Strindberg - El Pelicano
Strindberg - El Pelicano
Strindberg - El Pelicano
AUGUST STRINDBERG
PERSONAJES
La Madre
El Hijo
La Hija
El Yerno
Margret
ACTO PRIMERO
Un saln. En el fondo una puerta que da al comedor. Formando ochava, a la derecha, una puertaventana que da a un balcn, Un secreter, un escritorio pequeo, una chaise longue tapizada en
pana roja, una mecedora.
Entra la madre, vestida de luto. Se deja caer en el silln y, de
cuando en cuando, escucha con inquietud. Se oye tocar en el piano la Fantasa Impromptu, Opus
66, de Chopin. Margret, la cocinera, entre por la puerta del fondo.
MARGRET: Delante de usted, por supuesto que no... No se atrevan... Pero cuando fueron ms
grandes, venan a la cocina y hablaban...
LA MADRE: Nuestra situacin no era brillante.
MARGRET: Perdn, pero me consta, porque sali en el diario, que el seor tena ingresos anuales
de veinte mil coronas.
LA MADRE: Hace falta mucho dinero para vivir.
MARGRET: Sin duda... pero lo cierto es que los nios no son sanos. La seorita Gerda, quiero decir,
la seora Gerda no est completamente desarrollada... y tiene veinte aos! LA MADRE: T
siempre diciendo desatinos!
MARGRET: Claro, claro... (Pausa.) No quiere que encienda un poco la estufa? Hace fro...
LA MADRE: No, gracias. No somos tan ricos como para quemar el dinero.
MARGRET: Nuestro estudiante se pasa el da tiritando. Para calentarse no le queda otro remedio
que salir o tocar el piano.
LA MADRE: Siempre fue friolento.
MARGRET: Me gustara saber por qu...
LA MADRE: Ten cuidado con lo que dices, Margret! (Pausa.) Anda alguien al lado?
MARGRET: Qudese tranquila, nadie anda al lado...
LA MADRE: Qu te imaginas? Que tengo miedo a los fantasmas?
MARGRET: No me imagino nada... Lo que s es que no me quedar mucho tiempo en esta casa.
Vine porque me cre llamada a velar por los nios. Cuando vi cmo trataba a las criadas, quise
marcharme en seguida, pero no pude, o mejor dicho no me atrev... Ahora que la seorita Gerda
se ha casado, considero qu mi tarea est cumplida. Se acerca la hora de mi liberacin, pero no ha
sonado todava.
LA MADRE: De qu me ests hablando? El mundo entero sabe cmo me sacrifiqu por mis hijos,
cmo me consagr a mi hogar, cmo cumpl con mis obligaciones... T eres la nica que se atreve
a hacerme reproches, pero no creas que vas a asustarme. Puedes irte si quieres. Adems, no
pienso tener criada si la joven pareja viene a instalarse en el departamento...
MARGRET: Le deseo que no le pese algn da... Los hijos son ingratos por naturaleza, y a las
suegras, cuando no aportan dinero, nadie las soporta...
LA MADRE: No te preocupes... Pagar mi pensin y adems prestar algunos servicios. Por otra
parte, mi yerno no es un yerno como los otros...
MARGRET.- De veras?
LA MADRE: De veras... No me trata como a una suegra, sino como a una hermana, por no decir
como a una amiga... (Margret hace una mueca).
LA MADRE: Me imagino lo que piensas. Es cierto, mi yerno me gusta, as como no le gustaba a mi
marido. Mi marido le tena envidia; me aventurara a decir que estaba celoso de l... S, me
honraba con sus celos... y sin embargo no soy tan joven... Decas?
MARGRET: No deca nada. Me parece que viene alguien. Es su hijo, tose... (Pausa.) No enciendo el
fuego?
LA MADRE: No vale la pena.
MARGRET: Esccheme! He pasado hambre, he pasado fro en esta casa, todo logr soportarlo.
Pero dme una cama, una verdadera cama. Estoy vieja, cansada...
LA MADRE: Elegiste bien el momento... precisamente cuando piensas marcharte!
MARGRET: SI, ya me olvidaba. (Pausa.) Pero aunque sea por el honor de la casa, queme mi
camastro, queme esos trapos que cubrieron a un muerto... As, por lo menos, pasar menos
vergenza ante la que me reemplace, si viene alguna.
LA MADRE: No vendr ninguna.
MARGRET: Y aunque viniera, no se quedara... Vi desfilar cincuenta criadas por esta casa y ninguna
poda resistir.
