Este documento analiza la situación jurídica de la comunidad raizal en Colombia. Aunque la Constitución de 1991 la reconoce como una etnia, la legislación posterior no ha protegido plenamente sus derechos de la misma manera que otras minorías. El documento examina elementos de la historia y cultura raizal, y argumenta que su reconocimiento constitucional no es suficiente si no va acompañado de desarrollo legislativo que garantice la participación política y protección de derechos de esta comunidad, teniendo en cuenta su discurso étnico
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Este documento analiza la situación jurídica de la comunidad raizal en Colombia. Aunque la Constitución de 1991 la reconoce como una etnia, la legislación posterior no ha protegido plenamente sus derechos de la misma manera que otras minorías. El documento examina elementos de la historia y cultura raizal, y argumenta que su reconocimiento constitucional no es suficiente si no va acompañado de desarrollo legislativo que garantice la participación política y protección de derechos de esta comunidad, teniendo en cuenta su discurso étnico
Este documento analiza la situación jurídica de la comunidad raizal en Colombia. Aunque la Constitución de 1991 la reconoce como una etnia, la legislación posterior no ha protegido plenamente sus derechos de la misma manera que otras minorías. El documento examina elementos de la historia y cultura raizal, y argumenta que su reconocimiento constitucional no es suficiente si no va acompañado de desarrollo legislativo que garantice la participación política y protección de derechos de esta comunidad, teniendo en cuenta su discurso étnico
Este documento analiza la situación jurídica de la comunidad raizal en Colombia. Aunque la Constitución de 1991 la reconoce como una etnia, la legislación posterior no ha protegido plenamente sus derechos de la misma manera que otras minorías. El documento examina elementos de la historia y cultura raizal, y argumenta que su reconocimiento constitucional no es suficiente si no va acompañado de desarrollo legislativo que garantice la participación política y protección de derechos de esta comunidad, teniendo en cuenta su discurso étnico
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La comunidad raizal: elementos para una reflexin
jurdica a partir de un discurso tnico
* Recibido: 10 de enero de 2012 - Revisado: 18 de febrero de 2012 - Aceptado: 12 de mayo de 2012 Resumen El reconocimiento de las etnias colombianas que hace de la Constitucin de 1991 da cuenta del elemento de diversidad cultural analizado por la Asamblea Constituyente. Desde ese momento, Colombia ha hecho un importante esfuer- zo por expedir normas acordes a los principios constitucionales e internacio- nales, en procura de la proteccin de los derechos de las comunidades tnicas existentes en el territorio nacional. Sin embargo, la situacin de la comunidad raizal no es refejo de ello, pues si bien la Carta Poltica la reconoce como etnia, el desarrollo legislativo posterior no lo evidencia as. La participacin poltica de los raizales, en su expresin como valor, principio y derecho consti- tucional, no ha sido garantizada de la misma manera que ha sucedido respecto de otras etnias. Palabras clave Constitucin Poltica, participacin poltica, San Andrs Isla, comunidad rai- zal, etnia, derechos de las etnias, discurso tnico. Abstract The recognition of the ethnic groups by the Colombian Constitution of 1991, accounts for part of multiculturalism discussed by the Constituent Assembly. Since then, Colombia has made signifcant efforts to issue rules in accordance with constitutional and international principles, seeking the protection of the rights of ethnic communities existing in the country. However, the situation of the actual raizal does not account for this, because although the Constitution recognizes them as an ethnicity, subsequent legislative development does not evidence it. The political participation of native islanders, in its expression as a value, principle and constitutional law, has not been guaranteed just as it happened with other ethnicities. Keywords Raizal community, ethnicity, political constitution, political participation, San Andres Island, the rights of ethnic groups, ethnic discourse. Raizal community: elements for a legal reflection from a cultural discourse Civilizar 12 (22): 35-56, enero-junio de 2012 * Trabajo adelantado en el Grupo de Investigacin en Derechos Humanos de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad del Rosario, en de- sarrollo de la agenda temtica de la Lnea de Investigacin sobre polticas pblicas y seguimiento legislativo en materia de derechos humanos. **Abogada de la Universidad del Rosario, estudiante de la maestra en Derecho con nfasis en Derechos Hu- manos de la misma universidad, diplo- mada en Derecho Procesal Constitu- cional y Administrativo. Actualmente es profesora de la carrera acadmica de la facultad de Jurisprudencia y di- rectora del Observatorio Legislativo de la Universidad del Rosario. Correo electrnico: [email protected] Mara Luca Torres Villarreal ** 36 MARA LUCA TORRES VILLAREAL Civilizar 12 (22): 35-56, enero-junio de 2012 Introduccin La Constitucin Poltica incorpora una amplia gama de derechos y garantas, haciendo un especial reconocimiento a la existencia de una gran diversidad cultural propia de una nacin marcada por la presencia de diferentes grupos tnicos; esto implica entonces el diseo de una estructura normativa y administrativa tendiente a la implementacin de polticas de inclusin y reconocimiento a grupos que histricamente han sido excluidos o marginados de la estructura so- cial y poltica del pas (Moreno, p. 3), pero que determinan y caracterizan el legado histrico y cultural de este y con ello la concientizacin de todos los miembros del Estado, de su existencia e importancia (De Lucas, p. 1). En este artculo se ha escogido un grupo tnico a partir del cual, analizando algunos ele- mentos de su historia, su connotacin social, po- ltica y cultural y su situacin actual, se pretende evidenciar los problemas que se han dado con ocasin de su reconocimiento constitucional y la consecuente reivindicacin de derechos que ello implica, revisando su condicin frente a otras et- nias. Para esos efectos, se ha escogido la etnia raizal presente en el departamento archipilago de San Andrs, Providencia y Santa Catalina. De esta forma, este artculo busca refexio- nar sobre el tratamiento que se da a la etnia rai- zal en la Carta Poltica de 1991 toda vez que, de su contenido, se infere el reconocimiento de la existencia de dicha comunidad como la etnia presente en el departamento archipilago de San Andrs, Providencia y Santa Catalina, lo cual permitir analizar si el desarrollo legislativo pos- terior, sus alcances e implicaciones en los esce- narios legislativo, jurdico y poltico dan cuenta realmente de ello. Esto, igualmente, generar posibles cuestionamientos sobre el carcter de multiculturalidad con que se pretende catalogar a nuestra nacin (Ramrez, 2005, p. 61). De la revisin del estado del arte y a par- tir de ciertos elementos percibidos durante las entrevistas realizadas a algunos miembros de la comunidad podra pensarse que el discurso tnico por medio del cual la comunidad raizal busca autodeterminarse, para manifestar el es- plendor de su cultura y demostrar la existencia de una memoria histrica colectiva, no ha sido considerado en su totalidad, pues elementos in- dispensables de su legado, de su historia y de su presente parecen haberse ignorado o readapta- do a otros escenarios, con discursos diferentes, con intereses dismiles y con enfoques diversos; esto podra conllevar a situaciones en las cuales el discurso haya tomado un enfoque distinto del carcter tnico, tornndose en un discurso pol- tico marcado por la presencia de mltiples opi- niones al interior de la misma etnia pero que, a su turno, sugiere la revisin de las condiciones en que jurdica, social y culturalmente debe ser reconocida dicha etnia. En ese sentido, se pre- tende analizar el por qu dicho reconocimiento no puede reducirse a una denominacin cons- titucional, sino que ha de acompaarse con un consecuente desarrollo legislativo y prctico, que demuestre la existencia de la minora en el entorno social y jurdico de la nacin, teniendo en cuenta su discurso tnico, sin variaciones po- lticas solo para ser destinatarios de un recono- cimiento justo y real. Para desarrollar estas ideas, se ha pro- puesto este escrito en tres partes: la primera, aborda sucintamente las normas establecidas en la Constitucin en materia de participacin pol- tica de minoras y los elementos caractersticos de la comunidad raizal como minora tnica de nuestro pas; una segunda parte, refere la con- dicin de la comunidad raizal frente a la Carta Poltica y la legislacin que le resulta aplica- ble, presentando un anlisis del alcance de una norma para, de forma referencial, abordar las difcultades en el desarrollo real y efectivo de la proteccin de los derechos de la comunidad raizal, y la tercera parte, plantea algunos aspec- tos bsicos de la problemtica de la comunidad raizal en lo referente a su discurso tnico y su condicin frente a las dems etnias reconocidas del pas, involucrando temticas tan importan- 37 LA COMUNIDAD RAIZAL: ELEMENTOS PARA UNA REFLEXIN JURDICA A PARTIR DE UN DISCURSO TNICO ISSN 1657-8953 Civilizar 12 (22): 35-56, enero-junio de 2012 tes de la participacin poltica como derecho, principio y valor constitucional. 1. La participacin poltica de las etnias en el marco constitucional: una mirada a la comunidad raizal del archipilago de San Andrs La inclusin de las minoras en la Carta Po- ltica (Colombia, 1991) responde, de un lado, a las tendencias mundiales que pretendan demos- trar el avance del constitucionalismo clsico ha- cia aquel en el cual la igualdad real exige tener en cuenta de manera importante a las minoras cul- turales presentes en un Estado 1 (Carbonell, 2000, pp. 269-270; Assies, 2005, p. 2); como seala el profesor Lpez Soria, parafraseando a Kymlic- ka, en el mundo de hoy, anota Kymlicka, hay alrededor de 600 grupos de lenguas vivas y ms de 5000 grupos tnicos. En el mbito del mundo de la vida o vida cotidiana, la multiculturalidad e incluso la inteculturalidad son, para la mayora de las sociedades contemporneas, un dato de su propia realidad. Lo nuevo, sin embargo, no est en el hecho mismo de la diversidad, que siem- pre ha existido, sino en que ahora comenzamos a asumirla como componente de nuestro marco de referencia perceptivo y representativo, e inclu- so a entenderla como parte de nuestro horizonte normativo y axiolgico (Lpez, 2006). De otro lado, el reconocimiento de las minoras en nues- tra Carta Poltica responde a los intereses del dis- curso tnico propuesto en la Asamblea Nacional Constituyente, el cual propende por el respeto de los grupos existentes en nuestro territorio, cuyas cosmovisiones y tradiciones enmarcan la riqueza tnica y cultural de nuestro pas. En ese sentido, seala el DANE () las organizaciones ind- genas apoyadas por diversos estamentos de la sociedad y por el mismo estado propiciaron un proceso de reafrmacin cultural y conciencia de su identidad que culmin con el reconocimien- to del pas como pluritnico y multilinge en la nueva Carta Constitucional de 1991, la cual tiene cerca de 30 artculos referidos a los grupos tni- cos y a sus diversas y particulares culturas () 2
