Rusia 1917. El Partido Bolchevique (1962) Pierre Broue
Rusia 1917. El Partido Bolchevique (1962) Pierre Broue
Rusia 1917. El Partido Bolchevique (1962) Pierre Broue
1917
El partido bolchevique
Pierre Broue
nosotros
Socialismo
Internacional
es una red que nuclea a periódicos y organizaciones
de diversas partes del planeta, basados todos ellos en los
principios del socialismo desde abajo. La misma se
extiende por los siguientes países y está
constituida por estos grupos:
Alemania Indonesia
Linksruck. www.linksruck.de Suara Sosialis
Australia www.arts.anu.edu.au/suarsos
International Socialist Organisation Irlanda
www.iso.org.au Socialist Workers Party
Austria www.swp.ie
Linkswende. www.linkswende.org Italia
Brasil Comunismo dal basso
Revolutas. www.revolutas.org www.comunismodalbasso.com
Canadá Malasia
International Socialists Suara Sosialisme Malaysia
www.socialist.ca www.arts.anu.edu.au/suara
Chipre Noruega
Ergatiki Dimokratia Internasjonale Sosialister
www.workersdemocracy.net www.intsos.no
Francia Sudáfrica
Socialisme par en bas Keep Left
www.socialismeparenbas.org Suecia
Ghana Internationella Socialister
International Socialist Organisation Tailandia
Gran Bretaña Klum Prachatipatai Rangarn
Socialist Workers Party Turquía
www.swp.org.uk Antikapitalist. www.antikapitalist.net
Grecia Uruguay
Sosialistiko Ergatiko Komma Socialismo Internacional
www.sek-ist.gr www.elmundoalreves.org
Holanda Zimbabwe
Internationale Socialisten International Socialist Organisation
www.internationalesocialisten.org www.voiceoftheturtle.org/iso
2 Rusia 1917. El partido bolchevique
Pierre Broué
es conocido por sus trabajos
como historiador del movimien-
to obrero internacional. Sus li-
bros sobre el Partido bolchevi-
que, la Internacional comunis-
ta, la Revolución española y su
reciente biografía de León
Trotsky, son de mucho valor.
Su última obra sobre la Oposi-
ción de Izquierda en la Unión
Soviética es otra contribución
Rusia
1917
importante de este prolífico es-
critor francés.
El Mundo al revés 3
Rusia
1917El partido bolchevique
La historia del Partido bolchevique constituye sin lugar a dudas uno de los datos
clave para la comprensión del socialismo contemporáneo, pero el estudio de la misma
choca contra una serie de puertas cerradas.
Esta es la tónica general hasta 1956. Pero los datos básicos del trabajo histórico se han
visto brutalmente influidos por lo que se llamó la "desestalinización". Y ello no sólo por el
número y la importancia de las "revelaciones" de Nikíta Jruschov y sus lugartenientes,
como se apresuró a vocear en sus titulares la prensa de todo el mundo. De hecho no hubo
entonces ninguna verdadera revelación en el sentido estricto, sino una serie de confirma-
ciones de gran importancia ciertamente. Como parte de este proceso se publicaron las
Cartas de Lenin, cuya existencia habla ya sido afirmada por Trotsky, cuando el régimen de
Stalin negaba que hubieran sido siquiera redactadas. De esta forma el texto de la "Carta al
Congreso", conocida con el nombre de "Testamento de Lenin", divulgada años antes en
Occidente por el americano Max Eastman y confirmado en su autenticidad por Trotsky, en
la actualidad ha sido sacado a la luz por los sucesores de Stalin. Asimismo las "rehabilita-
ciones" que empiezan a producirse a partir de 1956 ofrecen, por medio de las biografías de
los personajes históricos a los que se refieren, un valioso cúmulo de datos a la historia
económica, social y política e incluso a la puramente fáctica. Los discursos de Jruschov
ante el XX y el XXII Congresos confirman y dan peso y consistencia a los análisis de
Trotsky acerca de los orígenes del terror de la década de los 30s.
El Mundo al revés 5
las civilizaciones– que son mortales, que el partido de Lenin murió bajo Stalin y que tras
la muerte de éste, no ha resucitado.
A estas alturas resulta tal vez innecesario precisar que tal actitud por parte del histo-
riador implica una gran dosis de simpatía por su tema, la comprensión, e incluso a veces
el amor, por todos aquellos que intentaron hacer o rehacer la historia, cambiando el
mundo y la vida, llegando a compartir a posteriori su convicción de combatientes, de
que todo es posible y de que son los hombres los dueños de su propia historia, a condi-
ción de que se dé en ellos la consciencia de que bien pudiera ocurrir que resultase una
historia diferente de la que ellos habían querido.
Pierre Broue
27 de Noviembre de 1972
Las ciudades proletarias eran islas en medio del océano campesino ruso. La repre-
sión hacía casi imposible que las organizaciones superaran el ámbito local. Los peque-
ños círculos socialistas que surgen durante los últimos años del siglo XIX en los cen-
tros obreros, son aplastados en cuanto intentan trascender las meras discusiones aca-
démicas. Las ligas de Moscú en 1896 y de Kiev en 1897, definen diversas medidas
para unificar las distintas y dispersas organizaciones en un partido organizado a escala
nacional, pero fracasan en su intento. Los primeros que consiguen constituir una or-
ganización extendida a todo el país son los trabajadores judíos, más cultos en general
y más coherentes también, dada su situación de minoría. Su organización es el Bund,
que cuenta con varios miles de miembros. En 1898 se reúnen en Minsk nueve delega-
dos suyos, entre los que se cuentan un obrero de las organizaciones socialdemócratas
del Imperio, y los representantes de las ligas de Moscú, Kiev, San Petersburgo y Eka-
terinoslav. Esta asamblea se autodenomina "Primer Congreso del Partido Obrero So-
cialdemócrata Ruso", redacta un estatuto y un manifiesto, y elige un Comité Central
de tres miembros. Pero el hecho de que el partido haya sido fundado no indica que
haya cobrado existencia efectiva. Tanto el Comité Central como los congresistas son
detenidos casi inmediatamente. La apelación de "partido" subsiste como etiqueta co-
mún para un conjunto de círculos de límites medianamente claros, que prácticamente
permanecen independientes unos de otros.
El Mundo al revés 7
Rusia un periódico político que mediante una red clandestina, habría de constituir el
instrumento de unificación de los distintos círculos en un partido.
Los primeros marxistas rusos del "Grupo para la liberación del trabajo", fundado en
el exilio en 1883, Jorge Plejanov, Vera Zasúlich y Pavel Axelrod, constituyen el núcleo
de esta empresa, junto con los pertenecientes a la segunda generación de marxistas,
quienes integran el grupo "Unión para la emancipación de la clase obrera", y son más
jóvenes que ellos. Estos últimos, Vladimir Illich Ulianov –cuyo nombre cambiaría pron-
to para Lenin– y Yuri Mártov, salieron de Siberia en 1898. El 24 de diciembre de 1901
aparece en Stuttgart el primer ejemplar de su periódico Iskra (La Chispa), cuyo ambi-
cioso lema rezaba: "De la chispa surgirá la llama", anunciando sus intenciones. Su obje-
tivo es "contribuir al desarrollo y organización de la clase obrera". Ofrece a las organiza-
ciones clandestinas de Rusia un programa y un plan de acción, consignas políticas y
directrices prácticas para la constitución de una organización clandestina, que en un
principio y bajo el control de Nadezhda Krupskaya (compañera de Vladimir Ilich Ulianov),
habrá de limitarse a la difusión del periódico. Entre los obreros rusos despiertan en el
mismo período las luchas reivindicativas: huelgas y diferentes movimientos se multipli-
can, y los emisarios de Iskra –que originariamente no eran más de diez, y en 1903 no
pasaban de los treinta– recorrían el país, tomaban contacto con grupos locales, recogían
información, distribuían publicaciones y seleccionaban a los militantes más valiosos con
el fin de pasarles a la clandestinidad. Los iskristas, "miembros de una orden errante que
se elevaba por encima de las organizaciones locales, a las que consideraban como su
campo de acción",1 intentan constituir un aparato central, un estado mayor de las luchas
obreras a escala nacional, rompiendo con los particularismos locales y con el aislamiento
tradicional, formando cuadros que tuvieran una visión global de la lucha.
Tal actividad recibiría justificación en el plano teórico, con la primera obra de Lenin
sobre el problema del partido, titulada ¿Qué Hacer? y publicada en Stuttgart en 1902.
Toda la pasión del joven polemista se dirige contra aquellos socialistas a los que llama
"economistas", que invocando "un marxismo adaptado a las particularidades rusas", nie-
gan la necesidad de construir una organización socialista revolucionaria en un país en que
el capitalismo no se ha asentado aún. Lenin refuta las tesis "economistas" de que el "mar-
xista ruso no ve más que una solución: sostener la lucha económica del proletariado y
participar de la actividad de la oposición liberal", afirmando que la mera acción espontánea
de los obreros, limitada únicamente a las reivindicaciones económicas, no puede llevarles
automáticamente a la conciencia socialista, y que las teorías "economistas" sólo sirven
para poner el naciente movimiento obrero al servicio de la burguesía. Para Lenin, es preci-
so –y esa es precisamente la tarea que se plantea Iskra– introducir en la clase trabajadora
las ideas socialistas, mediante la construcción de un partido obrero que habrá de convertir-
se en el combatiente por sus intereses, y en su educador, al tiempo de convertirse en su
dirección. Dadas las condiciones en que se halla Rusia a inicios del siglo XX, el partido
El Segundo Congreso del POSDR se celebra durante los meses de julio y agosto de
1903, primero en Bruselas y después en Londres. Entre cerca de cincuenta delegados,
sólo hay cuatro obreros. Los iskristas cuentan con la mayoría y el partido adopta sin
mayores dificultades el programa que fue redactado por Plejanov y Lenin, en el que por
primera vez en la historia de los partidos socialistas figura la consigna de la "dictadura
del proletariado" –definiéndola como "la conquista del poder político por los trabajado-
res, condición indispensable de la revolución social".
Sin embargo, los miembros de Iskra se dividen en la cuestión del estatuto, donde
se enfrentan dos textos. Lenin, en nombre de los "duros", propone otorgar la condi-
ción de miembro del partido sólo a aquellos "que participen personalmente en una de
las organizaciones", mientras que Mártov en nombre de los "blandos", se inclina por
una fórmula que confiere la condición de miembro a todos aquellos que "colaboran
regularmente bajo la dirección de alguna organización". Comienza de esta forma a
esbozarse una profunda divergencia entre los defensores de un partido ampliamente
abierto y vinculado con los intelectuales, que lidera Mártov, y los partidarios de Lenin,
defensores de un partido restringido, vanguardia disciplinada integrada únicamente
por revolucionarios profesionales. El texto de Lenin obtiene 22 votos mientras que el
de Mártov, apoyado por los delegados del Bund y por los dos "economistas" que
asisten al congreso, consigue 28 y es aprobado.
Sin embargo, tanto los "duros" de Lenin como los "blandos" de Mártov coinciden
en negarle al Bund la autonomía que exige dentro del partido y en condenar las tesis
de los "economistas". Los delegados del Bund y los "economistas" abandonan enton-
ces el congreso. Los "duros" sorpresivamente consiguen la mayoría, teniendo las ma-
nos libres para nombrar el comité redactor del Organo Central y al Comité Central,
compuestos ambos en su mayoría por partidarios de Lenin. Estos últimos serán llama-
dos en adelante bolcheviques o mayoritarios, y los demás se convertirán en menchevi-
ques o minoritarios.
De este incidente surgirá la primera escisión del partido. Lenin y los bolcheviques
que controlan los organismos dirigentes, apelan a la disciplina y al respeto de la mayoría.
Los mencheviques, considerando la citada mayoría como puramente accidental, le acu-
san de querer imponer en el partido una dictadura. Mártov logra reunir tras él a la
mayoría de los socialdemócratas de la emigración y su consigna es el restablecimiento
El Mundo al revés 9
del antiguo comité redactor de Iskra, en el que Lenin se encontraba en minoría. Plejanov,
que en el congreso había expresado su conformidad con los puntos de vista de Lenin, se
inclina por la conciliación con los mencheviques, terminando por aceptar la designación
directa de algunos de ellos para entrar a formar parte del comité redactor, recobrando el
control del Organo Central. Y el Comité Central, que luego del congreso había quedado
constituido mayoritariamente por bolcheviques, se inclina también hacia la conciliación.
Pero el intento fracasa. Después del congreso Lenin quedó muy afectado por todo lo
ocurrido. La sorpresa y la decepción revistieron tal intensidad que sufrió una depresión
nerviosa. Durante semanas se encontró prácticamente aislado y excluido del comité redac-
tor de Iskra, sin haberlo previsto ni deseado. Sin embargo se recupera rápidamente, esti-
mulado por el hecho de que sus compañeros parecen abandonar sus posturas divergentes,
emprendiendo el contraataque. Gracias a Krúpskaya, Lenin y los bolcheviques mantienen
una influencia determinante en la organización clandestina dentro de Rusia, lanzándose
entonces a la reconquista de los comités. En agosto de 1904 consiguen organizar una
auténtica dirección de todos los grupos bolcheviques, siendo este el primer esbozo de lo
que será la fracción bolchevique, la cual desde enero de 1905 publica su propio órgano,
Vpériod (Adelante). Tales éxitos les permiten conseguir que el indeciso Comité Central
convoque un congreso, que habrá de celebrarse en Londres a comienzos de 1905.
