Lejos de Veracruz
Lejos de Veracruz
Lejos de Veracruz
No todo el mundo sabe que a Veracruz y a sus playas lejanas no pienso en la vida nunca volver. Fui feliz allf, el mes
pasado, en noche de luna llena, en Los Portales, ni antes ni
despues de esa noche, en el ultimo mes de julio de mi juventud. Pero no pienso en la vida nunca volver, pues se muy bien
que la nostalgia de un lugar solo enriquece mientras se conserva como nostalgia, pero su recuperacion significa la
muerte.
Fui a Mexico el mes pasado cuando, encontrandome solo
y dolido en la ciudad de Barcelona, mi desesperacion en el
atico de Sant Gervasi me llevo incluso al extrema de creer
que ofa voces y que los distinguidos huespedes de mi librerfa
se dedicaban a observarme con una ceja alzada y a recomendarme que, dado mi estado de locura por la muerte de mi hermana, abandonara cuanto antes mi soledad y tanto duelo y
viajara.
Recorde entonces que me habfan invitado a Guadalajara,
en Jalisco, para que hablara de mi hermano muerto, y ya no lo
pense dos veces y, al dfa siguiente, escapaba de mi soledad y
duelo. Viaje a Mexico, rendf homenaje a los libros viajeros de
mi hermano Antonio, don Antonio Tenorio, y cuando ya
todo hubo terminado regrese a Ciudad de Mexico en un tren
cargado de botellas de tequila y, dejando atras el bullicio de
Jalisco, ref y bebf como nunca lo habfa hecho, y cante rancheras y hasta dispare -me vendieron un pequefio revolver ne11
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Mexico, donde se sentia incomodo, instalado por fin en Xalapa, muy cerca de sus origenes, cerca de su familia y dellugar
en e1 que habia nacido y que abandono muy joven para recorrer el mundo.
-Yo si que soy de Veracruz, y tambien tu hermano lo era,
pero tu, amigo, eres, que yo sepa, de Barcelona -me dijo sonriendo cuando le comente .el titulo que me rondaba desde que
la voz anonima del Majestic me lo dictara.
Le explique que en cualquier caso habia algo extrano en
todo aquello, pues si bien, en efecto, eran el y mi hermano
Antonio los que eran de Veracruz, yo, por los motivos que
fuera y que aun no habia descifrado, llevaba dias traspasado
por el enigma aquel de la voz dictadora, que parecia estar empujandome a ir hacia adelante y a visitar el puerto de Veracruz y descubrir de donde realmente yo era.
Hubo tras la entranable cena una prudente retirada a primera hora de la madrugada. En un estado de cierta euforia
etilica desperte, a las pocas horas de dormirme, en mitad de la
noche xalapena, con mi retina alucinada ante la subita y fantasmal aparicion del pico de Orizaba en mi horizonte visual.
No era un sueno, tampoco una estricta realidad, tal vez una
simple alucinacion. Ante mi, en el recoleto cuarto de la Posada del Cafeto, estaba el Orizaba, alta montana de nieves
eternas en su cumbre de real ensueno. Fuera llovia. Me dije:
Mira, Enrique, es mejor que pienses que todo esto es verdad.
La lluvia se tensaba como las cuerdas de un arpa y, al igual
que en un poema de Derek Walcott, era como si yo estuviera
regresando al origen de todo, y un hombre con los ojos nublados tocara esa lluvia con sus dedos y tanera el primer verso de
la Odisea. Pense en los miembros de la tribu massai, que de
vez en cuando le pedian a Isak Dinesen que hablara como la
lluvia, es decir, hacienda rimas, que ellos desconocian. Pense
en el Genesis y en los origenes cristianos de la lluvia y del
vino y me acorde de Noe, el primer borracho.
Sintiendome Noe en Mexico, sospechando que en America sobrevivia la musica que acompano al origen de los tiempos, me quede alli escuchando de la lluvia su rumor antiguo,
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puntual y eterno del Caribe al atardecer. Uno percibe su propia nulidad, tambien su grandeza. Uno siente en definitiva lo
que otros muchos ya sintieron antes. Despues de todo, la mejar manera de viajar es sentir. Uno se diluye feliz y barrena las
naves. Y vive a partir de entonces, en comun con tanto pobre
mortal, el ruido y la furia de todas las almas de Los Portales.
Uno sonrie y enciende un habano y poco importa entonces no
ser original, senores, si uno ya es de Veracruz.
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Pero ya digo, la eleccion de Veracruz es caprichosa. Parque tampoco es que ese puerto me convenza tanto, ni mucho
menos. Es cierto que hubo momentos festivos en Los Portales, pero tambien lo es que, unas horas mas tarde y tras acompafiar a Sergio Pitol al hotel, inicie un descenso a los infiernos
cuando me perdi en 1a noche y sucedio todo aquello tan desagradable con aquel individuo al que confundi con Dios.
Como lo he perdido todo y no tengo nada en este mundo,
tener nostalgia -aunque sea impostada- es de las pocas casas
-la escritura en este cuaderno de los tres tucanes es otra- que
todavia se encuentran a mi alcan~e. Alga de esto iba yo diciendome esta mafiana en el cache de mis vecinos, camino
del m:ercado de los viernes de Sineu, mientras escuchaba con
cierta amargura la letra de una cancion que me traia el dolorosa recuerdo del pasado: Viajera, que vas por cielo y por
mar, dejando en los corazones latir de pasion, vibrar de cancion, y luego mil decepciones. A mi me taco quererte tambien, besarte y despues perderte...
Al final de la cancion, cuando el cantante pide a la viajera
que regrese con el y no rompa ya mas corazones, he preguntado a la familia de Felanitx, con los ojos alga nublados por
las muchas heridas insensatas de la vida, si conocian Mexico.
Se ha apresurado a responderme la madre diciendo que tan
solo por el cine, por las peliculas de Cantinflas.
Esta simple respuesta escondia en realidad la maliciosa
idea de dejarme relajado, sintiendo ternura por la simploneria
de la familia. La madre ha buscado que yo me confiara para
sorprenderme de pronto con una pregunta a boca de jarro:
-Pero digame, y perdone por la curiosidad. Pero que hace
un joven como usted, un joven de veinticinco afios tan agraciado, encerrado todo el dia solo en una casa y en un pueblo,
ademas, tan aburrido como S'Estanyol.
Ayer ella quiso saber mi edad y me quite dos afios. Me he
alegrado, al menos, de haberla engafiado. Me he preguntado
por que me llamaba agraciado cuando casi podia pensarse que
se burlaba de mi, pues no creo que de ninglin manco pueda
decirse que es precisamente una persona agraciada.
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que, por circunstancias de la vida, es ahara mi odiado domicilio en Barcelona. Alli se dedico a pintar y a tratar de alcanzar
la indiferencia hacia el mundo, es decir, una serenidad capaz.
de cicatrizarle el desgarramiento producido en su, ya de por si
fragil, capacidad de existencia.
Todo el dia lo pasaba encerrado pintando, apenas salia del
inmueble ni veia a nadie. Pintando, al principia, sus recuerdos
mas queridos y brillantes de la infancia, es decir; imagenes de
aquellos dias de verano en los que, en la casa de Platja d' Aro,
se dedicaba a traves de un teatro de marionetas a improvisar,
a inventar historias ante un publico que parecia intuir en el
cierta genialidad.
Se vuelcan todas las esperanzas en el deseado hijo mayor,
en el heredero, mientras que al segundo hijo se le concede
menos atencion cuando no directamente se le ignora o hasta
maltrata con fruicion. Esta fue siempre la interpretacion que
daba Antonio cuando reflexionaba acerca del odio que hacia
Maximo mostraba, tan a menudo y de forma tan visible, nuestro padre.
A Antonio siempre le gusto hablar con sentido comun.
Antonio siempre lo tuvo mas que yo, pero nunca se lo envidie, y menos aun se lo envidio ahara, porque hoy puede verse
que tanto sentido comun en realidad no le condujo mas que a
esa nota final en la que, antes de arrojarse por la ventana del
tercer piso de Sant Gervasi, decia que discrepaba, aunque solo
fuera ya a ultim~ hora, de esa idea tan vulgar y socorrida de
que lo mas sensato que puede un hombre hacer en esta vida
es aceptar que le ha llegado la hora del descenso y dedicarse
con dignidad a envejecer.
jPobre Antonio! No sabia que el sentido comun solo lleva
al suicidio. U n suicidio que a mi me ha afectado mucho y que,
ademas, para colma tiene algo de penoso y sabre todo de ridicule, pues para huir del descenso en la vida se arrojo al vacio
desde su ventana iniciando un descenso menos deseable del
que iba a tocarle hacer en el caso de que hubiera aceptado el
desafio de escribir este libra que, en un intento de prolongar
su vida mas alla de la muerte, ahara escribo yo.
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jPobre Antonio! No sabia que el sentido comun s6lo conduce al suicidio. Yo prefiero ser un muerto en vida. Y prolangar la suya a traves de este cuaderno de los tres tucanes, escribiendo en secreta desde este lugar horrible, el ultimo rincon
del mundo y el mas penoso de los refugios que he podido encontrar yo: el derrotado en la vida.
jPobre Antonio! Siempre quiso mucho a Maximo, pero comenz6 a ponerse muy nervioso el dia en que vio que este habia decidido convertirse en un genio y que esto, ademas, podia perfectamente acabar siendo una realidad. Tard6 en ver el
peligro, de todos modos. Y es que Maximo, en los primeros
meses de su drastico encierro, se dedic6 a pintar, tras ago'tar
todos sus recuerdos de infancia, las mas horrendas gitanas,
imitando con escaso garbo, y por tanto sin genio alguno, el
arte de Romero de Torres.
Pero trabaj6 Maximo con tal tes6n y constancia -por no
hablar de su obsesi6n en dejar en ridicule ante toda la humanidad la figura de un padre que no estaba a la altura de aquel
hijo genial- que termin6 por adquirir cierta tecnica con los
pinceles y pas6 a pintar una excelertte serie de retablos muy
originales en torno a lo que el llamaba sus <<novias inventadas.
Recuerdo c6mo Antonio y yo ibamos creciendo dia a dia
en admiraci6n y asombro cada vez que nos decidiamos a visitarle en ese luminoso estudio del inmueble de Sant Gervasi al
que, al poco de nacer yo, se habia trasladado la familia Tenorio, compuesta s6lo por hombres, es decir, por el desgraciado
de nuestro padre y sus tres hijos, no menos desgraciados en el
fondo, huerfanos de madre, pues esta -ya lo he escrito antes,
pero no estari de mas que lo repita, como si de un castigo escolar se tratara y asi ir quitandome sentimiento de culpa- muri6 cuando yo vine al mundo.
De mi madre muerta me quedan hoy, como recuerdos
esenciales, unas viejas y alegres fotos de su vida en Veracruz
antes de conocer ami padre y, sobre todo, algo que no esta en
los fotos pero esta siempre en mi memoria: la estupenda historia que habla de c6mo, al regresar a Barcelona -y de ahi se-
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guramente que empezaran a llevarse tan mal en cuanto dejaron Mexico-, mi madre, que era una rica pubilla de la comarca del Bergueda, oblig6 a mi padre, bajo la amenaza de retirarle toda su protecci6n econ6mica, a que montara de una
vez por todas y sin mayor dilaci6n algtin negocio -seria finalmente el de la inmobiliaria, que acabaria, ademas, convirtiendose en una mina de oro- y se olvidara para siempre de su
nefasta mania de no hacer nada o, mejor dicho, de escribir esa
horrible poesia noucentista que, en su deseo de adular a mi
madre, que era de una familia de Berga muy catalanista, practicaba mi padre en Veracruz con la irritante insistencia del
eterno principiante sin talento.
Vuelvo al pobre Maximo y a su luminoso estudio donde
nos asombraba, dia a dia, con sus progresos, con su calculada
y perversa venganza contra nuestro padre. Estaba ya cerca de
convertirse Maximo en un genio, pero la verdad era que
como persona cada dia dejaba mas que desear, pues daba pena
de tan apocado, torpe y sucio que se le veia -nuestro padre,
tal vez nostalgico de sus dias de poeta, lleg6 a compararle con
una solitaria rada en ruinas-, amen de idiota total a la hora,
por ejemplo, de la conversaci6n de sobremesa, y mong6lico
profunda ante las mujeres.
Por si fuera poco, en su afan de reforzar su conquista de la
genialidad, habia dias en que se comportaba de la forma mas
estrafalaria y, por ejemplo, bajaba a cenar con la cabeza coronada por extrafios tocados hechos de algas que, al parecer, le
suministraba el chico del colmado.
Esos tocados y otras extravagancias solian poner muy furioso a mi padre, que en mas de una ocasi6n arroj6 aquellos
adornos a la basura o al fuego, un dia hasta por la ventana. Mi
padre despues gritaba, le llamaba afeminado. Maximo entonces lloraba. Y habia que consolarle, porque daba pena verle
tan fragil, tan falto de defensas ante la hostilidad de nuestro
padre y del mundo.
Sin embargo, a pesar de esa fragilidad, a los pocos dias
Maximo recuperaba fuerzas y resurgia misteriosamente y valvia a la carga y bajaba a cenar exhibiendo, por ejemplo, un
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Y, ademas, debo decirte que todo eso de ser artista, todo eso
de pintar, escribir y otras mamarrachadas, me parece una solemne tonteria y pesadez. Francamente, yo espero no ser
como vosotros, no seguir nunca vuestros pasos.
-Me haces gracia -dijo Antonio-, porque ya se lo que te
pasa. Eres el tipico hermano pequefi.o que anda buscando un
espacio propio y tiene que buscarlo en las afueras de los espacios que los otros hermanos ya han ocupado. Yo escribo, Maximo pinta. ~y a ti que te queda? La musica, supongo.
-Creo que no me has comprendido -le dije algo molesto-. Yo no quiero ser para nada un artista. Yo aspiro unicamente a vivir. Mi obra maestra sera mi vida.
-~Tu vida en la inmobiliaria? -pregunt6 con muy mala
idea Antonio.
-Eres un cerdo -le conteste, porque no se me ocurri6
nada mas.
Con todo su sentido comun a cuestas, Antonio me dirigi6,
esa tarde, una mirada entre el reproche y la sorpresa. Era el
mismo sentido comun que iba a crearle serios problemas ante
el paso del tiempo y la dura constataci6n de que hemos dejado
de ser j6venes.
Era el mismo sentido comun que, un dia, tras sus numerosos libros de viajes, iba a llevarle a las puertas de escribir El
descenso y contar por fin una historia no inventada, una historia acerca del paso del tiempo, una historia sobre nosotros, los
Tenorio. Pero ese sentido comun seria el mismo que a ultima
hora le iba a impedir la redacci6n de ese libro, seria el mismo
que se dedicaria a inyectarle todo el miedo del mundo en el
cuerpo y a retirarle del proyecto y hasta de la vida, incapaz mi
hermano de resistir por mas tiempo la angustia que le produda, tal como me dijo dias antes del suicidio, su vida sin relieve y sepultada antes de nacer: esa vida con todos sus dias
que se escapan y se acumulan uno igual a otro formando los
afi.os, los decenios, la vida tan vacia.
Esa tarde, despues de que le llamara cerdo, mi hermano
Antonio me mir6 con todo su sentido comun a cuestas. Y yo
-no iba a ser la ultima vez que lo hiciera- hundi peligrosa35
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-Tu sabras.
-Me refiero al Africa -preciso.
Pero yo seguia teniendo la impresion de que me preguntaba por una mujer.
..... No te la recomiendo -conteste.
-No pensaba ir -dijo sonriendo.
Despues, nuestro dialogo encajo algo mas porque me dedique a describirle como eran los beduinos sabre los que tantas
falsedades se habian dicho, incluidas sin duda las suyas, y me
entretuve explicandole alguno de los terribles descubrimientos
que habia hecho a lo largo de aquel complicado y duro viaje.
Nada dije del muerto que deje tendido en un charco de sangre
en Dahomey, en defensa propia. Nada dije, no lo habria entendido. Pero si le hable, y durante bastante rato, de la decepcion que habia yo sufrido ante la forma de ser del genera humane. Le hable tambien de mi profunda certeza acerca de que
nada sabemos de los otros y que tal vez sea mejor asi, ya que
llegar a saber algo todavia es peor y, ademas, equivale a llevarse las mas desagradables sorpresas ...
Me interrumpio para reirse un buen rato de mi y recriminarme que hubiera sido tan estupido de haber viajado tan lejos
para acabar descubriendo tan solo cuatro lugares comunes
acerca de la condicion humana. Cuatro conceptos que, seglin
el, podian aprenderse perfectamente en los libros.
-Si no te empeiiaras en ser camionero, otro galla te carrtara -me dijo.
Proteste y me reprocho de inmediato que le estuviera levantando la ve>z en aquel lugar sagrado.
- ~Sagrado? -pregunte con notable extraiieza.
Antes de decirme, sin el menor temblor de voz, que si
aquel lugar era sagrado se debia al incuestionable hecho de
que, tras la muerte de nuestro padre, aquella tercera planta la
habitaba la primera autoridad del inmueble -o sea el-, me advirtio del peligro que estaba yo corriendo de acabar muy mal
si seguia empeiiado en diferenciarme de mis hermanos por el
camino de huir de la cultura para convertirme en una obrero
de la construccion o un beduino del desierto.
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huella circular sobre la portada de un libro de cuentos de Chejov. No he tenido ninguna duda al respecto. He reconocido
esa huella como mia. En la misma fiesta en que robe e1 peine,
deposite mi vaso de ginebra a proposito sobre la portada de
esa edicion de los cuentos de Chejov.
Me he dicho: Esa huella es mia. Esa huella, ademas, ha
viajado de Paris a Nueva York. Me siento hasta orgulloso de
ella, me he dicho, y me he quedado pensando que hundir la
mirada en los pequenos detalles me ha,dado muchas veces esplendidos resultados. Como esta manana cuando la huella de
mi vaso me ha llevado a recordar el robo del peine, y me ha
liberado del aburrimiento en el que me encontraba en la terraza.
