Wilde, Eduardo - Tini y Otros Relatos
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EDUARDO WILDE
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Eduardo Wilde
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LA VIDA
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LA GENERACIN DEL 80
Para interpretar en todos sus matices la trayectoria de Wilde, y de
modo especial su significacin como hombre de letras, es imprescindible
tomar en cuenta la poca en que actu y ubicarlo entre las figuras
literarias de su generacin, la del 80. De sta dijo Ricardo Rojas en su
Historia de la Literatura Argentina: Hay en esta generacin un tipo de
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PROMETEO y CIA.
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TINI
-Cmo va la enferma? - dijo el mdico, entrando a una pieza en la
que varias personas hablaban en voz baja.
-No est bien - contest una de ellas.
-Perfectamente - repuso el doctor y penetr con precaucin en la
habitacin contigua, que era un espacioso dormitorio, bien amueblado y
dotado de cortinas dobles, alfombras blandas y lujosos adornos.
Una lmpara opaca alumbraba escasamente con su luz indecisa el
aposento, cuya atmsfera denunciaba la presencia de perfumes y la permanencia de personas cuidadas; haba olor a recinto habitado por dama
distinguida.
La enferma se hallaba acostada de espaldas, en un lecho limpio y
acomodado.
Su semblante estaba plido, sus labios algo descoloridos. Una cofia
blanca aprisionaba sus cabellos, una bata bordada cubra su pecho; sus
manos finas, blancas y suaves salan de entre un capullo de encajes que
parecan un montn de espuma. Haba en su persona un poco de esa
coquetera permitida que tienen todas las mujeres de buena cuna y que
ostentan aun cuando estn enfermas.
El doctor, mirando fijamente a la dama y tomndole la mano, medio
en uso de su profesin, medio en forma de saludo, pregunt:
-Cmo ha pasado el da la seora?
-Mal, doctor, he sufrido mucho; me duele todo; deme algo que me
calme : l qu falta de compasin venir a esta hora!
-Seora, la mejor visita se deja para el ltimo, como los postres. Es
necesario buscar la esttica aun en el desempeo de los ms dolorosos
deberes.
-Usted tiene siempre disculpas.
-Y usted jams tiene necesidad de ellas. -Creme y le perdonar su
indolencia. -Usted ser atendida con toda la prolijidad
de que yo soy capaz.
En seguida hizo un interrogatorio detenido y explic sus
prescripciones.
Junto a la cama de la enferma, recientemente madre, haba una cuna
y en ella dorma sus primeros das un nio robusto, envuelto en mil
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bordados.
El mdico se acerc a l y despus de observarlo un rato, dijo:
-Ser un famoso guardia nacional si la naturaleza lo permite!
-Si Dios quiere, diga, doctor -objet la dama.
-Bien, si Dios quiere ; en materia de creencias, tengo las de mis
enfermas distinguidas.
El doctor se retir, y la madre del nio se qued reflexionando en el
correctivo puesto por su mdico al augurio relativo al recin nacido.
La enferma se restableci pronto, y el nio durmi mucho, llor poco
y se aliment a satisfaccin en los das y los meses siguientes.
La madre lo cuidaba con esmero, no se separaba de l durante el da
y todas las noches se sentaba en la cama para mirarlo largo tiempo.
Cuando el nio suspiraba, la madre se senta agitada, y cada tos y
cada estremecimiento del pequeuelo querido, produca una alarma,
pues el augurio del doctor con su correctivo, trotaba con singular
insistencia, durante las largas horas de vigilia, en la cabeza de la madre.
Mientras tanto, el objeto de tales inquietudes continuaba durmiendo
sus das enteros y sus noches completas. Cuando no dorma, tomaba el
pecho. ; Jams se vio nio ms dedicado a esas dos ocupaciones!
A los diez meses dijo: mam; la casa se puso en revolucin. Despus
dijo: pap; un criado corri a buscar al aludido a su escritorio para
anunciarle la gracia. Ms tarde se par y 'dio algunos pasos, estirando
los brazos para agarrar las manos que le ofrecan.
En estos primeros ensayos recibi el nombre de Tini.
Qu quera decir Tini? Nadie lo supo; pero. el apodo se qued como
nombre.
Tini comenz a caminar y a conversar.
Se dio muchos golpes y dijo mil barbaridades graciossimas y
comprometedoras. Por ejemplo llamaba pap a todo el que vea con barba
larga y su verdadero padre slo obtuvo el titulo legtimo a travs de un
montn de juguetes y caramelos regalados.
Tini era muy lindo; lo pedan del barrio para mirarlo y ms de una
vez, en sus excursiones, hizo de las suyas.
Un da Tini estuvo de mal humor; su mam dio por causa que tena
la boca caliente y que apretaba las encas.
Con este motivo los dedos de todos los habitantes masculinos y
femeninos de la casa, entraron en la boca de Tini, hasta que el ndice del
pap, sucio del tabaco, descubri un conato de dentadura.
Tini ech un diente, no sin un gran conflicto e el barrio y serias
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consultas al mdico.
'Escenas anlogas se repitieron durante algn tiempo, y Tini present
por fin una dentadura de ratn, chiquita, cortante, graciosa, que se
mostraba sobre todo seductora en las sonrisas de su boca rosada.
Intil es aadir que de all en adelante Tini obtuvo el privilegio de
morder los dedos que se aventuraban en exploraciones peligrosas, y de
desblocar todos los pedazos de carne que le caan a la mano. Sola
tambin mascar las cabezas de los soldados de palo que le compraban;
tales atentados motivaban invariablemente una visita mdica.
El adorado y consentido Tini era sublime de impertinente, y sus
audacias increbles para decir las cosas ms crudas con el mayor
aplomo, slo tenan su explicacin en su inocencia singular respecto a
las conveniencias sociales.
Verdad es que cuando comenz a hablar con metforas inteligibles, y
a encontrar smiles,' slo tena dos aos y medio.
