Lejos de Veracruz

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Enrique Vila-Matas, Lejos de

Veracruz, Barcelona, Anagrama,


1995, 236 pp. Col. Narrativa
Hispnica 177

No todo el mundo sabe que a Veracruz y a sus playas lejanas no pienso en la vida nunca volver. Fui feliz allf, el mes
pasado, en noche de luna llena, en Los Portales, ni antes ni
despues de esa noche, en el ultimo mes de julio de mi juventud. Pero no pienso en la vida nunca volver, pues se muy bien
que la nostalgia de un lugar solo enriquece mientras se conserva como nostalgia, pero su recuperacion significa la
muerte.
Fui a Mexico el mes pasado cuando, encontrandome solo
y dolido en la ciudad de Barcelona, mi desesperacion en el
atico de Sant Gervasi me llevo incluso al extrema de creer
que ofa voces y que los distinguidos huespedes de mi librerfa
se dedicaban a observarme con una ceja alzada y a recomendarme que, dado mi estado de locura por la muerte de mi hermana, abandonara cuanto antes mi soledad y tanto duelo y
viajara.
Recorde entonces que me habfan invitado a Guadalajara,
en Jalisco, para que hablara de mi hermano muerto, y ya no lo
pense dos veces y, al dfa siguiente, escapaba de mi soledad y
duelo. Viaje a Mexico, rendf homenaje a los libros viajeros de
mi hermano Antonio, don Antonio Tenorio, y cuando ya
todo hubo terminado regrese a Ciudad de Mexico en un tren
cargado de botellas de tequila y, dejando atras el bullicio de
Jalisco, ref y bebf como nunca lo habfa hecho, y cante rancheras y hasta dispare -me vendieron un pequefio revolver ne11

.~

gro- al aire siempre sereno de la mananita mexicana, y fui tan


feliz durante el viaje que, al llegar a mi hotel en el Zocalo de
la Ciudad de Mexico, senti que era muy doloroso tener que
volver a Espana. Lo senti asi sobre todo la manana en que
desperte con fuerte resaca en mi cuarto del Hotel Majestic
golpeado por una voz misteriosa que me conminaba a escribir
cuanto antes un relato que habria de llamarse Es que soy de
Veracruz.
Aquel mismo dia partia mi avion hacia Espana, pero decidi prolongar la estancia cuando, casi por azar, alguien me
hablo, largo y tendido, de la ciudad de Xalapa, en el estado de
Veracruz.
Fui a Xalapa como quien va a Comala. Fui a Xalapa porque me dijeron que ahi andaba quedandose a vivir Sergio Pitol, que habia sido un b4en amigo de mi hermano Antonio.
Emprendi en autocar la ruta historica y algo extrana que une
la capital de Mexico con el puerto de Veracruz y que en el pasado sirvio de cordon umbilical entre Mexico y Espana.
Pase todo el trayecto evocando el estilo inconfundible de
Billie Upward, aquel personaje de un cuento de Sergio Pitol,
aquella mujer que escribia relatos venecianos entre las brumas
de la vieja Europa y un aparente hermetismo creado con toda
conciencia para configurar el clima de ambigiiedad necesario
a los sucesos narrados y asi permitirle al lector la posibilidad
de elegir la interpretacion que le fuera mas afin. De ahi que la
narracion de Billie Upward tenga algo de libro de viajes, pero
tambien de novela, de ensayo literario y hasta de dietario.
Pense que nada extrano seria que de forma parecida se estructurara de repente Es que soy de Veracruz, ese enigmatico
texto del que habia empezado por conocer tan solo el titulo,
pero que poco a poco iba llamando cada vez mas a mi puerta
y casi ya parecia estar desplegandose silenciosamente y llegando hasta los ultimos recovecos de mi imaginacion, como si
desde siempre hubiera estado destinado a escribirlo.
Encontre a un Sergio Pitol afectado por el suicidio de mi
hermano Antonio, pero feliz de estar dando los ultimos retoques a su casa nueva, a su vida nueva, lejos ya de Ciudad de

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Mexico, donde se sentia incomodo, instalado por fin en Xalapa, muy cerca de sus origenes, cerca de su familia y dellugar
en e1 que habia nacido y que abandono muy joven para recorrer el mundo.
-Yo si que soy de Veracruz, y tambien tu hermano lo era,
pero tu, amigo, eres, que yo sepa, de Barcelona -me dijo sonriendo cuando le comente .el titulo que me rondaba desde que
la voz anonima del Majestic me lo dictara.
Le explique que en cualquier caso habia algo extrano en
todo aquello, pues si bien, en efecto, eran el y mi hermano
Antonio los que eran de Veracruz, yo, por los motivos que
fuera y que aun no habia descifrado, llevaba dias traspasado
por el enigma aquel de la voz dictadora, que parecia estar empujandome a ir hacia adelante y a visitar el puerto de Veracruz y descubrir de donde realmente yo era.
Hubo tras la entranable cena una prudente retirada a primera hora de la madrugada. En un estado de cierta euforia
etilica desperte, a las pocas horas de dormirme, en mitad de la
noche xalapena, con mi retina alucinada ante la subita y fantasmal aparicion del pico de Orizaba en mi horizonte visual.
No era un sueno, tampoco una estricta realidad, tal vez una
simple alucinacion. Ante mi, en el recoleto cuarto de la Posada del Cafeto, estaba el Orizaba, alta montana de nieves
eternas en su cumbre de real ensueno. Fuera llovia. Me dije:
Mira, Enrique, es mejor que pienses que todo esto es verdad.
La lluvia se tensaba como las cuerdas de un arpa y, al igual
que en un poema de Derek Walcott, era como si yo estuviera
regresando al origen de todo, y un hombre con los ojos nublados tocara esa lluvia con sus dedos y tanera el primer verso de
la Odisea. Pense en los miembros de la tribu massai, que de
vez en cuando le pedian a Isak Dinesen que hablara como la
lluvia, es decir, hacienda rimas, que ellos desconocian. Pense
en el Genesis y en los origenes cristianos de la lluvia y del
vino y me acorde de Noe, el primer borracho.
Sintiendome Noe en Mexico, sospechando que en America sobrevivia la musica que acompano al origen de los tiempos, me quede alli escuchando de la lluvia su rumor antiguo,

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alla en la Posada del Cafeto, prestando atenci6n maxima a esa


maravilla que es el chipichipi, tierno y casi ridiculo nombre local para lluvia tan soberbia y tan tensada. El agua de la noche
y el arpa y aquella imagen de cumbre nevada en mi retina de
alcohol y duermevela tenian tal fuerza que al poco tiempo parecian estar abriendome la gran puerta de la narraci6n, y era
como si Es que soy de Veracruz estuviera ya escandiendose
ante mi para confirmarme que, en efecto, desde siempre yo
habia estado destinado a escribirla.
Al alba ces6 la lluvia y todo qued6 en misterioso silencio y
pense en la triste travesia de nuestro siglo en busca de un silencio litoral sin pajaros. Todavia me seguia pareciendo sorprendente que yo, que me habia pasado toda la vida huyendo
como de la peste de lo que fuera artistico, pensara de pronto
en terminos tan literarios. Porque al pensar en ese silencio de
nuestro siglo me acorde del maldito Beckett y de su intento de
conducir la literatura a una turbia taberna irlandesa frecuentada por escritores mudos.
-Que horror -dije para mien voz alta-. Aunque hay que
reconocer que Beckett actuaba con lucidez al querer conducirnos al silencio. jPero caramba! Yo, por ejemplo, quiero escribir. jYo quiero escribir Es que soy de Veracruz! Y, ademas, me
gustaria demostrar que aun se puede ser original.
Al mediodia deje de hablar solo. Volvia a estar junto a Sergio Pitol. Dejando atras las lluviosas colinas de Xalapa, y por
una hermosa carretera de cafetales, descendimos hacia el mar,
hacia el puerto de Veracruz. Yo viajaba en silencio, con emoci6n contenida, pronunciando en secreta aquel nombre que
por si solo embrujaba todos mis sentidos: Veracruz.
Visitamos en sus afueras la bella Antigua, el lugar donde
desembarcara Hernan Cortes al llegar a la exuberante Mexico
y donde se produjo el famoso episodio -quedan, y emociona
verlas, las anclas todavia- de la quema de sus propias naves:
quema que no fue tal, ya que en realidad se limit6 a barrenarlas.
Era una historia que yo recordaba como un conjunto de
frases t6picas, ligadas al aburrimiento de un texto escolar que

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habia que memorizar con monotonia de lluvia en los cristales


de los dias franquistas.
Pero estar en ellugar de los hechos me abri6 los ojos y me
llev6 a comprender el significado terrible, exacto y fascinante
de aquel episodio por el cual -nadie como ellos ha hecho en
toda la historia un viaje tan apasionante como el suyo, avanzando hacia Tenochtitlan sin saber que iban a encontrar realmente alli- los soldados de Cortes vieronse de pronto a solas
consigo mismos. Avanzar o morir, solo tenian ante ellos una
de esas dos opciones. Jamas volvera a existir un viaje igual,
fue el viaje por excelencia.
Tal vez fuera por la belleza extrema de Antigua -con sus
asombrosos arboles milenarios, cuyas rakes, como si de una
venganza del tiempo se tratara, trepan como enredaderas por
las ruinosas paredes del que fuera la primera fortaleza de Cortes-, pero lo cierto es que no tarde nada en preguntarme sino
estaria yo tambien en aquel preciso instante cortando amarras
con mi pasado y con mi propia tierra a medida que me acercaba al puerto de Veracruz.
De pronto, a solas conmigo mismo -como un soldado de
esa batalla perdida que era ya mi vida-, me senti como un bajel que a partir de entonces fuera a deslizarse Mexico adentro
surcando las aguas de un inmenso silencio concentrado en si
mismo. A solas. Conmigo mismo. En Veracruz. Donde los nifios, en las ruinas de la bella Antigua, no creian en el aguafiestas del irlandes Beckett y por unas monedas rompian el silencio litoral relatando, en clave disparatada y tropical, la mas
infantil y delirante historia de la quema de las naves.
Despues, entramos por fin en el puerto de Veracruz, ellugar en el que, perdidos y perplejos, desembarcaron mis padres
y tantos otros espafioles al final de la Guerra Civil, el puerto
de la pelicula de Sarita Montiel, el puerto de mi imaginaci6n
y vida.
Recuerdo que habia verdadera magia en un ambiente loco
de marimbas y frenesi de puro habano cuando cruzamos lentamente el Z6calo y nos sentamos en Los Portales, en uno de
los bares donde se sienta todo el mundo en Veracruz, y alli

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bebimos algo inolvidable mientras se sucedian, una tras otra,


bandas musicales que acabaron por cantarnos las obras completas (y otros cuentos) de don Agustin Lara. Cuando tan genial repertorio se agoto, una mujer que habia aguardado su
turno con singular paciencia en el mas remota de los portales,
se acerco con una gigantesca arpa y, tensando las cuerdas
como si fueran pura lluvia y chipichipi, canto a un ritmo endiablado La Bamba. Bamba, la bamba, la bamba. Asombrados
y aun no repuestos de tanta velocidad, vimos como un enano,
agitando una campanilla de bronce, susurraba Mar{a bonita en
ingles. Se anadio otro loco a la fiesta. Con un bucle horizontal
sobre la frente enrollado y con vozarron comatose, el loco me
espeto al oido:
- Y me muero por volver.
Para entonces mis ojos en Los Portales ya eran un inmensa zocalo de curiosidad dominguera y no tardaron en ser
una fiesta total. Senti que el momenta era unico. Senti lo que
habian sentido otros muchos antes que yo. Senti que no era
original. Despues de todo, escribio Pessoa, la mejor manera
de viajar es sentir. Cuanto mas sienta, cuanto mas sienta yo
como varias personas, cuantas mas personalidades tenga,
cuanto mas intensa, estridentemente las tenga ...
Fue uno de los escasos mementos felices de mi vida. Parque de pronto, hundiendo peligrosamente mi mirada en los
detalles mas infimos de aquella gran fiesta de Los Portales,
broto en mi ese momenta inigualable en el que sentimos que
formamos parte del mundo y que tenemos algo que expresar
por mucho que sepamos que ha sido ya expresado muchas veces antes. Sabemos que es asi, pero nos da igual. Porque, en
mementos como ese, uno no calla. Al diablo con Beckett.
Bamba, la bamba, la bamba. Y brota la palabra. Y uno habla,
piensa que aquello lo ha de escribir, canta, le comunica a Sergio Pitol que la amargura por la muerte del hermano no empana que se sienta muy feliz alli en Los Portales, en Veracruz.
En mementos como ese, uno se entrega a sensaciones sabidas
y simples. Y poco importa, senores, no ser original. Porque
uno siente la vida, el amor y la muerte, las marimbas y el reloj

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puntual y eterno del Caribe al atardecer. Uno percibe su propia nulidad, tambien su grandeza. Uno siente en definitiva lo
que otros muchos ya sintieron antes. Despues de todo, la mejar manera de viajar es sentir. Uno se diluye feliz y barrena las
naves. Y vive a partir de entonces, en comun con tanto pobre
mortal, el ruido y la furia de todas las almas de Los Portales.
Uno sonrie y enciende un habano y poco importa entonces no
ser original, senores, si uno ya es de Veracruz.

Una ligera neblina nocturna ha empezado a extenderse


por S'Estanyol de Migjorn, aqui al sur de la isla de Mallorca.
Me he pasado el dia celebrando que haya sido capaz, a primeras horas de esta manana, de escribir de un solo tiron Es
que soy de Veracruz, inaugurando asi este cuaderno que contiene tres divertidos tucanes en su portada y que adquiri, el
mes pasado en Mexico, en el ultimo viaje de mi vida.
Estoy pasando agosto en una modesta casa alquilada, aqui
al sur de esta isla. Buscaba para pasar este mes el ultimo rincon del mundo, y creo que lo he encontrado. Marta, la viuda
de Antonio, que es mallorquina, me recomendo este sitio despues de que le insisti mucho en que me buscara un lugar horrible, infame. Creo que acerto plenamente en su recomendacion.
Me he pasado el dia celebrando que haya sido capaz de relatar mi experiencia en los Portales de Veracruz e inaugurar
este cuaderno. Todo ha empezado cuando, a primeras horas
de esta manana, estaba yo desayunando en la terraza que da al
Paseo del Mar, escuchando distraidamente la radio. No se
quien dijo que vivimos de un modo parecido a como escuchamos la radio: esperando la siguiente cancion, la cancion que
nos cambie un poco, si no la vida, la manana. Pero yo la vetdad es que esta manana no esperaba nada. Amodorrado, me
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dedicaba simplemente a esquivar una amenazante abeja y a


hundir de vez en cuando mi mirada en las tostadas que habia
untado de miel y mantequilla. No esperaba nada, estaba tan
solo entretenido en esas tonterias cuando de pronto ha sonado
en la radio, interpretada por La V oz de Chiapas, una version
algo desaforada de Veracruz (yo naci con la luna de plata ... ),
y entonces, movido por misteriosos resortes, me he puesto a
corear, repentinamente feliz, la cancion: Veracruz. Son tus
playas diluvio de estrellas, palmera y mujer. AlgU.n dia hasta
tus playas lejanas tendre que volver...
Concluido ese interesante memento, me ha parecido comprender el mensaje que se escondia detras de el y he recordado que el mes pasado en Veracruz yo adquiri este cuaderno
de los tres tucanes con la intencion de llenarlo de palabras y
demostrarme a mi mismo que, tras estos dos ultimos anos de
tan intensas lecturas y profunda estudio, yo era perfectamente
capaz de escribir lo que se me ocurriera, hasta de escribir libros como mi difunto hermano Antonio.
He rescatado del fondo de una de mis maletas el cuaderno, lo he abierto por la primera pagina y, sin titubear,
he escrito la que es, para mi, una verdad muy grande: que al
puerto de Veracruz y a sus playas lejanas no pienso en la vida
nunca volver. Y eso a pesar de que fui feliz alli, el mes pasado, en una noche de luna llena en Los Portales. He escrito
esto, y luego he proseguido sin mas problemas y he redactado
de un solo tiron Es que soy de Veracruz, y creo que lo he heche parodiando, con bastante acierto, el celebrado estilo de
mi famoso hermano Antonio, que solia convertir en pequenas
obras maestras esos retratos de mementos, de los que era un
consumado especialista: ese tipo de dibujo literario que consiste en relates de instantes de deslumbramiento, de mementos en que nace un pensamiento, de una manera sinuosa, de
una forma inesperada, en una relacion muy estrecha con contenidos casuales procedentes del ambiente.
Al terminar la redaccion de ese retrato de un memento
,.-mi descubrimiento en el ambiente festive de Los Portales de
que no es ningU.n drama no ser original-, mi euforia ha sido

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tan grande que he dado unos pasos de baile y, cuando han


aparecido mis vecinos y me han preguntado si me apetecia
acompanarles al mercado de los viernes de Sineu, he dado un
brinco de alegria y me he dedicado a celebrar, a partir de ese
memento y durante todo el dia, el que una cancion de la ra~
clio hubiera sido capaz de cambiarme ya no la manana, sino la
vida entera.
Mis vecinos son una familia completa de Felanitx. Ignore
por que digo lode completa. Tal v~z es porque parece no faltl:lrles nada, nada de felicidad, por ejemplo. El padre es un afable dentista, y la madre es una senora de cierto temperamento
y bastante gorda. Tienen dos hijas. Una muy guapa de quince
anos llamada Clarita. La otra solo tiene cinco y su nombre es
Berta, sin diminutive. A Berta le regale ayer un flotador rosa,
y eso sin duda ha mejorado mi relacion con los vecinos. Me
conviene estar bien con ellos, porque asi no estoy tan solo.
Ademas, las dos casas estan una muy al lado de la otra.
Cuando salimos a nuestras respectivas terrazas, parece que vivamos juntos. Por suerte no tengo mas vecinos, porque en la
otra vieja casa adosada a la mia solo se mueven las cortinas de
la entrada y, aunque parece abierta al visitante, en realidad es
una casa abandonada en la que, de noche, se oye correr por
ella a mas de un fantasma.
Estaba yo tan contento esta manana que, cuando he subido al coche de la familia de Felanitx, casi les he ordenado
que pusieran en la radio-cassette la banda original de la pelicula Danz6n, una historia de amor y de soledades que transcurre en Veracruz, la ciudad a la que, en vista de que no me acaban de convencer, por un motive u otro, ninguno de los
muchos lugares que he ido visitando a lo largo de mi lamentable y ya clausurada vida viajera, he elegido caprlchosamente
como mi lugar preferido y centro absolute de toda mi nostalgia: una eleccion que es caprichosa pero que entiendo debo
hacer, ya que si quiero ser como todos esos escritores tristes y
elegantes que tanto me gustan, necesito forzosamente contar
con algU.n interesante sentimiento de nostalgia hacia algo o alguien.

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Pero ya digo, la eleccion de Veracruz es caprichosa. Parque tampoco es que ese puerto me convenza tanto, ni mucho
menos. Es cierto que hubo momentos festivos en Los Portales, pero tambien lo es que, unas horas mas tarde y tras acompafiar a Sergio Pitol al hotel, inicie un descenso a los infiernos
cuando me perdi en 1a noche y sucedio todo aquello tan desagradable con aquel individuo al que confundi con Dios.
Como lo he perdido todo y no tengo nada en este mundo,
tener nostalgia -aunque sea impostada- es de las pocas casas
-la escritura en este cuaderno de los tres tucanes es otra- que
todavia se encuentran a mi alcan~e. Alga de esto iba yo diciendome esta mafiana en el cache de mis vecinos, camino
del m:ercado de los viernes de Sineu, mientras escuchaba con
cierta amargura la letra de una cancion que me traia el dolorosa recuerdo del pasado: Viajera, que vas por cielo y por
mar, dejando en los corazones latir de pasion, vibrar de cancion, y luego mil decepciones. A mi me taco quererte tambien, besarte y despues perderte...
Al final de la cancion, cuando el cantante pide a la viajera
que regrese con el y no rompa ya mas corazones, he preguntado a la familia de Felanitx, con los ojos alga nublados por
las muchas heridas insensatas de la vida, si conocian Mexico.
Se ha apresurado a responderme la madre diciendo que tan
solo por el cine, por las peliculas de Cantinflas.
Esta simple respuesta escondia en realidad la maliciosa
idea de dejarme relajado, sintiendo ternura por la simploneria
de la familia. La madre ha buscado que yo me confiara para
sorprenderme de pronto con una pregunta a boca de jarro:
-Pero digame, y perdone por la curiosidad. Pero que hace
un joven como usted, un joven de veinticinco afios tan agraciado, encerrado todo el dia solo en una casa y en un pueblo,
ademas, tan aburrido como S'Estanyol.
Ayer ella quiso saber mi edad y me quite dos afios. Me he
alegrado, al menos, de haberla engafiado. Me he preguntado
por que me llamaba agraciado cuando casi podia pensarse que
se burlaba de mi, pues no creo que de ninglin manco pueda
decirse que es precisamente una persona agraciada.

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Mientras yo no salia de mi sorpresa, la hija mayor, la


guapa Clarita -ojos verdes y mirada serena-, le ha reprochado
a su madre la falta de discrecion. He aprovechado para pensar
mi respuesta.
-Perdone usted -he dicho finalmente-, pero yo no tengo
nada de joven. Soy tan solo un viejo y triste manco.
Se ha creado un ambiente de consternacion general. El
dentista parecia sufrir ante el rumba de los acontecimientos.
Ha habido un largo silencio, como si' todos anduvieran dando
vueltas a lo que les habia dicho.
-Ande, haga el favor de no decir tonterias -ha terminado
por comentar la madre mientras el dentista, visiblemente nervioso, abria el aire acondicionado del cache.
Ha acudido entonces en auxilio de todos la Danzonera Dimas de los Hermanos Perez, que ha comenzado a abordar con
maestria una version muy triste de la ya de por si triste Ltigrimas negras. La musica y el aire acondicionado, al ir aislandonos de la realidad y del calor que reinaba fuera, ha provocado
que al pasar por un pueblo, como todos desierto a esa hora,
nos hayamos lanzado a perseguir, con la retina helada y como
en un suefio que no c~nociera final, la estela de. un descapotable blanco en el que viajaban cuatro jovencitas de aire islefio
-salvo la conductora, las otras tres de pie y bien euforicasbailando unas rumbas, que se han mezclado con nuestra musica mexicana cuando hemos bajado las ventanillas del cache
para preguntarles adonde iban tan contentas.
-iAl mercat de Sineu! -nos han gritado, y han seguido bailando sus rumbas, de pie sabre el descapotable, en magnifico
espectaculo matinal.
lban salu:dando a todos los caches o personas con las que
se cruzaban, lo que las ha llevado, en su irreflexiva euforia incontenible, a saludar y mandar todo tipo de besos a un cache
funerario con un ataud negro dentro, aparcado junto a un
conjunto de cactus en media mismo de la plaza de uno de esos
pueblos desiertos par los que hemos ido pasando.
-iTambien nosotros vamos a Sineu! -les hemos gritado,
pero no nos han oido, pues todavia estaban asustadas de haber

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mandado tantos besos a aquella funebre estampa de sol y


muerte: aquella imagen, en el fonda tan mexicana, de ataud
y mediodia, que me ha traido el recuerdo dormido de otra
estampa y de otro descapotable blanco, entrevisto en un
sueno reciente en el que yo conduda cerca del lago de Patzcuaro, en Michoacan, donde no he estad6, por cierto, nunca:
habiendo bebido mucho Xicotenctal seguia media enloquecido a unos autobuses que, zumbando en media de las tolvaneras, circulaban con temblorosos muchachos de pie en su
parte trasera, jovenes tristes con lagrimas y rostros negros
protegidos por trapos blancos y velos rosados contra el polvo
del camino, asidos a la muerte, que tanto se confunde con la
vida en Mexico.
Y en Mexico pareda que estuvieramos cuando hemos
llegado al mercado de los viernes de Sineu, una vieja poblacion con castillo, antano capital del reino de la isla de Mallorca.
Me ha sorprendido, de entrada, ver un puesto de venta
de pajaros exoticos. Inmediatamente despues, dejando atras
las sorprendentes cacatuas y las araraunas, me ha llamado la
atencion la abundante presencia de vendedores negros -he
recordado aquel hotel de Paris donde yo era el unico blanco-, pero lo que mas me ha sorprendido ha sido esa pareja
feliz que, acompanada de un magnetofono, bailaba Jarabe
Tapatio al pie del castillo.
Todavia no repuestos de tantas sorpresas, la familia de
Felanitx y yo hemos recorrido, algo pensativos y silenciosos,
los puestos de venta, y ha sido en uno de ellos donde el senor dentista ha comprado, a gran velocidad y con la seriedad
y seguridad del que sabe muy bien lo que compra, varios
trinxets, cuchillos en forma de luna menguante y para campesinos mallorquines, todavia hoy de fabricacion artesanal.
Uno de ellos lo estoy contemplando ahara mientras escribo
que lo contemplo y me digo que posee una forma parecida a
la luna de hoy.
Bajo esa luna de plata -yo nad con ella en Veracruzvuelvo ahara al mercado de Sineu y al momenta en que,

22

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ante el regalo del senor dentista, he comenzado a buscar a


mi alrededor alglin posible obsequio para la familia completa
de Felanitx. Si cerca no habia nada realmente interesante, a
lo lejos me ha parecido ver un puesto de venta en el que,
colgadas de perchas de colores, habia todo tipo de blusas con
abalorios, blusas mexicanas. He dudado de que estuviera
viendo lo que veia, pero al acercarnos mas al puesto de ventas he podido comprobar que no solo las blusas eran mexicanas sino que todo lo que alli se vendia lo era: guitarras de
Parocho, pinatas, caretas de jaguar, jarapas, sombreros de mariachi, rebozos, cuencas de calabaza vaciada y esterillas rajas.
He mexicanizado a la familia del dentista de Felanitx.
Una blusa para la guapa Clarita, un cuenca vado para la madre de las preguntas indiscretas, sombrero y pinata para el
padre, dos caretas de jaguar para la nina. Me he preguntado
como habria retratado ese momenta mi hermano Antonio, y
me he dicho que sin duda habria recurrido a ese truco tan
suyo -copiado por cierto de Gombrowicz- consistente muchas veces en mezclar los hechos narratives con un tema cercano al ensayo literario y, valiendose de su nada desdenable
imaginacion y tambien de su capacidad para la asociacion delirante y gratuita entre las casas mas dispares, resolver el
texto con un pensamiento final, que en ocasiones era muy
brillante e inteligente pero en otras, todo sea dicho, escandalosamente superficial.
En el caso del paseo por el mercado de Sineu de esta manana, no habria sido extrano que hubiera dicho, por ejemplo,
que, camino de esa historica poblacion, no hada mas que interrogarse acerca de la interesante cuestion del ansia obsesiva
de los escritores por el reconocimiento y el aplauso. Este tema
guarda escasa relacion, por no decir ninguna, con el hecho
de que el dentista me haya regalado ese fascinante cuchillo
en forma de hoz minuscula llamado trinxet. No la guarda y
sin embargo mi hermano habria sabido encontrarsela. Segura. Habria mezclado en la misma coctelera ambos temas,
el en:sayistico -lo del reconocimiento y el aplauso- con lo estrictamente narrative -el viaje, el regalo del cuchillo, el mer-

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cado, etcetera-, y habria terminado por obtener uno de esos


retratos de mementos tan celebrados, relatos de instantes de
deslumbramiento o de subita revelacion, de mementos en
que, de una manera muy sinuosa o inesperada, nace un pensamien!to en relacion con el ambiente que 1o rodea.
.
A veces esto le salia a las mil maravillas, pero en otras se
le iba mucho la mano. Creo que son los inconvenientes de poseer una imaginacion excesiva que en ocasiones el no sabia
controlar, pues nunca se distinguio precisamente por saber
apretarles el cinturon a sus fantasias desbocadas. La prueba,
sin ir mas lejos, esta en ese dia en que, dejando a un lado el
mas elemental sentido del ridicule, concluyo uno de esos fragmentos de los que estaban constituidos sus libros de viajes diciendo que su alma, en la gris luminosidad, habia ido apagandose hasta quedar reducida a una palida tira amarilla en el gris
poniente ...
jMi hermano! A veces escribia grandes tonterias. Yo, que
tanto he viajado, me apiado de la causa por la que el, como
escritor, en muchas ocasiones se veia obligado a confiar exclusivamente en su imaginacion a la hora de escribir sabre viajes.
No tengo mas remedio que sentir ternura por ely apiadarme
de que hubiera escrito tantos libros de viajes sin haberse movido nunca de su casa.
jMi hermano! Como no habia vista mundo -el decia que
ni falta que le hacia, y ponia como ejemplo al escritor Karl
May, otro viajero impostado-, se veia obligado a recurrir a su
imaginacion -el decia que con mucho placer y gusto-, pero
esta le jugaba muy malas pasadas, que sus lectores le perdonaban porque encontraban que ahi estaba su gracia y tambien
porque simplemente le adoraban. Suerte tenia de eso. jMi hermana! Nadie ha espiado tanto su alma -jura que no era ni
mucho menos esa palida tira amarilla en el gris ponienteni hundido tan peligrosamente su mirada en el como lo hice
yo siempre que pude y a lo largo de tanto tiempo.
Llegue a conocerle a fonda y, ahara que me doy cuenta,
en realidad si yo quisiera hasta podria ser el. Despues de todo,
ya lo he sido, y bien que me gusto. Y a lo fui, con su permiso,

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en Teruel, hace dos afios, en aquella alucinante final regional


del premia literario de esa revista femenina que desde entonces adoro.
De quererlo, yo podria ser mi hermano. Siempre nos hemas parecido mucho fisicamente. Ademas, despues de todo,
~acaso no escribio Antonio, poco antes de suicidarse, en esas
primeras y unicas lineas que dejo de El descenso, su novela
frustrada: A lo largo de mi vida he vivido las casas como si
lo que me sucede le. estuviera ocurtiendo a otro, que soy y
no soy yo? ~Acaso no escribio eso? Fueron, junto a una cita
de William Carlos Williams, las unicas lineas que dejo de esa
novela en la que el proyectaba alejarse, por primera vez, de
los libros de viaje que le habian dado tanta fama y contar la
historia de la familia Tenorio al tiempo que reflexionaba en
torno al fin de la juventud y el inicio del descenso en el camino de su vida. De ahi la cita de William Carlos Williams,
que debia abrir el libra que nunca escribio: El descenso seduce I como sedujo el ascenso. I Nunca la derrota es solo
derrota pues I el mundo que abre es siempre un paraje I antes insospechado.
De quererlo, yo podria ser mi hermano. Siempre nos hemas parecido mucho fisicamente. Ademas, despues de todo,
~acaso no soy, desde hace unas horas, de Veracruz?
Pero en fin, vuelvo a Sineu y al momenta en que he mexicanizado a la familia de Felanitx y esta, agradecida conmigo,
me ha invitado a almorzar a un celler de Petra, una localidad
vecina a Sineu y cuna de fray Junipero Serra, el fundador de
California y evangelizador de la Sierra Gorda de Mexico. Hemas visitado su casa-museo, hemos comprado una guia de
viaje para quien desde esta isla se proponga marchar a Mexico
para visitar las misiones que el fundara en Queretaro, hemos
comido el mejor frit de la isla, lo hemos regado con Coronitas
bien heladas, hemos silbado unas rancheras, hemos elogiado
la belleza del Jarabe Tapatio, hemos entrada ya en la esfera
del suefio cuando un vecino de mesa nos ha preguntado si
compartiamos con el su entusiasmo por las sopas de lima y la
cochinita pibil.

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De los Tenorio solo quedo yo.


De los tres el unico que sobrevive soy yo, que si hasta
hace tan solo dos afios me distinguf siempre de ellos por tni
empefio idiota en que mi obra maestra fuera mi propia vida,
hoy, cuando eso lo veo del todo imposible, hoy, cuando de
los tres hermanos solo quedo yo, siento la necesidad de prometerme a mf mismo que, sin salir nunca del ambito privado
y secreto de este cuaderno, intentare prolongar a mi manera la
obra literaria de mi hermano mayor -del tan celebrado Antonio Tenorio, escritor- continuando ese libro, El descenso, que
el habia iniciado horas antes de matarse por mano propia, por
discrepar -seglin deja escrito en carta p6stuma- de esa idea
tan vulgar como socorrida de que lo mas sensato que un
hombre puede hacer en la vida es aceptar que ha llegado la
hora del descenso y dedicarse noblemente a envejecer.
~De que trataba El descenso? De nosotros, de los Tenorio.
Queria darnos el rango de los Baroja. Yo escribire secretamente esa novela por el. jMi pobre Antonio! Se suicide porque le asustaba la idea de envejecer, pero yo en cambio si que
estoy mas que dispuesto -y de hecho ya he empezado- a entrar sin el menor miedo en ese proceso de sensatez que consiste en dejar, por ejemplo, de hacer el idiota por una o varias
mujeres y dedicarse, ya de una vez por todas, le)os de la extrafia mentalidad de las mulatas, a la dignisima tarea de envejecer, que a mi me parece, hoy, aqui, frente al mar, en S'Estanyol de Migjorn, la actividad mas razonable, la mas sensata de
todas, la que mas me recuerda a la tarea de escribir.
Despues de todo, eso ya lo dijo en cierta ocasi6n -como
de pasada, pero lo innegable es que lo dijo- el propio Antonio
cuando en su primer libro, Cuando Cuba era un gran cabaret,
escribi6 que literatura y senilidad se parecian mucho, pues

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ambas tenian la ventaja de situarse fuera del obsceno juego de


la Hamada realidad -eso que, por ejemplo, llamamos la lucha
por la vida- y eran, ademas, el refugio ideal para protegerse
de las heridas insensatas y de los golpes absurdos que la horrenda vida autentica -asi .la calific6 entonces el- nos prop ina cruelmente en e1 momento de su transcurrir.
Eso deda Antonio en su primer libro. Y como yo, tanto si
el creia en eso como si lo escribi6 -practica muy habitual en
el- para hacerse e1 interesante, juzgo desde hace dos afios muy
aceptable esa comparaci6n entre vejez y literatura, y como sea
que, ademas, la muerte de Antonio me concede una ultima
oportunidad para encontrar un refugio donde poder protegerme de la maldita y horrenda vida verdadera, me dispongo
ahora, sin ya mas vacilaciones y fascinado y hasta esclavizado
por mi repentina vocaci6n -16gica, por otra parte, si se piensa
que no tengo nada mas a mi alcance, no tengo donde caerme
muerto-, a prolongar secretamente su obra, a escribir por el
esa novela sobre nosotros, los Tenorio.
Me digo todo esto y sonrio si pienso que hasta hace tan
solo dos afios ser escritor me parecia la ocupaci6n mas ridicula y polvorienta del mundo, pues la veia como dice veda
Juan Villoro -en estos dos ultii:nos afios he pasado de ser alguien que detestaba los libros a leer un promedio de tres al
dia y a memorizar todo tipo de citas- cuando afirma ir6nicamente que la palabra escritor huele a pipa apagada, apotegmas de dispeptico, edici6n intonsa, declo ensalivado y pantuflas rancias.
De los Tenorio solo quedo yo, el mas joven -aunque esta
palabra no es para mi apropiada, pues me he convertido en
un pobre viejo manco-, el unico que huia despavorido.siempre de la cultura, el mismo que desde hoy y con pipa apagada de escritor recien estrenado asume la responsabilidad de
hacer progresar en secreto -elevando, si se tercia, incluso su
niveh- la obra de su hermano Antonio, suicidado a causa del
temblor de espanto que le produjo la septima arruga seria
que viera aparecer en su rostro antafio tan alegre y optimista
y causa principal del enamoramiento que hacia el sinti6 la

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aquel dia en el que el desgraciado -no hay otro nombre para


calificarle- de nuestro padre decidio tamar cartas en el asunto
y contrato a la hija de un empleado de su inmobiliaria -ese
negocio familiar en el que Antonio y yo trabajabamos, lo que
a veces nos parecia un castigo por ser, a diferencia de Maximo, normales- para que se fingiera enamorada del joven
apocado y ocioso y tratara de devolverle la confianza en si
mismo,. resucitando en el cierta virilidad y donjuanismo totalmente sepultados -en palabras de nuestro padre-, asi
como cierta seguridad y arrogancia que tanto habian caracterizado a la familia Tenorio.
Siempre me he dicho -y ahara me complazco en escribirlo
mientras escucho como se acuestan ya mis vecinos, imagino
que rodeados de todos sus regalos mexicanos- que nuestro padre era un verdadero irresponsable. La prueba maxima no es
haberle puesto Maximo a. mi hermano. La prueba maxima
creo tenerla en su caprichosa conducta hacia nuestra madre,
con la que cesarian todo tipo de disputas matrimoniales al
poco de nacer su segundo hijo, pero se recrudecerian, al parecer con especial violencia y sin que se hayan conocido nunca
los motivos de lo que debio de ser tan solo un capricho por su
parte, dos meses antes de que yo viniera al mundo y mi madre
muriera en ese tragico parto, lo que siempre me ha hecho
pensar que es algo que mi padre agradecio, pues tuvo el detalle de bautizarme con el nombre normal de Enrique y jamas
me dedico ese odio casi extrema -~acaso quiso agradecerme
que hubiera muerto mi madre?- que parecia reservar solo
para el fragil Maximo.
jEl pobre Maximo! ~Como puede adquirir seguridad en la
vida un joven, ya de por si triste y apocado, que descubre, un
dia y como en un mal sueiio, que la joven que dice de el estar
enamorada ha sido comprada por su padre para que le diga
eso?
Destrozado, convertido en un timido sumamente raro y en
un tragico muy apocado, el pobre Maximo, al descubrir que
no podia ser feliz, decidio probar a ser un genio encerrandose
en el atico del inmueble de Sant Gervasi: un pequefio estudio
30

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que, por circunstancias de la vida, es ahara mi odiado domicilio en Barcelona. Alli se dedico a pintar y a tratar de alcanzar
la indiferencia hacia el mundo, es decir, una serenidad capaz.
de cicatrizarle el desgarramiento producido en su, ya de por si
fragil, capacidad de existencia.
Todo el dia lo pasaba encerrado pintando, apenas salia del
inmueble ni veia a nadie. Pintando, al principia, sus recuerdos
mas queridos y brillantes de la infancia, es decir; imagenes de
aquellos dias de verano en los que, en la casa de Platja d' Aro,
se dedicaba a traves de un teatro de marionetas a improvisar,
a inventar historias ante un publico que parecia intuir en el
cierta genialidad.
Se vuelcan todas las esperanzas en el deseado hijo mayor,
en el heredero, mientras que al segundo hijo se le concede
menos atencion cuando no directamente se le ignora o hasta
maltrata con fruicion. Esta fue siempre la interpretacion que
daba Antonio cuando reflexionaba acerca del odio que hacia
Maximo mostraba, tan a menudo y de forma tan visible, nuestro padre.
A Antonio siempre le gusto hablar con sentido comun.
Antonio siempre lo tuvo mas que yo, pero nunca se lo envidie, y menos aun se lo envidio ahara, porque hoy puede verse
que tanto sentido comun en realidad no le condujo mas que a
esa nota final en la que, antes de arrojarse por la ventana del
tercer piso de Sant Gervasi, decia que discrepaba, aunque solo
fuera ya a ultim~ hora, de esa idea tan vulgar y socorrida de
que lo mas sensato que puede un hombre hacer en esta vida
es aceptar que le ha llegado la hora del descenso y dedicarse
con dignidad a envejecer.
jPobre Antonio! No sabia que el sentido comun solo lleva
al suicidio. U n suicidio que a mi me ha afectado mucho y que,
ademas, para colma tiene algo de penoso y sabre todo de ridicule, pues para huir del descenso en la vida se arrojo al vacio
desde su ventana iniciando un descenso menos deseable del
que iba a tocarle hacer en el caso de que hubiera aceptado el
desafio de escribir este libra que, en un intento de prolongar
su vida mas alla de la muerte, ahara escribo yo.
31

jPobre Antonio! No sabia que el sentido comun s6lo conduce al suicidio. Yo prefiero ser un muerto en vida. Y prolangar la suya a traves de este cuaderno de los tres tucanes, escribiendo en secreta desde este lugar horrible, el ultimo rincon
del mundo y el mas penoso de los refugios que he podido encontrar yo: el derrotado en la vida.
jPobre Antonio! Siempre quiso mucho a Maximo, pero comenz6 a ponerse muy nervioso el dia en que vio que este habia decidido convertirse en un genio y que esto, ademas, podia perfectamente acabar siendo una realidad. Tard6 en ver el
peligro, de todos modos. Y es que Maximo, en los primeros
meses de su drastico encierro, se dedic6 a pintar, tras ago'tar
todos sus recuerdos de infancia, las mas horrendas gitanas,
imitando con escaso garbo, y por tanto sin genio alguno, el
arte de Romero de Torres.
Pero trabaj6 Maximo con tal tes6n y constancia -por no
hablar de su obsesi6n en dejar en ridicule ante toda la humanidad la figura de un padre que no estaba a la altura de aquel
hijo genial- que termin6 por adquirir cierta tecnica con los
pinceles y pas6 a pintar una excelertte serie de retablos muy
originales en torno a lo que el llamaba sus <<novias inventadas.
Recuerdo c6mo Antonio y yo ibamos creciendo dia a dia
en admiraci6n y asombro cada vez que nos decidiamos a visitarle en ese luminoso estudio del inmueble de Sant Gervasi al
que, al poco de nacer yo, se habia trasladado la familia Tenorio, compuesta s6lo por hombres, es decir, por el desgraciado
de nuestro padre y sus tres hijos, no menos desgraciados en el
fondo, huerfanos de madre, pues esta -ya lo he escrito antes,
pero no estari de mas que lo repita, como si de un castigo escolar se tratara y asi ir quitandome sentimiento de culpa- muri6 cuando yo vine al mundo.
De mi madre muerta me quedan hoy, como recuerdos
esenciales, unas viejas y alegres fotos de su vida en Veracruz
antes de conocer ami padre y, sobre todo, algo que no esta en
los fotos pero esta siempre en mi memoria: la estupenda historia que habla de c6mo, al regresar a Barcelona -y de ahi se-

32

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guramente que empezaran a llevarse tan mal en cuanto dejaron Mexico-, mi madre, que era una rica pubilla de la comarca del Bergueda, oblig6 a mi padre, bajo la amenaza de retirarle toda su protecci6n econ6mica, a que montara de una
vez por todas y sin mayor dilaci6n algtin negocio -seria finalmente el de la inmobiliaria, que acabaria, ademas, convirtiendose en una mina de oro- y se olvidara para siempre de su
nefasta mania de no hacer nada o, mejor dicho, de escribir esa
horrible poesia noucentista que, en su deseo de adular a mi
madre, que era de una familia de Berga muy catalanista, practicaba mi padre en Veracruz con la irritante insistencia del
eterno principiante sin talento.
Vuelvo al pobre Maximo y a su luminoso estudio donde
nos asombraba, dia a dia, con sus progresos, con su calculada
y perversa venganza contra nuestro padre. Estaba ya cerca de
convertirse Maximo en un genio, pero la verdad era que
como persona cada dia dejaba mas que desear, pues daba pena
de tan apocado, torpe y sucio que se le veia -nuestro padre,
tal vez nostalgico de sus dias de poeta, lleg6 a compararle con
una solitaria rada en ruinas-, amen de idiota total a la hora,
por ejemplo, de la conversaci6n de sobremesa, y mong6lico
profunda ante las mujeres.
Por si fuera poco, en su afan de reforzar su conquista de la
genialidad, habia dias en que se comportaba de la forma mas
estrafalaria y, por ejemplo, bajaba a cenar con la cabeza coronada por extrafios tocados hechos de algas que, al parecer, le
suministraba el chico del colmado.
Esos tocados y otras extravagancias solian poner muy furioso a mi padre, que en mas de una ocasi6n arroj6 aquellos
adornos a la basura o al fuego, un dia hasta por la ventana. Mi
padre despues gritaba, le llamaba afeminado. Maximo entonces lloraba. Y habia que consolarle, porque daba pena verle
tan fragil, tan falto de defensas ante la hostilidad de nuestro
padre y del mundo.
Sin embargo, a pesar de esa fragilidad, a los pocos dias
Maximo recuperaba fuerzas y resurgia misteriosamente y valvia a la carga y bajaba a cenar exhibiendo, por ejemplo, un

33

lenguaje sumamente criptico, solo puntuado por silbidos que


no hadan mas que mostrarnos que no percibia la realidad de
los mortales.
Pero cuanto mas loco y fuera del mundo estaba, mas genial se le veia. Y asi lleg6 ese invierno en el que, a la vista de
las maravillas que se estaban ya pintando en el atico -,las novias inventadas habian dado paso a los mas alucinantes paisajes caribefi.os, una premonici6n de su' destino-, su hermano
Antonio, que ya llevaba publicados dos mediocres libros de
viajes -el de Cuba y el mas que irregular Entre beduinos-,
empez6 a sentir celos artisticos de el y a temer seriamente que
Maximo acabara siendo realmente genial y no resistieran sus
hallazgos lamas minima comparaci6n con los discretos resultados que el estaba obteniendo de unos libros demasiado timidos y sin duda algo mal escritos, tal vez a causa de que estaba
demasiado atenazado por sus compromises con Marta -su
eterna novia mallorquina- y el duro trabajo en la inmobiliaria.
Recuerdo de ese invierno la imagen de un Antonio siempre bastante sombrio -no tanto, en cualquier caso, como en
los dias que afi.os mas tarde precederian a su suicidio- e hip6crita, porque trataba constantemente de ocultar sus temores
ante los enormes progresos de su inesperado competidor familiar, su triste y apocado pero genial hermano.
-Todo eso gracias a que se ha vuelto un completo subnormal y apenas sale del estudio y no pierde el tiempo con las
mujeres -lleg6 a comentarme, una tarde, casi enfurecido un
preocupado Antonio, que acababa de admirar en el estudio de
Maximo una sorprendente serie de solitarias radas en ruinas,
una serie pict6rica que mejoraba a todas luces los paisajes caribefi.os y que, ademas, paredan estar riendose abiertamente de
la descripci6n de solitaria rada en ruinas que de el habia hecho nuestro padre.
-Me parece -recuerdo haberle contestado a Antonio- un
precio muy alto, demasiado alto, por pintar bien. Prefiero mil
veces a las mujeres, y ultimamente tambien los viajes. Los via-jes con ellas, claro esta. Preparo uno. Seguramente al Africa.

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Y, ademas, debo decirte que todo eso de ser artista, todo eso
de pintar, escribir y otras mamarrachadas, me parece una solemne tonteria y pesadez. Francamente, yo espero no ser
como vosotros, no seguir nunca vuestros pasos.
-Me haces gracia -dijo Antonio-, porque ya se lo que te
pasa. Eres el tipico hermano pequefi.o que anda buscando un
espacio propio y tiene que buscarlo en las afueras de los espacios que los otros hermanos ya han ocupado. Yo escribo, Maximo pinta. ~y a ti que te queda? La musica, supongo.
-Creo que no me has comprendido -le dije algo molesto-. Yo no quiero ser para nada un artista. Yo aspiro unicamente a vivir. Mi obra maestra sera mi vida.
-~Tu vida en la inmobiliaria? -pregunt6 con muy mala
idea Antonio.
-Eres un cerdo -le conteste, porque no se me ocurri6
nada mas.
Con todo su sentido comun a cuestas, Antonio me dirigi6,
esa tarde, una mirada entre el reproche y la sorpresa. Era el
mismo sentido comun que iba a crearle serios problemas ante
el paso del tiempo y la dura constataci6n de que hemos dejado
de ser j6venes.
Era el mismo sentido comun que, un dia, tras sus numerosos libros de viajes, iba a llevarle a las puertas de escribir El
descenso y contar por fin una historia no inventada, una historia acerca del paso del tiempo, una historia sobre nosotros, los
Tenorio. Pero ese sentido comun seria el mismo que a ultima
hora le iba a impedir la redacci6n de ese libro, seria el mismo
que se dedicaria a inyectarle todo el miedo del mundo en el
cuerpo y a retirarle del proyecto y hasta de la vida, incapaz mi
hermano de resistir por mas tiempo la angustia que le produda, tal como me dijo dias antes del suicidio, su vida sin relieve y sepultada antes de nacer: esa vida con todos sus dias
que se escapan y se acumulan uno igual a otro formando los
afi.os, los decenios, la vida tan vacia.
Esa tarde, despues de que le llamara cerdo, mi hermano
Antonio me mir6 con todo su sentido comun a cuestas. Y yo
-no iba a ser la ultima vez que lo hiciera- hundi peligrosa35

mente mi mirada en un pequefio detalle de la alfombra de


aquella sala de estar: la figura obesa de un minuscule angel.
- Te lo dire de otra forma -insisti, esta vez mirando a la
alfombra-. Eso de escribir, hacer cine, pintar, dirigir una orquesta, todo eso me parece una solemne pesadez. Me dan den
patadas los artistas. Siempre he tenido la impresion de que los
obreros, los camareros, los camioneros, los mecanicos viven
existencias mas intensas. Generalmente los artistas solo saben,
solo intuyen lo que el hombre corriente ha experimentado en
lo mas profunda.
Eso le dije esa tarde a mi hermano, y es que, por aquellos
dias, yo, que acababa de alcanzar la mayoria de edad, huia
como de la peste de la tradicion artistica de la familia, pues lo
que veia, y lo veia muy claro, era que nuestro padre habia
perdido miserablemente el tiempo en Veracruz escribiendo
con su pipa apagada versos infumables. Pues lo que yo veia, y
tambien eso lo veia muy claro, era que Antonio, atado por su
gabinete de trabajo y la fabulacion de viajes inventados, escribia como un condenado, mientras que el pobre Maximo, esposado a su necesidad de humillar a nuestro padre siendo genial, pintaba como un enajenado.
No. No me interesaban nada sus angustiosas torres de
marfil. Me parecia que ya habia suficientes destines artisticos en la familia y que ante mi se abrian derroteros mejores,
mas vitales. Viajar, por ejemplo. Ver mundo, huir del enfermizo arte familiar.
Comence a planear un viaje al Africa con la primera mujer
que encontrara. Pero mientras la buscaba -y la verdad es que
sin demasiado exito-, la infinita y a veces hasta cargante tristeza del pobre Maximo llego a hacerse para mi agobiante, sobre todo el dia que nos anuncio que iba a reformar su luminoso atico para convertirlo en una tumba etrusca. Yo situo en
ese dia el origen de mi decision ya inapelable de viajar. Yo situo en ese dia el origen de mis desdichas en la vida.
-Una tumba etrusca. Con su disposicion funeral y todo
-preciso Maximo, como queriendo subrayar que pensaba
transformarla en uno de esos hogares para muertos que eran

1odas

las sepulturas de los etruscos: sitios siempre intimas,


rccogidos, de dimensiones modestas, lugares pensados para
las actividades de los que solo son muertos en vida.
U n dia, agobiado por tanta disposicion funeral>>, decidi
adclantar de golpe la entrada de aire fresco en mi vida y, ya
sin darle mas vueltas ni aguardar a encontrar compafiia ni
nada, me marche al Africa. Vole a Ciudad del Cabo, y de alli
en Land Rover primero y despues a pie y en otros medios de
locomocion fui remontando el tan fascinante como tambien
cruel continente. Maramba, Malange, Luanda, Enugu, Niamey, Tombouctou, Rabat me vieron pasar. Contemple alucinado tanto la extrema riqueza del salvaje colorido de esas tierras como la singular Bereza de sus habitantes. Y llore.
Llore porque la belleza no es nada si uno hace el viaje
perseguido por una infatigable tribu de lobos. Porque a lo
largo de los muchos meses que tarde en subir hasta Rabat,
tuve que soportar una grave indigestion de carne de hipopotamo, ataques furibundos de los insectos mas raros, la tortura
criminal de los policias fronterizos, un asalto a mano armada
-en defensa propia tuve que disparar y hasta matar-, tres detenciones por espionaje, la disenteria, pedradas en una aldea
de Zimbabwe, dos bochornosos intentos de violacion, la implacable y perversa malaria.
El viaje fue el horror de los horrores, pero me sirvio para
confirmar que, en efecto, tal como habia oido decir a veces a
mi padre, el infierno son los otros. Nada sabemos de ellos
por mucho que creamos conocerlos. Los otros son un misterio, tan grande como Africa, tanto cuando rien -porque en
el fondo puede que esten llorando- como cuando Horan,
porque es probable entonces que por dentro anden riendose
y tu no lo sepas, no sepas que andan riendose nada menos
que de ti.
Los otros son horrorosos y nada alcanzamos realmente a
saber de ellos, salvo que a veces hay que matarlos si pretenden ellos matarte a ti. Eso es lo que aprendi en ese viaje al
Africa: a matar. Fue en defensa propia, de acuerdo. Pero el
hecho es que empufie el arma, dispare. Cuando uno comete

36

37
'!

'II

un asesinato, puede cometer a partir de entonces diez mil


mas.
Asi pues, mi viaje al Africa solo sirvio para constatar que
el hombre es un lobo para el hombre. Solo sirvio para eso y
para convertirme en un ser desinhibido a la hora de matar.
El viaje fue el horror de los horrores, y nadie durante el
mismo -absolutamente nadie, nunca- me tendio una sola
mano en las multiples ocasiones en las que necesite ayuda.
Destrozado, regrese a Barcelona.
Y lo hice mentalmente lisiado, convertido en un asesino y
maldiciendo la grave negligencia de mi padre -maldiciendolo
a pesar del temor y el respeto que ahora me infundfa, pues le
sabia muerto, fulminado durante mi ausencia por una embolia- porno haberme hablado nunca, por ejemplo, de esa extrafia sensacion que, tarde o temprano, nos llega: la impresion
de que uno es uno y los otros son otros y que, ademas, no solo
son otros, sino muy diferentes de uno y, ademas, lo mejor que
uno puede hacer es desconfiar totalmente de ellos, pues de los
hombres, y de ellos solo, es de quien hay que tener miedo,
verdadero panico, siempre.
Con el tiempo iba a tener que recriminarle a mi padre
otras muchas cosas mas, como por ejemplo el que no me hubiera advertido nunca acerca de las numerosas heridas que
nos causa, sin motivo alguno, la vida, tan insensata y horrenda ella. Con el tiempo iba a tener que reprocharle que no
me hubiera hablado, por ejemplo, de la crueldad de la muerte
de un ser amado, de la traicion femenina, de la angustia de
descubrir que todos somos asesinos, del dolor fisico, de la miseria, de la desilusion existencial que tarde o temprano nos
corroe ...
Destrozado, llegue a Barcelona. Llegue a mi ciudad hundido por aquella primera grave afrenta de mi vida, pero alimentando cierta esperanza de que fuera cierto eso que un
mago en una aldea del Camerun me dijo acerca de que las
mujeres europeas cuidan a los aventureros que regresan de los
dimas calidos de los paises mas lejanos y perdidos.
Destrozado, llegue al inmueble de Sant Gervasi, a ese re-

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38

manso de paz burguesa. Alli me aguardaba, en la tercera


planta -la misma en la que hasta entonces habia vivido nuestro padre-, el escritor de la familia, mi hermano Antonio, el
sedentario, con unos kilos de mas -los mismos que habia engordado yo, seguiamos pareciendonos bastante en lo fisico- y
su ultimo libro en las manos, Por la alta Mongolia.
- Te gustara -me dijo al darmelo, y sonrio. Sabia que posiblemente ni lo hojearia.
Todos los papeles de mi herencia estaban cuidadosamente
desplegados con gran orden sobre una mesa cercana a la chimenea, pendientes tan solo de mis rubricas.
En impostada comedia de dolor -nos afectaba la muerte
de nuestro padre, pero no nos daba para tantas lagrimas como
alli hubo-, le di un beso llorando.
-Una embolia -dijo Antonio bajando la cabeza y como si
no supiera que mas decirme.
-Una embolia -repeti yo, que me encontraba en la misma
situacion que el, sin disponer de demasiadas palabras para comentar el obito paterna.
Nos sentamos finalmente junto al fuego del hogar y yo
firme los papeles que me convertian en pensionista para toda
la vida.
Cuando hube terminado de firmar, pregunte como iban las
cosas por el inmueble. Se inicio una de esas breves conversaciones absurdas que teniamos a veces el y yo: conversaciones
en las que mas bien parecia que hablaramos los dos dormidos
y como comentando nuestros propios suefios. Apenas encajaban las palabras de uno con las del otro. En realidad, toda
nuestra vida la pasamos hablando asi entre nosotros. Nuestra
misma relacion fue siempre algo desencajada.
-Digo -le repeti- que como van las cosas por el inmueble.
- Pues ya ves -respondio enigmaticamente.
-~Que tengo que ver?
-Con mi boda espero que nada.
-~Te casas con Marta?
- Y dime, ~crees que merece la pena?
39

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-Tu sabras.
-Me refiero al Africa -preciso.
Pero yo seguia teniendo la impresion de que me preguntaba por una mujer.
..... No te la recomiendo -conteste.
-No pensaba ir -dijo sonriendo.
Despues, nuestro dialogo encajo algo mas porque me dedique a describirle como eran los beduinos sabre los que tantas
falsedades se habian dicho, incluidas sin duda las suyas, y me
entretuve explicandole alguno de los terribles descubrimientos
que habia hecho a lo largo de aquel complicado y duro viaje.
Nada dije del muerto que deje tendido en un charco de sangre
en Dahomey, en defensa propia. Nada dije, no lo habria entendido. Pero si le hable, y durante bastante rato, de la decepcion que habia yo sufrido ante la forma de ser del genera humane. Le hable tambien de mi profunda certeza acerca de que
nada sabemos de los otros y que tal vez sea mejor asi, ya que
llegar a saber algo todavia es peor y, ademas, equivale a llevarse las mas desagradables sorpresas ...
Me interrumpio para reirse un buen rato de mi y recriminarme que hubiera sido tan estupido de haber viajado tan lejos
para acabar descubriendo tan solo cuatro lugares comunes
acerca de la condicion humana. Cuatro conceptos que, seglin
el, podian aprenderse perfectamente en los libros.
-Si no te empeiiaras en ser camionero, otro galla te carrtara -me dijo.
Proteste y me reprocho de inmediato que le estuviera levantando la ve>z en aquel lugar sagrado.
- ~Sagrado? -pregunte con notable extraiieza.
Antes de decirme, sin el menor temblor de voz, que si
aquel lugar era sagrado se debia al incuestionable hecho de
que, tras la muerte de nuestro padre, aquella tercera planta la
habitaba la primera autoridad del inmueble -o sea el-, me advirtio del peligro que estaba yo corriendo de acabar muy mal
si seguia empeiiado en diferenciarme de mis hermanos por el
camino de huir de la cultura para convertirme en una obrero
de la construccion o un beduino del desierto.
40

Dicho esto, se rio a gusto. Se habia convertido en una rata


militante de lo sedentario, en un maniatico tan engreido
como1 autoritario, que se vestia con la bata de seda de papa y
fumaba en lugar sagrado con la pipa, sin darse cuenta, bien
apagada. Eso deduje de su. actitud y de sus ridiculas palabras .
Habia decidido ocupar el lugar de nuestro padre.
-~De modo que ahara te crees que eres papa? -le dije.
-No exactamente, pero debes saber que soy tu hermano
mayor y que, aunque viaje poco, se muy bien de que va la
vida y puedo aconsejarte mas de lo que crees. A partir de
ahara, si quieres emprender otro viaje demencial, sera mejor
que me preguntes antes mi opinion.
-No seras mi padre, pero actuas como si lo fueras. Es repugnante.
Inicio una de sus tipicas maniobras. verbales, comenzo a
despistarme con palabras que no venian al caso y que solo
conseguian desconcertarme. Le gustaba hacerme ver que tenia, a diferencia de mi, cierta facilidad de palabra.
-Me estiro -dijo- y bostezo ante ti con estrepito, mi queride Enrique. Dejo ver unas endas desnudas como las de un
hebe. Soy el leon de la tercera planta. ~Algo mas que objetar?
-Que Dios nos ampare -fue lo unico que supe en ese momenta contestarle.
-~Algo mas? -volvio a preguntar, satisfecho del efecto disuasorio de sus palabras.
Entonces, no se como fue, se me ocurrio de pronto que, si
imitaba a nuestro padre en todo, seguro que llevaba un
tiempo maltratando al pobre Maximo. Pregunte por Maximo.
Lo recuerdo como si fuera ahara. Sonaron las siete en
punta de la tarde en aquel maravilloso reloj de pared que
nuestra madre habia comprado a un anticuario de Berga. Las
siete campanadas sonaron contundentes, como queriendome
indicar que eran los siete golpes secas que acababa de darme
Africa y la vida en plena frente. Lei la graciosa leyenda inscrita en el reloj por artesano anonimo: Quien demasiado me
mira pierde su tiempo. Y sonrei levemente. No me era facil
ocultar que estaba preocupado. Recuerdo muy bien lo que

41

pensaba: El viaje solo me ha desalentado. El peso del mundo


aplasta el entusiasmo.
Yo pensaba eso cuando vi que preguntar por Maximo habia dejado muy inquieto a Antonio, que fue a la cocina y regreso condos copas de jerez y, poco despues, algo ya mas calmado, apoyo sobre la repisa de la chimenea su codo izquierdo
y me dijo que en efecto yo habia acertado plenamente en lo
de que nunca sabemos como son los otros y que la prueba mas
evidente la teniamos precisamente muy cerca de nosotros, en
nuestra propia familia, en el pobre Maximo, nuestro palido
pintor de tumba etrusca, que en cuanto vio arreglados los papeles de su herencia se habia largado a vivir al Caribe con una
mulata despampanante.
-Una mujer de bandera -anadio sin pestanear siquiera-.
La cantante Rosita Boom Boom Romero, la reina del bolero,
la guaracha y el cha-cha-cha.

