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HISTORICA. Vol. XIII. N 2.

Diciembre de 1989

LA CONQUISTA ESPAOLA Y LA PERCEPCION


ANDINA DEL OTRO*

Franklin Pease G. Y.

Pontificia Universidad Catlica del Per

Recientes investigaciones han propuesto la necesidad de revisar la forma


como se vieron mutuamente espaoles y andinos. El otro es un personaje que
adquiere as nueva importancia y reflexin. Se ha hecho notar que la actitud
del europeo en general no fue abierta al percibir y ver al americano, sino que
en realidad busc reconocer en los hombres y las sociedades americanas aque-
llo que su propia historia europea le permita aceptar. Al admitir una historia
eurocntrica, cristianocntrica, nica y verdadera, los hombres americanos y
sus organizaciones sociales fueron presentadas literalmente bajo esquemas
europeos. Ello se puede apreciar desde los escritos de Cristbal Coln y, cierta-
mente, en la experiencia espaola en las Antillas y Mxico.

No detallar aqu las distintas percepciones del otro a lo largo del proce-
so de ocupacin espaola de Amrica. Me limitar a los Andes centrales, pero
debo recordar la continuidad de los criterios y las confrontaciones. No es una
novedad afirmar que los europeos utilizaron sus preconccptos para ver y reco-
nocer a los americanos, fueron trasladando, adems, categoras y estereotipos
desde las Antillas a Mxico y desde ste a los Andes. Es sabido que as mismo
ocurri con las palabras, y tanto las crnicas como los documentos admi-

* Presentado al Simposio; "Violence and Rcsistance in the Americas. The Legacy of


Conquesl Smithsonian lnstitution-University of Maryland, Washington, mayo de
1989

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nistrativos coloniales tempranos registran la presencia de voces nahuatl y aun
tanas en los Andes. Ellas sirvieron para que los espafioles fueran identificando
-en realidad reconociendo- nuevas situaciones y cosas (tinguez, cacique, ca-
noa, caribe, maz, etc.).

El caso del Inka es interesante. Era natural que el mismo fuera identifica-
do como un rey, que adquira su poder por un mandato divino originario, aun-
que fuera idoltrico, que lo transmita a travs de canales de herencia patrilineal
y legtima, que tena -en consecuencia- derecho a percibir un tributo, que
acrecentaba su poder mediante conquistas y gobernaba a base de un criterio pa-
trimonialista. Del Inka, como del rey, dependan -a juicio de los cronistas-
los nombramientos de las autoridades, la utilizacin de las riquezas producidas,
y hasta los ms nimios derechos de sus sbditos, como el matrimonio o la
asignacin de las tierras de cultivo. Ciertamente, la imagen del Inka inclua su
condicin idoltrica, vinculada a la nocin cristiana del demonio, lo cual apo-
yaba su terrena condicin de "Ilegtimo" y "tirano".

Interesa aqu precisar un mbito de la violencia. La afirmacin normal


es que ella se materializa en los actos blicos, los latrocinios o las exacciones.
pero en realidad muchos de los relatos que sobre ello se escribieron pueden ins-
cribirse en una imagen distinta, si bien concurrente: los hroes --que conquis-
tan- deben ser fuertes, dominadores, y ello se evidencia en una decisin bli-
ca, en consecuencia violenta; el rancheo (= robo) posterior, y el uso de los
vencidos como fuerza de trabajo son consecuencias. Si bien es cierto que los
relatos de los cronistas hablaban inicialmente de una violencia justiciera, ello
se basa en que los actos de los vencidos son los que en realidad originaron -a
su juicio- la propia violencia de la conquista, pues los textos asumen que
los conquistadores tienen ideales elevados -la cristianizacin, la incorpora-
cin de los americanos en la civilizacin (en la historia)- y que su idea origi-
nal no era la guerra; en cambio, los vencidos traicionaban las buenas intencio-
nes de los recin llegados, dando as origen a la justa represin. Interesa preci-
sar, entonces, algunos de los estereotipos que sirvieron como justificacin de
la conquista; tratar aqu de los andinos traicioneros (especficamente del Inka
como tal) y de la identificacin de los espafioles como dioses.

Los europeos del siglo XVI no consideraban aisladamente la violencia.


La entendan, en cambio, como una consecuencia inevitable o natural, pero no
siempre censurable, de la guerra o la conquista sustentadas en una causa justa.
Ello no se aplicaba nicamente a los conflictos entre europeos -amparados
por un derecho a veces sobrenatural, pero siempre tico-, sino tambin a las
conquistas, en tanto ellas permitan incorporar a la historia de la salvacin a
otros hombres, y salvarlos en consecuencia. Ello, aunque parezca muy con-

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temporneo, es consecuencia de una visin unilineal de la historia. Estas y
otras consideraciones similares pueden originar una interpretacin discutible
de la violencia de la conquista, entendindola como un hecho independiente del
proceder normal de los hombres (la normalidad tiene caractersticas distintas
en cada momento), y no como una consecuencia de los mismos acontecimien-
tos y decisiones humanas. Ciertamente, esto facilitara no una explicacin his-
trica de la violencia, sino la explicacin de la historia a partir de la violencia
misma. Lo ltimo se basa, por cierto, en consideraciones morales que bien
pueden ser hoy distintas a las empleadas en el siglo XVI, y tambin -espec-
ficamente- en visiones estereotipadas del pasado.l Es sabido que una explica-
cin histrica basada -originada- en consideraciones morales -(;ualesquiera
que sean- lleva antes a una justificacin que a una explicacin histrica

Las crnicas, o las historias escritas generalmente por espaoles del si-
glo XVI sobre la regin andina, explicaron a los hombres andinos a partir de u-
na historia entendida como ya hecha, y ticamente aceptada. Ni siquiera auto-
res normalmente considerados como contestatarios -(;Omo Las Casas-- esca-
paran a esta consideracin. Por ello interesa analizar los estereotipos que ayu-
daron a justificar la conquista. Se aaden a las explicaciones ticas preexisten-
tes, e incidieron en un retrato del otro -del enemigo o del vencido--, conver-
tido en tal por la "marcha de la historia".

Los andinos traicioneros

En trminos generales, las crnicas anuncian la traicin de los nativos,


que reciben a los europeos en son de paz y, posteriormente, no solo los repu-
dian, sino que inician una guerra contra ellos. Un buen ejemplo para ver co-
mo se dise el estereotipo se encuentra en la propia forma como ls cronis-
tas retrataron al Inka Atahualpa

l. Considero 1ma visin estereotipada del pasado aquella originada en la aceptacin de


una versin estndar propia, segn la cual los hombres que se inscriben en ella
(dentro de ella) se asmnen a s mismos como nico producto de ella. La misma ver-
sin exige, sin embargo, la caracterizacin de otros hombres que pertenecen a
otras culturas y a otras historias (o a otras explicaciones del pasado), no asmnidas
por la primera por desconocimiento o rechazo. A fm de cuentas, ello es etnocentris-
mo. No solo es vlido esto para culturas defmitivamente distintas --i.e. las ameri-
canas o las asiticas-; la concepcin del otro incluye al enemigo (tradicional u
ocasional), y en tal sentido es vlida y recproca entre espaoles e ingleses por
ejemplo, caracterizados mediante estereotipos en sus respectivas versiones estn-
dar. La manera ms fcil de definir la identidad es frente a otro.

