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25 AOS DE NEOLIBERALISMO EN CHILE
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Esta publicacin fue financiada por la Fundacin Rosa Luxemburgo con fondos
del Ministerio Federal para la Cooperacin Econmica y el Desarrollo (BMZ)
y cuenta con el patrocinio del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.
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Presentacin
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Captulo I
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Introduccin.
En este artculo queremos tomar como centro a aquellos actores cuyas
voces, en los tiempos discontinuos del presente-pasado, terminaron
actuando como profetas de los lmites de la transicin, antes de su propia
experiencia constitutiva: los intelectuales del mundo de las ONG de
desarrollo, que abrazaron la comprensin del tiempo poltico social desde
el mundo socio-popular. Para estos intelectuales la apertura de un tiempo
nuevo deba disputarse, tanto en sus sentidos proyectivos como en su
relacin con el pasado. Estos intelectuales realizaron, como dira Decca,
una escritura histrica a contrapelo que rescata a los vencidos mediante
la modificacin del discurso atribuido por la historia de los vencedores,
alterando drsticamente el corte de la periodizacin (Decca, 2013, p.
96) y desde all construyeron una de las primeras crticas sistemticas al
neoliberalismo.
Estos actores fueron expresin no solo de un saber distinto del
transitolgico, sino que adems promovieron formas de sociabilidad,
prcticas de generacin de saberes y estrategias de influencia que no
siempre fueron reconocidas como estrictamente intelectuales. As, pese a las
afirmaciones que corrientemente fundamentan la despolitizacin de las
ciencias sociales y del campo intelectual acadmico hacia fines de los aos
80, queremos rescatar el ltimo momento de politicidad declarada del saber
sobre lo social, donde el generar conocimiento sobre el mundo popular
implic tambin una posicin no solo acadmica sino que poltica respecto
del rol del intelectual y su vinculacin con la sociedad. Para nosotros estos
intelectuales y estas prcticas relevadas fueron expresin de los ltimos
intelectuales comprometidos (Gillman, 2003) no solo con la comprensin de la
sociedad chilena sino que tambin con su cambio.
Con los saberes que elaboraron estos intelectuales sobre el tiempo por
venir, se construy una crtica al neoliberalismo y a las distancias que se
Una versin ms extendida de lo tratado aqu puede ser revisado en Revista Izquierdas N27, marzo
2016.
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abran entre las experiencias de las elites polticas y las sociales populares,
las brechas que impona un tiempo poltico, procedimental, racionalizante,
tecnocrtico y que no permita integrar las experiencias societales,
sumergidas en los tiempos de la subsidencia, de la sobrevivencia en un
mundo neoliberal, con trabajos precarios, individualistas y que operaban
sobre matrices mercantiles. Estos intelectuales trataron de recuperar los
silencios de los vencidos, para desmontar el continuo de la historia (Decca,
2013, p.99).
La recuperacin de estas discusiones poltico acadmicas nos abren
tambin, nuevos procesos de imaginacin a travs de la historizacin de
las experiencias de aquellas transiciones truncas. Parafraseando a Thompson,
si bien es poco probable que volvamos a un mundo hegemnicamente
no neoliberal, este trabajo es un recordatorio de sus otras necesidades,
expectativas y cdigos que puede renovar nuestro sentido de las serie de
posibilidades de nuestra naturaleza (Thompson, 1990, p.28).
Intelectuales y poltica: Intervencin social y conocimiento.
El Chile de los aos 60 y 70, con centros acadmicos universitarios de
investigacin e intervencin social, vectores de polticas pblicas, con
amplias redes de colaboracin intelectual (Devs, 2007), campo de
importantes reflexiones y experiencias, donde se pensaban modelos
de desarrollo econmico y social y se construan nuevas formas de
subjetividad (Lozoya, 2015), desapareci abruptamente con el Golpe de
Estado y la represin (Brunner, 1985).
El cierre o la intervencin de numerosos centros acadmicos que
producan conocimiento sobre lo social permiti demostrar la imbricada
relacin que exista entre conocimiento social y espacio poltico1. Segn Fernanda
Beigel, hacia los aos 60 se habra producido una expansin de la
autonoma acadmica en la mayora de los pases de Amrica Latina y una
regionalizacin de la circulacin del conocimiento a travs de las revistas
latinoamericanas, asociaciones profesionales, congresos y foros (Beigel,
2013, p. 113), que habran dado forma a un circuito regional donde
transitaban acadmicos militantes, con centralidad del espacio chileno, pero
que se desinstitucionaliz con el Golpe de Estado de 1973. As, cerrados los
Los centros vinculados al pensamiento socialcristiano como el Centro para el Desarrollo Social
de Amrica Latina (DESAL), el Centro de Investigacin y Desarrollo de la Educacin (CIDE),
el Instituto Latinoamericano de Desarrollo y Estudios Sociales (ILADES) y la Corporacin de
Promocin Universitaria (CPU), observados muy de cerca por la Dictadura, tuvieron que reorientar sus
investigaciones y publicaciones. Situacin similar sucedi con los Centros Acadmicos Independientes
como CEPAL (Comisin Econmica para Amrica Latina) y FLACSO (Facultad Latinoamericana de
Ciencias Sociales) o los que se haban creado en los aos 60 y 70 al alero de Universidades Catlica y
de Chile, respectivamente, como el Centro de Estudios de la Realidad Nacional (CEREN) o el Centro
de Estudios Socioeconmicos (CESO), que fueron directamente intervenidos.
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Taller 2
Taller 3
Taller 4
Taller 5
N de pginas
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N de imgenes
29
29
26
23
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N de
coordinadores
N de analistas
10
14
15
15
Ong en red
ECO, SUR,
CETRA-CEAL,
PET
ECO, SUR,
CETRA-CEAL,
PET, GIA
ECO, SUR,
CETRA-CEAL, GIA,
PET, SEPADE
ECO, SUR,
CETRA-CEALPET, SEPADE
ECO, SUR,
CETRA-CEAL,
PET, SEPADE
Sectores
Sindical,
Pobladores,
DDHH, Mujeres,
Organizaciones
Econmicas
Populares,
Cristianos
Sindical,
Pobladores,
DDHH, Mujeres,
Organizaciones
Econmicas
Populares,
Cristianos,
Campesinos,
Estudiantes,
Profesionales.
Sindical,
Pobladores,
DDHH, Mujeres,
Organizaciones
Econmicas
Populares,
Cristianos,
Campesinos,
Estudiantes,
Profesionales
Sindical,
Pobladores,
DDHH, Mujeres,
Organizaciones
Econmicas
Populares,
Cristianos,
Campesinos,
Estudiantes,
Profesionales
Sindical,
Pobladores,
DDHH, Mujeres,
Organizaciones
Econmicas
Populares,
Cristianos,
Campesinos,
Estudiantes,
Profesionales
Mario Alburquerque, Juan Garcs, Juan Carlos Aedo, Sergio Lpez, Genaro
Eyzaguirre, Solervicens, Sergio Faigenbauch, Margarita Fernndez, Fernando
Castillo,Juan Luis Castro.
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La
nueva
sociedad
La
salida
pactada
Movimientos
Sociales
y
vnculos
con
la
izquierda
poltica
Mov.
Popular:
autonoma
o
subordinaci
n
Coyuntura
Electoral
(1989)
Transicin (1990-1992)
Los
lmites
de
la
transicin.
L
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La mayora de los estudios que han abordado estos aos y los saberes
producidos se han centrado en el espacio de los Centros Acadmicos
Independientes que colaboraron a la generacin de los conocimientos que
dotaron de sentido a la transicin pactada. Sin embargo, el plebiscito de 1988
y la posterior eleccin de 1989 fueron un tiempo clave en las disputas
respecto de las formas de la democracia y la democratizacin, donde no
solo participaron los actores que estaban instalados en dichos espacios.
En este artculo hemos querido tomar como ejemplo a aquellos actores
cuyas voces, en los tiempos discontinuos del presente-pasado, terminaron
actuando como profetas de los lmites de la transicin, antes de su propia
experiencia constitutiva: los intelectuales del mundo de las ONG de
desarrollo, que abrazaron la comprensin del tiempo poltico social desde
el mundo socio-popular. Ellos desarrollaron un conjunto de saberes
que en conjunto con comprender las profundas transformaciones en
la asociatividad popular, tambin intentaban delinear estrategias para
reponer lo popular como categora de anlisis para desentraar los efectos
del neoliberalismo sobre la estructura de clases y las identidades poltico
y laborales.
Con ese tinte aciago que ti los talleres de anlisis de coyuntura producidos
por ECO desde 1989 hasta 1992 y que hemos tomado como ejemplo
analtico, se nos abre una conexin discontinua de los tiempos histricos.
Estos intelectuales trataron de recuperar los silencios de los vencidos, para
desmontar el continuo de la historia. Tal como planteamos al inicio
de este texto, el pasado-futuro de los aos transicionales, debatidos e
imaginados por algunos intelectuales de las ONG que hicieron oposicin
a la dictadura, siguen siendo (Salazar, 1994, 92) porque cobran renovada
importancia en las crticas que hoy evalan los presentes-pasados de la
transicin que fue. La recuperacin de estas discusiones poltico acadmicas
nos abren, tambin, nuevos procesos de imaginacin a travs de la
historizacin de las experiencias de aquellas transiciones truncas, que siguen
siendo por la mera posibilidad de que no fueron, pero tambin de las
imaginaciones crticas que vean en el Chile democrtico los lmites de
una sociedad neoliberal con baja intensidad de participacin democrtica
formal, de brechas y distanciamientos entre las experiencias de las elites
y del mundo social y popular y donde la representacin y la representatividad
estaban en crisis mucho antes del ejercicio electoral.
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Introduccin.
La debacle poltica de la derecha chilena resulta tan inesperada como
impresionante. No se vea algo as desde hace medio siglo. Al igual que
entonces, su derrota electoral en las elecciones generales del 2013, seguida
de sus escndalos de corrupcin y los avances del gobierno de la Presidenta
Bachelet en terminar el mecanismo de elecciones binominal, democratizar
el financiamiento de la poltica y el funcionamiento de los mercados, abrir
paso a la gratuidad en la educacin e iniciar el proceso constituyente, entre
otros, son signos de algo ms grave para ellos.
Antes, marc el ocaso de los viejos latifundistas. Hoy parece suceder algo
parecido con sus hijos. La generacin postrera. Los que recuperaron el
poder tras el golpe militar. Por mano ajena digitada desde el extranjero,
recobraron la hegemona que haban perdido sus antepasados. stos
la haban ganado y sostenido durante siglos, con relativa legitimidad y
casi siempre por medios polticos, la mayor parte del tiempo. Los Hijos
de Pinochet la ejercieron apenas cuatro dcadas, mediante el terror y sus
cicatrices. As suele ser el graznido final de lo que tiene que morir y no se
aviene a hacerlo con dignidad.
