El Decameron
El Decameron
El Decameron
historias)
Presentacin
Giovanni Bocaccio fue un escritor que vivi en el siglo XIV, se le considera el
primer gran maestro de la narrativa italiana, admirador de Dante Alighieri, fue
contemporneo de Petrarca, con quien tuvo en comn sus estudios humanistas
que los ubica como precursores del Renacimiento.
Hacia los aos 1349 al 51, Europa fue diezmada por la peste negra. En el
Decamern se toma distancia de esa circunstancia histrica ya que la obra consta
de cien cuentos contados por diez jvenes nobles, siete mujeres y tres hombres,
que se apartan de los escenarios de muerte y dolor generados por la peste para
recluirse en una finca en el campo, contar historias, disfrutar de la amistad y de los
placeres de la naturaleza, la comida y la bebida. Durante diez das, los jvenes
cuentan diez cuentos por da, es el Decamern (de deca, diez).
Dice ngeles Cardona de Gibert en su prlogo a la edicin de Bruguera:
Realmente la obra tiene la inspiracin y la sensibilidad del siglo XIV, siglo burgus
que abre los ojos al mundo y lo contempla tal como aparece, y lo alegrico, que
ser lo que de rancio medievalismo conserva todava, se da en las digresiones del
autor, al principio de cada jornada y en la Conclusin, no en las narraciones que
estn escritas en lnea recta, sin que el artista las interrumpa. De esta manera la
prosa adquiere una modernidad y una adecuacin perfecta a cada asunto tratado,
de modo que bien podemos llamar a Bocaccio padre de la novela moderna,
entendiendo por novela narracin corta que deleita al oyente por su amenidad y
desenfado y que se ajusta, en el asunto, a lo verosmil. Bocaccio ha roto con la
manera de narrar en verso porque esta tcnica no poda ajustarse a la expresin
realista que requeran los temas tratados y, con ello, Bocaccio se coloca al frente
-Me parecera muy poco dar mi vida por la mitad del deleite que con
Guiscardo tuvo Guismunda, cosa que no debe asombraros, pues yo viviendo sufro
mil muertes a cada hora, sin recibir nada de placer. Pero, dejando aparte mis
hechos, quiero que sea Pampinea quien contine, que, si lo hace como
Fiammetta, comenzar sin duda a sentir que cae algn roco sobre mi fuego.
Pampinea, oyendo la orden, conoci ms por el nimo de sus compaeras
que por el tono que el rey daba a sus palabras lo que deba decir, y juzgando que
era mejor alegrarles, se dispuso a contar una historia de risa, y comenz as:
-Os lo voy a decir; yo estaba por la noche rezando, cuando entro en mi celda
un gran resplandor, apareciendo luego un joven con un bastn en la mano. Me
cogi por las ropas y me dio tantos garrotazos que me dej medio muerto. Le
pregunt que por qu lo hizo y me dijo: Porque hoy te atreviste a censurar la
belleza de madona Lisetta, a la que tanto amo. Entonces le pregunt quin era y
dijo: El arcngel Gabriel Le ped perdn y me respondi: Te perdono, pero
debes ir a su encuentro y pedirle disculpas a ella; si no te perdona, volver para
pegarte. Y no os lo sigo contando hasta que me perdonis.
Madona Cabeza Vaca, que era muy tonta, disfrutaba oyendo tales palabras
y se lo iba creyendo todo, hasta que dijo:
-Ya os deca, fray Alberto, que mi belleza era celestial. Pero como tengo
piedad de vos, os absuelvo, mas debis contarme toda la conversacin.
Entonces repuso fray Alberto:
-Como tengo vuestro perdn, os lo dir todo. Pero prometedme guardar el
secreto, si no queris estropear vuestros negocios. Escuchad: el arcngel Gabriel
me dijo que le gustabais mucho, y me dijo que muchas veces vendra a visitaros
por la noche, pero teme asustaros. Ahora est decidido a venir, pero como es
ngel no podra deleitaros, y quiere tomar forma humana para vuestro mayor
placer. Me ha pedido me digis la forma que queris que adopte, y as lo har.
Madona Necia dijo que le gustaba mucho que fuera amada por el arcngel
Gabriel, porque ella tambin le amaba, encendindole a veces una vela. Dijo
adems que le recibira bien y sola. No obstante, la condicin de que no la dejara,
para ir con la Virgen Mara, pues saba que tambin la amaba mucho. Finalmente,
asegur que poda adoptar la forma que quisiera, mientras no la asustase.
-Si el ngel es vuestro amante, todo debe de ir bien; pero yo no saba que los
ngeles hacan eso.
-Estis equivocada, comadre -repuso Lisetta-; procede mejor l que mi
marido, y es muy feliz conmigo porque me encuentra ms bella que las que hay en
el cielo. Por eso viene a m a menudo. Lo entendis?
