El Cantar de Los Cantares
El Cantar de Los Cantares
El Cantar de Los Cantares
Y EL AMOR HUMANO
ndice
Prlogo
I El sexo Infierno o Paraso?
II La experiencia del creyente
III La ms bella cancin
IV Cuando el amor no se contenta con soar
V La danza del amor
VI En el huerto del amor
VII Locura de amor
VIII Arrullo de amor
IX La incertidumbre cruel
X Coronacin de amor
XI Fascinacin
XII Amante y creadora
Prlogo
Estas "Divagaciones" sobre el libro del "Cantar de los Cantares" que
nos presenta el biblicista Jos Crdenas Pallares, van dirigidos a
todas las personas que hayan ledo o no este libro de la Biblia. Los
que ya lo han hecho en ms de alguna ocasin y estn familiarizados
con el texto, lograrn una visin amplia, profunda y excitante en cada
comentario. Los estudiosos de la Biblia y profesionales de la
educacin teolgica van a encontrarse con una atrevida y desafiante
realizacin de una obra que sin descuidar los cnones escritursticos,
el autor alcanza una bella obra en la que destaca una bien lograda
contextualizacin del pensamiento bblico y la realidad del pueblo
latinoamericano.
Para los que ahora se iniciarn en la lectura de este libro del Cantar
de los Cantares, podrn estudiar el texto bblico y a la vez considerar
lo que les estn ofreciendo estas "Divagaciones" y as establecer un
dilogo, que paso a paso ir enriqueciendo el conocimiento y
comprensin de lo que es el mensaje de la Palabra Divina y los
sentimientos propios, los cuales irn siendo descubiertos y tocados
dentro de lo que es el amor divino y lo divino del amor.
Habr lectores que habiendo ledo ms de una vez el libro del Cantar
de los Cantares, y que al intentar releerlo de nueva cuenta
Tal vez esta preposicin te suene a blasfemia, o tal vez ests pensando
que me quiero rer de tu fe. Te parecer as, no porque me conozcas y
me catalogues de incrdulo o de volteriano, sino porque en tu
experiencia no se compagina las vivencias de amor y fe carnal. Lo ms
seguro es que en tu comunidad cristiana hayas odo de muchos
peligros, de muchas trampas que se esconden en la actividad sexual, de
tal manera que has llegado asociar a sta con la porquera, con lo
animal, con lo opuesto al espritu.
Por otra parte, da tras da te topas con un diluvio de revistas, de
panfletos o de pelculas, de chistes, de chismes y de opiniones, en
donde se te dice que la unin carnal es algo puramente fisiolgico
como el estornudo o es sudor. Y no slo eso, sino que puede constatar
cmo a la mujer se le reduce a mercanca, a animal de lujo y a
instrumento de publicidad.
Tambin puedes constatar la vulgaridad, la incapacidad para apreciar a
otra persona, para comprender sus dificultades y sufrimientos, la
facilidad con la que se desprecia y se abandona a otras personas, tan
gentes, tan llenas de posibilidades, tan finas, tan criaturas de Dios
como nosotros. Se les usa como pauelos, como desages, como
basureros.
Tambin habrs notado la soledad, la tristeza incurable, el
atolondramiento, el desgaste y el desgano que se apodera de uno,
cuando uno busca aprovecharse del cuerpo, de los sentimientos, de la
delicadeza o de la miseria de otra gente.
Las falsas salidas para enmascarar este desastre no te son
desconocidas: la borrachera, la droga, el cinismo, la burla, el
engreimiento.
Podemos decir, que mordimos la fruta prohibida, pensando hallar un
nuevo paraso, y slo nos encontramos con la desnudez de la miseria.
II
III
La ms bella cancin
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IV
Cuando el amor no se contenta con
soar
una mujer. Ella tiene miedo de perder a su amado, sabe que por
sus dudas y por su culpa lo puede perder. Se da cuenta de que no
est con l, de que una es la realidad y otro es el deseo. Se
estremece y se angustia por no estar con l, sufre tan slo de
pensar, que a lo mejor no sabe corresponder a ese gran amor.
