Apocalipsis (Com NT Casa de La Biblia)
Apocalipsis (Com NT Casa de La Biblia)
Apocalipsis (Com NT Casa de La Biblia)
INTRODUCCION
La primera impresin que produce este
libro "tanto tiempo olvidado, y cubierto de
polvo", es de una profunda atraccin. El lector se siente, ya desde el principio, hechizado y en sintona espontnea con el Apocalipsis: participa de sus experiencias religiosas; oye la voz del Seor que le habla
en forma de siete cartas; es testigo privilegiado de las esplndidas liturgias que se desarrollan en el cielo; toma parte en el combate a muerte entre el bien y el mal. La lectura va interesando ms y cobra un ritmo
intenso y acelerado. Yal mismo tiempo, se
produce una sensacin de vrtigo. Hay momentos en que nos hallamos superados por
la visin alucinante de este libro misterioso;
nos resulta excesivo en demasa. Una parecida sensacin contrapuesta, de atraccin y
de vrtigo, experimentaba ya en el siglo 111,
Dionisia de Alejandra: "Yo no me atrever a
rechazar este libro que muchos hermanos
consideran con favor; pero estimando que
sus concepciones sobrepasan mi propia
inteligencia, supongo que la significacin de
cada pasaje es, de alguna manera, oculta
y maravillosa. Y porque no lo comprendo,
supongo que hay en estas palabras un sentido ms profundo" (HistOria Eclesistica VII.
25.4). Esta confesin podra ser considerada con irona. Mejor es tomarla como una
l. Simbolismo
Presencia masiva de smbolos. Es esta
peculiaridad, la que primero y ms poderosamente llama nuestra atencin. El libro
se encuentra saturado de visiones simblicas. El autor sigue los usos habituales de los
escritores apocalpticos. No en vano su libro
comienza con esta palabra "Apocalipsis", que
significa "manifestacin de algo oculto". Pero se aparta del hermetismo y de la fantasa
de las obras apocalpticas; su libro se pre695
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titud pasiva: dejarse llenar; despus, diligencia que exige del lector una presencia
muy despierta, una actitud constante de
complicidad para ir encontrando la respuesta
a sus inacabables enigmas. El libro se deja
leer cuando se va respondiendo a estas preguntas que su lectura plantea.
2. Estructura del libro
(Ap 1,4-3,22)
Introduccin litrgica (Ap 1,4-8)
Presentacin de Cristo resucitado
(Ap 1,9-20)
Las siete cartas (Ap 2-3)
n. INTERPRETACION PROFETlCA DE LA
HISTORIA (Ap 4,1-22,5)
Preludio (Ap 4-5)
Los sellos (Ap 6-7)
Las trompetas (Ap 8,1-11,14)
Las tres seales (Ap 11, 15-16,16)
Desenlace final (Ap 16,17-22,5)
Eplogo (Ap 22,6-21)
A lo largo del comentario se encuentra
una introduccin a cada una de estas partes o secciones. Leyndolas todas seguidas
podremos hacernos una idea del desarrollo del libro.
3. Autor y tiempo
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COMENTARIO
PROLOGO
(1,1-3)
Desde el primer momento se insiste
en la centralidad que ocupa la presencia
de Jesucristo: todo el Apocalipsis se refiere constantemente a su persona y actividad, pretende desvelar ante los ojos de la
Iglesia la profundidad y riqueza de su
misterio.
Sin embargo, el origen ltimo de la revelacin es Dios, quien se la entrega a Jesucristo, y ste, como protagonista de una
cadena de testimonios, la muestra a sus siervos, a su ngel intrprete, y finalmente a
Juan, el cual se presenta ante nosotros como el testigo de cuanto ha visto; a saber, de
la palabra de Dios, testimoniada por Jesucristo.
Ya al comienzo del libro se proclama una
bienaventuranza. Es la primera de las siete bienaventuranzas que lo jalonan, calificndolo como un libro de dicha y de consuelo; imagen completamente positiva,
tan lejana de las errneas concepciones que
lo miran como un catlogo de desventuras
y fatalismos. El Apocalipsis es el gran libro de la esperanza cristiana. Es por igual
dichoso quien proclama la profeca y quien
la cumple. Los primeros cuatro versculos
ponen de relieve algunas cualidades especficas. Esta revelacin es totalmente divina, no parte de la iniciativa de un hombre. Revelacin no cerrada o hermtica,
sino descifrada; es decir, se trata de una
profeca abierta: la gran profeca de los ltimos tiempos. Cristo la interpreta mediante su ngel y, muy especialmente a travs
de Juan. Se subraya la mediacin humana
del Apocalipsis. Por fin, puede cerrarse felizmente este crculo de revelacin, cuando
el libro se proclama y, sobre todo, cuando
los cristianos lo escuchan y ponen en prctica sus enseanzas.
Esta primera parte del libro del Apocalipsis intenta colocar al lector en la situacin
adecuada para entender la segunda, que es
la ms extensa, y contiene el mensaje central del libro. El ncleo de esta primera parte lo constituyen los captulos 2 y 3. Estos
captulos son en su conjunto un detallado
proceso penitencial, que el autor propone
a la Iglesia antes de desvelarle el sentido
de la historia, pues slo aquellos que se han
convertido a Cristo sern capaces de contemplar el devenir de la historia en profundidad. Los primeros versculos (Ap 1,4-8) son
un dilogo litrgico con la comunidad que
escucha y aclama. En Ap 1,9-20 se hace una
detallada presentacin de Cristo con las mismas imgenes con las que despus se presenta ante las siete iglesias. En los captulos 2 y 3, siete cartas dirigidas a iglesias concretas proponen un proceso, que se dirige
en realidad a toda la Iglesia.
1,4-8 Introduccin litrgica. Al comienzo del libro asistimos a un dilogo litrgico entre un lector y la comunidad cristiana. Este dilogo inicial (Ap 1,4-8) corresponde a otro dilogo litrgico final (Ap
22,6-21), Y los dos enmarcan perfectamente el Apocalipsis, dndole la configuracin y
el valor de un libro esencialmente litrgico, que encuentra su lugar dentro de la celebracin viva de la Iglesia.
Bajo la mencin de las siete iglesias de
Asia es preciso considerar la universalidad
de la Iglesia, aqu vista idealmente en el simblico nmero de siete, que indica plenitud.
A toda la Iglesia cristiana, pues, se dirige este saludo.
En tres bloque literarios, perfectamente
delimitados, se menciona el misterio de Dios,
como Trinidad santa.
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ber, como quien tiene perfecto dominio sobre el pasado: el que era, sobre el presente: el que es y sobre el futuro: el que est a
punto de llegar. Es el dueo y seor de la
historia; en sus manos estn los insondables destinos y el barro del tiempo, que l
moldea providencialmente.
Los siete espritus no denotan siete ngeles de alto rango, o arcngeles, sino la
presencia viva del Espritu Santo: un solo
Espritu en su realidad personal y esencial,
y que es totalidad -siete- en sus innumerables manifestaciones. La historia est sembrada de sus asombrosas e infinitas maravillas.
Cristo es recordado con tres atributos
principales, que provienen del Salmo 89, interpretado en clave mesinica. Los tres ttulos corresponden respectivamente a una
confesin de fe e indican el misterio de vidamuerte, resurreccin y ascensin del Seor.