Primera escisión
La garantía del Comité Central permitirá que tal asamblea se denomine Tercer Con-
greso del POSDR, aun a pesar de estar exclusivamente compuesto por bolcheviques. La
mayoría de los 38 delegados que asisten son militantes profesionales enviados por los
comités rusos, que ante los acontecimientos revolucionarios que comienzan a desarro-
llarse en el país apoyan las posturas de Lenin en su polémica contra los mencheviques,
así como su concepción de un partido centralizado que sus antiguos aliados de Iskra
acaban de abandonar. Sin embargo, la fracción bolchevique dista mucho en aquella fecha
de constituir un bloque monolítico. En pleno congreso surge un conflicto que enfrenta a
Lenin con un grupo de militantes de Rusia a los que en adelante llamará los komitetchik
("hombres de comité"), siendo derrotado dos veces. Primero, al negarse los komitetchik
a incluir en el estatuto la obligación de que los comités del partido tengan una mayoría
de obreros y, posteriormente, al exigir ellos que el control político del periódico lo ejerza
la dirección clandestina que reside en Rusia. El joven Alexis Ríkov, portavoz de los
komitetchik, es elegido miembro del Comité Central, del que entran también a formar
parte Lenin y sus dos lugartenientes, Krasin y Bogdanov.
No obstante, Lenin tenía varios puntos a favor en la propia Rusia. La forma de organi-
zación clandestina y centralizada era la más eficaz. Permitía la protección de quienes la
integraban al poderlos desplazar cuando estaban en peligro. Hacía posible la creación de
nuevos comités mediante el envío de activistas de un lugar a otro. Por otra parte, ofrecía a
los obreros amplias garantías de seriedad por las estrictas condiciones exigidas para for-
mar parte del partido. Por todas estas razones el partido integra a sucesivas oleadas de
jóvenes con inquietudes políticas, a quienes no asustan las perspectivas de enfrentar la
represión, ni el trabajo y la educación revolucionarias. En 1905 el partido tiene unos 8.000
miembros insertos en la mayoría de los centros industriales. Lenin espera que la revolución
que se está gestando confirme sus tesis, aportando al movimiento la pujante fuerza de las
nuevas generaciones y la iniciativa de las masas obreras en acción.
El Mundo al revés 11
En realidad, los bolcheviques se adaptaron con bastante lentitud a las nuevas cir-
cunstancias revolucionarias. Los conspiradores no podían convertirse de un día para el
otro en oradores y en líderes de la multitud. Por encima de todo les sorprendió la apari-
ción de los primeros consejos obreros o soviets. Estos fueron elegidos primero en las
fábricas y más tarde en los barrios. Durante el verano los mismos se extendieron a todas
las grandes ciudades, dirigiendo el movimiento revolucionario en su conjunto. Com-
prendieron demasiado tarde el papel que podían desempeñar en ellos y la importancia
que tenían para aumentar su influencia, luchando desde ellos para ganar la mayoría entre
la clase trabajadora. Por su parte, los mencheviques se dejaron arrastrar más fácilmente
por una corriente con la que se fundieron. El único socialdemócrata destacado que des-
empeñó un papel en la primera revolución soviética fue el joven Lev Davidovich Bronstein
(Trotsky), que antes había sido designado para formar parte del comité redactor de
Iskra gracias a la insistencia de Lenin, pero que en el Segundo Congreso del POSDR se
puso de parte de los mencheviques, criticando duramente las concepciones "jacobinas"
de Lenin acerca de lo que él llama "la dictadura sobre el proletariado".3 En desacuerdo
con los mencheviques emigrados y gracias a su influencia sobre el grupo menchevique
de San Petersburgo, y a sus excepcionales aptitudes personales, se convierte en vicepre-
sidente y más tarde en presidente del soviet de la ciudad, con el nombre de Yanovsky. Su
comportamiento durante la revolución y su actitud ante los jueces que lo condenan le
confieren un incalculable prestigio. A su lado, los bolcheviques de San Petersburgo diri-
gidos por Krasin, quedan eclipsados.
Durante los meses siguientes la fracción hace rápidos progresos en el seno del parti-
do. La repulsa de ciertos mencheviques a la insurrección de 1905, la decadencia de los
soviets, que permite a numerosos cuadros obreros dedicarse al trabajo de partido y, por
último, la tenacidad de los bolcheviques y la cohesión de la organización de su fracción,
consiguen invertir la relación de fuerzas. El congreso de Londres, que se reúne en mayo
de 1907, es elegido por 77.000 militantes del partido ruso. Además de 44 delegados del
Bund, comprende a 26 letones, 45 polacos y 175 delegados rusos que se dividen a su
vez en 90 bolcheviques y 85 mencheviques. Con el apoyo de los socialdemócratas letones
y polacos, los bolcheviques se aseguran lograr la mayoría frente a la coalición de men-
cheviques y bundistas. Entre los bolcheviques elegidos como miembros del Comité Cen-
tral figuran Lenin, Noguín, Krasin, Bogdanov, Rikov y Zinóviev.
El Mundo al revés 13
dos bolcheviques eligen un centro de 15 miembros. Esta último tiene como objeto la
dirección de una fracción que, por otra parte, no constituye para Lenin el embrión de un
nuevo partido, sino "un bloque cuya finalidad es la de forzar la aplicación de una táctica
determinada dentro del partido obrero".6
La reacción
Entre los mencheviques empieza a desarrollarse una tendencia que Lenin denomina-
rá "liquidadora". Para la misma, la acción clandestina carece de perspectivas, siendo
preciso limitarla o desecharla. Se debe buscar, antes que nada, la alianza con la burgue-
sía liberal, ganando posiciones parlamentarias. Según el punto de vista de los
"liquidadores", la acción revolucionaria de 1905 no ha sido nada realista. Axelrod escri-
be: "El impulso de la historia lleva a los trabajadores y a los revolucionarios hacia el
revolucionarismo pequeñoburgués con mayor fuerza".7 Martínov opina que el partido
"debe promover la democracia burguesa".8 Potrésov afirma que el partido no existe y
que todo está por hacerse. Mártov, por su parte, considera la idea de un "partido-secta"
como una suerte de utopía reaccionaria. De hecho, los mencheviques se replantean la
propia finalidad de su acción, partido obrero o no, acción clandestina o no.
Los mencheviques proponen que se celebre una conferencia que agrupe a los delega-
dos de todas las organizaciones legales e ilegales, y a los de todas las fracciones, lo
que tal vez serviría para reconstruir la unidad perdida. Lenin ve en tal actitud una
operación inspirada por los "liquidadores", pero otros bolcheviques conocidos como
"conciliadores", Dubrovinsky, Rikov, Sokólnikov y Noguín, se unen a esta política.
Trotsky, que había sido condenado a la deportación, escapa. A partir de 1908 empieza
a publicar en Viena un periódico llamado Pravda (La Verdad), organizando al mismo
tiempo su difusión en toda Rusia. Su propósito es convertirla en una nueva Iskra.
Desde sus páginas mantiene la tesis de que hay que construir un partido abierto a
todos los socialistas, que comprenda desde los "liquidadores" hasta los bolcheviques.
Afirma igualmente su independencia respecto a todas las fracciones, aunque de hecho
pronto se halla unido con los conciliadores, que con el nombre de "bolcheviques del
partido" integran la mayoría de la fracción bolchevique.
El Mundo al revés 15
En enero de 1910, una sesión plenaria del Comité Central se prolonga durante tres
semanas, pareciendo confirmar el éxito de la reunificación reclamada por Trotsky y
por sus aliados. La alianza de todos los conciliadores termina por imponerse a los
intransigentes de todas las fracciones. Los periódicos bolchevique y menchevique, El
Proletario y La Voz socialdemócrata, respectivamente, desaparecerán para dejar su
lugar al Socialdemócrata, órgano conjunto que dirigirán Lenin y Zinóviev junto con
Dan y Mártov. El bolchevique Kámenev es designado para formar parte del comité
redactor del Pravda de Trotsky. Lenin, en el interín, ha aceptado todas estas decisio-
nes. En su correspondencia con Gorki afirma que ha obrado así por poderosos moti-
vos, sobre todo "la difícil situación del partido" y "la maduración de una nueva clase
de obreros socialdemócratas". Sin embargo, tal aceptación por su parte no está des-
provista de inquietud. En el Comité Central se ponen de relieve peligrosas tendencias,
"un estado de ánimo general de conciliación, sin ideas claras, sin saber con quién, por
qué ni de qué forma" y, por añadidura, el "odio que inspira el centro bolchevique por
la implacable lucha ideológica que lleva a cabo".9
El acuerdo será efímero. A partir del 11 de abril Lenin escribe a Gorki: "Tenemos un
niño cubierto de granos. O bien los reventamos, curamos al niño y le educamos, o bien
si la situación empeora, el niño morirá". Constante en su propósito añade: "En este
último caso, viviremos algún tiempo sin el niño (es decir, nos basaremos la fracción) y,
más adelante, daremos a luz un bebé más sano".10 La Conferencia de Copenhague revela
en agosto un nuevo agrupamiento de fuerzas. Los bolcheviques y los "mencheviques del
partido" deciden en Rusia la publicación de dos periódicos, Rabotchaia Gazeta (La
Gaceta Obrera) y Zvezda (La Estrella), uno ilegal y el otro legal, respectivamente, cuyos
primeros números aparecen hacia finales de 1910.
Segunda escisión
A partir de 1910 toda Rusia da señales de un despertar del movimiento obrero. Los
estudiantes han sido los primeros en volver a las manifestaciones. Los obreros, cuyas
condiciones de vida se han hecho más soportables con el final de la crisis y la absorción
del desempleo, recobran su valor y el interés por la lucha. En 1911, 100.000 obreros
realizan huelgas parciales y su número aumenta a 400.000 el 1 de mayo. Las descargas
de fusilería del Lena, que arrojan un saldo de 150 muertos y 250 heridos en el mes de
abril de 1912, marcan un nuevo hito en la lucha obrera.
Tras varios meses de campaña y una suscripción recogida en todas las principales
fábricas de las grandes ciudades, el 22 de abril (5 de mayo) de 1912, aparece el primer
número de Pravda. Se trata de una publicación bolchevique, aunque durante más de un
año siga contando entre sus colaboradores a Plejanov. Al cabo de cuarenta días es pro-
hibida por primera vez, volviendo a aparecer entonces con el título de Rabotchaïa Pravda.
Cuando sólo lleva 17 números es prohibida de nuevo y vuelta a reeditar llamándose
sucesivamente Severnaïa Pravda, durante 31 números, Pravda Truda durante 20, Za
Pravda durante 51, Proletarskaia Pravda otros 16 y Put Pravdy en 91 apariciones.
Llegado a este punto se convertirá en revista, llamándose Rabotchii y más adelante
Trudovskaia Pravda, quedando definitivamente prohibida el 8 de julio de 1914.
El Mundo al revés 17
La situación previa a la guerra
Plejanov rompe con los bolcheviques en agosto de 1913, deja de colaborar con Pravda,
intenta organizar su propia fracción mediante el periódico Edinstvo (La Unidad) y ter-
mina por sumarse al "bloque de agosto". Al mismo tiempo, Trotsky abandona este
reagrupamiento al no servir para el objetivo de una reunificación general. Toma enton-
ces contacto con un grupo de obreros de San Petersburgo, igualmente partidarios de la
unidad de todas las fracciones. Lenin, ahora instalado en Cracovia, dirige desde allí la
actividad de los bolcheviques, apoyando a Svérdlov para que este asuma la dirección de
Pravda en lugar de Stalin. Pero, tanto Svérdlov como Stalin son detenidos, denunciados
por Malinovsky que, en definitiva, resulta ser un agente de la policía. Los bolcheviques
intentan organizar un congreso al mismo tiempo que sus adversarios apelan a la Interna-
cional en rechazo de los que llaman "escisionistas".
El Mundo al revés 19
Capítulo 2
La organización y los activistas bolcheviques
Las decenas de miles de activistas ilegales que tras la Revolución de Febrero de 1917
volvían a tomar contacto, estaban a punto de construir una organización que las amplias
masas obreras y, en menor medida, las campesinas, considerarían como propia. Tal orga-
nización iba a dirigir la lucha contra el gobierno provisional, conquistar el poder y con-
servarlo. Por tanto, a pesar de la lucha entre fracciones y de la represión, Lenin y los
bolcheviques triunfaron allí donde otros marxistas que gozaban de condiciones más fa-
vorables, habían fracasado. Por primera vez en toda la historia de los partidos socialis-
tas, uno de ellos iba a vencer.