A pesar de sus franquezas y paradojas, Tini gozaba del cario de
todos, y nios, mujeres, viejos y jvenes se disputaban su amistad y sus
caricias.
Su cara y su cuerpo eran una perfeccin, su carne era la ms fresca
de la naturaleza, su piel la ms blanca, sus muslos duros y llenos, sus
manos blandas, chicas, finas, con los dedos doblados hacia el dorso.
Qu
cabeza!
qu
pelo!
qu
ojos
y
qu
boca!
Si daba ganas de comrselo a besos!, como decan las muchachas ms
expresivas del barrio.
La boca, principalmente, era una delicia; tena gusto a leche con
azcar y causaba el tormento de su dueo quien, tras de cada beso, se
limpiaba los labios con el brazo en prueba de disgusto.
Toda su ropa se pareca a l y lo recordaba sus botines sobre todo,
eran adorables; gastados en el taln, algo torcidos y rotos a la altura del
dedo grande, eran toda una historia de las mil ambulancias infantiles de
su dueo.
Al mirarlos tirados en cualquier parte, la imaginacin los rellenaba
con el piececito del nio, y uno vea asomar su dedito rosado por el agujero de la punta.
Tini progresaba diariamente y su inteligencia tomaba formas
caprichosas y trascendentales.
A la edad de cuatro aos emprendi una reforma capital de la
gramtica, y atac, desde luego, los verbos irregulares con un
encarnizamiento incomparable.
No deca "hecho" por nada de este mundo, sino "hacido"; el verbo
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doctor.
Haba en la cara del nio algo extrao ; su expresin era entre seria y
triste; no demostraba dolor, pero alejaba la idea de bienestar; alguna
sombra rara, indecisa, alarmante, se paseaba por su rostro plido.
La noche se pas en zozobras y cuidados; el nio dormitaba de
tiempo en tiempo; el mdico observaba los progresos del mal y propinaba
l mismo sus inciertos remedios. La tos ronca del pequeo enfermo se
repeta con ms frecuencia; sus palabras, antes tan graciosas y sonoras,
salan oscuras y veladas de su garganta.
-Mam! -deca, estirando sus bracitos redondos -, no me duele nada,
no llores -. Pero su inquietud mostraba su mal y su respiracin pareca
un suspiro continuado. La madre se ahogaba, los sirvientes lloraban, el
luto y la tristeza se esparca por toda la casa.
Al otro da un pequeo alivio se inici.
Tini pidi sus juguetes predilectos : su tambor, su corderito, su
polichinela y sus soldados. Pronto se cans de acariciarlos, sin embargo,
y los empuj al borde de la cama, como si le incomodaran : slo el
polichinela, con sus platillos levantados, obtuvo el privilegio de acostarse
a su lado.
Ms tarde la respiracin se hizo anhelosa, volvi la inquietud; hubo
varios accesos ligeros de sofocacin; el llanto apareci de nuevo en todos
los ojos, varios mdicos examinaron a Tini y l soport con
mansedumbre angelical aquellas molestas investigaciones. Despus,
como quien pensara que todo era intil, al ver acercarse a los mdicos
armados de cuchara, instrumento al cual ya miraba con horror, se daba
vuelta desesperado y gritaba con voz ronca y lastimera " Basta, mam !"
El corazn de la madre se desgarraba, sus lgrimas corran a
torrentes y con su mano temblorosa apartaba la del mdico que iba a
martirizar a su hijo.
Nunca mayor dolor penetr en pecho humano, jams zozobra igual
desgarr ms cruelmente. las entraas de mujer alguna.
Se habl de peligro inminente, de remedios heroicos y de operacin;
pero la confianza, esa tabla de salvacin de todos los infortunados de la
tierra, haba desaparecido de todos los pechos.
Las conversaciones se pararon, las comunicaciones intelectuales no
tuvieron ya ms expresin que la mirada, y los ojos investigadores no
hacan ms que preguntas sin esperanza, ni obtenan ms que
respuestas dolorosas.
A la noche siguiente, la operacin fue decidida.
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a su auditorio.
La atmsfera del aposento quedaba cargada con el bordoneo del
insecto y pareca mantener en conserva algn mensaje lamentable, dicho
por una comadre mal intencionada.
Y luego continuaban los silencios y los ruidos, g las luces y las
sombras, las caras y las esfinges, aterrorizando la imaginacin y girando
lastimeramente en torno del nio enfermo.
Pobre Tini ! Entre un letargo y otro letargo l vea cambiarse los
personajes de la escena: unos entraban, otros salan, algunos permanecan estticos y serios como senadores petrificados, o bailaban
contradanzas haciendo figuras al comps de una msica que no se oa.
Los ruidos de las calles comenzaban luego a amontonarse en la
atmsfera y penetraban poco a poco hasta la cama de Tini, solitarios
primero, juntos y en tropel despus, hasta que su nmero y su mezcla
produca un rumor uniforme, montono, sin articulacin ni timbre.
El farol del patio, que haba mirado con su ojo amarillo durante toda
la noche* a travs de las persianas el doliente cuadro, urgido por ta
economa domstica y la competencia insostenible de la luz solar, se vio
obligado a dejar de pestaear con su gas a medio foco, y sus fajas
penumbradas, que desde las paredes del cuarto acompaaban a los
veladores, se borraron de golpe, dejando en ellos la tristeza de una
innovacin.
Y a la plcida aurora, y al sol naciente y a los nublados de la tarde,
sucedan el crepsculo, ta oscuridad de la noche, la semiluz de las
estrellas o la serena reflexin de la luna que con su cara bruida se
levantaba lentamente hacia los cielos.
