Fernando Ulloa - Una Aproximación A Su Obra
Fernando Ulloa - Una Aproximación A Su Obra
Fernando Ulloa - Una Aproximación A Su Obra
FERNANDO ULLOA
UNA APROXIMACIN A SU OBRA
INDICE
INTRODUCCIN..1
FERNANDO ULLOA: PUNTEO DE SU BIOGRAFA
Por Ana Mara Silva.2
LAS NUMEROSIDADES SOCIALES, DE DUELO
Por Pedro Lipcovich.4
NOTAS PARA LA MESA DE DESINSTITUCIONALIZACIN
Por Fernando Ulloa..7
LA TICA DEL DESEO DEBE BALANCEARSE CON LA TICA DEL COMPROMISO
POR QU FERNANDO ULLOA? UN REFERENTE INDISCUTIBLE
Por Pedro Lipcovich...14
SOCIEDAD Y CRUELDAD
Por Fernando Ulloa....21
DE LAS TRISTES PALABRAS QUE HE ESCUCHADO
Por Fernando Ulloa....29
DESAMPARO Y CREACIN
Por Fernando Ulloa....37
LA OBSCENIDAD DEL PODER, LA TERNURA DE LOS PIQUETEROS
Entrevista de Vicente Zito Lema y Gregorio Kazi.43
ENTREDICHOS
Entrevista de Lus Grieco................57
SACRIFICIO, TERNURA/CRUELDAD Y PODER SOBERANO
Por Fernando Ulloa....66
FERNANDO ULLOA
INTRODUCCIN
La seleccin de artculos que se presenta a continuacin intenta establecer un
puente que aproxime a los alumnos de la ctedra al pensamiento y la obra de Fernando
Ulloa. En estos se abordan nociones relevantes de un modo riguroso y accesible, para
quienes se ocupan de la perspectiva de lo institucional como mbito privilegiado de
abordaje.
Ternura, crueldad, encerrona trgica, cultura de la mortificacin, condiciones
clnicas, son entre otras, algunas de las herramientas conceptuales que se plantean para
pensar e intervenir en los mbitos sociales, en palabras de Ulloa, el campo de la
numerosidad social, donde se incluyen todas aquellas situaciones sociales en las que el
psicoanlisis ha ido poniendo a punto su metodologa clnica ms all del uno a uno
tradicional.
Esta compilacin tambin intenta ser un reconocimiento especial de la ctedra a
Fernando Ulloa, un referente indiscutible del anlisis institucional en la Argentina,
formador y amigo de la biblioteca, (como l dice), de varios de sus integrantes, por su
labor y compromiso social y poltico.
FERNANDO ULLOA
FERNANDO ULLOA
condiciones clnicas,
tragedia,
encerrona
trgica,
cultura
de
la
Falleci el 2 de junio de 2008, tras una breve enfermedad. Trabaj hasta sus ltimos
das.
Bibliografa:
Ulloa, Fernando: (2005) Presentacin autobiogrfica y sus posibles adendas en Pensando Ulloa, Beatriz
Taber; Carlos Altchul (compiladores) Libros del Zorzal, Bs. As.
Ulloa, Fernando: (1999) Prlogo en grupos, instituciones y comunidades. Coordinacin e intervencin, Ana
Mara del Cueto Lugar editorial, Bs. As.
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Fernando Ulloa trabaj hasta pocos das antes de su fallecimiento, que se produjo tras
una breve enfermedad. Estuvo acompaado por su esposa, Mara Celia, Chichu con
quien se haba casado en 1956, y por su hijo Pedro.
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Hace alrededor de veinte y cinco aos que trabajo con instituciones. ltimamente he
limitado este quehacer a las instituciones psiquitricas, instituciones de salud en general
y tambin la institucin psicoanaltica (no siempre de salud por cierto), institucin de
aprendizaje, etc.
Algunos de mis amigos se sorprendieron un tanto al verme incluido en un panel sobre
desinstitucionalizacin, pero en realidad el eje principal de mi trabajo es el intento de
desmontar aquello que puede definirse como el sndrome de violentacin institucional y
sus efectos neutralizadores del pensamiento. Se trata legtimamente de un enfoque
desinstitucionalizante por lo que encuentro totalmente coherente estar en este panel.
He de ocuparme en esta oportunidad de un tipo de institucin en la que acumulo
mayor presencia y experiencia en los ltimos aos. No lo har de las llamadas, en el
campo de la psiquiatra, instituciones totales sino de las abiertas, tal un servicio de
psicopatologa, un hospital de da, un consultorio externo, etc., servicios que no internando
pacientes suelen internalizar enfermedad que incide sobre los trabajadores de la salud.
Adems de ocuparme de este tipo de instituciones abiertas, tambin lo har de una
metodologa que denomino Comunidad Clnica y que no hay que confundir con
comunidad teraputica. La Comunidad Clnica es mi mejor oportunidad para operar
desinstitucionalizantemente.
En realidad en estos aos de trabajo institucional he acumulado un montn de
fracasos. No puedo exhibir ningn xito total y decir: he aqu una institucin modelo. Pero
de ninguna manera los considero fracasos absolutos, se trata de los lmites hasta donde
me ha sido posible llegar, ya sea porque los obstculos se hicieron insuperables por
diferentes factores socioeconmicos, polticos, etc., ya sea por la pobreza crnica de
recursos, habitual en el campo de la salud, suele convertir a los trabajadores de salud
mental en administradores de dicha pobreza. Muchas veces, incluso sin advertirlo, en
administradores represivos de la misma. Tambin existe un lmite muy especial que se
instrumenta en el propio campo de la salud mental. Si una institucin empieza a introducir
cambios novedosos, este solo hecho lo hace aparecer denunciando por contraste la
patologa institucional del contexto. Entonces suelen generarse ataques fulminantes
anuladores de la experiencia.
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Cuadro que tiene dos componentes sintomticos. Por un lado un marcado descenso de
capacidad y nitidez en el registro y en la operatoria de los afectos, de los pensamientos y
de las palabras. Bsicamente un dficit para imaginar soluciones y para tomar
decisiones. En segundo lugar se configura una suerte de situacin txica que habr de
reflejarse corporalmente como apata, desgano, abatimiento, etc. Estos dos niveles de la
neurosis de angustia, ms all de las explicaciones un tanto mecanicistas que por
entonces daba Freud, quien atribua la misma perturbacin del sujeto para investir
libidinalmente un objeto originando una rmora libidinal causante del cuadro. El modelo
corresponde bastante adecuadamente a lo que acontece con los operadores clnico
sitiado, que por haber degradado sus herramientas tericas y metodolgicas a meros
baluartes defensivos, frente a pacientes a su vez visualizados como perturbadores,
encuentran muchas dificultades para sublimar libidinalmente su oficio y muchas para
conceptualizar su prctica.
Esta situacin se corresponde con la de los pacientes que a su vez fracasan como
sitiadores, puesto que demandan no desde su fuerza sino desde su necesidad, desde su
falta de recursos. Finalmente terminarn conformndose no ya con ser atendidos
clnicamente en su sufrimiento, sino con ser atendidos en su expectativa de ser
atendidos, ya fui al hospital, dirn resignados como si esto es todo lo que pueden esperar.
No es mejor la situacin de los operadores clnicos, pues si un oficio es una manera de
vivir, ellos viven muy mal su oficio, al principio la situacin ser menos grave, pues habr
conciencia de conflicto pero luego esta conciencia de conflicto tiende a desaparecer, a
zozobrar frente a la cultura constitucional sufriendo un proceso de caracteroapatizacin,
donde el sntoma se incorpora a la manera de ser.
El sndrome de violencia institucional neutraliza la produccin de inteligencia de los
clnicos transformndolos a su vez en sntomas de sus propias instituciones, lo cual
realimenta y perpeta la violentacin represiva. Cuando se instaura este crculo vicioso
se produce un hecho en cierta forma curioso: las personas, vctimas de esta situacin,
tienen muy sensiblemente disminuda su capacidad de entender como individuos
singulares la dinmica institucional. Entonces procuran esforzadamente entenderse.
Existe una sustancial diferencia cuando dos o muchos entienden y desde ah se
entienden a travs de un debate productivo, alimentado por todos. En cambio cuando
prevalece slo el esfuerzo por entenderse, no hay produccin de inteligencia sino
produccin de acciones reactivas-reaccionarias que finalmente generan normas formales,
mediocres y aun estpidas, impulsadas por el personalismo de algunos no
necesariamente desde posiciones jerarquizadas.
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Nota madre:
La tica del deseo debe balancearse con la tica del compromiso
POR QU FERNANDO ULLOA?
Un referente indiscutible
Por Pedro Lipcovich
Yo fui a entrevistar a una gloria del psicoanlisis argentino, pero me encontr con un
hombre en un momento pleno, complejo y polmico de su prctica y su produccin
terica sobre un tema de excepcional inters: la articulacin entre salud mental,
psicoanlisis y poltica. Con esta frase, enviada por mail a Fernando Ulloa, el periodista
encabezada la solicitud de la segunda de las entrevistas que fueron necesarias para
completar este reportaje. La gloria de Ulloa es haber llegado a ocupar, en el psicoanlisis
y el mbito intelectual de la Argentina, un lugar de referencia indiscutido, desde las ms
diversas corrientes, que slo Enrique Pichon-Riviere mereci en su momento. Por
ejemplo, Pensando Ulloa se llama el libro escrito hace ya un par de aos, en el que un
grupo de destacados profesionales psi se reuni para escribir un libro a partir de la vida
de Ulloa.
...
En la biblioteca del consultorio de Fernando Ulloa se destacan los libros de crtica:
Harold Bloom, gran parte de la obra de George Steiner. Si Freud distingui a los poetas,
los escritores, como fuente de sabidura para el psicoanlisis, Ulloa vino a hacer algo
parecido con los crticos; la generacin de un pensamiento crtico es el eje de su trabajo
con lo que denomina la numerosidad social.
