Alatriste Sealtiel - Verdad de Amor
Alatriste Sealtiel - Verdad de Amor
Alatriste Sealtiel - Verdad de Amor
Verdad de amor
Esta novela obtuvo el Premio Planeta/Joaqun Mortiz 1994,
Ollero,
lentas eternidades.
en el Deux Magots o la Brasserie Lipp, y vagando hasta las tantas por las callejuelas
del Barrio Latino. Aunque ya tena una cierta fama en Mxico como periodista y
haba escrito algunos poemas (que l hubiera calificado de "malditos"), sus amigos
crean que era un reportero con posibilidades, pero con demasiado apego a sus
muchas frivolidades como para descollar en el difcil mundo de las letras americanas
de ultramar. Yo, por mi parte, queriendo hacerme de un nombre dentro del mundo
mexicano (un abuelo mo hizo la guerra del Imperio en la lejana Puebla, al lado del
general Basaine), por mi juventud, o por lo que fuera, en aquella lite gastronmica
solamente pude ser admitido como barman en la barra de la planta baja. As pues,
nuestra situacin era ms o menos la misma, y supongo que eso facilit nuestra
montado en las ilusiones de un futuro promisorio. Alguna vez, incluso, con la ltima
copa de la noche en la mano, brindamos por ese triunfo asegurado que el destino nos
de John Reed, tendra otro aliento en sus notas sobre el Sptimo Arte), y yo, por los
ccteles con los que pensaba innovar el tradicional gusto galo por las bebidas solas.
haban acabado para siempre. Quiz por huir o por negar nuestras miserias, correr en
pos de nuevas experiencias era moneda corriente, y para no ser menos que otros,
tantos aos de distancia. Que fue lo que me impuls a buscar ese cambio, pero
podra alegar que anhelaba vivir algo diferente, una cierta aventura, y por un golpe
para un |oven ambicioso como yo?, en qu otro sitio podra haber conocido a la
gente que quera, si por ah pasaba lo ms granado de la sociedad francesa del medio
siglo?
Laprouse, haba ideado desde 1870 para diferenciarse de los muchos restaurantes
que empezaban a abundar en la Rive gauche. As, cada saln tena su propio chef,
personal de los otros salones. Si el saln des Amours era famoso por sus tartas y
compotas, y el La Fontaine por sus carnes, el Singes fincaba su fama en sus mariscos y
desprestigio; ver, por ejemplo, que un viejo comensal del Snges sala
complacidsimo de otro saln al que visitaba por primera vez, y prometa regresar la
semana siguiente con unos amigos (para deleitarse con el soberbio Cq' au vin que
haba degustado esa noche), era motivo de desgracia para el personal entero del
Singes, que vea partir al antes fiel amigo llevndose consigo su prestigio hecho
trizas. Fueron muchas las veces que un chef vino a sentarse a mi barra y maldijo a
"aquel" colega traicionero que le haba robado un clientazo. Ah, al amparo de sus
quejas, mis ccteles empezaron a hacerse famosos, y supe que si al Martini se le pone
amistad (o como se le quiera llamar a esa complicidad que inspiramos los barmans),
conoc a Henry Miller (la primera vez que lo invit a cenar Anais Nin); con el tiempo
nos corrimos varias farras juntos y al final de una de ellas, en el cuartucho que
rentaba en el hotel Clichy, me dedic el borrador de Max y los fagocitos blancos, que
conservo hasta la fecha. Jean Renoir, antes de emigrar por primera vez a los Estados
le ponderaba a sus "amiguitas" mi forma de preparar los Mint juleps. Jules Masper,
todo lo que saba sobre los escritores que haban sido famosos en Pars; alguna vez
me dijo que Laprouse haba sido el restaurante preferido de Henry James, y por eso
poco de licor Marrasquino, y el nuevo sabor (que muchos aos despus se hara
que su mujer haba perdido en la Gare de Lyon, con el manuscrito de sus primeros
cuentos. Andr Gide me peda que me sentara con l en una mesa apartada y me
aseguraba que la vieja rivalidad que se murmuraba haba tenido con Marcel Proust,
era falsa, que fue inventada por Gaston Gallimard, su editor, como un truco
publicitario para que A l'ombre de juenes filles en fleurs fuera comentada en la prensa y
ganara el Goncourt del 19; an mas, segn l, Marcel haba sido ntimo suyo, y
muchas noches cenaron juntos en Laprouse para que Gide le contara todo lo que
du chez Swann, en que el protagonista invita a salir por primera vez a su adorada
Odette: aquel restaurant (que con el tiempo se identificara como "muy proustiano")
era Laprouse, y las palabras de Swann, sin ser las mismas, tenan el sabor de las que
Guide haba referido a Monsieur Proust a lo largo de los aos. Con todo, mi relacin
Snchez, alias Lucifer (mejor conocido por sus amigos como Chema), fue, si no la
Chema sola pasar por el bar de Laprouse una vez al mes, para ver de lejos a las
personalidades que tomaban el elevador a los salones del primer piso. A veces vena
posibilidades trgicas del vaudeville. "Hay que convencerse", deca Clair, "la guerra
solamente nos dej abierta la puerta del humor para acceder a la tragedia". Chema le
cosas en algo que sonaba a medio camino entre el espaol del Pas vasco y el ingls
de Cornwall. La mayor parte de las veces, sin embargo, Chema vena solo y sentado
Qu seoro tena desde esa poca! La luz in-i IIrecta del bar me mostraba las
chata, sus cejas abultadas, o la gran solemnidad que adquira an con la naturalidad
con la que se quitaba el sombrero. Pero con toda la afabilidad que me dispens,
nunca lo pude conocer del todo y siempre me pregunt cmo era en realidad, qu
pretenda de la vida, cules eran sus verdaderos anhelos, qu ocultaba tras su mirada
de seorito lnguido. Extrao pero divertido, brillante pero casual, enigmtico pero
publicado en una revista dedicada al cine. "Algn da tiene que subir al Singes", le
deca yo, "y probar la bouillabaise de la casa". "Algn da, querido amigo", me
pagarme esa cena, o usted convenza al chef de que acepte mi receta mexicana de la
despus agreg: "No, no es por eso. Miento. Estoy rodeado de espantos a los que una
pelcula slo dara vida, mientras que la crtica me permite mitigar sus gestos
Castaa que extorsionaba sus pesadillas. Era evidente que no me tena la suficiente
ocultarme algo de s mismo, de su vida o sus miedos. "No tiene usted una idea de lo
que son mis sueos", me deca mirndome fijamente, rascndose la nuca como si lo
pusiera muy nervioso narrar aquellas aventuras onricas. "Siempre me encuentro en
la parte prohibida de una ciudad, que tal vez sea la Guadalajara de mi juventud, pero
que no coincide con mis recuerdos del turbio barrio del vicio tapatio, aunque como
en aquel, las leyes de la realidad y las reglas de la vida parecen estar suprimidas.
Todo puede ocurrir y todo ocurre. Camino lentamente por calles iluminadas, llenas
bailarina, una mujer que no he visto nunca antes, pero que me exige no s cuantas
disfrazada con diferentes vestidos, con mscara o antifaz, para hacerme creer que es
otra, pero yo s que tras sus fachas se encuentra la misma bailarina de todas mis pe-
sadillas. Siempre aparece de la misma forma, abriendo una puerta por la que se filtra
una intensa luz azul. Su figura se recorta al centro y yo s que me mira fijamente,
aunque no pueda verla a los ojos porque es slo una figura refulgente apoyada en el
picaporte de la puerta".
Yo lo escuchaba sonriendo, Jos Mara Snchez, alias Lucifer, era capaz de contar,
poema bellsimo, o, en fin, las aventuras ms extravagantes, con tal de dar coherencia
y portentosas, siempre sospech que eran mentiras, pero nunca imagin que me
llegara a enterar de esa otra, la aventura verdadera, que una vez me narr por una
mismo anhelo fabulador, desde el principio supe que era cierta. Estbamos, como
siempre, sentados a la barra del bar, cuando entr Mara. Mara la voz, Mara la bella,
Mara la nica, la ms grande de todas las Maras. Sus enormes ojos negros
El elevadorista vino hacia ella titubeante para recibir su abrigo y balbuce alguna
tontera admirando su atuendo: vesta una blusa transparente, azul oscuro con
encajes color chedrn, bajo la cual se insinuaba su piel blanca; la falda era de
tonalidades durazno, larga y abultada en las caderas, adornada con bieses de cortina;
(de ms o menos un metro de dimetro) con flores secas saliendo de todos lados; su
belleza era espectacular, pero su elegancia desastrosa. Al verla, Chema dio un salto y
se qued paralizado en medio del saln. Pareca recin salido de la peluquera, con el
famosa voz de bartono le dirigi una sonrisa helada mientras alborotaba su cabellera
negra, y antes de irse del brazo de su acompaante (al que nadie, hasta ese momento,
haba prestado atencin) se despidi de l con un gesto indiferente. Chema dej es-
arrug en un gesto de puros nervios. "Ahora s, lo invito a que tomemos juntos esa
cena tanto tiempo pospuesta", me dijo con una rara voz de ferrocarril saliendo de la
Gare Saint Lazare. "Pdale al chef que me prepare la bouillabaise siguiendo estas
indicaciones, y despus me alcanza all arriba". Me entreg un chile que se sac del
con paciencia y buena letra, pero los pies que colgaban del banco lo traicionaban y se
movan inquietos como badajos de campana a la hora del ngelus. "Mndeme una
botella del mejor champagne de la cava, y pida que me den una mesa desde la que
Sera de madrugada cuando Jos Mara Snchez, alias Lucifer, me narr su primer
veamos el lento fluir del Sena que reflejaba las farolas del Palais de Justice. As como
Faure o Saint Sans, as, esa noche, Chema mand traer un trio de Jazz de un bar
cercano (estaba despilfarrando el poco dinero que haba ganado en una traduccin
reciente para el Consulad mexicano y les pidi que interpretaran una y otra vez
Nuages, esa meloda de Django Reinhardt cuya tonada se abre con un solo de saxofn
pequeos sorbos de su copa, "pero debo ser uno de los pocos privilegiados que han
l detuvo mi mano y con mucha seriedad me pidi que por favor le creyera. "No ha
Todo haba sucedido haca unos doce aos, cuando Chema y Mara estaban por
cumplir los veinte; para ms datos, durante el verano del treinta y cuatro, cuando l
Universidad del Estado. Ya fuera por uno de sus frecuentes los de faldas, ya porque
pueblerino. Ah tuvo de vecina a una mujer espigada, altiva, muy guapa, que con el
tiempo sera una de las luminarias del cine nacional. Entonces, Mara de los ngeles,
como efectivamente se llamaba, era una bella desconocida que haba trastornado la
apasible vida de los vecinos de la calle de Pedro Moreno. Si estaba casada o no, era
cosa sin importancia, pues haca vida marital con un interfecto (que para todos era
Dicen las malas lenguas que Mara haba abandonado su pueblo, en la lejana
Sonora, muy chica; que durante un tiempo anduvo por ah a la caza de un buen
partido, hasta que se fug con ese tipo, algo mayorcito para ella, conocido
simplemente como don Rosendo. Este don Rosendo fue la oveja negra de una de las
a los burdeles ms elegantes del Mxico de principios de los aos treinta, lo que, con
Si la hubo, nadie ha podido precisar jams la fecha de la boda entre estos dos
escamotear este negro suceso y ubican el inicio de su vida sentimental a partir del
matrimonio con el agente de ventas de Max Factor (conocido como el seor lvarez a
secas), unos cuantos dan noticias de este primer amor clandestino diciendo que es
muy posible que las cosas hubieran sucedido por una mera casualidad: don Rosendo,
todos lados; alguna vez, en un merendero de los muchos que rodean la Plaza de
Tlaquepaque, se top con una jovencita encantadora que lo fascin con su porte y su
voz de bartono; quiz desde ese primer instante el mentado don Rosendo vio en
inocente y cuerpo de Venus del Milo, le granjeara muchos favores de los aristcratas
jaliscienses cuando se las ofreciera en una de las tantas casas de mala nota que
regenteaba. Empez a cortejarla con nico fin de embaucarla con las bondades de su
negocio, pero pronto se convenci que solamente casndose con ella, la canija ninfa
accedera a dejarse guar por sus locuras. Don Rosendo no par en mientes y nada lo
Otros, sin embargo (con el mismo estilo mala lengua), cuentan la historia
diferente: dicen que fue el mismo padre de Mara el que la llev a la capital tapata en
calidad de mercanca, que la inscribi en la escuela del Sacre Coeur para que
aprendiera a escribir con buena letra (crea que las mu|eres con caligrafa clara y
cuidada eran la locura de los hombres ricos), y que los domingos la llevaba al jardn
del Carmen para que pescara novio. Mara conmocion con su cara y meneto de
cadera a cuanto macho se le puso enfrente y le declar su amor; pero, pese a su xito,
todos esos amoros terminaron mal, por celos o indiferencia, pues Mara no se
conformaba con que nada mas un hombre admirara su belleza; hombres como
aquellos, claro est, que no le llegaban ni a los talones, pues cuando le lleg la horma
de su zapato y le vieron cara de billete de lotera, se rindi a los encantos del tal don
Rosendo, y fue ella quien, sin pensarlo un rato, lo persigui por toda Guadalajara
hasta que lo oblig a fugarse con ella. La inversin que durante tantos aos y con
Fuera la historia como fuera, en cualquiera de sus varentes, Mara se encontr con
don Rosendo, dando pie a la leyenda de que l no slo sera el primer hombre en su
vida, sino el primero en querer comerciar con su cuerpo. Pero si sta era la intencin
del canalla, algo fall en su estrategia, pues el maleante sucumbi a los encantos de la
llev al seor mayorcito, conocido simplemente como don Rosendo, a pasar una
metido en el cuerpo: jovencita todava, pero con los ardores de mujer madura que la
Como bien se sabe (con este seor o con cualquier otro), los primeros amores de
Mara marcaron su estrella ertica para siempre y nunca jams pudo encontrar un
desamor. Su vida ntima fue la comidilla de sus muchos incondicionales, pues desde
aquella poca Mara se cuid muy poco de ocultar aquellos amoros, al fin y al cabo,
su pblico (que entonces se reduca al de los vecinos de la calle Pedro Moreno) vivi
siempre entregado a ella y ella no los priv nunca del placer del cotilleo.
Lo grande, el escndalo mayor vino despus, dijramos que junto con la fama,
pero entonces, cuando tena apenas diez y nueve aos, simplemente se qued sola,
que Mara se iba a comportar como una gran seora, reservada y discreta, pero
escotazo que dej fros a los vecinos de todo el barrio. Con este comportamiento
(ligeramente brutal en una mujer tan desgraciada, pero muy de la Mara de todos los
Para disimular sus ganas, los hombres decan compadecer su soledad; y para
muchachita, decan por ah; que tan inocente, tan guapa y sin encontrar un marido a
su altura; que tan endeble y tan poco respetada, pero qu bueno que haba venido a
Lo que para todos fue motivo de sueos indecentes, pero sin consecuencias en su
vida personal, para Chema fue prcticamente el derrumbe de sus ilusiones (o el na-
haber conocido nunca a Mara, sin haber cruzado una sola palabra con ella, se haba
gladiolas perfumado, pues cada noche de aquel otoo definitivo vio la consumacin
de corregir galeras en el peridico donde trabajaba para financiar sus estudios, con el
las ventanas del otro lado de la acera. Era casi una escena de cine mudo. Chema
boquiaberto, las manos sudorosa, la piel crispada la vea aventar sus prendas
ntimas a un macetero, para continuar, frente al espejo, con morosas caricias a sus
tocaba un dixieland criollo. Chema, que con el tiempo la vera representar a mujeres
"As la vi todas las noches", me dijo Chema, sentado en una de las mesas del saln
haciendo un gesto con la mano como si estuviera, en ese momento, viendo la ventana
encendida frente a la suya. "Se deshaca paulatinamente de todas sus prendas y las
pus se paraba frente al espejo para iniciar el sobeteo. Aquella larga espalda tras la
siempre. Pobrecito de m, a los mortales no nos est permitido tocar la gloria, mucho
tragedia, pues un da, tiempo despus de ver y rever la manera como el proyecto de
diva saciaba sus deseos, Chema se atrevi a hacer lo insospechado: salt al jardn de
grandiosa, rosada; ah l, admirando sus nalgas; los dos mirndose a travs del
espejo. Ella se volvi y lo encar cubriendo su sexo con una mano y los senos con el
antebrazo de la otra; con las rodillas juntas y los muslos frotando el oscuro callejn
de sus delicias; el cabello negro desparramado por los hombros y la mirada (un tanto
ausente y gelatinosa) puesta en el intruso: toda ella encantada. "Quin eres t?",
pregunt la voz de bartono. Jos Mara Snchez, alias Lucifer, hizo una mueca
importa mi nombre Mara, slo s que te amo, que he perdido la razn por t".
bello de su pubis fino y escaso, tan negro como el de su cabello se crespo todito,
llena de indiferencia: pareca la mirada de una muerta. Chema trat de avisarse del
peligro incierto que tanta belleza le anunciaba, pero sigui adelante, sin compostura
alguna: "Quiero hacerte el amor, Mara, a eso he venido. Todas las noches desde que
desvistes, cmo te acaricias... Me has robado el seso." Esta potica exposicin de sus
consigui sino hacerla pasar de su pseudo indiferencia a la clera que hizo famosa
muchas de sus escenas: "Vete", le contest sin un solo gesto, como si su cara inerme y
pero s indecisa, a la que dio un descanso de suspenso con un trago del champagne,
barato":
Mara se volvi hacia el espejo para continuar el rito lbrico de sus caricias, y
mientras elevaba el rostro al techo, gimi por el placer solitario que a s misma se
prodigaba. El aire enrarecido del cuarto apenas iluminado por una luz ambarina,
Reprter, iba a perseguir por el resto de sus das, pero l, haciendo honor a la
queda inmvil, con los brazos inertes sobre los muslos, admirando solamente aquel
retorca en su cabeza como llamas de fuego fatuo. Antes de saltar nuevamente por la
Se puede imaginar lo que pudo ser aquello para cualquier hombre? A la Mara
que todo Mxico idealizara, desnuda, actuando desde entonces su propio personaje?
No creo que ni l ni nadie hubiera sospechado en lo que se iba a convertir Mara con
el andar del tiempo, pero una dcada despus, cuando Chema vio su primera pe-
cualquier cine, aunque fuera de barriada, aunque fuera a representar los papepeles
"Si usted la vio alguna vez, querido amigo", me coment Chema, acomodando su
plato en la mesita lateral que nos haban dejado los meseros antes de irse, "estar de
acuerdo conmigo en que el suyo era un cuerpo irresistible pero malfico, que nadie,
que alguien pudiera disfrutar una imagen de Mara que, estaba seguro, solamente le
ms preciado.
la luz. Dej a Jos Mara Snchez, alias Lucifer, en la esquina del Boulevard Saint
aquella noche: "Sabe?", me dijo con una voz apenas audible, "para mi desgracia,
Mara era sonmbula. Como de pelcula muda, no le parece? Estoy seguro que
Es verdad que siempre me ha costado trabajo asociar las actitudes del Chema que
boso de ocho columnas" como lo llamaba Efran Huerta con cierto celo con las del
Chema, soador y potico, que l me dej entrever esa noche, pero sin duda, y quiz
sin que lo supiera nadie, l siempre haba sido varios personajes: el abogado que
ech por la borda una brillante carrera comercial por una oscura vocacin literaria; el
caballero vestido a la Clark Cable (en San Francisco) que, an en sus pocas de
miseria, se pase elegantemente por los jardines de las Tulleras; el seductor de tantas
Moreno; el jugador de cartas que era capaz de meterse en cualquier tugurio; el aficio-
Rene Clair; en fin, tantos y tantos personajes posibles, que apenas y me atrevo a
imaginar.
Aunque en esa temporada nos vimos muchas veces, cuando regres a Mxico
supe poco de l, y solamente por un recorte de prensa que me envi en una de sus
escasas cartas, me enter que haba fundado una revista (que se llamaba, como lo
belleza, personalidad y talento, con que la Madre Naturaleza quiso dotarla, nuestra
Adorada vuelve al calor, a la paz, y al bienestar de sus lares. Soberana por derecho
todos, como periodista, como entusiasta del Sptimo Arte y como hombre, te he con-
Chema traa en el corazn, el pobrecito, una mezcla de Rubn Daro con Agustn
Lara que le haca los estragos propios de los que han sufrido un infarto cardaco.
Debo confesar que lo extraaba, que me hubiera gustado que me siguiera visitando e
inventramos juntos una nueva forma para preparar los Margaritas, pero comprend
que no era posible, que Chema iba a estar siempre donde viviera Mara.
Por ello tal vez me sorprend tanto el da que me visit en el Harry's bar (del que
ahora soy dueo aunque siga atendiendo la barra) y me cont que haba vuelto para
buscar una pelcula que contena una secuencia nunca vista de Mara. Efran Huerta
y Fernando Bentez, me confi, le haban asegurado que cuando su diosa film con
Renoir se grabaron unas escenas con un desnudo suyo. No era posible, pens
despus de tantos aos, para buscar esa, de existir, curiosidad del cine ertico.
