Carlos de Rokha 1
Carlos de Rokha 1
Carlos de Rokha 1
Carlos de Rokha,
por Enrique Lihn26
Coleccin Pewma
26
Memorial y Llaves
Carlos de Rokha
ndice
Carlos de Rokha
por Jos Ignacio Silva A.
27
Carlos de Rokha
por Enrique Lihn
37
Cntico Proftico al
Primer Mundo
55
Memorial y llaves
105
Carlos de Rokha1
Deslumbramiento e impotencia
Carlos de Rokha es uno de los hijos del matrimonio
formado por los poetas Pablo y Winett de Rokha. Naci
en 1920 en la ciudad de Valparaso y falleci trgicamente
en Santiago, en 1962, siendo precursor del destino funesto
que sigui luego Carlos Daz Loyola, su padre, ms
conocido como Pablo de Rokha, que culmin sus das
autoeliminndose (aunque su hermana Luk de Rokha
descarta la tesis del suicidio, cambindola por un ataque
cardaco). Adems de la literatura ha cultivado la pintura
(comprensible debido a que era el arte la ocupacin de
sus hermanos Luk y Jos). Juan Guix lo ha calificado
como original, transformaba la vida en un mensaje,
que despus se haca dispar, llena de recovecos, que ms
parecan un laberinto. Lamentable que, su muerte fue
prematura, ya que l, podra haber dado mucho ms de
lo que todos admiraron, en su corta existencia2.
A esto se agrega lo que ha dicho Jorge Teillier respecto
de Carlos de Rokha: llev una vida totalmente amarga.
Un poco tambin por su condicin mortal. Carlos no
era de este mundo. No era un enfermo mental sino un
visionario, estaba alejado de la realidad. Eso lo refleja
muy bien en su poesa que tal vez sea la mejor poesa
surrealista chilena, como deca Eduardo Anguita y como
tambin lo deca Tefilo Cid, que era la primera vctima
1
2
3
Elizabeth Neira. Surrealista en estado natural. El Mercurio, domingo 19 de Diciembre de 2000.
23
Elizabeth Neira. Surrealista en estado natural. El Mercurio, domingo 19 de Diciembre de 2000.
19
Anglico y demonaco
Casi cuarenta aos han transcurrido desde la muerte de
este autor cuya valiosa obra potica ha permanecido en
el olvido. En su poca, Tefilo Cid, Eduardo Anguita y
Jorge Teillier manifestaron una verdadera admiracin por
su trabajo literario.
Perteneciente a la familia de los poetas malditos chilenos,
Carlos de Rokha sinti a temprana edad el llamado de
Rimbaud de hacerse vidente a travs de un desorden
sistemtico de todos los sentidos. Fue tanta la admiracin
por el escritor francs que en 1954, al cumplirse cien
18
La recepcin crtica
Dentro del tipo de crticas que se han recopilado estas
tienen diversos orgenes. Una fuente es la de los artculos
aparecidos en prensa. Estas informaciones versan sobre
muchas cosas referentes a Carlos de Rokha, artculos
respecto de su poesa, artculos sobre poesa chilena, y
especialmente artculos crticos que poseen un gran
ndice de lamentacin respecto del trgico deceso de
Carlos de Rokha. Un ejemplo de esto es la crtica que
realiz en El Mercurio el crtico chileno Ignacio Valente4,
en la que hace una crtica respecto de la poesa de Carlos
de Rokha, con especial nfasis en la muerte del poeta, y
en la lamentacin de este suceso dado que trunca una
carrera literaria que haba dado luces muy llamativas, a
saber los dos libros que en vida public Carlos de Rokha,
adems de los dos aparecidos de forma pstuma.
Los temas abordados por las crticas recopiladas son en su
mayora descriptivos y contextuales, dado que la muerte
del poeta ha sido una suerte de excusa (lamentable
por lo dems) para recin darlo a conocer, pero adems
de la defuncin de De Rokha, han surgido artculos
contextuales, como el de Elizabeth Neira, surgido con
motivo del trabajo del poeta Leonardo Sanhueza en la
4
Ignacio Valente. 1968. Carlos de Rokha: Pavana pstuma. El Mercurio, 19 de Mayo de 1968.