Una institucin, supongamos un hospital o un equipo de salud, me llama porque
tiene conflictos serios o no le salen bien las cosas o enfrenta nuevos desafos. En esa
situacin, que llamo la numerosidad social, se suscita un acto de habla mirado: el
trmino viene del derecho romano; eran palabras habladas ante testigos que acreditaban
su valor de compromiso. En esa escena formada por 20, 40, 200 personas, el peso de las
palabras se multiplica, pero tambin aparecen ocurrencias, inventivas. Yo fui un chico
campesino, nac en Pig: en las casas, recuerdo, se contaban sucedidos; todos escuchaban
en ronda pero siempre, en alguna pausa del relato, otro intervena: A propsito de lo que
usted est diciendo.... Este es el que llamo efecto per. Se trata de algo que Freud
mencion como memoria perlaborativa. El prefijo remite a aquello que se extiende en el
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tiempo: perdura, pervive. Es una memoria que estaba perdida hasta que algo la vuelve a
hacer presente, a propsito de.... En la numerosidad social, el efecto per estimula a que
lo reprimido, en forma de ocurrencia, surja, y entonces empieza el pensamiento crtico:
empiezan a debatirse esas cosas que todos vean cada da sin advertirlo.
Podramos ver esto en un ejemplo?
Uno de mis actuales bancos de prueba, como los llamo, es una residencia
interdisciplinaria de mdicos, trabajadores sociales y psiclogos, que trabajan en un
barrio muy carenciado cerca de La Plata. Una chiquita de 6 aos fue llevada a consulta
con flujo maloliente y escoriaciones en la vulva. Dos mdicas la revisaron y
diagnosticaron falta de higiene. Dos o tres meses despus, la nena volvi con el mismo
cuadro. Se la envi a un dispensario en La Plata que atiende casos de abuso sexual, y
all ratificaron: falta de higiene. La nena no volvi a la consulta. Pasaron tres aos hasta
que una abuela de la nena se dio cuenta de lo que pasaba: el segundo marido de la
madre abusaba de la nena. El diagnstico no poda haberse logrado desde la medicina
porque no haba lesiones importantes, slo manoseos. Pero falt un buen seguimiento
desde los trabajadores sociales. Revelado y hecho cesar el abuso, la nena empez a ser
tratada por una psicloga de la institucin.
Pero no responda al tratamiento cuenta Ulloa-. Hasta que un da le propuse a la
psicloga que empezara a trabajar con el cuerpo, y todo cambi. Es que tanto en una
nia resignada ante el abuso como en una comunidad resignada ante la miseria, el
cuerpo se desaduea. Yo denomino sndrome de padecimiento lo que sucede cuando
un sujeto o una comunidad se resignan frente al sufrimiento. Lo primero que se pierde es
el coraje: la nena no poda decirle a la madre lo que le estaba haciendo ese hombre.
Pierden valenta la comunidad resignada a la indigencia o el profesional que, en el
manicomio, se resigna a la indigencia intelectual. Y pierden lucidez. Los hechos que
padecen se naturalizan: los sujetos reniegan de las condiciones adversas en que viven, y
esto lleva a una amputacin del aparato perceptual: el sujeto ya no sabe a qu atenerse,
y se atiene a las consecuencias. Y el cuerpo se desaduea: ya slo responde a
movimientos reflejos, defensivos, no elige movimientos nuevos. El cuerpo desadueado
pierde su contentamiento.
Pero de pronto surge algo nuevo, el piquete: esos mismos cuerpos trazan nuevos
movimientos, cortan la ruta. Cuando el cuerpo recupera su contentamiento, se recupera
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el coraje. As, a partir del caso de la nia abusada, Ulloa avanza hacia lo que llama una
clnica de la salud mental.
Un paradigma del sndrome de padecimiento es la cultura de mortificacin, que
abarca a grandes sectores, donde la queja no se eleva a protesta y las infracciones
sustituyen a las transgresiones. La transgresin, que se juega a cara o cruz, puede
fundar una teora revulsiva o revolucionaria, o una ruptura epistemolgica. Y funda la
fiesta. En la cultura de mortificacin, bajo el padecimiento colectivo, no hay ms que
infracciones. En estos trminos bosquejo una clnica de la salud mental: cmo lograr que
alguien salga de la resignacin, que genera padecimiento, para pasar a la pasin de la
lucha. Pasin es una palabra de la misma familia pero donde la c de padecer cambi
por una s, que es de sufrimiento pero tambin de sujeto.
Bueno, yo me dedico a la produccin de salud mental en equipos de salud.
En aquella institucin, cmo se concret su trabajo con el equipo, con la
numerosidad social?
El caso de la chiquita fue un analizador: un punto de discusin suficientemente
abarcativo para concitar el inters de todos y suficientemente acotado para que el
pensamiento crtico no se pierda en generalidades. Cuando el analizador se va agotando
suele aparecer otro, y as se va creando una estructura de pensamiento. El caso de la
chiquita, como analizador, conduce a la cuestin de cmo responder en trminos
comunitarios a la frecuencia de abusos sexuales, incrementados por la miseria, la
convivencia promiscua, la sobrevivencia. A menudo los profesionales se limitan a hacer la
denuncia policial y esto no resuelve la cuestin: hay miles de denuncias cajoneadas. A
partir de este caso, fueron las trabajadoras sociales quienes advirtieron que, en barrios
como se, los abusos no son delitos privados: son frecuentes, pblicos, y la
organizacin atenta de la comunidad es lo que puede ponerles lmite.
Ante los grupos, Ulloa no se presenta para ensear, sino para discernir lo que los
sujetos ya saben pero desestiman.
Mi trabajo con la numerosidad social es producir lo que llamo notables: gente que
tiene algo que decir. Yo los identifico en las primeras reuniones. No son los que ms
hablan, tienen una actitud distante. Me escuchan en silencio, con cierto fastidio, como
pensando: Yo dije mil veces lo que ste que viene de afuera dice ahora, pero no me
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escucharon. Y tienen razn. No hablan porque se han llamado a silencio. Son distintos:
notables. Son los que se cansaron de predicar en el desierto. Siempre existen, siempre
los encuentro. En cambio l os portavoces, los que enuncian por qu he sido convocado,
no dicen ms que lo ya reconocido, esas quejas.
Entonces yo hago intervenir a uno de los notables: Vos qu penss de esto que
estn diciendo?. Y l, con su experiencia all, que es mucho mayor que la ma, va a decir
algo que romper la situacin.
Esta intervencin logra modificar las instituciones? Ulloa tard aos en encontrar su
respuesta.
Sucedi que, al pasar el tiempo, me encontraba con gente que me deca: Yo estuve
cuando vos hiciste un trabajo en tal institucin.... Ah, s, fue un desastre, contestaba yo.
Pero no: la institucin no cambi pero varios de nosotros nos organizamos, nos
capacitamos y logramos cambios en nuestro sector; o bien: Vimos que la institucin era
refractaria a todo cambio y nos fuimos, fundamos otra institucin distinta. El trabajo
haba tenido efectos, no siempre en las polticas institucionales pero s en las
subjetividades. La numerosidad social es, en ltima instancia, una fbrica de notables.
Hace unos momentos usted mencion un posible incremento de abusos sexuales en
relacin con la miseria y la sobrevivencia: esto podra referirse a una de las formas que
usted ha discernido en su estudio de la crueldad, la crueldad del sobreviviente.
S, hay una crueldad del sobreviviente de la destruccin social: l va matando, a la
busca de su propia muerte. Personas que haban optado por la delincuencia, al resultar
heridas, llegaban a pedir que no se llamara a la ambulancia: Quiero morir en la calle. El
sabe que se juega la vida. Claro, mejor no llegar a toparse con l porque puede ser muy
violento: su tica de sobreviviente es la violencia y l sabe que lo espera la crcel, el
hospicio o, si tiene suerte, el cementerio.
Hay un concepto psicoanaltico que dice que, en el final de nuestras vidas, nos espera
el real de nuestro cadver: l cotidianamente anuncia cmo su cuerpo ha de ser cadver.
En este marco, Ulloa menciona otro de sus bancos de prueba.
Una de mis experiencias actuales es el trabajo con Barriletes en Bandada, que
organiz la psicloga Marta Basile en Neuqun. En un lugar que le presta un colegio
pblico, trabaja con 60 chicos de seis a once aos que todava no saben leer, viven en
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Del 5 al 8 de abril de 2005 en Huerta Grande, Crdoba. Panel: Brecha social, diversidad
cultural y escuela.
SOCIEDAD Y CRUELDAD
Por Fernando Ulloa
Este tema de la crueldad, tan complejo, tan arduo y, adems, tan cotidiano, es asunto
obsceno y no fcil de exponer, entre otras cosas por lo que sealo. En general, me
resulta fcil la tarea cuando hablo de la crueldad y como analista interesado en el campo
de la salud mental porque me permite ajustarme a un cdigo ms especfico que cuando
debo hacerlo -como en esta ocasin- ante un pblico procedente de otros campos.
Empezar por presentar una primera contradiccin que plantea la crueldad, en tanto
flagelo que acompaa al hombre desde el inicio de la civilizacin. Un acompaamiento
paradojal, ya que a lo largo de la civilizacin la humanidad siempre ha tratado de acotar
la expresin instintiva de la agresin tratando de consolidar los derechos de los individuos
y de los pueblos. Pero es obvio que la civilizacin ha ido sofisticando, al mismo tiempo,
los dispositivos socioculturales necesarios para el despliegue de la crueldad. Insistir en
que la crueldad siempre implica un dispositivo sociocultural. En esto hay una diferencia
sustancial con la agresin, heredad instintiva del hombre. El instinto no es de por s cruel.
Est sujeto a la ley de la sobrevivencia y por eso puede llegar a ser feroz, pero no cruel.
