Tu Haz La Comida Yo Cuelgo Cuadros
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Tu Haz La Comida Yo Cuelgo Cuadros
T haz la
comida, que
yo cuelgo los
cuadros
TRAMPAS Y TRAMPOSOS EN LA
CULTURA DE LA DESIGUALDAD
Miguel Lorente
T haz la comida,
que yo cuelgo los cuadros
Trampas y tramposos
en la cultura de la desigualdad
Ares y Mares
ISBN: 978-84-9892-711-5
Depsito legal: B. 7820 2014
Fotocomposicin: gama, sl
2014. Impreso y encuadernado en Espaa por Huertas Industrias Grficas S. A.
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T haz la comida, que yo
cuelgo los cuadros
o que puede ser, puede ser, y adems sucede. Quiz no nos hayamos
thazlacomida,queyocuelgoloscuadros
La entrada en el piso tras el viaje de novios claramente mostraba que llegaban a un nuevo escenario, pero que tambin lo hacan a un nuevo tiempo. Las
cajas en el pasillo y habitaciones parecan haber guardado sus escasas pertenencias en su ausencia; la presencia nica de un sof en el saln frente a un
televisor de pantalla plana de 47 pulgadas y el aparato del Canal Plus, garan-
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tizaban que iban a pasar muchas horas juntos y muy felices, no haba
nada ms que escuchar sus palabras:
Lo del Caribe ha estado bien, cario, pero es ahora cuando
empieza nuestra verdadera luna de miel.
Nada de luna menguante... Luna llena de amor! brome
ella con-forme lo abrazaba.
Y sin cuarto menguante sigui l; slo cuarto de estar...
de es-tar sentados o tumbados continu con la broma.
S, s, para que slo sea un cuarto, o mejor una cuarta
creciente se ri ella.
Nuestra casa! cambi l de tema.
Nuestro hogar! enfatiz ella. Hasta hoy era nuestra casa
pero ya es nuestro hogar. Tienes razn, hogar, dulce hogar ser por
lo de la luna de miel continuada, no?
Venga, venga, que tenemos que organizarnos si queremos que
realmente sea un hogar coment l. Tenemos que ponerlo en marcha,
as que manos a la obra, t haz la comida, que yo cuelgo los cuadros.
Y as lo hicieron de manera espontnea y sin que nada hiciera
cuestionar esa decisin ni todas las que se tomaron sobre una distribucin
de funciones atendiendo al patrn tradicional. Y todo fue de maravilla.
Semanas despus, invitaron a cenar a su grupo de amigos y amigas para que
conocieran su nuevo hogar y ensearle las fotos y el vdeo del viaje y de la boda.
Todos rieron.
Trampas y tramposos
En ocasiones el terreno es resbaladizo, otras muy irregular, a veces aparece salpicado de obstculos. Con frecuencia se vuelve muy inclinado en
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sobre unos supuestos y no sobre otros, entre los que las aportaciones y
posiciones de las mujeres han estado ausentes.
La historia se ha escrito con trampas, y acudir al argumento de la
his-toria para darle valor a los hechos del presente no deja de ser un
razona-miento tramposo en doble sentido: por basarse en la elaboracin
falaz de la historia y por intentar abusar de ella.
Se podran destacar muchos elementos para probar este
planteamien-to, tanto en lo referente a las formas de interpretar y
valorar lo ocurrido, como a las ausencias ms significativas. Pero quiz
lo ms llamativo para tomar conciencia de esta construccin tan falsa y
tan interesada sea dete-nernos en aquello que est presente y al alcance
de cualquiera y que, sin embargo, permanece en la zona oscura del
desconocimiento y la ignoran-cia, en una actitud que muestra tambin
un cierto inters en que las cosas sean de ese modo.
Y sin duda, los hechos ms trascendentes y que aportan un valor
ms alto a esta presencia ausente hacen referencia a la violencia
sufrida por las mujeres a lo largo de la historia. En primer lugar, porque
se trata de una violencia aceptada y reconocida como algo propio, tanto
al formar parte de la costumbre como por quedar integrada en la
normalidad cul-tural por medio de la justificacin de las agresiones. Y
en segundo trmi-no, porque ese desconocimiento y desconsideracin
se ha traducido en una transmisin intergeneracional de los valores
culturales que la ampa-ran, que han ido sucedindose en el tiempo hasta
alcanzar la situacin actual.
Todo ello ha supuesto una trampa para las mujeres, y para la sociedad. La trampa de la historia.
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2. Caballeros y doncellas
A pesar de la imagen romntica y novelesca que nos han transmitido de
la Edad Media, en las que las relaciones entre hombres y mujeres parecan venir marcadas por modelos de caballeros y princesas, apuestos y
valerosos vasallos y dulces y sumisas doncellas, la realidad era mucho
ms dura, sobre todo para la mujer. Podramos aplicar la idea popular y
decir eso de dime de lo que presumes y te dir de lo que careces.
