San Agustín y La Cultura Clásica - Oroz Reta
San Agustín y La Cultura Clásica - Oroz Reta
San Agustín y La Cultura Clásica - Oroz Reta
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transplantado posteriormente a un plano espiritual y perfectivo del alma, conservar siempre el sentido primitivo de cultivo del campo, aplicado metafricamente al espritus. Todas
las lenguas romnicas han conservado el recuerdo de Ia cultura, en su acepcin primitiva, en Ia palagra *agri-cultura%.
Encierra evidentemente Ia nocin del esfuerzo del hombre y Ia
fecundidad de Ia tierra, coma observa Montero Daz 2.
Cultura, referida al espritu, significa tambin esfuerzo y
fecundidad: el hombre es, a Ia vez, sujeto y objeto de ese esfuerzo.
Encierra diversas acepciones, todas ellas ntimamente relacionadas, que un anlisis agudo y minucioso logra separar fcilmente. Por eso podemos hablar de una cultura preparatoria,
que mantiene Ia metfora inicial, y significa Ia actividad del
individuo que trata de conseguir los frutos opimos de su espritu. En este sentido equivak a educacin, instruccin, formacin. Sera Ia paideia griega, en su sentido activo. Mediante este
esfuerzo de Ia cultura, se prepara al espritu a conseguir una
vida intelectual adulta, norrial, rica y fecunda, como escribe
Marrou 3.
Pero tambin se puede entender como algo perfectivo, que
encierra una serie de conocimientos depositados en el fondo del
espritu, unos materiales que podr emplear luego para sus sntesis futuras. As podemos hablar de una cultura teolgica, filosfica, musical, de una cultura general o enciclopdica, e incluso
de una cultura deportiva.
Otras veces se habla de Ia evolucin de Ia cultura antigua,
de Ia expansin de Ia cultura espaola, en cuanto que dichas
culturas encierran los tipos :ideales de una vida espiritual que
comprende, por igual, Ia vlda intelectual, Ia vida religiosa y Ia
misma vida tcnica. Ciertamente se ha producido un cambio
de sentido al admitir esta denominacin, en cuanto que Ia cul2, Cf. El concepto de cultura y su crkis actual, en Tcnica y Oultura
actuales, Madrid 1962, pp. 324-325.
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Y CLASICISMO
Despus de esto ya podemos comenzar el anlisis de Ia postura agustiniana frente a Ia cultura clsica. Emplearemos en
nuestro estudio Ia palabra cultura entendida en sus diferentes
aspectos, a no ser que expresamente digamos otra cosa. Si quisiramos concretar un poco ms, podremos decir que en esta
primera parte, siempre que San Agustn o los escritores cristianos
se oponen a Ia cultura clsica a sta que, un poco pedantemente, ha sido calificada por los autores alemanes como hellenistiseh-rmische Kultur ha de entenderse en este sentido
4. Ibid., p, vni. Puede verse tambdn BoRNE, E., Pour une philosophie
de Ia culture, en Savoir et vulgarisation, Paris, 1962, pp. 11-22; RoYER, R.,
Specialisation et culture, en Savoir et vulgarisation, Pans, 1962, pp. 23-56 ;
ELiOT, T. S., Notes towards the delinition of culture, London, 1962, pp. 21<f4 ;
83-109.
5. Cf. RuEGG, W., Cicero und der Humanismus ; Formale Untersuchungen
ber Petrarca un Erasnus, Zrich, 1946 ; PoNiAN, A., Artes ad humanitatem:
Ideales del hombre y de Ia cultura en tiempos de Cicern, Pamplona, 1957.
82
6. AuLo GELio, Noches ticas, 13, 16. Marrou compendia toda Ia segunda
parte de su Histoire e l'ducation tins l'antiquit en un captulo que tltuJa
L'humanisme classique, pp. 297-309. On peut dfinir l'idal de l'ducation
hellnistique comme un humanisme, et cela de plusieurs points de vue diffrents qu'il n'est pas interdit de superposer, p. 298.
7. Le christianisme et l'ducation classique, pp. 416^34.
8. Cf. DAVENsoN, H., Fondements d'une Culture chrtienne, Paris, 1934,
pp. 82-83; 57-58.
9. Epist. El, 1, 156-157. Como observa muy atinadamente Rostagni, la
Letteratura latina, nel suo sorgere, 3'innesta sulla greca e ne Ia continuatrice e l'erede, non Ia semplice imitatrice, La lett. di Roma Repub. ed
August., p. 6.
10. CX)URCELLE, P., Les lettres grecques en Occident : de Macrobe
Cassioore, Paris, 1948, pp. 313-S88.
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aplicaciones, de Ia educacin profana. Era una especie de catequesis que, al igual que las enseanzas de los judos, no se daba
en las escuelas, sino en el seno mismo de Ia Iglesia o en el
ambiente familiar.
En general podemos afirmar que los primeros adeptos del
cristianismo eran hombres de muy escasa cultura. TaI vez se
ha exagerado un poco cuando se ha afirmado que los cristianos se reclutaban de entre los ms pobres de los hombres libres,
e incluso de entre los esclavo,s. Es posible, aunque no se puede
mantener con todo rigor. Cuando por primera vez se traducen
los evangelios y las epstolas al latn 23, se emplea un lenguaje
ordinario, el sermo plebeus, no el lenguaje culto que muchos de
los cristianos no habran podido comprender. Las personas
cultas "1 encontraban desagradable y spero ese lenguaje, que
representaba una verdadera revolucin en Ia lengua latina clsica, a causa de sus abundantes neologismos y de los grecismos
y hebrasmos que introducan, y, sobre todo, por Ia falta de sintaxis, que empleaban 2*.
Junto con estas tendencias, podemos observar una corriente
ininterrumpida hacia Ia asimilacin progresiva de Ia cultura
clsica, que iba preparando a Ia Iglesia a recibir Ia tradicin
clsica para formar sobre sus bases una nueva civilizacin cris-
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25. Cf. BARYLis, H. J., Minucius Felix and his place among the Early
Fattiers of the Latin Church, New York, 1928, PP. 187-188.