LA MADRE: Claro, eran mujerzuelas, como todas ustedes.
MARGRET: Muy amable... Pero ya le llegar su hora, a todos les llega su hora... Nadie se salva!
LA MADRE: Cundo vendr el da en que me vea libre de ti?
MARGRET: Pronto, muy pronto... Antes de lo que se imagina.
(Sale. Entra el hijo con un libro en la mano. Tose y tartamudea ligeramente).
LA MADRE: Cierra la puerta, por favor.
EL HIJO: Por qu?
LA MADRE: Qu manera de contestar es sa! (Pausa.) Qu quieres?
EL HIJO: Puedo trabajar aqu? Hace tanto fro en mi cuarto...
LA MADRE: T ests siempre tiritando!
EL HIJO: Cuando uno est sentado, sin moverse, se siente ms el fro. (Finge leer, luego
bruscamente.) No terminaron el inventario todava?
LA MADRE: A qu viene esa pregunta? Hay que dejar pasar el perodo de duelo. No sientes la
muerte de tu padre?
EL HIJO: S, pero... pero l est bien, ahora. . . Y la paz de que goza despus de tantos sufrimientos
no la rob. Eso no impide que quiera conocer mi situacin, saber ' si podr rendir mis exmenes
sin tener que pedir dinero prestado.
LA MADRE: Tu padre no dej nada... nada, salvo deudas, tal vez
EL HIJO: Pero su comercio vala algo, no?
LA MADRE: No hay comercio que valga cuando no se tiene un negocio instalado ni mercadera...
Comprendes?
EL HIJO (tras un instante de reflexin): Y la firma, el nombre, los clientes?
LA MADRE: Los clientes no se venden... (Pausa.)
EL HIJO: Sin embargo, es lo que o decir.
LA MADRE: No habrs ido a consultar a un abogado, eh? (Pausa.) Es as como guardas duelo por
tu padre?
EL HIJO: No, as no. Pero cada cosa tiene su importancia, (Pausa.) Dnde estn mi hermana y mi
cuado?
LA MADRE: Esta maana regresaron de su viaje de bodas; se alojaron en una pensin.
EL HIJO: All al menos podrn comer.
LA MADRE: No sabes hablar de otra cosa que de comer... Alguna vez has tenido quejas de la
comida que te he dado?
EL HIJO: No, no...
LA MADRE: Dime una cosa: en los ltimos tiempos, cuando tuve que separarme de tu padre y
viviste slo con l, nunca te habl de sus negocios?
EL HIJO (Finge estar absorto en la lectura): Que yo recuerde, no, nada especial...
LA MADRE: Entonces, cmo te explicas que no haya dejado absolutamente nada? Estos ltimos
aos ganaba veinte mil coronas anuales.
EL HIJO: No estoy enterado de los negocios de mi padre. Pero deca que le costaba mucho
mantener la casa; adems, haca poco que se haban cambiado todos los muebles. LA MADRE: As
que deca eso? No tendra deudas?
EL HIJO: No s... (Pausa.) Tena deudas, pero las pag.
LA MADRE: A dnde fue a parar entonces el dinero? Dej testamento? A m me odiaba; en
varias ocasiones lleg a amenazarme con echarme a la calle... (Pausa.) Ser posible que haya
depositado sus ahorros en otra parte?
EL HIJO (cortante): No s. (Pausa.) No, es imposible!
LA MADRE (prestando atencin): Me parece que caminan al lado.
EL HIJO (fro): No oigo nada.
LA MADRE: Estoy agotada... Tantos disgustos, el entierro, todas esas historias... A propsito,
sabrs sin duda que tu hermana y tu cuado van a ocupar el departamento; tendrs que buscarte
una habitacin en el centro.
EL HIJO: S, ya lo s.
LA MADRE: No te gusta tu cuado?
EL HIJO: No me resulta simptico.
LA MADRE: Sin embargo es un buen muchacho y, adems, muy capaz. Deberas quererlo, se lo
merece.
EL HIJO: Yo tampoco le soy simptico. Adems, se port mal con pap.
LA MADRE: Quin tuvo la culpa
EL HIJO: Pap no era malo.
LA MADRE: No era malo?
EL HIJO (bruscamente): Ahora s, creo que caminan al lado.
LA MADRE: Enciende las luces, dos, nada ms que dos. (El hijo enciende las luces. Larga pausa.)
No quieres colgar en tu cuarto ese retrato de tu padre? (Le muestra un retrato colgado en la
pared.) S, se.
EL HIJO: Por qu?