Es testigo fidedigno, porque con una vida
culminada en la muerte, y con perseverancia mantenida hasta la cruz, ha expresado
perfectamente cuanto Dios quiso revelarnos.
Ha surgido victorioso de entre los muertos,
como primicia de los resucitados (expresin
frecuente en Pablo: Col 1,18; 1 Cor 15,20),
inaugurando con su resurreccin una nueva forma de ser y un reino nuevo.
La comunidad cristiana responde agradecida a esta presencia de Dios, yen especial de Jesucristo. Toda la asamblea se sabe y se siente amada por el Seor.
Como fruto primero de este amor, ha sido perdonada de todos sus pecados. La solicitud de Cristo le ha llevado a derramar su
sangre redentora por su Iglesia; est recin lavada en el bautismo del agua y de la
sangre renovadora, y ahora el Seor la hace partcipe de sus prerrogativas. La convierte en reino, para que combata en favor
del evangelio y extienda por el mundo el seoro de Cristo; y la convierte tambin en sacerdocio, a fin de ofrecer a Dios el culto de
su vida. Ambas funciones tienen sentido
cuando se realizan unindose del todo a
Cristo, que es el rey de reyes, y nico su-
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ITINERARIO PENITENCIAL
(2,1-3,22)
que la comunidad cristiana escuche con diligencia la palabra del Seor, discernida e
interiorizada por el Espritu, que asiste a
la Iglesia. Slo l puede ofrecer la recta interpretacin y conducir plenamente a la verdad de Cristo.
Toda la Iglesia est invitada, pues, a leer
con fe y atenta reflexin estas siete cartas,
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a fin de encontrar en ellas la palabra siempre salvadora del Seor y el aliento de su Espritu.
2,1-7 A la iglesia de Efeso: Vuelve al
amor primero! La ciudad de Efeso ocupaba
la primaca poltica, comercial y religiosa de
todo el entorno de la provincia de Asia; era
la metrpoli. A esta iglesia el Seor se aparece, revestido del fulgor de su divinidad y
paseando entre los siete candelabros de oro;
a saber. ejercitando la [uncin de sumo
sacerdote y uniendo por medio de la liturgia
a todas las iglesias. El Seor conoce su actividad y el esfuerzo positivo por mantener
intacta su fe; sabe cunto ha sufrido con entereza, sin desfallecer.
Mas no todo brilla por igual en esta iglesia; el Seor le echa en cara que ha abandonado su amor primero. No se refiere slo
a un afecto inicial en el tiempo. Se trata del
amor mejor. el ptimo. La comunidad critiana ha decado de aquel amor primordial,
cuyo smbolo era el trato transparente entre
Adn y el Creador, antes de la cada; amor
visto idealmente en las relaciones esponsales de Israel y DiOS, recordado con nostalgia por los profetas (Os 2,16-17.21-22;
3,1.21-22; Is 54,4-8; Jr 2,1-4,4; 11.15; Ez
16; 23); amor que debe unir a Cristo ya la
Iglesia. Amor de preferencia exclusiva y gozo
de la mutua posesin, tan cantado en el Cantar de los Cantares. Este abandono desleal
es sentido fuertemente por el Seor. Por ello
recomienda que haga memoria, que se convierta y realice las obras primeras; es decir,
que recorra los tres estadios en la historia de
la conversin. Si no lo hace, ser excluida de
la comunin viva de las iglesias. Pero si logra mantenerse y volver al amor primero, ser una Iglesia vencedora, y recibir un premio: comer del rbol de la vida. Cristo, verdadero rbol de vida, concede a la Iglesia, no
slo la de Efeso, sino a toda comunidad cristiana vencedora, esta recompensa: le asegura la inmortalidad -mediante la Eucarista-,
la participacin en la misma vida eterna de
Dios. En la nueva Jerusaln hay un rbol de
vida (Ap 22,2).
2,8-11 A la iglesia de Esmirna: S fiel
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doctrina de Balan y de los nicolatas. Parece ser que las dos cosas "nicolatas" no
es sino la traduccin griega del hebreo Balan: vencedor o dominador del pueblo- significan lo mismo.
El Antiguo Testamento contiene una tradicin positiva de Balan, quien bendice
al pueblo de Dios (Nm 23,8); pero coexiste
tambin una interpretacin desfavorable;
aparece como el instigador y provocador de
la infidelidad del pueblo (Nm 31,16). el
que los arrastra a la idolatra. Esta tradicin se implant en el judasmo y el cristianismo reciente; de ello se hace eco el Apocalipsis. Pretende el Seor, mediante el
recuerdo de Balan, que su Iglesia se mantenga fiel a pesar de la presin circundante
corrupta. La imagen de los banquetes y de
la fornicacin expresan la comunin con los
valores paganos de los cultos imperiales. El
Seor quiere que la Iglesia no pacte con la
idolatra reinante.
El premio es el man escondido, a saber,
reservado en el cielo para el mundo futuro.
Es el alimento que Cristo dar ntegramente a su Iglesia en la nueva Jerusaln. Con el
que ya nutre a su Iglesia peregrina, comida
que es su cuerpo resucitado (vase Jn 6). La
piedra blanca indica la nueva condicin del
vencedor, significa la participacin en la misma victoria de Cristo: su resureccin. Ya forma parte de la nueva creacin, instaurada
por el Seor (simbolismo del color blanco).
Tiene derecho a entrar en la nueva Jerusaln (significacin del nombre nuevo y de la
piedra blanca); su entrada es libre (pues su
nombre est escrito y escrito se quedar). Es
la nueva y magnfica personalidad del cristiano, que le capacita para ser digno de tomar parte en el banquete de bodas del Cordero y tener acceso a la ciudad de la nueva
Jerusaln.
2,18-29 A la iglesia de Tiatira: Conservad la autntica doctrina! Es la nica
vez en todo el libro que Cristo se presenta
con el solemne ttulo de Hijo de Dios. Tiene una mirada penetrante merced a sus ojos
de fuego, y una firmeza de bronce en sus
pies. Quiere con este poder divino afianzar
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blanca de su dignidad de esposa del Seor. y debe untarse colirio en los ojos. a
fin de poder ver. mediante la fe. con la misma mirada de Cristo.
Cristo espera. aldabeando con la mano y
llamando con su voz. a que se abra por fin
la puerta (Ap 3.20). Sin excluir otros encuentros. se refiere principalmente al momento privilegiado de unin. de la Iglesia y
del cristiano. en el sacramento de la Eucarista: encuentro con Cristo resucitado. que
en la noche de la pascua. viene en busca de
la Iglesia. El ltimo premio resulta el mejor.
Y este es el don soberano para la Iglesia vencedora: reinar con Dios y con Cristo para
siempre. poder compartir eternamente el
mismo trono de la divinidad.
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INTERPRETACION PROFETICA
DE LA HISTORIA
(4.1-22.5)
Despus del proceso penitencial de purificacin (Ap 1.4-3.22). la asamblea est preparada para escuchar la revelacin de lo que
va a suceder (Ap 1.1; 4.1). El vidente es invitado a subir al nivel de lo divino para
contemplar el desarrollo de la historia desde la ptica de la trascendencia.
