Yutang Lin - Barba Rizada Y Otros Cuentos

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BARBA RIZADA Y OTROS FAMOSOS RELATOS CHINOS

Renarrados por LIN YUTANG



Traduccin de Floreal Maza
2da edicin,
Editorial Hermes,
Mxico.

CONTENIDO

AVENTURAS Y MISTERIO
1. Barba Rizada
2. El Mono Blanco
3. La esquela del desconocido
AMOR
4. La diosa de jade
5. Castidad
6. Pasin
7. Chienniang
8. La Seora D
FANTASMAS
9. Celos
10. J oj
J UVENILES
11. Cenicienta
12. El nio grillo
STIRA
13. El Club de los Poetas
14. El ratn de biblioteca
15. El lobo de Chungshan
CUENTOS DE FANTASA Y HUMORISMO
16. Un albergue nocturno
17. El hombre que se volvi pez
18. El tigre
19. La Posada del Matrimonio
20. El sueo del borracho


INTRODUCCIN
Los cuentos cortos de este volumen son algunos de los ms famosos relatos chinos
jams narrados. Comprenden varios de los mejores, aunque no todos los mejores
figuran aqu. La seleccin y renarracin de estos cuentos para lectores occidentales
imponen una necesaria limitacin. Muchos famosos cuentos han sido omitidos, ya sea
debido al tema, el material o las suposiciones bsicas de una sociedad o un perodo
distintos, que hacen que la renarracin sea una empresa imposible o improductiva. He
seleccionado los que considero que tienen un atractivo casi universal y responden ms
al propsito de un cuento corto moderno.
El propsito de un cuento corto es, creo, que el lector termine con la satisfactoria
sensacin de que ha adquirido una especial visin interior de la ndole humana, o de que
su conocimiento de la vida se ha ahondado, o de que la piedad, el amor o la simpata por
un ser humano han sido despertados en l. Ninguna de las suposiciones bsicas del
lector debe constituir un obstculo ni exigir complicadas explicaciones a fin de alcanzar
ese efecto deseado. He elegido relatos que no presentan semejantes dificultades y que
hacen que la consecucin de ese efecto resulte fcil o posible, si bien reconozco que
algunos de los cuentos sern atrayentes para el lector debido a la extraeza y al encanto
extico de un ambiente y panorama remotos. El instinto de escuchar un buen relato es
tan antiguo como la humanidad misma.
En China se han hecho narraciones desde los comienzos de la historia. El Tsochuan
(probablemente siglo III a. de C.) y ciertos captulos del Shiki (siglo II a. de C.)
abundan en vividas descripciones del carcter humano y escenas inmediatas de
conflictos humanos. Hubo tambin numerosas colecciones de breves, superficiales
registros de extraos acontecimientos sobrenaturales, en los primeros siglos de la era
cristiana. Pero el comienzo del cuento corto escrito, como forma artstica, puede ser
decididamente ubicado en la dinasta Tang (especialmente en los siglos VIH y IX).
Fueron los llamados ch'uan-ch'i. Generalmente cortos, llegando a menos de mil
palabras, y escritos en el limitado medio clsico, estos cuentos artsticos tienen extraa
vitalidad y poder de excitar la imaginacin. Son todava los mejores de su especie, y no
tienen rival en las imitaciones posteriores; en los casos en que los cuentos fueron
renarrados en las versiones vernculas ampliadas de un perodo posterior, resultaron
muy poco mejorados por el refinamiento. El perodo Tang no fue solamente la poca de
oro de la poesa; fue tambin el perodo clsico de la narracin literaria. La imaginacin
de los hombres era ms audaz, como en la Inglaterra isabelina; su fantasa era un poco
ms libre y vivaz y sus corazones un poco ms leves, ya que el realismo pedestre de
generaciones posteriores no les impidi el vuelo alado de la fantasa. Para entonces, las
narraciones budistas haban calado ya hondo en la sociedad china, el taosmo era
oficialmente reverenciado y nada pareca extrao o imposible. Era un mundo de magia,
caballerosidad, guerra y romanticismo. As como Sung fue el perodo racionalista, Tang
fue, en un sentido amplio, el periodo romntico, imaginativo, de la literatura china. No
haba an, propiamente hablando, un drama, y los otros medios, como la ficcin seria,
no estaban todava al alcance; pero lo que esos escritores hicieron con las narraciones
clsicas de prodigios y misterios no pudo ser superado por las dinastas posteriores.
Descubro que la mitad de los cuentos seleccionados provienen de ese periodo.
Los ch'uan-ch'i de Tang cedieron con el tiempo su lugar a los haupen de Sung, las
copias de los narradores al vernculo. Esto fue un suceso completamente nuevo, tanto,
que estas dos formas continuaron representando las dos clases principales de cuentos
cortos chinos. La gran coleccin de narraciones clsicas, el T'aip'ing Kuangchi,
publicado en 981, al comienzo de la dinasta Sung, es, puede decirse, un compendio
final de cuentos narrados en el estilo literario durante mil aos, casi hasta el ao 1000 de
la era cristiana. En cierto modo simbolizaba el final de un perodo. Todos los mejores
relatos Tang se conservan en esa coleccin y no pueden ser encontrados en ninguna otra
parte. Pero natural y silenciosamente, sin charanga literaria, una nueva forma de
literatura hablada ha surgido en las casas de t como forma de diversin popular.
Sabemos decididamente que en la capital Sung haba distintos tipos de narradores
profesionales, algunos especializados en romances histricos, otros en relatos religiosos
y otros en las hazaas de algn hroe popular. Su Tungpo, en el siglo XI, nos dijo, en
sus Diarios, que ciertos padres, fastidiados por sus hijos en la casa, los enviaban a
escuchar a los narradores profesionales. Tambin sabemos que el emperador J entsung
(1023-1063) sola pedir a sus cortesanos que le narraran un cuento por da. Dos
colecciones de estas copias de narradores, llamadas haupen o hsiaoshuo, han visto
recientemente la luz y son de sumo inters porque contienen algunas de las primeras y
hasta ahora mejores narraciones en vernculo. Los autores de estas copias de relatos son
desconocidos, pero evidencias internas muestran que pertenecen al periodo Sung (siglos
XI y XII). La coleccin conocida como Chingpen T'ungshu Hsiaoshuo es la fuente de
La Diosa de J ade y Celos. Contiene ocho relatos, todos ellos excelentes, incluso dos
narraciones de fantasmas, una de crmenes, y una altamente pornogrfica, habitualmente
omitida de las ediciones corrientes. La otra coleccin, Ch'ingp'ingshan T'ang (la ms
antigua edicin conocida actualmente es la publicada entre 1541-1551), es la fuente de
La Esquela del Desconocido, el mejor relato de misterio con que me he topado en la
literatura china, y muy bellamente narrado. La coleccin contiene asimismo algunas
horripilantes historias de fantasmas. En una de stas un fantasma femenino sola hacer
que le llevaran jvenes para su placer, y cuando le era presentado un nuevo joven el
fantasma siempre ordenaba: "El nuevo ha llegado, llevaos al anterior", y el corazn de
ste era arrancado para ser comido. Muchos de los relatos de estas dos colecciones
fueron ms tarde ampliados e incorporados a las colecciones Ming de cuentos cortos.
Los lectores familiarizados con la literatura china pueden sentirse sorprendidos de que
no haya incluido nada de las muchas colecciones de relatos cortos del perodo Ming,
como la Chinku Ch'ikuan. Haba por lo menos cinco o seis antologas bien conocidas de
esa clase, de las que Chinku Ch'ikuan era la ms popular, siendo a su vez una seleccin
de antologas anteriores como Chingshih T'ungyen. Desdichadamente, esos relatos son
hechos en estilo narrativo y son clasificables entre los imaginativos y excitantes cuentos
Tang y los cuentos cortos realmente modernos; sus temas son convencionales y sus
narraciones pedestres y mediocres. Por cierto que suceden muchas cosas interesantes,
pero pocos de ellos revelan visin interior de los personajes o tienen un significado
hondo. Puede que los cuentos Tang y Sung anteriores sean ms cortos, pero con
frecuencia nos dejan con una sensacin de asombro ante la vida y la conducta humana.
He tratado de que varias clases de relatos cortos estuviesen ms o menos representadas
en este volumen. En el grupo de historias de aventuras y crmenes he puesto en primer
lugar Barba Rizada porque es considerado como uno de los mejores cuentos Tang; el
dilogo es bueno, la caracterizacin y los incidentes vividos y nada est fabricado.
El amor y lo sobrenatural parecen dominar el resto de las narraciones. Hay pocos
relatos, de crmenes, de aventuras o incluso de lo sobrenatural, que no contengan un
elemento amoroso, cosa que no hace ms que mostrar que, en Oriente o en Occidente, la
manera ms segura de retener el inters del lector, de hacerle latir el pulso ms
apresuradamente, es contar del amor entre el hombre y la mujer. Muchos relatos
amorosos no han sido incluidos aqu porque, especialmente en las colecciones Ming, lo
primero que hacen los enamorados en cuanto se les proporciona una oportunidad es
meterse en la cama, cosa que resulta un tanto ridcula. Pasin, la historia de amor ms
conocida que se ha incluido aqu, posee esa caracterstica, pero por lo menos existe en
ella un elemento de intensidad emocional - una muchacha tranquila y digna, de noble
cuna, buscando la experiencia sexual. Como este relato fue escrito por un poeta de
primera clase, y como su dramatizacin, conocida con el nombre de Alcoba Occidental,
fue escrita en el ms hermoso y potico lenguaje de que era capaz el medio chino, se ha
convertido en el clsico cuento de amor. La popularidad de esta narracin es indicada
por el hecho de que ocho distintas obras teatrales se basan en ella. Seora D., la historia
del adulterio de una mujer casada, fue revivida, con muchas otras caractersticas y
justificada por un matrimonio desdichado. El mejor cuento de amor juvenil puro es,
creo, Chienniang; adems, ejemplifica una mezcla perfecta de los dos elementos del
amor y de lo sobrenatural. No se duda de que tales cosas hayan ocurrido. Simplemente,
ocurrieron. El lector que las pone en duda est fuera de toda redencin.
En la literatura china los fantasmas hacen una de dos cosas: o lo horrorizan a uno o lo
encantan. Con frecuencia hacen lo ltimo, porque, como he dicho en otra parte, estos
encantadores y seductores fantasmas femeninos son productos de una exteriorizacin de
deseos del pobre erudito chino, casado o soltero, que, encerrado en su estudio, gustaba
de evocar para compaera a una belleza de sueos. Nada puede ser ms delicioso para
un hombre, cuando est sentado a solas, en la noche, que ver surgir una hermosa y
sonriente aparicin a la suave luz de la lmpara, una aparicin que usa sus artimaas
para seducirlo; luego, ms tarde, lo cuida cuando est enfermo y le da bellos hijos.
Celos, una historia de dos fantasmas femeninos celosos, est destinada a cumplir la
primera funcin de los relatos de fantasmas, y espero que realmente le ponga al lector la
carne de gallina. J oj es tpica de la otra clase de amigas divertidas, juguetonas y
empecinadamente fieles que son realmente fantasmas. Pu Sung-ling (1630-1715), autor
de J oj, es el nico escritor de la Dinasta Ch'ing incluido en este volumen. Su Ratn de
Biblioteca, una stira contra los polticos, nos cuenta cmo la imagen de una muchacha
bordada en un marcador de libros surge de las pginas de un volumen de historia; hace
el amor al hombre y le ensea a no esperar el triunfo en poltica por el solo hecho de ser
un buen erudito. De los cientos de escritores de relatos de lo sobrenatural, slo Fu Sung-
ling consigue una sutil caracterizacin y proporciona verosmiles incidentes de respaldo.
Es ms afamado por sus cuentos de mujeres celosas y maridos intimidados, y tiene
especial predileccin por los espritus-zorros (es decir, por las mujeres que arruinan a
los hombres con su lascivia y belleza). Pero he incluido tres de los mejores de Pu,
incluso el de lectura para jvenes, El Nio Grillo.
Los relatos Tang de fantasa y humorismo parecen ubicarse en una categora separada y
quedan mejor representados por las cuatro narraciones de Li Fu-yen. ste no es tan bien
conocido como Li Kung-tso, autor de El Sueo del Borracho, pero confieso tener
preferencia por l. Todos sus relatos se caracterizan por una leve fantasa caprichosa,
tpica de los cuentos Tang. Vivi en la primera mitad del siglo IX, el perodo en que
fueron producidos los ms grandes y mejores cuentos ch'uan-ch'i. Porque al repasar
estas famosas narraciones Tang descubro que los cuatro quintos de ellas se ubican
dentro de la primera mitad del siglo IX. Gran cantidad de estos narradores eran
contemporneos de Li Fu-yen, como Tuan Ch'eng-shih (Cenicienta), Li Kun-tso (El
Sueo del Borracho), Tsiang Fang, Hsueh Yungju, Ch'en Hung, Po Hsing-chien
(hermano de Po Chu-yi, el poeta) y Yuan Chen, autor de Pasin, para nombrar slo a
unos pocos. As como el siglo VIII fue el de la poesa Tang, as el IX fue el de los
cuentos Tang. Esta forma de escribir se haba hecho tan popular que Niu Sengju, un
primer ministro, fue autor de uno de los volmenes ms populares, con relatos de seres
sobrenaturales, de diez centmetros de altura, trabados en combate, y otras aventuras. Li
Fu-yen escribi sus narraciones sobrenaturales como una continuacin de las de Niu.
Creo que sus cuentos son superiores a los de Niu en material y forma. Nos retrotraen
dichosamente a un mundo de maravilla y magia en que todas las cosas son posibles, con
un dejo del humorismo de Las Mil y Una Noches. El relato de Cenicienta, tambin
producido en ese periodo, es la primera versin escrita de ese cuento. Tiene la perversa
madrastra y hermana, el zapato perdido y todo, pero precede a la primera versin escrita
europea de Des Perriers, de 1558, en siete siglos.
No me disculpo por el hecho de que al traducir estas narraciones al ingls no haya
limitado mis deberes a los de traductor. A veces la traduccin me result imposible. Las
diferencias de idioma, de costumbres y prcticas que podan darse por sentadas, y las
que tienen que ser explicadas, debido a la natural simpata del lector hacia tal o cual
personaje, y, por sobre todo, debido al ritmo y la tcnica de la narrativa moderna - todo
esto hace necesario que los cuentos sean renarrados en una nueva versin. En los relatos
de Fu Sung-ling y Li Fu-yen he hecho los menores cambios posibles. Si omit partes de
narraciones y agregu otras a los fines del efecto, no me he tomado ms libertades que
las que los narradores chinos se han tomado siempre en versiones anteriores. En mis
agregados trat siempre de lograr autenticidad histrica. Los lectores interesados en las
fuentes de los materiales pueden tomar como referencia las notas preliminares del
comienzo de cada cuento.
La Diosa de J ade y Castidad fueron publicados en Woman's Home Companion, y el
relato de Cenicienta fue publicado por primera vez en The Wisdom o China and India
(Random House).

AVENTURAS Y MISTERIO
1. BARBA RIZADA

Este es un relato Tang favorito, que se destaca por una caracterizacin y un dilogo
agudos. Con toda probabilidad fue escrito por Tu Kwang-t'ing (850-933 de la era
cristiana), un taosta sumamente distinguido y autor de muchas obras. Constituye el NC
193 del T'aip'ing Kwangchi, pero existen textos con leves variaciones, algunos de los
cuales lo adscriben a cierto Chang Yueh. Historias legendarias han surgido en torno a
la figura de Li Tsing, que tambin es protagonista de "Un Albergue Nocturno". Hubo
dos aromatizaciones del relato. Yo he agregado algunos detalles en la escena de la
Taiyuan.

Era un mundo de caballerosidad, aventura y romanticismo, de arriesgadas batallas y
lejanas conquistas, de extraas proezas de extraos hombres que colmaron la fundacin
de la gran dinasta Tang. En cierto modo los hombres de ese gran perodo tenan mayor
estatura; su imaginacin era ms aguda, sus corazones ms grandes y sus actividades
ms especiales. Naturalmente, como el Imperio Sui se desmoronaba, el pas estaba tan
lleno de soldados de fortuna como un bosque lo est de marmotas. En esos das los
hombres se jugaban su fortuna en elevadas apuestas; oponan la astucia a la astucia y el
ingenio al ingenio. Tenan sus creencias y supersticiones preferidas, sus odios virulentos
y sus intensas fidelidades, y, de tanto en tanto, apareca un hombre de acero con un
corazn de oro.
Eran las nueve de la noche. Li Tsing, un joven de poco ms de treinta aos, haba
terminado su cena y estaba acostado en la cama, aburrido, desconcertado, furioso contra
algo. Era alto y musculoso, de cabello revuelto y una cabeza implantada en un cuello y
hombros hermosos. Perezosamente, hizo brincar los bceps, porque posea una habilidad
especial para hacer saltar esos msculos sin flexionar los brazos. Era ambicioso, estaba
lleno de energa y no tena nada particular que hacer.
Haba tenido una entrevista con el general Yang Su, esa maana, en la que present un
plan para salvar el Imperio. Estaba convencido de que el gordo y viejo general no lo
leera y lamentaba haberse tomado la molestia de ir a verlo. El general, que se hallaba
encargado de la Capital Occidental mientras el Emperador se diverta con mujeres en
Nankn, haba permanecido sentado, blando y satisfecho, en su lecho. Su cara era una
masa de carne porcina, de labios bezudos, pesadas bolsas bajo los ojos, pliegues de
grasa pendindole bajo la barbilla y una nariz de gruesas aletas extendidas de las que
surgan regularmente bufidos y gruidos. Veinte bellas muchachas estaban alineadas a
ambos lados de l, portadoras de tazas y platillos, golosinas, salivaderas y plumeros.
Los plumeros, hechos de crines de caballo, de ms de treinta centmetros de largo y
unidas a un mango de jade o de madera pintada de rojo, eran ms decorativos que tiles.
Las sedosas y blancas crines se agitaban graciosa aunque perezosamente. No poda
existir un cuadro ms convincente de un inservible en un puesto encumbrado, ni un
contraste ms acabado entre el lujoso ambiente y la degradada sensualidad que ya no era
capaz de gozar de l.
El atezado y marcial Li Tsing permaneci silencioso y alto, aparentemente alejado de la
escena, como con un velo de pensamientos ante los ojos. El Imperio caera como una
manzana demasiado madura, podrida, pensaba, y muy pronto, adems. Todo el pas
estaba amotinado. Y he ah esa masa de carne de puerco rodeada por una cortina de
carne de mujer. Se crea, y, por supuesto, era cierto, que los cuerpos de las muchachas
ayudaban a mantener caldeada la habitacin.
Yang Su mir la tarjeta del visitante y dijo con tono de aburrida fatiga:
- Quin eres t?
- Cualquiera. Pens que en tiempos como stos necesitaras un hombre con una idea y
un plan de accin - y que seras ms corts. Habras podido invitarme a sentarme.
- Sintate, me olvid. Perdn - dijo el general. Yang Su siempre reciba a sus visitantes
sin levantarse del asiento, pero nadie se lo haba dicho nunca a la cara.
Se oy el sonido de una respiracin entrecortada, como un jadeo. Un plumero cay al
suelo y una joven alta y esbelta, vestida de rosa, lo recogi apresuradamente. Li Tsing
levant la mirada y vio dos hermosos ojos negros, excitados y maravillados,
contemplndolo. 'Se sent despaciosamente.
- Qu quieres?
- No quiero nada. Y t no quieres nada, Excelencia?
- Yo? - barbot el general ante la impertinencia.
- Quiero decir, no buscas algo? Quizs un plan para salvar el imperio y un hombre
decidido... - Dej que las palabras murieran en sus labios; la frase qued
trunca.
- Un plan?
- Ya veo que no. Me temo que te estoy haciendo perder el tiempo, general.
Pero extrajo el plan del bolsillo cuando el general se lo pidi. Lo vio ponerlo sobre el
taburete, a su derecha, en un esfuerzo por mostrarse corts, y luego le pregunt:
- Esto es todo?
- S - contest Li, y se levant y sali.
Mientras hablaba, la joven de rosa continuaba mirndolo, y los ojos de los dos se
encontraron. Cuando se volvi para salir de la habitacin, ella dej caer nuevamente el
plumero. Esa fue la nica circunstancia agradable de la entrevista, y ahora, en la cama,
ri mientras recordaba la forma en que ella lo haba contemplado.
Oy un golpecito leve en la puerta de su dormitorio. Quin poda ir a visitarlo a esa
hora? No poda ser que el general hubiese ledo su memorndum. Se levant y encontr
en la puerta a un desconocido de capa color prpura y sombrero, que llevaba una maleta
sobre un hombro, en el extremo de un bastn de paseo.
- Quin es usted?
- Soy la muchacha del plumero, de la casa del general Yang - susurr ella -. Puedo
entrar?
Li se puso apresuradamente una bata y la hizo pasar, excitado por su misteriosa visita y
su disfraz. La joven, que tendra entre dieciocho y diecinueve aos, dej a un lado la
capa y el sombrero, revelando un cuerpo grcil cubierto por una chaquetilla y unas
faldas rojas con diseos de nubes. l contempl la hermosa visin turbada. Con el
blanco rostro humillado, ella hizo una reverencia y explic:
- Debes perdonarme. Te vi en la entrevista con el general, esta maana. Por tu tarjeta de
visita me enter de tu direccin y vine a verte.
- Ya lo creo!
La mirada de la joven lo sigui mientras l se anudaba el cinturn de la bata y atisbaba
por la ventana.
- Por favor, escchame, seor Li. He huido.
- Huido! Tan sencillo... Ya sabes que te buscar la polica de toda la ciudad.
- No te preocupes - respondi la muchacha con dulce y seductora sonrisa -. Tengo una
amiga que quiere ocupar mi puesto, y esa carroa de general ni siquiera me echar de
menos. El interior de esa casa es como el Imperio mismo. Nadie es leal para con el amo
- en rigor lo odian y lo nico que quieren es aprovecharse de l todo lo posible.
Li le pidi que se sentase en su mejor silla. La mirada de la joven segua fija en l.
- Seor Li, he ledo tu memorndum.
- S? Y qu opinas de l?
- Creo que ests arrojndole perlas a ese cerdo. Li se sinti divertido.
- Lo ley l?
- No. Qu creas?
Li vio la notable inteligencia que se lea en los ojos de la muchacha y le sonri.
- De modo que piensas fugarte...
- Djame que te explique - dijo la muchacha, sentndose slo entonces, lentamente, en
la silla -. Todos saben que los das del Imperio estn contados, que se acerca el diluvio.
Todos, menos la carroa ambulante. Nosotras las muchachas tambin lo sabemos, y
tratamos de cuidarnos. - Hizo una pausa de un segundo y luego agreg: - Muchas han
huido. Otro ao, o ms, y ya no habr general Yang. Cuando te vi esta maana
pens que me gustara conocerte.
Li observ a la joven. Se sinti conmovido, no tanto por la belleza de ella como por su
plan para huir y por la inteligencia de su previsin. Saba demasiado bien lo que le
ocurrira a una muchacha de su posicin, cuando la guerra llegara a la capital y el
general huyese o fuera capturado. Sera apresada por los soldados y violada o vendida
como esclava.
Era alta y esbelta, con ojos separados y levemente ms largos que los comunes; sus
pmulos un tanto prominentes completaban su rostro alargado.
- Qu puede hacer una muchacha? Hablo en serio. Por favor, creme.
El rastro de tristeza de su voz, la expresin seria de sus ojos, toda su conducta y su
forma de hablar, lo fascinaron.
- Cmo te llamas? - pregunt Li Tsing.
- Chang.
- Y qu jerarqua tienes?
- Soy la nmero uno de mi familia. - La joven lo mir con firmeza. - Seor Li, he visto
a cientos de personas que fueron a visitar al general, pero ninguna era como t. - Era
evidente que tena la intencin de huir para siempre y que haba decidido ir a vivir con
l. Y Li admiti para s que no se senta nada hostil a permitrselo.
- Va a ser difcil, seorita Chang, compartir la vida de un soldado, un mes aqu, otro
mes all, marchando y combatiendo, en la incertidumbre y el peligro.
- Todo eso ya lo s de haber ledo tu memorndum.
- Slo me viste esta maana. Que te hace pensar que soy el hombre adecuado para
unirte a l?
- Te vi cuando hiciste que el general se disculpara por sus malos modales. Ningn otro
se haba atrevido a hacerlo. T hablaste sin temor. Este es el hombre, me dije. Si dices
que s, volver y arreglar los ltimos detalles.
Cuando la muchacha regres, una hora despus, Li apenas poda creerlo. Se sinti tan
halagado y encantado como preocupado por las consecuencias, porque era pobre. A
cada tantos minutos atisbaba por la ventana para ver si alguien la persegua.
Cosa curiosa, la joven pareca sumamente calma. Su mirada se posaba sobre l
cariosamente y lo segua a todas partes.
- No tienes parientes? - le pregunt Li Tsing.
- No. De lo contrario no estara en esa casa... Soy feliz - dijo de pronto. Ese fue el nico
indicio de la excitacin que acechaba durante todo el tiempo en la luz de sus ojos.
- No tengo ningn trabajo; t lo sabes.
- Pero eres ambicioso. Hars grandes cosas.
- Cmo lo sabes?
- El memorndum.
- Ah, s, el memorndum - respondi l con una cnica sonrisa. No era que tuviera una
opinin ligera de su propia composicin. Era un erudito de mucha lectura, talentoso, y
su plan de accin estaba expresado clara, audaz e incisivamente -. Bromas aparte,
quieres decirme que te enamoraste de ese trozo de papel?
- S, as es; o ms bien del hombre que lo escribi. Es una lstima que el general lo
haya pasado por alto. - Hasta mucho ms tarde no le dijo que lo que la haba fascinado
era el hermoso porte de su cabeza sobre un cuello fuerte, bien moldeado, y sobre los
anchos hombros orgullosos; sus ojos claros y todo su aspecto de ser un hombre y un
soldado por todos los costados.
Unos das despus Li oy el rumor de que la joven era buscada por los guardias del
general. Aunque la bsqueda era superficial, como le haba dicho la muchacha que lo
sera, Li la visti con un traje de hombre y parti con ella a caballo.
- A dnde vamos? - pregunt ella.
- Vamos a visitar a un amigo en Taiyuan.
En esos das caticos, viajar estaba muy lejos de ser seguro, pero Li no tena temor
alguno en lo referente a la autoproteccin fsica. Poda enfrentar a una docena de
hombres a la vez, como no fuese en una emboscada cobarde. Perteneca a esa estirpe de
guerreros valientes, ambiciosos, osados, que palpaba el terreno del tambaleante Imperio
Sui, entablando amistades y estudiando la situacin poltica y geogrfica a fin de estar
lista para alzarse en rebelda cuando la oportunidad lo exigiese. Haba muchos otros
como l, hombres que viajaban disfrazados y trabajaban en secreto, buscando
camaradas valerosos, ntegros y fieles.
- Crees en el destino? - pregunt a la joven mientras cabalgaban.
- Qu quieres decir?
- En el destino. Hay un joven, el segundo hijo del comandante de Taiyuan. Mi amigo
Liu Wentsing lo conoce bien y est tramando una rebelin sin el conocimiento de su
padre. Liu tiene una fe enorme en el joven. Cree que es el Dragn Verdadero.
- El Dragn Verdadero! - exclam la muchacha.
- S - dijo Li, y su mirada se ensombreci -. Es probable que algn da suba al Trono
del Dragn. Tiene un rostro extraordinario. Crees en la fisonoma?
- Por supuesto que s. Por eso te eleg a ti. Qu hay de extraordinario en l?
- No puedo decrtelo. Naturalmente, es hermoso, bien construido y todo lo dems. Pero
no puedo describrtelo. Cuando entra en una habitacin, inmediatamente sientes su
presencia. Algo emana de l, como de un conductor nato de hombres. Ojal pudieras
verlo; entonces sabras lo que quiero decir.
- Cmo se llama?
- Li Shihmin. La gente lo llama "Erlang" porque es el segundo hijo del comandante.
Li Shihmin, es claro, era el hombre que fundara el gran Imperio Tang, el que se
convertira en el emperador ms amado de los ltimos mil aos, valiente, sabio y
bondadoso; su reino marcara un perodo de oro de la historia. Era natural suponer que
la belleza de carcter de semejante hombre encontrara expresin en su fisonoma. Debe
de haber sido extraordinario para hacer las cosas que hizo, y su rostro tiene que haberlo
mostrado.
En una pequea posada donde Li y la muchacha se hospedaban en Lingshih, la cama
estaba tendida. En un rincn de la habitacin haba una pequea estufa de barro, con un
buen fuego encendido, sobre la que burbujeaba un guisado. La joven, habindose
quitado el disfraz, se peinaba el cabello extraordinariamente largo, sobre la cama, para
que no tocase el suelo. Afuera, Li almohazaba al caballo.
Un hombre de peso mediano, de roja barba y patillas rizadas, lleg a la posada en un
asno huesudo. Sin ceremonia, y sin consideracin hacia la presencia de la joven, dej
caer su morral de cuero a modo de almohada, se reclin en l y se tir en el suelo,
mirando a la muchacha con sus potentes ojos. La impertinencia del desconocido
enfureci a Li, pero continu cepillando a su caballo, sin dejar de mirar al recin
llegado.
La joven tambin lanzaba rpidas miradas al desconocido. El rostro de ste tena un
tono rojo cobrizo, e iba vestido con una chaqueta de piel y pantalones. Una cuchillera le
penda ostentosamente de la cintura. No pareca un hombre con quien se pudiera
bromear. Ella se volvi de costado y, sostenindose el cabello con la mano izquierda, le
hizo a Li con la derecha una seal de que no se enojase y dejara al hombre en paz.
Cuando termin de peinarse, se acerc al desconocido y le pregunt cortsmente el
nombre, para mostrarse amistosa. El hombre se incorpor lentamente y dijo que se
llamaba Chang.
- Y qu jerarqua tienes?
- Soy el nmero tres de mi familia.
- Yo tambin me llamo Chang - dijo ella con dulzura -. Entonces soy tu hermana de
clan.
- Cul es tu jerarqua? - pregunt el hombre.
- Soy la mayor de mi familia - respondi la joven.
- En ese caso te llamar "Imei" - hermana menor nmero uno -. Me alegro de conocer a
una hermana de clan como t.
Li apareci en la puerta.
- Tsing - dijo la muchacha -, ven a que te presente a mi tercer hermano.
El desconocido se mostr amistoso, pero sus palabras surgan bruscamente, en tono
claro y enrgico. Tena el aire de un hombre que ha viajado mucho y que sabe lo que
hace. Su mirada inspeccion a Li y a la mujer, y pareci haber extrado sus propias
conclusiones acerca de la pareja. Li analiz los modales y la ropa del hombre, y decidi
que era un soldado de fortuna como l. Siempre haba querido conocer a hombres como
l mismo, hombres del camino abierto, de modales y habla cortantes, desdeosos de la
vida convencional de los ciudadanos seguros, cautos y sumisos, hombres que se
lanzaran a la accin cuando se presentase la oportunidad y que actuaran como hombres
de acero, leales para sus amigos y mortferos para sus enemigos.
- Qu se cuece en esa olla? - pregunt Barba Rizada.
- Carnero. Est casi listo - repuso la joven.
- Estoy muerto de hambre.
Li sali y volvi con algunas tortas de trigo, para compartir la cena con el desconocido.
Barba Rizada extrajo un filoso cuchillo para cortar el carnero y separar los cartlagos
para su asno. Comi sin fijarse para nada en los modales, y termin con increble
rapidez.
- Ustedes dos forman una interesante pareja - declar, dirigindose a la joven -. Pobres
y romnticos, eh? Cmo lo elegiste? A ti ya te he calado. No ests casada, y huyes de
algo. Me equivoco? No, no te asustes, Imei. - Haba cierta tibieza en su voz, cuando
habl a la muchacha.
La mirada de Li no vacil, pero se pregunt cmo poda saber ese hombre. Poda leer
en los rostros? Quiz las largas uas de la joven delataron el secreto de que haba vivido
en una mansin rica.
- Me temo que has acertado - contest Li con una carcajada. Sus miradas se
encontraron, la de Li tratando de sondear las intenciones del desconocido, y luego
agreg, con una sonrisa -: Ella me ha elegido, como dices. No subestimes a las mujeres.
Ella sabe que se acerca el diluvio.
- El diluvio? - Los ojos de Barba Rizada tenan un brillo extraordinario.
- Figurativamente, es claro.
La mirada de Barba Rizada se pos en la joven con un chispazo de admiracin.
- De dnde vienen? - pregunt.
- De la capital - repuso Li con serenidad, mirndolo firmemente.
- Hay un poco de vino?
- Al lado hay una casa de vinos. Barba Rizada se levant y sali.
- Por qu se lo dijiste? - inquiri la muchacha.
- No te preocupes. Los hijos del bosque tienen un cdigo de honor ms estricto que los
funcionarios. S reconocer a un espritu afn cuando lo tengo delante.
- No me gust la manera en que cort el carnero cuando t no estabas, y la forma en
que le dio los restos a su asno, sin pedirme permiso. Como si la carne fuese de l.
- Eso es lo que ms me gusta en l. Si se mostrase corts y un tanto untuoso, me habra
preocupado. Ten go la idea de que un hombre como l presta muy poca atencin a unos
pocos trozos de carnero. Evidentemente le has gustado.
- Ya lo he visto.
Barba Rizada volvi con el vino. Tena el rostro radiante y rompi a hablar. Le
sobresalan las venas de las sienes. Su voz era quebrada y baja, pero sus frases eran
lentas, claras y deliberadas. Tena en muy baja opinin a todos esos generales que
haban levantado los estandartes de la rebelin. Ninguno de ellos vala gran cosa.
Mientras escuchaba, Li tuvo la seguridad de que Barba Rizada tena planeado algo
grande.
- Qu piensas de Yang Su? - pregunt Li, para sondearlo.
Barba Rizada lanz su filoso cuchillo a la mesa y ri. La afilada hoja perfor la madera,
centelleando de luz blanca y canturreando mientras vibraba antes de detenerse
gradualmente.
- Para qu hablar de l?
- Quera conocer tu opinin. - Li le cont su entrevista con el general y cmo se haba
escapado la joven.
- A dnde van ahora?
- A Taiyuan, donde podr mantener desconocida mi identidad durante un tiempo.
- No creas que podrs hacerlo. Has odo hablar de una persona extraordinaria de
Taiyuan?
Li le habl de Li Shihmin, el que se supona que era el Dragn Verdadero.
- Qu opinas de l?
- Es sumamente extraordinario.
El rostro de Barba Rizada se puso serio.
- Puedo verlo? - pregunt al cabo de un rato.
- Mi amigo Liu Wentsing lo conoce muy bien. Le pedir que te lo presente. Para qu
quieres verlo?
- S juzgar a las personas por el rostro.
Li no tena idea alguna de que estaba prometiendo una entrevista fatal.
Convinieron encontrarse en el puente Fenyang, al alba del da siguiente a su llegada a
Taiyuan. Barba Rizada se ofreci a pagar por la habitacin, e incluso insisti, diciendo
que lo haca por su Imei. Parti al trote, en su flaco asno, y desapareci.
- Estoy seguro de que quiere ver al Dragn Verdadero porque tiene algn buen motivo
para ello - dijo Li cuando volvieron a entrar en la posada -. Qu hombre extrao!
Li Tsing y Barba Rizada se encontraron en el momento fijado, dos negras figuras en la
entrada del puente Fenyang, en las primeras horas del brumoso amanecer. Li tom a su
amigo del brazo y, despus de un ligero desayuno, camin con l hasta la casa de Liu