LA MADRE: Porque a m no me gusta. (Pausa.) Tiene una expresin tan hostil en la mirada!
EL Hijo: No me parece.
LA MADRE: Llvatelo, entonces. Si te gusta, es tuyo. Te corresponde a ti.
EL HIJO (descuelga el cuadro): Muy bien. Pausa.
LA MADRE: Espero a Axe1 y Gerda. Deseas verlos?
EL Hijo: No tengo ganas... Prefiero volver a mi cuarto. Podra encender la estufa?
LA MADRE: No somos tan ricos como para quemar el dinero.
EL HIJO (violentamente): Hace diez aos que vengo oyendo ese estribillo! Sin embargo ramos
ricos para hacer ridculos viajes al extranjero y darnos tono comiendo en restaurantes de lujo
donde una cena costaba cien coronas. Cien coronas! Por ese precio se pueden comprar cuatro
canastos de lea Cuatro canastos por una sola cena!
LA MADRE: Tonteras!
EL HHIJO: Haba algo en casa que no andaba bien. Pero ahora todo va a cambiar. Arreglaremos las
cuentas.
LA MADRE: Qu quieres decir?
EL HIJO: Quiero decir que el inventario y lo dems. . .
LA MADRE Lo dems?
EL HIJO: Las deudas, los negocios en suspenso...
LA MADRE: Ah, s?
EL HIJO (tras una pausa): Puedo comprarme un poco de ropa?
LA MADRE: Cmo puedes tener la audacia de plantear semejantes cuestiones en un momento
como ste? Sera mejor que fueras a ganarte algunas coronas...
EL HIJO: Ya ganar todas las coronas que necesite cuando haya rendido mis exmenes.
LA MADRE: En ese caso pide prestado, como hace todo el mundo.
EL HIJO: Quin querr prestarme?
LA MADRE (agria): Los amigos de tu padre.
EL HIJO: No tena amigos. Un hombre excepcional no puede tener amigos, pues no hay amistad sin
admiracin recproca.
LA MADRE: Qu sabio ests! Quin te ense tan hermosos pensamientos? Tu padre?
EL HIJO: S, era un hombre inteligente, pese a las locuras que cometa a veces.
LA MADRE: Escuchen eso! (Pausa.) En vez de hablar tanto podras ir pensando en casarte.
EL HIJO: Casarme yo? Muchas gracias! Mantener a una mujer para diversin de los solteros?
Convertirme en el sostn legal de alguna mujerzuela, darle armas, voluntariamente, a la que dice
ser la amiga del alma y que es, en realidad, la peor enemiga? No, me guardar muy bien de
hacerlo.
LA MADRE: Las cosas que tengo que or! Vuelve a tu cuarto. Ya te he visto bastante. (Pausa.)
Podra apostar que bebiste.
EL HIJO: Claro que beb. Me veo obligado a beber para calmar mi tos y, sobre todo, para no sentir
el hambre que me aguijonea.
LA MADRE: Otra vez la comida, eh? Tan mala es?
EL HIJO: No dira que es precisamente mala, sino liviana, liviana como el aire.
LA MADRE: Puedes irte de una vez.
EL HIJO: O bien sazonada con tanta pimienta que en lugar de aplacar el hambre lo excita. Es muy
sencillo: se tiene la sensacin de absorber aire condimentado.
LA MADRE: Palabra, de honor, ests borracho! Borracho perdido! Vete ya!
EL HIJO: Est bien, me voy. Tena que decirte unas cuantas cosas ms, pero por hoy basta. Est
bien.
(Sale. La madre, -muy agitada, se pasea de un lado a otro de la habitacin y abre y cierra los
cajones. Entra bruscamente el Yerno.)
LA MADRE (a afectuosamente): Axel, al fin! Te esperaba con tanta impaciencia! Pero, dnde
est Gerda?
EL YERNO: Vendr ms tarde. Y t, cmo ests? Alguna novedad?
LA MADRE: Sintate. Tengo que hacerte varias preguntas. No nos vernos desde la noche del
casamiento... Por qu volvieron tan pronto? Pensaban permanecer afuera una semana y hace
apenas tres das que se marcharon.
EL YERNO: S, el tiempo nos pareca muy largo. Cuando dos personas se han dicho todo lo que
tenan que decirse, la soledad se hace pesada. Adems, estbamos tan acostumbrados a tu
presencia que realmente nos faltabas.
LA MADRE: De veras? (Pausa.) S, s, nosotros tres siempre nos entendimos muy bien, siempre, a
travs de todas las tormentas. Y me atrevera a afirmar que he sido til.