Con frecuencia las mujeres eran consideradas ms como un objeto de
mercanca que como personas. El matrimonio en realidad supona una
transmisin a otra familia con una serie de productos que se intercambiaban, como ocurra con las arras y la dote. El hombre adquira la condi-cin
de amo y seor amparado en el principio de la fragilitis sexus, es decir,
la fragilidad propia de la mujer que abarca tanto a lo fsico, como a lo
psquico y moral. Aqu se observa claramente cmo la diferente posi-cin
del hombre se construye y se mantiene sobre un elemento objetivo e
incuestionable, como es la fuerza fsica. Y una vez que se empieza por lo
fsico y se comprueba que funciona al mantener esa posicin de superioridad sin levantar mayores crticas, cuando la fuerza pierde consistencia
como razonamiento debido al desarrollo de la sociedad, se contina con lo
psquico y con lo moral, llegando incluso hasta lo legal para mante nerlo.
La autoridad del marido era tal que poda llegar a quitarle la vida a su
esposa en determinadas circunstancias; como por ejemplo el adulterio,
situacin que se contempl jurdicamente mediante la figura del uxoricidio, y que de hecho se ha mantenido en nuestra legislacin como tal figura
jurdica hasta 1963. Su modificacin legal no se debi al reconocimiento
de la barbaridad que esconda, sino al hecho de entender que para aplicar
esa frmula jurdica no haca falta una figura especfica, que ya existan
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pios del siglo xvi comenzaron a producirse una serie de movimientos aislados que permitieron a la mujer recibir una formacin acadmica, y
despus del concilio de Trento (celebrado entre los aos 1545 y 1563) las
hijas de mercaderes y artesanos empezaron a ir a las escuelas parroquiales, aunque para recibir una educacin apropiada para mujeres. En este
siglo, ciudades como Wittemberg en Alemania y Ginebra en Suiza, exigan una educacin primaria para las nias, situacin que fue extendindose con el tiempo, pero de forma lenta, a otros pases. Sin embargo, de
poco sirvi en la consideracin de la mujer, y ella misma vea o le hacan
ver que su funcin principal era el matrimonio, y dentro de ste la comodidad del marido, el cuidado de los hijos y las tareas de la casa; actividades estas que para muchos personajes influyentes tenan preferencia so-bre
lo acadmico. Un ejemplo de cmo seguimos bajo una situacin similar lo
encontramos en Rousseau, en el siglo de la Ilustracin, afir-mando que la
mujer est hecha para obedecer al hombre, la mujer debe aprender a sufrir
injusticias y a aguantar tiranas de un esposo cruel sin protestar... La
docilidad por parte de una esposa har a menudo que el esposo no sea tan
bruto y entre en razn. Un argumento ms truculento que el anterior es
difcil de encontrar tan explcitamente, y fue dado por una de las mximas
figuras de la cultura. En l habla de forma abierta de la injusticia y tirana
del hombre sobre la mujer, lo cual da cabida a todo lo que sin llegar a ese
grado de barbarie debe ser aceptado como parte de la relacin, y luego,
para cronificar la situacin y no romper con el orden que da lugar a ella,
propone como solucin su permanencia en el tiempo: aguantar y sumisin.
En la Edad Contempornea (siglo xix), el papel de la mujer segua
pensado para la familia, y en sta su situacin era claramente de sumi-sin
al hombre. Estas circunstancias hacan que su consideracin al mar-gen de
la familia fuera an peor, sobre todo si sus condiciones no le per-mitan
contraer matrimonio. Si no se casa se convierte en una mujer solitaria,
jurdica y civilmente incapaz para realizar cualquier actividad pblica, y
socialmente marginada. No obstante, tambin se dio alguna excepcin
brillante y rara por poco frecuente y por las circunstancias en que se
presentaba, fundamentalmente en medios artsticos e intelectua-les,
ambientes, por otra parte, donde las extravagancias eran bien acepta25
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matrimonio. Esta situacin dejaba toda la libertad al marido para que interpretara en un sentido o en otro lo que l consideraba que afectaba a su
matrimonio. En estas circunstancias no poda hablarse de violencia car-nal
cuando el marido utiliza la fuerza fsica contra la mujer, ni siquiera cuando
la obliga a mantener relaciones sexuales utilizando la violencia, aunque en
este caso se deca siempre y cuando que sta no fuera grave. Volvemos a
la posibilidad de interpretar el concepto de gravedad, de modo que el
hombre y el marido eran prcticamente impunes ante la agresin a las
mujeres y a su mujer en particular, no slo por la posicin social
predominante, sino porque la propia ley tambin lo amparaba. El artculo
324 del Cdigo Penal francs recoga que es excusable el asesi-nato de la
esposa y/o cmplice cometido por el marido si los sorprende en flagrante
delito en el domicilio conyugal. En la prctica, el marido no arriesga nada
puesto que, como se dice, este asesinato es ms desgracia-do que
culpable, y no debe sancionarse sino con un ligero castigo.