Por quererlo tanto, ella sabe que puede correr muchos riesgos,
pueden pensar mal de ella, pueden castigarla y golpearla, pueden
hacerla pasar muchas vergenzas y, lo que es peor, puede
quedarse sin l.
Ella sabe que las palabras son incapaces de expresar lo que siente.
Ella sabe que su mal es la ausencia de su amor.
Estos temas tambin lo encontramos en las canciones de amor del
antiguo Egipto, pero slo expresados desde el punto de vista
masculino.
La funcin literaria de las muchachas de Jerusaln en darle
dramatismo al anhelo de la mujer, darle pie a ella, para que
exprese por qu su amado es nico para ella.
Y con esto entramos en la segunda parte del poema (5, 10-16). Es
un canto al cuerpo masculino. Ella ve en l la unin de la belleza
de la naturaleza y de la belleza del arte. Aqu no se nos da un
retrato fsico del amado, sino se nos muestra como l es visto a
travs de los ojos enamorados de la amada. La belleza de las
plantas, de las palmas, de los metales, de la orfebrera y de la
arquitectura, la destreza y la finura de todo lo que ella conoce, se
encuentra en el hombre que ella quiere.
Es el amor que transforma, que vuelve irreemplazable al amado.
Es una finura, es su vigor, es la serenidad de sus ojos en los que a
ella le gusta reflejarse, los que la han hecho perder la calma. Es la
dulzura de sus besos y el encanto de su persona los que le roban la
calma.
La ltima parte del poema (6, 1-3). Es el canto sosegado de la
consumacin de ese amor, el sueo se ha convertido en realidad.
La ocupacin ms importante del esposo es estar unido a la esposa,
en quien encuentra todo su agrado. Ella es para l su jardn, es su
perfume, es su flor. Ella, la que contempla y admira al amado. Ya
V
La danza del amor
Vamos a ver lo que muchos estudiosos llaman una danza, un baile
de amor. Es un canto de alegra, de admiracin del encanto del
amor. Pero leamos, o mejor, oigamos el texto mismo (7,1- 8,4).
CORO Vulvete, vulvete
Sulamita,
vulvete, vulvete
para que te veamos.
ELLA Qu miran en la Sulamita
cuando danza en medio de dos coros?
CORO Tus pies hermosos
en las sandalias,
hija de prncipes ,
esa curva de tus caderas
como collares
labor de orfebre.
Tu sexo, una copa redonda,
rebosando licor;
y tu vientre, montn de trigo,
rodeado de azucenas,
tus pechos como cras
mellizas de gacela,
tu cuello es una torre de marfil
tu cabeza se yergue semejante al Carmelo,
tus ojos, dos albercas de jesbn,
junto a la Puerta Mayor,
es el perfil de tu nariz
igual que el saliente del Lbano
que mira a Damasco,
tus cabellos de prpura
con sus trenzas cautivas a un rey .
El Qu hermosa ests, qu bella,
qu delicia en tu amor!
Tu talle es de palmera,
tus pechos, los racimos.
Yo pens: Trepar a la palmera
a coger sus dtiles.
Son para m tus pechos
como racimos de uvas,
tu aliento, como aroma
de manzanas
Ay, tu boca es un vino generoso
que fluye acariciando
y me moja los labios y los dientes!
ELLA: Yo soy de mi amado.
Y l me busca con pasin.
Amado mo, ven, vamos al campo,
al abrigo de enebros pasaremos la noche,
madrugaremos para ver las vias,
para ver si las vides ya florecen,
si ya se abren las yemas.
Oh, si fueras mi hermano
y criado a los pechos de mi madre!
Al verte por la calle,
te besara sin temor a burlas,
judas
haba
danzas.
Era un
estallido
de alegra.
El centro
de la fiesta
era la
novia.
