encuentra; y
por otro, el espejo del desierto en tanto oasis en el cual aquella ventana de salvacin y esperanza
se diluye en el deseo del individuo perdido, un oasis en el cual el paisaje chileno emerge como
un Edn761. En este sentido, postulamos que la nocin de desierto como espejo expuesta por
Brito opera como una especie de bisagra en la cual confluyen ambas aristas presentes a lo largo
de esta poesa. Al respecto, la crtica ha apuntado ciertamente que es posible apreciar dos
tiempos opuestos en cuanto a las circunstancias que rodean al sujeto, vale decir, por un lado, el
que puede visualizarse ampliamente en los poemarios Anteparaso y El Amor de Chile. Cnovas
seala en torno al primero de estos que en la historia narrada en sus poemas-relatos de la seccin
inicial de escisin, angustia y dolor del sujeto y pueblo fragmentado, destrozado; y por otro, al
tiempo final del encuentro y reencuentro del sujeto consigo mismo, con su pareja, con su
liberacin762. Por su parte, el mismo Zurita concibe su obra en estos trminos en tanto ha
declarado que precisamente el recorrido de su produccin potica se genera desde una herida
inicial, representada a nivel textual y visual en Purgatorio su fotografa con la mejilla quemada,
acto a partir del cual se inicia su poesa segn sus propias palabras763, y avanza hacia el
761
R. CNOVAS, op. cit., p. 84.
762
Ibd., pp. 75 y 76.
763
A propsito de este evento, el poeta afirma: Pero no hice eso por poesa. Al contrario: estaba desesperado. Haba
tenido una situacin de tantas de infinita humillacin en ese tiempo. Y me acord de esa imagen evanglica, que te
dicen que si te dan una bofetada en la mejilla derecha, pon la izquierda: entonces fui y me quem la cara. Despus
entend que all haba comenzado la poesa para m. Con un acto solitario y desesperado, encerrado en un bao, con
un fierro calentado al rojo. Despus la fotografa de las cicatrices fue la tapa de la primera edicin de Purgatorio:
374
vislumbre la felicidad, el paraso como el nombre de su segunda obra Anteparaso764, el que se
dicha corre paralelo al de la desgracia, pero nunca se van a topar. Por eso, en los sucesos ms
desesperados y trgicos, campea el hlito de la vida765. Asimismo, es posible leer en las lneas
de Purgatorio:
especficamente los textos que constituyen nuestro corpus de estudio, en tanto otorgan una doble
configuracin misma del sujeto. En relacin a este ltimo, nuestra lectura postula precisamente
la configuracin de un sujeto en el cual confluye una doble faz, por una parte, la exposicin de
un sujeto superlativo, exacerbado, desmesurado, que bordea en Zurita el afn de grandeza; y por
que se esconde tras la mscara de una entidad omnipotente. Si bien, en los poemarios de Zurita
es evidente la imagen del sujeto en abandono, esta se emite igualmente a travs de cuerpos
fue un performance de desesperacin. En N. T. RAMOS y F. CUYA, La poesa es un sueo del que no puedes
despertar. Entrevista con Ral Zurita. Identidades, lunes 8 de noviembre de 2004. Documento recogido el
22/05/2008 en http://letras.s5.com/rz2201062.htm.
764
Respecto a Anteparaso, Zurita ha dicho: Y el anteparaso es algo donde, a pesar de todo, est el vislumbre de
una posible e hipottica libertad, de una posible e hipottica felicidad. En M. TOLEDO, Ral Zurita en Poetry
Internacional 2004. Deberamos estar llorando (Entrevista). BBC Mundo.com, lunes 1 de noviembre de 2004.
Documento recogido el 22/05/2008 en http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/misc/newsid_3967000/3967015.stm.
765
R. ZURITA en C. ALAMO, Me siento cerca de los dbiles porque soy uno de ellos. (Entrevista). Revista Caras,
16 abril de 1999. Documento recogido el 22/05/2008 en http://www.letras.s5.com/zurita260402.htm.
766
R. ZURITA, Purgatorio, op. cit., p. 32.
375
colosales, espaciosos y solemnes, segn ciertas claves de la cultura occidental. De este modo, el
imponentes como es el caso del desierto, las playas y la cordillera, entre otros, da cuenta de una
entidad engrandecida como es un pas, una nacin, que ha sido sin embargo lacerada por otra
el que por ende poseer siempre la fuerza para levantarse ante estos agravios. Chile es, en este
sentido, el sujeto mismo vctima de la opresin, o dicho de otro modo, el sujeto potico en los
textos de Zurita es Chile en toda su extensin, y tal como se expone en su obra, en todo su dolor,
paisaje y sujeto lrico, en tanto as como el paisaje es arrasado por las leyes de la naturaleza, los
hombres son tambin arrasados por las leyes dictadas por ellos mismos y por la sociedad767.
Ahora bien, si en algunos momentos el sujeto de Zurita es individual como sucede en la primera
seccin de Purgatorio, denominada En medio del camino y en gran parte en Canto a su amor
poemarios estudiados. De este modo, el sufrimiento, la devastacin y la tortura son padecidas por
el pas en pleno, por un sujeto nacional que contiene en s mismo a todos los chilenos:
767
R. CNOVAS, op. cit., p. 73.
376
..
posmoderna del mismo, dado que implica la comprensin de esta entidad como un ser estallado,
ntegra, postulada anteriormente por las teoras del iluminismo y el cogito cartesiano. De acuerdo
a ello, la misma diseccin generada entre la imagen de sujeto singular y colectivo es propia de la
asume mltiples identidades, como hemos planteado a modo de hiptesis para el presente estudio
llegar a ser no un ser definitivo en el cual confluyen las tensiones entre el espacio egocntrico
768
R. ZURITA. Los fragmentos citados corresponden respectivamente a Purgatorio, op. cit., pg. 37; y Anteparaso,
Santiago: Editorial Universitaria, 1997, pg. 19.
377
nosotros un hacia fuera colectivo y un yo un hacia fuera singular 769. En el caso de
Zurita, esta ambivalencia entre lo singular y lo colectivo se hace presente con mayor fuerza en
significativa desde la perspectiva del imaginario chileno: el desierto, las playas, el mar, la
cordillera, el cielo la geografa impresa por los textos escolares, y transmitida al pueblo por esta
va, dando forma al imaginario colectivo de Chile. El cuerpo del sujeto ha sido entonces
fracturado, acribillado por completo, de pies a cabeza, de norte a sur; en otras palabras ha sido
derribado cual gigante sujeto-pas en toda su extensin y magnitud, por medio de los
paisajes-emblemas de su dominio:
.....
769
B. SUBERCASEAUX, La constitucin de sujeto: de lo singular a lo colectivo. En J. L. MARTNEZ (editor),
Identidades y Sujetos. Para una discusin latinoamericana. Santiago: Ediciones Facultad de Filosofa y
Humanidades, Universidad de Chile; LOM Ediciones, 2002.
378
.
paisaje, en tanto a aquel se le aadi el sufijo latino aje (aggio, age), transformando la
770
R. ZURITA. Los fragmentos citados corresponden respectivamente a Purgatorio, op. cit., pp. 35 y 38; y
Anteparaso, op. cit., pp. 26, 34, 56, 84 y 88.
771
A. BERQUE, En el origen del paisaje en Revista de Occidente Paisaje y Arte, N 189, Madrid, febrero de
1997, p. 18.
379
subjetividad, en cuanto aquella equivale a una construccin de sentido efectuada por el sujeto
que observa. En otros trminos, el paisaje equivale no a un fenmeno de carcter objetivo que
rodea al hombre y con el cual este confluye en un momento determinado de la historia, sino que
por el contrario, corresponde a una construccin mental efectuada por el sujeto observador en
relacin a su mirada dispuesta sobre cierta zona o fragmento geogrfico. El paisaje como una
los cuales se efecta el acto de contemplacin, por ende no es un lugar fsico, sino una serie de
ideas, sensaciones y sentimientos que elaboramos a partir del lugar, segn apunta Maderuelo772.
En los textos de Zurita, el paisaje hemos dicho opera no como el ornamento en el cual se
extiende o constrie la existencia de sujeto, sino como una zona de transferencia en la cual el
mismo sujeto del discurso sujeto de la enunciacin se trasvasija en sujeto del enunciado,
se vuelve paisaje, se vuelve pas, se funde con el territorio y con los otros, de acuerdo al
..
772
J. MADERUELO, Introduccin: El Paisaje, en Actas. El Paisaje. Arte y Naturaleza. Huesca: Ediciones
La Val de Onsera, septiembre de 1996, p. 10.
