Libro de Catedra PDF
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FACULTAD DE
PSICOLOGA
Facultad de Psicologa
ndice
Captulo 7
Significante, libido y pulsin __________________________________________________ 48
Christian Roy Birch.
Captulo 15
La pulsin de muerte en textos posteriores a 1920 _______________________________ 121
Cecilia Mariana De Cristfolo
Introduccin:
La transmisin del psicoanlisis
Carlos Escars
El psicoanlisis se alimenta en la
prctica que engendra.
OSCAR MASOTTA
Este libro est escrito ntegramente por docentes y adscriptos que desempean o
desempearon sus tareas en la ctedra de Teora Psicoanaltica de la Facultad de Psicologa
de la UNLP.
La asignatura Teora Psicoanaltica tiene a su cargo la introduccin de los alumnos que
estudian psicologa en una peculiar disciplina creada por Sigmund Freud hace ms de un siglo:
el psicoanlisis. Ninguna concepcin de lo psquico ni escuela psicolgica dej de recibir el
impacto de esa creacin. Ningn abordaje clnico o terico del padecimiento psquico humano
qued por fuera de la influencia del psicoanlisis, bien sea para adoptarlo, o adaptarlo, total o
parcialmente, bien sea para confrontarlo y combatirlo. Es impensable que un psiclogo en
formacin desconozca los fundamentos del psicoanlisis, aun cuando vaya a optar por trabajar
desde otra perspectiva terica.
Ahora bien, la disciplina a la que nos referimos no es una teora diseada en un laboratorio
para luego ser testeada en la empiria. Por el contrario, su creacin surgi de una compleja
interaccin entre una prctica mdica, cuyos fundamentos resultaban insuficientes para dar
cuenta de los padecimientos presentados, y unos conceptos tericos que, provenientes de
distintos campos del saber, necesitaron ser forzados y modificados para que echaran luz sobre
los fenmenos inexplicados. A su vez, esos conceptos resultaron ser condicin de posibilidad
de inditas formas de experiencia la prctica analtica, que a su turno planteaba nuevos
enigmas que demandaban ms conceptos que los elucidaran.
De manera que la enseanza de esta disciplina en la Universidad resulta por dems
compleja, ya que no se trata de ensear una doctrina cerrada, ni una tcnica de abordaje, sino
de transmitir, a partir de la lectura, algo de ese peculiar recorrido que rompe la divisin
dicotmica entre teora y prctica.
Es por eso que en el programa de la materia no apelamos a manuales, ni a resmenes o
recensiones de conceptos, sino a las fuentes primarias: los textos de Sigmund Freud, el
creador del psicoanlisis. No se trata de una perspectiva histrica, ni de pereza de
actualizacin bibliogrfica, sino de una apuesta por encontrar en esos textos, no conceptos
terminados, sino su produccin en acto. En psicoanlisis, la lgica del descubrimiento ilustra
el modo de accin del psicoanlisis mismo como praxis (cfr. Escars, 2011). Y por lo tanto seguir
la lgica de produccin de los conceptos permite trasmitir en acto lo que el contenido mismo de
los textos pretende formalizar. Es decir que sostenemos que la enunciacin de los textos
freudianos no es ajena a los enunciados que trasmite. De all que la posicin del docente de
psicoanlisis sea particular, y de algn modo diferente al del que ensea otras reas o tcnicas
de la psicologa.
Se trata de un trabajo particular. Y es sta una nocin esencial para pensar el modo de
transmisin del psicoanlisis en la Universidad.
Trabajo de transmisin
Trabajo es una palabra con diversas connotaciones, que resulta interesante deslindar para
aproximarnos a lo que pretendemos llamar la trasmisin del psicoanlisis. La primera referencia
que surge en relacin a trabajo es la dialctica hegeliana del amo y del esclavo. All el que
trabaja es el esclavo, y trabaja para un amo, en busca de reconocimiento. No desconocemos
que esta dialctica funciona siempre que estn en juego relaciones de poder y no es un
descubrimiento decir que en la Universidad lo estn, pero reconocerla no implica quedar
entrampado en ella. El trabajo del que queremos hablar no es se.
Tampoco se trata del mercado de trabajo, ni del fetichismo del producto. Podramos pensar
que, en nuestro caso, ese fetiche no sera el dinero, como en la formulacin marxista, sino el
saber, los resultados. Trabajar para producir resultados, un aumento del saber. Sera absurdo
pretender que en la Universidad no est en juego el saber, pero de lo que se trata, al menos en
el modo en que pensamos una enseanza de psicoanlisis, es precisamente de que de ese
saber no funcione como fetiche, esto es, obturando la falta, la emergencia de alguna verdad.
La dimensin de trabajo que est en juego en la transmisin del psicoanlisis, sostenemos,
es especficamente freudiana. Freud utiliza habitualmente el trmino Arbeit (trabajo) con
modificadores que lo cualifican, para referirse a diferentes procesos: habla de Traumarbeit
(trabajo del sueo), de Trauerarbeit (trabajo del duelo), de Erinnerungsarbeit (trabajo del
recuerdo), de Assoziationsarbeit (trabajo asociativo), de Deutungsarbeit (trabajo de
interpretacin), etc. Lo comn a todos estos trabajos, por dismiles que parezcan, es que lo que
est all subrayado no es el producto, el fin o la finalidad de ese trabajo, sino, por el contrario, el
proceso, el camino. En el anlisis mismo, se sabe, Freud no pone el nfasis en el resultado,
sino
en
el
camino:
ese
es
el
sentido
de
la
expresin
trabajo
psicoanaltico
pensamientos latentes. Lo importante, nos dice, no es ninguna de esas dos puntas, sino lo que
est en medio: lo esencial del sueo es el trabajo del sueo. (Freud, 1900/1979-82, p. 502, n.
25). Este es, entonces, el sentido del trabajo que pretendemos rescatar.
Otra ventaja de apelar a esta dimensin freudiana de trabajo es que sta tambin elude la
reduccin al esquema imaginario de quin trabaja para quin, para qu reconocimiento, o
quin se apropia del trabajo de quin. Sencillamente porque en lo que Freud piensa no es en
un trabajo consumado por alguien, sino en uno que se lleva a cabo en alguien, incluso ms all
de que lo sepa o se lo proponga.
Es as como, desde nuestro punto de vista, el trabajo de trasmisin del psicoanlisis no es
slo uno en el que los docentes se proponen trabajar, el trabajo como ofrenda personal, como
tarea eficiente, sino uno que se produce. En el alumno, bsicamente, aunque tambin, por qu
no, en el docente mismo.
Ese es el eje de nuestra concepcin de la labor docente, tanto al pensar la dinmica de una
sola clase, como un proyecto de investigacin, el diseo del programa temtico, y hasta el
modo de funcionamiento interno de una ctedra. Trabajo de los conceptos, trabajo de
transmisin, trabajo de reflexin sobre los conceptos y sobre la transmisin misma, trabajo de
intercambio de puntos de vista. Trabajo comn, conjunto, y tambin trabajos singulares, en
cada caso. La dinmica misma de la ctedra, pensamos, tiene que estar sostenida en este
proceso, y no coagularse en frmulas consagradas o estructuras dadas. Los resultados de
ese proceso, como se dice de la cura analtica, slo vendrn por aadidura.
Ese es el espritu en el que encuadra este libro. Los autores, ms all de la diversidad de
momentos de su formacin, de procedencias diversas e incluso de intereses tericos no
siempre coincidentes, tienen en comn que estn concernidos por el trabajo de trasmisin del
psicoanlisis. Una preocupacin que no es abstracta o slo terica, sino que est
indisolublemente ligada a la praxis misma de esa transmisin. Son personas que, desde las
trincheras, estn confrontadas en lo cotidiano con las dificultades de ese trabajo de
transmisin. Los diversos captulos, de algn modo, son el resultado de la urgencia por hacer
algo con esas dificultades. Por ejemplo, escribir.
Por ello, si bien los captulos recorren los distintos puntos centrales del programa de la
materia, no realizan un recorrido sistemtico por los temas. No se trata de resmenes, ni de
explicaciones, ni del establecimiento de los puntos importantes de los textos. Ms bien, se
trata de ensayos (cfr. Escars, 2003), de intentos por resolver dificultades, por sortear tropiezos,
por encontrar alternativas a escollos que plantean esos temas en la teora, y que se manifiestan
en la transmisin misma. Tampoco, se ver, son captulos que resulten homogneos: no
tienen una extensin estndar, ni estilos de escritura parecidos. En ese sentido, no pretenden
ser una gua para los alumnos de la materia, sino una ocasin para profundizar, ms all de lo
obligatorio de la currcula, en algunos temas clave. Ese es el inters que, entendemos, puede
tener para los alumnos cursantes de la materia, o ex cursantes, que se sientan convocados por
los problemas que la clnica psicoanaltica plantea.
funcionamiento del aparato psquico y cualquier tipo de manifestacin clnica. As, el captulo V
ubica los antecedentes a partir de los cuales Freud construye el concepto en 1905, mientras
que el captulo VI intenta seguir las articulaciones que se establecen entre este concepto y las
grandes apuestas tericas que se conocen como la metapsicologa de 1915. Conceptos como
representante, representacin, monto de afecto, son puestos en compleja conexin con el de
pulsin, que ya ha adquirido en ese momento suficiente madurez conceptual. El captulo VII,
por su parte, realiza un contrapunto entre dos ejes desde los que se ha ledo histricamente el
concepto de pulsin: lo energtico y lo hermenutico.
En la tercera parte, la compleja nocin de fantasa es objeto de atencin. Esta nocin,
estrechamente vinculada a la de pulsin, pero tambin a la de deseo, plantea una serie de
problemas, que van desde la polisemia del trmino que la nombra, hasta su compleja relacin
con las formaciones del inconsciente y la realidad psquica. El captulo VIII recorre
extensamente una serie de textos entre los que se va construyendo el concepto. Las fantasas
inconscientes, en su diferencia con los sueos diurnos o el fantasear consciente, plantean
paradojas y complejidades que este trabajo intenta circunscribir. El captulo IX aborda el papel
de la fantasa en la formacin de sntomas, lo que plantea el dilema de considerarla como parte
de las formaciones del inconsciente, o bien como elemento heterogneo e irreductible al
funcionamiento del proceso primario. El captulo X, por su parte, pone en tensin las nociones
supuestamente antagnicas de fantasa y de realidad. Si, como dice Freud, no hay signo de
realidad en lo inconsciente, de manera que no se podra distinguir la verdad de la ficcin
investida con afecto, se plantea la pregunta de qu es lo que hace que en el funcionamiento
normal del aparato el sujeto pueda distinguir entre realidad y fantasa.
La cuarta parte ilustra de manera vvida la imbricacin entre clnica y teora, mostrando
cmo la produccin de conceptos tericos surge de y entre los historiales clnicos freudianos. El
captulo XI nos muestra cmo Freud piensa, en el mismo caso del pequeo Hans, dos
diferentes concepciones de la angustia en dos momentos distintos de su obra en los que
aborda el caso, mientras que el captulo XII, por su parte, nos muestra cmo se gesta la idea
del narcisismo en el anlisis del Caso Schreber, cuatro aos antes de su introduccin a la
teora. Se reconstruyen las coordenadas de la introduccin del concepto tanto desde un punto
de vista clnico como tambin poltico-institucional.
La quinta parte del libro encara las consecuencias, tanto tericas como clnicas, de lo que
ha sido dado en llamar el giro de 1920, con su revulsivo planteo de una pulsin de muerte no
reductible al principio de placer. As, el captulo XIII nos remite a los remotos antecedentes
del ms all del principio de placer, que se rastrean hasta el indito en vida de Freud
Proyecto de psicologa de 1895. El captulo XIV recorre el camino que va desde la constatacin
de algo que no responde al principio de placer hasta la postulacin de una pulsin de muerte,
camino que no resulta tan obvio como parece. Por su parte, en el captulo XV se rastrean las
consecuencias que del giro se manifiestan en las modificaciones tericas y nuevas precisiones
clnicas que Freud puede comenzar a formular a partir del segundo dualismo pulsional y de la
segunda tpica. Lo cual lo lleva a abordar tambin fenmenos culturales y sociales.
Finalmente, la sexta parte da cuenta de una apuesta, que es la del programa mismo de la
materia Teora Psicoanaltica: la lectura del psicoanlisis freudiano desde la nocin de Padre.
Se trata de una grilla lgica de lectura de los textos a partir del lugar que Freud le otorga al
Padre como organizador, no sin resto, de la sexualidad humana, y de la cultura. Las paradojas
e inconsistencias de esta funcin tambin son trabajadas aqu. El captulo XVI aborda
extensamente la concepcin del padre como organizador de la sexualidad, tomando los
interrogantes surgidos al concebir la dimensin de la sexualidad, entendida como lgica flica,
en dependencia con la conceptualizacin de un Padre regulador. El captulo XVII refiere
algunos aspectos del texto El malestar en la cultura: la nocin de cultura y su relacin con el
concepto de pulsin, y la implicancia de ste con la nocin de malestar, as como el lugar
otorgado por Freud a la cuestin de lo social.
pensar qu se
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diferente con el padre, producir algo nuevo con l, estando advertidos de su inconsistencia.
Hacer algo a partir de esa inconsistencia slo es posible a condicin de servirse de l.
Precisamente de eso se trata nuestra apuesta la lectura de los textos de Freud, de la cual
una muestra es el presente libro.
Octubre, 2014
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Parte I
La interpretacin del sueo y sus lmites:
el ombligo del sueo
12
Captulo 1
Sobre el ombligo del sueo1
Julia Germani
En el presente captulo nos proponemos realizar un recorrido por lo que Sigmund Freud
design ombligo del sueo, como lmite al trabajo de interpretacin y sus implicancias. La
propuesta de avanzar en una lectura del captulo VII se orientar por la sugerencia
freudiana de tratar a la interpretacin de los sueos como una urdimbre, y hacer entonces
de este texto un tejido.
I
La Psicologa de los procesos onricos titula Freud al sptimo captulo de su libro La
interpretacin de los sueos, en cuya introduccin articula un proyecto de trabajo: obtener o
fundamentar, una inferencia acerca de la construccin y el modo de trabajo del instrumento
anmico (Freud, 1900a/1979-82, p.506). Subrayamos proyecto porque al leer este captulo
encontramos las trazas de ese texto sofocado, con el que sin lugar a dudas conversa: El
Proyecto de Psicologa (Freud, 1895a/1979-82), al que tal vez podamos referirnos para
esclarecer algunos puntos.
El olvido, y el singular tratamiento que Freud hace del mismo, inaugura el texto de los
sueos, que comienza, al estilo freudiano, con una objecin: No conocemos el sueo que
pretendemos interpretar. No tenemos certidumbre alguna de conocerlo tal como en realidad
fue. Referencia a la realidad y su certidumbre que toma lugar para comenzar un trayecto en el
que su conceptualizacin se abre en un terreno marcado por el concepto de huella mnmica y
el planteo de la realidad en tanto psquica. Tratar al sueo como un texto sagrado lo conduce
en esa direccin, y all donde otros argumentaban para el sueo improvisacin arbitraria Freud
responde suponiendo un acto psquico de pleno derecho, arguyendo que subestiman el
determinismo psquico, la naturaleza tendenciosa del sueo. La degradacin, incluso el olvido
del texto del sueo importan tan poco, que aunque de l no quedara ms que un elemento, un
elemento del cual se duda, la puntita de un fragmento, la sombra de una sombra, podemos
seguir adjudicndole un sentido. (Lacan, 1954-1955/2004, p.191). Es un mensaje y este no se
1 El siguiente captulo es una reelaboracin del trabajo "El ombligo del sueo en Freud" presentado en el 3 Congreso
Internacional de Investigacin de la Facultad de Psicologa de la UNLP en coautora con Alma Perez Abella (2011)
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olvida de un modo cualquiera. En esta primera vuelta articula la naturaleza tendenciosa del
sueo a la operacin de la censura.
Avanza entonces en la lgica del trabajo de interpretacin bajo el supuesto del
determinismo psquico, cuyo encadenamiento lo lleva a tratar a la interpretacin del sueo
como una urdimbre, tejido simblico, madeja de pensamientos. Hilando este trabajo se
encuentra con los lmites de la interpretacin y sita el punto que viene a descompletarla: el
ombligo del sueo, lugar en sombras, el lugar en que l se asienta en lo no conocido.
Aun en los sueos mejor interpretados es preciso a menudo dejar un lugar en
sombras, porque en la interpretacin se observa que de ah arranca una madeja
de pensamientos onricos que no se dejan desenredar, pero que tampoco, han
hecho otras contribuciones al contenido del sueo. Entonces ese es el ombligo
del sueo, el lugar en que l se asienta en lo no conocido. Los pensamientos
onricos con que nos topamos a raz de la interpretacin tienen que permanecer
sin clausura alguna y desbordar en todas las direcciones dentro de la
enmaraada red de nuestro mundo de pensamientos. Y desde un lugar ms
espeso de ese tejido se eleva luego el deseo del sueo como el hongo de su
micelio. (Freud, 1900a/1979-82, p.519)
El ombligo del sueo, punto de detencin de las asociaciones, lmite al trabajo de interpretacin,
quedar planteado como el lugar en la trama desde donde se engendra el deseo.
La referencia de Freud a este asentamiento del sueo en lo no conocido, nos sugiere algo
que nos reenva al Proyecto... en su articulacin del complejo del prjimo. All nos propone
pensar al mismo separado en dos componentes: uno de ellos comprendido y pasible de
reconducir al trabajo mnmico; el otro, que se mantiene extranjero, incomprensible,
caracterizado como cosa del mundo.
II
Para avanzar en el intento de situar el ombligo del sueo en este primer ordenamiento
metapsicolgico se hace necesario un rodeo por los lugares que Freud recorre en este texto.
En el apartado titulado La regresin Freud apela al gran Fechner y su conjetura de que el
escenario de los sueos es otro que el de la vida de representaciones de la vigilia, para afirmar
que ningn otro supuesto permitira conceptualizar las peculiaridades de la vida onrica.
Construye aqu el conocido esquema del peine, modelo del aparato anmico, aparato de
huellas situado entre los polos P y M, dotado de una direccin para situar a la regresin como
una de las particularidades psicolgicas del proceso onrico. Llama regresin entonces al
hecho de que en el sueo la representacin vuelve a mudarse en la imagen sensorial de la que
alguna vez parti. Ahora bien, no le basta con suponer la cancelacin del polo motor y el
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rebajamiento de la censura para dar cuenta de la direccin regrediente. Supone y aqu articula
la psicologa de las neurosis, y en ella la atraccin de lo infantil como causa del deseo onrico:
[...] no podremos rechazar [] la posibilidad de que la mudanza de
pensamientos en imgenes visuales sea en parte consecuencia de la atraccin
que sobre el pensamiento desconectado de la conciencia y que lucha por
expresarse ejerce el recuerdo, figurado visualmente, que pugna por ser
reanimado. (Freud, 1900a/1979-82, p.539)
III
La vivencia de satisfaccin es introducida como la ficcin que permite responder a la
pregunta por el deseo. Lo que resta de esta vivencia es el deseo como motor del aparato, y un
modo de funcionamiento que rompe con la homeostasis. El desear, nos dice Freud, terminaba
en un alucinar. Este modo de funcionamiento disarmnico, no acorde a fines, encuentra en el
proceso secundario un modo de suplencia. Su funcin ser entonces la inhibicin.
Articula aqu entonces al sueo como un compromiso entre dos deseos, situando al deseo
de dormir como propio del segundo sistema.
El mayor inters terico, dice Freud, recae sobre los sueos que tienen la capacidad de
despertarnos en la mitad del dormir. Punto de falla de la funcin del sueo anudado al
despertar con angustia efecto del fracaso de la ligadura.
Introduce nuevamente una objecin: hemos definido
siempre alertas y a pesar de ello durante el da no son lo bastante fuertes para hacerse sentir
[] con qu derecho hemos aseverado que el sueos elimina lo que perturba el dormir?
(Freud, 1900a/1979-82, p.569).
La operacin de un sistema sobre otro es caracterizada como de ligadura de lo Prcc. Pero
con una restriccin: en tanto ambos deseos sean compatibles entre s (Ibd., p.571).
El fracaso de la ligadura dar cuenta de la irrupcin de la angustia, y esta concepcin
articular a su vez para Freud, una idea sobre la normalidad psquica y su concepcin de la
direccin de la cura.
Respecto a la primera, plantear a la angustia como perteneciente a la psicologa de las
neurosis (que pondr en cuestin a partir de suponer la demora de operatoria de un sistema
respecto al otro y sus consecuencias)
Claro que hasta aqu el esquema que construye a partir de la vivencia de satisfaccin no
incluye la represin. Necesitar a precisar su contraparte, la vivencia de terror, para
introducirla.
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Captulo 2
Lo imposible del sueo:
respuesta de Lacan a Marcel Ritter2
Alma Prez Abella
I - Perspectiva en Freud
Soamos, lo queramos o no. Soamos para explicarnos el horror, para tejer sobre lo
indecible. Por eso todas las culturas, en todos los tiempos, le han hecho su lugar al sueo. Lo
novedoso de Freud es que desde el comienzo de sus investigaciones los utiliza como va de
acceso al inconciente. En ese camino rpidamente tropieza con cierto lmite, lmite a partir del
cual no se puede avanzar ms, punto en el cual la interpretacin se detiene. El nombre que le
dio a ese lugar inaccesible fue el de ombligo del sueo.
En sus textos podemos encontrar dos menciones al ombligo del sueo. La primera, en una
nota al pie de pgina en el sueo de "la inyeccin de Irma". All afirma: todo sueo tiene por lo
menos un lugar en el cual es insondable, un ombligo por el que se conecta con lo no conocido
(Freud, 1900a/1979-82, p.132). La segunda referencia la encontramos en el apartado "El olvido
de los sueos", donde dice que an en los sueos mejor interpretados es preciso a menudo
dejar un lugar en sombras, porque en la interpretacin se observa que de ah arranca una
madeja de pensamientos onricos que no se dejan desenredar. Entonces, ese es el ombligo del
sueo, el lugar en que l se asienta en lo no conocido (Ibd., p.519).
A partir de estas citas podemos recortar tres cuestiones o modos de decir algo, sobre este
meollo ombligo del sueo que se resiste al sentido:
-
Este captulo constituye una reelaboracin de un trabajo presentado en el 3er. Congreso Internacional de
Investigacin de la Facultad de Psicologa de la Universidad Nacional de La Plata, en noviembre de 2011.
17
Pregunta de Marcel Ritter, en Estrasburgo, en enero de 1975: Es una pregunta que me surgi esta maana, pero
que est ligada tambin a preocupaciones tericas personales. Esta maana se trataba de ciertas palabras que
comienzan por Un: Unbewusste, Unheimlich. Esto me ha hecho pensar en Unerkannte, que se encuentra en Freud
en particular en la Traumdeutung, donde est muy mal traducido, puesto que est traducido por lo desconocido, en
tanto que es lo no-reconocido.
Encontramos este Unerkannte articulado con la cuestin del ombligo del sueo. El ombligo es ese punto donde el
sueo, cito a Freud, es insondable, es decir el punto donde, en pocas palabras, se detiene el sentido o toda
posibilidad de sentido. Es tambin el punto donde el sueo est ms cerca de lo Unerkannte, de lo no-reconocido.
Freud dice Er sitz ihm auf: traducido literalmente, est sentado encima, tal un caballero sobre su caballo. Pero
agrega que de ese punto se levanta un ovillo de pensamientos que uno no llega a desenredar, pero que este ovillo de
pensamientos no ha suministrado otras contribuciones al contenido del sueo, es decir al texto manifiesto. En otras
palabras, parece ser un punto donde la condensacin fall, en el sentido de que es un punto que no est reunido
ms que por un solo hilo o por un solo elemento al contenido manifiesto, un punto de falla en la red.
Entonces, la cuestin que me planteo es si este Unerkannte, este no-reconocido, indicado por este ovillo de
pensamientos, si no podemos ver ah lo real, un real no simbolizado, algo delante de lo cual finalmente el sueo en
tanto que red, no es as, se detiene, donde no puede ir ms lejos. Y entonces me planteo tambin la pregunta: de
qu real se trata? es lo real pulsional? Y tambin las relaciones de este real con el deseo, ya que Freud articula la
cuestin del ombligo con el deseo, puesto que es el lugar donde el deseo surge como un hongo. (Lacan & Ritter,
1975, p.9).
18
[...] creo que es necesario distinguir lo que pasa a este nivel del orificio corporal, de
lo que funciona en el inconciente (Lacan & Ritter, 1975, p. 10). Con este movimiento
queda ligado el ombligo del sueo a lo reprimido primordial, punto sobre el cual no
es posible decir: lo reprimido primordial, eso que se caracteriza por no poder ser
dicho en ningn caso, cualquiera sea la aproximacin. (Ibd., p.10).
Si hacemos una lectura del ombligo del sueo como lmite de lo decible, tal como lo
desarrolla Freud en sus textos, y siguiendo la lectura de Lacan, es decir, como encuentro con
un imposible, podemos afirmar que esto supone necesariamente consecuencias clnicas,
especialmente en lo que a la direccin de la cura se refiere. Y Lacan lo explicita claramente al
afirmar que es un agujero, es algo que es el lmite del anlisis, tiene evidentemente algo que
ver con lo real (Ibid., p.11). Lo que encuentra un lmite es el anlisis va la interpretacin, el
anlisis freudiano que se basa en la asociacin de sentidos, lo que no equivale a llegar al final
19
del anlisis. A partir del encuentro con lo imposible de decir, se abre otra perspectiva del
anlisis en donde lo real estar en primer plano.
Esto supone que el significante, la entrada en lo simblico, inaugura un cuerpo que, por
estructura, estar agujereado por esos orificios que se anudan apoyados sobre aquello que
ser para siempre inaccesible. El resto de ese anudamiento es un cuerpo con sus orificios y
pasiones que se las tendr que arreglar con lo real que no cesa, lo pulsional.
este solo hecho lo sita de una cierta manera en el lenguaje, que un parltre se encuentra
excluido de su propio origen, y la audacia de Freud en esta ocasin es simplemente decir que
se tiene en alguna parte la marca en el sueo mismo. La marca de aquello que fue excluido de
la represin primordial, punto de donde sale el hilo, pero a su vez es un punto cerrado, no se
accede, que deja marcas en el cuerpo (Ibd, p.11). Lo nombra como cicatriz, lugar que para
el campo de la palabra es imposible. Imposible de reconocer. No puede ni decirse ni escribirse.
En el Seminario RSI afirma que el inconciente exsiste al cuerpo, si hay una cosa
impresionante es que ex - siste en la discordia. El inconciente es discordante. (Lacan (197475), clase del 21 de enero de 1975). La discordancia, el desencuentro, parece estar dado entre
el lenguaje anudado al deseo y lo que sucede a nivel del cuerpo. Entonces, por una parte est
lo reprimido primordial, que no tiene existencia en tanto queda como algo por completo
inaccesible, pero que cumple la funcin de posibilitar, fundar, la entrada en el lenguaje, el
deseo y lo inconciente. Pero tambin est el cuerpo, el lugar de la cicatriz. Cuerpo que
supone un real pulsional que no es reprimido.
Aparece el ombligo del sueo como ndice del lmite de la escritura y al mismo tiempo como
su condicin; lmite en un punto preciso en el cual aparece articulado con el deseo, del cual
Freud nos dice que opera como el micelio del hongo. Lacan articula el deseo al objeto tal como
lo define en el Seminario 10, y afirma que, el deseo de un ser hablante parltre- encuentra su
razn y su consistencia en el lenguaje mismo. El deseo se anuda al decir, a la incorporacin de
la estructura del lenguaje, de la que surge el deseo, siempre inconciente.
Esta relacin al inconciente no hay ninguna razn para no concebirla como lo hace Freud:
que tiene un ombligo. Es decir que hay cosas que estn para siempre cerradas en su
inconciente (Lacan & Ritter, 1975, p.12). Esto lo lleva a formular que habra un estatuto del
inconciente diferente al inconciente freudiano, ese que demanda ser descifrado, que es posible
reconocer y atrapar por lo simblico e imaginario. Por el contrario, aqu formula que se tratara
de un inconciente que cifra, uno real.
Y agrega: es as que la nocin de lo imposible me parece central, es decir, no slo un noreconocimiento, sino una imposibilidad de conocer lo que concierne al sexo. El inconciente
como tal, es algo que importa distinguir de esta no-relacin sexual, en tanto que esta norelacin sexual estara ligada a lo Real del ser humano (Ibd., p.12). Queda claro que para
Lacan uno de los nombres de lo imposible es el no hay relacin sexual, es decir: no hay el
significante que represente a la mujer. En lo simblico no est inscripta la diferencia sexual sino
flicamente. Hay una relacin al falo que instaura ah un tercero irreductible. Ese real faloque aparece por el hecho de que no hay relacin sexual, funciona como causa del trabajo del
inconciente. Ese es un agujero: no hay relacin sexual. Y por otra parte est el agujero
pulsional, el que tiene que ver con el cuerpo.
Para finalizar, Lacan provoca haciendo circular un secreto a voces: el deseo del hombre es
el infierno [] para responder a la persona que me haba planteado la pregunta sobre el origen
del deseo Ritter. Por otra parte, es por esto que Freud comenz su Traumdeutung por la
21
frmula que saben: Si no puedo mover a los dioses pasar -por qu?- por el infierno,
justamente. Es por eso que todas las religiones le hace un lugarcito, cerca del paraso. No
desear el infierno es una forma de la Widerstand, de la resistencia (Ibd., p.19).
