5 Roy Hora y Leandro Losada
5 Roy Hora y Leandro Losada
5 Roy Hora y Leandro Losada
Desarrollo
Econmico
Y MEDIAS
, vol.EN
50,LA
NARGENTINA,
200 (enero-marzo
1880-1930
2011)
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NOTAS Y COMENTARIOS
Los autores agradecen los comentarios de Lila Caimari a una versin previa de este ensayo.
Nacional de Quilmes/CONICET. [email protected]
*** Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires/CONICET. [email protected]
1 Ejemplares y pioneros al respecto son los trabajos de Gino GERMANI: Estructura social de la Argentina,
Buenos Aires, Raigal, 1955, y Poltica y sociedad en una poca de transicin. De la sociedad tradicional a la
sociedad de masas, Buenos Aires, Paids, 1962. Para una reciente puesta en perspectiva, vase Juan Carlos
TORRE: Transformaciones de la sociedad argentina, en Roberto RUSSEL (ed.): Argentina 1910-2010. Balance de
un Siglo, Buenos Aires, Taurus, 2010.
2 Una sntesis sobre esta historiografa, en Fernando DEVOTO: Historia de la inmigracin en la Argentina,
Buenos Aires, Sudamericana, 2003.
** Universidad
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I. La alta sociedad
En los aos que corren entre la llegada de Julio Roca a la presidencia y el
Centenario de 1910 la alta sociedad de Buenos Aires experiment intensas
transformaciones. En el curso de esas tres dcadas, el crculo de mayor status de la
sociedad, aquel integrado por familias que pertenecan a las elites polticas,
econmicas y culturales, vio hondamente renovados su estilo de vida, su identidad y
su composicin social.
Las mutaciones en el estilo de vida tuvieron dos tonos caractersticos: la
europeizacin de las costumbres y el auge del consumo conspicuo. La importancia
que adquirieron estos dos fenmenos reconoce distintas causas. Ante todo, las fuerzas
que marcaron a la propia poca, tanto a nivel local como internacional, que crearon
un escenario muy favorable para el despliegue de nuevas y ms sofisticadas pautas
de vida y consumo. La prosperidad agroexportadora que caracteriz al perodo que
corre hasta la Primera Guerra Mundial dot a los integrantes de los sectores ms
poderosos del pas de fortunas e ingresos de una escala desconocida para
generaciones anteriores. A su vez, la formacin de un slido rgimen poltico deline
un escenario de estabilidad institucional y econmica que, salvo en los difciles aos
de la Crisis del Noventa, result propicio no slo para la acumulacin de riqueza sino
tambin para el triunfo de una actitud ante la vida ms hedonista y ms mundana.
Este perodo de estabilidad poltica, expansin econmica y sostenido
crecimiento de las fortunas argentinas coincidi, en el plano internacional, con una
etapa de veloz integracin de la economa mundial, que acort las distancias y tendi
puentes, econmicos y culturales, a travs de los trpicos y entre ambos lados del
Atlntico. As, gracias a la prosperidad y la estabilidad econmica, y a la revolucin
en los medios de transporte y de comunicacin, la elite argentina, hasta entonces un
grupo de costumbres provincianas y modesta fortuna mucho ms humilde que sus
homlogas brasileas o mexicanas, chilenas o peruanas pudo escalar posiciones
hasta convertirse en una de las clases propietarias ms prsperas de Amrica Latina,
y disfrutar de modas, consumos y pasatiempos que hasta entonces haban
permanecido por fuera de sus posibilidades8.