773
R. ZURITA, Los fragmentos citados corresponden respectivamente a Anteparaso, op. cit., p. 55; y Canto a su
amor desaparecido, Santiago: Editorial Universitaria, 1985, p. 13.
380
En esta lnea, la utilizacin del paisaje a nivel macro en Zurita ha excedido precisamente
los lmites concedidos al texto como artefacto y los soportes tradicionales que este ofrece el
papel. Ello, debido a que el poeta ha incorporado efectivamente el paisaje en su obra, pero ya
no como entidad mimtica o en calidad de representacin escritural, sino que por el contrario, es
el paisaje real, emprico, el que ha sido utilizado como soporte para la escritura potica. Es el
caso de la escritura efectuada en los cielos de New York en junio de 1982, cuyos poemas forman
posteriormente en 1993 sobre el Desierto de Atacama. En torno al primer caso, se trata de quince
frases atributivas redactadas en tercera persona referida en el texto a un Dios, a excepcin del
ltimo verso, y encabezadas por el pronombre posesivo mi, el que a su vez constituye el
modificador del sujeto gramatical compuesto por el ncleo Dios774. Las fotografas de los
escuetos versos los que son breves por razones prcticas, dado que despus de diez minutos en
el aire stos comienzan a desvanecerse escritos con humo en un cielo despejado y de azul
largo del texto en conjunto de tres, como bisagras antes del inicio de cada seccin del texto.
Ahora bien, en relacin a nuestra hiptesis de lectura, el gesto efectuado por el autor y el registro
componen esta obra, otorgan un ncleo de significacin que se condice efectivamente con la
dimensin fsica de la escritura en total 9 kilmetros de largo, pues el objetivo del autor al
momento de idear y realizar este acto es que los versos puedan ser ledos desde diversos puntos
774
Los versos correspondientes a esta seccin y escritos en el cielo de New York son: Mi Dios es hambre / Mi Dios
es nieve / Mi Dios es no / Mi Dios es desengao / Mi Dios es carroa / Mi Dios es paraso / MI Dios es pampa / Mi
Dios es Chicano / Mi Dios es cncer / Mi Dios es vaco / Mi Dios es herida / Mi Dios es ghetto / Mi Dios es dolor /
Mi Dios es / Mi amor de Dios. R. ZURITA, Anteparaso, op. cit., p. 9.
381
de la ciudad y por un alto nmero de personas, principalmente la comunidad latinoamericana
residente en New York; en las palabras del mismo Zurita, la escritura de estos versos como una
firmamento como una instancia mayscula de expresin en tanto por medio del cielo es posible
manifestar sin lmites el sentir potico el propio y el de una comunidad el que es considerado
por Zurita como desbordante y profuso desde el punto de vista del arte y de la vida misma,
adems de concebir este soporte, el cielo, como una especie de ventana o abertura hacia un ms
all lleno de prodigios, reveladores muchas veces de los orgenes y destinos del hombre:
Otra idea era que el cielo, desde los tiempos ms remotos, ha sido el lugar
hacia el cual todas las comunidades han dirigido siempre sus miradas
porque creen que all estn las seas de su destino. En ese sentido, era
hermoso ocupar ese mismo cielo como una pgina donde se pudiera
escribir. Haba tambin una frase bblica de San Juan que dice Vuestros
nombres estn escritos en el cielo. Pero era, finalmente, una especie de
apuesta a algn da, cuando todo lo que se pueda entender por la
emotividad humana, por la afectividad, por las pasiones, va a poder
proyectarse y encontrar sus respuestas y su sustento en los grandes
escenarios que miramos permanentemente: el firmamento, las montaas,
las cordilleras, etc.776
espejo en el cual el sujeto reconoce su propio rostro: Color rostro humano es el cielo () Color
de cielo es mi Dios777. De este modo, se genera asimismo en Zurita el reconocimiento del cielo
como espacio en el cual acontece el sujeto en plenitud, en toda su magnitud, como espacio mtico
382
con sus orgenes y sus dioses. En Zurita entonces, el rostro humano es equivalente al rostro de
Dios, o dicho de otro modo, el rostro del sujeto de esta poesa se corresponde al de un sujeto
por medio de referentes colosales: por un lado, el firmamento como espacio del sujeto y en el
cual es posible hacerse manifiesto sin lmites y en toda su extensin; y por otro, la
materializacin de una escritura en grande como manifestacin de la grandilocuencia del yo, vale
decir, su voz y letra amplificada como signo de lo que en definitiva es segn la propuesta de
esta poesa, vale decir, una voz sublime, sobrehumana, la voz del hombre en todo su esplendor,
del hombre hecho Dios su propio Dios. Es entonces este Dios quien habla desde el cielo y, en
ello, los versos impresos en el cielo neoyorquino aluden justamente a las particularidades de este
Dios que sostiene en vida al sujeto o a s mismo en funcin de las ciertas cualidades que dan
cuenta de la humanidad inscrita en este sujeto divino: hambre, no, desengao, carroa,
cncer, vaco, herida, ghetto, dolor. Vale decir, rasgos desfavorables y contradictorios presentes
en todo o cualquier ser humano, en tanto ello forma parte de su real naturaleza, develando por
de Zurita entonces, intenta hacer uso de la figura magnnima Dios como mecanismo para
enmascarar a este sujeto que se deshace en su fragilidad, pero que a su vez es Dios de s mismo,
y en medio de esa herida intenta levantarse, sostenerse, simular o semejar la imagen divina, en
otras palabras, ser sujeto y manifiesto en la apariencia, quizs como una de las nicas vas de
383
En el caso de la escritura en el Desierto de Atacama efectuada en 1993, esta corresponde
al verso Ni pena ni miedo, poema con el cual cierra su obra La Vida Nueva, publicada en 1994.
iguales condiciones, y que como tal, se superpone a la expresin de otras voces e incluso al
1982, las palabras impresas en el desierto tienen por el contrario la pretensin inicial de loa
perennidad en tanto el poeta espera que aquella escritura permanezca durante siglos grabada en
el paisaje chileno:
Tal como ha apuntado el autor, adems de su carcter indeleble lo que por cierto no se
otras de factura inmemorial y cifrada, como es el caso de pintura rupestre en Atacama y las
lneas de Nazca, estas ltimas relevantes asimismo por el vasto tamao que presentan.
778
R. ZURITA. En S. MALDONADO, Ral Zurita. (entrevista). Revista LakmaPuski (Revista virtual de poesa
chilena y universal), invierno de 2006. Documento recogido el 24/05/2008 en
http://www.poesias.cl/reportaje_zurita.htm.
779
No obstante lo sealado por Zurita, l mismo da cuenta aos ms tarde que la escritura en el desierto ha sido en
gran parte borrada por el desierto, la arena y el tiempo: En un mundo donde lo ms presente es la pena y el miedo,
esa frase creo, es el nico deseo vigente. En todo caso es increble, el desierto donde est escrita se encarg de
borrar todas las palabras salvo la palabra miedo. Es para m demasiado elocuente. R. ZURITA. En A. LAVQUEN,
Ral Zurita: Un poeta vale por cien novelistas. (entrevista). En Punto Final, N 555, 24 octubre de 2003.
Documento recogido el 24/05/2008 en http://lavquen.tripod.com/entrevistaaraulzurita.htm.
384
Igualmente, el poeta postula estos versos como una forma de reconstituir las voces de los pueblos
originarios que dejaron huellas sobre el paisaje como testimonios de su propia existencia y en
ofrenda a los dioses o antepasados asociados a la imagen del cielo780. La marca del sujeto
origen del hombre, en donde este guarda su verdadera fuerza, su verdadera divinidad. En este
sentido, el significado del verso Sin pena ni miedo, remite por un lado, a la opresin y
violencia padecida por los chilenos bajo el gobierno militar, lo que equivale a la figura de un
sujeto potico apresado por una fuerza represora representativa de la situacin poltica del pas
durante las dcadas de 1970 y 1980; y por otro, a la imagen de un sujeto en persistencia, en
resistencia a pesar del periodo afligente en el cual est circunscrito, rasgo caracterstico de la
poesa de Zurita y presente efectivamente en los textos delimitados para este estudio. Es as
como es posible visualizar en cada uno de los textos el nimo valeroso, brioso y esperanzador de
cuerpo y su paisaje. En otros trminos, el intento del sujeto por reconstituirse, a partir y a pesar
780
R. ZURITA. En C. VALDS URRUTIA, Nace La vida nueva (Entrevista). El Mercurio, 25 de julio de 1993,
pp. 24 y 25.
385
cordilleras de Chile
Aparece entonces!