Recordar el asunto del peine me ha llevado a evocar de
golpe los dias en que siendo muy joven viaje a Paris, donde
me instale en un hotel de Saint Germain en el que todos sus
clientes, todos menos yo, eran de color, y la mayoria se dedicabana la venta ambulante. Todos fumaban marihuana -eso
les hacia a todos iguales, ademas de su negritud, que tambien,
en mi opinion, les igualaba- y eran muy agradables que yo recuerde y muy alegres -es muy probable que de ahi naciera mi
equivocada idea de que Africa merecia la pena- y llamaron,
un dia, a mi puerta para decirme que estaba invitado como
ellos a una gran fiesta que daba un pintor colombiano llamado
Botero.
Me dieron de fumar hierba y empece a decir un sinfin de
idioteces que fueron jaleadas por los negros que no entendian
nada pero que se reian al verme tan distendido y acabaron
convenciendome de que yo era poco menos que imprescindible en aquella fiesta.
Una vez en casa de Botero, mezcle salvajemente hierba
con ginebra, y enloqueci. Uno de los negros, que resulto ser
pariente de Botero, un colombiano que nunca perdia el humor, lo perdio conmigo. Me recomendo que dejara de heber.
Guarde por unos minutos la compostura, algo asustado ante
la repentina seriedad de mi amigo colombiano. Volvi a perder esa compostura cuando escuche a una senora disertar
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cien abandonados.
De Eur()pa siempre el sur me ha gustado alga mas, aunque
tampoco mucho. La bella. I tali a, el color siena, Grecia y el
azul de itaca. No esta mal. Me gusta mas, pero sabre todo parque me parece el paisaje ideal para el muerto en vida que hoy
soy yo. Un lugar perfecto, ademas, para ser enterrado cuando
muera del todo. Si. El Mediterraned no esta nada mal para vivir como un derrotado en la vida yser enterrado mirando al
patetico azul de sus aguas. No esta nada mal. En cuanto al
resto de Espafia, todos aquellos lugares que no bafia este mar
tienen el encanto agridulce de la Europa de los barbechos
pero sin llegar a pertenecer siquiera a ella, pues mas bien yo
diria que componen una provincia triste del norte de Africa, y
en fin, sabre el horror de Africa creo haberlo ya dicho todo.
Y es que ningU.n sitio me atrae especialmente, ningU.n lugar me fascina al maximo porque no ignoro que si existiera en
esta vi~a un colosal y extraordinario encanto, este para mi
consistiria en estar donde no estoy para desde alli poder desear donde estar, que seria en ninguna parte. De modo que
soy de Veracruz, y pun to. Y si lo soy es porque no me queda
otro remedio que ser de algU.n lugar y, como escritor, tener
cierta nostalgia de el. Ante semejante necesidad, no me parece
mal haber escogido Veracruz, pues a fin de cuentas es ahi
donde, el mes pasado, di por clausurada mi vida, sabre todo
despues de la fiesta en Los Portales, cuando inicie aquel descenso asesino al refugio del puerto, alli donde pense que se escondia Dios y lo unico que halle fue el desventurado fin del
libra de mis dias.
Me he dicho todo esto cuando hace un rata, tras hundir
mi mirada en la casa de los vecinos y en la revista femenina y
recordar de pronto el robo del peine y la huella circular de mi
vasa y mi locura juvenil de antafio, he regresado a Paris y a
aquella fiesta y he pasado de estar alga entretenido a estarlo
mucho cuando he caido en la cuenta de que mi forma de hundir la mirada en ese detalle de la biblioteca de Botero se pare-
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Cuando te fuiste a la dichosa Africa, se dedic6 solo a envejecer. Y es que no salia nunca a la calle, no le daba nunca el
aire. Recuerdo un dia que subi a verle al atico. Le estaban
dejando en la alfombrilla de la puerta la bandeja de la comida,
como siempre. Llame y, cuando me abri6, vi a un anciano.
Tenia la cabeza salvajemente erizada de cabellos grises y hablaba todo el rato consigo mismo, en voz baja, inmerso en
misteriosas especulaciones, discutiendo rabiosamente con novias inventadas a las que maldeda .e injuriaba... Como si al
marcharte al Africa tu, que eras su unica alegria, el hubiera
decidido envejecer...
- Todo eso es ridicule y, ademas, es literatura -le interrumpi furioso-. ~Como de un dia para otro una persona
puede tener tantos cabellos grises y envejecer de una forma
tan repentina? Y otra cosa: ~como sabes que hablaba de novias inventadas y, no por ejemplo, de los piratas del golfo de
Maracaibo?
Antonio me mir6 muy enojado. Luego, suaviz6 su rictus
severo y brome6:
-Mira, Enrique. Lo que acabas de decir, por mucho que te
moleste, tambien es literatura. Y recuerda, ademas, que en la
escuela tenias matricula de honor en esa asignatura. De casta
le viene al galgo. Por mucho que ahora tu quieras hacerte pasar por un camionero, o por un motorista de la Paris-Dakar.
Hundi de nuevo mi mirada en el angel obeso de la alfombra. Era preferible eso a tener que soportar la suficiencia de
mi engreido hermano. Ademas, mi sexto sentido me indicaba
que a veces hay una sefial escondida en ciertos detalles que
parecen a primera vista nimiedades: una sefial que acude en
nuestro auxilio en el momenta menos pensado y que nos permite escapar de la embarazosa situaci6n en la ~nos sentimos atrapados orientandonos hacia direcciones~justas. No
soy supersticioso, pero algo si lo soy a la hora de contar con la
ayuda, que casi siempre ha sido magnifica para mi, de ciertos
detalles en los que he hundido de pronto mi mirada y que han
terminado por abrirme nuevas perspectivas, parajes insospechados.
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Esa noche, en casa de mi hermano, no iba a ser una excepcion, aunque tambien es cierto que la segunda vez que le
pedi ayuda al angel obeso de la alfombra, la cosa tampoco
funciono, no fue en absolute suficiente. Tuve que esperar a
un tercer hundimiento de mi mirada en la maldita alfombra.
-Maximo, para que engafiarnos, paso una temporada completamente loco y envejeciendo sin parar -prosiguio Antonio,
espiandome en las pausas que hacia para ver si estaba aumentando mi indignacion-. Hasta que un dia, milagrosamente,
todo cambio y empez6 a mostrarse sereno y calma y hasta rejuvenecido. Pero eso duro, para que engafiarnos, solo una semana, los siete u ocho dias que siguieron a la muerte de nuestro padre.
-2Se alegro de la muerte de papa? -pregunte dando por
sentado que, en efecto, habia sido asi.
-Si. Posiblemente. Tras esa tregua en su locura, provocada
tal vez por la tranquilidad que debio darle la desaparicion fisica de quien siempre parecia dispuesto a maltratarle, volvio a
las andadas, volvio a la demencia con una fuerza impresionante pero tambien, a fin de cuentas, con una fuerza ya distinta, pues su locura, y esa fue mi gran sorpresa, la traslado a
la calle, a todas esas calles que la luz de la luna llena ilumina
cuando llega la noche ...
-La luz de la luna llena -volvi a interrumpirle furiosoilumina todas las calles cuando llega la noche, las ilumina todas, 2te enteras?, no unas cuantas como pretendes insinuar,
sino todas, de modo que haz el favor de no decir mas tonterias ni mas poesia.
-Me parece -me respondio- que tu desconoces la existencia de sendas tenebrosas, de descensos al mundo de los muertos, de descensos a las calles del subsuelo donde nunca llega la
luz de esa luna llena, de descensos a los infiernos en definitiva, alli donde el diablo suefia.
Me saco ya del todo de quicio, entre otras casas porque no
sabia que responderle; sentia que me estaba ganando, con su
agilidad mental, la batalla.
-Tambien el diablo tiene su luna -le dije finalmente.
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No se como fue, pero lo cierto es que, esa noche, al hundir por tercera vez mi mirada en el angel obeso de la alfombra, lo que habia empezado siendo una simple intuici6n termin6 por convertirse en una realidad que mi sexto sentido
capt6 finalmente con toda precision al enviarme un claro
aviso que me advertia de que el hombre que se encontraba
rente ami, es decir, mi hermano mayor el narrador, podia estar actuando en aquel momenta como un diablo obeso que,
en lucha invisible con el angel de la alfombra, intentaba retrasar el momenta en que yo descubriria que todo aquello que
me estaba contando no era mas que una simple historia inventada.
Gan6 la batalla mi angel, y su sefial escondida acudi6 en
mi auxilio -ya dicen que a la tercera va la vencida- y me hizo
ver que mi hermano, al que tanto le. gustaba jactarse de su capacidad de embaucador, podia estar desde hacia un buen rato
obrando de mala fe, ejerciendo de encantador de serpientes, es
decir, mintiendome como un verdadero cerdo. Como un
cerdo presumido, porque Antonio era un engreido al que le
gustaba mucho escucharse a si mismo, y era tambien un insoportable pedante que se creia el narrador por excelencia de
aquei inmueble y luchaba por demostrarlo cuando, despues de
todo, nadie tenia el menor interes en discutirselo.
Gan6 la batalla mi angel y comprendi que lo mas probable
era que todo aquello que me estaba contando sobre Maximo
fuera simplemente una historia inventada. Era lo mas probable, no solo porque ya de por si resultaba dificil creer que
nuestro apocado hermano se hubiera comportado como un
verdadero Tenorio e iniciado un romance con una mulata espectacular, sino tambien porque de vez en cuando me parecia
ver en la cara de Antonio el espejo de su alma neciamente satisfecha de ser tan ingeniosa al estar engafiandome con su historia urdida al calor del fuego del hogar.
Pero poco le dur6 el engafio, pronto confirme que eran
ciertas mis sospechas de que Antonio se habia inventado toda
aquella historia sobre Maximo. Siempre que me pregunto por
que mi hermano Antonio obr6, aquel dia, de aquella forma,
so
me digo que debi6 de ser por puro temor -totalmente infundado, pues no estaba nada interesado en competir con el
en nada, y como narrador o literato aun menos- a que yo
le superara a la hora de exhibir un buen ramillete de historias, pues no en vano yo llegaba de Africa y, tras mi viaje
casi brujo hasta la alfombra de su casa, lo hacia contando
con un amplio repertorio de fabulosas historias sobre ese
continente: historias que, para colmo, eran vividas y muy
sentidas y sufridas, historias reales como la vida misma, historias no leidas y aprendidas en libros de pipa apagada, historias no inventadas al calor del hogar, historias, historias
de verdad.
-Oh, vamos -le dije-, ya esta bien de inventar y de jugar conmigo. ~Crees que no me he dado cuenta de que me
estas engafiando?
Por la cara que puso vi que no andaba desencaminado.
-Ahora mismo -le dije- voy a subir al atico, que ya es
hora de que salude a Maximo. Se acab6 la broma.
Cambia su cara de hombre descubierto en pleno rosario
de mentiras por un rostra de notable indignaci6n. Al ver
arr'Jinada su pequefia fiesta de la invenci6n, avanz6 hacia
mi y, poniendome una mano en el hombro, me dijo:
-A Dios le gustan las bromas.
Sigo preguntandome hoy en dia por que me dijo una
cosa asi. En aquel momenta yo pense -y es posible que estuviera en lo cierto- que era porque el se creia Dios desde
que su recien publicado tercer libro, el de los mongoles, habia sido bien recibido y hasta celebrado -seglin se encarg6
de repetirme varias veces aquella noche- por la critica mas
influyente, muy especialmente a causa de la brillantez del
septimo capitulo, en el que el narrador -hace poco lo lei y
casi me muero de vergiienza ajena ante tanto disparatecuenta como en una remota posada de la Mongolia interior
converso con el fantasma del franciscano Guillermo de Rubruk, embajador de San Luis en la corte de Mangu, en Karakorum ...
-Para ser Dios te encuentro muy gordo -le dije.
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Me sentia muy enojado por el engafio, y no estaba dispuesto a quedarme un minuto mas a su lado. Decidi marcharme.
-jEspera! -grito tratando de retenerme al ver que enfilaba
el pasillo en busca de la puerta de salida.
-Adios, escritor. Ya nos veremos mafiana. Ahora sigue inventando tu solito.
-jEspera! - Inicio una larga perorata, persiguiendome por
el pasillo-. Tienes que comprenderme y perdonarme. Para mi
son todo un martirio los pasos de nuestro hermanito por el
piso de arriba, sobre todo cuando al amanecer y en medio del
silencio de esa hora tan recogida y magnifica 'cruje, de pronto
y de una forma terrible, no solo el techo sino la lampara de
mi dormitorio, que se mueve y parece que va a caerse. ~Me
comprendes ahora? No, claro. ~Como vas a hacer un esfuerzo
asi? Tu solo comprendes el espiritu de los pigmeos y de los
bereberes y, sobre todo, el de los beduinos. ~Noes eso? Africa,
Africa y Africa ...
En ese momenta alcance la puerta de salida.
-Adios, escritor. Ahora sigue inventando, pero hazlo
rente a un espejo.
Intento que me apiadara de el. Puso una cara angelical y,
bajando la vista, dijo:
-Preferiria seguir inventando ante ti.
-Adios, escritor -le repeti, y lo deje''en pleno deliria inventivo. Para mi era una de las cosas mas insoportables del
mundo aquella absurda necesidad suya de estar demostrando a
cada momenta que sabia inventar historias y que era escritor.
Y todavia hoy, aqui en el sur de Mallorca, ftente a este mar
sereno de este dia de agosto, recuerdo todo aquello como una
pesadilla.
Aquella noche le deje en plena perorata. Que invente eh>,
me dije mientras subia al atico, donde me lleve la alegria de
ver que habia luz -tenue, pero luz a fin de cuentas- bajo la
puerta. No me habia para nada equivocado. Maximo, en ninglin momenta, se habia movido de su atico. ~Como iba a irse
al Caribe con una mulata? Y aunque la palida iluminacion
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yo deseaba seguir en contacto con lo que llamamos la monstruosidad, pues entonces aun estaba convencido de que esas
experiencias, a pesar de ser mas bien duras y amargas, servian
a la larga para moverse mejor por la vida. Y es que yo estaba
seguro de que ensefiaba mas la calle que los libros y no queria
pudrirme como mis hermanos cultos y pensaba que mi contacto directo con el horror y la vulgaridad me harian mas humano y me curtirian lo suficiente para llegar a ser algtin dia
un heroe de la vida y no el tipico aficionado que ve los toros
desde la barrera.
Yo buscaba las experiencias de la vida, y pense que la aparicion de la gorda australiana iba a permitirme escapar del espacio familiar, raro y decadente, de aquellos habitantes de
sendas e insanas torres de marfil que eran mis dos hermanos
artistas. Yo buscaba amp liar lo que creia que habia comenzado a estudiar de cerca en mi viaje al Africa. Yo buscaba, por
ejemplo, conocer aun mas de cerca el horror y monstruosidad
del mundo. Yo buscaba vivir, no pudrirme en un viejo salon
burgues viendo los toros desde la barrera.
Pero hoy debo confesar que no alcance ninguna vision interesante de toda esa monstruosidad, por la sencilla razon de
que si uno vive en la monstruosidad misma dificilmente
puede verla ni verse a si mismo como podria haberlo hecho
de tener la inteligencia de saber mirarlo todo desde fuera,
hundiendo la mirada con la maxima profundidad posible
-como hacen los viejos o los palidos estudiosos de la vida-, es
decir, de haberme decidido a mirar el mundo y a uno mismo
desde la barrera.
Y es que hoy pienso que si por vida hay que entender protagonismo, implicacion, el grado de lo que en sus entrafias podamos percibir, y por tanto aprender, tiende a cero.
La vida no tiene entrafias. No es humana y tiende a cero y
yo, ademas, mientras estuve implicado en ella, no llegue a conocer nunca con exactitud su monstruosidad real -y eso que
probe todas las mieles de su horror-, a pesar de que, por
ejemplo, en aquellos dias y buscando el estudio incesante de lo
Peor, llegue a viajar a Sidney y visite a la simiesca familia de
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Perplejo, cornudo y manco, llegue a mi ciudad en pear estado que cuando regrese de Africa, y eso que de alli habia
vuelto convertido en una piltrafa humana. Pero es que perder
un brazo siempre sera perder un brazo. Se puede volver de
Africa lisiado mentalmente, pero te puedes recuperar. En
cambia, no puede decirse lo mismo si vuelves lisiado fisicamente de Asia. Eso ya no tendra nunca solucion.
Destrozado, regrese a Barcelona. Huridido y convertido en
un pobre manco, encamine mis pasos.hacia el inmueble familiar de Sant Gervasi, donde me aguardaba, en la sagrada tercera planta, mi hermano Antonio, el escritor de la familia, mi
hermano el sedentario, vestido con la bata de seda de nuestro
padre y acompaiiado en esta ocasion par su futura esposa
Marta, ya en plenos preparativos de boda.
Aunque solo paredan interesarles algunos detalles -y encima los mas anecdoticos- de como habia perdido el brazo,
termine par explayarme hablando de otros temas, hablando
sabre todo de lo incomprensible que para mi habia resultado
la India y ya no digamos el que la gorda Nancy pudiera gustar
a otros hombres, aunque estos fueran pobres budistas calvos.
-~No crees que ya has hecho bastantes tonterias y viajes?
Hasta has perdido un brazo. ~No habra llegado la hora de que
sientes la cabeza? ~No crees que ya has despreciado lo suficiente la cultura, Barcelona o, par decirlo de otra forma, todo
aquello que relacionas conmigo? -me interrumpio Antonio,
en un tono tan agresivo como paternalista.
-A ti si que te ha llegado la hora, maldita sea. La hora de
abandonar este sofa y de creerte que andas viajando alrededor
del mundo cuando solo lo haces alrededor de este cuarto -le
conteste con cierta agresividad, pues no andaba precisamente
sobrado de humor tras la amputacion del brazo.