Las clases altas argentinas no asistieron pasivamente al despliegue de las fuerzas
puestas en marcha por la gran globalizacin de las dcadas del trnsito del siglo XIX
al XX. La europeizacin de las costumbres y el consumo conspicuo arraigaron como
nunca antes en la alta sociedad portea porque sus propios integrantes promovieron
activamente estos fenmenos. Desde ya, la renovada capacidad de consumo de sus
estratos ms encumbrados hizo que los incentivos para emular a unas clases altas
europeas cuyos patrones culturales ahora aparecan ms fcilmente reproducibles
en nuestro medio se incrementaran conforme creca la riqueza que brotaba de las
pampas. Ahora bien, muchos de los aspectos sealados (la estabilidad poltica, la
prosperidad econmica, la difusin cultural) fueron rasgos generales de la poca, y
8 Sntesis reciente de las transformaciones econmicas de este perodo en Fernando ROCCHI: Chimneys
in the Desert. Industrialization in Argentina during the Export Boom Years, 1870-1930, Stanford Universiy Press,
California, 2006; Eduardo MGUEZ: Historia econmica de la Argentina. De la Conquista a la Crisis de 1930,
Buenos Aires, Sudamericana, 2008; y Roy HORA: Historia econmica de la Argentina en el siglo XIX, Buenos
Aires, Siglo XXI, 2010.
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por tanto tambin impactaron sobre otras elites de la periferia europea, en Amrica,
Asia y Africa.
Una perspectiva comparativa sugiere, sin embargo, que la alta sociedad de
nuestro pas abraz la europeizacin y el cambio en las costumbres con menos
ambigedades y con ms decisin que la que contemporneamente exhibieron
muchas elites de la periferia, en particular en Asia y Africa. Para stas, este proceso
muy frecuentemente implicaba costos particularmente altos, pues en esa era en la
que las ideologas racistas se afirmaron y se dotaron de credenciales cientficas,
tambin supona aceptar discursos y practicas que consagraban la superioridad del
hombre blanco y de la civilizacin europea, y obligaba a arrojar por la borda una
herencia cultural que hasta poco antes haba sido vista como ms antigua y ms
compleja que la que promovan los nuevos dominadores del globo9. El caso era ms
sencillo en las naciones de Amrica Latina, en primer lugar porque sus clases
dominantes se reconocan plenamente como herederos de la empresa de conquista
y colonizacin que haba nacido con el gran ciclo de expansin europea iniciado en
el siglo XV, y que a comienzos del siglo XIX se haba continuado con la formacin de
naciones independientes.
Dentro de los estados latinoamericanos, la posicin de los sectores
preponderantes de la Argentina presenta algunas peculiaridades, que remiten al
lugar que este grupo ocupaba en la sociedad rioplatense. Por una parte, las
elites dirigentes argentinas no experimentaron las mismas ansiedades y
ambigedades que afectaron a los grupos dirigentes de naciones como Mxico o
Per, donde la herencia cultural del pasado indgena apareca ms gloriosa y
ms vital, o ms difcil de ignorar10. Y de modo an ms acusado que en otras
sociedades hijas de la conquista espaola con las que la Argentina comparta un
mismo legado histrico, desde la revolucin de independencia haba cobrado
forma una cultura poltica republicana signada por la movilizacin popular y el
igualitarismo, que desde el comienzo desterr la posibilidad de que las clases
altas encerraran la disputa por el poder en su propio seno. En la Argentina, la
participacin de las clases populares en la vida pblica le otorg a las relaciones
polticas y sociales una tonalidad ms democrtica e igualitaria que la que por
entonces imperaba en Chile, Brasil o Mxico11. En la segunda mitad del siglo,
luego de la cada de la repblica rosista, este fenmeno perdi mucho de su
fuerza revulsiva, pero desde entonces la aceleracin del proceso de crecimiento
econmico que la regin pampeana vena experimentando desde la apertura al
libre comercio en parte porque tuvo lugar en un medio escaso en fuerza de
trabajo y muy abierto al talento inmigrante contribuy a una acelerada erosin
de las jerarquas sociales heredades de la etapa colonial, y a su reemplazo por
otras ms propias de una sociedad de mercado.
9
10 El contraste con el caso mexicano puede verse en Mauricio TENORIO-TRILLO: Mexico at the Worlds Fairs:
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En este escenario, dos fenmenos cobraron especial relieve. A lo largo del siglo
XIX, y con especial vigor en su ltimo cuarto, el pas se vio hondamente renovado por
la llegada masiva de inmigrantes europeos. La Argentina se consagr como el pas
que mayor cantidad de extranjeros recibi en relacin a su poblacin total, bien por
encima de otros destinos de inmigracin como Estados Unidos, Canad o Australia.