Los das alegres de la mitad del siglo haban quedado atrs; no ramos ms
algo de eso que llaman "madurez, y no que nos diramos cuerda para vivir aquella
lamentable aventura en la que nos vimos envueltos; o mejor, aquella aventura que
Chema vivi febrilmente, entregado a los mismos desvarios que lo haban llevado,
como Chema, pensara en su antiguo esplendor. Haba algo en ella que evocaba los
viejos cuadros de Monet: el sol, las sombras, la luz difusa de aquel atardecer en que
balcn de piedra que corra de extremo a extremo del piso principal, era, digmoslo
as, bastante arquitectnica; la ptina que entonces cubra casi todas las casas y
edificios del Quarter Latn, presentaba en ella un matiz amarillento que a Chema se
le antoj como un remedo veneciano: la sorpresiva forma que tena Italia para
Eran apenas las cuatro y faltaba hora y media para la cita que su amigo, Rene
Clair, le haba concertado con Jean Renoir, el dueo de aquella casa decadente, entre
seductora y repulsiva.
"Cmo estar ahora?, tendr buena salud?, seguir siendo tan cordial como
dicen que fue en su juventud?", se pregunt Chema. "Si Renoir naci en el 94, este
ao cumplir setenta y cinco, pero quiz sea ms viejo y est araando el siglo."
Era ms que factible: la edad de Jean Renoir siempre fue un misterio para todos.
Don Augusto, su padre, lo pudo muy bien concebir a los treinta aos y no a los
cincuenta y tres como decan todos sus bigrafos. Aunque claro, el viejo siempre fue
mesa de la terraza de un bar, mientras esperaba que el mesero le trajera el Ricard que
Los ltimos das haban sido una locura para Chema. Una interminable locura en
la que se embarc apenas sin saber cmo. No haca ni tres semanas que comiendo
periodistas, se haba enterado de que era probable que existiera una pelcula con
desnudos de Mara. Aquella tarde Chema haba ido a entrevistar al joven Cazals, que
insista en ir a la sierra para filmar una pelcula sobre los infortunados sucesos (o
Chema haba fundado la revista Lucifer, y ese tipo de entrevistas era lo nico que le
perdido todo el entusiasmo por la cultura y cuya nica pasin era, ya, leer las
pginas de nota roja de los peridicos. La entrevista le haba salido muy bien, pero lo
retras lo suficiente como para encontrar a sus amigos bien comidos y con ms copas
encima de las que l hubiera querido. Su desgracia se inicia, as, ms o menos a las
ve, desde la puerta, que Huerta y Bentez platican animadamente en la mesa del
ltimo rincn. Hay algo en el aire de una nostalgia conmovedora, justo como debe
ser cuando uno va a recibir una noticia siniestra. Chema camina agitando los brazos
hacia sus amigos y se quita el sombrero de fieltro que todava usa como
tiempo justo para ordenar una cuba con ron blanco. No la vas a creer, mi hermano.
Le entreg un relicario de plata con incrustaciones de concha ncar. Chema lo
abri con cuidado. En cada lado haba una pintura, en miniatura, con un desnudo de
su diosa.
Bentez solt una carcajada que retumb en los odos del pobre Chema, quien no
gesto altivo, sus cejas a media frente, las manos sosteniendo un corset se olvid de
que tena un hambre canbal, de lo que le cont Cazals (y quera confirmar con
Bentez), y de que Efran disfrutaba atizando sus celos por Mara. Se olvid de todo:
pronunciado una sola palabra, Chema se senta al borde de una fatalidad. Miraba,
solamente miraba como hipnotizado, al relicario: del lado izquierdo vio a Mara de
probndose un corset; del derecho, como si fuera la imagen de un espejo, Mara (con
luciendo, por lo bajo, su pubis negro, escandaloso y sensual, susurrante entre los
muslos alabastrinos. Por algn matiz, por el color o por la luz, Mara, las dos Maras,
Debe ser falso respondi Chema tartamudeando. Hay mil retratos falsos
Eso mero.
susodicho anticuario, esta pintura fue sacada de una de las tantas fotografas que
Renoir guarda con desnudos de Mara, las cuales, agrrate bien, quiere vender pues
necesita dinero para una pelcula, una serie de cuentos que transcurrirn en un
escenario en miniatura, ya ves que el viejo tiene pasin por las maquetas.
porngrafo, t?
vez, nadie vera jams desnuda a su Mara, y el destino le estaba haciendo fracasar en
portentosa envidia, opt por preguntarse qu pasara si pudiera publicar esas fotos.
Su revista se ira a las nubes, vendera ms que el Life, ms que el Selecciones del
rico. De ser cierto el cuento de Efran, se tena que aduear de las mentadas fotos.
Pero, cmo iban a existir?, a poco Renoir las haba tenido escondidas tanto tiempo?
Fernando Bentez. Segn me dijo Carlos Fuentes, el viejo cabrn tiene una pelcula
pomo actuada por Mara. La film cuando hacan juntos aquella memorable pelcula
Era cierto. Carlos Fuentes haba dicho que alguna vez le envi una carta a Renoir
pidindole que lo dejara ver la pelcula. Estaba escribiendo Zona sagrada y ese
pequeo filme le sera de mucha utilidad para documentar una parte de su novela.
Fuentes haba recibido una contestacin histrica, de mano de una tal Mademoselle
cuidada, de trazos finos, "me encarga manifestarle que no logra siquiera imaginar lo
trmino para definirlos a los cuales alude usted. Pero an en caso contrari, no
Zona sagrada, Chema pens que se trataba de un truco publicitario para crear ex-
pectacin en torno a la novela, como si por ella misma no tuviera los suficientes
mirando a sus amigos con los ojos semicerrados, socarrn e intrigante. "Por verla
El desnudo haba perseguido a Mara por todos lados y la mitad de los directores
con los que film, para decirlo generosamente, se haban arrojado a sus brazos espe-
rando que ella los amara locamente y accediera a desnudarse frente a su cmara;
decir ms, callaban por respeto a Mara, a ese pudor del que se haba deshecho en su
testimonio que una miserable estatua para la cual, estaba ms que probado, Mara
solamente prest la cara. Por qu, entonces, habra de creer que las fotos de Renoir
eran autnticas?
Mentira, mentira, mentira, tal y como reza el bolerazo dijo Chema, con la
Ya nos imaginbamos que diras eso dijo Efrain, pero no quisimos dejar de
que no era posible que existieran ni las fotos ni el filme pornogrfico, pero la duda se
joyas. En su carta dice que es copia fiel de una fotografa de Renoir, y que tiene otros
Le confiara las nias de mis ojos llorones si tuviera que venderlas respondi
Efrain dejando escapar una de las minsculas lgrimas que le haban ganado el
apodo de El cocodrilo.
Chema tom el vaso que el mesero haba puesto sobre la mesa. Trat de sonrer
para hacer un brindis por algo por cualquier cosa, por Renoir o por Mara pero
Aquellos versos (que Chema saba haban sido dedicados a Mara) acabaron por
sensacin que le creca en el bajo vientre cuando pensaba que su amor se haba
salt al cuarto de Mara, haba pasado un suspiro, una noche o dos; de esa
declaracin infausta de Efrain a llamar a su amigo Rene Clair a Pars para pedirle que
averiguara si Renoir estaba vendiendo unos objetos relacionados con Mara, haba
habido unos cuantos sobresaltos, unos pocos das; de la voz cascada de Rene Clair
(que llam de regreso al poco tiempo para hacerle un guio a su destino y confirmar
Jacob y planear la entrevista con Renoir, hubo solamente un momento de locura que
dur semana y media. Pocas cosas hay tan excitantes en la vida como irse en pos de
una fantasa.
El graznido de una bandada de patos que volaba hacia el sur lo trajo de regreso a
la terraza del caf desde donde observaba la casa de Renoir. A su lado una pareja de
enfrente se esconda un tesoro por el que Chema podra dar parte de su vida, un
tesoro que haba inspirado, incluso, una suerte de plan a lo Henry James, fraguado
entre Rene Clair y l mismo, pero que en su mayor parte se deba a la imaginacin
Lake en I married a Witch. El vaudevillista nato que haba en Clair sobreviva a pesar
de los aos.
La noche anterior se haban citado a cenar en La Closerie des lilas, para que
Chema le diera los pormenores de cmo Efran y Bentez lo haban informado, serena
ser una reliquia); le repiti que estaba desesperado y le rog que lo ayudara: o se
haca de las fotos o enloquecera sin remedio. Clair le pidi un poco de tiempo, por lo
pianista de la entrada acentu la imagen insomne que Chema llevaba colgada de las
ojeras. De no ser por la cantidad de gente que se perda tras las arcadas verdes y las
jardineras con lilas que cubran el restaurante, Clair hubiera entonado ah mismo uno
de los spirituals negros a los que era tan afecto. El fantasma burln de los velorios
llamar.
Ese "algo" fue que le haba concertado una cita por telfono con Jean Renoir.
jardines de Luxemburgo, para que Rene Clair lo acompaara hasta las puertas de la
casa Renoir. Chema estaba en ascuas, slo tena la promesa de su amigo de que todo
ira bien, que ya le contara cuando se vieran. Era una tarde clara y brillante, que
desmenta a todos los poetas que han cantado al cielo plomizo de Pars. La arboleda
ya estaba pintada con los ocres y sienas del otoo, y el pico de la torre Eiffel se-
siempre haba vivido deambulando por los oscuros cuartos de su deseo, pasendose
cuestin de segundos hasta el soado cuarto de Mara. Podra asegurar que haba
vivido en aquel sueo, haciendo de vez en cuando visitas furtivas a la realidad. Ante
otra cosa ms que subirse a una destartalada bscula y por un franco supo que tena
Rene Clair apareci al poco tiempo, rengueando por una vereda. Era imposible
brazo. Le dije que queras hacerle una larga entrevista, que eras un chico brillante
al que yo conoca desde hace aos. Le ped que te viera esta misma tarde.
Qu te contest? volvi a preguntar Chema, sobndose la mejilla, para
Que estaba bien, que te vera a las cinco y media. No mostr mucho inters,
pero estar intrigado por saber cunto te puede sacar. Renoir siempre ha sido muy
tacao, no te creas. Si es verdad que quiere hacer una nueva pelcula por su cuenta,
El cine es una enfermedad, una adiccin muy difcil de curar. Yo estuve con l
cuando anunci su retiro. No te lo puedes imaginar, es un viejo con gracia pero muy
mentiroso, dijo que era una pena abandonar una profesin en la que estaba
empezando. Qu brbaro! A los setenta y cinco cree que apenas empieza. A eso
llamo yo optimismo.
En la columna de espectculos del Boulevar Saint Michel, Clair se detuvo para ver
el afiche que anunciaba el concierto que George Moustaky, el triunfador del Festival
brazo del director, cmo le voy a hacer despus para sonsacarle lo de las fotos?,
Ay Chemita! Nunca vas a cambiar, verdad? Irs a la cita, te hars pasar por un
periodista sofisticado y decadente, con mucho glamour, de esos que tienen casas en
Acapulco y toda la cosa Rene Clair hablaba moviendo las manos y el cuerpo,
ajustando sus gestos a la idea del hombre que tena que interpretar Chema, como si
lo estuviera preparando para la prxima escena que filmaran juntos. Digamos que
te presentars con un touch de cine mudo en tus maneras y le pedirs que te rente un
cuarto. Su casa es muy grande y parece que tiene muchas habitaciones desocupadas.
Cmo crees, Rene? Yo soy ms torpe que un oso bailarn para andar diciendo
esas cosas.
intimar con l y le caers con lo de las antiguayas. Ofrcele una buena cantidad por el
Rene Clair era casi tan viejo como Renoir, se vea muy cansado y caminaba
quejndose de una gota que acabara por llevrselo a la tumba, pero no perda el
buen humor y el gusto por las aventuras que l defina como "simpticas".
deslumbrado ante la inesperada aparicin del Panthon: Aux grand hommes la patrie
recomis sante.
doradas que resaltaban bajo el frontn neoclsico, "hubiera escrito ese mensaje,
vas a hacer entonces?, dijo Clair, con la vista puesta, como Chema, en la alta
Pasaban junto al hotel tres estrellas llamado Des Grans Homnes. Chema pens que
era una parada obligada si uno quera acabar sus das en el Panthon,
No hay algo que puedas tomarte en serio? pregunt Chema sin saber a qu
se refera.
director de vaudevilles, como si las dudas e inquietudes de Chema lo tuvieran sin cui-
dado, que le da por ritos misteriosos y que colecciona toda clase de objetos
extraos.
aficionado a la brujera y le confiaba los experimentos que haca con magia negra.
padre lo hacan rer. A lo mejor le ha dado por buscarle por ah, no te parece? A la
vejez viruelas.
Clair solt una carcajada tosijienta que se fue rebotando por las paredes de la
En cualquier caso dijo Chema, nada de eso tiene que ver con mi proyecto.
dejmoslo as. En algo s tienes razn, estoy seguro que aceptar la entrevista, pero
ingenio.
jovencita que caminaba presurosa entre los rboles y las farolas muy Belle Epoque. La
cada rincn de la plaza. Chema se dio cuenta que, entre otras cosas, este Pars de
ahora estaba como habitado por un ro de ruido que se arrastraba por todas sus
calles.
No entiendo por qu me gusta caminar, si parece que dejo la vida en cada paso
y dando un suspiro de gracia seal una calle peatonal en la que Chema pudo leer
Jos Mara Snchez, alias Lucifer, no dijo nada, se limit a dejar que su amigo se
percat, a los pocos pasos, de que la Ru Rollin destrua todos los ruidos y se suma
de los tesoros de Renoir dijo Chema, abriendo los ojos como si a lo lejos viera a un
espanto.
Cul?
decadente que ofreca, a esas horas de la tarde, la casa del final de la calle.
pelcula porno.
Casanova.
sus dotes de galn un tanto demod, o porque no tena otra forma de aplacar su
miedo.
Bajaron por una escalera que los condujo hasta un descanso en que se encontraba
Parece que yo llego hasta aqu coment el viejo director, dejando, como
Chema, Jos Mara Snchez, alias Lucifer, se qued muy asustado, viendo cmo su
centro de los gruesos tablones de madera. Quiso llamar pero no se atrevi. Baj las
y media que transcurri desde que se despidiera de Rene Clair. Chema haba hecho
ostentacin de una audacia que no tuvo siquiera en su ms tierna juventud. Salir con
como s minsculos puntos magenta nacieran entre las motas mandarina que, como
final de la tarde.
modales zafios, que debi haber tenido alguna gracia en su juventud, haca ya veinte
o treinta aos. Ahora, a pesar del maquillaje, de los gestos exagerados, de las poses
estudiadas, le era imposible disimular los rastros que la decrepitud haban marcado
Chema asinti con la cabeza mientras la mujer le indicaba con un gesto indiferente
que lo siguiera. Por el efecto de una luz que qued a sus espaldas, sus sombras se
proyectaron, enormes y delgadas, a lo largo del estrecho tnel por el que caminaban.
pero al mirarla con atencin se dio cuenta que remedaba a una ninfa. Llevaba un
vestido largo, de talle plisado, con los hombros descubiertos, que se arrastraba por el
el uso de una pequea armazn (resto de aquellas que usaban las mujeres francesas
en la corte de los Luises) disimulado tan slo por un cinturn negro, que no era otra
cosa que un largo listn de terciopelo que formaba un moo sobre las nalgas y caa
con dos largas colas hasta el suelo; en la cabeza luca una corona de margaritas y
su camino.
Mlle. Tina era sin duda una mujer extravagante, que compensaba su altivez con
un autntico desprecio del ridculo. Rene Clair haba tenido razn: antes de
proponerse seducirla debi esperar a verla. Haba algo repelente en ella, y la sola
idea de enamorarla lo amilan desde el principio, pero, como deca su padre cuando
coger el ala".
Si el pasillo era oscuro y la nica luz provena de ese reflector oculto a sus
espaldas, la sala que encontraron tras un recodo rebosaba una luz que pareca surgir
de los colores pastel de las paredes y los muebles. Sin haberse percatado de nada,
Chema estaba dentro de un cuadro de Pierre Auguste Renoir: los tapices de las
paredes eran rosa, y las gruesas cortinas, aqu y all, de color fucsia; haba cojines de
todos colores tirados por el suelo, entre los tapetes persas de diferentes tamaos que
ayudaban a dar la sensacin de que ese cuarto nico era, en verdad, un conjunto de
pequeas estancias, cada una con un mueble u objeto que lo distingua del resto: una
lmpara Tiffani, una mesita oriental, un chaisse loungue, un grupo de macetas ati-
borradas de palmas y azaleas, un candil con velas, una puerta de caoba con finos
todos lados. Las paredes, cubiertas simtricamente con cuadros de mujeres desnudas
(seguramente pintadas por el mismo Renoir, como si no bastara que el lugar entero
arbitrario de objetos que, en conjunto, resultaba apabullante pero del que era
Mlle. Tina se tir en un sof, tom una pequea sombrilla que le quedaba a mano,
En una esquina, Chema descubri una terraza, cubierta por un toldo de rayas rojas
y crema, que daba a un jardn. Esa visin, como un milagro, lo rescat de tanta
haciendo una imitacin bastante amateur del periodista sofiscado, con casa en
sala?, no era la misma Mlle. Tina la viva imagen de la artificialidad?, la mujer fea,
trabajar.
Chema miraba arrobado hacia el jardn. Haba sacado medio cuerpo a la terraza y
No he encontrado en todo Pars un jardn como ste. Sabe usted?, para los
mexicanos las flores son indispensables, se podra decir que no podemos vivir sin
fervor botnico, pero no le import mucho porque haba surtido el efecto devastador
acerc un poco, como si estuviera superando una cierta desconfianza, atrada hacia
Chema por un hilo invisible. Se concret a dejarla venir, esbozando una pequea
sonrisa (a lo Clark Cable), mirndola fijamente a los ojos. Que se le hubiera ocurrido
fingir entusiasmo por el jardn, que ese entusiasmo no estuviera previsto en el plan
de Rene Clair, le infundi un valor nuevo, extrao, que mitig su instintivo rechazo
por la solterona.
Tenemos algunas flores, pero muy comunes dijo ella, devolvindole la mirada
penetrante. Antes haba una gran variedad, pero es muy difcil cultivarlas: hara
falta un jardinero.
Ese jardinero podra ser yo, por qu no? Trabajara sin salario... O no, mejor
Es usted muy extrao. Primero manda a Rene Clair para que interceda frente a
mi to y acepte darle una entrevista, y despus se ofrece como jardinero. Tpico de los
mexicanos.
como mexicana.
No soy mexicana declar Mlle. Tina, bajando los ojos para observarle
fijamente la boca.
Chema observ su rostro con el vago intento de descubrirle una recndita belleza,
pero fue intil, como hay bellezas de las que es imposible dar una idea, as hay
haba cictriz alguna, era solamente muy fea. Los ojos bizcos, almendrados y
hundidos, subrayados por las ojeras azuladas que nacan en el lagrimal, resaltaban al
centro de la cara como dos farolas apagadas; el color acebollado de la piel delataba,
y ganchuda, y dos grandes orejas sobresalan sobre el cabello coronado por las
Permtame dijo Mlle. Tina toda rutilante, voy a ver qu pas con mi to.
Chema camin por la sala y sobre una mesa llena de retratos antiguos descubri,
entre el polvillo de un rayo de sol, una pintura de Mara vestida de odalisca. Ms que
una pintura, era una fotografa coloreada al estilo de los viejos daguerrotipos del
siglo pasado, que estaba pegada sobre un espejo antiguo, o artificialmente avejen-
tado, y para mirarla de cerca uno tena que ver el reflejo de su propio rostro entre los
caso, sinti que Mara, su pequea foto coloreada, se quera meter entre sus ojos, y
record la escena en que ella, ondulando el cuerpo, luce ese disfraz de odalisca
Se podr imaginar lo que sent? me dijo esa noche cuando vino a pedirme
que le preparara unos Manhattan, sin poder evitar un resto de zozobra en su voz, sin
evitar siquiera que se le volviera a formar un nudo en la garganta. Esa foto, esa
escribi a Efran no minti, y que s, seguramente el viejo Renoir tiene las mendigas
Con la fotografa entre las manos, Chema volvi a aquella pelcula que haba
primero en un cartel (el mismo que sigue a los crditos de la pelcula) que bien pudo
ser pintado por Toulusse Lautrec, y en cuyos tonos seguramente se inspir quien
colore la fotografa que guardaba Renoir; al cartel sigui una Mara entre oriental y
javanesa, sin duda extica (an para una odalisca), que bailaba una muy particular
versin de la danza del ombligo y que gritaba a los hombres que la admiraban:
vulgaridad. Entonces, un corte de cmara nos lleva a un cuarto lateral al foro donde
Mara baila; es decir, ese corte coloca a todo el pblico, de metiche, entre bambalinas,
todos creemos que est concentradsima en su pblico, gira en redondo, queda frente
sucediendo la escena) la pierden de vista por un instante que dura una eternidad.
cuadro los movimientos de Mara; an ms, casi podra decirse que no la recordaba,
hubiera vuelto una cmara con la que era capaz de crear un nuevo ngulo, un
encuadre distinto que le permita descubrir que la lascivia escondida en cada escena
era la del ojo tras la cerradura, la que est dentro de la penumbra del sigilo, la de un
Algo de esa sensualidad quedaba en el espejito con la foto de Mara, un resto sin
intencin quiz, que era subrayado por el reflejo del rostro de quien se acercaba para
hecho crtico de cine mientras yo ahorraba dinero para abrir mi propio bar, pero ah,
esa noche de nuestro reencuentro en el Harry's bar, volv a descubrir aquel brillo
extrao de sus pupilas, esa manera (que bien podramos calificar de infantil) de
quejarse del rumbo que estaba tomando su vida, cuando lo que ms quera era que
Est loco?, cree que voy a dejar escapar la oportunidad de volver a ver
Hoy evoco, casi con la misma emocin que me causaron entonces, las palabras con
que Chema me narr su encuentro con Jean Renoir, no bien Mlle. Tina volvi por l
(dndole el tiempo justo para colocar el espejito nuevamente entre las otras
(podra decirse) dio brillo y puli cada gesto de la mujer de sus insomnios, el nico
director que tuvo la audacia de confiar en ella y estuvo a punto de convertir a Mara
sinti que haba entrado a aquel cuarto como quien se mete a un estuche. Las
paredes, mejor dicho, la nica pared redonda y convexa del cuartito, simulaba una
gran concha, una ostra perfecta, de la que emanaba una luz clara y misteriosa. No
haba una sola ventana y el mobiliario era escaso: un largo sof, un taburete y un
silln reclinable; una mesa con una lmpara para leer, algunos libros, y la roja
nadie debiera escucharla, la evocadora voz de Edith Piaf o Lucienne Boyen "Que
reste-t-ill de nous amour. Que reste-t-ill de ces beuxjours. Une photo, vieille photo da ma
sobre un banco (a un lado del silln) que miraba hacia una pantalla brillante: la gran
Chema experiment un curioso y leve escalofro al comprobar que estaba solo con
Renoir, que Mlle. Tina haba cerrado la puerta a sus espaldas, retirndose sin hacer
ruido. Lo sorprendi un vago olor a podrido, a lgrimas secas o mariscos
mohoso. Solamente poda ver la nuca del director (la coronilla, para ser ms exactos),
cubierta escasamente por unos largos pelos blancos, sobresaliendo tras el respaldo
del silln reclinable. El hecho de encontrarse a solas con aquel mito imponente de la
historia del cine lo exceda, como si se encontrara frente a alguien incorpreo, fuera
para evadirse.