No hay esperanzas de desear otra cosa ms que el infierno, aunque s posibilidad de algn
invento, esa es la receta lacaniana por excelencia: todos inventamos un truco para llenar el
agujero (trou) en lo Real. All donde no hay relacin sexual, eso produce "troumatismo"
(troumatisme). Uno inventa. Uno inventa lo que puede, por supuesto (Lacan, 1973-74, clase
del 19 de febrero de 1974).
22
Captulo 3
A dnde da el ombligo del aparato freudiano?
Un recorrido sobre lo no conocido (unerkant)4
Natalia Cejas
En La Interpretacin de los sueos Freud utiliza la expresin ombligo del sueo en una
referencia breve, de algn modo oscura, que da lugar a escuetas y opacas palabras. En la
pgina 519, y a propsito del problema del olvido del sueo, refiere que:
Observamos que lo que nombra como ombligo del sueo se encuentra estrechamente
vinculado a lo que denomina lo no conocido. Ms aun,
se asienta en lo no conocido
23
No deja de sorprendernos el modo en el que el autor termina el texto que ser sin dudas
uno de los pilares de su obra Una pregunta por el conocimiento del futuro? Una pregunta por
la categora de tiempo y su relacin con el inconsciente, sobre todo teniendo en cuenta la
temporalidad introducida por la nocin de deseo indestructible, cuya articulacin es el
presente. Nocin que ha presentado detalladamente en el libro que culmina con esta pregunta.
Qu valor tiene la interpretacin en el ordenamiento del tiempo? cmo se establece lo que
sera del pasado, lo que sera del presente y lo que sera del futuro? El tiempo del deseo es el
presente, el deseo se presenta como cumplido, en el presente del indicativo: en el
inconsciente a nada puede ponerse fin, nada es del pasado o est olvidado [] aqu tiene que
hincar el diente la psicoterapia. Su tarea consiste en procurar a los procesos inconscientes una
tramitacin y un olvido (Ibd., p.569).
A la pregunta por el futuro, por la posibilidad de leer el futuro en los sueos Freud responde
no sin ambigedad: Ni pensar en ello [] aunque tiene algn contenido de verdad. Todo
parece indicar que no se trata nicamente de una remisin al pasado, a leer el pasado en el
sueo, sino de poner en discusin el ordenamiento de los tres tiempos, el modo en que se
establecen. Ya que puede pensarse que una temporalidad pensada como secuenciacin
temporal simple resulta dificultada si se introduce el deseo indestructible.
Es con este punto que parece poner en discusin la articulacin entre la categora de tiempo
y el armado del Aparato Psquico propuesto en la obra, que el autor culmina La interpretacin
de los sueos. Luego, de las tres anotaciones recin mencionadas, elaboradas para ser
agregadas a este final, detengmonos en la tercera: El significado ocultista del sueo.
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Se trata, sin dudas, de un texto sorprendente. El lector que se asome a su recorrido podr
encontrarse con un Freud que se interna sin mayores meandros en tpicos que llamaran al
descrdito y el desinters a cualquier hijo del racionalismo del siglo XIX (y, tambin del XXI). En
estas pginas, aquel termino que apareci en el ombligo: unerkannt, lo no conocido, vuelve a
surgir, permitiendo hilvanar una serie: Lo oculto lo misterioso el sueo:
[] en cuanto al nexo del sueo con los supuestos hechos del mundo oculto.
Pero como el sueo mismo siempre fue algo misterioso, se lo puso en
vinculacin ntima con aquello otro misterioso no conocido (unnerkant). (Freud,
1925a/1979-81], p. 137)
Entonces explora ese anudamiento entre lo oculto, lo no conocido y el sueo. Toma los
sueos telepticos y se aboca a pensar la telepata. Estos es, la posibilidad de que sta sea
posible. Y la denomina trasferencia del pensamiento. Aqu es donde parece que la posicin
de Freud horroriza a la comunidad analtica: el maestro se pregunta Por qu no suponer que
pueda existir? Parece brindarle esta posibilidad de existencia para preguntarse por su lgica.
De este modo puede detenerse en los fenmenos telepticos.
Le interesaran las profecas no cumplidas de adivinos profesionales (Ibd., p.139). Y le
llama la atencin que aquellas personas a las que la profeca no se les cumpli, relataran
manifiestamente complacidos el hecho, y no con burla y desilusin. Presenta un ejemplo de su
clnica, un fragmento del relato de una paciente que refiere a una experiencia de este orden: un
fenmeno de adivinacin o teleptico. De modo que Freud nos hace saber que se ha detenido
a escucharlo.
Propone que solo el psicoanlisis permite entender este mensaje, que describe como
supuestamente venido de afuera. Y nos adelanta su hiptesis: plantea que ha habido un
deseo intenso, inconsciente, motor de su neurosis, que se dio a conocer por transferencia
inmediata al adivino quien, entretanto, distraa la atencin de su consultante.
Vemos que en esta propuesta se recortan dos cuestiones: la transferencia inmediata y el
lugar de la atencin. Ahora bien, respecto a la primera: si se subraya la inmediatez de lo
transferido, cul es la mediacin que no se efectu? Respecto a la segunda: qu lugar tiene
la atencin?
Podramos pensar que la mediatizacin aludida refiere, en trminos genricos, a la
conciencia. Freud parece proponer que algo pasa, se transfiere, de la mocin de deseo del
consultante al adivino, sin que la conciencia se percate de ello. El adivino puede leer eso que
pas, que vuelve como mensaje supuestamente de afuera. Hay una pista fundamental para
pensar cul es esa mediatizacin y cmo opera, cuando Freud se detiene a situar las
condiciones en las cuales puede suceder una Transferencia Inmediata: En qu condiciones
sucede esto? en el momento en que una representacin emerge del inconsciente, expresado
tericamente: tan pronto pasa del proceso primario al proceso secundario. (Ibd., p.140)
En este texto, en esta nota aadida al final, Freud no se detiene a esclarecer qu es lo que
tal traspaso de un sistema al otro supondra. Pero podemos remitirnos al libro propiamente
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dicho (La interpretacin de los sueos) del que estas ideas seran una suerte de corolario. All
Freud se detiene a plantear cmo entiende que una inscripcin del primer sistema pasa a
quedar inscripta en el segundo sistema del aparato que est presentando. Se trata del
aparatado E, donde se detiene a esclarecer Proceso Primario y Proceso Secundario. En este
punto se ve precisado a introducir la doctrina de la histeria, ya que es all en donde un itinerario
normal de pensamientos se elabora psquicamente de manera anormal por haber ocurrido la
transferencia de un deseo inconsciente (Freud, 1900a/1979-82, p. 587) Con arreglo a esto se
propone construir la teora del sueo.
Plantea la vivencia de satisfaccin, la necesidad de la segunda actividad que de all se
desprende. Y luego precisa cmo esta se monta y cul es su particularidad: el segundo sistema
inhibe el desagote de las cantidades de excitacin que el primer sistema busca desagotar
libremente. Luego plantea la vivencia de terror y la respuesta que se produce: el extraamiento
del recuerdo penoso. El primer sistema no puede incluir algo desagradable en su trama. El
segundo sistema solo inviste una representacin si est en condiciones de inhibir el desarrollo
de displacer que de all parte. (Su investidura constituye en s una inhibicin). Lo que se
sustraiga de esta inhibicin quedar inasequible al segundo sistema.
Por otro lado, dado que el proceso secundario adviene tardamente, las mociones y deseos
del inconsciente, ncleo de nuestro ser, permanecen no inhibibles, inasequibles a la
investidura del preconsciente.
Ms adelante se plantear que cuando exista lucha defensiva y el Preconsciente se oponga,
surgirn pensamientos de transferencia que tienen el carcter de compromisos entre el deseo
inconsciente y el Preconsciente. Pero si lo reprimido se inviste con la mocin inconsciente, pero
es abandonado por la investidura prcc., queda entonces a merced del proceso psquico
primario y apunta a la descarga motriz o a la reanimacin alucinatoria de la identidad
perceptiva. Los llama procesos incorrectos, modos de trabajo primario del aparato cuando ha
sido librado de la inhibicin. Se muestran all desplazamientos y contaminaciones idnticos a la
falta de atencin (Ibd., 594). Podra la transferencia inmediata pensarse en la direccin de
estos procesos incorrectos en los cuales el modo de trabajo primario se libra de la inhibicin?
Recapitulemos: estamos en la va de precisar la transferencia Inmediata ocurrida en ocasin
de una distraccin de la atencin. Sobre estos dos puntos parece dar vueltas la observacin de
que el mensaje supuestamente viene desde afuera. Vemos que de este modo parece resultar
complicado el establecimiento del afuera y el adentro, del mensaje, de la representacin. Algo
de esto quizs evoca la cita del final de La interpretacin de los sueos, en relacin a la
peculiar abertura con la que quedaba situada la secuencia temporal pasado-presente-futuro
Volvamos sobre la segunda cuestin que nos proponamos pensar. Nos referimos a la
segunda condicin enlistada por Freud: la distraccin de la atencin. Qu alcance podramos
darle a ello? Sirvmonos para esto de otro texto, de otro aadido a la interpretacin de los
sueos. En este caso,
metapsicolgico de la doctrina de los sueos (Freud 1915d/1979-82), que nos permite situar
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con detalle cul es el lugar de esta atencin y aventurar cul puede ser su articulacin con una
transferencia inmediata.
En este complemento Freud se detiene a detallar algunas caractersticas metapsicolgicas
del dormir y el soar. Articula el concepto de Narcisismo, mencionando el Narcisismo del
estado del dormir y los modos de regresin temporal y tpica (ya mencionados en La
Interpretacin de los sueos). Despliega
5 En este sentido, Freud toma una forma recurrente de argumentacin para analizar un fenmeno: la comparacin
entre un hecho de la vida anmica normal con uno psicopatolgico. Sueos y alucinaciones. Para esto distingue los
tipos de alucinaciones, y pone aparte a las alucinaciones de la esquizofrenia. De manera de delimitar la comparacin
a la alucinacin en juego en el sueo y a la confusin alucinatoria aguda, la Amentia de Meynert. En ambas, plantea,
se trata de una psicosis alucinatoria de deseo.
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No deja de ser notable que la regresin avanza hasta P. Es el avanzar lo que querramos
sealar, la orientacin espacial del movimiento que supone En dnde queda entonces P,
ahora que lo hizo coincidir con Cc?
Lo que a Freud le llama la atencin de la psicosis alucinatoria de deseo del sueo y la
Amentia es que un deseo oculto se figure como cumplido con creencia plenacomo si fuera la
realidad exterior. Tal es el signo que parece querer subrayar el adjetivo plena: hacer
equivalente eso que viene de adentro a una percepcin que vendra desde afuera.
Y en este punto un problema que se viene planteando entre hilos emerge claramente: la
distincin adentro-afuera (del aparato). Problema ya insinuado en la cuestin de la
proveniencia del mensaje del adivino, y que retoma la distincin adentro-afuera ensayada en
Pulsiones y destinos de pulsin. Aqu agrega que tenemos que atribuir tal distincin al sistema
Cc.(P), y en l al examen de Realidad
De modo que este dispositivo se nos presenta, al final de nuestro recorrido, como un punto
de apertura o cierre del aparato que en el caso de la Amentia se ve cancelado a raz de una
operacin de desmentida o represin por parte del Yo, mientras que en el sueo se ve
cancelado por renuncia voluntaria: no quiere saber nada del mundo exterior (Ibd., p.232)
As, podemos pensar que hay un punto, no ya en el sistema Inconsciente (Primer Sistema),
sino en el Segundo Sistema, un punto en el que el aparato se abre, y no, al mundo exterior.
Del mismo modo en que en el sueo hay un ombligo, un punto que parece cerrado y abierto al
mismo tiempo. Los fenmenos del limite a lo conocido de lo no conocido ponen en juego,
subrayan, un pliegue del aparato en el que ya no se sabe si se est adentro o afuera (como en
las transferencias inmediatas que hacen que no se sepa de dnde viene el mensaje).
Por otro lado, tambin la dimensin del tiempo presenta una apertura al final de La
interpretacin de los sueos. La atemporalidad del deseo indestructible se articula con la
torsin del tiempo que se anuncia en este final. Atemporalidad que no es ausencia de
dimensin temporal (se menciona el eterno presente) sino ausencia de dimensin temporal
cronolgica. Cuando aparecen mencionados los otros dos tiempos, lo enunciado se tuerce y
vuelve sobre s mismo: si en el sueo el deseo de muestra cumplido, eso instala un futuro que
es vivido como presente ya que representa un pasado.
De modo que podemos pensar que para Freud, a la hora de formalizar su experiencia en lo
que se conocer como Aparato Anmico, las categoras adentro y afuera no permitiran dar
cuenta de su espacialidad. Del mismo modo que los tres tiempos y su clsico ordenamiento
tampoco permiten inscribir la temporalidad con la que tal aparato revela su funcionamiento
La exploracin de lo no conocido (unnerkant) recorre fenmenos que plantean esta
dificultad: algo es abierto y cerrado al mismo tiempo. Como esos repliegues de la superficie del
cuerpo sobre s misma que llamamos ombligo. Nos interesa subrayar que, si tenemos en
cuenta las Notas y el Complemento, esto atraviesa tambin el funcionamiento del segundo
sistema. De modo que parece extenderse al funcionamiento del aparato y no slo del
Inconsciente. Es decir, permite pensar un aparato abierto-cerrado al mismo tiempo.
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Captulo 4
Sobre el contenido del despertar
Marisa I. Badr
El presente trabajo tiene como propsito situar algunas referencias sobre lo que Freud
denomina, en su texto de 1900, la perturbacin en los sueos. Intentaremos sealar algunas
consideraciones respecto de los sueos de angustia, como principal antecedente del fracaso
de la funcin del sueo, y del principio del placer, como principio rector del aparato anmico.
Tomaremos como punto de partida, decamos, lo que Freud refiere respecto de los sueos
de angustia, en tanto estos ponen en jaque -en aquel momento de su obra- la tesis principal
del autor, segn la cual los sueos son un cumplimiento de deseo.
Freud seala en el captulo VII de La interpretacin de los sueos, que el mayor inters
terico recae sobre los sueos que tienen la capacidad de despertarnos en la mitad del dormir
(Freud, 1900a/1979-82, p. 568). Advierte en estos un obstculo y, fiel a su estilo, se interesa
por l, intentando formalizar algo de lo que pone en cuestin su tesis.
Elige para inaugurar este captulo un sueo del que nos dir que su verdadera fuente le es
desconocida. Nos referimos al conocido sueo Padre, entonces no ves que me abraso?.
Recordemos el texto:
Las condiciones previas de este sueo paradigmtico son las siguientes: Un
padre asisti noche y da a su hijo mortalmente enfermo. Fallecido el nio, se
retir a una habitacin vecina con el propsito de descansar, pero dej la puerta
abierta a fin de poder ver desde su dormitorio la habitacin donde yaca el
cuerpo de su hijo, rodeado de velones. Un anciano a quien se le encarg montar
vigilancia se sent prximo al cadver, murmurando oraciones. Luego de dormir
algunas horas, el padre suea que su hijo est de pie junto a su cama, le toma
el brazo y le susurra este reproche: Padre, entonces no ves que me
abraso?. Despierta, observa un fuerte resplandor que viene de la habitacin
vecina, se precipita hasta all y encuentra al anciano guardin adormecido, y la
mortaja y un brazo del cadver querido quemados por una vela que le haba
cado encima encendida. (Ibd., p.504)
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Freud parece no poder localizar aquello que, perturbador, despierta como displacentero, y
es sentido como angustia. Pero afirma que no es algo del orden del contenido. Se trata de
relaciones de energa. Hay algo del afecto irreductible que resulta independiente del contenido
representacional, una cantidad que parece escapar a la tramitacin. El cumplimiento de deseo
no consigue ligar la excitacin y la perturbacin escapa. La funcin se cumple a medias: un
poco duerme, un poco ve al nio con vida, pero no consigue continuar el dormir.
La explicacin que Freud da en 1900 de por qu este sueo despierta ms all del resplandor
de la vela, alude a una falla en la funcin del sueo. Esta falla anticipa que no todo sueo est al
servicio del principio del placer. Si as fuera, el sueo continuara. El Padre despierta, creyendo que
lo que despierta fue la realidad material de la vela cada, el ruido. Pero hay restos diurnos. Freud los
nombra: la voz del nio y sus dichos, y en sus dichos, la mirada: Padre acaso no ves? El deseo
de dormir trata de ligar eso que perturba de la pulsin, pero algo de la perturbacin escapa y el
padre despierta luego de escuchar las palabras de su hijo. Es interesante la diferencia en la
traduccin entre Etcheverry y Ballesteros. El primero traduce lo que dice el alemn: er erwacht
(Freud, 1900c/1999, p. 513), l despierta. El segundo, ms poticamente, dice: a estas palabras l
(el padre) despierta sobresaltado (Freud 1900b/1973, p. 656), situando la voz como aquello que
provoca el despertar sobresaltado del padre. Freud no lo dice eso, pero bien podra haberlo dicho:
seguramente el sobresalto forma parte de ese despertar, y evidentemente es esa voz de su hijo
muerto la que perturba al guardin adormecido.
Si Freud, maravillado, ve en esto la confirmacin de la teora del deseo, es seal
de que el sueo no es slo una fantasa que colma un anhelo. Y no es que en el
sueo se afirme que el hijo an vive. Sino que el nio muerto que toma a su
padre por el brazo, visin atroz, designa un ms all que se hace or en el
sueo. (Lacan, 1964/1987, p. 67)
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Parte II
La pulsin como concepto, sus fuentes y paradojas
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Captulo 5
La pulsin, un concepto necesario (1893-1905)
Claudia Elena de Casas
Freud ha sido sumamente explcito en cuanto a la etiologa de las neurosis, y sabemos cun
caro le cost sostener que la sexualidad estaba en la base de esta cuestin. l mismo lo
expresa en Contribucin a la historia del movimiento psicoanaltico:
Ahora bien, desde sus primeros trabajos, la relacin entre sexualidad y padecimiento, sobre
todo en lo referente a las neurosis actuales, apareca en forma directa, es decir: a mala praxis o
abstinencia, enfermedad.
Con las psiconeurosis la cosa se complica. Los sntomas a los que Freud hace hablar son el
resultado de un complejo proceso en el que ha intervenido una defensa. Es decir que en el
aparato psquico estara expedito un mecanismo que actuara contra lo considerado perjudicial
o intolerable. De qu se trata esto? En sus trabajos sobre la histeria Freud nos habla de "lo
traumtico", un hecho que fue imposible de tramitar y que, mecanismo defensivo mediante, se
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conduce por otras vas asociadas produciendo la sintomatologa histrica. Esto traumtico,
para sorpresa de Freud, siempre estaba relacionado con experiencias sexuales en una
temprana edad.
As las cosas, podramos, en una lectura retroactiva, encontrar en la obra freudiana los
cimientos de uno de los conceptos fundamentales: la pulsin, ya que como dice Masotta:
"Freud entiende ceir, mediante la pulsin, la especificidad de la sexualidad humana" (Masotta,
1986, p. 43)
Podramos comenzar a situar un lugar para la pulsin en la obra de Freud -aunque el
concepto no haya sido formulado todava- en el momento en que abandona la tcnica hipntica
y se encuentra con un fenmeno al cual presta inters: la resistencia. "[] la misma fuerza
psquica que cooper en la gnesis del sntoma y en aquel momento impidi el devenir
conciente de la representacin patgena" (Freud, 1895b/1979-82, p. 275). Fuerza que hace
pregunta y que participa en la produccin del sntoma. En el texto Sobre psicoterapia de la
histeria Freud clasifica distintos tipos de resistencia, quedando estrechamente vinculada la
resistencia radial con lo que l llamo en ese entonces "ncleo patgeno", lmite de lo decible,
enigma, lo que no se puede deshacer. Interrogante sobre la etiologa de las neurosis que ser
desarrollado en una serie de tempranas publicaciones, Neuropsicosis de defensa, La etiologa
de la histeria y Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa, ponen en el
centro de atencin unas vivencias sexuales traumticas infantiles , experiencias sexuales
infantiles y jugadas en el propio cuerpo que anticipan la concepcin de la sexualidad infantil y a
partir de all la pulsin.
Ernest Jones, en Vida y obra de Sigmund Freud, dice:
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Los sntomas de la neurosis obsesiva son compulsivos porque el sujeto los hace a pesar de
no quererlos realizar. Freud dice claramente en las Nuevas puntualizaciones sobre las
35
Mi opinin es que dentro de la vida sexual tiene que existir una fuente
independiente de desprendimiento de displacer; presente ella puede dar vida a
las percepciones de asco, prestar fuerza a la moral, etc. Me atengo al modelo de
la neurosis de angustia del adulto, donde, de igual modo, una cantidad
proveniente de la vida sexual causa una perturbacin dentro de lo psquico,
cantidad que en otro caso habra hallado diverso empleo dentro del proceso
sexual. Mientras, no exista una teora correcta del proceso sexual, permanecera
irresuelta la pregunta por la gnesis del displacer eficaz en la represin. (Freud,
1896b/1979-82, p.262)
Resulta pues que esta fuente independiente y la angustia se relacionan con el quantum, y la
cantidad relaciona al trauma con la angustia y con una paradjica satisfaccin.
Volviendo a la representacin compulsiva Freud sostiene en el mismo texto que: "como
cualquier otra representacin, la obsesiva (Zwang) es combatida en el orden lgico aunque su
compulsin no se puede solucionar" (Ibd., p.265)
Vemos aqu anticiparse en Freud el carcter irreductible del sntoma y la satisfaccin que
ste envuelve.
Resulta inevitable en este recorrido referirnos a la obra princeps del creador del
psicoanlisis. En el punto C del captulo VII de La interpretacin de los sueos Freud se
pregunta de dnde proviene el deseo que se realiza en el sueo y qu es lo que se transfiere
en dicha realizacin. Las excitaciones de deseo se contesta provienen del inconciente,
sistema de huellas mnmicas en las que ubica la fuerza pulsionante que hace trabajar a dichas
huellas. En cuanto a la realizacin del deseo, apela a la indestructibilidad del deseo
inconciente, definida como las vas facilitadas de una vez por todas.
Comparten este carcter de la indestructibilidad con todos los otros actos
anmicos realmente inconcientes, vale decir, los que pertenecen con
exclusividad al sistema Icc. Son vas facilitadas de una vez por todas, que nunca
quedan desiertas y que llevan a la descarga el proceso de la excitacin cada
vez que se reinviste la excitacin inconciente. Para servirme de un smil: slo
pueden ser aniquiladas de la misma manera que las sombras del mundo
subterrneo en La Odisea, que cobraban nueva vida tan pronto como beban
sangre. Los procesos que dependen del sistema preconciente son destructible,
en un sentido muy diferente. Sobre esta diferencia se basa la psicoterapia de las
neurosis. (Freud, 1900a/1979-82, p.546)
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Podran entonces plantearse dos caras del deseo inconciente: como consecuencia de que
no ha introducido aun el concepto de pulsin, aparece como fuerza pulsionante (vas
facilitadas). Y en relacin con la transferencia de la representacin reprimida al resto diurno,
aparece como lo que se resiste a la significacin.
Por otra parte, Freud no duda en sostener que el deseo que se representa, que se pone en
escena en el sueo (realizacin del deseo), tiene que ser un deseo infantil y este proviene del
inconciente. Habla de un deseo sexual infantil inconciente para sealar su relacin al goce, al
menos como prohibido. Extraemos como principal consecuencia de esta formulacin que el
sueo, va regrediente, es el sustituto de la escena infantil alterado por transferencia a lo
reciente.
Las vivencias infantiles, as como lo traumtico pulsional, aparecen como lo que se escapa
a la represin funcionando como lmite a la significacin y al mismo tiempo como causa del
trabajo del sueo.
Freud se pregunta por qu durante el sueo el inconciente no puede ofrecer ms que la
fuerza pulsionante para la realizacin de deseo, anticipndose aqu con esta referencia a la
fuerza pulsionante el lugar de la pulsin en el funcionamiento del aparato psquico y la
posibilidad de articular el deseo y la pulsin como causa del sueo.
En el mismo punto del captulo VII Freud afirma: "El nio hambriento llorar o patalear
inerme. Pero la situacin se mantendr inmutable, pues la excitacin, que parte de la
necesidad interna, no corresponde a una fuerza que golpea de manera momentnea, sino a
una que acta continuamente" (Ibd., p.557) Podemos leer aqu la diferencia entre el instinto,
que tiene un objeto prefijado, y las grandes necesidades vitales que tienen un ritmo, distancia
entre el estmulo externo que acta de manera momentnea y la pulsin que acta de manera
continua, planteo en el que fcilmente se reconoce lo desarrollado en el texto de 1914,
Pulsiones y sus destinos.
En el mismo captulo plantea que la realizacin alucinatoria de deseo, guiada por el principio
de placer, quiebra el marco de la homeostasis biolgica e impone el placer de desear. Se
organiza otra manera de satisfaccin muy particular, puesto que la realizacin de deseo aleja al
sujeto de la va de la satisfaccin porque la fuerza pulsionante, al dar con un objeto
alucinatorio, cae en la cuenta de que no es as como se satisface.
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Ahora
podemos
intentar
reunir
las
diversas
determinaciones
{determinismos} que hemos hallado para los ataques de tos y de afona. Debajo
de todo en la estratificacin cabe suponer un estmulo de tos real,
orgnicamente condicionado, vale decir, el grano de arena en torno del cual el
molusco forma la perla. Este estmulo es susceptible de fijacin porque afecta a
una regin del cuerpo que conserv en alto grado en la muchacha la
significacin de una zona ergena. Por tanto es apto para dar expresin a la
libido excitada. (Freud, 1905b/1979-82], p.46)
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satisfaccin. Los sntomas aparecen entonces como un intento parcial de sustituir esa
satisfaccin perdida.
En un pasaje del mismo eplogo Freud pretende defender la teora que sustenta el anlisis
del material presentado, apuntando a las supuestas bases orgnicas de las neurosis. En la cita
que sigue a continuacin aparecen algunas consideraciones que se encontrarn ms
desarrolladas, pero no menos confusas, en sus Tres ensayos de una teora sexual:
Sustancias que son comparadas con ciertos venenos al hacer un parangn entre las
psiconeurosis y cuadros de intoxicacin y abstinencia. Se trata de la misma lnea argumental que
haba desarrollado para la explicacin de las Neurosis actuales. Podra decirse en esos casos que
la libido estancada pasaba de ser un vino agradable al paladar a convertirse en vinagre.
En el primer ensayo, apartado 5, aparece claramente definido el concepto de pulsin, aunque se
trata de un prrafo reescrito a la luz de su escrito posterior (en 1915) sobre las pulsiones:
{Reprsentanz}
psquica
de
una
fuente
de
estmulos
Cabe resaltar que este captulo est dedicado a las aberraciones sexuales, con apartados
especficos que se refieren a las perversiones y a las neurosis. Es decir que a partir del
concepto de pulsin podra pensarse a la sexualidad humana como esencialmente perversa,
en tanto que es caracterizada por su desvo de la norma. Por otra parte, y en relacin a esto
que acaba de considerarse, Freud, en el segundo ensayo, La sexualidad infantil, afirma:
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Entendemos que se referir luego a las cualidades con las que intenta cernir an ms el
concepto, esto es: la pulsin como autoertica, parcial y cuya nica meta es la satisfaccin.
Freud empieza desmontando la genitalidad y en ese mismo movimiento construye el
concepto de sexualidad como pulsin. Es precisamente all cuando desustancializa el objeto y
termina con la satisfaccin paradjica de la pulsin. A su vez, la fijacin, la creacin de un lazo
particularmente ntimo de la pulsin con su objeto slo tiene una consistencia lgica, pues da
cuenta del antiguo trauma como irreductible prdida del objeto.
Aqu mismo, en el apartado IV del primer ensayo, que titula "La pulsin sexual en los
neurticos", sostiene que las psiconeurosis no slo descansan en fuerzas pulsionales de
carcter sexual sino que la participacin de las mismas es la nica fuente energtica constante
de las neurosis que sustentan los sntomas.
Los sntomas proceden de las fuentes de las pulsiones parciales. Se revelan como las
representaciones convertidas de fantasas y hay que aprender a interpretar su lenguaje pues
no carecen de significacin sexual. Es decir, que en este texto Freud est articulando lo que se
puede inscribir de la pulsin, o sea, lo que se puede jugar por la va de las representaciones.
Necesitar muchos aos ms de elaboracin terica para empezar a teorizar acerca de lo que
nunca ser aprehendido por la trama de representaciones.
Retomando entonces, y para concluir: ya en las citas iniciales, del Manuscrito K, al hablar de
compulsin, Freud est anticipando esta nocin paradjica del sntoma que pone de manifiesto
la insistencia de la pulsin. Pulsin que desde una explicacin econmica, en su insistencia, se
hace irreductible. El sujeto, a pesar de l mismo, padece en el sntoma de lo que Freud,
posteriormente (1920), llamar placer en el displacer.
Esta seleccin de textos enhebrados en el recorrido del presente captulo no pretende ser
exhaustiva, pero sin lugar a dudas demuestra la necesidad lgica de la postulacin del
concepto de pulsin, que hace de este uno de los conceptos bsicos, fundamentales, al decir
de Lacan, del psicoanlisis.