Levntate nueva de entre los paisitos muertos
chilenos, somozas y traidores
levntate y lrgate de nuevo su vuelo y su canto
al que slo por ti paisa vuela, canta y toma forma
devulveselo a ste el ms soado y lloro
desaparecido del amor
palomo y malo781
Al respecto, Carmen Foxley seala que uno de los elementos constitutos de la poesa de
Zurita es precisamente el gesto deliberativo782 del sujeto potico en tanto pese a la situacin de
acto de voluntad de hacer y decisin que expresa en torno a acciones y eventos futuros
relativos a su propio renacer y liberacin. Sin embargo, estos mismos propsitos se ubican en un
Foxley en tanto pertenecen en Zurita al plano del deseo, del anhelo del sujeto, presentados en el
poemario como propios de la dimensin del sueo y, por ende, susceptibles de disolucin y
finitud.
781
R. ZURITA, Los fragmentos citados corresponden respectivamente a Anteparaso, op. cit., pp. 35 y 50; y Canto a
su amor desaparecido, op. cit., p. 27.
782
C. FOXLEY, Ral Zurita y la propuesta autorreflexiva de Anteparaiso. En R. YAMAL, La poesa chilena
actual ( 1960 1984 ) y la crtica. Concepcin: Ediciones LAR, Literatura Americana Reunida, 1988, p. 276.
386
el peso de la tierra en mis manos, que llegu a creer
que todos los valles naceran a la vida783
las figuras soadas por el sujeto lrico de Zurita que corresponden en definitiva a la imagen de
un Chile equivalente naciente, floreciente, que enverdece Qu canten y bailen, que se rasgue el
cielo! / Porque han reverdecido los pastos de Chile784, como metfora de un sujeto que se
el concepto de condensacin como uno de los mecanismos de trabajo del sueo en el cual se
distingue el tipo fusin o superposicin del material onrico latente, correspondiente ste
ltimo al caso de los sueos en los cuales se presenta la imagen de sujetos colectivos o la
simultneas y/o sucesivas785. En el caso de Zurita, el sujeto se suea a s mismo como un sujeto
colectivo y nacional en el cual convergen y coinciden todos los sujetos, y en este sentido, como
783
R. ZURITA, Anteparaso, op. cit., p. 122.
784
Ibd., p. 107.
785
J. DOR, op. cit., p. 27.
387
.
utopa, como una dimensin y/o evento que simplemente no tiene lugar en la realidad, situacin
De acuerdo a ello, si bien la imagen del sujeto en esta poesa se empea en su grandeza y
ampulosidad, el mismo hablante de cuenta de modo directo, pero soterrado a la vez, del carcter
de irrealidad que constituye y rodea al deseo y, por ende, a la proyeccin del sujeto que desea
ser. Desde este punto de vista, en su discurso el hablante deja abierta la posibilidad al doble
significado que constituye su propia sustancia: por una parte, la imposibilidad del sujeto como
entidad ntegra, autosuficiente y compacta y que, por ende, slo es viable en el plano de la
inestabilidad, de la ausencia; y por otra, la certeza de que slo es posible acceder al sujeto real,
786
R. ZURITA, Anteparaso, op. cit., pp. 63, 117 y 119.
787
E. SOURIAU, op. cit., pp. 1009 y 1010.
788
R. ZURITA, Anteparaso, op. cit., p. 31.
388
verdadero, slo a travs de estas marcas, como huellas, como vislumbres de lo que efectivamente
reconoce a s mismo como aquello que no existe, como aquello que suea, esto es en los paisajes
de Chile elevndose, floreciendo, reverdeciendo de vida. Desde esta lectura, la poesa misma de
Zurita puede concebirse como el intento por alcanzar ese vislumbre, ese destello correspondiente
al sueo de un sujeto recompuesto, como el deseo permanente del hombre por alcanzar una vida
en plenitud: el vislumbre de una felicidad colectiva, tal como apunta el mismo poeta a fines de
los aos 90 a propsito del recorrido efectuado por su poesa desde sus inicios hasta la
igualmente en la imagen del espejismo, del oasis en medio del desierto. En este sentido, en la
poesa de Zurita el sujeto es desierto y oasis a la vez, en tanto es la imagen del yo en estado de
encontrar en s mismo la va de escape el oasis por la cual desprenderse del paisaje infausto
que lo rodea. De acuerdo a ello, el oasis opera cual espejismo en la fuente en la que el sujeto se
dimensin en la cual no se encuentra, sin embargo, la imagen como tal, producto de la accin
alucinatoria del deseo, y a su vez movediza e inestable, se diluye en la arena. El verdadero rostro
del sujeto se deshace en ese deseo, en el sueo del desierto por convertirse en oasis:
789
R. ZURITA, Sobre esta edicin. Ibd.
790
J. C. COOPER, op. cit., p. 74.
389
iv. Y si los desiertos de Atacama fueran azules todava
podran ser el Oasis Chileno para que desde todos
los rincones de Chile contentos viesen flamear por
el aire las azules pampas del Desierto de Atacama
conocimiento y acceso a otra realidad. Es as como para Novalis, segn Soriau, el sueo se
concibe como una instancia de revelacin, asociada a los estados ms puros y primordiales del
alma, en el que el sujeto percibe la concordancia entre su ser y la naturaleza791. No obstante, ello
se presenta en Zurita como una quimera, como el deseo de la imposibilidad, por lo que a travs
Ahora bien, la utilizacin del paisaje en Zurita responde, como se ha dicho, a esta
intencin por otorgar forma y consistencia a un sujeto potico que por el contrario es en s
travs de sus emblemas nacionales desierto, cordillera, playas, mar, cielo buscan precisamente
otorgar identidad a un sujeto lrico despojado de ella por parte de la hegemona opresora,
ser chileno. Precisamente, Bauman seala al respecto que la preocupacin por definir la
791
E. SORIAU, op. cit., p. 1010.
792
R. ZURITA, Anteparaso, op. cit., p. 99.
390
identidad est asociada a circunstancias de diversificacin cultural y de represin social, en
este sentido, de modo paradojal el trmino guarda una significacin opuesta a la de entidad
estable y slida, definida, sino que muy por el contrario, expone el autor, la nocin implica la
idea de lo negociable, lo revocable, situacin que esta directamente relacionada con la moderna
era lquida, en tanto cada sujeto no est enmarcado a una sola comunidad en la cual se
comparten las mismas ideas y principios, sino que en contraste, estamos permanentemente
situndonos en distintos mbitos, dominios, y comunidades. Tal como apunta Bauman es estar
nocin de identidad implica la crisis de pertenencia propia del sujeto posmoderno, su carcter
provisional, por lo que no es viable intentar asumir un modelo identitario definido en tanto este
concepto de identidad vinculado al de nacin constituye desde sus inicios una nocin
construida por el Estado y sus organismos mediante el cual se definen las costumbres, formas y
hbitos de vida con el fin de lograr una especie de unidad, una comunidad nacional cohesionada.
como una invencin, una falacia que guarda desde sus inicios fines represivos por parte del
Estado o las clases polticas dominantes respecto al libre expresar de una comunidad:
793
Z. BAUMAN, op. cit., p.35.
391
() tiene por objetivo el derecho del monopolio para trazar el lmite entre el
nosotros y el ellos.794
Desde este punto de vista, es posible detectar entonces que la apelacin al territorio nacional
como mecanismo utilizado para otorgar consistencia, forma e identidad al hablante constituye en
s mismo una entrampada por cuanto el concepto de nacin no sera vlido para este propsito,
pues por el contrario este slo ofrece el levantamiento de una suerte de fachada, de imagen
externa y sin trasfondo, en la que se perfila un sujeto con una identidad nacional en tanto esta
posible acuarla bajo un manto de homogeneidad. El autor sostiene, al respecto, que no hay
pueblo o nacin que posea una identidad cultural definida, puesto que sta se halla en
identidad que aflora es altamente hbrida, fragmentada, descentrada, en ningn caso homognea,
a causa precisamente del choque cultural sufrido entre su realidad aborigen y el impulso
colonizador europeo795 y en el caso chileno, militar al cual fue impuesto. De acuerdo a ello, se
habla de una identidad cultural desintegrada que slo podra recobrarse por medio de la
794
Ibd., p. 53.
795
J. LARRAN, op. cit., p. 202.
392
restitucin de los valores propios de las comunidades aborgenes relativos a la reciprocidad, la
En el caso de Zurita, la mirada hacia el paisaje implica, como hemos sealado, esta
bsqueda e intento por restituir al sujeto y su identidad, lo que no es otra cosa que una bsqueda
entre sus restos, entre los muertos como en Canto a su amor desparecido, situacin que sin
restituirse a s mismo. En ese sentido, el sujeto flucta ambiguo entre la certeza de esta
IV. Por eso Chile mismo iba subiendo hasta ser arriba
el cielo helado de las montaas
..
