Pease Franklin PDF
Pease Franklin PDF
Pease Franklin PDF
Diciembre de 1989
Franklin Pease G. Y.
No detallar aqu las distintas percepciones del otro a lo largo del proce-
so de ocupacin espaola de Amrica. Me limitar a los Andes centrales, pero
debo recordar la continuidad de los criterios y las confrontaciones. No es una
novedad afirmar que los europeos utilizaron sus preconccptos para ver y reco-
nocer a los americanos, fueron trasladando, adems, categoras y estereotipos
desde las Antillas a Mxico y desde ste a los Andes. Es sabido que as mismo
ocurri con las palabras, y tanto las crnicas como los documentos admi-
171
nistrativos coloniales tempranos registran la presencia de voces nahuatl y aun
tanas en los Andes. Ellas sirvieron para que los espafioles fueran identificando
-en realidad reconociendo- nuevas situaciones y cosas (tinguez, cacique, ca-
noa, caribe, maz, etc.).
El caso del Inka es interesante. Era natural que el mismo fuera identifica-
do como un rey, que adquira su poder por un mandato divino originario, aun-
que fuera idoltrico, que lo transmita a travs de canales de herencia patrilineal
y legtima, que tena -en consecuencia- derecho a percibir un tributo, que
acrecentaba su poder mediante conquistas y gobernaba a base de un criterio pa-
trimonialista. Del Inka, como del rey, dependan -a juicio de los cronistas-
los nombramientos de las autoridades, la utilizacin de las riquezas producidas,
y hasta los ms nimios derechos de sus sbditos, como el matrimonio o la
asignacin de las tierras de cultivo. Ciertamente, la imagen del Inka inclua su
condicin idoltrica, vinculada a la nocin cristiana del demonio, lo cual apo-
yaba su terrena condicin de "Ilegtimo" y "tirano".
172
temporneo, es consecuencia de una visin unilineal de la historia. Estas y
otras consideraciones similares pueden originar una interpretacin discutible
de la violencia de la conquista, entendindola como un hecho independiente del
proceder normal de los hombres (la normalidad tiene caractersticas distintas
en cada momento), y no como una consecuencia de los mismos acontecimien-
tos y decisiones humanas. Ciertamente, esto facilitara no una explicacin his-
trica de la violencia, sino la explicacin de la historia a partir de la violencia
misma. Lo ltimo se basa, por cierto, en consideraciones morales que bien
pueden ser hoy distintas a las empleadas en el siglo XVI, y tambin -espec-
ficamente- en visiones estereotipadas del pasado.l Es sabido que una explica-
cin histrica basada -originada- en consideraciones morales -(;ualesquiera
que sean- lleva antes a una justificacin que a una explicacin histrica
Las crnicas, o las historias escritas generalmente por espaoles del si-
glo XVI sobre la regin andina, explicaron a los hombres andinos a partir de u-
na historia entendida como ya hecha, y ticamente aceptada. Ni siquiera auto-
res normalmente considerados como contestatarios -(;Omo Las Casas-- esca-
paran a esta consideracin. Por ello interesa analizar los estereotipos que ayu-
daron a justificar la conquista. Se aaden a las explicaciones ticas preexisten-
tes, e incidieron en un retrato del otro -del enemigo o del vencido--, conver-
tido en tal por la "marcha de la historia".
173
Lleg Pizarro a los Andes en el momento en que se llevaba a cabo una
sucesin del poder. Haba muerto el Inka Huayna Cpac y se realizaba el com-
plejo ritual que culminaba en la designacin del Inka. Los espaoles identifica-
ron la situacin como una guerra dinstica, donde los aspirantes al poder lucha-
ban entre s. No pudieron verla como una guerra ritual. Identificaron a los pro-
tagonistas como hijos del Inka fallecido, dotaron a uno de ellos (Huscar) con
las condiciones propias de la legitimidad, y al otro (Atahualpa) con las de la
bastarda. Ello permiti a los espaoles sustentar la justicia de la ejecucin de
Atahualpa: ste haba intentado una rebelin contra los espaoles, buscando
su destruccin, y se aunaba a ello que Atahualpa haba mandado matar a su her-
mano Huscar. A la acusacin de rebelin se aada la de usurpacin, regicidio
y fratricidio. Atahualpa resultaba, as, fcilmente condenable.
