Emil Ludwig - El Presidente Lincoln
Emil Ludwig - El Presidente Lincoln
Emil Ludwig - El Presidente Lincoln
la hermosa Virginia vinieron los indios a esta pobre tierra de Kentucky; pero, e
n realidad, procedan del Norte, como la madre, y no tenan nada que ver con el Sur.
En aquellos tiempos, los indios emprendan el sendero de la guerra contra los bla
ncos. E1 padre, que era entonces un pequeuelo no mayor que el hijo que le escucha
con los ojos muy abiertos y los labios apretados, se hallaba un da con su padre
y hermanos en el bosque prximo a la choza cuando, de repente, son un tiro. El padr
e cay a tierra, los hermanos corrieron hacia la choza en busca de auxilio, y el p
equeo qued solo; el padre permaneca inmvil. Saliendo de su escondite de rboles, los p
ieles rojas se precipitaron entonces sobre el nio, que grita y se resiste, hasta
que vuelve el hermano y mata con su rifle a uno de los bravos. Las balas comienz
an a llover sobre el lugar, y el nio corre a ocultarse en la choza. El rapazuelo
escucha asombrado el relato de su padre. Si el abuelo, que se llamaba Abraham, c
omo l, fue muerto por los indios, lo mismo puede sucederle cualquier da al padre.
Pero ste se re, diciendo que los de ahora son ya otros tiempos.
Qu bien sabe narrar el padre una historia!, piensan los nios. Pero no sabe leer, y
se re de la madre cuando sta dice que aprender a leer es una buena cosa. Si el pad
re sabe hacer armarios y ventanas, cazar, sembrar y cortar lea, qu falta puede hace
rle la ilustracin? Si l pudiese leer! Si pudiese escribir como la ta! Ahora le permit
en ir algunas semanas a la escuela, pero sta dista cuatro millas, y cuando llueve
, las botas de piel de liebre no protegen sus pies de la humedad ms que si los ll
evase desnudos. La escuela es una cabaa de madera apenas ms grande que la casa, pe
ro aqu hay dos ventanas de papel esmerilado; tambin la chimenea es mayor. El maest
ro es un cura, que hace circular un libro de mano en mano, ensendoles los signos,
hacindoles deletrear uno detrs de otro, lentamente, silabeando y repitiendo contin
uamente en voz alta. Esto es, pues, leer? Pero an falta mucho para poder leer una
historia y escribir como la ta; tal vez ni siquiera les ensearn a hacerlo.
En cambio, otras cosas nuevas hay este ao. Al padre le han hecho inspector de car
reteras y, cuando el chico le acompaa, escucha a las gentes de la pequea ciudad, y
oye hablar de Indiana, pas maravillosamente frtil, adonde se dirigan los jinetes y
carros que llevaban direccin poniente, y del gran ro Ohio, que corre entre los do
s Estados. Tambin tiene ahora el padre una funcin de vigilancia, casi policaca, y c
omo todo esto le gusta ms que trabajar de carpintero en casa, recorre el pas en to
das direcciones, siendo bien recibido en todas partes, pues la gente aprecia su
arte de narrador. Y el rapaz lo escucha atentamente, anotando las pequeas variant
es que, de un da a otro, introduce su padre en el relato de una misma historia. C
uando el padre tropieza con un negro, le detiene, exigindole exhibir cierto papel
que le permite andar por all y llevar al hombro lo que lleva. Por qu?, pregunta el n
io. No puedes entenderlo todava.
Pero un da, en Hodgenville, tiene su padre que encargarse de unos presos. Qu son pr
esos? Hombres malos, que es preciso encadenar. Y contempla con horror el nio las
caras encolerizadas de los hombres malos, y sus ojos fijos en el padre, que abre
con una llave grande y oxidada la puerta de una choza oscura, en la cual los ha
ce entrar; despus cierra la puerta de nuevo y los hombres quedan solos. Pero la c
ompasin del chico acompaa a los hombres encadenados. As, pues, hay hombres que ponen
a otros hombres cadenas en los pies? Esto es an ms odioso que los ricos, para los
cuales el padre tiene que hacer sillas y la madre coser camisas si es que quier
en comprar pan y t.
Cuntas cosas ms hay que observar y pensar este verano! El padre corta los rboles ms a
ltos. El hacha, que frecuentemente afila y engrasa y que casi siempre lleva colg
ada del pantaln, corta ahora de raz los viejos gigantes del bosque. Para qu? Acaso no
tenemos casa ya? Servirn para hacer una balsa. Qu es una balsa? Una cosa como un b
uque, en la que se puede viajar por el ro hasta el mar. Dnde est el mar? Al Sur. Aho
ra ya puede el nio sostener las cuerdas y ayudar un poco a empujar, pues el padre
ata los troncos entre s y empuja el artefacto de la orilla al riachuelo, que, se
gn dicen, desemboca, ms al Oeste, en el gran Ohio. Finalmente el padre hace rodar
diez grandes barriles sobre la balsa y el nio oye decir que el padre los ha compr
ado y que estn llenos de whisky. Durante estos das, la madre suspira de continuo y
, por fin, los nios se enteran del porqu. El padre ha vendido la choza y toda la t
ierra de la granja. Quiere emigrar a Indiana, donde, segn cuentan, todo es ms rico
y frtil; trabajar poco y cosechar mucho es lo que l quisiera. Diez barriles de wh
isky y veinte dlares le dieron por la venta. Quin sabe lo que les espera all en el O
ccidente!
Todo est ya listo. De pie en la orilla, despdense la esposa y los hijos, y l, ayudnd
ose con su remo nuevo y largo, se aleja de la ribera y no tarda en perderse de v
ista. Pero antes de mucho tiempo est de vuelta; muchas cosas cuenta de su viaje y
re, dando golpecitos en la espalda de la madre; parece muy animado y lleno de es
peranza, pues Indiana, segn declara, es un paraso. Ha llegado el otoo, y con l las s
emanas de lluvia, cuando embalan todos sus enseres: tiles de cocina y herramienta
s, pieles y vestidos, exiguo equipaje que atan sobre dos caballos, en los que to
dava montan: la madre y la hermana, en uno; el padre, llevando al pequeo delante,
en el otro. Y ahora tambin ellos recorren la ruta de Occidente, por la que vieran
pasar antes a tantos. Cinco das dura el viaje. De noche, mientras la madre y los
pequeos duermen envueltos en sus mantas y sobre el suelo del bosque, el padre vi
gila, pues aqu no est uno seguro ni de los animales ni de los hombres.
Pigeon Creek, el palomar, como llaman a la nueva casa, es ms grande y ventilada q
ue la choza de Kentucky. El padre la ha construido deprisa, ayudado por sus pari
entes; entre tanto, la familia ha encontrado refugio, mal que bien, en una barra
ca vecina. Antes y despus de ellos, llegaron el to, la ta y los primos a la nueva r
egin, que es la esperanza de todos los colonos. El nio se alegra de ver al padre c
ortar rboles ms altos para hacer la choza ms grande que la anterior, y tambin le hac
e feliz que la de ahora tenga un desvn debajo del techo.
El padre est siempre de buen humor; esta vez tiene que cambiar la suerte y hacers
e rico; por lo pronto, se puede cazar durante das y semanas, pues aqu abunda la ca
za. La nueva hacienda se encuentra sobre una pequea cuesta circundada de campos y
espesos matorrales. El ro queda ahora algo ms lejos y los nios tienen que buscar e
l agua a una distancia de un cuarto de hora; cuidando de no perder ni una gota s
iquiera del cubo de cinc; adems, habiendo cumplido el pequeo ocho aos, debe dormir
de ahora en adelante arriba, en el granero. Se sube a l por unos travesaos que el
padre ha clavado entre los troncos de la pared; esto es fcil y da gusto; pero arr
iba est oscuro como boca de lobo porque falta el resplandor del fuego y no hay ve
ntana que deje penetrar la luz matutina; sin embargo, en invierno, est el nio mejo
r arriba, porque el techo es muy bajo y las junturas estn mejor tapadas contra la
lluvia que abajo lo estn contra el viento; pero en verano hace un calor tremendo
, y no hay ventana para la ventilacin.
En cambio, hay ahora ms movimiento y vida que antes, pues los abuelos maternos ta
mbin se han trasladado a Indiana; se llaman Sparrow y han trado a su hijo adoptivo
, Dionisio Hanks, un adolescente de dieciocho aos; todos ellos se muestran amable
s y bondadosos para con el pequeo Abraham, y ni siquiera son demasiado viejos.
Aqu hace falta estar muy unidos entre s, pues la regin todava es salvaje y ya los os
os han destrozado a un hombre. Por eso arde fuera, ante la choza, un fuego conti
nuo, que sirve para ahuyentar a las fieras y tambin para purificar el aire hmedo a
lrededor de la choza. Porque la regin es pantanoso; hombres y bestias sufren sus
efectos y hasta los nios tienen que comer corteza del Per para prevenirse contra e
l paludismo. Bueno es el remedio para esto; pero, en cambio, deprime el espritu,
sobre todo en los pequeos, que no es fcil que estn alegres. Un extrao temor a la sab
ana han rechazado una y otra vez a esta gente al interior de los bosques, donde
tienen que abrir claros y, cavando y labrando penosamente, prepararlo todo para
sembrar maz. Entonces hasta los nios tienen que ayudar, y ms que ninguno l, que tan
fuerte es; as, debe sembrar en primavera, cosechar en agosto, golpear con el revs
del hacha los granos del centeno en el hueco de un tronco de rbol, dar de comer a
l cerdo durante todo el ao, reemplazar luego a la madre en ordear la vaca, procura
ndo que nunca falte lea y agua. As pasa la vida igual, da tras da y ao tras ao. En inv
ierno es difcil lavarse con frecuencia; muchos das se sientan en la choza al amor
de la lumbre, y vienen los vecinos y todos beben, fuman, toman rap, escupen, incl
uso la mujeres y cuentan historias horripilantes.
Pero un octubre, cuando haca ya un par de aos que se hallaban all, la vacas, tal ve
z por haber comido algo daino o solamente acaso por la humedad del suelo, enferma
n, y de repente se propaga una fiebre maligna que no tarda en contagiar a cuanto
ser viviente hay en los alrededores. Los caballos caen, las ovejas se arrastran
convulsivamente por el suelo, la leche se echa a perder, y hasta los hombres se
ombre lleva y al que mataron los indios, se traslad a los bosques, slo era un simp
le leador y cazador y se pasaba semanas enteras sin tropezar ni hablar con nadie.
Pero, por otra parte, el mozo se entera de que los hermanos del padre, dispersos
por el mundo, son hombres prsperos, poseedores de grandes haciendas, mas nada in
clinados a mantener relaciones con el padre. Su primo Dionisio le cuenta extraas
cosas que luego, de regreso a su casa, en el desvn, lo hacen reflexionar largamen
te en la oscuridad. Hace poco oy decir que el padre se haba casado con la sobrina
de su amo. Luego era antes un criado? Es ms: haca ya tiempo que la pretenda por espo
sa, pero ella le haba dado calabazas y se haba casado con Johnston, por ser ste ms r
ico; entonces el padre se cas tambin con otra, y slo cuando murieron, el ao anterior
, sus respectivos cnyuges, consinti Sara en ser su esposa.
Extraos pensamientos fluctan en su cerebro de adolescente. Luego su propia madre ha
ba sido realmente la mujer que no corresponda al padre? Por eso tendra la mirada tri
ste? A pesar de todo, no puede odiar a la nueva madre: la quiere, porque procura
ser igual para todos. Pensando en estas cosas, se queda dormido al lado de Juan
, su hermanastro, al que no le une ningn vnculo de sangre.
Tal vez piensa a veces que hay demasiada gente en casa para tan poca comida, y u
n da, al dar el padre las gracias en la oracin diaria de la mesa, el joven, que no
ve delante de s ms que patatas, exclama: Vaya, padre, hoy hay que agradecer poca co
sa! Adems, comienza a comentar a su manera la vida diaria. Un da, en el molino, gri
ta a cada vuelta al caballo: Arre, viejo penco!, y le pega con el ltigo. Cuando vuel
ve a pegarle gritando: Arre, el caballo le tira una coz y le acierta en la frente:
el mozo cae desmayado y echando sangre. As lo llevan a la casa y slo recobra el c
onocimiento a la maana siguiente. Al volver en s, salen de sus labios las dos pala
bras de marras: Viejo penco! Todos se echan a rer, pero l lo cuenta todava al cabo de
una porcin de aos, pues nunca cesar de observarse a s mismo y de aprender de este ex
amen interior.
No le gusta lo ms mnimo trabajar con brazos y piernas, pero siempre quiere aprende
r, no para lograr una vasta erudicin, sino para enterarse, comparar, comprender l
a naturaleza humana y, sobre todo, comprenderse a s mismo. Desde luego, lee todo
lo que encuentra; pero encuentra poco, pues para leer de da hay poco tiempo, y de
noche poca luz. En verano, cuando las tardes se prolongan, se acurruca a la som
bra del alero, altas las rodillas, alerta los ojos, que escudrian las pginas hasta
que la luz lo permite; de noche, se sienta al lado del fuego, removindolo de vez
en cuando, pero sin buscar ms luz que la suficiente para poder leer, pues las po
cas velas, que, al igual que el jabn, la madre misma fabrica, se destinan para lo
s das de fiesta. Qu es lo que lee el adolescente larguirucho as echado de bruces y a
poyado sobre los codos?
Lo que la casualidad lleva hasta l; pero todo ello le abre vastos campos de conoc
imientos, que el mozo atisba como a travs de una puerta entreabierta y no tarda e
n cerrarse. Pilgrim's Progress le conduce a su primer examen de s mismo. Robinson
no es ms que una descripcin intensificada de su propia vida de exploradores, y la
Biblia suena siempre en l como una meloda eterna desde los das ms remotos de su inf
ancia. Pero ha aqu que, trados por cualquier viajante o cura, llegan a la casa otr
os libros: las fbulas de Esopo, su primer contacto con las geniales stiras de las
flaquezas humanas; y en ellas se ejercita su espritu, al mismo tiempo que se fort
alece su comprensin.
La vida de Washington y la de Franklin, con sus numerosas ancdotas de la guerra d
e la Independencia, le proporcionan un abundante material anecdtico, que, hasta a
hora, slo conociera por los relatos de su padre. Un da, trae un pariente un libro
voluminoso, propiedad del to: El Diccionario Etimolgico, de Ballay; en l encuentra
el mozo de quince aos todas las palabras inglesas y su significado. Qu tesoro de sa
biduras! Despus llega a sus manos un libro an ms interesante: Lessons in Elocution,
de Walter Scott: Introduccin para ser orador, reglas de estilo, manera de consegu
irlo y muchos ejemplos; la vida de los grandes hombres, discursos desde Demstenes
, escenas de Shakespeare para recitar. Y, para colmo, el Kentucky Preceptor! Hay
en 61 pensamientos sobre el valor, las mujeres, el deber, la libertad, la esclav
itud, y el discurso inicial de Jefferson; es, en suma, una especie de libro educ
ador que cae sobre el suelo frtil de este corazn y cerebro vrgenes como un torrente
fructfero. Todo lo lee con atencin, y como son pocos los libros, los lee enseguid
a una docena de veces. A veces, viene tambin algn paquete de la ciudad envuelto en
un peridico viejo o nuevo, cuya lectura suple en el cerebro del joven los tpicos
de la charla cotidiana.
Si le permiten ir alguna vez a Gentryville, toma en la tienda el peridico de la m
esa y lee de las nuevas elecciones y se entera de que quieren elegir como presid
ente a Jackson, un hombre del pueblo, a despecho de los manejos de los encopetad
os aristcratas del Sur.
Y siempre, en las conversaciones que escucha en silencio, en los retratos de per
idicos que puede ojear, se encuentra con el tpico de los negreros del Sur; y tambin
tratan muchas veces de esto en la pequea iglesia que construyen cerca de Pigeon
Creek, al cumplir l los catorce aos. No acaba de comprender este asunto, pero se q
ueda sentado durante horas enteras, silencioso, ensimismado, esforzndose por hace
rse una idea cabal con ayuda de los fragmentos que conoce.
En la iglesia, que es tan slo una barraca como las dems, el cura lee en invierno l
as Escrituras a la luz del fuego, y la gente canta salmos e himnos; tambin en cas
a se reza mucho, pero todo esto parece interesar al joven menos que su propia ex
ploracin del alma humana.
Si ahora le conociera un hombre de mundo y de ingenio, se inclinara a tomarle por
un poeta en cierne; y lo es, pues hace versos que recita a su amigo. Sobre todo
le hacen una impresin muy profunda las cosas que lee, oye y ve. Aprendamos mirando
, oliendo y escuchando, contaba ms tarde su primo. Hablbamos de todo ello tanto tiem
po, que las cosas acababan por hacerse completamente transparentes y familiares.
Ao tras ao aumenta el radio de su experiencia, a pesar de que su reducido mundo do
mstico apenas se ensancha. Pero ahora puede ir algunas veces a caballo hasta el O
hio, donde el trfico es intenso. Sobre sus arenosas orillas se detienen las embar
caciones, las casas flotantes, por entre las que se deslizan ligeros esquifes; l
as grandes almadas cargadas de cerdos y harina, conducidas diestramente a travs de
la corriente. Tambin llega alguna vez una barca de vapor, uno de esos nuevos art
efactos que cuando no estn escupiendo humo estn estropeados, de tal modo que sus t
ripulantes siempre han de estar reparando sus oxidadas mquinas. Al mozo ms le inte
resan las barcas y almadas que estas extraas mquinas, diestro como es en carpintera
y sabiendo, pues su padre se lo ha enseado, distinguir en materiales, y cmo se ahu
eca un tronco de rbol y cmo se construye una almada con troncos anudados.
Todo esto se dirige al Sur, hacia el mar, situado a mil millas de all, a la desem
bocadura del Misisipi. Hacia el Sur van los traficantes que quieren vender sus p
roductos, necesarios all y bien pagados, pues el dinero abunda en las regiones en
que crece el algodn, el algodn cultivado por los esclavos. Continuamente vuelven
sus pensamientos hacia el Sur, y observa que las gentes del ro hablan mucho de l;
algunos con una especie de temor, otros como cosas, y espera, sentado en la oril
la, pronto a prestar ayuda donde haga falta una mano hbil, y a recibir, en cambio
, respuesta a sus preguntas.
A los diecisis aos es ya tan vigoroso que se habla de l como del mejor leador del di
strito; a los diecisiete tiene una estatura de seis pies y cuatro pulgadas. En u
na tercera escuela, a la que le permiten ir de nuevo durante un par de meses, ap
rende ahora algunas cosas, pero en total no ha ido a la escuela ni un ao entero.
Aunque ha aprendido a escribir correctamente, tiene las manos speras y curtidas,
pues generalmente se emplean en manejar el cepillo o la sierra, el arado o las r
iendas, y, sobre todo, el hacha, que no le abandonar ya durante muchos aos. Cuando
la gente quiere cortar un gigante del bosque, le llaman, porque saben que sus g
olpes son ms potentes que los de los dems. Es capaz tambin de llevar un gallinero e
ntero al hombro, y as le encarga el padre trabajar para extraos y se embolsa buena
mente los veinticinco centavos que gana el hijo al da. Qu pensar el extrao adolescent
e de estos negocios? No lo obligarn a recordar a la madre, que iba a coser por din
ero a casa de extraos, teniendo, sin embargo, casa y hacienda? Se acuerda, acaso,
de los presos encarcelados por el padre? Y no dijo en otra ocasin que trabajar com
o un negro para no recibir paga alguna no era otra cosa que esclavitud?
A medida que pasan los aos, dedica ms tiempo a la meditacin. Largos ratos pasa sent
ado en tierra, contra un muro, apoyados los codos en las rodillas. El estar sent
ado o tendido le gusta ms que andar o montar a caballo; desde luego, su trabajo c
otidiano le exige ejercicio, pero ste no es muy de su agrado y cuando anda suele
aciones gritando: Dios mo! Rubn! No ves que te acuestas con la otra muchacha?
A la maana siguiente todo el mundo conoce el incidente y todos se divierten a cos
ta de los recin casados. Esta ancdota proporciona tema a Lincoln para escribir una
stira titulada: La Primera Crnica de Rubn. Deseoso de que los Grisbys la conozcan,
deja una copia del manuscrito a la puerta de su casa y se las arregla de modo q
ue todo el vecindario la lea. En su stira, Lincoln imita el estilo bblico; en prraf
os implacables lleva su propia invencin grotesca tan lejos, que muchos aos despus t
odava aseguraba la gente que esta historia haba gozado en el Estado de Indiana de
ms boga que la misma Biblia. Y por ello se vio que Abraham Lincoln no era un hombr
e vulgar!
Los sentimientos que le indujeron a semejante stira habran desarrollado en un homb
re tan apasionadamente activo y de fuerzas y dotes tan manifiestas como las suya
s un ansia de venganza y de rebelin. Pero Lincoln es un ser de reflexin, ms inclina
do a estudiar al hombre que cuantos lo rodean, ms narrador de historias que refor
mador, y as, de las amargas experiencias de su juventud, nace la irona, sin que sta
disminuya su cordialidad. Prefiere socorrer al oprimido que castigar al opresor
, y todo lo que aprende en el mundo del pensamiento y en el mundo de la accin har
de l, gracias a su apreciacin de los derechos y la dignidad humana, uno de esos ho
mbres que comparan las humillaciones del prjimo con las de su propio corazn.
Cierto da, los ojos de su alma tropiezan con algo nuevo. Un coche se ha hundido,
rompindose, en el lodo de la carretera. Una seora se apea de l con sus dos hijas, y
Tom Lincoln se encarga de arreglar el carruaje. Las extranjeras entran en la ca
baa y se comportan en ella como en su propia casa. Parece que permanecieron all va
rios das. Aos despus, Lincoln habla de ellas largamente a un amigo: Cuando se hubier
on instalado, se hicieron su comida en nuestra cocina. La mujer, que haba trado li
bros, nos ley historias que nunca haba odo yo. Una de las chicas me gust extraordina
riamente, y durante largo tiempo pens en ella. Un da, estando tomando el sol, impr
ovis una poesa sobre la joven. En mis versos deca cmo, habiendo tomado el caballo de
mi padre, la haba seguido hasta alcanzarla, con gran sorpresa suya. Hablando con
ella, conclua con decidirla a que huyese conmigo. Llegada la noche, la suba sobre
mi caballo y atravesbamos la pradera. Despus de algunas horas, llegbamos a un pueb
lo, que no era otro que aquel del que habamos salido. En l pasbamos la noche y con
el da reanudbamos la fuga. Pero a la noche siguiente, el caballo volvi a llevarnos
al mismo lugar, y as hasta que hubimos comprendido que no debamos huir. Finalmente
, yo persuada a su padre a que me la diese por esposa, pero conclua por convencerm
e de que no vala la pena.
Tal como l mismo la relata, esta pequea ancdota revela el temperamento potico de Lin
coln, no porque hiciese versos, sino por su manera de ver un smbolo en los hechos
ocasionales; al mismo tiempo nos da una idea de su vida espiritual. Ms fuerte y
ms alto que todos los mozos de la comarca, era tmido con las mujeres. Cuando se ha
ce famoso, cada propietario de la comarca tena alguna ancdota suya que contar, per
o ninguna referente a muchachas. Acaso le resultan stas demasiado atrevidas para s
u gusto? Tal vez. Una de sus hermanastras, que estaba enamorada de l, lo sigui un
da secretamente y, una vez en el bosque, salt repentinamente encima de sus espalda
s como un indio, hirindose el pie con el hacha que el mozo llevaba colgada a la c
intura. Abraham vend la herida lo mejor que pudo y la mand a casa.
Parece que durante muchos aos la vida amorosa del gigantesco leador se limita a es
tas dos pobres aventuras. Sin embargo, aunque era tan tmido con las mujeres, es s
ingularmente aficionado a contar historias verdes; pero como no tiene, a este re
specto, ninguna experiencia propia, las cuenta de una manera tan decente, que na
die puede escandalizarse nunca, ni siquiera cuando alguna vez lee a sus amigos l
as ancdotas picantes de un libro de chistes. Si alguna vez se atreve, y tal vez sl
o lo haga en sueos, a secuestrar a la muchacha distinguida cuyas costumbres y mis
terios le cautivan, se asusta pronto y acaba por elegir el camino legal, por el
cual en realidad el pobre chico no hubiera conseguido nada. Al mismo tiempo, huy
e del peligroso terreno de los encuentros reales, y se refugia en el ms seguro de
la poesa, transportando los acontecimientos a un mundo distinto, en el que la ri
ca hembra que lleg en el coche y el pobre hijo del carpintero atraviesan durante
la noche la pradera, montados en un mismo caballo, sin pensar en nada pecaminoso
. Timidez y privacin, deseo y miedo de la realidad, se entrelazan en un sueo como
los hilos de una tapicera y se condensan en una poesa que nunca lleg a escribirse.
El mundo exterior llamar pronto al mozo que espera. La fuerza y habilidad que el
joven Lincoln ha demostrado al trabajar en el ro hacen que ahora lo contrate un h
acendado para transportar su mercanca a Nueva Orleans. Esplndida ocasin para salir
de los bosques y villorrios, para ver el Misisipi y, tal vez, el mar. No espera
a que se lo digan dos veces; arregla la barcaza con el hijo del hacendado, y sob
re sus fuertes espaldas baja al ro el ganado y la harina de maz que debe vender en
el Sur, para traer al regreso algodn, tabaco y azcar.
Al llegar a Cairo, en la desembocadura del Ohio, el padre de los ros, amarillo, t
urbio, increblemente ancho, se presenta a su vista. Nuevos hombres y paisajes, nu
evos rboles y pjaros les salen al encuentro en su viaje al Sur; y encuentran tambin
huracanes y peligros, bancos de arena y remolinos; finalmente, llegan a conocer
a los primeros negros, por modo inesperado: al querer pasar una noche en una pl
antacin, una banda de negros se acerca cautelosamente para robar la balsa. Lincol
n se despierta y se arroja sobre ellos con un cepo de madera; los negros, asusta
dos por su fuerza y estatura, se apresuran a dejar libre el terreno, pero Abraha
m y sus compaeros estn enfurecidos y los persiguen un buen trecho. Lincoln regresa
a la balsa con una herida sobre el ojo derecho. Tal fue el primer encuentro de
Lincoln con los negros.
Cada vez ms ancho el ro formidable, cada vez ms caluroso el da, cada vez ms brumosa l
a noche. Tal vez el poeta que hay en el joven remero se pregunta a s mismo si sta
es la vida. Cierto que por primera vez ve un reflejo del eterno movimiento cuand
o llegan al gran puerto. Est en Nueva Orleans, pero an no puede ver el mar; parece
como si mil barcas obstruyesen el camino que a l lleva; grandes buques como nunc
a viera en Indiana, buques martimos anclados en el puerto, y, en el muelle, amont
onados en gigantescas pilas, los sacos de harina que vienen del Norte; por todas
partes humo, aullidos, llamadas y ruidos estridentes. Las altas chimeneas de lo
s vapores tienen su rplica en tierra, pues los ojos del mozo ven el primer ferroc
arril. Y aquellas balas que, a lo largo del muelle y ms abajo, al abrigo de techad
os de cinc, se amontonan por miles? De alguna de ellas se escapa, por una desgar
radura, algo blanco, ligero y coposo, en que el norteo reconoce el algodn, el famo
so algodn que origina tanto alboroto en todo el pas. Ya Lincoln usa desde hace algn
tiempo pantalones de algodn, y ha trado tambin una americana que quiere lucir en l
a ciudad. Pero al pensar en todos los problemas que se relacionan con el tal pro
ducto: esclavitud y elecciones presidenciales, seguramente que meneara la cabeza
contemplando las balas de algodn.
Su asombro aumenta cuando, despus de desembarcar la mercanca, entran en la gran ci
udad. Blancos, negros y mestizos hormiguean por todas partes: en elegantes coche
s pasan los europeos, extraamente vestidos, y mujeres con grandes sombreros ren y
se abanican. Todos parecen alegres, ocupados, llenos de esperanza, en pleno goce
, independientes. Pero, y los esclavos? Un gran letrero atrae sus miradas:
Pago en todo momento y al contado los mejores precios por toda clase de negros. M
e encargo, a comisin, de su compra y venta. Poseo una crcel expresamente construid
a para su alojamiento. Y en la prxima esquina, otro anuncio: 100 dlares a quien devu
elva un corpulento mulato que se ha escapado. Responde al nombre de Sam. Pelo ru
bio, ojos azules, robusto, piel tan blanca que fcilmente se le podra tomar por un
blanco.
Estos son, pues, los desheredados, piensa el joven navegante. Cazados como perro
s de valor, subastados como caballos, encerrados como criminales. Todo cuanto ha
odo contar al padre en casa, confirmado por el cura, comentado por los peridicos,
adquiere realidad ante sus ojos y le empuja hacia el lugar de la subasta. Entra
en una enorme sala cubierta por un techo de cinc, en el que rebota la luz produ
ciendo fuertes reflejos, y asiste a la exhibicin y venta de los esclavos.
Unas cuantas docenas de hombres bien trajeados, bien calzados, con la cabeza cub
ierta por el sombrero de copa, se pasean por el recinto. Por su tez morena se co
noce que han venido del campo para vender y comprar. Son gentes bien alimentadas
, de excelente humor, decididas a divertirse, con el estmago calentado ya por los
primeros whiskys: hombres que cambian codazos y guios y ren a carcajadas; algunos
demuestran mayor dignidad y permanecen apartados tomando notas tranquilamente:
son los caballeros del Sur, de los que tantas cosas ha ledo en los diarios; bruta
area da tras da, siempre confiando en sus fuerzas, que superan en mucho a las del
padre, Quin, de los que all le ven trabajando, podra presentir que un da aquellos tro
ncos seran contemplados con jubilosa admiracin? Nadie, y menos que nadie el mismo
leador, que slo piensa en su tarea, en construir la cabaa y labrar la tierra. Los d
elicados sentimientos del alma, el cario y la libertad, la abnegacin y la esclavit
ud, son smbolos para l, y la labor de sus fuertes manos es slo una costumbre, a la
que no da ms importancia que la puramente prctica. Cuando la casa queda terminada,
gracias a sus esfuerzos, la vida del labriego recomienza, idntica a la de Indian
a. Junto con su primo John Hanks labra quince acres de tierra, y parte los tronc
os para la empalizada que ha de proteger de los lobos, y tal vez de los hombres,
la nueva casa.
Su pas? Cul poda ser para quien en veinte aos haba cambiado cuatro veces de tierra y h
gar, para quien Kentucky, Indiana, Illinois slo fueron cambiantes imgenes? El pas d
e Lincoln slo poda ser Amrica, los Estados Unidos.
Aqu gana algo ms, pues todos los propietarios de la comarca quieren servirse de su
s fuerzas, puestas de manifiesto pocas semanas despus de su llegada al vencer en
lucha al campen local, victoria que ciment su fama. Un da, en una creciente del San
gamon, una canoa tripulada por dos hombres se va a pique; Abraham, que presencia
lo sucedido, ata un tronco a la orilla y, manteniendo contacto con l, consigue a
cercarse al lugar de la desgracia y salvar a los dos nufragos. Las noticias de ta
les hazaas no tardan en esparcirse por toda la colonia, donde todo es nuevo y pro
visional, donde no hay tradiciones, donde nadie se ha distinguido todava por la f
uerza o la riqueza.
Uno de los vecinos, viejo comandante que ganara su grado en la guerra de la Inde
pendencia, le encomienda la construccin de una enorme balaustrada, que le permite
ganarse unos pantalones de tela: Por cada metro, dice Lincoln, tena que cortar cu
atrocientas estacas. Pero el oficial tiene libros que Abraham puede leer a sus an
chas. En otra ocasin, durante un invierno cruel, se le vuelca la barca en que cru
za el ro; despus de alcanzar la orilla a nado, tiene que darse una buena caminata,
que le conduce, con los pies helados, a casa de un labrador que anteriormente h
aba sido juez. Es buena gente y se queda con ellos durante algunas semanas, ayuda
ndo en la casa, acarreando lea y llenando el cubo, segn su costumbre; pero, en sus
ratos libres, va leyendo el cdigo de Illinois, el segundo libro jurdico que cae e
n sus manos.
Cuando un hombre listo compara las discusiones de diarios y libelos, los pleitos
de los vecinos y los fallos de los jueces ambulantes con los principios legales
estudiados en dos cdigos, tiene ya en sus manos los datos del enigma y fcilmente
puede llegar a su solucin. El sentido jurdico se basa aqu en el de propiedad, apena
s si existe el robo, quizs es menos frecuente an que el homicidio y se juzga ms sev
eramente que ste. Desde su infancia se haba acostumbrado a ayudarse a s mismo, a ap
render ms por sus propios errores que por el ejemplo de los mayores. Estudiando s
u propia posicin y las de su padre, madre y hermana ha conocido la maldicin de la
dependencia. Con su anhelo de investigador, y en este pas nuevo donde cada cual s
e ayuda a s mismo, le ser bastante fcil formarse, por tales coincidencias de teora y
prctica, una idea de la vida jurdica. No posee, acaso, el instinto de la justicia,
no se indignaba ya desde nio cuando se torturaba a animales y hombres? Ahora enc
uentra el leador las frmulas protectoras del Estado, que comprende enseguida.
Podemos asombrarnos, dada su aficin a contar historias, de que empiece a pronuncia
r discursos ante sus vecinos? Lo hace para lograr un dominio completo en las mat
erias que estudia, y tan naturalmente como lee en voz alta. Por ejemplo: uno de
los labradores se opone a las obras de reforma del ro que la colonia desea propon
er en el Congreso. Lincoln conoce el ro, en l ha naufragado, en l ha salvado a otro
s nufragos, por l ha hecho un viaje de mil millas, hasta el mar; sabe que es neces
ario canalizar el ro, y una noche, en una asamblea no oficial de labradores, uno
de sus primos le invita a combatir la oposicin de aquel hombre. Y el buen gigante
se sube encima de una caja, empieza a hablar y reduce a la nada los argumentos
del contrario. Lentamente, se transforma el narrador de historias en orador; per
o, en el fondo, seguir siendo toda su vida un narrador de historias. All en Decatu
r, con un cajn por tribuna, pronunci su primer discurso. A1 mismo tiempo, poco ms o
menos, escribi un ensayo sobre la constitucin del Estado americano, concebido a t
ravs de sus lecturas y de las conversaciones sobre elecciones. Luego escribe otro
contra el alcoholismo. El cura y el abogado, que lo han ledo, lo hacen publicar
en el pequeo diario local.
Pero la fama de su fuerza sigue siendo mayor que la de sus conocimientos. Un cam
pesino llamado Offut, que haba visto pruebas de su valor frente a los peligros y
de la habilidad de sus manos, y que sin duda se haba enterado del xito de su prime
r viaje, lo enva, con su primo Hanks, al Sur, con un cargamento mayor que el que
llevara a Nueva Orleans, y le paga un sueldo de 16 dlares mensuales. En balde int
enta el padre conservar en su finca a su trabajador ms fuerte y ms barato; el mozo
desea partir y nada puede detenerlo. Primero construyen una gran almada de 90 po
r 18 pies, y cuando empieza el viaje, Abraham, bien trajeado por primera vez, co
n pantaln y chaleco como es debido y hasta con un sombrero en la cabeza, se despi
de de los suyos y se dirige hacia el Sur. Ya slo regresar al pueblo de su padre pa
ra cortas visitas. La cabaa que l mismo construyera desaparece a lo lejos; es la lt
ima cabaa en que vivir.
Es primavera y tiene veintids aos. La vida autntica del campesino ha terminado para
Lincoln.
Pronto surge un peligro. Tras una larga curva del ro encuentran un dique de molin
o en el que encalla la almada. A1 pasar los rpidos, la carga se haba deslizado haci
a atrs y la balsa se haba hundido a medias en el agua, amenazando hacer naufragar
la carga. De una colonia cercana acude la gente; gritan y hacen seales, pero no p
ueden prestar auxilio. Lincoln consigue atraer contra su almada una barca a la qu
e transborda sus sacos y cajas; luego hace un agujero en la parte delantera de l
a balsa para dejar escapar el agua. La popa flota de nuevo y la almada puede desl
izarse fcilmente por el dique. Pronto habla todo el mundo de la proeza del descon
ocido navegante, que adquiere una fama legendaria en aquel pueblo, que se llama
New Salem. Ignorante de esto, y sin sospechar siquiera la influencia que este he
cho tendra en su carrera, conduce precavidamente el rescatado cargamento hacia el
Sur, y por segunda vez entra en el puerto de Nueva Orleans. Esta vez se demora
ms tiempo, un mes entero.
Era la primera vez que viva en el Sur, y cabe suponer que durante aquel mes emple
todos sus sentidos para afrontar decididamente el problema fundamental del Sur,
estudiando mediante preguntas y comentarios esta cuestin, hacia la cual le inclin
aba su espordica ilustracin. Su temperamento sensible y retrado, la incorruptibilid
ad de su carcter, templado en la pobreza y el trabajo, la falta de dinero y de po
sicin, la existencia frugal y primitiva de un pobre adolescente que apenas tiene
hogar ni patria, lo defendan de las tentaciones que, forzosamente, habran de asalt
ar a un joven en aquella ciudad extranjera y seductora. La debilidad del prjimo,
que ha visto y est viendo ahora, el recuerdo conmovedor de la venta de aquella jo
ven mulata, inteligencia y corazn, se corroboran mutuamente para hacerle estudiar
de modo objetivo a los esclavos y a sus dueos. Sin duda que montara en un caballo
para ir al campo y se convencera por sus propios ojos de que las diferencias de
clima, alimentacin e indumentaria creaban en el Sur condiciones nuevas, a las que
no se poda hacer frente con slo unas cuantas exigencias morales.
Lo primero que llama su atencin es el ver que all no hay criados blancos y que son
contadsimos los blancos que hacen trabajos serviles. El negro, que no siempre es
negro, y que a veces apenas se distingue de los blancos tostados por el sol, se
halla esclavizado y no se rebela contra su dueo. En dnde renuncian los amos a las
ventajas de una autoridad absoluta por simples razones morales? Y los mismos rep
resentantes de Dios sobre la tierra, no tienen, acaso, preparados cmodos argumento
s para justificar la esclavitud de los negros? Los hijos de Esa, dicen, deben pag
ar la gula de su padre. Esa vendi su derecho de primogenitura y por ello unos cuan
tos millones de negros africanos deben expiar en Amrica la flaqueza del pastor ju
do que, en Palestina, no supo dominar su apetencia de lentejas.
Y, por otra parte, no estn mucho mejor as que en libertad? Nuestro sistema, dicen en
el Sur para evitar la ominosa palabra esclavitud, es lgico. En cambio, la libertad
sera para los negros un estado anormal y complicado. Cmo podran comprender las gent
es del Norte, que son todos pobres trabajadores blancos, obligados a ir ansiosam
ente tras de su arado o a trabajar en sus mquinas da tras da, siempre calculando y
escribiendo en sus oficinas o partiendo lea y cazando animales en sus bosques, cmo
podran comprender lo que hacemos nosotros, siguiendo el ejemplo dado por nuestro
s abuelos durante siglos, exclusivamente en beneficio de la comunidad? A ver: qu s
era de los Estados Unidos si no hubiese negros que plantasen y cosechasen el algo
dn? Qu diran los moralistas de Nueva Inglaterra el da en que dejsemos de enviarles mat
eriales para sus fbricas? O, acaso, al indignado pueblo cristiano le gustara trabaj
ar de la maana a la noche bajo el ardiente sol del Sur para cultivar el arroz que
tanto le gusta comer y, ms an, exportar a Europa? Los productos tropicales exigen
cultivadores tropicales y trabajando aqu bajo una direccin inteligente, los ms dil
igentes pueden ganar cadenas ms hermosas que las que soaron sus padres en la selva
africana, alimentacin y vestido, y un poquito de whisky por aadidura; y, en suma,
las bendiciones de la Santa Iglesia y la esperanza de gozar de la vida eterna.
Quiz piense Lincoln que hay en ello algo de cierto, al escuchar aqu, en el centro
del mercado de los esclavos, los argumentos de los propietarios; en todo caso, s
i no lo piensa as, fuerza le ser callarse, pues nadie en el Sur se atrevera a habla
r en contra de nuestro sistema. Aun sin esto, ya miran con desconfianza a cuantos
vienen del Norte o del Oeste, a la mayora de los cuales consideran de antemano co
mo amigos de los esclavos, o sea como enemigos del Sur. Todava no hace mucho, Car
twright, el clebre predicador ambulante, se refiri a los habitantes de Nueva Ingla
terra presentndolos como extraos seres que se nutren de ostras. Pero la misma susc
eptibilidad de los negreros, no es una prueba evidente de la intranquilidad de su
conciencia? O ser, acaso, el temor a que algn da el negro, objeto de comercio, desp
ierte a la conciencia de su situacin? Las horribles escenas de la insurreccin de S
anto Domingo son una advertencia amenazadora que clama contra la tolerancia.
El solo aspecto del pas ofrece ya contestacin a estas preguntas. No hay en l pueblo
s como los que Lincoln estaba acostumbrado a ver en Kentucky, Indiana e Illinois
; slo hay palacios de negreros. En una colina ve el palacio seorial, construido en
estilo colonial, con fuertes torres y rodeado de un antiguo parque. All se come
suntuosamente: la harina ms fina del Norte ha sido convertida en pan; se sirve te
rnera tierna y aves, acompaados de los ms exquisitos vinos europeos. Los hijos van
de caza, celebran banquetes y se disputan la esclava ms hermosa; las hijas apren
den modales ingleses o se aburren. Los nios tienen permiso para jugar con las nias
de los negros, pero no con los nios blancos del vendedor de esclavos, al que se
considera boicoteado, al igual que la alcahueta y el verdugo, seres que en todo
tiempo han sido aprovechados y al mismo tiempo despreciados por la sociedad.
De qu viven los seores en sus residencias feudales?
Ante todo, de la exportacin de algodn y arroz, que cultivan sin pagar jornales; pe
ro en esta empresa han invertido mucho capital, pues los negros tienen a veces l
a malicia de morir demasiado pronto, o enferman de tal modo que el mismo ltigo no
consigue nada de ellos; otras veces muestran poca diligencia en reproducirse y
no faltan los que tienen la audacia de escaparse. Trescientos mil esclavos hay a
qu, repartidos entre diez mil propietarios; poco es, y continuamente es preciso r
eponerlos, trayendo nuevos contingentes de Virginia o de Carolina del Sur, pues
desde que el cacareado humanitarismo hizo prohibir la importacin de esclavos, es
decir, desde hace veinte aos, no hay ms remedio que criarlos en el mismo pas. All fl
orece el comercio de esclavos, y con bastante frecuencia se da el caso de que un
blanco vende en el Sur a su propio hermano, engendrado por el padre comn con una
negra.
Pero el negocio que produce mayores beneficios es el alquiler de esclavos, en el
que el propietario puede ganar hasta el 20 y 30 por ciento, de modo que en cuat
ro aos de alquiler del esclavo paga su propio precio. Los mozos ms hbiles se alquil
an como obreros, y las mujeres ms hermosas son prostitutas.
Todo esto ve y aprende el joven viajero cuando recorre las plantaciones a caball
o. Si, al hablar con un cura, un maestro de escuela, o un juez, hace alguna alus
in a la institucin, le responden enseguida en los mismos trminos: los esclavos proced
en de una raza que vive en una guerra de todos contra todos. En la selva primiti
va matan a sus hermanos brbaramente, como si fuesen monos. Pero nosotros salvamos
aqu su vida, los cuidamos, los alimentamos cuando son viejos y los curamos cuand
o estn enfermos, les inculcamos una moral; cuando se hallan en libertad cometen,
en cambio, los ms abominables crmenes. Naturalmente, es necesario que de vez en cu
ando les peguemos, pues si los encarcelramos para castigar sus robos, no haramos ms
que favorecer su natural pereza. Y los hombres del Norte, qu es lo que hacen? Man
dan a sus hijos o testaferros al Sur con los esclavos que heredaron, para vender
los a buen precio, despus de dejarlos vivir aqu algn tiempo. Y despus de realizado s
u negocio regresan al Norte con su fama de cristianos intacta y la bolsa repleta
. La libertad? Los negros se ren de ella; cuando un propietario quiere deshacerse
de un viejo y le ofrece la libertad, el viejo comienza a gemir y a suplicar que
se le deje en su esclavitud y en la seguridad de seguir recibiendo su comida, pu
es carne salada y pescado, melaza y ron no son cosas despreciables.
Asombrado, Lincoln escucha por primera vez a los defensores del Sur, preguntndose
sin duda si los blancos que as hablaban no dependeran de los propietarios. Pues b
ien, l lo ver con sus propios ojos. Dnde viven los negros? All abajo, en la planicie,
hay un montn de chozas de barro, pegadas unas a otras, vacas en apariencia. Sobre
pequeos fuegos, encendidos delante de las puertas, viejas mujeres cuecen en viej
os botes la papilla de maz a la que algunas han aadido un puado de judas; pero nada
ve de las maravillas que tanto le ponderaran. Algunas veces, muy pocas, le dicen
, los negros ms hbiles pueden ganarse algunos dlares trabajando horas extras, ganan
cia que invierten en comprar el codiciado aguardiente; tambin ve que algunos cult
ivan legumbres detrs de las chozas, y le dicen que tienen permiso de cambiarlas e
n el mercado por azcar o caf. stas son, pues, las nicas alegras de la vida del negro.
No contento con observarlos en sus chozas, el forastero los sigue al campo.
Catorce horas en verano, diez en invierno, trabajan bajo el ardiente sol, agacha
dos y arrastrando cargas, cortando, haciendo y transportando bultos, desnudos y,
la mayora de las veces, encadenados por parejas; al medioda tienen un pequeo desca
nso. Entre ellos, a caballo, andan los capataces, animndolos al trabajo; cuando u
no de los negros interrumpe su faena, el largo ltigo del capataz lo vuelve dilige
ntemente a ella; el esclavo lanza un grito y se retuerce de dolor. Pero esto no
es ms que el preludio.
Cuando, a la puesta del sol, van trotando en filas encadenadas hacia la casa del
inspector, situada entre el pueblo de barro y el palacio, viejos y jvenes, madre
s con sus criaturas en brazos y mozas apenas adolescentes, y se colocan en el pa
tio formando un semicrculo, el temido capataz llama a algunos por sus nombres y l
es ordena ponerse en el lugar de castigo por haber faltado durante el da a tal o
cual ordenanza del reglamento. Hay que ver con qu destreza azota las espaldas des
nudas de sus vctimas encadenadas l Con no menos pericia que el hbil tirador que ha
ce blanco en la manzana respetando la cabeza que la sustenta. Para algo se ha en
trenado con un maniqu, pues slo despus de tal preparacin lo consideran maestro en su
oficio. Su patrn lo echara a la calle si pegara a un esclavo hasta liquidarlo o s
iquiera impedirle trabajar durante un par de das. Sajar la piel hasta los huesos
s le est permitido, pero en sitios donde la lesin no imposibilite al hombre para tr
abajar al da siguiente.
Terminado el castigo, todos se dirigen en un silencio aptico hacia sus chozas, do
nde les espera la papilla de maz. Despus de las nueve de la noche no debe verse en
ellas ni la ms dbil luz, y cuando, al abrigo de la oscuridad, algn hombre va a reu
nirse clandestinamente con una negra que no le est destinada, puede ocurrir que t
enga que pagar su noche de amor recibiendo una formidable paliza. Y los que quie
ren escaparse saben que entre los inspectores hay agentes especialmente adiestra
dos para la caza de esclavos, que acosan al fugitivo como a una fiera, acorralndo
lo en terrenos pantanosos, en los que se ve obligado a entregarse, para ir a mor
ir en el tormento.
Cuando, profundamente conmovido, regresa el forastero por la noche al puerto, es
fcil que por las ventanas abiertas de un club vea algunas caras congestionadas,
inclinadas sobre los naipes del faran, y tal vez el portero negro que los contempla
silenciosamente le cuente a media voz que la noche anterior uno de los poderoso
s negreros se jug all mismo a uno de sus propios hijos negros. Hanks, el compaero d
e viaje, dice de Lincoln: Su corazn sangraba. Apenas si hablaba: iba caviloso y te
na mal aspecto. Pero s que en este viaje se form una idea de la esclavitud que como
un fuego abrasador entr en su alma. No quisiera ser esclavo, pero tampoco quisier
a ser vendedor de esclavos, me dijo.
Como fogonero de un vapor remonta el Misisipi, y cuando en las clidas noches de j
unio deja su caldera y sube la escala, y ve a los pasajeros beber y rer, su alma,
querella con nadie; es feliz cuando juega en el suelo con los nios, a quienes per
mite subirse sobre l, zarandendolo, y gastarle bromas. Y, sobre todo, es honrado a
carta cabal: se le puede confiar todo; la fama de su honradez hace que pronto e
mpiecen a llamarle el honrado Abraham.
Algunas veces, sin embargo, parece reservado y triste, pero esto no molesta a na
die; su mal humor no es importuno, y l, por otra parte, siempre procura mostrar a
la gente el lado alegre. Aunque se ren de l porque va con un libro por la calle,
parndose para leer en voz alta, o acortando el paso en los prrafos ms interesantes,
repiten con gusto sus frases extraas, por ejemplo, cuando dice: No me sentir tranq
uilo hasta que mis pensamientos hayan dado una vuelta completa: Norte, Sur, Este
y Oeste.
Un da, un cliente le habla de una gramtica inglesa que tiene en su hacienda, a sei
s millas de distancia. Inmediatamente se pone Lincoln en camino con objeto de qu
e le preste el libro, y aprende por primera vez el sistema de su propio idioma.
Otro amigo le da la Historia Romana de Gibbon y el cura otro libro de historia;
tambin frecuenta la escuela, pues el maestro puede ensearle muchas cosas. Adems, pu
ede preguntar toda suerte de cosas a las gentes y aprender geografa en los rtulos
que traen las cajas importadas. Realmente, todo el mundo puede ensearle algo: has
ta el ms tonto, si l sabe aprovecharlo.
No es de extraar que inviten siempre al estudioso Piernas Largas a hablar en las
reuniones del pueblo, en las que perora con toda sencillez sobre los caminos, o
sobre la posibilidad de llevar el ferrocarril a aquellas regiones; pero de lo qu
e mejor habla es del ro, y de cmo habra que encauzarlo desde ms arriba del molino; n
avegando por l se ha hecho un experto, y como ha recorrido muchas tierras, lo sab
e todo prcticamente. As, sabe que la oscilante moneda del pas no permite saber nunc
a el verdadero valor de su salario, y defiende la institucin de un Banco Nacional
que estabilizase la moneda. Tal xito logran sus discursos, que uno de sus amigos
le aconseja que se presente como candidato para la legislatura de Illinois, pue
s en la reducida colonia apenas si hay hombres capaces. Lincoln vacila y no tien
e muchas esperanzas, pero ya los acontecimientos le ayudarn en los preparativos d
e la eleccin.
El hombre que aconsej a Lincoln de tan sencilla manera que se dedicase a la poltic
a se llamaba Rutledge; siendo uno de los primeros colonos, haba fundado New Salem
. Era propietario del molino, alquilado ahora por el emprendedor Offut, y de una
taberna a la que el joven dependiente iba por lo general al medioda y, probablem
ente, tambin muchas noches, atrado por la hija de Rutledge, encantadora y esbelta
muchacha, de cutis fino y cabello rojizo. Desgraciadamente, Ana, que tiene dieci
ocho aos, est prometida ya; pero tal vez sea precisamente este obstculo, esta pelig
rosa inmunidad, lo que atrajera en ella al joven, tan tmido siempre con las mucha
chas, a las que slo ha conocido en regiones de ensueo, de las que la dura realidad
no poda expulsarlo.
Un pobre enamorado no puede competir en ningn caso con un novio rico, y menos an s
i el padre de la chica, como en el caso del viejo Rutledge, tiene tambin tierras
y dinero y no est dispuesto a casar a su hija con el primero que llegue. McNeil,
el novio, es rico; ha comprado a su futuro suegro muchos terrenos, y hay quien d
ice que ha invertido en ellos doce mil dlares, pues tiene parientes acaudalados e
n el Norte. Muchos aos pasar tal vez el extrao Abraham, enamorado de la soledad y tm
ido ante las mujeres, contemplando con ojos apasionados a la muchacha, si la lig
ereza o la mala suerte de Offut y lo inseguro de toda situacin entre los colonos
de New Salem no hubiesen torcido el rumbo de su vida.
En marzo, cuando no se ha cumplido an el primer aniversario de la fundacin de la t
ienda, Offut se declara en quiebra, y Herndon, su competidor, adquiere los resto
s del almacn a bajo precio. Pero tampoco las finanzas de Herndon son muy seguras;
menos mal que, justamente en este momento, aparece el primer barco de vapor en
el ro Sangamon, y Lincoln es contratado como prctico para franquear los rpidos. Est
e servicio le produce cuarenta dlares, que le permiten mantenerse a flote.
Nuevamente su porvenir aparece indeciso; puede escoger entre ser marinero, tende
ro, poltico o soldado, pues un cabecilla indio amenaza en aquel mismo momento ata
car la frontera, y la gente joven puede sentar plaza, aunque no sea sino para tr
einta das. Lincoln quiere probar fortuna en todos los terrenos, pero, por el mome
nto. Intilmente busca en su memoria la palabra exacta de mando que hara reducir el
frente de su compaa, hasta que por ltimo grita: Esta compaa queda disuelta por dos mi
nutos, al cabo de los cuales deber formar al otro lado de la puerta.
En otra ocasin, al llegar a un campamento abandonado por los blancos, ve cinco ca
dveres a los que haban arrancado el cuero cabelludo. Aos despus, Lincoln los describ
e como un artista, serena y plsticamente: un altozano, los vestigios de un campam
ento recin levantado, una luz matinal ' Los cadveres se hallaban en el suelo, con l
os rostros vueltos hacia nosotros. Cada uno tena en la cabeza una mancha redonda,
del tamao de un dlar. Era terrible y, al mismo tiempo, grotesco. La roja luz del
sol pareca envolverlo todo. Luego, despus de una pausa: Uno de los hombres vesta pant
alones de piel. Es el relato de un observador perspicaz, de un hombre que est acos
tumbrado desde su infancia a mirar las cosas con claridad y a comprenderlas rpida
mente, para no exponerse a ningn peligro o a trabajar en balde. Sus miradas perci
ben lo grotesco y lo terrible, siendo de notar que siempre halla Lincoln, aun en
las cosas ms serias, un aspecto cmico.
No se ha distinguido como hroe en la guerra; su ms notable hazaa ha sido la salvacin
de un indio viejo al que su propia gente, a pesar del salvoconducto que llevaba
, quera colgar de un rbol. Lincoln no ha matado a ningn enemigo, pero ha salvado a
uno de ellos del poder de sus amigos: sta es la nica proeza blica de este filntropo.
Cuando por fin regresan a sus lugares, primero a pie, pues han perdido sus cabal
los, luego remando en una canoa construida por ellos mismos, y finalmente otra v
ez a pie, los guerreros no encuentran arcos triunfales ni coronas. En cambio, su
s adversarios polticos han desarrollado gran actividad en su ausencia, y como qui
era que ya slo faltan dos semanas para las elecciones y el nuevo partido tiene po
cos adictos, Lincoln resulta derrotado en su primera eleccin. Pero en su propio p
ueblo obtiene unanimidad de votos, pues los demcratas, que tienen all mayora, votan
por l, eligiendo al hombre y no al partido. Y aquel da de agosto New Salem le da
208 votos y slo tres a su adversario. Seguramente, aquella noche, el honrado Abrah
am dormira satisfecho.
Pero hay que emprender algo que asegure su vida. En vista de ello, busca un soci
o, obtiene un prstamo, compra la tienda de Offut, en la que sirviera, y la de Her
ndon, que tambin ha quebrado; pinta un letrero para su tienda y se presenta como
socio de la firma Berry & Lincoln. Ninguno de los dos es hombre de negocios; en ca
mbio, Berry es un gran bebedor, de modo que pronto todo el negocio pesa sobre la
s espaldas de Lincoln, que lo soportan menos bien que aquellas grandes barricas
que tan a menudo cargara sin flaquear. Compra y vende basndose en crditos, y no pa
rece tener una idea muy clara de los negocios. Las conversaciones de los cliente
s le interesan ms que su solvencia, y cuando el honrado Abraham, vistiendo camisa d
e lana azul, americana color castao oscuro y pantalones fatalmente ms cortos de lo
preciso, se halla detrs del mostrador, el comprador puede obtener lo que le veng
a en gana, aunque le sea imposible pagar. Lo peor del asunto es que la tienda se
cierra con frecuencia, pues a veces, cuando uno de los propietarios se halla en
la taberna, el otro recorre a caballo los caminos, en cumplimiento del destino
de administrador de Correos, que acaba de obtener.
Parece, por otra parte, que la retribucin asignada a este cargo constitua la base
principal de sus ingresos, pues lo conserv durante cuatro aos, habiendo sacado bas
tantes ventajas del nico puesto oficial que tuvo. La confianza de sus vecinos y e
l saber leer y escribir correctamente decidieron su nombramiento. Ahora puede se
r el primero en leer, con calma, todos los diarios que trae la diligencia. Esto
en el Oeste es un antiguo privilegio del administrador de Correos y hasta el sus
criptor espera, al recibir su diario, que aqul tenga la bondad de acompaarlo con u
n pequeo informe sobre el contenido del peridico. Tambin los que reciben una carta
se la hacen leer por el administrador y, si son capaces de hacerlo por s mismos,
le explican por lo menos su contenido, cosa que no desagrada al anecdotista ni a
l observador del alma humana, que, gracias a estas correras que hace llevando en
su sombrero las cartas por entregar, va conociendo cada vez ms ntimamente a la gen
te.
Como quiera que la diligencia tiene que detenerse delante de su establecimiento,
instala en l una taberna, da de comer a los viajeros por 25 centavos y hasta los
aloja durante la noche por 12,50 centavos (la cuadra para el caballo cuesta el
doble). Todas estas conversaciones diarias le daban a conocer los deseos y pensa
mientos de su pueblo; y as, en aquella colonia lejana, fue coleccionando durante
los aos siguientes, con lo que oa y vea, un caudal de experiencia humana que la ms v
asta cultura no habra podido darle.
Pero, al mismo tiempo, completa sus conocimientos mediante los libros. Todo impr
eso que llega con la diligencia, todos los libros que los viajeros le prestan vo
luntariamente y hasta las novelas escritas en estilo ligero que estn de moda en a
quel tiempo, todo, en fin, lo que cae en sus manos es buena presa para su curios
idad. La casualidad le favorece. En una ocasin, compra por bondad a un emigrante,
que ha cargado demasiado equipaje, un barril lleno de trastos. Pocos das despus,
al hacer el inventario de su compra, encuentra, entre viejas cajas de cinc e inti
les enseres, un libro trapajoso: los comentarios de Blackstone a las leyes ingle
sas, el ms clebre cdigo de la poca. l le aclara cien cosas importantes, y ya sabe dnde
ha de buscar lo que le falta. De jueces y abogados consigue que le presten otro
s libros, y durante algn tiempo se aparta completamente de sus compaeros para prof
undizar ms sus estudios.
Por entonces llega al distrito un sabio mdico, del que aprende mucho, y luego se
hace amigo de un holgazn que tiene temperamento de artista y que no hace otra cos
a que pescar a la orilla del ro, recitando de memoria larlos fragmentos de Bums y
Shakespeare. Este nuevo amigo presta al administrador de Correos los libros de
los poetas, abrindole as nuevos horizontes. Lincoln, sin embargo, prefiere libros
de historia.
Por ellos se entera de que los mismos padres de la patria eran adversarios de la
esclavitud, de que Washington y John Adams, Jefferson y Madison, Franklin y Ham
ilton, en sus diversas actividades, los mejores hombres del pas, y algunos de ell
os propietarios de esclavos deseaban reprimir la propagacin del sistema. Seguramen
te el espritu de Lincoln, acostumbrado a las ancdotas, recibi una impresin inolvidab
le al enterarse de que Washington haba prohibido el perseguir a una esclava que e
scapara, dejndola decidir libremente su vuelta a casa del propietario.
Desgraciadamente no se vive de lecturas ni meditaciones, y el trabajo que se hac
e de mala gana no prospera. Por otra parte, el nico medio de sacar adelante la ti
enda, que ha empezado sus operaciones con dficit, sera el aumentar sus ventas. Per
o el pueblo, lejos de crecer, dirase ms bien que disminuye.
Como era fatal que sucediese, las cosas acaban embargando los acreedores el alma
cn, desapareciendo el socio y teniendo Lincoln que cargar con el total de las deu
das, unos cien mil dlares. El pan de cada da no le falta; como ya hiciera anterior
mente, trabaja en calidad de jornalero, cortando, y serrando madera; y al dinero
as ganado viene a sumarse su mdico salario de administrador de Correos, que le pe
rmite ir subsistiendo. Pero cmo y cundo alcanzar a pagar aquellas enormes deudas, ta
n en desproporcin con sus posibilidades?
Su amigo el agrimensor, desde hace tiempo le viene asegurando que, dada su intel
igencia, podra ganar mucho ms con su cabeza que con sus manos y le aconseja que si
ga su ejemplo. En vista de ello, Lincoln se traslada a Springfield, la ciudad ms
importante de aquellos alrededores, donde, con la ayuda del maestro de escuela,
aprende lo que le hace falta para el oficio: un poco de matemticas y el uso de lo
s instrumentos. All encuentra tambin al comandante Stuart, que siempre le demostra
ra cierta simpata. Ahora le presta libros de Derecho, y dentro de unos aos todava h
ar ms en su favor. Seis semanas ms tarde, Lincoln es nombrado agrimensor en New Sal
em. El trabajo es grande, pues continuamente estn cambiando los terrenos de propi
etarios, pero una jornada de trabajo en el trazado de un camino le produce tres
dlares, sin contar los dos dlares y medio que le pagaran por dibujar el plano. Adems
, con frecuencia se pueden matar dos pjaros de un tiro, llevando el correo de la
localidad cada vez que tiene que ir a tal o cual sitio para ejecutar una medicin.
Seguramente no ha olvidado que Washington fue tambin agrimensor, con la diferenc
ia de que su salario, a pesar de ser ochenta aos antes, era entonces triple. Pero
sin duda no todo el mundo puede ser un Washington, piensa en su modestia, tarar
eando una cancin.
Este modo de vivir hasta habra tenido sus encantos de no haber sido por las deuda
s. Los acreedores implacables le embargan el caballo, sin el cual no podra ya efe
ctuar los viajes que requiere su profesin; y tras el caballo son embargadas las s
na y otra vez, sirviendo como miembro de la asamblea de Illinois durante ocho aos
, de los veintisis a los treinta y cuatro.
Durante aquel tiempo aprendi poco de las maniobras e intrigas de la vida poltica,
pero mucho de los problemas fundamentales del pas, que formaban la base moral y e
spiritual de las disputas partidistas. Su jefe era Clay; su modelo, Jefferson.
Henry Clay era el poltico ms experto de aquella poca. La inteligencia relativista y
desapasionada de Lincoln tena que venerar al hombre que prefera conciliar los ext
remos hasta afianzar la seguridad general, amenazada por los odios desenfrenados
. Clay, prximo ya a los sesenta aos, haba mirado a los padres de la patria al rostr
o, apareciendo a los ojos de Lincoln como el protector natural de sus grandes tr
adiciones y mereciendo ya su veneracin por el solo hecho de su fidelidad. Nacido
un ao despus de la Declaracin de la Independencia, siendo ya senador antes de que n
aciera Lincoln, y uno de los parlamentarios que negociaran la segunda paz con In
glaterra, Clay era un apasionado sostenedor de todo lo que garantizase la perdur
acin de la independencia. Con este fin, era partidario del proteccionismo aduaner
o que asegurara a los Estados Unidos contra la competencia inglesa; abogaba por l
as obras pblicas; suscitaba industrias y comercios, y lo subordinaba todo, hasta
el mismo problema de la esclavitud, a la necesidad de conservar la Unin. Para l, c
omo para sus fundadores, la Unin era la fuente primordial de la libertad y el gaj
e de independencia ante una Europa monrquica, que pareca no hacer otra cosa que es
perar el hundimiento de la joven repblica. Clay lleg a ser discpulo de Jefferson, e
l republicano nacionalista; y Lincoln, que ya tena diecisis aos cuando la noticia d
el fallecimiento de Jefferson cubri de luto a todo el pas, sigui las huellas de Cla
y.
Pues era Jefferson y no Washington quien poda atraer ms honradamente el carcter y l
a inteligencia de Lincoln. Jefferson era un personaje exento de herosmo. De ideas
liberales y humanitarias, esperaba perfeccionar a los hombres y mejorar las rel
aciones entre ellos: ms que un gran ingeniero constructor, era Jefferson un hbil m
ecnico; conoca mejor el corazn del pblico que la situacin mundial, y era un demcrata e
n el sentido de los griegos. Seguramente, ya entonces conoca Lincoln los document
os de Jefferson, que ms tarde citara frecuentemente, y sin duda le era familiar e
l famoso fragmento: Sostenemos que estas verdades se prueban por s mismas: todos l
os hombres fueron creados iguales; todos fueron dotados por su Creador de cierto
s derechos inalienables, entre los cuales estn el derecho a la vida, a la liberta
d y a la felicidad. Para garantizar estos derechos, los hombres han formado Gobi
ernos, cuyo poder se deriva nicamente del asentimiento de los gobernados.
Poda sorprender el que Jefferson, sentando estas proposiciones y razonando con lgic
a incontrovertible, llegase a pronunciar palabras profticas sobre la esclavitud?
Siendo propietario de negros, haba escrito: El trato entre dueo y esclavo es un per
petuo ejercicio de las ms turbulentas pasiones: por una parte, despotismo ilimita
do; por la otra, sumisin degradante. Qu maldicin merecera un poltico que, tolerando qu
e la mitad de los ciudadanos pisoteasen los derechos de la otra mitad, aniquilar
a en todos la moral y el amor a la patria ! Con la moral de un pueblo, muere tambin
su industria. Quin, sobre todo en climas calurosos, querr trabajar si le es posibl
e comprar a otro para que lo haga en su lugar? Quien infringe las leyes de la Na
turaleza, se prepara a s mismo su castigo Cuando pienso en el problema negro y rec
uerdo la justicia de Dios, tiemblo por la suerte de mi patria.
Si as hablaba un hombre que haba nacido en el Sur muchos aos antes de que las llama
das ideas progresistas entraran en curso, qu no pensara un hombre que, muchos aos de
spus, se educaba en el Norte y que tena que realizar, ao tras ao, el duro trabajo de
l blanco pobre! La bondad ingnita de su naturaleza, no le impulsara decididamente h
acia el partido de los emancipadores de esclavos que se unan en el Norte bajo la
direccin de sus mentores espirituales y que parecan preparar una especie de cruzad
a moderna? Pero su relativismo, la facultad potica de relacionar todas las cosas
entre s, y su aspiracin a la independencia del Estado que, bajo la influencia de J
efferson y Clay, se haba transformado en dogma, lleg a prevalecer en su mente sobr
e la aspiracin a la independencia de sus semejantes.
A medida que pasaba el tiempo, el problema de la esclavitud pareca convertirse en
el problema vital de la Unin. El Sur, cada vez ms atrevido, amenazaba constanteme
nte con emanciparse si el Norte trataba de intervenir en el asunto ms vital para
ellos. Lincoln ha estudiado la historia del problema, sabe que a tiempo que el M
ayflower llegaba a las costas de Nueva Inglaterra, un barco que traa a bordo diec
inueve esclavos negros anclaba en Virginia, de modo que felicidad y desdicha, es
peranza y desesperacin anclaban al mismo tiempo en aquellas costas, para que dura
nte siglos combatiese cruelmente entre s la progenie de aquellos hombres. Sabe qu
e, al discutirse la Constitucin de la Independencia, se incluy en el plan original
un artculo reconociendo la esclavitud, artculo que finalmente no se aprob, y que e
ra intencionada la falta de claridad que se observaba en cierto apartado de la C
onstitucin definitiva, que dice:
Al nmero de ciudadanos de cada Estado, representando a los que slo se han obligado
a servir durante un nmero de aos determinado, se deber aadir las tres quintas partes
de todas las dems personas. Estas dems personas eran los esclavos, y gracias a este
sistema de empadronamiento, los propietarios de esclavos podan mandar al Congreso
mayor nmero de representantes. En una palabra: el Sur poda asegurar su mayora sobr
e el Norte. Pero, al mismo tiempo, se legislaba para los Estados del Noroeste, q
ue se consideraban como propiedad comn de la Unin: La esclavitud queda prohibida pa
ra siempre, lo mismo que para todo Estado nuevo que pueda incorporarse ms tarde a
la Unin.
Qu fuente de luchas interiores! En la base misma radicaba ya la contradiccin: un nu
evo Estado, fundado en el reconocimiento de la igualdad de los derechos de todos
los hombres, permita dentro de sus lmites una forma de esclavitud que no haba sido
posible ni en la antigua Europa, con sus gobiernos de clases; transformaba a un
a parte de los ciudadanos en propiedad de la otra. Y no obstante, la riqueza del
pas pareca basarse en el trabajo gratuito de millones de hombres: y la moral se d
isculpaba con el color de la piel. Cmo arreglar todo esto, sin crear automticamente
una serie de problemas? Al fundarse la Unin haba seis Estados esclavistas; la Con
stitucin prohiba la esclavitud en todo Estado nuevo y, sin embargo, hoy los seis Es
tados se haban convertido en catorce!
Pues al empezar a dividir en Estados nuevos el enorme terreno de Louisiana, comp
rado a Francia, al constituirse uno de estos Estados en la desembocadura del Mis
souri, el conflicto latente se hizo visible, y el peligro de que estallara la gu
erra civil se agudiz, exclamando profticamente el viejo Jefferson: ste es el toque de
rebato en la noche! Entonces fue Clay quien, para salvar la integridad de la Unin
, consigui salir del paso con el compromiso del Missouri, compromiso francamente
contrario a la Constitucin: en el territorio de Louisiana, desde el 3630 de latitu
d hasta la frontera del Norte, la esclavitud quedaba prohibida, excepto dentro d
e los lmites del nuevo Estado de Missouri, que, de ese modo, entraba a formar par
te de la Unin como Estado esclavista.
Los quince aos que desde entonces haban transcurrido hicieron an ms crtica la cuestin.
Haban llegado al pas extranjeros, especialmente alemanes, que cultivaban el algodn
con el sudor de su frente y con mejores utensilios, removiendo la tierra en tor
no de las plantas, tal como estaban acostumbrados a hacerlo con las patatas en s
u patria, iniciando de esta forma en Missouri y otros sitios la competencia del
Oeste con el Sur; cultivaban tambin tabaco y arroz, y pronto llegaron a recoger c
osechas cinco veces mayores que las de los dems. Desde luego, eran adversarios na
turales de la esclavitud, y afiliados, por lo tanto, al partido de los Whigs. De
este modo, fueron entonces, y seran luego, los alemanes los principales electore
s de Lincoln. Apoyado por el nuevo Oeste, el Norte exige ahora al Congreso la su
bida de los aranceles con respecto a las importaciones, suscitando con ello una
verdadera revolucin en los Estados del Sur. La Carolina del Sur declara categricam
ente que considera nulos estos impuestos, y que toda tentativa del Gobierno para
cobrarlos la rechazaran con las armas en la mano. Mandar el Gobierno sus tropas y
encarcelar a los instigadores? De ninguna manera. La diferencia se arregla, se mo
difican los aranceles para complacer al recalcitrante Estado, y los instigadores
son festejados como hroes en todas las ciudades esclavistas.
Dirase, realmente, que en todo ello influyera como elemento decisivo la voluntad
del predominio. La mayora de presidentes procedan del Sur o, por lo menos, simpati
zaban con l, y cuantos queran hacerse respetar en sociedad preferan el partido de l
as familias antiguas y distinguidas, cuyo esplndido tren de vida inspiraba admira
cin a todo el mundo, al de aquellos idealistas del Norte, llenos de un entusiasmo
en boca de los hombres. Senta una fuerte inclinacin hacia las mujeres, no poda viv
ir sin ellas y, sin embargo, tengo que reconocer en su honor que haca una vida pu
ra y virtuosa. Pensaba que la mujer tena tanto derecho a violar los votos matrimo
niales como el hombre. Su sentido del derecho, de la justicia y del honor le pro
hiba violar sus propios votos matrimoniales. Ms tarde, le vi tentado muchas veces,
pero siempre le vi evitar el contacto femenino.
Estas discretas observaciones, hechas por uno de sus amigos, iluminan en parte e
l problema que plantea siempre Lincoln en sus relaciones con las mujeres. Su nat
uraleza solitaria, lrica, necesitaba de ellas, pero una delicadeza innata, unida
a una tirantez y reserva naturales, contena sus impulsos, y como su naturaleza pe
caba ms bien de falta de actividad, se vela expuesto al asedio de mujeres decidid
as, que deseaban cambiar los papeles y conquistar al hombre esquivo. La voz dulc
e de una muchacha conmovi su corazn en un tiempo, pero tampoco a sta se haba atrevid
o a acercarse hasta que, despus de una espera de dos aos, la haba visto libre del c
ompromiso que la uniera a otro. Y, aun entonces, lo haba impulsado el doble atrac
tivo del abandono y la desdicha en que la vea sumida. Esta muchacha haba muerto. A
hora, un ao despus, otra mujer se atravesaba en su camino.
En New Salem, donde resida, entre las sesiones del Parlamento, frecuentaba la cas
a de una mujer joven que hablaba a menudo de su hermana; Lincoln haba conocido a
esta familia por su maestro de gramtica, primo de las mujeres. Tres aos antes haba
conocido a la menor de ellas y, medio en broma, medio en serio, haba convenido en
casarse con ella si es que la muchacha volva alguna vez a New Salem.
Naturalmente, acept la proposicin, pues no me quedaba otro camino. Pero si he de ha
blar francamente, confesar que estaba verdaderamente contento del proyecto. Al co
nocer a su hermana tres aos antes, me haba parecido inteligente y agradable, y no
me contrariaba unir mi vida a la suya.
Buen comienzo tuvo el asunto: dos mujeres que se unen para arreglar el matrimoni
o de un hombre cuya soltera ha durado ya bastante tiempo. Cierto que la novia era
mayor que l, pero en cambio era ms culta y, desde luego, ms rica que el pobre agri
mensor. Por lo que a ste respecta, no tiene objecin que hacer.
Mary Owens apresura su llegada, pero esta precipitacin inquieta a Lincoln: Su lleg
ada tan precipitada me pareca expresar un deseo inmoderado de casarse. Claro est q
ue muy bien pudiera suceder que su hermana no le hubiese comunicado an nada. Y co
nclu por consentir en desposarla si ninguna otra objecin se presentaba. Un par de
das despus nos encontramos; pero, cunto haba cambiado! Ya saba yo que era ms corpulent
que lo normal, pero ahora me pareca ms adecuada para esposa de Falstaff que ma. Ta
mpoco ignoraba que la llamaban vieja solterona, y preciso es reconocer que al ll
amarla as no se exageraba demasiado. A pesar de todos mis esfuerzos para evitar e
sta asociacin, no poda abstenerme, al verla, de pensar en mi madre, no por sus fac
ciones marchitas, pues su cutis era demasiado terso para formar arrugas, sino po
r su falta de dientes. Obsesionbame, adems, el resolver si era posible que su corp
ulencia actual hubiese adquirido tales proporciones en menos de treinta y cinco
o cuarenta aos. En fin, mi situacin no me pareca digna de envidia. Pero qu le iba a h
ace! Haba prometido a su hermana que la desposara y siempre consider cuestin de hono
r y deber de conciencia cumplir mi palabra en todas las cosas, especialmente en
aquellas en que otras personas pudiesen verse comprometidas, como en este caso.
Estando absolutamente convencido de que ningn otro hombre se casara con ella, fcilm
ente llegu a la conclusin de que Mary no me dejara escapar. Ocurra lo que ocurra, p
ensaba, pues, no ser culpa ma, si no llega a verificarse el acontecimiento. Procur
aba luego imaginrmela en funciones de esposa ma y me esforzaba lo mejor que poda po
r descubrir en ella virtudes que compensasen de algn modo sus flaquezas. Con gran
esfuerzo, quera obligarme a creerla agraciada, cosa que hubiese sido verdad a no
ser por su excepcional corpulencia; aparte esto, nunca he visto una mujer de fa
cciones ms hermosas. Tambin procuraba persuadirme de que realmente lo compensaba t
odo su inteligencia, pues, ciertamente, en este punto no la ganaba ninguna.
La confusin es grande y tanto ms tremenda cuanto que procede por entero de sus bue
nas cualidades. El tono de zumba que anima este relato no lo lograra Lincoln sino
despus de haber vencido la crisis, dos aos ms tarde, cuando escribe a una amiga re
latndole su aventura. Por el momento, los proyectos matrimoniales quedan en suspe
nso; Abraham se marcha al Congreso, y espera en Vandalia que cualquier imprevist
un colono de pura raza acata as como as un edicto municipal que le prohibe dejar
sus cerdos en la calle. En efecto, el Consejo Municipal se ve obligado a modific
ar una ordenanza que los ricos inmigrados del Sur haban hecho dictar y cuya nueva
versin reza del siguiente modo: Ningn cerdo podr transitar por las calles de Spring
field si no lleva nariguera.
Tambin los seores diputados se quejan de que les sirvan demasiada caza y perdices,
de las que se han hartado durante largos aos de vida campesina. Esperaban encont
rar en la ciudad los magnficos asados de la civilizacin. Para qu, si no, ganaban sus
dietas al servicio del bien pblico? Una de las primeras fiestas sociales con que
se celebr el traslado de la capital fue un gran baile, en cuyo comit de admisin fi
guraba Lincoln como miembro. Nuestro hroe ignoraba el efecto que este primer cont
acto con la sociedad iba a producir en su vida.
Hallndose, como siempre, escaso de dinero, lo primero que hizo al llegar a Spring
field fue buscar a un compaero de guerra, propietario de una tiendecita, al que p
idi albergue (la cama cuando menos), prometindole pagar ms tarde. Speed tena un cora
zn blando y unas facciones femeninas que contrastaban curiosamente con los rostro
s duros de sus conciudadanos. La espesa barba rubia que enmarcaba su semblante a
centuaba ms an su apariencia extranjera. Era un soador de la misma especie que Linc
oln, propenso a esquivar las realidades de la vida y mal preparado para afrontar
las, procediendo como proceda de una familia rica en un tiempo.
Ms sensual que Abraham, careca de las grandes fuerzas fsicas y de las dotes intelec
tuales que garantizaban a ste dignidad y seguridad personal en el mundo. Pero, en
fin de cuentas, era una buena persona, que no vacil en recibir hospitalariamente
a su arruinado amigo, al que deja dormir en su propia cama, colocada en la tras
tienda, donde no tardan en instalarse otras dos camas: durante mucho tiempo cuat
ro hombres habitarn all, ms o menos cmodamente. El da de su llegada, Lincoln, dejando
en el suelo su maleta, anunci tranquilamente: Aqu me tienes, Speed, y por mucho ti
empo.
Al medioda come con los Nueve Largos o en casa de Butler, un antiguo conocido suyo,
casi siempre en calidad de invitado, pues slo percibe dietas durante las sesione
s y, como es natural, ha abandonado sus cargos de agrimensor y administrador de
Correos; adems, constantemente tiene que hacer pagos a cuenta de sus deudas. Nece
sita, pues, encontrar sin demora una fuente de nuevos ingresos. Tres semanas des
pus, se ha asociado con un abogado de la ciudad, al que conociera en sus andanzas
de poltico. Stuart, que ya anteriormente le haba prestado libros de Derecho, es a
hora candidato para el Congreso de Washington, y necesita un asociado en Springf
ield. Parece confiar en la inteligencia y elocuencia de Lincoln, aunque sus cono
cimientos jurdicos sean incompletos. Pronto queda arreglado el asunto. Un nuevo rt
ulo, que anuncia a Stuart & Lincoln, es colocado en el primer piso del mismo palac
io de justicia de Springfield, donde permanecer cuatro aos.
