Cortesanas, Sodomitas, Eunucos, Amores Lesbios, Erotismo

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O 2.

8 2 3

CORTESANAS
Sodomitas, eanaeos,
amores

lesbios,

erotismo

POR

ARGIMIRO

BLAY.

MADRID
ANTONIO R. LPEZ, EDITOR
i r e r r a z , 66, u*ei.

Es propiedad del Editor.


Queda hecho el depsito
que marca la ley.

Imprenta de Felipe Marqus, Madera, lt, bajos.

PRLOGO

Profundamente emocionado he recibido la siguient e carta, que trasmito los lectores, cumpliendo un
deber que todo hombre de conciencia no debe eludir,
como no tenga por corazn un bloque de piedra berroquea, un crneo tan obtuso como los mongoles que
apenas llegan los 75.
Dispnsenme los que estas lneas lean; pues no
tengo el orgullo de haber nacido en Espaa, ni siquiera que las oleadas de azahar almacenadas y desprendidas del capullo, al abrir sus ptalos y asomar la corola,
-aquellos perfumes que embalsaman la atmsfera, desde Sierra Nevada y Sierra Elvira hasta Muley Hacen,
nacidas en los crmenes Granada, parecen surgir
de los ojos llameantes de las andaluzas, inundadas de
u e g o de amor y cario; restos de la mezcla de aque-

ARGIMIEO

BLAY

lias razas invasoras, mulsumana, rabe y espaola,


cuyos corazones laten todos los impulsos, y sus labios-siempre absorbiendo las voluptuosidades de aquel ambiente cantan la magnificencia de su cielo, las placideces de aquel amor constante la exuberante n a t u raleza que conmueve las fibras de sus sentidos, alejando sus sentimientos de todo lo ideal, sin pensar crear
y llevar al altar del holocausto del progreso, una miga,
del pan de promisin de lo ms all. No he tenido esa
dicha! No!
No he aspirado an mi cuna la brisa embalsamada
de la rosa y del lujurioso clavel que en esa tierra, bendicin de lo eterno, desparrama sus efluvios.
Pero he pasado muchos aos entre esa raza sui gneris, mezcla de valenta y de arrojos, de lo atrevidoy exaltado, de lo poco meditado y tarde comprendido.
Entre nieves y hielo, vientos terribles que llevanla muerte los pases del Norte, mortalidad grande sino estuviera coartada por una higiene casi instintiva, mi pobre cuerpo apenas hubiera adquirido resistencia para luchar en tierra espaola, como despusen su gemela, la italiana, y luego ms tarde en Odesa,
en los Balkanes y posteriormente en el Montenegro y
Abisinia.
Deberes de simpata, deberes de ese matrimoniosacrosanto de la amistad, que cuando sta es verdade-

PBLOGO

ra, no cabe el egosmo del amor, que aun figurndose


ms puro, medida de su alcance de comprensin, resulta ms egosta cada vez, me obligaron conocer a un
ser desprendido en vida casi de la materia, lleno de virtudes, repleto de desengaos, nico alimento mezclado
con el pan de acbar d l a lucha por la existencia.
Y por esta razn, por no faltar la promesa pactada en momentos que el mismo autor dir. Yo, nacido
en las brumas del Norte, en aquel celaje de donde caen
y nos azotan las aristas de hielo como punzaduras en
la piel, siempre ms suaves que las otras que nos dirig e la sociedad con la cual nos rozamos, doy al pblico
el legado que dej mi amigo y maestro moral. Es una
especie de testamento, y cumplo su ltima voluntad.
Valga lo que valiere, sirva de enseanza de corregimiento, y sin pensar tan siquiera que se pueda ruborizar la ms pdica doncella ni el adolescente en la
congestin que determina la sangre en su efervescencia, llame las puertas de la imaginacin, y como en
el carnaval de la vida, busque, encuentre invente lo
que l pueda considerar como lenitivo sus ansias,
explicacin sus deseos, conformaciones atvicas
cumplimientos inexorables de constitucin, he de llenar mi deber.
All va todo lo que me ha mandado mi amigo.
All van todos sus recuerdos.

AEGIMIEO

BLAY

El que sepa leer, que lea; el que quiera aprender,,


aprenda; al que no le plazca, lo queme lo anatematice. E s igual.
Stokolmo 30 Diciembre

1900.

*
Seor Doctor The Hause.
Stokolmo.

Mi antiguo amigo: Ya mis labios secos con esa costra que determina la sed fsica, y sin embargo para m
es la sed de adquisicin de nuevos alimentos del alma,
que llegar pudieran endulzar un poco las fauces de
los desgraciados, vctimas de un repudio social, llenos
de depreciacin por los dems que no comprenden la&
conformaciones fsicas de los cuerpos, en hembras y
machos, lo que tengo recopilado, lo que tengo almacenado, se lo remito, para que usted, compaero mo en
las luchas fratricidas de esta humana miseria que derraman sangre y al que ms mata, mayores distinciones,
merece, y al que con ms resignacin cumple con su.
deber, menores premios alcanza y hasta tal vez un escarnio.
Mi postrer suspiro se acerca y mi ltimo latido del'
corazn es para cerrar todo ese promontorio de papeles,
apuntes, recuerdos, con unas cintitas rojas enlazada
en negro, Cruz de mis sentidos, Calvario de mi vida,,

PRLOGO

y Glgotha donde casi no podr llegar con aquella firmeza del Maestro.
Como usted ver, cuando usted en su sacerdocio de
la medicina y yo con el mo, usted para salvar el cuerpo y yo para dulcificar el desprendimiento del alma de
aqul, no oamos ni el silbido de las balas, ni el fragoroso estruendo de los caones, y nos inclinbamos
ante el moribundo y los heridos.
Yo, ya estoy as, moribundo!
En las cuatro tablas, en aquel cajn llamado confesionario, mis odos han escuchado muchos secretos,
muchas tonteras, muchas sandeces, creyendo que con
una bendicin podra escalarse la bienandanza eterna,
practicando penitencias para oir los cantos de los ngeles, al pie del Empreo en la regin ignota donde se
agita lo indefinido.