30 Famosos relatos chinos
Wentsing. Los dos hombres guardaban silencio, invadidos por la sensacin de algo ms
hondo que la amistad: un propsito comn. Li era el ms alto de los dos, una figura
elevada, robusta, marcial. Barba Rizada caminaba con un porte desenvuelto, oscilante,
como un veterano con abundancia de energa en las rodillas y que no asignaba ninguna
importancia a un paseo de ciento cincuenta kilmetros.
- Crees en la lectura del rostro? - pregunt Li Tsing, pensando en el Dragn
Verdadero.
- La fisonoma de un hombre es el registro y la expresin de su carcter. Los ojos, los
labios, la nariz, la barbilla, las orejas, el color y el tinte de su rostro y su tez: todo ello
habla con tanta claridad como un libro, si se sabe leer. Si un hombre es fuerte o dbil,
taimado u honrado, decidido y cruel o sensual y marrullero: todo eso est en su cara. Es
el libro ms complicado, porque el carcter humano es la cosa ms compleja que existe
sobre la tierra, y todas las combinaciones son posibles.
- De modo que el destino de un hombre queda determinado desde su nacimiento?
- Casi. No puede escapar a su sino, as como no puede escapar a su propio carcter. No
hay dos rostros iguales. El rostro de un hombre registra exacta, infaliblemente, todos sus
pensamientos. Segn como un hombre viva le sucedern las cosas, y no importa tanto lo
que le sucede como la forma en que lo toma.
Cuando llegaban a la casa de Liu, Li advirti el tenue rastro de excitacin en la
respiracin apresurada de Barba Rizada.
Al llegar Li entr el primero y dijo:
- Hay un amigo a quien le gustara conocer a Li Erlang. Es un buen juez de rostros.
Est afuera.
- Hazlo pasar, por supuesto - fue la respuesta, y Li sali apresuradamente para dar la
bienvenida a Barba Rizada. Liu haba estado planeando un levantamiento con Li Erlang,
o Li Shihmin, como era su verdadero nombre, y cuando oy hablar de uno que poda
leer el destino de un hombre en su rostro se sinti encantado. Barba Rizada entr y se
les invit a quedarse para el almuerzo, mientras Liu Wentsing enviaba una nota a Li
Shihmin para que fuese a la casa.
Pronto Barba Rizada vio que un joven entraba en la habitacin, con una chaqueta de
pieles, desabotonada, echada sobre los hombros, la cabeza erguida, una figura de
elevada estatura, alegre, cordial y confiado. Hermoso no era la palabra que le cuadraba.
Al entrar en el cuarto pareca resplandecer. Sus ojos, sin moverse, parecieron captar
todo lo que suceda en la habitacin. Por debajo de su afilada, puntiaguda nariz, que
tena un puente notablemente recto y prominente, rojos bigotes rgidos se curvaban
hacia arriba como si se pudiera colgar un arco en ellos. Li vio que Barba Rizada
inspeccionaba la elevada figura con los ojos de un guila.
- Ojal mi amigo el taosta estuviese aqu para verlo - susurr a Li despus del
almuerzo.
Quiz no lo crean, pero cuando se fueron haba en el rostro de Barba Rizada una
expresin como si alguien le hubiese asestado un golpe de muerte. Caminaba con la
cabeza gacha, el rostro ensombrecido, incierto, turbado. Su respiracin era rpida y
audible.
- Qu piensas de Li Shihmin? - pregunt Li Tsing. Como no recibi respuesta, repiti
la pregunta -. Qu opinas de l?
Lentamente, Barba Rizada mascull, casi para s:
- Estoy un ochenta o noventa por ciento seguro de ello. Puede ser el Dragn Verdadero.
Pero me habra gustado que mi amigo taosta lo viese por s mismo. Dnde te
hospedas?
Li le contest que se hospedaba en una posada.
- Eso est bien para unos pocos das. Ven conmigo.
Barba Rizada lo llev a una sedera. Al cabo de un rato sali y entreg a Li un paquete
envuelto en papel que contena unos trozos de plata rota, unas treinta o cuarenta onzas,
dicindole:
- Toma esto y consigue un buen albergue para Imei. Li se mostr asombrado.
- No importa. Tmalo. - As obraban esos hroes aventureros.
- Robaste la tienda? Barba Rizada ri.
- No, el dueo es un amigo mo. Necesitas ms? Puedo dejrselo dicho. Ven y toma lo
que necesites. Tengo la idea de que no tienes mucho dinero, y me molestara que mi
hermana tuviera que sufrir incomodidades. No creo que debas quedarte aqu mucho
tiempo. Ven a Loyang y hospdate conmigo. Ven dentro de un mes. - Levant la cabeza
y cont con los dedos. - El tres de febrero regresar. Ven a una taberna que est al este
de las caballerizas de la Puerta Oriental. Cuando veas este asno y un mulo negro atados
afuera, sabrs que yo y mi amigo taosta estamos arriba. Sube directamente.
Llegaron a la posada donde se hospedaba Li, pero Barba Rizada no estaba dispuesto a
despedirse y sigui a Li al interior. Trat a la muchacha como si fuese su verdadera
hermana, y a Li como a su hermano. Pidi una gran cena para ellos, esa noche, y pareca
no querer irse. Se quedaron sentados, conversando, hasta altas horas de la noche.
- Por favor, no te ocupes de m, hermana. Retrate t primero. - Pero l se qued en la
habitacin. Aparentemente no tena nada de sueo. La seora Li se acost porque no
poda mantener los ojos abiertos. Se senta turbada, pero divertida. Barba Rizada tena
una vitalidad sobrehumana. En las primeras horas de la maana Li se adormil,
mientras el otro continuaba hablando.
A la maana Li fue despertado por el extrao invitado.
- Dnde dormiste?
- Aqu mismo, en el suelo.
- Por qu, creste que necesitaba un guardaespaldas? Barba Rizada pareca tan fresco
como siempre.
- Parto hacia el monte Wutai. Tengo ciertas cosas que hacer. Estar de regreso en
Loyang el tres de febrero. No te olvides, y, naturalmente, quiero que tambin venga mi
hermana.
Quizs era esa la conducta de esos hroes que vagaban por el pas, que viajaban
rpidamente y entablaban amistades con rapidez, llevando el corazn al descubierto,
generosos en exceso. Cuando un hombre insiste en tratarlo a uno como a un hermano y
a la esposa como si fuera su hermana, es imposible dejar de quererlo.
Li y su esposa llegaron a Loyang de acuerdo con lo convenido con Barba Rizada.
Encontraron la posada tal como l la haba descrito, y cuando vieron los dos animales
atados afuera, entraron y subieron.
- Saba que vendran - dijo Barba Rizada ponindose de pie para recibirlos. Les
present al taosta, estudiante de magia, astrologa, fisonoma, de todo lo que tuviese
que ver con ch'ishu, "las fuerzas y los nmeros", de todo lo que decide nuestra vida por
medio de esas influencias invisibles. El taosta era un hombre de voz suave, y no
pronunciaba muchas palabras. Si observ a Li Tsing y a su esposa, stos no se dieron
cuenta especialmente de ello, y se mostr cordial, a su modo, serenamente.
- De modo que prefieres la espada a la pluma - dijo de pronto a Li Tsing.
Li se sinti maravillado ante la exactitud de las observaciones del taosta. Era un
hombre instruido, y dijo que, cuando tena diecisis o diecisiete aos, la cuestin de
decidir si deba ser un estudiante o un soldado haba significado una lucha para l.
Barba Rizada les hizo pasar a una habitacin.
- Pueden quedarse aqu, si quieren. Estarn seguros. No se preocupen. Ya s lo que
estn pensando. La posada es ma. Toma dinero de abajo y cmprale algo bonito a mi
hermana.
De modo que se quedaron en la taberna, y Barba Rizada apareca a menudo y se
quedaba a conversar con ellos hasta muy avanzada la noche, discutiendo de estrategia
militar. Li Tsing tena mucho que aprender de l. Era la tctica que ms tarde puso en
prctica y que le result tan ventajosa. No era una cuestin de valor fsico, como
muchos imaginaban. Se trataba de conocer al enemigo, de buscar sus puntos vitales, el
lugar en que un buen golpe valiese por cien. Cuando se golpea a una serpiente, se la
golpea en la cabeza. No se combate a un enemigo, se combate en torno a l. Y as
sucesivamente. Tales discusiones siempre duraban hasta despus de la medianoche. El
astrlogo estaba frecuentemente ocupado contemplando el cielo en direccin de
Taiyuan, buscando conjunciones de estrellas y auras y fenmenos nebulosos que Li y
Barba Rizada no entendan.
Al cabo de unas semanas el taosta dijo que le gustara ver a Li Shihmin.
- Presentars mi amigo a Li Shihmin - dijo Barba Rizada a Li -. Me gustara que me
dijera si es el Dragn Verdadero. Eso ser crucial. Todo quedar decidido entonces.
- Y qu hars si es el Dragn Verdadero? Luchar contra l o unir tus fuerzas a las
suyas?
- No lucho contra el Destino.
- Con l, entonces.
- No seas tonto. - Barba Rizada cort la discusin con una carcajada. Citando un
proverbio, dijo que prefera ser cabeza de ratn antes que cola de len.
Partieron rumbo a Taiyuan. El taosta fue presentado a Liu como un gran astrlogo que
poda predecir el futuro. Liu jugaba al ajedrez con algunos de sus amigos, y pidi al
taosta que se sentara y jugara una partida con l, mientras enviaba una nota a Li
Shihmin para que fuese a presenciar el juego. Barba Rizada y Li Tsing se sentaron cerca
para mirar.
Li Shihmin entr y se sent en silencio junto a la mesa de ajedrez. No pronunci una
palabra, que ese es el comportamiento correcto de todos los espectadores del juego.
Barba Rizada code a Li en silencio. El mundo estaba lleno de valientes soldados y de
hroes de tintineantes sables, pero un Dragn Verdadero perteneca a una clase distinta.
El taosta, aparentemente absorto en el juego, vigilaba la respiracin del Dragn, senta
sus irradiaciones, las probaba, las evaluaba. Li Shihmin estaba sentado perfectamente
erguido, con los hombros rectos, las manos colocadas firmemente sobre las rodillas
abiertas. De tanto en tanto sus negras cejas se movan un poco mientras contemplaba el
juego, y en el fondo de sus ojos negros brillaba una luz, como si lo viera y lo entendiera
todo. Cinco minutos ms tarde el taosta apart el tablero y dijo a Liu Wentsing:
- El juego est definitivamente perdido. No hay forma de salvarlo. Hiciste una
esplndida movida con ese pen, realmente esplndida. Me rindo.
Por lo que los espectadores podan ver, el juego no estaba tan irremediablemente
perdido como aseguraba el taosta. Pero ste, aparentemente, haba decidido ahorrarse
una lucha intil. Se levant de su asiento y suspir.
Como el juego haba terminado, los tres amigos agradecieron al dueo de casa y
salieron.
Cuando estuvieron afuera, el taosta se volvi hacia Barba Rizada y le dijo:
- Tu juego est perdido. El Hombre del Destino est adentro. Es intil intentarlo. Pero
puedes buscar alguna otra tierra que conquistar.
Por primera vez Li vio que la espalda de Barba Rizada se encorvaba y que todo su
cuerpo pareca aflojarse. Algo le haba sucedido interiormente.
- La situacin ha cambiado, y me temo que debo cambiar mis planes. Esprame en Lo-
Yang. Volver dentro de dos semanas - dijo Barba Rizada, y parti solo.
A Li no le gustaba hacer preguntas. Volvi a Lo-Yang con el taosta.
Cuando Barba Rizada regres, dijo a la seora Li:
- Quiero que vengas a conocer a mi esposa, hermana. Y tengo algo muy importante que
hacerles ver, a ti y al seor Li.
Li Tsing nunca haba sabido dnde viva Barba Rizada. El hombre lo asombraba
continuamente. Lo condujo a una entrada consistente en una puertecita de un solo
tablero. Pero al entrar en el primer patio vieron un vestbulo magnficamente amoblado.
Haba docenas de sirvientes y criadas cerca. Fueron introducidos en la habitacin
oriental, donde los invitados deban higienizarse. La mesa de tocador, los espejos
antiguos, las jofainas de bronce, las lmparas de cristal, las mesas, los armarios y los
biombos eran de la ms fina calidad, y, algunos de ellos, evidentemente inapreciables.
Barba Rizada apareci muy pronto con su esposa y la present ante ellos. Era una mujer
de unos veintiocho o treinta aos, de notable belleza. Li y su esposa se sintieron
abrumados por la franca, resuelta hospitalidad, que les hizo sentir que eran huspedes
sumamente distinguidos.
Durante la cena hubo muchachas que ejecutaron una extraa msica de encantadora
meloda, una msica como Li nunca haba escuchado. Cuando la cena casi haba
concluido, entraron criados llevando diez bandejas de madera dura, todas cubiertas con
telas de seda, y las colocaron en banquillos, contra la pared del este. Cuando todo qued
preparado, Barba Rizada dijo a Li:
- Quiero mostrarte algo.
Los trozos de seda fueron levantados y Li vio que en las bandejas haba documentos,
escrituras, actas y manojos de grandes llaves.
- En todo esto hay unos cien mil dlares - dijo -, incluso algunas joyas y otros valores.
Quiero regalrtelo. Qu me dices? Haba hecho planes, lo haba reunido todo,
esperando que llegara el momento en que podra organizar un ejrcito y comprar tropas,
armas y municiones. Tena la esperanza de hacer grandes cosas. Ahora ya no me sirve
para nada. Ese joven Li de Taiyuan, estoy convencido, es el Dragn Verdadero. Toma
esto y aydalo a cumplir lo que est destinado a hacer. l es tu hombre, y no te olvides
de la estrategia que te he enseado. Dentro de cinco o diez aos Li Shihmin podr
conquistar a toda China. Srvele lealmente y el poder y la fortuna sern tu recompensa.
Yo tengo mis propios asuntos que atender. Dentro de una docena de aos, cuando oigas
que ms all de las fronteras de China alguien ha conquistado un pas extranjero y
establecido un nuevo reino, sabrs que se trata de tu viejo amigo. Entonces t y mi
hermana podrn volver el rostro hacia el sudeste y beber una copa a mi salud.
A continuacin se volvi y dijo a todos los criados y miembros de la casa:
- De ahora en adelante el seor Li ser vuestro amo y el dueo de todo lo que poseo, y
mi hermana ser vuestra seora.
Habiendo dado las instrucciones adecuadas, sali y, vestido con ropas de viaje, parti a
caballo con su esposa, seguido de un solo sirviente. J ams volvieron a verlo.
En los aos siguientes Li estuvo atareado ganando batallas en las largas campaas que
unieron a China bajo el gran Imperio Tang; Li Shihmin se convirti en el gran
emperador que gobern el pas en la paz y Li fue su amigo ms fiel y el comandante en
jefe de los ejrcitos de Tang.
Un da Li ley en un informe del ejrcito que alguien, cuyo nombre no se mencionaba,
haba desembarcado en Fuyu con una fuerza de treinta o cincuenta hombres, al otro lado
de la frontera sur de China, y que la haba conquistado y se haba erigido en rey de la
regin. Li se sinti seguro que se trataba de su viejo amigo, el que los haba ayudado, a
l y a su esposa, en su mocedad. Resultaba casi increble que el hombre hubiese elegido
el olvido y se hubiera desterrado voluntariamente antes que ser el subordinado de nadie.
Haba resuelto ser rey en alguna parte, y ahora era rey. Esa noche, cuando Li volvi a su
casa, le cont a su esposa lo referente al informe.
- E1 bueno y viejo Barba Rizada! - exclam ella, grandemente conmovida.
- S, el bueno y viejo Barba Rizada. Ahora tiene lo que quera.
Recordando las ltimas palabras que les haba dirigido el amigo, encendieron dos velas
rojas, despus de la cena, y salieron al patio. All, de cara hacia el sudeste, bebieron a la
salud del viejo amigo.
- No puedes hacer nada por l? Quiz pedirle al emperador que lo condecore? - La
voz de su esposa sonaba extraamente gutural.
- Djalo en paz. Las recompensas y los honores del emperador no harn ms que
molestarlo. Tiene que ser soberano y seor, segundo de nadie, dondequiera se
encuentre. Un hombre maravilloso - afirm Li Tsing, y agreg con un suspiro - : Un
gran hombre!

2. EL MONO BLANCO

El relato es el nmero 444 de T'aip'ing Kwangchi, de autor desconocido. Lleva el
curioso ttulo de "Suplemento a la Historia del Mono Blanco, de Chiang Tsung";
Chiang Tsung (519-594) es la persona que, al ocultarlo, salv al hijo del Mono Blanco.
Se dice que fue escrito para burlarse de Ouyang Hsun (557-594), uno de los ms
grandes calgrafos de China, que era feo como un mono. Se supona que Ouyang Hsun
era el hijo del Mono Blanco. Por lo tanto, el cuento fue probablemente redactado en la
primera parte del siglo sptimo.
He cambiado el relato a fin de hacer, de la humillacin del general chino por la
prdida de su esposa a manos del Mono Blanco, el tema principal. Las fuentes para
materiales adicionales en cuanto a las costumbres de los aborgenes estn tomadas de
un documento Tang y dos Sung: el Peihulu de Tuan Kung-lu, el Kweihai Yuheng de Fan
Cheng-ta y el Ch'iman Ts' ungshia de Chu Fu.
Una historia similar, acerca de un general chino que pierde a su esposa en las
montaas Kwantung, puede encontrarse en la coleccin Ch'ing-p'ingshan T'ang (El
Comandante Chen Pierde a su Esposa en las Montaas Mei).

Todos han odo hablar, por supuesto, de cmo el general Ouyang fue apresado en el
combate, decapitado, y su familia exterminada, en el ao 569, cuando uni su destino a
los rebeldes. Las opiniones difieren. Algunos creen que el general se lo mereca porque
su familia haba gozado, durante generaciones, del favor y la confianza del emperador;
slo lamentan el hecho - de que la ilustre foja de servicios de un general tan grande y de
su padre haya terminado en el deshonor y el desastre. Otros, como Chiang Tsung,
simpatizan con l y creen que se le tendi una trampa y se vio obligado a rebelarse
porque el emperador se haba vuelto suspicaz del poder que posea en el sur.
Pero esto no viene al caso. Cuando tena menos de cuarenta aos sucedi algo que
cambi el carcter del hombre. Su sensibilidad fue herida. El joven Pacificacin General
de las Provincias Meridionales se convirti en un hombre spero, desdichado. Su amigo
Chiang Tsung, que pudo salvar a su hijo y ocultarlo, dijo algo acerca de ello en su
historia de "El Mono Blanco", pero segn el ayudante del general, cierto seor Le de
Kwantung, que era un antiguo miembro del estado mayor del general, no cont toda la
historia. El general no pudo sobrevivir a su desgracia. Lo que sigue es la historia
narrada por el seor Lei, que ahora es un hombre de sesenta aos. l lo presenci todo.
Estuve al servicio del general desde que hered su rango y su puesto, cuando muri su
padre. Como antiguo miembro del estado mayor de su padre, yo gozaba de su
confianza. El general tena una esposa joven. Era hermosa y provena de una familia
encumbrada. Un da fue raptada. Todos sabamos - todos lo dbamos por sentado - que
el Mono Blanco haba vuelto a hacerlo. No me gust ver la cara del general mientras se
desayunaba a solas.
En esa poca nos encontrbamos en Changlo. Se le haba advertido al general que no
llevara a su joven y bella esposa consigo, durante la campaa en la regin de los
aborgenes del sur. En seiscientos kilmetros a la redonda, en esa regin, el Mono
Blanco tena la costumbre de capturar a mujeres chinas, que desaparecan por completo,
sin dejar rastros. Se haban apostado guardias, noche y da, en torno a la casa, y, como
precaucin extraordinaria, una cantidad de doncellas durmieron en la alcoba de la mujer
y algunos criados en la antecmara. En las primeras horas de la maana, cuando una de
las criadas despert y oy un ruido, la esposa del general haba desaparecido. Nadie
saba cmo entr el raptor, porque las puertas tenan la llave echada. Fui despertado por
el grito de la doncella de la dama, que corra de un lado a otro, con el vestido
desabotonado, gritando que su ama haba desaparecido.
Iniciamos la bsqueda. La casa, que era un puesto militar situado en una conocidsima
ruta montaesa, se encontraba a treinta metros de altura, en un risco escarpado, sobre
una saliente, al borde de una honda sima. Al otro lado del precipicio se ergua un risco
musgoso, que haca frente a la puerta a slo quince metros de distancia, al mismo nivel.
Una espesa neblina haca imposible la visin ms all de cinco metros, en las primeras
horas del alba. Buscar al raptor por esos despeaderos cubiertos por la niebla resultaba
sumamente peligroso. Un resbaln del pie o un error en un recodo del camino
significaran una zambullida directa en la sima de abajo y la muerte instantnea.
Despus de media hora de bsqueda intil, nos rendimos.
El general estaba furioso cuando volvi con nosotros e interrog a la doncella para
enterarse de los detalles. Aferr a la mujer del hombro y la sacudi.
- Qu viste? - pregunt. La criada lloraba.
- No vi nada. Cuando o un ruido y despert, la seora haba desaparecido.
Por primera vez vi al general perder los estribos. Golpe a la muchacha en la cabeza.
J ams lo habamos visto tan fuera de s. Haba sido un hombre justiciero y nosotros, los
miembros ms antiguos del estado mayor, lo admiramos grandemente cuando vimos
cmo haba dirigido la campaa de Shih-hsing.
- Alguno de ustedes ha visto alguna vez al Mono Blanco? - pregunt.
Ninguno de nosotros lo haba visto nunca. Pero yo le dije que el Mono Blanco haba
sido visto por muchas personas en ciudades muy separadas entre s, en cien kilmetros a
la redonda. Haba sido observado desde lejos, por gente que juntaba lea, y pareca una
figura blanca trepando empinadas laderas sembradas de enredaderas y desapareciendo
en los picachos cubiertos por las nubes.
- Crees que es uno de los aborgenes? Y ser esto una venganza? - me pregunt el
general. En sus recientes campaas haba embotellado a las distintas tribus aborgenes
en sus poblados montaeses llamados "cuevas".
- No s. La gente del pueblo dice que de tanto en tanto llegaba por asuntos
perfectamente legtimos, llevando un ciervo, unas pocas pieles de castor o colmillos de
jabal, y quizs una o dos glndulas secas de almizcle, cambindolos por cuchillos de
cocina, de carnicero, herramientas de carpintero y sal. Hablaba el chino de corrido y
haca trueques honrados, pero que nadie se atreviese a intentar engaarlo, porque al da
siguiente, o a la semana siguiente, el hombre sera encontrado muerto, con una flecha
clavada en la espalda.
- Qu aspecto tiene?
El teniente Wang, que haba nacido en la regin, dijo que era distinto de los Miaos, los
Yaos o los Halaos, porque los hombres de esas tribus eran generalmente morenos y de
pequea estatura, de rostro arrugado incluso en la juventud. Gente que lo haba visto
deca que el Mono Blanco tena un metro ochenta de altura, que era robusto, de
hombros redondos y brazos potentes, y que, aparentemente, no tena cuello. La
caracterstica ms turbadora era la blancura de sus cejas, sus pestaas y el pelo que le
creca por todo el pecho y los brazos y piernas. Cuando corra, las plantas de sus pies
tocaban siempre el suelo, lo que le daba un porte peculiar, simiesco, bamboleante. No
sabemos si eso haba nacido de su costumbre de trepar por pedregosos caminos de
montaa; pero esa forma de andar, junto con los grandes dedos de los pies, ampliamente
separados, y el sedoso vello blanco de sus piernas relativamente delgadas, le daban un
aspecto horrible, grotesco.
- Slo quera muchachas y mujeres muy jvenes, - agreg Wang.
El general estaba sentado, con la barbilla cada sobre el pecho, respirando
audiblemente.
- Han encontrado alguna vez a las mujeres que rapt, o a los cadveres?
- No, y ese es el misterio - dijo el teniente Wang -. Si las hubiera violado y abandonado
luego para que murieran, algunas de ellas habran regresado, o sus cadveres hubiesen
sido hallados.
- Ha raptado tambin nios?
- No. Las madres slo gritan "Mono Blanco" para asustarlos. Hemos odo que slo
captura a muchachas entre las edades de dieciocho y veintids aos. - El teniente Wang
vacil un instante. - Y, general, muy pocas veces toma a mujeres con hijos. No puedo
explicarlo, pero aqu, en este vecindario, ha surgido una curiosa tradicin que afirma
que las madres estn a salvo de l, y algunas madres dicen que ama a los nios.
El general se sinti humillado e impotente. No podamos saber si el Mono Blanco haba
hecho eso por venganza o como una broma contra el general chino. Aparte de perder a
la esposa que amaba, senta que estaban en juego su honor y el nombre del Ejrcito
Chino.
El general se vea ante un enemigo singular. El problema de buscar a semejante raptor
solitario, que, segn todos los informes, tena una energa sobrenatural, astucia y
resistencia, no se pareca en modo alguno al de planear una campaa corriente. Se
enviaron soldados a quince y treinta kilmetros a la redonda, riscos arriba y precipicios
abajo, a buscar rastros de su esposa y cualquier clave que pudiese conducir a su rescate.
Unas dos semanas despus uno de nuestros hombres inform que haba encontrado un
zapato bordado, rojo, de mujer, en la rama de un rbol, a unos cincuenta kilmetros del
lugar. Era seguro que la seora Ouyang no poda haber hecho todo el camino a pie y que
el raptor la haba llevado en brazos. El zapato fue entregado, blando y descolorido,
empapado por la lluvia. Fue identificado por la doncella y por el propio general. La
probabilidad era que la seora estuviese viva y cautiva, pero dnde encontrar al Mono
Blanco?
Nos sentimos apenados por el general. Estaba sentado a solas toda la tarde, y un
ayudante dijo que apart de s la comida despus de sentarse a cenar. Ese da nadie se
atrevi a hablarle.
A la maana siguiente el general me llam temprano, antes del desayuno.
- Le - dijo -, hoy salimos a buscar a mi esposa. He decidido postergar la campaa.
Elige dos docenas de hombres para que nos acompaen. Lleva todas las provisiones
necesarias. Puede que estemos afuera durante un mes... quin sabe? Naturalmente,
quiero que venga tambin el teniente Wang.
Hice lo que se me deca. Escog a dos docenas de jvenes; algunos de ellos eran los
mejores arqueros del pas y todos sumamente hbiles en el manejo de lanzas y cuchillos.
No necesitbamos llevar muchas provisiones. La fruta abundaba, las naranjas amargas
crecan silvestres en las montaas, y nuestros hombres saban desenterrar taros
silvestres y asarlos en las cenizas de una hoguera. As armados y aprovisionados, no
tenamos nada que temer. El propio general era un soberbio espadachn, y poda partir
una naranja, con una flecha, a treinta metros de distancia.
En rigor gozamos con la expedicin, viajando por esas alturas. El paisaje era
esplndido. Pasbamos por montaas y selvas vrgenes y cataratas y campia boscosa
llena de gigantescas enredaderas, abetos y bambes "lacrimosos" que crecan hasta una
altura de treinta metros. Tambin haba buena caza. No tenamos nada que temer, en el
camino, de hombre o animal. Los hombres de las tribus con quienes nos encontrbamos
saban quines ramos. Estos hombres eran, en rigor, la gente ms hospitalaria del
mundo, cuando se les permita vivir en paz con los chinos. Es cierto que no les resulta
molesto clavarle a uno una lanza en la espalda, si se trata de una cuestin de venganza,
pero viven de la caza y del cultivo del arroz, y no quieren rias con gente que se
muestre justa en sus tratos con ellos. Pero era intil tratar de que nos dieran alguna
informacin sobre el Mono Blanco. Todos ellos "no saban". El general sospechaba que
el Mono Blanco, no slo viva en relaciones amistosas con esas tribus, sino que incluso
era para ellas una especie de hroe.
Habamos estado marchando en direccin sudoeste, hacia una regin en la que el
general no haba estado anteriormente. El paisaje se abra sobre el lecho seco de un
amplio ro. Como por una divisin arbitraria, la lujuriosa selva se detena y un vasto
terreno de rocosas colinas desnudas se extenda ante nosotros, suavizado slo por
manchones de recias malezas achaparradas. Grandes peascos atestiguaban que eso
haba sido otrora un frtil valle atravesado por un gran torrente de montaa. La
naturaleza pareca haber cambiado de idea y dirigido el curso del ro hacia otra parte. En
el horizonte, al oeste, se elevaba una formidable formacin rocosa de columnas, como
ojos humanos haban visto raramente. Es correcto hablar de ellas llamndolas columnas,
porque esas colinas de caliza haban sido tan corrodas por la lluvia, el viento y la
humedad de millones de aos, que ahora tenan la forma de torres o pilares
perpendiculares y formaban un fantstico contorno aserrado contra el horizonte. Todo
rastro de existencia humana haba desaparecido. El sol, ponindose detrs de las ptreas
columnas, lanzaba largas sombras extraas de negro y blanco alternados sobre el ancho
valle abierto. Habra resultado difcil encontrar agua en un erial semejante. Adems, nos
habamos alejado ciento cincuenta kilmetros de nuestro puesto. El desierto pareca
indicar el fin adecuado de nuestro viaje, completamente intil por lo que concerna a
nuestro objetivo.
Pero el general se sinti atrado por la curiosa topografa del lugar. Al otro lado del
lecho del ro la tierra ascenda en declive, y cuatro o cinco kilmetros ms lejos
reapareca y se espesaba nuevamente la vegetacin. Un poco hacia el sudoeste el
contorno aserrado de las colinas se interrumpa y era reemplazado por un largo y
majestuoso muro de impenetrables montaas. Sus picos rocosos captaban la gloria de
los rayos del sol y rebrillaban en un resplandor dorado, como una misteriosa ciudad en
las alturas. Una bandada de garzas, volando muy alto, hacia la montaa, indicaba que
sus nidos estaban all.
El general tuvo tambin la idea de recorrer el ro seco hasta sus fuentes. An tena
esperanzas, y nos orden dirigirnos hacia la montaa. El da era largo, y si
marchbamos continuamente, sin detenernos, podramos encontrar un lugar para
acampar poco despus de la puesta del sol. Al cabo de una hora de marcha a lo largo de
la orilla no hollada -hasta entonces, llena de delicados guijarros desgastados por el agua,
llegamos a la herbosa falda de la montaa.
- Miren! - grit Lo, que era un vivaz joven de veinte aos, uno de los ayudantes del
general.
Vimos un montculo de piedras chamuscadas, rodeadas de cenizas. Alguien, sin duda,
haba acampado all, encendido un fuego y cocinado. En torno yacan cscaras resecas
de naranjas y bananas. Haca dos das que no veamos a un ser humano, y la visin de
las cenizas del fuego nos proporcion una vez ms una consoladora sensacin de
contacto con el mundo humano. El joven Lo fue de un lado al otro, examinando el
suelo, y de pronto volvi a exclamar "Miren!" Todos nos precipitamos hacia l. Lo nos
mostr un trozo de cinta negra como la que usan las damas para recogerse el cabello
mientras se visten.
- Debe de ser de la seora Ouyang - dijo el joven Lo.
Gustosos le habramos credo, pero no haba motivos para suponer que una cinta de
mujer debiese pertenecer necesariamente a la esposa del general. El general, es claro, no
poda decir si era de ella o no. No hizo ms que mirar el trozo de cinta y suspirar. Pero
es muy humano introducir nuestros deseos en nuestros pensamientos cuando una
bsqueda es intil y las perspectivas resultan desesperantes. El ambiente se torn tenso.
Todos gozaramos encontrando a nuestra presa y entrando en accin. Sabamos que nos
encontraramos con un enemigo peligroso, pero el tumulto del combate era mejor que
esa montona marcha.
Acampamos, para pasar la noche, bajo el cielo estrellado. Caminar en un bochornoso
da de junio, por el calcinado lecho de un ro, resultaba penoso, incluso para veteranos,
y nos quedamos profundamente dormidos.
A la maana siguiente proseguimos nuestro viaje. Era todo ascendente. Debemos de
haber subido unos cien metros en dos horas. Slo un pequeo hilo de agua corra y se
escurra en el fondo del barranco y desapareca nuevamente en el suelo. Los blancos
peascos gigantescos de abajo reflejaban el intenso calor, y una columna de vapor
ascenda de ellos. La boscosa cuesta abundaba en faisanes, y a menudo entreveamos el
brillante plumaje de las aves arrastrndose por entre las ramas. Por todas partes se
extendan enredaderas del tamao de palmeras, proporcionando un conveniente asidero.
Una vez ms nos encontrbamos a gran altura.
Cuando llegamos a la cima vimos un sorprendente espectculo. Un dique haba sido
construido en la parte superior de la serrana, con grandes peas y piedras desbastadas.
Cundo, cmo y por quin haba sido levantado, resultaba difcil imaginarlo, porque las
piedras eran tan grandes, que, sin herramientas adecuadas, slo habran podido ser
movidas por una raza de gigantes sobrehumanos. Era claro que haba sido construido
por la gente que viva al otro lado, para desviar la corriente, porque un veloz y hondo
torrente corra por la izquierda y caa en un profundo estanque, abajo. Una vieja losa se
levantaba en ngulo, semienterrada, con la extraa escritura de los Man. Un soldado que
provena de los Man nos dijo que deca "Lugar Protegido de los Grandes Cielos Altos".
Aparte de la solitaria losa cada, estbamos tan lejos como antes de todo signo de
morada humana.
Luego de una inspeccin qued establecido que la rpida corriente montaesa que caa
en la profunda sima constitua una barrera infranqueable entre el lugar en que nos
encontrbamos y el otro lado. Contorneaba la montaa a lo largo de varios kilmetros, y
no se vea puente alguno - de madera o de cuerdas. La orilla opuesta era un risco tan
empinado, que, de todos modos, un puente no habra servido de nada. Pareca que los
habitantes de la montaa haban construido el dique para desviar la corriente, ms como
defensa militar que con fines agrcolas, convirtiendo la montaa en una fortaleza
invulnerable.
Sin embargo, deba de existir algn lugar de acceso desde el norte. Doblamos hacia la
derecha, torrente arriba. Durante un corto trecho las zarzas eran tan espesas y
abundantes, que perdimos de vista la corriente. Cuando salimos vimos que a ciento
cincuenta metros de nosotros se levantaba un muro de slido granito, con la forma de la
muralla natural de una ciudad situada en una colina. A lo largo de una fisura existente
entre las rocas se vean a intervalos peldaos de piedra que terminaban, empero, en las
sombras de los peascos. Sin duda habamos encontrado la entrada, pero el acceso era
tan difcil, que durante un instante nos miramos los unos a los otros.
- Bien - dijo el general -, esto parece una locura. Es imposible saber qu hay al otro
lado. Se necesita ms que msculos para lograr entrar en ese castillo natural. Somos
iguales a cualquiera, por lo que respecta a lanzas y flechas, pero sin un lugar de salida
estaramos luchando en un terreno ciego. A la gente que vive all no le agrada la visita
de los desconocidos entremetidos, pueden estar seguros de ello. Aun as, me gustara
explorar. Si el Mono Blanco est ah, habr una lucha animada. Si no, es posible que la
tribu sea amistosa. Qu opinan?
Todos nos declaramos partidarios de entrar a investigar.
Cuando llegamos a la cima, descubrimos que era una trampa mortfera. Haba un
espacio nivelado de unos diez metros de dimetro, vulnerable desde arriba a las lanzas y
flechas. Nuestra nica proteccin seran unos cuantos metros de roca saliente. Un
estrecho pasaje zigzagueaba unos tres metros por entre dos rocas y conduca a una
pesada puerta construida con alguna madera dura, firmemente asegurada por el otro
lado. Slo una persona por vez poda pasar por el corredor. Ni una fortaleza habra sido
mejor construida o concebida.
Golpeamos vanamente contra la puerta. Escuchando de cerca omos, a lo lejos, las
voces y las risas de mujeres y nios. Aporreamos la puerta y gritamos. Al cabo de unos
veinte minutos apareci sobre las rocas una cabeza para preguntar quines ramos. El
teniente Wang, que hablaba el dialecto de ellos, dijo que ramos un grupo de cazadores
que buscbamos un paso hacia el sur. La cabeza desapareci y pronto se escuch
adentro un gran alboroto de evidente excitacin. Cuando volvimos a mirar vimos que
nos apuntaba una docena de flechas. El general les asegur de nuestras intenciones
pacficas y les pidi que abrieran la puerta.
Era una situacin desesperada. Cuando la puerta se abri, Wang entr el primero en el
pasaje. Lanz una mirada en torno. Veinte flechas, en dos hileras, estaban apuntadas
contra la entrada, la primera fila de hombres arrodillados y la segunda de pie. Wang
descubri que era un blanco perfecto. Ms cerca, a ambos lados de la puerta, haba
cinco o seis hombres con sus cortos puales levantados. La cabeza de cada intruso
inoportuno poda ser rebanada convenientemente en cuanto se asomara por la entrada de
la cueva. En tal situacin la discrecin constitua la mayor parte del valor. Wang avanz
con una sonrisa y los hombres de los cuchillos lo rodearon. Wang trat de hablar. Le
sacaron el pual de la vaina. En ese instante el segundo y el tercer hombres salieron
corriendo. Los cuchillos tintinearon y las flechas zumbaron. Tres o cuatro personas
yacan ya por tierra.
De pronto la lucha fue detenida por una voz. Levantamos la mirada y vimos al Mono
Blanco cerca, de pie sobre la cima de un peasco, a unos cinco metros de altura.
El general Ouyang se adelant y el Mono Blanco baj para salirle al encuentro.
- Todo esto es un error - dijo el general Ouyang -.
Estamos viajando hacia el sur y nos agradara pedirle permiso para pasar. - Se present.
- Me siento grandemente honrado - respondi el Mono Blanco. Cualquier otro caudillo
habra mostrado el mayor respeto hacia la autoridad del general, pero el Mono Blanco
actuaba como si simplemente fuese el orgulloso anfitrin de un viajero. Tena el cabello
peinado en un rodete, y, como los dems miembros de la tribu, estaba descalzo. A
despecho de sus terrorficas cejas blancas, tena cierta calma y dignidad -. Como son
ustedes mis huspedes, le pedir que ordene a sus hombres que bajen las armas. Como
ve, estoy desarmado - dijo, y lanz una amplia y estrepitosa carcajada.
El general nos orden que nos desarmramos. Viendo eso, el Mono Blanco se mostr
grandemente satisfecho y se torn cordial. Ayudamos a los heridos a ponerse de pie.
Es difcil describir la sensacin que experiment cuando examin el paisaje. Una ancha
planicie, rodeada de altos picachos por todos los costados, sombreada por naranjos y
palmeras enanas y salpicada de arrozales, pareca un reino encantado. El aire era
balsmico y agradable, en marcado contraste con el calor de afuera. Haba en la luz del
soleado valle y en los frescos colores de flores y frutas y hojas algo que provocaba un
sentimiento de jbilo, como si repentinamente hubisemos sido trasportados a otro
mundo. Aqu y all se levantaban cabaas de troncos, cubiertas de hojas secas, con los
pisos a unos centmetros por sobre el suelo. Mujeres y nios semidesnudos jugaban y
rean al sol. Periquitos de un blanco nveo y de un bermelln increble volaban de rbol
en rbol. Resultaba casi imposible albergar malos pensamientos en semejante regin
encantada.
- Qu hermosa tierra tienen! - exclam el general, corts y sinceramente -. Me da
envidia.
- Y bien vigilada, no? - replic el Mono Blanco con una rpida carcajada.
El Mono Blanco viva en una choza construida con gruesos troncos. El piso estaba
cubierto de toscas tablas. Apenas haba muebles, aparte de algunos tablones que servan
de bancos, y de una tabla de madera de teca, sostenida por trozos de tronco, que haca
las veces de la nica mesa de la casa. Un gran gento, curioso y feliz, se haba apiado
para contemplar a los visitantes, y entre sus componentes pudimos ver a algunas
mujeres chinas. Era el medioda, y nos sirvieron arroz y un plato de sabor punzante,
oloroso, que pareca ser un guiso consistente en vegetales, especias y entraas de cerdo.
El Mono Blanco tena varias esposas, llamadas mei-niang. Las mujeres no estaban
recluidas como en la sociedad china. El general no mencion a su esposa desaparecida,
pero pude ver que estaba tenso mientras hablaba y bromeaba con su anfitrin, durante el
almuerzo. El Mono Blanco le propuso al general llevarlo a ver su pas despus de
almorzar.
Quizs el Mono Blanco quera demostrarles a sus invitados (o cautivos, no sabamos
cul de las dos cosas) cuan intil sera cualquier tentativa de fuga. Esa extraa criatura
caminaba con pasos rpidos y vivos, a despecho de sus casi cien kilos de peso. Su
cuerpo, tan robusto por arriba y de piernas relativamente delgadas, pareca
especialmente adaptado para marchar por la selva y para trepar. Aparentemente
armonizaba con el lugar. En cierto modo los colores y la luz del valle hacan que sus
cejas blancas, en su tez cobriza, resultaran menos formidables de lo que yo haba
imaginado. Las profundas arrugas que le enmarcaban la boca y las mejillas, los
nervudos brazos, la enorme espalda y los robustos hombros hablaban de gran fuerza y
destreza musculares. Estaba orgulloso y feliz, y pareca como que no le debiese nada a
nadie - y por cierto que no tena el aspecto de haber secuestrado a la esposa de su
invitado.
El caudillo y el general caminaban adelante, seguidos de Wang, de m mismo y de
algunos otros. El general vio a una mujer china de unos treinta aos, con un nio, a la
puerta de su cabaa, y dijo a su anfitrin:
- Me parece que es china.
- S, hay muchas de ellas. A usted le agradan las mujeres hermosas, verdad? -
pregunt el Mono Blanco con negligencia.
La mujer nos contempl en silencio, y nosotros pasamos de largo.
- Los nios tambin son ms bellos - dijo el caudillo, un tanto incoherentemente,
siguiendo sus propios pensamientos -. Es que nada hace ms felices a mis hombres que
tener mujeres hermosas como esposas. Y yo quiero que mi gente sea dichosa. En este
pas lo tenemos todo: peces, caza, aves, arroz. No necesitamos dinero, y yo no cobro
impuestos a mi gente. Si pescan un gran pez, se lo comen, y si pescan un pez pequeo
se comen el pez pequeo. Si quiere quedarse hasta maana le mostrar dnde pescamos.
Slo nos faltan sal y mujeres... y cuchillos, por supuesto.
- Qu quiere decir con eso de que les faltan mujeres? Aqu he visto a muchas. - Vi que
el general diriga cuidadosamente la conversacin.
- No son bastantes. Tenemos ms de trescientos hombres y apenas un poco ms de
doscientas mujeres. Esta rica meseta puede alimentar por lo menos a mil ms. Quiero
ver todo este reino - dijo, con un amplio movimiento de la mano - lleno de gente, de
gente hermosa, de gente vigorosa. No disponemos de suficientes mujeres.
- Cmo es eso? - inquiri el general, sorprendido.
- Hay unas trescientas mujeres, si quiere contar a las ancianas. Yo no las cuento. Slo
las mujeres entre los dieciocho y los cuarenta y cinco aos dan hijos. Las mujeres
chinas dan muchos hijos. Hay aqu una que traje hace diez aos y que ha dado a luz
siete nios en sucesin, y todos bellos. No s por qu, pero por lo general nuestras
mujeres slo tienen dos o tres hijos. Prefiero a las mujeres de la raza de usted.
- Qu hizo? Las rapt? - La conversacin se acercaba al tema.
- No. Las traje aqu. Si otros pudieran, tambin se llevaran las nuestras. Pero que lo
intenten. - El Mono Blanco se interrumpi con una carcajada, y luego agreg: - Su gente
es rara. Perdneme por decirlo. No entiendo cmo conciertan matrimonios entre los
padres del chico y los de la nia. Yo no llevara a una novia a mi casa, a menos de que
pudiese pasarla en brazos por sobre el umbral.
- Y le parece que es mejor de ese modo? El Mono Blanco lo observ con curiosidad.
- De esa manera nos divertimos y excitamos ms. Usted ha visto a una muchacha. Le
gusta. Le pide a los padres que dispongan las cosas de modo que ella vaya a su casa. El
novio no hace nada. Dnde est la excitacin?
El general se sinti deprimido. Pens que sera intil discutir con el Mono Blanco en
cuanto a la "excitacin" de secuestrar muchachas para esposas.
- Trajo aqu a las mujeres chinas por la fuerza? Mi gobierno no lo aprueba, sabe?
El Mono Blanco ri, sugiriendo que no le importaba que el gobierno chino lo aprobase
o no.
Llegamos a la cima de una loma, donde pudimos ver toda la meseta. Una diferencia en
el tono de la vegetacin de la ribera opuesta nos permiti seguir con la mirada el curso
del ro, que la circundaba por el sur y el este hasta detenerse ante un risco, en el que
comenzaba la montaa rocosa, por el oeste y el norte. Si la intencin del Mono Blanco
era impresionarnos con la fortaleza de su posicin y lo desesperado de cualquier intento
de invadir su pas, obtuvo pleno xito en ello.
Esa noche el caudillo nos ofreci una gran cena de gallina de guinea y faisn,
terminando con tortuga. El caudillo lo convirti en un acontecimiento. Se puso una
tnica color canela y sobre ella un chaleco de piel de elefante pintado de rojo. Unas
cuantas piezas menores estaban atadas en torno a sus brazos. El conjunto tena la forma
de una armadura, cosa que en realidad era, impenetrable a las armas. Una docena de
hombres de la tribu, armados de lanzas, estaban de pie a lo largo de la pared. Las
mujeres del Mono Blanco iban y venan, sirviendo comida a la mesa.
No nos habamos atrevido a preguntar a la gente de la aldea por la esposa del general,
por temor de que nuestra misin fuese descubierta. Pero el Mono Blanco debe de haber
sabido para qu estbamos all, aunque sigui siendo el ms cordial de los anfitriones.
Durante toda la cena el general se mostr preocupado. El Mono Blanco haba admitido,
prcticamente, que la haba secuestrado.
De pronto omos adentro un grito de mujer. El general reconoci la voz de su esposa y
se puso de pie. Ella haba visto una oportunidad para huir, mientras las otras mujeres se
hallaban atareadas, e irrumpi en la habitacin. Cuando vio a su esposo, cay sobre los
hombros de l y llor lastimosamente. El Mono Blanco la contemplaba, mientras el
general trataba de consolarla.
- Esta dama es mi esposa - dijo el general Ouyang, esperando que sucediese lo peor.
- Oh, no! - exclam el Mono Blanco con fingida sorpresa -. Eso lo hace todo difcil,
verdad?
- J efe, he venido aqu como amigo y me ir como amigo. Debes permitirme que me
lleve a mi esposa.
- No devuelvo lo que tomo. Ella es ma hasta que me la quites. No devuelvo. Trae mala
suerte.
De pronto el rostro del Mono Blanco se volvi terrorfico. Tena la mano sobre la vaina
del cuchillo.
- Guardias! - grit, y los hombres de la tribu extrajeron sus puales.
- Acurdate de que soy tu invitado - dijo el general con firmeza, mirando a su rival.
Saba que la tribu tena un estricto cdigo de hospitalidad.
El Mono Blanco dej que la mano le cayera al costado. Se acerc al general y dijo:
- Lamento que haya sucedido esto. Pero yo gobierno en mi territorio como t en el
tuyo. No te aconsejara que trates de llevrtela de aqu. Empero, eres un buen arquero,
no es cierto?
- Tolerable - repuso el general con orgullo.
- Bien, entonces maana decidiremos honorablemente la cuestin, segn nuestras
costumbres. - Se acerc a la mujer y dijo: - Hasta entonces es ma.
La esposa tembl de miedo y no supo qu iba a suceder.
- Quiz las cosas no estn tan mal como parecen - le dijo el general -. Estoy seguro de
que lograr arreglarlo todo de modo de llevarte a casa. Y ahora vulvete.
La esposa permiti que las otras mujeres la llevaran adentro. La atmsfera estaba tensa
y la conversacin era torpe. Pero el Mono Blanco no pareca tener nada sobre la
conciencia y actuaba como si fuese el ms honrado de los hombres. Nosotros
conocamos, por supuesto, la costumbre aborigen del tuoch'in o rapto de esposas.
- Yo mismo traje aqu a estas mujeres - explic l -. Si al cabo de un ao una mujer no
me da un hijo, la entrego a uno de mis hombres. T conoces nuestras costumbres,
general.
Sigui explicando. Entre esas tribus, una muchacha escoge a un hombre en el baile
anual de cortejo, va con l a la montaa y vive con l desde entonces. Si al cabo de un
ao nace un hijo, va con l a visitar a sus propios padres. Y desde ese momento se la
considera casada. De lo contrario, la unin es disuelta y al ao siguiente elige a otro
hombre en el baile de Ao Nuevo. Y esto sigue hasta que ha concebido o hasta que es
madre.
- Yo hago lo mismo cuando una mujer no tiene un hijo conmigo - agreg el Mono
Blanco -. La entrego. Otros tienen que hacer el intento.
El general ahog una exclamacin.
- Y qu pasa si alguna mujer no puede tener hijos?
- Sucede muy raras veces, si se las cambia continuamente. Si no pueden, quedan
deshonradas. Por otra parte, sera criminal separar a las madres de sus hijos. Los hijos
son el verdadero motivo del matrimonio, y los esposos son la excusa. Como pueden ver
- concluy -, todas ellas llegan a ser madres y son muy dichosas aqu.
Al da siguiente se anunci una justa de enamorados, que sera precedida por un baile
de cortejo que el Mono Blanco haba ordenado para esa ocasin especial. Hombres,
mujeres y nios se pusieron sus mejores atavos. Por la maana, los jvenes y las
muchachas, felices ante la perspectiva del baile, abandonaron sus tareas y se pasearon
con sus trajes festivos. Un baile de galanteo duraba generalmente hasta la noche,
momento en que los amantes, habiendo elegido a sus compaeros, se iban al bosque.
Las muchachas, por lo comn alegres, se paseaban en grupos, mirando en torno y
sonriendo a los jvenes, tratando de decidir a cules les gustara escoger para amantes
de la noche.
El baile no comenz hasta las cuatro de la tarde. El Mono Blanco apareci entonces
con sus esposas e hijos, y la seora Ouyang, con aspecto desconcertado, estaba entre
ellos. El Mono Blanco estaba vestido con su atavo de guerra, orgulloso de su peto de
piel de elefante. Las profundas arrugas de su curtido rostro se vean claramente al sol.
De la cintura le penda una vaina por la que asomaban los mangos pulidos, gastados, de
dos puales, envueltos con finos hilos de plata. Pareca tan feliz y orgulloso como un
rey.
El baile comenz nada formalmente y en no muy buen orden. Los tamborileros, que
tocaban en tambores de piel de serpiente, estaban sentados en torno a una estaca, de
quince metros de altura, que se ergua en el centro del terreno, en tanto que dos hombres
tocaban en largos cuernos. Los instrumentos eran de ms de un metro y medio de largo,
tenan forma de trompetas y emitan notas largas, bajas, que podan ser escuchadas a un
kilmetro de distancia. Mientras los ancianos golpeaban con sus lanzas en el suelo, las
muchachas se tomaron de las manos y bailaron en crculo en torno al poste, y sus cintas
matrimoniales rojas, bellamente bordadas, aleteaban y ondeaban delante de ellas. Todas
las muchachas tenan una cinta matrimonial, en la que haban trabajado con el mayor
cuidado y habilidad. Las madres observaban, en tanto que los jvenes permanecan en
torno a ellas y gritaban y aplaudan. Cuando una muchacha vea a un hombre que le
gustaba, agitaba su cinta hacia l cuando pasaba a su lado. Si ella le gustaba al hombre,
ste tomaba el otro extremo de la cinta y se una a ella. Esto continu con gran cantidad
de coqueteos, bromas, risas y canciones. Pronto se formaron ms y ms parejas, los
hombres bailando afuera del crculo y sosteniendo las largas cintas rojas de sus
respectivas compaeras.
La seora Ouyang contemplaba, fascinada. El general se impacientaba, pero el Mono
Blanco gozaba del espectculo y rea y beba con absoluta despreocupacin. En el peor
de los casos slo perdera a una de sus esposas.
- Bien - dijo a su invitado -, s que eres un gran general y no me gustara ser injusto
contigo. Seguiremos nuestra antigua costumbre, y que gane el mejor de los dos.
Pidi prestada a una de sus esposas la cinta matrimonial, y explic en qu consistira la
prueba, que era el mtodo usado cuando dos hombres pretendan a la misma muchacha.
La cinta tena de doce a quince centmetros de ancho y en ella se vea bordada una
serpiente. Sera izada a la punta del poste y quien llegara con su flecha ms cerca del ojo
de la serpiente sera el que ganara a la mujer.
La cinta bordada fue subida y alete perezosamente al viento. Todos los hombres,
mujeres y nios se agruparon en torno y contemplaron el espectculo, llenos de
excitacin. Muy pocas veces se llevaba a cabo semejante competencia de enamorados.
- Cmo quieres hacerlo? Digamos a cien pasos de distancia? - pregunt el Mono
Blanco.
El general Ouyang vacil durante un segundo, pero acept. Era un blanco pequeo que
se mova irregularmente, y acertar en l era tanto cuestin de suerte como de habilidad.
Le fueron llevados su mejor arco y flechas. La muchedumbre se apart, los tambores
resonaron y el ambiente qued tenso de excitacin. La seora Ouyang comprendi
entonces que su libertad dependa de la puntera de su esposo. ste poda lanzar tres
flechas.
El general era un experto arquero. Haba matado aves en vuelo a mayores distancias.
Pero por lo general un pjaro vuela en lnea recta. Apunt a la cabeza de la serpiente
que estaba ms cercana al poste... zum! Le err debido al retozn ondular del pendn, y
la flecha se perdi a lo lejos.
- No tuviste en cuenta el viento - hizo observar el Mono Blanco, que evidentemente
estaba del mejor talante.
Con la segunda flecha el general tuvo mejor suerte, porque perfor la cinta cerca del
cuello de la serpiente.
- Bravo! - exclam el Mono Blanco -. Te queda otro disparo.
La ltima flecha err por completo.
Entonces se adelant el Mono Blanco. Puls su potente arco como si fuese un juguete,
complacido por la oportunidad de enfrentar su habilidad a la del general chino. Se
qued inmvil. En cualquier momento su flecha abandonara la cuerda. Inclin la
cabeza y por un instante pareci vivir en su mirada fija en el blanco. En una fraccin de
segundo, cuando percibi un movimiento ondulante de la cinta, lanz su flecha, que
atraves la cabeza de la serpiente.
Un gran grito surgi del gento. El tamborilero bati el tambor como si quisiera
romperlo. Las flechas haban sido marcadas y no era posible ninguna disputa al
respecto. El general Ouyang trag saliva penosamente, y su esposa solloz. Haba sido
una prueba equitativa, y el general tuvo que aceptar la decisin.
- Lo siento muchsimo - dijo el Mono Blanco -. Pero te portaste muy bien.
La seora Ouyang se desmoron y rompi a llorar. Era una despedida tristsima y dura.
El general se mordi el labio y trat de no demostrar lo que senta.
Las armas haban sido dejadas fuera de la entrada de la cueva, para que las
recogiramos al salir. El Mono Blanco nos acompa hasta la entrada y regal al
general un antiguo tambor de cobre.
- Que no queden resquemores, general. El ao prximo, si quieres venir a visitarme,
sers bienvenido. Si para entonces mi esposa no me da un hijo, te la devolver.
Al ao siguiente sucedi una cosa extraa. El general fue a ver a su esposa y descubri
que haba dado a luz un nio. Para su sorpresa, estaba vestida como una mujer aborigen
y, con una expresin de dicha, meca al nio en los brazos, exhibindoselo
orgullosamente. El general perdi la paciencia.
- Creo que todava puedo convencer al caudillo de que te deje regresar conmigo - le
dijo. Pero la esposa se mostr firme.
- No - respondi -, vete sin m. No puedo dejar a mi hijo aqu. Soy su madre.
- Qu, quieres decir que prefieres quedarte? No amas al caudillo, verdad?
- No s. Es el padre de mi hijo. Vete solo. Yo soy feliz aqu.
El general se tambale, literalmente, cuando oy las palabras de su esposa. Necesit
muy poco tiempo para darse cuenta de que las costumbres del Mono Blanco no eran tan
estpidas como haba credo. El Mono Blanco haba triunfado sobre l inexorablemente,
y el general saba por qu.
Esta ltima humillacin fue un golpe demasiado grande para l. En adelante fue un
hombre vencido.