26. Acerca de Ia abundante bibliograa sobre el debatido problema de
Ia prioridad de Minuc:o Flix o de Tertuliano, cf. SiMPsoN, A. D., M, Minuc
Felicia Octavius : Prolegomena, text aiui critical notes, New York, 1938, pp.
2-22; ICKMlQ; LABRioLLE, P. de, Histoire de la littrature latine chrtienne,
Paris, 19473, pp. 189-192; OAYRE, P., Prcis de patrologie et d'M:;toire de Ia
thologie, 2 vols., Paris, 1931-1933, vol. 1, p. 132.
27. Sobre Ia actitud general de Minucio Flix, cf. ELisPERMNN, O. L.,
The attitude of the Early CAriszan Latin writers toward Pagan literature and
learning, Washington, 1949, pp. 14-22.
28. Z>e praescrtpt. 7. Cf. De spectac., 17; De idololatria, 10. Sobre Ia
actitud, en trminos generates de Tertuliano frente a Ia cultura pagana
puede verse : BoissiER, G., La fin du Paganit,me : ttudes sur les dernires luttes
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faltan entre sus alumnos ms avanzados y eritre sus ms perfectos imitadores quienes profesan las nuevas doctrinas del
Evangelio. Licluso, an desde el punto de vista literario, los
cristianos superan a veces a los mismos maestros. Podemos decir
con Dawson, de una manera general H , que los Padres del siglo iv,
Io mismo de Oriente que de Occidente, son esencialmente rtores, formados en las escuelas paganas, con un espritu nuevo,
alimentado de aquel humanismo cristiano de que acabamos de
hablar. Participan en Ia cultura y en las tradiciones de sus
rivales paganos, pero a diferencia de stos, han dejado ya de
emplear su arte y su elocuencia y su culura para un lucimiento
sin finalidad, sobre temas ya usados. Han logrado convertir los
medios de Ia cultura clsica como instrumentos de Ia nueva fuerza espiritual del evangelio. Tres siglos antes haba ya sealado
Tcito que Ia retrica se haba vaciado y anulado porque no
ejerca una influencia vital sobre Ia escena poltica x.
Con San Ambrosio y San Jernimo desaparecen casi por
completo los obstculos para Ia fusin entre Ia cultura clsica
y el cristianismo, para esa osmosis cultural de que hablbamos
al principio, y que se va a realizar plenamente en San Agustn.
San Ambrosio ofrece un caso curioso. Una semana despus
de ser bautizado es elegido Obispo de Miln y tiene que desarrollar una obra amplsima en Ia predicacin del Evangelio. Su
cultura clsica no puede por menos de aparecer continuamente
en sus sermones, que se ven esmaltados de vez en cuanto con
versos de Virgilio. El mismo nos dice que ha tenido que comenzar a ensear antes de aprender 37. Cuando va a escribir
su obra Dp officiis ministrorum, acude a Cicern que Ie da incluso el ttulo de una de sus obras. Para San Ambrosio todo Io
que existe de verdadero, de bella y acertado en los autores clsicos, Io deben a Ia palabra revelada. De Platn dir que march
a Egipto para instruirse en los orculos de MoLss y en las pre-
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Quintiliano; y no faltan ecos de Plauto, de Terencio, de Lucrecio y de Juvenal 4I Como ha escrito Dawson, San Jernimo, lejos
de ser en ningn momento enemigo ds Ia cultura clsica, es de
entre todos los Padres de Occidente, el ms abundantemente
alimentado en Ia literatura pagana, y el ms profundamente
influenciado por Ia tradicin de los rtores c.
Sin duda alguna que en sus escritos encontramos frases que
descubren a primera vista una intolerancia y espritu combativo
extraordinario. Pero, si atendemos a su carcter irascibilidad
de un hombre de estudio, y, con frecuencia, venganzas literarias^ comprendemos que no se trata de un fanatismo, sino de
las circunstancias externas en que se desarrolla su vida. El
mismo se quejar continuamente de los ataques que se alzan
contra l, ya como traductor ya como comentarista ". Sobre su
afn por Ia literatura clsica, es curioso Io que nos dice Rufino.
Este enemigo personal de San Jernimo, iio sin malicia nos
refiere que en sus ltimos aos pagaba a los copistas por Ia
transcripcin de los dilogos de Cicern ms caro que por las
copias de los autores cristianos *5. Es un dato bien significativo.
Como hemos visto hasta ahora, poco a poco han ido desapareciendo las barreras que se podan oponer a una fusin entre
el cristianismo y Ia cultura clsica. Se ha realizado un poderoso
avance dentro de Ia cultura que podramos llamar cristiana,
aunque en realidad no exista una escuela confesional. Hemos
visto que los profesores y los rtores sigueri siendo paganos. Y
este mismo carcter tiene Ia escuela que frecuenta San Agustn,
el ms claro exponente de Ia cultura clsica y de Ia nueva cultura o ciencia cristiana, a Ia que va a dedicar una de sus obras:
De aoctrna Christana.
Portali ha notado el carcter providencialista de San Agustn, que aparece precisamente cuando las emigraciones de los
42t
65.
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no es raro el caso de otros que se oponan, en nombre del cristianismo, a toda comunicacin intelectual con Ia cultura antigua.
He aqu Io que nos dice San Agustn a este respecto : Sensi <tiitem
aliu genus hominum etiam ueritafiem habere suspectam et ei
non acqwvescere, si comtpto atque uberi sermone promerptur ".
San Agustn, consciente de esta doble realidad, va a darnos
Ia solucin a este problema Aunque se admita Ia oposicin
radical entre cristianismo y cultura greco-latina, habr que
condenar en bloque todos los elementos culturales de Ia antigedad? Ser preciso renunciar a sus tcnicas escolares, literarias, cientficas, filosficas? Su obra De doctrina Christmna
nos ha expuesto todo Io esencial desde el punto de vista a que
ha llegado al fin de su vida sobre Ia cultura intelectual, y al
mismo tiempo ha determinado su postura en Ia vida, su finalidad, sus tcnicas, sus mtodos. San Agustn toma una postura
original en Io que se refiere a Ia concepcin de Ia cultura cristiana 52, y esa postura agustiiana se proyectar durante varios
siglos en Ia cultura europea occidental.