Un partido obrero
¿Qué hacer? examina las condiciones rusas. De hecho, preconiza una solución
particular sin pretensión de que sus análisis o conclusiones extiendan su validez a
otros países. En el prefacio de una colección de artículos y ensayos que redactó en
septiembre de 1907, Lenin afirma: "El error fundamental de los que hoy polemizan
contra ¿Qué hacer?, estriba en la absoluta disociación que establecen entre este
trabajo y el contexto determinado dentro del que actuaba nuestro partido, un con-
texto superado hace tiempo. ¿Qué hacer? no es sino un resumen de la táctica y de la
política de organización del grupo Iskra entre 1901 y 1902. Nada más que un resu-
men. Solo la organización que inició Iskra podía haber creado un partido socialde-
mócrata como el existente en la actualidad, en las circunstancias históricas que atra-
vesó Rusia de 1900 a 1905. El revolucionario profesional ha cumplido su misión en
la historia del socialismo proletario ruso".1 Desde el mes de noviembre de 1905,
Lenin había arrojado ya esta crítica sobre aquellos que reducían su pensamiento a un
esquema mecanicista y abstracto, pretendiendo oponer la espontaneidad y la con-
ciencia en los mismos términos del ¿Qué hacer?, como si esta obra tuviese un valor
universal y un alcance eterno. "La clase obrera rusa es espontáneamente socialde-
mócrata, y más de diez años de trabajo de los socialdemócratas han contribuido a
transformar dicha espontaneidad en conciencia de clase".2
A este respecto, resulta significativo el ejemplo de Pravda, ya que este diario obre-
ro comienza a editarse poco antes del comienzo de la Primera Guerra Mundial, siendo
pieza clave en el desarrollo del partido bolchevique. El periódico se lanza después de
una campaña de agitación en las fábricas destinada a conseguir una suscripción públi-
ca. Pravda asume entonces la función que desempeñó originariamente Iskra para unos
cuantos centenares de lectores, al difundir informaciones y consignas, que esta vez se
dirigen a decenas de miles de obreros. Los corresponsales obreros de Pravda son al
mismo tiempo los enlaces del partido y las antenas de que éste dispone para conocer el
estado de ánimo de la clase trabajadora. Gracias a sus informaciones se produce una
generalización de la experiencia obrera que sienta las bases indispensables de una
conciencia colectiva. En un solo año, publica 11.114 "informes de corresponsales", es
decir, una media de 41 por número. Pravda es por definición un diario obrero, y al
estar en gran parte redactado por los propios trabajadores, ellos sienten que les perte-
nece. Ellos son los que aportan la mayor parte de las contribuciones que constituyen el
"fondo de hierro", creado para hacer frente a todas las multas y requisas con que la
represión puede golpear al periódico.
El Mundo al revés 21
seriamente limitada. Al someterse a la ley, le resulta imposible lanzar las consignas que
considera correctas, sobre todo cuando éstas se refieren a los trabajadores y campesi-
nos que integran el ejército. El periódico debe mantenerse contra viento y marea den-
tro de los estrictos límites fijados por la ley, si no quiere correr el riesgo de verse
silenciado definitivamente por las requisas, condenas y múltiples sanciones económi-
cas que pueden abatirse sobre él. Los panfletos, folletos y periódicos ilegales sirven
para difundir el resto de las consignas y para dar las explicaciones necesarias pero
prohibidas, que por atentar contra la "Seguridad del Estado" no pueden publicarse
sino en medios de expresión ilegales.
Tales planteos son los que sustentan los bolcheviques tras el período de boicot,
cuando se disponen a participar regularmente en las elecciones, a pesar de que la
trampa de las leyes electorales sea evidente. Su objetivo no es en modo alguno una
victoria parlamentaria sino la utilización de la publicidad que para la propagación de
las ideas socialistas y la construcción el partido proporciona la tribuna parlamentaria.
Llegados a este punto, resulta indispensable establecer la comparación entre el partido
socialdemócrata ruso y el alemán, aferrado a su legalidad, a sus importantes conquis-
tas, a sus cuarenta y tres diarios, a sus revistas, a sus escuelas, a sus universidades, a
sus fondos de solidaridad, a sus "Casas del Pueblo" y a sus diputados, aunque en
definitiva, todas esas realizaciones contribuyen para aprisionarlo. En efecto, el miedo
a una represión que podría poner en peligro las mejoras conseguidas convierte el
Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) en el prisionero voluntario de la clase domi-
Sólo el análisis histórico de aquella época puede enfrentar una tendencia revolucio-
naria fromada por Lenin y Luxemburgo al reformismo de Bebel y Kautsky. El Partido
Socialdemócrata Alemán antes de 1914, es ante los ojos de Lenin y de los bolcheviques
el partido obrero por excelencia, el modelo de lo que pretenden construir en Rusia, sin
dejar de tomar en cuenta las condiciones especificas del país. Lenin, tras desmentir de
manera clara la interpretación inversa de sus intenciones, repetirá en diferentes ocasio-
nes: "¿Dónde y cuándo he pretendido yo haber creado una nueva tendencia en la social-
democracia internacional distinta de la línea de Bebel y Kautsky? ¿Dónde y cuándo se
han manifestado diferencias entre Bebel y Kaustky por una parte, y yo por otra?".4 El
viejo bolchevique Shliapnikov afirma que en la propaganda llevada a cabo en el campo
obrero, los bolcheviques se referían continuamente a los socialdemócratas alemanes
como modelos. Piatnitsky ha descrito su admiración de bolchevique emigrado en Ale-
mania ante el funcionamiento de la organización socialdemócrata y narra su asombro
ante las críticas que en privado se hacían sobre aspectos de su política. Tanto mayor fue
el rencor de Lenin y los bolcheviques después del mes de agosto de 1914, cuando se
vieron obligados a reconsiderar su apreciación de la línea de Bebel y Kautsky, y a admitir
que Rosa Luxemburgo había sido más lúcida que ellos sobre este punto, considrándola
desde entonces como "la representante del marxismo más auténtico". No obstante, Lenin
llegó a dudar de la autenticidad del número de Vorwärts que publicaba la declaración de
los parlamentarios socialdemócratas del Reichstag (parlamento) al votar los créditos de
guerra y consideró incluso la hipótesis de que se tratase de una falsificación llevada a
cabo por el estado mayor alemán...
Tras su vuelta a Rusia en abril de 1917, durante la conferencia del partido bolche-
vique, Lenin será el único en votar en favor de su moción de quitar el término "social-
demócrata" del nombre del partido. Ciertamente, tal actitud es la prueba de que no
temía quedarse aislado en su propia organización, pero también de que antes de 1914
no había deseado ni preparado una ruptura con la Segunda Internacional y los grandes
partidos que la integraban. Su actitud demuestra igualmente hasta qué punto tres años
después de agosto de 1914, se encontraba muy por delante de sus propios camaradas
respecto a esta cuestión.
El Mundo al revés 23
Un partido nada monolítico
Desde 1894, Lenin afirmaba en su polémica con el populista Mijailovsky: "Es rigu-
rosamente cierto que no existe entre los marxistas completa unanimidad. Esta falta de
unanimidad no revela la debilidad sino la fuerza de los socialdemócratas rusos. El con-
senso de aquellos que se satisfacen con la unánime aceptación de "verdades reconfor-
tantes", esa tierna y conmovedora unanimidad, ha sido sustituida por las divergencias
entre personas que necesitan una explicación de la organización económica real, de la
organización económica actual de Rusia, un análisis de su verdadera evolución econó-
mica, de su evolución política y de la del resto de sus superestructuras".5 La voluntad de
reunificación de que hace gala inmediatamente antes de 1905, se explica tanto por la
confianza que deposita en sus propias tesis, como por la convicción de que los inevita-
bles conflictos que surgen entre socialdemócratas pueden solucionarse en el seno de un
partido que sea la sede de todos ellos: "Las divergencias de opinión en el interior de los
partidos políticos o entre ellos –escribe Lenin en julio de 1905– se solucionan por lo
general, no solamente con las polémicas, sino también con el desarrollo de la propia vida
política. En particular, las divergencias a propósito de la táctica de un partido, suelen
liquidarse de hecho por la adhesión de los defensores de tesis erróneas a la línea correc-
ta, ya que el propio curso de los acontecimientos quita a dichas tesis su sustento".6
Entre 1904 y 1905, en su polémica con los mencheviques, cuando todos los socialis-
tas se encuentran aún en la clandestinidad, Lenin afirma: "Nosotros también estamos en
favor de la democracia cuando ésta es verdaderamente posible. En la actualidad no sería
más que una farsa, y eso no lo deseamos, pues queremos un partido serio, capaz de
vencer al zarismo y la burguesía. Forzados a la acción clandestina, nos es imposible
realizar la democracia formal dentro del partido [...] Todos los obreros conscientes de la
necesidad de acabar con la autocracia y de luchar contra la burguesía, saben perfecta-
mente que para vencer al zarismo necesitamos en este momento un partido clandestino,
centralizado, revolucionario y fundido en un único bloque. Bajo la autocracia, con sus
salvajes represiones, adoptar el sistema de elecciones, es decir, la democracia, significa-
ría sencillamente ayudar al zarismo a acabar con nuestra organización".10 Asimismo en
La bonita jaula no alimenta al pájaro, precisa: "El obrero consciente comprende que la
democracia no es un fin en sí, sino un instrumento para la liberación de la clase obrera.
Damos al partido la estructura que mejor responde a las necesidades de la lucha en este
momento. Lo que necesitamos hoy es una jerarquía y un riguroso centralismo".11
El Mundo al revés 25
de elección así como una representación en el congreso proporcional al número de acti-
vistas organizados".13
Una de las críticas que más a menudo se han hecho al sistema de organización de los
bolcheviques, era que favorecía la acción devastadora de los agentes de la policía que
Con independencia del aspecto espectacular de la aventura, hay que reconocer que
las estructuras, los métodos y los principios de acción de la organización la protegían,
hasta cierto punto, de la actividad de un agente de envergadura como Malinovsky. Lenin,
al testificar en el juicio contra este, contribuirá no poco a llevar el asunto a sus justos
límites al declarar: "Desde el punto de vista de la Ojrana, valía la pena no escatimar
ningún medio para introducir a Malinovsky en la Duma y en el Comité Central. Cuando
lo consiguió, Malinovsky se transformó en uno de los eslabones de la larga cadena que
unía nuestra base legal con los dos grandes órganos representativos de las masas del
partido, Pravda y la bancada socialdemócrata de la Duma. El provocador debía mante-
ner esos dos organismos para conservar nuestra confianza. Malinovsky podía provocar
la caída de numerosos camaradas. Sin embargo, no fue capaz ni de detener, ni de contro-
lar, ni de dirigir la actividad del partido, cuya importancia crecía sin cesar, extendiendo
su influencia sobre las masas, sobre decenas y centenas de miles de individuos". Lenin
concluye entonces: "No me sorprendería en absoluto que uno de los motivos del aleja-
miento de Malinovsky, hubiese sido que de hecho estaba más vinculado a Pravda y la
bancada parlamentaria de lo que la Ojrana estaba dispuesta a tolerarle".18
El Mundo al revés 27
La originalidad bolchevique
La primera razón de esta diferencia es que los socialdemócratas rusos vivían y milita-
ban en un contexto social infinitamente más explosivo que el de Europa occidental. El
desarrollo combinado de la sociedad rusa había convertido al proletariado industrial en
una clase social fundamentalmente revolucionaria. A esta característica se refiere Deutscher
al afirmar: "La clase obrera rusa de 1917 era una de las maravillas de la historia. Pequeña
en número, joven, inexperta y carente de toda educación. Era, no obstante, rica en pasión
política, en generosidad, en idealismo y ostentaba singulares aptitudes para el heroísmo.
Poseía el don de soñar con el futuro y de morir heroicamente en la lucha".19 El bolchevique
Preobrazhensky llevó a cabo igualmente un penetrante análisis de este fenómeno: "La
vanguardia de nuestra clase trabajadora es el producto del capitalismo europeo, que al
aparecer en un país nuevo ha construido en él centenares de empresas formidables, organi-
zadas según los últimos adelantos de la técnica occidental".
Bajo los zares, no hay posibilidad alguna de que los activistas obreros lleven una
existencia tranquila. Los sindicatos son disueltos en cuanto cobran una existencia efec-
tiva y los mencheviques más legalistas, incluso los "liquidadores", reciben de la policía
golpes tan duros como los bolcheviques más radicalizados. En el sistema, no hay lugar
para los burócratas, ni siquiera para los honrados desertores, ya que el activista que
deseara abandonar la lucha, no tendría para ganarse la vida otra solución que la de
convertirse en soplón de la policía. La integración al régimen político y social es imposi-
ble sin capitulación abierta. El reformismo surgido en Occidente como estado de ánimo
antes de materializarse como tendencia al interior de las organizaciones obreras, no
tiene en Rusia arraigo alguno. Las condiciones en que se da la lucha política y social
convierten a los militantes en una elite generosa, valiente y pura. Deben multiplicarse los
La acción obrera
Todas las memorias de los activistas bolcheviques sobre el período anterior a 1914,
dan mucha importancia a la "campaña de los seguros" que se inició a raíz de la
promulgación de la Ley de 23 de julio de 1912 sobre los seguros de enfermedad. El
partido pone de relieve todos los puntos débiles del texto legal, con el fin de movilizar a
los obreros que conseguirán el derecho a tener asambleas sobre las cuestiones de la
seguridad social, más adelante el de elegir delegados que los representen en la adminis-
tración de los fondos y, por último, impulsar una enmienda del texto en lo concerniente
a las condiciones que deben reunir los beneficiarios. Esta será la única ocasión que
tuvieron los activistas de intervenir legalmente en las asambleas obreras, llevando a cabo
en todas las fábricas una acción concertada.
Para una agitación sindical en la que el bolchevique pueda dirigirse al conjunto de los
obreros, se necesita toda una serie de circunstancias favorables que a veces él mismo se
esforzaba en crear. Shliapníkov, obrero de una fábrica de San Petersburgo, lleva a cabo
en su taller una campaña en favor de la "igualdad en la retribución de los obreros de la
misma profesión o que ejecuten idéntico trabajo, medido por el número de piezas".20
Aún a pesar de que la amplitud de la gama de salarios no sea demasiado grande, esta
consigna unificadora suele convertirse en el punto de partida de la agitación bolchevique
dentro de la empresa. En una etapa posterior, se trata de extender la agitación y de
intentar poner en marcha determinados movimientos. Pero, llevar a cabo esta política sin
cuadros, sin un local para la sección sindical y sin posibilidad alguna de organizar asam-
bleas públicas, es imposible dentro del marco legal.