Jean Renoir se levant, apret el botn de un aparato que estaba junto al proyector
volvi lentamente, tan lentamente que Chema record las figurillas de las cajas de
msica cuando se les acaba la cuerda. Haba algo expectante, un mucho de suspenso
en la forma en que el director qued frente a l. Una gruesa capa de polvo cubra el
rostro de Renoir, y sus labios pintados de rojo, las mejillas coloreadas con colorete
colorado, los prpados ocultos por una sombra verde, le recordaron a Chema la letra
de un viejo bolero. Todo su rostro produca el efecto de una mscara a punto de rom-
alis los cabellos revueltos y esper a que Chema se acercara. Pareca con su rado
traje de satn blanco bordado en oro, las medias rosa y las zapatillas de seorito del
siglo XVIII una figura fantasmal al acecho de todo lo que pudiera hacer su invitado.
besarle la mano.
damente viejo, tan viejo que ese vestido de abogaducho de la corte de los Luises
que si su dolo era capaz de maquillarse de esa forma tena el nimo suficiente para
sobreponerse al peso de la historia; podra pensar, incluso, que se encontraba en una
El anciano tena la voz frgil, pero su espaol era agradable (aunque la "g"
alias Lucifer, le result maravilloso imaginar que esa voz haba resonado alguna vez
en el odo de Mara.
sospech, con un vuelco de corazn, que Renoir vea ah las escenas prohibidas de
sus pelculas, que tena en ese cuarto un gran ojo de cerradura para atisbar su
mundo, para ver sus sueos una y otra vez. Chema tuvo la impresin de estar
Haba dicho una torpeza de la que ya era demasiado tarde para arrepentirse o
intentar componer con otra frase. As, cmo?, viejo, disfrazado, calvo,
pintarrajeado, iluminado por el reflector azul? Renoir no hizo caso, como si supiera
embargo contest de una manera ambigua, que dejaba abiertas todas las puertas a la
imaginacin.
A m me parece de lo ms natural...
Chema se levant, y para salir del embrollo en que tan torpemente se haba
metido, empez por asegurarle que tema que su mutuo amigo, Rene Clair, hubiera
que con un dinerillo extra publicaba una revista mensual, y ya que la incertidumbre
que poda confiar en que el de la voz era un hombre con palabra de honor, una
persona altamente respetable e inofensiva), se vio sorprendido por ese "s" tcito que
Tengo muchsimas ganas de escribir un libro con ese tema agreg el director
como viendo al frente una marquesina imaginaria: Ma vie et mes films. La entrevista
puede darme pie a ello. La grabaremos y yo me quedar con una copia. Ser parte
del arreglo.
sombras. Se mova como si supiera cada detalle de la luz y los efectos que con ella
Chema sinti sus ojos penetrantes clavados en l. A pesar de la edad y del largo
semblante conservaba una delicadeza que alguna vez debi de ser notable. Chema se
lo imagin, en su lejana infancia, con la cara enmarcada por sus rubios caireles,
sentirse tan viejo, para ser siempre el personaje de s mismo? Renoir daba la
Con su clida risa jadeante, con su torpe imitacin del periodista de mucho
mundo, con sus manos volando frente a su cara, Chema trataba de hechizar al viejo
director.
De acuerdo, en ese caso, cinco mil francos dijo Renoir instantneamente,
Con el entusiasmo que Chema haba sentido con el rpido "s", crey que Renoir le
dara la entrevista por una bicoca, pero su lgica haba fallado y la cifra era
asombrosamente elevada para su bolsillo. Poda regatear, hacer al menos algn gesto
de sorpresa, pero record los consejos de Rene Clar y se dio cuenta que no tendra
caso discutir. Una ojeada al proyector de 16 mm. lo convenci de que poda haberle
pedido una cantidad cinco veces mayor, que l habra aceptado con la misma
premura.
El jardn?
tiene usted un jardn bellsimo y pens que podra rentarme una habitacin para
estar cerca de l.
S, s tengo, pero soy una de esas personas que necesitan de las flores para
inspirarse. Todo sera ms fcil para m si pudiera ver su jardn todos los das.
las flores. Deca que lo necesitaba para trabajar. Fjese, una vez en un pueblecito
mam estaba encantada; tenamos todo lo necesario y nadie hubiera pensado jams
que nos cambiaramos, y sin embargo, en una visita que pap hizo a un amigo, se
encontr con una cabaa vaca, incmoda y muy humilde, pero que colindaba con un
invernadero y estaba frente a un bar llamado Cafe des Amis. Mi padre no lo dud
mucho, alquil la cabaa y tuvimos que mudarnos urgentemente. Pas las tardes
aspiraba el perfume de las flores que el viento le traa desde el invernadero. Durante
las maanas, en su estudio, mandaba traer a alguna de las personas que haba
palabras, se inspiraba para darle a su modelo el gesto preciso, el tono adecuado para
cada uno de sus rasgos. En el reino de mi padre, el buqu de las flores, los desnudos
y el paisaje fueron asuntos cotidianos, tanto como los picaportes, los parageros, las
Chema pens que se haba ganado la confianza de Renoir y que esa confidencia
una silueta sin rostro, formada por una sola sombra opaca entre la luz que defina
ntidamente sus contornos, con una mano puesta en el picaporte y la otra en posicin
de jarra sobre la cadera: una silueta perfecta, que desmenta la fealdad sin chiste de la
solterona.
Diez mil!... Nos dar diez mil maana mismo. Cinco mil por la entrevista y
cinco mil por un mes de renta de alguna habitacin del segundo piso.
La recin llegada avanz unos pasos hasta que la luz de la concha la volvi ella
misma. Mlle. Tina movi de su to a Chema sus ojos impacientes, y luego profiri un
suspiro.
Usted dijo francos repuso Chema con extrema cortesa, pero muy
Est bien aprob Mlle. Tina, como si intentara disipar la situacin embarazosa
en la que los haba colocado la pregunta de Renoir. Gui un ojo a Chema con
malicia (y hasta con cierta obscenidad), mientras se acariciaba la cadera abultada por
el armazn de alambre.
Qu sabes t lo que est bien o mal? exclam Renoir con un rencor lleno de
haba hecho ostentacin desde que fue herido en la Primera Guerra. No eres ms
Me permite estrechar su mano para sellar nuestro pacto? fue todo lo que se le
En mis tiempos no se estilaban esas cosas respondi Renoir con una dignidad
la nobleza; el barn de Los bajos fondos, que se deja arrastrar por un ladrn profesional
sienten por el baile popular. La aristocracia en Renoir era una idea de raza, un
principio, que nada tena que ver con los modales, y de la que, ahora lo comprobaba,
Usted servir lo mismo para el caso dijo Chema, estrechando la mano de Mlle.
Chema sinti que la mofa, el sarcasmo y el desprecio que Renoir poda sentir por
Chema solamente vio de l, otra vez, los cabellos alborotados de la coronilla. Se alej
con la tonadilla de la cancin pegada a los labios: Que reste-t-ill de nous amour. Que
Pens que su anfitriona le enseara sus habitaciones, pero no, sin hacer ningn
marchitos de su figura.
Chema se qued como si le hubieran dado con la puerta en las narices. Una fiesta
alguna manera, comn, le hizo sentir una inmensa tristeza. Si todo haba empezado
motivos de sus anfitriones para vestirse con ese desprecio por el ridculo), terminaba
Mlle. Tina le tendi la mano y Chema se la estrech con cierta rabia, sin permitir
que la retirara.
No s si esto cambiar su concepto de las cosas dijo ella sin inmutarse, pero
el dinero es para m.
Se refiere usted a que ahora que lo s, podr pensar que el dinero que su to me
ha pedido es demasiado dijo Chema tratando de olvidar su torpeza, sin hacer una
dejando que el brillo de sus pupilas se encendiera entre los prpados que parecan
jalados por los extremos. Era un gesto de tonta suspicacia, que de vez en cuando
Lo necesito. Lo necesito mucho dijo ella con fervor, mirndolo con aquellos
ojos que (ahora entenda la fiebre de los tics) vean uno a la derecha y otro a la
izquierda.
52
Va usted a conseguir que desee quedarme dos o tres meses y que pague todo
por adelantado exclam Chema con la mayor benevolencia de la que era capaz,
firmeza.
Chema. "Ciertas promesas son irreparables". Trag saliva y agreg con voz pausada:
Porque usted me provoca... posee una rara y secreta belleza... una belleza que
tan slo un verdadero conocedor de las mujeres percibira... una belleza de una
Todo esto lo dijo dominado por un asco cada vez ms intenso, en obediencia a una
posible recriminacin de su padre, pensando que Mlle. Tina no era sino su silueta
finga que la estaba consumiendo con los ojos, maravillado del sonrojo que haba
puerta.
No s por qu le dije todas esas cosas me coment Chema bebindose su
ltimo Manhattan. Me siento un tarugo. Cmo pude creer que vivan as, que no
TRES
En honor de Chema (segn le mand decir Jean Renoir con su sobrina), tendran
su primera entrevista en la terraza. La noticia fue toda una sorpresa (para no hablar
semanas en su casa y no haba visto una sola vez a sus anfitriones. Se instal entre
Un criado (un viejo chimuelo al que Chema no vio el da en que se entrevist con
Mlle. Tina y Renoir por primera vez), lo recibi cuando trajo su equipaje para
mudarse. Sin decirle nada lo condujo al segundo piso y le advirti que poda ocupar
dos o tres habitaciones, las que quisiera, de las seis que estaban disponibles, y le
entreg una carta que le enviaba Mlle. Tina. No se prest a ayudarle, ni tuvo la
oscuras, con un aire algo misterioso, ms policiaco al menos. Esa parte de la casa
deba ser (en su imaginacin) irreal, fantasmagrica y hasta un poco aterradora, pero
para su desilusin era solamente aquel piso fro, dividido en dos partes sin chiste. Sin
escombrando para dejar el lugar presentable: si poda ocupar las que quisiera, pens,
qu ms daba que dejara vacas tres habitaciones con tal de amueblar las que haba
elegido. Su habitacin qued del lado del jardn; otra (que llam estudio) daba a la
calle y desde su ventana poda ver la densa espesura de las Arnes de Letuce que, en
cierta forma, eran como un jardn ampliado; por ltimo ocup una estancia, especie
comparta con sus caseros el pequeo hall de la entrada, donde se iniciaba el tnel
Chema tom la costumbre de venir a beber una copa conmigo antes de que cerrara
el bar, y algunas noches bamos a cenar al Laprouse (para recordar los viejos
hiciera llegar con su criado los diez mil francos, y me peda, aunque en realidad me
No creo. Pienso que todo se debe a que son raros, simple y llanamente raros.
Despus de todo, puedo hacer lo que quiera, y un trato as revela confianza, no?
Puedo vagar a mis anchas por todo el segundo piso y visitar el jardn cuando me
venga en gana. Hagan lo que hagan los Renoir, yo puedo estar al tanto de todos sus
chiflarles cuando me paseo por el jardn. Yo le digo que hasta para ser audaz se
precisa una oportunidad: uno puede deslizarse por una brecha, pero no derribar
como para permitir el paso de un ejrcito, pero que yo estoy cegado por el miedo.
batalla.
hacer Renoir y su sobrina encerrados en esa casa, da tras da, semana tras semana,
pero sa, tambin, era una pista falsa para saber cules eran sus actividades: fueron
ellos a la fiesta, o unos amigos vinieron a celebrarla a su casa? Quien sabe, pues
desde que mi pobre amigo viva con ellos, no tuvieron una sola salida, ni nadie los
haba visitado.
La situacin se pudo prolongar en esa calma chicha durante mucho tiempo, pero
una maana Chema encontr un papelito debajo de su puerta, donde Mlle. Tina le
informaba que Renoir lo esperara en la terraza a las doce del da: "Mi to me ha
solicitado que lo cite al medioda para tomar una limonada en su honor. Suponemos
Por primera vez encontr abierta la puerta del pasillo que conduca a la sala
"Pierre Auguste Renoir", y recorri el oscuro tnel con ms curiosidad que miedo. En
la terraza ya estaba Jean Renoir. Vesta un traje de lino color crema, camisa de seda
puerta de la terraza. Tena usted razn, el aroma de las flores es muy refrescante.
As, a la luz del da, sin maquillaje y con esa elegancia tropical, Jean Renoir pareca
Mara llamaba "My teddy bear", aludiendo al sentimiento, entre ternura y deseo, que
saba inspirar en las mujeres. "Mi querido Jean", deca frecuentemente, "es el hombre
Nada de eso, amigo mo. Conmigo tendr que ser paciente. A mi edad, la
energa del cuerpo va y viene con voluntad propia y nunca s cundo estar
Renoir estaba sentado en uno de esos sillones de columpio que aparecen en las
pelculas campestres inglesas, y la luz del sol caa sobre l de una manera que
podramos llamar placentera. Al verlo con tal despreocupacin, Chema pens que
haba llegado ah, al menos con una hora de anticipacin, solamente para elegir el
Sabe usted cmo defino yo a la vejez? dijo sonriente, como el maestro que se
necesidad de descansar entre una actividad y otra. Antes requera de una media
hora, pero ahora, claro, a veces necesito das enteros para recuperarme y volver a
Maestro... yo...
Le seal un silln de mimbre que estaba en una esquina del balcn, bajo la
sombra protectora de una inmensa palma y desde donde se poda ver la escuadra de
la casa. Una mesa de rattan, sobre la que haba una grabadora de carrete, un plato
decamos Dde.
sala "Pierre Auguste Renoir" iluminada plenamente por el sol. Daba la sensacin
ltima visita para ver uno de sus cuadros expuesto junto a los de El Verons.
cuando tomaba licencia en Les Collettes, la casa que mis padres tenan cerca del
Mediterrneo. Dde fue el ltimo regalo que mi madre hizo a pap antes de morir.
l estaba buscando a una modelo rubia para su gran cuadro, Les Baigneuses, y mam
escribi a la Academia de pintura de Niza. A los pocos das Dde estaba tocando a
nuestra puerta.
"La llegada a casa de esa mujer extraordinaria fue un alivio. En sus formas no
la vio empez a imaginar una nueva poca en su pintura. Estbamos tan cautivados
por ella que ninguno se dio cuenta de que mi madre, la bella Aline Renoir, agonizaba
sin pausa ni queja, y que su enorme vitalidad acabara por extinguirse en muy poco
tiempo. Los mdicos dijeron que muri a causa de la vieja diabetes que la aquejaba,
pero yo siempre supe que la tensin nerviosa que le haba causado ir a las trincheras,
convalescencia en el hospital que estaba a unos cuantos metros del frente de batalla,
le haba robado el ltimo gusto que le quedaba por la vida. Supongo que al ver la
vitalidad de Catherine, imagin que ella podra hacerse cargo de nosotros y se dej
morir en paz."
El jardn en verdad era muy bello. Chema lo haba visitado una o dos veces,
haciendo como que revisaba el estado de las plantas, pero en realidad para ver si des-
cubra algn moviente en la casa. En ninguna de esas ocasiones se haba fijado bien
en l, pero ahora que estaba ah ("para inspirarse", como sugera Renoir) se sinti
diversas flores que crecan aqu y all. Tena un amplio naranjo cuajado de azares; un
colorn en flor plantado dentro de una jardinera de piedra; rosales, jazmines, lilas, y
setos de crisantemos, gardenias y azaleas, bordeaban sin ningn orden una vereda
que conduca a una pequea glorieta de baldosas cubiertas con moho, en la que haba
Dde vena todas las maanas desde Niza y su arribo nos avivaba como si nos
hubieran tocado con una varita mgica. Siempre pens que antes de morir, mam le
haba heredado todos sus dones: la msica, el canto, el orden, y el amor por cada uno
de nosostros. Catherine nos adoraba por igual, pero tena una especial debilidad por
mi padre. En las maanas, por ejemplo, mientras se vesta para posar, cantaba las
canciones que a l le gustaba or para iniciar sus sesiones de trabajo. Inspirado por
ella, mi padre dijo muchas veces que lo nico valioso de la vida era la bsqueda de la
belleza.
mientras la sala "Pierre Auguste Renoir" estaba plenamente iluminada (pero a causa
de los destellos de sol en los vidrios, su interior apareca fantasmalmente entre los
reflejos del jardn), la otra ala, la que colindaba con la glorieta, pareca dominada por
una penumbra de lstima. "Una parte ms en la que no vive nadie", pens Chema al
ver los ventanales enmohecidos y la oscuridad taciturna del interior. Por eso, a causa
de su lobreguez, se sobresalt cuando se encendi una lamparita que provoc un
fogonazo de fuego fatuo, y vio sentada en la cama a Mlle. Tina en ropa interior.
No creo que haga falta que le diga que desde que la vi por primera vez me
enamor de Dde, pero fue hasta 1919, despus de la muerte de mi padre, cuando
pudimos casarnos. Nos ambamos en secreto desde mucho antes, pero los cuidados
de la vejez de pap no nos dieron tiempo para expandir nuestro amor. Una vez solos
fue natural que decidiramos estar juntos todo el tiempo, sin discoleras de ningn
tipo. En esa primera etapa de nuestros amores, la clandestinidad que nos brindaban
las salas de cine fue muy importante, y an ms, tendra que confesarle que nuestra
mutua pasin por el cinematgrafo jug un papel definitivo en la decisin de, como
"Dde posea, como le dije, una belleza muy clsica, pero con el tiempo fue
transformndola hasta que adquiri el aire de las divas que veamos en la pantalla.
Empez a ser muy Gloria Swanson, muy Mae West, muy Mary Pickford. Imitaba
del cine, lo que contribua a mantener la ilusin de celuloide de los primeros das de
haba hecho pasar por Ninfa, por Venus, por Diana, y yo estuve desde siempre
dispuesto a aceptar que poda ser una diosa, una prostituta de Niza, una diva, o
S, era Mlle. Tina: la piel color herrumbroso, los ojillos disparados a los lados, la
nariz ganchuda y las orejas como poniendo parntesis a su cara, eran de ella y de
nadie ms, aunque as, a la distancia, podra confundirla con otra mujer. Tena unos
hermosos senos pequeos envueltos en un sostn negro. Sus piernas eran largas,
por una braguita (de encaje, tambin negro) que apenas y le cubra el sexo. Chema
escuchaba la voz de Renoir como un murmullo y vea cmo Mlle. Tina sacuda una
media en el aire y la iba ajustando lentamente a sus pantorrillas y muslos, hasta que
sumiera. Se despertara a esas horas, despus del medioda?, era muy desvelada o
muy floja? Se levant, se ech encima una bata de seda transparente, fue hasta la
ventana y se qued viendo hacia el jardn. Pareca mentira que una mujer tan fea
pudiera tener ese cuerpo, que si bien no era prodigioso, resultaba elegante, distin-
guido, maduro.
Un da, Dde me sali con la feliz ocurrencia de que quera ser actriz. Feliz por
las posibilidades que su deseo nos abra, yo empec a pregonar a los cuatro vientos
que sera el productor de sus pelculas, y aport los dineros para que Albert
mi carrera que hubiera preferido evitarme: la del financiero genial, pues desde
entonces he pasado muchos aos dedicado a recolectar dinero para las pelculas que
vend por nada los cuadros que conservaba de mi padre. Aqu donde me ve tan ecu-
manirroto escandaloso. Pero bueno, eso es harina de otro costal. Nuestra Catherine
influyente distribuidor dijo que era una fanfarronada de principiantes, pero a Dde
y a m nos dej en una situacin ambigua: por un lado, nunca habamos vivido
experiencia ms excitante y estbamos ansiosos por repetirla; pero por otro, no nos
podamos quitar el mal sabor de boca que producen las malas crticas.