3. LA ESQUELA DEL DESCONOCIDO

De la coleccin Ch'ingp'ingshan T'ang, nmero 2. Ch'ingp'ingshan T'ang era el
nombre de la casa editorial. Estas huapen, o copias de narradores de cuentos, podan,
en apariencia, ser vendidas por separado, porque no haba un ttulo general para el
libro, en el que se encuentran narraciones tanto literarias como vernculas. Como de
costumbre, no se da el nombre del autor. El original de este relato lleva tres ttulos: "El
Monje que envi la esquela", "Tita Hu" y "Una Carta Errneamente Entregada", y el
subttulo "Kungan ch'uan-ch'i", que significa que era una narracin de crimen y
misterio. Era, por lo tanto, un cuento de casa de t popular, que circulaba bajo varios
nombres. El mismo relato se encuentra en otra coleccin, Kuchin Shiaoshuo. Aparte de
sta, la mejor narracin de crimen que he encontrado es "Tsui Ning Equivocadamente
Ejecutado", en las otras copias de narradores Sung, el Chingpen T'ungsu Hsiaosho.
El original muestra al "desconocido" como un petardista y bribn de siete suelas
disfrazado de monje. Adems de omitir y proporcionar algunos detalles, he trasladado
la simpata del lector hacia el desconocido, y hecho que la esposa se aferrara a ste en
lugar de volver junto a su primer esposo, cosa que resultaba ms satisfactoria para un
pblico chino. (En el original la esposa era un mujer sufrida, sumisa, que no haca
nada por su propia iniciativa.) Por lo dems, esta versin sigue los contornos
principales del original.

Estaba cercana la hora del medioda. El da era caluroso y se vean pocos peatones en la
calle. La casa de t de Wang Erh se encontraba situada dos calles ms atrs de los
pasajes cubiertos y del mercado del centro de la Ciudad Oriental, donde se hallaban los
mejores restaurantes. El gento matinal, que haba acudido a su establecimiento para
beber una taza de t e intercambiar chismorreos y noticias, se haba dispersado, y Wang
Erh lavaba en ese momento sus teteras - unas dos docenas - y las apilaba en un estante.
Hecho eso, tom su pipa y se prepar para gozar de un descanso. En ese instante vio a
un hombre alto, bien vestido, que entraba en su tienda. Las hirsutas cejas y los
negrsimos ojos del visitante le proporcionaban un aspecto notable.
Wang Erh nunca haba visto a ese hombre anteriormente, pero eso no le sorprendi.
Toda clase de gente iba a su tienda; eso era lo que haca que resultase interesante dirigir
una casa de t. Comerciantes y sus familias, estudiantes, viajantes de comercio, tahres,
estafadores y desconocidos de paso, todos iban a descansar y a cobrar nuevas fuerzas. El
alto desconocido eligi una mesa interior, y dio la impresin de ser un poco reservado,
de estar incluso un tanto nervioso. Wang Erh vio que estaba preocupado, y le pareci
mejor dejarlo tranquilo.
Pronto pas por la calle un chiquillo vendedor, gritando: Perdices fritas hutu! Hey-yo,
deliciosas perdices fritas!
El caballero lo llam. El chico, que tena la cabeza afeitada como un monje, dej su
bandeja sobre la mesa y comenz a ensartar varias hutu en una vara, espolvorendolas
con sal.
- Por favor, seor, aqu tienes tu perdiz.
- Djala ah. Cmo te llamas?
- Seng-erh, ese es mi nombre, porque me parezco a un monje pequeo - respondi el
chiquillo con una sonrisa inocente.
- Te agradara ganar algn dinero extra, pequeo monje?
- Por cierto. - Los ojos del nio se iluminaron.
- Quiero pedirte que me hagas un favor.
El alto caballero seal una casa, la nmero cuatro a contar de la esquina, situada en
una calleja que se abra a la calle en un punto que estaba frente a la casa de t.
- Sabes quin vive en esa casa? - pregunt.
- Esa es la casa del seor Huangfu, un funcionario de palacio encargado de los
uniformes oficiales.
- S, eh? Y sabes cuntas personas viven en la casa?
- Slo tres. El funcionario, su joven esposa y una hi-jita adoptiva.
- Perfectamente. Conoces a la dama?
- Sale muy pocas veces de su casa. Pero a menudo me compra perdices, y la conozco.
Por qu lo preguntas?
El desconocido vio que Wang Erh no miraba, de modo que sac una bolsa y dej caer
unas cincuenta monedas en la bandeja del chico, ante lo cual los ojos de ste brillaron.
- Eso es para ti - dijo.
Luego le mostr un paquete, que contena un par de brazaletes de hilo de oro trenzado,
dos pequeos broches para el cabello y una esquela.
- Dale estas tres cosas a esa dama. Pero acurdate: si ves al esposo no se las entregues a
l. Est claro?
- Tengo que darle estas cosas a la seora. No debo drselas al funcionario de palacio.
- Eso mismo. Cuando le des el billete a la dama, espera la respuesta. Si ella no viene
contigo, dme lo que te ha contestado.
El chico fue a la casa, pero cuando levant la cortina y atisbo hacia adentro, vio al
funcionario de palacio sentado en la habitacin del frente, mirando directamente hacia
la puerta. Huangfu era un hombre de baja estatura, de ms de cuarenta aos, de anchos
hombros y un rostro ancho, chato, ms bien rectangular. Haba estado de servicio en
palacio durante los ltimos tres meses y vuelto a su hogar haca slo dos das.
- Qu ests haciendo aqu? - pregunt el funcionario, y corri en persecucin del nio,
que inmediatamente se haba vuelto para huir. Huangfu lo tom del hombro y lo sacudi
con violencia -. Qu es eso de fisgonear en mi casa y de escaparte de ese modo?
- Un caballero me pidi que le entregara un paquete a tu esposa. Me dijo que no te lo
diera a ti.
- Qu hay en el paquete?
- No te lo dir. El caballero me dijo que no te lo entregara.
El funcionario le propin un golpe tan resonante, en la cabeza, que el chico hizo una
mueca de dolor y se tambale.
- Entrgamelo! - grit Huangfu con su profunda voz de funcionario.
El nio no tuvo ms remedio que hacer lo que se le ordenaba, an protestando:
- No es para ti, es para ella.
Huangfu abri el paquete y vio las pulseras, el par
La esquela del desconocido 69
de broches para el cabello y la carlita, que deca lo siguiente:
"Querida seora Huangfu: Quiz me considere atrevido, pero desde que la vi en el
restaurante no he podido borrarla de mis pensamientos. Me agradara visitarla, pero ha
vuelto ese asno de su marido. Podra verla a solas? Venga con el mensajero de este
billete, o dgame cmo puedo encontrarla. Le envo estas cositas como pruebas de mi
gran estima.
Su admirador (sin firma)."
El funcionario hizo rechinar los dientes. Enarcando las cejas, pregunt framente:
- Quin te dio este mensaje?
Sang-Erh seal la tienda de Wang-Erh, al otro lado de la calleja, y dijo:
- Un caballero de cejas hirsutas, grandes ojos, nariz chata y boca ancha.
Huangfu tom al chico del brazo y lo arrastr hasta la tienda. El desconocido se haba
ido. A despecho de las protestas de Wang Erh, el funcionario se llev al chiquillo de
vuelta a su casa y lo encerr bajo llave. El pequeo se senta ahora terriblemente
asustado.
Huangfu estaba estremecido de clera. Llam a su esposa con voz imperiosa. La joven
esposa era una mujer delicada y ms bien bella, de veinticuatro aos, de rostro pequeo
e inteligente. Vio que su esposo estaba plido y jadeante, y no pudo entender qu haba
sucedido.
- Mira esto! - le dijo Huangfu, contemplndola torvamente.
La seora Huangfu se sent calmosamente en una silla. Tom los artculos y los
examin.
- Lee la carta!
Ella la ley y mene lentamente la cabeza.
- Me la han enviado a m? Debe de ser 'un error. Quin la mand?
- Qu s yo quin la mand? T eres la que lo sabe! Con quin cenaste durante los
tres meses en que estuve de servicio?
- T me conoces bien - replic suavemente la joven esposa -. Yo no hara tal cosa.
Hace siete aos que estamos casados. He hecho alguna vez algo que una esposa no
deba hacer?
- Y entonces, de dnde viene esta esquela?
- Cmo puedo saberlo?
Incapaz de explicar la procedencia de la carta y de dejar sentada su inocencia, la esposa
rompi a llorar.
- Qu clase de extrao desastre ha cado sobre nosotros desde un cielo despejado, azul!
- gimi. Sin previo aviso, el esposo la abofete. La seora Huangfu lanz un grito y
corri hacia las habitaciones interiores.
El funcionario de palacio llam a la criada de trece aos de edad Ying-erh, su hija
adoptiva. Las mangas cortas de la joven dejaban al descubierto sus rollizos brazos, rojos
del lavado. Permaneci rgidamente erguida, esperando una orden, temblando un poco,
como siempre que se encontraba ante su amo. Temerosa, vigil todos los movimientos
de l. Huangfu tom de la pared un trozo de bamb y lo dej caer al suelo. Luego tom
una cuerda y at las manos de la doncella, lanzando el otro extremo por sobre una viga
del techo. Levant a la joven y, tomando el bamb en la mano, dijo:
- Dme, con quin cenaba la seora cuando yo estaba ausente?
- Con nadie - respondi la muchacha con voz aterrorizada.
Huangfu comenz a castigar a la joven con el bamb, y su esposa, adentro, tembl al
or los gritos. Los azotes y las preguntas continuaron durante un rato. Incapaz de
continuar soportando, la criada dijo al cabo:
- Cuando estabas ausente, Madre dorma todas las noches con cierta persona.
- Eso ya es mejor - dijo el amo. La hizo bajar y la desat.
- Y ahora dme, quin era el individuo que dorma todas las noches con tu madre, en
mi ausencia?
La joven se enjug los ojos y contest, con odio en la voz:
- Te lo dir. Dorma todas las noches conmigo.
- Pienso llegar al fondo de esta cuestin! - jur l, y sali, cerrando la puerta con llave
a sus espaldas.
La esposa y la hija adoptiva se miraron. La seora Huangfu vio los moretones de los
brazos y la espalda de la joven, y corri a lavarle las heridas, gritando "Animal!"
La esposa se estremeci ante la visin de la sangre que haba enrojecido el agua de la
jofaina. Mientras la verta en el sumidero volvi a mascullar: "Qu bruto, qu animal!"
La muchacha observaba a su bondadosa madre adoptiva; le dijo:
- Si no hubiera sido por ti, habra vuelto a nuestra aldea. Y t tambin deberas hacerlo.
- Cllate, no digas eso.
La seora Huangfu pareca aturdida, incapaz de entender lo que haba ocurrido. Al cabo
se volvi hacia el chiquillo, que estaba acurrucado en un rincn de la habitacin, y le
pregunt:
- Qu aspecto tena el desconocido?
El chico repiti la descripcin y se lo cont todo. La esposa y la hija adoptiva
permanecieron sentadas en silencio, absolutamente desconcertadas.
Media hora ms tarde regres el esposo con cuatro funcionarios de la ley. Arrastrando
al chiquillo vendedor de perdices, dijo a los hombres:
- Tmenle el nombre. - Los hombres hicieron lo que se les deca, respetuosos del
puesto de Huangfu, el funcionario de palacio -. No se vayan todava. Adentro hay ms
personas. - Llam a su esposa y a la doncella y exigi que los tres fuesen arrestados.
- Cmo podremos atrevernos a arrestar a la dama?
- Tienen que hacerlo. Hay de por medio un asesinato.
Asustados por sus palabras, los hombres tomaron los nombres de los tres y salieron de
la casa escoltando a los prisioneros. Un grupo de vecinos se haba apiado afuera.
Cuando la seora Huangfu apart la cortina para salir, retrocedi instintivamente y le
dijo a su esposo:
- Koko, nunca pens que pudiera llegar este da. Deberas usar la cabeza y tomarte
tiempo para averiguar quin envi la carta. Esto es la deshonra!
Los oficiales la haban empujado ya hacia afuera. Los vecinos le abrieron paso.
- Si tenas miedo de la deshonra, no habras debido hacerlo - le replic el esposo.
- Por qu no les preguntas a estos vecinos si alguna vez, durante tu ausencia, algn
hombre cruz tu umbral? - le dijo la esposa -. Acusarme de eso...!
- Lo har! - exclam el esposo, furioso.
Los vecinos, no sabiendo de qu era acusada la esposa, se mostraron azorados.
Simpatizaban con la esposa, y menearon negativamente la cabeza en respuesta a la
pregunta del esposo.
Huangfu acompa a la acusada para presentar sus imputaciones ante el magistrado
Chien de Haifeng. Chien tena un rostro redondo, rollizo, y pareca un hombre de
infinita paciencia, incapaz de excitarse por nada. El esposo present la carta y los
regalos y formul la acusacin formal. El magistrado orden que los prisioneros fuesen
detenidos mientras se efectuaba la investigacin.
Dos oficiales carceleros, Shan Ting y Shan Chienh-sing, fueron encargados de
interrogar a los prisioneros. Comenzaron con la esposa.
La seora Huangfu declar que haba nacido en una aldea cercana a la ciudad, que
haba perdido prematuramente a su madre y a su padre a la edad de diecisiete aos, y
que no tena parientes cercanos. Se haba casado con su esposo al ao siguiente, y haca
siete aos que eran dichosos juntos. Ningn pariente ni visitante haba llegado a la casa
durante la ausencia de su marido, y nunca haba cenado con nadie, ni en la casa ni en un
restaurante, a no ser con su esposo. No tena idea alguna de quin haba podido enviar la
carta.
- Por qu es que nunca ve a sus parientes? No vienen a visitarla?
- A mi esposo no le gusta. Una vez mi primo, Chang Erh, vino a vernos para pedirle
trabajo a mi esposo. No lo consigui porque no era fcil encontrar un puesto. Despus
de eso mi esposo me pidi que dejara de ver a mis parientes, y yo lo hice as.
- Hace todo lo que le ordena su esposo?
- S.
- Va a menudo al teatro, donde podra ser vista por la gente?
- No.
- Por qu no?
- l no me lleva.
- Y no sale sola?
- No.
- No va a cenar a restaurantes?
- Muy pocas veces. Soy feliz en mi hogar. Ah, s... Hace varios das, la noche en que
regres de palacio, no le gust mi comida y me llev a un restaurante cercano.
- Y cenaron los dos solos?
- S.
Fueron llamadas las vecinas. En general corroboraron la declaracin de la esposa.
Nunca haban visto a ningn invitado en su casa, ni la haban visto salir con nadie que
no fuese su esposo. Era una mujer muy apegada a su casa. Las vecinas tenan una
opinin ms bien buena de ella y la llamaban Siaoniangtse, "J oven Ama", porque era
tan pequea, aunque en la casa no haba un "ama vieja". Una vecina dijo que el esposo
tena mal carcter y maltrataba a la esposa, que era siempre dcil y sumisa y nunca se
quejaba. La vecina dijo que la seora Huangfu pareca "un ave que come de la mano de
una".
El tercer da Shan Chienhsing se encontraba ante el despacho del magistrado, pensando
en el misterio, cuando vio pasar al esposo. Huangfu se le acerc y lo salud.
- Cmo sigue el caso? - pregunt -. Han transcurrido tres das. Quizs han recibido un
regalo del remitente del billete y estn retardando intencionadamente los
procedimientos.
- Tonteras! El caso no puede solucionarse tan fcilmente. Tu esposa insiste en su
inocencia, y no hemos averiguado nada que demuestre lo contrario. No ser, por
casualidad, que fuiste t mismo quien envi la esquela?
La esquela del desconocido 75
- No me hables de ese modo. El nuestro es un matrimonio dichoso. - Huangfu estaba
encolerizado.
- Qu piensas hacer? - pregunt Shan.
- Si el tribunal no puede resolver el caso, exigir un divorcio.
Shan entr en su oficina y prepar los documentos. Esa tarde present su informe al
magistrado. El magistrado Chien orden que la pareja y los testigos se presentaran al da
siguiente para el juicio.
El magistrado interrog previamente al chiquillo. Luego se volvi hacia la criada de
trece aos, por considerarla el testigo ms importante. Dio un golpe con su mallete
judicial, un pisapapeles de hierro, a fin de amedrentarla, y habl con voz spera, severa:
- Ests enterada de todo lo que suceda en la casa, no es cierto?
- Lo estoy.
- Viste a algn visitante o visitantes cuando tu amo estaba ausente?
- Si hubiera habido algn visitante, acaso no lo habra visto? - contest la doncella con
impaciencia.
El magistrado dio otro estruendoso golpe con su mallete y grit:
- Pequea mentirosa! Te atreves a mentir en mi presencia! Te enviar a la crcel por
eso. La criada se asust, pero dijo con firmeza:
- Seora, no le he mentido. Mi ama se qued en la casa todo el tiempo. No se puede
injuriar a una buena mujer. - Se derrumb, entre gemidos y sollozos.
El magistrado se sinti impresionado por el testimonio de la criada.
- Y bien - dijo dirigindose al esposo -, una acusacin de robo debe ser demostrada con
las mercancas robadas que se encuentren en poder del ladrn, y una acusacin de
adulterio debe ser demostrada presentando al amante. Es posible que tengas algn
enemigo que fragu esa esquela. - Mir a la mujer y continu: - Por cierto que hay
alguien que est tratando de provocar trastornos. No te parece que tendras que llevarla
a tu casa y tratar de averiguar quin envi la carta? El esposo se mostr inflexible.
- Dadas las circunstancias, Seora, no estoy dispuesto a llevarla a casa.
- Es posible que ests cometiendo un error - previno el magistrado.
- Me sentir satisfecho si me concede el divorcio - dijo Huangfu. No pudo dejar de
mirar a su esposa con el rabo del ojo.
Luego de nuevo interrogatorio, el magistrado dijo a la esposa:
- Tu esposo insiste en el divorcio. Me duele tener que romper un matrimonio. Qu
opinas?
- Mi conciencia est limpia. Pero si l quiere el divorcio, yo no me opondr.
El divorcio fue concedido segn los deseos del esposo. El chico y la doncella fueron
puestos en libertad, y se orden que fuesen devueltos a sus padres.
La esposa se derrumb por completo cuando se levant la sesin del tribunal. El
divorcio era una gran deshonra para la mujer, y ella no haba esperado que fuese
concedido porque su culpabilidad no haba quedado establecida.
- No s cmo puedes ser tan cruel, despus de siete aos de matrimonio. Ya sabes que
no tengo a dnde ir - dijo la mujer a su esposo -. Prefiero morir antes que ver cmo se
mancilla mi nombre.
- Eso no es cosa ma - replic Huangfu, y bruscamente le volvi la espalda.
La esquela del desconocido 77
Slo Ying-erh, la joven, se qued a su lado.
- Ying-erh - dijo la esposa -. Te agradezco por lo que hiciste. Ahora eso ya no sirve de
nada. Puedes volver a la casa de tus padres. Yo no tengo a dnde ir y no puedo retenerte
a mi lado. Vuelve a tu hogar, como una buena muchacha.
Se separaron llorando.
La mujer, que ahora se haba quedado sola, no poda darse cuenta bien de lo que haba
sucedido. Sin rumbo, se abri paso entre la muchedumbre, por las calles, sin ver nada.
Caa la noche, y vag hacia el puente Tienhan, sobre el ro Pien, donde se qued
contemplando las esclusas y el congestionado trnsito fluvial. Los mstiles de los barcos
estaban pegados los unos a los otros, y se balanceaban y mecan con el viento nocturno,
dndole una sensacin de embriaguez, como si ella se balanceara con las
embarcaciones. Contempl el dorado disco del sol, que desapareca detrs de una colina
distante, y se dio cuenta de que haba llegado al final de su camino. J ams volvera a ver
el sol.
En el momento en que estaba a punto de lanzarse al ro, alguien la retuvo. Se volvi y
vio a una anciana, de ms de cincuenta aos de edad, vestida de negro. Tena el cabello
ralo y de un blanco grisceo.
- Hija, por qu quieres quitarte la vida? La seora Huangfu la mir con los ojos
enormemente abiertos.
- No me conoces? Supongo que no - dijo la anciana.
- No - contest la joven.
- Soy tu pobre tita. Desde tu matrimonio con el funcionario de palacio no me he
atrevido a venir a molestarte. Hace tanto tiempo que no te veo, desde que eras una
nia... El otro da me enter, por los vecinos, que estabas complicada en un litigio con tu
esposo, y vine todos los das a enterarme de las noticias. Entiendo que el magistrado ha
decretado un divorcio. Pero por qu tienes que arrojarte al ro?
- Mi esposo no me quiere, y no tengo ningn lugar a donde ir. Por qu habra de vivir?
- Vaya, vaya, puedes vivir con tu vieja tita - dijo la anciana. Su voz era enrgica para
su edad -. Una mujer tan joven tratando de terminar con su vida! Qu tontera!
La seora Huangfu no estaba del todo segura de que esa mujer fuese realmente su ta,
pero permiti que la mujer la llevase consigo, carente de voluntad propia.
Fueron primeramente a una taberna, donde la anciana pidi para ella un trago. Cuando
la joven lleg a la casa de la ta, descubri que estaba situada en una calleja tranquila,
retirada. Tena un aspecto bastante decente, estaba adornada con cortinas verdes y tena
sillones y mesas.
- Tita, vives sola? Cmo te mantienes? La anciana, cuyo nombre era Hu, respondi
con una carcajada.
- Oh, me las arreglo. Antes sola llamarte "seorita". Me he olvidado de tu nombre.
- Me llamo Chunmei - respondi la seora Huangfu, y no insisti en su pregunta.
La anciana Hu se mostr sumamente bondadosa con ella, y durante los primeros das
hizo que su invitada descansara. Chunmei yaca en la cama, pensando en el repentino y
extrao giro de su vida.
Varios das despus la anciana le dijo:
- Tienes que ser fuerte. No soy realmente tu ta, pero quise salvar la vida de una joven
cuando te vi a punto de saltar al ro. Eres joven y hermosa. Tienes la vida por delante. -
Sus viejos ojos se entrecerraron hasta convertirse en ranuras. - Amas an a tu esposo,
que te ha repudiado tan brutalmente y te ha abandonado para que mueras?
Chunmei levant la mirada desde la almohada y repuso:
- No s.
- No te censuro - dijo la anciana -. Pero despierta, hija. An eres joven, y no deberas
permitir que la gente te empuje de un lado a otro. Olvdate de tu esposo y de tu
desdicha. Los jvenes tienen a veces sentimientos tontos, ya lo s. He cruzado ms
puentes que t calles. La vida es as. Va hacia arriba y hacia abajo, hacia arriba y hacia
abajo, y da vueltas y vueltas, en crculo. Perd a mi esposo cuando tena veintiocho
aos. Qu edad tienes t? - Chunmei le dijo su edad. - Bueno, yo tena unos pocos
aos ms que t. Y mrame. - Aunque su rostro estaba arrugado y la piel del cuello un
poco floja, pareca gozar de una perfecta salud. - Descansa un poco y con el tiempo te
repondrs. La vida es como marchar por un camino. Te caes. Y qu? Acaso te sientas
y lloras y te niegas a levantarte? No, te levantas y continas caminando. Por lo que me
has dicho, l es un pillastre. Pero si no te ha abandonado! Te ha echado! Y entonces,
por qu ests ah acostada, lloriqueando?
Chunmei escuch sus palabras y se sinti mejor.
- Qu puedo hacer? No es posible que viva contigo para siempre.
- No te preocupes. Descansa bien y ponte fuerte nuevamente. Luego, cuando ests bien,
busca a un hombre bueno y csate otra vez. Unos ojos hermosos y un rostro bello como
los tuyos no necesitan sufrir hambre nunca.
- Gracias, tita. Ya me siento mejor.
La seora Huangfu no pudo dejar de sentirse agradecida hacia la anciana por haberle
salvado la vida, y por ayudarle a recobrar el espritu durante ese amargo perodo de su
vida.
Cenaban juntas todas las noches. A la anciana Hu le gustaba beber un poco de vino de
arroz durante la comida; el vino, segn ella, era "el agua de la vida".
- No hay nada como el vino para recobrar la fe en la vida - deca -. A mi edad me hace
sentirme bien y joven una vez ms. - Chunmei admiraba el espritu de esa cordial mujer.
Despus de la cena oyeron una voz de hombre, afuera, que llamaba:
- Hu potse! Hu potse! - La anciana se apresur a abrir la puerta.
- Por qu cierras la puerta tan temprano? - pregunt el hombre. Haba estado lloviendo
todo el da, y ella cerr la puerta a una hora ms bien temprana.
La anciana lo invit a que se sentara, pero el hombre dijo que tena que irse
inmediatamente y se qued de pie. Chunmei vio, desde la habitacin trasera, que era
alto y tena gruesas cejas y ojos grandes. Su atencin se vio atrada, y lo mir
cuidadosamente desde detrs de la cortina. Poda decirse que tena una boca ancha, y su
nariz no era puntiaguda; ms o menos responda a la descripcin del chiquillo. El
corazn le lati precipitadamente, pero no expres de ningn modo sus sospechas.
- Qu es esto? - pregunt el hombre alto con tono de impaciencia -. Hace ya un mes
que vendiste los trescientos dlares de artculos. Quiero el dinero.
- Fueron vendidos, como te dije - replic la ta Hu -. Estn en la casa de mi cliente,
pero qu puedo hacer i no me ha pagado? En cuanto me pague te entregar el dinero.
- Pero ha pasado demasiado tiempo... ms que habitualmente. Treme el dinero en
cuanto lo recibas.
El caballero se fue, y la ta Hu entr con una expresin de inquietud.
- Quin era el visitante? - pregunt Chunmei.
- Te lo dir, Chunmei. El caballero se llama Hung. Dice que fue magistrado de
Tsaichow y que ahora se ha retirado. No lo creo. S que miente, pero es una gran
persona. A menudo me pide que le venda algunas de sus joyas. Dice que es agente de
unos joyeros. Puede que lo sea, puede que no. Pero tiene buenas joyas, y el otro da me
encarg que vendiera algunas por su cuenta. Fueron vendidas, pero mi cliente no ha
pagado. No lo censuro por mostrarse impaciente.
- Lo conoces bien?
- S, en el terreno comercial... quizs un poco ms. Nunca conoc a nadie que se le
parezca. No lo entiendo. Es liberal con su dinero. Cuando ve que necesito dinero, me lo
da sin que se lo pida. La prxima vez que venga te lo presentar.
Chunmei vio su inters grandemente despertado, pero trat de no exteriorizarlo.
Hung fue una vez y otra, y Chunmei le fue presentada como una parienta de ta Hu. La
joven se senta dividida entre el deseo de averiguar si el hombre era el desconocido que
haba cambiado su vida, por un lado, y la atraccin que experimentaba hacia los
innegables encantos de l. No poda librarse de la sospecha de que Hung era
precisamente el hombre que haba estado buscando, y trat de hacer que el rostro de l
concordase con la descripcin que el vendedor de perdices haba hecho del misterioso
desconocido. Lo que ms la preocupaba era si se poda decir que la nariz
de l fuese chata.
En uno de sus encuentros se qued mirndolo, absorta en sus pensamientos.
- Por qu me miras? - pregunt Hung, bromeando, a su manera -. Todos los
fisonomistas me dicen que tengo un rostro afortunado, y que los lbulos de mis orejas
tambin son afortunados. - Se tirone de los gruesos lbulos y dijo: - Ves? Siempre le
he trado suerte a la gente.
Hung era alternativamente divertido, til y atento. Vesta llamativamente y era
vanidoso en exceso. Como haba viajado mucho, poda hacer interesantes relatos, y su
jactanciosidad formaba parte de su encanto. Pero tambin estaba interesado en los
dems. Le pidi a Chunmei que le relatara su historia, y la escuch con simpata. Se
puso de parte de ella, y la interrumpi slo para expresar su disgusto ante la ofensiva
crueldad del ex esposo. Su simpata hacia ella pareca sincera, aun cuando estuviese
hacindole la corte.
Despus de la segunda visita le pidi a Chunmei que le cosiera un botn. Chunmei se
senta fascinada. Vio que realmente tena transacciones comerciales que lo llevaban a
visitar a la anciana, pero ahora aduca excusas para hacer muchas ms visitas. Siempre
traa una botella consigo, y dulces, y nuevas golosinas que haba prometido a las
mujeres; anunciaba que ira a cenar, se quejaba de que se senta hambriento y luego
tena la insolencia de ensearle a Chunmei la forma de preparar un plato de jamn y
jengibre confitado. Cuando un hombre tena el valor de ordenar, la mujer experimentaba
placer en obedecer.
- Qu piensas de ese bribn? - pregunt ta Hu a Chunmei, cuando Hung se fue.
- Creo que es una persona interesante.
- El otro da me pidi que le hiciera un favor que todava no he tenido oportunidad de
hacerle.
- De qu se trata?
- Est viviendo solo. El otro da me pidi que le buscara una mujer y le concertara un
matrimonio. Por qu no me permites que tome las disposiciones del caso y le sugiera el
matrimonio contigo? Me he dado cuenta de que le gustas, y la sugestin, estoy segura,
le encantara.
- Ya entiendo - dijo Chunmei, pensativa.
- Qu es lo que entiendes? Es un hombre encantador. Qu te contiene? Si todava no
te has olvidado de ese asno de tu ex esposo, eres la tonta ms grande que conozco.
Tiene dinero y podr cuidarte, y no tendrs que vivir conmigo.
- Debo decirte, tita - dijo Chunmei -, que l me gusta, pero hay algo que me gustara
aclarar.
- Qu es?
- Tengo la idea de que podra ser la persona desconocida que envi el billete y rompi
mi matrimonio.
La ta Hu estall en tales carcajadas, que Chunmei se sinti turbada.
- Responde aproximadamente a la descripcin...
- Qu tontera! Cuntos hombres altos hay en el mundo, y cuntos tienen cejas
espesas y ojos grandes? Tiene l la culpa de eso? Y supongamos que sea el
desconocido. Y qu? Fuiste castigada por comer una torta que no comiste. Pagaste el
precio y la torta est a tu alcance. Es tuya. Si yo fuera t, me casara con el desconocido,
nada ms que para saldar las cuentas con ese bruto que fue tu esposo.
Chunmei no saba qu pensar. Si Hung no era el desconocido, ella saldra gananciosa; y
si lo era, no hara ningn dao a su ex esposo. Comenz a sentir la dulzura de la
venganza.
En la siguiente visita de Hung, Chunmei se mostr ms alegre que de costumbre. Haba
decidido ponerlo a prueba.
l haba llevado su propia botella, y dijo:
- Vaya, bebe por la suerte que tengo de haber conocido a una dama tan bella como t.
- No, beber por los afortunados lbulos de tus orejas - replic la joven. La bebida la
ayud mucho. Ya no poda contener su curiosidad, y en el momento siguiente se
sorprendi al escucharse decir - : Se dice que el desconocido se pareca a ti.
- De veras? Me siento muy honrado. Un hombre que tuvo el valor de hacer semejante
cosa! Si yo te hubiera visto antes habra querido hacer lo mismo, aunque estuvieses
casada con un duque. Una vez tuve relaciones con la amante de un duque. No me
crees? Ya saba que no me creeras. Sin embargo, brindo por mis afortunados lbulos! -
Se sirvi otra copa y se la bebi de un trago.
- Fjate cmo miente - hizo observar bonachonamente ta Hu.
- Ten sensatez - dijo Hung dejando la copa -. Nunca has visto al hombre. Cmo sabes
si es alto o bajo? Pero tu esposo fue un imbcil al abandonar a una mujer hermosa como
t.
- S, no me dio ninguna oportunidad - dijo ella -. Ahora todo eso ha terminado. Qu
me importa? Simplemente, siento curiosidad por saber quin envi la esquela. - A
despecho de s misma, sus ojos estaban un poco rojos.
- Olvdate de ese animal - dijo Hung -. Vamos, bebe.
Un rostro tan hermoso no est hecho para lgrimas. l no te quera y t todava piensas
en l. Oh, qu mundo, qu mundo!
Chunmei se sinti completamente confundida. La anciana la alent a beber y olvidar.
Casi en venganza, sigui bebiendo. Ms tarde se sinti sumamente alegre. Por primera
vez se dio cuenta que era libre. Antes nunca lo haba sentido tan completamente. Le
proporcionaba una maravillosa sensacin de jbilo. Repeta tontamente:
- S, no tengo esposo... S, no tengo esposo.
- S, olvdate - dijo Hung.
- S, olvidar - dijo Chunmei -. Dices que no eres el desconocido, eh?
- No digas tonteras. Qu haras si lo fuera?
- Te amara por liberarme de ese esposo bruto. No sera gracioso que mi marido me
viera aqu, esta noche, bebiendo con el desconocido?
- Tu anterior marido, perdn - corrigi Hung -. Sabes qu demostrara eso?
Demostrara que habas conocido al desconocido y cenado con l anteriormente. Miles
de mujeres han hecho cosas a espaldas de sus maridos y no se han divorciado. T te has
divorciado sin haber sido infiel. Qu mundo!
- Eres un demonio - dijo Chunmei, y rompi a rer, y su risa fue alegre, como no lo
haba sido nunca cuando era la seora Huangfu.
- S? - dijo Hung, y la abraz.
Ella le sonri y le dijo soadoramente:
- Hola, desconocido - y le ofreci los labios. En cierto modo, experiment una
sensacin de victoria.
Despus del casamiento, Hung la llev a vivir a una casa del suburbio occidental. Ella
no haba credo posible ser tan dichosa. Conversaban y rean, y Chunmei pareca estar
tratando conscientemente de compensarse por lo que antes haba perdido. l la llevaba
con frecuencia a pequeos restaurantes, y ella lo acompaaba gustosa. Hung pareca
tener un posicin acomodada, y era liberal con su dinero. Le agradaba ponerle dinero en
la mano, y jams le exiga que le rindiera cuentas. Su vida presente era completamente
distinta de la que haba hecho con su anterior esposo.
Hung nunca haba admitido abiertamente que fuese el desconocido. Tena siempre una
forma de esquivar la pregunta, o bien lo admita con tal jactancia, que pareca imposible
tomarlo en serio. Pero una tarde, despus de beber un poco y d comer perdiz fra, que
haban comprado a un vendedor callejero, l se senta sumamente dichoso, y por
primera vez se le fue la lengua.
- Sabes?, a veces pienso en el pobre chiquillo vendedor de perdices... - Se contuvo
inmediatamente y agreg con torpeza: - Me acuerdo de lo que me contaste de l. - Y
Chunmei se dio cuenta.
Esa noche, en la cama, cuando apag la luz, Chunmei le pregunt:
- Dme, por qu enviaste esa carta? Hubo un largo silencio.
- l te intimidaba, no es cierto? - pregunt Hung al cabo.
- T lo sabas? Me habas visto?
- Es claro que lo saba. No sabes qu pareja ms ridcula hacan: como un cisne casado
con un sapo.
- Dnde me viste?
- La primera vez te vi arrastrando los pies detrs de l, en la calle Kungchien. Me
detuve para preguntarte por el camino que deba seguir. l te apart rudamente, con una
expresin severa, de censura, que no pude olvidar. Eso fue la primavera pasada. T no
te acordars. Me pareciste un ave en una jaula. Te introdujiste en mis pensamientos en
cuanto te vi. Pondr en libertad a esa ave, me dije. Me tom un sinfn de trabajos para
averiguarlo todo. Tenas enemigos, sabes?
- Yo? - exclam Chunmei.
- Te acuerdas de ese pariente tuyo, Chang Erh, que se hosped en tu casa durante un
tiempo para pedirle un puesto a tu esposo?
- T conoces a Chang Erh?
- S. Y sabes por qu la gente de tu clan nunca fue a visitarte? Por la forma en que tu
esposo trat a Chang Erh. ste volvi a su casa y se lo cont a todos los de la aldea. Yo
estaba enamorado de ti y eso me volva loco. Te imagin como un hada encadenada por
un monstruo.
- Pero cmo pudiste hacer tal cosa? Nunca cen contigo. Y era feliz.
- S, feliz como un pjaro en una jaula. Te acuerdas, dos das antes de que te enviara la
carta fatal, cuando tu esposo acababa de llegar, que cenaste con l en el restaurante
Taiho, en el pasaje? Yo estaba all, sentado a la mesa vecina. S, eras sumamente feliz.
No necesit ms que dos minutos para darme cuenta de que le tenas miedo. Detestaba
al individuo. Advert que nunca te consultaba en cuanto a los platos que peda para ti.
Peda lo que le gustaba a l, y t comas humilde, dulce, sumisamente. Yo herva de
clera. Trat de arreglar las cosas de modo de poder verte, pero el chiquillo de las
perdices lo arruin todo. Estaba locamente enamorado de ti, y segu las incidencias del
juicio da a da, por intermedio de ta Hu. Tena la esperanza de que l se divorciara de
ti, pero no esperaba que todo saliera exactamente como quera.
A la maana siguiente ella vio que Hung escriba una carta. Esper hasta que el hombre
hubo terminado, y entonces se la arrebat rpidamente y le dijo, riendo:
- Sabes qu significa esta carta en mis manos, si la entrego al tribunal?
Hung experiment una conmocin, pero inmediatamente se recobr.
- No lo hars.
- Por qu no?
- Te refieres a la letra de la carta, pero no te olvides de que ahora ests viviendo con el
adltero. Cuando mucho, lo nico que podras conseguir sera que te condenaran por
adulterio, y el juez no puede condenar dos veces a una persona.
- Diablo!
Se inclin y lo bes con un largo beso clido.
- Me ests mordiendo - protest Hung, en tono de broma.
- Eso es porque te amo tanto!
Lleg Ao Nuevo. Chunmei sola ir con su anterior esposo, en esa fecha, a
Siangkuoshih, a rezar para pedir un ao afortunado. Le sugiri a Hung que lo hicieran
tambin ellos, y fueron juntos al templo.
Tambin Huangfu record las visitas que hacan al Siangkuoshih todos los das de Ao
Nuevo. Se haba estado sintiendo desolado y desdichado desde la solucin adoptada por
el tribunal. El misterio del desconocido no haba sido solucionado, y l haba vuelto a
palacio. Ahora que estaba separado de su esposa, recordaba cada vez ms sus buenas
cualidades, y cuanto ms pensaba en ella ms crea en su inocencia. Todo lo indicaba
as: su conducta durante el arresto y el juicio, y el testimonio de la criada y las vecinas.
Su remordimiento era amargo. Se oblig a ponerse una tnica para das festivos, tom
una caja de incienso y fue al templo.
Como de costumbre, en el da de Ao Nuevo haba un gran gento en el templo.
Cuando Huangfu sali vio que su anterior esposa entraba con un hombre alto. No lo
vieron, de modo que esper que salieran, conversando ociosamente con un vendedor de
muecas de arcilla. Cuando los vio bajar los escalones del templo, se ocult entre el
gento, estremecido de ira y celos.
Los sigui hasta que estuvieron al otro lado de los portones, y entonces la llam desde
atrs. Chunmei se volvi y lo reconoci con un sobresalto. Estaba descuidado y
delgado, y en su rostro haba una nueva expresin de tristeza.
- Oh, t! - exclam ella con evidente disgusto y desprecio. Su tono y su porte eran tan
distintos de los de su sumisa esposa de antes, que por un momento Huangfu crey que
deba de tratarse de otra persona.
- Chunmei, qu ests haciendo aqu? Ven a casa, te necesito. - Lanz una breve
mirada a Hung.
- Quin es usted? - inquiri Hung -. Debo pedirle que deje de molestar a esta dama. -
Volvindose a Chunmei, pregunt - : Quin es ese hombre?
- Es mi anterior esposo - contest ella.
- Ven a casa, Chunmei. Te he perdonado. Estoy solo. Comet un error contigo. - El tono
de Huangfu era casi quejumbroso.
- Pero ya no es tu esposo, no es cierto? - pregunt Hung a la mujer, acentuando las
palabras lentamente y mirndola con fijeza.
Chunmei mir a Hung y respondi:
- No.
- Puedo hablarte por un momento? - le pregunt Huangfu. Chunmei mir a Hung, y
ste asinti y se apart.
- Qu quieres? - pregunt Chunmei. Repentinamente, su voz era airada.
- Quin es ese hombre que te acompaa?
- Lo que hago ahora, es cosa tuya? - La voz de ella era amarga.
- Por el tiempo que pasamos juntos - suplic l -, ven a casa. Te necesito.
Chunmei se acerc un paso ms. Le brillaban los ojos, y levant la voz.
- Dejemos esto bien aclarado - dijo -. T no me queras. Te dije que era inocente. No
quisiste creerme, y no te import si viva o mora. Dijiste que no era cosa tuya.
Afortunadamente no mor, y lo que yo hago ahora no es cosa que te importe.
Cambi la expresin del rostro de Huangfu. La aferr firmemente, y ella forceje para
soltarse, gritando:
- Sultame! Sultame!
El anterior esposo se sinti tan sorprendido, que su apretn se afloj. Ella se solt y
corri hacia Hung.
- Djala en paz, bravucn! - grit Hung.
La tom de la mano y se alejaron sin otra palabra. Huangfu se qued solo, estupefacto.
Mientras caminaban por la calle, lo oyeron gritar, a sus espaldas:
- Pero yo te he perdonado, Chunmei! Te he perdonado!