Las horas pasaban unas tras otras, con su nmero de orden a la
espalda, en series por docenas,. marcadas como camisas de gente metdica y llevndose al infinito las desgracias que sucedieron en ellas, sin
dar vuelta jams la cara, para mirar la msera tarea de sus compaeras;
las horas pasaban prendidas las unas a los faldones de las otras, con su
paso uniforme, como soldados de teatro, sin pararse ni acabarse jams.
La nmero seis o siete de la segunda serie, que haba visto
enconderse el sol tras de los edificios, con su cara roja como la de un
enfermo de escarlatina, entraba en el cuarto de Tini envuelta en el
crepsculo, a pedir que encendieran las luces y pusieran un punto
brillante en el vaso de aceite, donde iba a navegar toda la noche un disco
de porcelana con una mecha microscpica.
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Los ojos de Tini, medio empaados ya, vean los crculos difusos de
aquella luz clandestina que alargaba y acortaba sus rayos, en un eterno
juego sin consecuencia y sin destino.
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asegura que, al ver esa reliquia, ha visto al mismo Tini con el botn
amoldado, duro y torcido, mostrando su dedo rosado por el agujero de la
punta.
Sus juguetes yacen escondidos; el polichinela se ha quedado en el
fondo de un mueble con los brazos tiesos y los platillos levantados; el
tambor y los soldados estn rotos I y ya ningn nio jugar con ellos!
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FRAGMENTO CRIOLLO
Sola, viento de furia, en su cabeza abatida, mana tu msica trada de
los confines del mundo, sus ecos recogidos en los bosques lejanos o en,
las montaas nevadas y solitarias donde huyen las gamas espantadas
cuando t te quiebras en los desfiladeros y reniegas de tu suerte que te
obliga a viajar eternamente, sufriendo el fro y el sol y la lluvia en tu
trnsito por los hemisferios.
Sopla, viento de furia, sobre la cruz de las cpulas o sobre las veletas
de los edificios que gimen gritando a mis odos en la noche callada, todos
los tonos del sentimiento que me domina.
Arrebata en tus alas mi pensamiento y mi amor y llvalos hacia su
lecho donde suspira inquieta y devorada por los celos; dile que la quiero,
que te oiga y cambie tu mpetu al mez- ciarle con su aliento, en brisa
tibia y suave que derrame la dicha en su camino. Vuela, viento del polo,
del ecuador o de los desiertos inexplorados y roba tu humedad de las
flores, en cuyas hojas coagula su llanto la atmsfera en lgrimas de
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VIDA MODERNA
Ro IV, &.,&.
Mi querido amigo
Por fin me encuentro solo con mi sirviente
y la cocinera, una seora cuadrada de este pueblo, muy entendida en
poltica y en pasteles criollos.
Ocupo una casa vaca que tiene ocho habitaciones, un gran patio
enladrillado y un fondo con rboles y con barro. Tengo dos caballos de
montar y uno de tiro. Mi dotacin de amigos es reducida; total: dos viejos
maldicientes. He trado libros y paso mi vida leyendo, paseando,
comiendo y durmiendo. Esto r s solo constituye una buena parte de la
felicidad ; el complemento - quin lo creyera! - se encuentra tambin a
mi alcance, aqu, en este pueblo solitario y en esta casa medio arruinada
y desierta.
Soy completamente feliz! Bsteme decirte que nadie me invita a
nada, que no hay banquetes ni peras ni bailes y, lo que parece
mitolgico en materia de suerte, no tengo ni un bronce ni un mrmol ni
un cuadro antiguo ni moderno; no tengo vajilla ni cubiertos especiales
para pescado, para esprragos, para ostras, para ensalada y para
postres; ni centros de mesa que me impida ver a los de enfrente ; ni
vasos de diferentes colores; ni sala ni antesala ni escritorio ni alcoba ni
cuarto de espera; todo es todo. Duermo y como en cualquier parte. El
caballo de montar entra a saciar su sed al cuarto de bao, en la tina,
antes que yo me bae, con recomendacin especial de no beber de a
poquitos, ni dejar gotear en la baadera el sobrante del agua que le
queda en el hocico.
Recuerdo que cuando era nio conoc un seor viejo, hombre
importante, acomodado, instruido y muy culto. Pues el viejo no tena en
su cuarto de recibo sino seis sillas, una mesa grande con pies torneados,
gruesos y groseros, cubierta con una colcha usada, sobre la que estaba
el tintero de plomo con tres agujeros en que permanecan a pique tres
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plumas de pato o ganso. Haba adems papeles, libros, tabaqueras, anteojos y naipes. De noche se reunan all los hombres ms notables del
pueblo : el cura, el corregidor, el juez de letras, el tendero y otros ilustres
habitantes. All se hablaba de la poltica, de la patria, de la moral y de
filosofa, tpicos que ya no se usan. Concluida la tertulia el viejo se retiraba a su dormitorio en el que no haba sino una cama pobre, una
mesita tica, una silla de baqueta, un candelero de bronce con vela de
sebo, una percha inclinada como la torre de Pisa, que se ladeaba ms
cuando colgaban en ella la capa de su dueo y, por todo adorno en las
paredes, una imagen de San Roque, abogado de los perros.
A pesar de esta ausencia de mobiliario que escandalizara hoy al ms
pobre estudiante, el viejo era muy considerado, muy respetado y viva
muy feliz ; nada le faltaba.
Dime ahora lo que sera de cualquiera de nuestros contemporneos
en tal desnudez! Cuando me doy cuenta de lo estpido que somos, me da
gana de matarme.
Por eso me gusta el poeta Guido Spano.
La semana pasada lo encuentro en la calle y le digo:
-Cmo le va? Tanto tiempo que no lo veo; usted habr hecho
tambin negocios !
-No - me contest -, soy el hombre ms feliz de la tierra; me sobra
casa, me sobra cama, me sobra ropa, me sobra comida y me sobra
tiempo; no tengo reloj y no se me importa un comino de las horas !:,
Con tamaa filosofa cmo no haba de estar ese hombre contento
En una ocasin me acuerdo haberlo visto en cama enfermo de
reumatismo y tocando la flauta con un pequeo atril y un papel de
msica por delante. Nunca he sentido mayor envidia por el carcter de
hombre alguno.