De sus primeras letras nos dice, en un tono un tanto decepcionado San Agustn : Non accuso uerba quasi ua$a electa atqwe
pretiosa,, sea uinum erroris yiiod in eis nobis propinabatur ab
ebriis octoribus, et nisi biberemus caedebamur *3. Se ve en estas
palabras una distincin muy clara que ha de marcar su concepcin cristiana de Ia cultura. Haba que aprovechar Io positivo
y valioso de Ia literatura clasi:a para incorporarlo, dentro de un
espritu cristiano, en Ia nueva ciencia.
En el libro H de su obra estampa Agustn un pensamiento
que puede considerarse Ia clave del problema. No hemos de huir
de Ia msica por Ia supersticin de los paganos, si de ella podemos sacar alguna utilidad 54. En esta afirmacin se fundamenta
Ia que va a ser Ia ciencia o Ia cultura cristiana. Algunos han
ol.
52.
53.
54.
Confess., v, 6, 1.
Cf. MARROU, Saint Augustin, p. 332.
Confess. I, 16, 26.
Cf. De doctr. Chrtst., II, 18, 28.
95
55. OT. ARTHOR, J., L'art dans Saint Augmtin, Montral, 1945, I, p. 167 ;
EGGERSDORFER, P. X., Der heilige Augustinus als Pdagoge und seine Bedeutung fr die Geschichte der Bildung, Preiburg im Br., 1907, p. 140;
BoissiER, G., La fin du Paganisme, tudes sur les dernires luttes en Occident
au IV stcie, Paris, I, 189S>, p. 243; PoRiAL, E., Augustin, en DTC, c. 2396.
56. De doctr. Christ., n, 39, 58.
57. Of. ARTHUR, L'art dans Saint Augustin, I, p. 149.
58. Of. MARROu, Saint Augustin, pp. S52-3S3. Sobre este mlsmo punto,
cf. o. c., pp. 335; 339; 342-344.
96
59.
60. Por supuesto que en los dilogos de Casiciaco, donde, como dice
Arthur, le souffle de l'cole caresse toujours les jeunes inteUigences penches
sur Ie Virgile qu'affectione encor Augustin (L'art dans saint Augustin,
I, 152), Ia presencia y Ia devocin a Virgilio no se puede comparar con Ia de los
escritos de Ia madurez. Hay que tener en cuenta Ia evolucin crono:ogica,
si no se quiere caer en las interpretaciones ms equivocadas.
62. A nuestro modo de ver, Marrou da una interpretacin a las patobras
del santo, que no es del todo exacta : cf., por ejemplo, Saint Augustin, pp.
340-342, en Jo que se refiere a Ia Epi:;t. 26 ad Licentium. Creemos ms conforme a Ia mente agustiniana Ia que da al mismo pasaje ARiHR, L'art dans
saint Augustin, I, pp. 163-166.
63. Con/ess., I, 15, 24. Cf. De Trinitate, 3, prooem. 1.
64. Para una exposici6n detallada de Ia doctrina de San Agustn, cf.
EiLSPERMANN, o. c., pp. 174-247. En Io referente al aspecto puramente de &
incorporacin de Ia retrica antgua, vase nuestro libro La retrica en los
sermones e San Agustn, Madrid, 1963.
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65. Cf. MARRou, Saint Augustin, pp. 561-569, donde anaUza las diferencias
entre sapientia y scientia.
66. CJf. DAWSON, o. c., p. 83.
7
98
Y SAN AGUSTIN
67. PuECH, A.,Hist. de Ia litt. crecque chrt., Paris, 1928, II, p. 121
68. Saint Augustin et Ia fin ie Ia culture antique, Paris, 1988. Posteriormente public un apndice que lleva el ttulo, francamente agusnlano,
de Retractatio.
69. Histoire de l'ucation dai<^ l'antiquit, Paris, 1960.
70. Inst., I, 13, 7.
71. KEiL, Grammatici Latini, t, VII, pp. 449.
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100
101
102
ausdrckUeh, bald lobend, bald tadelnd, bald bernehmen sle seine Gedariken
und deuten sie noch christlich aus, bald lehnen sie ihn in ironischer oder
ernster Auseinandersetzung ab, So sind Virgils Gedichte verwendet bei
Minucius Pelix, Tertullian, Oyprian, Novatian, Arnobius, Laktanz, Ambrosius,
Hieronymus, Augustinus, o. c., p. 3.
90. He aqu algunos de los estudios ms importantes sobre el tema :
ANGFs, S., The i,ources o| the Jirst ten books of Augustine's De Civitate Dei,
Princeton, 1906; BAssi, D., Sant'Agostino e Virgilio, en Annali dell'truzione
Media, 6, 1920, pp. 420-431 ; RoDRicuEz, C., El alma virgiliana de San Agustn,
El Escorial, 1931 ; VAsoLD, J., Augustinus quae hauaert ex Verguo, 2 vote,,
Mnchen, 1907-1908; WuNPERSSE, M. A. van de, Virgius Mj Augustinus, en
Studia Cathoca, 7, 1981, pp. 132-143; ScHEUCLE, K. H., Virgil in der Deutung
Augustinx, Stuttgart, 1939; KesELiNO, P., Virgil bei AuguMn, en Philologische Wochenschrift, 62, 1942, pp. 383-384; lD., Nochmals Virgil bei Augustin, ibid., 64, 1944, pp. 95-96; MRTurcz MoRAN, P., El e*piritu virgiliano
en Ia Ciudad de Dios, en Estudios sobre Ia Ciudad de Dios, El Escorial,
vol. I, 1954, pp. 433-457. Adems d estos estudios en que se analiza directamente el problema, pueden verse tambin otros trabajos ms amplios, p. ejemplo : CALABi, !.. Le /onti delta Storia romana nel De Civitate Dei di Saint'Agontino, en La Parola del Pa.'sato, 10, 1955, pp. 274-294; CoRCELLE, P., Les
Pres de l'Eglise devant les enfers tirgiliens, en Archives d'hist. doctr. et litt.
du Moyen Age, 22, 1966, pp. 5-74. Vanse tambin otras obras que tratan
de Ia formacin de San Agustin,Entre stas, el ya citado Saint Augustin et
Ia fin de Ia culture antique, de MBROu; MADDEN, M. D., The pagan divinities
and their worship as depicted in tt<,e works of St. Augustine exclusive of the
City of God, Washington, 1930 ; JiNKiNs, C., Augustine's ci&ssical quotations
in Ms letters, en The Journal o/ theological Studies, 39, 1938, pp. 59-66;
PRICK, K., Die Quellen Augustine im 18. Buch seinen Schrift De civitate Dei,
Hoxter, 1886; BECKER, H., Au,gustin: StuAien zu seiner geistigen Entwicklung,
Leipzig, 1908.