Fueron la anti-generacin del 68. Aquella hornada de jvenes de todos
los sectores sociales, que se dej seducir de modo alegre y singularmente
responsable, por la ola de ilustrada voluntad colectiva que barri el mundo
por esos aos. Arrasando a su paso con tanta idea fea, institucin caduca,
opresin, injusticia y obscurantismo secular. Reunida nuevamente tras una
larga gesta, aporta hoy su experiencia a las generaciones progresistas que
le sucedieron, para culminar aquello que iniciara hace medio siglo y por lo
cual ha luchado toda su vida. Cuando despunta una nueva primavera del
pueblo.
La generacin del 68.
En medio de la agitacin generalizada en Chile y el mundo la generacin
del 68 se propuso ser realista soando lo imposible. Es lo sensato durante
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las cuales lleg al extremo de intentar lo que se dio en llamar un golpe blanco
mediante el cual se supona que ella iba a perder toda autoridad real.
Sin embargo, dichos torpes intentos han fracasado sucesivamente, uno
tras otro, estrepitosamente, lo cual constituye la mejor demostracin de la
fuerza y el carcter de la erupcin popular en curso, la cual lejos de buscar
un freno a las reformas, demanda exactamente lo opuesto. Ello ha sido
percibido claramente por la Presidenta Bachelet, quien en la adversidad ha
crecido notablemente como dirigente poltica y ha continuado impulsando
su programa con decisin.
De este modo, respondi a la crisis proponiendo cambios legales que
democratizan el financiamiento de la poltica y el funcionamiento
de los mercados, y refuerzan las instituciones del Estado encargadas
de imponerlas, y especialmente, dando inicio inmediato a lo que se ha
denominado el proceso constitucional, todo lo cual fue recomendado por
una comisin nominada por ella y se ha traducido en diversas iniciativas
legales y polticas.
El segundo ao de gobierno termina con la implantacin inmediata de
la gratuidad para la mitad de menores ingresos de los que estudian en
instituciones de educacin superior de calidad acreditada. Ello se logr
redestinando parcialmente las partidas presupuestarias de becas y crditos
estudiantiles, a financiar directamente las instituciones calificadas que
adhirieron al nuevo esquema de gratuidad. La medida super una feroz
oposicin de los partidarios de la educacin privada, tanto en la oposicin
como al interior de la coalicin de gobierno, pero la Presidenta la impuso
con toda decisin, beneficiando de inmediato a decenas de miles de
estudiantes y abriendo paso a generalizar la medida a la mayora de ellos.
Ya se ver como se desenvuelve el resto de su mandato, pero en cualquier
caso, es cosa de tiempo que los cambios de fondo se realicen.
Los que vienen son buenos tiempos para la generacin del 68. Naci unida
en la reforma universitaria, se dividi durante el gobierno de Allende,
volvi a aglutinarse durante lucha anti - dictatorial, para fracturarse
nuevamente durante la transicin de las ltimas dos dcadas. Ahora se ha
vuelto a reunir.
La nueva situacin poltica le brindar una merecida oportunidad de
aportar su experiencia a las generaciones progresistas que la sucedieron.
De modo de concluir la tarea iniciada entonces, para lo cual han venido
luchando toda la vida. Para sus adversarios representa algo muy diferente.
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Estado Desarrollista.
Todava hay quienes piensan que la dictadura cometi excesos en materias
de derechos humanos, pero moderniz la economa chilena. Ni una cosa
ni la otra. Dirigi una poltica sistemtica de terrorismo de Estado, para
imponer una visin extremista, que deform la estructura econmica y
social. La evidente modernizacin del pas ha cursado no gracias a los
Chicago Boys y sus continuadores ms moderados despus de 1990, sino a
pesar de ellos. Fue el resultado inevitable de las grandes transformaciones
sociales y econmicas promovidas por el medio siglo de desarrollismo
Estatal que precedi al golpe de estado de 1973.
El Estado desarrollista ha surgido, de una u otra forma, en todos los pases
cuyas economas han venido emergiendo desde las primeras dcadas del
siglo XX. En todas ellas fue el actor principal de la modernizacin. Fue
asimismo un producto del fenmeno ms esencial de la transicin a la
modernidad que el mundo ha venido cursando en los dos ltimos siglos: los
humildes pasos del campesino que cuando ya no aguanta ms, abandona
las tierras donde ha vivido y trabajado por generaciones y lo conducen
hasta las ciudades donde se gestan la vida y la economa modernas.
En etapas tempranas, los Estados desarrollistas se vieron obligados a
seguir estrategias ms o menos estatistas por la muy sencilla razn que en
pases todava dominados por estructuras agrarias tradicionales no haba
nadie ms en condiciones de importar los avances que el capitalismo haba
generado en el mundo desarrollado. En algn punto, todos los Estados
desarrollistas del siglo XX mudaron hacia estrategias de promocin
de economas de mercado. Ello sucedi incluso en los Estados que se
haban construido inspirados en ideologas ms o menos radicalmente
anticapitalistas.
Sin embargo, este giro tuvo lugar no antes que hubiesen logrado la
transformacin esencial de convertir a masas de campesinos en una fuerza
de trabajo urbana, razonablemente sana y educada. Solamente cuando dicha
transformacin estaba ms o menos completa el giro hacia el mercado
fue exitoso. Polticas amistosas al mercado fueron intentadas en muchas
sociedades pre-urbanas, usualmente forzadas por consultores externos,
notoriamente el Banco Mundial y otros por el estilo. Sus resultados fueron
consistentemente desastrosos.
Cuando los Estados desarrollistas giraron desde estrategias estatistas a otras
de mercado, la mayora de ellos no da lo que haba construido antes.
Ello parecera un poco tonto. Los casos del este de Asia inspirados en
Japn, as como muchos pases, demostraron que es perfectamente posible
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seguida por dos de vacas flacas en los aos 1989 y 1990, las perspectivas para
los aos venideros no resultan halageas.
Todo eso ha debilitado extraordinariamente la base principal de
sustentacin de los Hijos de Pinochet y el modelo rentista que han impuesto
en Chile. Si alguien tiene dudas al respecto, que recuerde lo que pas en la
dcada de 1980. Ha llegado el tiempo de terminarlo.
Ocaso.
El Apartheid sudafricano no existi desde siempre. Los colonos holandeses
que, huyendo de persecuciones religiosas en Europa, desembarcaron
en esas costas en el siglo XVI, ejercieron hegemona absoluta sobre la
sociedad sudafricana hasta fines del siglo XX. Ciertamente, conformaron
siempre una lite nfima desde el punto de vista numrico y completamente
segregada de la mayora de la poblacin como una casta, identificable por
el color de su piel adems.
Sin embargo, fue solo durante su ocaso que necesitaron recurrir a las
infames leyes de Apartheid, las que se dictaron recin en 1948. stas se
fueron haciendo cada vez ms estrictas durante la segunda mitad del siglo
XX, hasta que en el ao 1970 la mayora no blanca perdi sus derechos
ciudadanos y se los releg a los Batustanes.
La hegemona que los Afrikaners haban ejercido durante siglos ms por
consenso que por la fuerza, solo en su ocaso pas a depender principalmente
y luego exclusivamente de sta. As ocurre siempre. Como describen los
autores clsicos, desde Engels en su Anti-Dhring a los Cuadernos de la Crcel
de Gramsci, las lites siempre basan su hegemona principalmente en el
consenso, fundado a su vez en su capacidad de direccin de la economa
en la forma que resulta ms adecuada a cada momento para cada sociedad.
Su monopolio de la violencia siempre juega asimismo un papel, por cierto.
Puede ser menor o mayor segn las circunstancias. Como el Centauro de
Maquiavelo, la hegemona tiene torso y cabeza humanos, pero cuerpo de
bestia. Sin embargo, es solo durante su ocaso que las lites se ven forzadas
a depender principalmente de la fuerza. Esos periodos son necesariamente
breves en escala histrica, puesto que no hay pueblo que los aguante por
mucho tiempo.
Ocurri del mismo modo con los campesinos pobres que desde el siglo
XVI y huyendo de hambrunas y penurias de Castilla y el Pas Vasco
principalmente, arribaron a la franja ms alejada del extremo sur de
Amrica. No llegaron como conquistadores al estilo de sus camaradas de
ms al norte. stos, segn la aguda tesis de Alejandro Lipschutz, fueron
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Willem de Clerk, el lder Afrikner que pact el fin del Apartheid con
Mandela.
En lo fundamental la transformacin de la lite vendr desde abajo. Ser
impuesta por el Estado, a su vez impulsado por sucesivas irrupciones
populares y dirigido por alianzas polticas amplias como la Nueva Mayora.
La democratizacin y la renacionalizacin de los recursos naturales son las
condiciones esenciales para lograrlo.
As ha venido sucediendo a lo largo de un siglo. Probablemente ocurrir
de nuevo. Es lo que cursa en la actualidad.
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Introduccin.
El retroceso en la cultura poltica de los chilenos, que fue generado por
la combinacin del terrorismo de Estado y la prdica dictatorial del
apoliticismo, y mantenido por los incumplimientos y la poltica de acuerdos
con la derecha de los gobiernos de la Concertacin, tiene como uno de sus
componentes el ocultamiento y la tergiversacin de los procesos polticos,
tanto los ocurridos durante la Unidad Popular y el gobierno de Salvador
Allende, como aquellos de la lucha antidictatorial, de la transicin pactada
y los gobiernos de la Concertacin.
Nos interesa esclarecer la verdad histrica sobre el papel jugado por
las fuerzas polticas desde los aos 60, especialmente el rol del Partido
Comunista de Chile, tan minimizado y tergiversado en las ltimas dcadas
por dirigentes polticos e historiadores. Ello exige ineludiblemente el
anlisis crtico de las posiciones anticomunistas y de exclusin sostenidas
por algunos sectores polticos que hoy forman parte de la Nueva Mayora,
que frustraron la llegada de una democracia verdadera y demoraron
importantes medidas de justicia social. Ello contribuir a desterrar tales
posiciones, haciendo posible avanzar ms rpido en los desafos del nuevo
ciclo poltico iniciado el 2013.
La Unidad Popular, un proyecto viable y en sintona con su tiempo.
Algunos dirigentes polticos y tambin destacados intelectuales argumentan
que la Unidad Popular era un proyecto demasiado avanzado para su
tiempo. El ex secretario general del Partido Socialista de la poca, Carlos
Altamirano, quien se destac por su oposicin a los entendimientos con
la Democracia Cristiana, opin frvolamente que la Unidad Popular fue
una aventura loca [] siempre pens que el programa de Allende []
provocara [] una reaccin violenta [] yo vea como inevitable que la
Unidad Popular, o transaba con la DC y morigeraba su programa [] o
bien se preparaba para neutralizar el golpe (Salazar, 2010).
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Este artculo contiene importantes aspectos del anlisis del libro El Nuevo Tiempo de la Izquierda
del autor, en donde se puede encontrar reflexiones ms detalladas.