AMOR
4. LA DIOSA DE J ADE
Basado en una historia que lleva el mismo ttulo en el Chingpen T'ungshu Shiaoshuo.
El relato original termina en forma completamente distinta. La esposa del tallista de
jade fue descubierta por un funcionario y enterrada viva en el jardn, pero apareci
como fantasma para llevar a cabo su venganza. Slo he seguido la primera parte de la
historia, desarrollndola segn el sencillo tema de si un gran artista debe destruir su
arte para encubrir su identidad, o bien permitir que su arte lo traicione. La historia
pertenece probablemente al siglo doce.

El viaje por las gargantas del Yangtz haba sido excitante y arriesgado, pero
finalmente llegu a la casa del gobernador retirado, en un pueblo suburbano cercano a
Chengtu. El gobernador era un famoso coleccionista de arte, y se deca de l que en sus
das de podero haba usado su posicin poltica para obtener valiosos objetos artsticos.
Cuando quera un bronce o un cuadro tena que conseguirlo, ya sea pagndolo o por
otros medios. Quiz no fuese cierto que haba arruinado prcticamente a una familia que
se neg a venderle un bronce Shang, aunque tal era el rumor, pero se saba que su amor
por las antigedades rayaba en la obsesin. De resultas de ello, posea en su coleccin
algunos de los tesoros artsticos ms inapreciados.
El gobernador me recibi en su sala de la planta baja de la Torre Occidental, a la que se
llegaba atravesando tres patios en sucesin. Por tratarse de la sala de un coleccionista de
arte, estaba casi vaca de objetos artsticos, y tena los habituales muebles de madera
roja, cubiertos de cojines rojos y pieles de leopardo. El dcor tena esa elegancia
sencilla que sugiere un gusto fino, cultivado. Mientras hablaba con l contemplaba
constantemente la exquisita silueta de un jarrn sang-de-boeuf, y unas cuantas ramitas
con capullos de ciruelo que se destacaban contra la ventana paisajista abierta sobre el
jardn.
Me sorprendi que el gobernador fuese uno de los hombres de aspecto ms suave.
Quiz la ancianidad lo haba dulcificado, pero mientras lo miraba me pareci difcil
creer en los rumores de su crueldad. Me trat como si fuese un viejo amigo que lo
visitaba para una conversacin matinal. Comenc a preguntarme si el amigo que haba
convenido con l la visita le habra hablado del propsito de sta, o si el gobernador
sera demasiado viejo para recordar.
Envidi al hombre, porque la impresin que me daba era que se senta feliz de poder
vivir en ese hermoso retiro que se haba construido.
Mencion cortsmente su famosa coleccin.
- Ah - dijo con una suave carcajada -, hoy me pertenece a m y en los cien aos
prximos pertenecer a algn otro. Una familia nunca es duea de un tesoro artstico
durante ms de cien aos. Esas cosas tienen un destino propio. Nos ven y se ren de
nosotros.
- Mientras hablaba, su voz haba adquirido cierta animacin. Se llev una pipa a los
labios.
- Usted cree en eso?
- Por supuesto - mascull, sin quitarse la pipa de la boca.
- Qu quiere decir? - pregunt con timidez.
- Cualquier cosa realmente vieja adquiere una personalidad y una vida propias.
- Quiere significar que se convierte en un espritu?
- Qu es un espritu? - inquiri a su vez el anciano -. Es lo que informa la vida, lo que
da nacimiento a la vida. Tome un objeto de arte. El artista vierte en l su imaginacin y
la sangre de su vida, en un sentido tan real como la madre que vierte la sangre de su
vida en el embrin. Por qu se extraa de que el objeto artstico tenga vida propia,
cuando el alma del artista penetra en l, y, al darle nacimiento, a veces muere l mismo,
como sucedi, por ejemplo, con mi Diosa de J ade de la Piedad?
Yo slo tena la intencin de ver algunos de los manuscritos. No haba odo hablar de la
Diosa de J ade, porque muy pocas personas la conocan. Pero mi involuntaria pregunta
provoc una de las narraciones ms extraas que jams haya escuchado.
No estaba muy seguro de lo que l quiso decir cuando se refiri a la Diosa de J ade y a
las excepcionales circunstancias de su creacin, y durante el examen de los manuscritos
trat constantemente de dirigir nuevamente la conversacin hacia ese tpico.
Sealando un antiguo manuscrito, dije:
- Por supuesto, es cierto que algo de la personalidad del artista permanece en pie y le
sobrevive en su obra.
- S, todo lo que es bello y bueno vive siempre. Se convierte, por as decirlo, en la
descendencia del artista - replic el gobernador con decisin.
- Pero especialmente cuando el artista muere al crear - agregu -. Como en el caso de su
Diosa de J ade.
- Ese es un caso especial. No es exacto que muriera a causa de ella. Pero lo mismo
habra podido estar muerto... habra sido igual que estuviese muerto despus de eso -
agreg luego de una pausa -. Es que, sabe usted?, todas las circunstancias de la vida de
este artista parecen sugerir que naci para crear esa obra y ser crucificado por ella. De
otro modo no habra podido crearla.
- Debe de ser una obra extraordinaria. Puedo verla?
Despus de varias insinuaciones llenas de tacto, el gobernador convino en mostrrmela.
Si bien algunas de sus mejores cosas se encontraban en el primer piso de la torre, la
Diosa de J ade se hallaba en el piso superior.
- Quin es el artista?
- Un individuo llamado Chang Po, prcticamente desconocido para el mundo. Me
enter de los detalles de su vida por boca de la anciana superiora del Convento del
Canto del Gallo. Tuve que donar una gran extensin de tierras de granja al convento (es
decir a la astuta y vieja superiora), antes de que ella consintiera en separarse de la Diosa.
Eso ocurri despus que muri la monja que la tena en su poder. Y ciertamente est
mejor cuidada aqu de lo que lo habra estado en el convento.
La estatuita, de un extraordinario brillo blanco con retazos de verde, se encontraba
dentro de una caja de vidrio, en el centro del piso superior, protegida por un enrejado de
hierro forjado, tan pesado que nadie poda moverlo.
- Pasese un poco en torno - dijo el gobernador -, y ella lo ver en todo momento.
Me intrig la forma en que se refera a la estatua como si estuviese realmente viva, y, en
verdad, tuve la extraa sensacin, mientras caminaba en torno a la figura de jade, de que
la mirada de sta me segua.
Era una estatua trgica. La expresin de la diosa la mostraba sorprendida en medio de
la huida, en un momento dramtico, con el brazo derecho levantado en alto, la cabeza
vuelta hacia atrs y el brazo izquierdo extendido levemente hacia adelante. La expresin
era la de una mujer fsicamente arrancada de alguien a quien ama. Se la podra describir
como la estatuita de la Diosa de la Piedad subiendo al cielo, con el brazo extendido para
bendecir a la humanidad, pero nadie que haya visto la expresin de su rostro aceptara
esa interpretacin. Resultaba increble la forma en que el artista haba logrado expresar,
en una figura de no ms de cincuenta y cinco centmetros de alto, una experiencia tan
viva e inolvidable. Incluso los pliegues del vestido de la estatua estaban representados
poco convencionalmente. Era una creacin individual y completamente personal.
- Cmo lleg la monja a poseerla? - pregunt.
- Observe bien toda la postura de la estatua, la postura de huida, y la expresin de amor
y terror y tortura de su mirada. - Hizo una pausa. - Bajemos - dijo de pronto -. Le
narrar toda la historia.
La monja, que se llamaba Meiln, haba hecho todo el relato antes de morir. Puede que
la superiora no haya hecho la narracin correctamente en todos los detalles, y hasta es
posible que incluso la haya embellecido un poco para hacerla ms atrayente. Pero el
gobernador haba verificado por su cuenta algunos puntos importantes. Segn la
superiora, la monja estaba muy encerrada en s misma, pero era una persona culta. Slo
cuando se encontr en su lecho de muerte se permiti narrar su historia.
Debe de haber sucedido hace unos cien aos. Meiln era entonces una dichosa
muchacha que viva en una gran casa con jardn, en Kaifeng. Como hija nica de un alto
funcionario, el Comisionado Chang, era sumamente mimada. Su padre era un juez
severo, pero depositaba todo su afecto en su hija. Como siempre sucede, una gran
cantidad de parientes pertenecientes al clan haban ido a vivir a la mansin: a los mejor
educados se les haba dado puestos en el gobierno y los analfabetos trabajaban de
criados para la enorme familia.
Un da lleg un sobrino lejano. Se llamaba Chang Po y era un inteligente joven de
diecisis aos, vivaz y lleno de bro. Era de estatura un tanto elevada para su edad, y sus
manos de dedos bellamente afilados resultaban notables para un muchacho campesino.
Produjo tan buena impresin en la familia, que la madre decidi que se le dara la tarea
de cuidar a los visitantes, aunque no saba leer ni escribir.
Tena un ao ms que Meiln, y cuando an eran muy jvenes se encontraban a
menudo y conversaban y rean juntos, porque Chang Po le narraba a Meiln relatos del
campo, y a ella le encantaba escucharlo.
Pero al cabo de unas semanas el primer entusiasmo de la familia por el joven se entibi
un tanto. Chang era a la vez extraordinario y difcil. En primer lugar no era un buen
sirviente; a menudo se olvidaba de sus deberes y no quera, o no poda, aceptar una
reprensin de sus mayores cuando cometa un error. En consecuencia, la madre de la
muchacha le pidi que cuidara los jardines. El joven se sinti por fin feliz haciendo su
trabajo.
Chang Po era una de esas personas originales nacidas para crear, no para aprender lo
que el mundo tena que ensearle. Se senta perfectamente dichoso a solas con sus flores
y sus rboles, y se paseaba por los jardines, silbando, como si fuese el amo de la
creacin. Si se lo dejaba solo poda hacer cosas sorprendentes. Haba aprendido a pintar
sin maestro. En su tiempo libre haca maravillosas linternas y modelaba animales de
arcilla que parecan vivos.
A la edad de dieciocho aos Chang Po era aparentemente un intil. Ni la propia Meiln
podra decir exactamente qu fue lo que la atrajo en l. Chang era, simplemente,
distinto, y haba crecido y era hermoso. Haca lo que se le daba la gana, y se hizo amar
por toda la familia, con la sola excepcin del padre. Una intimidad natural surgi entre
los primos, aunque haba quedado claramente entendido que, teniendo el mismo nombre
de clan, el matrimonio entre ellos era en todo sentido imposible.
Un da Chang Po anunci de pronto a la duea de casa que se iba para aprender un
oficio. Haba encontrado un taller de un tallista de jade en el que se ofreci como
aprendiz. A la madre le pareci bien, ya que pasaba demasiado tiempo con Meiln. Pero
Chang continu viviendo en la casa, a la que volva todas las noches, y tena ms temas
que antes para conversar con su prima.
- Meiln - dijo un da la madre -, los dos han crecido ya, y aunque el hermano Po es tu
primo, no deberan verse tan a menudo.
Las palabras de su madre hicieron pensar a Meiln.
Nunca se haba dado cuenta clara de que estaba enamorada del joven Chang.
Esa noche se encontr con Chang Po en el jardn. Sentados en un banco de piedra, a la
luz de la luna, mencion como por casualidad lo que le haba dicho su madre.
- Hermano Po - dijo, sonrojndose -, mam dice que no debo verte con tanta frecuencia.
- S, ahora somos grandes.
La muchacha inclin la cabeza.
- Qu significa eso? - Hablaba casi para s. Chang Po le desliz subrepticiamente una
mano por la cintura.
- Significa que hay algo en ti que hace que cada da que pasa me resultes ms
encantadora, algo que me hace ansiarte. Algo que me hace sentirme dichoso cuando
ests cerca y solitario y triste cuando estoy lejos de ti.
La joven suspir y pregunt:
- Eres feliz ahora?
- S, y todo cambia. Meiln, nos pertenecemos el uno al otro - dijo con suavidad.
- Sabes perfectamente que no puedo casarme contigo, y que antes de que pase mucho
tiempo mis padres me concertarn un matrimonio.
- No, no debes decir eso. No debes decirlo.
- Tienes que entender.
- Lo nico que entiendo es esto - dijo Chang atrayendo a la joven a sus brazos -. Desde
que el cielo y la tierra fueron creados, t fuiste hecha para m y yo para ti, y no permitir
que te vayas. No puede estar mal que te ame.
Meiln se liber de su brazo y corri a su habitacin.
El despertar del amor juvenil fue una cosa terrible.
Tanto ms cuanto que con l lleg la conciencia de la posicin de ambos, de la dulzura
punzante de lo inalcanzable. Esa noche Meiln permaneci despierta, pensando en lo
que haba dicho su madre y en lo que haba dicho Chang. Desde entonces cambi por
completo. Cuanto ms trataban de contener el amor que haba nacido, ms se sentan en
poder de ese amor. Hicieron lo posible para no verse. Al cabo de tres das, la muchacha,
humillada, fue a buscarlo, y la excitacin de la pareja fue aumentando por el sigilo. Eran
das de jvenes pasiones y tiernos arrepentimientos, de separaciones temporarias y
juramentos renovados, tan dulces y tan amargos, y ambos saban que se encontraban
prisioneros de algo ms grande que ellos mismos.
No tenan planes. No hacan ms que amar. Segn las costumbres de la poca, los
padres de Meiln comenzaban a sugerirle el nombre de un joven tras otro, pero ella los
rechazaba. A veces deca que no quera casarse, cosa que escandalizaba grandemente a
su madre. Como todava era joven, sus padres no insistan, y como era la nica hija,
estaban en cierto modo dispuestos a conservarla ms tiempo junto a ellos.
Entretanto Chang trabajaba y aprenda su oficio. En el trabajo con el jade Chang Po
haba encontrado su elemento natural. Artista nato, se convirti en poco tiempo en
maestro de su profesin. La adoraba; trabajaba incansablemente hasta que cada detalle
era perfecto. El dueo del taller se senta asombrado con l. Los burgueses ricos
comenzaron a frecuentar el taller, con pedidos.
Un da el padre de Meiln decidi entregar un regalo a la emperatriz, en el da del
cumpleaos de sta. Quera encontrar algo especial, y hall una pieza de jade
extraordinariamente grande y de finsima calidad.
Por sugestin de la madre, el comisionado fue al taller donde trabajaba Chang y explic
lo que quera. Al examinar las esculturas de Chang se sinti impresionado por la
individualidad de las mismas.
- Hijo, he aqu un trabajo sumamente especial para ti. Esto es para la emperatriz, y si lo
haces bien tu fortuna estar asegurada.
Chang Po examin el jade. Sus manos se pasearon lentamente por la piedra basta.
Estaba encantado. Se - convino que la convertira en una Kuan Yin, una diosa de la
piedad, y Chang Po supo que sera de una belleza tal como ningn hombre haba visto
nunca.
No permiti que nadie viera la estatua hasta que qued terminada.
Cuando estuvo lista, la diosa era de diseo y postura convencionales, pero era una
perfecta obra de arte, exquisita en su tierna belleza. Chang Po haba hecho lo que
ningn otro artfice pudo hacer antes: haba tallado un par de aros movibles en las orejas
de la diosa; y los lbulos de las orejas eran tan delgados y bien modelados, que
despertaban la admiracin. El rostro de la diosa era el de la muchacha que amaba.
Naturalmente, el comisionado se sinti grandemente satisfecho. Esa pieza sera nica,
incluso en palacio.
- El rostro se parece notablemente al de Meiln - hizo observar el padre.
- S - contest Chang con orgullo -. Ella fue la inspiracin.
- Bien. J oven, de ahora en adelante tu xito est asegurado. - Pag a Chang
generosamente, y aadi: - Deberas estarme agradecido por proporcionarte esta
oportunidad.
La fama de Chang Po era segura. Y sin embargo no poda tener lo que ms quera. El
triunfo no significaba nada para l sin Meiln. Se dio cuenta de que el mayor deseo de
su corazn estaba fuera de su alcance. Perdi el inters por su trabajo. No aceptaba
lucrativos ofrecimientos. Para desazn de su amo, no quera trabajar.
Meiln se aproximaba ya a la escandalosa edad de veintin aos, y an no se
encontraba comprometida. Se estaba disponiendo una unin con una familia sumamente
influyente. Una muchacha no poda continuar postergando por ms tiempo la decisin,
y su compromiso fue solemnizado por un intercambio de regalos.
Audaces por desesperacin, la muchacha y el joven planearon huir. Segura de la
capacidad de Chang para ganarse la vida, Meiln se llevara algunas de sus joyas, y
podran vivir en alguna provincia distante.
La pareja se dispuso a escaparse una noche por la parte trasera del jardn. Ocurri que
un viejo criado los vio a altas horas de la noche y sinti sospechas, porque la cuestin
era bien conocida en la casa. Considerando que su deber era proteger a la familia del
escndalo, el criado retuvo a la joven y no le permiti irse. Chang no poda elegir.
Apart al sirviente a un lado. El anciano se tambale, pero no solt a Meiln, y Chang
le propin un golpe que derrib al pobre individuo en el pedregal. La cabeza golpe
contra una piedra dentada, y qued laxo en el suelo. Viendo al criado inerte, huyeron.
A la maana siguiente la familia descubri la fuga y al criado muerto. Aunque trataron
de acallar el escndalo, todos los esfuerzos para encontrar a la pareja resultaron intiles.
El comisionado tuvo un acceso de ira impotente.
- Los buscar por todas partes - jur -, y lo traer a l para ponerlo ante la justicia.
Despus de salir de la capital, la joven pareja continu viajando. Finalmente, eludiendo
las grandes ciudades, cruzaron el Yangtz y llegaron a la China meridional.
- Tengo entendido que en Kiangs hay buen jade - dijo Chang a Meiln.
- Te parece que debes volver a trabajar con jade?
- pregunt ella, vacilando -. Tus obras sern reconocidas y te traicionarn.
- Me pareci que eso era lo que pensbamos hacer desde el comienzo - replic Chang.
- Eso fue antes de que muriera el viejo Tai. Ellos creen que nosotros lo asesinamos.
No puedes cambiar de oficio, fabricar linternas, o muecas de arcilla, como antes?
- Por qu? Con el jade me he creado una reputacin.
- Es cierto. Y ah est lo malo - dije Meiln.
- No creo que debamos preocuparnos. Kiangs est casi a mil seiscientos kilmetros de
la capital. Nadie nos reconocer.
- Entonces debes cambiar de estilo. No hagas esas cosas extraordinarias. Hazlas lo
bastante bien para atraer compradores, y nada ms.
Chang Po se mordi los labios y no respondi. Deba conformarse con lo que mil
mediocres tallistas de jade hacan, a fin de mantenerse a salvo, desconocido? Deba
destruir su obra de arte, o permitir que su obra de arte lo destruyera? No haba pensado
en eso.
Pero el instinto de su esposa era correcto. Tema que hacer un trabajo vulgar,
comercial, estuviese contra la naturaleza de su esposo. Presinti tambin, despus que
cruzaron el Yangtz, que una fuerza misteriosa arrastraba a su esposo hacia la ruta del
jade de Kiangs, que iba desde el gran paso de montaa de Canton hasta las ricas
llanuras del sudeste. No se atrevieron a detenerse en Nanchang, la capital de la
provincia, y se dirigieron a Ran. La esposa plante nuevamente la cuestin del cambio
de profesin. Kiangs produca el mejor caoln blanco y la ms bella porcelana. La
porcelana poda satisfacer igualmente su talento artstico. Pero Chang Po no quera
escucharla.
- Aunque lo hiciese - dijo Chang Po -, hara tales figuras de porcelana, que seran
reconocidas. O quieres que haga una obra corriente y mediocre? Estoy seguro de que
aqu no hay ningn peligro en trabajar con jade.
Contra su instinto femenino, su esposa cedi.
- Entonces, por favor, amado, por m, no te labres una reputacin. Estamos en
dificultades, y si lo haces nos arruinaremos.
Deca eso porque as lo crea, pero saba que era difcil que su esposo se contentase con
nada que no fuese la obra ms perfecta que sus manos pudiesen producir. Con su
delicado sentido de la belleza, su amor por la perfeccin, el orgullo que senta por su
trabajo y su pasin por el jade, en realidad Chang Po no tena que huir de la polica sino
de s mismo. Presinti la trgica irona de su situacin.
Con las joyas de su esposa Chang Po pudo comprar un conjunto de piedras sin tallar, de
varias calidades, e instalar un taller. Meiln lo miraba trabajar.
- Ya es bastante, querido - le deca -. Nadie lo hace mejor. Por m, por favor.
Chang Po la miraba y sonrea con tristeza. Comenz a hacer una cantidad de aros y
pendientes comunes. Pero el jade es una piedra que exige su propia expresin y su
propio tratamiento; sera errneo cortar una piedra para hacer zarcillos, cuando se la
podra convertir en una encantadora creacin: quizs un mono robando nueces. Y, as,
ocasionalmente, Chang haca - al principio a hurtadillas y con la conciencia culpable -
algunas cosas ingeniosas y encantadoras, notablemente originales. Esas cosas, la obra de
su amor, le eran arrebatadas tan rpidamente como poda crearlas y le producan
mayores beneficios que los artculos comerciales vulgares.
- Querido, estoy preocupada - le dijo Meiln -. Ests hacindote demasiado conocido.
Estoy esperando un nio. Por favor, ten cuidado.
- Un nio! - exclam l -. Ahora somos una familia! - Y borr con besos lo que l
llamaba fantasas femeninas.
- Pero es que nos va demasiado bien - murmur Meiln.
En efecto, les iba demasiado bien. Al cabo de un ao estaba establecida la reputacin
del jade Paoho, pues tal era el nombre que Chang haba dado a su taller. Todos los
burgueses iban a comprar sus obras, y la propia ciudad de Kian lleg a ser conocida
como la ciudad en que se detena, de paso, la gente que iba a la capital provincial, para
comprar algunos deliciosos objetos de jade.
Un da entr un hombre en el taller y despus de observar negligentemente la
exhibicin de las obras, pregunt:
- No eres Chang Po, pariente del Comisionado Chang de Kaifeng?
Chang Po neg rpidamente, diciendo que nunca haba estado en Kaifeng.
El hombre lo contempl con suspicacia.
- Hablas bastante bien el acento del norte. Ests casado?
- Eso no es cosa tuya.
Meiln atisbo desde la parte trasera del taller. Cuando el hombre se fue, le dijo a Chang
que el desconocido era un secretario del despacho de su padre. Era posible que sus
piezas de jade lo hubiesen traicionado realmente.
El hombre volvi al da siguiente.
- Te digo que no s de qu ests hablando - le dijo Chang Po.
- Muy bien, entonces te hablar de Chang Po. Se lo busca por asesinato, por el rapto de
la hija del comisionado y el robo de las joyas de ella. Si quieres convencerme de que no
eres Chang Po, no querrs pedirle a tu esposa que me sirva una taza de t? Me sentir
satisfecho cuando vea que ella no es la hija del comisionado.
- Yo soy el dueo de este taller. Si ests tratando de crear problemas, tengo que pedirte
que te vayas.
El hombre se fue de la tienda con una sonrisa intrigante.
Empaquetaron apresuradamente los artculos de jade y sus preciosas pertenencias,
alquilaron un bote y partieron despus del oscurecer, huyendo ro arriba. El chiquillo
tena apenas tres meses de edad.
Quiz fue la perversidad humana, o puede que ello estuviese incluido en el plan de las
cosas. En Kanshien tuvieron que detenerse, porque el nio se haba enfermado, y al
cabo de un mes de viaje se les haba terminado el dinero. Chang Po tuvo que tomar una
de sus ms bellas creaciones, un perro acurrucado, con un ojo cerrado, y vendrsela a un
comerciante en jade llamado Wang.
- Pero si ste es un jade Paoho! - exclam el mercader -. Ningn otro taller hace cosas
iguales. Absolutamente inimitable.
- Tiene razn. Se lo compr a Paoho - dijo Chang. Se sinti secretamente complacido.
Kanshien se encontraba al pie de una elevada cordillera. Era invierno y Chang Po se
enamor del claro cielo azul y del aire montas. l y su esposa hicieron planes de
quedarse. El nio estaba mejor y Chang decidi abrir un nuevo taller. Kanshien era una
gran ciudad, y les pareci prudente avanzar un poco ms y establecerse en un pueblo
situado a treinta y cinco kilmetros ms lejos. Chang Po tuvo que vender otra de sus
obras.
- Por qu lo hiciste? - pregunt Meiln.
- Porque necesitamos dinero para abrir esa tienda.
- Hazme caso, esta vez - dijo Meiln -. Aqu abriremos una tienda de objetos de arcilla.
- Pero... - Chang Po se interrumpi.
- Casi nos atraparon porque no quisiste escucharme. Es que el jade tiene tanta
importancia para ti? Ms que tu esposa y tu hijo? Puede que ms tarde cambien las
cosas y puedas volver a tu arte.
Contra su deseo, Chang Po abri un taller en el que fabricaba negras estatuitas de
arcilla cocida. Hizo centenares de Budas, pero todas las semanas vea a los mercaderes
de jade de Cantn pasar por el camino, y Chang ansiaba volver a tallar la piedra.
Vagaba por las calles, se detena ante una tienda de venta de artculos de jade y la clera
se le escapaba por los ojos. Volvi a su hogar y, viendo las figuritas de arcilla hmeda
en las que haba estado trabajando, las aplast entre los dedos.
- Barro! Por qu tengo que trabajar con esto cuando s tallar el jade?
Meiln se sinti asustada por el fuego que vea en sus ojos.
- Eso ser tu ruina.
Un da el mercader de jade Wang se encontr con Chang Po y lo invit a su posada, en
la esperanza de conseguir ms jade Paoho.
- Dnde has estado? - pregunt Chang Po.
- Acabo de volver de un viaje a Kian - contest Wang. Desenvolvi un paquete y dijo -:
Mira, esta es la clase de artculos que la tienda de Paoho est vendiendo ahora.
Chang Po guard silencio. Cuando Wang exhibi un mono de cornalina, Chang grit:
- Imitacin!
- Tienes razn - dijo el mercader con suavidad -. No hay expresin alguna en el rostro
del mono. Hablas como uno que conoce estas cosas.
- Y tengo motivos para conocerlas - dijo Chang lacnicamente.
- S. Recuerdo que me vendiste ese maravilloso perro agazapado. No tengo
inconveniente en decirte que gan el cien por ciento en la venta de esa pieza. Tienes
alguna otra obra de esa calidad?
- Te ensear lo que es en realidad un verdadero mono Paoho de cornalina.
En su taller, Chang Po le mostr uno que haba hecho en Kian, y el mercader consigui
convencerlo de que se lo vendiera. En el viaje siguiente que hizo a Nanchang, Wang
habl a algunos de sus amigos, en la feria de jade, de las extraordinarias cosas que haba
obtenido del dueo de un vulgar taller de alfarera del sur, y agreg:
- Parece extrao que un hombre as posea un jade tan maravilloso.
Unos seis meses ms tarde llegaron tres soldados con rdenes de arrestar a Chang Po y
a la hija del comisionado y de llevarlos a la capital. El secretario del despacho del
comisionado los acompaaba.
- Ir con ustedes si me dejan llevarme algunas cosas - dijo Chang.
- Y adems estn las cosas que tenemos que llevar para el nio - agreg Meiln.
- No se olviden que es el nieto del comisionado. Si se enferma por el camino, ustedes
sern los responsables.
Los hombres tenan instrucciones, del propio comisionado, de tratarlos bien durante el
viaje. Se permiti a Chang Po y su esposa que pasaran a la trastienda, mientras los
soldados esperaban en la parte de adelante.
Fue un duro momento de despedida. Chang Po bes a su esposa y al nio y salt por la
ventana, sabiendo que nunca ms volvera a verlos.
- Siempre te amar - susurr suavemente Meiln desde la ventana -. Nunca vuelvas a
tocar el jade.
Chang Po lanz una ltima mirada a Meiln] que se encontraba ante la ventana, con un
brazo levantado para despedirse de l para siempre.
Cuando desapareci, ella se retir de la ventana y serenamente entr en la tienda para
poner algunas de sus cosas en un bolso, como si estuviese sumamente atareada. Les
pidi a los soldados que le tuviesen al chiquillo, y parlote con ellos mientras
continuaba juntando sus cosas. Cuando los soldados comenzaron a sospechar y
registraron la casa, Chang Po ya haba desaparecido.
Meiln regres a su hogar y encontr a su madre muerta; su padre era un anciano.
Cuando le salud, no hubo en el rostro de l una sonrisa de perdn. Slo una mirada al
hijo de ella lo abland un poco. En cierto modo el anciano se senta aliviado por la fuga
de Chang Po, porque no habra sabido qu hacer con l. Aun as, nunca podra perdonar
al hombre que haba arruinado la vida de su hija y atrado tales sufrimientos sobre toda
la familia.
Pasaron los aos y no llegaba ninguna noticia de Chang Po. El gobernador Yang de
Cantn lleg un da a la capital. El comisionado ofreci en su honor una cena, en el
trascurso de la cual el gobernador revel que haba llevado consigo una inapreciable
estatua, que rivalizaba con la Diosa de la Piedad regalada por el comisionado a la
emperatriz y que tena un notable parecido de estilo y de delicadeza de artesana con la
Diosa - en rigor era ms bella que sta. Se la regalara a la emperatriz, porque las
estatuas haran una pareja.
Los invitados a la cena se mostraron escpticos, y expresaron su opinin de que era
imposible una pieza mejor confeccionada que la diosa de la emperatriz.
- Esperen hasta que la vean - dijo el gobernador triunfalmente.
Cuando termin la cena y levantaron la mesa, el gobernador hizo que le llevasen una
caja de madera pulida. Cuando la Diosa de la Piedad de jade blanco fue extrada de la
caja y colocada en el centro de la mesa, se hizo el silencio. Era la Diosa de la Piedad
trgica.
Una doncella corri a informar a Meiln. Desde atrs de un tabique enrejado Meiln
mir hacia la habitacin y palideci al ver la figura de jade sobre la mesa.
- Lo ha hecho! S que es l - susurr. Se recobr para tratar de enterarse si Chang Po
segua vivo.
- Quin es el artista? - pregunt un invitado.
- Esa es la parte ms notable de la historia - dijo el gobernador de Cantn -. No es un
hombre que talle el jade por oficio. Lo conoc gracias a la sobrina de mi esposa. La
muchacha concurra a una boda y haba tomado en prstamo, para usarlos en la ocasin,
los antiguos brazaletes de mi esposa. Los dos brazaletes eran idnticos, con un
intrincado diseo de dos dragones entrelazados. Mi sobrina rompi uno de ellos y qued
horrorizada. Era realmente una lstima, porque los brazaletes eran nicos y resultaba
sumamente difcil reemplazarlos. Mi sobrina insisti en que hara copiar la pulsera rota.
Visit muchos talleres, pero ninguno quera aceptar el encargo; le decan francamente
que en la actualidad no poda hacerse ese trabajo. La joven puso anuncios en casas de t.
Poco despus apareci un hombre pobremente vestido y dijo que haba acudido en
respuesta al anuncio. Se le mostr el brazalete. Dijo que poda hacerlo, y lo hizo. As
fue como lo conoc. Cuando me enter de que a la emperatriz le gustara tener otra
figura para hacer juego con la Diosa de la Piedad, pens en ese hombre. Ped el mejor
trozo de jade que se pudiese obtener en Cantn y mand a buscar al individuo. Cuando
lo hicieron pasar pareca terriblemente aterrorizado, como si lo hubieran pescado
robando. Necesit mucho tiempo para explicarle que quera que hiciera una Diosa de la
Piedad que casara con la que se encontraba en posesin de la emperatriz. Cuando le
describ los aretes giratorios, hizo una mueca pero no dijo nada. Gradualmente se acerc
a la piedra y la examin por todos los costados. "Qu ocurre? - le pregunt -. No es
bastante buena?" Finalmente se volvi y dijo con orgullo: "Esta piedra servir. Vale la
pena de probar. Toda mi vida he tenido la esperanza de conseguir jade blanco de esta
calidad. Lo har, gobernador, siempre que no me pague por el trabajo, y me deje en
plena libertad para ejecutar lo que tengo en el pensamiento." Lo instal en un cuartito,
con una cama y una mesa, y le llev todo el equipo que me pidi. Era un individuo ms
bien extrao. No hablaba con nadie y se mostraba un tanto grosero con el criado que le
llevaba las cosas que necesitaba. Pero trabajaba como si estuviese inspirado. No me
permiti ver la estatua durante cinco meses. Pasaron otros tres meses antes de que me
presentara la obra terminada. Casi me desplom cuando la vi, como ustedes la ven
ahora. Mientras contemplaba su creacin, haba una extraa expresin en su rostro.
"Vaya, gobernador - dijo -. Quiero agradecerle. Esa estatua es la historia de mi vida." Se
fue antes de que pudiese responderle. Sal en su busca, pero ya no estaba. Haba
desaparecido por completo.
Los invitados oyeron un grito que parta de la habitacin contigua, un grito de mujer,
tan conmovedor y angustiado, que todos se quedaron petrificados en su lugar. El
anciano comisionado fue el nico en correr hacia Meiln, que yaca en el suelo.
Un invitado, que era un amigo ntimo de la familia, susurr en el odo del desconcertado
gobernador:
- Es la hija del comisionado. Ella es la diosa. Estoy seguro de que el artista no es otro
que el esposo de ella, Chang Po.
Cuando Meiln volvi en s, se acerc a la mesa, delante de todos. Sus manos se
levantaron lentamente para tocar la estatuita, y luego descansaron firmemente sobre
ella, como si al ver y tocar la estatua estuviese nuevamente en contacto con su esposo. Y
todos vieron que la estatua de jade y la muchacha eran la misma mujer.
- Qudate con la estatua, querida - le dijo el gobernador, cuando se enter de lo que
haba sucedido -. Ya encontrar otro regalo para la emperatriz. Espero que te sirva de
consuelo. Es tuya hasta que te renas con tu esposo.
Desde ese da Meiln se fue debilitando, como si alguna misteriosa enfermedad le
corroyese el cuerpo. El comisionado estaba dispuesto a olvidar todo, si se poda
encontrar a su yerno. En la primavera siguiente llegaron noticias del gobernador de
Cantn en el sentido de que todos los esfuerzos para encontrar a Chang Po haban
resultado infructuosos.
Des aos ms tarde el hijo de Chang Po muri de resultas de una epidemia que barri la
ciudad. Meiln se cort entonces el cabello e ingres en un convento, llevando consigo,
como nica posesin, su diosa de jade. Segn la superiora, pareca vivir a solas en un
mundo propio. No permita que ninguna otra monja, ni siquiera la superiora, entraran en
su cuarto.
La superiora le dijo al gobernador que Meiln haba sido vista por la noche escribiendo
oracin tras oracin y quemndolas ante la estatua. No dejaba que nadie penetrara en su
mundo secreto, pero era dichosa y no molestaba a nadie.
Meiln muri unos veinte aos despus de ingresar en el convento. Y as se extingui
la perecedera Diosa de la Piedad y continu existiendo la Diosa de J ade.

5. CASTIDAD

Este relato est desarrollado de una ancdota corta que figura en libros populares de
chistes y ancdotas. El cuento de la gallina figura en el original. La ancdota dice de
cmo una viuda, en vsperas de recibir un arco conmemorativo, fue tentada por un
criado, perdi el arco y se ahorc.