(DANE, 2007, p. 15). Tanto en la parte dogmtica como en la orgnica de la Carta Poltica se evidencia el re- conocimiento a la diversidad cultural de nues- tro pas, lo cual permite diferenciar este texto constitucional de los otros proferidos en el pa- sado (Pineda, 1997, p. 107); se percibe pues el discurso de respeto, tolerancia y garanta a los derechos de los grupos tnicos, su existencia y cosmovisin como base en la cual deben fun- damentarse las actuaciones de las diferentes instituciones del Estado (Kymlicka, 2001, p. 121), siendo esto refejo del modelo de Estado multicultural, el cual se basa en la necesidad de reconocer las diferencias y las identidades culturales dentro del marco de legalidad multi- nacional. Esta expresin del pluralismo cultural promueve la no discriminacin por razones de raza ni diferencia cultural dentro de los lmites liberales dados por las legislaciones nacionales e internacionales. La multiculturalidad, o he- cho social de la diferencia, da cuenta de la can- tidad de expresiones culturales y tnicas tanto regionales como locales. Esta no es meramente descriptiva, plantea la cuestin de la identidad, no como una suma de particulares, sino en tanto la construccin estratgica de un orden social y poltico que defne y redefne las relaciones sociales con su entorno cultural (Etnopoltica y Movimientos Sociales, 2012). En ese sentido, el multiculturalismo debe ser entendido como un pilar del Estado a partir del cual se concreta la interaccin de diversas culturas respetando sus identidades, reconociendo la diversidad y creando espacios para hacer posibles los fnes, principios e ideales propios del Estado Social de Derecho (Moreno, p. 3). Tambin son de especial relevancia en el marco constitucional las normas que evidencian el tema de la representacin y la participacin de los diferentes estamentos de la sociedad y garantizan as los principios esenciales de la de- mocracia (Agudelo, 2002). Por eso, para dar un verdadero alcance a los derechos consagrados en la Carta y con ello materializar la igualdad que se promulga en la misma y hacer tangible el reconocimiento de las minoras, se establece el 38 MARA LUCA TORRES VILLAREAL Civilizar 12 (22): 35-56, enero-junio de 2012 derecho a la participacin poltica desde la pers- pectiva de elegir y ser elegido. El artculo 171 de la Constitucin Poltica (Colombia, 1991) seala la composicin del Senado de la Rep- blica, aclarando en el inciso segundo que existe un nmero adicional de dos senadores que se- rn elegidos en circunscripcin nacional espe- cial por las comunidades indgenas; esto quiere decir que, a parte de los 100 senadores que son electos en dicha circunscripcin, se establecen dos curules para ser ocupadas por miembros de comunidades indgenas, para un total de 102 senadores. A su turno, el artculo 176 3 del mis- mo ordenamiento seala la conformacin de la Cmara de Representantes, aclarando que se establece una circunscripcin especial para ase- gurar la participacin de los grupos tnicos, las minoras polticas y los colombianos residentes en el exterior; de conformidad con lo estableci- do en la Ley 649 de 2001 (Colombia, Congreso de la Repblica, artculo 1) se asignaron cinco curules para la circunscripcin especial, cuya distribucin es: dos para las comunidades afro- colombianas, una para los indgenas, una para las minoras polticas y una ltima curul para el representante de los colombianos en el exterior. Sin embargo, vale la pena plantear desde ya un primer interrogante: teniendo en cuenta que la Carta Poltica en su artculo 310 reco- noce la existencia de la comunidad raizal (Co- lombia, 1991), dnde queda la participacin poltica de la comunidad raizal en el entendido de las normas expuestas en lneas anteriores?, ha de entenderse incluida en la representacin de la circunscripcin especial indgena o en la afrocolombiana desconocindose a s misma? o realmente no est contemplada? Resulta pertinente acercarnos al eje de estudio propuesto en este artculo con una re- visin de los aspectos generales que determi- nan el contexto social, poltico y cultural de la comunidad raizal para, de esa manera, entender el alcance de los elementos de discusin que hoy rodean a la etnia y que determinan quiz el proceder de algunos de sus integrantes, o por lo menos el ideal de lo que muchos de ellos an- helan. La comunidad raizal es la etnia presente en el departamento archipilago de San An- drs, Providencia y Santa Catalina y los cayos de Alburquerque, Bolvar, Roncador, Quitasue- o, Serranilla, Rose Cay, Haynes Cay, Cotton Cay y Johnny Cay. Por su especial ubicacin, en el siglo XVII varios piratas ingleses hicie- ron presencia en las islas y entraron en pugnas por el territorio con personas enviadas por la corona espaola. (Eastman, 1992). Sin embar- go, solo hasta las primeras dcadas del siglo XVIII llegaron colonos ingleses y esclavos afri- canos, inicindose as un proceso ms estable de poblamiento y con ello el surgimiento de una identidad cultural insular; con el tiempo se fue creando un escenario tnico y sociocultu- ral despus llamado comunidad raizal o nativos raizales (Mow, 2005, p. 25). Es por ello que se explica el contenido del legado de los habi- tantes del archipilago, en el cual se mezcla el esquema espaol colonial junto con el sistema colonial ingls, arrojando como resultado una formacin cultural europeo-caribea (Pomare, 2005, p. 15). La presencia de mltiples culturas en las islas ha generado una mezcla de comunidades lingsticas y, con ello, un evidente proceso de sociolingstica y socioculturalidad; muestra de ello es que, en el archipilago, prcticamente todos los habitantes tienen algn grado de mul- ticulturalismo y multilingismo, propiciado por las condiciones naturales de la coexistencia de culturas y, en consecuencia, de todos los ele- mentos que las determinan, siendo uno de los ms importantes el idioma (Forbes, 2005, p. 65). Actualmente, la mayora de raizales son trilinges, pues hablan espaol, creole anglfo- no (lengua criolla) e ingls, lenguas que siem- pre han estado vivas dentro de la comunidad nativa (.) (Ramrez, 2005, p. 59). Para concluir este apartado, se puede pre- cisar que la palabra raizal hace referencia a la 39 LA COMUNIDAD RAIZAL: ELEMENTOS PARA UNA REFLEXIN JURDICA A PARTIR DE UN DISCURSO TNICO ISSN 1657-8953 Civilizar 12 (22): 35-56, enero-junio de 2012 existencia de vnculos culturales, religiosos, t- nicos, sociales, folclricos, histricos, lings- ticos y genticos, de donde se deduce que lo raizal no explica un simple vnculo, sino que se trata de una relacin estructural y funcional con un pueblo con unas caractersticas especfcas, con una forma de vida, esto es, una cosmovi- sin y una cosmogona (Forbes, 2005, p. 85). 2. La comunidad raizal frente al ordenamiento jurdico colombiano El acercamiento a la comunidad raizal comienza en el artculo 309 de la Constitucin Poltica (Colombia, 1991), en el cual se erigen en departamentos los territorios que antes es- taban constituidos como intendencias y comi- saras entre ellos, el archipilago de San An- drs. Segn lo establecido en el artculo 310 del ordenamiento superior (Colombia, 1991), se seala que el departamento de San Andrs se rige por lo dispuesto en la Constitucin y en las leyes previstas para todo ente departamental, pero aclara que el legislador establecer nor- mas especiales que rigen el territorio insular en materia administrativa, de inmigracin, fscal, de comercio exterior y fomento econmico, en- tre otras. Contina sealando que mediante ley aprobada por el Congreso se podrn adelantar una serie de acciones y restricciones con miras a proteger la identidad cultural de las comuni- dades nativas del archipilago y preservar los recursos naturales de este. Valga la pena anotar que hoy, luego de 21 aos de existencia de la Constitucin Poltica, an no se ha proferido esa ley a la que aluda el artculo 310; solo se profri un decreto en atencin al artculo 42 transitorio del mismo ordenamiento (Colombia, 1991), pero no se desarroll lo dispuesto por el Constituyente. Se trata pues del decreto 2762 de 1991 4 (Colombia, Presidencia de la Repblica), el cual, desde su parte introductoria, deja ver el asunto pendiente de proferirse una ley de la Re- pblica al sealar: () Que el Congreso an no ha expedido las leyes de que trata el artculo 310 de la Constitucin (Subrayadas fuera del texto). Se deduce entonces que el espritu del Constituyente era reconocer a la comunidad raizal estableciendo la necesidad de proferir normas especiales con miras a lograr los objeti- vos de preservacin de la cultura, sus elementos y el medio ambiente, para lo cual el Gobierno Nacional profri un decreto, pero