7
Enrique Lihn. Elega a Carlos de Rokha. En La pieza oscura. Madrid,
Editorial LAR, 1984, pp. 83-84.
22
5
Francisco Vjar. Carlos de Rokha (1920-1962): anglico y demonaco. El Mercurio, sbado 8 de julio de 2000.
6
18
Mahfud Massis. Adis a Carlos de Rokha. En El Mercurio, 13 de
Octubre de 1962.
19
Eduardo Anguita. Carlos de Rokha, poeta paradisaco. En El Mercurio, 5 de Diciembre de 1964.
15
Ibid.
Ibid.
Ibid.
Ibid.
Ibid.
13
Origen
Nada existi antes del ayer: slo tus ojos
me llamaban desde el infinito y yo no lo saba.
Oh, patria celeste,
construida sobre la espuma y acaso
entre invisibles dunas que en el amanecer
el viento iba nombrando, nio ciego,
tenaz, mgicamente
alzado en nuestros prpados
como un joven ro sostenido
por las piedras que arrastra. Tambin
(han de saberlo)
el pjaro no es ms que su vuelo.
As era todo y nuestro amor,
este grito, este imperativo llamamiento ahora
establecido entre tu piel y mi agona, signo
de otro latir distinto, de otra furia
que t oas clamar por el nacer del fuego junto al da
y su pura columna en el delirio. As venas!
Toda innombrable, secretamente
abriendo las ventanas donde siempre
cantan las alondras el adis a la tarde.
No supe, sin embargo, en tus azules islas,
qu races o desvelados surcos y dolientes ramas
y qu pueblo de cigarras y de almendras
levantabas all, en esa tierra que quiere ser arcilla,
en ese aire que cambia la greda
en un anillo de la dicha.
Haba extensiones, crculos, gaviotas
que cruzaban el agua sin tocarla. Pero nunca
60
Elega
Aqu est el da, su corona de aro,
su manto que azul llena los estivales lampos.
Oh, jornada de luz,
rub recin nacido sobre el polen,
todo lo cubres; el paisaje ya se entibia a tu vuelo
y los hombres alcanzan un lmite de sangre!
T doras los rincones de abejas y de plumas
las altas ramas donde el alba se esfuma
para que nazca el da como un espejo en llamas.
All mi amor atisba el grito de las garzas
y el rumor de los pinos que se elevan al cielo
hasta un formar un valle que baja a la colina.
Ven, nia de la manzana y del copihue
dibujado en el ruedo de tu vestido claro,
ven, hija de este da en que el aciago pan
es ms dulce y tiene un sabor de consuelo.
Te espera la maana de oro, el medioda azul
y la tarde en que leves navos de la vspera
se llevan en su proa las ilusiones muertas.
59
58
El viajero sombro
Yo abra las ventanas y un metal de silencio
corra de los techos hasta invadir mi alma.
Desde abajo, y en todos los rincones,
la vida me agitaba su paloma furiosa
apresada entre cnticos y espadas o campanas.
Asi descubr una isla para soar
y sentir cmo de lejos
volvan mis antepasados con graves pisadas
sobre la cal sangrienta
de los puentes donde un nio quera sostener
la paloma y la rosa.
Mas cmo alcanzar la estrella
que corra en los tejados
y dejaba una mancha de sangre en las bodegas
y una araa de vidrio sobre las sbanas
y un pual de ceniza en la almohada?
Creo que en los ojos de mi madre
apareciste t sometiendo las ondas
y hubo una huella de espuma que recoga tus pasos
hasta que su eco en el coral me repiti tu nombre.
Ah cmo ser la presencia y la fuga!
Evasin y estructura.
Pero es el mismo muro el que abate la sombra
y aunque cantes de pie contra el olvido
y aunque grites al astro que impasible
gira en su rbita obscura
siempre tendr una muerte decorando los das
y una lgrima impura mojando el pan del hroe.
Te digo que hubo noches en que busqu un amor
57
Memorial y Llaves
53
52
37
Cntico Proftico al
Primer Mundo
48
41
42
47
II
Somos llagas de carnicera divina y masacre.
Viejos principios mueven la luz y nos tocan el cuerpo
y luego vuelven a teirse de engendros del mal cuando en
m su melanclica proclama ondea la tierra.