Marta ni se inmuto. Se la veia serena, como si estar a las
puertas del matrimonio la hubiera tranquilizado. Parecia salida de uno de los cuadros sabre esposas perfectas de Maximo.
Pregunte par Maximo.
Lo recuerdo como si fuera ahara. Sonaron las ocho en
punta de la tarde en aquel maravilloso reloj de pared que
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-En el fondo, solo los grandes timidos son personas realmente atrevidas, capaces de cualquier cosa, creame, por eso
no me extrafia demasiado que su hermano Maximo acabara
fugandose de verdad con esa mulata.
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comprendido que si se producia finalmente ese elastica sabresalta, podia poner todo un mundo en marcha.
He hundido tanto mi mirada en esa manecilla que, de
pronto, se ha convertido en gigantesca, como si perteneciera
al reloj de una estacion de tren, y he vista entonces como de
repente el reloj empezaba a quedar atnis y las columnas de la
estacion desfilaban lentamente ante mi llevandose consigo la
boveda y el anden y poniendo en marcha unos vagones de
tren que circulaban en direccion diametralmente opuesta al
verano.
Ha sido, pues, a las cinco y media cuando he conseguido
rebajar algo la sensacion espantosa de completa inmovilidad, y
entonces he ido resbalando poco a poco en la silla donde estaba sentado y, cuando ya casi estaba en el suelo, me he levantado todo lo que he podido tratando de ponerme erguido de
nuevo, pero apenas he logrado ascender unos centimetres del
nivel del suelo, lo cual ha sido en el fonda muy humillante y
triste y, ademas, obviamente me ha dejado hundido y con series motives de alarma y angustia, pues he vista que habia
empezado a remitir algo el calor y que por el Paseo del Mar
-es decir, a unos cuantos pasos de donde me encontraba yo
colocado en posicion tan rara- empezaban ya a circular algunas personas, y me ha entrada entonces un colosal panico tan
solo de pensar que podia ser descubierto en esa posicion por
la familia de Felanitx, que me habria convertido en ellogico y
comprensible blanco de sus miradas de profunda estupor y gigantesca extrafieza.
Pero, Dios mio, que hago asi tan ridicule, me he repetido obsesivamente a mi mismo, tratando de salir como fuera
de aquella posicion tan enrevesada, cabeceando desesperadamente como quien escapa de la siesta mas feroz. Hasta que
por fin, alrededor de las siete, las ocultas fuerzas del tedio me
han perdonado la vida y me han permitido empezar a moverme, y entonces me he dicho que mi extrema soledad de los
ultimos dias me estaba perjudicando y que lo mejor que podia
hacer era tratar de hablar con alguien -con mis vecinos, por
ejemplo- y darme un bafio de normalidad.
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Perfectamente rasurado, con ropa limpia y muy perfumado, a las siete y cinco me he presentado en la casa adosada de la familia de Felanitx. Lo he hecho vestido de domingo -para que me vieran como uno de ellos- y con un
disco de corridos y rancheras de un grupo de rock fronterizo del Besos, un barrio de la periferia de Barcelona. He
regalado esos dramas mariachis y tiernas machadas a Clarita, en homenaje secreto a sus ojos verdes de mirada
serena.
A causa de esto y tambien porque se han azorado al
verme por vez primera en el interior de su casa y hundiendo, ademas, mi mirada en las fotos de sus numerosos
antepasados, sus padres se han sentido poco menos que
obligados a invitarme a salir a su terraza y merendar con
ellos.
-Se nota que le gusta Mexico -me ha comentado la
madre ya en plena merienda.
Esta vez ha sido el dentista el que ha hundido peligrosamente su mirada. En mi. Ha sido como si quisiera devolverme mi inspeccion ocular de antes. Le he mirado yo tambien, con un cierto miedo o respeto, porque ese hombre
tiene un fisico tan peculiar como algo terrorifico: rostro
huesudo, bigote negro a lo Emiliano Zapata, pelo blanco
con reflejos pelirrojos echados hacia atras, un timbre muy
severo de voz, la nariz mas aguilefia que he visto en mi
vida.
-Conteste, hombre, conteste -me ha dicho, y casi me
ha intimidado, a pesar de que sonreia y pareda que estaba
solo de broma.
He contestado que, en efecto, Mexico me gustaba mucho y que habia estado el mes pasado visitandolo, y que de
todo lo que habia visto no habia nada comparable a Veracruz con su luna de plata y sus playas lejanas, a las que,
como cantaba el gran Agustin Lara, alglln dia tendre que
volven>. No conodan para nada a don Agustin Lara. Les he
cantado entonces Granada, al estilo de Mario Lanza, y les
he dicho que tambien esa cancion la compuso Lara. Se han
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quedado mirandome muy serios y hasta rigidos y en desconcertante silencio, como si, ademas, estuvieran agu_ardando explicaciones de por que cantaba en su terraza y tambien de por
que deseaba tanto volver a la dichosa Veracruz.
-Pero 2conocen Granada o no? -he preguntado.
-Si -ha dicho la madre muy seria.
No he tardado en comprender que me habia propuesto un
bafio de normalidad que me curara de tanta soledad y calor
asfixiante del dia y que sin embargo seguia hacienda y diciendo cosas poco comprensibles .para gente tan normal como
mis vecinos.
He tratado de no infundirles mas desconcierto y he comenzado a narrar, de la forma mas sencilla y desinhibida posible, aspectos turisticos de mi viaje del mes pasado a Veracruz,
y les he contado mi visita a Antigua, el lugar donde Hernan
Cortes barreno las naves, y he reflexionado en voz alta acerca
de lo importante que es saber encontrar la sustancia que constituye la felicidad y que, por bien raro que parezca, pues estamos mas bien acostumbrados a escuchar siempre lo contrario,
la felicidad no solo existe sino que abunda en esta vida y solo
es necesario saber fijarse en los detalles menos vistosos, como
lo demuestra el que tan facilmente supiera encontrarla en noche de luna llena en Los Portales de Veracruz.
-Noes necesario que nos explique todo eso -ha dicho el
padre-. Nosotros somos felices, conocemos muy bien lo que
es la felicidad.
La madre me ha sonreido, feliz. El padre, con su nariz
aguilefia, ha aspirado aire profundamente y ha hecho un elogio de la brisa de verano. Despues, ha vuelto a hundir su mirada en mi y me ha parecido que dudaba totalmente de que
yo conociera la sustancia de la felicidad, hasta que Clarita ha
roto tan incomoda situacion preguntandome como era que,
teniendo discos, nunca se oia musica: en mi casa. Me he quedado unos instantes meditando la respuesta y, cuando ya me
disponia a darla, me he llevado una buena sorpresa al ver que
tanto Clarita como la madre se levantaban y entraban en la
casa, como si tuvieran prisa por preparar la cena. Me he dicho
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Encantado de verle cada vez mas comprensivo con la historia de las desgracias de mi vida, me ha divertido demorarle
un poco mas lo que sabia que, tarde 0 temprano, acabaria
contandole. Le he hablado del otro via crucis infantil, el de
Maximo, a quien nuestro padre no le emborrono novela rio
alguna, pero le condeno en cambio a estar siempre encerrado
en su cuarto, castigado eternament~ a causa de sus malas
notas.
- Eso -me ha dicho el vecino- debio sin duda configurar
su caracter tan reservado y, al pasar de la infancia a la juventud, debio conducirle, entonces ya por cuenta propia, a continuar encerrado ... Pero en cualquier caso no explica para nada
su monstruoso final, sobre el que le agradeceria, por muy doloroso que le resulte, amigo, alglln detalle mas.
-~Y que hay de ese tequila que antes me ha ofrecido? -le
he dicho sabiendo que iba a necesitar alglln trago para afrontar el tema de la muerte de Maximo, una historia que habria
silenciado de no ser porque el vecino, al burlarse de mi edad y
de mis desventuras y desgracias, me habia irritado y provocado empujandome a elevarle el nivel dramatico del relate de
mi vida.
- Ayer mismo compre ese tequila. En Palma. Creo que
bajo su influencia, amigo. Porque usted ni se ha dado cuenta,
pero nos ha vuelto a todos un poco mexicanos.
Ha dado un extrafio grito insular en forma de mensaje cifrado hacia el interior de la casa, y poco despues ha aparecido
la bella Clarita pidiendo permiso para poner el disco que yo le
habia regalado al tiempo que nos ha dejado una bandeja con
una botella de El Cuervo, dos vasos, sal y limon.
Todavia ahora, mientras escribo esto, esa fugaz aparicion
de Clarita en la terraza me sigue preocupando, pues tengo
para mi que ha sucedido algo muy raro, que en todo caso solo
yo he advertido y que ahora dudo de escribirlo, por temor a
terminar dudando de mi propia cordura, siempre tan fragil
por otra parte, pero lo cierto es que no puedo olvidarme de lo
que me ha parecido ver ni puedo tampoco evitar aqui contarlo, aun a riesgo de no saber hacerlo, porque extrafio lo ha
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rriendo a forzados pensamientos melancolicos, sino fisicamente, de una forma que fuera palpable, conservandola a traves de mis vecinos, que parecian estar corporizandola en su
terraza al mostrars tan permeables al teatro de esa nostalgia
mia de Veracruz.
Tras el tercer tequila, la expresion del rostro de mi vecino
ha comenzado a cambiar, a desfigurarse visiblemente. Como
ha visto que yo lo notaba, me ha dicho de repente en un tono
mas bien patetico:
-Estoy enfermo, amigo. Fui un gran bebedor, aqui donde
me ve. Pero eso me dejo enfermo, y ahora la familia solo me
permite heber los domingos, de modo que no le extrafte que
dentro de poco me retiren el tequila, no le extrafte.
Le habia afectado con notable rapidez la bebida, y yo
mismo, que temo como nadie al alcohol, me he encargado de
retirarselo, colocando discretamente la botella en un cactus de
la terraza. Viendola alli, sus ojos se han dilatado enfebrecidos
y me ha pedido un ultimo trago, antes de que fuera la familia
quien se lo prohibiera. Se lo he negado al tiempo que trataba
de distraerle hablandole de la muerte de Maximo y contandole, por ejemplo, que oficialmente mi hermano se suicido.
-La policia de Beranda entendio que el habia despeftado a
proposito su automovil por el barranco mas pronunciado que
hay en la carretera que une Puerto Bajio, la capital de la isla,
con el Casino N acional... Una carretera, dicho sea de paso,
muy bella, como la mayoria de las de Beranda, carreteras muy
estrechas, con muchos precipicios, enroscandose en las montaftas. Para la policia, mi hermano se suicido. Pero era dificil
de creer eso.
-~Y ella sola fue capaz de despeftar ese coche? -me ha
preguntado, moviendose algo inquieto en su silla.
-Tuvo un complice. Su chulo, un espaftol, un tipejo de
Badajoz. Mientras lo mataban, ella cantaba en un cabaret.
-~Y por que lo mato?
-Para quedarse con su dinero. Para heredar. Tenia deudas
de juego y la habian amenazado con destrozarle su cara bonita
si no pagaba. Le pidio al chulo que se deshiciera de Maximo.
-~Dice
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que habiamos tan a fondo llegado en est~ asunto, en mas detalles de la historia, pero se ha ido hacienda cada vez mas imposible hablar con el vecino, al que los estragos de los cuatro tequilas han ido convirtiendo en el verdadero hombre raro de la
tarde. Como cabeceaba de una forma extrafia y solo se le oia
decir, de vez en cuando, que lo que le habia confesado era espantoso, he decidido que lo mejor era marcharse.
-Me voy -le he dicho-. Ya es tarde. Y disculpe las molestias. Despidame de su senora esposa. Y no se preocupe mas.
La culpa, en realidad, es de los domingos.
-Se enamor6 de ella. Es horrible. Se enamor6 de la mujer
que mate a su hermano -me ha repetido varias veces, siempre
dejando notar su apestoso aliento en mi nuca, persiguiendome
hasta la puerta de entrada al jardin y terraza de la casa, persiguiendome hasta el Paseo del Mar.
He regresado a esta casa y a este cuarto, que cada dia se
parece mas al de aquel pintor chino que decor6 su celda con
paisajes de horizontes lejanos y neblinosos para luego perderse
en ellos. He vuelto a este cuarto donde escribo y en el que,
dentro de poco, si veo que tengo insomnio, no recurrire a
algo tan grosero como contar ovejas o reirme del bigote zapatista del vecino para dormirme, sino que mas bien buscare
caer rendido de suefio contando las botellas en las que tantas
veces se habra refugiado, en el laberinto islefio de su soledad,
el pobre dentista, y yo se que no tardare en dormirme rindiendole homenaje, contando botellas, botellas de anis y de aguardiente, de jerez y absenta, botellas que se hacen afiicos bajo los
volcanes, botellas y vasos, botellas y copas, botellas y botellas,
copas de amargo Dubonnet, Bacardi y vodka, ajenjo y grappa,
botellas y mas botellas bajo los volcanes, Johnny Walker y
Bombay, y el brazo perdido en la India y las botellas, las hermesas botellas de tequila y de mezcal.
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Son las cinco y cinco de la madrugada en mi reloj de pulsera, y me encuentro, tal vez por haber bebido demasiado
hace un rato, en plena y duro insomnia, los ojds redortdos
como platos, o como faros ardiendo en la noche. De nada me
ha servido contar botellas como si fueran ovejas, pues me ha
dado esta noche por pensar, tal vez por influjo del maldito vecino, que quizas es verdad que aun soy joven y pertenezco al
mundo, y eso, para que negarlo, me ha sentado francamente
muy mal. Porque solo me siento bien, incluso perfecto,
cuando me encuentro viejo. Es mi estado ideal el recogimiento, estar apartado del mundo. Solo estoy bien si me
siento viejo.
Desde hace tres dias, desde que escribo en este cuaderno
de los tres tucanes, me encanta pensar que solo el gran fracaso
que ha constituido mi existencia me da al fin la paz y la felicidad que busque como un ciego en el amor y otras zarandajas.
A mis veintisiete afios, la vida ha terminado. Eso lo tengo
muy clara. Estoy acabado, a Dios gracias. Y es que solo
cuando pienso que mi fracaso ha alcanzado las proporciones
de toda una vida de desengafios, me encuentro a gusto.
Pero hay naches, como lade hoy, en las que al irme a dormir se me ocurre pensar que tal vez es verdad que aun soy joven, y entonces me quedo triste, y me angustio y, por mucho
que cuente botellas y botellas, no me duermo y me llega la te~
rrorifica sospecha de que, para mi, hasta la noche es joven.
Hoy solo he conseguido conciliar el suefio unos cinco minutes
en toda la noche, el tiempo suficiente para tener esa pesadilla
breve pero intensa en la que, tal vez por dormirme en la angustia de que podria ser que todavfa fuera joven y el vecino
tuviera toda la razon en eso, he sofiado que salia a pasear de
noche por S'Estanyol de Migjorn, por el pueblo dormido, y
me dirigia a traves del Paseo del Mar a esa calle interminable
y angustiosa en la que los recovecos y las altas casas de tejado
saliente impiden ver la salida y por la que he marchado hacia
la carretera de Felanitx y hacia ese Casino de la Juventud que
a veces, a la luz cambiante del ocaso, contemplo desde fuera
con la mirada de ternura propia del hombre que escribe y en82
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Como sigo despierto y la neche en blanco viene acompaiiada del recuerdo atroz de un velo rosa y de una fiebre del
pasado, me oriento ahora hacia ese peculiar afio en que los
tres Tenorio nos casamos. Recuerdo como abrio el fuego el
incauto Maximo, a finales de enero, y que lo hizo del modo
mas estrambotico, con su inesperada boda en Tahiti. Inesperada y, como dijo Antonio, propia del gran pasmarote que el
pobre era, pues <mna cosa siempre sera tener una aventura y
fugarse con una guapa cantante de guarachas y la otra, bien
distinta, ser tan mentecato y casarse.
Yo me encontraba por aquellos dias en Barcelona y, como
siempre que estaba en mi ciudad natal, me sentia como un pasajero en transite hacia ciudades lejanas. Yo convalecia en
Barcelona de mi viaje a la incomprensible India, y me dedi-
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viendola a la pobre casi en los huesos y con aquel pelo tan negro y ensortijado, solia decide para atormentarla un poco y
cubrir asi de alguna forma los intervalos de tanto juego prohibido y amoroso.
-Perdona, pero ... -dije sin salir todavia del impacto visual
que me habia llegado con aquel inesperado reencuentro.
-Una nifia de Biafra -me repitio con casi el mismo aire
ingenuo de aquellos dias, ya lejanos, de juegos peligrosos en
los tejados grises y rojos de la gran finca de La Noguera. Y yo,
todavia perplejo y tratando de reaccionar, solo acerte a balbucear cuatro palabras inconexas que en modo alguno revelaban
que ya la hubiera reconocido y anduviera, por ejemplo, acordandome de aquella finca a ocho kilometres de Berga, La Noguera, en la que restauraciones y renovaciones alternadas a lo
largo de los afios habian convertido los tejados en un fascinante y raro laberinto de angulos, de volumenes, de superficies grises y rojas, de aristas muy pintorescas y de escondrijos
geniales a resguardo del viento, donde ella y yo nos ocultabamos y abrazabamos y besabamos dedicando los mementos
muertos de aquella actividad amorosa a insultarnos tiernamente o a contemplar, en largos y profundos silencios, ellago
artificial y los cisnes, los bosquecillos cercanos, los prados, las
vacas y las estacas negras que, a un kilometre de distancia,
marcaban los confines de aquella gran finca que la flaca y fea
pero caliente y amorosa Carmencita siempre me decia que algtin dia seria suya.
- Eres Carmencita -dije finalmente, casi incredulo ante
tanto cambia y tanta belleza, y me quede un momenta evacando en silencio mis reiteradas promesas infantiles de matrimonio, siempre formuladas en atardeceres melancolicos en lo
alto de la casa principal de La Noguera, la que estaba al borde
dellago y era cruzada por una multitud de pavos reales que se
reproducian a alarmantes velocidades.
