Carlos de Rokha 1

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la vida, despertara la afinidad qumica, por as decirlo,

de estos trminos. Existe, por lo dems, en nuestra


literatura potica, una cierta tradicin de torrentosidad,
de afluencia verbal. No se han escrito regularmente en
Chile novelas-ros, pero si, en cambio, obras poticas
tanto o ms extensas que las de los picos, bardos,
telogos, soldados o eruditos. Odiseas, Eneidas, Divinas
Comedias, Parasos Perdidos, Araucanas y Henriadas.
Quiero especificar, sencillamente, que estas notas sobre
la poesa de Carlos, las escribo previa conciencia de su
condenacin a la precariedad ms completa, en cuanto
a las pruebas pormenorizadas que alguna vez tendremos
que reunir, entre todos, de un valor potico de primer
orden. Lo que puede asegurarse y en alguna medida
probarse, es la existencia de ese valor. Para ello bastara
la lectura de alguno de los poemas de De Rokha. Pero es
necesario tambin empezar, aunque en forma provisoria,
a sealar algunos de los temas que podran tocarse en un
trabajo a fondo sobre el poeta.
El mo quiere ser un homenaje realista a la memoria de
un compaero de ruta. Si algo pudiera desearse desde la
tumba, preferira, personalmente, a los discursos fnebres
en que todos los muertos aparecen despersonalizados por
la atribucin de unas mismas virtudes, la evocacin ms
cruda de mi propia personalidad en blanco y negro, el
examen de mi trabajo con sus valores y desvalores. De
Rokha no era tan sensible al halago como al inters real
que su poesa poda despertar en los dems, inters que a
nuestros megalmanos literarios les importa menos que
el incienso, venga ste de donde viniere. El suyo era un
egotismo muy especial, que participaba de la inocencia
con que un nio se las ingenia para atraer la atencin
28

Carlos de Rokha,
por Enrique Lihn26

Entre los pocos ttulos de poesa chilena que he


conservado en mi biblioteca, hay uno de Carlos de Rokha
publicado bajo el sello de Editorial Multitud en 1956, y
dedicado al que esto escribe en agosto del mismo ao:
El orden visible. En un anuncio de las primeras pginas
aparece como el primer libro -el nico publicado- de una
triloga de obras completas que iba a recoger veintids
ttulos de otros tantos libros, en una gigantesca seleccin
de poemas. Carlos vivi hasta el aciago da 28 de
Septiembre de 1962. Si la publicacin de su antologa no
se hubiera frustrado, esta se habra detenido en 1954 con
El alfarero deslumbrado. El nico tomo que lleg al
pblico solo contiene composiciones escritas entre 1934
y 1944. Nos faltan pues, para hacernos una primera idea
aproximada sobre el trabajo de Carlos el conocimiento
de dieciocho aos del mismo; lo que es mucho decir en
cualquier caso, ms aun en el de un trabajador impenitente
en que se fundan la obstinacin de la hormiga y la
peligrosa facilidad de la cigarra. No quiero detenerme en
una admiracin que no siento ante la fecundidad de un
poeta. Otros han vivido escribiendo como se amontonan
resmas de papel, recolectores de sus propios escritos, sin
que, a pesar de la continua friccin entre la literatura y
26
Palabras de Enrique Lihn en el homenaje a Carlos de
Rokha, organizado por la Sociedad de Escritores de chile, con
motivo del segundo aniversario de la muerte del poeta.
27

poda haber sido, si su esplndida ensoacin hubiera


tenido en tiempo y la posibilidad de una adecuada
decantacin formal (Ignacio Valente).
Su poesa era original, transformaba la vida en un
mensaje que despus se haca dispar, llena de recovecos,
que ms parecan un laberinto. Lamentable que, su
muerte fue prematura, que l, podra haber dado mucho
ms lo que todos admiraron, en su corta existencia (Juan
Guix Caizares).
Casi cuarenta aos han transcurrido desde la muerte de
este autor cuya valiosa obra potica ha permanecido en el
olvido () Muri prematuramente, el 29 de septiembre
de 1962, dejando tras de s una obra que an no ha sido
valorada en su real envergadura (Francisco Vjar).
Deslumbramiento e impotencia, dos palabras que
pueden caracterizar la recepcin crtica a la obra de Carlos
de Rokha. Deslumbramiento por la revelacin de una
obra potica nica, singular y original; pena, porque el
cultor, el creador sobresaliente de esa obra deslumbrante
se haba ido, sin dejar ms, para siempre.

Coleccin Pewma
26

Estos dos ltimos volmenes aparecieron de forma


pstuma, y superan a los anteriores, en especial el ltimo
libro, la pavana. Aparecido en 1968, y habiendo ganado
el Primer Premio de los Juegos Florales, la recepcin de
este libro estuvo mezclada por el asombro y la pena (esto
se refleja particularmente en las apreciaciones de Ignacio
Valente).
Si las informaciones anteriores a la aparicin de este
texto estaban centradas bsicamente en lo terrible del
deceso del poeta (coqueteando con lo policial), los
artculos post Pavana tienen un tono distinto, en ellos
es posible leer la frustracin, el deseo truncado de ver qu
habra pasado si es que Carlos de Rokha no se hubiera
quitado la vida en ese fatdico da de septiembre de 1962.
El impacto y la impresin que caus la aparicin de las
obras post mortem de Carlos de Rokha, especialmente
la Pavana del gallo y del arlequn es el causante de
este sentimiento, o de esta ptica de los exegetas de De
Rokha. Ya sea por la reedicin de los textos de Carlos de
Rokha (Como el caso de Elizabeth Neira), o bien por el
mero deseo de hablar de un poeta postergado (Vejar), se
comparten estos sentimientos.
Algunas frases ejemplifican lo anterior. () La sangre
que circulaba en sus palabras, y era su espritu, que la
muerte no dej vivir en todo su autntico sentido, los que
lo hubieran logrado rescatar merced de una experiencia
que su vida misma, tan poca, no dej madurar (Vctor
Castro).
Este libro de escasa circulacin, escrito por un joven
poeta escasamente conocido hijo de Pablo de Rokha,
muerto ya-, leo con sorpresa algunos de los poemas ms
promisorios que se hayan escrito en Chile en los ltimos
aos () Su lectura nos hace divagar sobre el poeta que
25

El orden visible, hay en los textos que examinamos aqu


un lenguaje agresivo, pero de profunda y clida ternura
De profundis. Juega el vaticinador con las palabras
para introducirnos en los laberintos de una palabra cuyo
sentido final es la descripcin de los seres y las cosas con
un sentido esttico de lo tierno y lo sencillo (Interior).
La lrica de Carlos de Rokha tiene muchas lecturas, en
su entonacin pica se entiende (Coronacin del mar
y Aparicin del nio de humo). Tena su palabra una
arquitectura barroca cuyos timbres y ritmos nos van
mostrando la sensualidad de su oficio que usa el idioma
para decirnos algo (Pavana del gallo y el arlequn).25
La recepcin crtica de la obra de Carlos de Rokha
muestra coincidencias. La primera de ellas es mostrarlo
como un surrealista, ms all de estar adscrito o no de
forma oficial a la Mandrgora. El surrealismo se identifica
en los textos de De Rokha, y tambin en su personalidad,
siempre al borde del abismo, del desquiciamiento,
como dijera Enrique Lihn, adems de advertir una fuente
clara de la poesa de Carlos de Rokha: su imaginacin,
que parece fluir como un torrente sin fin. Este ltimo
factor se destaca como una de las cualidades del poeta.
Pero un factor que une las crticas y que se destaca en
la mayora de las informaciones revisadas es el pesar por
el deceso del poeta, no por el deceso en s mismo, sino
por haber ocurrido este de una forma trgica y con una
carrera potica muy prometedora. En vida Carlos de
Rokha solamente public dos textos, Canto proftico
al primer mundo y El orden visible, con posterioridad
a la muerte del poeta aparecieron los otros dos textos
que restan para totalizar la bibliografa de De Rokha,
Memorial y llaves y Pavana del gallo y el arlequn.
25
Ramn Riquelme. Apuntes sobre poesa chilena. La tribuna de Los
ngeles, 26 de octubre de 2002.
24

Memorial y Llaves

Pavana del gallo


y el arlequin

Carlos de Rokha

1939 encontramos un poema suyo titulado Si sirven los


caprichos, donde dice: Me parecen dolorosas e irreales/
No sin delicadeza y eso dulcemente/ Las manos de la
devoradora de flores/ En el ngel, sus umbelas, en el
ngel/ No azul revelado o que se consagra/ A la custodia
de mis prpados/ A mis manos presas de la magia.
Indudablemente, parte de estos versos traducen el sentir
de su breve existencia. Yolanda Lagos Garay, poeta y
amiga de los de Rokha, comenta: Lo conoc en los aos
cincuenta en el caf Iris. Ah estaban Altenor Guerrero,
Hugo Goldsack, Armando Menedn, Tefilo Cid. Carlos
llegaba con Jos de Rokha, su hermano pintor. Eran las
famosas tertulias del Iris. Era muy ameno y posea una
irona especial. Tena algo que trascenda de s mismo.
Un sello que caracteriza a los verdaderos poetas.
Muri prematuramente, el 29 de septiembre de 1962,
dejando tras de s una obra que an no ha sido valorada
en su real envergadura.24
En provincias, aparece un texto de Ramn Riquelme
que recuerda a Carlos de Rokha de forma ms exhaustiva
que la simple nota biogrfica de unas cuantas lneas,
siguiendo la lnea de los artculos del Mercurio capitalino:
Apuntes sobre poesa chilena
La poesa chilena de todos los tiempos: 1922-2002, tiene
mltiples registros estticos de bajo, medio y alto sentido
lrico. Por ello la comprensin de su sentido de lenguaje
nos permite saber su dificultad en el diario ejercicio de la
palabra.
Carlos de Rokha (1920-1962), con dos textos en su
corta existencia: Canto proftico al primer mundo y
24
Francisco Vjar. Carlos de Rokha (1920-1962): anglico y demonaco. El Mercurio, sbado 8 de julio de 2000.
23

Hombre Len. Despus de ver el filme, decidieron errar


por el mundo, en busca de aventuras. Partieron al Cerro
San Cristbal, pero cuando empez a caer la noche, sus
compaeros volvieron a sus casas. Sin embargo, Carlos
no se atrevi a regresar, temiendo la ira de su padre. En
la autobiografa pstuma de Pablo de Rokha, por otra
parte, se lee: Carlos cuando contaba diecisiete aos, se
volvi loco. () Un da se arroj desde el segundo piso
del sanatorio. Cay sobre un montn de tierra removida,
lo que le salv de morir. Despus explic que crea
estar lanzndose desde el tabln de una piscina. Era un
excelente nadador, y posiblemente vio agua donde haba
slo pasto. Jorge Teillier aclara: Carlos no era de este
mundo. No era un enfermo mental sino un visionario,
estaba alejado de la realidad. Eso lo refleja muy bien en su
poesa que tal vez sea la mejor poesa surrealista chilena,
como deca Eduardo Anguita.
Escriba todo el tiempo. No importaba el lugar donde
se encontrara: en piezas de hoteles, en los trenes, en el
mesn de un bar Su letra era diminuta e inconfundible.
Existen hasta hoy muchos originales de poemas inditos
que permanecen en manos de su familia y que an no
han sido recopilados en libro alguno. Cabe recordar que
en vida slo public dos ttulos: Cntico proftico del
primer mundo (1944) y El orden visible (1956). En
preparacin tena a lo menos siete libros de poemas, entre
los que se pueden sealar: Cada al coral (textos escritos
entre 1935 y 1940) y La mano automtica (narraciones
y experiencias, 1941-1943). Tambin hay poemas que
se publicaron en varios nmeros de la revista Multitud
que dirigiera su padre. All particip en la redaccin y en
la venta de suscripciones. Fue uno de los pocos trabajos
remunerados que tuvo. En el nmero de diciembre de
22

ndice

Carlos de Rokha
por Jos Ignacio Silva A.

27

Carlos de Rokha
por Enrique Lihn

37

Cntico Proftico al
Primer Mundo

55

Memorial y llaves

105

Pavana del gallo


y el arlequn

En su familia siempre tuvo un lugar de privilegio.


Desde adolescente era incorporado a las tertulias de los
domingos en su casa. Entre los visitantes se poda ver
a Vicente Huidobro, Ricardo Latcham, Tefilo Cid,
Enrique Gmez-Correa, Braulio Arenas, Jorge Cceres,
Boris Caldern y otros intelectuales de la poca. Por
esos aos estudiaba en el Liceo Valentn Letelier y en
sus horas libres lea o pintaba. Luk de Rokha recuerda
la adolescencia de su hermano: Estaba todo el tiempo
leyendo y estudiando a los clsicos. Aprendi francs
solo, y al final traduca poemas y recitaba en ese idioma.
A los trece aos empez a pintar y a los catorce hizo una
exposicin que fue visitada por escritores y pintores que
lo consideraron un verdadero talento. Fue absolutamente
autodidacto. Pocas veces he conocido un hombre con
ms cultura que Carlos, quien habiendo vivido con una
personalidad literaria tan avasallante como la de mi padre
y con otra muy pura y especial como la de mi madre,
nunca se sinti influido por ellos.
A los 24 aos public su primer libro de poemas, titulado
Cntico proftico al primer mundo (1944), donde el
derramamiento del sueo en la vida real se mezcla con
imgenes de luminosa imaginera: Yo canto lo terrible;
lo terrible es ms bello/ que lo difano oh ciega memoria
temporal de/ lo que somos () Hroes mos, orad por
el que llora sobre vuestras tumbas!. Fue capaz de crear su
mundo personal, nico e intransferible. Hijo de poetas,
Pablo y Winett de Rokha, a temprana edad mostr
rasgos de excentricidad: a los 11 aos estuvo tres das
desaparecido de su hogar. Se crea que haba sido raptado
por una venganza poltica. Fue encontrado a los tres das,
hambriento y casi sin ropa. Con unos compaeros del
Liceo Valentn Letelier fue a ver la pelcula Kaspa, el
21

aos de su nacimiento, escribi a manera de homenaje


en la revista Polmica, Rimbaud el desconocido donde
esboza el mpetu revolucionario e iconoclasta de la
poesa y de la vida de ese creador. Segn testimonio de
su hermana Luk, Carlos recitaba de memoria pasajes
de Temporada en el infierno. Acerca de su personalidad,
dice: Era un poeta en todas y cada una de sus actividades;
hasta comer un trozo de pan era para l un acto potico.
Era un ser anglico y demonaco al mismo tiempo.
Vivi inmerso entre la realidad y el sueo. Su existencia
estuvo poblada de visiones que le hacan tender un puente
hacia otros mundos. Ya a los quince aos escriba poemas
cercanos al surrealismo. No es casualidad que fuera tan
afn al grupo Mandrgora con quienes compartiera largos
aos de amistad. Enrique Lihn, en el prlogo al libro
pstumo de Carlos de Rokha, Memorial y llaves (1964),
seala: Muchas de las provocativas, vociferantes pero
cuidadosas y eruditas digresiones de Tefilo Cid o de
Braulio Arenas en que se combinaban el humor negro,
los llamamientos a Marx y a Freud, el conocimiento de
ciertas corrientes exquisitas de las literaturas europeasslo evocan, en ltima instancia, la poesa tremante,
vida, enajenada de Carlos, y su figura mental y fsica
siempre al borde del abismo.
Posea, un talento innato para la libre asociacin de
imgenes. En el poema Retorno, escribe: A causa de
la noche son ms bellas las islas/ Los rboles ms azules
porque as lo ordena el mar (). (De Pavana del gallo y
el arlequn, 1967), obra que obtuvo el Primer Premio en
los Juegos Literarios Gabriela Mistral de 1962.
Yo canto a lo terrible

Carlos de Rokha1

por Jos Ignacio Silva A.