EL YERNO: Gerda es una nia, no comprende nada de la vida: est llena de prejuicios; adems, es
obstinada, se encarniza con todo. .
LA MADRE: Pero vas a abandonar a tu mujer la primera noche que pasan en casa?
EL YERNO: Tampoco se es asunto de tu incumbencia.
LA MADRE: Ahora veo qu me espera y qu les espera a mis hijos! Parece que lleg el momento
de quitarse las mscaras.
EL YERNO: S, lleg el momento.
ACTO SEGUNDO
(Se oye "La Berceuse de Jocelyn de Godard, Gerda est sentada frente al escritorio. Largo
silencio. Entra el hijo.)
EL HIJO. Ests sola?
GERDA: S, mam est en la cocina.
EL HIJO: Y Axel, dnde est?
GERDA: En una reunin... Sintate, Fredrik, conversemos un rato. Quieres hacerme compaa?
EL Hijo (se sienta): Tengo la impresin de que nunca con versamos mucho juntos. Nos hemos
evitado constantemente, como si no tuviramos nada en comn.
GERDA: Siempre tomabas partido por pap, y yo por mam.
EL HIJO: Quiz cambien las cosas ahora... Conocas bien a pap?
GERDA: Qu pregunta...! (Pausa.) A decir verdad, lo vea con los ojos de mam.
EL HIJO: Pero pudiste ver que te quera?
GERDA: Por qu quiso entonces impedir mi noviazgo y luego romperlo?
EL HIJO: Porque le pareca que ese hombre no era el apoyo que necesitabas.
GERDA: De cualquier modo fue bien castigado cuando mam lo dej.
EL HIJO: Quin la instig a hacerlo, tu marido?
GERDA: Mi marido y yo. Era necesario que pap experimentara en carne propia qu significa una
separacin, ya que tanto insista en separarme de mi novio.
EL HIJO: Eso acort su vida... Sin embargo, slo quera tu bien, puedes creerme.
GERDA: T que permaneciste a su lado, cuntame, qu deca? Cmo tom las cosas?
EL HIJO: No sera capaz de describir sus sufrimientos.
GERDA: Y qu deca de mam? EL HIJO: Nada. Pero puedo asegurarte que despus de todo lo que
vi, jams me casar. (Pausa.) Eres feliz, Gerda?
GERDA: -Naturalmente. Cuando una mujer tiene el marido que deseaba, es feliz.
EL HIJO: Por qu te ha dejado sola la primera noche que pasan en casa?
GERDA: Negocios... tiene una reunin.
EL HIJO: En el restaurante?
GERDA: Qu quieres decir...?
GERDA: No.
EL HIJO: Veo que t tambin formas parte de esa masonera.
GERDA: No comprendo qu quieres decir.
EL HIJO: A veces me pregunto si pap no fue vctima de esa sociedad que sin duda lleg a
descubrir.
GERDA: Hay ocasiones en que hablas como un loco.
EL HIJO: Recuerdo que pap sola emplear, bromeando, estas palabras: "sociedad secreta". . . Pero
en los ltimos tiempos ya no las empleaba.
GERDA: Qu fro hace aqu! Un fro sepulcral...
EL HIJO: Voy a encender el fuego, y que pase lo que pase. (Toma la carta distrado, pero poco a
poco su mirada se fija en ella y comienza a leer.) Qu es esto? (Pausa.) "A mi hijo. . . La letra de
pap! (Pausa.) As que era para m? Sigue leyendo, despus se deja caer sobre una silla, Pero sin
abandonar la lectura.
GERDA: Qu ests leyendo? Qu es?
EL HIJO: Es horrible! (Pausa.) Es horrible, espantoso.
GERDA: Qu ocurre? Dime, habla!
EL HIJO (Tras una Pausa): No puedo ms! (Dirigindose a Gerda.) Es una carta que me escribi
pap. (Pausa.) Ahora soy yo quien despierta!
(Se echa sobre la chaise-longue aullando de dolor y guarda la carta en su bolsillo.)
GERDA (se arrodilla junto a l): Qu tienes, Fredrik? Dime qu tienes! Hermanito, ests
enfermo? D algo!
EL HIJO: Cmo podr vivir en adelante?
GERDA: Pero cuntame...
EL HIJO: Es increble! (Se levanta.) No, no puede mentir. No se puede mentir cuando se habla del
fondo de la tumba.
GERDA: Quiz lo haya engaado su imaginacin enferma.