Le mando todo ese conjunto de cartas, todo desarticulado, sin hilvanar, sin orden ni concierto, como est
la sociedad, desarticulada y sin conjuncin, para que
usted, como mdico, pensador y sufriendo toda clase
de infortunios en su larga carrera, publique, tache,
corte, haga, deshaga y raje, todo aquello que no crea
pertinente para la enseanza.
Todas las series de confesiones recibidas en aquellas

AB0IMIBO

BLAY

cuatro paredes de tablas, se las mando; todo lo que por


escrito be recibido llegar sus manos.
No se publique mi nombre.
Tampoco el suyo.
Qu importa el nombre, si la cosa es buena?
Hueden y promulguen notas, ideas, instrucciones,
libros, folletos apuntes por el mundo. Cada cual recoger lo bueno y evitar lo malo.
Cada cual podr reformar contener sus apetitos,
y si su capricho llega esa obsesin sugestin nativa
como usted la llamaba en nuestros antiguos tiempos,
para l ser el mal, y para l sern las primicias de
modificar los impulsos de una encarnacin deficiente
para impedir torpes manifestaciones que el mundo anatematiza, cuando debiera compadecerlas y remediarlas.
Flagearlas aumentando el mal, no es conducente,
sino atenuarlas, hasta que la moral domine la materia y enmiende un vicio de formacin del que no es
responsable, como no es responsable el jorobado ni el
ciego de haber nacido as.
Adis, amigo carioso. Ya desprendido de este traje
corporal, supongo que cuando el de usted vaya la
fosa,, tendr la grata satisfaccin de que entre un estrecho abrazo anmico le reciba en la mansin de la
verdad y le presente todos y todas las autoras de los
manuscritos y confesiones recibidas, y creo se asom-

PBLOGO

brar, la par que juzgar cuan pequeo y la par qu


grande es el mundo que se encierra en nuestra cabeza
con sus relaciones sensitivas con el cuerpo.
Si he hecho mal, mi intencin es buena; si ha sido
buena no proviene de m.
No hay ejrcito sin disciplina.
Con la mano puesta sobre mi corazn destrozado,
y mi cabeza ya desequilibrada lego usted mi ltima...
voluntad.
P. * X .

CAPITULO

PRIMERO

Confesi epistolar.Furor uterino.

Carta primera.
R. Padre. * X .
Le he odo usted en sus sermones, y especialmente en aquellos dedicados exclusivamente
las mujeres. Aquellos sermones, mejor dicho,
discursos filosficos, nutridos de doctrina y revestidos con las paradojas del misticismo, hicieron
penetrar en mi alma un rayo de luz, la par que
hicieron brotar en mi fe vacilante un deseo de
postrarme y confesar; pero al propio tiempo una
vergenza grande, un rubor interno, un n o s
qu inexplicable, hacan que mis pies vacilasen
al entrar en la iglesia, y u n movimiento i n c o n s ciente retiraba mi brazo de la pila del agua bendita, se velaban mis ojos al mirar al altar, y un dens o velo cubra su confesonario, imgenes de l o s

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AEGIMIEO

BiAY

santos, vrgenes, aroma del incienso, los latidos


severos del rgano sonaban en mis odos como
notas discordantes, y con toda esa barahunda, retroceda huyendo, y precipitadamente tomaba el
coche, y al llegar casa, loca, frentica, fuera de
m, irritada, sin llamar doncellas, sin esperar
nadie, mis adornos, mi traje, mi peinado, todo lo
que puede contribuir para realzar ms la belleza
de la que es hermosa, todos los artificios y todas
las artes de la coquetera, todo lo trituraba, d e s haca, rajaba y morda. Desnuda maceraba mi cuerpo, me revolcaba en las alfombras, y con las horquillas de oro de mi cabellera araaba mis carnes;
y luego, padre, al pi de un reclinatorio bizantin o , adorando la Concepcin en un precioso mosaico, en vez de encontrar consuelo, rabia intensa
se apoderaba de m, y para castigarme, m e injuriaba m misma, me llenaba de eptetos cual
ms soeces insolentes; no s el valor de las frases, pero m e placa ms al recogerlas en la calle
yendo en coche y ms pi, escapadas de la voz
bronca del carretero, del chulo que adora su
hembra, del pobre enojado porque no le dan l i mosna, del que le dan un pisotn, y otras veces

CORTESANAS

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vestida con modestia y sola, oir las injurias de las


verduleras y hasta de los ebrios al salir de las tabernas, vacilantes, pero ingeniosos, llevando la
contraria para guardar el equilibrio, sin duda, de
la rotacin de la tierra; algunas veces se equivocan, caen y van adheridos ella, y entonces, qu
quietud, qu tranquilidad, qu bienestar del que
jams he disfrutado.
Pues todo esto, yo, mujer independiente, rica,
sin modestia alguna lo digo, poseyendo algunos
conocimientos que me abren paso para entender
y darme entender en cinco idiomas, gustosa de
leer m u c h o , entusiasta de las artes bellas, educada por una madre piadosa dechado de virtudes y
por un padre austero, cuyo amor hacia m era tan
grande c o m o su austeridad. Religiosa sin exageracin, caritativa sin prodigalidad; al oirle usted
en esas sus conferencias, le repito, vuelvo casa,
m e arrojo los pies de la Concepcin, contemplo
el cuadro magnfico de la Cena, donde la cabeza
de San Juan llena de belleza, reposa sobre el pecho
izquierdo de Cristo, modelo de la austeridad y
melancola que sin duda mi padre quiso imitar,
y en aquel entonces, dentro de la fuerza de vo-

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ABGIMIEO

BLAY

luntad la que quiero domear, en ese estado de


nimo que n o comprendo, saturado con la esencia que derrama la doctrina por usted desenvuelta, surge otra fuerza, u n impulso tremendo, una
especie de catapulta que de mi cerebro, al golpetazo que me da, sobreviene una oleada al corazn,
y rasgo y rompo cuanto hallo paso, no perdono
mi carne, mi placer ms grande es apostrofarme,
y en vez de encontrar alivio atenuacin ese
estado; en vez del deleite de la oracin ante la
Pursima; en vez de continuar aspirando el perfum e de la mirra ante el altar, en aquellas curvas y
elipses que forman al escaparse del incensario; en
vez de llegar mis odos las vibraciones suaves
y severas del rgano, iguales las de la brisa y
del huracn, diferencias entre la voz que alienta
y suplica y la voz que manda y determina; e n cuentro, padre, ms satisfaccin, ms placer, ms
tranquilidad, ms placidez y ms ventura recordando y pronunciando de una manera instintiva
la blasfemia del carretero, el apostrofe del que le
han pisado, la fraseologa indecente del chulo, el
lenguaje de las verduleras, las barbaries del b o rracho y las maldiciones del cochero, que en t o -

COBTESANAS

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das las oraciones, en todas las plegarias, en todas


las soberbias manifestaciones del culto catlico
tan lleno de majestad y de veneracin.
P o r eso, padre, m e confieso por escrito; por
eso, padre, no puedo ni tengo valor para arrodillarme ante su tribunal, puesto que es usted el
representante de Dios en la tierra, y cometera,
adems de abusar de su paciencia, pecado delit o , del cual hasta ahora no he padecido: el de r o .
bar el tiempo otras almas, quizs ms atribuladas que yo.
Continuar: ya estoy mirando la cabeza de San
J u a n apoyada sobre el pecho del Redentor. La Pursima no m e quiere; sin duda mi doncella mi
ilusin, hceme ver que sus ojos estn preados
de lgrimas; mi doncella puede no haberla quitado el polvo y mi ilusin creer que lloran compadeciendo este mi infortunio.
Plegar Dios, si su cielo llegan mis oraciones, manchadas al pasar por mis labios impuros, hasta que lleguen m sus consolaciones.
Su devota, desconocida por hoy,
CONDESA BERTA.