Tina le sonri y Chema no supo qu hacer, sac un pauelo del bolsillo y se limpi el
sudor de la frente, revolvindose hacia todos lados, pero ella no se inmut. Estaba a
mitad de la habitacin, con el dedo ndice en los labios, mirando hacia la terraza con
idlico para que nuestras ilusiones se volvieran una verdad tangible, pero fracasamos
considera nuestro carcter festivo, hasta que un da, vagando por las calles de
Montmatre nos topamos con mi amigo Jean Tedesco, quien recientemente haba
todo, al poco tiempo nos presentamos en el mentado cine de vanguardia. Bajo .el
acordes, a los que sigui una improvisacin en tono heroico para acompaar cada
mantena expectante, encerrado dentro del silencio sepulcral que solamente se puede
que fue creciendo hasta que cada secuencia fue coreada con un fuerte aplauso.
estbamos entre ellos) hubo una ovacin entusiasta que espant todas mis dudas.
Un parpadeo bast para que Mlle. Tina desapareciera de la ventana. Chema pens
que tal vez nunca estuvo ah, que una ilusin ptica lo haba destanteado, pero debi
ser una ilusin lo suficientemente compleja como para ajustarse las medias con tal
morosidad. Turbado todava, sin saber qu pensar, Chema se volvi hacia Renoir,
quien, de pie, se hallaba absorto en sus recuerdos. Tena los brazos extendidos, las
hacia la ventana vacia de Mlle. Tina. Yo cre que todo haba sido ms fcil.
Catherine crey que de ah en adelante todo ira sobre ruedas, y en cierta forma
as fue, hicimos juntos varias pelculas que recibieron muy buena crtica, pero ella no
contaba con que el demonio del cine haba ido apoderndose de m, y que despus
de unos cuantos meses o aos tras las cmaras, perdera todos mis escrpulos y mi
nico inters sera filmar una nueva pelcula. Fjese bien, el mundo entero se redujo a
eso, a filmar nuevamente, nada de lo que hubiera hecho antes importaba, siempre era
que siempre filmaramos juntos, pero cuando me pidieron que dirigiera una pelcula
con otra actriz, acept sin chistar. Ya se lo dije, estaba posedo por el demonio del
cine. He pasado sobre todo con tal de filmar lo que he querido, he sido un artista sin
escrpulos.
El sol lo iluminaba a plenitud. Renoir vea al cielo con los brazos extendidos y se
Sin ser falsa, la historia que haba contado Renoir no era puntualmente cierta.
Muchos meses despus, hablando sobre los infortunios que haba vivido Chema en
esos das, Rene Clair me ense algunas viejas cartas, unas fotos de juventud, y me
Andre Heuschlng, alias Dde, que fue conocida en Francia durante la dcada de
los veinte por el nombre de Catherine Hessling, y cuya imagen ms fiel nos la leg
Pierre Auguste Renoir en su cuadro Les Bagneuses, lleg a la casa de la familia Renoir
cuando, efectivamente, el joven Jean tomaba unos das de licencia para reponerse de
la herida que le provoc una bala perdida, pero su presencia mgica, misteriosa y
todo no fue ni con mucho lo maravillosa que el viejo director le contara a Chema.
En aquellos das, Jean pasaba la mayor parte del tiempo metido en su habitacin
(tena prohibido por el mdico pasearse por la casa, pues el reposo absoluto era lo
nico que podra salvarlo de una cojera crnica) y no conoci a la nueva modelo de
solamente fue una voz y una risa: la voz que llenaba su habitacin con melodas
populares del Mediterrneo, y la risa estrepitosa con que la desconocida celebraba los
chistes de su padre.
"Es una chica encantadora", le deca su madre en las tardes, cuando bordaba a su
lado para hacerle compaa. "Tu pap dice que tiene una piel fascinante y pro-
innumerables puntos de color que van transformndose con la luz del da. Repite y
repite que est enloquecido con ella, y que no sabe cmo elegir los puntillos de luz y
color que harn que su lienzo vibre con la intensidad que despliega la piel de la
chica". Renoir estaba acostumbrado a que sus padres tuvieran estas conversaciones;
don Augusto era un tipo taciturno y silencioso, muy poco dado a hacer comentarios,
pero que contaba a su mujer las cosas ms inusitadas. Otras, en el lugar de Madame
Aline Renoir, hubieran enloquecido de celos, pero ella saba que sin esas plticas su
volvi con un cuaderno con diversos bocetos de su esposo. Su cara brillaba como si
fuera una chiquilla traviesa. Renoir vio, asombrado, cmo con el estudio de un
gesto de la cara su padre haba ido aduendose del portentoso cuerpo de aquella
mujer. No tengo ms remedio que utilizar una figura que me quema los labios para
Renoir haba descubierto su sensualidad entre las faldas de Gabrielle, su nana, sin
saber que el fortuito placer que le producan aquellas caricias acabara por estar
prohibido. Durante toda la infancia pens que hacer el amor era darse besos en la
frente o leer poesa en voz alta, algo que no tena ninguna relacin con la mano de su
descubri al hijo del jardinero, escondido en el cobertizo del patio, acostado sobre el
cuerpo de una vecina; la pareja se quejaba y grua como si algo les doliera. Si no
sus gritos, en la luz o en lo que fuera, el nio Jean tuvo la primera imagen del miedo
Gabrielle, renaci en l al ver los dibujos que su padre haba hecho de Dde.
ninguno de los dos sospech que das antes, Jean ya la haba visto, pues
mampara en la que creca una rala enredadera, y la observ. Dde estaba sentada en
un sof, desnuda, con una bata de seda cubrindole el sexo y parte de los muslos;
tena los brazos sobre la nuca y la cabeza recargada en el respaldo; haba cerrado los
ojos y esbozaba una pequea sonrisa; o no, su cara tena un gesto placentero, pcaro,
que daba la sensacin de estar recordando algo que la deleitaba. Auguste Renoir se
que as, as, que no se moviera; con una mota le polve la cara y los senos; as, as, le
inmovilizada, bella como una estatua. Jean Renoir senta un fuerte dolor en la pierna
herida, apenas poda sostenerse sobre su bastn, pero esa mujer lo cautiv. Del
estudio provena un vago perfume, un aroma lejano que no emanaba ni de las lilas
del florero, ni de los ptalos de rosa que se remojaban en una fuente. No, era un
aroma dulce, suave, que seguramente perteneca a la muchacha. Jean saba que de
todas las mujeres brota un perfume propio, algo que nace en su piel y que en algunas
es tan poderoso que todo lo que tocan queda impregnado con su fragancia. Segua
escuchando los as, as, de su padre, cuando ella empez a cantar muy suavemente,
con voz tan baja que Renoir no entendi la letra de la cancin. Posiblemente Dde
pensaba que s elevaba la voz el pintor la reprendera, pero sus as, as, parecieron
alentarla y sin quitarse el gesto placentero de la cara, sin hacer ms movimiento que
el de sus labios, fue aumentando el volumen: "Que reste-t-ill de nous amor? Que reste-t-
ill de ces beaux jours? A phot, vielle phot da ma jeunesse". Esa cancin, que Charles
Trenet iba a hacer famosa muchos aos despus, era una especie de himno de todas
las prostitutas de la Costa Azul. "Que reste-t-ill de billets doux. Des mors d'avr, des
con una puta. En la voz de Dde, sin embargo, la cancin propagaba una rara
tristeza, una melanclica sensualidad que nada tena que ver con la voz aguarden-
tosa de aquella meretriz que lo inici en las verdades de la carne. "Que reste-t-ill de
tout cela, dites-le moi. Un petit vittage, un vieux clochef, Jean Renoir sinti que su miem-
bro quera salirse de la bata de franela. Tuvo miedo, el mismo miedo que vio en la
cara de su nana cuando le cont que haba visto al hijo del jardinero montado sobre
la vecina.
Esa noche, tal vez por una mera coincidencia, su padre le regal la pintura que ese
Jean estaba demacrado y don Augusto se temi que su convalescencia fuera a ser
muy larga.
A media noche, Jean despert de un sueo tenebroso que no pudo recordar. Sobre
abandono sexual y el dulce recuerdo que le recorra la cara. Tal vez por la luz de luna
que iluminaba el cuadro, sinti que lo miraba con la misma clandestinidad con que
haba visto a la muchacha mientras modelaba esa maana y crey percibir que algo
Gabrielle, el hijo del jardinero y la vecina, la puta del burdel de Niza, una compaera
del liceo con la que se desnudaba para jugar en una fuente, y empez a masturbarse,
lentamente, con cuidado, dicindose as, as, viendo el cuadro e imaginando que
tena a su alcance aquellos pezones pequeos, rosados, que coronaban los tersos
mano la que se haba medo entre los pliegues de su bata; todos los puntos de la
herida con su orgasmo. Por un instante tuvo entre sus dedos la sensualidad y el
erotismo de la modelo.
Cuando se la presentaron le cost mucho trabajo verla a los ojos y disimular todo
pero los seores Renoir la invitaron a almorzar para presentarla con el joven Jean.
Estaba muy sonriente, sentada a una mesa en medio de sus padres, con un vaso de
Lo vio venir desde lejos sin quitarle la mirada. Jean caminaba arrastrando una pierna,
padres de esa mujer tan guapa, tan fascinante y misteriosa, creaba en el ambiente
algo sensiblemente turbio. Todos me dicen Dde, Jean", le dijo con un tono mitad
insolente mitad ingenuo, y le tendi la mano sin ms ni ms. El joven soldado, herido
y cojo, se la bes, pens en los gestos con los que posaba, abandonada a la pintura, y
colaboraba a dar vida a las fantasas en las que haba vivido los ltimos das
pensando en ella; ese perfume voluptuoso que Jean nunca antes percibi en otra
la bata chinesca que cubra su sexo cuando la vio por primera vez.
"Los trajes de seda al sol ayudan a que se escape la fragancia que es propia de los
cuerpos de las mujeres", le escribi a Rene Clair en una carta en que evocaba aquel
da en que conoci a Dde. "Los que hayan pasado con una amante un verano en la
seda sin apreciar la facultad de esa tela para intensificar el aroma femenino".
Para no olvidarla jams, para perseguir su perfume por las calles de cualquier
ciudad, para presentirla tan slo por el aroma que le llegaba desde lejos, Jean no
haba requerido de un verano, le haba bastado una tarde, con verla y olera a lo lejos,
con besar su mano en la terraza de su casa, en una maana estival, con el sol rielando
sobre el mar Mediterrneo que all a lo lejos, detrs de los tejados de las casas, se
extenda plcidamente.
"La vida ha sido ambigua conmigo, Rene", conclua la carta, "ambigua a mi pesar,
llena de sorpresas y desilusiones, unas veces fabulosa y otras ttrica, pero nunca
acabar por saborear todos los matices que tuvo para m aquel verano en que conoc
a Dde y que marc el momento en que me transform en lo que soy. La herida que
me recluy en la casa de mis padres no slo me hizo un cojo de por vida, sino que me
conden a ser un observador de lo que me rodeaba (algo que, tengo que confesrtelo,
no me ha disgustado del todo). Saber que Dde estaba en casa para que mi padre la
pintara, que ella habitaba el mundo de l, que le perteneca y que yo solamente poda
verla de lejos, fue nada ms que la primera experiencia en mi larga carrera de mirn.
Cuando olisqueaba su fragancia flotando por la casa sufra como loco y me encerraba
en mis habitaciones para masturbarme. Eran mis ojos los que perciban aquel
perfume, eran mis ojos los que la traan a mi mano, eran mis ojos los que le hablaban
nico placer era observar los dibujos de Dde y masturbarme. Alguna vez te cont
lo que me dijo mi padre cuando me mand a la escuela? 'Si vas a un colegio protestante
te volvers pederasta, pero si te mando a uno catlico es ms probable que te inclines por la
masturbacin, y prefiero esto ltimo'. T crees que haya sido necesaria una guerra, una
bala perdida, y una modelo para que se cumpliera su sentencia?, o simplemente fue
La agona de su madre suaviz y no, ese aire de callada rivalidad que Jean Renoir
haba establecido con su padre por el amor de Dde. Ambos saban que para que la
vieja Aline muriera en paz necesitaba saber que su familia estaba al buen resguardo
de una mujer. No en balde pas sus ltimos das dicindole a la muchacha lo que
tena que hacer con cada quin apenas ella se fuera de este mundo. Sus palabras eran
confusas, su estado de salud estaba muy quebrantado, y tan pronto ofreca al padre
como al hijo para futuro marido. La madre y la esposa haban desaparecido hasta
cario por Dde, sin decidirse a declarar yo soy el bueno, el elegido, aunque al final
Jean supo que l sera el perdedor: su madre, dando los ltimos estertores, le hizo
prometer a su marido que seguira pintando, y Auguste Renoir le jur que todava
tendra fuerzas para iniciar una nueva etapa de su pintura. "Inspralo", le dijo
Madame Renoir a Dde con el ltimo suspiro de aristocracia del que fue capaz, y
Nadie imagin que don Augusto cumplira el juramento hecho a su esposa. Con
ella muerta, a quin confiara sus pasiones secretas, sus mrbidas imgenes, sus de-
seos de viejo rabo verde?, y eso para no hablar de sus mltiples achaques, pues desde
haca mucho tiempo (para no citar ms que lo obvio) estaba prcticamente inmo-
vilizado: no poda caminar, tenan que amarrarle el pincel a las manos porque la
discpulo de su amigo Maillol), que de mala gana vena una vez a la semana
pensando en los conocimientos que robaba al buen Auguste Renoir. Pero crase o no,
cuando salieron del cementerio de Essoyes (donde enterraron a Madame Aline Re-
noir), dijo que pintara los cuadros ms bellos y audaces de su vida. Dde empujaba
perdera ese vigor hasta el momento mismo en que cayera de bruces sobre el
caballete en el que pintaba una naturaleza muerta con manzanas, porque se le haba
Jean Renoir fue incapaz de combatir esa ltima fortaleza de su padre y se dedic a
bao, y al asomarse al pasillo descubri a Dde con una corona cuajada de piedras
preciosas en la cabeza y un gran manto bordado en oro que descenda hasta sus pies.
Con un susto de muerte reconoci a su madre en esa vestimenta. Muy chico, tendra
unos cinco o seis aos, la haba visto vestida as para asistir a una fiesta de carnaval
su recuerdo, ante el gran espejo de su dormitorio, con dos modistas arrodilladas ante
ella, atontadas por su belleza. Por qu se haba disfrazado Dde con esas ropas?,
Jean Renoir volvi a su regimiento solamente para saber que haba sido
desastre: reprob el primer examen, tuvo que ponerse a una dieta rigurosa para ser
espordicos, hasta que un mal aterrizaje puso fin a esa infeliz carrera, haciendo
Monsieur Jean Renoir, el futuro director de La bte humaine y Elena et les hommes.
Asignado a una de las tantas oficinas del Pars de la Primera Guerra, Jean tuvo
mala muerte. Su vida era siempre igual: insomnio, levantarse al amanecer, hacer los
intiles ejercicios para revitalizar la pierna muerta, afeitarse, vestirse, y salir a las
calles mugrosas para ir a la oficina. Llovizna, brisa y humo de las fogatas callejeras.
Susurros del viento entre los rboles del jardn de las Tulleras. Aroma de las flores.
Le dola mucho el cuerpo, no era posible que le doliera tanto. Caminaba en silencio,
carpetas dentro de cajas de cartn regadas por el piso. En las noches, en algn bar
las cintas del joven mimo conocido en todo Pars como Charlot. Ir al cine entonces, a
un buen cine, era un pretexto para divertirse (no como ahora, que es un lugar donde
pelcula) y Jean Renoir, casi sin sentirlo, fue "convertido" por Charlie Chaplin a
profesar ese nuevo placer del cinematgrafo, como otros se convierten a una religin
extica por la palabra de un fantico. Fue precisamente esa pasin por Charlot la que
lo devolvi a Dde.
Hacia finales del otoo de 1917 Jean Renoir recibi una carta en la que Dde le
peda que visitara a su padre pues haba tenido una repentina recada. A pesar del
cabeza, en las piernas, en el sexo. Meti su poca ropa en una maleta de cuero y se fue
fortaleza haba volado quin sabe donde, y estaba abandonado a los caprichos de
unas fiebres desconocidas, que tan pronto lo suman en una depresin de varias
horas, que no lo dejaban dormir y tena que trabajar y trabajar hasta el amanecer.
"Debo pintar una Venus Vctoriux", deca moviendo en redondo su silla de ruedas.
belleza, que la forma del cuerpo es nuestra gran verdad". El ansia, la rebelda, la
Dde haba hecho todo lo posible por apaciguarlo, su cercana pareca excitarlo ms.
Jean not que el perfume de Dde era el oscuro origen de aquella alteracin sin
llevndolo al borde de la tumba. Haba demasiada vida en aquel olor para que el
esperando que su padre se repusiera de sus fiebres de vida. Esta relajacin de sus
costumbres se vio favorecida porque Dde tuvo que ir a Niza al entierro de una
hermana que haba muerto de sfilis. Cuando volvi, el mismo Auguste Renoir se
querer, le dio espacio y tiempo a su hijo Jean para iniciar un discreto galanteo con
Primero fueron a varias salas de los alrededores, hasta que una noche Jean la
invit a ver el ltimo filme de Charlie Chaplin en un lujoso teatro de Niza que
perteneca a Madame Regina. Ninguno de los dos se imaginaba que esa mujer iba a
ser fundamental en su vida y que algunos aos ms tarde les propondra producir
una serie de pelculas semi pomo. Renoir y Lestringuez (con quien hizo los
contara a Rene Clair, cuando escribi los argumentos erticos para Madame Regina,
tuvo en mente aquella primera vez que haba visitado su sala cinematogrfica con
Se sentaron en una de las ltimas filas. Easy Street se inici con una larga toma de
que alude el ttulo) estaba gobernada por un fortachn cuyo entretenimiento era
golpear a los policas que el ayuntamiento enviaba para cuidar el barrio y meterlo en
orden. Un actor panzn, con barba de varios das, vestido con camiseta a rayas y
brazos tan gruesos que parecen agarraderas, estaba que ni mandado a hacer para
interpretar a ese bruto escalofriante. Charlot, por su lado (el eterno vagabundo sin
trabajo, que vive un poco al margen de todo y que tan pronto obra bien, como
infringe la ley para subsistir), mantiene una elegancia que, a pesar de su pobreza, es
realmente contagiosa. Mientras el bruto hace de las suyas, Charlot toma el puesto de
besarle el cuello. Ella sinti su aliento y la boca jugosa que se deslizaba hasta el
que las fuerzas del bien (representadas por la torpeza del fortachn) obren a su favor
y hagan que el bruto se golpee slito con el farol, caiga desmayado, quede
inconsciente por varias horas y haga el ridculo consecuente (para todos los de su
calaa) de que lo metan a la crcel; desde ese momento, la ley la impondr Charlot y
todo Easy Street estar dominada por un ansia de ballet: hasta las escenas ms
Ni Jean ni Dde podan sustraerse del encanto de las imgenes, pero esas mismas
quise tocarte yo misma". Jean quiso contestarle algo, pero ya no la encontr a su lado,
en ella para saborear su aroma a plenitud. "As, as", le dijo con voz agnica, "as, as".
Lo ltimo que Jean Renoir vio de la pelcula fueron los subttulos que daban fin a
Easy Street: "El amor es ayudado por la fuerza. La dulzura del perdn ha trado la
romperle el corazn y esper diez y ocho mesas para sacar esos amores de la
clandestinidad de los cines a los que se aficionaron perdidamente; esper, sin decir
esta boca es ma, hasta que el tres de diciembre de 1919, Pierre Auguste Renoir, el
de un ataque al corazn.
Esa Navidad Jean empez a vivir con Dde y le dio el que quiz fuera el mejor
regalo que ella recibira jams: "Me gustara que te llamaras Catherine", le surrur al
odo, "y que filmramos una pelcula juntos". Todava alcanz a ver su sonrisa de
entrepierna.
Fue una coincidencia curiosa que Chema hubiera utilizado como pretexto para
acercarse a Renoir su supuesto gusto por el aroma de las flores, y que para el director
tuvo que esperar a que Rene Clair le contara esta pasin olfativa de su compaero (es
ms, no s si alguna vez se la cont), o si fue capaz de sospecharla cuando estuvo ah,
frente a l, y lo vio con los brazos abiertos aspirando aquella fragancia que les llegaba
desde el jardn; pero al menos debi percatarse de que las emociones del viejo
director no eran gratuitas, y que conforme pasaba la maana Renoir iba excitndose
perfumes del jardn tuvo que haber sido clave. Como digo, no s si se dio cuenta,
pues Chema simplemente me cont que estaba fascinado con Renoir, con una
fascinacin densa y lcida a la vez, pero que segua intrigado con la figura espectral
que haba aparecido en ropa interior en la ventana que colindaba con la glorieta.
entrevista.
Recuerdos? Tengo muchos, querido amigocontest el anciano
toda clase de objetos para alertar la imaginacin. Est usted interesado en los
objetos?
Este comentario, como ocurre en los sueos, tuvo para Chema cierto brillo de
significado.
Tendr usted que ensearme muchas cosas coment Chema con toda la
Jean Renoir lo mir desconcertado, los ojos angustiados y muy abiertos, las manos
en las rodillas y el cuerpo echado hacia adelante. Su pose entera revelaba una cierta
desconfianza, como si hasta ese momento hubiera comprendido que se haba ido de
Por hoy ha sido demasiado dijo en voz baja. Ya le dije, las entrevistas con
Chema fue a recoger el panam que haba sido arrastrado por el aire hasta el otro
Chema pens que Renoir era capaz de poner en trance a la gente mientras hablaba
con ella. Era un pjaro extrao, con esos hombros redondos, esa cabeza calva, esas
La gloria viva del cine francs tom su bastn y se fue arrastrando los pies. Chema
vio cmo desapareca entre la luz que inundaba la sala decorada al estilo de su
padre. Aquellas dos primeras horas pasadas con l le dieron la certeza de que muy
pronto tendra una oportunidad inmejorable para saber si tena la pelcula porno de
su Mara.