Como lo
muestran
estos
versos, a
ella se le
peda, que
se dejase
admirar,
que les
permitiera
gozar de
su belleza:
"Vulvete,
vulvete.
Sulamita,
vulvete,
vulvete,
para que
te
veamos".
Incluso la
traducci
n
conserva
un ritmo,
que a
gritos est
pidiendo
el
acompaa
miento de
la msica.
Ella se sabe bella, ella quiere disfrutar con toda la alegra de ese
da. Si ella pregunta qu es lo que miran en ella, no es por
inocencia, es un truco (literario), para que se empiece a describir
su belleza. Sin vulgaridades, pero sin puritanismos, se nos describe
la belleza corporal de la mujer.
No es un cuerpo que se vende, es una mujer lo que se admira. No
es un medio de seduccin y de propaganda, es una mujer que goza
y sabe compartir la alegra.
Se ha querido identificar a la Sulamita: Quin es y por qu se
llama as? Que si es de Sunam, que si es el femenino de Salomn,
pero en realidad no hay ninguna respuesta convincente, y tal vez ni
haga falta, basta con tener en cuenta, que toda mujer, de todo
tiempo, puede ser la Sulamita.
Rasgo por rasgo de lo que ms llama la atencin, parte por parte
del encanto femenino es cantado por el coro: sus pies de hija de
prncipe, sus pies nobles, impresionantes, sus partes suaves y
curvas: "lo que embriaga y enloquece a los hombres es la curva de
tus caderas", y en ellas se describe, se ve una obra de arte. Sus ojos
grandes, su nariz bien definida, su cabellera, su cuello blanco, su
majestad, su vitalidad. Ella tiene la majestad y la vitalidad de una
cordillera, y algo ms.
No slo se nos describe lo que los ojos alcanzan a ver en una novia
que goza de fiesta de bodas, sino toda su persona. Se canta a todo
el cuerpo de la mujer, se canta a toda su belleza, se canta a la
belleza como los hombres y las mujeres quisieran que fuera, se
canta a la juventud y a la frescura de sus pechos. Se canta al
encanto y a la fecundidad de su vientre, a su capacidad de vida,
pero tambin a lo que en hebreo se dice "Shor", que bien puede
ser el ombligo como smbolo de sensaciones y estmulos erticos, o
bien puede ser lo que los rabes llaman Sir, o sea la parte pudenda
de la mujer. Tal vez ste sea el significado ms exacto, porque se
dice de ella, que es una copa redonda, y en hebreo servirse de una
copa es una manera delicada de expresar la unin sexual. A esto
adase que se dice, que rebosa licor, y sta es tambin una figura
para expresar el deleite carnal.
VI
En el Huerto del Amor
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Vmonos dejando, si ustedes quieren, de erudiciones. Vamos
viendo el aqu y el ahora. En nuestras tierras, si la mujer es pobre,
lo ms seguro es que se le considere bestia de carga; si es rica, su
funcin ser la de un animal de lujo. La publicidad, no el arte sino
el negocio del cine y los intereses oscuros que se mueven detrs de
la pornografa han hecho de la mujer una mercanca. Su cuerpo se
exhibe para ganar dinero, con su cuerpo se hace negocio, con su
cuerpo se juega.
El cuerpo no es el hermano burro, el sexo no es un estorbo a la
plena realizacin humana. El amor carnal es vida. Algo tan
importante no puede ser puesto entre parntesis en la actividad
espiritual, ni puede ser considerado exclusivamente como fuente
de pecado. La fe se nos ha dado no para negar el sexo, sino para
salvarlo, estimarlo, disfrutarlo y saberlo gozar como regalo de
Dios, y as librarnos de muchas esclavitudes y engaos. Por eso
dejemos que la Sagrada Escritura nos cante la belleza del amor
carnal, para poderla apreciar libres de toda inmundicia.