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ARGIMIRO

BLAY

Carta segunda.
R. Padre * X.
Tiene usted razn, soy m u y aturdida. Al c o n fesarme por escrito supona que hablaba con Dios,
y por lo tanto n o tena por y para qu contarle
cuanto era de mi vida desde el primer m o m e n t o
que la razn abri mis ojos, se rompi el cendal
de la niez, la crislida se transform en mariposa y sta bati sus alas, esplendentes de colorido,
y fu revoloteando sobre las flores del m u n d o ,
aspirando aromas que envenenan la par que deleitan.
Sin decirle usted nada de mi vida, nada puede decirme, mas que tener una piedad inmensa
dirigida Dios, envuelta en una oracin para que
llegue su destino c o m o una carta sin seas.
Perdneme; yo soy as, al pi del confesonario
n o se lo dira, la fuerza le mentira, y por lo
m i s m o apelo al papel y pluma, para presentarme
ante usted desnuda, ms que cuando salgo del

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CORTESANAS

bao que preparan mis doncellas, impregnado de


esencias acres; soporto el masaje que colorea mi
piel satinada, rozan las uas de pies y manos el
fino cepillo de gamuza, manejado hbilmente por
el pedicuro; una lluvia finsima de agua y azahar
de la ducha polvorea mi torso, mientras mi cabellera tirada hacia delante, cubre mi cuerpo c o m o
u n m a n t o ondeado, de tal manera y con tal posicin, que un pintor podra hacer un estudio m a ravilloso de esttica, sin que nadie viera mis ojos
rasgados, negros, grandes, aterciopelados, m o vindose la pupila en un mar de ncar, mi nariz
griega, dando un poco de sombra los labios rojos u n poco fruncidos en sus comesuras y levantados algo para dejar entrever una dentadura, la
que cuido m u c h o , de la que dicen mis adoradores son dos rieladas de perlas.
C o m o usted comprender, estos calificativos
son adulaciones de los enamorados; porque m i
boca n o puede ostentar deyecciones de la madrpora en sus misteriosas engendraciones de los
principios de la vida, y unas pueden ser negras,
otras blancas, otras rosceas, otras mixtas, qtras
redondas, otras prolongadas, otras estriadas, otras
2

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AEGUMIKO

BLAY

en forma de pera y otras truncadas; usted, pad r e , comprender que una boca formada de
perlas en vez de lo que nos ha dotado la n a turaleza, que hasta por engrandecernos, nos ha
puesto una corona en cada elemento que forma
el aparato bucal, sera una deformidad y una r e pugnancia.
Ya ve usted si soy franca, y as quiero presentarme, tal cual me veo ante el triple espejo que
tengo en mi tocador y en mi budoir, y es, que
cundo contemplo esa exuberancia de vida y de
plenitud de mis formas, quisiera contemplar otra
belleza mayor, otra belleza que busco y n o e n cuentro; y ante el espejo m e miro, y me admiro^
y frentica, me arrojo sobre aquella misma, yo,
que est all, seductora, fascinante, imperiosa
altiva, melanclica riente. Si levanta sus prpados hacia el cielo, parece que los' amorcillos^ se
quedan extticos y paralizados ante sus efluvios
d luz; si los baja y una pena hace asomar una
lgrima, un cfiro quiere agitar el manto de la
Pursima para llevarla un consuelo; si entreabre
los labios humedecidos por una esperanza, la-lengu coralina parece que paladea la miel de Hyme*

CORTESANAS

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loto; si se mueve aquella lnea ondulante que bajando de la cabeza besa el cuello, moldea el brazo, contornea el muslo y la pierna, da al pie un
arqueo para hacer el paso armnico, y luego en
su progresin ascendente determina la protuberancia del vientre, detenindose para mejor sealar la turgencia de los pechos, donde en medio de
-aquellos hemisferios, surge un botn, capullo,
pronto abrirse, para inundar de deseo al amante inundar de vida al nuevo ser; me arrebato,
Padre, me arrebato, y beso aquella yo, y no encuentro, repito, al otra yo, que presta voluntad,
fuego, movimiento y concepciones que me aturden y enloquecen, y no la conozco sobre tenerla
dentro de m misma.
Slo mis besos calenturientos me responde
el fro del. cristal!...
Nac de padres ricos.
Me dieron esmeradsima educacin.
Viaj m u c h o con ellos, casi en toda Europa m e
s o n familiares sus costumbres en las grandes capitales; y apenas cuando mis padres rindieron su
tributo la Naturaleza, me encontr sola, duea
de mis actos y en posesin de un patrimonio no

20

ARGUMIBO

BLAY

despreciable, por lo cual los adoradores que h e


tenido han sido innumerables. Pero entre tantos,n o he encontrado un hombre; slo, s, aspirantes
una m a n o que representaba ser la llave de lacaja de mis caudales.
Una ntima amiga ma, que me acompaaba
todas partes, amiga del colegio y recogida en casa,
cuando reveses de la fortuna la hubieron obligado
presentarse en el m u n d o ocupando una posicinequvoca, ha sido el nico ser que m e ha c o m prendido, m e ha consolado, y su seno ha sido depositario de todos mis afanes, de todos mis deseos, de todas mis ansias; pero era mujer, n o erah o m b r e , no podamos entre ella y yo llenar la
copa de la satisfaccin, y siempre al llevarla .
nuestros labios estaba vaca.
Esta amiga, muerta para el m u n d o , ha tenido
el valor de encerrarse en un convento.
Yo fuerza de pensarlo, m e inclino hacer tom i s m o y acudo usted en demanda de sus consejos, los que seguir fielmente, si esa otra y o , q u e
m e fascina al mirarme, es ms fuerte que yo y m e
arrastra otros derroteros, donde dndome u n
ardite la opinin del m u n d o , calme este fuego

CORTESANAS

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i n t e r n o que m e abrasa y enfre mis calenturas


rayanas la locura.
Suya,
CONDESA BERTA

Carta tercera.
Al R. Padre * X.
Debe usted tener razn. N o lo discuto; ms
-que los consuelos de la religin, medicina i n n e gable para la paz del alma, necesito los cuidados
de un especialista que cure mi cuerpo atacado de
t a n grave enfermedad.
Esos desrdenes pueden ser un vicio de conformidad, un desarreglo, que hay que corregirle
si an es t i e m p o .
L o consultar, antes que buscar en el claustro,
-como usted dice, un lenitivo que transformar pudiera en acicate y contribuir aumentar el mal, y
t o d o remedio fuera intil.
La falta de contacto con el sexo similar, las abstinencias y ayunos, los votos de castidad arranca-