Impulsada por el arribo de extranjeros y las oportunidades de progreso econmico,
la movilidad social se convirti en una marca indeleble de la nueva sociedad en
construccin. Ello contribuy a acelerar un proceso de complejizacin de la estructura
social que ya vena cobrando fuerza desde algunas dcadas atrs. El aspecto ms
caracterstico de este proceso fue la formacin de importantes estratos de sectores
medios, cuya presencia se volvi muy perceptible tanto en la campaa como en las
ciudades de la regin litoral. As, pues, si la poltica constituy un motor de renovacin
de las estructuras sociales en las dcadas que sucedieron a la independencia, en la
segunda parte de la centuria el crecimiento econmico y el cambio social
desempearon un papel no menos profundo y decisivo como impugnadores de viejas
jerarquas y prestigios. Estos cambios no destruyeron a los antiguos grupos
dominantes, pero s los obligaron a moverse en un escenario en el que, para afirmar
su preeminencia social, no podan invocar fcilmente sus privilegios pasados, sus
servicios al gobierno de la nacin o a las jerarquas sociales tradicionales.
En un medio social de signo ms plutocrtico que aristocrtico, pues, la
preeminencia de la alta sociedad local, ms que un rasgo inmutable del orden social,
debi edificarse en referencia directa a los valores de una sociedad republicana y
mvil. Acotados de esta manera los terrenos y los modos en que la clase alta poda
afirmar su superioridad, el refinamiento del gusto y el consumo conspicuo, adems
de motivados por la bsqueda primera de disfrute y placer, se revelaron espacios
apropiados para que los integrantes de la alta sociedad, o los que aspiraban a sumarse
a ella, reclamasen su derecho a la eminencia. El cambio en las formas de vida que la
alta sociedad experiment en las dcadas del cambio de siglo no podra entenderse
cabalmente sin situarlo en este contexto. Adoptar un estilo de vida que expresara
podero econmico (a travs del consumo) y refinamiento cultural (replicando aficiones
y gustos propios de las elites del Viejo Mundo) tuvo gran importancia para reforzar y
legitimar una posicin social distinguida12.
Varias fueron las dimensiones a travs de las cuales se oper esta transformacin.
Las mismas expresan, por lo dems, que la elite nativa no fue un simple receptor
inercial de las modas de la poca, o un consumidor ostentoso de aquello que la
revolucin en los medios de transporte y el enriquecimiento pusieron a su alcance,
sino un sujeto activo que gener espacios y aficiones para darse a s mismo esa
pretendida sofisticacin cultural y un estilo de vida que revelara cultura y riqueza al
mismo tiempo. Entre las ms destacadas sobresalen: el grand tour europeo; la
emergencia de una nueva sociabilidad ritmada por los rgidos cdigos de la etiqueta
y alternada entre clubes como el Jockey (fundado en 1882) y las mansiones de los
barrios que, a comienzos de siglo XX, delinearon el espacio de la clase alta en la
ciudad (Retiro, Barrio Norte, y de manera ms incipiente, Recoleta); pasatiempos
cosmopolitas y refinados, desde el consumo de msica lrica (potenciado por el
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atractivo del nuevo Teatro Coln inaugurado en 1908) hasta los deportes de armas y
los hpicos, estos ltimos expresin de otro movimiento de largo plazo, la revalidacin
de todo lo referenciado con el espacio rural (durante buena parte del siglo XIX sinnimo
de barbarie) resultante del prestigio alcanzado por la elite terrateniente pampeana
el grupo econmicamente predominante dentro de la alta sociedad gracias a su
papel protagnico en la transformacin del sector agropecuario13.
Sobre estas mutaciones, en consecuencia, cobr forma la aristocracia portea
de la Belle poque. Esta nocin, clave en las identidades que dieron forma a la alta
sociedad, se entendi entonces en el sentido preciso de un estilo de vida distinguido,
no de un (inexistente) origen social privilegiado. Con frecuencia, la profundidad de
este proceso de reconfiguracin del gusto de elite ha sido menospreciado, al enfatizar
la preponderancia de los gestos imitativos, o de ostentacin vulgar. No obstante, y
aunque no toda la alta sociedad se volvi sensible a los consumos culturales tenidos
por sofisticados, es claro que las formas de relacin social experimentaron intensas
transformaciones.