El despacho de los abogados es pequeo; un armario, una mesa, un par de sillas, pa
peles, muchos papeles. y, cubrindolo todo, una capa de polvo. Nuestro largo y enj
uto personaje, que siempre ha vivido entre la gente sencilla y al aire libre, ca
mbiando constantemente de ocupacin y trabajando alternativamente con la cabeza y
con los miembros, que generalmente poda hacerse cada maana el programa del da a su
antojo, este hombre pobre, pero independiente, convertido ahora en un ser interm
edia entre el secretario y el abogado, se ve sometido a una prueba muy dura. Tie
ne que escribir con regularidad ciertas cartas, acudir puntualmente a los Tribun
ales, cobrar dinero judicialmente: el que tanto tuviera de gitano tiene que conv
ertirse en un perfecto oficinista. Y qu sucede? Que slo llega a serlo a medias, ada
ptando como puede su profesin a su modo de ser.
Al principio todo es fcil y aburrido, pues Stuart, el hombre de experiencia y el
jefe, se reserva como es natural los casos ms interesantes, dejando solamente los
asuntos corrientes a su inexperto socio. As, tiene Lincoln que entendrselas con g
entes que pleitean por la propiedad de un terreno, cosa que cualquier agrimensor
podra decidir, o que se querellan por un par de bueyes o una cocina econmica. Per
o no tarda en presentarse un pleito que permite al joven abogado darse a conocer
en todo su peculiar estilo. Nunca adquiri Lincoln la tpica aficin de los abogados
a la intrincada lgica legal ni a la tergiversacin retrica en torno a los cdigos. Lo
que interesa en su nueva profesin es el sentido de justicia, las oportunidades qu
e ofrece para ayudar a los oprimidos. En su vida poltica haba adquirido la costumb
re de atacar toda clase de corrupcin; ahora, apasionadamente, hace extensiva esta
lucha a la vida ciudadana de cada da, cuyas injusticias fueran el origen de este
mismo inters.
Una viuda haba llegado a la ciudad para tomar posesin de la herencia de su esposo:
diez acres de tierra. Cuando lleg, encontr su propiedad ocupada por un viejo gene
ral, que se haba apoderado de ella alegando que una deuda del difunto lo haca prop
ietario de la tierra. Stuart y Lincoln, que se hicieron cargo del asunto, descub
rieron que el general haba falsificado un documento. Este individuo era un inmigr
ante del Este, que haba llegado en busca de trabajo, y que esperaba ser elegido j
uez de paz. Comprendiendo que el descubrimiento del fraude bastara a echar por ti
erra sus pretensiones, declar que el sospechoso documento haba sido malignamente m
ezclado a sus papeles por la parte contraria. Lincoln se enfurece. Pocos das ante
s de las elecciones para juez de paz, hace distribuir por las calles un folleto
annimo, dando los detalles del asunto y concluyendo con las palabras siguientes:
Si he hecho pblico este asunto, ha sido por la nica razn de hallarme entre las perso
nas a quienes se acusa de haber introducido el documento entre los papeles del g
eneral, y porque mi silencio podra interpretarse como una confesin. No doy a conoc
er mi nombre, pero autorizo al redactor del diario a que lo diga a todos cuantos
deseen conocerlo.
A pesar de todo, el general es elegido, se da el nombre del libelista y el ataca
do pretende defenderse contra su agresor: Ese hombre carece de respetabilidad Al v
enir a este pas, trat de imponrsenos como abogado: y efectivamente, consigui que un
asesino le confiase su defensa. Pero, mientras el abogado cobraba su dinero, aho
rcaban a su cliente. Lincoln replic: Todo eso es una cochina mentira. Y conclua: Slo d
r que, como el general Adams, tambin tengo yo una reputacin que defender, pero que,
a diferencia de l, no me gusta hacer ruido en torno de ella. Hasta la vista, gene
ral! Pronto volveremos a vernos ante los Tribunales, y entonces veremos si el te
rreno pertenece a usted o a la viuda. Lincoln gana el pleito en favor de la viuda
, lo que le hace muy popular. Desde entonces ser el terror y la amenaza de todos
los fariseos.
En el fondo, al abogado de veintiocho aos slo le falta el dinero, cosa que, por ot
ra parte, no echa l de menos. Ya ha conseguido mucho: es jefe de partido en el Co
ngreso, socio de un excelente jurista, colaborador en un diario; disfruta de tod
as las simpatas de la pequea ciudad, que no olvida que a l se debe el traslado del
Congreso; se halla en situacin de estudiar cosas nuevas e interesantes, es el cam
pen de lucha y otros deportes, y un narrador a quien todos escuchan con deleite.
Pero lo que ms le gusta es filosofar, sentado en la tienda de Speed. Renense all el
listo Browning, el mundano Baker, Stuart cuando est en la ciudad y tiene tiempo
y Thomas, el cura. Se sientan encima de las cajas o sobre el mostrador, rodeando
a Speed, que es el nico que se mueve; viene a veces tambin Douglas, el demcrata, d
e lengua celosa, siempre dispuesto a defender y a combatir ambos partidos. Todos
estos jvenes disponen de ms tiempo y energas de las que puede utilizar la pequea ci
udad; estn enterados de la poltica y la administracin, leen con pasin los diarios y
opinan que, de hallarse en Washington, ellos lo haran mucho mejor. Lincoln no fal
ta nunca; prefiere divertirse hablando de poltica o refiriendo ancdotas, que poner
en limpio tediosos instrumentos jurdicos. No tardan en formar los mozos una a ma
nera de asamblea ntima, en la que no toman parte las mujeres, pues la amistad slo
puede perdurar entre hombres. Unos a otros se leen crticas y ensayos; Lincoln da
a conocer un ensayo suyo sobre las virtudes femeninas y escribe tambin un poema s
obre las prcticas de seduccin de los hombres, cuya estrofa final dice as:
Whatever spiteful fools may say
Each jealous ranting yelper,
No woman ever went astray,
Without a man to help her.
Estos versos muestran claramente la disposicin de nimo de un hombre que prefiere d
efender ante los Tribunales a actores que a corredores de fincas. As, se empea en
defender la causa de una compaa ambulante cuya actuacin prohibieron los puritanos d
e la ciudad. Sin percibir honorario alguno, trata la causa ante los Tribunales c
on tanta gracia, retrotrayendo sus alusiones hasta los tiempos del carro de Tesp
is, que la prohibicin es anulada. La actitud asumida por Lincoln en este caso hac
e que comiencen a hablar de l como de un mal cristiano.
Pues en aquellas lejanas colonias la cuestin moral se relacionaba siempre estrech
amente con la prctica, y la indignacin contra el Sur slo contribua a afirmar las nor
mas morales. No amenazaba estallar en cualquier momento la guerra civil? Justamen
te por entonces, Van Buren, otro amigo del Sur, amenaza poner el veto como presi
dente a toda ley contraria a los intereses de los esclavistas, y un partido de C
arolina del Sur propona francamente declarar disuelta la Unin. La excitacin era int
ensa. En San Luis haban detenido y quemado a un mulato; uno de los campeones de l
a liberacin haba sido asesinado; en el Norte y el Oeste se empezaba a clamar nueva
mente por la emancipacin. La situacin haba llegado a ser tan insegura que el viejo
Herndon, temeroso de que las ideas antiesclavistas de su hijo le acarreasen algn
peligro, se llev al mozo a Springfield. Una vez all, el joven Herndon, que tena die
cinueve aos, no tard en llegar a ser discpulo, admirador y hasta compaero de cama de
Lincoln. Una importante relacin de dos vidas se inicia bajo el signo de la antie
sclavitud.
Por esta poca, Lincoln pronunci su primer gran discurso en el Young Men's Lyceum d
e Springfield, sobre La perpetuacin de nuestras instituciones polticas. Este discurs
o haba sido cuidadosamente preparado. Deca en l que los Estados Unidos no tenan que
temer ningn peligro exterior. Todos los ejrcitos de Europa, Asia y frica, reunidos b
ajo la direccin de un Bonaparte, no podran arrebatarnos en una lucha de mil aos una
gota del Ohio Si algn peligro amenaza a los Estados Unidos es un peligro interior
. Como pas de hombres libres, podemos vivir eternamente, a no ser que prefiramos
suicidamos. Habla luego de una fatal enfermedad que amenaza a los Estados de la U
nin: Me refiero al creciente desprecio por la Ley que empieza a reinar en nuestro
pas. Alude al linchamiento del mulato en San Luis, y dice as:
Tales son las consecuencias de la ley aplicada por la chusma, tales son las escen
as cada vez ms frecuentes que se desarrollan en un pas famoso antao por su amor a l
a Ley y al orden Cmo remediar esto? La respuesta es sencilla: que todo americano, q
ue todo amante de la libertad, que todo aquel que crea en el porvenir del pas, ju
re por la sangre de la revolucin no violar nunca en lo ms mnimo las leyes del pas ni
tolerar que otros las violen. Como patriotas del 76, que lo sacrificaron todo a
la Independencia, los americanos de hoy debemos sacrificar vida, riqueza y hono
res al mantenimiento de la Constitucin y las leyes. Esto debe ser enseado en coleg
ios y universidades, escrito en cuartillas, libros y calendarios, para lograr, a
l fin, que el dogma poltico del pueblo no sea otro que el cumplir religiosamente
todas las leyes, aun las malas, mientras estn en vigor Hay muchos hombres grandes
y buenos cuyas aspiraciones no van ms all de un asiento en el Congreso, un Gobiern
o en provincias o la silla presidencial. Pero stos no pertenecen a la raza de los
leones ni a la casta de las guilas. Cmo! Creis, acaso, que tales objetivos hubiesen
satisfecho a un Alejandro, a un Csar, a un Napolen? Nunca! El genio verdadero desdea
los caminos trillados Hasta ahora la pasin nos ha ayudado, pero ya no puede ayuda
rnos ms. La pasin puede ser en el futuro nuestra enemiga. La razn, la fra, calculado
ra y desapasionada razn, debe proporcionarnos los materiales de nuestro futuro so
stn y defensa.
Un tono elevado, suntuoso; un tono nuevo en boca de Lincoln. En el reducido y so
mbro recinto, ante un auditorio de jvenes, un hombre alza su voz y, ayudndose con u
nas notas redactadas cuidadosamente, pronuncia un discurso que un jefe de Estado
no hubiese desdeado hacer suyo en un momento de gran peligro para su pas; y tal v
ez en los das por venir, el orador de ahora tenga que pronunciar palabras semejan
tes como jefe de Estado. Pero nadie, y menos que nadie el orador, presiente tal
cosa. Aquel hombre no hace ms que ensayar su voz, que retumba como la de un gran r
gano encerrado en un recinto demasiado estrecho. A veces, sin embargo, audaces m
etforas cruzan como relmpagos su discurso, dando testimonio de una ambiciosa imagi
nacin; es la imaginacin del genio joven que se detiene a contemplar los hroes del p
asado, la imaginacin que se detiene largamente en el estudio del conflicto entre
la tirana y el bien pblico, entre la razn y la autocracia. La juvenil vehemencia de
su discurso nos permite atisbar las secretas profundidades de su alma, que el p
acfico e irnico narrador de historietas mantiene cerradas ante s y ante los dems.
Y, al fin y al cabo, no sin un motivo poderoso dio en su discurso la preponderan
ca. La ltima vez que nos vimos apenas fue posible que cambisemos unas cuantas fras
es. Quiero que sepa que nunca puedo pensar en usted con indiferencia; pero, a pe
sar de todo, pudiera ser que usted se equivocase con respecto a mis verdaderos s
entimientos. Si estuviera seguro de lo contrario, no molestara su atencin con esta
carta. Seguramente cualquier otro hombre no hubiese necesitado de palabras para
cerciorarse. Pero yo pretendo el privilegio de ignorarlo, y creo que su deber e
s concedrmelo.
Deseo obrar rectamente en todos los casos, y especialmente tratndose de mujeres, y
deseo por encima de todo, en este caso particular, portarme como es debido. Si
creyese, como ms bien me inclino a creer, que lo procedente sera romper nuestro co
mpromiso, lo hara sin vacilar. Y a fin de poner las cosas lo ms en claro posible,
desde ahora le digo a usted que puede, sin el menor inconveniente, dar por termi
nado dicho compromiso, apartarme para siempre de su pensamiento, si es que algun
a vez lo ocup, y dejar sin contestacin esta carta, en la seguridad de que no he de
ser yo quien la acuse de nada. No crea usted que yo deseo terminar nuestras rel
aciones en absoluto. Lo nico a que aspiro es que sea usted sola quien decida lo q
ue hayan de ser esas relaciones en el futuro. Si usted desea continuarlas como h
asta ahora, yo lo har gustosamente. Si cree usted tener un compromiso conmigo, es
toy completamente dispuesto, si tal es su deseo, a relevarla de l. Por otra parte
, le repito que si con ello puedo contribuir a su felicidad, estoy decidido a co
nfirmar nuestro compromiso. Naturalmente, lo nico importante para m es su felicida
d. Nada podra hacerme tan desgraciado como ser el causante de su desdicha, ni tan
feliz como el verla a usted dichosa Si considera usted preferible no contestarme
, slo podr ya decirle adis, y desearle una vida tan larga como feliz. Si quiere ust
ed contestar, le suplico lo haga con la misma franqueza que yo Su amigo, Lincoln.
Esta vez habl con mayor claridad an, y al afirmar Su amigo en lugar de Su, etc signifi
caba con este pequeo detalle que la distancia era cada vez mayor entre ellos. Par
ece que ella comprendi y que esta carta la indujo a tomar una decisin. En todo cas
o, la conducta de Lincoln aparece intachable ante s mismo y la posteridad. No se
sabe qu merece ms admiracin, si la nobleza o la diplomacia, tan sorprendente la pri
mera en un sencillo leador, como notable la segunda en un abogado, a quien la ele
gancia de su estilo facultara para dirigir en cualquier crisis poltica notas a un
Estado extranjero. Ignoramos lo que ella contestara, pero sabemos que Lincoln to
m una decisin extrema y pidi, por fin, su mano. Cul fue el resultado? Lo que ya apena
s se atreva a esperar: Mary Owens rechaz su peticin.
Al principio cre que sera afectacin o modestia, aunque stas no encajaban en su modo d
e ser. Pero, al renovar mis pretensiones, fui rechazado con ms energa. Hice varias
tentativas ms, pero siempre con el mismo resultado. Por fin, tuve que desistir.
Entonces, con gran sorpresa ma, experiment una sensacin horriblemente penosa. Pareca
me como si tuviera mil razones para sentirme mortificado. Mi amor propio se senta
en extremo herido al pensar que haba sido lo bastante idiota para no descubrir s
us intenciones, precindome como me preciaba de comprenderla perfectamente. Y tamb
in mi imaginaria grandeza se senta mortificada al verse rechazada por una muchacha
que, a mi entender, ningn otro hombre pretenda. Y, para remate de todo, por prime
ra vez me inclinaba a pensar que, efectivamente, haba estado algo enamorado de el
la.
Las mujeres han hecho hacer el tonto a muchos hombres; pero la verdad es que en e
sta ocasin no he necesitado de nadie para hacer el tonto por cuenta propia. Desde
entonces no volv a pensar nunca ms en el matrimonio por la nica razn de que no podra
contentarme con ninguna mujer que fuese capaz de cometer la tontera de aceptarme
. Cuando reciba usted estas lneas, escrbame largamente, contndome algo que me divie
rta.
En la ltima frase de esta larga epstola a una amiga, el humorismo de Lincoln no lo
gra vencer la depresin de espritu que en vano ha tratado de dominar. Ha recobrado
lo que durante tanto tiempo deseara: su libertad, pero su temperamento nervioso
se sobresalta siempre que sus deseos se realizan tan sbitamente. A pesar de haber
se burlado muy a menudo de la corpulencia de Mary, he aqu que ahora se le ocurre
pensar que muy bien pudo haber estado enamorado, y se reprocha su vanidad, en ve
z de felicitarse por su victoria diplomtica. Tan alejado est el temperamento de Li
ncoln de la realidad cuando sta se introduce en el dominio de su fantasa, en las d
lla le mir hostilmente, y con esta mirada se inicia una enemistad que durar toda l
a vida. Tampoco los otros mozos parecieron hacer gran impresin a la muchacha, pue
s a ella no le importan ni la hermosura de los hombres, ni la elegancia, ni fami
lia, ni dinero, lo que no deja de ser extrao si se tiene en cuenta la educacin que
haba recibido y que deba inclinarla a todo lo que fuese distincin social. Pero no;
Mary slo toma en consideracin una cosa: quin tiene mayores probabilidades de hacer
una gran carrera? Se le ha metido en la cabeza, y lo ha repetido a menudo, que sl
o se sentir satisfecha cuando sea la esposa de un presidente de los Estados Unido
s. Y con infalible instinto distingue entre los dems a los dos mejor dotados, pob
res ambos y de origen humilde; muy bajo el uno, altsimo el otro: Douglas y Lincol
n.
Douglas no tarda mucho en conocer a la mujer tan bien como lo conoce ella a l, pu
es ambos estn dominados por la ambicin; y si, en sus sueos, Mary desea vivir en la
Casa Blanca, puede estar segura de encontrar all al soado Douglas, pues los pensam
ientos de ste se hallan constantemente dirigidos hacia el puesto ms alto del pas: t
oda su vida, todo lo que hace o dice, no tiene otro objetivo que la silla presid
encial. Lincoln, ambicioso tambin pero pesimista, no piensa entonces ciertamente
en la presidencia, pero si pensara en ella seguramente lo hara como en una extrav
agancia propia de su modo de ser. Douglas espera el puesto como un derecho; Linc
oln piensa a veces que desempeara bien su papel, pero que nunca lo alcanzar; aqul co
nfa demasiado en s mismo; ste desconfa del mundo. Es de extraar que Douglas dedique de
sde el primer momento toda su admiracin a Mary, en tanto que Lincoln se refugia e
n una actitud de reserva? Lo extrao es que, a pesar de todo, Mary ponga sus ojos
en Lincoln.
De momento, los talentos de la muchacha lo deslumbraron. Mary posea un arte compl
etamente desconocido para l; el arte de esa conversacin fluida, amable torrente de
preguntas y frases insubstanciales y sin objeto, gnero completamente opuesto al
estilo narrativo de Lincoln. Abraham permaneca en silencio, asombrado por aquella
habilidad que no encontrara nunca hasta entonces en una mujer, y entre los homb
res slo en Douglas. Y, realmente, no le recordaban a Douglas todos los talentos, t
odos los artificios, y hasta la primera apariencia fsica de aquella mujer? Por ot
ra parte, su corazn no est libre. Desde hace algn tiempo viene cortejando a Sara Ri
ckhardt, muchacha de diecisis aos, a la que lleva al teatro y de paseo. Abraham di
ce en broma que sus nombres bblicos son ya una prueba de su comn destino. Pero la
chiquilla sabe mantenerlo a distancia. Sus modales y aspecto, asegura Sara, no so
n los ms indicados para subyugar a una muchacha que acaba de presentarse en socie
dad.
Estudiando a Mary Todd, como buen conocedor de la humanidad que es, pronto puede
leer fcilmente en su interior; observa cun sujeta se halla a los bruscos saltos d
e humor, que tan pronto la muestran radiante de alegra como llameante de clera, pa
lideciendo ahora para enrojecer despus y perdiendo en un momento sus colores para
palidecer de nuevo; la ve frecuentemente irritada por jaquecas, aterrada por la
s tempestades, llorosa por la ms leve molestia fsica. Sabiendo que Mary juzga a la
s personas por sus modales en la mesa, se siente, no sin cierto regocijo, despre
ciado por esto; pero cuando la ve, al lado de su hermana, recibir a sus invitado
s, admira su habilidad y su gracia, y su aptitud para enterarse siempre de las lt
imas noticias, y su ahnco en llevarse todos los premios en los juegos.
Tal vez oyese referir como, cuando an no era Mary sino una niita, se confeccion con
ramas de mimbres un miriaque que deseaba lucir en la escuela, mostrando ya as una
vanidad que ms tarde haba de conducirla al borde de la locura.
Todo esto le asombra; pero no sabe qu actitud tomar en sus relaciones con ella. l
busca en la mujer generosidad, bondad, ternura, todo lo que encontrara en el amo
r de aquella buena muchacha de New Salem; la inteligencia y la cultura le tienen
sin cuidado; a l le toca tenerla por ambos. No obstante, su poder analtico le per
mite descubrir en Mary Todd la fuerza suficiente para reemplazar la energa activa
que a l la falta. Quizs ante ella se da cuenta ms cabal de que su propia inteligen
cia pertenece, comparativamente, a un gnero pasivo; de que la impaciencia product
iva de ella podra mezclarse, completndola, con su templanza.
Ella es activa y elstica, pero dbil en el fondo; l es lento y pesado, pero fuerte.
Podemos estar seguros en todo caso de que Mary comprende todo esto; una prueba e
jeres, para huirlas en seguida; que slo una vez en su vida amara, y ahora a una v
ieja solterona grotesca, de la que a duras penas pudo escapar, se ve ahora defin
itivamente preso, a pesar de todas las advertencias que a s mismo se hiciera. De
temperamento vacilante, repugnndole resolver las cosas con demasiada anticipacin,
con el amor a la independencia del soltero, detestando los formulismos, indifere
nte al dinero y a la posicin social, no dependiendo de nadie, compara ahora a la
mujer enrgica y dominadora que va a ser su esposa con aquella dulce doncella que
slo se dejara querer. La consecuencia de todo ello es un sentimiento de ansiedad
corporal; llmesele temor, desequilibrio o enfermedad; el nombre importa poco.
Lo que sucediera el da crtico no se sabe exactamente. Se hallaba ya la novia en tod
o el esplendor de su tocado nupcial y reunidos los invitados? O acaso se desarrol
la una escena violenta entre los prometidos el da anterior? Estaba todo preparado,
incluso el pastel de boda, como aseguran testigos de la mayor excepcin? Dijo Linc
oln pblicamente y en voz alta, como asegura la hermana de Mary, que odiaba a sta,
ex abrupto que ciertamente no expresaba su verdadero sentimiento, sino tan slo una
tontera? Fuese lo que fuese, lo cierto es que Lincoln no compareci en la boda. Pas
todo el da en el Congreso, adonde sera difcil que fuesen a buscarlo, y a la misma h
ora en que deba celebrarse la boda presentaba un proyecto de ley a la Cmara. Sus o
bligaciones de diputado le mantuvieron igualmente ocupado durante unos das. Luego
estuvo ausente del Congreso toda una semana, entregado por completo a los cuida
dos de su mdico.
Pues Lincoln estaba enfermo. El conflicto pasional de las ltimas semanas haba hech
o profunda mella en su sana y fuerte naturaleza, y ahora sufra una ansiedad que n
adie hubiese previsto en el leador. Su mdico le aconsej consultara a un especialist
a en enfermedades nerviosas, de Cincinnati, al que se dirigi por carta; pero el e
specialista contest que no poda hacer nada sin ver previamente al enfermo. Lincoln
se aferr al mdico de Springfield, sobrecogido de terror al solo pensamiento de ve
rse privado de sus servicios. Durante este perodo escribi una porcin de cartas dese
speradas a su socio Stuart, que se hallaba en Washington, cartas que todava no se
han publicado en su totalidad.
Soy el hombre ms infeliz del mundo. Si mis sentimientos se repartiesen por partes
iguales entre todo el gnero humano, no se vera sobre la tierra un solo rostro aleg
re. Ignoro si llegar a mejorar algn da, pero me temo que no. Continuar como estoy e
s imposible. O me muero, o me curo Le escribo todo esto porque quizs un cambio de
ambiente pueda curarme. Si me hallase en mi estado normal, me quedara aqu de buena
gana No puedo escribir ms. En la misma carta le pide con urgencia que se interese
en la capital para asegurar al doctor Henry, su mdico, el puesto de administrador
de Correos de Springfield. Durante estos ltimos das me ha hecho exhibirme ridculame
nte, pero tengo la impresin de que el doctor Henry es necesario para mi existenci
a. Si no logra el empleo, abandonar Springfield Mi corazn se halla sumamente intere
sado en retenerle aqu.
Nunca, antes ni despus, el solitario Lincoln declara necesitar de nadie para exis
tir. Qu pasa en este hombre que siempre viviera independiente, sin necesitar nunca
de mdicos, ni de ayuda, ni de un cambio de ambientes? Finalmente, el frentico Ore
stes encuentra un amigable Plades; aquel mismo fatal da de Ao Nuevo, Speed vende su t
ienda y se traslada a la hermosa granja que posee su madre en Kentucky, invitand
o a Lincoln a pasar el verano en la regin que le vio nacer.
Aquella alma afligida se muestra encantada. En una vasta casa campesina, cuya am
plia escalinata conduce a un magnfico hall, un esclavo le lleva el desayuno a la
cama; puede montar a caballo y pasearse en coche tanto como quiera; los amables
modales de la madre, los encantos de la hermana menor, la jovialidad de los rico
s propietarios, los juegos, bromas y coqueteras, alivian el atormentado corazn. Vu
elto de nuevo a la vida, Lincoln vive como un seor del Sur; el amigo de los negro
s se hace cepillar sus vestidos y sostener el estribo por un esclavo; y su herid
o corazn se vuelve a menudo hacia la hermana del amigo. ste, entre tanto, corteja
a una sobrina de otro propietario. Lincoln se encarga de entretener al to, y mien
tras los dos hablan de poltica, Speed hace el amor a Fanny.
Sin embargo, a veces Lincoln parece ausentarse sbitamente e la realidad; permanec
e entonces inactivo, caviloso, fija la mirada ante s. Qu escribe cuando toma la plu
ma? Un ensayo sobre el suicidio, lo que escribira un hombre que quisiera alejar p
. Me inclino a creer que tus nervios te fallarn alguna que otra vez; pero, cuando
hayas logrado dominarlos completamente, la depresin pasar ya para siempre Si llega
s a la boda tranquilo o, por lo menos, con suficiente dominio de ti mismo para n
o llamar la atencin de los espectadores, te hallars en salvo, y dentro de uno o do
s meses, a lo sumo, sers el ms feliz de los hombres P. S. Desde que nos separamos,
me he convertido en un hombre.
Pero cuando Speed le comunica nuevas angustias, su amigo, que hasta entonces lo
animara constantemente, interrumpe su labor consoladora y escribe en un sincero
tono de renunciamiento:
Ya no lo dudo; nuestra peculiar desgracia consiste en que soamos sueos paradisacos q
ue superan todo cuanto la Tierra puede ofrecernos Pero si alguien puede hacer pos
ibles, siquiera sea en parte, estos sueos, slo los negros ojos de Fanny podan reali
zarlos para ti. Si pudieses contemplarla a travs de mi imaginacin, consideraras ridc
ulo al que, tenindola consigo, se pretendiese desgraciado, siquiera por un moment
o. Mi viejo padre deca: Si has hecho un mal negocio, aguntate, y pon al mal tiempo
buena cara.
En ninguno de los numerosos documentos que poseemos sobre Lincoln se hacen ms vis
ibles los rasgos secretos de su carcter. Estas cartas son una verdadera revelacin
de s mismo. Ante todo, vemos en ellas su deseo de analizar con absoluta claridad
todos sus sentimientos, y en seguida una pericia analtica semejante a la que une
al psiquiatra, por arriba, con el poeta, y por abajo, con el jurista, permitindol
e deducir de los pequeos motivos el mvil principal. No slo sabe la influencia que e
jercen el tiempo, los viajes y el ocio sobre los nervios, sino que es lo bastant
e buen psiclogo para establecer comparaciones sobre el estado de Speed y, el de s
u madre y hermano, pensando sin duda al mismo tiempo, como frecuentemente hace,
en sus propios y desconocidos abuelos maternos. Al mismo tiempo nos demuestra el
inters fraternal con que atiende a su amigo, y manifiesta el afn que impulsa al a
rtista a identificarse con los dems, a penetrar en el misterio de los sentimiento
s ajenos, a colocarse en la situacin de los otros.
Pero la ms importante revelacin que puedan hacemos estas cartas es la que se refie
re a su propia intranquilidad interior y a cmo se la explica a s mismo. Un ao despus
de su crisis, cuando las circunstancias consideradas exteriormente, son absolut
amente tranquilas, habla de desesperacin, de mortal angustia, de infierno. De dnde
proviene todo esto? De un temperamento nervioso que los diferencia, a l, a su ami
go, del resto del mundo, y que les produce terrores y angustias que, de cada mil
hombres, slo uno o dos sufren. Pues es nuestra peculiar desgracia soar sueos paradi
siacos que siempre superan todo cuanto la Tierra puede ofrecer. sta es la causa fu
ndamental de la melancola de Lincoln. A pesar de sus inagotables energas, a pesar
de su cordura, de su experiencia y de sus xitos, este hombre con alma de poeta se
sentir cada vez ms desilusionado en el curso de su lucha en el mundo. sta es la es
encia trgica de Lincoln, revelada a nosotros por la melancola de su rostro.
El matrimonio de Speed haba irritado sus nervios, reavivando sus recuerdos, aumen
tando su soledad. Si carecemos de amigos, careceremos de todo goce; pero si los t
enemos, podemos estar seguros de perderlos, y esta prdida nos har sufrir doblement
e. Esperaba que instalaseis aqu vuestro hogar; pero no tengo derecho a insistir.
Cuando Speed le escribe que l y su mujer no forman ya sino un mismo cuerpo, Lincoln
se alegra como de una victoria propia, y la tensin disminuye; cuando Speed le es
cribe dndole detalles de su granja, su amigo le replica que a l slo le interesa orte
decir que eres ms feliz de lo que esperabas ser. Ahora un tierno sentimiento lo in
clina hacia la joven esposa, que ignoraba el contenido de las cartas anteriores.
En las que ahora escribe creyrase or un eco del Werther: La dulce violeta que puso
usted en su carta lleg a mis manos, pero estaba tan seca y destrozada que al cog
erla se deshizo en polvo. La savia se haba secado, dejando una mancha en la carta
, que guardar cuidadosamente en recuerdo de quien me envi la violeta.
En esta disposicin de nimo se acerca de nuevo a las muchachas de Springfield. En v
arias cartas dice haber visto de nuevo a Sara Rickhardt, pero se siente atrado co
n ms fuerza por Mary, aunque su imagen suscite en l recuerdos poco gratos. Creo que
habra podido ser absolutamente feliz si no me angustiase de un modo inaudito el
pensamiento de ser la causa de la infelicidad de un ser humano. Esta idea atorme
nta mi corazn. No puedo sino reprocharme a m mismo el desear ser feliz mientras el
ios de humor. Y por qu? Porque va a casarse con una mujer cuya naturaleza es extraa
a l, cuyos ojos advierten muchos encantos, pero tambin muchas imperfecciones; con
una mujer de la que hace apenas dos aos escapara a la desesperada. Por su parte,
Mary le exige ahora un matrimonio inmediato, con las menos ceremonias posibles:
el servicio religioso esencial y nada ms. Una buena maana, Lincoln se acerca a la
cama de su amigo Herndon y le dice: Voy a casarme hoy.
Por fin, aquel da de noviembre se ven ante el altar el gigante de 33 aos y la muje
rcita de 24; l no parece muy alegre, y despus de la ceremonia no tiene inconvenien
te en decir a sus amigos cosas cmicamente desesperadas. En el banquete de boda, h
echo con la mayor sencillez, se muestra, sin embargo, ms contento y cuenta sus et
ernas historietas. Pero era un viernes, y ambos, esposo y esposa, eran superstic
iosos. Cinco das despus de su boda, Lincoln termina una carta de negocios con esta
frase: Aqu no hay novedad, como no sea la de mi matrimonio, cosa de la que an no h
e acabado yo mismo de maravillarme.
Poco tiempo despus, Lincoln form una nueva asociacin con Herndon, el joven e inteli
gente abolicionista enviado por su padre a Springfield para escapar de las perse
cuciones de que habra podido ser objeto en el Sur. Aconsejado por Lincoln, Herndo
n haba estudiado Derecho, siendo uno de los primeros y ms entusiastas admiradores
de su amigo. Lincoln puso toda su confianza en su nuevo socio, y su amistad dur h
asta la muerte. Su inteligencia y habilidad hacan de Herndon un excelente compaero
de trabajo; su idealismo poltico, su humor y su irona lo capacitaban para ser el
perfecto amigo de Abraham. Siendo Herndon cerca de diez aos menor que Lincoln, qu
e haba pasado ya de la treintena, ste adopt una actitud casi paternal con su socio,
colocndose por primera vez en una posicin de jefe.
Pues hasta entonces Logan, que reemplaz a Stuart tres aos antes de su boda con Mar
y Todd, considerse su jefe. Logan era un rgido jurista, que necesitaba tener un or
ador a su lado, pero no pudo soportar por mucho tiempo el aparente desorden de L
incoln. Logan posea todas las virtudes de que careca su socio: constancia, exactit
ud, aplicacin; todo ello inmejorable para Lincoln, que adquiri buen acopio de cono
cimientos bajo la direccin de Logan y, por primera vez en su vida, gan bastante di
nero para atender a las necesidades de su nuevo hogar. La reputacin de Logan como
abogado, la de Lincoln como poltico y el crecimiento de Springfield, que se cons
truy por entonces su propio Capitolio, haban hecho progresar rpidamente los negocio
s de la asociacin. Y tal vez los socios habran podido sacar mejor partido de su mu
tuo apoyo si las rivalidades polticas no se hubiesen interpuesto entre ellos, hac
indolos reir.
Despus de esta separacin, un nuevo rtulo, en el que su nombre figuraba en primer lu
gar, anunciaba la nueva sociedad; Lincoln & Herndon. Colgaba este rtulo de un segun
do piso, en la puerta de un cuarto medianamente amplio, amueblado con dos grande
s mesas en forma de T, un armario para libros, un viejo pupitre con muchos depar
tamentos y un desvencijado sof de cuero que, aunque de tamao normal, todava resulta
ba demasiado corto para Lincoln. En este despacho andaba todo tan desordenado y
revuelto que, habiendo enviado una vez la direccin del partido un saquito con sem
illas para distribuir entre los granjeros, las semillas que cayeron al suelo enc
ontraron en el polvo y la suciedad terreno propicio para su germinacin.
La honradez de Lincoln se haba hecho proverbial. Nadie, y menos que nadie su cons
ocio Herndon, pens nunca en exigirle una cuenta formal del dinero que pasaba por
sus manos. Cuando cobraban sus honorarios, Lincoln, dividiendo los billetes, deca
simplemente: Toma, ah tienes tu parte. Su generosidad creci con su prosperidad, en
vez de disminuir, como suele suceder, y no pocas veces su honradez entraba en pu
gna con sus propios intereses. En una ocasin, defendiendo a un viejo a quien dos
muchachos haban quitado un coche sin pagrselo, Lincoln apoya el argumento de su ad
versario cuando alega la minora de edad de los acusados, y en un animado alegato
hace inclinar al tribunal a favor de los dos menores, a quienes los jueces no de
ben echar a perder condenndolos a prisin. A otros clientes, cuyas probabilidades d
e xito son inmejorables, les dice: Yo puedo ganar su asunto y sacar para usted eso
s seiscientos dlares. Pero con ello hara desgraciada a una familia honrada. Por lo
tanto, ni quiero encargarme de su caso ni ganar sus honorarios. Permtame, sin em
bargo, que le d un consejo gratis: vyase a su casa y busque una manera ms honrada d
e ganar seiscientos dlares.
En las relaciones con su esposa, Lincoln se haba impuesto como regla el ceder sie
mpre; rea cuando vea enfadada a Mary, y si el enfado de sta no pasaba, se iba a dar
un paseo. Era indulgente con sus debilidades; cuando amenazaba tempestad, corra
a su casa para calmar sus temores y evitaba hablar de robos y ladrones, sabiendo
que esto la asustaba. Ambos eran supersticiosos, pero aun en esto era caracterst
ico que ella creyese femeninamente en los augurios, en tanto que l, como hombre,
slo crea en los sueos.
En los primeros das de su vida conyugal, Mary debi de sufrir mucho, pues a un miem
bro tan mimado de la familia Todd deba de resultarle muy penoso verse reducido a
vivir en una hostera, en dos cuartos que slo costaban cuatro dlares semanales; cuan
do, como razn de economa, le recordaba Abraham que todava tena deudas que pagar, aca
so pensara ella alguna vez que ms le hubiese valido dar su mano a un hombre rico.
El camino por recorrer parece tan largo, los medios tan escasos, las dificultad
es tan numerosas, que no es extrao que a menudo se desespere.
Afortunadamente, pronto fue madre y tuvo as la oportunidad de demostrar su orgull
o de familia en la eleccin de nombre. Se neg a dar a su hijo el de Josu, como quera
Lincoln en recuerdo de Speed, insistiendo en que llevase el nombre de Roberto, c
omo su padre. Habiendo tenido cuatro hijos, slo en el caso del ltimo accedi a que s
e llamase como Tom Lincoln, que precisamente acababa de morir. Durante diez aos,
esta ambiciosa mujer slo dio a luz varones, como Lady Macbeth.
Mary sabe mantener alejados a los amigos de Lincoln y, especialmente, a sus muje
res; sus saludos a Fanny no tardan en transformarse en recuerdos a la seora Speed. El
odio que sintiera por Herndon, compaero constante de su marido, sigue siendo el
mismo que le inspirara el da de su primer baile en Springfield. En vano intent imp
edir la formacin de la nueva sociedad, y durante aos pas por delante de l recogindose
la falda como si quisiera evitar el ms leve contacto. Lincoln, que se ha hecho ms
hombre de mundo, no sigue el ejemplo de Speed ni le hace confesiones sobre su m
atrimonio, como se las hiciera su amigo. Slo al cabo de dos meses le dice ambigua
mente: Cuando nos veamos te dir cmo me va en mi vida de casado. Aludiendo al embaraz
o de su mujer, parece tomar esta paternidad en perspectiva muy prosaicamente: Tem
o que no est en nuestro poder ir a Kentucky este ao. Adems de la pobreza y la neces
idad de atender al negocio, estos acontecimientos futuros sern un obstculo ms.
Con la ayuda de las rentas de Mary y consiguiendo dinero mediante hipotecas, pro
nto pueden tener casa propia, una casita pequea y blanca, que Mary lleva con un o
rden perfecto. Es econmica, y cose para ella misma. Y cuando sus rentas han aumen
tado, y Lincoln, diferente en esto a la mayora de los hombres que han ascendido e
n este mundo, aumenta la cuanta de sus donaciones y suscripciones, ella rebaja la
mitad de estas limosnas; hasta que l hace uso de un viejo truco poltico, proponie
ndo doble cantidad para que Mary se d el gusto de reducirla a la mitad.
Mas, cmo podran avenirse estos dos seres? Abraham prefiere sentarse a la mesa en ma
ngas de camisa, y se levanta para abrir cuando llaman a la puerta, cosa que Mary
no puede sufrir. A ella le gusta guardar las apariencias y l no se acomoda a ell
as. Cmo podra esta mujer mundana, exacta y consciente de sus fines, entenderse con
este marido tan bondadoso como poco puntual, tan olvidadizo como delicado y humo
rista? Pues no le gusta quedarse sobre la alfombra de la sala, obligando a todo e
l mundo a dar un rodeo para no tropezar con sus interminables piernas! Y se echa
al suelo para jugar con los nios; o declara en una reunin, delante de todo el mun
do, que es capaz de comer tantos pastelillos de maz como puedan ir friendo mujere
s. Y puesto que ellos tienen una vaca y el zapatero, su vecino, otra, por qu no ha
de ordearlas, teniendo tiempo para hacerlo? Acaso porque es abogado y toma parte
en las sesiones del Congreso? Diga Mary lo que quiera, Abraham sale al patio en
mangas de camisa, con unos viejos pantalones a medio sostener por un solo tirant
e, y a poco regresa con el cubo rebosante de leche y arrastrando unas viejas zap
atillas.
Pero Mary, poco humorista y sintiendo ultrajado con todas estas cosas su sentido
de la compostura social, est a punto de sufrir un ataque de nervios el da en que
su marido abre la puerta a dos hermosas damas y les dice: Pasen ustedes. Mi espos
a bajar en cuanto termine de endosarse sus arreos de visita. Vale ms ser un caballe
ro que un hombre chistoso, piensa ella. Y una vez que saliera de paseo con una a
miga, a raz de una ria con la doncella, declar colricamente, apenas subi al coche: Si
erbal, los jefes de partido haban decidido presentarse por turno a estas eleccion
es; pero como eran tres los jefes y Baker fue escogido como primer candidato, Li
ncoln sufri una desilusin, tanto mayor cuanto que, por su posicin en el partido y p
or su inteligencia, se consideraba merecedor del nombramiento. Apoyando la candid
atura de Baker, har el papel de un enamorado que se viese obligado a ser padrino
de boda de la mujer que para s deseara. Sin embargo, en el curso de los acontecimi
entos, ni Baker ni Lincoln fueron elegidos, sino un tercer miembro del partido.
Y como dos aos despus fuera escogido Baker, Lincoln tuvo que esperar cuatro aos ms p
ara ser elegido. Estos aos correspondan a los treinta y tres a treinta y siete de
Lincoln, edad en que un hombre se siente ms dispuesto para una vigorosa actividad
, y en la que todo error de los amigos aflige ms que una derrota; edad tambin en l
a que una mujer ambiciosa exige continuamente nuevos progresos.
A pesar de todo, Lincoln se lanz con ms fuerza que nunca a la campaa para eleccin de
presidente: su deseo ms ferviente por aquel entonces era ver a Henry Clay a la c
abeza del Estado.
Ao tras ao, los conflictos suscitados por el problema de la esclavitud se haban hec
ho cada vez ms amenazadores. Tejas, separado de Mjico, haba decidido la libertad de
los esclavos, y la haba reclamado y obtenido, pero el presidente se haba comprome
tido a dejar a los nuevos Estados procedentes de Louisiana la resolucin del probl
ema. Pero como esto contradeca el compromiso del Missouri y daba preponderancia a
l Sur, Clay, como autor de aquel expediente y hombre del Norte, atac esta decisin.
Al mismo tiempo, el pas se divida entre anexionistas y pacifistas. Clay represent
a media nacin cuando declara: Considero la anexin de Tejas en este momento, y sin e
l consentimiento de Mjico, como una medida nociva para nuestro carcter nacional y
que seguramente nos conducir a una guerra, no slo con Mjico, sino tambin con otras p
otencias. Considero que esto es peligroso para la integridad de la Unin, absoluta
mente indeseable dada la situacin de nuestras finanzas, y no exigido por la opinin
pblica. Nada ms cierto; gran parte de los oficiales del ejrcito, que, como hombres
de armas, generalmente suelen buscar la guerra, se oponan a toda accin blica en aqu
el momento.
Pero Polk, el candidato demcrata adversario de Clay, prometi a la nacin una guerra
breve y victoriosa con la anexin del floreciente Estado de Tejas, y fue apoyado p
or todos los Estados del Sur. Si Tejas era anexionado y convertido en un Estado
esclavista, los plantadores del Sur tendran nuevas tierras que explorar y ms terri
torio en que impulsar su peculiar institucin. Naturalmente, Lincoln apoy la eleccin p
residencial de Clay, no slo por razones de partido, sino, ms an, por un sentimiento
apasionado. Lo que dice en sus discursos de aquella campaa es la expresin de sus
convicciones maduradas durante largos aos, no slo con respecto al bienestar de su
pas, sino en relacin con un ideal de felicidad humana y de justicia. Nunca he credo,
escriba por aquel entonces en una carta, que pueda venir ningn bien de una anexin,
ya que tambin ellos pertenecen a una repblica tan libre como la nuestra; por otra
parte, nunca he podido comprender claramente cmo podra dignificar una anexin el ma
l de la esclavitud Por paradjico que parezca, creo que el deber principal de los E
stados libres para con los Estados Unidos, y, quiz para con la misma libertad, es
dejar en paz a los esclavistas de los otros Estados; por otra parte, nosotros n
o podemos permitirnos aumentar directa o indirectamente los lmites de la esclavit
ud, o hacerle un nuevo sitio, cuando no puede ya mantenerse en el antiguo.
En sus apuntes de aquella poca, destinados indudablemente a ser utilizados en sus
discursos, encontramos argumentos contundentes, populares en su expresin, sarcsti
cos en su razonamiento. Si A puede demostrar que tiene derecho a hacer de B un es
clavo, por qu no ha de poder B hacer vlido el mismo derecho con respecto a A? Dices
que porque A es blanco y B negro. As, pues, es cuestin de color; los blancos tien
en derecho a hacer esclavos a los oscuros, no es eso? Ten cuidado. Segn esta lgica,
podr hacerte su esclavo el primer hombre que encuentres por la calle cuya piel s
ea ms blanca que la tuya Dices que no exactamente el color, que los blancos son in
telectualmente superiores a los negros y que esta superioridad los autoriza para
reducirlos a esclavitud, no es eso? Ten cuidado. Segn esta lgica, podr hacerte su e
sclavo el primer hombre que encuentres en la calle cuya inteligencia sea superio
r a la tuya Pero ahora dices que es una cuestin de inters. Si tu inters te lo aconse
ja, puedes esclavizar a los dems. Muy bien; pero ten cuidado, no sea que el inters
o, poda mirar desde las tribunas el pupitre de su marido, poda ver por fin a todos
los hombres clebres, cuyos nombres la haban llenado de inquietud y envidia desde
la infancia; poda examinar y criticar detalladamente a las mujeres de los embajad
ores europeos, paseando orgullosamente en sus coches; poda, en fin, ir a la Casa
Blanca.
All est, aislada, sin murallas que la circunden, elegante y mucho ms sencilla de lo
que ella imaginara. Tan cercana y tan real: all est la habitacin del Presidente, l
a Cancillera y la antecmara. All est el gran saln de fiestas, en donde la feliz mistr
ess Polk recibe a sus invitados como primera dama del pas, ante la cual todos deb
en inclinarse. No era mistress Polk tan grande como las reinas de Europa que dice
n gobernar por la gracia de Dios? Cuando se lleva un magnfico traje y una valiosa
cadena, no hace falta corona. No era en realidad mistress Polk ms que una reina,
puesto que la nacin entera haba confirmado la eleccin de su marido y depositado en l
toda su confianza? Y Mary soaba en llegar a ser el ama de aquella casa.
Pero de regreso a la modesta pensin en que vivan, sus recursos no les permitan el l
ujo de un gran hotel, obligada a pasar all sus das, sin atencin ninguna, reducida a
su papel de esposa de un forastero al que nadie conoca, Mary sufra no pocas contr
ariedades y desilusiones. En Springfield haba llegado a ser persona de alguna imp
ortancia; pero all, en Washington, qu era sino una entre mil? Quin es ese individuo al
to y flaco? Ah, un abogado del Oeste! Tambin est all Douglas, la sombra de Lincoln, el
hombrecillo gil que ha entrado en el Capitolio al mismo tiempo que su antiguo adv
ersario. Pero Douglas es senador, y Lincoln slo es diputado; seguramente, esta di
ferencia hizo cavilar a Mary. Sin embargo, los liberales estn en alza; por primer
a vez tienen mayora en la Cmara. Los sentimientos de Mary eran harto confusos cuan
do regres a Springfield. Lincoln se ha quedado en la capital, donde tiene que ate
nder a sus deberes de padre de familia, comprando calcetines, que Mary pide para
los nios, aconsejando a su esposa que tome una sirvienta y terminando sus cartas
con un habitual: Besa por m a los nios. El matrimonio parece vivir entonces en buen
a armona, pues hasta Herndon, su enemigo, asegura que Mary dice de su esposo: Linc
oln no es precisamente un hombre guapo, pero la gente no sabe que su corazn es ta
n grande como largos sus brazos.
Al cabo de un par de semanas, Lincoln era conocido como el campen de narradores de
l Capitolio. En el guardarropa de la Cmara de Representantes, donde se reunan a cha
rlar los congresistas, oa Lincoln las historietas de sus colegas. En un principio
, callaba y escuchaba modestamente, estudiando al auditorio; pero no tard mucho e
n tomar parte en la conversacin. Y de regreso a su pensin, sentado a la mesa redon
da, cuando quera intervenir en la conversacin, dejaba cuchillo y tenedor, se coga l
a cara con las manos y empezaba habitualmente con esta frase. Esto me recuerda un
a historia. Y s, durante la comida, estalla una disputa, aprovecha sus facultades
de cuentista para zanjar el asunto, ganando as una reputacin de bondad, propia del
ironista y del hombre de temperamento melanclico. Cerca de la pensin hay un juego
de bolos al que va algunas veces. Sus largos miembros no le permiten ser buen j
ugador, pero acepta sus derrotas con ecuanimidad, burlndose de su propia torpeza
con la misma tranquilidad con que, en la mesa, cuenta a sus compaeros su primer d
iscurso en la Cmara y cmo fue recibido por el auditorio.
Me he dado a conocer, escribe a Herndon, con un pequeo discurso sobre una cuestin C
orreos, sin inters general. Encuentro que aqu se habla como en todas partes. No me
senta ms nervioso que lo estuve nunca en el tribunal de Springfield. Ya que tiene
s tanta prisa en que sobresalga, he decidido hacerlo pronto. Estas lneas revelan s
erenidad y buen humor. Es evidente que el Congreso no lo ha deslumbrado y parece
divertido por la confianza que ponen en l sus amigos.
Pocas semanas despus, Lincoln pronuncia su primer gran discurso en Washington. Ya
antes de las elecciones, la guerra haba entrado en una frase decisiva; Veracruz
se hallaba en poder del ejrcito de la Unin; el general Taylor haba conquistado una
gran porcin del territorio mejicano, y la oposicin pacifista haba fracasado. Pero L
incoln no era hombre que se dejase arredrar por el xito de los adversarios ni imp
oner una poltica que rechazaba fundamentalmente. No, precisamente en el momento e
n que el ejrcito va de victoria en victoria, declara que aqulla era una guerra inj
usta. Esta declaracin, acompaada de su voto favorable a los crditos de guerra, le c
rea enemigos en ambos campos, pues los radicales se disgustan por su apoyo al ejr
esperado a que los viejos me buscasen y apoyasen? Vosotros, los hombres jvenes. o
s reuns, improvisis un club, celebris reuniones y pronunciis discursos. Y ms tarde at
rais a todos los muchachos dscolos de la ciudad, tengan o no tengan edad para ello.
Y contina solitario, tambin aqu, entre sus colegas del Congreso.
Qu otro poltico habra escrito a su casa una carta como sta?: Mister Stephens, de Georg
ia, un hombrecillo pequeo, plido, tsico, con una voz semejante a la de Logan, acaba
de hacer durante una hora el mejor discurso que he odo nunca. Mis viejos ojos se
cos todava estn llenos de lgrimas. Quin hubiera previsto aquel da en qu hora fatal vo
ran a encontrarse, Stephens y l, las lgrimas trocadas en encono! Por el momento, St
ephens y l se hacen amigos.
Slo un observador que se sienta aparte ante un pupitre conservando su perfecta ob
jetividad en una sala llena de hombres que atienden solcitamente a sus propios in
tereses, puede escribir como lo ha hecho Lincoln sobre Stephens. Y sus electores?
No pondrn reparos a un diputado que se niega a ayudar a sus amigos polticos consig
uindoles puestos oficiales? Para qu se le ha elegido, sino para cuidarse de sus ele
ctores? El honrado Abraham: hermoso ttulo, pero el que no alla con los lobos, corre
el peligro de ser comido por ellos.
Circula entonces por Springfield la historia de un elector a quien Lincoln ha re
husado un empleo, envindole despus le siguiente carta: Al principio de nuestras rel
aciones sent por usted la mayor amistad y supona que era recproca. El verano pasado
, por circunstancias que usted sabe, me vi obligado, con gran contrariedad, a ne
garle la deseada recomendacin. Poco despus me enter, por persona de toda mi confian
za, de que usted se permita injuriarme en pblico. Naturalmente, qued sorprendido. A
l recibir su ltima carta, me he preguntado si pretenda usted explotarme y ofenderm
e al mismo tiempo, o si me haba informado falsamente acerca de usted. En el prime
r caso, no debera contestarle; en el segundo, ya es distinto. He tardado un poco
en hacerlo, pero ahora le envo adjunta la deseada recomendacin, que puede usted ut
ilizar a su gusto.
Qu hombre tan extrao hemos enviado esta vez al Congreso! Es incorruptible en todo;
no quiere recomendar a ningn inepto, pues para l es ms importante el Estado que los
vnculos de partido. De todos modos, es demasiado bondadoso para rehusar nada y c
oncluye por enviar la recomendacin, acompaada de una manifiesta desconfianza que p
arece anularla. Realmente, no es posible saber a qu atenerse con un hombre as. Mej
or ser no reelegirlo.
Al pie del Capitolio, smbolo y defensa de la libertad, visible desde sus ventanas
, estaba situado el mercado de negros, especie de establo de negros, donde se ven
dan trallas de esclavos; a veces, esperando su transporte a los mercados del Sur,
se almacenaban all los negros como si fuesen caballos.
As lo escribe Lincoln ms tarde. En la capital, la paradoja moral que envolva el pro
blema de la esclavitud era ms chocante que en el Sur. Esto movi a Lincoln a conceb
ir un plan para dar desde all su primer golpe a la esclavitud. Hace entonces un p
royecto de ley aboliendo la esclavitud en el distrito de Columbia, con excepcin d
e los empleados del Gobierno de la Unin, que podrn tener, temporalmente, esclavos
a su servicio, siempre que se hallen domiciliados en Estados esclavistas. Un sis
tema interino ser previsto para el perodo de transicin y para la educacin de los hij
os de esclavas nacidos en el distrito. A los propietarios se les conceder una ind
emnizacin por los esclavos libertados legalmente. Ser acordada la extradicin de los
esclavos escapados de los Estados esclavistas. Esta ley debe ser promulgada por
un plebiscito entre los electores del distrito.
En este proyecto, como en el propio carcter de Lincoln, vemos la moderacin unida a
la justicia, la serenidad junto al aturdimiento. Nada se rompe, todo se amolda.
Un sistema de medidas de transicin que impida un rompimiento demasiado brusco co
n el pasado y haga imposible la rebelin y el desorden, pues la conservacin de la U
nin es condicin fundamental para un temperamento tan razonable y respetuoso de la
ley como el de Lincoln. Ahora repite lo que ya diez aos antes dijera: Si los padre
s de la patria no abolieron la esclavitud, tampoco nosotros podremos hacerlo; pe
ro debemos crear leyes para los nuevos Estados, que nuestros padres no pudieron
pensar. En aquel momento, California, en cuyo territorio se ha descubierto oro y
otros tesoros, pretende entrar a formar parte de la Unin. Pero los Estados del Su
r se oponen, pues la Unin est formada en la actualidad por quince Estados esclavis
tas y quince abolicionistas, y el nuevo Estado, que rene a los aventureros de tod
o el mundo, se opone a la esclavitud. Tambin Tejas, que, como secuela de la guerr
a victoriosa, debe ingresar en la Unin, haba sido una regin sin esclavos bajo el go
bierno de Mjico, y el demcrata Wilmoy haba presentado su famosa frmula prohibiendo l
a esclavitud en Tejas.
Pero, qu ha sucedido con el proyecto de Lincoln sobre Columbia? No interes en Washi
ngton. Una sociedad que gustaba del lujo; unos europeos que daban la nota y que
all en la libre Amrica podan satisfacer mejor que en sus respectivos pases su inclin
acin a representar papeles de gran seor; millares de hombres que se sentan colabora
dores del Gobierno y ms dispuestos a adoptar las formas de la aristocracia que la
sencillez, sobriedad y recato que soaran sus abuelos; la influencia de los propi
etarios del Sur que llegaban all como senadores y diputados, llevando consigo sus
caballos y esclavos, demostrando con sus fiestas y convites que para ellos el f
in esencial de la vida no era otro que el goce y el poder: todo esto no crea una
atmsfera en que pudiesen florecer las ideas de Lincoln. Por su parte, l no se aco
modaba a Washington ni se adaptara a su ambiente. Por lo pronto, el comisario de
Washington, que haba aprobado espontneamente la propuesta de Lincoln, se vio oblig
ado por la presin pblica a retirar su aprobacin. Los hombres que tenan en sus manos
los hilos del Congreso, afanosos de impedir toda discusin ruidosa, aplazaron los
debates del proyecto de modo que no fuese posible discutirlo en aquel perodo legi
slativo, y para el prximo era de esperar que el incmodo autor de la mocin no volvie
se al Congreso. Efectivamente. Slo al cabo de doce aos volvi all, pero entonces lo h
izo armado de tales poderes que no le fue difcil transformar aquel prudente proye
cto en una ley terminante.
Justicia y lgica son siempre las fuerzas generadores de su actividad poltica: en l
as ms sobrias cuestiones de administracin, se hace esto tan patente como en el pro
blema de la libertad humana. Hablando en la Cmara de Representantes respecto a la
centralizacin administrativa, dice: La marina es la ms general de todas las organi
zaciones, y, sin embargo, privilegia especialmente a los Estados del litoral. No
es posible comparar las ventajas que ella reporta a Charleston, Baltimore, Fila
delfia, Nueva York y Boston, con las que puede producir a las poblaciones del in
terior de Illinois, por ejemplo Todas las organizaciones generales traen consigo
ventajas locales, y viceversa. No hay nada, por muy local que sea, que no produz
ca una ventaja general La justa conclusin de todo esto es que si una nacin se niega
a hacer mejoras en el ms general de los asuntos, alegando que bien pudiera ser q
ue los beneficios fuesen puramente locales, un Estado puede negarse por la misma
razn a hacer una mejora local que pudiese significar cualquier beneficio general
. Situadas las cosas en este punto, un Estado podra decir a la nacin: Si t no haces
nada por m, tampoco lo har yo por ti. Este argumento impedira toda mejora Pero, supon
gamos, a pesar de todo, que haya en ello cierto grado de injusticia. La injustic
ia es inseparable de su propia causa. Y podran descartarse todas las cosas buenas
que estn inseparablemente unidas a un cierto grado de injusticia? Si esto fuese p
osible, deberamos abolir todo Gobierno Este Capitolio se ha construido a expensas
del pblico, en beneficio del pblico, pero indudablemente los comerciantes de Washi
ngton se benefician ms con l que los de Illinois. Debemos destruirlo para impedir e
sta injusticia?
En cada ejemplo, en cada comparacin, se ve brillar el sentido de justicia del ora
dor; pero al lado suyo brilla la mirada ladina de un hombre prctico que nunca int
enta conciliar los intereses opuestos sobre el dbil soporte de una idea, sino cre
ar una razonable compensacin, hasta donde se lo permita la deficiencia de las ins
tituciones humanas.
Pero, de pronto, este prudente mediador cambia de tono y se vuelve sarcstico: No m
e refiero al actual Presidente al citar algunos ejemplos contundentes del agobio
de muchos en beneficio de pocos, de la desigualdad, de la que el mismo Presidente
es, para muchos, un ejemplo. Un honrado minero extrae carbn por setenta centavos
diarios, mientras el Presidente extrae abstracciones por setenta dlares diarios.
El carbn es indudablemente ms valioso que las abstracciones, y, sin embargo, qu mon
struosa desigualdad en el precio! Debe por ello el Presidente renunciar a su carg
o? En absoluto. Ni lo debe hacer, ni lo piensa. La regla verdadera para determin
ar si se debe aceptar o rechazar una cosa, no es ver si hay en ella algo malo, s
ino considerar si es ms buena que mala. Contadas son las cosas enteramente buenas
o enteramente malas. Casi todas, de modo especial en un Gobierno poltico, se hal
lan inseparablemente compuestas de bondad y maldad, de modo que de continuo se r
equiere nuestro mejor juicio para determinar la preponderancia de una u otra.
Rara vez se ha odo en aquella tribuna una demostracin tan socrtica, un razonamiento
tan agudo. Dnde aprendi el leador este arte de bailar, sin herirse, entre afilados
cuchillos? Autodidacta, su propia experiencia, la constante necesidad de protege
rse, su constante observacin del pueblo que lo rodea, le han enseado ms de lo que n
unca aprendiera en una escuela. Viviendo entre el pueblo se desarroll su don de l
as comparaciones; y su inagotable capacidad de renunciamiento, su natural inclin
acin al sacrificio, informan su criterio con respecto a sus propias actitudes y a
las ajenas, trayendo por resultado una amplia pero irnica tolerancia. Slo un homb
re de temperamento melanclico, slo un poeta, habla tan dulcemente de las debilidad
es humanas.
Pero hay otras notas que an no han sonado en su meloda. Ah est el gran humorista que
, cuando se acercan las elecciones y la tribuna del Congreso se convierte abusiv
amente en plataforma poltica, se desata contra los candidatos demcratas. La confus
in del momento se resolvi en una paradjica situacin; los liberales, despus de oponers
e a la guerra, queran hacer Presidente al victorioso general Taylor, a un esclavi
sta que nunca se haba expresado pblicamente sobre la cuestin de los esclavos, en ta
nto que los demcratas proponan al general Cass, hombre de escasa popularidad, y se
burlaban con cierta razn de los liberales, que se aferraban a los faldones de la
casaca de un general. Esta grotesca metfora excita al sarcstico Lincoln y trae a
su discurso las imgenes precisas para rebatir a sus adversarios.
Los faldones de Jackson, exclama desde la tribuna, no slo fueron bastante largos p
ara l, sino que permitieron a todo candidato demcrata agarrarse de ellos, con evid
ente desprecio a la muerte Un individuo se percat en cierta ocasin de haber hecho u
n descubrimiento, gracias al cual de un hombre viejo se poda hacer uno joven y to
dava sobraba bastante para hacer un perrito amarillo. As ocurre, seores, con la pop
ularidad de Jackson. No slo han hecho ustedes de l por dos veces un Presidente, si
no que an les sobra materia para hacer nuevos Presidentes de gentes bastante dimi
nutas. Al diputado de Georgia le ha parecido correcto traer el debate hacia los
faldones, ejemplo que yo no hubiese seguido si no deseara demostrar a los seores
de la derecha que el uso de imgenes denigrantes es un juego en el que no siempre
se sale vencedor
Y, a propsito, sabe el seor presidente de la Cmara que tambin yo soy un hroe militar?
seor, yo he luchado y he derramado mi sangre en los das de la guerra, de Black Ha
wk. Al hablar ustedes de la carrera del general Cass, me han hecho recordar la ma
. Yo no estuve en la derrota de Stillman, pero estuve tan cerca como Cass de la
rendicin de Kull, y, como Cass, tambin yo vi el campo despus de la batalla. Cierto
que yo no romp mi espada, pues no la tena, pero en cierta ocasin entregu mi fusil Si
Cass rompi su espada en un momento de desesperacin, yo entregu mi fusil por acciden
te. Si el general Cass lleg antes que yo a la recoleccin de arndanos, yo lo he supe
rado atacando las cebollas. Si l vio luchas reales con los indios, ha visto ms que
yo; pero yo he tenido que sostener luchas sangrientas con los mosquitos, y aunq
ue la prdida de sangre no me desmayaba, la verdad es que muchas veces sufr hambre.
Seor Presidente, si yo quisiera adornarme con lo que nuestros amigos demcratas su
ponen en m de federalismo de escarapela negra, y si ellos quisieran proponerme co
mo candidato a la Presidencia, yo aseguro que no haran burla de m, pretendiendo co
nvertirme en un hroe militar, como pretenden ahora hacer con el general Cass.
Con qu maestra ha evitado toda nota altanera en su crtica del adversario! Burlndose d
e sus propios hechos de armas, no slo ha echado por tierra la reputacin militar de
l general Cass, sino que ha excluido de antemano la impresin de estar animado por
unos celos malignos. Pero Lincoln es inagotable en sus tonalidades, modula como
un virtuoso y apenas ha dejado or su tercera nota, cuando descubrir una cuarta, l
a del estadista humorista, con la que acabar de inutilizar al adversario.
Seor Presidente, acepto la sugestin de un amigo que dice que el general Cass ha sid
o un caudillo que ha obtenido brillantes xitos en el ataque; no en el ataque al e
nemigo, claro est, sino al erario pblico. Como gobernador de Michigan, tuvo que in
tervenir en los asuntos de los indios durante diecisiete aos, nueve meses y veint
ids das. En este tiempo, recibi de la tesorera del Estado, por gastos y servicios pe
rsonales, la suma de 96.028 dlares, o sea un promedio de catorce dlares y setenta
y nueve centavos diarios. Esta enorme suma fue obtenida prestando servicios dife
rentes en diferentes sitios, y desempeando cargos distintos en un mismo sitio, to
do ello al mismo tiempo. Enumera a continuacin toda suerte de detalles fulminantes
acerca de siete empleos oficiales, en ninguno de los cuales usara Cass secretar
io, oficina ni calefaccin. Luego contina:
Slo quisiera ahora poner de manifiesto el vigor fsico verdaderamente excepcional de
este hombre, sobradamente demostrado por su capacidad para rendir el trabajo de
siete hombres al mismo tiempo y en diferentes sitios, que distaban a veces cent
enares de millas uno del otro. Tambin en el comer posea el general Cass capacidade
s excepcionales. De octubre de 1821 a mayo de 1822 se comi diariamente diez racio
nes en Michigan, otras tantas raciones diarias en Washington y cerca de cinco dla
res diarios cuando se hallaba en camino entre ambos sitios. Aqu nos encontramos c
on un importante descubrimiento: el arte de hacerse pagar por comer, en vez de p
agar por ello. Todos hemos odo hablar, seor Presidente, de un animal que, dudando
de cul de los dos montones de heno que tena a sus costados deba preferir, se muri de
hambre; cosa semejante no le ocurrir nunca al general Cass! Aunque los montones d
e heno se encontrasen separados por centenares de millas, l sabra colocarse a igua
l distancia de ambos y se los comera al mismo tiempo, y puede que hasta la misma
verde hierba que creciera a lo largo del camino tuviese que sufrir algo de su vo
racidad. No cabe duda, seores, debis elegirle a toda costa. l os alimentar abundante
mente, si es que sobra algo despus que se haya servido.
Hace esta acusacin aniquiladora en el tono amable de un narrador de historietas,
pues sabe que su base estadstica es exacta, que todos los granjeros del pas se des
ternillarn de risa al leer su discurso, como lo hace ahora la Cmara, y que lograr s
u objeto de imposibilitar la eleccin del general Cass. Un peridico lo describe as: E
l mtodo y estilo del seor Lincoln fueron tan peculiares, que durante la ltima media
hora de su discurso toda la Cmara se estremeca de risa. Empez en uno de los pasill
os, fue gesticulando de arriba abajo hasta llegar a la tribuna, en donde se enco
ntr de repente al terminar un prrafo. Volvi luego a su sitio para recomenzar su pas
eo, y no dej de andar de un lado a otro mientras hablaba.
Esta verdica descripcin nos muestra que el orador se aleja de toda comedia y de to
do truco, y que todos sus ademanes son espontneos, no calculados.
Mary no tard en conocer horas de esperanza. Se haba reunido con su marido en Chica
go, donde todos conocan al diputado de Illinois. Comparta los honores rendidos a l
y vea aproximarse el porvenir deseado. Pero tambin vea que al comenzar un discurso,
Lincoln se quitaba los puos, se arremangaba como si se preparase para un match,
y que en el Estado de Nueva Inglaterra, donde era poco conocido, le era difcil re
unir al principio un auditorio numeroso. Mary lo acompaaba ahora algunas veces en
sus viajes electorales en favor de Taylor, campaa que Lincoln desarrollaba en un
marco mayor y con mayor xito que cuatro aos antes en favor de Clay.
Tambin aqu, su xito mayor sigue siendo su restallante crtica de los demcratas. Por pr
imera vez oy la culta oratoria de los polticos del Este, el patetismo de los aboli
cionistas, y conoci nuevos aspectos del problema. Impresionle particularmente un o
rador de Boston, llamado Steward, que doce aos ms tarde se vera ntimamente ligado a
su destino. En un banquete en honor de Taylor, Lincoln oy el nombre de un orador
que habl antes que l y que se llamaba Jefferson Davis.
Por entonces conoci las grandes fbricas del Este y comprob personalmente las difere
ncias que existan entre el Norte y el Sur, diferencias que slo estudiara hasta ent
onces en peridicos y libros. Visit las cataratas del Nigara, y escribi de ellas: Much
as son las reflexiones y sentimientos que suscita en nosotros semejante espectcul
o. El gelogo nos demostrar que estas cataratas estuvieron en tiempos pasados junto
al lago Ontario, que nuestro mundo tiene por lo menos 4.000 aos de edad Un pasado
sin fin es evocado. Cuando Coln buscaba esta parte del mundo, cuando Cristo sufra
en la Cruz, cuando Adn sali de las manos de su Creador, ya el Nigara retumbaba com
o hoy. Estos pensamientos romnticos, suscitados en l por la contemplacin de esta mar
avilla de la Naturaleza, seguramente perduraron largo tiempo en su espritu. Pero
cuando su amigo Herndon comienza a fantasear, deseando sondear sus sentimientos
secretos, Lincoln se reconcentra inmediatamente y contesta zumbonamente a las pr
eguntas del curioso: Lo que ms me preocupa es saber de dnde diablos viene tanta agu
a.
Durante uno de sus viajes electorales, el vapor encalla en un banco de arena. Mi
entras el capitn hace meter por debajo del barco todas las palancas que encuentra
a mano, Lincoln recuerda una ocurrencia suya en anlogo caso, cuando navegaba por
el Ohio. Esto basta para excitar de nuevo en l sus instintos de hombre prctico y
de artesano. Entusiasmado con su idea, se ensaya como ingeniero y dibuja un mode
lo: consiste su invento en dos botadores, semejantes a dos grandes vejigas, que
colocados a ambos lados del barco, por debajo de la lnea de flotacin, debern hincha
rse por medio de un sistema de cables y tubos, levantando el buque de la arena.
Llegado a casa, se hace construir un modelo por un mecnico, y aunque se burla en
el despacho de sus invenciones, en el fondo confa en su idea, que, efectivamente,
entre bromas y veras, produce una revolucin en la navegacin a vapor. La patente d
e Lincoln se conserva todava en Washington.
Esta ancdota del vapor nos muestra cmo sabe limitar sus acciones al marco de sus p
ropios conocimientos. Si el percance ocurrido al vapor le hubiese sucedido a una
almada, Lincoln, siempre dispuesto a prestar su ayuda y a poner a contribucin sus
fuerzas, cada da mayores, se habra apresurado a ayudar a los almadieros, as estuvi
ese entre electores y congresistas. Pero, como ignoraba la mecnica del barco y la
manera de ayudarlo, en vez de proponer, como un profano, consejos intiles que le
ganen la simpata de los pasajeros, se reconcentra en s mismo y procura proceder c
onstructivamente. Lo mismo har ms tarde, en la vida del Estado, donde una mayor ex
periencia le garantizar xitos todava mayores.
Mientras est de viaje, terminan las sesiones del Congreso. Lincoln no volver por e
ntonces a Washington. Su rara posicin intermedia entre la guerra y la paz, su inc
ompatibilidad en cuestin de recomendaciones, el fracaso de su proyecto de abolicin
de la esclavitud en Columbia, le han hecho perder gran nmero de electores y sus
posibilidades de ser reelegido disminuyen.
Pero, sobre todo, su honradez es lo que le impide obrar como sus colegas precede
ntes. Declaro que no volver a presentar mi candidatura, pues deseo ser cordial con
mis colegas Si ningn otro candidato se presentase, yo no tendra ninguna objecin que
hacer. Pero presentarme como competidor de mis colegas o tratar de que alguien
me proponga a m, son cosas que mi palabra y mi honor me prohiben.
A pesar de que no sabe escribir ni hablar correctamente, Taylor ha sido elegido
Presidente, pero Lincoln, aunque de bastante mala gana, se ve obligado a abandon
ar aquel centro de la vida poltica. Pues aunque las intrigas de partido no le int
eresan, haba aprendido muchas cosas sobre la naturaleza de la Unin, y quisiera sab
er ms. Sus adversarios prosperan. Shields ha llegado a ser senador, y la influenc
ia de Douglas crece. Habra sido Washington tan slo un breve intermedio? Quin le sacar
por segunda vez de Springfield? Y qu puede atraerle all? Una casa donde, bajo mirada
s cargadas de reproche, se ver obligado a vivir una existencia ordenada; un despa
cho donde tendr que dirimir contiendas que no le interesan; un peridico en cuyas c
olumnas deber expresar las opiniones de su partido? Cierto que an quedan los nios.
Pero, no suscitar su educacin constantes disputas? Tambin Mary se siente abatida, cu
ando ve lo pronto que ha vuelto todo a la vieja rutina. Su corazn anhela una vida
ms vasta, en la que todo sea magnfico y grandioso, y escribe desde Nueva York: Cua
ndo vea los grandes vapores que se aprestaban para partir hacia Europa, senta mi c
orazn afligido por la pobreza que me haba tocado en suerte. A menudo me ro de todo
esto y digo a mister Lincoln que he decidido que mi prximo marido sea un hombre r
ico.
@t:III. EL LUCHADOR
La decepcin de Mary y la de Lincoln era inmensa. Si l, como denodado caudillo de l
as nuevas ideas, hubiese sido vencido en una gran batalla, an habra podido resigna
rse, como en una tregua entre dos combates, a la estrechez de miras y a las ranc
ias costumbres de aquella pequea ciudad del Oeste, tan escasamente civilizada tod
ava. Pero haberse visto obligado a retirarse sin luchar, era aparecer a los ojos
de sus conciudadanos, y a los suyos propios, como un soldado al que una orden su
perior coloca en un puesto que ms tarde se le manda desalojar. Ya no tena sitio en
la Asamblea de Illinois; la ausencia le haba hecho perder prestigio como abogado
; en vez de recibir las crecidas dietas del diputado, tena que contentarse ahora
con modestos honorarios; y, por lo que al estado de su espritu se refera, haba regr
esado de Washington trayendo, no la grandiosa concepcin de un mundo nuevo, sino l
a conviccin de que la capital era una infecta cinaga, y la poltica un peligroso tre
medal, que acababa tragndose a los hombres honrados.
Qu de particular tiene que, utilizando los ltimos restos de su ambicin, procurara cr
earse una posicin fuera de la asfixiante atmsfera del Parlamento ? Inmediatamente de
spus de su regreso a Springfield, dio cuantos pasos pudo por conseguir la direccin
del Catastro en Washington, que precisamente estaba vacante y que por causas po
lticas deba recaer sobre un liberal y, probablemente, sobre un ciudadano de Illino
is. El puesto era halageo; tena importancia poltica y estaba bien remunerado; en l po
dan serle muy tiles sus conocimientos de agricultor, agrimensor y abogado. Al pres
idente Taylor, que le deba favores, le expuso once razones que lo hacan acreedor a
este empleo, y escribi a sus amigos polticos numerosas cartas de peticin, en un to
do semejantes a las muchas que sola recibir diariamente en la capital, durante su
actuacin como diputado. He aqu una de ellas:
Muy seor mo: Me permito pedir a usted un favor, que espero no le cueste mucho. Segn
he odo decir, est vacante la Direccin del Catastro y se piensa conferirla a Illinoi
s, aunque mister Ewing desea que se nombre a Justin Butterfield, de Chicago. Le
doy a usted mi palabra de honor de que este nombramiento sera un desacierto poltic
o. Si mis palabras llevan el convencimiento a su nimo, deseo que escriba usted en
seguida al general Taylor, indicndole que me nombre a m, o a algn recomendado mo. Li
mito mis pretensiones a Illinois, considerando que tal vez tengan ustedes compro
misos adquiridos con gentes de su propio Estado, y sentira contrariar sus planes.
Siempre de usted, etc.
Otra:
Butterfield ser nombrado, a menos que se haga un rpido y vigoroso esfuerzo para imp
edirlo
Si usted cree que esa eleccin entusiasmar a los liberales, yo le aseguro que, por
el contrario, causar entre ellos una decepcin, que mermar sus fuerzas para el prximo
combate, pues su eleccin en el ao 41 es una antigua herida, que no sufrirn vuelva
a ser abierta Apresrese, pues, a escribir en este sentido No hay momento que perder
Todo esto, naturalmente, es confidencial.
Con la habilidad de un diplomtico, supo dar a cada una de sus cartas el estilo ap
ropiado a quien haba de recibirla, y tanto porque las advertencias contra la elec
cin de su rival eran fundadas, como porque en unas se recomendaba a s propio o a a
lguna otra persona indicada por l, mientras en otras no hablaba de si para nada,
el caso es que en esta ocasin, una de las ms crticas de su vida, supo guardar una f
rialdad que desconcert a sus enemigos. Su antiguo amigo Herndon explica as su acti
tud: Adems de la falta de perseverancia, tiene Lincoln un sentimiento inconsciente
de superioridad y orgullo, que hace imposible en l la flexibilidad necesaria al
verdadero cazador de empleos. La viril brevedad de sus cartas, en las que no adul
a a nadie, las hace ms duras que las que escribiera como diputado y que an segua es
cribiendo para solicitar, con xito, puestos de importancia secundaria para tercer
as personas.
Esta clase de empleo, claro est, no poda convenirle. Por aquel tiempo escribe: Ning
una condicin me autoriza para aspirar a puestos de primer orden, pero un empleo s
ecundario no me compensara al exponerme a los desprecios de los que para s ambicio
naban la plaza. Orgullo y modestia, reserva y confianza en s mismo., unidas a una
sutil irona al juzgar a sus semejantes.
El prrafo anterior sintetiza la actitud de Lincoln frente al mundo.
Si el Destino le deparaba, para lo futuro, el puesto ms alto en la nacin, Lincoln
sabra aceptarlo modestamente, pero sin sorpresa.
Mas qu dolorosa sensacin debi experimentar al ver sus gestiones desdeosamente censura
das por sus propios amigos! Parece que Edwards, un antiguo camarada de los das de
Vandalia, aspiraba al mismo puesto, y se dio por ofendido. Edwards est muy enfada
do conmigo, escriba Lincoln a un amigo. Ha escrito una carta contra m, dirigida a
las autoridades. Uno de los sentimientos ms hermosos es el de la amistad; y, a es
te respecto, la que yo he profesado a Edwards era de las ms sinceras y sin sombra
siquiera de deslealtad o engao. Mucho tiempo antes de que se pensara en Butterfi
eld, hubiese podido conseguir yo el puesto con slo pronunciar una palabra; al men
bargo, podran citarse a cientos las decisiones puramente altruistas en las cuales
la moral era la nica consideracin. Ante su comandatario, Lincoln gusta de evitar
toda actitud farisaico, prefiriendo aparecer, lo mismo a sus ojos que a los de t
odo el mundo, ms bien como astuto que como puritano.
Mas si Lincoln vea que sus clientes sufran un injusto atropello, revolvase airadame
nte contra el causante, hiriendo a su contrario con aceradas flechas y hacindole
sentir su culpa. Defendiendo a la pobre viuda de un soldado contra las garras de
un agente que le exiga la mitad de su pensin, le dice a Herndon: Ve a or mi discurs
o, pues pienso arrancarle el pellejo a ese hombre y obligarle a devolver el dine
ro. Y en una causa de asesinato, parecindole injusta la decisin del juez, llev el es
panto a los nimos. Un testigo presencial relata: En aquel momento inspiraba miedo;
ruga como un len al que excitan en su madriguera, y en diez minutos dijo ms de lo
que le habamos odo en toda la causa.
Para triunfar en el Foro, Lincoln necesitaba no slo la conviccin de que la causa e
ra justa, sino tambin tiempo. Todo en l era lento: su paso, sus movimientos, su ma
nera de comer y digerir; nunca fue un improvisador, pero paso a paso pulverizaba
al contrario. En una palabra: era un hombre que desconoca la esgrima, pero que h
aba manejado el hacha. Como nunca tuvo la ambicin de brillar, y tanto en el Foro c
omo en la poltica buscaba siempre los hechos, desdeando los laureles del orador, d
eca en cierta ocasin a Herndon, que le reprochaba su tarda oratoria: Dame tu cortap
lumas y alcnzame ese cuchillo de caza que hay sobre la mesa. Ves?