Ms all de Suchow hay un pueblecito situado entre una cordillera de altas montaas
azules, bastante denudadas, y el hermoso lago Weishan, bordeado por terrenos
pantanosos. Una hilera de arcos de piedras monta a horcajadas sobre un antiguo camino.
El espectculo es bastante comn en aldeas, pueblos y ciudades chinos. Parecidos a
puertas decorativas, son los monumentos de hombres y mujeres del pasado: en memoria
de eruditos que alcanzaron altos honores o de mujeres famosas por su virtud. Son los
arcos de la castidad, para erigir los cuales se necesita una licencia concedida
directamente por el emperador, y celebran a las viudas que, perdiendo a sus esposos en
plena juventud, fueron fieles durante toda su vida al recuerdo de stos. Los hombres
admiran tanta constancia, pero esta narracin demostrar cuan difcil es poseerla.
- Entra, Meihua - grit la joven seora Wen a su hija -. Estar todo el tiempo en la puerta
de calle no es comportamiento propio de una muchacha crecida, de tu edad.
Meihua entr cabizbaja, avergonzada. Era una muchacha extraordinariamente bella, de
alegres labios rojos, blancos dientes parejos y una tez de capullo de duraznero. Franca,
independiente y empecinada, perteneca al tipo que slo se produce en el campo.
Aunque tena la cabeza gacha al entrar, y sus pasos eran desganados, el corazn le
aleteaba an.
- Hay otras muchachas que estn mirando - dijo a su madre, defendindose, y se call.
Una compaa de soldados pasaba por la calle, compuesta de unos setenta u ochenta
hombres. La estrecha calleja resonaba con el ruido de los pies sobre el pavimento de
guijarros. Hombres y mujeres hablan salido de sus casas para mirar y preguntarse a
dnde se dirigiran. Las mujeres de ms edad salan afuera y se apoyaban contra la
pared. Pero las ms jvenes se quedaban detrs de las cortinas de las puertas, de varillas
de bamb dispuestas en enrejado, magnfico recurso para ver sin ser vistas.
Pero Meihua haba salido a la calle y permaneca de pie en el encintado de piedra
sobresaliente, frente a su casa, fcilmente visible para todos. El alto capitn que cerraba
la marcha, rpido para distinguir una juvenil figura femenina, la vio a doce pasos de
distancia. Cuando pas, la joven de piel color capullo de duraznero le lanz una lenta
sonrisa. l la mir y sigui marchando, pero no sin volver la cabeza para contemplar
por segunda vez el hermoso rostro de la joven.
Su brigada haba llegado a Suchow desde unos cincuenta kilmetros ms al sur, para
expulsar a una pandilla de bandidos que se ocultaban en las montaas azules y
efectuaban audaces incursiones en los distritos vecinos. En un pueblecito como
Hanchwang las comodidades de alojamiento para los soldados eran limitadas. Haba
disponibles varios templos, pero los oficiales se albergaran en hogares donde por lo
menos pudiesen dormir en camas cmodas.
El capitn estaba pensando en eso, y se le puede perdonar que volviese la cabeza para
mirar a la muchacha e identificar la casa. Habiendo alojado a los soldados, apareci esa
tarde en la casa de la joven y pregunt si poda abusar de la hospitalidad. Era una casa
ocupada por dos viudas, la madre y la abuela de la muchacha, pero l no lo saba.
Explic la situacin. La campaa poda durar un par de meses, y l estara ausente la
mayor parte del tiempo, pero cuando se encontrase en el pueblo les quedara sumamente
agradecido si le pudieran encontrar un lugar donde dormir. Se dijeron mutuamente los
nombres y el capitn descubri, para su sorpresa, que no haba un solo hombre en la
casa.
La muchacha que vio esa maana estaba presente, excitada y esperando que su madre y
su abuela dijeran que s. La abuela era una mujer arrugada, de unos sesenta aos de
edad, que llevaba una cinta de terciopelo negro en torno de la cabeza. La madre, la
seora Wen, era alta y un tanto delgada, todava bella. Frisaba en los treinta y cinco
aos, era de nariz extraordinariamente alta y bien conformada y pequea boca sensible.
Pareca una versin refinada y sazonada de la joven, con la juvenil vivacidad
apaciguada y el fuego emocional serenado - pero no sumergido -, y cuidadosamente
discreta y educada. Se haba cubierto el rostro con un velo de impasibilidad, y si haba
el estremecimiento de una sonrisa cuando el capitn la miraba, sus labios se tornaban
inmediatamente rgidos. Sus rpidos ojos inteligentes dieron al capitn la impresin de
un misterio que vala la pena desentraar.
Para esa familia de tres generaciones de mujeres era una idea levemente novedosa la de
aceptar a un hombre desconocido, pero una sola mirada al joven oficial haca que a
cualquier corazn femenino le resultara fcil abrigar la idea. El capitn era alto y
esbelto, de anchos hombros, facciones sumamente regulares y una masa de cabellos
negros como el azabache. No era el tipo fornido, analfabeto, amigo de lanzar
escupitajos, blasfemador y perdonavidas que a menudo se encuentra en el ejrcito, ni
tampoco remilgado y rgido y sostenido por una dignidad artificial, como otros.
Graduado en la Academia Militar de Peiyang, su conversacin era culta y sus modales
bien educados. Se llamaba Li Sung; Sung era su nombre personal.
- No molestar a las seoras con las comidas. Lo nico que necesito es una cama, un
buen lugar para lavarme y, de tanto en tanto, una taza de t.
- Esta no es una casa que le convenga, oficial - dijo la joven seora Wen -. Pero si no le
importa, nos alegrar que se hospede con nosotras siempre que est en el pueblo.
La casa era bastante vieja y un tanto oscura. Los muebles eran elegantes, pero
desnudos; la madera estaba descolorida por efecto del excesivo fregado, pero la casa era
limpia, ordenada y bien dirigida. Por cierto que podan proporcionarle un catre de
bamb en el vestbulo delantero, y Meihua dormira en el patio interior con su madre.
La presencia de la abuela sera una garanta contra cualquier murmuracin.
Cuando las dos viudas vieron al capitn, su primer pensamiento fue: He aqu un
hombre para Meihua, porque sta haba llegado ya a una edad en que deba casarse o
comprometerse. La muchacha era de una belleza notable; tena la nariz bien formada y
los ojos vivaces de la madre, pero no el refinamiento de facciones de sta. Tena
muchos admiradores, y lo saba. Se la conoca como una joven deseable en edad de
matrimonio. Pero haba una supersticin en cuanto a los desdichados hombres de esa
familia Wen. Ya existan dos viudas en la familia, porque tanto el abuelo como el padre
murieron poco despus del casamiento. Puesto que tal cosa haba ocurrido dos veces,
poda volver a suceder una tercera, y el hombre que se casara con Meihua estara
prcticamente planeando su suicidio. Como carecan de propiedades, aparte de la casa,
la gente no se mostraba interesada. Los jvenes que se sentan atrados hacia Meihua
eran siempre desalentados por sus padres, cuando se les sugera la cuestin del
compromiso con ella. Y de ese modo haba crecido hasta convertirse en una alegre
muchacha de diecinueve aos en cuyo favor nadie haba dicho nunca una palabra.
Un gran cambio se produjo en la casa de estas tres mujeres cuando lleg el capitn Li
Sung. ste prestaba suma atencin a Meihua y gozaba con la compaa de las mujeres.
Se mostraba corts y respetuoso con la abuela y caballerescamente encantador con la
joven seora Wen. Era un buen conversador, y, en el amor, ruidosamente jovial,
divertido y exuberante. Llev a la casa de las viudas una voz viril y una risa resonante,
tales como haca muchos aos que las mujeres no escuchaban. Ciertamente, stas
esperaban que se quedase para siempre.
De regreso del campamento, el capitn encontr a la seora Wen en el vestbulo
interior. Haba una pequea biblioteca en la que se vea un surtido de clsicos y de
literatura general. Algunos eran volmenes grandes, de antiguas ediciones de tipos de
madera, y aparente-' mente poco apropiados para ser ledos por mujeres. Haba algunas
novelitas y dramas baratos, y unos libros infantiles, y la coleccin era vulgar y nada
distinguida. Sealando los volmenes, dijo a la seora Wen:
- Tiene una buena coleccin de libros.
- Oh, mrelos, si quiere. Pertenecan a mi esposo.
- Y estos libros infantiles? - Pareca haber ms volmenes de sos de los que se
esperara encontrar en una casa sin nios.
La viuda se ruboriz levemente.
- En realidad no he tenido mucha educacin. Pero doy lecciones a nios pequeos y a
muchachas jvenes.
Era perfectamente evidente. Haba un ejemplar de las Analectas para Muchachas,
varios del clsico Deberes Femeninos, de la historiadora Pan Chao, del siglo dos, y tres
o cuatro de Modelos de Conducta Familiar, de Szema Kwang, el tipo de libros usados
en la educacin de las jvenes.
- As se gana la vida? Es sorprendente. Me preguntaba cmo ustedes, madre y nuera,
se mantenan. La seora Wen ri.
- Oh, una se las arregla. Cuando mam y yo ramos ms jvenes, solamos hacer
bordados. Ahora doy lecciones en casa. Las muchachas vienen y se van. Las lecciones
son sumamente irregulares; algunas duran varios meses, otras un ao,
aproximadamente. Las familias me envan sus hijas porque saben que yo les doy una
correcta instruccin moral; precisamente lo que las chicas necesitan para llegar a ser
buenas nueras.
El capitn estaba abriendo en ese momento la gran coleccin Sentencias Reunidas de
Chu Ski, un libro favorito de los moralistas confucianos, pero ms filosfico que la
mayora, cuando la seora Wen dijo:
- se perteneci a mi esposo. No es para nosotros. Ya le dije que no he tenido muy
buena educacin. Lo nico que una mujer necesita, en ese sentido, es un conocimiento
de las cosas esenciales: los deberes de una madre, de una esposa, de una hermana, de
una hija y de una nuera, y los principios de la piedad filial, de la obediencia, de la
castidad y dems.
- Estoy seguro de que sus alumnas deben de estar bien instruidas en tales principios. Su
esposo debe de haber sido un confucianista estricto.
El tema pareca ser penoso para la viuda, y no respondi. Su conversacin, que era una
mezcla de modestia y orgullo, y su aspecto juvenil y fcil amistosidad, haban
producido una encantadora impresin en el capitn. ste estaba enamorado de la hija,
pero se daba cuenta de que la madre era ms refinada y tena en s la fuerza de la
paciencia, nacida del dolor, y una verdadera apreciacin de las cosas ms delicadas,
que, por un feliz equilibrio, la hacan sentirse satisfecha con su suerte. No saba hasta
ese momento que las viudas en casa de quienes se hospedaba tenan una posicin nica
en el clan, ni que los miembros de dicho clan haban iniciado un movimiento para
obtener para ellas un arco de castidad.
Luego de su regreso de Lincheng, el capitn descubri que en el fondo de la casa haba
una huerta a la que se llegaba por la cocina. Una maana Meihua haba salido de
compras y el capitn no la vio.
Pregunt dnde estaba la abuela, aunque pensaba en Meihua.
- Creo que est en la huerta. Venga a verla - dijo la seora Wen.
La huerta era sumamente espaciosa en proporcin con la casa. Haba algunos perales,
algunos arbustos de flor e hileras de coles, puerros y otros vegetales. Estaba cercada por
los muros de las casas vecinas, pero en el costado del este una puerta lateral comunicaba
con una estrecha calleja. J unto a la puerta haba una estructura de una sola habitacin,
que pareca la casa del guarda, y ms all se hallaba el gallinero. La abuela estaba
sentada en un viejo silln de madera, gozando del sol, y la seora Wen, vestida
pulcramente de negro, con el cabello retirado de las sienes, a la moda de esos das, se
pase por el jardn con el capitn. En su rostro haba una curiosa mezcla de modestia y
orgullo que resultaba encantadora, y en su mirada se vea un suave resplandor. El
capitn estaba completamente seguro de que la mujer habra podido volver a casarse en
cuanto se le ocurriera.
- Y usted sola cuida toda esta huerta?
- No - replic su anfitriona -. Lo hace el Viejo Chang.
- Quin es el Viejo Chang?
- Nuestro jardinero. A veces, cuando tenemos melones y pepinos y coles para vender,
los cambia por buen dinero. Es el hombre ms honrado que conozco. - Sealando la
habitacin de junto a la puertecita, dijo: - Duerme all.
En ese momento el jardinero apareci por la puerta lateral. Estaba desnudo hasta la
cintura, y sus msculos bellamente bronceados relucan al sol. Tena unos cuarenta aos
de edad y su coleta estaba enrollada en torno a la cabeza, a la moda campesina. Tena
ese rostro honrado que resulta claramente agradable en cualquier parte que aparezca. Lo
que es ms, era un rostro libre de preocupaciones, y su piel era fresca y firme.
La seora present el Viejo Chang al capitn, pues era el nombre familiar con que se
llamaba al jardinero. Yendo hacia el pozo con brocal, el hombre subi un cubo de agua
y, tomando una calabaza, bebi un poco, vertindose el resto en las manos para
lavrselas. Resultaba encantador contemplar la sencillez de sus acciones. Mientras
beba, el sol brillaba sobre sus limpios y hermosos msculos, y el capitn vio que los
sensibles labios de la seora Wen se estremecan.
- No s qu hara sin l - dijo la seora Wen -. No quiere cobrar jornales. No tiene a
nadie para mantener, y lo nico que necesita son sus comidas y un lugar donde dormir.
Dice que no tiene ninguna necesidad de dinero. Cuando viva su madre, ella sola
alojarse en nuestra casa, y l era un buen hijo. Ahora est completamente solo y sin
parientes. Nunca he visto a nadie tan limpio y honrado e industrioso. El ao pasado le
cos una chaqueta y tuve que convencerlo para que la aceptara. Hace por la familia ms
de lo que recibe de nosotros.
Despus del almuerzo, cuando el capitn volvi al jardn, el Viejo Chang se encontraba
arreglando el gallinero. Li Sung se ofreci a ayudarle. Ms tarde le diverta pensar que
el gallinero tuviese tanta relacin con el futuro de la seora Wen, tan importantes son
los pequeos detalles de nuestra vida.
Se puso a hablar con el jardinero acerca de la seora Wen.
- Qu mujer! - exclam el Viejo Chang, parlanchn -. Si no hubiese sido por ella, mi
madre no habra tenido una vejez tan cmoda y dichosa. Se dice que el Tutor Imperial
Wen les conseguir un arco de castidad. La anciana seora Wen perdi a su esposo
cuando tena veinte aos; su hijo nico se cas con mi seora. Hace ya mucho tiempo,
pero me han contado que l se estaba peinando una maana, y de pronto cay muerto al
suelo. La joven seora Wen se convirti en una viuda a la edad de dieciocho aos, y
estaba esperando un hijo. Pero fue una nia. Nadie querra que una mujer tan joven
fuese una viuda durante toda su vida. Sera inhumano, a menos de que tuviera un hijo
por quien vivir y para quien llevar el apellido de la familia, y a menos de que ella lo
quisiese as. Pero ella no quera. La anciana quera adoptar un nio para que su nuera
continuase el fuego del altar ancestral, pero usted ya sabe lo que pasa en las familias.
Algunas medran y se multiplican, y tienen seis o siete hijos de un tirn; otras se
extinguen. La gente dice que la suerte estaba en contra de los hombres de esta familia, y
nadie estaba dispuesto a permitir que su hijo fuese adoptado por ellas. De modo que mi
ama se qued con la nia. He visto a Meihua crecer y transformarse en una joven tan
hermosa... Capitn, por qu no se casa con ella? Ser una magnfica esposa para
cualquier hombre que est en condiciones de mantenerla.
Li Sung sonri ante la simplicidad de modales del jardinero. No necesitaba que el
jardinero le abriera los ojos en cuanto a los encantos de Meihua.
- Y qu es ese arco de castidad?
- No lo sabe? La familia Hu tiene el nico arco de castidad del pueblo, y el clan de
Wen se siente un tanto celoso. Escribieron al Tutor Imperial Wen acerca de estas dos
viudas de su propio clan. La anciana viuda mantiene su viudez hace ya cuarenta aos.
Se dice que el tutor imperial pedir al emperador que haga erigir un arco de castidad en
honor de ellas.
- Es cierto?
- Por qu habra de bromear con usted, capitn? Es esto algo que se preste a bromas?
Que una mujer sea honrada por el propio emperador? Dicen que el emperador
concede, por lo general, mil taels de plata juntamente con el permiso para levantar el
arco. Entonces ella ser rica y respetada. Y se lo merece. Mi ama es joven y hermosa, y
a muchos hombres les gustara desposarla. Ha preferido quedarse en la familia Wen por
su anciana suegra, para servirla en su vejez, antes que volver a casarse y dejarla sola. Es
imposible dejar de admirarla por eso. Ese ser el motivo del monumento. Y entonces
ella tiene la esperanza de que, cuando se case Meihua, podrn mantener encendido el
fuego del altar de los antepasados de su esposo. Qu mujer!
El capitn iba y vena, aunque estaba ms interesado en perseguir a Meihua que a los
bandidos. Meihua amaba a Sung como si ninguna muchacha antes que ella hubiera
amado, y Sung estaba absolutamente cautivado. La muchacha no trataba de ocultar su
amor y admiracin por l; le deca qu admiraba en l y por qu. Puede que en otras
mujeres que el capitn conoci eso fuese artificio, pero uno puede intuir cundo una
mujer es totalmente sincera, y el capitn no poda dejar de sentirse halagado. Meihua era
infantil, vivaz y a veces francamente traviesa. Todo eso haca que resultase sumamente
encantadora para el capitn.
El amor de ellos era evidente para sus mayores, por supuesto, gracias a la conducta de
la muchacha y a la actitud ms contenida pero igualmente palmaria del capitn. Como
Li Sung tena ya veintisiete aos y estaba soltero, la abuela se senta convencida de que
esa unin estaba predestinada.
Naturalmente, se tomaron todas las precauciones posibles para impedir cualquier
incorreccin. La abuela dorma en la habitacin occidental, y la seora Wen y su hija lo
hacan en la habitacin oriental del patio interior. En cuanto terminaba la cena se corra
el cerrojo de la puerta del patio interno, y la seora Wen adoptaba adems la precaucin
de correr el de su propia alcoba. Pero la madre se engaaba. Li Sung permaneca a veces
en el campamento, a fin de poder encontrarse con la joven afuera. Meihua desapareca
en ocasiones por la tarde y regresaba a deshora para la cena. Tales irregularidades
coincidan siempre con los das en que el capitn supuestamente se encontraba fuera de
la ciudad.
Una noche lleg a la casa dos horas despus de la de la cena, porque corra el mes de
julio y los das eran largos. Siguiendo un camino que conduca fuera del pueblo, Sung y
Meihua se internaron en una senda umbra que contorneaba un estanque y se diriga
directamente hasta la boscosa falda de una colina. Era una tarde gloriosa, y la
mordedura del sol de medioda se haba apaciguado; soplaba una deliciosa brisa en el
bosque de abetos, en el que se erguan rocas cubiertas de brillante musgo verde. En la
distancia, ms all del estanque y de sus verdes orillas, se extenda el hermoso lago.
Con el capitn a su lado, la vida era completa para Meihua. Ya se haban jurado amor
eterno. La muchacha le cont a Sung cuan famosa haba sido su madre en la juventud
por su belleza, cuntos hombres le haban propuesto matrimonio y recibido una
negativa, y luego agreg lo siguiente, que son extraamente en los odos del capitn:
- Si yo hubiera estado en su lugar, me habra vuelto a casar hace mucho tiempo.
- No ests orgullosa de tu madre?
- Por supuesto que lo estoy. Es que creo que una mujer debe tener un hogar con un
hombre, y no vivir como vive ahora. Quizs he odo hablar tanto en casa de las ideas
confucianistas, que ya estoy cansada de ellas.
Meihua era joven. Ningn ejemplo establecido por una abuela bienaventurada y por
una madre en camino a la bienaventuranza poda aplastar la primavera que bulla en su
juvenil corazn.
- Despus de todo - dijo Sang - es preciso que una mujer sea virtuosa para hacer lo que
ella ha hecho.
- Para qu crees que es una muchacha? - replic Meihua rpida y vivazmente -. Para
casarse y tener un hogar e hijos, no es cierto? A mam debe de haberle resultado
penoso perder a pap cuando ella era tan joven, especialmente teniendo en cuenta que
somos tan pobres. No puedo dejar de admirarla por eso. Pero...
- Pero qu?
- No creo en los arcos de castidad. El capitn lanz un rugido.
- Cuando crec pens en eso. Mam es una mujer ambiciosa y sumamente severa
consigo misma. Se consigue una especie de distincin cuando se es una viuda casta, y
creo que mam se envanece de ello. No s por qu hablo de este modo.
Sung le pregunt a la joven acerca del arco de castidad que el clan estaba esperando
para su madre y su abuela.
- Me alegro por mam - dijo Meihua -. Pero cuando nosotros nos casemos, nos iremos.
Y la salud de la abuela es tan frgil... Qu har con mil taels, viviendo sola, sin nada
que esperar, salvo otros veinte aos de soledad gloriosa, hasta que muera y se convierta
en un sagrado cadver?
Li Sung se sinti divertido. Cmo se le puede decir que est equivocada a una joven
como Meihua, con su agudo amor a la vida? Ella haba compartido y presenciado la
vida sin amor de la casa de las dos viudas, y quiz supiese lo que estaba diciendo.
Dndose cuenta de pronto que el sol se pona detrs de las colinas, Meihua exclam:
- Oh Sung! Tengo que irme corriendo. No saba que era tan tarde!
Durante el siguiente perodo de ausencia del capitn sucedi algo. La seora Wen se
haba enterado, por informacin de vecinos, que los enamorados haban sido vistos
juntos en el pueblo, y una vez en el camino que llevaba a la colina boscosa del oeste del
pueblo. Nada escapaba a la mirada vigilante de la madre. Interrog a su hija. Llorosa, la
hija admiti su culpabilidad y dijo que el capitn le haba prometido casarse con ella. La
seora Wen fue presa de un espantoso acceso de clera.
- J ams pens que mi propia hija trajese tal deshonra a esta casa! Tu abuela y yo
hemos establecido un ejemplo en este pueblo. Y ahora t has manchado el nombre de
la familia Wen.! Cmo se refocilarn los vecinos cuando se enteren de este escndalo!
Mi propia hija!
- No estoy avergonzada - dijo Meihua enjugndose las lgrimas -. No, no estoy
avergonzada de amarlo! Estoy en edad de casarme. Si l no te gusta, bscame un
muchacho bueno, bscamelo! Soy joven y no pienso podrirme en la vida sin amor de
esta casa. En cuanto a ti, madre, no veo nada de respetable en la hueca vida que t
llamas tu virtuosa viudez!
La joven seora Wen se qued muda de asombro y desconcierto.
- Qu ests diciendo, muchacha? - exclam, tambalendose ante el inesperado golpe
de su hija.
- S - dijo Meihua -. Madre, por qu no vuelves a casarte? An eres joven.
- Que el rayo te corte la lengua!
Nadie sino un nio habra podido lanzar como una bomba una verdad semejante, en
forma tan desnuda y directa. No tena idea de cmo haba herido a su madre, de cuan
honda e inesperadamente la haban lastimado sus palabras. Para su madre, el
pensamiento de volver a casarse era horrible, escandaloso, impensable.
- Durante todos estos aos te he estado enseando. Muchacha, no tienes el sentido de
la vergenza?
La seora Wen se derrumb por completo y llor lastimosamente. Es extrao el efecto
que una frase, una simple palabra, puede hacer en ocasiones. Todos los tormentos que
haba soportado, y que no pudo contar a nadie durante esos largos diecinueve aos,
salieron ahora a la superficie con las amargas lgrimas salobres. Qu no haba
soportado? Y ahora su propia hija se rea de ella y se burlaba de sus aos de sacrificio y
autorrenunciamiento, cuyo precio ella sola conoca. Desde que la seora Wen era una
nia no haba odo a nadie poner en tela de juicio la virtud de la castidad de una viuda o
la validez de sus ideales. Era como interrogar al sol. La idea de volver a casarse no era
en verdad impensable, sino que no haba surgido en esos largos aos. Era una cuestin
abandonada desde haca mucho tiempo. Si alguna vez abrig la idea de casarse
nuevamente, la apart rgidamente de sus pensamientos. En verdad nunca haba pensado
en eso - hasta ese momento.
La seora Wen ces de reir a su hija. Se haba derrumbado en un decaimiento de
desdicha. Meihua, asustada, no dijo una palabra ms. Pero la madre pareci desgajarse
por completo ante la burla de su hija. Lo que Meihua haba dicho en cuanto a la
vaciedad de la dura vida de una viuda era demasiado cierto. La madre ocult la cabeza
entre las manos, sobre la mesa, y continu sollozando. Dej vagar sus pensamientos. La
felicidad de Meihua con el capitn era tan real y convincente ... Si ella misma hubiera
conocido a un hombre as cuando era joven... Qu confusin...!
La seora Wen decidi que deba esperar a que el capitn regresara a la casa. Era
posible que se encontrara en el pueblo, y la joven poda ir a advertirle o incluso a huir
con l. Encerr a Meihua en su habitacin.
Cuando Sung volvi, tres das despus, fue recibido por la seora Wen, un tanto
hoscamente.
- Dnde est Meihua?
- Est bien. Est adentro.
- Por qu no sale?
- Estaba esperando esa pregunta - respondi la seora Wen con voz torva y los labios
apretados -. Pens que estara usted en el pueblo, preguntndose por qu no acuda ella a
la cita.
- Qu cita? - pregunt Sung, sorprendido -. Acabo de llegar esta maana.
- No finja. Lo s todo.
Su tono estuvo tan prximo de una ira femenina contenida como nunca lo haba
escuchado Sung de sus labios. Hubo una vez ms esa curiosa mezcla de modestia y
orgullo que tanto encantaba al capitn.
ste guard silencio. Del fondo de la casa lleg la voz de Meihua, gritando
frenticamente:
- branme! Estoy aqu, Sung! Slvame, Sung! breme - Sus gritos terminaron en
un aullido.
- Que es esto? - grit Sung, y se precipit hacia el interior. La oye golpeando en la
puerta cerrada y llegaron hasta l sus lastimosos gritos.
La joven seora Wen lo haba seguido al vestbulo interior, y la abuela haba salido de
su habitacin. Caminando lentamente hacia el capitn, la anciana dijo, con lgrimas en
los ojos:
- J oven, se casar con ella?
Las facciones de Sung reflejaron su sorpresa. Entonces entendi. La muchacha en la
habitacin continuaba gritando:
- Sung, Sung, breme!
- Por supuesto que me casar con ella. Y ahora, quiere abrir la puerta y dejarme hablar
con ella?
La puerta fue abierta y la muchacha sali y cay en brazos del oficial, gritando:
- Llvame contigo, Sung, llvame contigo!
Entonces le toc a la madre el turno de llorar. El capitn pidi disculpas una y otra vez,
y trat de consolarla, pero aparentemente el llanto de la seora Wen no tena nada que
ver con la cuestin, cosa que el capitn no pudo entender en ese momento.
Sung hablaba como si entendiera claramente su posicin. Lamentaba lo que haba
hecho, pero nunca haba pensado en otra cosa que en casarse con Meihua. Se echaba
toda la culpa encima. Ansiaba el perdn de las dos mujeres. Pero ah estaba, dispuesto a
casarse con Meihua, y tena la esperanza de ser un yerno respetuoso. Meihua estaba
sentada, escandalizando a sus mayores con su felicidad.
Ahora que la crisis haba pasado, la unin, en fin de cuentas, no pareca tan mala. La
promesa de matrimonio del capitn haca que la familia la aceptara. La campaa contra
los bandidos termin muy pronto.
Se hicieron arreglos con la familia del capitn, y Meihua fue casada un tanto
apresuradamente en Suchow.
La mente humana es una de las cosas ms impredecibles del universo. El corto y ms
bien tumultuoso romance de Meihua y el capitn haba terminado. Pero produjo un
extrao efecto en la seora Wen.
Tres meses ms tarde muri la abuela. El capitn lleg solo para ayudar en lo referente
a las disposiciones funerarias.
La seora Wen inform a Li Sung que el to abuelo del clan haba ido a mostrarle una
carta del tutor imperial, en la que deca que hara la recomendacin para el arco de
castidad. Era una cosa casi segura. La historia haba circulado y excitado
considerablemente a los dems miembros del clan, y ahora todo el clan pareca tener
intereses creados en la castidad de las dos viudas. Ahora, en la familia Wen, las dos
viudas, la viva y la muerta, eran llamadas chiehfu - Dama Casta -, un trmino altamente
honorable.
Cosa curiosa, la seora Wen le cont todo eso a su yerno sin mucho entusiasmo e
incluso, en ocasiones, con una sombra de duda.
- Pero si es maravilloso - exclam Li Sung, desbordante -. No se siente excitada?
- No s. Cmo est Meihua?
Li Sung le dio la noticia de que ya esperaban un hijo. La seora Wen tembl de
emocin.
- Por qu esperaste a decrmelo? Esa es una verdadera noticia!
- Oh, no tan importante como el honor del arco que te erigirn, madre! - dijo el
capitn.
- El arco! - exclam la seora Wen despectivamente -. No hablemos de eso!
Li Sung se sinti sorprendido ante la indiferencia que mostraba en relacin con un
honor tan pocas veces concedido. Record lo que haba dicho su esposa en cuanto a
otros veinte aos "de soledad gloriosa". Pero resultaba difcil creer que la propia seora
Wen lo contemplase de ese modo.
- Te parece que debo aceptarlo? - pregunt la seora Wen, volviendo bruscamente al
tema. Qu pregunta extraa!
- Sera una locura no... - La voz de Li Sung se apag cuando una duda le penetr en el
cerebro. - Naturalmente, despus de que el arco sea concedido su viudez ser sagrada,
por as decirlo, protegida por el emperador.
Cuando termin el funeral, la seora Wen regres sola a su casa. Los vestbulos
delantero y trasero estaban an cubiertos de rollos de pergamino colgantes, de
condolencia, y atravesando el centro del vestbulo haba una banda de seda blanca,
regalo del propio magistrado, con los cuatro caracteres: "Una puerta, dos castas."
Viviendo a solas en la casa, la seora Wen tena tiempo de sobra para pensar en su
futuro. Cuando miraba hacia adelante se senta un tanto atemorizada. Haca apenas
pocos meses su suegra, su hija y el capitn llenaban la casa con alegres risas. Muchas
cosas haban ocurrido, una detrs de la otra: el cortejo y matrimonio de Meihua, la
muerte de la abuela, ese repentino ascenso a una gloriosa pero ms bien montona
altura de fama, y el nio no nacido.
El Viejo Chang se port maravillosamente durante toda la ceremonia del funeral, y
ahora, viendo a su ama tan triste, result ms til aun. Iba a hacer las compras en lugar
de Meihua, relevaba a la seora Wen de todas las preocupaciones de la casa y de todas
las cosas que tenan relacin con el mundo exterior, y hasta lograba llevar algn dinero,
producto de la venta de las hortalizas. Desde la cocina ella observaba al fiel y honesto
jardinero y a veces, de tan sola que se senta, sala a la huerta para conversar con l. El
jardn estaba completamente cercado y ningn vecino poda verlos. Surgi una especie
de intimidad.
Pero fue a visitarlas el to abuelo, llevando cien taels, como regalo funeral de parte del
tutor imperial. La concesin del monumento y de los mil taels era ahora una cosa
segura.
Cuando el to abuelo se fue, la seora Wen se vio en la necesidad de tomar una difcil
decisin, y deba tomarla antes de que fuese demasiado tarde. El Viejo Chang la felicit
con todo su corazn. Estaba orgulloso de su ama, y jams haba dudado de que llegara
a ser una mujer famosa.
La seora Wen estuvo varias veces a punto de iniciar el tema. Pero cmo poda una
dama, ms, una casta viuda, hacer esa proposicin a un hombre? Varias veces fue a la
huerta para hablar de l sobre las hortalizas. Pero arriba estaban el cielo azul y el blanco
sol, y su modestia y sus largos aos de adiestramiento le impedan mencionar lo que
rondaba sus pensamientos. No poda hacerlo. Chang era absolutamente honrado, tan
completamente leal... Nunca la vea como una mujer. Se sinti absolutamente
desesperado cuando eso sucedi.
Cuando a Meihua y el capitn les naci una niita, acudieron a mostrarle a la seora
Wen la nueva nieta. La seora Wen se sinti emocionada cuando tuvo contra su pecho a
la hermosa chiquilla, regordeta, blanca y tibia, y cuando pudo canturrearle. Haca
tiempo que no tena a un nio entre los brazos, y era tan joven para ser abuela, que se
sinti dichosa.
- Meihua, me alegro de que seas tan feliz en tu matrimonio. Debes de estar orgullosa de
tu hijo y tu esposo.
Las lgrimas asomaron a los ojos de Meihua. Pens que su madre se haba vuelto ms
humana y que la haba perdonado realmente y por completo. Pero durante el primer da
de su visita la vio sentada a solas, silenciosa, y sorprendi en su rostro una expresin de
preocupacin. Ya no era la mujer aplomada, satisfecha, que Meihua haba conocido.
Y entonces el capitn se enter de las sorprendentes noticias. Al salir a la huerta vio al
Viejo Chang removiendo la tierra. Para su sorpresa, el jardinero lo llev a su habitacin.
En el rostro del hombre brillaba una extraa luz de felicidad, excitacin y desconcierto.
- Por favor, dgame qu debo hacer, capitn. Soy un hombre inculto.
- De qu se trata?
El Viejo Chang vacil un segundo.
- Se trata de mi ama.
- Est mi suegra en dificultades?
- No. Pero, capitn, usted es el nico que puede aconsejarme. No s qu hacer.
- Tiene esto tambin relacin contigo?
- S.
- Debes decirme qu ocurre. Qu ocurri entre ustedes dos cuando yo me fui?
El jardinero hablaba con lentitud, no estaba acostumbrado a la conversacin delicada.
Mientras narraba el caso, el capitn no pudo dar crdito a sus odos. El Viejo Chang
continu hablando lenta y solemnemente, y entonces el capitn entendi cmo la
correctsima viuda que era su suegra haba encarado el problema en la forma ms
indirecta, para sugerir algo que una joven como Meihua poda hacer con un simple
gesto o un beso. Las noches estivales eran calurosas, y el viejo Chang dorma
semidesnudo en su estera. Una noche, la semana anterior, despert y oy que su ama
llamaba "Viejo Chang!" La luna estaba hacia el oeste, iluminando directamente su
cama, y vio a su ama de pie en la puerta. Se levant apresuradamente y le pregunt si
necesitaba algo.
- No - dijo la seora Wen -. Por cierto que tienes el sueo pesado. O cacarear a las
gallinas, y me pareci que un gato montes las estaba robando.
A fin de llegar al gallinero tena que pasar por la habitacin del Viejo Chang. Deban de
ser las tres de la maana. La hierba estaba hmeda de roco.
- Vuelve a acostarte - dijo la viuda -. Puedes resfriarte, si te quedas ah sin ponerte la
chaqueta. - Pero el Viejo Chang insisti en acompaarla hasta la puerta de la cocina.
El Viejo Chang pens en los pequeos gatos monteses que bajaban de la montaa, de
noche, para asaltar los gallineros. Pero nunca oa alborotar a las gallinas. Dorma
profundamente.
Al da siguiente la seora Wen le dijo:
- Cierra bien el gallinero y procura que ningn animal pueda entrar.
- No se preocupe - contest l.
Eso nunca haba sucedido antes, pero la tercera noche parece que un gato montes
atraves el alambrado y huy con una gallina negra. El Viejo Chang despert cuando
sinti que alguien lo cubra con una sbana, y vio que su ama lo sacuda.
- Qu ocurre? - pregunt mientras se incorporaba.
- Vi un gato montes. Salt por sobre la pared y huy.
El Viejo Chang se puso precipitadamente una chaqueta. Examinaron el gallinero y
encontraron un gran agujero en las mallas del alambrado. Su ama le indic dnde haba
visto al gato salvaje. No vieron ninguna huella, pero cuando llegaron al lugar
encontraron, en efecto, la gallina negra muerta en un cantero de flores, junto a la pared,
con un terrible tajo en el cuello. El Viejo Chang se disculp por su descuido, pero la
viuda fue la bondad personificada y le dijo:
- No se ha perdido nada. Maana podr cocinar la gallina para la cena.
- Por qu tiene usted un sueo tan liviano? - pregunt el Viejo Chang.
- Oh, a menudo permanezco despierta por la noche. Puedo or el ruido ms leve,
incluso cuando duermo - contest la seora Wen.
Volvieron al cuarto de l, pero su ama se qued en la puerta. Chang vio manchas de
sangre en el vestido y las puntas de los dedos de su seora. Dejando caer en el suelo la
gallina muerta, ech un poco de agua para que se lavara las manos. Le pregunto si le
agradara beber una taza de t. Ella se neg al principio, pero pensndolo mejor acept.
Estaba ahora completamente despierta y ya no podra conciliar el sueo.
- Lo llevo a la casa? - pregunt Chang.
- No - respondi ella -, se est tan bien aqu...
- No tardar ni un minuto.
- No hay prisa - dijo la seora Wen.
Se sent en la cama y palp la estera y las tablas desnudas y las radas sbanas que
tena para taparse, y le dijo:
- Viejo Chang, no saba que no tuvieras una colcha decente. Maana te dar una. Al da
siguiente, cuando la cazuela de gallina fue servida durante la cena, su ama volvi a
recordarle la cuestin del gato montes.
- Has arreglado el gallinero?
l respondi que s, por supuesto.
- Puede que el mismo vuelva esta noche.
- Cmo lo sabe?
- Porque ayer no se llev lo que quera. Fue demasiado tmido. Casi consigui la
gallina, pero la dej caer cuando se asust. Quiere la gallina y sabe dnde encontrarla.
Por lo tanto, si es un gato sensato, tiene que venir esta noche. No est claro?
- De modo que me sent decidido - dijo el jardinero continuando con su relato - a
quedarme sentado esperando al gato, y le dije a mi seora que no se preocupara. Baj la
mecha de la lmpara y puso un taburete detrs del matorral, y tom una pesada estaca
para aplastarle los sesos a cualquier gato montes que se atreviera a mostrar sus garras en
mi huerta. Y la luna subi hasta el cenit y no haba seales de gato alguno, y descendi
y todava no se vea ningn gato. Yo estaba sintiendo fro, y decid acostarme, cuando
o la voz de mi ama que llamaba suavemente: "Viejo Chang!" Me volv y vi a mi
seora, vestida de blanco, acercndose desde la casa como un Hada Maku. Cuando lleg
junto a m me pregunt en un susurro: "No has visto nada?"
- Nada - contest.
- Esperemos en tu habitacin - me dijo. Fue la noche ms bella que jams haya pasado
en mi vida. Los dos sentados all, yo y mi seora, cuando todo el mundo estaba dormido
y silencioso en torno nuestro. Esa maana ella me haba dado esa sbana nueva. Era tan
blanca y flamante, que yo no tuve valor para sentarme en ella y arrugarla. Acurrucados,
contemplbamos los plateados rayos de la luna que entraban por la ventana.
Era como si nos conociramos desde haca mucho, mucho tiempo. Conversamos, o ms
bien mi ama habl la mayor parte del tiempo, de toda clase de cosas: de la huerta, de la
vida y el trabajo, y de la pena y la felicidad del corazn. Ella me pregunt cmo haba
sido mi pasado y por qu no me haba casado. Le dije que no poda permitrmelo.
- Si pudieras permitrtelo, te casaras? - le pregunt la seora Wen.
- Por supuesto que s - contest el Viejo Chang.
La viuda pareca arrobada y soadora, y el jardinero la vio irreal, con la luz de la luna
cayendo sobre su plido rostro y los ojos bollndole como joyas. El Viejo Chang estaba
casi asustado.
- Es usted real, o es el Hada Maku que sale con un vestido blanco durante la luna del
tiempo de cosecha? - pregunt.
- Viejo Chang, no seas tonto! Por supuesto que soy real.
Cuando termin de decir eso, le pareci a l ms irreal, y los ojos de la seora Wen lo
miraban y a la vez no lo miraban. El jardinero no poda dejar de contemplarla.
- No me mires de ese modo. Por supuesto que soy una mujer. Tcame.
Extendi el brazo. El Viejo Chang se lo toc y la seora Wen se estremeci.
- Lo siento. La he asustado? - pregunt el jardinero sintindose culpable -. Por un
momento pens que era realmente el Hada Maku que sala en una noche de luna como
sta.
La viuda ahog una risita y el viejo Chang se sinti aliviado.
- De veras soy tan bella, Chang? - pregunt -. Ojal siempre fuera as. Dme, crees
que el Hada Maku amara y se casara como lo hacen los hombres y las mujeres en la
tierra?
- Cmo puedo saberlo? - contest el honrado Chang, todava sin entender la
insinuacin -. Nunca la he encontrado.
Y entonces la seora Wen formul una pregunta que trastorn al jardinero:
- Qu haras si te la encontraras esta noche? Le haras el amor? Prefieres que yo sea
una mujer o que sea el Hada Maku?
- Seora, est bromeando. Cmo podra atreverme?
- Hablo en serio. Seras feliz si pudiramos vivir siempre as (como Meihua y el
capitn), como marido y mujer?
- Seora, no le creo. No tengo tanta suerte. Y qu hay del arco de castidad?
- No te preocupes por el arco de castidad. Te quiero a ti. Podemos ser felices y vivir
juntos hasta una avanzada edad. No me importa lo que diga la gente. He pasado veinte
aos de viudez, y eso me basta. Que se queden otras mujeres con eso. - Y lo bes.
- Capitn, qu debo hacer? - exclam el Viejo Chang con la misma emisin de voz,
cuando termin el relato -. Quin soy yo para interponerme en el camino del
emperador? Pero mi seora dice que eso no importa. Me pidi que me casara ahora con
ella, porque de lo contrario no podra casarse conmigo despus. Imagnese a mi seora
diciendo eso! Dijo que sera dichosa conmigo, y que yo podra mantenerla tal como
estamos ahora. Capitn, qu debo hacer?
La idea penetr muy lentamente en la cabeza de Li Sung, porque al principio se sinti
desconcertado y concentr toda su atencin para captar cada una de las slabas y matices
de las palabras del jardinero. Luego de tragar saliva varias veces, exclam:
- Qu debes hacer? Idiota! Csate con ella! Inmediatamente llev la noticia a
Meihua.
- Me alegro tanto por mam...! - dijo Meihua. Y luego agreg, en un susurro - : Ella
misma debe de haber matado la gallina negra! Tendra que haber un arco de castidad
para hombres como Chang.
Ms tarde, esa noche, despus de la cena, el capitn dijo a la seora Wen:
- Madre, he estado pensando. Estoy seguro de que esta hijita nuestra ha sido una gran
desilusin para ti. No s cundo tendremos un hijo que pueda llevar el apellido de los
Wen.
La seora Wen levant la mirada. El capitn continu con solemnidad, con la vista
clavada en el suelo:
- He estado pensando. No te ras de m, madre. La abuela est muerta, y t ests
viviendo sola. Chang es un hombre honrado. Si me permites que le hable, creo que se
sentir encantado de adoptar el nombre de la familia Wen cuando se case contigo.
La seora Wen se ruboriz. Comenz a decir "S, el nombre de la familia Wen..." y se
precipit a su habitacin.
Cuando se llev a cabo la boda con el jardinero, result una cruel desilusin para los
miembros del clan Wen.
- Nunca se puede saber qu har una mujer - dijo el to abuelo.