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Captulo 6
La pulsin en la Metapsicologa de 19156
Daiana A. Fernndez Pineda
Introduccin: qu es la pulsin?
El contenido del presente captulo da cuenta de un recorrido bibliogrfico que surge a partir
de un interrogante amplio: qu es la pulsin? Pregunta que por su misma extensin
inevitablemente necesita ser delimitada. Haremos algunas puntuaciones bsicas que recorten
diversos puntos de vista, ya que esta temtica presenta mltiples aristas.
La propuesta es investigar e interrogar el concepto de pulsin en la obra de Freud,
comenzando por precisar: es una energa, un quantum, un afecto? Cul es su relacin con
las representaciones?
Por tratarse de uno de los conceptos del psicoanlisis que Lacan llama fundamentales, el
inters del trabajo se centra en indagar de qu manera Freud logr establecer su definicin,
cmo pens dicho concepto. Recordemos que Freud postula que se trata de uno de los puntos
ms oscuros de su teora, pero sin embargo indispensable, ya que le otorga estatuto de
concepto bsico de la investigacin. Por consiguiente se tratar de acceder al interrogante que
se encuentra detrs de esta nocin, considerando que, tal como Freud plantea en Pulsiones y
destinos de pulsin, un concepto traduce algo de la experiencia. Adems, resulta de inters
destacar que es uno de los conceptos en cuyo desarrollo se puede visualizar el pasaje de un
Freud neurlogo a uno psiclogo, lo que marca la apertura del campo propiamente
psicoanaltico de fenmenos.
En esta ocasin, el trabajo se circunscribe a tres artculos de 1915 pertenecientes a la
Metapsicologa: Pulsiones y destinos de pulsin, La represin y Lo inconciente. El primero de
los textos mencionados constituye una formulacin especfica de lo que Freud entenda por
pulsin. Pero, tal como sucede con la mayor parte de los conceptos psicoanalticos, no se trata
de una definicin cerrada, inmutable, sino de un esfuerzo de teorizacin que deja muchos
interrogantes abiertos y algunas claves a partir de las cuales poder seguir pensando. Es por
ello que se hace necesario contrastarlo con las formulaciones de los siguientes artculos con
los cuales se establece una relacin no slo cronolgica sino tambin lgica, dado que estos
El presente captulo constituye una reelaboracin del trabajo El concepto freudiano de pulsin en 1915:
Representante, agencia representante, agencia representante representacin, monto de afecto, publicado en las
memorias del 3er Congreso Internacional de Investigacin de la Facultad de Psicologa de la Universidad Nacional de
La Plata. La Plata. 2011.
41
establece tres
definiciones del concepto de pulsin que corresponden a dos modos principales de pensarlo.
De esta manera, se plantea una dicotoma entre, por una parte, pensar a la pulsin como
representante psquico de fuerzas somticas, esto es, la pulsin como la agencia
representacin de poderes orgnicos; y, por otra parte, pensarla como no psquica,
estableciendo una distincin entre la pulsin y su representante psquico.
La primera definicin, clsica, perteneciente a Pulsiones y destinos de pulsin, postula que
la pulsin nos aparece como un concepto fronterizo entre lo anmico y lo somtico, como un
representante {Reprsentant} psquico de los estmulos que provienen del interior del cuerpo y
alcanzan el alma, como una medida de la exigencia de trabajo que es impuesta a lo anmico a
consecuencia de su trabazn con lo corporal. (Freud, 1915a/1979-82, p. 117)
En este contexto, el trmino representante hace referencia a un estar en lugar de, a una
presencia en el lugar de una ausencia, por lo cual lo orgnico encontrara su lugar en lo
psquico por la va de la pulsin que es situada como su representante.
Tomando este definicin se puede pensar que esta pulsin, que es concebida como un
concepto fronterizo, de deslinde, y que, por consiguiente, demarca territorios y ocupa una
posicin un tanto ambigua, a la vez constituye un puente o una comunicacin entre los
mbitos as deslindados. De este modo de considerar la cuestin se desprende que es va
la pulsin como algo de lo somtico encuentra su lugar en lo psquico, y que esto es
representado por la pulsin.
Un punto de vista similar se encuentra en Freud cuando menciona que la pulsin encuentra
su fuente (Quelle) en lo orgnico, y su meta en lo psquico, por lo cual slo las metas de la
pulsin pueden constituirse en objeto de estudio psicolgico, pero no las fuentes pulsionales.
Por este motivo la posicin de la pulsin entre estos dos mbitos parece corresponder a un
lugar de pasaje, marcando una trayectoria entre ambos.
En este texto, que Freud dedica a la pulsin, plantea que sta constituye una superacin al
esquema reflejo utilizado para describir la accin de los estmulos externos. La pulsin,
estmulo interno para lo psquico, de accin constante, no puede reducirse a dicho esquema. El
autor se centra principalmente en las pulsiones sexuales y las caracteriza a partir de cuatro
42
y representacin
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Razn por la cual estara dando cuenta de dos elementos: representaciones y una cantidad
que es mvil y se desplaza por las mismas.
En la definicin perteneciente a La represin nuevamente se encuentran los dos trminos
que aluden al representar (Vorstellung y rpresentieren), y la nocin de agencia representante
de pulsin (Triebreprsentanz). Asimismo se operara un nuevo desplazamiento: la pulsin no
aparece representada por una representacin, sino que aquello que la representa en el
Inconciente es el monto de afecto que alude a una expresin cuantitativa: la pulsin entendida
en trminos de energa, de cantidad.
Se hace evidente que para elucidar qu es la pulsin se requiere considerar estas dos
ltimas definiciones articuladas entre s; y adems, debemos contar con otros conceptos, tales
como represin e Inconciente, sin descuidar las consideraciones metapsicolgicas.
Metapsicologa de la pulsin: dinmica y tpica
Freud plantea que represin e Inconciente son correlativos en gran medida, y aqu se puede
vislumbrar el nexo con la pulsin. En La represin estudia este particular destino de pulsin y
establece la diferenciacin entre la represin primordial y la represin propiamente dicha. La
primera de ellas constituye el proceso por el cual a una agencia representante (Reprsentanz)
psquica de pulsin se le deniega el acceso a la conciencia, con lo cual se establece una
fijacin (de la pulsin); mientras que la represin propiamente dicha acta sobre los retoos de
esa agencia representante o sobre los itinerarios de pensamiento que se le anuden.
En relacin con esto, se puede considerar que la agencia representante de pulsin, tambin
denominada agencia representante representacin, consiste en un compuesto formado por
representaciones investidas desde la pulsin. El monto de afecto, sin embargo, corresponde a
la pulsin en la medida en que se ha desasido de la representacin. Es decir, es algo que
puede ser separado de la representacin y encontrar una expresin como cantidad. Este
44
compuesto que es reprimido primordialmente constituye el ncleo del Inconciente que, segn
Freud, est formado por mociones de deseo, agencias representantes de pulsin que buscan
la descarga. La agencia representante se fija y la pulsin queda adherida a ella.
Es este mismo compuesto lo que va a dar lugar a los retoos sobre los que actuar el esfuerzo
de dar caza, en este caso, disociando aquello que permanece unido en la agencia representante:
representacin y afecto, cada uno de estos componentes encontrar un destino de manera
separada. Por lo que respecta a la representacin (Vorstellung), la misma puede ingresar en la
conciencia o permanecer inconciente, por lo cual se puede ubicar en alguno de los lugares
delimitados por la tpica: puede ser una representacin conciente, inconciente o preconciente.
En cambio, con respecto al monto de afecto, la cuestin no es tan sencilla. Se le suponen
tres destinos posibles al factor cuantitativo de la agencia representante de pulsin (que es
equiparado en este contexto a la pulsin misma): ser sofocado (lo cual constituye la genuina
meta de la represin), aparecer en la conciencia en calidad de afecto o mudarse en angustia.
Ante esto se plantea la pregunta de si los afectos o la pulsin pueden ser inconcientes.
Freud responde taxativamente que no, ya que los afectos, al ser procesos de descarga, slo
pueden ser sentidos.
Entonces, toda vez que se habla de una mocin pulsional reprimida o inconciente, y
retomando lo planteado en la segunda definicin considerada lneas arriba: qu ocurre con
el afecto? Es solamente vinculada a una representacin (que sera su representante) como la
pulsin puede ordenarse en relacin a la tpica?
Otra vez surge la dificultad referida a la localidad de la pulsin, a su lugar ambiguo. Dificultad
que no es insuperable si se tiene en cuenta que Freud plantea que mientras que una mocin es
inconciente, el monto de afecto se encuentra en un estado de amago (Freud, 1915c, p. 174), de
posibilidad de aparicin como afecto, sin serlo todava. A este amago, monto de afecto, le
corresponde evidentemente una caracterizacin cuantitativa: como energa psquica, libido, que
puede trasponerse cualitativamente en un afecto al ingresar en la conciencia anudado a una
representacin, o como angustia, en caso de no aparecer ligado a ella.
En resumen: mientras una mocin es inconciente, podemos encontrar el monto de afecto
adherido a una representacin, y por consiguiente formando o bien una agencia representante
de pulsin (como es el caso de la represin primordial), o bien divorciado de la representacin,
y por consiguiente slo como cantidad (monto de afecto en sentido estricto), en el caso de la
represin propiamente dicha. Al ser conciente, se plantea la misma alternativa entre ligado a
representacin / no ligado a representacin (afectos/angustia).
Freud plantea como un nuevo destino de pulsin la trasposicin de las energas psquicas
de las pulsiones en afectos y en particular, en angustia. Sin embargo, una nueva dificultad
aparece: cuando el monto de afecto es transformado en un afecto conciente debe estar para
ello desasido de una representacin o se debe presentar ligado a ella? Freud no termina de
responder, aunque se encuentra una indicacin en Lo inconciente que enuncia que para ser
objeto de la conciencia, el afecto liberado aguarda hasta adherirse a una nueva representacin.
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As, se podra establecer una diferencia entre los afectos en general (ligados a
representaciones) y un afecto en particular que aparece no ligado: la angustia, lo cual es
coherente con los planteos freudianos sobre este particular afecto. Sin embargo esta respuesta
no cierra la cuestin.
Freud plantea que slo se puede acceder a una traduccin conciente de la agencia
representante reprimida (Freud, 1915b/1979-82, p. 144) a travs de rodeos y de la asociacin
libre entendida como produccin de retoos de la agencia. Esto parece indicar que dicha
agencia est impedida de devenir conciente en su totalidad, por lo cual se puede plantear que,
entre lo que es conciente y las representaciones investidas desde la pulsin, reprimidas
primordialmente, se interpondra el funcionamiento del sistema Inconciente. Eso parece
situarse en correspondencia con el esquema del aparato psquico del que Freud se serva por
entonces: el as llamado esquema del peine.
Si se toma este funcionamiento del sistema Inconciente, el proceso primario, se plantea la
necesidad de que, junto a las representaciones, se encuentre una cantidad, que sera el monto
de afecto, que permita las operaciones de condensacin y desplazamiento. De lo contrario, se
estara en presencia de elementos fijos, representaciones sin movilidad.
Se puede plantear como hiptesis que la represin primordial, al fundar el Inconciente y
diferenciar las instancias, es la que da lugar a la energtica necesaria para que este
funcionamiento pueda mantenerse. Aunque tambin la represin propiamente dicha deja como
saldo un monto de afecto que se puede localizar en el Inconciente, aunque sea slo como
amago, y que podra contribuir a dicho funcionamiento. Es de destacar que la operacin
propia de la pulsin es investir, y tanto el desplazamiento como la condensacin implican
procesos de investidura que requieren de libido para poder llevarse a cabo.
Se desprende del anlisis anterior que la pulsin es representada tanto por una
representacin (o un grupo de representaciones) como por los afectos. En tanto es
representada por una representacin puede ubicrsela en la tpica como representacin
conciente o representacin inconciente, y puede estudirsela desde el punto de vista dinmico.
Por el contrario, en tanto afecto solo puede ser conciente, y en la medida en que se opera la
represin propiamente dicha, el monto de afecto slo puede encontrar en el Inconciente una
caracterizacin econmica, ya no tpica. Slo se infieren su destino y su accin
retrospectivamente, por sus resultados.
Todo el recorrido por estos textos nos permite sostener que la pulsin es representada por
representaciones y expresada por afectos, y que puede trasponerse en stos, lo cual implica
un cambio de estado.
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optar, entre dichas definiciones. Cada una de ellas apunta a diversas cuestiones vinculadas con
la pulsin: su origen, su caracterizacin, su relacin con la dinmica psquica, su inscripcin
dentro de la arquitectura del aparato psquico que Freud esboza en este momento, y su
articulacin con los conceptos de Inconciente y represin, entre otras cuestiones. Ese fue el
motivo por el cual se hizo necesario articular dichas definiciones en el tratamiento del problema.
El elemento recurrente a lo largo de los tres artculos es la consideracin de la pulsin en
trminos econmicos: Freud, desde las primeras conceptualizaciones, habla del Drang como
la esencia de la pulsin, la exigencia de trabajo continua e imperativa. Y tanto en La represin
como en Lo Inconciente, la pulsin desligada de representaciones es leda como cantidad.
Ms all de los diferentes trminos vinculados, como por ejemplo agencia representante
psquica, agencia representante-representacin, representacin, monto de afecto, afecto, etc.,
vemos que la discusin acerca de la pulsin se juega entre dos trminos principales:
representacin y afecto. La pulsin misma se presenta como el punto de confluencia de estos
dos elementos, que constituyen sus representantes, las maneras en las cuales la pulsin
encuentra una expresin y puede ser leda.
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Captulo 7
Significante, libido y pulsin7
Christian Roy Birch
Este captulo es una versin reelaborada del trabajo presentado en el 3er. Congreso Internacional de Investigacin de
la Facultad de Psicologa de la Universidad Nacional de La Plata en noviembre de 2011.
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Libido y pulsin
Para referirse al plano energtico Freud utiliza prevalentemente el trmino de Libido. Se
trata de un trmino de antigua data, cuyo uso se haba generalizado en Europa dentro de los
crculos mdicos del siglo XIX. Conservando la connotacin sexual, se consideraba que la
libido era una fuerza primaria y equivalente al celo de los animales.
En los primeros escritos de Freud, antes de inventar el psicoanlisis, el trmino libido es
utilizado segn dos vertientes: por un lado la libido es definida en un sentido amplio como la
excitacin psquica (percibida o no), especie de correlato de las excitaciones orgnicas en
general o de los rganos sexuales en particular. Por otro lado denomina libido exclusivamente
al afecto sexual, es decir, a la experiencia de incremento del apetito sexual; se trata del conato
asociado a una representacin de cualidad ertica. En esta segunda vertiente hay cierta
independencia de los procesos fisiolgicos y es la que finalmente ser ms utilizada (Freud,
1892/1979-82; Freud, 1894b/1979-82).
As definido el concepto de libido se puede explicar, por ejemplo, la angustia presente en la
neurosis de angustia: dada una excitacin psquica, si por alguna razn la libido no llega a
constituirse es decir, la excitacin no logra asociarse a representaciones sexuales el
psiquismo procurar dominar esta excitacin mediante su empleo en la produccin de angustia.
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50
51
181-193). Esta falta de objeto es producida, en ltima instancia, por la insercin del sujeto en el
orden del lenguaje: objeto perdido de la necesidad, objeto demandado, objeto inaprensible del
deseo y el objeto que falta en la demanda de amor (el ser del Otro). Justamente la pulsin es
una actividad o movimiento, es el ejercicio anmico que se despliega en torno de ese objeto
perdido que falta. Todo lo que pueda definirse como actividad en torno de un objeto perdido, es
correlativo de esa actividad que es la pulsin.
La pulsin suele confundirse con algo ligado directamente a los estmulos fisiolgicos. Sin
embargo se infiere de los desarrollos antecedentes que no es as. De hecho, entre el
organismo y el objeto de la pulsin se interponen las representaciones, el orden del lenguaje y
su hermenutica, condicin que se impone al rgimen del ejercicio pulsional.
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53
Conclusin
En resumen, registramos que la concepcin de la tendencia sexual en el ser humano,
estudiada por Freud y definida como libido, era considerada en principio como un elemento
primario, homogneo, simple y no susceptible de mayor anlisis. Sin embargo, los desarrollos
tericos posteriores impusieron la necesidad de considerar la actividad sexual como un
compuesto de pulsiones sexuales parciales. Las cuales, a su vez, estn compuestas por
diversos elementos. Tales elementos se configuran segn arreglo entre dos planos
(hermenutico y energtico) que deben considerarse en s mismos y en sus interrelaciones.
Se trata de entender los procesos hermenuticos, es decir del sentido, en sus relaciones
con los procesos pulsionales o energticos. Justamente, el estudio de las relaciones entre el
sentido y el goce es lo que permitir dar cuenta de las condiciones de eficacia que tiene una
prctica cuyo poder es esencialmente el de la palabra.
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Parte III
El problema de la fantasa en psicoanlisis
55
Captulo 8
Las fantasas inconcientes:
Una lectura a partir de los trabajos
metapsicolgicos
Luca M. Soria
El tema que aqu nos proponemos abordar es el concepto de fantasa inconciente durante el
perodo de la obra de Sigmund Freud comprendido entre los aos 1905 y 1915. Realizaremos,
para ello, una indagacin bibliogrfica que intentar discernir cmo son abordados y
teorizados, en este lapso, los productos de la actividad fantaseadora, haciendo nfasis en la
particular variante que de aquellos son las fantasas inconcientes.
Como en general sucede con los conceptos freudianos, el de fantasa no permanece
inclume a los cambios en la teora y la prctica psicoanalticas, presentando variaciones de
acuerdo al momento de la obra de Freud en que nos ubiquemos. En este caso, intentaremos
recuperar las referencias que, en este perodo, nos permiten delinear el concepto de fantasa
inconciente como contenido privilegiado dentro de los pensamientos inconcientes y como
eslabn intermedio en la produccin de las formaciones sintomticas neurticas. Tomando
como punto de apoyo los desarrollos metapsicolgicos y los lineamientos que en ellos se
establecen, consideraremos algunos ejes de lectura que nos permitan examinar y articular
dicha nocin al andamiaje conceptual all propuesto. Para ello, recuperaremos tambin
brevemente el propsito perseguido por Freud al momento de proyectar la redaccin de los
Trabajos preliminares para una metapsicologa (pretendido compilado introductorio a la
disciplina, delineado hacia 1915), as como su inevitable fracaso.
Nos orientan en este rastreo fundamentalmente dos interrogantes. En primer lugar, si es
posible hallar una formulacin del concepto de fantasa inconciente articulado al abordaje
metapsicolgico de lo inconciente tal y como es propuesto por Freud en estos trabajos. En
segundo lugar, nos preguntamos si resulta posible armonizar los caracteres que Freud otorga
en dichos textos al inconciente sistemtico en su legalidad (la ausencia de temporalidad, la no
intervencin del principio no contradiccin, la movilidad de las investiduras, etc.) con el modo
en que, hacia esos mismos aos, caracteriza al mundo de la fantasa como altamente
organizado y consistente, al modo de un guin complejo.
En lo que sigue, organizaremos el anlisis en dos momentos. El primero comprende los dos
apartados iniciales, dedicados a rastrear y circunscribir, a lo largo de una serie de textos
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inconciente
(1915c/1979-82),
La
Represin
(1915b/1979-82)
Complemento
metapsicolgico a la doctrina de los sueos (1915d/1979-82), ejes que nos orienten para
pensar las particularidades del modo de trabajo del sistema inconciente. Buscaremos desplegar
los argumentos ah trabajados, situando algunas lneas organizadoras para una lectura de las
fantasas. Finalmente, intentaremos delinear algunas conclusiones derivadas del recorrido.
Es as que, si bien es posible hallar numerosas referencias a las fantasas en La Interpretacin de los sueos,
[1900a/1979-82], las reflexiones que all se ofrecen estn ntimamente vinculadas al inters que persigue dicha obra.
57
psquica de los no neurticos. Queda en pie, nos dice Freud, el postulado de que la
sexualidad infantil marca la direccin que seguir la vida sexual tras la madurez.
Aqu homologadas a espejismos mnmicos o invenciones de recuerdos, las fantasas
son ubicadas como construcciones casi siempre producidas en los aos de la pubertad (Ibd.,
p. 266), y sirven a los fines la defensa frente al recuerdo de la propia prctica sexual infantil
entendida ahora como constitucional. Son presentadas, por lo tanto, como inseparables de las
fuentes pulsionales. Freud nos dice que lo que el psicoanlisis logra develar detrs de los
sntomas neurticos son fantasas, que se intercalan entre las vivencias infantiles y los
sntomas, rebasando a las primeras y transponindose en los segundos. Si bien, en este punto
del texto, el autor seala que esta trasposicin operara de modo directo (Ibd., p. 266), unas
pocas lneas ms adelante aclara que, de hecho, los sntomas son una figuracin convertida de
fantasas,9 lo que condice con el estatuto otorgado al sntoma (formacin de compromiso entre
corrientes anmicas contrapuestas, donde adems del proceso primario, es necesario
reconocer la incidencia de la tendencia represora). Finalmente, el texto menciona, al pasar,
una analoga realmente sorprendente entre estas fantasas inconcientes de los histricos y las
invenciones que en la paranoia devenan concientes en calidad de delirio (Ibd., p. 266, las
cursivas nos pertenecen). Ntese que aqu es el nico punto del texto en el que se hace
referencia explcita a la idea de fantasas inconcientes, permitindonos suponer que el autor
otorga dicho carcter a los productos de la fantasa previamente abordados en la
argumentacin. Esto resulta ms evidente cuando leemos, paso seguido, que es el trabajo
analtico el que permite develarlas all donde esperaba hallar los recuerdos patgenos. Por otra
parte, el parecido entre estas formaciones y los delirios paranoicos, nos brinda un ndice para
pensar el carcter de complejidad y organizacin que Freud halla en las fantasas.
El creador literario y el fantaseo (1908a/1979-82) es el examen ms pormenorizado acerca de la
llamada actividad fantaseadora (y algunas temticas conexas) que hallamos en este perodo. Aqu
se propone la premisa de que la creacin potica, as como el sueo diurno, seran continuacin y
sustituto del juego infantil. Freud pone en serie y examina estas actividades, mencionando sus
vnculos y diferencias. Seala que el nio que juega se comporta como un poeta, al insertar las
cosas de su mundo en un nuevo orden que le agrada. El mundo del juego, altamente investido por
el nio, tiende a apuntalar objetos y situaciones imaginados en cosas palpables y visibles del
mundo real (Ibd., p. 128). El poeta, como el nio que juega, crea un mundo de fantasa al que
toma muy en serio, separa tajantemente de la realidad efectiva y, en su caso, lo apuntala en el
producto de su creacin. Este aspecto de apuntalamiento, dice Freud, es el que diferencia a estas
dos actividades del fantaseo. Si bien el adulto que deja de jugar no renuncia a la importante cuota
de placer que el juego depara a la economa psquica, s renuncia al apuntalamiento en objetos
reales. Sostiene esta ganancia ahora en el fantaseo, construye castillos en el aire, crea lo que se
llama sueos diurnos (Ibd., p. 128). Adems, mientras el nio que juega tiene considerablemente
poco miramiento por su pblico y no oculta su juego a los adultos (as como tampoco juega para
ellos), el adulto esconde sus fantasas, las trata como una propiedad de las ms ntimas. Esta
9
En palabras del autor: An los sntomas ms complejos se revelan como las figuraciones convertidas de fantasas
que tienen por contenido una situacin sexual (Ibd., p. 270).
58
diferencia notable entre la conducta de quien juega y de quien fantasea, es vinculada en el texto a
otra diferencia, anclada en los motivos de ambas actividades. Al estar, el jugar, dirigido por el deseo
de ser grande y adulto, no habra razn para esconderlo. La situacin vara en el caso del adulto:
sabe que de l se espera que acte en el mundo real (que no juegue ni fantasee); en su fantaseo
hay mucho que se ve llevado a esconder por su carcter infantil y no permitido (Ibd., p.129).
Freud nos recuerda que a partir del trabajo con neurticos fue posible tomar conocimiento de la
importancia que reviste la actividad fantaseadora en todo ser humano. Agrega que no es el hombre
dichoso quien fantasea, sino aquel que se halla insatisfecho: Deseos insatisfechos son las fuerzas
pulsionales de las fantasas, y cada fantasa singular es un cumplimiento de deseo, una rectificacin
de la insatisfactoria realidad (Ibd., p.129-30). Estos deseos, aclara, diferirn segn el sexo, el
carcter y las circunstancias de vida de cada cual, sin embargo pueden ser agrupados de acuerdo
a dos orientaciones rectoras: son deseos ambiciosos (que sirven a la exaltacin de la personalidad),
o son deseos erticos. Sin embargo, no es la oposicin sino la frecuente reunin de ambas
orientaciones lo que le interesa resaltar al autor, quien agrega que es posible ver, en estos deseos
pulsionantes, poderosos motivos para el ocultamiento del fantaseo. Por otra parte, no deberamos
imaginar rgidos e inmutables los productos de la actividad fantaseadora: las fantasas singulares,
castillos en el aire o sueos diurnos, son cambiantes, se alteran de acuerdo a las impresiones
vitales y a las variaciones en las condiciones de vida, recibiendo de cada nueva impresin eficaz
una marca temporal:
El nexo de la fantasa con el tiempo es harto sustantivo. Es lcito decir: una
fantasa oscila en cierto modo entre tres tiempos, tres momentos temporales de
nuestro representar. El trabajo anmico se anuda a una impresin actual []
capaz de despertar los grandes deseos de la persona; desde ah se remonta al
recuerdo de una vivencia anterior, infantil las ms de las veces, en que aquel
deseo se cumpla, y entonces crea una situacin referida al futuro, que se figura
como el cumplimiento de ese deseo, justamente el sueo diurno o la fantasa,
en que van impresas las huellas de su origen en la ocasin y en el recuerdo.
Vale decir, pasado, presente y futuro son como las cuentas de un collar
engarzado por el deseo. (Ibd., p. 130 las cursivas nos pertenecen)
59
60
aoranza), proporcionan la clave para entender a los segundos, cuyo ncleo no es otro que
fantasas diurnas complicadas, desfiguradas y mal entendidas por la instancia psquica
conciente (Ibd., p.141).
Con respecto al origen de estas formaciones, sintetiza un aspecto central para nuestro
recorrido: La fantasas inconcientes pueden haberlo sido desde siempre, haberse formado
en lo inconciente, o bien caso ms frecuente
El inters de quien estudia la histeria, dice Freud, abandona pronto los sntomas para
dirigirse a las fantasas de las cuales proceden, resumindolo en la siguiente formulacin:
Todo cuanto puede averiguarse acerca de la sexualidad de los psiconeurticos se obtiene por
este camino de la indagacin psicoanaltica (Ibd., p.144). As fue posible descubrir que el
contenido de las fantasas inconcientes de los histricos se corresponde en todos sus puntos
con las situaciones de satisfaccin que los perversos llevan a cabo con conciencia (Ibd.,
p.143). Freud menciona, a modo de ejemplo, ciertas puestas teatrales que respondan a la
voluntad de los csares romanos, slo pasibles de consumacin gracias al ilimitado poder de
estos. Mostrando la cercana entre las fantasas neurticas y las escenificaciones perversas, se
torna clara la contempornea lectura freudiana de la neurosis como negativo de la perversin.
A partir de lo desarrollado en este texto, podemos caracterizar al sntoma histrico como
una formacin psquica producto de un compromiso entre fuerzas opuestas, en la cual se
realizan una o varias fantasas inconcientes10 al servicio de un cumplimiento de deseo. De
este modo, se figura plsticamente en ellas una parte de la vida sexual de la persona, retorno y
sustituto de una modalidad de satisfaccin que, si bien real en la vida infantil (y de carcter
10
Una puntuacin importante acerca del nexo entre ambos, nos lo presenta como mltiple y complejo. Probablemente
se deba, dice Freud, a las dificultades con que tropieza el intento de las fantasas inconcientes por procurarse una
expresin. Por regla general, en casos de neurosis prolongadas, un sntoma no corresponde a una nica fantasa
inconciente, sino a una multitud de estas, no de modo arbitrario, sino dentro de una composicin sujeta a leyes
(Freud, 1908a/1979-82, p.144; las cursivas nos pertenecen).
61
autoertico), fue desde entonces resignada11. El ciclo tpico del quehacer sexual infantil (que
involucra una soldadura entre una modalidad de satisfaccin hallada y sostenida, y la fantasa
que la enmarca), comprende los siguientes momentos: represin- fracaso de la represinretorno de lo reprimido. El sntoma, dice Freud, puede adems asumir la subrogacin de
diversas mociones inconcientes no sexuales, pero no puede carecer de un significado sexual
(Ibd., pp.144-45).
En el segundo texto mencionado se trabaja ms detalladamente la idea de que los ataques
histricos constituyen fantasas proyectadas sobre la motilidad y figuradas de manera
pantommica. El autor agrega que estas fantasas, si bien inconcientes, en todo lo dems son
de la misma ndole que las que pueden ser capturadas inmediatamente en los sueos diurnos,
o desarrolladas por interpretacin a partir de los sueos nocturnos. Una misma e idntica
fantasa puede alcanzar una expresin diversa en un sueo y en un ataque (Ibd., p. 208).