El paradigma del dispositivo de la crueldad, es la mesa de torturas, pero el accionar cruel
no est acotado solamente al mbito puntual del tormento, sino que debe estar sostenido
por crculos concntricos, logsticos, polticos, desde ya incluyendo a los beneficiarios de
las polticas que se pretenden instaurar por el terror. En cambio, la agresin de dos
automovilistas que chocan en la esquina y se agarran a trompadas no es en s cruel
aunque pueda ser reprochable, llegara a serlo si frente a uno de ellos reducido a la
invalidez, el otro se ensaa sin que nadie del pblico intervenga. Esto configura una
situacin tpica del dispositivo de la crueldad al que habr de denominar encerrona
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trgica, y que resulta el ncleo central de este dispositivo. Esta encerrona cruel es una
situacin de dos lugares sin tercero de apelacin tercero de la ley- slo la vctima y el
victimario. Hay multitud de encerronas de esta naturaleza, dadas ms all de la atroz
tortura. Ellas se configuran cada vez que alguien, para dejar de sufrir o para cubrir sus
necesidades elementales de alimentos, de salud, de trabajo, etc., depende de alguien o
algo que lo maltrata, sin que exista una terceridad que imponga la ley. Lo que predomina
en la encerrona trgica no es la angustia, con todo lo terrible que esta puede llegar a ser;
predomina algo ms terrible an que la angustia: el dolor psquico, aquel que no tiene
salida, ninguna luz al final del tnel. La angustia puede tener puntos culminantes pero
tambin momentos de alivios; en cambio, el dolor psquico se mantiene constante en el
tiempo. La salida parece identificarse con la muerte. Es que la crueldad siempre aparece
estrechamente amarrada a la muerte, ya sea porque ste es su desenlace o porque la
muerte ya est instalada en el mismo sujeto de la crueldad.
En los comienzos de la humanidad, prxima a los primates, la agresin era
herramienta instintiva de sobrevida, pero lo especfico del sujeto humano es la pulsin.
Resulta complejo presentar sintticamente la nocin de pulsin, pero sin ella es difcil
avanzar en la comprensin de la crueldad. Al respecto, por el momento, slo dir que la
pulsin (literalmente impulso) es una suerte de mutacin del instinto produccin de
naturaleza biolgica- como efecto del accionar de la cultura. A su vez la pulsin, ir
trabajando al infantil sujeto consolidando su condicin psquica. Lo paradjico es que
este nivel pulsional, que coexiste con el nivel instintivo, ser una bisagra donde opere la
cultura para mantener acotada la agresin del instinto. Cuando por precario
establecimiento de lo pulsional (ndice de un fracaso de los suministros de la ternura) no
se establece una buena frontera entre lo pulsional, haciendo techo al piso instintivo.
Entonces el instinto se pulsionaliza y la pulsin es afectada por la agresin instintiva. De
ah que la crueldad es una patologa de frontera ms establecida. La civilizacin supone
la prevalencia de lo pulsional sobre el nivel instintivo, sin que la agresin sea ajena
tampoco a la pulsin. No obstante, hay una diferencia substancial entre ambos niveles:
los dos parten de una fuente somtica desde la cual el instinto ir en busca de un mismo
objeto siempre por el mismo recorrido, en tanto que en la pulsin son posibles caminos y
objetos alternativos. Por esto el instinto es de ndole metonmico, mientras la pulsin
esboza la metfora, anunciando el reino de la misma en la palabra. La palabra ser el
polo de la cultura como el instinto lo se de la natura. Entre ambos la pulsin hace bisagra.
El escenario donde el cachorro humano se va constituyendo sujeto pulsional es el de
la ternura. Cuando se habla de la ternura, uno tiene la sensacin de que, si bien es una
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idea valorada, la misma aparee dudosamente articulada slo a lo blando del amor. Sin
embargo, la ternura es el escenario formidable donde el sujeto no slo adquiere estado
pulsional, sino condicin tica. De ah que hablar de la ternura en la Casa de las Madres,
evocar la epopeya de estas mujeres de la Plaza, el momento en que surgieron y la lucha
sostenida que mantienen, es un ejemplo de lo que representa la firmeza de la ternura en
la organizacin y defensa de los valores ticos del sujeto social. Si la crueldad excluye al
tercero de la ley, en la ternura este tercero siempre resulta esencial, lo que no supone
necesariamente una presencia concreta, ya que a lo largo de la civilizacin, esa
terceridad se ha ido incorporando en la estructura psquica del dador de la ternura,
prevalentemente en la madre. Cuando esto no es as, puede que la ternura claudique. Es
el tercero social el que acota la libertad pulsional del adulto y de ah el surgimiento,
cuasi sublimado, de la ternura materna responsable de la pulsionalizacin del hijo. A su
vez cabe insistir en que el nivel pulsional ser lmite al instinto. Una precaria
pulsionalizacin, por fracaso de los suministros tiernos, tendr como consecuencia la no
represin instintiva, esa mermada herencia que acompaa la inmadurez biolgica con
que nace el nio. Mermada pero potencialmente activable si las condiciones son de
sobrevida. Adems, si el nivel pulsional es precario establecimiento no slo no marcar el
lmite con lo instintivo, sino que terminar corrompiendo al instinto. Mucho se ha escrito
en relacin a esto, acerca de la civilizacin y la barbarie, pero lo que aqu quiero rescatar
es que la crueldad, as entendida, es patologa de fronteras entre el instinto y lo pulsional
entremezclados. Bastar la oportunidad del necesario dispositivo sociocultural para que
esta mezcla brbara advenga cruel.
La coartacin implica desde la perspectiva psicoanaltica ya lo adelant- cierta
estacin elemental de sublimacin que dar origen a dos producciones ejes de la ternura.
Por un lado, la empata que garantiza el suministro de lo necesario para el nio. La
segunda produccin es el miramiento en su significado de mirar con considerado
inters, con afecto amoroso, a quien habiendo salido de las propias entraas, es
reconocido sujeto distinto y ajeno. Si la empata garantiza los suministros necesarios a la
vida, el miramiento promueve el gradual y largo desprendimiento de este sujeto hasta su
condicin autnoma. Es ms, el miramiento acota la empata para evitar sus abusos. La
ternura supone tres suministros bsicos: el abrigo, el alimento y el buen trato. Despus
de pensar mucho acerca de cmo nombrar el afecto de ternura, termin definindolo
como buen trato, como trato pertinente. Pero fundamentalmente un trato que alude a la
donacin simblica de la madre hacia el nio. En la medida que la madre, y dems
dadores de la ternura, desde la empata y el miramiento, decodifican las necesidades
traducindolas en satisfaccin merced a los suministros adecuados, estas necesidades
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sexualidad deviene intimidad ertica, en la crueldad no hay nada que velar. Hay que
develarla, evidenciarla. Cuando se vela la crueldad, cuando se hace cultura del
acostumbramiento, se llega a configurar lo que denomino la cultura de la mortificacin a
la que me referir muy brevemente. En esta cultura, el trmino mortificacin no slo
remite a muerte, sino principalmente a mortecino, ha apagado, a sujetos que no son
hacedores de la cultura sino enrarecidas hechuras de la misma, prximos a la posicin
del idiota que no sabe a qu atenerse. Podemos ver esta situacin no ya en las masas
ms marginadas, sino en las que an permanecen mortificadas y en el centro. En ellas
impera, como deca antes, hablando del efecto siniestro, la renegacin. Qu se reniega
en esa familia, en esa fbrica, en esa comunidad? En trminos amplios, se reniega la
intimidacin como un elemento constante que se ha hecho costumbre. Una intimidacin
que forma parte de la cultura, no ya del fecundo malestar de la cultura, del que nos
habla el psicoanlisis, donde hay una tensin entre el sujeto hacedor y el sujeto hechura
de la cultura, una tensin entre el deseo singular y el compromiso solidario. Aqu el
malestar de la cultura se ha trocado en cultura del malestar. Se reniega la intimidacin y
se convive con ella como un elemento normalizado. Entonces, lo que retrocede es la
intimidad, esa resonancia ntima necesaria para que cuando alguien expresa algo vlido,
tal vez en relacin a la situacin, encuentre resonancia en el otro, un inters no
necesariamente coincidente, puede ser en disidencia. Esa resonancia, cuando existe,
promueve respuestas que van creando una produccin de inteligencia lcida y colectiva.
As es posible el debate de ideas. En cambio en la intimidacin, quien legtimamente
tiene algo que alertar, algo que denunciar, suele encontrarse con un desierto de odos
sordos, entonces es posible que su discurso se degrade al de un predicador que siempre
dice lo mismo sin ninguna eficacia. Por supuesto esa comunidad est atenta y
predispuesta a los embaucadores electorales de turno, en tanto stos tienen la astucia de
decir a las gentes lo que necesitan escuchar, para acrecentar su renegacin como
espurio refugio. Uno se pregunta: cmo puede ser que una comunidad tan mortificada,
tan lastimada, no reaccione? Es que en estas condiciones la queja nunca arriba a
protesta, ms bien se apoya en las propias debilidades intentando despertar la piedad del
opresor. No se afirma en las propias fuerzas, tal vez endebles fuerzas, pero fuerzas al fin.
En esa comunidad tampoco la infraccin apunta a trasgresin. La infraccin es ventajera,
oportunista, a lo ms se arregla con una multa o se presta a la coima. La trasgresin no
es as, ella siempre funda algo: funda la teora revolucionaria o la ruptura epistemolgica,
tal vez la toma de conciencia, o quiz funda la fiesta. En las comunidades mortificadas no
hay tal acontecer ya que la gente acobardada pierde su valenta al mismo tiempo que su
inteligencia. Pero sobre todo pierde el adueamiento de su cuerpo y las patologas
astnicas abundan anulando la accin. El cuerpo se ha hecho servil. En esas
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Hace pocos das asist, en funcin privada, a un film de Eduardo Mignona. En una
compaginacin, para mi criterio bien lograda, Mignona entremezcla la ficcin con
testimonios reales de distintas personas relacionadas con la defensa de los Derechos
Humanos. La intencin de la obra es mostrar cmo una sociedad, la nuestra o cualquier
otra de cualquier tiempo, cuando tiende a ocultar con el olvido los momentos atroces
donde fueron arrasados los valores del humanismo: la justicia, la libertad, la solidaridad
social, la creatividad cientfica, el arte, no slo asesinan el amor, la alegra y la
inteligencia, sino que al instaurar la impunidad abren las compuertas a toda corrupcin.
Entonces se aproxima un futuro donde los crmenes olvidados no retornarn como
memoria histrica sino como horrible repeticin.
