La Iglesia y La Política
La Iglesia y La Política
La Iglesia y La Política
1. El tema
"La Iglesia no debe meterse en poltica", dicen unos. "La poltica para el
que viva de ella", dicen otros. Pero, la Iglesia debe estar totalmente al
margen de la poltica? Debe el cristiano pasar de poltica?
En primer lugar hay que decir que por mucho que critiquemos a los
polticos, si no queremos que el mundo sea un caos, debemos reconocer
que alguien tiene que gobernar. Es muy cierto aquello de que "donde
todos mandan nadie manda y donde nadie manda todos mandan". Por
eso es necesario que haya quien haga las leyes y exija que se cumplan.
Como dice el Concilio, "la comunidad poltica nace para buscar el bien
comn, que abarca el conjunto de aquellas condiciones de vida social
con las cuales los hombres, las familias y las asociaciones pueden lograr
con mayor plenitud y facilidad su propia perfeccin" (G.S.74). Y como en
esta comunidad es normal que hay variedad de opiniones e intereses
tiene que haber una autoridad. Ahora bien, esta autoridad debe ser
elegida libremente por los ciudadanos. Lo que no quiere decir que los
gobernantes elegidos puedan luego hacer lo que les d la gana, pues ha
de haber siempre unos lmites, como es el bien comn, el orden moral.
el orden jurdico legtimamente establecido... Supongamos que
democrticamente se decide que es buena la tortura o el terrorismo o la
droga... Ninguna autoridad ni ninguna decisin democrtica puede
legitimar semejantes acciones, que van en contra del orden previsto por
Dios.
Tampoco puede ninguna autoridad atentar contra los derechos de la
persona (derecho a la vida, a reunirse, asociarse, profesar pblicamente
y privadamente la religin, etc).
"Es inhumano que la autoridad poltica caiga en formas totalitarias o en
formas dictatoriales que lesionen los derechos de la persona o de los
grupos sociales" (G.S.75). No se puede, pues, decir que la Iglesia se
mete donde no debe cuando defiende estos derechos. Por eso el Papa no
se sale de su competencia cuando recuerda a los dictadores que dejen
de violar los derechos humanos, sino que est cumpliendo con su deber.
La Iglesia est inequvocamente a favor de la democracia y recuerda a
todos los ciudadanos el derecho y el deber de votar con libertad. Pero el
4. La Plegaria
El poder y la Iglesia
El nacimiento de la Iglesia fue en un ambiente hostil. Su fundador, Jesucristo, fue
crucificado, sus discpulos perseguidos, muchos murieron mrtires. Adems, los
apstoles eran muchos de ellos sencillos pescadores aunque tambin haba
entre ellos personas de extraccin ms elevada como Mateo que era recaudador
de impuestos. La religin cristiana se propag en medio de crueles persecuciones
que costaron muchas vctimas. Adems los primitivos cristianos no recurran a
las armas, sino ms bien se dejaban matar sin oponer resistencia (a diferencia de
los musulmanes que utilizaron para propagar su religin la llamada "guerra
santa" martirizando a muchos cristianos que no queran aceptar esa falsa
religin).
Lleg un momento "sangre de mrtires, semilla de cristianos" en que la
sociedad romana se vio conquistada por el Cristianismo y el emperador
Constantino se hizo cristiano. Entonces aunque siguieron otros emperadores
como Juliano el Apstata que volvieron a perseguir a la Iglesia el poder ya no
persegua a la Iglesia sino que le era favorable. Ello es en s una cosa buena, ya
que tambin Dios llama a la conversin a los reyes y jefes polticos, y, por otra
parte, as el pueblo cristiano goza de paz y de leyes justas:
Que el poder sea cristiano es un santo deseo de la Iglesia, aunque ella no tenga
poder poltico. Ahora bien, siendo una cosa buena, tiene sus inconvenientes: La
Iglesia puede verse tentada a seguir el camino ms cmodo, a apartarse de la
fidelidad a Cristo y verse envuelta por el poder poltico en cosas no santas, a
dejarse atraer por las riquezas, alejndose de Cristo que fue pobre hasta la
muerte. Ello sucedi en la llamada Edad de Hierro de la Iglesia.
Tambin se dieron abusos al emplear la fuerza de las armas para evangelizar, lo
que est reido con el Evangelio y con el respeto a la conciencia de la persona:
Dios no quiere conversiones a la fuerza, pues ha hecho al hombre libre.