EL HIJO: La sociedad secreta! ... Aqu est otra vez! Siempre ella! (Pausa.) Est bien, voy a hablar.
Escucha!
GERDA: Creo que lo s todo por anticipado y, al mismo tiempo, me resisto a creerlo.
EL HIJO: Es porque no quieres creer; y sin embargo, es la verdad. La que nos dio a luz era una
vulgar ladrona.
GERDA: No!
EL HIJO: Robaba el dinero de las compras; falsificaba las cuentas. Compraba a bajo precio y se
quedaba con el excedente. Por la maana, coma en la cocina y, para nosotros, haca recalentar las
sobras. Descremaba la leche. Por eso estamos mal desarrollados, por eso siempre estuvimos
enfermos y hambrientos. Tambin robaba el dinero de la lea; por eso nos hemos pasado la vida
tiritando. Pap descubri sus ardides; le hizo una advertencia; ella prometi enmendarse, pero
continu e incluso se perfeccion. Sus ltimos hallazgos: la soya y la pimienta de Cayena.
GERDA: No creo una palabra!
EL HIJO: Ahora, te dir lo peor! Tu marido, Gerda, es un canalla; nunca te am, porque amaba a tu
madre.
GERDA: Oh!
EL HIJO: Pap se dio cuenta. Entonces, como tu novio le sacaba dinero a nuestra madre, el
miserable, para ocultar su juego, pidi tu mano. Eso, a grandes lneas; completa t el cuadro.
GERDA (llorando): Ya lo saba, pero inconscientemente lo rechazaba; no habra podido soportarlo.
EL HIJO: Qu hacer para salvarte del envilecimiento?
GERDA: Partir, partir muy lejos.
EL HIJO: Adnde?
GERDA: No s
EL HIJO: Entonces debemos esperar y ver el giro que toman los acontecimientos.
GERDA: Una hija siempre est desarmada frente a su madre, porque es sagrada.
EL HIJO: Cuntaselo a otros!
GERDA: No hables as!
EL Hijo: Es astuta como un animal, pero su egosmo suele cegarla.
GERDA: Entonces huyamos.
EL HIJO: Es fcil decirlo! No, nos quedaremos hasta que ese canalla la eche a la calle... Shhht...
Creo que viene... Sht! Y ahora, Gerda, somos nosotros quienes formaremos nuestra masonera.
Te dar el santo y sea: l te peg la noche de bodas!
GERDA: Recurdamelo a menudo, porque sera capaz de olvidarlo. Y quisiera tanto olvidar!
EL HIJO: Nuestra vida est destrozada. No tenernos a nadie a quien respetar, nada hacia lo cual
levantar los ojos. Si debemos obstinarnos en vivir, es slo para rehabilitar a nuestro padre.
GERDA: Y para que se haga justicia.
EL HIJO: No digas justicia, d ms bien venganza!
(Entra el yerno.)
GERDA (representando una comedia): Hola! Cmo te fue en la reunin? Todo bien?
EL YERNO: Se posterg.
(Pausa.)
GERDA: T vas a hacerte cargo de la casa ahora?
EL YERNO: Ests muy alegre esta noche! Es verdad que Fredrik es un compaero muy agradable.
GERDA: Estuvimos jugando a los masones.
EL YERNO: Es un juego muy peligroso!
EL HIJO: En ese caso, jugaremos a la vendetta.
EL YERNO (desagradablemente impresionado): Los noto muy raros. Se puede saber qu les pasa?
Acaso tienen algn secreto?
GERDA: Por qu no? T tambin tienes secretos y te los guardas. (Burlona.) O no tienes
secretos?
EL YERNO: Qu ha ocurrido? Vino alguien?
EL HIJO: Gerda y yo nos volvimos espiritistas. Recibimos la visita de un fantasma.
EL YERNO: Basta de bromas, o voy a perder la paciencia... Aunque, en honor a la verdad, Gerda, no
te sienta mal un poco de alegra. Ests tan tristona de costumbre! (Quiere palmearle la mejilla,
pero ella se esquiva.) Tienes miedo de m?
GERDA: En absoluto. Hay sentimientos que se parecen al miedo y que, sin embargo, son el polo
opuesto. Hay gestos que expresan mucho ms que las muecas; y hay palabras qu pueden
disfrazar lo que ningn gesto y ninguna mueca son capaces de revelar...
(El yerno, estupefacto, tamborilea con los dedos sobre un estante. El hijo se levanta de la
mecedora, que sigue mecindose hasta la entrada de la madre.)