Cuando concluy la exhibicin coment con el director y con el periodista Jos Mara
Pasquini Durn, que muy probablemente un film como ste pese a sus indudables
mritos artsticos, documentales e ideolgicos, se vera enfrentado con un amplio sector
de la crtica y del pblico que lo rechazara por antiguo, y eso pese a la destreza del
director que fue componiendo su obra sin efectismos truculentos ni tibieces claudicantes,
avanzando una esttica donde el sntoma de la negacin social resalta sobre un teln de
fondo entretejido con la potica del humor y la ternura. No son acaso los suministros de
la ternura: abrigo, alimento y caricia arrullante aquello que asesina la represin social
impune?
Entonces la primera encerrona: una obra como la que comento se justifica
precisamente por el rechazo que promueve lo que denuncia. Y ese rechazo no es tanto el
frontal, aquel que maccartsticamente podra expresarse ms o menos as: Estos zurdos
siempre jodiendo con lo mismo. El rechazo es el de la indiferencia renegadora donde no
slo se niega lo que denuncia, ya sea la pelcula o este mismo comentario, sino que se
niega que se est negando. Doble vuelta renegadora con efectos estupidizantes que se
abren en abanico desde la frvola banalizacin de las ideas hasta la crudeza del
cretinismo cnico.
El sntoma social de la encerrona, que denomino trgica y que ir desarrollando, tiene
mltiples variables. Est en una encerrona la sociedad desmemoriada que en renegacin
facilita el retorno de los tormentos que pretende olvidar. Pero tambin enfrenta la
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cmo
los
sectores
oprimidos
tienden
permanentemente
dividirse
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acuerdo entre los distintos grupos que la integran, en general grupos con distinta
pertenencia institucional.
Cuando se rompe el acuerdo por pobreza de recursos, por autoritarismo, etc., los
grupos de mayor pertenencia tienden a transformar sus herramientas en baluartes, es
decir degradan ese instrumental conceptual, metodolgico y administrativo en muros de
aislamiento frente a los usuarios (pacientes, estudiantes, etc.), que a la vez son
degradados a la categora de perturbadores. Nuevamente se configura una situacin de
dos lugares, aqu sitiados y sitiadores.
En diferentes ocasiones he desarrollado y conceptualizado las consecuencias de esta
situacin en ambos grupos. Bsicamente en el grupo sitiado aparece toda una patologa
que desde la perspectiva del psicoanlisis aproxima mucho el viejo cuadro de las
neurosis actuales (causadas principalmente por noxas actuales) y sus efectos txicos,
tanto en el nivel del aparato psquico donde la capacidad de imaginar soluciones se ve
seriamente comprometida, como en el nivel corporal donde aparece la amplia gama de
las patologas astnicas, en cierta forma las clsicas neurastenias. Los pacientes desde
su posicin de sitiados se ven obligados a transportar, en su pasaje por la institucin,
solamente la cuota de sufrimiento y de enfermedad de la que sta puede hacerse cargo.
En realidad dependen, para encontrar alguna solucin a sus males, de un sistema de
atencin al que rechazan por arbitrario o injusto. Finalmente pueden desembocar en la
resignada expresin: ya fui al hospital como nico resultado de su concurrencia.
En el S.V.I. tanto los sitiados como los sitiadores pierden su funcionalidad para
transformarse en sntomas sociales. As por ejemplo si pensamos en un residente de un
hospital pblico que ha ganado un difcil concurso para acceder a tal condicin, ver
cmo las motivaciones vocacionales que lo han llevado a una carrera terciaria, y
posteriormente a inscribirse en una institucin pblica, estn postergadas frente a la
realidad de su insercin hospitalaria. Que todas las expectativas de capacitacin que
legtimamente lo llevaron a travs de esfuerzos a acceder a esa residencia tambin se
ven diferidas o libradas a que ellos mismos puedan organizar un sistema de capacitacin
que los saque de la sola condicin de mano de obra barata. Que las legtimas
expectativas de remuneracin econmica generalmente quedan muy alejadas de sus
necesidades. Y lo que es ms, que todos los principios ticos con que fue pensada la
prctica tambin desaparezcan en el caos. Este clnico no es un corrupto, pero en la
medida en que estos ejes en su quehacer estn degradados, pasa a constituirse en un
eslabn ms dentro de un sistema corrupto de atencin pblica. Este es un ejemplo
paradigmtico de la violentacin institucional.
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Reuniones de la Biblioteca
Red de investigacin en psicoanlisis
DESAMPARO Y CREACIN
Dr. Fernando Ulloa
Yo tambin soy algo caminador como el Dr. Wenk; tambin voy a ambientar el tema
que he elegido para esta mesa: es la crueldad. La crueldad es el desamparo mayor y en
este sentido, indudablemente, coincide con estas Jornadas.
Hay una figura que yo he tomado trabajando con torturados y que despus la he
extendido al mbito social, a situaciones menos siniestras como es la encerrada trgica.
La encerrada trgica es una situacin paradigmtica de desamparo, es una situacin de
dos lugares, sin tercero de apelacin, sin ley, en donde la vctima, tal vez para dejar de
sufrir o para no morir, depende de alguien a quien rechaza totalmente y por quien es
totalmente rechazado, esto en lo referente al Desamparo.
En referencia a la Creatividad, hace un tiempo que estoy trabajando en este tema y
voy a tratar de ver si se puede desentraar algo acerca de los fundamentos, de los
antecedentes, de los inicios de la crueldad; no ya histricamente, sino en cada uno de
nosotros: la subjetividad.
En este sentido tambin podra decir que uno de los orgenes, el inicial, no es el nico,
realmente no es el nico de la crueldad, es el fracaso del primer amparo al que todos
estamos destinados: la ternura; el fracaso o la falencia de la ternura. Voy a decir dos
palabras solamente de la ternura, Freud la define (dijo muy poco, pero es algo
fundamental) como la coartacin del fin ltimo pulsional y que depende de un tercero.
Si pensamos paradigmticamente como agente de la ternura a la madre, tambin
depende que la funcin paterna, sea ejercida concretamente por el padre, o por los
dems contertulios de la ternura, por la sociedad. Cuando no hay coartacin de este fin
ltimo, se recrean las condiciones de la encerrona trgica, tambin falta.
La ternura es el primer elemento que hace del sujeto, sujeto social, porque es un
dispositivo social. Esta coartacin crea, en cierta forma, una precaria condicin de
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anidamiento depender como ser su animacin, como ser su vida. Uso esta metfora,
porque si bien adelanto que la crueldad no hay que confundirla con la agresividad, la
crueldad es un dispositivo cultural, es un dispositivo orgnico, es un dispositivo sostenido,
despus voy a leer breves pginas para mostrar ese dispositivo, pero ste es
implementado por la agresin pulsional del hombre o por la agresin instintiva.
Si el anidamiento del cachorro humano es un nido de serpientes, es una madriguera,
fracasa como amparo; lo que va a ocurrir ah es un incremento, es un sobreviviente, tanto
en el perro como en el nio. Pero el perro le lleva mucha ventaja, va a incrementar su
instintividad, su astucia instintiva de sobreviviente, su agresin.
Para entender un poco ms, tengo que plantear un pequeo concepto un poco difcil,
largusimo concepto psicoanaltico, difcil de transmitir tal vez. Antes quiero decir algo,
Freud deca: El mismo origen tienen las perversiones (empezaba ms optimista Freud)
que las virtudes; lase las verdades, la misma puesta por la verdad, que las perversiones;
vale decir que el fetichismo, el paradigma de la mentira, el mismo origen tienen la verdad
y la mentira.
Pero el concepto que quiero agregar es este: cuando uno trabaja en identidad, yo
arrib a la conceptualizacin de la crueldad, a travs de un trabajo bastante largo sobre
los procesos de identidad trabajando interdisciplinariamente. Cualquiera sea el abordaje
disciplinario con que se aborde el problema de la identidad, siempre hay un mismo dato
irreductible que es la discontinuidad, que se da entre un recorte de identidad y otro recorte.
Esta discontinuidad, por ms que se procese siempre es irreductible, es la que se da
entre el recin nacido y el recin venido y los suministradores de la ternura, por ms que
avance el tejido simblico, por ms que avance en los cuidados, siempre hay irreductible
discontinuidad, pero si el anidamiento en la ternura fracasa y se incrementan en esta
discontinuidad, se incrementa la instintividad, que es en cierta forma metonmica, tiene
una fuente, tiene un sentido, tiene un objeto unvoco, en contra de la pulsin que tiene
muchas alternativas de descarga y diferentes objetos, tiene algo de metfora.
Esto es importante porque quien ha estado sometido a las condiciones de desamparo
de la ternura, al fracaso de la ternura, al fracaso de la ley donde no hay coartacin del fin
ltimo, donde no hay tercero de apelacin, donde hay, en cierta forma, una verdadera
encerrada trgica y va a tender, no solamente (y esto es lo que quiero destacar) a
incrementar su instintividad metonmica sino que va a ser un reproductor de los propios
maltratos que ha recibido.
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El golpeado tiende a ser un golpeador, por lo cual, los valores que recibi este sujeto
tienden a ser a lo largo de la vida, podramos decir fijos, que no ha habido experiencias
correctoras.
Pero hay otra discontinuidad que quiero plantearles, que se da entre el fragmento
csmico del recin nacido, del organismo del recin nacido, recin venido, una
representacin de lo real y la subjetividad que los cuidados de la ternura, que las
palabras, que el buen trato y el sujeto creando sobre esa balsa csmica; tambin ah hay
una discontinuidad del Psicoanlisis que plantea esto de muchas maneras como hiancia,
como iara, como iatus, como vaco... y que ocurre ah, que esta discontinuidad entre el
sujeto y lo real que siempre est presente y esta por fuera, por supuesto tengo en cuenta
aqu lo real, lo imaginario y lo simblico. Esta discontinuidad que tal vez ir haciendo del
cuerpo, cuerpo ergeno, que tal vez como dice el poeta Yirri cuando se pregunta, en un
poema antes de la muerte: ...No ser lo corpreo a acontecer y no sustancia...
Tambin va aproximando el tejido simblico, tambin va haciendo una discontinuidad
que se invagina y que entra, y forma parte de la estructura del sujeto y es origen de esas
preguntas nunca satisfactorias de: Quin soy? De dnde vengo? Qu es la muerte?