Con un amplio despliegue de imaginacin y utilizando numerosos smbolos. el autor presenta el desarrollo de esta historia en
cinco cuadros. El primero de ellos (Ap 4.15.14) sita al lector en la ptica adecuada:
la historia slo puede ser descifrada desde
Cristo. En el segundo (Ap 6.1-7.17) aparecen dibujadas las fuerzas que intervienen
en este drama de la historia humana. En el
tercer cuadro (Ap 8.1-11.14). estas fuerzas comienzan a actuar y la historia se
pone en movimiento. El cuarto cuadro (Ap
11.15-16.16) presenta con fuerza el momento decisivo de esta historia: el choque
entre las fuerzas del bien y las fuerzas del
mal. Finalmente. en el quinto (Ap 16.1622.5) se describe el desenlace final de toda esta historia. Los cnticos se suceden sin
cesar. porque la victoria es de Dios y al705
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1. Lo que va a suceder
(4,1-5,14)
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dad con Dios; se hallan tan cerca de Dios como nadie puede estar. Estn llenos de ojos,
llenos de ojos por delante y por detrs, llenos
de ojos porJuera y por dentro. De nuevo una
desmedida cantidad de ojos: son "todo ojos",
a saber, la ciencia y la perspicacia, la vigilancia perfecta. Con las cuatro referencias
al len, al toro, al hombre y al guila, se alude a toda la creacin, representada en sus
cuatro puntos cardinales. Las alas indican
su movilidad y agilidad. Estn dedicados a
entonar de por vida las alabanzas divinas.
Intervienen activamente en la historia de
la salvacin. Participan en la apertura de los
sellos {Ap 6,I8}; interceden por la humanidad {Ap 4,8; 5,14}. Estos cuatro vivientes indican al mismo tiempo la accin de Dios y la
respuesta positiva de la humanidad.
Un himno litrgico cierra la visin. Los
vivientes dan gloria a Dios, los ancianos le
arrojan obsequiosamente sus coronas en seal de acatamiento y se postran con reverencia ante l. y as, la presencia inefable de
Dios sentado en el trono, se impone absolutamente: empieza, centraliza y recapitula el relato. Es digno el Seor de recibir toda gloria, honor y poder, porque es el creador de todo cuanto existe; l ha llamado lo
que no era a la vida; y es el creador incesante
del universo. La voluntad de Dios se muestra como un designio de vida. El que est
sentado en el trono vive por siempre, y est dispuesto a dar vida.
muda en desolacin y en llanto sin consuelo. Juan, el vidente, rompe a llorar amargamente ... hasta que aparece ante sus ojos
la gran visin que es central en todo el Apocalipsis: un Cordero de pie, pero degollado, con siete cuernos y siete ojos. Es Cristo pascual en la plenitud de su fuerza mesinica. El va a cambiar desde dentro el
rumbo de la historia.
Este captulo quinto contina en las mismas circunstancias espaciales que el anterior, en el templo del cielo; y se presenta
temticamente como su culminacin y desenlace dramtico. Lo que all se encontraba en situacin esttica y en una sublime lejana, ahora se convierte en dinamismo y
cercana merced a la presencia de Cristo
muerto y resucitado.
El resorte que pone en movimiento el relato es el misterioso libro, del que se dicen algunas caractersticas especficas. Est escrito por dentro y por fuera; es decir, todo en
l es elocuente; libro que es preciso leer, no
slo exteriormente, sino desde dentro, sabiendo interpretarlo. Y est ya escrito y sellado adems con siete sellos; completamente acabado y hermtico, al que no se le
debe aadir nada (vanse las severas recomendaciones a quien trate de aadir o quitar algo de este libro: Ap 22,18-19). El libro
se encuentra en la mano del que se sienta en
el trono; pertenece a Dios. Este libro contiene el designiO misterioso de Dios sobre
la historia. Nadie puede acercarse a tomarlo, ni es capaz de leer su interpretacin. Por
eso la humanidad, representada en Juan, llora intensamente, porque no encuentra un
sentido que oriente su historia. Este llanto
acaba cuando el vidente es consolado por las
palabras de uno de los ancianos. No llores,
-le dice- pues ha vencido el len de la tribu
de Jud, el retoo de David. Se trata de una
referencia a Cristo, como Mesas; l cumple
el orculo con que Jacob bendijo a Jud
(vase Gn 49,9). Yal mismo tiempo es el brote que ha crecido de aquella raz de David; es
el nuevo rey, el que da plenitud y perfeccin a todas las promesas (vase Is 11,1.10;
Ap 3,7; 22,16). Slo Cristo, muerto y resucitado, es el intrprete del libro, el hermeneuta de Dios Padre.
y aparece ahora antes los ojos atnitos
de Juan y tambin nuestros, la visin cen707
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2. Los sellos.
Revelacin del sentido de la historia
(6.1-7.17)
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Este captulo trata de responder a aquella pregunta abierta: Quin podr mantenerse en pie delante de Dios y del Cordero?
(Ap 6,17). Ahora se contesta con la presentacin solemne de una inmensa multitud de
rescatados. Representan una avanzadilla en
la historia de la humanidad, una anticipacin de la victoria fmal.
3. Las trompetas.
La historia se pone en movimiento
(8,1-11,14)
La tercera se'ccin se caracteriza por el
repetido sonar de siete trompetas. Anuncian
con solemnidad que Dios se hace presente
en la historia. Y cuando Dios se acerca, la
naturaleza se conmueve; eso indican los fenomenos csmicos de las primeras cuatro
trompetas. Pero tambin intervienen en la
historia humana unas fuerzas demonacas:
estn vigorosamente descritas bajo unos esquemas tradicionales bblicos: una plaga de
saltamontes (Ap 8,1-12) Y una devastadora
caballera infernal (Ap 9,13-21).
Se describe, pues, la historia de la salvacin, considerada en sus fases alternativas, como un sucederse de acontecimientos
acelerados sin que se sepa bien a dnde van.
8,1-5 El sptimo sello. Es Cristo, el Cordero, quien sigue abriendo el libro sellado, a
fm de que se verifiquen en la historia los decretos divinos. Para la realizacin de su voluntad, Dios cuenta con una colaboracin
necesaria: la oracin. Sigue siendo un misterio el poder de la oracin hecha por la Iglesia. Y porque se trata de algo que supera la
inteligencia y el clculo del hombre, la accin
se abre con un silencio de media hora. Silencio que no significa una pausa privada de
sentido, sino un remanso altamente elocuente y lleno de respeto ante la sublimidad
de Dios (Zac 2,17). silencio propio de la liturgia. Es tiempo de que la Iglesia se abra
a este misterio.
Este silencio es tambin el tiempo de la
espera ante el juicio de Dios (Sof 1,7); y significa, siguiendo una tradicin apocalptica,
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pretacin cristiana sobre las catstrofes naturales; no puede, por tanto, hacerse una
lectura literal y comprensible en cada detalle. En perodos concretos de la historia no
cesan de surgir aplicaciones; p. ej. el nombre de esa estrella ardiendo se llama Ajenjo,
y esta palabra en ruso se traduce por Chernobild, accidente nuclear de vastas proporciones y resonancias.