Le robe un peine al pintor Botero. Cuando aun tenia dos


brazos y podia peinarme con la mano izquierda o con la derecha, segtin fuera mi antojo. Le robe un peine al senor Botero.
Entre en su lavabo por el simple gusto de inspeccionarlo y de
paso hundir la mirada en algtin pequeno detalle, y acabe por
llevarme el peine.
He recordado todo esto cuando, al dejar de espiar el lento
despertar de mis vecinos de Felanitx, he hundido mi mirada
en un pequeno detalle de una fotografia que, en un reportaje
sobre la casa de Nueva York del pintor Botero, aparece en el
ultimo numero de esa revista femenina que, con su premio regional de hace dos anos, tanto alegro y hasta cambio mi vida.
Al observar con atencion la fotografia de la lujosa biblioteca de esa casa, he reparado de pronto en el detalle infimo
-me gusta mucho hundir mi mirada en lo pequeno- de una

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huella circular sobre la portada de un libro de cuentos de Chejov. No he tenido ninguna duda al respecto. He reconocido
esa huella como mia. En la misma fiesta en que robe e1 peine,
deposite mi vaso de ginebra a proposito sobre la portada de
esa edicion de los cuentos de Chejov.
Me he dicho: Esa huella es mia. Esa huella, ademas, ha
viajado de Paris a Nueva York. Me siento hasta orgulloso de
ella, me he dicho, y me he quedado pensando que hundir la
mirada en los pequenos detalles me ha,dado muchas veces esplendidos resultados. Como esta manana cuando la huella de
mi vaso me ha llevado a recordar el robo del peine, y me ha
liberado del aburrimiento en el que me encontraba en la terraza.
Recordar el asunto del peine me ha llevado a evocar de
golpe los dias en que siendo muy joven viaje a Paris, donde
me instale en un hotel de Saint Germain en el que todos sus
clientes, todos menos yo, eran de color, y la mayoria se dedicabana la venta ambulante. Todos fumaban marihuana -eso
les hacia a todos iguales, ademas de su negritud, que tambien,
en mi opinion, les igualaba- y eran muy agradables que yo recuerde y muy alegres -es muy probable que de ahi naciera mi
equivocada idea de que Africa merecia la pena- y llamaron,
un dia, a mi puerta para decirme que estaba invitado como
ellos a una gran fiesta que daba un pintor colombiano llamado
Botero.
Me dieron de fumar hierba y empece a decir un sinfin de
idioteces que fueron jaleadas por los negros que no entendian
nada pero que se reian al verme tan distendido y acabaron
convenciendome de que yo era poco menos que imprescindible en aquella fiesta.
Una vez en casa de Botero, mezcle salvajemente hierba
con ginebra, y enloqueci. Uno de los negros, que resulto ser
pariente de Botero, un colombiano que nunca perdia el humor, lo perdio conmigo. Me recomendo que dejara de heber.
Guarde por unos minutos la compostura, algo asustado ante
la repentina seriedad de mi amigo colombiano. Volvi a perder esa compostura cuando escuche a una senora disertar

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acerca de un libra que hablaba de tiendas de color canela y


que habia sido escrito por un judio al que asesino un oficial
nazi. Escuchar eso me provoco una risa floja, la risa del ignorante que no solo no entiende nada sino que, encima, cree, a
causa de la pujanza del color verde en su retina de drogadicto
ocasional, que esta en la selva mas breve del mundo y que ese
mundo es el reino de Jauja y que la vida en el solo existe para
las hojas.
Sumida en semejante deliria, no es extrafio que mi risa
tambien lo fuera y que todo el mundo me mirara muy mal y
con enorme desconfianza. Decidi rehuir sus miradas y me fui
a bailar. Lo hice con gran arrojo y pisando a mas de uno, y
cuando me llego la fatiga, entre en el lavabo, robe el peine,
deje mi huella en el libra de Chejov, proclame mi desprecio
mas absolute hacia cualquier tendencia artistica y acabe
siendo invitado a abandonar la casa dado mi estado de extrema embriaguez.
-Al menos yo soy una hoja que esta viva -les dije a modo
de criptica protesta por la expulsion.
-Solo te falta una pistola y serias Goebbels disparando
contra la cultura -me dijo, muy enojado, mi amigo colombiano.
Me echaron de la forma mas vergonzosa. Con una patada
monumental en el culo. Caido en el rellano y resistiendome a
aceptar que habia sido humillado, race con mis dedos el bolsillo donde guardaba el botin de Botero, mi gran trofeo: el humilde peine robado.
Al dia siguiente deje Paris y, cruzando Belgica a una notable velocidad, comence a viajar por diversos paises en los que
tampoco me detenia mucho a mirar: Alemania, Polonia, Checoslovaquia, Hungria. Como si todavia estuviera bajo los efectos de mi deliria en la fiesta de Botero, yo imaginaba todo el
tiempo, a pesar de que cambiaba constantemente de pais, no
haber salida en realidad de Belgica. Todo me recordaba a ese
pais que habia cruzado tan velozmente al huir de mi mismo y
de la fiesta parisina. Y por tanto el espectaculo del paisaje
apenas para mi variaba alguna vez, y termine por prometerme

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que no volveria nunca mas a recorrer esos lugares enrarecidos


p~r la bruma y el olor a mierda humana de los barbechos re-

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cien abandonados.
De Eur()pa siempre el sur me ha gustado alga mas, aunque
tampoco mucho. La bella. I tali a, el color siena, Grecia y el
azul de itaca. No esta mal. Me gusta mas, pero sabre todo parque me parece el paisaje ideal para el muerto en vida que hoy
soy yo. Un lugar perfecto, ademas, para ser enterrado cuando
muera del todo. Si. El Mediterraned no esta nada mal para vivir como un derrotado en la vida yser enterrado mirando al
patetico azul de sus aguas. No esta nada mal. En cuanto al
resto de Espafia, todos aquellos lugares que no bafia este mar
tienen el encanto agridulce de la Europa de los barbechos
pero sin llegar a pertenecer siquiera a ella, pues mas bien yo
diria que componen una provincia triste del norte de Africa, y
en fin, sabre el horror de Africa creo haberlo ya dicho todo.
Y es que ningU.n sitio me atrae especialmente, ningU.n lugar me fascina al maximo porque no ignoro que si existiera en
esta vi~a un colosal y extraordinario encanto, este para mi
consistiria en estar donde no estoy para desde alli poder desear donde estar, que seria en ninguna parte. De modo que
soy de Veracruz, y pun to. Y si lo soy es porque no me queda
otro remedio que ser de algU.n lugar y, como escritor, tener
cierta nostalgia de el. Ante semejante necesidad, no me parece
mal haber escogido Veracruz, pues a fin de cuentas es ahi
donde, el mes pasado, di por clausurada mi vida, sabre todo
despues de la fiesta en Los Portales, cuando inicie aquel descenso asesino al refugio del puerto, alli donde pense que se escondia Dios y lo unico que halle fue el desventurado fin del
libra de mis dias.
Me he dicho todo esto cuando hace un rata, tras hundir
mi mirada en la casa de los vecinos y en la revista femenina y
recordar de pronto el robo del peine y la huella circular de mi
vasa y mi locura juvenil de antafio, he regresado a Paris y a
aquella fiesta y he pasado de estar alga entretenido a estarlo
mucho cuando he caido en la cuenta de que mi forma de hundir la mirada en ese detalle de la biblioteca de Botero se pare-

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cia mucho al modo en que la hundi en aquella figura minima


de la alfombra de la casa de Antonio cuando este me cornunice la increible noticia de que nuestro querido y apocado
hermano Maximo, nuestro palido pintor de tumba etrusca, se
habia largado al Caribe con la reina del bolero, la guaracha y
el cha-cha-cha.
- Es una mujer de tal belleza que hasta da miedo mirada
-me dijo, aquel dia, Antonio.
Todavia puedo verle alli, con bata de seda y de pie sobre
la alfombra, iluminado por el fuego del hogar, con su chaqueta moteada y su voz de hermano mayor que desea mantenerse tierno y al mismo tiempo autoritario con su recien llegado hermano viajero.
-Como cantante de boleros y todo eso -me dijo con dulce
voz de mando-, la tal Rosita es una verdadera birria. Un
fraude, vamos. Se anuncia como la reina de la guaracha, pero
te aseguro que solo es' la reina de la perdici6n de los hombres.
Temo por el pobre Maximo. Porque sospecho que esa mujer,
que es una verdadera furcia, al haber perdido todo su dinero
en el juego, ha decidido desplumar a nuestro hermano. No le
encuentro otra explicaci6n a esta fuga tan anormal. Porque ya
me diras que puede haber visto en nuestro hermano que la
haya seducido. Porque tu y yo sabemos muy bien como es
Maximo ...
Hizo una pausa para terminar su copa -de jerez.
-Si. La verdad -dije- es que no puede ser mas raro este
asunto. Es lo ultimo que podia esperarme de Maximo.
- Pero mira por don de, a lo mejor nuestro hermano nos
vuelve al menos espabilado y se deja ya para siempre de tanta
pamplina y tanto encierro cursi en el atico. ~No te parece?
Porque de lo que estoy seguro es de que volveri. De aventuras semejantes siempre se vuelve. Muchas veces con el rabo
entre las piernas y la cabeza baja, pero se vuelve. Maximo valvera, aunque me temo que practicamente arruinado por esa
mujer. Pero siempre sera mejor verle algo espabilado y con alguna experiencia en la vida que como estaba antes, que era
insoportable. Y eso que tu no lo viste en los ultimos tiempos.
46

Cuando te fuiste a la dichosa Africa, se dedic6 solo a envejecer. Y es que no salia nunca a la calle, no le daba nunca el
aire. Recuerdo un dia que subi a verle al atico. Le estaban
dejando en la alfombrilla de la puerta la bandeja de la comida,
como siempre. Llame y, cuando me abri6, vi a un anciano.
Tenia la cabeza salvajemente erizada de cabellos grises y hablaba todo el rato consigo mismo, en voz baja, inmerso en
misteriosas especulaciones, discutiendo rabiosamente con novias inventadas a las que maldeda .e injuriaba... Como si al
marcharte al Africa tu, que eras su unica alegria, el hubiera
decidido envejecer...
- Todo eso es ridicule y, ademas, es literatura -le interrumpi furioso-. ~Como de un dia para otro una persona
puede tener tantos cabellos grises y envejecer de una forma
tan repentina? Y otra cosa: ~como sabes que hablaba de novias inventadas y, no por ejemplo, de los piratas del golfo de
Maracaibo?
Antonio me mir6 muy enojado. Luego, suaviz6 su rictus
severo y brome6:
-Mira, Enrique. Lo que acabas de decir, por mucho que te
moleste, tambien es literatura. Y recuerda, ademas, que en la
escuela tenias matricula de honor en esa asignatura. De casta
le viene al galgo. Por mucho que ahora tu quieras hacerte pasar por un camionero, o por un motorista de la Paris-Dakar.
Hundi de nuevo mi mirada en el angel obeso de la alfombra. Era preferible eso a tener que soportar la suficiencia de
mi engreido hermano. Ademas, mi sexto sentido me indicaba
que a veces hay una sefial escondida en ciertos detalles que
parecen a primera vista nimiedades: una sefial que acude en
nuestro auxilio en el momenta menos pensado y que nos permite escapar de la embarazosa situaci6n en la ~nos sentimos atrapados orientandonos hacia direcciones~justas. No
soy supersticioso, pero algo si lo soy a la hora de contar con la
ayuda, que casi siempre ha sido magnifica para mi, de ciertos
detalles en los que he hundido de pronto mi mirada y que han
terminado por abrirme nuevas perspectivas, parajes insospechados.
47

Esa noche, en casa de mi hermano, no iba a ser una excepcion, aunque tambien es cierto que la segunda vez que le
pedi ayuda al angel obeso de la alfombra, la cosa tampoco
funciono, no fue en absolute suficiente. Tuve que esperar a
un tercer hundimiento de mi mirada en la maldita alfombra.
-Maximo, para que engafiarnos, paso una temporada completamente loco y envejeciendo sin parar -prosiguio Antonio,
espiandome en las pausas que hacia para ver si estaba aumentando mi indignacion-. Hasta que un dia, milagrosamente,
todo cambio y empez6 a mostrarse sereno y calma y hasta rejuvenecido. Pero eso duro, para que engafiarnos, solo una semana, los siete u ocho dias que siguieron a la muerte de nuestro padre.
-2Se alegro de la muerte de papa? -pregunte dando por
sentado que, en efecto, habia sido asi.
-Si. Posiblemente. Tras esa tregua en su locura, provocada
tal vez por la tranquilidad que debio darle la desaparicion fisica de quien siempre parecia dispuesto a maltratarle, volvio a
las andadas, volvio a la demencia con una fuerza impresionante pero tambien, a fin de cuentas, con una fuerza ya distinta, pues su locura, y esa fue mi gran sorpresa, la traslado a
la calle, a todas esas calles que la luz de la luna llena ilumina
cuando llega la noche ...
-La luz de la luna llena -volvi a interrumpirle furiosoilumina todas las calles cuando llega la noche, las ilumina todas, 2te enteras?, no unas cuantas como pretendes insinuar,
sino todas, de modo que haz el favor de no decir mas tonterias ni mas poesia.
-Me parece -me respondio- que tu desconoces la existencia de sendas tenebrosas, de descensos al mundo de los muertos, de descensos a las calles del subsuelo donde nunca llega la
luz de esa luna llena, de descensos a los infiernos en definitiva, alli donde el diablo suefia.
Me saco ya del todo de quicio, entre otras casas porque no
sabia que responderle; sentia que me estaba ganando, con su
agilidad mental, la batalla.
-Tambien el diablo tiene su luna -le dije finalmente.

48

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-Sera la luna de plata de Veracruz, de mi ciudad, de la


ciudad donde naci.
Habiamos entrada ya definitivamente en esa atmosfera absurda de muchas de nuestras conversaciones y en la que nuestra misma relacion se volvia, como si hablaramos los dos darmidas, algo desencajada.
-Que alivio no ser de Veracruz -dije entonces, con cierta
torpeza.
Hizo Antonio como si no hubiera oido nada, y decidio establecer una tregua y sentarse. Ensimismado como estaba con
sus historias, no eligio ningtin sillon junto al fuego, sino la horrible silla de primitive disefio que mi padre le comprara a un
vendedor ambulante en Veracruz. Esa silla siempre me ha parecido el asiento ideal para un hombre del paleolitico.
Aficionado desde siempre a narrar, Antonio, que parecia
sentirse el anciano de los dichos infalibles, prosiguio asi desde
su silla de arte tan viejo como primitive:
-Si me permites, continuo con el caso de Maximo. Como
tu antes has sugerido, la muerte de nuestro padre le libero de
todo tipo de complejos. Estoy casi seguro de ella. No en vano
se volvio de repente callejero y, sabre todo, noctambule y comenzo a frecuentar cabarets y a enviar ramos de rosas a las
guapas cantantes, y en fin, el resto ya lo puedes imaginar. Rosita Boom Boom Romero -ni titubeo ni esbozo sonrisa alguna
al pronunciar ese nombre que, una vez mas, me parecio ridicule en sus labios de hombre serio- debio ser la primera en
ver la oportunidad inigualable que el destine le ofrecia de pulirse la herencia de un apocado y joven millonario imbecil.
A diferencia de mi, a Antonio no le interesaron nunca demasiado los detalles, las sefiales ocultas que hay detris de ciertas en apariencia nimiedades. Yo creo que esa incapacidad
suya para hundir de repente la mirada en elias debio de ser
para el pobre Antonio, aun sin el saberlo, una de sus limitaciones mas graves a la hora de escribir esos libros de viajes en
los que, por simular que habia estado en esos lugares de los
que hablaba, creia que exhibia una potente y deslumbrante
imaginacion.
49

No se como fue, pero lo cierto es que, esa noche, al hundir por tercera vez mi mirada en el angel obeso de la alfombra, lo que habia empezado siendo una simple intuici6n termin6 por convertirse en una realidad que mi sexto sentido
capt6 finalmente con toda precision al enviarme un claro
aviso que me advertia de que el hombre que se encontraba
rente ami, es decir, mi hermano mayor el narrador, podia estar actuando en aquel momenta como un diablo obeso que,
en lucha invisible con el angel de la alfombra, intentaba retrasar el momenta en que yo descubriria que todo aquello que
me estaba contando no era mas que una simple historia inventada.
Gan6 la batalla mi angel, y su sefial escondida acudi6 en
mi auxilio -ya dicen que a la tercera va la vencida- y me hizo
ver que mi hermano, al que tanto le. gustaba jactarse de su capacidad de embaucador, podia estar desde hacia un buen rato
obrando de mala fe, ejerciendo de encantador de serpientes, es
decir, mintiendome como un verdadero cerdo. Como un
cerdo presumido, porque Antonio era un engreido al que le
gustaba mucho escucharse a si mismo, y era tambien un insoportable pedante que se creia el narrador por excelencia de
aquei inmueble y luchaba por demostrarlo cuando, despues de
todo, nadie tenia el menor interes en discutirselo.
Gan6 la batalla mi angel y comprendi que lo mas probable
era que todo aquello que me estaba contando sobre Maximo
fuera simplemente una historia inventada. Era lo mas probable, no solo porque ya de por si resultaba dificil creer que
nuestro apocado hermano se hubiera comportado como un
verdadero Tenorio e iniciado un romance con una mulata espectacular, sino tambien porque de vez en cuando me parecia
ver en la cara de Antonio el espejo de su alma neciamente satisfecha de ser tan ingeniosa al estar engafiandome con su historia urdida al calor del fuego del hogar.
Pero poco le dur6 el engafio, pronto confirme que eran
ciertas mis sospechas de que Antonio se habia inventado toda
aquella historia sobre Maximo. Siempre que me pregunto por
que mi hermano Antonio obr6, aquel dia, de aquella forma,

so

me digo que debi6 de ser por puro temor -totalmente infundado, pues no estaba nada interesado en competir con el
en nada, y como narrador o literato aun menos- a que yo
le superara a la hora de exhibir un buen ramillete de historias, pues no en vano yo llegaba de Africa y, tras mi viaje
casi brujo hasta la alfombra de su casa, lo hacia contando
con un amplio repertorio de fabulosas historias sobre ese
continente: historias que, para colmo, eran vividas y muy
sentidas y sufridas, historias reales como la vida misma, historias no leidas y aprendidas en libros de pipa apagada, historias no inventadas al calor del hogar, historias, historias
de verdad.
-Oh, vamos -le dije-, ya esta bien de inventar y de jugar conmigo. ~Crees que no me he dado cuenta de que me
estas engafiando?
Por la cara que puso vi que no andaba desencaminado.
-Ahora mismo -le dije- voy a subir al atico, que ya es
hora de que salude a Maximo. Se acab6 la broma.
Cambia su cara de hombre descubierto en pleno rosario
de mentiras por un rostra de notable indignaci6n. Al ver
arr'Jinada su pequefia fiesta de la invenci6n, avanz6 hacia
mi y, poniendome una mano en el hombro, me dijo:
-A Dios le gustan las bromas.
Sigo preguntandome hoy en dia por que me dijo una
cosa asi. En aquel momenta yo pense -y es posible que estuviera en lo cierto- que era porque el se creia Dios desde
que su recien publicado tercer libro, el de los mongoles, habia sido bien recibido y hasta celebrado -seglin se encarg6
de repetirme varias veces aquella noche- por la critica mas
influyente, muy especialmente a causa de la brillantez del
septimo capitulo, en el que el narrador -hace poco lo lei y
casi me muero de vergiienza ajena ante tanto disparatecuenta como en una remota posada de la Mongolia interior
converso con el fantasma del franciscano Guillermo de Rubruk, embajador de San Luis en la corte de Mangu, en Karakorum ...
-Para ser Dios te encuentro muy gordo -le dije.

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Me sentia muy enojado por el engafio, y no estaba dispuesto a quedarme un minuto mas a su lado. Decidi marcharme.
-jEspera! -grito tratando de retenerme al ver que enfilaba
el pasillo en busca de la puerta de salida.
-Adios, escritor. Ya nos veremos mafiana. Ahora sigue inventando tu solito.
-jEspera! - Inicio una larga perorata, persiguiendome por
el pasillo-. Tienes que comprenderme y perdonarme. Para mi
son todo un martirio los pasos de nuestro hermanito por el
piso de arriba, sobre todo cuando al amanecer y en medio del
silencio de esa hora tan recogida y magnifica 'cruje, de pronto
y de una forma terrible, no solo el techo sino la lampara de
mi dormitorio, que se mueve y parece que va a caerse. ~Me
comprendes ahora? No, claro. ~Como vas a hacer un esfuerzo
asi? Tu solo comprendes el espiritu de los pigmeos y de los
bereberes y, sobre todo, el de los beduinos. ~Noes eso? Africa,
Africa y Africa ...
En ese momenta alcance la puerta de salida.
-Adios, escritor. Ahora sigue inventando, pero hazlo
rente a un espejo.
Intento que me apiadara de el. Puso una cara angelical y,
bajando la vista, dijo:
-Preferiria seguir inventando ante ti.
-Adios, escritor -le repeti, y lo deje''en pleno deliria inventivo. Para mi era una de las cosas mas insoportables del
mundo aquella absurda necesidad suya de estar demostrando a
cada momenta que sabia inventar historias y que era escritor.
Y todavia hoy, aqui en el sur de Mallorca, ftente a este mar
sereno de este dia de agosto, recuerdo todo aquello como una
pesadilla.
Aquella noche le deje en plena perorata. Que invente eh>,
me dije mientras subia al atico, donde me lleve la alegria de
ver que habia luz -tenue, pero luz a fin de cuentas- bajo la
puerta. No me habia para nada equivocado. Maximo, en ninglin momenta, se habia movido de su atico. ~Como iba a irse
al Caribe con una mulata? Y aunque la palida iluminacion

52

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presagiaba lo peor, es decir, una decoracion lugubre de tumba


etrusca con su disposicion funeral incluida, yo lo unico que
deseaba era poder abrazar a mi pobre y querido, desvalido
hermano, Maximo, el genio de la familia.
Me esperaba mas de una sorpresa. La primera fue el tablon de madera que colgaba de su puerta. En el acababan de
escribir con pintura muy fresca, mas reciente imposible: Maximo Tenorio. Coleccion de oleos sobre el tema fundamental
de las esposas perfectas.
Lo acababan de escribir y pintar para mi, esa fue mi primera impresion, y no me equivocaba. Llame excitado a la
puerta y -segunda y gran sorpresa- me abrio un Maximo de
aspecto fisico muy mejorado, pues sonreia. Continuaba con su
punto de locura, eso era evidente. Pero parecia una locura
mas contenida. Como si la incorporacion de cierto sentido del
humor hubiera aireado por fin su lugubre atico. Y sentido del
humor era que, por ejemplo, su casa no fuera una tumba
etrusca, como me temia, sino una interesante parodia de las
salas de exposiciones.
Me abrazo muy carifioso. Era includable que me habia
oi1o llegar al inmueble y habia estado aguardando mi visita
con ganas de sorprenderme en algo.
- Ahora soy miope -dijo, y se coloco unas gafas sin patillas, prendidas de la nariz por una pinza metalica, que acentuaban su aire timido e intelectual.
- Te encuentro mucho mejor. ~Como ha sido esto? -fue
todo lo que acerte a decide.
-A ti tambien te veo muy bien. Rostro curtido por el sol
de Africa y ganas de volver a la civilizaci6n y visitar salas de
exposiciones.
Al decir esto, y ahi llego para mi la tercera sorpresa, estallo
en una gran carcajada feliz, a la que siguio la lenta operacion de
encender uno de aquellos puros que habian pertenecido a la
amplia coleccion de tabaco veracruzano de nuestro padre.
-Papa murio mientras tu cazabas leones. A el solo le agradezco el nombre que me puso. Maximo Tenorio. Es un buen
nombre para un pintor.

53

Dijo eso y se qued6 mirando enigmaticamente el humo


del puro. Como yo no sabia que decide, se produjo un bre. ve silencio. Hasta que se me ocurri6 preguntarle si pensaba
retrasar mucho el momenta en que yo podria visitar aqueHa
sala de exposiciones en que se habia convertido su atico.
Cuando le, dije eso, se qued6 riendo con una felicidad que no
le conocia, una felicidad misteriosa que pronto vi que no lo
era tanto: en realidad el simplemente se reia de si mismo y de
su pintura y de la pintura en general. A diferencia del solemne Antonio, su actitud ante el arte era mas libre y en cualquier caso mucho menos respetuosa. Para mi, represent6 todo
un inmenso alivio que hasta en ese aspecto hubiera mejorado
mi querido Maximo.
-Asi que ahara pintas esposas perfectas -le dije guifiandole un ojo.
-Ayudame -me respondi6 enigmaticamente. Le pregunte
alga alarmado en que debia ayudarle, y entonces el aclar6 el
misterio. Se trataba de que, a pesar de lo avanzado de la hora,
le ayudara a cambiar de sitio algunos de sus cuadros mas voluminosos. Estaba muy clara lo que pretendia. Se trataba de trajinar pinturas de esposas perfectas de un lado para otro y organizarle una completa serenata y un ruido imponente al senor
del batin de seda de la tercera planta, al presumido narrador
de historias inventadas.
Durante unos minutos hicimos un ruido espantoso. Terminado el ajetreo, hundi mi mirada por fin en algunos de los
cuadros.
-Todos giran en torno al tema de las esposas esclavas -me
dijo Maximo.
-~Pero no has escrito en la puerta que son esposas perfectas? -trate de corregirle.
Maximo me sonri6, como queriendome decir que no comprendia nada. Y poco despues se explic6:
- ~Pero no ves que para el caso es lo mismo? Para que una
esposa sea perfecta tiene que ser una esclava. No se si ves lo
que quiero decirte. Es la unica manera de que un matrimonio
sea solido. Todos los otros ensayos que se han hecho nunca

54

han servido de nada. Mira el mundo de hoy. Nunca hasta


ahara habia existido un numero tan grande de parejas separadas. Es mas, todas las que conozco lo son ...
Aprovechando un leve titubeo en lo que decia, iba yo a
intervenir dandole mi opinion sabre el asunto cuando practicamente se echo sabre mi, alga nervioso de repente, y se disculpa por no haberme ofrecido uno de los puros de nuestro
padre.
-Vamos -me dijo-. Fumate uno. a la salud de este pobre
hermano tuyo solitario que se alegra tanto de verte regresar
del Africa.
A su salud comence a fumarme el puro mientras me dedicaba a contemplar sus pinturas. En todas aparecfa como figura
central una mujer, generalmente flaca, de beHisimas facciones.
A esas mujeres las acompafiaba siempre un texto que desembocaba siempre en la misma idea: sefialar la esclavitud exigible a cualquier mujer que desee que su matrimonio Hegue a
buen puerto.
Recuerdo muy especialmente uno de esos textos, y no parque me quedara desde aquel dia grabado en la memoria, sino
porque pertenece al cuadro que tengo colgado sabre la cama
en mi dormitorio de Barcelona: Sere tu secretaria, ama de
Haves, cocinera, amante, esposa, amiga, mon6gama, domestica, adoradora, criada para todo, servil hasta que la muerte
nos separe, languida.
Reconozco que la primera vision de esos cuadros me desconcerto. Para evitar que me preguntara mi opinion desvie
nuestra conversaci6n hacia el tema del profunda fastidio que
sentia yo al tener que soportar a un hermano tan pomposo y
tan pesado como Antonio.
-Esta muy pelmazo -le dije- con lode su carrera de escritor. No he hecho mas que entrar en su casa y ha comenzado a
inventarse que tu te habias fugado al Caribe con una mulata
despampanante, una cantante de guarachas Hamada Boom
Boom no se que ...
-Rosita Boom Boom Romero -dijo Maximo sin apenas
inmutarse.

55

-jAh! ~Entonces existe? -pregunte sorprendido.


- Es la amante de Antonio, debe estar por llegar al inmue- ,
ble. Viene casi cada noche cuando termina de cantar en un
cabaret de mala muerte de las Ramblas. Pero ahora que lo
pienso ... , que desfachatez lade Antonio al inventarse una cosa
asi de mi.
-~Es su amante? ~y Marta lo sabe?
- Ahi esta el meollo de la cuesti6n. V a a casarse muy
pronto con Marta. Son ya demasiados anos de novios. Le toea
casarse pronto y esta angustiado. Al poco de irte tu se convirti6 en uno de esos desesperados que, al ver que les queda
poco para perder su libertad, salen a las calles al anochecer,
cuando se encienden las primeras luces, a abordar a todas las
mujeres solas que encuentran por los bares de diseno. En uno
de ellos, o tal vez en el mismo cabaret, vete tu a saber, debi6
conocer a esa mulata con la que, por cierto, no para de joder
en toda la noche, ultimamente siempre con la musica de
fondo de sus boleros... Creeme, es una verdadera pesadilla.
~Comprendes ahora que trate de vengarme de su alboroto con
mi alboroto? Alglin dia acabare por chantajearle y decide que
si no remiten sus ruidos de semental se lo contare todo a
Marta... Que desfachatez la de Antonio... Debe sonar con fugarse al Caribe con la maldita mulata y no se atreve a hacerlo
y me involucra ami en sus humedos deseos. Me parece horrible que se haya inventado todo eso sobre mi...
Aquella noche,. tras una entranable y larga conversaci6n
con el pobre Maximo, volvi a dormir, despues de tanto
tiempo, en mi cama de siempre, con mi pijama de siempre, en
mi dormitorio de la segunda planta, debajo mismo del de Antonio, que me clio la noche con su continua jodienda con Rosita. Aunque cambie de cuarto, el escindalo y la desesperaci6n
prematrimonial de Antonio continuaron provocando en mi
graves insomnios en los dias que siguieron. Esto, ya de por si
bastante fastidioso, unido a otros problemas de todo tipo, hizo
que muy pronto me sintiera como un desplazado en el inmueble familiar.
Me volvi un ser con tendencia hacia lo errante, el viaje y

56

el extravio. Durante un tiempo, viaje por Barcelona. Encontre


nuevos amigos y un trabajo -no lo necesitaba, pero me convenia dedicarme a algo, y este me pareci6 entonces sencillamente fascinante- como actor secundario en diversas peliculas, y durante toda esa larga temporada, envuelto en una
discreta nube de droga, no pise demasiado el inmueble de
Sant Gervasi.
A veces, muy de vez en cuando, acudia a el, iba a dormir a
mi cama de la segunda planta y tne probaba mi pijama de
siempre. Pero todo enseguida se vo1via un martirio y no tardaba en comprobar que mi sitio no era aquel y que si habia alglin lugar para mi ese estaba muy lejos de lo que yo durante
un tiempo habia pensado que era el centro del mundo, de mi
mundo. Y eso que acudia al inmueble siempre con la intenci6n de no obsesionarme con la eterna despedida de soltero
de Antonio -sexo y boleros con Rosita, siempre hasta las mas
altas horas de la madrugada- ni con las rarezas y la risa triste
de aquel ser entranable y a la deriva que se llamaba Maximo y
que habitaba sin duda en la mas peligrosa de las torres de
marfil.
Me converti en el desplazado por excelencia de aquel inmueble. Alguien ley6 esto en mis ojos, en la estaci6n de Francia, recuerdo que fue el mismo dia del incendio del Chiado, el
barrio antiguo de Lisboa. Alguien lo ley6 en mis ojos, en el
viejo bar de la estaci6n de Francia, mientras me hablaba de
viajar a la India y me lo decia en un catalan bastante ex6tico.
Que era un desplazado lo vio en mis ojos una mistica australiana, experta jugadora de bingo y fanatica estudiante del
catalan, enamorada de la India. Era una gorda infame, una de
esas j6venes simplonas que recuerdan a ciertas criadas de antano que, con un panuelo en la cabeza y por ser tan comunes
y poco artisticas, a veces acababan seduciendo a sus senores.
Nancy, que asi se llamaba la australiana, me sedujo casi desde
el primer memento. Supongo que por ser esencialmente gorda
y tonta, y porque me gustaba correrme de placer entre sus inmenses senos acogedores, y porque nada me divertia tanto
como su frescura imbecil y su infinita vulgaridad. Y, ademas,

57

yo deseaba seguir en contacto con lo que llamamos la monstruosidad, pues entonces aun estaba convencido de que esas
experiencias, a pesar de ser mas bien duras y amargas, servian
a la larga para moverse mejor por la vida. Y es que yo estaba
seguro de que ensefiaba mas la calle que los libros y no queria
pudrirme como mis hermanos cultos y pensaba que mi contacto directo con el horror y la vulgaridad me harian mas humano y me curtirian lo suficiente para llegar a ser algtin dia
un heroe de la vida y no el tipico aficionado que ve los toros
desde la barrera.
Yo buscaba las experiencias de la vida, y pense que la aparicion de la gorda australiana iba a permitirme escapar del espacio familiar, raro y decadente, de aquellos habitantes de
sendas e insanas torres de marfil que eran mis dos hermanos
artistas. Yo buscaba amp liar lo que creia que habia comenzado a estudiar de cerca en mi viaje al Africa. Yo buscaba, por
ejemplo, conocer aun mas de cerca el horror y monstruosidad
del mundo. Yo buscaba vivir, no pudrirme en un viejo salon
burgues viendo los toros desde la barrera.
Pero hoy debo confesar que no alcance ninguna vision interesante de toda esa monstruosidad, por la sencilla razon de
que si uno vive en la monstruosidad misma dificilmente
puede verla ni verse a si mismo como podria haberlo hecho
de tener la inteligencia de saber mirarlo todo desde fuera,
hundiendo la mirada con la maxima profundidad posible
-como hacen los viejos o los palidos estudiosos de la vida-, es
decir, de haberme decidido a mirar el mundo y a uno mismo
desde la barrera.
Y es que hoy pienso que si por vida hay que entender protagonismo, implicacion, el grado de lo que en sus entrafias podamos percibir, y por tanto aprender, tiende a cero.
La vida no tiene entrafias. No es humana y tiende a cero y
yo, ademas, mientras estuve implicado en ella, no llegue a conocer nunca con exactitud su monstruosidad real -y eso que
probe todas las mieles de su horror-, a pesar de que, por
ejemplo, en aquellos dias y buscando el estudio incesante de lo
Peor, llegue a viajar a Sidney y visite a la simiesca familia de
58

Nancy, siempre pagando yo, por supuesto, los gastos de viaje y


diciendole encima, supongo que buscando siempre lo mas
monstruoso, que estaba muy enamorado de ella, lo cual quizas
tenia un fondo de verdad, pues era innegable que estaba encantado con su risa boba, sus cachondos pechos monumentales y su nariz respingona de gorda procedente de un pais de
canguros que siempre habia sido lo ultimo que me habia propuesto conocer y que, estupido de mi, tratando de avanzar en
mi inutil aprendizaje del horror, acabe visitando en compafiia
de aquel primor de gorda, la dulce Nancy, tan mistica como
buena en la cama y en el bingo y al mismo tiempo un magnifico portento de sentido de la esclavitud y de vulgaridad extrema. Como Australia, como Oceania misma, que, con respecto al Africa o a la Europa de los barbechos o al solar en
ruinas espafiol, poco tenia que envidiar en cuanto a atmosfera
propicia para la depresion total.
De Sidney viajamos a la India, y estuve en ese laberintico
pais, y se puede decir que no entendi nada. Estuve todo el
tiempo como perdido, siempre sin fuerza ni capacidad para
entender algo. Fui a la India movido por la curiosidad que
despertaba en mi ese gran pais, y anduve un poco a su busqueda. Como carecia de una cultura filosofica, religiosa,
hindu, todo ese universo me resulto incomprensible. En realidad yo carecia -y estaba empefiado en seguir asi-de toda cultura, lo que en la India agrando aun mas, casi de modo escandaloso, mi ojo de occidental, ya de por si, por mi condicion de
tal, ignorante ante los misterios de ese pais. Por si fuera poco,
sufri el accidente. Perdi el brazo.
Algo aprendi, eso si, en la India. Aparte de lo brutal que
resulta el dolor fisico, la inolvidable leccion de que no hay
que ser nunca irreverente con las divinidades de los demas. A
lo sumo con las de uno mismo, como hice yo el dia en que
descendi a los infiernos en el puerto de Veracruz. Pero nunca
con las de los demas. Eso lo aprendi cuando fui a Madras a ver
el templo de Siva Horrifico -que es la manifestacion de Siva
como traidor- y no me dejaron entrar, pues esta prohibido a
los que no son hindues, y entonces me encamine a Goha,
59

cerca de Kerala, a un lugar desierto y sobrecogedor, donde me


habian dicho que habia un templo de Siva Horrifico abandonado. Alli quise vengarme de el hacienda el amor nose cuantas veces con Nancy ante su abandonada estatua, lo hice con
un entusiasmo fuera de lo comun hasta que de pronto, como
si nuestro estruendo y sefiales de vida hubieran hecho temblar
a aquellas ruinas, se vino abajo un muro y perdi un brazo.
Tarde alga en darme cuenta de que me habia quedado
manco para siempre, pues no descubri mi desgracia hasta que
mi brazo se infecto y ya no hubo otro remedio que amputar.
Recuerdo con espanto aquellos dias en el hospital de Kerala,
aunque prefiero no detenerme demasiado en el insoportable
sufrimiento que padeci, un tormento que cualquier persona
sensata desea atajar arrojandose directamente por la ventana
del decimo piso del hospital. Un dolor que si alglin dia se le
ocurre reaparecer en mi vida tendra una respuesta inmediata,
la que no supe tener en Kerala: un manotazo al dolor en
plena cara y luego un vuelo desde la ventana del hospital al
frio pavimento y a la eternidad misma. Porque no estoy dispuesto a pasar par otro trance de dolor fisico como aquel. Fui
valiente en esa ocasion, resisti, me porte como un hombre.
Pero a fin de cuentas el resultado de todo aquello, cuando tras
dos meses me dieron de alta en el hospital, fue bien sencillo:
me habia quedado manco para el resto de mis dias.
Las desgracias nunca vienen solas. Para colma, como si se
tratara de otra venganza de aquella manifestacion de Siva
como traidor, me sucedio lo ultimo que un Tenorio puede en
tan dramaticos momentos esperar. La gorda y estupida Nancy,
de la que yo siempre pense que no podria nunca enamorarse
nadie de ella, conocio, mientras me cortaban el brazo en el
hospital, a un mistico madrilefio, un joven lvo budista cuyos
pensamientos eran lo mas parecido 1 soconusco con picatostes que he vista en mi vida, un joven ca vo que la encandilo y
con el qu:e se fue a pastar hierba a las laderas del Nepal despues de tener el detalle, no se si mistico 0 burlon, de enviarme un ramo de flares alga marchitas al hospital.
Destrozado, regrese a Barcelona.

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Perplejo, cornudo y manco, llegue a mi ciudad en pear estado que cuando regrese de Africa, y eso que de alli habia
vuelto convertido en una piltrafa humana. Pero es que perder
un brazo siempre sera perder un brazo. Se puede volver de
Africa lisiado mentalmente, pero te puedes recuperar. En
cambia, no puede decirse lo mismo si vuelves lisiado fisicamente de Asia. Eso ya no tendra nunca solucion.
Destrozado, regrese a Barcelona. Huridido y convertido en
un pobre manco, encamine mis pasos.hacia el inmueble familiar de Sant Gervasi, donde me aguardaba, en la sagrada tercera planta, mi hermano Antonio, el escritor de la familia, mi
hermano el sedentario, vestido con la bata de seda de nuestro
padre y acompaiiado en esta ocasion par su futura esposa
Marta, ya en plenos preparativos de boda.
Aunque solo paredan interesarles algunos detalles -y encima los mas anecdoticos- de como habia perdido el brazo,
termine par explayarme hablando de otros temas, hablando
sabre todo de lo incomprensible que para mi habia resultado
la India y ya no digamos el que la gorda Nancy pudiera gustar
a otros hombres, aunque estos fueran pobres budistas calvos.
-~No crees que ya has hecho bastantes tonterias y viajes?
Hasta has perdido un brazo. ~No habra llegado la hora de que
sientes la cabeza? ~No crees que ya has despreciado lo suficiente la cultura, Barcelona o, par decirlo de otra forma, todo
aquello que relacionas conmigo? -me interrumpio Antonio,
en un tono tan agresivo como paternalista.
-A ti si que te ha llegado la hora, maldita sea. La hora de
abandonar este sofa y de creerte que andas viajando alrededor
del mundo cuando solo lo haces alrededor de este cuarto -le
conteste con cierta agresividad, pues no andaba precisamente
sobrado de humor tras la amputacion del brazo.
Marta ni se inmuto. Se la veia serena, como si estar a las
puertas del matrimonio la hubiera tranquilizado. Parecia salida de uno de los cuadros sabre esposas perfectas de Maximo.
Pregunte par Maximo.
Lo recuerdo como si fuera ahara. Sonaron las ocho en
punta de la tarde en aquel maravilloso reloj de pared que

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nuestra madre habia comprado a un anticuario de Berga. Las


ocho campanadas sonaron contundentes, como queriendome
indicar que eran los ocho golpes secos que acababa de darme
la India y la perdida del brazo y la vida misma en plena
frente. Lei la graciosa leyenda inscrita en el reloj por artesano
anonimo: Quien demasiado me mira pierde su tiempo. Y
sonrei levemente. No me era facil ocultar que estaba preocu:pado. Recuerdo muy bien lo que sentia. Yo pensaba: Alguien
me ha jodido.
En ese momento vi que preguntar por Maximo, al igual que
en una ocasion anterior, habia dejado muy inquieto a Antonio~
que fue a la cocina y regreso con tres copas de jerez y, poco
despues, ya algo mas tranquilo y hablando como quien no da
importancia a lo que anda diciendo, me comento que, en efecto, ya sabia el que la India era incomprensible, pero no menos
cierto era que habia en esta vida !lluchas mas cosas incomprensibles, y que la prueba la teniamos muy cerca de nosotros, precisamente en nuestra propia familia, en el pobre Maximo, que,
por muy incomprensible que a mi pudiera parecerme, se habia
largado a vivir al Caribe con una mulata despampanante.
-Una mujer de bandera -afiadio sin pestafiear siquiera-.
La cantante Rosita Boom Boom Romero, la reina del bolero,
la guaracha y el cha-cha-cha.
La verdad nunca parece verdadera. Esta escena habria
sido la inquietante repeticion de una ya vivida de no ser porque en esta ocasion Antonio no invento nada, se limito a contarme simplemente la verdad.

-En el fondo, solo los grandes timidos son personas realmente atrevidas, capaces de cualquier cosa, creame, por eso
no me extrafia demasiado que su hermano Maximo acabara
fugandose de verdad con esa mulata.

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Eso me ha dicho mi vecino el dentista, en la terraza de su


casa y hundiendo una galleta en su cafe con leche. Bran las
siete y media de esta tarde. Y yo le he sonreido al ver que me
sonreia, pero lo he hecho tan solo por educacion. He sonreido, pero me era imposible olvidar que tan solo media hora
antes yo estaba angustiado como nunca en la terraza de al
lado, en mi casa, con los nervios completamente destrozados
por el domingo.
Los domingos son horribles. Si encima son de agosto, la
combinacion no puede ser ya mas terrorifica. Y aunque igual
que llegan se van, de poco consuelo sirve esto, pues siempre
vuelven. Aunque, todo sea dicho, por muchos domingos de
agosto que vuelvan, dificilmente habra para mi alguno peor
que el de hoy, nunca volvera a ser tan pesado el aire ni estarin tan vacias las calles de este pueblo como lo estaban hoy a
las cuatro de la tarde cuando en mi casa, sentado en el centro
de la terraza que da al normalmente -hoy a esa hora desiertoconcurrido Paseo del Mar, me ha entrado un temblor extrafio,
seguido de una dificultad tan enorme para moverme que hasta
me he sentido incapaz de recurrir a este cuaderno de los tres
tucanes.
He sudado, por asi decirlo, la gota mas gruesa de mi frigil
existencia de hombre de veintisiete afios, viejo. Y me he quedado largo rato inmovilizado por el calor y la soledad, sin poder accionar un solo musculo de la cara ni dar el mas minimo
paso, ni escap~r a esa terrible situacion que me tenia atrapado.
Incapaz de hacer nada, solo la mente parecia funcionarme con
cierta normalidad y se esforzaba por viajar en el tiempo, y he
comenzado a recordar las antiguas siestas de antafio en los
dias aquellos en que era nifio y veraneabamos los tres hermanos con nuestro padre en Platja d' Aro, y el calor entonces
tambien apretaba casi tanto como ha apretado este domingo, y
nuestro padre, tras el sudoroso almuerzo de cada dia, ordenaba la siesta y se retiraba a ese cuarto donde le oiamos hablar
en voz alta, y en el que yo siempre pense que se comunicaba
con los pajaros -Tiene la cabeza llena de pajaros, nos decia
Antonio a Maximo y a mi, y le creiamos-, y en realidad lo

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{mico que le sucedia era que el pobre sufria los trastornos


propios del mes de agosto y de ser viudo con tres hijos y tener que llevarlos a veranear, sabre todo tener que llevarse
consigo al insufrible e inventive hijo mayor, que, encima, se
entretenia difamandole, contando a todo el mundo que su
padre era un fenomeno de la naturaleza porque se comunicaba con todo tipo de pajaros.
He pensado en todo esto cuando mas angustiado me encontraba, y me he acordado tambien de cuando tenia cinco
afios y me alzaba sabre las puntas de los pies para ver mejor
la caja de pinturas situada al otro lado del codo de Maximo:
gastacfos lapices de colores que no hacian mas que presagiar
su futuro destine artistico.
Y tambien me he acordado, ya cada vez mas sofocado
por el descomunal calor, de cuando Antonio montaba en bicicleta con el manillar muy bajo por las calles de Pla*
d' Aro, rodando despacio, con los pedales inmoviles y yo,
marchando detras, trataba de estar a la altura de las circunstancias, acelerando cuando su sandalia pisaba el pedal, esforzandome por mantenerme a su rueda trasera que crepitaba
suavemente -como no creo que tarden mucho en hacerlo su
leyenda y su literatura, que para mi, por mucho que se diga
lo contrario, tienen los dias contados, porque rechinan suavemente, como esa rueda---, siempre poco antes de dejarme
con altivez irremisiblemente atras, lloron y sin aliento, derrotado.
He recordado todo esto hoy cuando me he quedado tan
extrafiamente inmovil, sin poder mover un solo musculo de
la cara, completamente abatido y convencido de ser la victima central del hastio que tan congenito es al verano. Hacia
las cinco y cuarto de esta tarde he realizado un importante
esfuerzo para salir de mi desesperacion y moverme algo, pero
solo a las cinco y treinta eso me ha resultado posible, y lo ha
sido gracias a que he hundido peligrosamente mi mirada en
la negra manecilla de mi reloj, y no he tardado en ver que
tambien el reloj padecia inmovilidad, pero estaba a punta de
hacer su tradiciorial ademan de cada minute, y entonces he

comprendido que si se producia finalmente ese elastica sabresalta, podia poner todo un mundo en marcha.
He hundido tanto mi mirada en esa manecilla que, de
pronto, se ha convertido en gigantesca, como si perteneciera
al reloj de una estacion de tren, y he vista entonces como de
repente el reloj empezaba a quedar atnis y las columnas de la
estacion desfilaban lentamente ante mi llevandose consigo la
boveda y el anden y poniendo en marcha unos vagones de
tren que circulaban en direccion diametralmente opuesta al
verano.
Ha sido, pues, a las cinco y media cuando he conseguido
rebajar algo la sensacion espantosa de completa inmovilidad, y
entonces he ido resbalando poco a poco en la silla donde estaba sentado y, cuando ya casi estaba en el suelo, me he levantado todo lo que he podido tratando de ponerme erguido de
nuevo, pero apenas he logrado ascender unos centimetres del
nivel del suelo, lo cual ha sido en el fonda muy humillante y
triste y, ademas, obviamente me ha dejado hundido y con series motives de alarma y angustia, pues he vista que habia
empezado a remitir algo el calor y que por el Paseo del Mar
-es decir, a unos cuantos pasos de donde me encontraba yo
colocado en posicion tan rara- empezaban ya a circular algunas personas, y me ha entrada entonces un colosal panico tan
solo de pensar que podia ser descubierto en esa posicion por
la familia de Felanitx, que me habria convertido en ellogico y
comprensible blanco de sus miradas de profunda estupor y gigantesca extrafieza.
Pero, Dios mio, que hago asi tan ridicule, me he repetido obsesivamente a mi mismo, tratando de salir como fuera
de aquella posicion tan enrevesada, cabeceando desesperadamente como quien escapa de la siesta mas feroz. Hasta que
por fin, alrededor de las siete, las ocultas fuerzas del tedio me
han perdonado la vida y me han permitido empezar a moverme, y entonces me he dicho que mi extrema soledad de los
ultimos dias me estaba perjudicando y que lo mejor que podia
hacer era tratar de hablar con alguien -con mis vecinos, por
ejemplo- y darme un bafio de normalidad.

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Perfectamente rasurado, con ropa limpia y muy perfumado, a las siete y cinco me he presentado en la casa adosada de la familia de Felanitx. Lo he hecho vestido de domingo -para que me vieran como uno de ellos- y con un
disco de corridos y rancheras de un grupo de rock fronterizo del Besos, un barrio de la periferia de Barcelona. He
regalado esos dramas mariachis y tiernas machadas a Clarita, en homenaje secreto a sus ojos verdes de mirada
serena.
A causa de esto y tambien porque se han azorado al
verme por vez primera en el interior de su casa y hundiendo, ademas, mi mirada en las fotos de sus numerosos
antepasados, sus padres se han sentido poco menos que
obligados a invitarme a salir a su terraza y merendar con
ellos.
-Se nota que le gusta Mexico -me ha comentado la
madre ya en plena merienda.
Esta vez ha sido el dentista el que ha hundido peligrosamente su mirada. En mi. Ha sido como si quisiera devolverme mi inspeccion ocular de antes. Le he mirado yo tambien, con un cierto miedo o respeto, porque ese hombre
tiene un fisico tan peculiar como algo terrorifico: rostro
huesudo, bigote negro a lo Emiliano Zapata, pelo blanco
con reflejos pelirrojos echados hacia atras, un timbre muy
severo de voz, la nariz mas aguilefia que he visto en mi
vida.
-Conteste, hombre, conteste -me ha dicho, y casi me
ha intimidado, a pesar de que sonreia y pareda que estaba
solo de broma.
He contestado que, en efecto, Mexico me gustaba mucho y que habia estado el mes pasado visitandolo, y que de
todo lo que habia visto no habia nada comparable a Veracruz con su luna de plata y sus playas lejanas, a las que,
como cantaba el gran Agustin Lara, alglln dia tendre que
volven>. No conodan para nada a don Agustin Lara. Les he
cantado entonces Granada, al estilo de Mario Lanza, y les
he dicho que tambien esa cancion la compuso Lara. Se han
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quedado mirandome muy serios y hasta rigidos y en desconcertante silencio, como si, ademas, estuvieran agu_ardando explicaciones de por que cantaba en su terraza y tambien de por
que deseaba tanto volver a la dichosa Veracruz.
-Pero 2conocen Granada o no? -he preguntado.
-Si -ha dicho la madre muy seria.
No he tardado en comprender que me habia propuesto un
bafio de normalidad que me curara de tanta soledad y calor
asfixiante del dia y que sin embargo seguia hacienda y diciendo cosas poco comprensibles .para gente tan normal como
mis vecinos.
He tratado de no infundirles mas desconcierto y he comenzado a narrar, de la forma mas sencilla y desinhibida posible, aspectos turisticos de mi viaje del mes pasado a Veracruz,
y les he contado mi visita a Antigua, el lugar donde Hernan
Cortes barreno las naves, y he reflexionado en voz alta acerca
de lo importante que es saber encontrar la sustancia que constituye la felicidad y que, por bien raro que parezca, pues estamos mas bien acostumbrados a escuchar siempre lo contrario,
la felicidad no solo existe sino que abunda en esta vida y solo
es necesario saber fijarse en los detalles menos vistosos, como
lo demuestra el que tan facilmente supiera encontrarla en noche de luna llena en Los Portales de Veracruz.
-Noes necesario que nos explique todo eso -ha dicho el
padre-. Nosotros somos felices, conocemos muy bien lo que
es la felicidad.
La madre me ha sonreido, feliz. El padre, con su nariz
aguilefia, ha aspirado aire profundamente y ha hecho un elogio de la brisa de verano. Despues, ha vuelto a hundir su mirada en mi y me ha parecido que dudaba totalmente de que
yo conociera la sustancia de la felicidad, hasta que Clarita ha
roto tan incomoda situacion preguntandome como era que,
teniendo discos, nunca se oia musica: en mi casa. Me he quedado unos instantes meditando la respuesta y, cuando ya me
disponia a darla, me he llevado una buena sorpresa al ver que
tanto Clarita como la madre se levantaban y entraban en la
casa, como si tuvieran prisa por preparar la cena. Me he dicho
67

si no seria que estaban obedeciendo a una sefial y orden del


padre, al que siempre he notado poco dispuesto a que intime
excesivamente con las mujeres de su feudo familiar.
Se ha quedado en la terraza la nifia de cinco afios, la encantadora Berta, escuchando con cara de no entender una sola
palabra de lo que he comenzado yo a contade a su padre
acerca del antiguo puerto de la Vera Cruz y de lo mucho que
me gustaria volver a sus playas lejanas, cosa que sin embargo
no pienso nunca hacer ya que, pensandolo bien~ la nostalgia
de un lugar enriquece siempre que se conserve como nostalgia, pero su recuperacion significa la muerte.
-0 sea que es usted nostalgico -me ha dicho el dentista, y
ha encendido un cigarrillo y ha aspirado largamente una bocanada ahuecando las mejillas de su inquietante huesudo rostro.
Enigmatico me ha parecido cierto fenomeno que se estaba
apoderando de mi voluntad y que en ese momento he detectado. Me refiero al hecho de que yo hasta ese momento en la
terraza no habia contado nada que no estuviera escrito ya en
este cuaderno de los tres tucanes.
Eso me ha llevado a preguntarme si no estaria corriendo
el peligro de excluir y de borrar, tarde o temprano, de mi vida
todo lo que no incluya en estas paginas.
Me habria gustado poder comunicade esta inquietud mia
al dentista y poder decide tambien que todo eso me traia la
memoria de un fenomeno similar que se produda cuando regresaba de uno de mis viajes y la version que daba del mismo
a la primera persona que me preguntaba excluia para siempre
todas las otras versiones posibles y se convertia automaticamente en la definitiva, ya que despues era incapaz de modificada ni en el mas minimo detalle.
Tambien me habria gustado poder decide que este fenomeno me traia la memoria de otro tambien similar, que tenia
como escenario mi propia ciudad natal, donde mis pequefias
simpatias innatas me arrastraban hacia determinados portales
que paredan envolverme con su abrazo mientras que otros los
percibia siempre como hostiles y los expulsaba de mi vida a
diario.