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Por su parte, Toms Moulian, por cuya opinin tenemos gran respeto,
considera que el programa del gobierno de Allende era demasiado avanzado
al plantearse transformaciones anticapitalistas con vistas al socialismo, y
necesitaba de un frente de alianzas que integrara a la Democracia Cristiana,
pero lo impidi el proceso de radicalizacin de los aos 60, que gener
una izquierda maximalista y una Democracia Cristiana anti-aliancista. Se
transit desde el conservatismo tecnocrtico de Jorge Alessandri, al reformismo
antioligrquico global de Frei, y luego al proyecto de trnsito institucional al
socialismo. La derecha se torn ms agresiva y enfilada al golpismo con el
Partido Nacional y el Movimiento Gremialista. En la izquierda, el Partido
Socialista sum a su tesis del Frente de Trabajadores, la combinacin de
formas de lucha y el paso rpido de la etapa democrtico-popular a la
etapa socialista de la revolucin. La propia Unidad Popular declaraba que
se propona iniciar el trnsito institucional al socialismo. Moulin agrega
que al ganar la Unidad Popular en 1970, se debi haber renegociado el
programa con la Democracia Cristiana para ampliar la alianza, lo cual
era la prctica habitual de un presidente electo para enfrentar mayoras
adversas y ser ratificado por el Congreso Pleno (Moulin, 2014).
A nuestro juicio, el carcter avanzado del proyecto de la Unidad Popular
responda plenamente a su tiempo y a las necesidades del desarrollo
nacional, y sintonizaba con las tendencias ideolgicas y polticas
predominantes en Chile y en el mundo, y con las peculiaridades histricas
del movimiento popular. La Unidad Popular fue capaz de irradiar a sectores
medios explotados por el gran capital, a sectores cristianos que aspiraban a
la justicia social, al Partido Demcrata Cristiano, donde se expres como
socialismo comunitario o va no capitalista de desarrollo, al interior de las
Fuerzas Armadas, donde existi una corriente constitucionalista, y una
corriente patritica que reivindic la soberana geoeconmica (Prats, 1985)
sobre las riquezas bsicas de la nacin.
Desarrollar un proceso revolucionario anti-imperialista y anti-oligrquico
con vistas al socialismo no era signo de maximalismo. En el mundo las
masas populares se politizaban, creca su participacin en los asuntos
pblicos, y avanzaban las fuerzas progresistas y de izquierda. Gran parte
de la humanidad simpatizaba con el socialismo, exista un bloque socialista
en Europa, en Amrica Latina haba triunfado la Revolucin Cubana, se
desarrollaba un potente movimiento internacional de solidaridad con la
lucha del pueblo de Vietnam contra la agresin norteamericana, Pars
se conmocionaba con la revuelta estudiantil y obrera en 1968, Martn
Luther King encabezaba grandes combates contra el racismo en Estados
Unidos, la Iglesia Catlica impulsaba procesos renovadores resueltos por
el Concilio Vaticano II, los procesos de liberacin nacional desintegraban
el colonialismo y surga el Movimiento de Pases No Alineados.
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Tambin se registr la relacin con los actores internos. En los 60, Estados
Unidos haba elegido a Chile como pas piloto para aplicar la Alianza
para el Progreso concebida para contener el avance de la izquierda en
Amrica Latina despus de la Revolucin Cubana; y dos aos antes de la
eleccin de 1964, le asign al Partido Demcrata Cristiano el rol principal
para derrotar al movimiento popular encabezado por Allende. Durante la
campaa electoral del 64, se destinaron recursos para apoyar al candidato
Demcrata Cristiano, buena parte de lo cual fue a la campaa del terror contra
Allende. Despus que Frei fue elegido, entre 1964 y 1970, la CIA invirti
nuevamente cuantiosos recursos en operaciones secretas, y el gobierno de
Frei recibi de los gobiernos de Johnson y Nixon ms de 1.000 millones
de dlares, segn relata Kissinger en sus memorias. En la campaa de
1970, la CIA gast nuevamente en acciones clandestinas para influir en
los resultados y empresas norteamericanas tambin entregaron cuantiosas
sumas. Despus que Allende gan, Nixon dispuso de 10 millones de
dlares para la desestabilizacin y conspiracin golpista.
Los norteamericanos, entre otras cosas, intentaron que miembros
del Partido Socialista chileno abandonaran su partido y la alianza con
los comunistas, para acercarse eventualmente a posiciones de corte
socialdemcrata, lo cual tambin estaba inspirado en el precedente italiano.
A diferencia de lo ocurrido en Italia, el Partido Socialista de Chile, de
composicin obrera y pensamiento marxista, [] no dej aislado al
PCCh incorporndose a la poltica reformista de la DC. Tampoco en
1969 pens en abandonar su alianza con el PCCh para consolidar un
gobierno centrista frente al peligro de retorno de la derecha al poder
(Garcs, 1971). Ello habla de la consecuencia revolucionaria del Partido
Socialista y de la solidez de la unidad de socialistas y comunistas. Al mismo
tiempo ayuda a entender la justeza de la decisin de la Unidad Popular de
una candidatura de sus filas en 1970.
La transicin pactada y la democracia frustrada.
La conquista de una democracia real se frustr debido a que la transicin
se pact con Pinochet bajo la presin del gobierno de Estados Unidos,
y ambos pusieron como condiciones la mantencin de la Constitucin
pinochetista, la exclusin de los comunistas y la impunidad del dictador y
sus secuaces.
La intervencin del gobierno de Estados Unidos
en la transicin pactada.
Estableciendo similitudes entre la salida de las dictaduras de Franco en
Espaa (1977) y la de Pinochet (1990), Joan Garcs asevera que:
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disputa entre los que quieren llevar a cabo las transformaciones y aquellos
que se oponen a ellas.
La confrontacin de la Nueva Mayora con la derecha y los poderes
fcticos, as como la disputa poltica dentro de la Nueva Mayora,
constituyen un solo proceso, con avances y retrocesos coyunturales, que
puede cursar hacia un desenlace global positivo si las fuerzas progresistas
se apoyan en las condiciones favorables del nuevo ciclo poltico: los
avances en la subjetividad ciudadana, la crisis de la derecha, la unidad y
proyeccin de la centroizquierda, los cambios que se estn llevando a cabo
en la institucionalidad poltica, el fin del binominal ya realizado, la reforma
laboral y el avance hacia una nueva Constitucin. Pero sin duda la principal
condicin favorable es la lucha conjunta de los movimientos sociales y de
la izquierda empujando el cumplimiento del programa. El nuevo tiempo
de la izquierda es una perspectiva abierta y una oportunidad, ms que un
fenmeno acabado. Hoy exige cumplir con el programa, y abrir camino a
una alianza de centro-izquierda ms estable y permanente.
El nuevo ciclo poltico ha hecho resurgir la perspectiva de un proceso
de transformaciones anticapitalistas con vistas al socialismo, lo cual exige
que las fuerzas polticas de izquierda precisen su rumbo estratgico en
torno a la relacin entre gobierno y poder, y entre reforma y revolucin.
Tal exigencia se hace ms urgente ya que el empeo transformador del
gobierno de la Nueva Mayora enfrenta la oposicin desestabilizadora de
la derecha y los poderes fcticos, reforzada por el sector anti reformista de
la coalicin de gobierno.
Diversos gobiernos latinoamericanos, incluyendo el de Michelle Bachelet,
acometen hoy reformas democrticas y progresistas recorriendo
nuevamente la va poltico-institucional que inaugur la Unidad Popular.
Compartimos la opinin de Valter Pomar, dirigente del Partido de
los Trabajadores de Brasil25, de que es posible transformar victorias
electorales en gobiernos que acumulen fuerzas en direccin al socialismo,
ya que la derrota de experiencias como la de la Unidad Popular [] no
permite concluir la inviabilidad de un camino estratgico; permite apenas
concluir que, actuando bajo determinadas condiciones histricas y con
determinadas opciones, la izquierda fue derrotada. La novedad agrega
Pomar- es la constitucin, entre 1998 y 2009, de una correlacin de fuerzas
en Amrica Latina que permite limitar la injerencia externa (Pomar, en
Rodas y Regalado, 2009).
Los grupos dominantes presentan el objetivo de la conquista del poder
por la mayora ciudadana como un propsito totalitario y antidemocrtico,
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a pesar que son ellos los que detentan la totalidad del poder estatal
controlando el gobierno, el Parlamento, los rganos de justicia, las Fuerzas
Armadas, los medios de comunicacin, a travs de los partidos polticos de
la derecha y otros sectores, alternndose en el ejercicio del gobierno y de
las mayoras parlamentarias. Para las fuerzas progresistas y de izquierda que
han logrado articular una mayora poltico-electoral y ganar el gobierno,
avanzar hacia la conquista del conjunto del poder del Estado significa
ni ms ni menos que el pueblo sea el soberano, conduzca el gobierno,
sea mayora en el Parlamento e incida en la generacin, composicin y
funcionamiento de todas las instituciones del Estado.
Una tarea principal del perodo es combatir el apoliticismo instalado por
la dictadura pinochetista, por la poltica de los consensos y la transicin
pactada con Pinochet, y por el descrdito debido a las perversas relaciones
entre las grandes empresas y el quehacer poltico. En ese marco han
surgido nuevas organizaciones polticas desde el movimiento estudiantil,
que rechazan o son reticentes a la unidad con la que consideran izquierda
tradicional.
El ataque a los partidos de izquierda ha sido parte de la prdica
permanente del historiador Gabriel Salazar, quien considera que la
participacin social y poltica de los sectores populares en los aos 60 y 70
fue una participacin de masas en polticas populistas [] encabezada
por una izquierda constitucionalista [] [que] no era necesariamente
revolucionaria. Hoy [] los partidos de izquierda tradicionales se han
recompuesto de nuevo en base al legalismo y constitucionalismo [] y
al oportunismo [] La poltica de masas, grandes concentraciones,
desfiles, pancartas [...] 300, 400 mil en la calle [] est derrotada26. Para
Salazar, el movimiento social surgido en 2011 no es solo movimiento de
masa, porque no est siguiendo a una vanguardia de partidos polticos;
[] se automueve sola27. Concluye que hay que impulsar: [] asambleas
locales, a construir nuestras propuestas, que pueden ser proyectos de ley,
de Constitucin poltica, proyectos locales [] cuando tengamos esas
propuestas, tenemos que imponerlas por las vas que sean ms expeditas.
Eso es ms efectivo que desfilar en la calle para pedir que la clase poltica
o los milicos resuelvan el problema28.
La prdica antiestatal, antipartidaria y antipoltica sintoniza muy bien con
el apoliticismo de los sectores conservadores que es funcional al sistema.
Como ha dicho Camila Vallejo: Esta concepcin del que se vayan todos y no
26
Entrevista a Gabriel Salazar, realizada por Horacio Viscontti, director de la revista Pretextos el
2000.
27
Conversacin con Bello Pblico. 27 de septiembre 2011.
28
Entrevista en Radio Francia, extractada en El Mostrador, 10 de junio 2015.
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Captulo II
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Introduccin.