91. Uno de los mtodos ms ciel gusto de Ug crticos modernos es, sin
duda, el cronolgico, medante el cual se va vtendo Ia evolucin progresiva
del autor. Solamente si se emplea rigurosamente este mtodo podremos llegar
a soluciones exactas. Se ha descuidado con demasiada frecuencia, y por eso
no se ha podido alcanzar Ia verdad en muchos casos. Otro de los mtodos
es el de las estadsticas; estamos siempre dentro del campo de Ia filologa,
en su amplio sentido. Ese ha sido el mtodo que han seguido casi todas tas
tesis doctorales sobre estudios patrsticos, de Ia Universidad de Washington.
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Efectivamente, en muchos casos no podemos hablar de una influencia directa de Virgilio; habra que hablar ms exactamente
de reminiscencias escolares que habran transmitido los manuales de gramtica, sin que el alumno pudiera descubrir Ia presencia inmediata del mantuano. En otras ocasiones (nos referimos a Ia obra de Vasold K ) los ejemplos que se recogen como
citas virgilianas se explican perfectamente desde otro origen
muy diferente: Ia Sagrada Escritura, que constituye, en su edad
madura, una fuente de inspiracin muy podsrosa M. No faltan,
tampoco, obras en las que podemos ver ms un ensayo literario
en que el autor se ha dejado sorprender por el encanto virgiliano, que un verdadero trabajo de investigacin cientfica -4.
Por Io que toca a nuestro trabajo, evitaremos con empeo
los defectos indicados, aunque no podemos ofrecer ahora un
estudio definitivo sobre el problema, que encierra no pequeas
dificultades. Creemos que las frases elogiosas que hemos de encontrar en San Agustn, son bastante expresivas para descubrir,
Io mismo en su juventud que en los aos maduros de su formacin intelectual y cristiana, Ia profunda fuella de Virgilio en
los escritos agustinianos. Por supuesto, como escribe Schelkle !S,
San Agustn conoce y cita todas las obras de Virgilio. Pero aparte
de este hecho no hemos de olvidar el anlisis de los giros, de
los vocablos y expresiones que, sin esfuerzo, nos remiten al autor
de Ia Eneida ; aunque no hemos de olvidar tampoco que muchas
palabras y expresiones, aparentemente virgilianas, pertenecen
Pero les ha faltado llegar a las consecuencias prcticas. Por eso, si bien
resultan tesis muy flojas, contienen datos valiosos para posteriores trabajos
de investigacin.
92. Cf. algunos ejemplos que ha recogido ScHELKLE, Virgil in der Deutung
Augmtins, pp. 4-6.
93. Of. VoGELS, H. J., Die Heilige SchrJt bei Augustinus, en Awrelius
Augustnus, Festschrift d>er Gorresgeselkchaft, KoIn, 1930, pp. 411421.
94. As hemos de considerar a obra El alma virgiliana de San AguMn,
del P. C. BoDRiGEz, citada en Ia nota 90. Se lee con gusto y ofrece abundante material, pero no est escrita con un criterio cientfico.
95.
176.
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177.
98. Sobre las enfermedades de San Agustin, cf. B. LECEwiE, De krperliche Konstitution und die Krantheiten Augustins, en Mtocellanea Agostinina, Boma, 1930, vol. n, pp. 5-21.
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Sed aurae
omnia iscerpunt et nubibu$ inrita donant 1V~,
que, en cierto sentido, llegan a hacerse proverbiales entre los
escritores latinos W8.
En otra ocasin, Agustin se dirige a Licencio que siente todava el peso del sueo y se expresa de esta manera: Age potius,
inquam, et in uires twas redi; qwas ut conffereres unde unde
possea, patronus Academiae /utun^, longe ante monuernm, non
opinor, ut modo ante tubam tremor occupet artus m. La frase
final es una cita literal de Ia Eneida que recoge las palabras
de Turno u :
Cur ante tubam tremor occupat artus?
Adems de estas citas expresas, encontramos en los Dilogos
de Casiciaeo, sobre todo en Contra Acadmicos, otras muchas
alusiones a Virgilio. AsI, por ejemplo, cuando Agustn pide a sus
interlocutores que alejen de all los argumentos de los primeros
filsofos, Io hace de esta manera : Au/erantur de manibus nostris
fabellae puerites... TolUtmus iam cuneta ista de medio; arma
acri facienda uiro m. En esta frase podemos ver una clara reminiscencia de Virgilio: es Vulcano el que se dirige a los Oclopes
de esta forma, para que preparen cuanto antes las armas de
Eneas:
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112. Aen., VTO, 439-440. He aqu Io que, en relacin con este lugar escribe
Sohelkte : Der Virgilvers ist in solch bertragener Bedeutung vielleicht
fters verwendet worden. Denn es wird nicht Zufall sein, dass ihn Plinius
d. J. ganz ebenso bentzt. Er schicst an Bomanus eine seiner Gerichtsreden,
und beginnt sein Begleitschreiben dazu :
Tollite cuncta, inquit, coeptosque auferte labores! Seu scribis aliquid, seu
legi$, tolle au]errl et accipe orationem meam, ut illa arma, diuinam <Epist.
6, 33, 1).
113. Contra Acadmicos, Tl, 8, 20.
114. Aen., rV, 181-182.
115. Fama, en RE, 6, 1, cc. 1977.
116. Contra Acad,emlcos, III, 10, 22; De Ciuit. Dei, XEX, 12.
117. Of. CocMs., en BE 3, 1, cc. 1165.
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tantum non pariim felicior fuit, quia, tale monstrum ipse non
genuit... tamen in ipsa sua trpelunca solitaria, cuius, ut describitur, semper recenti caede t&pebat humus... Et quamuis immanis ac ferus... Nec monstrum, nec semihomo uocaretur. Aut si
eius corporis forma, et atrorum ignium uomitus ab eo deterrebat
hominum societatem... Talis ergo homo, siue semiho>mo... (nam
et semiferus dictus est) m.