6. PASIN (O LA HABITACIN OCCIDENTAL)

El ms clebre relato de amor de la literatura china fue escrito por el famoso poeta
Yuan Chen. Lo escribi como la narracin de algo que le haba sucedido a otra
persona, pero resultaba claramente autobiogrfico. Las fechas, los acontecimientos, los
personajes, todo era demasiado real y coincida demasiado bien con l, y la emocin
personal del escritor era demasiado profundamente sentida para ser otra cosa que un
relato autobiogrfico de su propio romance. El dbil disfraz del nombre "Chang" que
dio al enamorado del cuento no enga a sus amigos, y el relato, extraordinariamente
vivido, provoc gran cantidad de comentarios y curiosidad. El autor, que se haba
convertido en uno de los dos principales poetas de su poca, se sinti turbado, pero no
poda suprimir la narracin ni sus sentimientos con respecto a sta. Y la palabra
"Oropndola" (Inging), que era el nombre de la joven, se deslizaba siempre en sus
versos, cuando no estaba disfrazada como Shuangwen, refirindose a los sonidos
repetidos de ese nombre. La muchacha fue su primer amor, pero haba motivos
especiales para que la recordara.
Esta versin sigue fielmente el relato del propio Yuan Chen hasta el punto en que el
amante (el mismo Yuan Chen) abandona a la joven y presenta ridculas excusas. Hace
que el amante compare a Inging con las bellezas histricas que arruinaron imperios, y
hasta emplea la palabra yaonieh, "espritu maligno" nacido para destruir hombres,
cuando se refiere a su novia abandonada. Yuan dice tambin que los amigos del
amante, cuando se enteraron de la historia, lo alabaron por haber "corregido un error
a tiempo". Y sin embargo Yuan Chen, aunque era un brillante poeta y ms tarde lleg a
ser un alto funcionario, no fue respetado en general por su personaje.
Muchos detalles biogrficos y poemas de Yuan Chen confirman que estaba escribiendo
acerca de s mismo. Entre otras cosas, slo mencionar que su ta por la rama
materna,, tambin llamada Cheng como en este relato, se vio en dificultades por robar
a soldados y fue salvada por su sobrino. Hay demasiadas pruebas como para
presentarlas aqu.
Al llenar las lagunas del original, me he basado en los poemas del propio Yuan Chen.
1. El original contiene la carta de Inging a su amante, considerada una obra maestra,
pero omite la carta del enamorado a ella. Dice simplemente que el amante "le envi
una carta para explicar" el hecho de que no regresara. Yo he tomado versos de su "Ku
Chuehchueh Tzu" (Poema al Estilo Antiguo, Cortando Relaciones) para llenar esta
importante laguna. En realidad Yuan Chen lanzaba sospechas sobre la fidelidad de la
joven hacia l. Era, para decirlo en trminos corrientes, un canalla.
2. El original incluye el poema de Inging invitndolo a una cita, pero oculta el poema
que l le escribi primero. Yo he tomado algunos versos de su poema "Ku Yen Shih",
acerca de ptalos flotantes, etc.
3. El primer pargrafo acerca de los sentimientos de l al recordar las campanas del
monasterio de veinte aos antes est tomado de su poema "Ch'un Hsiao" o
"Maana Primaveral".
4. La frase acerca de "una sonrisa, que era una semisonrisa" y el recuerdo del perfume
estn tomados de su poema intitulado "Sobre Inging".
5. Algn otro material relacionado con la cita est tomado de su largo poema
autobiogrfico enviado a Po Chu-yi, en el cual todo el episodio es narrado como un
sueo fantstico, seguido por un relato de su casamiento con la muchacha Wei. En el
original Inging era una joven tmida y contenida en pblico, que no hablaba mucho,
pero prctica y de pensamientos claros. Creo que la caracterizacin es verdica.
El amigo Yang Chu-yuan era tambin una persona real y aparece igualmente en el
original.

Cada vez que Yuan Chen se detena en una posada de Pucheng, en sus viajes oficiales,
el sonido de las campanas del monasterio cercano, especialmente cuando las escuchaba
desde la cama, al alba, lo conmova siempre profundamente y lo haca sentirse
nuevamente joven y romntico. Tena algo ms de cuarenta aos, era un marido
convencionalmente feliz, un poeta popular, un alto funcionario que tena sus muchos
altibajos. Habra debido poder olvidar un asunto amoroso ocurrido haca tanto tiempo, o
por lo menos estar en condiciones de reflexionar serenamente al respecto. Pero se senta
sorprendido. Veinte aos haban trascurrido, y el sonido de las campanas del
monasterio, en las primeras horas del da, presagiando el advenimiento de la aurora, y el
timbre y ritmo familiares, todava provocaban en l un estado de nimo de infinita
tristeza, despertaban alguna honda emocin oculta, ntima como la vida misma, y una
sensacin del extrao patetismo y belleza de la vida que su potica pluma apenas
lograba sugerir. Mientras permaneca acostado en la cama recordaba el aspecto del
plido cielo, con sus estrellas vagas, titilantes, las sofocantes emociones relacionadas
con ese cielo, los fuertes perfumes y la visin de una sonrisa que era una semisonrisa,
en el rostro de la muchacha que fue su primer amor.
Yuan era entonces un joven de veintids aos, en camino a la capital para buscar
honores literarios. Segn su propio relato, jams se haba enamorado anteriormente y
nunca haba tenido relaciones con una mujer, porque, como joven brillante y sumamente
sensible, haba puesto sus miras muy alto. No era especialmente jovial o sociable, y las
muchachas corrientes, bien parecidas, por las que desvariaban sus jvenes amigos, lo
dejaban inconmovible, aunque confesaba que cuando vea a una muchacha de aspecto
distinguido o de talento se senta profundamente conmovido.
En la poca del Imperio Tang los estudiantes se dirigan a la capital varios meses o
incluso medio ao antes de que se llevaran a cabo los exmenes nacionales, y
aprovechaban la oportunidad para viajar y conocer el pas. Su tiempo le perteneca.
Cuando pas por Pucheng, en el recodo del ro Amarillo, se detuvo para visitar a Yang,
que era un condiscpulo. A menudo iban caminando hasta el Templo Puchiu, que estaba
situado a unos cinco kilmetros al este de la ciudad, donde las faldas de las colinas
estaban cubiertas, en invierno, de capullos de ciruelo. El tiempo era fro pero
vigorizante, soleado y seco. All se vea toda la vasta extensin del ro y las distantes
montaas Taipo, al sur, que se erguan del otro lado.
Yuan se sinti tan enamorado del lugar, que hizo arreglos con el monasterio para
quedarse en una de las habitaciones de huspedes de que se dispona para los
peregrinos. El templo haba sido construido unos cincuenta aos antes por la emperatriz
Wu y estaba dispuesto en gran escala, con techos vidriados, amarillos, y adornos
dorados. Era lo bastante grande como para dar cabida a ms de cien peregrinos durante
los apiamientos de la temporada primaveral. Haba habitaciones ms baratas para los
campesinos y sus familias, y algunos departamentos elegantes, en patios especiales,
reservados para huspedes ms importantes. Yuan eligi un cuarto en el extremo
noroeste, porque era tranquilo y retirado. Los altos rboles de la parte de atrs dejaban
caer sobre el patio una fresca luz verde, en tanto que adelante un corredor cubierto, con
sus muchas ventanas hexagonales, permita ver retazos del gran ro y de las montaas,
ms lejos. El cuarto y la habitacin eran sencillos, pero cmodos. Yuan estaba
encantado, y con los pocos volmenes de poesa que siempre llevaba en su liviano
equipaje, se sinti cmodamente establecido para una corta y deliciosa vacacin.
- Tienes que ser un romntico para elegir un lugar como ste - le dijo Yang.
- Romntico en cuanto a qu?
- En cuanto a la luna, las flores, la nieve y las colinas azotadas por el viento. Este es un
lugar ideal para el romance.
- No seas tonto. Si quisiese buscar placeres, ira a la capital. No, pienso ser un monje, y
me hundir en los libros durante varias semanas.
Yang saba que su amigo era sumamente temperamental, sensible y voluntarioso, y le
dej que se saliera con la suya.
No haca ms que un da que se encontraba all cuando descubri que al oeste, contigua
al muro del templo, haba una casa de campo de una familia rica, con un gran huerto de
rboles de flores y frutales en la trasera, que l poda ver desde su ventana de atrs. Los
techos de tejas oscuras, parcialmente ocultos por un albaricoquero que se abra delante
de la pared, revelaban un espacioso edificio de varios patios. Averigu por el criado que
la casa era parte propiedad del templo y estaba ocupada por una familia de apellido
Tsui. El padre de la familia, muerto ya, haba sido un protector del templo y gran amigo
del superior, y sola ir a vivir al monasterio cada vez que quera alejarse de la ciudad.
Cuando el padre muri, la familia fue a vivir all permanentemente debido a que la
viuda, la seora Tsui, era una mujer tmida y deca que se senta ms segura de ese
modo. El superior les permiti que lo hicieran, en parte a causa de su amistad personal
con la familia y en parte porque la casa haba sido construida gracias a una gran
donacin del extinto.
A la tercera noche el joven oy el sonido de una msica distante, dulce, triste y baja,
tocada en un instrumento de siete cuerdas. Resultaba extraamente excitante, escuchada
en el silencio de la noche, en un monasterio.
A la maana siguiente, despierta su curiosidad, recorri los terrenos del templo y
descubri que la casa estaba cercada por un muro, de modo que no pudo ver gran cosa
del interior. Un arroyo corra frente a la casa, que estaba situada ms atrs que el
templo, y se llegaba a la puerta por un encantador puentecito pintado de rojo. La puerta
se hallaba cerrada y haba una seal de duelo, en forma de una cruz diagonal, de papel
blanco, vieja y rasgada, pegada sobre el crculo rojo del portn. Otro sendero corra a
unos cincuenta metros ms all y se una al camino principal en el portn exterior del
templo. El aire estaba fragante con las flores de ciruelo recin abiertas, y un arroyuelo
sala del jardn interior por una abertura del muro y desembocaba en el arroyo de
adelante, acompaado del sonido de juegos de nios. Yuan se sinti fascinado. Pensaba
continuamente en la familia que viva en tan hermoso retiro, y en la ejecutante de la
bella meloda que haba escuchado la vspera y a quien no haba logrado ver. Al regresar
se dio cuenta de que la parte vecina a su patio era la trasera de la casa.
No habra prestado ms atencin a sus desconocidos vecinos si no hubiera ocurrido
algo en la segunda semana de su llegada. En la ciudad haba rumor de saqueos y
motines. El general Hun Chan haba muerto y la indisciplinada soldadesca aprovechaba
la oportunidad del funeral para llevar a cabo una rebelin. Saqueaban las tiendas y
sacaban a las mujeres de sus casas. Algunos de los soldados que haban saqueado la
ciudad se dirigan hacia el ro. La aldea cercana estaba repleta de tropas andrajosas y
andariegas. Poco antes del medioda, cuando se hallaba sentado en una silla de junco,
con los pies sobre la mesa y un volumen de Meng Haojan en las rodillas, oy voces
femeninas y pasos precipitados que llegaban desde el corredor de adelante. Sali para
ver qu haba sucedido. Se senta tanto ms' sorprendido cuanto que su habitacin
estaba situada en el extremo del corredor. Haba una puerta, generalmente cerrada con
llave y que no haba advertido antes. La puerta estaba ahora abierta y una mujer de
mediana edad, de unos cuarenta aos, y dos nias corran por el tortuoso pasaje tan
velozmente como se lo permitan los pies. La mujer, ricamente vestida, iba adelante, en
tanto que la hija, de unos diecisiete o dieciocho aos, y una doncella la seguan. La hija
llevaba un sencillo y viejo vestido azul oscuro y tena el cabello suelto, unido en la
espalda con un gran broche. Yuan tuvo la certeza de que era ella la que haba tocado la
msica. La precipitacin de las mujeres le dio la seguridad de que estaban asustadas de
algo.
Ms bien divertido con la excitacin, y atrado por la visin de la juvenil figura, Yuan
corri en seguimiento de ellas. Los monjes y los criados estaban alborotados. Una
mujer, cuyo marido haba sido muerto defendiendo a su hija, lloraba y narraba su
historia. La joven, haciendo caso omiso d los dems, se acerc y escuch atentamente.
Tena una masa de hermoso cabello negro, una boca extraordinariamente diminuta y un
rostro delgado y pequeo. Su madre pareca terriblemente ansiosa y preocupada,
evidentemente temerosa de que los soldados irrumpiesen en su casa, porque se crea que
eran ricos. Apareci el superior y les dijo que en caso de emergencia les proporcionara
un escondite seguro. Los soldados, que en su mayora buscaban botn, no se atreveran a
violar el templo.
- Madre, no te preocupes - dijo la hija con voz serena pero gorjeantemente juvenil -.
Tenemos que quedarnos en la casa. Abandonarla sera invitar a que la saquearan.
Cuando sea necesario habr tiempo de sobra para escapar por la puerta trasera y correr
al templo. - El sol matinal dejaba caer una luz blanca sobre su afilada nariz y su alta
frente, que era la nica cosa poco femenina en ella, si es cierto que la inteligencia y la
belleza no deben ir juntas en una mujer. La madre escuch su consejo. Pareca confiar
en gran medida en el juicio de su hija.
Siendo joven, caballerescamente dispuesto a ayudar a una muchacha, Yuan se acerc al
superior y, con semblante correcto y decoroso, dijo, sin mirar a la joven, que, dadas las
circunstancias, sera prudente tomar todas las medidas de precaucin para la proteccin
de las damas. Dijo que tena un amigo que conoca bien al comandante regional y que
estara dispuesto a solicitar la proteccin del comandante. Lo nico que se necesitara
sera media docena de guardias bien armados apostados frente a la casa.
- Eso es sensato - dijo la joven lanzndole una mirada suplicante. La madre pregunt su
nombre y Yuan se present.
Encantado por la oportunidad de conocer a la familia, Yuan dijo que ira
inmediatamente a ver a su amigo Yuan. Por la noche volvi con seis soldados y una
nota formal, firmada por el comandante regional, advirtiendo a la soldadesca que no se
acercara a la casa de los Tsui. En rigor la visin de la chaquetilla roja de esos soldados
era suficiente para disuadir a cualquier pillastre de sus intenciones de entrar en la casa.
Satisfecho con su xito, Yuan tena la esperanza de ganar una sonrisa de gratitud de la
encantadora joven que esa maana lo haba mirado tan suplicantemente. Entr,
esperanzado, en una sala elegantemente amueblada, pero slo apareci la madre. Le dijo
muchas cosas agradables, agradecindole las molestias que se haba tomado, y Yuan
pens que la facilidad con que haba obtenido la influencia oficial deba de haberlo
elevado en opinin de la madre. Pero no pudo ver nuevamente a la joven y volvi
desilusionado al templo.
Pocos das despus lleg el ejrcito del propio comandante regional, el orden fue
restablecido en la ciudad y los guardias retirados. La seora Tsui invit a Yuan a cenar
en la sala central, cosa que proporcion a la ocasin una atmsfera de gran formalidad.
- Quiero agradecerle por todo lo que ha hecho por nosotros - dijo la madre - y deseo
presentarlo adecuadamente a mi familia.
Llam a un chico de unos doce aos, llamado Huanlang (Alegra), y le pidi que
hiciese su reverencia formal a su "hermano mayor".
- Es mi nico hijo - dijo la seora Tsui con una gran sonrisa, y luego llam -: Inging,
ven a agradecer al caballero que nos ha salvado la vida-
La muchacha tard mucho tiempo en aparecer. Yuan pens que se senta tmida porque
se trataba de una presentacin formal y las hijas de familias encumbradas ni siquiera
soaban con sentarse a la mesa en compaa de un joven extrao. La madre llam una
ve/ ms, impaciente y repetidamente:
- Inging, te pido que salgas. El seor Yuan ha salvado tu vida y la de tu madre. Es este
el momento de respetar las convenciones?
La hija apareci finalmente e hizo su reverencia, tmida pero orgullosamente. Llevaba
un vestido sencillo, ajustado, con un maquillaje primoroso pero modesto. Como una
muchacha bien educada de una familia de alcurnia, se sent junto a su madre en
silencio, dando a Yuan la clara impresin de que el solo hecho de verla constitua un
raro privilegio.
De acuerdo con la costumbre, Yuan pregunt a la madre:
- Qu edad tiene su hija?
- Naci durante el reinado del actual emperador, en el ao chiatse. Tiene diecisiete
aos.
Aunque se trataba de una cena casera y Yuan era el nico invitado, la joven se mostr
quizs excesivamente consciente de la presencia de l. Mantuvo unos modales correctos
y distantes durante toda la cena. Yuan trat varias veces de guiar la conversacin hacia
temas familiares - el padre fallecido y los estudios del hermano menor -, pero no pudo
arrastrarla a la pltica. Cualquier muchacha corriente, aun la ms virtuosa y menos
coqueta, se habra comportado y habra sentido en forma distinta en presencia de un
joven, y su rostro y modales lo habran exteriorizado. Pero esa encantadora muchacha
era un enigma para l, como una esfinge o un hada princesa que no pudiese ser rozada
por las emociones humanas comunes. Era completamente rgida y virtuosa - cosa que
Yuan no poda creer -, o sera ese fro exterior una mscara para las hondas pasiones
interiores? O era un exceso de reserva adoptado por las jvenes criadas en el severo
adiestramiento confucianista?
En el trascurso de la cena Yuan se enter que el nombre de soltera de la madre era
Cheng, el mismo que el de su propia madre, y, como eran de la misma rama del clan,
resultaba ser, en rigor, una ta por relacin. La madre se mostr visiblemente jubilosa
ante el descubrimiento, y propuso un brindis en honor del sobrino de clan. Slo
entonces se abland el rostro de la hija con la sombra de una sonrisa.
Yuan se senta irritado y atrado a la vez por la actitud de la joven. Nunca haba
conocido a una muchacha que fuese tan orgullosa y reservada, y tan difcil de abordar.
Cuanto ms luchaba contra sus sentimientos, tanto ms fascinado se senta por ella y
tanto ms la deseaba.
Prob todas las excusas posibles para visitar a la familia: primero, para hacer su visita
de retribucin, y luego para conversar con el hermano menor. Hizo sentir su presencia
en la familia, y por cierto que Inging debe de haberlo visto, porque las muchachas de
familias ricas observaban y escuchaban mucho por detrs de los tabiques enrejados.
Pero era tan tmida como un ciervo ante la proximidad de un animal de presa. En una
ocasin la vio jugando con su hermano menor, al ocaso, en el jardn trasero, pero al
verlo sali corriendo y desapareci. "Oropndola, oropndola - grit l -, qu esquiva
oropndola!"
Un da se encontr por casualidad con la criada, en el sendero que iba de la casa hasta
el portn exterior. La doncella, que se llamaba Rosa (Hungniang), era una muchacha
sencilla, directa, hermosa y atrayente a su modo, y sabia en las cosas del mundo. Yuan
aprovech la oportunidad para interrogarla en cuanto a su joven ama. Tena el rostro
carmes, y Rosa lanz una sonrisa de inteligencia.
- Dme, est tu ama comprometida?
- No. Por qu me lo pregunta?
- Bien. Somos primos, y tengo inters en conocerla mejor. Hemos sido presentados,
como sabrs, pero hasta ahora no he tenido ninguna oportunidad de hablarle. Me
sentira tan feliz, si lograse semejante oportunidad...
Rose guard silencio y continu mirndolo.
- Dme, por qu me elude ella?
- Cmo puedo saberlo?
- Parece una muchacha tan maravillosa, tan refinada y discreta... La admiro
grandemente - dijo Yuan al cabo.
- Ah, ya entiendo. Y por qu no le pide una entrevista por intermedio de la madre?
- T no entiendes. Apenas pronuncia una palabra cuando la madre est cerca. Hay
alguna posibilidad de que la vea a solas? Desde que la vi no he podido pensar en otra
cosa.
- Ya entiendo lo que quiere decir - contest la doncella. Se cubri la boca con la mano,
para contener la risa, y rompi a correr.
- Rosa, Rosal - la llam l. Cuando la joven se detuvo, Yuan continu - : Rosa, te lo
ruego. Tienes que ayudarme.
La doncella lo contempl fijamente y dijo, con tono de simpata:
- No me atrevo a llevarle semejante mensaje. Es sumamente severa y correcta. J ams
ha hablado con un joven. Seor Yuan, usted es un caballero y ha hecho un servicio a la
familia. Siento simpata por usted. Le dir un secreto. Ella lee y escribe poemas, y a
menudo permanece sentada ante sus libros, perdida en pensamientos. Puede usted
escribirle un poema. Esa ser la nica forma de abrirle el corazn, si es que existe
alguna. Y ser mejor que me agradezca el consejo. - Y le lanz un guio de coquetera.
Al da siguiente Yuan le envi un poema con la criada.
Una luz verde inunda el silencioso patio recndito; tambin calla la gorjeante
oropndola, oculta en la sombra.
El excluido amante slo ve ptalos de flores flotando en el arroyo del jardn, y se siente
perdido. Contempl la declinante luna, al alba, mi alma perdida pensando en tu rostro
encantador, y me estremec con la dbil esperanza de un bondadoso gesto, de una
graciosa sonrisa.
Esa noche Rosa le llev un poema de Inging intitulado "Noche de Luna Llena".
Alguien espera en la noche iluminada por la luna, en el cuarto occidental, con la puerta
entreabierta.
Al otro lado del muro se mueven las sombras de las flores... Ah, quizs ha llegado mi
amado!
Era el catorce de febrero. Yuan se sinti abrumado de placer. Era una clara invitacin a
una cita secreta. Un encuentro en la noche era ms de lo que esperaba.
El diecisis sigui la insinuacin del poema. Trep al muro, junto al ciruelo, y mir
hacia adentro. Descubri que, en efecto, la puerta del cuarto del oeste haba quedado
abierta. Descendi y entr en la habitacin.
Rosa dorma en la cama, y l la despert. La doncella se mostr sorprendida.
- Por qu ha venido aqu? Qu quiere? - le pregunt.
- Ella me pidi que viniera - explic Yuan -. Por favor, v y dle que estoy aqu.
Rosa volvi muy pronto y le susurr:
- Ya viene!
Yuan esper diez minutos en un insoportable suspenso. Cuando apareci Inging, haba
en el rostro de sta una mezcla de excitacin y confusin, pero sus profundos ojos
negros estaban velados por el misterio. La momentnea oleada de timidez pas e Inging
dijo, con tono ms bien rgido:
- Le he pedido que viniera, seor Yuan, porque usted dijo que quera verme. Le
agradezco por lo que ha hecho para proteger a mi madre y a nuestra familia, y quiero
agradecerle personalmente. Me alegro de que seamos primos, pero me sorprende que
me enviara el poema de amor por medio de la doncella. No pude, y no quise,
enserselo a mi madre, porque habra sido injusta con usted, y me pareci que sera
mejor verlo personalmente para pedirle que desista de esa actitud. - Se interrumpi,
confundida. Sus frases daban la impresin de un discurso aprendido de memoria. Yuan
se sinti horrorizado.
- Pero seorita Tsui, yo slo quera conversar con usted! Y vine debido a ese poema
que me envi.
- S, yo lo invit - replic ella resueltamente -. Corr el riesgo y lo hice gustosamente.
Pero sera errneo pensar que he concertado una cita para nada indecoroso. No me
entienda mal.
La voz le temblaba de emocin reprimida. Se volvi y sali precipitadamente.
La desilusin y la vergenza enfurecieron profundamente a Yuan. No poda creerlo, no
lo entenda! Por qu le habra escrito un poema tan claro, en lugar de enviarle
sencillamente una respuesta por intermedio de la doncella, para despus tomarse el
trabajo de aparecer y hacerle una disertacin? O era que haba cambiado de idea a
ltimo momento, temerosa de lo que estaba por hacer? Qu capricho femenino! No
poda entender a las mujeres. Ahora se le apareca como una princesa ms
marmreamente fra que nunca. Su amor casi se convirti en odio, porque le pareci que
se estaba burlando de l.
Dos noches ms tarde Yuan estaba durmiendo, en su cama, cuando sinti que alguien
lo sacuda en la oscuridad. Se incorpor y encendi la lmpara. Rosa estaba de pie ante
l.
- Levntese. Viene ella - susurr, y sali de la habitacin.
Yuan se sent en la cama, frotndose los ojos, todava sin tener la seguridad de estar
completamente despierto. Rpidamente se ech una bata encima, se sent y esper.
Muy pronto la doncella hizo pasar a Inging a la habitacin. El rostro de la joven estaba
sonrojado, tmido, con una expresin de incertidumbre, y pareca apoyarse en la criada
para sostenerse en pie. Todo su orgullo y su altanero dominio de s haban desaparecido.
No pidi disculpas ni se explic. Tena el cabello suelto, cado sobre los hombros, y lo
mir con una profunda mirada de sus maravillosos ojos negros. No fue necesaria
ninguna explicacin.
El corazn de Yuan palpit con fuerza. Ese repentino sometimiento de la joven, por su
propia voluntad, en su cuarto, era ms sorprendente aun que la frialdad con que lo
repudi en la ocasin anterior. Pero toda su ira haba desaparecido ante la presencia de
la mujer amada.
La doncella haba llevado una almohada, y, depositndola rpidamente en la cama, se
retir. Lo primero que hizo la muchacha fue apagar la luz, an sin pronunciar palabra.
Yuan se acerc a ella, y, sintiendo la tibieza de su cuerpo junto al de l, la tom en sus
brazos. Inmediatamente los labios de la joven encontraron los de Yuan, y ste sinti que
un estremecimiento recorra todo el cuerpo de Inging y escuch la rpida inspiracin
jadeante de la muchacha. Nuevamente en silencio, ella se dej caer en la cama en un
movimiento natural, como si sus piernas fuesen demasiado dbiles para sostenerla.
Muy pronto Yuan escuch las campanadas matinales del templo. Rompa el alba y lleg
Rosa para instar a su ama a que se fuera. Inging se levant y se visti con las plidas
luces de la aurora. Despus de arreglarse el cabello toscamente con la mano, se fue con
la doncella, con una expresin lnguida en el rostro. La puerta se cerr sin un sonido.
No haba hablado en toda la noche. l haba hecho todo el gasto de conversacin, y
cuando hablaba de su adoracin por ella Inging slo le responda con suspiros y con la
clida presin hmeda de sus labios.
Yuan se incorpor repentinamente y se pregunt si no habra ocurrido todo en un
sueo. Pero el fuerte perfume de ella persista an en su habitacin, y vio las manchas
de colorete en la toalla. S, era real. Esa muchacha semejante a una esfinge, que haba
parecido tan remota e impasible, haba cedido a una pasin que estaba fuera del alcance
de su dominio de s misma. Era pasin - o era amor? Se haba acercado a l sin
ninguna vergenza. Record el intenso nfasis con que anteriormente le dijo: "Sera
errneo pensar que he concertado una cita para nada indecoroso. No me entienda mal."
Qu haba querido decir con eso? Bastaba con que hubiese acudido. La vspera l no
haba credo que tal cosa fuese posible.
Nunca haba conocido semejante dicha; se senta trasportado a un nuevo mundo de
desconocidas fronteras de belleza y delirante felicidad, que se extenda ante l. Esper
hora tras hora la llegada de la noche en que, como una luminosa perla o un clido,
resplandeciente jade, ella trasformara nuevamente su humilde habitacin en un paraso,
por la magia de su amor. Inging no le haba dado ningn indicio de que volvera a la
noche siguiente.
Es absolutamente verosmil que la muchacha haya ido hacia l en un momento de
pasin. Es tambin posible que, despus de la primera noche, quisiera tomarse tiempo
para meditar en cuanto al romance que tan irreflexivamente haba comenzado. Yuan
ces en sus intentos de entender a las mujeres. Esper noche tras noche, con la sangre
golpendole en las venas, aguardando otra visita del hada princesa. Sera ese suspenso
otro capricho de la joven? Haba ido hacia l simplemente para satisfacer su fantasa y
sus deseos?
Permaneca sentado a solas, en su cuarto, todas las noches. Haba comprado espirales
de incienso, en preparacin para la visita de ella, y vea cmo las fras cenizas caan
silenciosamente en el recipiente. Trat de apartar sus pensamientos de lo que pareca ser
una espera vana e intil, leyendo una novela intrascendente - porque no poda leer nada
serio, listo para levantarse al ms leve ruido de pisadas o al ms ligero crujido de la
puerta. En una ocasin fue a probar la puerta del corredor, como un ladrn, pero estaba
firmemente cerrada con llave.
Durante los primeros das evit ir a la casa de ella, porque, habindose encontrado en
secreto con ella, le pareca prudente mostrarse en su casa lo menos posible. Pero al
tercer da no pudo aguantar ms y fue a visitar a la madre. sta se mostr tan cordial
como de costumbre y lo invit a quedarse para el almuerzo. Inging se sent a la mesa,
nuevamente con esa expresin fra y correcta en el rostro, la expresin que no
traicionaba ni siquiera en un gesto la intimidad que exista entre ellos. l esper alguna
seal, pero la joven era una maestra en el arte de la impostura. Cuando la miraba
audazmente, Inging ni siquiera parpadeaba. Pens que quizs hubiesen sido despertadas
las sospechas de la madre y que la joven se mostraba excesivamente cuidadosa por ese
motivo. Tena que haber algn motivo para su silencio.
Pasaron dos semanas sin que sucediera nada. No mencion el caso a Yang, y cuando su
amigo le peda que se quedara a pasar la noche con l, insista en volver al templo, por
miedo de perderse la visita de ella. No poda arrancarse del lugar. Compuso un poema
de sesenta versos, registrando en l su extraa experiencia del encuentro con un hada y
hablando de las alturas de su xtasis y las profundidades de su ansia. "Y los mares eran
amplios y las nubes altas, y el hada no regresaba."
Una noche, pasadas las doce, como en respuesta a sus oraciones, oy que cruja la
puerta del corredor. Rpidamente corri a abrirla y encontr a Rosa. sta le inform
confidencialmente que su joven ama haba encargado que le hicieran una llave para la
cerradura, de modo que pudieran encontrarse en la habitacin occidental. Haba
dispuesto las cosas de modo que el candado pareciera estar en su sitio, pero l podra
abrirlo y llegar a la habitacin del oeste por un corto corredor. Aun en su delirio Yuan
se sinti impresionado por la astucia y la audacia de los minuciosos planes de su amante
para la entrevista.
Despus de eso Inging se encontraba con l, en el cuarto del oeste, noche por medio, o
con tanta frecuencia como lograba hacerlo, y cuando no poda le enviaba un mensaje
con la doncella. Casi siempre acuda despus de medianoche y regresaba a su habitacin
antes del alba.
Yuan se sinti delirantemente feliz. La muchacha le abri su corazn, lo amaba
apasionadamente, y se juraron mutua fidelidad, sucediera lo que sucediese. Resultaba
difcil creer que pudiese haber tanto amor en su cuerpecito. Inging tena una mentalidad
madura y se senta interesada en todo lo que l haca o planeaba hacer. Yacan juntos en
la oscuridad y hablaban en susurros, porque exista el peligro de que los descubrieran,
aun cuando los odos de Yuan estaban siempre alerta.
Por otra parte, ella nunca mostraba el ms mnimo arrepentimiento por lo que haba
hecho. La nica explicacin de su conducta, cuando l se la requera, era un beso
apasionado y un murmullo: "No puedo evitarlo, te amo tanto...!"
- Y qu ocurrir si tu madre se entera? - le pregunt l una vez.
- Entonces tendr que convertirte en su yerno - contest Inging con una sonrisa. Tena
los nervios tan firmes como el cerebro.
- Hablar con tu madre cuando llegue el momento - dijo Yuan, e Inging no insisti en
la cuestin.
Haba llegado el momento de la separacin. Yuan le dijo a Inging que deba partir
rumbo a la capital. Inging no se mostr sorprendida; expres, con tono sereno:
- V, si es necesario. Pero la capital est apenas a unos pocos das de viaje de aqu.
Volvers en verano. Quiero que vuelvas. - Tan segura estaba de s misma.
La noche anterior a su partida, Yuan se prepar para el encuentro habitual, pero, quin
sabe por qu motivo, Inging no apareci.
Regres para fines del verano, en una corta visita, antes de los exmenes imperiales de
otoo. No haba indicios de que la madre de Inging estuviese enterada de sus relaciones.
Se mostr tan cordial como de costumbre y lo invit a hospedarse en la casa. Quiz
tena la idea de que podra casar a su hija con l.
Yuan se sinti encantado con la idea de poder ver a Inging durante el da. Pasaron una
semana maravillosa. Ella haba perdido su timidez ante l y en ocasiones poda verla
jugando con su hermano menor, entrelazando briznas de hierba para hacer un bote que
luego ponan a flotar en el arroyuelo del jardn trasero. Se senta dichossimo con ese
amor secreto.
La felicidad de Yuan no pas inadvertida para Yang. Cuando ste fue a visitar a su
amigo en casa de Inging, presinti la situacin sin que se la explicaran.
- Qu ocurre aqu, Weichih? - pregunt Yang, llamndolo con su nombre de cortesa,
y Yuan lanz una sonrisa.
La madre tambin lo vea. La vspera de la partida de Yuan, interrog a Inging acerca
del joven, y la muchacha dijo con absoluta confianza:
- Volver. Tiene que ir a rendir los exmenes nacionales.
Esa noche tuvieron una oportunidad para estar a solas. Yuan pareca desdichado y
triste, y suspiraba continuamente, pero Inging tena plena confianza en su amor. Esa era
otra faceta de su carcter. La muchacha que se estremeca entre sus brazos se mostraba
lcida y nada sentimental en un momento de crisis. No pronunci palabras intiles. Le
dijo, serena:
- No te pongas como si esta fuera una despedida para siempre. Te esperar.
La madre ofreci a Yuan una cena de despedida, y despus pidi a Inging que tocara el
chin para l. Yuan la haba sorprendido en una oportunidad tocando a solas, pero
cuando ella descubri que la estaba escuchando interrumpi la ejecucin y se neg a
continuar, a pesar de los ruegos del joven. Pero esa noche consinti. Sentada ante el
instrumento, con los rizos cayndole de la cabeza inclinada, arranc de aqul, lenta y
pensativamente, las notas del Preludio a la Danza de la Capa de Nubes. Yuan
permaneca sentado en xtasis, absorto en la hermosa ejecutante y en su exquisita
meloda. De pronto ella perdi el dominio de s misma y se interrumpi y corri a las
habitaciones interiores. Su madre la llam, pero no volvi a salir.
Los amantes se volvieron a ver una sola vez. Yuan fracas en los exmenes. Quizs
estaba demasiado avergonzado de s mismo como para volver y pedir la mano de ella,
pero ella le esperaba y no haba nada que le impidiese hacerle una visita. Al principio le
envi cartas; luego los intervalos entre una carta y otra se hicieron ms grandes. La
capital estaba apenas a unos das de viaje, pero Inging siempre encontraba explicaciones
para su retraso y jams abandonaba la esperanza.
En esa poca Yang iba a visitar con bastante frecuencia a Inging y a su madre. La
madre hablaba con l de Yuan, porque Yang era un hombre de ms edad, casado, y ella
le mostraba las cartas de su amigo. Yang se dio cuenta de que algo andaba mal. Tena la
idea de que su amigo estaba haciendo una nueva vida en la capital, porque Sian estaba
llena de diversiones. Envi una carta a Yuan, y la respuesta no hizo ms que aumentar
sus preocupaciones. La joven convenci a su madre de que tomase la cosa del mejor
modo posible, y le asegur de que l se ocultaba hasta que pasase los exmenes de
otoo. Entonces, con toda seguridad, aparecera.
Haba llegado la primavera y se acercaba el verano. Un da Inging recibi un poema de
Yuan, escrito en el lenguaje ms equvoco. Hablaba de la felicidad de que haban
gozado en el pasado y de sus ansias de verla, pero el significado entre lneas era claro.
Era un poema de despedida. Le enviaba algunos regalos y le hablaba de los tormentos
que le impona la separacin de un ao, comparndolos con los del Pastor y la
Hilandera del Cielo, a quienes se les permita encontrarse, con la Va Lctea de por
medio, slo una vez al ao. Pero, continuaba: "Ay!, en esta separacin de un ao,
quin sabe qu puede ocurrir al otro lado de la Va Lctea? Mi futuro es tan incierto
como el de las nubes, y cmo puedo estar seguro de que sers tan pura como la nieve?
Cuando una flor de durazno se abre en primavera, quin impedir a los admiradores
que le arranquen los rosados ptalos? Me siento dichoso por haber sido el primero en
recibir tus favores, pero quin ser el afortunado que se llevar el premio? Ah, un ao
ms que esperar, y cuan largo me parecer el tiempo antes de que haya pasado otro
ao? Antes que soportar esta interminable espera, no sera mejor separarnos para
siempre?"
Ledo cuidadosamente, lo que el poema sugera era un absoluto absurdo - era un claro,
injustificable insulto a la reputacin de la joven. Cuando Yang vio a Inging con la carta
en la mano, la muchacha tena los ojos hinchados. Yuan deba de haberse vuelto loco, y
simplemente estaba tratando de librarse de la situacin. Qu poda impedirle que fuera
a verla, si la amaba? Y no tena por qu culparla de lo que l mismo haba hecho. Yang
tom una decisin.
- Seorita Tsui, tengo que ir a Sian por asuntos personales. Lo visitar, y con gusto le
llevar alguna carta de usted.
Inging lo mir.
- S? - pregunt serenamente. Yang se sinti sorprendido ante el tono calmoso con que
lo haba dicho -. Y no se preocupe por m. Yo estoy bien - agreg -. Dgale que estoy
bien.
Yang volvi y reuni su equipaje para el viaje a Sian, que en realidad emprenda por la
joven. Quera averiguar la verdad de lo que ocurra y quiz cantarle cuatro frescas a
Yuan. Como hombre de honor, Yuan debera haberse casado con ella, aunque Inging
habra sido la ltima en exigrselo. Si fuese posible, a Yang le habra gustado llevrselo
consigo de vuelta.
Tres das ms tarde parti rumbo a la capital. Llev una carta de Inging, que entreg a
Yuan. Era tan sincera y concreta como digna en su defensa de s misma:
"Me encant recibir tu ltima carta y me conmovieron tus amorosos recuerdos. Me
siento excitada y dichosa con el recibo de la caja de adornos para el cabello y los quince
centmetros de barra de colorete. Aprecio esos previsores regalos, pero de qu me
servirn en tu ausencia? Te aproximan a m y no hacen ms que aumentar mis ansias de
verte. Me alegro de que ests bien y en condiciones de proseguir tus estudios en la
capital, y slo siento lstima de m misma, encerrada como estoy en este pueblecito. De
nada sirve lamentarse del Destino. Estoy dispuesta a aceptar lo que me tenga reservado.
Te echo mucho de menos desde que partiste, en otoo. Trato de parecer feliz y alegre,
cuando hay visitas, pero cuando estoy sola no puedo contener las lgrimas. He soado a
menudo contigo, y en el sueo somos tan dichosos juntos como en los viejos tiempos, y
cuando despierto me aferr a las tibias mantas con una sensacin de desolacin. Siento
que ests tan lejos de m...
"Ha pasado un ao desde que te fuiste. No puedo expresar con palabras mi
agradecimiento de que en una ciudad alegre como Changan no hayas olvidado del todo
a tu antigua novia. Pero siempre ser fiel a nuestra promesa. Fuimos formalmente
presentados por mi madre, pero dadas las circunstancias perd por completo el dominio
de m misma y me entregu por completo a ti. Sabes que despus de la primera noche
que pasamos juntos jur que jams amara a nadie sino a ti, y nos prometimos fidelidad
durante toda la vida. Esa fue mi esperanza y nuestra promesa. Si cumples con tu
juramento todo estar bien y yo ser la mujer ms dichosa del mundo. Pero si desechas
lo antiguo por lo nuevo y consideras que nuestro amor fue una cuestin casual, te
seguir amando, pero bajar a mi tumba con un eterno dolor. Todo est en tus manos y
yo no tengo nada ms que decir.
"Cudate mucho, por favor. Te envo un anillo de jade que us en mi niez, en la
esperanza de que te sirva de recuerdo de nuestro amor. El jade es el smbolo de la
integridad, y el crculo del anillo significa continuidad. Te envo tambin un cordn de
hilos de seda y un arrollador de t, de bamb, manchado de lgrimas. Son cosas
sencillas, pero contienen la esperanza de que tu amor ser tan inmaculado como el jade
y tan continuo como el anillo. Las manchas de lgrimas del bamb y la madeja de hilos
sern recordatorios de mi amor y mis enmaraados sentimientos hacia ti. Mi corazn
est junto a ti, pero mi cuerpo est lejos. Si el pensamiento ayudara, estara a toda hora a
tu lado. Esta carta lleva consigo mi ardiente anhelo y mi desesperada esperanza de que
podamos volver a encontrarnos. Cudate mucho, come bien y no te preocupes por m."
- Y bien? - Yang vio que el rostro de su amigo pasaba del rojo al blanco mientras lea
la carta. Al cabo de una pausa, Yang pregunt: - Por qu no vas a verla?
Yuan tartamude alguna excusa acerca de sus estudios y de que se senta desdichado.
Yang ley claro en l.
- No te ests portando bien con ella - declar Yang -. Dme qu ocurre.
- No estoy preparado an para casarme. Tengo que dedicarme a mi carrera escolstica.
Es cierto, he tenido relaciones con ella. Ella vino hacia m - no creo que una locura de
juventud tenga que obstaculizar mi carrera.
- Locura de juventud?
- S. No te parece que cuando un joven ha hecho algo que no debera, lo nico que
puede hacer es terminarlo?
Yang se encoleriz.
- Puede que para ti se trate de una locura de juventud. Pero y qu hay de la muchacha
que te escribe esa carta?
El rostro de Yuan expres gran turbacin.
- Un joven puede cometer errores, no es cierto? Y no debe perder su tiempo con
mujeres. Debe...
- Weichih - dijo Yang -, si has cambiado de idea, no trates de moralizar al respecto.
Permteme que te diga cul es mi opinin. Creo que eres la persona ms moralista y ms
egosta que he conocido.
Yang se senta convencido de que su amigo no era sincero con l, de que haba otro
motivo. Se qued en la capital una semana, y tuvo tiempo de enterarse de lo que haca
Yuan. Tena un amoro con cierta seorita Wei de una familia adinerada.
Profundamente disgustado, Yang regres a Pucheng.
La tarea de comunicar las noticias a la joven le result dificilsima. Temi que la
informacin la hiriese terriblemente. Previamente habl con la madre.
- Bien - dijo Inging cuando lo vio -, me ha trado una carta?
Yang guard silencio. No poda decirlo, y mientras trataba de buscar las palabras
adecuadas, vio que el semblante de la joven cambiaba. En ese instante vio que los
profundos ojos negros de Inging se tornaban brillantes y penetrantes, como los de una
mujer que entiende, no slo su situacin, sino toda la vida y la eternidad; o como los de
una mujer que ha sido abandonada, no por un amante, sino por diez. Su mirada arda, y
Yan baj instintivamente la suya.
- Bien - dijo al cabo -, ese poema que le envi era un poema de despedida.
Inging se qued inmvil y muda durante cinco segundos. Yang temi que se
desmayara. Pero algo orgulloso y duro haba en sus palabras cuando dijo:
- As sea! - Se volvi bruscamente para salir de la habitacin. Cuando llegaba a la
puerta, Yang oy su risa histrica. Su madre corri tras ella, y durante cinco minutos
Yang pudo escuchar la risa resonando en el interior de la casa.
Yang se sinti grandemente preocupado, pero al da siguiente se enter por la madre,
para su gran alivio, que la joven estaba bien, que despus de su momento de histeria se
haba mostrado tan orgullosa y silenciosa como una reina. Haba dado su
consentimiento al matrimonio con un primo por la rama materna, llamado Cheng, que
haca tiempo solicitaba la unin. Inging y Cheng se casaron en la primavera siguiente.
Un da Yuan se present en la casa y pidi verla, como primo lejano que era. Inging se
neg a verlo, pero cuando Yuan se dispona a irse sali de atrs del tabique.
- Por qu vienes a molestarme? Te esper y no volviste. Nada tenemos que decirnos.
Ya me he olvidado de eso, y t tambin deberas olvidarlo. Vete!
Yuan parti sin decir una sola palabra, e Inging cay al suelo, desvanecida.