Deslumbramiento e impotencia
Carlos de Rokha es uno de los hijos del matrimonio
formado por los poetas Pablo y Winett de Rokha. Naci
en 1920 en la ciudad de Valparaso y falleci trgicamente
en Santiago, en 1962, siendo precursor del destino funesto
que sigui luego Carlos Daz Loyola, su padre, ms
conocido como Pablo de Rokha, que culmin sus das
autoeliminndose (aunque su hermana Luk de Rokha
descarta la tesis del suicidio, cambindola por un ataque
cardaco). Adems de la literatura ha cultivado la pintura
(comprensible debido a que era el arte la ocupacin de
sus hermanos Luk y Jos). Juan Guix lo ha calificado
como original, transformaba la vida en un mensaje,
que despus se haca dispar, llena de recovecos, que ms
parecan un laberinto. Lamentable que, su muerte fue
prematura, ya que l, podra haber dado mucho ms de
lo que todos admiraron, en su corta existencia2.
A esto se agrega lo que ha dicho Jorge Teillier respecto
de Carlos de Rokha: llev una vida totalmente amarga.
Un poco tambin por su condicin mortal. Carlos no
era de este mundo. No era un enfermo mental sino un
visionario, estaba alejado de la realidad. Eso lo refleja
muy bien en su poesa que tal vez sea la mejor poesa
surrealista chilena, como deca Eduardo Anguita y como
tambin lo deca Tefilo Cid, que era la primera vctima
1
2

Artculo publicado el 28/03/2004 en la revista Crtica.

Juan Guix Caizares. Poetas chilenos de nuestro siglo. Litoral N5,


junio 1968.
20

de la Mandrgora, o sea del surrealismo. Carlos de Rokha


a los 15 aos escriba poemas anglicos. Elizabeth Neira
seala que era maldito a pesar suyo, infantil, quizs por
la sombra omnipresente de su padre3. Es importante
sealar que Elizabeth Neira comete un serio error al
publicar primero Pavana del gallo y del arlequn (lo
sita en 1964) y luego Memorial y Llaves (lo sita en
1967), lo que es totalmente al revs.
No pudo ser encasillado en ninguna corriente literaria,
o ms especficamente en ningn ismo. Su primer libro
Canto proftico (o tambin potico) al primer mundo
(1944) entrega visos claros de un autor, a esas alturas muy
joven influido por el Surrealismo, pues tuvo flirteos con
Mandrgora (Enrique Lihn lo calific como surrealista
en estado natural), pero lo que s se puede decodificar
es un barroquismo en esta primera escritura. Leonardo
Sanhueza lo calific de rfico, afirmacin rebatible
que se origina por estar quizs todava trasnochado de
su trabajo con Rosamel del Valle. Su segundo libro El
orden visible (1956) confirma y refrenda lo anterior,
al entregar un texto pletrico, recargado, henchido de
palabras e imgenes, con un lenguaje que avanza a paso
fuerte. Se consagra con Memorial y Llaves (1964) y con
Pavana del gallo y el arlequn (1967), textos que han
galvanizado no solamente su estirpe de poeta, sino de voz,
de calidad inconfundible. Su deceso hizo surgir tambin
casi con un efecto reflejo el calificativo de poeta maldito,
en estos casos lo ms fcil, tambin lo ms llamativo, a
pesar de lo manido del trmino.
Dentro de las ediciones de Carlos de Rokha utilizadas
para revisar la obra, se cuentan las siguientes, todas
originales, de los aos en que fueron publicados, salvo la

Sanhueza ha estado desde hace ms de diez aos sumido


con un afn casi antropolgico en el rescate de poetas
olvidados por el mercado y las editoriales, pero no por el
colectivo, que los recuerda como hablas mitolgicas:
Estos libros no estn casi en ninguna parte, ni siquiera
en libreras de viejos. Esto sucede porque en Chile la
crtica nuclea a los poetas. La poesa chilena se muri en
las grandes figuras: Neruda, Mistral, Huidobro, Pablo de
Rokha. Hay muchos nombres que circulan por debajo y
que han sido injustamente ignorados por mucho tiempo.
Es el caso de Carlos de Rokha, de Rosamel del Valle,
de Humberto Daz Casanueva, Omar Cceres, Jorge
Cceres, Mahfud Massis y un montn de otros poetas
que adems no son escrituras fciles, afirma Sanhueza.23
La publicacin del artculo anterior, surgido por la
coyuntura de la publicacin de Sanhueza, adems
aprovecha de recordar la figura del poeta. Lo mismo
intenta Francisco Vejar, tambin en el diario El Mercurio,
en esta ocasin en el suplemento Revista de Libros:

3
Elizabeth Neira. Surrealista en estado natural. El Mercurio, domingo 19 de Diciembre de 2000.

23
Elizabeth Neira. Surrealista en estado natural. El Mercurio, domingo 19 de Diciembre de 2000.

19

Anglico y demonaco
Casi cuarenta aos han transcurrido desde la muerte de
este autor cuya valiosa obra potica ha permanecido en
el olvido. En su poca, Tefilo Cid, Eduardo Anguita y
Jorge Teillier manifestaron una verdadera admiracin por
su trabajo literario.
Perteneciente a la familia de los poetas malditos chilenos,
Carlos de Rokha sinti a temprana edad el llamado de
Rimbaud de hacerse vidente a travs de un desorden
sistemtico de todos los sentidos. Fue tanta la admiracin
por el escritor francs que en 1954, al cumplirse cien

Signado por el despotismo de una belleza magntica -la


poesa de su padre con la que tena que convivir todos
los das, la individuacin y la diferencia lo ensombreci
y lo margin a una actividad dispersa. Pablo, el poeta
tremebundo, reconoci un da ante sus amigos que lo
que haca grande a su hijo era que ni siquiera el, con su
presencia que todo lo impregnaba, pudo influenciarlo.
La independencia potica fue a costa de un temprano
aislamiento que lo llev a configurarse en el mundo con
una inusual desadaptacin, que no obstante es condicin
de la pureza de su poesa.
Carlos de Rokha jams pudo desprenderse de cierta
irremediable malditez. l no es el poeta amalditado,
el tipo que se esfuerza por ser maldito. Al contrario, se
esmera en vano toda su vida por salir de su condicin. Lo
trgico es que nunca lo logra porque est completamente
desencajado en el mundo. Jorge Teillier, amigo cercano
del poeta de Rokha, a cuyos universos poticos se acerca
sorprendentemente, dijo una vez que Carlos pago con
su vida la condicin de ser poeta. El artista nunca estuvo
cercano a crculos literarios. Los que lo conocan eran
sus amigos: Enrique Lihn, Teillier y Tefilo Cid. Con
ellos hay cruces en la obra, sobre todo con Teillier en lo
que concierne a una poesa de la aldea, de la infancia,
pero Carlos de Rokha tiende ms al surrealismo de una
manera natural, explica el antologador.
Las obras completas de Carlos de Rokha incluyen los
dos nicos libros que en vida logr publicar. Cntico
proftico del primer mundo (1943) y El orden visible
(1955); los dos pstumos Pavana del gallo y el arlequn
(1964) y Memorial y llaves (1967); mas poemas inditos
facilitados por Luk de Rokha, hermana del poeta, quien
adems ilustrar la edicin.

edicin de Pavana del gallo y el arlequn (1967) que es


la de la Editorial Universidad de Concepcin, publicada
en el ao 2002. La edicin de Memorial y Llaves es
la que se ha publicado por parte de Ediciones de la
Municipalidad de Santiago, 1964, a raz del galardn
que recibi en los Juegos Florales. Esta edicin incluye
un prlogo de Enrique Lihn (pgs 5-13).

18

La recepcin crtica
Dentro del tipo de crticas que se han recopilado estas
tienen diversos orgenes. Una fuente es la de los artculos
aparecidos en prensa. Estas informaciones versan sobre
muchas cosas referentes a Carlos de Rokha, artculos
respecto de su poesa, artculos sobre poesa chilena, y
especialmente artculos crticos que poseen un gran
ndice de lamentacin respecto del trgico deceso de
Carlos de Rokha. Un ejemplo de esto es la crtica que
realiz en El Mercurio el crtico chileno Ignacio Valente4,
en la que hace una crtica respecto de la poesa de Carlos
de Rokha, con especial nfasis en la muerte del poeta, y
en la lamentacin de este suceso dado que trunca una
carrera literaria que haba dado luces muy llamativas, a
saber los dos libros que en vida public Carlos de Rokha,
adems de los dos aparecidos de forma pstuma.
Los temas abordados por las crticas recopiladas son en su
mayora descriptivos y contextuales, dado que la muerte
del poeta ha sido una suerte de excusa (lamentable
por lo dems) para recin darlo a conocer, pero adems
de la defuncin de De Rokha, han surgido artculos
contextuales, como el de Elizabeth Neira, surgido con
motivo del trabajo del poeta Leonardo Sanhueza en la
4

Ignacio Valente. 1968. Carlos de Rokha: Pavana pstuma. El Mercurio, 19 de Mayo de 1968.

recopilacin y futura edicin de las Obras Completas


de Carlos de Rokha, tarea similar a la que realiz con
Rosamel del Valle. O bien artculos recordatorios, como
el caso del escrito de Francisco Vjar5.
Adems una fuente de crticas son las que aparecen
tanto en prlogos as como en libros de otros autores
que han dedicado pginas a Carlos de Rokha. Tal es el
caso de Enrique Lihn, que ha compuesto el prlogo a la
primera edicin de Memorial y Llaves, as como textos
que han aparecido en El circo en llamas6. Adems de
estos escritos, Lihn ha publicado en La pieza oscura7.
Los textos a trabajar de Carlos de Rokha sern la gran
mayora, primeramente porque no son muchos, con
predileccin en los dos ltimos volmenes del poeta,
Memorial y Llaves y Pavana del gallo y el arlequn,
sus textos ms clebres y que han despertado el inters
de la crtica en la poesa de Carlos de Rokha. En cuanto
al corpus crtico, se trabajarn en cuanto aporten al tema
a trabajar, este es, la recepcin unnimemente buena
que ha tenido la obra de Carlos de Rokha, y la suerte de
lamento colectivo truncado que ha surgido por la muerte
del poeta, y de la gran poesa que no pudo continuar
escribindose, lo que lo habra catapultado como uno de
los grandes poetas chilenos del siglo XX, perfectamente
equiparable a la figura de vates como Enrique Lihn, Jorge
Teillier, los mandragoristas (Arenas, Gmez Correa, Cid)
e incluso el mismo Pablo de Rokha. Lo anterior por
cierto que no restringe al corpus a un medio o vertiente

ese cclope de la poesa Universal que fue su padre Pablo


de Rokha ()22.
Con motivo de la publicacin de las obras completas de
Carlos de Rokha, el poeta nuevamente surge y gana lneas
en prensa, ahora con ms profundidad, y en una tribuna
de mayor alcance, el diario El Mercurio, de Santiago:
Surrealista en Estado Natural

Enrique Lihn. Carlos de Rokha. En, El circo en llamas, Santiago de


Chile, Ediciones LOM, pp. 247-253.

A las obras completas de Rosamel del Valle, el poeta


Leonardo Sanhueza suma ahora la recuperacin de Carlos
de Rokha, el hijo mayor de Pablo de Rokha.
Un surrealista en estado natural, segn lo defini
Enrique Lihn, maldito a pesar suyo; infantil quizs por
la sombra omnipresente de su padre. Carlos, el hijo
mayor de la trgica progenie de los de Rokha quien
se quit la vida el a los 42 aos, es autor de una obra
singularmente delirante, profusa en imgenes, la que
est siendo recopilada por primera vez en un proyecto de
obras completas por Leonardo Sanhueza.
La fascinacin por Carlos de Rokha naci de tempranas
lecturas de Pablo de Rokha: Todo el mundo llega as
a Carlos. La sombra del padre es demasiado fuerte. Me
llam la atencin descubrir un poeta cuya escritura no
tiene nada que ver con la de un padre tan voluptuoso, que
aparentemente ejerca una cierta tirana sobre sus hijos y
sobre quienes lo rodean. Incluso en la obra de Mahfud
Massis, que fue yerno de Pablo de Rokha, se perciben
afinidades temticas. En cambio, Carlos es casi un nio,
escribe de cosas mnimas, de parasos perdidos, la tierra
que aora, el abuelo, dice Sanhueza.

7
Enrique Lihn. Elega a Carlos de Rokha. En La pieza oscura. Madrid,
Editorial LAR, 1984, pp. 83-84.

22

5
Francisco Vjar. Carlos de Rokha (1920-1962): anglico y demonaco. El Mercurio, sbado 8 de julio de 2000.
6

El diario de Aysn, Coyhaique, 28 de julio de 1990.


17

circulara en una corriente de tendencias surrealistas.


Poesa de experiencias ltimas, poesa de rechazo a lo
fcil y manido, a la facilidad que engaa y pierde. Los
elementos poticos de Carlos estaban lejos de una actitud
confesional, que facilita cauces y temas; pero era, no
obstante, la sangre que circulaba en sus palabras, y era su
espritu, que la muerte no dej vivir en todo su autntico
sentido, los que lo hubieran logrado rescatar merced de
una experiencia que su vida misma, tan poca, no dej
madurar.20
Hacia nuestros aos
En las dcadas ms cercanas, la de los 90, la crtica
ha seguido a Carlos de Rokha desde el recuerdo, ya no
por motivo de la aparicin de libros o bien del suceso
de la propia muerte del poeta. El recuerdo del poeta, ya
convertido en figura mtica, genera la impresin de no
muchos caracteres en diarios capitalinos y de provincia,
como este caso:
Su poesa era original, transformaba la vida en un
mensaje que despus se haca dispar, llena de recovecos,
que ms parecan un laberinto. Lamentable que, su
muerte fue prematura, que l, podra haber dado mucho
ms lo que todos admiraron, en su corta existencia.21
Menos que esto publica tambin el ratn de biblioteca,
apenas una nota bio-bibliogrfica:
Naci en Valparaso en 1920, y se suicid en Santiago,
1962, Adems de poeta fue pintor y cuentista. Bastante
trabajo debe haberle costado, librarse de la influencia de
20
21

Vctor Castro. En Revista Occidente, N 249. Agosto de 1973.

Juan Guix Caizares. Poetas chilenos de nuestro siglo. Litoral N5,


junio 1968. Republicado en El lder provincial, San Antonio, 24 de abril de
1990.
16

especfica (prlogos, artculos, reseas de prensa, crticas,


etc.) sino que sirve a fines utilitaristas por parte de quien
suscribe estas lneas, para poder cumplir a cabalidad con
los propsitos temticos antedichos.
Dentro del primer grupo de textos encontrados de
Carlos de Rokha, estn aquellos, de extensin menor
que versan principalmente sobre la muerte del poeta,
nada haca presagiar el prematuro desenlace, seala
una informacin, dando cuenta de algunos vicios
periodsticos clsicos, que hoy se estudian en las escuelas
de periodismo, o bien son denunciadas por conspicuos
redactores.
Un ejemplo de esto es la informacin aparecida el 30
de septiembre de 1962 en la publicacin Las noticias de
ltima hora:
Repentino deceso del poeta Carlos de Rokha
Repentinamente falleci ayer en su residencia de Santiago
el poeta Carlos de Rokha, vastamente conocido por sus
obras y vinculado a los crculos intelectuales nacionales.
Nada haca presagiar el prematuro desenlace de De
Rokha, quien a los cuarenta y dos aos se encontraba en
plena madurez literaria.
El extinto era hijo de Pablo y Winett de Rokha, ambos
grandes poetas chilenos, de quienes hered la acerada
disciplina artstica que caracteriz la laboriosa trayectoria
de su obra potica.
En 1955, bajo el ttulo genrico del El orden visible
reuni en un volumen los siete libros de su produccin
intelectual, comprendida entre los aos 1934 y 1944.
Trabajador silencioso, sin ansias de publicidad, slo
en 1961 reapareci enviando un grupo de poemas al
9

Concurso Gabriela Mistral de la Municipalidad, con los


que obtuvo el Primer Premio. Dicho libro ser editado
por la corporacin y constituir su obra pstuma.
Los restos de Carlos de Rokha fueron velados anoche en
la Casa del Escritor y hoy en la maana fueron trasladados
de all al Cementerio General a las 11 horas.
Tambin existen textos que sirven de epitafio y de
recordatorio de la labro del poeta en vida. As lo atestigua
otro recorte de prensa, resea de Pavana del gallo y el
arlequn prximo al deceso de Carlos de Rokha, si bien
no en los das o semanas prximas al deceso del poeta,
pero no muy lejano en aos8:
()Carlos de Rokha con su anotacin del delirio, tal
como lo peda su maestro Rimbaud, con su rico lenguaje
y una profunda musicalidad consigue ese milagro de
devolvernos el pas perdido en muchos de los poemas de
su libro pstumo que ahora comentamos (Pavana del
gallo y el arlequn).
A causa de la noche son ms bellas las islas dice Carlos
de Rokha y la noche que lo rondaba, oscureciendo a veces
su razn del visionario, l supo transmutarla en verdadera
poesa, en belleza pura. Pero, junto a estos poemas de
espacios abiertos iluminados por los gallos. Carlos de
Rokha presenta otros (como De profundis o Salmo en
azul) en donde con rara gravedad y madurez presiente
su fin ya prximo, y describe su crucifixin en vida. Hay
un mundo dolorido y alucinado, pero siempre se ofrece
la belleza a manos llenas, como rara vez en nuestra poesa
actual. Para los que alcanzamos a conocer a Carlos de
Rokha en su breve trnsito, este conmovedor mensaje
pstumo nos trae tambin la certeza de que la poesa
puede seguir siendo una alegra para siempre.