Comencemos con la lectura del Cap. 4, 1 a 5,1
"Qu hermosa eres, mi amada, qu hermosa eres!
tus ojos de paloma, por entre el velo;
tu pelo es un rebao de cabras
descolgndose por las laderas de Galaad
Son tus dientes un rebao esquilado recin salido de baar
Cada oveja tiene mellizos, ninguna hay sin corderos
Tus labios son cinta escarlata; y tu hablar melodioso
Tus sienes, entre el velo, son dos mitades de granada
Es tu cuello la torre de David, construida con sillares
VII
Locura de Amor
ELLA: Avsame, amor de mi alma,
dnde pastoreas, dnde recuestas
tu ganado en la siesta,
para que no vaya perdida
por los rebaos de tus compaeros
EL: Si no lo sabes,
t, la ms bella
de las mujeres,
sigue las huellas de las ovejas
Tal vez nos extrae que un libro sagrado est dedicado a este tema.
La culpa no es del tema, sino de nosotros, que no vemos en el amor
ms que el desfogue. Le hemos quitado el respeto, la admiracin y
la entrega. En realidad hemos destrozado el amor.
Pensemos solamente, que el profeta Ezequiel (Cap. 16) para hablar
de la lealtad de Dios hacia el pueblo, no encuentra otra realidad
humana que lo explique ms que una historia de amor.
VIII
Arrullo de Amor (2,8-17)
A estas alturas ya no juzgo necesario transcribir verso por verso
del Cantar, porque si no te ha nacido la curiosidad de leerlo por tu
cuenta, sale sobrando cualquier comentario sobre l.
Esta es, por supuesto, pura poesa. Es un canto de enamorados.
Ella canta y l tambin. Canta el uno al otro, canta a lo que han
recibido del amor.
Es un amor que comienza como la vida en la primavera. Es un
amor puro, discreto en ella, caballero en l.
Es un canto a la vida, es un canto al amor, que le da el sabor a la
vida.
Ella canta lo que suea despierta. Ella deja que hablen los deseos
de su corazn. Ella canta, pero no ella sola; son sus ganas de estar
con l. Con los ojos y el corazn de una muchacha, con la visin y
la sensibilidad de una mujer que expresa la intensidad de
transparencia del amor.
No se trata de decirnos algn detalle anecdtico, de esa relacin.
Se trata de hacernos entender los sentimientos y los deseos limpios
de una mujer.
IX
La incertidumbre cruel (3,1-5)
Este breve
poema nos
saca de la
realidad
palpable,
externa
para
introducir
nos al
mundo de
los sueos
y deseos.
La
imaginaci
n pone
en primer
plano lo
que el
pensamien
to no
logra
aclarar.
Las
palabras
no
alcanzan
para
comunicar
las
complejid
ades de
alguien
que ama y
que se ha
propuesto
ser feliz
con su
amado.
En el
sueo
sucede
fcilmente
lo que en
la
conciencia
despierta
es
tajanteme
nte
rechazado
.
Este breve poema puede ser un sueo nocturno, puede ser una
visin fantstica, puede ser un sueo con los ojos abiertos.
Llammosle como le llamemos, el caso es que se trata de una visin
atrevida a la realidad.
Este poema no puede describir algo que realmente sucedi, por
razones muy sencillas: la muchacha israelita viva recluida, no
poda salir sola a la calle y menos de noche. Se le evitaba cualquier
familiaridad con gente extraa. Bstenos escuchar el Eclesistico
42,11-14: "Vigila a tu hija doncella para que no te acarree mala
fama, comentarios de la ciudad, desprecio de la gente y burlas de los
que se renen en la plaza. Donde ella vive no haya una reja ni
miradores a los accesos en torno.
X
Coronacin de amor (3, 6-11)
Hay pocas
celebraciones
para todos los
tiempos y
lugares, y, las
bodas son
precisamente
una de ellas.
La boda es
expresin de
alegra colectiva.
En Israel la
novia era
llevada
solemnemente
de la casa de su
padre a la casa
del novio.