La versin que acus a Atahualpa de regicidio y fratricidio aparece en la
crnica atribuida a Cristbal de Mena y tambin en un texto cuya paternidad
se discute asimismo, si bien se ha sealado a Miguel de Estete como posible
autor. Cualesquiera que fueran los autores, ambos fueron testigos de los acon-
tecimientos de Cajamarca. La crnica atribuida a Mena se imprimi en Sevilla
en 1534; el otro texto no tiene fecha precisa de redaccin y fue publicado muy
tardamente. 2 En cambio,la acusacin indicada no aparece claramente en la er-
2. Tanto el texto atribuido a Mena como la Verdadera relacin de Xerez, fueron impre-
sos en Sevilla en 1534, apenas llegados sus autores a esa ciudad, de retomo del Pe-
n. la primera fue editada como annima; Ral Porras la atribuy al capitn Crist-
bal de Mena (Porras pres!!llt su trabajo al XXVI Congreso Internacional de Ameri-
canistas de Sevilla [1935], solo se imprimieron sus actas en 1948; Cf. Porras
1986: 601 y ss., tambin Porras 1937). Otros autores, como Vedia, haban pensa-
do que su autor podra haber sido el propio Xerez. John H. Rowe ha revisado recien-
temente la cuestin del autor del annimo sevillano de 1534; llega a la conclusin
de que Mena no pudo ser quien lo escribiera (comunicacin personal).
La versin de Xerez fue considerada una respuesta a los ataques del annimo de
1534 a Pizarro; Xerez fue secretario de ste y su crnica se entendi como una ar-
diante defensa de su jefe. Esta oposicin merece mayor estudio.
Miguel de Estete fue soldado en Cajamarca; Xerez incluy en su obra el texto que es-
cribiera sobre el viaje que realizara Hemando Pizarro a Pachacama. Al conocerse
modernamente el texto de la Noticia del Per, fue atribuida a Estete, especialmente a
partir de las afirmaciones de Jimnez de la Espada (1879: ix); previamente haba
sido empleada como annima por Prescott. Al imprimirla, Carlos M. Larrea sigui
los criterios de Jimnez de la Espada (Larrea ed. 1918). Hubo otros llamados igual-
mente Miguel de Estete entre los espaoles iniciales del Pen; Larrea lo haba su-
puesto (1918: 8), pero Porras increment la informacin. Este ltimo difiere de La-
174
nica de Francisco de Xerez, impresa asimismo en Sevilla en 1534. Este tan so-
lo indica que "Entre muchos mensageros que venaR a Atabaliba le vino uno
de los que traa preso a su hermano a dezille que quando sus capitanes supieron
su prisin auan ya muerto al Cuzco [nombre que los primeros cronistas da-
ban a Huscar]" (Xerez 1534: 22b). Unas pginas antes, Atahualpa haba di-
cho a Pizarro que entregara a su hermano a los espaoles (Xerez 1534: 21b).
175
prometi vn boho de oro que yo tena para darles: mas yo les dara quatro bo-
hos y ellos no me mataran como ste [Atahualpa] pienso que me ha de ma-
tar: Luego que Atabalipa supo lo que su hennano el Cuzco aua dicho tuuo
gran temor que sabiendo esto los christianos luego lo mataran y alr;aran por
seor al Cuzco su hermano: y mand que lo matassen prestamente: y ass lo
mataron que no aprouech el mucho temor que el gouemador puso al Atabali-
pa quando supo [Pizarra] que vn capitan suyo [de Atahualpa] lo tena dxole [a
Atahualpa] que no lo mandasse matar: sino que lo hiziesse traer all donde es-
tauan ... " (Annimo [1534] 1929: 6-7). Mas adelante, la versin de la ejecu-
cin de Atahua1pa, del mismo autor, menciona someramente que llegaron a
Cajamarca otros hermanos de Atahualpa " ... muy escondidos por miedo de su
hermano ... ". Inmediatamente viene el texto que remite, al igual que en la Ver-
dadera relacin de Xerez, a la organizacin de un ejrcito para derrotar a los es-
paoles.
El texto del presunto Estete afirm que Pizarra haba dicho a Atahualpa
que saba como " ... su hermano vena preso y haba sido desbaratado por su
gente [la de Atahualpa]; y que le haban dicho que l [Atahualpa] haba manda-
do a mandar que dondequiera que le topasen en el camino, le matasen; que en
ninguna manera l tal hiciese; porque de aquellas cosas Dios Nuestro Seor
era descrvido y que tambin lo sera el Emperador, que venido l [Huscar] ha-
bra informacin de entrambos; cuyo fuese el seoro de la tierra, y les admi-
nistrara justicia y se daran de paz y concordia entre ellos: lo cual le debi de
hacer mal sabor [a Atahualpa]; porque luego, de all a pocos das vino nueva
que su hermano era muerto y l se disculp con decir que l no lo haba manda-
do y que los que le tenan a cargo lo haban hecho de suyo ... " (Noticia del Pe-
r, 1918: 26). Es interesante no solo la declaracin de la conducta de Atahual-
pa, ms cercana a la descripcin de la relacin atribuida a Mena, si bien algo
ms precisa, pero tambin lo es el hecho de que el autor de la Noticia del Per
haya conocido el nombre de Huscar (Noticia, 1918: 26), dato desconocido y
nunca mencionado por los otros cronistas que estuvieron en Cajamarca (el
autor de la Relacin de 1534 atribuida a Mena, Xerez, Hemando Pizarro). Esta
podra ser una razn para considerar la redaccin del texto atribuido a Estete co-
mo posterior; ni siquiera un cronista que sirvi como secretara de Pizarro con
posterioridad al viaje de Xerez a Espaa (Pedro Sancho), y que lleg con Piza-
rro al Cuzco, menciona el nombre de Huscar, dudando incluso sobre el de
Huayna Cpac (Vid. Sancho [1534] 1962).