este nunca fue elevado a rango de ley, que era el manda- to constitucional, con las implicaciones que conlleva el trmite de una iniciativa de ley y el espacio de participacin poltica que ello repre- senta para la comunidad, especialmente para los raizales, quienes no tuvieron la oportunidad de presentar su opinin y debatir sobre los con- tenidos y alcances de la norma que protege- ra sus derechos, su territorio y en general su cultura. De hecho, el objeto del decreto, que es relacionado al inicio del mismo, vislumbra la importancia del mismo de cara a la comunidad tnica, por lo cual cabe preguntarse, adems de haber obviado a la comunidad en el trmite de su expedicin, dnde qued el requisito de la consulta previa previsto para las comunidades tnicas? A pesar de lo anterior, la Corte Consti- tucional, en sentencia C-530 5 (Colombia, Corte Constitucional, 1993, p. 50), seal que la nor- ma objeto de estudio es una norma con fuerza de ley expedida por la denominada Comisin Especial Legislativa, aquella que cre el art- culo 6 Transitorio de la Constitucin. En el plano legal, se han sancionado las siguientes leyes con el fn de proteger los de- rechos de la comunidad raizal. De un lado, la Ley 47 (Colombia, Congreso de la Repblica, 1993A), la cual tiene por objeto dictar un es- tatuto especial para San Andrs con normas particulares en temas ambientales, educativos, fnancieros y otros de especial relevancia para el archipilago, segn la Carta Poltica. En lo referente a la necesidad de un estatuto raizal, vale la pena revisar el artculo escrito por Kent Francis James (2011) hablando de la proteccin de los derechos de la esta comunidad y, por ende, de la pertinencia de tener una ordenan- za legal. De su lectura se deduce que, 18 aos despus de proferida la Ley 47 de 1993, an la 40 MARA LUCA TORRES VILLAREAL Civilizar 12 (22): 35-56, enero-junio de 2012 comunidad sigue pidiendo un estatuto raizal, despus de que el que supuestamente se dict con dicha ley no cumpli verdaderamente con sus objetivos. De otro lado, estn las leyes 915 (Colombia, Congreso de la Repblica, 2004), la cual tiene por objeto la creacin de las condi- ciones legales especiales para la promocin y el desarrollo econmico y social de los habitan- tes de las islas, que les permitan subsistir y vi- vir dignamente, dentro de sus particularidades geogrfcas, ambientales y culturales, y la 1528 (Colombia, Congreso de la Repblica, 2012), que promulga un par de disposiciones para el fortalecimiento administrativo del archipilago. A continuacin, realizaremos una aproxi- macin a una de las referidas leyes a fn de es- bozar, a manera de referente, cmo el desarrollo legislativo que se ha dado especfcamente en materia de raizales no es realmente el garante de los derechos de la comunidad como etnia reconocida por la Constitucin Poltica, eviden- ciando la necesidad de aproximar los conteni- dos legales a los fnes constitucionales y pro- curar un verdadero desarrollo normativo de los mismos. 2.1. Anlisis de la Ley 47 de 1993: un es- tatuto de proteccin a la comunidad raizal? Analizando los contenidos de la norma propuesta, resulta pertinente sealar que el Es- tatuto parece ser una ley con un alto contenido abstracto difcil de aplicar, porque presen- ta varias disposiciones orientadas a constituir, crear e implementar entidades, instancias y ac- tividades, cuya realizacin y puesta en marcha implican mucho ms que una simple consagra- cin normativa; amerita disposiciones presu- puestales, recurso humano, armona con otras normas, sostenibilidad y viabilidad institucional y fnanciera; pero ms all de eso, exige tener en cuenta los intereses, principios y derechos de la comunidad raizal como etnia, esto es, darles el espacio de participacin poltica necesario, real y efectivo. Como seala el profesor Forbes, se requiere cambiar por la concertacin de un plan de desarrollo sostenible con y para el pue- blo raizal (2005, p. 93). Los artculos 23, 24 y 25 de la Ley 47 (Colombia, Congreso de la Repblica, 1993A) ordenan la creacin de una Junta para la Pro- teccin de los Recursos Naturales y Ambienta- les, conformada por el Gobernador, la Secreta- ra de Fomento Agrario y Pesquero, el Alcalde de Providencia, la Secretara de Planeacin, un representante de una ONG elegido por sus miembros y dos representantes de la comuni- dad raizal de San Andrs y uno de Providencia, elegidos por voto popular. Al revisar la exis- tencia actual del mencionado rgano se encon- tr la falta de creacin del mismo; es decir, la junta nunca se cre, desatendiendo con ello un mandato legal establecido. Sin embargo, en este punto es vlido hacer alusin al contenido de la Ley 99 (Colombia, Congreso de la Repblica, 1993C), pues esta se refere a la estructuracin del Sistema Nacional Ambiental en el cual se ordena la creacin, entre otras fguras, de las Corporaciones Autnomas Regionales y se de- rogan algunas normas en la materia proferidas con anterioridad, incluyendo el artculo 23 de la Ley 47 (Colombia, Congreso de la Repblica, 1993A) 6 , respecto del cual se viene practicando el anlisis 7 . As las cosas, en el artculo 37 de la Ley 99 (Colombia, Congreso de la Repbli- ca, 1993C) se hace alusin a la creacin de la Corporacin para el Desarrollo Sostenible del Archipilago - Coralina, mxima autoridad am- biental del departamento; en su inciso nmero 3 se seala la composicin del Consejo Direc- tivo de la entidad: Artculo 37. () El Consejo Directivo estar integrado por: a. El ministro del Medio Ambiente, o su delega- do; b. El gobernador del departamento archi- pilago de San Andrs, Providencia y Santa Catalina, quien la presidir; c. Un represen- tante del presidente de la Repblica; d. El di- rector de Invemar; e. Un representante de los gremios econmicos organizados en el archi- 41 LA COMUNIDAD RAIZAL: ELEMENTOS PARA UNA REFLEXIN JURDICA A PARTIR DE UN DISCURSO TNICO ISSN 1657-8953 Civilizar 12 (22): 35-56, enero-junio de 2012 pilago; f. Un representante de los gremios de la produccin artesanal agropecuaria y pesque- ra debidamente constituidos en el archipilago; g. El director de la Direccin General Martima del Ministerio de Defensa; h. Los miembros de la Junta para la Proteccin de los Recursos Naturales y Ambientales del departamento ar- chipilago de San Andrs, Providencia y Santa Catalina creada por la Ley 47 de 1993 (). Subrayados fuera del texto. En el aparte subrayado se menciona que formarn parte del aludido Consejo Directivo los integrantes de la Junta para la Proteccin de los Recursos Naturales y Ambientales creada en el artculo 23 de la Ley 47 (Colombia, Congreso de la Repblica, 1993A), de donde se establece que la derogatoria que se pretende plantear a partir de la expedicin de la Ley 99, en virtud del artculo 37 citado, no es una verdadera dero- gatoria en el sentido estricto de la palabra, pues de alguna manera se est dejando vigente el ar- tculo 23 de la Ley 47 (Colombia, Congreso de la Repblica, 1993A) al ordenar estarse a lo es- tablecido en l, en relacin con la composicin de la junta, cuando lo que realmente se supone que est haciendo es sustituirla. En ese orden de ideas, dejar como miembros del Consejo Di- rectivo de Coralina a los integrantes de la Junta para la Proteccin de los Recursos Naturales y Ambientales no solamente deja viva la norma anterior, sino que adems constituye una incon- sistencia legislativa toda vez que se incurre en la repeticin de uno de sus miembros, el gober- nador. El orden de las cosas debi haber sido, de un lado, sealar a las personas de la junta que se pretenda dejar para que formaran parte del Consejo Directivo y no hacer expresa remi- sin a lo dispuesto en los artculos 23 y 24 de la Ley 47 (Colombia, Congreso de la Repblica, 1993A) cuando se plantea derogarlos. Adems de los aspectos formales, que conllevan aspectos de fondo por dems graves para la aplicacin real y material de la norma, el tema de la participacin poltica es un aspecto muy importante que se ve afectado, pues el ar- tculo 24 de la Ley 47 (Colombia, Congreso de la Repblica, 1993A) seala que tres miembros de la comunidad raizal 8 formaran parte de di- cha junta con ocasin de una eleccin popular que se hiciera para tales fnes. Se desprende de la lectura del artculo que, por la importancia de los temas asignados para ser tratados por la jun- ta, resultaba pertinente que los raizales, como etnia de la isla, participaran en la toma de deci- siones sobre dichos temas, pues el territorio es una caracterstica esencial de la etnia raizal. Sin embargo, el artculo 37 (Colombia, Congreso de la Repblica, 1993C), al remitir a un artculo de- rogado el 23 de la Ley 47 de 1993 est dejan- do sin fundamento con componente tnico que debe estar presente en dicho cuerpo colegiado, sin siquiera hacer mencin alguna al tema de la eleccin popular al que se refera tal norma. Remitindonos al artculo 26 de la Ley 99 (Colombia, Congreso de la Repblica, 1993C), nos encontramos con la norma que establece las personas que deben integrar los Consejos Di- rectivos de las entidades ambientales que com- ponen el Sistema Nacional Ambiental. As las cosas, el literal f de dicha norma seala: () Es el rgano de administracin de la Corpora- cin y estar conformado por: () f. Un (1) representante de las comunidades indgenas o etnias tradicionalmente asentadas en el territo- rio de jurisdiccin de la Corporacin, elegido por ellas mismas (). Se entiende, entonces, que para efectos de la composicin tnica de los Consejos Directivos deber estar un miembro de la etnia del lugar, elegido por ellos mismos, de donde se colige que la Ley 99 (Colombia, Congreso de la Repblica, 1993C), en dicho artculo, introduce limitaciones al derecho de participacin poltica de la comunidad raizal en el Consejo Directivo de Coralina, pues redujo de tres a uno los miembros de la etnia que de- ben integrar tal rgano y nunca se refri a la eleccin de estos por va popular, tal y como se planteaba en el artculo 24 de la Ley 47 (Co- lombia, Congreso de la Repblica, 1993A). Asimismo, podra pensarse que, cuando el artculo 37, inciso 3, literal