Diablada de Pillaro
Diablada de Pillaro
Diablada de Pillaro
Palabras del Dr. Arq. Oswaldo Pez Barrera, Decano de la Facultad de Arquitectura y
Urbanismo de la UISEK
en la presentacin del libro de la Lcda. V anessa Niquinga Acosta.
Aula Benjamn Carrin. Casa de la Cultura Ecuatoriana. Quito, 20 de febrero de 201 3.
El texto de Vanessa diferencia la cultura del dominio hecha para el dominio y, las
culturas populares resistentes e indciles a las ideas, ideologas, sentimientos y
lenguajes de las primeras y que buscan, de manera persistente y sistemtica, reprimir
las memorias, las realizaciones y los deseos, en un afn de matar en vida, cosificar y
alienar, todo aquello que no sea funcional a las vampricas relaciones de explotacin.
Esta mirada, ha permitido a nuestra autora desplegar su investigacin, deducciones,
inducciones y conclusiones, para fundamentar la tesis de que la cultura del dominio es
una elaboracin perversa y pensada, asunto que, si bien es as, no por ello deja de ser
posible en la medida que las relaciones sociales de produccin lo permitan. Claro est
que en el caso de las zonas coloniales, pases neocoloniales, dependientes, o
globalizados desde arriba, la cultura hegemnica fue y es la del capitalismo, pero, en
Nuestra Amrica, es necesario destacar adems, el hecho macabro de que tal
imposicin adquiere rasgos infernales cuando no solo se impone a sangre y fuego
tal cultura del dominio, sino que se la hizo y se la hace destruyendo las manifestaciones
culturales y simblicas de los pueblos dominados. Destruccin maligna, porque casi
siempre conllev la destruccin de sus portadores. O dicho con sus nombres propios:
etnocidios que fueron y van de la mano de genocidios y ecocidios.
De todos modos, una vez que Vanessa encuadr su investigacin de las diabladas de
Pllaro en los contextos anotados, las rescat, entendi, valor y habl de ellas como
parte de las manifestaciones contraculturales o heterodoxas que se han salvado de la
represin, lo hizo para mostrrnoslas como una de las poqusimas expresiones
abiertamente anticatlicas del mundo colonial y neocolonial americano. Gracias a su
esfuerzo intelectual sabemos que las diabladas de Pllaro han sobrevivido y son una
escenificacin que, usando un smbolo de dicha religin, como lo es la imagen
luciferina, se apropian de ella como contrapunto del discurso divino y, asumindola,
muestran cmo su comunidad asume su existencia como algo lejano y distinto a lo que
pretenden los sermones del dominador. Todo esto, en el momento en el que Vanessa lo
ha puesto en evidencia, no es poca cosa en nuestra lucha multisecular por la liberacin
mental.
Cabe entender que esta manifestacin contracultural, ao tras ao escenificada en
Pllaro, no escapa de las determinaciones histricas y, por tanto, de la misma manera
como emergi y se ha mantenido, deber concluir cuando los hombres y las mujeres
que debieron recurrir a las diabladas, no necesiten de las mscaras para expresar su
potencia vital y su ser libres en la vida. Con esto, hago referencia al fin de la
representacin no solamente simblica, sino poltica, como fenmeno que coincide con
miserable tienda, el Gran Hermano, con el cuento de que vela por nuestra seguridad,
vigile e identifique a todos quienes pululamos por su infierno.
En este escenario concluyo que, el mayor aporte de la investigacin realizada por
Vanessa, consiste en asomarnos a la realidad del dominio mental, realidad que por
miedo o por comodidad pocos y pocas quieren abordarla. Pero, una vez que ella me ha
invitado a mirar los crculos que el Dante tambin mir en su Divina Comedia, yo me
anim a echar un ojo ms all de la puerta en cuyo dintel el diablo ha escrito la
palabra Identidad. Y lo que he visto, es que los identificados vestidos adems con el
mismo uniforme, sufren su condena precisamente por identificarse con pasados fijos,
con moldes que les obligan a repetir los mismos movimientos, ritos y palabras. He
pensado entonces que la maldad tambin subyace en lo identitario como una de las
formas del olvido, para evitar as, desde las sombras, que leamos e interpretemos el
pasado y que construyamos nuestras memorias a partir de nuestros deseos y presencia.
De esta manera, en vez de condenarnos a la repeticin de la historia, he pensado que
podramos liberarnos del infierno buscando la autenticidad de nuestras presencias
inditas, abrindonos al descubrimiento de lo que somos capaces de ser y de hacer, bajo
las nuevas oportunidades surgidas desde la socializacin productiva, la mundializacin
de las relaciones sociales, las resistencias diversas y el desarrollo del intelecto social.