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Lleg Pizarro a los Andes en el momento en que se llevaba a cabo una
sucesin del poder. Haba muerto el Inka Huayna Cpac y se realizaba el com-
plejo ritual que culminaba en la designacin del Inka. Los espaoles identifica-
ron la situacin como una guerra dinstica, donde los aspirantes al poder lucha-
ban entre s. No pudieron verla como una guerra ritual. Identificaron a los pro-
tagonistas como hijos del Inka fallecido, dotaron a uno de ellos (Huscar) con
las condiciones propias de la legitimidad, y al otro (Atahualpa) con las de la
bastarda. Ello permiti a los espaoles sustentar la justicia de la ejecucin de
Atahualpa: ste haba intentado una rebelin contra los espaoles, buscando
su destruccin, y se aunaba a ello que Atahualpa haba mandado matar a su her-
mano Huscar. A la acusacin de rebelin se aada la de usurpacin, regicidio
y fratricidio. Atahualpa resultaba, as, fcilmente condenable.
La versin que acus a Atahualpa de regicidio y fratricidio aparece en la
crnica atribuida a Cristbal de Mena y tambin en un texto cuya paternidad
se discute asimismo, si bien se ha sealado a Miguel de Estete como posible
autor. Cualesquiera que fueran los autores, ambos fueron testigos de los acon-
tecimientos de Cajamarca. La crnica atribuida a Mena se imprimi en Sevilla
en 1534; el otro texto no tiene fecha precisa de redaccin y fue publicado muy
tardamente. 2 En cambio,la acusacin indicada no aparece claramente en la er-

2. Tanto el texto atribuido a Mena como la Verdadera relacin de Xerez, fueron impre-
sos en Sevilla en 1534, apenas llegados sus autores a esa ciudad, de retomo del Pe-
n. la primera fue editada como annima; Ral Porras la atribuy al capitn Crist-
bal de Mena (Porras pres!!llt su trabajo al XXVI Congreso Internacional de Ameri-
canistas de Sevilla [1935], solo se imprimieron sus actas en 1948; Cf. Porras
1986: 601 y ss., tambin Porras 1937). Otros autores, como Vedia, haban pensa-
do que su autor podra haber sido el propio Xerez. John H. Rowe ha revisado recien-
temente la cuestin del autor del annimo sevillano de 1534; llega a la conclusin
de que Mena no pudo ser quien lo escribiera (comunicacin personal).

La versin de Xerez fue considerada una respuesta a los ataques del annimo de
1534 a Pizarro; Xerez fue secretario de ste y su crnica se entendi como una ar-
diante defensa de su jefe. Esta oposicin merece mayor estudio.

Miguel de Estete fue soldado en Cajamarca; Xerez incluy en su obra el texto que es-
cribiera sobre el viaje que realizara Hemando Pizarro a Pachacama. Al conocerse
modernamente el texto de la Noticia del Per, fue atribuida a Estete, especialmente a
partir de las afirmaciones de Jimnez de la Espada (1879: ix); previamente haba
sido empleada como annima por Prescott. Al imprimirla, Carlos M. Larrea sigui
los criterios de Jimnez de la Espada (Larrea ed. 1918). Hubo otros llamados igual-
mente Miguel de Estete entre los espaoles iniciales del Pen; Larrea lo haba su-
puesto (1918: 8), pero Porras increment la informacin. Este ltimo difiere de La-

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nica de Francisco de Xerez, impresa asimismo en Sevilla en 1534. Este tan so-
lo indica que "Entre muchos mensageros que venaR a Atabaliba le vino uno
de los que traa preso a su hermano a dezille que quando sus capitanes supieron
su prisin auan ya muerto al Cuzco [nombre que los primeros cronistas da-
ban a Huscar]" (Xerez 1534: 22b). Unas pginas antes, Atahualpa haba di-
cho a Pizarro que entregara a su hermano a los espaoles (Xerez 1534: 21b).

La relacin atribuida a Mena propone, en cambio, una versin distinta:


" ... supimos como este cacique aua prendido a otro seor que se deza el Cuz-
co que era mayor seor que l: ste era su hermano de padre y no de madre y el
mesmo Cuzco que vena preso supo como los christianos hauan prendido a
su hermano: y dixo si yo viesse a los christianos yo sera seor porque tengo
gran deseo de verlos: y yo s que vienen en busca ma: y que Atahualpa les

rrea en la identificacin de Estete posterior-nerite a los hechos de Cajamarca y su


vuelta a Espaa; afirm que el autor de la Noticia del Per permaneci en la penn-
sula y no regres al Per, al menos hasta 1550, figurando corno testigo en diver-
sos expedientes judiciales y probanzas de mritos y servicios entre 1535 y 1550
(Porras [1947] 1986: 597-598).

Nprmalmente se ha considerado que la fecha de redaccin de la Noticia del Per era


cercana a la de las obras de Hemando Pizarro, Mena o Xerez; pero la Noticia inclu-
ye ciertas informaciones que hacen poco menos que improbable que sea tan tempra-
na, y que responden a otro tipo de informacin; por ejemplo, la Noticia es el ni-
co de los textos mencionados que indica el nombre de Huscar sin vacilacin algu
na, mientras que los otors hablaron del "cacique", del "seor", o del "Cuzco" (el
Cuzco viejo era Huayna Cpac). El nico nominado en estos es Atahualpa. Adems,
la Noticia inaugura asimismo el trmino y la categora del /nga: "Inga, que quiere
decir rey" (1918: 34), tampoco usado por los otros. autores de la dcada de 1530.

Es cierto que se menciona un hecho adicional, el texto de la Historia de Gonzalo


Femndez de Oviedo incluy las declaraciones de Diego de Molina, quien se hall
en Santo Domingo, de retomo de los Andes, al tiempo que Hemando Pizarro. Apar
te que el mismo texto de Molina no se halla en las ediciones iniciales de la obra de
Oviedo, debe considerarse que se trata de un resumen realizado por ste de un relato
que escuch de boca de Molina. En la edicin de 1851-55 y en la de 1959 de la His-
toria de Oviedo, el texto atribuido a Molina no se encuentra entrecomillado como
el de la Carta de Hemando Pizarro (este asunto es provisorio, mientras no pueda re-
visar los manuscritos correspondientes, Cf. Oviedo 1959, V: 84-93). El testimonio
de Molina indica en la revisin de Oviedo, Guaseara, el mismo trmino e idntica
grafa (con a final) que la tercera parte de la Crnica del Per de Cieza de Len
(t;;itado infra); en el lugar donde se menciona por primera vez a Guaseara, Oviedo
escribe: "no quiero perder el tiempo, ni dejar de escribir lo que dems o al dicho
Molina" (1959, V: 91), Posiblemente Oviedo pudo recomponer el testimonio de
Molina con otros posteriores. Frases ulteriores de Oviedo reforzaran la hiptesis
de una versin oral de Molina.

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prometi vn boho de oro que yo tena para darles: mas yo les dara quatro bo-
hos y ellos no me mataran como ste [Atahualpa] pienso que me ha de ma-
tar: Luego que Atabalipa supo lo que su hennano el Cuzco aua dicho tuuo
gran temor que sabiendo esto los christianos luego lo mataran y alr;aran por
seor al Cuzco su hermano: y mand que lo matassen prestamente: y ass lo
mataron que no aprouech el mucho temor que el gouemador puso al Atabali-
pa quando supo [Pizarra] que vn capitan suyo [de Atahualpa] lo tena dxole [a
Atahualpa] que no lo mandasse matar: sino que lo hiziesse traer all donde es-
tauan ... " (Annimo [1534] 1929: 6-7). Mas adelante, la versin de la ejecu-
cin de Atahua1pa, del mismo autor, menciona someramente que llegaron a
Cajamarca otros hermanos de Atahualpa " ... muy escondidos por miedo de su
hermano ... ". Inmediatamente viene el texto que remite, al igual que en la Ver-
dadera relacin de Xerez, a la organizacin de un ejrcito para derrotar a los es-
paoles.