Sin embargo, hay que dirigirse a los obreros y esto no es posible más que des-
pués de una preparación minuciosa, para la que los bolcheviques cuenten con una
técnica muy depurada. Salvo excepciones, como la constituida por la campaña de
los seguros, sólo pueden hacerse oír en asambleas relámpago. Estos últimas debían
ser preparadas con todo cuidado. En el momento preciso debe trancarse una puerta
durante un descanso, en el comedor, o en la escalera durante la salida. Los oradores,
por cuya seguridad se vela con estas medidas, deben –sin embargo– estar atentos al
aviso de peligro para poder emprender la huida. La alocución suele ser breve. El
orador, por lo general, viene de fuera y a veces debe enmascararse con una gorra o
un pañuelo para evitar ser identificado y denunciado. Los activistas de la fábrica
tienen la misión de preparar el agrupamiento del auditorio y de velar por la seguri-
dad de su camarada. En estos preparativos, deben multiplicar las precauciones por
temor a los soplones y tratar en lo posible de no hacerse notar durante la alocución,
al tiempo que mantienen la vigilancia.
El Mundo al revés 29
Cuando el activista se reune con simpatizantes, es preciso llevar la peligrosa reunión
hacia el campo de las ideas. Deben evitarse los lugares públicos, demasiado concurridos
y generalmente plagados de soplones. Igualmente peligrosa es la reunión que se realiza
en un domicilio privado, porque cuanto menos conocidas sean las direcciones de los
activistas menos información tendrá la policía. Esta es la razón de que las llamadas
"reuniones volantes" se hagan en botes de paseo los días festivos, en una obra abandona-
da o en un almacén a la hora en que permanece desierto. Si se precisan reuniones con
mayor asistencia, se organizan excursiones al bosque los domingos, mientras una serie
de activistas protegen la asamblea de los paseantes indiscretos.
La organización clandestina
El obrero que ingresa en el partido está ya familiarizado con los métodos clandesti-
nos. En lo sucesivo va a sumergirse un poco más en ellos. Su nombre y su dirección los
conoce un único responsable. Tanto él como sus camaradas utilizan un nombre de gue-
rra que ha de cambiarse tantas veces como sea necesario para despistar a la policía. En
la base, en el taller o en la fábrica, se encuentra la "célula", a la que también suele
llamarse "comité" o "núcleo". Sus efectivos se amplían sólo por el sistema de consenso
unánime en la designación de nuevos miembos, que deben ser examinados por todos los
integrantes antes de ser admitidos en la organización.
El centro mismo del partido está constituido por el aparato técnico, cuyas numerosas y
delicadas funciones exigen especialización, competencia y clandestinidad. Es necesario
conseguir pasaportes, elemento fundamental de toda actividad ilegal. Los mejores –natu-
ralmente– son los auténticos, es decir, aquellos que corresponden a una persona viva y
honorable. Estos son los llamados "pasaportes de hierro". Sin embargo, la inmensa mayo-
ría de los utilizados por el partido son pasaportes falsos, fabricados por los propios activis-
tas. Durante la guerra, Shliapníkov posee un pasaporte a nombre de un ciudadano francés
que de vez en cuando le hace merecedor de las atenciones de la policía, deseosa de halagar
al súbdito de un país aliado. Kirilenko ingresa en el ejército con identidad falsa y llega a ser
oficial. Una de las más importantes tareas encomendadas al aparato técnico, cuyos respon-
sables son Piatnitsky y el georgiano Enukidze, la constituye el transporte y la difusión de la
literatura que viene del extranjero. Los envíos pasan la aduana en maletas de doble fondo,
pero también se utilizan redes de contrabando. Los encargados de este trabajo son, o bien
contrabandistas profesionales que reciben una remuneración, o bien activistas o simpati-
zantes que han organizado por su cuenta una vía de paso, utilizada si llega el caso por
diferentes organizaciones políticas clandestinas.
Las imprentas ilegales son tal vez los instrumentos más problemáticos. Hay que
instalarlas en un lugar aislado o bien en uno muy concurrido. Generalmente se aprove-
cha para ello un sótano –a veces el depósito de una tienda– de forma que las obligadas
idas y venidas no atraigan excesivamente la atención. Es necesario comprar la máquina
y para ello aceptar condiciones de pago muy duras, ya que la venta ilegal es peligrosa
también para el comerciante. A veces la máquina debe ser transportada pieza por pieza al
lugar indicado. Los impresores miembros del partido son los encargados de proveer el
material barato y los elementos de imprenta que durante largos meses han ido robando
por pequeñas cantidades de sus trabajos. El problema del papel, de su compra y de su
transporte, suscita enormes dificultades. En tales ocasiones, utilizar una panadería o una
frutería como pantallas, facilita la operación. Hacer circular los materiales impresos en
el país o fuera, constituye una operación de envergadura. Suele dejarse la maleta en
depósito. Se contrata a un transportista y se le indica una dirección falsa, para llevarle a
un almacén o a un garaje desocupados. Pocos minutos después de haber sido efectuada
la entrega todo desaparece.
La actividad de los partisanos o boiéviki, entre cuyos líderes parece haber estado
Stalin, suscitó vivas polémicas en el partido. De hecho, las "expropiaciones" constituían
el aspecto esencial de su actividad, implicando el peligro de una degeneración que des-
El Mundo al revés 31
moralizaría a importantes sectores de activistas, amenazando con desacreditar al partido
entero. La financiación de las actividades del partido planteaba un grave problema, porque
las contribucioes regulares de sus miembros en ningún momento fueron suficientes. Un
informe del Comité de Bakú indica que en determinados períodos, los aportes de los acti-
vistas no cubrieron el 3% de los ingresos. Sin embargo, Yaroslavsky23 se refiere a comités
locales donde las contribuciones constituían el 50% de los ingresos. La mayor parte pro-
viene de las suscripciones logradas entre intelectuales y profesionales, fiscalizadas por una
comisión financiera especial. Por intermedio de Máximo Gorki, los bolcheviques percibie-
ron las importantes donaciones de un adinerado simpatizante. Y gracias a la mediación de
Krasin, las ofrecidas por el industrial Morozov. Uno de los más violentos conflictos entre
mencheviques y bolcheviques surgió de la disputa que se originó acerca de la donación al
partido de una suma enorme, legada por un estudiante simpatizante que se había suicida-
do.24 Schapiro cita entre los más importantes apoyos financieros al estudiante Tijormikov,
compañero de Mólotov en la Universidad de Kazán.25 Por último, algunas expropiaciones
contribuyeron notablemente a llenar las arcas del partido. No obstante, escaseaba el dinero
y los revolucionarios profesionales pasaban a veces varios meses sin cobrar un salario que
según Yaroslavsky oscilaba entre 3 y 30 rublos al mes.26
Estos jóvenes han acudido al partido en olas sucesivas, siguiendo el ritmo de las
huelgas y de los momentos culminantes del movimiento revolucionario. Los más anti-
guos empezaron a militar por 1898 y se hicieron bolcheviques a partir de 1903. Tras
ellos vino la generación de 1905 y los años inmediatamente posteriores. Por último, una
tercera avalancha se integra a partir de 1911 y 1912. La vida de estos hombres se mide
por años de presidio, de acción clandestina, de condenas, de deportaciones y de exilios.
Piatnitsky que nació en 1882, milita desde 1896. Tras ser detenido en 1902, se escapa,
se une a la organización iskrista y más adelante emigra. Trabaja en el extranjero hasta
1905. Vuelve a Rusia en este mismo año, se integra en la organización de Odesa hasta
1906, más adelante en la de Moscú de 1906 a 1908. Es detenido, consigue de nuevo
fugarse, pasa a Alemania y asume allí un importante cargo en el aparato técnico hasta
1913. Durante este tiempo aprende el oficio de electricista. Vuelve clandestinamente a
Rusia en 1913, encuentra trabajo en una fábrica, pero es detenido y deportado de nuevo
El Mundo al revés 33
hasta 1914. Sin embargo, hay otras biografías todavía más impresionantes: Sergio
Mrachkovsky nace en la cárcel, donde se encuentran sus padres como presos políticos.
Pasa allí su infancia antes de volver ya adulto, y esta vez fruto de su propia actividad
política. Tomsky, en 1917 tiene 37 años y cuenta en su haber con diez años de prisión o
deportación. Vladimir Miliutin ha sido detenido ocho veces y en cinco ocasiones ha sido
condenado a prisión, pasando además por dos deportaciones. Drobnis ha purgado seis
años de cárcel y ha sido condenado a muerte tres veces.
La moral de estos hombres es de una solidez a toda prueba. Ofrecen lo mejor de ellos
mismos, con el convencimiento de que sólo de esta forma pueden realizar todas las
potencialidades que hierven en sus jóvenes inteligencias. Sverdlov, clandestino desde los
19 años y enviado por el partido para organizar a los obreros de Kostroma en el Norte,
escribe a un amigo: "A veces añoro Nijni-Novgorod, pero, en definitiva, estoy contento
de haber partido, porque allí no hubiese podido abrir las alas que creo poseer. En Novgorod
he aprendido a trabajar y he llegado aquí en posesión de una experiencia. Cuento con un
amplio campo de acción donde emplear mis fuerzas".27 Preobrazhensky, principal líder
ilegal del partido en el Ural durante el periodo de reacción, es detenido y juzgado. Cuan-
do Kerensky, su abogado, intenta negar los cargos que se le imputan, se pone en pie de
un salto, le desautoriza, afirma sus convicciones y reivindica la responsabilidad de su
acción revolucionaria. Naturalmente resulta condenado. Sólo después de la victoria de
la revolución descubrirá el partido que este hombre –revolucionario profesional desde
los 18 años– es un economista de enorme valía.
Los revolucionarios estudian. Algunos como Piatakov, que escribe un ensayo sobre
Spengler en el periodo en que la policía le acosa en Ucrania durante 1918, o como Bujarin,
son destacados intelectuales. Los otros, aunque menos brillantes, estudian también siem-
pre que pueden, ya que el partido es una escuela –y esto no sólo en sentido figurado. En
sus filas se suele aprender a leer, y cada militante se convierte en responsable de estudios
de un grupo en el que se educa y se discute. Los adversarios del bolchevismo suelen
burlarse de este gusto por los libros que en determinados momentos convierte al partido
en una especie de universidad. Sin embargo, en la preparación de la Conferencia de Praga
contribuye con toda clase de garantías de efectividad la escuela de cuadros realizada en
Longjumeau, donde participan varias decenas de activistas que escuchan y discuten 45
lecciones de Lenin, 30 de las cuales versan sobre economía política y 10 sobre la cuestión
agraria. Además, se imparten clases de historia del partido ruso, de historia del movimien-
to obrero occidental, de derecho, de literatura y de periodismo. Naturalmente, no todos
los bolcheviques son manantiales del conocimiento, pero su cultura los eleva muy por
encima del nivel medio de las masas. En sus filas se cuentan algunos de los intelectuales
más brillantes de la época. Sin duda alguna, el revolucionario profesional bolchevique
dista mucho de ser el precoz burócrata descrito por sus enemigos.
Trotsky, que conocía bien a estos hombres y llevó su mismo tipo de vida, a pesar de
no ser bolchevique aún, escribió respecto a ellos: "La juventud de la generación revolu-
Ciertamente, nada puede explicar mejor las victorias del bolchevismo y, sobre todo,
su conquista, lenta al principio y más tarde fulminante, de aquellos a los que Bujarin
denomina el "segundo círculo concéntrico del partido": los obreros revolucionarios, que
constituyen sus antenas y sus palancas, como organizadores de los sindicatos y comités
del partido, como focos de resistencia y centro de iniciativas. Son líderes y educadores
infatigables, merced a cuya acción pudo integrarse el partido con la clase y dirigirla. La
historia ha olvidado los nombres de casi todos ellos. Lenin los llama "Cuadros a la
Kayúrov", por el nombre del obrero que le esconde en 1917 durante unos días y en el
que siempre depositará su confianza. Sin la existencia de estos hombres, resulta imposi-
ble comprender el "milagro" bolchevique.
Lenin
El Mundo al revés 35
lucidez de su análisis y de la hondura de sus perspectivas. Limitémonos a subrayar que,
convencido como estaba de la necesidad del partido como instrumento de la revolución,
emprendió apasionadamente su construcción y consolidación durante todo el período
que precedió al ascenso de 1917, apoyándose para ello en las perspectivas y datos que
ofrecía el propio movimiento de masas, al tiempo que hacía gala de una excepcional
confianza en la solidez de su propio análisis e intuición. Completamente convencido de
que los conflictos ideológicos resultan inevitables, Lenin afirma en una carta dirigida a
Krasin que "constituye una completa utopía esperar una unidad absoluta dentro del
Comité Central o entre sus miembros". Lucha para convencer a todos sus compañeros y
compañeras, estando seguro de la certeza de su visión, como de que el propio desarrollo
de los hechos será la mejor confirmación de sus tesis.
Esta es la razón de que termine por aceptar sin demasiado resentimiento una derrota
que considera puramente provisional, como la sufrida frente a los komitetchik en el
congreso de 1905, en vísperas de una revolución de la que espera la destrucción de
todas las rutinas. Hacia el final del mismo año cede ante el impulso de los activistas que
desean la reunificación con los mencheviques –prematura en su opinión– limitando de
antemano las posibles pérdidas por la concentración de su esfuerzo en conseguir dentro
del partido unificado que la elección del Comité Central se haga según el principio de
representación proporcional de las tendencias. Entre 1906 y 1910 redobla su acción
para convencer a los disidentes de su fracción, dejando por último que ellos mismos
tomen la iniciativa de la ruptura. En 1910 se inclina ante la política de los "conciliado-
res", defendida por Dubrovinsky, al que considera un elemento de gran valía y al que
espera convencer rápidamente por la experiencia.