"Ningn negocio", se dijo mirando al gato persa desperezarse entre los matorrales
de las azaleas, "puede concluirse en la Ciudad Luz sin una buena dosis de paciencia.
Manhattans".
Renoir. "Dde fue el ltimo regalo que mi madre hizo a pap antes de morir. l
estaba buscando una modelo rubia para su gran pintura, Les Bagneuses y...", Chema
sinti que en aquel tranquilo rincn de Pars haba invocado a Auguste Renoir y l
haba acudido a su conjuro. La figura inmortal del pintor (una figura revivida e
iluminada con toda la luz del ingenio de su hijo) era una seal del destino... "mam
escribi a la academia de pintura de Niza. A los pocos das estaba Dde tocando a
nuestra puerta".
La intensa vida interior que Jean Renoir haba despertado en l le conmova de tal
modo que experimentaba una mstica solidaridad, cierta fraternidad de espritu con
todos aqullos que haban colaborado con l en sus pelculas: Catherine Hesslng,
Pierre Lestringuez, Jaques Becker, Fernandel, Pierre Champagne. Todos, hasta Mara.
nico que vale la pena es la bsqueda de la belleza. Y qu otra cosa si no eso estaba
haciendo l?, acaso no era en pos de la belleza por lo que haba venido a Pars?, no
era por el inters de publicar en su revista las fotos extraviadas con los desnudos de
Mara?, de organizar una gran premiere si es que exista la pelcula porno? Si como
se lo haba dicho Renoir, l no haba tenido ningn escrpulo para filmar todo lo que
haba querido, por qu iba a tenerlos Jos Mara Snchez, alias Lucifer, para sacar a
grabadora nuevamente, "y su arribo nos avivaba como si nos hubieran tocado con
CUATRO
lo nico que estoy seguro es que le cost mucho trabajo aceptar que un lapso tan
breve hubiera hecho semejantes estragos no slo en su vida, sino en su forma de ver
el momento preciso en que Jos Mara Snchez, alias Lucifer, cay en la cuenta de
que ya era el hombre improbable y escurridizo que solamente viva para reelaborar
las historias de Monsieur Renoir. Quiz fue la noche clida, iluminada por un
inusitado resplandor de estrellas, que de no haber sido por un cierto pudor que le iba
era fortuita, estaba sentado en una banca de la glorieta del jardn (escuchando el
ruidito doloroso del chorro de la fuente), cumpliendo la fatua profeca que haba
hecho a Mlle. Tina cuando vino por primera vez a esta casa: cerca del jardn ya se
senta tanto en Mxico como en Pars. Qu ms daba, entonces, que calificara a
Chema haba estado muy alterado las ltimas semanas, su aventura parisina iba
dando tumbos y l no saba cmo manejarla, tan pronto se senta entusiasmado con
una confidencia de Renoir, como una de sus miradas glaciares enfriaban su furor
adolescente. Del vivo entusiasmo que sintiera despus de su primera cita, slo le
quedaba el vago orgullo de haber emprendido una aventura entre los fantasmas de
otra alternativa que ir a verme para que paseramos por las calles de Pigalle hasta
casa, o bajar al jardn para ordenar sus ideas. Era cierto que Renoir haba
atraa y lo repela con sus palabras y guios de brujo consumado. Con un aliento
sin importar que estuvieran vivos o muertos, le daba pistas falsas para que compren-
inesperadas sobre el cine francs o los directores que haban influido en l: "Louis
Lumiere fue otro Gutemberg"; "Dios no quiso hacerme un hroe. Soy un cobarde a
prueba, que tiene pavor a la violencia y por eso me parece muy bien mandar a los
puede resumirse en la lucha que han librado los creadores independientes con los
bombachos, la gente crea que yo era nia gracias a los bucles de arcngel que mi
padre se negaba a que me cortaran"; "Algunos de los creadores que ms admiro han
cosa que un pauelo desechable con desilusiones: Rene Clair y Mark Senett, entre
otros, han filmado el delirio de burlesque que revela la tragedia del hombre
moderno".
hablado con retazos de Jean Renoir. Chema no poda pensar en su vida sino como la
extraordinaria de haber filmado On Purge Beb en tan slo cuatro das; su tenacidad
entonces con Jean Gabin; su aficin por los Music Halls de los pueblos desperdigados
por el desierto de California y las noches eternas en los burdeles que conservaban un
todas sus pelculas. Desde ese mismo momento sus filmes empezaron a ser como un
plagio, un plagio con el que recre sus primeras cintas desde la ptica de la
pintura, el tenue desvaro de un artista en pos de su destino. Chema nunca supo, sin
embargo, qu fue lo que provoc en el director esa decisin que lo llev a revertir su
realismo en una esttica del sueo, con la que quera descifrar, paradjicamente, la
maravilla de la realidad.
Renoir le cont su vida como a salto de mata, unas veces con reserva, otras como si
fuera un asunto trivial; con desgano o con el entusiasmo de quien revela un chisme;
detalles pormenorizados que iban del timbo al tambo, siempre faltaba Mara. El
director pareca, conciente o inconcientemente, evadir todo lo que tuviera que ver
con ella.
record ese ao en que haba filmado con su musa: "Cuando lleg el ao cuarenta y
cuatro decid que era necesario cambiar tambin mis personajes", le dijo desde su
impuls a buscar que los protagonistas de mis pelculas fueran del tipo posible pero
improbable. No slo raros sino atpicos, casi contradictorios. Desde ese ao consegu
que cada uno tuviera un tinte de irrealidad que los hizo ms verdicos: bordeaban,
como muchos de los seres que aparecen en los cuadros impresionistas, la fantasa
para crear su realidad, o viceversa. Vivan en un mundo de revs y quizs estn, por
Jean Renoir se molest. Hasta ese da, Chema se haba concretado a tomar notas
mientras l se paseaba lentamente por la terraza florida, hilvanando sus ideas entre
los espordicos tragos que daba de la limonada. De dnde sacaba ahora el derecho
de interrogarlo?
muertos, se impuso a todo aqul que se atrevi a acercarse. Quien ms, quien menos,
todos la teman: sus ancestros eran indios piel roja, y aunque a ojos vista ella haba
cualquier barbaridad. Comparada con ella, el resto de las mujeres era como un
enjambre de moscardones. Recuerdo una escena en que necesitbamos una pelea,
gritos, insultos y hasta jalones de pelo. Yo tena mucho miedo de que algo
no era ella, o mejor, era simplemente ella: tom del vestido a su contrincante y la
levant por los aires dndole vueltas en redondo como si fuera un rehilete. Nuestros
angustioso "corten, corten!" de ltimo minuto, antes de que fuera necesario llamar a
Renoir estaba exhausto, haba descrito la pelea agitando los brazos como si
zarandeara por los aires a una mueca invisible. Respiraba con dificultad, pero tuvo
silln.
Incluimos una parte solamente. El resto debe haber quedado por ah. Ya sabe,
arte del desperdicio, o de la eleccin si usted prefiere. Con lo que se graba para un
La cara de Renoir (en la que Chema crey encontrar la huella del maquillaje de
colrica. Su pecho de tenor se elev bruscamente bajo la camisa como si fuera a soltar
un do profundo, pero solamente dijo unas cuantas palabras con infinito desdn, sin
slo unas ocho o nueve veces, pero han sido suficientes para que sepa descifrar sus
intenciones. "Con lo que se graba para un filme se podran sacar dos o tres" dijo
devastador que esa revelacin me iba a causar. Pero el tiro le sali por la culata y por
porno. Hiperblicamente claro est, que es como a l le gusta hablar: "Hizo usted
noms?
en cuando.
claramente la escena: Renoir todava est sentado, con la cabeza echada hacia atrs, el
escaso cabello le revolotea por la cara; tiene metidos los pulgares en la sisa del
chaleco de rayas rojas y sus dedos de arpista tamborilean sobre la panza. Sentado en
apartar la mirada de su interlocutor. "La pelcula existe. No slo la de Mara, sino tal
vez muchas ms. Quiz las haya de Catherine Hessling, de Simn Simn, y de Ingrid
Bergman. Quiz tiene una pelcula privada de cada una de las mujeres con las que
Como digo, las noches que se quedaba en casa, Chema iba a cenar frugalmente a
La Grange Niffetti, un pequeo restaurante que est al final de la Rue Rollin, donde
platicaba un rato con la duea, Sopphie Sappey (una pianista que, como pasatiempo,
cocinaba para un puado de los excntricos vecinos del barrio), que lo pona al tanto
de los ltimos chismes. Cuando volva a casa, admirado del silencio mgico de la
Rue Rollin, iba a recluirse al que ya llamaba "su jardn". Prenda un cigarrillo tras
otro y se quedaba las horas sentado en una banca, rumiando las palabras que Renoir
le haba dicho en la entrevista de ese da, o como en aquella "noche tibia y callada del
Quartier Latn", tratando de ordenar todo lo que ya saba de su vida. Estara tentado
a decir que esas noches solitarias le depararon algunos de los momentos ms gratos
de su estancia parisina.
remanso de la glorieta, al amparo del aroma de las flores (al que se haba
acostumbrado rpidamente, como un nio a sus juguetes) Chema fragua una de las
tantas novelas con las que pretende solucionar los enigmas que cotidianamente se le
plantean. Por qu crea Jean Renoir que Mara era descendiente de piel roja?, por
inventado una de las muchas historias con las que quiso tender un velo sobre su
Mxico despus de la guerra con Texas; era un piel roja de cepa pura, que haba
peleado al lado de los mexicanos. Resultaba esencial para la historia (que Chema
imaginaba que Mara haba inventado) que el piel roja hubiera conocido a una
espaolita en una de las tantas misiones del norte de Mxico; macho bragado como
era, nadie supo jams si haba decidido vivir al sur del Ro Bravo por solidaridad con
sus compaeros derrotados o siguiendo las huellas de ese amor extraviado: el coraje
de la derrota le bulla en las entraas tanto como el deseo por la espaolita. Tambin
era indispensable una historia de amor arrebatada, conflictos familiares, y una huida
romntica para fundar una ranchera a la que llamaron lamo (en recuerdo de la
de sus amores incendiarios. Habra por todas partes restos de una orgullosa pobreza,
prometieron forjar una estirpe. Mara era el saldo de orgullo, al cabo de cuatro
generaciones, de la pasin desaforada de la pareja; de ellos haba heredado la rabia,
el orgullo, y la altivez.
en las sombras. Todo es un acicate para su fantasa. Est dispuesto hasta a creer en
pinturas, modelos que posaban para diosas, y jardines idlicos tuvo siempre ese
hacrnosla pasar, en sus filmes, por irreal y verdadera a la vez. Por qu no iba a
posibilidades para explotar en sus pelculas?, no haba sugerido muchas veces que
para hacer, por ejemplo, Elena et les Hommes? "La accin de esa pelcula artificiosa",
haba dicho solemnemente en alguna ocasin (ah estaban las cintas para
deberamos mostrar la realidad sino su fbula. Rojos y azules, as, se oponen sin
desencanto, anhelos, frustraciones, magia y realismo, todo convive con todo, como
un sueo que calca la realidad, pero que sigue siendo un sueo, un poco acartonado,
pero fabuloso al fin. No es extrao que lo hayamos intentado, nuestra vida era as en
ese entonces: un sueo que queramos prolongar todo lo posible. Yo, ms bien
Claude y yo, queramos mostrar eso, nuestra vida de sueo, pretendamos que el
auditorio notara los trucos para que se olvidara de ellos y pudiramos penetrar
Chema haba vivido las ltimas semanas entre fantasmas, gobernado por los
vaivenes de su fantasa, y quiz por ello pueda evocarlo, recrear todo lo que me dijo,
y verlo todas las veces que yo quiera (esa u otras noches) en un estado de gran
desasosiego y excitacin: ahora que escribo esto, est ah mismo, en su banca de
siempre. De entre los matorrales sale el gran gato persa que lo ve con la sorprendente
mirada blanca de todos los ciegos. Se desplaza como tanteando el terreno, hundiendo
la nariz en los rincones. Todo su cuerpo inspira melancola, acaso nostalgia, s, sin
duda nostalgia. De la calle llega el eco del pitido de un tranva sin que el enorme gato
sobrellevarla, sus mismos movimientos cautelosos hacen que las ilusiones de Chema
todos los momentos que han quedado fuera de los relatos de Renoir: entre las
descubre la movila en la que Jean Renoir admira vorazmente las escenas que ha
revuelca entre los arbustos de margaritas; y todas las sombras de la noche, azuzadas
acabar, y Chema rehace el pasado como si estuviera restaurando esos rollos que
empieza a ser otra historia, y segn esta nueva versin (un poco como haba
autntica: lleg a Pars exhibiendo una actitud meditada en largas sesiones frente a
los espejos de su casa. Insegura y falta de tacto, hablaba un francs recio tras el que
quera ocultar su ignorancia monumental. Miraba al mundo con altivez, ms con las
cejas y los pmulos que con los ojos. Bastaba estar frente a ese gesto gallardo para
sentir el peso de una angustia terrible. Cuando se present a la primera cita con
Renoir tena una sola idea en la cabeza: impedir que su fama de devora hombres
disminuyera por filmar con l. Entr en el set caminando de medio lado (como s una
record el tono, a medio camino entre la coquetera y la altanera, con que Dde le
Renoir quiso dominarla con sus rdenes de terciopelo, derrotarla con sus tomas
tersas, aduearse de su carcter (un poco como su padre haba hecho con los
lentos pero llenos de rabia, o una serie de close ups de cada detalle de su cara de ngel
del mal. Pero una noche, cuando ve los primeros cortes de la pelcula, queda
cautivado con la tersura de durazno que la piel de Mara ha adquirido en cada toma,
y entiende algo que su larga carrera de director ya le ha enseado: que hay almas a
las que se les atrapa al filmarlas, pero hay otras que, filmadas, se aduean del alma
de quien las filma. El cine, otra vez el cine, le devuelve el placer del miedo frente a
metro de pelcula, en cada cuadro, en cada detalle quedara algo de Mara para la
pelcula que pensaba reconstruir con los rushes de desperdicio. Le deca, le ordenaba,
la colocaba en la posicin exacta hasta dar con sus mejores ngulos, dicindole as,
as, que no se moviera, que as la quera ver, que pensara en algo agradable, as, as.
En la noche corta los pedazos de pelcula que se haba llevado a su casa y unindolos
juego ertico.
"Pero si Mara estuvo dispuesta a repetir casi cualquier escena varias veces",
reglas muy estrictas para las secuencias 'atrevidas'. Renoir se divertira con sus
caprichos de zorra joven, y seguramente pens que si haba sido tan paciente para
acech desde lejos y la vio a escondidas modelar para su padre, hasta que ella,
rendida por sus rondas de palomo en celo, se le entreg, por qu no podra esperar
que con Mara sucediera lo mismo?, por qu no disfrutar con verla solamente
Chema se muere de celos solamente de pensar que el viejo Jean Renoir se hubiera
masturbado, a solas, cuando vea en la movila los rushes de Mara filmados ese da.
El gato persa da un salto instintivo sobre el seto de gardenias, hay un ruido seco
jardn entero, vuelve a quedar, como si nada hubiera pasado, al amparo de la noche
tibia y callada.
Cuando vena a verme, salamos del bar entre las doce y la una de la maana y nos
cobraban por una noche de amor. Que yo recuerde, nunca se fue con ninguna, pero
pona tal inters en su investigacin que pens que lo haca tan slo para mantener
un pie en este mundo. Lleg a tener una variedad tan representativa de los precios
de cada una de las zonas del barrio, que sobre un mapa traz varios crculos
de agua sobre un charco de calles) donde comprob que el precio del amor se iba
intercambio pasional, una suerte de Wall Street del sexo. Entre ms alejado ests del
Narcisse, donde una jovencita de no ms de quince aos haca un streep total a eso de
las cuatro de la maana. Era una muchacha un poco pazguata, con el cutis como de
ptalos de rosas mustias, de bonitas y largas piernas, que apareca enfundada en una
malla negra que le haca resaltar su trasero menudo y redondo, cubierto apenas por
unos volantes de tut. Haca su acto viendo a Chema con ojos de perra brava, pero l
solamente le devolva la mirada beoda que le haba dejado la ltima botella de
Champagne, dicindome que aquella joven con la piel de pan tena el mismo cuerpo
una pasin desenfrenada. Chema miraba los espejos del escenario, las columnas
desentrao los misterios de su vida inspida?, cmo puedo seducirla si ignoro todo
de ella?".
ocultarle que Rene Clair (haca mucho, cuando yo todava trabajaba en Laprouse)
me haba contado que cuando Renoir viaj al sur de California, recogi a Mlle. Tina
en una casucha de ilegales mexicanos por la que pas cuando buscaba locaciones pa-
ra filmar The Southener. Era una nia de diez o doce aos, con la piel cubierta de
escamas de pescado, que estaba al borde de la inanicin. Renoir comi entre aquella
cuerpo de lstima de la nia arrumbado en un petate. Quien sabe por qu, antes de
despedirse compr a la futura Mlle. Tina por cien dlares, aunque sus padres se la
hubieran entregado por menos. Al poco tiempo decidi volver a Francia y no tuvo
ningn problema en hacer pasar a la chamaquita por su sobrina, para las autoridades
migratorias de Estados Unidos era un alivio saber que alguien se hara cargo de esos
mugrosos mexicanos.
cara de Chema. Viaj con l algunos aos, antes de que vinieran a radicar
expensas de los cuidados de su to, pero nunca pudo recuperarse de las huellas que
Rene te enga, es un viejo mitmano que dara pualadas por hacer pasar por
verdadera alguna de sus mentiras. De cualquier forma es evidente que la tal Mlle.
Deb haberle contado todo lo que saba de ella, lo que sucedi en los aos que
estuvo viajando con Renoir, y lo de sus primeros meses en Pars, pero no me atrev.
Tuve la impresin de que Chema no quera saber nada ms, y que, para evadirse,
labios.
hubiera sucedido tras bambalinas. Supe de ella por primera vez, cuando Claude
Renoir, sentado a la barra del Laprouse, se refiri a "mi encantadora prima". Si mal
sus angustias.
La saca muy poco. Es una chica enfermiza y no le gusta que ande por ah. A
Claude Renoir era un tipo muy guapo, delgado, de ojos claros, siempre vestido a
manos revoloteando alrededor de su cara, y ese estilo de hablar con el que pareca
siguiendo los pasos de su padre, Pierre Renoir (quien adquiri cierta fama en el cine
inestable no lo ayud y muy pronto pas a ser auxiliar de fotografa bajo la tutela de
su to. A su lado aprendi todos los secretos posibles y muy pronto pudo jactarse de
ser uno de los mejores fotgrafos del cinema francs. Alguna vez, el mismo Jean me
ponder las cualidades de su sobrino: "De no ser por Claude", dijo con aquella
una pelcula a color. A su lado pude desarrollar una nueva esttica. Honor a quien
honor merece".
Claude hubiera sido la adoracin de Jean, y de hecho durante algn tiempo lo fue.
A pesar de la diferencia de edades, entre ellos surgi casi inmediatamente una suerte
cario filial. Se dice, por ejemplo, que si Claude no hace aparecer unos papeles en un
juzgado de Bretaa, Jean hubiera tenido que enfrentar una demanda por bigamia,
pues se haba casado en Estados Unidos con Did Freir (su apuntadora en La Regle
Catherine Hessling estuviera reconocido por las cortes francesas. En fin, la gente
pensaba que eran inseparables y que su amistad durara aos, y, sin embargo,
cuando en la India filmaban juntos The River, tuvieron un pleitazo que duraba hasta
Por ese tiempo Jean haba dado por terminado su auto-exilio en Norte Amrica, y
de regreso en Pars, viva a todo bombo y platillo con su nueva sobrina, contando a
diestra y siniestra que estaba disgustado con su sobrino Claude. Una de las
debilucha y fea, que el director haba trado consigo. Hubo quien aventur la
hiptesis de que la chiquilla era la hurfana de un primo, de la rama materna, que
haba fallecido en Dakota del sur; que cuando Jean la descubri en un horfelinato
por un pretexto cualquiera, rieron a morir. Otros dijeron que no, que su intimidad,
contra cuando Did intrig entre ellos, y que Mlle. Tina no haba tenido nada que
ver; an ms, que despus del pleito, Jean se dio cuenta de la alimaa con la que se
puras. Vayase a saber cul pudo ser la verdad. Lo nico cierto era que cuando Jean
regres a Pars ya estaba separado de Did, que sta hablaba pestes de Tina, y que
Despus de todo, me dije observando al joven Claude, si alguien poda saber algo,
era esa jovencita extraa, Mlle. Tina, que haba venido acompaando al director en
mismo nombre.
Havilland.