El texto del presunto Estete afirm que Pizarra haba dicho a Atahualpa
que saba como " ... su hermano vena preso y haba sido desbaratado por su
gente [la de Atahualpa]; y que le haban dicho que l [Atahualpa] haba manda-
do a mandar que dondequiera que le topasen en el camino, le matasen; que en
ninguna manera l tal hiciese; porque de aquellas cosas Dios Nuestro Seor
era descrvido y que tambin lo sera el Emperador, que venido l [Huscar] ha-
bra informacin de entrambos; cuyo fuese el seoro de la tierra, y les admi-
nistrara justicia y se daran de paz y concordia entre ellos: lo cual le debi de
hacer mal sabor [a Atahualpa]; porque luego, de all a pocos das vino nueva
que su hermano era muerto y l se disculp con decir que l no lo haba manda-
do y que los que le tenan a cargo lo haban hecho de suyo ... " (Noticia del Pe-
r, 1918: 26). Es interesante no solo la declaracin de la conducta de Atahual-
pa, ms cercana a la descripcin de la relacin atribuida a Mena, si bien algo
ms precisa, pero tambin lo es el hecho de que el autor de la Noticia del Per
haya conocido el nombre de Huscar (Noticia, 1918: 26), dato desconocido y
nunca mencionado por los otros cronistas que estuvieron en Cajamarca (el
autor de la Relacin de 1534 atribuida a Mena, Xerez, Hemando Pizarro). Esta
podra ser una razn para considerar la redaccin del texto atribuido a Estete co-
mo posterior; ni siquiera un cronista que sirvi como secretara de Pizarro con
posterioridad al viaje de Xerez a Espaa (Pedro Sancho), y que lleg con Piza-
rro al Cuzco, menciona el nombre de Huscar, dudando incluso sobre el de
Huayna Cpac (Vid. Sancho [1534] 1962).
La calificacin de la conducta de Atahualpa como falsa y traicionera se
basaba, en la generalidad de los textos aludidos, en la conformacin de un ejr-
cito para luchar con los espaoles; como deba aadirse la crueldad -ms visi-
ble en el otro-, el autor de la Noticia del Per dir en su relato que Pizarro y

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el Padre Valverde reprendan a Atahualpa por haber mandado matar a Huscar,
precisando que "... era cosa que ordinariamente l [Atahualpa] acostumbraba a
hacer en sus hermanos, dbasele poco de ninguna represin; porque a lo que l
que a lo que l mismo dijo, l haba muerto otros muchos de ellos que haban
seguido la parcialidad de su hermano; y uno, dicen, que vindole [vinindo-
le?] con embajada de su hermano, le hizo quitar el cuero vivo delante de l, y
con la cabeza del hermano guarnecida de oro, beba; sta se tom el da de su
desbarate ... " (Noticia 1918: 26).

Solo aos ms tarde tomara cuerpo la versin completa, cuando los cro-
nistas pudieron disponer de mejores informaciones. La omisin del asunto de
la ejecucin de Huscar en la Verdadera relacin de Francisco de Xerez deviene
interesante, toda vez que se afmna con frecuencia reiterada que su crnica es la
indudable defensa de Pizarro frente a las acusaciones del Annimo sevillano
atribuido a Mena (Porras). Pero el tema adquirir nueva dimensin en autores
posteriores, que escriben y'hasta editan sus escritos en la dcada de 1550; es el
caso de Pedro de Cieza de Len y de Juan de Betanzos. Las obras de ambos
han sido completadas recientemente, y solo ahora puede disponerse de sus in-
formaciones completas acerca de los acontecimientos de Cajamarca.3 Juntando
ambas con la Historia del descubrimiento y conquista del Per del contador
Agustn de Zrate, quien edit su obra en 1555, puede ampliarse notoriamente
la discusin, al disponerse de un relato mucho ms elaborado que disefia mejor
el estereotipo.

La tercera parte de la Crnica del Per de Cieza de Len configura, jun-


to con la tambin nueva versin completa y de la Suma y narracin de los in-
cas de Juan de Betanzos, una elaboracin posterior y mucho ms amplia que la
proporcionada por los ronistas iniciales. Ratifican ambos las crueldades que
los generales y partidarios de Atahualpa hicieron en el Cuzco por su orden.
Cieza llega a afirmar que Atahualpa "... us de gran crueldad y desafueros ... "
(Cieza 1987, III: 113 ); aadir que los que llevaban presentes a Huscar a Caja-
marca determinaron" ... ser leales [a] Atabalipa y traydores a l [Huscar] ... "
(Ibdem: 143). Ms adelante precisa que se hizo saber a Atahualpa, preso en
Cajamarca, que Huscar se hallaba cerca de aquella ciudad, y sus captores desea-
ban saber qu ordenaba Atahualpa "... porque Guaseara (sic) mostrava en estre-

3. El reciente descubrimiento de nuevos manuscritos correspondientes a la segunda y


tercera partes de la Crnica del Per de Cieza de Len, hallados en la Biblioteca Va-
ticana por Francesca Cantil, y la aparicin en Espaa de un texto completo de la Su-
ma y narracin de los incas de Juan de Betanzos, son acontecimientos importantes
para la historia andina. Cantil ha editado los textos de Cieza (Cf. Cieza 1979, 1985
y 1987); el texto de Betanzos fue editado por Martn Rubio (1987).

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mo grado desear verse en poder de los cristianos, sus enemigos [de Atalmal-
pa]. Este mensajero habl -llegado que fue--largo con Atabalipa destas co-
sas, el qual [Atahualpa], como hera tan prudente y maoso, parecile que no
le convena que su hermano viniese ni pareciese delante de los cristianos, por-
que lo tenan en mas que no a l por ser el seor natural; mas no se atreva a
mandarle matar por miedo de Pi~arro que muchas veces le aba preguntado por
l. E por cono~er si le pesaba [a Pizarro] con su muerte o si le contrea que
le mandase traer bivo, fingi estar con gran pa~in y dolor, tanto que Pi~arro
lo supo y vino a con~olarlo, preguntndole que por qu tena aquella congoja.
Atabalipa.fingiendo tenerla ms, le dijo que supiese que aua, en el tiempo que
lleg a Caxamalca con los cristianos, guerra travada entre su hermano Guscar
y l; y que avindose dado muchas vatallas entre unos y otros, quedndose l
en Caxamalca, aua cometido el neg~io de la guerra a sus capitanes, los quale
sauan preso a Guscar, a quien trayan adonde l estava sin le aver tocado en
su persona, y que viniendo con l le auan en el camino muerto, segund lo
ava tenido por nueva, que hera la causa de estar con tanto enojo ... " (Cieza
1987, III; 144). Betanzo~ resumir la versin, sin abundar en tanto detalle co-
mo Cieza, pero afirma ms claramente la responsabilidad moral de Atahualpa,
porque a ste " ... le pares~a que si llegaba vivo all el Guscar a Caxamalca y
lo viesen aquellos Viracochas que como el Guscar le viese preso a l que dira
a los Viracochas que les dara mucha ms cantidad de oro que l y que ans le
haran seor a l [Huscar] y que le mataran [a Atahualpa] ... " (Betanzos
1987: 280).

Hay una relacin directa entre esta ltima afmnacin de Betanzos y la an-
teriormente citada del Annimo sevillano atribuido a Mena. El autor del mis-
mo haba puesto en boca de Huscar que dara ms oro a los espaoles, si bien
aada que el propio Francisco Pizarro haba indicado a Atahualpa que no man-
dase matar a Huscar.

As se va acentuando, desde las versiones de 1534, el texto .atribuido a


Mena, el segundo y posterior de la Noticia del Per y, finalmente, en las cr-
nicas de Cieza y Betanzos. la imagen de un Atahualpa mentiroso. que finga es-
tados de nimo para mejor conseguir inducir a pizarra a actuar como le conve-
na. La condena moral por la muerte de Huscar se anuncia. Se nota as la pre-
cisin progresiva del estereotipo del engaoso y traidor Atahualpa, y su cruel-
dad apareca convenientemente delineada. Ya~ haba indicado la condicin tir-
nica de Atahualpa, pero ahora apareca ms claramente en los relatos de Cieza
y Betanos la astucia maligna y traicionera del lnka, as como tambin se pro-
pona el argumento de que siendo Huscar Seor natural (Cieza), y habiendo
hallado la muerte por orden de Atahualpa, desapareca toda posible aspiracin
del propio Atahualpa a dicho sei'oro natural que Huscar habra encarnado.