Al salir la comadre de casa de Lisetta, no tard en querer contar aquellas
cosas, y llegando a un grupo de mujeres les relat la historia. Las mujeres lo
dijeron a sus maridos, y as se hizo correr tanto el rumor que en un par de das
toda Venecia estuvo enterada. Entre otros se enteraron los cuados de la mujer,
que, sin decir nada, decidieron averiguar qu ngel era aqul, por lo que pasaron
muchas noches al acecho. Fray Alberto no estaba enterado de nada, y sucedi
que una noche, mientras se desvesta en casa de ella, los cuados fueron hacia la
puerta para abrirla. Fray Alberto, al orlo, abri una ventana que daba al Gran
Canal y se tir al agua. No era muy hondo y l saba nadar bien, por lo que nada
le ocurri; viendo una casa abierta al otro lado del canal, se meti all y pidi a un
buen hombre que estaba dentro que le salvase la vida. Este sinti compasin y
dej meterse al fraile en su lecho hasta su regreso, y, cerrndolo por fuera, se fue
a sus cosas. Cuando los cuados entraron en la alcoba, se encontraron con las
alas, pero el ngel haba volado; dijeron muchas injurias a la mujer, y regresaron a
su casa.
Cuando amaneci, estando el otro hombre en el Rialto, oy decir que uno
que pasaba por el arcngel Gabriel haba ido a acostarse con Lisetta, y que al ser
descubierto por lo cuados se haba tirado al canal, sin conocerse ahora su
paradero. Este, pensando que estaba en su casa, fue all y le amenaz con
entregarle a los cuados, si no le daba cincuenta ducados. Hicieron trato. Luego,
al querer marcharse el fraile, el otro dijo:
-Solamente hay una manera de que salgis: hoy se celebra una fiesta a la
que se debe asistir disfrazado; tiene lugar en la plaza de San Marcos, donde habr
una caza como fin de fiesta. Antes de que se sepa quin sois, os llevar
disfrazado adonde queris. No hay otra manera de hacerlo, y ms cuando los
cuados de la mujer han puesto guardia para encontraros.
A fray Alberto le pareci demasiado peligroso salir de aquella forma, pero el
miedo le hizo decidir, y acept. El otro le unt de miel y le llen de plumas; luego le
puso una cadena al cuello y una mscara en el rostro; en una mano llevaba un
.bastn y en la otra sujetaba a unos perros. Lo envi al Rialto, anunciando que
quien quisiera ver al arcngel Gabriel se fuera a la plaza de San Marcos. Exhibi
al ngel, despertando la curiosidad de muchos, que queran saber quin era.
Luego lo at a una columna, donde las moscas y tbanos le chupaban la miel.
Cuando la plaza estuvo bien llena, le quit la careta y dijo:
-Seores, ya que el jabal no acude a la caza, os voy a mostrar al arcngel
Gabriel, que ha bajado del cielo a la Tierra para consolar a las mujeres
venecianas.
Al quitarle la careta todos reconocieron al fraile, y empezaron a gritar contra
l toda clase de injurias, e incluso le tiraban basuras a la cara. Transcurrido un
buen rato, lleg la noticia a los frailes, que, presentndose en el lugar; taparon al
fraile, se lo llevaron y lo metieron en un calabozo, donde dicen que muri. El que
simulaba ser el arcngel Gabriel se convirti en un hombre atribulado, que tuvo
que llorar los pecados cometidos. Haga Dios que a todos los dems les pase lo
mismo.
Jornada sexta
Narracin novena
Guido Cavalcanti, con palabras corteses, zahiere a unos caballeros
Cuando Pnfilo termin su narracin, que hizo rer mucho a las mujeres, la
reina orden a Elisa que continuara con la suya. Ella comenz de este modo:
-No s, queridas amigas, si os har rer tanto como lo ha conseguido Pnfilo;
sin embargo, voy a procurarlo.
En nuestra ciudad, abundante en cosas inslitas, vivi no hace mucho
tiempo un pintor llamado Calandrino. Era hombre muy simple y de raras
costumbres, pasando la mayor parte del tiempo con otros dos pintores
llamados Bruno y Buffalmacco, stos sagaces y astutos. Se relacionaban con
Calandrino porque su simplicidad les diverta. Para aquel entonces haba
tambin en Florencia un joven perilln, al que llamaban Maso del Saggio.
Enterado ste de la poca mollera de Calandrino, decidi divertirse hacindole
alguna burla. Cierto da le encontr en la iglesia de San Juan, cuando miraba
atentamente las pinturas y esculpidos que hay encima del altar; juzg que era
el momento oportuno para cumplir su intencin. Se lo dijo a un compaero
suyo y los dos se acercaron al lugar donde estaba Calandrino. Primero
fingieron no verle, y hablaron de la virtud de distintas piedras hacindolo tan
autoritariamente que parecan solemnes lapidarios.
Calandrino, al or aquello, se uni a ellos. Les pregunt dnde estaban
esas piedras de tan extraa virtud. Maso le inform que la mayora procedan
de Berlinzn, en tierra de los vascos y en un pas llamado Bengodi, lugar en el
que se atan las cepas con salchichas. Haba all una montaa de queso
parmesano rallado, y gentes que nicamente se ocupan de hacer macarrones
y pastas para cocerlos en caldo de capones. Luego lo echan todo abajo, y
quien ms coga ms tena. Corra al lado un arroyo de vino, del mejor que se
bebe y sin contener una gota de agua.