Veamos el estrecho parentesco que existe entre Ia descripcin
virgiliana y Ia que nos hace San Agustn en el texto que acabamos
de resumir.
SAN AGUSTIN
VlRGILIO
lnsociabilem feritatem
pectora semiferi
semihomnem
267)
semdhominis Caci (Aen, \TCEL,
194).
(Aen. VIII,
semihomo
semiferus dictus est.
11 1
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125.
126.
127.
nouerat
128.
129.
ISO.
131.
132.
13S.
134.
135.
De Ciuit. Dei, I, 3.
Epkt., I, 2, 69-70.
De ordine, H, 19, '54. Cf. De Ciuit. DeI, XIV, 13.
De Ciuit. Dei, VH, 9.
Enarrat. in psalm. 118, 29, 3, Cf. De Trin. XV, 16, 25 : Bene quippe
uerba, et uim cogitatianis imfpexerat locutor egregius.
Euang. /oft., 43, 6.
De Ciu,it. Dei, X, 1.
Contra Faustum Manich., 22, 25.
De Ciuit. Dei, V, 12.
De Ciuit. Dei, XV, 9.
De Ciuit. Dei, VIH, 19.
Enchirid., 17.
De Ciuit. Dei, I, 3.
11 2
113
141.
142.
143.
144.
145.
114
146.
1 5
152.
15S.
154.
155.
156.
157.
11
158.
159.
160.
161.
162.
163.
1 17
164,
185.
166.
167.
168.
Aen., I, 278-279.
Georg. II, 498.
De Ciutt, Dei, V1 15.
Sermo 105, 7, 9.
Sermo 105, 8, 11.
1 18
Non pkine ita, respondet ueritas. Regnum hoc, quo sine fine
dedisti, o qui nihil dedisti, in terra est, an in caelo? Utique in
terra. Et si esset in caeto, ca.lwm et terra transient. Transient
quae fecit ipse Deus ; quanto citius quod conaidit Romulus. Forte
si uellemus hinc agitare V^rgilium et insultare, quare hoc aixerit,
in parte tolleret nos et diceret: Et ego scio; sed quid focarem,
qui Romanis uerba uendebam, nisi hac adula,tione aliquid promitterem, quod faUum emt? Et tam&n et in hoc oautus fui, quando dixi : Im>p>erium sine fine tledi, Iouem ipsorum induxi, qui hoc
diceret. Non ex persona mea dixi rem falsam, sed Ioui im,posui
fateitatis personam : sicut aeus falsus erat, ita mendax uates
erat. Nam uultis nosse, quia ista noueram? Alio loco, quando non
Iouem Lapidem induxi loquentem, sed ex persona m<ea locutus
sum, dixi: tNon res Ranvamte, perituraque regna. Videt quia
dixi peritura regna, non tacui. Peritura, uertate non tacuit:
semp@r mansura adulatione promisitira.
Como San Agustn no poda participar de Ia mentalidad de
Virgilio tal como se exprssa en Ia Eneida, ha encontrado un
modo de llegar a una solucin satisfactoria, en Ia que demuestra
el amor que senta hacia Virgilio. En todo este problema de Ia
caducidad del Imperio Roms.no entra de lleno Ia concepcin de
las dos ciudades, y en los autores anteriores a San Agustn podemos hablar claramente de una interpretacin particularista
del Apocalipsis de San Juan, cuando habla de Babilonia que,
para muchos de los escritores cristianos, e,3taria personificada
en Ia ciudad de Roma 17.
De entre todos los versos de Virgilio , observa Schelkle "',
ninguno es tan comentado como los de Ia /F gloga, que para
nuestro Santo puede considerarse como una profeca de Ia veni169. Sermo 105, 7, 10.
170. Sobre todo esto, cf. BoLwiN, M., Die ctirUtliche Vorstellung vom
W0Ltt>eruf Aer Roma aeterna b tiu] Leo d. Gr., Mnster, 1922, pp. 22-25;
56-60; PucHs, H., Der geistige W"Merstand gegen Rom in Aer antiken Welt,
Berlin, 1938, pp. 21-30; 74-80; 86-87.
171. Of. o. c., pp. 16-17.
1j 9
172. Cf. CoMPARETTI1 D., Virgilio nel Medio Evo, Firenze (Nuova edizione
a cura di Giorgio Pasquali), 2 vols. 1943 ; BoDRicuEz, C., El magisterio literario
de San Agustn y Ia poesia de Virgilio en Ia Edad Media, en Religin y
Cultura, 15, 1931, pp. 110-138.
173. Vase sobre este punto el interesante estudio de OARCOPINO, J., Virgile et Ie mystre de Ia IV Eglogue, Paris, 1930.
174. Cf. PFAETTiscH, J. M., Der prophetische Charakter der vierten Ekloge
Vergils bis Dante, en HistorischpoliSsche Bltter, 139, 1907, pp. 637^>46;
734-731; Io., Die Rede Konstantin: d. Gr. an die Verdammlung der Heiligen,
Preiburg, 1908 ; PRUEMM, K., Das Prophetenamt der Sibyllen in kirchlicher
Literatur mit besonderer Kcksicht auf die Deutung der vierter Ekloge Vergils,
en Scholastik, 4, 1929, pp. 54-77; 221-246; 498-553; RoYDs, Th., Virgil and
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1924. CouRCELLE, P., Les exgses chrtiennes de Ia quatrime Egloge, en
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und die Tiburtinische Sibylle, en Theol. Quartalschrift, 131, 1951, pp. 458^464.
175. Cf. Expos, epist. Rom., Z ; Epist. 258, 5 ; De Ciuit. Dei, X, 27 ; Epist.
104, 3, 11 ; Epist. 137, 3, 12.
120
a las obras de Vasold, de Sehelkle y del P. Rodrguez, ya mencionadas. En ellas, aunque podamos no estar conformes con los
mtodos empleados y las conclusiones a que llegan, se pueden
encontrar casi todos los lugares que recogen reminiscencias
virgilianas.