22

ABGIMIBO

BLAY

dos la fuerza y aparentemente voluntarios, para


satisfacer una vanidad, llenar un despecho, una
venganza de amor contrariado, ocultar un vicioque Ja ms pudorosa cree que el m u n d o lo adivina en su rostro, violentar y anular los rganos
dados por la Creacin, matar el cuerpo creyendo
que la imaginacin enmudece con los cilicios y
mortificaciones, es hasta cierto punto una negacin de la Divinidad, por cuanto con preces rtmicas, hora fija, en m o m e n t o determinado, n o
faltando el sustento diario, no habiendo necesidad
de ganarlo, no habiendo contribuido la ley d e
la propagacin, no habiendo dado hijos al m u n d o , n o habiendo sentido sus caricias, no h a b i e n do sufrido, ni penado, derramado lgrimas, soportado el dolor, ni los desengaos de la vida,,
nada valen, nada sirven y s slo demuestran el
egosmo ms refinado y el corazn ms e m p e d e r nido por cuanto no se busca ms que el p r o p i a
acomodamiento.
Dios quiere el voto de castidad; s, lo quiere,,
y nos da los medios para que lo practiquemos en
interno, en lo moral, jams en lo material.
E s o dice usted, querido padre, y he leido y r e -

CORTESANAS

?3

ledo su,.carta, y eso lo dice usted, que es sacerd o t e , l o ' c u a l supone encontrarse usted en una de
aquellas circunstancias que antes me ha sealado;
luego usted de su hbito, se ha hecho una ergstul; de su corazn, una piedra; una nulidad tambin para llenar sus deberes como hombre; luego
si mi lgica no es falsa, es usted un ser rayano
en la hipocresa, como yo otro ser rayano en la
locura.
N o , n o . Dejar por ahora las paredes del convento; por ahora no atravesar sus umbrales, ni
dejar mi vida mundana fuera d e s s rejas, ni pronunciar mis votos ante su altar, ni turbar los
rezos de las vrgenes del Seor, ni tampoco manchar las losas del claustro al pisarlas msticamente, con los ojos bajos hacia la tierra, cuando
me gusta tanto elevarlos al cielo y contemplar la
magnfica bveda azul del firmamento.
Yo me poseo m sola, mi adoracin est en
m misma, los espejos reflejan mi belleza; me veo
y contemplo triplicada en las diversas posiciones
en que me presento. Arroyos de placer me i n u n dan, y bebo, y absorbo, y deleito en esos histerismos.

24

AEGIMIEO

BLAT

En mi imaginacin, al contemplar belleza tanta,


m e transformo en nade como Jpiter, en stiro,
en fauno, con los pies de macho cabro, y en fin,
en hombre y mujer la vez, una especie de andrg g n i s m o , que por el m o m e n t o satisface mis lucubraciones, para luego despus del aplanamiento, reproducirse ms fuertes y ms violentas, hasta que
al fin un choque destruya y aniquile esta naturaleza formada de una manera tan extravagante.
N o encuentro hombre, porque creo serlo; no
encuentro mujer, porque no hay otra ms bella
que yo; y en esta confusin de sexos dentro de
m misma, le continuar apreciando y queriendo
sus bien atinadas observaciones y su bien y d i s creto m o d o de advertirme que mi curacin moral
n o est en el convento y s en una casa de salud.
Adis, y viva usted luengos aos sobre la tierra, llevando encima la crcel de su existencia envuelta en ese manto negro y sin que pase las tormentas que me agitan, y sin suponer que usted al
mirarse al espejo llegue creer, como yo, que
est en posesin de ambos sexos la vez, y sin
poder hacer uso de ninguno de ellos.
CONDESA BERTA.

CORTESANAS

25

C A P I T U L O II
Carta- cuarta.
Al R. Padre * X .
Hijo de un sacristn de un pueblecillo, no he
conocido ms m u n d o que aquel escondido en un
valle, lleno de alegra, baado por el sol esplendente del Medioda, impregnada su atmsfera por
los aromas de la sierra, rodeado por un cintaje,
donde la brisa meca las mieses, sacuda las hojas
de los rboles y levantaba rizadas las aguas del
riachuelo que serpenteaba por el valle, en el cual
las mozas, remangados los brazos, lavaban la ropa,
y en las pocas estivales sumergan su cuerpo, sin
temor ojos indiscretos, sin ms adorno que su
natural encanto y sin ms adoradores que el sol
que las besaba con sus rayos, y yo, que desde el campanario, ante aquel panorama, atisbaba
aquellas manifestaciones tan naturales, espontneas y excitantes que hacan hervir mi sangre, y

26

ARGIMIRO

BLAY

tener envidia al sol, la brisa y al agua; sta especialmente, que las inundaba, las absorba, las
chupaba, digmoslo as, porque en los chapotazos, en el peloteo del lquido que se arrojaban,
sus labios coralinos, entreabiertos, beban a q u e llas gotas impregnadas de sus mutuas bellezas, sedientas de ese no s qu fascinador, y yo, en tanto, con la cuerda de la campana, convulso y nervioso, esperaba el m o m e n t o de tocar vsperas.
P o r toda armona, el rgano; por todo placer
ayudar misa; por todo martirio, estudiar 'latn,
que con airado empeo el seor cura me introduca en la cabeza.
P o r fin troqu los encantos de mi aldea, a q u e lla placidez pastoril, por las cuatro paredes de u n
seminario.
Ni sol radiante, ni el arroyuelo, ni aquella calma, ni aquellas mujeres bandose, ni la melanclica esquila del rebao que vuelve al atardecer,
ni el despertar de la aurora cuando tocaba el ngelus; nada he vuelto ver ms que los toques misteriosos indispensables de la naturaleza en esas
noches eternas de la celda, y en esas negruras de
la contrariedad, aumentadas ms por la abstinen-

CORTESANAS

27

cia, los ayunos y los desvelos, donde borbotones surgen imgenes de esplendente hermosura,
que toman toda clase de cuerpos, toda clase de
posiciones y de gustos, tentaciones increbles, tentaciones irresistibles, peligros de perdicin y condenacin eterna que hay que combatir todo trance. Si no todas las penas del infierno son pocas, y
la maldicin de Dios irremediable.
El da glorioso para m, en el que alcanc paz
en el alma, tranquilidad en el cuerpo, posesin de
m m i s m o y satisfaccin inmensa de creer que m e
haba dominado, y echado llave al cerrojo de los
impulsos de la carne, ese da en el cual pronunci mis votos, en el que me dediqu Dios, fu
mi perdicin. En el preciso m o m e n t o que me entregaba l, n o s si fu ilusin desvaro, realidad misterio: al dar la bendicin al pblico,
pocos pasos de m, en la grada del presbiterio,
dos ojos negros, grandes, de una grandeza enorme, desprendiendo haces de luz fosforescente,
chocaron con los mos, y con sus reflejos vislumbr que procedan de un rostro de inmaculada belleza, ostentando una soberbia cabellera negra, que
enmarcaba perfectamente aquel singular busto,