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Me habria gustado mucho poder comentade todo esto al


sefior dentista y que el me entendiera e incluso aportara nuevas ideas, pero yo tenia la impresion de que con mi vecino
solo podia ser normal y decide cosas sencillas que no escaparan a su impecable sentido comun de hombre de pueblo acostumbrado al espionaje de las dentaduras ajenas.
Yo tenia esa impresion y por eso no ha sido extrafio que
de nuevo haya vuelto a oir esa especie de consigna interior
que me recomendaba ser normal, 'ser como los demas -como
mis vecinos sobre todo-, por mucho que sintiera deseos de
elevar el nivel de la conversacion con el dentista y, de paso,
deshacer entuertos, ciertos malentendidos que notaba yo que
se estaban creando. Porque percibia yo, por ejemplo, que el
me estaba viendo como un consumado nostalgico de Veracruz
cuando en realidad seria mas interesante que no desconociera
que mi melancolia era del todo impostada.
Pero, claro esta, cualquiera se atrevia a decide que yo me
habia inventado ese sentimiento de nostalgia hacia aquellas
playas lejanas por la sencilla y practica razon de que si careda
de nostalgia alguna -junto a la memoria, seglin habia podido
averiguar, una de las dos materias primas fundamentales para
cualquier narrador que se precie-, nunca podria considerarme, aunque tan solo fuera en secreto, un escritor de pleno
derecho, un escritor de verdad.
Pero no. Yo nada de esto le podia decir. Tenia que ser lo
mas normal posible con el sefior dentista y no decide nada
raro que le pudiera espantar, ser en definitiva como los demas
y no tratar de explicade, por ejemplo, que con respecto a Mexico yo me identificaba mas con el tema de Rulfo en Pedro
Paramo -el tema del regreso, por eso el heroe es un muerto,
~y que soy yo sino un derrotado en la vida?- que con el de la
expulsion del Paraiso, que es de lo que trata Baja el volcan, de
Malcolm Lowry.
No y no. Nada de todo eso podia yo decide si no queria
que pensara que estaba loco, sino queria verme pronto expulsado del pequefio paraiso de aquella terraza contigua a la mia.
De modo que me he limitado a respondede:

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-Si, sefior. Y a ve. Soy muy nostalgico.


Pero entonces me ha sonreido de una forma extrafia.
Como si en el fondo se sintiera decepcionado de mi respuesta
tan parca. He comprendido que ser tan excesivamente normal
tambien me hacia correr el riesgo de ser pronto invitado a
abandonar ese santuario familiar. Y he buscado decide algo
que le chocara un poco y se me ha ido la mano, o la lengua en
este caso, y no he tenido una idea mejor que preguntade, a
boca de jarro ademas, si habia leido Bajo el volcan.
Se me ha quedado mirando con una cara amenazante.
-Yo no leo -me ha dicho finalmente.
Dios mio, he pensado. Entonces, para congraciarme con
el, le he explicado que yo leo desde hace solo dos afios y le he
contado que el resto de mi vida estuve huyendo siempre de
los libros, pero que ultimamente, tal vez porque necesitaba un
periodo de cierto recogimiento dentro de rrii maltratada existencia, me he refugiado en los libros.
-Yo no leo, pero eso no significa que algl1n dia no pueda
decidirme a leer, de modo que no es necesario que se disculpe
-me ha aclarado entonces el, bien sonriente.
Para cerrar ya de una vez por todas este peligroso incidente he terminado prometiendole que si algl1n dia voy a
Palma le comprare ellibro de Lowry, del que tengo la intuicion de que podria ayudade :1. pasar divinamente el verano y
tambien a comprender -me ha mirada sin el menor entusiasmo y hasta con evidente incomodidad- el tipo concreto de
nostalgia que yo sentia por el incomparable puerto de V eracruz.
En un ultimo intento de congeniar con el, me he puesto a
explicade todo aquello que tal vez no habia sabido el ver en
nuestro entrafiable -he remarcado el adjetivo- viaje del viernes al mercado de Sineu, y de ahi he pasado a hablade de los
Tenorio, de mis dos hermanos y de la fama literaria del mayor
y de la extrema timidez del otro ante las mujeres, y he enlazado todo esto con la descripcion minuciosa de mi lamentable
viaje al horror de Africa. Y luego he pasado a hablade de la
muerte de nuestro padre, de mis amores con la gorda Nancy,

70

<lc

mi viaje a la India, donde no entendi nada, de la espantosa


perdida de mi brazo izquierdo, del robo del peine de Botero,
de la irrupcion de una cantante de boleros en 1~ vida de mi
hermano Antonio y de como este, tactandose de ser un gran
cmbaucador, me hizo creer, a mi vuelta de Africa, que esa
amante suya se habia fugado al Caribe nada menos que con
mi querido pintor de tumba etrusca, el pobre Maximo.
He concluido diciendole que me sentia muy acabado, que
para mi todo habia ya terminado, que era un viejo manco sin
ilusion por la vida. Y, a modo de guinda y con musica de lamento, he afiadido suspirando:
-La vida no tiene entrafias. No es humana.
He recitado, pues, dos frases que me gustan de este dietario.
-Me hacen gracia algunas de las cosas que dice -me ha
comentado, suspirando el tambien-. Pero la verdad es que
son bastante candidas en ocasiones. Son mas propias de un
chiquillo que del viejo que usted pretende ser. Y es que si me
lo permite me veo en la obligacion de decide que denotan
cierta inmadurez, lo cual no es nada grave ni alarmante, pues
aunque usted parece algo mayor de lo que es no hay qqe olvidar que solo tiene veinticinco afios ...
- Veintisiete -le he interrumpido furioso-. El otro dia me
quite dos afios.
-Si, bueno. V eintisiete. Que mas da. El hecho es que usted es muy joven y eso, amigo, siempre se nota, sobre todo
cuando uno habla. Pero mire que decir que la vida no tiene
entrafias ... Que ocurrencia. ~ V e? Es otra nifieria. Como lo es
sentirse orgulloso de estar contandome su vida como si fuera
un coronel de artilleria que hubiera participado en mil batallas. Por Dios, creame, amigo, que tam poco es eso ... Si. Y a se.
Ha vivido usted experiencias muy desagradables y creame que
lo siento, pero es ridicule que a su edad hable imaginandose
apoyado en un baston de viejo. Mi olfato me dice que anda
usted quemado por la vida pero que un buen tequila le podria
reanimar.
Ha sido el peor memento del dia. Aunque quizas el tra-

71

taba de levantarme el animo, todas sus frases me han herido


profundamente. He comenzado a odiar su nariz aguilefia y he
lamentado ser manco y no poder estrangulado.
-A mis veintisiete afios he vivida cien veces mas que usted -le he dicho finalmente.
-~Par que? ~Porque soy de Felanitx? No me haga reir.
Hasta en su forma de protestar se nota su inmadurez.
-~Que hay de ese tequila? -le he dicho entonces, ya desesperado.
Par toda respuesta me ha dicho que si deseaba contade mi
vida aventurera y desgraciada y seguir creyendome que era un
viejo, hiciera el favor de respirar de vez en cuando entre frase
y frase.
-Solo un poco -me ha dicho-. Lo suficiente para seguir
con vida. Pues si finalmente resulta que es verdad que es y se
siente tan viejo podria acabar asfixiado al tratar de contarme
tantas historias en tan poco tiempo.
En ese momenta ha venido lo pear de todo, unas palabras
que ahara contemplo ya sin ira. Me ha dicho, en un tono cortes que parecia esconder su animo de budarse y ofenderme,
que se notaba demasiado que vivia solo, pues en cuanto tenia
la menor oportunidad me ponia a hablar par los codas.
Su hija Berta, que estaba jugando con mis caretas de jaguar,
ha recibido la arden inapelable de que debia abandonar la terraza y preguntar a su madre que habia esa neche para cenar.
-De hombre a hombre -me ha dicho cuando nos hemos
quedado solos-. Busquese una mujer.
No he sabido que decide y entonces el me ha explicado
que no era nada buena que el Hombre (en este caso yo) este
solo y pase todas sus mananas aburrido tomando el sol en la
playa y que par las tardes mire a las musarafias y par las naches salga a la terraza a contemplar la palmera de los vecinos
primero y poco despues la luna de plata, sea la de Veracruz .o
la de S'Estanyol, tanto da, mientras aguarda sin ilusion alguna
la hora de entrar en la fria, gelida cama.
-Busquese una mujer -ha insistido-. Elias siempre lo
arreglan todo.
72

;,;;;

:ii'

No he querido llevade la contraria, pero he pensado en


una mujer, en una cantante de boleros y guarachas, que no
solo no arreglaba nada sino que incluso lo estropeaba todo
mucho mas, y he acabado par hablarle de ella y decide que
termino siendo verdad lo que Antonio, en un primer momenta, me habia contado como mentira.
-A mi regreso de la India, me encontre con la sorprendente noticia, totalmente cierta en esta ocasion, de que Maximo se habia fugado al Caribe con la reina del cha-cha-cha.
Ha sido entonces cuando, a las siete y media en mi reloj
de pulsera, me ha dicho:
-En el fonda solo los grandes timidos son personas atrevidas, capaces de cualquier cosa, creame, par eso no me extrafia
demasiado que su hermano Maximo acabara fugandose de
verdad con esa mulata.
Eso me ha dicho hundiendo una galleta en su cafe con leche y sonriendome. Yo le he devuelto la sonrisa tratando de
ocultar mi malestar par algunas de sus palabras, sabre todo
par aquellas en las que me trataba de jovenzuelo o de hombre
aburrido tomando el sol y mirando las musarafias mientras se
bafia en lunas de plata imaginarias.
El se reia de mi, eso estaba clara. Creia que la diferencia
de edad le daba derecho a eso. Se dejaba llevar par una cifra
-mis veintisiete afios- y no par mi estado de animo, que es el
de un hombre que sabe que ha terminado para el todo su ciclo
vital. El se reia de mi, eso estaba clara. Y con su actitud no
hacia mas que desalentarme, par si no lo estaba ya del todo.
No hada mas que confirmarme que todos estamos solos y nos
budamos de todos y nuestras penas y dolores son una isla desierta. Se reia de mi, pero tampoco tenia yo demasiado derecho a quejarme, pues me habia reido tambien de el desde el
primer momenta en que le vi, de el y de su familia y de su estupida normalidad. No, no tenia demasiado derecho a reprocharle que se budara de mi, pues desde que estoy en S'Estanyol mas de una vez he conseguido dormirme viendole a el, a
mi vecino, como el pastor de un rebafio del que contaba yo
minuciosamente las ovejas al tiempo que evocaba su ridicula

73

figura y bigote zapatista con la mas despiadada y sorda de las


carcajadas.
Le he dicho que andaba muy equivocado si pensaba que
Maximo era en el fondo una persona atrevida, pues nunca
dejo de ser un timido profunda a lo largo de aquella vida tan
poco envidiable que el pobre tuvo y que termino, ademas, tan
mal par culpa de la trampa horrible que le tendio aquella desalmada cantante de boleros que, careciendo del menor escrupulo, se porto fatal con el.
-~Se porto mal? -me ha preguntado tras enarcar una ceja,
mostrando cierto interes y sorpresa.
He decidido demorar la respuesta, interesado mas par las
desgracias de mi vida. He hundido mi mirada en el mar y me
he quedado unos segundos escuchando el rumor suave del
oleaje, y he terminado par explorar el horizonte donde se adivina la silueta, a veces tenebrosa, de la isla de Cabrera, y he
pensado en otros mares y otras islas mas lejanas, en la isla caribefia de Beranda pot ejemplo, hasta que le he dicho:
- Decir que ella se porto mal o que era la perdicion de los
hombres es quedarse corto. Porque sepa usted, y espero que
con ella deje de quitades importancia a mis desgracias, que la
tal Rosita lo asesino. Si. Lo que aye. Rosita lo mato.
Siempre sera doloroso para mi evocar esta historia, pero
esta tarde hacedo me ha permitido nombrat en voz alta a Rosita. Y poder nombrada me produce una excitacion muy especial. Me devuelve a los dias en los que estaba con ella y podia
Hamada a mi lado diciendole: Rosita. Su mismo nombre, pronunciado, era ya entonces una gran fuente de placer. Hoy, es
triste tener que decido, pero hoy cualquier excusa sirve, aunque sea la del asesinato de Maximo, para poder pronunciar en
voz alta, como antafio, su excitante nombre.
-Rosita -he insistido-lo mato. Lo hizo pasar todo par un
suicidio, pero yo se que lo mato.
-Que historia. No se si creede.
De nuevo he decidido demorar la respuesta, asegurarme
de que lo tenia bien cazado e interesado en la historia del tragico final de Maximo. Le he desviado la conversacion. He pa-

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sado a pedide que se blvidara del asuiito, ya que rrte bacia


mucho dafio evocar la muerte de fiii hermano. Le he propuesto qtie habliratnds de lo triste que habia sidb; par ejemplo, la infancia de mis das hermanos fuayores en comparacion
con lamia, que, tal vez gracias a habede resultado siempre indiferente a nuestro padre, fue un simple y alegre paseo, lo que
no podia decirse de las infancias de Antonio y Maximo, que
vivieron sus respectivos via crucis. Aunque no veia a mi vecino muy satisfecho del giro que habia tornado la conversacion, me he dedicado a contade las desventuras infantiles, en
primer lugar, de Antonio, que a los once afios y en Platja
d' Aro, simulando que estudiaba las asignaturas suspendidas en
junio, iba construyendo bajo un pino una novela rio al estilo
de Los cipreses creen en Dios, una historia delirante sabre la
Guerra Civil y las vocaciones religiosas de los colegiales gerundenses, y la- iba escribiendo siempre a escondidas de mi padre
hasta que, un dia, este descubrio el manuscrito en un armaria
de la casa y se dedico a subrayado despiadadamente y a ponede
anotaciones ironicas en las que se decia que todo aquello que
habia alli escrito era sumamente cursi y grotesco e impropio del
talento literario presumible en un heredero suyo.
-Como ve, mi padre fue el primer critico literario que
tuvo mi hermano Antonio -le he dicho.
Se me ha quedado mirando como preguntandose de que le
estaba hablando.
-Hasta que no alcanzo la mayoria de edad, que fue alga
que a elle impresiono absurdamente -he continuado yo-, mi
hermano le tuvo una mania enorme a nuestro padre. Pero la
mayoria de edad se le subio a la cabeza y le hizo cambiar de
caricter y s~ dedico a imitar a nuestro padre y a convertirse
en una replica exacta de el o, mejor dicho, casi exacta, pues. al
menos como escritor lo supero.
En ese momenta, tal como me esperaba, he confirmado
que no me habia servido de nada desviade el tema, pues no
ha hecho mas que aguardar a que terminara de contar el via
crucis de Antonio para preguntarme par. ciertos pormenores
de la muerte de Maximo a manos de Rosita.
75

Encantado de verle cada vez mas comprensivo con la historia de las desgracias de mi vida, me ha divertido demorarle
un poco mas lo que sabia que, tarde 0 temprano, acabaria
contandole. Le he hablado del otro via crucis infantil, el de
Maximo, a quien nuestro padre no le emborrono novela rio
alguna, pero le condeno en cambio a estar siempre encerrado
en su cuarto, castigado eternament~ a causa de sus malas
notas.
- Eso -me ha dicho el vecino- debio sin duda configurar
su caracter tan reservado y, al pasar de la infancia a la juventud, debio conducirle, entonces ya por cuenta propia, a continuar encerrado ... Pero en cualquier caso no explica para nada
su monstruoso final, sobre el que le agradeceria, por muy doloroso que le resulte, amigo, alglln detalle mas.
-~Y que hay de ese tequila que antes me ha ofrecido? -le
he dicho sabiendo que iba a necesitar alglln trago para afrontar el tema de la muerte de Maximo, una historia que habria
silenciado de no ser porque el vecino, al burlarse de mi edad y
de mis desventuras y desgracias, me habia irritado y provocado empujandome a elevarle el nivel dramatico del relate de
mi vida.
- Ayer mismo compre ese tequila. En Palma. Creo que
bajo su influencia, amigo. Porque usted ni se ha dado cuenta,
pero nos ha vuelto a todos un poco mexicanos.
Ha dado un extrafio grito insular en forma de mensaje cifrado hacia el interior de la casa, y poco despues ha aparecido
la bella Clarita pidiendo permiso para poner el disco que yo le
habia regalado al tiempo que nos ha dejado una bandeja con
una botella de El Cuervo, dos vasos, sal y limon.
Todavia ahora, mientras escribo esto, esa fugaz aparicion
de Clarita en la terraza me sigue preocupando, pues tengo
para mi que ha sucedido algo muy raro, que en todo caso solo
yo he advertido y que ahora dudo de escribirlo, por temor a
terminar dudando de mi propia cordura, siempre tan fragil
por otra parte, pero lo cierto es que no puedo olvidarme de lo
que me ha parecido ver ni puedo tampoco evitar aqui contarlo, aun a riesgo de no saber hacerlo, porque extrafio lo ha

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sido mucho y solo puede demostrar una. de estas dos cosas: o


bien yo, trastornado por el calor y la soledad de este domingo
horrible, veo sucesos que quizas solo ocurren hasta cierto
punto, o bien la personalidad de esta Clarita deberia empezar
a darme que pensar.
Lo cierto, al menos desde mi punto de vista, es que
cuando Clarita ha abandonado la terraza con el permiso de su
padre para poner la musica de tex-mex, ha entrado en la casa
de una forma tan extrafia que, no sabria como decirlo, ha sido
como si en realidad nunca hubiera salido a e~a terraza par.a
pedir el permiso, es decir, que ha entrado en ese interior de la
casa desde el interior mismo, como si desde el interior hubiera entrado al interior y en ninglln memento pisado el exterior, aunque la prueba de que si lo habia pisado era que habia
puesto en marcha el tocadiscos de la terraza y sonaba No me
amenaces.
Lo que me ha parecido ver era tan raro que hasta una voz
interior ha retumbado en mi cerebro -la voz del maldito Buitre Zopilote- para avisarme de que lo mas probable era que
alli lo unico raro fuera yo y que bien haria en dejar de serlo si
no queria que mi vecino se sintiera ya definitivamente incomodo conmigo y mis rarezas. Asi pues, esa voz interior, que
en ocasiones se dedica a recordarme que debo ser mas normal,
me ha lanzado una seria y muy circunspecta advertencia que a
mi en ese memento me ha parecido -raro como estaba- procedente nada menos que del libro de Rulfo y en concreto de
este pasaje: jTU. y tus rarezas! Siento que te va a ir mal, Pedro
Paramo.
Todavia bajo los efectos de esa advertencia y con Berta
probindose caretas de jaguar ante un espejo del interior de la
casa, su padre y yo nos hemos quedado escuchando, medio extasiados, los corridos y las rancheras de esa musica fronteriza,
y se ha ido creando una atmosfera tan mexicana que, al brindar con tequila y admirar de pronto el bigote zapatista del vecino y escuchar Cielito Lindo, he comenzado a preguntarme seriamente si a partir de entonces no seria mas conveniente que
conservara mi nostalgia mexicana no mentalmente, no recu-

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rriendo a forzados pensamientos melancolicos, sino fisicamente, de una forma que fuera palpable, conservandola a traves de mis vecinos, que parecian estar corporizandola en su
terraza al mostrars tan permeables al teatro de esa nostalgia
mia de Veracruz.
Tras el tercer tequila, la expresion del rostro de mi vecino
ha comenzado a cambiar, a desfigurarse visiblemente. Como
ha visto que yo lo notaba, me ha dicho de repente en un tono
mas bien patetico:
-Estoy enfermo, amigo. Fui un gran bebedor, aqui donde
me ve. Pero eso me dejo enfermo, y ahora la familia solo me
permite heber los domingos, de modo que no le extrafte que
dentro de poco me retiren el tequila, no le extrafte.
Le habia afectado con notable rapidez la bebida, y yo
mismo, que temo como nadie al alcohol, me he encargado de
retirarselo, colocando discretamente la botella en un cactus de
la terraza. Viendola alli, sus ojos se han dilatado enfebrecidos
y me ha pedido un ultimo trago, antes de que fuera la familia
quien se lo prohibiera. Se lo he negado al tiempo que trataba
de distraerle hablandole de la muerte de Maximo y contandole, por ejemplo, que oficialmente mi hermano se suicido.
-La policia de Beranda entendio que el habia despeftado a
proposito su automovil por el barranco mas pronunciado que
hay en la carretera que une Puerto Bajio, la capital de la isla,
con el Casino N acional... Una carretera, dicho sea de paso,
muy bella, como la mayoria de las de Beranda, carreteras muy
estrechas, con muchos precipicios, enroscandose en las montaftas. Para la policia, mi hermano se suicido. Pero era dificil
de creer eso.
-~Y ella sola fue capaz de despeftar ese coche? -me ha
preguntado, moviendose algo inquieto en su silla.
-Tuvo un complice. Su chulo, un espaftol, un tipejo de
Badajoz. Mientras lo mataban, ella cantaba en un cabaret.
-~Y por que lo mato?
-Para quedarse con su dinero. Para heredar. Tenia deudas
de juego y la habian amenazado con destrozarle su cara bonita
si no pagaba. Le pidio al chulo que se deshiciera de Maximo.

-~Dice

heredar? ~Se habia casado con su hermano?


-Si. Dos aftos antes en Tahiti, poco antes de viajar a
Puerto Bajio, donde ella habia nacido. De ahi ya no se moverian nunca mas. Esos dos aftos debieron ser un suplicio
para ambos. Ella, en el fondo, esperando tan solo el mo:..
mento oportuno de eliminarlo. Porque estoy seguro de que,
ya desde el primer dia, no podia mas de el. El, en otro sentide, tampoco podia. Era impotente. Ella, por supuesto, lo
sabia cuando se caso con ely, sin embargo, ya ve, se caso, lo
que demuestra que fijo su mirada en la fortuna de Maximo.
-~Y como sabe que el era impotente?
-Me lo dijo Rosita.
- ~Y la creyo? ~Creyo a la asesina de su hermano?
Me ha pedido un ultimo vaso de tequila, que no he queride negarle. Lo ha bebido y se ha quedado con los ojos muy
vidriosos, como si tuviera una fiebre inmensa. Me ha dado
bastante pena, y cuando me ha pedido otro vaso mas, he tenido un gesto responsable y se lo he negado con autoridad.
Ser normal, ser como los demas, habia sido mi objetivo a
lo largo del dia, pero en ese memento me ha parecido que
todo eso habia dejado de tener sentido, sobre todo a la vista
de la conducta de mi vecino, que no era, o en todo caso no
estaba, precisamente normal. Por otra parte, me ha parecido
entender que no dejaba de ser una perdida de tiempo tratar.
de ser normal si despues de todo nadie lo es y, ademas, yo
soy extrafto, en cualquier caso, a lo que llamamos las personas humanas. Yo a elias soy, de un tiempo a esta parte, tan
extrafto como un animal o una piedra. Y no lo soy, ya digo,
desde siempre, sino desde que las heridas insensatas de la
vida me convirtieron en un definitive deserter de esta. Hoy
en dia ya no soporto los cuerpos humanos, tan fijos y limitados. Me pregunto que me une a ellos, a esos cuerpos delimitados, parlantes, o bebedores enfermos de tequila, que me
une a ellos mas estrechamente que a cualquier otra cosa, digamos a esta pluma estilografica que tengo en la mano y que
escribe en este cuaderno de los tres tucanes. ~Tal vez el hecho de que soy de su especie? Pero no lo soy, no soy de su

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especie. Por eso, justamente por eso, he formulado esa pregunta.


-Rosita -le he dicho, casi corriendome de gusto- se equivocaba creyendose la reina del bolero porque, tal como me
habia advertido Antonio, en ese aspecto era una verdadera birria. Pero ella no se equivocaba cuando sabia que era la reina
de la sensualidad. En eso tambien Antonio tenia razon
cuando deda que era una mujer de tal belleza que hasta daba
miedo mirada. Y era ademas tan seria como muy inteligente.
-No se si hay mujeres asi -me ha dicho el vecino, sin
duda con animo de volver a ponerme nervioso, tal vez para
que hablara mas y acabara yendome de la lengua.
-~Y eso que es? ~Sabiduria de Felanitx? -le he dicho.
-No hay ninguna mujer que tumbe realmente de espaldas.
-Y, entonces -le he dicho sin pensar demasiado en mis
palabras-, ~por que hace un momento me ha recomendado
que buscara una mujer? Si esa mujer no ha de tumbarme de
espaldas no me interesa. Por tanto, si no existe, no pienso
bus carla.
-Yo solo le he dicho que no sabia si habia mujeres asi, tal
como usted las describe, es decir, de una belleza tal que hasta
tumba de espaldas.
-Pues Rosita me tumb6 -le he dicho con mi mejor acento
mexicano.
-No me haga reir.
-Rosita me volvi6 loco, ~entiende ahora? Me hizo perder
la cabeza, me tumb6.
Ha sonreido satisfecho, como si hubiera obtenido de mi
una confesion en toda la regia, y lo peor es que no iba desencaminado.
- Pero todo esto que me dice es monstruoso, amigo. Absolutamente monstruoso. Ande, deme otro tequila. Asi que usted se enamoro de ella... Se en amoro de la mujer que mate a
su hermano ...
-Pues si, sefior -le he dicho, y he temblado recordando
esa gran pasion, sintiendo el mismo incendio del dia en que la
vi por primera vez en Beranda. Y he intentado entrar, puesto

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que habiamos tan a fondo llegado en est~ asunto, en mas detalles de la historia, pero se ha ido hacienda cada vez mas imposible hablar con el vecino, al que los estragos de los cuatro tequilas han ido convirtiendo en el verdadero hombre raro de la
tarde. Como cabeceaba de una forma extrafia y solo se le oia
decir, de vez en cuando, que lo que le habia confesado era espantoso, he decidido que lo mejor era marcharse.
-Me voy -le he dicho-. Ya es tarde. Y disculpe las molestias. Despidame de su senora esposa. Y no se preocupe mas.
La culpa, en realidad, es de los domingos.
-Se enamor6 de ella. Es horrible. Se enamor6 de la mujer
que mate a su hermano -me ha repetido varias veces, siempre
dejando notar su apestoso aliento en mi nuca, persiguiendome
hasta la puerta de entrada al jardin y terraza de la casa, persiguiendome hasta el Paseo del Mar.
He regresado a esta casa y a este cuarto, que cada dia se
parece mas al de aquel pintor chino que decor6 su celda con
paisajes de horizontes lejanos y neblinosos para luego perderse
en ellos. He vuelto a este cuarto donde escribo y en el que,
dentro de poco, si veo que tengo insomnio, no recurrire a
algo tan grosero como contar ovejas o reirme del bigote zapatista del vecino para dormirme, sino que mas bien buscare
caer rendido de suefio contando las botellas en las que tantas
veces se habra refugiado, en el laberinto islefio de su soledad,
el pobre dentista, y yo se que no tardare en dormirme rindiendole homenaje, contando botellas, botellas de anis y de aguardiente, de jerez y absenta, botellas que se hacen afiicos bajo los
volcanes, botellas y vasos, botellas y copas, botellas y botellas,
copas de amargo Dubonnet, Bacardi y vodka, ajenjo y grappa,
botellas y mas botellas bajo los volcanes, Johnny Walker y
Bombay, y el brazo perdido en la India y las botellas, las hermesas botellas de tequila y de mezcal.

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Son las cinco y cinco de la madrugada en mi reloj de pulsera, y me encuentro, tal vez por haber bebido demasiado
hace un rato, en plena y duro insomnia, los ojds redortdos
como platos, o como faros ardiendo en la noche. De nada me
ha servido contar botellas como si fueran ovejas, pues me ha
dado esta noche por pensar, tal vez por influjo del maldito vecino, que quizas es verdad que aun soy joven y pertenezco al
mundo, y eso, para que negarlo, me ha sentado francamente
muy mal. Porque solo me siento bien, incluso perfecto,
cuando me encuentro viejo. Es mi estado ideal el recogimiento, estar apartado del mundo. Solo estoy bien si me
siento viejo.
Desde hace tres dias, desde que escribo en este cuaderno
de los tres tucanes, me encanta pensar que solo el gran fracaso
que ha constituido mi existencia me da al fin la paz y la felicidad que busque como un ciego en el amor y otras zarandajas.
A mis veintisiete afios, la vida ha terminado. Eso lo tengo
muy clara. Estoy acabado, a Dios gracias. Y es que solo
cuando pienso que mi fracaso ha alcanzado las proporciones
de toda una vida de desengafios, me encuentro a gusto.
Pero hay naches, como lade hoy, en las que al irme a dormir se me ocurre pensar que tal vez es verdad que aun soy joven, y entonces me quedo triste, y me angustio y, por mucho
que cuente botellas y botellas, no me duermo y me llega la te~
rrorifica sospecha de que, para mi, hasta la noche es joven.
Hoy solo he conseguido conciliar el suefio unos cinco minutes
en toda la noche, el tiempo suficiente para tener esa pesadilla
breve pero intensa en la que, tal vez por dormirme en la angustia de que podria ser que todavfa fuera joven y el vecino
tuviera toda la razon en eso, he sofiado que salia a pasear de
noche por S'Estanyol de Migjorn, por el pueblo dormido, y
me dirigia a traves del Paseo del Mar a esa calle interminable
y angustiosa en la que los recovecos y las altas casas de tejado
saliente impiden ver la salida y por la que he marchado hacia
la carretera de Felanitx y hacia ese Casino de la Juventud que
a veces, a la luz cambiante del ocaso, contemplo desde fuera
con la mirada de ternura propia del hombre que escribe y en82

vejece a gusto '} cuyo ultimo deseo seria cruzar el umbral de


ese Casind '} ehtrar en un mundo de raquetas de tenis y espirtiiias.
Pero en el breve suefio de esta noche he descubierto, en
uno de los arboles del jardin de ese Casino, a un hombre joven
yaciendo de bruces con los ojos cerrados, pero no yaciendo en
el suelo sino encima de un asta que con el peso habia acabado
cediendo. El cuerpo entero de ese joven, del que no he tardado en sospechar que podia pertenecer a un ejercito derrotado -he llegado a decirme que tal vez era el soldado desconocido de esa batalla perdida que es cualquier vida-, colgaba
de forma muy rara, quiero decir que atravesado. Y, como ese
joven tenia los brazos extendidos y unicamente las puntas de
los zapatos tocaban el suelo, parecia un avion caido en la copa
de un arbol.
Tras el violento despertar, todos mis intentos de recuperar
el suefio han resultado ya inutiles. Y aqui estoy ahara yo, en
plena y duro insomnia, con lds oJos bien redondos como plates. Hace un rato he salida a la terraza a contemplar las estrellas y a tamar el aire fresco de la noche y he terminado espiando el misterioso y profunda silencio de la casa de mis
vecinos. Digo misterioso porque todo parecia en perfecta
calma cuando de pronto, al observar distraidamente como
movia el viento los ficus y la palmera que protegen la entrada
a la terraza de los vecinos, me ha parecido descubrir una orgia
secreta, un animado y salvaje dialogo entre los agitados ficus y
la esbelta palmera, algo asf como una fiesta privada que si
hasta entonces habia pasado, para mi y para todo el.mundo,
inadvertida, seguramente era porque se celebraba en la intimidad maxima de la noche, en la hora mas callada, cuando hasta
el antiguo puerto de la Vera Cruz duerme.
Al hundir aun mas la mirada en esa fiesta secreta del
viento ha sido cuando de pronto, no voy a negar que entre la
sorpresa y el mas profunda panico, le he vista. Si.. Me ha parecido ver al dentista, quieta y agazapado entre los ficus y la
palmera, inmovil su cuerpo y como al acecho de una misteriosa presa, como escondido por otra parte, pues sus pantalo-

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nes y camisa verdes lograban camuflarlo a la perfeccion y su


figura se confundia, sin el menor fallo, con la naturaleza.
Que estaria, que estara hacienda ese hombre ahi. Porque
no dudo de que sigue ahi, aunque no quiero mirar y constatarlo, pues me da miedo todavia y, ademas, no me. apetece
volver a reencontrar esa sensacion de apuro que a uno le llega
cuando descubre la extrafia e inconfesable actividad secreta de
un vecino al que creia conocer.
Que clase de presa estara acechando ese hombre en la os~
curidad. ~Por que, a estas horas, no esta durmiendo con su
mujer? Tal vez lo unico que sucede es que esta mas borracho
que cuando me despedi de el. 0 quizas se hace el muerto, o
juega a estarlo. 0 pretende dar un salto repentino hacia adelante y dar un susto de muerte a alguien que, desprevenido,
camine tranquilamente por el Paseo del Mar y no se aperciba
-como puede alguien imaginar una cosa asi- de que entre
esas plantas hay un hombre al acecho, camuflado entre elias.
Pero no creo que sea eso lo que esta sucediendo, porque a estas horas es imposible que pase una sola alma por el Paseo del
Mar.
Que estara hacienda ahi ese hombre. Que estara hacienda
disfrazado de planta. Tal vez todo esto en realidad no tenga
nada de raro o de especial y la culpa sea simplemente de los
domingos, que son horribles. Son muchas las personas que, a
causa de esto, los acaban trastornadas, terminan muy mal sus
domingos. Son horribles, si, los domingos... Pero, Dios mio,
que estara haciendo ahi ese hombre, mi vecino. En cualquier
caso, verle ahi completamente inmovil entre las plantas no se
por que me ha traido el recuerdo de una imagen entrevista
con asombro, el mes pasado, en las afueras de Veracruz, la
tarde aquella que daria paso a una neche en la que naceria
-fingida- mi nostalgia de ese puerto y de ese mar.
Aquella tarde vi a un campesino indio inmovil fundiendose con el paisaje. Y no solo con el paisaje sino tambien con
la barda en que se apoyaba en aquel crepusculo presidido por
el silencio grave y profunda de la hora. Ese campesino se camuflaba entre la naturaleza y disimulaba tanto su condicion

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humana que hasta parecia abocado a abolirla y volverse, en


cualquier memento, piedra, paramo, piru, espacio y silencio.
Por si acaso el dentista estaba jugando, como hago yo tan a
menudo, a hacerse el muerto en vida, y por intercambiar entonces con ellos papeles en la neche, le he imitado en su tendencia beoda y he vaciado a su salud, y sobre todo a la mia,
una botella entera de vino de Biniali, lo que me ha librado,
por mementos, de la angustia excesiva de este insomnia y me
ha dejado un buen rato distraido pensando que en definitiva
la vida no es mas que nostalgia de la muerte. No venimos de
la vida sino de la muerte. Eso me he dicho y he logrado para
mi un cierto alivio, y hasta una timida risa en mitad de la neche cuando me ha dado por pensar en las viejas risas de Mexico para todos los ataudes. Y hasta me he atrevido a mirar al
dentista y he visto que es la parte mas profunda de mi, ahi
quieta y bien camuflado entre las sombras de la neche, mi
parte oscura. Por eso es mi vecino.

Como sigo despierto y la neche en blanco viene acompaiiada del recuerdo atroz de un velo rosa y de una fiebre del
pasado, me oriento ahora hacia ese peculiar afio en que los
tres Tenorio nos casamos. Recuerdo como abrio el fuego el
incauto Maximo, a finales de enero, y que lo hizo del modo
mas estrambotico, con su inesperada boda en Tahiti. Inesperada y, como dijo Antonio, propia del gran pasmarote que el
pobre era, pues <mna cosa siempre sera tener una aventura y
fugarse con una guapa cantante de guarachas y la otra, bien
distinta, ser tan mentecato y casarse.
Yo me encontraba por aquellos dias en Barcelona y, como
siempre que estaba en mi ciudad natal, me sentia como un pasajero en transite hacia ciudades lejanas. Yo convalecia en
Barcelona de mi viaje a la incomprensible India, y me dedi-

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caba a ayudar en todo lo que podia a mi hermano Antonio,


que ultimaba por esos dias los preparatives de su inminente
boda con la novia de toda su vida, la abnegada Marta. Me
dedicaba a ayudarle en todo cuanto podia cuando nos Ilego a
los dos aquella postal infame de Ma.ximo: Ayer volamos de
Beranda a Caracas y de Caracas a Tahiti, y aqui me teneis
ahara, junto al mar y al borde de una piscina. Como dicen
aqui los franceses: Farniente y ukulele. jEsto es el Paraiso!
Mafiana Rosita y yo nos casamos. Estoy muy enamorado y
me siento otro. Besos fraternales.
Aquella postal nos amargo a los dos el dia. A Antonio
porque conocia a Rosita y creyo adivinar enseguida lo que
podia estar tramando aquella mujer fatal en version mulata,
la tipica tentadora que arruina con sus ojos negros, me dijo
con su enojosa tendencia a convertirlo todo en literatura, la
tipica hembra deslumbrante y venenosa, de clavel en el pecho y pufial en la cintura, la eterna serpiente, mujer tan bella
como desprovista siempre de dinero a causa de su enfermiza
aficion al juego y, lo que es peor, desprovista de sentimientos
y del menor escnipulo. La tentacion, la perdicion de los
hombres. Para echarse a temblar, vamos. El diablo hecho
mujen>.
En cuanto a mi, aquella postal tambien me amargo el
dia, porque enseguida intui que todo aquello solo podia acabar mal. Sabiendo que el diablo era mujer y se llamaba Rosita y no ignorando, ademas, que mi querido Maximo era un
ingenue como la copa de un pino, no podia yo ver en aquella boda tahitiana mas que los primeros indicios de una fatalidad que muy posiblemente no tardaria en manifestarse.
Pase los dias que precedieron a la boda de Antonio deseando que este, por puros celos 0 por su odiosa tendencia a
convertirlo todo en literatura de gabinete, hubiera exagerado
respecto a Rosita y que esta, en el fonda, no fuera una mala
mujer -no fuera la clasica mala, la que va y viene, busca a
los hombres, los abandona-, sino una sufrida y santa ama de
casa, una de esas cantantes que desean que un marido tradicional las retire cuanto antes de los escenarios, una de esas

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esposas perfectas que con tanto ahinco pintaba, en la soledad


de su atico, el pobre Maximo.
Pero absurdamente iba a ser yo, que ni tan siquiera la buscaba, quien no tardara en sospechar que habia dado con mi
esposa perfecta, y eso que ya digo que ni la buscaba, pero lo
cierto es que de pronto crei tenerla sentada a mi lado. Fue en
el banquete de boda de Antonio -2por que sera que las bodas
generan siempre otras?-, en el salon de los espejos del Ritz,
cuando una mano invisible me sento a cenar justa al lado de
Carmen, una prima lejana a la que no veia desde los dias de la
infancia, desde los dias aquellos en que yo acompafiaba a mi
padre en sus viajes a La Noguera, una gran finca del Bergueda, donde se pasaba tardes y tardes discutiendo, largo y
tendido, con la familia de mi madre, los Recasens, en torno a
una, para mi entonces misteriosa y muy complicada, herencia
de unas fincas rurales. Alli, mientras el se entrevistaba con
aquellos parientes, yo me dedicaba, por los lugares mas lascivos y reconditos de la finca, a entrevistarme con mi prima
mas febril y mas caliente.
De tan cambiada que estaba Carmencita no la reconoci en
un primer instante cuando, al sentarme a la mesa y disponerme a examinar el menu que yo mismo habia confeccionado, oi que alguien que estaba ami lado me llamaba y, algirarme, me lleve la gran sorpresa de ver como una mujer
morena, muy bella y de ojos hipnotizantes, me sonreia con inquietante beatitud mientras se colocaba lentamente una rosa
en la boca y poco despues, de pronto, con un veloz movimiento del pulgar, me la estampaba justa en plena frente,
riendo.
Aquello fue como si me hubieran disparado una bala entre
los ojos. Tuve la impresion de que aquella imagen de gran belleza se habia incrustado para siempre en el centro de mis
pensamientos y que seria ya del todo imposible intentar olvidarla alglin dia.
-Tu eres Enrique, pero de mi ya veo que ni te acuerdas,
2verdad? 2Y si te digo que soy una nifia de Biafra? -me dijo
recordando aquello que tantas veces y con cierta mala fe,

87

viendola a la pobre casi en los huesos y con aquel pelo tan negro y ensortijado, solia decide para atormentarla un poco y
cubrir asi de alguna forma los intervalos de tanto juego prohibido y amoroso.
-Perdona, pero ... -dije sin salir todavia del impacto visual
que me habia llegado con aquel inesperado reencuentro.
-Una nifia de Biafra -me repitio con casi el mismo aire
ingenuo de aquellos dias, ya lejanos, de juegos peligrosos en
los tejados grises y rojos de la gran finca de La Noguera. Y yo,
todavia perplejo y tratando de reaccionar, solo acerte a balbucear cuatro palabras inconexas que en modo alguno revelaban
que ya la hubiera reconocido y anduviera, por ejemplo, acordandome de aquella finca a ocho kilometres de Berga, La Noguera, en la que restauraciones y renovaciones alternadas a lo
largo de los afios habian convertido los tejados en un fascinante y raro laberinto de angulos, de volumenes, de superficies grises y rojas, de aristas muy pintorescas y de escondrijos
geniales a resguardo del viento, donde ella y yo nos ocultabamos y abrazabamos y besabamos dedicando los mementos
muertos de aquella actividad amorosa a insultarnos tiernamente o a contemplar, en largos y profundos silencios, ellago
artificial y los cisnes, los bosquecillos cercanos, los prados, las
vacas y las estacas negras que, a un kilometre de distancia,
marcaban los confines de aquella gran finca que la flaca y fea
pero caliente y amorosa Carmencita siempre me decia que algtin dia seria suya.
- Eres Carmencita -dije finalmente, casi incredulo ante
tanto cambia y tanta belleza, y me quede un momenta evacando en silencio mis reiteradas promesas infantiles de matrimonio, siempre formuladas en atardeceres melancolicos en lo
alto de la casa principal de La Noguera, la que estaba al borde
dellago y era cruzada por una multitud de pavos reales que se
reproducian a alarmantes velocidades.
-~Quien acabara con los pavos reales? ~Quien fulminara a
los Tenorio? -me contesto Carmen, evocando frases que ella
solia dedicarme en los dias de la infancia para ponerme nervioso y enfurecerme.

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Mire a sus ojos, antes de nina hambrienta, y confirme que


se habian vuelto cautivadores. Aquella nina biafrefia era ahora
la encarnacion de la Belleza. Su cabello negro, antes rizado y
agitanado cuando no directamente africano, le caia ahara con
elegancia en cascada sobre la clavicula izquierda, y su modo
de sacudir la cabeza para echarlo hacia atras, y ya no digamos
el hoyuelo perfecto de su mejilla derecha, pertenecian a ese
tipo de revelaciones instantaneas a las que acompaiia el sentimiento inmediato, que ala larga muchas veces acaba revelandose equivocado, de encontrarse uno ante la mujer de su vida.
Pero quien no ha caido alguna vez bajo los efectos de la
flecha del amor a primera vista. Pero quien no ha pasado por
un trance asi. Esa repentina y luminosa impresion de estar
ante la mujer ideal la iria yo confirmando, poco a poco, en el
transcurso de la cena. Y a la hora de los postres andaba ya
perdidamente enamorado. Sus largas pestafias (me decia yo
admirado), ese paiiuelo rosa en el cuello, el acento tan sensual
de su voz payesa y provinciana, su ardor amoroso de nifia que
vuelve ahora renovado, la portentosa ligereza de su fragil
mente, la gruesa linea de sus febriles labios ...
Como todo en ella parecia febril, desee con impetu secreta
que no anduviera para nada equivocandome y que fuera
cierto lo que intuia acerca de Carmen, y que esa piel suya tan
ardiente hubiera sido concebida para la fiebre del mas profunda amor, para el amor de verdad, para el amor dulce y
tambien para el amargo, para el amor conyugal en definitiva,
para el amor del cuerpo y del alma, para hacer el amor
conmigo.
La habian educado precisamente para casarse y, como eso
le hacia una ilusion barbara, confiaba en encontrar marido
pronto -tu mismo, por ejemplo, me dijo por sorpresa y no
parecia estar bromeando- y que la boda le sirviera para dejar
atras, de una vez por todas, el deprimente espectaculo de la
provincia. Carmen, cansada de los pretendientes que como
moscardones la rondaban por todo el Bergueda, andaba aguardando la oportunidad de abandonar todo aquel mundo de pesadilla que envolvia la atmosfera de bosques y vacas de La

89

Noguera y casarse con <<Una fotocopia del principe azul, con


eso me contento. Dijo esto, en esta ocasion sin duda brqmeando, y sonrio de una manera tal que, enamorado como yo
estaba ya, me parecio deliciosamente tonta, pero a fin de
cuentas tan genial como maravillosa.
-Yo puedo ser esa fotocopia -dije entonces, tonto yo tambien. Y ella repitio risa y, en un gesto que se diria estudiado,
se quito del cuello el paiiuelo rosa y se tapo con el la boca
mientras con delicadeza tosia. La imite, y alli mismo tambien
yo tosi con risa floja tan tonta como deliciosa. Despues, me
quede un rata como embrutecido incapaz de ver en aquella
mujer defecto alguno, si acaso tan solo -y me parecio muy
perdonable- el de aquella evidente tendencia suya a que el
rosa, para mi el color cursi por excelencia, dominara la geografia -falda plisada y zapatos de charol tambien eran rosasde su alga estrafalaria indumentaria.
Dicen que el amor es asi, tolerante hasta cotas increibles
con los defectos de la persona querida. Y Carmen, a la hora
de los postres, encarnaba ya ante mis ojos, creo que hipnotizados por ella, no solo a la persona amada y deseada, sino incluso a la mujer ideal, y hasta a la esposa perfecta. De hecho,
casi llego a serlo en el tiempo que vivimos juntos. Ninguna
queja tendre nunca de ella. Tal vez incluso lo fue, fue la esposa perfecta. Pero de cualquier modo y en cualquier caso el
tiempo pasa, y hoy a Carmen, de volver a veda, no la contemplaria como esposa perfecta o mujer ideal (por mucho que lo
fuera), de la misma manera que elrosa ya nolo veo como el
color cursi por excelencia, sino como el color mas cruel y
atroz, ligado como esta al recuerdo perturbador de una fiebre
y de ese vela rosa que tanto esta noche me desvela, me mantiene despierto mientras me digo que tal vez el insomnia cuadre mucho con mi caracter, con esa forma de ser mia por la
que atiendo a todo sofiando siempre y vivo con la pena de no
ser otro -solo puedo serlo si escribo, entonces soy Antonio- y
la afioranza de lo que jamas ha existido.
Y ya digo que a Carmen hoy no puedo verla como la esposa perfecta. Y no porque no lo fuera, que probablemente lo

90

,.i

fue, y no exactamente porque haya pasado el tiempo y yo haya


cambiado mucho, no precisamente por nada de esto sino por
alga mucho mas simple, mas sencillo, tan sencillo como que
yo ya no estoy para esposas perfectas. Hoy mi persona mas
bien recuerda a uno de esos trapos de limpiar casas sucias que
se ponen a secar en las ventanas, pero se olvidan, enrollados,
en los pretiles que se van manchando lentamente. Hoy mi
persona solo es la sombra de la sombra de una persona que,
con toda la razon del mundo, se ha distanciado mucho de la
vida y de sus heridas insensatas, y el premia natural a esto ha
sido la fiesta de la escritura secreta de este cuaderno de los
tres Tenorio, pero tambien esa incapacidad, que he 'creado en
los demas, de sentir conmigo.
Porque hoy en torno a mi, pobre y maldito insomne, ya
solo percibo una aureola bien merecida de frialdad, un halo
de hielo que ahuyenta a los demas y que aun habria de hacerlo mucho mas si estos supieran, por ejemplo, que cuando
me quedo solo y despierto en naches como esta, que cuando
me quedo insomne y mis ojos arden redondos como faros bajo
las estrellas, vuelven entonces para mi escenas del pasado y a
veces un vela de fiebre esconde a duras penas mi angustia al
recordar momentos como aquel, por ejemplo, en el Ritz,
cuando Carmen me dijo que uno de sus maximos deseos era
conocer a alguien con quien poder llevar una vida nomada
-alguien como tu, preciso en una nueva escalada de su estrategia de seduccion-, pues si alga a ella la fascinaba -dijoera que existiera en este mundo la idea del movimiento perpetuo.
Nada podia horrorizarla mas que la imagen sombria de
alga quieta o muerto y con los ojos bien abiertos -me estremezco solo pensando en lo que ahara diria la pobre Carmen si
pudiera verme- y, por ejemplo, un libra lo contemplaba siempre como un quieta y patetico monumento a la muerte, solo
comparable al de una montana.
- Y hablando de montafias -dijo de pronto acercando mucho su boca a la mia-, estoy tan en contra de elias como de
los malditos libros.