El autor del Apocalipsis ha realizado toda una evocacin potica, sobre varios modelos inspirativos: la destruccin de Sodoma y Gomarra, las plagas de Egipto y elementos de su propia visin. Las plagas se
abaten sobre la naturaleza: la tierra, el mar,
las aguas, la luz. Se trata del poder del mal,
que realiza una obra antidivina, como una
anticreacin. Lo que Dios haba hecho bueno (en orden inverso: la luz, las aguas, la tierra), ahora se desnaturaliza y pierde su bondad original. Por otra parte, estas catstrofes son seales de liberacin para el pueblo
elegido, como aconteci en Egipto.
Al insistir en elementos fraccionarios, -la
tercera parte-, se quiere indicar la parcialidad; no todo est ya perdido, an queda
espacio y tiempo para convertirse. Igual que
las plagas fueron una llamada para que no
se endureciera el corazn, las catstrofes actuales siguen siendo una apremiante llamada al "faran" y a todos sus secuaces que
oprimen la tierra de los hombres.
9,1-12 La quinta trompeta. La plaga de
los saltamontes. Al sonar de la quinta trompeta, se le entrega la llave del abismo a una
estrella. Con esa extraa descripcin se indica que Dios permite la manifestacin del
mal en la historia, y este mal proviene de
un poder suprahumano, que se sita ms
all de los lmites razonablemente humanos.
La lectura del presente relato produce sensacin de vrtigo; aparece la manifestacin
del mal "in crescendo". As se presenta esta
progresiva secuencia: es el ngel del abismo,
o la concentracin del abismo, una fuerza
subterrnea, las profundidades del abismo,
que se convierten en horno; del horno sube
una humareda, y de la humareda surgen
unos saltamontes, y esos saltamontes hacen
el mismo dao que los escorpiones. Los saltamontes, a su vez, son caracterizados con
rasgos, medio humanos, medio grotescos. Tienen un rey, que se llama "el destructor".
Se trata de la invasin del mal en la historia humana. Esta fuerza maligna es suprahumana y subterrnea, muy dificil, por
tanto, de ser entendida, pero sometida a la
voluntad de Dios. Esta potencia invade lenta y fatalmente la historia, se adensa, se oscurece, como el ngel exterminador o de las
tinieblas. Tan espeso se torna el mal, que
surgen de l saltamontes. Ya el profeta Joel
(JI 1,2-2, 17) haba hablado del da del Seor
con la irrupcin de los saltamontes; lo mismo ocurre en la octava plaga (Ex 10,12.15).
Esto quiere decir que sern tiempos insufribles, donde la vida se convertir en nusea; preferible sera la muerte, pero la muerte huir. La fmalidad de todo ello es la conversin. No obstante ser un tiempo limitado
(cinco meses) y no todos sufrirn idnticos
padeCimientos.
Son alusiones grotescas que quieren pintar, con la extravagancia de sus rasgos, la tremenda potencia del mal en el mundo: los centros de poder opresivo simbolizados en las coronas de oro; la inhumanidad; la capacidad
de seduccin fatal; la crueldad tpica del len,
el estruendo del combate, el rumor de la guerra, el poder para hacer dao, propio de los
escorpiones. Todo ello forma un cuadro impresionista, pero lleno de fuerza evocadora
y sombra, y hace ver cules son algunas de
las manifestaciones ms representativas del
mal en este mundo.
En resumen, para la comunidad que lee
el Apocalipsis, queda abierto un tiempo de
reflexin sobre la grandeza y el poder del mal
en nuestra historia. Mas el mal tiene un origen; hay que saber rastrearlo. Es el Destructor. No proviene de Dios, sino que es algo
consustancialmente demonaco; tan enorme
es su fuerza que no puede provenir de un
hombre, sino de una instancia ms potente
y antihumana. El Apocalipsis lo designar
como el gran Dragn, o la serpiente antigua,
Diablo o Satans. La comunidad debe saber
que todo acontece bajo el control de Dios;
y que el tiempo ser limitado.
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10,1-7 El juramento del ngel. Aparece la solemne visin de un ngel poderoso. Sus rasgos deslumbrantes lo acercan a
la figura del Seor. Viene envuelto en una
nube; es la transcendencia divina en contacto con la tierra. El arco-iris, smbolo de
la alianza divina, que estaba junto al trono
de Dios (Ap 4,3), le nimba la cabeza. La
hermosura del sol le brilla en el rostro, y sus
piernas tienen la firmeza y la incandescente solidez de columnas de fuego. La imagen
descrita es semejante a dos rayos de sol que
cayesen verticales, fulminando la tierra. Luego realiza un gesto inaudito, como el de un
coloso o un guerrero: con sus pies abraza
el mar y la tierra, en seal de dominio absoluto. Su voz tiene el podero del rugido del
len. Todos y cada uno de estos elementos,
que no es necesario determinar plsticamente, indican la grandeza del personaje y
de su revelacin; mas luego esta grandeza se
resume y se concentra en un pequeo libro
que tiene en la mano. Levanta la mano al cielo, (Dt 32,40), para acompaar con su gesto un juramento solemne (vase Dn 12,7).
Jura y toma como testigo al mismo Dios, aqu
considerado como el Viviente, el Creador universal. El objeto del juramento es la plena seguridad de que el designio salvfico se realizar. Ha ido preparndose en la historia, lo
han ido proclamando sus siervos, los profetas. Dios sostiene este proyecto de salvacin, y aunque pase por dificultades, es
orientado y empujado por la fuerza divina.
La Iglesia, portadora de este misterio de Dios,
no est abandonada a sus solas fuerzas o recursos, sino protegida por la providencia. El
mundo no carnina desbocado hacia el fracaso. Dios lo gua.
El acento se pone no en el tiempo concreto del cumplimiento -no es un clculo aproximado-, sino en la certeza de su consumacin y en la seguridad del triunfo y glorificacin fmal.
10,8-11 El libro. El plan divino ha ido
realizndose y madurando en la historia.
Dentro de esta continuidad histrica, Juan,
el vidente del Apocalipsis, asume su funcin
proftica. En este contexto se revela el ges-
APOCALIPSIS 11
to simblico del ngel que le ofrece un pequeo libro para que lo devore. Juan se lo
come, y experimenta su dulzura y su amargura; es un libro agridulce. Sobre el esquema del profeta Ezequiel, que relata una escena semejante (Ez 2,8-3,3), el Apocalipsis
ofrece una visin teolgica de lo que significa ser profeta; recibir gratuitamente la palabra de Dios, y comrsela. Con este gesto se
insiste en la asimilacin personal e interiorizacin de la revelacin.
Esto supone una ambivalencia de sentimientos: el gozo de anunciar el mensaje de
Dios y tambin la amargura que conlleva la
ardua tarea del profeta (vase Am 3,3-8; Jr
20,9). La profeca es abierta, tiene como horizonte el campo del mundo. Y Juan se presenta investido profeta, consolado por Dios.
Cuanto vamos a seguir leyendo en el libro del
Apocalipsis goza de la garanta autorizada de
la palabra de Dios.