En la actualidad, la Iglesia es ms bien atacada por el poder poltico. En el siglo
XX ha sufrido grandes persecuciones por parte de regmenes totalitarios,
comunistas y nazis, y an en las democracias, hoy en da, se aprueban leyes
anticristianas como la del aborto, frente a las que el Papa con valenta recuerda
que los Parlamentos no tienen derecho a aprobar un crimen contra seres
inocentes.
Sin embargo, los parlamentos aprueban esas leyes injustas y la voz del Papa se
les antoja un estorbo. Cuando el poder poltico es hostil a la Iglesia ello no es
bueno y la Iglesia llama a sus fieles a intervenir en la vida pblica para cambiar
las leyes anticristianas.
El poder debe estar al servicio de las personas y no ser un poder opresor. Y la
Iglesia desea que el poder sea justo, respetuoso con la conciencia y los derechos
de todos los hombres.
El poder supone la posibilidad de emplear la coaccin para hacer cumplir
determinados comportamientos normalmente de acuerdo con unas leyes. El poder
puede ser justo o injusto. Una ley injusta no obliga en conciencia (S. Agustn
deca: "Qu son los reinos si se abandona la justicia sino grandes latrocinios?").
Tambin la esfera poltica est sujeta a la moral. Tambin los jefes polticos son
personas y deben comportarse por tanto de acuerdo con las normas morales.
Pero la Iglesia no puede confundirse con el poder poltico: No es misin de la
Iglesia imponer los comportamientos que exige la moral cristiana por la fuerza.
Si bien, la Iglesia puede recomendar al poder poltico que emplee la fuerza
legtima para evitar pecados y crmenes que tiene una notable repercusin social,
y sin cuyo empleo la convivencia resultara poco menos que imposible en la
sociedad civil:
As la Iglesia ve con buenos ojos que la ley castigue al asesino, porque ello
protege la vida de muchos inocentes. De la misma manera, la Iglesia ve con
buenos ojos que se castigue el aborto, pues ello no es sino un acto de legtima
defensa de seres inocentes. No es que sea misin de la Iglesia castigar
penalmente, pero puede recomendar al poder poltico que lo haga: diciendo que
tal actuacin es justa y tal otra no lo es.
Ante ello, puede plantearse si los lmites del poder poltico y eclesistico son
acaso tenues.
Jess dijo aquello de "Dad a Dios lo que es de Dios y al Csar lo que es del
Csar". Y Jess huy cuando quisieron hacerle rey. Y ante Pilatos dijo "Mi reino
no es de este mundo". Por tanto, los que siguen a Cristo de una manera especial,
los sacerdotes, obispos y Papa no deben aspirar al poder poltico. Detentar el
poder poltico es una hipoteca para las actuaciones de los pastores que tendran
que condescender a los intereses del poder en vez de defender nicamente los
intereses de Dios.Por otra parte, los fieles que tienen legtimamente opiniones
polticas distintas se veran en el brete de oponerse a los pastores: Una Iglesia
politizada es contraria a su misin evangelizadora. Eso se vio en el pasado en que
se dio a veces confusin entre poder poltico y eclesistico, sea aqul del color
que sea, tanto poder poltico de derechas como de izquierdas. Repugna que un
sacerdote pueda mandar a la polica y al ejrcito y que los errores polticos
recaigan sobre la Iglesia. Por otra parte difcilmente puede la Iglesia mantenerse
pobre si detenta el poder, y la Iglesia debe ser pobre con Cristo que fue pobre
hasta la muerte.
Pero eso no quiere decir que la Iglesia no desee que las autoridades sean
cristianas y se inspiren en la fe para hacer las leyes. Ya que los polticos tambin
son seres humanos redimidos por Cristo y, por tanto, llamados a salvarse. Y, por
otra parte, es de desear que en la sociedad haya leyes justas y los fieles cristianos
puedan cumplir sus deberes religiosos en un ambiente propicio y pacfico.
El problema surge cuando existen diversas concepciones, algunas de ellas incluso
ateas o agnsticas, en la sociedad: Entonces la Iglesia no puede imponer sus
convicciones por la fuerza y debe respetar la libertad de las conciencias: El
mensaje evanglico tiene que aceptarse libremente para que su aceptacin no sea
vaca a los ojos de Dios.
Pero tiene derecho la Iglesia a exigir a las autoridades dos cosas: Una, que en la
sociedad se garanticen y no se discutan los derechos naturales de la persona
(algunos de los cuales se conocen hoy en da como derechos humanos). En
efecto, una sociedad en que no se garantizara el derecho a la vida, el derecho a