Qu es la vida? que va avanzando a la identidad, al conocimiento, aquella identidad
donde alguien es lo que recibi, donde alguien es lo que hace y finalmente si tiene suerte,
alguien hace lo que es.
Pero si los cuidados del amparo de la ternura fracasaron, esta discontinuidad que es
uno de los antecedentes (no lo podra sostener demasiado tericamente de la pulsin de
muerte; porque esa discontinuidad entre el cuerpo y el sujeto, que al final de los das nos
espera, es el real de nuestro cadver y llamemos como llamemos al sujeto: espritu,
alma, memoria, sigue otro destino, va a decir que ya est instalada en esa discontinuidad
de la pulsin de muerte.
Si el sujeto tambin es un sobreviviente, lo que organizar, el otro concepto
fundamental, lo que organizar como saber no ser el saber de la bsqueda de la verdad,
ser el saber fetichista, ser el saber sagrado, ser el saber valuarte contra la muerte.
Sumemos aquella reproduccin metonmica, de lo que se recibi, producto de la
discontinuidad entre madre o entre el nio y los dadores de la ternura, ms esta otra
discontinuidad anticipo de la muerte; que genera un saber sagrado, un saber fetichista.
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Sumemos esto y ya tenemos el caldo del cultivo del cruel, tenemos el caldo del cultivo
del fundamentalista, tenemos el caldo del cultivo de lo que podra llamarse, tal vez, la
vera crueldad.
Voy a leer dos pginas para entender esto de la vera crueldad. Precisamente en esos
trminos el articulado neutro lo, precediendo al adjetivo: lo cruel, lo encontramos
absolutamente en todos lugares, no tiene sujeto manifiesto de la crueldad; por supuesto
que tiene sujetos, un tanto remotos, encubiertos, pero no tiene sujetos de la crueldad.
Hace poco y con esto termino; estuve en un Seminario en La Habana sobre: La
identidad transdisciplinaria; una colega Ana Berecin, me dio un libro muy bueno que
escribi y se llama: Con los ojos de la oscuridad. Esta frase en idish, es muy usada por
los judos; cuando llegaban noticias de los campos de concentracin del Holocausto
decan que la tristeza mayor, son los ojos en la oscuridad. Me pidi que le presentara
este libro, que es un ensayo psicoanaltico sobre la crueldad y le dije que s, que lo leera
despus del Seminario.
Cuando bamos a Viena y, sobre todo, a Praga: esos paradigmas de la civilizacin y
de las identidades como ciudades; empec a leer el libro y la primera sorpresa que tuve
es que todos los procesos que aquella frase de Freud: el mismo origen tienen las perversiones
que las virtudes y que yo dira el mismo origen que tiene el proceso de la crueldad.
En el proceso de la crueldad existe una trada. Ese fetichismo que se ha organizado,
esa reproduccin de los valores que se han recibido y que se ve amenazado frente a lo
distinto, frente a lo diferente, frente al negro, frene al judo, frente al comunista, frente al
blanco, frente al semejante distinto y es ah donde, precisamente, aparece la trada del
conocimiento del cruel: que es la exclusin, el odio y la eliminacin. Seis millones de
judos, treinta mil argentinos, trescientos mil tal vez, lamentablemente no muriendo en las
cmaras de tortura sino en la calle. En cambio, el otro proceso, el que avanza la
curiosidad como avidez del conocimiento, donde lo distinto, donde esa irreductible
discontinuidad funciona; es el concepto de la innografa, quiere decir: interdiccin o
separacin y puenteo, en el mismo momento.
El puente que cruza un ro, no anula el ro; no anula la separacin y al mismo tiempo lo
cruza, esta es la funcin entre el conocimiento que est opuesto a la trada de la crueldad.
Aparece anterior a una situacin per-axiolgica, el rechazo del: me gusta, no me
gusta; luego, si se supera esto, aparecen: el tal vez, la escala, la coincidencia de valores;
ah aparece otro obstculo, que es: a valores ms o menos semejantes, quin conquista
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"La obscenidad del poder, la ternura de los piqueteros"
Entrevista de Vicente Zito Lema y Gregorio Kazi
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mayor an, el del Imperio. Frente a ello, qu es eso de taparse el rostro por parte de los
que menos tienen y ms luchan? Hablo de los piqueteros que se cubren el rostro, al igual
que sus nios piqueteros y sus mujeres piqueteras.
No olvidemos que Marcos, el insurgente mexicano, tambin lleva su rostro cubierto...
Retomando el concepto de escndalo, estoy aludiendo a la capacidad de escandalizarse
e incluso de ser ticamente escandaloso. El escndalo que vos defins en pocas palabras
se refiere a la situacin expresada de muchas maneras: la escandalosa distribucin de
las riquezas, la escandalosa exhibicin que hemos llamado obscena, y siguen las firmas;
manifestaciones que representan la patologa del escndalo. Frente a ellas importa que
uno se escandalice y no zozobre a la costumbre. Insisto que esto es importante y remite
a algo muy elocuente: la represin integral significaba secuestro, tormento inexorable,
desaparicin de personas y pretensin de impunidad. Todava existe la pretensin de
impunidad, la escandalosa pretensin eje de toda corrupcin. Esto es un punto central.
Hay dos figuras de lo que llamo la vera crueldad. La crueldad siempre necesita de un
dispositivo socio-cultural que garantice la impunidad. Esto es complejo, ya que ese
dispositivo socio-cultural, cuyo centro es la encerrona trgica, donde la vctima est
atrapada sin escape, requiere de crculos excntricos: el del apoyo logstico, el de los
idelogos y beneficiarios de esa poltica. Tambin el crculo ms externo, el de la
connivencia, con cegueras o con la canalla complicidad del por-algo-ser. Lo que quiero
sealar es que en este vero cruel lo fundamental, aun salido ya de su oportunidad de
crueldad sistemtica, siempre est presente la pretensin de impunidad. Esta es la
caracterstica del cruel cuando est amparado en el dispositivo cruel, un personaje que
sostiene un saber canalla pretendiendo saber toda la verdad sobre lo verdadero, todo lo
verdadero sobre la verdad.
En las vctimas de esa distribucin obscena que margina, puedo pensar en Berisso,
donde intento, una gota de agua en el desierto, contribuir al desarrollo de una experiencia
de trabajo asistencial, que me habilite a indagar sobre la realidad de la pobreza. Berisso
fue un polo importante de la migracin interna provincial, con sus petroqumicas, sus
frigorficos. Ahora se cerraron esas industrias y se cerraron tambin las pymes en gran
medida. Cmo definir esa situacin? Como fbrica de qu? Fbrica de delincuencia?
Absurdo, es dejar las cosas arbitrariamente de un solo lado. Fbrica de violencia social
resulta anodino como caracterizacin. Esto se definira ms bien como fbrica de
sobrevivientes. Aqu una primera afirmacin, que puede resultar escandalosa,
proponiendo que la tica del sobreviviente, en estas condiciones, no es otra que la
violencia. No hay ms alternativa que la violencia. No estoy haciendo el elogio de la
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violencia, simplemente constato que no hay otra salida, cuando en las encerronas
trgicas no existe tercero de la ley, o al menos, tercero de apelacin solidaria. Entonces,
de resultas de estas fabricaciones sociales nos podemos encontrar con otra vera
crueldad, ahora la del sobreviviente. Es preferible no encontrarse con su violencia
delictiva, me refiero, no encontrarse como vctima, porque desencontrarse con esta
realidad es imposible y hay que pensar encuentros. Los piqueteros pueden ser una oportunidad.
Pero cul es la diferencia entre la pretensin de impunidad del vero cruel o la del
sobreviviente? Que este sobreviviente va a su propia muerte matando. Pronto lo esperan
el cementerio, la crcel o el manicomio. En esa cara o cruz se da un lmite a la
impunidad. El, sobreviviente, se juega la vida. Esta es la diferencia sustancial.
Entonces podemos decir que la tica forzosa del sobreviviente es la violencia,
aceptando que conceptualmente esto es un escndalo que nos debe hacer reflexionar.
No es tambin un escndalo que los piqueteros se tengan que tapar sus caras ante
las caras desnudas entalcadas y perfumadas de los funcionarios del poder? No
muestra en sustancia el velamiento de la resistencia? No se sabe bien cmo naci, pero
primero en el Norte y despus en Neuqun los piqueteros de golpe aparecieron en grupo
tapndosela cara en el medio de la ruta, instaurando una metodologa simultnea y
dialctica de proteccin y exposicin ante el enemigo.
Yo digo que no se tapan la cara por vergenza, aunque valdra pensar un poco ms
acerca de los afectos que este acto conlleva.
No, por supuesto. O ser vergenza por el comportamiento ajeno. Esa obscenidad
del poder que ms que nadie acaso muestran los encargados de dictar justicia. Esa diosa
de ojos vendados que hoy adems tiene cortada la lengua... Qu lectura se podra
hacer a partir de lo latente en la mscara?
Si reparamos en Marcos, que es la imagen ms publicitada, creo que el
enmascaramiento tal vez est ligado a una forma del poder, como poder hacer. Tal vez
una metfora del enigma, o es el enigma en s mismo, que de esto estamos hablando.
En la tragedia griega, los actores se ponan la mscara, llamada personare, de ah,
personaje. Los piqueteros tambin componen un personaje de la tragedia. Uno podra
decir que s, que algo hay de la tragedia que toma no el dbil rostro del debilitado, sino el
rostro annimo, tal vez, del anhelo. Podra decir eso, pero creo que adems es una
herramienta de trabajo, es una estrategia frente a la posibilidad de identificacin y a los
gases lacrimgenos.
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arma, el juego de esconderse frente a la desnudez del poder que no necesita taparse
porque no hay ojos reales con poder de castigos que lo miren y lo juzguen.
Interesante tu propuesta. Estamos hablando de taparse la cara, hablando de miradas
en relacin con la obscenidad.