La navaja hiere antes con la punta, pero profundiza poco; el grande va ms despaci
o, pero sus heridas son mortales. Mi cerebro funciona con lentitud, no puedo exp
resarme con tanta viveza como otros. La naturaleza me obliga a exponer mis ideas
despacio. Comprendes?
Qu estrecha parece la ciudad al que viene de recorrer las vastas llanuras campesin
as! Qu aburrida, malvola y huera debi parecer Springfield al inquieto temperamento d
e Lincoln cuando, despus de tres meses de incesante vagar de un lado a otro, vuel
ve a la calma de su casa y de su bufete! Qu poda ligarle a aquella ciudad ? Nada, ni
siquiera su rpido crecimiento.
La gente le conoca y le saludaba amistosamente cuando iba y vena entre su casa y l
a oficina. Y si haba olvidado el nombre de alguna chiquilla que lo saludaba al pa
so, le deca afectuosamente:
Buenos das, hermanita, y segua su camino. Su extraa manera de andar les era familiar
a todos. Pona toda la planta del pie sobre el suelo y lo levantaba del mismo modo
: pero su paso no era torpe, revelando la fuerza. Mas el nio que con frecuencia l
e acompaaba no poda acompasar el paso de sus piernecillas al de las gigantescas pi
ernas de su padre, y por ms que apretara la enorme y dura mano del autor de sus da
s, pocas veces lograba arrancarle algunas palabras, de tan caviloso como iba sie
mpre. Cuando, arrollada a la garganta su gruesa bufanda gris, y con el chiquillo
de la mano, paseaba por la ciudad, los habitantes de sta le llamaban el viejo Li
ncoln, aunque apenas hubiera pasado de los cuarenta aos; pero ya desde su juventu
d, su aspecto no era el de un joven. Los que volvan la cabeza para mirarle revela
ban en sus ojos la simpata que a todos causaba su lealtad y sus nacientes xitos, y
si alguien le detena para hablarle, quedbase un instante parado, con expresin de s
orpresa, enseguida coga entre sus manos la de su interlocutor y le sonrea, preguntn
dole repetidas veces: Cmo est usted?, y nunca le faltaba alguna graciosa ancdota que a
dir.
Concurra al despacho con la misma independencia de antes, aun cuando el trabajo h
aba aumentado mucho, y, al igual de otros tiempos, continuaba alejado del estudio
de las leyes. Con tono de ligero desdn, sola decir a su socio: Vaya, Herndon, explc
anos lo que dicen esos libracos.
Uno de sus placeres favoritos era echarse en el viejo sof, entregndose a la lectur
a de Shakespeare o de Byron, de cuyo Don Juan posea varios ejemplares y cuyos ver
sos citaba con frecuencia. Burns tambin era muy de su gusto y un da ley a su compaer
o todo su poema Inmortalidad, en vez de las actas del sumario. Tambin hicieron ho
nda impresin en nuestro letrado los primeros poemas de Walt Whitman. Llev el tomo
desde el escritorio a su casa, mas pronto lo volvi a traer, diciendo: Por poco me
quema mi esposa este condenado libro.
Le placa hojear algunos libros nuevos y, dejndolos caer al suelo, cerraba los ojos
e guerra en Palo Alto y, contra el voto de todos sus oficiales, mand que se rompi
ese el fuego. Este hecho, verdadero o falso, le ha procurado ms popularidad que d
iez mil concesiones, por muy hbiles o magnnimas que stas puedan ser. Los nombramien
tos no necesitan ser ms acertados de lo que son ahora, pero es absolutamente nece
sario que el pblico crea que provienen directamente del Presidente. Y ojal tenga l
a oportunidad de decir o aparentar que dice: El responsable soy yo 1 Frases como sta
hicieron de Jackson un Sansn, y no debemos olvidar la experiencia adquirida.
Qu causas pueden mover a un hombre sin ttulos ni autoridad para escribir una carta
as?
Procuraba recordar con ella su existencia al poder central? Si as fuese, habra escr
ito en otra forma. Quera quebrantar la fama de alguien? No, pues no citaba en ella
ningn nombre.
Trataba de satisfacer su vanidad personal haciendo pblica tal carta? No, pues no s
e publica hasta 40 aos despus de su muerte. La nica razn que mueve a este hombre cas
i olvidado es la salud pblica.
El dolor y la miseria de una gran parte de la Humanidad le obligaron a pronuncia
rse contra la esclavitud. Con qu profunda tristeza contemplaban a sus hermanos los
ojos grises del hombre que siempre se mostrara justo y tolerante! Cuando se ini
ci la agitacin contra los alemanes, que inmigraban por millares, dijo pblicamente: Dnd
e estn los americanos? No son, acaso, esos hombres vestidos de cuero y armados con
el tomahawk a los que despojamos nosotros de su territorio? Podemos oponemos aho
ra a la venida de otros hombres cuyos antepasados no tuvieron la suerte de llega
r los primeros?
As razonaba aquel cerebro, sometido siempre a los dictados del corazn. stas eran la
s cosas que a l le preocupaban, y no las riquezas, el poder o la familia. Y, sin
embargo, a un comerciante de Nueva York que le preguntaba acerca de la solvencia
de un vecino de Springfield, dio esta notable respuesta: El sujeto en cuestin tie
ne esposa y un hijo que, juntos, valdrn unos quinientos mil dlares. Posee, adems, u
na mesa de 1,50 metros de largo y tres sillas que pueden ser tasadas en un dlar.
A ms de esto, tiene en un rincn de su casa una gran ratonera, visible a simple vis
ta. De usted muy atento, A. Lincoln.
En las ltimas tres semanas hemos salido casi todas las noches; slo en la presente
llevamos ya tres grandes recepciones. No puedes figurarte el tiempo que he neces
itado para reponerme de las fatigas de un brillante baile oficial. Por desgracia
, slo concurrieron unas 300 personas.
As escriba Mary a una hermana suya. stas eran las preocupaciones que agitaban su ca
beza.
Vanidad y deseos de triunfo. Cuando recorra la ciudad del Oeste en el carruaje qu
e su esposo haba comprado, y que ste no utilizaba, repartiendo tarjetas entre sus
amistades, crea hallarse en un pequeo Pars. Como haban aumentado los ingresos y ya n
o tenan deudas, haban aadido un nuevo piso a su casa, situada antes en los arrabale
s de Springfield; el cambio progresivo de la poblacin le haba dado una situacin cntr
ica. Este cambio, que satisfaca a la esposa, desagradaba al marido. Mary haba mand
ado cortar el nico rbol que daba sombra a la casa, pero se complaca en contemplar s
us nuevos candelabros, que reproducan sendas parejitas de amantes, y cuando se se
ntaba ante su pequeo escritorio poda dar cuerda a la cajita de msica, situada entre
los dos frascos de su tintero. Pero de qu servan a la dama tantos refinamientos, s
i su marido se empeaba en seguir limpindose las botas l mismo, cometa imperdonables
negligencias en su atavo personal y calificaba de asfixiante la comodidad recient
emente introducida en el hogar?
No era escaso el trabajo que la seora tena con su esposo, Cuando la mesa estaba pu
esta y la comida a punto de ser servida, sola enviar a sus dos hijos mayores en b
usca del padre. ste se hallaba generalmente en la tienda, sentado sobre un barril
de clavos, charlando con un grupo de amigos. Y cuando por fin decida marcharse,
todava se detena en la calle, entre los dos chicos que le tiraban de los faldones,
para acabar su cuento. De pronto, los dos hermanos prorrumpan en gritos. Qu les pas
a a estos muchachos?, preguntaba un transente Lo que le pasa a todo el mundo, contes
taba el abogado: tengo tres nueces, y cada uno quiere dos.
Puede sorprenderse alguien de que un genio as pusiera nerviosa a Mary? Cuando uno
de los chicos pronunciaba mal la palabra gentleman, tan agradable a los odos de e
lla como malsonante a los de su esposo, ste recompensaba al pequeo jugando con l y
tirndolo al alto.
Lincoln no tena condiciones de educador metdico. Los domingos llevbase a los chicos
al despacho, mientras la madre iba a la iglesia. El letrado, sumido en sus lect
uras y meditaciones, dejaba que los diablillos rompieran las plumas, vertieran l
a tinta, esparcieran las actas por el suelo y le escondieran los lpices en la esc
upidera. Tal era el estado en que su pobre socio encontraba el despacho los lune
s por la maana.
En su casa era bastante generoso. Daba sin contar y dejaba la cartera abierta pa
ra que su misma esposa pudiera coger lo que necesitaba. Permita a aqulla tomar tod
as las decisiones en el arreglo de la casa y jardn, excitando la irritabilidad de
Mary con su pasiva condescendencia.
En la casa no sirve para nada, deca Mary, no hace ms que calentarse y leer, siempre
metido en sus asuntos. Todas las compras las tengo que hacer yo. En una palabra
: es el hombre ms intil que existe. Pero cuando su hermana lo alababa, diciendo que
le hubiera gustado tener un marido de tanto talento, callbase Mary, terminando p
or confesar que era verdad y que slo se trataba de, pequeeces.
Mientras que ella regaaba con todo el mundo, con sus hermanas, con sus criados y,
naturalmente, con su esposo, ste escriba entre sus reglas de conducta: No pelearse
nunca. El que quiere perfeccionar su personalidad no tiene tiempo para ello, y
menos para tomar sobre s las consecuencias que pueda acarrear. Ceded en las cosas
grandes si vuestros derechos son iguales y ceded siempre en las pequeas si con e
llo no perjudicis a un tercero.
As seguan las cosas, cuando la muerte de un hijo de cuatro aos contribuy a estrechar
las relaciones entre los cnyuges. Temerosa Mary de que su marido se volviera tsic
o, consult a un mdico, que nada dijo en concreto. En las cosas de importancia ella
no le impacientaba, y ms tarde confes: Mi marido empleaba formas suaves, pero era
de una rara firmeza. Yo le conoca lo bastante para saber cundo deca su ltima palabra
sobre un asunto. Por lo general, siempre se mostraba afectuoso, pero si se qued
aba pensativo y apretaba los labios, ya saba yo a qu atenerme y, con el tiempo, ot
ros muchos lo supieron tambin.
Pero no siempre iban bien las cosas en el matrimonio. En una ocasin, Lincoln se s
uscribi a un nuevo diario, pero Mary escribi al administrador cancelando la suscri
pcin, y la carta fue publicada. Lincoln no poda desautorizar pblicamente a su espos
a, pero el asunto lo enferm.
Otras veces, hallndose Lincoln en su casa discutiendo con uno de sus colegas, abra
se la puerta y Mary preguntaba imperiosamente si ya se haba hecho lo que ella haba
encargado. Cuando l le daba una respuesta negativa, Mary exclamaba: Me veo constan
temente despreciada! Esto es intolerable!, y sala dando un portazo. El visitante qu
edaba consternado, pero Lincoln, echndose a rer, le tranquilizaba diciendo: Si supi
era usted tan bien como yo lo que le aprovechan estas pequeas explosiones, el des
canso que son para ella y la alegra que le proporcionan, recibira usted con verdad
ero agrado toda oportunidad que le permitiese estallar de vez en cuando.
A veces, sin embargo, la paz conyugal se vea seriamente amenazada. Entonces Hernd
on encontraba ya a su socio en el despacho a las siete de la maana, echado en el
sof o sentado negligentemente en una silla, con los pies sobre la repisa de la ve
ntana y contestando con un gruido al matinal saludo de su compaero. Aunque su casa
estaba muy cerca no iba a comer a ella, contentndose con traer al medioda un poco
de queso y unas galletas. Por la noche, despus de cerrado el despacho, se quedab
a hasta muy tarde sentado en un cajn que haba en el pasillo que daba a la escalera
, charlando con todo el que pasaba, y a hora muy avanzada de la noche poda verse
su gigantesca sombra encaminarse lentamente hacia su casa.
Lincoln no gustaba de confiar a nadie sus disgustos domsticos. Segn parece, slo una
vez, incapaz de soportar ms, se quej a Herndon de sus desventuras conyugales. Haba
pasado varias horas sentado y silencioso en su despacho, con el sombrero calado
hasta las cejas; a medioda comi cualquier cosa, y, de repente, comenz a contar que
su mujer se haba levantado de un humor imposible, reprochndole durante todo el al
muerzo todos sus defectos. l no le haba contestado nada y ella sigui gruendo, pero,
al entrar de nuevo en busca de algo que olvidara, Mary lo haba recibido con un ge
sto tan despreciativo, que perdi la cabeza y, cogindola por un brazo, la arrastr ha
cia la cocina, sin tener en cuenta que sus gritos se oan desde la calle.
Termin su triste relato diciendo: Quisiera morirme!
Segn la opinin de uno de los ms ntimos amigos de Lincoln, Mary Todd hizo a su marido
un inmenso favor al impedirle con su carcter disfrutar de la vida domstica. Esto
le permiti entregarse en cuerpo y alma a la poltica y a los negocios. En lugar de
permanecer calentndose a la lumbre de su hogar, quedbase a la intemperie con los h
ombres del pueblo o discutiendo con los rancheros en los corredores del tribunal
o del Ayuntamiento. Al anochecer, concurra a las tertulias de las tiendas, y as s
e daba a conocer en todas partes.
Podra sorprendernos el que Lincoln se enamorara alguna vez en sus frecuentes y lar
gos viajes ? No era un misgino por naturaleza, sino simplemente un tmido. Lo que le
desagradaba eran las trivialidades de la vida social, ambicionando, sobre todo,
la simpata y la comprensin.
Si hubiese tenido la fortuna de encontrar una mujer amante, paciente y fcil de gu
iar, hubiera sido menos spero, menos melanclico, ms amable y alegre. Habiendo llega
do a Springfield una cantante, Lincoln fue a orla con tanta frecuencia y entusias
mo, que la gente comenz a murmurar. Cuando sus amigos le daban bromas o le hacan b
ienintencionadas advertencias, Lincoln les contestaba: Qu quieren ustedes ? Es la nica
mujer que me ha dicho cosas agradables. Pero cuando ms tarde sus enemigos polticos
indagaron toda su vida para hallar armas contra l, ninguno pudo demostrar que Li
ncoln se hubiera apartado nunca de la moral de su tiempo. La misma Mary, que tan
largas temporadas pas lejos de su marido, y cuyo carcter era desconfiado e irrita
ble, no demostr nunca celos durante su vida en Springfield.
En varias ocasiones actu como abogado en casos de divorcio. A l debieron su absolu
cin dos bravas mujeres que, penetrando en una taberna, vertieron todo el whisky co
n que sus respectivos esposos pensaban embriagarse. Y hasta se dio el caso de qu
e la compasin que sintiera por una mujer le hiciera traspasar los lmites legales.
En las cercanas de su propia casa viva un zapatero harto aficionado a empinar el c
odo y a zurrar a su mujer. Lincoln, enterado de sus hazaas, lo haba amonestado var
ias veces. Agotada por fin su paciencia y oyendo los lamentos de la pobre mujer,
a la que su marido golpeaba, se present con dos o tres amigos en la zapatera, se
apoder del agresor, lo sac de su taller y lo at al rbol ms inmediato. Entreg luego un
ltigo a la ultrajada esposa, dicindole que castigase a su vez a su marido. Despus d
e una momentnea vacilacin, la mujer se despach a su gusto. Este hombre que durante
toda su vida y en contra de los dictados de su corazn se haba opuesto a la liberac
in de los esclavos por la fuerza, alegando que esto era ilegal, se dej arrastrar p
or la indignacin y la lstima a cometer un acto que no estaba de acuerdo con su eda
d ni con su condicin. En sus discursos, siempre comparaba la esclavitud con el al
cohol, pero en el caso del zapatero de Springfield, los llorosos ojos de una muj
er le impulsaron a franquear las fronteras de la Ley.
Ya hemos visto la extraa posicin de Lincoln ante las mujeres; sabemos que las nece
sita y le gustan, pero lo vemos mantenerse siempre alejado de ellas. Mas cuando
le preguntan por qu parece gustar tan poco de la sociedad femenina, responde con
una ancdota que explica sobradamente su actitud: Cuando vivamos en Indiana, mi madr
e sola hacer unas riqusimas tortas de miel. Un da olfate la preciada golosina, entr e
n la casa, recib de mi madre tres tortas acabadas de hacer y fuime al huerto con
intencin de comrmelas all tranquilamente. Al fondo de nuestra casa viva una familia
todava ms pobre que la nuestra, y su chico acudi corriendo al verme para pedirme un
bollo. Le di una de las tortas, y ante sus reiteradas instancias, me desprend de
otra. Al verme casi despojado de mis pasteles, le dije en tono de reproche:
Segn parece, te gustan a rabiar las tortas de miel.
S, contest l; me gustan ms que a nadie; pero caen tan pocas en mis manos
Comprendis lo que quera significar con su ancdota la voz prematuramente cansada de L
incoln? No encontris en esas pocas frases un marcado sabor de tristeza y malicia?
En la comparacin, no se refiere a s mismo, con la sentimental mirada retrospectiva
del hombre que cede sistemticamente el campo a otro Habla por boca del rancherill
o al que tanto le gustan las tortas y en cuyas manos caen tan pocas. Al recordar
el huerto familiar de Indiana, se despiertan todos los amargos recuerdos del ho
mbre que, por su reconocida fealdad primero, por la muerte de su prometida luego
, por cierto temor nervioso ms tarde, y, finalmente, por su sentido moral, ha est
ado siempre alejado de las mujeres, contrariando los deseos de su viril naturale
za.
Qu lejanos parecen ya los das de la juventud! Es posible que hayan pasado veinte aos
desde que la tierra cubriera el delicado cuerpo de Ana Rutledge? Ah, s, hace veint
e aos que Mc Namar, el desaparecido prometido de Ana, regres a New Salem en busca
de ella y slo encontr la historia de su rival! Pero Mc Namar ha pensado: Aquel inte
ligente agrimensor que prometa tanto, segn parece es ahora uno de los mejores abog
ados de Springfield Por mis negocios, me conviene estar a bien con l. Y, efectivame
nte, le escribi una carta. Lincoln, que consideraba a Mc Namar como el hombre que
robara la felicidad de la muchacha cuyo retrato conservaba siempre sobre el esc
ritorio, comenzaba sus cartas a Mc Namar en estos trminos: Distinguido Mr. Mc Nama
r: Respecto a la contribucin sobre la venta de tierras . Sus padres y sus hermanos p
arecan tan lejanos como el mismo Mc Namar. El viejo Lincoln, que ya mediaba los s
esenta, segua viviendo, como en los tiempos de su primer matrimonio, unas veces e
n la prosperidad, otras en la escasez, endeudado siempre y atormentado por el te
mor a los competidores. Cuando encontraba cerrados todos los caminos, recurra al
hijo, que tan bien haba sabido abrirse paso por el mundo. Querido padre, contestab
a ste: Con mucho gusto te remito los veinte dlares que, segn dices, necesitas para
salvar tu tierra de la venta. Es verdaderamente extrao que hayas olvidado la sent
encia dictada contra ti, y no lo es menos el que tu acreedor te haya dejado en p
az tanto tiempo. Antes de pagar, asegrate bien de que no lo habas pagado con anter
ioridad. Saluda cariosamente a mi madre y a todos los conocidos. Te abraza tu hij
o, Abraham Lincoln.
Con qu delicadeza encubre en estas lneas la desconfianza que le inspira la peticin
paterna, hacindola, no obstante, perceptible. Es la carta de un hijo que es aboga
do, y un abogado amante de la verdad, a quien toda solucin falsa desazona, aunque
se trate de un extrao. Procura disimular la pena que le causa el que su propio p
adre no se porte correctamente con l, pero en cada lnea se refleja la tristeza que
siente al ver cmo son los hombres, y de que su misma familia no sea mejor que la
s dems.
Aunque no conoca a fondo a los suyos, no pudo menos de desahogarse algunas veces
con Herndon. Yendo a un lejano rancho, al que haban sido llamados para hacer un t
estamento, volvieron a la memoria de Lincoln las oscuras circunstancias de su or
igen y las puso en conocimiento de su amigo y compaero, aadiendo que si l haba salid
o mejor dotado que sus ascendientes, esto no era atribuible a los Lincoln ni a l
os Hanks, que no pasaban de ser todos unas medianas, sino al desconocido abuelo d
el Sur. Una de sus teoras era que los hijos naturales tienen ms facultades que los
legtimos. Estos pensamientos, acariciados durante el aislamiento de muchos aos, no
habran inclinado sus sentimientos hacia el desconocido abuelo, alejndole an ms de l
a familia, a la que slo e una el deseo de ampararla? Nada representaban a sus ojos
la posicin, el renombre y el bienestar. Aunque su nombre subiera mucho ms alto, s
iempre se le encontrara invariable y tratando al ms pobre ranchero como a un igual
. Lo que le faltaba eran pruebas de cario de los suyos y, con la voluptuosidad de
la melancola, se reconcentraba cada vez ms en s mismo.
Un par de aos despus, sus hermanastros le escribieron dicindole que el padre estaba
muy mal.
Querra Abraham hacerles una visita? Ya sabis, les contest, que no quiero que les falt
e nada a nuestros padres mientras vivan, estn sanos o enfermos, y espero que, val
indose de mi nombre, habrs llamado a un mdico, encargndole cuide de la salud del pad
re. Por el momento, mis asuntos me impiden alejarme, sin contar con que tengo a
mi mujer en cama. Espero que nuestro padre se repondr. De todos modos, dile que n
o deje de encomendarse a Dios Nuestro Seor, que nunca abandona a los que en l confa
n. Su mano poderosa ampara al pajarillo que cae del tejado, y no olvidar a un mor
ibundo que haya puesto sus esperanzas en l. No dejes de decirle que si nos viramos
ahora, tal vez tuviera ms pena que alegra, pero que si es su destino abandonar es
te mundo, pronto sentir una inefable dicha el encontrarse con tantos seres querid
os como le han precedido. Contstame pronto. Tuyo de corazn
Cada una de estas frases est cuidadosamente escogida para la mentalidad de un ran
chero moribundo que, si bien se ha cuidado poco de Dios durante su vida, no por
eso deja de conservar en el corazn una fe inquebrantable. No eran ms que las usual
sent sobre el sof, estir sus largas piernas a travs de la alfombra, cruz las manos tr
as de su espalda y continu hablando de descubrimientos.
As elevbase en la noche su espritu entusiasta haca las estrellas para volver ensegui
da a las claridades de la tierra; visionario y positivista alternativamente; vac
ilando siempre entre un anhelo de infinito y un afn de conocimiento inmediato, pa
ra quedarse siempre a medio camino de la verdad.
Su constante melancola slo poda ser vencida por su sentido humorstico. La irona de Li
ncoln debe ser considerada en gran parte como una especie de salvavidas, que le
permita mantenerse a flote, as como su inagotable repertorio de ancdotas cmicas pued
e atribuirse a una inconsciente higiene espiritual. As como otros llevan en sus b
olsillos un frasco de whisky o un pomo de sales inglesas, Lincoln llevaba consig
o un cuadernillo manuscrito con gran copia de chistes e historietas. Frecuenteme
nte sufra verdaderas ausencias mentales. En cierta ocasin, mientras un poeta recit
aba aburridas composiciones, que la concurrencia escuchaba en medio de un pesado
silencio, Lincoln caus el terror del auditorio prorrumpiendo en una estentreo car
cajada que, un momento despus, le asombraba ms que a ninguno. Del mismo modo alarm
aba a las gentes comenzando a hablar de repente de cosas en un tono ajenas a las
circunstancias. Algunas veces sus nervios lo traicionaban en el momento crtico.
Un da fue a New Salem para pronunciar la oracin fnebre en el entierro de un antiguo
amigo. Por primera vez despus de muchos aos vea los rostros familiares que rodeaba
n el atad y esperaban sus palabras. De repente perdi la voz y la conciencia. Incap
az de pronunciar una slaba, se limit a indicar por seas que se llevaran el atad, y a
partse de todos, mudo e inmvil. Era el mismo fenmeno de inhibicin que sufriera el da
de su boda. Estas caractersticas mentales se reflejaban en sus peculiaridades fsic
as. Desde su primera juventud haba sido un hombre inquieto enemigo de la vida sed
entaria y, a semejanza de algunos famosos filsofos, declara que pensaba mejor and
ando. Todo en l era anormalmente lento; su mirada tranquila, su paso reposado y l
a expresin de su larga y huesuda cabeza, eran ms de un hombre de pensamiento que d
e un hombre de accin. La punta cuadrada de su larga y prominente nariz, las mandbu
las salientes y el mentn ligeramente curvado hacia arriba y partido por unos seco
s y gruesos labios, podan indicar un hombre apegado a las cosas materiales de la
vida. Pero el fino y vigoroso cuello, viril sostn de su cabeza; la noble cpula de
la frente, las pobladas cejas, trazadas vigorosamente sobre los ojos de un gris
de acero, su mirada, que impona silencio a todos, bastaban a ennoblecer su rostro
.
Todo indicaba que este hombre estaba destinado a vivir tanto tiempo como es posi
ble a la constitucin humana. Precisamente porque nunca fue realmente joven ni ard
iente, y ya desde su adolescencia slo se ocupaba de lo que interesa al filsofo y n
o al joven, necesitaba mucho tiempo para desarrollar las actividades que le perm
itiran dar una solucin al gran problema. Su moderacin, en todo sentido, estaba dete
rminada por su organismo fsico, y esta moderacin sera la determinante de sus ideas
polticas. Que si soy enemigo del alcohol? No, pero soy tan sobrio que no lo bebo. En
sus continuos viajes, rechaza sistemticamente cuanto le ofrecan los dems viajeros:
tabaco de mascar, licores o cigarros. Es usted un sujeto inteligente, pero excntr
ico, le dijo una vez un compaero de viaje. Puede que no nos volvamos a ver, y no
deseo ofenderle, pero permtame que le diga lo siguiente: mi experiencia me dice q
ue los hombres sin ningn vicio tampoco suelen tener virtudes. Lincoln gustaba de c
ontar esta ancdota, y tal vez en sus horas de duda se sintiera inclinado a darle
crdito.
Si bien era un hombre de moral estricta, careca en absoluto de ostentacin farisaic
o, pues su innato sentido de la justicia y el Derecho la hacan imposible en l. No
se mantena alejado de los bienes de este mundo por puritanismo, ni sala en desvenc
ijado carricoche y vistiendo vieja levita por ostentacin de moral, sino porque su
s propios pensamientos le tenan tan absorto, que le impedan fijar la atencin en ext
erioridades. Si era desordenado en ciertos aspectos de su vida, debase a que apre
ciaba su independencia por encima de todo y no estaba dispuesto a sacrificarla a
horarios o compromisos de ninguna clase. Coma cuando tena hambre y dorma al sentir
sueo; para estas cosas no quera someterse a ninguna regla. As como evitaba el intr
oducir ninguna forma solemne en la sencillez de sus discursos, tampoco se avena a
representar un papel impuesto, ya fuera el de esposo o el de padre.
n al bien.
Este cristianismo moral y adogmtico era la verdadera fe de Lincoln, segn confirman
las ms autorizadas opiniones.
Sus ideas no se atenan a los dogmas, deca un antiguo amigo, pero sus principios y p
rctica y el espritu que presida su vida entera estaban animados por lo que universa
lmente ha sido llamado espritu cristiano. Y la misma Mary se expres en los siguient
es trminos: No tena fe ni esperanza, en el vulgar sentido que se da a estas palabra
s. Tampoco estaba afiliado a ninguna Iglesia, pero, a pesar de esto, fue hombre
religioso por naturaleza. En sus sentimientos, la religin se transformaba en una
especie de poesa.
Su moral se asentaba en bases no menos sinceras que todas sus acciones. Deca que
su moral era la de un anciano al que haba odo decir un da: Si hago una buena obra, m
e siento bien; y si obro mal, me encuentro mal. lista es mi religin. Lincoln no po
da tener otra; y aunque leyese a Kant, a Locke, a Emerson, a Fichte, aunque conoc
iese los escritos de los masones de Illinois y ciertos libros monsticos de Escoci
a, nada de ello poda impresionar su cerebro ni conmover su corazn. Y, sin embargo,
el da en que una anciana moribunda, cuyo testamento acababa de hacer, se lo pide
, le recita un salmo de memoria; y cuando muri su hijito, acompa a Mary hasta el pr
esbiterio, alquil un banco en la iglesia y sostuvo una larga conversacin con el re
ctor, pero se abstuvo de entrar, diciendo: Probablemente mi destino es ser un ete
rno curioso que atraviesa su vida sintiendo, razonando, interrogando y dudando c
omo el apstol Toms.
No obstante, cuando un perro rabioso muerde a su hijo lo lleva hasta Indiana par
a que toque una famosa piedra milagrosa que haba all. Esto se explica porque haba c
recido en el ambiente supersticioso de los campesinos.
Los conocimientos y el escepticismo de su madurez no haban desarraigado sus primi
tivas supersticiones, sino que las haban refinado. Y, al aproximarse al cenit de
su existencia, su supersticin era ms intensa que nunca.
Al fin y al cabo, es natural que as fuese. Su mismo aislamiento, la progresiva ce
rteza de su propia excentricidad, predisponan al escptico a creer en seales y apari
ciones sobrenaturales; y tal creencia est de acuerdo con las lneas generales de su
concepto de la vida. Mi filosofa no admite la casualidad. Todo efecto debe tener
su causa. El pasado es la causa del presente, y ste ser la del futuro. Todos son e
slabones de la misma cadena, que va de lo finito a lo infinito. La idea de la lib
ertad de la voluntad le haca sonrer, y deca que slo debamos hablar de la libertad del
espritu, citando con frecuencia esta frase de Hamlet: Una divinidad decide nuestr
o destino, cmo, pues, podremos modificarlo?
Tan firme era su fe en la predestinacin, que dice: Bruto se vio obligado a matar a
Cesar por leyes y condiciones superiores a su voluntad. Haca ya mucho tiempo que
Mary conoca las ideas fatalistas de su esposo. La nica filosofa de Lincoln, nos dice
, consiste en creer que lo que ha de ser ser, y que no hay oracin que pueda cortar
el paso a la fatalidad.
Esta cadena de causas y efectos se extenda desde la supersticin a la lgica, sin per
mitir al que la arrastraba ninguna alternativa. La conviccin de que estaba sujeto
a la fatalidad aguzaba sus sentidos para observar las seales que podan predecir l
o venidero. Por eso la supersticin de Lincoln le conduca siempre a una pasiva preg
unta, y jams a una activa resolucin; slo trat de utilizar sus sueos y visiones como u
n medio para descifrar su destino, nunca para obrar segn sus indicaciones. Slo asp
iraba a levantar el velo que cubre el futuro, y se consuma en nerviosa impacienci
a esperando acontecimientos que no poda evitar.
Nadie le vio jams alterar sus planes, ni aun en las cosas ms insignificantes, por
efecto de alguna seal amenazadora, pero quedbase esperando y presintiendo el suces
o que haba de ocurrir.
Hasta en el mismo da de su muerte le podemos ver pensando en la sombra de una ant
icipacin.
Y, sin embargo, da por da, lo mismo en lo pequeo que en lo grande, guiaba sus pasos
por la razn, y pona su confianza en el entendimiento, convencido de que slo ste y a
qulla le permitiran alcanzar sus fines. Para ello necesitaba sus sentidos, necesit
aba ver y tocar, necesitaba experiencia y, sobre todo, tiempo. Era l hombre que se
inhibiera de la accin porque ya todo estuviese predeterminado? Que va a suceder y
ntensa. Con el siglo, haca su aparicin una nueva forma de esclavitud, la esclavitu
d de los hombres a la mquina; los progresos de la tcnica abarataban los productos,
generalizaban su uso, compensaban al pobre por algunas de las ventajas de los r
icos, y en tanto que as se disminua la distancia que separaba a seores y siervos, c
rebase una nueva y batalladora clase entre ambos.
La mquina centuplic la produccin de los artculos derivados del algodn, los cuales ves
tiran a los millones de habitantes de la Unin. Pero como estos millones de hombres
no tenan la menor inclinacin a sembrar y cosechar algodn en un clima casi tropical
, sigui siendo indispensable el concurso de los negros, lo que no impeda que al mi
smo tiempo se atronara el mundo proclamando la igualdad de derechos, y procurand
o acabar con la esclavitud.
Por qu no los declararon libres sus seores? Por temor y prudencia Adems, quin se avien
de buen grado a pagar un trabajo que se puede obtener gratis? Qu agricultor conse
ntir en pagar un jornal por el trabajo que pueda hacer un buey? Los miles de negr
os que posea un propietario en sus haciendas hacan todas las faenas agrcolas, se re
producan, espontneamente sustituan a los muertos, y el maz, que era su nico alimento,
apenas costaba nada. Pero qu haran aquellas hordas con sus seores, el da en que una
mano piadosa rompiera sus cadenas y, arrancando ltigo y revlver a los negreros, le
s dijera: En nombre de la humanidad, sois libres?
Se atendran entonces a las admirables enseanzas de Cristo, tan laboriosamente apren
didas de sus seores? Lo ms probable era que se arrojasen como manadas de lobos fur
iosos sobre los campos que durante tantos aos regaron con el sudor de su cuerpo,
que destrozaran e incendiasen las plantaciones, rompieran sus herramientas y, de
spus de apoderarse de la plvora, despedazasen a los capataces, asesinaran a los seo
res y terminasen por deshonrar a las doncellas del castillo, como si stas fuesen
negras y ellos blancos. No! El problema era demasiado grave, y su solucin necesita
ba tiempo y paciencia. Habra que comenzar por prohibir la entrada de nuevos negro
s, restringir la esclavitud en los Estados en que exista y pareca necesaria.
Localizar, en suma, la enfermedad en un rgano que no fuese esencial para la vida,
y que permitiese a los rganos vitales seguir viviendo; pero si se propagaba la e
nfermedad, sobrevendra sin duda el peligro de muerte.
Tal era el compromiso a que se vean reducidos por las circunstancias los nietos d
e los hombres que lo contrajeron, al fundar la Unin sobre esta contradiccin interi
or. Si los sudistas se hubiesen contentado con vivir en sus Estados, disfrutando
de las libertades concedidas, como lo hicieran sus padres, puede que hoy existi
era todava en las plantaciones de algodn una especie de esclavitud, semejante a la
que en la actualidad se ve en las minas de oro, donde los negros, aparentemente
libres, estn reducidos a largos aos de positiva esclavitud.
Pero el desarrollo del Norte tomaba imponentes proporciones. Hombres, dinero, fu
erzas productivas, maquinaria moderna y nuevas ideas, combinadas durante los ltim
os lustros, haban dado al Norte una importancia nacional que amenazaba echar por
tierra el predominio del Sur.
Cuando el hacha de los pionners abri nuevos caminos en el Oeste, la desconfianza
de los magnates del Sur se convirti en temor. Vean la necesidad de procurarse una
mayora en el centro, puesto que en la periferia disminua su importancia, faltos de
hombres y podero. Mientras tanto, abranse incontables derroteros al trabajo; Euro
pa enviaba miles de pobladores; bosques y praderas convertanse en campos labrados
, y de los matorrales surgan ciudades. Aquel territorio, dormido por espacio de t
antos aos, despertaba lleno de pujanza y de sus entraas se arrancaba oro, plata, h
ierro y plomo, llegando su rpido crecimiento a ser la pesadilla de los esclavista
s, pues todo aquel trabajo estaba hecho por manos blancas y cada glbulo rojo que
vigorizaba aquel cuerpo aada un glbulo blanco en la decadente organizacin del Sur. A
nte la alternativa de ceder o de perder en Washington una influencia que les ase
guraba el mantenimiento de la esclavitud, los seores del Sur se vieron obligados
a buscar una solucin inmediata.
Cul era el mejor medio para afianzar su poder en el Norte? Una amenaza de separacin
. No tenan cerca a Cuba y la Amrica Central, cuyos climas eran an ms trridos y hacan i
dispensable la esclavitud para sus plantaciones de azcar, algodn, arroz y t? Inglat
erra, resentida an por el levantamiento y separacin de sus antiguas colonias en el
pasado siglo, no prestara gustosa su apoyo a todo movimiento que tendiera a debil
itar el poder central, ofreciendo la probabilidad de que ste volviera a sus manos
? Si los nietos de los rebeldes de 1776 se separaban de sus hermanos, no se haran
acreedores a la gratitud y apoyo de la antigua metrpoli? Naturalmente, nadie trat
ara de privarlos de sus derechos y privilegios, pero al debilitado Norte le volve
ran a imponer su yugo, quiz por medio de una intervencin o, al menos, valindose de m
edidas econmicas que le hicieran depender de Europa, obligndole a concesiones que
hoy rechazara.
A pesar de su podero, el Norte iba poco a poco cediendo terreno en la cuestin que
nos ocupa.
Segn el ltimo tratado, quedaba prohibido establecer nuevos Estados esclavistas, ex
cepcin hecha de la regin del Missouri. Esto no fue bice para que, a ruego de los co
lonos, se consintiera en la fundacin de otros cuatro. Despus, el mismo Henry Clay
cedi ante nuevas luchas, autorizando la esclavitud en los territorios recientemen
te arrebatados a Mjico, con excepcin de California, que fue declarada Estado libre
. Al mismo tiempo, una concesin adicional hecha al Sur aumentaba el rigor de las
leyes de captura y extradicin de esclavos fugitivos. En resumen: las teoras y la p
rctica en la cuestin de la esclavitud llegaron a ser tan contradictorias, que ningn
habitante del Norte lograba conciliar las viejas doctrinas cuqueras, que la comb
atan con indignacin, con el derecho que se conceda a cada burgus de detener en plena
calle a un esclavo prfugo. Y como la polica pagaba diez dlares por cada fugitivo q
ue se le entregase, huelga decir el nmero de blancos que se dedicaron a cazadores
.
Esta lucha se extendi a todos los terrenos, desde el econmico hasta el moral, pasa
ndo de las cifras a los sentimientos, reflejndose en todas las medidas que se que
ran adoptar. Los del Norte queran llevar trabajadores blancos al Oeste, mientras l
os del Sur deseaban introducir all la esclavitud; si el Norte necesitaba crear mo
nopolios para defender su naciente fabricacin, el Sur peda el libre comercio y exp
ortacin de sus productos. En el Norte, todo blanco era enemigo de la esclavitud,
en la que vea una competencia para el trabajador; en el Sur, ningn blanco quera tra
bajar; en el Norte se respetaba el trabajo; en el Sur se le consideraba deshonro
so. En fin de cuentas, era la lucha entre el despotismo y la democracia, entre l
os derechos hereditarios y el esfuerzo individual, entre la tradicin y la fuerza
de los hechos. La lucha duraba todo lo que iba de siglo y, contra lo que han dic
ho algunos, el descubrimiento del algodn no la cre, contribuyendo slo a hacerla ms o
stensible.
En aquel momento histrico alzse el espritu del algodn, promoviendo una especie de co
ntrarrevolucin, creando una nueva metafsica, en provecho propio. En el Norte, los
llamados Freesoilers reclamaban la libertad del terreno, del trabajo y de la pal
abra, mientras que en el Sur no slo seguan con sus curas, que juzgaban caprichosam
ente a los negros, tomando por juicio de Dios el plato de lentejas de Esa, sino q
ue tambin encontraron filsofos. En un libro que ley
Lincoln, escrito en una universidad del Norte y que llevaba por ttulo: Canibalism
o puro, se encontraban las siguientes frases: La libertad de asociacin ha sido un
fracaso en el Oeste de Europa, y lo ser igualmente en Amrica. El Norte lo confirma
con su silencio. Despus aconsejaba el autor la esclavitud de los blancos, proponi
endo que se entregasen los nuevos territorios a los poderosos, distribuyndoles ge
nte sin trabajo en calidad de siervos. Como el nombre de amo suena mal, deca ms ade
lante, ste debe ser sustituido por el de tutor, en la siguiente proporcin: a quien
posea mil dlares le ser entregado un blanco de mediano valor; el que tenga diez m
il dlares tendr derecho a encargarse de diez hombres; y los millonarios podrn tener
mil siervos. stos seran hechos reales, de acuerdo con la justicia y la humanidad,
pues hoy da tambin viven los ricos del trabajo de los pobres, y dominan y gozan d
e sus bienes sin preocuparse de stos.
El Destino haba decidido que los intereses personales de dos hombres rompiesen lo
s lazos que tenan detenido el problema, inicindose al fin su solucin por medio de u
n gran combate. Un senador deseaba ser Presidente, un esclavo quera ser libre. El
senador, que se llamaba Douglas, habiendo calculado sus probabilidades, asegur l
a promulgacin de una ley que deba hacerlo popular, pero que trajo la perturbacin en
su partido, hasta el punto de que fue preciso disolverlo y crear otro, que fina
lmente obtuvo la victoria. El esclavo se llamaba Dred Scott, y por haberse fugad
La excitacin de los nimos prometa una votacin tumultuoso. Como el clima y condicione
s de Kansas no eran propicios a los negros, fundronse sociedades para fomentar la
emigracin de los blancos desprovistos de recursos a los territorios de Nueva Ing
laterra, y pronto acudieron all colonos de pases extranjeros y, por consiguiente,
acrrimos enemigos de la esclavitud. Qu hizo el Sur?
Envi regimientos de pieles rojas y de aventureros, que fingieron establecerse y a
dquirir terrenos, pero que en realidad slo eran unos asalariados, abundantemente
provistos de armas que, al llegar el da de la votacin, cayeron sobre los infelices
rancheros, impidindoles emitir su voto y obligndolos a tomar las papeletas que el
los repartan; total: que termin la jornada con no pocos muertos y la admisin de la
esclavitud. Antes y despus, las salvajes hordas se dedicaron al robo, al saqueo,
al incendio y a toda clase de excesos y demasas en todo el territorio. Ante estos
primeros chispazos de la guerra civil, las autoridades se mostraron impotentes
o, al menos, inactivas. sa es la obra de los demcratas!, gritaban en el Norte, y por
miles se contaron las bajas en el partido, yendo a reforzar las filas de los lib
erales y quebrantando as los resortes del que fuera poco antes un partido poderos
o.
La posicin de Douglas fue la que qued ms comprometida. Su perodo senatorial tocaba a
su trmino, y como sin su puesto no le era dable continuar sus manejos, hubo de a
presurarse y trasladarse a Illinois, para influir en la Asamblea del Estado, a l
a que corresponda la eleccin de senadores, a fin de reconstruir su situacin poltica.
Pero las noticias de la capital se haban extendido hasta las fronteras de Kentuc
ky y el doble juego del poltico hiri las dos tradiciones all reinantes. No supuso l
que la reaccin fuese tan violenta. La prensa local le ech en cara los motivos secr
etos de su conducta, que no eran otros que su ambicin de ocupar la Presidencia, y
Douglas no pudo replicar nada.
Cuando regres a Chicago, encontr muchas casas con la bandera a media asta y, al en
caminarse por la noche a la asamblea, oy el fnebre taer de las campanas. Una sala a
testada de pblico recibi con significativo silencio al que poco antes fuera dolo de
l pueblo, y apenas empez a hablar de la soberana nacional, menudearon las interrup
ciones acerbas; el orador perdi pronto la paciencia, y de su boca salieron frases
malsonantes, que suscitaron una agarrada entre la furiosa muchedumbre y el esca
so grupo de amigos de Douglas, que con los rostros congestionados y amenazadores
trataban en vano de imponerse a la multitud: Ha conspirado con el Sur!, gritaban s
us adversarios, produciendo un verdadero tumulto que impidi seguir al orador. ste,
por ltimo, pasada la medianoche, grit: Ha empezado el domingo; me voy a la iglesia
. En cuanto a vosotros, iros al diablos
Dirigi luego su campaa al territorio de Illinois y lleg a Springfield, muy concurri
do a la sazn por todos los rancheros de los contornos, por celebrarse la feria de
otoo. Douglas habl con xito durante cerca de tres horas y termin diciendo: He odo dec
ir que mister Lincoln desea contestarme. Espero que as lo haga. Como Lincoln no es
taba presente, hubo de aplazarse la respuesta para el da siguiente.
Llegado el momento, Lincoln habl por espacio de cuatro horas contra Douglas, cont
ra la ley de Kansas y contra la esclavitud. Este discurso no fue tomado por escr
ito, pero indudablemente sera parecido a otros muchos que pronunci despus.
El triunfo que obtuvo fue ms profundo que ruidoso. Douglas, asombrado, pudo domin
arse y dio principio a su rectificacin, diciendo:
Mi amigo mister Lincoln me ha rogado que le oyera y contestara, y yo le agradezco
tan corts atencin.
Este primer duelo qued indeciso.
Trece aos antes, mientras viajaba por el Misisip, Lincoln haba escrito a la hermana
de Speed:
A bordo de este mismo barco he tenido ocasin de reflexionar acerca de la influenci
a de las circunstancias sobre la felicidad humana. Un caballero haba comprado doc
e negros en Kentucky y los llevaba a su hacienda encadenados de seis en seis. Un
a delgada argolla de hierro oprima la mueca izquierda a cada uno; de la argolla sa
la una delgada cadenita que iba a unirse a la cadena principal, dando a los preso
s el aspecto de doce peces colgando de una enorme caa de pescar.
Daba pena el pensar que aquellos infelices haban sido separados violentamente del
sitio en que transcurri su infancia y en el que quedaban amigos, padres, hermano
de, refrenaba sus sentimientos y slo procuraba convencer por la razn. Indudablemen
te, los sentimientos le impulsaban a la accin; los recuerdos de su propia y dura
experiencia de hombre pobre; los recuerdos de los varios fracasos que sufrieran l
y sus padres, y, qu duda cabe?, la huella dejada por la figura casi fantasmal de
aquel caballero del Sur, que dej abandonada a una pobre muchacha, su abuela, con
una tierna criatura. Si se le considera desde este punto de vista, no puede nega
rse que el sentimiento es el primer motor de sus pensamientos. Pero, despus de mu
chos aos, al recordar la cadena de esclavos que viera a bordo de un vaporcito, ya
no se mezclaban a su frreo chirrido los acordes del violn y los cantos, y el cora
zn del hombre que viva lejos de todo contacto con la esclavitud se llenaba ms de en
ojo que de compasin. Una vez ms, le llamaba la voz de la humanidad.
Cerebro y corazn concordaban en su deseo de justicia. Tan fuerte era en l este sen
timiento, que lleg a suponerse que, en Lincoln, el afn de educar a los blancos en
el espritu de justicia era superior al deseo de libertar a los negros, sacrifican
do a ese ideal sus preferencias y sus amores.
Puesto que el proyecto de Douglas haba llegado a ser ley, deba acatarse y dejar pa
cficamente que la esclavitud fuese admitida en el nuevo Estado de Kansas. Si Spee
d defenda la esclavitud, deba separarse de l, aun cuando fuera el nico camarada de s
u juventud y un amigo tan fiel como el propio Aquiles. Ya por aquel entonces emp
ez a iniciarse en su alma el combate para decidir el dilema de si haba de triunfar
el amor a la patria o el amor a la libertad. Rechazando eufemismos, censur amarg
amente a sus compatriotas en una carta que escribiera por entonces:
Cuando nosotros nos libertamos de la esclavitud poltica del rey Jorge, proclamamos
la igualdad de todos los hombres como una verdad inmanente. Ahora, cuando estam
os completamente satisfechos y no abrigamos el temor de volver a la esclavitud,
se nos ha despertado tal ansia de ser seores, que declaramos verdad inmanente la
negacin total de nuestro postulado inicial.
Antes renunciar el Zar de Rusia a su corona, dando la libertad a todos sus siervo
s, que nuestros seores americanos libren del yugo a sus esclavos.
Slo un par de aos haban de transcurrir antes de que el autcrata ruso realizara lo qu
e Lincoln consideraba tan remoto, pues en Europa soplaban vientos de libertad, y
lo que el Nuevo Mundo aprendiera del Viejo en teora, al ponerlo en prctica produca
una reaccin en el Viejo Mundo y lo revolucionaba.
El mismo espritu nuevo animaba los discursos de Lincoln cuando, separndose del tem
a principal, dejaba or su opinin sobre la diferencia de clases entre los blancos.
Abogaba en favor de la pequea propiedad y aseguraba que las grandes haciendas era
n tan poco prcticas como un arma o una herramienta demasiado pesada para el manej
o diario. Para demostrar que en los Estados Unidos nadie necesitaba ser jornaler
o toda su vida, se expresaba as: El trabajo precede al capital y es independiente
de l. El capital es el fruto del trabajo, y no podra existir si ste no lo hubiese p
recedido. Puede haber trabajo sin capital, pero no capital sin trabajo. Por eso
el trabajo es siempre muy superior al capital. Con no menos conocimiento de causa
y acopio de pruebas veraces, dio a conocer al pueblo los ambiciosos sentimiento
s de los grandes propietarios, ms aficionados a ostentar su riqueza por el nmero d
e esclavos que por la extensin de sus tierras. La esclavitud, deca, es la ms fuerte
y absorbente de las demostraciones de la propiedad.
Si un mozo pretende casarse con una doncella, al concertar la boda lo nico que se
pregunta es cuntos esclavos lleva l o ella. La pasin por los esclavos parece haber
devorado todas las dems que antes se dividan el corazn humano.
Un hombre que siente con vehemencia, desea la accin; pero Lincoln era enemigo de
la accin precipitada; tanto l como sus amigos vacilaban largamente antes de usar s
u fuerza. Lincoln no era un abolicionista del tipo de Herndon, que se empeaba en
que siguiera su ejemplo. Daba prudentes consejos siempre que poda. En una democrac
ia que se rige por los votos de la mayora, la rebelin y el derramamiento de sangre
constituyen un verdadero crimen de lesa Constitucin. Haced la revolucin en las urn
as!
Sin embargo, viose obligado a tomar parte activa en el asunto. En tanto que la m
ayora de sus colegas se abstenan de defender a los negros, l defendi muchos pleitos
de negros, sin preocuparse de que la llamada buena sociedad arrugara el ceo. Uno
de estos casos fue el de un marinero, hijo de un negro, que, habiendo llegado si
enado? Deseaba como poltico prctico ahondar la divisin de los demcratas ? Prevea, acas
con la doble vista de hombre de Estado, la disolucin de los partidos y se reserva
ba para ms altos fines ? Por entonces escribi a un amigo: Siento mi derrota moderadam
ente, pero no he perdido el nimo.
A medida que se acercaba el momento de la eleccin de Presidente (para la cual des
de haca mucho tiempo trabajaba Douglas sin descanso), el problema pareca pronto a
resolverse. Mientras los demcratas, con graves discrepancias en el interior, segua
n aparentemente unidos, los liberales se dividieron, decidiendo formar un nuevo
partido. Los disidentes de ambos bandos deban reunirse al comps de los discursos,
exclamaciones y versos de los hombres ms notables de Amrica. Llamronse republicanos
y, siguiendo el ejemplo de Jefferson, que desde haca veinte aos era uno de los mo
delos de Lincoln, escogieron Filadelfia como sede de los reformistas y a Fremont
, trampero y pioneer, como candidato a la presidencia. Por su prestancia fsica, e
dad y antecedentes, era digno adversario del viejo Buchanan, candidato de los de
mcratas. Naturalmente, al formarse en Illinois el nuevo partido, Lincoln figur en
primera lnea. La impresin general era de que la nueva organizacin era en gran parte
obra suya, de modo que hasta en Filadelfia, donde era personalmente desconocido
, estuvo a punto de ser nombrado Vicepresidente. Su destino se iba cumpliendo. E
l abandono del Tratado de Illinois y la aprobacin de la ley Kansas-Nebraska haban
sido los frutos de la ambicin de Douglas y la causa de la crisis del partido demcr
ata, que a su vez haba trado la formacin del nuevo partido, una buena parte de cuyo
peso descansaba sobre los robustos hombros de Lincoln. Era natural, por consigu
iente, que al crecer y robustecerse el nuevo partido, sirviera de sostn a su mant
enedor.
Lincoln, que no sac ninguna ventaja personal de la fundacin del partido, pues ni s
iquiera presidi la ms insignificante de las comisiones, tena indiscutible derecho a
disfrutar una parte de su poder en alguna forma, y as se demostr cuando, una vez
fundado el comit constituyente, se le design como candidato para el gobierno de Il
linois.
Todo el mundo saba que este cargo slo representaba un escaln para llegar a la Presi
dencia.
Lincoln se apresur a renunciar diciendo: Si yo fuese elegido, los demcratas diran qu
e lo haba sido por mi filiacin liberal, y que tratbamos de infundir nueva vida en e
l muerto organismo del viejo partido. Y recomend, en cambio, a un hombre cuyo nomb
ramiento contaba con el beneplcito de un numeroso grupo de demcratas. Acaso fuera
su antigua timidez, su antigua cautela; en todo caso ya no era posible atribuir
su retirada a la modestia, pues abundaban las pruebas de que, durante aquellos ao
s, su confianza en si mismo se haba afianzado definitivamente.
Por cuarta y ltima vez tena que tomar parte en unas elecciones presidenciales. Ent
re las ciudades que deseaban or su voz se contaba Bloomington. El discurso que pr
onunci all no pudo ser reproducido por la prensa a causa de un hecho singular.
A los pocos minutos de empezar el orador, los periodistas dejaron descansar el lp
iz, atendiendo con los cinco sentidos. La impresin que el discurso produjo sobre
el auditorio slo es comparable a la que, segn Homero, caus Elena de Troya al presen
tarse en las murallas de la ciudad sitiada. Cuantos estaban presentes declararon
despus que el aspecto del orador haca presentir la proximidad de una importante c
risis en su existencia. Profundamente emocionado, empez con cierta cavilacin, que
pronto cedi el puesto a una segura firmeza, y al adelantarse desde el fondo de la
tribuna, con las manos extendidas y echada hacia atrs la plida cabeza, en la que
brillaban los ojos grises, el pblico crea tener delante a un iluminado. Uno de los
testigos presenciales dijo:
En aquellos momentos me pareci el hombre ms hermoso que haba visto en mi vida.
La causa de esta visible agitacin era la importancia que iba tomando en el Sur un
movimiento que amenazaba desmembrar la Unin, y cuyas funestas consecuencias para
la patria le permitira apreciar su doble vista. En aquel discurso, Lincoln habl ms
de la unidad de los Estados que de la esclavitud. Su voz tom ms bien el tono de l
a advertencia que el del convencimiento, dando a los vecinos de la pequea ciudad
la sensacin de que estaban oyendo parte de los secretos de Estado, de los que slo
se habla en las sesiones secretas del gabinete de Washington. Y, sin embargo, se
expresaba en una forma sencilla y perfectamente comprensible; slo que el campo d
e accin de la causa pareca haber pasado del terreno econmico y poltico a las cuestio
nes ms hondas de la existencia. La gente de Bloomington oy por primera vez temblar
la tierra bajo sus pies, y aplaudi frenticamente, entre medrosa y entusiasmada. No
consentiremos que se rompa la Unin! , exclam por ltimo el orador, dirigindose a un in
visible enemigo, y todos los circunstantes repitieron su frase.
Pronto se extendi la fama de este discurso por todo Illinois: miles de personas q
ueran leerlo, sin lograr obtener su deseo. Entre los que le oyeron, no faltaron a
lgunos, ms avispados que los dems, que se dijeron a s mismos: He aqu un hombre que se
est entrenando para Presidente.
Buchanan fue elegido. Una vez ms haban vencido los demcratas, pero una tercera part
e de sus votos se haba trasladado al nuevo partido, lo que era una advertencia mu
y digna de tomarse en cuenta. Los espritus ms preclaros de la nacin, entre los que
se contaban Emerson, Motley y el poeta Longfellow, eran abolicionistas; este ltim
o desisti de un viaje a Europa con el objeto de votar contra la esclavitud. El je
fe de los republicanos en el nuevo Senado era Chase, autor de la proclamacin anti
esclavista, hombre joven y resuelto, de espritu vivaz e inteligente. junto a l se
hallaba Seward, un hombre flaco y de facciones pronunciadas, que espiaba al enem
igo con sus ojos penetrantes, pero que era demasiado optimista para no equivocar
se. En contraposicin con los antiguos jefes, los actuales haban combatido siempre
por el mantenimiento del Tratado de Missouri.
Pero el ms notable de todos ellos y el de ms rpido ingenio era Summer, catedrtico de
derecho poltico de la Universidad de Harvard. Habase educado en Europa, era valie
nte, fogoso y, como Lincoln, posea un claro espritu de justicia. Durante la discus
in del asunto Kansas-Nebraska y la revisin de los fraudes electorales, la excitacin
de los nimos lleg a tal punto en el Senado, que senadores y diputados sacaron las
armas en el propio recinto de los cuerpos colegisladores.
Summer denunci la ley Kansas-Nebraska como un crimen y expuso al senador Butler,
de la Carolina del Sur, al ludibrio del mundo. Dos das despus, Brooks, pariente de
Butler, atac a Summer, que se hallaba escribiendo en su pupitre del Senado, y le
golpe brutalmente la cabeza con un bastn. Summer cay al suelo sin sentido y su sal
ud se resinti durante largos aos de este ultraje.
El ataque a Summer fue, en realidad, el primer atentado de la guerra civil. Broo
ks fue aclamado como un hroe por los campeones del Sur. Un grupo de estudiantes l
e regal un bastn con puo de oro. Los nordistas fueron calificados de cobardes por n
o aceptar el desafo de los propietarios del Sur. En una palabra, el pas entero arda
en explosiones de entusiasmo o de indignacin.
Una sentencia que pronunciara por entonces el ms alto tribunal de la nacin agreg co
mbustible a las llamas. Un propietario del Sur haba emigrado a uno de los Estados
del Noroeste, llevando consigo a sus esclavos. Uno de los negros, que estaba ms
enterado de la poltica de lo que a su amo convena, al pisar el Estado abolicionist
a reclam su libertad y la de su familia. Su causa fue pasando de tribunal a tribu
nal, hasta llegar al supremo. Taney, jefe de ste, era un hombre erudito y venerab
le, uno de los pilares de la nacin. Pero el ambiente de Washington, la opinin de l
a mayora de la sociedad en que se mova y la influencia del nuevo Presidente, afect
o a la causa de los propietarios del Sur, torcieron la voluntad del sabio magist
rado, cuyo deber era consagrar su vida a velar por la Constitucin como si sta fues
e un fuego sagrado. He aqu la sentencia de Taney: Un negro no tiene derecho a acog
erse a los tribunales de los Estados Unidos, y ni el Congreso ni la Asamblea de
un Estado tienen facultades para impedir que un propietario traslade sus esclavo
s de un Estado libre a un Estado esclavista.
Fcil es comprender la excitacin que semejante sentencia producira. Si los ms altos t
ribunales protegan la esclavitud, el programa del nuevo partido derrumbbase por su
propio peso. Un clamoreo indignado recorri todo el Norte, en tanto que el Sur, e
xaltado, expresaba su firme intencin de separarse del Norte en el caso de que la
sentencia no fuese acatada.
Simultneamente surgi una cuestin no menos ardua al presentarse al Senado la Constit
ucin de Kansas, concediendo al nuevo Estado el derecho de decidir si quera o no en
trar en esa ley al formar parte de la Unin.
Dos relmpagos haban alumbrado la situacin del pas. Todos los jefes saban exactamente
cul era su sitio, con excepcin de Douglas, que haca los mayores esfuerzos por conso
lidar su equvoca situacin. Cmo poda compaginar sus doctrinas acerca de la soberana del
pueblo con la sentencia de los esclavos de Scott y las violencias ejercidas en
Kansas? Cmo poda seguir obteniendo los votos de sus electores de Illinois, sin perd
er la confianza de los del Sur, tan necesaria cuando llegaron las elecciones pre
sidenciales? Al fin y al cabo, el asunto de los negros no era ms importante por e
l momento, pero la cuestin Kansas no tena arreglo posible. Tras madura reflexin, de
cidi hacer una evolucin que le asegurase el apoyo de los demcratas del Norte, mostrn
dose contrario a la ley de Kansas. La primera consecuencia que este cambio total
poda tener era la crisis de un partido cuyo jefe entraba en liza contra el Presi
dente escogido por el mismo; la segunda podra ser la prdida de la influencia en Wa
shington, o de los votos de Illinois, y como el asunto en el Senado era indispen
sable para los futuros planes de Douglas, opt por los electores de la patria chic
a, y corri a su Estado para calmarlos.
En la crtica situacin, se le ofreci una inesperada salida, pero hubiera sido precis
o tener ms juventud y valor de los que tena Douglas para poder aprovecharla. Despus
de la ltima evolucin, que le apart en cierto modo de los demcratas, los republicano
s pensaron en atrarselo, para utilizar su nombre y su talento. Horace Greely, dir
ector del New York Tribune, el peridico de mayor circulacin de todo el Norte, Sewa
rd y algunos otros jefes de Nueva Inglaterra, temiendo verse arrastrados por los
radicales a declarar la abolicin de la esclavitud local, confiaron en que bajo l
a direccin de Douglas el partido se vera libre de adoptar resoluciones demasiado r
adicales, suavizando al mismo tiempo sus relaciones con los del Sur.
Esta buena inteligencia contribuira al normal desarrollo de los negocios y a la i
ntegridad de la Unin. Greely, a quien este programa pareca demasiado poltico, acons
ej por medio del peridico a sus lectores de Illinois que votaran por Douglas, para
atrarselo mediante tan sealado favor.
Por primera vez en su vida, Lincoln entr de lleno en la refriega. Como jefe de lo
s republicanos de la izquierda, daba la seal de alarma, al ver amenazada con tal
proposicin la integridad del nuevo partido.
Greely comete conmigo una injusticia. Yo soy un verdadero republicano y siempre h
e combatido en primera lnea. Ahora trata de proponerme a Douglas, enemigo del Tra
tado de Missouri, instrumento en un tiempo de los sudistas, y enemigos actualmen
te de ellos. Slo su confianza en la habilidad y experiencia de Douglas, que compe
nsan su falta de principios y consecuencia, le hace suponer a Greely que su reel
eccin sera ms provechosa para la causa republicana que la de uno de nuestros colega
s verdaderamente republicano. Qu pretende el New York Tribune con sus ampulosos el
ogios de Douglas? Es sa la verdadera opinin de los republicanos de Washington? Se ha
decidido all que las cosas irn mejor si nos sacrificamos en Illinois? Si es as, qu
e lo digan cuanto antes y nos entregaremos, desde luego, evitndonos molestias y pr
didas de tiempo. En cuanto a m, no he visto hasta la fecha ningn republicano que s
ea partidario de Douglas. Pero como ese peridico tiene de 5.000 a 10.000 lectores
en Illinois, no s lo que suceder si predica a diario sobre el mismo asunto. No me
quejo: slo deseo una clara explicacin.
He aqu un Lincoln nuevo, un Lincoln luchador. En las anteriores frases se percibe
el enojo de su corazn leal que teme verse pospuesto a un adversario astuto. Los
que leyeron estas cartas, que seguramente recorran todo el mundo oficial de Washi
ngton, no dejaran de sorprenderse de la presuncin de aquel gigantesco abogado de S
pringfield que osaba compararse con Douglas.
Nadie adivinaba el fuego que arda en el corazn de aquel hombre que saba esperar, al
concebir la posibilidad de verse en situacin inferior ante su antiguo rival. Dou
glas, como enemigo, era soportable y aguijoneaba el deseo de combatir; pero tene
r a Douglas de superior, luchar a sus rdenes para la abolicin de la esclavitud era
completamente inadmisible.
Era el partido realmente tan joven y puro como deba? Las discusiones anteriores no
lo haban envejecido y agrietado ya? Los jefes se querellaban entre s, ms por asunto
s personales que por cuestin de principios. Ya el nuevo jefe haba enviado sus expl
oradores, no al campo enemigo, sino a la pesca de votos entre los amigos del par
tido, y Herndon regres al Oeste con las ms escpticas impresiones de su viaje. Sewar
d estaba consumido de envidia y Greely slo pensaba en intrigas en provecho propio
; dos aos despus de la eleccin de Presidente, ya se preparaba la nueva. La desconfi
miradas al siempre alegre Hill que cogiera su banjo y le cantara canciones popul
ares, melodas de la Pradera, tristes o jocosas, tiernas o trgicas. A sus acordes,
elevbanse poco a poco los sentimientos de aquel pobre corazn, siempre reconcentrad
o en s mismo, adormecanse las preocupaciones de su profesin, y l, que nunca posey din
ero ni mujeres, que ni beba ni jugaba, distraase admirando en su amigo la exuberan
cia de una juventud que l nunca tuvo.
Una casa que se divide contra s misma no puede sostenerse!Como un clarn de guerra res
on en la atestada sala de Springfield la frase bblica, vigorosamente subrayada por
la voz de Lincoln, a pesar de los consejos de los amigos, que procuraron disuad
irle de pronunciar aquel discurso y especialmente aquella frase. Acaso no son uste
des abolicionistas?, les pregunt Lincoln.
Douglas haba ido a Illinois, y su equvoca elocuencia haba incitado a Lincoln. Haba d
icho lo que deseaba decir, y sus oyentes se miraron asustados unos a otros, en t
anto que el orador prosegua: Espero que nuestra casa no se venga abajo, pero temo
que se divida Es preciso decidirse por lo uno o lo otro Un Estado en el que coexis
ten la libertad y la esclavitud no puede perdurar. Y, acto seguido, invit a Dougla
s, que se hallaba ausente, a decir clara y categricamente cul era su opinin sobre K
ansas, y la decisin de Dred Scott; a decir sin ambages si era partidario de la ex
tensin o de la abolicin de la esclavitud. Al mismo tiempo combati las teoras de aque
llos abolicionistas que trataban de oponerse a viva fuerza a la caza de esclavos
. Declar que la sentencia dictada en la causa Scott, aunque injusta moralmente, e
staba conforme con las leyes vigentes, y que slo se deba combatir en el terreno le
gal.
Variando siempre de tono, lleg al punto decisivo: Protesto contra la falsa lgica de
algunos, que sostienen que si me niego a tener una negra por esclava tambin pued
o estar dispuesto a tomarla por esposa. Yo slo aspiro a dejarla en paz. No niego
que en algunos puntos no la reconozco por igual, pero tiene perfecto derecho a g
anarse el pan con su trabajo; en eso es mi igual, e igual a todos los ciudadanos
de la Unin. Si las hijas de Scott fueran libres, podran unirse con blancos, si as
lo desearan ambas partes; pero, en el actual estado de cosas, esas infelices muj
eres tienen la obligacin de servir de juguetes a los caprichos de sus amos, sobre
cuyas conciencias pesa el noventa por ciento de los mulatos, y que, de este mod
o, mezclan constantemente la sangre de nuestra raza a la de los negros.
Con estas contundentes razones encendi Lincoln el entusiasmo en su auditorio, y p
ronto el fogoso discurso corri como un reguero de plvora por todo el pas. El propio
orador reconoci el mrito de su obra, diciendo con cierta solemnidad: Si hubiera de
borrar de una plumada cuanto he hecho en mi vida con excepcin de una sola cosa,
escogera sin vacilar ese discurso.
Las sombras de los acontecimientos futuros comenzaban a precisarse en su espritu
y lenta y gradualmente creca en l el sentimiento de ser una figura histrica.
Tampoco escap a la perspicacia de Douglas la significacin histrica de este discurso
; comprenda que la crisis se acercaba cada vez ms, pero, conforme a su carcter, des
eaba evitar el singular combate.
Hablando confidencialmente, deca Douglas, no tengo las menores ganas de entrar en
ese debate. El pas entero me conoce y sabe hasta dnde puedo llegar Lincoln, en comp
aracin conmigo, apenas es conocido; si l triunfa, reconozco que es el hombre ms hbil
con que cuentan los demcratas, yo lo perder todo, y l lo ganar. Si venzo yo, ganar p
oco. Prefiero no tomar parte en el debate contra Lincoln.
No obstante, en pblico se expresaba de otro modo. Entonces mostraba a Lincoln com
o a uno de los ms rabiosos abolicionistas. El discurso de la Casa Dividida, deca Dou
glas, era una manifiesta excitacin de separatismo, a despecho de la voluntad de u
na considerable parte de sus habitantes. Mister Lincoln domina esos juegos de pa
labras mezclados de metforas que vemos en su ltimo discurso. Por ejemplo: Quisiera
morirme, pero suponiendo que no me hubiera de morir, lo que no impide que el seor L
incoln sea persona agradabilsima y de notoria inteligencia, conclua Douglas despus d
e tergiversar el discurso de Lincoln.
Entonces tom Lincoln una decisin sin precedentes en la historia de Amrica: ret a su
contrario a un duelo oratorio: Accedera usted a que, para no perder tiempo, llegramo
s al acuerdo de hablar ambos ante un mismo auditorio? El seor Judd, quien lleva a
usted esta proposicin, est autorizado para recoger su respuesta y, caso de que ac
epte, arreglar las condiciones. El paso era atrevido, pero acertado, pues as se as
eguraba el pblico de Douglas. A ste no le fue grato el proyecto, que empez por rech
azar, alegando que ya tena fijadas las fechas y sitios de las reuniones de los de
mcratas; lament que la proposicin no hubiera sido hecha con oportunidad, y por ltimo
seal varias ciudades. Lincoln protest contra el disimulado reproche de doblez, dio
se por contento con las siete ciudades elegidas por el otro, y termin diciendo: Re
specto a los dems detalles, slo pido igualdad absoluta. Quiero hablar el mismo tie
mpo que usted y que el discurso final nos corresponda alternativamente. Nada ms.
El duelo, cuyo galardn era el puesto de senador, comenz en Ottawa y al efecto se i
nstalaron unas tribunas al aire libre. Douglas habl una hora. Lincoln, hora y med
ia, y Douglas otra media hora. A miles acudieron los oyentes deseosos de presenc
iar el original match. Todo Illinois escribi sobre el caso, el telgrafo difundi los
detalles del debate y, despus del tercer encuentro, todo el pas se preguntaba: Quine
s son los combatientes que tan denodadamente luchan en la palestra?
Bastaba verlos juntos para comprender su irreconciliable antagonismo. A uno de e
llos se le llamaba el pequeo gigante, pues si bien era de estatura relativamente ba
ja, an lo pareca ms por la excesiva anchura de los hombros y lo cuadrado de su cabe
za, sostenida por un cuello de toro; sin embargo, era gil y no careca le elegancia
. Un impecable traje y una irreprochable camisa cubran su rechoncha figura. Cuand
o hablaba sola echar hacia atrs su abundante y largo cabello negro, ligeramente en
canecido. Su fisonoma era movible, su ceo denotaba voluntad, y la mirada de sus oj
os azules tena una atraccin magntica. Slo cuando escuchaba poda observarse que el abu
so del alcohol haba abotagado su rostro, y su palidez denotaba el aire impuro de
la ciudad; y hasta en los mismos nerviosos movimientos de su fina y bien cuidada
mano vease claramente lo desacostumbrado que estaba al aire del campo. Su contri
ncante era tan alto como bajo Douglas, tan flaco y huesudo como rechoncho ste. Su
nariz tena un corte aguileo; la expresin de sus ojos era ms inquisidora que penetra
nte; su arrugado rostro no tena brillantez expresiva. Las ropas que cubran su desg
arbado figura estaban mal hechas y revelaban excesiva negligencia. Sus grandes p
ies eran los de un hombre que anda lenta y cautelosamente; sus musculosas y nerv
udas manos eran las de quien est acostumbrado a levantar grandes pesos.
Se necesitara ser un poeta para decidirse a primera vista en favor de Lincoln.
Cul era el haber de cada uno de estos hombres? El uno, nacido 45 aos atrs, era hijo
de un mdico que, habiendo perdido cuanto tena, no pudo sostener a su familia; el c
hico tuvo que trabajar en el campo para ganarse el dinero de la escuela. Un amig
o de su padre le tom como aprendiz de ebanista, y con los jornales que ahorr se pa
g los estudios: a los veinte aos obtuvo el ttulo de maestro y a los veintiuno el de
abogado. Con extraordinaria laboriosidad, aguijoneada por la ambicin, fue subien
do poco a poco en la escala social. Muy joven an ocup un puesto en los escaos del C
ongreso, ganndose las voluntades por su ingenio y amabilidad, que en poco tiempo
le hicieron persona grata en los altos crculos oficiales. Al mismo tiempo, haba ga
nado una fortuna en lucrativas especulaciones agrarias, y antes de cumplir los c
uarenta haba sido senador, primer magistrado del Tribunal, secretario de Estado y
presidente de la Comisin para los nuevos territorios. En sus viajes por Europa,
fue recibido por el Zar de Rusia y la Reina de Inglaterra. Se le consideraba un
hbil diplomtico y en dos ocasiones haba estado a punto de ser elegido Presidente. C
asado con la hija de un propietario de esclavos del Sur, al que no tard en hereda
r, conoci y apreci la esclavitud, pero tuvo buen cuidado de dejar en manos de su e
sposa la administracin de sus haciendas y esclavos. Muerta su esposa, contrajo se
gundas nupcias con una distinguida e inteligente dama catlica, nativa tambin del S
ur y famosa por su belleza, que no tard en colocarlo a la cabeza de la sociedad d
e Washington. Era, pues, Douglas uno de los jefes de su partido y uno de los hom
bres ms destacados de la nacin; rico, poderoso y temido, a la vez que galante, cab
alleresco y atractivo.
Lincoln no tena ambicin de podero ni de riquezas; slo posea la conciencia de su propi
a superioridad, que poco a poco le hara salir del estrecho crculo de la vida provi
ncial. En tanto que su adversario, siguiendo un plan preconcebido, colocaba pied
ra sobre piedra para construir la torre de su triunfo y poder contemplar desde s
u cima el amplio panorama, Lincoln recorra el pas sin objeto aparente, informndose,
observando y, en realidad, fija siempre la vista en la ltima cima de un ideal qu
Pero ya suban los oradores a la tribuna, y el pblico se dispona a orlos. Aquel da, Do
uglas abra el debate entre los aplausos de sus correligionarios, a los que corres
ponda saludando efusivamente a todos lados. Habla con fuerte y pastosa voz de bart
ono; su pronunciacin es clara, y elocuentes su expresin y ademanes. Su volubilidad
y el brillo de su artificioso lgica tenan embelesado al auditorio, precisamente p
orque no se expresaba en estilo popular, sino en un lenguaje fuera de sus entend
ederas. Unas veces pareca solapado y agresivo, otras sincero y declamatorio, y as
tena al pblico pendiente de sus labios, con el inters que produce un hermoso castil
lo de fuegos artificiales, que se olvida apenas apagada la ltima chispa.
Despus de tan brillante discurso, la situacin de Lincoln era muy difcil. Preciso es
confesar que su aparicin en la tribuna no prevena en su favor. Todo colgaba en l;
cabeza, brazos y ropa. Con los pies juntos y el cuerpo rgido, cuando recoga las ma
nos sobre el pecho, haciendo girar los pulgares, pareca un desmedrado maestro de
escuela que con voz chillona disponase a preguntar la leccin a sus discpulos. Pero,
a medida que hablaba, la voz se iba haciendo ms clida y dominadora; olvidbase de s
mismo, y echando atrs la cabeza, que tomaba ms parte en su mmica que los brazos, su
brayaba su tesis con un ademn de la mano, sealando las cabezas de su auditorio con
un ndice largo y huesudo. Cuando, en un perodo culminante de su discurso, abra los
brazos con ademn amplio de bendicin o blanda los cerrados puos lanzando una enrgica
imprecacin contra la esclavitud, la gente contemplaba con asombro aquella imponen
te figura de iluminado, que se apoyaba en la barandilla de la tribuna; y todos s
entan la sinceridad de su emocin. Lincoln empez haciendo grandes concesiones a su a
dversario. Sus sentimientos equitativos, su lgica socrtico, tan patente en la trib
una poltica como en los tribunales de justicia, le hacen reconocer los puntos slid
os del alegato de Douglas, y con viril cortesa hace cuanto puede por subrayarlos.
Esta franqueza inspira confianza; pero luego contina exponiendo uno tras otro lo
s argumentos falaces del adversario, analizndolos, disecndolos con el bistur de su
lgica y poniendo al descubierto la verdadera llaga. Derivando sus ejemplos de la
vida diaria de los rancheros, entre los que haba vivido, procede de afirmacin en a
firmacin en un estilo sencillo y claro. Ahora como siempre, el fin que persigue e
s un fin cordial, un in moral. Pero, como declaraba al principio, sabe manteners
e durante todo el discurso dentro de los lmites de la ms estricta lgica.
En el debate pareca transformarse. Cuando conclua, Douglas, sacudiendo su cabeza d
e viejo gladiador, trataba de falsear los argumentos de su adversario, ya que no
poda rebatirlos, y, animado por los aplausos de sus parciales, iba llegando hast
a la grosera. La rplica de Lincoln era siempre aguda, peligrosa y despiadada; mien
tras el primero intentaba burlarse del segundo, ste pona a aqul en ridculo. En el cu
rso del debate, el diplomtico no estaba a la altura del abogado rural; el orador
de la Cmara ignoraba la acstica de las salas rurales y se dejaba vencer por el cam
pesino. El hombre bajo influa en las muchedumbres; el alto, en los individuos ais
lados. La influencia del primero era rpida y superficial; la del segundo, lenta y
profunda. Al or a Douglas, deca la gente: As deben ser los personajes que viven en
Washington; pero, al escuchar a Lincoln, todos estaban conformes en que as deba ser
el hombre que haba de representarlos en la capital. A Douglas le estaba reservad
a una pronta y efmera victoria; a Lincoln, un triunfo tardo, pero durable.
Como si fuese un instrumento del Destino, Lincoln sigui combatiendo con denuedo l
a esclavitud. Si echamos una ojeada retrospectiva al perodo que precedi a la guerr
a civil con conocimiento de los hechos desastrosos que en ella se cumplieron, no
podemos dejar de preguntarnos si aquella furiosa controversia era esencial y si
no era posible llegar a un acuerdo como lo deseaban los moderados de ambos part
idos. No queremos decir con esto que el debate de Illinois fuera la causa de la
guerra, pero s que sus efectos fueron excepcionales. En los discursos all pronunci
ados se dijeron palabras llenas de significacin que se grabaron en el cerebro de
millones de hombres, contribuyendo as a la agravacin del conflicto.
En uno de los debates, haba dicho Lincoln: No pretendo hacerme pasar por mejor de
lo que soy, ni trato de simular que no me alegrara el ser elegido senador. Esas h
ipocresas no se han hecho para m. Pero s afirmo que este encarnizado debate nada im
porta a la nacin. El que mister Douglas y yo continuemos la controversia, puede s
er de gran importancia para nosotros, pero nada supone en comparacin con el arduo
problema de que depende la suerte del pas. La ley moral inmanente que gui a Lincol
ros. Y permitidme os diga que estas cosas se preparan con la lgica inflexible de
la historia cuando las votaciones demuestran que sentencias como la de Scott y t
antos otros son soportadas por el pueblo Se puede engaar a todo el pueblo durante
algn tiempo. A una parte del pueblo se la puede engaar siempre: pero no se puede e
ngaar siempre a todo el pueblo.
Despus de estas graves razones, volva a la irona y a la metfora popular, que acompaab
an a los desahogos de su melanclica naturaleza, como sigue el scherzo al largo en
una sonata. Para demostrar que Buchanan, Douglas. Taney y otro jefe de Washingt
on haban conspirado juntos desde mucho tiempo atrs, deca, empleando los nombres de
pila de los personajes, por todos conocidos: Cuando nos encontramos ante una porc
in de madera tallada y vemos que las distintas piezas son encajadas por cuatro ob
reros distintos, por ejemplo: Stephen, Roger, Franklin y James, al ver la perfec
cin del trabajo no podemos menos de suponer que los cuatro llevan ya mucho tiempo
trabajando juntos en la misma obra.
De nuevo, queriendo ejemplarizar las diversas actitudes que pueden adoptar los E
stados nuevos y vicios con respecto a la esclavitud, dice: Si una serpiente me sa
le al paso en mi camino, me apresurar a matarla con el primer palo que encuentre;
pero si encuentro a la serpiente en la cama en que duermen mis hijos, he de tom
ar mayores precauciones para evitar que los muerda, y mayores an si el reptil se
halla en el lecho de los hijos de mi vecino, con quien me une el solemne comprom
iso de no mezclarme para nada en sus asuntos Pero se trata de hacer una cama nuev
a para los nios, y hay quien intenta colocar en ella un nido de viborillas.