28

ABCrlMlBO

BLAY

donde sin duda Lucifer puso todas sus artes para


enloquecerme de tal manera, que ca al suelo sin
sentido.
Trasportado la sacrista, el seor Obispo, el
clero, padrinos y especiales concurrentes, me asistieron creyendo era todo debido la emocin
gratsima de haber sido digno de tener en la mano
la forma mstica de Dios y poder beber su sangre,
y comulgar con su Divino cuerpo.
No! Yo estoy maldito! La paz y reposo no
existen para m. Siempre en el sacrificio de la
misa, al bendecir los creyentes, veo aquellos
ojos que me absorben, aquellas cejas arqueadas,
aquella cabellera esplndida, aquel busto tan perfecto, aquel conjunto, hijo sin duda de Satans,
que m e increpa y arroja de una manera sangrienta una frase:
Imbcil!
Te has suicidado!
Slo en sueos me acuerdo de mi aldea; remotamente veo las mozas baarse en el riachuelo;
la esquila de las ovejas, n o tienen aquel son; ya no
atisbo desde la torre tan bello panorama, ni mi m a n o
ase la cuerda de la campana para tocar vsperas.

CORTESANAS

29

Venga usted, reverendo padre, y en mi lecho


de agona recoja la confesin de un msero, victima de una enfermedad vergonzosa que no puedo
confiar al papel, al propio tiempo que transmito
la peticin que me hace un compaero ntimo
para depositar en su pecho algo anlogo, por cuanto hemos sido cmplices y consortes en estas l u chas.
CURA PRROCO DE....

C A P I T U L O III
Eunuco!Malditos sean mis padres!

Carta quinta.
S; mil veces malditos sean! Caiga sobre ellos
toda la justicia del Dios que no perdona, y sus almas luchen constantemente en el fuego del i n fierno, sin nunca acabar de abrasarse.

30

AKGIMIKO

BLAY

N o puedo menos que odiarles, ni puedo t a m poco inventar ms blasfemias para abominarles, y
casi si vivieran tal vez fuera yo su m i s m o verdug o , que poco poco, dando vueltas al torniquete,
paulatinamente saborease entre las convulsiones
de la agonia, el escape de sus almas y tener el poder bastante de cogerlas, volverlas penetrar en
sus cuerpos, y otra, y otra vez volver dar vueltas la palanca, para verlos sufrir de nuevo siempre y siempre as, tan horrible tormento, nunca
tan superior al que yo siento.
N o he nacido ni en palacios, ni en cabanas, ni
mi nombre es ilustre, ni mi educacin es e s m e rada; apenas s leer y muy mal escribir; cuando
m e he dado cuenta de lo que soy es cuando he
querido estudiar, y me he horrorizado al saber lo
q u e ignoraba. Ojal hubiera continuado en aquel
estado!
Mi vida es un sarcasmo y una negacin.
Mi padre, un hombre depravado, vicioso, sin
decoro de s mismo, sin ms aprecio que la satisfaccin de sus torpes apetitos; su ley, el egosmo; su amor, el dinero; su vicio, el juego y el
vino.

CORTESANAS

31

Mi madre, digna de tal esposo, le aventajaba en


t o d o ; as es, que unidos los dos, vine al m u n d o
en una casa de lenocinio, de la que eran propietarios, teniendo su servicio una porcin de jvenes que se dedicaban amenizar las reuniones
d e la casa, muy frecuentada* por visitantes de las
mejores clases sociales.
Apenas tenia yo cuatro aos y era el encanto
de la reunin; mis largos cabellos, rizosos naturalmente, cayendo sobre mis hombros, mis pies
pequeos, mis ojos melados, la par que m a l i ciosos, nariz recta, labios gruesos, dentadura
apretada, con trajecitos vaporosos segn la moda
q u e hacen vestir los nios sin diferencia de sexo,
hacan que todos aquellos caballeros me besaran,
sentaran sobre las rodillas y disputasen el jugar
con mis cabellos, tirarme de las orejas, mirar maliciosamente mis padres y llamarme siempre:
Qu diablo de chiquilla!
Lo propio hacan conmigo^ las dems jvenes,
muchachas hermossimas y especialmente la que
tena la confianza de mi madre y administraba la
-casa.
U n da, recuerdo confusamente, se reunieron

32

ABGIMIRO

BLAY

en un gabinete, u n o de los seores concurrentes


asiduos, mi madre, su ama de llaves y mi padre.
En tanto, yo estaba en el tocador con una amiga de la casa, preciosa criatura de u n o s doce aos^
con la cual dorma siempre y ramos inseparables,,
nos queramos con delirio, y mientras m e p e i n a ba me deca:
Q u hermoso eres!
N o tanto como t.
Quisieras serlo como yo?
N o puede ser.
Por qu no?
P o r que yo soy feo.
Y quisieras ser hermosa y ganar m u c h o d i nero?
P e r o si soy chico!
Q u has de ser chico! Tonta! soy y o chico?
N o ; eres chica.
L o m i s m o que t, ya ves que todos te lo
dicen, y para serlo por completo y ser ms g u a pa que yo, estn reunidos en el gabinete tu p a dre, tu mam, el seor doctor y el ama. Estrenars un vestido precioso y m a m te regalar u a
reloj.

CORTESANAS

33

Y t?
Y o , una caja de dulces, que te dar m u c h o
gusto, y un beso que te doy ahora con este b o m bn de hatchis.
E introducindomelo en la boca, me hizo mil
cosquillas; me venci el sueo y me llev la cama.
N o s si fu fiebre, delirios de mi imaginacin
ardiente, fantasas recuerdos vagos, que ahora
al evocarlos toman formas difusas.
Me pareci haber estado muchos das, mucho
tiempo en cama, me alzaban la ropa, me vendaban, volvan vendar, me untaban el pecho, siempre la cara de mi madre al lado, mi padre que sala y entraba, diciendo:
T e n e m o s una fortuna.
As lo creocontestaba mi madre.
Ser un portento de hermosura.
Y un negocio de primera.
Ya ves lo que nos ha resultado su hermano.
L o m i s m o pasar con ste.
Seremos dichosos. Hoy se paga ms este
gnero.
C o m o que es muy difcil encontrarlo si n o
se hace.