Una manera de ilustrar la obscenidad es pensar en un nio, que desde su natural
invalidez, propia de su muy poca edad, se ve en situacin de mirar, sin ningn
velamiento, cosas tales como la crudeza del sexo explcito o la de la violencia, incluso en
relacin a la muerte. Este nio, puede que efectivamente mire, slo se encuentre con
elementos suficientes estimulando su imaginacin. De cualquier manera estara atrapado
en una fascinacin cruel, aquella que resulta del mirar, con los ojos o con la imaginacin,
cmo los padres miran cmo l mira a los padres que miran... (En un ida y vuelta sin
salida) una escena sexual o una escena violenta.
Algo semejante ocurre cuando el torturado, reducido a total invalidez fsica ya sea a
cara descubierta o encapuchado, mira, o puede imaginar, que aquel que lo atormenta mira
cmo l mira, y as sucesivamente, el goce sdico del vero cruel. En ambas situaciones
la invalidez de la vctima sumerge a sta en el atrapamiento obscenamente cruel de la
mirada. No necesariamente siempre se da este atrapamiento, pero es posible que suceda.
La crudeza cruel de lo anterior aproxima afectos inherentes a la mirada, de los que me
he ocupado en relacin con el adiestramiento de la mirada clnica. Me refiero a la
arrogancia y a la vergenza. Tal vez podamos conjeturar acerca de las cosas que estn
en juego y en esto sigo tu planteo sobre el juego, cuando pensamos en ese cubrirse el
rostro de los piqueteros. Por supuesto, no se trata sino de conjeturas atento a no
psicologizar arbitrariamente un fenmeno social. Es as que cuando alguien habla, desde
una posicin destacada, proponindose a la mirada de los otros, pero sin mirarlos
verdaderamente, est recreando en s mismo, se lo proponga o no, la arrogancia. A su
vez, quien lo mira sin ser mirado, puede experimentar sentimientos de vergenza,
situacin que queda ilustrada cuando desde el anonimato propio de escuchar oculto
dentro del pblico, alguien experimenta una inusual inhibicin para tomar la palabra frente
al arrogante que ocupa el estrado. Tambin es posible que no sea la vergenza, sino el
enojo, el sentimiento prevalente. De todos modos, los dos afectos suelen inducir al
silencio. Un silencio semejante al estar espiando por el ojo de la cerradura una escena
que en su arrogancia no es ajena a la obscenidad. Podemos imaginar la vergenza de
ser descubierto en esta situacin de la que Sartre se ha ocupado.
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donde vive, en La Matanza, muy cerca del lugar donde cortaron la ruta, hay una fbrica
en la que trabaj un corto tiempo hasta que qued otra vez desocupado. Y tambin
cont, con voz seca, que el dueo de la fbrica ni siquiera cuando lo despidi lo mir. Los
otros das, mientras cortaban la ruta, apareci con su coche el dueo de la fbrica.
Quera pasar, deca que tena una urgencia personal, y no lo dejaban. De repente
continu el piquetero el hombre bien trajeado y con anteojos lo mir y lo reconoci, por
primera vez en su vida le habl. Es decir, antes nunca lo haba registrado, y sin embargo
deba saber que algo tena que ver con el muchacho, porque se acerc y le pidi por
favor si lo dejaba pasar. Lo haban llamado de su casa, tena un familiar enfermo, explic.
Lo dej pasar, dijo el muchacho, sonriendo, y tambin dijo que, de alguna forma, tom en
ese momento conciencia de su fuerza. Porque si l no hubiera cortado la ruta nunca
hubiera sido mirado, seguira estando muerto para el otro.
La realidad social muestra su cara siniestra. Y lo dramtico es precisamente cuando
el sujeto empieza a perder valenta, se acobarda, acepta las condiciones como vienen,
esto implica el aislamiento. Surge aquella posicin del idiota de la que hablaban los
griegos. Se atiene a las consecuencias, porque no sabe a qu atenerse, y sobre todo se
desaduea el cuerpo haciendo lugar a las patologas astnicas; se pierde as el
contentamiento de la accin. Este es el juego de los piqueteros, es el juego ltimo, tal vez
el juego de la accin, el contentamiento de la accin. Ellos saben que es un juego en el
que es mejor estar enmascarado.
Es un juego sin resultado cierto, donde se apuesta la vida.
Se apuesta la vida, pero quizs en un porcentaje grande de ellos no hay mandato
para la muerte, porque este sujeto que yo nombraba, el vero cruel sobreviviente que va a
su propia muerte matando, tiene un mandato de muerte, una muerte ya instalada. Es un
hombre que no vive hasta la muerte, vive hacia la muerte con la muerte inoculada, tal vez
desde muy temprano. A veces vemos nuevas vctimas en todas las capas sociales, pero
lo vemos ahora escandalosamente en los sectores ms desposedos. Es el chico y
cmo no pensar en estos chicos que cree haber escuchado, y a veces lo escuch: Por
qu no te mors!. Esto es lo que le dice la indiferencia social, una de las formas de lo
cruel que mata con la indiferencia. Frente a esa indiferencia, la nica salida es la
violencia. Es posible que un sujeto vctima de esa indiferencia tenga ya la muerte
instalada y se juegue la vida en la cornisa de la muerte, como en aquella vieja pelcula
donde los chicos se mandaban con un coche hasta el borde del abismo y el ltimo que
saltaba era el ganador, el que ms se haba aproximado a la muerte, pretendiendo
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apoderarse, para eludirlo, del mandato hacia un destino fatal. En esta situacin, ya no se
juega la vida; la apuesta es la muerte.
Reconozco que an con sus lmites sea de organizacin o de capacidad de
modificacin de la realidad en sus niveles ms profundos estoy impresionado por este
fenmeno nuevo de confrontacin que constituyen los piqueteros, o fogoneros, como
tambin se llaman en algunas regiones de la Patagonia.
Repitindote, tambin yo hablara aqu del optimismo escandaloso, porque en mi
criterio si hay una institucin que registra el tiempo de los asesinos fue el de los
desaparecidos, o la desaparicin de personas, hablando con lengua jurdica. Y si hay una
institucin que representa este nuevo tiempo de la crueldad en la pobreza, pero
tambin, y hay que destacarlo, el alzamiento de las vctimas contra sus victimarios, es en
mi criterio el movimiento piquetero. Aqu hay escandalosamente vida, escandalosamente
juego y siguiendo tu concepcin de escndalo escandalosamente salud mental. Frente
a esto aparece otra vez el desafo de las instituciones y del campo institucional. Cuando
se pasa del juego naf a la institucin del juego, no aparece de alguna manera el
fantasma de la sacralizacin que anticipa el decaimiento del proceso? Esto dicho en
relacin a que se celebr el primer congreso de piqueteros, y a partir de ah se
organizaron acciones de piqueteros que fueron bien recibidas por voceros del poder, y
por los bien pensantes de ciertos medios de prensa. El tema de fondo y de
controversia es que los piqueteros dieron posibilidades de paso, ya no hubo corte de
ruta drstico y eficaz. En mi criterio se pas del juego que modificaba la realidad al como
si del juego, aparece aqu lo fetiche, o si se prefiere, se crea una alternativa. Debemos
precisar que no fueron los piqueteros como sujetos originarios y concretos, cada uno de
ellos jugados a cara o cruz, los que idearon la nueva accin; fueron otros dirigentes
piqueteros algunos ligados a estructuras polticas y sindicales legitimados en el
congreso quienes de cierta forma institucionalizaron una estrategia diferente.
Compleja la cuestin de cundo las alternativas se hacen claudicaciones y cundo la
transgresin para los piqueteros representa el valor, no de una infraccin, sino de una
transgresin con valor de ruptura propone una solucin, o el comienzo de una solucin,
creativa no claudicante.
Cortes de rutas donde hay alternativas, a primera vista es formidable como metfora.
Porque, precisamente, cul es la situacin de desesperacin que en todo caso provoca
la existencia de los piqueteros como expresin de la transgresin? La transgresin no es
satisfaccin ventajera de la infraccin, la transgresin siempre es fundadora, funda la
teora revolucionaria, la ruptura epistemolgica, la toma de conciencia, la fiesta, el juego.
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Entonces fijate vos los piqueteros son una muestra de imaginacin, el ments a la
mortificacin que zozobr a la costumbre, el piquetero debe prevenir el riesgo de este
naufragio. Pero vos hablas de cortes de ruta donde hay alternativas. Contra qu estn
peleando los piqueteros? Pelean contra la falta de alternativa, estn en una encerrona sin
alternativa y las encerronas son trgicas. Hace poco deca en un trabajo que no hay una
declinacin para la tragedia, paradrama est dramatizar, pero para la tragedia no cabe
tragizar, la alternativa en la tragedia es la dramatizacin del como si que ensaya
restablecer pensamiento en uso. En plena tragedia el dolor psquico congela el pensar.
Recuperamos en este sentido la ancdota que contaste del piquetero que fue mirado en
la ruta, es decir que haba sido visto pero nunca mirado, porque el dueo de la fbrica
haba registrado al piquetero, no se le escapaba, lo tena visto y hasta televisado
probablemente, pero nunca lo haba mirado. Este hombre dice: Djeme pasar, tengo un
familiar enfermo; y lo dejan pasar. El piquetero lo cuenta con ingenuidad, hasta se
conmueve, esto es lo genuino. En el primer fenmeno piquetero, el de las Madres de
Plaza de Mayo marchando por la plaza, no hubo apelacin a la violencia, no haba
condiciones, y esto violent y violenta an la pretensin de impunidad.
A m me parece que se trata de entender que la dinamizacin de la tragedia no se
puede tragediar. Esto es la vigencia del drama, el drama ya es una declinacin de la
tragedia, ya hay alternativa, hay pensamientos, hay como si, hay caminos, hay
pensamiento afectivo, como estaba diciendo al comienzo. Yo creo que el piquetero hace
su juego con alternativa, es una alternativa, ms si crea cierta esperanza y se van
organizando. Hay una cosa que yo aprend en la Facultad de Psicologa trabajando con
asambleas clnicas en los aos 70, cuando todava era posible. En esos grupos era muy
difcil dar la palabra; haba por momentos hasta seiscientas personas, entonces los que
queran hablar se ponan de pie y se haca la cola automticamente. Era interesante
cmo en la medida que se iban organizando, iban surgiendo otros lderes. Eran lderes
para ese momento. Es posible que en el comienzo de los piqueteros pase lo mismo. En lo
que va siendo una situacin espontnea, los ms corajudos, decididos, o incluso los con
mandato de muerte toman la palabra, marcan el camino, que en este ltimo caso no es el
camino. Ni lo era en aquellas asambleas, donde resultaba ms fcil lamentablemente
por poco tiempo el juego de la vida. Este es el problema que nos plantean los
piqueteros, buscando alternativas, cuando las encerronas trgicas, con toda evidencia,
slo muestran la salida de la muerte. Los piqueteros ponen en escena algo que intent
durante el proceso Teatro Abierto, y antes los dramaturgos griegos y sus herederos de
todos los tiempos.