Estas vigorosas metforas se mezclan a stiras y maliciosas agudezas y a oportunas rp
licas en las que, si Douglas era muy hbil, Lincoln lo era todava ms. En uno de sus
primeros discursos, Douglas acus a Lincoln de ser un abolicionista incondicional,
presentando como prueba un viejo programa radical, firmado por Lincoln.
En realidad, el documento era falso, y cuando, ms tarde, Douglas hizo referencia
a otros documentos, Lincoln declar en su cara que el fracaso anterior descalifica
ba cuanto quisiera mostrar como evidente. En otra ocasin, habiendo Douglas tergiv
ersado sus opiniones, negando lo que poco antes afirmara, observ Lincoln: Si digo
que usted se ha quitado el sombrero es fcil que me califique de mentiroso y se lo
vuelva a poner en seguida. Tal es la fuerza de todos sus argumentos.
Otras veces, Lincoln lograba poner en ridculo a su contrario desarrollando cualqu
iera de las expresiones de ste. Deca Douglas: Entre un blanco y un negro, opto por
el blanco; pero entre un negro y un cocodrilo, escojo al negro. Y Lincoln: Eso sig
nifica que el negro es con respecto al blanco lo que el cocodrilo con respecto a
l negro, y que, puesto que el negro puede dar legalmente al cocodrilo el trato q
ue le plazca, los blancos pueden hacer otro tanto con los negros.
Tal es la moraleja del smil de mister Douglas. Y en otra ocasin: Cree mister Douglas
haber descubierto el derecho del pueblo a regirse por s mismo ? En absoluto. La ide
a de la soberana popular fue puesta en circulacin muchos siglos antes de que nacie
ra el autor de la ley KansasNebraska, y aun antes de que el mismo Coln pusiera los pies en este Continente Si
el juez Douglas no invent esa idea, debemos rogarle nos permita investigar cules h
an sido sus inventos y descubrimientos. Quizs el derecho de emigrar a Kansas o Neb
raska llevando entre la impedimenta buen nmero de negros? Tampoco, pues esas doct
rinas ya las haba dado a conocer el general Cass seis aos antes. Qu ha inventado, pu
es, nuestro pequeo gigante? Cass no tuvo la desfachatez de bautizar al derecho de l
os blancos sobre los negros con el pomposo ttulo de soberana popular. En esos tiem
pos nadie tena el descaro de confundir la ominosa ley del ltigo con un derecho leg
al propio de la independencia. As, pues, el descubrimiento de Douglas se reduce a
lo siguiente: Soberana popular es el derecho de llevar negros a Nebraska y abrirl
es las carnes a latigazos.
Tan mordaz poda ser Lincoln cuando vea que ante sus propios ojos trataban de hacer
pasar la moneda falsa por buena. A las intempestivas interrupciones de su contr
ario responda: No tenemos tiempo que perder en baldas disputas. Yo slo quiero afianz
ar la verdad, sin hacer caso de las impertinencias de mister Douglas. Y cuando ste
le pregunta por qu vot contra los crditos de guerra en tiempo de la campaa de Mjico,
Lincoln, en vez de contestar que Douglas se equivocaba, salt de la tribuna, hizo
subir a ella a un amigo de su contrario, y dijo: Nada tengo que ver con este seor
Era un da muy caluroso, relata uno de los partidarios de Lincoln, que fue a visita
rlo a la fonda, en la cual se hallaba rodeado de amigos; limpindose el sudor de l
a frente, el candidato me propuso que saliramos al patio a respirar un poco de ai
re. Estamos preparados, dije yo, pero an no sabemos cmo acabar este duelo con Dougla
s. Una sombra nubl el rostro de mi interlocutor, y la expresin de sus ojos me dio a
entender que haba comprendido mis dudas.
Sintese usted un momento, me dijo, hacindolo l en la escalera de piedra que conduca a
l hotel. Ha visto usted a dos hombres que se preparan para luchar?
S muchas veces
Bien; el uno habla constantemente de las proezas que va a realizar y, sacando el
pecho y blandiendo los puos, consume sus fuerzas en asombrar prematuramente al pbl
ico. El otro no abre los labios, deja colgar los brazos a lo largo del cuerpo, i
nclina la cabeza sobre el hombro y se cuadra sobre sus pies juntos. Reserva sus
fuerzas para el combate, y es seguro que cuando ste comience vencer o perecer en la
contienda.
Lincoln perdi el primer asalto y gan el segundo, pero muri en la contienda.
Douglas haba ganado el primer asalto. Haba obtenido una enorme mayora y regres a la
capital como senador, en tanto que Lincoln volva a su profesin de abogado rural. T
odo pareca haber sido intil. Lincoln pas momentos tan amargos como los de su llegad
a a Petersburg, donde le recibieron con una silba que dur media hora; o como en O
ttawa, donde los mozos se empearon en llevarle en hombros, con las piernas colgan
do y los pantalones subidos hasta las rodillas, o como en otra tercera ciudad, c
uyas enguirnaldadas calles hubo de recorrer. No saba qu era peor, pero todo le era
insoportable. A una dama que quiso burlarse de l ofrecindole una mueca negra, le p
regunt sencillamente: Es su nena, seora?En otra ocasin un jinete se acerc a la tribuna
y le pregunt: Le gustara a usted dormir en la misma cama con un negro?Lincoln no se d
ign contestarle, pero le mir con tal desprecio, que el atrevido volvi grupas, alejnd
ose entre los denuestos y la mofa de la concurrencia.
No, la verdad es que no todo haba sido intil. Algo notable haba sucedido: el nombre
de Abraham Lincoln se haba dado a conocer en toda Norteamrica, y en tanto que el
equvoco papel representado por Douglas haca que los resentidos demcratas le relevar
an de la presidencia del Comit de Relaciones Exteriores, cargo que viniera disfru
tando desde haca once aos, todo el Norte hablaba de Abraham, el matador de gigantesy
annimos ingeniosos lo celebraban en coplas. Una de ellas empezaba:
Por el lado del Oeste empieza a alzarse la estrella de la patria.
Las muchachas prefieren a Lincoln; sus madres apoyaron a Clay.
A pesar de su enrgica oposicin, se dio su nombre a un nuevo pueblo de Illinois. Un
o de, los ms importantes diarios del Oeste escribi:
Os habis dado cuenta de que sus discursos son los ms trascendentales que hemos odo?Y o
tro deca: jams se dio a conocer en su pas un hombre tan rpidamente como Lincoln con s
us discursos. Un desconocido le escribi: Se parece usted a Lord Byron, que se despe
rt un da siendo famoso. Todo el pueblo desea conocerlo. De un solo golpe ha pasado
usted de la posicin de un acreditado jurisconsulto provinciano a la de personaje
nacional. Todo esto contribuy a que los correligionarios y hasta los miembros de
su familia acabaran por convercerse de que no slo era un sujeto aprovechable para
el partido, sino que muy bien pudiera ser, adems, un gran hombre.
Qu opinaba ste de s mismo?
Una noche de verano, durante los debates, Lincoln, acompaado por Villard, esperab
a en una estacin. Como se desatara una tormenta, ambos se refugiaron en un furgn d
e mercancas, acurrucndose en la oscuridad. En aquel msero ambiente, sin asiento ni
luz, surgi en su mente el recuerdo de su juventud y comenz a comparar el hoy con e
l ayer. En su monlogo, declar que cuando era dependiente de un almacn en New Salem,
tena entonces veinticinco aos, sus ms locas ambiciones no pasaban de aspirar a ocu
par un asiento en la Asamblea del Estado. No niego, agreg sonriendo, que desde ent
onces mi ambicin ha crecido. Pero slo mis amigos me impulsaron a esta campaa electo
ral. Personalmente, no me conceptuaba con talla suficiente para senador, y he ne
cesitado mucho tiempo para persuadirme de que poda aspirar a serlo. Y volviendo a
sonrer prosigui: Ahora estoy seguro, estoy convencido de que sirvo para el caso, ma
s an me digo con frecuencia: Ese puesto es demasiado alto para ti y no lo alcanzars.
Pero Mary se empea en que sea senador y hasta se atreve a soar con verme President
e. Una ruidosa carcajada sigui a estas palabras, y cruzando las manos sobre las pi
ernas, de modo que las rodillas quedaran en alto, ri largamente de la insensata a
mbicin de su esposa, exclamando:
Figrese usted, amigo mo, la facha que hara yo de Presidente !
Es sta una de las escenas ms hermosas de la vida de Lincoln, y as la describe un ag
udo observador: Despus de dos das de charangas y gallardetes, el hroe de la fiesta s
e sienta con un periodista en la desmantelada oscuridad de un furgn de mercancas.
El asiento es duro y la oscuridad tan profunda como las noches de Indiana en la
barraca paterna. Pero a l nada le importa; al contrario, la sombra y la soledad l
e animan en vez de deprimirle. Poco a poco se desata la lengua del eterno tacitu
rno, la oscuridad favorece la confesin; y la irona con que aprecia el humano esfue
rzo y el suyo propio contrasta con la dulzura de su acento al hablar de su amor
al prjimo y el amargo tono con que se refiere a s mismo, y todas sus palabras suen
an en el vagn vaco como una msica de duendes. Sentado en el duro suelo revela los o
cultos motivos de sus acciones. Cmo se sacrifica por satisfacer la ambicin de Mary
, y cmo, cediendo a su temperamento de poeta, ve imgenes irreales, que expresa en
parbolas, hasta cuando tiene que combatir proyectos de ley. Modesto por naturalez
a y uniendo su genio a su carcter, pronto haba empezado a conocer, tras los bastid
ores del teatro de la vida poltica, las bajezas a que suele conducir la ambicin de
l poder. Y ahora, habiendo vivido durante varias semanas en ntimo contacto con el
ms famoso estratega poltico de Norteamrica, haba llegado al inevitable resultado de
sentir por l menos respeto y de aumentar su propia estimacin.
Aunque ya hubiera empezado entonces, con la lentitud propia de los polticos de su
temperamento, a pensar en la posibilidad de llegar a la presidencia, no era la
desconfianza en s mismo la que le impeda realizar este supremo deseo de su mujer.
Pero el espejo de su corazn le mostraba las deficiencias de su figura, y con el t
acto del hombre superior ocultaba su amargura bajo el humorismo que le haca ver l
o grotesco de que el primer hombre de la nacin fuera a la vez el ms zanquilargo.
No le preocupaba la falta de modales que le reprochaba su adversario, pues la de
licadeza de su corazn le bastaba para poder alternar dignamente con los ms disting
uidos personajes de Washington. Al fin y al cabo, Franklin haba sido encuadernado
r, y Jackson, aprendiz de talabartero. Pero su huesuda armazn le haca rer por su to
tal carencia de elegancia diplomtica.
Despus de su derrota, y mientras su nombre volaba hasta los confines de la nacin c
on ms prestigio que si hubiera ganado la eleccin, su confianza en s propio, siempre
en aumento, le haca tender la vista en busca de nuevas probabilidades. l mismo su
po retratar con elocuente palabra este perodo de transicin en la respuesta que dio
a la pregunta de un colega sobre su estado de nimo.
Me siento como un chico que se ha lastimado una pierna, contest, y no sabe si enfa
darse o rer, pues ya es demasiado grande para llorar. Por aquel tiempo escribi a He
nry, su antiguo mdico:
A pesar de todo, me alegro de haber combatido en esa serie de debates. Esto me ha
proporcionado una publicidad que no hubiese podido tener de otra manera, y que
es una buena preparacin para el asunto magno de la poca. Y aunque al presente qued
e oscurecido, y aun despus de mi retirada habr hecho avanzar algunos pasos la caus
a de la libertad.
En estas lneas puede leerse todo el activo renunciamiento de su espritu; ellas nos
demuestran el fondo de su corazn, al que importa mucho ms la causa de la libertad
que el ganar unas elecciones. Acaso no era el mismo que, veinte aos antes, siendo
un muchacho desconocido y soador, hablaba en un pequeo Club de Springfield sobre
los grandes hombres, sobre Cesar y Napolen, a quienes no deslumbraba un silln pres
idencial? Abraham Lincoln posea en alto grado la dignidad humana; prefera devolver
la perdida libertad a los esclavos, que compartir la pasin de su mujer por los sm
bolos exteriores del poder humano.
Pero, y si el Destino pusiera estos smbolos al alcance de su mano? Y si slo poseyndol
os le fuera dable realizar sus aspiraciones de libertad? La cadena de pensamient
os y la cadena de sentimientos, la ambicin y el idealismo, la persona y la causa
se unan en este punto como en todas las vidas superiores, y se hacan inseparables
para siempre.
Por entonces le detuvo un conocido en la calle, dicindole con ms sinceridad que bu
enos modales:
En todas partes he odo hablar de usted. Frecuentemente me han preguntado: Quin es ese
Lincoln?Y yo les he dicho: Es un verdadero coloso. A mi juicio, puede usted ser Pr
esidente y vencer a Seward y Chase.
Cmo puede ser eso, pregunt Lincoln, si a m slo me conocen en Illinois, y los hombres q
ue usted cita son jefes de partido?
El otro trat de convencerle, alegando que en muchos Estados no queran ningn hombre
impuesto por la capital, y acab rogando le diera su biografa. Al or esto, Lincoln s
e envolvi en su eterna bufanda gris y repuso: Confieso que soy ambicioso; tampoco
soy insensible a sus alabanzas, pero nunca tendr la suerte de llegar a Presidente
. Por lo que respecta a la biografa, nada me ha sucedido en la vida que merezca e
l inters de usted ni de nadie; como dira Davis: No vale la pena. Buenas noches.
Un segundo y ms apremiante ruego le movi a contestar por escrito: Nac el 12 de febre
ro de 1809, en Hardin County, Kentucky. Mis padres eran originarios de Virginia
y descendan de familias sin distincin, o, mejor dicho, muy modestas. El abuelo de
mi padre emigr a Kentucky os despus fue asesinado por los indios de 1781 u 82, y d
os aos despus fue asesinado por los indios al cruzar un bosque para llegar a su ra
ncho. Sus antepasados, que eran cuqueros, procedan de Pennsylvania. Mi padre tena s
eis aos cuando muri el suyo, y creci sin educacin ni recursos, trasladndose a Indiana
ms tarde. Cuando llegaron all tena yo ocho aos y el Estado acababa de entrar en la
Unin. Era un verdadero desierto, poblado de osos y otras alimaas peligrosas. All tr
anscurri mi infancia. Haba un par de escuelas, regidas por maestros cuyos conocimi
entos no les permitan ensear ms que a leer, escribir y la aritmtica hasta la regla d
e tres. Si por ventura llegaba por all algn aventurero que supiera algo de latn, se
le conceptuaba como una especie de mago. No haba all nada absolutamente que estim
ulara los deseos de aprender. Esto explica lo limitada que era mi instruccin al l
legar a la mayor edad.
Saba leer, escribir y la aritmtica hasta la regla de tres, nada ms. Desde entonces
no he vuelto a pisar una escuela, y los pequeos progresos que he hecho en este se
ntido los logr cuando las necesidades del momento me dejaban algn descanso. Entre
las faenas del campo crec y hasta los veintids aos trabaj como jornalero. A esa edad
fui a New Salem, donde permanec un ao colocado en una tienda como dependiente. Po
r entonces principi la guerra con Halcn Negro, y fui elegido capitn de voluntarios,
xito que, hasta ahora, es el que ms me ha regocijado en mi vida. Hice toda la cam
paa, me licenciaron, y present mi candidatura a la diputacin local, siendo vencido;
ste ha sido mi nico fracaso en una votacin popular. En las tres siguientes eleccio
nes sal victorioso. Luego, retir mi nombre de la contienda y me traslad a Springfie
ld, en donde quera ejercer la profesin de abogado, pues durante el perodo legislati
vo haba estudiado Derecho. En 1846 fui elegido para la Cmara baja del Congreso, pe
ro no fui reelegido. De 1848 a 1854, ambos inclusive, me ocup exclusivamente en m
i carrera jurdica. Siempre he sido y soy liberal; generalmente, en las listas ele
ctorales se me califica de hombre de accin. Entregado a prcticas jurdicas, mis inte
reses polticos se hallaban bastante descuidados, hasta que la ruptura del Tratado
de Missouri me hizo salir de mi sopor. Lo que desde entonces ac he hecho, creo q
ue es bastante conocido.
Si desea usted una descripcin fsica, puedo decir que mido seis pies y cerca de cuat
ro pulgadas; que soy lo bastante flaco para no pesar ms de ciento ochenta libras
y que tengo el cabello negro y espeso y los ojos grises. Esto es todo cuanto pue
do decirle a usted.
P. S. Poco vale la descripcin, pero a mi juicio tampoco yo valgo mucho; no obstant
e, si hubiese alguien que creyese que tal como soy se puede sacar algn partido de
mi, srvase informarme. De usted muy atento. A. Lincoln.
Se ha escrito nunca nada ms conciso y seco? No hay en estas lneas ni una sola palab
ra de vanidad; su peor enemigo habra podido firmar este breve resumen. La riqueza
de metforas que generalmente adornaba su estilo, la gracia sutil de que alardeab
a en sus cartas, el impetuoso ritmo de sus discursos, todo faltaba en este rido d
ocumento, en el que slo un experto hubiese podido descubrir las huellas del emine
nte estilista. Era algo as como si un gran cocinero hubiese preparado una inspida
bazofia para alimentar a quienes, por pura curiosidad, anhelaban sorprender los
secretos de su arte culinario. Y, sin embargo, es una acabada obra maestra por l
o que dice y an ms por la que calla. Fcil era averiguar, al que tuviera inters en sa
berlo, que su abuelo muri como uno de tantos heraldos de la civilizacin; como una
especie de mrtir que dejaba encomendada a los osos la educacin de sus hijos.
Vaya una ascendencia para un futuro candidato! Con franqueza declara las deficien
cias de su primera educacin en Indiana, pero es demasiado altivo para explicar lo
difcil que le fuera ms tarde beber en las fuentes del saber humano. Slo menciona e
sa poca de su existencia diciendo que adquiri su cultura aqu y all, a salto de mata,
cuando las necesidades inmediatas se lo permitan. Ni una sola palabra sobre sus
gestiones en la Asamblea, ni los combates que sostuviera en la Cmara. Pero su aus
tero orgullo no le impide declarar el placer que le caus el verse elegido por sus
camaradas jefe en la campaa guerrera, ni la confianza con que le honraron sus co
nciudadanos en las elecciones populares. Seas particulares ? Dir a desconocidos qu poet
a prefiere, que no le gusta beber o que prefiere cortar lea en mangas de camisa a
asistir de etiqueta a una reunin? No. Les dice que mide seis pies y cerca de cua
tro pulgadas, para decir la verdad estricta. Aade su peso, y con esta esplndida frm
ula a lo don Quijote termina su epstola.
Al hacer el balance de los debates, Lincoln se encontr con que haba ganado veinte
libras de peso y perdi un par de miles de dlares. Entre tanto, los negocios del de
spacho haban disminuido bajo la direccin de Herndon y los gastos haban aumentado; a
unque nada tena que temer para el porvenir, por el momento se vela en apuro para
atender al pago de los gastos ms indispensables. Cuando Judd, jefe del Comit Centr
al del partido republicano, le escribi solicitando su ayuda econmica, Lincoln le r
espondi: Respecto al asunto econmico, estoy dispuesto a pagar de acuerdo con mis re
cursos, pero confieso que soy poco idneo para hacer pagar a los otros. Durante la
rgo tiempo he gastado dinero sin ganar nada, y ahora me encuentro sin tener siqu
iera con qu atender a los gastos ms perentorios de la casa. Si usted pudiese envia
rme doscientos cincuenta dlares, pagara en seguida las deudas del Comit, y ya arreg
laramos esto privadamente entre los dos. Dicha suma, junto con lo ya pagado y con
la liquidacin pendiente, hace subir mi cuenta a quinientos dlares, sin contar mis
gastos personales durante la campaa, lo que, unido a la prdida de tiempo y de neg
ocios, constituye una pesada carga para quien tiene tan pocos ingresos como yo.
Pero ya que he conseguido un puesto de honor, no quiero parecer tacao.
En aquellos tiempos era costumbre en los Estados Unidos que los partidos polticos
solicitasen liberales contribuciones de sus abanderados. Lo extrao es que Lincol
n no pudiese satisfacer dichas exigencias, pues si bien es cierto que no haba obt
enido las dietas de senador, habase aprovechado del partido ms que otros. Adems, su
posicin no era mala: el Estado le haba concedido la propiedad de un terreno en pa
go de los servicios militares prestados en su juventud, haba heredado otro y los
productos de ambos, unidos al de la casa de Springfield y a los ingresos del buf
ete, ascendan a cerca de veinte mil dlares anuales. El ejercicio de su profesin le
produca en los aos buenos ms de tres mil dlares.
Cierto que las exigencias de Mary eran considerables: acababa de comprarse un nu
evo coche y el paciente esposo satisfaca en silencio todos sus caprichos. Se empea
ba en vivir conforme a la creciente popularidad de su marido; haba introducido en
Springfield la moda del miriaque, innovacin que las ms encopetadas damas de la loc
alidad se apresuraron a copiar. Pero su carcter petulante le creaba enemigos en t
odas partes. Un da, en un baile, critic a la orquesta en voz tan alta, que la oyer
on hasta los mismos msicos. Cuando Herndon, a quien desde haca veinte aos odiaba, o
btuvo un buen puesto como sndico de un Banco Mary procur separarle de su marido, p
ues consideraba injusto que el joven socio continuase percibiendo la mitad de lo
que se recaudaba en el negocio, cuando slo Lincoln trabajaba en l. Para la linaju
da Mary, Herndon no era ms que un plebeyo criado en una posada, un radical, un an
ticlerical, a veces un borracho, y como declarado abolicionista, un hombre pelig
roso para el buen nombre de su partido. Deseaba ver a su esposo asociado con un
caballero de Kentucky, lejano pariente suyo, pero para Lincoln esto no era una r
ecomendacin; adems era muy constante en la amistad, y consideraba a Herndon como s
u mejor amigo.
Justo es hacer constar que los acontecimientos del ao ltimo, las desencadenadas pa
siones que clamaban por todas partes y las amenazas de una violenta crisis haban
alterado en demasa sus propios sentimientos para que pudiese consagrarse con calm
Lincoln dej caer la cabeza sobre el pecho y, pasndose una mano por los cabellos, d
io con la otra una palmada sobre la rodilla, diciendo en tono singular: No hay pa
ra qu dar continuas vueltas en torno de tan difciles problemas.
La continua duda de lo que iba a pasar y de lo que debera hacerse, le llenaba de
inquietud. El primer incidente que tuvo lugar aument su desorientacin. John Brown
era un rico hacendado y un fantico abolicionista, idealista y batallador, de carct
er aventurero y muy temido en Kansas.
Los esclavistas le haban matado un hijo, y haban puesto precio a su cabeza. Este p
uritano de arrogante figura, aristocrticas facciones, cuya barba y cabello le dab
an el aspecto de un cazador, era un apasionado amante de la libertad. Capitanean
do un puado de hombres, en el que se contaban algunos negros, se haba apoderado de
un arsenal nacional, del que pretenda hacer su base para una insurreccin de los e
sclavos del Sur. Este ingenuo complot fracas, naturalmente.
Brown fue hecho prisionero, juzgado y sentenciado sumariamente a la horca. Pocas
semanas despus Brown era un mrtir de los abolicionistas del Norte. Leyendas, canc
iones, retratos, nada pareca bastante para honrar su memoria, y mientras Douglas,
cegado por su triunfo, deca que todo aquello no era ms que una consecuencia de la
agitacin reinante, Lincoln comprenda los grandes males que la muerte del nuevo hro
e del Norte iba a causar.
No tard en presentrsela ocasin de decirlo pblicamente. Haba llegado la poca de la elec
cin presidencias. Era en febrero de 1860, y las elecciones deban celebrarse en may
o. Haca muchos aos que no se observaba en el pas una agitacin semejante, pues todos
saban que de la eleccin de Presidente podra depender la integridad de la Unin. Natur
almente, la causa del separatismo slo tena defensores en el Sur; el Norte an se hal
laba indeciso acerca de sus propios deseos. Los hombres de negocios queran votar
por un republicano, pero lo hacan a regaadientes. Entre los intelectuales del Nort
e, en cambio, se conservaba, o haba renacido, el viejo espritu cuquero, el espritu d
e aquellos que crean que en aquella lucha de principios la humanidad deba ocupar e
l primer puesto. Adems, la creciente soberbia del Sur, que hablaba sin cesar de s
eparatismo como si ste dependiese slo de su voluntad, haba herido la susceptibilida
d del Norte, creando all una atmsfera de animosidad, pues a nadie se le ocultaba q
ue el porvenir de la Unin estaba en no desprenderse de la mitad de sus fuerzas y
riquezas.
En estos momentos de indecisin, el pueblo de los Estados del Este dese conocer al
original poltico del Oeste y or de sus propios labios su opinin y consejo. Su inten
cin de pronunciar un discurso en Brooklyn despert tal inters que, en el ltimo instan
te, se le pidi lo hiciese en el famoso Instituto Cooper de Nueva York. Y, con el
natural azoramiento, Lincoln hubo de presentarse ante aquel culto y distinguido
auditorio, cuyo ropaje moral, segn su sentir, estaba almohadillado de algodn. En u
n principio, la sensacin de animosidad fue recproca. El auditorio observaba y cens
uraba el anticuado corte de su arrugada levita, en tanto que l, segn confesin propi
a, no poda apartar sus pensamientos de la idea del contraste entre las elegantes
ropas de su auditorio y su propio traje, nuevo, es verdad, pero arrugado y mal h
echo; sin contar con que llevaba un cuello imposible, detalle que no escapara al
examen del pblico.
He aqu el relato de un testigo presencial: Su cabeza se balanceaba sobre un cuello
largo y sarmentoso; al abrir los brazos en un amplio ademn, pude ver lo largos q
ue eran. Empez con voz contenida, como quien est acostumbrado a hablar al aire lib
re y teme hacerlo en tono demasiado fuerte. Sus primeras frases estaban llenas d
e expresiones y frmulas anticuadas que me hicieron pensar: Podrs ser una lumbrera e
n el salvaje Oeste, mi viejo amigo, pero hay cosas que son inadmisibles en Nueva
York. Por todos conceptos me pareci uno de esos hombres sencillos que tanto abund
an en la clase a que l pertenece. Nada impona en l a primera vista.
Las ropas que cubran su gigantesco cuerpo hubiranse dicho colgadas de una percha.
Sus facciones irregulares, rudamente modeladas, estaban cubiertas por una piel c
urtida y terrosa, y llevaban impresa la huella de las privaciones; los hundidos
ojos tenan una expresin de inquietud y sufrimiento Pero, a medida que desarrollaba
el tema de su discurso, un fuego interior pareca iluminar su rostro; su voz se ha
ca vibrante y una corriente de simpata se extenda por todo el pblico. El estilo de s
u discurso, sencillo y vigoroso, tena cierto sabor bblico. El silencio era tan pro
fundo, que en las pausas se oa el suave silbido del gas. Pero, en los momentos em
ocionantes, lo interrumpa una atronadora salva de aplausos. Cuando concluy, salt de
mi silla y vocifer como lo hubiese hecho un indio. Y el resto del pblico hizo otr
o tanto. Aquel hombre era asombroso!
Este discurso haba sido tan cuidadosamente preparado como un sermn y, como un sermn
, se basaba en esta frase de Douglas: Cuando nuestros abuelos crearon el Gobierno
bajo el cual vivimos, comprendan este problema tan bien o mejor que nosotros. De
las ms sencillas consideraciones sobre la Constitucin y la historia del pas, pas al
desarrollo metdico y lgico de sus consecuencias. Luego, y como si se hallasen all p
resentes, dirigi directamente parte de su discurso a los sudistas: Amenazis con des
integrar la Unin en el caso de que sea elegido Presidente un republicano. La amen
aza es atrevida, y me recuerda el caso del ladrn que pone una pistola en la sien
de su vctima, diciendo: Si no te entregas en el acto, sers tu propio asesino.
No quiso directa ni indirectamente ensalzar la memoria de Brown, asunto peligros
o o, por lo menos, impopular en el Norte en aquel momento. La empresa de Brown fu
e puramente personal.
No fue una insurreccin de esclavos, sino la intentona de un blanco para suscitarl
a, intentona en que los negros se negaron a tomar parte. En efecto, aquella empr
esa era tan absurda que los esclavos, a pesar de toda su ignorancia, vieron clar
amente que estaba condenada al fracaso. Este asunto, en su filosofa, corresponde
a los numerosos atentados contra reyes y emperadores relatados en la historia. U
n cerebro entusiasta, impresionado por la opresin de un pueblo, lleg a creerse com
isionado por el cielo para libertarlo e intent la hazaa que no poda tener otro fin
que su propia ejecucin. No podemos criticar la ejecucin del viejo John Brown, pues
su acto fue una traicin contra el Estado. Unmonos todos para combatir la esclavit
ud, pero dentro de la legalidad. La violencia, el asesinato y el perjurio no pue
den excusarse de ningn modo.
Este solo discurso fue suficiente para dar a Lincoln en el Este fama de gran ora
dor. Otros Estados le invitaron a hablar y un catedrtico de New Haven le sigui en
su correra, tomando notas sobre sus discursos con objeto de comentarlos ms tarde e
n una conferencia. El crecimiento de su fama no slo se refleja en Illinois, sino
en s mismo. Por primera vez, el abogado de provincia se vea en contacto directo co
n el llamado gran mundo, al que apareci conforme a sus normas, llegando a reconoc
er la fuerza de sus cualidades exteriores y la supremaca de los elementos profund
os del bullicioso mundo de los negocios. Al regresar a su casa dej poner su nombr
e en la lista de los posibles candidatos republicanos a la Presidencia. Pocas se
manas antes, no habra consentido en que su nombre figurara en una lista de treint
a y cuatro polticos notables, y seis meses atrs haba escrito refirindose al gobernad
or Chase: Le aprecio mucho, pero no creo que sea el hombre ms deseable para la Pre
sidencia. Debo advertir que yo tampoco me considero apto para dicho cargo.
Pero aquellos seis meses le haban enseado mucho. En abril, escriba a su amigo Trumb
ull:
Con toda franqueza le dir que saboreo de antemano algo que, sin duda, descalifica
para emitir un juicio claro. De todos modos, puede usted estar tranquilo; nunca
permitir a mis pretensiones llegar a un punto que pueda ser peligroso para la cau
sa comn. Esta confidencial consideracin, tratndose de Lincoln, es la verdad pura. Se
analiza a s mismo y analiza su propia posicin, tan concienzudamente como si se tr
atase de otra persona, como si se viera en el trance de presentarse ante la faz
de Dios. Y, no temiendo el juicio divino, no teme el de sus semejantes y est pron
to a confesar que acaricia ambiciones que nunca condenar en los dems. Pero se mant
iene siempre en guardia: Recordando que un hombre mediocre suele perder la cabeza
al concebir la posibilidad de ser llamado a ocupar un puesto superior a sus fac
ultades, saco en consecuencia que no soy yo la persona ms indicada para contestar
a su pregunta.
Sus facultades crticas se haban intensificado durante aquel perodo de ansiosa esper
anza.
Nos equivocaramos, no obstante, si creysemos que Lincoln adopt en aquel perodo la ac
titud pasiva de quien todo lo fa a los acontecimientos futuros. Por el contrario,
mostrbase ms activo que nunca, escribiendo numerosas cartas a sus copartidarios,
aconsejndoles dnde y cmo haban de luchar. Posea un tacto especial para indicar el camp
o de accin ms propicio para lograr la victoria, nos dice uno de sus amigos. Tambin s
aba cmo manejar la Prensa. Querido Harding
haba escrito a un periodista un par de aos
antes , hace tres o cuatro aos que vengo leyendo el diario de usted sin haber paga
do nada. Adjunto le remito diez dlares, rogndole que se los meta en el bolsillo si
n ms ceremonias. Querra usted hacerme un favor que le agradecera en extremo? Deseo q
ue publique usted esta semana el nombre de Logan como candidato para juez del Tr
ibunal Supremo
Recientemente, haba comprado por 400 dlares la Illinois Staats Anzeiger, uno de lo
s peridicos alemanes que se publicaban en el Estado. Esta operacin haba sido llevad
a tan en secreto que ni siquiera Herndon se haba enterado de ella. El peridico era
discretamente empleado para hacerle propaganda y ganarle los votos y apoyo de l
os inmigrantes. Previnindolos de los manejos de los demcratas, escriba: Ser necesario
que un grupo de detectives disfrazados se mezcle a los votantes para que vigilen
escrupulosamente la votacin? Fuera insensato por nuestra parte tolerar semejante
s irregularidades, sin tratar de remediarlas.
En ocasiones, Abraham Lincoln poda ser bastante astuto. Pero esto no justificaba
el que lo tildasen de zorro, como hacan en aquel tiempo algunos de sus adversario
s, pues el uso de estas medidas era excepcional en l e impuesto por la imperiosa
necesidad. La doblez de sus contrarios le haba endurecido lo bastante en las cont
iendas polticas para, en las ocasiones oportunas, no servirse de los mismos recur
sos que empleaban aqullos contra l. Durante dcadas haba luchado por los dems, y no er
a lo bastante hipcrita ni tonto para no aprovechar la experiencia adquirida, tant
o ms cuanto que su causa era, al mismo tiempo, la de todo el pas.
Sbitamente se percat Lincoln de que el nmero de sus enemigos era mayor en su propio
partido que fuera de l. El podero de los republicanos aumentaba con tal rapidez y
su programa era tan apropiado para halagar la imaginacin popular, que el hombre
designado por ellos poda estar prcticamente seguro de llegar a la Presidencia, razn
que precisamente mova a muchos para oponerse a la designacin de Lincoln. Sus riva
les eran hombres ms fuertes e influyentes que l y Herndon escribe:
Lincoln careca de dinero para sostener una oficina poltica, y le faltaba talento de
organizador.
Todo esto lo posea Seward, amn de una brillante hoja de servicios como senador.
Pareca realmente natural que Chase, gobernador de Ohio, o Seward, ex gobernador d
e Nueva York, fuesen preferidos al taciturno pensador. Los dos primeros eran tan
contrarios a la esclavitud como el ltimo, y hasta puede afirmarse que Chase le s
obrepujaba en radicalismo; tanto ste como Seward eran senadores, abogados famosos
y hombres de vasta experiencia poltica, tan conocidos k en Washington como en el
Este del pas, especialmente Seward, por su vasta cultura, muy superior, a la del
pobre provinciano que slo una vez, doce aos atrs, ocupara un asiento en el Congres
o sin suscitar la menor atencin. Por otra parte el apoyo de Greely, el influyente
periodista del Este, pareca garantizar a Seward el mayor nmero de probabilidades.
La casualidad quiso que la Convencin Republicana de Illinois se celebrara en Deca
tur, ciudad en la que aos atrs entrara Lincoln en una carreta tirada por bueyes. L
os jefes del partido queran llegar all a un acuerdo antes de ir a la Convencin Naci
onal Republicana.
Sobre una mesa de la taberna, buscavidas y cazadores de empleos hacan clculos y ur
dan intrigas, tratando de descubrir en los rostros de los candidatos su mayor o m
enor fuerza, como lo hiciera antao Lincoln estudiando el rostro de Douglas. Pero,
qu alborotada tropa invade la calle? Un grupo de campesinos, acompaado por el estr
uendo de una charanga, agolpbase a la puerta del local llevando una bandera exten
dida entre dos viejas estacas. Todos los que llenaban la taberna, y Lincoln con
ellos, corrieron a ver lo que suceda. Era un fantasma que apareca bajo el pleniluni
o, un fantasma acaudillando una tropa de espectros armados?
No, no era un fantasma; era su primo John Hanks, el mismo que treinta aos atrs le
ayudara a construir la casa de su padre. De dnde sala y qu buscaba el olvidado parie
nte? Haciendo una grotesca reverencia, el patn se plant frente a los jefes y les e
ndilg el siguiente discurso:
Aqu tienen ustedes a mi primo, el honradsimo Abraham, a quien ayud a construir una
de las primeras casas de la ciudad cuando an no haba caminos a travs del bosque; su
padre fue uno de los ms valientes pioneers; aqu combati por la patria, cuando an co
rran por estos sitios osos y lobos. Ms tarde, el gigantesco Abraham tuvo que traba
jar de jornalero y con su poderosa hacha derrib rboles en la selva, convirtindolos
despus en estacas para la construccin de cercados. No menos de tres mil estacas co
rt entonces Abraham. Las dos que traemos sosteniendo nuestra bandera dan fe de su
s hazaas.
Con apasionada curiosidad contempl la concurrencia aquellos maderos en los que vea
n un smbolo de la fuerza de aquel hombre acostumbrado a derribar a cientos los rbo
les de la selva milenario; y de repente, por uno de esos cambios tan frecuentes
en las muchedumbres, el nombre del leador adquiri mayor importancia que los de los
otros candidatos enumerados por Douglas en sus discursos. Abraham era presa de
contradictorios sentimientos. Sera posible que su viejo primo, que jams hizo cosa d
e provecho, fuera a alcanzarle de un golpe la celebridad? Esa callosa mano que slo
sabe blandir el hacha y ganar medio dlar diario para no morirse de hambre, va a
recoger de una vez el premio de toda una vida de incesante trabajo? Encontraba la
situacin cmica, o prevea el partido que de ella se poda sacar? Comprendi la importanc
ia que aquellas viejas y henchidas estacas podan llegar a tener maana?
Supongo que debo aadir algo a lo dicho por mi primo, dijo entonces Lincoln. Hace d
e esto mucho tiempo. Es posible que yo haya cortado estas estacas, pero realment
e no puedo asegurarlo Slo puedo afirmar que cort gran nmero, de estacas y puede que
mejor de lo que estn stas.
Una tempestad de risas acogi estas declaraciones, dando motivo a que un avisado e
spectador dijera: Seward ha perdido. Habase encontrado un nuevo smbolo y un nuevo no
mbre: Lincoln, el Leador. Esto sonaba mejor an que el honrado Abraham. Pocas semanas
despus no haba un solo nio en el pas que no hubiese odo hablar del Leador. Lincoln de
ba este golpe de fortuna a su primo John Hanks, nico pariente que le ayudara nunca
en su victoriosa carrera.
Cuarenta mil forasteros haban llegado a Chicago, la joven ciudad, para asistir al
gran acontecimiento que habra de celebrarse en mayo. La Convencin Nacional Republ
icana inaugur sus sesiones en su edificio propio, acabado de construir y bautizad
o con el nombre de Wigwam. Bandas de msica y electores circulaban por todas parte
s con inusitada animacin. El partido, reuniendo por primera vez sus fuerzas, se d
ispona a emplear todo su celo en conseguir para uno de los suyos la Presidencia.
La opinin general sealaba a Seward como indudable candidato. Dos mil partidarios s
uyos haban llegado de Nueva York, algunos de los cuales parecan harto sospechosos.
Todas las ciudades conocan a este candidato. Como es natural, tambin los amigos d
e Lincoln trabajaban activamente: Herndon, Logan, David, Sweet y otros jueces y
abogados que haban trabajado con l en el circuito. La Tribuna de Chicago se haba ad
herido a su causa. Esa adhesin y la favorable circunstancia de que los partidario
s de otros candidatos independientes prefiriesen concentrarse en torno a un homb
re nuevo antes que apoyar a Seward, aumentaron las probabilidades de Lincoln. Su
s partidarios se apresuraron a prevenirlo contra la aceptacin de la Vicepresidenc
ia, cargo que Lincoln rechaz inmediatamente. Todava en el ltimo momento, su honrade
z puso en peligro su victoria, al dirigir una nota a sus amigos con la siguiente
recomendacin: No hagis ningn chanchullo que me comprometa. Prohiba, pues, a sus amigo
s el empleo de los conocidos seuelos con que se conquistan los electores.
Entre tanto, Lincoln hallbase en su casa de Springfield, no menos inquieto que Ca
rmen ante la plaza, siguiendo atentamente las oscilaciones de la opinin pblica, re
flejadas en los telegramas de sus amigos, que, como de costumbre, iba a recoger
personalmente al telgrafo. Procuraba distraerse leyendo a Burns y jugando a la pe
lota, para tranquilizar un poco sus exaltados nervios; por ltimo se fue a la tert
ulia de una trastienda, adonde vino a buscarlo un chico del telgrafo, gritando: Mis
ter Lincoln ! Ha sido usted elegido!Acudieron numerosos grupos de gente, prorrumpien
do en aclamaciones y aplausos. Durante unos minutos permaneci silencioso, en medi
o del bullicio. Luego, ponindose en pie, dijo: Lo mejor que puedo hacer ahora es i
rme a casa; hay all una mujercita que tiene derecho a saber lo que pasa.
Probablemente, aquel regreso al hogar fue el momento ms feliz de toda su vida con
yugal.
Al da siguiente, la pareja recibi a la comisin que iba a anunciarle oficialmente la
noticia.
Lincoln respondi a sus parabienes con unas cuantas palabras sencillas, dichas sin
Las consecuencias de la eleccin eran amenazadoras. Desde haca meses los sudistas a
menazaban con romper la Unin el da en que ocupara la Presidencia un negro republic
ano. Ahora, al hacerse pblica la designacin de Lincoln, ms ofensiva para el Sur que
lo hubiese sido la de Seward, la cuestin de la esclavitud qued relegada a segundo
trmino, y la nacin entera se pregunt si la eleccin de Lincoln no traera aparejada la
desintegracin de la Unin. Las circunstancias hacan la situacin semejante a la de un
hombre que, en el curso de su carrera, decide torcer su rumbo y, cuando se preg
unta si debe tomar a la derecha o a la izquierda, se ve atacado sbitamente por un
a grave enfermedad que slo le permite preguntarse si seguir o no viviendo.
Nunca, desde la fundacin de los Estados Unidos, el odio del Sur contra el Norte s
e haba manifestado con tal violencia. La razn moral que asista al Norte para conden
ar la peculiar constitucindel Sur era la nica causa de este odio, pues quien se sien
te mirado por otro con un desprecio moral, reacciona apasionadamente, no atenindo
se a la razn.
Sociedad libre? preguntaba irnicamente un diario sudista. Slo el nombre nos repugna y
a !
Qu es la sociedad libre sino un asqueroso revoltijo de grasientos mecnicos, sucios
trabajadores, tacaos campesinos y teorizantes medio dementes? Todo el Norte, espe
cialmente los Estados de Nueva Inglaterra, carecen de sociedad digna de un gentl
eman bien educado. La clase que prevalece est formada por mecnicos que se esfuerza
n por simular correccin, y patanes que no seran dignos de alternar ni siquiera con
los criados de un caballero del Sur.
Entre semejante gritero de odio, dejse or la voz de los oficiales de ciertos fuerte
s fronterizos que amenazaban con replegarse hacia el Sur en el caso de que ese h
ombre fuese elegido. Cundi el pnico en los crculos comerciales del Norte, paralizse
el trfico, negronse a pagar los acreedores del Sur, vacil la Bolsa, escase el dinero
, y el pnico financiero lleg casi a los lmites de la locura. En todo el territorio
se celebraron mtines en pro de una avenencia o transaccin. En Boston, la enfurecid
a muchedumbre disolvi a viva fuerza una reunin antiesclavista. Pero pronto los nor
distas comenzaron a comprender que la discutida eleccin no era ms que el pretexto,
deseado desde tiempo atrs por los sudistas, para romper la unin con el Norte, pue
s deseaban formar una confederacin independiente de los Estados del Sur.
El ms alarmado de todos era Lincoln. En su rincn provinciano recibi el primer infor
me secreto sobre los preparativos de guerra, informe suministrado por un comanda
nte del ejrcito. Nuestro abogado se sumi en profundas reflexiones. Tena l, a quien maa
na una votacin adversa poda relegar de nuevo al olvido, tena l mayor autoridad en aq
uellos momentos que cualquier otro norteamericano? El comandante estaba a sueldo
de la nacin y, por muy preciosas que para l fueran sus noticias, le escribi dicindo
le que en lo sucesivo se abstuviera de tratar en sus cartas de lo que fuera cont
rario a su honor y a la discrecin profesional, cosas que nadie mejor que l podra juz
gar.
Qu concepto formara el pensador de la venalidad y la estupidez humana, cuando supo
que, tan pronto como se vio asegurada su eleccin en la Convencin de Chicago, mucho
s de los delegados que hasta entonces lucharan contra l se apresuraron a cambiar
de opinin y a trabajar en pro del hombre que no iba a tardar en poder repartir em
pleos? Qu pensara, cuando los reporteros se congregaron en Springfield para describ
ir su casa, su familia y sus costumbres, a fin de enterar al mundo de que en rea
lidad no era un buhonero? Y no se regocijara ntimamente el humorista cuando los rep
orteros declaraban con gran satisfaccin que la levita que usaba a diario era casi
elegante, que su esposa hablaba correctamente el francs y que su hijo estudiaba en
Harvard College?
Pero entre los rancheros, su antigua condicin de leador segua siendo un estmulo para
el entusiasmo. Sus partidarios llevaban medallas con dos maderos cruzados, y us
aban pipas construidas con la misma forma; y no tardaron en circular una porcin d
e canciones sobre Lincoln el almadiero, el leador, el patriarca del pueblo. Pront
o llegaron a disputarse como reliquias los autnticos maderos que se exhibieron en
tre guirnaldas y luces en el cuartel general del partido en Nueva York, y hubo u
n club que se envaneca de poseer el hacha usada por el dolo. Un viejo le regal un b
astn en forma de poste, cortado, pulido y decorado por l mismo y un compaero suyo;
un grupo de jvenes uniformados de negro y ostentando la insignia del partido reco
obre la camisa un viejo guardapolvo, en cuya espalda las frecuentes lluvias reci
bidas por la prenda haban trazado una especie de mapamundi, y cubriendo su cabeza
con un abollado sombrero de copa. Ataviado de esta guisa, se pase con el orador po
r la ciudad, entre msicas y cohetes, saludando a todo rostro conocido que encontr
ara con un Cmo est, Ben?, o Me alegro de verte, Dick, parodiando a Coriolano, en vez d
imitarle, y echndose a rer cada vez que la multitud gritaba: Tres hurras por nuestr
o viejo Abraham!
Entre los muchos consejos que recibi por aquel tiempo, el ms notable fue el de una
muchacha desconocida que le aconsejaba que se dejase crecer la barba, y algo de
bi de aadir respecto a las hijas del candidato, pues ste contest: Apreciable seorita:
Acabo de recibir su grata carta.
Siento manifestarle que no tengo hijas. Tengo, s, tres varones de diecisiete, nue
ve y siete aos, respectivamente, que, junto con mi esposa, constituyen toda mi fa
milia. Por lo que respecta a sus deseos, no cree usted que, no habiendo llevado n
unca barba, el llevarla ahora podra parecer a la gente una afectacin? Desendole muc
ha felicidad, queda de usted buen amigo, A. L.
No se sabe si aquella carta dio origen a un debate domstico, pero el caso fue que
Lincoln, por acuerdo de su esposa, intil decirlo, acab por seguir el consejo, y p
ocas semanas despus los sencillos habitantes de Springfield empezaron a observar
una insospechada pelusilla en el mentn y las mejillas de su ilustre conciudadano,
indicio indudable de una barba que pronto enmarcara su rostro a la manera de los
viejos lobos de mar. Esta innovacin fue realmente lamentable, pues aquel huesudo
rostro, inolvidable por su tpica fealdad, perdi carcter con la barba, que atenuaba
la expresin terca de la boca y lo atrevido de la barbilla, y ocultaba la robuste
z del cuello y la nuez prominente. A esta desdichada innovacin debemos el que los
retratos, monedas y sellos de Correos nos hayan transmitido la originalsima cabe
za del Presidente Lincoln considerablemente adulterada.
Por fin lleg noviembre y el da de la eleccin. Segn todas las seales, la eleccin del le
dor era tan segura que, en Springfield y en todo Illinois, el inters de la gente
limitse a calcular qu mayora lograra el candidato. Como sucediera veinticuatro aos at
rs en New Salem, a la sazn, en Springfield, hasta los demcratas le demostraron simp
ata, aunque tampoco esta vez pudieron votar por l. Esto era lo que Lincoln deseaba
y lo que haba subrayado en su boceto autobiogrfico. Nada poda recompensarle ms ampl
iamente que el reconocimiento de su honradez fundamental y de su integridad, man
ifestado en el regocijo y la afectuosa aprobacin de sus conciudadanos; lo nico que
en aquellos das le hiri vivamente fue la unnime hostilidad del clero de Springfiel
d.
La votacin arroj un total de 1.900.000 votos en favor de Lincoln, 1.400.000 en fav
or de Douglas y un milln ms repartido entre los otros candidatos, lo que equivale
a decir que Lincoln debi su eleccin a una minora del Norte. En diez Estados no obtu
vo ni un solo voto. En cambio, en su pueblo, de 303 electores, obtuvo 180. Por p
rimera vez en la historia de la Unin, el Norte haba empleado su superioridad numric
a para vencer al Sur. Esto era un smbolo al par que una amenaza, que estaba dicie
ndo ya quin lograra la victoria en caso de que estallara la guerra civil.
Estallar la guerra?, preguntbase da y noche aquel hombre taciturno, sin poder gozar
de la alegra del triunfo, atormentado por sus pensamientos en el mismo instante e
n que una procesin de varias millas de largo desfilaba ante su casa, atronando el
aire con ruidosas aclamaciones.
Millares y millares de gentes acudan a rendirle homenaje! Haba ganado, acaso, alguna
gran batalla? Haba salvado o unificado a la patria? Adnde le arrastraba el Destino,
en el que siempre creyera y en cuyas manos estaba ahora? Qu luchas le esperaban e
n aquella fra capital, cuyo pueblo simpatizaba con el Sur? Eran sus facultades, cu
ya capacidad y lmites conoca perfectamente, por haberlas medido sin pasin, lo basta
nte fuertes para soportar aquel ambiente de Douglas, que agotaba a los ms esforza
dos corazones? Qu sucedera si los sudistas, en vez de atacar al partido, escogan su
nombre por, blanco de sus iras? Querra el Norte apoyarlo o lo abandonara siguiendo
el parecer de los que deseaban evitar a todo trance una conflagracin?
Tena derecho a considerar como suyo un puesto que hasta ahora le confiaba la mayora
de la nacin, pero que la minora le negaba con tal furia que amenazaba destruir la
obra de los antepasados?
separarse de la Unin, pero que el Gobierno Federal careca de poder para impedirlo
en el caso de que as sucediera. Est declaracin anim a los rebeldes del Sur a prosegu
ir sus intentos de separatismo, y robusteci en Europa la creencia de que el mante
nimiento de la Unin era ya imposible.
En realidad, Buchanan se dejaba guiar por su Gabinete, en el que, a pesar de ser
en su mayora unionista, las personalidades ms influyentes simpatizaban con el Sur
. Dos de sus miembros guardaron inquebrantable lealtad: el general Cass, a quien
, Lincoln pusiera en ridculo en el Congreso, el cual present su dimisin para no ser
traidor a la patria, y Stanton, quien presentndose francamente ante el President
e, le dijo: Como consejero jurdico que soy de usted, me incumbe el deber de advert
irle que no tiene usted derecho a entregar a los enemigos lo que es propiedad de
l Estado, como son los soldados y los barcos. La conducta aconsejada a usted por
el ministro del Interior es una franca traicin, que los arrastrar a todos a comet
er un crimen de lesa patria, y acto seguido present su dimisin.
En cambio, Black, jefe de Stanton y la ms alta autoridad jurdica del pas, declar que
ni el Congreso ni el Presidente tenan derecho para hacer uso de las armas contra
un Estado. Al mismo tiempo, Floyd, ministro de la Guerra, enviaba una considera
ble parte del ejrcito hacia el Sur, mandando recoger armas y municiones de los fu
ertes y arsenales del Norte. Slo la resistencia pblica le impidi apoderarse de la a
rtillera de Pittsburg. Por su parte, Cobb, ministro de Hacienda, recogi todos los
fondos del Estado, envindolos al Sur, y, cuando las arcas quedaron vacas, se apres
ur a dejar el puesto. Thompson, ministro del Interior, orden entregar los fuertes
del puerto de Charleston a los sudistas y traslad al comandante encargado de defe
nderlos. En esta ocasin dijo a un senador de la Carolina del Norte:
Me han designado para tratar de la secesin de su Estado.
-!No saba, respondi el senador, que hubiese usted dimitido.
Todava no lo he hecho, pues Buchanan desea que continuemos todos en nuestros puest
os hasta el 4 de marzo.
Y conoce Buchanan sus planes respecto a la Carolina del Norte?
Naturalmente.
Jams haba odo, observ el asombrado senador que un jefe de Estado encargara a un miemb
ro de su propio Gabinete la organizacin de una revolucin contra su propio Gobierno.
Mientras en el Gobierno y el Congreso todo eran conspiraciones, los senadores de
l Sur se hacan pagar apresuradamente sus dietas, como clientes de un Banco ante e
l temor de una quiebra; se reunan en comits procurando llegar a un convenio, escuc
haban las proposiciones de Seward, se burlaban de Corwin, el veterano luchador,
cuya cascada voz se levantaba por ltima vez para poner en guardia al pas; regocijba
nse con sus xitos de galera, acordaban escoger a Washington como capital de la nue
va confederacin y, por las noches, en su nuevo club, no escaseaban las bromas y c
histes sobre el hombre de la selva que se figuraba ser Presidente de los Estados
Unidos.
Mientras aconteca todo esto, Lincoln segua viviendo silenciosamente en su casita d
e Springfield, lejos de aquellos graves acontecimientos de los que pronto tendra
que responder; viva all escuchando, pensando, con el cerebro y la conciencia ocupa
dos en una interrogacin incesante. Qu noticias reciba cuando lea por la maana los diar
ios o visitaba por la noche alguna redaccin para echar una ojeada a los ltimos tel
egramas? Cada da vea desprenderse un nuevo sillar de la firme torre levantada por
los padres de la patria. Cada da le traa el correo nuevas advertencias del Norte y
renovadas amenazas del Sur, amenazas que muchas veces se reducan al dibujo de un
pual. Y no pasaba da sin que se le pidiese con urgencia una palabra de consuelo o
de gua para el pas. Pero Lincoln se aferraba a su silencio, pues, aunque haba sido
elegido para poner en prctica una poltica cuyos detalles ya haba expuesto, no se h
allaba an en situacin de poner ninguno de sus planes en accin. Cualquier intrigante
ministro de Washington era, por el momento, ms poderoso que el Presidente electo
.
Al mismo tiempo vease asediado de visitas. Cuando le aconsejaron que no recibiese
, contest:
Piden poco, obtienen menos y me agrada verlos. As habla un hombre del pueblo que ne
cesita mantenerse en contacto con sus iguales para fortalecer sus convicciones.
Cuando reciba estas visitas, escribe un testigo, demostraba un certero y rpido golp
Buenas noches!
Aqu vemos a Lincoln retratado por sus propias palabras. Varonil en su mismo desal
iento, sobria su melancola y alejado de toda exageracin aun en aquellos momentos c
rticos. No dice que dara su vida porque hubiese transcurrido ya aquel perodo de ans
iedad; dice dos aos, precio elevado, pero no absurdo. Si compara su situacin con l
a de Jess en el Huerto de Getseman, lo hace breve y sumariamente; en seguida regre
sa al mundo de los hechos, recuerda un antiguo pleito a un amigo y termina epigr
amticamente: Tambin a m me est echando a perder la causa Buchanan. A la maana siguient
, su humor haba mejorado. Mi nico deseo es llegar a Washington a tiempo de cerrar l
a puerta de la cuadra, antes de que me roben el caballo dice.
Pero me temo que cuando llegue all slo encontrar sus huellas.
Lincoln se hallaba en acecho de seales y portentos que le indicaran su destino, p
ues entre el campo del aldeano y el del filsofo crece el rbol gigantesco e inmemor
ial de la supersticin, que reparte su sombra entre uno y otro. Despus de un da de a
gotamiento y desorientacin, Lincoln se dej caer sobre el viejo sof de su cuarto col
ocado frente al armario de luna, cuyo espejo reflejaba su larga y yacente figura
. De repente observ que el espejo reflejaba dos imgenes diferentes de su rostro, u
na de las cuales tena colocada la nariz unas tres pulgadas ms arriba de la otra. Es
te fenmeno, relata Lincoln, me turb ligeramente y no dej de asustarme. Me levant y m
ir al espejo, pero la visin desapareci. Al tenderme de nuevo se reprodujo, quiz ms di
stintamente an que la primera vez, reparando yo entonces en que uno de los dos ro
stros estaba algo ms plido que el otro. Me levant, y todo desapareci de nuevo. Enton
ces sal, y con la agitacin de aquellos das olvid el fenmeno observado, aunque no tota
lmente, pues a ratos surga en mi memoria, producindome una desagradable impresin. A
l volver una noche a mi casa, se lo dije a mi mujer, y un par de das despus, rindom
e de mi mismo, quise hacer un nuevo ensayo y el fenmeno se reprodujo. Pero, en lo
sucesivo, el fantasma no quiso seguir favorecindome con su presencia, a pesar de
que yo hice cuanto pude por enserselo a mi esposa, a quien la descripcin tena muy al
armada. Mary pensaba que aquello era un signo de que yo sera reelegido, pero la pal
idez del segundo rostro indicaba que no sobrevivira a la segunda eleccin.
Poda no alarmarlo tan siniestro augurio? Cuntas veces no se preguntara a s mismo aquel
las semanas si, en atencin a la paz, no sera preferible retirarse, dejar el camino
libre para una nueva eleccin, apaciguar con nuevas condiciones la intensidad de
las pasiones populares, prevenir el estallido de la guerra civil con la retirada
de su personalidad! Si no lo hizo as y decidi continuar en su puesto, podemos est
ar seguros de que, dado su carcter, esta decisin haba sido dictada por consideracio
nes positivas. Pero ahora se siente alarmado por un signo ultraterreno y, aunque
trata de explicar el misterio a su modo, y lo describe con matemtica exactitud,
siempre le queda una inquietud que no consigue desterrar de su corazn.
Mary supo dominarse mejor. Su ambicin le impidi aceptar el aviso, cuya consecuenci
a inmediata hubiera sido tener que renunciar al sueo de toda su vida; pero el inf
alible instinto de aquella mujer, que fue la nica en prever la carrera de su mari
do, le hizo tambin presentir su trgico fin.
En diciembre ya no contaba la Unin ms que con un fuerte en el Sur, situado en el p
uerto de Charleston. Mandbalo el comandante Anderson, que se encontraba en una si
tuacin extremadamente difcil. Reciba de Washington rdenes y contrardenes y, cuando pe
da refuerzos, tena que entregar municiones. Convencido al fin de que las autoridad
es jugaban un doble juego, tom por su propia iniciativa la decisin de retirarse al
Fuerte Sumter, que se hallaba en mejores condiciones. El gobernador de la Carol
ina del Sur protest de esta medida, alegando que con ella se olvidaba el derecho
de su Estado, y se incaut en represalia del arsenal y depsitos. Buchanan, bien a p
esar suyo, no tuvo ms remedio que enviar refuerzos a Anderson, y al efecto mand un
barco, que fue caoneado por los sudistas, teniendo que emprender la retirada. sta
fue, en realidad, la iniciacin de la guerra. En Charleston se celebraron exaltad
as manifestaciones, en las que el pueblo pisote la bandera de la Unin. En enero se
separaron otros cinco Estados: Florida, Alabama, Georgia, Lousiana y Missouri,
que inmediatamente se pusieron en pie de guerra.
En Washington, Black haba sido nombrado ministro de Estado, en sustitucin de Cass,
que haba dimitido. Cobb, despus de dejar vacas las arcas del Tesoro, dimiti tambin,
declarando pblicamente que se iba a trabajar en favor de la nueva confederacin. En
tonces Buchanan se decidi a tomar una medida, que l conceptuaba infalible. Orden qu
e el 4 de enero se considerara como da de penitencia y ayuno, para impetrar de Di
os el alivio de las desdichas que sufra la patria, y como el general Scott dispus
iera una revista militar en el aniversario de Washington, le neg primero el permi
so, no concedindoselo hasta el ltimo instante. Enviaba oficiales a los fuertes, vo
lvindolos a llamar apenas llegados a su destino, y pblicamente se hablaba de robos
de documentos en los archivos de la Casa Blanca.
El pnico se haba apoderado del Norte. El deseo de paz era general. Valan unos cuanto
s miles de esclavos y el llamado ideal humanitario la ruina probable de los nego
cios y la desorganizacin del pas? Norteos de reconocida influencia escribieron al S
ur, proponiendo un convenio, y otro tanto se intent en el Congreso. Nadie pareca e
ntender en el Norte las secretas razones de la emancipacin perseguida por el Sur.
Despus de ochenta aos de vida comn, an no se haban dado cuenta de que aquellos arist
ocrticos Estados rechazaban la igualdad impuesta por los fundadores de la Constit
ucin, idea que slo prosperaba y era comprendida en el Norte. Aquellos Estados se h
allaban vaciados en los antiguos moldes, divididos en seores y vasallos, acostumb
rados a mandar los unos y a obedecer los otros, incapaces en su mayora de pensar
y dirigir. La pasin fue en esta crisis mucho ms violenta en el Sur, pues slo all haba
razn para ello.
Quin poda desconocer el encono de aquellos grandes seores, que vivan a la manera de l
os prncipes europeos, sin obedecer ms ley que la de su propio capricho? Quin no cono
ca su amenazador puetazo sobre la mesa del Congreso, cuando alguien se permiti cali
ficarlos de tiranos del prjimo? Demasiadas libertades se toman esos tenderos de Nu
eva Inglaterra, pensaban los sudistas, que no saben montar a caballo ni disparar
una pistola, y continuamente sealan con un dedo huesudo y farisaico las cadenas
que, no sin razn, sujetan a los esclavos.
Acaso esos groseros mercachifles no se han aprovechado tambin de nuestro algodn, co
n cuyos beneficios construyen en Nueva York cosas que imitan torpemente los pala
cios europeos?
S, los sudistas queran emanciparse del Norte, verse libres de la incesante crtica d
e sus costumbres. Desde su punto de vista, si la secesin provocaba una guerra, se
ra una guerra libertadora; los poseedores de esclavos, en sus relaciones con el N
orte, no se sentan menos encadenados que los propios esclavos.
Habamos propuesto, escriba un sudista, reanudar la trata de negros, pero no fue pos
ible obtener la autorizacin del Congreso. Pensamos entonces anexionarnos a Mjico y
Centroamrica, para asegurar as una ruta neutral a la importacin de esclavos. Si no
podamos hacerlo pacficamente, lo haramos por la fuerza. Dios ha creado a los negro
s con el nico fin de que corten la lea y acarreen el agua de los blancos. Nosotros
, los sudistas, que constituimos uno de los pueblos ms virtuosos, ilustrados y po
derosos que existen hoy sobre la tierra, no habamos sabido apreciarnos hasta ahor
a. Nunca podr el Norte dominar al Sur. Si el amor a la patria no le impide persis
tir en su actitud, el amor al tabaco y al algodn lo rendir. La esclavitud de los n
egros se halla justificada por la Biblia, las consideraciones humanitarias y la
sana filosofa. Qu pensaban los negros de todo esto? El mundo no poda saberlo. Sus crce
les estaban bien guardadas, y en todo tiempo se haba procurado evitar a los escla
vos todo contacto con los agentes del Norte. Slo de una manera indirecta y no des
provista de irona llegaron a enterarse de la batalla que se libraba en los Estado
s del Norte en favor suyo. Como criados que eran, los esclavos prestaban sus ser
vicios en todas las juntas y asambleas del Sur, y de este modo se enteraron de l
os argumentos de sus amos a la vez que de las doctrinas y pretensiones de los ab
olicionistas. Veaselos all, mudos y rgidos, con la expresin de indiferencia que pudi
era tener un animal domstico, como perros que, mientras lamen la mano, observan l
a puerta entreabierta por la que pretenden escapar.
Silenciosamente, circulaban entre sus opresores, tendindoles sus sombreros y bast
ones; o bien, acurrucados en el suelo, con el rosario de huesos de frutas en la
mano, fingan dormir o jugar con bolitas de cristal, sintiendo que poco a poco el
Destino entreabra la puerta de su liberacin. Pero cuando uno de los oradores lea un
prrafo de un discurso o manifiesto de los contrarios, cruzbanse disimuladamente d
os miradas, en las que por un segundo pareca reflejarse ya el esplndido sol de la
libertad. Al reunirse por las noches en sus oscuras cabaas, en el estrecho crculo
de la familia, lejos de los crueles capataces, contaban las noticias odas, que co
rran de boca en boca, y parecan iluminarse las tinieblas con el brillo de sus ojos
, hasta que algn viejo pesimista aconsejaba que renunciaran a toda esperanza, pue
s desde el tiempo de sus padres y abuelos venan resultando fallidos cuantos inten
tos de liberacin se hicieran. En las oraciones que aprendan de los curas y que can
taban hasta enronquecer, se les prometa un paraso en el que todos seran iguales, si
n distincin de color, y paulatinamente iban concibiendo el deseo de que esa hermo
sa igualdad pudiera existir tambin en este mundo. Todos, incluso los nios, conocan
el nombre de john Brown, y Lincoln, a quien sus amos llamaban el Republicano Neg
ro, era para ellos el Mesas de su raza.
Este continuaba en su rincn de Springfield, impotente y consumido por la impacien
cia. Seward le escribi desde Washington, aconsejndole adelantara la fecha de la to
ma de posesin. As lo habra hecho, de ser senador como Seward o de tener la populari
dad de que gozaba Douglas en los crculos polticos; pero un desconocido, que slo poda
ser objeto de crticas y de curiosidad, no poda atreverse a tanto. El no poda segui
r el consejo de quienes deseaban verlo en la capital a la cabeza de cien mil vol
untarios, suministrados por el partido, para apoderarse del Poder un par de sema
nas antes del plazo marcado por la Constitucin. Lincoln como militar triunfante; e
l amigo de la paz conquistando por las armas su propia capital!
Como un rey prisionero, se vea obligado a recurrir a cartas y mensajes secretos p
ara enterarse de lo que pasaba en su propia patria. Y, Presidente electo, tena qu
e contentarse con lanzar una ojeada a las cartas del fuerte de Charleston, cuand
o circunstancias especiales se lo permitan.
Afortunadamente, el viejo y leal general Scott, mal avenido con Buchanan, se pus
o en contacto con l, valindose para ello de una tercera persona. A sus avances, Li
ncoln le contest indirectamente: Le quedar muy agradecido si se prepara lo mejor qu
e pueda para defender o recuperar los fuertes, segn lo exijan las circunstancias,
en las circunstancias obligaba al hombre elegido por el pueblo el momento de la
transmisin del mando. La fuerza de a negociar con un defensor de la Unin tan caute
losamente como si fueran espas. El hombre de confianza de Lincoln en Washington e
ra Trumbull, a quien escribi en la Navidad de aquel ao:
En estos dos das he recibido despachos en los que se me comunica que los fuertes d
e Carolina del Sur sern entregados por orden, o al menos con el consentimiento de
l Presidente. Me resisto a creerlo. Caso de que sea verdad quiero, si los amigos
de Washington opinan lo mismo, que se diga pblicamente que, tan pronto como tome
posesin, volvern a ser tomados. Esto ser una seal de combate para los partidarios d
e la Unin y una preparacin para la accin futura.
Slo un puente se le ofreca a Lincoln para comunicarse con el Sur, puente que utili
z, pues an no se consideraba jefe de la nacin. El Lincoln del Sur, el hombre ms juicio
so y razonable del Sur en aquellos momentos, era Alejandro Stephens, de Georgia.
Doce aos antes, Lincoln y Stephens haban pertenecido a la misma legislatura; aunq
ue no ocuparan entonces los mismos bancos, Stephens era demcrata, un mismo espritu
los mova, pues ambos eran idealistas prcticos. Stephens era aquel mismo orador qu
e hiciera llorar a Lincoln, el diputado solitario y desconocido, con su discurso
sobre la guerra de Mjico, discurso en que dijera estas memorables palabras: Los h
ombres libres de este pas han olvidado demasiado pronto los principios de sus ant
epasados, y se han dejado atemorizar con demasiada facilidad por la arrogancia d
e los poderosos. En aquel tiempo, Stephens y Lincoln haban unido sus fuerzas para
fundar el Club Taylor, que patrocinaba la candidatura presidencial del general.
La pareja que formaban entonces era harto extraa. Junto a la figura huesuda y gig
antesca de Lincoln, su dbil compaero pareca an ms menudo y delicado. Slo eran semejant
es en lo curtido y arrugado de la piel que cubra sus rostros, pero las armoniosas
lneas de la cabeza y, sobre todo, los magnficos ojos de Stephens, lo hacan ms atrac
tivo que Lincoln. Mas el hombre del Sur viva atormentado por su carencia de fuerz
a y de estatura. Creo que nunca llegar a hacer nada, escriba Stephens en su diario,
y este pensamiento me roe el alma. Mi aspecto es ms de chiquillo que de hombre;
nadie me tomar en serio, pues nada hay de varonil en mi voz ni en mi aspecto.
Hasta entonces los dos hombres se haban mantenido en contacto, a pesar de la agra
vacin del conflicto y de ser ambos jefes de partidos hostiles. Poco antes de ser
elegido Presidente, Lincoln escribi a Stephens la carta ms larga de su vida, criti
cndole sus discursos, pero en el tono de una buena amistad. Ahora, en diciembre,
ley el futuro rbitro de los destinos de la Unin dos grandes discursos de su amigo q
ue podan considerarse como una admonicin a sus correligionarios: La eleccin, deca, ha
sido llevada a cabo de un modo legal y de acuerdo con la Constitucin. Las rebeli
ones son un medio peligroso, y una guerra puede terminar con la abolicin de la es
clavitud, bien por la ley marcial, bien por un edicto civil. Este discurso, la lti
ma advertencia hecha al Sur antes de que se desataran las pasiones, caus en el pas
una impresin tan profunda como en Lincoln, y ste, deseando continuar las buenas r
elaciones con el orador, le escribi rogndole le remitiera una copia revisada del d
iscurso. Stephens le contest cortsmente, dicindole que el discurso no haba sido revi
sado, pero que las reseas publicadas por los peridicos bastaban para juzgarlo, y t
erminaba con estas palabras: Ciertamente que el pas se halla en gran peligro, y ni
ngn hombre ha tenido nunca sobre s mayores responsabilidades que usted en este mom
ento de crisis. Lincoln se apresur a contestar: Creen verdaderamente en el Sur que u
n Gobierno republicano quiere mezclarse, directa o indirectamente, en la cuestin
de la esclavitud? Si as fuese, yo le aseguro a usted, como amigo, que semejante t
emor carece de fundamento. A este respecto, el Sur tiene tan poco que temer como
en los tiempos de Washington. Supongo, sin embargo, que no es eso lo que debe p
reocuparnos. Ustedes tienen la esclavitud por cosa legal y desean extenderla; no
sotros opinamos lo contrario y pretendemos reducirla. ste es, a mi juicio, el nico
obstculo, la nica diferencia esencial que nos separa.
Con estilo sobrio y varonil aprovecha la ltima oportunidad que tiene de hacer lle
gar su voz hasta los contrarios, asegurando a uno de sus jefes la independencia
del Sur. Pero, al mismo tiempo, desliza algn concepto moral para el amigo, como s
i quisiera evocar las largas conversaciones que tuvieron juntos antao y sus comun
es ideales sobre las bases fundamentales de la Humanidad. Stephens contest lacnica
y seriamente. Lincoln censuraba las costumbres de la mitad de los norteamerican
os. Sin embargo, Stephens hizo cuanto estaba en su mano para impedir la secesin d
e Georgia, y el da de Ao Nuevo escribi a su hermano estas sentidas palabras:
El Sur ha sostenido ocho aos a Jefferson y otros tantos a Madison. De los setenta
y dos aos que lleva la Unin de existencia, la ha ayudado durante sesenta en la adm
inistracin. Demuestra esto, acaso, que seamos una despreciable minora, obligada a e
ntregarse a merced del despotismo del Norte, que intenta robarnos bienes y vidas
?
Poco tiempo despus de escritas estas frases, Stephens renunciaba definitivamente
a la patria grande en favor de la chica Georgia, con sus ros y bosques, campos y
ciudades, sujet su corazn con vnculos ms fuertes que la gigantesca Unin artificialmen
te construida, de la que fue arrancado por un impetuoso torrente, al que no pudo
resistir y adopt la causa del Sur como un convertido que acude vidamente a la prim
era lnea, siendo en seguida nombrado vicepresidente de la flamante confederacin.
A principios de febrero reunironse en Montgomery los representantes de nueve Esta
dos del Sur y constituyeron los Estados Confederados sobre la base de una Consti
tucin muy semejante a la de la Unin. Escogieron por Presidente a Jefferson Davis,
senador por Misisip, y justamente correspondi a Stephens el dar cuenta del hecho e
n un gran discurso:
La nueva Constitucin resuelve para siempre todas las cuestiones suscitadas por nue
stra institucin de la esclavitud. sta ha sido la causa decisiva de la ruptura y de
la revolucin. Las doctrinas adoptadas por Jefferson y muchos otros hombres de Es
tado en la poca de la antigua Constitucin pretenden que la esclavitud, tanto desde
el punto de vista moral como desde el social y poltico, es inmoral. Nuestro nuev
o Gobierno se funda precisamente en la doctrina contraria y tiene por piedra ang
ular la incontrovertible verdad de que los negros no pueden ser iguales a los bl
ancos, que la esclavitud, o sea la subordinacin a una raza superior, es su condic
in normal y natural. Nuestro actual Gobierno es el primero en la historia de los
pueblos que toma por base esta gran verdad fsica, fisiolgica y moral. La separacin
se hizo forzosa cuando el Norte se neg a reconocer la gran verdad moral, poltica y
religiosa que hace de la esclavitud de los negros la ms slida de las institucione
s. Los grandes fines de la Humanidad slo podrn lograrse si marchamos de acuerdo co
n las rdenes y leyes que dej establecidas el Creador de todo lo que existe.
Esta voz es la misma que antao hiciera llorar a hombre tan poco sensiblero como L
Era una fra maana de mediados de febrero. En la pequea estacin le esperaba un centen
ar de personas, deseosas de despedir a su ilustre conciudadano. En el vagn se hal
laban sus viejos amigos Judd y David, los nuevos ministros Nicolay y Hay, dos go
bernadores, algunos oficiales del ejrcito y su cuado Todd. Entre todos estos grave
s semblantes, rea, mostrando sus hermosos dientes, Hill, a quien Lincoln se lleva
ba consigo para que los cantos de David alegrasen al melanclico Sal.
En el andn quedaba Mary, que un par de das ms tarde se reunira con su esposo, para s
eguir juntos el viaje, dispuesta a demostrar por doquier sus exquisitas maneras
y a llevar consigo la animacin y la alegra. Por el momento, Lincoln marchaba solo
del lugar en que haba vivido tantos aos, y al que no volvera ya nunca. Con su singu
lar sombrero de copa en la mano, descubierto bajo la nieve, sali a la plataforma
del vagn y pronunci algunas palabras:
Amigos mos, nadie podr apreciar la magnitud del dolor que me causa esta separacin. A
esta ciudad tengo que agradecerle cuanto soy y valgo. Aqu he vivido ms de un cuar
to de siglo, pasando insensiblemente de la juventud a las puertas de la vejez; a
qu se ha mecido la cuna de mis hijos y aqu dejo enterrado a uno de ellos.
Y ahora parto, sin saber cundo volver, si es que vuelvo. De lo nico que estoy seguro
es de que me espera un trabajo tan difcil como probablemente no lo ha tenido nin
gn Presidente desde los tiempos de Washington. Sin la ayuda de la Divina Providen
cia, nada hubiese hecho l; esperemos que Ella me asista tambin. Pongamos nuestra c
onfianza en el que todo lo sabe y todo lo puede. A l os encomiendo, y espero que
en vuestras oraciones me encomendaris a l. Y ahora, un carioso adis a todos.
La nieve caa lentamente sobre las descubiertas cabezas del orador y sus oyentes.
Profunda impresin causaron en los corazones las melanclicas palabras recordando la
tumba del pequeo Noch, y nadie augur bien de aquel viaje emprendido en una cruda
madrugada, entre cuyas nieblas desapareci el tren.
Diez das dur el recorrido por las ciudades del Norte, pues en cada una de ellas qu
eran ver y or a quien iba a gobernar la nacin. Forzoso es reconocer que en no pocas
ocasiones su cortedad decepcion al pblico; pero a veces asombraba a los enemigos
que, llevados por la curiosidad, asistan a los mtines. Generalmente, se mostr depri
mido, enervado, macilento y triste. Slo se animaban sus ojos y su corazn cuando Hi
ll pulsaba el banjo, entonando canciones de negros.
Senta, como seguramente otros muchos, que las circunstancias no eran propias para
desfiles con antorchas, recepciones y serenatas. Tambin deba ser muy cauto en lo
que deca, y algunas veces, despus de preparar un discurso, tena que modificarlo en
el ltimo momento, de acuerdo con las noticias recibidas de Alabama, donde los sud
istas celebraban en aquel momento un Congreso. sta es la causa de que los discurs
os hechos durante su viaje sean tan desiguales, a pesar de conservar el mismo es
tilo popular y sincero, y un tono de amplia indulgencia fraternal.
Ciudadanos de Kentucky, amigos y hermanos, si me es permitido daros tal nombre de
sde mi nueva posicin
Al llegar a Nueva York: Y ahora, amigos mos, he dicho ya bastante?(No! No!)Veo que no
opinamos lo mismo, y tendr que resolver por m mismo la cuestin, poniendo fin a mi
discurso.
En Pittsburg cit el poema de Longfellow: La construccin de la nave, comparando a sta
con la Unin; y en Indianapolis dijo: Deseo recordaros, una vez para todas, que es
te asunto es vuestro y no mo; que si la unin de estos Estados y la libertad de est
e pueblo se pierden, ms debe importarle a treinta millones de ciudadanos y a sus
descendientes que a un hombre de cincuenta y dos aos. La decisin de este problema
no est en manos de los polticos, ni en manos del Presidente, ni en manos de los fu
ncionarios; la decisin de este problema est en vuestras manos.
Dirigindose al Senado de New Jersey, habl de la lucha librada un siglo atrs en Tren
ton:
Siendo muchacho, le y medit largamente sobre las causas que llevaron al combate a a
quellos hroes. Sabiendo que los mova algo ms que el deseo de independencia, que sus
acciones eran una magna promesa de libertad hecha a todos los pueblos de la tie
rra para el porvenir, estoy ansioso por saber si la Unin, la Constitucin y las lib
ertades del pueblo pueden perpetuarse de acuerdo con la idea original que llev a
nuestros padres a la lucha.
En Filadelfia, el recuerdo de los antepasados ejerci tan poderosa accin sobre su ni
mo, que le hizo olvidar por un momento la prudencia que hasta entonces observara
y, por primera vez durante el viaje, dej entrever algo de lo que pensaba hacer o
dejar de hacer. Frecuentemente me he preguntado qu gran principio o idea ha soste
nido la integridad de la Unin durante tantos aos. No poda ser el mero hecho de la s
eparacin de las colonias de la madre patria, sino ese sentimiento libertador que
alienta en la Declaracin de Independencia y que ofrece libertad, no slo a nuestro
pueblo, sino a todo el mundo futuro. En ese sentimiento creo y espero. Aqu mismo
se prometi en aquel tiempo que el peso del Estado descansara por igual sobre todos
los hombres y que todos los ciudadanos tendran idnticos derechos. Y ahora, amigos
mos, podra el pas salvarse apoyndose en esta base? Si fuese posible y pudiese contri
buir en algo a su salvacin, me considerara el hombre ms feliz de la tierra. Pero si
el pas no puede salvarse sin sacrificar este gran principio, preferira que me ase
sinaran en este mismo sitio antes que renunciar a l. Ahora bien, mi apreciacin de
las circunstancias actuales me dice que la sangre y la guerra no son necesarias,
y me apresuro a declarar que mi Gobierno har cuanto le sea posible para evitarla
s y que slo tomar este partido como medida defensiva Amigos mos, ste ha sido un discu
rso improvisado, pues no esperaba que se me invitase a hablar aqu. Tal vez por es
to haya pecado de indiscreto, pero nada he dicho que no est dispuesto a sostener
con mi vida o, si as lo tiene dispuesto el Altsimo, con mi muerte.