18
Mahfud Massis. Adis a Carlos de Rokha. En El Mercurio, 13 de
Octubre de 1962.

19
Eduardo Anguita. Carlos de Rokha, poeta paradisaco. En El Mercurio, 5 de Diciembre de 1964.

Revista Plan. 31 de mayo de 1968, Santiago.


10

nos avasallaba el alma, l, viajero ignoto, estaba lejos en el


mundo de las emociones, de las imgenes y las palabras18.
Eduardo Anguita tambin expres su opinin acerca de
Carlos de Rokha, dos aos despus del deceso del poeta:
vivi sumergido en una superrealidad, de manera que sus
versos no eran sino el resultado ms claro, la fosforescencia
ms prxima a nosotros, de un ocano de visiones, en el
cual viva y sobreviva heroicamente. (Fue uno de esos)
artistas que pagaron con su equilibrio psquico la videncia
que naturalmente les fue concedida19.
Tefilo Cid, compaero de De Rokha en Mandrgora
seala acerca de su poesa:
La voz pura, casi diamantina de Carlos de Rokha,
estaba hecha tan slo para interpretar, como le ocurri
a Juan de Yepes, el doctor argelino, exclusivamente
asuntos estelares. Profundizado en la emocin que trajo
el surrealismo a nuestro continente, Carlos de Rokha
sigui en forma entraable los preceptos clsicos de Jean
Arthur Rimbaud. Como el francs, poeta-nio igual que
l. Carlos, nuestro poeta, atez la llama de su poesa hasta
sus ltimas consecuencias, sin temor a quemarse. Por el
contrario, busc la fragante quemadura de Apolo y dej
que su cerebro se atezara bajo el incendio voluptuoso. De
ah la impresin de irrealidad que emanaba de su persona
fsica y el violento torrente real que en cambio flua de sus
poemas. Extraa y paradjica condicin del poeta.
Ms all en los aos, en agosto de 1973 aparece una
referencia a la poesa de Carlos de Rokha, a la sazn ya
11 aos fallecido:
Posiblemente mucho de la poesa de Carlos de Rokha

15

reparos, en especial hacia la primera poesa de Carlos de


Rokha, que, pletrica de imgenes hasta el hartazgo, a
veces ahoga la poesa de Carlos bajo selvas de imgenes15.
Lihn Identifica una posible necesidad de De Rokha de
crear estos mundos sobrecargados de imaginacin, en los
cuales se introduce, de forma sutil un pensamiento que
diera algo as como una pauta remota del sentido total
de ciertas composiciones suyas16. Finalmente, Enrique
Lihn seala que la identidad de Carlos de Rokha debe
rastrearse en sus poemas, en su lectura, y en lo que genera
en quien lee. El estado psquico del autor tiene una
relacin casi perfecta con su poesa, con su lenguaje y su
capacidad de configuracin potica.
Contemporneo y amigo suyo, Jorge Teillier tambin se
refiri a la poesa de Carlos de Rokha, ms especficamente
a su vida: Llev una vida totalmente amarga. Un poco
tambin por su condicin mortal. Carlos no era de este
mundo. No era un enfermo mental sino un visionario,
estaba alejado de la realidad. Eso lo refleja muy bien
en su poesa que tal vez sea la mejor poesa surrealista
chilena, como deca Eduardo Anguita y como tambin
lo deca Tefilo Cid, que era la primera vctima de la
Mandrgora, o sea del surrealismo. Carlos de Rokha
a los 15 aos escriba poemas anglicos17. Lo propio
hizo su cuado, el poeta Mahfud Massis: Predestinado
remador en las galeras del arte que escribi, o pint, en
toda circunstancia, a cualquier hora de la noche o el da,
solitario o en medio de las multitudes, abstrado, casi
ausente. Mientras el horror de las diminutas obligaciones
15
16
17

Ibid.
Ibid.

Jorge Teillier . Espejismos y realidades de la poesa chilena actual.


En Plan, N 27, 31 de Julio de 1968
14

Palabras pstumas del mismo tenor aparecieron en el


diario La Nacin de Santiago, tambin con ocasin de
la aparicin pstuma de Pavana del gallo y el arlequn,
en 1968:
Este libro revela a Carlos de Rokha como uno de los
poetas ms originales y significativos de nuestra literatura.
Se destino fue trgico y su creacin alucinatoria y vidente.
Hace unas semanas reproducimos su inolvidable poema
De profundis. Si algn chileno ha pasado como
Rimbaud- una temporada en el infierno, es Carlos de
Rokha. Si alguno supo de los parasos artificiales de
Baudelaire, fue Carlos. Si alguno fue un ngel incapaz
de comprender la vida y se expres en una lengua de
frmulas encantadas, es este arlequn, es este gallo
ambos son Carlos de Rokha-. Poesa.9
Las palabras del crtico chileno del momento, Ignacio
Valente, no poda estar ausentes a la hora de referirse a
la actividad potica de Carlos de Rokha. Tambin con
motivo de la aparicin de la Pavana del gallo y del
arlequn, Valente vierte su juicio crtico sobre la obra de
Carlos de Rokha:
Este libro de escasa circulacin, escrito por un joven
poeta escasamente conocido hijo de Pablo de Rokha,
muerto ya-, leo con sorpresa algunos de los poemas ms
promisorios que se hayan escrito en Chile en los ltimos
aos. Poemas de un nio visionario que conserv hasta la
muerte un extrao acento infantil y un don alucinado de
fantasa creadora. Versos de un poeta sin hacer, evidente
en sus prstamos e influencias, indisciplinado en la forma,
imperfecto hasta la incorreccin, desigual e inmaduro,
pero que contiene bajo su tosquedad un arranque de
imaginacin tan puro, tan turbulento y certero, como en
9

Diario La Nacin 26 de mayo de 1968. Santiago.


11

vano lo buscaramos en muchos artistas de ms trabajada


expresin. Su lectura nos hace divagar sobre el poeta que
poda haber sido, si su esplndida ensoacin hubiera
tenido en tiempo y la posibilidad de una adecuada
decantacin formal. ()
Esta poesa se mueve en crculos de encantamiento, en la
ms pura magia de la infancia. Parece no haber despertado
al mundo de los hombres, a la historia, al intelecto. Se da
como rito de la imagen, como una inocencia primera de
la fantasa; como una segura libertad de la imaginacin
creadora. Su mundo, sin embargo, no es un paraso;
est teido de una esencia trgica, conoce la soledad y la
angustia, y contiene a cada paso lo terrible. Es un extrao
poder infantil el que convoca a las imgenes, como el
poder de un nio que, sin embargo, slo vive ya en el
corazn de un trgico adulto, en el insomne husped
que soy cuando de noche entro en m ser visible, nio
desterrado por siempre, solemne, vertical, desterrado,
como un guila ebria sobre una isla en llamas.10
Dentro de los poetas que ms escribieron acerca de
Carlos de Rokha se cuenta Enrique Lihn. El autor de
La musiquilla de las pobres esferas, Pars, situacin
irregular, A partir de Manhattan, y La pieza oscura
(donde aparece el poema Elega a Carlos de Rokha)
confeccion el prlogo al libro Memorial y llaves.
En l destaca varios aspectos del poeta. El primero
de ellos es la condicin de escritor incansable de De
Rokha, condicin en que se fundan la obstinacin de
la hormiga y la peligrosa facilidad de la cigarra11. Sin
embargo, Lihn desecha el realizar un elogio falso a De
10
Ignacio Valente. Carlos de Rokha: Pavana pstuma. El Mercurio,
19 de Mayo de 1968. Publicado tambin en Poesa chilena e hispanoamericana
actual. Ed. Nascimento, Santiago, 1975.
11

Enrique Lihn. Prlogo a Memorial y llaves.


12

Rokha, sino que desea realizar un homenaje realista a


la memoria de un compaero de ruta. Enrique Lihn
rescata una frase decidora que public anteriormente
en los Anales de la Universidad de Chile: La poesa de
Carlos de Rokha es de las que saldra gananciosas si se
historiara, verdaderamente, el total de nuestra literatura.
Con caracteres propios e inconfundibles la obra de De
Rokha registr todas las inquietudes expresivo formales
que han coadyuvado al desarrollo de una pequea pero
brillante tradicin literaria12. Se destaca la capacidad
expresiva de De Rokha, nica, adems de un poder
muy singular de asimilacin, ambas caractersticas que
habran convertido a De Rokha en un surrealista de tomo
y lomo, al menos en cierta medida, el nico escritor
cuyo psiquismo se ajustaba al orbe de ciertos valores
surrealistas13, lo que quedaba refrendado por la presencia
del escritor, su figura mental y fsica siempre al borde del
abismo, del desquiciamiento14, seala Lihn. De Rokha
fue un surrealista en estado de naturaleza que habra
desperdiciado la oportunidad de adscribirse con todo en
uno de los movimientos seeros de la literatura chilena,
la Mandrgora.
Lihn, teniendo muy en cuenta el abismo y el
desquiciamiento en el que se vea sumido De Rokha,
seala la presencia de un verdadero demonio potico.
De Rokha es un poseso, un demonizado, cuya posesin le
prodiga la facultad de un furor verbal genuino y de una
especie de infalible sentido de unin libre de las palabras;
se advierte tambin el entendimiento de la poesa como
un estado de videncia rimbaudiana. Con todo, hay
12
13
14

Ibid.
Ibid.
Ibid.
13

Origen
Nada existi antes del ayer: slo tus ojos
me llamaban desde el infinito y yo no lo saba.
Oh, patria celeste,
construida sobre la espuma y acaso
entre invisibles dunas que en el amanecer
el viento iba nombrando, nio ciego,
tenaz, mgicamente
alzado en nuestros prpados
como un joven ro sostenido
por las piedras que arrastra. Tambin
(han de saberlo)
el pjaro no es ms que su vuelo.
As era todo y nuestro amor,
este grito, este imperativo llamamiento ahora
establecido entre tu piel y mi agona, signo
de otro latir distinto, de otra furia
que t oas clamar por el nacer del fuego junto al da
y su pura columna en el delirio. As venas!
Toda innombrable, secretamente
abriendo las ventanas donde siempre
cantan las alondras el adis a la tarde.
No supe, sin embargo, en tus azules islas,
qu races o desvelados surcos y dolientes ramas
y qu pueblo de cigarras y de almendras
levantabas all, en esa tierra que quiere ser arcilla,
en ese aire que cambia la greda
en un anillo de la dicha.
Haba extensiones, crculos, gaviotas
que cruzaban el agua sin tocarla. Pero nunca
60

sobre s mismo mediante genuinas manifestaciones de


habilidad artstica; el egotismo, tambin, de una especie
de barbarie: la del hombre tatuado y emplumado, antes
que el de una conciencia obstinada en la auto-aclaracin
o corrompida por la auto-complacencia. Estimo que
Carlos disfrutara de un intento, como el que yo quisiera
realizar, por estimarlo en lo que vale, e invocar aqu su
personalidad entera, incongruente en muchos sentidos,
y nada, por cierto, de convencionalmente virtuosa. Todo
esto de acuerdo con mis modestos elementos de juicio. Ya
lo dije: un homenaje realista.
En cualquier caso voy a repetir aqu lo que escrib en
una nota publicada recientemente en los Anales de la
Universidad de Chile, a manera de introduccin a un
conjunto de poemas de Carlos: La poesa de Carlos de
Rokha es de las que saldran gananciosas si se historiara,
verdaderamente, el total de nuestra literatura. Con
caracteres propios e inconfundibles la obra de De Rokha
registr todas las inquietudes expresivo-formales que han
coadyuvado al desarrollo de una pequea pero brillante
tradicin literaria.
Evidentemente ste es un poeta que tuvo algo que
decir, y lo dijo, valindose, para ello, de una como innata
capacidad de asimilacin, especie de facilidad lingstica
hereditaria, de una curiosa memoria literaria; pero acaso
tambin, en la precariedad de un submundo cultural,
cuya pequea pero brillante tradicin literaria puede
sonar, lisa y llanamente, como un eufemismo.
Lo que yo quiero poner de relieve ahora -paradigma de
la condicionalidad e historicidad del individuo- es, con
ms exactitud, la zona misma de nuestra poesa dentro de
29

la cual trabaj De Rokha junto a quienes, en su tiempo,


aspiraron a ser esos horribles trabajadores que anunciara
Rimbaud: los poetas mandragricos.
Por una casualidad -abolicin un poco paradjica
del azar- aquellos, que solo quisieron o pudieron
reconocer en Carlos a un hermano diez aos menor,
algo advenedizo, a un simpatizante del movimiento, en
otras circunstancias se habran visto en la necesidad de
reconocerlo como al nico escritor cuyo psiquismo se
ajustaba al orbe de ciertos valores surrealistas. Muchas de
las provocativas, vociferantes pero cuidadosas y eruditas
digresiones de Tefilo Cid o de Braulio Arenas, en que se
combinaban el humor negro, los llamamientos a Marx y
a Freud, el conocimiento de ciertas corrientes exquisitas
de la literaturas europeas, etc., slo evocan, en ltima
instancia la poesa tremante, vida, enajenada de Carlos,
y su figura mental y fsica siempre al borde del abismo,
del desquiciamiento.
En 1938 escriba Cid en una pgina de Mandrgora
una suerte de elogio de La Locura, conceptuada como la
protesta ms enrgica del alma individual, considerada
sta en su antagonismo puro frente a las exigencias de
la vida en sociedad. Es una requisitoria contra frailes,
policas y burgueses, que chorrea violencia. El crimen
-dice el incesto, lo negro, son las manifestaciones ms
altas de lo absoluto de nuestra personalidad. La capacidad
racional del hombre que acaso no sea otra que la de
disimular sus propias debilidades con falsas capas de oropel,
no alcanza a cubrir la capacidad irracional del hombre
que pide expresarse en lo maravilloso, en la leyenda, en
el terror, por medios slo al hombre permitidos. Ciertas
30

Elega
Aqu est el da, su corona de aro,
su manto que azul llena los estivales lampos.
Oh, jornada de luz,
rub recin nacido sobre el polen,
todo lo cubres; el paisaje ya se entibia a tu vuelo
y los hombres alcanzan un lmite de sangre!
T doras los rincones de abejas y de plumas
las altas ramas donde el alba se esfuma
para que nazca el da como un espejo en llamas.
All mi amor atisba el grito de las garzas
y el rumor de los pinos que se elevan al cielo
hasta un formar un valle que baja a la colina.
Ven, nia de la manzana y del copihue
dibujado en el ruedo de tu vestido claro,
ven, hija de este da en que el aciago pan
es ms dulce y tiene un sabor de consuelo.
Te espera la maana de oro, el medioda azul
y la tarde en que leves navos de la vspera
se llevan en su proa las ilusiones muertas.

59

para llorar la rosa y su metamorfosis


en serpiente del fuego. Los labios
ascendan de s mismos a un ro de delirio
y haba temas de coral que se encendan
en las lmparas
donde una mano vida te evocaba en los muros
y un temor de morir se agitaba en el pulso.
Fue cuando abr las ventanas a un metal de silencio.
Yo traa los ritos y una puerta
en visiones de angustia me ofreca el retorno.
Oh, deudos, sabed que entre mis manos
late ahora lo obscuro!
Quise abolir la sombra y su distancia,
pero siempre volvan los espectros en fuga
y una corona negra me cea la frente
y un pjaro proftico devoraba mis ojos.
Todo a mis pies pareca extinguirse.
No tendra regreso de este viaje a la sombra.
Ni campanas, ni juncos taeran la vuelta.
Pero ay, lentos corceles del sueo!
ay, carceleros de mi noche, llevadme a una isla
ms ciega que el olvido!
y que caiga mi vida destrozada en la cima
y que mi corazn busque en vano la aurora
y que el arquero negro me cercene las manos.
Hoy abro las ventanas a un metal de silencio.