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Edicin en Internet N 87
Montevideo, junio de 2004
Corresponde a la edicin en papel N 241
Serie: Entredichos (XXXVII)
- En este ltimo tiempo, varias de sus producciones han estado enfocadas en el campo
de la salud mental, desde distintas variables: poltica, cultural, social. Cmo surgen las
razones para hablar de la salud mental en la actualidad?
- Se trata de un tema que estoy trabajando desde una perspectiva, no s si original, que
procura despejar la cuestin de la salud mental, de por s importante y cuya delimitacin
no es siempre clara. Adems, hace un ao Ediciones del Zorzal me pidi un texto acerca
de la salud mental, justamente, que resultara til a los diferentes oficios y especialistas
que se ocupan del tema, y que adems fuera de fcil lectura para la poblacin en
general, a quien en definitiva est destinada la produccin sobre salud mental. As fue
que por entonces escrib un texto cuya claridad conceptual no me satisfizo del todo, al
mismo tiempo que su lectura me pareci algo intrincada. Por esa razn, como suelo
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hacer en ocasiones semejantes, me propuse dar algunas charlas; una ya tuvo lugar en
Buenos Aires, en la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo, en el marco del Primer
Congreso de Salud Mental. Llevaba por ttulo: "La salud mental: una variable poltica".
Desde una perspectiva ms amplia, que tiene para m especial importancia en cuanto a
mi prctica psicoanaltica con lo social, la conferencia de Montevideo "La salud mental:
una produccin cultural" ofrece un peso terico propio, en atencin a algunas ideas
freudianas. Dentro de poco dar en Rosario una tercera conferencia: "La salud mental: un
recurso antimanicomial".
- Cul es la apoyatura que en Freud- el creador del psicoanlisis-, quiere usted destacar
en relacin con esta temtica?
- En este caso hago una revisin de los trabajos sociales que Freud produjera en el curso
de su ltima dcada de vida, cuando registra segn se encarga de sealarlo- un cambio
significativo en sus escritos tericos. l destaca que despus de un largo recorrido por las
ciencias naturales, la medicina y el psicoanlisis, vuelve a encontrarse con su temprana
vocacin por el destino cultural de la humanidad.
En esos escritos Freud despliega una certera agudeza, a la par que una gran sobriedad
intelectual. El resultado de ese trabajo lo lleva a un pesimismo marcado con respecto al
destino cultural de la humanidad, situacin que no le har perder su tenaz entusiasmo
dir de renovada juventud- por sus investigaciones sociales. Esos trabajos son: "El
porvenir de la ilusin" (1927); tres aos despus, el clsico y ms conocido "Malestar en
la cultura", y poco ms adelante, despus de una corta correspondencia con Einstein
acerca de la guerra, "El por qu de la guerra" (1932).
Lo curioso es que esa produccin me llevara a hablar de su pesimismo-entusiasmo, en
cuanto a relatar la historia de la civilizacin a travs de los siglos, includos algunos
acontecimientos contemporneos de Freud. Es as que l examina con inters y con
evidente descreimiento la experiencia rusa de 1917, sobre todo en cuanto a las
condiciones que deberan reunir los lderes, como minora capaz de conducir ciertos
cambios fundamentales, sobre todo en la condicin pulsional del hombre, con el
imperativo de sublimar algunas de sus ms fuertes demandas pulsionales con relacin a
la agresin, al apoderamiento. Por all pasa su pesimismo, puesto que no considera que
la sola abolicin de la propiedad privada llegue por s misma a modificar las cosas de un
modo sustancial. Los aos habran de darle la razn, en lo inherente a lo se dio en llamar
"el socialismo real". Tampoco olvidemos que relativamente pronto, en el horizonte, habra
de comenzar el nacimiento nazi.
Sin embargo, l incluye en "El porvenir de una ilusin" una definicin de cultura,
considerndola con trminos tales como "... todo el quehacer y el saber que el hombre
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Estas condiciones son precisamente las que, surgen frente a aquello que podra ser la
esencia dinmica del "malestar de la cultura", segn lo define Freud, donde un sujeto, en
la medida que renuncia a ciertos aspectos de su singularidad pulsional en favor del bien
comn, resulta ser una hechura cultural que se compromete solidariamente con la
cultura, con el entorno de su comunidad. Pero al mismo tiempo, en ese dinamismo del
malestar cultural, la circunstancia de ser hechura de la cultura no supone renunciar a la
condicin de hacedor de la cultura. En cambio, cuando el sujeto es solo hechura, y su
condicin de hacedor queda excluida, nos encontraremos con un malestar hecho cultura.
Por mi parte llamo, a esto, "cultura de la mortificacin". Una situacin donde prevalece,
fundamentalmente, la queja que nunca se recibe de protesta; la infraccin que nunca
adviene transgresin. Esta ltima es siempre fundadora, ya que introduce la posibilidad
de una ruptura de esa mortificacin cultural, cosa que no ocurre con la mera infraccin,
ventajera y mezquina. La transgresin funda la teora revolucionaria, la ruptura
epistemolgica, la toma de conciencia, la fiesta, la lucha. Esto me permite hablar de cmo
en esas condiciones de mortificacin prevalece el sndrome de padecimiento, donde la
gente pierde coraje, valenta; pierde lucidez, en la medida que se atiene a las
consecuencias; se idiotiza sin agraviarlos con el calificativo- y, adems, se desaduea
de su cuerpo, pierde el contentamiento del cuerpo en accin.
En relacin con lo anterior, en nuestro pas, y posiblemente en otros lugares de la regin,
se registran fuertes movilizaciones; por ejemplo, la de "los piqueteros", y no solo la de
ellos, sino tambin las de otros que apuntan a lo mismo. Se trata de una situacin en
lucha que cada vez se organiza mejor hacia una nueva subjetividad solidaria.
- Ha aludido a un cambio significativo en los escritos tericos de Freud, a partir de
determinados artculos, conferencias y supongo que tambin tomando desarrollos de
otros autores, as como algunos de su propia autora. La propuesta que usted plantea
sera, entonces, desarrollar algo ms que una conceptualizacin terica de los problemas
sociales. Digamos: una prctica social centrada en un enfoque clnico?
- En efecto, Freud no se dedic a trabajar con la sociedad, sino a describirla, a hacer un
relato de lo que pasaba. Por mi parte, procuro como lo hacen muchos analistas, tanto en
Uruguay como en Argentina y otros lugares de Amrica Latina- ir ms all y no limitarme
a hacer un relato de lo que ocurre, vlido relato sin duda, sino que apoyndome en
diversos planteos -como usted seala-, adems de los de Freud y los de mi propia
experiencia, procuro no desmentir la condicin, ni la experiencia, ni la prctica
psicoanaltica trabajando con la sociedad.
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Dos son las experiencias importantes en esta perspectiva. Una la estoy llevando adelante
en el suburbio de Buenos Aires, en Berisso, cerca de La Plata, en un barrio muy
marginado. Estoy trabajando all desde hace unos aos, tratando de constituir bolsones
del oficio clnico con mdicos generalistas, trabajadores sociales, psicoterapeutas, en una
tarea interdisciplinaria dentro de los bolsones de la miseria, procurando no solo atender,
sino adems organizar la comunidad. El otro trabajo importante en que estoy colaborando
consiste en ayudar a organizar un debate crtico en el seno de la conduccin colectiva de
una importante colonia psiquitrica argentina: Colonia Oliveros, donde la gente est
procurando denodadamente sustituir el manicomio, no explicarlo, para crear un mbito
asistencial destinado a las psicosis. ltimamente estamos avanzando mucho en esto. El
manicomio no est slo en el hospital. Est en muchos momentos de la vida cotidiana
ya sea la familia, ya la escuela, en sentido amplio-, e incluso en los programas de salud;
est cada vez que surge una situacin que defino como la "encerrona trgica". Es as que
yo suelo insistir en que resulta difcil vaciar los manicomios; se trata. Se trata de no
llenarlos.
- La nocin de la "encerrona trgica" constituye un concepto de su autora, que desde
hace algn tiempo aparece en sus trabajos escritos y conferencias. Me gustara saber
cmo lleg al mismo y si podra sucintamente desplegarlo.
- Se trata de un trmino que extraje de mi trabajo en el terreno de los derechos humanos,
donde el paradigma de esa encerrona podra estar representado por la tortura. Define
una situacin en la cual se halla un sujeto cuyas potencialidades fsicas han sido
literalmente amarradas, por lo que depende, para dejar de sufrir o para sobrevivir, de
alguien que lo atormenta sin piedad.
Sin embargo, la idea de encerrona trgica se me present con mayor claridad en ocasin
de escuchar en el consultorio a una madre terriblemente angustiada por el secuestro de
su hijo. Primero esa persona dijo: "Ojal todava viva..." Pero sabiendo del inexorable
tormento al que estara siendo sometido quien acababa de desaparecer, agreg en voz
mucho ms baja: "Ojal haya muerto y no sufra". Aproximaba as su posicin a la de los
criminales y quedaba en un encierro tremendo.
All me di cuenta que, en realidad, ese era el encierro con el que se identificaba esta
madre, quien estaba previendo la crueldad con la que su hijo iba a ser o estaba siendo
tratado. El hijo, por su parte, poda estar pensando a su vez: "Ojal no me maten" y,
frente al sufrimiento inexorable: "Ojal me muera antes que me saquen una palabra".
Esta es la situacin de encerrona trgica, donde no hay un tercero de apelacin, nadie
que ponga fin a esa situacin, un tercero de la ley, una terceridad.