A m tambin, aqu en Ro IV, me sobra todo, pero no tengo flauta, ni
atril, ni s msica.
Sabes por qu me he venido? Por huir de mi casa donde no poda
dar un paso sin romperme la crisma contra algn objeto de arte. La sala
pareca un bazar, la antesala dem, el escritorio, no se diga!, el
dormitorio o los veinte dormitorios, la despensa, los pasadizos y hasta la
cocina estaban repletos de cuanto Dios cri. No haba nmero de
sirvientes que diera abasto. La luz no entraba en las piezas por causa de
las cortinas; yo no poda sentarme en un silln sin hundirme hasta el
pescuezo en los elsticos; el aire no circulaba por culpa de los biombos,
de las estatuas, de los jarrones y de la grandsima madre que los dio a
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aniversario!
Excuso decirte que cuando un sirviente torpe echa abajo un armario
lleno de loza y cristales, no quepo en m de contento.
Escrbeme pronto y no te olvides de comunicarme en el acto, si por
acaso quiebra la casa de Lacoste o la de algn otro bandolero de su
estirpe.
Te recomiendo, adems, que si puedes hacerme robar durante mi
ausencia algunos pedestales con sus correspondientes bustos, varios
cuadros y todos los muebles de mi escritorio, no dejes de hacerlo.
Sobre todo, por favor, hazme sustraer las palmeras que obstruyen los
pasadizos y el alisum espinosum que est en la puerta del comedor y al
cual profeso la ms corrosiva ojeriza.
En el ltimo caso puedes recurrir al incendio. Te autorizo!
Tu amigo,
BALDOMERO TAPIOCA
AS
El amor es un tema universal y eterno, y ningn tratado de filosofa
ni de moral me prohibe ocuparme de lo universal y de lo eterno.
Graciana tena las manos speras y coloradas ; haba lavado mucho
en su vida, lo que no le impeda tener quince aos y un corazn sensible.
Tena, adems, ojos, boca, nariz y frente, como muchas personas de
su sexo; pero estas facciones y otras ms en ella, se haban tomado la
libertad de ser excesivamente bellas.
La oreja, por ejemplo, era inimitable, bien doblada, chica y
ligeramente sonrosada.
No tena aros, ni agujeros en qu meterlos. Estos descuidos, dignos
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del ms justo reproche, fueron debidos a dos causas, una moral y otra
fsica. La primera su pobreza; la segunda, el que su madrina, la nica
abridora de orejas que haba en su pueblito, haba sido atendida de una
simple irritacin de los prpados por un clebre oculista y naturalmente,
haba quedado ciega.
Aada Graciana a sus encantos un cabello que era un trigal maduro,
unas cejas arqueadas y finas, un color de luna disuelta en leche, y unos
dientes tan lindos que cualquiera al mirarlos deseaba en su fuero interno
ver a la nia convertida en perro y ser mordido por ella.
A lo menos, tal fue el primer cumplimiento que le dirigi Baldomero
Tapioca, estudiante de medicina, ambulante.
La nia se ri de semejante ocurrencia. Era italiana.
No necesitaba ser italiana para rerse, pero ustedes comprendern
que tampoco eso era un obstculo.
Baldomero estaba perdidamente enamorado de Graciana y de otras
varias avenes; as se lo dijo un da, suprimiendo lo referente a las otras
jvenes, en lo cual obr con una prudencia sorprendente en su edad,
pues solo tena veinte aos.
La proporcin de edades haba sido ya discutida. Arreglado este
punto, no qued pendiente sino l de la correspondencia de
sentimientos, destinados a ser resuelto en otra correspondencia, la
epistolar.
Y aqu me es forzoso decir, sin ofensa para nadie, que en esta ltima
Baldomero abus de los trminos tcnicos y Graciana maltrat horriblemente a la ortografa, pues jams escribi "yo te amo" sin ponerle
una h en alguna parte.
Slo dos ejemplares poseo en mi archivo, rico en autgrafos
histricos, de' las cartas cambiadas entre estos clibes, y voy a
transcribirlas en beneficio de la humanidad literaria.
Baldomero a Graciana:
Angel hipertrfico, es decir, magno: la arteria coronaria de mi corazn
se cierra apenas mi retina percibe los msculos risorios de tu boca, y mi
trax se siente atacado de angina pctoris. La circulacin cardaca se
detiene, y turgencias espasmdicas forman protuberancias en mis
rganos! Esprame a las siete post meridianum, en el anfiteatro de
nuestros amores. Tuyo, como del hombre el pensamiento,
Firmado: BALDOMERO TAPIOCA
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Graciana a Baldomero
My Mahma thi N. do Lorde uuellhas man ! Dame huna me de
Zyna perro ke saya gena? Tulla,
Firmado: GRACIANA
Hay jvenes capaces de todo en su aturdimiento, hasta de amar a
una muchacha que escribe su nombre como una firma social. En ese
caso estaba Baldomero, tal vez porque no buscaba la ortografa en los
besos sabrosos, encantadores, frescos y con olor a violetas, de los labios
de su ngel hipertrfico.
Yo confieso francamente que aun cuando hubiera sido maestro
normal y profesor aburrido de gramtica anestsica, en viendo a
Graciana me habra arrojado a sus pies, no solo olvidando la ortografa,
sino tambin la analoga, la sintaxis y la prosodia.
Qu gramtica ni qu ortografa supo la fecunda Eva, joven
analfabeta y robusta, cuando sedujo a su paisano Adn, mozo sin vicios
y soltero, prefirindolo nada menos que al Padre Eterno?