No creo que nos hayamos dicho nada ms, pues al rato lleg su to y se fueron a
cenar al primer piso. Jean ni siquiera me salud, lleg muy mal encarado, lanz un
gruido que Claude entendi como una orden y lo sigui sumisamente. Por ese
tiempo, tambin, se haban iniciado las crisis de mal humor del divino Renoir, estaba
provocaban aquel embrollo de mal carcter, del que, como bien se sabe, nunca pudo
salir para volver a ser el amigo atento y dicharachero de la juventud, sino que esas
que conoci mi amigo, Jos Mara Snchez, alias Lucifer. De cualquier manera, en
aquella ocasin debi haber pasado algo pues Jean y Claude se reconciliaron, los vi
salir abrazados del restaurante en la madrugada, y tan es cierto que hicieron las
Cuando Rene Clair me cont la historia de los primeros amores de Renoir, no slo
me dio la versin autntica del origen de Mlle. Tina, sino que, como ya se haba
enterado de muchos detalles que al principio nos eran desconocidos, me dijo que
haba sido ella quien reconcili a to y sobrino, o mejor, que fue porque Mlle. Tina
estaba enamorada de su primo, por lo que Renoir acept las disculpas de Claude.
menos estas:
de The River. La pobre se haba pasado en un hospital casi toda la temporada, pues
casi al llegar contrajo un tifus galopante. Claude saba, por su mismo to, que la
infeliz haba sido recogida en un pueblucho cercano a Los ngeles, pero que como
Jean le haba tomado tanto cario haba hecho correr la versin del primo de Dakota
del sur, etctera, etctera. La pedante de Did Freir (entonces Mme. Renoir) le haba
dicho que la muchachita era un horror, una histrica que enfermaba por cualquier
cosa, y que no entenda por qu Renoir haba insistido en traerla con ellos. Su odio
En la mesa de los Renoir siempre hubo un plato esperando que Mlle. Tina volviera
del hospital. Claude, que coma con ellos casi a diario, vea el lugar vaco sin ex-
enfermiza, ni los constantes berrinches que haca Did por tener que atender a una
ausente perpetua.
Quiz por quedar bien con Renoir, o quiz complaciendo una intil curiosidad, el
tarjeta en la que escribi: "Espero que esta novela le haga menos infeliz su
que le enviara otro libro. Claude respondi hacindole llegar, Claudine en Pars,
continuacin de la serie iniciada en el libro anterior. "Estar mejor en sus manos que
en las mas. Estoy seguro que esta historia la fascinar", escribi en la primera
pgina. Claude tena una mana compulsiva por halagar a las mujeres y, segn
de la novela: a ella (que como Claudine se repona del tifus) la esperaba un futuro
brillante en la capital francesa, y, quizs, hasta los amores clandestinos que Claudine
mantiene con su primo Marcel. Las mismas descripciones que la narradora hacia de
que me voy llenando un poquito, pero an queda por llenar bastante. Menos mal
ella?
comida que se hizo para celebrar que se hubieran tomado las ltimas secuencias de
The River. Claude tena que regresar urgentemente a los Estados Unidos, apenas
tendra dos o tres das para discutir con su to las pautas de la edicin de la pelcula,
y aquel almuerzo se organiz a las voladas en uno de los galerones donde se rodaron
los interiores. Mlle. Tina lleg a la comida vestida con un largo vestido de campesina
francesa del siglo xix, con un sombrero espectacular, cuajado de flores, y un escotazo
donde resaltaban sus enormes clavculas sobre sus incipientes senos. Entr sostenida
por Did, tan lentamente, que pareca caminar al comps de la marcha de Ada.
Todos los que recuerdan la escena estn seguros de no haber visto nunca a una mujer
el halo de luz del poderoso sol de Calcuta, Claude tuvo un conato de infarto, pero
record que le haba enviado una nota en la que haca votos por conocerla antes de
partir al extranjero, y supuso que se haba levantado de la cama con el solo propsito
de cumplir con sus deseos. Sin dudarlo un instante se deshizo de las caricias de una
de las maquillistas y fue a saludar a su prima. Bajo el ala del gran sombrero, entre las
sombras y los rayos de luz que se filtraban por los espacios del tejido de paja, vio a
una mujer cuya fealdad no haba alcanzado a ser descrita por la mala leche de Dd.
Claude bes su mano huesuda, le ofreci el brazo, forz una sonrisa, y la acompa
primo, tal vez record las palabras de Claudine: "Por ltimo, suena un portazo, un
mano sin decir nada, de tanto mirarlo. En mi vida he visto cosa tan rica". En ese
Dos das despus, antes de irse, Claude ya haba reido a muerte con su to Jean.
No haba visto a Mlle. Tina ni una sola vez despus del banquete, ni se haba parado
por los estudios; estuvo encerrado en el burdel de Mme. Lulu, una francesa de ms
de cien aos radicada en Calcuta, sin dar seas de vida, hasta el momento que se
present con su to sosteniendo trabajosamente una valija de cuero. Tena las huellas
manejarlo. Nos veremos en Pars. Tuya, por siempre, Tina". El paquete contena un
cofrecito de oro, dentro del que haba un mechn de pelo y un puado de cenizas de
incienso. Era un ensalmo. Claude record que en la novela de Claudine, cuando sta
deja la escuela, una amiga le hace ensalmar unos objetos, y revela cmo se tienen que
llevar a cabo estos ensalmos para atar por siempre al ser amado. Se le estremeci el
sobrina de mi querido Jean debi haber estado encaprichada. Ahora que le voy a
No lo s. Hay quien dice que Claude estaba huyendo de su prima. Haba sido
considerado y galante con ella, pero nada ms. Ya se sabe, la coquetera es una
promesa de coito sin garantas, pero Mlle. Tina se tom demasiado en serio las
trampa que le haban tendido, o que se haba tendido el slito. Pens solucionar su
caso poniendo distancia de por medio, pero no contaba con que su actitud ofenda
comprendi que sin el aval de su to no era nadie y volvi para pedirle perdn. Jean
No lo creo. Jean tendra que haberme mentido. Recuerdo una carta en que deca:
El buen Claude me haba engaado, o haba permitido que me fuera con la falsa
Renoir avaro de sus riquezas, melindroso y desconfiado, cuando fue l, Renoir, quien
era ms cmodo dar por sentado que lo haban comprado, a disculpar a su to. Una
hacerme creer que l era una suerte de cazafortunas, cuando la verdad fue que, al
revs de lo que pasa en La heredera, Jean Renoir (en el papel del padre desalmado)
utiliza a su pseudo Olivia de Havilland para engatuzar al guapazo del novio. En fin,
enamorado. Recuerdo que alguien me cont que, alguna vez que yo no estaba en
Laprouse, Jean, Mara, Mlle. Tina y Claude vinieron a cenar como si fueran una gran
familia. Jean se acababa de separar de Did, pero fue una de las pocas ocasiones en
que no se le vio triste, al contrario, galanteaba a Mara con zalamera: como todos los
directores que trabajaron con ella, se haba rendido a sus encantos. Claude y Mlle.
Tina, por su parte, formaban una pareja rara, que irradiaban una felicidad que a
Se los puede usted imaginar? me pregunt Rene Clair, haciendo como que
los encuadraba con los dedos de sus manos. Tres guapos y una fea. Fjese usted,
Mara y Claude eran de desmayo, Jean no les iba muy atrs, pero la Tina era como un
cuenta de nada. Iba de un lado a otro con ellos, platicando con Mara muy quitada de
la pena, y pidindole a cada rato que la acompaara al tocador, pues era de vejiga
pequea.
Si Claude tuvo algn reparo al principio, debi haber visto algo fascinante en
Mlle. Tina, pues exhibi sus amores por todo Pars: fue a fiestas, a estrenos de cine, a
la pera, y a salones literarios. Cuentan las malas lenguas que todo era falso y que
Mlle. Tina simplemente serva para encubrir un menage a trois que Jean, Claude y
Ritz y se refocilaban en tremendas orgas, pero que nadie se enteraba de nada pues la
Yo le voy a contar, querido amigo, que no hay nada que pruebe esos rumores
agreg Rene Clair pidindome que le preparara un Brandy Froup (1/3 de Brandy, 1/3
soltar la lengua), pero Renoir era muy capaz de utilizar a la sobrina como coartada,
y Claude lo mismo. No s Mara, pero siempre tuve la impresin de que era una
mujer sin escrpulos que habra hasta asesinado por conseguir lo que quera. En
cualquier caso, creo que de haber sido utilizada, la pobre Tina nunca se dio cuenta de
nada.
terminar su larga gira europea y volver a su pas, Renoir haba regresado para recon-
general De Gaulle pero para Mlle. Tina el tiempo pareca no haber transcurrido
ms all de La Belle Epoque: su Pars era aquel que descubri en las novelas de
Colette, y se paseaba por los jardines de Les Tuilleries bajo sombrillas bordadas,
arrastrando la gran cola de sus vestidos de seda; o se sentaba en una banca de Les
Champs Elyses, con un folletn entre las manos, levantando de vez en cuando la
cara al cielo para limpiarse las lgrimas que escurran a torrentes por sus mejillas
cuenta que alguna vez, ah, en Les Champs Elyses, un grupo de mujeres, animadas
por los incipientes vientos de la liberacin femenina (pero con un concepto realmente
trtolos con una pancarta que deca: "Dejad a los guapos con las guapas, y a las feas
con los feos". Mlle. Tina sonri, y Claude, despus de lanzar un beso hacia las
Es muy probable que la mitad de todo esto haya sido falso y/o exagerado, pero
ignoro si mi amigo Chema estuvo alguna vez al tanto de ello, si sospechaba algo de
aquella famosa cena del cuarteto de la muerte en Laprouse, o escuch los rumores
del flirteo de Renoir con Mara. No puedo imaginar qu hubiera dicho de saberlo. De
acuerdo de su cara cuando me deca que la tal Mlle. Tina era muy taruga, y pienso
que algo debi sospechar de esta historia, y que quiz, como yo, prefiri no decirme
nada, aunque bien hubiramos podido comentarlo, pues qu era lo que sabamos
que durante unos meses sostuvieron un noviazgo bullanguero, que gracias a ello (o
mejor, a ella) Jean y Claude se reconciliaron y juntos hicieron varias de las mejores
meses y que, al cabo, to y sobrino volvieron a pelearse, esta vez para siempre, y que
la ingenua de Mlle. Tina hizo todo lo que pudo por reconciliarlos pero fue imposible.
No haba ms.
Para m la historia de Mlle. Tina era esa especie de pastiche literario (entrevero de
La heredera con Claudine en Pars), que tena un mucho de extravagancia y mala suerte;
una vida siempre extraviada en otras historias, oculta en las pasiones de otras
giendo en un pasillo nebuloso, con su cara bobalicona que no puede ocultar una
extraa me veo con mis cabellos como plumas sopladas, mis largos ojos embargados
por un deleite turbio y la boca hmeda!". Mlle. Tina siente que el futuro le sonre
aunque le estn tomando el pelo. El chisme del menage a trois, y que posiblemente la
utilizaron como "escudo humano" (como se dice ahora en el lenguaje blico), no hizo
Siempre cre que Chema no hubiera podido sacar mucho provecho de estos
si es cierto que le hubiera dado pie para que metiera a la solterona es sus novelas,
tambin lo es que las fantasas le habran alborotado las ilusiones, y vayase a saber de
Una noche, hacia finales del mes de octubre, el bar estaba repleto con los artistas
que haban venido a celebrar que hubieran premiado a Michel Tournier con el
Goncourt, y Chema tuvo que prescindir de mi compaa para continuar con sus
encuestas ertico-financieras por Pigalle. Un nuevo cctel (que esa noche bautizamos
con el nombre de "El rey de los Alisos", en honor de la novela premiada de Tournier)
se haba hecho muy popular entre la joven intelectualidad parisina. Era una variacin
simple del clsico Martini: a una onza y media de ginebra espaola, le agregaba un
(pero para halago de mi vanidad) "El rey de los Alisos" haba convertido mi Harry's
bar en un lugar de francachela, al que gran cantidad de escritores acuda todas las
noches con cualquier pretexto. Lo natural fue que para esa celebracin memorable se
reunieran en torno al nuevo rey de las letras galas y consumieran litros de "Alisos".
Un tanto fastidiado, Chema acept quedarse a compartir la pachanga con algunos
jvenes que yo le present. Aunque era un extrao, se dio cuenta que tena que in-
de todos los dramas. Aquel premio significaba un poco ms para las letras francesas
volva por sus fueros despus del reinado efmero del Noveau Romn y todos
festejaban a los gritos aquella victoria que, hay que reconocerlo, era la de la
A eso de las diez de las noche lleg, resplandeciente, Carlos Fuentes. Despus de
abrazar a Tournier, de platicar un rato con Andr Malraux, de hacerle los honores a
Sartre (que reinaba en un rincn oscuro del bar), y darle el psame a Robbe Grillet
(que estaba inconsolable en el otro extremo del saln), vino a saludar a Chema a una
esquina de la barra.
Me dijeron que estabas en Pars le dijo inmediatamente con ese tono amistoso
y bullanguero que Carlos haba ido refinando en los ltimos aos. Cmo no me
pelcula?
pedirle a Chema fue que lo tuviera al tanto de sus pesquisas. "Ya sabes, ser como
una tumba." Chema vio cmo se lo llevaban casi en vilo, pens en Luis Procuna
saliendo en hombros despus de una tarde triunfal en la Plaza de toros Mxico, larg
un suspiro de alivio, me dijo que para sustos era ya bastante, y se fue sin despedirse
de nadie.
Si haba pensado en hacer la excursin nocturna a solas, Fuentes le quit todos los
nimos, y con su desolacin como joroba deshizo el camino hasta la casa de Renoir.
para sobreponerse de la angustia que le caus saber que Carlos estaba al tanto de sus
contar con que sa sera una de sus ltimas oportunidades para disfrutar de una
Encontr el aroma exquisito de las otras noches, estancado a medio suelo, como si
alguien lo hubiera purificado con incienso. Casi podra asegurar que recuperar el
Es cierto que sus primeras visitas al jardn tuvieron por objeto justificar su pasin
hizo inspeccionar por un hbil experto (un gascn que le recomend Sophie Sappey,
y que, como ella le dijo, encontr jugando al petaque en las Arenes de Lutece) con
quien cerr un trato para que lo arreglara en no ms de dos meses. Ya haba tenido la
ntimo, lamentaba haber contratado al jardinero, porque le gustaba el jardn tal como
anarqua que nada tena que ver con el orden de escultura de los jardines
tradicionales franceses; le seduca esa mezcla de aromas, dulce pero catica, con la
que Renoir se excitaba al punto del xtasis, pero quera mantener la promesa hecha a
Mlle. Tina, pasar por un verdadero diletante de la floricultura, y quizs hasta con-
quistarla envindole diariamente un hermoso ramo, o al menos una rosa del mejor
de los rosales: atacara la ciudadela con lirios y rosas. A la fecha no haba iniciado el
ataque floral, pero el gascn ya haba hecho avances notables: ms que arreglar los
matorrales, pareca haber dado espacio para que aquella fragancia fuera cada vez
ms ntida. Pens que se pudo ser el aroma que conmoviera al viejo Auguste
Renoir, cuando sentado en el Caf des Amis observaba el ir y venir de las mujeres
Mir hacia la ventana de Mlle. Tina. Estaba silenciosa y sombra. Los amplios
cristales y sus postigos inmviles fueron tan elocuentes y crpticos como la voz o los
ojos de Renoir narrando su vida y sus filmes. Chema no pudo evitar que la historia
que yo le haba contado sobre el origen de Mlle. Tina lo conmoviera. "Pobre mujer, ni
aun con este perfume sera la musa o modelo de nadie. Tengo la impresin de que
Hasta ese momento se dio cuenta que no le haba angustiado tanto que Carlos
que haba perdido en nimiedades. Tuvo la falsa impresin de que la vida se le estaba
yendo entre las manos, y que Rene Clair tena razn, el miedo le iba ganando la
batalla. Saba muchas cosas de Renoir de su vida, sus amores y su padre, pero de
lo que en realidad le interesaba solamente tena sospechas y una que otra historia
"Soy tan coyn como Renoir", se dijo sin apartar la vista de la ventana de Mlle.
Tina, "slo que a m me faltan los actores para mandarlos a hacer el ridculo en mi
lugar."
Estaba tan distrado con estos pensamientos que tard bastante en advertir que no
Sentada bajo una enramada, en un extremo del jardn, haba una mujer. Se le
ocurri que pudiera ser una cria-dita enamorada del mozo chimuelo, que se haba
introducido furtivamente para acudir a una cita con l. Ya iba a retirarse para no
Experiment una grato deleite porque no tena la ms remota idea de que pudiera
encontrarla. Chema supuso que tal vez en su ausencia, en las noches en que iba a
visitarme, ella sala a tomar el fresco. Sinti como si le hubiera tendido una trampa
Chema, aunque l supo sortear la prueba tomndole la mano con una venia teatral.
Ya me estaba dando miedo estar aqu sola repuso ella acercndose. Las
plantas y los arbustos se ven muy raros en la oscuridad y se escucha toda clase de
ruidos misteriosos.
Chema no haba vuelto a platicar con Mlle. Tina desde que lo recibiera por
primera vez. En alguna de las entrevistas con Renoir la haba visto pasendose por el
cuarto); y alguna vez que haba ido a recoger a su to para dar por terminada la
entrevista, intercambiaron un saludo formal, pero nada ms. En las seis semanas que
llevaba viviendo en su casa, solamente se hablaron con la mirada y l hizo muy poco
para seducirla: no le haba enviado una sola flor, no la haba buscado, no le haba
siquiera escrito en respuesta a las notas en que ella le notificaba la hora en que
tendra sus citas con Renoir, ni nada de nada. De golpe le volvi la sensacin de que
Qu quiere decir?
Que usted podra salir todas las noches. Esa es su recmara, no?
No. Nosotros vivimos en el otro lado de la casa. Adems nos acostamos muy
misterio de sus vidas, y sobre todo, que no entenda, entonces, qu poda haber
Son ustedes una familia muy rara se atrevi a decir. Estoy muy
alguna.
Chema pens que era tan directa, tan sin chiste, que bien podra tomarla de los
brazos y besarla, que ella apenas opondra resistencia. "Por qu hace eso?", le
barruntaba que fuera cual fuera su respuesta, le helara la sangre. Hasta ese
momento, mirndola sin discrecin, se dio cuenta de que se haba puesto todas sus
joyas (su cuello largo estaba lleno de collares con cuentas de colores y sus manos
tintineaban por la cantidad de dijes que colgaban de las pulseras de oro y plata), pero
que vesta solamente un camisn de seda, bajo el que su cuerpo se insinuaba sin
recato. Chema nunca haba visto tantas joyas juntas en una mujer tan precariamente
Tina. Esta noche me sugiri que saliera al jardn, pero a m no me gusta dejarlo
solo.
Se siente mal? Est enfermo? pregunt Chema con ms emocin, segn
sospech, de la que convena revelar, pero la advertencia que le haba hecho Carlos
Fuentes pocas horas antes le sali al encuentro, y pens que Renoir haba enfermado
La tom del brazo, sinti la tibieza de sus muslos junto a los suyos, y el aroma
camisn blanco, la hacan aparecer como una visin fantasmal. En ese momento
nadie hubiera podido afirmar que Mlle. Tina era tan absolutamente fea, pero sus
la iglesia de Saint Etienne du Mont, esas claras campanadas que en algunas calles
formulando otras a su vez, sin hacer ninguna pausa. Le cont de sus primeros aos
Azul, donde antiguamente pasaban todos los veranos y reciban la visita de las
grandes luminarias del cine francs. Hablaba y hablaba, sin propsito aparente,
arreglndose el pelo con sus huesudas manos enjoyadas. Miraba a Chema con ojos
languidez de la pasin.
"Como es un brujo consumado, tal vez Renoir adivin que yo volvera temprano",
pens Chema con cierta incomodidad, "y le pidi a su sobrina que saliera para
suya que ella se vistiera en esa recmara para que yo pudiera verla, despus de todo
fue l quien me dijo dnde debera sentarme. Me la estar ofreciendo?, querr que
No descart, sin embargo, que sus sospechas fueran otra de sus tantas fantasas de
guiol.
Los recuerdos de Mlle. Tina parecan muy antiguos y ella se perda en ellos como
ciudad extica, falsa, de cuento de hadas, un tanto acartonada. Su voz era viva, pero
madurez insulsa, tanto as, que de pronto a Chema se le ocurri figurrsela dentro de
poda haber inspirado? Record que al principio de la noche haba pensado que Mlle.
Tina no poda ser musa de nadie con aquella su absoluta falta de belleza y gracia. Se
la podra imaginar, al menos, como una de las tantas extras que Renoir contrataba
para sus pelculas?, como ayudante del laboratorio casero donde editaba los rushes
de desperdicio? No, ni de Proust ni de Renoir, era imposible que Mlle. Tina hubiera
brillante mundo social del Fabourgh; y porque haba estado siempre al margen de las
maquinaciones estticas de su to, y no haba razn para suponer que supiera algo de
las fotos o la pelcula. Esta presuncin lo regocij porque le haca sentir ms tranquilo
frente a ella, pero record que la carta de rechazo que haba recibido Carlos Fuentes
era de su puo y letra, y aun cuando le hubiera sido dictada, era una prueba
contundente de que conoca al menos la existencia (verdadera o supuesta) de las
fotos con los desnudos de Mara. De pronto resurgi en l, a la vista de aquel rostro
haba observado hasta ese momento: Podra contar con ella?, sera capaz de
por los muslos, y mova los brazos en redondo desparramando su perfume por todos
lados casi sin misericordia. Chema decidi que no poda seguir esperando, que en
desconcertado ante la voz de trueno con que la solterona le haba enunciado, pausa-
director, de tal o cual actriz, en colores o blanco y negro. Ay, fue un verdadero
fastidio! Casi diario bamos a un cine diferente... Pero eso fue hace mucho, ahora, ya
No se crea.
Su to le habr contado muchas ancdotas. Si con la poca confianza que me
Oh, debi haber venido usted hace diez aos! En aquella poca todava contaba
muchas cosas.
ma.
Mlle. Tina, sin malicia, como si esa fuera, tambin para ella, la ocasin para hablar de
Mara.
preferidas:
locamente.
Deca que era su diosa, que estaba deslumbrado, aunque cambi mucho
despus de que filmaron juntos. Fue otro desde entonces... segn me dicen.