58

expresiones del creador del psicoanlisis son retomadas


aqu de modo tal que pudiera suscribir Freud (o poco
menos) al llamado de Rimbaud a hacerse vidente por un
largo, intenso, razonado desarreglo de todos los sentidos.
Pues para el sabio viens la locura era esta exaltacin
mental que en algunos enfermos aviva las facultades de
la memoria y de la imaginacin a punto de empujarlos
a hablar de astronoma, de filosofa y a hacer poesa sin
parecer haberlo aprendido.
Los miembros del grupo se disputaban las palmas de
la violencia en la recomendacin de los medios slo al
hombre permitidos. La locura, para Enrique Gmez
Correa, entraa un grado superlativo de grandeza y
majestuosidad, tambin errneamente conceptuada
como un estado de beligerancia entre los instintos
y la razn, en nombre de un irracionalismo sdicomasoquista: Puesto que la crueldad, el vicio, el crimen,
el mal congnito, sirven para poner en evidencia la vida,
es seal que ellos no son sus contrarios.
Estas, y las mil citas curiosas que podran hacerse en
torno a la Mandrgora, tienen aqu, nicamente, la
funcin de sealar la coyuntura histrico-literaria que a
Carlos de Rokha le toc vivir. No comportan, por ahora,
la intencin de hacer el balance de una aventura. A mi
juicio, a este surrealista en estado de naturaleza que fue
De Rokha, se le ofreci la oportunidad providencial
-dira un catlico- de consustancializarse con un
captulo imprescindible para el desarrollo de la poesa
chilena, por ms porque aqul impugnara toda idea de
nacionalidad o de continentalidad literaria. Las formas
de la irracionalidad planteadas por la Mandrgora han
31

tenido que caducar, necesariamente, como provocaciones


mnimas sobrepasadas atrozmente por las violencias
histricas de hecho. En el plano nacional puede
establecerse una correspondencia entre aquellas y los
actos sangrientas que jalonaron la Lucha entre socialistas y
nacional-socialistas en el umbral del triunfo de 1938 para
las fuerzas polticas democrtico-burguesas y obreras. No
hay que olvidar a las poetas asesinados. La poesa, y aun
la que haba partido en rescate de una alta realidad (y
entindase que al decir realidad- escribi Braulio Arenas
en Mandrgora- me refiero a la vida superada ya de todas
las antinomias que la cercenan actualmente) es decir,
rehusndose a participar en la lucha por una libertad
concreta, estaba, en realidad, impregnada de los mismos
grmenes contradictorios que en otros planos afiebraban
al individuo y a la sociedad. Habra que fijar, alguna vez,
incluso los evidentes puntos de contacto entre ciertos
aullidos de la Mandrgora y las llamadas filosofas de la
vida tipo Ludwig Klages que Georg Lukcs examina en
su Asalto a la razn, itinerario filosfico del nazismo,
y destacar los aspectos reacconarios que comportaban
esos llamamientos a una libertad ideal, abstracta, pura
y radiante, y esas invitaciones a la violacin, al sadismo,
al delirio sexual, al vampirismo, etc. Que todo esto
represent un modo insostenible de vivir y crear, lo ha
probado el tiempo. Entre quienes recomendaban la
revolucin continua en todos los niveles o el nihilismo
de los deseos desencadenados, se cuentan hoy personas
de orden, y entre ellas alguien practica -lo he sabidoun anticomunismo vergonzante del corte del que tanto
contribuy, en las ltimas elecciones, al triunfo de
Eduardo Frei. Tefilo Cid no enloqueci para engolfarse
32

El viajero sombro
Yo abra las ventanas y un metal de silencio
corra de los techos hasta invadir mi alma.
Desde abajo, y en todos los rincones,
la vida me agitaba su paloma furiosa
apresada entre cnticos y espadas o campanas.
Asi descubr una isla para soar
y sentir cmo de lejos
volvan mis antepasados con graves pisadas
sobre la cal sangrienta
de los puentes donde un nio quera sostener
la paloma y la rosa.
Mas cmo alcanzar la estrella
que corra en los tejados
y dejaba una mancha de sangre en las bodegas
y una araa de vidrio sobre las sbanas
y un pual de ceniza en la almohada?
Creo que en los ojos de mi madre
apareciste t sometiendo las ondas
y hubo una huella de espuma que recoga tus pasos
hasta que su eco en el coral me repiti tu nombre.
Ah cmo ser la presencia y la fuga!
Evasin y estructura.
Pero es el mismo muro el que abate la sombra
y aunque cantes de pie contra el olvido
y aunque grites al astro que impasible
gira en su rbita obscura
siempre tendr una muerte decorando los das
y una lgrima impura mojando el pan del hroe.
Te digo que hubo noches en que busqu un amor
57

en el mundo al que postulaba, creado a su imagen y


semejanza. Fue destruido lentamente por la neurosis y
su indiscutible inteligencia y talento de escritor nunca
hizo otra cosa de l que un mal poeta lleno de recursos
artificiosos, de recuerdos literarios, y de una lucidez
crtica ineficaz en cuanto trataba de aplicrsela a s
mismo. De Braulio Arenas ha escrito Gonzalo Rojas en
Mi testimonio sobre Braulio Arenas (prlogo de El
mundo y su doble): Cabe, por cierto, la conjetura de
si Arenas fue un surrealista cerrado al modo de Csar
Moro en el Per, o si se abri -en su caudalosa lectura
tan intensa hoy como en su infancia-, a la observacin
del fenmeno poltico en la dimensin mltiple de todas
las corriente. Entiendo que los ltimos contactos de
Braulio con el surrealismo se han perdido despus de sus
intentos -exitosos, algunos, como La casa fantasma de
reconciliar la poesa y la realidad en un orbe de valores en el
que incluso se contempla un cierto tipo de tradicionalismo
literario consciente y un intento todava irnico de,
convertirse, segn expresin suya, en un modesto poeta
de la patria. En ningn caso parece tripular en un barco
ebrio ni buscar una salida antisocial a sus discrepancias
con el sistema del mundo. Siempre fue un escritor que
pudo caer en el preciosismo, por su meticulosa diccin,
sus arsenales de conocimientos librescos, y hasta por el
mismo temple de su poesa ligeramente muda en cuanto
a la expresin del yo emocional, excesivamente reservada.
Me arriesgo a expresar aqu que en la poesa de De
Rokha puede rastrearse a lo vivo la presencia intermitente
de un verdadero demonio potico, posedo de furor
verbal genuino y de una especie de infalible sentido de la
unin libre de las palabras. Si en algo resulta malogrado
33

El orden visible es por la aplicacin demasiado estricta


del anti mtodo surrealista, culpable de la disipacin de
muchas riquezas poticas. Esta desafortunada falta de
concentracin -escribe J. M. Cohen en Poesa de nuestro
tiempo- es comn a mucha de la poesa que aprovecha
la nueva autorizacin a soar que dio el surrealismo. Los
versos se vuelven largos, las imgenes raras, repetitivas y,
por lo general, se echa de menos el penetrante impacto
de la observacin. El intelecto ha pasado a ocupar un
segundo lugar, aunque no por La fuerza de la emocin,
pues a pesar de todas las teoras surrealistas, esta no
reside en el nivel del sueo sino en el de una mayor
conciencia. Todos estos poetas corren el peligro de caer
en un congestionado retoricismo, que ocupa el lugar de la
concentracin potica. Pero todo lo que poda tomarse
de positivo del dictado automtico como un acceso a los
derramamientos del sueo en la vida real, al pretendido
universo de los sueos, Carlos de Rokha lo supo
emplear con una facilidad lingstica vertiginosa. Como
prembulo a Las revelaciones del furor (1944) escribi:
Este no es un libro; es todo lo contrario de lo que se
entiende por eso. Lo dedico a quienes creen en la poesa,
no como un puro medio expresivo, sino como un estado
de videncia. Personalmente vi a Carlos caer en estados
alucinatorios, aunque, es claro, vctima de ellos, que no
lcido y demonaco agente provocador de los mismos.
Pero, en cualquier caso, conoca experimentalmente
estados de surrealidad, y no es raro que la invenciones de
lo desconocido de Rimbaud, y el carcter psicopatgico
de la genialidad rimbaudiana, le atrajeran e influyeran
sobre el poderosamente.
La visualidad, en el orden de las invenciones de lo
34

Memorial y Llaves

desconocido, siembran y a veces ahogan la poesa de


Carlos bajo selvas de imgenes. En el poema que citare in
extenso a continuacin, la selva aparece articulada como
un planto, pero, como siempre, alucinatoria, cuajada de
elementos fantsticos:
Yo vi todos los fabulosos gatos de la alcoba
transformados en aves fabulosas. Todas las alfombras
o sus aguas dormidas. Vi abrirse las puertas cuando las
noches rodean a los ciegos o al leproso; las princesas y los
magos pasaban como las sombras bellas de las estatuas. Vi
tu cabellera. iOh, llname de tinieblas!
Vi ostras y lmparas. Vi venir hacia m los monstruos
marinos. Vi candelabros y oasis movedizos. Vi ciervos
bajo los rboles iluminados por la tempestad. Vi vasos de
ans y desventura. Vi las ventanas cargadas de bhos. Vi
un camino que resplandeca como un alba o una llave o
un rio que vena de un planeta distinto, acaso suspendido
de la lgrima de un dios sin nombre y sin memoria, ni
origen.
Vi pastores de las regiones de Omsk. Vi corceles verdes
iluminados por la espada del Arcngel a la entrada del
Paraso.
Vi los juegos de los pueblos. Vi veleros que nos
transportaran a la eternidad: ogros, lobos, duendes, lirios,
esponjas, ceniceros, substancias marinas, espadachines
doncellas asesinadas y libros de Liturgia.
Vi el mar atado a sus propias lejanas. Al cielo feroz que
pasa igual a un himno de delicia y de crueldad. Yo lo he
odo cuando se desprenden unos cuervos azules, debido,
seguramente, al olor espeso de sus nidos voladores.
35

Vi los resplandores de los mismos vasos como arrancados


a las manos de los ciegos.
Vi luego, en antiguas destrucciones, las imgenes mudas
y benditas de un mundo sobrenatural y obsesionante,
encadenado a mi particular modo de ver, or o pensar.
Es Oficio y vuelo de Los Arcos trmulos, 19361943. En el ltimo prrafo del poema, ste se resuelve
hbilmente pasando de la visualidad pura a la expresin
intelectual de la cualidad y del significado del mundo all
evocado. Porque, si bien el mtodo mismo de la poesa
surrealista -siempre en alguna medida apegado al cadver
exquisito y al dictado automtico- tiende a la supresin
del pensamiento acunado en trminos intelectuales,
parece que Carlos sinti la necesidad de insertar en
los trabajos a veces recargados de su imaginacin, en
esos mundos excepcionalistas en que esta se entretena
acumulando objetos preciosos e inesperados, aqu y all,
un pensamiento que diera algo as como una pauta remota
del sentido total de ciertas composiciones suyas. En este
punto retoma la tradicin procedente del romanticismo
alemn del pensar de la poesa sobre su propia esencia a
travs de la poesa misma y, en algunos casos, reflexiones
simbolistas como la de Baudelaire sobre la vasta y total
unidad del mundo que provee a la faz sensible de ste de
obscuras correspondencias. Dice De Rokha:

mundo de las risas compradas?


El hombre necesita un dios para su debilidad, un dios
para su amor.
Pero yo busco un dios para mi crimen, un dios para mi
hereja idoltrica.
Somos llagas de carnicera divina y masacre.

Los signos terrestres, su luminosa persistencia -acaso me


abran una entrada a la realidad pura: (Oculta semejanza
entre el hombre y el rayo, de Las revelaciones del
Furor). O bien: Dnde los signos nocturnos predican
la unidad del ser, su liberacin silenciosa. 0: Nada de
lo que subsiste de su propia cada puede hacer el hombre
36

53

Cantad, cantad con jbilo el himno al retorno perdido;


all la imagen real de vosotros mismos os aguarda para
recorrer bajo vuestras vestidura* la colina de la noche.
Un hondo desvelo de infinitas latitudes me penetra
y divide, porque estamos hechos de muerte y somos
muerte.
Yo predico la justicia del crimen, la necesidad de la
guerra: hundid vuestro pual en el corazn del que 03
abraza y habris pagado con amor un acto de odio.
Yo sueo la edad dorada en que el odio determin los
actos mgicos de los animales del himno del hombre con
los cuales vivir en perfecta comunin.
Od el himno de triunfo del hombre y su imagen sobre
s mismo volvindose.
El dios impuro desato de mi boca y slo me es dado
conjurar lo invisible.
Hay otros mundos ms all de los sueos? Nada sabes
fuera de lo que te han enseado los suee.
Puedo creer en ti, felicidad perversa?
Me escucho, me evaporo, pero me reconozco en ese
espectro de fuego que mira a travs de mi ventana.
Mas el mundo invisible no ser a vosotros visible hasta
que yo lo quiera.
Si gozas con tu miseria, si res de tu cada, toma el fusil
y llama a tus negros lebreles.
Viga de las costas de una bella eternidad, ngel
sometido a tu propio demonio, si afuera de t mismo
nadie te aguarda qu esperas todava?
Lo sabes todo, lo has probado todo, pero menos la
dicha.
Dicha, extraa palabra, qu fantasmas te escriben?
Evasin de la dicha no eres la evasin del pequeo

suyo. Y tambien: Mis cantos son los himnos que creo


cuando verdaderamente soy igual a m mismo.