Menciona luego la intervencin de cuatro factores que provocan la no transparencia de las
fantasas implicadas en los ataques: la condensacin de varias fantasas en una nica
figuracin, la identificacin mltiple, la figuracin de un elemento a travs de una manifestacin
antagnica (anloga a la mudanza de un elemento en su contrario), la inversin de la
secuencia temporal de la fantasa figurada. Los dos ltimos factores de desfiguracin, dice el
autor, nos permiten vislumbrar las resistencias que lo reprimido se ve precisado a tomar en
cuenta an cuando irrumpe en el ataque histrico (Freud, 1908e/1979-82, p. 209).
Nuestro inters en estos dos textos reside en su anlisis de los sntomas neurticos
(fundamentalmente histricos) con relacin a las fantasas que se encuentran en su
ensambladura. Mencionbamos antes que el mismo engloba bajo la denominacin de
creaciones de la fantasa un conjunto de fenmenos afines (invencin delirante paranoica,
escenificacin perversa, Phantasie inconciente neurtica), y presenta all como su fuente
comn a los sueos diurnos de los jvenes (con sus dos orientaciones, ertica y ambiciosa).
Tal como venamos observando, los sueos diurnos son entendidos como cumplimientos de
deseo que se articulan al vivenciar infantil (y a su dimensin pulsional) a partir de una situacin
actual. Asimismo, vemos ahora que son material para otras formaciones del psiquismo, lo que
nos lleva a preguntarnos de qu modo se establecen estos vnculos. Deberemos dejar aqu
esta cuestin, para volver ms adelante sobre ella.
Rescatemos, adems, que entre las fantasas inconcientes las hay que fueron en su inicio
sueos diurnos y posteriormente reprimidas (caso que sera el ms frecuente), o que han sido
inconcientes desde siempre, habiendo surgido con ese atributo. Esta es, bsicamente, la
concepcin que ordenar el abordaje de las fantasas inconcientes a lo largo de todos los
textos que aqu trabajaremos. Sin embargo, no hallaremos en nuestra periodizacin mayor
11
Los sntomas histricos se comprenden, de este modo, como fantasas inconcientes figuradas mediante conversin, y en la
medida en que ellos adoptan manifestaciones somticas, con frecuencia toman las caractersticas de las inervaciones
motrices y sensaciones sexuales que originariamente acompaaron a la fantasa cuando an era conciente.
62
referencia al otro subgrupo que completara el conjunto, es decir, a aquellas fantasas que se
generaran directamente en el inconciente.12
En su texto Sobre las teoras sexuales infantiles (1908d/1979-82), Freud despliega un
copioso material que ha ido colectando de sus pacientes adultos en anlisis y de la
observacin directa de las exteriorizaciones infantiles. Afirma aqu su conviccin de que todo
nio se ocupa de los problemas sexuales en los aos anteriores a la pubertad y que, producto
de este trabajo, se configuran en el pensar infantil construcciones de carcter tpico a las que
denomina teoras sexuales infantiles. El inters que aquellas suscitan, aclara el texto, reside
tambin en su similitud con los mitos y cuentos tradicionales. Adems, resultan indispensables
para la concepcin de las neurosis, en las que estas teoras infantiles conservan vigencia y
cobran un influjo que llega a comandar la configuracin de los sntomas (Ibd., p.189). Freud
seala que el esfuerzo de saber de los nios (cuyo corolario son estas construcciones tericas)
en modo alguno emerge de manera espontnea sino en funcin del apremio de la vida, que
despierta intereses egostas y aguza su capacidad de pensar13. Estas falsas teoras sexuales
(Ibd., p.190) llevan todas ellas los lmites que la propia ignorancia del nio les impone. Sin
embargo, es interesante no descuidar lo que en ellas hay de acertado, que se explica por su
proveniencia de los componentes de la pulsin sexual: aunque grotescamente falsas, cada
una de ellas contiene un fragmento de verdad. Las tres grandes construcciones tericas
desarrolladas en el texto (la atribucin a ambos sexos del genital masculino, la teora de la
cloaca y la concepcin sdica del coito) nacen de las particularidades de la constitucin
psicosexual y es por ello que se las puede caracterizar de tpicas. El carcter infructuoso de
este empeo del pensamiento, limitado por el desconocimiento del nio y por las teoras
mismas (que se tornan en obstculo), contribuye a su desestimacin y olvido, que tropezar
luego con la represin de los componentes sexuales infantiles. As, el temprano discernimiento
alcanzado acerca de cuestiones relativas a la sexualidad, ser luego reprimido y olvidado, en
conexin con el destino de la investigacin sexual infantil.
Resulta interesante poner de manifiesto las similitudes y diferencias entre estas construcciones y
los productos de la fantasa que venimos mencionando anteriormente. Motivadas por problemticas
de ndole sexual, y comandadas por los componentes de la pulsin sexual misma, estas
construcciones aparecen como un precedente del fantaseo de los jvenes, e incluso pueden
compartir con estas su destino ms tpico: la represin. Es, entonces, digno de mencin que dichas
teoras permanecen vigentes y activas en su estado inconciente, y pueden ocupar un lugar
importante en la conformacin de los sntomas neurticos.
12
Ntese en estas ltimas una posible anticipacin de las fantasas primordiales u originarias, que sern teorizadas por
Freud ms adelante. Al respeto, puede consultarse la 23 de las Conferencias de introduccin al psicoanlisis (191617c/1979-82) y De la historia de una neurosis infantil (1914-1918/1979-82).
13
El texto menciona la turbacin frente a posibilidad de perder el cuidado de sus padres por la llegada inminente (o
temida) de un hermanito, como el incitador que lo llevar a ocuparse del primer grandioso problema de la vida: de
dnde vienen los hijos (Freud, 1908d/1979-82, p. 190). El pensar del nio, en el momento en que logra
independizarse parcialmente de este objetivo inicial, prosigue su trabajo como pulsin autnoma de investigar. El
resultado de estas indagaciones suele ser decepcionante para el nio, que recibe de los encargados de su crianza
respuestas evasivas, reprimendas o informacin de cuo mitolgico. A partir de entonces, dice Freud, rodea de
secreto sus ulteriores indagaciones, alimentando desconfianza hacia los adultos.
63
La novela familiar de los neurticos (1909a/1979-82) es un escrito breve que versa sobre un
conjunto muy particular de fantasas noveladas (Ibd., p. 220) que elaboran los nios en una
etapa de su desarrollo y que estn ntimamente relacionadas a la necesaria pero dolorosa
operacin de desasimiento de la autoridad parental (Ibd., p. 217). Cuando el nio es ya capaz
de ubicar, poco a poco, a sus padres en las diversas categoras a las que estos pertenecen
(como hombres entre los hombres, progenitores entre otros progenitores, etc.), puede tambin
comenzar a dudar de su carcter nico y sin parangn. A partir de entonces, pequeos
sucesos que les provoquen descontento darn la ocasin para iniciar una crtica a sus padres y
preferir otros a los suyos propios. Entre otros factores, seala Freud, cooperan intensas
mociones de rivalidad sexual, aunadas a las reiteradas impresiones de ser relegados. La
impresin de no ser correspondidos en sus propias inclinaciones afectivas puede derivar en la
idea novelada de ser un hijo bastardo, o bien un hijo adoptivo. El estadio siguiente a esta
enajenacin respecto de los padres es aquel que puede designarse propiamente como novela
familiar de los neurticos (Ibd., p. 218). Freud menciona que ste es rara vez es recordado con
conciencia, pero que casi siempre resulta pesquisable por el anlisis. En este punto del texto se
intercalan algunas observaciones sobre el carcter de estas construcciones:
Es enteramente caracterstica de la neurosis, como tambin de todo talento superior,
una particularsima actividad fantaseadora, que se revela primero en los juegos
infantiles y luego, ms o menos desde la poca de la prepubertad, se apodera del
tema de las relaciones familiares. Un ejemplo caracterstico de esta particular
actividad de la fantasa son los consabidos sueos diurnos, que se prolongan mucho
ms all de la pubertad. [Ellos] sirven al cumplimiento de deseos, a la rectificacin de
la vida, y conocen dos metas principales: la ertica y la de ambicin [] Pues bien,
hacia la edad que hemos mencionado la fantasa del nio se ocupa en la tarea de
librarse de los menospreciados padres y sustituirlos por otros, en general unos de
posicin social ms elevada. (Ibd., p. 218)
64
Por ltimo, nos interesa retomar brevemente algunas menciones relativas a las fantasas
que pueden encontrarse en la quinta de las Cinco conferencias sobre psicoanlisis
(1909c/1979-82). Aqu, nuevamente, la referencia principal son las neurosis, pero tambin se
mencionan los vnculos entre fantasas y otras notables actividades humanas, poniendo el
acento en el caso del arte. Freud se detiene a considerar cmo la huida, desde la realidad
insatisfactoria a la condicin de enfermo, nunca deja de aportar una ganancia inmediata de
placer. sta se consuma, nos dice, por la va de una involucin o regresin a fases
anteriores de la vida sexual que en su momento no carecieron de satisfaccin (Ibd., p. 45).
Esta regresin es temporal (debido a que la libido retrocede a estadios de desarrollo anteriores
en el tiempo) y formal (porque para exteriorizar esa necesidad se emplean medios originarios
de expresin psquica). Ambos sentidos apuntan a la infancia y se conjugan para producir un
estado infantil de la vida sexual (Ibd., p. 45).
Freud indica que mientras ms profundicemos en la patognesis de la contraccin de las
neurosis, ms se nos revelar la trabazn de stas con otras producciones de la vida anmica
humana, aun las ms valiosas. Debido a las elevadas exigencias que nuestra cultura impone a
los seres humanos y bajo la presin de sus ideales, hallamos universalmente insatisfactoria la
realidad, y por eso mantenemos una vida de la fantasa en la que nos gusta compensar,
mediante producciones de cumplimiento de deseos, las carencias de la realidad (Ibd., p. 46).
Estas fantasas, seala Freud, contienen mucho de la genuina naturaleza constitucional de la
personalidad, y tambin de sus mociones reprimidas. Agrega que el hombre enrgico y exitoso
es aquel que consigue trasponer, mediante el trabajo, sus fantasas en la realidad efectiva.
Toda vez que ello no se logra, sea por las resistencias del mundo exterior o la endeblez del
individuo, sobreviene un extraamiento respecto de la realidad y el individuo se retira a su
mundo de fantasa (que le procura satisfaccin); es el contenido de estas fantasas el que, en
caso de enfermar, traspone en sntomas.14 Sin embargo, bajo ciertas condiciones favorables,
existe la posibilidad de hallar desde las fantasas un camino diverso hasta la realidad, que no
implique enajenarse de ella de manera permanente por regresin a lo infantil. Cuando esta
persona, enemistada con la realidad posee talento artstico, puede trasponer sus fantasas en
creaciones artsticas (utilizarlas como fuente de inspiracin) en lugar de hacerlo en sntomas;
escapa as al destino de la neurosis y recupera por este rodeo el vnculo con la realidad (Ibd.,
p. 46). Esta concepcin, cercana a la desarrollada en El creador literario y el fantaseo,
reconoce adems en el trabajo artstico una modalidad de vnculo con la realidad alternativa a
la salida sintomtica. En aquellos casos en que estas vas no son posibles (ni talento artstico,
ni aptitud para trasponer en la realidad efectiva lo deseado), la libido, siguiendo el rastro de las
fantasas, llega por el camino de la regresin a reanimar los deseos infantiles y, as, a la
neurosis. La neurosis hace, en nuestro tiempo, las veces del convento al que solan retirarse
antao todas las personas desengaadas de la vida o que se sentan demasiado dbiles para
afrontarla. (Ibd., p. 46)
14
Podemos vislumbrar, nuevamente, el componente econmico que venamos pesquisando en textos previos, al hablar
de la proliferacin e hipertrofia de las fantasas como condicin para la cada en la enfermedad.
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De la germinacin metapsicolgica
El vocablo metapsicologa, acuado por Freud, comienza a ser utilizado espordicamente
a partir de 1896 (hasta donde podemos tomar conocimiento) en la correspondencia a Wilhelm
Fliess. Emerge, en su pluma, asociado a la indagacin sobre la psicologa de las neurosis, pero
utilizado a los fines de postular cierto distanciamiento (de all el prefijo meta) respecto de
aquella. Si bien su uso reviste de cierta oscuridad, indica una distancia con respecto a la
psicologa acadmica contempornea al autor, pero sin caer por ello en el dominio del
pensamiento filosfico (ni metafsico, podemos agregar). Freud se dice, en este momento,
ocupado sin cesar por su metapsicologa (Freud, 1986, p. 182), a pesar de no utilizar el trmino
en los trabajos dados a publicacin15. Ms an: en la clebre carta fechada el 21 de septiembre
de 189716, donde expresa el desengao producto de la cada de la teora de la seduccin como
causa de las neurosis, afirma: En esta conmocin de todos los valores [] mis esbozos de
trabajo metapsicolgico no han hecho sino ganar aprecio (Freud, 1887-1904/1986, p. 286).
Efectivamente, poco tiempo despus, en una carta fechada en marzo de 1898 en la que
hallamos una primera formulacin de la hiptesis del sueo como cumplimiento de deseo,
Freud consulta explcitamente a su interlocutor qu opinin le merece el empleo del trmino
metapsicologa para nombrar su psicologa que penetra tras la conciencia (Ibd., p. 329). A
partir de entonces y con el creciente inters por los sueos, comienza a perfilarse ms
claramente la insuficiencia de la psicologa coetnea para dar cuenta de las particularidades
psicolgicas de los procesos onricos y, en consecuencia, la necesidad de avanzar en esa
direccin. Como saldo de este esfuerzo terico, encontramos la primera gran exposicin
metapsicolgica dada a publicacin, en el famoso captulo VII de La Interpretacin de los
sueos. Si bien no hay una referencia explcita al trmino, el modo en que es caracterizada la
exposicin, nos permite leer sus resonancias:
15
16
Lo que sucede recin en 1901, donde hallamos una nica mencin en Psicopatologa de la vida cotidiana (Freud,
1901/1979-82, p. 251).
La Carta 69 de acuerdo a la numeracin de las Obras Completas editadas por Amorrortu se corresponde a la
nmero 139 en la edicin de cartas escogidas publicadas con posterioridad por la misma casa editora (Freud, 18871904/1986).
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17
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Esta serie de trabajos afines fue escrita conjuntamente hacia 1915, si bien dos de ellos se publicaron recin en 1917.
Comprende los textos: Pulsiones y destinos de pulsin (1915a/1979-82), La Represin (1915b/1979-82), Lo
Inconciente (1915c/1979-82), Complemento metapsicolgico a la doctrina de los sueos (1915d/1979-82), Duelo y
Melancola (1915e/1979-82).
69
70
Volvamos sobre algunas diferencias bsicas entre fantasas, sueos y sntomas, que los textos
nos permitieron leer. Podemos sealar que en todo momento estas producciones parecen
aproximarse y establecer ntimos vnculos. Sin embargo, y para comenzar a cercar el problema, las
fantasas, a pesar de poder ser objeto de la represin y dar lugar a la produccin de retoos de lo
inconciente (manifestndose en sntomas o sueos, por ejemplo), no constituyen en s mismas un
producto de este sistema psquico19. Volviendo a lo dicho con anterioridad, las fantasas no forman
una modalidad de retoo inconciente susceptible de abrirse paso a la conciencia como producto
transaccional entre instancias en pugna. Sin embargo, decamos, s podemos encontrar en ellas un
fecundo material (contenido representacional investido pulsionalmente) para la configuracin de
aquellos, adems de un modelo arquetpico de formacin que compute los criterios exigidos por el
sistema conciente-preconciente.
El caso de los vnculos entre los sueos diurnos y los sueos nocturnos es probablemente
el ms complejo. No sin razn sealaba Freud que [] no parece fcil sustraerse de la
fantasa cuando se intenta explicar el sueo (Freud, 1900a/1979-82, p. 109). En la cita previa
dijimos que ciertos factores involucrados en la formacin del sueo quisieran producir con el
material onrico algo semejante a un sueo diurno. Recordemos, adems, que El creador
literario y el fantaseo, plantea que los sueos nocturnos no son otra cosa que fantasas, tal
como es posible averiguar por medio de su interpretacin. Otra referencia, que encontramos en
Las fantasas histricas y su relacin con la bisexualidad nos dice que los sueos diurnos
proporcionan la clave para entender los nocturnos, cuyo ncleo no sera otro que fantasas
diurnas complicadas y desfiguradas (Freud, 1908b/1979-82, p. 141). Sabemos, a partir de La
interpretacin de los sueos, el modo en que diversos ncleos de materiales onricos (como
pueden serlo vivencias recientes e intensas, estmulos externos o corporales al momento del
dormir, etc.) constituyen puntos firmes para la configuracin de una situacin de cumplimiento
de deseo (por ejemplo, en Freud, 1900a/1979-82, p. 247).
Para aclarar esta cuestin resulta imperioso recordar que al avanzar en el anlisis de la
elaboracin secundaria, Freud repara, en La interpretacin en que sta puede ahorrarse en
buena medida el trabajo de construirle al sueo una fachada inteligible cuando entre los
pensamientos onricos se encuentra listo un producto que cumple con aquellos requisitos:
En los casos en que un tal sueo diurno ya se encuentra formado dentro de la
trama de los pensamientos onricos, este factor del trabajo del sueo se
apropiar de l con preferencia y har que llegue al contenido. Hay sueos as,
que no consisten sino en la repeticin de una fantasa diurna, de una fantasa
que quiz permaneci inconciente []. A la complejidad de las condiciones que
el sueo debe satisfacer en su gnesis se debe el que con harta frecuencia la
fantasa preexistente constituya slo un fragmento del sueo, o slo un
19
Debiramos hacer una salvedad aqu, y pautar que, en lo que sigue, trabajaremos de entre las fantasas inconcientes
aquellas que fueron en algn momento contenidos del sistema conciente-preconciente, para luego ser objeto de la
represin. Dejaremos deliberadamente por fuera el examen de aquel otro subgrupo de fantasas inconcientes que no
ha sido todava objeto de un mayor anlisis por parte de Freud en este perodo, es decir, aquellas que formaran una
suerte de tesoro originariamente inconciente. En el captulo siguiente del presente libro se hallar una posible va de
abordaje de esta cuestin.
71
Hay una breve mencin a esta distincin entre sueos diurnos y nocturnos en La interpretacin de los sueos.
(Freud, 1900a/1979-82, p. 529) Por otra parte, Freud menciona que el carcter alucinatorio se encuentra tambin en
dos estados patolgicos: en la confusin alucinatoria aguda o amentia de Meynert, y en la fase alucinatoria de la
esquizofrenia. Ms adelante agrega que podra hablarse de una psicosis alucinatoria de deseo, atribuyndola al
sueo y a la amentia por igual (Freud, 1915d/1979-82, p. 228).
21
Reconducimos, al respecto, al Captulo 10 del presente libro.
72
La interesante pregunta por el papel que Freud asigna a las fantasas en la formacin de los sntomas neurticos y las
vacilaciones en las que, en ocasiones, parece incurrir, son objeto de anlisis del captulo siguiente del presente libro.
73
74
general, tienen relacin alguna con l (Ibd., p.184). Finalmente, tampoco poseen miramiento
por la realidad: su destino slo depende de la fuerza que poseen y se encuentran sometidos al
principio de placer.
A lo mencionado se suman las complejas observaciones que se establecen en el mismo
texto con respecto a dnde residira finalmente la diferencia entre una representacin conciente
y una inconciente, es decir, cul sera la especificidad de cada una. En el apartado VII, se
introduce la idea de que la representacin-objeto (Objektvorstellung) conciente abarca la
investidura de la representacin-cosa (Sachvorstellung, derivada de las huellas mnmicas del
objeto) ms su correspondiente representacin-palabra (Wortvorstellung), mientras que la
representacin inconciente abarca slo la representacin-cosa (Ibd., p.198). El sistema
inconciente, nos dice Freud, contiene las investiduras de cosa de los objetos (las primeras y
genuinas), a las que se aade por sobreinvestidura el enlace con representaciones-palabra
solo a partir del accionar del sistema preconciente.
En tales sobreinvestiduras se sostiene la posibilidad de una organizacin psquica ms
alta y el relevo del proceso primario por el proceso secundario. Es decir, una representacin a
la que se le rehsa el ingreso en la conciencia ha sido despojada de su traduccin en aquellas
representaciones-palabra que deberan permanecer enlazadas con el objeto (Ibd., p.198). Las
representaciones-palabra provienen (de igual manera que las representaciones-cosa), de
restos de percepciones sensoriales, por lo que podemos preguntarnos qu hace que slo ellas
hagan posible el devenir conciente. La respuesta que Freud propone es que esta
sobreinvestidura, que otorgan las representaciones-palabra, aporta un refuerzo de cualidades
nuevas, necesario debido a que los procesos de pensamiento se distancian de sus restos de
percepcin originarios y pierden dichas cualidades. Adems, mediante este enlace con
palabras, pueden ser provistas de cualidad an aquellas marcas que no pudieron obtener
cualidad alguna de las percepciones, porque correspondan, por ejemplo, a meras relaciones
entre representaciones-objeto, y tales relaciones, que slo por medio de palabras se han
vuelto aprehensibles, constituyen un componente principal de nuestros procesos de
pensamiento (Ibd., p.199).
Nos interesa profundizar en los planteos anteriores en la medida en que nos permiten
problematizar el esquema conceptual que venamos planteando respecto de las fantasas
inconcientes. Hasta aqu, los sueos diurnos se nos haban presentado como un producto
digno de la elaboracin secundaria, por lo que esperaramos encontrar importantes
desavenencias a partir del momento en que fueran sometidos al trabajo del proceso primario.
De entre los atributos otorgados a lo inconciente, comprobamos en las fantasas
inconcientes caractersticas relacionadas con la atemporalidad que Freud adjudica a estos
procesos. Ello les permite permanecer vigentes y eficaces (pinsese, por ejemplo, en las
teoras sexuales infantiles) en el inconciente y comandar la configuracin de retoos
independientemente del paso del tiempo cronolgico. Observamos, asimismo, cmo pugnan
por abrirse camino a la conciencia y manifestarse an cuando esto implique someterse a un
trabajo de desfiguracin en el que pueden tambin cooperar con otras mociones inconcientes
75
(incluso otras fantasas) a partir de la mucho mayor movilidad de investiduras que hallamos en
el inconciente. Tambin vimos que en su plasmacin final pueden incluso dar lugar a retoos
en los que coincidan manifestaciones contradictorias. Por lo tanto, podemos articular este
aspecto con lo trabajado acerca de la produccin de los sueos y de los sntomas, donde las
fantasas eran sometidas a la legalidad propia del inconciente. Pero se nos impone, ahora,
observar ms de cerca algunos otros planteos de Freud.
Podramos preguntarnos, en qu sentido conservamos la denominacin de fantasas? Si,
como venamos sealando, una de las caractersticas que imprime un rasgo distintivo a los
productos de la fantasa es su carcter de construccin relativamente compleja y guionada, nos
sale al paso el problema de hacer coincidir la conservacin de unas tales propiedades con el
funcionamiento psquico inconciente, que no se presenta con arreglo a una temporalidad ni con
miramientos respecto de una lgica no contradictoria. Agreguemos, en este mismo sentido, que
la prdida de la investidura (pre)conciente (y por lo tanto, la conservacin de representacionescosa) debiera llevar a que, justamente, los nexos que hacen a la posibilidad de una tal
organizacin lgica sean los ms perjudicados. Es decir, si pensamos con Freud que al
momento de ser reprimidas, estas fantasas debieran perder algunos de los caracteres que las
particularizan, en qu sentido conservamos su denominacin en lugar de considerarlas
meramente una representacin o un grupo de representaciones investidas pulsionalmente.
Estos argumentos no llevaran sino a un aumento exponencial de interrogantes si quisiramos
evaluar la posibilidad de unas fantasas (en el sentido que las hemos definido) producidas en el
inconciente mismo.
Y sin embargo, encontramos que los ejemplos clnicos que nos son presentados, parecen
justificar la conservacin de consistencia y coherencia, es decir, la estructura guionada de lo
fantaseado. Tambin hallamos referencias en las que difcilmente puedan constatarse las
particularidades de la operatoria del proceso primario a las que venamos haciendo alusin. As
suceda en el caso de algunos sueos que parecan ser fantasas despojadas de casi todo
trabajo de desfiguracin onrica. As tambin se nos apareca el ejemplo dado por Freud en Las
fantasas histricas y su relacin con la bisexualidad, de una paciente que haba logrado
capturar con la conciencia una fantasa inconciente que presentaba todos los rasgos de una
narrativa novelada. Para comenzar a concluir, nos queda por revisar una ltima referencia (y la
nica con algn desarrollo) que encontramos en los trabajos metapsicolgicos acerca de las
fantasas inconcientes.
El apartado VI de Lo Inconciente, dedicado a trabajar el comercio entre los dos sistemas,
Freud revisa el destino de los retoos del inconciente. All comenta que no resulta posible
obtener una separacin esquemticamente clara entre los dos sistemas psquicos. Es en este
punto que hace mencin a la temtica objeto de nuestro inters. Seala que entre los retoos
de las mociones pulsionales inconcientes, los hay que renen dentro de s aspectos
contradictorios:
Por una parte presentan una alta organizacin, estn exentos de contradiccin,
han aprovechado todas las adquisiciones del sistema Cc y nuestro juicio los
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distinguira apenas de las formaciones de este sistema. Por otra parte son
inconcientes e in susceptibles de devenir concientes. Por tanto, cualitativamente
pertenecen al sistema Prcc, pero, de hecho, al Icc. Su origen sigue siendo
decisivo para su destino. (1915c/1979-82, p. 188)
Podramos pensar que nos encontramos frente a una nueva referencia a las fantasas
inconcientes de origen tambin inconciente y, por lo tanto, retoo de dicho sistema. Si bien
enigmtica, la mencin nos permitira suponer que Freud habra encontrado, de este modo,
una justificacin para la idea de fantasas (con las particularidades que a ellas les hemos
adjudicado) propiamente inconcientes. Sin embargo, si continuamos leyendo, se nos dice a
continuacin que:
De esa clase son las formaciones de la fantasa tanto de los normales cuanto de los
neurticos, que hemos individualizado como etapas previas en la formacin del
sueo y en la del sntoma, y que, a pesar de su alta organizacin, permanecen
reprimidas y como tales no pueden devenir concientes (Ibd., p. 188).
A partir de lo trabajado, vinimos adjudicando con Freud a las fantasas inconcientes por
accin de la represin eficacia en la gnesis de sntomas y sueos, y teniendo en cuenta que
resulta complejo decir que permanece reprimido algo que nunca fue reprimido en primera
instancia, volvemos a suponer que Freud se refiere aqu a las fantasas (antes concientes)
reprimidas. Pero nuevamente, caemos en la cuenta de que les ha otorgado un origen
inconciente (su origen sigue siendo decisivo para su destino, nos dice) a pesar de que
presenten cualitativamente las adquisiciones del sistema (pre)conciente. Nos dice que, a
diferencia de otros retoos del inconciente (como sera el caso de las formaciones sustitutivas)
que s logran irrumpir en la conciencia, tales fantasas se aproximan a la conciencia y all
quedan imperturbadas mientras tienen una investidura poco intensa, pero son rechazadas tan
pronto sobrepasan cierto nivel de investidura (Ibd., p.188).
En definitiva, pretende aclarar el texto, lo inconciente es rechazado por la censura en la
frontera de lo preconciente; sus retoos, por otra parte, s pueden sortear esa censura,
organizarse en un nivel alto y crecer dentro del preconciente hasta una cierta intensidad de
investidura. Ahora bien, si rebasan dicha intensidad, pueden ser individualizados como
productos del inconciente y reprimidos en la frontera de la censura situada entre preconciente y
conciencia. Si tenemos en cuenta estos ltimos agregados, podemos hacer inteligible la idea
de algo de origen inconciente y a la vez reprimido, que nos haba resultado problemtica antes.
Sin embargo, dificulta enormemente la diferenciacin que venamos sosteniendo entre
fantasas concientes e inconcientes a partir de su estado de no reprimidas versus reprimidas.
Adems, teniendo en cuenta lo hasta aqu dicho, deberamos suponer que, efectivamente,
estas fantasas, en caso de ser reprimidas daran ellas mismas lugar a la produccin de retoos
que s ganaran acceso a la conciencia. Pero si ellas mismas constituyen retoos de lo
inconciente, hablaramos aqu de retoos de retoos? Unas tales fantasas deberan ser
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diferenciadas, por otra parte, de aquellas que hasta aqu venamos denominando sueos
diurnos, cuyo origen indudablemente conciente fue puesto de manifiesto repetidas veces a
partir los textos abordados. O bien, podramos intentar pensar que, de algn modo, tambin
aquellos sueos diurnos concientes seran en s mismos modalidades de expresin de lo
inconciente, y generalizar, as, la idea de las fantasas (en su conjunto) como retoos.
Sin embargo consideramos que hay una importante distancia entre suponer la existencia de
vnculos con lo inconciente y suponer que en s mismas sean retoos de lo inconciente. Nos parece
que esto ltimo derivara una eventual indiferenciacin entre aquellos procesos psquicos que
quedaran englobados bajo dicha denominacin y aquellos que permaneceran por fuera de ella, ya
que nos preguntamos si en tal caso estaramos dispuestos tambin a adjudicar esta condicin a las
novelas familiares de los neurticos, por ejemplo, o incluso a los universalmente reconocidos
recuerdos encubridores (y con ellos, prcticamente a todo recordar).