Sin lugar a dudas, la poltica comercial y la de atraccin de capitales
extranjeros durante el periodo 1990-2014 es un botn de muestra
importante respecto al cambio en continuidad seguido por los gobiernos
democrticos respecto de la dictadura. De esta forma, y como bien
subraya la literatura, lejos de tener un carcter refundacional, la asuncin de
la primera coalicin electa post 73 conllev la consolidacin general de la
institucionalidad econmica y poltica dictatorial, de las cuales la poltica
comercial y de inversin extranjera son una expresin especfica (FfrenchDavis, 2014; Ruiz y Boccardo, 2012; Grate, 2012: Larran y Vergara, 2001).
Sin perjuicio de que respecto del asunto pueden marcarse diferencias entre
ambos periodos (algunas de las cuales se destacan en su oportunidad),
es necesario tener a la vista que el enfoque de ambos regmenes no se
modific sustancialmente, particularmente en lo que toca a la orientacin
de la economa chilena hacia el mercado mundial. Es justamente esta
continuidad la que explica que hoy por hoy Chile sea uno de los pases
con ms acuerdos comerciales del mundo (Organizacin Mundial de
Comercio, 2015) encontrndose en la primera lnea de la apertura comercial
en Amrica Latina (CEPAL, 2008).
A nuestro juicio, es justamente tambin esa continuidad la que permite
explicar el por qu la derogacin del estatuto de inversin extranjera
vigente en nuestro pas hasta el ao 2015 (el Decreto Ley 600) se concret
de la manera en que se hizo, vale decir, sin cuestionar en lo ms mnimo los
compromisos asumidos por el Estado de Chile con Estados extranjeros
para la proteccin de los capitales forneos dentro de nuestro territorio.
Para analizar esta situacin repasaremos brevemente las polticas
comerciales y de inversin extranjera seguidas por la dictadura y por los
gobiernos democrticos que la continuaron hasta el inicio de la segunda
administracin de Bachelet. Posteriormente, nos centraremos en la
descripcin de un problema que pas inadvertido en la discusin de la
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reforma tributaria (y que supuso la derogacin del D.L. 600), esto es,
en lo que denominamos efecto congelante de las disposiciones sustantivas
contenidas en los acuerdos internacionales suscritos por Chile y que
impiden la aplicacin de determinadas medidas por parte del regulador
nacional. Posteriormente, mencionamos algunos de los resultados de las
polticas seguidas por el Estado en materia de inversin extranjera, para
luego analizar brevemente la discusin a propsito de la derogacin del
mencionado decreto ley. Finalmente se presentan algunas conclusiones.
La poltica de comercio exterior y de inversin extranjera en la
dictadura.
Como es sabido, la dictadura chilena no se limit a derrocar al gobierno
de Salvador Allende sino que, entre otras medidas, reformul radicalmente
el patrn de comercio internacional con el que contaba el pas marcando el
paso desde un desarrollo hacia adentro a uno hacia afuera orientado de manera
contundente al mercado internacional (CEPAL, 2008).
Dentro de las medidas econmicas implantadas por el rgimen -conocidas
como Plan de Recuperacin Econmica o Tratamiento de Shock-, destacaron
la eliminacin del proteccionismo, la liberalizacin financiera y las
privatizaciones (Grate, 2012; Ffrench-Davis, 2014).
Especficamente en lo que toca a la poltica de comercio exterior, la
dictadura se declar tempranamente como enemiga de la proteccin a
la industria nacional por medio de los aranceles existentes a la fecha en
que asuma el gobierno (Gotuzzo, 1974). Para remediar esta situacin, el
rgimen los redujo de manera significativa (ntese que alcanzaban a esa
fecha, en algunos casos, el 220%), los que pasaran de una tasa mxima
de 60% en sus primeros aos de gobierno a una de 35% a mediados de la
dcada de los setenta (Agosin, 2001).
Esta poltica de reduccin arancelaria se sigui por regla general sin que
mediara un acuerdo especfico con otros Estados, vale decir, de manera
unilateral (DIRECON, 2009), cuestin sensiblemente criticada por la
literatura principalmente, pues no otorgaba a los productos exportables
nacionales la correspondiente reciprocidad (Fuentes, 2006).
Por su parte, en materia de inversin extranjera, la dictadura confeccion
un estatuto especfico -vigente hasta el ao 2015 en nuestro pas -, el que
dotaba de importantes garantas a los capitales forneos. Este estatuto
se encontraba condensado en el antiguo Decreto Ley 600, el que inclua
derechos sustantivos para los inversionistas, tales como la posibilidad de
acogerse a la invariabilidad tributaria, la suscripcin de un contrato de
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cuales nuestro pas cuenta con 14 en vigor. Cabe destacar que Chile sigui
suscribiendo este tipo de instrumentos incluso durante la crisis capitalista
global de finales de la primera dcada del Siglo XX, lo que muestra su
compromiso de largo plazo en la materia (Whener, 2011). De acuerdo a
la literatura, el Estado chileno fund su poltica agresiva al respecto, en
su estrategia de diversificacin de las exportaciones y en los productores
locales orientados hacia el mercado mundial (Whener, 2011).
Por otra parte, la poltica de los gobiernos del periodo en estudio en
materia de inversin extranjera, se concentr en la suscripcin tanto de
tratados de libre comercio con captulos de inversin como en tratados
bilaterales de inversin, es decir, en acuerdos de promocin y proteccin
recproca de inversiones. En la Tabla siguiente (Tabla 1) y en el Grfico
respectivo (Grfico 1) se resume el nmero de acuerdos suscritos por cada
uno de los mandatarios del periodo30.
Tabla 1: Acuerdos firmados por mandato.
Acuerdos de
Inversin
Tratados de
Libre Comercio
Otros Acuerdos
Comerciales
Aylwin
(1990-1994)
Frei
(1994-2000)
Lagos
Bachelet
Piera
(2000-2006) (2006-2010) (2010-2014)
13
34
30
Cabe destacar que del total de los acuerdos indicados en la Tabla y Grfico 1 solo 18 no se
encuentran vigentes.
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A modo de conclusiones.
De lo sealado previamente se desprende que existe una clara continuidad
en materia de poltica comercial y de inversin extranjera entre los gobiernos
del periodo estudiado y el rgimen dictatorial de Augusto Pinochet. Esta
continuidad alcanza incluso al periodo de reformas protagonizado por el
actual gobierno de la Nueva Mayora.
Especficamente en lo que toca a la inversin extranjera, resalta la ausencia
de una crtica global al rgimen nacional as como la de una voluntad
poltica especfica tendiente a modificar el equilibrio existente entre los
intereses de los capitales forneos con los del Estado de Chile.
El efecto congelante desarrollado en las pginas precedentes es solo uno
entre muchos de los problemas que conlleva la suscripcin de acuerdos
internacionales de inversin. Sin duda es uno importante, pues detiene y
proyecta en el tiempo las polticas implementadas en el pasado, las que no
pueden alterarse a menos que se modifiquen y/o denuncien los tratados
en las cuales figuran.
As, la forma especfica de los acuerdos chilenos en esta materia se
muestra particularmente opuesta a una cualidad que puede considerarse
absolutamente deseable tanto de un rgimen internacional de comercio
como de uno de inversiones: la capacidad de los Estados para revisar y
modificar sus polticas en la materia.
Dicha capacidad es importante no tanto desde el punto de vista de la
soberana de los Estados para modificar sus decisiones, sino porque
puede ser de inters desde el mismo marco de la promocin del desarrollo
econmico. En este sentido, Unger se ha referido a ella en lo que toca al
rgimen internacional de comercio, pero no existen razones que impidan
ampliar sus reflexiones al rgimen internacional de inversiones. As, l
subraya que [...] el mejor tipo de libre comercio ser el que asocie ms
libre comercio con ms oportunidad para la auto-revisin (Unger, 2011,
p.116) en tanto ella permitira la experimentacin de diferentes formas de
combinar los factores de produccin lo que, a su vez, podra servir de base
para el reforzamiento del desarrollo.
De esta manera, cualquier reforma que pretenda modificar seriamente el
rgimen de inversiones en nuestro pas no tendr otro remedio que aplicar
calor all donde hace fro y hacerse cargo, de manera especfica y caso a
caso, del efecto congelante de los tratados internacionales de inversin
suscritos por Chile.
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Referencias Bibliogrficas
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Introduccin.
En el transcurso de las ltimas cinco dcadas, se ha llevado a cabo el
desmantelamiento de los Estados Constitucionales fundados despus de
la Segunda Guerra Mundial. A partir de finales de los aos 70, estos tienen
dos grandes lneas de fuerza: el liberalismo y la desigualdad. El Estado
toma un cariz cada vez ms jibarizado frente al mercado, al comps del
crecimiento de las desigualdades econmicas en nuestras sociedades
Sin embargo, la coyuntura poltica nacional hace presagiar posibles
cambios sustanciales, que permitirn amortiguar, paralizar e incluso
rectificar este rumbo, sentando las bases de una nueva orientacin social.
Esta posibilidad de cambio se ha presentado como la necesidad de abrir
un nuevo ciclo poltico, econmico y social.
Este artculo se centra en desarrollar la tesis de que las relaciones laborales
vienen determinadas por el tipo de Constitucin que posee el pas, que
a su vez determina el modelo de desarrollo y el tipo de Estado que se
corresponde con l. En estas definiciones, el mercado del trabajo y las
relaciones laborales que ocurren a su interior son caractersticas centrales,
que permean a toda la sociedad, condicionando su crecimiento.
En Chile se impuso una Constitucin centrada en el principio de libertad,
una libertad que iba en desmando de los derechos econmicos, sociales y
culturales del pas, con un estado de definicin liberal que busc abandonar
un rol activo en la economa del pas y un modelo de desarrollo neoliberal
que consiste en no restringir el libre desarrollo de las capacidades y de las
libertades empresariales del individuo, dentro de un marco institucional
caracterizado por derechos de propiedad privada, fuertes mercados libres
y libertad de comercio, dando como resultado la sper acumulacin de
capital basada en la desigualdad ms grande de nuestra historia.
En el caso chileno, el entramado legal centra el contenido esencial de las
relaciones laborales en un mercado del trabajo flexible, al definir como
principio rector de la Constitucin a la libertad, y a la imposicin del Plan
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2009
2011
2013
ndice 20/20
11,7
12,7
11,7
11,5
ndice 10/40
2,6
2,8
2,5
2,5
27,6
28,8
29,8
29,1
0,505
0,512
0,504
0,504
ndice 10/10
Coeficiente GINI
El ndice 20/20 mide la relacin entre los ingresos recibidos por los
hogares del 20% ms rico y el 20% ms pobre, este ndice nos muestra
que en el ao 2013 los hogares del 20% ms rico ganaban 11,5 veces lo
que los del 20% ms pobres. El ndice 10/40, nos muestra para el 2013
que el 10% ms rico gana 2,5 veces ms que el 40% ms pobre, o sea, lo
que acumula el 40% de la poblacin ms pobre es menos de la mitad del
que posee el 10% ms rico. El ndice 10/10, nos muestra que el 10% ms
rico posee 29,1 veces ms riqueza que los hogares del 10% ms pobre.