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Parecia que siguiera un plan estricto para conquistarme,


pues lo que decia tenia todo el aire de andar buscando demostrarme que ella y yo eramos almas muy gemelas.
- Es que en realidad yo soy bastante analfabeta -afiadio
bromeando, creyendo que su frase resultaba ingeniosa cuando
solo era ligeramente necia, tan solo una frase boba aunque,
por venir acompaiiada de su deliciosa risa y de la tos oculta
tras el pafiuelo rosa, volvio a dejarme encandilado. Y es que
nada la favorecia mas que aquella risa que venia siempre
acompaiiada por su encantador despliegue de 1a tos y del paiiuelo rosa. Porque la risa potenciaba auri mas su belleza y
aquellos dientes perfectos que parecian inventados para morderlo sensualmente todo, lo que tal vez explique que con
tanta risa y tanta tos, sabiamente espaciadas en estrategia perfecta a lo largo de la cena, acabara yo a los postres arrojandome a los pies de Carmen, a sus zapatos de charol rosa, casi
ya desquiciado de tan enamorado que estaba, proponiendole
matrimonio, como si de pronto me hubiera acordado de mis
promesas infantiles de que habria boda cuando fueramos
mayores.
Tras un encantador parpadeo, que era una mezcla entre su
fingida sorpresa y cierta desconfianza sobre la seriedad de mi
propuesta, decidio no responderme todavia y desviar la conversacion hacia el tema de los volcanes, de los que dijo que
eran todo lo contrario de las horribles montafias, pues si estas
estaban muertas, los volcanes, en cambio, estaban espectacularmente vivos. Aseguro saberlo todo sobre ellos, sobre los
volcanes. Solo le faltaba verlos en directo, presenciar sus erupciones. Pero esperaba que la oportunidad llegara pronto.
Mientras llegaba ese momenta, los estudiaba. Asi se preparaba
para el gran instante. Esperandolo sin prisas, se dedicaba entretanto a cartearse con vulcanologos de todo el mundo y habia, ademas, coleccionado todo tipo de informes, mapas, conocimientos fascinantes, restos de lava y otras piezas de
interes, y ya solo le quedaba ver alglin volcan en accion.
Insisti con seriedad, volvi a formular mi peticion de matrimonio. No era por mi parte ninglin juego, yo hablaba muy en
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serio, estaba seguro de que habia encontrado mi mujer ideal,


yo necesitaba una mujer como Carmen para enderezar mi vida
y el rumbo irregular de mis viajes. Y Carmen me parecia perfecta. Lo de menos -pensaba yo- era lo de los volcanes, que
en realidad me trafan sin cuidado, pues si a ella le gustaban
tanto no iba a oponer ninguna resistencia ala hora de visitarlos, fotografiarlos, o lo que fuera.
-~De verdad, pequefio pavo real, que conmigo te quieres
casar? -me pregunto ella de pronto, a boca de jarro.
-De verdad que contigo y solo contigo, contigo me voy a
casar -le cante yo, parodiando como ella aquel estribillo de
una cancion que a veces cantabamos en los tejados de La Noguera tras nuestras promesas de matrimonio.
Despues, le dije que para mf lo mas atractivo del mundo
era viajar y bailar y que me encantaria no retrasar mucho la
hora de comenzar a estudiar en directo los volcanes y bailar lo
mas cerca posible de ellos y de sus maravillosos crateres. y la
saque a bailar. Aprete suavemente su cuerpo al mio, y me pregunte si a ella le podia estar preocupando que fuera yo manco.
Aproxime mi boca a sus labios tan febriles pero sin decidirme
a dar del todo aquel comprometido primer paso hasta que por
fin, ya hacia el final de aquel lento bolero, llego aquel primer
beso de la noche, aquel primer beso tan timido como furtive y
casi infantil, que me transporto de golpe a la inca de La Noguera y al primer encuentro, mudo y tambien leve, de mis
tiernos labios de nino con la piel aun mas tierna de Carmencita; aquel primer beso entre los dos y que en mi recuerdo sabfa solo a rosa fresca, aquel primer beso alla en el parafso de
vientos desatados y juegos prohibidos por los tejados en pecado mortal de la Catalufia profunda.
Me dije que era bien raro lo que nos estaba sucediendo,
pues normalmente no solian dejar las escaramuzas amorosas
de la infancia vinculos y huellas tan fuertes como las que estaban apareciendo en aquellos mementos entre Carmen y yo.
Me quede evocando, con cierta perversidad, el recuerdo de
aquel turbio momenta de la infancia en el que casualmente la
falda se le engancho a la fea y raquitica nifia de Biafra en el
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vertice de una teja y pude ver entonces, por vez primera, el


vella que sombreaba su pubis, aunque lo vi por poco tiempo,
pues ella de inmediato reacciono con una bofetada que escondia una intima satisfaccion de que yo hubiera vista aquello.
-No se, pero creo que el misterio del amor, eso que llamamos flechazo, se ha interpuesto entre... -dije iniciando una
frase en el centro mismo de la pista de baile del salon de los
espejos del Ritz. Pero la frase tenia una notable tendencia a
terminar siendo cursi y por suerte la interrumpi a tiempo al
optar por la via, tan atrevida y directa, de dade un beso de
verdad a Carmen, un beso con toda la lengua, un beso nada
timido y al que siguio la risa fresca y la tos oculta tras el panuelo rosa, una risa descarada y muy obscena en esta ocasion,
una risa que mostraba una dentadura perfecta preparada para
con suavidad morder, una risa que sembro el panico y el escindalo entre nuestros mas cerriles familiares.
Estaba clara que habia llegado la hora de desaparecer de
alli, la hora de dirigirse a paso ligero hacia la salida y evitar
como fuera que se prolongara el escandalo. Pero no siempre
se llega a la calle con la facilidad que suelen hacerlo en las novelas los personajes que acaban de enamorarse y abandonan el
salon de baile entre la mpsica embriagadora de unos violines
que Horan con desidia las notas mas romanticas de una cancion de am or inolvidable ...
Nosotros no eramos los personajes de ninguna novela y
nada facil nos resulto alcanzar la calle, pues antes tuvimos que
pasar por el engorro del guardarropia. Alli nos esperaba un
engorro mayor. Un caballero rural y artista bohemia. Un senor de Berga llamado Arturo Palau, tio Arturo, el padre de
Carmen. Nos estaba mirando, brazos en jarras y plantado militarmente ante aquel guardarropia, frunciendo el ceno y con su
ojo -solo tenia uno- totalmente furioso, como si no aprobara
para nada que su hija y yo tratiramos de abandonar el Ritz.
Parecia un obstaculo insalvable, pero muy pronto, y la
verdad es que fue un grandisimo alivio, vi que si no aceptaba
de buen grado que alcanzaramos tan ficilmente la calle no era
porque se opusiera a que Carmen y yo quisieramos proseguir,

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lejos de toda indiscreta mirada familiar, nuestro incipiente y


galopante idilio. No, no era por nada de todo eso. Don Arturo
Palau, tio Arturo, que era el unico artista que la familia de mi
madre habia dado al mundo -se trataba de un hombre obsesionado en pintar naturalezas muertas, y tal vez por eso, a
modo de reaccion, a su hija Carmen la fascinaban tanto las naturalezas vivas, los volcanes para ser mas exactos-, queria
simplemente saber por que Maximo no habia asistido a aquella boda y como le marchaban las casas por la isla de Beranda.
Tio Arturo era, pues, un obstaculo engorroso pero ficil de
salvar si uno le dedicaba unos minutos y le informaba acerca
de la vida que en el Caribe llevaba Maximo, su admirado sobrine Maximo, al que consideraba el genio de la familia. Me
quede mirando a tio Arturo con el mismo estupor de siempre.
Apenas podia verse como era su rostra, que entre otras casas
apareda media tapado por una peluca que pareda un gorro de
astracin, un parche negro en el ojo derecho y la abundante y
poblada barba blanca. Me quede mirando con el mismo estupor de siempre aquel rostra que mas bien pareda cubierto por
un pasamontanas. Lo habia vista mucho en los ultimos tiempos. Asi como a su hija Carmen no la veia desde la epoca ya
remota de la infancia, desgraciadamente de tio Arturo no podia decir lo mismo, pue~ habia tenido la mala suerte de cruzarme mas de una vez con el por las escaleras del inmueble de
Sant Gervasi, al que nuestro rural y latoso tio bohemia acudia
siempre sin avisar -se sabia pesado, y eso le hacia serlo aun
mas-, en busca de la campania de Maximo, al que admiraba
por su gran tecnica con los pinceles al tiempo que, en maniabra tan boba como algo infame y que en todo caso delataba
cierta demencia senil, intentaba en sus visitas reconducir hacia la pintura de bodegones, que para el era el atajo ideal para
desembocar en el arte clasico.
Con lo dicho, es facil suponer que Maximo vio siempre en
tio Arturo, un enemigo acerrimo de la pintura moderna, algo
asi como el eco mas plumbeo de la mas siniestra de sus pesadillas. Y es que el padre de Carmen, por encima de todo, era
un verdadero pelmazo. Me acorde, viendole alli en jarras

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frente al guardarropia, de la ultima vez que me habia cruzado con el por el inmueble, exactamente dos naches despues de que yo regresara de la India, cuando me lo encontre
perdido por la escalera y tuve que ser yo mismo quien le informara de que su admirado Maximo, el genio de la familia,
ya no estaba en Barcelona sino en una isla del Caribe llamada Beranda, al noreste de Venezuela, y que por tanto ya
no estaba para sus consejos ni para sus bodegones y solo
atendia a la llamada del Caribe y a los silbidos sensuales de
una mulata. Tio Arturo, en esa ocasion, tras reponerse del
efecto que le habian causado mis palabras, me dijo con voz
lugubre si era cierto lo que estaba viendo con su unico ojo.
Se referia a que yo solo tenia un brazo. Como no le respondi, volvio de nuevo a su discurso central y a interesarse por
Ma.ximo y quiso entonces saber como le marchaban a ini
hermano las casas por aquella isla del Caribe de nombre tan
interesante pero tan raro.
Es la misma pregunta que me hizo aquel dia en el guardarropia del Ritz. La misma pregunta, identica. En esa ocasion,
yo me limite a mirar angustiado a Carmen, que estaba
apoyada -bellisima- sabre el marmol del mostrador del guardarropia, y a confirmar lo que suponia: estaba la pobre algo
apurada e intranquila, posiblemente porque temia que aquella
aparicion de su fantasmal y latoso padre acabara despertando
en mi el recuerdo y la conciencia de lo terribles que eran,
cada uno en su estilo diferente, sus progenitores. Porque si tio
Arturo habia sido siempre, ademas de un pelmazo y de un entusiasta cultivador de la demencia senil, el ejemplo clasico del
perfecto neurotico -bastaba para confirmar esto con hundir la
mirada de uno en su inquieto y furioso ojo sano o en su peluca astracanada-, solo temor podia infundirle a Carmen que
me dedicara a evocar el terrible recuerdo de su madre loca y
por suerte ya muerta, encerrada tantos afios en un torreon de
La Noguera porque, un dia aciago y tras el casual descubrimiento de los primeros signos de vejez en su rostra, y en reaccion que guarda un aire familiar con la que tuvo Antonio
cuando se nego a envejecer y a aceptar que en su vida_ se inau-

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guraba la etapa del descenso y se clio muerte por mano propia,


ella comenzo a delirar al creerse muy en serio que su decadencia fisica procedia del hecho de ser nada menos que la hija del
extrafio cruce entre su madre y un lobo, y durante mucho
tiempo estuvo amenizando sin piedad la vida tranquila de La
Noguera con sus dramaticos y escalofriantes aullidos de madrugada.
Con unos padres asi, Carmen daba que pensar, sabre todo
si uno acababa de hacerle una propuesta de matrimonio. La vi
ciertamente apurada, posiblemente por si estaba yo dando demasiadas vueltas, vueltas y mas vueltas a la historia de sus padres, sobre todo a los aullidos de su sefiora madre. Si. Carmen
daba que pensar. Y, en efecto, le estuve dando algunas vueltas
a todo ese mundo raro de sus padres, yo alli parado frente al
guardarropia, hasta que un graznido de tio Arturo me devolvio de golpe a la realidad del momenta.
Tio Arturo, cansado de aguardar a que le diera noticias de
Maximo, se habia puesto -como si fuera el mis pensamientos- a dar vueltas a mi alrededor, y su nervioso deambular parecia el de un pajaro enjaulado. Carmen me clio un codazo
para que me animara. a contestarle algo a su padre, y entonces
fue cuando me puse a explicarle -todo inventado sobre la
marcha- lo poco que sabia de la vida de Maximo por tierras
de Beranda, ya que solo nos habia llegado desde la capital de
esa isla una carta -en realidad no nos habia llegado ninguna,
no habia contestado ni a la invitacion de boda de Antonioen la que se limitaba a hablarnos del dulce clima del Caribe y
a contarnos cuatro banalidades mas.
-~Como cuales? -pregunto muy ansioso.
-Nose. Pues, por ejemplo -dije hacienda un esfuerzo por
seguir inventando sobre la marcha-, nos dice que Rosita Romero, o sea su flamante esposa, triunfa todas las naches en un
cabaret llamado ... -nose me ocurria ninglin nombre-, buena,
ahora no me acuerdo, pero ya se lo dire...
Me miro con cara triste y de gran decepcion, como si no
conocer el nombre de ese cabaret fuera algo que le restara informacion acerca de la vida de Maximo.
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-Ah, si -dije finalmente-. Creo que ya me acuerdo. Se


llama Tropicana. Si. Ese es -el nombre.
Tio Arturo enarco una ceja, la de su ojo parcheado y furioso. Le vi bastante perplejo.
-~Y que mas cuenta? -pregunto.
-~Quien?
.,-~Quien

va a ser? Maximo.
Nada mas.
Fue entonces cuando, totalmente fuera de si, me amenazo
con contratar a un investigador privado que seguiria los pasos
perdidos de su adorado Maximo en Beranda. Curiosa ocurrenda. Sobre todo vista desde mi perspectiva de ahora. Me recuerda a la ocurrencia de aquel narrador de una novela de
Raymond Queneau que contrata a un detective para que le
ayude a recuperar los personajes que se le han extraviado,
pues con el tiempo tio Arturo, sin saberlo, ha terminado por
hacerme un gran favor con su extrafia ocurrencia de ese dia, y
es que hoy no puedo dejar de verlo como un casual pero providencial y muy valioso colaborador de este dietario de los
tres tucanes, ya que ultimamente, de tanto entretenerme recordando como cortejaba yo a la maravillosa Carmen en los
salones del Ritz, se me habia extraviado mas de la cuenta mi
querido y afiorado palido pintor de tumba etrusca, mi h~rmano Maximo.
'
-~Estis seguro de que nada mas? -insistio con una voz de
trueno que, por unos mementos, me asusto incluso.
. - -Si, algo mas, algo mas -dije inventando de nuevo sobre
la marcha-. Se dedica a pintar los hellos atardeceres caribefios
en los cafes al aire libre de Beranda.
-~Como Gauguin?
-Nose cuantas veces le he dicho, tio Arturo, que no me
interesa el arte. Me suena ese Gauguin del que me habla,
pero me va a sonar toda la vida, solo eso, me sonara, no
quiero saber riada de el ni de otros pintores. No quiero ser
artista y desgraciado, que es lo que fue l;Ili padre, y lo que
son mis hermanos. ~Puede entenderme de una maldita vez,
tio Arturo?
-~Maximo?

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- Pues ahora te vas a enter.ar de quien es tu tio y de quien


cs Gauguin -me dijo muy enojado, de nuevo muy fuera de
si-. Gauguin fue un petardo, un moderno, un indeseable, un
horror.
Mi paciencia con la demencia senil de mi tio habia llegado, sin lugar a dudas, a un limite. Le hice una sefial a Carmen y, poco despues, a paso ligero, nos plantabamos ante la
puerta giratoria del hotel y alcanzabamos, a la mayor velocidad del mundo, la calle, avanzando luego por ella, tambien
muy deprisa, casi corriendo por una Gran Via recien regada y
entrartdo disparados en un local cercano, el Snooker, un lugar
por aquell<;>s dias de moda en Barcelona, y alli hubo coctels
variados y muchos besos y confidencias.
Ocurre con los besos como con las confidencias: se atraen,
se aceleran, se acaloran unos a otros. Entre las confidencias de
Carmen estuvo la de que, tal vez por influencia de su padre,
siempre habia creido que yo era un bala perdida y viajera que
no estaba a la altura de la inteligencia de mis otros dos hermanos, sobre todo de la de Maximo, que era el genic de la familia.
Me defendi como pude, le conte mi vision del mundo y de
la vida.
-Para mi -le dije- solo hay tres maneras de ponerse el
mundo por montera. Una es ser inmensamente rico, estilo
Onassis para entendernos, otra ser un grandisimo y genial artista indiscutible, como Picasso o como ese manco que escribi6 el Quijote, y ahi tampoco valen pues las medias tintas, y
por eso no me apetece nada seguir los pasos artisticos de mis
dos mediocres hermanos. La tercera formula esta mas ami al_:cance. Es vivir bajo un puente y ser un vagabundo, un hombre libre que se rie de todo y procura disfrutar de la brisa y del
v!ento. Es-la que esta mas a mi alcance, sobre todo cuando
viajo, y por tanto la unica que me interesa. Ahora ya sabes,
pues, cual es mi filosofia de la vida.
Nos acostamos juntos cuando cerraron el Snooker. En un
pequeiio y con_fo~table hotel del barrio de Sarria, .en la calle
del A vion, Plus Ultra, y fue aquella una neche de am or genial,

99

como lo sedan tantas entre nosotros dos a partir de aquel dia.


Parodiando antiguos gestos mios en los tejados de La Noguera, renove al despertarnos mi propuesta de matrimonio,
que fue recibida, al amanecer, con jubilo y con aquella risa tan
seductora de ella y con aquella delicada tos amortiguada tras
el pafiuelo rosa. Pero se habia producido un lamentable equivoco. Carmen habia dado por sobrentendido desde el primer
momento que yo le proponia casarnos por la Iglesia, pues sofiaba con un impoluto traje blanco de boda que desfilaba, entre la admiracion de las solteras, por una capilla pintada de
rosa palido.
Me entristecio tener que desilusionarla y decide que nuestra boda seria por lo civil, pues casarme por la Iglesia iba en
contra de mis principios de vagabundo feliz. Hubo una dulce;
aunque algo desesperada tambien, resistencia por parte de
Carmen, y tuve que recurrir a una compleja artimafia para
convencerla de que lo mejor era una boda por lo civil.
Para que lo comprendiera, dejamos atras al mediodia la calle del Avion Plus Ultra y con la ayuda de un taxi buscamos
por toda la ciudad una iglesia donde estuviera celebrandose
en aquellos momentos alguna ceremonia religiosa. Finalmente, tras una larga busqueda dimos con una boda en una
capilla de las afueras, y el taxista parecia el mas COntento de
todos de haberla encontrado. Como solo le faltaba ponerse a
saltar de alegria, decidi prescindir de sus servicios, en la sospecha de que se reia de nosotros. Le pagamos lo justo, no le
dimos ni la menor propina, le dijimos que todo aque~lo no iba
con el y que se marchara cuanto antes y dejara en paz a una
pareja de enamorados que ya no le necesitaban.
Se marcho el taxi sin saber que dejaba atras una estela de
tristeza y decepcion por lo que iba a perderse, se marcho el
taxi dejandonos frente a una iglesia gris y moderna y falta de
la menor gracia, en realidad una vivienda infernal, de color
hollin en su interior, con sus escalones rojizos descendiendo
hacia una calle color fango y con un letrero en la puerta que
reproducia una extrafia frase biblica que mas bien parecia una
invitacion -al menos eso es lo que trate que viera Carmen- a

100

no casarse jamas de los jamases en una sucursal tan horrible


del Episcopado.
-No se que has querido decir con eso -me dijo ella.
- Pues bien sencillo. Que no hay que descender nunca por
unos escalones como estos hacia una calle color fango, y menos aun, permitir que te case el ultimo empleado del sefior
obispo.
Se estaba celebrando alli una boda y habia mucha gente
aguardando a que terminara la ceremonia, y entre la pequefia
multitud de monstruos que esperaban fuera habia un numero
muy considerable de perros y perritos que parecian estar
echando todo tipo de cacas y de maldicioqes protestantes a los
pobres conyuges catolicos.
-Piensalo bien -le dije a Carmen-. Todo esto podria perfectamente pasarnos a nosotros. ~Te imaginas que horror?
Un grupo de nifias increiblemente idiotas, vestidas con capuchas de caperucitas y largos y horrendos vestidos color lila,
se alineaban a ambos lados de la escalera y soltaban de vez en
cuando risitas nerviosas, al tiempo que dos fotografos bostezaban mientras preparaban sus camaras intuyendo que de un
momento a otro aparecerian los recien casados. Cuando esto
sucedio, un Mercedes adornado con cintas blancas se situo al
pie de la escalera aguardando a los novios mientras las nifias
de las caperucitas, provistas de bolsas llenas de petalos de papel, se preparaban para derribar a los nuevos conyuges. En
cuanto los tuvieron a su alcance, les mandaron una impresionante lluvia de petalos falsos, y a punto estuvieron los dos de
perder el equilibria y bajar, como si de un tobogan se tratara,
directamente a la calle por las escaleras rojas, directamente, y
en descenso infernal, a la monstruosa calle de color fango con
mierda de perros de los mirones.
-Ahora vas aver como odian al novio -le anuncie a Carmen anticipandome a los acontecimientos pero sabiendo muy
bien lo que iba a pasar, pues no en vano yo tenia una gran experiencia en bodas y banquetes. Y en efecto, cuando el pobre
muchacho, el novio, un hombre muy narigudo y muy largo y
un poco echado hacia adelante, lo que creaba la impresion de

101

que andaba sobre zancos, se desliz6 sonriendo hacia la portezuela del coche, un pelirrojo asesino le lanz6 a quemarropa
un brutal puiiado de .arroz en plena cara.
-Supongo que no querris que me suceda algo parecido a
mi -le dije.
-No veo por que a ti habria de ocurrirte algo de este estilo -me contest6 sonriendo divertida de ver lo frigil~s que
en el fondo eran todos mis argumentos para no pasar por la
vic aria.
-En todas las bodas -le dije- ocurre lo que has visto, y
los pobres novios son vejados por feroces carcamales resentidos, jovenes enamorados todavia de la guapa novia. Y yo no
deseo que bajen de Berga todos tus antiguos admiradores y
amantes.
-Gracias por llamarme guapa -se limite a contestarme.
-No, pero si es que te estoy hablando en serio, no lo tomes a broma, por favor.
Pero se lo tomaba a broma y se reia. Se rio un buen rato
hasta que de pronto dijo que la nuestra habr{a sido una boda
muy tranquila, solo con los familiares ma.s proximos. Por el
tiempo verbal empleado me pareci6 entender que ella -su
extrema ductilidad y sumisi6n casi sin reservas a todas mis
decisiones parecia uno de los rasgos mas admirables e interesantes de su caricter- se habia dado cuenta de que tenia yo
razon, o bien se habia dado por vencida y aceptaba de buen
grado no casarse por la Iglesia. Pero quise asegurarme de que
era asi, pues aun cabia -remota, pero existia- la posibilidad
de que hubiera empleado ese tiempo verbal para indicarme
que solo por lo civil y en pecado no estaba dispuesta a casarse.
- Todas esas ceremonias religiosas son igual de horrendas
-le dije, y me quede mirindola para ver comb reaccionaba.
No movi6 ni un solo musculo de su cara, y parecia algo
triste.
-En todas esas ceremonias -prosegui yo sin tenerlas todas cohmigo- siempre hay mirones, que es una ttadiciori
muy cristiana. Nd' falla, Carmen. Te casas por la Iglesia y a

102

la salida eres el blanco de las miradas de una multitud de


amas de casa y otras ovejas descarriadas que te miran como si
formaras parte de las ilustraciones de esas revistas del corazon,
que son ahora las nuevas biblias ...
Entonces fue cuando .-el memento sera siempre, para mi,
inolvidable- Carmen me dijo que no me esforzara mas en
convencerla, ya que no lo lograria jamas.
-Sin embargo -afiadi6, y se la veia cada vez mas triste- se
hari lo que tu digas. Nos casaremos solo por lo civil.
Yo respire aliviado, pero por muy poco tiempo, porque
descubri que habia en Carmen algo muy misterioso, una especie de alejamiento interne, como si, a pesar de su aparente
sencillez y naturalidad, en el fondo de su alma guardase no un
secrete, pero si una reserva espiritual que ninguna persona iba
a ser capaz de conocer alglin dia. Casarme y tratar, sin embargo, de conocer esa extrafia reserva, ese fondo desconocido
de la persona amada, me pareci6 un desafio muy atractivo
cuando ella, ese dia frente a la iglesia aquella horrible, me
mir6 de pronto con subita melancolia y dijo -sus palabras resuenan hoy como un latigo en mi mente o como un eco trigico en mitad de esta noche y de este insomnio que parecen
no tener fin- que lo unico que lamentaba profundamente era
tener que renunciar al velo blanco de novia.
Si yo quisiera, ahora hasta podria llorar y todo, recordando
eso. Porque la quise mucho y en noches tristes como esta
vuelve ,su fiebre de los dias finales y vuelve aquel velo rosa y
descubro cuanto la quise y aun la quiero. En noches como
esta lo mejor, recordando todo aquello, seria romper a llorar.
En noches como esta nace el deseo de que mi vida hubiera
sido ya desde el primer memento una convalecencia, sin andar. En noches como esta nace el deseo de maldecir a la vida
y ser uno tan solo marea fresca en un mar tan tibio como lejano. Porque si yo hubiera prestado mayor atenci6n a sus palabras sobre el velo de novia, pienso que tal vez las cosas hubieran ido de forma algo distinta.
-No se -dijo Carmen-, ha sido siempre la ilusion de mi
vida. Porque lo llev6 mi madre, lo llev6 mi abuela y la madre

103

de mi abuela, y lo han llevado en la familia todas ... Y son tan


hermosos los velos de las novias ...
No tardamos en visitar el despacho de un juez de paz de
Barcelona y, a pesar de la absurda prohibicion de tio Arturo,
casarnos. Recuerdo que hice votos por no volver a cruzarme
en mucho tiempo con tio Arturo cuando el avion de Carmen
y mio, el avion de nuestra luna de miel, partio hacia Hawai,
- tierra de volcanes donde Carmen iba a conocer a grandes expertos en la ciencia de los cniteres y donde, sin el menor rubor que pudiera delatar nuestra secreta reserva de ironia, adoramos como locos a la diosa Pele, a la reina del fuego, y
colocamos -una antigua y encantadora mania de los vulcanologos- botellas de ginebra en los cniteres, y presenciamos fascinantes expulsiones de materias igneas entre las paredes de
lava petrificada a orillas del Kilauea, donde participamos en
ritos ancestrales y acabamos siendo evacuados por las autoridades locales ante la proximidad de una peligrosa erupcion,
que en efecto no tardo mucho en producirse, tardo tan poco
que hasta tuvimos tiempo de poder presenciarla y de fotografiarla y estudiarla. No seria la ultima vez que teniamos acceso
a un espectaculo asi, porque a partir de aquel dia sedan muchas las erupciones que ibamos a presenciar en directo a lo
largo de esa volcanica luna de miel que parecio tener vocacion de eternizarse, sobre todo a partir del momenta en que
decidimos viajar al sur de America y recorrer, desde el Sangay
y el Cotopaxi al Tolima, la ruta andina de los volcanes.
El fuego fue la estrella y el monarca de una luna de miel
que parecia que nunca llegaria a su fin. Nos gustaba con delirio el fuego, incluso en sus manifestaciones mas modestas. El
fuego y nuestro amor se volvieron elementos clave de lo que
podia acabar siendo un viaje sin retorno, y fueron muchas las
veces en las que, como si fueramos ninos de marcadas tendencias traviesas, ibamos a prender hogueras, a cualquier parte,
en cualquier lugar de los muchos que ibamos visitando por la
ruta andina de los volcanes. Nos haciamos con lena, la apilabamos, la encendiamos, y poco despues -nunca fallaba- quedabamos extasiados como si fueramos ninos que, jugando peli-

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grosamente con fuego, lo estuvieramos descubriendo a cada


instante. Pequenos brujos del ardor y de las cenizas, apostabamos por que hoguera llamearia antes y seria la mas alta y la
mas duradera. Un culto constante al fuego y, sin embargo,
aunque no eramos del todo conscientes de ello, no demasiado
alejado del viento, del viento y del aire de la infancia en los
tejados de La Noguera.
Fuego y aire no contaban con el agua y la tierra. Digo esto
porque parecia que nunca se torceria el rumbo de aquella luna
de fuego y aire, de aquella luna de miel que parecia no tener
final, pero una tarde, ya mucho tiempo despues de nuestra
boda, habiendo acampado en plena selva y, tras haber cenado
entre risas felices y disponiendonos a seguir riendo comentando las fotografias que durante las ultimas jornadas y en
campania de otros vulcanologos habiamos hecho de lavas fusiformes, se rompio de pronto el hechizo o, mejor dicho, el
monotono concierto de las ranas y, a modo de presagio que
en ese momenta en modo alguno supimos ver, un pajaro conocido con el nombre de pajaro de la fiebre comenzo a llamarnos desde un arbol proximo a nuestra tienda. Primero fueron tres notas en escala descendente; despues, cinco; luego,
cuatro. Las varias notas de la escala se sucedian con una persistencia enloquecedora, y nos veiamos obligados a escucharlas y contarlas, y como no se sabia cuantas iban a ser, los nervios sufrian una verdadera tortura.
-jMaldito pajaro! -dijo uno de nuestros amigos vulcanologos-. Esta noche no podremos dormir.
Y asi fue, pero no solo esa noche en la que no pegamos
ojo -lo mismo que me ocurre hoy mientras hago votos por
caer pronto derrumbado de sueno sobre las paginas de este
cuaderno-, sino en muchas de las que siguieron, porque a la
manana siguiente avanzabamos por la selva tropical, entre simios en las ramas, serpientes muy variadas y mariposas,
cuando un minusculo pero fatal incidente hizo zozobrar para
siempre la barca de nuestro mundo de fuego y aire.
El rostra de Carmen, la belleza de sus facciones, comenzo
a cubrirse de montecillos apezonados, y la fiebre acelero peli-

105

grosamente su corazon. Alguien dijo que no pasaba nada, que


eran los mosquitos, y sin embargo yo no habia visto mosquito
alguno. Resulto que si que los habia y que lo {mico que ocurria era que esos animales eran invisibles, pues no alcanzaban,
con todas sus alas y patas extendidas, ni el milimetro. Por eso
ni los habia visto. Pero existian. Con sus picaduras habian desfigurado el rostro de Carmen, el rostro mas bello -junto al de
Rosita, tampoco puedo olvidarlo- que yo he visto en toda mi
vida.
Tras casi dos afios de feliz e instructive -por todo lo que
habia ido aprendiendo sobre la ciencia de los volcanes- viaje
de novios, alguien desde la sombra, un ser tan invisible como
aquellos malditos mosquitos, parecia estar jugando, desde su
lugar oculto, a intentar torcer fatalmente el rumbo de nuestro
destino.
La fiebre que se apodero de Carmen era brutal. Tanto que
hasta yo mismo entre en deliria y llegue a pensar que se trataba de un castigo divino para la pobre Carmen, por tener labios tan febriles. Su cuerpo comenzo a enflaquecer de forma
alarmante y a crearle sensaciones muy extrafias, como por
ejemplo la angustia de sentir que no tenia fibra ni nada capaz
de mantener unidos el torax y las piernas.
Nunca se ve llegar con la maxima claridad la tragedia, que
a veces se disfraza de mosquito, y se disfraza tan bien que
hasta es invisible. La verdad es que tardamos demasiado en
comprender que aquella podia ser una fiebre incontrolable,
pues en un primer momenta el medico -en realidad, un curandero- del primer pueblo que se hallaba fuera de la selva,
nos prometio que lograria, siempre y cuando a Carmen no la
movieramos de su lecho, fulminar al Mal en cuatro dias. Confiar en aquel curandero fue un tragico error. En los dias que
siguieron lo unico remarcable fue que la pobre Carmen enflaquecio ya tanto que empezo a perder lo poco que aun le quedaba de su belleza y a parecerse a la nifia que habia sido, a
aquella nifia biafrefia y fea que se resguardaba del viento en
los tejados de La Noguera.
No recuerdo yo tanto desasosiego y angustia como la vi-

106

vida en aquellos dias al pie del volcan Tolima cuando comprendi que corria riesgo la vida de mi amada, aquellos dias en
los que comenzo a quedar varada nuestra historia de amor en
el puerto peor de las desgracias. Sobre todo a partir del instante en que, cuando nos .disponiamos a viajar a Santafe de
Bogota, hizo su aparicion un viento de fuerza inusitada, un
viento de potencia tan inmensa que parecia capaz de todo,
hasta de romper agujas de acero.
De hecho lo fue, capaz de todo: Nos dejo incomunicados
con el resto del mundo. No era mas que un viento, pero no
era el de La Noguera y, ademas, preludiaba fuertes lluvias.
No era mas que un viento, pero nos tomo prisioneros al inmovilizarnos al pie del Tolima. No era mas que un viento,
en realidad solo un vacio, pero se veia que su furia era mas
fuerte que la vida y' por supuesto, mas fuerte que la triste resistencia que pudieramos oponer con nuestros temblorosos y
fragiles cuerpos, atrapados despiadadamente en las horas. y en
los dias que siguieron y en las que ese viento fue hasta capaz
de arrancarle a Carmen de las manos ese espejo con el que
ella, horrorizada y en silencio grave, a todas horas se miraba,
comprobando casi incredula como la fiebre le habia devuelto
su aspecto de antafio, el rostro de aquella nifia que se resguardaba del viento de Berga en los tejados de su casa, en La
Noguera.
Al tercer dia parecio que la lluvia arreciaba y aproveche
para desahogarme y fui a dar un paseo a caballo por los alrededores del campamento. Es uno de los dias de mi vida que
mas dificil me sera olvidar. Sucedio que, ya de regreso, me clio
por dar un ultimo rodeo y, aun siendo casi de noche, tome un
camino desconocido y baje a unas pefias donde pronto, en la
condensada sombra, me encontre como ciego. Iba tan inseguro que hasta pase miedo, pero de repente me llego una sensacion de alivio cuando descubri que mi caballo parecia conocer el camino, quizas porque lo habia hecho antes con otros
jinetes, eso fue lo que me parecio, porque a medida que la oscuridad crecia su paso se volvia mas prudente y sensato. Pero
fue un regreso bajo oscuros nubarrones que avisaban de lain-

107

minente vuelta de la lluvia y todo tipo, ademas, de males presagios, y la prueba de esto, la prueba de que se avecinaban
desgracias mayores que las ya sufridas, fue que llegue a toparme, ya cerca del pueblo y del campamento, con un muerto
al que varies indios en andas transportaban.
Despues, confirmando que los males presagios estaban
ahi, comenzo a Hover de nuevo, con mayor fuerza que en los
dias anteriores, con esa fuerza impresionante de la lluvia en el
tropico, y ya no pararia de hacerlo en muchos dias, quedando
nosotros mas atrapados que nunca y comenzando Carmen,
ademas, a empeorar en lo fisico pero tambien en lo mental.
Ese dia, al entrar en la tienda donde descansaba, la encontre a ella temblando y con su devastado rostra tapado por un
velo rosa. Mire otra vez por si habia visto mal. Pero no me
habia equivocado, no. Atado en torno a la frente y colgando
ante la cara, hasta tan abajo que lo agitaba con su febril
aliento, llevaba Carmen puesto un velo largo, un velo de seda
rosa.
Al dia siguiente dejo de temblar y parecio que habia mejorado algo, pero aun asi no se animo a renunciar al vela rosa, y
paso aquel dia y los que siguieron sin quitarselo para nada,
contemplando en reflexive silencio la insistencia del diluvio
en el tropico. Todo se habia vuelto decididamente hostil y
raro. Porque muchas, por ejemplo, eran las veces que yo a
Carmen le hablaba y muy pocas las que ella me contestaba, y
si lo hacia era para responderme con frases inconexas; frases
breves que, con su aire febril y de ritmo acompasado al de la
lluvia, agitaban del modo mas extrafio su velo rosa.
-~Hasta cuando seguira esta lluvia? -preguntaba yo, por
ejemplo.
Y entonces Carmen, tras moverse convulsivamente en su
cama, acababa extendiendo languidamente su mano con un
leve gesto, como si esperara que alguien fuera a colocarle un
anillo, y decia frases como estas:
- v endrin lluvias mas claras, vendrin lluvias mas oscuras
y casi negras.
Fueron dias raros y tragicos y en los que, al mismo compas

108

que Carmen, el clima enloquecio ya casi del todo y se volvio


delirante. Yo me acuerdo, por ejemplo, de que el fresco de
las primeras horas de la manana no tardaba en convertirse
en una humedad caliente y pastosa. Fueron dias en los que la
temperatura ingreso en el manicomio de los vendavales. No
era fria ni caliente, sino de autentito escalofrio. Los pies sudaban dentro de los zapatos, y no se sabia que era mas desagradable, si la piel al descubierto o el contacto de la ropa
con la piel. Y llego asi un dia en el que, de tanto oir Hover,
a la lluvia ya ni la sentiamos caer, tan solo veiamos el contome de los arboles en la niebla en repetidos atardeceres desolados, y siempre, clare esta, con la presencia del drama,
con el imposible olvido de aquella fiebre que estaba consumiendo a Carmen y que, al igual que la lluvia, no parecia tener intencion de escampar nunca.
F1,1eron dias raros y tragicos aquellos y yo llegue a quedar
paralizado, narcotizado bajo la lluvia, viendo como la naturaleza se derrumbaba resignada -y yo con ella-, confiando en
que en algU.n memento aquella pesadilla acabaria. Pero la
lluvia, con agobiadora monotonia y tristeza, nunca se iba.
- Dejadla tranquila, ella se marchara como vino -dijo de
pronto un dia, en repentino ataque de sensatez, Carmen.
Pero se adivinaba una risa rara y nerviosa tras el velo
rosa. Despue~, musito algo que solo yo entendi.
-~Que ha dicho? -pregunto el medico, que andaba sobrando alli, aunque era su casa, pues habiamos trasladado a
Carmen a un lugar mas confortable que la tienda de
campaiia.
-Nada -le dije, porque estaba seguro de que nolo entenderia y, ademas, le tenia una mania muy grande, pues cada
dia el comprobaba una mejeria, pero veia inminente la catastrofe.
-~Pero que ha dicho? -insistio.
Le mire a los ojos, le ofred un cigarrillo y, con aquella
angustia desesperada y sorda que yo sentia frente a aquel
mudo y frio fantasma de la muerte que nos habia visitado,
le dije lo que Carmen habia musitado. Fuera llovia con una

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intensidad nunca vista y, si tengo que decirme a mi mismo la


verdad, yo creo que hasta podia oirse el ruido antiguo que hacia la Tierra girando en su oxidado eje.
-Dice que va a morirse, dice que va a casarse.
Aunque seguia diluviando y siguio haciendolo en las horas
siguientes, yo deje de oir el ruido del agua cuando, cumpliendo la ultima voluntad de Carmen, la enterramos con su
velo rosa, en el cementerio de aquel pueblo al pie del volcan
Tolima, donde hay desde entonces una cruz de madera sobre
una tumba blanca que contiene un epitafio que es una mentira piadosa -no envejecio, murio joven, murio hermosa-,
cuyo recuerdo me sobrecoge en noches como esta cuando me
da por no dormir y pensar en ella.
Yo la quise mucho y la querre siempre, y con su muerte
supe que ya no encontraria a nadie que me quisiera tanto
como ella. Verla morir sin poder hacer nada y ver como se
extinguia, de aquella forma tan grotesca, tras el velo rosa, me
conmovio e hirio hasta el fondo mismo del alma y comenzo
ya a divorciarme de la vida llevandome a sospechar si no seria que solo negandola puede uno vivirla en su verdadera
plenitud.
Destrozado, regrese a Barcelona.
Mas hundido que nunca, llegue a mi ciudad en peor estado que cuando volvi de Africa o de Asia. Llegue a Barcelona humillado por la mas grave de las afrentas de la vida.
Volvi al inmueble de Sant Gervasi, donde me aguardaba, en
la sagrada tercera planta y junto a su flamante esposa Marta y
la hija recien parida, el escritor de la familia, mi hermano Antonio, el sedentario, el autor de una obra cada vez mas apreciada en Espana, sobre todo a raiz de su ultimo libro, Espiando a la reina Pele en Hawai, cinico ejercicio literario
inspirado, segU.n el mismo me confeso, jactandose ademas de
ello y con el mayor de los descaros, en las incultas -casi hawaianas de tan primitivas que son, dijo mi insigne hermanocartas y postales que sobre volcanes yo le habia enviado a lo
largo de aquellos dos ultimos anos.
Lo recuerdo como si fuera ahora. Sonaron las seis en

110

punto de la tarde en aquel maravilloso reloj de pared que


nuestra madre habia comprado en un anticuario de Berga. Las
seis campanadas sonaron contundentes, como si quisieran senalarme la frente y decirme que eran los seis golpes secos que
acababa de darme la vida. Lei la graciosa leyenda inscrita en
el reloj por artesano anonimo: Quien demasiado me mira
pierde su tiempo. Y sonrei levemente, pero se notaba que estaba triste. No era facil ocultar que estaba preocupado. Re. cuerdo muy bien lo que sentia. Yo pensaba: Alguien me ha
jodido. Yo me decia esto, incapaz de pensar en algo distinto,
y me repetia: Alguien me ha jodido. Me lo decia, una y otra
vez, y la frase retumbaba como doce campanadas juntas, mientras yo cerraba con fuerza mi unico puno y contenia la respiracion y ahogaba un grito angustiado, llorando en secreto, ligeramente trastornado.

A veces imagino que me voy.


Viajo entonces en una especie de ensueno.
Vuelvo, por ejemplo, a robarle el peine a Botero, y con ese
peine, convertido de pronto en peligrosa arma de cinco filos,
persigo por Veracruz al culpable de todos mis males y des gracias, persigo por todo el puerto al marino al que he confundido con Dios, y acabo iniciando un trigico descenso a los infiernos del muelle en el que voy a matarlo.
Otras veces, como hace un rato, imagino que doblego
el maldito insomnio de esta noche y quedo derrumbado por el
sueno sobre las paginas de este cuaderno.
Tambien entonces mi viaje, en este caso inmovil, es una
especie de ensueno.
Imagino por ejemplo, como hace un rato, que me visita la
nina Berta en plena noche. Salta sigilosamente de su terraza a
la mia y me pide que le cuente historias. Me digo entonces

111

que la otra realidad, la de los otros, la dimension secreta, por


ejemplo, del suefio mexicano de mis vecinos, me ha visitado.
Le cuento historias de animales debiles que se oponen a la
fuerza o a la maldad de su enemigo: el cuento del coyote y el
conejo, el del coyote y el coati, el del coyote y el topo.
Cuando agoto las del coyote, le cuento historias de mis heroes favoritos. Historias de Juan el Flojo. De Chico Miserias,
que engafia al diablo. De Alonso Zonzo, que acumula todo
tipo de meteduras de pata. De.Juan Huevon, que se las arregla
para matar gigantes y se casa con la hija del rey. De Juan Borrachales, que es engaiiado por su mujer, que se finge muerta
y habitante de las mil y una noches. De Don Cacahuate, finalmente, tan astuto e ingenuo al mismo tiempo.
-~No sabes mas cuentos? -me pregunta la niiia.
La luna de plata se refleja en sus tirabuzones.
Le cuento carreras entre el chapulin y el coyote, y tambien
las del grillo y el puma.
-Mas. Quiero mas cuentos -me exige.
-No hay mas ..:_le digo.
Y callo un rato.
-~Que te pasa? -pregunta.
,-~No lo ves? Pienso. Pienso en el marino que mate en
Veracruz.
Ahora es ella quien calla.
-Anda, Berta -le digo-. ~Por que no vuelves con tus padres dormidos? Vuelve con ellos y pideles que tengan tantita
lastima de mi. Nomas eso diles.
Le digo esto y, como me da por pensar que ya estoy despierto, entonces imagino que me voy.

-Me voy -le dije ami hermano Antonio, el sedentario-.


Y a ves que pronto vuelvo al tropico.

112

Y sabe Dios que me fui.


Volvi muy pronto al tropico, como si fuera uno de esos
blancos que se vuelven locos por el ron y las mulatas.
Pero no era ese precisamente mi caso. Yo volvi al tropico para el funeral de Maximo.
Fue en un mes de agosto como este, solo que entonces
las cosas eran algo distintas de ahora y era yo todavia algo joven y. sin surcos en la frente, y a pesar del gran dolor y tristeza por la muerte reciente de Carmen, a la que no habia tardado nada en aiiadirse la de Maximo, y a pesar de ser un
pobre diablo manco y de haber recibido ya todo tipo de bofetadas por parte de la vida, aun conservaba por ella, por la
maldita vida, cierta ilusion y hasta diria que algo de curiosidad.
Fue en un mes de agosto como este, solo que entonces
todo era muy distinto y los domingos no me parecian tan
horribles como me lo parecen ahora y no padecia yo trastornos de suefio ni insomnios tan devastadores como el de esta
noche en la que, de continuar asi, voy a bordear sin duda el
espanto, aunque es justo tambien reconocer que el malestar
por la ausencia de sue.fio trae como compensacion ver como
va ocupando cada vez mas tiempo de mi vida el dietario,
hasta el punto de que fuera de el ya casi no existo, lo que en
el fondo no deja de ser lo mejor que podia sucederme, lo que
desde el primer momento busque en el recogimiento, en la
escritura: pasar cada vez mas tiempo en el mundo de mi pasado, escribiendolo, y pasar el menor tiempo posible en el
presente, inmerso en una cotidianidad que, de vivirla a
fondo, no habria de traer mas que nuevas desgracias y horrores a mi vida.
He dicho mi vida. Y pienso en las palabras del poeta: De
la vida me acuerdo. Pero donde esta.
He dicho mi vida. Si no hace mucho la veia como uno
de esos trapos de cocina que se dejan secar al sol y luego se
olvidan, no se por que ahora, en mitad de esta noche estrellada, la veo mas bien como uno de esos ventiladores del tropico que giran en los techos de las cantinas no queriendo

113

molestar a nadie, ni tan siquiera a esas moscas azules que se


duermen en sus tranquilas y bonachonas aspas ...
Mi vida era asi cuando volvi al tr6pico. 0 mejor dicho hoy
la veo asi cuando me acuerdo de que volvi muy pronto al tr6pico, volvi muy pronto, como si fuera uno de esos blancos
que se vuelven locos por el ron y las mulatas. Pero no era ese
precisamente mi caso. Yo volvi para el funeral de Maximo.
Tan cierto esto como que parezco encallado de pronto en este
pasaje de mi vida, como si no me atreviera a seguir adelante,
como si tuviera un miedo mortal a regresar con la palabra al
tr6pico y estuviera resistiendome a hacerlo porque supiera
que eso me obliga a afrontar el recuerdo tan terrible de lo
que, en la intimidad mas secreta de mi pensamiento, vengo
desde hace un tiempo llamando el conflicto: el serio dilema
que, a la sombra de las palmeras borrachas de sol, estaba
aguardandome en la bella isla de Beranda.
-Me voy -le dije a mi hermano Antonio, el sedentario-.
Y a ves que pronto vuelvo al tr6pico.
Yo volvi para el funeral de mi querido y palido pintor de
tumba etrusca, yo volvi para el funeral de Maximo.
Hoy, cuando me han pasado tantas cosas y he envejecido
tanto, nada me cuesta ya reconocer en Maximo cierta genialidad, que tal vez naci6 de la necesidad de humillar a su padre,
de poner en evidencia ante el mundo entero a quien con tanta
gratuidad siempre le maltrat6. Nada me cuesta reconocerla
hoy. Hoy, cuando me han pasado tantas cosas y he envejecido
tanto. Porque la verdad es que en el ayer, en los dias del pasado, reconocerla me resultaba mas dificil, sobre todo si quien
me pedia que lo hiciera era, por ejemplo, tio Arturo, que andaba siempre empefiado en que yo era un palurdo y Maximo
el genio mas divino.
Pobre tio Arturo. Se extravi6 un buen dia como si fuera el
personaje de una novela, y yo nunca me tome la molestia de
contratar a un detective para encontrarlo. Creo que acab6
muy mal ese hombre: dando conferencias fanaticas en Manresa y Berga, siempre hablando contra la pintura moderna y
viendo, horrorizado, c6mo en los bodegones que el pintaba se

114

iba perfilando nada menos que la sombra de una sensibilidad


vanguardista, a lo Morandi.
Maximo fue un genio, nada me cuesta hoy reconocerlo.
Fue un genio, por mucho que los aplausos mundanos, por lo
general siempre tan equivocados, fueron a parar a ese sefior
de pipa apagada llamado don Antonio Tenorio, el hombre
que en lugar de tener el arrojo de escribir El descenso se arroj6
al vado, desnudndose tras su peculiar descenso a los infiernos.
Y a de nifio se vio que Maximo tenia algo de genio, y eso a
pesar de que nuestro padre trataba a toda costa de impedirlo,
castigandole sin 'casi tregua alguna en todo tipo de cuartos oscuros o camaras pensadas para el estudio. Maximo se pas6
toda la infancia castigado. Y s6lo en dias concretes, como el
de los Reyes Magos, se le permitia ser algo feliz, aunque siempre con la perversa idea de aumentar la desdicha del nifio en
cuanto despertara la luz del dia siguiente, destrozandole entonces el alma al pequefio genio privandole de cualquier juguete y enviandole de nuevo a la soledad de los cuartos de
::1,,
cl

,j

castigo.
Un afio, Maximo pidi6 a los Magos de Oriente un teatro
portatil. No llegue nunca yo a ver ese juguete, pues por esos
dias era tan s6lo un recien nacido. Pero una fotografia, que
con gran carifio conserve y guardo siempre en mi cartera
junto a la unica y rara carta que Maximo nos envi6 desde Beranda, muestra al genio de la familia sonriendo, en un dia en
que mi padre estaba de viaje, plantado en el centro mismo de
su escenario m6vil y simulando que le iluminaban las falsas
bambalinas de su flamante teatro, vestido de cura ante el altar
construido por el mismo tras haber mezclado con verdadero
arte a una Virgen de Montserrat con un gran numero de hortensias robadas al jardin. Se le ve sonriendo, casi feliz, rodeado
de nifios veraneantes y de la maravillosa criada, que era por lo
visto su fiel aliada: Mamerta, la criada de nombre inolvidable.
Por lo que me han contado, todo ese publico infantil acudi6, aquel dia, al jardin de Pla* d' Aro con la promesa, por
parte de la buena de Mamerta, de una jugosa merienda y con
115

la condicion casi expresa, y casi ticitamente aceptada, de que


habia que llorar a la hora del sermon. y por lo que se, casi en
broma lloraron aquel dia ellos, los nifios, pero Mamerta, ay,
Dios mio, la criada, la criada lloro de verdad.
Con los afios Ma.ximo, ya adolescente, se paso del teatro
portatil a uno de dimensiones tambien moviles pero mas reducidas. Se paso al teatro de marionetas, pensado para un publico muy reducido, tanto que, por tratarse de un especticulo
rigurosamente clandestine -debia estar siempre fuera del alcance de la vista de nuestro padre-, el unico espectador alli
era yo.
Recuerdo muy bien aquellas funciones clandestinas, siempre con el miedo en el cuerpo por side improvise regresaba el
ogro feroz de nuestro padre. Recuerdo muy bien como Maximo, .fiel a lo que pienso que fue siempre su vision del
mundo, una vision sin duda muy proxima a la de quienes ven
el mundo como un teatro, buscaba que yo solo llorara o riera,
pero que en modo alguno, pues a el no le valian las medias
tintas, languideciera de vez en cuando en estados de animo
intermedios.
yo, que era muy nifio y solo tenia animo y sobre todo mucha disposicion natural para las escenas pensadas para la risa
-quien me ha visto y quien me ve: la vida, a la hora de destrozarnos, tiene la terca paciencia de la marea-, comence a
sentirme incomodo y disgustado el dia en. que vi que Maximo
se empefiaba, se obsesionaba hasta limites casi increibles en
triunfar tambien ante mi con las escenas pensadas estrictamente para elllanto: escenas de lomas siniestro y muy truculentas, casi siempre todas sobre tristes martires cristianos -le
encantaban, le fascinaron hasta el final de sus dias todos esos
heroes de medio pelo que, surgidos de las catacumbas, inmolaban sus vidas por una creencia-, a los que fieros leones devoraban espectacularmente, entre los mas fieros rugidos, en
las arenas de su circo imaginario.
Hoy, cuando a los veintisiete afios ya solo soy un viejo que
escribe los recuerdos de una vida que no le ha gustado, sigo
viendo como a una maravilla entre las maravillas aquel teatro

116

de marionetas, mas real en el recuerdo que el mundo entero y


tan fugaz como hermosamente clandestine: el teatro de la infancia.
Y me digo, una vez mas, que la vision del mundo de Maximo era profundamente teatral, pues el estaba convencido,
creo que tanto como lo estoy yo ahora, de que el hombre esti
vivo solo en sus mementos de extremo goce o de pena, y lo
demas son tan solo tediosos entreactos de la puesta en escena,
lo demas no importa.
Por eso no creo que deba preocuparme ya mas pensando
en que los ultimos meses de Maximo en Beranda fueron una
sucesion sin tregua de mementos de extrema pena. Lo importante es saber que no se aburria al menos, que se sentia vivo.
Por eso tambiert deberia restarle dramatismo a esa imagen que
me he inventado pero que me persigue, dolorosa y obsesivamente, desde el dia en que aparecio el cuerpo de mi hermano
en el fondo de aquel barranca, cerca del Casino Nacional: a
altas horas de la niadrugada llega, sin zapatos y tambaleante,
bella y despeinada, llega Rosita al hogar conyugal y, tras haber
estado con el chulo de Badajoz, o tal vez tras haber actuado
para la policia y la mafia local en el cabaret Chole, o haber
perdido todo .su dinero en el juego, encuentra al pobre Maximo esperandola despierto, en plena apoteosis de su pena y
mas etrusco que nunca, envuelto en lagrimas casi femeninas
mientras chupa embobado, con su mejor estilo acongojado, el
veneno que destila la pintura de sus pinceles.
Con la pena extrema uno tambien puede sentirse bien. Lo
peor, tal como pensaba Maximo, son los estados intermedios,
los entreactos, el aburrimiento, los domingos que se eternizan.
Prefiero pensar que ese llanto extremo que se apodero del fragil Maximo en los ultimos dias de su vida encubria en realidad la intima felicidad de sentirse mas vivo que nunca.
No quiero atormentarme ya mas ni dade tanto juego a mi
maldita mala conciencia, y prefiero decirme que Maximo vivio sus Ultimos dias con la secreta alegria de ver que, como si
de un modelico martir se tratara, pronto iba a pagar por todas
sus culpas, incluida la de haber mordido la manzana y la de

117

haberse casado por la Iglesia; prefiero pensar que Maximo vivio con satisfaccion secreta esos ultimos dias de su vida
viendo que pronto iba a pagar por todos sus desafios al destina y que seria por la propia Rosita merecidamente ajusticiado en el circo de la vida, y asi llegaria a su ultimo puerto;
de una vez por todas, ese maldito engorro que para el debia
de ser su vida conyugal, tan llena de sosos -a causa de su impericia sexual- y al mismo tiempo ambiguos -por la comprensible desidia de ella- actos amorosos que mas bien paredan entreactos y solo servian para salpicar, aun mas de sangre
y bochorno, el mortal teatro de su matrimonio.
Pero creo que estoy evadiendo el drama de la muerte de
mi hermano. Me gustaria, si, que ese llanto extrema de Maximo en sus ultimos dias solo hubiera encubierto la felicidad
de sentirse vivo, pero en honor a la verdad no puedo seguir
engafiandome a mi mismo. Es ridkulo afirmar que Maximo
juzgaba justa su inmolacion. Solo mi extrema mala conciencia
de esta noche explica que haya llegado a escribir que mi hermana, pasandolo tan mal, lo pasaba tan bien. La realidad es
mucho mas simple. Sencillamente, Maximo se caso con Rosita
porque estaba enamorado y se sentia deslumbrado por la extrema belleza de aquella mujer y, viviendo como vivia el en
las nubes, tardo una eternidad en sospechar que ella podia estar engafiandole -tanto como le habia engafiado en otros dias
aquella jovencita contratada par nuestro padre- cuando le repetia a todas horas lo mucho que le queria.
Asi de simple. Tan simple como que ese engafio le costo
la vida. Solo cuando vio que esta peligraba, solo en el momenta en que su vida conyugal se torcio de un modo tan rotunda que hasta un ciego lo habria visto, comprendio Maximo
que en el gran teatro de la vida le habia tocado interpretar,
alla en Beranda, el papel de marioneta, de pelele, de juguete
tragico de una mujer fatal.
Solo entonces, cuando por fin descubrio que todos los pasos de Rosita estaban encaminados a deshacerse lo mas pronto
posible de el, solo entonces se decidio a romper su silencio y,
tras dos afios de no haberse dignado escribirnos, nos envio esa
118

carta -se trata de mi recuerdo favorito de Maximo y lo guardo


en la cartera junto a la fotografia color sepia de su teatro portatil- en la que un criptico mensaje inicial acababa derivando
en la mas angustiosa de las peticiones de auxilio.
Voy a morirme, empezaba diciendo, y ya todo parece
tener otro aspecto y hablar a mis ojos con otra voz. Parece que
sea yo quien esta cansado de existir y acepta su culpabilidad
por haber desafiado a los,dioses. Parece que sea yo quien esta
cansado de vivir, y sin embargo mas bien son las cos as y las
malas personas de aqui las que se han cansado de que yo las
vea. Empiezo a morir en esas cosas y en esas personas. Me
quieren matar y ayer mismo, sin ir mas lejos, vino la Muerte a
vender mercandas ala puerta de mi casa: Via Jaji, kilometro
25. Desdoblo alfombras, sedas y damascos. Queriendo comprarle algo, me dijo que no vendia y canto una hermosa pero
muy triste cancion de despedida, nada menos que el bolero de
mi perdicion...
Esta carta, afiadia con boligrafo distinto y trazo mucho
mas firme, exige una posdata en la que os pida perd6n por
mi .desvario en las lineas de arriba. Hace un rato me bebi entera una botella de ron y me llego el desequilibrio. Me perdi
en un mar de palabras, porque estaba muy triste, lo sigo estando ahora, sabiendo lo que tengo que deciros. No me tomeis por loco o paranoico, pero de un tiempo a esta parte
vivo en la sospecha de que existe en Beranda una conjura contra mi. Me ha desaparecido el pasaporte y creo que con eso
tratan de evitar que huya. No quiero denunciar por nada del
mundo a mi mujer, a la que sigo amando con deliria. Pero
ella, triste es decirlo, podria estar al frente de los conjurados.
No sabiendo que hacer, os pido ayuda, vuestra presencia aqui,
donde no puedo fiarme ni del consul de Espana, que tambien
parece quererme mal. V enid a verme, os lo suplico. La visita
de alguno de vosotros frenaria los planes de los conjurados.
- Esta como una cabra -dijo Antonio cuando en voz alta
le lei esta carta-. Siempre lo ha estado, y no hay por que
creede. Seguro que son ganas. de gastarnos alguna broma.
Ademas, cuando se esta en peligro de muerte no se pide soco119

r-ro escribiendo una carta que va a tardar como minimo tres


semanas en llegar a Espana.
A pesar de este comentario, al que no le faltaba sentido
comun, decidimos -pues aunque no queria decirlo ante
Marta, mi hermano Antonio sabia muy bien como las gastaba Rosita, su antigua y nunca destapada amante- tratar de
averiguar, a traves de la direcci6n de Beranda, el telefono de
esa casa y, a traves de ese telefono, hablar directamente con
Maximo y averiguar si habia algo de cierto en sus alarmantes
palabras de la carta. Era, para salir de dudas, lo mejor que
podiamos hacer. Y asi lo hicimos. Tratamos de encontrar ese
numero de telefono, pero no existia. La casa de la Via Jaji,
kil6metro 25, no tenia telefono. Estabamos pensando en enviarle un telegrama urgente cuando, una noche, son6 el telefono en la tercera planta, en la casa del Gran Jefe de Pipa
Apagada, mi hermano Antonio. Al descolgar, Marta se encontra con la voz de Maximo, algo ronca y casi irreconocible, al otro lado del hilo telef6nico.
-2Con quien hablo? -pregunt6 la voz de Maximo sonando muy crispada, casi histerica y acompafiada por el tradicional eco que viaja con las palabras en las llamadas transatlanticas.
-Yo soy Marta. 2Quien es?
-Mas alto. Por Dios. Pasan camiones. Mas alto. No oigo
nada.
-Soy Marta.
- Tengo susto.
Marta qued6 paralizada, y parece que en ese momento
oy6 no solo pasar camiones, sino que percibi6 incluso por un
momento el rumor del oceano.
- Tengo susto -repiti6 el, como si se hubiera abonado a
esa peculiar frase-. Que alguien venga a echarme una mano.
Que, por favor, alguien ...
Se interrumpi6 de golpe la comunicaci6n, y ya no bubo
otra llamada. La esperamos en vano durante un buen rato,
pero nunca lleg6.
-2Que sera eso de que tiene susto y por que lo repite

120

tanto? -preguntaba Antonio, una bora despues de la llamada,


visiblemente alterado, tratando de explicarse lo que sucedia.
Todos en realidad estabamos alterados. Marta, ely yo. Habiamos estado esperando en vano a que volviera a llamar, y
poco a poco se habian ido desquiciando nuestros sistemas nervtosos.
-Simplemente eso. Que tiene susto, esta bien claro -se me
ocurri6 contestarle a Antonio.
-Simplemente, simplemente ... -dijo Antonio, y nunca le
habia visto tan crispado e indignado-. Para el tonto de Enrique todo es siempre simple y mas que simple, bien simple.
Todo es sencillo, el mundo entero es muy simple. La complejidad tan solo es un invento de los que piensan demasiado. y
encima cree el simple de Enrique que verlo todo bien simple
es algo de lo mas sano -me mira con verdadera rabia-, y esta
orgulloso de ser un hombre sencillo, simple, un paleto que
viaja. Y asi le van las cosas a mi hermanito. Asi le van. Ha
perdido un brazo, ha perdido a ...
Se calla. Si dice lo que iba a decir, lo habria matado.
Porque iba a decir: Ha perdido a Carmen, su mujer.
Me dije que estaba mas nervioso que yo y que no valia la
pena enfadarse. Pero de pronto me dije lo contrario: aquello
era para matarle. Pense: Antonio no sabe con quien se la esta
jugando, no sabe que yo en Africa, aunque fue en defensa propia, mate a un bandido en Dahomey.
Me habian dolido demasiado sus palabras, y no pude reprimirme y acabe avanzando bacia su sill6n con la idea -lastima
que me faltara una mano- de estrangularle. Habia faltado a la
memoria de Carmen y yo estaba tan fuera de mi que era capaz
de todo. Pero a mi instinto asesino africano le faltaba un
brazo. y tambien, todo hay que decirlo, a ultima bora recorde
que era mi hermano. Termine reculando, contentandome con
imaginarmelo a el diciendo que tenia susto y desplomandose
de miedo.
Esa noche, en todo caso, senti -como nunca- verdadero
odio bacia mi hermano de pipa apagada y pantuflas rancias.
Despues, el tiempo suavizaria ese odio y a veces, como su-

121

cede ahara, Antonio, en el recuerdo, es una figura hasta querida y afiorada, aunque nunca le perdonare segU.n que casas,
entre otras el que se suicidara y me dejara en la estacada. Pero
hay veces, aqui en S'Estanyol, en.las que me pregunto si no
hay un cierto aliento de venganza en lo que aqui, en este
cuarto frente al mar, llevo modestamente a cabo; me refiero a
este dietario en forma de novela, que prolonga mejora secretamente su obra. Es como si escribiera contra Antonio al dejarlo en entredicho mejorando su estilo, fabricando la novela
que no se atrevio a escribir: esta novela que habla de nosotros
los Tenorio y de la necesidad de entrar en ese proceso de sensatez que consiste en dedicarse a la noble tarea de envejecer.
Si bien fue el in ten to de ofender la memoria de Carmen lo
que mas me molesto de Antonio esa noche, hubo otro detalle
que en ese momenta me resulto tambien muy doloroso. Fue
la constatacion desagradable de que la naturaleza, salvando
unas minimas diferencias entre ely yo -el tenia arrugas y canas, y yo ninguna de las dos casas-, nos habia hecho fisicamente muy parecidos.
Me queda de esa noche cierto rencor hacia Antonio y
tambien la impresion de que alcance -creo que fue hacia la
hora de los fantasmas y las brujas- la cima mas alta de mi
odio a la cultura en general, ese odio que Antonio, con sus actitudes hacia mi y su lamentable espectaculo de pipa apagada
y zapatillas roidas, azuzaba con especial intensidad.
Alcanzada la cima de mi odio a la cultura, ya solo me quedaba descender. Lo logico es que me hubiera dado cuenta de
esto en aquel mismo momenta y hubiera iniciado esa bajada a
los parajes que hoy, me gusten o no, me acogen y albergan:
llanuras tranquilas donde habita la lectura y el recogimiento y
la vida es pura ausencia. Pero no. Instalado en la cima y sin
comprender que quien sube luego baja, me mantuve, en los
dias que siguieron, en un imperfecto y tonto equilibria, tratando de mantenerme en la cumbre de mi desprecio hacia la
cultura. Recuerdo que pase bastantes dias en la cuerda floja de
esa cumbre cultivando -encantado- la alpabarda, mi gran aficion de juventud, y cuando digo alpabarda quiero decir ton-

122

tera o, par nombrarla de una forma mas clara, tontura, latontedad mas absoluta.
Y a digo. Aquel dia, nervioso como estaba par aquella rara
Hamada de auxilio de Maximo, era absolutamente incapaz de
plantearme ese descenso o cualquier otra cosa. Solo el paso
del tiempo ha podido acercarme a una vision mas completa
-lo que sucedia pero tambien lo que podia haber sucedidode aquella noche en que me llego la primera oportunidad de
iniciar el descenso al confortable mundo del recogimiento, el
mundo de las letras, y alejarme asi, de una vez par todas, de
esa absurda creencia popular de que solo en la calle se aprenden las cuestiones fundamentales.
Mi razon de ser hoy la encuentro en la escritura.
Suena perfecta esta frase, pero me pregunto si no es la declaracion de un cinico. A fin de cuentas, lo {mica que soy es
un asesino. Un asesino que mata la vida escribiendo, ya que
no tengo nada mejor que hacer, es decir, no tengo, par ejemplo, a una mujer entre mis brazos. Par eso escribo. Par eso y
porque encuentro un placer en estar escondido, y porque estoy desenganado ya para siempre de la vida.
Par eso escribo una frase detras de otra y lleno compulsivamente, espoleado ademas par la dureza de este insomnia,
las paginas de este cuaderno secreta. ~Que otra cosa podria
hacer un hombre que esta arruinado y es un viejo prematuro y
un triste manco? Par eso escribo frases de todo tipo, frases
que, par ejemplo, hablan del tema literario del paso del.
tiempo. iAh, si! El paso del tiempo. Que linda tema, que diria
aquel marino al que persegui, en descenso a los infiernos, par
el muelle viejo de Veracruz.
Si. El paso del tiempo es un linda tema. El tiempo se divierte transformando, a traves del recuerdo, nuestras visiones
de sucesos pasados. Con ser esto cierto, tambien lo es que el
recuerdo que en mi vida nunca se ha transformado, el recuerdo que siempre permanece identico, pertenece al ambito
y la esfera del dolor, ese dolor que regresa siempre con la
misma intensidad cuando me acuerdo del momenta aquel en
que, dos dias despues de la Hamada de Maximo, nos llego.de

123

r
il.