Que todo vuela y vuelva entonces:
los cordilleras y las cumbres del Ocano
y que cuando Chile que haba estado ciego
vuelva a ver
que vea de nuevo el fulgor de estas costas796.
796
R, ZURITA. Los fragmentos citados corresponden respectivamente a Anteparaso, op. cit., p. y El amor de Chile,
Santiago: Montt, Palumbo Editores, 1987, p. 31.
393
2.6.2. Representaciones del sujeto en la tradicin judeo-cristiana.
revisados, en especial la figura de Jesucristo y su crucifixin. Desde punto de vista, tenemos que
superponerse al discurso oficialista a travs de la imagen cristiana, a modo del Dios cristiano
que todo lo ve, lo conoce y lo perdona. En otras palabras, en Zurita el sujeto potico es
el sujeto entonces cual Proteo, acuando estas formas, las que son significativas inclusive para el
dictadura militar.
De acuerdo a ello, en este marco nos parece que la imagen que emerge con mayor
posteriormente resucitado, imagen que a su vez se funde, se trastoca con el sujeto-pas referido
ms arriba, con el Chile aplastado, humillado, derrotado que finalmente se yergue y se levanta
entre los propios escombros, reviviendo a pesar del flagelo padecido tal cual acontece con el Hijo
de Dios, segn el relato bblico. De este modo, Chile entero en toda su extensin, territorial y
geogrfica larga y extensa faja de tierra, cual sujeto malogrado no es otra cosa que Jess y
394
ii. Miremos nuestra soledad en el desierto
()
otros trminos por Cnovas separacin / reunin; abandono / reconciliacin798, con la cual se
del pueblo de Chile ejercida por el gobierno militar durante los aos 70 y 80, es simbolizada en
la cruz, pues los sujetos son inmolados en pos del orden, la rectitud y la restitucin del Estado
segn los presupuestos del gobierno militar y su impronta correctiva. El sacrificio del sujeto en la
poesa de Zurita, y de Chile o el pueblo chileno se ha efectuado por Chile mismo, en defensa de
los que quedan, de los hijos, de aquellos que vendrn. Morir en la cruz, como Jess y por amor
para salvar a su pueblo y limpiarlo de pecado. Es as como ms tarde, Chile y el sujeto de esta
797
R. ZURITA, Purgatorio, op. cit., p. 99.
798
R. CNOVAS, op. cit., p. 75.
395
poesa resucitan, nacen nuevamente a la vida como en Pascua de Resurreccin, a la vida eterna
o La vida nueva en las palabras del autor, y son finalmente redimidos y favorecidos por la
bblico en el cual Jess, segn el evangelio, deambula en solitario durante cuarenta das sin
comer ni beber como instancia requerida de purificacin, y en la cual tiene lugar el encuentro de
Jess con el demonio y su enfrentamiento ante la tentacin por ste dispuesta. En el caso de
desierto800:
799
R. ZURITA, Anteparaso, op. cit., pp. 53, y 118-119, respectivamente.
800
Asimismo, Zurita ha establecido en reiteradas ocasiones, un vnculo especial entre el desierto y la vida humana:
El desierto, como probablemente la imagen ms profunda y exacta de lo que es el alma contempornea: su aparente
nada, pero para lo cual basta un cambio de luz al ponerse el sol, para que se transforme absolutamente en otra cosa.
Aridez total, y al mismo tiempo una cierta grandeza que sobrecoge. () ve que el tono, el color de la tez promedio
de la gente, es el color ms parecido al del desierto: los distintos tonos de caf. R. ZURITA. En J. A. PIA, op.
cit., p. 227.
396
iii. Miren a sus mismos sueos balar all sobre esas
pampas infinitas.
..
mediante las cuales la imagen del sujeto potico se correlaciona con la imagen de Jess en la
primer poema del autor publicado en la revista Manuscritos en 1974, el sujeto transfigurado en la
imagen de una vaca que escapa al lazo del opresor vaqueros da cuenta en las palabras de Jess
del abandono y el impacto del sacrificio al que ha sido expuesto: II. Esa vaca muge pero morir
y su mugido ser Eli Eli / lamma sabacthani para que el / vaquero le d un lanzazo en el
costado y esa / lanza llegue al ms all802. De igual modo, en su afn por metamorfosearse y
enmascararse tras el rostro de otros, el mismo Ral Zurita al realizar el gesto de inscribir su
quemado al inicio del poemario en referencia a la quemadura autoinferida por el poeta en 1975
y la copia del certificado mdico emitido en 1974 por la Dra. Ana Mara Alessandri, psicloga,
nominado como tal Zurita y en posicin elevada, como si fuese a un tiempo el elegido y, a un
mismo tiempo, Dios. Desde ese punto de vista, la fotografa con la mejilla quemada emerge a
801
R. ZURITA, Purgatorio, op. cit., pp. 35 y 37, respectivamente.
802
Ibd., p. 51.
397
modo de la imagen de Cristo, cual rostro reflejado en el lienzo de Turn o Santo Sudario
recreado por la tradicin a partir de su figura. Asimismo, en la copia del certificado mdico,
ttulo La Gruta de Lourdes, se efecta el borroneo del nombre del paciente Ral Zurita el que a
pesar de la borradura, puede leerse con claridad y su reemplazo por cuatro nombres femeninos,
siendo el ltimo de ellos el de Manuela. La crtica al respecto ha intentado efectuar una lectura
respecto a esta ltima nominacin femenina estableciendo algunos vnculos metafricos con el
personaje homosexual de nombre Manuela de la novela El lugar sin lmites de Jos Donoso, en
Sin embargo, nos parece que el guio de Zurita apunta ms bien hacia el correlato bblico, vale
nombre hebreo de Jess, cuyo significado es Dios con nosotros. En este contexto, la referencia
marco de la obra, bajo la nominaciones sealadas Arcosanto y Gruta de Lourdes dan cuenta
de la respuesta del sujeto mismo ante el dictamen otorgado por la institucionalidad psiquitrica y
mdica que, en tanto dueos de la razn, determinan el estado mental de los individuos y
ciudadanos804. Es as como el sujeto potico juega a revertir las lecturas, a fisurar la lgica de sus
implica la fusin de Dios con el hombre, de Jess con el Padre, del elegido con su antecesor. De
acuerdo a ello, el sujeto es por un lado el Hijo de Dios, el elegido, revistindose de este modo
en aquellos elegidos por el Creador para salvar a su pueblo, como es el caso de Jess, Moiss y
803
E. BRITO, Un continente semiotizado en femenino: la escritura de Ral Zurita. Op. cit., p. 73.
804
E. BRITO, op. cit., p. 72.
398
Abraham, y para bendecir con el acceso a cierta revelacin o visin sagrada, comprendida
asimismo en Zurita como salvacin, en tanto el sujeto es el elegido desde el despojo, la ruina
805
R. ZURITA, Los fragmentos citados corresponden respectivamente a Purgatorio, op. cit., p. 21; y Anteparaso,
op. cit., 44 y 45.
399
En el caso del sujeto como Dios, el yo da cuenta en algunas instancias de la fusin del
Hijo con el Padre Yo s mi Dios que somos uno806, como se expone a modo de dedicatoria al
cristiana que es capaz de crear, redimir y guiar a su pueblo. De este modo, se produce la
identificacin del sujeto potico con el Padre, y la adopcin, por consiguiente, de una voz
suprema a travs de la cual se comunica, y desde lo alto, con el pueblo al cual debe levantar, y al
que a su vez funda cual acto de creacin: Como en un sueo, cuando todo estaba perdido /
Zurita me dijo que iba a amainar / porque en lo ms profundo de la noche / haba visto una
estrella807. Desde esta perspectiva, la poesa de Zurita busca precisamente presentar un valor
fundacional, en tanto, el sujeto transmutado en Dios intenta refundar su pueblo, refundar Chile,
despus del estrago padecido. Ello, incluso de acuerdo a una retrica similar que tiende a rescatar
el tono superior y expresiones subjuntivas por medio de la cual se manifiesta en el Libro Sagrado
el acto de creacin. De este modo, en Zurita se expone: Para que todo Chile salga a mirarse por
los valles / y cuanto vive vea entonces la paz que ellos se pidieron: / el verde inmaculado de
estos pastos808. El acto de fundacin del pueblo, de Chile, contiene en esta lnea al acto de
liberacin, de salvacin, del redentor que viene desde lo alto a resituar la tierra y sus habitantes:
Entonces despierta / despierta con toda tu inocencia y mira al que ha venido / () tindele tus
brazos / y luego mustrale como si fueras tu misma / los desiertos resembrados / que ya no
806
R. ZURITA, Purgatorio, op. cit., p. 39.
807
R. ZURITA, Anteparaso, op. cit., p. 13.
808
Ibd. p. 120.