Finalmente, el coeficiente Gini muestra un retroceso imperceptible en los
niveles de desigualdad.
Pero si ahora solo tomamos los ingresos provenientes del trabajo, la
desigualdad crece entre el ao 2011 y 2013, esto es explicado principalmente
por las ayudas estatales a los dos deciles de ms bajos ingresos.
Tabla 2: Evolucin de la Distribucin de Ingresos del Trabajo, Casen
2011 y 2013.
2011
2013
ndice 20/20
12,6
13,0
ndice 10/40
2,7
2,7
ndice 10/10
34,1
36,1
Coeficiente GINI
0,506
0,511
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Se puede apreciar que en cada uno de los ndices existe una mayor
desigualdad proveniente del mercado laboral, el cual se corrige por la
accin del Estado principalmente. Adems podemos notar que el 80% de
la poblacin percibe el 47% del total de los ingresos y el 20% ms rico el
53%.
Pero tambin tenemos antecedentes que muestran que en Chile la
distribucin del ingreso en la poblacin, elaborada a partir de los datos de
la encuesta CASEN, no miden correctamente a los sectores de mayores
ingresos, por lo tanto, la estimacin padece de una distorsin en la cola
derecha de la distribucin. Segn el estudio hecho por Lpez, Figueroa
y Gutirrez (2013), titulado: La Parte del Len. Nuevas Estimaciones de la
participacin de los Sper Ricos en Chile, se puede notar que los datos de la
CASEN 2010 apuntan a que el 1% de la poblacin concentra el 15% de
los ingresos totales del pas. Pero segn las estimaciones de estudio hechas
en base a los datos administrativos del Servicio de Impuesto Internos
(SII), la participacin del 1% ms rico asciende al 21,1% del total de la
riqueza, en otras palabras, se subestima en un 40% aproximadamente la
participacin de este segmento de la poblacin. Mientras que el ndice
GINI calculado para el periodo 2004-2010 con los datos de la CASEN es
0,55; las estimaciones del estudio muestran una desigualdad del orden del
0,64, lo que nos indica una desigualdad superior a la reportada oficialmente.
Grfico1: Coeficiente de Desigualdad de GINI
segn CASEN y segn SII.
Fuente: Lpez, R., Figueroa, E. y Gutirrez, P. (2013), La parte del len: Nuevas estimaciones de la participacin de los sper ricos
en el Ingreso de Chile.
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Tasa de Sindicalizacin
2000
6,5
13,2
2001
6,1
12,9
2002
6,1
13,1
2003
6,2
13,8
2004
6,2
13,7
2005
6,5
13,4
2006
6,2
12,8
2007
6,9
12,9
2008
7,8
13,9
2009
8,4
14,6
2010
7,5
13,9
2011
14,1
2012
8,1
14,6
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Fuente: Encuesta
Encla 2011, Direccin del Trabajo.
3,8!
2,5!
1,3!
0,!
1989!
1991!
1993!
1995!
1997!
1999!
2001!
2003!
2005!
2007!
2009!
2011!
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Por otro lado, el proyecto aumenta el mximo de las multas a aplicar por
prcticas anti-sindicales, lo que apunta a obtener un efecto disuasivo mayor
que el actualmente existente.
Por ltimo, el proyecto de ley cambia la naturaleza del despido anti-sindical,
asimilndolo a casos de represalia como el que actualmente se establece en
el procedimiento de tutela de derechos fundamentales. Con ello se facilita
considerablemente la denuncia judicial y reparacin de los despidos de
trabajadores que no tienen fuero sindical.
En lo que respecta a la negociacin colectiva, se sabe que el proyecto de
ley no incluye la negociacin sectorial o por rama, pero le otorga, por
fin, derecho a negociar colectivamente a los sindicatos inter-empresa, de
manera que ahora tales sindicatos podrn negociar en representacin de
sus asociados, contratados por dos o ms empresas. Esta puede ser una
de las puertas de entrada a una negociacin ramal, pues depender de
la capacidad de coordinacin y unidad de los sindicatos inter-empresa
para establecer negociaciones paralelas, un tipo de ramal por la va de los
hechos.
La capacidad negociadora de los sindicatos inter-empresa ya fue reconocida
en la Ley N 20.760, que modific el cdigo laboral para establecer el
supuesto de multiplicidad de razones sociales consideradas un solo
empleador, de manera que este reconocimiento genrico de capacidad de
negociar colectivamente para ellos es del todo coherente. Por lo mismo,
eliminarlo del proyecto de reforma sera contradictorio con lo ya instituido
por le Ley N 20.760.
La inclusin del piso de negociacin en la actual reforma a las relaciones
laborales, incorpora un elemento que le devolver a los sindicatos
la capacidad de que las negociaciones colectivas posean al menos la
capacidad de mantener las mismas condiciones econmicas nominales de
los trabajadores. Lo que aumenta el poder de distribucin de riqueza de la
negociacin, si hoy exista la posibilidad al final de la negociacin colectiva
de mantener al menos las condiciones del contrato anterior, como un
reconocimiento del bajo poder de negociacin del sindicato, hoy se lleva
esa norma al principio de la negociacin.
La mayor innovacin en la normativa laboral de esta reforma es la
creacin de una institucionalidad tripartita de carcter consultivo y asesor
denominado Consejo Superior Laboral. Esta es una experiencia indita
en trminos de Dilogo Social en Chile, si bien han existido intentos en
varios gobiernos por construir espacios de estas caractersticas que buscan
establecer nuevos contratos sociales en las relaciones laborales impactando
el desarrollo econmico y social.
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Por tal motivo, con la promulgacin del texto de la reforma laboral que
finalmente sea aprobado en el Congreso Nacional la labor no habr
terminado. En realidad recin habr comenzado para la accin sindical y
para la aplicacin efectiva de los ajustes a favor de los derechos colectivos
del trabajo.
Efectos de Econmicos Proyectados.
Podemos afirmar que una legislacin que considere la libertad sindical y
el reconocimiento efectivo del derecho a la negociacin colectiva como
principios y derechos fundamentales en el trabajo debera impactar en
la economa del pas. Pues estos son pilares de la democracia y medios
esenciales que permiten a los trabajadores equilibrar el poder de la
negociacin en las relaciones de trabajo y pactar mejoras en sus condiciones
laborales, por lo tanto deberan mejorar el ambiente en donde se desarrolla
nuestra economa, contribuyendo con mayor estabilidad poltica y menores
brechas de ingresos, as se pone de manifiesto la contribucin positiva que
la negociacin colectiva aporta al crecimiento equitativo e integrador del
pas.
Grfico 5: Cobertura de la Negociacin Colectiva OCDE, promedio de
18 pases.
Fuente: OIT. The Economics Effects of Colective Bargaining Coverage. Compilacin de estudios sobre el efecto de la
negociacin colectiva en la economa. Para 18 pases OCDE.
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SIGNO DE LA RELACION
EVALUACION DE LA EVIDENCIA
Tasa de desempleo
negativo
Inflacin
negativo
ndice de OKUN
negativo
Dispersin salarial
negativa
Desigualdad de ingresos
negativa
positiva
positiva
Fuente: The role of collective bargaining in the global economy publicado por la OIT en 2011, Compilacin de estudios sobre
el efecto de la negociacin colectiva en la economa. Para 18 pases OCDE.
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Evidentemente, el mayor grado de cumplimiento del programa (en comparacin con otros
gobiernos) no puede atribuirse exclusivamente a los movimientos sociales de 2006 y 2011. Entre otros,
tambin influyen en este proceso la nueva configuracin de la coalicin gobernante, las reformas
polticas implementadas y las transformaciones en la cultura poltica potenciadas durante los ltimos
aos.
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DEMOCRACIAVERSUSNEOLIBERALISMO
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177
178
DEMOCRACIAVERSUSNEOLIBERALISMO
Introduccin.
El Pueblo Mapuche, en Chile lleg a retener, despus de la invasin espaola,
un territorio autnomo al sur del ro Biobo, reconocido por tratados entre
las dos naciones. La inclusin del Estado de Chile (formalizado en 1818) en
la economa mundial, provoc polticas orientadas a ocupar ese territorio
que escapaba a su control. La nueva invasin se produjo entre 1861 y 1882.
La Repblica asign o remat entre colonos chilenos o extranjeros ms del
90% del territorio ancestral mapuche; no ms del 6% de aquel territorio
histrico lo destin a crear reducciones donde encerr a las familias indgenas
en parcelas de superficie agrcola y fertilidad insuficientes aun para la mera
subsistencia. As, se desarrollaron enclaves de pequea industria.
El uso de los bosques, nativo y exgeno, cambi radicalmente tras el golpe
de Estado de 1973. Las especies nativas y su hbitat quedaron a expensas
de la explotacin mercantil. Chile fue, desde 1975, el primer pas del
planeta donde el modelo neoliberal -y su discurso detractor del rol econmicosocial del Estado- se impuso, precisamente, mediante polticas estatales y bajo el
terrorismo de Estado.
Ni las formas tradicionales del poder oligrquico y el desarrollo hacia afuera,
ni las polticas del desarrollismo y el modelo de industrializacin por
sustitucin de importaciones (ISI) tras la crisis de 1929, el Frente Popular,
el rol industrialista del Estado y su pronta retirada (relativa) en beneficio del
gran capital concentrado y asociado a la inversin imperialista, implicaron
mejor trato o reconocimiento de derechos tnico-sociales de los Mapuche.
Predomin, con matices, el principio liberal modernizador: integrar al
mapuche a los mercados de fuerza de trabajo, eliminar la propiedad comunitaria de
los Lof, subdividir y desagregar mediante ttulos individuales de las nfimas parcelas.
La dictadura cvico-militar adelant al 11 de septiembre del 73 su accin
represora criminal (so pretexto de la ley de control de armas) en las tierras
de mapuche. Inmediatamente suprimi los derechos que haba otorgado
40
Ambos doctores en historia. Participan en Proyectos FONDECYT Regular n 1140188 y DICYTUSACH N 3030952 SM.
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Se trata de un artculo publicado en Weftun, pgina oficial de la Coordinadora de Comunidades
Mapuche en Conflicto Arauco- Malleco. Recuperado de https://www.nodo50.org/weftun/
documentos/2004/inversiones.htm
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Mayumy Matujara, Las empresas de la tortura, en The Clinic N 124, pp. 18-19.
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Acerca de las estrategias mediticas, dicen los autores del artculo Grupos
econmicos, empresas forestales y el pueblo mapuche, publicado en 2002:
Es por ello que las forestales desde hace muchos aos han hecho y
continan haciendo grandes esfuerzos por incorporar diversas estrategias
en los sectores locales, principalmente zona de concentracin de poblacin
mapuche. Los presupuestos para este tem son importantes e incluyen
recursos humanos y econmicos, ejemplo de ello son los programas
especiales que a travs de la Fundacin Educacional Arauco ha tomado
toda la educacin municipalizada de las principales comunas donde
mantienen sus actividades forestales. Estos esfuerzos apuntan a un solo
objetivo: integrar a los mapuche al sistema econmico (estamos hablando
de re-colonizar), de lo contrario la extincin sera la nica alternativa, y la
lucha sera algo as como el suicidio. 44
Transicin: gobiernos de la Concertacin, la Derecha y la Nueva
Mayora.