Beranda un laconico telegrama firmado por Rosita: el anuncio


de que nuestro hermano habia fallecido en accidente y que
disponiamos, de asi desearlo, de tiempo suficiente para acudir
a su funeral en la isla.
Recuerdo muy bien ese momenta, como si fuera ahora.
En esta ocasion no son6 campanada alguna en aquel maravilloso reloj de pared que nuestra madre habia comprado a un
anticuario de Berga. Ninguna campanada intent6 golpearme y
sefialarme la frente y decirme que la vida acababa de darme
un nuevo golpe duro y seco. No. Todo sucedi6 en medio del
mas profunda estupor y silencio. Recuerdo que atardecia y
que seguiamos inmoviles e incredulos en nuestros sillones y
que nadie encendia las lamparas.
Recuerdo muy bien ese momenta, como si fuera ahora.
Recuerdo lo que sentia. Yo pensaba: Tiene que haber alguien, en un lugar cualquiera pero desconocido para mi, dedicandose a joderme. Eso era lo que pensaba, y luego me decia:
A Maximo lo han matado.
Me vencia la ira y la rabia era infinita cuando, cerrando
con asesino instinto mi unico puiio, me volvi trastornado hacia donde estaba Antonio y le dedique, como si el imitador
de papa fuera el culpable de todo, mi sonrisa mas helada, y
el entonces me pregunt6 que me pasaba y si es que le
odiaba.
-Me voy -fue lo unico que se me ocurri6 decide en aquel
momenta ami hermano Antonio, el sedentario-. Ya ves que
pronto vuelvo al tropico.
Y sabe Dios que me fui.
Me pase de nuevo a lo tropical, como hace cualquier
blanco que se chifle por el ron y las mulatas. Pero ese no era
mi caso. Yo volvi al tropico para el funeral de Maximo.

124

Al atardecer y vista desde el avian la isla de Beranda, situada al norte de la venezolana peninsula de Araya-Paria y a
una distancia muy parecida tanto de Tobago como de Trinidad y de Los Testigos, tiene una delicada escritura de espuma
alrededor de sus precipicios, y hay carreteras delgadas y fortuitas enroscandose como serpientes en sus montafias.
Al atardecer y vista desde el avian, la isla de Beranda esconde su lado infernal y ofrece tan solo belleza y dicen que
maravilla con facilidad, aunque a mi la verdad es que muy
poco me sedujo porque mi malestar era enorme tras la horrible noche sin dormir en el hotel de Caracas y el calvaria del
dia siguiente en la sala de espera del aeropuerto. Mi malestar
era absoluto, pues ya no solo en esa ciudad, hospedado en un
hotel con jardin selvatico al pie del Monte Avila, se habia cruzado de nuevo en mi camino, impidiendome dormir toda la
noche, el maldito pajaro de la fiebre, el mismo que en tierra
de volcanes me habia anunciado el latigo que habria de separarnos cruelmente a Carmen y a mi para siempre, sino que,
ademas, ellargo retraso en la salida del avian me dej6 cruzado
de brazos en una horrible sala de espera en la que, para colmo
y a modo de prolongacion de mi pesadilla nocturna, se dispara una alarma contra robos, cuyas despiadadas notas eran
identicas a las de ese maldito pajaro de la fiebre que, a modo
de mal presagio, parecia empefiado en perseguirme.
Lo recuerdo perfectamente. Lo recuerdo muy bien ahora
que, a la dolorosa luz de las grandes bombillas de la fabrica
que imagino, tengo insomnia y escribo. Primero, tres notas en
escala descendente; despues; cinco; luego, cuatro. Las varias
notas de la escala se sucedian todavia en mi mente con una
persistencia enloquecedora cuando al atardecer divise desde la
ventanilla del avian la pequefia isla donde acababa de morir
mi hermano.
Que extrafia es la vida, que raro es todo, me dije mientras miraba aquella breve isla que mi hermano habia elegido
para vivir y, sobre todo, para morir.
Recuerdo enfebrecido, por los motores de mi insomnia y
por el propio pajaro de la fiebre qu~ ahora vuelve, la larga es-

125

;. ,.~ .l
ii

pera en el aeropuerto. Aguarde junto a las maletas de un frio escalon del aeropuerto mientras el ocaso iluminaba unos muros
de ladrillo y pase un buen rata pensando que no llegaria nunca
el taxi que habia pedido hasta que este, muy alargado y sombrio
y negro, aparecio avanzando sigilosa y lentamente y, avisandome de pronto con el claxon, se detuvo junto al bordillo y, par
un instante, pense que era un cache funebre el que llegaba.
-Via Jaji, kilometro 25 -ordene timidamente, una vez ya
en el interior del taxi.
El conductor se volvio esbozando una enigtlfatica sonrisa.
Llevaba un palillo en la boca, dientes oscuros y una cicatriz en
la mejilla derecha de su diabolico -solo en apariencia, pronto
descubriria que era un buen hombre- rostra.
-~Espafiol? -pregunto enseguida.
-Catalan -le dije par pura precaucion, pues tal vez ese
hombre odiaba a los espafioles, y tambien par puras ganas de
confundirle y tenerle callado, entretenido un rata preguntandose que le habia contestado.
-~Catalan? -pregunto solo unos segundos despues.
-Si. Catalan. De Barcelona -respondi con fastidio al ver
que no me habia salida bien la estrategia.
- Aqui en la isla vive un catalan, sefior. Su cas a esta par
ese kilometro de la Jaji al que vamos. Si, vive ahi, si no me
equivoco. Aqui todos le conocemos par Tenorito. Nos conocemos todos aqui en la isla. Es pintor. ~Lo conoce, sefior? De
Beranda lo pinta todo, hasta las boftes de nuit, sefior.
- Hacia su casa vamos. Era mi hermana. He venido para
su funeral.
Se hizo un silencio que pareda que iba a hacerse eterno.
-~No sabe usted que ha muerto? -pregunte finalmente-.
La isla es pequefia y aqui se conocen todos. ~Acaso no sabe
que ha muerto?
Siguio todavia un rata callado, como pensativo. Hasta que
con voz muy compungida dijo:
-:-Usted disculpe, sefior. No quise ofenderlo. Nose moleste
par lo de Tenorito... Yo no sabia que su herman a ...
Pense que era el efecto que me hubiera producido saber el

126

}
'\

,''!

apodo de mi hermano lo que habia dejado tan tenso al taxista hasta aquel momenta. Pero no era eso lo que en realidad le mantenia inquieto. Se volvio en un semaforo y, mirandome con mucha lastima, me dijo:
-No se si sabe que ella canta esta noche, sefior...
-~Como ha dicho?
Crei que habia oido mal, pero no era asi. El taxista no se
atrevia a repetirmelo. Cuando lo hizo, su voz, entre miedosa
y muy vacilante, musito:
-Que ella canta boleros esta noche, sefior.
-~Donde? -pregunte simulando que no me habia apenas
inmutado.
-En un cabaret de la Carretera de la Costa. En el Chole,
sefior.
Tanto cinismo y descaro par parte de mi cufiada, sabiendo ademas que yo estaba par llegar a la isla, pues. asi se
lo habia anunciado en urgente telegrama, me parecio increible. Sin duda tenia que existir alguna confusion en todo
aquello.
-Me parece que usted y yo nos hemos armada un buen
lio, amigo. Veamos -le ofred un cigarrillo-. ~Cual es su
nombre?
-Pascual, para servirle a usted, sefior.
-No, par Dios. El de ella. ~Como se llama su cantante?
Pascual, que seguia con su palillo en la boca y que era a
todas luces un hombre muy primario, se volvio de nuevo hacia mi, y esta vez lo hizo con su mas angelical sonrisa. Se notaba que era un buen hombre, una persona muy simple.
-Marilu -dijo.
Respire a fonda, aliviado. Pero iba a ser par bien poco
tiempo.
-Rosita -rectifico casi de inmediato-. Fuera de la isla es
conocida par Rosita Boom Boom Romero, su nombre artistico. Pero aqui, para todos nosotros, ella es Marilu.
Estaba avanzando el crepusculo a gran velocidad y, en el
tiempo de recorrer la Carretera de la Costa y luego enfilar la
interminable Via Jaji, cayo de golpe la noche.

127

-Marilu -le oi musitar, con un tono entre nost:Hgico y


pornognifico.
Luego siguio un largo silencio que Pascual interrumpio cit:
pronto, ya cerca de la casa de Maximo, cuando mirandome a
.
traves de su espejo retrovisor pregunto:
-2Y no es muy extrafio que la viuda cante boleros antes
del funeral?
- Lo es -dije.
Al llegar a casa de Maximo vimos aparcado frente a la
puerta un Alfa Romeo, uno de esos automoviles que recuerdan a felinos en reposo, sinuosos, tranquilos e inmoviles. Pero
esos caches son como panteras capaces de pasar de la mas absoluta tranquilidad a la carrera vertiginosa en solo un instante.
Eso es lo que ocurrio con aquel Alfa Romeo. De pronto nos
iluminaron sus potentes faros y, arrancando con brusquedad,
salio disparado y con espectacular estampido. Me parecio ver,
en medio de las sombras de la noche, a tres pasajeros en el interior del coche, do,s de ellos tocados con sombreros de paja,
dos panamas.
En la casa no habia nadie, aunque se veia luz en casi todas
las numerosas ventanas, como si acabara de ser abandonada
precipitadamente. Rompiendo el silencio tibio de la agradable
noche insular, me canse de Hamar al timbre y de gritar al vado el nombre de la viuda y termine contemphrtdo y admirando con el bueno de Pascual -le habia prometido mucho
dinero por tener el taxi toda la noche a mi servicio, y poco a
poco Pascual iba convirtiendose en un silencioso amigo y
aliado, mi escudero en la isla- la rara fachada, que a mi me
recordaba a la de la Casa de las Conchas de Salamanca, con la
diferencia de que en lugar de conchas habia una gran cantidad
de mascaras.
Las mascaras de Beranda, pense. Posiblemente se habia
aficionado a ellas el pobre Maximo y se habia entretenido decorando la fachada tipicamente caribefia de su casa con toda
aquella parafernalia tan acorde con su extravagante caracter y
su singular estilo personal. Habia mas que mascaras muchas
mascarillas de difuntos que se repetian casi obsesivamente,

128

todas menos una que, por su originalidad, llamo mucho mi


atencion. Se trataba de una mascarilla mortuoria que reproduda el rostra de un negro enredado, con gesto de panico, en un
mosquitero.
-2Ha visto esa mascara? -pregunte a Pascual.
- Ese era su hermano :.__fue su respuesta.
Le mire con la logica turbacion.
- 2Como dice?
-Perdone, no debe haberme entendido -explico entonces
el-. He querido decir que en ese Alfa Romeo iba su hermano.
20 es que no lo ha visto?
- Por el am or de Dios. 2Que dice? Mi hermano ha muerto.
-lba en el Alfa Romeo -insistio imperturbable-. 2Como
es que no lo ha visto? Viajaba en el asiento trasero de su cache, sefior.
-2De su coche?
-No hay otro Alfa Romeo en la isla, sefior.
- Pero, por el amor de Dios, no creo yo en aparecidos.
-Pues le saludo, sefior. Agito su mano, le dijo adios.
-No puede ser verdad.
Se me quedo cara de imbecil mirando la casa de Maximo
con todas las luces encendidas y sin nadie dentro. No entendia nada. Le pedi a Pascual que me llevara, primero, a un hotel y que luego me acercara a ese cabaret donde actuaba mi
cufiada, pues lo mejor seria hablar con ella lo mas pronto posible y aclarar las cosas.
Tome un cuarto en el Hostal Sivori, donde tampoco nada
sabian de Maximo, nadie habia oido hablar de su muerte. El
hostal estaba frente al puerto. Deje alli rapidamente mi equipaje y sali de nuevo a la calle. Vimos, entre la marafia de velas
y de mastiles manchados de salitre, un festivo bergantin que
atracaba con gran desconcierto de cuerdas. Habia un inmenso
griterio, risas salvajes y farolillos encendidos en la alegre cubierta.
-Todo esto tiene un nombre -me dijo Pascual, cada vez
mas escudero-.. Aqui lo llamamos bailongo portuario. Vera
muchos, sefior. Es algo muy tipico de aqui.

129

-Entre conmigo -le diria poco mas tarde a Pascual a las


puertas del Chole, donde habia una fotografia gigante, tamafio
natural, de Rosita mirando a la camara con las manes en la
cintura y muy desafiante. Era una belleza mulata, muy exotica, con esa gracia extrafia y serpentina de las caribefias, y
veda, hasta entonces no la habia vista nunca, ni en fotografia,
proy~co en mi pensamientos volcanicos. Quede conmocionado por su mirar sibilino y las caderas tornatiles, la sonrisa
inquietante y los pies de nifia desnudos. Tenia toda la razon
Antonio cuando decia que tumbaba de espaldas y que era de
tal belleza que hasta daba miedo mirada.
Tuvimos que pasar en la entrada dos rigurosos controles y
ser minuciosamente cacheados por si llevabamos armas. Finalmente accedimos al local, que era, como imaginaba, de ambiente mas que turbio, con un publico muy plural, formado
por novios y matrimonies de la isla, muchos turistas y marinas de rostra curtido, todos esperando a que Rosita pisara el
escenario.
Mientras esperabamos a que se iniciara el espectaculo, el
taxista quiso saber como era que me faltaba un . braze. Dio
muchos rodeos antes de atreverse a preguntarmelo, pero lo
cierto es que termino haciendolo. No tuve inconveniente en
contarselo y, ademas, con todo lujo de detalles. Le hable de
mi viaje a la India y de su catastrofico final. Pascual termino
recriminandome la odisea de desafiar a un dios oriental.
-Hay que ir con mucho cuidado en todas esas casas -me
advirtio.
-Debes saber -le dije, tuteandole ya- que la vida de los
hombres aventureros y nomadas como yo -no las tenia todas
conmigo con aquellas frases presumidas y apure mi tercer
vasa de ron berandiano- esta sujeta a mil peligros y desventuras, pues siempre estamos arriesgando ante los continuos lances que se presentan en nuestro camino de caballeros andantes o viajeros errantes.
Yo estaba en realidad muy lejos de sentirme orgulloso de
mi condicion de vagabundo en la vida, pues habia empezado
ya a sospechar que el nomadismo tal vez no fuera lo que mas

130

me convenia, pero la verdad es que ante Pascual me divirtio


de pronto adoptar aquel aire solemne y vanidoso.
-Es triste -me dijo el-ver a un joven como usted, sefior,
con un braze menos. Pero me digo que hay casas peores. Yo
siempre veo la parte buena de las casas. Pear seria, par ejemplo, y perdone par la broma de mal gusto, que hubiera perdido la cabeza.
Yo empece a perderla seguramente en el instante mismo
en que Rosita piso el escenario. Superaba en mucho a la que
yo habia vista en la fotografia de la entrada. Una mujer de
bandera. Imposible permanecer indiferente a ella. Pascual debio de adivinar mi conmocion porque apuro su tercer vasa de
ron y me dijo:
-jElla toda la vida con hombres, sefior! jY noes con blancos! Se ha burlado siempre de Tenorito, esa es lapura verdad,
debe usted saberla. Solo a veces va con blancos. Como ese, que
ahara es su novio, el del sombrero de paja, el que esta apoyado
en la columna. -Fue la primera vez que vial chula de Badajoz-. Pero pocas veces va con blancos. A ella le da sabre todo
par los morenos. Es una mujer sinvergiienzada, sefior.
No le hice mucho caso, ya sabia que ella era asi. Con la
ayuda del ron y del diablo, me converti en una hoguera voraz
en la que ardia mi carne mientras sentia que mi espiritu habia
sufrido un soberbio vuelco, pues tenia aquella mujer la misma,
exactamente la misma, mirada y sonrisa que la pobre Carmen.
Puede decirse que, en mi, tanto cuerpo como alma habian
quedado en extasis par unos mementos bajo el influjo diabolico de la belleza espectacular de aquella rotunda mulata de
cintura de mosquito.
Podria haber escrito cintura cimbreante. Parece alga ridicule
haber escrito que su cintura era de mosquito. Pero lo cierto es
que escribiendo hoy sabre el ayer y sabre el fin de mi juventud
es solo rabia y sed de venganza lo que a veces hacia Rosita
siento. Aparte de que la verdad es que en el instante de quedar
fascinado par su fisico y por aquella mirada y sonrisa que me
recordaban a Carmen, yo aprecie en ella simplemente una cintura de mosquito, literalmente, para que negarlo. Despues
131

de todo, en los momentos grandiosos tambien asoman los detalles ridicules.


Rotunda mulata de cintura de mosquito y traje color mamey,
de una belleza radiante y con una energia y alegria que parecian
hacer invisibles todas las cosas que la rodeaban, pues lo cierto es
que para mi desapareci6 todo a su alrededor y por unos instantes
hasta casi me olvide del pobre Maximo, incapaz yo de pensar y
ver otra cosa que no fueran aquellos ojos obsesivos de Rosita persiguiendo la estela invisible de sus pies tan pequefios, de sus pies
tan de nifia, de sus pies descalzos bailando un zapateado sin zapato alguno, un zapateado a todas luces imaginario, poco antes
de comenzar a actuar, y hacerlo con una agresiva canci6n que
parecia conocer lo que un dia yo diria de ella en este cuaderno de
los tres tucanes: SegU.n tu pun to de vista, yo soy la mala. I Vampiresa en tu novela. La gran tirana~ I Cada cual en este mundo
cuenta el cuento a su manera, I y lo hace ver de otro modo en la
mente de cualquiera.
.
A la vampiresa de mi futuro cuaderno le. encontre un solo
defecto aquella primera vez que la vi. Luego le encontrada
muchos y bastante graves, pero aquella primera vez solo levi
uno, que result6, ademas, no serlo. Me pareci6 que tenia dos
arrugas insinuadas en torno a los ojos y pense: Ya no es muy
joven. Pense eso porque por mi edad una mujer de treinta
afios me parecia mayor, mas vieja de lo que en realidad era.
Pero cuando algo mas tarde la vi en el camerino, aquellas
arrugas -justo en el momento en que ella con guasa mulata
exclamaba al verrne: jCielos, el Tenorio que me faltaba!- ya
no estaban, como si no hubieran estado nunca, tal vez porque
para aquel entonces yo llevaba un ojo morado y no estaba precisamente para fijarme en muchos detalles.
Para entrar en aquel camerino tuve que pasar por el desagradable trance de tener que sortear la vigilancia que en la
puerta realizaba el chulo de Badajoz, un joven de mi edad, pero
sin duda mucho mas corpulento y con dos musculosos brazos,
el amante de Rosita. En un primer momento y por mucho que
dije ser el cuiiado y haber viajado desde Espaiia para el funeral,
se limit6 a observarme con una sonrisita de menosprecio
132

hasta que, sacandole polvo a su sombrero de paja, me dijo que


si insistia en querer entrar se veria obligado a hacerme morder el polvo de .su panama y a celebrar en mi honor ese funeral del que tanto hablaba.
-Sera lindo -aiiadi6-: verte de cuerpo presente, manco.
No sabes tu lo que me gustan los funerales.
-~Que has dicho? -pregunte temblando, pero tratando de
aparentar un aire firme.
- Tus muertos.
Mire hacia una ventana que estaba abierta en aquel pasillo. Trate de hundir mi mirada en el cielo estrellado en busca
de esa seiial que se esconde a veces en ciertos detalles que a
primera vista nos parecen nimios. Busque esa seiial que a veces acude en mi auxilio y me permite escapar de la embarazosa situaci6n en la que me encuentro atrapado. Hundi a
fondo mi mirada y lo unico que vi fue el vuelo impertinente
de un mosquito. Eso fue todo lo que vi. Girando entonces sobre mi mismo trate con mi triste y unico brazo de alcanzar la
cara de aquel pobre chulo, pero el fren6 ficilmente mi intento
de bofetada y, de un solo y certero golpe, en el suelo me dej6
tumbado. Se arm6 tal revuelo que Rosita acab6 abriendo la
puerta del camerino. Desde el suelo la mire yo extasiado, admirando de nuevo su impecable belleza. Se la veia majestuosa,
sin las arrugas que antes le habia visto en los ojos, con una
verde bata de seda, inm6vil por completo en el umbral.
-jCielos! -grit6 con guasa mulata-. jEl Tenorio que me
faltaba!
Estaba: claro que alguien le habia advertido ya de mi presencia en la isla. Orden6, con gran contundencia, que me dejaran entrar en su camerino. Me puse en pie como pude, el
golpe habia sido duro, sentia unos deseos inmensos de volarle
la cabeza al maldito chulo aquel de Badajoz, entre en el came..:
rino simulando serenidad.
-~Has venido a ver a tu hermano? -pregunt6 Rosita
mientras se dedicaba a ponerme hielo en el maltrecho ojo.
Era una mulata muy seria. A pesar de la guasa con la que
me habia recibido, Rosita no era como la mayoria de las mu133

latas. Era muy sobria y, fuera del escenario, muy estirada. Intel!gente y de mirada devoradora, daba la impresi6n de ser un
raro ejemplar de caribeiia, una mujer que no reia nunca.
-Se retras6 mi avi6n, pero esperaba que alguien fuera a
buscarme al aeropuerto -le dije.
-~Pero que historia es esa de enviar un telegrama diciendo que vienes a un funeral? Yo ya no vivo con Maximo,
pero a veces lo visito. Me encontre con tu raro telegrama.
Maximo esta vivo. No se de d6nde sacaste la idea contraria.
Esta vivo y coleando, chupando pinceles como un hobo y negandose a divorciarse de mi. Es todo lo que te puedo decir.
De tu hermano la verdad es que estoy harta. No hace mas que
dar t,umbos por los bares de la isla. No hay quien lo aguante.
Le hable del telegrama que me habia enviado ella diciendome que Maximo habia muerto. Se reflej6 en su rostro la
imagen de la perplejidad misma.
-Nunca te he enviado un telegrama -dijo finalmente-. A
ver, dejame pensar. Creo que ese telegrama te lo habra enviado el juguet6n de Maximo estando borrachito. Querra que
vengas a verle y te habra engafiado con eso.. En fin, bienvenido a la isla, Enrique. Y ;tlwra no le hagas perder mas
tiempo a esta mulata.
Hizo una breve pausa y estir6 el cuello y lgego, mas seria
que nunca, levantando cada vez mas la cabeza y con un orgullo muy intimo, dijo:
-Yo canto.
Aun no habia terminado de decir eso cuando de un potente
manotazo en la oreja sacudi6 a un mosquito que la atacaba.
Hasta en aquellos gestos sin grandeza quedaba uno enredado en el mosquitero de su gran belleza. Y su mirada y su
sonrisa -siempre muy triste- eran las de Carmen, lo que
aumentaba aun mas sobre mi la seducci6i1 que ella ejercia.
Senti como un placer extrafio estando a su lado. Y hasta se me
borr6 de golpe la conciencia que yo tenia de que mi destino
basta entonces habia sido adverso. Todo podia estar cambiando
en mi vida. Tenia esa sensaci6n agradable, ala que se mezclaba
la alegrfa de saber que Maximo estaba vivo. Yo, que era un

134

comp)eto desdichado, hice lo qy~ tan a menudo suelen hacer


los desgraciados, es decir, imaginarme que a partir de aquel
instante iba a cambiar el signo de mi estrella.
Sin ganas pero feliz, sali de aquel camerino. Buscamos con
Pascual el Alfa Romeo inca.nsablemente basta el amanecer, lo
buscamos por todos los bares del puerto, por el Casino Nacional, y basta por los lugares mas rec6nditos. Pero no hubo
forma de dar con el coche. Hasta cuatro veces fuimos a la Via
Jaji creyendo que ya por fin habria vuelto el a casa, pero alli
seguia todo igual, las ventanas abiertas y con luz en el interior, pero ni el menor rastro nunca de mi hermano.
Termine rendido dandole las gracias al bueno de Pascual y
acostandome en mi cuarto del Hostal Sivori. Y a estaba despuntando el nuevo dia. Me sentia fatigado e inquieto. Los
amaneceres en el tr6pico, cuando sus macacos aulladores y sus
verdes bandadas de guacamayos rinden homenaje al sol, son
una pura delicia, sobre todo si en el camino de uno no se
cruza el pajaro de la fiebre.
Estaba yo tumbado sobre mi cama, sin decidirme a desnl1darme y dormir un poco, cuando me pareci6 escuchar al pajaro
de la fiebre, lo q11e me condujo de inmediato a iniciar una plegaria intima para que aquello no fuera cierto y tan s6lo se tratara de algo que acababa de i111aginar. Pero no. Los guacamayos
cada vez eran mas silenciados por !ps enloquecidos sonidos del
maldito pajaro de la fiebre. Olvide cerrar la puerta del cuarto,
pero cerre la ventana y corri las cortinas, me desnude y me meti
en la cama y trate de aislarme del exterior y olvidar las notas
desquiciadas del pajaro. Y estando en todo esto no se c6mo fue
que dormido me quede. Pero en el suefio el maldito pajaro proseguia su concierto, continuaba allf, con unas notas todavia mas
demoniacas que antes y que fueron lentamente dando paso al
enternecedor zumbido de un mosquito. Me vi entonces con
facciones y piel de hombre negro y angustiado, enredado en un
mosquitero muy agujereado y escuchando el silbido de ese diab6lico insecta, cuyo ritmo pausado, cauto y lugubre notaba yo
que armonizaba muy mal con la verdadera velocidad enloquecida de sus satanicos vuelos en la oscuridad.

135

Pase la pesadilla entera enredado en el mosquitero inutil,


csperando a oscuras los repetidos contactos del insecta con mi
cuerpo. Cada vez que uno de estos se producia, me propinaba
yo mismo un sonora manotazo en la oreja. Me lo propinaba,
claro est:i, con mi unica mano. Y recuerdo que entonces el repentino zumbido que se originaba en el interior del oido se
mezclaba con el de la huida del impertinente insecta, una retirada enganosa porque siempre se iba el mosquito para poder
regresar y recibir asi otro nuevo y soberbio manotazo, y asi habria seguido todo hasta el fin de los tiempos de no ser porque
tanto manotazo y tanto zumbido de mosquito terminaron por
dar paso de nuevo a la melodia de fondo, la melodia de la
muerte, la melodia del p:ijaro de la fiebre, al que salude con
un grito de horror, cuyo eco todavia perduraba en mi cuando
desperte y frente a la cama, como si fuera la prolongaci6n
misma de la pesadilla, vi a Pascual mir:indome consternado,
en largo y profunda silencio -ahora la melodia era una tonalidad sin notas-, hasta que me dijo:
- Acaban de encontrar muerto a su hermano, senor.

A veces imagino que me voy. Viajo entonces en una especie de ensueno. Vuelvo, por ejemplo, a robarle el peine al senor Botero, y con ese peine convertido de pronto en peligrosa
arm a vuelvo a descender al muelle viejo del puerto de Veracruz, vuelvo a perseguir a ese infame marino al que confundo
con Dios, vuelvo a perseguir al culpable de todos mis males.
Pero otras veces, como sucede ahora, no imagino para
nada que me voy o que viajo en una especie de ensueno, y
menos aun imagino que doblego este maldito insomnia. Otras
veces, como sucede ahora, me limito a decirme que todo
cuanto escribo en este cuaderno secreta me lo digo a mi
mismo, pero tambien se lo digo a ese otro, silencioso e impla136

cable, que llevamos dentro y al que no podemos enganar y al


que ahora le cloy toda la raz6n cuando me insinua que en
parte estoy escribiendo la historia de mi desdichada vida viajera tratando de explicarme, y asf con algo de suerte hasta justificarlo y todo, ese terrible descenso de esa noche al muelle
oscuro y viejo. Si. En parte estoy pasando revista a los distintos desastres que han marcado mi vida tratando de justificar
de alglin modo ese descenso final al puerto viejo de Veracruz.
En parte estoy escribiendo por eso, pero en parte tambien por
el placer secreta de prolongar la obra viajera de don Antonio
Tenorio y asi al mismo tiempo protegerme de la horrenda
vida verdadera escribiendo, que es en realidad lo unico que
me interesa o, mejor dicho -ya volvi6 a aparecer el otro-, la
unica forma de emprender un viaje verdadero.
Otras veces, como me est:i sucediendo ahora, me limito a
decirme que ni me voy ni viajo en ensueno alguno y solo veo
que sigo despierto y que de nada me sirve, en la soledad de este
cuarto, que me ponga ahora, tratando de ver mejor y de parecer
aun mas viejo, estas gafas de miope que herede del pobre Maximo, porque lo unico que logro ver con esto, y lo veo con claridad di:ifana, es que no me voy por ahora, que me quedo, que
ya para siempre viajare imaginando que viajo, que me quedo,
que no me voy, que me quedo pensando en ella, pensando en
aquella mujer de treinta anos, en el simbolo de la eterna y antigua serpiente, que me quedo pensando en ella, la muy puta,
ahora cuando todo esta muerto en este cuarto donde fumo y la
luna de Veracruz me hace senas sobre el muro blanco.

Encontraron el Alfa Romeo en el fondo de un barranca,


en la carretera que une Puerto Bajio con el Casino Nacional.
Todo tenia la apariencia de un tipico accidente de carretera y
era dificil -menos para quienes, como yo, tenian justificadas

137

sospechas- pensar en un hotnicidio. Lo raro fue que el jefe de


la policia de Beranda pens6 desde el prim:! fnbmento eh lo
mas dificil, penso -y asi lo confirmo muy pronto la version
oficial- en un suicidio. Me parecio como minima extrafia
aquella deduccion tan rebuscada y precipitada del jefe de la
policia. Pero la version bficial se esforzaba en ser normal y
convincente y daba por hecho -como si estuviera tan claraque Maximo habia despeiiado voluntariamente su cache por
aquel barranca -barranca decian en Beranda-, como lo demostraba su reiterado voceo en los dias anteriores por toda la
isla diciendo que iba a matarse y aquella Carta .. al Juez que le
habian encontrado en un bolsillo de su americana.
Pero aquella carta, aparte de no ser exactamente una carta,
no era en realidad mas que una de tantas y tantas frases que se
le ocurrian a Maximo cuando, sintiendose a veces heredero
del lenguaje de nuestra catalana madre, inventaba de pronto
frases que luego apuntaba en hojas sueltas con la intencion de
trasladarlas mas tarde a alguno de sus cuadros. Bran, por lo
general, notas mas bien ironicas, apuntes rapidos, como traducidos del catalan al castellano: alga asi como textos rimados
de esos que se encuentran al pie de esas series de estampas catalanas que forman un auca, que es alga parecido a un aleluya.
La nota que le encontraron, o decian haberle encontrado
en el bolsillo, tenia bien poco, por no decir nada, de carta de
despedida de un suicida. Era entre otras casas muy poco seria:
De expansion en expansion se va pasando la vida y en la postrera ilusion la materia consumida halla fosa y conclusion.
Tenia bien poco de carta de despedida y, ademas, aunque se
habia disimulado casi a la perfeccion, para mi estaba muy
clara que era otra tinta y otra persona la que habia encabezado aquel texto con el titulo de Carta al Juez.
Por muy extravagante que fuera mi querido Maximo, yo
estaba convencido, pues le conocia bien, de que no se habria
despedido de este mundo sabiendo, como posiblemente sabia,
que yo estaba por llegar a la isla, y menos aun se habria despedido de esa forma, hacienda el ridiculo con unos versos de estilo tan rancio y, ademas, colocados en el bolsillo de una
138

americana que habia que ir a buscar al fonda de un precipicio. No. Era impensable que Maximo hubiera obrado de esa
forma. Se confirmaba para mi lo que ya suponia cuando sali
de Barcelona, es decir, que a Maximo lo habian matado, posiblemente para que Rosita pudiera heredar. Se confirmaba
esta sospecha, que mas bien pareda pertenecer al mundo de
una pelicula de intriga que a la vida real. Se confirmaba asi
lo que con buen criteria sospechaba cuando sali del inmueble de Sant Gervasi, pero con el pequefio detalle de que
cuando sali de alli y sospechaba que a Maximo lo habian eliminado, aun no lo habian ni mucho menos matado, pero
este detalle era alga que a fin de cuentas no cambiaba mucho
las casas en ese momenta, pues despues de todo y al final de
tan soberano enredo, lo unico cierto era que, un dia antes o
uno despues, Maximo en cualquier caso habia caido asesinado.
Lo hab!an asesinado, eso estaba muy clara para mi. Pero
para el jefe de la policia -un hombrecillo arrugado y macilento con el pelo encrespado como un estropajo de algodonmi hermano se habia suicidado. Si su obstinacion en esto ya
era de por si sorprendente, mas raro aun fue que el consul
de Espana en la isla tambien bendijera, en cuanto piso la comisaria, esa idea de la muerte por mana propia. En vano
trate de refutarles sus fragiles teorias. El consul, ademas, se
nego rotundamente a analizar cuestiones e incognitas que
planeaban en torno al caso, siendo una de elias -se hizo el
loco cuandb se la: plantee- saber por que le habia negado a
Maximo un nuevo pasaporte.
-~Y quien le ha dicho alga semejante? -pregunto.
- El propio Maximo. ~0 es que piensa que no escribia a
su familia? Queria marcharse de la isla para que no lo mataran. Pero usted le nego el pasaporte.
-Mire, joven, tiene usted mucha imaginacion.
Estalle de ira. Me salio con efecto retardado aquel malestar profunda que me habia provocado la muerte de mi querido Maximo. Exigi con gritos que detuvieran a los dos hombres tocados con sendos panamas -el chula de Badajoz podia
139

ser uno de ellos- que habia visto sentados en el Alfa Romeo


la neche anterior.
-Sera mejor que se calme -dijo el jefe de la polida. Y en
ese memento lleg6 Rosita. Mas guapa que nunca y vistiendo
un traje verde de algod6n. No podia decirse que fuera vestida
de viuda precisamente. Pero al verme actu6 como tal y se
arroj6, gimiendo, en mis brazos, invitandome a que me trasladara con ella a la casa de la Via Jaji, donde dijo, entre sollozos
teatrales, que podriamos preparar con calma ese funeral que
habia terminado por convertirse en una realidad. Me cit6 a las
ocho de la neche, porque antes debia hacer una multitud de
recados y organizar su regreso a la cas a de J aji, de la que unos
meses antes habia tenido que huir con tanta tristeza. Nos veriamos a esa hora, a las ocho, en la puerta de la casa.
-~Mas tranquilo, joven? -me pregunto el consul, al que se
le notaban muchas ganas de olvidarse pronto de todo aquel
asunto que no le daba mas que trabajo, sobre todo el trabajo
que siempre da ser c6mplice de un crimen.
Rosita, a la que tanto el consul como e~ jefe de la polida
llamaban con familiaridad Marilu, sollozaba leve y teatralmente entre mis brazos, y yo empece a notar muy cerca el
temblor de sus labios frescos y rojos y tan fragantes. Queriendome apartar de aquella tentaci6n inmensa, me quede mirando al techo, imaginando como habrian sido los ultimos
meses de mi hermano en la isla, y lo vi de pronto caminando
por una playa de arena blanca, de madrugada, con la sola
compafiia de unos velocisimos lagartos y las olas, lo vi como
una sombra tragica y desolada, la sombra de una persona sola
y triste y arrugada por la vida, vagando y divagando a la orilla
de un mar de pesadilla, un mar entre gris y morado, el mar de
un mal suefio.

140

. j

Como tenia toda la mafiana por delante y hasta las dos de


la tarde no debia acudir al Institute Forense, contrate de
nuevo los servicios de Pascual; necesitaba la compafiia de alguien que me ayudara a reflexionar en voz alta. No queria
quedarme solo, pensando. No queria quedarme sentado en un
banco azul mirando al horizonte y esperando a que llegaran
las dos de la tarde para afrontar el mal trago de ver a mi hermane muerto.
Propuso entonces Pascual un paseo en uno de los barcos
que por la neche se dedicaban al bailongo portuario. Me parecia mejor idea que la otra que tuvo, la de dar una vuelta en
taxi por toda la isla. Subimos a un viejo barco, el Magnolia, y
nos encontramos de pronto rodeados de horrendos turistas y
de una orquesta de negros que pareda estar medic dormida
mientras hada horas extra tocando musicas de Beranda y del
Caribe en dificiles malabarismos sobre el suefio que arrastraban todos.
Me acuerdo muy bien de una de esas canciones porque la
repitieron tres veces a petici6n del distinguido publico. Es
una canci6n que siempre asociare a la vision atroz de aquella
cremallera en el vientre de mi hermano -una vision que me
esperaba a las dos de la tarde, discretamente agazapada en el
Institute Forense-, pero tambien ala imagen estimulante del
vientre liso y terse y tan mulato de Rosita, una vision que me
esperaba al final del dia, la vision de un vientre magnetico
que iba a tener ocasi6n de ver muy de cerca y estando en ese
memento envuelto yo en una nube de droga mientras Rosita
me repetia, o mas bien me susurraba, la letra de ese bolero
que hablaba de una viajera que iba por cielo y por mar dejando en los corazones latir de pasi6n, vibrar de canci6n, y
luego mil decepciones.
Desde el barco contemple en silencio Puerto Bajio, que
pareda el lugar mas tranquilo de la tierra. El mar estaba muy
calmo, el mar era una superficie clara de azul casi cobalto, a
veces rayada por una ancha costura de un azul profundo que
alguien explic6 que era no se que misteriosa corriente que
procedia de las islas de Trinidad y Tobago. Habia unas pocas

141

olas diminutas y muchas gaviotas chillando como locas, y habia unas cuantas nubes tambien, nubes sucias, aunque por fortuna el sol brillaba fuera de ellas, y Puerto Bajio parecia la ciudad mas blanca del mundo y tambien podia parecer, si la
mirada de uno se volvia algo vidriosa, una pantalla de cine,
una pantalla blanca e impoluta sobre la que nada me habria
sorprendido ver de pronto proyectadas las escenas principales
de las siguientes horas de mi vida alli en la isla.
Y es que en Beranda vivia yo constantemente la extrafia y
mas bien desagradable sensaci6n de estar metido dentro de
una pelicula. Los decorados, las situaciones, los ventiladores y
las mulatas, el ron, todo me remitia a una pelicula antigua, de
serie negra. Maldita la gracia que me hacia. Yo siempre habia
querido vivir con intensidad la vida, pero no dentro de una
pelicula. En realidad, el cine no me gustaba nada, sobre todo
porque nunca me habia divertido la idea de ser espectador de
historias ajenas, tener que presenciar las aventuras de los demas; preferia vivirlas yo, a mi lo que me gustaba era que las
historias me ocurrieran a mi y que eso sucediera lo mas lejos
posible de una pelicula. No es extrafio, pues, que en Beranda,
y a medida que crecia en mi la sensaci6n de estar dentro de
una pelicula, fuera sintiendome cada vez mas inc6modo. Para
colma, me aburria. Al dejar el barco y pisar tierra, vi que me
quedaban dos horas todavia para visitar el Institute Forense y
ocho para encontrarme con Rosita en la casa de la Via Jaji.
Entonces al bueno de Pascual se le ocurri6 proponerme que
visitaramos a un detective privado. Con tal de hacer algo, todas las ideas me parecian buenas. Le dije a Pascual que de
acuerdo.
- Es el mejor detective que hay en la isla -me dijo Pascual
conteniendo una leve sonrisa-. Yes el mejor que hay porque
no tiene competencia, no hay otro detective en toda la isla.
- Visitemos a ese llanero solitario. Total no tengo nada
mas que hacer -dije.
Lo dije y note que mi voz sonaba joven e inexperta. Si. Al
contrario de lo que me esta sucediendo ahora -cuando en el
silencio de la noche estoy escuchando mi voz y me digo que

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es una voz que habla desolada y desesperanzada, pero que es


una voz de viejo, una voz qu-e ha sobrevivido y sabe-' oirme a
rrii mismo me produjo la sensaci6n de estar escuchando una
voz joven e inexperta que alglin dia, en un futuro no muy lejano, yo cuestionaria.
La oficina del detective Sivori, que era el hijo menor de
los duefios del hostal -cada vez la isla se parecia mas a un pafiuelo, a un pafiuelo de cine, perfumado de ron y de mulatas-,
parecia salida directamente de un decorado de Hollywood de
los afios cuarenta. Habia en la entrada un gran cartel, donde
podia leerse: Spade y Sivori. Encontre al detective bajo uno de
esos ventiladores del tr6pico que giran en los techos no queriendo molestar a nadie, ni tan siquiera a esas moscas azules
que duermen en sus tranquilas y bonachonas aspas. Tenia las
piernas sobre el escritorio, leia un peri6dico atrasado de Port
of Spain, fumaba un puro habano que estaba apagado. Cuando
se puso de pie, vi que era bastante mas alto que yo. Salud6
con un golpe energico en un hombro a Pascual y le pregunt6
por su mujer y por sus hijos y por sus hermanos. Pascual farfu116 algo acerca de sus hermanos, algo que no entendi. Tampoco debi6 de entenderlo Sivori, que poco despues, dirigiendose a mi, quiso saber, muy ceremonioso en su conducta, con
quien tenia el honor de estar hablando y, sin dejarme tiempo
para contestar, afiadi6 q~e no era preciso que se lo dijera y
volvi6 a ser ceremonioso y me dio el pesame.
-Nose si me entendera asia bote pronto -le dije-. Yo estoy aqui buscando su ayuda en mi intento de que no hereden
nunca los asesinos.
En realidad, deberia haberle dicho: Estoy aqui porque me
aburro y porque necesito hacer tiempo antes de ir al Institute
Forense y, sobre todo, antes de volver aver a esa maravillosa
mulata que me ha citado a las ocho para preparar las pompas
funebres de mi hermano mas querido.
-Tambien yo creo -me dijo Sivori buscando por todos los
bolsillos de su ancha camisa blanca un mechero- que a su
hermano lo han matado. Y hay bastante gente en la isla que
piensa lo mismo. La noticia de su muerte ha corrido como la

143

p6lvora, amigo. Nadie se cree lo del suicidio, por mucho que


el no parara de hacer el tonto y anunciar que iba a matarse,
pero aqui todos sabiamos que no lo haria. Lo han matado, casi
seguro que lo han matado. Pero voy a decide algo importante.
No va a ser facil para Spade y Sivori encontrar las pruebas de
que lo han matado. Es mas, investigar el caso equivale a jugarse la vida. Nosotros estamos acostumbrados a resolver casos mas sencillos y, sobre todo, menos peligrosos. Espionaje
comercial, sabotajes entre compafiias de bailongos, trifulcas
entre turistas, adulteries. Casos sencillos, de esos que a uno no
le cuestan la vida.
- Mi idea es pagades francamente muy bien. No se si me
entenderi lo que voy a decide. Esa herencia bien vale una
misa.
- Le entiendo. El que no se si me va a en tender ahora es
usted. Porque voy a pedide, amigo; que no me hable mas en
plural. Me cae usted bien. Por eso creo que ya es hora de que
sepa que Spade no existe, que yo no tengo socio alguno pero
si bastante humor. Pense que llamarse Spade y Sivori le daria
mayor rango y seriedad a esta agenda. Porque el cliente siempre piensa: Donde no pueda llegar uno, llegara el otro.
-Esta bien. Pienso pagade muy bien a usted. Todo para
usted. Y si quiere le digo ahora cual seria a mi modo de ver el
primer paso que deberia dar en la investigaci6n ...
-Como si lo viera, amigo. Hablar con el forense y decide
que a su hermano tuvieron que dade un fuerte golpe en la cabeza antes de encerrado en el Alfa Romeo y precipitado al
fondo de esa barranca. Como si lo viera. Decide eso y pedide
que, por tanto, preste mucha atenci6n a ese detalle, a esa huella criminal, cuando haga la autopsia.
-Pues no. No era eso precisamente lo que iba a sugeride,
porque con el forense voy a hablar yo dentro de muy poco.
- Le voy a advertir algo. Ese forense nunca pondra la me-.
nor atenci6n en esa autopsia.
Dijo eso y pas6 a encender su cigarro con un mechero que
era un halc6n maltes en miniatura. Vi que no habia modo de
escaparse de aquella maldita pelicula.

144

-2Y por que no va a poner atenci6n el forense? -pregunte.


-Porque es el padre adoptive de Marilu, quiero decir de
Rosita. Como comprendera, no va a ser el padre de esa furcia
quien nos diga que mataron a su hermano antes de arrojado,
en criminal descenso, por la barranca.
Me molest6 bastante que la tratara de furcia. Podia hacedo yo cuando pensaba en ella, pero no un extrafio. A fin de
cuentas habia sido la esposa de mi hermano.
-Prometele al senor -intervino Pascual- que agarraris a
los hijos de puta que mataron a su hermano y que me avisaris
a mi para que les de una buena madriza.
Iba a preguntar que significaba madriza, cuando Sivori renunci6 al caso. Dijo que no estaba dispuesto a jugarse la vida.
Aleg6 que el suyo era el negocio de un solo hombre y que si a
el lo mataban tenian que cerrar la agenda. Me mostr6 la foto
de su esposa y de su hija recien nacida. Me rog6 que le excusara tanta cobardia y sentido comun y me pidi6 que me olvidara de todo aquel gran embrollo que era la muerte de mi pobre hermano.
-Se lo digo completamente en serio -me dijo-. Le puede
costar la vida.
Tenia de nuevo su cigarro habano apagado cuando Pascual y yo, confundidos y algo perplejos pero curados del fantasma del aburrimiento, dejamos atris aquella polvorienta oficina de pelicula de serie negra, aquella triste oficina dirigida
por un hombre solo muy cobarde.
-Nunca lo hubiera dicho, nunca pense que el hijo de los
Sivori fuera tan rajadito, menuda madriza le hubiera dado -se
lament6 Pascual cuando ya nos acercabamos al Institute Forense de Beranda.
-El medico ya se fue, le manda sus saludos -me dijo la
mulata de traje y gorro blanco de la recepci6n.
El medico forense se habia dado una prisa ins6lita a la
hora de practicar la autopsia. Ya la habia realizado y, tras haber dejado dicho que no habia motivo alguno para pensar en
un homicidio, habia desaparecido a toda velocidad de aquel

145

sordido h.igar.' Empete a verme como un zombie, como algl:liert salidb de una pelicula muy antigua y secundaria, un
zombie que fue avanzando como pudo por el pasillo casi infinite de aquel sordido lugar hasta que se encontro, tal como
suponfa, con la vision desagradable. Para abrir los cajones era
preciso apretar y girar un asa a presion. Salto un mecanisme
metalico tras soltarse un muelle, y entonces lentamente fueron apareciendo los pies, aquella cremallera atroz en el vientre, el tronco, y finalmente la cabeza degollada del pobre Maximo, que me sonreia desquiciado desde la orilla oscura de su
nuevo mundo.

Amanece. Pero el silencio sigue siendo el mismo, y es


como si el aire viajara tranquilo en la nada. A veces imagino
que me voy. Otras veces imagino que me veo. Ahora,
cuando comienzan a despuntar estas primeras luces del alba,
imagino que me veo. Estoy sentado en pijama, con los hombros cubiertos por un chal, el cigarrillo entre los dedos, rodeado de mis libros y con mi sombra de viejo volcada sobre
el cuaderno de los tucanes, viendo nacer este nuevd lunes,
entregado yo a este rito perseverante y solitario de escribir,
de escribir, por ejemplo, que estoy mirando a las nubes y observando sus movimientos, que tan tenebrosos me parecen,
pues es como si mi pasado se estampara en trenzas de sangre
que vinieran de Veracruz mientras todo mi futuro (no tengo)
cayera como una pobre llovizna en el arroyo en el que navega esa lagrima que ha sido mi vida, de la que con las primeras luces del alba me llega ahora de golpe, en este mismo
instante, el recuerdo de una vela silenciosa y blanca, fugazmente entrevista en Beranda, la vela de una goleta navegando solitaria por las aguas del Caribe. Yo mismo en otros
dias.

146

Me parecio ofensivo que un crespon de luto colgara encima del timbre de la puerta de la casa de la via Jaji. Era como
si, ademas de ordenar el crimen, quisiera Rosita encitna burlarse de Maximo y de mi gran dolor.
Pero, solo dos horas despues, mis suspicacias habfan pasado a mejor vida y el crespon estaba ya del todo olvidado.
Aquel sucedaneo de marihuana -una rara hierba berandefiaque Rosita y yo fumabamos me habia dejado un tanto trastornado.
Pensaba en Maximo de todos modos, no lo olvidaba. Pensaba en el, en mi querido y palido pintor de tumba etrusca.
Pensaba en Maximo y en que muy probablemente estaba yo
fumando hierba con su asesina. No perdia de vista eso. Pero a
medida que fumaba y bebia pequefios sorbos de ron de la isla,
me iba pareciendo que carecian de fundamento mis sospechas.
Me decia a mi mismo cosas de este estilo: ~Por que diablos, a
fin de cuentas, la asesina alberga en su casa a la unica persona
de toda Beranda que podria descubrirla? No tenia mucho sentido que ella estuviera arriesgandose a que cualquier desliz
suyo la desenmascarara. Me estaba diciendo todas estas cosas
cuando le oi a ella susurrar estas palabras:
-No puedo mas de calor.
Dijo eso y se quito la larga camisa roja que llevaba y se
quedo en traje de bafio, dejando ver su liso y terso vientre perfecto, tan distinto -me fue imposible no pensar en ello- del
que la autopsia le habia dejado, cruzado por una atroz cremallera, al pobre Maximo.
Estabamos sentados el uno frente al otro, yo viendolo
todo ya como un suefio, detectando con la mayor precision
del mundo el diabolico magnetismo, el poderoso embrujo carnal de ella. Dominado de pronto por un hobo impulso repen-

147

tino, empece a acariciarle las mejillas y a decide que pusiera


en marcha el ventilador del techo. Empece a pasarle los dedos por ~ncima de las cejas y bajo los ojos y por detnis de las
orejas. Me sentia drogado y contento, con una alegria funebre, tan rara como silenciosa, una alegria triste, sin musica,
aunque pronto ella se encargo de que la hubiera al susurrarme al oido, con una seriedad que tumbaba, el bolero de
la viajera que iba por cielo y por mat dejando en los corazones latir de pasion, vibrar de cancion, y luego mil decepciones.
Yo estaba escuchando la cancion y enfrascado en ,pasarle
los dedos bajo los ojos y por detnis de las orejas cuando Rosita, dejandose de tanto ritual y sutileza, desabrocho de
golpe mi bragueta y empufiando impetuosamente mi sexo
me dijo, con voz obscena y cantarina y con esa sonrisa
triste que tanto me recordaba a la pobre Carmen, unas palabras mas bien enigmaticas, tal vez simplemente juguetonas, en cualquier caso con sabor a musica de bolero. No
entendi que me decia, me quede por un momenta pensando si se referian a Maximo o a mi cara de sorpresa ante
su inesperado asalto. Lo pense solo un momenta porque
luego me olvide de todo cuando me senti en la gloria y ya
tan solo me decia que la unica alegria verdadera es la que
nos da el amor.

-Tienes que ayudarme -me dijo Rosita a la mafiana siguiente, yo algo aturdido todavia despues de la embriaguez de
aquella noche de sexo duro y sin limites.
Entonces supe que ella no lo tenia nada facil para heredar, que un notario de Beranda habia enviado a la policia y a
la prensa, por orden postuma del pobre Maximo, el testa-:
mento que el habia realizado a ultima hora en favor del Hos-

148

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pital de San Carlos que atendian las Hijas de la Caridad de San


Vicente de Paul. Las mismas monjas, por lo que pudiera pasar, se habian apresurado a escampar la noticia por todo
Puerto Bajio.
-2Y desde cuando sabes eso? -pregunte.
- Lo se, no importa desde cuando -respondio algo seca.
Me di cuenta de que ella ya lo sabia cuando la vi en comisaria. Eso tal vez explicaba que hubiera estado amable conmigo y que me hubiera citado por la noche en su casa.
-2Y en que piensas que puedo ayudarte? -pregunte.
-En decir la verdad.
-2 Y que verdad es esa?
-Una que tu y yo conocemos muy bien. Que a veces Maximo tenia desequilibrios mentales.
Me dijo eso mirandome fijamente con sus excesivos ojos
negros. Yo tenia lo que se llama un achaque de am or, porque
estuve a punto de decide que iba a prestarle ayuda. En realidad, deseaba prestarsela, lo deseaba tanto como que ella no
tuviera nada que ver con la muerte de Maximo. Por eso le
pregunte:
- Tu no ordenaste su muerte, 2verdad?
Solo estaba esperando que me dijera que no.
Tan seria como repentinamente caprichosa, comenzo a
morderme por todo el cuerpo, incluido de la forma mas voluptuosa y perversa mi pobre mufion. Por el balcon abierto se
alcanzaba a ver el cielo azul profunda de aquella mafiana y de
aquel momenta que no olvidare mientras viva. Porque fue increible, y todavia hoy me asombro cuando recuerdo con admiracion la sangre fria de aquella inteligencia suya tan distinta
de todas y con tanto gusto por el riesgo. Porque para actuar
del modo en que lo hizo tenia que estar muy segura de si
misma y muy segura tambien de que me habia atrapado en la
red de un salto mortal de amor y sexo.
-Fui yo, fui yo -dijo sollozando-. Yo le mate.
Dijo eso para muy poco despues desmentirlo. Pero ya estaba dicho.
- Por el placer de haberlo dicho -aclaro.