809
Ibd. p. 108.
400
El acto de redencin, precisamente, se presenta en Zurita como un acto de amor a travs
del cual la tierra amada, el pas y el pueblo amado se levantan, se restituyen a s mismos y en
vida a los sujetos derrumbados. Este es el ncleo motor efectivamente de El Amor de Chile
publicado en 1987, durante los ltimos aos de la dictadura militar y a slo tres de la restitucin
de la democracia, poemario en el cual el sujeto lrico efecta un canto de homenaje a cada uno de
las geografas que componen el territorio chileno, desde el desierto nortino hasta los tmpanos,
icebergs y heladas del sur del pas. En este poemario, Chile entero revive producto del acto de
amor del hombre con la tierra, del hombre consigo mismo, del hombre con Dios y como Dios, y
de Dios con su pueblo: Por el amor llegamos, por el amor subimos, / por el amor se nos volaron
los pastos que nos / cubran, repite entonces el desierto de / Atacama, inmenso, tendido frente a
efecta en funcin de un acto de amor hacia su pueblo y su tierra, la que se concibe como
universal, pues es toda Latinoamrica la que sufre, ya no slo Chile, en virtud de las dictaduras
polticas suscitadas en gran parte de Amrica Latina durante el siglo XX. En este sentido, el
universal, un yo cuyo canto es para todos, un canto general, tal cual se expresa en trminos
nerudianos.
Todos los pases mos natales se llaman del amor mo, es mi lindo y
Cado. Oh s, oh s.
810
R. ZURITA, El amor de Chile, op. cit., p. 25.
401
Pases sudamericanos que lloran.
habidos todos los das, padeci-
miento y pases devoradores en ni-
chos del Cuartel 13. ()811
transmuta en la imagen divina y universal, es expresado segn los presupuestos de esta poesa,
mediante un contexto textual en el cual el poemario mismo se concibe como una megaobra. Es
as como en definitiva, los textos de Zurita determinados como objeto de estudio dan cuenta en
publicacin en 1994 est precisamente compuesta por las fases Inferno Purgatorio
Paradiso que corresponden igualmente a las tres partes en las cuales se divide La Divina
previa al arribo al paraso, al vislumbre de la felicidad, tal como lo expone su propio autor812. Por
otro lado, en relacin a este poemario y a El Amor de Chile, Zurita hace uso de la cita textual en
torno a sus propios textos, comprendindose estos como portadores de una verdad suprema y
efectiva, como instancia para ratificar y reafirmar lo dicho por el mismo sujeto de sus obras. Es
as como en Anteparaso, en las pginas previas a cada conjunto de imgenes sobre la escritura
811
R. ZURITA, Canto a su amor desaparecido, op. cit., pp. 16, 17 y 19.
812
R. ZURITA. En M. TOLEDO, op. cit.
402
del cielo de New York, al final de cada seccin, emerge en medio de la hoja en blanco una cita a
versos del mismo texto, expuestos ms adelante y ms atrs, en otras secciones del poemario813.
Por su parte, en El Amor de Chile, la autorreferencia es a los versos finales del mismo
Anteparaso, a modo de epgrafe antes del comienzo del poemario propiamente tal, pero que
Anteparaso, 158
y nmero de pginas, ofrece una analoga con los modos propios de las citas bblicas en las
proposicin citada. En este sentido, Zurita se cita a s mismo cual texto bblico, sagrado,
poseedor de la verdad. En otros trminos, el texto y conjuntos de textos, en relacin a los cuatro
poemarios considerados por el presente estudio en el cual converge el sujeto potico referido es,
en el marco de esta poesa, un libro sagrado, fundacional, en el cual se pretende dar cuenta de la
813
Es as como en Anteparaso pueden visualizarse las siguientes citas: Barridos de luz los pies de esa /
muchedumbre / apenas parecan rozar este suelo / (Esplendor en el viento, pg 145); Aferrado a las cuadernas se
vio besndose / a s mismo / ( Las Utopas, pg. 19 ); Por eso los muertos suban el nivel de las / aguas /
(Cordilleras, pg. 61). R. ZURITA, Anteparaso, op. cit., pp. 39, 77 y 123.
814
R. ZURITA, El amor de Chile, op. cit., p. 11.
403
como Las Sagradas Escrituras, en tanto su poesa es el relato bblico por medio del cual, y en
virtud de su mensaje, se intenta liberar a Chile, redimirlo, sobreponerlo, casi a modo de canto
pico, como relato inaugural de un pueblo; y el sujeto potico es concebido como su Dios, el
elegido, como el mesas segn apunta Brito815, el hombre que salvar y revivir a toda una
comunidad.
La Divina Comedia en tanto desde Purgatorio en adelante la poesa de Zurita ha generado ciertas
marcas de identificacin con este referente. Al respecto, desde el punto de vista biogrfico, la
ascendencia italiana por parte de la familia materna del autor ha incidido en cuanto al imaginario
literario recreado desde la infancia por medio de las lecturas efectuadas por su abuela, inmigrante
nombre de la primera seccin que compone este poemario En medio del camino es idntico,
desde el punto de vista semntico a las primeras lneas de la obra de Aligheri: Hallbame en la
mitad de nuestra vida, cuando me vi en medio de una oscura selva, fuera de todo camino
recto817. De acuerdo a este contexto, la voz en primera persona del personaje-narrador Dante es
equivalente a la voz del sujeto potico denominado Zurita en su poesa, o bien, dicho con otras
815
E. BRITO, Un continente semiotizado en femenino: la escritura de Ral Zurita. Op. cit., p. 92.
816
R. ZURITA. En M. TOLEDO, op. cit.
817
D. ALIGHERI, La Divina Comedia. Barcelona: Thema Editorial, 2000, p. 3.
404
palabras, el sujeto potico es el protagonista de una magna obra, tal como lo fue Dante. En este
sentido, la misma inclusin de la nominacin del autor tal como sucede en la obra clsica el
mismo Dante como personaje principal hace mencin a esta forma de equivalencia entre ambas
sealado ms arriba como entidad divina y a su vez como el mortal elegido y, por tanto,
certificado mdico reproducido en Purgatorio en el cual se oculta el nombre Zurita, tal como
sucede con el femenino de Jess, Manuela. Por otro lado, la referencia en los textos al
modo entonces de reconocimiento del mismo sujeto potico engrandecido en el creador de una
cielo interior de la Capilla Sixtina, y por otro, de relevancia a nivel universal, como una de la
818
R. ZURITA, Los fragmentos citados corresponden respectivamente a Anteparaso, op. cit., p. 7; y Canto a su
amor desaparecido, op. cit., p.7. En ambos casos, los fragmentos se presentan a modo de epgrafe antes del inicio de
texto.
405
grandes obras de la historia capaces de imprimir y constituir una modificacin en la realidad,
Es as entonces como el sujeto potico se concibe a s mismo como parte de una gran
obra sino la gran obra en s en tanto es su rostro el de Dios y Adn como Hijo de Dios a la
vez y su creador, como Dios igualmente y el elegido, el mesas uno de los ms grandes poetas
universal tambin se desliza hacia algunos autores del Siglo de Oro Espaol, tal como sostiene
Hoy so que era Rey / me ponan una piel a manchas blancas y negras821 mediante el cual
las cuales el personaje de Caldern asume temporalmente el trono y en correlacin con la marca
del deseo segn la lectura psicoanaltica, el anhelo del sujeto potico en Zurita o su delirio por
aquella grandeza. Por otro lado, el sujeto lrico asume igualmente la voz de Quevedo al remitirse
a la perennidad del amor, como elemento motor de la recomposicin del mismo tal como se