En una apretada sntesis del trayecto poltico e ideolgico, desde 1990, es
posible destacar rasgos de la accin de los gobiernos frente a la demanda
mapuche; y con ello abrir una evaluacin del ya largo tiempo de la
recuperacin democrtica.
El primer gobierno de la transicin: Patricio Aylwin.
Desde la campaa electoral, mediante el conocido Pacto de Nueva Imperial
de 1989, la Concertacin comprometi con numerosas organizaciones
mapuche una nueva Ley Indgena.
En 1990, se cre la Comisin Especial de Pueblos Indgenas (CEPI).
Temas principales eran la situacin y especficas demandas de tierras y
de derechos indgenas. Se promulg la ley 19.253 recin en 1993, luego de
una spera resistencia de la derecha pinochetista, y un amplio sector de
parlamentarios imbuidos de la ideologa liberal; convencidos de que no se
debe poner en discusin la existencia del Estado uni-nacional, monolinge.
Afirmando, desde su poder y como si fuese un hecho de la naturaleza, que
la modernidad nos obliga a integrar a los sujetos individuales indgenas a
la comn condicin de todos chilenos dentro de la sociedad de mercado, la
globalizacin, la concentracin del capital, del sistema poltico y la menor
variacin posible de las formas representativas del ejercicio del poder.
Se cre la Corporacin Nacional de Desarrollo Indgena (CONADI) en
1994; tambin el Fondo de Tierras y Aguas Indgenas (FTAI), que no
incorpor nuevas tierras y se limit solo a cierta regulacin.
44
Weftun, pgina oficial de la Coordinadora de Comunidades Mapuche en Conflicto Arauco- Malleco,
Recuperado de https://www.nodo50.org/weftun/documentos/2004/inversiones.htm
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Conclusin.
Ni la ley 19.253, ni menos an la Constitucin, reconocen la existencia de
Pueblos originarios. Eufemsticamente se usa el vocablo etnias. Un escenario
fundamental del conflicto alimentado por el Estado neoliberal se refiere
hoy a las indefiniciones y trabas que se oponen a la sana y consecuente
aplicacin del Convenio 169 de OIT, en correspondencia -adems- con la
Declaracin aprobada en su Asamblea General por las Naciones Unidassobre Derechos de los Pueblos Indgenas de 2007, suscrita por Chile.
Las empresas impactan el desarrollo cultural y las condiciones de vida
de las personas indgenas y no indgenas, del agro y las ciudades. La
produccin silvoagrcola se interrelaciona con la generacin de energa.
La pesca, la minera, etc., en la lgica de sus intereses empresariales de
lucro y el desprecio a las condiciones de vida actuales y de generaciones
futuras. Golpean directamente a comunidades indgenas, desatando
una contradiccin entre las dimensiones econmicas del gran capital,
ambientales de la poblacin en general y socioculturales, debido a su
impacto en la poblacin indgena, en particular.
La ley indgena, no tiene mecanismos efectivos en favor de la recuperacin de
las tierras usurpadas a los pueblos originarios. Adems de permitir y fomentar el divisionismo entre los mapuche, ha dejado fuera de la legalidad el
derecho de las comunidades a confederarse en organizaciones unitarias (a
diferencia del status del sindicalismo chileno o de otros movimientos sociales).
La ONU y organismos internacionales de derechos humanos han hecho
llamados reiterados al gobierno chileno, para atender las demandas mapuche
y para no hacer uso de la violencia estatal en contra de comunidades y
personeros indgenas que reivindican tierras y derechos asociados, entre
los cuales se cuentan numerosos prisioneros de conciencia47. Desde el
2007, ha habido recomendaciones de la ONU, en el sentido de que el
Estado chileno debe acoger las demandas de las comunidades a las tierras
antiguas usurpadas por la conquista militar.
En ocasiones, la CONADI ha sido instrumento estatal para cooptar a gran
parte de la dirigencia mapuche. En los hechos, la participacin de mapuche
(y de miembros de los otros 8 pueblos originarios reconocidos) -en trminos
absolutos y porcentuales- ha sido extraordinariamente baja en las elecciones
47
A modo de ejemplo, ha habido observaciones dirigidas al gobierno de Chile de parte de Amnesty
International, Human Rights Watch, el ex relator de la ONU Rodolfo Stavenhagen, la Asociacin
Americana de Juristas, etc. Se agrega un llamado de Jos Saramago en 2007 a la Presidenta Michelle
Bachelet.
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Introduccin.
La utilizacin de los bosques en todo el mundo origina hoy fuertes
controversias. Por un lado, existe un creciente inters por parte de la
ciudadana de cuidar los bosques y el medio ambiente, pero por otro lado,
existe tambin una creciente demanda por los bienes y servicios que stos
proveen. Este escenario convierte al manejo sustentable de los bosques en
uno de los desafos planetarios ms importantes y complejos. En Chile,
este desafo no podr ser abordado exitosamente si contina primando el
modelo neoliberal que rige al sector forestal.
La situacin forestal en Chile es de contrastes. Por una parte, existe un
sector forestal basado en plantaciones (2,5 millones de hectreas) de
especies introducidas, principalmente de pino (Pinus radiata) y eucaliptos
(Eucalyptus nitens y E. globulus), que sustentan a un pequeo grupo de
empresas (principalmente ARAUCO y CMPC) de gran presencia
internacional. Por otra parte, existen cerca de 14 millones de hectreas
de bosques nativos, gran parte de los cuales se encuentran fuertemente
degradados -en especial aquellos que se ubican desde la Regin de Los
Lagos al norte- debido a explotaciones pasadas, a la ganadera (pastoreo)
y a la produccin de lea.
El sector forestal asociado a las plantaciones de pinos y eucaliptus ha
tenido impactos positivos, especialmente recuperando suelos degradados
por malas prcticas agropecuarias en algunas regiones del pas y a nivel
macroeconmico, pero tambin muy negativos, especialmente en aspectos
sociales y ambientales. Desde un punto de vista econmico, el sector
muestra altos niveles de concentracin, lo que ha generado una dramtica
prdida de PYMES. En la actualidad, dos de las regiones ms pobres de
Chile estn entre las que tienen ms plantaciones, las Regiones del Biobo
y de La Araucana.
La creacin de extensos monocultivos incluy masivas sustituciones de
bosque nativos, de modo que en muchas regiones, incluyendo las de mayor
biodiversidad (como por ejemplo la Regin del Maule), hay muchas especies
y ecosistemas forestales que prcticamente han desaparecido. Aparte de
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1911
1920
1925 - 1931
1940
1961 - 1962
1970
Primera
Ley
de
Bosques
Primera
plantacin
industrial
de
Pinus
radiata
Creacin
de
Inspeccin
General
de
Bosques,
Pesca
y
Caza
Creacin
de
Compaa
Manufac.
de
Papeles
y
Cartones
(CMPC)
Nueva
Ley
de
Bosques
El
Estado
comienza
a
plantar
y
crear
industrias
(CORFO)
Creacin
del
INFOR.
Creacin
de
COREF,
que
luego
dio
paso
a
la
actual
CONAF
Inicio
de
la
reforma
agraria
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Fuente: Elaboracin propia, en base a datos del Instituto Forestal de Chile y la Corporacin Nacional Forestal (INFOR, 2014 y
CONAF, 2015).
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Ver Miranda, Altamirano, Cayuela, Pincheira & Lara (2015), y referencias all citadas.
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Aumento
explosivo
superficies
Sustitucin
bosques
nativos
Migracin
rural-urbana
Prdida calidad
de vida de
comunidades
locales
Aporte a
macro
economa
Concentracin
econmica
Oligopsonio
Prdida masiva
de PYMES
Prdida valor
econmico
plantaciones
de medianos y
pequeos
productores.
Mayores
ingresos a las
arcas fiscales
Mayores
compromisos
del Estado con
sostenedores
del modelo
forestal
Degradacin
de bosques
Agotamiento
maderas
valiosas
Lea y carbn
principales
productos de
los BN
Prdida de
bienes y
servicios de
los BN
Disminucin
PYMES
maderas nativas
Aporte de
maderas
restringido a
mercados de
nicho.
Maderas
nativas
ausentes en el
mercado
mayorista
Valor
econmico
de servicios
> productos
Creciente
valoracin de
los servicios
ambientales
asociados a BN
Lea principal
producto de los
BN aporte a
matriz
energtica
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Captulo III
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Introduccin.
Al igual que en gran parte de Amrica Latina, la historia de Chile se vio
marcada tempranamente por la conformacin de un movimiento obrero
que irrumpi como actor poltico a fines del siglo XIX (Vitale, 2011),
cuando la masificacin del proletariado salitrero y urbano puso sobre la
mesa las demandas de la clase trabajadora en la primera huelga general
de la Repblica (Grez, 1998). Como es sabido, desde entonces diferentes
formas de movilizacin obreras se convirtieron en un escenario comn
que tuvieron que enfrentar los sectores dominantes de entonces, llevando
a un trgico saldo de matanzas a lo largo del pas (Garcs, 2003), con
las que se busc controlar la reaccin obvia de los trabajadores ante
condiciones de vida insufribles para la mayor parte de la poblacin. En
este empeo de organizacin, tomaron parte desde mutuales, sociedades
de resistencia y cooperativas de base, hasta organizaciones polticas como
el Partido Democrtico, precursor del Partido Obrero Socialista, que ser
la primera organizacin en representar exclusivamente los intereses de los
trabajadores dirigidos por Luis Emilio Recabarren.
Esta situacin se arrastr por muchos aos hacindose cada vez ms
insostenible, por lo que desde 1921 en adelante el rgimen poltico llev
a cabo una progresiva incorporacin de limitadas franjas organizadas de
trabajadores a un pacto social conocido como Estado de Compromiso, y
cuyos alcances se extendieron prcticamente hasta 1973. En este periodo,
se registr un ascenso constante de las luchas sindicales y conquistas
sociales, atravesado por una importante politizacin que culminar con el
gobierno de la Unidad Popular y su Va Chilena al Socialismo, abruptamente
interrumpido por el Golpe de Estado a manos del General Pinochet
(Gaudichaud, 2013).
Para hacer un balance del movimiento sindical durante estos 25 aos de
democracia, es imprescindible sopesar el verdadero impacto que tuvo
la Dictadura sobre la organizacin de las y los trabajadores hasta hoy.
Esto significa tomar en cuenta al menos tres aspectos. El primero es la
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Fuente: Elaboracin propia a partir de estadsticas de Armstrong, 2009, y Observatorio de Huelgas Laborales, 2015.