Y si se explica la preferencia de Eva por razones de edad, anlogos
incentivos debi te. ner nuestro padre Adn, que en paz descanse, para
no detenerse en detalles pedaggicos, tratndose de una vecina guapa,
tentadora y resuelta, en aquellas soledades del Paraso terrenal.
Graciana no experiment las dificultades de la eleccin entre
Baldomero y el Padre Eterno, tal vez por no haberse presentado este
ltimo a solicitar sus favores.
Am a su amigo Baldomero con una pasin italiana, sancochada,
hervida, calcinada al calor de un sol americano, y el joven estudiante
supo corresponderle con todo el ardor de un potro salvaje.
Los dos amantes se daban cita en los parajes ms inopinados, y no
hubo seccin de territorio en la comarca donde no resonaran sus besos
recprocos e irreflexivos.
Pobre Graciana! Las altas horas de la noche la encontraban sin
dormir tramitando sus impresiones, y la luz del alba, cuando entraba por
las rendijas de la endeble ventana, sorprenda sus pupilas mirando al
infinito a travs de las paredes de su cuarto desmantelado.
Su cama sencilla, estrecha, inmaculada y dura, amaneca revuelta,
tras de una noche de Insomnio en que la linda muchacha, buscando
posiciones para conciliar el sueo, solo hallaba inquietudes con sus
inacabables meditaciones.
Y a la hora de levantarse, cuando tomaba su alimento, al comenzar o
concluir cualquier ocupacin, en fin, en todos los momentos de su vida,
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PABLO Y VIRGINIA
Acabo de leer este romance. Es bueno; voy a controslo por si no lo
conocis.
Una joven de familia distinguida se enamora en Francia de un
hombre honrado, de mediana condicin, llamado La Tour. Se casa con l.
Esto desagrada a la familia de la mujer. El marido, disgustado del
accidente, decide ausentarse y se traslada a una isla donde existe una
colonia francesa; deja all a su mujer y se va a negociar al extranjero.
Muere antes de volver a la isla, quedando su mujer con una hija no
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mucho.
Virginia cambi de carcter: andaba triste, soadora y se ruborizaba
al ver a Pablo. Este no comprenda una palabra del asunto; solamente
infera que su hermana no lo quera tanto, pues no se dejaba abrazar ni
besar como antes.
La madre de Virginia se dio a pensar, por aquella poca, en que
convena separar a su hija de Pablo y habl a ste de un viaje a la India.
-Yo no voy a la India - respondi Pablo.
-Est bien, joven obediente - repuso Mme. La Tour -, no vayas.
Virginia continuaba soando y haciendo rarezas. Una carta de
Francia lleg a manos de Mme. La Tour: era de una ta de Virginia, rica
como Creso y mala como una avispa. En la carta peda que le mandaran
a Virginia.
La noticia se esparci por la isla y el gobernador y dems habitantes
tomaron cartas en el juego.
Para Virginia se estableca este dilema : dejo a Pablo y tengo fortuna,
o no tengo fortuna y no dejo a Pablo. Ella se inclinaba a lo ltimo, pero
las madres, los vecinos y el gobernador, opinaban por lo primero.
Pablo se desolaba, mas nadie le haca caso.
En fin, tras de mil vacilaciones, embarcaron a Virginia, sin que lo
supiera Pablo, quien reneg mucho, llor mucho y se pas tres das
mirando al mar.
En Francia, la ta meti a la sobrina en un convento y la quiso casar
con un viejo rico. Virginia se neg a ello y llev durante su permanencia,
una vida de perros.
En la isla no lo pasaban mejor. Pablo estaba sorprendentemente flaco
y no cuidaba el jardn. No haban recibido noticias directas de Virginia,
pero esto no les sorprenda porque la joven no saba escribir. Un da, por
fin recibieron una carta de su puo y letra; i cmo supieron que era de
su puo y letra?... Ah!... En las islas!
Pablo se puso a aprender a escribir para contestarla, y al fin de seis
meses envi .a su hermana nominal una plana de curiosos detalles y
cuyos ltimos renglones contenan repetida cien veces la palabra ven.
La ta, cansada de la obstinacin de su sobrina, se decidi a
devolverla a su patria y la embarc en un mal buque, eligiendo la
estacin de las tormentas.
El buque lleg a la isla, pero al acercarse a la costa, se desencaden
sobre l un horrible huracn.
Pablo, el viejo, los negros, Fiel, el gobernador y todos los vecinos
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TIEMPO PERDIDO
IGNACIO PIROVANO
All por el ao de 1860, todas las viejas de uno de los barrios ms
poblados de esta ciudad dorman de noche, vestidas y con vela, y no
salan de ala a la calle sin asomar antes la cabeza con aire preguntn y
mirar arriba y abajo, como para asegurarse de que no haba peligro.
A un viajero curioso que no hubiera estado en el secreto, habrale
llamado sin duda la atencin tamaa cautela, pero los habitantes de
Buenos Aires, y particularmente los moradores de aquel barrio, saban
bien a qu atenerse en cuanto a esto y no solo no encontraban de ms
semejantes precauciones, sino que aplaudan la rehabilitacin que se
hizo por aquellos tiempos de un sinnmero de conjuros antiguos, a
causa de los acontecimientos extrasimos que tenan lugar.
As, no haba, pues, casa de mujer medianamente beata en la que no
encontrara un San Antonio patas arriba, un San Roque sin perro, una
herradura colgada, el pan dado vuelta y, lo que es ms an y se tenia en
aquella poca por un conjuro de mucho crdito, una escoba con el
mango para abajo tras de cada puerta.
Barrer de noche los cuartos que, como se sabe, es lo ms atentatorio
a las leyes de la brujera, era cosa de hacerse sin mirar para atrs; pero a
pesar de todos estos contramaleficios, las calamidades continuaban y el
gobierno se vio obligado a bajar la contribucin directa de aquel barrio,
la municipalidad dej de cobrar el impuesto de alumbrado y sereno y
hasta el Papa concedi cien das de indulgencia, a todos los habitantes
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ciertos rasgos de muchacho y ciertas diabluras de estudiante, que contrastan singularmente con su aspecto serio, le da una fisonoma
particular y simptica.