17S
Atahualpa era, pues, fratricida y regicida, obviamente tirano, engaoso y trai-
cionero. Haba pretendido engaar a los espaoles al buscar confundir a Piza-
rra, dndole la noticia de la muerte de Huscar antes de que aquella fuese cierta.
Se haba aprovechado, de esta manera, de la natural bondad y generosidad de Pi-
zarra. Su felona resultaba evidente.
Algo tiene que ver este argumento con el utilizado despus por Las Ca-
sas y sus seguidores, relativo a la-importancia del seoro natural. Aqu Cieza,
al igual que Betanzos, mantiene una posicin limtrofe: alude a la condicin
de seor natural de Huscar, pero otorga -antes de la muerte de ste-- funda-
mento al derecho que adquieren los espaoles para hacer justicia, matando a
Athualpa y devolviendo el seoro natural a un "heredero" designado por el pro-
pio Pizarra entre los hijos del Inka Huayna Cpac. As, a la larga, se justifica-
ba el proceder de Pizarra.
Sobre quin era aquel heredero hay tambin alguna confusin inicial. Xe-
rez no indica su nombre claramente, lo confunde al denominarlo asimismo
Atabalipa (Xerez 1534: 33); el texto del Anmmo sevillano de 1534 mencio-
na que "... de la muerte des te cacique se alegr toda aquella tierra: J. no podan
creer que era mueno ... " (1534: 11), cos~ que es ampliamente contradicha por
la tradicin andina posterior, que recuerda a Atahua1pa,4 y que "El seor gouer-
nador al~ por seor de aquella tierra al hijo mayor del Cuzco viejo con condi-
cin que quedasen l y toda su gente por vasallos del emperador ... " (1~34:11).
Betanzos tena en 1550 mayores informaciones (hablaba el runasimi) y poda
afirmar que el nominado heredero era Topa Gualpa "... un hijo de Guayna C-

4. La versin andina puede rastrearse en textos recogidos y publicados en aos recien-


tes. El ms importante ha sido durante mucho tiempo La tragedia del fin de Atawa/l.
pa, editado por Lara (1957), del mismo hay versiones distintas (Cf. Meneses), y
otros textos afmes (Iriarte el al. eds. 1985, por ejemplo; nuevas informaciones en
Burga 1987). Las versiones del mito de lnkarr recuerdan a Atahualpa, vase Argue-
das 1964: 228, que distingue la generacin anterior de la posterior a Atahualpa; to-
das las otras versiones conocidas lo mencionan.

Puede anotarse tambin que el prestigio de Atahualpa se mantuvo en la poblacin


andina colonial como puede verse en otros textos conocidos; a pesar de sealar su
"ilegitimidad", Guaman Poma lo seala como lnka ([1615] 1980, I: 275, 276,
277, el passim ). Son conocidos los cuadros como el de la '"Degollacin de Don
Juan Atahuallpa en Cajamarca" (Musco de la Universidad del Cuzco). Entre los apre-
sados a raz de movimientos subversivos del siglo XVII aparece registrado un Juan
Atahualpa (Pease 1982). En los tiempos de la sublevacin acaudillada por Juan San-
tos Atahualpa en la regin oriental de los Andes, decase en el Cuzco que el Inka
Atahualpa reinaba en los Andes de Jauja, mientras que su hermano Huscar lo haca
en el Paititi (Esquive! y NavCa 1980, II: 2277-278).

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pac ... " (no indica ya "el mayor"), cuya muerte en Jauja hizo posible el ulte-
rior nombramiento de Manco Inca (Betanzos 1987: 287, 290).

La versin de la condenable actitud de Atahualpa quedaba as delimitada


en forma definitiva y no sorprende que un autor que recogi sus informaciones
antes de la derrota de Gonzalo Pizarra, como Zrate, incluyera en su historia
un relato asimismo amplio y detallado. Si bien Zrate public solo en 1555,
despus de la muerte de Cieza de Len en Sevilla (1554, Cf. Maticorena
1955) y de la fmalizacin posible de la obra de Betanzos (1551), no puede su-
ponerse que pudo leerlas, pues es sabido que la Suma y narracin de Betanzos
no circul en Espaa, aun manuscrita, y puede dudarse que un Zrate en dificul-
tades, o aun preso, estuviera en condiciones de acceder al manuscrito de la ter-
cera parte de la obra de Cieza de Len, que tuvo otros lectores en la Espaa de
aquellos tiempos.5 Sin embargo, la lnea general de la argumentacin es la
misma: se defme un Atahualpa astuto y engaador. En cambio, incorpora una
nueva alusin del asunto del seoro natural: antes de morir, Huscar dice en
el texto de Zrate: "Yo he sido poco tiempo seor de la tierra, y menos lo ser
mi hermano, por cuyo mandado muero, siendo yo su natural seor ... " (Zrate
1944: 64 ). Ello permite a Zrate adelantar que la gente andina crey que Hus-
car era-hijo del sol por haber sido capaz de profetizar la muerte ulterior de Ata-
hualpa.6 -

Cada uno de los relatos va confirmando el estereotipo que defini la ver-


sin estndar espaola. Atahualpa era astuto, feln, cruel asesino -hasta de

5. Los manuscritos de Cieza de Len pasaron de mano en mano entre funcionarios y


cronsitas oficiales espaoles, despus de la muerte del cronista en 1554. Finalmen-
te, Antonio de Herrera los copi a mansalva e incorpor en su obra conocida buena
parte del tercer volumen de la Crnica del Per; vase Senz de Santa Maa 1976,
Cantil 1979, 1987, Pease 1984 a y b.

6. La atribucin es, cuando menos, un error notorio de Zrate. Se basa en la nocin


ya establecida en los momentos en que aquel escriba, que precisaba al Inka como
hijo del sol, aadindose las aptitudes profticas. Zrate se embarc para Panam
en 1545, diez aos antes de la edicin de su His1oria. Porras pensaba que en su po-
ca de desgracia y probable prisin escribi su obra, utilizando borradores que haba
llevado del Per. En 1554 acompa a Felipe ll a Inglaterra, y ste le orden publi-
car su Hisloria (Porras [1962] 1986: 217-218~ Hacia el inicio de la segunda mitad
de la dcada de 1540 se hallaba clarificada, entonces, la idea de la legitimidad de
Huscar, propuesta ya en alguno de los autores de Cajamarca. Se conoca ya la con-
dicin del Inka como "hijo del sol", y ello permiti a Zrate reafirmarlo en el ca-
so de Huscar. Se requiere estudiar mejor los augurios y otras predicciones entre las
poblaciones andinas y compararlos tambin con los vigentes entre los propios es-
paoles. En el caso de la poblacin andina ello tiene que ver con una nocin distin-
ta del futuro en una concepcin cclica del tiempo, donde aquel tiene que ser prefigu-
rado.

180
nios-, fratricida y regicida. Haba usurpado el poder al desplazar a Huscar y
no era, en ningn caso, seor natural. As, a pesar de las mencionadas influen-
cias lascasianas en Cieza de Len, hay una coherencia progresivamente crecien-
te en las versiones revisadas, que no solo lleva a delinear el estereotipo, sino
proporciona la justificacin de la guerra, acumulando la acusacin que define
un Atahualpa violento, usurpador y tirano, que engaa a los espaoles.

De esta forma, se cumplen en el lnka las acusaciones que se haban he-


cho recaer desde las primeras versiones de los cronistas sobre la gente andina
-antes, sobre otros americanos-. Su condicin natural era traicionera. Desde
los primeros relatos de los contactos con los andinos, los espaoles haban si-
do vctimas de la traicin. As haba ocurrido, por ejemplo, en la isla de la Pu-
n, antes del ingreso de los espaoles a la tierra firme de los Andes. Sus habi-
tantes tramaron una traicin para eliminar a los espaoles; estos haban sido
recibidos " ... con mucha alegra y buen recebimiento ass de mantenimientos
que les sacaron al camino como de duersos instrumentos msicos que los na-
turales tienen para su recreacin ... " (Xerez 1534: 4)., Sin embargo de ello hu-
bo una posterior traicin "... que el cacique tena hecha junta de toda la gente
de guerra y que aua muchos das que no entenda en otra cosa sino en hazer ar-
mas ... " para luchar con los espaoles (lbidem: 4). Ello justific la guerra. Se
ha hecho notar que esta forma de sealar la buena acogida inicial y ulterior trai-
cin es un estereotipo rastreable desde los escritos colombinos (por ejemplo,
Todorov 1982). Se generaliz desde las Antillas a los Andes, pasando, natural-
mente, por Mxico.