Descubras; el gemelo natal de mi vida: ste es el fuego.
Toma de t el celo que incumbe al durmiente, deposita
tus bienes como arrebatados cinturones
As son contados los pasos del hombre y loa omos
aunque sellen sus designios.
Oh, dioses que habis hecho mi desgracia, desterrad
de mis labios el misterio que los cierra.
Desnudo bajo la tempestad encarno su imagen, Soy el
fiel intrprete cuyo canto horada las rocas.
Sobre mi mano, a esta hora que ella rasga las arpas de
la tiniebla, leed, leed la clave de la horda.
Mis sellos se demudan: coreles rojos cantan en el
fuego y sus jinetes se alzan, pero desprovistos de hbitos
de seguridad el holocausto invisible agita sus reyes.
Promisor es el vino que mancha los labios de la bella:
la oigo cantar entre los muertos preada de rosas.
Hija de la clera; sus vestiduras son vendidas a los
gitanos, pero su amor no tiene precio.
Untas tu cuerpo con anmonas de calor y orqudeas
benignas. Mas ay! el barquero mortal sube ya las aguas
de la Estigia.
El misterio temporal te revela sus signos; mi ojo
arrastro ah para devorarte sin lengua.
Qu soy yo sin que me sustenten los enigmas cuya
posesin pretendo sin cesar?
44
92
61
Interrogacin al mar
Oh, sueo, semilla del silencio!
Qu modulacin interior podrase
en los tilos percibir? Fui como ellos.
Aprend de los tilos la sed que no se sacia.
Ayer me dieron sus ramas la ebriedad del azul,
Oh, corona!
Si me ciegas, visin pura, entrgate.
Oh, hlitos!
Veo los extraos brillos que en ti,
extensin reverberan.
Me pierdo, me reencuentro.
No s de m ms de lo que el viento
puede saber de la colina.
Este viento que alza las columnas
este oro de mar que en rubes se extingue
qu nos quieren decir, qu presagian
en la hora tenaz de los adioses?
Me pierdo en t, que ignoro adonde irs,
tus propios pasos me sostienen y me dejan caer.
Me extravo, en fin, sin saber
qu hacer con estos ritmos de marea inconstante.
Oh, silencio, semilla de los sueos!
El astro puro desciende de un cielo de ceniza
sobre los dulces lomos de un mar que en l medita.
62
91
Plenitud
Alga de metales en sordina, la msica del mar
viene a mi encuentro.
Me horada por fin su ecuacin sin discordia
en declogo de hordas.
Ms adentro de m estn vivas las races.
Oh, eternidad prolongada!
Todo lo que me rodea se extiende, permanece
y gira en torno a un contacto de sellada gestacin,
de rplica.
Veo un ritmo de azul en esa raz de ola
que me sube a los dedos y desciende
ya cegada en su esfera.
Adems, hay un asalto de plstica nocturna
a los archipilagos perdidos,
ciega aventura que contina la soledad
de la estrella.
Ese vaivn de rubes en la arena.
Qu temblor de oleaje en las espigas!
Mira la noche: slo es la llama que nace
del centro de la rosa
y estalla entre sus bordes como un vino.
Oh, prisin contenida!
Es entonces que las hojas se le transforman
en peces con aletas llenas de sonido
y presagios.
Si estoy sobre la piedra
invoco la plenitud de su esfera.
63
Cancin
Qu frecuencia de sombras me lleva hacia el origen y en
el retorno, con desoladas llaves, abre los muros que dan
al patio donde un nio pregunta por el paraso a la fuente
dormida! al pjaro que baja de las nubes maravillado de
los ros.
Oh, rboles: antao no os conoca
y nunca supe que en vuestras lentas ramas
puede el cielo dormirse como un canto!
64
89
Letania
He de morir, collares de los cielos.
Quin me sostiene
sostendra la copa en que devuelvo
mi vida al gran mar de los orgenes?
He de caer, collares de las aguas.
Si t vienes, mi canto se alzar
a un coro de ngeles,
si t vienes, yo ser el lmite dichoso
que a s mismo se ciega en puros ecos.
Oh, eco del lmite, sostenme!
Coros de ngeles, veladme
en la noche alta de lmparas!