Por ltimo, al comps de la sofisticacin en el estilo de vida, la alta sociedad se
volvi ms hermtica que en perodos anteriores. Hasta el umbral del ltimo cuarto
del siglo XIX, las elites nativas haban sido muy permeables a la incorporacin de
gente nueva. A la alta sociedad se haban integrado familias extranjeras con una
posicin relativamente acomodada (por ejemplo, los comerciantes y profesionales
britnicos, franceses o genoveses que se radicaron en las dcadas de 1820 y 1830)
pero tambin otras fundadas por inmigrantes que escalaron desde posiciones
humildes. As, en el cambio de siglo, encontramos en un mismo universo social a
apellidos como lzaga, Anchorena y Unzu, por una parte, y Duggan, Santamarina o
Luro por la otra. Mientras los tres primeros podan rastrear sus orgenes en la elite
hasta el perodo colonial, los ltimos revelan la apertura de la clase alta a los hijos
ms exitosos de la experiencia migratoria de los primeros dos tercios del siglo XIX. A
ellos hay que sumarles otros apellidos que tambin podran definirse como gente
nueva, pues si bien no lo eran en lo relativo a sus races en el pas, s lo fueron en
cuanto a su inclusin en las elites polticas, econmicas y sociales porteas. Nos
referimos a algunos linajes del interior, como Roca, Uriburu o Avellaneda, cuyo
emparentamiento con las familias porteas tradicionales se densific en el cambio
de siglo e hizo que la alta sociedad de Buenos Aires dejara de ser un crculo porteo
para adquirir una estatura ms propiamente nacional14.
Hacia el novecientos, este proceso de sucesivas incorporaciones lleg a su fin.
La consolidacin del proceso de organizacin institucional del pas, la conformacin
de una elite ms poderosa y refinada, y el gradual cierre de las oportunidades de
ascenso que ofreca una economa de frontera en sus fases iniciales del desarrollo,
tornaron ms difcil la reedicin de las vertiginosas experiencias de movilidad social
que haban sido posibles algunas dcadas antes. Desde entonces, una elite poderosa
y enriquecida, a la vez que muy consciente de su condicin privilegiada, comenz a
cerrar el crculo (para citar una emblemtica frase de Miguel Can) frente a una
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ciudades del litoral los extranjeros representaban ms de dos terceras partes de los
dueos de bares y restaurants, comercios, talleres y fbricas. La presencia inmigrante,
aunque no tan abrumadora como en la ciudad, tambin se haca notar en la campaa
litoral, donde pronto se convirtieron en los principales protagonistas del boom lanero
del tercer cuarto del siglo XIX y, poco ms tarde, del formidable proceso de crecimiento
agrcola que hizo de la Argentina uno de los mayores exportadores de trigo y maz
del mundo, y gracias a lo cual emergi un vasto estrato de sectores medios rurales.
Tampoco estuvieron ausentes de otras actividades como la navegacin fluvial, el
cultivo de frutas y verduras, el transporte terrestre, la enseanza y el periodismo. La
centralidad econmica de los inmigrantes dio origen a lamentos como los de Sarmiento,
que en la dcada de 1880 describa a la Argentina como una nacin que se mova,
casi exclusivamente, al ritmo del trabajo extranjero. Considerando que para entonces
en los distritos econmicamente ms dinmicos del pas tres de cada cuatro varones
adultos haban nacido del otro lado del Atlntico, esta visin no parece exagerada.
Para el Centenario, la Argentina se ubicaba en un cmodo primer lugar entre los
pases de inmigracin, tanto porque ninguna otra nacin contaba con una proporcin
tan elevada de extranjeros (e hijos de extranjeros) como porque les haba otorgado
un lugar primordial en su vida econmica y social16.