La calificacin de la conducta de Atahualpa como falsa y traicionera se
basaba, en la generalidad de los textos aludidos, en la conformacin de un ejr-
cito para luchar con los espaoles; como deba aadirse la crueldad -ms visi-
ble en el otro-, el autor de la Noticia del Per dir en su relato que Pizarro y
176
el Padre Valverde reprendan a Atahualpa por haber mandado matar a Huscar,
precisando que "... era cosa que ordinariamente l [Atahualpa] acostumbraba a
hacer en sus hermanos, dbasele poco de ninguna represin; porque a lo que l
que a lo que l mismo dijo, l haba muerto otros muchos de ellos que haban
seguido la parcialidad de su hermano; y uno, dicen, que vindole [vinindo-
le?] con embajada de su hermano, le hizo quitar el cuero vivo delante de l, y
con la cabeza del hermano guarnecida de oro, beba; sta se tom el da de su
desbarate ... " (Noticia 1918: 26).
Solo aos ms tarde tomara cuerpo la versin completa, cuando los cro-
nistas pudieron disponer de mejores informaciones. La omisin del asunto de
la ejecucin de Huscar en la Verdadera relacin de Francisco de Xerez deviene
interesante, toda vez que se afmna con frecuencia reiterada que su crnica es la
indudable defensa de Pizarro frente a las acusaciones del Annimo sevillano
atribuido a Mena (Porras). Pero el tema adquirir nueva dimensin en autores
posteriores, que escriben y'hasta editan sus escritos en la dcada de 1550; es el
caso de Pedro de Cieza de Len y de Juan de Betanzos. Las obras de ambos
han sido completadas recientemente, y solo ahora puede disponerse de sus in-
formaciones completas acerca de los acontecimientos de Cajamarca.3 Juntando
ambas con la Historia del descubrimiento y conquista del Per del contador
Agustn de Zrate, quien edit su obra en 1555, puede ampliarse notoriamente
la discusin, al disponerse de un relato mucho ms elaborado que disefia mejor
el estereotipo.
177
mo grado desear verse en poder de los cristianos, sus enemigos [de Atalmal-
pa]. Este mensajero habl -llegado que fue--largo con Atabalipa destas co-
sas, el qual [Atahualpa], como hera tan prudente y maoso, parecile que no
le convena que su hermano viniese ni pareciese delante de los cristianos, por-
que lo tenan en mas que no a l por ser el seor natural; mas no se atreva a
mandarle matar por miedo de Pi~arro que muchas veces le aba preguntado por
l. E por cono~er si le pesaba [a Pizarro] con su muerte o si le contrea que
le mandase traer bivo, fingi estar con gran pa~in y dolor, tanto que Pi~arro
lo supo y vino a con~olarlo, preguntndole que por qu tena aquella congoja.
Atabalipa.fingiendo tenerla ms, le dijo que supiese que aua, en el tiempo que
lleg a Caxamalca con los cristianos, guerra travada entre su hermano Guscar
y l; y que avindose dado muchas vatallas entre unos y otros, quedndose l
en Caxamalca, aua cometido el neg~io de la guerra a sus capitanes, los quale
sauan preso a Guscar, a quien trayan adonde l estava sin le aver tocado en
su persona, y que viniendo con l le auan en el camino muerto, segund lo
ava tenido por nueva, que hera la causa de estar con tanto enojo ... " (Cieza
1987, III; 144). Betanzo~ resumir la versin, sin abundar en tanto detalle co-
mo Cieza, pero afirma ms claramente la responsabilidad moral de Atahualpa,
porque a ste " ... le pares~a que si llegaba vivo all el Guscar a Caxamalca y
lo viesen aquellos Viracochas que como el Guscar le viese preso a l que dira
a los Viracochas que les dara mucha ms cantidad de oro que l y que ans le
haran seor a l [Huscar] y que le mataran [a Atahualpa] ... " (Betanzos
1987: 280).
Hay una relacin directa entre esta ltima afmnacin de Betanzos y la an-
teriormente citada del Annimo sevillano atribuido a Mena. El autor del mis-
mo haba puesto en boca de Huscar que dara ms oro a los espaoles, si bien
aada que el propio Francisco Pizarro haba indicado a Atahualpa que no man-
dase matar a Huscar.
17S
Atahualpa era, pues, fratricida y regicida, obviamente tirano, engaoso y trai-
cionero. Haba pretendido engaar a los espaoles al buscar confundir a Piza-
rra, dndole la noticia de la muerte de Huscar antes de que aquella fuese cierta.