Son estos los métodos de un luchador que busca la victoria y no el compromiso, que
quiere llegar a desmontar el mecanismo intelectual de su antagonista para reducir los
problemas a unos elementos que sean comprendidos con facilidad por todo el mundo.
Por otra parte, tal actitud le parece normal, como lo demuestran las palabras que
dirige a los que se preocupan por los conflictos surgidos dentro del partido. "Que los
sentimentales se lamenten y giman: ¡Más conflictos! ¡Más diferencias internas! ¡Aun
más polémicas! Nosotros respondemos: jamás se ha formado una socialdemocracia revo-
lucionaria sin continuo surgimiento de nuevas luchas".29 Por ello, la inmensa autoridad que
posee sobre sus compañeros y compañeras, no es la del sacerdote ni la de la autoridad,
sino la del pedagogo y la del camarada, la del maestro y la del veterano –sus más cercanos
le suelen llamar "El viejo"– cuya integridad y perspicacia se admira y cuyos conocimientos
y experiencia son muy estimados. Por otra parte, es evidente su huella en la historia recien-
te y todo el mundo ve en él al constructor de la fracción y del partido. Su influencia se basa
en la vigorosa fuerza de sus ideas, de su temple de luchador, de su genio polémico, antes
que en el conformismo o en el acatamiento de una severa disciplina.
Todos sus compañeros, desde Krasin a Bujarin, manifestarán hasta qué punto supo-
ne para ellos un verdadero problema de conciencia enfrentarse con Lenin. Sin embargo,
no reparan en hacerlo pues se trata de un deber. Lenin mismo lo afirma: "el primero de
los deberes de un revolucionario es criticar a sus dirigentes". Los discípulos no serían
por tanto dignos de su maestro si no se atreviesen a combatir su punto de vista cuando
piensan que está equivocado. Además, un partido revolucionario no se construye con
robots. Esta es la opinión de Lenin cuando escribe a Bujarin que si prescindiesen de las
personas inteligentes pero poco disciplinadas y no conservasen más que a los excesiva-
mente disciplinados, el partido se iría a pique. He aquí el motivo de que tanto la historia
del partido como la de la fracción, no sean desde 1903 sino una larga sucesión de con-
flictos ideológicos que Lenin supera sucesivamente merced a un prolongado alarde de
paciencia. A este respecto, resulta extremadamente difícil separar el estudio de la perso-
nalidad de Lenin del de su fracción, cuya unidad de criterio surge de la discusión casi
permanente que se opera tanto sobre las cuestiones fundamentales como a propósito de
la táctica a seguir en cada momento.
El Mundo al revés 37
el partido bolchevique, surgía no sólo de aquel "maravilloso proletariado" al que se refiere
Deutscher, sino también de la mente del hombre que había escogido este medio para cons-
truirlo. Pero esto explica igualmente la soledad de Lenin. En última instancia ningún acti-
vista del partido se encuentra a la altura de las capacidades de su líder. Sin duda Lenin
cuenta con auxiliares y aprendices, colaboradores y compañeros a la vez, pero salvo la
excepción de Trotsky –cuya propia personalidad es tal vez suficientemente aclaratoria del
hecho de no haber sido bolchevique y del de no haber aceptado el liderazgo de Lenin hasta
1917– no establecerá con nadie una camaradería de igual a igual.
Esta es una de las razones de que más adelante los viejos bolcheviques le consideren
insustituible, y esto a pesar de que no era tanto "timonel como cemento" –tal como decía
Preobrazensky. Si admitimos con Bujarin y los viejos bolcheviques, que las victorias del
partido se debían tanto a su "solidez marxista" como a su "flexibilidad táctica" tendre-
mos que reconocer también que Lenin era quien lideraba al partido en ambos terrenos. Y
que escarmentados por las sucesivas derrotas ante Lenin, sus adversarios dentro de la
fracción bolchevique habían aprendido a ceder ante sus posiciones. El comienzo del
periódo revolucionario –al sumergirle en esa historia en la que son protagonistas "millo-
nes y millones"– le priva definitivamente de la posibilidad de formar la generación de los
que tal vez hubieran podido enfrentarle y vencerle.
El partido que en octubre de 1917 tomó el poder en San Petersburgo, surgía directa-
mente de la organización que Lenin construyó a principios de siglo. Sin embargo, el parti-
do se había transformado sustancialmente, influido por la ola revolucionaria que llevó
hacia sus filas a decenas de miles de obreros y soldados, lanzando a millones de hombres y
mujeres a la acción política. La que fue una pequeña organización de revolucionarios
profesionales, se ha convertido en un gran organización revolucionaria de masas. La polé-
mica acerca de la organización que tuvo lugar entre bolcheviques y mencheviques se resol-
vió en favor de los primeros. Y al tomar el poder, el partido bolchevique dio también una
solución definitiva a la cuestión teórica de la naturaleza de la revolución en Rusia, que
desde 1905 subyacía en los conflictos organizativos entre socialdemócratas.
El Mundo al revés 39
proletario-socialista la segunda. Y por último, que este fatalismo les hace limitar, en lo
inmediato, la acción de los obreros y de los socialistas en general, al papel de fuerza de
apoyo para la burguesía en su lucha contra la autocracia y en favor de las libertades
democráticas.
Para todos los socialdemócratas rusos, la revolución de 1905 ha sido una revolu-
ción burguesa en cuanto a sus principales objetivos: la elección de una asamblea cons-
tituyente y la instauración de libertades democráticas. Pero resulta no menos claro que
tal revolución burguesa fue llevada a cabo íntegramente por la clase obrera, con sus
instrumentos de clase, sus manifestaciones callejeras y sus huelgas. Fue el resultado
de la insurrección de los obreros de Moscú. A pesar de haberse dado algunos motines
de soldados y de campesinos encuadrados en el ejército, así como de los breves deste-
llos de algunas revueltas campesinas, en general el campo no se movilizó. El zarismo
conservó el control del ejército y los campesinos que lo integraban terminaron por
aplastar al movimiento obrero. En cuanto a la burguesía, desde el momento en que la
autocracia hizo las primeras concesiones, se echó atrás, abandonando la lucha a pesar
de que sus aspiraciones distasen mucho de estar completamente satisfechas. Tanto los
mencheviques como los bolcheviques se lanzaron a la acción revolucionaria con idén-
tica resolución y sin ningún tipo de reserva. El líder de uno de los motines más impor-
tantes fue el joven oficial menchevique Antónov-Ovseienko, quien encabezó la insu-
rrección en su propia unidad.
El Mundo al revés 41
Los socialistas y los soviets
Hemos visto hasta qué punto los bolcheviques desconfían de los soviets. Algunos no
ven en ellos sino el intento de construcción de un organismo informe e irresponsable que se
enfrenta con la autoridad del partido. Los bolcheviques de San Petersburgo comienzan por
negarse a participar como tales en el soviet de delegados obreros y para decidirlos será
preciso que Trotsky ejerza su prestigio e influencia sobre Krasin –representante del Comi-
té Central. En general, los que más simpatizan con los soviets los consideran, en el mejor
de los casos, como meros instrumentos auxiliares del partido, Ni siquiera el propio Lenin
parece haberles dado la importancia y el significado que en 1917 se verá obligado a reco-
nocerles. En opinión de los bolcheviques, el soviet no es "ni un parlamento obrero ni un
órgano de autogobierno proletario", se trata sencillamente de una "organización de lucha
que se plantea objetivos puntuales".8 En 1907 se admite que sería necesario un estudio
científico de la cuestión para tratar de averiguar si los soviets constituyen en realidad "un
poder revolucionario".9 En el mes de enero de 1917 en una conferencia sobre la Revolu-
ción de 1905, sólo se menciona a los soviets de pasada, definiéndolos como "órganos de
lucha".10 Tendrán que pasar algunas semanas antes de que su análisis se modifique por la
influencia de Bujarin, del holandés Pannekoek, y sobre todo, del papel desempeñado por
los nuevos soviets rusos en la Revolución de Febrero.
También respecto a esta cuestión, Trotsky aparece como una figura aislada y precur-
sora. Desde el corazón mismo de la experiencia del Soviet de San Petersburgo extrae
sus conclusiones, hace balance de su acción y, por último, afirma: "Sin duda alguna, en
la próxima explosión revolucionaria se formarán consejos obreros como este en todo el
país. Un soviet obrero de toda Rusia, organizado por un consejo nacional [...] asumirá la
dirección [...]. El futuro soviet deducirá de estos cincuenta días todo su programa de
acción [...] cooperación revolucionaria con el ejército, el campesinado y los sectores
más humildes de las clases medias, abolición del absolutismo y destrucción de su aparato
militar, abolición de la policía y del aparato burocrático, jornada de ocho horas, distribu-
ción de armas al pueblo y sobre todo a los obreros, transformación de los soviets en
órganos revolucionarios de gobierno en las ciudades, formación de soviets campesinos
para dirigir desde el campo la realización de la reforma agraria, elecciones para la Asam-
blea Constituyente".11 En otra ocasión afirma: "Este plan es más fácil de formular que de
aplicar, pero si la revolución estalla, el proletariado no puede menos que asumir tal
papel. Cumplirá con esta tarea revolucionaria sin parangón en la historia universal".12
Tras haber sido prácticamente el único en afirmar –como lo hizo ante sus jueces–
que el soviet es una "organización de la revolución", y considerándola la "organización
del propio proletariado" que se convertiría en el "órgano del poder de la clase obrera",13
El Mundo al revés 43
Trotsky permanecería apartado de la polémica fundamental de los socialdemócratas a pro-
pósito de la participación en el gobierno provisional que habría de surgir de una nueva
revolución. Los mencheviques se pronuncian en contra de tal participación, argumentando
que es la burguesía la encargada de dirigir la revolución burguesa y que el papel de los
socialistas debe ser permanecer en la oposición y rehusar cualquier participación en el
poder, puesto que a ellos corresponde el fortalecimiento de las posiciones de la clase
obrera, impidiendo al mismo tiempo un prematuro compromiso en la lucha por el socialis-
mo. Por su parte, los bolcheviques afirmaban que al renunciar a participar en un gobierno
provisional, los socialdemócratas renunciarían al mismo tiempo a la realización de la revo-
lución democrática. Ciertamente, la historia parece burlarse de ellos cuando en 1917 son
precisamente los mencheviques los que aceptan la participación en el gobierno provisio-
nal, mientras que los bolcheviques les reprochan tal actitud, acusándola de traición. Ello se
debía al hecho de que en aquella época la construcción de los soviets se había convertido
en la tarea de obreros y campesinos, y este desarrollo revolucionario espontáneo y tumul-
tuoso había superado de manera definitiva las viejas polémicas, con idéntico efecto al que
algunos años antes había tenido la guerra.
El Mundo al revés 45
crática y sin anexiones. Sobre esta base puede reconstruirse la unidad de los socialistas
de todos los países, cuya condición previa ha de ser la negativa a apoyar los créditos de
guerra en los países beligerantes. Por entonces, Trotsky está muy cerca de Mártov.
Desde el verano de 1914 comienza a atacar violentamente a los socialdemócratas alema-
nes y franceses con un folleto que lleva por título La Internacional y la guerra, donde
afirma: "En las presentes condiciones históricas, el proletariado no tiene interés alguno
en defender una "patria" nacional anacrónica, que se ha convertido en el principal obstá-
culo al desarrollo económico. Por el contrario, desea crear una nueva patria más pode-
rosa y estable, los Estados Unidos de Europa, como base de los Estados Unidos del
mundo. En la práctica, al callejón sin salida imperialista el proletariado sólo puede en-
frentar como programa del momento, la organización socialista de la economía mun-
dial".16 Los mencheviques internacionalistas de Mártov y los amigos de Trotsky van a
encontrarse junto con algunos antiguos bolcheviques en Nashe Slovo, el periódico ruso
que se edita en París bajo la dirección de Antónov-Ovseienko.
Las posturas se definen en las polémicas. Desde noviembre de 1914, Trotsky afir-
ma: "El socialismo reformista no tiene ningún futuro, porque se ha convertido en
parte integrante del antiguo orden y en cómplice de sus crímenes. Aquellos que espe-
ren reconstruir la antigua Internacional, suponiendo que sus dirigentes pudieran hacer
olvidar su traición al internacionalismo con una mutua amnistía, están obstaculizando
de hecho el resurgimiento del movimiento obrero".17 En su opinión, la tarea inmediata
es: "Reunir las fuerzas de la Tercera Internacional". Por su parte, Rosa Luxemburgo
acaba de adoptar una postura análoga y el ala revolucionaria de la socialdemocracia
alemana se organiza en la ilegalidad. No obstante, Mártov está preocupado por la
evolución de Trotsky. No cree que la nueva Internacional pueda aspirar a un papel que
no sea el de secta impotente. En el mes de febrero de 1915 Trotsky narra en las pági-
nas de Nashe Slovo sus desacuerdos con los mencheviques. Nashe Slovo se convierte
en el núcleo mismo del internacionalismo socialista, situado en la encrucijada de todas
las corrientes internacionalistas rusas. En torno de Antónov-Ovseienko, de Trotsky y
de Mártov se encuentran antiguos bolcheviques otzovistas como Manuilsky, antiguos
conciliadores como Sokólnikov, militantes que han roto con el menchevismo como
Chicherin y Alejandra Kolontai, amigos de Trotsky como Yoffe, internacionalistas
cosmopolitas entre los que se cuentan el búlgaro-rumano de educación francesa
Christian Rakovsky, Sobelsoön (Rádek) oriundo de la Galitzia, medio polaco, medio
alemán, y también la rumano-itálica Angélica Balabanova.