Todos los que se hallaban en el gran saln sintieron la verdad de estas palabras,
como la sentimos hoy al leerlas despus de setenta aos, pues cuando Lincoln dice qu
e est dispuesto a morir por sus convicciones, no ignora la profundidad de sus pal
abras pronto confirmadas por la realidad.
Antes de llegar a Baltimore, un detective le advirti que exista un complot para as
esinarle all.
En un principio se neg a creerlo, y quera proseguir el viaje, pero poco despus lleg
un hijo de Seward con un aviso semejante de su padre. Lincoln, tras breve reflex
in, decidi acortar el viaje.
Algunos amigos insinuaron que esto podra causar mal efecto en la opinin, pero el l
eador, a fuer de buen campesino, era demasiado precavido para arriesgar su vida i
nnecesariamente por no echar a perder una recepcin de las infinitas a que asistie
ra durante aquellas semanas. Si se hubiera librado en Baltimore una batalla en l
a que la presencia del Presidente fuera esencial para reanimar a las tropas, no
habra vacilado en presentarse. Pero, deba arrojarse en medio de un complot y, por e
l vano prurito de demostrar su valor, dejar que cobardemente le pegaran un tiro
por la espalda? Abandonando la recepcin de Harrisburg, sali por una puerta excusad
a, con el rostro cubierto por las alas de un ancho sombrero de fieltro. Desdeando
el tren especial que lo esperaba para llevarlo a Baltimore, entr en la estacin y
subi a un tren ordinario, mientras el especial se detena con el pretexto de espera
r importantes pliegos de Washington. Al mismo tiempo, se cortaron los alambres d
el telgrafo.
En aquellos momentos crticos slo quiso que lo acompaaran Hill Lamont y el detective P
inkerton. Su esposa, sus hijos, amigos, partidarios y funcionarios continuaban e
l viaje en el tren especial. Slo uno de los que con l venan desde Springfield deba a
compaarlo en esta ltima parte de su viaje: Hill, de quien no poda separarse.
En febrero an est muy oscuro a las seis de la maana, y, sin embargo, las luces pblic
as estn ya apagadas. Slo dos personas se hallaban enteradas de su llegada: Seward
y Wahburne, que fueron a buscarle en un carruaje. Los cuatro se trasladaron al h
otel. La ciudad estaba silenciosa y al parecer dormida. Sin embargo, algunos vel
aban, esperando con ansiedad noticias del feliz resultado del golpe planeado en
Baltimore. Nadie sospechaba que el hombre amenazado estaba ya dentro de los muro
s de la ciudad y que acababa de pasar por sus calles solitarias. Si algn grupo de
trasnochadores caballeros del Sur se cruz con el vehculo en que iba el Presidente
, es fcil supusieran que iba ocupado por espas o comerciantes, llegados al olor de
los contratos del abastecimiento del ejrcito.
Desconocido de todos, extrao a cuanto le rodeaba, Abraham Lincoln entraba secreta
mente en su capital para ser el sucesor de Washington.
Si en aquella fra madrugada de invierno hubiese comparado su posicin actual con la
de doce aos antes al salir de Washington, qu cmulo de ideas se habra agolpado a su m
ente ! Pero ni la ocasin ni su carcter se prestaban a este gnero de consideraciones.
Si acaso, pensara cunto se pareca el fro cuarto de hotel que ahora ocupaba al que o
cupara en aquel tiempo, y se dira que hoy era su porvenir tan incierto como lo fu
era entonces y no menor su soledad, pues le faltaba la compaa de su esposa e hijos
, que deban llegar l da siguiente en el tren especial.
Qu es lo primero que ve cuando se asoma a la ventana? Esclavos Por primera vez desp
us de la crisis se hallaba en un distrito esclavista. Qu es lo primero que oye? Una
s cuantas canciones del Sur. Qu clase de rostros fueron los primeros que vio en la
calle? Rostros temerosos y desconfiados, pues todos teman encontrar en los dems e
spas o asesinos, tan abundantes, al parecer, en la ciudad. Lincoln no conoca a nad
ie; nadie le conoca a l; todos tenan all sus intereses, l no tena ninguno. No le era d
ifcil suponer lo que se habra hablado la noche anterior en los salones. Sabe usted s
i le ha pasado algo a ese hombre? Pronto nos lo quitaremos de encima, vivo o mue
rto. Jefferson Davis ser el nico Presidente, y punto final. La vspera de la toma de
posesin, an haba en la buena sociedad quien apostaba que aqulla no se realizara.
Qu lacnico se mostraba Seward, qu aire tan fro y displicente el suyo! Cuando daba con
sejos, su tono era glacial y en sus ojos no brillaba la luz de la amistad. No hab
ra all nadie que demostrara un poco de afecto al pobre recin llegado? Gracias a que
tena al lado a Hill; todo lo dems era fro, silencioso, protocolario. Qu noticias se
tenan de los fuertes? Cules de Alabama? Siempre lo mismo Pero una noticia de Europa
trajo una clida rfaga de vida al hombre casi yerto: El Zar de todas las Rusias haba
concedido la libertad a todos los siervos del Imperio. Qu emocin tan honda caus la nu
eva en el corazn del hombre que anhelaba hacer lo mismo, sin poder conseguir en e
l Nuevo Mundo lo que ya se haba logrado en la vieja Europa, en la autocrtica y des
preciada Rusia! Era como si a media noche saliera el sol muy lejos, al otro lado
del ocano.
Pero pronto rein la animacin en torno al solitario. Apenas se enteraron de su lleg
ada, todo el mundo, como en Springfield, se precipit a su encuentro, algunos por
afectuoso deseo de saludarle, otros para observar, y los ms por curiosidad. Escal
eras y pasillos llenronse de gente; las puertas permanecan abiertas y no se ejerca
la menor vigilancia, dejndose el paso libre a los conjurados de la vspera. Entre l
os que llegaron presentase Douglas, el contrincante con quien cambiara tan viole
ntos ataques en la tribuna pblica. Y estos dos hombres, que un par de aos atrs se m
iraran tantas veces con el ceo fruncido y torvo el gesto, se estrecharon las mano
s sonriendo. Y tal vez pensara Douglas: No quisiera estar en el pellejo de Lincol
n.
Al cuarto da, presentse el alcalde, saludando al nuevo jefe con un discurso fro, en
el que se hacan algunas alusiones a las medidas revolucionarias. Lincoln le resp
ondi diciendo: Pienso incesantemente en las discrepancias que en la actualidad exi
sten en nuestro pueblo, pero mi corazn slo abriga sentimientos de cario para unos y
otros. No entra en mis propsitos privaros de ningn beneficio de los que os conced
e la Constitucin. En una palabra, espero que al conocemos mejor se establecern ent
re nosotros corrientes de mutua simpata y confianza.
Agradezco mucho el amistoso recibimiento que se me hace.
Una verdadera obra maestra, digno, al modo de un rey, afable, ceremonioso y term
inando por reconocer la indiscutible verdad de que actualmente no se pueden agua
ntar los unos a los otros.
La lucha por los nombramientos ministeriales era en aquellos momentos ms enconada
que nunca. Cada uno de los nombres propuestos por el Presidente era objeto de v
ivas objeciones; senadores y diputados luchaban para obtener destinos con que re
compensar a los suyos o congraciarse a los adversarios. Lo que ya sucediera en S
pringfield, se repeta en Washington, pero en grado mucho mayor, y las primeras re
laciones que el nuevo jefe entabl con las ms notables personalidades de la capital
fueron hechas en el mercado de los intereses personales.
Seward no se apartaba de su lado, pero su aspecto era amargo y hermtico. Segurame
nte se senta molesto junto al victorioso contrincante que ocupaba la plaza que l a
mbicionara, y que ni siquiera le encargaba redactar el discurso inaugural, como
hicieran otros presidentes ms expertos que Lincoln. Cmo iba a aceptar l la responsab
ilidad de semejante innovacin? Cuando por fin recibi el discurso ya hecho, para qu
e le pusiese el visto bueno, qued horrorizado de la franqueza del estilo, y escri
bi: Permtame usted decirle con toda libertad que las partes segunda y tercera de su
discurso, por mucho que se corrijan, darn siempre consigo la inmediata secesin de
Virginia y Maryland, y antes de quince das nos veremos obligados a disputar al S
ur esta capital, con un Norte dividido y sin contar con un solo magistrado o emp
leado fiel allende el Potomac. Basndome en estas razones, le aconsejo respetuosam
ente que suprima las dos partes indicadas. Los argumentos son fuertes y decisivo
s; no hay para qu atenuarlos, pero se necesita algo ms que argumentos para vencer
los prejuicios y pasiones del Sur y las negativas y desconfianzas del Este. Hay
que aadir unas cuantas palabras sentidas, tranquilizadoras y llenas de amistosa c
onfianza.
Seward, conforme con sus artes de diplomtico, quera hacer olvidar la parte princip
al del documento con los ampulosos esplendores de un final brillante, en tanto q
ue Lincoln deseaba ganar a sus oyentes gracias a una claridad conforme a su prop
ia clarsima lgica. He aqu el final que propuso Seward:
Concluyo: no somos, no debemos ser, extraos ni enemigos; somos y debemos ser compa
triotas y hermanos. Si las pasiones han hecho algo tirantes los lazos del mutuo
cario, seguros estamos de que no llegarn a romperse. Las msticas cuerdas que, parti
endo de tantos campos de batalla y tantos sepulcros de patriotas, se extienden,
a travs de los corazones y del fuego de los hogares, por todo este vasto continen
te, volvern como en el pasado a resonar al unsono con su dulce msica, cuando el ngel
tutelar de la nacin aliente de nuevo entre nosotros.
Lincoln introdujo las siguientes modificaciones:
Trabajo me cuesta concluir. No somos enemigos, sino amigos. Jams debemos ser enemi
gos, ni permitir que las pasiones rompan los lazos del cario. Las msticas cuerdas
del recuerdo, que se tienden desde nuestros campos de batalla y las tumbas de lo
s patriotas al corazn de todos los norteamericanos y al fuego de sus hogares, can
tarn de nuevo el coro de la Unin, cuando, como no puede menos de suceder, las puls
en de nuevo los mejores ngeles de nuestra naturaleza.
De este modo, el lrico final propuesto por el estadista al poeta, supo encontrar
en ste su plena belleza. Pero los dos prrafos polticos que Seward le aconsejaba sup
rimir fueron conservados por el orador, seguro del efecto que causaran sobre el a
uditorio. Lo que Lincoln no supo apreciar, en cambio, fue el efecto que su negat
iva producira en Seward, y que dio por resultado la renuncia de ste al ministerio
de Estado, al da siguiente de ser nombrado. Nueva complicacin en el ltimo instantes ! Q
u hacer? Lincoln dej la carta a un lado, y esper al da siguiente.
Amaneci el 4 de marzo. Como la vspera, en la ciudad se segua apostando contra l. Al
medioda lleg el viejo Buchanan, el falso clrigo de la bufanda blanca, en un carruaj
e descubierto, que se detuvo ante el hotel. El viejo Presidente cubra su cabeza,
inclinada sobre el hombro izquierdo, con un sombrero aplastado, de grandes alas,
digno remate de su anticuada indumentaria. Subiendo Lincoln al mismo coche, amb
os se dirigieron hacia el Capitolio.
Por primera vez, las calles que a l llevaban estaban ocupadas por las tropas. La
solemne comitiva sali del Senado segn el ceremonial que se observaba cada cuatro ao
s. Las terrazas estaban menos concurridas que de costumbre; no obstante, dentro
del saln la concurrencia ofreca brillante aspecto. Todas las miradas se clavaban e
n el hombre ms alto de la comitiva, que, llevando en una mano el sombrero y en la
otra el bastn, subi lentamente los escalones de la tribuna levantada frente a la
puerta del fondo. Su viejo amigo el senador Baker present a Lincoln, entre los ap
lausos de la concurrencia.
Cuando el nuevo presidente mir en torno suyo, vio que los tres lados libres de la
plataforma estaban rodeados por graderas en las que se agrupaban las ms conspicua
s personalidades del Estado. Las del lado izquierdo estaban reservadas para el c
uerpo diplomtico, del que no conoca a nadie; las del lado derecho, para el Senado.
En la primera fila de stas y muy cerca de la tribuna presidencial sentbase Dougla
s. En los bancos de enfrente estaba Mary con sus tres hijos. Qu es lo que vean todo
s aquellos ojos que con tanta curiosidad miraban al gigante que tenan por preside
nte? Los amigos no estaban satisfechos, y as lo expresa uno de los que se hallaba
n presentes:
Su reciente barba griscea e hirsuta pareca un cepillo, y desfiguraba un rostro nota
ble por su expresin fuerte y melanclica a la vez. Ya no vesta su rada levita, sino u
n flamante traje de etiqueta, completado por un deslumbrador sombrero de copa re
cin sacado de la tienda, y un grueso bastn de bano con un puo de oro del tamao de un
huevo. Estas desacostumbradas elegancias le molestaban de tal modo que realmente
inspiraba lstima. Al subir a la tribuna an fue peor, pues no saba qu hacer del bastn
ni del sombrero. En pie, asaeteado por miles de ojos, con ambas manos ocupadas,
pareca la desesperada imagen de la perplejidad. Despus de vacilar un instante, se
decidi por fin a dejar el bastn apoyado en la barandilla, pero no encontraba siti
o para el sombrero, pues slo poda disponer del suelo, y se vea que no quera dejarlo
all.
Douglas, hacindose cargo de la situacin, vino en ayuda de su antiguo rival, cogindo
le el sombrero, que sostuvo sobre sus rodillas, hasta que su dueo volvi a necesita
rlo.
Escena realmente shakespeariana! El genio, abrumado por unas prendas y objetos qu
e su vanidosa mujer le obligaba a llevar, en vez de su habitual y cmoda vestiment
a. Aquel intil y fastuoso bastn converta al sencillo leador en una figura de opereta
y, lo que era an peor, en el blanco de disimuladas burlas. He aqu que en el momen
to en que el primer magistrado de los Estados Unidos se dispona a dirigir por pri
mera vez su voz a la nacin entera, el lujoso bastn y el flamante sombrero venan a i
mpedrselo. Qu hacer? Horribles segundos! Compadecido Dios de sus angustias, le envi a
su antiguo enemigo, cuya mefistoflica sonrisa permita presumir lo que en su fuero
interno se regocijaba del momentneo desconcierto de su afortunado contrincante;
pero el hombre serpiente, que tuviera flexibilidad bastante para salir de todas
las situaciones, tambin hall modo de poner fin a aqulla. Douglas salvador de Lincoln !
Douglas extendiendo el corto brazo para coger el sombrero, y sostenindolo durant
e media hora, como un criado bien estilado, hasta que la ceremonia termina, y el
Presidente vuelve a recogerlo, no sin dar las gracias al senador con una afectu
osa inclinacin de cabeza.
Inmvil escuchaba Douglas el largo discurso, pero a veces sus pensamientos se dete
nan sobre el enorme sombrero que sostena sobre las rodillas. Tal vez pensara cmo de
saparecera su cabecita en aquel inmenso cilindro, y qu ridculo, en cambio, estara Li
ncoln con un sombrero suyo.
Quizs echara miradas de soslayo a la faja de badana, procurando averiguar si haba
all alguna nota o apunte, pues una de las cosas que los burlones afirmaban era qu
e Lincoln utilizaba el sombrero como cartera. Puede ser que la vista del sombrer
o le hiciera pensar en la cabeza que cubra, y comparara aquella inteligencia con
la suya, para decidir, como es natural, pro domu mea, mientras volva a escuchar,
maquinalmente, con resignada superioridad, las palabras del rival victorioso.
El orador haba empezado por afirmar que su partido jams haba hecho la menor tentati
va para estorbar a los Estados del Sur en su organizacin interior. Me posesiono ho
y del poder sin la ms leve reserva mental, sin idea ni propsito de provocar discre
pancias. Durante setenta y dos aos, quince ciudadanos diferentes han gobernado, g
eneralmente con xito, pero ninguno asumi la direccin del Estado en circunstancias t
an difciles como las actuales. Nos vemos amenazados por la ruptura inmediata de l
a Unin. El poder que me habis confiado lo ejercer para mantener inclumes las propied
ades y prerrogativas que pertenecen al Gobierno, haciendo cobrar en todas partes
las contribuciones e impuestos de Aduanas. Pero no habr agresin, ni se emplear la
fuerza contra el pueblo. No afirmo ni niego que haya personas ganosas de aprovec
har el menor pretexto para quebrantar la Unin. Si existen, all se las hayan con su
conciencia; yo nada tengo que decirles. Ms adelante preguntaba: Cmo podran separarse
materialmente el Norte y el Sur? Empleando la fuerza ? Y si as fuese, qu ocurrir despus
Acaso es ms fcil hacer contratos entre enemigos que leyes entre amigos? Acaso los c
ontratos hechos con extraos son ms eficaces que las leyes entre amigos? Demos por
supuesto que estalle la guerra; sta no podr durar siempre y, cuando al cabo de mut
uas y dolorosas prdidas, termine sin provecho para uno ni otro, nos encontraremos
frente a la misma cuestin sin saber si el Todopoderoso, soberano de todas las nac
iones, est de parte del Norte o del Sur. Supongamos tambin que el Sur ganara la gu
erra. Mejorara por ello la situacin? En absoluto. Aseguraran la institucin esclavista
, pero, acaso no la tienen segura ahora? Haya, pues, paz en ambos campos!
El auditorio haba aplaudido al orador en los prrafos ms sealados de su discurso; y B
uchanan lo escuch atentamente; pero nadie manifest tanto entusiasmo como Douglas.
Apenas terminado el discurso, lanzse hacia su antiguo adversario, y le estrech la
las fuerzas inscritas en las listas son vanas, las armas y municiones han sido
enviadas al Sur y apenas si queda un barco disponible.
A lo lejos, los ojos de Lincoln pueden distinguir la ancha corriente del Potomac
. En su orilla opuesta hllase el enemigo sobre las armas. En sus manos estn los fu
ertes, el dinero y las tropas, pero en su corazn arde el fuego de las malas pasio
nes, que estallar maana o dentro de unas semanas. Y Lincoln, es en realidad el amo
de la Casa Blanca, o slo un prisionero?
Todo depende de una cosa: ser lo bastante fuerte para sobrellevar su propio dest
ino.
@t:IV EL LIBERTADOR
Si llamamos trgico un conflicto en el que dos poderes luchan a vida o muerte, ani
mados ambos por la conviccin de su derecho y decididos a hacer prevalecer este de
recho, pero en el que slo uno de ellos est iluminado por el pensamiento del futuro
, en tanto que el pasado ensombrece al otro; si llamamos trgica la lucha de ideas
que se desarrolla en una atmsfera pura, ms all de las nubes del inters, la ambicin y
el dinero, y tan raramente visible a los ojos de los mortales luchadores como l
o fueran las figuras de los dioses por los que batallaban entre s, de uno y otro
lado, los contendientes de los poemas homricos, no ser absurdo comparar la guerra
civil norteamericana a una tragedia griega.
No por saludar la victoria de la libertad sobre la esclavitud, puede el que ha n
acido ms tarde condenar al partido vencido, aunque, de haber sido contemporneo, hu
biera abrazado seguramente la causa victoriosa. Si desprecia a los seores del Sur
por la nica razn de que su poder se apoyaba en la ignominiosa opresin de seres hum
anos inocentes, se incapacitara para explicarse a s mismo y explicar a los dems la
confusin que prevaleca en aquellos momentos en los mejores espritus de ambos partid
os, y para comprender las subsiguientes decisiones del rudo arbitraje de la fuer
za en un problema que slo el poder de las ideas poda llevar a buen trmino. Incapaci
tara igualmente para hacer justicia a los problemas de la minora que durante cuatr
o aos resistieran tan heroicamente como los hroes troyanos, y la magnnima paciencia
y moderacin del jefe nordista que durante los 1.500 das de su presidencia, durant
e otros tantos das y noches de suerte tornadiza en los campos de batalla y en la
opinin pblica, no perdi el nimo, ni la fe, el buen humor ni la prudencia, sino que c
onserv unas y otras en medio de las constantes dificultades, aumentando su capaci
dad y hasta haciendo productivas sus mismas debilidades, para realizar un pensam
iento, mejor an, dos pensamientos, que poco a poco fundieron su espritu en una patt
ica unidad. Slo quien haya reconocido la pasin, el sentimiento del honor y la tena
cidad del Sur podr apreciar el verdadero valor de Lincoln.
Por otra parte, es tan difcil ser justo con el Sur? Acaso en todos los tiempos, una
larga posesin del poder no ha producido en los nietos del conquistador el sentim
iento del derecho a ese poder?
En todos los pases, en la lucha inmemorial entre seores y siervos, los aristcratas
se han credo moralmente justificados por una ininterrumpida cadena de herencias,
por sosegados siglos de dominio, y han visto sancionadas sus pretensiones por un
tiempo tan dilatado, que el bronce y el acero de su fuerza cubrironse con la ptin
a de la vejez. Cedieron nunca sin lucha caballeros y barones a las demandas de lo
s tiempos nuevos? Abrieron nunca pacficamente las puertas de sus fortalezas, cuand
o a ellas llamaban los mantenedores de una moral nueva? Y los que as llamaban ahor
a, eran realmente apstoles sinceros? Fros negociantes, pensaban los sudistas; prog
enie de pequeos agricultores anglosajones atentos slo a su provecho, ya lo bastant
e ricos para permitirse el lujo de una virtuosa indignacin y decididos, al parece
r, a apropiarse la direccin de la Unin, a pesar de entender tan poco de gobierno c
omo de cultura. Ellos, los sudistas, eran en cambio descendientes de la nobleza
normanda; tenan las maneras y costumbres de los pares ingleses; sus hombres repre
sentativos haban ocupado doce veces la silla presidencial, hacindose responsables
de la marcha de los destinos de la Unin y proporcionando el doble y aun el triple
de ministros y altos magistrados que los nordistas. Podan ellos, hombres nacidos
para gobernar, hombres de honor, los verdaderos conductores de la nacin en la gue
rra y en la paz, podan soportar en silencio que se los tachara de inmoralidad?
Ya toda una generacin lo haba hecho, pero en los ltimos diez aos haba llegado a ser i
ntolerable. Por qu? Porque llegaban al Norte millares y millares de emigrantes, ho
incoln escuchaba todas las voces, lea todos los informes, atenda a todos los ciuda
danos, y durante todo el mes de marzo busc una solucin.
Finalmente, encontr una salida. Era a fines de marzo; las dificultades de Anderso
n haban aumentado; probablemente la guarnicin se hallaba mal abastecida y amenazad
a por el hambre.
Entonces se da la primera gran recepcin en la Casa Blanca. Lincoln aparece estren
ando frac, al lado de su esposa, elegantemente ataviada; cien miradas maliciosas
le siguen, esperando un faux pas. l se muestra como siempre, campechano, alegre,
amable. Al da siguiente, el corresponsal del Times pudo informar a sus lectores
que el Presidente haba regalado a su auditorio con numerosas ancdotas relativas a
caballos, cocheros, borrachos y otros incidentes de la vida del Oeste. Esta jovi
alidad del Presidente haba producido en sus invitados la sensacin de que el peligr
o no era inminente, impresin que justamente se propona Lincoln producir. Pero a su
s ministros les habla de otra manera. Habindolos reunido despus de la recepcin, les
comunica el parecer de Scott, apremindolo a evacuar inmediatamente el fuerte. Lo
s ministros abandonan la Casa Blanca presa de gran excitacin y, cuatro horas desp
us, regresan para una reunin matinal, en la que conocern la decisin del Presidente.
Lincoln quiere enviar un barco con provisiones al fuerte y comunicar oficialment
e al gobernador sudista que esta medida se toma con el objeto exclusivo de salva
r del hambre a la guarnicin. Si el gobernador no toma a mal esta medida, el prest
igio del Gobierno de los Estados Unidos quedar a salvo y la guarnicin podr ser aten
dida.
Si, por el contrario, sigue el gobernador animado por el espritu blico que ha demo
strado en las semanas anteriores, considera el acto como una provocacin y se desq
uita disparando el primer tiro, que pondr fin a la tensin general, har al Sur respo
nsable del comienzo de las hostilidades y provocar en el Norte la indignacin, sin
la que toda victoria es imposible.
En este sentido se publica el primer decreto de Lincoln, pues el Presidente es e
l jefe supremo del ejrcito y la marina de la Unin, y en calidad de tal puede hacer
, y har, muchas cosas que por las vas civiles no le seran posibles a un Gobierno si
n Congreso. En esta medida, el campesino y el diplomtico obran de comn acuerdo, y
todo sucede como lo haba previsto. A tiempo que el barco llega al puerto con sus
provisiones, las tropas del Sur bombardean el fuerte, destrozan la bandera a bal
azos y continan el fuego hasta que Anderson capitula y retira la guarnicin. El mun
do entero toma nota de aquella fecha, 14 de abril, en la que comienza de hecho l
a guerra civil; pero nadie presiente la sangre con que haba de bautizarse nuevame
nte aquella misma fecha cuatro aos ms tarde.
El efecto es terrible, pero enardecedor. Un grito unnime resuena en todo el Norte
: La bandera estrellada ha sido tiroteada por las tropas del Sur! Un clamor de veng
anza une por un instante a todos los millones del Norte, las disputas partidista
s se apaciguan, los adversarios se reconcilian o callan; todos sienten que ha oc
urrido algo horrible, sin precedente ni semejanza durante los ochenta aos anterio
res, desde que la bandera estrellada ondeara por primera vez sobre la cabeza de
Washington. En aquel momento, y slo entonces, Lincoln tiene el pas en sus manos. A
su llamamiento para reunir 75.000 voluntarios, responden en pocos das 92.000, qu
e en junio sern 300.000. Pero ninguno de ellos se ha alistado por ms de tres aos, p
ues ste es el perodo mximo permitido por la ley.
Sin embargo, todava no se ve ningn soldado. De momento hay en total 3.000 hombres
disponibles. Dnde estn los voluntarios? Quin puede, en un abrir y cerrar de ojos, reu
nirlos, armarlos y ejercitarlos? Dnde se desarrollar la guerra? Para una guerra civ
il falta plan de campaa. Qu harn los Estados fronterizos, sobre todo Virginia, que s
e halla a las puertas mismas de la capital? La gente acude a Lincoln, preguntndol
e lacnicamente cul es su actitud con respecto a los Estados Confederados. l hace un
a ambigua referencia a su discurso inaugural, diciendo que all est trazada su lnea
de conducta: Recomiendo un cuidadoso estudio de ese discurso, que contiene la mej
or expresin de mis designios.
Inmediatamente despus, Virginia anuncia su separacin de la Unin, y el Potomac se co
nvierte en frontera. Apenas separado por el ro, visible desde la Casa Blanca, est
el enemigo. Todo ha sucedido como lo temiera el nuevo Presidente cuando, cinco s
emanas atrs, entr en posesin de su cargo.
Es la sangre de sus hermanos la que Lincoln ve por primera vez empapando los imp
rovisados vendajes. Sangre de inocentes, sangre de mozos que no tienen intereses
polticos, que no abogaban por ni contra la esclavitud, de hombres que se haban al
istado bajo su bandera slo por haber odo un grito: La Unin se desmorona! Esta primera
sangre, que por primera vez contemplan en el Capitolio los ojos del gran filntrop
o, le prueba la verdad de aquella voz interior que le deca que esta guerra entre
hermanos no tendra nunca para la imaginacin popular el carcter de una cruzada empre
ndida en defensa de un ideal abstracto; que el pueblo estaba dando su sangre, no
por la libertad de los negros africanos, sino por amor a su patria.
Si dos familias pueden romper fcil y ruidosamente sus relaciones y tornarse enemi
gas de la noche a la maana, una querella entre dos hermanos en la misma casa no p
uede desarrollarse tan fcilmente. Esta guerra fratricida, despus de pasados los pr
imeros das tempestuosos, comenz con un armisticio de tres meses, que ambas partes
necesitaban para prepararse, pero tambin para dominar cierta perplejidad; fue, pu
es, una tregua de movilizacin, pero tambin de conveniencia.
El que los sudistas no avanzasen sobre Washington, aprovechndose de las carretera
s, francas todava, y dejasen escapar esta ocasin, que no volvera a presentarse, ind
ica ya una falta de decisin que slo puede explicarse por las razones expuestas.
El concepto moral e histrico que mereca a Lincoln la guerra fue expuesto por l en e
l magnfico discurso que le sirviera de mensaje al Congreso, reunido el 4 de julio
. Era ste un discurso tal como nunca en Europa ni en Amrica, hasta entonces, se pr
onunciara en justificacin de una guerra. El Presidente comenzaba por exigir cuatr
ocientos mil hombres y cuatrocientos millones de dlares. La suma es menos de la vi
gesimotercera parte de lo que poseen aquellos hombres que parecen dispuestos a d
arlo todo. Luego compar la crisis actual, de la que haba que salvar a la Unin, con
la crisis que culminara en la fundacin de la misma, poniendo de manifiesto cunto ms
rico era el pas hoy que en aquellos tiempos, aadiendo: Es innegable que cada hombr
e tiene hoy motivos ms poderosos para defender sus libertades que los tuviera ent
onces para conseguirlas. Volviendo al problema de los derechos del Estado, declara
que va unida a l una cuestin econmica, pues la nacin ha comprado con su dinero los te
rritorios en que se han formado varios de esos Estados (sudistas). Es justo, pues
, que se separen de la nacin sin su venia y sin reintegrarle?
Mucho antes haba dado una nota ms profunda, insistiendo en que la nueva Constitucin
de los Estados Confederados justificaba plenamente ciertas conclusiones referen
tes a las diferencias jurdicas y filosficas que separaban al Norte del Sur.
Nuestros adversarios han adoptado algunas declaraciones de independencia en las q
ue, a diferencia de los Estados Unidos, escrita por Jefferson, han omitido estas
palabras: Todos los hombres han sido creados iguales. Por qu? Han adoptado una Cons
titucin interina, en cuya introduccin, a diferencia de la excelente nuestra, firma
da por Washington, han omitido Nosotros, el pueblo, substituyndolo por Nosotros, los
diputados de los Estados soberanos e independientes.
De estos sntomas deduce la naturaleza intrnseca de la que para l era, esencialmente,
una contienda de pueblos. Por parte de la Unin, era una lucha para mantener en el
mundo la forma y contenido de un Gobierno cuyo principal objetivo era el mejora
miento de la condicin humana, el descargar de pesos innecesarios los hombros de t
odos, el allanar a todos los caminos de una laudable ambicin, el ofrecer a todos
una oportunidad favorable en la lucha por la vida
Nuestro gobierno popular ha sido llamado con frecuencia un ensayo. Ahora nos qued
a el problema de sostenerlo frente a un formidable ensayo interior de derribo. A
hora le toca a nuestro pueblo demostrar al mundo que quien conduce fcilmente unas
elecciones puede tambin sofocar una rebelin; que las papeletas electorales son la
s sucesoras legales y pacficas de las balas, y que cuando aqullas han decidido hon
rada y constitucionalmente, no se puede volver con xito a las balas Ensear a los ho
mbres que lo que no se ha logrado por las elecciones nadie podr lograrlo con la g
uerra ser una gran leccin de pacifismo; y, al mismo tiempo, se har visible a todos
la locura de los que han comenzado la guerra.
Con qu maestra habla aqu, primero en nmeros, luego en ideas; primero a los electores,
luego al mundo! Si habla del gobierno popular de los Estados Unidos como de un
experimento llevado a cabo ante los ojos del mundo, veremos bajo la envoltura de
la estadstica demaggica la mdula de la religin de Lincoln, la idea bsica que ya expu
n este asunto suscitara cien nuevas exigencias del Sur, se neg a dar el otro paso
atrs que le peda Seward en su memorndum. En ambos casos, autoridades a l subordinada
s exigan al jefe del pas que cediese en asuntos fundamentales; un grupo de Estados
en una instancia, un ministro en otra. Si Anderson evacua el fuerte Sumter, haba
dicho Lincoln, yo habr de evacuar la Casa Blanca. Otro tanto senta respecto a la pr
opuesta de delegar en otro el control de los asuntos exteriores. El mismo da en q
ue Seward escribiera su carta, lea esta respuesta:
Querido mister Seward: Desde que nos separamos he meditado en su carta de hoy. En
mi discurso inaugural dije: El poder que se me ha confiado se emplear en administ
rar y conservar las posesiones y lugares que pertenecen al Gobierno y cobrar los
derechos de aduanas y contribuciones. A su tiempo, esta parte de mi programa mer
eci la aprobacin expresa de usted.
Esto, unido a la orden que di inmediatamente al general Scott de emplear todos l
os medios a su alcance para fortalecer y conservar nuestras fortificaciones, for
ma parte precisamente de esa poltica interior que usted desea ahora con tanta urg
encia, con la nica diferencia de que mi poltica no admite el abandono del fuerte S
umter Las noticias recibidas ayer de Santo Domingo aportan ciertamente un nuevo a
rtculo a nuestra poltica exterior. Pero hasta ahora habamos estado preparando circu
lares e instrucciones para nuestros embajadores y llevando a cabo otras faenas s
emejantes, todo ello en perfecta armona, y sin que se nos dijese nunca que carecam
os de poltica exterior. En lo que se refiere a su ltima proposicin, he de advertir:
si ello ha de suceder, soy yo el que debe hacerlo. Cuando se ha adoptado una lne
a general en la poltica, no veo peligro alguno de que sta cambie sin que haya para
ello una buena razn o contine siendo objeto de debates innecesarios; de todos mod
os, deseo, y me creo con derecho a exigir, el parecer de todo el Gabinete sobre
aquellas cuestiones que pudieran surgir en el desarrollo de nuestra poltica. Su s
incero servidor, A Lincoln.
Parece ste el tono de un hombre acostumbrado a mandar desde hace aos. Como el mini
stro tom parte en la resolucin, se le recuerda su anterior asentimiento, pero, com
o no desea su aprobacin, no se le admite a tomar parte en ella. La idea de hacer
la guerra a dos potencias de Europa ni siquiera fue discutida; Lincoln contentse
con decir ms tarde en la intimidad: Por el momento, ya tenemos bastante con una gu
erra. La direccin de los asuntos exteriores fue estabilizada y la intentada usurpa
cin de los derechos del Presidente fue rechazada con un contragolpe al declarar q
ue, de necesitar consejo, buscara el de todo el Gobierno.
Qu sucedera ahora? Renunciara Seward? A despecho de su ambicin, el ministro de Estado
es hombre capaz de reconocer la superioridad de otro, tan pronto como se d cuenta
de ella. En mayo permiti a Lincoln corregir un mensaje decisivo a Inglaterra y a
principios de junio escriba a su esposa: El vigor y la fuerza ejecutiva son cuali
dades raras. El Presidente es el mejor de nosotros.
De igual manera que el dependiente de comercio con sus compradores, el abogado c
on sus clientes, condujera sus negocios arbitrariamente, fuera de toda regla y d
ecidiendo de repente, de acuerdo con las circunstancias de cada caso, as tambin co
nduce el Presidente sus relaciones con sus subordinados, a despecho de todas las
reglas de la Casa Blanca.
El estado de guerra disculpa y encubre esta falta de formulismos y algunas veces
la hace necesaria. Se podra decir en este sentido que el estado anormal del pas y
de la administracin armonizaba mejor con el carcter excepcional de este President
e que lo hubiera hecho en tiempo de paz, pues, en todo caso, las peculiaridades,
azares y necesidades de los tiempos de guerra embotan el filo de los convencion
alismos y abren la puerta de la originalidad.
Le envo a usted uno de los mejores hombres que existen, y hasta persona ms grata a
todos de lo que pudiera ser yo, escribe el Presidente en una carta de recomendacin
dirigida a un alto funcionario. Y confiriendo un nombramiento: Tengo que hacerle
una splica especial: no ria usted con X, que tambin es amigo mo y, en verdad, desde
hace ms tiempo que usted. Le quedara muy agradecido si pudiera usted hacer algo p
or l cuando se le presente la ocasin.
He aqu otra carta:
Muy seor mo: Dios me asista! Me dicen que le he ofendido a usted. Deseo que me diga
usted cmo ha sido eso. Su sincero
Su corresponsal le contesta que ignora que Lincoln le haya ofendido en modo algu
no.
El Presidente escribe al dorso de la contestacin: Encantado de que no haya pasado
nada.
En otra ocasin desea enviar con un mensajero seguro un documento al gobernador de
Tejas: Es ste un mensaje secreto y confidencial. Excepcin hecha de mi Gabinete y d
e m mismo, nadie sabe una palabra de l y todos hemos jurado mantenerlo secreto. Vo
y a tomarle juramento como a un ministro. Levante su mano derecha. As. Ahora pued
e usted considerarse como miembro del Gabinete.
No sera mejor que enviase usted a un empleado del Gobierno?
No. Los tejanos ahorcaran a cualquier empleado al que sorprendiesen con documentos
polticos.
Tambin a m me ahorcarn si me sorprenden!
No tengo el menor deseo de que le ahorquen a usted, y si usted cree que esta misin
le expone a un gran peligro, no ser yo quien le pida que la acepte. Pero como us
ted vive en Tejas y se dispone a regresar all, supona que no tendra inconveniente e
n encargarse de la misin.
As se gana al mensajero. Pero cuando un gobernante excusa el retraso de sus tropa
s alegando que el contador y el habilitado no estaban listos todava, contesta: Le
ruego diga usted a esos caballeros que si no trabajan rpidamente, yo har un trabaj
o rpido con ellos. En nombre del sentido comn, cunto tiempo se necesita para pagar d
os regimientos? Nunca fue tan necesaria como ahora la llegada de esos regimiento
s.
Cuando cierto senador, querindolo obligar a una lnea de accin a la que Lincoln es a
dverso, le dice: Usted dice siempre que es el abogado del pueblo. Pues bien, reco
nozca usted que admitir esta actitud le hara ms popular an, replica Lincoln: Tal vez,
pero no estoy dispuesto a permitir que mis clientes conduzcan el pleito contra
mi propio juicio Si mi manera de gestionar el asunto no es satisfactoria, ya tend
rn ocasin de prescindir de m. l no puede respetar a tal senador ni fingir que lo resp
eta; pero las cualidades corporales impresionan siempre al antiguo leador, que de
sea impresionar a los dems con las suyas propias. Como a todas las personas extra
ordinariamente altas, le molesta el encontrarse con otras an ms altas. Conque es ust
ed mister Sherman? Bien, vamos a ver si es usted tan alto como yo. As saluda a un
senador, al que desconcierta por completo.
Un da que ve en un barco de guerra un hacha descansando sobre el tajo, no puede m
enos de cogerla y, como en otros tiempos, la sostiene durante unos minutos entre
el pulgar y el ndice, mantenindola completamente horizontal. Esta hazaa sorprendi a
todos los espectadores y l se mostr muy alegre de que los marineros ms fuertes no
pudieran imitarle.
Este comercio con la gente del pueblo es para l una necesidad: ninguna dignidad,
ningn cuidado podrn hacerle renunciar a ella. A medida que pasaban los aos, esta ne
cesidad pareca aumentar en vez de disminuir, pero tambin en este punto el estado d
e guerra favoreci su modo de ser. Dos veces a la semana todo el mundo que deseaba
verle era admitido sin ceremonia alguna, signo de verdadera democracia, que tod
ava hoy sigue siendo una caracterstica de la Casa Blanca, desconocida en todos los
palacios reales o presidenciales de Europa. En tales ocasiones, el Presidente,
que nunca cuidara en demasa de su vestuario, aparece siempre vestido cuidadosamen
te y, sentado en un silln, escucha con paciencia inalterable. Su s, dice un testigo,
era amable y produca un gran placer; su no era pronunciado en un tono que no hera a
l solicitante. Por mi parte, cuando me separ de l, me senta elevado y animado. En es
tas audiencias escuchaba a la gente ms atentamente de lo que ellos podan creer y c
on frecuencia se enteraba por ellos del estado de la opinin pblica bastante ms de l
o que ellos sacaban enterndose sobre el posible resultado de sus peticiones. Su i
ndulgencia con todos ellos era inagotable. Un da, por ejemplo, tres muchachas pob
remente vestidas se extravan en la Casa Blanca y tmidamente atraviesan la sala de
recepcin; Lincoln, que las encuentra, se detiene y les estrecha la mano a todas.
Si oye al portero que cierra el paso a alguien, interviene inmediatamente; pero,
en cambio, no tiene el menor reparo en dejar aguardando a un senador; aunque, m
uchas veces, cuando le pasan la tarjeta de un visitante, suele salir l mismo de s
u despacho con la tarjeta en la mano, para introducir en persona al que aguardab
a.
Sabe que a veces se le engaa y, sin embargo, cuando las mujeres imploran por la v
ida de los hijos que han desertado, se deja conmover por sus splicas, aunque se p
resenten falsamente como viudas o lleven como suyo un chico que han pedido prest
ado. Convencido de que la clemencia es mucho mejor que el castigo, procura exced
erse siempre en el sentido de la compasin. Acaso no trae la guerra bastante miseri
a al pas?
De continuo se le ocurren nuevas historietas y ancdotas para tranquilizar a la ge
nte que acude a l en son de consejo o de querella. A un grupo de ellos les dice: S
eores, supongan ustedes que todas sus riquezas, convertidas en oro, estn en manos
de Blondin y que ste debe llevar todo ese oro al otro lado del Nigara, pasando sob
re una cuerda. Agitaran ustedes la cuerda? Le gritaran ustedes: Blondin, enderzate un
poco ms; Blondin, detnte un momento; anda ms aprisa; ladate un poco hacia el Norte;
ladate un poco hacia el Sur? No; seguramente que ustedes retendran el aliento e i
mpondran silencio a sus lenguas y separaran sus manos de la cuerda hasta que Blond
in llegara al otro lado. El Gobierno lleva una carga gigantesca. Los mayores tes
oros estn en sus manos. No fastidien ustedes; y guarden silencio, que nosotros los
pasaremos al otro lado!
En otra ocasin, habindose relacionado una visita suya a una academia militar con f
alsos rumores sobre la destitucin de ciertos generales, observa en un corto discu
rso: Cuando se ven las cosas a travs de la niebla, siempre se las ve deformadas; y
otro tanto les ocurrira a ustedes si yo tratase de explicarles las razones de mi
visita al general Scott. Lo nico que puedo decir es que esa entrevista se relacio
naba con asuntos que todos ustedes comprenderan tan bien como yo si me fuese posi
ble explicar todos sus antecedentes Pero el ministro de la Guerra, como ustedes s
aben, tiene bien sujetas las riendas a la Prensa para que no hable demasiado. Y
hasta temo que si charlo demasiado tambin a m me tiren de las riendas. Este tono lo
comprenden todos los oyentes, y todos creen lo que dice.
La nica cosa que suscita su ira es la presuncin. Ignora la petulancia de los espec
ialistas y diplomticos, y pretende ignorar lo que unos y otros piensan y dicen so
bre sus grotescos modales, su vestimenta y el buen gusto ms que dudoso de sus ancd
otas. Pero cuando un joven conde, recomendado por la Embajada prusiana, se hace
introducir por Schurz y, en apoyo de una solicitud de empleo en el ejrcito, expli
ca que su familia tiene varios siglos de abolengo, Lincoln le interrumpe amistos
amente: No tema usted: eso no ser un obstculo en su carrera.
Lincoln era un adversario temible para todos aquellos que se pusiesen al alcance
de los dardos de su humorismo; pero los cazadores de empleos le causaban una de
sazn superior a sus fuerzas.
Durante las primeras semanas de su presidencia, puede asegurarse que stos le preo
cuparon ms que la suerte de la nacin, puesto que esperaba dominar sta, y ante aqullo
s se reconoca impotente.
En Springfield se estaba mal; pero aquello era un juego de nios comparado con la t
remenda situacin de ahora. Apenas si puedo comer y dormir. Soy una bestia acosada
por una turba hambrienta!
Las escaleras y corredores, hasta el primer piso, aparecan llenos de gentes que c
alculaban ardorosamente sus probabilidades, como si se hallasen en la Bolsa, mie
ntras sus amigos patrullaban por la plaza, esperando la oportunidad para asaltar
en plena calle al nuevo Presidente.
Debemos tener en cuenta que el partido republicano, partido nuevo, haba alcanzado
el Poder por primera vez y que Lincoln deseaba escoger los hombres ms eficientes
, mitigando los peligros del sistema partidista con el nombramiento de demcratas
y atacar de frente al nepotismo, razones todas que le hacen doblemente odioso el
cnico mendigar de empleos en aquel momento tan crtico para el pas. En un brillante
epigrama resume sus sentimientos de entonces: Mientras est ardiendo la casa, he de
afanarme por gente que desea que les busque habitacin en ella?
No obstante, muy raras veces perdi la paciencia, y esto slo cuando la osada de los
solicitantes rebasaba todo lmite. En cierta ocasin, un hombre que deseaba el nombr
e de Lincoln para acreditar un proyecto, no quiso tomar como respuesta definitiv
a la negativa del Presidente. Pero he aqu que, de repente, este hombre tranquilo
se pone en pie y estalla: Cree usted que el Presidente de los Estados Unidos es un
agente comisionista? Para usted y los que vengan con propsito semejante, ah est la
puerta! Y a un invlido que pide una colocacin sin presentar ningn documento que prue
be su afirmacin de ser un herido de guerra: Cmo! No tiene usted documentos, credencia
les, nada que muestre cmo perdi usted las piernas Y cmo quiere usted que yo sepa si
no la perdi entrando a robar en una huerta? Vemos aqu al hijo del labriego familiar
izado con esas tretas y difcil de engaar; no obstante, acaba recomendando al invlid
o.
Slo su humorismo le eleva a la altura de una objetividad absoluta. Su habilidad p
ara burlarse de tales gentes, para confundirlas con su superioridad intelectual
sin ofenderlas, le proporciona algunos momentos de distraccin; entonces se siente
transportado a los buenos das de antao, a la poca del tribunal ambulante, y le par
ece ver en el solicitante un contrincante con tanta razn y culpa como l mismo. Las
administraciones de Correos eran las ms solicitadas por sus antiguos colegas. Un
da, habiendo llegado del Oeste uno de ellos, comenz a dar al Presidente toda clas
e de noticias, cada cul ms incongruente. Lincoln, siempre preparado a recibir soli
citudes de empleos, le pone familiarmente la mano sobre el hombro: No trae usted p
or casualidad un jefe de Correos en el bolsillo? El visitante queda perplejo. Ver u
sted: la cosa no tendra nada de particular Todas las personas que he visto en esto
ltimos das traan consigo nombramientos de ministros en el extranjero, recaudadores
, etc. Al verle a usted no pude menos de pensar que traera en el bolsillo siquier
a un jefe de Correos.
Una vez acude a su mdico para que le ayude a librarse de un importuno tenaz. Docto
r, qu son estas manchas?, pregunta Lincoln, tendindole las manos. Son manchas variolo
sas o viruelas benignas, contesta el mdico. Pues estoy absolutamente cubierto de el
las. Es contagioso? Ya lo creo. Muy contagioso, responde e mdico, secundndolo en su tr
eta.
El visitante desapareci con la ligereza que es de presumir.
Su Gabinete y el mundo poltico en general tenan menos confianza en l por lo que se
refera al manejo de asuntos exteriores. Dnde habra podido aprender aquel abogado pro
vinciano el arte sutil de la diplomacia, estudiado por Douglas durante tantos aos
en las camarillas y salones de Washington? Seward poda escribir notas; Summer, q
ue reemplazaba ahora a Douglas en la direccin del Comit del Senado para las Relaci
ones Exteriores, conoca el estilo de Europa;
Cameron saba cmo abrir camino a travs de todas las revueltas y angosturas de vida p
oltica, pero el Presidente era un hombre del pueblo y un anecdotista. Tena, pues,
que ser cuidadosamente excluido de aquellos campos.
Este prejuicio de los polticos profesionales y el persistente error de la posteri
dad (que tard ms de lo debido en reconocer la astucia y habilidad oratoria de Linc
oln, sus diestros y mundanos arabescos, paralelos a las grandes lneas de su carcte
r) se encuentran desmentidos por la multiplicidad, finura y paciencia demostrada
s por l en su trato con los neutrales, cualidades que no se pueden adquirir a nin
gn precio cuando se tienen ya los cabellos grises y que se contaban entre los atr
ibutos fundamentales de su personalidad desde el primer momento.
Su lnea de conducta con la Prensa enemiga nos muestra una vez ms al diplomtico. As p
ermite al poderoso Greely, hombre capaz de hacer y deshacer Gobiernos y que no s
e dej vencer durante la entrevista que tuvieran en Springfield, enterarse de todo
s los planes del Gobierno, a trueque de que Greely ponga al servicio y defensa d
e la poltica gubernamental su nuevo peridico.
Hice de l, en efecto, mi portavoz, pues prefera que nadie supiese quin hablaba. No t
engo para qu decir a usted que tengo absoluta confianza en mister Greely. Su pode
r es enorme. Tenerle firmemente a mis espaldas, equivale a un ejrcito de 100.000
hombres.
Greely debe saber que, si alguna vez tiene algo que objetar a la poltica de Linco
ln, yo me alegrar de conocer su opinin franca y sincera sobre mis puntos de vista.
Si puedo, adoptar los suyos. Si no puedo, le explicar por qu. l y yo debemos estar u
nidos, sin permitir que se interpongan entre nosotros pequeas diferencias, pues a
mbos perseguimos el mismo fin, que es la salvacin de nuestra patria. Bien, seor go
bernador, sta es la carta ms larga que he escrito desde hace un mes, ms larga de la
que habra escrito de tratarse de cualquier otro hombre que no fuese Horace Greel
y.
su malicioso guio de ojos cuando dicta esta carta. No hay ningn funcionario que ha
ya tenido relaciones con Siam, y Seward carece de suficiente imaginacin y finura
de estilo para alcanzar la sutil irona de estas lneas. Un abogado de apartadas reg
iones que no ha visto nada del mundo y que ha ledo poco, pero dotado de esa facul
tad, comn al estadista y al poeta, de colocarse en el lugar de los dems, es capaz,
en medio de cien asuntos urgentes y amenazadores, de pensar diez minutos en Sia
m, dar las gracias por una espada cincelada, que slo poda parecerle absurda, y por
el ofrecimiento de un par de elefantes, de los que no habra podido sacar otro pr
ovecho que el de una ancdota ms.
Este tacto seguro en toda ocasin, o en casi todas, se hizo indudablemente ms perfe
cto en l durante los ltimos diez aos; en todo caso, era verdaderamente notable que
un hombre de carcter reservado, por no decir tmido, y que ahora, rodeado de descon
fianza, crticas y burlas, en la situacin realmente de un principiante, substitua no
obstante el uso del espritu al del poder, prefiriendo en las cien crisis de la g
uerra persuadir a mandar, y dominando de este modo precisamente los conflictos,
ya que en aquella joven democracia la guerra civil tena que ser conducida a travs
de las feroces disensiones que separaban a los Estados que permanecieron infiele
s a la Unin, y slo un maestro en el arte de la eleccin, capaz de manejar y reconcil
iar a los distintos leaders, poda darle una solucin victoriosa.
Pues huelga decir que en parte alguna florecan tan abundantemente por aquel enton
ces los grmenes malsanos de la corrupcin poltica, del espritu partidista y de la emp
leomana como en el ejrcito.
Ningn Estado de Europa se hallaba a la sazn tan mal preparado para una guerra como
la Unin y, dentro de ella, como el Norte. Ciertamente que no faltaban hombres y,
desde la cada del fuerte Sumter, haba entusiasmo, soldados y dinero; pero, en cam
bio, se careca de generales y capitanes. El general en jefe del ejrcito y la marin
a, el Presidente, entenda poco en cuestin de guerra, como la mayor parte de sus pr
edecesores y rivales; y, aunque hubiese sido un general consumado, habrale sido i
mposible nombrar a los jefes efectivos atenindose tan slo a su propio parecer y a
los mritos profesionales de ellos, pues, por encima del general en jefe, an hay ot
ro jefe supremo, todava ms poderoso que, en Inglaterra, y huelga decir que en el r
esto de Europa, a saber: la opinin pblica. Con ayuda de la Prensa, de los clubes y
asociaciones Polticos, los comits del Congreso y los Bancos, cada partido y cada
Estado procuraba elevar a los Puestos directivos a su gente y no vacilaba en emp
lear todos los medios coercitivos y coactivos a su alcance para imponer esta vol
untad.
Quin poda obligar a los gobernadores de los Estados a reclutar tropas si no les haca
antes promesas concluyentes de cargos importantes? Y hasta ms tarde, cuando el s
ervicio militar obligatorio fue una ley, la suprema autoridad tuvo siempre que t
omar en cuenta las susceptibilidades de aquellos hombres de peso y de aquellos g
rupos poderosos, en todos los sectores del pas, tratando d 1 e sortear de la mejo
r manera posible los escollos de las influencias contrarias. Por otra parte, los
miembros de los Estados Mayores y los oficiales de carrera protestaban contra e
se estado de cosas, alegando razonablemente que no eran los civiles, sin otro ttu
lo que el poder poltico, los llamados a mandarlos; mientras, los oficiales de baj
a graduacin se peleaban entre s, como hacen siempre los amateurs que reconocen su
recproca incapacidad.
El sentido moral del Presidente se senta herido por todas estas cosas, pues, sobr
e todo al principio de la guerra, tuvo que sostener las ms difciles luchas interna
s entre el conocimiento intrnseco y la prudencia exterior, entre las necesidades
vitales y las consideraciones polticas.
Debe usted procurar una colocacin al portador Arregle usted la cosa con el recaudad
or. Usted puede hacerlo por m, y debe hacerlo.
Es sta una carta entre ciento, enviada con urgencia al general Scott en beneficio
de cualquier hombre, sin duda indiferente para Lincoln, al que quiz vea por prime
ra vez y era seguramente incompetente. Al escribirla, se le escapa un hondo susp
iro de contrariedad, toda la amargura de un hombre fundamentalmente honrado que
nunca pretende nada en beneficio propio y rarsimas veces en el de sus amigos, y q
ue ahora emplea su poder en favorecer a extraos, no ya en favor del pas o del ejrci
to, sino simplemente obligado por las consideraciones partidarias Cosa tremenda,
ashington y el Gobierno, los generales del Este y del Oeste hacen causa comn; slo
en esto, pues en lo dems parecen decididos a obrar uno contra otro.
Pero, en contradiccin con el organizador del Este, el seor del Oeste permanece ina
ctivo en medio de su ejrcito, como si nada ocurriese, aunque su vanidad hace de l
una presa fcil de los contratistas fraudulentos del ejrcito, que, por otra parte,
no parece que fueran completamente desconocidos del ministro de la Guerra. Apart
e esto, distrese en nombrar brigadieres por su propia iniciativa, sin consultar a
l Presidente. Al cabo de dos semanas, y a despecho del frreo muro de silencio con
que se rodea, se hacen en Washington graves acusaciones contra Frmont.
El hombre que fuera candidato derrotado en la lucha presidencial es acusado de q
uerer fundar ahora una Unin del Noroeste. Estos rumores carecen de fundamento, y
Lincoln no les da crdito, pero el hecho de que tales rumores tengan curso demuest
ra que el pueblo los considera posibles.
Una hermosa maana de agosto, el Presidente lee en un diario que el general Frmont
ha publicado una proclama anunciando la confiscacin inmediata de las propiedades
de todos los habitantes de Missouri que se hubiesen levantado en armas contra la
Unin o hubieran ayudado al Sur, y la liberacin de los esclavos que tuviesen. Qu pas
a en el corazn de Lincoln al leer esto?
Con el dominio de s mismo de un estadista, pese a todos sus sentimientos y deseos
, desde el principio mismo de la guerra, Lincoln haba postergado la cuestin de la
esclavitud, convencido de que su deber primordial era no combatir por la liberta
d de los esclavos, sino por el salvamento de la Unin. Solo con esta divisa podra c
ontar con la mayora democrtica en los Estados leales y con la neutralidad Je los f
ronterizos. Si, por el contrario, valindose de ciertas medidas de guerra, mostrab
a favorecer a los esclavos, ello dara pie a que se le acusara de hacer una guerra
de liberacin y no de unificacin, perdiendo con ello terreno y, finalmente, tal ve
z la guerra. De ah que, aun en las rdenes de confiscacin acostumbradas en tiempos d
e guerra, evitase hablar de los esclavos. Para que ahora, uno de sus generales vi
niera a meter sus dedazos en su fina urdimbre poltica, olvidando completamente to
da subordinacin militar! Al da siguiente, en efecto, la olvidada controversia rena
ca en todo el pas. La Prensa radical del Norte aplauda al valeroso general que tan
gallardamente se adelantara al indeciso Presidente. Los Estados limtrofes, sobre
todo Kentucky, ponan, por el contrario, el grito en el cielo al advertir ahora cl
aramente el objetivo final de la guerra, y amenazaban de nuevo con la separacin.
Como es natural, el arrogante general, motivo de estas perturbaciones, ser destit
uido inmediatamente, no es cierto?
De ningn modo; Lincoln le escribe una carta amistosa: En la ltima parte de su procl
ama veo un gran peligro que alarmar a nuestros amigos del Sur, volvindolos contra n
osotros y quiz destruyendo nuestras favorables perspectivas en Kentucky. Permtame
le ruegue cambie, como por propia iniciativa, ese prrafo de modo que concuerde co
n el primero y cuarto artculo de la ley del Congreso Esta carta ha sido escrita co
n espritu de precaucin, no de crtica. Se la envo a usted con un mensajero especial,
para que la reciba pronto y con seguridad.
Asombroso! En este asunto, Lincoln ha sido demasiado blando, y sus esfuerzos por
no molestar a los hombres que le superan en fama nacional, su deseo de repudiar
el ejercicio formal de su autoridad, le arrastran a una complacencia mayor de la
que permita lo peligroso del momento.
Cules fueron las consecuencias? En primer lugar, es imposible encontrar al general
; y cuando, al fin, se le encuentra, Frmont contesta que el mismo Presidente es q
uien debe revocar la orden, enviando su carta por intermedio de su esposa, mujer
hbil y ambiciosa, a la que llamaban el verdadero jefe del Estado Mayor.
No, no es una farsa; realmente, las cosas sucedieron as. La generala, que teme la
destitucin de su marido, decide tomar la ofensiva. Se hace anunciar a medianoche
en la Casa Blanca y amenaza al Presidente con la posibilidad de que Frmont forme
un Gobierno independiente. Le contestar Lincoln al mismo diapasn? Dicen que es med
io aldeano, que carece de buenos modales y que es un ogro. Tuve que recurrir a to
do mi escaso tacto para evitar una ria, declar
Lincoln ms tarde. Ni l ni el pas eran an lo bastante fuertes para recurrir a medidas
extremas y nunca su principal objeto ser el hacerse popular. As, pues, cede en la
forma ms perjudicial para l mismo, cambia con su nombre el edicto de su general y
s ferrocarriles, en el que stos nombraran, por razones polticas, junto a dos grand
es abogados del Este, a uno del Oeste, escogiendo al efecto a Lincoln.
ste, realmente, era el mejor informado de los tres sobre la cuestin en referencia.
Pero cuando, al fin, le lleg el turno para hablar, Stanton le cort el discurso, s
e declar el principal representante y dijo a sus amigos: Yo no puedo presentarme j
unto a ese condenado mono. Por si ello fuera poco, durante ocho das trat al colega
del Oeste, que viva en el mismo hotel, de un modo provocativo e insultante. En la
cuestin de la guerra se haba mostrado, ms tarde, como un hombre recto, retirndose d
el ltimo Gabinete responsable de alta traicin, pero estaba disgustado por la elecc
in de Lincoln, y no slo como demcrata. Durante los meses siguientes, injuri constant
emente a Lincoln, al que llamaba el gorila excntrico. Para qu, deca a McClellan, van a
rica los exploradores, cuando pueden encontrar grandes monos en Springfield?
Seguramente esta frase no lleg a odos de Lincoln, pero s su sentido, y el recuerdo
de Cincinnati est tan firme en l, que desde entonces haba rehusado, a causa de este
agravio, una visita a aquella ciudad.
Sin embargo, llama a Stanton a ocupar uno de los cargos ms importantes, a un pues
to que los forzara a un constante contacto. Lo hace porque Stanton es un incondic
ional de la Unin, porque es un hombre que posee a la vez energa instintiva y conoc
imiento, tacto y aplicacin, mtodo y seguridad tcnica. De poderosa contextura, ancha
cabeza, encuadrada por abundante barba gris, frente hermosa, nariz grande, ojos
claros y penetrantes, todos ven en l a un hombre prctico y decidido, a un hombre
de los pies a la cabeza. Qu buena pareja hace con Lincoln! Ambos, incorruptibles,
competentes, de espritu serio; pero, mientras Lincoln obra con precaucin, Stanton
procede demasiado directamente, y mientras ste se arrebata, aqul calcula y pesa de
tenidamente todas las decisiones. As, parecen hechos para equilibrar sus debilida
des, en tanto que, por el contrario, sus fuerzas se asemejan y se refuerzan una
a otra.
Al cabo de poco tiempo se hicieron amigos.
Abraham Lincoln aprenda estrategia. Durante aquellos meses de invierno, en los qu
e no ocurra nada, en los que cada general encontraba siempre algo que pedir y una
nueva excusa para no avanzar, mientras la guerra se prolongaba y las diferencia
s entre los jefes del ejrcito eran cada vez mayores, Lincoln reconoci la necesidad
de adquirir un conocimiento personal de lo que en aquel momento constitua el com
etido cardinal de su cargo. Cuando se vio obligado como Presidente a estudiar la
diplomacia de Europa, lo hizo, y pronto descubri que no era otra cosa que el con
ocimiento de los hombres trasladado de la vida civil corriente al dominio de los
asuntos polticos. Como la Constitucin lo haca jefe supremo de las fuerzas de mar y
tierra, y no tena a su lado ningn general cuyo genio y carcter le ofreciesen una g
aranta absoluta, las necesidades prcticas de responsabilidad le impulsaron a estud
iar aquello de que era responsable.
Sera, acaso, el arte de la guerra un misterio? Por ventura no haba aprendido, sin ay
uda casi, a escribir, y sin el menor auxilio, historia y ciencias? No haba estudia
do, acaso, l, un pobre leador de toscas manos, desterrado en un villorrio, msero de
pendiente, acostumbrado a dormir sobre el mostrador de una tienda, Derecho y Ort
ografa? No le haba abierto Euclides las ventanas del conocimiento clsico cuando, via
jando con el tribunal ambulante, pasaba las noches leyendo, tendido en la cama d
e una posada? Y cuando entr en la lucha electoral contra Douglas, despus de sentir
se inclinado a dudar de su propia capacidad, no haba comprendido, acaso, bastante
pronto que, a pesar de todo, las personas distinguidas son hombres como los dems
y que un senador, al fin y al cabo, slo necesitaba sentido comn y cierto conocimie
nto de los hombres? Si hubiese necesitado como un dictador de la antigua Roma po
nerse al frente de un ejrcito y desafiar a Jefferson Davis, sus energas fsicas habra
n estado sin duda a la altura del duelo, aunque su temperamento no fuera el ms ad
ecuado para la conduccin material de la guerra. Pero lo que el Destino exiga ahora
de l se hallaba de acuerdo con su naturaleza y su competencia. As, Lincoln no vac
il un momento en hacer frente a las circunstancias.
Da y noche, nos informa su secretario, estudi durante aquel invierno, especialment
e en diciembre y enero, un sinnmero de obras de estrategia, mapas y otros documen
tos referentes a la conduccin de un ejrcito, su aprovisionamiento y su marcha. Inc
linado por naturaleza a las comparaciones, dotado de fantasa, condicin fundamental
de todo caudillo, realista y calculador a la vez, como buen labriego, reuna toda
s las condiciones necesarias para el xito. Combinando sus recuerdos de la expedic
in contra los indios con la experiencias del ltimo ao, poda lograr una clara compren
sin objetiva de la situacin militar actual y, clavando sus ojos en los mapas, hace
r planes para cercar al enemigo. Como autodidacto, estudi a fondo, como lo hicier
a siempre con todo, los fundamentos del arte militar, y si bien ignoramos el cur
so preciso de sus estudios, los resultados muestran, en todo caso, la extensin de
su aprendizaje.
Pues ahora comienza a adoptar un nuevo tono con sus generales. Ya no es un profa
no desorientado. Todava en enero escribe precavidamente al general Buell:
Por lo que a mi opinin se refiere, no la he ofrecido ni la ofrezco ahora como una
orden, sino como una proposicin; y si bien me agradara verla cuidadosamente medita
da, le reprochara a usted el que la siguiese contra su propio parecer, como si la
diese en forma de orden
Establecido esto, opino que en esta guerra tenemos la superioridad numrica, en ta
nto que nuestro enemigo tiene mayor facilidad para concentrar sus fuerzas en los
puntos de colisin; que, por tanto, fracasaremos si no hacemos un avance contra e
l enemigo, dominndolo; que esto slo es factible atacando simultneamente al enemigo
con fuerzas superiores en distintos puntos, antes de que pueda defenderse en uno
s y otros; y que si debilita uno de sus flancos para reforzar otro, deberemos at
acar en los puntos ms dbiles.
Pero cuando la enfermedad de McClellan le proporciona una nueva excusa para no a
vanzar y devuelve al Presidente una serie de importantes documentos anotados des
cuidadamente a lpiz, Lincoln empieza a interrogar discretamente a sus oficiales s
uperiores, enterndose de este modo mucho ms de lo que habra deseado el jefe del ejrc
ito. El nuevo ministro de la Guerra, hasta entonces amigo de McClellan, corta po
r lo sano, se deshace en improperios y dice: Ese ejrcito debe luchar o retirarse.
Mientras los hombres del Oeste luchan noblemente, no es posible que continen en e
l Potomac el champaa y las ostras.
Lincoln procede con precaucin, invita al jefe y a sus generales a la reunin del Ga
binete, deja que los ministros le interroguen directamente, y cuando McClellan s
e niega a contestar mientras no se lo ordene el Presidente, ste se contenta con p
reguntarle si ha determinado alguna fecha para el ataque.
En efecto, responde el jefe, breve y misteriosamente.
En ese caso, levanto la, sesin, dice Lincoln, contento de evitar una explosin.
Pero Stanton, furioso, exclama luego: Hemos tenido con nosotros a diez generales,
temerosos todos de luchar Si McClellan tuviese un milln de hombres, jurara que los
enemigos tenan dos y se sentara en medio del arroyo, pidiendo a gritos tres millo
nes.
Lincoln no se encoleriza; estudia constantemente, y como cada vez se torna ms exp
erto en cuestiones de material y suministros, cada vez se encuentra ms en situacin
de refutar las afirmaciones de sus generales sobre tal o cual posibilidad de or
den tcnico. Se informa de todo en el cercano muelle, caso por caso, ligera y viva
mente, tal como suele trabajar el autodidacto. He aqu una breve nota al ministro
de Marina: Creo haber visto hace poco tres buques que se dirigan al muelle de la M
arina. Mande usted all a ver de qu se trata.
Cuando le presenta un inventor un nuevo fusil, Lincoln, que se negara siempre a
cazar un animal, lo ensaya por s mismo; en compaa del secretario se traslada a una
pradera situada al Sur de la Casa Blanca, coge una hoja de papel con el membrete
del Congreso como blanco y dispara bastante bien. Creo que podra sacar ms partido
del fusil, dice, y cogiendo un alza de madera que ha cortado de una rama de pino,
la ajusta a la carabina y logra mejores resultados. sta es una de las maneras de
Lincoln de dirigir la guerra. O bien ensaya en su cuarto, en compaa de un almiran
te, una nueva plvora, examina el residuo y hace gestiones acerca del poder de la
plvora.
Al mismo tiempo, disputa con McClellan sobre el plan de ataque, pues ste quiere m
archar por la pennsula y Lincoln prefiere avanzar directamente sobre Richmond.
Si usted puede satisfacer las siguientes preguntas, sacrificar mi plan al suyo de
muy buena gana:
1.11 Exige su plan menos tiempo y dinero que el mo?
ues ella haba ido all para representar algo, y l para ser y hacer algo.
El primero y ms serio de los problemas fue el vestuario. Ya entre la eleccin y la
toma de posesin se haba vestido en Nueva York; ahora pas revista a todas las modist
as de sus conocidas. Por fin se qued con una negra, que era tenida por la mejor a
rtista de la capital; eleccin en la que es muy posible influyera el hecho de habe
r servido sta a la seora Jefferson Davis, rival a la que simultneamente despreciaba
y admiraba. As, el nico ser de color con quien se hallara en buenas relaciones la
esposa del libertador de los negros fue una modista, que durante treinta aos haba
sido esclava. Ms adelante, la modista negra fue intimando poco a poco con Mary y
en los das de desgracia continu siendo su nica amiga. Ahora, por lo pronto, le hiz
o dieciocho vestidos. El primero, por el que hubo lgrimas y escenas, pues no fue
entregado hasta ltima hora, poco antes de un banquete, era de muar rosa con gigant
esca cola y muy escotado, a usanza de todas las mujeres ms ambiciosas que sensual
es. Iba muy bien con sus amplias formas y, si se prescinda de sus brazos un tanto
rollizos, el efecto general no era desagradable. Al verla, su marido dio una vu
elta en torno suyo a grandes pasos, silb y dijo:
Dios mo, que cola tan larga tiene nuestro gato! Y como ella fuese a enojarse, agreg: N
o, realmente es muy bonito, pero lo sera igualmente si la cabeza y la cola fueran
ms proporcionadas. Y, de all en adelante, hubo de referirse a este atavo como al tat
uaje de guerra de su esposa. Pero peor fue cuando Mary supo que era costumbre que
el Presidente fuese el primero en dirigirse a la mesa dando el brazo a la ms dis
tinguida de las damas, y que ella ira en segundo lugar, del brazo de un caballero
, pues por nada del mundo se avino a aceptar este protocolo, declarando que dura
nte su rgimen ninguna seora pasara delante de ella e insistiendo en pasar la primer
a, del brazo de Lincoln.
Sin embargo, no ignoraba el aspecto tan cmico que ofrecan uno al lado del otro, au
nque Lincoln tratara de paliar jocosamente este aspecto grotesco presentndose a v
eces en las reuniones con las palabras siguientes: Seoras y seores: he aqu el largo
y el ancho de la Presidencia. Por esta razn, Mary no quiso retratarse nunca al lad
o de l, consintiendo slo en dejar publicar un grupo apcrifo, formado por una fotogr
afa individual de Lincoln hbilmente combinada con una de ella; en esta fotografa, M
ary pareca ms delgada y alta, quedando as perceptiblemente reducida la diferencia.
No contenta con esto, mand destruir los negativos de todas las fotografas que no h
aba aprobado.
Sumner parece haber sido la nica persona que gustaba por igual a ambos esposos. L
incoln aprobaba su inteligencia; Mary, sus maneras. Por lo dems, se rodeaba de ge
nte bastante oscura.
Villard, que en un principio los visitara frecuentemente, escribe: Su esposa cont
ribuy no poco a las cuitas de Lincoln. No slo se mezclaba en la distribucin de los
empleos menores, sino tambin en el nombramiento de los miembros del Gabinete. Gus
taba, adems, de verse rodeada de cierta gente que, sabiendo cmo aprovechar su susc
eptibilidad para las adulaciones ms groseras, lograba alcanzar as fcilmente una gra
n influencia sobre ella. Sobresala en esto el caballero Wikoff, un aventurero sobr
e el que se habl mucho en aquel tiempo y que, en realidad, era un espa de un peridi
co de Nueva York en la Casa Blanca, por otra parte hombre de mundo, de modales a
gradables, seguro de s mismo y muy afable. O a Wikoff cumplimentar a la seora Lincol
n sobre su aspecto y toilette de un modo tan repugnante, que habra debido ruboriz
arse y expulsar de su lado al desvergonzado. En vez de esto, lo favoreci como a u
na especie de maestro de ceremonias, autoridad en cuestiones de etiqueta, consej
ero en asuntos domsticos y personales, toilette inclusive, y siempre fue un compae
ro bien recibido en su saln y en su coche.
Cuando la presidenta visitaba los regimientos, prefera los que la adulaban ms y le
decan las cosas ms bonitas. Invariablemente se dejaba engaar por los ardides de la
s damas del Sur que se vestan de camareras y buscaban empleo en la Casa Blanca co
n el nico objeto de espiara sobre el terreno. Por otra parte, eran relaciones de s
u propia familia las que la ligaban al Sur; tres hermanastros y casi todos los e
sposos de sus hermanastras luchaban en el bando enemigo. Una prima, que viviera
en un principio con ella en Washington, relataba la visita de despedida de los p
olticos sudistas al estallar la guerra; en esta ocasin, un pariente suyo le haba di
cho: Querida Lizzie, deseo que no sea para ti una desilusin tu permanencia aqu. Quda
haba copiador. Lincoln prefera copiar por su propia mano los documentos ms importa
ntes, diciendo que era ms fcil robar un copiador que estas copias sueltas. En el m
ismo sitio se pueden encontrar siempre las caricaturas ms recientes, y cuando Lin
coln quiere leer a un visitante algo humorstico que acaba de descubrir, por ejemp
lo, algo grotesco e ingenioso sobre la manera como se precipitan los negros haci
a el Norte, no sera extrao que el visitante, de ser originario de Nueva Inglaterra
, demostrase una reserva acusadora y contase luego a sus amigos cunto le haba sorp
rendido el ver que el Presidente encontraba tiempo para dedicar a tales sandeces
. Pero ningn rostro agrio pudo nunca enmudecer al bohemio que llevaba Lincoln den
tro, y cuando lea poesas o peda msica, baladas y cantos escoceses, ahora como en otr
o tiempo, prefera aquellos que cantaban la huida del tiempo y la memoria de los da
s pasados. Pues ahora, en la cumbre de la vida, este hombre melanclico propende a
la cadencia, romntica pero falaz, de que las cosas eran mejores y ms bellas en su
juventud.
Lentamente, el objetivo poltico de la guerra civil empez a mudar; en un principio,
haba sido la salvacin de la Unin; luego fue convirtindose en la abolicin de la escla
vitud. Pero como el primer problema no estaba ni con mucho resuelto, y el segund
o slo poda resolverse resolviendo antes el primero, de ah las ms graciosas ironas y c
ontradicciones. Ahora bien, como todos los posibles acontecimientos dependan de l
a persona del Presidente, y fatalmente tenan que nacer de su cerebro o de su cora
zn, es indudable que a Lincoln hay que atribuirle lo mismo la responsabilidad que
el mrito de todo lo ocurrido.
Cuando la guerra empez como una lucha contra los rebeldes, el Norte entero se sol
idariz como un solo hombre; pero, en cuanto esta lucha se prolong, renacieron toda
s las disensiones partidistas, los demcratas contra los republicanos, y los repub
licanos moderados contra los radicales. Una nueva ideologa, en formacin desde vari
as dcadas y revelndose ahora sbitamente, no poda ser codificada en un momento, ni qu
iz podra serlo nunca en tiempo de guerra. La vaguedad del estado transitorio en qu
e la esclavitud empezara en parte a abolirse por s misma sin el menor decreto leg
al de abolicin, no poda sino suscitar la inquietud y el descontento en todos los p
artidos. Por qu, preguntaban los abolicionistas del Norte, no incorpora el Preside
nte al ejrcito cuando menos a los esclavos escapados del Sur o hechos prisioneros
, cuando l, como jefe supremo, podra, con arreglo al derecho de guerra, tomar medi
das mucho ms severas? Por qu, se quejaban por el contrario los negrfilos de los Esta
dos limtrofes, tratan las tropas tan mal a los esclavos refugiados o cautivos? Por
qu, gritaban los propietarios de esclavos en los mismos Estados limtrofes, se pro
tege a los esclavos en una y otra lnea de un modo que infringe los derechos de su
s amos? No haba obrado el Sur ms cuerdamente al prohibir en su nueva Constitucin, no
slo el comercio de esclavos con frica, sino tambin la importacin esclavos del Norte
? Con ello, los Estados neutrales de Centro no tenan ya por qu temer la baja en el
precio de los esclavos, pero, en cambio, era muy posible que ya no lograsen adq
uirir ms esclavos del Sur.
En medio de estas voces discordantes, cul era el deber de Lincoln? En todo caso, a
call la voz de su corazn y se content con evaluar el pro y el contra como poltico. P
or lo que al Norte se refera, quiz no tena por qu preocuparse, pues en aquellas regi
ones donde consiguiera soldados haba al final tantos demcratas enemigos de los esc
lavos como republicanos amigos de ellos.
Libertar a los esclavos mediante sbitos decretos, como intentaron hacerlo por su
propia iniciativa el general Frmont y el ministro de la Guerra, hubiera equivalid
o a enajenarse a los Estados fronterizos, perdiendo as la guerra. Ya treinta aos a
ntes haba advertido Henry Clay, amigo de los esclavos como Lincoln y en muchos re
spectos su prototipo: Los males de la esclavitud no son nada comparados con los q
ue producira una liberacin repentina, general y sin distinciones.
Por otra parte, abundaban los Estados neutrales igualmente peligrosos. Desde su
acechadero de Europa mantenan fija su atencin en los Estados Unidos, y la mayora de
ellos, en especial Inglaterra, eran hostiles al Norte. Debido al bloqueo del Su
r, Inglaterra se vea privada de casi todos sus suministros de algodn, y difcilmente
habra conseguido Lincoln ganar su buena voluntad, siendo como era motivo de la g
uerra el mantenimiento de la Unin, formada en un principio contra Inglaterra y au
n hoy da perjudicial a sus intereses; pero, por otra parte, si tomaba el abolicio
nismo como divisa, era casi seguro que los puritanos ingleses no podran declarars
e partidarios de los esclavistas.
No obstante, en medio de todos sus clculos, la horrible situacin de aquellos hombr
es negros le afectaba tan profundamente, que no se senta inclinado a discutirla e
n el Gabinete, y ni aun siquiera con Seward. As, prefiri escribir a Speed, con el
que ya anteriormente discutiera el problema de la esclavitud, y que por aquel en
tonces fuera su hombre de confianza en Kentucky.
Parece, sin embargo, que habl a menudo sobre el particular con Sumner, desarrolla
ndo la idea de que los mismos Estados limtrofes deberan proponer la compra de escl
avos por la Unin, con lo cual todo lo dems se resolvera por s solo. Como vemos, esfo
rzbase por encontrar una solucin de carcter tradicional. Esperando comenzar con Del
aware la liberacin lenta, con indemnizacin de los propietarios, escribi particularm
ente a algunos senadores que se oponan a la idea, procurando hacer ver claro a sto
s y a la Prensa, que la compra de todos los esclavos en cuatro Estados limtrofes
costara a la Unin tanto como haban costado 87 das de guerra. Al impaciente Sumner le
dijo que haba que esperar hasta que una declaracin as no corriese el peligro de di
vidir interiormente el Norte. Pero cuando Sumner, que echaba en cara a Lincoln l
as vacilaciones, como ste echara en cara a sus generales la tardanza en avanzar,
le aconsej ofreciera la liberacin como un regalo de Ao Nuevo, al comenzar 1862, al
Congreso y al pas, y tratara de seducirlo con el espejo de la gloria que as ganara,
Lincoln le interrumpi vivamente con las palabras: No hable usted ms de eso! De sobr
a s que jams se olvidar el nombre que aparezca asociado a ese acto.
sta es la misma voz que a los veintiocho aos declaraba que no se debe morir sin de
jar impreso su nombre en el mundo, y que ya a los veinticinco se exaltaba admira
ndo a los hroes de la Historia. En lo ms recndito de su alma arde aquella ambicin de
smedida que, treinta aos antes, en plena adolescencia, le llevara a asegurar que
el simple silln presidencial no bastara a contentarle. Hele, pues, ahora, a vuelta
s con un problema que afecta a la humanidad.