34

ARGIMIRO

BLAY

Cunto dirs que gan anoche Irma, con el


conde? I r m a era mi ntima amiga.
Todava no m e ha dado cuenta el ama.
Mil pesetas, y sta ganar m u c h o cuando sea
mayor.
Mujeres y hombres los prefieren t o d o .
Nuevo delirio se apoderaba de m, y as transcurri el tiempo, embotada mi inteligencia, sin
discernimiento fijo, borrndose poco poco t o d o
el pasado, mientras mi naturaleza se desarrollaba,
mis pechos se pronunciaban; Irma me enseaba
el arte del coqueteo, del que bien pronto fui digna discpula, y los hombres se enloquecan y las
mujeres n o s envidiaban y se embelesaban, m i e n tras en casa entraba el dinero espuertas.
Cuando ms furia haca yo en las reuniones,
era cuando m e presentaba en traje de hombre.
Se volvan locos, y muchas veces tenan que
tomar turno para bailar conmigo, cuidando bien
de anotar en el carnet la hora correspondiente.
Y cada vez ms bella, ms emocionante, sin tener ms deseos, ni conocer ms placer, ni sentir
ms ilusin que vestir magnficos trajes, presentarme seductora y dormir rendida en brazos de

CORTESANAS

35

Irma, que le pasaba igual, padeca cual y o , y cual


y o era lo m i s m o .
Dos seres que n o sentamos.
Dos mquinas de carne.
Dos mercancas la plaza, sumidas en la ignorancia y en la depravacin ms abyecta.
Sin conocimiento de causa!
P o r fin, lleg u n da en que descubrimos la
triste verdad.
Pasebamos por el Bsoro Irma y yo; era la
'hora en que desembarcaban las naves de Europa, y
de u n gran trasatlntico parti una chalupa de vapor que rpidamente pas cerca de nuestra lancha,
casi rozando nuestra borda. En popa, una mujer de
esplendente hermosura, fijos sus gemelos hacia la
ciudad, contemplando aquel panorama de belleza
que impresiona al viajero la primera vez q u e l l e g
Constantinopla, y ante el peligro del choque
los dirigi nuestra lancha; sigui su curso el vaporcito, pero ella con sus gemelos no vea ms
que nuestra embarcacin, dirigindose tierra p o
ser ya la hora imposible de permanecer all.
a

La lancha de vapor atrac primero: nosotros


-despus: en el muelle, la viajera estaba de pie; n o s

36

ARGIMIBO

BLAY

yi pasar, casi rozando como antes,cuando por poconos echa pique, y se cruzaron nuestras miradas,,
y surgi un choque, y sent una conmocin jams
experimentada y nunca sentida. Ambas volvimos
la cabeza; ambas nos miramos instintivamente v a rias veces, y qued impresionada y meditabunda..
Qu emocin haba sentido?
Qu idea surgi en mi mente?
Q u especie de latido dio mi corazn?
N o lo s.
L o cierto es, que por la noche tenamos m u chas visitas. L a llegada de europeos, la presentacin de varios agregados las embajadas orientales, y entre los presentados vi la viajera que t a n t o llam mi atencin.
El conocimiento fu rapidsimo; la simpata extremada; en pocos minutos de conversacin p a r e ca que nos habamos conocido toda la vida.
Abreviar.
Muchas y muchas fueron las visitas que hizo la.
extranjera casa; muchas y muchas conferencias,
tuvo con mi padre y con mi madre, y el resultada
fu que una noche, fumando en el narguill, q u e d profundamente dormida.

CORTESANAS

37

Cuando despert, me encontr en una estancia


completamente distinta la ma; mi lado, colm n d o m e de besos, la adorada viajera, y yo c o rrespondiendo sus atenciones; ella llena de jbilo, y yo ms todava; en u n m o m e n t o dado, y
^ n u n arranque nervioso de aquella mujer, con
una clera terrible, con un acento que jams o l vidar, dijo estas palabras:
T e cre hombre, y no lo eres! Te cre m u jer, y tampoco lo eres! Qu han hecho de ti?
Poco poco se fu calmando; la clera sucedi la calma; de la calma pas al silencio; inclin
s u soberbia cabeza, y un raudal de lgrimas inundaron sus mejillas, mientras yo, asombrado, z u m bando en mis odos sus ltimas palabras, que n o
comprenda, pero casi adivinaba, ca vctima de u n
ataque.
F u i cuidado por ella durante mi enfermedad.
S u talento, que era grande, y su ilustracin vasts i m a , m e hicieron comprender mi verdadero estad o . El amor que aquella mujer infiltr en mi c o razn, el cario intenso que la profesaba y el que
ella tena por m, hicieron que maldijera mis
padres.

'38

AE&IMIEO

BLAY

Mi nacimiento, especulacin; mi ignorancia,,


especulacin; yo, toda una mercanca vendida
precio, explotada como tantos otros en esto quellaman Turqua europea, sin leyes que lo p r o h i ban y con autoridades que lo consienten y cobran.
Estaba alquilado por un tiempo determinado la hermosa viajera; por compasin m e asisti en
mi enfermedad; de sta surgi un amor profundo,,
amor sin compensacin, y cuando regres E u ropa, yo volv casa de mis padres, y de all .
poco ocupar una plaza de eunuco en el h a r e m
del sultn, al que m e haban vendido.
Pocos meses despus recib de Europa este t e legrama:
Condesa Berta acaba ingresar loca incurable,
casa salud doctor Charcot. Pars.Su doncella,,
Amelia.
Y para terminar tanta infamia, de las c o s t u m bres depravadas de estos pases, mi pobre Irma,
era mi hermano; n o s lo que pas, pero su ca"
dver flot una m a a n a en las aguas del Bosforo,
casi al pi de la ciudad, donde habitan las odaliscas del sultn.
Quin sabe si tendr el m i s m o fin! Ella l s e

39

CORTESANAS

hizo cristiano; yo tambin, por mediacin de


Berta, logr que las aguas del bautismo, por usted derramadas sobre mi cabeza, reverendo padre, hicieran que reconociese otro Dios ms grande que Al, y sufro en este estado degradado, sin
ser ni hombre ni mujer.
Malditos sean mis padres!
KARINA.