h, de la Ley 99 42 MARA LUCA TORRES VILLAREAL Civilizar 12 (22): 35-56, enero-junio de 2012 (Colombia, Congreso de la Repblica, 1993C) remite al artculo 23 de la Ley 47 (Colombia, Congreso de la Repblica, 1993A) en el tema de la composicin del Consejo Directivo, en lo referente a mantener los miembros de la Junta para la Proteccin de los Recursos Naturales y Ambientales, se estaran incluyendo las curules de la minora que en ella se establecan; pero es necesario recordar que la misma Ley 99, en su artculo 118, (Colombia, Congreso de la Repblica, 1993C) deroga el tema de la junta prevista en el artculo 23 de la Ley 47 (Co- lombia, Congreso de la Repblica, 1993A) y, adicionalmente, en el artculo 26 de la Ley 99 (Colombia, Congreso de la Repblica, 1993C) hay una norma expresa sobre la integracin de los Consejos Directivos en la que no se mantie- ne la categorizacin que se seal en el citado artculo 23 de la Ley 47 (Colombia, Congreso de la Repblica, 1993A). Resulta interesante ver cmo la transpo- sicin de una norma y otra genera un tema de ambigedades que difcultan su interpretacin; vale la pena plantearse el interrogante si se tra- ta de un tema de ajuste de normas, donde la trasposicin ha generado ambigedades que se prestan para mltiples interpretaciones, o si se trata de un tema de mera interpretacin por tra- tarse de una derogatoria que no resulta a todas luces tan evidente. En resumen, se trata de un tema de vigencia y con el nimo de esbozar so- luciones que aporten a superar los problemas de aplicacin de la norma que puedan afectar a la comunidad tnica, sera pertinente que el legis- lador hiciese una aclaracin que vislumbre la f- gura de la derogatoria en estricto sentido no de- jando apartes normativos vivos que le reducen el alcance a la supuesta anulacin y no deja tan claro el inters que se persegua en el momento de presentarse dicha opcin. Sin embargo, vale la pena aclarar que si se plantea remitirse a los miembros que componan la Junta para la Pro- teccin de los Recursos Naturales y Ambienta- les para que integren el Consejo Directivo crea- do en el artculo 26 de la Ley 99 (Colombia, Congreso de la Repblica, 1993C), debera ha- cerse previendo el proceso de eleccin popular que en la norma se tena previsto en el artculo 24 antes referido (Colombia, Congreso de la Repblica, 1993A) y que se entendera pas de forma incompleta a la Ley 99 (Colombia, Congreso de la Repblica, 1993C), pues, como dijimos, nunca se menciona y cuyo nmero, a propsito, tampoco debera disminuir. El punto realmente delicado en este tema es la confusin que esto puede generar en los miembros de la comunidad raizal si pretendie- ran acudir a la legislacin prevista para ga- rantizar sus derechos como etnia. Segn lo manifestado por algunos raizales 9 , hasta donde recuerdan, nunca los han convocado a unos co- micios para elegir miembros de la comunidad que formarn parte de la planta directiva de Coralina ni encuentran verdaderamente repre- sentados sus intereses en esta, pues el ambiente es uno de los mayores problemas de la isla y las acciones encaminadas para contrarrestar- lo no han sido ni las ms efcientes ni las ms adecuadas, teniendo como premisa conocida la importancia del territorio para su cultura, es su patrimonio colectivo. Continuando con la revisin de la Ley 47 (Colombia, Congreso de la Repblica, 1993A), el artculo 41 ordena la creacin de un centro fnanciero internacional, cuyo funcionamiento sera reglamentado por el Gobierno y los in- gresos fscales percibidos seran para el depar- tamento. Este era un tema de especial impor- tancia, para cuya creacin e implementacin se requera la convergencia de muchos aspec- tos econmico, fnanciero, de comercio ex- terior, de banca e inversin, etctera, el cual no poda ser tratado como una mera invencin legislativa, pues sus alcances eran importantes y deba suponer una reglamentacin que diera aplicacin al contenido normativo para que no fuese letra muerta. As las cosas, es pertinente indicar que el referido centro fnanciero nunca se cre y, adems, nunca se profri la regla- mentacin del Gobierno requerida para su fun- cionamiento. 43 LA COMUNIDAD RAIZAL: ELEMENTOS PARA UNA REFLEXIN JURDICA A PARTIR DE UN DISCURSO TNICO ISSN 1657-8953 Civilizar 12 (22): 35-56, enero-junio de 2012 Por su parte, el artculo 42 de la mis- ma ley (Colombia, Congreso de la Repblica, 1993A) establece que los idiomas ofciales de las islas son el castellano y el ingls 10 . Segui- damente, el artculo 43 indica que en el archi- pilago se impartir una educacin bilinge con miras a brindar un respeto hacia las tradiciones de los nativos. Sin embargo, la norma es muy abierta, nunca establece si ese tipo de educacin se impartir en todos los centros educativos o si existiran algunas instituciones destinadas a brindar esa verdadera educacin, obedeciendo a los principios de multiculturalidad en los cuales se soport la creacin de esta disposicin. La implementacin de una educacin bilinge, con los alcances con que se presenta en la norma, hace alusin a la necesidad de ser una forma- cin impartida por docentes bilinges, razn por la cual se trata de una educacin que vaya ms all de los estndares de exigencia mnima que establece el Ministerio de Educacin Na- cional, en los colegios en general, respecto del segundo idioma. En el archipilago no existe una verdade- ra educacin bilinge en los trminos previstos en la norma. No existen instituciones de educa- cin en las cuales los miembros de las comu- nidades raizales puedan recibir la enseanza de una segunda lengua con miras a preservar aspectos esenciales de su cultura. Al respecto, se seala que: () Una de las principales difcultades para el desarrollo de los programas educativos en las islas se refere al uso inadecuado del per- sonal capacitado, junto a factores econmicos que desembocan en la reduccin, a nivel ge- neral, del nmero de establecimientos edu- cativos adscritos al Programa Bilinge. () La etnoeducacin y la educacin bilinge son observadas como proyectos pertenecientes a determinadas administraciones, difcultndo- se la aplicabilidad de las mismas, por la falta de maestros califcados junto a la consecucin de materiales, textos, guas y facilidad de re- cursos para la elaboracin, implementacin y puesta en marcha de los nuevos currculos et- noeducativos y/o trilinges (fuentes Ministe- rio de Educacin Nacional). () El docente, en muchas ocasiones continental, no tiene co- nocimiento sobre la lengua y la cultura loca- les. Hay que repetir que la etnoeducacin no es un programa especial para las islas sino que debe ser el modus operandi de la educacin en el archipilago; de ninguna otra forma se po- dr desarrollar una educacin que construya y fortalezca el proceso identitario de los isleos () La cultura raizal ha sido obviada en su aspecto educativo, tal vez porque anterior- mente no evidenciaba la instrumentalizacin poltica que existe ahora con la Constitucin Nacional de 1991(Etnoeducacin: el caso de San Andrs Islas, 2012). Resulta oportuno traer a colacin la posi- cin del Gobierno Nacional en relacin con la formacin de los miembros de grupos tnicos, teniendo en cuenta currculos etnoeducativos, los elementos de territorialidad, autonoma y lengua, la concepcin de vida de cada pueblo, su historia e identidad, segn sus usos y cos- tumbres, como lo refere el decreto 804 de 1995 (Colombia, Presidencia de la Repblica). En el mismo sentido, seala la Directiva Ministerial n. 11: () El Estado est instituido para reconocer y proteger la diversidad tnica y cultural de la Nacin colombiana y seala en el artculo 68 de la Carta que todos los grupos tnicos tendrn derecho a una formacin que respete y desarrolle su identidad cultural. () En lo que respecta al derecho a la educacin para las comunidades afrocolombianas, (comuni- dades negras y raizales) la Ley 70 de 1993 estableci en sus artculos 34 y siguientes que la educacin de estas comunidades debe te- ner en cuenta el medio ambiente, el proceso productivo y toda la vida social y cultural en que se han desarrollado estas poblaciones. A su vez, los programas y servicios educativos deben aplicarse en cooperacin con ellas, a fn de responder a sus necesidades particulares y deben abarcar su historia, sus conocimientos y tcnicas, sus sistemas de valores, sus formas lingsticas y dialectales y todas sus dems aspiraciones sociales, econmicas y cultura- 44 MARA LUCA TORRES VILLAREAL Civilizar 12 (22): 35-56, enero-junio de 2012 les. () En desarrollo de los preceptos consti- tucionales referidos, la Ley General de Educa- cin (Ley 115 de 1994), al referirse al servicio educativo de los grupos tnicos, defne que este debe estar ligado al ambiente, al proceso de produccin social y cultural, con el debido respeto a sus creencias y tradiciones, el cual adicionalmente deber estar orientado por los principios y fnes generales de la educacin, bajo los criterios de integralidad, intercultura- lidad, diversidad lingstica, entre otros (Mi- nisterio de Educacin Nacional, 2004). Por su parte, el mximo Tribunal Cons- titucional ha manifestado en reiteradas oportu- nidades que la educacin debe estar ligada al medio cultural en el que se imparta, respetando las creencias y tradiciones, pues esto afanza el proceso de consolidacin de la identidad so- portndose en lo establecido en la Ley General de Educacin (Colombia, Congreso de la Re- pblica, Ley 115, 1994A). Particularmente, ha sealado la sentencia C-053 (Colombia, Corte Constitucional, 1999, p. 10) que el Ministerio de Educacin Nacional, en coordinacin con la Secretara de Educacin del Departamen- to, adoptarn las medidas necesarias para que de forma progresiva los educadores de la isla dominen los dos idiomas. Sin embargo, es una aspiracin que hasta el momento no parece te- ner una aplicacin real, pues la ley analizada se profri en 1993, la sentencia a la cual nos esta- mos refriendo es de 1999 y a la fecha esto no est ocurriendo. As las cosas, indica la Corte en la referida sentencia que () En las regiones del pas que cuentan con una identidad lingstica propia, reconocida