No s si soy un temblor antiguo en la clepsidra
o un espacio de viento en los helechos.
He de volver, palomas de los vidrios.
He de ir, violines de la espuma,
gallos del diamante, gaviotas de la lluvia.
88
65
Sonatina
S, yo os lo deca: doradas caas
han de incendiar el alba
y un nio de ojos muertos
dialogar con el ro.
Veremos, veremos esa llama
lavndose en la piedra
y el sonoro gallo del leve medioda
bailar con torno a ella?
Ah, el gallo de alas de nquel
y la llama, que es rubia manzanera
decorando la hierba con un rub de sangre!
66
El asno de humo
Al resplandor de la luna de otoo,
que hace llamear en la paja una bandada de patos
salvajes, bien s que no slo
un negro tulipn de plata puede brillar entre las
condiciosas manos del vagabundo, que hace danzar con
su violn de humo a una tropilla de tristes ahorcados a los
que el viento mece mientras hambrientos perros
lamen sus pies desnudos, heridos espectros con sandalias
de olvido. Anhel el tulipn, ese instrumento de magia,
esa voz perdida en la noche. Oh aparicin!
Slo que no supo esa vez cmo haberte nombrado.
Extend mis dedos para alcanzar la visin terrestre cuando
un jorobado que estaba en lo alto de la colina que yo
abandon inclinse ante un esqueleto de nio en cuyas
orejas dos perlas azules palpitaban. Habra puesto un pez
entre sus prpados, pero Bhetsab ri. Vi a sus pies un
par de rubes y empec a deshojar una magnolia de rojos
ptalos.
Sobre sus dientes de corsario con ojos de inocente lujuria.
El jorobado pareca un reflejo del nio y sus giles manos
abran la tierra y en el pequeo pozo,
que fue cavando mientras cantaba una cancin de otro
tiempo,
puso con delicadeza esos huesos que me evocaron un haz
de verdura temblorosa y pura.
Tom el tulipn y lo arroj
como un ltigo desde mis manos de colonizador.
Lo hice cruzar el rostro del inesperado visitante.
A lo lejos, o cantos de marinos jvenes con sus amantes,
87
Contrapunto
Pueblo de muertes mi espejo de dos hielos
y una rosa clavada en sus agujas
multiplica un halcn entre las aguas.
Qu sangre de lagarto entinta los acantilados!
Qu luna hiere una gaviota en el diamante!
Todo es dos rosas desde ayer
y el mar es tres espumas.
Dadme el collar de la tiniebla
(geografa de puales en la sombra)
su destello de piedra entre las hojas,
su resplandor de cesto que reparte los choclos
a la tierna avidez de las ranas del pozo.
Dnde muere ahora la noche sino en los ojos
del gallo que vigila la piedra de la nada!
Dnde se inclina la muerte sobre un violn
de sndalo!
Ay, celeste centinela, dime
dnde el arcoiris se diluye en espuma
y la espuma en una sombra azul!
Este jbilo mo quin lo obtiene,
y quin da palmas de adis a los enanos
que la rosa sostienen en sus dientes
con un suave temblor de nios ciegos
67
Testamento
Adorad la tierra calcinada de gallos y legumbres!
Adorad la inocencia del trbol, la esperanza del choclo!
Transito solo
68
85
Cifra
Abierta sal conteniendo mis litros sumisos,
cal de sangre y tmpanos heridos:
el hombre est solo entre el duelo del agua
y de la piedra: su corazn golpea, un mar de mdanos
furiosos.
Oh, sienes abatidas por la estrella y su msica: el mar
sostiene un dilogo continuo con el hombre y mar y
hombre adranse en sus cifras de espanto!
84
69
Villancico
El ro, lmina de plata
canta entre los frutos,
que a esta hora arden
en rojo resplandor.
Oh, sueo dormido,
nio azul que nunca
descendi de la perdida nave!
T eras el sueo y yo dorma!
El flamgero Otoo tendi sus puales
en los absortos ojos de los ltimos peces.
Sobre mis labios una antigua cancin
de viejos minstrales despierta y arrastra
Oh! mgicas ondas
esta sombra que soy hacia la fuente.