-~Quien acabara con los pavos reales? ~Quien fulminara a
los Tenorio? -me contesto Carmen, evocando frases que ella
solia dedicarme en los dias de la infancia para ponerme nervioso y enfurecerme.
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frente al guardarropia, de la ultima vez que me habia cruzado con el por el inmueble, exactamente dos naches despues de que yo regresara de la India, cuando me lo encontre
perdido por la escalera y tuve que ser yo mismo quien le informara de que su admirado Maximo, el genio de la familia,
ya no estaba en Barcelona sino en una isla del Caribe llamada Beranda, al noreste de Venezuela, y que por tanto ya
no estaba para sus consejos ni para sus bodegones y solo
atendia a la llamada del Caribe y a los silbidos sensuales de
una mulata. Tio Arturo, en esa ocasion, tras reponerse del
efecto que le habian causado mis palabras, me dijo con voz
lugubre si era cierto lo que estaba viendo con su unico ojo.
Se referia a que yo solo tenia un brazo. Como no le respondi, volvio de nuevo a su discurso central y a interesarse por
Ma.ximo y quiso entonces saber como le marchaban a ini
hermano las casas por aquella isla del Caribe de nombre tan
interesante pero tan raro.
Es la misma pregunta que me hizo aquel dia en el guardarropia del Ritz. La misma pregunta, identica. En esa ocasion,
yo me limite a mirar angustiado a Carmen, que estaba
apoyada -bellisima- sabre el marmol del mostrador del guardarropia, y a confirmar lo que suponia: estaba la pobre algo
apurada e intranquila, posiblemente porque temia que aquella
aparicion de su fantasmal y latoso padre acabara despertando
en mi el recuerdo y la conciencia de lo terribles que eran,
cada uno en su estilo diferente, sus progenitores. Porque si tio
Arturo habia sido siempre, ademas de un pelmazo y de un entusiasta cultivador de la demencia senil, el ejemplo clasico del
perfecto neurotico -bastaba para confirmar esto con hundir la
mirada de uno en su inquieto y furioso ojo sano o en su peluca astracanada-, solo temor podia infundirle a Carmen que
me dedicara a evocar el terrible recuerdo de su madre loca y
por suerte ya muerta, encerrada tantos afios en un torreon de
La Noguera porque, un dia aciago y tras el casual descubrimiento de los primeros signos de vejez en su rostra, y en reaccion que guarda un aire familiar con la que tuvo Antonio
cuando se nego a envejecer y a aceptar que en su vida_ se inau-
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va a ser? Maximo.
Nada mas.
Fue entonces cuando, totalmente fuera de si, me amenazo
con contratar a un investigador privado que seguiria los pasos
perdidos de su adorado Maximo en Beranda. Curiosa ocurrenda. Sobre todo vista desde mi perspectiva de ahora. Me recuerda a la ocurrencia de aquel narrador de una novela de
Raymond Queneau que contrata a un detective para que le
ayude a recuperar los personajes que se le han extraviado,
pues con el tiempo tio Arturo, sin saberlo, ha terminado por
hacerme un gran favor con su extrafia ocurrencia de ese dia, y
es que hoy no puedo dejar de verlo como un casual pero providencial y muy valioso colaborador de este dietario de los
tres tucanes, ya que ultimamente, de tanto entretenerme recordando como cortejaba yo a la maravillosa Carmen en los
salones del Ritz, se me habia extraviado mas de la cuenta mi
querido y afiorado palido pintor de tumba etrusca, mi h~rmano Maximo.
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-~Estis seguro de que nada mas? -insistio con una voz de
trueno que, por unos mementos, me asusto incluso.
. - -Si, algo mas, algo mas -dije inventando de nuevo sobre
la marcha-. Se dedica a pintar los hellos atardeceres caribefios
en los cafes al aire libre de Beranda.
-~Como Gauguin?
-Nose cuantas veces le he dicho, tio Arturo, que no me
interesa el arte. Me suena ese Gauguin del que me habla,
pero me va a sonar toda la vida, solo eso, me sonara, no
quiero saber riada de el ni de otros pintores. No quiero ser
artista y desgraciado, que es lo que fue l;Ili padre, y lo que
son mis hermanos. ~Puede entenderme de una maldita vez,
tio Arturo?
-~Maximo?
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que andaba sobre zancos, se desliz6 sonriendo hacia la portezuela del coche, un pelirrojo asesino le lanz6 a quemarropa
un brutal puiiado de .arroz en plena cara.
-Supongo que no querris que me suceda algo parecido a
mi -le dije.
-No veo por que a ti habria de ocurrirte algo de este estilo -me contest6 sonriendo divertida de ver lo frigil~s que
en el fondo eran todos mis argumentos para no pasar por la
vic aria.
-En todas las bodas -le dije- ocurre lo que has visto, y
los pobres novios son vejados por feroces carcamales resentidos, jovenes enamorados todavia de la guapa novia. Y yo no
deseo que bajen de Berga todos tus antiguos admiradores y
amantes.
-Gracias por llamarme guapa -se limite a contestarme.
-No, pero si es que te estoy hablando en serio, no lo tomes a broma, por favor.
Pero se lo tomaba a broma y se reia. Se rio un buen rato
hasta que de pronto dijo que la nuestra habr{a sido una boda
muy tranquila, solo con los familiares ma.s proximos. Por el
tiempo verbal empleado me pareci6 entender que ella -su
extrema ductilidad y sumisi6n casi sin reservas a todas mis
decisiones parecia uno de los rasgos mas admirables e interesantes de su caricter- se habia dado cuenta de que tenia yo
razon, o bien se habia dado por vencida y aceptaba de buen
grado no casarse por la Iglesia. Pero quise asegurarme de que
era asi, pues aun cabia -remota, pero existia- la posibilidad
de que hubiera empleado ese tiempo verbal para indicarme
que solo por lo civil y en pecado no estaba dispuesta a casarse.
- Todas esas ceremonias religiosas son igual de horrendas
-le dije, y me quede mirindola para ver comb reaccionaba.
No movi6 ni un solo musculo de su cara, y parecia algo
triste.
-En todas esas ceremonias -prosegui yo sin tenerlas todas cohmigo- siempre hay mirones, que es una ttadiciori
muy cristiana. Nd' falla, Carmen. Te casas por la Iglesia y a
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vida en aquellos dias al pie del volcan Tolima cuando comprendi que corria riesgo la vida de mi amada, aquellos dias en
los que comenzo a quedar varada nuestra historia de amor en
el puerto peor de las desgracias. Sobre todo a partir del instante en que, cuando nos .disponiamos a viajar a Santafe de
Bogota, hizo su aparicion un viento de fuerza inusitada, un
viento de potencia tan inmensa que parecia capaz de todo,
hasta de romper agujas de acero.
De hecho lo fue, capaz de todo: Nos dejo incomunicados
con el resto del mundo. No era mas que un viento, pero no
era el de La Noguera y, ademas, preludiaba fuertes lluvias.
No era mas que un viento, pero nos tomo prisioneros al inmovilizarnos al pie del Tolima. No era mas que un viento,
en realidad solo un vacio, pero se veia que su furia era mas
fuerte que la vida y' por supuesto, mas fuerte que la triste resistencia que pudieramos oponer con nuestros temblorosos y
fragiles cuerpos, atrapados despiadadamente en las horas. y en
los dias que siguieron y en las que ese viento fue hasta capaz
de arrancarle a Carmen de las manos ese espejo con el que
ella, horrorizada y en silencio grave, a todas horas se miraba,
comprobando casi incredula como la fiebre le habia devuelto
su aspecto de antafio, el rostro de aquella nifia que se resguardaba del viento de Berga en los tejados de su casa, en La
Noguera.
Al tercer dia parecio que la lluvia arreciaba y aproveche
para desahogarme y fui a dar un paseo a caballo por los alrededores del campamento. Es uno de los dias de mi vida que
mas dificil me sera olvidar. Sucedio que, ya de regreso, me clio
por dar un ultimo rodeo y, aun siendo casi de noche, tome un
camino desconocido y baje a unas pefias donde pronto, en la
condensada sombra, me encontre como ciego. Iba tan inseguro que hasta pase miedo, pero de repente me llego una sensacion de alivio cuando descubri que mi caballo parecia conocer el camino, quizas porque lo habia hecho antes con otros
jinetes, eso fue lo que me parecio, porque a medida que la oscuridad crecia su paso se volvia mas prudente y sensato. Pero
fue un regreso bajo oscuros nubarrones que avisaban de lain-
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minente vuelta de la lluvia y todo tipo, ademas, de males presagios, y la prueba de esto, la prueba de que se avecinaban
desgracias mayores que las ya sufridas, fue que llegue a toparme, ya cerca del pueblo y del campamento, con un muerto
al que varies indios en andas transportaban.
Despues, confirmando que los males presagios estaban
ahi, comenzo a Hover de nuevo, con mayor fuerza que en los
dias anteriores, con esa fuerza impresionante de la lluvia en el
tropico, y ya no pararia de hacerlo en muchos dias, quedando
nosotros mas atrapados que nunca y comenzando Carmen,
ademas, a empeorar en lo fisico pero tambien en lo mental.
Ese dia, al entrar en la tienda donde descansaba, la encontre a ella temblando y con su devastado rostra tapado por un
velo rosa. Mire otra vez por si habia visto mal. Pero no me
habia equivocado, no. Atado en torno a la frente y colgando
ante la cara, hasta tan abajo que lo agitaba con su febril
aliento, llevaba Carmen puesto un velo largo, un velo de seda
rosa.
Al dia siguiente dejo de temblar y parecio que habia mejorado algo, pero aun asi no se animo a renunciar al vela rosa, y
paso aquel dia y los que siguieron sin quitarselo para nada,
contemplando en reflexive silencio la insistencia del diluvio
en el tropico. Todo se habia vuelto decididamente hostil y
raro. Porque muchas, por ejemplo, eran las veces que yo a
Carmen le hablaba y muy pocas las que ella me contestaba, y
si lo hacia era para responderme con frases inconexas; frases
breves que, con su aire febril y de ritmo acompasado al de la
lluvia, agitaban del modo mas extrafio su velo rosa.
-~Hasta cuando seguira esta lluvia? -preguntaba yo, por
ejemplo.
Y entonces Carmen, tras moverse convulsivamente en su
cama, acababa extendiendo languidamente su mano con un
leve gesto, como si esperara que alguien fuera a colocarle un
anillo, y decia frases como estas:
- v endrin lluvias mas claras, vendrin lluvias mas oscuras
y casi negras.
Fueron dias raros y tragicos y en los que, al mismo compas
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castigo.
Un afio, Maximo pidi6 a los Magos de Oriente un teatro
portatil. No llegue nunca yo a ver ese juguete, pues por esos
dias era tan s6lo un recien nacido. Pero una fotografia, que
con gran carifio conserve y guardo siempre en mi cartera
junto a la unica y rara carta que Maximo nos envi6 desde Beranda, muestra al genio de la familia sonriendo, en un dia en
que mi padre estaba de viaje, plantado en el centro mismo de
su escenario m6vil y simulando que le iluminaban las falsas
bambalinas de su flamante teatro, vestido de cura ante el altar
construido por el mismo tras haber mezclado con verdadero
arte a una Virgen de Montserrat con un gran numero de hortensias robadas al jardin. Se le ve sonriendo, casi feliz, rodeado
de nifios veraneantes y de la maravillosa criada, que era por lo
visto su fiel aliada: Mamerta, la criada de nombre inolvidable.
Por lo que me han contado, todo ese publico infantil acudi6, aquel dia, al jardin de Pla* d' Aro con la promesa, por
parte de la buena de Mamerta, de una jugosa merienda y con
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haberse casado por la Iglesia; prefiero pensar que Maximo vivio con satisfaccion secreta esos ultimos dias de su vida
viendo que pronto iba a pagar por todos sus desafios al destina y que seria por la propia Rosita merecidamente ajusticiado en el circo de la vida, y asi llegaria a su ultimo puerto;
de una vez por todas, ese maldito engorro que para el debia
de ser su vida conyugal, tan llena de sosos -a causa de su impericia sexual- y al mismo tiempo ambiguos -por la comprensible desidia de ella- actos amorosos que mas bien paredan entreactos y solo servian para salpicar, aun mas de sangre
y bochorno, el mortal teatro de su matrimonio.
Pero creo que estoy evadiendo el drama de la muerte de
mi hermano. Me gustaria, si, que ese llanto extrema de Maximo en sus ultimos dias solo hubiera encubierto la felicidad
de sentirse vivo, pero en honor a la verdad no puedo seguir
engafiandome a mi mismo. Es ridkulo afirmar que Maximo
juzgaba justa su inmolacion. Solo mi extrema mala conciencia
de esta noche explica que haya llegado a escribir que mi hermana, pasandolo tan mal, lo pasaba tan bien. La realidad es
mucho mas simple. Sencillamente, Maximo se caso con Rosita
porque estaba enamorado y se sentia deslumbrado por la extrema belleza de aquella mujer y, viviendo como vivia el en
las nubes, tardo una eternidad en sospechar que ella podia estar engafiandole -tanto como le habia engafiado en otros dias
aquella jovencita contratada par nuestro padre- cuando le repetia a todas horas lo mucho que le queria.
Asi de simple. Tan simple como que ese engafio le costo
la vida. Solo cuando vio que esta peligraba, solo en el momenta en que su vida conyugal se torcio de un modo tan rotunda que hasta un ciego lo habria visto, comprendio Maximo
que en el gran teatro de la vida le habia tocado interpretar,
alla en Beranda, el papel de marioneta, de pelele, de juguete
tragico de una mujer fatal.
Solo entonces, cuando por fin descubrio que todos los pasos de Rosita estaban encaminados a deshacerse lo mas pronto
posible de el, solo entonces se decidio a romper su silencio y,
tras dos afios de no haberse dignado escribirnos, nos envio esa
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cede ahara, Antonio, en el recuerdo, es una figura hasta querida y afiorada, aunque nunca le perdonare segU.n que casas,
entre otras el que se suicidara y me dejara en la estacada. Pero
hay veces, aqui en S'Estanyol, en.las que me pregunto si no
hay un cierto aliento de venganza en lo que aqui, en este
cuarto frente al mar, llevo modestamente a cabo; me refiero a
este dietario en forma de novela, que prolonga mejora secretamente su obra. Es como si escribiera contra Antonio al dejarlo en entredicho mejorando su estilo, fabricando la novela
que no se atrevio a escribir: esta novela que habla de nosotros
los Tenorio y de la necesidad de entrar en ese proceso de sensatez que consiste en dedicarse a la noble tarea de envejecer.
Si bien fue el in ten to de ofender la memoria de Carmen lo
que mas me molesto de Antonio esa noche, hubo otro detalle
que en ese momenta me resulto tambien muy doloroso. Fue
la constatacion desagradable de que la naturaleza, salvando
unas minimas diferencias entre ely yo -el tenia arrugas y canas, y yo ninguna de las dos casas-, nos habia hecho fisicamente muy parecidos.
Me queda de esa noche cierto rencor hacia Antonio y
tambien la impresion de que alcance -creo que fue hacia la
hora de los fantasmas y las brujas- la cima mas alta de mi
odio a la cultura en general, ese odio que Antonio, con sus actitudes hacia mi y su lamentable espectaculo de pipa apagada
y zapatillas roidas, azuzaba con especial intensidad.
Alcanzada la cima de mi odio a la cultura, ya solo me quedaba descender. Lo logico es que me hubiera dado cuenta de
esto en aquel mismo momenta y hubiera iniciado esa bajada a
los parajes que hoy, me gusten o no, me acogen y albergan:
llanuras tranquilas donde habita la lectura y el recogimiento y
la vida es pura ausencia. Pero no. Instalado en la cima y sin
comprender que quien sube luego baja, me mantuve, en los
dias que siguieron, en un imperfecto y tonto equilibria, tratando de mantenerme en la cumbre de mi desprecio hacia la
cultura. Recuerdo que pase bastantes dias en la cuerda floja de
esa cumbre cultivando -encantado- la alpabarda, mi gran aficion de juventud, y cuando digo alpabarda quiero decir ton-
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tera o, par nombrarla de una forma mas clara, tontura, latontedad mas absoluta.
Y a digo. Aquel dia, nervioso como estaba par aquella rara
Hamada de auxilio de Maximo, era absolutamente incapaz de
plantearme ese descenso o cualquier otra cosa. Solo el paso
del tiempo ha podido acercarme a una vision mas completa
-lo que sucedia pero tambien lo que podia haber sucedidode aquella noche en que me llego la primera oportunidad de
iniciar el descenso al confortable mundo del recogimiento, el
mundo de las letras, y alejarme asi, de una vez par todas, de
esa absurda creencia popular de que solo en la calle se aprenden las cuestiones fundamentales.
Mi razon de ser hoy la encuentro en la escritura.
Suena perfecta esta frase, pero me pregunto si no es la declaracion de un cinico. A fin de cuentas, lo {mica que soy es
un asesino. Un asesino que mata la vida escribiendo, ya que
no tengo nada mejor que hacer, es decir, no tengo, par ejemplo, a una mujer entre mis brazos. Par eso escribo. Par eso y
porque encuentro un placer en estar escondido, y porque estoy desenganado ya para siempre de la vida.
Par eso escribo una frase detras de otra y lleno compulsivamente, espoleado ademas par la dureza de este insomnia,
las paginas de este cuaderno secreta. ~Que otra cosa podria
hacer un hombre que esta arruinado y es un viejo prematuro y
un triste manco? Par eso escribo frases de todo tipo, frases
que, par ejemplo, hablan del tema literario del paso del.
tiempo. iAh, si! El paso del tiempo. Que linda tema, que diria
aquel marino al que persegui, en descenso a los infiernos, par
el muelle viejo de Veracruz.