52

37

Todava en ciertos casos como stos, podra pensarse en


rpidos ejercicios de virtuoso. La cara ms genuina de la
poesa de Carlos, hay que buscarla a travs de muchos
poemas, y en cierto modo recomponerla con ayuda de las
impresiones que nos deja la lectura de ellos. De tarde en
tarde escriba tambin un trabajo en el que ese rostro se
reflejaba por entero como en aguas profundas, como en
un espejo de esteatita. Tal es el caso de Ria de gallos,
justamente estimado como obra de antologa. En casos
as, le correlacin existente entre el desequilibrio psquico
de Carlos y su poder de configuracin potica es clara
y precisa, aunque se d, es claro, en el orden de una
oscuridad sustancial, de la opacidad, del misterio de lo
humano. Los declamatorios llamamientos al deseo, a la
crueldad, al crimen -retrica de los aos mandragricosaparecen, en la poesa de Carlos, transfundidos en
sensualidad compulsiva que se sublimara, a ratos, en el
lujo mismo de las construcciones e imgenes verbales,
en los movimientos mltiples, evasivos algunos, apenas
audibles (como si alguien contuviera la respiracin), pero
vivos y reales, de un psiquismo torturado; o en el arrebato
de la angustia:
Los mendigos que vimos partir esta tarde
hacia un nadir semejante al mo
hacia ti, nadir mo, que eres igual a mi
desventura y mi terror
Hacia ti parto esta maana en que el cielo
aparece ms claro que jams
haca ti parto nadir, mi nadir mo,
esprame

Invoco el fuego y l atraviesa los bosques con el brillo


de una fresca materia de blancos poderes.
Y ahora, cmo nombrarte? Cmo adorarte entre
los ngeles hasta el da que viene? Qu seremos, qu
sabremos de nosotros mismos en la ltima cima?
Estar en sueos encantados para alcanzar la sabidura,
rodeado de cosas que acaso t no ames.
Aljame de los incendiarios, circndame en las plazas.
Mis ojos ruedan sobre tu cabellera: ah inmviles
adolescentes levantan hogueras y esperadla marea de la
muerte.
Las bestias rituales se acercan entre las Que a m te
cien y me hacen adorar tu sexo como un fruto maligno.
Asido a tus races, madrugando, extraigo lo terrestre,
el aceite de los bandoleros.
Abro m inslita llave a los desheredados, que mojan
su cuerpo en la humedad de las bodegas y se llenan de
alas rojas, alimentndose de pan lvido.
Hay sellos hermticos al fondo de mi alma. Alguien
vuelve la cabeza como un postrer saludo a los hechizados.
Vedme conjurar el viento de granito para mi Jbilo
dorado.
Yo conjuro el da que viene y sus Mancos animales
despertndose- al fin de la selva donde los dolos cantan
contra m.
Ah, hbito ciego, cmo ensalzarte! En ti me envuelvo
y tu resplandor sobre el mundo me corona!
En todos los confines he muerto por un dios.
Oh, certidumbre, levantad mis vivos orgenes.
Od el himno del hombre y el testimonio sagrado de
sus bestias sobre el mundo que se le revela por el fuego.
51

del imperio de las sombras, yo soy quien te saluda desde


hace mil siglos.
Cargado de promesas y frescos nacimientos para
siempre brotas de lujuriosas cenizas y tu efmera meloda
de peces y corales que se unen desciende sobre el mundo.
Veo una calle de desolacin y de misterio donde las
mujeres desaparecen convertidas en plantas fosfricas,
toman mi cabellera y la depositan entre blancos carbones.
Por qu me derribis, oh resplandores?
A la ondina me entrego y las llamas de su vaso de oro
contra el rostro de los mendigos agito.
Ay!, un hombre anuncia en la plaza pblica lo sublime.
No puedo seguir, hay revelaciones que algo me
iluminan, mas yo troco la esperanza en deshonra y todos
tiemblan al ver mi nombre en la carta del acto mgico.
Los vagabundos contemplan una visin que va a morir,
envolvedla de hlitos!
Yo escribo los orculos abandonados, el libro de los
orculos sagrados e impenetrables.
Odme!, grit desde la colina del da gracioso, pero
el mar me invade y nadie osa acercrseme.
Revelacin de mi alma no te amo slo por ti, sino por
lo que brillas en el mundo; eres la hija de los desrticos
reflejos que as te envuelven.
Soy yo el que invento la vida y esta virtud me pone
feroz, pues realmente no estoy libre de malicia; a la vida
me entrego como a una red obscura lo insalvable, porque
estoy lleno di lo que no muere.
Mi vieja casta sagrada arrastro a sus corrientes, y si
armada de destellos me cubre, he de levantarla sobre mi
cabeza como un trofeo de tormenta.
Pero todos los confines se alejan al fin de m.
50

Cntico Proftico al
Primer Mundo

virtud; tu canto avanza hada el mundo al brotar de los


hermosos carbones que te deslumbran a diario.
Tus ltigos dejas caer sobre el poseedor de tus entraas.
Oh, deslumbramiento ardiendo ests y nadie lo sabe.
Llevo grabado en ms manos a un nio que no sonre,
que se penetra en orculos: me espera vestido de luto ante
las puertas que jams se abren,
Vuelvan a colmarle los cantos; rodeado est de cuanto
hlito encantado fortifica con jbilo.
Yo quise levantar a alabanzas el primer mundo y a
menudo probaba el pan matinal entre abejas y largos
sollozos.
Yo viva para descubrirme en los misterios; en sueos
ascend y aventajaba en sabidura a mis hermanos, pero
yo tembl y dulcemente fui postrado.
Aprisiono sobre la colina un gallo azul de corales y alas
terrestres y mis uas clavo en su corazn hasta sofocarlo.
Oh, impuros, la confesin fantasmal ha hollado mi
canto.
Surjo de las tinieblas con mis garras hundidas en los
tres vientres de la diosa.
Un gusano corroe las vsceras de la bestia sagrada a la
que honris con cantos y vinos de sepulcro y danzas de
vrgenes desnudas.
Oigo las cerrajeras divinas y los carros dorados: el sol
danza en su frente como un dios negro al claro de los
bosques prometidos.
Visin, te formas de esas ruinas, que cantan en mi
rostro la virtud de este himno.
Poro el mar, el bello mar no entorpece ms mi marcha
que t, oh, sol!, en perpetua adoracin de t mismo.
Libre desertor de la luz, rey de las tinieblas soberano
49

Mercaderas de espanto y tortura circulan entre mis


huesos cuando ti rey de las tinieblas asesina la aurora.
Para algunos la noche es un impenetrable sortilegio,
pero t no temas sus conjuros que nada podrn contra t
porque forman parte de t mismo.
Bailas sobre las arenas sangrientas, magnfica mujer
corroda de lo sublime como de la muerte, en una alianza,
en un sbito resplandor, en un profundo hlito nunca
desmentido.
El misterio nos envuelve, pero al fin cae y dulcemente
cede en nosotros el tiempo donde nos arrastran sus
propias corrientes para alcanzarlo a obscuras, recuperar
al ser y luego llorar.
Sin embargo, no osamos conjurarle. Porque entonces
algo hemos perdido en las tinieblas.
Ah, pequea prfuga de inconsolable cabellera de oro,
volcada sobre tu rumor te pareces a mi, desde donde te
ocultas a los ngeles, cautiva de los helechos que miran
hacia arriba.
Te agito contra mi rostro en llaves tallada las que luego
caen al mar; por tus alas de fuego puedo alzarte a su altura.
El hombre ordena las visiones que mezcla a su sueo
y ellas le precipitan entre las que elige. Desde all vuelve
la espalda al dulce testigo del medioda juramentado.
Entonces se abraza a un madero que hunde bajo la
tierra hasta hacer detener sus propios pasos y cargarse de
enigmas que estallan en el bronce.
Parecida a lcidos testimonios de promisin cambias
Tal tiempo su centella: l te envuelve y arrebata tu nica
encarnacin y te desnuda como a una visin proscrita
ante los espejes donde yo soy el visionario.
Te han arrojado entre los desterrados como un dios sin

Sobre toda porfa el hombre aviva su sagrada soberbia


porque quiere volver al principio del mundo. Su cuerpo
real toma los destellos del bronce y es arrastrado al sueo
para as no ceder: Vemosle venir, su ceniza cubramos
con la nuestra.
Su himno oigamos con jbilo y su entrada ferica nos
siga: sea su Imagen trocada por el furor maligno.
De ningn modo podr ese exorcismo cumplir si
abandona su gloriosa esencia.
No caern las visiones como secreta retribucin que
llamean en su imagen. l lo sabe y aguarda tranquilo.
A ratos busco algo ms; la misma luz me hace creerme
irrevelable, pero despus retoma a la muerte entre los que
a gritos la anuncian.
Acaso yo quiero abolir lo terrestre? Despreciar ese
lmite que a veces toco y me deslumbra? Arrancar de
mi espada los signos del sueo y cambiarlos por los del
sueo?
Nada conjuro sin tentacin, nada conjuro para en mis
adentros alcanzar lo inefable.
Igual a m mismo voy lleno de fugaces poderes e
irreparables prdidas.
Hay algo adems da un secreto temor que informa
mis sentidos; barcas llenas de ojos que son los del ser,
angelitos y feroces, luego brillan.
Ah no es dnde estoy y me descubro con clera y
fra reserva?
Soy yo el que se predice entre los lobos.
Cada ngel pierdo en un sollozo: en su costado agtanse
carbones y nada retiro de su justo lugar.

48

41

Yo me muevo con signos: aprendo a tomar del sueo


lo necesario. As me bato entre los estriles hijos de la
tierra.
Aparece oh madero d luz y condname, aparece
precedido de jauras de lobos que ah llegan y en tus
alturas me estremecen.
Aparece arrebato de m y ceme, tu corona destrocen
mis pies dulce y solitaria.
T te desprendes de mis bienes, luego soy yo el
desheredado.
Oh, cbreme de horas para en t sobrevivir. Mi lengua
llena de sangre y mi espalda de orgulloso brillo.
Qu visin recndita me nombra a ciegas?
Hacia esa total amplitud enslzame y adentro de m y
en la luz prefireme al que te desolla.
Bebe lo que ardo en mis sellos segn la hondura del
tiempo.
Hago brotar lo sagrado apenas estalla en mi memoria
revestido de admirable sentido.
Cgeme en tu aceite, tu luminoso aceite arrancado a la
entraa de los peces.
Mas, qu inmortal rfaga terrestre ms transfigura a su
sola posesin?
Vivo entre los criados de mi casa y oigo sus sollozos
mientras descubro el misterio: vigilan a la puerta
acompaados de blancas liebres y armas de caza.
Abro en seas el cuerpo, el sagrado cuerpo colrico,
abro a los lobos y exclamo: Levntate la liberacin del
durmiente es llegada!
Restituidos son a su origen los primordiales misterios
riel ser cuya frente entrega a las guila de una calle
nocturna.

instrumento que me das tu resplandor, a pesar de la


estrella de fuego que baila a mis pies como una doncella
untada de vino para luego fosforecer.
En seguida ella es arrastrarla hacia los molinos
silenciosos donde ruedas doradas la encadenan y de
noche llama a su padre: ah acude un viejo leador que la
trata a latigazos.
Por eso los deudos vienen cuando su espuela dotada de
alas cruza los bosques y nadie cree.
Nadie puede trocar ese resplandor, que no es el postrero
para no perecer.
Pensad que acaso la ltima esperanza del hombre sea
su sola perdicin,
Hroes mos, orad por el que llora sobre vuestras
tumbas!
Espectros, ruinas- mas para vosotras surjo de todas las
races, con la boca babeante y proftica, entre mis secretos
corceles, con el rostro estrellado, lacerndome, con mi
corazn estallando en los profundos icebergs donde sin
escafandra me sumerjo.
Extremos muros de coreografa sanguinaria y
ornamentacin sacramental me circundan.
Os conjuro prpados del vidente; Od el cntico
maldito y solemne como un ritual de pastores al vino
de las maderas rojas que centellean bajo la pezua de la
bestia inmolada en mi frente por extraos guardabosques.
Decidme si este acto de amor a la creencia antropofgica
no har ms bella vuestra auto-idolatra en la pureza
del ser que habis arrancado a las tinieblas, ti cual no
siente por vosotros ms que aversin, pero al que habis
embrujado para siempre con vuestra adoracin y vuestro
odio.

42

47

Espuma y sal hay en tus labios, oh t que haces tu


participacin en mis sueos y danzas hasta imitar la
perfeccin de tu propio artificio de muerte en cuyo espejo
todo es posible.
Amparado por la hora ur fantasma te besa y t crees.
El ritual de la sangre y del vino es llegado: la colina ms
alta se cubre de rosas de perdicin y prohibidos perfumes.
Ven, mi graciosa ondina, cierra tu cuaderno de
sabidura y all juguemos; ese crculo que ondea los
molinos nunca termina.
Habito un litoral de corales donde enseas diurnas
oponen su esplendor a mi avance.
El viento de las jarcias juega en el rostro del extranjero.
Extranjero de todos los mundos qu buscas a mi puerta?
Por qu interrumpes al ausente? O la hora del t de los
plidos vagabundos?
Creedme, ay!, un ngel muerde las races minerales
del viento y sus pies doran las aguas mientras una leche
azul brota de sus dedos heridos por las arpas del alba,
Sus extremos lcidos arraigan en m y cazador del ms
all, yo interpreto la densidad de sus consignas.
Ser el hereje que se levanta a smbolos. Yo he amado a
quienes descubran su crimen en sueos.
Que surja el dios de sienes selladas por el espanto, pero
amadlo cuando haya redo.
Todo dios es impuro, mas su impureza es divina; en el
estircol recoger su testimonio para transmitrselo a los
hombres.
Qu puedes decir, Esfinge, mi Esfinge, oh! mi Esfinge
sino repetirme el Adivina o te devoro?
Dispongo mi espada a los adolescentes, silbe-ante
46

Oh, blanco cuerpo saciado de alas, las lmparas volcad


una a una!
A nadie muestro la suprema escritura del pacto, a nadie
detengo para ello; la marca invisible har que retrocedis,
pero al fin la tocaris con vuestra hacha.
Mi corcel mojo en la lengua de los ancianos parecida
a lcidos testimonios de promisin, recibo la heredad
endurecida de la muerte y su ceniza retengo.
Llenadme de su sentido como de una llave, pues nada
poseo y cae mi alma para adorarte entre los ngeles.
De la muerte soy: ved en m al enemigo que se
ensancha, al iniciado por los brujos.
As me cubro de desvelados confines, aparecidos,
desahogados animales me siguen y yo abro los molinos a
lo; bandoleros de agua del invierno.
Quiero caer, extendido estoy, pero necesito resplandor.
Orculos fros del hombre despenadme entra lo que
yo otorgo,
Ofrecedme el profundo designio que a viva fuerza
reclamo, pero del tiempo nazco acaso en segunda forma.
Ocaso de altivas resonancias en mi te reproduces.
Mas slo la sombra del mbar de tus brazos es la
que forma una copa sobre el cielo, pero esa copa yace
quebrada: animales en cuya frente yo vea el jade, beban
en ella; reyes y leprosos lloran al pie de sus ruinas y la
copa se rehace para volver a perderse.
Aparicin de profundos conjuros hechzame si a tu
cetro me condenas.
Para t descubro ay!, no Imito el mundo inmolado, lo
insondable, lo cruel.
Otorgado a mi sangriento linaje el sueo obra1 tu
rostro he de poner contra el da en secreta obstinacin.
43

II
Somos llagas de carnicera divina y masacre.
Viejos principios mueven la luz y nos tocan el cuerpo
y luego vuelven a teirse de engendros del mal cuando en
m su melanclica proclama ondea la tierra.
Descubras; el gemelo natal de mi vida: ste es el fuego.
Toma de t el celo que incumbe al durmiente, deposita
tus bienes como arrebatados cinturones
As son contados los pasos del hombre y loa omos
aunque sellen sus designios.
Oh, dioses que habis hecho mi desgracia, desterrad
de mis labios el misterio que los cierra.
Desnudo bajo la tempestad encarno su imagen, Soy el
fiel intrprete cuyo canto horada las rocas.
Sobre mi mano, a esta hora que ella rasga las arpas de
la tiniebla, leed, leed la clave de la horda.
Mis sellos se demudan: coreles rojos cantan en el
fuego y sus jinetes se alzan, pero desprovistos de hbitos
de seguridad el holocausto invisible agita sus reyes.
Promisor es el vino que mancha los labios de la bella:
la oigo cantar entre los muertos preada de rosas.
Hija de la clera; sus vestiduras son vendidas a los
gitanos, pero su amor no tiene precio.
Untas tu cuerpo con anmonas de calor y orqudeas
benignas. Mas ay! el barquero mortal sube ya las aguas
de la Estigia.
El misterio temporal te revela sus signos; mi ojo
arrastro ah para devorarte sin lengua.
Qu soy yo sin que me sustenten los enigmas cuya
posesin pretendo sin cesar?
44

Miro con ese ojo nico: tu cabellera persigo sobre el


cielo y alguien espera su seal.
Dotado de enigmas vengo, oigo el eco del ocano, a
nada temo.
Vuelvo la cabeza a la alquimia maldita y espero la
consumacin de mis antiguos y postreros designios.
Dnde iluminis la herona de la muerte?
Soy traslcido a esa vigilia en lo irreal.
Todo vuelve al mudo e invisible sino y all la bestia
natal destruye su corazn al roce de los soles sumergidos.
Sudamos geologa criminal y miseria dorada: nias
asesinadas cantan entre nuestros prpados.
Nadie puede trocar el conjuro y slo le es dado asistir
al desvelo de su propia resurreccin en la muerte, que al
fin luminosa e inocente, ello encarnan.
Yo canto lo terrible; lo terrible es ms bello que lo
difano oh ciega memoria temporal de lo que somos:
efmeras llagas nocturnas de carnicera divina y masacre.
La bestia y el ngel luchan en m hasta destrozarse en
lujuriosos soles.
Yo ataco con locura los cuerpos que adoro y aprisiono
entre mis besos a la joven matinal cuya aparicin entre las
barcas es mi sbita recompensa y mi deuda.
Pero bebed, bebed! un vaso de vuestra propia y
maligna sangre y habris sellado el gran pacto.
Mi corazn tatuado por panteras y buitres sucumbe
bajo las garras del dios ebrio.
Cuatro mancebos vestidos de negro interrumpen el
festn y levantan la cabeza de la bella inmolada a la altura
del rey de los pjaros como para sealar al culpable entre
la horda divina.
45

Puedo aguardar para saberlo


Sol apresando los animales en la colina
Arco de nubes y plata en las hojas
Volver a ti y tus puros instrumentos de poesa
A mi lado ciervos con el bosque en sus fugaces ojos.
Volver para ese oficio que aprend de tu velado trnsito
Volver es alejarse, es partir, perder la ruta antes de cruzarla.
Puedo aguardar para saberlo.
Veo los limoneros hastiados como yo de la tierra Ah estn
los grciles chopos, sus suburbios de niebla y espuma.
Cuando hacia ti retorne me olvidar a m mismo Oh, sol
haz que tus llamas sean dorados surtidores
de vino para m sed terrestre! Y el cielo en que te anegas
la cifra de esta derrota
ma en tu plena victoria.