70
Copla
Tengo fro de azul esta maana:
me dan hambre los chopos de cristal,
los tejados en que un gallo incendia la campia;
sus imprevistos oros de msica me incitan
a partir. Voy llegando y apenas lo s.
Qu navio desciende de la lluvia,
qu pastores baan de luz las caas,
qu nios surgen del mar ebrio de algas?
Ya parto hacia un pas de agua:
palomas voy hiriendo con mis cantos.
Quin me despierta entre los altos juncos,
quin lmparas desvela por conejos?
Ya parto y me retardo.
Porque una dulce paisana
va con hojas de menta en tres borricos.
83
Ondina
Pienso ir a vivir al pas de las nueces.
Dgotelo de maana, nena, y esto,
Mientras afuera el viento de la noche,
Nos oye dialogar y l tambin lo hace
con los dulces mendigos.
Ser mendigo es ya ser rey.
Qu sal tempranera ofrecen! Los pobres
han visto que dos ratas se hacen el amor
bajo el pajar en que duermo, pierna tendida,
al titilante esto en llamaradas.
Ebrio de qu lapislzuli, dgote.
Nena mayor con trenzas de bano
qu te parece, africana, durante este otoo
mondaras castaas?
Vamos, vmonos al pas de los castaos.
71
Memorial y llaves
Dadme un sueo de ojos abiertos,
un muro donde caer arrodillado!
Mi sangre est llena de islas,
mis prpados de anunciaciones y agonas.
Pero en mi corazn no cabe un dolor ms!
Mi piel est llagada por dentro.
Me han cercado los fantasmas del terror
y del sueo.
Ay, crueles vigas, liberadme
y t, ro del amor, dname ya la pura
quietud de tus anillos!
A m, que nada poseo
sino las mortajas que nos deja el sueo,
los silicios del hambre y del asombro!
Pues atraves la noche en busca de otros mundos,
Y no encontr nada sino bestias degolladas
ensangrentando los caminos,
Nada sino pjaros heridos en los mudos tejados
Y nios que moran sin alcanzar el velero
de sus sueos,
Apostados frente a tierras baldas
que desde los pies los devoraban
Y contra ellos lanzaban los lobos del silencio
Y los puales del abismo que una mano
invisible blanda.
Cada vez que sus cantos llenaban la maana
72
80
73
Oda
Oh mar oh tiempo obscuro de mi sangre!
Estoy desnudo frente a tu corola
de rfaga impaciente. Oh, tiempo
en azules columnas sostenido:
cielo del mar, devulveme
el tallo de la angustia, la paloma
del aire, su silencio
de isla detenida.
74
Confusion en el extasis
Sobre la playa sembrada de un reciente hlito de acacias
Que el tenue roco pareca dibujar en la hora prometida
Vi correr a una joven tan esbelta como una
dorada nube
Me pareci que sus manos, al avanzar,
iban arrojando diminutos peces
de plata al aire.
Me pareci su loco ser como una visin
presentida en las dunas
O bien pretenda alcanzar su propia imagen
que las llamas de los crculos de arena
tenazmente extinguan?
No lo supe, pero m voz empez a llamarla
con esta cancin:
Oh. Di quin eres y dame a beber de tu espuma.
Qudate, aguarda a que las madrporas se abran
en el plenilunio!
Los efmeros tilos acariciados por el viento
dirigieron sus oraciones a la noche. Todo un trmulo
aletear de ramas palpit
como los velos de un navio en las sombras
de las radiantes dunas
Ella segua su marcha.
Nada la detena
Vi la ciudad en sus ojos de mendiga
de la kermesse alucinante
Ella pareca ofrecerla a las bestias que un cielo
de extramuro reuni en la colina
Tal vez quera encerrar la noche en una copa
79
Levitico
Naufragio y recompensa
Ahora
que enlazamos provincias a las otras y unos de otros se
distancian en crculos de gallos con plumas niqueladas.
Quiero
enumerar aguamarinas en tus ojos,
marcar sotas de plata con danzar tus dos pies,
que saben de la tierra lo que un cisne no ignora.
Aqu
desde
este espejo donde tus fechas naufragaron y tus manos
imitaron la ternura de los ros una cabeza de jabal hacia
el disco rojo del sol
se precipita. Si gallos llevo, si sotas de plata en ti condenso,
dejadme ir,
dejadme.
