1principios Rectores Del Acto Analitico E Laurent PDF

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Principios rectores

del acto psicoanaltico


por Eric Laurent

Prembulo
Durante el Congreso de la AMP en Comandatuba, en el 2004, la Delegada General present
una Declaracin de principios ante la Asamblea
General. Luego los Consejos de las Escuelas
hicieron llegar los resultados de sus lecturas, de
sus observaciones y sealamientos. Despus de
ese trabajo, presentamos ahora, ante la Asamblea, estos Principios que les pedimos adopten.
Primer principio
El psicoanlisis es una prctica de la palabra.
Los dos participantes son el analista y el analizante, reunidos en presencia en la misma sesin
psicoanaltica. El analizante habla de lo que le
trae, su sufrimiento, su sntoma. Este sntoma est
articulado a la materialidad del inconsciente; est
hecho de cosas dichas al sujeto que le hicieron mal
y de cosas imposibles de decir que le hacen sufrir.
El analista punta los decires del analizante y le
permite componer el tejido de su inconsciente. Los
poderes del lenguaje y los efectos de verdad que
este permite, lo que se llama la interpretacin,
constituyen el poder mismo del inconsciente. La
interpretacin se manifiesta tanto del lado del
psicoanalizante como del lado del psicoanalista.
Sin embargo, el uno y el otro no tienen la misma
relacin con el inconsciente pues uno ya hizo
la experiencia hasta su trmino y el otro no.
Segundo principio
La sesin psicoanaltica es un lugar donde pueden aflojarse las identificaciones ms estables, a
las cuales el sujeto est fijado. El psicoanalista
autoriza a tomar distancia de los hbitos, de las
normas, de las reglas a las que el psicoanalizante
se somete fuera de la sesin. Autoriza tambin
un cuestionamiento radical de los fundamentos
de la identidad de cada uno. Puede atemperar la
radicalidad de este cuestionamiento teniendo en
cuenta la particularidad clnica del sujeto que se
dirige a l. No tiene en cuenta nada ms. Esto
es lo que define la particularidad del lugar del
psicoanalista, aquel que sostiene el cuestionamien-

to, la abertura, el enigma, en el sujeto que viene a


su encuentro. Por lo tanto, el psicoanalista no se
identifica con ninguno de los roles que quiere hacerle jugar su interlocutor, ni a ningn magisterio
o ideal presente en la civilizacin. En ese sentido,
el analista es aquel que no es asignable a ningn
lugar que no sea el de la pregunta sobre el deseo.
Tercer principio
El analizante se dirige al analista. Pone en el
analista sentimientos, creencias, expectativas en
respuesta a lo que l dice, y desea actuar sobre las
creencias y expectativas que l mismo anticipa.
El desciframiento del sentido no es lo nico que
est en juego en los intercambios entre analizante
y analista. Est tambin el objetivo de aquel que
habla. Se trata de recuperar junto a ese interlocutor algo perdido. Esta recuperacin del objeto es
la llave del mito freudiano de la pulsin. Es ella la
que funda la transferencia que anuda a los dos participantes. La frmula de Lacan segn la cual el
sujeto recibe del Otro su propio mensaje invertido
incluye tanto el desciframiento como la voluntad
de actuar sobre aquel a quien uno se dirige. En
ltima instancia, cuando el analizante habla,
quiere encontrar en el Otro, ms all del sentido
de lo que dice, a la pareja de sus expectativas, de
sus creencias y deseos. Su objetivo es encontrar a la
pareja de su fantasma. El psicoanalista, aclarado
por la experiencia analtica sobre la naturaleza
de su propio fantasma, lo tiene en cuenta y se
abstiene de actuar en nombre de ese fantasma.
Cuarto principio
El lazo de la transferencia supone un lugar, el lugar del Otro, como dice Lacan, que no est regulado por ningn otro particular. Este lugar es aquel
donde el inconsciente puede manifestarse en el
decir con la mayor libertad y, por lo tanto, donde
aparecen los engaos y las dificultades. Es tambin
el lugar donde las figuras de la pareja del fantasma
pueden desplegarse por medio de los ms complejos juegos de espejos. Por ello, la sesin analtica no
soporta ni un tercero ni su mirada desde el exterior

Eric Laurent

del proceso mismo que est en juego. El tercero


queda reducido a ese lugar del Otro. Este principio
excluye, por lo tanto, la intervencin de terceros
autoritarios que quieran asignar un lugar a cada
uno y un objetivo previamente establecido del
tratamiento psicoanaltico. El tercero evaluador se
inscribe en esta serie de los terceros, cuya autoridad slo se afirma por fuera de lo que est en juego
entre el analizante, el analista y el inconsciente.
Quinto principio
No existe una cura estndar ni un protocolo general que regira la cura psicoanaltica. Freud tom
la metfora del ajedrez para indicar que slo haba
reglas o para el inicio o para el final de la partida.
Ciertamente, despus de Freud, los algoritmos que
permiten formalizar el ajedrez han acrecentado
su poder. Ligados al poder del clculo del ordenador, ahora permiten a una mquina ganar a un
jugador humano. Pero esto no cambia el hecho
de que el psicoanlisis, al contrario que el ajedrez,
no puede presentarse bajo la forma algortmica.
Esto lo vemos en Freud mismo que transmiti el
psicoanlisis con la ayuda de casos particulares:
El Hombre de las ratas, Dora, el pequeo Hans,
etc. A partir del Hombre de los lobos, el relato de
la cura entr en crisis. Freud ya no poda sostener
en la unidad de un relato la complejidad de los
procesos en juego. Lejos de poder reducirse a un
protocolo tcnico, la experiencia del psicoanlisis
slo tiene una regularidad, la de la originalidad
del escenario en el cual se manifiesta la singularidad subjetiva. Por lo tanto, el psicoanlisis no es
una tcnica, sino un discurso que anima a cada
uno a producir su singularidad, su excepcin.
Sexto principio
La duracin de la cura y el desarrollo de las
sesiones no pueden ser estandarizadas. Las
curas de Freud tuvieron duraciones muy variables. Hubo curas de slo una sesin, como
el psicoanlisis de Gustav Mahler. Tambin
hubo curas de cuatro meses como la del pequeo Hans o de un ao como la del Hombre de