149

' . 1.
(

I
)

He salido de la pelicula para entrar en un suefio cuando


cabeceando y viendo la dolorosa luz de las grandes bombillas
de la fabrica que imaginaba mi insomnia, he terminado desplomandome lentamente sobre el cuaderno de los tucanes, me
he quedado dormido mas de una hora con el chal sobre los
hombres, y he sofiado que Pascual se parecia a como habria
sido Maximo de haber llegado a viejo, de no haberse enredado
con la maldita Rosita, lo he visto como un hombre de ojos
maliciosos de halcon y una boca perentoria que terminaba en
dos pliegues que le daban un aire de mofa, lo he visto como
un hombre que vivia en una casa como esta pero en el campo
y mucho mas grande y con un emparrado de buganvillas en la
entrada, un hombre que vivia con sus dos hermanos; el mayor
de ellos era campesino y se inventaba, como mi hermano Antonio, viajes a puntos muy lejanos de la tierra mientras que el
otro hermano era la calamidad misma, pues tambien habia
sido campesino pero ahora vivia lejos de la luz y en el lugar
mas oscuro e interior de la casa, porque tenia una rara enfermedad que le venia de su frustracion por haberse pasado afios
y afios acariciando en vano la idea de vivir en otro sitio, en
un lugar luminoso, un sitio que habia repetidas veces visto en
sueiios y que era una casa sin buganvillas, sobriamente decorada y frente al mar, un lugar aparte y solitario pero lleno de
libros, un lugar con la puerta abierta como en verano lo estan,
y no quiero ser excepcion a la regia, todas las puertas de las
casas de este pueblo.
Con la puerta bien abierta y no encontrando ni timbre y
ya no digamos crespon ni otro obstaculo mas que ~alvar, ha
entrada bien decidido en mi casa el hombre de Felanitx, mi
vecino el dentista, y se ha encontrado con el espectaculo corriente de un hombre en pijama, y el no tan corriente de un

150

I.,
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hombre con lin chal en los hombres escribiendo dormido;


desplomado sdbre un cuaderno.
Me ha despertado su voz de trueno preguntandome si estaba descansando y arruinandome de golpe toda la poetica del
suefio, pues era feliz en ese memento viendo, desde la casa sofiada por ese hermano de Pascual que era tan calamidad como
yo, todo tipo de arboles secundarios, pero tambien los seculares del Caribe y, ademas, amables terrazas de yeso y madera y
muchos tapetes de lino que crujian, en desmoronadas colinas
que cruzaban, despiadada pero a veces tan solo furtivamente,
el viento y las iguanas.
-Dormido entre iguanas y lagartos -he acertado a decir,
todavia dentro del suefio.
Me ha mirado con extrafieza, pero no por mi respuesta
sino porque, como he podido saber poco despues, la primera
impresion al irrumpit ~n rrti casa y verme en pijama ha sido la
de que me habia quedado dormido poco despues de despertarme.
He pensado que en muchas de las miradas de los demas,
en esas miradas enloquecidas y tan extrafias que nos dirigen a
veces, esta la verdadera rareza, mucho mas alla de la nuestra,
tan modesta.
Reforzado por esta idea casual, le he dicho a mi querido
vecino el dentista, con la mayor serenidad del mundo, que no
estaria de mas que supiera que habia yo pasado toda la noche
en vela ordenando mi vida y que hasta hacia muy poco no me
habia vencido el sueiio. Se ha disculpado por haberme despertado y ha pasado a maldecir su conducta de ayer tarde.
-En realidad -me ha explicado-, habia venido solo para
eso, para excusarme por haber perdido casi la conciencia bebiendo como un cosaco o, mejor dicho -ha sonreido encantado-, como un mexicano. No me gustaria que en modo alguno
pensara...
Le he tranquilizado diciendo que no habia por que preocuparse de nada y le he ofrecido un cafe que no ha rechazado
aunque antes, y lo ha repetido varias veces, ha querido dejar
claro que habia ya desayunado, y que ademas lo habia hecho

151

11,
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copiosamente. Me he puesto en pie, somnoliento, viendo las


ultimas iguanas en las terrazas de las colinas de mi sueno, y
me he dirigido a la cocina, donde he tenido una revelacion
que me ha llegado en forma de alucinacion cuando, al disponerme a calentar el agua del cafe, he notado que me dolia levemente una muela empastada en Africa. Me he dado cuenta
entonces de con quien realmente estaba, es decir, quien era la
persona que habia entrada en mi casa y me habia fastidiado el
sueno. Aferrado a los brazos de un sillon imaginario he sentido un frio contacto metalico en mi mejilla al tiempo que
veia las estrellas y entre dolores terribles empezaba a patear y
a gritar como una bestia herida en la cueva de un dentista.
Por un momenta ha sido incluso como si me hubieran arrancado la muela y al mismo tiempo me hubieran arrancado de
cuajo y hundido el craneo. Por suerte, mi lucha contra eldentista no ha durado demasiado: el tiempo de una alucinacion
en forma de aviso o de advertencia. Cuando me he repuesto
del susto, que ha sido bien grande, he seguido preparando el
cafe. Me he dicho que ya dormiria por la tarde, a la hora de la
siesta -estoy en esa hora y sigo igual, sin pegar ojo-, me he
dicho que la alucinacion tenia que servirme de toque de atencion para no olvidar nunca que clase de visitante era el que
habia entrada en mi casa. Era un buen hombre mi vecino. Si.
Pero no debia confiarme y olvidar que arrancaba muelas en
Felanitx y que. eso, a fin de cuentas, era pura y siinplemente
una salvajada.
Cuando todo ha pasado, he regresado con un cafe humeante y una bandeja con un amplio surtido de quesos franceses, y he notado la cara de gran satisfaccion del dentista.
-Si, senor. Me gusta, me encanta el cafe, lo ha adivinado
-me ha dicho mientras me dedicaba una tierna sonrisa, una
sonrisa muy sincera por debajo de su nariz aguilena y su bigote
zapatista.
Hemos hablado un buen rato de las virtudes y defectos del
cafe. Despues, hemos hecho otro tanto con las del queso. Le
he preguntado que diria su mujer cuando se enterara de que
habia desayunado dos veces. Ha sonreido beatificamente, y yo

152

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con el. Ha vuelto a pedir disculpas por haberme interrumpido


el sueno, tambien disculpas por su borrachera de ayer. No
queria que me formara yo una mala opinion de el. Me ha dicho que no esperaba encontrarse con una .casa tan llena delibros. Ha vuelto al tema de las virtudes y defectos del queso
(centrandose en la produccion francesa, sobre la que es un
consumado especialista), sin duda para sentir sus manos de
dentista mas libres a la hora de vaciarme, ya del todo y sin el
menor escrupulo, la bandeja, mi batideja, esa bandeja cuyo
moderno diseno me parece a mi que se esfuerza en imitar a
una muela. De vez en cuando me sonreia, como excusandose
por su insaciable hambre, aunque siempre manteniendo un
cierto aire de inocencia y de gran beatitud. De pronto, se ha
entrometido peligrosamente en mis asuntos.
- Y a lo comprendo -me ha dicho adoptando un afectado
gesto reflexivo-. Usted es escritor. Como su hermano mayor.
~V erdad que no me equivoco?
-No, senor, no soy escritor -le he contestado, reaccionando de inmediato.
-~Y los papeles escritos que le he visto? Los papeles sobre
los que se ha quedado dormido.
-Me dedico a contarme a mi mismo mi vida. Eso es todo.
-~Y eso no es ser escritor?
-No quiero ser escritor, sino escribir, que es algo muy distinto. No se si capta usted la sutil diferencia.
-No, yo no capto nada. ~Como voy a hacerlo si soy imbe. cil? ~Es eso lo que trata de decirme? Pero permitame ahora
una pregunta. ~Puede saberse por que la vida se la cuenta usted solo a si tnismo?
- Pero es que no se si me entendera. Yo tengo unas ideas
muy especiales.
- Y a estamos otra vez. Claro que puedo entenderlo. Digame lo que tenga que decirme y no se preocupe mas por 16
que pueda yo entender.
-Pues que a mi me parece que la vida en si no existe.
- ~ Y que existe, pues?
-Quiero decir con esto que la propia vida no existe por si

153

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misma, pues si n,e, se cuenta; esa vida es apenas algo que transcurre, pero nada mas. ~Me sigue?
-Le sigo.
-Yo pienso que para apresar y comprender la vida hay
que contada, aun cuando solo sea a la almohada o a uno
mismo.
-No se si le entiendo del todo. Usted quiere decir que...
-Mire, por mucho que usted piense que soy joven, que
solo tengo veintisiete aiios y tal y cual, lo cierto es que estoy
acabado, soy un hombre acabado despues de haber vivido una
vida de novela. Mi vida la cloy por terminada. Ahora prefiero
contarmela. Con sus capitulos correspondientes, incluidas las
conversaciones que tengo con usted.
-~No estara diciendo que yo soy un capitulo?
-~Y quien le dice eso? No, amigo. No llega usted a tanto.
- Y a veo. No llego nunca a nada, no entiendo nada, no
soy nada, me ha visto heber tequila y caer borracho enseguida
y piensa que soy un pobre cretino de Felanitx. ~No es eso?
-Me estoy limitando a decide que, justo en el momenta
en que perdi la ilusion de vivir, me llego de forma providencial la ilusion de escribir, de contarme la desgraciada vida
que, por culpa de mi estupido afan viajero, Jne ha tocado vivir. ~Esta mas claro ahora todo?
- Lo esta. Me parece que por fin te entiendo -me ha dicho
tuteandome de pronto-. Si. Por fin te entiendo. 0; mejor dicho, no te entiendo nada, hijo. Yo lo que veo es que escribes
y me dices que no lo haces. ~0 es que solo eres alguien que
escribe y se duerme sobre lo que escribe?
-~Por que no volvemos a hablar de los quesos franceses?
Ahi al menos no tendremos problemas.
Se ha quedado callado sonriendome. He estado tentado de
repetide que no soportaba ser escritor y que solo me interesaba escribir. Y tambien a punto de decide que por eso me
dedicaba simplemente a prolongar en secreta la obra de otro,
la obra de un muerto, la obra de mi celebrado hermano Antonio. Pero he pensado que no era necesario complicade mas
las cosas al vecino, de modo que he optado por hundir peli-

154

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grosamente mi mirada en la lejania, buscando algU.n pequeiio


detalle que pudiera yo percibir en la isla de Cabrera y que me
permitiera salir airoso de la situacion que me tenia atrapado .
Mirando al horizonte he tratado de que entendiera que me estaba ya incordiando su presencia, que las visitas no tienen por
que prolongarse tanto y que cuanto antes se marchara mejor
seria para todos. He bostezado a conciencia, le he dicho que
tenia prisa por reanudar el trabajo de contarme mi vida.
Siempre hay algo ofensivo cuando invitas a alguien a
abandonar tu casa. Mi vecino no ha sido una excepcion a este
extendido sentimiento y ha reaccionado con cierto enfado.
-Pero, que yo sepa -me ha dicho-, no solo a ti mismo
cuentas tu vida. Ayer, sin ir mas lejos, me la contaste a mi. ~0
es que crees que lo he olvidado? Toda esa historia del Caribe
y de Rosita. Toda esa historia que me parece que es inventada.
Me ha indignado tanto que pensara que era inventada -no
lo pensaba, era un truco para quedarse mas rato en casa- que
he caido en su trampa y cuando me ha preguntado que le veia
yo al Caribe de especial he comenzado a hablar casi como en
un monologo.
-Las mujeres alli -le he dicho- se rien solas entre los abutilones. Hay felicidad. ~Sabes que son los abutilones? Pues
unas flares amarillas. En la base tienen unos puntas negros,
que dicen que sirven para curar las diarreas de los animales
con cuernos. Y el sexo en el Caribe huele muy bien, como en
ninguna otra parte. Y el sudor se abre alli siempre un camino
fresco. Y esta el ron. Y el olor inconfundible de las mulatas,
un olor que a mas de uno le vuelve loco.
-~Y Rosita? ~Que viste en ella? ~De verdad que existe?
He meditado mucho la respuesta.
-Era una mujer -le he dicho finalmente- que pensaba
como una mujer, hablaba como una mujer, se comportaba
como una mujer. Con eso creo habedo dicho todo. Y era la
unica que no se reia entre los abutilones. Era tremendamente
seria. Y era una asesina. Habia matado a mi hermano. Y a pesar de eso, a pesar de que yo veia que habia matado a Ma-

155

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1'.'
..

ximo, no podia evitar sentirme enfermo par ella, encofiado,


sin salida. Surgio de mi interior lo pear que hay en nosotros.
Aparecio en mi ese miserable que muchas veces ignoramos
que forma parte de nuestro ser. Descubri que carecia de toda
dignidad y moral, que era una rata, que era un ser ruin y miserable, capaz de vender mi alma al diablo par el amor de una
mulata. Ella tenia muchas deudas de juego y la habian amenazado de muerte, le habian prometido destrozarle la cara si
no pagaba. Confiaba en la herencia de Maximo para salvar la
vida. Cuando vio que debia esperar mucho para obtenerla, si
es que algU.n dia cobraba, me pidio prestado el dinero a mi.
Para salvar la vida, me dijo. Y prometio que despues de saldar
todas las deudas huiriamos muy lejos de alii. Dicen que el
enamoramiento es un estado de imbecilidad transitoria, pero
en mi caso no puede hablarse solo de estupidez sino tambien
de traicion a mi hermano mas querido y de la aparicion de la
parte mas miserable, mas despreciable de mi ser. Me converti,
sin darme cuenta, en un pobre perro en celo y en el hazmerreir de toda la isla. Me llamaban Tenorito, como a Maximo.
Ella, con mi dinero, saldo todas las deudas, salvo la vida. La
mitad de la fortuna que hapia heredado de mi padre fue lo
que me costo que ella salvara la piel. Cuando acudi al muelle
nuevo de Puerto Bajio para embarcar en la goleta que debia
llevarnos a Port of Spain como primera escala de un viaje que
imaginaba yo de ensuefio, me encontre con una nota que Rosita le habia dejado para mi a un pobre detective llamado SivorL En esa nota me decia que me queria mucho pero que,
par razones de seguridad, habia tenido que desaparecer y que
ya se pondria en contacto conmigo. Una manera como otra
cualquiera de decirme simplemente que me dejaba plantado.
El tal Sivori, que habia estado espiando mi reaccion al leer la
nota, me dijo entonces que tenia pruebas de que Rosita habia
ordenado la muerte de mi hermano. Me ensefio las pruebas. Y
yo, que seguia idiota perdido y todavia confiaba en recuperarla a ella, crei necesario comprar el silencio del rrialdito Sivori. Me costo otra fortuna ese silencio. Humillado y media
arruinado, aquella misma tarde deje la isla de Beranda para

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siempre cuando supe, fue lo ultimo que me susurro un taxista amigo, que ella habia volado par la mafiana lejos, muy
lejos de la isla en compafiia de su novio, el chula de Badajoz.
El chula gastaba panama de color azafran, zapatos blancos,
baston de ebano con pufio de oro. Y se habia hecho un traje
nuevo.

A veces imagine que me voy. Otras no hace falta que lo


imagine. Me voy, y punta. Es lo que ha sucedido esta mafiana cuando me he dado cuenta de que no era conveniente
que el vecino siguiera oyendo mis confidencias ni conociera
mas detalles acerca de como continuo mi historia con Rosita.
Cuando he comprendido esto, le he dicho que iba a vestirme. He cambiado el pijama par una camisa hawaiana y
unos bermudas y he vuelto a salir a la terraza, donde el parecia estar esperandome expectante, con la pregunta en la
punta de los labios.
-~Que fue de Rosita? ~Has vuelto a veda?
Le he dicho que si, pero que no era de su incumbencia.
Ha enarcadq una ceja. Le he dicho que tenia prisa, que de
pronto habia recordado que tenia una cita con el vendedor
de hielo de la esquina. Se ha quedado mirandome con incredulidad. Me he despedido de el con una palmada en el hombro. Ha protestado, pero yo he seguido mi camino. Necesitaba andar despues de pasar toda la noche sentado y con el
maldito insomnia. Me he sentido libre andando par el Paseo
del Mar, pero pronto ha vuelto el recuerdo de mi repugnante
e infame paso par la isla de Beranda, que era de lo que en
realidad huia. Atormentado, bajo un sol de plomo, he ida reduciendo el impulse inicial de mis pasos mientras me iba
diciendo que siempre ayuda y conferta pensar que la humanidad es un nido de ratas del que uno se desentiende.

157

156

Eso ayuda, si. Pero cuando esa rata, cuando el cerdo mas vil
del universe eres tu mismo, las cosas varian notablemente.
Es relajap.te -me he dicho reduciendo cada vez mas el
ritmo de mis pasos- aprender a ver a los hombres aun peores
de lo que son. Eso a uno le despeja, le libera y le deja hasta
tranquilo, mas alla de lo imaginable. Eso te da otro yo, vales
por dos. Las acciones de los hombres dejan, a partir de ese
instante, de inspirarte ese asqueroso atractivo poetico que te
debilitaba y te hada perder el tiempo, y entonces su comedia
no te resulta mas agradable ni mas util en absolute para tu
progreso intimo que la del cochino mas vil. Pero cuando ese
cerdo eres tu mismo, el asunto pierde su gracia. Pero cuando
ese cerdo es el mismo que se ha acostado con la asesina de su
hermano, uno se ve a si mismo como. un perro al que debedan en Beranda haber arrojado al fondo de un barranco.
Es muy facil decir que los otros son el infierno, pero cuando
el infierno viaja contigo mismo, lo mas prudente que puedes
hacer es retirarte del mundo y dedicarte a escribir un dietario.
Pero hasta escribir en mi caso es una manifestaci6n obscena del
mas cochino cinismo. Porque despues de todo, para que voy a
engafi.arme, yp he llegado a la escritura no por una tierna a.fici6n infantil o por alglin que otro noble y desint~resado motive, sino mas bien obligado por las circunstancias, casi porque
no me quedaba otro remedio. A la literatura -que hermosa
palabra en boca de otros- he llegado porque mientras escribo
no hago dafi.o a nadie y al menos no corro el riesgo de ensuciar aun mas, con mi ruindad y egoismo y mi fondo moral de
rata, la ya de por si ensuciada vida. Pero la verdad es que ni
escribiendo hallo la pretendida paz de espiritu. No se quien
dijo que Dios no anda por ahi dando tumbos con unos prismaticos y espiandonos, sino que esta en cada uno de nosotros.
En mi, desde luego, no esta. No tengo ni tendre ya nunca paz
alguna de espiritu. A Dios le di un viaje de muerte en el muelle viejo de Veracruz. No hallare nunca ya esa paz. No la halle
en la vida, no la encuentro en la escritura. Ignoro 'si exist~
algo mas que no sean la vida o la literatura. La vida no interesa. No se quien dijo que es para los criados. Y la lite-

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ratura no es mas que un consuelo ,-interesante ~i, pero a fin


de cuentas un consuelo- para quienes se sienten desligados de
la vida y razonablemente desesperados. Merezco este infierno.

Salgo de la siesta, donde he visto en suefi.os un baile de barajas de todos los colores. Cada juego de cartas danzaba en
suntuosas vitrinas de esplendidos fondos de raso, terciopelo y
seda. A algunos naipes les brillaban los colores, se notaba que
eran nuevos y acababan de irrumpir en el gran teatro del
mundo, mientras que otros, en cambio, eran lo contrario y se
les veia gastados, muy sobados, victimas de infinitas noches de
timba, desmayandose los rostros de las sotas, descoloridos los
oros, rotos los mantos de los reyes.

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Atardece. Pensamiento que he olvidado. Debe de ser de


Pascal. Quisiera escribirlo. Escribo, en cambio, que lo he olvidado.

158

Modesta fiesta mexicana en casa de la familia de Felanitx.


Una fiesta entre ellos, sin invitados. Hay musica de tex-mex
en la terraza y Berta juega de nuevo con las caretas de jaguar.
El padre, con gesto solemne, lee un peri6dico deportivo y de

159

vez en cuando silba la estrofa de alguna ranchera. Vista desde


lejos, la madre, que esta bordando un mantel, parece cubierta
par un rebozo negro. Yo permanezco prudentemente en el interior de mi casa, temiendo que vengan a buscarme y me inviten a ese teatro de mi nostalgia de Veracruz que ellos representan, sin saberlo, para mi.
Lo que era preferible esta manana que no supiera el vecino, lo que antes que nada no debia saber -ya sabe demasiado y no conviene que siga coleccionando mas rarezas y
abyecciones mias-, es que a mi regreso de Beranda no solo
me degrade aun mas moralmente al mentirle a Antonio y
decide que los males de amor habian conducido al suicidio a Maximo, sino que, perdido y sin saber que hacer
de mi vida y convertido en un iletrado profunda, me pase
a la cocaina y me aficione como un loco a las timbas de
poquer con jugadores profesionales, y cuando no estaba perdiendo dinero en esas partidas estaba perdiendo el tiempo
en orgias desesperadas o bien me dedicaba a hacer complicados solitaries en la segunda planta del inmueble de Sant
Gervasi, ese piso de propiedad que pronto iba a dejar de
ser mio.
Mi vida cayo en el punta mas bajo que le habia conocido
basta entonces. Me pasaba horas y horas entre timbas y orgias
o hacienda solitaries buscando en vano ahuyentar el recuerdo
de Rosita: un recuerdo sensual que revoloteaba en mi memoria, que surgia entre la niebla de mis pensamientos mas obscenos, ingravido, funambulesco, torturador.
Hay alga muy peligroso en las cartas. Para empezar, en
quien las tira. En las lectoras de tarot. Las cartas consultadas
en una direccion siempre dan respuestas en esa direccion:
amor, muerte, ausencias ... Cometi el error de acudir a una gitana de la calle de Robador, a una echadora de cartas, y le
pregunte par mi futuro amoroso.
-Me llama Tenorio -le adverti-. ~Cree que eso i~fluye en
mis historias, todas tan desgraciadas, de amor?
-Si -me respondio sin dudarlo un solo instante.
Las cartas siempre dicen la verdad, hay alga muy peligroso

160

en elias, siempre encierran alga terrible. El general De Gaulle, par ejemplo, que era un empedernido jugador, murio hacienda uno de los solitaries mas dificiles.
La gitana me anuncio el retorno de mi gran amor. Se lo
hice repetir dos veces. V a a regresar una mujer que te vuelve
loco, me dijo. Sali feliz de aquella visita, imaginando que Rosita volvia a mirarme con los ojos entornados hundiendo sus
dedos entre mis cabellos e inventando remolinos con ellos.
Y aquella misma neche sofie, par primera vez, con barajas de
todos los colores, las mismas que han aparecido en mi suefio
de hoy a la hora de la siesta. Juegos de cartas que danzaban
sensualmente en suntuosas vitrinas. Fue todo un sueiio premonitorio, porque no habian pasa,do aun dos semanas desde
que lo tuviera cuando recibi carta de Rosita diciendome que
estaba en Europa. Creo que es la mas ardiente carta de amor
que un hombre haya recibido. Me pedia desde Montecarlo
que me reuniera con ella, que volviera a su lado. Estaba en
ciertos apuros y se habia acordado de mi, del hombre mas
buena de la tierra, del hombre que le habia cambiado la vida
y al que habia tenido que abandonar en Beranda para evitar
mezclarle en un feo asunto que habria podido basta costarle
la vida. Solo par eso, solo par protegerme, y sabiendo que
volveria a reencontrarme, me habia dejado plantado en Beranda.
~onservo esa carta y la leo a menudo. Es la carta mas
erotica que haya existido, pero tambien la mas terrible si la
mira con mis ojos de hoy en dia. No hace mucho, en una reciente neche de rabia y dolor infinite, anote en ella estes dos
versos del mejor soneto de Shakespeare, el 129: Lo sabe
todo el mundo y nadie sabe modes I de huir de un cielo que
a este infierno arroja a todos.

161

Fui a Montecado como quien va al tr6pico, viaje a la


Costa Azul como uno de esos blancos que se vuelven locos,
totalmente chiflados, por el ron y las mulatas.
Viaje sin saber que aquella carta habia originado el ensayo
general de mi descenso a los infiernos. Si no hubiera sido un
iletrado profundo habria viajado a Montecado con mayor prudencia, porque no me habria olvidado de que un apretado tejido de infortunios -no se d6nde he leido esto, jhe leido tanto
ultimamente!, pero lo he leido, eso seguro- labra la historia
de los hombres, desde la primera aurora, y si no desde la primera, desde el memento en que uno se cruza con una mujer
fatal que le enamora.
Viaje a Montecado con la idea completamente ilusa de decide a Rosita las mismas palabras que el zar de Rusia le habia
dicho a la Bella Otero: Arruiname, pero no me abandones ya
nunca mas. .
En los dos intensos meses en que estuvimos juntos no tuve
ni tiempo de decirselo. Pero eso si, ella dispuso del tiempo necesario para arruinarme en todos los sentidos. A pesar del desastroso final me siguen pareciendo maravillosos esos dos meses, los mas tristes y tambien los mas fascinantes de mi vida, en
los que nuestras relaciones se rigieron -me parece ridicule decide pero fue asi- por un refran. Si, por un refran. Estoy seguro. Cuando la fortuna nos sonreia en el juego, el amor se nos
volvia esquivo. Y cuando renunciando a la fortuna y a nuestro
delirio por el juego lograbamos nuevamente ser felices -porque
lo fuimos, el caracter de Rosita era voluble y traicionero, pero
quiero pensar que tambien alguna vez ella se sinti6 feliz .y enamorada ami lado-, el amor brillaba con toda la potencia yesplendor de los que es capaz. Lo malo fue que, de un modo deliberado o no, una noche en el Casino, buscando ser felices en el
amor, terminamos por arruinarnos del todo. Del todo. Sobre
todo yo, que perdi en las cartas y la ruleta lo que me quedaba de
la herencia de mi padre.
Entonces todo cambi6. Hasta el refran que regia nuestras
relaciones cambi6 bruscamente. De pronto me converti en
una persona desafortunada en el juego pero tambien en el

162

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. amor. Rosita, que se sentia horrorizada de ver que a mi ya


s6lo me quedaba el dinero para mi billete de vuelta a Barcelona, comenz6 a esquivarme cada vez con mayor frecuencia y
con mayor sana que la fortuna misma. Y sus ausencias a la
hora de dormir en el Hotel de France se fueron haciendo tan
seguidas que al final lleg6 una semana en que no la vi ni
una sola vez. Drogado y borracho se me podia ver por las calles de Montecado, ya casi sin un solo franco en el bolsillo y
con la entrada en el Casino proh,ibida a causa de un escandalo. Daba pena mi figura de perro apaleado. Alguien que
tambien daba esa pena se me acerc6 una noche creyendo que
yo tenia algo mas de dinero que el y me propuso que le
comprara un plan infalible que el habia descubierto para ganar siempre.
Entre arruinados andaba el juego.
- Y a se que es una intromisi6n, joven caballero -me dijo
aquel hombre de pelo canoso, ya entrado en anos-. Tambien
se que ha perdido ultimamente mucho en la ruleta. Pero yo
he de decide una cosa. Tengo dentro de rrii cabeza un sistema
perfecto para ganar. Se lo vendo por unos miserables veinte
mil frances.
-Me pide lo que no tengo. Es mas, ya no tengo nada.
-Pero usted continua viviendo en el Hotel de France con
esa bellisima senorita.
-Ella ha desaparecido, amigo.
- Dos mil fran cos -dijo rebajando mucho el precio.
-Que mas quisiera que tenedos. ~No ve que manana
mismo voy a verme obligado a dejar mi hotel por la noche
descol~andome con una cuerda? Manana mismo tendre que
pedir ayuda al consulado.
Nos habiamos puesto a andar, estabamos por los alrededores del puerto.
-Se trata de algo muy sencillo, jovencito -me explic6 el-.
Lo aprendi en una novela de Graham Greene.
-~De quien? Perdone, pero nose nada de libros y de todo
eso.
-De Greene. ~No ha ido ala universidad? Se diria que si.

163

-~Que tiene que ver ese Greene con la universidad? No,


no he ido a la universidad. ~Pasa algo?
- Es tan sencillo mi sistema -prosigui6 el con su espafiol
de marcado acento ingles- como lo son todos los grandes descubrimientos matematicos. Primero se apuesta a un numero y,
despues, cuando el numero sale... Oh, por lo menos inviteme
a un whisky -me dijo sefialando a un animado bar instalado
en la cubierta de un viejo transatlantico-, es lo menos que
puede hacer a cambio de mi informacion.
- Esta bien -dije con aire resignado-. Total, ya no puedo
comprarme ni mi billete de vuelta ...
-Primero se apuesta a un numero -me dijo cuando estibamos ya en la barra del bar- y cuando ese numero sale se colocan todas las ganancias en la correcta transversal de seis_ numeros. La correcta transversal del uno va del 31 al 36, la del
dos, del 13 al 18, la del tres...
_
Fue en ese momento cuando vi a Rosita en el otro extremo de cubierta. Alli estaba, reclinada en la borda, sonriendo a un hombre en quien de inmediato reconoci al chulo
de Badajoz. Aunque iba sin su sombrero panama y estaba'algo
lejos de donde yo estaba, no cabia duda. Era ely Rosita le miraba languidamente. Y yo experimente tan vivo impulso de
celos y de calera que me senti palidecer.
Lo que despues sucedi6 fue algo muy sencillo. Me aproxime a la pareja y le pedi explicaciones a Rosita y de viva voz
la acuse -de haber matado a mi hermano y de haberme
arruinado.
-~Y que mas? -dijo ella sonriendo.
Iba a responderle cuando el chulo de Badajoz me acus6 de
estar borracho, y de un empuj6n _intent6 arrojarme por la
borda. Forcejeamos como meses antes lo habiamos hecho en
el cabaret Chole. Hubo un segundo intento de arrojarme por
la borda, pero tampoco esta vez lo logr6, aunque para mi fue
horrible -creo que habria preferido mil veces el inc6modo y
humillante chapuz6n-, pues cai al duro suelo de cubierta con
tan mala estrella -un manco nunca deberia creer que puede
pelear en igualdad de condiciones- que me qued6 astillado en

164

. mil fragmentos el hueso del hombro derecho. Al dia siguiente sali de una anestesia y desperte en un miserable
cuartucho de un hospital de Niza, y dos dias despues el constilado, obrando como si quisiera completar la faena del
chulo, me dio una soberbia patada en el culo y me devolvi6
a la realidad de la que habia intentado, por el amor de una
mulata, escapar: Espana.
Mas destrozado y mas perro apaleado que nunca -y, ademas, ahora arruinado por complet0 y a merced de la caridad
ajena o, por decirlo mas exactamente, de la caridad de mi
hermano Antonio, en quien ahora no tenia mas remedio que
confiar-, regrese a Barcelona, aunque mas justa seria decir
que me regresaron.
Volvi esta vez desprovisto de lo mas elemental: sin mis
dos brazos. Uno estaba escayolado y el otro hada tiempo que
estaba amputado. Sin brazos. Sin dinero alguno. Asi. me dejaron, una tarde, frente a mi hermano Antonio, que en el interin se habia convertido en un escritor de viajes muy leido, y
eso sin haber apenas salido nunca de su casa. Era asombroso
el exito de su ultimo libro: El viaje a ftaca.
Recuerdo como si fuera ahora como me miraba Antonio,
que parecia no dar credito a lo que veia. Eres un verdadero
animal, dijo de repente. No le conteste. Me ofreci6 un puro
veracruzano y, al darse cuenta de que no lo podia yo coger
con las manos, tuvo la, digamos, bondad, aunque su gesto
fue muy violento, de introducirmelo en la boca, como si quisiera -por suerte no lo consigui6- que me lo tragara de
golpe.
Si. Lo recuerdo todo como si fuera ahora. Eres un animal, repiti6, para muy poco despues afiadir: ~ Y ahora que
vas- a hacer? Le dije que me alistaria en la Legion, que no
pensaba renunciar a los viajes y ala aventura, que les preguntaria a los veteranos que se sentia en realidad cuando se oyen
silbar las balas.
-Se nota -me dijo entonces- que, por no leer, no has
leido ni siquiera juegos africanos de Junger. En ese libro un
joven le pregunta a un veterano lo mismo que tu pretendes
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preguntarle a un legionario. La respuesta del veterano es nitida: Nada de particular. Suenan mejor las balas cuando se lee
en viejos libros. Nunca he oido silbar una bala.
-No estoy para leer libros -le conteste-. Ni siquiera
puedo cogerlos con mis manos.
-Si no puedes cogerlos con las manos es porque la supuesta escuela de la vida te ha convertido no solo en un necio
y un invalido, sino tambien en un perfecto zafiofelon analfabeto.
Zafiofelon. Nunca habia oido esa palabra. Luego me confeso que se la habia inventado sobre la marcha gracias a la
gran cantidad de libros que habia devorado y en los que habia
descubierto la libertad de poder inventarse uno las palabras
que le vengan en gana.
Quedaba el otro insulto. Analfabeto. No sabia yo donde
mirar. Por una cuestion ya de pura costumbre, dirigi la J;Dirada
al reloj de pared que nuestra madre habia comprado a un anticuario de Berga. Y lei, una vez mas, la leyenda inscrita por artesano anonimo en el reloj: Quien demasiado me mira pierde
su tiempo. Y de pronto, como si todo fuera una pesadilla circular, volvieron a dar las seis en punto de la tarde. Y entonces
sonrei levemente mientras -andar sin la proteccion de los
brazos lo exigia- daba con extrema prudencia un par de pasos
hacia adelante, hacia donde se habia desplazado mi hermano
mirandome consternado y ahora con rabia mas que contenida,
apoyado en la misma repisa de la misma chimenea desde la
que un dia, el muy cabron, me hablo por primera vez de
Rosita.
Lo recuerdo todo con mucha precision, como si estuviera sucediendo ahora. Yo pensaba: Alguien se divierte a
base de bien jodiendome. La frase retumbaba, como si fueran seis campanadas que sonaran al mismo tiempo, primero
en mi cerebro y luego expandiendose por todo mi pobre
cuerpo, no solo privado de sus extremidades superiores sino
tambien privado de ilusion y a merced del projimo y. sin
defensa propia ni dignidad alguna. Y todo por el amor de
una mulata.

166

Tras los viajes, habia sonado la hora del recog1m1ento.


En un principia, esto lo vivi como una verdadera tragedia.
Y es que tullido y humillado y con esa ansiedad que sentimos cuando hemos perdido algo -la confianza, por ejemplo,
en el amor y en el juego-, y con la sospecha de que mi
vida habia quedado destrozada para siempre, encima un dia
empece de pronto a percibir con espanto y por multiples
indicios -como perciben el peligro los animales- la inminencia de una catastrofe todavia mayor, lo que termino por
convertirme en un joven repentinamente pusilanime y asustadizo, hundido en una dura melancolia y en la mas grande
de las depresiones.
Mas que de recogimiento podia hablarse de encogimiento. Del animo, sobre todo. Ademas, por si eso fuera
poco, aparte de sentirme hundido y temeroso de todo, me
converti en el ser mas susceptible de la tierra.
- Esto no puede ser -me dijo Antonio, el dia en que
me quitaron la escayola.
-Te gustaba mas verme sin brazos. ~No es eso? -le dije
mas susceptible y deprimido que nunca.
Se llevo Antonio las manos a ia cabeza, como diciendo
que depresion, que desastre. Y empezo a dar vueltas freneticas por el atico. Habia tenido yo que trasladarme a esa
modesta vivienda -ese piso en el que, medio camuflado,
podre vivir mientras dure el litigio entre las monjas de Beranda y Rosita por la herencia del pobre Maximo-, pues la
segunda y noble planta del inmueble de Sant Gervasi -lo
unico que se habia salvado de mi dilapidada fortuna personal- la acababa mi hermano de alquilar para que tuviera yo
esa renta mensual que al menos me permite sobrevivir o, lo
que es lo mismo, subsistir buenamente, incluso veranear,

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aunque el dinero no me alcance mas que -mejor asi en el fondo- para lugares tan ocultos y horrendos como este.
-Te digo solamente que esto no puede ser -dijo Antonio
andando nervioso y casi tropezando con los cuadros y las paredes, y recuerdo que estaba yo tan en las nubes que pensaba
que eran las reducidas dimensiones del atico lo que tanto le
desquiciaba, sin caer en la cuenta de que si Antonio andaba
tan fuera de si era porque, como buen hermano que era, le
amargaban las insondables dimensiones de mi profunda depresion.
...,~Que es entonces lo que no puede ser? -pregunte con
voz muy desvalida.
-No se -dijo-, pero estas desconocido. A veces me recuerdas a Maximo con este tipo de preguntas. Hasta en la
conducta me recuerdas a el.
-Claro. Te lo recuerdo porque estoy en su atico, en.su antiguo taller, en su estudio. Por eso lo dices.
-No -grito-. No lo digo por eso, sino por tu manera de
comportarte y porque te veo muy deprimido, cada dia mas hecho polvo. No me gusta nada verte asi, casi preferiria' verte
imbecil y aventurero como antes. Tenia la esperanza de que
cuando te sacaran la escayola se elevaria algo tu animo.
-Animo -susurre con tristeza.
Nunca volvere aver a Antonio tan enfurecido. La verdad
es que mi hermano siempre tuvo mucho del prototipo del espafiol medio, eternamente enfadado.
~Esto no puede ser -grito muy fuera de si-. Soy tu hermane. Quiero verte bien, no hecho una piltrafa. Con Maximo
ya hubo bastante. Soy tu hermano. No te me vuelvas ahora
- como Maximo. ~Me oyes? Estoy aqui tratando de levantar tu
animo. Y a esta bien de tonterias. Estas sin dinero, ha muerto
Maximo ... Todo ha sido muy duro. Lo reconozco. Pero hoy
has recuperado un brazo y tienes toda la vida por delante ...
Haz el favor de no reirte al menos de la palabra animo... ~Que
tienes contra ella?
-~Contra ella?-Si. Contra esa palabra. Contra la palabra animo.

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-Creo que nada. Ahora bien, contra el animo todo.


Crei que iba Antonio a s_eguir muy enfurecido, pero de
pronto fue como si haber contemplado una de las esposas perfectas que pintaba Maximo le hubiera dejado sosegado. Dijo
be::+tifico:
-~Asi que contra ella nada?
De tan calmado que estaba llegue a pensar si no era una
trampa que me tendia.
-~Asi que contra ella nada? ~repitio.
Pense si no estaria preguntandome por Rosita .
-Contra ella nada -dije tragando saliva.
Se quedo pensativo. V olvio a mirar fugazmente uno de los
cuadros de Maximo. Se sereno aun mas.
-~Te gustaria hacerte pasar por mi? -me pregunto de
pronto.
Tarde algo en reaccionar.
-No te entiendo.
Elevo de nuevo el tono de su vm;:
-Que si te gustaria hacerte pasar por Antonio Tenorio.
-Que horror -respondi instintivamente.
-Te lo explicare mejor -dijo sin inmutarse-. He quedado
finalista de un premio. El concurso literario de una revista fe,menina. Me han elegido las lectoras. Podrias acudir a la final
haciendote pasar por mi.
-~A una final femenina?
-No -dijo, y grito mas de la cuenta-. Ala final de un premio literario. Se decide entre tres escritores. Los tres estan alli
presentes. En Teruel.
-~Pero estas loco? ~Tu sabes lo lejos que esta Teruel?
-Mas lejos esta Africa o la India o todos esos malditos lugares a los que has viajado.
- Pero no es lo mismo. Ademas, ~por que he de hacerme
pasar por ti?
- Estar:i lleno de mujeres. Y algunas habran votado por ti.
-Querras decir por ti, que sales muy favorecido en las
fotos.
-Habran votado por ti. Te presentas como Antonio Teno-

169

rio. Basta que te tifias el pelo de blanco. Como siempre nos


hemos parecido mucho, creerin que eres yo. Ademas, te jura
que por Teruel nunca me han vista. Gastos pagados, mujeres
de sabras. Y la posibilidad de que si salgo vencedor ganemos
un premia de media mill6n que serfa integramente para ti.
Media mill6n. No te ida nada mal tenerlo. Dadas tus circunstancias, yo que tu agradecerfa el detalle que estoy teniendo
contigo.
Lo del media mill6n estaba haciendome cambiar de
opinion.
- Y si perdemos -dijo mi hermano- tam bien te dare ese
media mill6n. Porque mi agente piensa aprovecharlo para
montar un escandalo riendose del jurado por no haber sabido
ver que les habia llegado un falso Antonio Tenorio a Teruel.
-La verdad es que ese media mill6n lo necesito... Pero
. creo que te olvidas de un detalle. 2C6mo quieres que me haga
pasar por ti si soy manco?
- Lo ten go todo previsto. He hablado con un amigo medico. Te van a hacer una pr6tesis o, mejor dicho, un simulacra
de pr6tesis, porque no hay tiempo para mas. Encima de ella,
te pondremos una capa fina de yeso, como si te hubieran escayolado. Llevaris un guante negro. Pareceri simplemente
que te has rota un brazo. Si alguien te pregunta, dices que te
clio una lipotimia en la ducha.

Creo que suelo entenderlo todo a excepci6n de lo mas


simple. Desde hace un rata estoy pensando que la India, al
contrario de lo que suele creerse, es uno de los lugares mas
sencillos del mundo. Por eso seguramente no la entendi. Alga
muy parecido me sucedi6 con la ciudad de Teruel, que, a primera vista, parece un lugar complicado, sabre todo si uno
tiene todo el rata presente el laberinto carnicero en que se

170

convirti6 durante la Guerra Civil. Pero en realidad Teruel es


tambien, como la India, un lugar de lo mas sencillo, uno de
los sitios menos complejos del mundo. Se trata de una tranquila capital de provincia en la que hay una catedral mudejar,
unas decenas de miles de corazones sencillos, y unos alrededores mas bien agradables, aunque en ellos uno puede tropezarse
con un yacimiento de f6siles que es conocido como el barranca de las calaveras.
Es Teruel una ciudad nada compleja, pero lo cierto es que,
desde el momenta mismo en que llegue a ella (atris quedaban
seis interminables horas de autocar de linea), empece a no entender absolutamente nada. Quizas porque todo era precisamente demasiado sencillo. Buscando mi hotel del Paseo del
Ovalo fui a parar a la plaza del Torico, donde sabre una potente y alta columna hay un taro de reducidisimas dimensiones. Ese Torico, que parece ser el centro de lo que fue una
ciudad muy brava durante la Guerra Civil, es el taro mas pequefio y, sabre todo, el mas sencillo que he vista en mi vida, y
tal vez por eso no acerte a entenderlo. Y cuando por fin encontre el hotel -el mismo en el que se celebraba la final del
concurso literario- todo se volvi6 aun mas oscuro e incomprensible para mi.
-Soy Antonio Tenorio -le dije al conserje, tras comprobar
que nadie de la revista femenina estaba en recepci6n para
darme la bienvenida.
-Su carnet -dijo muy serio.
Su expresi6n, sus modales, me recordaron en un primer
momenta al detective Sivori de Beranda, tal vez porque hay
gente que se parece mucho entre ella por su indesmayable
tendencia a actuar como si fueran actores secundarios.
-2No hay ninglin mensaje para mi? -pregunte.
-2C6mo ha dicho que se llamaba?
-Antonio Tenorio.
Levant6 una ceja, se qued6 mirandome incredulo, como
pensando que le habia dado un apellido inventado. Luego, se
volvi6 con desidia hacia el casillero.
-No hay nada -dijo.

171

Iba a preguntarle si andaba cerca alguien de la revista femenina, pero me distrajo por complete verle examinar con
mucha atenci6n -tenia algo realmente de detective aficionado- mi pasaporte mexicano.
-Perdone el senor la intromisi6n -dijo-, pero veo que naci6 en Veracruz. Permitame que le felicite. Estuve el verano
pasado en Mexico. Gran pais el suyo, senor.
-Gracias -dije.
-Su Have.
-Gracias -repeti.
Crei que habia acabado aquel tormento cuando anadi6 con
rara solemnidad, los ojos subitamente desorbitados:
-Cancun.
Me dije si habia oido bien.
-Cancun -repiti6-. Que maravilla, senor. ~Veracruz es
como Cancun?
Por las prisas -los premios femeninos nunca esperan- la
pr6tesis era muy precaria, provisional. Su fragilidad extrema
influia en mi estado de animo, que era mas fragil que una
brizna de hierba. Ademas, me habia resultado del todo imposible acostumbrarme a aquella horrible pr6tesis. Y menos aun
a hacerme a la idea de que mi brazo enyesado era doblemente
ficticio. No he conocido nada tan inc6modo como aquella fugaz pr6tesis que me toc6 lucir en Teruel. Pero ante las palabras del conserje se me olvid6 por mementos basta la molestia
de mi doble brazo falso, y me concentre en aquella primera
prueba -totalmente fuera de programa- por la que tenia que
pasar mi impostura.
Decidi responderle como suelo hacer con los taxistas impertinentes. Con una frase medio extravagante que le desconcertara lo suficiente como para cerrarle un buen rato la boca.
-Si. Soy de Veracruz -le dije al intruso inesperado-. Pero
llevo ya muchos anos en Espana. Tantos que basta me gusta.
No logre confundirle nada.
-~Que basta le gusta? -dijo.
Simule perplejidad:
-~Por que habre dicho una cosa asi?

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-Tal vez porque hay mas de un mexicano que odia a los


espanoles. Yo, la verdad, es que me ha parecido que lo deda
por eso. Disculpe el senor si no es asi...
-En todo caso -dije reaccionando a tiempo aunque enojado, pues era consciente de mi fracaso en la maniobra de despiste-, no fueron espanoles los conquistadores, sino extremenos. Casi todos, ademas, eran de Badajoz. Odio a la gente de
Badajoz. ~No sera usted de alli por casualidad?
-Soy de aqui -dijo senalando el marmol de recepci6n.
-Mi llave ...
- Y a se la he dado, senor.

Era suave el dia, suave el viento, era suave el sol y tambien mi pensamiento cuando entre en el cuarto de hotel de
aquella ciudad tan sencilla. Pero en menos de dos minutes -el
tiempo de deshacer mi maleta mientras farfullaba maldiciones
contra mi pr6tesis tan poco llevadera- todo cambia de repente y me encontre muy cerca de las cimas mismas de la desesperaci6n. Creia haberlas alcanzado a mi regreso de Montecarlo, pero por lo que se veia aun me faltaba un buen trecho
para ello. Y es que me di cuenta enseguida de,, que en aquel
cuarto, aparte de deshacer la maleta, no tenia nada que hacer.
Y eso me trajo a la memoria lo horriblemente desgraciado que
era. Porque aquel cuarto venia a ser en realidad una terrible
metafora -yo aun no conoda la palabra metafora pero me faltaba muy poco para darme de bruces con ella- de todo aquello en lo que tristemente se habia convertido mi vida: no tenia
nada que hacer en ninglin lugar del mundo, salvo transportar
equipajes y deshacer maletas.
Me entr6 un sudor frio cuando, junto a un sentimiento de
profunda soledad, me pareci6 percibir que, al igual que mi
pr6tesis, mi alma era postiza y provisional y se fingia mia. Me

173

quede un mal rata asomado ala ventana de la habitacion, mirando un paisaje del que sobresalia un modesto pero antiguo y
solido puente romano.
Habia comenzado a remitir el sudor frio cuando me pregunte: eHasta cuando las mismas casas? Dormir, despertar, tener apetito, hartarse, sentir frio, tener calor ... No podia estar
mas cansado de la vida. Y motivos no me faltaban. Alguien,
desde un lugar oscuro y remota, pareda estar hacienda lo imposible para amargarmela. Habia que reconocer que me habia
ido todo muy mal en ella. Tan mal (pense) que he terminado
deshaciendo una maleta en un cuarto de hotel de una ciudad
perdida. eY si para colma no habia ninglin concurso literario
y mi hermano me habia gastado una broma terapeutica solo
para sacarme de mi sopor y tristeza? Empece a sentir lo absurdo de mi presencia en aquel cuarto, y tambien lo absurdo
de mi presencia en el mundo. Me sentia cada dia mas envejecido, y no era precisamente porque llevara el pelo teiiido de
blanco o estuviera haciendome pasar por Antonio. Cada dia
que pasaba, y hada ya de eso bastante tiempo, me sentia mas
viejo y asqueado. Experimente de pronto, en aquel cuarto de
Teruel, la maxima pesadez de lo real. Comence entonces a
viajar alrededor del cuarto. De vez en cuando regresaba a la
ventana para ver de nuevo el puente romano. Y entonces,
sencilla como Teruel, volvia de nuevo la pregunta: eHasta
cuando las mismas casas?
Senti el dolor de no conocer el misterio del mundo, el dolor de no ser amado, el dolor que me produda un misterioso
ser que en la sombra se dedicaba a hacerme la vida imposible,
el dolor -me apretaban mucho- de mis zapatos nuevas; el dolor por la vergiienza intima que sentia viendome con una escayola falsa. Recorde que en otras ocasiones habia solucionado mi angustia imaginando que me iba. Entonces, teniendo
como tenia tanta practica en escapar de mi angustia por ese
procedimiento, me quede mirando por la ventana del cuarto y
al poco tiempo el puente romano se habia desvanecido y estaba yo en una casa con acantilado estremecedor y en la que
al fonda de todo se arremolinaban las alas y yo estaba total-

174

mente solo en una noche desconocida y sabia que en aquella


soledad de mi existencia ciertos fantasmas buscaban contactos.
eQue clase de fantasmas?
Pues nada menos que una tribu.
No iba a tardar mucho en averiguarlo.
Cuando volvi en mi, decidi Hamar a Antonio, preguntarle
si no me habia gastado una broma. No llegue a preguntarselo,
no m~ clio ni una oportunidad para hacerlo.
-eQue tal tiempo hace por ahi? -me dijo.
-Queria preguntarte ...
-Frio, seguramente -me interrumpio-. Teruel es muy
frio.
-Pues no. Hace un tiempo muy suave, esplendido.
-Pues no sabes cuanto me alegro, Antonio -me dijo Antonio.
Pasado el inieial momenta de desconcierto, pense que me
habia llamado por su nombre porque tenia miedo de que alguien espiara nuestra conversacion. Decidi respetar sus temores.
-Estis muy amable -le dije.
-Vas a ganar, Antonio. Estoy seguro. Mira, tu no andas
muy enterado de estas casas, pero tus dos rivales son vencibles. Tal vez ya te hayan dicho quienes son, yo acabo de enterarme ahara.
-No, no se todavia quienes son.
-Vas a ganar. Uno es Gregorio Bango, que ha escrito una
novela historica sabre la princesa de Eboli. Es un latazo delibra. Y en cuanto al otro tiene todos los numeros para perder.
Es de Teruel y ha escrito su novela contra Teruel. Le quieren
matar. Comprenderis que no es el mas adecuado para ganar...
-eY como se llama su novela?
Hubo un silencio, como si no recordara el titulo, hasta que
me dijo:
-Los zalameros de la pacotilla hortera de Teruel. El que la
ha escrito, por lo demas, es un hombre afable e inteligente,
agresivo a veces, divertido cuando quiere. Odia Teruel. Se
llama Ramon Guerrero. Y ahara escuchame bien -cambio el

175

tono de su voz, como si quisiera mandarme un mensaje cifrado-, oyeme bien: hace unos aiios me vio en Barcelona, me conoce, pero no se te ocurra darle recuerdos de mi parte. ~Has
comprendido?
Entendi que iba a durar menos que un florero en aquel
concurso literario. Entendi que mi hermano me advertia que
Guerrero podia descubrir la impostura.
-~Te conoce mucho? -le pregunte aterrado.
-Me ha visto solo dos minutos. En una exposicion sobre
Valle-Indin.
- ~Sobre quien?
Mi hermano me explico, con gran capacidad de sintesis,
quien era el tal V alle-Inclan. Yo nunca he escuchado con
tanta atencion.
-Esta bien -le dije cuando hubo terminado-. Siempre me
gustaron las sonatas, sobre todo la de otoiio.
- Exacto. La de verano te pone triste. No soportas el estio.
~Esta clara?
-Clarisimo.
-Adios, Antonio. Y mucha suerte.
Colgue. Pense que si alguien habia escuchado -cosa por
suerte poco probable- la conversacion, habria deducido bien
facilmente que, por mucho que yo respondiera al nombre de
Antonio, tenia poco de escritor, sobre todo si habia reparado
en mi absoluta ignorancia en torno a Valle-Inclan. Tal vez
(me dije) Antonio tan solo ha tratado de concienciarme a
fondo de que Antonio ahora soy yo.
Decidi que lo mejor seria darme una vuelta por el bar del
hotel, averiguar en que salon tenia lugar el concurso. Descendi por la escalera con paso lento, bastante atemorizado. La
escayola me hacia sentir algo ridiculo y me quitaba, ademas,
seguridad. Y seguridad era lo unico que necesitaba para interpretar mi papel. Y a en el bar, pedi un whisky doble y cuando
iba a tomarmelo aparecio una joven con aspecto de modelo
recien salida de la revista femenina.
-Por fin le encuentro, seiior Tenorio -me dijo con una
sonrisa muy amplia de satisfaccion-. No sabe cuanto le agra-

176

dezco que haya querido venir a esta final. No se nos escapa


que usted no viaja nunca. ~Ha tenido -se quedo mirando mi
brazo escayolado con cara de verdadero horror- un accidente?
-Me cai en la baiiera, pero noes nada. Un accidente estupido. Un aviso de que me. he hecho viejo.
-Oh, no diga eso ... Le estan esperando todos los demas.
Creiamos que no habia venido finalmente.
Cuando me dijo que me estaban esperando todos los demas, se me helo la sangre. Pense que si superaba el primer minuto del encuentro con todos, ya no tendria problemas. Pero
la dificultad estaba precisamente en ese primer minuto. Segui
los pasos de la joven, que tuvo el feo detalle de no pagarme el
whisky que habia tenido que dejar para un mejor momenta.
Descendimos por una escalera medio oscura hacia un sotano pintado de un horrible color rosa, que por un momenta
me devolvio, en forma de nauseas -estaba, ademas, muy nervioso por todo-, la imagen del velo rosa de la pobre Carmen.
-~Se encuentra usted bien, seiior Tenorio?
-Son achaques pasajeros. La edad -dije sonriendo.
-~De verdad que se encuentra bien?
- Lo estare mas si gano el fervor del jurado. Digame, usted
tal vez puede adelantarme algo. ~He ganado?
-Es norma de la casa no adelantar nunca nada. De lo contrario, los dos escritores que pierden no querrian acudir a la
final.
~~De modo que la gracia de todo esto consiste en que estemos los tres presentes y que dos pasen por el trance de
perder?
-Si a eso usted qui ere llamarle gracia ...
-~No le parece que es una formula perversa?
-~Y de que modo lo haria usted? Aqui aceptamos consejos.
-Pues, francamente, convocaria unicamente al ganador.
Sonrio, me miro como si yo fuera un ingenuo, no respondio a mi sugerencia. De repente, me encontre ante un grupo
de ocho o diez personas en la puerta de un salon de actos,
pintado tambien de un horrible color rosa. Fue espantoso. Me

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miraron todos con extrafieza y al unisono. Me tranquilice


alga cuando crei ver que era a causa de la escayola, tan llamativa par otra parte. Me senti de nuevo inquieto cuando vi
que en realidad era mi guante negro lo que les tenia intrigados a todos.

-Me cai en la baiiera, senores -dije sonriente y como


buenamente pude, y entre en el capitulo de las presentaciones, estreche manos, reparti parabienes par todas partes. Habia tres criticos: uno era de Barcelona, el otro de Madrid, y
el tercero residia en Libras (provincia de Teruel) y no solo
me clio la mana sino que se empeiio en no soltarmela mientras me comentaba su apellido, que era Caiiete. Sonriendome
con una extrafia complicidad, dijo:
-Como ve, soy pariente de Canetti.
Me pregunte quien diablos podia ser el tal Canetti. Conecia a un fotografo ambulante de Barcelona que se llamaba
asi. Pero estaba claro que no estaba hablandome de ese fotografu.