Se haba aprovechado, de esta manera, de la natural bondad y generosidad de Pi-
zarra. Su felona resultaba evidente.
Algo tiene que ver este argumento con el utilizado despus por Las Ca-
sas y sus seguidores, relativo a la-importancia del seoro natural. Aqu Cieza,
al igual que Betanzos, mantiene una posicin limtrofe: alude a la condicin
de seor natural de Huscar, pero otorga -antes de la muerte de ste-- funda-
mento al derecho que adquieren los espaoles para hacer justicia, matando a
Athualpa y devolviendo el seoro natural a un "heredero" designado por el pro-
pio Pizarra entre los hijos del Inka Huayna Cpac. As, a la larga, se justifica-
ba el proceder de Pizarra.
Sobre quin era aquel heredero hay tambin alguna confusin inicial. Xe-
rez no indica su nombre claramente, lo confunde al denominarlo asimismo
Atabalipa (Xerez 1534: 33); el texto del Anmmo sevillano de 1534 mencio-
na que "... de la muerte des te cacique se alegr toda aquella tierra: J. no podan
creer que era mueno ... " (1534: 11), cos~ que es ampliamente contradicha por
la tradicin andina posterior, que recuerda a Atahua1pa,4 y que "El seor gouer-
nador al~ por seor de aquella tierra al hijo mayor del Cuzco viejo con condi-
cin que quedasen l y toda su gente por vasallos del emperador ... " (1~34:11).
Betanzos tena en 1550 mayores informaciones (hablaba el runasimi) y poda
afirmar que el nominado heredero era Topa Gualpa "... un hijo de Guayna C-
179
pac ... " (no indica ya "el mayor"), cuya muerte en Jauja hizo posible el ulte-
rior nombramiento de Manco Inca (Betanzos 1987: 287, 290).
180
nios-, fratricida y regicida. Haba usurpado el poder al desplazar a Huscar y
no era, en ningn caso, seor natural. As, a pesar de las mencionadas influen-
cias lascasianas en Cieza de Len, hay una coherencia progresivamente crecien-
te en las versiones revisadas, que no solo lleva a delinear el estereotipo, sino
proporciona la justificacin de la guerra, acumulando la acusacin que define
un Atahualpa violento, usurpador y tirano, que engaa a los espaoles.
7. Se ha dicho que los intrpretes andinos, reclutados por los espaoles en los viajes
previos, hicieron posible la traduccin en los distintos momentos de la invasin.
No pongo en duda que los mismos pudieron aprender un espaol coloquial, pero en
todo caso insuficiente para una traduccin fluda; vivieron entre espaoles cuyo l-
xico no poda ser particularmente sofisticado (tripulaciones de los barcos, sirvien-
tes, etc.). Resulta difcil creer que se hallaban en condiciones de traducir un lengua-
je complicado, propio de documentos jurdico-teolgicos como el requerimiento
181
los primeros autores- que escribieron en la dcada de 1530- proporcionen
cauta informacin acerca de cmo vean los andinos a los espafloles, mientras
que las ofrecen estereotipadas o superficiales sobre los habitantes de los An-
des.
Cuatro autores presentan los elementos bsicos para una versin estn-
dar del mito de Wiraqocha, ntimamente vinculado con el estereotipo indicado:
Cieza de Len (1550), Betanzos (1551), Sarmiento de Gamboa (1572) y Cris-
tbal de Molina (1575). Los dos ltimos recogieron, como los dos primeros,
su informacin en el Cuzco, pero aflos ms tarde que aquellos. Sarmiento lo
hizo en los aos del gobierno del virrey Francisco de Toledo (1569-81), quien
lo protegi y utiliz sus servicios; 8 Molina escribi una historia de los incas
en fecha previa a la indicada, la cual se ha perdido, redactando con posterioridad
un "resumen" que ha sobrevivido y en el cual se hace reiterada referencia a la
crnica perdida. Todos los otros autores que aaden datos a la versin de aque-
(Sobre este asunto vase Solano 1975, y Rivarola 1985, esp.: 14 y ss., y 1988).
De hecho, las crnicas en general presentaroo los primeros das espaoles en los
Andes en medio de un dilogo fludo entre invasores e invadidos; sin embargo, las
versiooes andinas posteriores, aceptadas originariamente como orales, proponen
lo contrario. Son conocidas las que se refieren a las fiestas de la muerte del Inka,
que conmemoran la de Atahualpa en Cajamarca; hace aos, Lata public la Tragedia
del fin de Atawallpa (1951), atribuyndola a tiempos coloniales. All se especifica
que mientras el Inka y los hombres andinos --incluyendo a los intrpretes- ha-
blan, Pizarro y Almagro solo ~ven los labios. En algn momento del dilogo, un
enviado del Inka exclama que le es imposible descifrar el lenguaje del enemigo y
entender su "atronador idioma" (Lara 1957: 131; Cf. lriarte eL al. eds. 1985; Burga
1988 ofrece nuevos datos).