EL HIJO: Paso a nuestra madre que llega con la papilla!
GERDA: Explcame por qu no haba salsa. Adnde fue a parar? Quin se la tom?
LA MADRE: No comprendo.
GERDA: Es posible, pero yo hice indagaciones por mi cuenta y me enter de muchas cosas.
LA MADRE (interrumpiendo): Esas cosas tambin las s yo y no sers t quien me las ensee; en
cambio, yo te ensear a llevar una casa.
GERDA: Es decir, a utilizar la soya y la pimienta de Cayena, sin duda. Ya s, ya s... y a elegir,
cuando das una cena, platos que nadie toca para que queden restos por varios das. . . Y a recibir
invitados cuando no tienes otra cosa para ofrecerles que un poco de caldo aguado... S, ya s... por
eso, a partir de hoy, tomo las riendas de la casa.
LA MADRE (furiosa): Quieres que sea tu criada, verdad? Entra el yerno con un rebenque en la
mano.
GERDA: S, y yo ser la tuya. De ese modo, nos ayudaremos mutuamente. (Pausa.) Aqu est AxeI.
EL YERNO: Y? Cmo va esa chaise-longue? Se puede dormir en ella?
LA MADRE: A decir verdad...
EL YERNO: Qu? No ests conforme? Te falta algo?
LA MADRE: Empiezo a comprender.
EL YERNO: De veras? ... Vamos al grano: ya que no es posible comer como es debido en esta casa,
Gerda y yo hemos decidido tomar nuestras comidas aparte.
LA MADRE: Y yo?
EL YERNO: T? Ests gorda como una marrana, no te hace falta gran cosa. Al contrario, te
sentiras mucho mejor si adelgazaras un poco... como adelgazamos todos nosotros. Y ahora...
Quieres salir un momento, Gerda? (Gerda sale.) Y ahora, vas a encender el fuego.
LA MADRE (temblando de ira): Hay lea en la estufa.
EL YERNO: No, slo hay unos cuantos trozos. (Pausa.) Vas a ir a buscar lea para llenar la estufa.
LA MADRE (vacilando): Es imprescindible que quememos nuestro dinero?
EL YERNO: No, pero es imprescindible que quememos lea para que la casa est caliente. Vamos,
rpido! (La madre se demora.) Vamos! A la una, a las dos y a las tres...
(Alza el rebenque y lo hace restallar sobre la mesa.)
LA MADRE: Me parece que no queda lea.
EL YERNO: Una de dos: o mientes o robaste el dinero... Hace pocos das que se ha comprado lea.
LA MADRE: Ah, ahora me doy cuenta quin eres!
EL YERNO: (se sienta en la mecedora) Hace mucho tiempo que habras tenido oportunidad de
darte cuenta, si tu edad y tu experiencia no se hubieran impuesto a mi juventud. Vamos, ve a
buscar la lea o. . .
(Alza el rebenque. La madre sale y vuelve en seguida trayendo lea.)
EL YERNO: Ahora, vas a encender; pero quiero un buen fuego, no un simulacro de fuego. Me
oyes? Uno... dos... tres. . .
LA MADRE: Cmo te pareces al viejo, as, sentado en su silln!
EL YERNO: Enciende!
LA MADRE (obedece, pero furiosa): Est bien, est bien.
EL YERNO: Y ahora, mientras nosotros cenamos, t vas a vigilar el fuego.
LA MADRE: Y yo, qu voy a comer?
EL YERNO: la papilla que te prepar Gerda, en la cocina.
confesado todo esto, pero era necesario... Oh! Cuando hayan desaparecido los efectos del
alcohol, me saltar la tapa de los sesos. Por eso contino bebiendo. Tengo miedo de volver a mi
estado normal.
LA MADRE: Sigue! Sigue mintiendo!
EL HIJO: Una vez que pap estaba irritado dijo que no habas aprendido, como todos los nios,
primero a hablar, sino a mentir... Que siempre habas descuidado tus obligaciones para entregarte
a tus diversiones. Y recuerdo que un da que Gerda estaba gravemente enferma, te fuiste a ver
una opereta; todava suenan en mis odos tus palabras: "La vida es bastante dura; para qu
hacerla ms dura todava?" Recuerdo tambin los tres meses de verano que pasaste en Pars, con
pap; tres meses de diversiones y locuras que nos costaron tan caro que quedamos cubiertos de
deudas... Y mientras Gerda y yo permanecamos encerrados en este departamento con las dos
criadas, un bombero se acostaba con la cocinera en tu propio cuarto; el lecho conyugal a
disposicin de esa pareja encantadora.