Con el rabillo del ojo, Mlle. Tina vio cmo Chema se alteraba. Percibi claramente
su turbacin, una turbacin que bordeaba los celos. El tono de su voz haba sido
recndito.
Parece un sueo murmur Chema, sin poder contenerse ms, como si hubiera
decidido en ese instante jugar todas sus cartas. Dgame, su to me dijo que
Algn retrato?
como tales, y temi haber dado pie para una de las interminables discusiones de caf
en las que se enredaban los intelectuales mexicanos para definir cundo s, o cundo
asuntos ms personales, Mlle. Tina era fra e imperturbable, pero cuando entraban en
acompa, tratando de devolver el corazn a su lugar, por el estrecho pasillo que los
Buenas noches, buenas noches iba repitiendo ella como una autmata.
tomndola de la mano.
Chema la tom de los brazos, le pareci sentir las nubes de deseo que crispaban su
verlo.
extraviado, como si recelara de haber hecho una confesin de ms. Chema sinti un
arranque de ternura por ella, tal vez un resto de compasin o lstima que se le
confundi con deseo, quiso abrazarla pero ella se zaf de sus manos y abri la puerta
la puerta.
Ah! Otra vez. Esa pregunta tambin es de su to, no lo puede negar protest
cariosamente Chema.
momento vacil, de modo que despus de un leve carraspeo, dej caer la cara al
En efecto, estoy buscando fotos de Mara para una revista que tengo en Mxico.
desapareci de su vista.
podra ser personaje de Proust. "Esta mujer apenas cabra en un folletn de Vargas
Vila".
Esa noche tuvo un sueo de espanto. Estaba afuera del despacho del notario de su
pueblo (por alguna razn desconocida nunca haba podido olvidar aquel cuarto
ttrico, que siempre estuvo repleto de cartapacios de suelo a techo). Mlle. Tina vesta
una bata de seda transparente que le cubra medio cuerpo. Detrs de una mesa,
erizaba sobre sus patas traseras, parado en un escritorio monumental. Al ver que
movimiento de dedos para que la siguiera. Renoir tomaba uno de los cartapacios
pedregoso los acompaaba mientras pasaban a la salita del cabaret de mala muerte
espalda y mirndose en los espejos del escenario pona el dedo ndice sobre los
prenda sobre un jarrn lleno de flores de papel mach. Renoir sacaba una fotografa
cubra escasamente los senos y el sexo con sus brazos. Con un estremecimiento,
Chema pensaba en una gran esponja de mar con la que frotaba su cara: quera borrar
su boca torcida, su nariz ganchuda y el destello encontrado de sus ojos bizcos. Plido
pose de la foto.
viento haba llevado desde el jardn a travs de la ventana abierta. Afuera, el cielo
estaba encapotado y no haba ms rastro del ltimo sol del otoo. Entonces se dio
cuenta de que el invierno haba empezado con dos meses de anticipacin, y neg el
presagio de su sueo.
CINCO
bar, se encontr con Mlle. Tina mirndose con atencin imperturbable en el espejo
que constitua el nico mobiliario del hall de la entrada. No fingi hallarse ah por
casualidad, era demasiado simple para emplear tales ardides. Estaba vestida casi
sujetando su cintura.
Lo estaba esperando se apresur a manifestar apenas apareci su inquilino.
pie a aquel ritmo frentico de confidencias sin ton ni son), de la misma manera se
al mutismo aplastante de los primeros das. En ese lapso Chema haba iniciado, al fin,
el ataque a la fortaleza con lirios y rosas, creyendo que en muy poco tiempo sera
Quiere hablar con usted... dijo Mlle. Tina sonriendo, como asombrndose de
Chema intua que le quedaba poco tiempo, estaba convencido de que solamente
(seguramente sin querer) se lo haba hecho comprender mientras caminaban por las
calles iluminadas de Saint Germain des Pres. Fue toda una sorpresa que hubiera
intimidad que ya haba surgido entre los dos, y que ms bien recordaba la forma
mismo lugar. El viento spero del prematuro invierno se escuchaba tras la puerta de
la entrada sin que ninguno de los dos atinara a romper la mutua desconfianza que
apareca en sus miradas. Repentinamente Chema incurri en la impertinencia feliz de
Ya que el destino nos puso aqu le dijo entrelazando sus dedos con los de
Tomemos una copa, un helado, lo que usted quiera. Demos una vuelta por el
Le har mucho bien agreg Chema para darle nimos. Adems, est usted
Llevaba uno de esos vestidos de ninfa que parecan gustarle tanto; suelto, con
mangas hasta las muecas y falda a media pantorrilla, estaba estampado por todos
lados con florecitas azules; calzaba unas sandalias de plataforma y sobre los hombros
trenzados de seda, que era el ltimo grito de la moda en la poca del charleston.
Sofocada, como a punto de echarse a llorar, la pobre mujer fij la vista en el suelo y
Chema not, nuevamente, la rara capacidad que tena Mlle. Tina para transmitir
devastado las hojas de todos los rboles. La admiracin de Mlle. Tina fue tan fresca y
espontnea como la de un turista recin llegado. Se mova entre la gente como una
minifalda con aire adormilado, los actores de banqueta que representan escenas de
Teatro No o imitan a Marcel Marceau junto al busto cadavrico del abate Mabillon, los
de los cafs, parecan flotar en el destello de las luces de nen de los faroles.
los intelectuales pasan la vida sentados en alguna de esas mesas, discutiendo hasta
Mlle. Tina entr sin decir palabra, no lograba decidirse a comentar nada y todo lo
grupo de mujeres vestidas con desechos hindes, que a la legua se vea eran
Para que pudieran disfrutar tanto del interior del caf como de la calle, Chema se
sent junto a la esquina ochavada, bajo una de las lmparas art dec que siempre le
recordaban los diseos de Ert. El escndalo estaba tan propagado que hasta los que
A juzgar por su mutismo, se hubiera dicho que para Mlle. Tina el barrio era una
autntica revelacin, o que en sus salidas nunca haba visitado esa calle, que alguna
vez fue el centro del movimiento existencialista. Curioso, sin saber como iniciar la
su ltimo paseo.
podra precisarlo?
reclusin.
Por la cara de Mlle. Tina pas una sonrisa picara y Chema no pudo ignorar el resto
locura del corazn se sinti tentado a besarla, pero la distancia invencible que su
fealdad haba impuesto desde el principio entre los dos, volvi a brotar dejndolo a
disfrutaba tanto provocndola, y por qu, al mismo tiempo, sufra slo de pensar en
acariciarla? Despus de aquella salida, Chema haba seguido soando que ella se
desnudaba de mil maneras. Era el mismo sueo de toda su vida, en que ella apareca,
rutilante, al centro de un haz de luz azul, toda azul, azul claro, azul oscuro, azul
en el escenario para iniciar su inacabable streap-tease, pero otras, iba a sentarse en sus
piernas, y pasando sus descarnadas manos entre sus cabellos y moviendo el vientre
bajarle los tirantes del sostn, o meta sus dedos entre su pantaleta dicindole "as,
as, despacito mi amor". Murmuraba obscenidades de placer que parecan los versos
de una cancin en francs que el escaso pblico de su sueo coreaba con aplausos y
prueba pblica de amor e incitaba al auditorio a que lo animaran para que se la diera.
Chema combata su naturaleza cobarde y se dejaba guiar por las ascuas encendidas
con que Mlle. Tina atizaba su inters, pero todo su cuerpo se rebelaba a un sacrificio
que l mismo haba propuesto. "Para qu quiere una prueba?", le preguntaba con
angustia. "Para ayudarlo, dme una prueba para ayudarlo... para ayudarlo..." Y
entonces, como siempre, se despertaba sudando a pesar del viento glido que haca
chirriar su ventana abierta, y el recuerdo del paseo volva a l, inclemente, con todo
el terror y esperanza de cada instante, de cada palabra, de todos los lugares que
visitaron.
A qu otra cosa podra aferrarse ya, si no era a esa solterona arrebatada y mustia?
sobrevivir a los enigmas de sus sueos, aguzar el instinto y decidirse a actuar con
prontitud. Volvi a la tcnica del arrebato inspirado (que ya haba utilizado con tan
soltndose de las manos de Chema, acezante y trmula. Su voz, como tantas veces,
Como si fuera una repeticin de la primera vez que entr a la casa, la sigui por el
tnel que los llevaba a la sala "Pierre Auguste Renoir", alumbrado por el poderoso
reflector a sus espaldas; pas al lado de la terraza del jardn y entr a la salita de
los rincones. Renoir estaba en el mismo silln, en la misma actitud, vestido con el
mismo disfraz de Casanova, pero con unos lentes engaosos cubrindole los ojos
(como los que se usaban en los aos cincuenta para ver las pelculas en tercera
retadoramente.
Haba algo torvo en el aspecto del director (principalmente por los anteojos verde
montono, intil.
A Chema le bast con ver el fuego de sus gestos para saber que sospechaba de l,
haba engaado. Lo saba todo: que estaba en su casa para apoderarse de las fotos,
que se haba hecho pasar por un mosquita muerta pero era un estafador, ms que
eso, era un ratero y quera utilizar a la sobrina como anzuelo. "En sus largas horas de
silencio y soledad", pens Chema sin quitar la vista del divino Renoir, "ha elaborado
un plan del que esta cita es el primer paso. Quiz quiera echarme de la casa, romper
mis ilusiones dicindome que me olvide de las fotos y la pelcula. O peor an, quiere
darme a entender que si sigo adelante est dispuesto a destruirlo todo". Por un
sardanpalo todos sus tesoros. Imagin a la casona de su desgracia ardiendo por los
hacerse guaje.
Mlle. Tina le acerc una silla y le dijo que ah estara ms cmodo. Ambos, Renoir
y Chema, la vieron con la infinita perplejidad con la que se atiende a los tontos.
Igual que le haba pasado la otra noche con Mlle. Tina, este reencuentro estaba
que a l no poda tomarlo de la mano y abrazarlo) Chema le dijo que haba extraado
mucho sus entrevistas: su texto iba muy bien, pero le preocupaba que quedara
incompleto, o que al final, por tantas interrupciones, se le notaran los saltos. Su vida,
la intensa vida que Renoir haba llevado transformado por el cine, le pareca tan llena
cuerpo antes de encender la etrea luz azul, como si se doliera de todava estar vivo a
su edad. Claro, que si comparamos otras pocas con lo que vivo hoy, a cualquiera
aquellos das.
rincn de la boca.
Chema la vio como si esperara, de ella, una respuesta airada, y no pudo sino
recordar la euforia que el vino le produjera la otra noche en el Caf de Flore. Algo
todava de esa inusitada alegra vagaba en su gesto hipcrita. Fue la primera vez que
hubiera dicho que, al calor del alcohol, el plido fantasma errante de su juventud
Donde usted quiera. Esta es su noche respondi Chema, animado quiz por el
bullicio que reinaba en todos lados. Chema salud a un grupo de escritores con los
que se top en la puerta (eran los mismos que se haban llevado en vilo a Carlos
mesa de la de Beauvoir.
Conoce usted a mucha gente en Pars? pregunt Mlle. Tina siguiendo con la
mirada a los alborotados muchachos hasta que se abrazaron y besaron con las
No, a pocos. Viv aqu hace muchos aos, pero casi no veo a mis conocidos de
aquel tiempo.
cinema Saint Germain, platicaba en la terraza del Deux Magots o el Bonaparte, beba
cerveza en la Barasserie Lipp, o revisaba las novedades entre las mesas de la librera
vieran (como los jvenes en la puerta del Caf de Flore) y pensarn que enamoraba al
repente record las pesadillas en que Mlle. Tina haca su streap y tuvo la inspiracin
de gracia de llevarla al cabaret Le Narcisse donde acostumbrbamos finalizar
Mlle. Tina lo tom del brazo y se recarg en su hombro. l pudo notar el aroma que
despeda su cuerpo entero, un perfume que, no sabra decir por qu, pareca emanar
de la seda de su vestido.
las farolas.
menos oportuno.
su voz un tono que igualara la gravedad radiofnica de las palabras de Mlle. Tina.
No quiere que se vaya. Desea que permanezca en la casa, pero usted lo perturba
mucho.
Desde luego. Como le dije desde el primer da, desea que yo disponga de algn
dinero.
Y cunto dinero quiere que tenga usted? volvi a inquirir Chema con todo el
optimismo del que era capaz. Debera fijar una suma para que yo me quede hasta
completarla.
Ah, eso no estara bien! exclam la solterona un tanto irritada pero sonriendo.
gastar todos sus ahorros en una nueva pelcula y no le parece dejarme desprotegida.
Quiere obtener dinero por otras vas, aunque sera incapaz de hacer lo que usted
dice.
Vamos a suponer que yo tenga mis motivos para poner a disposicin de su to
Mlle. Tina asinti con la cabeza, mirando fijamente cmo la mano de l se paseaba
parlamentos de sus personajes favoritos para hablar como ellos cuando la visitaran
sus familiares polticos: "Me ofende usted seor mo", "esta pasin me destroza el
corazn", "mi marido es mi calvario", "vamos a suponer que tenga mis motivos".
Durante su infancia se armaba un gran lo entre ella (su madre) y las actrices que
impresin de que todas eran la misma persona. Ahora l podra fcilmente ser
Chema sintiendo que renacan en su cara los gestos que haca su madre junto al radio
voz), sin apartar la mirada impvida de la mano que Chema mova sobre su pierna.
posibilidad de engaarlo.
solicitado antes, le han escrito incluso, le han ofrecido mucho dinero y eso lo
exaspera terriblemente.
Luego, posee efectivamente las fotos? se apresur Chema a preguntar,
Oh, s! Las tiene todas suspir Mlle. Tina con una extraa zozobra en la voz,
Inclusive la pelcula?
La pregunta fue como un acicate de locura para la mano que, palpitante, buscaba
Cualquier cosa?
cegadora que caa por todos lados. Chema y la solterona bajaron del taxi tomados de
la mano. Ella estaba todava alterada y l temi que le pidiera que volvieran a su
entrada del cabaret, justo en el momento que sala una prostituta que les sonri con
un palillo entre los dientes; Mlle. Tina se le qued viendo azoradsima, y empez a
preguntar, con una torpeza social irredimible, si Chema iba frecuentemente ah, si
conoca a todas esas mujeres, si saba sus nombres; l contestaba casi auto-
mticamente, pues su atencin estaba muy lejos, aquellas palabras pronunciadas por
ella haca unos pocos minutos "Oh s! Las tiene todas...s, s... la pelcula tam-
tocado la llaga de sus ilusiones haciendo brotar de ellas todas sus fantasas.
Vindola ahora, ah sentada cerca de su to, con su gesto entre aturdido e ingenuo,
Chema volvi a sospechar que era muy capaz de haber advertido a Renoir de la
estaban tendiendo una trampa? Seran ambos tan avaros para fingir aquel encuentro
corresponda con la imagen ideal que se haba formado del divino Renoir. Sin
embargo, le era forzoso admitir que, a pesar de todo, debera concederle ciertos
quien se mostr dispuesto a pagar lo que fuera, insinuando que era un periodista
sofisticado, con los medios suficientes para conseguir lo que le virtiera en gana.
Entiende usted mucho de curiosidades, segn tengo entendido dijo Renoir sin
haberlo saludado.
por las cuales paga la gente tanto dinero hoy en da. Conoce los precios?
Renoir muy bien poda ejercer un poder hipntico sobre ella y que la pobre haba
ingenuamente:
dimensin en la nariz.
Con mano torpe sac, de una bolsita de gamuza anudada al cinturn de cuero de
finalmente el paquete.
emocin.
Slo me separara de ellas por una buena suma aadi el anciano director. Su
rudeza era algo ms que una artimaa para sobrevivir a la vejez o conseguir sustento
a la sobrina.
que tuvieran unas rayas rojas y azules pintadas alrededor de los objetos y el cuerpo
de su diosa. Era debido a una de las tantas tretas de Mara para escaparse del
desnudo? Pero, treta o no, ah estaba ella, sin ropa, espectacular y grandiosa.
Sin esto no podr verlas bien le dijo Renoir entregndole los anteojos verde y
rojo.
Chema se los puso frente a los ojos y su corazn dio un vuelco. Mara pareca
salirse del papel, tan fresca y viva como l la guardaba en su memoria. Algo tena
cuarto de las calles de Pedro Moreno: la mirada vaga, la mano en el pubis, la cabeza
echada hacia atrs, las caderas redondas, redondsimas, el pelo como cascada
crispado sobre los hombros, y la tercera dimensin que pareca producir aquel
gemido agudo de placer con que Mara lo conden a ser su eterno y frustrado
enamorado. Chema fue pasando frente a su mirada atnita todas las fotos: un close up
como los que le gustaban tanto a Renoir; un detalle de la mano acariciando el sexo;
tomada la pintura del relicario que le haba mostrado Efran Huerta. La vio,
Mi sobrino Claude hizo una miniatura de esa foto. Era un homenaje a su abuelo.
miniatura que haba visto. Mara estaba frente a un espejo probndose un corset
negro; al frente, de espaldas (igual que en uno de los lados del relicario) estaba ella,
sus largas piernas y sus nalgas fisgonas, eternas y efmeras, que contaban como en un
susurro el cuchicheo de su entrepierna; del otro lado, su reflejo sostena bajo los
se mareaba.
Solamente quiero que me diga cunto puedo sacarle a estas bromas. Ya tengo una
sera el mximo que podra obtener. Tal vez en Mxico haya quien quiera
comprrmelas.
momento Chema lo crey capaz de darle una cachetada ante el temor de perder sus
joyas. Lo mir con el mismo rencor de sus pupilas pero inmediatamente se las
devolvi.
seguramente las habr tasado usted muy por encima de mis posibilidades.
Renoir volvi a envolver cuidadosamente las fotos en el papel cebolla. Arrebat
los anteojos de las manos de Chema y vio por ltima vez la foto en la que se haba
inspirado su sobrino Claude para pintar la miniatura del relicario que tena Efrain. Se
volvi hacia Chema, desliz una vaga sonrisa y un suspiro de desprecio. Nunca vio a
nadie tan parecido a la idea que uno tiene de un agiotista del Renacimiento.
En cualquier caso, espero que no aceptar ninguna oferta sin hacrmelo saber
comprador.
Dgame cunto quiere, ponga usted el precio para todos los objetos que tiene de
lentes de tercera dimensin puestos sobre los ojos. Pareca que iba a decirle algo, pero
Un silencio sbito alete sobre los dos para que Mlle. Tina (que pareca haber
Se fatiga con tanta facilidad y sigue insistiendo en hacer estas ridculas fiestas de
disfraces.
volando por los aires, ensayando una pelcula que no les corresponda?
Est muy cansado se quej Mlle. Tina. Probablemente esta noche se sentir
enfermo.
pelcula.
Hizo una mueca de dolor, tal vez quiso sonrer, y apag la luz azul. La habitacin
A Chema le hubiera gustado pedirle que bajara esa noche al jardn, pero sintiendo
Ya conozco el camino dijo con una sonrisa falsa pintada a media cara, por
m no se preocupen.
Vio a la infeliz pareja retirarse dando pasitos cortos, como si estuvieran saltando la
rayuela. Casanova iba apoyado en el brazo de su angustiada Venus, atacado por una
tos que retumbaba en su pecho. A su paso iban dejando desaliento, angustias, vanas
girando sin sentido, y la gran concha Art nouveau no sugeran tesoros ocultos. Sin
ese momento, pues estaba parcialmente oculto por la pantalla. Era una especie de
primera vez que entr a la sala, o quiz no lo vio por la sorpresa que le produjo el
disfraz de Renoir. Era muy probable que las imgenes ms bellas de Mara lan-
descubri una cortina junto al escritorio, que daba a una recmara oscura. Se meti y
desde la oscuridad vio que la solterona regresaba, seguramente para buscarlo. Era
tarde para salir y confesar que haba estado fisgoneando. Mlle. Tina se qued viendo
hacia el mueble negro con tal intensidad que Chema confirm sus suposiciones. "Una
Era, por cierto, una esperanza ftil, pues Chema no tena la menor intencin (contra-
diciendo el espritu del culebrn que inventaba) de violar el gran escritorio negro
Segura de que Chema ya no estaba ah, Mlle. Tina acomod el silln reclinable
vestido varios palillos de incienso y los encaj en el corazn de cada flor; encendi
sin ilusiones uno por uno y vio silenciosamente el humillo de sndalo que esparca
en rededor un perfume dulzarrn que diluy el acre olor de los rincones. Se retir
"Cmo voy a salir de aqu?", se pregunt Jos Mara Snchez, alias Lucifer,
buscando a tientas en la pared hasta que apret sin querer el encendedor de la luz.
sombreros, y flores de seda. Era notable, sobre todo, la coleccin de vibradores; los
haba grandes, enormes, diminutos, simples, de doble verga, lisos, con las venas
incienso y una enorme variedad de menjurjes hechos con ala de mosca espaola para
estimular el deseo sexual. Todo aquello pareca el repertorio de una de las tantas
testimonio de sus huellas digitales en ningn lado) pero miraba cautivado cada
objeto, por lo que deca, por lo que encerraba de su dueo. Seran stos los objetos
que le haban ganado fama de brujo? Chema lo imagin, con sombrero de cucurucho
la que sacaba sus elxires de amor. El divino Renoir era un brujo de la pasin, un
Y Mlle. Tina?, conoca ese cuarto?, era ella la encargada de asearlo, de sacudir
los vibradores?, estaba hechizada por Renoir y a eso se deba su obediencia sumisa?,
o era su cmplice y haba contribuido con su granito de arena (lase, otra vez,
hubiera visto con tanta atencin a las bailarinas que se desnudaban una tras otra,
vestidas con botas negras como las que haba ah, con tiranteras iguales a las que
estaban en una esquina, azotando un ltigo como ese mismo, deshacindose de los
mismos corsetes, las mismas medias, arrojando las ligas al pblico, arrancndose del
sexo una de esas flores de seda negra que estaban colgadas en la pared. Todo
quedaba claro, por eso no quitaba la vista del escenario, y se pegaba a Chema (casi
muslo, conteniendo el deseo. Chema haba pedido una botella de champagne que
reposaba en una cubeta llena de hielos y de la que, a cada rato, Mlle. Tina rellenaba
palabras que la solterona haba dicho, "Oh, s! Las tiene todas... s, s... la pelcula
botella y media, y le ilusion el aliento mgico con que en el escenario la chiquilla fue
Salieron despus de dos horas largas. Mlle. Tina estaba totalmente borracha y
Chema, mareado, la tena que cargar para que caminara. Deca incoherencias
trax y not cmo sus dbiles msculos se contraan. Haba imaginado que abrazara
a la jovencita del cabaret, pero en ese momento repar que su acompaante tena el
cuerpo pellejudo y flaco. Qu se haba hecho aquella figura que vio tras la ventana?,
haba sido o no Mlle. Tina quien se visti frente a l? Un ademn, la vida que lo
chofer (el tpico francs de aspecto inconsolable) apenas y los miraba por el espejo.