182
llos cuatro, tienen sus fuentes bsicas en las anteriormente mencionadas, y en
su contexto informativo oral, aadiendo en casos informaciones locales preci-
sas.
Relat Betanzos que Atahualpa recibi "... tres mensajeros indios talla-
nes yngas de Tangarala los cuales le dijeron: habrs de saber solo seor que a
nuestro pueblo de Tangarala son llegadas unas gentes blancas y barbudas y
traen una manera de ovejas sobre las cuales vienen y caminan y son muy gran-
des mas que las nuestras muy muchos y estas gentes vienen tan vestidas que
no se les paresc;e de sus carnes sino las manos y la cara y desta la mitad della
porque la otra mitad traen cubierta con las barbas que les nacen en ellas y estas
gentes se cien ciertas ceiduras encima de sus vestidos y destas ceiduras
traen colgado cierta pieza de plata que parece a estos palos que las mujeres me-
ten en sus urdimbres para apretar lo que as tejen y el largor destas piezas que
ans traen ser de casi una braza y esto decan por las espadas y el Ynga les di-
jo y estas gentes como se llaman ellos les dijeron que no saban mas que los
llamaban ellos Viracocha cuna que dice los dioses y el Ynga les dijo: a que fin
les habis puesto nombre VirJcocha e11os le dijeron que porque antiguamente
el Conliti Viracocha que hizo las gentes ya que las hubo hecho que se haba
metido al agua por aquel mar adelante y que no haba vuelto mas segn que
sus viejos antiguos le[s] decan e haban venido ciertas gentes e tenido nuevas
que los aos pasados haban venido ciertas gentes de aquellas a Payta en un
guambo que dicen navo el cual guambo era muy grande y que se haban vuel-
183
to de all... "(Betanzos 1987: 235).10 El texto contina con una serie de des-
cripciones de lo que hacan y como vestan los espai'ioles.
10. La imagen proporcionada por el texto aswne una atribucin al otro, al andino; ste
habla en trminos europeos, y as el cronista pareciera regodearse en la afumacin
de que les pobladores andinos "los llamaban Viracocha cuna que dice los dioses.
Seal asimismo Betanzos, que las espadas fueron confundidas con piezas de made-
ra utilizadas para tejer. Resulta interesante comparar esa descripcin con la que ofre-
cer, aos ms tarde, Guaman Poma: "Corno tuvo noticia Atagualpa Inga y los se-
ores principales y capitanes y los dems indi011, de la vida de los espaoles, se es-
pantaron de que los cristianos no durmiesen, es que decan porque velaban y que co-
man plata y oro, ellos como sus caballos, y que traan ojotas de plata, decan de
los frenos y herraduras y de las armas de hierro, y de bonetes colorados, y que de
da y de noche hablaban cada uno con sus papeles --quilca- y que todos eran amor-
tajados, toda la cara cubierta de lana, y que se le pareca solo los ojos y en la cabe-
za traan unas ollitas colorado -arimanca y suriuayta- y que traan las pijas colga-
dos atrs largusimas, decan de las espadas, y que estaban vestidos todos de plata
fma, y que no tenan seor mayor que todos parecan hermanos en el traje y hablar
y conversar, comer y vestir, y una cara solo le pareci que tena seor mayor de
una cara prieta, y dientes y ojo blanco, que este solo hablaba mucho con todos;
oda esta nueva se espant el dicho inga y le dijo: qu nueva me traes, mal mensaje-
ro; as quedaron espantados con la nueva nunca oda y as mando Atahualpa Inga
que le diesen servicio de mujeres a ellos y a sus caballos; porque se riesen de la pi-
ja de los cristianos, de la espada, mand matar Atagualpa Inga a las indias que se
rieron, y tom a dar otras indias de nuevo y servicio ... " (Guaman Poma [1615]
381 [386], 1980, I: 276-277). La referencia a la pija se aclara en Covarrubias: '1a
velotilla del nio, y djose del nombre griego fans, porque es la fuente por donde
orina" (Covarrubias [1611] 1987: 870 b). Otros textos mencionan asimismo las
barbas corno lanas: "y en las mandbulas ostentan 1 barbas del todo rojas, semejan-
tes 1 a largas vedijas de lana ... " (Lara 1957: 87).
11. En un texto que no refiere al mismo mensajero, la relacin de La conquista del Per
atribuida a Cristbal Mena, seala que ". . . una jrnada antes que allegsemos al real
del Atabalipa vino de su parte un mensagero: y truxo en presente muchas ouejas co-
184
ellos y si fuesen viracocha cuna allichac que dice dioses bienhechores de las
gentes que en tal caso no se deba huir dellos y como viese el Yoga este pare-
cer de sus capitanes reportse del temor que haba tomado y dijo que se holga-
ba de que en su era y tiempo viniesen dioses a su tierra que no podan dejar de
hacer algn bien y luego los mand que los indios tallanes mensajeros se vol-
viesen y dijesen al gran Viracocha capito que l se holgaba de su venida... "
(Betanzos 1987: 255, subrayado mo).