11,1-14 Los dos testigos y la bestia. En.
este captulo la accin se sita en espacios
diversos, que se van superponiendo: comienza en el templo, contina con la aparicin de los dos testigos-profetas, que salen
del templo, actan en la tierra, mueren en
la gran ciudad, y suben al cielo. Y acaba el
relato sitandose en el cielo. Son diversos
cuadros representativo-simblicos, que
suponen tres secuencias de una gran densidad teolgica.
La escena de Ap 11,1-2 se desenvuelve
en el esquema arquitectnico del templo; no
puede ser ste el templo del cielo, tampoco
se refiere al templo de Herodes el Grande,
pues haba sido destruido en la gran guerra
juda (70 d.C.) y slo quedaban ya las reliquias de sus piedras; parece aludir al templo ideal de Salomn, que no posea sino dos
espaciosos patios (1 Re 6,36; Ez 10,5). El
gesto de la medida, es del todo Simblico; bajo esta imagen hay que tener presente a la
Iglesia. Y significa que la Iglesia no ser entregada a los paganos, sino que ser preservada, en lo ms sagrado, de las asechanzas
ajenas. Conocer tiempos de calamidad y de
persecucin, pero no podr ser destruida. El
poder de Dios la asiste.
APOCALIPSIS 11
La sptima trompeta introduce un himno de accin de gracias que viene del cielo.
Se abre el cielo y aparece el arca, que haba
desaparecido; es un anuncio de que el tiempo final est cerca.
En esta seccin el autor nos introduce en
el drama profundo de la historia de la salvacin. El enfrentamiento entre las fuerzas
del bien y las del mal llega aqu a su mxima expresin. Las tres seales que aparecen: la mujer (Ap 12,1), el gran dragn (Ap
12,3), Y los siete ngeles (Ap 15,1), introducen a los personajes que de forma representativa protagonizan el duro enfrentamiento.
11,15-19 La sptima trompeta. En la
original visin del Apocalipsis, se han roto
las fronteras entre el cielo y la tierra; el
cielo est ya abierto, y existe una comunicacin perfecta. Todo cuanto sucede en la
tierra, cuanto realiza con empeo la Iglesia,
tiene su reflejo y su eco fiel en el cielo. La
Iglesia terrestre ha realizado una misin proftica a travs de sus testigos y ha seguido
la misma suerte de su Seor. De todo ello,
la Iglesia celeste es consciente y se alegra.
Estos versos son una respuesta celebrativa,
coral, a cuanto ha acontecido: Ya ha llegado el reinado de nuestro Dios y de Cristo. Ha
comenzado a ser instaurado en el mundo,
aunque conocer un devenir y un cumplimiento. Se menciona estrechamente a Dios
y a Cristo. El himno insiste en la grandeza
716
APOCALIPSIS 12
esposa y madre, y que sobre todo est vista en un contexto de alianza (recordar los
versos anteriores donde se habla del arca de
la alianza: Ap 11,19). Su vestido de sol indica la predileccin con que Dios la envuelve (Gn 3,21; ls 52,1; 61,10); un vestido hecho de transcendencia y celestial hermosura (Ap 1,16). Ella supera el tiempo y
sus fases, por su forma de estar encima de
la luna, pisndola, seal de dominio (Sal
88,38). Su corona de doce estrellas hace referencia al premio (corona, como galardn:
Ap 2,10; 3,11), que significa poder compartir una condicin celeste y gloriosa (le dar
la estrella de la maana: Ap 2,28) Y doce es
el nmero de las doce tribus, y tambin de
los doce apstoles (Ap 21,12-14). En la figura misteriosa de esta mujer, se representa la
Iglesia, en la plenitud de su realizacin escatolgica, anclada en la eternidad de Dios,
revestida del mismo brillo de Dios, y como la
coronacin histrica del pueblo de Dios.
Esta misma mujer, sin embargo, est
dando a luz. Sus dolores son preludio gozoso; muy pronto dar a luz (vase Is 26,1718; 66,7-9). Pero antes, se presenta otra gran
seal. antittica y de carcter sanguinario,
-simbolizado en su color rojo-. y dotada de
un poder inhumano, pero no total, pues no
tiene sino diez cuernos. Barre con su cola la
tercera parte de las estrellas. Esta imagen
se aplic a Antoco IV Epfanes cuando
ambicion ser como Dios (Dn 8.10). Este
dragn posee un inters obsesivo por autodivinizar se y perseguir a la mujer.
Viene despus una oposicin dramtica. Frente a frente se encuentran una mujer
impedida y un enorme dragn. A pesar del
peligro que acecha, la mujer da a luz un hijo varn destinado a regir todas las naciones.
APOCALIPSIS 13
APOCALIPSIS 13
APOCALIPSIS 14
APOCALIPSIS 14
(Ap 6,1), ms tarde esa voz por su resonancia e inmensidad se convierte en la voz de
muchas aguas (como la voz divina: Ez 1,24;
43,2), de una tormenta o del mar, una lluvia
torrencial o una inmensa cascada. Y todo este fragor y estruendo se remansa en msica suave, tocar de ctaras: una msica litrgica (Ap 5,8; 15,2; 18,22). Se canta un cntico nuevo; la novedad celebrada por este
cantar no puede ser otra sino la trada por el
Cordero, la que inaugura en su misterio de
muerte y resurreccin. Este triunfo de Cristo tiene el poder de hacer nuevas todas las
cosas: el nombre de Dios, la ciudad de Jerusaln, el cristiano y el universo (Ap 2,17;
3,12; 21.5).
Este canto slo lo pueden aprender algunos. Se trata de una velada invitacin a
la comunidad para que veamos quines son,
y estemos dispuestos a seguirlos. Con tres
rasgos se defme el squito del Cordero. Son
vrgenes, es decir, se abstienen del culto
de la idolatra. Siguen al Cordero a dondequiera que vaya. Y esto supone: compenetracin viva con Cristo, impregnarse de su
energa mesinica para hacer avanzar el reino, colaboracin activa y una dispOnibilidad
incondicional. Estos han sido rescatados,
a saber, son propiedad exclusiva de Dios,
que no significa lejana u olvido, sino una
capacidad de influencia ms decisiva en el
bien de la humanidad. Tienen labios sinceros (Sof 3, 9.12-13), como el siervo del Seor (Is 53,9), yel mismo Jess (l Pe 2,22).
Esta sinceridad de vida puede llevarles hasta la misma muerte. Y no practican la mentira, es decir, la idolatra (Is 44,20; 57,4).
En definitiva, la visin describe al Cordero y su squito sobre el monte Sin; ya no
aparece el Cordero solo. Este grupo sirve de
estmulo para toda la Iglesia. Frente a aquella visin negativa de la trada demonaca, el
Apocalipsis ofrece esta brillante estampa de
victoria y de una Iglesia en marcha.
14.6-13 El mensaje irrevocable. Aparecen tres ngeles. Son heraldos de Dios y
presagian con su anuncio los acontecimientos del ltimo juicio. El primero, bien visible
(en lo ms alto del cielo) y audible (con voz
potente), cumple una misin universal dirigida a toda la humanidad. Pero este mensaje contiene slo la primera parte de la predicacin apostlica, la que se diriga a los
pueblos paganos para apartarlos de sus idolatras y conducirlos a la adoracin del nico Dios (Hch 14,15; 1 Tes 1,9); era un paso
previo y necesario a la fe. La conversin urge, pues ha llegado la hora del juicio. El
segundo ngel, en un anticipo pretendido
para dar mayor nfasis a la prontitud de la
conversin, proclama como ya cumplido el
juicio definitivo, la cada de Babilonia, que
ser descrita ms tarde (Ap 18).