LA MADRE: Por qu no me lo dijiste antes?
EL HIJO: Te lo dije! Pero lo olvidaste, sin duda; como habrs olvidado que recib una paliza por
haber mentido o soplado empleabas una u otra palabra, a eleccin. Porque en cuanto oas la
verdad, afirmabas que era una mentira.
LA MADRE (da vueltas como un animal enjaulado): jams o a un hijo hablarle as a su madre.
EL HIJO: Tienes razn; es poco comn y absolutamente contrario a las leyes de la naturaleza, no lo
niego... Pero esas cosas haba que decirlas. . . Estabas como una sonmbula, era imposible
despertarte; no podas, pues, cambiar. Pap deca que aun aplicndote el tormento no se lograra
jams que confesaras una falta o una mentira.
LA MADRE: Tu padre! Siempre tu padre! Crees acaso que tu padre no tena defectos?
EL HIJO: Tena grandes defectos, pero se comportaba correctamente con su mujer y sus hijos...
Oh! T tienes an muchos secretos, secretos que he presentido, adivinado, pero que no quise
ahondar... Pap se llev a la tumba esos secretos...
LA MADRE: Vas a terminar de una vez?
EL HIJO: Voy a terminar pronto y, entretanto, seguir bebiendo... jams podr rendir mis
exmenes, porque no creo en la justicia. Las leyes fueron hechas por ladrones, por asesinos, para
beneficio de los malhechores. Un testimonio sincero no es vlido, dos falsos testimonios bastan
para establecer una prueba. A las once y media mi causa es justa; a las doce pierdo todos mis
derechos. Un error de copia, un margen que falte bastan para enviarme a la crcel, a m, que soy
inocente. Y si me apiado de un estafador, me entabla juicio por difamacin! Siento un desprecio
tan profundo por la vida, la humanidad, la sociedad, y por m mismo, que no quiero seguir
haciendo el esfuerzo de vivir...
Se dirige a la puerta.
LA MADRE: No te vayas!
EL HIJO: Te da miedo quedarte sola?
LA MADRE: Tengo los nervios destrozados.
EL HIJO: Una cosa equivale a la otra.
LA MADRE: Esa mecedora me volver loca! Cuando se sentaba en ella siempre me pareca ver dos
hachas, y con esas hachas me cortaba el corazn.
EL HIJO: Como si tuvieras corazn!
LA MADRE: No te vayas! No quiero quedarme aqu. Axel es un crpula.
EL HIJO: Tambin yo lo cre hasta hoy. Pero ahora estara ms dispuesto a creer que fue vctima de
tus inclinaciones criminales... S, era un pobre muchacho, que cay en tus redes...
LA MADRE: Qu modo de hablar! Has de andar en muy malas compaas!
EL HIJO: Las tuve buenas alguna vez?
LA MADRE (suplicante): No te vayas.
EL HIJO: Ests despertando, por ventura?
LA MADRE: S, ahora me parece que despierto de un sueo, de un largusimo sueo. Es terrible!
Por qu no me despertaron antes?
EL HIJO: Si nadie pudo hacerlo, es porque era imposible... y como era imposible quizs tampoco t
podas hacer nada.
LA MADRE: Repite eso que acabas de decir.
EL HIJO: Sin duda no podas ser otra que la que eres.
LA MADRE (le besa servilmente la mano): Habla, sigue hablando!
EL HIJO: No puedo ms... S! Quiero pedirte una cosa: no te quedes aqu; tu presencia slo agrava
el mal.
LA MADRE: Tienes razn. Partir.
EL HIJO: Pobre mam.
LA MADRE: Tienes lstima de m?
EL HIJO (sollozando): Claro que s! Cuntas veces he pensado: es tan mala que da lstima!
LA MADRE: Gracias por esas palabras. Ahora vete, Fredrik.
EL HIJO: No hay remedio?
LA MADRE: No, es irremediable.
EL HIJO: S, es irremediable.
(Sale. Pausa. La madre, sola, permanece un largo momento con los brazos cruzados sobre el
pecho, luego se dirige a la ventana, la abre y mira al vaco. Retrocedo hasta el centro de la
habitacin, toma impulso para saltar, pero se domina. En ese instante, se oyen tres golpes en la
puerta del fondo.)