Si. El paso del tiempo es un linda tema. El tiempo se divierte transformando, a traves del recuerdo, nuestras visiones
de sucesos pasados. Con ser esto cierto, tambien lo es que el
recuerdo que en mi vida nunca se ha transformado, el recuerdo que siempre permanece identico, pertenece al ambito
y la esfera del dolor, ese dolor que regresa siempre con la
misma intensidad cuando me acuerdo del momenta aquel en
que, dos dias despues de la Hamada de Maximo, nos llego.de
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Al atardecer y vista desde el avian la isla de Beranda, situada al norte de la venezolana peninsula de Araya-Paria y a
una distancia muy parecida tanto de Tobago como de Trinidad y de Los Testigos, tiene una delicada escritura de espuma
alrededor de sus precipicios, y hay carreteras delgadas y fortuitas enroscandose como serpientes en sus montafias.
Al atardecer y vista desde el avian, la isla de Beranda esconde su lado infernal y ofrece tan solo belleza y dicen que
maravilla con facilidad, aunque a mi la verdad es que muy
poco me sedujo porque mi malestar era enorme tras la horrible noche sin dormir en el hotel de Caracas y el calvaria del
dia siguiente en la sala de espera del aeropuerto. Mi malestar
era absoluto, pues ya no solo en esa ciudad, hospedado en un
hotel con jardin selvatico al pie del Monte Avila, se habia cruzado de nuevo en mi camino, impidiendome dormir toda la
noche, el maldito pajaro de la fiebre, el mismo que en tierra
de volcanes me habia anunciado el latigo que habria de separarnos cruelmente a Carmen y a mi para siempre, sino que,
ademas, ellargo retraso en la salida del avian me dej6 cruzado
de brazos en una horrible sala de espera en la que, para colmo
y a modo de prolongacion de mi pesadilla nocturna, se dispara una alarma contra robos, cuyas despiadadas notas eran
identicas a las de ese maldito pajaro de la fiebre que, a modo
de mal presagio, parecia empefiado en perseguirme.
Lo recuerdo perfectamente. Lo recuerdo muy bien ahora
que, a la dolorosa luz de las grandes bombillas de la fabrica
que imagino, tengo insomnia y escribo. Primero, tres notas en
escala descendente; despues; cinco; luego, cuatro. Las varias
notas de la escala se sucedian todavia en mi mente con una
persistencia enloquecedora cuando al atardecer divise desde la
ventanilla del avian la pequefia isla donde acababa de morir
mi hermano.
Que extrafia es la vida, que raro es todo, me dije mientras miraba aquella breve isla que mi hermano habia elegido
para vivir y, sobre todo, para morir.
Recuerdo enfebrecido, por los motores de mi insomnia y
por el propio pajaro de la fiebre qu~ ahora vuelve, la larga es-
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pera en el aeropuerto. Aguarde junto a las maletas de un frio escalon del aeropuerto mientras el ocaso iluminaba unos muros
de ladrillo y pase un buen rata pensando que no llegaria nunca
el taxi que habia pedido hasta que este, muy alargado y sombrio
y negro, aparecio avanzando sigilosa y lentamente y, avisandome de pronto con el claxon, se detuvo junto al bordillo y, par
un instante, pense que era un cache funebre el que llegaba.
-Via Jaji, kilometro 25 -ordene timidamente, una vez ya
en el interior del taxi.
El conductor se volvio esbozando una enigtlfatica sonrisa.
Llevaba un palillo en la boca, dientes oscuros y una cicatriz en
la mejilla derecha de su diabolico -solo en apariencia, pronto
descubriria que era un buen hombre- rostra.
-~Espafiol? -pregunto enseguida.
-Catalan -le dije par pura precaucion, pues tal vez ese
hombre odiaba a los espafioles, y tambien par puras ganas de
confundirle y tenerle callado, entretenido un rata preguntandose que le habia contestado.
-~Catalan? -pregunto solo unos segundos despues.
-Si. Catalan. De Barcelona -respondi con fastidio al ver
que no me habia salida bien la estrategia.
- Aqui en la isla vive un catalan, sefior. Su cas a esta par
ese kilometro de la Jaji al que vamos. Si, vive ahi, si no me
equivoco. Aqui todos le conocemos par Tenorito. Nos conocemos todos aqui en la isla. Es pintor. ~Lo conoce, sefior? De
Beranda lo pinta todo, hasta las boftes de nuit, sefior.
- Hacia su casa vamos. Era mi hermana. He venido para
su funeral.
Se hizo un silencio que pareda que iba a hacerse eterno.
-~No sabe usted que ha muerto? -pregunte finalmente-.
La isla es pequefia y aqui se conocen todos. ~Acaso no sabe
que ha muerto?
Siguio todavia un rata callado, como pensativo. Hasta que
con voz muy compungida dijo:
-:-Usted disculpe, sefior. No quise ofenderlo. Nose moleste
par lo de Tenorito... Yo no sabia que su herman a ...
Pense que era el efecto que me hubiera producido saber el
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apodo de mi hermano lo que habia dejado tan tenso al taxista hasta aquel momenta. Pero no era eso lo que en realidad le mantenia inquieto. Se volvio en un semaforo y, mirandome con mucha lastima, me dijo:
-No se si sabe que ella canta esta noche, sefior...
-~Como ha dicho?
Crei que habia oido mal, pero no era asi. El taxista no se
atrevia a repetirmelo. Cuando lo hizo, su voz, entre miedosa
y muy vacilante, musito:
-Que ella canta boleros esta noche, sefior.
-~Donde? -pregunte simulando que no me habia apenas
inmutado.
-En un cabaret de la Carretera de la Costa. En el Chole,
sefior.
Tanto cinismo y descaro par parte de mi cufiada, sabiendo ademas que yo estaba par llegar a la isla, pues. asi se
lo habia anunciado en urgente telegrama, me parecio increible. Sin duda tenia que existir alguna confusion en todo
aquello.
-Me parece que usted y yo nos hemos armada un buen
lio, amigo. Veamos -le ofred un cigarrillo-. ~Cual es su
nombre?
-Pascual, para servirle a usted, sefior.
-No, par Dios. El de ella. ~Como se llama su cantante?
Pascual, que seguia con su palillo en la boca y que era a
todas luces un hombre muy primario, se volvio de nuevo hacia mi, y esta vez lo hizo con su mas angelical sonrisa. Se notaba que era un buen hombre, una persona muy simple.
-Marilu -dijo.
Respire a fonda, aliviado. Pero iba a ser par bien poco
tiempo.
-Rosita -rectifico casi de inmediato-. Fuera de la isla es
conocida par Rosita Boom Boom Romero, su nombre artistico. Pero aqui, para todos nosotros, ella es Marilu.
Estaba avanzando el crepusculo a gran velocidad y, en el
tiempo de recorrer la Carretera de la Costa y luego enfilar la
interminable Via Jaji, cayo de golpe la noche.
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latas. Era muy sobria y, fuera del escenario, muy estirada. Intel!gente y de mirada devoradora, daba la impresi6n de ser un
raro ejemplar de caribeiia, una mujer que no reia nunca.
-Se retras6 mi avi6n, pero esperaba que alguien fuera a
buscarme al aeropuerto -le dije.
-~Pero que historia es esa de enviar un telegrama diciendo que vienes a un funeral? Yo ya no vivo con Maximo,
pero a veces lo visito. Me encontre con tu raro telegrama.
Maximo esta vivo. No se de d6nde sacaste la idea contraria.
Esta vivo y coleando, chupando pinceles como un hobo y negandose a divorciarse de mi. Es todo lo que te puedo decir.
De tu hermano la verdad es que estoy harta. No hace mas que
dar t,umbos por los bares de la isla. No hay quien lo aguante.
Le hable del telegrama que me habia enviado ella diciendome que Maximo habia muerto. Se reflej6 en su rostro la
imagen de la perplejidad misma.
-Nunca te he enviado un telegrama -dijo finalmente-. A
ver, dejame pensar. Creo que ese telegrama te lo habra enviado el juguet6n de Maximo estando borrachito. Querra que
vengas a verle y te habra engafiado con eso.. En fin, bienvenido a la isla, Enrique. Y ;tlwra no le hagas perder mas
tiempo a esta mulata.
Hizo una breve pausa y estir6 el cuello y lgego, mas seria
que nunca, levantando cada vez mas la cabeza y con un orgullo muy intimo, dijo:
-Yo canto.
Aun no habia terminado de decir eso cuando de un potente
manotazo en la oreja sacudi6 a un mosquito que la atacaba.
Hasta en aquellos gestos sin grandeza quedaba uno enredado en el mosquitero de su gran belleza. Y su mirada y su
sonrisa -siempre muy triste- eran las de Carmen, lo que
aumentaba aun mas sobre mi la seducci6i1 que ella ejercia.
Senti como un placer extrafio estando a su lado. Y hasta se me
borr6 de golpe la conciencia que yo tenia de que mi destino
basta entonces habia sido adverso. Todo podia estar cambiando
en mi vida. Tenia esa sensaci6n agradable, ala que se mezclaba
la alegrfa de saber que Maximo estaba vivo. Yo, que era un
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A veces imagino que me voy. Viajo entonces en una especie de ensueno. Vuelvo, por ejemplo, a robarle el peine al senor Botero, y con ese peine convertido de pronto en peligrosa
arm a vuelvo a descender al muelle viejo del puerto de Veracruz, vuelvo a perseguir a ese infame marino al que confundo
con Dios, vuelvo a perseguir al culpable de todos mis males.
Pero otras veces, como sucede ahora, no imagino para
nada que me voy o que viajo en una especie de ensueno, y
menos aun imagino que doblego este maldito insomnia. Otras
veces, como sucede ahora, me limito a decirme que todo
cuanto escribo en este cuaderno secreta me lo digo a mi
mismo, pero tambien se lo digo a ese otro, silencioso e impla136
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americana que habia que ir a buscar al fonda de un precipicio. No. Era impensable que Maximo hubiera obrado de esa
forma. Se confirmaba para mi lo que ya suponia cuando sali
de Barcelona, es decir, que a Maximo lo habian matado, posiblemente para que Rosita pudiera heredar. Se confirmaba
esta sospecha, que mas bien pareda pertenecer al mundo de
una pelicula de intriga que a la vida real. Se confirmaba asi
lo que con buen criteria sospechaba cuando sali del inmueble de Sant Gervasi, pero con el pequefio detalle de que
cuando sali de alli y sospechaba que a Maximo lo habian eliminado, aun no lo habian ni mucho menos matado, pero
este detalle era alga que a fin de cuentas no cambiaba mucho
las casas en ese momenta, pues despues de todo y al final de
tan soberano enredo, lo unico cierto era que, un dia antes o
uno despues, Maximo en cualquier caso habia caido asesinado.
Lo hab!an asesinado, eso estaba muy clara para mi. Pero
para el jefe de la policia -un hombrecillo arrugado y macilento con el pelo encrespado como un estropajo de algodonmi hermano se habia suicidado. Si su obstinacion en esto ya
era de por si sorprendente, mas raro aun fue que el consul
de Espana en la isla tambien bendijera, en cuanto piso la comisaria, esa idea de la muerte por mana propia. En vano
trate de refutarles sus fragiles teorias. El consul, ademas, se
nego rotundamente a analizar cuestiones e incognitas que
planeaban en torno al caso, siendo una de elias -se hizo el
loco cuandb se la: plantee- saber por que le habia negado a
Maximo un nuevo pasaporte.
-~Y quien le ha dicho alga semejante? -pregunto.
- El propio Maximo. ~0 es que piensa que no escribia a
su familia? Queria marcharse de la isla para que no lo mataran. Pero usted le nego el pasaporte.
-Mire, joven, tiene usted mucha imaginacion.
Estalle de ira. Me salio con efecto retardado aquel malestar profunda que me habia provocado la muerte de mi querido Maximo. Exigi con gritos que detuvieran a los dos hombres tocados con sendos panamas -el chula de Badajoz podia
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olas diminutas y muchas gaviotas chillando como locas, y habia unas cuantas nubes tambien, nubes sucias, aunque por fortuna el sol brillaba fuera de ellas, y Puerto Bajio parecia la ciudad mas blanca del mundo y tambien podia parecer, si la
mirada de uno se volvia algo vidriosa, una pantalla de cine,
una pantalla blanca e impoluta sobre la que nada me habria
sorprendido ver de pronto proyectadas las escenas principales
de las siguientes horas de mi vida alli en la isla.
Y es que en Beranda vivia yo constantemente la extrafia y
mas bien desagradable sensaci6n de estar metido dentro de
una pelicula. Los decorados, las situaciones, los ventiladores y
las mulatas, el ron, todo me remitia a una pelicula antigua, de
serie negra. Maldita la gracia que me hacia. Yo siempre habia
querido vivir con intensidad la vida, pero no dentro de una
pelicula. En realidad, el cine no me gustaba nada, sobre todo
porque nunca me habia divertido la idea de ser espectador de
historias ajenas, tener que presenciar las aventuras de los demas; preferia vivirlas yo, a mi lo que me gustaba era que las
historias me ocurrieran a mi y que eso sucediera lo mas lejos
posible de una pelicula. No es extrafio, pues, que en Beranda,
y a medida que crecia en mi la sensaci6n de estar dentro de
una pelicula, fuera sintiendome cada vez mas inc6modo. Para
colma, me aburria. Al dejar el barco y pisar tierra, vi que me
quedaban dos horas todavia para visitar el Institute Forense y
ocho para encontrarme con Rosita en la casa de la Via Jaji.
Entonces al bueno de Pascual se le ocurri6 proponerme que
visitaramos a un detective privado. Con tal de hacer algo, todas las ideas me parecian buenas. Le dije a Pascual que de
acuerdo.
- Es el mejor detective que hay en la isla -me dijo Pascual
conteniendo una leve sonrisa-. Yes el mejor que hay porque
no tiene competencia, no hay otro detective en toda la isla.
- Visitemos a ese llanero solitario. Total no tengo nada
mas que hacer -dije.
Lo dije y note que mi voz sonaba joven e inexperta. Si. Al
contrario de lo que me esta sucediendo ahora -cuando en el
silencio de la noche estoy escuchando mi voz y me digo que
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sordido h.igar.' Empete a verme como un zombie, como algl:liert salidb de una pelicula muy antigua y secundaria, un
zombie que fue avanzando como pudo por el pasillo casi infinite de aquel sordido lugar hasta que se encontro, tal como
suponfa, con la vision desagradable. Para abrir los cajones era
preciso apretar y girar un asa a presion. Salto un mecanisme
metalico tras soltarse un muelle, y entonces lentamente fueron apareciendo los pies, aquella cremallera atroz en el vientre, el tronco, y finalmente la cabeza degollada del pobre Maximo, que me sonreia desquiciado desde la orilla oscura de su
nuevo mundo.
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Me parecio ofensivo que un crespon de luto colgara encima del timbre de la puerta de la casa de la via Jaji. Era como
si, ademas de ordenar el crimen, quisiera Rosita encitna burlarse de Maximo y de mi gran dolor.
Pero, solo dos horas despues, mis suspicacias habfan pasado a mejor vida y el crespon estaba ya del todo olvidado.
Aquel sucedaneo de marihuana -una rara hierba berandefiaque Rosita y yo fumabamos me habia dejado un tanto trastornado.
Pensaba en Maximo de todos modos, no lo olvidaba. Pensaba en el, en mi querido y palido pintor de tumba etrusca.
Pensaba en Maximo y en que muy probablemente estaba yo
fumando hierba con su asesina. No perdia de vista eso. Pero a
medida que fumaba y bebia pequefios sorbos de ron de la isla,
me iba pareciendo que carecian de fundamento mis sospechas.
Me decia a mi mismo cosas de este estilo: ~Por que diablos, a
fin de cuentas, la asesina alberga en su casa a la unica persona
de toda Beranda que podria descubrirla? No tenia mucho sentido que ella estuviera arriesgandose a que cualquier desliz
suyo la desenmascarara. Me estaba diciendo todas estas cosas
cuando le oi a ella susurrar estas palabras:
-No puedo mas de calor.
Dijo eso y se quito la larga camisa roja que llevaba y se
quedo en traje de bafio, dejando ver su liso y terso vientre perfecto, tan distinto -me fue imposible no pensar en ello- del
que la autopsia le habia dejado, cruzado por una atroz cremallera, al pobre Maximo.
Estabamos sentados el uno frente al otro, yo viendolo
todo ya como un suefio, detectando con la mayor precision
del mundo el diabolico magnetismo, el poderoso embrujo carnal de ella. Dominado de pronto por un hobo impulso repen-
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-Tienes que ayudarme -me dijo Rosita a la mafiana siguiente, yo algo aturdido todavia despues de la embriaguez de
aquella noche de sexo duro y sin limites.
Entonces supe que ella no lo tenia nada facil para heredar, que un notario de Beranda habia enviado a la policia y a
la prensa, por orden postuma del pobre Maximo, el testa-:
mento que el habia realizado a ultima hora en favor del Hos-
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misma, pues si n,e, se cuenta; esa vida es apenas algo que transcurre, pero nada mas. ~Me sigue?
-Le sigo.
-Yo pienso que para apresar y comprender la vida hay
que contada, aun cuando solo sea a la almohada o a uno
mismo.
-No se si le entiendo del todo. Usted quiere decir que...
-Mire, por mucho que usted piense que soy joven, que
solo tengo veintisiete aiios y tal y cual, lo cierto es que estoy
acabado, soy un hombre acabado despues de haber vivido una
vida de novela. Mi vida la cloy por terminada. Ahora prefiero
contarmela. Con sus capitulos correspondientes, incluidas las
conversaciones que tengo con usted.
-~No estara diciendo que yo soy un capitulo?
-~Y quien le dice eso? No, amigo. No llega usted a tanto.
- Y a veo. No llego nunca a nada, no entiendo nada, no
soy nada, me ha visto heber tequila y caer borracho enseguida
y piensa que soy un pobre cretino de Felanitx. ~No es eso?