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punto clnico de facilidad relativa, en que uno trabaja con los equipos de salud o de
educacin, que son capaces de extraer efectos multiplicadores.
Otra distinta operacin, en cuanto a la salud mental, est ilustrada por la conferencia que
pronunci. Dicha conferencia apunta a hacer masa crtica, concepto propio de la
termodinmica, para indicar cmo progresivamente como ocurre en ese contexto- la
gente se va dando cuenta, va tomando conciencia, va resignificando su propia prctica,
su propia condicin. En un momento dado esto forma colectivamente masa crtica y se
instaura en la poblacin una actitud cultural distinta y propicia a un cambio sustancial.
Aclaro que el trmino "salud mental" est acuado por el uso, pero por mi parte tiendo a
buscar otros nombres; quizs termine acuando otro distinto, quizs prximo al de "salud
cultural". Por otra parte, retomando los trminos de "salud mental", me importa destacar
que no significan lo contrario de la enfermedad mental. Se trata de un valor que permite,
en un momento dado, sobre todo frente a ciertas circunstancias, movilizar todos los
recursos para superarlas. La primera de esas circunstancias consiste en, los mltiples
infortunios de la vida cotidiana; la segunda, los mltiples rostros de la enfermedad; y la
tercera, la mediata o inmediata muerte, como destino de todo sujeto. Tres circunstancias
donde se ponen en juego no solo los recursos del sujeto, sino los recursos solidarios de
la comunidad.
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Hace un tiempo vino a verme un seor muy inteligente y ms bruto que una pala
de cavar mal manejada. Segn el mismo risueamente lo sugiri. Dije seor porque
haba cierto seoro en quien me demandaba atencin, por cierto de una forma no muy
precisa, aunque clnicamente preciso era su rostro con claros signos de ser un hipertenso
mayor. Opt por sealrselo de entrada. Me sali al cruce con un comentario inesperado
para mi antigua e inicial experiencia en clnica mdica: antes hipertenso que impotente.
Al parecer tena una idea hidrulica es decir hemodinmica- en relacin a la ereccin:
cuanta ms presin mayor eficacia erctil. Era cuestin de apelar a la clnica ahora
psicoanaltica.
La singular teora del paciente, tal vez una teora sexual de infantil persistencia en
un adulto, encuadra dentro del amplio captulo de las disposiciones obsesivas. Una
variable de ellas que apunta sacrificar y doy al trmino todo su peso- el placer en aras
de la eficacia erctil. Tambin pesa la palabra aras plural de ara- significando el altar de
las ofrendas sacrificiales.
La expresin mas habitual de este sacrificio, de linaje obsesivo, es aquel sujeto
que trabaja y trabaja a destajo; podra decirse que cava y cava su propia tumba en
vida, sin darse tiempo para disfrutar el logro de su quehacer. Cabe pensar que hay goce
en esta modalidad laborante, pero esto sin desconocer una diferencia vlida en los
matices de la clnica psicoanaltica- que establece un distingo entre el placer y el goce.
Aqu goce connota renunciar al placer; una renuncia que da paso a cierta mortificacin
que pueda alcanzar valor de cultura, o al menos de costumbre, donde prevalece la queja
que nunca habr de acceder a protesta. Un hbito quejoso acerca de lo que le sucede a
quien soporta esa disposicin obsesiva, al grado de configurar como carcter una
cristalizacin sintomtica. Carcter que naturaliza el sacrificio impidiendo al titular
sacerdote y a la vez ofrenda- advertir cmo va trazando lo que sucede. l va en pos de
ese goce sacrificial hasta lograr una ingrata eficacia.
De hecho es el placer lo que acota al goce; el placer y tambin el humor cuando
resulta un fluido penetrante que disuelve las solemnidades fijadoras de la angustia. Un
humor no ausente en aquel pintoresco, sufriente y en verdad en riesgo por la magnitud
de su hipertensin- personaje.
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que muchos aos despus habra de remitirme a la aseveracin de Freud cuando habla
de tres imposibilidades: gobernar, educar y analizar.
Frente a esos imposibles la nica solucin es la intencin de llevarlo a cabo. Un
esfuerzo con valor de utopa revolucionaria que escapa a la calificacin de ofrenda
sacrificial; Dije revolucionario para destacar el valor posible de una utopa, capaz de
superar el mero apostar a un anhelo futuro; una utopa con tpica hoy, atenta a negarse a
aceptar aquello que niega los hechos de la realidad. Una doble negacin con valor
afirmativo, opuesta al conocido mecanismo de renegacin que niega y niega que niega,
por lo que sacrifica el registro de lo real. Es difcil acceder, simblicamente a lo real, pero
importa no expulsarlo de nuestra percepcin. Sin expulsin, lo real, arduamente trabajado
en intento simbolizador, puede producir nuevas realidades como produccin cultural.
As se engarza el esquivo real. Lacan llamar a esto Praxis: tratamiento de lo real por
lo simblico.
Lo anterior fue importante en los encuentros que tuve con aquel pintoresco e
inteligente paciente que slo vi en contadas ocasiones y algo de paso. l vena de un
interior, tanto del pas como de s mismo, muy lejano. Lo que pronto se puso en evidencia
en aquella primera entrevista fue, que detrs del apostar a la eficacia erctil sacrificando
al placer, reinaba un fuerte temor a la muerte. Un riesgo real dado su severa hipertensin
que importaba no psicologizar; la eficacia mortificada trazaba el sacrificial suceder de una
pulsin de muerte de carcter mortfera- el amparo de su renegacin. Haba algo de
neurosis actual en l, que se mostraba refractario para acceder a una neurosis de
transferencia.
Freud sugiere que aquellas neurosis actuales, por fuera de las neurosis de
transferencia, no eran analizables. Es ms, casi parecera indicar, no lo hace
explcitamente, medidas higinicas como tratamiento.
Voy a plantear una especie de paradoja, no creo que muy sostenible, pero
interesante. Si inicialmente Freud plante las neurosis actuales previamente a lo que he
denominado al acontecer freudiano de su autoanlisis y sus consecuencias tericas, al
final de sus das en su obstinado propsito de no negar los hechos adversos que
presiden la cultura de la humanidad, asigna a sta un destino final muy poco auspiciosos;
l pensaba que tal sera el resultado de la barbarie civilizadora.
Una forma de recuperar las neurosis actuales en la prctica psicoanaltica, sobre
todo en el campo social, pero no ajena tampoco a lo que ocurre en la neurosis de
transferencia, est ilustrada por la siguiente formulacin: aqu las cosas siempre fueron,
son y sern as; tal es la frase que imagino, para expresar como propio de las neurosis
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ms de 40 aos sin asignarle, ni entonces ni durante bastante tiempo, algn valor terico;
pero curiosamente nunca me olvid de ella, lo cual me permite citar de memoria, atento a
cmo se me fue organizando su sentido. Aquel texto deca ms o menos as: si un
lactante, frente a la demora de los suministros necesarios a su vida, pudiera pensar,
pensara a sus padres como incondicionalmente crueles, ya que habindolo trado a la
vida, lo matan con indiferente abandono. La nica manera de hacer condicional esta
incondicionalidad, depender de otro pensamiento ms o menos en estos trminos: no es
que ellos me odien, soy yo quien los odia y por eso me castigan, si los amo ellos me
amarn. Una situacin que justifica el que haya previamente descrito la encerrona
trgica. En este estado el lactante sacrifica su odio, que llamar odio tico, inicialmente
de naturaleza instintiva aunque, por efectos de la ternura, surgir el amor, razn por la
cual la dialctica odio/amor, en este orden, preside los sentimientos humanos. Se ir
culturalizando una dialctica, muy distinta de otra, la de la traicin/venganza, donde
ambos trminos de este dueto, estn englobados por el odio odioso. La odiosa deuda
que ya mencion, sumar traicin y venganza sobre las vctimas, sobre todo cuando
stas se proponen reaccionar a tanta injusticia. En este sentido que la represin de la
protesta social, acrecienta la traicin confiriendo a la represin el carcter de una
venganza, lo cual duplica los efectos degradantes propios de ambos trminos de esta
dupla.
Cuando Fairbairn hace pensar a un lactante, es conjeturable que estuviera
referido a sus primersimas experiencias vitales, inscriptas, por tiempos en que an no
estara constituido en s mismo- lo que tericamente entendemos por aparato psquico.
As habran surgido en l, extrado del profundo fermento que nutre la memoria que
llamamos perlaborativa, ese saber acerca de lo que siempre supo, promovido por
huellas de su inconsciente sin posibles palabras, sin preelaboracin, tocando su nimo,
que no su memoria. Al cabo de 70 aos, su edad aproximada cuando escribi el texto,
puso en juego su larga experiencia psicoanaltica. Finalmente daba palabras -Tal vez
fonemas?- a aquellas letras, al grado de poder conjeturar, al parecer en construccin
acertada, algo de su propio inicio lactante. Es posible que algo semejante me haya
ocurrido, promovido por la habitual escritura, de los ltimos aos, acerca de la ternura, la
crueldad y tambin la preelaboracin. Cuando le por primera vez aquel texto, lo que si
llam de entrada mi atencin ms all del escndalo de un lactante que piensa- fue algo
en relacin a las inoculaciones siniestras, subproductos de aquellas vivencias de
frustracin
si
as
puede
llamarse-
aquello
que
Fairbairn
pens
como
lo
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crecen, las esperanzas menguan, Pero llevo la vida sobre las ganas que tengo de vivir!
Se pone en marcha entonces, una abnegacin no sacrifical; aquella que Ortega y Gasset
formulaba y que vuelvo a reiterar: No hay ninguna razn para no emprender lo que
siendo necesario se presenta como imposible.
i. Las fuentes del psicoanlisis Fernando O. Ulloa Agenda Imago (agosto 2004).
ii. Novela Clnica Psicoanaltica La ternura como fundamento de los derechos humanos Fernando O. Ulloa
Ed. Paids.
iii. Numerosidad social: Numerosidad que alude a una perspectiva desde la clnica psicoanaltica, donde cuentan
tantos sujetos como sujetos estn presentes, constituyendo el malestar de la cultura.
iv. Estudio Psicoanaltico de la personalidad Ronald Fairbairn Ed. Paids.
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