Y, para terminar esta parte, hemos de sealar que no siempre
las citas virgilianas sealan una lectura directa de las obras.
Por supuesto, que Agustn haba estudiado en sus aos de Tagaste, y en Cartago, y sobre todo haba tenido que explicar en
Roma y en Miln las obras de Virgilio. Pero no hemos de olvidar
nunca que muchos de las versos de nuestro poeta pasaban de
boca en boca como frases estereotipadas, que podemos hallar
en autores que no poseen Ia cultura clasica de San Agustn.
Adems hemos de tener en cuenta Ia obra de los gramticos,
de los escoliastas y comentadores de Virgilio, sin olvidar tampoco Ia influencia que Virgilio ejerci6 en los Padres anteriores
a San Agustn. Pero sobre todo esto que constituye el Quellenstudium o Quellenforschung virgiliano, hemos de admitir Ia
lectura directa, animada de un cario especial hacia Virgilio.
Sin sta todas las otras fuentes no nos ofrecern sino una visin
muy reducida e incompleta m.
A Ia vista de las citas virg;ilianas, tendremos que confesar que
Virgilio es para San Agustn el poeta preferido; Ia obra y Ia
vida del mantuano han sido para nuestro Santo tema de largas
lecturas y meditaciones. Su libro preferido, de entre los autores
clasicos, ha sido sin duda Ia Eneida, por Io que encierra de
bellezas literarias y por Ia parte que tiene en Ia pica romana.
Marrou llega a decir que se sienten siempre presentes en el
corazn y en Ia mente de Agustn los ritmos de los versos vlrgilianos. Esa misma conclusin se desprende cuando se ha ledo
despacio Ia Ciudad de Dios. Sin que esto quiera decir que haya
176. Lo mtodos de Ia Quellenfon;chung han sido ya duramente criticados por BoYANCE, P., Etudes sur Ie Songe de Scipion : Essais d'Mstoire et de
psychologie religieuses, Bordeaux, 1936, pp. 149-180.
121
lT7. Cf. MARRou, St. AuguMn, p. 18; CoMBEs, G., Si. Augustin et Ut
culture cla*$ique, pp. 19 y 71.
178. QuiNT., Inst. Orat., n, 5, 20.
179. Sobre Ia lucha en el predominio por el magisterio, cf. nuestro libro,
La Retrica en los sermones de San Agustn, pp. 23-25. Agustn parece
desconocer por completo a Quintiliano. Al menos no encontramos ni una vez
citado su nombre. Marrou no admite las pruebas que en favor de Ia presencia
del rtor hispano en las obras del joven de Tagaste aduce Prancey. Cf.
MARROU, St. Augustin, p. 48, n. 6; PRANCEY, Les ides littraires de Saint
Augustin, dans Ie De doctrina Christiana, Saarbrcken, 1920, pp. 35Mfcl.
KESELDJG, P., Augustin und Quintilian, en Augustinus Magister, Paris, 1&54,
vol. I, pp. 201-204.
180. Confess., m, 4, 7.
181. St. Augustin, p. 6.
122
fftt
81-129,
188. Marrou explica las diferencias entre esos dos trminos, cf. Histoire
de l'ducation, pp. 380-382.
123
124
mismo Agustn 1W, podemos deducir que cuando lleg a ser profesor de retrica en Miln, tom como base as toda su enseanza
las obras de Cicern.
DeI primer contacto de San Agusti con el Hortensius de
Cicern, se produce un cambio profundo en el nimo del africano, como nos dice l mismo m. Por desgracia el dilogo ciceroniano se nos ha perdido y slo ha podido ser reconstruido a
base de las citas de los antiguos iS5. En consecuencia, Ia comparacin o paralelo es muy difcil. De todos modos, como afirma
Testard, en su exhaustivo estudio X, *no es preciso partir del
Hortensius para concluir sobre Ia influencia ejercida sobre el
estudiante de Cartago. En efecto, se podria, gracias a los fragmentos conservados, a los trabajos que se han consagrado al
tema, y gracias tambin a Io que sabemos sobre Ia literatura
protrptica y sobre Ia conversin a Ia filosofa en Ia antigedad,
formar una idea bastante jiLSta de Ia obra de Cicern y del
tipo de conversin que ha podido inspirar en el alma de San
Agustn '97.
125
126
203. Of. TESTARD, o. c., cap. II y ni, pp. 81-129, 1, 131-154, respectivamente.
204. Gf. Confes., VTa, 1, 2; VTCI, 6, 13'; 6, 14; 12, 29; 11, 27.
205. La polmica se remonta hasta el libro del racionalista Alfaric, que
quiso explicar de un modo naturalista Ia conversin de San Agustn. Of.
L'volution intellectuelle Ae saint Augustin, vol. I : Du Manichisme au
Noplatonisme, Paris, 1918. A esta oura contest el P. Boyer : Christianisme
et Noplatonisme dans Ia formation de saint Augustin, Paris, i920. Posteriormente se ha renovado, aunque ya dentro de Ia ortodoxia agustmiana, sobre
todo a partir de Ia obra de Courcelle, Recherches sur les Confessions de
saint Augustin, Paris, 1950. En Ia critica que hace el P. Cayr de Ia obra
de Courcelle, se muestra en desacuerdo : La conversion de Saint Augustin :
Le KToIIe1 Zege des Confessions, en Anne Thologique, 1951, pp. 144-151 ;
244-252. A esta nota responde el mismo Courcelle en to misma revista : Note
1 27
sur Ie .Tolle, legey>, 1931, pp. 253-260, a Ia que sigue una nueva respuesta
del P. Cayr : Pour Ie ralisme de Tolle, lege : Essai Ae conciliation, 1961,
pp. 281-271. Oourcelle ha insistido sobre su idea : Les vox dans les Confessions
e saint Augustin, en Hermes, 80 1952, pp. 31-46; Source chrtienne et
allusions paens ae l'pisode du Totle, lege (Con/ess., VHI1 12, 29), en Revue
d'histoire et de philosophie religieuse, 32, 1952, 171-200. En su segunda edicin, el P. Boyer Boma, 19o3 se muestra crtico demasiado fuerte de
Oourcelle, que mantiene su postura, como se vio en el Congreso Liternacional
Agustiniano de Paris, sept. 1954.