-Me estoy limitando a decide que, justo en el momenta
en que perdi la ilusion de vivir, me llego de forma providencial la ilusion de escribir, de contarme la desgraciada vida
que, por culpa de mi estupido afan viajero, Jne ha tocado vivir. ~Esta mas claro ahora todo?
- Lo esta. Me parece que por fin te entiendo -me ha dicho
tuteandome de pronto-. Si. Por fin te entiendo. 0; mejor dicho, no te entiendo nada, hijo. Yo lo que veo es que escribes
y me dices que no lo haces. ~0 es que solo eres alguien que
escribe y se duerme sobre lo que escribe?
-~Por que no volvemos a hablar de los quesos franceses?
Ahi al menos no tendremos problemas.
Se ha quedado callado sonriendome. He estado tentado de
repetide que no soportaba ser escritor y que solo me interesaba escribir. Y tambien a punto de decide que por eso me
dedicaba simplemente a prolongar en secreta la obra de otro,
la obra de un muerto, la obra de mi celebrado hermano Antonio. Pero he pensado que no era necesario complicade mas
las cosas al vecino, de modo que he optado por hundir peli-
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siempre cuando supe, fue lo ultimo que me susurro un taxista amigo, que ella habia volado par la mafiana lejos, muy
lejos de la isla en compafiia de su novio, el chula de Badajoz.
El chula gastaba panama de color azafran, zapatos blancos,
baston de ebano con pufio de oro. Y se habia hecho un traje
nuevo.
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Eso ayuda, si. Pero cuando esa rata, cuando el cerdo mas vil
del universe eres tu mismo, las cosas varian notablemente.
Es relajap.te -me he dicho reduciendo cada vez mas el
ritmo de mis pasos- aprender a ver a los hombres aun peores
de lo que son. Eso a uno le despeja, le libera y le deja hasta
tranquilo, mas alla de lo imaginable. Eso te da otro yo, vales
por dos. Las acciones de los hombres dejan, a partir de ese
instante, de inspirarte ese asqueroso atractivo poetico que te
debilitaba y te hada perder el tiempo, y entonces su comedia
no te resulta mas agradable ni mas util en absolute para tu
progreso intimo que la del cochino mas vil. Pero cuando ese
cerdo eres tu mismo, el asunto pierde su gracia. Pero cuando
ese cerdo es el mismo que se ha acostado con la asesina de su
hermano, uno se ve a si mismo como. un perro al que debedan en Beranda haber arrojado al fondo de un barranco.
Es muy facil decir que los otros son el infierno, pero cuando
el infierno viaja contigo mismo, lo mas prudente que puedes
hacer es retirarte del mundo y dedicarte a escribir un dietario.
Pero hasta escribir en mi caso es una manifestaci6n obscena del
mas cochino cinismo. Porque despues de todo, para que voy a
engafi.arme, yp he llegado a la escritura no por una tierna a.fici6n infantil o por alglin que otro noble y desint~resado motive, sino mas bien obligado por las circunstancias, casi porque
no me quedaba otro remedio. A la literatura -que hermosa
palabra en boca de otros- he llegado porque mientras escribo
no hago dafi.o a nadie y al menos no corro el riesgo de ensuciar aun mas, con mi ruindad y egoismo y mi fondo moral de
rata, la ya de por si ensuciada vida. Pero la verdad es que ni
escribiendo hallo la pretendida paz de espiritu. No se quien
dijo que Dios no anda por ahi dando tumbos con unos prismaticos y espiandonos, sino que esta en cada uno de nosotros.
En mi, desde luego, no esta. No tengo ni tendre ya nunca paz
alguna de espiritu. A Dios le di un viaje de muerte en el muelle viejo de Veracruz. No hallare nunca ya esa paz. No la halle
en la vida, no la encuentro en la escritura. Ignoro 'si exist~
algo mas que no sean la vida o la literatura. La vida no interesa. No se quien dijo que es para los criados. Y la lite-
I
~
I.,
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Salgo de la siesta, donde he visto en suefi.os un baile de barajas de todos los colores. Cada juego de cartas danzaba en
suntuosas vitrinas de esplendidos fondos de raso, terciopelo y
seda. A algunos naipes les brillaban los colores, se notaba que
eran nuevos y acababan de irrumpir en el gran teatro del
mundo, mientras que otros, en cambio, eran lo contrario y se
les veia gastados, muy sobados, victimas de infinitas noches de
timba, desmayandose los rostros de las sotas, descoloridos los
oros, rotos los mantos de los reyes.
~!
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en elias, siempre encierran alga terrible. El general De Gaulle, par ejemplo, que era un empedernido jugador, murio hacienda uno de los solitaries mas dificiles.
La gitana me anuncio el retorno de mi gran amor. Se lo
hice repetir dos veces. V a a regresar una mujer que te vuelve
loco, me dijo. Sali feliz de aquella visita, imaginando que Rosita volvia a mirarme con los ojos entornados hundiendo sus
dedos entre mis cabellos e inventando remolinos con ellos.
Y aquella misma neche sofie, par primera vez, con barajas de
todos los colores, las mismas que han aparecido en mi suefio
de hoy a la hora de la siesta. Juegos de cartas que danzaban
sensualmente en suntuosas vitrinas. Fue todo un sueiio premonitorio, porque no habian pasa,do aun dos semanas desde
que lo tuviera cuando recibi carta de Rosita diciendome que
estaba en Europa. Creo que es la mas ardiente carta de amor
que un hombre haya recibido. Me pedia desde Montecarlo
que me reuniera con ella, que volviera a su lado. Estaba en
ciertos apuros y se habia acordado de mi, del hombre mas
buena de la tierra, del hombre que le habia cambiado la vida
y al que habia tenido que abandonar en Beranda para evitar
mezclarle en un feo asunto que habria podido basta costarle
la vida. Solo par eso, solo par protegerme, y sabiendo que
volveria a reencontrarme, me habia dejado plantado en Beranda.
~onservo esa carta y la leo a menudo. Es la carta mas
erotica que haya existido, pero tambien la mas terrible si la
mira con mis ojos de hoy en dia. No hace mucho, en una reciente neche de rabia y dolor infinite, anote en ella estes dos
versos del mejor soneto de Shakespeare, el 129: Lo sabe
todo el mundo y nadie sabe modes I de huir de un cielo que
a este infierno arroja a todos.
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. mil fragmentos el hueso del hombro derecho. Al dia siguiente sali de una anestesia y desperte en un miserable
cuartucho de un hospital de Niza, y dos dias despues el constilado, obrando como si quisiera completar la faena del
chulo, me dio una soberbia patada en el culo y me devolvi6
a la realidad de la que habia intentado, por el amor de una
mulata, escapar: Espana.
Mas destrozado y mas perro apaleado que nunca -y, ademas, ahora arruinado por complet0 y a merced de la caridad
ajena o, por decirlo mas exactamente, de la caridad de mi
hermano Antonio, en quien ahora no tenia mas remedio que
confiar-, regrese a Barcelona, aunque mas justa seria decir
que me regresaron.
Volvi esta vez desprovisto de lo mas elemental: sin mis
dos brazos. Uno estaba escayolado y el otro hada tiempo que
estaba amputado. Sin brazos. Sin dinero alguno. Asi. me dejaron, una tarde, frente a mi hermano Antonio, que en el interin se habia convertido en un escritor de viajes muy leido, y
eso sin haber apenas salido nunca de su casa. Era asombroso
el exito de su ultimo libro: El viaje a ftaca.
Recuerdo como si fuera ahora como me miraba Antonio,
que parecia no dar credito a lo que veia. Eres un verdadero
animal, dijo de repente. No le conteste. Me ofreci6 un puro
veracruzano y, al darse cuenta de que no lo podia yo coger
con las manos, tuvo la, digamos, bondad, aunque su gesto
fue muy violento, de introducirmelo en la boca, como si quisiera -por suerte no lo consigui6- que me lo tragara de
golpe.
Si. Lo recuerdo todo como si fuera ahora. Eres un animal, repiti6, para muy poco despues afiadir: ~ Y ahora que
vas- a hacer? Le dije que me alistaria en la Legion, que no
pensaba renunciar a los viajes y ala aventura, que les preguntaria a los veteranos que se sentia en realidad cuando se oyen
silbar las balas.
-Se nota -me dijo entonces- que, por no leer, no has
leido ni siquiera juegos africanos de Junger. En ese libro un
joven le pregunta a un veterano lo mismo que tu pretendes
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preguntarle a un legionario. La respuesta del veterano es nitida: Nada de particular. Suenan mejor las balas cuando se lee
en viejos libros. Nunca he oido silbar una bala.
-No estoy para leer libros -le conteste-. Ni siquiera
puedo cogerlos con mis manos.
-Si no puedes cogerlos con las manos es porque la supuesta escuela de la vida te ha convertido no solo en un necio
y un invalido, sino tambien en un perfecto zafiofelon analfabeto.
Zafiofelon. Nunca habia oido esa palabra. Luego me confeso que se la habia inventado sobre la marcha gracias a la
gran cantidad de libros que habia devorado y en los que habia
descubierto la libertad de poder inventarse uno las palabras
que le vengan en gana.
Quedaba el otro insulto. Analfabeto. No sabia yo donde
mirar. Por una cuestion ya de pura costumbre, dirigi la J;Dirada
al reloj de pared que nuestra madre habia comprado a un anticuario de Berga. Y lei, una vez mas, la leyenda inscrita por artesano anonimo en el reloj: Quien demasiado me mira pierde
su tiempo. Y de pronto, como si todo fuera una pesadilla circular, volvieron a dar las seis en punto de la tarde. Y entonces
sonrei levemente mientras -andar sin la proteccion de los
brazos lo exigia- daba con extrema prudencia un par de pasos
hacia adelante, hacia donde se habia desplazado mi hermano
mirandome consternado y ahora con rabia mas que contenida,
apoyado en la misma repisa de la misma chimenea desde la
que un dia, el muy cabron, me hablo por primera vez de
Rosita.
Lo recuerdo todo con mucha precision, como si estuviera sucediendo ahora. Yo pensaba: Alguien se divierte a
base de bien jodiendome. La frase retumbaba, como si fueran seis campanadas que sonaran al mismo tiempo, primero
en mi cerebro y luego expandiendose por todo mi pobre
cuerpo, no solo privado de sus extremidades superiores sino
tambien privado de ilusion y a merced del projimo y. sin
defensa propia ni dignidad alguna. Y todo por el amor de
una mulata.
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aunque el dinero no me alcance mas que -mejor asi en el fondo- para lugares tan ocultos y horrendos como este.
-Te digo solamente que esto no puede ser -dijo Antonio
andando nervioso y casi tropezando con los cuadros y las paredes, y recuerdo que estaba yo tan en las nubes que pensaba
que eran las reducidas dimensiones del atico lo que tanto le
desquiciaba, sin caer en la cuenta de que si Antonio andaba
tan fuera de si era porque, como buen hermano que era, le
amargaban las insondables dimensiones de mi profunda depresion.
...,~Que es entonces lo que no puede ser? -pregunte con
voz muy desvalida.
-No se -dijo-, pero estas desconocido. A veces me recuerdas a Maximo con este tipo de preguntas. Hasta en la
conducta me recuerdas a el.
-Claro. Te lo recuerdo porque estoy en su atico, en.su antiguo taller, en su estudio. Por eso lo dices.
-No -grito-. No lo digo por eso, sino por tu manera de
comportarte y porque te veo muy deprimido, cada dia mas hecho polvo. No me gusta nada verte asi, casi preferiria' verte
imbecil y aventurero como antes. Tenia la esperanza de que
cuando te sacaran la escayola se elevaria algo tu animo.
-Animo -susurre con tristeza.
Nunca volvere aver a Antonio tan enfurecido. La verdad
es que mi hermano siempre tuvo mucho del prototipo del espafiol medio, eternamente enfadado.
~Esto no puede ser -grito muy fuera de si-. Soy tu hermane. Quiero verte bien, no hecho una piltrafa. Con Maximo
ya hubo bastante. Soy tu hermano. No te me vuelvas ahora
- como Maximo. ~Me oyes? Estoy aqui tratando de levantar tu
animo. Y a esta bien de tonterias. Estas sin dinero, ha muerto
Maximo ... Todo ha sido muy duro. Lo reconozco. Pero hoy
has recuperado un brazo y tienes toda la vida por delante ...
Haz el favor de no reirte al menos de la palabra animo... ~Que
tienes contra ella?
-~Contra ella?-Si. Contra esa palabra. Contra la palabra animo.
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Iba a preguntarle si andaba cerca alguien de la revista femenina, pero me distrajo por complete verle examinar con
mucha atenci6n -tenia algo realmente de detective aficionado- mi pasaporte mexicano.
-Perdone el senor la intromisi6n -dijo-, pero veo que naci6 en Veracruz. Permitame que le felicite. Estuve el verano
pasado en Mexico. Gran pais el suyo, senor.
-Gracias -dije.
-Su Have.
-Gracias -repeti.
Crei que habia acabado aquel tormento cuando anadi6 con
rara solemnidad, los ojos subitamente desorbitados:
-Cancun.
Me dije si habia oido bien.
-Cancun -repiti6-. Que maravilla, senor. ~Veracruz es
como Cancun?
Por las prisas -los premios femeninos nunca esperan- la
pr6tesis era muy precaria, provisional. Su fragilidad extrema
influia en mi estado de animo, que era mas fragil que una
brizna de hierba. Ademas, me habia resultado del todo imposible acostumbrarme a aquella horrible pr6tesis. Y menos aun
a hacerme a la idea de que mi brazo enyesado era doblemente
ficticio. No he conocido nada tan inc6modo como aquella fugaz pr6tesis que me toc6 lucir en Teruel. Pero ante las palabras del conserje se me olvid6 por mementos basta la molestia
de mi doble brazo falso, y me concentre en aquella primera
prueba -totalmente fuera de programa- por la que tenia que
pasar mi impostura.
Decidi responderle como suelo hacer con los taxistas impertinentes. Con una frase medio extravagante que le desconcertara lo suficiente como para cerrarle un buen rato la boca.
-Si. Soy de Veracruz -le dije al intruso inesperado-. Pero
llevo ya muchos anos en Espana. Tantos que basta me gusta.
No logre confundirle nada.
-~Que basta le gusta? -dijo.
Simule perplejidad:
-~Por que habre dicho una cosa asi?
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Era suave el dia, suave el viento, era suave el sol y tambien mi pensamiento cuando entre en el cuarto de hotel de
aquella ciudad tan sencilla. Pero en menos de dos minutes -el
tiempo de deshacer mi maleta mientras farfullaba maldiciones
contra mi pr6tesis tan poco llevadera- todo cambia de repente y me encontre muy cerca de las cimas mismas de la desesperaci6n. Creia haberlas alcanzado a mi regreso de Montecarlo, pero por lo que se veia aun me faltaba un buen trecho
para ello. Y es que me di cuenta enseguida de,, que en aquel
cuarto, aparte de deshacer la maleta, no tenia nada que hacer.
Y eso me trajo a la memoria lo horriblemente desgraciado que
era. Porque aquel cuarto venia a ser en realidad una terrible
metafora -yo aun no conoda la palabra metafora pero me faltaba muy poco para darme de bruces con ella- de todo aquello en lo que tristemente se habia convertido mi vida: no tenia
nada que hacer en ninglin lugar del mundo, salvo transportar
equipajes y deshacer maletas.
Me entr6 un sudor frio cuando, junto a un sentimiento de
profunda soledad, me pareci6 percibir que, al igual que mi
pr6tesis, mi alma era postiza y provisional y se fingia mia. Me
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quede un mal rata asomado ala ventana de la habitacion, mirando un paisaje del que sobresalia un modesto pero antiguo y
solido puente romano.
Habia comenzado a remitir el sudor frio cuando me pregunte: eHasta cuando las mismas casas? Dormir, despertar, tener apetito, hartarse, sentir frio, tener calor ... No podia estar
mas cansado de la vida. Y motivos no me faltaban. Alguien,
desde un lugar oscuro y remota, pareda estar hacienda lo imposible para amargarmela. Habia que reconocer que me habia
ido todo muy mal en ella. Tan mal (pense) que he terminado
deshaciendo una maleta en un cuarto de hotel de una ciudad
perdida. eY si para colma no habia ninglin concurso literario
y mi hermano me habia gastado una broma terapeutica solo
para sacarme de mi sopor y tristeza? Empece a sentir lo absurdo de mi presencia en aquel cuarto, y tambien lo absurdo
de mi presencia en el mundo. Me sentia cada dia mas envejecido, y no era precisamente porque llevara el pelo teiiido de
blanco o estuviera haciendome pasar por Antonio. Cada dia
que pasaba, y hada ya de eso bastante tiempo, me sentia mas
viejo y asqueado. Experimente de pronto, en aquel cuarto de
Teruel, la maxima pesadez de lo real. Comence entonces a
viajar alrededor del cuarto. De vez en cuando regresaba a la
ventana para ver de nuevo el puente romano. Y entonces,
sencilla como Teruel, volvia de nuevo la pregunta: eHasta
cuando las mismas casas?
Senti el dolor de no conocer el misterio del mundo, el dolor de no ser amado, el dolor que me produda un misterioso
ser que en la sombra se dedicaba a hacerme la vida imposible,
el dolor -me apretaban mucho- de mis zapatos nuevas; el dolor por la vergiienza intima que sentia viendome con una escayola falsa. Recorde que en otras ocasiones habia solucionado mi angustia imaginando que me iba. Entonces, teniendo
como tenia tanta practica en escapar de mi angustia por ese
procedimiento, me quede mirando por la ventana del cuarto y
al poco tiempo el puente romano se habia desvanecido y estaba yo en una casa con acantilado estremecedor y en la que
al fonda de todo se arremolinaban las alas y yo estaba total-
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tono de su voz, como si quisiera mandarme un mensaje cifrado-, oyeme bien: hace unos aiios me vio en Barcelona, me conoce, pero no se te ocurra darle recuerdos de mi parte. ~Has
comprendido?