C A P I T U L O IV
Carta sexta.
Al R. Padre * X.
Esta soledad del claustro; la luz tenue que p e netra por las ojivas de la iglesia, donde representadas estn en sus cristales las vrgenes y santas
que nos ensean con sus recuerdos la vida que
llevaron de mortificaciones y martirios; las plegarias que en completas y maitines elevamos al T o dopoderoso; las confesiones pblicas que ante la
madre abadesa hacemos en el captulo; las p e n i -

40

ABGUMIHO B I A Y

tencias practicadas; las humillaciones para extirpar los restos de orgullo y vanidades que trajimos
del m u n d o , no bastan para borrar los recuerdos'
no bastan para lavar nuestras culpas; no bastan
para olvidar todo aquello que quisiramos, cuando dentro del atad, al pronunciar nuestros votos
y volver vivir otra vida, la existencia pasada no
volviera tentarnos y atormentarnos, y travs
de las paredes y de los rezos, travs dla t o c a y
del hbito los ecos del m u n d o no hirieran nuestros odos y la cabeza se abstuviera de recorrer en
sus ideas cuanto nos fu grato y halageo, y
cuanto contribuy que cometiramos el pecado
ms grande y ms inicuo, el ms imperdonable,
de abandonar nuestros deberes sociales y abstenernos de contribuir la prctica de una ley santa
que luego aqu prostitumos y mancillamos; renegamos y deploramos haber cometido semejante
desacato, cuando ya no es tiempo ni remedio tie"
ne, ni esperanza alguna de redencin; por cuanto
nuestra virginidad es ficticia; nuestros rezos, funcin mecnica de los labios, que se agitan; salen
las salmodias por costumbre, en latn, que n o entendemos ni comprendemos, de .corazones fros

CORTESANAS

41

aparentemente, que laten sordos, pero furiosos, con


aquellos sentimientos siempre vivos y frescos del
pasado, cruzndose con la toca y el hbito que representa lo presente.
N o soy sola la que as piensa; somos todas, las
que an s o m o s jvenes y estamos aqu, creyendo
en un ideal romntico que no existe, y en una
existencia de paz, slo aceptable para aquellas madres que rezan con una fe grande, ya viejas y egostas, para que la madre cocinera condimente bien
el plato del da, y confesar haberse olvidado de
hacer la seal de la cruz al llegar al locutorio.
En las horas de asueto, nos reunimos algunas
amigas y nos contamos nuestras cuitas; todas,
absolutamente todas, buscamos y procuramos
luego, en nuestras celdas y lugares apartados, acabar las conversaciones principiadas durante el da,
deplorando el mal hecho, y la infamia cometida
de llegar ser madres, sin haberlo sido, y negar
Dios al renunciar un don dado por l.
Venga usted, R. Padre, para que m e indique si
puedo romper estos votos, si puedo volver al
m u n d o y ser una verdadera madre, consagrarme
al cuidado de mi esposo, consolar la tristeza del

42

ARGIMIRO

BLAY

hogar donde mis padres llorarn el egosmo de su


hija que les abandon, y cumplir en medio d l a s
tormentas de la vida mi deber de mujer, de hija
y de esposa, sin por eso dejar de ser cristiana y
virgen de pensamientos; en vez de ahora, que en
mi fuero interno, en mi conciencia, en ese y o
acusador que llevamos dentro del pecho, m e tenga por ms vil que una prostituta.
SOR RITA.

CAPTULO V.
(CONCLUSIN)

T o d o s cuantos relatos aparecen en estas cartas,


cuanto se manifiesta en u n lenguaje mas menos
atrevido, es puramente exacto.
N o se crea que es obra de imaginacin.
En la clebre guerra turco-rusa, en el paso de
los Balkanes, el R . P . * X. agregado la Cruz
Roja, de cuya una de sus ambulancias era yo jefe,
asist Karina, que nos cont con todo lujo de

CORTESANAS

43

detalles su triste vida, das antes de expirar, herido de muerte por el sable de un cosaco; llevaba
su confesin escrita, teniendo el presentimiento
de hacerla llegar manos de mi amigo.
En Pars, en la clnica del Dr. Charcot, conoc
la Condesa Berta, cuyo furor ertico lleg al
paroxismo, hasta el extremo de gozarse mirando
su imagen, ya deteriorada por el vicio y sus abusos, retratada en el agua del lavabo.
Sor Rita, imposibilitada de anular sus votos,
fu vctima de la ninfomana, propia en casi todas
las casas conventuales.
El cura prroco de A... para vencer sus apetitos carnales y ser casto, recurri un procedim i e n t o sangriento y brbaro, apelando una n a vaja de afeitar, cuya vida salv no s cmo, y
c o m o l dice graciosamente, en su ltima carta,
n o poda ya tocar vsperas, ni tan siquiera maitines.
Estos casos, muy generales, demuestran que
por el camino del celibato no se llega al conocimiento de Dios, ni al perfeccionamiento de la
materia, ni la purificacin del alma; sino por
el contrario, creer en un Dios pequeo y pueril:

44

ARGIMIRO

BLAY

convertir lo ms santo, que es la religin, en i d o latra; emponzoar los falsos sacerdotes en sus
confesonarios los tiernos corazones, llenando de
tinieblas los horizontes de luz y guiando la perversin naturalezas inteligencias nacidas para
ser tiles la sociedad; y as c o m o en Turqua y
muchos pases de Oriente, la escasez de mujeres
hacen que se prive de las partes ms esenciales
de la vida al h o m b r e , para la propagacin de la
especie, en Europa, en la Ciudad Eterna, tambin
se usaba, y no s si hoy se acostumbrapudiera
seremplean el m i s m o mtodo para dotar la
capilla Sixtina de voces argentinas, casi angelicales, que elevan sus voces al Eterno ante los castos odos del Santo Padre y su Sacro Colegio,
faltando una de la ms grandes sublimidades de
la ley de Dios:
Creced y multiplicaos.
DR. THE HOUSE

OBRAS DE AUTORES CLEBRES


TOMOS DE MS DE 200

PGINAS, CON ELEGANTES CUBIERTAS


AL CROMO
A

75

cntimos.

I.Moche d e a m o r , por Emilio Zola.


II.Imitaciones, por el Conde Len Tolstoy.
I I I . A d u l t e r i o , por Adolfo Belot.
IV.La m u j e r d e l d i p u t a d o , por Emilio Zola.
V E l titiritero d e l a V i r g e n , por Anatolio Trance.
VI.Dos q u e r i d a s , por Alfredo Musset.
VII.Misterios d e l amor, por Enrique Sienkiewiez, autor de Q,uo vadisP
VIII.Amores a d l t e r o s , por Daudet, Zola, Maupassant, Coppe, Catulo
Mendes, Sudermman, Pain, Karr y otros.
IX.Dos aventuras, por el Conde Len Tolstoy.
X.Miserias d e la v i d a c o n y u g a l , por H. Balzac.
XI.Los p e c a d o s d e la j u v e n t u d , por Emilio Souvestre.
XII.La s e o r i t a d e o r o , por Catulo Mendes.
XIII.La v i r t u d e n la d e s h o n r a , por Catulo Mendes.
XIV.La p e q u e a emperatriz, por Catulo Mendes.
XV.A orillas d e l mar, E . Zola.
XVI.Madre y Celestina, por Guy de Maupassant.

OBRAS VARIAS
DE AUTORES EXTRANJEROS
L a s T e n t a c i o n e s d e S a n A n t o n i o , por G. Flaubert.Un tomo de cerca de
200 pgs. elegantemente impreso, con bonita cubierta al cromo; 2 pesetas
E l cantar d e l o s cantares, por E. Renn; una peseta.