LA MADRE: Quin es? (Pausa.) Quin llama? (Cierra la ventana.) Adelante! (La puerta del fondo
se abre.) Hay alguien? (Se oye gritar al hijo en la habitacin contigua.) Es l, otra vez l, en el
tabacal! No ha muerto entonces? Qu hacer? Adnde ir? (Se oculta detrs del escritorio.
Vuelve a soplar el viento, los papeles revolotean por la habitacin.) Cierra la ventana, Fredrik! (El
viento derriba un florero.) Cierra la ventana, me muero de fro. (Pausa.) No ves que se apag la
estufa?
(Prende todas las luces, cierra la puerta que vuelve a abrirse. La mecedora empieza a balancearse.
La madre da -vueltas por la habitacin y, finalmente, se arroja boca abajo sobre la chaise-longue,
Se oye, viniendo de bastidores, el vals l Me Deca". Entra Gerda, trae la papilla en una bandeja y
la pone sobre la mesita. Luego apaga todas las luces, menos una.)
LA MADRE (incorporndose): No apagues!
GERDA: Tenemos que hacer economas.
LA MADRE: Ya volviste del viaje...
GERDA: S, l no se diverta; le faltabas t.
LA MADRE: Gracias!
GERDA: Te traje tu cena.
LA MADRE: No tengo hambre.
hice. Pero tendrs que pagarlo, t que me azuzaste en contra de l. Recuerdas? Cuando era muy
pequea an, me enseabas a decirle palabras hirientes que yo ni siquiera comprenda. Pap tena
bastante discernimiento como para no castigarme. Saba quin haba tendido el arco para arrojarle
aquellas flechas envenenadas. Recuerdas cuando me obligabas a decirle que necesitaba nuevos
libros de clase, y una vez que le arrancbamos el dinero, nos lo repartamos...? Cmo podr
olvidar todo ese pasado? No hay algn brebaje que pueda anular la memoria sin quitar la vida?
Si al menos tuviera la fuerza de abandonarla! Pero soy corno Fredrik: impotente, sin voluntad;
somos vctimas... tus vctimas... Y t te has endurecido, no sufres ni por tus propios crmenes!
LA MADRE: Sabes qu infancia tuve?, Puedes imaginar el horror de ese hogar donde me cri, y
todo el mal que en l aprend? Es algo as como una herencia... Pero, a quin se la debemos? A
nuestros primeros padres, contestan los libros, y todo hace pensar que sea verdad. No me acuses,
pues, y no acusar a mis padres, quienes podran, a su vez, acusar a los suyos, y as
indefinidamente. Por otra parte, es lo que ocurre en todas las familias, aunque los extraos no lo
adviertan.
GERDA: En ese caso, sera mejor morir. Pero si estoy obligada a vivir, entonces prefiero pasar,
sorda y ciega, a travs de esta miseria con la esperanza de que a esta vida suceder una vida
mejor.
LA MADRE: Qu exagerada eres, Gerda! Con tu primer hijo tendrs otras ideas y otras
preocupaciones.
GERDA: No tendr hijos.
LA MADRE: Cmo lo sabes?
GERDA: Me lo dijo el mdico.
LA MADRE: Est equivocado.
GERDA: Mientes una vez ms! Soy estril, incompletamente desarrollada, como lo es Fredrik
tambin, y por eso me niego a vivir.
LA MADRE: Qu tonteras!
GERDA: Si tuviera el poder de hacer el mal como quisiera, ya no existiras. Por qu ser tan difcil
hacer mal?... Cuando alzo la mano sobre ti me parece que la alzo sobre m misma.
(La msica cesa bruscamente, se oye gritar al hijo.)
LA MADRE (exasperada): Otra vez bebido!
GERDA: Pobre Fredrik!
(Entra el hijo, medio borracho.)
EL HIJO: Creo que... que hay humo en la cocina.
LA MADRE: Qu dices?
EL HIJO: S, s, creo... que hay fuego en la cocina.
(La madre corre al fondo, abre la puerta, pero la detiene el humo; se ve un resplandor rojo.)
LA MADRE: Socorro, fuego! Dios mo, cmo salir? ... No quiero quemarme viva, no quiero!
(Da vueltas por la habitacin, enloquecida.)
GERDA (abrazando a su hermano): Fredrik, tenemos que huir! Nos alcanzar el fuego!
EL HIJO. (En voz baja): No puedo!
GERDA: Huyamos! No podemos quedarnos aqu!
EL HIJO- Adnde iramos? No, no puedo.
LA MADRE: Prefiero tirarme _por la ventana!
(Abre la puerta y se precipita al vaco.)
TELN