como ofcial, se desarrollan los fnes del Es- tado proteger la riqueza cultural cuando se exige al maestro que no ignore el uso de la lengua local. () La caracterizacin de Co- lombia como una comunidad multicultural impone al sistema educativo el deber de ga- rantizar la continuidad y la identidad de las manifestaciones culturales propias (). Continuando con el anlisis de la Ley 47 (Colombia, Congreso de la Repblica, 1993A), seala el artculo 46 en relacin con el tema de educacin superior que la Secretara de Edu- cacin del departamento, en coordinacin con el Gobierno Nacional, creara una universidad para la educacin superior bilinge en discipli- nas relacionadas con el mar, el turismo, el co- mercio, las fnanzas, la educacin bilinge y de- ms reas de conocimiento convenientes para el desarrollo cultural del departamento. A la fecha, la creacin ordenada en el artculo referenciado no se ha producido; existen en el archipilago algunas instituciones tecnolgicas y otras con programas de educacin superior a distancia tales como el Instituto Nacional de Formacin Tcnica Profesional (Infotep), el SENA y las universidades Nacional de Colombia y Santo Toms pero no se cre la universidad estable- cida en la ley. Hubo un proyecto que fracas, el cual haca referencia a la creacin de la Uni- versidad Cristiana 11 . En este momento, las islas no cuentan con un centro de educacin propio de acuerdo con los trminos previstos en la ley. Por ltimo, el artculo 57 de la Ley 47 (Colombia, Congreso de la Repblica, 1993A) seala que los magistrados y los jueces del de- partamento debern cumplir con el requisito del segundo idioma; en este caso, nunca sea- l cmo deba certifcarse ese segundo idioma, cmo deban validar sus cargos quienes ya los ocuparan y no tuviesen el segundo idioma y ga- rantizar con ello el derecho de acceso a la justicia de los miembros de la comunidad raizal que uti- lizan el creole como su primera y nica lengua. Estos, entre otros aspectos, llaman de ma- nera especial la atencin respecto de los con- tenidos de la Ley 47 (Colombia, Congreso de la Repblica, 1993A), pues al revisarla permite plantearse una serie de interrogantes: se cons- tituye este Estatuto en una verdadera norma de proteccin especial a la comunidad raizal del archipilago, cuando varias de las normas que implican obligaciones de hacer se encuentran incumplidas tras 19 aos de sancionada la nor- ma? Si se trataba de un Estatuto para proteger a la etnia, hubo consulta previa? 45 LA COMUNIDAD RAIZAL: ELEMENTOS PARA UNA REFLEXIN JURDICA A PARTIR DE UN DISCURSO TNICO ISSN 1657-8953 Civilizar 12 (22): 35-56, enero-junio de 2012 3. Problemtica en torno a la comunidad raizal La comunidad raizal ha buscado de distin- tas maneras la forma de legitimar sus derechos, en especial los de carcter poltico, frente a las instituciones y autoridades del Estado colom- biano. El discurso raizal propende por la reivin- dicacin de los derechos de su etnia, procuran- do un verdadero reconocimiento de su categora como tal, ms all de un simple nombramiento en la Constitucin, para lo cual se han valido de varios instrumentos ideolgicos y legales. Hasta el siglo XX exista de parte del Go- bierno central una falta de inters por vincular de manera armnica a los nativos en el ejercicio diario de las relaciones sociales, culturales, po- lticas y econmicas de la nacin. Sin embargo, surgen dos factores que evidencian la necesidad de demostrar soberana y presencia de las auto- ridades del Gobierno en el territorio insular: por un lado, la Constitucin de 1886, en su artculo 38, sealaba que Colombia era un pas catlico y si bien no haca una referencia especfca al tema del idioma ofcial, se entenda que era el castellano, por ende, dejar que en San Andrs se predicara otro culto y se hablara otra lengua, rompa el esquema de identidad cultural nece- saria para evidenciar el dominio del gobierno y con ello su poder y autoridad en todo el territo- rio. Por otro lado, la prdida de Panam eviden- ci la necesidad de realizar actos tendientes a denotar la soberana sobre el archipilago. Fue por ello que se tom la decisin de desplegar una serie de medidas tendientes a poner en mar- cha un plan de colombianizacin, a travs de las cuales se obligaba a la enseanza y aprendizaje del castellano y a la conversin a la religin ca- tlica. En 1953, el entonces presidente de la Re- pblica, general Gustavo Rojas Pinilla, nom- br a San Andrs puerto libre 12 e incit a los colombianos residentes en el continente a que migraran a la isla y se establecieran comercial- mente. Ello gener, de un lado, una oleada de inmigracin bastante alta, la cual nunca tuvo control alguno del Estado y, de otro lado, una forzosa integracin cultural, lo cual condujo a fuertes cambios en la forma en la cual el raizal tena establecidas sus relaciones sociales, eco- nmicas, laborales, culturales, religiosas 13 , en la educacin, etctera (Mow, 2005, p. 24). Con ello empieza la era de los grandes problemas, marcados por una sobrepoblacin que afecta la situacin ambiental, laboral, edu- cativa de los nativos, hasta el punto que se han visto obligados a abandonar sus lugares de asentamiento original y reubicarse en ciertos sectores de la isla como La Loma o San Luis, para diferenciarse ampliamente de los sectores de continentales. Comienza la era de las ten- siones entre la etnia y el resto de los residentes de las islas, as como tambin entre aquella y el Estado y se suscitan una serie de actuacio- nes tendientes a validar sus derechos, a preser- var los elementos propios de su cultura, a que se reconozca su existencia cultural y con ello su memoria colectiva. As las cosas, tomando como base las aspiraciones de multiculturalidad de la Carta del 91 y con ello el reconocimiento de su existencia, se llev a cabo una lucha cons- tante de los miembros de la comunidad por de- sarrollar un esquema normativo acorde con sus particularidades que les permitiera ser tenidos en cuenta como parte de los planes de Gobier- no, no como meros destinatarios del mismo, tal como los indgenas y los afrodescendientes lo haban obtenido. En ese sentido, se seala que: Con la Constitucin de 1991 se intent dar un vuelco a la situacin de las islas y del raizal. Durante el proceso constituyente se pretenda que los raizales, as como lo haban obtenido los grupos indgenas, tuvieran una legislacin especial y una forma de gobierno de acuer- do con las particularidades isleas, despus de varios aos de marginacin, y de acuerdo con los ideales multiculturales expuestos en la Carta. Sin embargo, no todas las pretensiones raizales fueron acogidas, a pesar de se que (sic) cre el artculo 310, que trata especfca- mente del Archipilago (Cano, 2005). 46 MARA LUCA TORRES VILLAREAL Civilizar 12 (22): 35-56, enero-junio de 2012 3.1. El discurso tnico raizal: refejo de diferentes concepciones La tensa situacin respecto de la opresin de sus manifestaciones culturales hizo que los raizales pensaran en muchas formas de hacer frente a la situacin y, de esa manera, proponer alternativas viables para su existencia tnica y cultural. Pero las concepciones individuales de la problemtica, as como de la manera adecuada de afrontarla, hicieron que la comunidad se di- vidiera internamente y sus concepciones fueran diferentes, lo cual se evidencia en los conteni- dos del discurso raizal. Seala Silvio Casagrande May, exgobernador (e) del archipilago que: El movimiento raizal ha perdido fuerza y mu- cha credibilidad y en su interior priman los in- tereses particulares sobre los colectivos. Todo el mundo se mueve por lo suyo, aunque hay algunos con quienes se puede llegar a hacer acuerdos por el benefcio de la gente, para desarrollar la comunidad, pero hay otros que son muy negativos, que se oponen a todo y le han causado mucho dao a la comunidad y a la isla. Hay tambin gente que se mete al movimiento pero que tiene intereses econmi- cos () Otros tienen serias acusaciones sobre su proceder, lo que les quita credibilidad () Hay reacciones por buscar otro tipo de gober- nante, mientras que la poblacin raizal () est muy dividida (Casagrande, 2002, p. 54). La presencia de nuevas formas culturales gener variaciones inevitables al interior de la comunidad raizal; es comn encontrar nativos que hoy en da son catlicos, lo cual a la luz de otros miembros de la etnia va en contrava de la formacin y de la identidad cultural del verda- dero raizal. El idioma tambin sufri afectacio- nes, pues muchos dejaron de hablar creole para hablar espaol o ingls comn. El punto respecto del cual se ha presenta- do mayor discusin al interior de la comunidad raizal y que ha generado gran cantidad de dis- tensiones entre los lderes de la etnia y a su vez entre estos y la comunidad raizal en general, es aquel referido a la identidad racial. Para algunos lderes, el color de la piel es un factor funda- mental, mientras que para otros, este es un pa- rmetro de segundo plano; pero como este tema es un punto principal en el discurso de identi- dad, lo plantean con el nimo de no ser con- fundidos con las comunidades afrocolombianas del interior del pas, pues subsiste la intencin de querer rescatar y hacer valer sus races ingle- sas frente a las africanas 14 . El establecer vncu- los con la cultura afrocolombiana contrara el principio de mantener la tradicin colectiva de acuerdo a sus orgenes, pues su identidad cul- tural no se adapta a los prototipos de la comu- nidad afro; seala Adelayda Cano (2005) que () en medio de su discurso de identidad, no quieren confundirse con las comunidades afro- colombianas del interior del pas () y por el otro lado, puesto que an persiste la tendencia, dentro de la comunidad raizal, de resaltar sus races inglesas frente a las africanas. Ahora bien, en esa necesidad por reivin- dicar sus derechos y denotar su existencia cul- tural y presencia real en el territorio de origen se han abordado mltiples teoras que consti- tuyan su discurso tnico. Sin embargo, es per- tinente observar que la intencin por querer adoptar un discurso para afanzar sus intereses culturales los ha