El tercer ngel anuncia el destino final
del adorador de la bestia. Con imgenes
lacerantes, tomadas del castigo proverbial
de Sodoma y Gomorra (Gn 19,24; Ez 38,22)
y de algn orculo de exterminio (Jr 25,15),
se muestra la severidad del juicio divino. Esta desdicha queda remarcada de forma insistente; significa la negacin de la vida, a
modo del tormento defuego y azufre; la
privacin de las relaciones sociales, pues
el humo de su incendio subir igual que el
humo de la ciudad de Babilonia (Ap 19,3); Y
la perennidad de su sufrimiento, ya que no
tienen reposo ni de da ni de noche.
Las palabras del tercer ngel terminan
con una llamada a la alerta profunda, a fm
de que el lector cristiano no se deje abatir por
la suerte adversa, sino que reflexione y cambie. En el ritmo de la lectura del libro significa un contrapunto positivo. Se requiere la
constancia de los santos, saber oponerse a
la solicitud idoltrica que se les viene encima, resistirla con una gran capacidad de
aguante. Hace falta mantener la fe de Jess,
considerando a Jess simultneamente como objeto y como modelo de nuestra fe: l supo en horas dificiles -como las que atraviesa
la comunidad del Apocalipsis- ser obediente
en todo al Padre.
Juan oye una voz proveniente del cielo
(Ap 14,131, es decir, de la transcendencia;
por tanto, con el sello de una revelacin autorizada, que le ordena poner por escrito una
bienaventuranza. Los que mueren en el Seor son dichosos, ya desde ahora, desde el
momento de su muerte. Los cristianos, que
721
APOCALIPSIS 14
se han esforzado por mantener los mandamientos de Dios y la fe de Jess, son dichosos y viven ya en el descanso. A los muertos
cristianos les aguarda no una desdicha fatal, sino una bienaventuranza. Esta dicha
es tan inconmensurable, que el mismo Espritu tiene que venir en ayuda de Juan, para corroborar la afirmacin. La revelacin de
la transcendencia es aceptada, conocida y
proclamada a travs del Espritu que mueve al profeta.
14,14-20 Tiempo de siega y de vendimia. Tras el consuelo de la bienaventuranza, el Apocalipsis refiere el cumplimiento de
cuanto presagiaba la proclama de los tres
primeros ngeles (Ap 14,14-20); el juicio de
Dios, concebido como agrupacin de los justos (Mt 24,31) Y la destruccin de los impos,
que ser presentada ms tarde con otra imaginera(Ap 19,11-21; 17,14). La visin est tomada de joel (JI 4,13), pero aqu disociada; primero descrita como una cosecha,
luego como una vendimia.
El recolector es Cristo, que aparece en
forma misteriosa, adornado con una corona
de oro, caracterstica de su victoria ya conseguida (Ap 6,2; 19,12). Un ngel, intrprete de la voluntad del Padre (vase Mt
9,38l, da la orden precisa. Hay que entender aqu la reunin de los justos, hecha posible por el Hijo del hombre. La vendimia es,
en cambio, ejecutada por un ngel, que porta una hoz. La sangre, que sale del lagar , no
forma un charco, sino que se convierte en
un lago inmenso. Y sale fuera de la ciudad,
alcanza una considerable altura y se extiende por toda Palestina. Son visualizaciones
a propsito distorsionadas con un objetivo
teolgico: expresar la grandeza del juicio (Primer libro de Henoc 100,3). Las dimensiones
(cantidad exagerada: 300 kilmetros) denotan la universalidad del juicio, que adquiere proporciones mundiales.
15,1-4 El cntico de los vencedores. De
nuevo Juan se sita en el cielo, y all ve otra
seal, la tercera, tras la aparicin de la mujer (Ap 12,1) Y del gran dragn (Ap 12,3). Ve
siete ngeles que llevan siete plagas; son
722
APOCALIPSIS 16
APOCALIPSIS 16
los hombres, Sino, sobre todo, el crisol donde se fragua la verdad~ra salvacin; son una
apremiante llamada a la conversin, quieren
dar una oportunidad a la gracia de Dios.
5. Desenlace.
Condenacin de la prostituta
y triunfo de la esposa
(16,17-22,5)
APOCALIPSIS 18
continua profanacin de lo ms sagrado. Concentra, por fin, todo cuanto se opone a la santidad de la Iglesia, la nica esposa-mujer del
Cordero, que es Cristo. Esta aparicin llena
de asombro al vidente; significa que el lector cristiano debe seguir preguntndose sobre este misterio e intentar descifrarlo. El
ngel no explica el smbolo de la mujer, sino el de la bestia, que ya hemos visto (Ap 13).
Esta expresin designa al anticristo, potencia suprahistrica que combate continuamente a la Iglesia. Es el estado totalitario, que
se materializ en la Roma imperial, pero
que sigue perpetundose en la historia. Surge, conoce un cierto esplendor, pero ya no es,
o marcha hacia la perdicin. Se indica con estas discretas alusiones una contraposicin
entre la eternidad de Dios y de Cristo (Ap 1,4)
Y la fragilidad tremenda de este poder corrosivo. Aunque el espritu del mal se siga reencarnando en sucesivos personajes y acontecimientos, al fm no subsistirn.
Se hace una llamada a la reflexin sapiencial de la comunidad cristiana. Las siete
cabezas son siete montes. Referencia histrica a las siete colinas, en donde se asentaba la ciudad de Roma, y alusin a las montaas como smbolo bblico de las potencias terrestres, de la soberbia humana que se revela
contra Dios (Is 51,25; Ez 35,3; Zac 4,7).
y son tambin siete reyes; mencin de los
siete emperadores romanos; su orden puede seguirse a partir de Calgula hasta llegar
a Domiciano, en cuya poca se escribe el
Apocalipis. Pero es preciso ver en ellos la totalidad del imperio que se opone a Dios; y,
al mismo tiempo, la ndole frgil de este imperio, que marcha irremediablemente hacia
su perdicin. Cuando venga el octavo, que
est an por venir, durar poco. El fin se
acerca.
Despus se narra el combate (Ap 17,1218) entre los diez reyes, emisarios de la
bestia, es decir, todo el poder anticristiano
en la historia contra el Cordero. La contienda debe confirmar quin es el rey. Pero
no se describe el combate, no es un acta detallada de la guerra, sino la constatacin
de una victoria: vence el Cordero, porque slo l es Rey de reyes y Seor de seores. Con
este ttulo el Cordero asume funciones divinas, las propias de Dios en el Antiguo Testamento (Dt 10,17; Dn 2,47). Esta victoria posee un carcter anti-imperial. Domiciano era
llamado "dominus et deus noster" (es decir:
"nuestro dios y seor"). Indica la derrota de
una usurpacin indebida y la confirmacin
de una verdad cristolgica: que el Cordero es
el Seor absoluto; slo Cristo es el nico Csar y Rey para la Iglesia y el mundo.