Desde algn festn con vino y bajo las estrellas yo bien s
qu silencios de no estar se reparten la hora. Y acaso
la ma no lleg de mapa a mapa
con lnea transversal?
Mi hora de gallos est aqu!
Ved
sus crestas rojas de fro,
sus afilados picos hiriendo los corderos. Mi hora de cisnes
la perd. Y este pastoral se angustia por partir, este amargo
que a la cada de sus lneas beb. Voy, s.
Ms de guarniciones a recuerdos con la distancia
por alfil,
dejadme,
dejadme ir, Qu buscaste estibar, qu dado arrojaste a lo
78
75
ilmite y su sonido
te extravi en confusas ondas?
Hay un nio que cambia de silencios,
y acaso,
un rito sea el otro en el mismo partir.
Confund por tus manos broquelados que tratan del
misterio primero, pues el tiempo dname de su xtasis en
jardines que antao recorr.
Al partir volver sobre lo andado
con la duna del que todo lo tuvo y todo lo perdi como
una baraja desolada entre los labios.
Y sin saber qu decir, ignorando que lo de hoy lo dije ayer
en quintaesencias y naranjos.
T, columna de mi tiempo, extensvate!
a ese instante que nunca alcanzarn mis pasos.
76
77
Leyenda
Esta magia, esta loca estrella de vino que corre entre tus
sienes,
este pjaro que las arenas multiplican como un astro No
son, acaso, los presentes signos De un tiempo que sobre
el temblor de tu piel siento disgregarse
En frutos, en formas de frutos que dan su sombra el cielo?
Desde dnde
Ahora que las olas suben por este calendario de espuma
para abrir sus pginas Vens a mi vida
Hacia m invocando el eco de una sonata que perd en
los espejos
Ms lejana que la gracia de vuestros ligeros movimientos
Puedo aguardar para saberlo
Sonriendo de esta mentira que me acompaa todos los
das
A la ciudad que sus ciegos tumultos ordena en mi obscuro
pecho
Mientras veo a sus habitantes arrastrar blancos animales
hacia la playa
A fin de ofrecerlos para que el mar calme sus rencores
Ah los amantes se pasan las estrellas Y suean un velero
de colores distintos Debido al fulgor de las lmparas en
los ventanales Debido a la msica que los rubes de la
arena le donan a la arena
93
Mi sola virtud
Quibranse las hojas en el dorado rostro de una joven que
al avanzar, abrindose paso, entre los plantares cargados
de falos de monos, vislumbra la ciudad y sus mendigos
cuyos flacos perros
bailan en la plaza mientras suena un lad en la. ventana
de una casa olvidada.
i Oh efmera! Me pide a m desterrado de Indias, colono
brutal que la haga eterna Te dar fuego mortal, dijele!
Una nube cubri los hombros desnudos de la extraa
que en su fuga, veloz cual cierva que corre,
desde la noche al medioda hacia el rojo Verano,
va robando los sesenta rubes de las horas
y como un pllete espaol, nalgas al aire
lee en una rosa lo que Dios le dijo a Job.
Apoyado de codos a una mesa donde la muerte danza
entre las copas, un clown burln con traje de paja azul re
sin pensar que el azar lo castiga y da con gil ltigo fuertes
golpes al cuello de un.
airoso caballo.
Mi amor pas y entre los juncos, trmula, me cont todo
esto.
Una gota de agua, leve ya a la vspera, cancin de enanos,
abeja que se azula en un vaso de Sevres,
brill como un pez de vidrio entre las latas llamas, que
crculos de arena roja hicieron ascender hacia los mudos
cielos.
94
123
Dibujo
Primera alabanza
96
de la infancia
A llenarlo todo con tu risa transparente como la
sidra.