P o r el P a n ! , por E. Sienkiewicz; 50 cntimos.


L a s V r g e n e s , por G. D'Annunzio; 50 cntimos. Estos dos tomos forman el 1.
y 2. respectivamente, de la Biblioteca Popular, de 170 pginas.
Miserables y v a g a m u n d o s , novelas cortas de Guy de Maupassant; 2 pesetas.
L a m u j e r p o r d e n t r o , por Guy de Maupassant; 2 pesetas.
P r i m e r viaje, p r i m e r a mentira, (obra postuma), por Alfonso Daudet; un
volumen elegantemente impreso, de 178 pgs.; una peseta.
L o s e a r o l i n o s , por Verner Von Hidenstam, tradiuido directamente del sueco
por Toms Sorrarnom; un tomo de 2(i0 pginas, con elegantes cubiertas y
esmeradsima impresin.
U n p r e c i o s o t e s t a m e n t o . - H Rider Haggar, novela traducida del iDgls. Un
volumen en 8. mayor, de 218pgs., con elegante impresin y preciosas
cubiertas.
j P o b r e Lucila!.Wilkie Collins, novela traducida del ingls, que forman el
tercer volumen de esta elegante Biblioteca.Estas tres obras han llamado
poderosamente la atencin en el extranjero, habindose agotado 90.000
ejemplares aproximadamente en un mes.En Espaa no se han presentado
publicaciones de este gnero ms econmicas, por una peseta tomo.
L a f o r t u n a d e Doria, por Florence Warden; un volumen lujosamente presentado, de 220 pginas, una peseta.

DE AUTORES NACIONALES

P l a c e r e s d e s c o n o c i d o s , por el doctor Moorne; 75 cntimos.


M i s t e r i o s d e l m a t r i m o n i o y d e l l i b e r t i n a j e (consejos a l a s solteras para
contraer matrimonio pronto y bien), por el doctor Moorne, 75 cntimos.
C u e n t o s n a c i o n a l e s , por ngel R. Chaves, Ilustraciones de Cilla, Mota, y
otros; 2 pesetas.
A r t c u l o s de fantasa, por Sinesio Delgado.Ilustracin de Cilla; 2 pesetas.
D e la v i d a y d e l a m o r , por E. Contreras Camargo; acompaan al texto bonitos dibujos de Alberti, Banda, Esteban, Enciso, Huertas, Marn, Mndez.
Bringas, Menndez, Snchez, Sola, Xandar, y una elegante cubierta al
cromo; 2 pesetas.
E l D o c t o r Tulski, pginas de Polonia y Rusia, por Sofa Casanova; un tomo
de 322 pginas, con elegante cubierta de Romero Torres; 8,50 pesetas.
S i g l o p a s a d o , por Leopoldo Alas (Clarn), ltima produccin del eminente
crtico, un tomo, de 200 pginas; 3 pesetas.
L a Cara d e D i o s , novela por entregas, escrita por Valle Incln; sobre el
asunto del popular drama de Arniches. El precio de esta o.bra es de 25 cntimos cuaderno. La obra completa, encuadernada en rstica, 7,25 pesetas

Memorias de un jesuta, por el Edo. P. Sarmiento (exjesuita), obra de gran


actualidad; 2 pesetas.
Gobernador de B.***, por A. E. Lpez del Arco; 2 pesetas.
Cncer social (novela), por el mismo; 2 pesetas.
Totum revolutum (prosa y verso), por el misino; prlogo de D. Carlos Frontaura.Ilustraciones de Cilla, Comba, Piclo, Escud, Eojas, Pons, Sala
y otros Fotograbados de Thomas, Laporta, Prats, Quintana y Eomea;
2,50 pesetas.
Sor Mara de las Nieves, (novela), por A. E. Lpez del Arco; una peseta.
L o s hijos del trueno, (novela), por el mismo; 3 pesetas.

TOMOS PUBLICADOS

RECIENTEMENTE

A 2 pesetas.
"Vicio amoroso, por Guy de Maupassant.
Vrgenes y Coeottes, por E. Zola y Catulo Mendes.
Para leer en la cama, por Catulo Mendes y Guy de Maupassant.
Octavo pecado capital, por Arsenio Houssaye.
La Corte de los Felipes, por ngel E. Chaves; 3 pesetas.
Cinco cuentos muy verdes, 60 cntimos.
Cartas de amor, por Mercel Prevost (ilustrada) 3 pesetas.

OBRAS R E C I E N T E M E N T E P U B L I C A D A S
TOMOS DE MS DE 100

PGINAS CON ELEGANTES


AL CROMO
A 50

I.Un marido para las siestas.


II.No fornicar! (declogo).
III.La polla del regidor.

cntimos.

CUBIERTAS

OBEAS

LTIMAMENTE PUBLICADAS

CON ELEGANTES CUBIERTAS AI, CROMO Y MS DE 150 PG-ntAS

50 cntimos.
NO FORNICAR {Declogo). -Un parisin que, en busca de amores y placeres,
va aples; de aventura en aventura nos da conocer las costumbres napolitanas y todos los aspectos del vicio, para deducir una consecuencia altamente higinica y moral. Esta es, en sntesis, la preciosa obra de II. BENOTTI, que encanta por
su estilo ameno.
UN MARIDO PARA LAS SIESTAS.--Es un cuadro admirable de costumbres,
tomado del natural, y presentado con el encanto de PAUL DE KOCK, y con la galanura de estilo que caracteriza al Sr. MORENO DE LA TEJERA.

CARA AJADA.Es una novela por todo extremo atractiva y deliciosa, en la que
forman encantador contraste el tipo de una nia angelical, en la que se despiertan
los sentimientos del amor por un joven, con la pasin de un hombre caduco. Las
aventuras de la gentil pareja constituyen el fondo de la obra.

B I B L I O T E C A

A M O R O S A

(COLECCIN'"MO NON)
ILUSTRACIONES IIK MOTA

75 cntimos.
EN BUSCA DE UNA MUJER, por TEFILO GAOTTRR.El nombre de autor tan
ilustre nos excusa de todo elogio. Es su libro uno de tantos en los que brilla todo
su ingenio al pintarnos el carcter de un joven que, enamorado del tipo de una
Magdalena de Rubens, la busca por el mundo hasta encontrarla, presentando asi
cuadros llenos de luz y encantadoras escenas.

PARA LEER EN EL CONVENTO, por CATUI.O MENDES.Este libro, en el que el


genial escritor francs, sin perder nada de su manera naturalista en la presentacin
de cuadros y escenas de la vida, ha querido demostrar que dentro de ese naturalismo
cabe el arte simblico moderno, constituye la obra maestra del autor insigne, que
hoy llena el mundo con su nombre.
Un tomo elegante y con cubierta al fotograbado.
Una peseta.

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