Los espaoles como dioses.

Un segundo estereotipo es, sin duda, la versin de que la gente andina


identific a los espaoles como dioses que retomaban a la tierra. Se ha hecho
comn comparar las versiones registradas en Mxico con las de los Andes, si
bien no se ha precisado la ruta de la informacin. He afirmado que los prime-
ros cronistas no parecen haberse hallado en condiciones de disponer de informa-
ciones suficientes acerca de la gente andina, ello es importante cuando se trata
de analizar informaciones de esta naturaleza.? A ello se debe tambin que

7. Se ha dicho que los intrpretes andinos, reclutados por los espaoles en los viajes
previos, hicieron posible la traduccin en los distintos momentos de la invasin.
No pongo en duda que los mismos pudieron aprender un espaol coloquial, pero en
todo caso insuficiente para una traduccin fluda; vivieron entre espaoles cuyo l-
xico no poda ser particularmente sofisticado (tripulaciones de los barcos, sirvien-
tes, etc.). Resulta difcil creer que se hallaban en condiciones de traducir un lengua-
je complicado, propio de documentos jurdico-teolgicos como el requerimiento

181
los primeros autores- que escribieron en la dcada de 1530- proporcionen
cauta informacin acerca de cmo vean los andinos a los espafloles, mientras
que las ofrecen estereotipadas o superficiales sobre los habitantes de los An-
des.

La versin estandarizada afmna que-los hombres andinos confundieron a


los espaoles con Wiraqocha y sus ayudantes, hijos o acompaflantes, que retor-
naban al mundo desde el mar. La sugerencia se encuentra ms clara en los cro-
nistas que escribieron cerca del inicio de la dcada de 1550 (Betanzos, Cieza de
Len), y ntase generalizada en la primera parte del siglo XVII, como para in-
gresar, con una argumentacin ms compleja, en la Nueva Cor6nica de Felipe
Guaman Poma de Ayala.

Cuatro autores presentan los elementos bsicos para una versin estn-
dar del mito de Wiraqocha, ntimamente vinculado con el estereotipo indicado:
Cieza de Len (1550), Betanzos (1551), Sarmiento de Gamboa (1572) y Cris-
tbal de Molina (1575). Los dos ltimos recogieron, como los dos primeros,
su informacin en el Cuzco, pero aflos ms tarde que aquellos. Sarmiento lo
hizo en los aos del gobierno del virrey Francisco de Toledo (1569-81), quien
lo protegi y utiliz sus servicios; 8 Molina escribi una historia de los incas
en fecha previa a la indicada, la cual se ha perdido, redactando con posterioridad
un "resumen" que ha sobrevivido y en el cual se hace reiterada referencia a la
crnica perdida. Todos los otros autores que aaden datos a la versin de aque-

(Sobre este asunto vase Solano 1975, y Rivarola 1985, esp.: 14 y ss., y 1988).
De hecho, las crnicas en general presentaroo los primeros das espaoles en los
Andes en medio de un dilogo fludo entre invasores e invadidos; sin embargo, las
versiooes andinas posteriores, aceptadas originariamente como orales, proponen
lo contrario. Son conocidas las que se refieren a las fiestas de la muerte del Inka,
que conmemoran la de Atahualpa en Cajamarca; hace aos, Lata public la Tragedia
del fin de Atawallpa (1951), atribuyndola a tiempos coloniales. All se especifica
que mientras el Inka y los hombres andinos --incluyendo a los intrpretes- ha-
blan, Pizarro y Almagro solo ~ven los labios. En algn momento del dilogo, un
enviado del Inka exclama que le es imposible descifrar el lenguaje del enemigo y
entender su "atronador idioma" (Lara 1957: 131; Cf. lriarte eL al. eds. 1985; Burga
1988 ofrece nuevos datos).

8. Sarmiento de Gamboa tuvo una vida azarosa. Cosmgrafo y navegante, inquisito-


rialmente persegudido a causa de brujeras, trabaj bajo las rdenes del virrey Tole-
do en una encuesta realizada entre la lite cuzquea; particip tambin en la expedi-
cin que descubri las islas Salomn y, fmalmente, intent una colonizacin y for-
tificacin del estrecho de Magallanes. En 1572, en tiempos toledanos, finaliz la
segunda parte (nica conocida) de su Historia general llamada Indica.

182
llos cuatro, tienen sus fuentes bsicas en las anteriormente mencionadas, y en
su contexto informativo oral, aadiendo en casos informaciones locales preci-
sas.

Las informaciones cuzqueas de Cieza, Betanzos, Sarmiento y Malina


han sido consideradas frecuentemente como ms cercanas a la tradicin oral.
No todas lo fueron, s bien podran predominar stas en el caso de Betanzos,
casado con mujer andina y conocedor del runasimi. Recientemente se ha cono-
cido una probanza escrita por los descendientes de Tupa Inca Yupanqui, donde
se hace un detallado recuento de las conquistas de este gobernante cuzqueo.
Al publicarla, Rowe ha hecho notar que los datos que contiene bien pudieron
ser empleados por autores como Sarmiento de Gamboa o el P. Miguel Cabe-
llo Balboa.9 La existencia de este tipo de documentos abre una lnea fundamen-
tal de investigacin, pues puede esperarse hallar textos similares de gran im-
portancia.

Relat Betanzos que Atahualpa recibi "... tres mensajeros indios talla-
nes yngas de Tangarala los cuales le dijeron: habrs de saber solo seor que a
nuestro pueblo de Tangarala son llegadas unas gentes blancas y barbudas y
traen una manera de ovejas sobre las cuales vienen y caminan y son muy gran-
des mas que las nuestras muy muchos y estas gentes vienen tan vestidas que
no se les paresc;e de sus carnes sino las manos y la cara y desta la mitad della
porque la otra mitad traen cubierta con las barbas que les nacen en ellas y estas
gentes se cien ciertas ceiduras encima de sus vestidos y destas ceiduras
traen colgado cierta pieza de plata que parece a estos palos que las mujeres me-
ten en sus urdimbres para apretar lo que as tejen y el largor destas piezas que
ans traen ser de casi una braza y esto decan por las espadas y el Ynga les di-
jo y estas gentes como se llaman ellos les dijeron que no saban mas que los
llamaban ellos Viracocha cuna que dice los dioses y el Ynga les dijo: a que fin
les habis puesto nombre VirJcocha e11os le dijeron que porque antiguamente
el Conliti Viracocha que hizo las gentes ya que las hubo hecho que se haba
metido al agua por aquel mar adelante y que no haba vuelto mas segn que
sus viejos antiguos le[s] decan e haban venido ciertas gentes e tenido nuevas
que los aos pasados haban venido ciertas gentes de aquellas a Payta en un
guambo que dicen navo el cual guambo era muy grande y que se haban vuel-

9. El documento publicado por Rowe es de la mayor importancia (1985); aun tratndo-


se de un expediente burocrtico y, en consecuencia, traducido al lenguaje de estos,
permite precisar mejor el tipo de informacin que los cronistas emplearon. Su va-
lor como fuente primaria es excelente.

183
to de all... "(Betanzos 1987: 235).10 El texto contina con una serie de des-
cripciones de lo que hacan y como vestan los espai'ioles.