12. Los textos recogidos por Avila hablan de Cuniraya Viracocha; cf. Taylor ed. 1987:
53 y ss, por ejemplo
185
comn explicacin, indicada ya en las crnicas, de wira como grasa. Al me-
nos, la argumentacin de Bctanzos no amparara dicha identificacin para la d-
cada de 1550, pues el relato del cronista lleva a la conclusin de que los wira-
qochas son benefactores de la gente. En otro momento, el texto de Betanzos
vuelve a hacer mencin a los espaoles como wiraqochas; estando en el Cuz-
co, o cerca de l, Cuxi Yupanqui, un enviado de Atahualpa, aseveraba que ste
deseaba hacer un nuevo Cuzco, debiendo entonces despoblarse el original y
mudarse los sobrevivientes a la regin nortea. Luego reitera:
" ... y mas os hago saber que estando el ynga en la guaca de Guamachuco
do yo part le vinieron dos tallanes de Tangarala y le trujeron nuevas co-
mo haban salido de la mar el Viracocha y otros muchos Viracochas con
el y tinense que son los viracochas antiguos que hicieron la gente y
con esta nueva holgse y como le dijeron que haban salido por aquella
parte quiere [el Inka] volverse por do vino al Quito y en el camino en-
contrarse con ellos para ver lo que mandan qu haga que es la orden que
le dan para su conservacin los capitanes como esto oyesen fueron ma-
ravillados de la tal nueva y pensando que aquello era como les deca Cu-
xi Yupanqui que eran dioses y el hacedor y que a su seor le haba de ve-
nir dellos suceso holgronse y dieron gracias al hacedor que ellos llaman
Viracocha y al sol en lugar del Ynga ... " (Betanzos 1987: 262).
"... he procurado saber que gente fuese por ver si era el Con ti ti Viraco-
cha y los viracochas que en el tiempo antiguo vinieron( ... ) y entend de-
llos que son hombres como nosotros y no hacen milagro ninguno ni ha-
cen sierras ni las allanan ni hacen gentes ni producen ros ni fuentes en
las partes donde hay necesidad de agua porque pasando por partes estri-
les desto traen agua consigo en cntaros, y calabazas y el Viracocha que
antiguo hizo el mundo haca todo lo que he dicho... " (Betanzos 1987:
264; un texto similar en Titu Cusi Yupanqui [1570] 1985: 26a).
186
En el segundo captulo de su obra, Betanzos haba incluido la descrip-
cin de la generacin de seres humanos por Wiraqocha y sus ayudantes. Solo
relata un "milagro" cuando la divinidad hizo llover fuego del cielo, el cual co-
rri por una ladera hacia donde estaban pobladores (Ibdem: 14). El nico que
derriba cerros en los mitos cuzqueos es Ayar Cachi con su honda; ste ". . . sa-
c su honda y puso en ella una piedra y tirla a un cerro alto y del golpe que
le dio derrib el cerro y hizo en l una quebrada ... " (lbidem: 18). Esta y otras
actitudes motivaron que sus "hermanos" lo encerrasen en una cueva. Mitos an-
dinos recogidos modernamente atribuyen esta facultad de derribar cerros a lnka-
rr, tambin la capacidad de producir agua.l3
13. Cf. Arguedas 1964: 228; Pease ed. 1982: 215-216, 221, 227. En diferentes contex-
tos, el Inka hace moverse las piedras a su sola orden, para que se conviertan en pa-
redes, tambin hace nacer el agua del subsuelo, y figura frecuentemente como el do-
nador del maz.
14. Cf. supra. "ESTRAGAR. Echar a perder, borrar, afear, descomponer, arruynar ... " (Co-
varrubias [1611] 1987: 568 b). la imagen de Wiraqocha es multifactica, como se
ha destacado con frecuencia (Pease 1973; Mac Cormack 1988: 981). La divinidad
ordenadora del mundo puede ser destructora, ciertamente, pero los textos de Betan-
zos buscaran precisar al imagen opuesta. Cabe discutir, por cierto, la imagen de
Wiraqocha como "sol negro", una era del sol negro precedera a un nuevo pachacu-
ti, como indica Fioravanti, quien piensa la invasin espaola como tal (1987, esp:
80-81). Ello es correcto, en principio, pero interesar ms verificar una distincin
entre la formacin o la expresin de la creencia andina y el diseo del estereotipo
en las crnicas, que no necesariamente rcflcjaa la primera.
