El Silencio de Dios Analisis Ciudadela Saint-Exupery
El Silencio de Dios Analisis Ciudadela Saint-Exupery
El Silencio de Dios Analisis Ciudadela Saint-Exupery
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slo descubr un bloque pesado de granito negro: el cual era Dios
Ningn lector podr evitar la decepcin y desencanto, como tambin cierta
atraccin, producido por el smbolo que expresa a Dios. Podemos pensar aqu que SaintExupry ha preferido un smbolo en donde la expectativa humana respecto de Dios sea
decepcionada a fin de acentuar la distancia entre lo humano y lo divino, evitando el peligro de caer en alguna idolatra en donde se tienda a reducir lo divino a lo humano. A
pesar de, o mejor gracias a, este smbolo se lo reconoce como Dios y confiesa lo que
espera de ese encuentro con Dios:
no volver a hundirse en la soledad
Aqu Exupry expresa aquel vaco interior con la experiencia de la soledad.
Esta soledad es la experiencia de estar solo en medio de multitudes donde no hay ms
que alter-egos, pero tambin es el clamor por el encuentro con una verdadera alteridad
que de sentido a mi existencia. Octavio Paz deca:
El hombre es el nico ser que se siente solo y el nico que es bsqueda de otro.
Su naturaleza ...consiste en un aspirar a realizarse en otro. El hombre es
nostalgia y bsqueda de comunin. Por eso cada vez que se siente a s mismo se
siente como carencia de otro, como soledad.6
A partir de aqu se inicia un dilogo con el bloque de granito negro el cual es
Dios y donde se suceden una serie de smbolos con el cual el protagonista expresa a
estos alter egos que lo reducen a l a la soledad que lo atormenta. Y por que le
atormenta esta soledad? Porque los otros no son mas reflejos de espejo o el eco de su
voz que lo vuelven al aislamiento de su soledad :
Si ro, ren. Si me callo se ensombrecen
Por eso se pregunta y le pregunta a Dios por el amor, pero del amor que surge de
esta relacin de alter-ego:
Por qu me espanta el amor y qu tengo que esperar de este amor que es multiplicacin de mi mismo?
Este amor espanta porque no es amor sino ms de s mismo y lo que se puede
esperar es que los otros sean mera repeticin montona de s mismo (altergos). A continuacin el protagonista le dirige una plegaria a Dios donde lo mas importante radica en
el pedido que el protagonista le hace a Dios y que consiste en que al finalizar la plegaria
haga volar a un cuervo que se hallaba en las cercanas:
tengo necesidad de un signo.
El protagonista cree que si Dios hace volar al cuervo esto sera un signo de algo
distinto de si mismo y as abrirse a un T con el cual no estar mas solo en el mundo.
El bloque de granito permanece en silencio y el cuervo no vuela. Entonces l se inclina
reverencialmente ante Dios, es decir, ante ese muro-silencio y le reconoce que si hubiera hecho volar al cuervo, esto hubiese sido un signo, pero un signo solo lo es de un igual
no de otro distinto que yo y de nuevo estara solo.
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me den algo a cambio. El rezo es gratuito. Lo mismo acontece con el amor verdadero,
no hay don que esperar del otro, Amo, quia amo. Amo, ut amen11. El sentido del amor
lo revela la plegaria, pero el sentido de la plegaria lo revela el silencio de Dios.
El amor ante todo es ejercicio de la plegaria y la plegaria ejercicio del silencio.
EL CAMINO APOFTICO-SIMBLICO Y EL SILENCIO DE DIOS:
Por ltimo quisiera concluir con algunas reflexiones respecto del lenguaje de
Dios que surge del anlisis de este fragmento de Ciudadela. Para ello me inspirar en
el pensamiento Apoftico del Pseudo Dionisio Areopagita. Podemos pensar en una diversidad de lenguajes para expresar a Dios: lenguaje simblico smil, dismil e hypersimblico, lenguaje kataftico, apoftico e hyperftico12.
A pesar de esta diversidad de lenguajes hay una nica va o camino de acceso a
Dios con tres momentos o pasos sucesivos13. En el primer momento de ste camino nos
encontramos con el lenguaje simblico smil que se correlaciona con el lenguaje kataftico del concepto o del nombre en la medida que se acenta la semejanza entre Dios y lo
creado con el riesgo de idolatra que conlleva si se reduce la semejanza a la identidad.
Pero ya en lo smil adviene un segundo momento, el lenguaje simblico dismil
que corrige negando sin abolirlo a lo smil y esto se correlaciona con el lenguaje apoftico que corrige negando lo kataftico.