Entendi que iba a durar menos que un florero en aquel
concurso literario. Entendi que mi hermano me advertia que
Guerrero podia descubrir la impostura.
-~Te conoce mucho? -le pregunte aterrado.
-Me ha visto solo dos minutos. En una exposicion sobre
Valle-Indin.
- ~Sobre quien?
Mi hermano me explico, con gran capacidad de sintesis,
quien era el tal V alle-Inclan. Yo nunca he escuchado con
tanta atencion.
-Esta bien -le dije cuando hubo terminado-. Siempre me
gustaron las sonatas, sobre todo la de otoiio.
- Exacto. La de verano te pone triste. No soportas el estio.
~Esta clara?
-Clarisimo.
-Adios, Antonio. Y mucha suerte.
Colgue. Pense que si alguien habia escuchado -cosa por
suerte poco probable- la conversacion, habria deducido bien
facilmente que, por mucho que yo respondiera al nombre de
Antonio, tenia poco de escritor, sobre todo si habia reparado
en mi absoluta ignorancia en torno a Valle-Inclan. Tal vez
(me dije) Antonio tan solo ha tratado de concienciarme a
fondo de que Antonio ahora soy yo.
Decidi que lo mejor seria darme una vuelta por el bar del
hotel, averiguar en que salon tenia lugar el concurso. Descendi por la escalera con paso lento, bastante atemorizado. La
escayola me hacia sentir algo ridiculo y me quitaba, ademas,
seguridad. Y seguridad era lo unico que necesitaba para interpretar mi papel. Y a en el bar, pedi un whisky doble y cuando
iba a tomarmelo aparecio una joven con aspecto de modelo
recien salida de la revista femenina.
-Por fin le encuentro, seiior Tenorio -me dijo con una
sonrisa muy amplia de satisfaccion-. No sabe cuanto le agra-
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siado airoso, ya que solo acerte a decide, con una mueca que
pienso que fue incluso estupida:
-La llamaria Teruel.
Vi que habia arruinado todas sus expectativas de tropezar
con una frase ingeniosa de mi parte, me miraba con aire de
decepcion profunda, y par suerte acudio en mi auxilio en ese
precise instante Gregorio Bango, que me salvo de la situacion
saludandome efusivamente al tiempo que me provocaba
-todo hay que decirlo- un subito sentimiento de repugnancia,
pues en un primer momenta, y ya no pude quitarmelo de la
cabeza, me recordo al chula de Badajoz. Aunque pronto vi
que nada tenia que ver con el, la herida del pasado se habia
reabierto de una forma irremediable, y cada vez que miraba al
pobre Bango no podia contener una oleada de odio que ascendia con fuerza terrible a mi cerebra.
Cuando tras una breve tertulia -salpicada de miradas furiosas par mi parte hacia Bango- entramos en el salon de aetas, pude ver que en el habia siete mesas con sus respectivos y
horrendos manteles -todos de color rosa y reabriendo mas todavia otra vieja herida mia- y jarrones con muchas flares, geranios sabre todo. Habia cuatro mujeres par mesa. Y todas nos
miraron con aire entre divertido y escrutador cuando entramos en grupo en aquel salon de aetas en el que habia mucha
luz, lo que no era inconveniente para que uno tuviera la sensacion de que en cualquier momenta podia convertirse aquel
lugar en un cabaret para mujeres solas, sabre todo porque la
organizadora del espectaculo las habia sentado a todas frente
al coqueto escenario en el que habia una mesa rectangular
-con mantel rosa y un solo microfono- donde nos sentamos
nosotros, bajo el peso de sus perversas miradas. Yo tambien
las mire a elias. La mayoria eran muy jovenes, se las veia entusiastas de aquella reunion: una oportunidad para romper el
tedio de Teruel.
Me habian comunicado nada menos que alegria. A mi, al
mas triste de la tierra, al derrotado en la vida, al forajido de si
mismo. Me estaba diciendo todo esto cuando alguien me coloco en el centro mismo de aquella mesa rectangular, flan-
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por las nubes, diciendo, por ejemplo, que llevaba afios viajando de forma ejemplar alrededor de mi cuarto, pero que ese,
con ser un includable merito, no era ni mucho menos el principal, ya que aun mas importante era el haber sabido elevar la
calidad de un discutible genera -el de los viajeros inmoviles
que fingen viajes verdaderos- y ser, ademas, un digno sucesor
de Julio Verne. El critico de Barcelona llego a interrumpir la
lectura de su opinion sobre mis escritos para decir: Miren si
se mueve poco de su escritorio que yo en Barcelona no he
coincidido con el en ninguna parte. Y eso que los dos llevamos el mismo tiempo, que viene ya siendo mucho, en la
misma ciudad. Pero ya ven. He tenido que viajar a Teruel
para tener la oportunidad de encontrarme con el mitico viajere inmovil del barrio de Sant Gervasi.
Y si he dicho mis escritos es porque, a esas alturas de la
reunion, casi me creia yo que era Antonio, cuyo rostra, si de
repente me daba por evocarlo, me parecia que si no era el
mio bien poco le faltaba en su intento de querer ponerse en el
lugar del mio y expulsarme asi a mi mismo de una forma ya
definitiva.
Recuerdo que la palabra Teruel, pronunciada con emocion por el critico, levanto algunos aplausos, y cayo un jarron
al suelo y se oyo a continuacion un grito que me parecio que
hasta tenia eco, y se oyo un hipo repentino, y luego otro, tres,
cuatro hipos, y mucha risa en toda la sala. Observe que Bango
aprovechaba la confusion para flirtear con una de las chicas
del jurado y se tapaba, con pretendida gracia, un ojo, imitando
de esta forma, con grotesca chuleria, a la princes a de Eboli. Y,
estando asi las cosas, de pronto se hizo un silencio de muerte,
y es que alguien anuncio que iba a leer el palmares del jurado.
He perdido, me dije. Y habia ganado. Por amplia mayoria
de votos. Un aplauso cerrado y todas las miradas de elias dirigidas a no perderse un detalle de mi reaccion. Simule simple
estupor. Entonces la directora anuncio que se abria un coloquia -termino que jamas habia oido pero que no tarde en
comprender- y me cedio la palabra a mi. Di las gracias, emocionado por la sorpresa del premia -el primero de mi vida-
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y casi con lagrimas en los ojos, pues acostumbrado como estaba a que la vida me tratara siempre como a un perro apaleado aquel premio no podia hacerme mas feliz. No todo tienen que ser desdichas, me decia con secreta alegria. Y luego,
dirigiendome al jurado: La vida no es tan cruel como pensaba. Tiene a veces sus compensaciones. Eso es lo que afiadi
con voz entrecortada.
-jAnda ya! -se oy6 entonces con toda nitidez. Era Guerrero, muy furioso. Pasada la inicial sorpresa, deslizaron hacia
el el micr6fono, le preguntaron si es que queria decir algo
mas. Recuerdo que, en un gesto instintivo, cerre mucho mi
boca y trate de mantenerme en una actitud muy seria que en
ningU.n memento delatara lo contento .que estaba por dentro,
ni tampoco mi sorpresa ante la actitud de mi rival.
-Si es que sois unas memas -dijo Guerrero-, unas perfectas idiotas, no teneis ni zorra idea de lo que leeis, guarras,
~que sabreis vosotras de libros y de lo que es escribir y perder
la salud haciendolo?
-~La salud? -pregunt6la que parecia lamas joven de todo
el jurado.
-Claro. La ansiedad que el oficio de escribir trae consigo
es intolerable. Y aun suponiendo que acabes ganando dinero,
eso no te compensa nunca del gasto de energia, del dafio a la
salud causado por los estimulantes y los narc6ticos, del miedo
de que tu propio trabajo carezca de valor. ~Me entiendes
ahora, mamona?
-No parece haber encajado bien la derrota -le recrimin6
la directora.
-~La derrota? Pero ~quien ha vencido? -Me mir6 con
odio y hasta me entr6 panico-. ~Quien ha ganado? ~El viajero
f6sil de escayola y guante negro? Por Dios ...
Lo que mas me molestaba de todo no era que me tratara
como a un monstruo (despues de todo, lo soy), sino que no
me hubiera dejado saborear secretamente, ni un segundo, mi
triunfo.
Con tal de frenar a Guerrero, le pasaron el micr6fono a
Bango, que no se mostr6 ni mucho menos tan enojado.
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l'
\
(
Acababa de aparecer una novela de Rousseau y la princesa
de Talmont se acicalaba para ira un baile de la Opera. En la
espera comenzo a leer esa narracion nacida de un furtivo beso
a la luz de la luna. A medianoche, avisaron a la princesa que
los caballos estaban enganchados.
....,Enganchados -se limito a repetir la princesa.
Y continuo leyendo.
A las dos avisaron de nuevo. A las cuatro mando desenganchar los caballos, hizo que la desvistieran y paso toda la
noche leyendo las desventuras de la desgraciada heroina de la
novel a.
Algo parecido me ocurrio a mi en el regreso en autocar de
Teruel a Barcelona cuando quede bastante atrapado por la lectura de la historia del naufrago Robinson.
Me gusto bastante ese libro, hasta el punto de que me dije
que, si todos los libros eran de ese estilo, el mundo de mi hermano que tanto habia despreciado podia tener su interes. Fue
como si, a la manera de un San Pablo, me hubiera caido de
pronto del caballo. Me gusto bastante ese libro, entre otras cosas porque la accion me permitio recordar todo el rato -sobre
todo en los espacios en blanco, en los cambios de capitulo- a
Rosita. Y es que la accion, la isla desierta donde pasa todo,
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:1.
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plena noche: Salta sigilosamente de su terraza a la mia, iluminada por una luna de plata. Me ordena con una cafi.a de
bambu que le cuente historias de mariachis. Me digo entonces
que la otra realidad, la de los demas, la dimension secreta del
suefi.o de mis vecinos, me ha visitado. Le digo que es una nifi.a
muy guapa.
- Muy linda -me rectifica.
-Eso -le digo-. Muy linda.
-Si; pero muerdo.
Para evitar que me vea desconcertado, le hago la topica
pregunta que se hace a los nifi.os.
-~Como te llamas?
-Ya lo sabes -responde antipatica-. ~y tu? ~Como te
llamas?
-Enrique .
-~Por que?
Su imagen se desvanece con la luna de plata, que tambien
se va de paseo hacia la nada.
En la oscuridad absoluta de la noche, oigo la voz de su padre, el dentista. Me pregunta si alguna vez he pensado por
que tantos y tantos chulos llevan dientes de oro. Le digo que
nunca me lo he planteado ni me interesa. Cambia de tema enseguida. Me dice que le gustaria que yo, como experto en la
materia, le explicara por que hay tanta melancolia en la cancion mexicana. En el rigor de muerte de la profunda oscuridad de mi cuarto frente al mar, me esfuerzo en explicarle que
con frecuencia el tema de esas canciones es el amor, y el amor
-le digo- es felicidad y tristeza.
El cuarto se llena de pronto de una suave luz plateada,
que poco a poco va en aumento. Cae el velo de mis ojos hechizados y veo, a traves de la ventana abierta, que ha vuelto a
aparecer la luna de Veracruz y que me mira ahora desde un
cielo sin nubes. El dentista se desvanece en el acto, desaparece en el interior de la oscuridad misma de la que ha surgido.
Vuelvo a viajar en una especie de ensuefi.o, y vuelvo, por
ejemplo, a matar a un bandido que me ha asaltado en un peligroso cruce de caminos, en Dahomey: en defensa propia no
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,,:I
.)
~~1
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anima a seguir fumando sin preocuparse par los efectos nodvas de la nicotina. Entonces el tal Zeno descubre que fumar
sin culpa no proporciona placer.
La mismo podria decir de mi aplicindolo a este cuaderno
de los tres tucanes: sin mi profunda inquietud par lo que paso
en Veracruz, no encontraria yo placer en este dietario que va
componiendo mi desasosiego e insomnia. Escribir sin culpa
no proporciona placer.
Pero en mi vida de lector el verdadero gran acontecimiento me iba llegar a traves de un librito titulado Pedro Paramo, que empece a leer con verdadero fastidio, pues pensaba
que era igual que Pefias arriba del santanderino Pereda (el ultimo clasico que habia leido), hasta que de pronto, cuando
menos lo esperaba, me lleve un susto de muerte; volvi a repetir la lectura de la frase que me habia chocado tanto, volvi a
leerla bien despacio y pude ver que, en efecto, habia leido
bien, y entonces un escalofrio -el frio de la muerte- se apoder6 de todd mi cuerpo; fue la unica vez que, leyendo, me ha
ocurrido un fen6meno semejante.
Entonces sospechaba bien, me dije, requetebien, porque
es verdad lo que suponia. Estoy muerto.
Ellibrito -como la Odisea- trata tambien del tema del regreso. Pero en este caso la diferencia esta en que el heroe, el
que regresa, es un alma en pena, un perfecto muerto.
No dormia, puede leerse al final de la novela, se habia
olvidado del tiempo y del suefio. Dijo: "Los viejos dormimos
poco, casi nunca. A veces apenas si dormitamos, pero sin dejar de pensar. Eso es lo que nos queda par hacer."
He recordado estas frases, las he pasado al dietario, y luego
he ida a la cocina a prepararme unos bocadillos. Mientras los
preparaba he recordado que, en combinaci6n con el cup6n .de
los ciegos, me ha tocado una gran cesta de la compra que dehere recoger mafiana en el supermercado de S'Estanyol. Podria
no ir a buscarla -en el fonda, que vergiienza sentirme ptemiado como si fuera una vulgar ama de casa-, pero me va air
muy bien toda esa comida gratis con la que no contaba. Ademas, me conviene mezclarme un poco con los asuntos munda1
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.l
cion de sus padres; queria saber por que siendo de dia estaban
encendidas todas las luces de la casa.
U n perro triste y famelico, ~ un perro vagabundo, se ha detenido ante mi terraza y ha ladrado con insistencia.
-~Que es lo que te pasa? -me ha dicho la nifia.
He sacudido la cabeza como quien despierta de un suefio.
-~Lo dices por las luces? Olvide apagarlas. Eso es todo. Y
ahora, ~por que no vuelves con tus padres?
He pensado que me habia oido; pero no era ni mucho menos asi. Berta estaba mirando hacia otro lado, como si hubiera
atrapado su atencion un rumor lejano. Me he dicho que me
gustan las nifiitas, su gracia y suavidad, lo poco inocentes que
son. Me gustan mucho las nifiitas, dicho sea sin segundas intenciones.
-~Es que no me has oido? -he preguntado.
-~Donde esta el sefior, que no lo veo? -me ha dicho ella.
Quizas solo deseaba jugar, pero he tenido la impresion de
que el maldito insomnia me habia inyectado malicia en la
sangre. Me he quedado preguntandome que pasaria. si ella supiera, por ejemplo, que yo baje a la cueva de mi mismo y soy
alguien a quien escribir sin culpa no le proporciona placer, y
estoy muerto y me visita el fantasma que me ha condenado al
insomnia. ~Que pensaria de todo eso? ~Acaso diria que no entendia lo que le habia dicho? Tal vez. Pero tambien podria ser
que lo entendiera demasiado bien. Las nifiitas no son nada
inocentes, son las unicas que conocen por que gira tan lenta la
rueda del mundo.
-No me extrafia que no me veas -le he dicho, asumiendo
ya como cierta mi sospecha de que me he convertido en un
alma en pena y puede que a veces hasta me vuelva invisible.
El perro ha dado un ladrido antipatico y seco. Y la nifia
me ha fulminado con sus ojos verdes.
-~Cuando descansaras? -me ha dicho.
Y ha vuelto a ladrar el perro. El repugnante y famelico
perro. El acompafiante de los muertos, seglin egipcios y aztecas. El maldito perro que esta a mis pies ahora, mientras escribo esto.
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partida con el. Antonio perdi6 tres veces seguidas con el admirador, lo que le dej6 practicamen!e mudo; s6lo se le oy6
musitar, con voz de desgarro: Hoy he empezado a envejecer.
En la manana del domingo sofi6 que besaba el cuello de
Marta y que acababa comiendoselo sin que este sangrara en
ninglin momento; se sinti6 tan asustado que, en la oscuridad,
no pudo contener un gemido. Marta, que se despert6 al instante, le pregunt6 que le ocurria, y el respondi6 con una
breve y lac6nica frase: Pienso en 1~ vejez inminente. Ella se
ri6 e intent6 consolarlo comentandole: No pienses en cosas
asi ahora que todavia somos muy j6venes... Antonio le dijo
que el habia dejado de serlo y le pidi6 que le escuchara muy
seriamente, le dijo: Te voy a decir algo muy importante.
Mira: a cierta edad lo primero que se pierde (y eso hace ya un
tiempo que lo perdi) es la sensibilidad; basta con ver la tonteria de libro que acabo de publicar. Luego, se pierde la imaginaci6n. No sabes c6mo la estoy echando en falta estos dias
para imaginaTme cualquier cosa que me tranquilizara acerca
del estado de envejecimiento. en el que he entrado. Se pierden
sensibilidad e imaginaci6n, y lo unico que a uno le queda es la
inteligencia, que es un elemento destructivo: todo lo encuentra mal.
Pas6 el domingo encontrandolo todo muy mal y mas pegado que de costumbre ala radio, y acab6 el dia con una sonrisa de relativa felicidad al saber que un solo punto separaba a
su equipo favorito, el Real Club Deportivo Espaiiol, del ascenso a la primera division.