-iCanetti! -exclame mas que sonriente, mirandole yo


tambien con complicidad.
-~Sabe que usted a veces me recuerda al hombre-libra de
Auto de fe?
Trague saliva. Me salvo milagrosamente del apuro Ramon Guerrero, que en ese momenta se apresuro a presentarse a si mismo.
-Ramon Guerrero -dijo alargando su mana-. ~Como andas, maestro?
-iCuanto tiempo sin vernos! -comente timidamente,
confiando en que no me hubieran tendido una trampa y
aquel hombre no fuera Guerrero.
-Desde entonces has progresado mucho -me comento-.
Yo, en cambia, ya ves. Sigo aqui en el fango, en la mierda
esta de Teruel.
-No la llamaria yo mierda -dije, ya un poco mas seguro
de mi mismo.
-~De modo que tienes otro nombre para ella?
Me puso en un verdadero aprieto, del que no sali dema-

178

siado airoso, ya que solo acerte a decide, con una mueca que
pienso que fue incluso estupida:
-La llamaria Teruel.
Vi que habia arruinado todas sus expectativas de tropezar
con una frase ingeniosa de mi parte, me miraba con aire de
decepcion profunda, y par suerte acudio en mi auxilio en ese
precise instante Gregorio Bango, que me salvo de la situacion
saludandome efusivamente al tiempo que me provocaba
-todo hay que decirlo- un subito sentimiento de repugnancia,
pues en un primer momenta, y ya no pude quitarmelo de la
cabeza, me recordo al chula de Badajoz. Aunque pronto vi
que nada tenia que ver con el, la herida del pasado se habia
reabierto de una forma irremediable, y cada vez que miraba al
pobre Bango no podia contener una oleada de odio que ascendia con fuerza terrible a mi cerebra.
Cuando tras una breve tertulia -salpicada de miradas furiosas par mi parte hacia Bango- entramos en el salon de aetas, pude ver que en el habia siete mesas con sus respectivos y
horrendos manteles -todos de color rosa y reabriendo mas todavia otra vieja herida mia- y jarrones con muchas flares, geranios sabre todo. Habia cuatro mujeres par mesa. Y todas nos
miraron con aire entre divertido y escrutador cuando entramos en grupo en aquel salon de aetas en el que habia mucha
luz, lo que no era inconveniente para que uno tuviera la sensacion de que en cualquier momenta podia convertirse aquel
lugar en un cabaret para mujeres solas, sabre todo porque la
organizadora del espectaculo las habia sentado a todas frente
al coqueto escenario en el que habia una mesa rectangular
-con mantel rosa y un solo microfono- donde nos sentamos
nosotros, bajo el peso de sus perversas miradas. Yo tambien
las mire a elias. La mayoria eran muy jovenes, se las veia entusiastas de aquella reunion: una oportunidad para romper el
tedio de Teruel.
Me habian comunicado nada menos que alegria. A mi, al
mas triste de la tierra, al derrotado en la vida, al forajido de si
mismo. Me estaba diciendo todo esto cuando alguien me coloco en el centro mismo de aquella mesa rectangular, flan-

179

queado por dos criticos, y me dije que seguramente lo hacian


como compensacion por haber perdido. Ramon Guerrero, entretanto, no hacia mas que censurar con la mirada el hecho de
que yo presidiera la mesa. Y algo todavia peor ocurria con el:
habia una especie de tormenta en su mirada y no hacia mas
que estudiarme con toda fijacion, como si hubiera detectado
en mi ciertos detalles que no le encajaban nada con el recuerdo que tenia de Antonio. Bajo aquella mirada tormentosa
y obsesiva, la directora de la revista leyo -muy mal- una seleccion de los comentarios escritos de las intrepidas jueces de
nuestra literatura. Asi llegue a enterarme de que era admirable la reconstruccion que habia yo hecho de la ftaca de hoy
sin haberla visitado nunca. Alguien aplaudio lo que debio de
considerar un comentario muy atinado. Y yo, sintiendome halagado de repente, incline torpemente la cabeza, como si estuviera hacienda un signo de aprobacion y agradecimiento. No
habia nunca imaginado que el mundo de las letras pudiera resultar tan divertido y hasta estimulante. Si todo en ese mundo
era asi, tendria que reconsiderar -me dije- mi vision del
mismo. Que alegria y que bien de pronto me sentia. El sentimiento aquel de relajamiento y felicidad hacia tiempo que lo
habia olvidado. Me revolvi en mi silla, inquieto. Debieron de
pensar que me preocupaba saber si era yo el premiado, y sin
embargo lo unico que me mantenia en vilo era saber como
habia sido tan idiota de pasarme tantos afios ignorando la alegria y el buen humor que rodeaba las manifestaciones de la literatura: un mundo que ahora intuia genial.
Secretamente divertido, mire de pronto a los otros dos escritores, y lo hice con superioridad, pues los veia ahora insustanciales e infelices. Los mire, primero a uno y despues al
otro, y les mande una sonrisa absoluta de gran superioridad y
un mas que infinite desprecio. Me dije que, por mucho que
muy posiblemente fuera a perder el concurso, yo era feliz gracias a ely, sobre todo, en cualquier caso yo era muy superior a
ellos. Tuve, pues, un violento ataque de orgullo, que reforzaron aun mas las intervenciones de los criticos, que leyeron sus
misteriosas reflexiones sobre nuestros libros y a mi me dejaron

180

por las nubes, diciendo, por ejemplo, que llevaba afios viajando de forma ejemplar alrededor de mi cuarto, pero que ese,
con ser un includable merito, no era ni mucho menos el principal, ya que aun mas importante era el haber sabido elevar la
calidad de un discutible genera -el de los viajeros inmoviles
que fingen viajes verdaderos- y ser, ademas, un digno sucesor
de Julio Verne. El critico de Barcelona llego a interrumpir la
lectura de su opinion sobre mis escritos para decir: Miren si
se mueve poco de su escritorio que yo en Barcelona no he
coincidido con el en ninguna parte. Y eso que los dos llevamos el mismo tiempo, que viene ya siendo mucho, en la
misma ciudad. Pero ya ven. He tenido que viajar a Teruel
para tener la oportunidad de encontrarme con el mitico viajere inmovil del barrio de Sant Gervasi.
Y si he dicho mis escritos es porque, a esas alturas de la
reunion, casi me creia yo que era Antonio, cuyo rostra, si de
repente me daba por evocarlo, me parecia que si no era el
mio bien poco le faltaba en su intento de querer ponerse en el
lugar del mio y expulsarme asi a mi mismo de una forma ya
definitiva.
Recuerdo que la palabra Teruel, pronunciada con emocion por el critico, levanto algunos aplausos, y cayo un jarron
al suelo y se oyo a continuacion un grito que me parecio que
hasta tenia eco, y se oyo un hipo repentino, y luego otro, tres,
cuatro hipos, y mucha risa en toda la sala. Observe que Bango
aprovechaba la confusion para flirtear con una de las chicas
del jurado y se tapaba, con pretendida gracia, un ojo, imitando
de esta forma, con grotesca chuleria, a la princes a de Eboli. Y,
estando asi las cosas, de pronto se hizo un silencio de muerte,
y es que alguien anuncio que iba a leer el palmares del jurado.
He perdido, me dije. Y habia ganado. Por amplia mayoria
de votos. Un aplauso cerrado y todas las miradas de elias dirigidas a no perderse un detalle de mi reaccion. Simule simple
estupor. Entonces la directora anuncio que se abria un coloquia -termino que jamas habia oido pero que no tarde en
comprender- y me cedio la palabra a mi. Di las gracias, emocionado por la sorpresa del premia -el primero de mi vida-

181

y casi con lagrimas en los ojos, pues acostumbrado como estaba a que la vida me tratara siempre como a un perro apaleado aquel premio no podia hacerme mas feliz. No todo tienen que ser desdichas, me decia con secreta alegria. Y luego,
dirigiendome al jurado: La vida no es tan cruel como pensaba. Tiene a veces sus compensaciones. Eso es lo que afiadi
con voz entrecortada.
-jAnda ya! -se oy6 entonces con toda nitidez. Era Guerrero, muy furioso. Pasada la inicial sorpresa, deslizaron hacia
el el micr6fono, le preguntaron si es que queria decir algo
mas. Recuerdo que, en un gesto instintivo, cerre mucho mi
boca y trate de mantenerme en una actitud muy seria que en
ningU.n memento delatara lo contento .que estaba por dentro,
ni tampoco mi sorpresa ante la actitud de mi rival.
-Si es que sois unas memas -dijo Guerrero-, unas perfectas idiotas, no teneis ni zorra idea de lo que leeis, guarras,
~que sabreis vosotras de libros y de lo que es escribir y perder
la salud haciendolo?
-~La salud? -pregunt6la que parecia lamas joven de todo
el jurado.
-Claro. La ansiedad que el oficio de escribir trae consigo
es intolerable. Y aun suponiendo que acabes ganando dinero,
eso no te compensa nunca del gasto de energia, del dafio a la
salud causado por los estimulantes y los narc6ticos, del miedo
de que tu propio trabajo carezca de valor. ~Me entiendes
ahora, mamona?
-No parece haber encajado bien la derrota -le recrimin6
la directora.
-~La derrota? Pero ~quien ha vencido? -Me mir6 con
odio y hasta me entr6 panico-. ~Quien ha ganado? ~El viajero
f6sil de escayola y guante negro? Por Dios ...
Lo que mas me molestaba de todo no era que me tratara
como a un monstruo (despues de todo, lo soy), sino que no
me hubiera dejado saborear secretamente, ni un segundo, mi
triunfo.
Con tal de frenar a Guerrero, le pasaron el micr6fono a
Bango, que no se mostr6 ni mucho menos tan enojado.

182

-Sere sincere por una vez en mi vida -dijo-. Yo escribo


sobre perdedores, pero lo cierto -hizo un gesto que me recorda de nuevo al chulo de Badajoz- es que en la vida real a
mi me gusta mucho mas ganar que perder. Pero en fin, el
naufragio de esta noche ya no tiene remedio, de modo que saluda al campe6n.
-jAnda ya! -volvi6 a oirse-. Pero si todo eso que vosotras
leeis, tragais, chupais, premiais, cagais, todo eso no es mas que
puro polvo que en Teruel mordeis.
-Sabemos leer -dijo riendo una del jurado-. Aqui lo
unico que pasa es que no nos ha gustado nada tu libro, que es
horrendo.
-Claro. Porque digo pestes de Teruel -dijo Guerrero-.
~No es eso lo que ofende vuestros oidos?
-Ni mucho menos -contest6 otra, una mujer obesa-. Lo
que nos ofende es que ellibro sea malo de solemnidad. Es horrendo, hijo. Mi compafiera ya lo ha dicho. Dire mas: los tres
libros en realidad son raros y mas bien espantosos, todos son
demasiado tristes y pesimistas, pero al menos el del senor Tenorio tiene ciertas notas de humor.
Habria preferido que me tragara la tierra, pues ya no s6lo
no podia saborear mi triunfo, sino que ademas ahora me sentia hundido y humillado. Llegue incluso a odiar a Antonio
por haber escrito un libro tan pesimista. Y en ese odio habia,
para el pesimista en el que me habia convertido, un sorprendente, casi parad6jico, germen de optimismo, pues en el fondo
-y parecia como si Antonio lo hubiera intuido por complete
de antemano- todo cuanto me estaba sucediendo en Teruel
tenia el aire de estar conduciendome con sabiduria al final del
negro tunel de mis salvajes desdichas.
-jAnda ya! -volvi6 a oirse-. Pero si es que sois tontas. A
ver. ~Teneis nifios? Seguro que si, pero todos adoptados o
muertos. Ni siquiera eso sabeis tener. ~Como vais a saber algo
de literatura? jAnda ya! A bodas os voy a invitar. Y a heber alcohol. De arroz caliente. jAnda ya!
Apareci6 de nuevo, algo mas discrete pero perfectamente
audible, el hipo, y hubo otra vez risas, gran jolgorio por toda

183

la sala. No paredan en absolute afectadas por las palabras


de Guerrero. Es mas, se las veia muy felices de vivir aquella situacion gracias a la cual asistian, entre otras cosas, a
un espectaculo gratuito de alto nivel, de esos de los que no
andaba demasiado sobrada la ciudad. Ninguna de elias parecia nada arrepentida de haberse embarcado en aquella pintoresca aventura; de haberse ofrecido, por puro placer, a
juzgarnos. Todo lo contrario, y la prueba estaba en que,
mas alla de la cruel lectura del palmares, seguiap. juzgandonos, y no parecian tener intencion de dejar de hacerlo en
mucho tiempo.
-Si es que es horrendo tu libro -intervino otra-. 0 dicho de otra forma: es malisimo.
Lo dijo sin dirigirse a nadie en concreto, pero Guerrero
entendio que el comentario era para el, ya que intento
arrojar el microfono al publico. El critico turolense lo re-dujo con la eficacia -una perfecta Have inglesa- que se le
supone a un guardaespaldas. Y ahi termino el coloquio, termino tan pronto que incluso todavia era de dia. En el bar
del hotel departimos un poco con el jurado, pero solo un
poco porque mas de una de elias parecia gozar comportandose con nosotros de la forma menos compasiva del
mundo. Vi que a su manera Guerrero se vengaba, pues
hundio su mano en el bolso de una de elias y le robo un
libro. jAnda ya!, se oia de vez en cuando, y alguien llego a
pedir una camisa de fuerza. De hecho, Guerrero parecia necesitarla. Se acerco con cierta agresividad a donde yo estaba. 2Y ese guante negro tan hortera?, me pregunto. Si, la
camisa de fuerza no le habria sentado nada mal. Lo comprobe cuando, una hora despues, las circunstancias del destina me dejaron a solas con el por las calles de Teruel. Estaba empeiiadisimo en que descendiera a los infiernos mismos del horror de aquella ciudad. Pero llevar a cabo ese
descenso con el no solo era poco recomendable y arriesgado
sino que, por suerte, era imposible, pues tenia prohibida la
entrada en la mayoria de los bares de la ciudad. Acabamos
entrando en la catedral, hablando del paso del tiempo y del

184

tema de la vejez en un banco muy cercano a la tumba de un


futuro santo, un cura agustino, Anselmo Polanco, obispo de
Teruel durante la guerra.
-Contestando a tu pregunta de antes -le susurre-, llevc
un guante negro para ocultar las arrugas de mi mano izquierda, que no se por que ha envejecido mucho antes que la
derecha. La verdad es que todo yo he envejecido mucho en
los ultimos tiempos.
Me pregunto si eso me preocupaba, y le dije que si, que
mucho. Entonces, hablando como si estuviera en un confesionario, me dijo:
-Tal vez te parezca extraiio, amigo Antonio, pero te lo
juro por la memoria del obispo Polanco -esto fue dicho con
una ternura como minimo sorprendente en alguien que
odiaba todo lo de Teruel-, te lo juro, tienes que saber que de
ninguna manera me concibo yo en mi vejez, lo mismo que de
ninguna forma me veo enfermo, agonizante. Ni siquiera suicidado, como a yeces me pienso o trato de verme a mi mismo.
Me veo siempre eternamente joven, contra Teruel.
-Pero eso no es mas que una tonteria. Es como pensar
que nunca nos moriremos.
- Exacto. Y es que si no existiese la seguridad de que todos
nos morimos, yo, como no me veo muerto, no creeria en absolute en mi muerte ...
Sonrio feliz tras su boutade, pero como yo entonces aun no
conocia la existencia de las boutades -estaba acostumbrado a
otro genero de cosas y, sobre todo, aun no habia leido los
cerca de dos millibros (tres por dia) que he devorado en estos
dos ultimos aiios- le dije, sin rcaer en la cuenta de que el no
habia hablado en serio:
- Es mejor que pienses en tu muerte, porque, como no lo
hagas y sigas diciendo tonterias, voy a darte un bofeton.
-2Con que mano? -pregunto.
Me lo quede mirando. Pense que era mucho mas divertido
que mis dos hermanos juntos. Si todos los escritores eran
como el o como Bango habia que reconocer que habia estado
equivocado creyendo que era un asunto de telaraiias el oficio

185

de escribir. Tal vez habia estado equivocado huyendo del


mundo de las letras. Despues de todo, solo ese mundo habia
conseguido ponerme de buen humor despues de tantos afios
de no conocer ese estado.
Lo que no dejaba de sorprenderme es que todos hubieran
creido que yo era Antonio. Llegue a decirme que habia interpretado extraordinariamente bien mi papel, pues de lo contrario no me explicaba que en ninglin momento nadie hubiera
puesto en duda mi identidad. 2Tanto me parecia yo a Antonio? Me sentia casi molesto, como el adolescente que esta
contra su padre y de pronto descubre con fastidio ante el espejo que acaba de hacer un gesto muy parecido a los de este.
-2Te gusta esta catedral? -me pregunto Guerrero, y creo
que susurro mas que nunca.
-Pues la verdad es que mucho. Y que tranquilo se esta.
-Ami tambien me gusta mucho. Es el unico lugar de Teruel que hoy en dia soporto. Vengo a menudo aqui, al lado
del obispo Polanco, que yo creo que me protege. Es lo unico
que me impide desesperarme del todo. Bueno, esto y tambien
mi mujer, que ayuda en lo que puede, sobre todo porque teme
mis depresiones, es decir, por su propio interes, aunque es una
buena mujer en el fondo, y ademas comprendo que tener que
cargar conmigo no es facil. .. El afio que viene tendremos un
hijo. Lo hemos decidido despues de muchas dudas. Porque los
hijos estan muy bien cuando son muy pequefios, pero a cierta
edad solo piens an en dejarte, cuando no en atropellarte ...
Tenia la idea de que los escritores eran ateos, pero no parecia que fuera el caso de Guerrero. Muerto de curiosidad, le
pregunte -creo que no hacia ni falta- si era creyente.
-Creyente es poco -me respondio, y para hacerlo levanto
tanto la voz que era como si no me lo dijera a mi sino a Dios.
-Bueno, no gano para sorpresas esta tarde -susurre.
-2Que has dicho?
-No, nada.
- Algo habras dicho. 2Es que acaso tu no crees en Dios?
Como no queria contestar a eso para no incomodarle -mi
respuesta habria sido que si creia pero que se trataba de un

186

Dios horrible para mi, ya que llevaba ya muchos afios, en la


sombra, dedidndose a joderme de lo lindo-, me sali por la
tangente, demasiado por la tangente, porque le dije lo primero
que se me ocurrio y que pudo llegar a ser toda una imprudencia:
-Que si no has notado, amigo Guerrero, que yo no soy ni
he sido nunca Antonio Tenorio.
-jAnda ya! Y a veo que eres de los que ha leido todos los
cuentos sobre el tema del doble y todas esas zarandajas.
-Dime una cosa, necesito que me la digas. Imaginate, por
un momento, que yo no fuera Antonio Tenorio sino alguien
disfrazado de tal, un paleto, un ignorante absoluto en lo literario, alguien que en su vida hubiera leido un libro, pero que
deseara leer uno antes de morir. 2Que libro seria el que me
recomendarias?
Me miro tratando de averiguar si me habia vuelto loco de
pronto, y quedo poco despues pensativo, hasta que, sacando
de su bolsillo el libro robado en el hotel, me lo entrego susurrando con cierta solemnidad:
- Este seria el que sin duda te recomendaria. Es el mejor
del mundo. En cuanto lo he visto en el bolso de esa llamemosle dama, no he podido evitar la tentacion de robarselo. Es
mi libro favorito. 2Te sorprende?
No sabia que era mas oportuno contestarle y me escabulli
como pude leyendo en voz alta el titulo de aquel libro.
-Robinson Crusoe -dije.
-C.oleccion Clasicos Juveniles -subrayo el al borde del orgasmo.
-Pero tiene un inconveniente. Es uno de los pocos libros
que ya se de que trata ...
-Que burro eres -me dijo sonriendo, diria que hasta carifioso conmigo a pesar de cierto resentimiento que aun tenia
hacia mi por haberle ganado en el concurso.
Luego se santiguo y me dijo que empezaba a estar harto de
estar alli y que preferia dar por terminadas sus oraciones. Se
puso en pie, hizo una aparatosa reverencia ante la tumba del
obispo Polanco y me invito a seguirle. Salimos a la calle, atar-

187

deda. Era suave el crepusculo, suave el aire, era suave el sol y


nada suave mi pensamiento cuando le pregunte si podia prestarme el libro.
-jAnda ya! -dijo-. Cosas asi ni se preguntan. Llevatelo,
llevate el libro. ~De modo que te he dado ganas de volver a
leerlo? Asi me gusta. Que le hagas caso a este viejo lector.
No podia Guerrero estar mas convencido de que yo era
Antonio Tenorio. Guerrero tenia -me lo dijo al dejarme en el
hotel- la fe del carbonero.

l'
\

(
Acababa de aparecer una novela de Rousseau y la princesa
de Talmont se acicalaba para ira un baile de la Opera. En la
espera comenzo a leer esa narracion nacida de un furtivo beso
a la luz de la luna. A medianoche, avisaron a la princesa que
los caballos estaban enganchados.
....,Enganchados -se limito a repetir la princesa.
Y continuo leyendo.
A las dos avisaron de nuevo. A las cuatro mando desenganchar los caballos, hizo que la desvistieran y paso toda la
noche leyendo las desventuras de la desgraciada heroina de la
novel a.
Algo parecido me ocurrio a mi en el regreso en autocar de
Teruel a Barcelona cuando quede bastante atrapado por la lectura de la historia del naufrago Robinson.
Me gusto bastante ese libro, hasta el punto de que me dije
que, si todos los libros eran de ese estilo, el mundo de mi hermano que tanto habia despreciado podia tener su interes. Fue
como si, a la manera de un San Pablo, me hubiera caido de
pronto del caballo. Me gusto bastante ese libro, entre otras cosas porque la accion me permitio recordar todo el rato -sobre
todo en los espacios en blanco, en los cambios de capitulo- a
Rosita. Y es que la accion, la isla desierta donde pasa todo,

188

esta situada por Robinson en la desembocadura del Orinoco,


al lado mismo de Trinidad y Tobago, es decir que nada extrafio seria que la isla fuera Beranda, ese lugar hermoso y tragico donde se habia cerrado el drculo de mis constantes naufragios en la vida.
Hoy lo se, y si lo se es porque he leido mucho en estos dos
ultimos afios, tanto que hasta soy capaz de contarme mi vida
en este diario secreto de los tres tucanes. Si. Hoy lo se: los hilos de una historia se unen de cuando ,en cuando formando un
cuadro en el tejido, es decir, una imagen.
Hoy lo se: hay en los libros que nos gustan cuadros que
nunca olvidaremos, pero a su lado viajan tambien frases que,
como rumor de fondo, habran de acompafiarnos hasta el fin
de nuestros dias.
Robinson asustado ante el descubrimiento de la huella de
un pie humano en la arena de Beranda es una imagen sobrecogedora, de gran fuerza, pero de todos modos, aun reconociendo que es el momento estelar del libro, hay en el mismo
una frase que, para mi, supera a cualquier imagen, incluida la
de la huella humana y aterradora. Y la supera por la sencilla
razon de que esa frase me ayudo a cambiar de vida .
La frase dice: Despues de tantos afios de infortunios,
senti vivos deseos de relacionarme con aquella tribu.
Lo mismo me sucedio a mi. Despues de tantos afios de infortunios, senti vivos deseos de saber algo mas del mundo de
mi hermano, del Club de los Literates. ~y por que? En realidad porque no tenia donde caerme muerto. Mi caso no es, por
supuesto, unico. He podido saber, por ejemplo, que la mayoria
de los escritores lo son porque no les queda otro remedio, es
decir, porque no estan a su alcance mejores cosas que hacer.
Yo vi muy claro, desde el primer momento, que como no
podia tener a Rosita entre mis brazos ni me quedaban ganas
ni dinero para seguir viajando, no se abria ante mi un panorama mejor, aparte del suicidio, que pasarme al mundo de mi
hermano, que, como hoy se muy bien, es un mundo raro, un
enjambre de solitaries y misoginos, una jauria de seres incapaces de compartir el desayuno. Yo, la verdad, soy uno de ellos

189

:1.

desde. que escribo este dietario. Y, como ellos, deja la vida


para los que ignoran lo que se juegan en ella y llevo la vida de
un muerto. Porque no se me escapa que o bien se vive a
fonda la vida a costa de ser un Indiana Jones y un paleto, o
bien se escribe y se le da un significado a la existencia, pero
entonces no puede vivirse. Dicho de otro modo: si estas en la
vida eres insignificante; si quieres significar, estas muerto.
Esta clara que no me equivoque: el mundo de mi hermana era el lugar mas apropiado para alguien que, como yo,
estuviera buscando donde caerse muerto.

Pero no esta bien que silencie alga. Despues de todo, este


es un dietario secreta. No esta bien que me oculte a mi mismo
la razon esencial de que me haya apartado de la sociedad. No
ha sido solo el cumulo de infortunios lo que me hace sentinp.e
hoy escritor oculto y hombre viejo y derrotado en la vida.
Alga tiene que ver tambien el que sea el culpable de un crimen. Ese crimen es el que me ha hecho pasar de lector voraz
a es<::ritor secreta. Se lo agradezco mucho al crimen, se lo
agradezco de verdad el que me este concediendo unas facultades extraordinarias de lucidez para escribir acerca de mi
mismo y de la vida de los Tenorio, pero tambien es cierto que
me he convertido -que le vamos a hacer si ya no tiene otro
remedio- en un perfecto y definitive muerto.

Bien muerto estoy esta noche de miercoles y de nuevo


bajo los efectos del insomnia. La luna es un espectro. El in~

190

'11

somnio chupa hoy como nunca la sangre de mi cerebra, me


mantiene recordando lo que quisiera olvidar con un placida
suefio. Me siento como un barco condenado a dirigirse, con
solo desaliento a bordo, contra las rocas.
Lleva rata la espectral luna insistiendo en recordarme
unas frases de Italo Svevo: Cuando todos comprendan con la
claridad con que yo lo hago, todos escribiran. Y el recogimiento ocupara la mayor parte del tiempo, que sera asi arrebatado a la horrenda vida verdadera.
Si termino este cuaderno de los tres tucanes me gustaria
que la cita encabezara esta novela secreta sabre nosotros los
Tenorio. Se trataria, en cualquier caso, de un acto de completo cinismo, una cita hipocrita para quedar bien ante mi
mismo, que estoy condenado, por culpa de mi crimen de V eracruz, a ser el unico lector del cuaderno.
Una cita contra la vida y a favor de la literatura. Queda
muy bien como cita, pero no puede ser mas insincera. Y es
que en realidad -me lo dire a mi mismo parodiando a Cernuda-, si soy escritor, lo soy a la manera de aquellos que no
pueden ser otra cosa: y entre todas las cargas que el destino
pusiera sabre mi, ha sido esta la mas dura.

Ni Cervantes se salva de la pena que me dan los escritores.


De Pessoa, decia su hermana: Ahara que tengo todo el
tiempo para pensar y para sentir y veo que el vivio muy solo,
lo leo e intento comprenderlo y siento mucha pena.
Mi hermano es uno que escribe y trata de negocios. La
frase es de la hermana de Cervantes.
No se que pensar.
Malestar.
La luna es obsesiva.
Sigue el insomnia.

191

El velo blanquecino de la neblina nocturna de S'Estanyol


de Migjorn se ha ido cerniendo sobre el alfeizar de la ventana.
He procurado permanecer inmovil en la cama. U n rayo ha
encendido la neblina, y me he incorporado lentamente. La figura de Moctezuma ha rasgado la oscuridad como una llama.
Le he visto ir al encuentro de Hernan Cortes. Le llevaban
bajo palio grandes caciques, y el color de las plumas verdes
con labores de oro, con mucha argenteria y piedras chalchihuites, deslumbraba en mitad de la noche mallorquina.
. Venia Moctezuma de Tenochtitlan y sonreia de una manera infinitamente seria.
Iba bellisimamente ataviado y llevaba zapatos con suelas
de oro y una gran pedreria encima de elias. Le ponian mantas
para que no pisase la tierra, y ni los grandes senores se atrevian a mirarle en algU.n momenta a la cara.
Hernan Cortes ha estrechado su mano y le ha ofrecido un
collar con margajitas, que venia ensartado en urios cordones
de oro con almizcle para que oliera bien. Cuando en silencio
Cortes ha colocado en el cuello de Moctezuma el collar, este
se ha quedado mirando la espada del extremefi.o y una nube
ha borrado de golpe mi luna de Veracruz.

A veces imagino que me voy.


A veces me voy demasiado. Viajo entonces en una especie
de ensuefi.o.
Imagino, por ejemplo, que me visita la nifi.a Berta en

192

plena noche: Salta sigilosamente de su terraza a la mia, iluminada por una luna de plata. Me ordena con una cafi.a de
bambu que le cuente historias de mariachis. Me digo entonces
que la otra realidad, la de los demas, la dimension secreta del
suefi.o de mis vecinos, me ha visitado. Le digo que es una nifi.a
muy guapa.
- Muy linda -me rectifica.
-Eso -le digo-. Muy linda.
-Si; pero muerdo.
Para evitar que me vea desconcertado, le hago la topica
pregunta que se hace a los nifi.os.
-~Como te llamas?
-Ya lo sabes -responde antipatica-. ~y tu? ~Como te
llamas?
-Enrique .
-~Por que?
Su imagen se desvanece con la luna de plata, que tambien
se va de paseo hacia la nada.
En la oscuridad absoluta de la noche, oigo la voz de su padre, el dentista. Me pregunta si alguna vez he pensado por
que tantos y tantos chulos llevan dientes de oro. Le digo que
nunca me lo he planteado ni me interesa. Cambia de tema enseguida. Me dice que le gustaria que yo, como experto en la
materia, le explicara por que hay tanta melancolia en la cancion mexicana. En el rigor de muerte de la profunda oscuridad de mi cuarto frente al mar, me esfuerzo en explicarle que
con frecuencia el tema de esas canciones es el amor, y el amor
-le digo- es felicidad y tristeza.
El cuarto se llena de pronto de una suave luz plateada,
que poco a poco va en aumento. Cae el velo de mis ojos hechizados y veo, a traves de la ventana abierta, que ha vuelto a
aparecer la luna de Veracruz y que me mira ahora desde un
cielo sin nubes. El dentista se desvanece en el acto, desaparece en el interior de la oscuridad misma de la que ha surgido.
Vuelvo a viajar en una especie de ensuefi.o, y vuelvo, por
ejemplo, a matar a un bandido que me ha asaltado en un peligroso cruce de caminos, en Dahomey: en defensa propia no

193

me queda otro remedio que disparar sabre el, y lo derribo


muerto al primer disparo.
Vuelvo, por ejemplo, a robarle un peine al sefior Botero.
Y con ese peine, convertido en peligrosa .arma de cinco filos
como cinco dedos puntiagudos, persigo de nuevo, con mi
unica y tnigica mano, como el mes pas ado en Veracruz, al culpable de todos mis males e infortunios, a ese cerebra en la
sombra que se ha pasado toda mi vida destrozandomela. A ese
enigmatico ser que me ha dejado poco menos que convertido
en uno de esos trapos de cocina que se dejan secar al sol y se
olvidan.
Persigo por el puerto al marino al que, bajo los efectos del
mezcal y la tequila y otras diab61icas drogas, he confundido
con el Hacedor de todos mis males, he confundido con Dios.
. Le persigo por todas las cantinas, y acabo iniciando un siniestro descenso a los infiernos de la noche veracruzana y del
muelle viejo, y lo asesino, mato a Dios, al que he confundido
con un triste chula de Badajoz.
Teniendo en cuenta este crimen, hago muy bien viviendo
lejos de Veracruz, cuanto mas lejos mejor. Me estoy diciendo
esto cuando me cloy cuenta de que no estoy solo en mi cuarto.
Abro bien los ojos y veo una cara de aspecto livido que me
mira fijamente con ojos plateados y vados. Lentamente se desliza en el cuarto y extiende un largo brazo blanco, cruzando el
suelo hacia la cama donde estoy. Comprendo que estoy recibiendo la visita de un fantasma, manco como yo, un fantasma
de verdad.
Y digo de verdad porque juro haberlo vista.
Me dice que es alguien a quien le gusta arrastrarse bajo los
tilos de los viejos parques solitarios y helados, frecuentar las
ruinas de los castillos o de las iglesias, vagar por los viejos cementerios e inclinarse sabre las tumbas para leer los nombres
de los muertos.
-~Has venido s6lopara decirme eso? -le pregunto.
-He venido para decirte que llevas en la frente la verdadera cruz del antiguo puerto de la Vera Cruz.
-Lose.

194

,,:I
.)
~~1

- Y tambien para decirte algo sabre lo que quizas todavia


no hayas reparado. El hombre tiene dos ideales. Uno es la divinidad, el otro es la juventud. Quiere el hombre ser perfecto,
inmortal, todopoderoso; quiere ser Dios. Y quiere verse lozano y sonrosado, y permanecer siempre en la fase ascendente
de la vida; quiere ser joven. Pero tu, desgraciado entre los desgraciados, has matado a Dios y a tu juventud.
Tiene dientes de oro este fantasma manco. Y juraria que,
al entrar en el cuarto, mientras se hallaba todavia en esa tierra
de nadie, entre lo real y lo irreal, iba tocado con un panama.
Me augura, con solemnidad, que de ahara en adelante
tendre la suerte de llevar una vida de joven viejo, ligeramente -solo ligeramente, me subraya- infeliz. Lo cual no es
poco, seglin el, pues podria ser todo mucho peor. De modo
que hare bien en dar las gracias por esa vida de suavizada
desgracia que me aguarda y por la que, encima, debere pagar
un alto precio si no deseo que siga siendo desgraciada del
todo.
-~A que me condenas? -pregunto temeroso-. ~Se puede
saber a que me condenas?
-A tener insomnia y escribir sin descanso alguno. A eso te
condeno.
Doy un grito de horror.
-~Por que le mataste? -me pregunta con voz muy firme.
No respondo.
Entonces insiste, repite la pregunta:
-~Por que mataste a Dios?
- Lo mate porque era de Badajoz.
Y afiado, sonriendo de una manera infinitamente seria,
evocando antiguas alegrias secretas de Moctezlima:
- Es que soy de Veracruz.

195

Era mejor ser autodidacto. Buscarme la vida -en este caso


los libros- por mi cuenta. Nada de pedirle consejos a mi hermano. Me lo imaginaba congraciandose con la vida y volviendose inmensamente fatuo al preguntarle yo que libros me recomendaba.
-Para empezar, deberias leerme a mi, que soy grandiose.
Me imaginaba a Antonio reaccionando mas o menos asi
ante mi pregunta, y la sola idea de que eso pudiera suceder de
verdad me empujo a la aventura de buscarme yo mismo, sin
ayuda alguna, los libros que mas me podian convenir.
El segundo libro que lei fue la Odisea. Entre en una libreria de una calle cercana a las Ramblas y pregunte si tenian
algo parecido a Robinson Crusoe. Pasado el primer momento
de estupor, el encargado de la tienda, viendo que no estaba
bromeando, se dirigio a la estanteria mas poblada del estableci.miento, se encaramo a una silla y, al poco tiempo, levantando algo de polvo, me entrego el libro del ciego Homero.
-Tome, caballero. Ulises tiene algo de Robinson. Y viceversa. Y a vera como le gustara.
Eso me dijo, juraria que radiante de satisfaccion por la
buena obra que sentia haber hecho. Tal vez hacia mucho
tiempo que ese librero no veia a alguien realmente interesado
en la noble aficion a la lectura.
Devore en pocas horas la Odisea. Trata del regreso al hogar, con las desilusiones, las recompensas, lo que sigue igual,
lo que ha cambiado. Aunque me gusto mucho, eche siempre
en falta la presencia de ese adorable negro llamado Viernes.
Eso me hizo sospechar que tal vez nunca podria encontrar un
libro que superara al primero que habia leido. Pero como no
era cuestion de desalentarse a las primeras de cambio, decidi
olvidarme de la sospecha y seguir buscando libros que superaran la gracia de mi Robinson.
Decidi leer todas las novelas importantes que se hubiesen
escrito desde el comienzo de la humanidad.
Me aficione a una vieja coleccion de clasicos: unos horribles volumenes que parecian de antes de la guerra y muy baratos, siempre mal encuadernados y con ocasionales prefacios

196

de firmas supuestamente prestigiosas. Habia que comprarlos


sin haber gozado del placer de hojearlos, pues siempre iban
firmemente cefiidos en un envoltorio de papel transparente,
encargado de disimular su mal estado.
Compraba cinco o seis volumenes diarios. Habia tardes en
que la pila entre mis brazos se convertia en una carga incluso
dificil de lleva,r. Destrozado y feliz -como Ulises-, volvfa a
casa, a mi triste aunque coqueto atico. Disponia cuidadosamente mis nuevas adquisiciones sobre la moqueta azul celeste,
llena de las mas variadas huellas de pintura de mi querido y
malogrado hermano Maximo. Tumbado boca abajo, de un
gesto rasgaba con un chasquido el enojoso celofan. Hacia todo
esto en el mas riguroso secreto, lejos de la vista del sabio -es
decir, de mi hermano Antonio-, pues no estaba dispuesto en
modo alguno a que se riera de mi. Solo me faltaba el sabio,
con su pipa apagada y la bata de seda de papa, mirandome
con sorna y diciendome con sarcasmo:
-De mo<lo que ahora E. T. se nos ha convertido ala religion de los lectores ...
Me llamaba E. T. no solo porque estas fueran mis iniciales
sino porque me veia como a un perfecto extraterrestre. Por
suerte, sus bromas no hadan mella en mi. Yo era consciente
de que debia ir directamente a lo mio. Sabia que o bien me
hacia la ilusion de haber encontrado en los libros una razon
para sobrevivir o bien me suicidaba. En un par de semanas,
recuerdo que llegue a leer la friolera de cincuenta clasicos, y
recuerdo tambien que de la mitad de ellos apenas entendfa
nada, pero me obligaba a mi mismo a leerlos hasta el final,
movido siempre por la vaga esperanza de que en las ultimas
Hneas el escritor tuviera el detalle de explicarse un poco o,
simplemente, pidiera perdon por tanta impericia y desvario.
En cuanto a la otra mitad -los clasicos que si entendia-,
solo puedo decir que me aburrian, por lo general, enormemente, pues tenian el inconveniente de ser novelas excesivamente claras y comprensibles, lo que me llevaba siempre a intuir demasiado pronto el desarrollo de la accion y convertia el
proceso de leerlas en algo que, a la larga, resultaba un proceso

197

mucho mas doloroso que el de llegar hasta la ultima linea de


las novelas incomprensibles, ya que al menos en estas notaba
yo que se alimentaba un tipo de morbosa expectativa -falsa,
pero a fin de cuentas expectativa- que parecia prometer
bondadosamente que al final todo el contenido terminaria
par volverse transparente.
De entre tanto libra previsible o bien incomprensible, no
todo fueron decepciones en esas dos primeras semanas de
afici6n a la lectura indiscriminada de novelas. Recuerdo la
primera frase de La metamorfosis del checo Kafka: Al despertar Gregorio Samsa una mafiana, tras un suefio intranquilo, encontr6se en la cama convertido en un enorme insecta. Recuerdo que pense: iCaramba! Pero si es asi como
hablaba Maximo. Debi6 ser escritor y no pintor. El pobre
Maximo se equivoc6 en todo, hasta en eso.

No todo fueron decepciones en esas dos primeras semanas


de afici6n a la lectura indiscriminada de novelas. Me queda,
par encima de todo, el recuerdo inolvidable de dos libros en
concreto o, para ser mas exacto, de un episodio fundamental
de cada una de ellos: dos episodios que si hoy siguen entusiasmandome es porque los relaciono con lo mas destacable que
le ha sucedido a mi vida en estos dos ultimos afios.
Del Q_uijote me queda, sabre todo, el recuerdo del episodio del descenso de Alonso Quijano a la cueva de Montesinos. Dos afios despues de haberlo leido, el destino quiso que
tambien yo, en este caso en Veracruz, descendiera a la cueva
de mis fantasmas personales. Tengo hoy la impresi6n de que
si, como parece, es dentro de don Quijote donde esta realmente la cueva, dentro de mi esta el descenso criminal al
muelle viejo del puerto de Veracruz, ese lugar del Golfo de
Mexico donde sin duda baje yo a la cueva mas profunda de
mi mismo.
En un libra mas moderno encontre el otro episodio inolvidable. Su protagonista es un tal Zeno, que es alguien que
tiene el vicio de fumar y encuentra sentido a la vida en su
lucha par dejar de hacerlo, pues asi se protege de otros males
que podrian ser peores; el drama llega cuando el medico le

198

anima a seguir fumando sin preocuparse par los efectos nodvas de la nicotina. Entonces el tal Zeno descubre que fumar
sin culpa no proporciona placer.
La mismo podria decir de mi aplicindolo a este cuaderno
de los tres tucanes: sin mi profunda inquietud par lo que paso
en Veracruz, no encontraria yo placer en este dietario que va
componiendo mi desasosiego e insomnia. Escribir sin culpa
no proporciona placer.
Pero en mi vida de lector el verdadero gran acontecimiento me iba llegar a traves de un librito titulado Pedro Paramo, que empece a leer con verdadero fastidio, pues pensaba
que era igual que Pefias arriba del santanderino Pereda (el ultimo clasico que habia leido), hasta que de pronto, cuando
menos lo esperaba, me lleve un susto de muerte; volvi a repetir la lectura de la frase que me habia chocado tanto, volvi a
leerla bien despacio y pude ver que, en efecto, habia leido
bien, y entonces un escalofrio -el frio de la muerte- se apoder6 de todd mi cuerpo; fue la unica vez que, leyendo, me ha
ocurrido un fen6meno semejante.
Entonces sospechaba bien, me dije, requetebien, porque
es verdad lo que suponia. Estoy muerto.
Ellibrito -como la Odisea- trata tambien del tema del regreso. Pero en este caso la diferencia esta en que el heroe, el
que regresa, es un alma en pena, un perfecto muerto.
No dormia, puede leerse al final de la novela, se habia
olvidado del tiempo y del suefio. Dijo: "Los viejos dormimos
poco, casi nunca. A veces apenas si dormitamos, pero sin dejar de pensar. Eso es lo que nos queda par hacer."
He recordado estas frases, las he pasado al dietario, y luego
he ida a la cocina a prepararme unos bocadillos. Mientras los
preparaba he recordado que, en combinaci6n con el cup6n .de
los ciegos, me ha tocado una gran cesta de la compra que dehere recoger mafiana en el supermercado de S'Estanyol. Podria
no ir a buscarla -en el fonda, que vergiienza sentirme ptemiado como si fuera una vulgar ama de casa-, pero me va air
muy bien toda esa comida gratis con la que no contaba. Ademas, me conviene mezclarme un poco con los asuntos munda1

199

nos y la realidad cotidiana. Me he dicho todo esto mientras


me preparaba, en el silencio profunda de la noche, los bocadillos. Luego, cuando me he cansado de darle vueltas a ese
asunto, he leido -algo tenia que hacer y mi tendencia a leer
ultimamente es ya casi enfermiza- lo primero que he visto
en un periodico atrasado que estaba sobre la nevera. Y he
leido -me digo que era un verso, pero los periodicos no publican poesia- que como una arafia gigante llega la noche a
todos los rincones de las ciudades. No me ha interesado saber quh~n podia haber dicho esto tan raro y menos en que
contexte o circunstancias habia sido dicho, y ni tan siquiera
me ha interesado averiguar si en realidad se trataba de un
verso que se habia infiltrado en la prensa cotidiana. Me he
quedado, eso si, pensando en esto largo rato; primero, medi-
tando la frase en si, y luego pensando en todas las ciudades
que conoci en mi clausurada vida viajera y tan poco propensa a los premios de los supermercados. Y he pensado en
todas esas ciudades que me dejaron convertido en un ser desencajado y solitario, y he pensado en elias primero sentado
en el taburete de la cocina y mas tarde en el sofa del comedar, y luego en el frio suelo de mi cuarto mientras hojeaba
distraidamente este dietario de mi desasosiego: el testimonio
de que carezco de presente, de que apenas tengo vida, solo
de vez en cuando un premia en el supermercado o la alegria
de que haya una familia mexicanizada -~por mi?- en la terraza de al lado.
Mientras amanecia, he arreglado minuciosamente las
plantas del jardin trasero de la casa. Falta un cactus, me he
dicho repetidas veces mientras desayunaba y escuchaba canciones de la radio, a la espera de que sonara un bolero y me
trajera recuerdos sentimentales. No ha sonado ninguno y he
tenido que bailarlo en mi imaginacion mientras besaba, tambien en mi imaginacion, a Rosita repetidas veces. Despues de
masturbarme, he salida a la terraza, he mirada como estaba
el mar -algo movido, no seria extrafio que lloviera-, y casi
me he 4ado de bruces con Berta, con la nifia Berta de verdad, que ha venido a espiarme, seguramente por indica-

200

.l

cion de sus padres; queria saber por que siendo de dia estaban
encendidas todas las luces de la casa.
U n perro triste y famelico, ~ un perro vagabundo, se ha detenido ante mi terraza y ha ladrado con insistencia.
-~Que es lo que te pasa? -me ha dicho la nifia.
He sacudido la cabeza como quien despierta de un suefio.
-~Lo dices por las luces? Olvide apagarlas. Eso es todo. Y
ahora, ~por que no vuelves con tus padres?
He pensado que me habia oido; pero no era ni mucho menos asi. Berta estaba mirando hacia otro lado, como si hubiera
atrapado su atencion un rumor lejano. Me he dicho que me
gustan las nifiitas, su gracia y suavidad, lo poco inocentes que
son. Me gustan mucho las nifiitas, dicho sea sin segundas intenciones.
-~Es que no me has oido? -he preguntado.
-~Donde esta el sefior, que no lo veo? -me ha dicho ella.
Quizas solo deseaba jugar, pero he tenido la impresion de
que el maldito insomnia me habia inyectado malicia en la
sangre. Me he quedado preguntandome que pasaria. si ella supiera, por ejemplo, que yo baje a la cueva de mi mismo y soy
alguien a quien escribir sin culpa no le proporciona placer, y
estoy muerto y me visita el fantasma que me ha condenado al
insomnia. ~Que pensaria de todo eso? ~Acaso diria que no entendia lo que le habia dicho? Tal vez. Pero tambien podria ser
que lo entendiera demasiado bien. Las nifiitas no son nada
inocentes, son las unicas que conocen por que gira tan lenta la
rueda del mundo.
-No me extrafia que no me veas -le he dicho, asumiendo
ya como cierta mi sospecha de que me he convertido en un
alma en pena y puede que a veces hasta me vuelva invisible.
El perro ha dado un ladrido antipatico y seco. Y la nifia
me ha fulminado con sus ojos verdes.
-~Cuando descansaras? -me ha dicho.
Y ha vuelto a ladrar el perro. El repugnante y famelico
perro. El acompafiante de los muertos, seglin egipcios y aztecas. El maldito perro que esta a mis pies ahora, mientras escribo esto.

201

U n dia, volvia Antonio de jugar con sus hijas en el parque


cuando nato que en la calle todo el mundo le miraba con insistencia. Al llegar a casa y mirarse al espejo entendio lo que pasaba. En la frente, llevaba pegada una flecha de ventosa. Debio
de preguntarse como nose habia dado cuenta antes. ~Tan desquiciado estaba por cuatro criticas contra su ultimo libra y el
sentimiento de que se estaba hacienda viejo? Debio de pensar
que su desencajado rostra lo deda todo: habia llegado al final,
no podia continuar, le envolvia la locura y un deseo irrefrenable de dormir sin despertarse nunca. Aquella misma tarde, le
pidio perdon a Marta y, retrocediendo hacia la ventana abierta
de su despacho y mientras en la radio cantaban un gol, pronuncio esa ultima y misteriosa frase que nos dejo para siempre intrigados -dijo: Los viajes no curan el espiritm>- y se arrojo, tras
un horrible grito de animal herido, al vado.
Unas semanas antes, nada hada prever una final asi, ese
gesto y ese grito exasperados. Estaba Antonio lleno de planes
y proyectos de todo tipo, uno de ellos relacionado conmigo.
Satisfecho de verme tan centrado y desde hada tiempo tan exquisitamente volcado en la lectura, proyectaba montar una
tienda en la que se venderian exclusivamente libros de viajes;
el negocio llevaria nuestro apellido -un buen reclamo, pues
Tenorio era sinonimo de escritor viajero- y lo dirigiria yo,
que aportaria a los clientes mi amplia experiencia viajera. Si
montaba la tienda era, segtin no se canso Antonio de repetirme muchas veces, para ayudarme a rehacer mi vida, pues le
daba apuro y mucha pena saber que de noche trabajaba de camarero gracias a la caridad cristiana de un amigo comun que
habia sido nuestro director espiritual en el colegio y ahara regentaba una discoteca.
-He buscado trabajar en otras casas -me excusaba siempre
yo-, pero chaco con el problema de estudios cuando no sucede eso tan desagradable de que me ven como a un pobre
manco o como a una persona demasiado inexperta en el
mundo del trabajo ...
-~Te das cuenta -me dijo Antonio un dia- de que todas
esas excusas que siempre me das para justificar que no en-

202

cuentras trabajos recuerdan las excusas que se inventan ante


sus padres los adolescentes que se proponen ser exclusivamente escritores?
-No, no habia reparado p~ra nada en eso. Pero en cualquier caso yo no soy un adolescente ni pretendo ser escritor.
Y, sabre todo, tu no eres, que yo sepa, mi padre.
No, no lo era pero se comportaba muchas veces como si
lo fuera. Yo, a causa de esto y de su excesivo complejo de
superioridad sabre mi y por otros mil motives, mas bien
siempre tuve tendencia a tenerle derta mania. En los ultimos tiempos, sin embargo, ese sentimiento, que rayaba casi
en el odio, fue remitiendo bastante, muy posiblemente parque justa era reconocer que, aunque solo fuera porque el
sentia la absurda responsabilidad de ser mi hermano mayor,
se preocupaba por mi y por que tuviera alga de dinero; se
preocupaba por mi cuando ya nadie lo hada. Y no estaba yo
en condiciones de despreciar a la unica persona del mundo
que trataba 'de ayudarme.
Solo dos semanas antes de que se convirtiera en el asesino de si mismo, nada hada prever ese grito y ese gesto
exasperados, ese tragico final. Claro esta que su caracter
siempre habia sido muy voluble -discretamente alegre aunque perturbado, en determinadas ocasiones, por las depresiones mas hondas-, pero a esas oscilaciones de su humor estabamos todos mas que habituados. Concretamente yo, me
conoda a Antonio de memoria; creo que nadie en este
mundo le conocio mas a fonda y mejor. Mi hermano, el ser
mas sedentario y de vida mas monotona que he vista en mi
vida, el hombre de la pipa apagada y el batin de seda de
papa, tenia la costumbre -todo en el eran costumbres- de
mostrarse los lunes hiperactivo, como si el pear de los dias
laborables le diera una energia suplementaria; los martes se
volvia muy cabezon, y era recomendable no discutir nada con
el; los miercoles se mostraba familiar (con exageracion) y los
jueves muy generoso; los viernes un ser hurafio, como si le aterrara ver acercarse el fin de semana; los sabados solia caer en
depresiones de diferente hondura; para los domingos, siempre

203

tan peligrosos para casi todo el mundo, tenia una estrategia


infalible para escapar de la angustia: escuchar en la radio el
Carrusel Deportivo.
Quince dias antes de su suicidio, un lunes, me llam6 a su
despacho y, tras un infame discurso paternalista, me mostr6 el
contrato de alquiler de una tienda de la calle Rosell6n donde
pensaba montarme la libreria de viajes. Sera un gran exitm>,
me repiti6 exultante varias veces, pero no vamos a llamarla
Tenorio sino El Espiritu del Viaje.
El martes trate de cambiarle el nombre a la libreria, y fue
un empefio absolutamente inutil. Cabez6n como nunca, se
neg6 en redondo al cambio, y hasta me amenaz6: Recuerda
que dependes econ6micamente de mi. Si yo un dia te faltara,
desapareceria la unica garantia que tienes paratus precarias finanzas, ~me entiendes?, haras lo que yo te diga, la tienda se
llamara como yo crea que tiene que llamarse.
El miercoles no quiso saber nada de mi y llev6 su dedicaci6n exhaustiva a la familia hasta tal extremo que, seglin me
cont6 Marta, ni siquiera escribi6 una linea, lo cual no dejaba
de ser alarmante porque pareda estar en relaci6n con el profunda desanimo que le habia llegado tras las primeras criticas
-todas en contra- de su ultimo libro, Por el camino de Santiago, muy mal recibido tambien por sus lectores, que lo vieron como un volumen oportunista en el que, ademas, a mi
hermano se le habia secado del todo la tinta de su imaginaci6n, puesto que no hacia mas que plagiarse, sin gracia y continuamente, a si mismo.
Lleg6 el viernes. y alguien mas hurafio -no el viernes,
sino Antonio- no ha existido nunca. Se le habia pedido que
contribuyera con una frase a un volumen que celebraria el
centenario de la muerte del poeta Foix, pero todo un dia de
trabajo no sirvi6 para que mi hermano produjera algo. Llor6.
Tambien el sabado llor6, sobre todo despues de releer no se
cuantas veces -seglin me cont6 Marta- la critica mas feroz de
cuantas habia recibido su libro. Por la noche, fue visitado por
un joven admirador que, sabiendo de la afici6n inmensa de
Antonio por el ajedrez, deseaba tener el honor de jugar una

partida con el. Antonio perdi6 tres veces seguidas con el admirador, lo que le dej6 practicamen!e mudo; s6lo se le oy6
musitar, con voz de desgarro: Hoy he empezado a envejecer.
En la manana del domingo sofi6 que besaba el cuello de
Marta y que acababa comiendoselo sin que este sangrara en
ninglin momento; se sinti6 tan asustado que, en la oscuridad,
no pudo contener un gemido. Marta, que se despert6 al instante, le pregunt6 que le ocurria, y el respondi6 con una
breve y lac6nica frase: Pienso en 1~ vejez inminente. Ella se
ri6 e intent6 consolarlo comentandole: No pienses en cosas
asi ahora que todavia somos muy j6venes... Antonio le dijo
que el habia dejado de serlo y le pidi6 que le escuchara muy
seriamente, le dijo: Te voy a decir algo muy importante.
Mira: a cierta edad lo primero que se pierde (y eso hace ya un
tiempo que lo perdi) es la sensibilidad; basta con ver la tonteria de libro que acabo de publicar. Luego, se pierde la imaginaci6n. No sabes c6mo la estoy echando en falta estos dias
para imaginaTme cualquier cosa que me tranquilizara acerca
del estado de envejecimiento. en el que he entrado. Se pierden
sensibilidad e imaginaci6n, y lo unico que a uno le queda es la
inteligencia, que es un elemento destructivo: todo lo encuentra mal.
Pas6 el domingo encontrandolo todo muy mal y mas pegado que de costumbre ala radio, y acab6 el dia con una sonrisa de relativa felicidad al saber que un solo punto separaba a
su equipo favorito, el Real Club Deportivo Espaiiol, del ascenso a la primera division.
Al dia siguiente, el lunes de esa semana tragica -tragica
porque el domingo seria el testigo de su salto al vado-, se
mostr6, como era su costumbre todos los lunes, hiperactivo y
hasta me hizo acompaiiarle a una distribuidora de libros que
iba a proveernos de los primeros volumenes de historias de
viajes. El martes, una nueva critica feroz contra su libro le
llev6 a tomar la pluma para. escribir una replica en el peri6dico en el que se habia sentido insultado. Esta mal visto -comenzaba diciendo- rebajarse para contestarle a un critico,
pero esta vez ha sido tan excesiva la injusticia que me veo

205

204
.\

obligado a escribirles para decides que ... Llam6 al director


del peri6dico en cuanto acabo la carta y se la leyo diciendole
que, en breves instantes, iba a recibirla por fax. El director le
dijo entonces que no se molestara pues no pensaba publicarla.
Antonio pregunto por que y supo que era por la sencilla razon
de que en ese periodico no publicaban cartas contra ellos mismos. ~ Y no le da vergiienza actuar asi?, pregunto Antonio.
No, se limito a contestarle el director. Mi hermano llego a
la noche de ese martes mas abatido que nunca.
El miercoles me aseguro que, jugando con sus hijas en el
parque, se veia como si fuera el abuelo de elias. El jueves, al
perder de nuevo al ajedrez, se mostro generoso con su contrincante, y le regalo, dedicado como si fuera suyo, el libro de
otro; fue el primer signo claro de que estaba realmente desquiciado y se sentia acabado como escritor y se veia ya viejo.
El hurano de los viernes se transformo en el hurano mayor
del mundo cuando, al llegar el viernes y tras tenirse, a primera hora de la manana, el pelo, se paso el dia repitiendome,
sin piedad alguna -y sin que nosotros acertaramos a adivinar
su terrible intencion de fondo-, que pensaba muy pronto emprender su ultimo viaje. Sera, decia en misteriosa frase, un
descenso en toda la regia, ya lo veris, un descenso como Dios
manda.
No sabiamos a que podia estar refiriendose, pero el sabado
creimos adivinarlo cuando nos dijo que se proponia escribir
un libro que se llamaria El descenso y que seria muy distinto
de todos los que hasta entonces habia escrito viajando alrededor de su cuarto; seria un libro que hablaria de nosotros, los
Tenorio.
Yo siempre he pensado que en ninglin momenta se propuso escribirlo y que mas bien era una maniobra de despiste
de cara a nosotros mientras preparaba otro tipo de descenso,
el que iba a llevarle a estrellar su cabeza contra el asfalto de
Sant Gervasi. Lo cierto es que actuo Antonio como si realmente fuera a escribir ese libro y que llego a anotar, por ejemplo, la cita de William Carlos Williams que debia abrir su historia sobre los Tenorio: El descenso seduce I como sedujo el

206

ascenso. I Nunca la derrota es solo derrota pues I el mundo


que abre es siempre un paraje I antes insospechado.
Transcribio pulcramente la cita, como si se propusiera escribir ellibro. Y hasta apunto con lipiz la que debia ser la primera frase del mismo: A lo largo de mi vida he vivido las casas como si lo que me sucede le estuviera ocurriendo a otro,
que soy y no soy yo.
Fue -en el terrene llamemosle profesional- su ultima
frase escrita. Como aficionado aun le quedo tiempo para escribir otras frases, unas lineas de despedida para Marta, dignas
de un aficionado, de un aficionado a la Locura: Me voy, carina, porque noto que envejezco y no puedo soportarlo. Creo,
ademas, que estoy acabado como escritor. Por otra parte, mi
tendencia a las depresiones se ha acrecentado mucho ultimamente. Y pienso que, de seguir viviendo, solo seria un estorbo
para ti y para las ninas: un viejo angustiado, encerrado en su
despacho sin escribir una sola linea. Es mejor que me vaya.
De seguir en este mundo lo haria, como me ha ocurrido en
esta ultima semana, viviendo en el infierno. El lunes me clavaron a una rueda y giraba con el viento. El martes me extendieron sobre una cruz y me tiraron piedras. El miercoles fui
un pez de escamas de color fucsia, y terminaron por clavarme
en un espeton y me asaron a la brasa. El jueves me arrojaron a
un barranca, como si fuera un perro. El viernes me despellejaron, me salaron en un mercado, y unos demonios me atiborraron de cobre y de plomo fundido. Ayer me arrojaron a un calabozo, donde el hedor era tan inmenso que el corazon me
salia por la boca. y hoy domingo solo pienso en una certeza
que me atormenta: la magia de la palabra, que nunca alcance.
Adios, amor. Me voy porque vivo en el infierno y porque discrepe de esa idea, tan vulgar y tan socorrida, que habla de que
lo mas sensate que un hombre puede hacer en esta vida es
aceptar que ha llegado la hora del descenso y dedicarse noblemente a envejecer. Mierda para los supuestos gestos nobles. Y
adios, amor. Sensatez ya no tengo.
Esto dejo escrito en su despacho el domingo por la manana. Poco despues se fue al parque para jugar con sus hijas y

207

volvio a casa con esa flecha de ventosa pegada en la frente.