92

el fulgor de una estrella podra abatir


este misterio en que reposas, esta colina
en que el cielo deja de ser un invisible hlito negado.
Desde ah t venas. Te inscriban los ros
y los libros lloraban tu partida
y el pas del coral se estremeca,
origen de tus ojos en su fuga.
T hiciste que todo tornara a su primera forma!
T, empujando las barcas,
revelando
los rincones del amor y del sueo. T, por siempre,
dando ritmo a todos los naufragios!
Si eres espuma, fue porque nacieron
de tu aliento los ngeles.
Si eres voz, cristal, tallado en vaso donde gimen
los vientos de la aurora,
ven, entonces y convierte esta nada
en un temeroso regreso que huye y vuelve
entre latidos, leve presagio, nombre
que confunde a la dicha con su anhelo.

61

Interrogacin al mar
Oh, sueo, semilla del silencio!
Qu modulacin interior podrase
en los tilos percibir? Fui como ellos.
Aprend de los tilos la sed que no se sacia.
Ayer me dieron sus ramas la ebriedad del azul,
Oh, corona!
Si me ciegas, visin pura, entrgate.
Oh, hlitos!
Veo los extraos brillos que en ti,
extensin reverberan.
Me pierdo, me reencuentro.
No s de m ms de lo que el viento
puede saber de la colina.
Este viento que alza las columnas
este oro de mar que en rubes se extingue
qu nos quieren decir, qu presagian
en la hora tenaz de los adioses?
Me pierdo en t, que ignoro adonde irs,
tus propios pasos me sostienen y me dejan caer.
Me extravo, en fin, sin saber
qu hacer con estos ritmos de marea inconstante.
Oh, silencio, semilla de los sueos!
El astro puro desciende de un cielo de ceniza
sobre los dulces lomos de un mar que en l medita.

62

La variedad de tu amor, querida, es tan infinita. Como


la voz que busca su propio sonido entre las puertas de la
noche y no lo encuentra.
Djame as, amor mo, entre tus brazos. Como un joven
dios con el ocano aprisionado en sus ojos.
Quiero caer ante ti estremecido de conocerme a mi
mismo.
Djame as, salvaje de indolente mortaja y terrible arcilla
tentadora de mi crimen.
(Todas las formas y deseos de la tierra reunidos en el
violn donde tres ancianos cantarn mi mortal agona).
Quiero tu voz para orme en el eco marino. El eco dorado
que nos ha de llevar a una playa distinta.

91

Mas all de nosotros


La variedad de las palabras es infinita. Tanto como mi
sorpresa de ellas mismas. Si nombramos el cielo creemos
nuestra la tierra. Porque su multiplicidad rene todas las
formas y deseos.
Y en el duelo terrestre el hombre est ms solo con
sus blancas bestias.
Un hombre invoca la tierra con sus danzas nocturnas.
Otro cree ser libre porque de espaldas a sus muerte suea,
1 viador baja de su via y canta una triste cancin Yo
estoy entre ellos y tomo una flor extraa, dulce
instrumento de perdicin y de clara agona. Que entre
sus ptalos de barro me trajo el perfume
de todas las distancias.
El hombre que suea, el viador que canta y yo creemos
que el mundo es nuestro.
Mas tu cabellera sombrea la costa imposible, criatura de
otro tiempo.
Y tus dientes rojos brillan entre los tilos del alba como los de un asesino. La voz de un pjaro salvaje me
habla entre las manos.
De un hombre y de una mujer que durante el sueo
inventarn la vida. A travs de siete das se creern eternos.
Muy cerca uno del otro, pero sin saberlo. Igual que la
primera estrella no supo que su imagen
qued grabada entre los gladiolos.
(Los efmeros quieren la eternidad y envuelven en
tinieblas sus risas indolentes).
Leo un libro y me parece.
Que asisto a la creacin del mundo.
90

Plenitud
Alga de metales en sordina, la msica del mar
viene a mi encuentro.
Me horada por fin su ecuacin sin discordia
en declogo de hordas.
Ms adentro de m estn vivas las races.
Oh, eternidad prolongada!
Todo lo que me rodea se extiende, permanece
y gira en torno a un contacto de sellada gestacin,
de rplica.
Veo un ritmo de azul en esa raz de ola
que me sube a los dedos y desciende
ya cegada en su esfera.
Adems, hay un asalto de plstica nocturna
a los archipilagos perdidos,
ciega aventura que contina la soledad
de la estrella.
Ese vaivn de rubes en la arena.
Qu temblor de oleaje en las espigas!
Mira la noche: slo es la llama que nace
del centro de la rosa
y estalla entre sus bordes como un vino.
Oh, prisin contenida!
Es entonces que las hojas se le transforman
en peces con aletas llenas de sonido
y presagios.
Si estoy sobre la piedra
invoco la plenitud de su esfera.
63

El ro que me nutre me dispersa y libera:


desde qu lmite para de l huir hacia m mismo
y en el centro de mi ser tocar la llama de la noche,
que es la rosa de la sangre?
Multiplicadme, races del amor,
llaves de un sacro fuego: traspasad ya mi esencia!
Para que todo lo que me disperse al fin me una
a lo que sangra en suma de coral o ventana.
He orado, pero de pie a la lmina
en azul platino de los tejados.
Ellos recogen el cielo, su rama despus orquestada.

Cancin
Qu frecuencia de sombras me lleva hacia el origen y en
el retorno, con desoladas llaves, abre los muros que dan
al patio donde un nio pregunta por el paraso a la fuente
dormida! al pjaro que baja de las nubes maravillado de
los ros.
Oh, rboles: antao no os conoca
y nunca supe que en vuestras lentas ramas
puede el cielo dormirse como un canto!

Qu alondra sojuzgada a la intencin del vidrio


brota del rbol en comentario de fuga?
Casi entro de sombra a los rincones, bajo escalas,
subo orgenes.
Me diluyo y me creo entre esos crculos,
pero s algo innombrado:
eso que a todo se revela como tu msica a la tierra,
mar de plata y agona,
llanto que a la misma cal por siempre sobrevives.

64

89

cuyas cabelleras tenan los mismos vaivenes de las olas.


Mi asno y yo,
que sin saberlo habamos llegado a orillas del mar,
iniciamos una danza para celebrar al jorobado y su hijo.
Entre las llamas de la verde arena un laurel brioso crepit
como las alas de un pjaro en el fuego solar.
Vimos despus en un campanario lejano
un gato que me trajo un recuerdo de infancia.
Re con risas brutales y ebrias. Mi asno se inclin ante
el jorobado. Dos lgrimas brillaron en las sombras
semejantes a los aros azules que vi en las orejas del
pequeo asesinado.

Letania
He de morir, collares de los cielos.
Quin me sostiene
sostendra la copa en que devuelvo
mi vida al gran mar de los orgenes?
He de caer, collares de las aguas.
Si t vienes, mi canto se alzar
a un coro de ngeles,
si t vienes, yo ser el lmite dichoso
que a s mismo se ciega en puros ecos.
Oh, eco del lmite, sostenme!
Coros de ngeles, veladme
en la noche alta de lmparas!
No s si soy un temblor antiguo en la clepsidra
o un espacio de viento en los helechos.
He de volver, palomas de los vidrios.
He de ir, violines de la espuma,
gallos del diamante, gaviotas de la lluvia.

88

65

Sonatina
S, yo os lo deca: doradas caas
han de incendiar el alba
y un nio de ojos muertos
dialogar con el ro.
Veremos, veremos esa llama
lavndose en la piedra
y el sonoro gallo del leve medioda
bailar con torno a ella?
Ah, el gallo de alas de nquel
y la llama, que es rubia manzanera
decorando la hierba con un rub de sangre!

66

El asno de humo
Al resplandor de la luna de otoo,
que hace llamear en la paja una bandada de patos
salvajes, bien s que no slo
un negro tulipn de plata puede brillar entre las
condiciosas manos del vagabundo, que hace danzar con
su violn de humo a una tropilla de tristes ahorcados a los
que el viento mece mientras hambrientos perros
lamen sus pies desnudos, heridos espectros con sandalias
de olvido. Anhel el tulipn, ese instrumento de magia,
esa voz perdida en la noche. Oh aparicin!
Slo que no supo esa vez cmo haberte nombrado.
Extend mis dedos para alcanzar la visin terrestre cuando
un jorobado que estaba en lo alto de la colina que yo
abandon inclinse ante un esqueleto de nio en cuyas
orejas dos perlas azules palpitaban. Habra puesto un pez
entre sus prpados, pero Bhetsab ri. Vi a sus pies un
par de rubes y empec a deshojar una magnolia de rojos
ptalos.
Sobre sus dientes de corsario con ojos de inocente lujuria.
El jorobado pareca un reflejo del nio y sus giles manos
abran la tierra y en el pequeo pozo,
que fue cavando mientras cantaba una cancin de otro
tiempo,
puso con delicadeza esos huesos que me evocaron un haz
de verdura temblorosa y pura.
Tom el tulipn y lo arroj
como un ltigo desde mis manos de colonizador.
Lo hice cruzar el rostro del inesperado visitante.
A lo lejos, o cantos de marinos jvenes con sus amantes,
87

Siempre el mar es la rosa


Si no me fuera dado entender este mar
en que me multiplico, No podra decir qu somos ante
la piedra
en que veo grabados ya sus signos.
Oh, desnuda columna, qu somos ante ti! Qu esfera,
llave o simplemente vaso donde un da sentirs esta
sangre que te ofrezco, escuchars este clamor semejante
a un grito
de rbol degollado! Oirs, s, oirs, te lo digo;
estos tambores que ahora golpean en mis sienes, estas
ramas que resplandecen como huesos
de pjaros asesinados en el plenilunio!
Sin embargo,
estas flechas que cruzan mis ojos
y tambin, la agona en que el poeta sacia
su lmite cegado, y tambin, la visin que sus dedos no
alcanzan
a palpar, constituyen la promesa y el fruto.
Bien s que para entonces un sacro y furioso violn
resonar anunciando
el nacimiento de la espiga y la estrella.
Hacia ti huir la noche, ansiedad de la vspera, salobre
lengua de plata, centelleante crculo.
El mar abre sus prpados y el coral de la espuma revive a
las estatuas, ciega al ngel del fuego.
Oh, desolada orilla, t todo lo transmutas y esa desnuda
piedra en que el cielo es la rosa ser maana un arco para
herir a los dioses!
86

Contrapunto
Pueblo de muertes mi espejo de dos hielos
y una rosa clavada en sus agujas
multiplica un halcn entre las aguas.
Qu sangre de lagarto entinta los acantilados!
Qu luna hiere una gaviota en el diamante!
Todo es dos rosas desde ayer
y el mar es tres espumas.
Dadme el collar de la tiniebla
(geografa de puales en la sombra)
su destello de piedra entre las hojas,
su resplandor de cesto que reparte los choclos
a la tierna avidez de las ranas del pozo.
Dnde muere ahora la noche sino en los ojos
del gallo que vigila la piedra de la nada!
Dnde se inclina la muerte sobre un violn
de sndalo!
Ay, celeste centinela, dime
dnde el arcoiris se diluye en espuma
y la espuma en una sombra azul!
Este jbilo mo quin lo obtiene,
y quin da palmas de adis a los enanos
que la rosa sostienen en sus dientes
con un suave temblor de nios ciegos
67

por corolas de vino sollozando?

Testamento
Adorad la tierra calcinada de gallos y legumbres!
Adorad la inocencia del trbol, la esperanza del choclo!

Doy doctrina terrible a una paloma:


sus ojos me sostienen en la duda
de elegir entre el crculo y la llama.
Voy dando al cielo sumas detenidas:
esa esencia primera de la sangre,
esa columna, Oh! mar, plena de fuego;
en ti abatida, espejo de lo puro.
Admito al hombre, sus guilas marinas,
su dual medida de luz y sombra repartida,
tu vino vegetal, oh! tierra,
cielo de sangre y mar de herido ncar.

Transito solo
68

85

Cifra
Abierta sal conteniendo mis litros sumisos,
cal de sangre y tmpanos heridos:
el hombre est solo entre el duelo del agua
y de la piedra: su corazn golpea, un mar de mdanos
furiosos.
Oh, sienes abatidas por la estrella y su msica: el mar
sostiene un dilogo continuo con el hombre y mar y
hombre adranse en sus cifras de espanto!

84

Quiero decir que grito y me sale un sollozo.


Me sale un corcel muerto por la espiga
y por la estrella me abundan dinosaurios.
Me da miedo la lluvia cuando pienso
que habr de entrar desnudo entre sus arcos.
Me duele el abedul de hoja egipcia
y el grito de mi mar por ser espuma.
Me duele tanto todo y siempre digo
que he de volver, pero me acalla un eco.
Quiero decir que grito y me sale un sollozo.

69

Villancico
El ro, lmina de plata
canta entre los frutos,
que a esta hora arden
en rojo resplandor.
Oh, sueo dormido,
nio azul que nunca
descendi de la perdida nave!
T eras el sueo y yo dorma!
El flamgero Otoo tendi sus puales
en los absortos ojos de los ltimos peces.
Sobre mis labios una antigua cancin
de viejos minstrales despierta y arrastra
Oh! mgicas ondas
esta sombra que soy hacia la fuente.

70

Copla
Tengo fro de azul esta maana:
me dan hambre los chopos de cristal,
los tejados en que un gallo incendia la campia;
sus imprevistos oros de msica me incitan
a partir. Voy llegando y apenas lo s.
Qu navio desciende de la lluvia,
qu pastores baan de luz las caas,
qu nios surgen del mar ebrio de algas?
Ya parto hacia un pas de agua:
palomas voy hiriendo con mis cantos.
Quin me despierta entre los altos juncos,
quin lmparas desvela por conejos?
Ya parto y me retardo.
Porque una dulce paisana
va con hojas de menta en tres borricos.

83

pero s que la sangre


brotaba en las calles y que caan los espejos
y los crueles portales
en lenta denuncia de marchas y de himnos,
que todo lo acogan:
la paloma y el trigo,
Y entonces, s, solamente,
nicamente entonces me arrodillar
para invocarte junto a la sangre
de los hroes,
junto
a las banderas que abatirn el pleamar del odio.
Nunca supe que habra de invocarte
en esta agona que todos los das me acompaaba
hacia los muelles
y deca adis a las gaviotas que traan las seas
de otras ciudades,
de distintas
colmas olvidadas en su sueo, de suburbios
adormecidos en la ceniza y la blasfemia,
el miedo, el rencor y la magia
de un fruto siempre negado por la hostia y el crimen,
siempre
destruido por la mentira de los ngeles.
Si nada existe puro, si la tierra
es un ro de exterminio y de sangre, si toda
verdad incita al lobo y al chacal a cercarla
qu hacis, hermanos mos?
Qu hacis con la rosa del alba, con la espiga
de la noche y del da en su incesante espejo
de esfera llameante?
82

Ondina
Pienso ir a vivir al pas de las nueces.
Dgotelo de maana, nena, y esto,
Mientras afuera el viento de la noche,
Nos oye dialogar y l tambin lo hace
con los dulces mendigos.
Ser mendigo es ya ser rey.
Qu sal tempranera ofrecen! Los pobres
han visto que dos ratas se hacen el amor
bajo el pajar en que duermo, pierna tendida,
al titilante esto en llamaradas.
Ebrio de qu lapislzuli, dgote.
Nena mayor con trenzas de bano
qu te parece, africana, durante este otoo
mondaras castaas?
Vamos, vmonos al pas de los castaos.