En Buenos Aires hay una mala costumbre. Apenas aparece en la
arena, pblica un joven que se _ha distinguido por sus estudios, todos
comienzan a elogiarlo de un modo tan exagerado que el objeto del elogio
mucho har si resiste al mareo que puede producirle tanto halago a su
vanidad. Es necesario tener demasiado buen juicio para no perderse
oyendo elogios. Por ejemplo, yo no s cmo Goyena, del Valle y otros
jvenes de brillante inteligencia, no se han vuelto unos pedantes
insoportables al orse llamar portentos a cada momento y propsito de
todo.
La primera vez que, vea a Pirovano, he de decirle con tono solemne y
levantando el dedo ndice a la altura de la oreja: "No te dejes marear por
los elogios ni invadir por la vanidad ; ya que tienes una buena
inteligencia, piensa que nadie te puede juzgar mejor que t mismo;
trabaja y estudia y si deseas reunirte conmigo de tiempo en tiempo, para
recordar con placer los episodios de nuestra vida de estudiantes, te juro
que no ha de faltar por m toda vez que crea en conciencia necesitar de
tus conocimientos mdicos o toda vez que a mis enfermos se les antoje
costearse el lujo de una consulta, en que, con generalidad, se habla de
todo menos de ellos".
Esto he de decirle a Pirovano cuando lo vea.
LA CARTA DE RECOMENDACIN
Hace poco se present en casa, el seor don Pedro Romualdo
Mosqueira, que era portador de una carta de recomendacin para mi.
Atendiendo a ella, pregunt a don Romualdo en qu poda serle til.
-Me han dicho, seor - me contest -, que usted es algo relacionado
aqu y quera que me diera una cartita para algunos de sus amigos.
-Perfectamente; den qu deseara ocuparse?
-En una empresa de diarios, por ejemplo.
-Muy bien. j Sabe usted leer?
-No, seor.
-Perfectamente ; tome usted asiento un instante.
Dicho y hecho, tomo la pluma y escribo:
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RECUERDOS,
RECUERDOS... ENTRE LA
NIEBLA
NICOLS AVELLANEDA
Avellaneda ha sido uno de los pocos hombres que me ha querido
realmente y sin ambages ; toleraba mis incongruencias y se explicaba las
faltas aparentes de lgica o de correlacin en mis actos.
Yo tambin lo quera mucho y no poda pasar un da sin verlo.
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propuso.
En un ministerio pobre, sin importancia administrativa, sin
presupuesto y sin influencia poltica, se hizo Presidente.
Contra l se levant soberbia la oposicin armada, prestigiosa,
formidable; l la venci.
La situacin financiera del pas era un desastre; l invent, cre, hizo
brotar recursos con frases y con palabras y pudo gobernar hasta su
trmino atendiendo los compromisos de la Nacin.
En la mitad de su periodo se arm de nuevo la conjuracin para
derrotarlo y l la disolvi, sirvindose con suerte excepcional de un
recurso que en poltica no engendra sino monstruos : la conciliacin.
Alzse por fin la provincia de Buenos Aires con su gobernador a la
cabeza y con las riquezas de esta gran metrpoli a su servicio, y l,
desplegando energas que nadie le sospechara y un valor y un carcter
que todos le negaban, organiz ejrcitos, libr batallas, restableci su
autoridad y sell su atribulado y difcil gobierno dando su capital a la
Nacin.
El instrumento con el cual se hizo obra tan acabada debi ser un
modelo del arte y de la ciencia y as era la cabeza de este hombre, digno,
entre los pocos elegidos, de ser calificado de estadista.
EL CORONEL ESTOMPA
All por el ao 1828, un destacamento de milicias, convertido en
tropa de lnea por obra y gracia del Espritu Santo, hallabase como
perdido en el desierto en los confines de la Repblica, cuidando de los
indios y evitando una que otra vez sus invasiones a los campos poblados.
El campamento se convirti en fortn, y a su sombra, como alrededor
de una iglesia, se form una agrupacin. Las personas ms importantes de ese vecindario eran el cura, natualmente, y dos caballeros,
uno ya de edad proyecta que haba sido comandante, hombre de consejo,
erudito que as describa una batalla de Julio Csar como compona un
acrstico con el nombre de la hija del juez de paz, en el da de su
cumpleaos; muy respetado en el partido por su saber y muy popular
por aquel tino que Dios le haba dado para convertirse en rbitro de
todas las situaciones. El otro, ms joven, era un guardia nacional
retirarlo que haba corrido mil peripecias y conservaba en su carcter los
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impulsos de los siempre afor- lunadas, por lo cual era muy perito en
asunte de accin teniendo por aadidura un buen sentido prctico.
Cundo el coronel Estompa fue nombrado jefe de la guarnicin y se
instal en su campamento, sito a media legua del pueblito, las dos
primeras visitas que tuvo fueron la del proyecto comandante y la del
guardia nacional retirado, como que los, dos haban recomendado al
ministerio el nombramiento del coronel Estompa para jefe de frontera.
Rayaba el coronel en una edad un tanto incompatible con sus blicas
y azarosas funcios, inconveniente que l salvaba en parte tndose
metdicamente dos o tres aos, y epa^ no pequeas ventajas su
estatura, su aplomo y su catadura, que armonizaban con su jerarqua
militar. De lejos pareca un apuesto caballero: su andar era marcial, su
gesto significaba energa y cierta disposicin en arco de su cuerpo, en
virtud de la cual la parte anterior haca una perceptible prominencia, le
daba el aspecto de un hombre decidido a llevarse todo por delante. Una
nariz y unos ojos en continuo pestaeo eran los rasgos ms salientes de
su fisonoma. Su retrato moral no haba sido hecho por nadie, tal vez por
haberse considerado intil semejante tarea o quiz por no encontrarse
en el original caracteres acentuados que le diferenciaran del comn de
los mortales.