Trotsky presiona a Mártov para que rompa con los "socialchovinistas". Lenin acusa
a Trotsky de querer preservar los vínculos que le unen a ellos. En el mes de julio Trotsky
escribe que los bolcheviques constituyen el núcleo del internacionalismo ruso. Mártov
rompe entonces con él y abandona el periódico. En el mes de septiembre, 38 delegados
de 12 países, incluidos los de las naciones beligerantes se reúnen en la localidad suiza de
Zimmerwald. En esta ocasión, Lenin defiende la tesis derrotista: transformación de la
guerra imperialista en guerra civil y constitución de una nueva Internacional. La mayo-
El Mundo al revés 47
extremadamente precarias. Cada vez que en Moscú se consigue reconstruir una direc-
ción ésta es inmediatamente desarticulada y detenidos sus miembros. Cuando el movi-
miento obrero empieza a rehacerse a partir de 1916, los grupos obreros que se constitu-
yen suelen ser autónomos. Así ocurre en Moscú con el grupo de la Tverskaia, con el
comité del partido del radio de Pressnia, y en Petrogrado con la organización inter-
radios que sostiene el principio de la reconstrucción de un partido abierto a todos los
internacionalistas. Esta última organización, resueltamente adversa al defensismo
menchevique pero enemiga igualmente de los principios organizativos de los bolchevi-
ques, ha conseguido establecer durante unos meses un precario contacto con Trotsky y
la redacción de Nashe Slovo. En conjunto siguen siendo muy escasas las posibilidades
de acción. Serán precisos tres años de matanzas en las trincheras, de sufrimientos en la
retaguardia y de irrefrenable ira popular, para que con la Revolución de febrero y la
irrupción de las masas, hasta entonces pasivas, los reagrupamientos que se habían esta-
do gestando en la emigración tomen cuerpo en Rusia.
La Revolución de Febrero
El imperio zarista, como Lenin repite en numerosas ocasiones, constituye "el más
débil de los eslabones de la cadena del imperialismo". Desde 1916 empieza a dar indicios
de debilidad. El zar, desacreditado pero convencido no obstante de su autoridad, se
convierte en un personaje discutido hasta en las más altas esferas de la burocracia y del
ejército. Durante los dos primero años de la guerra, ésta no ha reportado más que desas-
tres militares. A partir de 1916 sus exigencias contribuyen a desorganizar toda la activi-
dad económica. Los transportes, que operan con un material utilizado muy por encima
de su resistencia, son cada vez más inseguros. Escasean los víveres, tanto para la pobla-
ción urbana como para los ejércitos. Los precios emprenden un ascenso vertiginoso. El
invierno de 1916-1917 asesta al régimen un golpe mortal. La disciplina se relaja entre
una tropa desmoralizada, cuyas bajas se distribuyen por igual entre las causadas por el
frío y el hambre, y las que provoca el fuego enemigo.
El descontento cunde en las fábricas y barrios obreros de las grandes ciudades. Por
último, en el mes de febrero estalla la crisis. El día 13, 20.000 obreros paran sus labores en
celebración del segundo aniversario del procesamiento de los diputados bolcheviques. El
Sin embargo, el choque aún va a tardar en producirse. Los mencheviques y los eseristas
ostentan la mayoría en los primeros soviets y en el primer congreso de los soviets rusos.
El Mundo al revés 49
En conformidad con sus análisis, no intentan luchar por el poder. En su opinión, sólo
un poder burgués puede ocupar el lugar del zarismo, convocar elecciones para una
Asamblea Constituyente y negociar una paz democrática sin anexiones. A su ver, los
soviets han sido el instrumento obrero de la revolución democrático-burguesa, y en la
república burguesa seguirán sustentando las posiciones de la clase trabajadora. Sin
embargo, no consideran en absoluto la posibilidad de exigir un poder que la clase
obrera aún no está capacitada para ejercer y que según ellos deberá exigir posterior-
mente para sí, conforme al planteamiento de una revolución espontánea que los socia-
listas deben cuidarse mucho de "forzar". Lenin resumirá tajantemente tal actitud, al
afirmar que equivale de hecho a una "entrega voluntaria del poder a la burguesía y a su
gobierno provisional".
Las primeras tomas de posición de los bolcheviques son bastante indecisas. Su pri-
mer manifiesto público del 26 de febrero, redactado por Shliapníkov, Zalutsky y Mólotov,
al igual que los primeros números de Pravda, denuncian al gobierno provisional como
constituido por "capitalistas y terratenientes", reclaman un "gobierno provisional revo-
lucionario", la convocatoria por parte del soviet de una Constituyente elegida por sufra-
gio universal y cuya misión sea sentar las bases de una "república democrática". No
obstante, Mólotov se encuentra en minoría en el Comité de Petrogrado cuando presenta
una moción en la que se pide que se califique de "contrarrevolucionario" al gobierno
provisional. Por el contrario, el comité propone apoyar al gobierno "mientras sus actos
correspondan con los intereses del proletariado y de las amplias masas democráticas del
pueblo". Pravda ha vuelto a aparecer el día 5 de marzo, exigiendo que se entablen
"negociaciones con los trabajadores de los demás países en guerra para finalizar la ma-
tanza". Se trata obviamente de un punto de vista inequívocamente "internacionalista",
aunque sensiblemente diferente de la tesis derrotista desarrollada por Lenin desde 1914,
y adoptada por el Comité Central en la emigración.
El día 13 de marzo los dirigentes anteriormente deportados son liberados por el go-
bierno provisional y llegan a Petrogrado. Se trata de Stalin, Muránov y Kámenev. Vuelven
a tomar la dirección de la organización bolchevique. En la línea de Pravda se produce un
giro radical a partir del momento en que Stalin se hace cargo de su redacción. Los bolche-
viques adoptan en lo sucesivo la tesis de los mencheviques según la cual es preciso que los
revolucionarios rusos prosigan la guerra para defender sus recientes conquistas democrá-
ticas de la agresión del imperialismo alemán. Kámenev redacta varios artículos abierta-
mente defensistas, en los que puede leerse que "un pueblo libre responde con balas a las
balas". Hacia el final del mes, una conferencia bolchevique adopta esta línea a pesar de
algunas resistencias, aceptando la propuesta de Stalin de que la función de los soviets es
"sostener al gobierno provisional en su política durante todo el tiempo en que siga su
camino de satisfacción de las reivindicaciones obreras".19 De hecho, tales posturas sólo
difieren de las sustentadas por los mencheviques en cuestiones de matiz, pues estos son
igualmente partidarios de un "apoyo crítico". En tales condiciones, no puede extrañarnos
que la propia conferencia del 1 de abril acepte a propuesta de Kámenev y Stalin de consi-
De hecho, esta actitud de los bolcheviques está obviamente dictada por su antiguo
análisis de las tareas que una revolución debía realizar. Febrero ha marcado el comienzo
de la revolución burguesa y, como explica Stalin, es el momento de "consolidar las
conquistas democrático-burguesas", objetivo que sólo puede alcanzar un gobierno bur-
gués al que se preste ayuda condicional, controlado por el mismo proletariado que se ha
agrupado en los soviets. Con este proceder dan la razón a Trotsky, que después de 1905
había pronosticado que la concepción de una revolución por etapas diferenciadas aca-
rrearía "en el proletariado una autolimitación democrático- burguesa".20 Sin embargo,
hay una minoría de metalúrgicos, encabezada por Shliapníkov y que pronto será secun-
dada por Kolontai, que se resiste a adoptar esta postura. Su tesis de que los soviets
constituyen ya un embrión de poder revolucionario, converge en esté punto con las
posturas que mantiene la organización inter-radios.
El Mundo al revés 51
pronuncia un discurso de bienvenida en el que afirma que hay que "defender la revolución
de todo ataque que pudiera producirse tanto en el interior como en el exterior". Volviendo
la espalda a los dignatarios oficiales, Lenin se dirige entonces a una muchedumbre com-
puesta por obreros y soldados, que ha acudido a esperarle y saluda en ella a los represen-
tantes de "la revolución rusa victoriosa, vanguardia de la revolución proletaria mundial".21
Luego se une a sus amigos bolcheviques y comienza a desarrollar su feroz critica de la
política menchevique que pretende defender las conquistas de febrero, al tiempo que man-
tiene una lucha supuestamente patriótica en alianza con los rapaces imperialistas. Dichas
tesis abruman a la dirección bolchevique, cuyo análisis y orientación contradicen punto
por punto. Este análisis aparecerá el día 7 del abril en Pravda, firmado por Lenin y con el
título "De las tareas del proletariado en la presente revolución".
"No queremos que las masas nos crean sin más garantía que nuestra palabra. No
somos charlatanes, queremos que sea la experiencia la que consiga que las masas
salgan de su error".24 La misión de los bolcheviques es "estimular de forma real tanto
la conciencia de las masas como su iniciativa local, audaz y decidida. Estimular la
realización espontánea, el desarrollo y la consolidación de las libertades democráticas,
del principio de posesión de todas las tierras por todo el pueblo".25 De esta iniciativa
revolucionaria habrá de surgir la experiencia que dará a los bolcheviques la mayoría en
los soviets. Entonces habrá llegado el momento en que los soviets podrán tomar el
poder y aplicar las primeras medidas recomendadas por el programa bolchevique,
nacionalización de la tierra y de los bancos, control soviético de la producción y de la
distribución. La última de las tesis de Lenin se refiere al partido cuyo nombre y pro-
grama propone cambiar. Afirma que "ya es tiempo de quitarse la camisa sucia" al
sugerir cambiar la etiqueta de "socialdemócrata" por la de "comunista", ya que se trata
de "crear un partido comunista proletario [...] cuyas bases han sido sentadas ya por los
mejores elementos del bolchevismo".26
La discusión que se inicia de esta forma brutal va a proseguir durante algunos días.
De un lado se encuentran Kámenev, Ríkov y Noguin, a los que Lenin llama no sin
cáustica ironía "viejos bolcheviques", que le acusan de haber adoptado las tesis de la
revolución permanente. En el otro bando se agrupan Lenin, Zinóviev y Bujarin. Stalin, al
parecer, abandonó sus posiciones iniciales y adoptó las tesis de Lenin. La conferencia
nacional que se reúne el 24 de abril agrupa 149 delegados elegidos por 79.000 miem-
bros, de los que 15.000 son de Petrogrado. Contra Lenin, Kámenev afirma: "Es prema-
turo afirmar que la democracia burguesa ha agotado todas sus posibilidades", cuando
"las tareas democrático-burguesas siguen inconclusas". Al mismo tiempo sostiene que
los soviets de obreros y soldados constituyen "un bloque de fuerzas pequeño-burguesas
y proletarias", y expresa también que "si la revolución democrático-burguesa hubiera
terminado, dicho bloque [...] no tendría ya un objetivo cierto y entonces el proletariado
tendría que luchar contra el bloque pequeño-burgués".
Su conclusión es: "Si adoptáramos el punto de vista de Lenin, nos veríamos despro-
vistos de tareas políticas, nos convertiríamos en teóricos, en propagandistas, publicaría-
mos, sin duda, excelentes estudios sobre la futura revolución socialista, pero permane-
ceríamos al margen de la realidad viva como activistas políticos y como partido político
definido".27 En consecuencia, Kámenev propone conservar la línea adoptada en el mes
de marzo y "vigilar atentamente, desde los soviets al gobierno provisional". Ríkov con-
sagra su intervención al problema de la, revolución socialista: "¿De dónde, se pregunta,
surgirá el sol de la revolución socialista?", y responde: "A juzgar por la situación en
conjunto y por el nivel pequeño-burgués de Rusia, la iniciativa de la revolución socialis-
ta no nos pertenece. No contamos con fuerza suficiente ni con las necesarias condicio-
nes objetivas. Se nos plantea el problema de la revolución proletaria, pero no debemos
sobrestimar nuestras fuerzas. Ante nosotros se alzan gigantescas tareas revolucionarias,
pero su realización no nos llevará más allá del ámbito del sistema burgués".28
El Mundo al revés 53
ciones populares los días 20 y 21 de abril y origina una crisis ministerial que no será
resuelta hasta el día 5 de mayo. La radicalización de las masas y la resuelta actitud de los
soldados que se niegan a cargar contra los manifestantes, corroboran los argumentos de
Lenin, al igual que lo hace la declaración defensista del ministro cadete. Desarrolla en-
tonces sus argumentos contra los "viejos bolcheviques", afirmando que "la revolución
burguesa ha concluido en Rusia y la burguesía conserva el poder en sus manos", pero la
lucha por paz, pan y tierra no podrá ser llevada a cabo más que con el acceso de los
soviets al poder. Estos sabrán "mucho mejor, de forma más práctica y más segura cómo
encaminarse hacia el socialismo". La dictadura democrática del proletariado y del cam-
pesinado es una antigua fórmula que los "viejos bolcheviques" han "aprendido ineptamente
en lugar de analizar la originalidad de la nueva y apasionante realidad". Asimismo, re-
cuerda a Kámenev la frase de Goethe: "Gris es la teoría, amigo mío, y verde el árbol de
la vida".29 Lenin se burla ferozmente de las propuestas de control del gobierno por los
soviets, exclamando: "Para controlar hay que tener poder. Nada supone el control, cuando
son los controlados los que poseen los cañones. Controladnos, dicen los capitalistas,
que saben que en la actualidad nada puede negarse al pueblo. Pero sin el poder, el
control no es más que un concepto pequeño-burgués que dificulta la marcha y el desa-
rrollo de la Revolución rusa".30
Por último, Lenin parece triunfar en cuanto se refiere a los puntos fundamentales,
oponiéndose alternativamente a mayorías de diferente importancia. Sobre la cuestión de
la guerra consigue –salvo 7 abstenciones– la unanimidad de la conferencia. En la resolu-
ción de "iniciar un trabajo prolongado" con el fin de "transferir a los soviets el poder del
estado" consigue 122 votos a favor, 3 en contra y 8 abstenciones. Sin embargo, en la
resolución en que se afirma la necesidad de emprender la vía de la revolución socialista,
sólo reúne 71 de un quórum de 118. En las resoluciones que se refieren al partido es
vencido, siendo el único en votar a favor de su moción de abandono del nombre de
"socialdemócratas". A pesar de su advertencia de que la "unidad con los defensistas
supondría una traición", la conferencia acepta la constitución de una comisión mixta de
bolcheviques y mencheviques para el estudio de las condiciones de unificación, en los
términos en que hacia un mes había sido defendida por Stalin. A pesar de los "viejos
bolcheviques" aferrados a antiguos análisis, Lenin ha conseguido "enderezar" al partido.