En el tercer momento hyperftico se da una negacin de la negacin, una afirmacin eminente mas all de la afirmacin y la negacin. Correlativamente debemos
pensar tambin el tercer momento hypersimblico como una negacin de la simblica
dismil donde se da una afirmacin simblica eminente mas all de todo smbolo smil o
dismil. Por eso para el momento hyperftico se recurre a ideas radicalmente negadoras
de toda idea, tales como los de incognocibilidad y de no ciencia. Pero tambin para el
momento hypersimblico se recurre a smbolos radicalmente negadores de todo smbolo: tinieblas, nube, noche, silencio.
Sin embargo, este camino trimembre (kata, apo e hyper) no debe ser interpretado
dialcticamente como tesis, antitesis y sntesis ya que la sntesis, en este caso el momento eminente o hyper, sera la mera consecuencia de los dos momentos anteriores y
el hyper no sera mas que un superlativo en la misma lnea de los momentos anteriores.
Este hyper implica un salto en discontinuidad con los momentos anteriores que
no slo est al final sino que ya est en-sobre (in-ber)14 el primer momento de la
afirmacin, moviendo la negacin y culminando en la trascendencia de la eminencia:
la va eminentiae no tanto sucede a la via negationis cuanto la exige, la
inspira y la gua. Si es postrera, es que secretamente, ya, es primera, superior y
anterior a la misma via affirmationis.15
Luego de esta incursin en el apofatismo de Dionisio podemos decir que en este
fragmento de Ciudadela encontramos de alguna manera esa misma experiencia apoftica en lenguaje simblico. En el primer momento que hemos llamado ascendente encontramos que al comienzo el protagonista espera de Dios respuestas que presupone un
Dios determinado, donde podemos afirmar que ste Dios es un Dios que responde a la
pregunta del hombre por la razn de las cosas, un Dios que llenar el vaco del hombre,
un Dios a la medida del hombre, es decir un Dios que es evocado predominantemente
por el lenguaje smil.
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Pero pronto acontece una experiencia negadora, de fracaso, Dios no es lo que el
hombre espera de l. Por un lado Dios es un bloque de granito negro, imagen inesperada
de Dios y por otro lado Dios decepciona al no dar respuesta alguna. Estamos en el segundo momento de la negacin, donde predomina el lenguaje simblico dismil.
Luego el protagonista pide un signo que en principio despierta en l la expectativa de abrirse a algo distinto de s pero en realidad el signo es signo de un igual y por lo
tanto de s mismo. Podemos advertir aqu que el signo es mas bien un lenguaje de lo
smil con el peligro de idolatra antropomrfica, aunque en un principio no es advertido
como tal, sino despus de una experiencia negadora, dismil.
Pero el tercer momento eminente de la hypersimbolizacin est en el silencio
de Dios, es el silencio trascendente que ya est (en-sobre) presente y operante de modo
inaudible en el inicio del momento ascendente del sueo y que mueve a negar lo smil
con lo dismil hasta la desesperacin.
Pero en el momento descendente el silencio se manifiesta, se manifiesta en su
elocuencia eminente en el mbito de la serenidad y la claridad. El silencio de Dios nos
deja en silencio Es entonces que el hombre calla profundamente y al callar alcanza la
raz de la palabra-silencio de Dios. Es como el silencio en la conversacin de los que se
aman que sin decirse nada se dicen todo.
Para concluir podemos sintetizar esta experiencia apoftica-simblica de este
fragmento de Ciudadela de Saint-Exupry con algunas estrofas poticas de Rainer
Maria Rilke referentes a Dios:
De da eres ese murmullo
que envuelve a la gente;
y ese silencio que sigue a las campanadas del reloj
que vuelve a cerrarse lentamente.
Pero cuando el da va muriendo
y, con abandono, se sumerge en la noche,
t existes ms y ms, Dios mo. Como el
humo que se eleva de los tejados, as sube tu reino!16
1
Ver el Apndice del presente articulo donde se trascribe el fragmento de Ciudadela de Saint-Exupry.
En el mbito literario creo que es necesario entender sueo en el sentido de ensoacin o sueo de la
Remito al texto de Bernhard Welte, El hombre entre lo finito y lo infinito especialmente a la tercera
leccin y al pensamiento de K. Jarpers en su libro La filosofa donde muestra que el fracaso es la cifra
de la trascendencia.
5
encontrarse. Una expresin semejante es usada en el litoral argentino y que yo la he odo de boca de
provincianos golondrinas juntadores de maz que decan yo aqu no me hallo. El Padre Julin Zini en
su libro Avo del alma aclara el sentido de esta expresin al decir que hace que me sienta hallado o
no. Ver tambin un chamam con letra del Padre Zini titulado Sin Ti no me hallo.