Tomse al principio el coronel Estompa gran trabajo por disciplinar`
su tropa y -en este empeo no dej de consultar ciertos tpicos con las
dos personas mencionadas, aun cuando ellas no podan vanagloriarse de
influir con eficacia en sus decisiones, pues el coronel, odo el parecer de
sus consejeros, contestaba invariablemente
"Lo meditar."
Lo meditaba y despus haca a su cabeza, segn la expresin de su
asistente, porque el coronel tena un asistente y ste, a su vez, un crculo
hbil para propiciarse voluntades, compuesto de compaeros que ante
los ojos del coronel representaban la opinin del pueblo.
Nunca resolva nada el coronel sin previa consulta al asistente y su
crculo, y la opinin de stos era, como se comprende, la misma del
coronel, hbilmente descubierta, un tanto condimentada con algunos
pedazos de la propia, merced a los cuales en las altas y graves
determinaciones del superior haba seguramente una parte de origen
subalterno.
As, cuando el asistente oa, tras una consulta con los personajes del
pueblito, el infalible "lo meditar", aada mentalmente "ya arreglar yo
eso".
-No tire caonazos, mi coronel - deca el erudito ex comandante -,
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AGUAS ABAJO
CMO ERA TUPIZA A MEDIADOS DEL
SIGLO XIX
Boris existe, luego naci ; esta proposicin es innegable y superior a
la de Descartes : Pienso, luego existo.
La primera encierra una verdad y la segunda, la adel clebre filsofo,
una peticin de principio y una simple afirmacin que no llega a ser
razonamiento.
Boris naci en Tupiza (Bolivia),provincia del Chorolque o de Chichas,
como se quiera; el da... iba a cometer la imprudencia de designarlo;
felizmente un pudor natural, por cuenta de Boris, me lo ha impedido a
tiempo.
No tuvo el mrito ni la culpa de entrar en el mundo por Tupiza; pero
si le hubiera sido posible escoger una poblacin para nacer en ella,
habra optado por esa villa, en razn de ser ella modesta, elemental y
rara.
Tena dos calles, una de las cuales se llamaba "la calle izquierda", por
contrapunto con la otra llamada "la calle derecha".
Estos nombres no eran en manera alguna justificados, siendo la calle
izquierda la ms derecha y pudiendo las dos cambiar de nombre segn la
direccin del transente, pues no ha. bon nmeros en las puertas.
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TPICOS
Boris, cuando comenz a hablar, invent un lenguaje para su uso
particular; sin duda oa mal las slabas y las palabras y las pronunciaba
como las oa; as hacen todos los nios; pero ste abusaba realmente de
su derecho alterando los vocablos de la manera ms inslita.
Para decir llvenme a Tupiza, deca: "vevs a m Popiza" ; a su mam,
que llevaba el cristiano, deplorable y excelente nombre de Visitacin, la
llamaba Mastototon. De dnde sacara eso?
Es comn confundir la l con la r, aun en la composicin tipogrfica, y
se cita la voz de mando de un general espaol que dijo en cierto momento de alarma: "Sordados alas almas!"
Pero nadie como Boris ha confundido jams la r con la d. As, como
no gustaba dar contestaciones negativas directas, por no parecerle eso
bien, cuando estaba comiendo algo y uno de sus hermanos le peda una
parte contestaba: "est cdudo, est amadgo" por no_ contestar: "no
quiedo dadte". Para decir: plenme este durazno, deca "a pal a mi
agga". Agga provena de manzana y manzana o agga llamaba l a toda
fruta, como llaman papa los nios y sus cuidadores a todo alimento.
Quin habra sospechado que despus iba a ser tan minucioso pada
pdonunciad integda cada slaba!
Ntese que es mucho ms difcil decir cdudo que crudo y amadgo que
amargo.
Por cierto que no admita verbos irregulares, comenzando por
rechazar los auxiliares; del verbo tener, por ejemplo, sacaba : teno, tones,
tepe...; pero se encontraba con dificultades a veces insuperables, para
aplicar su reforma a muchos verbos de su vocabulario; los inventaba
tambin con frecuencia, sacndolos de los nombres propios o de donde le
daba la gana; felipear era hablar, tratar., estar con Felipe; broyer, verbo
novsimo, que resulta ser francs y significa reducir un objeto a pequeos
fragmentos, quera decir para l, trepar araando, como los gatos.
En fin, para entender lo que deca Boris durante los primeros
ensayos de su incipiente lenguaje, se necesitaba adivinarlo.
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e inexplicable; y nadie negar que hacer una flor del aire, una orqudea,
de cien mil pensamientos todos diferentes, variedad infinita de
crisantemos, dalias, rosas, claveles. todo ello del ms artstico dibujo, de
olor y colorido diferentes, es mucho ms difcil que hacer una caja de
sardinas.
Por otra parte se presenta una cuestin de equidad: las peas, las
rocas, las piedras, los trozos de metal, dejaban brotar de su seno rboles
y arbustos, por qu los rboles y matorrales no daran a su vez piedras,
rocas y metales?
Nadie haba demostrado a Boris la imposibilidad de que una planta
diera productos metlicos : todos los sabios de la tierra no son tampoco
capaces de probar la Imposibilidad de tal fenmeno! Y, por ltimo, sabia
acaso Boris que la hoja de lata era metal?
No vemos nacer minerales de la boca de un elefante, sus colmillos?
dientes duros, de las encas de los animales : cuernos, uas y pelo de
partes blandas del organismo? Pues explicarse todo esto es tan difcil
como admitir la posibilidad de que los vegetales y la tierra produzcan
vasijas minerales, llenas de comestibles y por tanto cajas de sardinas!