Imaginmosle levantando su dedo largo y huesudo frente al elegante Sumner, y corri
endo el velo sobre la pasin que tan hondamente conmueve su corazn con aquellas pal
abras: De sobra s
Quin no sentira la profunda significacin de estos momentos, sucedindose uno tras otro
durante ms de un ao; momentos en que la buena voluntad del filntropo, el recuerdo
de las sombras anteriores que se proyectaban sobre su corazn y las aspiraciones e
ntusiastas del idealista, se unen para vencer el escepticismo poltico? Aqu se evid
encia, ms intensamente que nunca en la vida de Lincoln, la lucha interior del rea
lista con el soador, el hombre de ley con el filsofo; y nada, en toda su carrera,
atestiguar ms claramente la grandeza de su carcter que el no saberse abandonado, en
este caso, a aquel impulso. Sbitamente, dos semana despus de la muerte de su hijo
, y en medio del ms oscuro perodo de inaccin, manda buscar a Sumner, rogndole que ve
nga inmediatamente. Quiero leer a usted mi mensaje al Congreso. Deseo saber qu le
parece. Lo voy a enviar hoy mismo. As se sobrepone a sus propias vacilaciones, agu
ijonendose a s mismo hacia la meta, temiendo que alguna nueva consideracin pueda qu
ebrantar la decisin que, al fin, ha tomado. Hasta se dira que desea comprometerse
irremediablemente a llevar a cabo el plan concebido, pues cuando Schurz, que aca
ba de volver de Europa, le expone el estado de opinin de sta, emprende la organiza
cin de una Sociedad de Emancipacin y le muestra el borrador de un discurso que pie
nsa pronunciar a principios de marzo, Lincoln le contesta: Eso es justamente lo q
ue hay que decir. Y recuerde que el mismo da tendr usted noticias mas. El mensaje al
Congreso, telegrafiado a Nueva York, es entregado a Schurz al final de su discu
rso, y es ledo por l en voz alta a medianoche, en medio del entusiasmo de los oyen
tes, en el mismo Cooper Institut, donde, pocos aos antes, conquistara Lincoln por
primera vez la gran ciudad.
Este mensaje, que slo sugera una limitacin gradual de la esclavitud, recomendaba al
Congreso que adoptara una resolucin conducente a que la Unin auxiliase con dinero
a todos aquellos Estados que decidieran la paulatina abolicin de la esclavitud, p
udiendo resolverse por este medio las dificultades pblicas y privadas que trajera
consigo el cambio de sistema.
Esta liberacin gradual y parcial de los esclavos la preconizaba Lincoln como un m
edio para la paz: A mi juicio, una emancipacin paulatina, no sbita, de los esclavos
, sera mejor para todos Tal proposicin del Gobierno general no implica el derecho d
e la autoridad federal a inmiscuirse en la legislacin interior de cada Estado, de
jando a cada uno de ellos en libertad de decidir sobre la esclavitud. Esta resolu
cin fue inmediatamente aprobada por el Congreso, prometindose la suma de 300 dlares
por cada esclavo libertado, pero ninguno de los Estados fronterizos la tom en co
nsideracin, siendo recibida con un silencio glacial. Al cabo de cuatro das de inte
nsa inquietud, Lincoln reuni a los representantes de los cinco Estados y les habl
en trminos apremiantes; pero no consigui nada. No obstante, algo se haba logrado. C
omo ante un golpe de Estado, la autoridad suprema haba mostrado su buena voluntad
de proceder despacio, con arreglo a la Constitucin, y mediante el pago de cierta
s compensaciones; pero siempre sobrentendiendo: Si no estis conformes, an tenemos ot
ros medios a nuestra disposicin! A rengln seguido, unironse radicales y moderados. T
odo se puso en movimiento, nuevas rdenes prohibieron al Ejrcito y a la Marina el a
presamiento de esclavos fugitivos, las Repblicas negras de Liberia y Hait fueron r
econocidas, y un peridico pudo escribir: Los caones que dispararon contra el fuerte
Sumter destruyeron tres cuartas partes de nuestras lneas fronterizas; este mensa
je ha destruido ahora la ltima cuarta parte.
Por primera vez desde las primeras semanas de la guerra, el Presidente se sinti s
ostenido de nuevo por lo deseos de la nacin. Afirmando su radicalismo, sintise al
fin capaz de lograr lo que propusiera catorce aos antes, como oscuro diputado, si
n conseguir siquiera que se discutiese la cuestin: el distrito de Columbia, en el
que se halla situada la capital de los Estados Unidos, fue declarado exento de
la esclavitud, se pag un milln de dlares como indemnizacin a los propietarios de esc
lavos y se fundaron en seguida numerosas escuelas y establecimientos para la edu
cacin de los nios negros.
Pocas semanas despus volvise a distinguir otro general por su iniciativa personal,
tan descomedida como insensata. De nuevo lee una maana el Presidente en el diari
o que el general Hunter haba lanzado una proclama en el Oeste, declarando: La escl
avitud y la ley marcial en un pas libre son absolutamente incompatibles: las pers
onas en Georgia, Florida y Carolina del Sur que hasta ahora fueron tenidas como e
sclavos, son por esta orden declaradas libres para siempre.
Por tercera vez! Tercera protesta y anulacin: Yo, Abraham Lincoln declaro que el Gob
ierno de los Estados Unidos no tuvo conocimiento alguno de la intencin del genera
l Hunter de lanzar tal proclama; ni tiene realmente an informes fidedignos de que
el documento sea autntico. Por otra parte, ni el general Hunter, ni otra persona
alguna, han sido autorizados para lanzar ninguna proclama declarando libres a l
os esclavos de ningn Estado; por lo cual, dicha proclama, lo mismo si es autntica
como si es apcrifa, se halla totalmente desprovista de valor por lo que atae a aqu
ella declaracin. Hago, adems, saber que lo mismo la conveniencia de declarar la li
bertad de los esclavos en tal o cual Estado, que la posible necesidad de ejercer
, en un momento dado, para el mantenimiento del Gobierno, dicha facultad, son cu
estiones que, bajo mi absoluta responsabilidad, me reservo para m exclusivamente
como general en jefe que soy del Ejrcito y la Marina, no sintindome autorizado par
a abandonar la decisin a los jefes en campaa.
ste es el tono imperioso de Lincoln, el tono que se ve obligado a emplear cuando
ve aplicar torpemente, en el momento inoportuno, una medida de gobierno importan
te, ya estudiada y tenida en reserva por l, cuando se ve forzado a desaprobar, en
oposicin a un general correligionario suyo y contra una gran parte de la opinin y
de la Prensa, un procedimiento que l mismo est deseando iniciar. Pero cuando, en
repetidas circulares, se dirige a los gobernadores de los Estados limtrofes, que
tan estoica abstencin vinieron ejerciendo en la aplicacin del mtodo de abolicin prop
uesto, sabe encontrar un tono afable y casi de halago: No arguyo; antes bien, rue
go a ustedes que aduzcan por s mismos los argumentos que hacen al caso. Aun querin
dolo, no podran ustedes permanecer ciegos a los signos de los tiempos. Les ruego,
pues, los consideren con espritu sereno y amplio, situndose, si posible fuera, po
r encima de todas las consideraciones personales y polticas. Esta propuesta no des
empea el papel del fariseo. El cambio que proyectamos sobrevendra suavemente, como
el roco del cielo, sin destruir ni lacerar nada. No querrn ustedes acogerla? jams n
inguna medida de orden social desentra tanto bien como implica sta que la divina Pr
ovidencia, por rarsimo privilegio, puso en manos de ustedes.
Calculaba, en vez de soar. En el Sur, los esclavos cultivaban los campos, de modo
que el ltimo blanco poda ir al frente. Si se les declaraba libres, muchos huiran;
las filas enemigas perderan efectivos, en tanto que las del Norte engrosaran: el N
orte ganara la mano de obra que perdera el Sur. Los mtodos legales, aun empleados e
n su forma ms suave, no induciran a los Estados fronterizos a aceptar su plan; era
preciso, pues, que la autoridad militar reemplazase a la del Congreso. No haba pr
edicho Adams, una generacin atrs, que si alguna vez el Sur llegaba a ser teatro de
una guerra civil o de una rebelin emancipadora de los esclavos, el poder absolut
o permitira al jefe supremo decisiones independientes? Si Lincoln daba ahora este
paso decisivo, hara imposible para siempre aquel convenio sobre el cual se basab
a una paz indolente, que, de otro modo, volvera a oscurecer todo el problema por
el que se haba luchado tan duramente; un nuevo programa moral quedara establecido
y, desde ese momento, cada victoria conseguida en los campos de batalla sera una
victoria sobre la esclavitud.
Hoy, despus de quince meses de guerra, le pareca posible dar un paso que, al princ
ipio, habra dividido al Norte, pues ste comprenda cuatro Estados esclavistas, y los
demcratas no crean que la cuestin valiese tanta sangre; por otra parte, al princip
io no habra sentido detrs de s tan firmemente unida a la mitad de la nacin. Despus de
la victoria, las medidas de guerra podan convertirse en constitucionales y en le
y para el Norte; pero, entre tanto, se hallaba ante una contradiccin inevitable,
ya que se libertaba a los esclavos del Sur y no a los propios; y los abolicionis
tas, los campeones de la moral y del humanitarismo, tendran que sostener o soport
ar el mal en su propia casa, despus de haberlo extirpado de los Estados esclavist
as del Sur.
Lo que pas en el alma de Lincoln, antes de llegar a una determinacin definitiva, l
o indica una carta que enviara un ao ms tarde a un hombre de Kentucky a quien apre
ciaba mucho, y en la que desarrolla sus ideas:
Por temperamento, soy contrario a la esclavitud; si sta no es una injusticia, es q
ue la injusticia no existe en el mundo. No recuerdo ninguna poca de mi vida en qu
e haya pensado o sentido de modo diferente. Y, sin embargo, nunca he credo que la
Presidencia me concediera un derecho limitado para obrar ejecutivamente de acue
rdo con este sentimiento y esta idea. En mi juramento, promet mantener la Constit
ucin, apoyarla y protegerla con todas mis fuerzas. No poda ocupar este cargo sin h
acer este juramento; tampoco poda pensar en prestar el juramento para subir al Po
der y violar aqul por el ejercicio de ste. Comprend que este juramento me prohiba prc
ticamente obrar en tiempo de paz, por lo que se refera a la cuestin moral de la es
clavitud, con arreglo a mi juicio abstracto. Deberamos perder la nacin para protege
r la Constitucin?
Segn la ley natural, deben defenderse el cuerpo y los miembros; sin embargo, a men
udo se amputa un miembro para salvar el cuerpo; pero lo que nunca podr ser pruden
te es entregar el cuerpo para salvar un miembro. Yo creo que medidas en un tiemp
o anticonstitucionales pueden transformarse en leyes cuando son imprescindibles
para salvar a la nacin, justa o falsa, acept esta posicin y hoy soy partidario de e
lla Cuando en mayo y junio de 1862 hice juiciosos y sucesivos llamamientos a los
Estados fronterizos en favor de la emancipacin gradual, crea que slo esta medida po
da impedir an el que la liberacin tuviera que hacerse por las armas. Ellos rehusaro
n mi proposicin y entonces me vi obligado a decidir la alternativa que se me prop
ona: perder la Unin, y con ella la Constitucin, o arreglar con mano firme el proble
ma de los negros.
Eleg este camino. Al elegirlo, esperaba ganar ms que perder. Lincoln haba meditado p
rofundamente las obligaciones que significaba el juramento del cargo; repetidame
nte haba desautorizado las actividades abolicionistas de sus colaboradores, y tan
a menudo y urgentemente haba recomendado el trmino medio, que slo sus muchas preoc
upaciones de ndole moral pudieron llevarle a su gran resolucin. Pero, en esta ocas
in, como en la de su matrimonio, tom ostensiblemente una decisin repentina. Por telg
rafo llam a su viejo amigo y colega Sweet, estimando que en aquella coyuntura el
franco parecer de un familiar, de un verdadero amigo de la juventud, le sera ms va
lioso que las opiniones de una docena de peritos.
Sweet lleg por la maana, sin desayunarse siquiera. Se present en seguida en la Casa
Blanca, en donde hubo de contestar a las preguntas que se le hacan sobre antiguo
s conocidos, y leer una carta de Garrison en que ste pide, premiosa y apasionadam
ente la abolicin. Luego, sin preguntar a Sweet su opinin, Lincoln expuso detallada
mente el tema, hacindose a s mismo preguntas y respuestas sobre las posibles situa
ciones y consecuencias en ambos aspectos, en un monlogo de ms de una hora. Hablaba,
escribe su oyente, de modo que se vea que no quera imponerme sus opiniones, sino
slo pasarles revista. Era, en realidad, una conversacin consigo mismo. Cuando termi
na, no pregunta su opinin; le encarga saludos para un par de antiguos amigos, le
desea un buen viaje de regreso y acaba la visita.
Acto seguido, tambin repentinamente, sin la menor discusin preliminar, rene al Gabi
nete. Ha decidido dar este paso, dice a sus ministros, y los ha llamado, no para
or su consejo, sino slo para leerles el contenido de su proclama. Las sugestiones
que se les ocurran podrn formularlas despus de la lectura. Muestra tal confianza
en s mismo, que quienes lo vieran en este momento por primera vez e ignoraran tod
o de l, habran podido tomarlo por un autcrata. Sentado ante la mesa verde, ovalada,
rodeado de rostros silenciosos, lee el borrador original de la Proclama de Eman
cipacin:
Yo, Abraham Lincoln, Presidente de los Estados Unidos de Amrica y Comandante en je
fe del Ejrcito y la Marina, declaro que la guerra se prosigue con el fin de resta
blecer prcticamente las relaciones constitucionales entre la Unin y cada uno de lo
s Estados. Que tengo el proyecto de recomendar una vez ms al prximo Congreso la ad
opcin de medidas prcticas en forma de una ayuda pecuniaria, que podr ser libremente
aceptada o rechazada, a todos los llamados Estados esclavistas cuya poblacin no
se halle en rebelda contra los Estados Unidos; que los Estados podrn adoptar volun
tariamente la inmediata o gradual abolicin de la esclavitud dentro de sus respect
ivos lmites; y que se continuar el ensayo de colonizar a los descendientes de afri
canos, con su consentimiento, en este u otro continente, obteniendo previamente
la venia de los Gobiernos respectivos.
Que el 1 de enero de 1863, toda persona tenida como esclavo en cualquier Estado o
territorio cuya poblacin se halle en rebelda contra los Estados Unidos ser libre de
sde entonces y para siempre El 1 de enero indicar el Ejecutivo, por medio de una pr
oclama, los Estados o parte de Estados cuya poblacin se halle en rebelda contra lo
s Estados Unidos.
Sigue la prohibicin a todos los oficiales de utilizar las fuerzas a su mando para
apoderarse de los esclavos fugitivos y devolverlos a sus antiguos dueos. El que
se encuentre como esclavo en los distritos conquistados, ser considerado como pris
ionero de guerra, considerado libre de su esclavitud y nunca ms podr ser reducido
a ella.
Tratbase, realmente, de un pueblo que agotaba sus energas en la lucha entre esclav
istas y negrfilos. La ria se haba convertido finalmente en guerra civil y los blanc
os se mataban a millares por causa de los negros. Pero he aqu que cuando, despus d
e larga espera, llega el momento de libertar a los negros por orden del partido
abolicionista, a quin beneficia la gran frase? No a los esclavos de los que se lla
man a s mismos sus amigos, sino a los esclavos de aquellos esclavistas situados a
l otro lado de la lnea de fuego, a los esclavos sobre los cuales los nordistas no
tenan, en realidad, poder alguno. A tal insoluble problema haba llegado el ms clar
ividente y noble pensador de la nacin, pues si bien poda luchar con la espada por
su solucin, no poda zanjarlo de un tajo. La lgica de los hechos coloc a Lincoln en u
na situacin en que se vea obligado a cargar a los esclavos de sus amigos con las c
adenas que quitaba a los esclavos de sus enemigos.
El Gabinete qued asombrado. Esta medida, dijo Stanton, va mucho ms all de todo lo qu
e yo he propuesto. Cuanto l y los otros podan objetar, ya lo haba meditado el Presid
ente. Seward, no obstante, hizo una insinuacin: Apruebo la proclama, pero dudo que
sea oportuno publicarla en este momento. La depresin causada en la opinin por los
constantes reveses es tan profunda, que temo el efecto de un paso tan important
e, que podra tomarse como la ltima medida de un Gobierno agotado, como un grito de
socorro Propongo, por lo tanto, el aplazar la proclama hasta que el pas se halle
animado por una victoria, en vez de exponerlo ahora a un gran fracaso.
Lincoln vio inmediatamente la fuerza de esta objecin. La acept y guard el documento
en su escritorio, en es pera de una victoria.
El hombre que diriga el Sur fue casi tan conocido en su juventud por su hermosura
como lo fuera Lincoln por su fealdad, y puede decirse que posea en general todo
lo que faltaba a aqul; bien es verdad que, a su vez, careca de todo lo que Lincoln
posea.
Mientras Lincoln creca en una atmsfera de pobreza y privaciones, dependiendo en to
do de la fuerza de sus brazos y de su sentido del Destino, abrindose paso como lea
dor, almadiero, jornalero, dependiente; mientras satisfaca su anhelo de conocimie
ntos leyendo los pocos libros que la suerte pona en su camino, Jefferson Davis, p
oco ms o menos de su misma edad, hijo de un acomodado propietario, vivo an, reciba
la ms cuidadosa educacin cientfica y se adiestraba luego en la academia militar de
West Point como cadete y oficial. Mientras Lincoln aprenda gramtica sobre el mostr
ador de una tienda de New Salem, perda a la mujer que amaba y arrastraba una vida
sin finalidad, el teniente Davis se preparaba para casarse con la hija de un co
ronel y, poco despus a tiempo que Lincoln, entrampado, sin ninguna perspectiva, t
rataba de hacerse abogado, el rico hermano de Davis le compraba una hacienda y l
os esclavos necesarios para explotarla con su joven esposa, en vez de esperar un
ascenso como oficial. Apenas pasada la treintena, Davis y Lincoln comenzaron a
tomar con ms vehemencia la poltica; pero Davis logr abrirse camino hasta el Congres
o en slo dos aos, siendo representante hasta que se le eligi senador, en tanto que
Lincoln permaneca diez aos sin cargo ni acta y, desde luego sin la menor influenci
a; y cuando Lincoln, a los cuarenta y siete aos, luchaba en vano por un puesto en
el Senado, Davis era ministro de la Guerra y posea una gran influencia en el par
tido gubernamental.
Los rasgos agudos y resueltos de su rostro anguloso indicaban la decisin de un ho
mbre al que mueven el orgullo y la confianza en s mismo; de un hombre que slo cons
ideraba vlidas y respetables sus propias opiniones, que crea que la tolerancia era
debilidad y se senta siempre en terreno firme y en excelentes relaciones con su
casta. Para l, nada era problemtico: la presencia de nimo de un hombre de inteligen
cia esencialmente limitada, aunque no insuficiente, lo capacitaba para ocupar un
a posicin de subjefe. Era un hombre que nunca se mezclara con gentes que perteneci
esen a una clase inferior a la suya, sino que siempre procurara buscar relaciones
que le ayudasen a ascender en su carrera y posicin. Rea de buena gana y era socia
ble, pero nunca se le oira contar una historieta; cuando aceptaba un puesto ofici
al, desempeaba puntualmente sus funciones, poniendo en ellas la precisin con que h
aba ordenado toda su vida, y sus subordinados teman su exactitud y resistencia ina
gotable. Como hacendado haba acumulado dinero y esclavos; como ministro de la Gue
rra, soldados; como orador, era firme y extremado, pero slo convenca a los que ya
lo estaban. Su paso es gil y su hablar elstico; es partidario estricto de la Const
itucin, tal como la interpreta, y cuando se examina a s mismo se siente siempre sa
tisfecho del resultado. Puede sufrir hombre semejante depresiones y luchas interi
ores? No hay en su temperamento puerta excusada por la cual pueda entrar el esce
pticismo.
Qu puede importarle, a l, el pueblo, entre el que nunca ha vivido? Naturalmente, co
mpadece a los pobres; y claro est que los ayuda cuanto puede, y, si su piel es ne
gra, les proporciona medicamentos y cuida de que reciba el consuelo de la Biblia
; pero los ricos y los blancos nunca deben ceder el poder que heredaron y el que
hace esta necia peticin es contrario al espritu de independencia. Por otra parte,
tiene que luchar contra una deficiencia corporal; este hombre que, en otros asp
ectos, es sano, de constitucin de acero, excelente jinete y, si no tan fuerte, po
r lo menos ms diestro que Lincoln, sufra ataques de paludismo que le producan a vec
es una momentnea ceguera. Careca, pues, de la salud perfecta de que gozaba Lincoln
, pero tambin en esto tena lo que a aqul le faltaba: una mujer abnegada, que le sig
ui sin desmayar en todos los peligros de su tempestuosa carrera.
No obstante, esta mujer, su segunda mujer, veinte aos menor que l, no tard en recon
ocer sus debilidades, pues a los diecisiete aos, antes de prometerse, escriba a su
madre: Me lastima la seguridad con que cree que su opinin es la nica vlida. A pesar
de ello, es muy agradable; tiene una hermosa voz y un modo de expresarse cautiv
ador. Creo que pertenece a esa clase de hombres que salvaran a una persona del at
aque de un perro rabioso con peligro de su vida y aceptando las consecuencias co
n estoica indiferencia.
Un carcter semejante, especialmente despus de lograr la riqueza y abrirse un ampli
o camino en el mundo, tena que tender naturalmente a evitar todo compromiso que p
udiese menguar el honor y las costumbres del Sur. Conforme a esto, ya doce aos an
tes de la guerra haba exclamado desde la tribuna parlamentaria:
Nosotros, representantes de los Estados del Sur, no estamos aqu para que se nos af
rente a causa de nuestras instituciones heredadas Si de esto ha de resultar la gu
erra civil, dejmosla llegar.
Por mi parte, estoy dispuesto a oponerme a todo incendiario que traicione a su p
atria encendiendo la antorcha.
Cuando se present la crisis, su oratoria se hizo extremadamente retrica, pero sus
sentimientos eran, palabra por palabra, el polo opuesto de los de Lincoln. En su
gran discurso de despedida como senador, pronunciado en Washington poco antes d
e encargarse del Gobierno sudista, exclama teatralmente: Siento claramente que, p
or spera que haya sido la discusin, no hay entre ustedes uno solo a quien no pueda
decirle, ante Dios, que deseo su bien Seor Presidente, seores senadores: despus de
hacer a ustedes la declaracin que el momento pareca exigir de m, slo me queda dirigi
rles un ltimo adis.
Ms tarde, en Richmond, al encargarse de la Presidencia sudista, termin su discurso
levantando los ojos y los brazos hacia el cielo: Lleno de humilde agradecimiento
y reverencia, declaro que la Providencia ha protegido de un modo visible a la C
onfederacin durante su breve pero memorable existencia. Confiadamente me pongo en
tus manos, Dios mo, e imploro tu bendicin para mi pas y mi causa. Cuando Lincoln as
umi por segunda vez la Presidencia, dijo: Ambos partidos han invocado a Dios y cad
a uno cree estar seguro de l para su justa causa. Sin embargo, Dios no puede apoy
ar ambas partes.
Dos mundos se hallaban frente a frente, pero el contraste entre ambos beligerant
es slo logra acentuarse hasta el simbolismo en sus jefes. Lincoln haba dicho: Si la
esclavitud no es injusticia, nada es injusto. Mucho antes de que estas palabras
fuesen dichas pblicamente, Davis, apostrofando en el Congreso a sus enemigos del
Norte, haba exclamado: Si la esclavitud es una injusticia, vosotros, al menos, no
tomis parte en ella.
Un abismo entre estas dos frases. Un hombre que partiendo de su propio terreno f
irme, de los derechos legales que asisten su posicin y la de sus amigos, derechos
heredados y, por lo tanto, inviolables, contesta a los reproches de sus adversa
rios aceptando para s y para los que piensan como l toda la responsabilidad. Otro
hombre, partiendo de sentimientos morales, no acusa a nadie, deja a un lado la c
uestin de la responsabilidad, y slo ve una cosa: que se comete una injusticia. Y a
unque Lincoln es un poltico partidista y Davis un buen cristiano, y desde luego m
ejor que Lincoln, Davis se opone aqu como poltico al filsofo que es Lincoln, como r
ealista al idealista. No es casualidad que estos dos hombres de temperamento dia
metralmente opuesto se vean al frente de sus respectivos partidos; ambos son los
ms genuinos exponentes de ellos. Los puntos de vista con que salen a la gran luc
ha en que se vean mezclados eran, pues, fundamentalmente divergentes.
Completamente distinto de ambos era Lee, una de las ms distinguidas personalidade
s de la historia de Norteamrica y, a juicio de los especialistas, uno de los mejo
res generales de su tiempo. Ya su juventud est iluminada por la antorcha del cono
cimiento y la llama del afn espiritual. Educado por su padre, que muriera en una
lucha por la libertad, en la admiracin de los nombres de Sfocles y Milton, Locke y
Pope, cuid de su madre, prematuramente viuda, durante los aos de su infancia e in
tensific la tradicin puritana de la casa paterna al casarse, a los veintin aos, con
la bisnieta de Washington, que, como heredera de Arlington, alimentaba amorosame
nte el espritu y los recuerdos de sus antepasados. Entre los retratos del fundado
r de la Unin iba a vivir ahora un hombre que la amaba no menos que Lincoln, que t
ema no menos que ste su disgregacin y que, no obstante, sera llevado por el destino
a conducir al ejrcito que intentara destruir la Unin. Lee estaba libre de la intol
erancia de Davis, siendo hombre de temperamento extraordinariamente indulgente.
Por lo que respecta a la cuestin de la esclavitud, su suegro, a pesar de ser sudi
sta, ms an, a pesar de ser de Virginia, haba seguido el ejemplo de Washington, proc
urando una gradual liberacin en el estrecho crculo que se hallaba bajo su dominio,
especificando en su testamento el ao en que deba manumitirse a sus esclavos.
El temperamento sereno y enrgico de Lee encontr su adecuada ocupacin en el trabajo
rior jerrquico.
Se retirar a la vida privada, para huir del conflicto que atormenta su corazn? Pero
tambin esto es imposible, pues hace treinta aos que es oficial y durante toda su
vida ha visto levantarse y ponerse el sol detrs de los bosques, colinas y aguas d
e Virginia. No est all, junto a la frontera, expuesto al primer ataque enemigo, Arl
ington, el sanctasanctrum de la nacin, el lugar que l, ms que ningn otro hombre, est l
lamado a defender, puesto que es su dueo? Podr mirar abiertamente al rostro de sus
amigos y parientes, al rostro de todos los que se apresuran a empuar las armas, m
ientras l, a quien todos consideran maestro en el arte de la guerra, permanece in
activo en su casa o, a lo sumo, cuidando de los heridos? No, no puede escoger; l
os acontecimientos le obligan a contrariar su inclinacin natural. l, que ha consid
erado la esclavitud como un mal, que ha hablado de la Unin como el bien ms preciad
o, que ha visto en la secesin la revolucin, l, Robert Lee, toma el mando del ejrcito
que defiende la esclavitud, amenaza a la Unin y establece por medio de la secesin
una confederacin independiente. Le mueve el deseo instintivo de salvar a su pas n
atal, particularmente amenazado por su proximidad a la frontera y cuyo terreno c
onoce palmo a palmo, pudiendo, por tanto, obrar con ms acierto que lo hubiera hec
ho quiz del otro lado.
No obstante, su anhelo de justicia y su creencia en la inviolabilidad del juicio
privado son tan poderosos que, por intermedio de su esposa, enva a su hijo, teni
ente en el ejrcito de los Estados Unidos, el siguiente mensaje:
Atente a tu propio juicio, a tu propia conciencia y a tus propias razones para es
coger el camino que hayas de seguir. No quiero que te gues por mis deseos o mi ej
emplo. Si yo me he equivocado, puede que t lo hagas mejor. Cada cual debe decidir
esta importante cuestin conforme a sus propios principios.
Qu esplndida tolerancia lincolniana! Pero, un ao ms tarde, todava la superar. Segn el
stamento de su suegro, sus esclavos deban ser declarados libres en 1862. Como her
edero y puritano, Lee obedece el mandato. El jefe de los ejrcitos esclavistas esc
ribe de su puo y letra los pasaportes que necesitan sus propios esclavos para atr
avesar las lneas sudistas y entrar en el territorio defendido por las fuerzas de
la Unin.
El hombre que sobresala al lado de Lee, le era a la vez semejante y diferente. Ta
mbin Jackson perteneca a una buena familia y haba sido pobre en la juventud, y era
hombre resuelto y obediente al llamamiento del deber. Pero, al mismo tiempo, era
hombre dado a la oracin, a la que se entregaba diariamente, a horas fijas, encon
trando en ella energas para la batalla. Jackson crea en el Destino, como Lincoln,
pero gracias a su devocin, gozaba de mayor tranquilidad interior; y a tal punto e
ra un practicante estricto, que nunca lea una carta ni comenzaba una batalla en sb
ado. Este fervor religioso no hizo sino crecer con los aos, y se cuenta que nuest
ro hroe muri con estas palabras en los labios: Muy bien. Todo est en orden.
El sentido del orden, un puro amor a la justicia del alma, eran las caracterstica
s que lo unan a Lee. Las palabras que le escribe Lee al saber que est herido, tien
en una significacin ms profundamente humana que militar: Usted ha perdido su brazo
izquierdo; yo, en usted, he perdido el derecho. Realmente, todos estos hombres no
slo saban luchar, sino tambin escribir con gran estilo en las grandes ocasiones.
Adems, Jackson, como Lincoln y Lee, era un pacifista, tipo de general desconocido
en Europa.
La sinceridad de sus convicciones cristianas hubiese bastado, por otra parte, pa
ra que no desease la guerra. Ustedes no conocen los horrores de la guerra. Yo he
visto lo bastante para reconocer en ella el mayor de todos los males Es mejor par
a el Sur luchar por sus derechos dentro de la Unin que fuera de ella. Sin embargo,
tal es la paradoja de las cosas humanas, tan pronto como sonaron los clarines y
la patria del Sur le llam, Jackson acudi a luchar contra la libertad de los negro
s, a los que siempre haba demostrado una profunda compasin.
En el servicio activo, era muy diferente de Lincoln, pues su sentido del deber l
o haca absolutamente inflexible. En vano le pidi el capelln clemencia para cuatro d
esertores. Jackson callaba.
!General, piense en su responsabilidad ante Dios!, insista el clrigo.
Al or esto, el general despidi al prroco con esta ruda exclamacin: Esto es asunto mo;
ocpese de los suyos.
Esta aparente dureza quedaba redimida con un incomparable valor, valor que crea r
ecibir directamente de Dios, pues mi fe me ensea a sentirme tan seguro en la batal
la como en la cama.
Dios ha determinado el momento de mi muerte. Yo no me ocupo de ello, pero estoy
siempre preparado.
Esta muerte lleg a l de un modo cruelmente irnico. El hombre que haba sido tan queri
do por cuantos sirvieran bajo sus rdenes, fue alcanzado por las balas extraviadas
de sus propios soldados; y todava cay una vez ms de la camilla en que le llevaban
a la ambulancia, por haber sido herido uno de sus portadores. Tan tortuosos cami
nos necesit el Destino para obrar sobre un fervoroso devoto. Muchos opinaron que
sin su muerte la guerra hubiese tenido otro resultado. En realidad, este resulta
do dependa de otros factores que la muerte o el error de un jefe individual.
La superioridad numrica y el bloqueo seran los que ganaran finalmente la victoria.
Pero tenan que pasar los aos antes de que esto sucediese.
Invisible entre ambos partidos estaba Europa, favorable en general al Sur. Duran
te dos aos, Napolen III estuvo dispuesto a intervenir, y si no lo hizo fue slo por
lo azaroso y arduo que se presentaba su objetivo por aquel entonces: la conquist
a de Mjico. Bismarck mantena una neutralidad formal, pero ms tarde admiti que sus si
mpatas estaban del lado en que luchaban los miembros de su propia casta, los terr
atenientes del Sur. Entre los potentados del viejo mundo, slo el Zar favoreci abie
rtamente al Norte; habiendo abolido la forma rusa de esclavitud en el momento en
que justamente estallaba la guerra, encontr en ello pretexto para una poltica pro
Unin y una mscara moral para una poltica fundamentalmente anglfoba.
Pues era inevitable que Inglaterra, cuya actitud, en caso de intervencin, sera dec
isiva, se inclinase a favor del Sur. El mundo de los negocios britnico tena en el
Norte un competidor cuya prosperidad no era de desear, en tanto que en el Sur te
na un abastecedor cuyo principal producto, el algodn, era retenido por el bloqueo
nordista, amenazando de muerte con ello a la mayor industria de Inglaterra. Los
historiadores no vean razn alguna para censurar la separacin del Sur, ya que, slo oc
henta aos antes, todo el pas se haba separado de la madre patria. Los polticos tenan
que ver con gusto la disgregacin de un poder que, de permanecer unido, podra dispu
tar medio siglo despus a Inglaterra el dominio de los mares. Hasta los moralistas
fueron, algunos de ellos por lo menos, campeones del Sur; bien por ser ste el pa
rtido ms dbil; bien, como Gladstone, porque consideraban insensata la causa de la
guerra; bien, como Dickens, porque ninguna causa justifica una guerra. Disraeli
se mantuvo discretamente neutral, pero Darwin, Tennyson, John Stuart Mill, salva
ron el honor del nombre ingls con su decidida simpata por los esclavos y sus liber
tadores. Y estos hombres ilustres fueron apoyados, no slo por buena parte de la i
ntelectualidad burguesa, sino tambin por la totalidad de la clase obrera, que, a
causa del cierre de las fbricas, se vea reducida al hambre, pero que comprendan, no
obstante, que la libertad es cosa que no depende slo del color de la piel.
Tal era la tendencia general de las simpatas inglesas, cuando un audaz oficial de
la marina del Norte detuvo y abord a un vapor ingls, el Trent, que haca poco zarpa
ra de La Habana, y sac de l a la fuerza a dos delegados enviados a Europa por la C
onfederacin. La guerra pareca entonces inminente; ya tenan los enemigos del Norte u
na razn para lanzarse a la lucha. Pero, mientras Londres y Nueva York cambiaban h
omricas amenazas a travs del Atlntico, exigiendo los unos la libertad de los delega
dos o la guerra y aclamando los otros al hroe naval, Lincoln permaneca tranquilo.
Contra la opinin de algunos de sus enfurecidos ministros, reconoci, como ya lo hic
iera en el asunto de John Brown, que la exageracin era un grave error, acept la si
tuacin histrica con su inversin de papeles y decidi desafiar una vez ms la impopulari
dad.
Temo que los traidores sean elefantes blancos2. Debemos atenemos a los principios
americanos concernientes a los derechos de los neutrales. Hemos combatido a la
Gran Bretaa cuando, terica y prcticamente, ha hecho exactamente lo mismo que nosotr
os acabamos de hacer. Si Inglaterra protesta ahora y exige la libertad de los de
legados, debemos libertarlos y aun disculpamos por un acto que es una violacin de
nuestras propias doctrinas As podremos obligar en lo futuro a Inglaterra a guarda
r consideracin a los neutrales y a confesar que ha sido injusta durante sesenta ao
s.
Atenu los pasajes ms speros de las notas diplomticas de Seward, sin saber que al otr
o lado del ocano el moribundo prncipe consorte haca otro tanto con las notas de Lor
d Russell. La impresin producida en Londres por la liberacin de los enviados y las
excusas de la Unin fue grande, pues Inglaterra gusta de estas cosas, y la consec
uencia fue que los agentes del Sur, cuando por fin llegaron a su destino, slo tuv
ieron una fra acogida. Una vez ms, Lincoln salvaba al pas en uno de los ms crticos mo
mentos de la guerra.
Con no menos cautela obr en su administracin de los territorios reconquistados a l
a Unin. No haba que hablar siquiera de medidas punitivas. Los huevos rotos no tiene
n compostura. As, pues, lo nico que ahora tiene que hacer Louisiana es volver a su
puesto como antes, dejando a un lado los huevos ya rotos. Mientras ms pronto lo
haga, menos sern aquellas cosas que queden sin compostura posible. Este Gobierno
no puede seguir jugando un juego en que lo arriesga todo sin que el enemigo arri
esgue nada. Estos contrarios deben comprender que no tienen derecho a intentar d
urante diez aos la ruina del Estado para luego, al fracasar, volver sanos y salvo
s a la Unin. Si ellos quieren pertenecer a la Unin, como antes, permtame que les ha
ga observar que ste es el momento.
Y dirigindose al gobernador militar de Louisiana:
D usted al pueblo toda clase de facilidades para expresar su opinin en estas elecci
ones En todo caso, intente usted obtener la expresin de la voluntad de la mayora Nat
uralmente, los elegidos deben ser hombres de carcter, deseosos de jurar mantener
la Constitucin como antao y que estn por encima de toda sospecha.
Entre tanto, Lincoln esperaba en vano la victoria que libertara su proclama del e
ncierro en su cajn del escritorio. La situacin militar se haca cada vez ms crtica. Un
nuevo general, Pope, 2 Modismo popular, por el que se entiende aquellas ventaja
s aparentes o nominales que, en el fondo, implican ms mal que bien. haba sido derr
otado por Lee a fines de agosto, nuevamente en Bull Run. Su ejrcito se retir desor
denadamente a la capital y sembr all el pnico, mientras Lee invada Maryland; la cens
ura recay en parte sobre McClellan, quien pareca haber deseado la derrota de Pope,
y, en todo caso, no haba marchado de acuerdo con las rdenes recibidas. La consecu
encia, sin embargo, fue, no su destitucin, sino su afianzamiento en el cargo, con
objeto de que reconstruyese el ejrcito desmoralizado; medida tomada por Lincoln,
contra el parecer de la mayora del Gabinete. A pesar de que McClellan sobresala r
ealmente en este trabajo de organizacin y era querido todava por las tropas, y a p
esar de que, por ser demcrata, las consideraciones polticas hacan inconveniente el
destituirle, no cabe la menor duda de que Lincoln lo mantuvo en su puesto demasi
ado tiempo, y pronto haba de evidenciarse que el Presidente anduvo equivocado en
su estimacin del valor moral de McClellan.
De todos modos, en aquellas circunstancias hizo un voto, ni hijo de la fe y la s
upersticin y revelador de todo el horror de sus perplejidades interiores; se comp
rometi ante Dios a publicar su proclama tan pronto como el enemigo fuese expulsad
o de Maryland. Nunca se haba permitido Lincoln otro acto emotivo de este gnero, pu
es en otras ocasiones en que podan moverse sentimientos semejantes, siempre queda
ron velados por su humor irnico y escondidos tras una cortina de humo anecdtico. C
uando se piensa, no obstante, en la atencin que conceda a los signos y augurios, e
n su aficin a interpretar los sueos, su inclinacin al fatalismo, y aquella melanclic
a renuncia a alcanzar nunca los que l llamara sueos paradisiacos, no podemos sino
inferir que, como todos los grandes hombres, en los momentos decisivos y las cri
sis desesperadas, propenda a guiarse, a travs de la confusin de los acontecimientos
, con arreglo a indicaciones slo por l interpretadas y conocidas.
Propenso por naturaleza a escuchar, a vacilar, a esperar el desarrollo de las co
sas, por segunda vez en su vida se vea arrastrado por una impaciencia ajena a su
temperamento. La primera vez haba sido en Springfield, cuando fuera Presidente el
ecto realmente, haca tan slo dos aos de ello?, pero sin poder para intervenir. Y de
nuevo ahora, como jefe supremo, igualmente impotente contra los acontecimientos,
esperando una victoria que permitiese a su proclama salir del cajn. Toda suerte
de influencias exteriores se hallaban ahora en juego, apremindolo para que pronun
ciase la palabra libertadora; pero su propio juicio y su voto le prohiban declara
r que desde haca mucho tiempo haba formulado y preparado esa palabra.
Su despacho se llenaba de clrigos, notables luchadores en la contienda abolicioni
sta: Cuando llegue la hora de proceder contra la esclavitud les dice, creo que es
tar preparado para cumplir mi deber, aun a costa de mi vida. Al fin y al cabo, seo
res, la vida ha de perderse. De acuerdo con el informe de esta entrevista, pronun
ci las palabras con tono triste y cansado, pero sonriendo.
Otro da lo visita un grupo de quince o veinte cuqueros, que le citan sus propios d
iscursos volvindolos contra l y obligndole a defenderse. Cuando otro visitante obse
rva que Lincoln parece haber cambiado de opinin, Lincoln le responde resueltament
e: Admitido. No tengo en mucho a un hombre que hoy no es ms prudente que lo fue ay
er. Y a un entusiasta le dice, en verdadero estilo labriego: Seor mo, los esclavos n
o sern libres por el solo hecho de aprobar un decreto que as lo diga. Usted puede
llamar pierna a la cola de un ternero, pero no por ello tendr el ternero cinco pa
tas.
A veces, salpica sus palabras suaves con tan secreta irona, que ciertos delegados
de las comunidades religiosas de Chicago no pueden dejar de haber notado:
Con las ms opuestas opiniones y consejos se han acercado a m una porcin de sacerdote
s, igualmente seguros todos ellos de representar la voluntad divina. Pero yo tam
bin lo estoy de que se equivocan en sus opiniones, sobre todo con respecto a dete
rminadas cosas. Espero no se considere irreverencia ma el que diga que con mayor
motivo podra suponerse que me las revelara a m directamente; pues, si bien no me ha
go ilusiones sobre m mismo, mi ms profundo deseo es conocer la voluntad de la Prov
idencia en este asunto. Y si puedo saber cul es, la ejecutar hasta el fin. Por des
gracia, los das de los milagros han pasado y supongo se me permitir que no espere
una revelacin directa. He de estudiar los hechos reales, evidentes, del caso, ave
riguar lo que sea posible y aprender lo que sea justo
Qu traera de nuevo una proclama de emancipacin hecha por m, especialmente en nuestra a
ctual situacin? Yo no quisiera publicar un documento que el mundo entero consider
ase ineficaz. Podra mi palabra libertar a los esclavos, cuando ni siquiera puedo i
mponer la Constitucin a los Estados rebeldes ? Y qu razn hay para pensar que esa procl
ama producira sobre los esclavos un efecto ms grande que la ltima ley del Congreso,
que prometa proteccin y libertad a los esclavos de los rebeldes que lograran atra
vesar nuestras filas? No he sabido hasta ahora que esa ley haya animado a ningn e
sclavo a pasarse a nuestras filas He aqu un ejemplo: despus de la batalla de Bull R
un, una comisin de Washington se present en el campo con bandera blanca para recog
er a los muertos y heridos, en tanto que los rebeldes se apoderaban de los escla
vos que trataban de escaparse con nuestros hombres y los reducan de nuevo a su es
clavitud.
Yo considero este asunto como una medida prctica de guerra, que debe decidirse de
acuerdo con las ventajas o desventajas que pueda ofrecer en nuestra lucha contra
la rebelin Temo que, si armamos a los esclavos, a las pocas semanas de hacerlo su
s armas pasarn a manos de los rebeldes; por lo dems, no tenemos armas suficientes
ni aun para las tropas blancas En los Estados fronterizos hay 50.000 bayonetas de
l ejrcito de la Unin. Sera cosa muy grave el que, a consecuencia de una proclama co
mo la que ustedes desean, estas fuerzas se pasasen al enemigo.
Cualquiera que sea la voluntad de Dios, yo la cumplir. Espero no haber herido sus
sentimientos por la libertad con que he criticado sus puntos de vista.
Tan cruelmente despoja a estos pastorales delegados de su ilusin de que la humana
felicidad es el nico asunto que se debate en esta guerra. Podemos sorprendernos d
e que desde los plpitos, en libelos y peridicos se hable del Presidente, acusndole
de insensible y enemigo de los esclavos? Podemos sorprendernos de que se le censu
re el hablar de la cuestin negra y el rehuir el sentimentalismo grato a las masas? D
e que en las elecciones sufran los republicanos grandes prdidas en varios Estados
? De que Greely, el influyente director de la New York Tribune, censure al Presid
ente en una carta abierta, por la falta de energa en Louisiana? Lincoln, deca Gree
ly, est indebidamente influido por los planes, consejos y amenazas de ciertos fsile
s que le aclaman desde los Estados fronterizos Nos quejamos de que una gran parte
de nuestros oficiales, junto con muchos voluntarios, hacen ms para mantener en p
ie la esclavitud que para sofocar la rebelin.
No querr ahora Lincoln envolverse en su toga con un gesto de dignidad y mandar a u
n subordinado que d una contestacin semioficial? En modo alguno. El mismo da en que
recibe el peridico, contesta por s mismo, usando a su vez la forma de una carta a
En nuestro pueblo hay, por duro que ello pueda parecer, una repugnancia manifiest
a a que ustedes, los hombres de color libres, vivan entre nosotros. Ahora bien,
si ustedes diesen la seal de partida a los blancos, es seguro que abriran la puert
a de la libertad a una porcin de ustedes.
Si hubisemos de entendernos con aquellos cuyo espritu est todava atrofiado por la es
clavitud, tendramos que habrnoslas con un material poco propicio para comenzar nue
stra accin. Si hombres de color inteligentes, como ustedes, quisieran moverse en
esta direccin, se podra hacer mucho El mismo general Washington soport ms duras prueb
as de las que hubiese sufrido de continuar siendo un sbdito britnico, pero, no obs
tante, era feliz, porque pudo servir a su pueblo y hacer algo por los hijos de s
us conciudadanos, ya que l no los tena Yo no s los motivos que pueden tener ustedes
para sentirse adictos a nuestra raza; pero no veo ninguna razn para que la amen.
Y, no obstante, le son adictos Mediten ustedes seriamente esto, no slo por lo que
a ustedes mismos atae, no slo por su raza y la generacin presente, sino como algo q
ue puede beneficiar a la humanidad entera.
Lincoln en el papel de seductorAunque podra comparrsele ms bien con don Juan tratando
de persuadir a doa Elvira, despus de libertarla de sus cadenas amorosas, de las v
entajas de la separacin. Obsrvese la sutileza psicolgica con que da a entender a lo
s negros que ellos mismos deben desear y llevar a cabo una emigracin a la que, de
otro modo, tendra que obligrseles. Realmente la esclavitud es la mayor de las inj
usticias, pero este reconocimiento implica que hayamos de amarnos en seguida?
Niego, haba exclamado en uno de sus debates con Douglas, que, por el hecho de no t
ener una negra por esclava, quiera tenerla por mujer.
Pero, hoy, los negros estn sentados en torno suyo formando crculo y, por primera v
ez en su vida, Lincoln es el nico blanco en una habitacin ocupada por hombres negr
os; y, aunque parecen bien educados, y a pesar de comprender que tienen los mism
os derechos, todos sus sentidos le muestran claramente las diferencias que separ
an a aquellos hombres de los miembros de su propia raza. Sentados all, le miran s
uplicantes, con sus ojos oscuros y tristes, y cada vez que hace una pregunta, un
par de labios negros se apresura a contestar a media voz: S, seor.
No es ste el seor el amo, en el doble sentido del trmino? Y su tono vacilante, a vece
o es una reminiscencia de las cadenas que llevaron los padres de todos ellos? Ah
ora bien, ser posible romper las cadenas que los atan? Aunque quisiera, no podra rem
ediarlo. No me parece que tengan ustedes razn alguna para amarnos. Luego, se atreve
a conjurar la sombra de Washington, a fin de decirles por qu deben sacrificarse e
n pro de los ms incultos de sus hermanos.
Todava yace el documento dentro del cajn en espera de una victoria. Todas las maana
s, y frecuentemente tambin por la noche, va al ministerio de la Guerra y lee los l
timos telegramas.
Vengo aqu, dijo una vez a los empleados, para escapar de mis perseguidores. Muchos
dicen que slo quieren verme un minuto. Pero esto quiere decir que si puedo or su
historia y concederles todo lo que piden, con un minuto tendrn bastante. Luego, em
pieza a leer todos los telegramas, a fin de obtener la informacin ms reciente y es
tar seguro de que no se le oculta nada. Despus, escribe sus propios despachos, le
nta y reflexivamente, mirando a travs de la ventana, con el codo izquierdo sobre
la mesa, la frente apoyada en la mano, moviendo los labios y murmurando cada fra
se antes de escribirla, exactamente lo mismo que, hiciera en su juventud. Tan pr
onto como la composicin le satisface, la escribe, sin que jams necesite corregirla
despus. Slo una generacin ha pasado desde que, en su choza de Indiana, escribiera t
orpemente con un trozo de carbn sobre un tablero lo que slo despus de arduas delibe
raciones habra de trasladar al costoso papel? Pero aunque hubiesen transcurrido t
res generaciones desde entonces, ninguna dignidad, ni mtodo alguno, habra podido c
ambiar el ritmo lento y pesado de aquel hombre huesudo.
Aquella pequea cabina telegrfica del Departamento de Guerra era para l un sosegado
refugio, algo que le reemplaza aquella tienda en la que, slo pocos aos atrs, gustab
a de sentarse sobre las cajas de clavos, para escuchar y narrar ancdotas: una esp
ecie de ermita, que slo cobijara una sociedad simptica; un sitio convenientemente
neutral, al que los intrusos pedigeos no irn a buscarle. Todava se sienta al borde d
e la silla, estirando la pierna derecha; todava lee en esta extravagante postura
de descanso, meditabundo, telegrama tras telegrama, repasando luego todo el lega
jo, desde el principio. Bien, ya llegu a las pasas, dijo una vez. Los empleados le
miraron con asombro. Esto me recuerda a una muchachita del Este, inclinada a come
r a veces ms de lo necesario. Un da se comi una respetable cantidad de pasas, a las
que agreg un nmero no menor de bombones. Como era de esperar, esto le produjo una
indigestin. Al poco tiempo, comenz a vomitar todo, gimiendo: Madre, creo que me en
cuentro mejor. Ya he llegado a las pasas.
Su impaciencia por la victoria crece. En el verano, se fue a vivir con los suyos
a una casita muy sencilla, situada a tres millas de la ciudad, prxima a un hospi
tal militar. En su camino cruzbase a menudo con largas filas de ambulancias condu
ciendo a los heridos de una batalla reciente. Un amigo que le acompaaba en una de
estas ocasiones, dice: Su expresin y su actitud expresaban la ms profunda tristeza
. Se detuvo y, sealando a los heridos, me dijo: Mire a estos pobres muchachos. No
puedo soportarlo. Estos sufrimientos y muertes son terribles. El amigo le recuerd
a sus propias palabras: No temis nada: la victoria llegar. Lincoln contesta suspiran
do:
S, llegar; pero es el caso que viene muy despacio.
Cuando se entera de que han sido alistados por la fuerza unos jvenes cuqueros y qu
e, contra sus principios, se los ha obligado a tomar las armas, ordena que se le
s d de baja en seguida y se les enve a sus casas. Stanton se niega, por razn de dis
ciplina. Lincoln replica: Es mi ms urgente deseo. En otra ocasin, son condenados a m
uerte veinticuatro desertores. Lincoln se niega a firmar la orden de ejecucin. El
general dice que, si no se hace un escarmiento, peligrar todo el ejrcito. Seor gene
ral, ya hay bastantes mujeres que lloran en los Estados Unidos. No me pida usted
que aumente todava su nmero, pues no lo har.
Cuando visita el frente, es ms modesto que el ms inexperto de los tenientes, pues
se dice a s mismo que no lo es. Estoy rodeado de soldados y no es propio que les en
dilgue un discurso en mi presente situacin. Dirigindose a un regimiento: Vuestro cor
onel ha declarado, en nombre propio y en el vuestro, que est satisfecho del modo
como he procurado vencer, hasta donde mi poder lo permite, las dificultades en q
ue se encuentra la nacin. Os estoy muy agradecido por vuestros sentimientos, pero
, por otra parte, os aseguro que la nacin debe a vosotros y a vuestros iguales mu
cho ms que a m.
Otras veces, su ingenio le permite habrselas eficazmente con los tontos. En una r
evista, un oficial, abrindose paso a la fuerza por en medio de la muchedumbre par
a llegar hasta el carruaje del Presidente, se quej de un agravio sufrido, declara
ndo que su general, que se hallaba presente, le haba amenazado aquella maana con p
egarle un tiro. Lincoln mir un momento a los dos y, luego, dijo al querellante, e
n un murmullo confidencial: La verdad, si yo fuera usted y l me amenazara de ese m
odo, no las tendra todas conmigo, pues me parece muy capaz de hacerlo.
Describiendo la bendicin de una bandera, un testigo de la ceremonia dijo que Linc
oln presentaba dos caras: una de estadista y hombre sabio, mirando hacia el futu
ro; otra, de agudo observador, que mide con sus ojos el asta de la bandera, enco
ntrndola demasiado delgada, como no tard en demostrarse.
Cuntos hombres tiene en campaa el enemigo? le pregunta un visitante.
Un milln doscientos mil, responde el Presidente.
Cielos! Eso es imposible!
S, seor, un milln doscientos mil, no hay duda. Todos nuestros generales afirman, cua
ndo son derrotados, que el enemigo era tres o cuatro veces mayor, afirmacin que y
o debo creer. Ahora bien, nosotros tenemos trescientos mil hombres, y tres por c
uatro hacen doce.
Pero, un da, nica vez durante todo aquel perodo de angustiosa espera, Lincoln perdi
los estribos. Tras un ao y medio de esfuerzo diario y continuo, la fatiga le venc
i. Una tarde, despus de un da particularmente duro, un coronel, recin levantado de s
u lecho de enfermo, se present en su despacho. Segn dijo, su esposa haba estado cui
dndolo en el hospital y luego, al regresar a casa, el barco que la conduca haba cho
cado con otro y su mujer haba perecido ahogada. Habiendo sabido que su cuerpo haba
sido encontrado, el coronel haba pedido permiso para ir a recoger el cadver, pero
el ministro de la Guerra se haba negado a concederle la licencia, atendiendo a l
a inminencia de una batalla. Lincoln, a quien el solicitante encontrara solo en
su despacho, en mangas de camisa, rodeado de papeles, sumido en sus pensamientos
cursos y escritos producidos por Lincoln desde su juventud y que rebaja el acord
e mayor de su virilidad hasta el tono menor de su melancola.
Con un y no obstante rene ahora todas sus energas, pues sea cual fuere la voluntad d
el Destino o la idea directriz de la guerra, al menos est seguro de que la esclav
itud es una injusticia y, por lo tanto, debe suprimiese. Cinco das despus de la vi
ctoria de Antietam, rene el Consejo de Ministros, sin que stos sepan su objeto. Li
ncoln, que, despus de una batalla perdida y hallndose amenazada la capital, haba pe
rmanecido completamente sereno entre la ansiedad de sus ministros, hoy, que no a
menaza ningn peligro, se halla grandemente excitado. Se prepara a hacer pblica la
gran proclama, y a revelar al mismo tiempo los impulsos secretos de su corazn a s
us colaboradores, completamente ajenos a sus motivos ocultos. Durante veinte aos
ha deseado con toda el alma este acto, premiosamente exigido desde hace un ao por
la mitad del pas, pero sus resultados problemticos lo han detenido hasta este mom
ento. Ahora va a hacerlo por propia iniciativa, sin la menor coaccin momentnea. Lo
s escrpulos del estadista, que duda de los resultados de su medida, se agregan a
su repugnancia innata por las determinaciones decisivas, escrpulos y repugnancia
que minan toda su vida vagarosa e irregular y le llevaron por dos veces a suspen
der sus planes matrimoniales. Todo, ahora, se combina para aumentar su turbacin c
uando ve fijas en l las miradas interrogantes de sus ministros. El trance es tan
arduo, que, sin saber qu hacer, toma el ltimo nmero de un diario humorstico y les le
e una stira de Artimus Ward, cuya gracia admira mucho.
Podr comprenderlo alguno de los que se hallan sentados en torno de l? Algunos de el
los le censuran indudablemente en su fuero interno, y ms an cuan se enteran de la
gravedad del motivo de esta sesin. Es el Presidente un inveterado bohemio, que has
ta en los momentos ms serios de su vida y en las ms serias crisis de su pas no pued
e pasarse sin chistes y ancdotas?
Pero, al fin, deja la revista y dice:
Como todos ustedes saben, he meditado largamente sobre la relacin de esta guerra c
on la esclavitud Cuando el ejrcito de los rebeldes estaba en Frederick, decid que e
n cuanto los hubisemos expulsado de Maryland publicara una proclama de emancipacin M
e hice esta promesa a m mismo y, aqu se detuvo un momento, a mi Creador. El ejrcito
rebelde ha sido rechazado, y voy a cumplir mi promesa. No deseo el parecer de u
stedes, pues estoy decidido.
Digo esto sin faltar a la consideracin que debo a ustedes. Pero conozco perfectam
ente el punto de vista de cada uno de ustedes a este respecto Si en la expresin, o
en alguna cuestin secundaria, entienden que debe cambiarse algo, recibir agradeci
do sus sugerencias S muy bien que otros obraran mejor que yo en este y otros asunto
s, y si supiese que uno de ellos gozaba de una mayor confianza pblica y viese un
modo constitucional de cederle mi puesto, lo hara.
Pero, aunque creo que la confianza pblica no me asiste ahora tanto como antes, ta
mpoco creo, al fin y al cabo, que ningn otro goce de mayor confianza. Sea como se
a, no hay modo hbil de poner a otro hombre en mi lugar. Aqu estoy yo, y es mi debe
r obrar lo mejor que pueda, asumiendo la responsabilidad de aquello que me parec
e procedente.
Se comprende la perplejidad, el asombro? No es difcil imaginar el rgido y unnime sil
encio de los labios y los ojos de los que le rodean. Ni cuesta trabajo sentir cun
to hay de monlogo en esta alocucin. Por qu menciona la posibilidad de ceder su puest
o a otro? Por qu insiste, casi brutalmente, en que no necesita el consejo de sus m
inistros? Porque necesita resumir toda su viril energa para afrontar el gran prob
lema y tiembla ahora, en el momento decisivo, como un tmido mozalbete cuando lleg
a el momento de pronunciar la tan largamente meditada y de continuo aplazada dec
laracin de amor. Porque, teniendo una naturaleza de poeta, siempre le impide una
accin fogosa su tendencia a pesar el pro y el contra de todo, a buscar a ltima hor
a al sustituto que quisiera obrar por l. No obstante, se dice a s mismo: Aqu estoy,
y debo obrar lo mejor que pueda. O, como dijo poco despus: Slo confiando en Dios pue
do esperar no haber cometido un error.
Ahora parecen haberle comprendido sus ministros, pues en sus informes han hecho
notar aquel delicado titubeo que precedi a las palabras mi Creador. La grandeza del
momento y la conmovedora figura de aquel pobre labriego del Oeste que se propus
o libertar a los esclavos parece haber difundido su calor humano a los espectado
res, pues despus de un corto debate les dice, en tono ms vivo, cmo, en su turbacin y
ansiedad, haba cado de rodillas como un nio y haba jurado que, si el enemigo era ar
rojado de Maryland, tomara esta victoria como un signo para dar aquel paso.
Y como si quisiera guardarse de la posibilidad de un cambio de parecer, aquel mi
smo da Abraham Lincoln dio a conocer al mundo la Proclama de Emancipacin.
El efecto fue catastrfico. La confusin se propag por todo el Norte, los valores baj
aron en la Bolsa, las elecciones se presentaron adversas, los demcratas declararo
n que millares de blancos haban sido obligados a derramar su sangre slo para que s
us compatriotas se vieran ilegalmente despojados de su propiedad. En el Sur, nad
ie movi un dedo; no se necesit movilizar un solo soldado del frente para vigilar a
los esclavos emancipados, pues stos continuaron trabajando tranquilamente en sus
campos, y los diarios del Sur pudieron jactarse de que no haba nadie que quisier
a ser libertado. De Europa llovieron amenazas, y slo una voz de aprobacin rompi el
coro de censura. Miles de obreros de las hilanderas de Lancashire, cerradas por f
alta de algodn, miles de hombres que carecan de pan y techo agradecieron a Lincoln
el servicio prestado a la humanidad. Slo ellos comprendieron a aquel hombre que
era su semejante, a aquel hombre conforme a su propio corazn, al hombre que haba d
icho: Riqueza es el exceso de cosas innecesarias.
l mismo no se miente ni se hace ilusiones. Han pasado ya seis das, escribe al Vicep
residente, y mientras los diarios y las personalidades ms distinguidas alaban sin
restricciones la medida, los cambios han bajado y el reclutamiento es ms lento q
ue nunca. Si se mira serenamente, el resultado no es muy satisfactorio. Ahora te
nemos menos tropas en el frente que hace seis das. El Norte slo contesta con buena
s palabras, pero las palabras no matan rebeldes Deseara poder escribirle ms alegrem
ente.
Nuevas convulsiones en el seno de los partidos fue otra de las consecuencias, pu
es estas escisiones de los partidos polticos continuaron existiendo en el interio
r de cada uno de los beligerantes. En realidad, slo los abolicionistas convencido
s aprobaron la proclama, pues hasta sus mismos antiguos amigos y correligionario
s, como Karl Schurz, hubieron de criticar a Lincoln.
En este sentido, la respuesta de Lincoln a Schurz proyecta cierta luz sobre algu
nas de las dificultades que le rodeaban:
Se me podran hacer reproches si yo hubiese podido obrar mejor Pero creo que no poda
hacerlo, y por eso le reprocho a usted el que usted me reproche a m. Entiendo que
ahora est usted dispuesto a aceptar la ayuda de hombres que no sean republicanos
, con tal que sean hombres de corazn. De acuerdo; tampoco yo deseo a otros. Pero q
uin podr ser juez de corazones? Si he de abandonar mi criterio y adoptar el suyo,
tambin tendra que aceptar el de otros, y para cuando hubiese rechazado a todos los
que se me aconseja rechazar, no me quedaran ni republicanos ni de los otros, y n
i siquiera usted. Pues tenga la seguridad, querido seor, de que hay hombres de co
razn que piensan que usted representa su papel tan mediocremente como usted cree
que yo represento el mo.
Me temo que concluyamos por reconocer que la dificultad est en nuestro caso, ms que
en nuestros generales. No quisiera desanimar a nadie, y menos a los que simpati
zan conmigo, pero debo decir abiertamente que tengo ms necesidad de xito que de si
mpata. Me parece que, en el campo, ambas especies han sido muy semejantes en la a
ccin y en la omisin. Al sellar su fe con su sangre, Baker y otros republicanos hic
ieron todo lo que los hombres pueden hacer, pero nada ms de lo que hicieron Steve
ns y otros, ninguno de los cuales era republicano y de los cuales muchos haban si
do acusados ante m como amigos de los rebeldes.
Tan embarazoso e intrincada fue durante toda la guerra la actitud de los jefes p
olticos, que hasta un colaborador tan adicto como Schurz tuvo que censurar al Pre
sidente o, por lo menos, quejarse de l; y el reproche de sus ms sinceros amigos de
bi amargarle doblemente. Pero nada poda separarle de sus amigos ntimos; un par de da
s despus de esta carta acerba, llama a Schurz, le recibe a las siete de la maana,
junto al fuego, calzando sus gigantes zapatillas, y dndole un golpecito en las ro
dillas, le dice: Y ahora, joven, dgame con toda franqueza si realmente me consider
a usted un infeliz tunante, como asegura su carta Le ha lastimado mi respuesta? No
era mi intencin herir sus sentimientos. Creo que realmente nos comprendemos uno
a otro. Si es as, todo est bien. Luego, Lincoln le explica sus razones en la cuestin
unos cuarenta aos, de pie tras el mostrador de una tienda establecida en una peq
uea ciudad de Illinois, venda suelas y cueros a guarnicioneros y zapateros remendo
nes, a quienes, al parecer, no inquietaban las elecciones, como quiz tampoco al v
endedor, que, por no llevar an bastante tiempo en el pueblo, no tena derecho a vot
ar. La casa y el negocio pertenecan a su padre y hermano, con los que acababa de
reunirse, despus de haber rodado sin rumbo por espacio de seis aos, durante los cu
ales procur, aunque sin conseguirlo las ms veces, ganar de cualquier modo su suste
nto y el de su mujer y sus cuatro hijos.
Cuando tena veinte aos, lo pasaba mejor. Entonces, siendo teniente y, ms tarde, cap
itn, se avena perfectamente a su situacin, tanto en tiempo de guerra como de paz, l
levndose muy bien con la mayora de sus jefes que no se avergonzaban de alternar co
n l, cosa que sin duda contribuy a que fuera dando al olvido los desaires de que l
e hicieron objeto, all en West Point, sus camaradas de la nobleza, al hijo del cu
rtidor. Soldado entusiasta no lo fue nunca, pero s hombre animoso, pues ya cuando
era un chiquillo de ocho aos ayudaba a su padre en la granja, montando un caball
o con gran soltura y destreza.
Ms tarde, en la academia, y luego en la guerra de Mjico, se hizo famoso por su mae
stra en la equitacin.
Pero para disparar, matar y vencer careca de nimos.
Una gran repugnancia por las armas de fuego, unida a un vivo amor por los animal
es, mantenan su corazn alejado del oficio de la guerra: esto, y un temor casi feme
nino que sinti toda su vida a presentarse desnudo ante nadie, unido a unas manos
demasiado finas para los menesteres guerreros, le haban valido el apodo de el Boni
to.
Hablando en general, ninguna actividad lo atraa. Su fe en Dios, herencia quiz de s
u madre, que fuera una piadosa metodista, le llevaba a confiar ms en la suerte qu
e en el Destino. Puede decirse que comenz su vida careciendo hasta de nombre, pue
s sus padres no lo bautizaron sino seis semanas despus de haber nacido, y para el
lo anduvieron sorteando y barajando nombres, hasta que dieron con los un tanto e
strambticos de Ulises e Hiram. Cuando despus, a los diecisiete aos, un protector lo
matriculara en West Point como Ulises Sansn, el mozo acept sin protesta la modifi
cacin y su salomnico patronmico qued transformado Para siempre. Este hombre pacfico,
de vida solitaria y despreocupada, en el fondo tampoco amaba a las mujeres y con
viva framente con la suya, hija de un tratante de esclavos, bizca y fea.
Su nica debilidad era la bebida. Quiz comenzara esta inclinacin a los veintiocho aos
, siendo sargento furriel en la guerra de Mjico; ignorndose las circunstancias que
pudieran llevarle a este vicio, el nico del que nunca pudo librarse, aunque, en
cierta ocasin, fundara una sociedad de temperancia. Y tanto aument su pasin por la
bebida que, a la edad de treinta y dos aos y ostentando ya el grado de capitn, se
vio obligado a abandonar el servicio, a pesar de que en todo lo dems cumpla como e
l primero. Con el dinero que le prest un camarada, emprendi el viaje de regreso a
su casa, y en vano escribi su padre al ministro de la Guerra implorando clemencia
para su hijo. Es de presumir que, diez aos ms tarde. aquel jefe, que se llamaba J
efferson Davis, haba de arrepentirse de su negativa, ya que con este simple acto
de indulgencia pudo haberse atrado al hombre que, tal como se urdieron los aconte
cimientos, hubo de escoger el Destino para el aplastamiento de la Confederacin de
l Sur, Lo cierto es que, en los aos siguientes, el desdichado ex oficial, fuera d
e su centro y entregado por completo a la bebida, prob fortuna por todos los medi
os imaginables, sin llegar a alcanzar nada. Se hizo granjero, y tuvo que dejarlo
; e igualmente se vio obligado a abandonar un negocio de lea que iniciara en las
cercanas de San Luis; sucesivamente, trat de ser corredor de fincas, ingeniero rur
al, cobrador de deudas atrasadas, etc., sin hallar arraigo en ninguna parte. Por
fin, haba fondeado en el hogar paterno y, a no ser por un extrao cambio de fortun
a, all se habra quedado ya para siempre, totalmente ignorado, pese a sus dos marav
illosos nombres.
Mas he aqu que la guerra hubo de forjarle an otro nombre. Pocos das despus del prime
r llamamiento a filas de Lincoln, tena el ex oficial formada una compaa de voluntar
ios y sala con ella hacia Springfield, a fin de que fuese incorporada al ejrcito.
Pero, por el camino, entreg el mando de su tropa a un capitn a quien l mismo haba en
seado la instruccin tiempo atrs y, vestido de paisano, con un maletn en la diestra y
la pipa en la boca, sigui marchando tras sus voluntarios, como uno de ellos. ste
era Grant, que, al primer signo, se apresur a responder al llamamiento de su band
era, atrado por la antigua meloda de las cornetas, pero sin el menor estmulo de amb
icin ni el ms leve espritu de exhibicionismo. Su modesta entrada en Springfield, el
mismo da en que cumple cuarenta aos, nos hace recordar a otro hombre que, no obst
ante ser ya Presidente, haba cruzado aquellas mismas calles algunas semanas antes
tan poco aparatosamente y tan mal vestido como l. Aunque fuerza es confesar que
la reputacin de Grant no era tan buena como la del otro y que esto hizo tropezara
con grandes dificultades para conseguir volver al servicio, teniendo hasta que
pedir prestado a un comerciante el dinero necesario para el uniforme y el caball
o. Tales fueron las circunstancias, por dems grotescas, en que este hombre entr en
la guerra, cuya solucin haba de llegar a estar en sus manos.
Desde este momento, desplegando todas sus buenas cualidades y gracias a su serie
dad y experiencia, se hizo indispensable, ascendiendo tan rpidamente, que, al cab
o de dos meses, tena a sus rdenes ms de mil voluntarios y, poco tiempo despus, se ha
llaba al frente de la regin Sudeste del Missouri y comarcas limtrofes. En aquella p
oca, la escasez de oficiales permita a todo hombre capaz escalar con gran rapidez
los ms elevados puestos, y Grant tena en este sentido mayores probabilidades que
ninguno. Su primer xito fue la ocupacin de la pequea ciudad de Paducah, no como haz
aa militar, sino por la publicacin de un documento, que dio a conocer a sus posibl
es lectores el tono sencillo, pero firme, de uno de los nuevos generales. Uno de
estos lectores, Lincoln, reconoci inmediatamente las ms raras cualidades en el ho
mbre que haba redactado la siguiente proclama, dirigida a los habitantes de una p
oblacin conquistada:
Estoy aqu para defendemos contra el enemigo y sostener la autoridad y libertad de
vuestro Gobierno. No tengo nada que ver con ideas ni opiniones; slo me ocupar de l
a rebelin y de los que la apoyan. Ocupaos de vuestros asuntos y negocios como sie
mpre y no temis nada. El vigoroso brazo del Gobierno est aqu para proteger a sus pa
rtidarios y castigar al enemigo. Tan pronto como se demuestre que os hallis en es
tado de defendernos vosotros mismos, de afianzar el poder del Gobierno y de ampa
rar los derechos de los ciudadanos, retirar mis tropas.
El tono y la conducta de este hombre hicieron tal efecto en el Parlamento de Ken
tucky, que el Estado resolvi adherirse a la Unin y Lincoln dijo:
Un hombre que sabe escribir as, me parece indicado para mandar en el Oeste.
Poco tiempo despus volvi a ocuparse el pas de este nuevo hombre, con ocasin de la to
ma del importante fuerte Donelson. Cuando el general enemigo le rog que le diera
a conocer sus condiciones, Grant le contest, en una nota escrita de su propio puo
y letra: Mis nicas condiciones son la rendicin incondicional. Esto impuso respeto a
aquellas gentes, y el pueblo, haciendo un juego de palabras con las iniciales de
su nombre, empez a llamarlo Unconditional Surrender Grant1. En doce meses, el ap
rendiz de curtidor, que en todas partes fracasara, se convirti en un general de d
ivisin que tena en su haber la victoria ms importante del ao. A pesar de las insiste
ntes quejas de los jefes de Grant que quiz beba, de vez en cuando, como antes, Lin
coln, que no le conoca, personalmente, sigui dispensndole toda su confianza y lo no
mbr general en jefe de Tennessee, empezando a llover contra l las quejas de Hallec
k, de una porcin de miembros del Congreso y de la Prensa, de todo lo cual estaba
enterado, sin que al parecer le importase un bledo. Tan slo una vez, que escribie
ra a su jefe dndole una dura respuesta, crey que lo mandaran prender; pero ste, en c
ontra de la opinin general, contest que se guardase silencio sobre el asunto. Por
otra parte, aunque desde el Cuartel General se daban rdenes a sus subordinados, p
rescindiendo de l, y aunque los mismos que tena bajo su mando obraban independient
emente, por su propia cuenta, jams sali de sus labios una queja contra Halleck. Es
te silencio, su neutralidad poltica y su sencillez, que le haca huir de todo cuant
o significase exhibicin teatral, robustecieron la general opinin de que era un ofi
cial del montn que, por casualidad, haba tenido dos xitos. Un oficial que entraba e
n batalla llevando un abrigo de paisano, y que nunca usaba guantes, deba causar e
ntre generales que, en su mayora, se distinguan por su fastuosa ostentacin, tan ext
rao efecto como el Presidente, con sus arrugados pantalones, al lado de los elega
ntes diplomticos, Pero justamente estos rasgos eran los que seducan al Presidente,
quien, en respuesta a todos los ataques, deca: Dejmosle an un poco ms, a ver qu hace.
Lincoln y Grant, que haban crecido en circunstancias muy semejantes, tuvieron des
de muy jvenes que poner a contribucin sus fuerzas corporales, pues si aqul, a los d
iecisis aos, talaba ya corpulentos rboles, ste, cuando no contaba ms de diez, tena que
ir con el carro a la ciudad, distante ms de cuarenta millas. Pero ambos confiaba
n menos en su vigor que en su natural inteligencia, que se desarrollaba ms en la
pobreza y la soledad, y su innata sencillez era tanta, que Grant no la perdi nunc
a, ni aun en medio del ambiente de presuncin de la Academia Militar. Refractarios
ambos a toda ostentacin, sin sistema ni plan de vida e igualmente tmidos ante las
mujeres, fueron juguete de la fatalidad y de los acontecimientos en grado muy s
uperior a la mayora de sus camaradas. No obstante haber sido llevados por el azar
a puestos que, lgicamente, haban debido imbuirles cierta pomposidad, jams se apart
aron de la sencillez que su razn les dictaba y, en medio de aquel torbellino de c
uestiones polticas y asuntos de guerra, sus resoluciones fueron, en su mayor part
e, simples y concisas, como lo fuera el estilo claro y viril de sus proclamas.
Pero Lincoln era comedido en todo, en tanto que Grant flaqueaba en lo tocante a
templanza.
Cuando, por efecto de su modo de ser, ms que retrado, pasivo, se hallaba bajo la i
nfluencia del alcohol, se pona claramente de manifiesto que no era un carcter equi
librado como Lincoln, y esto le perjudicaba, no slo en su salud, sino en su buen
nombre y consideracin, pese a todos sus mritos. En Lincoln, que superaba a Grant e
n cultura, en fuerza intelectual y profundidad filosfica, el exceso de energas int
actas se manifestaba en una preeminencia espiritual que, sacndolo de la oscuridad
, haca imperioso su reconocimiento. Pero es que, adems, en Lincoln actuaba como fu
erza directriz la imaginacin, que a Grant le faltaba y que proporcionara a aqul lo
s medios infalibles para el exacto conocimiento de sus semejantes. sta fue la cau
sa de que Grant slo pudiera apreciar a Lincoln lentamente y despus de haber tenido
algn trato personal con l, en tanto que Lincoln fue capaz de discernir desde lejo
s las capacidades de Grant, distinguindolo, en el ao decisivo que comenzaba, entre
todos los dems generales.
1 O sea Rendicin Incondicional Grant. Recurdese que sus dos nombres de pila (aunque
falseado el segundo) eran: Ulises Sansn.
Sin la imaginacin y el certero juicio de Lincoln, Grant no hubiese podido alcanza
r la victoria ni convertirse en un hroe popular.
Hasta principios del tercer ao de guerra, en abril del 63, no comenz el nuevo gene
ral en jefe su marcha decisiva sobre Vicksburg. Si la guerra hubiera sido solame
nte un duelo entre ambos contendientes, es posible que el Sur no hubiese sido de
rrotado, o, por lo menos, que se hubiesen necesitado varios aos para reducir el nm
ero de sus soldados, aprovechando la superioridad numrica del Norte. El factor de
cisivo fue el bloqueo, que impeda al Sur toda importacin de primeras materias y ar
mas de Europa, as como la exportacin de sus propios productos, pues no tard el Sur
en tener slo dos o tres puertos por los que, a despecho de la vigilancia del Nort
e, se haca un reducido comercio.
Mientras el Misisipi estuvo libre, dispuso el Sur de un camino por donde recibir
de Europa, a travs de Tejas y Mjico, lino y cereales. Era, pues, de la mayor impo
rtancia desposeer al enemigo de Vicksburg de su principal arsenal y punto de sal
ida.
De nuevo, como cuando la conquista de Nueva Orleans, hubo que luchar por tierras
y por agua con el auxilio de lanchas camioneras, que operaban en el ro. Grant se
atrevi a cortar sus propias comunicaciones con el Norte y, como Napolen en su pri
mera campaa de Italia, derrot sucesivamente a dos ejrcitos enemigos en varias batal
las, cerc la ciudad, la siti por hambre, la bombarde furiosamente y oblig a rendirse
, el da aniversario de la independencia, a 30.000 hombres. Cuando, poco despus, ca
pitul tambin el fuerte Hudson y, tras dos aos de trfico suspendido, zarp de San Luis
el primer buque para Nueva Orleans, escribi Lincoln, con una potica imagen: Los sig
nos parecen ms favorables. El padre de las aguas torna invicto al mar.
Por aquellos mismos das, otro general del Norte oblig con mano fuerte a la fortuna
a ponerse de su parte. Hooker, que desde enero vena reemplazando al vencido Burn
side, haba avanzado demasiado impetuosamente y en mayo sufri una seria derrota en
Chancellorsville, permitiendo a Lee intentar un tercero y ltimo asalto en tierra
enemiga. El jefe sudista se abri camino a travs de Maryland y avanz hasta la fronte
cia que va hacindose viejo; es el tono de un padre. En este caso es severo porque
se trata de un hombre que, a pesar de sus debilidades, ha sido colocado en una
posicin preeminente. Pero, no obstante, a travs de ese tono duro y viril, suenan l
os cascabeles de plata del humorismo, mostrando una irona meditada, caracterstica
de quien conoce a fondo al gnero humano y, a pesar de todas las decepciones, sigu
e siendo amigo de sus semejantes.
Sin embargo, con cada una de sus fibras, Lincoln permanece en contacto con todas
las alternativas de la guerra. Cuando, un par de meses despus de esta carta, fue
derrotado Hooker, la impresin y el abatimiento del Presidente al recibir la noti
cia fueron enormes. Un testigo de aquel momento dice: A eso de las tres, entr con
un despacho en la mano. Nunca olvidar la desesperacin que se pintaba en aquel rost
ro, no ya de color amarillento, como de costumbre, sino gris ceniza, como el pap
el que decoraba las paredes. Lea esto! me dijo. Noticias del ejrcito. Efectivamente,
las tropas haban tenido que evacuar la parte sur del ro, volviendo a ocupar las a
nteriores posiciones. El aspecto del Presidente, mientras yo lea en voz alta aque
llas malas nuevas, era lamentable, punto menos que espectral. Con las manos a la
espalda, midiendo a grandes pasos la habitacin, exclam: Qu dir el pas, Dios mo! De
te, detenindose en seco, dio orden de que preparasen inmediatamente un barco, par
a ir l, en persona, con Halleck, hacia el lugar donde deba hallarse a la sazn el ejr
cito.
Cuando, poco tiempo despus, se elev Meade a consecuencia de su gran victoria, pudo
advertirse toda la mesura del Presidente en el tono con que le escribe preguntnd
ole si le sera grato que diese a su desgraciado antecesor, Hooker, un puesto a su
s rdenes: Dgamelo con toda franqueza, en la seguridad de que no habr de causarle la
menor molestia comunicando a nadie, en todo o en parte, el contenido de su carta
. Quisiera conocer sus deseos antes de tomar ninguna determinacin. No fuerce uste
d lo ms mnimo su propio sentir o su criterio por serme grato.