71

Memorial y llaves
Dadme un sueo de ojos abiertos,
un muro donde caer arrodillado!
Mi sangre est llena de islas,
mis prpados de anunciaciones y agonas.
Pero en mi corazn no cabe un dolor ms!
Mi piel est llagada por dentro.
Me han cercado los fantasmas del terror
y del sueo.
Ay, crueles vigas, liberadme
y t, ro del amor, dname ya la pura
quietud de tus anillos!
A m, que nada poseo
sino las mortajas que nos deja el sueo,
los silicios del hambre y del asombro!
Pues atraves la noche en busca de otros mundos,
Y no encontr nada sino bestias degolladas
ensangrentando los caminos,
Nada sino pjaros heridos en los mudos tejados
Y nios que moran sin alcanzar el velero
de sus sueos,
Apostados frente a tierras baldas
que desde los pies los devoraban
Y contra ellos lanzaban los lobos del silencio
Y los puales del abismo que una mano
invisible blanda.
Cada vez que sus cantos llenaban la maana
72

Y de la cal surgen las voces contenidas


Ahora reno mis silencios para tallarte
junto a las columnas.
Te invoco ah como a una lmpara
que el desterrado hiciera frotar contra los vientos
y la salina edad de los almendros:
su msica ah! lejanos od
su terrible sonata coronar
los rincones del cielo.
Hija de mis ros, vuelve
tu arco a mi llegada
y dime cmo descubrir
tu primera memoria,
tu rito en el espejo,
cmo alcanzar la flecha que describes
en el muro de un mar donde te incendias.
Qumate como el alba sobre
las abandonadas redes y las rojas
aletas de los peces apenas entreabiertas.
Pero surge de tu duelo como el viento
renace del durazno que su piel amortaja.
Entonces lentamente, entonces
te oir avanzar por las sombras avenidas
que nombraba tu infancia junto a un ro.
Slo ah crecern los avellanos, ah
escuchar tu canto y la oracin
de tus cestos junto a los tibios
limonares que doraban la agona de la tarde.
Nunca supe que tu voz anunciaba el germinar
de los gladiolos,
81

y volcarla sobre las aguas


Tal vez el maravilloso rito que me evoc
su cuerpo desnudo no fue sino como
una llama que nos dona su msica
Y que empieza a vibrar al fondo de un lad
como al fondo de una flor extraa
Entre los espejos de la arena el viento cant
semejante a un nio de oro
Que nadie vio bajar del sol, pero yo s
Cuando sobre tu mano, visin que perd
al alcanzarla, la luna ilumin
un cordero azul
Y los vagabundos cantaron en las calles
con un halcn abatido por sus arcos
Forma y csmica sustancia
De las cosas divinas
Acaso t tambin has de perecer como pereci la visin
que tuve de ti esa vez?

80

con corales de jbilo y espera.


Ven, dulce muerte de ropaje benigno
y ardientes instrumentos!
Porque no encontr nada sino a Ti
en la vspera de cada viaje.
Y en el error de todo tumulto.
T llenabas el paisaje de la sierra y las vastas
columnas de los ros.
T, gran deliberadora y tu ojo de piedra
clavado en las ventanas!
Ven! Quiero que veas a tu husped
desnudo de recursos.
Voy a tender hacia ti las mismas manos
que tu santa ceniza recibieron.
Voy a darte mi sed y mi agona
y los libros de mi redencin y mi locura
y las palabras con que nombr tu retino
para alcanzar los lmites
que el hombre siempre anhela sin lograr
sus esencias.
Ven, leve viajera y qudate
en tu ligero corcel de plata volando en mis jardines!
Voy a darte mi vida a cambio de los sellos
que me cubran el alma.
Y del postrer licor que me moje los labios.
Voy a darte este cuerpo y estos huesos
que hondas hachas hirieron negndome el reposo.

73

Oda
Oh mar oh tiempo obscuro de mi sangre!
Estoy desnudo frente a tu corola
de rfaga impaciente. Oh, tiempo
en azules columnas sostenido:
cielo del mar, devulveme
el tallo de la angustia, la paloma
del aire, su silencio
de isla detenida.

74

Confusion en el extasis
Sobre la playa sembrada de un reciente hlito de acacias
Que el tenue roco pareca dibujar en la hora prometida
Vi correr a una joven tan esbelta como una
dorada nube
Me pareci que sus manos, al avanzar,
iban arrojando diminutos peces
de plata al aire.
Me pareci su loco ser como una visin
presentida en las dunas
O bien pretenda alcanzar su propia imagen
que las llamas de los crculos de arena
tenazmente extinguan?
No lo supe, pero m voz empez a llamarla
con esta cancin:
Oh. Di quin eres y dame a beber de tu espuma.
Qudate, aguarda a que las madrporas se abran
en el plenilunio!
Los efmeros tilos acariciados por el viento
dirigieron sus oraciones a la noche. Todo un trmulo
aletear de ramas palpit
como los velos de un navio en las sombras
de las radiantes dunas
Ella segua su marcha.
Nada la detena
Vi la ciudad en sus ojos de mendiga
de la kermesse alucinante
Ella pareca ofrecerla a las bestias que un cielo
de extramuro reuni en la colina
Tal vez quera encerrar la noche en una copa
79

Levitico

Naufragio y recompensa

Entre la hierba salvaje oteando la ribera


Advert el vuelo de los pjaros,
pues los tulipanes vibraron
Un pequeo marino vena con dos estrellas
que pendan de sus orejas
Me asombr de su aire de duna al viento Lo vi coronarse
de rayos y en pleno xtasis
blandir un ltigo
Que silb como una voz y corri entre los guijarros
Nada era tan semejante a mis cantos
Slo entonces pens en ti cuando ramos de laurel
ardieron en las rocas
Te invoqu con un libro y un pual
que puse en sus pginas
Y cul fue mi visin, diosecilla que ador
como un creyente?
Si te digo que un navio es para que emprendamos
el viaje
Si te digo que un rito nocturno es para que me dejes
asesinar tu cabellera
Quiero inclinarme sobre tu cuerpo como ante un pas
entre dos colinas
Y sentir que tu voz me llama a la hora de maitines
Para abatir a la bestia y crear la noche con slo
nombrar a un ngel.

Ahora
que enlazamos provincias a las otras y unos de otros se
distancian en crculos de gallos con plumas niqueladas.
Quiero
enumerar aguamarinas en tus ojos,
marcar sotas de plata con danzar tus dos pies,
que saben de la tierra lo que un cisne no ignora.
Aqu
desde
este espejo donde tus fechas naufragaron y tus manos
imitaron la ternura de los ros una cabeza de jabal hacia
el disco rojo del sol
se precipita. Si gallos llevo, si sotas de plata en ti condenso,
dejadme ir,
dejadme.
Desde algn festn con vino y bajo las estrellas yo bien s
qu silencios de no estar se reparten la hora. Y acaso
la ma no lleg de mapa a mapa
con lnea transversal?
Mi hora de gallos est aqu!
Ved
sus crestas rojas de fro,
sus afilados picos hiriendo los corderos. Mi hora de cisnes
la perd. Y este pastoral se angustia por partir, este amargo
que a la cada de sus lneas beb. Voy, s.
Ms de guarniciones a recuerdos con la distancia
por alfil,
dejadme,
dejadme ir, Qu buscaste estibar, qu dado arrojaste a lo

78

75

ilmite y su sonido
te extravi en confusas ondas?
Hay un nio que cambia de silencios,
y acaso,
un rito sea el otro en el mismo partir.
Confund por tus manos broquelados que tratan del
misterio primero, pues el tiempo dname de su xtasis en
jardines que antao recorr.
Al partir volver sobre lo andado
con la duna del que todo lo tuvo y todo lo perdi como
una baraja desolada entre los labios.
Y sin saber qu decir, ignorando que lo de hoy lo dije ayer
en quintaesencias y naranjos.
T, columna de mi tiempo, extensvate!
a ese instante que nunca alcanzarn mis pasos.

76

Vivo de ese perdido cielo


Dnde o en qu valle de nubes y de sombras encontrar el
pas perdido, sus corceles de sueo, sus tilos de esmeralda
sometidos al viento? Dnde, dnde est la campia
y la desolada quietud de sus pinares? Qu se hizo de
la rubia gavilla, qu fue de los tardos verdes del limn
enclaustrado en el cielo?
Tanto asombro marino y la pura metamorfosis de Orfeo
entre los nios que su canto buscaban en tus ojos.
Todo fue as: perdido sueo, isla que en su crculo propio
se extasa y evasiones condensa en ese rapto.
Te am as, te grab en el temblor de mis labios, Oh, isla
oh campia
es a vosotras que vuelvo siendo ahora yo mismo un puro
principio detenido!

77

A la altura de las gaviotas


El amor vive entre espejos
como un mar que sube a la altura de las gaviotas.
A la altura de las gaviotas
sube mar, sube espejo, sube amor y poesa.
Todo lo designa este mar furioso
que pasa de vena a vena, de ro a ro
entre columnas, entre
colinas, vastas colinas que se reflejan en las aguas,
visiones nada ms, pero visiones
que los ojos asaltan como espadas
y las sienes desnudas hirindonos las manos.
Aqu slo el amor vive de su obscura crislida,
slo el amor, slo el amor, slo la muerte
vuelven de extraos paisajes concebidos
en torno a un puro sueo que desterrados ngeles
sostienen sobre el tiempo, ese perdido himno.
Los ngeles sostienen los espejos mientras abajo el mar
de la maana sube entre las columnas a inaugurar el da.
A inaugurar el da que vuelve de su viaje alrededor de la
tierra cansada de ser tierra viene del mar de la maana
con sus trompetas de
oro
y sus carros de plata donde viven los dioses. Donde
viven los dioses vive el amor de nuevo, vive la poesa y la
locura.
Porque slo queda el brillo del mar sobre las
lmparas,
slo queda tu voz contando las estrellas
mientras pasan veleros por los viejos espejos,
124

Leyenda
Esta magia, esta loca estrella de vino que corre entre tus
sienes,
este pjaro que las arenas multiplican como un astro No
son, acaso, los presentes signos De un tiempo que sobre
el temblor de tu piel siento disgregarse
En frutos, en formas de frutos que dan su sombra el cielo?
Desde dnde
Ahora que las olas suben por este calendario de espuma
para abrir sus pginas Vens a mi vida
Hacia m invocando el eco de una sonata que perd en
los espejos
Ms lejana que la gracia de vuestros ligeros movimientos
Puedo aguardar para saberlo
Sonriendo de esta mentira que me acompaa todos los
das
A la ciudad que sus ciegos tumultos ordena en mi obscuro
pecho
Mientras veo a sus habitantes arrastrar blancos animales
hacia la playa
A fin de ofrecerlos para que el mar calme sus rencores
Ah los amantes se pasan las estrellas Y suean un velero
de colores distintos Debido al fulgor de las lmparas en
los ventanales Debido a la msica que los rubes de la
arena le donan a la arena

93

que derraman el vino en los manteles.

Mi sola virtud
Quibranse las hojas en el dorado rostro de una joven que
al avanzar, abrindose paso, entre los plantares cargados
de falos de monos, vislumbra la ciudad y sus mendigos
cuyos flacos perros
bailan en la plaza mientras suena un lad en la. ventana
de una casa olvidada.
i Oh efmera! Me pide a m desterrado de Indias, colono
brutal que la haga eterna Te dar fuego mortal, dijele!
Una nube cubri los hombros desnudos de la extraa
que en su fuga, veloz cual cierva que corre,
desde la noche al medioda hacia el rojo Verano,
va robando los sesenta rubes de las horas
y como un pllete espaol, nalgas al aire
lee en una rosa lo que Dios le dijo a Job.
Apoyado de codos a una mesa donde la muerte danza
entre las copas, un clown burln con traje de paja azul re
sin pensar que el azar lo castiga y da con gil ltigo fuertes
golpes al cuello de un.
airoso caballo.
Mi amor pas y entre los juncos, trmula, me cont todo
esto.
Una gota de agua, leve ya a la vspera, cancin de enanos,
abeja que se azula en un vaso de Sevres,
brill como un pez de vidrio entre las latas llamas, que
crculos de arena roja hicieron ascender hacia los mudos
cielos.

94

Y me quedo ya solo en la penumbra, muy solo como


un nio prisionero de su capricho obscuro, de su sueo,
sin esa abeja, con el libro en sombras, esperando que
venga la maana a liberarme de este olvido lento, de esta
oculta fuga, de esta isla apenas en que vivo el destierro
de los ngeles, en que olvido mi olvido con su ausencia,
cruel, desolado tiempo que me apena hasta hacerme
llorar en los abismos de esa mi sangre que a veces cae
de sus cegados
lmites
por escaparse casi de rodillas a su muerte.
Qu me despierta al alba sino la cruel, la bella abeja,
ese canto nupcial que en los espejos deja la huella de sus
alas rubias?
Ella vuela desde la blanca silla a la mampara amparada
en el ligero velo de su polvo y en los azules crculos que
traza a medida que asciende hacia la bveda.
Hay, adems, un gato que quiere devorarla y un pez
que al verla la cree el arco iris y una escoba nia desea
destrozarla Pero la abeja insiste en una doble magia la de
su vuelo y su dorada msica.
No se detiene nunca en los pasillos.
Slo desea retornar al cielo
donde vivi hace siglos en mi libro.

123

Dibujo

Cantico a las muertes del medioda

Me paso el da leyendo un texto antiguo, pero de pronto


interrumpo esos estudios porque vuela entre las sacras
pginas una invisible abeja de oro que renace de las
gticas letras de mi libro.

Primera alabanza

Me sorprende este milagro obscuro y veo revolar a


la ventana a la dorada abeja que vivi en el polvo
aprisionada hace ya siglos, siglos en el azul papel del
bello escrito.
La abeja gira en torno a los visillos manchados por las
moscas y la leche que cae desde el alba hacia la hierba.
Ella quiere romper la cerradura, el vidrio para volar
al sol, ese su padre antiguo que la llama a su esfera al
medioda,
a su trigo de sangre por las noches,
a sus vasos de espuma en cada tarde,
a sus vitrales de azulada imagen,
a la arpillera en llamas de su origen,
a los ciervos en fuga de su altura,
a los corales con que adorna el cielo
y el agua de las nubes, hijas puras
que sobre las colinas se retrasan
entre tejados rojos, entre
molinos de madera herida.
Me parece tambin que entre las pginas
de este libro que sostengo en mis rodillas
rueda una miel de sangre hacia los vasos
122

Digo que hay muertes repentinas como el ltimo temblor


de los arroyos en el medioda todava vacilante.
Digo que hay llamamientos de la sangre
y desnudas agonas de los huesos.
No sabemos qu isla de angustia nacer del asombro de
los ojos dormidos.
No sabmos qu pas de hoja ir lentamente cayendo en
la tibia eternidada de los prpados hasta cubrir la piel
como un viento que desciende la colina lejana suspendida
entre tilos de lluvia.
Digo que hay una hora elegida entre todas para que el
poeta llame a los violines del cielo y se desnude frente
al mar ebrio de la brisa de oro que los pjaros hacia l
empujarn con tiernos cantos.
Digo que cada estrella es un rbol que perdi sus races
y se volc hacia arriba igual que una copa de azul espuma
desbordada.
Digo que a veces la sangre se puebla de muertes como
una via obscura y que nacen adagios de luto en las
melisas y las gramneas susurran un viaje sin partida.
Digo que hay una dicha dormida en el corazn de
los amantes y que en Abril la noche eleva una esmeralda
hasta la msica del lago cerca de los olmos.
Digo que hay adioses dolientes en las calles donde cada
piedra es una mortaja del silencio.
Ese le dice a su sombra terrible: he muerto y llora su
muerte original
95

en la maana llena de un ligero y casi milagroso polen


desprendido de un valle de alas.
Ese otro arroja sus visiones al viento y sus sonatas y se
queda sin ojos frente a una llanura que lo invade de
antiguos salmos que brotan de la hierba ardiente.
Quin no llorarla su dolorosa muerte si pudiera tornar
al quinto da su expiacin? Quin sera tan avaro de
sus visiones como el cazador de perlas de la msica que
extraen sus flamgeras redes de las aguas?
Te digo que ese mar que a tus espaldas se abre tal
una joya pura no es sino el espacio prometido a tu sueo,
y que tu mismo sueo no es sino la espuma que cae
de los astros.

96

de la infancia
A llenarlo todo con tu risa transparente como la
sidra.