De cualquier modo, no es esta una cuestin que intentemos zanjar aqu, donde nos
conformamos con resear los argumentos que Freud nos presenta y reflexionar acerca de sus
implicancias. Simplemente damos cuenta de aquellos escollos a los que Freud haca referencia
como saldo del esfuerzo por trasponer los resultados de la observacin y el trabajo analtico a
un intento de formalizacin terica. Se trata de un ejercicio reflexivo, ya que, como Freud
seala, [] no hemos contrado obligacin ninguna de alcanzar al primer asalto una teora
tersa; que se recomiende por su simplicidad. Saldremos de fiadores de sus complicaciones
mientras ellas se muestren adecuadas a la observacin, y no abandonaremos la esperanza de
que precisamente ellas habrn de conducirnos, en definitiva, al conocimiento [] (Ibd., p.187).
En definitiva, creemos que las apreciaciones que Freud brinda en Lo Inconciente, le
permiten solucionar algunas de las dificultades que se presentaban a la hora de realizar una
lectura de las fantasas desde los lineamientos metapsicolgicos, pero tambin abren camino a
toda una nueva serie de interrogantes.
Consideraciones finales
Emprendimos este recorrido bibliogrfico buscando rastrear aquellas menciones y
definiciones de las fantasas concientes e inconcientes presentes en el perodo comprendido
entre 1905 y 1915. Intentamos seguir a Freud en su complejizacin y extensin del anlisis de
la actividad anmica fantaseadora, para luego a partir de all asir los argumentos que nos
permitieran abocarnos a responder a nuestros interrogantes iniciales. En nuestro recorrido
pudimos apreciar la importancia que cobran las fantasas en la comprensin de la vida psquica
de los seres humanos, as como tambin pesquisar el modo en que constituyen contenidos
privilegiados entre los inconcientes, indudablemente eficaces en la produccin de otros
productos psquicos. Logramos observar, a su vez, que en este trabajo de ir dando volumen a
un concepto, Freud comienza a plasmar algunas cuestiones que darn lugar a futuros
78
23
Para una lectura vinculada a este punto, remitimos al lector al Captulo 9 del presente libro.
79
Captulo 9
La fantasa en la formacin de sntoma
y su relacin con lo pulsional24
Amalia Passerini
El presente captulo encuentra su antecedente en el trabajo titulado Consideraciones sobre la nocin de fantasa en
psicoanlisis, cuyo resumen se ha publicado en las Memorias del III Congreso Internacional de Investigacin de la
Facultad de Psicologa de la UNLP, 2011, Volumen 1, pp.128-32.
80
81
Cuando la investigacin del anlisis quiso averiguar algo ms recibi una nica, esquiva y
mezquina respuesta de parte de los pacientes: No s nada ms sobre eso; pegan a un nio
(Ibd., p. 179). Sin variaciones retricas la fantasa irrumpe en el discurso.
El analista debe confesarse que esas fantasas las ms de las veces
permanecen apartadas del restante contenido de la neurosis y no ocupan un
sitio legtimo dentro de su ensambladura, siente la sospecha de que el problema
no ha quedado resuelto (Ibd., p. 181).
Este carcter de una frase que se enuncia con esta fijeza nos conduce por el camino de la
gramtica pulsional. El sujeto est ausente como sujeto gramatical activo, sufriendo
pacientemente la accin del verbo.
El fantasma es en primera instancia algo clausurado para el sujeto que lo soporta. Se
presenta adems bajo la forma de una escena, es como una escenificacin, no es algo para
comentar. Esto en Freud trae como resonancia la escena traumtica.
Lacan, en la clase La pulsin parcial y su circuito del Seminario 11, dice respecto de esta
frase pegan a un nio que,
Freud nos presenta entonces la pulsin de una forma muy tradicional, utilizando
en todo momento los recursos de la lengua y apoyndose sin vacilaciones en
algo que pertenece a ciertos sistemas lingsticos, las tres voces, activa, pasiva
y media. Pero esto no es ms que un cascarn. Tenemos que darnos cuenta de
que esta reversin significante es una cosa, y otra, muy distinta, lo que recubre.
(Lacan, 1964/1987, p. 185).
82
83
La fijeza de estas fantasas da cuenta de una soldadura por medio de la cual la pulsin se
enlaza a un objeto. Se trata de un modo singular, una estrategia para alcanzar la satisfaccin
de la pulsin. Pensar a la fantasa como marco de la pulsin es un supuesto terico que
demuestra su lugar de eslabn intermedio.
Este tipo de fantasas resultan un elemento heterogneo e irreductible al camino de la
interpretacin. Las consecuencias de su consideracin modificarn una posible direccin de la cura.
84
Captulo 10
Sobre el concepto de fantasa y
su relacin con la realidad psquica
Natalia Biangardi
Cabe preguntarse
85
exterior, como realidad; y cuando una accin no modifica la percepcin, se concluye que sta
proviene del interior del cuerpo, no es objetiva.
Ahora bien, esta operacin de orientarse en el mundo Freud la atribuye al sistema
Percepcin- Conciencia. Este sistema tiene que disponer de una inervacin motriz por la cual
establecer si la percepcin puede hacerse desaparecer o no. Este dispositivo para Freud es el
examen de realidad, que lo sita como una de las grandes instituciones del yo, junto a las
censuras establecidas entre los sistemas psquicos.
Con respecto a la psicosis alucinatoria de deseo Freud explica que consiste en dos
operaciones: trae a la conciencia deseos ocultos o reprimidos y los figura como cumplidos, con
creencia plena. La alucinacin conlleva la creencia en la realidad. Pensando en la condicin
para que aparezca una alucinacin, Freud plantea que no puede explicarse por el mecanismo
de regresin porque de esa manera cualquier regresin lo bastante intensa producira una
alucinacin con creencia de realidad. Pero sabemos que con una reflexin regresiva podemos
traer a la conciencia imgenes mnmicas muy ntidas a las que sin embargo no tenemos por
una percepcin real. Por lo tanto, la alucinacin debe ser algo ms que la reanimacin
regresiva de las imgenes mnmicas inconscientes.
Freud intenta explicar cmo se cancela el examen de realidad a partir de un extraamiento
del sujeto de la realidad. Frente a una prdida que la realidad impone pero que el yo debe
desmentir como insoportable, el yo rompe el vnculo con la realidad, sustrae, dice Freud, la
investidura al sistema conciente de las percepciones. Al quedar eliminado el examen de
realidad, las fantasas pueden penetrar en el sistema y ser admitidas como una realidad mejor.
Es decir que el modo en que, en ciertos casos, se logra cancelar el examen de realidad es a
partir de una defensa del sujeto ante algo de la realidad que le resulta insoportable.
Qu relacin tiene el examen de realidad con el principio de realidad?
Cuatro aos antes del texto comentado, Freud escribi Formulaciones sobre los dos
principios del acaecer psquico (1911b/1979-82). Aqu habla tambin de una primera fase del
desarrollo psquico en la cual la nica clase de procesos anmicos eran los inconscientes cuya
tendencia principal define como el principio de placer-displacer. Estos procesos aspiran a
ganar placer y evitar el displacer. Este estado de reposo psquico habra sido perturbado por
las imperiosas exigencias de las necesidades internas. Es debido a la ausencia de la
satisfaccin esperada que se abandona el intento de satisfaccin por la va alucinatoria. En
lugar de l, el aparato psquico debi resolverse a representar las constelaciones reales del
mundo exterior y a procurar la alteracin real. As se introdujo un nuevo principio en la actividad
psquica; ya no se represent lo que era agradable, sino lo que era real, aunque fuese
desagradable (Ibd., p. 224).
A continuacin Freud enumera las consecuencias del establecimiento del principio de
realidad. Dar cuenta de algunas de ellas de manera sinttica. En primer lugar, los nuevos
requerimientos obligaron a una serie de adaptaciones del aparato psquico. En este sentido, al
aumentar la importancia de la realidad exterior, cobran relieve tambin los rganos sensoriales
y la conciencia acoplada a ellos. Aparecen las funciones de la atencin y de la memoria.
87
Dice Freud que en lugar de la represin, surge el fallo imparcial, que parece tener cierta
relacin con el examen de realidad, ya que su funcin es decidir si una representacin es
verdadera o falsa, es decir, si est o no en consonancia con la realidad; y esto se realizara por
comparacin con las huellas mnmicas de la realidad.
La descarga motriz, con el establecimiento del principio de realidad, se muda en accin. Su
funcin es la de alterar la realidad con arreglo a fines. La suspensin necesaria de la descarga
motriz fue posibilitada por el proceso de pensar. ste fue dotado de propiedades que
permitieron al aparato psquico soportar la tensin del estmulo elevada durante el
aplazamiento de la descarga.
En segundo lugar, otra consecuencia del establecimiento del principio de realidad fue la escisin
de una clase de actividad del pensar que se mantuvo apartada del examen de realidad y
permaneci sometida slo al principio de placer: el fantasear (que empieza con el juego de los
nios y luego abandona el apuntalamiento en objetos reales a travs de los sueos diurnos).
Por otro lado, Freud aclara que la sustitucin del principio de placer por el de realidad no
implica el destronamiento del primero, sino su aseguramiento. Es decir que se abandona un
placer momentneo, pero inseguro en sus consecuencias, para ganar por el nuevo camino un
placer seguro, que vendr despus.
Por ltimo Freud trabaja brevemente el tema que es motivo de este trabajo. Dice que lo ms
extrao de los procesos inconscientes es que en ellos el examen de realidad no rige para nada,
sino que la realidad del pensar es equiparada a la realidad efectiva exterior, y el deseo, a su
cumplimiento. Por eso sera tan difcil distinguir las fantasas inconcientes de los recuerdos que
han devenido inconcientes.
Si bien este texto es anterior a Complemento metapsicolgico a la doctrina de los sueos es
interesante por el siguiente motivo. En el texto de 1915, cuando habla del extraamiento de la
realidad se refiere (adems de al sueo que sera un fenmeno psquico normal) a la psicosis
alucinatoria de deseo, a la amentia de Meynert y a la fase alucinatoria de la esquizofrenia;
todos fenmenos patolgicos graves. Pero en este texto de 1911 dice claramente que el
extraamiento de la realidad atae tambin a la neurosis, que enajenar al enfermo de la
realidad es la tendencia de toda neurosis. El neurtico se extraa de la realidad objetiva porque
la encuentra insoportable. Es decir, que al igual que en los casos alucinatorios, aqu interviene
tambin una defensa activa del sujeto. Pareciera que lo que diferencia a los neurticos de los
casos alucinatorios ms graves es una diferencia del grado del extraamiento.
Ahora bien, si todos tenemos cierto grado de extraamiento de la realidad, podra pensarse
que esto es estructural del sujeto humano? Este interrogante ser retomado ms adelante.
88
A estas
neuronas Freud les atribuye la funcin de la conciencia25. Dice que a raz de cada percepcin
exterior se genera una excitacin-cualidad en , que sin embargo, carece en principio de
significatividad para . Y agrega que la excitacin en conduce a su descarga, de la cual
llega hasta una noticia. Esta noticia de descarga de , es segn Freud el signo de cualidad o
de realidad objetiva para .
Pero luego Freud va a complicar las cosas al plantear que si el objeto-deseo es investido de
manera intensa y as animado por va alucinatoria, el signo de descarga o de realidad se
produce de la misma manera que cuando es consecuencia de una percepcin exterior.
Significa esto que no hay forma de distinguir entre realidad y fantasa? Sigo un poco ms.
Freud dice que en este caso, el criterio fracasa. Pero que si la investidura-deseo sobreviene
bajo inhibicin, lo que sera posible en presencia de un yo investido, es concebible que la
investidura-deseo, al no ser bastante intensiva, no produzca ningn signo de cualidad, mientras
que la percepcin exterior s lo producira. Entonces para este caso, el criterio conservara su
valor. Dice Freud: el distingo es que el signo de cualidad se produce desde afuera con
cualquier intensidad de la investidura, y desde slo con intensidades grandes. Es entonces
la inhibicin por el yo la que suministra un criterio para distinguir entre percepcin y recuerdo
(Ibd., p. 352-353).
Freud concluye entonces que con inhibicin por un yo investido, los signos de descarga
devienen signos de realidad objetiva que aprende a valorar.
A qu se refiere Freud cuando habla de inhibicin por el yo o un yo investido en este texto?
En la pgina 368, Freud define al yo como un grupo de neuronas que est constantemente
investido, una organizacin que se ha formado en y cuya presencia perturba decursos que la
primera vez se consumaron de manera definida, acompaados de satisfaccin o de dolor. En la
pgina siguiente dir que si existe un yo, ste por fuerza inhibir los procesos psquicos primarios.
Freud en este texto llama procesos psquicos primarios a la investidura-deseo hasta la alucinacin,
al desarrollo total de displacer, que conlleva el gasto total de defensa; y procesos psquicos
secundarios a aquellos otros que son posibilitados solamente por una buena investidura del yo y
25
En las pginas 352-353 del texto, Freud habla de las cualidades o sensaciones como aquello de lo cual tenemos noticia a
travs de la conciencia. Y dice que en la percepcin actan juntos el sistema y el sistema . En cambio, el reproducir o
recordar es un proceso psquico que se consuma exclusivamente en y que carece de cualidad. El recuerdo no producira
nada que posea la naturaleza particular de cualidad-percepcin. Aqu Freud supone que existira un tercer sistema de
neuronas, las neuronas , que es excitado a raz de la percepcin, pero no a raz de la reproduccin, y cuyos estados de
excitacin daran por resultado las diferentes cualidades, que seran sensaciones concientes.
89
que constituyen una moderacin de los primeros. Y dice que la condicin de estos procesos
secundarios es una valorizacin correcta de los signos de realidad objetiva, slo posible con una
inhibicin por el yo. Es decir que es la inhibicin por el yo lo que procura una investidura moderada
del objeto deseado, que permite discernirlo como no real.
Podemos leer, aprs-coup (con los textos anteriormente trabajados), que este signo de
realidad objetiva slo puede darse una vez instalado el proceso secundario y el principio de
realidad.
Prdida de realidad?
Retomando la pregunta realizada al final de la primera parte, si todos tenemos cierto grado
de extraamiento de la realidad, podra pensarse que esto es estructural del sujeto humano?
llegamos a los textos Neurosis y psicosis (1923b/1979-82) y La prdida de realidad en la
neurosis y la psicosis (1924c/1979-82).
En ambos textos Freud intenta situar las diferencias entre neurosis y psicosis partiendo de
los vasallajes del yo que implica la segunda tpica del aparato psquico. As, en Neurosis y
psicosis parte de una frmula simple que luego ir complejizando: la neurosis sera el resultado
de un conflicto entre el yo y el ello, en tanto que la psicosis sera el resultado anlogo de una
similar perturbacin en los vnculos entre el yo y el mundo exterior.
Como ya haba anticipado en los textos Complemento metapsicolgico a la doctrina de los
sueos y Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psquico, sita en la confusin
alucinatoria aguda dos hechos: que el nuevo mundo interior y exterior que se crea el yo se
edifica en el sentido de las mociones de deseo del ello, y que el motivo de esa ruptura con el
mundo exterior es una grave frustracin de un deseo por parte de la realidad, una frustracin
insoportable. Es decir que la etiologa del estallido de una psicosis es la misma que la de una
psiconeurosis: la frustracin. Ahora bien, Freud dir que el efecto patgeno depende de lo que
haga el yo en esa tensin conflictiva. Puede permanecer fiel a su vasallaje a la realidad (mundo
exterior) y procurar sujetar al ello, o ser avasallado por el ello y dejarse arrancar de la realidad.
Esta es una frmula simple que no contempla la accin del supery.
Esto lo dice de una manera ms clara en La prdida de realidad en la neurosis y la psicosis.
El autor sita como rasgos diferenciales que en la neurosis el yo, en vasallaje a la realidad,
sofoca un fragmento del ello, mientras que en la psicosis el yo, al servicio del ello, se retira de
un fragmento de la realidad. Entonces, la prdida de realidad (objetividad) estara dada de
antemano en la psicosis, mientras que la neurosis se creera que la evita.
Pero la experiencia de Freud contradice esta hiptesis ya que establece que cada neurosis
perturba de algn modo el nexo del enfermo con la realidad, es para l un medio de retirarse
de esta y, en sus formas ms graves, importa directamente una huida de la vida real (Freud,
1924c/1979-82, p. 193). Freud explicita aqu que la neurosis no consiste en la represin de una
mocin pulsional, sino en los procesos que aportan un resarcimiento a los sectores
90
A modo de conclusin
Podemos obtener algunas ideas esclarecidas con respecto a la pregunta inicial:
91
Parte IV
Los casos freudianos y la produccin de conceptos
92
Captulo 11
Los usos del caso clnico. Juanito y la angustia26
Ana Laura Castiglioni
Este captulo constituye una reelaboracin de un texto que fuera publicado en las memorias del 2 Congreso
Internacional de Investigacin de la Facultad de Psicologa de la Universidad Nacional de La Plata, en 2009, bajo el
ttulo Juanito, entre dos teoras de la angustia. El uso del caso.
93
As Juanito es el caso que le permitir, o bien corroborar, o bien refutar aquello de lo cual
ha tenido noticia a travs del anlisis de los adultos.
Ahora bien, qu es lo que hace que Juanito sea un caso sobre el cual intervenir?
Cules son los conceptos que le permiten su lectura y guan sus intervenciones?
Freud se preocupa primero por ubicar el inicio de la angustia y el de la fobia, poniendo
especial nfasis en separarlas. Al indagar cmo se forma la fobia, intenta circunscribir la
angustia. Plantea en primer trmino, que la ternura hacia la madre se encuentra enormemente
acrecentada, y en esa lnea hay que leer sus intentos de seducirla.27 Es esta acrecentada
ternura por la madre lo que sbitamente se vuelca en angustia; lo que, segn nosotros
decimos, sucumbe a la represin {esfuerzo de desalojo} (Ibd., p. .23).
En 1915, en La represin, Freud presenta los dos componentes de la mocin pulsional: la
representacin, cuyo vnculo es cancelado con la conciencia; y el monto de afecto, cuyo
destino es importante determinar, ya que el fin ltimo de la defensa es evitar el displacer.
As, cobra especial inters poder situar la angustia experimentada por Juanito, la cual
segn Freud es producto de que la aoranza ertica hacia la madre haya sido reprimida,
libido que en tanto inaplicada deviene angustia. Juanito, no puede decir nada, se siente
angustiado, ya no puede permanecer en sus paseos.
Freud enuncia casi por nica vez,28 en una nota al pie de pgina, el trmino angustia
patolgica, para dar cuenta de que la angustia generada por la represin de la mocin ertica
reprimida ya no puede cancelarse, incluso estando Juanito acompaado por su madre el
objeto ansiado. De esta manera, es ste patolgico, vivenciado como angustia que
devendr miedo al caballo lo que lo autoriza a Freud a intervenir, en tanto que le limita la
libertad de movimiento y le genera sufrimiento.
Podemos pesquisar aqu, a partir de lo planteado en Lo inconciente (1915c/1979-82), que en el
mecanismo de formacin de la fobia: hay un primer momento, que generalmente pasa
desapercibido, donde solo un ojo entendido vuelve visible la angustia como efecto de de la
represin de alguna mocin pulsional. Recin en un segundo momento, el monto de afecto
desplazado encuentra un sustituto, que posee algn tipo de asociacin con el complejo reprimido.
La Fobia se caracteriza por el trabajo psquico destinado a volver a ligar la libido: Juanito
puede decir, entonces, que le tiene miedo al caballo. A partir de aqu, podr bloquear cada una
de las ocasiones posibles para el desarrollo de angustia, mediante unos parapetos psquicos
(Freud 1909b/1979-82, p. 95)
Con la investidura de un sustituto (por desplazamiento del conflicto ICC) se proyecta hacia
afuera el peligro pulsional, y el yo se comporta como si el peligro [] no le amenazase desde
27
28
Como el comentario que Juanito mismo hace a su madre sobre los dichos de su ta, quin le dijo que tena un lindo pichiln.
Tambin lo enuncia en Freud,1901/1979-82, p. 108.
94
la mocin pulsional, sino desde una percepcin, y por eso puede reaccionar contra ese peligro
externo con intentos de huida [] (Freud, 1915c/1979-82, p. 181).
En virtud de qu influjo lleg la situacin descrita en Hans al vuelco, a la mudanza, de la
aoranza libidinosa en angustia? En qu extremo sobrevino la represin? (Las cursivas son
propias) (Freud 1909b/1979-82, p. 109) Preguntas que le pertenecen a Freud En este primer
perodo (1909- 1917) Freud hipotetiza que la fuerza represiva pudo haber sido extrada de la
intensidad de la mocin por ser indomeable para el nio; o bien que dicho movimiento pudo
haberlo iniciado la incapacidad intelectual del pequeo para solucionar el problema de la
concepcin y los impulsos agresivos desprendidos por el acercamiento a esta solucin;
multiplicidad y variedad de hiptesis que no convencen a Freud, y dejan as a las preguntas
sin respuestas.
Ahora bien, volviendo al concepto que origin el escrito y habiendo diferenciado el comienzo
de la angustia de los mecanismos puestos en juego para la elaboracin de la fobia, podemos
situarla como un afecto, un quantum energtico efecto de libido inaplicada (gracias al proceso
represivo), vivenciado por el sujeto como displaciente.
A tal punto es padecida la angustia por el neurtico, que Freud en la 25 Conferencia (191617d/1979-82), sostiene que no es necesario presentarla. En esta conferencia define a la
angustia realista por oposicin a la neurtica.
Freud relaciona as la angustia realista, una reaccin racional y comprensible frente a la
percepcin de un peligro exterior, con el apronte angustiado que funciona a modo de una
seal, preparando al sujeto para la accin, para la huida.
Por el contrario, la angustia neurtica es introducida a partir de tres constelaciones: en
primer trmino, como un estado general de angustia, libremente flotante, apta para prenderse
al contenido de cualquier representacin; en segundo trmino, como aquella angustia que est
psquicamente ligada y anudada a ciertos objetos o situaciones. Es este tipo el que se
encuentra en las fobias, con su caracterstico temor desmedido frente a ellos. Y en tercer y
ltimo trmino presenta a la angustia que acompaa a los sntomas en la histeria y otras
formas de neurosis, ya sea al modo de un ataque o como un estado permanente.
De esta manera, con la angustia neurtica se pierde el nexo entre el peligro exterior y la
angustia .Y Freud se cuestiona: Puede la angustia neurtica, en la cual el peligro no
desempea papel alguno o lo tiene muy nfimo, vincularse con la angustia realista, que es, en
todo, una reaccin frente al peligro? (Ibd., p. 365)
Este interrogante, al igual que aquel del caso Juanito -donde Freud se pregunta sobre el
origen de la fuerza que causa la represin- slo podr ser respondido desde los desarrollos
posteriores del segundo perodo.
95
inervaciones
palpitaciones,
que
acompaarn posteriormente al desarrollo de angustia, toda vez que tal situacin se presente.
Desde estos desarrollos tericos, la lectura del caso Juanito deviene otra:
96
La energa para el desprendimiento de displacer, es decir para la produccin de la angustiaseal, es tomada de la investidura preconciente de la agencia representante de pulsin, la cual
es desinvestida para dar origen as a la represin de la misma.
Qu es lo que inicia el proceso represivo? Ante qu activa el yo la seal, para dar lugar al
proceso represivo? Ya desde los primeros desarrollos, Freud relacionaba la angustia de las
zoofobias con el peligro, y en funcin de ello podamos pensar en una angustia neurtica o realista.
Sin embargo, en este segundo perodo, sostiene:
Por angustia de castracin resigna el pequeo Hans la agresin hacia el padre; su
angustia de que el caballo lo muerda puede completarse, sin forzar las cosas: que el
caballo le arranque de un mordisco los genitales, lo castre [] el motor de la
represin es la angustia frente a la castracin [] ser castrado por el padre. Fue
en verdad este ltimo contenido el que experiment la represin. (Ibd., p. 103)
factor
97
Comentarios finales
En este trabajo se ha puesto especial nfasis en rastrear las dos teoras de la angustia,
articulndolas especialmente al anlisis de la fobia en el caso Juanito, ya que es en torno al
mismo que Freud las presenta.
En la primera teora Freud sostiene que la represin, es puesta en marcha por lo
indomeable de la mocin pulsional, y como efecto de la represin, el monto de libido
inaplicado deviene angustia.
Ahora bien, en tanto que la teora psicoanaltica debe pensarse como una red conceptual
interrelacionada, es de resaltar que en el segundo perodo circunscripto se llega, con la
segunda teora, a una comprensin metapsicolgica de la angustia, producto de la articulacin
del complejo de Edipo con el de Castracin, el cual le permite comprender el motor del
mecanismo represivo y por lo tanto tambin la funcin de la angustia-seal en dicho proceso.
En tanto que el empleo freudiano del caso no es ingenuo, result interesante deslindar
cules fueron los objetivos que lo llevaron a Freud a presentar el Historial y a retomar el caso
por segunda vez.
El Caso Juanito es paradigmtico en la teora psicoanaltica por permitir corroborar la
sexualidad infantil y la etiologa sexual de los sntomas, y a su vez en tanto aplicacin del
anlisis -y por el desenlace del caso- una corroboracin de l.
Sin embargo, en 1925 Freud recurre al caso de 1909 para reelaborar el material clnico
desde sus nuevos aportes, permitiendo una lectura ms compleja del mismo, volviendo visible
aspectos del material antes no pensados.
En la segunda teora, la angustia, pensada como una seal producida por el yo, anticipa el
peligro de avasallamiento del aparato: el yo inhibe entonces el proceso de investidura
amenazador en el ello, no porque el mismo conlleve displacer, sino por el peligro exterior que
este implicara, la castracin, poniendo en marcha el proceso represivo.
La vuelta sobre el caso, desde la segunda teora de la angustia
le permite a Freud la
98
Captulo 12
El caso Schreber y la introduccin del narcisismo
Julieta De Battista
Introduccin
Si bien la inclusin formal del narcisismo como concepto de la teora de la libido se data en
1914, la idea parece gestarse en el anlisis que Freud realiza de las Memorias de un enfermo
nervioso, conocido como Caso Schreber. El tercer prrafo del artculo de 1914 nos confirma
que uno de los motivos acuciantes para introducir el concepto de narcisismo en la teora de la
libido era poder incluir en ella a la esquizofrenia (Freud, 1914b /1979-82, p. 72). El afn
freudiano de abarcar conceptualmente el campo de la psicopatologa lo lleva a intentar explicar
la mana de grandeza propia de los llamados por l parafrnicos abocndose a un estudio del
yo. El riesgo de no poder explicar la esquizofrenia era alto: se pona en cuestin el alcance
explicativo de la teora para las otras psiconeurosis, debilitndola. Sin dudas, era mucho lo que
estaba en juego. De hecho, la introduccin del narcisismo trajo consigo una nueva distribucin
nosolgica (neurosis narcisistas- neurosis de transferencia) y condujo a la formulacin del
nuevo dualismo pulsional: pulsiones de vida- pulsiones de muerte.
Este captulo se propone reconstruir las coordenadas de la introduccin del concepto de
narcisismo en la teora analtica desde un punto de vista clnico y tambin poltico-institucional,
dada la importancia de la colaboracin de varios discpulos freudianos (Jung, Ferenczi,
Abraham) en la construccin de la teora analtica de las psicosis.
La etiologa es sexual y actual, responde a una prctica sexual que menoscaba el logro de
la satisfaccin, ya sea la masturbacin para la neurastenia o el coitus interruptus para la
neurosis de angustia. En la vereda de enfrente quedan las llamadas neuropsicosis o
psiconeurosis de defensa que anan sntomas histricos, representaciones obsesivas, delirios
paranoicos, fobias y algunas psicosis alucinatorias bajo la hiptesis de una defensa que acta
frente a una representacin inconciliable de origen sexual, cuya raz ltima debe rastrearse en
la infancia. La etiologa es sexual pero no actual, requiere de dos tiempos y un intervalo entre
ambos (la pubertad) para que la vivencia sexual infantil traumtica produzca sus efectos
sintomticos. La gran novedad freudiana recae sobre el factor etiolgico de la sexualidad: los
sntomas no resultan de un dficit o degeneracin del psiquismo sino que son el resultado de
un conflicto entre el yo y la sexualidad.
Sin embargo, Freud nota desde un primer momento que aun cuando el rasgo comn de las
neuropsicosis es la defensa, sta no opera de la misma manera en todos los casos, dado que
los tipos de retorno de lo reprimido difieren en su forma. No es lo mismo un sntoma corporal o
una representacin obsesiva que una alucinacin auditiva. Para las fobias, obsesiones y
sntomas histricos Freud defiende la hiptesis de una defensa que divorcia la representacin
inconciliable de origen sexual de su afecto concomitante. Esta separacin de la representacin
y el afecto es el carcter comn. El destino del afecto marca la distincin entre estas tres
formas del malestar, en trminos freudianos hay una diferencia en el mecanismo de formacin
de sntoma (que hay que distinguir del mecanismo de la defensa). En la histeria la
representacin es reprimida y el afecto es convertido corporalmente dando lugar a la
conformacin de un smbolo mnmico, sustituto de la situacin traumtica que se pretenda
olvidar. Para la fobia y la obsesin Freud plantea que la representacin es debilitada y aislada,
pero permanece en la conciencia. El afecto es transpuesto a otra representacin por enlace
falso, dndole un curso psquico forzoso a una representacin al parecer nimia, que se
encuentra sin embargo en relacin asociativa con la representacin inconciliable original.
