Aporofobia
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Departamento de Lenguaje
Aporofobia
ADELA CORTINA 7 MAR 2000,
Diario El pas
Sin embargo, s que son objeto de casi universal rechazo los gitanos apegados a su forma
de vida tradicional, tan alejada de ese febril afn de producir riqueza que nos consume;
los inmigrantes del norte de frica, que no tienen que perder ms que sus cadenas; los
inmigrantes de la Europa Central y del Este, dueos, ms o menos, de la misma riqueza;
siguiendo en la lista los latinoamericanos escasos de recursos. El problema no es de raza
ni de extranjera: es de pobreza. Por eso hay algunos racistas y xenfobos, pero
aporfobos, casi todos.
La razn es bien simple, descubrirla no precisa grandes especulaciones. En sociedades,
como las nuestras, organizadas en torno a la idea de contrato en cualquiera de las
esferas sociales, el pobre, el verdaderamente diferente en cada una de ellas, es el que no
tiene nada interesante que ofrecer a cambio y, por lo tanto, no tiene capacidad real de
contratar.
Esto sucede en el mbito de la economa, en el que buena parte de la humanidad queda
excluida de consumir productos bsicos para la supervivencia sencillamente porque no
interesa lo que podran ofrecer a cambio. "El libre mercado", dice la teora clsica,
"garantiza mayor soberana al consumidor". Lo que no aclara a rengln seguido es que
merece el ttulo de consumidor quien puede pagarse el consumo, quien presenta una
demanda solvente, porque es ste un juego de toma y daca, en el que ejerce su libertad
no el que quiere, sino el que puede.
Si tuviramos agallas para universalizar la ciudadana social a travs de un cierto
keynesianismo universal profundamente reformulado en trminos de justicia en vez de
retirarlo de los lugares en los que se ha encarnado, si aumentramos la capacidad
adquisitiva de cada una de las personas y las protegiramos frente a las contingencias del
mercado, aunque slo fuera por aumentar el consumo, y con l la produccin, podramos
empezar a hablar de soberana del consumidor. "Es imposible", replican los interesados
en que lo sea. Y, sin embargo, es preciso replicar que es de justicia.
Como es doctrina bien sabida desde hace dcadas, pero magistralmente expuesta por
Michael Walzer en Esferas de la justicia (1983), los bienes socialmente producidos son
bienes sociales y tienen que ser socialmente distribuidos con justicia. Como la
globalizacin -aadimos por nuestra cuenta- muestra, entre otras cosas, que la
produccin es global, global debera ser tambin la justa distribucin de la riqueza, y un
buen comienzo en el proceso sera universalizar la ciudadana social.
Sin embargo, los bienes no son slo econmicos, no slo hay poroi en la esfera de la
riqueza material. Las sociedades distribuyen tambin otros bienes, que componen
distintas esferas de justicia: la pertenencia a una comunidad poltica, la seguridad en
tiempos de vulnerabilidad (asistencia sanitaria, jubilacin, desempleo), los cargos que
determinan el ingreso, la estima social y las oportunidades vitales, la educacin, el poder
poltico, la igualdad, por la que nadie debera poseer un bien de estas esferas con el que
pudiera comprar todos los dems, el reconocimiento y los honores que condicionan la
autoestima y el autorrespeto.
En cada una de estas esferas hay poroi, justamente aquellos que en ellas no parecen
tener nada interesante que ofrecer a cambio. Por eso en el mundo poltico, amn de los
extranjeros, inmigrantes, asilados, con sus dificultades para pactar, reciben los
ciudadanos distintas contraprestaciones, segn lo que ofrecen a quien ostenta el poder. Y
as sucede igualmente en la universidad y en el hospital, en el taller y en el banco, en la
vecindad y en la empresa, que hay quienes tienen algo interesante que ofrecer a los
poderosos y quienes bien poca cosa. Y stos son en cada una de las esferas los dbiles,
los excluidos. Los poroi.
Mientras no se les nombra se confunden los perfiles, que es lo que gusta a los poderosos:
esa difuminacin del lenguaje, en virtud de la cual ya ignoramos de qu estamos
hablando. Y en manifiestos contra el terrorismo se dice: "Estamos en contra de los
intolerantes", confundiendo el tocino con la velocidad, porque la intolerancia es una actitud
del carcter, y el que mata es un asesino. Los atentados contra las personas no son
atentados contra la democracia, sino contra la vida concreta de las personas concretas, a
quienes a partir de ese momento sus gentes ya no vern ms. Excluidos, totalmente
excluidos de la vida, supremamente marginados.
Ante una situacin semejante cabe responder desde tres tipos de tica, encarnados en
tres tipos ideales: la tica de los demonios estpidos, la de los demonios inteligentes y la
de las personas, amn de inteligentes, justas y solidarias. La sugerencia viene de Kant,
quien en La paz perpetua aseguraba que hasta un pueblo de demonios, de seres sin
sensibilidad moral, sacrificara parte de su libertad y entrara a formar parte de un Estado
de derecho, aunque tuvieran que someterse a la ley, "con tal de que", aada, "tengan
inteligencia". Podramos decir, por analoga, que hasta un pueblo de demonios, sin
sensibilidad moral, preferira la paz a la guerra, la cooperacin al conflicto, la colaboracin
a la exclusin, con tal de que tengan inteligencia.
Los demonios estpidos excluyen a otros en cada esfera social, creyendo que no tienen
nada interesante que ofrecer. Y en realidad sucede que los inmigrantes, tan vapuleados,
asumen los trabajos que nadie quiere y traen sangre joven a una Europa avejentada. Los
demonios inteligentes se aperciben de este tipo de cosas y tratan de averiguar con
quines interesa sellar pactos, porque hasta el ms dbil te puede quitar la vida. Las
personas con sentido de la justicia y la solidaridad van ms all del contrato: hacia el
reconocimiento del valor en s de cada ser humano, que es la divisa de la Ilustracin.
Adela Cortina es catedrtica de tica y Filosofa Poltica de la Universidad de Valencia.