Desgajados del medio en el que haban adquirido sus primeras y ms
perdurables experiencias vitales, los inmigrantes realizaron importantes esfuerzos
para recrear el universo cultural que haban dejado al cruzar el Atlntico. Ello cre
condiciones propicias para la emergencia, junto a la interaccin informal con paisanos
en el lugar de trabajo, o en bares, esquinas y cafs (a veces ms amplia y diversa
que la ofrecida por la ciudad o la aldea de la que haban partido), de gran cantidad
de emprendimientos que interpelaron a los inmigrantes en tanto extranjeros. La vitalidad
de la prensa tnica, casi tan abundante como la escrita en lengua castellana, y presente
en todos los grupos migratorios de cierta importancia, pone de relieve la intencin de
mantener vivos los lazos con la cultura y la tierra de origen. Los italianos, que hasta el
cambio de siglo constituyeron el primer grupo inmigrante (ms de la mitad de todos
los arribados hasta fines de la dcada de 1880 provena de la Pennsula), construyeron
poderosas instituciones comunitarias, ms numerosas y ms prestigiosas que las
que por entonces los emigrados de la Pennsula estaban erigiendo en otros destinos
de inmigracin, como los Estados Unidos. La fortaleza de las asociaciones tnicas
no fue un patrimonio de este grupo migratorio. En mayor o menor medida, todos los
extranjeros tendieron a desplegar su vida social en un marco de referencia que remita
a la comunidad de origen17.
Los universos de sociabilidad comunitaria no constituyeron, sin embargo,
barreras que impidieran el contacto con el entorno. Los inmigrantes haban cruzado
el Atlntico movidos por aspiraciones de mejora individual o familiar, y ello los obligaba
a establecer relaciones con actores y escenarios que con frecuencia les resultaban
extraos. El mundo del trabajo, el lugar de residencia, la bsqueda de pareja, los
impulsaron ms all de los estrechos crculos de sus paisanos. De todos modos, el
16
El relato clsico de este proceso lo ofrece Gino GERMANI en su Estructura social de la Argentina, cit.
Fernando DEVOTO: Historia de la inmigracin en la Argentina, cit. Para el caso espaol, cfr. Jos C.
MOYA: Primos y Extranjeros. La inmigracin espaola en Buenos Aires, 1850-1930, Buenos Aires, Emec, 2004.
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influjo del medio nativo fue relativamente superficial sobre los inmigrantes que retornaron
a la tierra de origen o los arribados de primera generacin, cuya sociabilidad orbit en
torno a los lazos que los ataban a las sociedades de las que haban emigrado o, en su
defecto, a los espacios de sociabilidad tnica que servan para recrearla localmente18.
Y cuando dirigan su mirada hacia la cumbre de la sociedad, muchos de ellos perciban
como ms visibles y ms relevantes a los grupos dirigentes de su comunidad inmigrante
que a las elites sociales y polticas de la sociedad que los hospedaba de manera
temporaria. Incluso extranjeros que lograron acumular fortunas similares o superiores a
los de la clase alta nativa, aun cuando no le volvieron la espalda a los espacios de
sociabilidad que nucleaban al segmento ms conspicuo del alto mundo argentino,
tendieron a privilegiar la sociabilidad tnica. De modo significativo, en la decisiva cuestin
de la eleccin de pareja, frecuentemente terminaron eligiendo a sus propios congneres.
Tal es el caso, por ejemplo, de los Devoto, pero tambin de los Santamarina, los Luro o
los Duggan, que slo en la segunda generacin se incorporaron (sin duda con notable
xito) a la alta sociedad nativa19.