En la boda se
trataba de vivir
conforme a lo
aorado: sin
tristeza, sin
hambre y sin
estrecheces.
Nada deba
empaar esa
grande alegra. En la boda eran importantes los perfumes, los
adornos, la msica y la comida. Pero todo esto estaba, por
supuesto, en funcin de los novios. Para ella l era su rey, l es el
bello, el que merece la admiracin de todas las mujeres. Para l
ella lo merece todo: la admiracin, el cuidado, el lujo, la belleza.
La llegada de ella es la llegada de la dicha. El amor los ha hecho
monarcas del uno para el otro. Y esto s que es alegra!
XI
Fascinacin (6, 4-11)
Ella es lo ms bello que hay en la tierra. En ella hay ms belleza
que la que puede tener la ciudad ms bella.
Ella es hermosa y, por lo mismo, es terrible, es irresistible. Su
mirada perturba y desquicia. "Me has enamorado, hermana y
novia ma, me has enamorado con una sola de tus miradas". Le
dice a la amada en otro sitio
"Por una mirada de tan lindos ojo, apagan sus luces las blancas
estrellas" dice nuestra vieja cancin. Con su mirada ella lo
despert al amor y desde entonces no puede calmarse.
El hombre, el conquistador, ante la mirada de la mujer se siente
conquistado, y a ella, decidida y fuerte le implora su favor. El no se
cansa no se avergeza de repetir la fascinacin que siente por su
amada.
Su amada es slo una, pero suya. Es slo una, pero le pertenece a
l de verdad y le pertenece todita, mientras que para el rey o sea
para el que "tiene" esposas, queridas y concubinas una mujer es
slo un corto pasatiempo. Esta clase de relacin ha hecho de ella
una mujer nica, la ha hecho sin mancha, la ha hecho mujer. Por
esta clase de relacin l sabe lo que ella vale: es su torcacita, y
como mujer no tiene nada que criticarle. Por eso puede ella gozar
con l, por eso puede disfrutar con su amor, por eso puede hacer
que l sienta con ella, con el encanto de su cuerpo, un frescor
paradisiaco.
(El versculo 12 del captulo 6 es el ms difcil de cantar. Hasta
ahora no hay explicacin satisfactoria. Se cree que el texto est
daado irreparablemente, y que incluso as le pareci a un copista
antiguo que escribi: "yo no entiendo").
XII
Amante y Creadora
Quin es sa que sube (del desierto) apoyada en su amado?
"Bajo el manzano te despert,
all donde tu madre te concibi,
te concibi la que te dio a la luz"
(8,5)
Tal vez, pero subrayando el tal vez, se trate de un coro a dos voces
o de un simple dueto. Se canta la llegada de la muchacha apoyada
en su amado. Se canta a la seguridad y a la proteccin que ella
encuentra en el hombre.
Pero hay algo ms urgente, ms importante que ella; quiere
recordarle a l, que "bajo el manzano lo despert". El manzano
era el conocido smbolo ertico, que designaba la pasin sexual. En
Mesopotamia se usaba en los rituales contra la impotencia, y a l
se hace mencin en el mismo Cantar.
"Manzano entre los rboles silvestres,
es mi amado entre los jvenes;
a tu sombra quisiera sentarme
y comer de sus frutos sabrosos".
En el torbellino del deseo, como estimulante para remediar su
enfermedad de amor, lo que ella pide son "fuerzas con pasas y
vigor con manzanas".
Ella lo despert al amor. Ella lo hizo como un nuevo ser. Y lo que
ella quiere ahora, es la dicha de la unin, que se cumpla lo que ella
XIII
Slo el amor (8,6-7)
La mujer le pide al amado estar lo ms estrechamente unida a l.