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En el sentido de que se proyectaran dichos conflictos como una disputa del sindicalismo por la
capacidad de decidir en torno a su mbito de inters, o ms especficamente, por la distribucin del
producto de su trabajo a nivel de empresa o a nivel social. Ver: Campusano, Karim; Gaudichaud,
Franck; Osorio, Sebastin; Seguel, Pablo y Urrutia, Miguel, Conflictividad laboral y politizacin en
los procesos de trabajo. Una propuesta terica para el anlisis de la trayectoria reciente del movimiento
sindical chileno, por publicar en Revista Nuevo Mundo: https: //nuevomundo.revues.org, 2016.
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Fuente: Elaboracin propia a partir de estadsticas de DERTO (1977): Estadsticas Sindicales 1956-1972; Lders et. al. (2010); y
Direccin del Trabajo.
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Fuente: Elaboracin propia, a partir de datos de Rivas, Gabriel, 2014, disponible en http://www.cipstra.cl/salario-minimo-1
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Fuente: Elaboracin propia a partir de datos del Instituto Nacional de Estadsticas (INE).
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Fuente: Elaboracin propia a partir de datos de Compendio Estadstico 2013, Direccin del Trabajo.
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Fuente: Elaboracin propia a partir de datos de Compendio Estadstico 2013, y Anuario 2014 de la Direccin del Trabajo.
Hay varias razones por las que estas movilizaciones se pueden entender
como un cambio cualitativo para el movimiento sindical chileno, pero a
grandes rasgos, se puede aseverar que especialmente la paralizacin de
la CTC vino a reposicionar la huelga como el instrumento poltico por
excelencia de los trabajadores. Pero para que ello sucediera no bastaba
solo con la voluntad de un grupo de dirigentes, era necesario un proceso
de construccin a nivel de bases que tom muchos aos para alcanzar sus
niveles de masividad, ciertamente impulsados desde dirigentes con una
orientacin ms radicalizada y rupturista. Y ms importante an, para que
el poder disruptivo de la huelga tuviera un impacto en la poltica nacional
era preciso que este se desplegara en lo que Womack ha denominado
posiciones estratgicas (2007), es decir, aquellos sectores de la economa en
los que un paro tiene efectos econmicos relevantes que ameritan una
intervencin del Estado. De este modo, lo que el mayor referente sindical
no pudo hacer con su giro poltico, era ahora llevado a cabo por sectores de
trabajadores desde las luchas corporativas, pero que apuntaban a aspectos
centrales de la regulacin laboral en el modelo, como lo es el subcontrato.
En un nivel diferente, estas movilizaciones marcaron un punto de inflexin
en la tendencia a la baja de la sindicalizacin, como muestra la Figura 4,
y tambin el retome de una mayor actividad huelgustica, acaso motivada
por el ejemplo de organizaciones sindicales que con su propia fuerza
haban logrado incidir polticamente. En ese sentido, habra que considerar
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DEMOCRACIAVERSUSNEOLIBERALISMO
Introduccin.
Este documento examina los factores centrales que motivan las posturas
de sectores del Pueblo Mapuche respecto de la izquierda en el perodo
contemporneo en Chile, teniendo presente que es un proceso relacional
que tiene sus orgenes en la dcada del 20 del siglo pasado.
Es necesario dar cuenta de la profundidad temporal y proponer una
interpretacin nutrida de las categoras del conocimiento mapuche, para
entender lo que sucede hoy con el movimiento: procesos de recuperacin
de tierras canalizados institucionalmente a travs de la CONADI, o fuera
de la institucionalidad; la reactivacin del uso del idioma propio en las
familias mapuche y la educacin intercultural bilinge impulsada por el
MINEDUC; el fortalecimiento del rol conductor y defensa territorial
de las machi, la reconfiguracin etno y eco poltica de las identidades
territoriales, la proliferacin y difusin masiva de conocimientos mapuche
desde los sabios y los profesionales; el involucramiento en la sociedad
poltica estatal va los municipios y las instituciones de servicio pblico.
Son sistematizados antecedentes que provienen de distintas fuentes, para
explorar las modalidades que diversos sectores mapuches manifiestan
respecto de su praxis poltica en la sociedad chilena, en relacin a los
partidos polticos de izquierda.
Postulamos que la influencia del catolicismo institucional y conservador,
la paridad e identificacin con las clases propietarias y unas Fuerzas
Armadas vencedoras en lo militar y con una ideologa racista y clasista,
son los principales componentes de lo que para algunos sectores mapuche
es la amenaza izquierdista.
Asimismo identificamos que las relaciones de alianzas se han establecido
desde un cristianismo popular, como desde un proyecto de nacin
mapuche, y desde el comunitarismo social mapuche.
El que muchos mapuche hayan optado por incorporarse a las organizaciones
polticas de izquierda en Chile, lo interpretamos por las coincidencias en
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con aquellos sectores con los cuales tienen mayor proximidad y confianza
en obtener resultados, como lo han sido autoridades de las diversas Iglesias,
lderes de las distintas organizaciones mapuche, adems de funcionarios
municipales y pblicos, civiles y militares.
En este nivel de las relaciones, donde confluyen mltiples intereses y
operan mecanismos y estructuras de poder ms amplias, en las cuales,
las localidades mapuche quedan en una desventajosa posicin de
subordinacin, se evidencian y se profundizan las diferencias que han
existido y que existen en las propias familias. Lo cual unido a la variedad
de posturas y la diversidad de propuestas que tales sectores representan,
hacen que la diferencia en las opiniones se transforme en un obstculo, y
se hace insuficiente e inoperante la modalidad interna de resolucin de las
diferencias.
Los integrantes de las familias, activan dispositivos de poder y autoridad
diferenciados, en donde se articulan las normas del derecho propio
mapuche con las normativas de la sociedad chilena, a veces, de manera
complementaria y, en otras, suscitando contradicciones.
El prestigio de las familias y sus jefes, las cualidades e investidura de los
Lonko, las fortalezas de las alianzas interfamiliares, la capacidad de
negociacin y acuerdo, el alcance de los Genpin para los encuentros
grupales, la eficacia de las/os Machi en las convocatorias a los espritus de
la naturaleza, de los antepasados y de los creadores, se ponen en ejercicio
junto al reconocimiento de la autoridad de la polica, de los abogados y
jueces, de los sacerdotes y monjas, de los pastores y misioneros, de los
funcionarios de gobierno, as como de la valoracin del poder econmico
de los que representan la riqueza, kullin.
En el contexto socioeconmico actual, se verifica un empobrecimiento
de las condiciones de vida, lo que presiona fuertemente las decisiones que
involucran al conjunto de las familias. De este modo, las relaciones de
alianza inter familiares se encuentran fragilizadas, y los mecanismos de
resolucin de conflictos muchas veces se hacen inoperantes e inefectivos,
lo que ha posibilitado el uso de procedimientos confrontacionales, los que
aun cuando no son consustanciales a la tica mapuche, son incorporados
como parte del aprendizaje de la historia de relaciones conflictivas sin
resolver.
Lo sucedido en las localidades mapuche, muestra de manera dramtica
la crisis de la colectividad econmica-social, poltica y cultural, y cmo
pueden entrar en contradicciones los propsitos generales compartidos
como son la legitimidad del proceso de reinstalacin en territorios
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Las demandas mapuche por autonoma y territorio, son para los sectores
del poder econmico, poltico e ideolgico en la sociedad chilena, un
asunto que pone en jaque las reglas establecidas, y que obliga a pensar
profundo acerca de los cimientos desde los cuales se ha construido,
a saber: la idea de que un Estado corresponde a una sola Nacin, la
proteccin de la propiedad privada, la legitimidad tico-moral y vigencia
de la cristianizacin, y la homogenizacin de una identidad nacional.
Los planteamientos centrales que unen al movimiento poltico mapuche
actual son:
* exigencia de reconocimiento como Pueblo, legalizado constitucionalmente
en las leyes de la Repblica de Chile y a travs de los acuerdos internacionales
relacionados;
* la recuperacin de las tierras ancestrales y de ttulos otorgados por el
Estado, y la ampliacin de las tierras actuales;
* las demandas por acceso a los servicios pblicos: salud, educacin,
vivienda, infraestructura vial;
* el mejoramiento de la calidad de vida; y
* avances en la autodeterminacin y autonoma como pueblo
Desde mediados de los aos 90 son crecientes los hechos de confrontacin
poltica y social entre sectores mapuche y empresas, en un contexto de
poltica de Estado que no favorece a los pueblos originarios. Los mapuche
que han intentado oponerse luchando bajo diversas modalidades, han
sido sometidos a acciones de control y represin por parte de guardias
forestales, por carabineros y por funcionarios de organismos de seguridad
estatales. Adems, los funcionarios de diverso rango del poder judicial les
han aplicado los ms severos mecanismos de sancin jurdica estipulados
en la Constitucin de 1980, la Ley de Seguridad Interior del Estado y la
Ley Antiterrorista.
La Regin de La Araucana fue parte del Plan Piloto para la aplicacin
de la Reforma Procesal Penal y existe una Defensora Especializada
Mapuche. No obstante, en el sistema judicial siguen operando criterios
de discriminacin negativa, como el racismo y el prejuicio de calificar sus
demandas y acciones como terroristas e insurgentes.
Las tensiones entre el Pueblo Mapuche y los sectores de poder del Estado
chileno (Gobierno, Empresariado, Sistema Judicial y Fuerzas Armadas y de
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Introduccin.
La trayectoria que ha seguido el Estado de Chile en los ltimos 25
aos bajo la implementacin de polticas y prcticas neoliberales, es un
proceso que encuentra logros, contrastes, injusticias y contradicciones.
Por ejemplo, desde la mirada de los indicadores macroeconmicos Chile
posee un ingreso per cpita de 20 mil dlares, siendo uno de los ms altos
de Latinoamrica. Segn Solimano (2014), el pas es generalmente alabado
en el mbito internacional por su manejo macroeconmico responsable
y sus bajos niveles de deuda pblica, pero al mismo tiempo, se encuentra
entre las quince naciones ms desiguales del mundo en el ranking de las
Naciones Unidas.
El caso de las comunidades colindantes con el sur del Parque Nacional
Villarrica que analizaremos en este trabajo es una muestra de los tantos
modos en los que se manifiesta la desigualdad en Chile, la que se hace
patente a travs de los conflictos etno-polticos y socio-ambientales
ocasionados por la reconfiguracin del espacio geogrfico en funcin de
estrategias polticas orientadas por los objetivos que persigue el modelo
neoliberal y que operan en diversas escalas mediante la aplicacin de
Polticas Pblicas.
La seleccin de este territorio, respondi a la existencia de traslapes de
los usos y significados que se le asigna por parte de las comunidades
mapuche que habitan el sector, y por otra, los usos y significados que
le asigna el Estado; adems del conflicto central entre las partes por la
propiedad de las tierras. Se considera tambin la interaccin de los
mapuche con la poblacin no mapuche, reconociendo la complejidad de
estas comunidades en la coexistencia de diferentes modos de vida dentro
de un mismo territorio.
En la parte sur del Parque Nacional Villarrica, comunidades locales
reclaman y reivindican sus territorios ancestrales y prcticas tradicionales
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a. Resistiendo la pobreza.