Su victoria, empero, dista mucho de ser total, ya que de los ocho camaradas que han
sido elegidos para formar parte del Comité Central, uno de ellos, Stalin, ha adoptado sus
tesis a última hora, cuatro más, Kámenev, Noguín, Miliutin y Fedorov, son miembros de
la oposición de "viejos bolcheviques", y sólo Zinóviev, Svérdlov y el joven Smilgá han
apoyado a Lenin desde la apertura de la discusión.
Sin embargo, bastarán algunas semanas para que el desarrollo del movimiento revo-
lucionario y la lucha por la mayoría que llevan a cabo los bolcheviques dentro de los
soviets, arrastren al partido en su totalidad a aceptar sin reservas las tesis que Lenin
desarrollará –semanas más tarde– en El Estado y la revolución, obra en la que considera
a los soviets como un "poder del mismo tipo que la Comuna de París", originado no ya
Al día siguiente de su llegada, toma postura ante el Soviet de Petrogrado tan inequí-
vocamente como lo había hecho Lenin y en el mismo sentido que Lenin, anunciando que
la revolución "ha abierto una nueva era, una era de sangre y fuego, una lucha que no es
ya de nación contra nación, sino de clases sufrientes y oprimidas contra sus gobernan-
tes". Considerando que los socialistas deben luchar para dar "todo el poder a los so-
viets", concluye diciendo: "¡Viva la Revolución rusa, prologo de la revolución mun-
dial!".33 El día 7 de mayo, en una recepción organizada por la organización ínter-radios
y los bolcheviques en su honor, afirma haber abandonado definitivamente su viejo sueño
de unificación de todos los socialistas, declarando que la nueva Internacional no puede
construirse sino a partir de una ruptura total con todo "socialchovinismo". A partir del
día 10 vuelve a encontrarse con Lenin.
En lo sucesivo los dos hombres se ven separados por muy pocas diferencias y lo
saben. Lenin tiene prisa en integrar a Trotsky y a sus compañeros en el partido. De
hecho, ya ha propuesto a Trotsky como redactor de Pravda, pero su iniciativa no recibió
el apoyo suficiente. No obstante, le pide que se integre en el partido y ofrece –sin condi-
ciones– cargos de responsabilidad en la dirección de la organización y en la redacción de
Pravda a Trotsky y su grupo. El amor propio y algunas reticencias, que tal vez pesan
más en sus compañeros que en él mismo, retienen a Trotsky. Sin duda el recuerdo de las
viejas querellas está más grabado en su memoria que en la de Lenin, a pesar de que éstas
estén ampliamente superadas. Subraya que el partido bolchevique se ha "desbolchevizado",
que ha adquirido un punto de vista internacional y que ya nada les separa, pero ésta es
El Mundo al revés 55
precisamente la razón que le lleva a desear el cambio de etiqueta. "No puedo considerarme
como un bolchevique" afirma. Desearía que se celebrase un congreso fundacional y que se
diese un nuevo nombre a un nuevo partido, que se enterrase el pasado de forma definitiva.
Lenin no puede aceptar hacer tamaña concesión al amor propio de Trotsky. Lenin está
orgulloso del partido y de su tradición, tiende a salvaguardar también el amor propio de los
bolcheviques veteranos, que ya ha sido considerablemente vejado durante las discusiones
de abril y que le reprochan su alianza con Trotsky –al que siguen considerando un enemigo
personal. Tras haber impuesto sus tesis, resultaría excesivo querer imponer un hombre.
Los bolcheviques seguirán siendo bolcheviques y Trotsky acudirá por si mismo, ya que sus
reservas eran excesivas.
Durante las semanas siguientes, Trotsky se convierte frente a las masas de las que es el
orador preferido –y sin proponérselo– en un auténtico bolchevique. Tras las manifestacio-
nes armadas de julio es detenido y encarcelado junto con buena parte de los bolcheviques,
antiguos y nuevos, a los que el segundo gobierno provisional en el que participan los
mencheviques, ha acusado a la vez de ser agentes alemanes y de haber preparado una
insurrección armada. Ni Trotsky ni Lenin –este último se encuentra en la clandestinidad–
participan en el Sexto Congreso que comienza el 26 de julio y se autodenomina "Congreso
de Unificación". Los delegados participantes han sido elegidos por 170.000 miembros, de
los que 40.000 pertenecen a la ciudad de Petrogrado. El partido bolchevique de 1917, el
partido revolucionario cuya constitución en torno a los "mejores elementos del bolchevis-
mo" pedía Lenin en abril, ha nacido de la confluencia en el seno de la corriente bolchevi-
que, de las pequeñas corrientes revolucionarias independientes que integran tanto la orga-
nización inter-radios como las numerosas organizaciones socialdemócratas
internacionalistas, que hasta entonces habían permanecido al margen del partido de Lenin.
De esta forma cristaliza la concepción del partido que Lenin defiende desde hace
años. La fracción bolchevique ha conseguido como Lenin lo esperaba, imponer su
concepción del partido obrero y atraer a ella a los demás revolucionarios. Esta es la
historia tal como la han visto y vivido los contemporáneos. Más de diez años habrán
de transcurrir para que empiece a ser deformada sistemáticamente. En 1931, al expli-
car lo que para los bolcheviques había supuesto la constitución del partido en 1917,
Karl Radek recordaba que había "acogido a lo mejor del movimiento obrero", y que
"no debían olvidarse las corrientes y arroyos" que en 1917 se habían vertido en el
partido. Sin embargo, como esta realidad histórica era inadmisible para el pequeño
grupo de hombres que junto a Stalin luego se adueñaron del poder, no se escatimó
desde entonces ningún medio para borrarla. Al volver a escribir la historia en nombre
de las exigencias de la política estalinista, Kaganóvich exclamó: "Es preciso que Rádek
comprenda que la teoría de los arroyuelos sienta las bases de la libertad de grupos y
fracciones. Si se tolera un "arroyuelo" habrá que ofrecerle la posibilidad de contar con
una "corriente" [...] Nuestro partido no es un depósito de aguas turbias, sino un río
tan poderoso que no puede admitir arroyuelo alguno, pues cuenta con todas las posi-
bilidades para arrastrar cuantos obstáculos se encuentren en su cauce".34
Las jornadas de julio han supuesto un giro decisivo. Los obreros de Petrogrado,
contra la voluntad de los dirigentes bolcheviques, han iniciado una serie de manifes-
taciones armadas que el partido consideraba prematuras. No obstante, la influencia
de los militantes ha evitado la derrota al permitir una retirada ordenada. Las mani-
festaciones no se han convertido en una insurrección que habría condenado al aisla-
miento a una posible "Comuna" petrogradense. Sin embargo, el gobierno intenta
explotar la situación y golpea duramente a los bolcheviques. Por todas partes, los
locales del partido son asaltados, su prensa es prohibida y las detenciones se multi-
plican. Los bolcheviques no corren el riesgo de ser sorprendidos, cuentan con loca-
les, material y hábitos de funcionamiento clandestino. Pravda desaparece, pero es
sustituida por una gran cantidad de hojas clandestinas y, enseguida, por un periódi-
co "legal" de distinto nombre.
El Mundo al revés 57
a utilizar las redes clandestinas que han sido preservadas desde febrero y a las nue-
vas posibilidades de acción ilegal que han abierto las responsabilidades que muchos
de los militantes ostentan en los soviets. El Comité Central decide preservar a Lenin
de la represión. Pasará a Finlandia, en donde se esconderá bajo una falsa identidad
hasta el mes de octubre. Mientras tanto, la prensa burguesa intenta abrumar de ca-
lumnias a los bolcheviques. Con falsos documentos les acusa de haber recibido oro
de los alemanes, insiste acerca de la leyenda del "vagón blindado" y pide la cabeza
de los traidores. El partido sufre una serie de golpes graves, pero la organización
sobrevive y continúa su actividad como deslumbradora confirmación de las tesis de
Lenin sobre la necesidad de estar preparados para las tareas del trabajo ilegal en
todas las circunstancias.
Los ministros burgueses han suscitado una crisis ministerial. El día 23 de julio, el
laborista Kerensky –compañero de viaje burgués de los eseristas– forma un nuevo go-
bierno provisional en el que los ministros "socialistas" se encuentran en mayoría. En su
opinión, el objetivo es en primer lugar consolidar el nuevo régimen, manteniéndose en la
guerra. Al mismo tiempo es preciso reforzar el Estado. Se restablece la pena de muerte
como prerrogativa de los tribunales militares, vuelve a funcionar la censura y el Ministro
del Interior tiene de nuevo autoridad para prohibir periódicos, y para efectuar detencio-
nes sin orden judicial. Sin embargo, la propaganda de los conciliadores no seduce ni a
los obreros, que han sido testigos de la represión de los bolcheviques, ni a los burgueses
que desearían una acción más seria. La crisis económica empeora porque los industriales
llevan a cabo un verdadero sabotaje, tanto para preservar sus propiedades como para
mostrar las consecuencias de la "anarquía revolucionaria", a la que desean cargar la
responsabilidad de la miseria reinante. La caída del rublo continúa y se acelera. En octu-
bre su valor se reduce al 10% del de 1914. Las empresas cierran, siguen produciéndose
lock-outs que dejan sin trabajo a centenares de miles de obreros hambrientos, que inevi-
tablemente adoptan las consignas de "control obrero" y nacionalización, difundidas a
partir de julio por los bolcheviques.
No obstante, el Golpe de Estado sólo tarda unos días en venirse abajo. Los ferrovia-
rios se niegan a hacer circular los trenes. Los propios soldados, en cuanto se enteran de
la tarea que se les va a encargar, se amotinan y los oficiales se encuentran solos, bastante
satisfechos empero de no haber sido ejecutados por sus propios hombres. En el momen-
to decisivo, los bolcheviques han salido de su parcial clandestinidad, pronunciando un
llamamiento a la resistencia dentro de los soviets, que son los únicos organismos que
logran capear el temporal de aquella semana, en que los últimos restos del aparato esta-
tal parecían estar desvaneciéndose. Los marineros de Kronstadt acuden en auxilio de la
capital y empiezan por abrir las puertas de las prisiones para liberar a los activistas
bolcheviques detenidos durante el mes de julio, encabezados por Trotsky. Por doquier
se constituyen destacamentos de guardias rojos, organizados por los bolcheviques. En
los regimientos proliferan los soviets de soldados que dan caza a los kornilovistas e
infieren a la oficialidad una serie de golpes mortales.
Por tanto, el Golpe de Estado sirve fundamentalmente para invertir por completo
la situación en favor de los bolcheviques, que en adelante se beneficiarán de la aureola
de prestigio que les da su victoria sobre Kornilov. El día 31 de agosto el Soviet de
Petrogrado vota una resolución, presentada por su fracción bolchevique, que reclama
"todo el poder para los soviets". El espíritu de esta votación se ve solemnemente
confirmado el día 9 de septiembre por una condena terminante de la política de coali-
ción con los representantes de la burguesía en el seno de los gobiernos provisionales.
A partir de entonces, los mencheviques navegan contra la corriente, porque uno tras
otro los soviets de las grandes ciudades –el de Moscú el día 5 de septiembre y más
tarde los de Kiev, Saratov e Ivanovo-Voznessensk– alinean su postura con la del so-
viet de la capital que, el día 23 de septiembre, eleva a Trotsky a la presidencia. A partir
de entonces estaba claro que el Segundo Congreso de los Soviets, cuya inauguración
estaba prevista para el día 20 de octubre, había de exigir el poder, condenando al
mismo tiempo la alianza de mencheviques y los eseristas con los ministros burgueses.
Frente a esta perspectiva, el Comité Ejecutivo de los Soviets presidido por el
menchevique Tsereteli, trata de ensanchar la base de la coalición a la que apoya me-
El Mundo al revés 59
diante la convocatoria de una Conferencia Democrática que designe un parlamento
provisional, en base al modelo de la Conferencia de Estado.
Ahora bien, Lenin está separado de la mayoría de los dirigentes bolcheviques por
una distancia igual a la que mediaba entre ellos durante el mes de abril. El día 30 de
agosto Pravda –dirigida por Stalin– había publicado un articulo de Zinóviev que lleva
por titulo "Lo que no hay que hacer". En dicho artículo recuerda la suerte de la Comuna
de París y pone en guardia contra todo intento prematuro de tomar el poder por la
fuerza. Esta es la opinión que el partido ostentaba en julio, pero Lenin consideraba que
la situación se había modificado considerablemente. Sin embargo, sus cartas no lograron
convencer al Comité Central. Kámenev se pronuncia en contra de las propuestas de
Lenin y exige que el partido tome medidas contra cualquier intento de insurrección.