Trate de animarle. Le dije que era maravillosa toda su obra
viajera y que, por ejemplo, nadie como el era capaz de hacer
esos retratos de momentos en los que se habia convertido en
un maestro. Pero Antonio ya casi ni me escuchaba; parecia la
nifia Berta hace un rata, atendiendo solo a un extrafio rumor
lejano. Por no escuchar, no atendia ni tan siquiera a las noticias constantes del Carrusel Deportivo. Y en un momenta
determinado me dijo que le gustaria ser como Caligula, parque ese emperador estaba loco y era, ademas, muy simpatico y
se habia comido a su propio hijo; luego rectifico y dijo que a
quien realmente le gustaria parecerse era a mi, que, por otra
parte, fisicamente tanto me parecia a el; termino diciendo que
me tenia tanta estimacion que hasta habia escrito a unos amigas de Mexico sugiriendoles que, tras su suicidio, me invitaran a hablar de su personalidad y de su obra en Guadalajara,
en el estado de Jalisco, en ese congreso al que le habian invitado aun sabiendo que el nunca viajaba.
-Iris tu por mi -me dijo-. Asi podris volver a viajar
ahara que estas sin un duro y no puedes hacerlo. Iris tu por
mi y hablaris del hombre que yo fui. Viajaris de nuevo, que
es lo que siempre te ha gustado. Y asi de paso me recordaris.
-2Pero que tonterias son estas?
- Lo mismo me han preguntado en Mexico. Pero cuando
me haya matado, veran que hablaba en serio y estoy seguro de
que tendran el detalle de invitarte.
Se le veia muy mal, pero en momenta alguno pense que
fuera a matarse o que hubiera escrito esa carta al congreso de
Jalisco. Tal vez porque estaba convencido de que todo aquello
era una broma de mal gusto, y aunque su depresion era innegable, decidi regresar a mi atico a terminar de leer esa novela
de Canetti en la que arde una biblioteca. Fue precisamente
mientras estaba leyendo ese episodio cuando vinieron a decirme que Antonio se habia matado. Por la cara de Marta vi
que aquello no era una nueva broma de mal gusto. Estaba
clara que alguien seguia moviendo, despues de dos afios de
dejarme tranquilo, los hilos de mi destino con un sentido del

208

capricho muy intolerable. Habia vuelto el infortunio a mi


vida.
Recuerdo que fui yo quien cerro la ventana de su despacho por la que se habia arrojado al vacio. Y tambien recuerdo
que, al cerrarla, repare en que la radio seguia encendida con
su trepidante Carrusel Deportivo. Y recuerdo tambien que,
al ira apagarla -la tragedia y el humor van siempre de la rnano-, me entere de que al descenso de Antonio habia seguido,
unos minutos despues, el ascenso de su Espafiol a la primera
division. Y tambien recuerdo que poco despues comenzaron a
sonar nueve campanadas en ese reloj de pared que nuestra
madre habia comprado a un anticuario de Berga. Lo recuerdo
todo muy bien, como si fuera ahara. Mientras con lentitud
iban sonando esas campanadas de muerte, yo me decia que lo
mas terrible de todo -aparte del dolor par la perdida de mi
ilustre hermano- era haberme quedado sin aquella libreria de
guias de viaje que habria podido permitirme -para que engafiarme si la verdad es que siempre he pensado ante todo en mi
mismo- un minima desahogo economico. Recuerdo muy bien
como me sentia, pero sabre todo recuerdo lo que pensaba:
Creia que Dios me habia olvidado, pero veo que sigue empefiado en joderme a base de bien. Eso pensaba yo mientras cerraba con fuerza mi unico pufio y, una tras otra, lentamente
iban sonando aquellas campanadas que, mas lugubres que si
fueran flechas de ventosa clavandose en mi frente, se iban estrellando en mi abatido cerebra de hermano en duelo, en ese
taladrado cerebra mio que iba a pasar el resto del domingo
siendo solo capaz de oir al Tiempo caer, gota a gota, y sin que
ninguna de las gotas que caian las oyera caer.

Me parece que este dietario es el libra de la soledad. Y me


pregunto si en realidad su tema no sed, casi exclusivamente,

209

Rosita. Porque desde que empezara a escribir mis recuerdos


de joven viejo y acabado, no he parado de pensar en ella.
Ahora mismo lo estoy haciendo. La veo descender por una escalera granate, en Beranda, bajo la luz intensa del Caribe: mulata color de miel, con ojos verdes y pafioleta dorada en la cabeza. Cada vez que la recuerdo a ella y el color del Caribe, mi
memoria parad6jicamente se inunda de brumas, de lluvias tenues y vientos frios, como simi nostalgia fuera una fina gama
de grises y verdes melanc6licos. Es parad6jico, pero ya estoy
mas que acostumbrado. Tal vez por eso no me ha sorprendido
nada que, hace unos instantes, justo cuando ha empezado a
Hover sobre S'Estanyol, la haya recordado a ella. Llueve sobre
el mar y sobre el pueblo, y yo escucho caer la lluvia lentamente y me acuerdo tambien de otra mujer y de otras lluvias,
y recuerdo aquellos dias de aguacero tragico al pie del volcan
Tolima. Llueve, y de pronto me pregunto que pasaria si una
mano fria me apretara la garganta y no me dejara respirar el
aire de la vida. Y luego me digo que es absurda la pregunta,
pues en realidad eso precisamente es lo que me esta ocurriendo, y bien que lo nota y que lo sabe mi garganta. Para
distraerme de esta angustia que me cerca y que me asfixia, me
dedico a pensar en otras cosas, me dedico a pensar en el
Tiempo: aquel que caia, gota a gota yen silencio, cuando muri6 Antonio. Pienso en el Tiempo y recuerdo el caso de aquel
hombre que cuando no se le pedia que lo definiera, sabia perfectamente lo que era el Tiempo, pero cuando se le pedia que
hablara de el, ya no sabia nada. Mi caso es exactamente el
mismo.

un sonambulo bajo la lluvia, y con el maldito perro tras mis


pasos. Me he sentido tan mal y tan angustiado como en los
dias que siguieron al suicidio de Antonio y no podia entender
por que el infortunio se cebaba en mi de aquella forma tan
cruel y arbitraria. Somos quien no somos, y la vida es veloz y
triste, me iba diciendo mientras caminaba por el Paseo del
Mar, avanzando sin prisas con mi grotesco gorro de plastico y
el maldito perro. Me he dicho de pronto que, en cada gota de
lluvia, mi vida fracasada estaba bien dibujada y como llorando
en la naturaleza. Habia algo de mi soledad y de mi dolor en
ese goteo, y tambien algo asi como una desesperaci6n de mi
mala conciencia por lo de Veracruz y una angustia de existir
desde entonces tan atado a mi mismo y tan atado, ademas, a
los recuerdos de una vida inmoral y sin alegria alguna.
Yo, tan metafisico, camino del supermercado, yen do a
buscar la cesta de la compra, pensando en que el propio vivir
es morir. Yo, en el supermercado, mostrando mi bole to y recibiendo enfre sonrisas y felicitaciones mi premio. Yo, poco
despues, confesando a un ama de casa y a dos empleadas lo satisfecho que me sentia por mi suerte.
Y luego, el penoso trance del Iento regreso, arrastrando
con mi unica mano, bajo la lluvia, ese carro de la compra tan
monumental, repleto de lejias, galletas, zumos, empanadas y
botellas, latas de almejas y panecillos, embutidos y no se cuantas alegrias mas. Bajo la lluvia y con la clara impresi6n de que
todo el mundo me envidiaba. Todos preguntandose quien seria ese hombre tan feliz y afortunado, ese hombre de paso
lento y perro fiel. Asi es la vida. T odo lo que vemos o pensamos esta siempre equivocado.

Yo, tan metafisico, yendo a buscar esta manana la gran


cesta de la compra, obsequio del supermercado. Con mi improvisado gorro de plastico atado al cuello y andando como

210

211

Me levanto de la silla en donde, apoyado distraidamente


en la mesa, me he entretenido en describir mi prosaico paseo
de esta mafiana bajo la lluvia arrastrando un carrito y la maldicion del perro. Me levanto y voy a la ventana a ver como
llueve, y me digo que, en el fondo, las desgracias de las novelas son siempre bellas porque en elias no corre sangre autentica. No es el caso de esta novela que escribo para mi mismo,
porque en ella la sangre es de verdad. ~No es esto entonces
una novela? No. No es una novela, es mi vida. Y como ahora
veo que mi vida no es una novela, creo que debo llegar a la
conclusion de que mi vida es tan solo uno de esos paisajes
inlitiles que seven en las tazas de porcelana china. Toda una
verdadera tragedia. Pero ya dijo Heine que despues de las
grandes tragedias acabamos siempre por sonarnos la nariz. Eso
es lo que ahora voy a hacer, y que el ruido de mis mocos interrumpa por unos segundos al de esta lluvia que, en su arrogancia, estoy seguro de que ha llegado a pensar que podria entrar en mi novela. Pues no. Porque esto no es una novela. Y
ahora voy a sonarme la nariz.

Solo y dolido en Barcelona a la muerte de mi hermano,


comence a oir voces en mi atico, y entre en un periodo de tal
depresion que tuve que dejar el trabajo de camarero en la discoteca. Entre tanta voz en la sombra tratando de orientarme
en la vida, llego un dia en que me parecio que los distinguidos huespedes de mi libreria se dedicaban a observarme con
una ceja alzada y a recomendarme que, dado mi estado de locura por la muerte de mi hermano -el ultimo infortunio de
esa cadena de continuas desgracias que era mi vida-, abandonara cuanto antes tanta soledad y tanto duelo y viajara. En mi
deliria llegue a pensar que el unico huesped de mi libreria
que se oponia a que viajara era el sefior Daniel Defoe, que,

212

desde el centro neuralgico de su Robinson, me deda que ni un


viaje podia remediar mi desconsuelo y que lo mejor que podia
hacer era mirar al cielo alto y cliro, donde podria ver los dias
de mi vida, identicos a nubes, convertidos en la cosa mas
alada y lejana del mundo.
Hubo una Hamada telefonica, luego un telegrama, mas
tarde una carta, otro telegrama, y la invitacion al congreso de
Guadalajara me salvo de la locura definitiva. Viaje a Mexico,
rendi homenaje a los libros viajeros de mi hermano Antonio,
don Antonio Tenorio, y cuando ya todo hubo terminado regrese a Ciudad de Mexico en un tren cargado de botellas de
tequila y, dejando atras el bullicio de Jalisco, rei y bebi como
nunca lo habia hecho en mi vida, y cante y hasta dispare -me
acorde de la ultima vez que lo habia hecho, en Dahomey- al
aire siempre sereno de la mafianita mexicana, y fui tan feliz
durante el viaje que, al llegar a mi hotel en el Zocalo de la
Ciudad de Mexico, senti que era muy doloroso tener que volver a la terrible Espana, donde despues de todo no me esperaba nada ni nadie. Lo senti asi, sobre todo la mafiana en que
desperte con resaca en el Hotel Majestic golpeado por una voz
misteriosa que me conminaba tanto a escribir un relato que
debia llamarse Es que soy de Veracruz -mafiana viernes precisamente hara una semana que por fin, aqui en S'Estanyol, lo
escribi-, como a quedarme unos dias mas en Mexico.
En unbar llamado El Farolito, muy cerca del Majestic, alguien me hablo con entusiasmo del ambiente de la ciudad de
Xalapa, y recorde de pronto que alli me habian dicho que residia un buen amigo de mi hermano Antonio, el escritor Sergio Pitol, que habia vivido unos afios en Barcelona y que tal
vez, debido a las simpatias que siempre desperto en el mi hermane, estaria dispuesto a recibirme.
En Xalapa encontre a ese amigo de mi hermano afectado
por la muerte de Antonio, pero feliz al mismo tiempo por el
curso de su vida personal, feliz de estar dando los ultimos retoques a su casa nueva, a su vida nueva en Xalapa, lejos de
Ciudad de Mexico, donde habia vivido incomodo, instalado
por fin en la lluviosa Xalapa, muy cerca de sus origenes, cerca

213

de su familia y del lugar en el que habia nacido y que abandono muy joven para dar muchas veces la vuelta al mundo. Al
igual que yo, habia sido -el lo seguia siendo- un gran aficionado a los viajes.
-Pero uno sabe que, tarde o temprano, tiene que volver
-me dijo-. Me acuerdo ahora de Pessoa, que decia que cualquier ocaso es el ocaso y que no era necesario ir a Constantinopla. No se que pensaras tu de esto ...
Pense que me ponia a prueba y por suerte vino en mi
auxilio una frase de Carlyle que acababa de leer. No sabia si
tenia algo que ver con lo que habia dicho, pero en cualquier
caso, tratando de quedar bien, la saque a colacion.
-Carlyle opina que cualquier carretera -dije-, hasta la carretera esa de Entepfuhl, te lleva hasta el fin del mundo. Pero
tambien dice que la carretera de Entepfuhl, si se la sigue toda,
hasta el final, vuelve a Entepfuhl. De modo que Entepfuhl,
donde ya estabamos, es ese mismo fin del mundo que ibamos
a buscar.
-Entepfuhl -dijo-. Que palabra mas rara has buscado.
-Si, lo es, pero no es mia, es de Carlyle -dije-. Pero es
cierto. Algo rara si que es.
-Todo es muy raro.
-2Que quieres decir?
Se quedo pensativo, luego dijo:
-Nolo se. 2Ves como todo es muy raro? Ni siquiera ahora
se por que te he dicho que todo era muy raro.
-A mi lo que, por ejemplo, no me parece nada raro es que
te hayas pasado la mitad de tu vida fuera de Mexico. Yo tambien he tenido una gran aficion al viaje, y se lo que significa
estar lejos de las pequeiias miserias de la vida cotidiana_ de tu
pais.
-Nose exactamente por que me marche, pero lo cierto es
que muy joven sali de mi pais pensando que el viaje duraria
unos meses y, sin embargo, duro treinta aiios. Recuerdo que
durante todo ese tiempo muchas veces senti verdaderos escalofrios cada vez que pensaba en el regreso a mi pais, lo que ya
sabia yo que tenia que ocurrir, quisieralo o no, tarde o tern-

214

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prano. Pero el viaje, como te digo, duro treinta aiios, interrumpido solo por dos estancias breves en Mexico y algtin que
otro periodo de vacaciones. Pero finalmente sucedio lo que
tenia que suceder. Y volvi.
'
-Volver -dije con cierta ridicula solemnidad-. En realidad la gente viaja, y creo que ese ha sido mi caso, creyendo
que va a alguna parte, peroen realidad nada hay mas ilusorio
que viajar. 2No te parece? El mas sabio y feliz de los viajeros
fue el que supo advertir que, si bien nunca se llegaba, si que
era, en cambio, posible algo mejor: volver.
-Ignore de donde has sacado esa idea, pero la encuentro
demasiado literaria. En realidad, tu sabes perfectamente que
viajando se llega a muchas partes.
-Bueno, creo que tienes razon. 2Pero sabes lo que me
pasa? Lo que sucede es que ultimamente le he cogido cierta
mania a los viajes porque solo me han traido complicaciones y
desgracias. Me dejaron, por ejemplo, sin brazo, sin esposa, sin
amante, sin hermano~, sin dignidad, y yo que se cuantas cosas
mas. Y, ademas, los viajes y la vida estan seriamente reiiidos
con la literatura, que es lo que ahora mas me gusta.
-Tambien ahi puede que andes equivocado. Yo, por ejemplo, me he pasado la vida hacienda dos cosas, perfectamente
compatibles a mi modo de ver: viajar y escribir. No veo, pues,
el problema. Entiendo que tal vez el ejemplo de Antonio te
confunda, pero lo suyo fu,e tan solo una tozudez, unas ganas
absurdas de exhibir lo sobrado que andaba de imaginacion,
ganas de decir: Mirad lo guapo que soy, nunca he viajado y,
sin embargo, soy capaz de imaginarme todos los paises simplemente viajando alrededor de mi cuarto.
-En todo caso, lo mas excitante para mi -volvi al tono solemne-, lo que realmente mas me atrae y apasiona, es el iegreso. Eso es lo que mas me gusta de los viajes.
(Todavia hoy sigo sin comprender por que me engane
tanto a mi mismo y le menti a Pitol. V olver ha sido siempre,
para mi, una verdadera tragedia. Basta recordar lo penosos
que fueron siempre mis regresos a casa oyendo siempre las
campanadas tragicas del reloj de pared de Berga. V olver ha

215

.]1

sido siempre horroroso para mi. Hoy mismo, mi regreso bajo


la lluvia con el carrito no ha podido ser mas lamentable.)
-Salgamos a cenar -me dijo Pitol-. Te invito manana air
en mi coche a Veracruz. Espero -sonrio- que te guste Veracruz, pero que para ti lo mas excitante sea el regreso.
Entonces fue cuando le conte lo de la voz misteriosa que
en el Majestic me habia ordenado escribir Es que soy de Veracruz.
Volvio a sonreir, dijo:
-Yo si que soy de Veracruz, y tambien tu hermano lo era.
Pero tu, amigo, eres, que yo sepa, de Barcelona.
-Barcelona -musite-. Te dire la verdad: a esa ciudad no
me muero yo por volver.

- Volver -dijo Pitol mientras cenabamos- com porta siempre ver lo que sigue igual y ver tambien lo que ha cambiado.
Yo volvi a un Mexico muy diferente del que habia abandonado. Es cierto que algunas cosas han mejorado en mi pais,
pero la imagen que mas profundamente enraizo en mi fue la
devastacion. Encontre una Ciudad de Mexico desconocida, un
paisaje degradado, un cielo inexistente. En Coyoacin, en la
plaza de la Conchita, donde me compre una casa, vi caer palomas como frutos podridos, envenenadas por los acidos que
emponzonan el aire. Y en la plaza central del mismo Coyoacin contemple imagenes que me devolvieron a mis anos de
ninez, yacentes durante medio siglo, en alguno de los pozos
mas profundos de la memoria. Vi a las mismas indigenas escualidas y harapientas que en mi infancia llegaban a los ranchos cafetaleros en la epoca de cosecha, las mismas que, en los
ratos de descanso, arrodilladas al lado del marido o de una de

sus crias, les escarmenaban la cabeza con ademanes furtivos


y graciosos. Me parecia volver a oir el chasquido de los
piojos al ser aplastados por las unas de los dedos pulgares.
Las indigenas de mi infancia hablaban popolaca o mixe, las
de Coyoacin, posiblemente otomi. En vez de cortar cafe
vendian tejidos pobremente ejecutados. Tuve la sensacion,
al volver a Mexico, de que poco o nada habia cambiado.
Fue un monologo que, tal vez por lo bien que hablaba
Pitol -no estaba yo demasiado habituado a los buenos narradores orales-, atrajo mi atencion como nunca lo habia
hecho un monologo antes. Tanta fue la impresion que despertaron en mi sus pal abras que, de haber quedado impune
el crimen, habria disparado sobre el pianista, habria alli
mismo matado a aquel hombre sentimental que, aporreando
desaforadamente las teclas del piano del restaurante, parecia
empenado en boicotear la magia de las palabras de Pitol.

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>I

A la manana siguiente, dejando atris las lluviosas colinas de Xalapa y por una hermosa carretera de cafetales, fuimos Pitol y yo al puerto de Veracruz. Antes pasamos por
Antigua, lugar cercano a esa ciudad, el sitio donde Hernan
Cortes mando edificar su primer fortin y donde quemo -en
realidad las barreno- las naves. La belleza extrema de Antigua pricticamente me quito el habla. Por el fortin en ruinas y, como si de una venganza de Moctezuma se tratara,
trepan hoy como enredaderas sobre las restos de la fortaleza
las poderosas rakes de los arboles milenarios de la zona.
Recuerdo que, viendome tan impresionado ante la vision de
todo aquello, Pitol me pregunto si podia imaginarme, por
un momento, lo que debieron de sentir Cortes y sus hombres. al desembarcar en aquel lugar de tan rara belleza, con
aquella exuberante vegetacion y los imponentes arboles gi-

!I
'

217

216
tl

gantescos, viendo pajaros que hablaban y perros sonambulos


que no ladraban.
-Les imagine -dije- avanzando con profundo estupor. Y,
encima, con las naves barrenadas.
No dije nada mas, porque andaba medic mudo por la
emocion. Alli, en la Antigua Villa Rica de la Vera Cruz, fundada por Cortes, senti que el mundo era mas grande y mas
raro de lo que pensaba. Senti, ademas, que mundos sin forma
pasaban por mi. Me dije que en la vida todo era mucho y muy
hondo y que, al mismo tiempo, todo era negro y muy frio.
Sentimientos encontrados invadian mi mente confusa, y hasta
llegue a ver claros de luna en la neche mas azteca del universe, y vi tambien a mis pobres padres, nifios todavia, desembarcando tristes en el puerto de Veracruz al final de nuestra Guerra Civil. Me sentia sobrecogido y, durante un buen
rato, estuve mudo, espiado por la mirada divertida de Pitol.
Anduve un buen rato mudo mientras me decia que toda
aquella luminosidad tropical como minimo deberia acariciarme con ternura: acariciar a quien como yo estaba perdido
y ya nunca mas sabria quien era. Habia un contraste excesivo
entre aquella vida exterior que rebosaba de luz y lo que yo
-negro, frio y espafiol- sentia y pensaba, sin saber ya sentir ni
pensar, como un maldito soldado de Cortes. Y tal era mi estado de ruinoso hombre con apellido de conquistador y tal mi
extrema inquietud y confusion que pedi marchar de alli, dejar
atras la antigua Villa Rica de la Vera Cruz. No se hable mas,
dijo Pitol, en referenda ironica a mi prolongado silencio, solo
roto a ultima hora por una peticion de auxilio. Y e,mprendimos el camino del puerto.
Recuerdo que habia verdadera magia en un ambiente loco
de marimbas y gran frenesi de humo de puro habano cuando
cruzamos lentamente el Zocalo y nos sentamos en La Parroquia, en Los Portales, en uno de los bares donde se sienta
todo el mundo en Veracruz, y alli bebimos varies coctels endiablados mientras se sucedian, una tras otra, bandas musicales que acabaron por cantarnos las obras completas de don
Agustin Lara. Cuando tan excelso repertorio se agoto, Pitol

218

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'~~

marcho un memento para reservar dos cuartos en un hotel


que conocia. Mientras aguardaba su regreso, se me acerco una
mujer que arrastraba una gigantesca arpa, tensando las cuerdas
como si del ritmo de la lluvia se tratara mientras cantaba a
una velocidad sorprendente La Bamba. Bamba, la bamba, la
bamba. No creo que haya arpista mas veloz en el mundo.
Todo zumbaba en ella, y el murmullo de su voz adquiria, a
veces, tono de flauta, y esa flauta, que era una voz, tenia el sonido mismo del agua.
Asombrado y aun nada repuesto de tanta velocidad, vi
como un enano, agitando una campanilla de bronce, se me
acercaba para cantarme, en un ingles macarronico, Mar{a bonita. Se afiadio entonces otro loco a la fiesta. Con un bucle
horizontal sobre la frente enrollado y con un vozarron comatose, vino el hombre a decirme al oido, con escupitajo incluido: Y me muero por volver.
Llego Pitol con el asunto del hotel resuelto, y yo -tal vez
porque ya se habia heche de neche- le hable como en un
suefio y le dije que sentia que aquel memento era unico, que
era feliz alli en Los Portales, que tenia la impresion de por fin
comenzar a formar parte del mundo. Pitol me miro, creo que
algo incredulo. Ya era hora, pensaba yo. No todo en mi vida
tenian por que ser infortunios y malas jugadas del destine. Por
complicados caminos de palabras, intente comunicarle a Pitol
lo maravillosa que de repente me parecia la vida.
-~Y que le encuentras? -me pregunto.
-~A que?
-Ala vida.
Me dejo callado, no supe en verdad que contestarle, hasta
me ruborice. Durante algo mas de una hora estuvimos en Los
Portales bebiendo y escuchando canciones. Hasta que Pitol
dijo que se retiraba al hotel a leer. Recuerdo que, a nuestro
lado, dos hombres con aspectos de caciques, tocados con sombreros rancheros, bebian tequila lentamente mientras escuchaban con atencion el amplio repertorio de musica sentimental
de una nueva banda que habia heche su aparicion en La Parroquia.

219

,,

-Parecen -le comente a Pitol- inmersos en viejos y entrafiables recuerdos de su pasado.


Pitol se rio de golpe, acompafiandose luego de una sonrisa
lenta.
-Seguro -dijo-. Estan pensando en todas las mujeres que
amaron y que siguen amando y a las que, un dia, no les quedo
otro remedio que mandar asesinar. Son unos grandes sentimentales.
Pitol se levanto y dijo que basta luego, que tenia ganas de
terminar de leer una novela que le apasionaba.
-Hasta luego -le dije.
Pedi un tequila afiejo al camarero.
-Hasta luego -dijo Pitol-. Pero recuerda que soy de Veracruz y se muy bien como las gastan por aqui. No bebas de
mas. Cuidate mucho. Y sobre todo recuerda que en el reino
animal la cola es tanto mas larga cuanto mas astuto es el
animal.
-2Que quieres decir? -pregunte.
Se rio y se fue.
Me dije que los inteligentes -y ese era el caso de Pitoltienen la risa rapida y la sonrisa lenta. Es como si la lentitud
de la inteligencia volviera la risa larga y la sonrisa corta. Eso
me estaba comentando a mi mismo cuando de pronto, como
si me hubieran golpeado en la frente con un martillo, entro
en mis pensamientos, de forma tan misteriosa como violenta,
el recuerdo, sumamente desagradable, de las repugnantes legafias que arrastraba siempre consigo el chulo de Badajoz.
Pense: Horror de los horrores. 2Que raro mecanisme me
vuelca de repente ese recuerdo tan nitido de unas legafias que
en realidad deberian estar enterradas y mas que enterradas en
la region mas olvidada de mi memoria?
Estaba diciendome esto cuando de pronto vi pasar a una
delgada y muy estilizada rubia platino colgada del brazo de un
hombre de traje blanco que iba tocado con un sombrero panama. Andaba esa pareja de un modo algo raro, pues si bien
parecia que tuvieran mucha prisa, de vez en cuando detenian
de forma casi exagerada sus veloces pasos y se miraban a los

220

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ojos y poco despues -como si les animara una fuerza exterior


a ellos- reanudaban de golpe el ritmo veloz de sus pasos y de
su enigmatica prisa.
Me acuerdo muy bien de aquella rubia platino. En ella caderas y senos no podian estar.mas ligados entre si. Me acuerdo
muy bien. Si habia movimientos plenos en las caderas, habia
tambien gestos completes de los senos, pero si sus caderas se
mostraban indecisas -cada vez que frenaba para mirarle a el a
los ojos-, entonces vacilaban sus senos, y uno se quedaba con
la idea de que cuando habia gran revolucion en las caderas
-que la habia, y mucha, cuando aceleraba freneticamente el
paso-, sus pechos ametrallaban el espacio.
Y a su lado el hombre de traje blanco y sombrero panama.
Mas parecido imposible al chulo de Badajoz. Me quede de piedra, me pregunte como podia ser aquello posible. Ahora,
me dije, no tengo mas remedio que admitirlo, las premoniciones existen. Yo acabo de experimentar una. Porque este
tipo es el chulo de Badajoz. Si. Las premoniciones existen.
Piensas en una persona o en las legafias de esa persona y de
pronto, por muy raro que parezca, esa persona y esas legafias
aparecen frente a ti ...
Me levante de aquella silla con tanto impetu que derribe
mi tercer vaso de tequila afiejo. Me plante, casi de un salto, de
golpe, ante la pareja. Y aun recuerdo con rubor la cara de sorpresa del pobre ciudadano anonimo tocado con un panama,
ligeramente inquieto al ver a un borracho que le miraba fijamente y mostraba un desmesurado interes por el.
No, no era el chulo de Badajoz. Al chulo le habia visto en
Montecarlo y en Beranda, dos lugares tan distintos como distantes, pero no por eso al chulo tenia que encontrarmelo,
como si fuera Dios, en todas partes.
-jHay que ver lo que hebe la gente aqui! -dijo la rubia
platino, sin duda horrorizada, mientras yo emprendia, con
cierta vergiienza, mi retirada, mi renqueante regreso a aquella
mesa de La Parroquia que, por el tiempo que llevaba en ella,
ya parecia de mi propiedad.
Pedi un cuarto tequila y me excuse ante el camarero.

221

-Me confundi -le dije..,... Crei haber visto a un viejo conocido.


El camarero me dirigio una mirada extrafia, una mirada
que me parecio la luz de un faro que navegara. Que yo viera
este tipo de cosas en las miradas de los demas demuestra lo
borracho que andaba. En cualquier caso, los ojos del camarero
me dejaron aterrado. No me asusto en cambia la voz que me
llego de la mesa de al lado:
-jOye, gringo! Te va a dar un consejo el Buitre Zopilote.
Harias bien en comer algo.
Decidi no hacerle el mas minima caso a aquel intruso y,
poco despues, pedi un quinto tequila y brinde a solas, sin saber
por quien brindaba, hasta que de pronto decidi que lo haria por
todos los frutos jugosos que habia visto expuestos en el Zocalo.
No sabia si lamentar el no haber vuelto al hotel, porque me pareda que estaba mas borracho de lo que deseaba. Poco despues,
brindaba por la falda roja de una mujer que paso rozando mi
mesa. En mi creciente euforia, recuerdo que llegue a pensar
que estaba tan lleno de poderio que, como si fuera ya nada menos que el mismisimo Viento, podia, en el caso de asi quererlo,
levantar con mi imaginacion aquella falda y verle las bragas
que escondia y que estaba convencido de que olian a mango y
albaricoque. Pero ni se levanto la falda, ni el Viento era precisamente yo, ni me lleg6 el perfume a fruta pensado, ni nada de
nada, y entonces -supongo que ya muy borracho y subitamente
desesperado- pedi mezcal.
-Escucha, gringo. Te vuelve a hablar el Buitre Zopilote.
2Por que no me haces caso y comes algo? Cualquier cosa,
nomas.
Me volvi y vi que a mi lado no habia nadie. Aquella voz,
que me daba buenos consejos, salia de mi mismo. Me tome el
mezcal de golpe y llame de nuevo al camarero. Mirandole directamente a los ojos para intimidarle, mirandole a sus ojos de
faro que navegaba, le dije que trajera otro mezcal y tambien la
carta de comidas. El Buitre Zopilote, le explique, me ordena comer algo. Con cara de resignacion me entrego la
carta. Si la memoria no me falla, creo que pedi camarones en-

222

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molados, al mojo de ajo, en chiloso caldo, guisados con arroz.


Comer eso me hizo bien, me tranquilizo algo. Pero al poco
rato volvi a la carga con el mezcal, y reaparecio el Buitre Zopilote, de nuevo con sus buenas intenciones: Vayase al hotel
si no quiere conocer el infierno.
Poco despues de oir estas palabras de mi buena alma consejera, sucedio algo que en la vida olvidare. Antes de contar-
melo a mi mismo, no estara de mas que, a modo de prologo,
inserte aqui cierto comentario que hace poco lei en un libro
cientifico y que decia, o venia a decir -eso al menos es lo que
me parecio-, que es muy probable que la percepcion inyecte
informacion en un rincon del cerebra y que este la archive,
sin albaran de entrada y saltandose la conciencia, y que solo
despues, quiza muy poco despues -como me ocurrio esa noche a mi en Veracruz-, tal informacion aterrice, algo velada y
totalmente distorsionada respecto al tiempo, en la conciencia.
Y que aterrice como aterrizo el chulo de Badajoz en La Parroquia y, ya no digamos, 'en mi conciencia.
Estoy hablando de esa intensa y no poco frecuente sensacion de vivir una situacion ya vivida con anterioridad. A todo
el mundo le ha pasado alguna vez. Comentando el tema esta
manana -aunque omitiendo, por supuesto, lo de Veracruzcon el dentista de Felanitx me ha dicho el hombre, con buen
criteria, que posiblemente esa experiencia previa, esa situacion que creemos ya vivida, seguramente existe, pero tambien
es muy posible que esa anterioridad no se remonte a la infancia ni a una vida anterior, sino a pocos segundos o minutos
antes.
Eso es lo que creo que me debio de pasar en La Parroquia
cuando -en la vida lo olvidare-, unos minutos despues de ver
alejarse la silueta del otro, la silueta del falso chulo de Badajoz,
vi al chulo de Badajoz de verdad. Parece mentira pero fue asi.
Le vi entrar tan tranquilo en La Parroquia, en mi propio bar,
colgado. del brazo de una negra que hablaba por los codos
mientras el se reia bobamente, con aquella risita pretendidamente cinica y tan estupida, y se acariciaba el bigote para
darse mas importancia.

223

Una banda cantaba en ese momenta, como si quisieran


musicarme la aparici6n sorprendente del chulo y encima recordarme a Rosita: Negrita de mis pesares, ojos de papel volando, a todos diles que si, pero no les digas cuando.
-Tenias toda la raz6n -me dijo el buen Buitre Zopilote-.
Las premoniciones existen. Ahi tienes al gallito extremefio. El
pobre galan se cree Dios.
Oi durante unos instantes al galan -no lo veia, estaba a mi
espalda, lejos de mi campo visual- reirse como el verdadero
cretino que era, y muy poco despues -debieron de entrar para
comprar tabaco o droga- levi salir disparado con la negra, a
paso casi ligero, en direcci6n al Z6calo, como si escaparan de
algU.n peligro inminente. Me dije que debia averiguar si era
aquello una pura alucinaci6n del mezcal o era todo absolutamente verdadero. La aparici6n del chulo habia sido tan fulgurante que era necesario que me cerciorara de que era completamente cierto que acababa de vede. De modo que pague la
cuenta a toda velocidad y sali en persecuci6n de la pareja. Me
llevaban bastantes metros de ventaja y yo andaba casi corriendo tras ellos cuando les vi entrar en un taxi. Habia otro
taxi en la parada y mi error fue casi asaltarlo, sin pretenderlo,
golpeandome, ademas, con la puerta mientras como en las peHculas, pero demasiado excitado, le decia al conductor: Siga a
-ese taxi.
El conductor se volvi6 lentamente y me dijo que no llevaba a borrachos y que me bajara inmediatamente de su auto.
En la tremebunda discusi6n que sigui6 termine con un ojo
morado y a punto de ser linchado por dos taxistas que, en
cuanto llegaron a la parada, se incorporaron, con asombrosa
naturalidad, a la pelea. Vete al infierno, gachupim>, fue lo ultimo que me dijo el taxista mas agresivo de los tres, amenazando con su pufio mi ojo sano. Lo que menos podia yo imaginar era que El Infierno existia, era simplemente la taberna
don de se congregaban los maximos borrachos de Veracruz y
que, ademas, no iba a tardar nada en entrar en ella. Habia que
tener -esa es la verdad- cierto valor o ir muy cargado de
mezcal para entrar en aquel local.

- Disculpe la banalidad de la frase, pero yo diria que nos


conocemos de algo -me dijo un hombre de patillas picudas,
completamente vestido de negro, con sombrero de ala muy
ancha, tambien negro, y mirada terrorifica, ojos con aspecto
de haber ingerido peyote, bigote daliniano a lo Willy DeVille.
Y a digo, terrorifico, el arquetipo clasico del malvado.
Se empeii6 no solo en que bebiera con el sino tambien en
colgarme de la chaqueta, con un alfiler rojo, un medall6n de
la Virgen de Guadalupe, pues estaha convencido de que yo
era Jesucristo.
Comence a preguntarme que haria para salir de alii.
-Saldras si bebes mas mezcal y reconoces que el tono de
las cosas es pura gaseosa, esperma batido -me sopl6 al oido el
buen Buitre Zopilote.
No me pareci6 un buen consejo y, ademas, su voz pareda
repentinamente cambiada, pervertida de subito, inclinandose
peligrosamente del ladq del Mal, esperma batido, como si tuviera ganas de que perdiera yo la confianza en el.
-Siempre -dijo volviendo a su voz original y recobrando
mi confianza- estuvieron muy relacionados la inmundicia y el
angel. Y ahora escucha: saldras de aquf si no te pones nervioso y, sobre todo, si no te conviertes en un rajadito, en un
muerto de miedo. eMe comprendes? Muestrate arrogante ante
ese ridiculo hombre vestido de negro. Preglintale directamente d6nde esta la puerta de salida.
Segui su consejo, pregunte por que puerta se alcanzaba antes la calle.
-eQue calle, mi gachupin? -pregunt6 el malvado.
-Pues la que huela mas a tu sobaco -le respondi con gran
coraje-. La calle que me permita huir de toda esta miseria, de
esta degradaci6n, del horror, de tu alcohol y de las calaveras y
del Dia de los Muertos y del espanto de que llj. necedad sodamice a la inteligencia.
El malvado se qued6 extasiado, supongo que nunca habia
oido hablar de aquella forma. Me tendi6 la mano, quiso ser el
tambien original, dijo:
- Lo cortes no quita lo Cuauhtemoc. Mis respetos, amigo.

224
225

~~
tt;:m
Mi nombre es Alvarado, Ahi esta la puerta. Salgamos. Asi me
gusta. Espafiol sin saliva ni sifilis.
SaH del local. Pero eso si:. por Alvarado condecorado. Y
en su compafiia y con la cruz de tener que seguir sus consejos.
Mi buen Buitre Zopilote, para mis desgracias, se habia quedado congelado, completamente mudo, tal vez aterrado.
Nos dirigimos a un local de muy mala reputacion, La Sepultura; donde bebimos pulque y mucho Anis del Mono y
donde encontramos ados gemelas espantosas. Todavia hoy no
entiendo por que viendo tanto horror me entraron ganas de
fornicar. A Alvarado le sucedio lo mismo. Dos mujeres que
eran, como suele decirse, como dos gotas de agua, y yo afiadida que con nuestro esperma ya batido de antemano: asmaticas, groseramente pintadas, garrulas, con olor a ajo y cara de
asco y un acento nasal indecente, trenzas espesas y lazo azul,
bigote negro sobre los labios carmesi. Dos monstruos. Cuando
en un apartado de luces rojas las dejamos jodidas alcanzamos,
con cara de anis y vomitona, la desierta calle. Cristo, que
asco, comento Alvarado. Nos encaminamos a un bar llamado
Pasion, que a Alvarado le traia recuerdos tristes, los de una
novia que le traiciono. Yo me sentia ya muy bebido. El buen
Buitre, como si despertara de un suefio profunda, reaparecio y
dijo: ~Te acuerdas de mi? Una pregunta boba, ingenua, innecesaria. Se habia vuelto torpe mi voz interior, ya no me
protegia. Dormir habia mermado sus facultades. ~Te acuerdas
de mi?, me repitio el Buitre, tonto e irritado, con voz pastosa
y de disco rayado. Pues claro que me acuerdo de ti, me senti
obligado a decide. Alvarado creyo que hablaba con el. ~De
quien te acuerdas tu? ~No sera de mi Marilu?, me pregunto.
Calle. El nombre de Marilu tambien a mi me traia recuerdos
tristes. ~Te acuerdas de mi?, insistio el disco rayado; transformado de repente en una voz que imitaba la de Rosita.
En la puerta del bar Pasion, pagando tranquilamente su
entrada; estaba un hombre de traje blanco y sombrero panama. Esta vision acabo resultando engafiosa. Al acercarme
mas a el, vi que ni el traje era exactamente blanco ni llevaba
panama sino espesa caballera blanca. Me faltaba ya muy poco

226

~I
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'1!

-y la verdad es que en ese momenta fui consciente de ellapara perder los papeles. En cualquier caso, primero los perdio
. Alvarado, que, desde la barra del local, empezo a dar consig-'
nas a la clientela. Frases como estas: Dejadnos vivin>, No
trabajeis nunca, El eter se vende por nada. Le dio luego
por ir dando tumbos por el bar y abofetear a todos los que se
cruzaban con el. No podreis conmigo, deda en su deliria;
Me acompafia Jesucristo. Naturalmente, todo acabo muy
mal para el, que termino inconsciente despues de recibir todo
tipo de golpes y manotazos. Entre dos camareros lo sacaron
del local, lo arrojaron a la calle. Despues vinieron a por mi, y
mis explicaciones si bien no sirvieron de mucho -me obligaron tambien a dejar el bar-, al menos me ahorraron las bofetadas, aunque no los improperios. y a en ra calle, pase por encima del cuerpo ensangrentado del pobre Alvarado, y le arroje
a la cara el medallon de la Virgen de Guadalupe y el alfiler
rojo. Creo que devolverselo fue todo un detalle por mi parte,
Lo digo en serio. Aquel hombre n~ tenia nada mas 'en este
mundo. Enfile un callejon y luego otro, los dos muy sordidos,
-hasta salir a una avenida. El mar me ayudo a orientarme. Carnine durante un buen rato tambaleante, muy despacio, borracho perdido. Cruzando el Zocalo, contento de estar ya a cuatro pasos del hotel, fue cuando me parecio ver lo lejos una
figura tan tambaleante como lamia, pero con la diferencia de
que esa otra persona era, de entre todo el mundo, la menos
parecida a mi. Era -si la vista no volvia a engafiarme- nada
menos que el chulo de Badajoz. Esta vez si que lo es, tenlo
por cierto, me dijo el Buitre Zopilote, despertando de su letargo. Me acerque a la figura tambaleante con la intencion de
comprobar si era cierto que, aunque no llevara panama ni fuera
del brazo de la negra, era el chulo de Badajoz. Creo que me acerque demasiado a d. ~Que miras?, pregunto. Sin el panama
-siempre lo habia visto con el maldito sombrero puesto- era
dificil estar del todo seguro de que fuera el hombre que pensaba, aquel hombre que, como si fuera -tal vez lo era-: Dios,
pareda estar en todas partes, al menos en todas las partes de mi
terebro. ~Que miras?, repitio, y confirme que el tambien

227

estaba muy borracho. Decidi preguntarle por Rosita. No s6>,


musito nostalgico. ~No sabes que?, le dije. Que no s6>, repitio. Todo lo repetia dos veces. Rosita, seguro que te acuerdas, insisti. No me acuerdo esta noche de nada, contesto, y
me lo repitio otra vez. Andamos un trecho juntos y nos paramos en una esquina del Zocalo. Extrafios en la noche, dijo
el. La tragedia no habia hecho mas que empezar.

Ultimamente, cuando me acuesto, me tapo la cara. Me


tengo miedo a mi mismo desde mi descenso a los infiernos y
al muelle viejo de Veracruz, y le tengo mucho miedo al alcohol tornado en abundancia. Se que heber seria una posible solucion para el insomnio, se que el alcohol antes de dormir le
ayuda a uno a olvidarse de si mismo. Pero no quiero heber en
abundancia porque fue por heber tanto por lo que paso lo que
paso. Y, ademas, yo se que si bebo mucho aun habra de atormentarme mas el recuerdo de haber matado: la estela siniestra
de mi modesto asesinato -modesto por la victima-, el mes
pas ado, bajo la luna de plata del puerto de Veracruz.

-Rosita -insisti-. Seguro que te dice algo ese nombre.


-Ni idea -contesto-. Ni idea.
La tragedia no habia hecho mas que empezar.
- ~ Y donde dejaste tu panama de los cojones?
- Mi gorra -contesto sonriente- tiene un boton blanco y
un ancla bordada. ~Quieres que te lo repita?
-En el pas ado te reiste dos veces seguidas de mi, pero no
creo que esta vez te resulte eso posible.

228

-~Eres espafiol como yo? Yo soy marino. Por eso llevo gorra, no panama. Y otra cosa: no te entiendo, hijo.
- Tu no eres un marino, eres el chulo de Badajoz y te voy a
matar.
Se rio tanto que hasta pense que el pobre iba a tener alli
mismo un ataque agudo de epilepsia. Le observe con mayor
detenimiento. Sus ufias eran negras y estaban roidas, pero las
falanges, el carpo entero, los fuertes pufios eran mucho mas
poderosos que los mios, quiero dedr que el mio: dos pufios
contra uno, y medio pufio suyo superando con creces al mio.
-Eres gracioso, espafiol-me dijo-, muy gracioso. ~y sabes
que te digo? Me cae bien la gente como tu, la gente que esta
como una cabra y, encima, hebe mas que yo, que bebo mucho,
porque soy marino, y los marinos beben cuando no estan en
alta mar, porque les da miedo el mundo y este Zocalo y todo
lo demas. Yo soy de Castellon de la Plana. Nada de Badajoz,
olvidate de eso. Y de chulo menos. Soy un marino con banderita de Panama.
Esto ultimo, sobre todo, pense que estaba dicho con perversion y guasa. La palabra Panama y el hecho de que fuera el
espafiol crearon las condiciones suficientes para que siguiera
yo sospechando que no me habia equivocado al pensar que
aquella figura tambaleante era el hombre que, por dos veces,
me habia quitado a Rosita.
-Dices banderita de Panama y asi crees que te ries doblemente de mi. ~No es eso? -le dije.
Le entro una risa imparable, pero no fue esta la que dio
alas a la tragedia que se habia puesto silenciosamente en marcha, sino el que poco despues, y ante mi acoso, el me dijera
que, si tanto interes tenia en que lo fuera, inconveniente no
tenia ninguno en reconocer que era el chulo de Badajoz.
-Asi me gusta -le dije al borde del coma etilico-. Que
asumas tus responsabilidades.
- Y perdona -dijo tendiendome la mano, con mirada cordial- si alguna vez te hice alguna putada.
Me veo, unos minutos despues, entrar acompaiiado por el
chulo de Badajoz en La Momia, un restaurante sofisticado,

229

con mus1ca en directo y muchas luces y un gran cartel que


anunciaba que el local estaba abierto toda la noche. Alli,
mientras compartiamos como buenos hermanos -aunque yo
pensaba ya en matarlo- un bolovan de huitlacoche y bebiamos ron Salon Brasse, no se como fue que ante su insistencia
pelmaza por saber como habia perdido yo el brazo, le oi decir
que, puesto que no se me veia preparado para contarselo, lo
haria el por mi.
-Si tu eres manco -le oi decir, con toda seguridad- es
porque a mi me gusta que seas asi.
Digo con toda seguridad porque me parecio muy raro lo
que acababa de oir, pero estoy seguro de que lo oi. Ademas, el
mal -habia dejado de ser bueno- Buitre Zopilote se sintio
obligado a repetirme la frase, por si acaso dudaba del contenido:
Dice que si eres manco es porque a el le gusta que seas
asi.
Reaccione con exagerada lentitud, pero dandole a entender -y de hecho era asi- que reaccionaba, aunque estuvieramos ya en el infierno. Le dije, sacudiendo mi cabeza, como si
estuviera dandole la razon de algo:
-Si. De acuerdo. Te felicito. Tu eres la mano invisible que
lleva afios jodiendome la vida.
-La mano invisible -dijo con excesiva alegria, para rrii ya
hasta insultante-. Pero esa mano es la tuya o, mejor dicho, la
que fue tuya y que ahora me resulta imposible de ver porque
noto que te falta.
-No. Tu eres esa mano invisible. He oido que lo dedas.
- Esta bien -dijo como si hubiera decidido resignarse a no
llevarme la contraria-. De todas las desgracias de tu vida que,
por lo que dices y por lo que lloras y bebes, deben haber sido
. muchas, soy yo, en efecto, el maximo responsable. ~Contento
de saberlo?
-~No estaras diciendome que fuiste tu el que envio la fiebre mortal a Carmen?
Dudo unos instantes. Luego dijo:
-Si, claro. Fui yo, que reparto fiebres.

230

J-

-De algo estoy seguro. Mataste a Maximo en Beranda. En


la carretera que va al Casino. Eso no lo puedes negar.
-Si. Fui yo.
Como si fuera un apuntador de teatro, el Buitre Zopilote
reaparecio para recordarme lo infeliz que habia sido yo en
Africa.

-Me dicen -le dije- que fuiste tu quien me empujo a disparar en Dahomey contra aquel tipo que pretendia robarme.
Aunque fue en defensa propia me convertiste en un asesino.
-Si. Fui yo.
Y empujo al suicidio a Antonio, susurro el Buitre Zopilote.
-Me dicen que enviaste fuera del mundo a mi hermano el
escritor.
Dudo unos instantes. Luego dijo:
-Si. Fui yo, que reparto todo tipo de fiebres.
- Y esta claro que fuiste tu el que me dejo arruinado para
siempre en Montecarlo.
- Exacto, exacto.
- Y el que me quito a Rosita.
-Si, sefior.
-Dos veces.
~~Dos veces que?
- Dos veces, pendejo, me la robaste.
-Si, sefior.
- Y una vez me dejaste sin brazos.
-iAlto ahi! Eso noes verdad. Te deje uno. Ala vista esta.
-No creas que vas a seguir riendote de mi.
- Lo mismo te digo -me contesto sonriendo.
- Tu mataste a Maximo, que era mi hermano mas querido
-le dije levantando la voz para que viera que no bromeaba.
-Bueno, ahora escuchame, Fulano, o como te Hames. Tu
estas borracho y yo tambien. Dejemos las cosas para otro momenta. Tengo yo ganas de regresar al barco. Necesito tranquilidad. Y la cama. Este teatro que me estas hacienda empieza a
parecerme pesado. No estoy en Veracruz para. recordar contigo las desgracias de tu vida.

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Ninguna frase me ha ofendido tanto como esta ultima.


Le dije que iba a matarlo.
-iOh, vamos! -protesto-. Empiezo a estar harto de ti y
no le veo ya la gracia a todo esto. Quiero, reclamo mi camarote.
- Tu sigue riendote y ya veras. ~Don de esta Rosita?
-~Otra vez? Pero mira que eres pesado. ~Lo sueles ser
muy a menudo?
Lo queria matar, lo tenia cada vez mas claro. Efectos de
su insolencia insoportable, pero tambien efectos del mezcal
combinado tan diabolicamente con todo tipo de bebidas. Me
quede mirando como se le crispaba su bigotillo color hollin,
mirando los horrendos pelos negros en el dorso de sus rnanos regordetas. Le queria matar.
Me veo persiguiendole, al salir del bar, por toda V eracruz.
-Dejame en paz -decia-. Ya tengo bastante por hoy.
Quiero mi camarote.
Implacable, le segui por unas escaleras sinuosas que llevaban al muelle viejo, donde se suponia que estaba su barco de
bandera panamefia. Luna llena. l;'ermine acorralandolo en un
oscuro rincon y le dije en tono muy pendenciero:
- Escuchame bien, chulo. Me has desgraciado la vida,
pero eso se te va a acabar. Ahora soy yo quien te va a desgraciar a ti. A ver si eso te hace tambien la misma gracia.
Quiero que comprendas que vas a morir dentro de un instante, quiero que entiendas que no te queda tiempo ni para
fumar tu ultimo cigarrillo.
-No fumo -bromeo.
-Concentrate. Trata de comprender lo que va a ocurrirte.
Es para mi muy importante que seas consciente de que todo
el Mal que me has hecho vas a pagarlo ahora.
-~Quieres boxear acaso? -pregunto arrogante.
Se rio y volvi a ver los horrendos pelos negros en sus
manos asquerosamente regordetas. Entonces saque la pequefia pistola negra que me habian vendido, unos dias antes,
en el tren de Jalisco. La pistola -todavia hoy no se muy bien

232

por que- me recordaba vagamente al peine que le robe a Botero. Se la mostre en la palma de mi unica mano, como ofreciendosela.
-Que revolver mas lindo tienes ahi -comento.
-Concentrate, idiota. Quiero que te des cuenta de lo que
te va a pasar.
-~Me vendes la pistolita? iQue linda!
Eso exaspero definitivamente mis animos. Antes de apretar con verdadera rabia el gatillo, recuerdo que por unos instantes me conmovio la confirmacion mas que rotunda de que
el famoso Dios era solo un pobre diablo, un desgraciado, un
jodido chulo de Badajoz.
-~Me la vendes? -repitio, pero esta vez poniendose pateticamente de rodillas, a un metro escaso de la sucia agua del
puerto.
- Te la regalo si vuelves a decirme que soy manco por la
gracia de Dios y porque a ti siempre te gusto que yo fuera asi.
Anda, guapo, repitelo.
Nunca sabre que quiso entonces decirme. Abrio la boca,
tal vez simplemente para implorarme misericordia. El hecho
es que yo, movido por la impaciencia, no aguarde a ver que
decia. Dispare y cayo al agua como si fuera un saco de patatas.
Unas tristes burbujas insignificantes fueron lo ultimo que vi
de el.
-~Descansaste bien? -me pregunto Pitol a la manana siguiente, en el momento de entrar en la carretera que iba a devolvernos a la casa de Xalapa.
-Tuve una pesadilla -dije-. Mataba aDios, que resultaba
ser un pobre hombre, un chulo de Badajoz. En el momento de
disparar contra el se le poblaron los ojos con millones de luceros y confeso haberse equivocado siempre conmigo. Me ha
sorprendido descubrir que Dios era tan poca cosa.
A Pitol no se le escapaba que yo viajaba con gafas negras y
la resaca mas brutal. Le vi quedarse mirando, unos segundos,
el nublado paisaje, y poco despues le oi decir:
-~Quien puso esa almohada bajo tu cabeza?

233

A veces imagine que me voy.


A veces imagine. que me esta llegando la hora, que entra
la polida en casa y yo debo escaparme por la puerta trasera. A
veces imagine que me sucederia si me interrogaran y el inspector me preguntara por que le dispare a Dios en Veracruz.
- Lo mate porque era de Badajoz.
- Muy gracioso.
- Es que soy de Veracruz.
Pero lo que mas imagine a veces es que escapo de la polida, me voy por la puerta de atras. Y no es remordimiento lo
que siento sino la angustia -como la que, a veces, deben de
sentir, por ejemplo, esos escritores que tantas verdades fingidas inventan- de que en cualquier momenta me pueden descubrir y ser muy alto el precio que pague por ello.

El telegrama urgente de Marta.


Esta manana, mientras estaba silbando una canci6n tonta
de la radio, he sido descubierto en ese trance por la familia
-al complete- de Felanitx. Han entrada en casa los cuatro,
casi a galope, para entregarme un telegrama que, siendo para
mf, se lo habfan dado por error a ellos. Mientras esperaban,
muertos de curiosidad, a que leyera el telegrama, me han recordado que hoy es viernes y que, por tanto, volvfa a haber
mercado en Sineu y que, de yo desearlo y no ser grave el
merisaje del telegrama, estaba invitado de nuevo a ir con ellos
a esa poblacion. Les he dicho que el telegrama solo indicaba

234

que debfa llamar con urgencia a mi cufiada Marta, pero que


en cualquier caso declinaba su amable invitacion. Cuando se
han ido me ha parecido que lo hadan muy decepcionados y
que hablaban entre ellos en mexicano.
Seguido por el siniestro perro, que parece empefiado en
poner en evidencia mi condicion de alma en pena, he ido
hasta una cabina de telefono y he ilamado a Marta. Antes de
escuchar su voz y a modo tal vez de presagio de lo que me esperaba, han retumbado en el interior de mi cabeza siete campanadas, procedentes del reloj de Berga. Rosita gano a las
monjas el pleito por la herencia de Maximo. Se queda con
todo lo de nuestro hermano. De modo que debe~e desalojar lo
mas pronto posible mi atico de Sant Gervasi.
No es que lo haya pensado demasiado, pero creo que sera
lo mejor. V oy a aceptar la oferta que me hicieron ayer de ser
el encargado en invierno del supermercado de este pueblo.
No pagan mucho, pero ~iempre sera mejor que trabajar de camarero gracias a la compasi6n que doy. Pasare aquf el. invierno. Despues de todo, no tengo otro sitio mejor donde
caerme muerto. Me dedicare a escribir una novela basada en
este cuaderno secreta, pero cambiandolo todo, para que asi
sea publicable. La verdad no solo nunca parece verdadera sino
que, en mi caso, podria ademas condenarme a cadena perpetua. Contare verdades fingidas, que es lo que he podido ver
que hacen todos los novelistas, pues sus aventuras escritas
-nunca falla- siempre son inventadas. Asi que narrare la historia de mi vida, pero bien desfigurada y omitiendo, como es
logico, el crimen de Veracruz y contando todo lo demas de una
manera tan distinta de como en realidad sucedio que hasta para
mi acabe resultando irrdtonocible. Lo falseare todo, hasta fingire sentimientos, no como en este cuaderno, en el que solo
cuento la verdad. De el voy a conservar unicamente la primera frase: No todo el mundo sabe que a Veracruz y a sus
playas lejanas no pienso en la vida nunca volver. Lo demas,
todo lo cambiare, contare la historia de mis aventuras con
gran lujo de detalles falsos. Pasare el invierno en esta casa horrible frente al mar, en compafiia de mi insomnia y de este

235

perro que es la muerte misma y me mira. Me aventurare. Escribire, mentire. Tratare de olvidar mi pequefio mundo de
pron6stico grave. Pasare el invierno en esta casa donde todo
sobrevive y yace muerto. Por las naches, como el derrotado
en la vida que soy, saldre a pasear junto a este aburrido mar.
Saldre como salen a la plaza los verdaderos toreros, que salen
muertos y si no no salen. De regreso en casa, fumare a la luz
de la luna de plata de Veracruz. Les voy a con tar mi vida.
Hare que viajen como locos. Pasare los odiosos dias que me
quedan escribiendo la novela de mi vida inventada. ~Acaso la
ambici6n no es el ultimo refugio del fracaso? Escribire, mentire a la luz de la luna de la antigua Villa Rica de la Vera
Cruz, que me hari sefias de plata sabre el muro blanco. Pasare
aqui el invierno, alma en pena con dos estufas, viajando alrededor de mi cuarto. Se van a enterar. Les voy a engafiar a
todos.

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