El Convenio 169 Sobre Pueblos Indgenas y Tribales en Pases
Independientes, de la Organizacin Internacional del Trabajo (OIT),
reconoce los derechos de los pueblos originarios a utilizar tierras
que no estn exclusivamente ocupadas por ellos, pero a las que hayan
tenido tradicionalmente acceso para sus actividades tradicionales y de
subsistencia (OIT, 2007, p. 29). En este sentido el Parque Nacional
Villarica, sera territorio sobre el que las comunidades mapuche tienen
derechos, considerando los usos ancestrales y prcticas tradicionales
actuales.
Reiteradamente los pobladores mapuche vecinos de esta rea de
conservacin -comunidades Ramn Chincolef, Juan Chaapi, Juan
Caripn y Carlos Antimilla- hacen referencia a sus prcticas culturales
vinculadas directamente con este territorio, las que no pueden realizar en
la actualidad, lo hacen furtivamente, o bien bajo la vista condescendiente
de algn guarda parques simpatizante. Ejemplo de ello es la recoleccin del
Pin y las prcticas de veraneadas65. La relacin material y cultural de los
mapuche con este espacio, se manifiesta a travs de las prcticas religiosas
y espirituales de las comunidades aledaas en torno a los volcanes (para
los mapuche el volcn Villarrica es el Ruka Pilln o casa de espritus) y
otros sitios sagrados; el uso de las zonas ms altas como veraneadas para la
recoleccin de piones y el pastaje; y la existencia de ruka o refugios para
utilizar en dichas veraneadas (Alwyn, 2008).
El despojo de estos territorios, ha facilitado la territorializacin del discurso
que los construye como seres carenciados, desposedos de riqueza,
concretndose la neo-colonialidad del poder-saber-ser y la imposicin de una
economa neoliberal, es decir se les despoja de parte de su humanidad, se les
imponen nuevas formas de conocimiento y relacin con la naturaleza y su
territorio, generando modos de vida adaptados a estas nuevas condiciones
(Skewes, s/f ), sin obviar su capacidad de resistencia ante la imposicin.
Uno de los primeros elementos que juegan un papel fundamental en la
construccin de los mapuche como seres carenciados, es la definicin
de la frontera del parque. Por ejemplo, los cercos limitan su libertad de
trnsito en un espacio que consideran an parte de sus territorios.
Segn cuenta el Lonko Caripn, las tierras ancestrales de su abuelo
comprenden el rea delimitada por: [] komhomowe, el nacimiento de
todas las aguas, hasta la desembocadura del Lago Calafqun, el Mapu es
65
La veraneada es el espacio comunitario utilizado en el tiempo de verano para el pastoreo de los
animales por parte de los comuneros Mapuche.
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Denominacin utilizada por el pueblo mapuche para referirse a quienes no son mapuche.
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Captulo IV
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Eric Palma
Introduccin.
La demanda nacional por una nueva Constitucin ha cobrado un nuevo
cariz en estos dos ltimos aos, como consecuencia de estar incorporada
la iniciativa en el Programa de Gobierno de la Nueva Mayora (perodo de
gobierno que comienza en marzo de 2014 y culminar en marzo de 2018).
Con ocasin de la decisin presidencial de iniciar el debate sobre el tema
en septiembre de 2015, la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile
estim necesario organizar un ciclo de mesas redondas para abordar esta
temtica. La primera mesa se ocup de responder a la pregunta: Necesita
Chile una nueva Constitucin?, en la que Jorge Correa Sutil present una
ponencia, cuyos comentarios corrieron de cargo del profesor Enrique
Correa y del autor de este artculo.
El texto que sigue constituye una versin total de dichos comentarios,
parte de los cuales fueron presentados en el panel correspondiente de
14 de agosto de 2015 y publicados en noviembre de 2015. En la primera
parte rescato la historia de la demanda por una nueva constitucin y
por asamblea constituyente; paso luego a caracterizar lo que denomino
constitucionalismo tipo Estocolmo; identifico una nueva postura en relacin
con la demanda por una asamblea constituyente, a la que caracterizo
como constitucionalismo mezquino; a continuacin describo someramente
los argumentos de quienes se oponen a una asamblea constituyente;
para finalizar con la presentacin de argumentos en favor de una nueva
constitucin va asamblea constituyente y una propuesta sobre rasgos
generales de una nueva constitucin.
70
Este trabajo desarrolla los comentarios a la ponencia de Jorge Correa Sutil (Necesita Chile una
Nueva Constitucin) en el Ciclo de Discusiones. Proceso Constituyente y Nueva Constitucin
Poltica, organizado por la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, Departamento de Derecho
Pblico, agosto-noviembre de 2015. Su versin resumida puede encontrarse en http://web.derecho.
uchile.cl/documentos/unagranconversacion_web2015.pdf
Puede accederse a la versin oral en https://www.youtube.com/watch?v=YFZ8FvP3Xpo a partir de
la hora 1:45:00.
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Dicha reforma, fruto del sistema binominal (Palma, 2008), puede ser
considerada un fracaso desde el punto de vista constituyente. Fue incapaz
de generar satisfaccin constitucional.
Podemos concluir entonces que la demanda por una Nueva Constitucin
y por Asamblea Constituyente fue masiva en la dcada de 1980, se debilit
en la dcada de 1990 como consecuencia de la opcin por el reformismo,
se revitaliz en la dcada de 2000 y es claramente mayoritaria en el tiempo
presente. Desde entonces ha estado vinculada a una sustitucin tanto
de la parte orgnica como dogmtica de la constitucin, es decir, de su
andamiaje de instituciones polticas y su catlogo de derechos.
Mi primer comentario a la ponencia de Jorge Correa es que comparto
con l solo una frase: Es necesaria una nueva Constitucin. Pero fiel a
la demanda histrica gestada en la lucha contra la dictadura y no afectado
por el sndrome de Estocolmo, creo absolutamente legtimo proponer al
pas la Constitucin de la dignidad nacional, es decir, una Carta Magna que
exprese el derecho de autodeterminacin del pueblo de Chile luego de que
le fuera usurpada la soberana por un golpe de Estado.
Es que su idea de nueva constitucin tiene muy poco que ver con una
demanda que a estas alturas de la historia poltica nacional es vieja, y por lo
mismo, ms o menos consolidada en su procedimiento y fondo.
La suya, como veremos luego, es en definitiva una postura nueva,
configuradora de un movimiento que empieza a cobrar cierta importancia
y que puede denominarse como constitucionalismo reduccionista o mezquino.
De hecho, en una lectura ms profunda, uno podra concluir que la
postura de Jorge Correa tiene ms puntos de contacto con los que solo
aspiran a reformar la constitucin, que con los que vienen defendiendo
hace dcadas la demanda por una nueva Constitucin.
Correa, puede ser considerado una variante de los reformistas. Corriente
esta ltima a la denomino Constitucionalismo tipo Estocolmo.
Constitucionalismo tipo Estocolmo.
Recordemos como describe la literatura especializada el sndrome de
Estocolmo:
Sentimientos positivos de la vctima hacia el abusador/controlador.
Sentimientos negativos de la vctima hacia familiares, amigos, o
autoridades que tratan de rescatarlos o apoyarlos en su liberacin. Apoyo
a las conductas y sentimientos del abusador. Sentimientos positivos del
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la deliberacin democrtica.
42.- Nos oponemos, en consecuencia, a la posibilidad de transformar
el debate constituyente en una competencia sobre quin propone ms
derechos. Pretender transformar la Constitucin en un gigantesco rbol
de Pascua donde cada chilena y chileno podra encontrar, finalmente,
todo lo que ha estado buscando, pidiendo o soando en las ltimas
dcadas constituira una falta de respeto a la inteligencia y patriotismo de
la inmensa mayora de nuestros compatriotas (que no asumen la actitud
individualista de ver cmo van en la parada) y, adems, un tremendo
acto de populismo irresponsable (despertando expectativas que los textos
constitucionales no satisfacen por si mismos)83.
Sin embargo, sealan seguidamente:
44.- La Nueva Constitucin debe formular una adhesin explicita y
enftica al Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Es all donde
estn contenidos los aprendizajes ante los horrores del totalitarismo y la
guerra, los avances civilizatorios de la humanidad y las mejores esperanzas
de los Pueblos del mundo. El Estado de Chile debe ratificar su voluntad
inquebrantable de cumplir escrupulosamente con todos los compromisos
asumidos en materia de Derechos Humanos. La Nueva Constitucin debe
proclamar solemnemente que ella asume como absolutamente vinculantes
para todos los rganos del Estado las normas internacionales que
comprometen a Chile, lo cual no solo incluye a los tratados internacionales
ratificados por Chile, y que se encuentren vigentes, sino que, tambin,
al derecho internacional consuetudinario y los principios generales
del derecho internacional. La Nueva Constitucin debe proclamar
solemnemente que ella asume como absolutamente vinculantes para todos
los rganos del Estado las normas internacionales que comprometen a
Chile, lo cual no solo incluye a los tratados internacionales ratificados
por Chile, y que se encuentren vigentes, sino que, tambin, al derecho
internacional consuetudinario y los principios generales del derecho
internacional.
Entienden que la Nueva Constitucin debe contener regulaciones sobre
el derecho a la vida; la igualdad; la libertad de expresin (vinculan con
ella los derechos a la honra y a la vida privada, incorporando asimismo el
reconocimiento a los derechos a la propia imagen y a la autodeterminacin
83
dem. El lenguaje y la metfora no pueden ser ms desafortunados. Trivializan un aspecto de la
organizacin del poder que ha sido clave desde la misma revolucin francesa. El constitucionalismo
chileno, el histrico, sigui a los franceses y no a los espaoles y estadounidenses en esta materia:
los derechos se enuncian y protegen porque la cultura poltica y judicial requiere incorporarlos a sus
nuevas creencias. No hay una prctica previa que permita prever el alcance que la judicatura y la
poltica darn a los derechos si ellos solo se consagran a nivel legal.
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Vase http://www.enciclopediadelapolitica.org/Default.aspx?i=&por=a&idind=90&termino=
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CEP, Dilogos Constitucionales, Lucas Sierra editor, Santiago de Chile, 2005, pg. 13
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Hoy, los ladrillos con los que los defensores del modelo le cerraron la
puerta a la democracia muestran una evidente fatiga y el muro exhibe una
enorme grieta por la que se filtran las demandas de millones de chilenos y
chilenas, ese muro ya no tolera reparos.
Ya no existen excusas para postergar el avance hacia mejores condiciones de
vida y oportunidades reales de desarrollo econmico, cultural y social para
todos y cada uno de los habitantes de nuestro pas. Sin embargo, alcanzar
ese objetivo supone mejorar nuestras lecturas de la realidad, transformar
nuestras propias ideas y conectarlas con la accin. Ninguna transformacin
ser posible sin la participacin de cada uno de los habitantes de este pas,
en sus propios espacios y de acuerdo con sus capacidades. Esa posibilidad
se abre hoy en Chile con el proceso constituyente y este libro busca ser una
contribucin para pensar la contradiccin que debemos superar.
DEMOCRACIA
VERSUS
NEOLIBERALISMO
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