JR7
podran relacionarse con la previa frase del Annimo sevillano de 1534, que
menciona la imagen de los espaoles como diablos (Cf. n. 11, supra). Lo in-
teresante es el mantenimiento de una dualidad visible en la informacin de Be-
tanzos: de un lado, Wiraqocha es considerado una divinidad bienhechora y, de
otro, textos como el anteriormente citado sefialan a los espaoles como "estra-
gadores" o "gentes sin seor derramadas y salteadores"; estas ltimas nociones
no se condicen con el sealamiento de los invasores como Wiracochas. Puede
aadirse una cuestin adicional: en el texto de Betanzos se prefiere dejar en am-
nos de los yungas la responsabilidad de la identificacin con Wiraqocha; los
yungas son "bestiales", cosa que recordar al lector frases de Guaman Poma
15. La afirmacin proviene de Cieza de Len ([1550] 1985: 11), aadida a la observa-
cin de Zuidema (citada por Fioravanti) de que la poblacin originaria del Cuzco
adoraba a Wiraqocha. La identificacin de Huscar con el sector Urin, afirmada en
Betanws, resulta interesante: "... y luego mand [Huscar] que nadie le tomase por
de Hanan Cuzco porque Atagualpa era de Hanan Cuzco y de la lnea de Ynga Yupan-
gue que l no quisiera ser de aquella lnea y que si della vena que l desde all deca
que no vena della sino de Hurin Cuzco porque los del pueblo de Guscar do l na-
ci eran del apellido de Hurin Cuzco que l lo era ans mismo y que de all adelante
le nombrasen de Hurin Cuzco porque l pensaba matar a Atagualpa y a todos sus
deudos y de su linaje que eran de Hanan Cuzco y hacer de nuevo el linaje de Hurin
Cuzco ... " (1987: 210, 211).
188
de Este a Oeste, siguiendo la ruta del sol y perdindose despus en el mar (Pea-
se 1986: 229-230).
16. Guaman Poma relata, por ejemplo, que Huscar envi a su "embajador", don Martn
Guaman Malqui de Ayala, a entrevistarse con el "embajador del emperador y rey de
Castilla" [Pizarro]; ambos y Almagro "se dieron paz" (1980, I: 275; Cf. 85, 118,
passim, tambin mi prlogo a Guaman Poma 1980: lxi).
189
" ... y mirar que estos -los espaoles- engaan por buenas palabras y
despues no conplen lo que dizen; que ansy como abeis visto hizieron a
my que me dixieron que heran hijos del Viracochan y me mostraron al
prin~ipio gran afablidad (sic) y mucho amor y despues hizieron conmigo
lo que bistes, sy ellos fueran hijos del Viracochan como se jataban no
ovieran hecho loquean hecho, porque el Viracha [sic: Viracocha] puede
allanar los ~erros, sacar las aguas, hazer ~erras donde no las ay, no haze
mal a naidie y estos no vemos que an hecho esto, mas antes, en lugar de
hazer bien nos an hecho mal ... " (Titu Cusi, 1985: 26)
Puede rastrearse all imgenes ce~anas. aunque resumidas, a las de Betan-
zos. Los espaoles caminan sobre pies de plata, saben leer y escribir, etc.
Ciertamente, esta descripcin no corresponde a Wiraqocha en los mitos cuzque-
os. Ello puede muy bien ser una interpretacin a la cual puede no haber sido
ajeno el fraile Marcos Garca, quien redact la Instrw;in de Titu Cusi Yupan-
qui, pero no puede dejarse de anotar aqu que versiones orales modernas recogi-
das en los Andes dirn que Atahualpa muri por no saber leer (Flores 1973:
321). La violencia de la conquista no se aprecia solamente en los hechos de la
guerra, como hicieron ver claramente los autores que estuvieron en Cajamar-
ca, sino tambin en la organizacin de una versin que diseaba la definiva in-
ferioridad de los vencidos y justificaba su derrota, supuestamente en sus pro-
pios trminos y de acuerdo a sus creencias.