Otro es el caso de los estados psicticos. En 1894 Freud toma la confusin alucinatoria y
seala que opera en ella una defensa ms enrgica y exitosa que no se limita a separar la
representacin del afecto sino que directamente desestima [Verwerfung] la representacin
insoportable junto con su afecto. La representacin ni es reprimida ni es aislada, sino que el yo
se comporta como si nunca hubiera existido y se refugia en la psicosis, extrandose
radicalmente de la realidad. El caso presentado en ese artculo muestra cmo la joven
desestima el amor no correspondido y la ausencia del amado volcndose a un delirio
alucinatorio que se lo restituye: ahora l ha llegado y est con ella. Freud seala que, en cierto
sentido, esta modalidad defensiva es exitosa dado que efectivamente se logra no saber nada
de la representacin inconciliable, pero a costa de desprenderse de un fragmento de la realidad
objetiva. Este desasimiento de la realidad y de los objetos, tempranamente enunciado por
Freud, cobrar cada vez mayor importancia en su teora de las psicosis y en su explicacin del
mecanismo.
100
En 1896, Freud retoma la hiptesis de la defensa para dar cuenta de la naturaleza del
mecanismo psquico operante en la paranoia. Parte del supuesto de la existencia de
representaciones inconscientes reprimidas y aplica en un caso de paranoia crnica (dementia
paranoides)29 el mismo mtodo que haba aplicado a la histeria para eliminar las alucinaciones
visuales, auditivas y cenestopticas que padeca la paciente. De esta manera quera demostrar
que la paranoia tambin poda reconducirse a la operacin de la represin, en un momento
donde los debates al respecto defendan la existencia de causas endgenas.
Ahora bien, en el anlisis del caso, Freud se encuentra con una serie de fenmenos que no
podan equipararse a lo que ocurra en la histeria. En primer lugar nota que lo reprimido
retornaba de un modo diferente. Ya no bajo la forma del smbolo mnmico histrico o del falso
enlace obsesivo. El sntoma no llevaba la marca ni de la sustitucin ni del desplazamiento y
Freud seala como peculiar que ella oa o alucinaba interiormente, como sus voces, las
indicaciones que provenan de lo inconsciente. (Freud, 1896a /1979-82, p. 177) Las
alucinaciones aparecen como simples reproducciones de una impresin real, el fragmento que
debi ser reprimido retorna inalterado, las alucinaciones verbales son pensamientos dichos en
voz alta. (Ibd., p. 181) No encuentra en la desfiguracin los hilos asociativos que lo
reenviaran a la vivencia traumtica infantil. Simplemente retorna en lo actual el reproche
originario inalterado. Esto lleva a Freud a decir que finalmente la defensa termina fracasando e
incluso llega a preguntarse si no es concebible que la censura falte desde el inicio (Ibd.). Por
otra parte, y a diferencia de la obsesin, en la paranoia no se presenta una lucha defensiva
secundaria contra el sntoma. El yo no quiere sacarse de encima a ese sustituto de lo reprimido
que le resulta extraterritorial sino que el yo mismo se altera e intenta adecuarse a estas nuevas
sensaciones a travs de la formacin combinatoria del delirio.
Podemos ver entonces cmo a fines del siglo XIX la cuestin de las psicosis abre un gran
nmero de preguntas que conciernen al yo, a saber: Cmo se produce el proceso por el cual
el yo se desase de la realidad? Qu especificidad se encuentra a nivel de la defensa y del
mecanismo de formacin de sntomas? Por qu se conforma un sntoma paranoico en lugar
de uno histrico? Cmo es que el yo llega a alterarse al punto de reconstruir una nueva
personalidad? Sin dudas las grandes diferencias en torno a la particular presentacin del
sntoma requeran para Freud una explicacin. En un contexto donde era clave para l
sostener que tambin las psicosis podan ser explicadas por la combinatoria de la etiologa
sexual y el mecanismo psquico, diferencindose de las hiptesis psiquitricas de la poca que
defendan una etiologa orgnica.
No hay que olvidar que el pensamiento sobre lo psicopatolgico que inaugura Freud no
implica que la enfermedad mental es un dficit que separa tajantemente a los sanos de los
enfermos por algn tipo de constitucin degenerativa especial, sino que para explicarla hay que
recurrir a la dinmica de las fuerzas pulsionales y las instancias psquicas que estn presentes
29
La dementia paranoides era una de las formas clnicas que Kraepelin haba definido dentro del grupo de la demencia
precoz. El trmino cay en desuso y fue sustituido por el de esquizofrenia paranoide. Tanto en el anlisis de un caso
de paranoia crnica como en el caso Schreber Freud suele hablar de paranoia para luego aclarar que se trata de
una dementia paranoides, es decir, esquizofrnica. Para Kraepelin la paranoia se diferenciaba de la dementia
paranoides, entre otras cosas, por no presentar una terminacin demencial con abolicin de facultades psquicas.
101
en todos los individuos. De ah la importancia que adquiere para Freud la inclusin de las
psicosis dentro de la hiptesis que confiere a todas las psiconeurosis una etiologa sexual y un
mecanismo psquico.
En los aos que siguen a esta publicacin de 1896 no se registran nuevos aportes. No es
menor el dato que Freud seala constantemente para justificar sus escasos desarrollos sobre
las psicosis: siendo un mdico de consultorio privado (que no trabajaba en hospitales pblicos
destinados a la internacin de pacientes psiquitricos) contaba con muy pocas ocasiones de
ocuparse de este tipo de pacientes. El problema de las psicosis no fue acuciante para l
durante muchos aos. Sin embargo, la situacin habra de cambiar.
a describir. Paradjicamente este mismo punto fue el motivo de la disensin con la causa
freudiana, pues ni Bleuler ni Jung comulgaron con la hiptesis de la etiologa sexual y
defendieron que la causa ltima de la psicosis era orgnica (en sus distintas versiones: proceso
cerebral en el primero y txico en el segundo). Los mecanismos freudianos fueron relegados a
la descripcin de los sntomas psquicos, es decir a aquellos sntomas que surgen
secundariamente por reaccin de la psique enferma ante la causa primaria de la Spaltung. Por
su parte, Freud nunca abandon la hiptesis de la etiologa sexual de las psiconeurosis y
abog siempre a favor del trabajo del inconsciente implicado en la formacin de sntomas. El
desplazamiento y la condensacin freudianos responden a una teora de la causalidad
psquica, la Escuela de Zrich ley a Freud en funcin de sus intereses y descuid lo esencial.
La tensin era evidente.
La huella de este intercambio atraviesa toda la introduccin del narcisismo. Incluso Freud
reconoce que de no haber sido por la tentativa de Jung de desexualizar la libido y convertirla en
una energa psquica general o incluso homologarla con la idea de voluntad en Schopenhauer
(Jung, 1912) se habra ahorrado la redaccin del artculo. A continuacin seala que hubiese
preferido continuar por los caminos abiertos en el caso Schreber, callando acerca de sus
premisas (Freud, 1914b /1979-82, p. 77), indicacin que corrobora que en dicho caso la
cuestin del narcisismo es central y est en elaboracin.
La encrucijada no era sencilla. A Freud no le faltaban motivos para intentar complacer a los
suizos, ya que el reconocimiento de psiquiatras renombrados era una fuente inestimable de
legitimidad para el movimiento psicoanaltico. Adems, Freud le adjudicaba a la presencia de
Jung el haber librado al Psicoanlisis del peligro de convertirse en un simple asunto nacional
de los judos y durante un perodo fue para l una especie de hijo y heredero (Jones,
1953/1970, p. 44) confindole incluso la direccin del movimiento con la primera presidencia de
la International Psychoanalitic Association. Los suizos eran los primeros partidarios del
extranjero y adems los primeros no judos: era crucial su importancia poltica para la
expansin del movimiento.
Es en el contexto de esta trama que acabamos de enunciar que llegan a manos de Freud
las Memorias de un enfermo nervioso de Schreber, que haban sido publicadas en 1903, y en
el historial que escribe basndose en ellas habra de exponer su tesis fuerte sobre el
ocasionamiento de la paranoia a partir de un avance de libido homosexual, una de las razones
que lo llev a la necesidad de introducir en la teora el concepto de narcisismo. El nexo
paranoia homosexualidad no aparece en el primer momento que hemos comentado y
constituye la gran novedad en la interpretacin del caso Schreber. Es una hiptesis que Freud
construye a partir del intercambio con Jung y con Ferenczi tal como lo demuestra la lectura de
sendos epistolarios- y que adems se entrama con el desenlace poco feliz de la amistad de
Freud con Fliess, acusacin de plagio mediante.30 En una carta a Ferenczi del 6 de octubre de
1910 y en referencia al final de esta amistad Freud afirma He triunfado donde el paranoico
fracasa, aclarando que logr que una parte de su investidura homosexual fuera retirada y
30
En una investigacin en curso financiada por el CONICET intento restituir la trama de estos intercambios y su papel
en la elaboracin de la teora analtica de las psicosis.
103
destinada al aumento de su yo (Freud &. Ferenczi, 1908-1914/1992, p. 231) Esto supone que
el paranoico no logra dominar ese montante homosexual.
El nexo narcisismo-homosexualidad s haba sido esbozado por Freud por esa misma
poca, cuando agrega una nota a los Tres ensayos para decir que los homosexuales se toman
a s mismos como objetos sexuales, y en tal caso habla de narcisismo (Freud, 1905a/197982, p. 132, n.13) Tambin en 1910, en Un recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci, Freud
concluye que para volverse homosexual es necesario que el amor a la madre haya sido
reprimido y sustituido por una identificacin con ella que lleva a tomar a la persona propia como
modelo a partir del cual se eligen los objetos, es decir, encontrarlos por la va del narcisismo
(Freud, 1910/1979-82, p. 93) Al parecer, las Memorias se Schreber le ofrecieron a Freud la
ocasin de formular estos desarrollos dispersos. Veremos a continuacin cmo se entraman
homosexualidad, paranoia y narcisismo en la lectura que Freud hace del caso Schreber.
Creemos necesario
El caso Schreber
Las Memorias de Schreber estn conformadas por el relato en primera persona de la
enfermedad y sucesivas internaciones en clnicas psiquitricas de su autor. Haban despertado
un gran inters entre los psiquiatras de la poca y es justamente Jung quien le recomienda su
lectura a Freud.
Daniel Paul Schreber estaba por asumir su cargo en el Superior Tribunal de Dresde cuando
tiene una serie de sueos que lo perturban. En uno de ellos, suea que su antigua enfermedad
regresaba haba sido internado haca 8 aos por un cuadro de hipocondra grave que haba
sanado. En otro, acaecido en un estado entre el dormir y la vigilia, se le apareci la
representacin de lo hermossimo que sera ser una mujer en el momento del coito. La
reaccin de Schreber fue revolverse ante tamaa ofensa a su posicin viril. En ocasin de la
asuncin del cargo y, segn Schreber, a causa de un exceso de trabajo mental, debe ser
nuevamente internado. El cuadro de ingreso fue calificado como estupor alucinatorio
acompaado de ideas hipocondracas. Schreber se quejaba de padecer un reblandecimiento
del cerebro, de sentir que varios de sus rganos estaban destruidos: viva sin estmago, sin
intestinos, sin pulmones ni vejiga y sintiendo que se coma parte de su laringe al tragar. Crea
que pronto morira e incluso que ya estaba muerto. No poda dormir, sufra de espejismos
visuales y auditivos diversos, escuchaba voces que lo injuriaban y senta que su cuerpo era
sede de diversas manipulaciones. En ese estado hizo varios intentos de suicidio.
Luego, el cuadro se fue modificando. Aparecieron ideas delirantes de persecucin: su
cuerpo transformado en un cuerpo de mujer sera entregado para que se cometa abuso sexual.
El perseguidor era inicialmente su mdico tratante, el Dr. Flechsig y luego varios de los
104
105
106
avanzar
entonces en
la elucidacin
de
la
modalidad
defensiva,
de la realidad (Freud, 1911b/1979-82), pero no por eso han cancelado sus vnculos con los
objetos, dado que los conservan en la fantasa: este es el proceso al que Freud reserva la
denominacin introversin de la libido en la fantasa, paso intermedio en la formacin de
sntomas.
La diferencia con los parafrnicos es radical: la libido es retirada del mundo exterior pero no
es sustituida por otros objetos en la fantasa. Puede llegar a producirse posteriormente un
intento de restitucin que reconduzca la libido a los objetos, pero ya es a costa de cierta
alteracin del yo en la formacin combinatoria del delirio. El neurtico, en cambio, no altera su
yo, mantiene los vnculos en la fantasa, evitando las acciones que significaran una
satisfaccin en la realidad. Encuentra satisfaccin en la fantasa y en sus sntomas, que se
convierten en la prctica sexual de los neurticos (Freud, 1905). De esta manera decanta en
1914 una nueva distincin nosolgica: las neurosis de transferencia conllevan una introversin
de la libido en la fantasa (desde donde intentan recuperar el vnculo con satisfacciones y
objetos resignados, de ah la posibilidad que tienen de establecer transferencias), y las
neurosis narcisistas que se caracterizan porque la libido no se introvierte en la fantasa sino
que regresa al yo y se produce entonces por este desasimiento de los objetos una incapacidad
de establecer transferencias.
Ya hemos visto cmo la posicin del psictico no es refugiarse en la fantasa inconsciente,
sino en todo caso realizarla bajo la forma del delirio, a expensas del lazo con la realidad
supuestamente objetiva. La distincin entre libido de objeto y libido yoica expresa esta
realidad clnica. El delirio de grandeza y los sntomas hipocondracos dependen para Freud de
la libido yoica y han surgido a expensas de la libido que fue retirada de los objetos. Aqu, es
nuevamente el caso Schreber lo que le permite sostener esta distincin, dado que encuentra
en el sepultamiento del mundo descrito por el presidente el ejemplo prnceps de lo que ocurre
cuando la libido abandona los objetos y regresa al yo. Schreber cuenta en sus Memorias que
hubo un momento donde tuvo la certeza de que una gran catstrofe haba ocurrido en la tierra.
Voces le anunciaban que slo le quedaban unos aos de vida al planeta y crea ser el nico ser
humano real que quedaba. El resto se le apareca desrealizado, bajo la forma de hombres de
milagro, improvisados de apuro (Freud, 1911a/1979-82, p. 64) El mundo apareca sacrificado y
el yo era el nico sobreviviente. Freud explica entonces este sepultamiento del mundo por el
desasimiento libidinal de los objetos que se produce en el momento del desencadenamiento.
La libido sustrada de los objetos no se conduce a la fantasa sino que regresa al yo y el delirio
de grandeza tienen por funcin dominar este excedente libidinal que produce una estasis de la
libido yoica. El mundo de Schreber se reconstruye, pero ahora l tiene una misin grandiosa:
ser la mujer de Dios que repoblar la tierra.
Esta explicacin, que requiere de la introduccin del narcisismo en tanto investidura libidinal
del yo, le permite a Freud incluir a la esquizofrenia bajo las premisas de la teora de la libido. El
desasimiento libidinal de los objetos con regresin al yo es la modalidad de la defensa
caracterstica de las parafrenias. Es justamente ste el punto que Jung va a poner en cuestin
diciendo que un proceso tal conducira a la psicologa de un anacoreta asctico, pero no de un
108
esquizofrnico. Para Jung la hiptesis del desasimiento libidinal no es suficiente para explicar la
prdida de realidad que se produce en las psicosis. En la crtica detallada que Ferenczi
(1913/1981) realiza del libro de Jung y que Freud recomienda, este autor nos advierte que Jung
se apoy en el siguiente prrafo de Freud para cuestionar el carcter sexual de la libido:
Una tercera reflexin, que se sita en el terreno de los puntos de vista aqu
desarrollados, nos sugiere preguntarnos si debemos suponer lo bastante eficaz
el desasimiento general de la libido del mundo exterior como para explicar
desde ah el sepultamiento del mundo, y si en tal caso no alcanzaran las
investiduras yoicas retenidas para mantener el rapport con el mundo exterior.
Uno debera entonces hacer coincidir lo que llamamos investidura libidinal
(inters de fuentes erticas) con el inters en general, o bien considerar la
posibilidad de que una vasta perturbacin en la colocacin de la libido pueda
inducir tambin una perturbacin correspondiente en las investiduras yoicas.
Ahora bien, esos son unos problemas para cuya respuesta carecemos de todo
socorro y somos incompetentes. Distinto sera si pudiramos partir de una
doctrina de las pulsiones segura. (Freud, 1911a/1979-82, p. 68)
109
Parte V
El giro de 1920 y sus consecuencias clnicas
110
Captulo 13
Antecedentes y circunstancias del texto Ms all
del principio del placer
Mauricio Cherrutti
Ernest Jones, en Vida y Obra de Sigmund Freud, afirma que en una carta del 31 de marzo
de 1919, Freud le escribe a Ferenczi: Acabo de dar fin a un trabajo de veintisis pginas sobre
la gnesis del masoquismo, que llevar el ttulo Pegan a un nio. Estoy comenzando otro con
el misterioso encabezamiento de Ms all del principio del placer. No s si es esta fra
primavera o la dieta vegetariana lo que me ha hecho tan productivo (Jones, 1953/1970, Tomo
III, pp. 50-51). Quince das ms tarde le comunica: [] mucho de lo que all digo es bastante
oscuro y el lector se ver obligado a arreglrselas como pueda, algunas veces no puedo
hacer otra cosa que eso (Ibd., p. 51).
Al ao siguiente lo retoma y lo amplia. En ese tiempo muere su hija Sophie. El libro aparece
publicado en el Zeitschrift en marzo de 1920.
Freud advierte que es un error conectar el libro con el fallecimiento de su hija: [] es un
error. El Ms all fue escrito en 1919 cuando mi hija era joven y rozagante. Falleci en 1920.
(Ibd.)
Es aceptado por todos que este misterioso texto marca la obra freudiana de manera
indeleble desde dos puntos de vista: desde la posicin de Freud, que ya no se preocupa mucho
por el lector, y por otro lado, por las consecuencias, ya que a partir de ah el psicoanlisis ya no
ser lo que era, slo un arte de interpretacin.
Sigamos la interpretacin de Jones, quien dice que Freud hasta entonces no haba escrito
nada por el estilo, que haba puesto freno a sus ideas especulativas y que a partir de este texto
da riendas sueltas a su especulacin.
En palabras de Freud: Lo que sigue es especulacin, a menudo de largo vuelo, que cada
cual estimara o desdeara de acuerdo con su posicin subjetiva. (Freud, 1920/1979-82, p. 24)
Las hiptesis de Jones de por qu Freud da rienda suelta a su especulacin son:
a. Que tendra la sensacin de haber aportado todo lo que tenia en su poder al
conocimiento cientfico, un sentimiento de haber realizado toda su obra sobre la
tierra, que habra cumplido con su deber de manera integral, y que entonces se
pondra a cubierto de todo reproche de haber librado su nimo de una pesada
carga. Estara libre, y ya no tendra por qu estorbar su vuelo personal.
111
112
Compulsin de repeticin
A pesar de creer que la verdadera razn por la cual escribe el texto Ms all del principio del
placer tiene que ver con la reaccin teraputica negativa y la neurosis de destino, quisiera
dedicarme a la otra cara de la compulsin de repeticin, ilustrada en el texto con el juego de
nios y la neurosis de transferencia. Podemos decir que la compulsin de repeticin no solo
lleva a los infortunios o desgracia del sujeto, sino que tambin nos remite a una cara creativa,
lo que acontece como nuevo. Es decir que hay una cara sintomtica y otra asintomtica, una
que habla y otra muda.
escrupulosamente las
prohibiciones que le imponan. Es decir era un nio muy querido por sus padres, que y adems
senta gran ternura hacia ellos.
Pero, dice Freud: [] el buen nio tena un hbito molesto en ocasiones, de arrojar lejos
de s, a un rincn o debajo de la cama, etc., todos los pequeos objetos que hallaba a su
alcance, de modo que no sola ser tarea fcil juntar sus juguetes. Al hacerlo profera, con
expresin de inters y satisfaccin, un fuerte y prolongado <o-o-o-o> que, segn el juicio
113
coincidente de la madre y este observador no era una interjeccin, sino que significaba fort
(se fue). El nio jugaba a que los juguetes se iban (Freud, 1920/1979-82, pp. 14-15).
En un segundo momento nos cuenta el juego propiamente dicho: El nio tena un carretel
de madera atado con un pioln. No se le ocurri, por ejemplo, arrastrarlo tras s por el piso para
jugar al carrito, sino que con gran destreza arrojaba el carretel, al que sostena por un pioln,
tras la baranda de su cunita con mosquitero; el carretel desapareca ah dentro, el nio,
pronunciaba su significativo <o-o-o-o>, y despus, tirando del pioln, volva a sacar el carretel
de la cuna, saludando ahora su aparicin con un amistoso da (ac esta). Ese era pues el
juego completo de desaparecer y volver. La mas de las veces slo se poda ver el primer acto,
repetido por s solo incansablemente en calidad de juego, aunque el mayor placer sin ninguna
duda, corresponda al segundo (Ibd., p. 15).
Inmediatamente despus del describir el juego, Freud nos enva a una nota al pie de pgina
donde describe una situacin que certifica su interpretacin: Un da que la madre haba estado
ausente muchas horas, fue saludada a su regreso con esta comunicacin <bebe o-o-o-o>
primero esto resulto incomprensible, pero pronto se pudo comprobar que durante esa larga
soledad el nio haba encontrado un medio para hacerse desaparecer a s mismo. Descubri
su imagen en el espejo del vestuario, que llegaba casi hasta el suelo, y luego le hurto el cuerpo
de manera tal que la imagen del espejo <se fue>. (Ibd.)
Podemos ubicar tres secuencias:
Vemos aqu tres tiempos que se encadenan, es decir que uno no sucede sin el otro. Este
juego nos muestra cmo el sujeto est situado en una exterioridad a donde previamente
estaba. No slo el nio estaba fuera de lugar. La del nio en la cuna es una localizacin
espacial, mientras que la existencia del sujeto es un tiempo ms que un estado. El tiempo del
sujeto es recrearse fuera del lugar en que previamente estaba para el otro. Por el sujeto existe,
ex = fuera, siste = lugar, es decir fuera de lugar. Este segundo tiempo es absolutamente
necesario para el tercer tiempo, el de hacerse desaparecer a s mismo.
El nio, que haba ubicado el vacio de su cuna, sitio del que se haba sustrado, le pone
palabras a su ausencia, fort-da, y por ultimo juega a sustraerse de la imagen del espejo.
Freud pone en la misma lnea la neurosis traumtica y el juego de su nietito en la medida en
que considera que para el nio es imposible que la partida de la madre le resultara agradable y
menos aun indiferente.
Es importante recordar que para Freud que lo que ocasione el trauma no cause heridas fsicas,
en la medida que estas contrarrestan el efecto traumtico. Es decir lo traumtico toca al sujeto, no al
organismo viviente. La muerte est planteada en este texto como el fin de la pulsin, no de los
signos vitales. Dicha satisfaccin produce el desfallecimiento, el dejar de ser del sujeto le hace
perder la unidad del yo o, dicho en otros trminos, la consistencia de la imagen.
114
Concluyendo
En una entrevista, no recuerdo dnde, le preguntan a Borges: Qu piensa de la muerte?
Y l contesta: el alivio de dejar de ser.
Los que nos dedicamos a esta experiencia, la psicoanaltica, podramos decir que Freud en
este texto describe un momento del anlisis, donde se juega una de las dificultades ms
importantes del tratamiento, y donde la mayora de la veces el fiel de la balanza se inclina hacia
el abandono del mismo. En este texto fue mi propsito mostrar, a travs del juego del nio, una
de las posibilidades de sortear esa encrucijada y las consecuencias creativas que acarrea.
Vimos cmo Freud, luego de separarse de la ciencia y luego de sortear la fecha
pronosticada de su muerte, escribe este misterioso e inquietante texto. El cual implica que el
psicoanlisis deje de ser, para constituirse como tal.
El psicoanlisis, a partir del Ms all del principio del placer deja de ser solo un arte de
interpretacin para conminar al analista a su acto. En palabras de Freud: [] los pacientes
fuerzan al mdico a dirigirles palabras duras y a conducirse framente con ellos. (Freud,
1920/1979-82, p. 21)
Para escribir este texto Freud tuvo que separarse del otro, especialmente de la ciencia, y
dar rienda suelta a su imaginacin, despreocupndose de su interlocutor.
Lo mismo hace su nietito, a pesar de la ausencia de la madre: juega a hacerse desaparecer
y en el mismo acto se constituye como sujeto.
Para terminar quisiera transcribir una cancin que canta Joan Manuel Serrat, que relata
graciosa y sintticamente lo que aqu se desarrolla con oscuridades y dificultades propias de
quien esto escribe.
El muerto vivo
A mi amigo Blanco Herrera le pagaron su salario
y sin pensarlo dos veces sali para malgastarlo.
115
116
Captulo 14
Ms all del principio del placer
la pulsin de muerte
Marisa I. Badr y Rocio Mayorga
Repeticin y displacer
En el marco de la transferencia, del encuentro con el escollo clnico que sta le propuso,
Freud despunta el problema de la repeticin como resistencia y lo nombra como compulsin de
repeticin. Esta ultima haba sido abordada con rigor clnico en su artculo de 1914, Recordar,
repetir y reelaborar, donde, si bien Freud se interroga por lo que se repite, su respuesta se
sostiene en su concepcin de un aparato orientado por el principio del placer, formalizado en
117
La interpretacin de los sueos, en los comienzos del siglo XX. El carcter resistencial de la
repeticin se inscribe como empeoramiento durante la cura por lo que se espera que advenga
la reconciliacin con eso reprimido que se exterioriza en los sntomas (FREUD 1914c/197982, p. 154)
Pocas lneas ms arriba al considerar qu se repite, Freud entiende que se trata de los
sntomas, inhibiciones y rasgos inviables del carcter, por lo que concluye: poniendo de relieve
la compulsin de repeticin no hemos obtenido ningn hecho nuevo, sino una concepcin ms
unificadora (Ibd., p. 153)
El problema en la repeticin en 1914 se circunscribe a la demora en el afloramiento de los
recuerdos. La posibilidad de domear la transferencia, nos dice Freud, es clave ante esta
resistencia que ha de vencerse.
Entendemos, entonces, que la compulsin de repeticin es al comienzo
subsidiaria del
118
La vida genera tensin en el material hasta ese momento inanimado, por lo que la primera
pulsin ser la de regresar a lo inanimado. Regresar una y otra vez, repeticin que se
conceptualiza como pulsin de muerte.
En este sentido, la pulsin de muerte nombra esta necesidad primaria que tiene lo viviente
de retornar a lo inanimado, reconociendo en ella la marca de lo demonaco donde impera la
destruccin, la desintegracin y la disolucin de lo vivo. Se trata de un constructo conceptual,
que adquiere un alcance trascendental para la teora y la clnica analtica.
Es entonces la existencia de una pulsin ms originaria que la pulsin de vida lo que
fundamenta que el aparato psquico no est gobernado por el principio del placer o, ms
precisamente, que exista un ms all del principio de placer, indicando la condena que la
pulsin (de muerte) aplica al sujeto. Se escenifica la compulsin de repeticin en lo que vuelve,
una y otra vez al agujero traumtico, a aquello que nunca ocasion placerrepeticin que, en
transferencia, pone en juego los fragmentos penosos. Se trata de un aparato que est
sentenciado a hacer de la repeticin su inevitable flujo. La pulsin de muerte es lo que la
compulsin de repeticin denuncia.
119
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Captulo 15
La pulsin de muerte en textos posteriores a 1920
Cecilia M. De Cristfolo
Son los obstculos en la clnica los que llevan a Freud a modificar su teora. Esto ha sido as
desde el inicio de su obra: es la prctica analtica la que interroga la teora, y no la teora la que
se corrobora en lo que la experiencia analtica encuentra. Freud no deja nunca de interrogarse
por aquello que la experiencia analtica evidencia.
Hacia 1920, Freud se encuentra con la resistencia a la curacin, el fracaso en el triunfo,
los actos delictivos por sentimiento de culpa, los sueos punitorios, la reaccin teraputica
negativa, entre otros. Estos hechos clnicos, que conceptualiza como reaccin teraputica
negativa, implican que hay un ncleo resistente al desciframiento. No todo puede
interpretarse, hay algo inconsciente que,
121
122
[...] las pulsiones en que nosotros creemos se nos separan en estos dos grupos:
las erticas, que quieren aglomerar cada vez ms sustancia viva en unidades
mayores, y las pulsiones de muerte, que contraran ese afn y reconducen lo
vivo al estado inorgnico (Freud, 1933 [1979-1997], pg. 99).
Extraigamos de esa cita dos aspectos: por un lado, que lo que liga es siempre el
componente ertico. Ligar equivaldra en cierta medida a mezclar Tnatos con Eros. Pero,
como ya sealbamos anteriormente, la tarea de ligar nunca es perfecta. Por ende, quedar un
resto que ser el que se libere como destruccin. Ese es precisamente el aspecto sdico que
reviste al supery.
Freud analiza las consecuencias clnicas de este carcter del supery, consecuencias que
aparecen como obstculos en la direccin de la cura con sus pacientes. Pues algo en ellos
parece resistir a la curacin, no quieren renunciar al castigo de padecer. Es que justamente la
exteriorizacin clnica del supery es el sentimiento inconsciente de culpa, desplegando una
dureza contra el yo y pudiendo devenir un cultivo puro de pulsin de muerte. Es que ese
123
124
Captulo 16
El malestar en la cultura, lo pulsional y lo social
Marcelo Weretilneck
125
En el recorrido que proponemos como los antecedentes de este texto, sealaremos algunos
puntos sobre ese inters temprano de parte de Freud. Para llevar a cabo dicha tarea, nos
serviremos de cuatro textos, ms all de aquel del cual partimos.