206. CS. TESTARD, o. c., vol. II, p. 117. Contra Acad., n, 5, 11 : Acad., TI,
18; Contra Acad., n, 11, 46: Acad. post. fr. 33; Contra Acad. m, 7, 15-16:
Acad. post., fr. 34 ; Contra Acad. HI, 14, 31 : Acad. II, 66 ; Contra Acad., m,
18, 41 : Acad. po,>t. I ; Contra Acad., III, 20, 43 : Acad. post. fr. 35. En otros
tres pasajes de Ia misma obra se refiere a Ia doctrina de los Acadmicos,
y seguramente a Ia obra ciceroniana, aunque no podemos precisar con exactitud el lugar citado.
207. Cf. La Retrica en los sermones de San Agustn, Madrid, 1963;
sobre todo pp. 77-104.
128
213. De orat., I, 1.
129
130
qui <iHortpnsiusi> uocatur accepi, tanto amore philoso>phiae succensus sum ut statim ad eam me transferre meditarer m.
Cuando en los Soliloquios '", define San Agustui el dolor, Io
haee con las mismas palabras de Cicern : Summum malum, dolorem corporis ~. Si quiere definir Ia sabidura, no recuerda
otra definicin que aqulla: quae nec meu n$c noua est, sed et
priscorum hominurn, et quam uos miror non recoraari, Non
enim nunc primo auditis: sapientiam esse rerum humama,rum
diuinarumque scientiam =31, que no es otra que Ia que nos ha
conservado el mismo Cicern 22I Tambin es ciceroniana Ia divisin ue Ia sapientia en actiua y contemplatiua, si bien se enseaba en las escuelas de entonces, como se desprende de sus
palabras ^3.
Tambin ha tomado de Cicern Ia definicin de Ia ley como
summa ratio -1, y a Cicern se refiere cuando nos da una etimologa de Ia misma palabra -5. E igualmente ciceroniana es
Ia doctrina que expone Agustn en relacin con diseere et recoraari: Nec aliud quidqwam esse id quod dicitur diseere, quam
rpminisci et recordari '"x. Digamos Io mismo cuando define Ia
palabra nequitia : Mors autem uitae non est, nisi nequitia, quae
ab &o quod ne quidqwam sit dicta est, et ideo nequissimi homines, nihili homines appeantur L'27. Tambin es ciceroniana Ia
etimologa de Ia palabra uirtus : Si continentia uirtus est, sicuti
est, cur ad eam, sit promptior sexus infirmior, cum uirtus a uiro
218
De beata uita, 1, 4.
219.
220.
221.
222.
223.
224.
131
132
De beata uita, 2, 8; cf. Tuscul., m, 17-18. Cf. De uera relig., 11, 21.
Epist. 268, 1^.
Cf, Laelius, 20.
Of. TESTARD, o. c., p. 320.
Of. o. c., vol. II, pp. 18-22.
Cf. Retract., I, 25.
133
134
252. Epist., 130, 5, 10. Se refiere a un texto del Hortensius, fr. 39.
253. Epist. 155, 3-4; cf. Tusci., V, 110-117; I, 75.
254. Of. De util. cred., 1, 3; 7, 16; 11, 25.
253. Cf. De util. cred., 11, 25.
256. Of. De util. cred., 7, 16. Como indica Testard, se refiere a las obras
oratorias de Cicern; en especial a Ia Diuinatio in Caetlium y Pro Roscio
Amerino.
135
136
137
138
139
278. CSf. TEsTARD, o. o,, pp. 237-239. ES curioso que, en algunos estudios
sobre el suijo latino ^uster / -astrum se incluye, con sentido peyorativo
o descriptivo, este ejemplo de San Agustn, sin ninguna otra explicacin.
Prueba de una transmisin ininterrumpida en que no se ha tomado Ia
molestia de profundizar en el problema.
279. Cf. o. c., pp. 237. Sobre el significado de Ia palabra pMlosophasten
y el valor que Ie da San Agustn, vase WEST, A. P., <tPhilosaphasten> (De
Civitate Dei II, 27), en Classical Philology XI, 1916, pp. 101-102.
280. TaI es Ia interpretacin de Marrou. Augustin rougisalt de trop
bien connatre Clcron, comme Ccron jadis affectait de ne pas connatre
Ie nom des sculpteurs grecs dans son De slgnis (Saint Augustin, p. 26).
140
14l
282. Contra Adimantum, 11. Of. De ciuit. Dei, IX, 5; Epist. 104, 4, 16.
283. Cf. TESTAR, o. c., p. 268.
284. CSf. BoisMARD, M. E., Critique textuelle et citations patri$tiques, en
Revue Biblique, IMO, pp. 388408; In., Lectior breuior, potior, en Bevue
Biblique, 1951, pp. 161-168. Oomo indica el ttulo del ltimo trabajo, con
frecuencia hay que preferir Ia lectio t>reuior que ofrece ms garantas de
Cidelidad al texto origmal.
28o. Of. TESTAR, o. c., pp. 255-201, donde analiza detenidamente el proMema de las citas agustinianas.
142
INFLUENCIAS
143
144
145
146
147
al igual que por su vida poltica, pareca pertenecer a Ia oposicin. Por los matices populares de su lengua, e incluso por sus
gustos arcaizantes, Salustlo era ms fcilmente entendido por
los colonos. El historiador por excelencia, historiae maior
auctor, es Salustio, a quien Ia tradicin literaria, erudita y escolar, otorgan de consuno el primer puesto entre los historiadores romanos, nos dice expresamente Marrou 3I)2.
En los programas escolares apenas si se estudiaba Ia historia,
entendida en el sentido moderno de Ia palabra. A excepcin de
Salustio, Io ms probable es que los historiadores no se estudiaban en clase. Pero, como escribe Marrou 3CB, Agustn conoca
otros historiadores, si bien por Io que se desprende del uso que
hace de ellos en Ia Ciudad de Dios, no los ha estudiado sino en
el momento de preparar esta obra. La historia, el derecho y Ia
filosofa constituan, en Ia formacin del orador, Ia ltima etapa
de estudios superiores sm.