Los tallanes -habitantes de la costa Norte- fueron interrogados en un


segundo momento por ellnka, despus de una mencin al capito, "... querien-
do pronunciar capitn el Inga ... " (Ibdem: 254). A continuacin se menciona
que, no obstante la noticia, Atahualpa -a quin todo el tiempo Betanzos lla-
ma "el Ynga"- "... temindose de lo que despus le sucedi con el temor de
lo que a los mensajeros oyera quisirase de all meter en los Chachapoyas do
llaman Lebando y los suyos le dijeron que no era cosa que deba hacer hasta
que viese que gente era si eran dioses u hombres como ellos y si hacan mal o
bien y que nueva cosa que deba hacer hasta que esto viese y visto por l deter-
minara en tal caso lo que debiesen de hacer que si fuesen runaquic;acha que di-
ce estragadores de gente 11 que en tal caso no los pudiendo resistir se huira de

10. La imagen proporcionada por el texto aswne una atribucin al otro, al andino; ste
habla en trminos europeos, y as el cronista pareciera regodearse en la afumacin
de que les pobladores andinos "los llamaban Viracocha cuna que dice los dioses.
Seal asimismo Betanzos, que las espadas fueron confundidas con piezas de made-
ra utilizadas para tejer. Resulta interesante comparar esa descripcin con la que ofre-
cer, aos ms tarde, Guaman Poma: "Corno tuvo noticia Atagualpa Inga y los se-
ores principales y capitanes y los dems indi011, de la vida de los espaoles, se es-
pantaron de que los cristianos no durmiesen, es que decan porque velaban y que co-
man plata y oro, ellos como sus caballos, y que traan ojotas de plata, decan de
los frenos y herraduras y de las armas de hierro, y de bonetes colorados, y que de
da y de noche hablaban cada uno con sus papeles --quilca- y que todos eran amor-
tajados, toda la cara cubierta de lana, y que se le pareca solo los ojos y en la cabe-
za traan unas ollitas colorado -arimanca y suriuayta- y que traan las pijas colga-
dos atrs largusimas, decan de las espadas, y que estaban vestidos todos de plata
fma, y que no tenan seor mayor que todos parecan hermanos en el traje y hablar
y conversar, comer y vestir, y una cara solo le pareci que tena seor mayor de
una cara prieta, y dientes y ojo blanco, que este solo hablaba mucho con todos;
oda esta nueva se espant el dicho inga y le dijo: qu nueva me traes, mal mensaje-
ro; as quedaron espantados con la nueva nunca oda y as mando Atahualpa Inga
que le diesen servicio de mujeres a ellos y a sus caballos; porque se riesen de la pi-
ja de los cristianos, de la espada, mand matar Atagualpa Inga a las indias que se
rieron, y tom a dar otras indias de nuevo y servicio ... " (Guaman Poma [1615]
381 [386], 1980, I: 276-277). La referencia a la pija se aclara en Covarrubias: '1a
velotilla del nio, y djose del nombre griego fans, porque es la fuente por donde
orina" (Covarrubias [1611] 1987: 870 b). Otros textos mencionan asimismo las
barbas corno lanas: "y en las mandbulas ostentan 1 barbas del todo rojas, semejan-
tes 1 a largas vedijas de lana ... " (Lara 1957: 87).

11. En un texto que no refiere al mismo mensajero, la relacin de La conquista del Per
atribuida a Cristbal Mena, seala que ". . . una jrnada antes que allegsemos al real
del Atabalipa vino de su parte un mensagero: y truxo en presente muchas ouejas co-

184
ellos y si fuesen viracocha cuna allichac que dice dioses bienhechores de las
gentes que en tal caso no se deba huir dellos y como viese el Yoga este pare-
cer de sus capitanes reportse del temor que haba tomado y dijo que se holga-
ba de que en su era y tiempo viniesen dioses a su tierra que no podan dejar de
hacer algn bien y luego los mand que los indios tallanes mensajeros se vol-
viesen y dijesen al gran Viracocha capito que l se holgaba de su venida... "
(Betanzos 1987: 255, subrayado mo).

De esta manera se aprecia una secuencia en el texto de. Betanzos. Son


los tallanes los primeros ql}e afirman la posibilidad de que los espaoles fue-
ran dioses, aludiendo directamente el relato de Betanzos a la versin que l mis-
mo introdujo en parte inicial de su obra (Ibdem: 15). El cronista coloca el ra-
zonamiento en boca de los tallanes y los capitanes del Inka; lo primero es sor-
prendente: la versin ms nortea conocida que habla de Wiraqocha (as sea en
trminos de una divinidad local) se halla en los textos recopilados por Francis-
co de A vila a inicios del siglo XVII, en la regin mucho ms surea de Huaro-
ehir.12

Betanzos otorga un sentido amplio al trmino Viracocha: ".. .le llaman


ellos Viracocha cuna que dice los dioses ... " con lo .cual deja de tener un senti-
do nominal individual y propone otro genrico. Es interesante que el cronista
ofrezca un dilogo en el cual se busca distinguir si los espaftoles eran " ... runa
quicacha que dice estragadores de gente ... " o "... viracocha cuna allichac que
dice dioses bienhechores de las gentes ... " (Betanzos 1987: 255). De hecho, la
dicotoma sugiere la identificacin de Wiraqocha como divinidad bienhechora
y no daina; ello originara un problema, si se recuerda la identificacin ms
moderna de los wiraqochas como seres dainos, hasta llegar al extremo de su
confusin con el pishtaco, que extrae la grasa de sus vctimas (Cf. Fioravanti
1987). Esta es probablemente mucho ms tarda. La identificacin parte de la

zidas y pan de mayz y cntaros de chicha. Y como el gouemador haua embaido vn


indio del camino era este indio cacique de los pueblos en los quales los christianos
estauan repartidos y eran grandes amigos de los christianos. Este cacique fue al real
de Atabalipa y sus guardas no le dexaron llegar all: arttes le preguntaron que de
donde vena el mensagero de los diablos que por tanta tierra auan venido y no aua
quien los matasse ... " (1534: 3). Agradezco a Luis Rebaza haberme hecho notar este
texto. La atribucin del autor resalta: los andinos consideraran "diablos" a los es-
paoles. Sobre la nocin supay, traducida nonnalmente como "demonio", ver Tay-
lor 1980.

12. Los textos recogidos por Avila hablan de Cuniraya Viracocha; cf. Taylor ed. 1987:
53 y ss, por ejemplo
185
comn explicacin, indicada ya en las crnicas, de wira como grasa. Al me-
nos, la argumentacin de Bctanzos no amparara dicha identificacin para la d-
cada de 1550, pues el relato del cronista lleva a la conclusin de que los wira-
qochas son benefactores de la gente. En otro momento, el texto de Betanzos
vuelve a hacer mencin a los espaoles como wiraqochas; estando en el Cuz-
co, o cerca de l, Cuxi Yupanqui, un enviado de Atahualpa, aseveraba que ste
deseaba hacer un nuevo Cuzco, debiendo entonces despoblarse el original y
mudarse los sobrevivientes a la regin nortea. Luego reitera:

" ... y mas os hago saber que estando el ynga en la guaca de Guamachuco
do yo part le vinieron dos tallanes de Tangarala y le trujeron nuevas co-
mo haban salido de la mar el Viracocha y otros muchos Viracochas con
el y tinense que son los viracochas antiguos que hicieron la gente y
con esta nueva holgse y como le dijeron que haban salido por aquella
parte quiere [el Inka] volverse por do vino al Quito y en el camino en-
contrarse con ellos para ver lo que mandan qu haga que es la orden que
le dan para su conservacin los capitanes como esto oyesen fueron ma-
ravillados de la tal nueva y pensando que aquello era como les deca Cu-
xi Yupanqui que eran dioses y el hacedor y que a su seor le haba de ve-
nir dellos suceso holgronse y dieron gracias al hacedor que ellos llaman
Viracocha y al sol en lugar del Ynga ... " (Betanzos 1987: 262).