No obstante, el nico que inspiraba plena confianza a Lincoln entre aquellos jefes
militares era Grant. Al principio haba pedido informes confidenciales acerca de l
, pero no haba tardado en declarar a sus adversarios: No puedo prescindir de ese h
ombre, que sabe lo que es la guerra. Y cuando le hablaban de su pasin por la bebid
a, en la seguridad de que esto haba de desagradar a Lincoln, ste les recordaba la
contestacin de Jorge II ante una acusacin semejante contra su general Wolfe: Decidm
e la marca de su whisky para enviar unas cuantas barricas a algunos de mis otros
generales.
A raz de la conquista de Vicksburg, recibi Grant esta carta: No recuerdo que nos ha
yamos encontrado nunca personalmente, mi querido general. Pero no quiero dejar d
e escribirle estas lneas para expresarle mi agradecimiento por el inestimable ser
vicio que ha hecho usted al pas.
Aprovecho, adems, la ocasin para decirle lo siguiente: Cuando lleg usted a las cerc
anas de Vicksburg, pens que atacara usted por retaguardia, y al ver que no lo hizo
as, tem que la expedicin fracasara Ms tarde, al dirigirse usted hacia el Norte, volv a
pensar que cometa usted otro error As, deseo confesarle que era usted el que tena r
azn, y yo el que estaba equivocado. Suyo afectsimo, A. Lincoln.
Uno de los grandes momentos de Lincoln: nadie saba lo que haba pensado, ni cules fu
eran sus dudas; nadie le peda que reconociese su error y, menos que ninguno, el g
eneral victorioso.
Pero en su fuero interno, l senta el peso de una deuda moral que saldar, considera
ndo sus dudas acerca del buen criterio militar de Grant como un agravio que hubi
ese inferido a ste. Al ver ahora su brillante actuacin, siente que debe quitarse e
se peso de encima, y como solamente puede hacerlo mediante una confesin, aunque n
adie se la exija y ella pueda perjudicar a su crdito, si es malignamente interpre
tada, no vacila en hacerlo as. Sin embargo, su naturaleza de poeta le hace intuir
certeramente los caracteres y sabe con quin puede aventurar, sin peligro, una co
nfesin de ese gnero.
En esta gradacin y matizado de tonos demostr Lincoln una vez ms aquel profundo cono
cimiento del corazn humano, al que slo pona alguna vez en falta su natural propensin
a la bondad.
Estando de acuerdo con la opinin pblica, nada hay que pueda salir mal; sin ella, n
ada puede tener xito. As, el que consigue tal armona, hace ms que el que redacta ley
Por otra parte, un pas en el que ya no quedaba apenas sal, donde no haba carbn en i
nvierno ni hielo en verano, donde se empleaba madera, en vez de cuero, para el c
alzado; donde los enfermos carecan de alimentacin adecuada y de medicamentos, un p
as en el que el hambre aumentaba y la guarnicin disminua, por falta de tropas de re
fresco, no poda librarse de las revoluciones interiores sino por medio de la dict
adura y de un rgimen de estricta severidad. La recluta de hombres, que ya inclua a
todos los comprendidos entre los 17 y 50 aos, permita aqu tambin el empleo de susti
tutos pagados, razn por la cual se proclamaba airadamente que sta era una guerra d
e ricos, y las nicas vctimas, los pobres; pero, no obstante, estas manifestaciones
se hacan slo a hurtadillas y en voz queda, pues los particulares, como la Prensa,
se hallaban amordazados con mano de hierro, y el que quisiera darse cuenta exac
ta de la moderacin y mesura de las medidas adoptadas por Lincoln no tena sino comp
ararlas con ley marcial implantada por Jefferson Davis.
Tan slo en un punto llevaba el Sur ventaja en esta segunda mitad de la guerra: la
resolucin de llevar adelante la lucha era unnime, y casi desconocida la oposicin,
mientras que, en el Norte, los adversarios de la guerra lo llenaban todo con su
estrpito. El espritu de reto obstinado que reemplazaba en el Sur al orgullo de los
primeros tiempos, permaneca todava inclume, llegando a tales extremos, que no haba
el menor afn por el intercambio de prisioneros; con frecuencia hacan lo posible pa
ra impedirlo. As, cuando los miles de hombres del Sur que se hallaban prisioneros
en el Norte llegaban apenas a su pas, eran oficialmente dispensados del jurament
o de no tomar nunca ms las armas, mandndolos de nuevo al frente. En vista de ello,
se propuso a Lincoln seguir el mismo procedimiento en el Norte, pero el Preside
nte lo rechaz de plano, por considerar que infringa los principios ms elementales d
e la moral. Qu, pues, de extrao que el odio, cada da creciente, tomase por blanco es
pecial a los prisioneros? Las crueldades que se les infligan eran tan terribles,
que el Norte comenz a horrorizarse de las represalias. Especialmente abominable e
ra el trato concedido a los negros hechos prisioneros por segunda vez, siendo fu
silados en ocasiones compaas enteras sin el menor sumario, a fin de sofocar este p
eligro, el mayor de todos, por medio del terror. Irritados por las noticias de t
ales atrocidades, algunos generales del Norte, como Butler en Nueva Orleans, tra
taron a su vez brutalmente a los Estados conquistados, y la conducta del ejrcito
de Sherman, en su marcha desde Atlanta hacia el mar, rebasa en sus excesos a tod
as las represalias.
La naturaleza de esta lucha, como guerra civil, fue tomando en el transcurso de
los aos apariencias cada vez ms paradjicas. Asociaciones secretas, que se llamaban H
ijos de la Libertad, Caballeros del Crculo de Oro. Orden de los Caballeros de Norteamr
ica. etc., atraan con sus vagos principios de moralidad a la gente inadecuada; per
o, como tenan armas y se dedicaban al espionaje, resultaban un factor de importan
cia, y haba que contar con ellos.
Lincoln y su Gobierno se hallaban al corriente, mediante sus espas en el seno mis
mo de aquellas sociedades. De vez en cuando echaban el guante a algn jefe, pero s
e guardaban muy mucho de emprender un ataque en toda la lnea. Como siempre, Linco
ln procuraba arreglarlo todo con inteligencia, paciencia e irona, llamando genera
lmente al enemigo esos seores del Sur, e insistiendo, siempre que se le presentaba
ocasin, en que el Sur no era ningn pas extranjero. La frase: Arrojad de nuestro suelo
a los usurpadores! le haba hecho una impresin lastimosa y no haba podido menos de e
xclamar al leerla: Cundo se quitarn nuestros generales esa idea de la cabeza? El pas
entero es nuestro suelo.
Pero esta doble naturaleza de la guerra civil llev tambin muchas veces a Lincoln a
caer en brazos de la sospecha. Como McClellan, habiendo derrotado a su enemigo
y maestro Lee, desaprovechara la ocasin de perseguirlo y perdiera, entre unas cos
as y otras, ms de un ao, Lincoln manifest en conversaciones confidenciales sus sosp
echas. Y, ms tarde, cuando Meade, a quien se echaba en cara su inactividad despus
de la victoria, pidi su separacin del servicio, escribile Lincoln como sigue: Lament
o ahora el haber sido causa de la ms leve contrariedad suya. Pero me senta en un e
stado de nimo tan deprimido que no pude menos de expresarle de algn modo. La verda
d es que me he sentido deprimido desde la batalla de Gettysburg, por lo que se m
e antojaban las pruebas evidentes de que usted y los generales Couch y Smith tra
taban de evitar un encuentro con el enemigo, procurando hacerle pasar el ro sin ms
lucha. Cules eran estas pruebas, es cosa que ya dir a usted cuando ambos estemos
de mejor humor. Siguen luego diversos detalles sobre posibilidades desaprovechada
s, y termina: Por otra parte, mi querido general, temo que no se d usted cuenta de
la magnitud del desastre que supuso la escapada de Lee. Lo tena usted a su alcan
ce y pudo haberlo deshecho, lo cual, unido a nuestros xitos posteriores, habra dad
o fin a la guerra.
Probablemente, Lincoln obr certeramente no enviando esta carta, pero ello no quie
re decir que hubiese modificado su conviccin interior sobre el perjuicio que caus
aban al pas los puntillos de honor mal entendidos y dems sentimentalismos igualmen
te equivocados de sus generales.
Cuando un hombre tan justo y equitativo habla de pruebas, puede tenerse la segur
idad de que con posterioridad hubiera llegado a dudar del fundamento de dichas p
ruebas. Como, por el contrario, ao tras ao le vemos abrigar sospechas anlogas con r
especto a distintas personas que ocuparon cargos semejantes, podemos inducir, si
n temor a equivocarnos, que slo el deseo de conservar al pas los servicios del gen
eral victorioso pudo llevarle en esta ocasin a guardar para s las referidas prueba
s. i Qu cmulo de encontrados sentimientos no encerrara el corazn de este gobernante,
para quien el suelo enemigo forma parte de la patria comn, casado con una mujer
cuyo hermano lucha en las filas enemigas, que tanto oficial como particularmente
vive la terrible tragedia de la guerra civil, y que hasta tiene la conciencia d
e ser en parte un hombre del Sur a causa de aquel abuelo que no conociera 1 Por
si todo esto fuera poco, descubre ahora este mismo conflicto de sentimientos en
sus propios generales, a quienes la ambicin empuja hacia la victoria, pero a los
cuales un persistente e indestructible sentimiento de caballerosidad veda el apl
astamiento total de sus camaradas del Sur. Un tremendo juego de azar se juega aq
u: cmo, pues, podra Lincoln, el filsofo, dejar de sentir a veces que realmente se tra
ta de un juego, y de un juego de reglas inseguras y de trmino oscuro?
sa es la razn de que jams se opusiera terminantemente a ninguna clase de negociacio
nes.
As, permiti que dos de los jefes polticos del Norte contrarios a la guerra traspusi
eran las lneas para conferenciar con Davis; pero, a decir verdad, la discusin se l
imit a tpicos de religin y a consideraciones sobre la guerra con Francia, regresand
o poco despus, convertidos al punto de vista de Lincoln. Greely, que en las vuelt
as y revueltas de su poltica, siempre trabajaba en contra de Lincoln, al principi
o descontento de las vacilaciones del Presidente con respecto a la abolicin, y pr
otestando en seguida por su resolucin, deseaba ahora una transaccin, arreglndoselas
de manera que, al siguiente verano, pudo escribir a Lincoln que dos emisarios c
on cartas de Davis esperaban en la frontera canadiense que l quisiera recibirlos.
Lincoln, que estimaba el poder del New York Herald mucho ms que los motivos de G
reely, recurri una vez ms a la astuta artimaa de cargar a los ambiciosos con la res
ponsabilidad de lo propuesto por ellos mismos, y envi a Greely al Nigara, donde pu
do convencerse de que los tales emisarios no tenan realmente poderes para tratar.
Greely se veng de esta irona renovando sus ms furibundos ataques contra el Preside
nte; pero ste permaneci imperturbable, contentndose con replicar de cuando en cuand
o con alguna pulla jocosa, que acababa poniendo de su lado al pblico, ganoso siem
pre de rer. Precisamente, poco antes de la ida de Greely al Nigara, haba dicho Linc
oln en una carta abierta a todos los que pueda concernir: Toda proposicin que tienda
al restablecimiento de la paz, a la integridad de la Unin y a la supresin de la e
sclavitud, y que venga avalada con la autoridad de los que actualmente dirigen l
as tropas en lucha con los Estados Unidos, ser admitida y considerada por el Gobi
erno y el portador o portadores de tales proposiciones tendrn paso seguro tanto a
la ida como a la vuelta.
Este ofrecimiento era, en realidad, la desautorizacin de todos los agentes que in
tentaban negociar entre el Norte y el Sur, as como de todas las tentativas de est
e gnero. Cuando, a continuacin, Stephens, antiguo amigo de Lincoln, a la sazn vicep
residente de la Confederacin y jefe de los moderados, quiso, apoyado en Vallandig
ham y con cartas del Presidente Jefferson Davis, venir a Washington para parlament
ar, Lincoln contest con brusquedad: La demanda de A. H. Stephens es inadmisible. L
as vas corrientes y usuales bastan para toda clase de comunicaciones entre las fu
erzas de los Estados y los rebeldes.
Dios quiere, sin duda, mucho al pueblo bajo, pues de lo contrario no lo habra hec
ho tan numeroso. Tales fueron las esplndidas palabras, que seguramente no habran po
dido ocurrrsele a ningn rico ni a ningn hombre crecido en el estudio, con que expre
sara Lincoln en una ocasin sus sentimientos en favor de los trabajadores blancos
y de color. En otra ocasin, dijo: Me parece que si el Altsimo hubiera creado una cl
ase de hombres llamados slo a comer, sin tener para ello que trabajar nada, los h
abra hecho todo boca y sin manos; del mismo modo que si hubiese creado otra clase
llamada slo a trabajar, sin obtener para nada el producto de ese trabajo, la hab
ra hecho sin boca y todo manos.
Agobiado Lincoln bajo el peso de las preocupaciones diarias, deprimido por las a
lternativas entre xitos y fracasos, envuelto en la intrincada maraa de las luchas
partidistas, que a cualquier otro habran bastado a cansar, en vez de desanimarse
levantaba cada vez con ms fervor sus ojos hacia la estrella que le viniera guiand
o en sus esfuerzos y aspiraciones, comprendiendo la necesidad, en medio de todas
las contingencias de orden material, de intensificar cada vez con mayor fuerza
la ley moral de la contienda. En un discurso pronunciado casi al trmino de la gue
rra, dijo: El mundo carece de una buena definicin de la palabra libertad. Todos no
sotros nos declaramos partidarios de ella, aunque no todos entendemos lo mismo p
or ella. Para algunos significa que el hombre puede hacer, consigo y con sus bie
nes, lo que le plazca. Para otros, quiere decir que unos cuantos hombres pueden
hacer lo que les plazca con los dems hombres y con el trabajo de estos hombres. C
ada una de estas tendencias es llamada libertad, aunque tan distintas entre s. He
aqu otro ejemplo:Un lobo acaba de hacer presa en el cuello de una oveja, pero vi
ene el pastor, le arranca la vctima y aleja al lobo. La oveja agradece, naturalme
nte, al pastor que le haya salvado la vida; pero el lobo le denuncia como atrope
llador de la libertad de la oveja; sobre todo si se trata de una oveja negra. De
nuevo una de las imgenes en que el labriego se convierte en lgico, mientras el est
adista, guiado por la intuicin del labriego, crea as inolvidables parbolas para el
pueblo. Estas parbolas son especialmente afortunadas al referirse a la esclavitud
, problema capital de su vida, y la misma sencillez de ellas las ha convertido e
n proverbios populares:
Cuando oigo a alguien hablar en favor de la esclavitud siento un deseo vivsimo de
ensayarla en l personalmente. En una ocasin vienen dos seoras de Tennessee a pedirle
la libertad de sus esposos, prisioneros de guerra. Una de ellas, que visita al
Presidente tres veces, insiste siempre en que su marido es un hombre muy religio
so. Por fin, Lincoln, accediendo a la peticin, contesta a la dama: Dice usted que
su marido es hombre religioso; pues bien, dgale que, aunque no soy un especialist
a en materia religiosa, a mi juicio una religin que incita a los hombres a rebela
rse contra su Gobierno porque ste no ayuda a unos cuantos hombres a comer su pan
a costa del sudor del prjimo, no puede ser la religin con la que se alcanza el cie
lo. Esta frase improvisada la llam l mismo, ms tarde, su discurso mejor y ms corto. O
tra vez escribi para una tmbola de caridad, como autgrafo en un lbum: No he visto nun
ca un hombre que por su propio gusto quiera ser esclavo. Pensad, pues, si puede
ser cosa buena lo que nadie quiere para s.
Pero el problema no haba quedado resuelto por la publicacin de la proclama. Nadie
desconoca su valor histrico, y se mand hacer un gran cuadro representando al Gabine
te en aquella memorable sesin, discutiendo Lincoln con el pintor, mientras posaba
como un modelo para su retrato, los menores detalles, como si hubiesen transcur
rido ya cien aos, en vez de slo dos. Pero los extremistas continuaban desconfiando
de l, y Sumner quera introducir rpida y radicalmente la frmula de la revolucin franc
esa: Todos los ciudadanos son iguales ante la ley; un proyecto de ley en el que, c
omo anexo a la Constitucin, se prohiba la esclavitud en los Estados Unidos, luego
de aprobado por el Senado, fue rechazado por la Cmara popular en el verano del 64
. Lincoln, que consideraba su proclama como una medida de guerra y prevea que el
fin de su validez coincidira con la terminacin de la guerra, quiso entonces, por m
edio de un anexo, dejar a juicio de los electores el libertar a los negros del S
ur o, mejor an, a los soldados negros.
Pues, entre tanto, como Lincoln previera, el principal objeto de la proclama se
haba alcanzado.
Al comenzar el ltimo ao de guerra, combatan bajo las banderas de la Unin 100.000 neg
ros; y, al terminar la guerra, eran 150.000. Un baldn para los ciudadanos blancos!
, gritaba el Sur; y parte de Europa opinaba lo mismo, sin tener presente que el
Sur tambin admita, sin titubear, en sus filas a otros individuos de color, como er
an los indios, y sin prever tampoco el grotesco giro que el mismo Sur haba de dar
ad absurdum a la cuestin en las ltimas semanas de la guerra.
Los demcratas, por su parte, asediaban a Lincoln, tan pronto atacando como exigie
ndo airadamente que retirase la proclama, a fin de asegurar una paz pronta, aunq
ue precaria. Pero 61 les contest: Mientras yo est en el Poder no pienso permitir qu
e vuelva a la esclavitud ni un solo hombre que haya recobrado la libertad, sea e
n virtud de aquella proclama o de cualquiera de los decretos del Congreso Precisa
mente quiero que desaparezca lo nico que pudo nunca lanzar a esta nacin a una guer
ra civil.
Sin embargo, la primera emancipacin haba trado consigo nuevas dificultades. La idea
fundamental de Lincoln de enviar a los negros, al tiempo que los libertaba, fue
ra del pas, previendo el desastre que la mezcla de razas podra entraar algn da para N
orteamrica, le indujo a la fundacin de una colonia experimental en la costa de San
to Domingo, pero haba tenido la mala suerte de confiar los negros a un agente que
result ser un estafador, cuyos contratos fraudulentos slo consiguiera anular basnd
ose en el defecto formal de no haber sido sellados como corresponda. Ms tarde, la
proteccin del Estado y la intervencin personal de Lincoln hicieron posible la repa
triacin de los colonos negros a Washington, donde pudieron ser empleados ltimament
e en los campamentos.
Al principio fueron unos pocos gobernadores de los Estados fronterizos quienes s
e arriesgaron a hacer la prueba. A uno de stos, gobernador de Tennessee, llamado
Johnson, que haba de sucederle en el silln presidencial, le escribi Lincoln, para a
nimarle, que un hombre de sus aptitudes y posicin debera emprender la organizacin d
e un cuerpo de negros. Y le deca entre otras cosas: Al hablar de su posicin, me ref
iero a la de un distinguido ciudadano de un Estado esclavista que, a su vez, es
propietario de esclavos. La poblacin de color es la gran fuerza aprovechable y no
aprovechada para reconstruir la Unin. La sola presencia de 50.000 soldados negro
s, bien armados e instruidos, en las orillas del Misisipi, dara inmediatamente fi
n a la rebelin. Y quin duda de que podamos presentar este espectculo tan slo con prop
onrnoslo seriamente? Asimismo insisti en la necesidad de dar igual trato a los pris
ioneros negros que a los blancos. Pero pronto empezaron tambin las contrariedades
a este respecto. En los desembarcaderos de un ro de Maryland, las tropas de colo
r sembraron la alarma y el desorden entre los blancos, matando a un oficial. En
la regin del Missouri hubo tambin agitacin y asesinatos. Y de Kentucky llegaron que
jas de que la milicia, sin el menor derecho legal para ello, estaba alistando a
la fuerza a los negros.
Los incidentes de este gnero dieron lugar a numerosos ataques contra Lincoln, a l
os que ste sola contestar: y nunca lo hizo ms eficazmente que en una carta abierta
dirigida a una asamblea de leales que se celebraba en Springfield, en la que, ar
gumentando con un supuesto contrincante, deca: A todos los que no estn satisfechos
de m les dir: Queris la paz y me echis a m la culpa de no tenerla. Pero la cuestin es:
cmo alcanzarla? No hay ms que tres caminos posibles para ello. Primero: suprimir e
l levantamiento por medio de las armas, que es lo que estoy procurando. Estis conf
ormes? En ese caso, marchamos de acuerdo en este punto. En caso contrario, veamo
s el segundo medio: renunciar a la Unin; a lo que, por mi parte, me opongo resuel
tamente. Y vosotros, sois partidarios de deshacer la Unin? En ese caso, decidlo fr
ancamente. Pues si no sois partidarios ni de la fuerza, ni de la disolucin de la
Unin, slo nos queda el tercer camino, es decir, una transaccin Decs que no queris luch
ar para libertar a los negros, aunque algunos de ellos parecen dispuestos a luch
ar por vosotros. Pero no importa; dejemos esto a un lado. Luchad, pues, exclusiva
mente para salvar a la Unin! Ya lanc la proclama a fin de ayudaros a salvarla , pues
pensaba que, si los negros cesan de ayudar al enemigo, la fuerza de resistencia
de ste habr de quedar debilitada en proporcin. No pensis lo mismo? Yo, por mi parte,
creo que, cuanto ms pudieran hacer los negros como soldados, tanto ms quedaran en
libertad los soldados blancos de consagrarse a la Unin. No os parece que tengo razn
? Ahora bien, los negros, como todos los dems hombres, obran siempre por algn moti
vo. A santo de qu haran nada por nosotros, si nosotros no estamos dispuestos a hace
r nada por ellos? Si exponen su vida por nosotros, justo es que lo hagan impulsa
dos por motivos ms poderosos, incluso por la promesa de concederles la libertad.
Y, una vez hecha esta promesa, fuerza es que sea cumplida.
Tal era la forma socrtico en que Lincoln debata con su pueblo, al tercer ao de luch
a, acerca de los motivos, fines y perspectivas de una guerra que slo mediante un
conocimiento absoluto de las razones espirituales de la misma por parte del pueb
lo poda esperar ganar. Pues aquellos millones de labradores, negociantes, padres
de familia, esposas y soldados, que constituyen el pas, requieren esa lgica precis
a y esta manera difana de decir las cosas, y precisamente porque su discurso no c
ontiene superlativos, ni fraseologa de ninguna especie, pueden seguir un pensamie
nto que jams habra logrado formular un hombre del tipo de Douglas, ni nadie que no
hubiese vivido, como Lincoln, durante muchos aos, la vida del pueblo.
Sin embargo, ste es el mismo hombre que, con la voz de un padre sabio y anciano,
se refiere a la cuestin en otro discurso como sigue: Impulsado por el pleno conven
cimiento del deber, me decido a utilizar este elemento de fuerza (los negros). M
e declaro, pues, responsable de ello ante el pueblo norteamericano, ante el mund
o cristiano y ante la Historia, y estoy igualmente dispuesto a responder de ello
a Dios @ en mi final ajuste de cuentas.
La Casa Blanca estaba brillantemente iluminada y la capital llena de extranjeros
, pues aquel da deba llegar Grant para asumir el mando supremo de todos los ejrcito
s y la investidura de capitn general que, antes de l, solamente ostentara Washingt
on. En las calles se apiaban carruajes y jinetes, y en los salones y vestbulos bul
la una muchedumbre de oficiales, diplomticos y damas elegantemente ataviadas. Como
esto suceda en marzo del 64 y los das tristes del invierno haban pasado ya, todo e
l mundo tena el ms alegre aspecto. Grant haba tomado Vicksburg. Meade haba derrotado
a Lee en Gettysburg, las cosas parecan tomar un giro favorable, y el pueblo reci
ba una respuesta al estribillo que corriera por todo el pas en calles y asambleas:
Abraham Lincoln, danos un hombre!
Entre tanto, como Lincoln tres aos antes, haca Grant la entrada menos aparatosa po
sible en la poblacin, pasando inadvertido cuando en compaa de su hijo pequeo, que ni
aun en el campo de batalla le abandonaba, fue a hospedarse en el primer hotel q
ue le vino a mano, y cuando, poco despus, como un oficial cualquiera, se dirigier
a a la Casa Blanca, que jams haba pisado. Un vago temor a las intrigas y escndalos
y, sobre todo, el terror a que los polticos trataran de influir en l, haban manteni
do a aquel soldado lejos de la capital. En aquella memorable ocasin, tampoco se h
izo anunciar; ya encontrara l por s solo a Pap Lincoln, cuya elevada estatura le haca
fcilmente reconocible. Por otra parte, no son ms que las nueve y media, de modo q
ue hay tiempo de sobra. Y siempre es un consuelo que no est all su mujer abrindose
paso a empujones por en medio de aquella muchedumbre. A los pocos minutos, en ef
ecto, le descubren los ojos agudos de Lincoln, y al instante son ambos rodeados
por la gente y no pueden dar un paso: el militar menudo y atezado, junto al giga
nte de largos brazos vestido de frac, ambos unidos por su gravedad ingnita y por
cierto embarazo, que no han logrado vencer, a pesar de lo acostumbrados que estn
ya ambos al mando.
Por fin consiguen aislarse, parapetndose tras un sof. El general es presentado a m
istress Lincoln y a los ministros; pero la gente quiere verlo, y el valeroso gen
eral, no sin cierta emocin interna, tiene que subirse a un sof y aguantar a pie fi
rme una ovacin. Aqulla fue la batalla ms dura a que asist en la guerra, confesaba Gran
t ms tarde. A fin de prepararle para la ceremonia de investidura del nuevo mandat
o, le dio Lincoln a leer el discurso que pronunciara en el solemne acto, dicindole
: Esto lo hago porque quiz no est usted tan acostumbrado como yo a hablar en pblico,
rogndole que en su respuesta tocase, aunque a la ligera, dos puntos: primero, alg
o que atenuase la envidia de los dems generales; y segundo, algo acerca de la bue
na impresin que le haba dado el ejrcito del Potomac. Pero cuando, al da siguiente, t
uvo lugar la ceremonia ante el Gobierno en pleno, Grant, al leer las pocas palab
ras que haba garrapateado con lpiz en medio pliego de papel, pas los mismos apuros
que el general Washington cuando su primer discurso oficial. Sin embargo, en aqu
ellas cuatro frases no haba ni una sola palabra acerca de los dos puntos que Linc
oln le indicara, omisin que slo explica la firme decisin que haba hecho el general d
e permanecer absolutamente independiente de los polticos.
La diferencia no pas de ah, pues mientras los otros aconsejaban a Grant que no con
fiase sus planes a Lincoln, aqul se encontr con que ste ni siquiera le preguntaba p
or ellos. Despus de una breve conversacin de orden profesional, haban quedado perfe
ctamente compenetrados, y una gran simpata naci entre ambos, pero Grant no se hall
aba a gusto en aquella ciudad, por lo cual no acept la invitacin a un brillante ba
nquete organizado por Mary, alegando: Tengo que estar en Tennessee en un momento
determinado.
Pero el banquete de mistress Lincoln sera sin usted como una representacin de Hamle
t sin Hamlet.
Estimo la distincin pero el tiempo es ahora cosa importantsima. Debera estar ya en e
l frente, y una comida en mi honor significara un milln de dlares por da de prdida pa
ra el pas.
Cuando se hubo marchado, dijo Lincoln: No s exactamente. lo que debo pensar de l. E
s el individuo ms tranquilo que he visto en mi vida y el menos aparatoso de cuant
os conozco. Creo que ha estado varias veces en esta habitacin un minuto, o cosa a
s, antes de que yo me enterase de su presencia. Pero as ocurre siempre. La nica pru
eba de que se encuentra en algn sitio es que hace andar las cosas Todos los dems, e
n cuanto se trataba del plan de campaa, me decan: No creo que pueda llevarlo a cabo
, pero si usted quiere, lo tratar. De esta forma intentaban siempre echar toda la
responsabilidad sobre m, todos queran que el general fuese yo.
En cambio, Grant ni siquiera me ha dicho sus planes, que no conozco, ni necesito
conocer.
Celebro haber encontrado un hombre capaz de marchar adelante sin m. Los dems, lueg
o de mucho mirar las cosas, acaban siempre por pedirme, para entrar en campaa, al
go que de sobra saban que no poda darles, declarando que sin aquello jams podra obte
nerse la victoria. Por regla general, pedan fuerzas de caballera. Cuando tom el man
do Grant, yo esperaba que tambin se saldra con su imposibilidad predilecta y, por
de contado, pens que se tratara una vez ms de caballera, pues no tenamos suficientes
caballos para toda nuestra gente, y en Harpers Ferry haba 15.000 hombres y ni un
solo caballo. Pues bien, el otro da me escribi Grant sobre el particular, pero slo
para preguntarme si los convertiramos en fuerzas de infantera o los licencibamos.
Y as, por fin, al trmino casi de la guerra y de su vida, encontr Lincoln un hombre
de su mismo calibre, un igual suyo en sencillez, honorabilidad y penetracin. Al e
ncargarse Grant del Centro, puso al frente del ejrcito que hasta entonces mandara
a su amigo Sherman, hombre de decisiones rpidas y golpe de vista seguro, oficial
que era tan estricto con sus subordinados como dulce y afable con el mundo, ya
fuesen hombres, nios o animales, y que, hasta despus de las grandes victorias por l
obtenidas a fines de aquel ao, continu reconociendo siempre a Grant como un maest
ro y superior. Inmediatamente comenz Sherman a perseguir a Johnston, su contrario
, con fuerzas superiores, obligndole a replegarse paulatinamente hacia Atlanta, h
asta que, por ltimo, en el mes de septiembre, conquist aquella posicin importantsima
, situada en el interior del territorio enemigo, convirtindola en base de ulterio
res operaciones.
Grant, el primer general que no exigi nada al Presidente, porque nada esperaba co
nseguir, observ que Lincoln tampoco le peda nada, por esperarlo todo de l. La sigui
ente carta de Lincoln a Grant as lo demuestra: Como seguramente ya no le volver a v
er antes de comenzar la nueva campaa, deseo expresarle, por la presente, mi enter
a satisfaccin por todo lo que ha llevado a cabo hasta ahora, tal como lo veo y en
tiendo. No conozco los detalles de su plan, ni pretendo tampoco conocerlos. Uste
d es de espritu vigilante y certero; y satisfecho con esto, no quiero en modo alg
uno poner trabas a su actuacin, ni torcer su criterio Si le hace falta algo que yo
pueda facilitarle, le ruego que me lo diga. Ahora, con un ejrcito aguerrido y un
a causa justa, quiera Dios protegerle. Y aqu encontramos de nuevo el ltimo y ms herm
oso estilo de Lincoln, el acento del padre.
Segn el juicio de los tcnicos, Grant era inferior a su enemigo Lee como general en
jefe. La tctica de Grant era, como l mismo deca, arremeter de continuo contra el e
nemigo, buscarlo y hostilizarlo sin cesar, pues el ejrcito del Sur ya no estaba e
n situacin de reponer sus fuerzas.
Mientras ms territorio conquistasen, ms gente podran reclutar los del Norte, en tan
to que las prdidas del enemigo seran ms difciles de remediar. Pero, a pesar de todo,
Lee consegua siempre escapar. Era, en suma, una partida de ajedrez entre dos mae
stros, uno de los cuales tiene casi todas las piezas, mientras que al otro le qu
edan solamente unas pocas, pero que, as y todo, da mucho que hacer a su contrario
a causa de la superioridad de su juego. En la primavera hubo algunos combates p
oco decisivos, en los mismos campos de batalla del ao anterior, Y. en junio, las
tropas de Grant sufrieron algunos reveses que comprometieron la situacin de ste, a
unque no por eso se alarmara lo ms mnimo Lincoln. Por ltimo, en el mes de julio, es
tando Grant con 150.000 hombres ante Petersburg y Richmond, la capital se vio am
enazada por uno de los generales de Lee, exactamente lo mismo que tres aos antes
El enemigo estaba ya tan cercano, que poda atacar uno de los fuertes de Washingto
n. La ciudad estaba casi indefensa, compuesta como se hallaba su guarnicin casi e
xclusivamente de reclutas bisoos. El Potomac haba sido pasado por los sudistas, qu
e habran podido, con un golpe de mano, apoderarse del Presidente y del Gobierno,
como aquella otra vez, al comienzo de la guerra.
Un vapor se hallaba a punto de zarpar en el momento preciso, para poner a salvo
al Gobierno.
Lincoln era demasiado fatalista y estaba demasiado cansado de todo aquello para
temer la muerte.
Visit, pues, el fuerte amenazado y oy silbar las balas sobre su cabeza, pero conse
rv toda su calma y pudo telegrafiar al general: Estemos alerta, pero conservemos l
a sangre fra. Y, en efecto, el ministro Welles lo hall, al medioda, tranquilamente s
entado a la sombra, apoyado contra el pretil del fuerte, y de espaldas al enemig
o. Por esa cmoda postura se vea claramente que Lincoln se hallaba all mucho ms a gus
to de lo que se encontrara Grant en la Casa Blanca.
Las tropas que ste envi en auxilio de la capital llegaron justo a tiempo de desalo
jar al enemigo, que, no obstante, pudo replegarse tranquilamente hacia el Potoma
c.
De las nuevas elecciones presidenciales dependa la suerte del pas. Aunque las ltima
s haban agudizado el conflicto, es indudable que este conflicto habra podido evita
rse, de haber mostrado el Sur cierta moderacin. Ahora, la lucha se encontraba en
un momento culminante y la decisin no poda ya tardar mucho, pero esta decisin depen
da de las futuras elecciones mucho ms de lo que dependiera el comienzo de la guerr
a de las anteriores. Si sala Presidente un demcrata, es seguro que no tendra, como
Lincoln, que dirigir los acontecimientos, pues su simple eleccin a principio de n
oviembre bastara para paralizar las fuerzas del Norte y reanimar las del Sur, sab
iendo como saban ambos que los demcratas tenan slo por objeto una paz sin victoria.
Por el contrario, un Presidente republicano significara la continuacin de la guerr
a hasta el completo triunfo. Para Lincoln, esta alternativa apareca complicada po
r el hecho de la hostilidad de su propio partido. El sector radical le odiaba, p
orque sus vacilaciones, en un principio, le haban impedido pronunciarse con clari
dad respecto a la cuestin de la esclavitud, y porque ms adelante, cuando decidiera
la abolicin, lo hiciera as, solamente como una medida de guerra. Los partidarios
de Greely tenan razones personales para desear otro Presidente que Lincoln, vacil
ando, al principio, entre el general Butler y el general Rosencrans, pero decidin
dose, al fin, por Frmont. Lincoln deca de estos dos partidos que cada uno vera la de
rrota del partido contrario con mucho ms gusto que la de Jefferson. Realmente, ha
bra que darles de cabezadas unos contra otros.
Con todo, el peor enemigo de Lincoln no estaba en el frente, como estos otros ge
nerales, sino que se sentaba a su lado en la Cmara y hablaba con l todos los das. st
e era Chase, quien, como ministro de Hacienda, haba servido excelentemente al pas,
aunque a Lincoln, personalmente, no le mostrara nunca la menor fidelidad. Lleva
do de su ambicin, ya durante el invierno se haba presentado clandestinamente como
posible candidato, comenzando por criticar acerbamente a Lincoln. As, escribi, al
principio del cuarto ao de presidencia de ste, al redactor de un peridico: Si aqu hub
iese habido un Gobierno, en el verdadero sentido de la palabra, un Presidente qu
e consultase con su Gabinete y tuviese en cuenta su criterio y, con su ayuda, re
alizara una labor activa, econmica y enrgica en todos los departamentos del servic
io pblico, entonces s que habramos podido haber hablado libremente y desafiado al m
undo. Pero nuestra situacin ha sido aqu siempre muy distinta. Aqu, a cada uno se no
s encomiendan asuntos diferentes de los que nos incumben; yo, tan pronto presido
una junta de asuntos econmicos, como de cualquier otra cosa; los ministros de Gu
erra y Marina s ocupan tambin a veces en materias completamente distintas a las de
sus respectivos departamentos, y Seward dirige los asuntos exteriores con escass
ima ayuda. No hay unidad ni sistema, fuera del puramente departamental Cmo podra nad
ie, en tales circunstancias, dar a conocer un programa poltico, que slo la unin, la
inteligencia y el valor haran factible? En trminos parecidos escribi tambin a otro c
orresponsal: El Gobierno no puede continuar como est, pues esto no es un Gobierno
en el verdadero sentido de la palabra. Hay ministros y hay un Presidente: esto e
s todo.
Este ltimo deja la administracin casi enteramente en manos de los primeros, y resu
elve por s mismo, relativamente, muy pocos asuntos. Aqullos, por otra parte, obran
casi con absoluta independencia unos de otros.
As criticaba Chase, desde dos puntos de vista contradictorios, al Gabinete, repro
chando a la vez al Presidente que fuera demasiado dictatorial y que no lo fuera
bastante; aunque, desde luego, lo nico en que poda tener razn, de cuanto echara en
cara a Lincoln, era en la poca aficin de ste, reconocida por su mismo fidelsimo Wel
les, al trabajo sistemtico, prefiriendo tratar las cuestiones con una sola person
a y descuidando, por consiguiente, en algunas ocasiones, informar, como hubiera
sido de rigor, a algunos miembros del Gabinete. Ahora bien, si era permisible el
confiar estas crticas a un cuaderno de notas, como Welles, en modo alguno poda co
nsiderarse honorable el escribirlas, un ao antes de expirar el trmino presidencial
, a extraos, que se apresuraran a propalarlas, del mismo modo que tampoco poda admi
tirse se usara el tono propio de una discusin sobre acontecimientos hace largo ti
empo ocurridos, al hablar de un hombre con el que a la sazn trabajaba a diario. C
uando, ms tarde, en un documento del partido, se hizo referencia a l como posible
candidato, Chase asegur a Lincoln que 61 no haba hecho nada para ello y, como ya o
tras muchas veces, le present la dimisin.
A lo que hubo de replicar Lincoln: Mis amigos me traen documentos, pero yo no los
leo; ellos me dicen lo que les parece, y yo pregunto nada ms. El que usted conti
ne al frente del ministerio de Hacienda es cuestin que debo decidir teniendo slo en
cuenta el bien del Estado, y, en este respecto, no veo que exista motivo alguno
para un cambio.
Y, por el tono fro con que contina, se ve que Lincoln comprenda cabalmente la situa
cin:
Quiero, mientras me sea posible, cerrar los ojos a todas las cosas. Chase es un b
uen ministro, y lo conservar en su puesto Que es nombrado Presidente? Muy bien. Ojal
no tengamos nunca uno peor! Lo nico que lamento es la forma en que trata de afian
zar su posicin. Tan pronto como ve que algn asunto importante me ocasiona dificult
ades y que tengo que adoptar una resolucin molesta contra alguna persona de influ
encia, acto seguido se coloca en la oposicin, convenciendo a la supuesta vctima de
que se le hace una injusticia y de que l la habra resuelto en otra forma muy dist
inta Por lo general, cumple su obligacin mejor que ningn otro. Y digo por lo genera
l, porque se ha vuelto en estos ltimos tiempos tan intratable y malhumorado, que
no se siente satisfecho hasta que se encuentra en un estado de nimo punto menos q
ue desesperado y ve a todo el mundo en torno suyo de tan mal humor como l.
Las relaciones entre ambos hombres fluctuaron durante algunos meses. A veces dira
se que le gustaba a Lincoln ver irritado a Chase. En cierta ocasin le pregunt a un
conocido: Usted se ha criado en una granja, no es cierto? Entonces sabr usted lo q
ue es un tbano. Pues ver: una vez araba yo, juntamente con mi hermano, en una haci
enda de Illinois. Yo guiaba el caballo y l sostena el arado, pero el caballo no qu
era andar. De pronto, sin embargo, ech a correr por el campo, de tal forma, que, a
pesar de mis largas zancas, casi me era imposible seguirlo. Por fin, logr sujeta
rlo al final del surco, pudiendo observar que un enorme tbano haba hecho presa en
el pobre animal. De un manotazo lo libr de tal enemigo; y habindome preguntado mi
hermano por qu lo haba hecho, le respond que porque no quera que nuestro pobre cabal
lo sufriese sus picaduras. Bah, replic mi hermano, gracias a ellas ha corrido tan
bien! De modo que, si mister Chase tiene un tbano presidencial que le pica, no se
r yo quien tratar esta vez de librarle de l, ya que, gracias a eso, marcha tan bien
su ministerio.
Aqu tenemos, sentado en su poltrona, al Presidente de los Estados Unidos, y cuand
o habla de su juventud, de cmo yo araba una vez con mi hermano, el poema de esta vi
da se nos revela bruscamente, y tambin la sencilla grandeza de un pueblo en que t
ales recuerdos ms de una vez han podido ser motivo de bendicin para la comunidad.
Tal es el aura del hombre del pueblo del lejano Oeste, una aura que jams le aband
ona, y la ingnita gravedad de su aspecto, que hace que, en los momentos decisivos
, hasta los escpticos se pongan de su lado; pues, piensen o sientan lo que quiera
n contra l, su seriedad y rectitud, la ponderacin y sagacidad que aparecen, en los
rasgos, cada vez ms manifiestos de su carcter, y la mirada y el tono paternales c
on que contempla y se dirige a todo el mundo, y su arte de la parbola con que sie
mpre llega a lo ms ntimo de la vida de las gentes, todo esto, amalgamado, le sirve
para atraer a los vacilantes y para encadenar slidamente a l a sus partidarios.
Cul poda ser la razn para que el nombre de este hombre, cuyas disposiciones eran dis
cutidas, mal entendidas, y casi siempre combatidas, se hubiera, a pesar de todo,
no slo mantenido en el corazn del pueblo, sino echado en l firmes races, a medida q
ue pasaban los aos? Sencillamente: sus contestaciones, sus discursos y aquellas c
artas abiertas en las que pareca consultar al pueblo. Por eso comenzaron sus amig
os la nueva campaa electoral publicando, a dos columnas, en los peridicos, las hist
orietas de Lincoln. Pero nada le fue tan provechoso como lo que dijo a una comisin
que le fue a visitar: Yo, seores, no me imagino ser el hombre que ms vale de este
pas; pero me acuerdo siempre de aquel cuento de un aldeano holands que, yendo de v
iaje, deca a sus acompaantes que no es bueno cambiar de caballos cuando se est vade
ando un ro. Frase formidable, en su fuerza y brevedad inteligible hasta por la cam
pesina ms obtusa, y lo bastante aguzada para echar abajo a un leguleyo.
Y s sucedi que, al reunirse la Convencin en Baltimore, aquel mes de junio, desapare
cieron de repente los generales y Chase, acordndose lo siguiente: Aprobamos el cie
rto, el desinteresado patriotismo y la fidelidad a la Constitucin con que Lincoln
ha cumplido los grandes deberes y responsabilidades de su puesto y, muy especial
mente, su proclama en favor de la emancipacin. Por deseo expreso de Lincoln, se co
pi en el programa electoral, como punto capital, la ley constitucional que legiti
maba aquel acto. Era el punto ms peligroso para su reeleccin, pero l quera, a todo t
rance, la mayor claridad. Todos los republicanos le votaron por segunda vez, con
excepcin del delegado de Missouri, el Estado esclavista que produjera la mayor p
arte de los radicales.
Los trminos de la aceptacin de Lincoln eran especialmente fros: El verme llamado al
poder por segunda vez no lo considero, en modo alguno, como una atencin personal,
sino solamente como la expresin del pensamiento general de que, para llevar a trm
ino una obra difcil, quiz sea yo ms a propsito que cualquier otro que no hubiera pas
ado por tan dura escuela.
Esta vez no haba tenido que llamar en su ayuda al maestro de escuela, como hicier
a cuatro aos antes, al aceptar el nombramiento. De haberlo hecho as, seguramente q
ue su amigo le habra disuadido de emplear la forma seca y fra de la tercera person
a, que slo poda explicarse como una expresin ulterior de la reserva que le hiciera
evitar toda apariencia de aspiracin al poder.
Pues Lincoln, a quien molestaban las formalidades de la etiqueta, desde el cuell
o de la camisa hasta la pose oficial, miraba mucho por su dignidad de Presidente
y en modo alguno habra accedido a rebajarla mostrando la avidez del candidato.
Los demcratas tampoco estaban de acuerdo entre s, pues mientras la mitad quera cont
inuar la guerra, los otros eran partidarios de terminarla a toda costa. Vallandi
gham perteneca a estos ltimos y Seymour a los primeros. nicamente coincidan en la con
clusin de que la guerra era un fracaso. As, ni un derrotista ni un conquistador habran
llenado las condiciones como candidato demcrata.
Lo mejor sera un general destituido, a quien los unos pudieran votar considerando
que la guerra haba sido mal dirigida, y los otros considerando que haba que lleva
rla rpidamente a feliz trmino. Mas, quin era el hombre providencial que pudiera dese
mpear este papel? Huelga decir que McClellan. No era ste la vctima ms conspicua del p
artido que gobernaba? Que la guerra hubiese sido un fracaso, es cosa que no lleg
a decir en su discurso, pero s dio claramente a entender que l lo habra hecho mucho
mejor. Ante este dilema, procuraban, l y su partido, empequeecer las victorias de
aquellos doce meses. Y cuando tuvieron la mala suerte de verse sorprendidos por
la noticia de un nuevo avance de Grant, supieron hacer perfectamente como si no
En el mes de julio se celebr una asamblea en honor de Grant, sin tratar apenas de
disimular su verdadero objeto, que era el de nombrarlo candidato. Se suplic la a
sistencia de Lincoln a la misma, pero ste escribi: Desgraciadamente, no puedo asist
ir. Aprobar, sin embargo, cuanto contribuya a alentar y sostener a Grant y a los
nobles ejrcitos que tiene a sus rdenes. l y sus valientes soldados estn pasando actu
almente por una dura prueba, y yo confo que en vuestra asamblea haris que vuestras
palabras puedan convertirse en hombres y espadas para ayuda de Grant y de los s
uyos. En este inapreciable comentario, que recuerda a Grant su cometido, se ve de
nuevo el hombre sagaz y cauteloso, que jams abandona su buido humorismo.
Por otra parte, an no estaba Lincoln muy seguro de que el gusano a que antes se r
efera, provocado por las alabanzas y aclamaciones de la muchedumbre, no hubiese e
ntrado ya en el alma de Grant. Tal es su temor de que ello pueda ocurrir y de la
s fatales consecuencias que tendra para la marcha de la campaa militar, que enva al
frente a una persona de toda su confianza, para que inquiera discretamente y le
informe sobre el particular. Pero, a la primera pregunta del confidente sobre s
us designios presidenciales, contesta Grant, descargando un puetazo sobre el braz
o de su silln de campaa: Presentarme yo candidato? Qu absurdo!
Por mucho que hagan, no me obligarn a ello! Movimiento de clera extraordinariamente
raro en aquel hombre tan tranquilo.
Le ha dicho usted eso al Presidente?, le pregunt el visitante.
No. No lo he credo necesario, respondi; y a continuacin: Y considero tan necesario par
a la causa que sea l elegido, como que el ejrcito tenga xito en el campo de batalla.
Estas noticias tranquilizaron grandemente a Lincoln, que, al conocerlas, dijo: Ya
le haba yo dicho a usted que no conseguira convencerle de que se presentase candi
dato; por lo menos hasta que haya dominado la rebelin. Pero el caso es que haba nec
esitado para su tranquilidad la confirmacin expresa de su presentimiento. Por otr
a parte, ya antes de esto haba dicho, refirindose a Grant: Si toma Richmond, que se
a Presidente, si quiere. La rivalidad de McClellan, al que se senta muy superior,
no le preocupaba lo ms mnimo; pero con Grant ya era cosa muy distinta; l saba perfec
tamente que Grant, como soldado, tena importancia pareja a la de l como poltico: y,
adems, era el brazo que su cabeza necesitaba justamente en aquellos momentos. As,
si alguna rivalidad pudo haber, fue puramente en la intimidad, entre bastidores
, sin que jams trascendiera al tablado electoral; sin contar que las ideas y los
objetivos polticos de Grant eran justamente los que Lincoln haba venido propugnand
o durante aquellos tres aos. De aqu la intranquilidad de este ltimo, cuando temi ten
er al general por contrincante; y de ah tambin el peso que se le quit de encima al
saber que ste no pensaba sino era llevar adelante su empresa militar.
Cun distintos debieron ser sus sentimientos con respecto a Chase que, como hemos v
isto en la intriga antes referida, traicionara tan burdamente sus confianzas! Ah
ora, Lincoln tom la palabra a su ministro de Hacienda, le acept la dimisin, con que
tantas veces le amenazara, y lo dej marchar, en un momento en que semejante paso
por parte de un abolicionista tan notorio no poda dejar de ejercer una reaccin de
sfavorable en la lucha electoral. Pero ello no era para arredrar a un hombre com
o Lincoln, que hasta se atrevi, en el momento ms crtico del perodo electoral, a anun
ciar una nueva leva de tropas. Sus amigos le previnieron con insistencia del pel
igro que entraaba la medida, pero l contest: No, seores! El pueblo debe saber de qu se
trata. Debe saber que mi reeleccin supone el aplastamiento de la rebelin por la fu
erza de las armas. No debemos ser vencidos, aunque yo lo sea. Con este espritu mag
nnimo, emprendi la lucha interior al mismo tiempo que la exterior, declarando pblic
amente: No fuimos nosotros quienes comenzamos esta guerra; la aceptamos solamente
. La aceptamos para alcanzar un objetivo.
Cuando este objetivo est alcanzado, terminar la guerra, y espero que Dios no pondr
fin a ella hasta que se haya alcanzado dicho objetivo.
En este tono viril reconocemos una vez ms la voz del luchador, cuyo papel tendr Li
ncoln, el padre, que desempear todava durante unos cuantos meses.
Pues la nueva leva de tropas haba levantado una tempestad por ambas partes. El acto
arbitrario de un tirano!, clamaban los peridicos. Ha violado la libertad personal,
la de la Prensa, la de la Constitucin y el derecho de asilo; ha frustrado los de
seos de paz del enemigo y el breve tiempo de su Presidencia le ha bastado para a
busar de todos los poderes colocados en manos de un dictador en tiempos de guerr
los demcratas. stos sacrificaran todos los blancos del Norte con tal objeto. En ca
mbio, nosotros contamos, en la actualidad, con unos ciento cincuenta mil hombres
de color al servicio del Estado, la mayor parte de ellos bajo las armas. Los de
mcratas exigen la disolucin de estas tropas y que se d satisfaccin a sus antiguos pr
opietarios, volvindolos al estado de esclavitud. Los negros que ahora ayudan all a
que aquellos de nuestros soldados que hacen prisioneros escapen, se convertiran
en enemigos nuestros, con la vana esperanza de ganarse la buena voluntad de sus
amos, y entonces tendramos que luchar contra dos pueblos en vez de uno Es que queris
dar a nuestros enemigos tales ventajas militares que aseguren su triunfo, para
luego atraerlos de nuevo a la Unin mediante halagos, condescendencias y concesion
es? Abandonad todos los puestos actualmente desempeados por negros, quitadnos cie
nto cincuenta mil y ponedlos en el campo de batalla contra nosotros, y no pasarn
tres semanas sin que tengamos que abandonar la guerra Ha habido hombres lo bastan
te viles para proponerme que volviera a esclavizar a los soldados negros de Port
Hudson y Olustee, para recuperar as la estimacin de los amos contra los cuales lu
charon. Pero, si yo hiciera eso, merecera ser condenado en este mundo y en el otr
o.
Tales eran las dudas que, en aquellas semanas de agosto, turbaban el envejecido
corazn del amigo del pueblo. Pasa por esos terribles momentos de desaliento a que
ningn profeta puede escapar; esas horas en las que hasta el que se siente inspir
ado por el fuego divino siente calarle los huesos el fro de la soledad y, viendo
como todo huye de l, empieza a preguntarse si no ser ya tiempo tambin de huir de s m
ismo. Pero si, al fin, decidiera retirarse, no sera ello dejar el sitio, en el mej
or de los casos, a un radical o a un indiferente, que nuevamente escindira la nac
in, o tratara de hacer la paz sin garantas? Por otra parte, no era verosmil el triunf
o de McClellan, en el campo de los demcratas, aunque Lincoln persistiese en su ca
ndidatura? Y, en ese caso, ese patricio, amigo de los capitalistas y las clases
adineradas, no se vera impulsado, tanto por inclinacin como por programa poltico, a
restablecer la esclavitud de los negros, perdiendo as, al mismo tiempo, la guerra
y las ideas por que sta se llevara a cabo? Ya corran rumores de que McClellan, en
caso de ser elegido en noviembre, asumira el poder inmediatamente, en vez de esp
erar hasta marzo. Rumores a los que replic Lincoln mandando anunciar que, fuera c
ual fuese el resultado de las elecciones, l permanecera en su puesto hasta el ltimo
da sealado por la ley.
Pero, y si era elegido McClellan y se repeta aquella situacin de duplicidad del pod
er que llevara cuatro aos antes al mismo Lincoln, durante aquellos meses de dicie
mbre a marzo, casi al borde de la desesperacin? Tendra el pas, por segunda vez, que
verse sacudido y desgarrado en opuestas direcciones, durante aquel perodo de inte
rregno, por los miembros refractarios del Gabinete, dando al traste con la unida
d del Gobierno, que era precisamente su caracterstica ms esencial? No se podra, por
el contrario, emplear con provecho las facultades de McClellan para el reclutami
ento, durante aquellos tranquilos meses de invierno? Preocupado con estos pensam
ientos, decidi Lincoln, por modo realmente bastante desusado, asegurarse de sus m
inistros, para el caso de un posible interregno. Con tal fin, deberan aqullos firm
ar el siguiente compromiso:
Esta maana, lo mismo que desde hace ya algunos das, parece en extremo probable que
este Gobierno no ser reelegido. En tal caso, mi deber ser trabajar con el futuro P
residente, desde su eleccin hasta la toma de posesin, para el salvamento de la Unin
; teniendo en cuenta que aquel habr asegurado su eleccin en unos trminos que no hab
ran de permitirle su salvamento ulterior.
Segn el mismo Lincoln declar ms tarde confidencialmente, su deseo era aprovechar lo
mejor posible la influencia de McClellan despus de su eleccin. De este modo logra
ra quizs hacerle desistir de su propsito de una usurpacin ilegal de autoridad, al pa
r que aseguraba a sus antiguos colaboradores.
Pero, cmo arrancar tal promesa a su Gabinete? Se habran hecho, realmente, amigos suy
os aquellos hombres durante los aos que haban trabajado juntos? Welles y Stanton l
e eran fieles, aunque celosos el uno del otro, como lo estn siempre el ejrcito y l
a marina. Si Stanton le ha dicho a usted que yo soy un asno, seguramente que lo s
oy, pues l tiene casi siempre razn y dice, generalmente, lo que piensa. Al influyen
te Blair acababa de destituirle Lincoln en un momento sumamente desfavorable. Se
ward, en un principio celoso del Presidente, pero unido ahora a ste por la antipa
ta a sus colegas, no era, sin embargo, de naturaleza propia para tener cario a nad
ie. Por otra parte, el mismo carcter irregular de Lincoln no era el ms adecuado pa
ra hacer un todo homogneo de un puado de hombres; razn por la cual haba sido siempre
su Gabinete una estructura amorfa. Debera dar a aquellos hombres, entre los cuale
s haba dos nuevos, y por tanto desconocidos, tan peligrosa prueba de debilidad? P
ero es el caso que necesitaba sus firmas. Qu hizo, pues? Lleg a la reunin del Gabine
te, puso sobre la mesa el compromiso, escrito en una hoja de papel, plegada de m
odo que no pudieran leer el contenido, y les pidi que firmaran sin leerlo. Luego
de firmado, lo lacr y se lo llev consigo.
Que firmaran as, a ciegas @sorprendidos, pero no alarmados, es una de las pruebas
ms decisivas del poder sugestivo de Lincoln. Pues hay que tener en cuenta que cu
ando hizo circular as el pliego, para su firma, alrededor de la mesa del consejo,
no se hallaba entre amigos, sino entre funcionarios, de los cuales, dos, como mx
imum, le tenan un personal afecto. No cabe duda de que si la Historia coleccionar
a alguna vez los documentos en que mejor se manifestara el carcter de Lincoln, te
ndra que figurar entre ellos esta hoja en la que un padre prudente y lleno de exp
eriencia trataba de prevenir el futuro.
Sbitamente, operse un cambio en la opinin. Pocos das despus de aquella firma a ciegas
, lleg la noticia de que Sherman haba realizado una marcha victoriosa hacia Georgi
a, conquistando Atlanta, y permitiendo a Lincoln, cmo contestacin al convenio de l
os demcratas cansados de la guerra, organizar un solemne acto de accin de gracias
por las nuevas victorias.
Como ahora el ejrcito del Oeste se hallaba en condiciones de adentrarse en territ
orio enemigo, creci en todo el Norte la esperanza y, con ella, las probabilidades
electorales favorables a Lincoln. Los asaltos a los Bancos, los robos y asesina
tos en la frontera canadiense demostraron a los ciudadanos a lo que poda conducir
una revolucin en tiempo de guerra. Schurz dej su puesto de general, para poder ab
ogar por Lincoln, como hiciera cuatro aos antes, y hasta el mismo Chase, despus de
varios meses de enemistad, tom una resolucin semejante. En aquella nueva disposic
in de nimo, efecto de la victoria, los demcratas no hicieron sino perjudicarse a s m
ismos al hablar, desde las tribunas, del fracaso de la guerra, y los jefes del p
artido se sintieron todava ms intranquilos al or que el mismo McClellan preconizaba
la continuacin de la lucha.
Hasta el Sur contribuy indirectamente a la reeleccin de Lincoln, preguntndoles a lo
s prisioneros, antes de canjearlos, por quines pensaban votar, y permitiendo slo a
los demcratas volver al Norte, con lo cual no haca otra cosa que comprometerlos.
Pero los partidarios ms entusiastas de Pap Abraham fueron, sobre todo, los soldado
s.
Lincoln saba, realmente, granjearse su voluntad, como cuando, hablando a un regim
iento de Ohio, les dijo: Temporalmente ocupo yo esta gran Casa Blanca. Soy, pues,
la prueba viva de que cada uno de vuestros hijos puede esperar venir a ocuparla
exactamente con las mismas probabilidades que tuvo el hijo de mi padre. Y para
que todos vosotros tengis, gracias a este gobierno libre que habis disfrutado, un
horizonte abierto y las mejores probabilidades de emplear vuestra laboriosidad,
inteligencia e iniciativa, para que todos tengis los mismos privilegios en la luc
ha por la vida, dentro de las aspiraciones legtimas, es por lo que debe continuar
se esta guerra, que defiende nuestros derechos de la sangre.
El da de las elecciones hallbase Lincoln, como era su costumbre por la tarde, en l
a cmara telegrfica del ministerio de la Guerra, rodeado de algunos conocidos. Pero
esta vez no era el avance de sus generales lo que el telgrafo deba comunicarle, s
ino el de sus electores; y quiz pensase en aquel otro da, cuatro aos antes, cuando
esperaba, en su casita de Springfield, las noticias de los Estados lejanos y de
las grandes ciudades. Pero, ahora, como entonces, en el corazn de la capital, com
o en la villa provincial, al cabo de seis meses de constante excitacin, comprenda
que era preciso conservar la serenidad en el da de la prueba decisiva. Stanton lea
los telegramas, Lincoln les echaba una ojeada y los comentaba. Hasta que hubo u
nos minutos de pausa, que aprovech Lincoln para llamar a uno de sus secretarios y
preguntarle: No ha ledo usted los escritos de Petroleum Nasby?
No he hecho ms que mirarlos por encima, contest aqul; y por cierto que me parecen mu
y cmicos.
Bueno, aadi Lincoln, permtanme leerles una muestra. Y sac del bolsillo un cuaderno ama
rillo y ley en alta voz las caricaturas polticas de aquel humorista. Stanton se im
pacientaba, pero Lincoln sigui leyendo, impertrrito, hasta que llegaron nuevos des
pachos; y, una vez ledos stos, an hubo de proseguir con la lectura de aquellas extr
avagantes ancdotas. Era uno de esos momentos en los cuales aquel hombre, tan mode
rado, necesitaba calmar su tensin nerviosa bromeando o haciendo chistes, momentos
, por lo general, muy poco gratos a las personas bien educadas de ambos sexos qu
e le rodeaban, pero que a nosotros, al cabo de medio siglo, nos dan la clave del
corazn de este hombre, el ms natural y sencillo de cuantos han gobernado a sus se
mejantes.
Por una arrolladora mayora, 212 votos electorales de 233, fue Lincoln elegido por
segunda vez.
De los Estados que tomaron parte en las elecciones, slo tres votaron en contra de
Lincoln, entre ellos Kentucky, su pas natal. La diferencia entre las cifras de e
sta votacin y las de su primera eleccin se deba a la secesin del Sur.
En la noche que sigui al da de la votacin, habl a la multitud, expresndose en los sig
uientes trminos: Doy gracias a Dios por esta aprobacin del pueblo. Pero, como creo
conocer mi corazn, puedo afirmar que, aunque agradecido a esta prueba de confianz
a, no hay en m el menor asomo de triunfo personal, pues no es un placer para m el
triunfar de nadie. Y al da siguiente, por la noche, despus de una serenata con que
fue obsequiado, volviendo a ocuparse de un antiguo problema, resumi del modo sigu
iente sus ideas sobre el problema del Estado:
Desde hace largo tiempo es una grave cuestin la de si un Gobierno que no sea demas
iado fuerte para las libertades de un pueblo podr ser lo bastante fuerte para man
tener su existencia en los trances difciles Lo que aqu ha sucedido se repetir siempr
e que concurran circunstancias anlogas, pues la naturaleza humana no cambia. En t
odas las grandes crisis nacionales futuras puede asegurarse que tendremos hombre
s tan fuertes y tan dbiles, tan necios y tan sabios, tan buenos y tan malos como
hemos tenido en sta. Por lo tanto, estudiemos los incidentes de ella para aprende
r de los mismos, pero sin considerarlos como males que hubieran de ser vengados
La votacin ha demostrado, adems, que un Gobierno popular puede llevar a cabo unas
elecciones populares en medio de una gran guerra civil, lo que hasta hoy haba con
siderado el mundo como imposible. Ello prueba tambin lo unidos que estamos y la f
uerza de que an disponemos El que alguien pudiera sentirse decepcionado por el res
ultado de las elecciones no es, ni remotamente, motivo de satisfaccin para m, y me
pregunto si podr rogar a los que han estado a mi lado que compartan esta disposi
cin de mi nimo con respecto a aquellos que no lo estuvieron. Y ahora, seores, permi
tidme que termine pidindoos de todo corazn que me acompais en tres fervientes hurras!
por nuestros heroicos soldados y marineros, as como por sus valerosos y hbiles je
fes.
Ni una sola palabra de jactancia, ni el menor ademn de vanagloria. Slo una sencill
a manifestacin de gratitud, junto al pensamiento de un escptico que, ni por un ins
tante, se excluye de la imperfeccin humana. Y, entre estas manifestaciones delica
damente formuladas, pronunciadas casi con temor, la splica de que, en vista del p
eligro comn, dejasen de querellarse unos contra otros.
De esta actitud del vencedor en la lucha electoral puede inducirse la forma huma
nitaria y hbil con que Lincoln, como vencedor en la guerra, habra pacificado y rec
onstruido el Sur. De todos modos, la obra estaba ya comenzada.
Deseo gobernar en tal forma que, al final, cuando haya dejado las riendas y haya
perdido todas las amistades sobre la tierra, me quede cuando menos un amigo den
tro de m. Pero, justamente porque gobernaba ajustndose a esta idea, se le combata en
carnizadamente, y hasta es muy posible que no hubiese triunfado en las segundas
elecciones si las ltimas victorias en los campos de batalla no hubiesen justifica
do plenamente su poltica; y porque gobern con arreglo a aquel principio es por lo
que fue, hasta en el Congreso, durante el ltimo ao de su vida, acusado de haberse
excedido en sus derechos y arrogado poderes dictatoriales en relacin con el espin
ossimo extremo de la reconstruccin del pas. Su opinin, efectivamente, vacilaba con r
especto a la cuestin de hasta qu punto tena el Congreso derecho a rechazar diputado
s y senadores de las regiones reconquistadas, ya se tratara de nuevos nombramien
tos o de los antiguos, repuestos en sus cargos, cuestin que an se tornaba ms ardua
al referirse a los Estados fronterizos.
Por lo pronto, este ao, en Missouri, haba resultado indispensable el afiliarse a u
n partido u otro; la neutralidad era sospechosa y la propiedad no estaba segura.
Por esta razn, escribi al gobernador dndole un consejo que aun hoy debiera inculca
rse como mxima de oro a todo militar imparcial: Procure, le deca, que sus tropas se
an lo bastantes fuertes para rechazar los ataques del enemigo, pero no para mole
star y perseguir sin necesidad al pueblo. Es una labor muy difcil, ya lo s Procure,
sin embargo, hacerlo as, y si le atacan los dos bandos o no le ataca ninguno, el
lo ser acaso seal de que ha obrado usted justamente. Pero gurdese mucho de ser ataca
do por el uno y alabado por el otro!
Louisiana, Tennessee, Missouri y Maryland venan, desde el ao 63, pensando en const
ituir nuevos Gobiernos para reintegrarse a la Unin. Mas al tratar de ponerlo en p
rctica se encontraron con que carecan, casi en absoluto, de antecedentes fidedigno
s que les indicasen la forma de anudar nuevamente los cabos sueltos. Entonces, L
incoln, con la mayor cautela a fin de no resultar autoritario, cosa que los Esta
dos aisladamente y el Congreso en conjunto no habran sin duda dejado de echarle e
n cara, acudi a todas partes, dando consejos y actuando de mediador, como un padr
e disfrazado de diplomtico. Aquel mismo verano escribi a un general de Louisiana: A
unque yo s muy bien lo que ms le convendra a este Estado, es ya cosa muy distinta e
l asumir la direccin. Me servira de satisfaccin que promulgasen ustedes una nueva C
onstitucin reconociendo la proclama de emancipacin y adoptando sta en aquellos dist
ritos a que no se refiere la proclama. Y, llegado el caso, no sera malo adoptar u
n sistema prctico, por medio del cual pudieran las dos razas ir modificando sus a
ntiguas relaciones e implantando las que, de aqu en adelante, deben ser las suyas.
Ms tarde, ya adelantadas las cosas en este sentido, escribi de nuevo al gobernador
: Ahora que se disponen ustedes a celebrar una convencin que, entre otras cosas, d
efinir el derecho electoral, me atrevo a sugerir a su consideracin particular si n
o convendra incluir en el censo a algunos ciudadanos de color, seleccionados entr
e los que posean especiales dotes de inteligencia y entre los que hayan luchado
valerosamente en nuestras filas, pues, en los borrascosos tiempos que se avecina
n, sin duda nos ayudaran a mantener en la nueva era el precioso tesoro de la Libe
rtad. De esta manera tan incierta era como se iba entonces, ante dudas y vacilaci
ones, a la resolucin de los ms importantes problemas de la nacin. Sin embargo, por
aquellas mismas fechas, posedo de una impaciencia e intranquilidad desacostumbrad
as, escriba Lincoln a Johnson, gobernador de Tennessee, apremindole en forma hasta
entonces desconocida en l:
Todo Tennessee est ya libre de enemigos armados. Por lo tanto, no creo necesario t
ener que recordarle que ha llegado la ocasin de constituir un Gobierno leal. No h
ay que perder un solo momento. Usted y sus amigos pueden resolver ah, sobre el te
rreno, mucho mejor que nosotros desde aqu. No obstante, voy a permitirme hacerle
unas cuantas indicaciones. L a reconstitucin no debe ser tal que ponga otra vez l
a direccin del Estado, y su representacin en el Congreso, en manos del enemigo de
la Unin, desterrando a sus amigos del campo de la poltica. Toda la lucha por Tenne
ssee habra sido intil para el Estado y para la nacin si terminase destituyendo al g
obernador Johnson y nombrando, en su lugar, a Harris. Esto no debe ser. Es preci
so que se las arregle usted para que ello no ocurra. Por primera y nica vez en su
vida emplea Lincoln la apremiante frase napolenica no hay que perder un momento. Y
dirase, realmente, que l mismo se siente apremiado por la necesidad.
Al mismo tiempo elevronse diversas voces en el Congreso proponiendo nuevos planes
para la reconstruccin, pretendiendo que se obrase con arreglo a ellos y no a los
del Presidente. Y cuando, poco antes de su reeleccin, sin haberlo consultado con
nadie, propuso Lincoln una proclama acerca de la reconstruccin, que llevaba apar
ejada una amnista general, media Cmara se alz en contra suya. Segn aquella proclama,
y para disfrutar de sus beneficios, bastaba slo que los condenados por delitos p
olticos jurasen cumplir la Constitucin y las leyes y favorecer la abolicin de la es
clavitud. Adems, debera reconocerse como Gobierno legtimo de un Estado el que, de a
cuerdo con aquel juramento, fuese reintegrado al Poder por una dcima parte de los
electores de 1860. Pero todos estos planes parecieron demasiado suaves para la
mayora del Congreso, que hizo burla del perdn propuesto por Lincoln, considerndolo
como una debilidad y fuerza es reconocer que quiz un poco excesiva por aquel ento
nces esta amnista tan general.
Pero como si presintiera que no haba de quedarle tiempo suficiente para terminar
la reconstruccin despus de la guerra, apresurse Lincoln a realizar lo que ms le inte
resaba de todo aquello, a saber: la abolicin de la esclavitud.
La guerra est casi terminada. Luego es preciso que el Gobierno retire sus fuerzas
de todos los Estados del Sur. Ms tarde o ms temprano, tendremos que retirarlas. Ah
ora, lo que deseo de vosotros os lo dir en cuatro palabras: haced cuanto podis, por
todos los medios imaginables, para que los negros, una vez libres, tengan derec
ho a votar! Es preciso convertirlos en electores antes de retirar nuestras tropa
s. El voto ser su nica defensa cuando hayan desaparecido las bayonetas y ellos nec
esiten esa proteccin. Desde aqu preveo ya lo que ocurrir. As es como hace rumbo, con
mano firme, hacia la poca de la paz, que tan de acuerdo est con su naturaleza; as l
ate aquel corazn consciente de su responsabilidad, al sentirse solicitado para as
egurar la paz entre los hombres.
Esta sutil simpata, fuente de toda su fuerza, que en los primeros aos de guerra, o
bligado por las circunstancias, tuvo necesidad de ocultar o, por lo menos, de no
dejar apenas que se manifestase, se exterioriz a ltima hora en toda su intensidad
. Y entonces, lo mismo que en su juventud, este sentimiento alcanzaba, por igual
, a blancos y a negros, razn por la cual ninguna clase comprendi a aquel hombre me
jor que los trabajadores. Vase cmo contesta a un comunicado de felicitacin que le d
irigieron los tradeunionistas de Manchester en una de aquellas magnficas cartas e
n las cuales dirase se comunicaba con el mundo en general:
Un deber supremo se me impona: el de conservar y defender a toda costa la Constitu
cin y la integridad del Estado. El propsito consciente de cumplir este deber es la
clave de todas las medidas que el Gobierno ha tomado y pueda tomar en lo sucesi
vo No siempre est en la mano del Gobierno ensanchar o limitar el horizonte moral Un
examen imparcial de la Historia autoriza la creencia de que las pasadas accione
s e influencias de los Estados Unidos fueron en general beneficiosas a la Humani
dad. Por eso he contado de antemano con la indulgencia de las naciones A causa de
l proceder de nuestros conciudadanos desleales, han tenido los obreros de Europa
muchas dificultades que vencer, dada la intencin manifiesta de obligarlos a reco
nocer aquel proceder. En tales circunstancias, no puedo menos de considerar vues
tra decidida adhesin como un alto ejemplo de sublime herosmo cristiano, que nunca,
ni en parte alguna, ha sido sobrepujado Es, en efecto, una enrgica y consoladora
afirmacin de la fuerza inherente a la Verdad, y del triunfo definitivo y universa
l de la justicia, la Humanidad y la Libertad.
Hay que aventar el polvo que sobre tales palabras han ido acumulando mil luchas
callejeras para, una vez limpias, poder contemplarlas en su primitivo esplendor,
Entonces las veremos tales como Lincoln las viera, pues aunque durante aquellos
aos tuviera que conservar da tras da su vista fija en la tierra, an podra encontrar,
de cuando en cuando, algunas horas del anochecer en que levantar sus ojos hacia
las estrellas. Siempre vio un ideal realizable en la reconciliacin de las clases
. Cuando los obreros de Nueva York le nombraron miembro de honor de su Sociedad,
dijo a la comisin que fue a notificrselo:
Comprenderis muy bien, como demuestra vuestro mensaje, que el movimiento actual si
gnifica ms y persigue otros fines que la mayor o menor duracin de la esclavitud af
ricana y que, en verdad, es una guerra por los derechos de todos los trabajadore
s. Pues bien, para que veis que yo lo pensaba as desde el principio de la guerra,
voy a leeros un mensaje de mi manifiesto de diciembre del 61 al Congreso, ya que
no podra expresarle mejor ahora de palabra. (Sigue aquel prrafo sobre el capital y
el trabajo.) Y contina: Nadie tan profundamente interesado en resistir a la actua
l rebelin como los trabajadores. Por lo tanto, guardaos muy mucho de prejuicios,
divisiones y hostilidades intestinas. El caso ms terrible de las algaradas del ve
rano pasado fue el ahorcamiento de unos cuantos trabajadores por otros trabajado
res. Eso no debera haber sucedido nunca! El vnculo ms fuerte de la simpata humana, ju
nto con el de la familia, debera ser el que uniese a los trabajadores de todas la
s naciones, lenguas y razas. Pero esto no debera llevar a una guerra contra la pr
opiedad y los propietarios. La propiedad es el fruto del trabajo. La propiedad e
s deseable. Es un bien positivo en este mundo. El que algunos sean ricos demuest
ra que otros pueden llegar a serlo y, por lo tanto, es un estmulo para aplicarse
al trabajo. No permitis que el que no tenga casa destruya la de otro, antes al co
ntrario, convencedle de que trabaje animosamente, a fin de que pueda tambin llega
r a tener la suya propia, asegurando as, por el ejemplo, que su casa, una vez con
struida, habr de quedar a salvo de la violencia.
He aqu, una vez ms, el arte de Lincoln para la creacin de ideas, como si fallasen s
us palabras en el granito de la razn. Pero, en realidad, este arte era slo una exp
resin de su carcter, que abarcaba la cabeza y el corazn. Nunca se ha llegado a reso
lver problema tan difcil por medios ms sencillos, y todava, al cabo de sesenta aos,
y por encima de la balumba de libros y discusiones, se nos aparecen sus palabras
tan hondas y fuertes como cuando las pronunciara, pues no era la fraseologa de u
n pensador o un estadista hablando desde lo alto de su pedestal al hombre del pu
eblo, sino las palabras derechas y sin afeites de un simple hombre de campo que,
aunque llegado a estadista, conserva la sencillez primordial qu su mismo rostro,
franco y abierto, surcado de profundas arrugas, bastaba ya a mostrarnos clarame
nte
La vida privada haba terminado. En su lugar, trabajos, agitaciones, enemigos en e
l pas, reveses en el exterior, peligros amenazando la obra de los antepasados y h
asta la pura aspiracin de su propia vida. Todo esto, casi sin tregua, durante tre
s y cuatro aos. El gigantesco cuerpo del leador haba sido atacado desde adentro, mi
nado, por as decirlo, y marcado en muchos sitios.
Una enfermedad, especie de viruelas, que contrajo en el campo de batalla, lo tuv
o algn tiempo abatido. Se quejaba de un fro continuo en las piernas, pero permanec
e firme, y solamente en muy raras ocasiones, o despus de una noche pasada en vela
con alguna preocupacin, se echaba un rato sobre un sof, en casa de Welles, o se d
eclaraba demasiado cansado para recibir visitas. No s cmo descansar, deca. Puede que
sea bueno para el cuerpo; pero lo que est cansado en m est muy adentro, y no es po
sible llegar a ello.
Con los aos aumentaron los sobresaltos, en vez de disminuir. Cuando en el frente
iban bien las cosas, arremetan contra l, en el interior del pas, los partidos poltic
os; si, por el contrario, se gozaba de tranquilidad en el interior, en seguida d
isminua el reclutamiento. Y cuando, por rara casualidad, pareca que todo iba bien,
eran los mutuos celillos e intrigas de ministros y gobernadores lo que vena a tu
rbar al jefe. Adase a eso el diario espectculo de los sufrimientos de la guerra, pu
es dentro de Washington, en las colinas de los alrededores, hasta en las afueras
, todo apareca sembrado de hospitales y tiendas para enfermos y heridos, mientras
las filas de camillas parecan desfilar interminablemente ante los ojos del Presi
dente cada vez que sala a dar una vuelta.
Le gustaba montar a caballo y era buen jinete. pero muy duro de mano, por lo que
estropeaba muchos caballos; y, en sus paseos, tanto a caballo como en coche, te
na que atemperarse a las precauciones de Stanton, que lo haca acompaar siempre de u
na guardia personal. A veces, cuando iba mal la cosa en el campo de batalla o cu
ando un despacho le robaba el sueo, levantbase a medianoche, si era en verano y es
taba en el campo, montaba a caballo y, solo, dirigase al ministerio de la Guerra,
a la merced, en tales ocasiones, de cualquier atentado.
Seran aproximadamente las once de la noche, un da del mes de agosto, cuando los ce
ntinelas del Hogar del Soldado oyeron un disparo de fusil, seguido poco despus del
galopar de un caballo.
A los dos o tres minutos vean entrar, a galope, al Presidente, solo y sin sombrer
o, y ms tarde de lo que tuviera por costumbre. Al soldado que acudi a ayudarle a d
esmontar le dijo: A poco se me desboca. Sali disparado antes de que pudiera sujeta
rlo como es debido. El soldado le pregunt por el sombrero: Alguien dispar al bajar l
a cuesta, contest; el caballo se espant y perd el sombrero. Los soldados y el cabo m
archaron hacia el sitio donde se oyera el disparo y encontraron el sombrero atra
vesado por una bala. A la siguiente maana se lo presentaron al Presidente, que lo
recibi bromeando, y manifest su deseo de que no se hablase de ello. Desde entonce
s, nunca ms sali solo.
Otras veces pasaba el resto de la noche escribiendo o leyendo en la Casa Blanca
y, por las maanas, deprimido y cansado por el trabajo nocturno, sala a dar una vue
lta a caballo. Esta depresin era bastante corriente, siendo, como era Lincoln, in
akespeare no las he ledo nunca, pero, en cambio, otras las he ledo tantas veces co
mo cualquier lector profano. Entre stas: Lear, Ricardo III, Enrique IV, Enrique V
III, Hamlet y especialmente Macbeth. Nada hay, a mi juicio, comparable a Macbeth
. Esta obra es sencillamente maravillosa. A diferencia de ustedes, los entendido
s, considero el monlogo de Hamlet que comienza: Oh, my offence is rank superior al T
o be or not to be. Pero perdn por este intento de crtico. Qu riqueza de contenido en e
stas lneas fugaces! Con qu modestia trata de quedar siempre en ltimo lugar! Qu franque
za la suya para confesar lo que no sabe! Y lo que ms asombra, aunque conociendo s
u carcter se comprende fcilmente, es que, respirando aquel ambiente de egosmo de lo
s polticos que le rodeaban, al borde siempre de un abismo, no necesitase contempl
ar la semejanza de su propio yo, sino, antes bien, propendiese naturalmente a la
contemplacin de sus contrafiguras y sintiera, por tanto, un especial amor por Ma
cbeth.