Todo esta presentacin dramtica de smbolos debe conducir a una profunda actitud
sapiencial; preguntarse en cada momento
quin asume en la historia estas exigencias
de absolutez propias de Dios y de Cristo, y
quin lucha contra la Iglesia. Tras estas instancias negativas, se esconde un poder bestial, demonaco. Es preciso ver las oscuras
races del mal. La metamorfosis del mal, que
no cesa: es una mujer, es una bestia, es una
ciudad, son los reyes de la tierra. En el fondo, el poder del maligno que se manifiesta
en una tremenda vitalidad. Pero la comunidad recibe consuelo, pues comprueba el carcter efmero del mal; y est, por ello, invitada a una confesin de fe: slo Cristo es
el Rey, a l nicamente se le debe adoracin.
APOCALIPSIS 18
girO completo; el adulterio con ella de los reyes de la tierra (Jr 51,7) Y el enriquecimiento desenfrenado de sus negociantes (Ez
27,12.18). Aqu se condena el comercio que
slo busca el lujo y la ostentacin; la arrogancia que se confunde con la injusticia social.
Otra voz repite la escena (Ap 18,4-8); invita a salir de la ciudad, no precisamente en
sentido geogrfico, sino a no compartir su
modo de vida. Esta salida aparece como una
constante bbllca para el pueblo de Dios (Gn
19,12; Is 48,20; Jr 50,8; Mc 13,14; 2 Cor
6,14). Los pecados de la gran ciudad han llegado hasta el lmite de toda tolerancia, como Babel. Rememorando al profeta Isaas (Is
47,7-8), el Apocalipsis afirma que se ha coronado a s misma como reina, sentndose
en un trono de autosuficiencia; ha hecho de
su opulencia y bienestar su nica gloria. No
slo ha roto los caminos con la transcendencia, sino que desafa la justicia y la nica gloria de Dios. En el Apocalipsis slo Dios
est sentado en el trono, pues l es el nico
soberano.
APOCALIPSIS 19
APOCALIPSIS 19
diante la imagen de las bodas (tema que veremos ms adelante: Ap 21,2.9; 22,17),las
nupcias escatolgicas de Cristo con la Iglesia, su pueblo rescatado.
A estas bodas estn todos convidados.
Con esta bienaventuranza se invita al festn
escatolgico y se espera que los invitados
respondan con una digna presencia (vase
Lc 14,15ss).
El mensaje ha resultado tan altamente
esperanzador, que es preciso confirmar su
garanta: Palabras verdaderas de Dios son
stas (Ap 19,9). Juan cae de rodilas, pero el
ngel le disuade. Slo Dios debe ser adorado. Las palabras del Apocalipsis son inspiradas. El testimonio de Jess es el Espritu de la profeca. A saber, Jess sigue dando testimonio de su palabra, mediante el
Apocalipsis, inpirado por el Espritu Santo.
Quien lee este libro, debe convertirse en testigo de Jess y continuar su mismo testimonio en el mundo.
19,11-21 La aparicin de Cristo. El relato presenta a Cristo, como juez y vencedor
de todas las fuerzas del mal, y cuenta la sucinta resea de un combate. Ya ha sido aniquilado el centro de poder corruptor, la gran
Babilonia; ahora poco a poco, irreversiblemente, van cayendo sus vasallos y adeptos,
los reyes y los habitantes de la tierra, las dos
bestias. Aqu se muestran los efectos deljuicio de Dios, y cmo es de poderosa la victoria de Cristo. En esta densa narracin,
-cada frase es un reclamo proftico-, se
muestra que Dios ha decidido que la presente victoria, largamente anunciada en el
Antiguo Testamento y tambin en el propio
Apocalipsis (vaseAp 16,13ss; 17,13-14),
est protagonizada por Cristo, el Mesas,
quien asume prerrogativas divinas: es la victoria de Dios sobre el mal. Este triunfo se ve
acompaado por la presencia de los cristianos. As, pues, se trata de la victoria de Cristo y de la Iglesia.
El combate escatolgico tiene por escenario un campo de batalla grandioso, tan inmenso como el cielo: Vi luego el cielo abierto. En l aparece Cristo, el Mesas, adornado con multitud de smbolos que insisten en
728
APOCALIPSIS 20
La actividad de Satans consiste en engaar (Ap 12,9; 20,3.8.10), es decir, en conducir a los hombres a la idolatra. Es grande la virulencia de su accin; dispone de poco tiempo y su ataque se torna feroz (como
enAp 12,12).
Despus, segn la visin de Daniel (Dn
7), aparecen unos tronos y sobre ellos unos
personajes sentados. Son los mrtires y los
testigos que no han sucumbido ante las acometidas de la bestia: los creyentes fieles. y
se presentan como jueces, es decir, reinan.
Ser vencedores con Cristo significa participar de su poder de juicio y de realeza (Ap
1,9; 2,26ss; 3,21;12,11).
Se proclama una bienaventuranza sobre
la resurreccin primera. Se refiere al estado
que caracteriza a los muertos que mueren en
el Seor (Ap 14,13), en espera del gran da final. La primera resurreccin es una realidad
vivida, ya en el presente, desde el momento mismo de la muerte cristiana. Son liberados de la segunda muerte, la que aparta
de vivir para siempre con el Seor, y de la
convivencia en la Jerusaln celestial.
Viene a la postre el ataque final, personificado en Gog y Magog (Ez 38), proverbial smbolo de todas las potencias hostiles contra el pueblo de Dios, los cuales combaten a la Iglesia son poderes terrenales,
animados por Satn. Es una invasin sobre
la ancha tierra (Hab 1,6), para atacar el campamento de los santos y la ciudad santa.
Con smbolos tradicionales, se describe el
defmitivo asalto a la Iglesia. Un fuego del cielo (como en la hazaa de Elas: 2 Re 1,12; Ez
38,22) indica que es el poder de Dios quien
destruye. Al diablo le aguarda un final apropiado: el estanque de fuego y azufre. Es
borrado literalmente de la historia; slo le
espera el tormento eterno. Con su runa, el
mal desaparece de la tierra y acaba la pesadilla del mundo.
20,11-15 El juicio definitivo. Sorprende en un libro apocalptico la sobriedad
de elementos tradicionales (ni mencin de
trompetas ni ngeles; vase 1 Cor 15,52) y
la rpida sucesin de los hechos. El relato
forma una secuencia breve y est inspirado
729
APOCALIPSIS 21
APOCALIPSIS 22
APOCALIPSIS 22
no de un paraso nuevo, donde la vida divina, como un ro, se derrama haciendo germinar a toda la creacin. Es la comunin
perfecta de la vida de Dios con los hombres,
de los humanos entre s, y de la armona
csmica. La historia llega a la plenitud.