El conjunto de informacin resulta interesante. Al relatarlo pormenoriza-


damente, Betanzos parece querer corregir el error de una primera interpretacin.
Ms adelante, al referir una entrevista entre Atahualpa y Cinquichara, un "ore-
jn" natural de Xaquixaguana que se haba entrevistado con Pizarra en Tangara-
l y haba sido enviado por aqul donde Atahualpa, informa a ste:

"... he procurado saber que gente fuese por ver si era el Con ti ti Viraco-
cha y los viracochas que en el tiempo antiguo vinieron( ... ) y entend de-
llos que son hombres como nosotros y no hacen milagro ninguno ni ha-
cen sierras ni las allanan ni hacen gentes ni producen ros ni fuentes en
las partes donde hay necesidad de agua porque pasando por partes estri-
les desto traen agua consigo en cntaros, y calabazas y el Viracocha que
antiguo hizo el mundo haca todo lo que he dicho... " (Betanzos 1987:
264; un texto similar en Titu Cusi Yupanqui [1570] 1985: 26a).

La imagen final resulta ms clara. Wiraqocha hizo el mundo, allan ce-


rros, hizo nacer ros y fuentes, produjo gente. La versin de Betanzos sobre la
divinidad es algo ms compleja, pues aquella solo hizo gente despus de haber
organizado, en una salida anterior en el propio lago Titicaca, el cielo y la tie-
rra, mandando al cielo al sol y a la luna (Betanzos 1987: 11). Los espaoles
no eran dioses, no podan ser identificados con ellos, no se adecuaban a su ima-
gen. La redaccin del propio cronista corrige as la informacin previamente
presentada.

186
En el segundo captulo de su obra, Betanzos haba incluido la descrip-
cin de la generacin de seres humanos por Wiraqocha y sus ayudantes. Solo
relata un "milagro" cuando la divinidad hizo llover fuego del cielo, el cual co-
rri por una ladera hacia donde estaban pobladores (Ibdem: 14). El nico que
derriba cerros en los mitos cuzqueos es Ayar Cachi con su honda; ste ". . . sa-
c su honda y puso en ella una piedra y tirla a un cerro alto y del golpe que
le dio derrib el cerro y hizo en l una quebrada ... " (lbidem: 18). Esta y otras
actitudes motivaron que sus "hermanos" lo encerrasen en una cueva. Mitos an-
dinos recogidos modernamente atribuyen esta facultad de derribar cerros a lnka-
rr, tambin la capacidad de producir agua.l3

El relato del cronista se ampliar, proporcionando una informacin acer-


ca de como los hombres andinos vieron a los espaoles en forma tal a como
deban de ser si no fuesen Wiraqochas: " ... he visto que son aficionados [los es-
paoles] a toda cosa que ven y bien les paresce la toman para s donde son mu-
jeres mozas y vasos de oro y plata y ropas buenas traen ans mismo en una
quilla e guascas que dice sogas de hierro indios atados que les traen sus cargas
y petacas en que traen sus tratamientos y doquiera que llegan no dejan cosa
que no ranchean y tan facilmente le toman como si fuese suyo propio ... " (Be-
tanzos 1987: 164). Afade: " ... a m me paresce destas gentes que deben ser qui-
tas pumarangra que dice gentes sin seor derramadas y salteadores... " (lbi-
dem). El mismo informante de Atahualpa "... le dijo yo no los llamo Viraco-
cha sino supai cuna que dice demonios y el Ynga le dijo pues quin los llama
Viracocha? respondile el indio los bestiales de los yungas los llamaron as
pensando que eran dioses ... " (Ibdem: 264). Estas calificaciones coincidiran
con la de "estragadores de gente" atribuida previamente a los espaoles,14 y

13. Cf. Arguedas 1964: 228; Pease ed. 1982: 215-216, 221, 227. En diferentes contex-
tos, el Inka hace moverse las piedras a su sola orden, para que se conviertan en pa-
redes, tambin hace nacer el agua del subsuelo, y figura frecuentemente como el do-
nador del maz.

14. Cf. supra. "ESTRAGAR. Echar a perder, borrar, afear, descomponer, arruynar ... " (Co-
varrubias [1611] 1987: 568 b). la imagen de Wiraqocha es multifactica, como se
ha destacado con frecuencia (Pease 1973; Mac Cormack 1988: 981). La divinidad
ordenadora del mundo puede ser destructora, ciertamente, pero los textos de Betan-
zos buscaran precisar al imagen opuesta. Cabe discutir, por cierto, la imagen de
Wiraqocha como "sol negro", una era del sol negro precedera a un nuevo pachacu-
ti, como indica Fioravanti, quien piensa la invasin espaola como tal (1987, esp:
80-81). Ello es correcto, en principio, pero interesar ms verificar una distincin
entre la formacin o la expresin de la creencia andina y el diseo del estereotipo
en las crnicas, que no necesariamente rcflcjaa la primera.

JR7
podran relacionarse con la previa frase del Annimo sevillano de 1534, que
menciona la imagen de los espaoles como diablos (Cf. n. 11, supra). Lo in-
teresante es el mantenimiento de una dualidad visible en la informacin de Be-
tanzos: de un lado, Wiraqocha es considerado una divinidad bienhechora y, de
otro, textos como el anteriormente citado sefialan a los espaoles como "estra-
gadores" o "gentes sin seor derramadas y salteadores"; estas ltimas nociones
no se condicen con el sealamiento de los invasores como Wiracochas. Puede
aadirse una cuestin adicional: en el texto de Betanzos se prefiere dejar en am-
nos de los yungas la responsabilidad de la identificacin con Wiraqocha; los
yungas son "bestiales", cosa que recordar al lector frases de Guaman Poma

Como afirma Fioravanti, es posible que la nocin de "grasa" haya sido


asociada con los espaoles (1987: 77). Una de las razones sealadas por la
autora indicada para explicar la vinculacin de Wiraqocha con los espaoles h-
llase en la afirmacin de Cieza de Len de que Huscar imploraba el socorro de
Wiraqochacontra Atahualpa.J5 All se podra hallar una explicacin de por qu
los partidarios de Huscar podran haber identificado a los cristianos con aque-
lla divinidad. Esta es, sin duda, una lnea atrayente, pero no explica por qu de-
mor hasta el inicio de la dcada de 1550 -cuando escriben tanto Cieza de
Len como Betanzos-la divulgacin de la versin. Siempre se puede afirmar
que la primera generacin de cronistas no dispona, sin embargo, de informa-
cin suficiente.
Fueron, entonces, los autores que escribieron al inicio de la dcada de
1550, o despus, quienes establecieron las relaciones entre el mito de Wiraqo-
cha (por ellos divulgado) y la propia llegada de los espaoles. Wiraqocha haba
ordenado el mundo ponindose" ... de espaldas hacia do el sol nace ... " y miran-
do al Poniente; a su espalda quedaba el Collasuyu y frente a l el Chinchaysu-
yu. Sus ayudantes haban realizado la ordenacin en las otras dos regiones (An-
tisuyu y Cuntisuyu, mientras Wiraqocha realizaba su tarea ordenadora viajando

15. La afirmacin proviene de Cieza de Len ([1550] 1985: 11), aadida a la observa-
cin de Zuidema (citada por Fioravanti) de que la poblacin originaria del Cuzco
adoraba a Wiraqocha. La identificacin de Huscar con el sector Urin, afirmada en
Betanws, resulta interesante: "... y luego mand [Huscar] que nadie le tomase por
de Hanan Cuzco porque Atagualpa era de Hanan Cuzco y de la lnea de Ynga Yupan-
gue que l no quisiera ser de aquella lnea y que si della vena que l desde all deca
que no vena della sino de Hurin Cuzco porque los del pueblo de Guscar do l na-
ci eran del apellido de Hurin Cuzco que l lo era ans mismo y que de all adelante
le nombrasen de Hurin Cuzco porque l pensaba matar a Atagualpa y a todos sus
deudos y de su linaje que eran de Hanan Cuzco y hacer de nuevo el linaje de Hurin
Cuzco ... " (1987: 210, 211).

188
de Este a Oeste, siguiendo la ruta del sol y perdindose despus en el mar (Pea-
se 1986: 229-230).