819
R. ZURITA, Anteparaso, op. cit., p. 66.
820
E. BRITO, op. cit., p. 72.
821
R. ZURITA, Purgatorio, op. cit., p. 19.
406
apunt ms arriba, por sobre la mortandad de la cual el pueblo est siendo vctima. Amor
constante ms all de la muerte versa el clebre soneto del poeta espaol. Asimismo, en Zurita
se transfigura el sujeto en esta voz cuya fuerza radica en la capacidad para elevarse por sobre la
mortalidad y la tragedia humana: Todo acab. / No queda nada. Pero muerta / te amo y nos
amamos, aunque / nadie pueda entenderlo. () ..... Reventada de amor toda la enamorada que
quepa te cant all822. Versos que corresponden a la transmutacin de las palabras de Quevedo
Su cuerpo dejar, no su cuidado; / Sern ceniza, mas tendr sentido; / Polvo sern, mas polvo
amoroso y, por ende, del sujeto potico en la perpetuidad de tierra y su paisaje, tal como enuncia
Zurita en su poemario: Pero a nosotros nunca nos hallarn porque nuestro amor est pegado a /
La metamorfosis del sujeto en Zurita tambin alcanza, al respecto, a las voces de los
grandes representantes de la poesa chilena, entre ellos, Gabriela Mistral, Vicente Huidobro,
Nicanor Para, y en especial, la de Pablo Neruda. En relacin a este ltimo, Zurita en variadas
ocasiones ha manifestado su ferviente admiracin por la poesa del premio Nobel, en especial,
solemnidad con la que se compone este proyecto potico, en tanto los versos nerudianos
creacin de un mundo en consonancia con sus autnticas races y valores ancestrales. En Neruda,
la voz del hablante lrico es precisamente la de un sujeto superior y colectivo que busca levantar
822
R. ZURITA, Canto a su amor desaparecido, op. cit., pp. 11 y 17, respectivamente.
823
F. DE QUEVEDO. En ORTEGA, E., Antologa potica del Siglo de Oro. Madrid: Anaya, 2004, p. 125.
824
R. ZURITA, Canto a su amor desaparecido, op. cit., p. 13.
407
a su pueblo por medio de su palabra potica, altisonante y creadora. Zurita, al respecto, ha
de ver en torno a los poemarios estudiados, en Anteparaso y El Amor de Chile, este ltimo
incluso dando cuenta de ello por medio de las ediciones de lujo con las cuales hasta la fecha el
poemario ha sido publicado826. De acuerdo a ello, esta voz altisonante reproducida en Zurita en
tonos similares a la del hablante en Canto General, se eleva en funcin del propsito universal
de cantar, alzar y recrear a su pueblo por medio de la palabra potica. Es as como, en conjuncin
con el xtasis por el renacimiento de su nacin y su gente Mirndose primero de lejos para
terminar abrazados / sin todava poder creer en el sueo que estrechaban / soltndose para volver
825
R. ZURITA. En J. A. PIA, op. cit., pp. 231.
826
Efectivamente, desde la primera edicin hasta las ms actuales, el poemario El Amor de Chile ha sido publicado
en formatos de mayores dimensiones a la de una publicacin regular, ediciones de lujo, de mayor costo editorial y
grfico. Al respecto, el poemario publicado en 1987 por Montt Palumbo Editores, incluye, como parte del texto
mismo, fotografas de Renato Seprel en doble hoja sobre paisaje chileno referido en la obra, desde el Desierto de
Atacama hasta los icebergs del sur de Chile. Es as incluso como los mismos editores en la presentacin del
poemario sostienen en torno a esta obra: Convencidos de que estos poemas son un clsico futuro, presentamos esta
primera edicin de El Amor de Chile con las fotografas de Renato Seprel, contribuyendo con ello a entregar esta
obra en toda la vastedad de su certidumbre y belleza. LOS EDITORES, en R. ZURITA, El Amor de Chile, op. cit.,
p. 9.
408
a mirarse y nuevamente en el / abrazo alejarse estallndoles de amor la carne viva827, el sujeto
lrico hace manifiesto su Idilio General a modo de Canto General, como se denomina uno de
chileno. Al respecto, Grinor Rojo seala precisamente que el sujeto del poema, cual fantasma, en
concreta en nuestro pas, recorre un Chile que al igual que l mismo en su calidad fantasmal,
incorprea e incierta, alguna vez fue en plenitud leemos o podra en un futuro llegar a serlo
con una enorme dosis de voluntad829, pero que en definitiva en la actualidad no es un dominio
pleno, en los trminos ideales e idlicos como desea concebirse un pas. En este sentido, el sujeto
de Zurita igualmente se reviste de esta referencia e intenta asumir su voz como propia, an
cuando sea en trminos de un sujeto espectral, inacabo, pues no por ello el poema mistraleano
409
Por ltimo y precisamente en relacin a lo anterior, el sujeto lrico en Zurita, en
oposicin a las formas utilizadas hasta ahora como vas de transmutacin hace uso de la figura
lrico seala: Mis amigos creen que / estoy muy mala / porque quem mi mejilla831 y
posteriormente, en la pgina contigua a la fotografa del autor con el rostro quemado, se expone
con letra manuscrita: Me llamo Raquel / estoy en el oficio desde hace varios aos / Me
doble movimiento mediante el cual el sujeto potico se oculta y metamorfosea. Por un lado, es
relacin al certificado mdico incluido en este texto y los nombres femeninos propuestos en
verdadero rostro mediante esta mscara de fragilidad, lo que puede condecirse en otros trminos
con la lectura del sujeto autoconcebido en definitiva como ser superior el nombre de Zurita
velado tras las marcas de lpiz en el informe mdico y encubierto tras la careta femenina, como
mejilla quemada parchada, que a travs de este gesto igualmente se oculta, se encubre no
830
E. BRITO, op. cit., p. 72.
831
R. ZURITA, Purgatorio, op. cit., p. 7.
832
Ibd., p. 13.
410
dejando develar a la vez su verdadera condicin, vale decir, la de un sujeto escindido,
fragmentado, desmembrado, y que no tiene en verdad otra posibilidad que mostrarse sino a
travs de ciertos parches caretas que ocultan su estado, pero que dan cuenta del mismo a la
vez. En definitiva, la imagen de un sujeto parchado, ortopdico, que hace uso de cada uno de
estos remiendos o composturas a modo de embozos o disfraces con los cuales adopta nuevas e
imponentes formas: Dios, Cristo, el Mesas, Dante, Segismundo, Neruda, e incluso, desde el
guio femenino, Mara, en tanto madre de Dios e inmaculada: Porque todo Chile crepit
estremecindose para ya no / ser ms que los pastos del grito de Mara arrasados bajo / el cielo
y grandilocuente, pues en su delirio busca encubrir tras sus mscaras de omnipotencia, su real
absorbido por su delirio de grandeza, y que de acuerdo a ello, busca autopresentarse a la altura de
constituido a travs de sus obras y discursos en entidades claves que han incidido en gran medida
en las configuraciones, imaginarios y modos de pensar del hombre de occidente. Ahora bien,
poltica, entre los aos 1979 y 1987, las referencias a estos signos fueron, tal como plantea
833
R. ZURITA, Anteparaso, op. cit., p. 87.
411
Cnovas834 elementos efectivos para evadir la censura poltica de la poca, por lo menos hasta
los aos de publicacin de Canto a su amor desparecido, en 1985. De este modo, las alusiones a
dominante de este entonces, como es el caso por un lado, del discurso religioso y, en especial,
catlico; y por otro, del exacerbado patriotismo y nacionalismo manifestado, permiten de algn
modo hacer efectivo el paso inclume por aquel filtro, altamente cercenador para la poesa de
aquellos aos. En el caso de Zurita, precisamente, la impunidad fue otorgada por Jos Miguel
Ibnez el crtico literario Ignacio Valente, voz emblemtica y representativa del sector
hegemnico del pas durante los aos de dictadura, y reconocido crtico literario de la poca. Tal
como se mencion en la nota inicial al comienzo de este aparatado, fue precisamente Ibaez
quien recogi la poesa de Zurita, aos antes incluso de su primera publicacin, Purgatorio, con
1974, y la elev y ubic en un sitial de respeto entre las letras nacionales, pues Valente a
propsito de su obra situ a Zurita entre los poetas de primera fila nacional835. De este modo,
la obra de Zurita escap al aparato censor de aquellos aos y, en contraste, se vio beneficiada al
reconocerse en ella los rasgos de una poesa de excelencia: "Quin es este poeta, que a los
veinticuatro aos irrumpe con una voz enteramente propia y ya formada, con un timbre de
la dcada de 1980.836
834
R. CNOVAS, op. cit, p. 78.
835
I. VALENTE. En E. LLANOS MELUSSA, A propsito de Anteparaso. En La Castaa, N 2, mayo de 1983.
Documento recogido el 24/05/2008 en http://www.letras.s5.com/ell140206.htm.
836
I. VALENTE. Citado en Zurita o la cicatriz perdida, Revista de Libros, El Mercurio, 6 de mayo de 2007.
Documento recogido el 24/05/2008 en http://diario.elmercurio.cl/detalle/index.asp?id=%7Bca32079d-e1c1-4813-
8f75-1610fe43e6fe%7D.