Boris queda justificado.
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-Entonces, no es penitencia.
-Peste con el lgico! Vete de aqu, yo te dir la misa y hazte devoto de
San Roque.
-Si pudiera curarle la herida que tiene en la pierna?
-Cmo se la vas a curar si ya se ha muerto?...
Boris sali de la casa del Padre algo ms consolado, pero el grito del
perro y la visin de su fuga le quedaron : fueron para l una obsesin.
Boris viva constantemente afligido por las desgracias de los
animales.
Cierta seora tena una tienda que comunicaba por una de sus
puertas con un cuarto de la casa habitada por la familia de Boris. La
seora se fue a hacer no s qu maldito negocio fuera de Tupiza y dej su
perro encerrado en la tienda, el que comenz a aullar apenas parti su
ama y no ces en una semana.
Sus lamentos, en los ltimos das, eran ya casi imperceptibles: el
perro se mora!
Imagnese cualquiera el suplicio impuesto a la familia y las torturas
de Boris que revolvi todo el pueblo para ver cmo se poda sacar el perro
o darle algo que comer; pero nadie quiso tomar sobre s la
responsabilidad de penetrar en la tienda cuya puerta no tena una sola
rendija por la cual se pudiera echar leche a lo menos.
Durante el tiempo del cautiverio del perro, Boris no comi ni durmi
a gusto. La vieja inocentemente cruel lleg al fin; se sac al perro ya
moribundo y se le atendi con buen xito.
Aos ms tarde, en un pueblecito de la provincia de Jujuy llamado
Yav, en una de sus ambulancias por las orillas, en compaa de un
muchacho callejero, gran perseguidor de nidos, entr conducido por l, a
un terreno baldo encerrado en un cerco de piedra.
Aqu hay muchos nidos -dijo el muchacho-; el otro da tap uno de
rabia por no poderlo sacar; estaba muy hondo; voy a ver si lo encuentro.
Busc un rato, dio con el sitio, retir una piedra del hueco y se vio
detrs de ella un pajarito, parado, muerto, ya seco.., tena la cabeza
cada y los ojos abiertos. Boris reconstruy en su mente, ante el
tristsimo espectculo, la tragedia que ocurri en el nido; vio los pichones
con sus picos abiertos en escuadra, piando, murindose de' hambre, y a
la madre yendo y viniendo de sus polluelos a la puerta del nido cerrado;
calcul sus angustias, su desesperacin ante ese terrible conflicto, su
padecimiento, sintindose ella misma desfallecer; su resignacin, en fin,
al situarse en la puerta y morir de pie i como ningn hroe lo ha hecho
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SITUACIN ECONMICA DE LA
FAMILIA. TRISTES REMINISCENCIAS VENTA DE JUGUETES EL PADRE. DON
DIEGO. LA MADRE. DOA VISITACIN,
LAS HERMANAS Y LOS HERMANOS DE
BORIS
Incurriendo, como de costumbre ya anunciada. en anacronismos,
contar, tomando una poca dada, las penurias por que pasaba la
familia de Boris.
Su padre estaba emigrado de Tupiza por haberse metido en una
revolucin contra el gobierno legal de Bolivia. Su familia, compuesta de la
madre y sus ocho hijos, qued sin recursos. Un seor muy generoso le
prest una casa para que la habitaran gratuitamente; pero eso no bastaba, la familia tena que vivir, y viva a favor de donativos o prstamos
que les hacan ese seor, su hermano, el cura Rendn - padrino de Boris
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padre. Una vez dijo: "Conozco que me parezco a mi pap porque, cuando
me ro siento que se me arrugan los ojos". Don Diego no encontr galante
la referencia.
Sus originalidades y sus ancdotas corran de boca en boca, y se
contaba de l, bajo el nombre de "cosas de don Diego", originalidades
realmente extraordinarias.
Ejemplos: cuando estuvo en el ejrcito organiz en su regimiento una
sociedad llamada de "Tteres", de cual l 'fue el primer maestro o director.
Los afiliados deban obedecer a un signo del maestro y ejecutar, en
cualquier situacin en que se hallaran, movimientos ri- dculos, cual si
fueran tteres, a una seal de don Diego que consista en mover la mano
derecha como si tirara de un cordel. El lector calcular los incidentes
cmicos y grotescos que se producan y la serie de arrestos y castigos
impuestos por los superiores a los afiliados que parecan burlarse de
ellos. Esta misma asociacin estableci Boris en el colegio con idnticos
resultados desastrosos. Los afiliados, aun cuando estuvieran en
presencia de nias o seoras, se ponan a hacerles morisquetas que eran
tomadas como burlas sangrientas.
Cierto da iba por la calle con un amigo, delante caminaba un
sacerdote, muy amigo de l tambin. Don Diego dirigindose a su compaero le dijo:
-A que me hago saltar por el padre.
-A que no - respondi el otro.
E inmediatamente don Diego corri adelante, puso las manos en los
hombros del sacerdote y lo salt. El padre furioso .corri tras l y don
Diego, ponindose en cuatro pies, lo oblig a saltarle, so pena de dar
contra l, y, gan la apuesta.
Una vez, emigrado en La Paz, se aloj en compaa de un seor
llamado Madero, en una casa en la cual le dieron a cada uno un cuarto.
Comenzaba a tomar el sueo el seor Madero, cuando oy un ruido en
su puerta, encendi su vela, y vio a don Diego que entraba con su
colchn a cuestas y le pidi alojamiento por aquella noche, pues no poda
dormir solo. Don Diego tena miedo a las almas, singular contraste en un
hombre que haba dormido en campos de batalla llenos de cadveres. Se
recuerda tambin los terrores que ras cuando muri Moroo. Moroo
era viejito, chiquito, flacuchin, insignificante; su alma deba estar en
proporcin de su cuerpo, y sin embargo don Diego le tena ms miedo
que a una legin de demonios.
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