121
El tiempo olvidado
Los rboles ilustran la tarde
Ellos nada dicen pero lo dicen todo
Ellos lo dicen todo al viento que juega en la colina
El viento juega con los pjaros, deja pasar la tarde
En el paisaje de nevada donde todo se pinta con ms
fascinacin
Hay pjaros de hierba pjaros de corcho
Que enjaulan entre s el horizonte y sus cpulas
En el horizonte se agrupan las estrellas
Mientras un aceite de esperma cae del cielo
Mientras la verdura crece entre los rboles donde
reaparecen los rostros del tigre
Ms ac donde el gato persigue a una mariposa
Ms ac de los pararrayos fsiles
Ms all de las bellas islas y sus nubes
Todo se decide de nuevo a un golpe del azar
Porque el gato alcanz a la mariposa en el molino
de papel amarillo
Porque en el horizonte las estrellas son enjauladas
por los pjaros
Los pjaros que nada saben si no picotear las doradas
semillas
Ellos se llevan el cielo, el cielo que brilla entre los
rboles
Mientras t apareces en la escena como al fondo de
un bar
Aparece llena de luces en tu cofia de campesina de
Holanda
Ms bella que jams eres la dulce prima que vuelve
120
97
La noche en ti
No fui ms semejante a mi mismo Que igual a ti y tu
voz Cuandos pasaste pidiendo una luz viva Y abra de
inocencia con el licor obscuro de los sueos
Slo pretendas el metal de tu cuerpo hacerlo ms perenne.
Ruiseores y abejas dialogan en la noche
No pude saber que decan, pero present
Como la nube presiente el cielo que roza
Que como t y yo unidos por verdes ramas de hasto
Ellos invocaban al amor, ese perdido ausente.
Los o en el murmullo de un boscaje inventar la vida
Defender su bella mentira a costa de los sueos Defender
la razn de su ensueo a costa de una
verdad improbable Como dioses que buscan la ruta del
verano escrita
en la lnea de las hojas Como rboles que la luz del mar
uno a uno extingue.
II
Yo deca: arrebato, un azul, los perdidos silencios, pero
nadie vena de las islas y ese azul y ese otro
arrebato
no eran si no himnos
de pequeas islas que a lo lejos
brillaban como doradas transparencias vegetales,
si presencias de nubes desoladas
torres de algas y el infinito
que de pronto
entra por las ventanas
de los molinos abandonados.
Entonces gatos ciegos gimen sobre las alfombras
y el alba cae como una anunciacin
de una lluvia an ms tenue que el misterio.
Una capa de escarcha sobre los alambres.
98
119
Dos sonatinas
I
Yo era el pasajero del olvido
Que volva de un viaje sin memoria
A travs de rutas desconocidas a travs
de estaciones perdidas
donde nadie me esperaba
No poda abrir la puerta del miedo
Y un lobo de fauces sangrientas aullaba en m ser
Todas las islas, todas las nubes
podan ser mis torres
Pero no haba sino olvido en las paredes
Oh, celda concntrica, que su vasta
soledad rene entre mis huesos!
Yo era ese viajero que volva de todo adis
Dejaba atrs pueblos sumergidos en la nieve
Rostros extraviados en la noche
Religin
Yo estaba lejano como un Dios que recin hubiere
creado el mundo Hacia m todo acuda. Las bestias y las
flores El vino del salvaje quemaba mi deseo Entonces t
nombraste ese silencio Pero yo no saba
qu soledad de viento creca entre tus dedos. Yo no saba
que mi crueldad era igual a tu amor y que la muerte
crece en las ciudades como un grito Pero an no haban
sido asesinadas las ltimas palomas. Esprame.
99
Soledad
En un suave desmayo los amantes psanse rosas Y creen
que el aire es una piel rosada Debido a esos rubes que
en la arena palpitan mientras una llama que es efmero y
dulce viento la recorre
Mientras mis animales ascienden los corales del agua
Nadie podra decir qu ciudad surgir de esa colina
abandonada
O qu insospechada msica ha de brotar de estos
contactos.
Ms los amantes no saben que la noche los transfigura en
pjaro En rboles de ardiente savia que saludan el cielo y
suben a su esfera
Tal los dones de estos cantos mos que viven mi destierro
Tal las visiones que surgen de mi sangre Como de un
sueo la negacin de la agona.
100
Salmo en azul
117
Estival
Poema
Aunque el mar parezca ebrio de sus coros de ngeles y la
tierna y dorada hierba nos envuelva en su velo flamgero
s que todo ha de pasar como en un canto si es que en el
canto la eternidad no queda aprisionada.
Te nombro ahora y te reencuentro en esta soledad y en
este dilogo.