Chema baj la mirada hacia ella y su rostro desfigurado por las lgrimas, sus mejillas
sinti abandonado, extrao, solo, curiosamente a merced del poder de Mlle. Tina.
Hubiera querido aventarla fuera del coche, pero en cambio la jal hacia s y busc
pecho, sin poder contener el aluvin de su voz beoda. "Oh, s! Las tiene todas...s, s...
Finalmente todo haba acabado como la de San Quintn: llegaron a su casa y Mlle.
"Necesito una prueba", le pidi; o no, quiz le dijo "Te dar una prueba". Su espaol
era prcticamente inentendible, pero Chema no hizo nada por detenerla y aclarar lo
canalla de la radionovela que estaba viviendo: "Un resto de honradez le hizo dejarla
ir sin haber abusado de ella", se dijo mientras suba las escaleras y se deshaca el
nudo de la corbata. "El malvado se retir a sus habitaciones sabiendo que la prxima
vez sera inclemente con la inocente jovencita cuyo nico pecado era ser fea, fea hasta
decir basta."
Pero ahora se daba cuenta que haba estado equivocado al juzgar con tal ligereza
la actitud de la solterona. Si Mlle. Tina conoca ese museo de lo ertico, era imposible
que fuera la vctima inocente que siempre supuso. Podra estar equivocado? No, de
cuidado de ensearle las fotos frente a ella, por qu la iba a mantener alejada de ah?
Adems, ella hubiera podido entrar en cualquier momento y verlo todo como Chema
De repente, su vista top con una hoja manuscrita enmarcada en dorado. Era una
transparente bajo el portabustos y un fleco de seda como remate: el mismo corset que
negro de su pubis. La carta escrita con letra grande, redonda y cuidada, de trazos
finos, como de nia del Sagrado Corazn estaba probablemente dirigida a Renoir,
pero no tena encabezado ni firma: "Qu hace usted en este momento?, descansa de
m?, tiene de nuevo la inflamacin de la que me habl ayer? Desde que llegu aqu
no hago ms que pensar en la nota que usted me hizo llegar antes de que saliera.
Pens que todo haba terminado y que no deseaba volver a verme. S muy bien lo
que le debo y me entristeca dejarlo, pero pensaba que as cumpla sus deseos, aun-
una sola vez desde que no nos vemos. Le creer que tiene nostalgia de mi querido
coo?, que quiere chuparlo y meter en l su lengua? Le parece que puedo hacer
algn comentario, que siquiera puedo permitir que me lo diga? Ha sido usted muy
atrevido, querido, creo que es la primera vez en mi vida que me escriben de ese
modo. Debera, no obstante, estar ofendida. Reclamarle con el respeto que le debo,
pero reclamarle. Hasta dnde irn las cosas si no? Pero tengo que reconocer que me
La carta no continuaba, era esa sola hoja y ya, y Chema sinti que el nudo de su
garganta se apretaba hasta asfixiarlo. Hasta el color verde claro del papel tena mal
aspecto. Era un color falso, descorazonador. La bella letra redonda, de trazos largos,
de patines alargados hacia arriba, le pareci monstruosa. Haba sido Mara capaz de
escribir aquella carta, esas lneas malvadas, solamente porque Renoir haba confiado
en sus dotes de actriz como nadie lo haba hecho antes?, o ella tambin haba cedido
bajo el imperio de los elxires mgicos que el director le haba obligado a beber? En
todos lados, en cada objeto, en la bella letra de nia del Sagrado Corazn vio seales
inequvocas de la pasin de Mara por Renoir. Ella haba estado ah y tambin haba
sido aleccionada por el director, hechizada por sus menjurjes, seducida a base de
viejo pareca conocer como nadie. Tal vez el pasillo, ms que un simple museo, era
una suerte de arsenal ertico combinado con sala de trofeos, y Renoir haba ido
guardando no slo sus armas de seduccin, sino las pruebas de todas esas
seducciones: los pauelos, las medias, los sostenes, las pantaletas de las mujeres con
las que se haba acostado, sus trofeos de amor. Record la sonrisa cnica de Renoir
advirtindole que era un fetichista inveterado. Una ola de celos, de envidia, de coraje
en todas partes como zarpazos de pasin y sexo, y hasta crey percibir restos del olor
al coito que haba tenido con Renoir, que su perfume acre le picaba los ojos y le
incendiaba la garganta, y encontr la nica pista que le faltaba para saber cmo se
haba filmado la pelcula porno: Renoir haba terminado de filmarla ah, al abrigo de
sus fetiches; ah se haba desnudado Mara sin poder oponer resistencia al maldito
director: los ltimos rushes de la pelcula triple equis eran el trofeo ms preciado del
museo del divino Jean Renoir! No pudo contenerse y tom el corset de seda, primero
para buscar en l una prueba fehaciente de que haba sido el que Mara haba usado
para que la fotografiaran una firma en la etiqueta, una dedicatoria en la copa del
La ocasin hace al ladrn y Jos Mara Snchez, alias Lucifer, corri hacia el fin del
pasillo (pues como haba presentido, por el otro extremo se sala a la sala "Pierre
Lo despert la msica. Primero fue un rumor leve, lejano, pero poco a poco la
Trenet premonitorio. Que reste-t-ill de nous amour? Que reste-t-ill de ces beax jours? A
mareado, con las marcas de los ganchos del corset sobre la cara. No supo cunto
tiempo haba estado as, pero el mundo se haba vuelto un remanso meldico.
Apenas y se acordaba de lo que haba pasado, pero el corset, tendido como colcha
record que haba ido a refugiarse a su cuarto, como un delincuente, para que nadie
le quitara la prenda que alguna vez haba usado su Mara. Haba tenido la intencin
qued dormido sin darse cuenta. Tena la sensacin de haber bebido mucho o que lo
haban narcotizado, de que la cabeza se le iba y el resto de sndalo que traa pegado
alfombra, un trozo de cara siniestra, con unos ojillos negros y maliciosos cargados de
venenoso desprecio, que se ponan y quitaban los anteojos verde y rojo de tercera
vibradores que posea Renoir. En cualquier caso, las imgenes se fueron diluyendo al
ritmo de la vieja cancin francesa cuyo estribillo le llegaba a lo lejos: Que reste-t-ill de
tout cel? Un petit village, un vieux clocher. Seguramente ya haban llegado los
ntima y creer que, al fin, se acercaba a Mara, haba echado todo por la borda. Todas
las semanas, las palabras, el coqueteo, la cortesa y el dinero que haba invertido en
bao, se cambi de traje y decidi bajar con la esperanza de que la fiesta fuera en otra
Para su fortuna, encontr la puerta del tnel abierta. Camin a oscuras, con pasos
que se repeta y repeta eternamente. Por un listn de luz que se escapaba por la
puerta entreabierta de la sala de proyecciones supo que la fiesta era ah. Nadie
Seguramente estaban viendo una pelcula muda. Chema se acerc pero nicamente
pantalla. El aroma a sndalo se mezclaba con el perfume de las flores que el viento
corset a su sitio. Hizo el menor ruido posible, apart con el pie dos cojines, abri
ritmo de la msica. Tuvo que detenerse porque la cortina que daba a la sala de
proyecciones estaba abierta y lo podan ver cuando cruzara frente a ella. Pens en
tirar el corset y salir corriendo; as, si descubran que l haba estado ah, podra decir
que haba tirado el corset en un descuido, pero al ver que no faltaba nada, Renoir
tendra que confiar en l. Una sonrisa surc su cara y se dijo que ya que estaba de
vuelta y nadie haba notado su presencia, muy bien podra averiguar quines eran
los invitados a la fiesta de disfraces. Con mucho cuidado, pie a pie, con el batir de su
corazn lleno de ansiedad, impaciente, aterrado pero tambin solemne, como los
proyecciones. Ante sus ojos apareci Renoir, sentado en su silln reclinable, con la
cabeza vuelta al cielo raso, despatarrado, con el vientre peludo al aire y los calzones
de Casanova arrugados en los tobillos. Mlle. Tina estaba hincada frente a l, vestida
solamente con la ropa interior de bailarina del siglo pasado, acariciando los pro-
hacan arrumacos con el humillo estancado del incienso de sndalo. Que reste-t-ill des
billets doux. Des mois d'avril de rendez-vous. Un souvenir qui me poursuit sans cesse. Mlle
Tina se volvi hacia Chema. Tena el rostro humedecido, los ojos inyectados de
Chema solt el corset, presa de un temblor de fiebre, y sali recogiendo sus pasos
por el extremo del pasillo. Antes de alcanzar la puerta, el espejo del hall de la entrada
puso su cara frente a l, su cara de siempre, que en ese momento lo mir sorprendida
Cuando lleg al Harry's bar se haba echado diez aos encima. Tena el rostro gris
de los insomnes, con un gesto de dolor despiadadamente iluminado por la luz morte-
No volv a ver a Chema despus de esa ocasin. Nuestra ltima entrevista estuvo
tan llena de exabruptos que me fue imposible calmarlo. Apenas pude desentraar, de
entre la maraa de sus palabras, lo que en verdad haba pasado aquella tarde en casa
utilizado, por aquella pareja de depravados?, tuvo celos, a fin de cuentas, de que
Mlle. Tina se entregara a su to de una forma que l haba rechazado pocos das antes
calmado, pero no regres nunca ms por el bar y no tuvimos tiempo para nada, ni
para aclarar lo que haba sentido, ni siquiera para despedirnos como era debido.
Alguna vez le pregunt a Rene Clair si saba lo que haba pasado con l, pero el
Renoir, y la de los amores de Jean con Catherine Hessling, pero eludi el tema de
Chema por completo. Insist y le dije que Chema haba sido mi amigo, que me haba
contado (podramos decir que con lujo de detalles) todo lo sucedido en aquel otoo
tormentoso.
Usted debe saber si volvi a Mxico o no, si consigui ver la pelcula. En fin, qu
cognac, me palme una mano, me dijo que tena una vaga molestia en la cadera, que
le dola un poco la rodilla (lo que probablemente significara que en las prximas
horas tendramos lluvia), y se retir sostenindose del brazo del chofer que haba
venido a buscarlo.
Por mucho tiempo pens que Chema se haba ido del pas decepcionado de todo
lo que haba padecido en esas semanas, que solamente quera olvidar aqulla, su
escribira, pues despus de todo yo era su amigo y acabara por valorar nuestra
Si vena algn mexicano por el bar le preguntaba si conoca a Jos Mara Snchez,
alias Lucifer, de oficio crtico de cine, pero nadie supo darme razn de l. Ni siquiera
Carlos Fuentes, durante el tiempo que fue embajador, pudo decirme qu haba
Alguna vez fui a sentarme al caf que estaba frente a la casa de Renoir para espiar
si alguien entraba o sala, pero tal como me lo haba advertido Chema, la casona
pareca estar fuera de Pars, implantada sobre una extraa callejuela que se iniciaba
con una escalera de aire veneciano. Ajena a todo, encerrada en s misma: perteneca a
tuve que conformar con lo que saba. Ni modo, mi amigo de tantas juergas, de tantas
escapado despus de robar la pelcula y estaba prfugo en Tnger con su amigo Paul
Bowles; que viva lamentando su mala suerte en una crcel de Argel, pues Renoir
descubri el hurto del corset y lo haba denunciado a la polica; que Mlle. Tina le
As hubiera podido seguir, pero un da Rene Clair pas por m al Harry's bar y me
me dej conducir.
Desde el tercer piso vimos una maraa de tneles de vidrio por los que se
cuando pasamos junto a la boca de uno de esos tneles, una advertencia en varios
idiomas: "Cuando pase usted este punto no podr volverse atrs". Me record la
concreto cuando Rene Clair me seal a tres personas que haban entrado al tnel de
salida.
Renoir iba adelante, encorvado, con las dos manos firmemente apoyadas en el
bastn de hueso. Atrs vena una mujer por cuya flacura reconoc inmediatamente a
Mlle. Tina; vesta pantalones vaqueros y una blusa corta que se anudaba bajo los
anteojos oscuros. Un hombre mayor vestido con un traje de lino color crema,
cuidando una maleta de cuero negro; era Chema, o al menos eso me pareci a la
distancia; si la ltima vez que nos vimos cre que se haba echado diez aos encima,
en ese momento sent que toda la vida haba pasado por l; era un viejo decrpito del
mucha dificultad movi una mano para despedirse de su amigo Rene Clair. Chema
(o ese hombre que tanto se pareca a su vejez) tambin nos vio. No hizo ningn gesto
ni pareci reconocernos. Jal la maleta como si temiera que alguien fuera a robrsela
y pas el brazo por los hombros de Mlle. Tina. Continu vindolo y an lo recuerdo
as, soberbio y suplicante, inclinado hacia la valija, con los ojos bajos, generando con
su sonrisa el apetito suficiente para seguir a Renoir a donde fuera; para ocultar, con
desgracias slo sirven para marcar fechas, para separar y hacer inteligibles los
principios y finales de las numerosas aventuras en las que se instala nuestra vida.
La escena entera, desde que entraron al tnel hasta que salieron de l, no dur ni
un minuto.
sorprendido, tan asustado, que no poda permitirme pedir a Rene Clair que
los sentimientos que se agolpaban en mi cara, pero sin, tampoco, atreverse a decir
haba bajado.
pero no la film Renoir. Por alguna razn que no recuerdo, la cinta que Jean rodaba
con Mara se tuvo que interrumpir unas semanas, y a Claude se le ocurri que tenan
una oportunidad de oro para invitar a la estrella a Les Golletes, la villa que los Renoir
tenan cerca del mar. Ah, Mlle. Tina descubri que Mara era sonmbula y todas las
Tres o cuatro das despus, sin embargo, invit a Claude a compartir su secreto. El
acariciaba utilizando el desnudo de Mara como anzuelo para una sensualidad que
pantalones, y se dej hacer lo que Mlle. Tina quiso. Para ese momento (que segura-
puso un conjunto de ropa interior negra, que das antes haba hurtado del cuarto de
cuerpo. Prolongaron el juego ertico durante varias noches, dejndose crecer una
pasin desorbitada, que los haca revolcarse en el pasto hasta que el amanecer los
No poda escuchar las palabras de Rene Clair sin pensar en la idea que me haba
hecho de Mlle. Tina, tratando de acoplar esa nueva imagen con la antigua, la de mi
lleva como si me robara, alados y tontos ambos, como novios de cupl...". Qu habr
idlico de Mara desnudndose en la ventana. Con ese espritu travieso que fortalece
paseo que ella daba con Jean. Riendo, mientras se manoseaban sobre la cama o
revolvan los cajones llenos de ropa ntima, Mlle. Tina y Claude Renoir ocultaron
varias luces en todos los rincones, y, despus de la cena, esperaron a que el objeto de
sus amores empezara su ritual nocturno para encenderlas: desde una ventana la
filmaron y fotografiaron hasta hartarse: de cerca, de lejos, con un lente gran angular,
con filtros, de arriba y de abajo, en fin, de todas las maneras que se pueda usted
Poco antes de que la mexicana volviera a Mxico. Mlle. Tina organiz una
pequea fiesta de disfraces, a la que solamente asistieron, ella, Jean, Claude y Mara.
El nmero fuerte del gape fue la proyeccin de la pelcula que su novio haba
rabiar, bailado minuettes con sus disfraces de la corte de los Luises, y cantado
canciones populares hasta desgaitarse. De repente se apagaron las luces, Mlle. Tina
reparti unas velas, y los hizo pasar a una salita, donde, al instante, se inici la
proyeccin. Segn parece, la pelcula era una joya. Jean Renoir qued cautivado, sin
poder creer lo que estaba viendo, pero Mara, que en ninguna de sus pelculas haba
mont en una clera indescriptible: grit, manote por los aires, quiso cachetear a
Mlle. Tina, dio vueltas de bicicleta por toda la sala, y rompi de furia pura un viejo
jarrn de porcelana con dibujos originales del viejo Pierre Auguste. Debi
nunca entendi lo que era encarnar un mito: ha sido una leyenda muy a su pesar.
Sali corriendo de la casa hecha un desastre por las lgrimas que le chorreaban por
todos lados. A los tres Renoir no les qued ms que soltar una carcajada. Se
Mlle. Tina se deshizo de su vestido, les mostr, untado a su cuerpo flaco, el corssette
que haba hurtado del cuarto de Mara, y en las narices de sus hombres vaci una
bolsa con todas las prendas que haba ido sustrayendo del guardarropa de la diva
chillona. Mientras la pelcula segua pasando y pasando frente a ellos, mostrando las
Yo me qued de una pieza. Pens en el Jos Mara de los remotsimos aos treinta,
beban y todo lo dems... Nunca invitaron a nadie... La obsesin por Mara era tal,
negativos, o creaban objetos con su cara, sus ojos, o cualquier parte de su cuerpo...
vivan con ella, con sus imgenes, esa vida de sueo de la que Jean Renoir lleg a
estar tan orgulloso... Fue Claude, quien al cabo, rompi el hechizo de aquellas
francachelas y sali huyendo como lo haba hecho muchos aos atrs, pero el dao
estaba hecho... Jean ya no tena fuerzas para iniciar un nuevo exilio, se qued a vivir
otro despus de que Claude lo abandon, nunca volvi a ser el humorista que todos
conocimos, vivi mirando cmo Mlle. Tina coleccionaba los objetos pornogrficos
que iba guardando, como trofeos, en una covacha que rodeaba la sala de
proyecciones: esos objetos fueron el ltimo acicate del amor pervertido que su
sobrina le impona.
"Yo me encontr con Claude en el sesenta y ocho, cuando vino a filmar Barbarella,
con Vadim. Nos corrimos una parranda y me cont cmo rodaron el filme y todo lo
Entonces usted saba que la pelcula s exista dije, sin ocultar mi perplejidad.
que le haba pasado a Chema cuando regres a la casa de Renoir aquella ltima tarde
que lo vi.
Usted le vendi el relicario a Efran Huerta?, fue una coincidencia que Chema
esquina. Yo estaba, con los brazos sin fuerza, hecho un tarugo parado al lado de la
Seran las nueve o las diez de la noche, adentro del bar habra unas cuantas
el futuro de la literatura con Leonor Fini, y dos o tres parejas se repartan entre las
mesas restantes). No tuve los arrestos para entrar y confiarle a alguno de los
presentes mis terrores. No s por qu, pero empec a caminar sin rumbo fijo.
Simplemente quera alejarme, estar en otro lado, volver a sentir que Pars era la
ciudad amable, llena de promesas, que alberg mis primeros sueos, y decid que ir a
personas eran diferentes, pero el mobiliario, la luz, los espejos, el calor, el ambiente
era el mismo de aquella remota noche en que Chema me contara su encuentro con
Mara. Sub al saln Singes (que ahora, tal vez en homenaje a ella, le cambiaron el
al chef (que nunca antes haba visto) que moliera una rama de hinojo en la mulle, que
preparara el aceite con clavo molido y canela, que hirviera el pescado y los mariscos
coma sentado a la misma mesa en que mi amigo me narrara su aventura con Mara,
el aliento del destino sopl sobre m. Pens en Chema, enloquecido por saber que
posedo por los celos, regresando a casa del anciano director para enfrentarlo. Lo
torno a un espejo como una fiera en celo, acariciando cada milmetro de su cuerpo;
espejo. Grises, blancos y negros se sucedan sin transicin alguna; ilusin, magia y
realismo, todo conviva en Mara y su entorno, como en un sueo muy definido que
desde los veinte aos. Mara, fabulosa, vagaba por el cuarto acaricindose, o se acos-
taba en la cama, o volva de nuevo al espejo, hasta que algo la llamaba, un ruido
mudo, un gato, quiz la presencia de Mlle. Tina y Claude dentro del cuarto, algo que
perfeccin en medio de su rostro, cada detalle de aquella cara sin mcula conduca a
los labios suculentos en los que Chema lea su condena: "A m nadie, nunca, va a
mismo recuerdo) en blanco y negro, silenciosa e irreal, mientras todo caa en el si-
lencio... Y con ese sabor que deja la canela y la nuez moscada en el paladar, sent, yo
tambin, que los celos se extendan por todo mi cuerpo y que de mi plato humeante
sala una historia tan extravagante como cualquiera de las pelculas de Mara: de la