llevado a incluir en el discur- so tnico elementos polticos, caracterizados por otras connotaciones que van ms all del esquema meramente cultural. En la bsqueda de otras formas de reconocimiento se ha pre- sentado un discurso con miras a generar un alto impacto poltico, basado en el reconocimiento y autodenominacin de su etnia como pueblo in- dgena 15 , dado que las caractersticas que se les atribuyen a los pueblos aborgenes se acoplan a las caractersticas que ellos tienen y que han construido a lo largo de la historia, tales como ser un pueblo autctono y haber sido los prime- ros habitantes del territorio donde se asientan. Sealan que el carcter amplio de la defnicin de pueblos indgenas consagrada en el artculo 1 del Convenio n. 169 (Organizacin Interna- cional del Trabajo, 1989) 16 , permite ajustar su 47 LA COMUNIDAD RAIZAL: ELEMENTOS PARA UNA REFLEXIN JURDICA A PARTIR DE UN DISCURSO TNICO ISSN 1657-8953 Civilizar 12 (22): 35-56, enero-junio de 2012 etnia a esta categorizacin, pues la palabra in- dgena signifca propietario de una historia, un conocimiento, un territorio y una cultura; as, el indgena, nativo, aborigen o raizal tiene carac- tersticas y elementos culturales que determinan la memoria histrica colectiva y que identifca a sus miembros como un pueblo (The Archipiela- go Movement for Ethnic Native - Self Determi- nation (Amen-SD), 2008; Gallardo, Movimien- to Ketna, 2003, citado en Cano, 2005). En ese sentido, adoptar la denominacin como pueblo indgena les permitira acogerse a los benefcios polticos y de proteccin de de- rechos y garantas que se han establecido en la legislacin interna para este tipo de comunida- des e incluso acudir a instancias internaciona- les, como lo hacen cotidianamente los grupos indgenas en Colombia y en otras latitudes. Sin embargo, el Estado colombiano, al igual que al- gunos miembros de la comunidad raizal 17 , no han acogido la calidad de indgenas de los isle- os aborgenes del archipilago. Analizando lo anterior en el discurso tni- co raizal, se deja ver una necesidad de carcter poltico que ha llevado a los lderes interesados en reivindicar los derechos de la comunidad a adoptar posiciones en las cuales incluso se des- conoce su origen, pues la connotacin de pueblo indgena implica una serie de elementos que, a juicio de muchos raizales, no coincide con sus orgenes y ello no puede utilizarse con miras a obtener un reconocimiento poltico; se tratara de una negacin de su condicin tnica y de su origen por pretender una categorizacin justa en el marco del ordenamiento constitucional y le- gislativo colombiano. Seala un lder raizal: Lo de indgenas fue simplemente porque nos dimos cuenta de que la defnicin de indgenas nos cabe. No es que nos volvimos indgenas sino que simplemente somos los indgenas del archipila- go somos autctonos (Gallardo, Movimiento Ketna, 2003) (citado en Cano, 2005). Existe tambin un segmento de raizales, quiz los ms jvenes 18 , que considera que el nivel de mestizaje que se ha dado en la isla es tan alto que resulta casi imposible determinar quin es raizal y quin no lo es, considerando que retroceder las cosas es muy difcil y que, por ende, es evidente la necesidad de crear un ambiente sano de coexistencia, obedeciendo a la flosofa de diversidad cultural presente en la Constitucin. En este punto, es dable pregun- tarse qu sucede con aquellas personas cuya lnea de descendencia raizal es bastante larga pero que no practican su cultura, no son bau- tistas o protestantes o no hablan creole. Si se aplica el discurso estricto, se estara generando una segregacin dentro de la misma etnia, lle- gando incluso a un conficto al interior de esta por no tolerar niveles medios, donde la persona reconozca su origen, pero por voluntad propia no sigue las manifestaciones culturales o ideo- lgicas de su etnia; en ese sentido, a manera de ejemplo, cmo se aplicaran los derechos que se logren reivindicar a partir de un discurso ra- dical respecto de aquel raizal que habla creo- le pero es catlico, o en relacin con el raizal que se cas con un continental? Pretender que el proceso de reivindicacin solo se predique respecto de los raizales que han mantenido su lineamiento es desconocer que la connotacin de etnia se lleva en la sangre y en la memoria colectiva, respecto de la cual cada uno tiene su perspectiva individual y su forma de vivir la prctica de su cultura. Como parte del discurso de reivindicacin de derechos de este pueblo, sus lderes han lu- chado por crear un verdadero estatuto raizal, como aquella legislacin necesaria para prote- ger nuestra identidad cultural. Seala Juvencio Gallardo (2001, pp. 43-47) en su ponencia Es- tatuto raizal: proyecto del pueblo raizal para la Isla, que el problema por el cual no prosper el ordenamiento fue por la falta de inters del Gobierno por concertar con la comunidad, por sentarse con los lderes para escuchar sus ideas y objetivos; indica que su propuesta contena as- pectos inconstitucionales, pero que precisamente su intencin era sentarse con el Gobierno para que ellos, a partir de la experiencia que les rodea, 48 MARA LUCA TORRES VILLAREAL Civilizar 12 (22): 35-56, enero-junio de 2012 le sugirieran las modifcaciones necesarias para que tuviese la viabilidad legal y constitucional necesaria con el fn de garantizar los derechos y las condiciones para su supervivencia como et- nia. La idea es alcanzar un reconocimiento real, promocin y garanta para la aplicacin de los derechos colectivos y la aplicacin de las normas jurdicas que rodean tales derechos, de forma se- mejante a como lo han hecho los indgenas, los negros y hasta la comunidad rom. 3.2. La comunidad raizal y el derecho a la participacin poltica El poseer un nombre y unas caractersti- cas particulares le permitieron a la comunidad raizal gozar de los elementos necesarios, pero ante todo esenciales, para ser considerada como una etnia especfca por la Constitucin Polti- ca (Colombia, 1991, artculo 310; Cano, 2005). Sin embargo, la incorporacin de la comunidad raizal en la Carta Poltica era algo tan impor- tante que su presencia en la Asamblea Nacional Constituyente era indispensable, a travs del otorgamiento de una curul para de esa forma po- der manifestar sus intereses, sus necesidades y sus anhelos, tal como se hizo con las negritudes y las comunidades indgenas 19 . Por lo anterior, podra establecerse que la no participacin pol- tica de la comunidad raizal en la Constituyente hizo que los benefcios otorgados no fueran su- fcientes y que el reconocimiento concedido no haya sido ms concreto en cuanto a su alcance como fuente de proteccin y garanta de dere- chos. Ahora bien, lo claro para la comunidad raizal y para la colectividad en general es que la Constitucin Poltica (Colombia, 1991, artculo 310) hizo un reconocimiento de la etnia raizal y que ello ha sido el fundamento de la comunidad para solicitar legtimamente la reivindicacin de sus derechos como etnia, pues el espritu de la norma superior es garantizar el contexto de diversidad cultural para la preservacin de la historia y los derechos de las etnias. El centro de la polmica y del discurso po- ltico raizal se consolida en torno a la ausencia de reconocimiento real de su condicin como et- nia, es decir, que el Gobierno y sus instituciones pretendan amparar a sus miembros bajo la con- dicin de ser afrocolombianos para demostrar un supuesto adecuado mecanismo de protec- cin a los derechos culturales y polticos de la comunidad raizal, desconociendo su verdadero origen y, en una visin de estricta interpretacin jurdica, abandonando el reconocimiento que hizo la Constitucin sobre su existencia como grupo nativo del archipilago, pues cuando se refere a la creacin de normas especiales para las islas, lo hace sobre la base de la proteccin a la etnia all residente. Es importante referirse al tema de la for- zosa ubicacin de los raizales dentro de la co- munidad afrocolombiana; para ello resulta in- teresante revisar el documento elaborado por el Departamento Administrativo Nacional de Esta- dstica (DANE) luego del Censo 2005 20 , donde se refeja que a pesar de incluir una pregunta en la cual se da la opcin de reconocerse como rai- zal (DANE, 2007, p. 35), la consolidacin de los datos y la posterior lectura de los resultados del censo presenta a la etnia raizal dentro de la co- munidad afrocolombiana. As las cosas, se tiene: Tabla 1. Poblacin de Colombia segn pertenencia tnica
Grupo tnico Poblacin Indgena 1.392.623 Rom 4858 Afrocolombiano 4.311.757 Sin pertenencia tnica 34.898.170 Poblacin nacional 40.607.408