7. CHIENNIANG

De T'aip'ing Kwangchi, NC 358, escrito por Chen Hsuanyu (766-775). Este popular
relato fue teatralizado por un gran dramaturgo Yuan, Cheng Teh-hwei. La versin
teatral sigue los contornos generales. Una versin posterior, ampliada, de Chu Yu en
Chienteng Hsinhwa, introduce una complicacin. En esta versin haba dos hermanas,
la mayor comprometida con el amante. ste regres y descubri que su novia haba
muerto. El fantasma de la hermana muerta tom prestado el cuerpo de la hermana
menor, haciendo parecer que sta estaba enamorada de l, y huy para vivir con l
durante un perodo. La hermana menor, despojada de su alma, yaca enferma en cama.
Ms tarde el alma de la hermana mayor volvi a la menor, quien despert. No
reconoci al amante, pero luego se cas con l, de acuerdo con los deseos de la
hermana mayor. Esta versin ampliada se encuentra tambin en P'ai-an Chingch'i, NP
23. Yo prefiero la primera versin, ms sencilla.

Wang Chou, un joven de diecisiete aos, haba perdido a su padre y ahora estaba solo.
J uicioso y ms maduro de lo que indica su edad, era lo bastante grande para
arreglrselas por su cuenta. Su padre, en su lecho de muerte, le haba dicho que deba ir
a vivir con su ta, que viva en Hengchow, y le record que estaba comprometido con su
prima. Haba sido una promesa hecha entre su padre y la hermana de ste, cuando los
nios estaban por nacer; se dijeron que en caso de que uno fuese un varn y el otro una
nia, quedaran prometidos el uno para el otro. En consecuencia, Wang Chou vendi la
casa y se dirigi hacia el sur. Los pensamientos del joven eran avivados por la esperanza
de ver a una prima a quien no haba visto desde que tena seis aos, cuando su padre
recibi un nombramiento en el norte. Se pregunt cmo habra crecido y si seguira
siendo la nia frgil y afectuosa que sola aferrarse a l para compaero de juegos y
maravillarse de todo lo que haca. Sera mejor que se diese prisa, pens Wang Chou,
porque una joven de diecisiete aos poda comprometerse con otro si l no apareca.
Pero el viaje era lento, y necesit todo un mes para llegar al ro Hsiang y luego al lago
Tungting y finalmente llegar a la ciudad de montaa de Hengchow.
Su to, Chang Yi, era dueo de una tienda que venda hierbas y productos medicinales.
Era un hombre de mandbula ancha y voz gruesa. Un da tras otro, en los ltimos
veinticinco aos, haba concurrido a la tienda con la regularidad de un reloj, y jams
haba viajado ni se haba tomado vacaciones. Cauteloso, ahorrativo y conservador, haba
agrandado lentamente su comercio, y ahora tena bastante dinero. Haba ampliado la
tienda para hacer negocios al por mayor, aumentado su propiedad y construido una
nueva casa. Cuando Wang Chou fue a verlo a la tienda, el to gru:
- Qu vienes a buscar aqu?
Wang Chou se lo dijo. Saba que en el fondo su to era un hombre sencillo y tmido,
que lo nico que quera era pagar sus impuestos y gozar de la buena opinin de sus
vecinos. Sobrio y carente de imaginacin, jams haba ablandado su severa expresin de
hombre mayor, ya que tena bastante trabajo con mantenerse en el recto y estrecho
camino.
Fue conducido a la nueva casa del to, y se anunci como un pariente de Taiyun. La ta
estaba ausente en ese momento.
Muy pronto vio que una muchacha de vestido azul entraba en la sala. Chienniang haba
crecido y ahora era una hermosa joven, de cuerpo esbelto; una trenza de cabello negro le
caa por sobre el hombro. Su sedoso y terso rostro se ruboriz al ver a su primo. Al cabo
de un momento de vacilacin, lanz un gritito y exclam:
- Eres el hermano Chou!
La joven estaba tan excitada, que los ojos se le llenaron de lgrimas.
- Cmo has crecido! - exclam, contemplando a su atrayente primo.
- Y lo mismo t! - prorrumpi Wang Chou.
Wang Chou la contempl con indisimulada admiracin, pensando en las palabras que
haba pronunciado su padre moribundo. Muy pronto quedaron absortos en un atareado
intercambio de noticias de las familias y de dispersos recuerdos de la niez. Ella tena
un hermano varios aos menor, que se sorprendi grandemente al ver a un desconocido
que deca ser su primo. Haca tanto tiempo que estaban separados, que la familia casi no
hablaba de l.
Cuando regres la madre, dio una bienvenida cordial, clida, a ese hijo de su difunto
hermano. Era una mujer de facciones bien dibujadas, de tez sumamente delicada y
cabello entrecano. Tmida, sensible, los labios le temblaban constantemente cuando
sonrea. Wang Chou le inform que haba terminado su instruccin en la escuela de
distrito y que no saba qu hara despus, y ella le inform a su vez que el comercio de
su to prosperaba.
- Ya me he dado cuenta de ello. Viven ustedes en una casa tan hermosa... - dijo el
sobrino.
- Tu to es un hombre sumamente raro. Yo y los nios necesitamos mucho tiempo para
convencerlo de que se mudase a la casa nueva, despus que la construy. Incluso ahora
se lamenta de la cantidad de dlares que pierde por no alquilarla. T vivirs con
nosotros. Le pedir a tu to que te d trabajo en la tienda. Cumple con tu tarea y no te
asustes de su vozarrn.
El to no regres a la casa hasta la noche, y al llegar se mostr tan grun y poco
comunicativo como esa maana. La muerte de su cuado no pareca conmoverlo, y
Wang Chou se senta como un pariente pobre y como un joven hurfano que debe ser
puesto a prueba antes de ser tomado como aprendiz. Pero la ta era una criatura
bondadosa y dulce. Era mucho ms educada que su esposo y pareca considerar con leve
diversin la actitud comercial y autoritaria, aunque siempre obedeca sus deseos. No
hubo nada de qu conversar durante la cena, porque la madre y la hija no entendan de
cuestiones comerciales y al padre no le interesaba ninguna otra cosa. Con su severo
aspecto y su voz naturalmente resonante, se haba ubicado firmemente en su puesto de
jefe de familia.
Con el tiempo el sobrino se fue asentando como miembro permanente de la familia.
Nada se dijo en cuanto a la promesa de casamiento, que, por supuesto, haba sido verbal
entre la ta y su hermano, cuando los respectivos hijos estaban a punto de nacer. Para
Wang Chou la muchacha del vestido azul habra sido la elegida aunque no hubiese
existido tal promesa. Chienniang encontraba muy de su agrado el talante tranquilo y
reservado de Wang, y como se vean con frecuencia, antes de que pasara mucho tiempo
le haba entregado su corazn.
La madre ley la nueva felicidad en el rostro de Chienniang. Cuando sta cocinaba algo
especial para la familia, senta que lo estaba cocinando solamente para Wang y una
nueva felicidad y orgullo le henchan el pecho. Paso a paso se olvid de su juvenil
timidez y se encarg de remendarle la ropa y de atender al lavado de la misma; tom
para s una especie de derecho de prioridad de cuidarlo. No haba una divisin de tareas
definidas, porque la hija estaba siendo adiestrada para hacerse cargo de toda la casa,
aunque tenan varias criadas, pero la tarea de limpiarle la habitacin y atender a sus
necesidades recay naturalmente sobre ella. Chienniang no permita siquiera que su
hermano menor desordenara las cosas del cuarto que ocupaba Wang.
La madre saba que estaba enamorada de l. Un da le dijo secamente a su hija:
- Chienniang, veo que ltimamente nuestros platos son cada vez ms salados.
Chienniang se ruboriz, porque Wang Chou se haba quejado varias veces de que los
platos no tenan suficiente sal.
Wang Chou no haba soado jams que la vida pudiera ser tan dulce y hermosa. No le
importaba tener que aguantar a su spero to en la tienda; hubiera hecho cualquier cosa
por Chienniang y por estar cerca de ella. Con respecto a su ta senta como si fuera su
propia madre, y jugaba con el nio como si fuese su propio hermano. El padre muy
pocas veces hablaba durante la cena o se permita bromas con la familia, pero estaba
fuera de la casa todo el da y a menudo, por la noche, era invitado a cenas de negocios.
El clima de Hengchow era cambiante, con variaciones extremas entre repentinas
tormentas que aparecan sobre las montaas y un calor abrasador, cuando sala el sol. En
una oportunidad Wang Chou se sinti enfermo, y le result tan cmodo permanecer
acostado todo el da, servido por su prima, que guard cama ms de lo necesario.
- Ahora debes ir a la tienda, o mi padre se enojar - le dijo Chienniang.
- Tengo que ir? - pregunt Wang Chou a regaadientes.
Un da Chienniang le dijo:
- Debes vestirte un poco ms. Creo que est por llover. Si vuelves a enfermarte, me
enojar contigo.
- Me encantara - replic Wang Chou con tono travieso, y ella entendi lo que l haba
querido decir.
- No seas tonto - dijo Chienniang haciendo un mohn, y le hizo ponerse ms ropas.
Un da la ta mayor de Chienniang, la esposa del hermano de su padre, lleg de
Changan para hacerles una visita. El hermano era un hombre sumamente adinerado.
Haba ayudado a Chang Yi, el padre de la joven, a abrir la tienda con su dinero; la
propiedad no estaba dividida an y Chang Yi todava conservaba hacia su hermano una
devocin que se converta en temor y en respeto servil hacia el jefe de la familia. La ta
fue regiamente agasajada. La devocin familiar, la naturaleza tmida de Chang Yi y su
natural respeto hacia la riqueza podran explicar su actitud en relacin con esa ta
mayor. Las mejores cenas eran servidas todos los das, y Chang Yi hablaba y bromeaba
en la mesa y trataba de hacerse agradable para la mujer en una forma en que nunca lo
haba intentado con su esposa.
La ta mayor no encontr nada ms placentero y agradable que concertar para su
sobrina un enlace con una familia acaudalada. Un da, al regresar de una fiesta en casa
de la familia ms adinerada del pueblo, los Tsiang, dijo a la madre de la muchacha, en
presencia de sta:
- Chienniang es una joven encantadora, y tiene dieciocho aos. Estoy concertando su
unin con el segundo hijo de los Tsiang. Por supuesto, ya sabes quines son los Tsiang,
y me refiero a los Tsiang.
- Mi querida cuada, Chienniang ha sido prometida por m al hijo de mi hermano -
replic la madre.
- Te refieres a ese sobrino que vive con ustedes? Pero tu hermano ha muerto.
- Eso no cambia nada. Parecen maravillosamente hechos el uno para el otro. -
Chienniang, al or que su madre tomaba partido por el sobrino, se ruboriz.
La ta mayor estall en una estrepitosa carcajada.
- Ests loca! Qu tiene l? Estoy hablando de una unin respetable con una familia
decente, de posicin social, como la nuestra.
Chienniang se levant del asiento y sali de la habitacin dando un portazo.
- Qu muchacha tan desagradecida! - grit su ta -. No se da cuenta de lo que estoy
haciendo por ella. T nunca has visto la casa-jardn de ellos. No seas una madre dbil.
Cuando conozcas el interior de la casa, me lo agradecers. Pero si lleva un anillo de
diamante casi tan grande como el mo!
La madre no contest y, pidiendo disculpas, sali. Pero la ta, que haba pensado en ese
enlace como en la mejor diversin que poda procurarse durante su estada, no quiso
rendirse. Un casamiento significaba cenas y fiestas, sus vacaciones quedaran colmadas
de actividades sociales y ella se sentira dichosa de haber podido lograr algo memorable
durante su corta visita. Pero si la madre opona resistencia a su sugestin, la ta encontr
en el padre de la joven a un oyente predispuesto, apreciativo y encantado. Chang Yi no
poda concebir nada ms satisfactorio para su ambicin social y sus propsitos en la
vida. Siempre haba envidiado a una familia del pueblo: la de los Tsiang. Eran una
familia antigua, y el seor Tsiang haba sido funcionario en la capital. Siempre haba
querido ingresar en el crculo de los Tsiang, y nunca fue invitado por stos. El resultado
fue que el desposorio de Chienniang con el segundo hijo de la familia Tsiang fue
celebrado pasando por sobre las protestas de la madre, mientras la joven yaca en cama,
en huelga de hambre.
- Nada bueno saldr de esto - dijo la madre a su esposo -. Va en contra de los deseos de
la muchacha. Deberas haberla visto, en cama, llorando hasta arrancarse el corazn.
Tenemos que tener en cuenta la vida de ella. Te has dejado atrapar por el dinero de los
Tsiang.
Con el tiempo convencieron a Chienniang que se levantara y comiera. La joven
ambulaba por la casa como una condenada.
Al joven enamorado no le importaba ya lo que pudiese suceder. Se despidi y
desapareci durante tres semanas, tratando de olvidar sus penas en las montaas Heng.
Al cabo de ese lapso no pudo contenerse ante la idea de volver a ver a su amada.
Cuando regres se encontr con que Chienniang sufra de una curiosa enfermedad
desconocida. Al da siguiente de su partida la joven perdi la memoria y no saba quin
era. Yaca en cama y se negaba a comer. No reconoca a su madre, a su padre ni a su
criada. Mascullaba palabras que ellos no entendan. Teman que hubiese perdido el
juicio. No tena fiebre ni dolores, pero permaneca todo el da acostada, sin comer ni
beber. Trataban de hablar con ella pero su mirada era inexpresiva. Era como si el alma
hubiese abandonado el cuerpo y ste, sin el amo, hubiera dejado de funcionar por
completo. Una intensa palidez le cubri el rostro, y los mdicos confesaban que nunca
haban visto un caso semejante y no saban de qu se trataba.
Con el permiso de la madre, Wang Chou corri a verla.
- Chienniang! Chienniang! - exclam. La madre observaba ansiosamente. La mirada
inexpresiva de la joven pareci enfocarse nuevamente y un tinte rosado volvi a sus
mejillas.
- Chienniang! Chienniang! - volvi a llamar l. Los labios de la muchacha se
movieron y se entreabrieron en una sonrisa alegre y segura.
- Eres t - dijo con serenidad.
Los ojos de la madre se llenaron de lgrimas.
- Chienniang, tu espritu ha vuelto. Reconoces a tu madre, no es cierto?
- Por supuesto, madre. Qu ocurre? Por qu lloras? Por qu estoy en cama?
Aparentemente la joven no saba nada de lo que haba sucedido. Cuando la madre le
dijo que haba guardado cama y que hasta ese momento no la reconoci, no quiso
creerla.
La joven recobr las fuerzas en pocos das. Cuando estuvo enferma su padre se asust
seriamente, pero viendo que se encontraba mejor volvi una vez ms a sus modales
autoritarios. Cuando la madre le describi cmo el color haba vuelto a las mejillas de
Chienniang - cosa que ella haba presenciado personalmente - al aparecer el sobrino
ante ella, el hombre exclam:
- Un fraude! Los mdicos nunca han visto semejante enfermedad. No reconocer a sus
propios padres! No lo creo.
- Mi querido esposo, t mismo has visto a la chica en cama, sin comer ni beber durante
das. Lo lleva en el corazn. Deberas reconsiderar el compromiso...
- La ceremonia ha terminado. Adems, no querrs que rompa al compromiso con los
Tsiang. Ellos no me creern la historia. Ni yo mismo la creo.
La ta, que an se hospedaba en la casa, hizo algunas observaciones sarcsticas por las
que sugera que la enfermedad de la muchacha era fingida.
- He vivido cincuenta aos y nunca o hablar de una persona que no reconociera a sus
padres.
El padre se neg a reabrir la cuestin. Los amantes se sentan desdichados y no vean
solucin alguna. La situacin resultaba insoportable para Wang Chou. No poda hacer
nada. Mortificado y desesperado, inform al to que parta hacia la capital, para
establecerse por su cuenta.
- Quiz sea una buena idea - contest el to secamente.
La noche anterior a su partida la familia le ofreci una cena de despedida. Pero
Chienniang estaba acongojada. Haba guardado cama durante dos das, negndose a
levantarse.
Wang Chou recibi permiso de la madre para entrar en la habitacin de la joven y
despedirse de ella. Chienniang no coma desde haca dos das. Estaba realmente enferma
y tena una fiebre altsima. Tocndola suavemente, l le dijo:
- Me voy y he venido a despedirme. No podemos hacer nada.
- Me morir, hermano Chou. Cuando te vayas no me quedarn deseos de vivir. Pero
slo s una cosa: viva o muerta, mi espritu siempre estar contigo, dondequiera te
encuentres.
Wang Chou no pudo encontrar palabras para consolarla. Se separaron llorando, y el
joven parti con una herida abierta en el corazn, convencido de que jams volvera a la
casa.
Su barco haba recorrido una milla. Estaba cercana la hora de la cena y el barco se
hallaba anclado para pasar la noche. Wang estaba acostado, triste y solitario,
derramando intiles lgrimas. Hacia la medianoche oy pasos que se acercaban por la
orilla.
- Hermano Chou - oy que susurraba una joven. Le pareci que estaba soando, porque
saba que ella se encontraba enferma, en cama. Atisbo por sobre la borda y vio a
Chienniang en la orilla. Desconcertado, salt a tierra.
- Me he escapado de casa - dijo la joven con voz dbil, y cay en sus brazos. l la llev
rpidamente al barco, incapaz de entender cmo haba podido recorrer esa distancia en
el estado en que se encontraba, a no ser por un poder de voluntad sobrehumano, y
entonces descubri que haba llegado descalza. Cmo lloraron juntos de alegra!
Acostada junto a l, muy cerca de su cuerpo, acariciada por sus besos y reanimada por
el calor, volvi en s.
- Nada puede impedirme que te siga - le dijo cuando volvi a abrir los ojos. Era como
si se hubiese recobrado por completo, y ahora que estaban juntos y seguros el uno del
otro, nada importaba.
Fue un largo viaje y durante todo l Chienniang expres un solo remordimiento: se
senta apenada por su madre, que se acongojara cuando se enterara de que su hija haba
desaparecido.
Finalmente llegaron a un pueblo en la distante Szechuen, donde Wang Chou consigui
un pequeo puesto con un salario apenas suficiente para mantenerlos. A fin de que el
dinero alcanzara, alquilaron un cuarto en una granja, a un kilmetro y medio del pueblo,
una distancia que l tena que recorrer a pie, todos los das, rumbo a la oficina y vuelta.
Pero era increblemente feliz. Chienniang lavaba y cocinaba, y se senta satisfecha y
dichosa con l. Wang contemplaba el cuartito, amueblado con sillas rsticas, una mesa y
una sencilla cama, y se deca que tena todo lo que deseaba en la vida. El granjero que le
alquilaba la habitacin de arriba era un hombre sencillo, y su esposa se mostraba
sumamente bondadosa con ellos. Les ofrecan vegetales de la huerta, cosa que les
ayudaba a ahorrar el dinero de la comida, y los jvenes, a su vez, en pago, colaboraban
con l en el cuidado de la huerta.
Luego lleg el invierno y Chienniang dio a luz un chiquillo, dulce y regordete. Cuando
lleg la primavera, Wang Chou regresaba y encontraba a su esposa con el obeso
chiquillo en brazos, dndole el pecho. Su copa de felicidad estaba rebosante. J ams
pidi disculpas a su esposa por hacerla vivir la vida de esposa de un hombre pobre,
porque saba que no necesitaba hacerlo. Empero, saba que ella estaba acostumbrada a
una vida ms cmoda, y se sorprenda de que se adaptara tan bien a las circunstancias.
- Ojal pudiera ganar ms dinero y tomar una criada para ti.
Su esposa le interrumpi con una suave presin en sus mejillas. Era una respuesta
completa.
- T no me pediste que viniera. Yo hu para seguirte - dijo con sencillez.
Despus pasaron por ese delicioso perodo en que todas las semanas revelaban algo
nuevo y sorprendente en el hijo. El chiquillo era adorable. Ahora ya poda tomar todo lo
que deseaba; despus se poda sealar la nariz y tomarse la oreja y retorcrsela. Luego
aprendi a andar a gatas y hacer chasquear los labios, y a decir "mam" y exhibir todos
.esos milagros cotidianos de la inteligencia en crecimiento. Constitua una alegra
interminable que llenaba la vida de ellos. Los granjeros, que no tenan hijos, adoraban al
chiquillo y ayudaban a Chienniang a cuidarlo.
Una sola cosa les estropeaba la felicidad. Chienniang pensaba continuamente en su
madre y su hermano, aunque no le importaba mucho de su padre. Wang Chou estaba tan
enamorado de ella, que poda intuir sus pensamientos.
- Ests pensando en tu madre, ya lo s. Si lo quieres, te llevar a tu casa. Ahora estamos
casados y tenemos un hijo, y en ese sentido no pueden hacernos nada. Por lo menos tu
madre se sentir feliz de volver a verte.
Chienniang llor de gratitud ante su bondad y su solicitud por la dicha de ella.
- Hagmoslo. Mi madre debe de haberse vuelto loca pensando que me he perdido. Y
tengo este hermoso nieto que presentar ante mis padres.
Partieron en viaje de regreso. Al cabo de un mes en barco llegaron a Hengchow.
- V t primero y prepara a mis padres para que me reciban - dijo Chienniang. Sacando
un prendedor para el cabello, de oro, se lo entreg y dijo -: Lleva esto como prenda de
cario, por si an estn enojados y te niegan la entrada o se rehsan a creer tu historia.
El barco ancl en la orilla arenosa. Mientras Chienniang esperaba en la embarcacin,
Wang Chou recorri a pie la corta distancia que mediaba hasta la casa de ella.
Estaba cercana la hora de la cena, y el padre se encontraba en casa. Wang Chou se
arrodill en el suelo y le implor el perdn por haber huido con su hija. La madre estaba
presente y pareci alegrarse de verle, aunque pareca ms vieja y su cabello haba
encanecido por completo. l les dijo que haban regresado y que la hija de ellos
esperaba en un barco.
- De qu ests hablando? - pregunt el padre -. Perdonarte por qu? Durante todo este
ao mi hija ha estado enferma, en cama.
- Chienniang no ha podido levantarse desde que te fuiste - dijo la madre -. Este largo
ao ha sido tristsimo. En ocasiones se senta tan enferma, que se pasaba semanas
enteras sin probar bocado. Nunca he podido perdonarme. Le promet que rompera el
compromiso, pero ella estaba tan dbil, que no pareca orme, como si su espritu
hubiese abandonado el cuerpo. Da tras da esper tu regreso.
- Les aseguro que Chienniang est bien y que se encuentra en el barco en este
momento. Miren, aqu tienen un recuerdo de ella.
Les entreg el broche de oro. La madre lo examin atentamente y lo reconoci. La
familia se mostr grandemente desconcertada.
- Les digo que est en el barco. Enven a un criado para que me acompae y vea por s
mismo.
Los padres estaban intrigados, pero hicieron que un criado acompaara a Wang Chou y
ordenaron que llevasen un palanqun. El criado subi al barco y reconoci a la
muchacha, que era exactamente igual a Chienniang.
- Estn bien mis padres? - pregunt la joven.
- Estn bien - contest el criado.
Mientras la familia se encontraba de tal modo en suspenso, confundida, esperando el
regreso del criado, una doncella tom el broche de oro y fue a ver a la hija enferma.
Cuando sta se enter de que Wang Chou haba vuelto, abri los ojos y sonri. Vio su
prendedor Y dijo:
- Efectivamente, lo haba perdido - y se lo coloc en el cabello.
Sin que la doncella la viera, la joven se levant de la cama, sali de la casa en silencio,
como una sonmbula, y se encamin directamente hacia la orilla, con una sonrisa en el
rostro. Chienniang sala en ese momento del barco. Wang Chou sostena al nio,
esperando a que ella se introdujera en el palanqun. Vio que la muchacha, en la orilla, se
iba acercando cada vez ms, y cuando las dos se encontraron, se fundieron en un solo
cuerpo, y los vestidos de Chienniang se hicieron dobles.
La familia se mostr grandemente excitada cuando la doncella inform que la hija
enferma haba desaparecido. Cuando vieron a Chienniang bajar del palanqun, sana y
buena y teniendo a un rollizo chiquillo en brazos, no se sintieron ms encantados que
asombrados y aturdidos. Entendieron entonces que el espritu de la joven, su verdadero
yo, haba ido a vivir con l. Porque el amor tiene alas que rompen los barrotes de la
crcel. Lo que haban visto en la hija enferma que yaca en cama no era ms que una
sombra hueca que haba quedado atrs, un cuerpo sin alma del que el espritu consciente
se haba desprendido.
El incidente sucedi en el ao 692. La familia mantuvo en secreto la historia del
extrao suceso, para que no se enteraran de l los vecinos. Con el tiempo Chienniang
dio a luz varios nios ms, y Wan Chou y ella vivieron hasta alcanzar una dichosa
vejez, amndose cada vez ms a medida que envejecan.

8. LA SEORA D

Este relato fue tomado de Ch'ingchunlu, de Lien Pu, de la Dinasta Sung, quien dijo
que lo conoci personalmente cuando estudiaba en la universidad de la capital. Yo he
agregado los detalles referentes al movimiento estudiantil por la recuperacin del
territorio nacional, hechos sumamente conocidos en la historia, basados en obras tales
como el Kweihsin Tsachih de Chou Mi.