En orden cronolgico seran los siguientes:
En el punto diecisiete del primero de estos, El proyecto de psicologa, (texto que Freud
nunca pens en publicar), mientras se ocupa del recordar y del juzgar, escribe:
Supongamos ahora que el objeto que brinda la percepcin sea parecido al sujeto, a
saber, un prjimo, en este caso, el inters terico se explica sin duda por el hecho de
que un objeto como este es simultneamente el primer objeto-satisfaccin y el
primer objeto hostil, as como el nico poder auxiliador. Sobre el prjimo, entonces,
aprende el ser humano a discernir. (Freud, 1895a/1979-82, p. 376)
126
Por cierto que no es del resorte del mdico presentarse con unas propuestas de
reforma. Pero he credo que poda subrayar su urgencia si ampliaba la
exposicin de Von Ehrenfels sobre los nocivos efectos de nuestra moral sexual
cultural, con la referencia a su significado para la difusin de la nerviosidad
moderna. (Freud, 1908c/1979-82, p. 181)
Desde luego que se trata de una posicin poltica de parte de Freud. Nada que decir sobre
lo que hay que hacer con la sexualidad, nada que ensear sobre cmo hacer con eso, menos
an disear reformas morales.
Est posicin es la que lo lleva a plantear, al menos a mi criterio, lo siguiente:
127
Se creera posible una regulacin nueva de los vnculos entre los hombres, que
cegara las fuentes del descontento con respecto a la cultura renunciando a la
compulsin y a la sofocacin de lo pulsional, de suerte que los seres humanos,
libres de toda discordia interior, pudieran consagrarse a producir bienes y
gozarlos. Sera la Edad de Oro; pero es dudoso que ese estado sea realizable.
Parece, ms bien, que toda cultura debe edificarse sobre una compulsin y una
renuncia de lo pulsional. (Freud, 1927/1979-82, p. 7)
Justamente esa es la dificultad que trae aparejada la vida cultural. Se paga con ese
renunciamiento pulsional a los fines de estar inmerso en el mundo de la cultura y de su
malestar. Y es desde ese punto de vista que Freud ubica el lugar de la representaciones
religiosas como aquellas que traeran un poco de efecto edulcorante ante tanta acidez cultural.
La vida actual no deja de ofrecer y proveer elementos para mitigar ese malestar. Drogas de
todo tipo, terapias alternativas, reuniones de meditacin y filosofas de la autoayuda, se ofrecen
como aquello que implicara anestesiar el hecho de vivir con otros en el mundo de la cultura.
En el captulo segundo de El malestar en la cultura Freud se ocupa de hablar sobre lo que
podramos denominar tcnicas de vida. Desde un Padre Garante y Protector, sostenido sobre
las ya mencionadas representaciones religiosas, pasando por las distracciones, las
satisfacciones sustitutivas y sustancias embriagadoras, sirven a los fines de mitigar el malestar
y el desvalimiento. Ante esto se podra sealar que lo social en Freud sera aquello que
recubre y niega el malestar inherente a la renuncia de la satisfaccin pulsional.
128
31
La felicidad es como la pluma / Que el viento va llevando por el aire, /Vuela tan leve pero tiene una vida breve / Necesita que
haya viento sin parar /La felicidad del pobre parece / La gran ilusin del carnaval /La gente trabaja un ao entero / Por un
momento de sueo / Para realizar la fantasa / De rey o de pirata o jardinera / Y todo se acaba el mircoles...
129
Parte VI
La lectura del psicoanlisis freudiano
desde la nocin de padre
130
Captulo 17
El padre como organizador de la sexualidad32
Roco Mayorga
Es innegable el inters que Freud mostr durante toda su vida por conceptualizar el lugar
del padre en la cultura humana. Ttem y tab no es el nico escrito en el que este inters se
plasm, as como no es el nico en el que Freud aborda el problema de la relacin del hombre
con la religin. Moiss y la religin monotesta (1934-38/1979-82) en el final de su vida, da
cuenta de ello.
Delimitar el origen de esta preocupacin es tarea de los psicoanalistas. Incluso reviste, a mi
entender, una exigencia tica, puesto que se intrinca con el ncleo del padecimiento que,
gracias a Freud, conocemos como neurosis.
Vemos este inters plasmado en la construccin de un mito de origen, que en Psicologa de
las Masas y anlisis del yo llamar cientfico, para dar una respuesta universal al origen de la
regulacin pulsional y, por ende, a la cultura humana. Pero es llamativo que el problema de la
entrada del sujeto en la cultura por medio del atravesamiento del complejo de Edipo encontr
su mxima expresin en la obra freudiana recin diez aos despus de publicado su libro sobre
el origen de la religin, en textos que datan de 1923 en adelante.
Algunos interrogantes surgen de aqu:
-
A qu responde la aparente dilacin entre Ttem y Tab, en 1913, y los textos del
Edipo, hacia 1923?
131
sostener que es a partir de conceptualizar la pulsin de muerte que Freud expone en los textos
del Edipo aquello que el padre singular del neurtico est llamado a organizar de la pulsin.
132
deparar un placer primario al yo, parece ser una de las bases del desarrollo de la cultura
humana. (Ibd, p. 109).
El segundo escrito, un ao posterior, es La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna
(1908c/1979-82). De acuerdo a la nota introductoria, se configura el primer examen explcito,
en textos publicados, del antagonismo entre la cultura y la vida pulsional. Sin embargo, ya en
Tres ensayos de teora sexual (1905a/1979-82) Freud haba hecho referencia a una oposicin
entre cultura y libre desarrollo de la sexualidad.
La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna seala una relacin estrecha entre la
moralidad, exigida por la civilizacin, y la contraccin de neurosis. Es taxativo el enunciado
freudiano que advierte que la cultura se edifica sobre la sofocacin de las pulsiones. Participar de la
civilizacin implica ceder un fragmento de la plenitud de los poderes al patrimonio cultural comn.
En materia de sexualidad, nos advierte, las exigencias de la cultura se elevan an ms: es
una de las manifiestas injusticias sociales que el patrn cultural exija a todas las personas
idntica conducta en su vida sexual. (Freud, 1908c/1979-82, p. 168).. All radica lo que Freud
teoriza como la causa de la neurosis. Dada una disposicin anmica particular habr quienes
hallarn posible respetar estas exigencias donde otros ofrendaron grandes sacrificios psquicos
para cumplir con ello.
Cabe preguntarse por qu el sujeto accedera a someterse a estas exigencias, a estas
restricciones respecto al goce sexual. Freud destaca aqu que adems del apremio de la vida
fueron los sentimientos familiares los que, derivados del erotismo, llevaron a esta renuncia.
Renuncia progresiva en la historia de la humanidad, que ha tenido a la religin como la
encargada de sancionar los progresos culturales. De esta manera adviene lo sagrado a su
lugar; como resultado de la renuncia a la satisfaccin ofrecida a la divinidad.
Hasta aqu parece adecuado establecer, en estos dos textos de la teora psicoanaltica
floreciente, la presencia de lneas de pensamiento que Freud sostendr a lo largo de gran parte de
su trabajo, que resultarn centrales en Ttem y Tab. En primer lugar, la religin y la neurosis
estrechan sus vnculos en Acciones obsesivas y prcticas religiosas. Se destaca la renuncia
pulsional que ambas suponen como formaciones sustitutivas de la defensa. En segundo lugar y,
complementariamente, la tesis sustentada con toda claridad en La moral sexual cultural y la
nerviosidad moderna es que la cultura exige para su edificacin la renuncia al goce. En tercer lugar,
la idea de que el sujeto accede a renunciar pulsionado por sentimientos familiares devendr en su
concepcin del complejo de Edipo, ncleo de las psiconeurosis.
Publicaciones breves
En lo sucesivo, Freud escribe varios escritos breves que versan sobre el simbolismo y la
figuracin. Se nota all su inters por el aporte que la ciencia del folklore para comprender la
psique, en el marco de la teora psicoanaltica. Uno de los temas abordados es el tab, ya sea
que se trate del nombre de dios (Freud, 1911c/1979-82) como en el tab de la virginidad
(Freud, 1918/1979-82), que es cinco aos posterior a Ttem y tab.
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Ya contemporneo al libro que Freud escribe en 1913, el texto Materiales del cuento
tradicional (Freud, 1913b/1979-82), toma el sueo de quien sera bautizado como el hombre de
los lobos para mostrar la impronta de los cuentos sobre el material del sueo. Concluir que si,
en el caso de su paciente, el lobo es el primer sustituto del padre, los cuentos tradicionales en
los que el lobo devora a los cabritos, o tambin en Caperucita roja, la motivacin no es otra que
la angustia infantil frente el padre.
Son estas algunas de las numerosas referencias situables en la obra de Freud que nos
permiten inferir el camino de los interrogantes que abonaron el suelo para la construccin del
mito. Por un lado, su tesis de la exigencia que la cultura impone al sujeto en lo relativo al goce,
y por otro, la relacin al padre atravesando la constitucin subjetiva en la que se vislumbra el
punto de contacto entre la filogenia y la ontogenia.
134
nuestros
das,
puede
reconducirse
al
imperativo
categrico
de
Kant.
El totemismo, en cambio, es una institucin religiosa y social que ha caducado como tal, al
mismo tiempo que lo fundamental de ella se contina en formas nuevas.
El propsito declarado por Freud y, que permite entender el ttulo completo de su libro
Ttem y tab. Algunas concordancias en la vida anmica de los salvajes y de los neurticos es
establecer un nexo entre la psicologa de la neurosis y la psicologa de las masas. Los tres
primeros ensayos le permiten ir aproximando los aspectos sustanciales de la investigacin
sobre el tema. El cuarto ensayo, al que me ceir, centra el problema en el vnculo entre
totemismo y neurosis rastreando las huellas del primero, en el desarrollo del nio. El retorno
del totemismo en la infancia, como titula a este ensayo, nos indica en primer lugar una
conjuncin entre totemismo e infancia. Conjuncin que anuncia el nexo, la articulacin entre el
punto de vista filogentico y el ontogentico. La importancia otorgada por Freud a la indagacin
de este nexo entre totemismo y vida infantil es puesta a la luz de los interrogantes
concernientes al mecanismo que explicara el origen de la religin.
El recorrido de las primeras lneas de este cuarto ensayo recorta los puntos oscuros que,
observa Freud, han sido dejados por los estudiosos en el abordaje del sistema totemista. El
maestro viens adhiere a la premisa de que el totemismo constituye un estadio previo en el
desarrollo de la humanidad entre los hombres primitivos y la poca de los hroes y los dioses.
De all que utilice los estudios de Reinach sobre el Cdigo del Totemismo a pesar de que,
sintomticamente, stos omiten dos de los rasgos esenciales: la descendencia del ttem y la
exogamia. Lo que interesa a Freud es que este catecismo incluye indicios y fenmenos
residuales desde los cuales inferir la existencia del sistema totemista, cuestin imposible de
zanjar, y que slo se hace aprehensible desde sus relictos.
En este sentido lo que intenta aclarar est en relacin al origen del totemismo y su vnculo
con la exogamia, tomando el horror al incesto como eje en esta interrogacin. Encontraremos
en estas primeras pginas la conjetura darwiniana que ms adelante Freud retomar para
elaborar su mito.
Podra pensarse hasta aqu que existen ciertos elementos, el horror al incesto y, por ende,
su prohibicin que explicaran la exogamia. Y por otro lado, el totemismo aparece como un
primer ensayo de religin.
Con el primero de estos elementos Freud decide introducir la deduccin histrico-conjetural
construida por Darwin en la que la horda primordial es el primer modo de agrupacin familiar.
La presencia de un macho ms fuerte defina el poder sobre las hembras del grupo y, forzaba
al exilio a los machos jvenes. Especie de exogamia forzada que acarreaba la restriccin,
sustentada en la voluntad del ms fuerte, respecto del comercio sexual entre los que formaban
parte de la horda. Tras la introduccin del totemismo esta restriccin asumi la forma de ningn
comercio sexual dentro del ttem. En este sentido, la exogamia no sera consecuencia del
sistema totemista sino que lo precedera.
Freud asume que el psicoanlisis es susceptible de esclarecer estas oscuridades irresueltas
en el campo de los estudios etnolgicos, antropolgicos y, de la psicologa de los pueblos. A
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136
Asistimos entonces a esa especie de cuento construido por Freud, y que representa la
funcin de
desterrados mataron y devoraron al padre que tan grande obstculo representaba para sus
apetitos sexuales y ante el crimen perpetrado hubieron de prohibirse aquello que, en vida, el
padre les haba impuesto. Las restricciones recayeron sobre todos los integrantes del linaje y
las mociones tiernas avasalladas, se vieron reforzadas.
Es digno de nota cunto se inaugura a partir del parricidio, puesto que con l se instaura la
imposibilidad. Ninguno poda ocupar el lugar del padre como originariamente deseaba. En una
nota al pie Freud refiere que la hazaa perpetrada no pudo satisfacer a ninguno de los que la
realizaron (Freud, 1913a/1979-82, p. 145, n. 51).
Estos dos tabes nucleares del totemismo, a los que les otorga el estatuto de causa de la
eticidad de los hombres, no son psicolgicamente del mismo valor. El respeto al animal
totmico descansa en motivos de sentimientos que se abren tras la eliminacin del Urvater. La
prohibicin del incesto se sostiene en el descubrimiento de que la necesidad sexual no une a
los varones sino que acarrea conflictos como aquel por el cual asesinaron al padre. Advertidos
de ello todos los hermanos renuncian a ser el padre, es decir, a poseer para s todas las
mujeres, privilegiando la unin. El primero de los tabes mencionados es el que justifica que el
totemismo sea apreciado como un primer ensayo de religin.
As, se torna posible edificar el supuesto de que la banda de hermanos respecto del padre se
hallaba en la misma actitud ambivalente que la sealada para los nios en el seno del complejo de
Edipo y, para los primitivos respecto de su ttem. Estos figuraban el arrepentimiento por el crimen
contra el padre y, en la adoracin y el respeto del animal sagrado, hallaban reconciliacin,
apaciguando el sentimiento de culpa. A travs del sistema totemista fue posible embellecer, dir
Freud, las circunstancias que le dieron origen, cadas en el olvido.
En este ordenamiento del material que realiza Freud se encuentra desde el totemismo hasta
el desarrollo de las religiones, en un eje que lleva a pensar el sacrificio totmico y el vnculo del
hijo varn con el padre como elementos constantes. El psicoanlisis no tard en apreciar que,
en el sujeto, Dios tiene por modelo al padre vivo. No debe desestimarse que los primitivos
hayan llamado padre ancestral al ttem, as como los creyentes llaman padre a Dios.
De esto se desprende que el psicoanlisis tiene algo que decir sobre el origen y significado de
Dios desde lo indagado sobre la relacin al padre. Enaltecer al padre, elevarlo a la categora de dios
es para Freud una forma de expiacin por el crimen cometido. La religin se constituye un intento
de expiacin ms serio an que el contrato que establecan los primitivos con el ttem.
En el ulterior desarrollo de las religiones contina resultando central, operando como factor
pulsionante, la conciencia de culpa del hijo varn y, el desafo hacia el padre. El cristianismo
situ el pecado original, cuya expiacin reclamaba el sacrificio de Cristo. Pecado que Freud
reconduce al asesinato primordial. Efecto continuado del primer gran crimen que conduce a
encontrar una identidad entre el banquete totmico, el sacrificio del animal, el sacrificio humano
teantrpico y la eucarista cristiana, ceremonias que se erigen como monumentos recordatorios
no menos que renegatorios. Estas ceremonias anan la conciencia de culpa y la aoranza por
137
el padre, as como el desafo ante l, en la medida en que debe repetirse en cada oportunidad
la celebracin del parricidio.
No slo el mbito religioso recibi los efectos del parricidio. Recordemos que el totemismo
era adems un sistema social. El enaltecimiento del padre modific tambin la organizacin
social. La sociedad sin padre se trasmud en la sociedad de rgimen patriarcal, restituyndoles
a los padres de cada familia algunos de sus antiguos derechos, sin soslayar que cada uno de
ellos se encontraba sometido a la ley (prohibicin del incesto).
Hacia el final de este ensayo Freud asume que las huellas en la historia de la humanidad a
partir de la fechora consumada por los hijos cobraron forma en formaciones numerosas
sustitutivas, puesto que no estaba destinada a ser recordada. La represin desfigura pero no
suprime las mociones sobre las que se abate.
En el complejo de Edipo entonces se conjuga el comienzo de la religin, la eticidad y la
sociedad. El asesinato del primer gran padre dio lugar a una relacin simblica con l.
Freud establece para los problemas de la vida anmica de los pueblos y para la neurosis la
resolucin a partir de centrar al padre como operador. Esto es posible puesto que en las
formaciones culturales es pesquisable la misma ambivalencia de sentimientos, la coincidencia
de amor y odio en el mismo objeto que en el complejo de Edipo y en la relacin de los
primitivos con su ttem. Es este un fenmeno fundamental en la vida anmica, que Freud
entiende como adquisicin, es decir como consecuencia psquica, del complejo paterno
primordial, como el psicoanlisis de los neurticos permite aseverar, en la intensa plasmacin
que alcanza.
El entendimiento inconciente es para Freud el modo en que lo filogentico se trasmite a la
ontogenia, y estas ceremonias, costumbres e instituciones culturales seran la secuela de la
relacin con el padre primordial. As ofrendaron a las generaciones posteriores la herencia de
los sentimientos surgidos tras el parricidio.
Ya en sus Tres ensayos... Freud haba indicado:
Una relacin entre ontognesis y filogenia, supone que la primera es una
repeticin de la filognesis. La disposicin filogentica es una sedimentacin de
un vivenciar anterior de la especie al cual el vivenciar del individuo viene
agregarse como factor accidental. (Freud, 1905a/1979-82, p. 118)
Este mito da cuenta del fragmento histrico que, para Freud, es dable hipotetizar desde lo
que descubre en los impulsos, temores y actos neurticos. La realidad psquica encuentra su
apoyo en un fragmento de realidad fctica. Al tiempo que, tanto en los nios como en los
primitivos, ambas realidades coinciden.
El mito de la existencia y asesinato de un primer padre opera como una premisa lgica, y, lo
que le otorga su talla de cientfico, en lo relativo a inteligir la operacin paterna en las neurosis.
Parece que el psicoanlisis, a travs de la psicologa de la neurosis, esclarece la necesidad
lgica de una filogenia reconducida como origen de la cultura.
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Resignar las investiduras de objeto para conservar el rgano permite, al decir de Freud,
introyectar la autoridad paterna y conformar el ncleo del supery. Adems de la severidad del
padre, el supery tiene por funcin perpetuar la prohibicin del incesto. Este proceso de
desexualizacin de las aspiraciones del complejo a travs de la identificacin las inhibe en su
meta y las muda en mociones tiernas. All el pasaje al perodo de latencia que cancela la
actividad del genital interrumpe el desarrollo sexual del nio.
Hasta aqu la descripcin atae, nos advierte Freud, al caso del varoncito. Su empeo en
demostrar lo universal de su concepcin lo conduce a hipotetizar lo que ocurre en la nia. La
relacin entre organizacin flica, complejo de Edipo, formacin del supery y perodo de
latencia debe implicar una distincin, puesto que la ausencia de angustia de castracin debe
ocasionar su efecto. La interrupcin de la organizacin genital en la nia y la gnesis del
supery responden a otra modalidad. Es de modo paulatino que la nia abandona la espera
por la llegada del hijo, ecuacin resultante de su renuncia al pene faltante. Aqu se detiene en
El sepultamiento del complejo de Edipo, sin poder formular algo ms acerca del desasimiento
que la nia deber realizar del complejo para entrar en la cultura.
En Algunas consecuencias psquicas de la diferencia anatmica entre los sexos (1925d/197982) lo adeudado acerca de esta inteleccin es saldado, al definir con la envidia del pene lo propio de
la posicin femenina, como el correspondiente a la angustia de castracin en el nio.
Pero antes de adentrarnos en estas apreciaciones sobre el complejo de Edipo en la nia,
habra que destacar algo que aparece con relacin a la prehistoria del complejo en el nio. El
onanismo de la primera infancia emerge como quehacer de rgano y solo despus se prender
de los contenidos del complejo. De esta emergencia de la satisfaccin pulsional resulta el
recurso al Edipo como aquello que novela, que viste a la pulsin. Clnicamente es aprehensible
en la sofocacin de la enuresis que en la crianza subroga al onanismo y encuentra, dir Freud,
su traduccin subjetiva como angustia de castracin. La restriccin a la satisfaccin onanista
pone en marcha el complejo de castracin.
Abocado al discernimiento de los caminos que explicaran lo particular del Edipo en la nia,
Freud subraya como algo que puede permanecer irresuelto la espera de un hijo del padre por
parte de la pequea. Sin embargo esto pertenece a una formacin secundaria. La prehistoria
edpica de la nia seala que el quehacer genital ha sido solo posteriormente anudado a un
contenido psquico. Desde el comienzo la nia se enfrenta a enlazar el onanismo, no a las
investiduras de objeto parentales sino a la confrontacin con que, ante el genital masculino, ella
nada posee. De ah se abre el expediente del complejo de masculinidad, sin que se agoten en
ello las consecuencias psquicas de la envidia del pene en la que ha cado. Los celos le
parecen a Freud recibir un refuerzo desde esta fuente. La articulacin que Freud establece
entre esta posicin de la nia con aquello construido en Pegan a un nio (1919a/1979-82)
precisamente sobre el trabajo analtico de mujeres, indica que el nio golpeado es un rival, lo
que remite a la fase flica en la nia. Este enunciado es ledo a la luz de estas nuevas
conceptualizaciones, que no estaban presentes en 1919. El nio golpeado es interpretado por
Freud como alusivo al insuficiente cltoris, especie de confesin de la masturbacin infantil.
142
Lo que subvierte el estudio del Edipo femenino es justamente el orden en el que se entraman los
vnculos causales. Hacia el final de El sepultamiento del complejo de Edipo Freud sospecha en la
nia que algo de las variaciones en la secuencia temporal est en juego y, advierte que de ser as el
resultado debera comportar una consecuencia cara al desarrollo del individuo.
El complejo de castracin es presentado entonces como el proceso que prepara a la nia
para sumergirse en el Edipo. Es de oposicin la relacin en uno y otro sexo entre complejo de
Edipo y complejo de castracin: Mientras que el complejo de Edipo del varn se va al
fundamento debido al complejo de castracin, el de la nia es posibilitado e introducido por
este ltimo. (Freud, 1925d/1979-82, p. 275) El complejo de castracin, contina, est llamado
a inhibir y limitar la masculinidad en el caso del varn y, a promover la feminidad en la nia.
Cuestin que Freud explica apelando a la diferencia anatmica enlazada a una diferencia en
cuanto a la situacin psquica que provoca.
No es posible atravesar el Edipo sin sufrir sus consecuencias, nos dice Freud: El complejo
de Edipo es algo tan sustantivo que no puede dejar de producir consecuencias, cualquiera sea
el modo en que se caiga en l o se salga de l (Ibd.). Reitera lo dicho en 1924 para el nio,
aclarando que el Edipo no es simplemente reprimido, sino que bajo la amenaza de castracin
se va al fundamento y el supery se erige como su heredero.
Resulta interesante que afirme que el complejo de Edipo es una catstrofe, motivo por el
cual su sepultamiento da cuenta del triunfo de la generacin sobre el individuo. (Ibd.)
De acuerdo a lo desarrollado por Freud acerca de la demolicin del complejo de Edipo en la
mujer, no se trata del complejo castracin como causa sino de su actuacin ms en el sentido
de la ley que gobierna a los sujetos de cultura. Estas consecuencias psquicas en la nia
permiten pensar en un supery menos impersonal que el devenido de la desexualizacin de los
vnculos incestuosos consumados por angustia ante la prdida de los genitales.
Es entonces en la serie de textos que anudan la conceptualizacin freudiana sobre el
complejo de Edipo en la que es posible situar la articulacin de este complejo y el complejo de
castracin al modo de lmite a la pretendida satisfaccin incestuosa. En el nio es, para Freud,
el que ocasiona con nitidez el sepultamiento del inters por las mociones sexuales del Edipo,
mientras que en la pequea prepara para asumir una posicin en relacin al padre de quien
esperar un hijo.
La idea de que el heredero de estas mociones sexuales infantiles ser el supery, devenido
en la identificacin con la autoridad de los padres, supone que el padre ya se encuentra
establecido en la estructura. Si nos atenemos a que se trata de aquello que prolonga la
prohibicin del incesto en cada sujeto, la conciencia moral y de la moral misma, es dable
pensar que no es en esta internalizacin en la que encuentra su origen. Lo que nos conduce a
la idea del padre universal de Ttem y tab, padre mtico pero que permite construir los
caminos que la neurosis ha sealado en su recorrido. A la muerte del padre deben el
surgimiento de la moral, la eticidad, la religin, es decir, todas las formaciones de cultura.
143
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Lo que seala aqu es que las prohibiciones totmicas no bastaron para cumplir con la
expiacin surgida del sentimiento de culpa por aquel asesinato. Se hicieron necesarios nuevos
desarrollos que condujeron al rgimen patriarcal; los padres encontraron sus derechos y
limitaciones habitados, como lo estaban, por la ley de la prohibicin del incesto. Esta ley surge
de la imposibilidad de ser el padre primordial. El descubrimiento de que el lazo, primera unin
del clan de hermanos, supone la actuacin de pulsiones de meta inhibida es retomado por
Freud al analizar los fenmenos de masa y la conformacin del ideal.
Tal como lo ha hecho en el ltimo apartado del ensayo El retorno del totemismo de la
infancia, Freud pretende analizar el punto de contacto entre la psicologa de la masa y la
psicologa individual. Lo hace a partir de la nocin de hroe, presentado en la poesa pica en
la que el poeta consumara este pasaje en su fantasa. Habindose servido de la desfiguracin,
el poeta plasma la gran hazaa llevada a cabo por el clan de hermanos, adjudicndosela al
personaje del hroe. El padre fue el primer ideal, y all es sustituido por la grandiosidad del
hroe, que preserva los rasgos del ideal.
Freud llama la gran desmentida a lo que encuentra en los cuentos tradicionales como las
hazaas
heroicas.
Desmentida
en
tanto
que
renegacin
del
acontecimiento
que,
145
Este desarrollo consolida, al decir de Freud, la esencia del masoquismo. En la primera fase
de la fantasa el padre pega al nio. Odiado por m, agrega Freud. La mudanza entre sta y la
segunda fantasa, ser uno mismo azotado por el padre, pasara a ser la experiencia directa de
la conciencia de culpa ante la cual ahora sucumbe el amor por el padre. La mudanza ms
sustancial reside entonces en que esta segunda fase es masoquista. Fase que no es producto
de un recuerdo sino de una construccin del anlisis: es inconciente. La tercera fase indica una
pluralizacin, ya que son muchos los nios azotados. La persona que castiga queda ms
indefinida, pero pertenece, sin lugar a dudas, a la serie paterna.
146
Freud destaca lo constante de la persona del azotador, y esto le permite aseverar que se
trata de las mociones edpicas en el proceso de ser resignadas va represin:
La persona que pega es desde el comienzo el padre; luego, alguien que hace
sus veces, tomado de la serie paterna. La fantasa inconciente de la fase
intermedia tuvo originariamente significado genital; surgi, por represin y
regresin del deseo incestuoso de ser amado por el padre. (Ibd., p. 192)
El carcter universal que Freud ha reclamado para el complejo de Edipo recibe, desde el
estudio de las fantasas de paliza y otras fijaciones perversas, su lugar en el marco de la
sexualidad infantil. Solo seran unos precipitados del complejo de Edipo, por as decir las
cicatrices que el proceso dej tras su expiracin (Ibd., p. 190). En el caso de esta fantasa
inconciente no slo oper la represin sino tambin la regresin, de suerte que, en lo
inconciente, se conserva la fantasa masoquista de ser azotado por el padre.
Hacia el final de este texto Freud nos aclara que la represin muchas veces fracasa en el
caso de las pulsiones sexuales, y esto se plasma en formaciones sustitutivas perturbadoras. En
este sentido se entiende que la sexualidad infantil se constituya como la fuente de la formacin
de sntomas. El complejo de Edipo resulta la pieza esencial de la sexualidad infantil y, de all su
estatuto como ncleo de las neurosis.
El vnculo entre Ttem y tab y Lo ominoso es establecido por Freud mismo, como lo
demuestra una nota al pie del primero de los textos (Freud, 1913a/1979-82, pp. 89-90, n. 21)
algunos aos antes de la publicacin del segundo.
Freud utiliza como material de anlisis un cuento de Hoffmann. Desde las primeras lneas
sostiene una comunidad entre sueos, fantasas y mitos de la mano de la angustia por los ojos;
la ceguera aparece como sustituto de la angustia ante la castracin. Edipo es su paradigma.
En lo concerniente al anlisis del cuento El Hombre de arena Freud destaca que la angustia est
situada en torno a los ojos y, que se enlaza con la muerte del padre. El padre del joven y Coppelius
conforman, en la historia infantil de este sujeto, la figura del padre en su carcter escindido entre lo
bueno y amado del padre y lo temido de Coppelius. Esta ambivalencia, dir Freud, establece la
distincin entre un padre que lo quiere dejar ciego y otro que lo ama. El complejo de castracin es
en el hombre de arena la respuesta ante la emergencia de lo ominoso.