121

El tiempo olvidado
Los rboles ilustran la tarde
Ellos nada dicen pero lo dicen todo
Ellos lo dicen todo al viento que juega en la colina
El viento juega con los pjaros, deja pasar la tarde
En el paisaje de nevada donde todo se pinta con ms
fascinacin
Hay pjaros de hierba pjaros de corcho
Que enjaulan entre s el horizonte y sus cpulas
En el horizonte se agrupan las estrellas
Mientras un aceite de esperma cae del cielo
Mientras la verdura crece entre los rboles donde
reaparecen los rostros del tigre
Ms ac donde el gato persigue a una mariposa
Ms ac de los pararrayos fsiles
Ms all de las bellas islas y sus nubes
Todo se decide de nuevo a un golpe del azar
Porque el gato alcanz a la mariposa en el molino
de papel amarillo
Porque en el horizonte las estrellas son enjauladas
por los pjaros
Los pjaros que nada saben si no picotear las doradas
semillas
Ellos se llevan el cielo, el cielo que brilla entre los
rboles
Mientras t apareces en la escena como al fondo de
un bar
Aparece llena de luces en tu cofia de campesina de
Holanda
Ms bella que jams eres la dulce prima que vuelve
120

Segunda agona y alabanza


Es tan lenta la agona de aqul que ama los frutos clidos
Quin en la hora de su muerte no adorar la alegra
de los juncos? Quin no evocar la ventura de las ondas
que nunca
se detienen?
Es tan persistente el dolor de mis ojos que niego el paraso
y afirmo que la luz no podra vivir sin la sombra
Digo que nada hace suyo al hombre sino despus de
un largo dolor hacia adentro por mortaja de viento
recndito impulsado hasta que la misma sangre es una
piedra donde sus deudos lloran.
Digo que hasta los huesos duelen cuando se canta
(tanto como si naciramos de nuevo) y todo duele oh!,
alta corona mortal de la tiniebla
que me abisma oh!, lad de ceniza que slo dedos ciegos
podran pulsar al pie de los quietos limoneros ahora
plateados por la luna.
Hay una hora para llorar la dicha semejante a un ro
perdido
pues todo lo que amas cesar en un instante de latir y slo
los profundos cnticos en que el hombre celebra
el fuego, el mar, la sangre y su agona
sern, os digo, eternos como el hroe
que all desnudo y Ubre un da alzara
las doradas columnas que sostendrn la tierra.

97

La noche en ti
No fui ms semejante a mi mismo Que igual a ti y tu
voz Cuandos pasaste pidiendo una luz viva Y abra de
inocencia con el licor obscuro de los sueos
Slo pretendas el metal de tu cuerpo hacerlo ms perenne.
Ruiseores y abejas dialogan en la noche
No pude saber que decan, pero present
Como la nube presiente el cielo que roza
Que como t y yo unidos por verdes ramas de hasto
Ellos invocaban al amor, ese perdido ausente.
Los o en el murmullo de un boscaje inventar la vida
Defender su bella mentira a costa de los sueos Defender
la razn de su ensueo a costa de una
verdad improbable Como dioses que buscan la ruta del
verano escrita
en la lnea de las hojas Como rboles que la luz del mar
uno a uno extingue.

II
Yo deca: arrebato, un azul, los perdidos silencios, pero
nadie vena de las islas y ese azul y ese otro
arrebato
no eran si no himnos
de pequeas islas que a lo lejos
brillaban como doradas transparencias vegetales,
si presencias de nubes desoladas
torres de algas y el infinito
que de pronto
entra por las ventanas
de los molinos abandonados.
Entonces gatos ciegos gimen sobre las alfombras
y el alba cae como una anunciacin
de una lluvia an ms tenue que el misterio.
Una capa de escarcha sobre los alambres.

98

119

Dos sonatinas
I
Yo era el pasajero del olvido
Que volva de un viaje sin memoria
A travs de rutas desconocidas a travs
de estaciones perdidas
donde nadie me esperaba
No poda abrir la puerta del miedo
Y un lobo de fauces sangrientas aullaba en m ser
Todas las islas, todas las nubes
podan ser mis torres
Pero no haba sino olvido en las paredes
Oh, celda concntrica, que su vasta
soledad rene entre mis huesos!
Yo era ese viajero que volva de todo adis
Dejaba atrs pueblos sumergidos en la nieve
Rostros extraviados en la noche

Religin
Yo estaba lejano como un Dios que recin hubiere
creado el mundo Hacia m todo acuda. Las bestias y las
flores El vino del salvaje quemaba mi deseo Entonces t
nombraste ese silencio Pero yo no saba
qu soledad de viento creca entre tus dedos. Yo no saba
que mi crueldad era igual a tu amor y que la muerte
crece en las ciudades como un grito Pero an no haban
sido asesinadas las ltimas palomas. Esprame.

Cuando el tren estrellado descargaba su maravilloso


equipaje
Yo descenda con las manos vacas
En medio de los campanarios apolillados
Mis ojos traan visiones muertas
de una antigua edad
de sal y de presagios
Y todo de m hua
Yo estaba sumergido en el olvido
Pero quin llama a los ausentes?
Abrid, abrid las tumbas!
118

99

Soledad
En un suave desmayo los amantes psanse rosas Y creen
que el aire es una piel rosada Debido a esos rubes que
en la arena palpitan mientras una llama que es efmero y
dulce viento la recorre
Mientras mis animales ascienden los corales del agua
Nadie podra decir qu ciudad surgir de esa colina
abandonada
O qu insospechada msica ha de brotar de estos
contactos.
Ms los amantes no saben que la noche los transfigura en
pjaro En rboles de ardiente savia que saludan el cielo y
suben a su esfera
Tal los dones de estos cantos mos que viven mi destierro
Tal las visiones que surgen de mi sangre Como de un
sueo la negacin de la agona.

100

Salmo en azul

No s sino llorar, a veces en que un ans de angustia nos


consume, en que t vienes y ordenas el pan que clama
por el
cielo,
en que yo ordeno mis salmos dolorosos como huesos
de hebreos,
en que yo ordeno mis salmos dolorosos como huesos
y el mercader del trigo retorna a su pas
entre espuelas de aceite y hachas de borde cruel.
Ah!, olvid mi ser entre estos puros recursos del
retomo
y nada existe ya, nada, nada;
slo la quintaesencia imposible del hombre!

117

Estival

Un rostro entre la ms menuda hierba Como un vasto


espejo Donde todo se reproduce
Un navio en el espejo
Una estrella en la caja de msica
Un arlequn sobre el roco
El murmullo que descubr en mi infancia
Entre las hojas
Que se iban como los caballitos del carrousel
Aprisionada por el muro
La hierba se libera en el vuelo de los pjaros
Mi sueo se libera en el espejo
Mi infancia se libera en los navios

Poema
Aunque el mar parezca ebrio de sus coros de ngeles y la
tierna y dorada hierba nos envuelva en su velo flamgero
s que todo ha de pasar como en un canto si es que en el
canto la eternidad no queda aprisionada.
Te nombro ahora y te reencuentro en esta soledad y en
este dilogo.
S que un fulgor de estrellas podra revivirte, pero tambin
s que nicamente un fruto desolado y puro podra nacer
de mis visiones.
Ahora s que hay palomas degolladas en los tejados donde
el alba es una lenta sonatina de muerte
que desolados pastores elevan desde el valle.
Y s que tu sombra es tambin un ngel muerto.

Oh, plumas de gallo en el esto Oh, follaje de palmas en


el muro.

116

101

Paisaje marino en verano


Qu aire de limoneros trae el perfume de la campia
perdida entre cantos de pjaros!
La maana de coral resuena bajo la marcha de los
pescadores
La brisa se torna perla azul en las trmulas manos de un
nio.
Sin saber adonde ir, habra partido. Sin saber quines me
esperaban en otra parte grab la fecha dorada del regreso,
holl coronas de acacias, alcanc las islas rumorosas del
esto.
Avanc como un nio tembloroso y doliente con una
varilla entre los dedos.
Ah, triste de m por qu no sub a la barca, por qu no
atraves la colina tapizada de ramas y dalias tenues?
Todo era tan radiante que no hubiera osado llorar al
perderlo.
Todo, todo aire de limoneros, brisa marina, perla azul
seran del viajero que parte y no retorna.

102

El mar tiene razn porqu se basta a s mismo


El mar es una esfera
Que gira en e] mismo punto hace ya siglos
Que da vueltas en torno a un idntico crculo
El mar es ese signo que dioses de barba de piedra
trazaron para siempre

115

Alquimias del mar


El mar tiene razn slo en cuanto a sus islas
Razn de rboles, razn de nubes
El mar tiene razn cuando cantan sus olas
El mar tiene razn todo el da
Todo el da razn de sus corales para una msica
de agujas
Los corales forman tapices donde crece una hierba
distinta
Ahora son llamas encendidas desde la eternidad
El mar tienen razn todo el da
Razn de misterio razn de bastarse a s mismo
El mar mueve su cola para agradecer el bello da
El bello da que baja del algodn de sus nubes
Porque el mar tiene razn en el vrtigo de su abismo
Da a da el mar tiene razn y eso basta
No es necesario otra cosa para creer en la msica de
sus esferas
Msica de alas y de olas
Msica que el viento propaga de isla a isla
Es necesario saber que el mar tiene razn a cada
instante
Esa es la razn de sus islas empolladas de nubes
Razn que le da perpetuidad y movimiento
Una magia ms pura que el encanto
Una magia propia
Una magia mayor de edad
Una magia de alquimia
El mar tiene razn en creerse importante
El mar dueo de su destino
114

Esto es todo lo que queda de ese tiempo


Pero basta esa visin que nos libera
Ahora que una msica distinta sube de las redes en que
brillan algunos guijarros.

113

Retorno
A causa de la noche son ms bellas las islas Los rboles
ms azules porque as lo ordena el mar a las lmparas de
coral
Y ellas no desean oponerse a lo que desea el arco iris
Cuando los peces mueven sus colas para decir basta a las
disidencias
Y los pjaros ponen sus huevos entre los vidrios y
alambres llenos escarcha
Un bello animal de oro diseado por la tiza de los
algodones
Aparece de pronto al medio de las pizarras del jardn
La escena contina cuando los bailarines llevan sus
trajes hacia el bosque
Todo est en orden debido a la densidad de la luz
Tu rostro sometido a los espejos
Tu rostro de lneas simultneas es la calle que me
conduce a otras calles Esas calles perdidas en los das de
la infancia
Donde otros nios buscan guijarros en una playa que
empieza donde termina el molino
No haba otras estrellas si no las que se reflejaban en los
volantines de papeles pintados con motivos pascuales
No hay otra luz si no la que viene de los abanicos
Ahora es necesario ese misterio que descifraron los
graneros
No hay otra luz si no la de ese pasaje por la que se
pierde la escena
A medida que desaparecen los personajes la escala que
nos conduca a ese inesperado regreso se convierten en
una cuerda movediza
112

Pavana del gallo


y el arlequin

Invisible comarca

Amo los perros, los nios y los pjaros y en ese claro


cielo descubro cada da la rosa que mis padres en la
infancia me dieron. Era una rosa viva, de altivsimas
lneas y en ella an se conjuga el sueo que de nio tuve
una tarde pura. Hoy recuerdo las veces que junto a una
fuente mgica
descubr el caracol y la rana dormida.
Era un tiempo ms lento que el ro en las maderas,
pero an brilla todava
una lmpara sobre un tapiz junto a los espejos. El pjaro
llameaba en cada una de sus alas, el nio se dorma en
una puerta por donde entraba el aire
y se sumaba el perro a un reposo en la tierra. Aire para
las alas del pjaro en su crculo, tierra para los nios y el
perro al medio da! Mas advengan los cielos a una raz
de sueo.

111

Hacia una tarde enera sobre un campo de trigo


Donde un espantapjaros danza un Ballet antiguo
Bajo el cobre del sol va la nave de plumas
Y yo me quedo abajo esperando el regreso
Se arrodilla la hierba cuando pasa ese fuego
Se va el carruaje azul la tarde vive ajena
Se van todos los gallos
Se va el sol con su cola de oro en los tejados
(La cola de este sol es de paja por dentro)
Mas permanecen solas las ranas en el pozo.
V
Un volantn de hierba asciende a las estrellas
El tren vuelve de nuevo a pasar sobre el puente
Y los ros se llenan de una msica ebria
El color de las hojas se torna tornasol
Y lloran las abejas en sus jaulas de hilo
Se demoran los gatos en la siesta de esto
Ahora sta la tarde son los gallos de enero
Que juegan a los dados su roja eternidad
Ahora ya la tarde son diez gallos no ms
Que bailan sobre un fuego en vrtice tenaz
Los gallos degollados multiplican la esfera
Los gallos, ah!, gallos su terrible coral.

110

De profundis
Desde este amargo t me vuelvo hacia el demonio
Apenas entrevisto por el insomne husped
Que soy cuando de noche entro en mi ser visible
Cansado de mi viaje y de la larga
locura que hace tiempo absorbe mis dos sienes
Me vuelvo a la ceniza y a] vaso de mi sangre
Con las venas ardiendo y el rostro amortajado
Ms la espalda, llagada dolindome el costado, dando
perdn al denodado
enemigo que soy de mi mismo y de mi alma
Solitario por dentro, fatigado,
sin esperanzas como
un Cristo de abismal perspectiva
sobre el madero de mi columna vertebral crucificado
por los das que vivo buscando una respuesta
a la angustia que asalta mis ojos cuando duermo
Oh deudo, oh desolado!
centinela del tiempo, viga sumergido
en la sangre, en el vino y la tierra; ese, ese soy
esa mi sed, esa mi hambre, esa mi soledad, esa mi
[angustia,
y en mi mismo me acabo
por dentro, como un viento que haca el cielo
[impulsa
Desterrado por siempre, solemne, vertical, desterrado
como un guila ebria sobre una isla en llamas,
ya sin ansias de todo lo vivido
me vuelvo a la vigilia de mi cliz
y nada, nada espero de los das que vienen
sino una azul espada que me destroce el alma.
107

Cuadro de verano
I
Los gallos son los soles de la tarde
Que salen al Verano y ellos todos cantan
Cuando sus plumas rojas ya de sangre
Se vuelan de s mismas se van pero se quedan
Sobre un alto granero que les da su acogida
A esas plumas de gallo embriagadas de vino
En la tarde que muele y muele su molino
Los ojos de los gallos se ruedan a la hierba
Y los techos hilachan un cielo de ceniza
Mientras otras escarchas golpean los alambres de vidrio
Una lluvia de pasto invade los graneros
Un tren rojo pasa sobre el puente
Se va a la eternidad con sus ojos de bho
El paisaje dibuja lucirnagas de fro
En las verdes acequias que suben al molino
Ellas vienen de a poco otras veces se atrasan
En los rubios tapices del trigo y sus escalas
Porque el rio las llama con sus lenguas de mrmol
grises piedras blancas grises tablas muy blancas
Le dan sostn al da que se mueve en su rueda
Pero se van las piedras las tablas y los das.

Mientras el cielo cae a hachazos bajo el viento


Tambin unas encinas que reclaman ser libres
Y se ovillan las nubes prisioneras de alambres
Que enjaulan una diurna eternidad columnas
O espumas esas llaves o puertas ventanales
O trigos que se incendian en tapices de nieve
O pjaros que escriben un nmero en la arena
Este nmero gtico de ureas esencias.
III
T ests entre los gallos esos hijos del fuego
Todo pasa de nuevo todo vuelve a su rito
Un ciego pez en llamas va alrededor del da
En este dulce Enero que es un coro de gallos
O un lineal vuelo de gallos todos gallos marinos
Todo este coro augusto, este coral de sangre
Se empina hacia los lechos de rojas tejas altas
Muy altas como plumas que se escapan del gallo
El gallo verde opreso despus en esos crculos
Que marcan unas tizas en el patio en que un nio
Echa hacia el aire un azul volantn maanero
Volantn de verdura ese se eleva al cielo
Mientras arrojan llamas los gallos por sus ojos
Bellos gallos que el da los quema en su redoma
Bellos gallos de oro se suben a las torres.

II
Los gallos de la tarde son mis sueos verduras
Que vuelan al Verano y se queman sus plumas
Ellas sus rojas plumas que se queman al sol
108

IV
Este carruaje azul lo conducen los gallos
109

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