Pero hay tambin otra lnea por explorar en tomo a este asunto. Los
primeros evangelizadores -en una tendencia ampliable, por cierto, a los cro-
nistas- buscaron identificar la nocin de un dios creador en los Andes (identi-
ficando "creacin" con la bblica unicamente, mientras que en los Andes la no-
cin equivalente es una ordenacin del mundo) que fuera comparable con el
Dios cristiano. Adquieren as sentido las traducciones iniciales de Dios como
Pachacama, Pachayachachi, Wiraqocha en suma. Ello podra estar relacionado
con la importancia que Cieza o Betanzos otorgaron al mito de origen cuzqueo
que presenta a Wiracocha como "hacedor", ordenador del mundo. Puede sospe-
charse que ello figurara asimismo en las primeras cartillas bilinges elabora-
das por los frailes de diversas rdenes en los momentos iniciales de la evangeli-
zacin, justamente aquellas que fueron mandadas destruir por los concilios de
Lima y reemplazadas por versiones oficiales, en quechua y aymara, de la Doc-
trina Cristiana impresa en 1584, que no traduca ya el trmino Dios, incorpo-
rndolo en cambio como un neologismo en las lenguas andinas. Algunas cro-
nistas (Cieza) fueron particularmente crticos con la identificacin de Wiraqo-
cha con un apstol de cristo, a pesar de que pronto se difundi la versin, aco-
gida por el propio Cieza, de que Wiraqocha era un dios blanco y hasta barbu-
do. Aos ms tarde, Guaman Poma dira que el Inka Wiraqocha era blanco y
barbado (Guaman Poma [1615], 107, 1980, I: 77), aadiendo que " ... adoraba
mucho al Ticze Wiracocha y dizen que quiso quemar todos los dolos y uacas
190
del reino( ... ) crea ms en Ticse Uiracocha ( ... )y crea que haba otro mundo
en otros reinos de Wiracocha, que as lo llamaron, que haba de venir a rei-
nar ... " (Ibdem). El dibujo correspondiente de Guaman Poma presenta al Inka
Wiraqocha con una barba pequea, al igual que el que corresponde a la Primer
degeneracin indios Wari Wiracocha runa primer indio deste reyno. "(Guamn
Poma [1615], 48, 1980, 1: 38). Sin embargo, el asunto de las barbas requiere
un anlisis ms amplio: figuran en el dibujo del sol en el "escudo" de los in-
cas (Ibdem 79, 1980, 1: 56).
Espaoles y andinos se vieron de manera distinta, y la fcil imagen que
los primeros proporcionaron acerca de la comunicacin con los segundos se ha-
lla nutridamente en las crnicas iniciales y posteriores. Segn ellas, desde el
desembarco en adelante, y sobre todo en Cajamarca, hubo una fluida traduc-
cin. Sin embargo, la Tragedia del fin de Atawallpa (Lara ed. 1957) presenta
una imagen andina, posterior, oral y muy distinta: los espaoles no hablan,
solo mueven los labios, su idioma es "atronador" pero incomprensible.
191
BIBUOGRAFIA
AVILA, Francisco de
Ver Taylor 1987
BURGA, Manuel
1988 Nacimiento de una utopa: muerte y resurreci6n de los In-
cas, Lima.
CABELLO BALBOA, Miguel
[1586] 1951 Miscelnea Antrtica, Edicin de Lus E. Valcrcel, Univer-
sidad de San Marcos, Lima.
CANTU, Francesca
1979 Estudio preliminar a Cieza 1979.
[1553] 1984 Cr6nica del Per. Primera parte, estudio preliminar de Fran-
klin Pease G.Y., Pontificia Universidad Catlica del Per-
Fondo Editorial, Lima.
192
[1550] 1985 Crnica del Per. Segundil parte, estudio preliminar de Fran-
cesca Cantu, Pontificia Universidad Catlica del Per-Fondo
Editorial, Lima.
[1553] 1987 Crnica del Per. Tercera parte, estudio preliminar de Fran-
cesca Cantu, Pontificia Universidad Catlica del Per-Fondo
Editorial, Lima.
ES1E1E, Miguel de
Ver Larrea 1918
LARA, Jess
1957 Tragedia del fin de Atawallpa, Imp. Universitaria, Cocha-
bamba.
193
LARREA, Carlos M.
1918 El descubrimiento y la conquista del Per. Relacin indita
de Miguel de Estete (Separata del Boletn de la Sociedad
Ecuatoriana de Estudios Histricos Americanos, 1, 3), Qui-
to.
LECHNER, J. ed.
1988 Essays on cultural identity in Latin America. Problems and
repercussions, Leiden.
MOLINA, Cristbal de
[1575] 1943 Fbulas y ritos de los incas, Los pequeos Grandes Libros
de Historia Americana, Serie 1, T. IV, Lima
194
1984 b "Cieza de Len y la tercera parte de la Crnica del Per", Re-
vista lnteramericana de Bibliografa, XXXIV, 3-4, Washing-
ton.
PORRAS BARRENECHEA, Ral
1937 Las relaciones primitivas de la conquista del Per, Les Pres-
ses Modemes, Pars.
[1962] 1986 Los cronistas del Per y otros ensayos, edicin y prlogo de
Franklin Pcase G. Y., Biblioteca Clsicos del Per, Banco
de Crdito del Per, Lima.
SOLANO, Francisco de
1975 "El intrprete: uno de los ejes de la aculturacin", en Estu-
dios sobre poltica indigenista espaola en Amrica, 1, Semi-
nario de Historia de Amrica, Universidad de Valladolid.
T AYLOR, Gerald
1980 "Supay", Amerindia, 5, Pars.
195
TITU CUSI YUPANQUI
[1570] 1985 Ynstru~in del Ynga Don Diego de Castro Titu Cusi Yupan-
gui .. ., introduccin de Luis Millones, Ediciones El Virrey,
Lima.
XEREZ, Francisco de
1534 Verdadera relacin de la conquista del Per ... , Bartholom
Prez, Sevilla.
196