las ratas y tambin de varios aos como la del


Hombre de los lobos. Despus, la distancia y la
diversificacin no han cesado de aumentar.
Adems, la aplicacin del psicoanlisis ms all de
la consulta privada, en los dispositivos de atencin, ha contribuido a la variedad en la duracin
de la cura psicoanaltica. La variedad de casos
clnicos y de edades en las que el psicoanlisis ha
sido aplicado permite considerar que ahora, en el
mejor de los casos, la duracin de la cura se define
a medida. Una cura se prolonga hasta que el
analizante est lo suficientemente satisfecho de la
experiencia que ha hecho como para dejar al analista. Lo que se persigue no es la aplicacin de una
norma sino al acuerdo del sujeto consigo mismo.
Sptimo principio
El psicoanlisis no puede determinar su objetivo y
su fin en trminos de adaptacin de la singularidad
del sujeto a normas, a reglas, a determinaciones
estandarizadas de la realidad. El descubrimiento
del psicoanlisis es, en primer lugar, el de la impotencia del sujeto para llegar a la plena satisfaccin
sexual. Esta impotencia es designada con el trmino de castracin. Ms all de esto, el psicoanlisis
con Lacan, formula la imposibilidad de que exista
una norma de la relacin entre los sexos. Si no
hay satisfaccin plena y si no existe una norma, le
queda a cada uno inventar una solucin particular
que se apoya en su sntoma. La solucin de cada
uno puede ser ms o menos tpica, puede estar ms
o menos sostenida en la tradicin y en las reglas
comunes. Sin embargo, puede tambin remitir a
la ruptura o a una cierta clandestinidad. Todo
esto no quita que, en el fondo, la relacin entre los
sexos no tiene una solucin que pueda ser para
todos. En ese sentido, est marcada por el sello
de lo incurable, y siempre se mostrar defectuosa.
El sexo, en el ser hablante, remite al no todo.
Octavo principio
La formacin del psicoanalista no puede reducirse
a las normas de formacin de la universidad o a
las de la evaluacin de lo adquirido por la prctica.

La formacin analtica reposa en un trpode:


seminarios de formacin terica, la prosecucin
por el candidato psicoanalista de un
psicoanlisis hasta el final, las supervisiones.
La formacin analtica, desde que fue establecida
como discurso, reposa en un trpode: seminarios
de formacin terica (para-universitarios), la
prosecucin por el candidato psicoanalista de
un psicoanlisis hasta el final (de ah los efectos
de formacin), la transmisin pragmtica de la
prctica en las supervisiones (conversaciones entre
pares sobre la prctica). Durante un tiempo, Freud
crey que era posible determinar una identidad del
psicoanalista. El xito mismo del psicoanlisis, su
internacionalizacin, las mltiples generaciones
que se han ido sucediendo desde hace un siglo, han
mostrado que esa definicin de una identidad del
psicoanalista era una ilusin. La definicin del
psicoanalista incluye la variacin de esta identidad.
La definicin es la variacin misma. La definicin
del psicoanalista no es un ideal, incluye la historia
misma del psicoanlisis y de lo que se ha llamado
psicoanalista en distintos contextos de discurso.
La nominacin del psicoanalista incluye componentes contradictorios. Hace falta una formacin
acadmica, universitaria o equivalente, que
conlleva el cotejo general de los grados. Hace falta
una experiencia clnica que se transmite en su
particularidad bajo el control de los pares. Hace
falta la experiencia radicalmente singular de la
cura. Los niveles de lo general, de lo particular y

de lo singular son heterogneos. La historia del


movimiento psicoanaltico es la de las discordias
y la de las interpretaciones de esa heterogeneidad.
Forma parte, ella tambin, de la gran Conversacin del psicoanlisis, que permite decir quin es
psicoanalista. Este decir se efecta en procedimientos que tienen lugar en esas comunidades que
son las instituciones analticas. El psicoanalista
nunca est solo, sino que depende, como en el
chiste, de un Otro que le reconozca. Este Otro no
puede reducirse a un Otro normativizado, autoritario, reglamentario, estandarizado. El psicoanalista es aquel que afirma haber obtenido de la
experiencia aquello que poda esperar de ella y,
por lo tanto, afirma haber franqueado un pase,
como lo nombr Lacan. El pase testimonia del
franqueamiento de sus impases. La interlocucin
con la cual quiere obtener el acuerdo sobre ese
atravesamiento, se hace en dispositivos institucionales. Ms profundamente, ella se inscribe
en la gran Conversacin del psicoanlisis con
la civilizacin. El psicoanalista no es autista. El
psicoanalista no cesa de dirigirse al interlocutor
benevolente, a la opinin ilustrada, a la que anhela
conmover y tocar en favor de la causa analtica.
Traduccin: Carmen Cuat

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