Vemos como cada vez de forma ms explcita se hace referencia a la
idea de orden natural y del orden social que emana de l, argumento que da
una carga moral a todos los planteamientos que se hacen en su nom-bre y
que permite plasmar los razonamientos en instrumentos legales. De este
modo se produce una confluencia de lo natural con las costumbres y las
leyes, y se utiliza como argumento tramposo con el que demostrar la
trascendencia de cada uno de los planteamientos. La realidad es muy diferente, puesto que no se trata de elementos independientes que coinci-den,
sino que los tres forman parte de lo mismo, de la cultura que integra las
distintas referencias bajo la creacin del orden natural y establece los
mecanismos de interaccin entre ellos y la dinmica que deben seguir.
Y si esto ocurra dentro del matrimonio, la situacin no era muy distinta fuera de l, cuando la agresin a la mujer se produca en la sociedad,
incluso en los casos de violacin. La agresin, como ha ocurrido en nuestro pas hasta 1989, no era considerada como un ataque a la mujer, sino que
lo era contra las costumbres o el honor, y se pensaba ms en las repercusiones que el hecho poda tener sobre la familia que sobre ella. La
mujer tena que enfrentarse al delito y al hecho de ser considerada como
responsable del mismo, aunque en los mejores casos el agresor fuese condenado. Esto haca que apenas se pusieran denuncias de agresiones
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4. Ahora y siempre
En estas circunstancias llegamos al siglo xx y a la situacin actual. Si
como recogen las referencias populares, los gatos tienen siete vidas, la
estrate-gia de la desigualdad parece tener algn componente felino a la
hora de adoptar una actitud gatopardesca que le permite cambiar para
seguir igual en lo que sera una sucesin infinita de vidas.
La sociedad ha cambiado ms en la forma que en el fondo, y no de
manera espontnea, sino obligada por los importantes movimientos sociales que han surgido en defensa de los derechos de las mujeres y de la
igualdad entre hombres y mujeres. En este sentido el movimiento
histri-co ms importante ha sido el feminismo. Aunque con
significativos refe-rentes previos, no fue hasta la Revolucin Francesa
cuando se postul como doctrina, cambiando el debate existente hasta
ese momento, que se mova ms alrededor de la polmica sobre el valor
relativo de cada sexo y la propuesta de una igualdad moral e intelectual
entre ellos. Pero a partir del movimiento revolucionario el debate se
plante en trminos moder-nos buscando una emancipacin real de la
mujer, y pas a reclamar todos los derechos civiles y polticos al
entender que la mujer posee una perso-nalidad independiente, que
forma parte de la sociedad y que, por tanto, tiene sus deberes y sus
derechos que debe hacer valer e incrementar en igualdad.
La respuesta social, como era de esperar, fue totalmente contraria, y,
aunque desde algunos foros intelectuales se defendi y secund, hubo un
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cias podemos entender que exista ms paro entre las mujeres, que su salario sea inferior, que estn en menos puestos de decisin y poder, que
anden sometidas a una doble jornada laboral (dentro y fuera de casa) y
que tengan que vivir maternidad como una posible amenaza.
Y es que despus del recorrido histrico y de ver la situacin actual,
slo podemos decir que la historia no es que se repita, es que en ocasiones, simplemente, no cambia. Y no lo hace porque las trampas no te dejan salir del camino trazado, y si lo intentas, te atrapan en l con ms
fuerza.
Supertramp
En ecologa muchas especies siguen la llamada estrategia
Supertramp, que las lleva a dispersarse por muchos hbitats distintos
sin que estn especialmente adaptadas a ninguno de ellos.
La historia nos muestra las trampas que han existido para esculpir la
identidad de las mujeres sobre la experiencia, y cmo se llega hasta la violencia cuando alguna evita los cepos e intenta seguir un camino diferente.
El propio concepto de trampa nos habla de que no se trata de una cues-tin
exclusiva del presente, y que el futuro forma parte del mismo para
garantizar su continuidad y atrapar a la desigualdad en la jaula del tiem-po.
Un tiempo pasado como armazn rgido que da solidez y sentido a la
estructura, y un tiempo futuro que se presenta frente al presente como
nica salida, pero que en realidad es la prolongacin que sigue a la puerta
de entrada para perpetuar el modelo sobre nuevos escenarios.
Esta situacin nos muestra que la eficacia de la estructura de la de
sigualdad no reside en una habitacin, ni en una parte del edificio, sino en
toda la construccin, y al mismo tiempo nos indica que se basa en un
diseo que cuenta con tres tipos de referencias. Por una parte, existen
normas rgidas que han de seguirse para llegar a adquirir las identidades y
el reconocimientos derivado de ellas; por otra, existe libertad terica para
seguir esas normas o para no hacerlo; y en tercer lugar, estn las trampas
que el propio sistema coloca a lo largo del camino para que cuando las
normas fallan y la libertad conduce a una situacin crtica con
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