En el caso de Agustn, profesor de retrica y perfecto conocedor de Ia cultura clsica, hemos de reconocer cierta familiaridad con los historiadores, aunque no entraran dentro de los
programas de Ia eyxvx)aoc r.uiot<.a !t)5. Y por supuesto, en un momento dado de su vida, cuando ha necesitado acudir a las noticias de los historiadores, Io ha hecho con gran habilidad y
maestra, como vamos a ver.
Al intentar San Agustn Ia crtica del paganismo romano,
no poda por menos de apoyarse, como buen apologista y polemista, en los hechos y en las ideas que haba conservado Ia misma
48
306.
307.
E08.
309.
149
150
151
319. Sobre las distintas maneras como San Agustn ha utilizado los
autores clsicos, cf. OoMBES, Saint Augustin et Ia culture cla,osique, pp. 26^33.
Remitimos, para un anlisis ms completo y profundo, a Ia obra de TSSTARD,
Saint Augustin et Cicron, p. 256, nj 1.
320. Of. The sources, p. 26.
321. Cl. De ciuit. Dei, U, 24, 1 ; IH, 7.
222. The sources, p. 27.
323. De ciuit. Dei, I, 6: TlT. Liv., XXV, 24, 11.
S24. De ciuit. Dei, I, 6: TiT. Liv., XXVII, 16, 8.
152
matrona Lucrecia deba de ser uno de tantos que se desarrollaban en las escuelas de declamacin, como seala el mismo
Agustn 325, sin embargo, es Tito Livio quien ofrece a nuestro
autor los detalles ms minuciosos y emocionantes de tal
suceso KS.
Como dice Combs 327, Tito Livio ha proporcionado a San
Agustn el formidable dossier de todas las guerras del pueblo
romano. Podemos comprobar, efectivamente, que el autor de
Ia Ciudad de Dios se apoya en el historiador romano al hablar
de las guerras contra los de Veyes 328; al tratar del saqueo de
Boma por los Galos 329; cuando narra el episodio de las Horcas
Cauainas en Ia guerra con los Samnitas m. Y es igualmente de
Tito Livio donde Agustin ha sacado Ia abundante documentacin que nos ofrece en Ia Ciudad de Dios, cuando habla ampliamente de las Guerras Pnicas *31, o de Ia secesin de Ia plebe
al Janculo *32. Asim1smo Tito Livio Ie ofrece Ia noticia del cerco
de Sagunto por los Cartagineses, episodio que Agustn, conmovido, recoge en su obra . Al describir las guerras civiles en
tiempos de los Gracos y luego en Ia poca de Mario y de SiIa,
de Pompeyo y de Csar, de Antonio y de Octavio, podemos suponer que eran, sin duda, las obras de Tlto Livio las que el escritor
cristiano tenia ante Ia mesa de trabajo m.
Es tal Ia coincidencia de detaUes entre San Agustn y Tito
Livio sobre todo en los capitulos 17 y 18 del libro ni de Ia Ciudad
de Dios, que no ha podido por menos de afirmar Angus: En
325.
336.
327.
328.
329.
330.
331.
S32.
333.
334.
153
Cf.
OT.
Cf.
Cf.
Cf.
Of.
TlT. Lnf., H, 5.
Trr. LOT., VIH, 7.
TtT. Lxv., EC, 12-13.
TlT. Lw., n, 5.
TiT. Lrv., VHI-X.
TiT. Liv., Vin-X.
154
VARRON.
155
346. Cf. todo el cap. 2, del Ubro VI, que es una alabanza continua
a Varrn.
347. Sobre el sistema varroniano acerca de Ia teologa pagana y sobre
el anlisis del m:smo a Ia luz de Ia Teologa, vase nuestro artculo Introduccin a una vtheologia agustino-varroniana, vista desde to Ciudad de Dios,
en L,a Ciudad de Dios (Estudios sobre La Ciudad de Dio$\ nm. extr., vol. I,
1955, pp. 459^r73.
156
157
158
159
Podemos advertir en S, Agustn el final de una poca y el comienzo de una nueva. Se ha podido definir a Agustn, con un poco
de exageracin, als antiker und mittelalterlicher Mensch 3^,
o como der letze antike, der erste moderne Mensch 35I De todos
modos, si estas definiciones nos pueden parecer un tanto exageradas e imprecisas, como ha sealado Marrou 359, hemos de reconocer que Io mismo Ia cultura agustiniana que Ia cultura del
medioevo latino son de inspiracin religiosa y cristiana. La tradicin que penetra en Ia Edad Media, de carcter marcadamente
agustiniano y teolgico, inicia un abandono progresivo de Ia
cultura clsica. TaI vez Ia misma profundidad del pensamiento
agustiniano ha limitado el dominio de Ia actividad intelectual
y ha hecho concentrar toda Ia atencin sobre los dos polos de
Ia vida espiritual agustiniana: Dios y el alma 3M.
Lidudablemente frente al politesmo y Ia irreligiosidad del
mundo clsico al menos en sentido relativo surge una nueva
concepcin del sentido religioso de Ia existencia y de Ia cultura
que es Ia que se perpeta en toda Ia Edad Media, con sus defectos y sus ventajas. En este cambio ocupa un puesto preeminente San Agustn, al cual si no podemos calificar, con todo
rigor, como el primer hombre del medievo, s que hemos de
considerar como un hombre o como un eslabn intermedio,
gracias al cual, junto con el renacimiento que se inicia en Ia
poca carolingia, Ia cultura clsica ha logrado salvar las fronteras que existen entre Ia muerte y Ia vida: entre Ia decadencia
de Ia cultura antigua y el nacimiento de un verdadero humanismo, en el sentido cristiano de Ia palabra.
FR. JOSE OROZ RETA
Agu$tino Recoleto
357. Cf. REiTZENSTEn, R., Augustin als antiker una cUs mittelalterlicher
Men>;ch., Leipzig, 1934 (Citado por Marrou).
358. Cf. NiELSEN, (Citado por Marrou, Saint, Augustin, p. 691, n. 5).
359. Cf. MARROU, Saint Augustin, p. 691.
360. Cf. De ordine, II, 18; Soliloq. 1, 2; 2, 1.
169
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