8
Martn Heidegger, Interpretaciones sobre la poesa de Hlderlin, traduccin de Eugenio Trias, Editorial
11
La frase es de San Bernardo, remito al anlisis de Scanone Juan Carlos en su libro Religin y nuevo
Symbolisme et thologie ngative chez le Pseudo-Denys, Bulletin de lAssociation Guillaume Bude, (1957) Pg. 93-113.
13
Ver Jos Gmez Caffarena Enigma y misterio , Editorial Trota, Pg. 399 y siguientes.
14
Ver el articulo el ritmo de la analoga: el en-sobre como principio formal de la analoga en el pensa-
miento de Erich Przywara, Rafael Luciani, Stromata, Filosofa y Teologa, San Miguel, julio - diciembre
2003, Pg. 261-272.
15
Henri De Lubac, Por los caminos de Dios, Editorial Carlos Lohl, Pg. 102. Ver tambin Scanone
El libro de horas, traduccin con modificaciones de V. Pino Saavedra, Rainer Maria Rilke, Poesas,
APNDICE:
Entonces me vino este sueo, habindome cansado las aclamaciones como un ruido vaco que ya no
poda instruirme.
Un camino escarpado y resbaladizo desnivelaba el mar. La tormenta haba reventado y la noche
flua como un odre lleno. Obstinado, suba hacia Dios para preguntarle la razn de las cosas, y hacerme
explicar a dnde conduca el cambio que se me haba pretendido imponer.
Pero en la cima de la montaa slo descubr un bloque pesado de granito negro: el cual era Dios
Por supuesto es El, me deca, inmutable e incorruptible; porque todava esperaba no volver a
hundirme en la soledad.
-Seor -le dije-, instryeme. He aqu que mis amigos, mis compaeros y mis sbditos slo son
para m como fantoches sonoros. Los tengo en las manos y los manejo a mi agrado. Y no me atormento
porque me obedecen; porque es bueno que mi sabidura descienda a ellos. Sino porque se han convertido
en ese reflejo de espejo que me deja ms solitario que un leproso. Si ro, ren. Si me callo, se ensombrecen. Y mi palabra, que conozco, los llena como el viento a los rboles. Y estoy solo para colmarlos. Y ya
no hay cambio para m, pues en este auditorio desmesurado no escucho ms que mi propia voz que me
devuelven como los ecos helados de un templo. Por qu me espanta el amor y qu tengo que esperar de
este amor que es multiplicacin de mi mismo?
Pero el bloque de granito que rezumaba una lluvia brillante, permaneca impenetrable.
Seor -le dije (porque haba un cuervo negro sobre una rama vecina)-, comprendo bien que sea
seal de Tu majestad callarte. Sin embargo, tengo necesidad de un signo. Cuando termine mi plegaria,
ordena volar a ese cuervo. Eso ser como el parpadeo de otro distinto a m y no estar solo en el mundo.
Estar ligado a ti por una confidencia, aunque sea oscura. No pido nada sino que me sea significado que
hay, quiz, algo por comprender.
Y observaba al cuervo. Pero se mantuvo inmvil. Entonces me inclin hacia el muro.
-Seor-le dije-. Sin duda tienes razn. No corresponde a Tu majestad someterte a mis consignas. Si el
cuervo se hubiera volado, me hubiese entristecido ms hondamente. Porque un signo tan solo lo hubiera
podido recibir de un igual; por lo tanto, de mi mismo, reflejo todava de mi deseo. Y nuevamente hubiera
encontrado mi soledad.
As pues, luego de prosternarme, volv sobre mis pasos.
Mas sucedi que mi desesperacin ceda a una serenidad inesperada y singular. Me hunda en el
fango del camino, me araaba en las zarzas, luchaba contra el ltigo de las rfagas, y sin embargo, se
hacia en m una especie de claridad. Porque nada saba que hubiera podido conocer con repugnancia.
Porque no haba tocado a Dios; pues un dios que se deja tocar no es ya un dios. Ni tampoco si obedece a
la plegaria. Y por primera vez adivin que la grandeza de la plegaria estriba en que no tiene respuesta y
que no entra en ese cambio la fealdad del comercio. Y que el aprendizaje es el aprendizaje del silencio. Y
que el amor comienza donde no hay ya don que esperar. El amor ante todo es ejercicio de la plegaria y la
plegaria ejercicio del silencio.
Traduccin Castellana de Hellen Ferro, Editorial Goncourt, Bs. As. , 1978, Pg. 194-196.