Trotsky es partidario de la insurrección, pero piensa que esta debe ser decidida por el
Congreso de los Soviets. Por ultimo, la mayoría de los miembros del Comité Central se
inclina por la postura de Kámenev, que propone que sean quemadas las cartas de Lenin
–dejándolas sin respuesta.
La mayoría del Comité Central duda, conmovido por la discusión y, por fin, decide
pedir a Lenin que haga un viaje clandestino a Petrogrado para discutir el problema de la
insurrección. Por otra parte, durante los días siguientes la situación se modifica dentro
del propio partido. Trotsky logra convencer a los delegados bolcheviques al parlamento
provisional de que deben boicotearlo. Tras una abierta declaración de beligerancia en la
sesión inaugural, abandonarán la sala una vez que él en nombre de todos haya exclama-
do: "¡La revolución está en peligro! ¡Todo el poder a los soviets!". Los bolcheviques de
Moscú, representados por Lómov, exigen que se decida la insurrección. El día 9, Trotsky
consigue que el Soviet de Petrogrado resuelva la formación del Comité Militar Revolu-
cionario, llamado a constituirse en estado mayor de la insurrección. El 10 de octubre,
Lenin –disfrazado y afeitado– llega a Petrogrado, discute con pasión y consigue por fin
que por 10 votos contra 2 se acepte una resolución en favor de la insurrección. Una
insurrección que está ya "indefectible y completamente madura", invitando a "todas las
organizaciones del partido a estudiar y discutir todas las cuestiones de carácter práctico
en función de dicha directiva".
Los dos adversarios de esta resolución son Zinóviev y Kámenev, quienes desde el día
siguiente apelan la decisión del Comité Central en su "Carta acerca del momento ac-
El Mundo al revés 61
tual», dirigida a las principales organizaciones del partido. "Estamos firmemente con-
vencidos –escriben– que en la actualidad convocar una insurrección armada supone
jugarse a una sola carta no solamente la suerte de nuestro partido, sino también la de la
revolución rusa e internacional. No hay duda alguna de que existen situaciones histó-
ricas en las que una clase oprimida debe reconocer que vale más dirigirse hacia la
derrota que rendirse sin lucha. ¿Acaso se encuentra la clase obrera rusa hoy en una
situación similar? ¡No, cien mil veces no! [...] En tanto y en cuanto dependa de noso-
tros la elección, podemos y debemos limitarnos en la actualidad a una postura defen-
siva. Las masas no desean luchar [...] Las masas de soldados nos apoyan [...] por
nuestra consigna de paz [...] Si nos viéramos obligados a iniciar una guerra revolucio-
naria [...] nos abandonarían de inmediato".43 A su ver el mayor peligro lo constituye la
sobreestimación de las fuerzas de la clase trabajadora, ya que el proletariado interna-
cional no estaría dispuesto a apoyar la Revolución rusa.
Sin embargo los preparativos continúan. El día 11 los delegados bolcheviques que
acuden al congreso desde la zona norte se reunen en Petrogrado. A partir del día 13, los
navíos de la armada controlados por Smilgá, ponen su radio a disposición de la propa-
ganda bolchevique, haciendo un llamamiento a los delegados para que se reúnan antes
de la fecha prevista. El día 16 de octubre se reúne un Comité Central ampliado que
ratifica por 19 votos contra 2 y 4 abstenciones, la decisión del día 10, rechazando des-
pués una moción de Zinóviev que propone la suspensión de los preparativos de la insu-
rrección hasta que se celebre la reunión del Congreso de los Soviets. Esa misma tarde
Kámenev presenta su dimisión como miembro del Comité Central. El día 17 de octubre,
el periódico menchevique Nóvaya Zhizn, dirigido por Máximo Gorki, publica una infor-
mación referente a la "Carta acerca del momento actual". Al día siguiente, en el cuartel
general del Soviet de Petrogrado –el Instituto Smolny– se celebra una conferencia ilegal
de delegados de regimientos, destinada a conocer exactamente el estado de las fuerzas
militares con que cuenta la insurrección.
El Mundo al revés 63
John Reed ha descrito uno de estos debates, celebrado en el regimiento motorizado de
ametralladoras. El bolchevique Kirilenko acaba de dar fin a un violento duelo oratorio, que
le ha enfrentado con los adversarios de la insurrección –mencheviques y eseristas. Los
soldados asistentes votan. Unos cincuenta se sitúan a la derecha de la tribuna, lo que
equivale a condenar la insurrección, pero varios centenares de ellos se aglomeran a la
izquierda aprobándola. El periodista americano concluye: "Imaginémonos esta lucha repe-
tida en cada uno de los cuarteles de la ciudad, de toda la región, en todo el frente, en toda
Rusia. Imaginémonos a todos los Krilenko faltos de sueño que vigilan cada regimiento,
que saltan de un lugar a otro, discutiendo, amenazando, suplicando. Imaginemos esta
misma escena repetida en todos los locales sindicales, en las fábricas, en las aldeas, a bordo
de los barcos. Pensemos en los cientos de miles de rusos, obreros, campesinos, soldados y
marineros que contemplan a los oradores, esforzándose intensamente por comprender, y
tomar luego una decisión reflexionando con agudeza y decidiendo por fin con tan pasmosa
unanimidad. Así fue la Revolución rusa".44
Capítulo 1
1. Trotsky, Stalin, pág 56
2. R. Luxemburgo, "Cuestiones organizativas de la social-democracia rusa" (Die Neue Zeit, 1904, n.º 22).
3. Trotsky, Nashi Politícheskie Zaduchi (Nuestras tareas políticas), 1904. Panfleto traducido y citado por Deutscher
en El profeta armado, Ed. Era, págs. 94-96..
4. Krúpskaya, Ma vie avec Lénine.
5. Citado por Trotsky, Stalin, pág. 123.
6. Lenin, “Lettres á Gorki”, 25 de febrero de 1908, Clarté, Nº 71, pág. 10.
7. Citado por, E.H. Carr, La Revolución bolchevique, Alianza Universidad, t. I, pág. 69
8. Citado por Carr, ibídem, pág. 69
9. Lenin, “Lettres á Gorki”, ibídem, pág. 13.
10. Ibídem.
11. Citado por Trotsky, Stalin, pág, 218.
Capítulo 2
1. Citado por Brian Pearce en "Building the bolshevik party", en Labour Review, nro. 1, 1960, pp. 28-29.
2. Citado por Pearce, ibídem, pág. 27.
3. Yaroslaysky, Histoire du PC de l’ URSS, pág. 197.
4. Lenin, Oeuvres Choisies, t. 1, pág. 464.
5. Lenin, Selected Works, vol. IX, pág. 92
6. Lenin, Sochineníya, 3ª ed., vol. VIII, págs. 13-15.
7. Ibídem, vol. X, pág. 170.
8. Krúpskaya, Ma vie avec Lénine, pág. 142.
9. Citado por Trotsky, Ecrits, t. 1, pág. 322.
10. Citado por Zinóviev. Histoire du PCR., págs. 103-104
11. Ibídem, págs. 105-106.
12. Citado por John Daniels, Labour Review, nro. 2, 1957, pág, 48
13. Citado por Brian Pearce, op, cit, pág. 29.
14. Citado por John Daniels, op. cit., pág, 48.
15. Krúpskaya, op. cit., pág. 77.
16. Badaiev, Les bolcheviks au Parlement tsariste, pág, 49.
17. Piatnitsky, Souvenirs d’ un, bolchevik, pág. 148
18. Badaiev, op. cit., pág 215.
19. Deutscher. El profeta armado
20. Shliapníkov, “A la veille de 1917”, Bull. com., dic. 1923, pág. 598
21. Piatnitsky, op. cit., págs. 100-101.
22. ibídem , págs. 136-138.
23. Yaroslavsky, op. cit., pág. 163.
24. Schapiro, The Communist Party Of The Soviet Union, págs. 107-108
25. Ibídem, pág. 130.
26. Yaroslavsky, op. cit., pág. 164.
27. Citado por Bobrovskaia, Le premier président de la république du travail, pág. 14.
28. Trotsky, Stalin, pág. 73.
29. Lenin, Sochineniya, 3ª ed., vol, XII, pág. 393
Capítulo 3
1. Lenin, Obras Escogidas, Ed. Progreso t. 1, pág. 535-536.
2. Ibidem, pág. 540.
3. Trotsky, 1905, Resultados y Perspectivas, Ed. Ruedo Ibérico, t II, pág. 171
4. lbidem, pág. 199.
5. Ibídem, pág. 237.
6. Anweiler, Die Rätebewegung in Russland, págs. 49-52.
El Mundo al revés 65
7. Ibídem, págs. 53-58.
8. Ibídem, pág. 100.
9. Ibídem, pág. 103.
10. Ibídem, pág. 103.
11. Trotsky, Historia del Soviet (Istoria Sovieta Rabóchij Deputátov), citada por Deutscher, El profeta armado,
págs. 145-146.
12. Ibídem,
13. Trotsky, "Discurso ante el tribunal, 19 de septiembre de 1906", citado por Fourth International, marzo de
1942., pág. 85.
14. Cahiers du bolchevisme nº 24, agosto de 1925, pág. 1511
15. Ibídem, pág. 1512
16. Citado por Deutscher, op, cit:., pág, 203.
17. Ibidem. pág 205.
18. Ibídem. pág. 221.
19. Citado por E. H. Carr, t. 1, pág. 92.
20. Trotsky, 1905.
21. Citado por Carr. op. cit. 1, págs. 94-95.
22. Lenin, Oeuvres Complétes, t. XXIV, pág. 12.
23. Ibídem. pág. 13.
24. Ibídem, pág. 15.
25. Lenin, Oeuvres choisies, t. II, pág. 23
26. Ibídem, pág. 15.
27. Yaroslavsky, op. cit., pág. 262.
28. Ibídem, pág. 263.
29. Lenin, Oeuvres Complétes, t. XXIV, pág. 35
30. Yaroslavsky, op. cit,., pág. 263.
31. Lenin. Oeuvres Complétes, t. XXIV. págs.28-29.
32. Según Shlniapníkov. (N. del T.)
33. Deutscher. op. cit., pág. 238.
34. Kaganóvitch, "Discurso pronunciado en el Instituto de profesores rojos", Corr. Int. n.º 114, 23 de diciembre de
1931, pág. 1260.
35. R.V. Daniels, The conscience of revolution, pág. 49.
36. Lenin, Oeuvres Complétes, t. XXV, pág. 243.
37. Ibídem, t. XXVI, págs. 10-12.
38. Ibídem, pág. 12.
39. Ibídem, pág. 18.
40. Ibídem, pág. 51.
41. Ibídem, págs. 78-79.
42. Ibídem, pág. 139.
43. Bunyan y Fisher, The bolshevik revolution, págs. 59-62.
44. Reed, op. cit., pág. 153.
45. Bunyan y Fisher. op. cit. pág. 204.
46. Lenin, Oeuvres Complétes, t. XXVI. pág. 293.
47. Pravda, 21 de noviembre de 1917, citado por Serge en El año I de la revolución rusa, Ed. Siglo XXI pág. 104.
48. Lenin. Oeuvres Choisíes, t. II, pág. 150.
49. Citado por Trotsky, Histoire, t. III, pág. 364,
50. Deutscher, op. cit., pág. 310..
51. Lenin, Oeuvres Choisies., t. II, pág. 150
52. Ibídem, pág. 282.
Socialismo
Internacional
Teoría y política
marxista
Marxismo 2004
19 PONENCIAS SOBRE TEMAS TEORICOS,
POLITICOS E HISTORICOS
Han transcurrido tres años desde el comienzo de la activi-
dad del grupo. Han sido años llenos de emociones, tareas, de-
bates, acciones, aciertos y fracasos. Durante los mismos vimos
crecer al movimiento anticapitalista, hasta el punto de movilizar
a millones de personas contra la guerra en todo el planeta. Pre-
senciamos los horrores de la globalización militar, convertida en
bombardeos y ocupaciones contra varios países por parte de
las grandes potencias. Y sufrimos en carne propia el incremen-
to acelerado del desempleo y la pobreza, a los que nos conde-
na el neoliberalismo en América Latina.
El grupo ha sido marcado a fuego por todos estos hechos, y
respondió de la mejor forma posible, editando su periódico mes a
mes, impulsando acciones contra la guerra y el libre comercio, y
de muchas otras formas. Si miramos atrás, hay una pequeña his-
toria. Ella sirve de algo si sacamos lecciones de la misma. Con
este fin se publica un primer folleto conteniendo 19 ponencias ela-
boradas por compañeros y compañeras del grupo para los cursos
de verano e invierno de 2004. Buscando no solo dejar registro del
trabajo realizado, sino también poder compartirlo con otros traba-
Uruguay
jadores, estudiantes y activistas de izquierda como nosotros.
El Mundo al revés 67
Rusia
1917
El partido bolchevique
La historia del partido bolchevique es clave para la compren-
sión del socialismo contemporáneo. Su nacimiento no fue fruto del
azar. Su victoria o su derrota en 1917, su completo y fecundo
desarrollo o su posterior decadencia, estaban en ambos casos hon-
damente arraigados en las realidades de su época. El partido de
Lenin murió bajo Stalin y tras la muerte de éste, no ha resucitado.
Este estudio considera los hechos en todo su espesor, sus contradic-
ciones, sus luces y sombras, sus hechos verdaderos y sus hechos
inciertos, la vida y la muerte de hombres y cosas, y no una historia
de buenos y malos. Nadie debe esperar encontrar aquí ese cliché que
presenta a los bolcheviques como un ejército de arcángeles infali-
SERIE / HISTORIA
Folletos editados
•Imperialismo hoy
•ABC del socialismo
•Una sociedad socialista
El Mundo al revés
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68 Rusia 1917. El partido bolchevique