Fuente: DANE, Censo General 2005. Frente a lo anterior, especifca el DANE que en ese captulo del documento el trmino afrocolombiano incluye a la poblacin raizal y a la que se reconoci como de San Basilio de Pa- lenque y negra, mulata, afrocolombiana o afro- descendiente (DANE, 2007, p. 37 y ss.), siendo especialmente curioso que se incluy como etnia 49 LA COMUNIDAD RAIZAL: ELEMENTOS PARA UNA REFLEXIN JURDICA A PARTIR DE UN DISCURSO TNICO ISSN 1657-8953 Civilizar 12 (22): 35-56, enero-junio de 2012 autnoma la comunidad rom, cuando es la rai- zal la que est reconocida como tal en el orde- namiento constitucional. En ese sentido, de nada sirve haber pretendido que los miembros de gru- pos tnicos se autorreconocieran como parte de una comunidad si en la consolidacin de los da- tos se iban a amparar bajo otra etnia diferente 21 . En ese mismo sentido, se intenta apelar al art- culo 1 de la Ley 70 (Colombia, Congreso de la Repblica, 1993B) para hacerlo extensivo a los raizales, lo cual resulta forzoso, pues su objeto es () reconocer a las comunidades negras que han venido ocupando tierras baldas en las zonas rurales ribereas de los ros de la cuenca del Pa- cfco, de acuerdo con sus prcticas tradicionales de produccin, el derecho a la propiedad colec- tiva, de conformidad con lo dispuesto en los ar- tculos siguientes (). Queda claro entonces que se refere a una serie de comunidades negras asentadas en unos terrenos especfcos, resultan- do difcil la inclusin all de los raizales, con su propia identidad, cultura y tradiciones, ms an cuando la propia Carta le da estatus constitucio- nal y autonoma como etnia 22 . Existe un punto a todas luces pertinente por abordar y es el relacionado con la partici- pacin poltica de los raizales en el escenario del Gobierno local, esto es, en las corporaciones que componen la administracin del archipilago. Lo que sucede en la esfera nacional se replica en el esquema departamental, pues la comunidad raizal ve ampliamente marginados sus derechos polticos al no participar como etnia ni siquiera en las corporaciones locales, donde se debaten aquellos temas que les puede llegar a afectar o benefciar. El sistema poltico del archipilago opera como lo hacen las corporaciones de cual- quier entidad territorial; esto quiere decir que los requisitos para postularse a los cargos previstos de eleccin popular en el archipilago no diferen de los establecidos para las otras entidades terri- toriales ms all que en el tiempo de residencia mnimo exigido en el lugar de eleccin. Al respecto, seala el artculo 86 de la Ley 136 (Colombia, Congreso de la Repblica, 1994B) que las calidades para ser elegido alcal- de de un municipio, indicando en el pargrafo que, para el caso del departamento archipilago de San Andrs, Providencia y Santa Catalina, se requieren las exigencias determinadas por la ley y adicionalmente ser residente de la isla por un perodo de 10 aos previo a la fecha de la elec- cin. Las mismas calidades son exigidas por el artculo 42 de la citada ley para ser elegido con- cejal del archipilago. Con ello se evidencia que no fgura como requisito la calidad de ser raizal para acceder a la Asamblea Departamental, al Concejo Municipal, a la Alcalda de Providencia o a la Gobernacin del Departamento, ni siquie- ra para un segmento de los cuerpos colegiados, pues para garantizar el ejercicio de los derechos polticos de la etnia en su territorio debi haberse establecido un nmero, as fuese meramente re- presentativo, de curules que por derecho propio fuesen ocupadas por raizales en tales corporacio- nes de eleccin popular. La misma Constitucin Poltica seala que la Asamblea Departamental del archipilago se encargar de velar porque los intereses de la comunidad raizal tengan su esce- nario institucional de manifestacin. (Colombia, 1991, artculo 310, inciso 3). Vale la pena sealar que, dentro de las en- trevistas realizadas, este punto fue mencionado como de especial relevancia, pues consideran que al establecer unas curules mnimas en tales corporaciones se garantizara a nivel local la par- ticipacin poltica tantas veces reclamada por los raizales. Ello permitira, entre otras cosas, que la colectividad en general reconociera a la etnia raizal y podran ver realmente representados sus intereses, pues hasta el momento no reconocen en las personas que han ocupado el cargo de re- presentantes a la Cmara por el archipilago, un smbolo de unidad o representacin raizal; ade- ms, sealan que su espacio no debe ser ese, sino el propio que les corresponde por ser una etnia constitucionalmente establecida, como lo tienen las comunidades indgenas y las negritudes. Por ltimo, quisiramos realizar una re- fexin relacionada con la materializacin de la 50 MARA LUCA TORRES VILLAREAL Civilizar 12 (22): 35-56, enero-junio de 2012 participacin poltica, esto es, el sufragio. Se ha perdido de vista que los raizales tienen una len- gua propia que forma parte de su legado y ello implica la necesidad de preservarla y garanti- zar su existencia como elemento esencial de su cultura. Este olvido tiende a colocar al raizal que solo conoce y usa el creole o el ingls en una situacin de discriminacin y vulneracin de derechos, pues se le niega la posibilidad de participar en la democracia que se predica en nuestro pas, al impedirle conocer la informa- cin que se consagra en las tarjetas electorales y que constituyen el medio de manifestacin de su voluntad. Adicionalmente, ni los programas de gobierno ni las campaas de los candidatos a cargos y corporaciones pblicas ni el material de pedagoga electoral de la Registradura Na- cional se presentan de tal manera que puedan ser entendidos por ese sector de los raizales, ne- gndose con ello la posibilidad de ejercer una participacin poltica voluntaria y libre. El gran interrogante que surge es: cmo debe entenderse el hecho de la consagracin en la Ley 47 (Colombia, Congreso de la Rep- blica, 1993A), del idioma ingls como lengua ofcial del archipilago con miras a proteger a la etnia presente en l, si ni siquiera la mnima expresin de la participacin poltica, refejada en la libertad de decisin y eleccin se puede ver garantizada?, dnde queda la materializa- cin del reconocimiento del ingls como lengua ofcial para proteger los derechos de la etnia en su propio espacio? Conclusiones Nuestro mximo Tribunal Constitucio- nal ha afrmado que la Carta Poltica reconoci en un contexto social, cultural y poltico la existencia de la comunidad residente en el ar- chipilago de San Andrs como una etnia aut- noma, independiente y diferente de las dems reconocidas en la Carta. As, en la Sentencia C530 (Colombia, Corte Constitucional, 1993, p. 77) el Tribunal seal que: La cultura de las personas raizales de las islas es diferente de la cultura del resto de los colombianos, particular- mente en materia de lengua, religin y costum- bres, que le conferen al raizal una cierta iden- tidad. Tal diversidad es reconocida y protegida por el Estado (artculo 7) y tiene la calidad de riqueza de la Nacin (artculo 8). A su turno, la Sentencia C086 (Colombia, Corte Consti- tucional, 1994, p. 15) plante que: La pobla- cin raizal de San Andrs y Providencia es un grupo tnico perfectamente defnido, como lo evidencian su aspecto fsico, sus costumbres, su idioma y su pertenencia mayoritaria al protes- tantismo (). Sin embargo, si bien la etnia est recono- cida por la Constitucin de 1991 y as reiterado por la jurisprudencia, nunca se le dio el alcance pertinente y adecuado a ese reconocimiento en los trminos y las condiciones con las que se le dio a las otras etnias existentes en la Nacin. En efecto, la pretensin de la Asamblea Nacional Constituyente, al incluir el elemento de diver- sidad cultural, era reconocer todas las culturas existentes en nuestro pas con miras a preservar los aspectos propios de su legado, su tradicin y memoria colectiva y as mismo, brindar el esce- nario propicio para proteger sus derechos y ga- rantas como etnias dentro de nuestra nacin. En ese orden de ideas, se materializ el espritu del constituyente, pero en el caso de la etnia raizal, el alcance de la consagracin no dimension lo sufciente su importancia, pues dentro del marco del discurso tnico nacional, la comunidad rai- zal no logr la participacin que s tienen otras etnias, presentndose vacos en la legislacin, lo que evidencia una inapropiada regulacin. De lo anterior, podemos afrmar que es necesario lograr una mayor precisin en la le- gislacin que permita evidenciar un reconoci- miento real de la etnia como una cultura con una cosmovisin propia, pues no puede pre- tenderse entender la dinmica intrnseca y ex- trnseca de la comunidad raizal bajo el grupo afrocolombiano, puesto que ello constituye una negacin de su origen y desconoce a todas luces el reconocimiento expreso hecho por la Carta 51 LA COMUNIDAD RAIZAL: ELEMENTOS PARA UNA REFLEXIN JURDICA A PARTIR DE UN DISCURSO TNICO ISSN 1657-8953 Civilizar 12 (22): 35-56, enero-junio de 2012 Mxima. Las particularidades de la comunidad raizal deben ser tenidas en cuenta a la hora de disear los escenarios de toma de decisiones y de ejercicio real y efectivo del derecho a la participacin, con el nimo de permitirles a sus miembros hacerse partcipes del manejo de su propio territorio en los rganos de poder, lo que les permitira reivindicarse como etnia y alcan- zar el verdadero estatus que la Constitucin pretendi darles como etnia diferente de las de- ms, con unos elementos culturales claramente identifcados. En ese sentido, es adecuado y equitativo unifcar criterios frente a la existencia de la co- munidad raizal, reconocindole el estatus de et- nia no solo de parte de los ordenamientos jurdi- cos, sino tambin de las instituciones que ponen en marcha el discurso tnico de la Constitucin y que se encargan de garantizar los derechos pol- ticos de las etnias en las esferas locales y nacio- nales, tal como ha sucedido con los indgenas y afros. As las cosas, y ante la clara coexistencia de diferentes culturas en el archipilago, resulta necesario darle al discurso raizal su lugar para procurar que sus manifestaciones intelectuales no se orienten nicamente a la esfera poltica por la lucha de la reivindicacin de sus derechos como etnia, sino que tambin sea dable escuchar su discurso tnico cargado de elementos de su memoria histrica y tradicional. Como seala el lder raizal Juan Ramrez Dawkins: El futuro de San Andrs puede ser promisorio, siempre y cuando el Gobierno tome acciones afrmativas para la proteccin de la identidad raizal como la expedicin de normas especiales o estatutos particulares, con conteni- do de desarrollo y justicia econmica, para que nuestra comunidad pueda nivelarse en un media- no y largo plazo con los que actualmente tienen poder econmico en las islas. (2005, p. 61). Notas 1 As lo evidencia la incorporacin de la diversidad cultural en las Constituciones de Es- tados como Mxico (art. 4), Bolivia (arts. 1 y 2), Guatemala (art. 66), Ecuador (arts. 1 y 2), Per (art. 2), Venezuela (prembulo) y en el mismo sentido, las de Paraguay, Brasil, Pana- m, Nicaragua, Chile y Costa Rica, evidencian- do la importancia de reconocer la existencia de mltiples culturas que conviven en el marco social y poltico de un Estado. En ese sentido ver: Legislaciones latinoamericanas: reconoci- miento constitucional indgenas, disponible en: http://etnopolitica.blogspot.com/2011/06/legis- laciones-latinoamericanas.html, consultada el 26 de julio de 2012. 2 Se destacan, entre otros, los artculos 7, 10, 63, 68 y 286 (Colombia, Constitucin Pol- tica, 1991).