Como lo sugieren estos ejemplos, en el mediano plazo la vitalidad de las formas
asociativas y la sociabilidad tnica fue opacndose, conforme los hijos de los
inmigrantes se abran a nuevas experiencias y perdan inters en el mundo de sus
mayores. Para el Centenario, el perodo de apogeo del asociacionismo extranjero y la
sociedad plural comenzaba a quedar atrs, y su supervivencia dependa cada vez
ms de la sangre aportada por la llegada de nuevos contingentes de inmigrantes. Su
ocaso no fue consecuencia sola ni centralmente de las poderosas iniciativas
nacionalizadoras impulsadas por el Estado desde comienzos del siglo XX, en primer
lugar a travs del sistema educativo. Para entonces, por ejemplo, el castellano ya
desplazaba al italiano en las conversaciones que tenan lugar en el Club Italiano, en
cuyos salones se reuna la elite peninsular20. Tambin ganaban terreno los matrimonios
concertados entre miembros de distintas comunidades, o entre nativos (y ms
frecuentemente nativas) y extranjeros o hijos de extranjeros21. En esos mismos aos,
el vigoroso desarrollo de un criollismo de signo popular entre la poblacin de origen
extranjero testimonia el atractivo de la idea nacional sobre los hijos de inmigrantes22.
An quienes manifestaron menos voluntad de interaccin tambin fueron
paulatinamente ganados por prcticas y costumbres que, aunque relativamente
novedosas, terminaron por identificarlos con nuevos estilos de vida que ejercan influjo
entre los estratos medios nativos. En el perodo que estamos considerando comenz
a difundirse un nuevo modelo de familia, identificado con valores de impronta burguesa
tales como la respetabilidad, el ahorro y el esfuerzo, y la mejora a travs de la
educacin, cuya legitimidad se extendi tanto entre inmigrantes como entre nativos.
18 Cfr. Fernando DEVOTO y Eduardo M GUEZ: Asociacionismo, trabajo e identidad tnica. Los italianos en
Amrica Latina en una perspectiva comparada, Buenos Aires, CEMLA-CSER-IEHS, 1992.
19 Cfr. Diana BALMORI, Stuart VOSS y Miles WORTMAN: Las alianzas de familias y la formacin del pas en
Amrica Latina, Mxico, FCE, 1990, pp. 180-251.
20 Fernando DEVOTO: Historia de los italianos en la Argentina, Buenos Aires, Biblos, 2006.
21 Hernn O TERO : Endogamia e integracin de inmigrantes en la Argentina moderna. Balances y
perspectivas desde un enfoque regional, en BOLEDA, M. y MERCADO, M. C. (comps.): Seminario sobre Poblacin
y Sociedad en Amrica Latina, Asociacin Argentino-Chilena de Estudios Histricos e Integracin Cultural,
GREDES, Universidad Nacional de Salta, 2001.
22 Adolfo P RIETO: El discurso criollista, cit.
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amplios segmentos de las clases medias. Vale recordar que a fines de la dcada de
1930 Alejandro Bunge sealaba a las familias con gran cantidad de hijos como un
rasgo distintivo (y a sus ojos elogiable) de las familias ms encumbradas, y a la
clase media, como el principal causante del abrupto descenso de la natalidad que
tuvo lugar en el pas (desde su punto de irradiacin en las grandes ciudades litorales)
a partir del ltimo cuarto del siglo XIX24. Cuando Bunge celebraba la existencia de
ms de 100 familias de la elite con ms de 8 vstagos, las familias de clase media
portea ya estaban prximas a una descendencia final de 3 hijos. De acuerdo a una
especialista en el tema, este ltimo comportamiento se corresponda con el de la
pequea burguesa ascendente de algunos pases europeos de ese mismo perodo25.
Ahora bien, la existencia de senderos bifurcados en lo relativo a la estructura y
composicin de la familia, debera llevar a la conclusin de que el ascendiente de la
elite sobre las clase medias fue poco significativo? Una respuesta taxativa a esta
pregunta es quizs menos relevante que un estudio atento a los ritmos de este proceso.
En rigor, aquello que la estructura y composicin familiar nos sugiere para la dcada
de 1930 pone de relieve, quiz, el ocaso de un ascendiente que la elite s haba
tenido sobre los incipientes sectores medios, o al menos, sobre aquellos sectores de
la poblacin con expectativas y posibilidades de ascenso social a fines del siglo XIX
y comienzos del XX.