412
Por otra parte, en Zurita la concepcin de poesa est directamente asociada a la de vida,
en tanto l mismo ha manifestado que el propsito de la literatura y del arte debe estar directa
relacin con la vida de los seres humanos: un mundo que surja finalmente de toda esta historia,
en el cual lo que nos rodee sea finalmente una gran construccin de arte, donde la afectividad, la
emocin humana y el espectculo del universo se encuentren y sean una sola cosa837. Estas
biogrficos ya mencionados fotografas con la mejilla quemada, certificado mdico con los
trastoques respectivos, como asimismo mediante alusiones directas e indirectas sobre los datos
biogrficos del autor, como es el caso de su detencin poltica en 1973 durante tres semanas en
las bodegas del barco Maipo, en las costas de Valparaso () Entonces acurrucado contra el
fondo de tablas del bote / me pareci que la luz nuevamente / iluminaba mis apagados ojos838.
Asimismo, los inicios de Zurita en la escena artstica nacional est marcada por su participacin
artistas visuales Diamela Eltit, Lotty Rosenfeld, Fernando Balcells y Juan Castillo, y a travs del
cual se realizaban intervenciones artsticas en espacios pblicos y con afn contestatario, como
sobre el Desierto de Atacama, y el intento fallido del autor por cegar sus ojos en 1982 para
cual el arte debe incidir sobre la vida. De ah entonces, que la atencin del autor est en la
produccin de una obra magna, como los clsicos universales del arte y la literatura, con la cual
837
R. ZURITA. En J. A. PIA, op. cit., p. 228.
838
R. ZURITA, Anteparaso, op. cit., p. 13.
413
imprimir un cambio o modificar la comprensin de la realidad por parte de un pueblo, como
persona a la obra, no como entidad biogrfica aunque recogiendo eventos relevantes de sta,
sino como entidad real transmutada en sujeto potico, en otros trminos, el autor como sujeto de
enunciado emitido, en este caso, a nivel extratextual, el autor Ral Zurita; y a nivel intratextual,
el sujeto potico que se metamorfosea segn distintas figuras, entre ellas, las del mismo Zurita,
universal Dante, Caldern, Neruda, Mistral, entre otros, y de los personajes relevantes de la
tradicin judeocristiana Dios, Jess, el elegido, el Mesas. Por su parte, emerge asimismo el
sujeto lrico como sujeto del enunciado, transfigurado de este modo en los mismos referentes
modo, los lmites que separan cada uno de estos sujetos lingusticos se vuelven borrosos,
verdadero yo. En este sentido, Brito seala a propsito de la seccin reas Verdes de
Purgatorio: El yo del autor, o sujeto de la enunciacin se incorpora como texto al cuerpo / texto
del lector, otorgndose una identidad que adquiere una dimensin ms general () un espacio
839
E. BENVENISTE, Problemas de Lingstica General II, op. cit.
840
E. BRITO, op. cit., p. 73-74.
414
De este modo entonces, Zurita efecta el giro de un sujeto fragmentario, inacabado,
tanto la grandeza de su nimo efecta slo el movimiento del disfraz, del disimulo simulacro,
que en ste su espritu tiende a elevarse, a pesar y en contra de las circunstancias desfavorables
que lo rodean. Tal como apunta al respecto Aguiar e Silva el personaje romntico se configura
como un rebelde que se yergue, altivo y desdeoso, contra las leyes y los lmites que le
oprimen841. En este sentido, el autor cita a la figura de Prometeo como smbolo del yo
romntico, como paradigma de la condicin titnica del hombre, en tanto la entidad mitolgica
constituye un ser en parte divino como el sujeto en Zurita que se levanta y triunfa frente al
se reviste de aquel nimo que le permite sostenerse a pesar de la fragilidad y el vaco que
finalmente guarda, la trampa e ilusin que crea como nico mecanismo para presentarse en
841
V. M. AGUIAR E SILVA, op. cit., p. 333.
842
Ibd., p.
415
CONCLUSIN.
A la luz de los textos poticos y autores revisados, ha sido posible en cierto modo y
conforme a las respectivas diferencias que presenta el sistema potico en cada uno los poetas
estudiados, efectuar una lectura en torno a la figura del sujeto potico representada en sus
respectivas obras, con el propsito de determinar en cada caso los mecanismos y dispositivos de
adoptadas por cada uno de los poetas en funcin de los lineamientos esttico-literarios que
subyacen a todo proceso de escritura. De este modo, la anulacin del sujeto en Rodrigo Lira, la
Hernndez, el sujeto eclipsado en Diego Maquieira, el sujeto secreto en Juan Luis Martnez, y el
morfologas adoptadas y trabajadas en cada una de las obras revisadas, en las cuales se transmuta
y metamorfosea el sujeto potico con el fin de evadir y disuadir las formas de represin, captura
y censura dispuestas por el rgimen militar, como igualmente, ejercer actos de disimulo en torno
en tanto ste no consiste ms que en el proyecto malogrado de una subjetividad que no logra
conformarse como tal, sino que por el contrario constituye una entidad en estado permanente de
subversin del sujeto ante las estructuras o lineamientos de poder, dispuestos en este caso por el
416
totalitarismo del rgimen militar, slo constituyen meras instancias de expresin y manifestacin
generarse en tanto el mismo sistema define la orientacin de estos trayectos al interior del mismo
concede ciertos espacios o zonas de configuracin para que las voces disidentes puedan emitirse
y difundirse, pero sin la posibilidad de generar los verdaderos efectos por estos esperados. Es as
poder, dado que este mismo requiere, tal como expone Pontn, de manifestaciones y estructuras
entidad ntegra, unificada y autnoma, sino todo lo contrario, sta est altamente constreida
entre las posibilidades que le otorga el sistema. En esta lnea, la resistencia o intentos por
desasirse de las trabas del poder y, por ende, de materializar una constitucin efectiva del sujeto,
no son ms que falacias que dispone el mismo discurso hegemnico para retroalimentarse y
843
G. PONTN, Introduccin. En A. PENEDO; G. PONTN, op. cit., p. 19.
417
dominio844, arguye el autor al respecto. En el marco de esta falacia entonces, es que se abren
espacios o zonas de configuracin para que el sujeto active mecanismos de liberacin y protesta
seudo levantamiento de la censura, efectuado a inicios de los aos 80 no es, en efecto, ms que
una forma de representar el espacio que el poder otorga a los sujetos de oposicin, no obstante,
para su propio funcionamiento. A partir de ello y aos antes, en el caso de las obras estudiadas,
a partir de 1977 las escrituras, haciendo uso de las tribunas concedidas aun cuando los
procesos de produccin potica se generan mucho antes de dicho levantamiento, desde 1973 o
incluso antes, como es el caso de Juan Luis Martnez y La nueva novela, publican y hacen
manifiesto los modelos o configuraciones a travs de los cuales dan cuenta de cierto sujeto o
la dictadura militar. No obstante, la aparente libertad con la que se mueven, expresan y publican
estos discursos a propsito del levantamiento censor de 1982, no constituyen ms que resquicios
efectivos utilizados por el mismo poder y articulados con el fin de que la resistencia fluya dentro
de los cauces delimitados por el sistema. De acuerdo a ello, el sujeto tiene la posibilidad de
configurarse de diversos modos, puesto que los lmites entre los distintos segmentos de la
sociedad no estn aparentemente definidos, hecho que sin embargo, no posibilita la libertad del
sujeto, en tanto las permutaciones slo eran pensables entre patrones de configuracin
transformaciones slo son permitidas al interior de los espacios y dominios delimitados para ello,
844
Ibd., p. 18.
845
Ibd.
418
vale decir, de espacios anlogos al poder aunque opuestos y dispuestos por el mismo, para la
articuladas por los distintos sujetos poticos y revisadas en el presente estudio, slo dan cuenta
de formas heterogneas adoptadas por los sujetos con el fin de posibilitar acciones de fuga y
resistencia que no son efectivas ni vlidas, motivo por el cual slo se presentan como instancias
mismas zonas de represin dispuestas por el poder y a las cuales no es posible evadir. Esta
opresin por consiguiente, se extiende hacia la constitucin misma del sujeto, la que se ve
erigidos por el sistema, por ende, no es posible escapar a la condicin de sujeto fallido, precario,
de trazas o huellas de supervivencia, tal como lo expone Pontn al respecto: la demolicin del
mito humanstico del sujeto librrimo y proteico, a partir de una profunda meditacin sobre las
como una instancia, por una parte, vlida en s misma en tanto a travs de ella tiene lugar la
manifestacin de la diferencia, pero por otra, altamente infructuosa desde el punto de vista de las
posibilidades de subversin que sta presenta. Asimismo, a nuestro parecer, estos mecanismos de
846
Ibd.