El ro recuerda la imagen del Gnesis (Gn
2,10) y de Ezequiel (Ez 47,1-12). Aqu es agua
de vida, y est brotando (en presente continuado), con una luz esplendente, transparente como el cristal dice el texto. Junto al
agua hay un rbol (Ez 47,12) que da doce cosechas, y el poder medicinal de sus hojas est (ampliando la visin particularista del profeta) destinado a todas las naciones. Se subraya el universalismo de la salvacin. Ya no
habr condena, como en el primitivo jardn
(Gn 3,16-22), ni amenaza, ni culpa, ni infierno ... ya no existir nada que pueda enturbiar la feliz existencia de la humanidad
renovada. Pues Dios y el Cordero han tomado asiento en la ciudad de los rescatados, y
stos le darn culto por siempre. Se alude
a la comunin perfecta entre Dios y los hombres. La plenitud de la vida que para el hombre consiste en ver el rostro de Dios, pues para esta contemplacin ha sido destinado.
Los rescatados llevan el nombre de Dios
escrito en la frente. Dios como un horizonte
que nunca desaparecer de su vida, por ms
que se diseminen sus pasos. A Dios pertenecen; esta marca en su frente es la seal
de su vocacin y de la predileccin divina.
Lo que dese el Antiguo Testamento, pero
intilmente (Ex 33,20; Sal 17,15; 42,3), ahora se cumple. Esta vida destierra la noche.
Significa la victoria de la luz sobre las tinieblas. Es la luz de Dios la que refulge. La luz,
como el aire necesario para existir, es la misma vida que envuelve a la humanidad. Y habr finalmente un reino compartido con Dios
y para siempre.
EPILOGO
(22,6-21)
22,6-15 El Seor est a punto de llegar.
La conclusin del Apocalipsis se estructura
en forma de dilogo litrgico, donde intervie732
APOCALIPSIS 22
22,20b). As, la Iglesia va alimentando su esperanza, y experimentando que el Seor viene, continuamente en la celebracin de sus
misterios, con una presencia siempre ms
renovada y creciente, hasta que se haga del
todo plena en la aparicin ltima de la parusa. Entonces tendrn lugar las nupcias
entre Cristo y la Iglesia.
733
CRONOLOGIA
DEL NUEVO TESTAMENTO
--~,----------
Ao
,-----
mSTORlACML
HISTORIA BIBLICA
6a. C.
--------
ACTMDAD LITERARIA
ARQUELAO, etnarca de
Judea y Samara (4 a. C.6d. C.).
HERODES ANTIPAS, tetrarca de Galilea y Perea
(4 a. C.-39 d. C.).
FILIPO, tetrarca de Idumea, Gaulantide, Tracontide, Batanea y Aurantide (4 a. C.-34 d. C.).
La revuelta de JUDAS el
GALILEO origina el grupo
judo de los ZELOTAS (Mt
22,17).
L-_
735
CRONOLOGIA
Ao
6d. C.
HISTORIA CML
AUGUSTO destituye a Arquelao. Judea pasa a ser
provincia romana con Cesarea Martima como capital.
HISTORIA BIBLICA
ACTMDAD LITERARIA
18
26
27
Matrimonio de Herodes
Antipas con Herodas, mujer de su hennano Herodes
Filipo.
28
30
736
Texto griego del TESTAMENTO DE MOISES (apcrifo del Antiguo Testamento; el original hebreo
es bastante ms antiguo).
Durante el ministerio pblico de Jess, sus disCpulas y mucha gente escuchan sus enseanzas y
son testigos de sus signos
portentosos.
El recuerdo de todas estas cosas constituir el
origen de la tradicin cristiana despus de pascua.
CRONOLOGIA
I~~~
HISTORIA CML
HISTORIA BIBLICA
Martirio de ESTEBAN. La
comunidad crtstiana de ortgen helenista se dispersa
(Hch 7).
34
36
Vocacin-conversin de san
PABLO (Hch 9).
37
41
Es asesinado CALIGULA y
proclamado emperador
CLAUDIO (41-54).
AGRIPA I ve ampliado su
reino con Judea y Samara. Se recompone el reino
de Herodes el Grande.
35
ACTMDAD LITERARIA
A partir del culto, la catequesis y la predicacin se
van formando las primeras tradiciones orales sobre los hechos y palabras
de Jess.
Las tradiciones orales sobre la vida de Jess van tomando el color y las caractersticas peculiares de cada comunidad.
HERODES AGRIPA I ordena decapitar a SANTIAGO EL MAYOR Y encarcela a PEDRO (Hch 12).
737
CRONOLOGIA
Ao
HISTORIA CIVIL
HISTORIA BIBLICA
44
46
PABLO, acompaado de
Bernab, inicia su primer
viaje apostlico: sudeste
de Asia Menor y Chipre
(Hch 13-14).
ACTMDAD LITERARIA
49
empieza a ponerse por escrito. Se trata, en un principio, de pequeas unidades literarias -formas-, que
paulatinamente van dando
origen a colecciones ms
amplias.
52
53
738
1 TESALONICENSES.
2 TESALONICENSES (si,
segn la opinin tradicional, se mantiene la autenticidad paulina de la misma).
CRONOLOGIA
--
--
Ao
--
mSTORIA BmLICA
mSTORIACML
ACTMDAD LITERARIA
54
--
55
56-57
2 CORINTIOS (resultado
tal vez de fusionar varias
misivas de Pablo a los Corintios).
Segn numerosos autores,
cartas a los FILIPENSES y
aFILEMON.
PABLO EN JERUSALEN
(Hch 21.15-26). Prisin de
Pablo en Jerusaln y Cesarea (58-60).
Segn la opinin tradicional, cartas a los FILIPENSES, a FILEMON, a los COLOSENSES y a los EFESIOS.
58
60
61
739
CRONOLOGIA
Ao
II
62
IUSTORIA CIVIL
IUSTORIA BIBLlCA
63
64
Incendio de Roma. Se culpa y se persigue a los cristianos. GESIO FLORO, procurador en Judea (64-66).
67
68
740
66
66-67
ACTMDAD LITERARIA
CRONOLOGIA
r
I
Ao
HISTORIA CML
HISTORIA BmLlCA
ACTMDAD LITERARIA
--~---~---t--~-~--~~-----j
70
73
75
79
81
DOMICIANO. hermano de
Tito. emperador (81-96).
85
90
95
96
Cartas l. 2y 3 de JUAN.
Cartas de JUDAS y 2 PEDRO.
I
100
Quienes no admiten la
autenticidad directamente paulina de Colosenses.
Efesios, Cartas a Timoteo y
Tito (e incluso 2 Tes), colocan su composicin entre
los aos 80-100, siempre
_~~____~________ ~o_r_d_is_C_P_U_lo_~_d_el_ap__st_ol~
741
I . Cesarea de
R'~
Jasor'
Coroza n
cafarna~
. .'. Betsaida / '
Can
Tiberades.~;': Genesaz:
Sforis
...
Nazaret
MI. Tabor
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I -"-'--'"
Ll
Yaboc
Sicar
JUDEA
PEREA
Lida
Emas?
Beln
Hebr6n
REINO
NABATEO
IDUMEA
743
-MACEDONIA
GALACIA
CAPADOCIA
Antloqufa
<lo
Icomo
Llstra
AnlioqUla
SIRIA
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Rodas
MALTA
Damasco
CHIPRE
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Mar MedIterrneo
NABATEA
ESCENARIO DEL
NUEVO
TESTAMENTO
EGIPTO
AFRICA
MAPAS
,1 . Cesarea de
GALILEA
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