El origen de lo ominoso es explicado por Freud como proveniente de una fase animista que
ha dejado sus marcas y que podra retornar. La definicin etimolgica de heimlich/unheimlich
demuestra que no se trata de algo ajeno, tal como se experimenta subjetivamente, sino algo de
familiar de antiguo a la vida anmica, alejado por represin.
No forma parte de este trabajo adentrarnos en la concepcin sustentada por Freud entre lo
ominoso vivenciado y lo ominoso que es representado o ledo en la ficcin literaria. Es
destacable que harto ms difcil es que se presente la vivencia de lo ominoso, en
contraposicin a la posibilidad de situarlo en formaciones poticas. Esto explica por qu Freud
se sirve de una de ellas para elaborar su desarrollo.
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Hacia el final de este captulo Freud alude a lo que sostendra al progreso cultural. La
hiptesis de una pulsin de perfeccionamiento le parece insostenible como sustento de algo
que empujara al progreso cultural, progreso medido en formaciones sustitutivas y
sublimaciones. Lo nico que est dispuesto a admitir en los individuos es un esfuerzo al
perfeccionamiento supeditado a la represin de las pulsiones. Es sobre esto que hallar
edificacin lo ms valioso del patrimonio cultural:
La pulsin reprimida nunca cesa de aspirar a su satisfaccin plena, que
consistira en la repeticin de una vivencia primaria de satisfaccin; todas las
formaciones sustitutivas y reactivas y todas las sublimaciones, son insuficientes
para cancelar su tensin acuciante, y la diferencia entre el placer de satisfaccin
hallado y el pretendido engendra el factor pulsionante que no admite aferrarse a
ninguna de las situaciones establecidas []. (Ibd., 42)
149
del lado de la perversin. Casi veinte aos despus ser planteado como estructural, y
estructurante, de la posicin sexuada del sujeto.
Es esta clebre publicacin en la que Freud habla del sentimiento inconciente de culpa y de
la reaccin teraputica negativa. Propone cambiar el trmino por el de necesidad de castigo.
Esto lo conducir a retomar, como lo demuestra una nota al pie de pgina (Freud, 1924a/197982, p. 173, n. 22) lo introducido en el cuarto ensayo de Ttem y tab acerca del complejo de
Edipo como la fuente de nuestra eticidad individual (moral): En el curso del desarrollo infantil,
que lleva a la progresiva separacin respecto de los progenitores, va retrocediendo la
significatividad personal de stos para el supery (Ibd. p. 173). Proceso de desexualizacin de
los vnculos con la pareja parental.
Luego de analizar cmo el supery deviene necesidad de castigo, Freud concluye que
existe una parte relegada de la pulsin de destruccin que est ntimamente vinculada con un
acrecentamiento del masoquismo en el interior del yo. Incluso plantea que si bien lo habitual
es presentar las cosas como si el reclamo tico fuera lo primario y la renuncia de lo pulsional su
consecuencia. (Ibd., p. 176), de este modo no queda explicado el origen de la eticidad. Es
que, en efecto, ocurre lo inverso: [] la primera renuncia a la pulsional es arrancada por
poderes exteriores, y es ella la que crea la eticidad, que se expresa en la conciencia moral y
reclama nuevas renuncias de lo pulsional. (Ibd.)
A partir de una conceptualizacin de lo pulsional que excede lo regulable de la represin,
Freud acenta una satisfaccin, ya no enlazada exclusivamente al padre del Edipo, sino una
que se independiza de la interdiccin paterna y la cuestiona, reclamando un ms all de la
satisfaccin, ahora solidaria de la pulsin de muerte.
El nudo de la lgica edpica ver la luz en los artculos que encontraran publicacin luego de
la postulacin de un ms all del principio del placer y del problema econmico que el
masoquismo le propone a Freud. Lo que parece funcionar como denominador comn en
ambas indagaciones es la premisa de que la represin no alcanza en mucho a regular el
campo pulsional.
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cultura impone al sujeto. Si la satisfaccin es, y solo puede ser, parcial, es a causa del padre
primordial. De all que la cultura no sea ms que una formacin sustitutiva de la relacin al
padre. Si la filognesis es en su relacin con la ontognesis el vivenciar de la especie sobre la
historia del individuo, no es por ello menos cierto que el recorrido freudiano va en la direccin
opuesta. La estructura de la neurosis le indic los caminos que, al modo de respuesta el
sujeto, se ha dado a la falta de satisfaccin y, al mismo tiempo, a los modos de regular lo que
naturalmente est perdido.
El asesinato del padre dar lugar a vastas formaciones que devendrn el origen de la
cultura, la religin, la eticidad, el arte, la neurosis. El supuesto sobre el cual se erigen estas
formaciones descansa en la postulacin de la primera restriccin al goce pulsional que nace de
la aoranza por el padre primordial y, constituye el ncleo de los logros que la cultura adquiere
en la organizacin social. La prohibicin del incesto aparece como aquella primera forma de la
ley surgida por la necesidad de organizar lo pulsional inherente al sujeto humano.
El parricidio perpetrado por la banda de hermanos sobre aquel que les denegaba el acceso
al goce sexual, es el gran acto sin el cual no hubiera sido posible el surgimiento de la
conciencia de culpa, que Freud no duda en llamar creadora, fundante de la organizacin
cultural y, de las religiones posteriores. De estas ltimas Freud declara que no son sino
ensayos de solucionar el mismo problema.
contrato, como modo de organizar lo pulsional a partir del padre, encontrar en la interrogacin
freudiana sus impasses y paradojas.
2. En segundo lugar, el recorrido por la serie de artculos de los aos 1923, 1924 y 1925 nos
permiti acompaar el armado freudiano de lo que, hasta el momento, pareca responder a la
exigencia, annima, de la cultura. Si es situable en la obra freudiana que, muy tempranamente,
Freud asume la funcin de restriccin que la cultura impone a la satisfaccin pulsional, parece
sostenible que en el complejo de Edipo encuentra singularidad lo que del proceso debe
acontecer para cada sujeto. En la relacin al padre se edifica la inscripcin de la castracin
como lmite a la fantaseada satisfaccin que, bajo el modo de ser pegado por el padre, el
neurtico sostiene. La figura del supery subroga, en esta segunda tpica del aparato anmico,
la instauracin de la ley del padre y, su participacin en la formacin de sntomas.
Hemos subrayado la nueva formulacin del complejo nuclear de la neurosis en direccin a
una lgica que, a partir del falo, se articula novedosamente y al mismo tiempo tardamente en
la obra de Freud, quedando anudada al complejo de castracin. Esta plasmacin de los
caminos y, los atolladeros que en la nia y en el nio, la fase flica y la formacin del supery
exigen, permite pesquisar la operatoria paterna destinada a plantear para cada sujeto un modo
de regulacin singular de la satisfaccin pulsional. El problema de cmo se aviene cada uno
frente a lo irrefrenable de la pulsin recibe en Freud el nombre de complejo de castracin. A
esta altura de la obra el complejo de Edipo sirve a la especificacin del lugar del padre en esta
regulacin pulsional de la mano de la clnica de la neurosis. La eficacia de la operacin paterna
151
152
Captulo 18
Sobre el malestar actual
Paula V. Tarodo
El malestar y el sntoma
Malestar y sntoma no son trminos que puedan leerse en Freud como equivalentes. En
diferentes
formulaciones
freudianas
(1905a/1979-82;
1905c/1979-82;
1908c/1979-82;
La felicidad se define por su carcter episdico y por el contraste. La dicha slo puede
delimitarse en la medida que hay dficit. El modo en que Freud presenta estas articulaciones
se entrama con el modo en que entiende la cura analtica. El psicoanlisis no se sostiene sobre
la promesa de algo imposible: la felicidad plena.
Si bien estamos subrayando argumentaciones freudianas que se corresponden con el
conocido giro de los aos 20, en lo que hace a la eficacia del psicoanlisis, las mismas se han
sostenido con cierta congruencia. Incluso -si agudizamos nuestro anlisis- aquello que se
mantiene constante es su reverso. Es decir, aquel lugar por donde nunca har pasar la
promesa de curacin. En este sentido, en el final de Sobre la psicoterapia de la histeria se
presenta una interesante interlocucin ficticia- en la que intenta ilustrar qu es aquello que el
psicoanlisis puede ofrecer. De lado de la objecin refiere:
154
Tal mudanza remite al uno por uno y se circunscribe a lo prctico. Se trata de un poder
hacer en un terreno de malestar. El malestar y el sntoma se tensan a partir de lo irrealizable
del programa del principio de placer33. En efecto, la neurosis se constituye como uno de sus
refugios; el sntoma es una respuesta y el malestar su contracara.
En este marco nos preguntamos: es posible delimitar un malestar que sea propio de
nuestro tiempo? Es posible hablar de malestar actual?
Se trata de uno de los escritos en los que utiliza por primera vez el trmino libido y lo hace
en ocasin de sealar la ausencia de anudamiento psquico de cierta tensin fsica. Parece
cercar los lmites del placer: no habra placer sin anudamiento psquico. En una nota al pie de
la Conferencia 24: El estado neurtico comn, a propsito de las neurosis actuales afirma:
[] se aplica el adjetivo actual a este grupo de neurosis porque sus causas
son exclusivamente contemporneas y no tienen su origen, como en el caso de
las psiconeurosis, en el pasado del paciente. (Freud, 1916-17d/1979-82, p.351).
Bajo el calificativo de actual intenta bordear las coordenadas frente a las cuales la cura por
la palabra se torna inoperante. No es posible intervenir donde no hay historia, donde no hay
anudamiento psquico. Habra algo de orden sintomtico que encuentra una satisfaccin
directa. Cuestiones que sern retomadas en el marco del segundo dualismo pulsional y la
segunda tpica.
33
Cuando Freud aborda lo irrealizable del principio de placer se est refiriendo a lo irrealizable en su calidad de principio
irrestricto. En El malestar en la cultura lo presenta en estos trminos Es absolutamente irrealizable, las disposiciones del
Todo sin excepcin- lo contraran; se dira que el propsito de que el hombre sea dichoso no est contenido en el plan de
la Creacin (1930/1979-82, p. 76). Por cierto, se trata de una idea central del giro del ao 20.
155
Lo actual parece ser la va para poner en cuestin a la cultura: no nos sentimos bien dentro de
nuestra cultura actual. Al mismo tiempo no puede definirse qu es lo actual. Los elementos frente a
los que podra encontrase cierta definicin -por la va de la diferenciacin- se presentan inatrapables
(es difcil formarse un juicio de pocas anteriores). En lo actual de la cultura los sujetos intentan
poner un nombre al fallido encuentro con la satisfaccin. Tomemos otra referencia:
Cuando, con razn, objetamos al estado actual de nuestra cultura lo poco que
satisface nuestras demandas de un rgimen de vida que propicie la dicha;
cuando, mediante una crtica despiadada, nos empeamos en descubrir las
races de su imperfeccin, ejercemos nuestro legtimo derecho y no por ello nos
mostramos enemigos de la cultura. Nos es lcito esperar que poco a poco le
introduciremos variantes que satisfagan mejor nuestras necesidades y tomen en
cuenta aquella crtica. Pero acaso llegaremos a familiarizarnos con la idea de
que hay dificultades inherentes a la esencia de la cultura y que ningn ensayo
de reforma podr salvar. (Ibd., p.112)
La cultura y la poca
En la articulacin de lo actual y la cultura Freud localiza en la primera una va de
interpelacin de la segunda. Acabamos de subrayar cierto valor de uso de lo actual; sirve para
interpelar a la cultura pero al mismo tiempo no puede definirse. Si retomamos la ltima
referencia advertimos que, a la par de lo actual, en esa interpelacin de la cultura se delimita
algo epocal. Por un lado, Freud sita aquello que hace a la existencia misma de la cultura: hay
un malestar ineliminable, que persistir ms all de toda reforma. Al mismo tiempo refiere: Nos
es lcito esperar que poco a poco le introduciremos variantes que satisfagan mejor nuestras
156
necesidades y tomen en cuenta aquella crtica. Sera una dimensin de lo cultural pasible de
variar, que se vincula con lo epocal.
En un captulo anterior de este libro se considera una referencia de la Moral sexual
cultural y la nerviosidad moderna de donde es posible extraer ambas dimensiones.
Recuperemos la referencia:
Por cierto que no es del resorte del mdico presentarse con unas propuestas de
reforma. Pero he credo que poda subrayar su urgencia si ampliaba la
exposicin de Von Ehrenfels sobre los nocivos efectos de nuestra moral sexual
cultural, con la referencia a su significado para la difusin de la nerviosidad
moderna. (Freud, 1908c/1979-82, p. 181)
Tal como seala Marcelo Weretilneck en el captulo 16, es posible delimitar la posicin de
Freud: no es resorte del mdico presentarse con unas propuestas de reforma. No se presenta
como aquel que podra sostener una propuesta de reforma superadora de lo existente.
Entiende que existe una dimensin ineliminable del malestar, aquel que se define por su
actualidad perpetua. Tambin aparece cierto sealamiento sobre aquello que podra variar,
sobre aquello epocal. En efecto, en relacin a las reformas expresa: he credo que poda
subrayar su urgencia.
Encontramos aqu una intervencin de Freud sobre aspectos epocales que adquiere la
forma de punto de vista. No se presenta como activista de cambios, y sin embargo otorga
consistencia a ciertos temas. Por lo tanto, si bien establece que el devenir en la cultura supone
cierto dficit de satisfaccin, no deja de sealar que ciertos aspectos podran encontrar
variaciones. Variaciones epocales que, si bien no van a construir el paraso, podran alojar de
un mejor modo a los sujetos. Asimismo, Freud advierte la complejidad de reformas epocales
tanto como la imposibilidad de sostener algo ms que un punto de vista sobre ciertos temas.
La posicin freudiana no se edifica sin sus races, es decir, sin su patria de origen: las
neurosis de transferencia. Entiende que el psicoanlisis slo conducir a variaciones en el uno
por uno. La posibilidad de gozar y producir requiere de un recorrido artesanal, orientado por la
medida de cada sujeto y no sin l.
A modo de cierre
A lo largo del presente captulo intentamos recorrer argumentaciones freudianas con el
objeto de situar ciertas reflexiones en torno a: malestar, actualidad y eficacia del anlisis.
Freud sita el malestar como inherente a la cultura, efecto de la renuncia pulsional que
se sostendr ms all de variaciones epocales. Otorga consistencia a ciertas variaciones
ofrece un punto de vista psicoanaltico pero no se presenta como activista de cambios.
157
Consideramos que esta posicin no supone un llamado al conformismo sino que, por fuera
de lo singular, el psicoanlisis no se erige como brjula de variaciones. De hacerlo,
traicionara sus races.
El psicoanlisis recorta del significante actual su valor de interpelacin. Se cuestiona la
cultura y -en el terreno clnico- parece ponerse en jaque la eficacia de una cura por la palabra.
Bajo el epgrafe de lo actual se localiza lo fallido del encuentro con la satisfaccin tanto como el
modo paradojal que puede encontrar esta ltima.
Orientados por una lgica de lectura de la letra freudiana, advertimos que lo epocal recibe
un tratamiento distinto que lo actual. Sobre el horizonte de lo epocal el fundador del
psicoanlisis no vacila en ingresar en algunas discusiones. Consideramos que su
participacin en estas ltimas es un modo de intervencin. Ingresa en el terreno del sentido
pero no se presenta direccionando variaciones ni obtura las discusiones por la misma va,
sostiene cierta hiancia.
En el terreno clnico, su posicin sobre las variaciones ser diferente. Sostiene una apuesta
a la novedad a los cambios que encuentra en el sntoma la orientacin. Se trata de una
intervencin que se inicia con una escucha que intenta recortar el modo en que cada sujeto
localiza su padecer y cuestiona su actualidad. De acuerdo a la medida del uno por uno, la cura
se orienta en pos de alcanzar un modo posible de gozar y producir en el terreno del malestar.
158
Captulo 19
El malestar y el padre
Carlos Escars
159
operaciones, enojosas dificultades para amoldarse a esa odiada prtesis que le impeda cada
da ms hablar, comer, y hasta pensar.
Ahora bien, pueden todos estos padecimientos, estos malestares, justificar la escritura
de El malestar en la cultura, o padecimientos parecidos justificar su evocacin (por ejemplo,
hoy aqu por nosotros)? Creo que no. Si ese texto fuese slo la reaccin de Freud a un
momento de sufrimiento particular, no estaramos aqu ms que haciendo un recordatorio
histrico. No se trata de tomar el "contexto actual" como lo accidental. Precisamente, Freud
afirma en ese texto que el malestar que describe no es contingente, aunque en cada poca
tome sus particularidades.
Pero esa necesariedad tampoco autoriza a esa suerte de resignacin melancolizada ("total,
siempre va a haber malestar") en el sentido de la popularizacin de la frase evocado hace un rato.
Quiero situar esta ponencia en torno a una lectura posible del texto El malestar en la cultura.
Un modo de proponer una lectura de un texto es insertarlo en una serie, es darle un lugar en
una secuencia. Quiero partir de ah. No es una serie que nunca se haya enunciado, pero la
tomaremos a partir de un eje particular.
La serie parte de Ttem y tab (1913a/1979-82), pasa por Psicologa de las masas
(1921/1979-82), El porvenir de una ilusin (1927/1979-82), El malestar en la cultura
(1930/1979-82), e incluye un texto final que despus retomaremos. Lo comn de estos textos,
quiero postular, es que hablan sobre el padre. En algunos es ms evidente que en otros.
- Ttem y tab habla del asesinato del padre primordial, el que funda a la cultura humana. "La
sociedad descansa [] en la culpa compartida por el crimen perpetrado en comn; la religin, en la
conciencia de culpa y el arrepentimiento consiguiente; la eticidad, [] en las expiaciones exigidas
por la conciencia de culpa." (Freud 1913a/1979-82, p. 148). Y Freud mismo se asombra: "Se me
aparece como una gran sorpresa que tambin estos problemas de la vida anmica de los pueblos
(religin, eticidad, sociedad y arte) consientan una resolucin a partir de un nico punto concreto,
como es el de la relacin con el padre." (Ibd., p. 158) Se trata de un asesinato que funda, que
organiza, que ordena.
- En Psicologa de las masas se trata del padre resucitado, al que se trata de volver a matar,
para que vuelva a resucitar. Este funcionamiento -equivalente al del banquete totmico- es el
de la masa, hipnotizada y enamorada de ese padre, que as eterniza su vnculo con l.
- En El porvenir... se trata de la aoranza del padre garante. Frente a los hiperpoderes de la
Naturaleza, del destino, dice all Freud, el hombre apela a la ilusin de un padre que nos
garantice la benevolencia tanto de la misma naturaleza como de las normas que la cultura erige
para dominarla. La ilusin que Freud denuncia es, se sabe, la religiosa.
Ahora bien, este texto es presentado como una polmica, en definitiva una polmica
religiosa. Freud se inventa un interlocutor cuyo modelo parece ser el pastor Oskar Pfister
pero su planteo polmico no evita del todo una ubicacin simtrica frente al oponente. Aunque
lo relativice, de algn modo, en el lugar de la ilusin religiosa que denuncia, Freud no deja de
concebir a la ciencia como otra ilusin, ciertamente un poco ms modesta ("nuestro Dios Logos
quiz no sea muy omnipotente y cumpla slo una pequea parte de lo que sus predecesores
160
161
poca" en relacin a la cada del padre, ligado a un movimiento que, con contornos ms o
menos difusos se puede caracterizar como el "posmodernismo". Autores diferentes, en general
franceses, pero no solamente, como Lyotard, Deleuze, Derrida, incluso Foucault aunque no se
reconozcan del mismo clan tienen cierta posicin comn. Se trata de postular, como marca de
nuestra poca, la cada en la creencia en lo que Lyotard llama la potencia explicativa de los
grandes relatos legitimantes, de las grandes explicaciones abarcativas de la sociedad, de la
cultura, de la humanidad, una cada de las concepciones del Universo. La idea de Progreso, de
Razn, de emancipacin de los pueblos, la liberacin del individuo, etc. "[] lo propio del
pensamiento contemporneo dice un texto ubicado en esa lnea pareciera ser [] la prdida
del suelo y del sentido, el naufragio de las grandes totalidades que organizaban la vida del
hombre: Dios, Razn, Estado, Historia." (Cragnolini, 2001, p. 87)
Incluso algunos desarrollos desde el psicoanlisis intentan teorizar algo de este "discurso de
poca": por ejemplo, un psicoanalista francs, Jean-Pierre Lebrun, que describe al sujeto que
surge de la sociedad actual, a partir del pasaje de un orden social que pivotea en torno de la
religin a uno organizado en torno de la ciencia. Ms all de lo opinable de esta posicin,
quisiera resumirla brevemente: Lebrun esquematiza las caractersticas que para l posee este
"discurso de la ciencia" (que no es exactamente lo que Lacan entiende por tal, aunque tiene
vinculacin) que ordenara nuestra poca:
1) el intento de hacer desaparecer la enunciacin en favor del enunciado postulado como
esencialmente transmisible,
2) en este sentido, la deslegitimizacin de la autoridad del enunciador en beneficio de la
autoridad de la coherencia del saber,
3) la desinscripcin de la categora de lo imposible (para la ciencia no hay imposibles en
el horizonte del progreso), y por lo tanto del carcter fundamentalmente "decepcionante" de
lo simblico,
5) la subversin de la relacin entre lo real y lo simblico, en el sentido de la pretensin de
un simblico que d cuenta absolutamente de lo real y,
6) "Un pegoteo de la diferencia. Es decir, el borramiento de esa irreductibilidad de los dos
planos diferentes, S1, S2, [] como resultado de una forclusin del significante flico". (Lebrun
1997, p. 124)
Lebrun extrae de esto ciertas consecuencias en relacin a cuestiones como el diagnstico
psicoanaltico (est hablando del Hombre de los lobos), ya que se puede pensar una forclusin
del falo sin necesidad de pensar en una forclusin del Nombre-del-Padre, es decir en una
psicosis.
Pero esta forclusin del falo explicara tambin fenmenos sociales como la prdida de
diferenciaciones sexuales, el no reconocimiento de la funcin paterna, y el establecimiento de
lo que Lebrun llama un "orden simblico virtual", donde el goce no es regulado en verdad por el
significante flico. Esta sera la marca de la poca.
Ahora bien, volviendo al planteo sociolgico, o filosfico, me parece que en torno a este
interesante planteo del supuesto agotamiento de los relatos legitimantes, hay un cierto
162
deslizamiento del problema hacia una formulacin de esto en trminos trgicos, en trminos
nietzscheanos, si se quiere, como la muerte de Dios, y a un planteo explcito de orfandad.
Mientras preparaba esta charla recib un mail, de esos que se denominan publicidad no
solicitada. Ciertos docentes, a quienes no conozco, anunciaban el comienzo de un curso sobre
Alain Badiou, el filsofo francs. Haba un desarrollo justificativo del curso, con argumentos que
apelaban a cierta posicin subjetiva en torno a los problemas contemporneos: "Qu
hacemos en esta poca sin la Verdad, sin la objetividad pura, sin el Hombre, sin el Partido? []
qu hacemos si no tenemos poderes divinos (eso excluye a Dios todopoderoso, pero tambin
a la Razn omnisciente y al Partido que "tiene una respuesta para todo") para entrar en un
proceso de subjetivacin, para trabajar y trabajarnos en l, para pensar?" La respuesta rpida
de ellos era: Hacemos un curso sobre Badiou. Pero ms all de eso, el mismo tono se repite en
numerosos textos: Si el horizonte conceptual de nuestra poca es "la Muerte de Dios y por lo
tanto muerte del hombre como entidad metafsica definida como un yo". (Cohen, 1998, p. 103),
la pregunta angustiosa surge: "Ser difcil soportar la muerte de dios?" (Ibd., p. 109).
Uno no puede menos que pensar en aquella frase bblica: "Padre, por qu me has
abandonado?"
Entonces, por un lado, estas diversas posiciones contemporneas parecen adherir al
planteo freudiano de El malestar en la cultura, en trminos de la falta de garantas paternas.
Pero creo que hay que detenerse en el deslizamiento que trato de sealar.
No es lo mismo decir que ya no hay padre, declararlo muerto, o incluso pretender
asesinarlo, que decir que el padre es inconsistente. Matar al padre, o aun darlo por muerto
Freud lo deca en Ttem y tab no es sino el mejor modo de sostenerlo como
omnipotente. Soportar la inconsistencia del padre es sin dudas ms difcil que matarlo, o
que quejarse de su muerte.
Encontr una frase de alguien que no proviene del psicoanlisis, sino de la crtica literaria,
Alberto Giordano, frase que, si esto fuese un escrito, seguramente usara como epgrafe: []
la paternidad es una relacin tan rara que la orfandad, antes de ser un accidente que viene a
destruirla, es uno de sus aspectos. (Giordano, 1992, p. 69).
Pensado psicoanalticamente: Se podr hacer otra cosa con el padre, que no sea
asesinarlo ni venerarlo? Qu hacer frente a esa inconsistencia?
Volvamos a Freud, ya que estamos en el mes freudiano. Cul fue su respuesta frente a
eso? Su respuesta, en acto, fue escribir. Despus de El malestar... Freud sigue escribiendo. El
ltimo texto de la serie que mencionaba es, lo supondrn, Moiss y la religin monotesta.
Freud sigue hablando del padre. Pero, me parece, escribe ah alguna diferencia.
Se mete con su propio padre, con el padre de su pueblo. No para sostenerlo,
evidentemente: no hace un panegrico del padre del pueblo judo lo que hubiese sido
"polticamente correcto", en momentos de marcada persecucin. Pero tampoco para
asesinarlo, para decretar su muerte, aunque fuese acusado de ello por muchos religiosos
en su momento.
163
Hay un pequeo incidente de traduccin en la primera frase del Moiss: Segn la traduccin
de Etcheverry Freud comienza: "Quitarle a un pueblo el hombre a quien honra como al ms
grande de sus hijos no es algo que se emprenda con gusto o a la ligera, y menos todava si
uno mismo pertenece a ese pueblo." (Freud 1934-38/1979-82, 7). La expresin original es: ein
Volkstum den Mann abzusprechen... (Freud 1934-38/1999, p. 103). La traduccin de Lpez
Ballesteros vierte el verbo absprechen por "privar". Michel de Certeau dice que habra que
entender "disputar" (De Certeau, 1978, p. 303). El verbo absprechen puede significar negar,
privar, pero tambin concertar. Hay una dimensin de discusin en juego. De hecho, el
sustantivo Absprache es acuerdo, convenio. No se trata de negar o de quitarle el padre a su
pueblo, sino ms bien de discutirlo, de "ponerlo sobre el tapete". Ponerle en cuestin a un
pueblo el hombre a quien honra [].
Lo que Freud hace es construir algo con ese padre. Escribe algo a partir de l. Algo
sobre lo que l mismo tiene reparos: "Ahora como antes escribe en Londres, en junio de
1938 me siento inseguro frente a mi propio trabajo, echo de menos la conciencia de la
unidad y coherencia que deben existir entre el autor y su obra". (Freud 1934-38 /1979-82,
p. 56). Moiss y el monotesmo, ese texto complejo, heterogneo, bizarro, con resmenes
en el medio, con prlogos parciales que se contradicen entre s, es quiz el texto en el que
Freud hace algo con el padre.
No es indiferente recordar un pequeo sntoma freudiano de aos anteriores: En septiembre
de 1913 cerca de la poca de Ttem y tab Freud estaba en Roma escribiendo Introduccin
del narcisismo, e iba continuamente a ver una estatua que le interesaba mucho, la estatua del
Moiss de Miguel ngel. De ah surge el texto El Moiss de Miguel ngel. Se recordar cul es
su hiptesis: Miguel ngel habra representado a Moiss en una actitud de refrenar la clera,
habra suavizado al Moiss bblico que se encoleriz y rompi las tablas, habra "cristianizado"
a Moiss. Ahora bien, ah hay el pequeo sntoma de Freud: no firm el texto, lo public
annimamente en la revista Imago. Adujo como excusa que l no era un especialista en arte,
que slo era un divertimento, etc, etc... Y hablaba de ese artculo como de un "hijo ilegtimo".
Evidentemente la preocupacin de Freud por ese padre no era nueva. Incluso el texto que
aparecera en su totalidad en 1939 tuvo muchas vicisitudes antes de ser publicado: "Este
hombre, y lo que pretend hacer con l, me persigue constantemente". (Freud & Zweig, 19271939/1980, p. 105). "[] en Viena, [] yo no crea en la posibilidad de poder publicarlo. Me
resolv a dejarlo estar; pero me martirizaba como un espritu no apaciguado. [] Hay cosas
que deben ser dichas ms de una vez, y que nunca pueden ser dichas suficientes veces. []
la obra sale todo lo bien que puede, y a menudo se contrapone al autor como algo
independiente, y aun ajeno". (Freud 1934-38/1979-82, p. 101)
Qu es lo que Freud propone sobre Moiss en 1939? Varias cosas. Pero lo nuevo es
que l pudo poner su firma all. Creo que el acto que supone el Moiss de 1939 no es tanto
su contenido que Moiss era egipcio, por ejemplo, o que habra sido asesinado, o aun la
supuesta "analoga" como su publicacin misma. Es decir, que Freud pone su nombre al
pie de un texto que discute al padre. Ese nombre que, por supuesto, ya en esa poca
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