Las versiones de los cronistas identificaron de esta manera la venida de


los espaoles con el retomo de Wiraqocha. Todo parece as construido a partir
del propio texto del mito recogido tanto por Cieza como por Betanzos. Los es-
paoles vendran por el mismo lugar por donde desapareci la divinidad.

Al identificarse a s mismos con dioses o enviados de dioses, se precisa


la autocategorzacin sobrenatural de los propios espaoles, acorde con la mi-
sin providencial que llevaban a cabo. Al colocar esta imagen en el pensa-
miento de los vencidos, se produce la impresin directa de que estos se halla-
ban abiertos a lo sobrenatural, aun entendiendo que era una falsa creencia propi-
ciada por los demonios, con quienes hablaban los incas. Lo ms curioso es
que al atribuir a los pobladores andinos la idea de que los espaoles eran dio-
ses, no se pens en ningn momento que este razonamiento encerraba una acu-
sacin de idolatra y, de hecho, parece no figurar ninguna acusacin de este ti-
po en los conocidos procesos de extirpacin de las idolatras andinas de la pri-
mera mitad del siglo XVII.

La imposicin de un estereotipo de esta naturaleza y su posible difusin


entre los pobladores andinos podra entenderse como otra forma ele la violencia
ejercida por la conquista: el convencimiento de los naturales ele que los recin
llegados eran sobrenaturales e invencibles. Las consecuencias de esta imagen
impuesta podran llevar hasta la necesidad que tienen autores indgenas poste-
riores de anular el trauma de la conquista, como ocurre con Guaman Poma
cuando afirma que Huscar "don" el Tawantinsuyu al rey de Espaa.l6 Titu
Cusi Yupancui razonara en la dcada de 1570: "... es una jente -los espao-
les- que syn dubda no pueden ser menos que no sean viracochas ... " (1985:3);
si bien pginas ms adelante plantear otra cosa, ms en lnea con lo que se
vio en el texto de Betanzos:

16. Guaman Poma relata, por ejemplo, que Huscar envi a su "embajador", don Martn
Guaman Malqui de Ayala, a entrevistarse con el "embajador del emperador y rey de
Castilla" [Pizarro]; ambos y Almagro "se dieron paz" (1980, I: 275; Cf. 85, 118,
passim, tambin mi prlogo a Guaman Poma 1980: lxi).

189
" ... y mirar que estos -los espaoles- engaan por buenas palabras y
despues no conplen lo que dizen; que ansy como abeis visto hizieron a
my que me dixieron que heran hijos del Viracochan y me mostraron al
prin~ipio gran afablidad (sic) y mucho amor y despues hizieron conmigo
lo que bistes, sy ellos fueran hijos del Viracochan como se jataban no
ovieran hecho loquean hecho, porque el Viracha [sic: Viracocha] puede
allanar los ~erros, sacar las aguas, hazer ~erras donde no las ay, no haze
mal a naidie y estos no vemos que an hecho esto, mas antes, en lugar de
hazer bien nos an hecho mal ... " (Titu Cusi, 1985: 26)
Puede rastrearse all imgenes ce~anas. aunque resumidas, a las de Betan-
zos. Los espaoles caminan sobre pies de plata, saben leer y escribir, etc.
Ciertamente, esta descripcin no corresponde a Wiraqocha en los mitos cuzque-
os. Ello puede muy bien ser una interpretacin a la cual puede no haber sido
ajeno el fraile Marcos Garca, quien redact la Instrw;in de Titu Cusi Yupan-
qui, pero no puede dejarse de anotar aqu que versiones orales modernas recogi-
das en los Andes dirn que Atahualpa muri por no saber leer (Flores 1973:
321). La violencia de la conquista no se aprecia solamente en los hechos de la
guerra, como hicieron ver claramente los autores que estuvieron en Cajamar-
ca, sino tambin en la organizacin de una versin que diseaba la definiva in-
ferioridad de los vencidos y justificaba su derrota, supuestamente en sus pro-
pios trminos y de acuerdo a sus creencias.
Pero hay tambin otra lnea por explorar en tomo a este asunto. Los
primeros evangelizadores -en una tendencia ampliable, por cierto, a los cro-
nistas- buscaron identificar la nocin de un dios creador en los Andes (identi-
ficando "creacin" con la bblica unicamente, mientras que en los Andes la no-
cin equivalente es una ordenacin del mundo) que fuera comparable con el
Dios cristiano. Adquieren as sentido las traducciones iniciales de Dios como
Pachacama, Pachayachachi, Wiraqocha en suma. Ello podra estar relacionado
con la importancia que Cieza o Betanzos otorgaron al mito de origen cuzqueo
que presenta a Wiracocha como "hacedor", ordenador del mundo. Puede sospe-
charse que ello figurara asimismo en las primeras cartillas bilinges elabora-
das por los frailes de diversas rdenes en los momentos iniciales de la evangeli-
zacin, justamente aquellas que fueron mandadas destruir por los concilios de
Lima y reemplazadas por versiones oficiales, en quechua y aymara, de la Doc-
trina Cristiana impresa en 1584, que no traduca ya el trmino Dios, incorpo-
rndolo en cambio como un neologismo en las lenguas andinas. Algunas cro-
nistas (Cieza) fueron particularmente crticos con la identificacin de Wiraqo-
cha con un apstol de cristo, a pesar de que pronto se difundi la versin, aco-
gida por el propio Cieza, de que Wiraqocha era un dios blanco y hasta barbu-
do. Aos ms tarde, Guaman Poma dira que el Inka Wiraqocha era blanco y
barbado (Guaman Poma [1615], 107, 1980, I: 77), aadiendo que " ... adoraba
mucho al Ticze Wiracocha y dizen que quiso quemar todos los dolos y uacas

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del reino( ... ) crea ms en Ticse Uiracocha ( ... )y crea que haba otro mundo
en otros reinos de Wiracocha, que as lo llamaron, que haba de venir a rei-
nar ... " (Ibdem). El dibujo correspondiente de Guaman Poma presenta al Inka
Wiraqocha con una barba pequea, al igual que el que corresponde a la Primer
degeneracin indios Wari Wiracocha runa primer indio deste reyno. "(Guamn
Poma [1615], 48, 1980, 1: 38). Sin embargo, el asunto de las barbas requiere
un anlisis ms amplio: figuran en el dibujo del sol en el "escudo" de los in-
cas (Ibdem 79, 1980, 1: 56).
Espaoles y andinos se vieron de manera distinta, y la fcil imagen que
los primeros proporcionaron acerca de la comunicacin con los segundos se ha-
lla nutridamente en las crnicas iniciales y posteriores. Segn ellas, desde el
desembarco en adelante, y sobre todo en Cajamarca, hubo una fluida traduc-
cin. Sin embargo, la Tragedia del fin de Atawallpa (Lara ed. 1957) presenta
una imagen andina, posterior, oral y muy distinta: los espaoles no hablan,
solo mueven los labios, su idioma es "atronador" pero incomprensible.

El "reconocimiento" que hacan los europeos en Amrica no se hall,


pues, nicamente en el diseo imperial (romano) del Tawantinsuyu, tambin
en la forma "primitiva" de pensar "ingenuamente" que los espaoles eran dio-
ses, o en la manera de calificar negativamente a Atahualpa. Todo ello servira
para la justificacin de la conquista, y sera ampliado con posterioridad, como
ocurri con la "ilegitimidad" de Atahualpa, generalizada despus a todos los in-
cas, e incluso a toda autoridad andina (los curacas). Los estereotipos as genera-
dos, tuvieron una vida diversa. Atahualpa, denigrado por los cronistas, fue re-
cordado de modo opuesto en la tradicin andina, mientras la imagen de los es-
paoles como wiraqochas parece haberse comportado de manera distinta. Mien-
tras un cronista como Betanzos discute si los espaoles eran considerados "es-
tragadores de gente" o benefactores wiraqochas, autores recientes recuerdan que
la nocin se aplica al extranjero, al espaol y finalmente podra hallarse como
una categorizacin negativa que puede generalizarse a grupos humanos extra-
os.

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