Le pide que la considere algo tan inseparable como la propia
honra y credibilidad. Quiere que la tenga como algo de lo que
nunca se puede deshacer, bajo pena de perder todo respeto y valor
ante los dems. Ella quiere ser lo ms valioso para l. La mujer se
entrega por completo a l. Esta unin tan estrecha la pide franca y
apasionadamente, porque est consciente de la calidad y de la
fuerza del amor.
El amor es arrollador como la muerte, contra la cual no hay
defensa.
Es irrevocable, definitivo, como el mundo de los muertos, que se
apodera de todo y que nada devuelve.
Es devorador como el fuego, nada lo puede extinguir, nada lo
puede aplacar. El amor es electrizante e insaciable. Es fuego, es
calor, es fuerza irresistible que aniquila todas las oposiciones.
Contra el amor no puede nada, ni la ms gigantesca de las
catstrofes, ni la muerte con todas las manifestaciones, ni la
seduccin del dinero. El amor no es algo estancado ni rutinario,
salta como la chispa, golpea como el rayo. El amor es ardor que no
se calma, es movimiento continuo. El amor es fuerte y exigente. Es
anhelo de exclusividad, es exigencia de estar unido para siempre.
Es entereza ante todas las dificultades. Pide una vida inseparable
en todas las situaciones y con todas sus consecuencias. Nada puede
separar a los que se aman con un amor sin mentira.
XIV
Madurez de la mujer (8, 8-10)
XV
Eres nica!
A la mirada
retrospectiva de
la mujer
corresponde la
afirmacin del
hombre: para l
no hay nada que
valga ms que
ella; ni siquiera
la proverbial
riqueza
salomnica en la
que, por
supuesto, va
incluido el
harn, puede
compararse a su
"via". Lo
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Es lo que a su manera, muy a la mexicana, dice la cancin
ranchera:
Yo paqu quiero riquezas,
si voy por el mundo
perdido y sin fe!
Yo lo que quiero
es que vuelva,
que vuelva conmigo
la que se fue.
Slo el que acepta la fuerza del amor cantado en estos dos poemas
(8,6-8. 11-12), podr aceptar la proclama libertaria de San Pablo,
cuando declara, que contra el amor no hay ley que valga (Gal. 5,
22).
XVI
Slo para m
T que habitas en los jardines,
mis compaeros te escuchan.
Djame or tu voz:
huye, amor mo
XVII
Borrachera de amor
Al principio fue un estallido de amor, fue un borbotn de deseo
incontenible. Fue una franca declaracin de amor, fue la expresin
de las ansias de unin corporal , fue la por siglos silenciada voz de
la mujer, que pide el placer, que reclama para ella la fiesta de los
cuerpos. Entonces l fue para ella un rey, entonces bebi ella algo
ms exquisito que el exquisito vino. Entonces fue la embriaguez de
amor y el xtasis.
"Eras la sed y el hambre, y t fuiste la fruta!"
Ah, mujer, no s cmo pudiste contenerme
XVIII
Amor con los pies en la tierra
Negra soy y hermosa,
muchachas de Jerusaln,
como las tiendas de Cadar,
como los pabellones de Salomn,
No se fijen en lo morena que estoy,
es que el sol me ha bronceado:
enojados conmigo, mis hermanos de madre
me pusieron a guardar sus vias;
Y mi via, la ma, no la supe guardar
(1, 5-6)
El amor paradisiaco se tiene que buscar en esta tierra en donde
abundan las contrariedades y los sufrimientos. Ella, la amada
cantada y que canta en este poema de amor, no tiene la belleza de
las damas elegantes de la ciudad. No es como ellas, pero no por eso
deja de ser bella. Ella ha tenido que trabajar para provecho de
otros. El trabajo en el campo la ha curtido, pero no lo toma a lo
trgico, jugando con las palabras y con los contratiempos, afirma
que el trabajo no lo ha afectado, y que ms an su belleza es fuera
de serie.
Ella podra haber aceptado estos versos de Neruda:
"Nia morena y gil, el sol que hace las frutas,
el que cuaja los trigos, el que tuerce las algas,