S que un fulgor de estrellas podra revivirte, pero tambin
s que nicamente un fruto desolado y puro podra nacer
de mis visiones.
Ahora s que hay palomas degolladas en los tejados donde
el alba es una lenta sonatina de muerte
que desolados pastores elevan desde el valle.
Y s que tu sombra es tambin un ngel muerto.
116
101
102
115
113
Retorno
A causa de la noche son ms bellas las islas Los rboles
ms azules porque as lo ordena el mar a las lmparas de
coral
Y ellas no desean oponerse a lo que desea el arco iris
Cuando los peces mueven sus colas para decir basta a las
disidencias
Y los pjaros ponen sus huevos entre los vidrios y
alambres llenos escarcha
Un bello animal de oro diseado por la tiza de los
algodones
Aparece de pronto al medio de las pizarras del jardn
La escena contina cuando los bailarines llevan sus
trajes hacia el bosque
Todo est en orden debido a la densidad de la luz
Tu rostro sometido a los espejos
Tu rostro de lneas simultneas es la calle que me
conduce a otras calles Esas calles perdidas en los das de
la infancia
Donde otros nios buscan guijarros en una playa que
empieza donde termina el molino
No haba otras estrellas si no las que se reflejaban en los
volantines de papeles pintados con motivos pascuales
No hay otra luz si no la que viene de los abanicos
Ahora es necesario ese misterio que descifraron los
graneros
No hay otra luz si no la de ese pasaje por la que se
pierde la escena
A medida que desaparecen los personajes la escala que
nos conduca a ese inesperado regreso se convierten en
una cuerda movediza
112
Invisible comarca
111
110
De profundis
Desde este amargo t me vuelvo hacia el demonio
Apenas entrevisto por el insomne husped
Que soy cuando de noche entro en mi ser visible
Cansado de mi viaje y de la larga
locura que hace tiempo absorbe mis dos sienes
Me vuelvo a la ceniza y a] vaso de mi sangre
Con las venas ardiendo y el rostro amortajado
Ms la espalda, llagada dolindome el costado, dando
perdn al denodado
enemigo que soy de mi mismo y de mi alma
Solitario por dentro, fatigado,
sin esperanzas como
un Cristo de abismal perspectiva
sobre el madero de mi columna vertebral crucificado
por los das que vivo buscando una respuesta
a la angustia que asalta mis ojos cuando duermo
Oh deudo, oh desolado!
centinela del tiempo, viga sumergido
en la sangre, en el vino y la tierra; ese, ese soy
esa mi sed, esa mi hambre, esa mi soledad, esa mi
[angustia,
y en mi mismo me acabo
por dentro, como un viento que haca el cielo
[impulsa
Desterrado por siempre, solemne, vertical, desterrado
como un guila ebria sobre una isla en llamas,
ya sin ansias de todo lo vivido
me vuelvo a la vigilia de mi cliz
y nada, nada espero de los das que vienen
sino una azul espada que me destroce el alma.
107
Cuadro de verano
I
Los gallos son los soles de la tarde
Que salen al Verano y ellos todos cantan
Cuando sus plumas rojas ya de sangre
Se vuelan de s mismas se van pero se quedan
Sobre un alto granero que les da su acogida
A esas plumas de gallo embriagadas de vino
En la tarde que muele y muele su molino
Los ojos de los gallos se ruedan a la hierba
Y los techos hilachan un cielo de ceniza
Mientras otras escarchas golpean los alambres de vidrio
Una lluvia de pasto invade los graneros
Un tren rojo pasa sobre el puente
Se va a la eternidad con sus ojos de bho
El paisaje dibuja lucirnagas de fro
En las verdes acequias que suben al molino
Ellas vienen de a poco otras veces se atrasan
En los rubios tapices del trigo y sus escalas
Porque el rio las llama con sus lenguas de mrmol
grises piedras blancas grises tablas muy blancas
Le dan sostn al da que se mueve en su rueda
Pero se van las piedras las tablas y los das.
II
Los gallos de la tarde son mis sueos verduras
Que vuelan al Verano y se queman sus plumas
Ellas sus rojas plumas que se queman al sol
108
IV
Este carruaje azul lo conducen los gallos
109