847
Ibd., p. 19.
419
transformacin subjetiva dan cuenta en sus respectivos proyectos escriturales, de las poticas y
estticas por medio de las cuales cada uno de los autores seleccionados concibe el ejercicio de la
poesa y el sentido final de sta. En otras palabras, cada imagen de sujeto adoptada o presente en
las respectivas obras, permite establecer vnculos directos con las poticas concebidas y
manifestadas en cada autor de acuerdo a nuestra propia lectura, lo que a modo de sntesis es
posible exponer del siguiente modo: en el caso de Faria, la poesa concebida como creacin de
una entidad a la que no es posible conocer o captar en plenitud; en Lira, la poesa concebida
como una va de escape paradojalmente sin salida respecto de la sociedad moderna y las
represiones y desajustes que esta impone; en Elvira Hernndez, la obra potica como medio de
expresin a partir de la cual es posible generar vas de escape transitorios, quiebres y fisuras
respecto del proyecto moderno y hegemnico; en Diego Maquieira, el discurso potico como una
convenciones impuestas por el mundo moderno y dispositivos de poder; en Juan Luis Martnez,
la poesa concebida como una dimensin a travs de la cual es posible alcanzar o vislumbrar la
poesa concebida como un discurso capaz de transformar la existencia del hombre, en el marco
de la permanente y necesaria interaccin entre arte y vida, segn los presupuestos planteados al
generales del sujeto potico en el corpus sealado. De este modo, nos es posible enunciar los
420
siguientes caracteres comunes presentes en conjunto en las respectivas escrituras: en primera
por medio del sujeto presente en dicha escritura. En este caso, la incorporacin del yo del poeta
se efecta en cada una de las escrituras por medio de ciertos mecanismos o pistas, con distintos
niveles de intensidad y evidencia en cada uno, por medio de las cuales se efecta la referencia al
Juan Luis Martnez, por medio de la inscripcin de su nombre tachado, alterado y entre
parntesis, (Juan Luis Martnez ) , Juan de Dios Martnez; Jxuan de Dios Ah, / ese si que
hubiese sido un verdadero nombre!, Jxuan en relacin al ingls swan, que significa cisne,
cigne en francs, ste ltimo anlogo a signo. En este sentido, la muerte del cisne es la muerte
del signo en Martnez, vale decir, la muerte de la palabra y, por ende, el proceso de anulacin y
desaparicin del sujeto como signo o interferencia en pos de alcanzar el silencio y la revelacin
del mensaje potico; en Ral Zurita, mediante la incorporacin del sujeto emprico por medios
de cdigos grficos verbales y no verbales, como es el caso de la inclusin del nombre Zurita en
algunos textos, como ttulo en uno de los poemas de Anteparaso de la inclusin del nombre
manuscrito Ral Zurita borroneado con lpiz en la copia del certificado mdico, y de la
fotografa con la mejilla quemada al inicio de Purgatorio. En esta lnea, Zurita emerge
fundamentalmente en los primeros dos poemas como el sujeto que es llamado por una voz divina
Oye, Zurita que le habla al elegido; y en ocasiones, l mismo como el dueo de la voz
omnipotente, proftica, que le habla a un otro, a un mortal, el que a su vez sigo siendo el mismo
elegido entre los mortales, vale decir, aquel que salvar del abismo y la muerte a su pueblo:
421
Zurita me dijo que iba a amainar. Por su parte, Rodrigo Lira, incorpora la imagen del sujeto
mismo: el caso del Topo el Topo es un pobre diablo / de ndole subterrnea: / si sube a la
altura del suelo / se apuna, el de Juan Esteban Pons Ferrer cuya fecha y hora de nacimiento
coincide con la del poeta 26 de diciembre a las 11:30 A.M., o el del sujeto angustioso del
con los del autor Uno es distinto / menos loco pero ms RAYADO / un tipo escrito impreso o
manchado con distinta tinta. En el caso de Soledad Faria y Elvira Hernndez, la inclusin del
yo poeta es mucho menos evidente, menos directa, en tanto no existe en ambas una utilizacin
del nombre propio o una referencia directa hacia ellas como entidades externas al texto potico,
en el texto como entidad generadora del mismo. Es el caso, por ejemplo, de Faria, en cuya
escritura en efecto el sujeto se busca a s mismo, en medio del proceso de gestacin de s a travs
del cuerpo y la palabra, sujeto que sin embargo acontece finalmente como una entidad inacabada,
que en tanto sujeto femenino, emerge en el poema totalmente expuesta al abuso y explotacin del
sujeto dominante, masculino y hegemnico la Bandera de Chile est tendida entre 2 edificios /
se infla su tela como una barriga ulcerada -cae como / teta vieja- / como una carpa de circo.
Por otro lado, la imposibilidad del sujeto por alcanzar los horizontes mnimos de
del hecho potico mismo, en tanto la concrecin del sujeto en s mismo es comprendida como la
422
va a travs de la cual es posible dar alcance al fenmeno concebido como poesa, verdad o
maltrechas, fantasmales o residuales que pululan en los poemas, un anhelo de constitucin del
yo, pues slo a travs de esta configuracin es posible alcanzar o vislumbrar la verdad o cierto
movimiento inverso, vale decir, hacer desaparecer por completo al sujeto de modo que tras su
ausencia sea posible acceder a cierto conocimiento y revelacin. Sin embargo, a pesar de dicho
giro, el intento por anular al sujeto en su escritura da como resultado el efecto contrario, en tanto
maltrecha y mutilada, como sucede por ejemplo a travs de la tachadura del nombre. En este
sentido, las huellas de su ausencia delatan la presencia del mismo, razn por la cual no es posible
llegar a dicho destino a pesar que la ruta elegida por Martnez difiere a la de los otros poetas
considerados al interior del corpus de estudio. De este modo, el sujeto cifra sus esperanzas de
conformacin y unificacin del yo por medio de cada una de las figuras con las cuales prueba e
intenta generar una va de escape, las que no constituyen otra cosa que, como expresa Lihn en
inercia en tanto, todo movimiento no genera ms que la declaracin de dicha intencin, la que
sin embargo es cercada por la absoluta imposibilidad de s misma: el sujeto del texto ()
termina murindose en el papel, sin alharaca848, insiste el autor al respecto. En esta lnea, Lihn
enfatiza el carcter intransitivo de la literatura, el que en nuestro caso se manifiesta por medio de
la ausencia de posibilidades del proyecto potico para materializarse y, menos an, para
848
E. LIHN, El circo en llamas, op. cit., p. 157
423
potico hacia el mbito de la vida real849. Se desarticula de este modo la ecuacin arte-vida
simulacro que asume el mismo sujeto potico en la obra de este poeta como en el caso de los
otros. Por consiguiente, la entidad subjetiva queda all, agonizando en el papel y sobreviviendo
slo en el espacio del anhelo y del deseo en trminos freudianos, pues su verdadero dominio no
es sino aquel: el de ser un sujeto de la sobrevivencia, del camino, del proyecto, que se mantiene
como tal en tanto debe continuar en permanente bsqueda aunque infructfera, pues su sentido es
caso de Lira, el inacabado proceso de gestacin en el caso de Faria; los intentos de fuga y
Martnez; los intentos por levantar la voz de Chile y de s mismo en el caso de Zurita. El sujeto,
permaneciendo, por ende, en el Purgatorio o Anteparaso como refiere el mismo Zurita genera
ciertos mecanismos por medio de los cuales no pueda materializarse finalmente su completa
silenciamientos, exacerbaciones y grandilocuencias, etc., con el fin de, por medio de tales
este rostro de arena, al que no le queda ms que transformarse, volverse proteico, para no ser
descubierto en medio de su vaco y simulacro. En relacin a ello, el sentido final de este sujeto
no es, en efecto, la subversin al orden establecido al poder hegemnico sino por el contrario,
es la resistencia a la muerte y anulacin extrema, pues no le queda mas que moverse entre lo
849
Ibd.
424
relativamente libre y lo altamente constreido850. La poesa y la literatura misma constituyen,
al respecto, discursos que slo pueden oscilar entre dichos parmetros, puesto que no hay
dispuesto. La poesa en este sentido es, tal como el sujeto, un discurso de sobrevivencia, por
ende, imposible de acontecer de modo pleno, sino que permanece sujeto a redes sociales (),
comprensin y control.851
850
B. THOMAS, El Nuevo Historicismo y otros tpicos de la vieja usanza. En A. PENEDO, G. PONTN, op. cit.,
p. 300.
851
L. A. MONTROSE, Los Nuevos Historicismos. En A. PENEDO, G. PONTN, ibd., p. 188.
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