Las muestras de preocupacin que varios miembros de la clase alta plasmaron
ante el problema de la exclusividad social constituyen sntomas de la considerable
atraccin que la elite era capaz de ejercer sobre sus crculos perifricos e inferiores
todava en los aos de entre siglos. La relevancia otorgada a la figura del advenedizo
en algunas obras literarias salidas de la pluma de integrantes de la elite as parece
indicarlo. A travs de esta figura, se retrat al inmigrante prspero y ambicioso que
aspiraba a ingresar en las filas de la elite verncula26. Aun cuando el acceso a los
crculos de clase alta result relativamente sencillo para inmigrantes exitosos (o ms
frecuentemente, para sus hijos) durante gran parte del siglo XIX (lo que, ms que
debilitar, tendi a robustecer al grupo sobre el cual se ejerca la presin), hacia el
cambio de siglo las familias tradicionales elevaron las barreras que los separaban de
quienes aspiraban a utilizar fortunas recientemente adquiridas para incrementar su
reputacin y su prestigio. Y ms all de las alarmas que poda provocar el asedio de
hombres nuevos, lo cierto es que en ese momento formativo de las clases medias la
alta sociedad constituy un referente ineludible para la definicin del buen gusto,
aspecto que en s mismo revela el lugar expectable ocupado por la elite social. El
hecho de que ritos pblicos de la vida de la alta sociedad como las bodas adquiriesen
un carcter literalmente espectacular, tanto por su fasto y opulencia como por su
capacidad de concitar la atencin de amplsimos sectores de la poblacin portea,
ofrece un notorio indicio de la capacidad de este grupo para funcionar como un
poderoso polo de atraccin social (as, por ejemplo, el casamiento de Matilde
Anchorena con Carlos Ortiz Basualdo, realizado en la Catedral en 1896, fue seguido
por un gento slo comparable al de las ms ruidosas ceremonias. El movimiento de
24 Alejandro BUNGE: Esplendor y decadencia de la raza blanca, en su Una Nueva Argentina, Buenos
Aires, Hyspamrica, 1984 [primera edicin, 1940], pp. 43-57.
25 Susana TORRADO: Historia de la familia en la Argentina Moderna, cit., p. 363.
26 Cfr. Gladys ONEGA: La inmigracin en la literatura argentina (1880-1910), Buenos Aires, CEAL, 1980.
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IV. Conclusin
Cuando contemplamos el perodo extendido entre fines del siglo XIX y las
postrimeras de la dcada de 1930 desde el punto de vista de las relaciones y
circulaciones culturales entre la elite y la clase media, tres momentos se recortan
ante la vista del observador. Al inicio, y hasta los aos del Centenario, el ascendiente
de la elite sobre los sectores medios en proceso de expansin constituye la fuerza
predominante que da forma a este vnculo. Smbolo de sofisticacin y distincin, la
elite renovada y europeizada del cambio de siglo ejerci un poderoso influjo sobre
quienes se ubicaban por debajo de ella, consagrndose como el actor de referencia
para todos aquellos que, en esa sociedad de inmigrantes, le daban la espalda a los
espacios de sociabilidad tnica.
41
Leonor Uriburu de Anchorena a Emilio Anchorena Uriburu, 21/11/1930, Archivo Juan de Anchorena.
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RESUMEN
Este ensayo explora las relaciones entre la elite
social y las clases medias en el perodo 1880-1930.
En particular, presenta algunas hiptesis acerca de
las circulaciones culturales y las influencias recprocas
entre los estilos de vida y las convenciones sociales
de los sectores medios y los grupos encumbrados.
Luego de una breve caracterizacin de ambos grupos,
SUMMARY
This essay analyses the relationship between
the social elite and the middle classes in Argentina
during the 1880-1930 period. It focuses on the way
the upper and middle class interacted in the realm
of social customs and lifestyle. The essay offers a
brief description of both groups, and then argues
REGISTRO BIBLIOGRFICO
HORA, Roy Y LOSADA, Leandro
"Clases altas y medias en la Argentina, 1880-1930. Notas para una agenda de investigacin". DESARROLLO ECONMICO REVISTA DE CIENCIAS SOCIALES (Buenos Aires), vol. 50, N 200, eneromarzo 2011 (pp. 611-630).
Descriptores: <Historia social> <Historia de la cultura> <Argentina 1880-1930> <Clases altas y
medias>.