Al dia siguiente, el lunes de esa semana tragica -tragica
porque el domingo seria el testigo de su salto al vado-, se
mostr6, como era su costumbre todos los lunes, hiperactivo y
hasta me hizo acompaiiarle a una distribuidora de libros que
iba a proveernos de los primeros volumenes de historias de
viajes. El martes, una nueva critica feroz contra su libro le
llev6 a tomar la pluma para. escribir una replica en el peri6dico en el que se habia sentido insultado. Esta mal visto -comenzaba diciendo- rebajarse para contestarle a un critico,
pero esta vez ha sido tan excesiva la injusticia que me veo
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de su familia y del lugar en el que habia nacido y que abandono muy joven para dar muchas veces la vuelta al mundo. Al
igual que yo, habia sido -el lo seguia siendo- un gran aficionado a los viajes.
-Pero uno sabe que, tarde o temprano, tiene que volver
-me dijo-. Me acuerdo ahora de Pessoa, que decia que cualquier ocaso es el ocaso y que no era necesario ir a Constantinopla. No se que pensaras tu de esto ...
Pense que me ponia a prueba y por suerte vino en mi
auxilio una frase de Carlyle que acababa de leer. No sabia si
tenia algo que ver con lo que habia dicho, pero en cualquier
caso, tratando de quedar bien, la saque a colacion.
-Carlyle opina que cualquier carretera -dije-, hasta la carretera esa de Entepfuhl, te lleva hasta el fin del mundo. Pero
tambien dice que la carretera de Entepfuhl, si se la sigue toda,
hasta el final, vuelve a Entepfuhl. De modo que Entepfuhl,
donde ya estabamos, es ese mismo fin del mundo que ibamos
a buscar.
-Entepfuhl -dijo-. Que palabra mas rara has buscado.
-Si, lo es, pero no es mia, es de Carlyle -dije-. Pero es
cierto. Algo rara si que es.
-Todo es muy raro.
-2Que quieres decir?
Se quedo pensativo, luego dijo:
-Nolo se. 2Ves como todo es muy raro? Ni siquiera ahora
se por que te he dicho que todo era muy raro.
-A mi lo que, por ejemplo, no me parece nada raro es que
te hayas pasado la mitad de tu vida fuera de Mexico. Yo tambien he tenido una gran aficion al viaje, y se lo que significa
estar lejos de las pequeiias miserias de la vida cotidiana_ de tu
pais.
-Nose exactamente por que me marche, pero lo cierto es
que muy joven sali de mi pais pensando que el viaje duraria
unos meses y, sin embargo, duro treinta aiios. Recuerdo que
durante todo ese tiempo muchas veces senti verdaderos escalofrios cada vez que pensaba en el regreso a mi pais, lo que ya
sabia yo que tenia que ocurrir, quisieralo o no, tarde o tern-
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prano. Pero el viaje, como te digo, duro treinta aiios, interrumpido solo por dos estancias breves en Mexico y algtin que
otro periodo de vacaciones. Pero finalmente sucedio lo que
tenia que suceder. Y volvi.
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-Volver -dije con cierta ridicula solemnidad-. En realidad la gente viaja, y creo que ese ha sido mi caso, creyendo
que va a alguna parte, peroen realidad nada hay mas ilusorio
que viajar. 2No te parece? El mas sabio y feliz de los viajeros
fue el que supo advertir que, si bien nunca se llegaba, si que
era, en cambio, posible algo mejor: volver.
-Ignore de donde has sacado esa idea, pero la encuentro
demasiado literaria. En realidad, tu sabes perfectamente que
viajando se llega a muchas partes.
-Bueno, creo que tienes razon. 2Pero sabes lo que me
pasa? Lo que sucede es que ultimamente le he cogido cierta
mania a los viajes porque solo me han traido complicaciones y
desgracias. Me dejaron, por ejemplo, sin brazo, sin esposa, sin
amante, sin hermano~, sin dignidad, y yo que se cuantas cosas
mas. Y, ademas, los viajes y la vida estan seriamente reiiidos
con la literatura, que es lo que ahora mas me gusta.
-Tambien ahi puede que andes equivocado. Yo, por ejemplo, me he pasado la vida hacienda dos cosas, perfectamente
compatibles a mi modo de ver: viajar y escribir. No veo, pues,
el problema. Entiendo que tal vez el ejemplo de Antonio te
confunda, pero lo suyo fu,e tan solo una tozudez, unas ganas
absurdas de exhibir lo sobrado que andaba de imaginacion,
ganas de decir: Mirad lo guapo que soy, nunca he viajado y,
sin embargo, soy capaz de imaginarme todos los paises simplemente viajando alrededor de mi cuarto.
-En todo caso, lo mas excitante para mi -volvi al tono solemne-, lo que realmente mas me atrae y apasiona, es el iegreso. Eso es lo que mas me gusta de los viajes.
(Todavia hoy sigo sin comprender por que me engane
tanto a mi mismo y le menti a Pitol. V olver ha sido siempre,
para mi, una verdadera tragedia. Basta recordar lo penosos
que fueron siempre mis regresos a casa oyendo siempre las
campanadas tragicas del reloj de pared de Berga. V olver ha
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- Volver -dijo Pitol mientras cenabamos- com porta siempre ver lo que sigue igual y ver tambien lo que ha cambiado.
Yo volvi a un Mexico muy diferente del que habia abandonado. Es cierto que algunas cosas han mejorado en mi pais,
pero la imagen que mas profundamente enraizo en mi fue la
devastacion. Encontre una Ciudad de Mexico desconocida, un
paisaje degradado, un cielo inexistente. En Coyoacin, en la
plaza de la Conchita, donde me compre una casa, vi caer palomas como frutos podridos, envenenadas por los acidos que
emponzonan el aire. Y en la plaza central del mismo Coyoacin contemple imagenes que me devolvieron a mis anos de
ninez, yacentes durante medio siglo, en alguno de los pozos
mas profundos de la memoria. Vi a las mismas indigenas escualidas y harapientas que en mi infancia llegaban a los ranchos cafetaleros en la epoca de cosecha, las mismas que, en los
ratos de descanso, arrodilladas al lado del marido o de una de
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A la manana siguiente, dejando atris las lluviosas colinas de Xalapa y por una hermosa carretera de cafetales, fuimos Pitol y yo al puerto de Veracruz. Antes pasamos por
Antigua, lugar cercano a esa ciudad, el sitio donde Hernan
Cortes mando edificar su primer fortin y donde quemo -en
realidad las barreno- las naves. La belleza extrema de Antigua pricticamente me quito el habla. Por el fortin en ruinas y, como si de una venganza de Moctezuma se tratara,
trepan hoy como enredaderas sobre las restos de la fortaleza
las poderosas rakes de los arboles milenarios de la zona.
Recuerdo que, viendome tan impresionado ante la vision de
todo aquello, Pitol me pregunto si podia imaginarme, por
un momento, lo que debieron de sentir Cortes y sus hombres. al desembarcar en aquel lugar de tan rara belleza, con
aquella exuberante vegetacion y los imponentes arboles gi-
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Mi nombre es Alvarado, Ahi esta la puerta. Salgamos. Asi me
gusta. Espafiol sin saliva ni sifilis.
SaH del local. Pero eso si:. por Alvarado condecorado. Y
en su compafiia y con la cruz de tener que seguir sus consejos.
Mi buen Buitre Zopilote, para mis desgracias, se habia quedado congelado, completamente mudo, tal vez aterrado.
Nos dirigimos a un local de muy mala reputacion, La Sepultura; donde bebimos pulque y mucho Anis del Mono y
donde encontramos ados gemelas espantosas. Todavia hoy no
entiendo por que viendo tanto horror me entraron ganas de
fornicar. A Alvarado le sucedio lo mismo. Dos mujeres que
eran, como suele decirse, como dos gotas de agua, y yo afiadida que con nuestro esperma ya batido de antemano: asmaticas, groseramente pintadas, garrulas, con olor a ajo y cara de
asco y un acento nasal indecente, trenzas espesas y lazo azul,
bigote negro sobre los labios carmesi. Dos monstruos. Cuando
en un apartado de luces rojas las dejamos jodidas alcanzamos,
con cara de anis y vomitona, la desierta calle. Cristo, que
asco, comento Alvarado. Nos encaminamos a un bar llamado
Pasion, que a Alvarado le traia recuerdos tristes, los de una
novia que le traiciono. Yo me sentia ya muy bebido. El buen
Buitre, como si despertara de un suefio profunda, reaparecio y
dijo: ~Te acuerdas de mi? Una pregunta boba, ingenua, innecesaria. Se habia vuelto torpe mi voz interior, ya no me
protegia. Dormir habia mermado sus facultades. ~Te acuerdas
de mi?, me repitio el Buitre, tonto e irritado, con voz pastosa
y de disco rayado. Pues claro que me acuerdo de ti, me senti
obligado a decide. Alvarado creyo que hablaba con el. ~De
quien te acuerdas tu? ~No sera de mi Marilu?, me pregunto.
Calle. El nombre de Marilu tambien a mi me traia recuerdos
tristes. ~Te acuerdas de mi?, insistio el disco rayado; transformado de repente en una voz que imitaba la de Rosita.
En la puerta del bar Pasion, pagando tranquilamente su
entrada; estaba un hombre de traje blanco y sombrero panama. Esta vision acabo resultando engafiosa. Al acercarme
mas a el, vi que ni el traje era exactamente blanco ni llevaba
panama sino espesa caballera blanca. Me faltaba ya muy poco
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-y la verdad es que en ese momenta fui consciente de ellapara perder los papeles. En cualquier caso, primero los perdio
. Alvarado, que, desde la barra del local, empezo a dar consig-'
nas a la clientela. Frases como estas: Dejadnos vivin>, No
trabajeis nunca, El eter se vende por nada. Le dio luego
por ir dando tumbos por el bar y abofetear a todos los que se
cruzaban con el. No podreis conmigo, deda en su deliria;
Me acompafia Jesucristo. Naturalmente, todo acabo muy
mal para el, que termino inconsciente despues de recibir todo
tipo de golpes y manotazos. Entre dos camareros lo sacaron
del local, lo arrojaron a la calle. Despues vinieron a por mi, y
mis explicaciones si bien no sirvieron de mucho -me obligaron tambien a dejar el bar-, al menos me ahorraron las bofetadas, aunque no los improperios. y a en ra calle, pase por encima del cuerpo ensangrentado del pobre Alvarado, y le arroje
a la cara el medallon de la Virgen de Guadalupe y el alfiler
rojo. Creo que devolverselo fue todo un detalle por mi parte,
Lo digo en serio. Aquel hombre n~ tenia nada mas 'en este
mundo. Enfile un callejon y luego otro, los dos muy sordidos,
-hasta salir a una avenida. El mar me ayudo a orientarme. Carnine durante un buen rato tambaleante, muy despacio, borracho perdido. Cruzando el Zocalo, contento de estar ya a cuatro pasos del hotel, fue cuando me parecio ver lo lejos una
figura tan tambaleante como lamia, pero con la diferencia de
que esa otra persona era, de entre todo el mundo, la menos
parecida a mi. Era -si la vista no volvia a engafiarme- nada
menos que el chulo de Badajoz. Esta vez si que lo es, tenlo
por cierto, me dijo el Buitre Zopilote, despertando de su letargo. Me acerque a la figura tambaleante con la intencion de
comprobar si era cierto que, aunque no llevara panama ni fuera
del brazo de la negra, era el chulo de Badajoz. Creo que me acerque demasiado a d. ~Que miras?, pregunto. Sin el panama
-siempre lo habia visto con el maldito sombrero puesto- era
dificil estar del todo seguro de que fuera el hombre que pensaba, aquel hombre que, como si fuera -tal vez lo era-: Dios,
pareda estar en todas partes, al menos en todas las partes de mi
terebro. ~Que miras?, repitio, y confirme que el tambien
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-~Eres espafiol como yo? Yo soy marino. Por eso llevo gorra, no panama. Y otra cosa: no te entiendo, hijo.
- Tu no eres un marino, eres el chulo de Badajoz y te voy a
matar.
Se rio tanto que hasta pense que el pobre iba a tener alli
mismo un ataque agudo de epilepsia. Le observe con mayor
detenimiento. Sus ufias eran negras y estaban roidas, pero las
falanges, el carpo entero, los fuertes pufios eran mucho mas
poderosos que los mios, quiero dedr que el mio: dos pufios
contra uno, y medio pufio suyo superando con creces al mio.
-Eres gracioso, espafiol-me dijo-, muy gracioso. ~y sabes
que te digo? Me cae bien la gente como tu, la gente que esta
como una cabra y, encima, hebe mas que yo, que bebo mucho,
porque soy marino, y los marinos beben cuando no estan en
alta mar, porque les da miedo el mundo y este Zocalo y todo
lo demas. Yo soy de Castellon de la Plana. Nada de Badajoz,
olvidate de eso. Y de chulo menos. Soy un marino con banderita de Panama.
Esto ultimo, sobre todo, pense que estaba dicho con perversion y guasa. La palabra Panama y el hecho de que fuera el
espafiol crearon las condiciones suficientes para que siguiera
yo sospechando que no me habia equivocado al pensar que
aquella figura tambaleante era el hombre que, por dos veces,
me habia quitado a Rosita.
-Dices banderita de Panama y asi crees que te ries doblemente de mi. ~No es eso? -le dije.
Le entro una risa imparable, pero no fue esta la que dio
alas a la tragedia que se habia puesto silenciosamente en marcha, sino el que poco despues, y ante mi acoso, el me dijera
que, si tanto interes tenia en que lo fuera, inconveniente no
tenia ninguno en reconocer que era el chulo de Badajoz.
-Asi me gusta -le dije al borde del coma etilico-. Que
asumas tus responsabilidades.
- Y perdona -dijo tendiendome la mano, con mirada cordial- si alguna vez te hice alguna putada.
Me veo, unos minutos despues, entrar acompaiiado por el
chulo de Badajoz en La Momia, un restaurante sofisticado,
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-Me dicen -le dije- que fuiste tu quien me empujo a disparar en Dahomey contra aquel tipo que pretendia robarme.
Aunque fue en defensa propia me convertiste en un asesino.
-Si. Fui yo.
Y empujo al suicidio a Antonio, susurro el Buitre Zopilote.
-Me dicen que enviaste fuera del mundo a mi hermano el
escritor.
Dudo unos instantes. Luego dijo:
-Si. Fui yo, que reparto todo tipo de fiebres.
- Y esta claro que fuiste tu el que me dejo arruinado para
siempre en Montecarlo.
- Exacto, exacto.
- Y el que me quito a Rosita.
-Si, sefior.
-Dos veces.
~~Dos veces que?
- Dos veces, pendejo, me la robaste.
-Si, sefior.
- Y una vez me dejaste sin brazos.
-iAlto ahi! Eso noes verdad. Te deje uno. Ala vista esta.
-No creas que vas a seguir riendote de mi.
- Lo mismo te digo -me contesto sonriendo.
- Tu mataste a Maximo, que era mi hermano mas querido
-le dije levantando la voz para que viera que no bromeaba.
-Bueno, ahora escuchame, Fulano, o como te Hames. Tu
estas borracho y yo tambien. Dejemos las cosas para otro momenta. Tengo yo ganas de regresar al barco. Necesito tranquilidad. Y la cama. Este teatro que me estas hacienda empieza a
parecerme pesado. No estoy en Veracruz para. recordar contigo las desgracias de tu vida.
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por que- me recordaba vagamente al peine que le robe a Botero. Se la mostre en la palma de mi unica mano, como ofreciendosela.
-Que revolver mas lindo tienes ahi -comento.
-Concentrate, idiota. Quiero que te des cuenta de lo que
te va a pasar.
-~Me vendes la pistolita? iQue linda!
Eso exaspero definitivamente mis animos. Antes de apretar con verdadera rabia el gatillo, recuerdo que por unos instantes me conmovio la confirmacion mas que rotunda de que
el famoso Dios era solo un pobre diablo, un desgraciado, un
jodido chulo de Badajoz.
-~Me la vendes? -repitio, pero esta vez poniendose pateticamente de rodillas, a un metro escaso de la sucia agua del
puerto.
- Te la regalo si vuelves a decirme que soy manco por la
gracia de Dios y porque a ti siempre te gusto que yo fuera asi.
Anda, guapo, repitelo.
Nunca sabre que quiso entonces decirme. Abrio la boca,
tal vez simplemente para implorarme misericordia. El hecho
es que yo, movido por la impaciencia, no aguarde a ver que
decia. Dispare y cayo al agua como si fuera un saco de patatas.
Unas tristes burbujas insignificantes fueron lo ultimo que vi
de el.
-~Descansaste bien? -me pregunto Pitol a la manana siguiente, en el momento de entrar en la carretera que iba a devolvernos a la casa de Xalapa.
-Tuve una pesadilla -dije-. Mataba aDios, que resultaba
ser un pobre hombre, un chulo de Badajoz. En el momento de
disparar contra el se le poblaron los ojos con millones de luceros y confeso haberse equivocado siempre conmigo. Me ha
sorprendido descubrir que Dios era tan poca cosa.
A Pitol no se le escapaba que yo viajaba con gafas negras y
la resaca mas brutal. Le vi quedarse mirando, unos segundos,
el nublado paisaje, y poco despues le oi decir:
-~Quien puso esa almohada bajo tu cabeza?
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perro que es la muerte misma y me mira. Me aventurare. Escribire, mentire. Tratare de olvidar mi pequefio mundo de
pron6stico grave. Pasare el invierno en esta casa donde todo
sobrevive y yace muerto. Por las naches, como el derrotado
en la vida que soy, saldre a pasear junto a este aburrido mar.
Saldre como salen a la plaza los verdaderos toreros, que salen
muertos y si no no salen. De regreso en casa, fumare a la luz
de la luna de plata de Veracruz. Les voy a con tar mi vida.
Hare que viajen como locos. Pasare los odiosos dias que me
quedan escribiendo la novela de mi vida inventada. ~Acaso la
ambici6n no es el ultimo refugio del fracaso? Escribire, mentire a la luz de la luna de la antigua Villa Rica de la Vera
Cruz, que me hari sefias de plata sabre el muro blanco. Pasare
aqui el invierno, alma en pena con dos estufas, viajando alrededor de mi cuarto. Se van a enterar. Les voy a engafiar a
todos.
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