Tambin venan a su espritu ideas excelentes, cuya expresin slo por el azar afortunado
ha llegado hasta nosotros. As, un da que iba de paseo en coche con unas damas, hab
indose entablado una discusin acerca de las diferentes clases de rboles, dijo Linco
ln: Dejadme a m hablar de un asunto que entiendo. Siendo como soy un hombre de los
bosques, todo cuanto se refiere a los rboles me es familiar Los rboles, en sus apa
riencias, son tan engaosos como cierta clase de hombres, y nicamente el buen fison
omista puede percibir los diferentes rasgos morales antes que los acontecimiento
s los hayan desarrollado. No creen ustedes que convendra establecer en todos los c
entros de enseanza algo as como una escuela de acontecimientos, llevada a cabo con
arreglo a los ltimos adelantos de los pensadores? Pues slo mediante un activo des
arrollo puede formarse el carcter y probarse las aptitudes. Ahora me refiero a ho
mbres y no a rboles; stos pueden ensayarse ms fcilmente que aqullos, y su anlisis cues
ta ms barato. Lo que digo no pasa, desde luego, de ser una ocurrencia; pero cuand
o hablo de una escuela de acontecimientos, me refiero a una escuela en la cual l
os estudiantes, antes de entrar en la vida real, pudieran pasar ficticiamente a
travs de las dificultades y situaciones necesarias para revelar sus aptitudes y f
acultades. As, por ejemplo, podra escogerse, de entre los estudiantes, un soldado
invencible, a la altura de la situacin, o un poltico tan hbil, que nadie pudiera en
gaarle, etctera. Cosas todas que deberan poder encargarse de antemano, dada la conf
usin y el desconcierto que crea a veces el fracaso en estos respectos. Realmente,
no hay anlisis ms peligroso ni ms caro que el que consiste en probar a un hombre.
Es seguro que muchas otras ocurrencias semejantes no han pasado a la posteridad
porque los que las oyeron no se cuidaron de anotarlas. Pero, atenindonos a estos
ejemplos y a la lnea general de su evolucin, sin duda no sera demasiado aventurado
inferir que Lincoln, cuya robusta naturaleza pareca ser destinada por Dios para a
lcanzar una avanzada edad, habra propendido cada vez ms, en los ltimos aos, a la ped
agoga y las ciencias didcticas.
Por aquel entonces, slo muy de tarde en tarde le quedaba tiempo para dedicarse a
la cuidadosa elaboracin de algn discurso, cosa que siempre fue uno de sus pasatiem
pos favoritos, al par que uno de los mejores medios de serenarse. En tales casos
, el poeta que haba en l encontraba campo en que explayarse procurando encontrar l
os trminos ms expresivos, esfuerzo al que vena a sumarse el deseo natural de formul
ar en palabras los sentimientos de su familia grande.
Despus del discurso de toma de posesin de la Presidencia y de la proclama, probabl
emente en ninguna puso Lincoln tanta atencin y empeo como en la breve oracin que pr
onunciara con motivo de la consagracin de un cementerio en Gettysburg. Ante miles
de oyentes y al aire libre, haba hablado antes que l, con clsico atuendo, el orado
r ms clebre del pas, el apuesto y venerable Everett, empleando dos largas horas en
su peroracin. En seguida, y en medio de gran expectacin, subi a la tribuna el Presi
dente y, sacando un manojo de cuartillas del bolsillo de su levita, escogi de ent
re ellas una sola, se puso con ademn llano las gafas y, con su aguda voz de tenor
, ley unas cuantas frases, tan de prisa, que los fotgrafos estacionados frente a l
tuvieron apenas tiempo de impresionar una placa. He aqu sus palabras:
Hace 87 aos, nuestros abuelos constituyeron en este Continente una nueva nacin, con
cebida en el ms amplio espritu de libertad y basada en la idea de que todos los ho
mbres nacen iguales.
Ahora nos hallamos envueltos en una gran guerra civil, llamada a demostrar si es
ta nacin u otra cualquiera, as concebida y basada, puede vivir largo tiempo. Nos e
ncontramos en este momento sobre un gran campo de batalla de esta guerra, parte
del cual queremos dedicar a lugar de reposo de aquellos que aqu dieron sus vidas
para que la nacin pudiese vivir. Y no cabe duda que es justo y honorable que as lo
hagamos.
Pero, en un sentido ms amplio, no somos nosotros quienes podemos consagrar ni sant
ificar este suelo. Los hroes, vivos o muertos, que aqu lucharon, lo han consagrado
ya, mucho ms all de lo que nuestras pobres fuerzas pudieran aadirle o restarle. El
mundo apenas adverta, y desde luego no recordar largo tiempo, lo que aqu hicieron
ellos. A nosotros, los que an vivimos, nos toca consagrarnos a la obra, no termin
ada, que aquellos valientes adelantaran tan notablemente. A nosotros nos toca co
nsagrarnos a la enorme tarea que an queda por hacer, y que estos muertos glorioso
s nos infundan su devocin a la causa por la cual derramaron hasta la ltima gota de
sangre. En lo ms ntimo de nuestros corazones decidamos que estos muertos no habrn
muerto en vano, que esta nacin asistir, con la ayuda de Dios, a la resurreccin de l
a libertad, y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, no des
aparecer de la tierra.
Estas palabras no parecieron causar gran impresin en el auditorio. Y los entendid
os en oratoria se manifestaron unnimemente en favor de Everett. ste, en cambio, fu
e el nico que despus escribi al Presidente dicindole que sus pocas palabras haban sup
erado en mucho a su discurso.
Pero lo que Lincoln con sincera conviccin negara es lo que ocurri al fin y al cabo
. El nombre de Gettysburg es ya solamente el de una batalla, entre las muchsimas
que fueron libradas sobre la tierra. Muy pocos son los que en Europa han odo habl
ar de ella o conocen el nombre del vencedor: y si an en los Estados Unidos se men
ciona de pasada a los nios, es exclusivamente a causa de estas pocas palabras pro
nunciadas por un hombre enlevitado y arrastradas por el aire, apenas pronunciada
s, que hicieron inmortal el nombre del paraje y demostraron, una vez ms, que si H
omero puede perfectamente crear sin Aquiles, ste, en cambio, no podra conquistar l
a inmortalidad sin Homero.
La desilusin de Mary no haba hecho sino aumentar. El boato de la Casa Blanca, los
esplendores con que haba soado, apenas podan desplegarse en aquel tiempo de guerra,
y las pocas veces que dio una gran fiesta, el xito no correspondi a sus esperanza
s y el aplauso del pblico le fue regateado. Por otra parte, su temperamento nervi
oso y los modales poco refinados del Presidente no eran los ms apropiados para un
a recepcin ceremoniosa de varios centenares de invitados; no es, pues, de extraar
que hasta los ntimos describiesen tales fiestas como poco concurridas y eludiesen
al desorden que en ellas reinaba. Pero, qu es lo que hubiera podido satisfacerla
durante aquellos aos sino la ostentacin del poder y la ilusin de predominio social,
aunque, en realidad, este poder le perteneciese slo como una sombra sin cuerpo?
Si hubiese sido una esposa abnegada, sin otro deseo que el de aliviar en lo posi
ble la terrible carga del marido, que dirase llevaba sobre sus hombros todo el pe
so de la guerra; o hubiera sido, cuando menos, una compaera discreta, en la que,
de cuando en cuando, hubiese podido buscar consejo el Presidente, sin duda habra
experimentado ms satisfacciones que las que pudo proporcionarle aquella engaosa vi
da de aparente fausto, a la que faltaba la base de una sociedad en estado de paz
.
Hay que tener en cuenta, adems, que Mary era natural del Sur y que, como tal, el
pueblo abrigaba ciertas sospechas, por absurdas e infundadas que fuesen stas, res
pecto a su lealtad, llegando a acusarla, si no de traicin al pas, cuando menos de
facilitar el espionaje. Miles de personas, dentro y fuera de Washington, y cada
vez eran ms los enterados, saban que la esposa del Presidente tena sus hermanos y p
arientes en el ejrcito enemigo, y si los soldados componan canciones injuriosas co
ntra ella y hablaban de amantes que no haba tenido, y pronunciaban su nombre unid
o al de Jefferson Davis, todo ello no era sino un sntoma del aislamiento en que v
iva con respecto al pueblo, por modo radicalmente contrario a su marido.
Cuando su hermano muri en el campo de batalla, no le fue permitido llevar luto po
r l, teniendo, por el contrario, que manifestar exteriormente su alegra por la con
quista de los Estados del Sur, aunque su hermano segundo fuera mortalmente herid
o en Vicksburg. Una tercera victoria del Norte le cost la vida a un tercer herman
escribe a su antiguo amigo, ya hace mucho tiempo que deseo revelar el origen de
los papiros verdes (los bonos del Tesoro) y decir al mundo que son creacin de Dick
Taylor. Usted fue siempre un buen amigo mo, as que cuando llegaron los tiempos difc
iles, cuando mis hombros, aunque anchos y dispuestos, empezaron a doblarse y me
vi rodeado de gentes y cosas tales, que no saba ya en quin fiar, no es extrao que m
e dijera: Mandar a buscar al coronel Taylor, que l sabr lo que se debe hacer. Creo qu
e esto fue all por el 16 de enero del 62. Usted vino, y yo le pregunt: Qu podemos hac
er?, y usted contest: Por qu no emite usted bonos del Tesoro impresos en el mejor pap
el de los billetes de Banco y sin inters alguno? Ponga en circulacin lo bastante p
ara pagar los gastos del ejrcito y declrelos usted moneda legal. Chase lo consider e
mpresa atrevida, pero al fin la llevamos a cabo, proporcionando con ello a los c
iudadanos de esta Repblica el mayor bien que nunca tuvieron, esto es: su propio p
apel moneda para pagar sus propias deudas. Usted, como padre de los papiros verde
s, se merece que la gente lo sepa, y yo, por mi parte, tengo un verdadero gusto e
n hacrselo saber. Cuntas veces no me habr redo al orle decir a usted, lisa y llanament
e, que yo era demasiado indolente para ser cualquier otra cosa que abogado! Suyo
afectsimo.
Por qu escribe todo esto si no es para or resonar una vez ms su propia voz, cantando
la tonada familiar? Por qu saca a luz al desconocido consejero, como si se tratas
e de un empedernido grun a quien se quiere arrancar una sonrisa? Y todo ello en me
dio de enemistades y desconfianzas, al modo de un hombre cuyo amor a la Humanida
d es invencible. Solamente una fe inquebrantable en la justicia de su causa y un
a ilimitada seguridad ntima podan mantener vivo en l este sentimiento.
Y, no obstante, esta seguridad se halla basada en otra, de raz fatalista: la conv
iccin de que hay un equilibrio predestinado en el corazn humano. A veces, formula
de modo religioso su idea del Destino; y, realmente, durante estos ltimos aos, inv
oca el nombre de Dios con ms frecuencia que antes. Un da escribe a un clrigo: Si no
fuese por mi firme creencia en una Providencia superior, difcilmente habra podido
conservar intacta mi razn en medio de tantas complicaciones. Pero confo en que el
Todopoderoso tiene sus planes y los llevar a efecto; y, reconozcmoslo o no, segura
mente que sern los ms acertados y convenientes para nosotros. A otro sacerdote que
le manifestara su esperanza de que el Seor estara del lado del Norte, le dio la he
rmosa respuesta siguiente: No me inquieta lo ms mnimo tal cuestin, pues de sobra s qu
e el Seor siempre est al lado de los justos. Su constante preocupacin, y lo que pid
o en mis oraciones, es que yo y la nacin estemos siempre del lado del Seor.
El nombre que otros daban a tales cosas poco le importaba; l mismo las llamaba de
varios modos. En otra ocasin dice: He tenido tantas pruebas de la influencia de D
ios, tantos ejemplos de que dirige y gobierna una fuerza superior a mi propia vo
luntad, que no me es posible dudar que esa fuerza venga de arriba. A veces, cier
tas resoluciones se me ofrecen perfectamente claras, aun careciendo de hechos su
ficientes en qu basarlas; y puedo asegurar que no se ha dado un solo caso en que
los resultados de una decisin fundamentada en tal forma hayan sido desfavorables.
En cambio, he observado que, casi siempre que me dej llevar por la opinin de otros
, tuve que lamentarlo despus. Cuando el Todopoderoso quiera que yo haga o deje de
hacer algo, estoy plenamente seguro de que me lo har saber de algn modo. Con estas
manifestaciones nos muestra cmo se complementan, en un carcter enrgico, la confian
za en s mismo y el fatalismo, y cmo ambos sentimientos se fortalecen mutuamente. Y
esta seguridad de ser dirigido desde arriba, que Lincoln comparte con todos los
grandes hombres, le lleva a decir: Yo no estoy obligado a vencer, pero s a ser ve
raz. No estoy obligado a tener xito, pero s a vivir con arreglo a la luz que he re
cibido.
Y es de notar que, al lado de tales sentimientos, la supersticin no significaba e
n Lincoln la menor contradiccin, sino, ms bien, el complemento de aquel fatalismo,
aadiendo: Me parece sentir los desastres en el aire antes de que acontezcan.
En otra ocasin, explicando en un discurso las razones de que el 4 de julio, anive
rsario del nacimiento de los Estados Unidos, hubiese adquirido cada vez ms signif
icacin, dijo: Los dos hombres que ms hicieron por la consecucin y defensa de la inde
pendencia fueron Jefferson Y
Adams, los dos nicos que, de entre los cincuenta y cinco firmantes, llegaron a Pr
esidente de los Estados Unidos. Pero a los cincuenta aos justos de haber puesto s
us manos sobre aquel documento, quiso el Altsimo apartarlos del escenario de este
mundo Otro Presidente, cinco aos despus, fue llamado a mejor vida el mismo da del m
ismo mes. Y ahora, en este 4 de julio, he aqu que ha tenido lugar la derrota de u
na gran parte del ejrcito enemigo.
A veces tambin, como en tiempos anteriores, sentase vagamente alarmado por un sueo
hostil.
En una de estas ocasiones, tan pronto fue de da, dirigi a su esposa un telegrama q
ue slo contena estas palabras: Creo que deberas quitarle a Tadd la pistola. He tenid
o un sueo muy desagradable a este respecto. Mary le quit la pistola a Tadd y la dej
en el hotel cuando regres a Washington con el chico. Al poco tiempo, telegrama de
l Presidente al hotel: Tadd no me deja en paz pidindome que le devuelvan su pistol
a. As vemos a Lincoln, compartido entre la supersticin y el amor paternal, entre lo
s presentimientos y la ternura. Pero si, al fin, el chico recobra su pistola, quin
podra asegurar que ello no sea tambin por voluntad de Dios?
El mayor sedante que Lincoln hall en aquellos cuatro aos debe sin duda buscarse en
uno de sus ms arduos deberes, y fue la consecuencia de su deseo de mitigar el ri
gor de la justicia con la piedad, pues en este espritu el sentimiento de compasin
era an mayor que, el afn de justicia.
Seguramente no ha habido en la Historia un jefe de Estado que, en tan corto tiem
po, haya accedido a tantas peticiones de clemencia. La mayor parte eran de deser
tores que, por cobarda, cansancio o deseo de ganarse la bonita suma que se pagaba
a los sustitutos, haban sentado plaza y desertaban una y otra vez, hasta que era
n cogidos y condenados a muerte. Pero all estaba pap
Abraham, incapaz de hacer dao ni a una mosca! Recurramos al Presidente, que ya enc
ontrar l alguna frmulas Cada uno de estos casos era, en efecto, examinado por l, con
el resultado de que, durante aquellos dos ltimos aos de lucha, se acumularon en l
os expedientes del ministerio de la Guerra centenares de telegramas conteniendo
la siguiente orden: El fusilamiento de Fulano debe diferirse. Alguna que otra vez
acompaaba al borrador del telegrama una nota para el jefe de Telgrafos encarecindol
e: Tenga la bondad de transmitirlo inmediatamente. O bien: Haga el favor de procura
r que no sufra demora la transmisin, pues el individuo en cuestin debe ser ejecuta
do maana.
Las razones de disciplina, que los generales, irritados, le citaban a cada paso,
no le hacan la menor mella. Su respuesta era, poco ms o menos, de este tenor: Cobar
da? Pero, acaso estoy yo muy seguro de que, si me hallara en la lnea de fuego, no t
irara mi fusil y escapara a todo correr? O bien: Si Dios ha dado a un hombre unas pi
ernas cobardes, qu puede hacer el infeliz cuando ellas echan a correr y lo llevan
consigo? Hasta en el Congreso, pronunciando su discurso oficial, dijo: La ms estric
ta justicia no creo que sea siempre la mejor poltica. Defenda especialmente a la ge
nte joven, y lo fundamentaba as: Creo que los jvenes nos son ms tiles sobre la tierra
que debajo de ella.
O bien daba, para ello, esta razn indirecta: Mandar fusilar a un pobre muchacho que
deserta, en tanto que no tocar ni el pelo del astuto agitador que lo indujo a des
ertar? En tales casos, creo que sera ms razonable y hasta ms constitucional salvar
al joven y hacer callar al agitador.
Cierto da se le acerc, suplicante, un anciano, cuyo nico hijo haba sido condenado. L
incoln le muestra un telegrama del general Butler, en que ste le dice: Le ruego no
se mezcle en asuntos de justicia militar, pues con ello queda muy malparada la
disciplina de las tropas. El pobre viejo se sienta y llora. Y, sbitamente, exclama
Lincoln: Al diablo con este Butler!, y escribe rpidamente un telegrama concebido en
estos trminos: Hasta nueva orden, suspenda la ejecucin de Juan Smith. No obstante,
el anciano, dudando todava, pregunta al Presidente qu ocurrir cuando llegue aquella
nueva orden.
Veo, le contest Lincoln, que no me conoce usted Si su hijo no ha de morir hasta que
llegue mi orden de fusilamiento, tenga la seguridad de que llegar a tener ms aos q
ue Matusaln.
Otro soldado haba sido sentenciado por haber abandonado el campo de batalla y mar
chado a su pueblo sin permiso, con el solo objeto de normalizar la situacin de la
mujer con quien tena relaciones, casndose con ella.
Lincoln oy la historia y firm inmediatamente el indulto, pero, mientras escriba, no
pudo menos de hacer observar a su secretario: Ojal que este pobre muchacho no teng
a motivos, dentro de un ao, para lamentar que lo haya indultado ahora!
Guillermo Scott, casi un chiquillo, estando de centinela durante la noche, se qu
ed dormido y pas ante un Consejo de Guerra a causa de ello. Aprovechando una visit
a de inspeccin, fue a verle el Presidente y le dijo: No te mandar fusilar, muchacho
, porque cuando dices que no podas resistir el sueo ser verdad, y yo, por mi parte,
as lo creo. Te enviar de nuevo a tu regimiento, pero has de saber que he tenido m
uchos disgustos por causa tuya. Cmo te las vas a arreglar para pagar tu deuda?
El muchacho, perplejo, respondi con embarazo: Quiz podramos conseguir hasta 600 dlare
s sobre una hipoteca.
No! contest Lincoln. Eres t, por ti mismo, el nico que puede pagar esa deuda, cumplie
ndo tu deber de soldado.
En ocasiones, la nica justificacin que poda hallar para tal clemencia, pues Lincoln
tena siempre que justificarse ante los generales, era la juventud del desertor. M
e opongo a que ningn mozo de menos de 18 aos sea fusilado. As, todas las madres cuyo
s hijos haban sido sentenciados, que acudan, llorosas, a implorar la gracia del Pr
esidente, le decan siempre que aqullos tenan menos de tal edad. Muchos casos de ind
ulto no podan realmente justificarse ms que por la edad del culpable. De todos mod
os, el Presidente buscaba siempre un motivo en que basar el indulto; como cuando
escribe: El soldado Fulano debe ser pasado por las armas como desertor. Es ciert
o que su historial es bastante malo, pero l mismo lo confiesa tan francamente, qu
e no puedo menos de sentirme interesado en su favor. Fue, antes de desertar, buen
soldado?
Qu edad tiene? En otras ocasiones menta simplemente, asegurando: Es hijo de un amigo
mo, tan ntimo, que no puedo dejar que sea ejecutado. Otra vez, que da t un general
la orden de diferir una ejecucin, la funda en estas razones: Ha condenado usted a
muerte a un viejo Yo le he conocido personalmente y nunca le tuve por una mala pe
rsona. Por ltimo, al cabo de tres aos de estos subterfugios, dict una orden general
disponiendo que todos los convictos del delito de desercin fuesen, por el momento
, encarcelados.
Todos estos casos, y centenares de otros de menos monta, significaban que se haba
acudido a l en ltima instancia, despus de que sus subordinados, y especialmente el
ministro de la Guerra, haban negado la peticin. Pero lleg a abusarse de tal forma,
que ya la gente telegrafiaba directamente, con toda frescura, al Presidente, qu
e siempre contest con una paciencia sin lmites.
Vase la respuesta a uno de estos telegramas: No puedo detener la ejecucin de un espa
convicto y confeso findome nicamente de un telegrama firmado con un nombre que no
he odo nunca. Solicite un pase para el general Wallace, quien le oir, si as lo dis
pone.
Cierto da llegan al despacho presidencial varias personas, tan acongojadas, que o
lvidan en su confesin los datos ms esenciales. Y all queda el Presidente deseoso de
ayudarlas, pero sin saber cmo. Qu hacer, realmente? Despus de mucho pensarlo, no se
le ocurre otro medio que telegrafiar a sus generales: Una dama inteligente, prof
undamente acongojada, me ha visitado esta maana y me ha dicho que su marido, teni
ente del ejrcito de Potomac, debe ser fusilado el lunes prximo por desertor. Me di
o una carta, en la que yo confiaba estara todo especificado, y se march sin dejarm
e el nombre. Pero la carta es tan poco expresiva, conteniendo slo una firma que,
al parecer, dice Por ms que he hecho no he podido volver a encontrar a la seora en
cuestin, as es que no s ms. Si usted tiene ah un caso que concuerde con ste, obre de a
cuerdo con mi telegrama de hoy.
Es siempre el padre del pueblo, pensando sin cesar en sus semejantes, aunque le
proporcionasen disgustos. Por otra parte, l no negaba que fuese una forma de egosm
o, por sublime que pudiera ser, pero lo justificaba diciendo: Me siento invadido
por una grata sensacin de tranquilidad cada vez que, despus de un da de mucho traba
jo, puedo encontrar algn pretexto para salvar la vida a un hombre. Otra vez defien
de su indulgencia con estas hermosas palabras: No sabis lo terrible que es ver mor
ir a un hombre, sabiendo que, con un trazo de nuestra pluma, podemos salvarlo.
De vez en cuando no tiene ms remedio que obligarse a si mismo a ser inexorable, p
ero, aun as y todo, busca siempre un ltimo medio de mover al general a compasin, em
pleando argumentos como el siguiente: Me han pedido el indulto, sin darme ningn fu
ndamento para ello. Me dicen que stos son casos muy serios y que usted considera
el castigo indispensable. Si no estoy equivocado en ello, haga usted que se les
notifique inmediatamente que su peticin de indulto ha sido denegada. Y cuando, fin
almente, se convenca de que no haba medio de salvar al reo, deca: Hoy fusilan a un j
oven (en tal parte). Dios quiera que no haya cometido yo un error consintindolo.
l sabia muy bien que cada da de guerra costaba la vida a muchos hombres y haba acep
tado el hecho como algo irremediable. Pero cuando se trataba de un ser que quiz p
oda seguir viviendo sin que el objeto por todos perseguido sufriera perjuicio alg
uno, no poda menos de sentir un hondo desgarramiento interior.
As fue como, a pesar de todo, durante el ltimo ao de guerra fueron fusilados doscie
ntos sesenta y siete hombres, entre ellos ciento sesenta por delito de asesinato
; pero tambin es cierto que, en cambio, fueron indultados unos ochocientos.
No se crea, sin embargo, por esto, que Lincoln permita se abusara de l. Un da se le
present un oficial que se crea destituido sin razn y le ley un largo escrito de spli
ca, sin que ste le hiciera el menor efecto. En vista de ello, intent nuevamente in
teresarle en su favor con otras razones, pero como todo resultara intil, acab excl
amando en su despacho: Ya veo que no quiere usted hacerme justicia! Apenas haba pron
unciado estas palabras, cuando Lincoln, que se haba puesto en pie de un salto, se
diriga hacia l, con los labios contrados, y tomndolo con ambas manos por el cuello
de la chaqueta, lo empujaba hacia la puerta de salida. Todava en el vestbulo, se o
y su airada voz que deca: Le aconsejo que no vuelva a presentarse aqu. Yo tolero las
crticas, pero no las ofensas Sus papeles le sern enviados, y tenga presente que no
quiero volver a ver su cara. El campesino y el pgil reaparecen aqu, pero tambin se
echa de ver al hombre de nervios quebrantados y paciencia demasiado puesta a pru
eba; el hombre que, una vez cerrada la puerta, se reprochar amargamente la benevo
lencia excesiva que ha podido dar lugar a estos abusos de la gente. Pronto, sin
embargo, dejar a un lado estos sentimientos, lo mismo que deja los papeles sobre
la mesa, y volver a seguir la voz de su conciencia.
Durante todos aquellos aos, l, hombre civil, fue siempre el amigo y el padre de su
s soldados.
stos lo saban, y le cantaban: Ya venimos, pap Abraham, en nmero de trescientos mil!
Todo aquel que no encontraba apoyo en otra parte acuda a l, de modo que, a todos l
os asuntos pblicos y menesteres del Estado, haba que aadir aquellas pequeeces, que l
e costaban tiempo, energa y cavilaciones, sin la compensacin siquiera de salvar vi
das humanas. Realmente, cuando se leen, uno tras otro, todos los documentos de s
u archivo, ms se creera estar examinando los papeles del jefe de una oficina de pa
sajeros que los de un Presidente de los Estados Unidos.
Aqu tenemos, por ejemplo, a una joven que, habiendo estado cuidando a su madre en
Nueva York largo tiempo, quiere regresar ahora a Richmond, donde reside su novi
o, a quien no ha visto hace dos aos, con objeto de casarse. Welles, que cree ver
espas por todas partes, le niega el pasaporte, pero Lincoln, haciendo caso omiso
del precedente, se lo exige, diciendo que, ya que la guerra diezmaba el pas y era
un obstculo para los casamientos, se deban dar toda clase de facilidades para que
stos se celebrasen. En otra ocasin, telegrafa al general Meade: El seor me pide un pa
saporte para seguir a su ejrcito y comerciar en trapos y ropas viejas. Yo estoy d
ispuesto a drselo, si usted lo permite. De lo contrario, se lo negar.
Habiendo sabido de una mujer que haba perdido sus cinco hijos en la guerra, Linco
ln se apresur a escribirle: Ya s lo dbiles e ineficaces que sern cuantas palabras bus
que para tratar de consolarle en su inmenso dolor. Pero creo de mi deber manifes
tar a usted el profundo agradecimiento de la Repblica en cuya defensa murieron. R
uego a nuestro Padre celestial que se digne mitigar la angustia de su soledad y
dejarle slo la dulzura del recuerdo de los seres tan amados que ha perdido, al pa
r que el legtimo orgullo que debe usted sentir por el costoso sacrificio que ha o
frecido en aras de la libertad. Suyo muy devoto y respetuosamente, A.
Lincoln.
stos son los acentos que le harn inmortal, as como los centenares de esquelas y tar
jetas con que recomienda a todos aquellos por quienes se interesa. As, al ministr
o de la Guerra: Ruego a usted que oiga al joven portador de la presente, natural
de Pittsburg. Es muy joven y yo le quedara muy agradecido por cuanto pudiera uste
d hacer en su favor. Tal es el tono que emplea Lincoln, en estas masivas lacnicas,
declarndose personalmente deudor por la ayuda que pueda recibir un pobre mozo de
Pittsburg. Un da, al hacer su visita diaria al ministerio de la Guerra, pregunta
al telegrafista: Qu mujer es esa que est ah afuera llorando? Se hicieron indagaciones
y se vino en conocimiento de que era una pobre mujer que quera ir al campo de ba
talla para decir algo importante a su marido. Pero acababa de dictarse una orden
prohibiendo terminantemente a las mujeres continuaran yendo a los campos de bat
alla. Lincoln se sienta, con aire melanclico, permanece pensativo unos instantes
y dice, al fin: Bah! Envimosla all, de todos modos. Extindale el salvoconducto.
No sera mejor que le escribiera ella al coronel? pregunta el secretario. O que el ma
rido viniese a Washington?
Lincoln se pone en pie, lleno de alegra: S, s; que venga! E inmediatamente toma una de
las frmulas amarillas y, con gesto satisfecho, escribe l mismo el telegrama.
ste es el hijo del pueblo, que ha visto cien veces en Illinois a esta mujer que a
hora llora, acompaada de su esposo y sus hijos; que en ms de una ocasin se ha senta
do con ellos a la mesa y tomado parte en sus conversaciones. Pero tambin es el po
eta, de tal modo identificado con los sentimientos de los dems, que sus risas y s
us llantos los siente como propios, y prefiere, por tanto, verlos rer que llorar.
Es el hombre de humor melanclico, que, obligado a sortear una guerra terrible, a
nhela reducir en lo posible los sufrimientos que causa; y el idealista prctico qu
e, da por da, cumple el ms alto deber aun en el sector social ms humilde. Es el prof
undo conocedor de los hombres, al que un natural sentido de dignidad impide preo
cuparse del efecto que produce su persona. No se preocupe por eso, dijo una vez a
alguien que diera a entender que podran, tal vez, burlarse de l. He soportado muc
hsimas burlas sin molestarme, as como tambin he recibido muchsimas manifestaciones d
e amistad no del todo exentas de ridculo. Ya estoy acostumbrado a todo.
Afnase tan slo por mantenerse en ntimo contacto con el pueblo, sin caer nunca en el
mundo de los polticos, ni dar cabida en su alma a las pretensiones propias de sto
s, recordando siempre, en cambio, aun en medio de aquella ciudad de corazn de pie
dra y aquel palacio, los antiguos ecos de los bosques de Illinois. Tal es su pro
psito, tal es el venero de su fuerza. Los labradores y montaeses que le visitaban
eran siempre bien recibidos, y cada vez que a los ciudadanos de Illinois los est
orbaba un funcionario, enviaban como emisario al viejo Dionisio Hanks, vestido c
on su traje de gala, que expona las cosas al Presidente, quien, a su vez, haca cua
nto estaba en su mano por complacerles, aun cuando Stanton interviniera y pusies
e gesto escptico, con no poca contrariedad de Hanks, quien apenas abandonaba aqul
la estancia, se apresuraba a aconsejar al Presidente que se librara de aquel ind
ividuo, a su entender, sumamente peligroso.
Claro es que tales gestiones no siempre tenan xito, pues la procesin de peticionari
os era interminable. Pero, as y todo, cuando se aconsejaba al Presidente que no r
ecibiera a tanta gente, contestaba que no poda hacer eso, y que era una obligacin
a la que no poda negarse. Pero la verdadera razn es que se imaginaba siempre en la
situacin de aquellos que venan a l en busca de ayuda. Hablndose un da de un pobre ho
mbre que no tena ningn amigo, Lincoln pronunci estas hermosas palabras: Si no tiene
amigos, yo lo ser suyo. Estas cosas le procuraban satisfacciones ms duraderas que t
odos los triunfos parlamentarios, y hasta que las victorias de Grant. Y as se exp
lica que ms de una vez llegara hasta l algn anciano de las montaas del Estado de Nue
va York y le dijera:
All arriba, en nuestro pas, creemos en Dios y en nuestro padre Abraham.
Aquellas Navidades puso el general Sherman a los pies del Presidente, como regalo,
la ciudad de Savannah con toda su artillera y sus existencias de algodn. Su clebre
marcha por Georgia demostr al mundo que un ejrcito de sesenta mil hombres poda rec
orrer, sin apenas ser molestado, todo el territorio del Sur y reunirse, finalmen
te, con la escuadra en una nueva base. El horror suscitado en el Sur por esta et
apa de la guerra fue tan grande como su fama en el resto del mundo. Grant, entre
tanto, haba castigado tan seriamente a Lee, que ste, con un ejrcito ya inferior en
nmero, no tena realmente fuerzas que oponer a las tropas del Norte. Y cuando por l
timo, a mediados de febrero, cay Charleston, centro cultural del Sur, encontrse Le
e entre dos fuegos, con la agravante de haber cortado Grant el ferrocarril princ
ipal del Sur, dejando as a ste completamente incomunicado con el Sudoeste. Como, p
or otra parte, Richmond no poda sostenerse ya por ms tiempo, todo el mundo empezab
os partes no podan ser atendidas a la vez, pero es tambin lo cierto que ninguna de
ambas ha sido atendida por completo. El Todopoderoso tiene sus propios designio
s Culpas han de venir, no hay duda; mas, ay del hombre por cuya causa venga la culp
a!
Si suponemos que la esclavitud en Norteamrica es uno de esos males que, por volunt
ad de Dios, haban de venir, pero que, habiendo tocado a su trmino, l mismo desea bo
rrar ahora, y admitiendo que esta terrible guerra entre el Norte y el Sur haya s
ido el castigo merecido por aquellos que fueron la causa de la culpa, podramos dis
cernir en ello la menor infraccin de aquellos divinos atributos que los creyentes
en un Dios vivo suelen asignarle siempre?
Esperamos desde lo ms ntimo de nuestros corazones y pedimos con el mayor fervor qu
e este doloroso azote de la guerra termine en seguida. Pero si Dios quiere que c
ontine hasta que se hayan derrumbado todas las riquezas acumuladas durante doscie
ntos cincuenta aos a costa de las fatigas no recompensadas de los tiranizados, y
hasta que cada gota de sangre arrancada con el ltigo sea pagada por otra vertida
por la espada, en ese caso, dgase todava lo que ya se proclam hace tres mil aos: Los
juicios del Seor son justos e infalibles.
Sin enemistad contra nadie, con amor para todos, con perseverancia en la razn y us
ando justamente de la facultad que Dios os ha dado para reconocer el Derecho, es
forcmonos por terminar la obra comenzada, curemos las heridas de la nacin, cuidemo
s de los que hayan sufrido en las batallas, amparemos a las viudas y los hurfanos
de los cados y, en suma, hagamos cuanto tienda a conseguir y mantener una paz ju
sta y duradera entre nosotros y con todos los partidos.
Tal fue la alocucin de Lincoln al pueblo, al posesionarse, por segunda vez, de la
Presidencia: el discurso de un padre. Todos sus elementos polticos parecan diluid
os en filosofa, y toda su filosofa era fatalista. Cuando an estaba inseguro de la v
ictoria, el fin cardinal de sus discursos y cartas abiertas era mantener y exalt
ar la confianza del pueblo. Ahora que la victoria no era ms que cuestin de semanas
, atribua todo el honor a la fuerza del Destino, que l llamaba Dios, y se atreva a
decir, ante sus oyentes asombrados, que los designios del Todopoderoso seran igua
lmente justos aunque hubieran de transcurrir ms aos de guerra y de efusin de sangre
.
Despus de haberse consagrado, durante aquellos cuatro aos, a todas las actividades
que las circunstancias le impusieron, volva, libre ya de tan pesada carga, a su
papel natural, el papel del que espera y acepta por anticipado lo que el Destino
pueda reservarle. Al mismo tiempo, es el discurso de un educador, con el acento
claro de un anciano, y algo as como un testamento; aunque verdad es que, conside
rado en conjunto, ms an que un discurso es una oda.
Poco tiempo despus, empleando el otro tono que le era peculiar, contestaba a la f
elicitacin de un amigo: Espero que mi alocucin inaugural perdure lo mismo o mejor q
ue cualquier otra de las cosas hechas por m; pero me parece que, por el momento,
no ha sido acogida con el aplauso de la mayora. A los hombres no les gusta que le
s muestren las diferencias entre sus propios fines y los del Altsimo. Negarlas, s
in embargo, en este caso, sera negar que hay un Dios que gobierna el mundo. Es un
a verdad que cre necesario decir, y como la humillacin que en ello pueda haber rec
ae sobre m ms directamente que sobre nadie, entend que los dems podan permitirme que
lo dijera.
Cuando ya la guerra se acercaba a su fin, reson el can, por primera vez despus de la
rgo tiempo, al pie del Capitolio. Aquellos cien caonazos eran de alegra, pero no s
aludaban una victoria en el campo de batalla. Era que se haba votado, por fin, el
complemento de la Constitucin, que implantaba, ya con carcter definitivo y para s
iempre, las aspiraciones perseguidas por Lincoln durante toda guerra. La abolicin
de la esclavitud quedaba proclamada desde aquel momento Ley fundamental en los
Estados Unidos. Cuatro aos antes, en aquella misma sala, se tom el acuerdo de proh
ibir cualquier disposicin que, con tal objeto, se quisiera adicionar a la Constit
ucin. Y haca por aquel entonces siete aos que los mismos caones saludaran el decreto
de Douglas contra los negros de Kansas. Aun hoy mismo se consideraba insegura l
a decisin, pues hasta el medioda no se supo el resultado de la votacin en el Congre
so: ciento diecinueve votos en pro, por cincuenta y seis en contra. Pero, como s
e necesitaba una mayora de los dos tercios, habra bastado que tres de los votos fa
vorables hubieran sido adversos para que toda la labor se viniese a tierra y hub
iera sido necesario comenzar de nuevo, Claro que solamente por algn tiempo, ya qu
e la adopcin de aquella ley habra sido, a la postre, inevitable; pero el gran homb
re cuya vida fuera la personificacin de dicha idea, no la habra visto realizada an
tes de su muerte.
sta fue una victoria personal para Lincoln, que, al dirigirse aquella noche a la
multitud, no pudo menos de exclamar: Ahora podemos decir que hemos encontrado la
panacea para todos los males. Sin embargo, hasta que no la aprobaron las tres cua
rtas partes de todos los Estados, no fue efectiva, pero a Lincoln le cupo la gra
n satisfaccin de que Illinois fuera el primero que prest su conformidad. De todos
modos, no consigui ver la conclusin de la magna obra.
Tres das despus, en el saln de un vapor de los que hacan la navegacin fluvial, se hal
laba, por primera vez al cabo de cuatro aos, sentado frente a frente de su enemig
o Stephens, vicepresidente de los rebeldes, antiguo amigo en sus tiempos de dipu
tado y al que, todava poco antes de estallar la guerra, escribiera advirtindole el
peligro. El que Lincoln estuviese all, aunque no fuera oficialmente, para discut
ir las probabilidades de paz, era, por otra parte, una de esas faltas protocolar
ias que le enajenaron la confianza de los polticos de su tiempo, al par que le as
eguraban la aprobacin de la posteridad.
Stephens, que ya en el otoo anterior hiciera desde su residencia gestiones para l
a paz, y que fuera ahora comisionado para entablar negociaciones, se las arregl,
por medio de Grant, para entrar en contacto con los jefes polticos del Norte, aun
que deseando, desde luego, mantener la independencia del Sur. Sin notificarlo a
su Gabinete, ni consultarlo siquiera, siguiendo su impulso del momento, dirigise
Lincoln, con Grant y Seward, a bordo; y cuando, al fin, los tres se encontraron
con Stephens y dos amigos de ste, la antigua amistad de todos dio fin rpidamente a
las tiranteces, de tal forma que, mientras all lejos continuaban an las marchas,
los sitios y los caonazos, ellos, pacficamente sentados en el saln de aquel barco,
hablaban de sus antiguos amigos comunes, como si acabasen de encontrarse al regr
eso de un largo viaje de investigacin.
Despus se habl del pasado y del porvenir, pero todo sin actas ni secretarios, proc
urando simplemente cada uno darse cuenta del pensamiento de los dems. As hablaron
durante cuatro horas. En suma, una autntica sesin al estilo de Lincoln, llana y si
n formulismos.
Al preguntar Stephens si no haba habido ninguna posibilidad de evitar la guerra,
contest
Lincoln que habra bastado para ello con que el Sur hubiese depuesto su resistenci
a. A continuacin rebati con gran serenidad la opinin de Stephens, que afirmaba que
se habra podido diferir la cuestin y concertado una nueva unin libre de los Estados
, contndole luego, con toda franqueza, la historia de su proclama, aadiendo que nu
nca habra pensado en obligar al Sur a aceptarla si no hubiese sido por la necesid
ad de mantener la Unin, confesando llanamente que siempre haba entrado en sus props
itos indemnizar a los propietarios de esclavos sudistas, ya que el Norte era tan
responsable de la esclavitud como el Sur. Podra citarle personas, dijo, ante cuyo
s nombres se asombrara usted, y que, sin embargo, estn dispuestas a ello, con tal
que la guerra acabe inmediatamente y su terminacin traiga aparejada la abolicin de
la esclavitud.
Pero, al mismo tiempo, hizo constar que no se deba tomar nada de aquello como pro
mesas en firme, pues no era l, sino el Congreso, a quien tocaba decidir. Seward,
por su parte, aadi a estas manifestaciones del Presidente que si en aquellos momen
tos se permita sin ms ni ms el reingreso de los Estados del Sur, muy bien podran stos
abolir con su voto la enmienda de la Constitucin que acababa de aprobar el Congr
eso.
En esta forma tan amistosa hablaba Lincoln con su enemigo. Pero cuando Stephens
trat de conmoverlo, pintndole los destrozos y la desolacin causados por la guerra,
encontr cerrado aquel corazn, que bien conoca. El mismo hombre que, tiempo atrs, se
emocionara, casi hasta las lgrimas, con un discurso pronunciado por Stephens en e
l Congreso, y para el cual cada da de guerra era un nuevo y doloroso sacrificio d
e sangre, permaneci impasible y sin desviarse un pice de su actitud de jefe de Est
ado.
ar a unos hombres que, si hoy eran insurrectos, maana seran ciudadanos de la Unin?
Esplndida idea, tan hbil como benfica, y tan prctica como moral! Pero el pueblo del N
orte, embriagado con la victoria, no lo habra comprendido as y los ministros, que
se daban cuenta de ello, meneaban la cabeza con incredulidad.
Por fin comenz a decrecer la tremenda presin que gravitara durante cuatro intermin
ables aos sobre el Presidente, y todos los testimonios coinciden en que, en las lt
imas semanas de su vida, se haba operado un cambio en l.
Era indudable que, en aquellos ltimos tiempos, la tensin nerviosa y el cansancio h
aban rebasado la medida. A veces, no pudo menos de confesar un da, este diario trfag
o de gentes que comienza con un senador empeado en hacer la guerra a Francia y ac
aba con una pobre mujer que solicita un empleo en la Administracin de Hacienda, m
e produce el mismo efecto que si cada uno de ellos, al llegar junto a m, me arran
case con el pulgar y el ndice un fragmento de mi fuerza vital. Despus de un da de st
os, no hay otra palabra para expresar mi estado que la de extenuado.
Antiguos conocidos suyos lo encontraron enflaquecido, la mirada triste, plido com
o un espectro, estrechndoles las manos como un autmata, y torpe de odo. Otro lo des
cribe como un hombre acorralado, siempre a la defensiva contra ataques que no pue
de contestar ni castigar abierta. mente. El artista que pinta a la sazn su retrato
, le encuentra un da vestido con su larga bata de dormir, paseando nerviosamente
de una a otra ventana, las manos a la espalda, los ojos rodeados de crculos amora
tados, la cabeza cada sobre el pecho; en una palabra, la imagen viva del pesar, d
e las preocupaciones y los temores, a cuya vista se habran derretido hasta los cor
azones de aquellos que le llamaban tirano y usurpador.
Cierto da, que le visit su amigo Sweet, con objeto de conseguir algo en favor de l
os numerosos heridos de la guerra, lo hall asomado a la ventana, escuchando el ca
nto de un pjaro que se haba posado en un rbol prximo. Al terminar Sweet de hacerle s
u proposicin, le presunta Lincoln: Verdad que es muy dulce su canto? Sweet, al orle,
se dice a s mismo: Veo que el pas est ms seguro de lo que yo crea, y hace ademn de ma
arse. Pero Lincoln le retiene: Venga ac, Sweet, y sintese a mi lado. No cree usted q
ue es imposible que un hombre, en mi situacin, no hubiera pensado ya en todas esa
s cosas? Ya hace varias semanas que est hecho todo lo que usted acaba de proponer
me. De esta manera, entre fatigas y trabajos, transcurre su vida, y por aquellos
das hubo de decir una vez en voz baja, como hablando consigo mismo: Me parece que
no podr ya volver a estar alegre.
Por primera vez, decdese ahora a tomarse una especie de vacaciones, deseando huir
de los cazadores de empleos que, como cuatro aos antes, amenazaban invadir la Ca
sa Blanca. Era el mes de marzo, y de un momento a otro se esperaba la cada de la
capital enemiga. Grant le haba invitado, por decirlo as, a asistir como espectador
al momento decisivo y, aprovechando tal circunstancia,:e embarc en un vapor fluv
ial con su esposa y algunos ntimos para descansar durante diez das en medio del ejr
cito. Roberto, su hijo mayor, tambin est all, pues en las ltimas semanas de la guerr
a haba sido agregado el joven doctor al Estado Mayor de Grant, para que pudiera an
ver algo. Sherman y Sheridan llegaron tambin, para celebrar Consejo de Guerra co
n Grant. Pero hasta en City Point se pasa a veces Lincoln la mitad del da sentado
ante el telgrafo, lo mismo exactamente que si estuviera en Washington, deseando
transmitir personalmente a Stanton los comunicados de Grant. Mas verdad es que,
algunas veces, se embarca luego con el almirante Porter, y se distrae paseando p
or el ro. Sin embargo, lo que ms le agrada es estar entre las tiendas de campaa y c
abalgar durante horas al lado de las tropas, que lanzan tres hurras por el padre
Abraham. A menudo habla con los soldados o bien cuando no hace esto, ni monta a
caballo, se pasa las horas a horcajadas sobre una silla, pantallendose los ojos
con la mano, observando el campamento. A bordo, rechaz el camarote del almirante,
que ste le ofreciera, y escogi uno ms pequeo, de seis pies de largo solamente: He do
rmido muy bien, contest por la maana a quienes le saludaban. Si no fuera por lo di
fcil que es meter un sable largo en una vaina corta Pues hay que advertir que su cu
erpo tena cuatro pulgadas ms que la litera. Al da siguiente, hizo el almirante que
unos carpinteros, con el mayor sigilo, para que nadie se diera cuenta de ello, a
largaran la litera y el lecho, dejndolos a la medida exacta de Lincoln. ste no se
enter de nada, as es que, al levantarse, hubo de exclamar: Un milagro ha tenido lug
ar esta noche: me he encogido seis pulgadas de largo, y casi un pie de ancho.
Mary era la nica persona que no se senta feliz aquellos das. Era la primera visita
prolongada que haca al frente, la ocasin de ponerse en evidencia era excelente, y
una excursin en compaa del embajador francs y otras personas distinguidas era cosa q
ue no poda menos de complacerla. El plan era internarse en direccin al frente de b
atalla del ejrcito del Potomac, hasta unos veinte kilmetros de distancia del desem
barcadero, los hombres a caballo, y las damas, que eran mistress Lincoln y mistr
ess Grant, en una especie de carruaje descubierto. Pero en mala hora se le ocurr
i a un general, que se colocara al estribo del coche como escolta, hablar de que
ms adelante se les unira otra seora, la esposa del general Grifin, amiga de mistres
s Grant, aadiendo que, por lo dems, era la nica dama que durante la guerra obtuvier
a autorizacin del Presidente para ganarse un par de das al lado de su marido en el
frente.
A estas palabras levant Mary la cabeza, estupefacta. Cmo, una mujer all, y ella sin
saberlo?
Y, dirigindose al general: Qu est usted diciendo, caballero? Quiere usted significar c
on esto que esa dama vio a solas al Presidente? No sabe usted que yo no permito a
l Presidente que vea a solas a ninguna mujer? El general trat de tranquilizarla co
n una sonrisa, pero no consigui sino irritar an ms a Mary, que exclam sa es una sonris
sumamente equvoca, caballeros! Djenme bajar de este coche! Ya se lo preguntar yo al
Presidente si vio, efectivamente, a esa mujer a solas. Y cuando los dems se acerc
aron, dijo que quera ser conducida inmediatamente a la presencia de Lincoln.
Un oficial, que se dio cuenta de la situacin, sali al galope en busca de Lincoln,
volviendo al poco rato con la tranquilizadora explicacin de que haba sido Stanton,
y no el Presidente, quien expidiera el malaventurado pasaporte.
Al da siguiente, y en igual forma que el anterior, fueron a visitar el campamento
del general Ord.
La esposa de ste, que tambin tomaba parte en la excursin, se haba quedado algo atrs,
cabalgando un rato al lado del Presidente. Los excursionistas, aleccionados por
la tormenta del da anterior, se guardaron muy bien de hablar de ello, hasta que,
impensadamente, un oficial aludi al hecho. Mary se volvi hacia l tan bruscamente, q
ue el caballo que aqul montaba se desboc. Pocos momentos despus llegaba mistress Or
d, siendo recibida con las ms insultantes palabras por mistress Lincoln, que le p
regunt cmo tena la imprudencia de perseguir de este modo al Presidente. La desventu
rada mistress Ord se retir toda llorosa. Pero no par aqu el incidente. Pocos das des
pus, nuevamente a bordo, como Mary renovase sus acusaciones contra aquella dama e
n tal forma que un capitn, all presente, no pudo menos de tomar su defensa, hubo u
na pequea trifulca entre ambos, terminando Mary por levantarse iracunda y salir m
ajestuosamente de la sala. Verdad es que, a continuacin, hubo Lincoln de llamar a
l capitn a su camarote, con el pretexto de examinar un mapa, pero, en realidad, p
ara darle explicaciones.
Estas escenas, que en tiempo de paz se habran producido con mucha ms frecuencia, m
uestran a una luz poco favorable el temperamento de una mujer que jams tuviera el
menor motivo de celos, Y que mientras viviera en su modesta esfera de Springfie
ld tampoco revelara ningn sntoma de ellos. Desgraciadamente para Lincoln, los pens
amientos de Mary giraban ahora en torno del poder y la preeminencia social, de m
odo tan absorbente, que todas sus facultades aparecan consagradas a conservar exc
lusivamente para s lo que nadie pensaba en disputarle. Por otra parte, nadie habra
podido prever las singulares consecuencias de tales incidentes; pues es ms que p
robable que ellos salvaran la vida del general Grant dos semanas ms tarde.
Pocos das despus caan Petersburg y Richmond. Lee y Davis haban huido con los restos
del ejrcito del Sur, y todo el mundo acudi a contemplar afanosamente aquella forta
leza que, por fin, haba cado en manos del sitiador, tras un largo asedio y una def
ensa encarnizada como Troya. El ro, a pesar de no estar an enteramente limpio de r
uinas, hormigueaba de embarcaciones, que, adornadas con gallardetes multicolores
y llevando a bordo bandas de msica, daban un aire de fiesta al paisaje. Todas ib
an con rumbo a la capital, pero se vieron detenidas por los bancos de arena, en
los que embarrancaron. El Presidente, su hijo Tadd y el almirante que le acompaab
an, se apresuraron tambin hacia Richmond, pero al ver que no podan pasar de aquell
os bajos, transbordaron a una lancha, remolcada por un vaporcito. Cuando llegaro
n, no hubo salvas de salutacin, ni entrada triunfal, ni ceremonia alguna. Todo pa
s llanamente y sin pompa, como en realidad fuera toda la vida de Lincoln; pero ste
rea, muy contento y, desde haca una semana, en excelente estado de nimo; hasta les
cont una ancdota de un individuo que, habiendo querido en un principio ser embaja
dor, acab contentndose con unos pantalones viejos. Poco despus tuvieron que ceder e
l remolcador para que ayudase a otras embarcaciones varadas, y los tripulantes d
e la lancha tuvieron que empuar los remos y navegar a la buena de Dios, pues ni e
llos ni el almirante conocan aquellas aguas. La lancha encall de nuevo, poco ms tar
de, en unas peas, y hubo que trabajar denodadamente para ponerla a flote.
De este modo volvieron sin duda a la memoria del antiguo almadiero, en el da de s
u gran victoria, los tiempos remotos de New Salem.
Apenas encontraron en la escarpada ribera un punto de atraque posible, saltaron
a tierra. Aqu y all, sobre los verdeantes campos, veanse las quintas blancas de la
ciudad del Sur, bien conservadas y limpias, pero desconsoladoramente silenciosas
y desiertas. Los nicos seres humanos que se divisaban eran una docena de negros,
cavando a las rdenes de un viejo capataz, igualmente de color. De pronto, este lt
imo se incorpor y, dejando caer la pala, se llev las manos a los ojos, exclamando:
Dios del cielo, aqu tenemos al Gran Mesas! Apenas lo he visto lo he reconocido. Hac
e aos que lo llevaba en mi corazn, y he aqu que, al fin, ha venido a libertar a sus
hijos de la esclavitud! Aleluya, Aleluya! Y al tiempo que empleaba esta fraseologa
bblica, usual en los negros cristianizados, cay de rodillas y bes los pies del libe
rtador, en tanto que los dems negros seguan su ejemplo.
El gigante blanco contempla, perplejo y conmovido, a aquella docena de pobres es
clavos, que all estaban cavando la tierra, como si nada hubiese sucedido, como si
el destino de su raza en Norteamrica no hubiese sufrido una transformacin radical
, y les dice al fin: No os arrodillis ante m. Eso no es justo. Solamente debis dobla
r las rodillas ante Dios; a l es a quien debis dar las gracias por la libertad de
que vais a disfrutar. Yo soy solamente un instrumento. Pero, mientras yo viva, p
odis estar seguros de que nadie se atrever a poneros un grillete de esclavo y de q
ue tendris los mismos derechos que los dems ciudadanos libres de esta Repblica.
El discurso no fue, en realidad, muy brillante, apenas unas cuantas palabras imp
rovisadas, pero los negros comprendieron, ms que las palabras, la mirada de quien
las pronunciaba. Y cuando el almirante les ruega que se aparten y les dejen pas
o, el viejo capataz, con el mismo tonillo de cantura que aprendiera de los mision
eros, prorrumpe:
S, seor, pero hemos estado tantos aos en el desierto sin agua, que es muy hermoso ve
r al fin nuestro manantial de vida. Perdnenos, seor, si crey ver en nosotros falta
de respeto por el amito Lincoln, cuando no haba sino amor y gratitud. En seguida,
formando crculo, entonan un himno, mientras el amito, en su centro, los escucha y a
guarda pacientemente. As pasaron cuatro minutos, segn informe del mismo almirante,
durante los cuales haba ido animndose el lugar. Gritando, saltando, surgan negros
y mulatos, hubirase dicho que de bajo tierra, como por arte de magia. Pasada ya l
a alarma que cundiera entre ellos durante la captura de la ciudad, de todas part
es de sta acudan a saludar y bendecir al libertador. A ver si, a ltima hora, van a e
strujar al Mesas, piensa el almirante, y da orden a los marineros de que formen, c
alada la bayoneta, en torno del Presidente; pero, no obstante, los negros no se
asustan y la algaraba contina en crescendo. Comprendiendo que no hay ms remedio que
hacer algo para poner trmino a aquella situacin, Lincoln levanta las manos reclam
ando silencio, que instantneamente se establece. Y dice: Mis pobres amigos: heos y
a libres, libres como el aire. Podis arrojar al suelo el nombre de esclavos, y pi
sotearlo, que ya no volver ms. La libertad es derecho que tenis desde que nacisteis
porque Dios os la dio, lo mismo que a los dems hombres, y ha sido un pecado habe
ros tenido tanto tiempo privados de ella. Pero, ahora, debis procurar merecer est
e don inestimable. Mostrad al mundo que erais dignos de l, y que lo mantenis con v
uestras buenas obras. No cometis actos punibles, ajustaos a las leyes y obedecedl
as; obedeced los preceptos de Dios y dadle las gracias por haberos concedido la
libertad, pues a l es a quien lo debis todo. Me habis comprendido? Ahora, dejadme pa
so, pues ando muy escaso de tiempo. Quiero visitar la capital y volver en seguid
a a Washington, a fin de asegurar para vosotros esa libertad que tanto parecis ap
reciar.
As habl Abraham Lincoln la primera vez que se hall entre una muchedumbre de negros,
estrujado y ensordecido por sus gritos, en un momento de plenitud tal como nunc
a disfrutara antes, y como tuviera muy pocos en su vida. Habl como un padre, como
un hombre que est a la vez al lado y ya muy lejos, y sus palabras quiz fueron de
enseanza tanto como de admonicin, pero desde luego fueron palabras de amor; que nu
nca, como en aquel momento, record su figura aquella otra del Maestro en cuyo nom
bre fuera llevado a cabo todo aquello, el humilde Maestro, que viviera entre pes
cadores iletrados, trayndoles la libertad y el amor.
All se ergua el gigantesco y descarnado cuerpo, cansado por la lucha que viniera s
osteniendo desde haca aos, pero que, a travs de todas las calumnias y maledicencias
de los hombres, y mediante rodeos y atajos que nadie supiera comprender hasta e
ntonces, lograra llegar felizmente al trmino que se propusiera.
El almirante Porter, en su relato, dice: No me pas siquiera por la mente el que pu
diera sucederle algo en aquel instante al Presidente. Hubirasele dicho rodeado po
r un ejrcito de guardianes capaces de defenderle contra todo un mundo. Avanzbamos
muy lentamente, haciendo tan slo una milla por hora. Era un da muy caluroso, y la
espesa polvareda que levantaban los pies de la muchedumbre nos cegaba a todos. E
l aire era irrespirable. Pero Lincoln poda ser visto por todo el mundo, pues sobr
esala por encima de todas las cabezas. Llevaba el sombrero en la mano, y se abani
caba de cuando en cuando con el mismo, pues el sudor le corra por el rostro. Su a
specto era realmente como el de quien est dispuesto a ceder la Presidencia por un
vaso de agua.
As entraron en la ciudad el Presidente blanco y los millares de negros que le aco
mpaaban. Y cuando, al pasar por las calles, se abran las ventanas y se asomaban lo
s blancos, para ver al hombre malo que los haba atormentado durante cuatro aos, na
da ms fcil que haberlo matado entonces de un tiro. Despus de visitar el Cuartel Gen
eral de Davis, el Congreso y algunos otros sitios, regresaron al barco, haciendo
el trayecto en carruaje descubierto, y entonces fue cuando el almirante se dio
cuenta del peligro que haba corrido Lincoln, y que corra ms que nunca en ese instan
te, al atravesar la muchedumbre, en medio de la penumbra creciente. Realmente, no
habra entre todos aquellos espectadores algn sudista rencoroso dispuesto a aprove
char la ocasin para vengarse del gran enemigo, causa esencial de su derrota?
Durante aquellos das se cursaron telegrficamente las rdenes oportunas para conmemor
ar con una fiesta el comienzo de la guerra, el 14 de abril, con la rendicin del f
uerte Sumter a los sudistas. Al principio, el Presidente discuti la fecha, asegur
ando que haba sido el da 13, pero como Stanton comprobara, consultando un calendar
io viejo, que haba sido el 14, Lincoln hubo de ceder, declarando que realmente, lo
mismo daba que la ceremonia del fuerte Sumter tuviese lugar el 13 o el 14. No hu
bo, pues, ninguna voz interior de premonicin. Presagio alguno le advirti que, al s
ealar el da de aquella fiesta, haba decretado tambin la fecha de su muerte.
Lo que sucedi en Richmond, porque en aquellos das de confusin no se previ la visita
del Presidente, poda muy bien suceder en Washington. Ello tena que suceder, y suce
di.
Quin podr, realmente, sorprenderse? Cuando los profetas han sido lapidados, no lo fu
eron acaso, siempre, por una falsa interpretacin de lo que eran? Y no sufrieron in
variablemente los mrtires de todos los tiempos a causa de los grandes errores de
la muchedumbre? Es que Lincoln iba a ser una excepcin? Es que el odio del Sur no ib
a a hacer blanco en el hombre cuyo nombre, al ser designado por primera vez, par
eci ya ser nuncio de guerra? Cmo podan ellos saber todo lo que Lincoln haba hecho y p
ensado, en aquellos cuatro aos, para llegar a una reconciliacin y que, tan slo una
semana antes, haba tratado de indemnizar al derrotado enemigo? No haba remedio. Er
a el enemigo mortal y tena que pagar cara la victoria.
Ya dos aos antes de estos acontecimientos se fund en Richmond un club secreto, cos
teado por gente rica, cuyo objeto era el asesinato de Lincoln. Un ao despus se tuv
ieron noticias de una conjuracin, segn las cuales ciento cincuenta mozos denodados
haban salido para Washington con el propsito de secuestrar al Presidente. Un pint
or le pregunt por aquel entonces acerca del particular, pero Lincoln se sonri y di
jo: Si eso es cierto, no puedo comprender lo que los rebeldes persiguen con ello.
El resultado de la guerra no cambiara lo ms mnimo; todo seguira su curso. A raz de m
i designacin en Chicago comenzaron a llegarme cartas llenas de amenazas; las prim
eras me disgustaron, pero despus empec ya a considerarlas como algo inherente al c
argo. Aun ahora no son raras; pero claro est que ya no me hacen el menor efecto.
No hay nada cmo acostumbrarse a una cosa.
En general, no pareca creer en tales amenazas. Una vez dijo: Los atentados no son
crmenes americanos. Su, esposa le recomendaba que no dejase nunca de la mano el ba
stn, pero, no obstante, lo olvidaba con frecuencia. Por lo dems, lo mismo como hom
bre prctico que como fatalista, era poco aficionado a tomar precauciones. Me he ac
ostumbrado a pensar, deca, que si alguien quiere realmente matarme, me matar, aunq
ue me ponga una coraza y vaya siempre rodeado de mi guardia. Nada de ello le imp
edira conseguir su propsito, pues hay mil medios de acercarse a un hombre a quien
se quiere matar.
Ni l ni sus amigos parecieron darse cuenta de que, con la victoria, creca el pelig
ro en este respecto. Nadie tuvo tampoco, por entonces, conocimiento de ciertos i
ncidentes ocurridos durante el ltimo ao.
Aquel singular letrero que apareciera grabado en el cristal de la ventana de una
hospedera campesina no haba trascendido al pblico. As como tampoco se tuvo noticia
de un extrao suceso, ocurrido poco despus en un escenario de Nueva York, y que slo
consistiera en tres palabras.
Era una noche del mes de noviembre, y en el jardn de Invierno se representaba el dr
ama Julio Csar, Los principales intrpretes eran los hermanos Booth, dos de los cua
les vivan de la fama del tercero. ste, el trgico ms grande de su tiempo, parece que
representaba aquella noche el papel de Csar; pero, en todo caso, lo que s es segur
o es que el papel de Marco Antonio estaba a cargo de otro de los hermanos, mozo
de unos veintisis aos a la sazn, y excepcionalmente bien parecido, de tez aceitunad
a, facciones clsicas, nariz de corte romano y ojos relumbrantes, reemplazando con
esto, y la fama del hermano, lo que le faltaba de talento personal. Llegado el
tercer acto, con la famosa escena en el Capitolio, donde Marco Antonio incita a
los ciudadanos a vengarse de Bruto, Booth fue subiendo el tono, como exiga el pap
el, hasta llegar, por ltimo, al punto culminante.
Yo no soy un orador, como lo es Bruto;
Mas si ya fuese Bruto, Y Bruto Marco Antonio, tened por seguro Que habra entonces
un Marco Antonio Que inflamara vuestro espritu, y pondra Una lengua en cada herida
de Csar, Que hara levantarse hasta a las piedras de Roma, lanzndolas a la rebelin
Y aqu el actor acentu el fortissimo de la conclusin, aadiendo las palabras: Sic sempe
r Tyrannis!, la frase que, segn la leyenda, pronunci Bruto al hundir la daga en el
pecho de Csar.
Pero en Norteamrica y, sobre todo, por aquel entonces, eran mucho ms conocidas com
o el significativo lema del escudo de Virginia que, durante la guerra, fuera emp
leado infinitas veces para intensificar el entusiasmo blico del Sur.
La morcilla pas casi inadvertida. Solamente uno de los espectadores, segn inform algn
tiempo despus, se volvi hacia su vecino, preguntndole con cierto escepticismo: Est eso
en la obra de Shakespeare? Un vecino de detrs hizo observar entonces: Pero si se es
el lema del escudo de Virginia! Y el que fuera preguntado; No importa; est hablando
por Bruto.
En aquel preciso momento se oy la voz de: fuego! El pblico, al orlo, salt de sus asien
tos y en dos o tres minutos qued vaco el teatro. Poco despus se saba que en diecisis
teatros y hoteles de Nueva York haban estallado simultneamente, por aquella hora,
otros tantos incendios, obra sin duda de una conjura criminal. Y es muy probable
que aquellas palabras del jardn de Invierno fueran la seal convenida. La confusin pr
oducida por los fuegos hizo que se olvidase la extraa adicin. Pero an hubo indicios
ms evidentes de que se tramaba un atentado.
Casi por la misma fecha, un peridico de Alabama abra una suscripcin para asesinar a
Lincoln, Seward y Johnson antes de que se posesionasen nuevamente de sus cargos
. Y todava qued oculto otro documento, en el cual un teniente del ejrcito sudista p
rometa a Davis, a raz de la segunda eleccin de Lincoln, acabar con l. El escrito fue
entregado al ministro de la Guerra y a otros altos jefes, para que lo tomasen e
n consideracin.
Los motivos que animaban a Booth eran de diversa ndole. De una familia de gente d
e teatro y hermano del gran trgico, comparado, con el cual era una nulidad, mimad
o y halagado, no obstante, a causa de su buena presencia, quiz, de haber sido otr
as las circunstancias, habrale llevado la ambicin por rumbos muy distintos, y es p
robable que hubiese logrado grandes xitos en el campo del amor y de la aventura.
La guerra le abri las perspectivas de un nuevo ideal; haba estado presente en la e
jecucin de John Brown, y el alma del mozo, desarrollada y moldeada en la escena y
al diapasn de la tragedia, difcilmente habra podido sustraerse a la tentacin de est
ablecer comparaciones entre las figuras teatrales, Bruto, Guillermo Tell, etc.,
y los hechos realizados en aquellos aos de guerra, tanto por militares como por p
aisanos, cien veces citados pblicamente, en pro de la nueva Confederacin. Algunas
notas por l escritas en sus ltimos das demuestran que la hazaa del libertador se mez
claba en sus pensamientos a los herosmos ficticios por l encarnados sobre la escen
a en los papeles de ciertas obras. Y si bien es verdad que, como actor, su perso
nificacin del papel de Bruto no era muy extraordinaria, no era ello, en cambio, un
a razn ms para que pensase que en el mundo real podra serlo por modo inolvidable, c
onquistando con ello mucha ms fama de cuanto pudiera lograr su hermano, en su car
rera de histrin?
As, cuando el que l llamaba el enemigo de su patria, Lincoln, fue elegido por segu
nda vez, Booth march al Canad, centro de todos los agentes y espas, y all fue donde,
segn parece, fragu el plan de secuestrar a Lincoln y llevarlo a Richmond. Habiend
o logrado reunir cierto nmero de colaboradores y allegar una suma bastante crecid
a, de procedencia desconocida, aunque l siempre insistiera en que haba ganado aque
l dinero especulando en petrleo, march nuevamente a Washington, con la idea de lle
var a cabo su atentado el mismo da de la toma de posesin de Lincoln. Al efecto, tr
at de entrar por la puerta este del Capitolio, y por unos instantes logr producir
cierta confusin en las lneas de guardias de Seguridad que la custodiaban, pero se
vio rechazado, y el atentado fracas. Ms adelante, comentando el caso, se quejaba d
e la preciosa ocasin que se haba malogrado aquel da.
No era ste, tambin, el Capitolio? Y no representara, en la vida como en la escena, el
papel de Bruto, si abata al nuevo Csar en presencia de todo el pueblo? La hazaa, p
ues, qued solamente diferida; y, apenas cay Richmond, se apresur a organizar en Was
hington una conspiracin, que ya se haba planeado en el mes de marzo. Entre los con
spiradores figuraban un ex soldado llamado Powell, un tal Arnold, la esposa de u
n antiguo terrateniente de Maryland, duea a la sazn de una casa de huspedes, y otro
s varios sudistas. Arnold perdi el nimo, y de buena gana se habra vuelto atrs, pero
Booth lo tena bien sujeto y, adems, posea una fuerza de sugestin que le daba un asce
ndiente cada vez ms firme sobre sus cmplices. Cada uno de ellos estaba encargado d
e una cosa: Powell, un meridional de tan hercleas fuerzas como limitada inteligen
cia, natural de la Florida, deba encargarse de Seward; otro, el bufn del drama, te
na a su cargo el despachar a Johnson, el nuevo Vicepresidente; en cuanto a Booth,
como es natural, se haba reservado el papel principal de la tragedia. Otro consp
irador, llamado Herold, deba actuar a manera de escudero y ayudarle en la fuga. L
a pupilera y su hija tambin estaban en el secreto.
En suma, una verdadera galera de tipos shakespearianos. El da no estaba an sealado;
pero la cosa deba tener lugar tan pronto como Lincoln regresase a su residencia.
Sin embargo, un incidente precipit los acontecimientos y el Presidente regres a la
capital antes de lo previsto. Seward se cay del coche, hirindose gravemente. Por
esta razn se hallaba Lincoln alejado del frente cuando Lee se entreg, lo que suced
i el Domingo de Ramos, o sea un da despus de la marcha de aqul. Lincoln no vio a Lee
, el derrotado general, cuando, vestido con su flamante uniforme, impecable y so
lemne, fue recibido en una choza por Grant, mal vestido, sin insignias ni sable
y con las botas sucias. Un telegrama del Presidente le haba prohibido de un modo
terminante, en forma realmente desacostumbrada, el resolver ninguna cuestin poltic
a en el momento del armisticio. La guerra no estaba terminada del todo, pues has
ta un par de semanas despus no se rindi Johnston a Sherman con el resto del ejrcito
. Ms de tres millones de hombres haban tomado parte en esta guerra, de los cuales
ms de 600.000 perecieron en el campo de batalla o por enfermedad, gastndose en la
lucha unos cinco mil millones de dlares. Pero el porcentaje de prdidas fue, desde lu
ego, mayor en el Sur. La cuestin que quedaba por resolver era si los caudillos de
la rebelin deban ser castigados y, en ese caso, qu castigos podran imponrseles. Preg
untado el Presidente sobre lo que pensaba hacer con Jeff Davis, respondi con un mal
icioso guio de ojos: All, en Springfield, haba una vez un chico que, con sus ahorril
los, se compr una cra de mapache para entretenerse con el animalito. Pronto, sin e
lor, deca en este momento el Presidente, y yo, por mi parte, creo que debera conce
derse en seguida a los ms inteligentes y a aquellos que sirvieron en nuestras fil
as.
Eso es! Ya tenemos a los negros convertidos en ciudadanos!, susurr uno de dichos jvene
s al odo del otro; y aadi: Pero ste ser su ltimo discurso. Ambos mozos eran Booth y H
ld.
Pero, supongamos que estos dos hombres hubieran sido de Illinois en vez de ser d
el Sur. Si este fantico mozo que tanto suea en representar a lo vivo el papel de B
ruto hubiese nacido y crecido entre los abolicionistas, no amara al libertador con
la misma pasin con que ahora le odia?
Pero, aun siendo sudista, y si Booth hubiese conocido ntimamente a Lincoln, si hub
iese podido ver de cerca sus ojos grises, serenos y escrutadores, si una casuali
dad cualquiera le hubiese conducido hasta el Presidente cuando ste, cabalgando ju
nto a su hijo Tadd, le enseaba a diferenciar los rboles o, simplemente, cuando con
taba alguna de sus historietas? Qu habra sentido entonces? Y qu sentimientos no habran
sido los de este nuevo Bruto si hubiese sabido la filosfica explicacin que aquel
que se le representara como el nuevo Csar diera del acto de Bruto, cuando lo pint
ara como una fatalidad ineluctable a que el tiranicida tuviera que obedecer? Quin sa
be si, en ese caso, todo el edificio de pensamientos de honor y de gloria que co
nstruyera se habra venido a tierra! Pues, quin podra disparar de buena fe contra un
pecho que se ofrece por s mismo al arma homicida?
El mircoles da 14, al dar las doce, tronaron los caones del fuerte Sumter, como cua
tro aos antes; pero esta vez eran los del Norte y disparaban con plvora solamente.
El mismo Anderson que, en aquellos ya lejanos das, mandara la plaza, comandante
a la sazn, general hoy da, iz la misma bandera estrellada que, aos atrs, fuera derrib
ada a balazos. La banda de msica tocaba y la multitud enardeca el espacio con sus
gritos de jbilo. El orador encargado del discurso oficial dijo: Hoy elevamos al Pr
esidente nuestras respetuosas felicitaciones, por haberle Dios conservado la sal
ud y la vida durante estos cuatro sangrientos aos, no obstante las innmeras cargas
y sufrimientos que pesaron sobre l, por haberle permitido la Divina Providencia
presenciar la feliz consumacin de esta unidad nacional que aguardara con tanta im
paciencia y fortaleza de nimo, y por cuyo advenimiento laborara con tan desintere
sada sabidura. Dos veces dio el orador gracias al cielo porque Lincoln hubiese pod
ido ver tan sealado da.
Aquella misma maana estaba el Presidente sentado en su despacho, acompaado por sus
ministros. Antes de la reunin se haba negado a recibir visitas, pasndose toda una
hora en escuchar el relato que le hiciera su hijo mayor de lo que haba visto dura
nte su estancia en el ejrcito, cosa que tena para l un doble inters, pues a la vez q
ue se enteraba as confidencialmente de una porcin de la capitulacin, poda observar l
as capacidades del hijo ausente del hogar paterno desde haca aos. En el curso e la
conversacin, present el joven a su padre un retrato de Lee que Lincoln tom en sus
manos, examinndolo atentamente. Buena cabeza! exclam al fin. El rostro de un hombre
noble y heroico. Me alegro de que la guerra haya terminado al fin.
La reunin del Gobierno, la primera que se celebraba desde haca varias semanas y la
primera tambin desde la victoria final, transcurri de modo muy distinto a las hab
idas anteriormente aquel ao. Faltaba Seward, pero, en su lugar, estaba Grant (con
cuyo Estado Mayor llegara el hijo de Lincoln aquella misma maana). Todos rodeaba
n y felicitaban al vencedor; y Welles, que trabajara con Lincoln en aquel mismo
despacho durante cuatro aos, nos dice en sus notas: El Presidente estaba ms alegre
y contento de lo que nunca le viera, esperando ansiosamente la paz, y lleno de h
umanidad y de clemencia. Pero esto no obedeca slo a la victoria, pues cuando Grant
manifest su inquietud por la carencia de noticias de Sherman, Lincoln le asegur qu
e Sherman vencera a Johnston o, por mejor decir, ya lo haba vencido, basando su se
guridad en un sueo que haba tenido y que ya tuviera con anterioridad algunas veces
. Se trata de su Departamento, explic, sonriendo, al ministro de Marina, puesto qu
e tiene que ver con el agua.
So que iba en un barco muy extrao, en cierto modo indescriptible, pero siempre el m
ismo, y con rumbo a toda marcha, hacia una costa oscura e indefinida. Antes de d
esembarcar, despert.
He tenido este sueo extrao siempre que se han avecinado acontecimientos muy import
@una especie de orden terminante de Mary, pues nos estn esperando, se ha anunciado
nuestra visita al teatro y hay que darse prisa. Aunque de muy mala gana, no tuvo
Lincoln ms remedio que despedirse de sus amigos. Realmente, por qu tendra l que ir al
teatro y mostrarse a toda aquella gente? Lo que es si no fuera por Grant
Pero, entre tanto, los Grant haban avisado que no asistiran a la funcin, teniendo q
ue marchar aquel mismo da para ver a los suyos y no pudiendo aplazar otro da el vi
aje. La sorpresa cay poco menos que como un rayo en la Casa Blanca. Es posible que
fueran a abandonar la capital en aquel da de regocijo por la victoria? Todos, ad
ems, se preguntaban qu es lo que podra haberlos inducido a tal desatencin con respec
to al Presidente y al pblico. Algn tiempo despus, mistress Grant explic que el espec
tculo que diera Mary en el coche, dos semanas antes, les hizo temer otra escena p
or el estilo, si, como era de esperar, el pblico aplauda y aclamaba al general a l
a vez que al Presidente; pues, quin poda asegurar que mistress Lincoln no se dejara
arrebatar, una vez ms, por su vanidad y sus celillos, estimando que los Grant tra
taban de hacerles sombra a ellos?
Poco antes de salir para el teatro, firm el Presidente la instancia de libertad d
e un prisionero del Sur, que se comprometa a prestar el juramento de fidelidad. A
s, su ltimo acto oficial fue un acto de clemencia hacia el Sur.
Ya en la calle, al subir al coche, se encontr con el Presidente del Congreso, con
quien estuviera hablando por la tarde, y luego de saludarle, le record: No olvide
mi mensaje a los mineros!
Y no se dira que con ello dictaba sus ltimas voluntades, su testamento a favor de l
os Estados Unidos?
La funcin haba empezado. Era una comedia de carcter cmico, titulada: Nuestro primo de
Amrica. Al aparecer el Presidente con su esposa, estall una atronadora salva de ap
lausos, interrumpindose la representacin, y teniendo ambos que inclinarse, en vist
a de que la orquesta tocaba el himno. Todo el mundo se haba puesto de pie, y la d
iversidad de uniformes y trajes de etiqueta daba al saln un aspecto deslumbrante.
Terminado el himno y restablecido el silencio, continu la funcin. Como Grant no l
a haba ido, ocuparon su lugar en el palco presidencial un joven comandante con su
prometida, amigos de Lincoln. As transcurrieron unas dos horas.
Es muy posible que Lincoln escuchara lo que aquel primo de Amrica tena que decir,
pero an es ms probable que sus pensamientos vagasen a la deriva. Una especial disp
osicin de nimo, que le hacia pasar rpidamente de unos recuerdos a otros, haba hecho
que aquel da fuera para l de gran fiesta. Un sueo le haba augurado buenos acontecimi
entos; amigos llegados de su tierra, que tan querida le fuera siempre, habanle co
ntado cmo iban las cosas por all; su mano haba estrechado, al despedirse, la mano s
egura de Grant. Por otro lado, haba expuesto a sus ministros cuanto planeara para
remedio de todos los males de la nacin, consiguiendo desterrar las ideas de veng
anza. El lejano Oeste haba llenado su espritu de imgenes deslumbrantes, revelando l
os tesoros de sus entraas. Su hijo mayor pareca haberse hecho ya un hombre de prov
echo; y, como siempre que echaba a volar su fantasa, entre todos sus sueos se haba
deslizado la imagen de su hijo menor. En suma, un sueo de serenidad y dulzura, un
a nueva vida de esperanzas e ilusiones.
El general amigo suyo haba aconsejado las mayores precauciones. Muy bien. Por qu no
tomarlas?
Pero el Destino, o los designios de lo desconocido, que por tan extraos y laborio
sos caminos le llevaran a metas tan inesperadas, no eran mucho ms fuertes que toda
s las precauciones? No eran aquellas fuerzas desconocidas las que, desde el bosqu
e, le llevaran al ro, y de ste, por encima de las balsas formadas con los gigantes
cos troncos derribados por l mismo, hacia el almacn, con sus fardos y cajas, y des
de el almacn al despacho de abogado, con sus polvorientos legajos, y del despacho
al Congreso, y de ste a la Casa Blanca, siempre al servicio de los humildes y de
la justicia? All est Herndon, el fiel compaero, y Speed, que hace poco estuviera a
visitarle, sin pedirle nunca nada. Entre aquel tumulto de imgenes, surge la estr
echa sala de Vandalia, donde por vez primera interviniera en poltica; y el elegan
te Capitolio de Springfield, nuevecito Por ltimo, se ve en el tren, viajando inter
minablemente, atravesando regiones y regiones, de tribuna en tribuna, de discurs
o en discurso, siempre tras la pista del Pequeo Gigante. Pero, y Douglas, tan lle
no de vida, tan activo, dnde puede estar? Y dnde el amigo Baker? Dnde sus hijitos, mar