3 El artculo 176 fue modifcado por el Acto Legislativo 002 (Colombia, Congreso de la Repblica, 2005A), el cual seala las condi- ciones para la eleccin de los miembros de la Cmara de Representantes, incluyendo la cir- cunscripcin especial, la internacional y la de minoras polticas. Por su parte, el Acto Legis- lativo 003 (Colombia, Congreso de la Repbli- ca, 2005B) tambin introduce una modifcacin al mencionado artculo respecto del nmero de representantes a que se tiene lugar en relacin con el nmero de habitantes existente en los di- ferentes lugares que componen la circunscrip- cin territorial.
4 Por medio del cual se adoptan medidas para controlar la densidad poblacional en el de- partamento archipilago de San Andrs, Provi- dencia y Santa Catalina.
5 En el mismo sentido, sentencia C-131 de 1993 (Colombia, Corte Constitucional, p. 7). 6 Al derogar el artculo 23 de la Ley 47/93, se entienden derogados el 24 y 25 siguientes, pues lo que hacen estos dos es desarrollar el ar- tculo 23, al establecer la composicin del rga- no colegiado creado en el artculo 23 y estable- cer sus funciones. 52 MARA LUCA TORRES VILLAREAL Civilizar 12 (22): 35-56, enero-junio de 2012 7 Congreso de la Repblica, Ley 99 de 1993, artculo 118: La presente Ley rige a partir de la fecha de su promulgacin y deroga todas las disposiciones que le sean contrarias, especialmente el artculo 12 de la Ley 56 de 1981 y los artculos 18, 27, 28 y 29 del Decreto Legislativo 2811 de 1974 y el artculo 23 de la Ley 47 de 1993.
8 Dos por San Andrs y uno por Provi- dencia.
9 En el ao 2007 se adelant un trabajo de campo con entrevistas a algunos miembros de la comunidad raizal con el fn de buscar elementos para un primer acercamiento a esta temtica.
10 La lengua de los raizales es el creole, un lenguaje de base inglesa con elementos africanos y del Caribe, el creole es la lengua comn ha- blada por los nativos, sin embargo en escenarios como la iglesia y en asuntos pblicos o comuni- tarios se suele utilizar el ingls comn. (http:// www.mincultura.gov.co/?idcategoria=40994).
11 Al respecto, ver la nota periodstica Expre- sidente Samper lament que San Andrs no desarro- llara su centro fnanciero y su propia universidad (2011). Recuperado de (http://www.thearchipie- lagopress.com.co/index.php?option=comcon tent&view=article&id=240:ex-presidente-sam- per-lamento-que-san-andres-no-desarrollara- su-centro-fnanciero-y-su-propia-universidad- &catid=10:politica&Itemid=11). 12 El general Rojas lo hizo por medio del decreto 2966 de 1953 (Repblica de Colom- bia), posteriormente ratifcado por el presidente Alberto Lleras Camargo en la Ley 127 (Colom- bia, Congreso de la Repblica, 1959). 13 Los primeros pobladores de las islas trajeron consigo la religin protestante, con- virtindose en elemento fundamental de las comunidades, era la iglesia la que educaba a la poblacin, la que resolva muchos de los confictos y la que dictaminaba los elemen- tos de moral que deba seguir la comunidad. Recuperado de (http://www.mincultura.gov. co/?idcategoria=40994; http://www.planeta- afro.org/index.php?option=com_content&view =article&id=164&Itemid=149).
14 Aspectos tomados de entrevistas a algu- nos miembros de la comunidad raizal, en traba- jo de campo realizado en el archipilago en el ao 2007. Sus nombres no son publicados por solicitud de algunos de ellos. 15 Nosotros, el pueblo raizal pueblo na- tivo, aborigen, es decir, indgena descendiente de los primeros pobladores y dueos actuales del archipilago de San Andrs (Saint Andrew), Providencia (Providence) y Santa Catalina (Saint Catherine). (The Archipielago Move- ment for Ethnic Native - Self Determination (Amen-SD), 2008. Recuperado de http://www. colectivodeabogados.org/EL-PUEBLO-RAI- ZAL-BAJO-REGIMEN-DE).
16 Sobre pueblos indgenas y tribales en pases independientes, adoptado en Ginebra en 1989 y entr en vigor en 1991.
17 Aspectos tomados de entrevistas a algu- nos miembros de la comunidad raizal, en traba- jo realizado en el archipilago en el ao 2007. Sus nombres no son publicados por solicitud de algunos de ellos.
18 Aspectos tomados de entrevista realiza- da a Joel Anthony Archbold Duffs y a Johanna Victoria Martnez Hooker (febrero de 2007).
19 La comunidad indgena est claramente reconocida en la Constitucin de 1991, al igual que sus espacios de participacin poltica; los siguientes artculos as lo evidencian: artculos 171 y 176 relacionan la circunscripcin especial y con ello las curules previstas para los indgenas en el Senado y la Cmara de Representantes. El artculo 329 reconoce la creacin de las entida- des territoriales indgenas, sealando las normas para su delimitacin y estableciendo la impor- 53 LA COMUNIDAD RAIZAL: ELEMENTOS PARA UNA REFLEXIN JURDICA A PARTIR DE UN DISCURSO TNICO ISSN 1657-8953 Civilizar 12 (22): 35-56, enero-junio de 2012 tancia de este elemento para las culturas abor- genes. Pero quiz el artculo 330 refeja el alto grado de importancia que pretende otorgarles la Constitucin a las comunidades indgenas, pues establece la forma en que se constituye el Go- bierno de los territorios nativos y las funciones que tiene dentro de estos, dndole una signifca- tiva relevancia a su participacin poltica en la vida nacional y en la toma de las decisiones que las afectan. Las comunidades afrocolombianas, por su parte, tambin tienen claramente estable- cida su participacin poltica en el artculo 176 de la Carta Suprema y se encuentra ampliamente reforzada con la expedicin de la Ley 70 (Co- lombia, Congreso de la Repblica, 1993B).
20 Es importante sealar que el Censo del ao 2005 es la primera ocasin en la cual se re- gistran los diferentes grupos tnicos existentes en Colombia y manifesta el DANE que se trat de un proceso de carcter vinculante y partici- pativo con relacin al Censo de 1993, el cual no visibiliz a todas las comunidades. Para el Cen- so del 2005 se utiliz como criterio de capta- cin de la etnicidad, el autorreconocimiento de acuerdo con los elementos propios de su cultura y con los rasgos fsicos (DANE, 2005, p. 35).
21 Bajo ese mismo esquema de ubica- cin de la comunidad raizal como parte o dentro de la comunidad afro, est expresado el documento Plan Nacional de Desarrollo de comunidades negras, afrocolombianas, raiza- les y palenqueras 2010-2014: hacia una Co- lombia pluritnica y multicultural con pros- peridad democrtica (Departamento Nacional de Planeacin, DNP, 2010. Recuperado el 12 de abril de 2011 desde http:// www.dnp. gov.co/LinkClick.aspx?fleticket=3iiuXj_H_ o4%3D&tabid=273).
22 De hecho, el nico momento en el cual la mencionada norma hace referencia somera a los raizales es en el artculo 45 del Captulo VI, Mecanismos para la proteccin y desarrollo de los derechos y de la identidad cultural, al se- alar: El Gobierno Nacional conformar una Comisin Consultiva de alto nivel, con la parti- cipacin de representantes de las comunidades negras de Antioquia, Valle, Cauca, Choc, Na- rio, Costa Atlntica y dems regiones del pas a que se refere esta ley y de raizales de San Andrs, Providencia y Santa Catalina, para el seguimiento de lo dispuesto en la presente ley. Subrayados fuera del texto (Colombia, Congre- so de la Repblica, 1993B). Referencias Agudelo, C. (2002). Multiculturalismo en Co- lombia: Poltica, inclusin y exclusin de poblaciones negras. 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