El Festival de los Farolillos, el quince de enero, en la capital de Hangchow, en la
Dinasta Sung del sur, era, tenindolo todo en cuenta, el ms alegre del ao. Rivalizaba
en alegra y magnificencia con el festival de los farolillos de Kaifeng, antes de que
China del norte cayese en manos de los invasores. Hangchow converta esa noche en
da. Desde la Puerta Yungchin hasta la Muralla del Mar, la ciudad estaba atestada de
gente que celebraba la fiesta. Los rateros y los ladrones salan a la calle y los jvenes
enamorados se encontraban en las orillas del lago. Las puertas de la ciudad no se
cerraban. Por lo general, siempre ocurra algn incidente en esa noche.
La mayor parte del gento se apiaba en torno al Liupuchieh, o calle de los Seis
Ministerios, donde se podan ver los mejores farolillos. El lugar estaba brillantemente
iluminado. El propio emperador ofreca un espectculo de fuegos artificiales en
beneficio de la poblacin de la ciudad. Para la ocasin haba construido una gigantesca
torre de quince metros de altura, llamada "montaa tortuga", cubierta de festones de
seda multicolor y de luces que formaban distintos caracteres. Las familias de los
funcionarios tenan sus propios palcos, separados por cortinas, donde exhiban sus
farolillos de novedosos diseos y contemplaban los de los otros. Hombres, mujeres y
nios atestaban las calles, y cuando las damas de encumbrada posicin se paseaban para
contemplar el espectculo, sus criados las rodeaban de "un biombo porttil de brocado".
Las damas, enjoyadas y vestidas para la ocasin, caminaban dentro de esas tiras de seda,
libres de los empellones de la muchedumbre, en tanto que sus acompaantes preferan
caminar por fuera. Se detenan para conversar un instante con los conocidos, los
felicitaban por la belleza de los farolillos, o, simplemente, los saludaban con una
sonrisa.
Un palco estaba an vaco, vigilado por dos criados. Era el de un censor imperial, el
esposo de la seora D, a quien se consideraba la mujer ms hermosa de la capital. Ms
aun, era un ttulo indirectamente concedido por las mujeres mismas. Se deca que
cuando alguna mujer de sociedad senta celos de otra, deca: "Se cree que es la seora
D. Absurdo!" O: "Ese fantstico peinado podr quedarle bien a la seora D, pero no en
el rostro rechoncho, excesivamente pintado, de ella." La seora D era la hija de una
familia de letrados, y pocas veces se dejaba ver en pblico.
Muy pronto apareci, saludando a ste y aqul al pasar. Lleg a su lugar acompaada
slo de su doncella y de sus encantadores hijos, un nio de ocho aos y dos mellizas de
diez. Ella misma tena apenas veintiocho aos.
La seora D iba vestida con un sencillo vestido negro del material ms fino, sin otra
joya que una diadema de perlas en el cabello. Quiz tena mejor buen gusto que las
dems; quiz saba que se trataba de una obra de arte que no necesitaba de un marco
dorado. Llevaba muy pocos afeites. Las otras mujeres imputaban esto a su vanidad, y no
se equivocaban mucho. Ninguna mujer puede ser censurada por mostrarse orgullosa de
su belleza, cuando es tan hermosa como la seora D. De cutis naturalmente terso y piel
suave y blanca, su rostro pareca un trozo de jade esculpido y reluca con un brillo
suave, clido. Haba una dulce expresin en torno a sus labios, que cuando sonrean
dejaban ver dientes blancos y parejos. Si tena algn leve defecto, consista solamente
en que los lbulos de sus orejas eran delgados y, en proporcin, pequeos. Sus hombros
eran redondos, y tena un cuerpo esbelto y bien modelado, que su traje de raso negro,
sin bordados, destacaba ventajosamente.
Las mujeres la envidiaban. La gente pensaba que era una de las mujeres ms
afortunadas: una madre joven, con hermosos hijos, y una esposa cuyo marido haba
ascendido rpidamente, hasta convertirse en censor imperial a los treinta y tres aos.
- Mam, por qu no est aqu pap? - pregunt el nio.
- Cllate, pap est muy ocupado. En seguida vendr.
Por el rostro de la seora D pas una sombra de disgusto, apenas visible para los
dems, pero no as para su criada Hsianglien. Su esposo le haba prometido que ira al
palco, pero no sera sorprendente que no apareciese. Hsianglien comprenda. Haba sido
la doncella y compaera de juventud de la seora D, y acompa a su ama cuando sta
se cas. Era unos aos menor que su seora y su ms fiel confidente. Frente a ellas y en
derredor los padres y maridos estaban junto a sus familias, como corresponda en esa
fiesta anual. La seora D haba sido educada en la tradicin antigua, y jams se permita
exhibir en presencia de su amiga sus sentimientos en cuanto a su esposo.
La muchedumbre de los transentes miraba a la seora D y no a las dems damas
enjoyadas. Los jvenes pasaban ante ella, riendo y bromeando, lanzando miradas
sigilosas y prudentes a la atrayente dama, por lo general tan recluida. Por lo comn
haba un gento ms compacto ante su palco que en otras partes, y los guardias
metropolitanos rondaban en torno, quiz para hacer que la gente circulase y quiz para
poder ellos tambin echar un vistazo a la seora D. El esplndido cabello sedoso de la
seora D y su vestido negro realzaban ventajosamente su blanco rostro. El efecto de su
belleza era acentuado por los farolillos, y con las luces y la luna llena y las notas de
flauta y de instrumento de cuerda de la orquesta imperial llegando desde lejos, pareca
ser un hada de otro mundo.
La seora D rea y conversaba con sus hijos y su doncella.
Una dama del palco vecino, del Ministerio de J usticia, pregunt:
- Por qu no viene su esposo?
- Vendr - contest la seora D con dulzura -. No se perder los fuegos artificiales a
menos de que se vea inevitablemente demorado. A mi esposo le gustan tanto como a los
nios.
El esposo segua sin aparecer. La seora D vio que se acercaba una monja, la Hermana
Huicheng, a quien conoca bien. Las monjas de la capital visitaban a menudo el hogar
de las adineradas matronas que eran sus protectoras. En esos tiempos, gozando del
privilegio de acceso a las damas que hacan una vida recoleta, resultaban con frecuencia
tiles para llevar recados y mensajes, y haban llegado a conocer muchos secretos
familiares.
- Pasa, Hermana Huicheng - dijo la seora D.
- Entrar un momento nada ms. - La doncella baj la tela de seda para que la monja
entrara.
- Sintate un minuto. - La seora seal el' asiento vaco reservado para su esposo.
Hsianglien se qued de pie detrs de su ama.
- Oh, no, no debo hacerlo. Pero qu bien le queda esa diadema de perlas!
La seora D insisti, y la Hermana se sent y goz contemplando el espectculo de los
farolillos y mirando a la muchedumbre que pasaba ante ellas.
- No viene su esposo? - pregunt la monja.
- Dijo que vendra. Tena que cenar en alguna parte con uno de sus amigos. No s
dnde puede estar. Nada escapaba a la aguda mirada de la Hermana.
- Lo siento - dijo dulcemente.
- Te digo que vendr.
De pronto oyeron un alboroto en la plaza, y todos trataron de averiguar qu haba
ocurrido. Result ser que unos estudiantes haban sido arrestados. Alguien haba
lanzado octavillas, en la plaza, con las palabras: "Traidores, apaciguadores, renuncien!"
Una octavilla exiga la renuncia del primer ministro. Era la poca de la Dinasta del sur
en que toda la China del norte se encontraba bajo ocupacin extranjera, y la corte haba
trasladado la sede de su gobierno a Hangchow. El pueblo exiga la recuperacin del
territorio nacional, pero los generales chinos victoriosos haban sido retirados del campo
de batalla y asesinados en la crcel, para apaciguar al enemigo. Las pasiones estaban
enardecidas. Los que se encontraban en el poder, seguros en sus posiciones y en su
existencia de lujo mientras no se modificara su poltica de apaciguamiento, se vean
obligados a tomar medidas de fuerza para aplastar a la opinin pblica. El incidente
pas y los paseantes continuaron apindose y gozando de la exhibicin de farolillos en
la "montaa tortuga". Pronto comenzaran los fuegos artificiales.
- Tengo que irme - dijo la monja, y se puso de pie -. No quiero que su esposo me vea
sentada aqu. Pero esa diadema de perlas que le compr es realmente divina.
- La reserv para hoy. Si ves un buen collar de perlas, podras trarmelo tambin - dijo
la seora D con tono negligente. La seora D tena debilidad por las perlas. Llevaba
puestos dos enormes aretes de perlas que le cubran y disimulaban sutilmente los
pequeos lbulos de las orejas.
Al cabo lleg su esposo, cuando los fuegos artificiales estaban por terminar.
Era un hombre alto y un tanto delgado, y sus cejas estaban constantemente fruncidas en
concentracin. Como los eruditos de esa poca, usaba bigotes. Iba impecablemente
vestido, y con el bigote y la chistera, no resultaba mal parecido, aunque difcilmente se
lo podra llamar bello. La gente saba que era capaz y ambicioso, y no se sorprenda de
que se hubiese casado con una mujer tan hermosa, porque el enlace era la unin de dos
viejas familias. Se haba sentido atrado por la belleza de la joven, y rog a su madre
que concertara la unin. La madre de la joven haba muerto, y los padres de la pareja
eran funcionarios del mismo partido y antiguos amigos. A la muchacha no le gustaba
ese casamiento, pero no poda decidir gran cosa en la cuestin. Como los hijos
afortunados de familias ricas, l tena un grado corriente y una buena carrera poltica
sealada. Le era sumamente devoto, y los primeros aos de matrimonio fueron
sumamente dichosos. Luego el afecto de la pareja se enfri, y l comenz a interesarse
en actores y en jovencitos hermosos. La gente no entenda cmo poda desatender a una
esposa tan bella como la que tena en su hogar, y cuando la felicitaban por el ascenso de
su esposo o la envidiaban por su dicha, ella no saba exactamente qu contestar.
Empero, siempre se las arreglaba para parecer feliz. Esa noche l haba ido a visitar a
sus dudosos amigos, ella estaba segura de eso. Su doncella lo saba y la monja lo saba.
Pero no dijo nada cuando l lleg, y gozaron juntos del resto de los fuegos artificiales,
grandemente admirados por los espectadores.
Cuando regresaron al hogar no le pregunt a su esposo dnde haba estado, pero estaba
disgustada y un tanto perturbada. Dorman en habitaciones separadas, pero l la sigui,
antes de retirarse, para conversar un poco con ella. Cuando la seora D se hubo quitado
las perlas, dijo:
- Ya sabrs que algunos estudiantes fueron arrestados esta noche, antes de que llegaras.
Arrojaron octavillas en la calle exigiendo la renuncia del primer ministro.
- Les est bien empleado! Esos agitadores baratos y despreciables! - replic su
esposo. El tema era objeto de discordia entre ellos.
La seora D estall.
- Agitadores, vaya! Esa tendra que ser tu tarea y tu deber. Los agitadores estn
exigiendo la recuperacin del territorio nacional y la renuncia de esos funcionarios
muertos en vida, slo porque no quieren hacerlo personas como t.
- Las mujeres no deben ocuparse de la poltica! - grit su esposo. Se dirigi a sus
habitaciones, dando un portazo.
La seora D record que su afecto hacia su esposo haba sido el primero en enfriarse.
Haba descubierto una veta de codicia, algo duro y egosta, en su carcter, que la hizo
cambiar la opinin que tena de l. Su padre, en vida, haba sido un gran radical, el
terror del partido apaciguador. Como su esposo era un hombre joven, resultaba extrao
que se uniese a la camarilla gobernante, pero ella saba que era conservador slo porque
era la forma ms sencilla y segura de progresar y conseguir la proteccin de los que
estaban en el poder. La esposa lea en el alma del hombre como nadie habra podido
hacerlo.
Un da ley en un boletn de la corte que un funcionario haba enviado un
memorndum acusando al primer ministro, siendo enviado por ello al exilio. Otro
valiente funcionario hizo lo mismo, y, sabiendo cul era el destino que le aguardaba, se
ahorc antes de enviar la peticin a palacio. La seora D se sinti profundamente
conmovida y derram lgrimas.
- Por qu lloras? - le pregunt su esposo -. El hombre es un tonto. No sabes cmo son
las cosas. El primer ministro le haba ofrecido un alto puesto en el Concejo Militar, si
no enviaba la denuncia y se pasaba a su campo. Es uno de los mejores puestos que un
hombre puede ambicionar en esta vida.
La seora D abri la boca.
- No puedes entender que un hombre quiera sacrificar su vida por su patria cuando ello
es necesario, verdad?
- Sinceramente, no.
- Hasta Hsianglien puede entenderlo. - Volvindose hacia Hsianglien, le pregunt, para
mostrar su rencor hacia su esposo: - T entiendes eso, no es cierto? - Hsianglien no se
atrevi a expresar su opinin.
Cuando su esposo fue nombrado censor imperial, la seora D perdi todas las
esperanzas que depositaba en l, y con stas todo el cario y el respeto. Los censores
eran la voz de la crtica a la poltica del gobierno, y, naturalmente, el primer ministro
llenaba todos los puestos del censorado imperial con sus paniaguados, para poder acusar
a quien se le ocurriera. El joven era activo, trabajador y competente a su manera. Un da
lleg a su casa y anunci, grandemente entusiasmado, que haba sido nombrado censor
imperial. La seora D lanz una risita burlona.
- Ni siquiera me felicitas por mi buena suerte. No entiendo qu es lo qu quieres de la
vida.
- Ni trates de entenderlo - le replic ella con tono cortante.
En fin de cuentas, ser censor imperial constitua un gran honor. El esposo se sinti
herido en su vanidad. Ahora alardeaba constantemente acerca de sus nuevos amigos y
de los puestos que ellos ocupaban, y de las personas importantes que conoca. Ella tena
por costumbre hacer caso omiso de l. Haba nacido en medio del podero y la riqueza,
y eso no le impresionaba. Lleg a ver en su esposo a un individuo inescrupuloso,
egosta, que slo estaba interesado en su progreso personal. La hera en su orgullo.
Como l continuaba fanfarroneando en el hogar, ella se lo toler, y sonrea o mostraba
una total indiferencia. Haba comenzado a despreciarlo, y l se daba cuenta de ello.
La seora D haba llegado a considerar a su esposo un majadero, pero estaba resignada a
su suerte. Despus que naci el nio no tuvo ms hijos. Dej a su esposo en paz porque
no poda hacer nada en ese sentido, y concentr su inters en sus encantadores hijos.
Pocas veces se la vea en pblico, a no ser en ocasiones tales como el Festival de los
Farolillos y el Festival del Bote del Dragn, aparte de las visitas al templo. Nunca se
haba lanzado ninguna murmuracin contra ella. Cuando sala, su palanqun estaba
siempre cuidadosamente cerrado con finas esteras de bamb. Habra continuado
viviendo cmodamente, satisfecha, si no hubiese ocurrido nada. Pero algo sucedi esa
noche del Festival de los Farolillos, sin que ella se enterara, y el suceso deba cambiar el
curso de su vida.
Unas semanas ms tarde el esposo de la seora D parti rumbo a otra provincia, en una
jira oficial que lo mantendra alejado durante un lapso de seis a diez meses. Un da
recibi la visita de la Hermana Huicheng. La monja le llevaba un collar de perlas
valuado en tres mil dlares.
- Pero no puedo pagar esa suma! Mi esposo est ausente - dijo la seora D.
- La persona se desprender del collar por la mitad del precio - y quiz por menos.
- Est necesitada de dinero?
- No, quiere pedirle un favor, seora.
- Qu favor?
- Ha sido expulsado de su puesto. Aunque su esposo est ausente, los parientes de l
pueden hablar en su favor.
La seora D vacil un instante.
- Tendr que pensarlo. Debes llevarte el collar de vuelta.
- Yo aconsejo a la seora que lo conserve y se tome tiempo para dar una respuesta.
Puede que el dueo se lo ofrezca a alguna otra persona. Volver maana para conocer
su decisin.
Al da siguiente, cuando regres la monja, la seora D le dijo que aceptara el collar y
que hara lo que pudiese por el dueo de ste.
- Cunto quiere?
- Seora, el collar ser un regalo, si -usted quiere ayudarlo. Hay slo una cosa que no
me atrevo a mencionar. Tengo que complacer al joven.
- Un joven! - exclam la seora D ruborizndose.
- S. Me ha confiado el collar. Pero es un objeto de tal valor, que, naturalmente, quiere
tener alguna seguridad de que todo ir bien. Necesita saber con quin trata. El joven le
ruega que le permita verla.
- Qu puedo hacer yo?
- Por qu no va al templo, y yo arreglar las cosas de modo que los dos se encuentren
accidentalmente?
- No, no, nada de eso! - exclam la seora D con energa.
- Pero si lo nico que l pide es que le devuelvan su puesto... Por supuesto, si usted no
lo aprueba la cosa termina aqu mismo.
La seora D ansiaba poseer el hermoso collar de perlas. Despus de pensarlo
cuidadosamente contest:
- Pasado maana ser el aniversario de la muerte de mi hermano. Ir al templo. Pero
slo permitir que el joven cruce unas pocas palabras conmigo. No s qu clase de
persona es! No tendra inconvenientes, sabes?, si fuese un viejo.
- Seora, se equivoca - replic la Hermana Huicheng con una sonrisa -. Estoy segura de
que le gustar cuando lo vea. Es tan alto y hermoso... - Contempl a la seora D y vio
que las mejillas se le cubran de un leve rubor.
- No seas tonta - repuso la seora D con severidad -. Ya las conozco a ustedes, las
monjas. Soy una mujer casada y madre de mis hijos. Llvate el collar de vuelta. No lo
quiero.
- Ah, seora, me ha entendido mal! Si l no fuese un perfecto caballero, no me habra
atrevido a sugerir este encuentro. Slo quiere un favor. Es preciso que le d usted una
oportunidad. Es tan bien educado y refinado, y es de muy buena familia, como podr
darse cuenta por estas perlas... Concdale la entrevista, y si me equivoco podr negarme
la entrada a su casa en adelante.
- Diablesa! - respondi la seora D con una carcajada -. Oh, bueno, lo ver... Pero slo
por un minuto.
- Omitahba! - exclam la hermana Huicheng.
La seora D acudi a su cita en el convento, no sin la sensacin de estar viviendo una
aventura. Slo llevaba consigo a su criada Hsianglien. En fin de cuentas una cita con un
joven desconocido era algo que ella nunca se haba permitido. Cuando lleg, no haba
en el templo ms que cinco o seis mujeres de edad. Pregunt a Huicheng, con cierta
excitacin:
- Ha llegado ya?
- No debe verlo aqu. Pronto la llevar adonde l est.
La seora D se mostr sorprendida. Haba credo que se encontraran por casualidad en
el templo.
Se dijeron oraciones por su hermano muerto y se quemaron billetes de dinero en su
memoria. La Hermana Huicheng sugiri, como si se tratase de una feliz ocurrencia, que
una de las monjas jvenes acompaara a Hsianglien a una gruta del valle, y as se hizo.
- Y ahora venga conmigo - dijo la Hermana Huicheng. Llev a la seora D a una casa,
a poca distancia de all. Cuando llegaron, dijo - : El hermoso joven est adentro. - Haba
en su voz la sombra de una agradable excitacin, que indicaba que en todo eso haba
algo ms, aparte de un simple negocio.
Entraron en una habitacin de un patio interior, que tena una puerta trasera por la que
se sala a un pequeo jardn con muchos durazneros y perales. La sala estaba severa
pero elegantemente amueblada con sencillas mesas laqueadas, algunos anaqueles con
libros y dos ventanas hexagonales que daban al patio y al jardn. El lugar tena un
ambiente de perfecto retiro. Corra el mes de mayo y el aire estaba lleno de la sutil
fragancia de las lilas. No haba nadie en la habitacin. Sobre la mesa se vean vasos para
vino, algunas frutas y nueces y unas cuantas golosinas secas.
- Para qu es todo esto? - pregunt la seora D, sorprendida.
Sirviendo un vaso de vino, la Hermana dijo con una sonrisa ladina:
- Permtame que beba a su salud y felicidad. La seora D estaba excitada:
- Dnde est el joven? No quiero demorarme mucho tiempo. Terminemos con esto.
- Sintese. Lo traer inmediatamente - dijo la Hermana Huicheng, y sali por la puerta
trasera. La seora D la vio luego en el jardn hablando con un joven. Intuy una
conspiracin. "La osada de ese joven!", pens. El joven llevaba un alto sombrero Tang
y una tentadora tnica de prpura. Caminaba con pasos desenvueltos, serenos,
balancendose un tanto, graciosamente, dentro de su tnica. Tena el rostro sonrojado,
una frente alta, nariz recta y ojos notables. "Debera morirme - pens ella -. Qu estoy
haciendo aqu?" Sinti que estaba haciendo algo perverso. Y sin embargo, a primera
vista, el hombre le gust, como haba predicho Huicheng.
La monja entr la primera y los present.
- El seor Tseng, la seora D.
El joven hizo una profunda reverencia, y la seora D la contest con una sonrisa.
- Sintense, los dos - dijo la monja. Les sirvi vino y luego dijo - : Ustedes tienen que
conversar, y yo no quiero molestarlos.
- No, qudate - dijo la seora D, con algo de desesperacin, pero la Hermana haba
levantado la cortina de bamb y desaparecido rumbo a las habitaciones delanteras.
Por un momento la pareja se mir, y a ella se le hizo claro inmediatamente que no se
trataba de una entrevista comercial.
- Puedo beber a su salud? - pregunt el joven, levantando su copa.
- Y yo beber a la suya - replic la seora D instintivamente, como lo hubiera hecho
con un caballero. Luego se acord de la situacin y dijo - : Entiendo que usted quiere
hablarme de cierto negocio. - Tena la intencin de mostrarse severa y decorosa, pero la
voz le tembl un tanto.
- S - dijo el joven contemplndola durante un minuto -. No s por dnde empezar. - Su
voz era una mezcla de ternura, confusin y timidez.
- Entiendo que necesita usted mi ayuda.
- S, y mucho, seora, si quiere usted ser tan bondadosa.
- Cul fue el puesto que perdi?
- No tena ningn puesto.
El corazn de la seora D dio un pequeo salto. Lo mir, sorprendida, durante un
instante, y dijo, bondadosamente:
- Me pareca que era ese el motivo de que necesitase mi ayuda. De lo contrario, para
qu es el regalo? El collar es hermoso.
- Es una prueba de mi estima. Es indigno, comparado con la importancia que tiene para
m la oportunidad de encontrarme con usted y hablarle.
- Es usted demasiado audaz - dijo la seora D con acento de reproche. Se puso de pie -.
Ya sabe que soy casada y tengo hijos.
- Perdneme, seora. Le ruego que me escuche, y si lo que le digo no le agrada, puede
expulsarme, y yo me considerar reprendido por la mujer ms bella del mundo.
Atesorar en mi memoria estos pocos momentos, por el resto de mi vida. Por cierto que
es una osada de mi parte abrigar la esperanza de hablar unas palabras con usted. Pero
usted me orden que viniese. Yo no tena eleccin posible.
- Que yo le orden? - pregunt la seora D volviendo a sentarse con lentitud. Las
palabras del joven la intrigaban -. Sea breve.
- S, su espritu no me daba descanso. Desde que la vi en el festival de los farolillos, su
imagen ha permanecido en mis pensamientos da y noche. He soado con usted,
pensado en usted. Me dije que morira feliz si pudiese estar cerca de usted y verla por un
momento y hablar con la mujer ms hermosa de la capital. Despus, aunque tuviese que
recorrer las calles como un mendigo, sera el hombre ms rico del mundo, porque
llevara conmigo el tesoro de su recuerdo y de estos breves y dorados momentos. - Su
voz era viril y sus ojos llameaban.
La seora D lo contempl con inters.
- Significa este encuentro realmente tanto para usted?
- S. Debo confesar que he sido presuntuoso y temerario. Pero arriesgara mi vida para
verla. Cuando la Hermana Huicheng me dijo que usted vendra, no me atreva a creer en
mi suerte.
- Debe de haberle entregado un fuerte soborno - dijo la seora D con una sonrisa.
- Francamente, s. Busqu por toda la ciudad para encontrar a alguien que tuviese
acceso a usted. Tuve suerte. Sabe?, la culpa fue de usted. Otras mujeres permiten que
se las vea en pblico, pero usted no, porque verla es amarla. Seora, no sabe cuan
dichoso me ha hecho. Esperaba este momento. Ahora puede echarme y no me
importar. Pero por favor, diga algo que me sirva para recordarla.
La seora D no pudo resistir los elogios. Haba cambiado de opinin, porque le
resultaba agradable orle hablar.
- Le ruego que se quede. Ya que est aqu y se ha tomado tanto trabajo, hbleme de
usted. Quin es usted?
- Un estudiante de la universidad.
- Ah, ya entiendo. Est en poltica?
- Todos nosotros, los estudiantes universitarios, estamos en ella. Pero no se trata de
poltica. Es una cuestin relacionada con el honor y la independencia de nuestra patria.
Tiene que ser preocupacin de todos. Es errneo hablar de un partido de la guerra y un
partido de la paz. La eleccin es entre el honor y la deshonra nacionales. Quin es el
que no quiere la paz? Pero ofrzcame la paz con deshonor y yo elegir la guerra.
El seor Tseng hablaba con energa y con apasionada conviccin. Era un dirigente de
las demostraciones estudiantiles contra los apaciguadores. En esa poca los estudiantes
de la universidad, unos treinta mil, haban exigido repetidamente una poltica positiva
contra los invasores del norte, y como se haban convertido en los voceros del pueblo,
eran sumamente temidos por los dirigentes del gobierno. Dirigentes estudiantiles como
Chen Tung haban sido asesinados y luego honrados pstumamente porque el
sentimiento pblico lo exiga as. El seor Tseng hablaba con el corazn, y la seora D
lo escuchaba admirada. Cuanto ms lo escuchaba, ms senta que el joven expresaba
con claridad y vigor lo que ella misma haba guardado en los pensamientos.
Experiment una sensacin de jbilo.
- Perdneme - dijo l -. Me he dejado arrastrar por el entusiasmo.
- Por el contrario. Mi padre sola decir las mismas cosas. Eso est en la tradicin
familiar Li Kang era mi to abuelo por la rama materna.
- No! - El joven casi salt de sorpresa. Li Kang era la figura central de un partido
guerrerista, y en su derredor se haban desatado, haca dos generaciones, las tormentas
de las batallas polticas. Para los estudiantes universitarios, despus de Dios estaba l.
Brindaron por Li Kang. Ahora la seora D se senta completamente segura y a sus
anchas con el joven. El seor Tseng era franco y desenvuelto. El encuentro result
mejor de lo que l haba esperado. Sintieron intensamente que tenan algo en comn, y
la seora D se olvid de todas sus pretensiones de rango y habl como lo hace una
mujer con un hombre que la fascina. J ams haba experimentado tal embriaguez. Nunca
haba sostenido semejante conversacin con ninguno de los amigos de su esposo. Toda
su vida juvenil pareca volver a ella, como si un dique hubiera sido derribado. Su
dichosa niez, su grande y vigoroso padre, la inocencia y las alegras de la conviccin,
que haba contenido y olvidado durante tanto tiempo, se apoderaron nuevamente de ella
en esos breves momentos, y al mismo tiempo se vio invadida de parte de su alegra e
irresponsabilidad juveniles.
- Seora, no puede censurarme por admirarla - dijo el seor Tseng mientras le buscaba
la mano. Ella le permiti que la tomara, sintindose dbil por dentro.
De pronto se recobr y dijo, como con un esfuerzo:
- Seor Tseng, me alegro de haberlo conocido. Espero que podamos ser amigos.
- Morira de felicidad, si usted me permitiera serlo. Afuera resonaron pasos. Cuando la
monja entr, pregunt, mirndolos:
- Bien, han terminado la transaccin?
- S - contest la seora D. Hizo ademn de salir -. No saba que fuese tan tarde. - Se
puso de pie, con el rostro arrebolado. De pronto cambi su expresin, se pleg en dos
y cay nuevamente sobre la silla, gimiendo de dolor.
- Qu ha ocurrido? - pregunt la Hermana.
- No s. Me siento enferma.
La Hermana Huicheng corri hacia ella.
- Venga a la otra habitacin - le dijo -. Acustese all y descanse.
La monja ayud a la seora D a entrar en la habitacin interior. Cuanto la acost y la
tap adecuadamente, la seora D dijo a Huicheng:
- Enva a alguien a mi casa con la doncella. Dle que venga a buscarme maana por la
maana con el palanqun. Dle a la gente de casa que he tenido un repentino acceso de
dolor y que estoy demasiado dbil para volver a casa esta noche.
Cuando Huicheng cruzaba la sala, pas ante Tseng y le susurr: - Felicitaciones, seor
Tseng!
A la maana siguiente, cuando la seora D se despidi del seor Tseng, le dijo:
- Si no te hubiera conocido, quizs habra vivido mi vida en vano.
La seora D se volvi osada. Comprometida a la edad de diecisiete aos, jams haba
conocido las alegras del galanteo. Ningn hombre le haba hecho el amor de ese modo,
y Tseng, como hemos visto, era un gran amador.
Tener un amante era peligroso para una dama de su posicin. Aunque era la duea de
su casa y slo viva con ellos la anciana madre de su esposo, una mujer que la mayor
parte del tiempo guardaba cama, no poda permitir que su amante se encontrara con ella
en su casa, y no poda ir a ninguna parte sin que se enteraran de ello los criados y los
portadores del palanqun. Sus das eran largos, y esperaba pacientemente que se
presentara una excusa adecuada para salir. Se encontr con l dos o tres veces ms. Ya
no poda impedir que esas relaciones fuesen conocidas por su doncella Hsianglien, pero
sta comparta la repugnancia que su ama senta hacia el esposo. En una ocasin la
seora D no pudo resistirse a la tentacin de volver a fingirse enferma y pasar una
apasionada noche con su amante.
En otoo, cuando su esposo volvi a la capital, vio el collar de perlas y le pregunt
dnde lo haba conseguido.
- Se lo compr a una familia - contest la esposa -. No lo he pagado an, y promet
pagarlo cuando volvieras t. Cuesta seis mil dlares.
El esposo examin el collar y admir su belleza.
- Vale lo que cuesta - dijo la esposa -. Dentro de pocos das vendrn a buscar el dinero.
El esposo no dijo nada, y, cuando la monja apareci varios das despus, le pag los seis
mil dlares. El seor Tseng no quiso aceptar el dinero, pero la seora D insisti en que
lo recibiera, tanto lo amaba ya.
Durante todo el invierno el esposo se qued en la ciudad. La seora D tena tanto
miedo de su esposo como de las murmuraciones pblicas. Dichosa con su nuevo
amante, quera ofrecerle compensaciones, pero el esposo se mostraba fro. Casi no se
hablaban fuera de los asuntos rutinarios de la casa.
La seora D corra extraordinarios riesgos. En una ocasin fue invitada a cenar a la
casa del magistrado metropolitano (que era tambin comisionado de polica) . Era una
fiesta para mujeres. Convino con su doncella en que sta aparecera durante la cena y le
dira que su abuela estaba enferma, y la seora y su criada concurrieron a la cita y
volvieron al hogar a medianoche. Tales eran los riesgos que estaba dispuesta a correr,
pero no poda arriesgarse con mucha frecuencia.
Luego la seora D cay en cama con un resfriado. Todo pareca ir mal, y se senta
desdichada. Le dijo a su esposo que quera ir a la casa de su madre, a Yuchien, viaje que
poda hacerse en un da largo. Cuando lleg al hogar de su madre, envi el palanqun de
vuelta, ordenando a los porteadores que volvieran a buscarla al trmino de una
quincena. Sus padres haban muerto, y como dama de la capital poda hacer lo que se le
diese la gana. Parti con Hsianglien hacia la montaa Tienmu, para encontrarse con su
amante. All pasaron diez das delirantes, paseando por las laderas, en los viejos
bosques de pinos gigantescos, que tenan varios siglos de antigedad. Nadie les hizo
pregunta alguna, y regresaron, dichosas.
A los odos del esposo haban llegado, empero, noticias de que, cuando su esposa
volva al hogar, los porteadores del palanqun haban visto a un joven en su compaa,
un joven que regres e? mismo da. Incluso se detuvieron a almorzar juntos a mitad de
camino. El esposo sinti sospechas, pero, metdico como era, no dijo nada.
Cuando la esposa comenz a tener nuseas por la maana, se mostr horrorizada. Trat
de encubrir la cosa ante su esposo, desechndola como algo carente de importancia,
pero el esposo conoca los sntomas demasiado bien y sus sospechas aumentaron. Sin
embargo, una vez ms, no la interrog. La seora D se senta desesperada. Para los
extraos no haba nada de sorprendente en el hecho de que tuviera otro hijo. Pero
marido y esposa saban que, entre ellos, tal cosa era imposible. Ella continu fingiendo
que se trataba de otra cosa, y no de un embarazo, pero su cintura aumentaba
perceptiblemente de tamao.
- Dme, quin es el hombre? - le pregunt el esposo una noche.
- No seas tonto. No creo que est embarazada, y si lo estoy, de quin puede ser el
nio, sino tuyo?
- Eso es imposible, y t lo sabes.
- Una noche estabas borracho. No te diste cuenta - le replic la esposa mirndolo
rectamente. El esposo la observ con el rabillo del ojo. Es claro que, tericamente, eso
era posible, pero no se sinti convencido.
- Borracho o no, no puedo haber dormido contigo - dijo con crueldad -. Y creo que un
nio concebido en la casa de tu madre debera nacer en la aldea de tu madre.
Cmo lo odi ella entonces!
- Eso es un ultraje! - exclam.
La sospecha nunca desapareci de los pensamientos del esposo. Slo quera descubrir
quin esa el amante. Ahora la trataba con un fro desprecio, tal como ella lo haba
tratado antes. La seora D interrumpi toda comunicacin con Tseng. El nio tena ya
cinco meses de edad en su cuerpo.
Todo habra terminado bien, a no ser por una tormenta poltica que volvi a
convulsionar a la corte. Un funcionario que haba enviado al emperador una peticin
exigiendo la renuncia del primer ministro, fue azotado, cosa que era considerada una
forma sumamente extraordinaria de castigar a un funcionario. Despus se le conden al
exilio. Irritados por eso y respaldados por la opinin pblica, ms de cien estudiantes y
algunos de los funcionarios llevaron a cabo una demostracin ante las puertas del
palacio, en la que exigieron que se les escuchara. Se les unieron decenas de miles de
hombres del pueblo. El da anterior el primer ministro haba sido recibido con colricos
gritos de "Renuncia! Renuncia!", cuando recorra las calles en su carruaje. Inquietado
por la amenazadora muchedumbre, se hizo salir a un eunuco que ley una orden
imperial por la que se prometa que se tendran en consideracin las exigencias. El
gento se sinti insatisfecho, y despus de ledo el edicto el eunuco fue apaleado y
muertos varios guardias de palacio, pisoteados por el populacho.
Algunos de los dirigentes estudiantiles fueron atrapados y arrojados a la crcel, y se
inform que el amante de la seora D se encontraba entre ellos. Las noticias del arresto
circularon rpidamente por las casas de t, y el nombre de Tseng se encontraba en los
labios de todos. La seora D se sinti aterrorizada. No saba qu hacer.
Esa noche, cuando regres su esposo, ella se le acerc dulcemente y trat de
convencerle de que pusiese en libertad a los estudiantes.
- Lo nico que quieren esos estudiantes es ayudar a la nacin - suplic.
- No era ms que una plebe - replic framente su esposo.
La seora D rog una y otra vez. Le temblaba la voz y tena el rostro plido. El esposo
guard silencio durante un instante, y luego pregunt:
- Por qu ests tan ansiosa? Tengo entendido que el gobierno est dispuesto a poner
fin a estas demostraciones de la chusma. Los arrestados sern muertos.
A la seora D le castaetearon los dientes de terror, y se desvaneci. Cuando volvi en
s, estall en lgrimas y locos ruegos.
- Debes evitar asesinatos! - clam, desesperada.
- Qu puedo hacer? Dme, a quin ests tratando de salvar?
A lo largo de repetidos interrogatorios, la seora D se neg a revelar el nombre de su
amante. El esposo sali de la casa, furioso.
La seora D temblaba por la suerte que pudiese correr su amante. No pudo dormir en
toda la noche. Vio la expresin que se dibujaba en el rostro de su esposo, cuando ste
sali por la maana. Inmediatamente envi a su doncella a que averiguara, en la
universidad, los nombres de los arrestados. Saba que en cuanto se despertaran las
sospechas de su esposo, las vidas de los arrestados no valdran nada. Hsianglien volvi
y le inform que no se poda encontrar a Tseng. Algunos decan que haba huido.
Ella saba que su esposo no volvera para el almuerzo. Al medioda la seora D
aguardaba, en suspenso, noticias ms exactas, mientras pensaba en los medios de que se
valdra para enviar una advertencia a Tseng, cuando lleg a la casa un hombre que dijo
ser primo poltico de Hsianglien y que vena a visitar a sta. Hsianglien sali a recibirlo
y lo vio vestido como un campesino, con un morral a la espalda. La doncella corri a
informar a su ama, con una expresin de dicha en la mirada.
- Si es un pariente cercano tuyo, hazlo subir. - Tseng fue conducido arriba.
- Cmo escapaste? - exclam la seora D al reconocerlo a pesar del disfraz -. Este no
es un lugar para encontrarnos.
- Tengo que irme. Tena que verte antes de partir. Hu durante un alboroto, cuando otro
trat de fugarse.
- Debes irte ahora mismo. Mi esposo siente sospechas, y tiene la intencin de matarte.
Perseguir a los dirigentes, y t eres demasiado destacado.
Fue a su habitacin y tom el collar de perlas.
- Ten, toma esto - dijo -. Vete lejos, hasta que cambie la situacin. Necesitars dinero
para el viaje. No s cundo volveremos a vernos. - Tena los ojos velados por las
lgrimas. - En cuanto a m, siempre vivir con tu recuerdo y rezar por ti. No te
preocupes por m. Vivir por el nio. Lo amar como te amo a ti. - Le guard el collar
en el morral.
- Tengo dinero - protest l -. Y si l se entera?
- Djalo por mi cuenta. Puede haber sido robado o extraviado. El collar fue la causa de
que nos conociramos, y es posible que nos permita volver a encontrarnos.
- Puede que lleguen das mejores - le dijo l. Y se fue apresuradamente.
Esa noche, cuando lleg su esposo y le dijo que los arrestados seran muertos, la seora
D replic:
- Mata a todos los patriotas. Esa es tu tarea, verdad? - Su esposo se sorprendi ante la
serenidad que demostraba.
No volvieron a hablarse durante mucho tiempo.
- Ir a dar a luz en la aldea de mi madre - anunci un da la seora D a su esposo. Ya no
aguantaba seguir viviendo con l.
- Ser mejor - contest el esposo.
La seora D saba que l nunca se arriesgara al escndalo de un divorcio. Conoca
todos sus pensamientos y saba que lo que ms le importaba era su posicin social.
Adems, ella perteneca a una encumbrada familia de funcionarios y su hermano viva
an. El divorcio, dadas las circunstancias, sera difcil y fuera de lo corriente, y el
esposo no posea prueba alguna en su favor.
El hijo naci en la casa de la madre de ella, y la seora D continu viviendo en el
campo, alejada de su esposo. Era un nio, y la seora D lo amaba quizs un poco ms
que a los otros. Tseng pareca haber desaparecido por completo.
Tres aos ms tarde muri el emperador, y el nuevo emperador adopt una poltica
completamente opuesta a la del anterior. Los funcionarios radicales que se encontraban
en el exilio fueron llamados a la capital. Entonces le toc a su esposo el turno de
exilarse, porque fue condenado por el cruel ajusticiamiento de los dirigentes
estudiantiles. Camino del exilio, muri de un ataque de apopleja.
Un da, cuando la seora D haba vuelto a vivir en la capital, ya viuda, apareci la
Hermana Huicheng y le pregunt si quera comprar un collar de perlas. Saba que Tseng
haba regresado, y la excitacin del encuentro, en las nuevas circunstancias, fue mayor
cuando Tseng le dijo que haba obtenido un alto puesto en el Ministerio de Ceremonias,
encargado del servicio civil.
Habiendo terminado sus tres aos de duelo, se cas con Tseng, y Hsianglien se cas
con un escribiente de la oficina de Tseng.
Aos ms tarde, el da del Festival de los Farolillos, la seora D era una vez ms la
"Esposa del Censor Imperial". Los tiempos haban cambiado. Estaba ms regordeta, y
haba muchas caras nuevas, pero la gente, los farolillos y los fuegos artificiales eran los
mismos. Estaba sentada en el mismo palco, con su esposo y con el nio, que tena ya
diez aos de edad, pero haba en su rostro una belleza ms madura. No rea tanto ni
pareca tan alegre, pero en su cara haba una expresin de serena felicidad.
- Mira, ah est tita Huicheng! - exclam el nio. La monja se acerc y dijo:
- El collar le queda maravillosamente bien a su seora. Le ha trado suerte, seora.

FANTASMAS
9. CELOS

Del Chingpen T'ungshu Shiashuo, Dinasta Sung, autor desconocido. Se trata
probablemente del tipo de relato de horror que ms gustaba a los concurrentes a las
casas de t. La narracin est construida de tal modo, que, hacia el final, no una
persona, sino todo un grupo de personajes relacionados con ella son revelados uno a
uno como fantasmas, a fin de crear un clima de horror. La misma leccin contiene otra
historia de fantasmas en la que se emplea igual tcnica de revelar gradualmente las
sospechas. "Celos" fue ampliada e incorporada a una coleccin Ming posterior:
Chingshih T'ungyen. He omitido el final en que un sacerdote taosta es llamado para
exorcizar a los espritus.

Wu Hung, un solitario morador de la capital, experimentaba una curiosa sensacin de
satisfecha soledad cuando los estudiantes de su escuela privada volvan a sus casas. No
le molestaba prepararse l mismo el t. Ni siquiera le molestaba beberlo a solas. Sus
habitaciones de soltero, ubicadas en el patio interior, posean para l un secreto encanto.
Haba en ellas toques femeninos, porque su dormitorio contena un tocador, un viejo
neceser con un espejo desmontable en la tapa y varios artculos de uso femenino
conocido y desconocido. En el cajn haba agujas, cintas y horquillas para el cabello, y
el fondo estaba cubierto de polvos. Cada vez que entraba en la alcoba ola en ella un
sutil perfume. Lo reconoca como la excitante fragancia del almizcle, que se haba
asentado permanentemente en el cuarto, aunque no poda localizar ninguna seal visible
del aroma. Todo ese ambiente de boudoir intrigaba su fantasa de hombre soltero. Como
era sumamente imaginativo, le agradaba dibujarse mentalmente la imagen de la mujer
que haba vivido all. Era alta y delgada? Cmo sera su voz? No necesitaba ms que
una mujer de carne y hueso para llegar a creer que estaba viviendo en un hogar propio.
En una ciudad grande como Hangchow, cavilaba, haba tantas misteriosas criaturas,
dulces y encantadoras. .. Ese era el motivo de que hubiera preferido quedarse, en lugar
de volver a su casa de Foochow despus de fracasar en la competicin anual de
erudicin y literatura. Se convenci de que el viaje sera largo y costoso, y decidi
quedarse hasta que llegaran los exmenes siguientes. Desdichado en literatura,
afortunado en el amor. Como joven casadero, bien parecido, que era, la ciudad le deba
algo. Estaba completamente dispuesto a casarse, siempre que pudiera encontrar a la
muchacha adecuada. Si le resultaba de su agrado, era capaz de arrancar una ciruela del
huerto del mismo diablo.
- Ah, si pudiera encontrar a una mujer hermosa y rica, libre y sola!
La casa que se haba buscado era como su mente. Por fuera tena una pared de ladrillos
sin enjalbegar (y pagaba un alquiler ridculamente bajo por ella). Pero qu encanto en
su interior! Naturalmente, era barata porque estaba situada en un distrito retirado, lejos
del centro de la ciudad. Pero esa no poda ser toda la explicacin. Estaba familiarizado
con tantos relatos que decan cmo un hombre soltero y solitario, sentado en su estudio,
en el silencio de la noche, levantaba la cabeza y vea la arrobadora aparicin de una
mujer ante s, sonrindole a la luz de la lmpara; una mujer as ira a visitarlo noche tras
noche y vivira con l en secreto, ahorrndole dinero, cuidndolo cuando estuviese
enfermo - en conjunto, una maravillosa vida de ensueo convertida en realidad. Se dijo
que le agradara comulgar con el fantasma de la mujer que haba vivido en esa
habitacin. No haba motivo alguno para que pensase que la mujer estaba muerta, aparte
de que as lo quera. En ocasiones, cuando estaba solo, por la noche, le pareca or su
voz. Pero cuando escuchaba cuidadosamente resultaba que no era ms que el gatito de
algn vecino. Qu desilusin! Por qu no casarse con una mujer real?
Haba en verdad cierta ventaja en el hecho de ser un soltero y un extrao en la ciudad.
A muchos padres les agradaba casar a sus hijas con un hombre que no tuviese una gran
familia. Un da lleg Wongpo. La mujer lo haba conocido cuando l se hospedaba en la
Puerta Chientang, ante de mudarse a su casa actual. Como era una casamentera
profesional, trat de concertarle una alianza, pero en esa poca l estaba atareado con
sus exmenes y la primera excitacin de la llegada a la capital. Ahora se senta ya
establecido. Con un gesto interesante, la anciana le susurr que tena algo importante
que decirle, e hizo seas al maestro para que la siguiese al interior. Llevaba el ralo
cabello gris anudado en un rodete, en la nuca, y Wu advirti que tena un pauelo rojo
en torno al cuello, aunque corra el mes de abril y el tiempo haba sido clido. Pens que
tendra una irritacin de garganta.
- Tengo una interesante proposicin para ti - dijo la anciana romnticamente. Tena una
sonrisa irresistible y una agradable forma de hablar, cosas, las dos, imprescindibles en
su profesin: la del romanticismo.
Wu le rog que se sentase, cosa que ella hizo, acercando previamente su silla a la de l.
l le pregunt cmo le iba. Haba pasado casi un ao desde la ltima vez que se haban
visto.
- No hablemos de m. Recuerdo que tienes veintids aos. Ella tambin tiene veintids.
- Tirone un poco de su pauelo rojo, como si le doliera la garganta - quiz por haberse
deslizado de una de esas resbaladizas almohadas de cuero, reflexion Wu.
- Quin?
- La muchacha de la cual te voy a hablar.
- Cualquier muchacha de la que me hablaras tendra veintids aos - replic Wu en un
tono de despreciativa incredulidad -. No tengo ninguna prisa para casarme, a menos de
que encuentres una de esas dulces y misteriosas criaturas de que Hangchow debe de
estar llena. - Wongpo le haba sugerido varias uniones que, luego de hacer algunas
investigaciones, l descubri que eran sumamente corrientes y carentes de inters. -
Ustedes las casamenteras hacen siempre malabarismo con las palabras. A una luna
creciente la llamaras esperanzado comienzo de luna llena, y defenderas a una luna
menguante diciendo: "No has visto an el otro lado." Yo quiero la luna llena.
Es verdad que el oficio de Wongpo era hacer que todos los jvenes y muchachas
casaderos de la capital contrajesen matrimonio - no siempre dichoso, es claro, pero por
lo menos legal. Para ella un joven de veintids aos, soltero y casadero, constitua una
ofensa ante la mirada del Cielo.
- Qu clase de mujer quieres?
- Quiero una mujer joven, es claro, bella y comprensiva, y que viva sola.
- Y qu quiz te traiga mil dlares y una criada, eh? - agreg Wongpo, sonriendo
triunfalmente como si supiera que lo tena atrapado -. Est completamente sola, no tiene
parientes.
Wongpo acerc su silla aun ms y le susurr en el odo, aunque no haba ninguna otra
persona en la habitacin. Wu la escuch con profundo inters.
Ella le nombr a una joven sumamente deseable, una famosa flautista que
recientemente se haba ido de la casa de su antiguo empleador. Su amo era nada menos
que el tercer hijo del omnipotente tutor imperial, Chin. Esas familias acaudaladas
siempre mantenan en sus mansiones un equipo completo de actrices y msicos. La
gente la llamaba Li Yonia (aproximadamente el equivalente de "Seorita Artista Li"),
porque era una artista profesional. La seorita Li era independiente y libre, y slo tena
una madre adoptiva que no necesitaba que ella la mantuviese. Posea mil dlares
propios y llevara a su propia doncella.
- Esto parece sumamente interesante - dijo Wu -. Pero por qu habra de querer
casarse con un pobre estudiante como yo?
- Tiene su propio dinero, como te he dicho. Slo quiere casarse con estudiante que viva
solo, sin parientes. Permteme que te diga que te estoy haciendo un favor. Un mercader
adinerado me ha hecho ya una oferta por ella, pero la muchacha no quiere casarse con
un comerciante. He tratado de convencerla, pero es empecinada. "No - me ha dicho -,
concirtame una unin con un estudiante. Nada de parientes." No muchas personas
llenan esos requisitos. Por eso pens en ti y vine a verte. Me pregunto si te das cuenta
cuan afortunado eres.
- Dnde est ella?
- Vive con su madre adoptiva en el Estanque de la Grulla Blanca. Si quieres verla,
tambin eso podr arreglarse.
Unos das ms tarde Wu acudi a una cita en cierto restaurante. All fue presentado a la
seora Chen, la madre adoptiva. El cabello de la mujer, quin sabe por qu, estaba
hmedo, y el agua le chorreaba de las faldas, aunque era un da claro y luminoso.
- Perdneme el aspecto que tengo - explic la seora Chen -. Al venir aqu tuve la mala
suerte de tropezar con un agua(ero.
- Dnde est la joven? - pregunt Wu.
- En la habitacin vecina. La joven que est con ella es su doncella, Chin-erh. Muy
buena, por cierto. Sabe cocinar y coser y hacer todas las tareas de la casa.
La seora Chen se despidi de Wu y entr en el cuarto contiguo, dejando curiosas
huellas hmedas en el piso. Wongpo se qued con Wu, quien se llev el dedo a los
labios para humedecerlo, hizo un agujero en el tabique enrejado y empapelado y atisbo
por l. Vio a la madre adoptiva inclinndose sobre una hermosa joven y susurrndole
algo. Wu pudo verle la recta punta de la nariz. De pronto la joven levant la cabeza,
sonri y se ruboriz, tmida. l le vio los ojos intensamente negros, hundidos, que
resaltaban contra un rostro blanqusimo enmarcado por una masa de cabello negro. Una
joven criada, de unos quince a diecisis aos, pareca profundamente interesada en lo
que ocurra. Wu se sinti sorprendido.
- No puede ser! - exclam para s.
- Qu ocurre?
- Si se casa conmigo, ser el hombre ms dichoso de Hangchow.
Se sent a la mesa para cenar, y pudo or voces femeninas que resonaban en la
habitacin vecina, mezcladas a alegres carcajadas. Evidentemente, en el otro cuarto se
divertan. En una ocasin levant la mirada y vio, detrs del agujero del tabique, un ojo
que se retir inmediatamente, seguido de rpidos pasos de pies femeninos y una risita
ahogada, que, le pareci, deba de provenir de la doncella.
- Para decir la verdad - declar Wongpo con una sonrisa -, concert la cita porque la
joven tiene tantos deseos de verte a ti como t a ella. No quiere comprar a su esposo a
ciegas. Ella aporta mil dlares, y t la consigues por nada.
Se convinieron los detalles para que la seorita Li se encontrase con l una quincena
despus. Como el novio era un extrao en la ciudad, no haba motivos para que la boda
fuese un espectculo. La seorita Li se sentira muy feliz de ir a vivir con l, llevando a
su doncella consigo.
J ams se le ocurri a Wu averiguar por qu la seorita Li haba abandonado la casa de
su amo anterior.
Wu no poda esperar a que llegase el da. Pero la buena suerte, como las desdichas, no
viene sola. A la semana siguiente apareci otra mujer para sugerirle un casamiento. A
fin de evitarse problemas, le dijo que ya estaba comprometido, pero ella se mostr
insistente.
- Quin es la afortunada dama? - inquiri la mujer, que se llamaba Viuda Chuang. Wu
le dijo el nombre de su novia. La viuda pareci esforzarse en contener una expresin de
intensa desaprobacin.
- Qu sucede? - pregunt Wu.
- Oh, nada. Puesto que ya ests comprometido, no quiero decir nada. A Wu se le
despert la curiosidad.
- La conoces?
- Si la conozco...! Bien - dijo luego de una pausa -, tena la intencin de proponerte
otro casamiento. La joven a que me refiero es todo lo que un hombre puede desear por
esposa, bella como una flor, bondadosa y diligente, y habilsima para cocinar y coser.
Sera una encantadora esposa para un caballero como t. No tengo inconveniente en
decirte que la muchacha de que hablo es mi propia hija. No quiero entrometerme, pero
creo que la hija de un hombre pobre ser una mejor esposa para ti. No hagas caso de las
casamenteras.
Wu comenzaba a impacientarse.
- Yo ya he visto a la muchacha. Lo siento, pero estoy comprometido. - Acompa a la
Viuda Chuang a la puerta y se despidi cortsmente de ella, slo porque le pareci que
se haba librado de ella para siempre.
En una noche lluviosa la seorita Li lleg en un palanqun, con su doncella, su madre
adoptiva y la casamentera, la anciana Wongpo. Los porteadores del palanqun no se
detuvieron a exigir propinas y un cuenco de fideos, como lo hacan habitualmente en
tales ocasiones. Cuando el novio se acord de eso, haban desaparecido en la oscuridad.
La doncella, Chin-erh, lo hizo todo, desde guardar los vestidos de su seora hasta ir a
buscar agua para preparar el t. La novia haba llevado consigo todo un equipo de
instrumentos musicales, que Chin-erh procedi, de inmediato, a depositar con cuidado
en la mesa. Chin-erh era juguetona como un gatito y no necesitaba que le dijesen qu
tena que hacer. Las mujeres parecan haberse adueado de la casa, y el novio no tena
nada que hacer, aparte de divertirse.
Hicieron una sencilla cena con vino. La seora Chen tena otra vez el cabello mojado,
pero eso no resultaba sorprendente porque haba estado lloviendo con fuerza. Tambin
le pareci a Wu que las mujeres olan a lentejas acuticas. El sitio de honor fue
concedido a la anciana seora Wong, como intermediaria que haba sido de la boda. La
anciana todava tena el pauelo en torno al cuello, aunque la tarde de abril haba sido
asfixiante de humedad y calor.
- J rame que no amars a ninguna otra mujer - le dijo Yonia esa noche, y a l le fue
sumamente fcil hacerle esa promesa, en la noche de bodas.
- Eres muy celosa?
- S, lo soy. No puedo evitarlo. Pienso hacer de este mi nido de amor, pero si alguna
vez me eres infiel...
- Te sentiras celosa si me enamorara de una mujer en sueos?
- S!
La esposa y la doncella hicieron para Wu un hogar intensamente feliz. Era demasiado
bueno para ser cierto. Por una vez haban resultado ciertas las palabras de una
casamentera. Senta como si viviese en un sueo. Yonia era tan competente como
Wongpo haba afirmado que lo era. Siendo una artista, saba leer, escribir, beber y jugar
a los naipes. Por las noches tocaba maravillosamente la flauta y le cantaba cancioncillas
de amor. Era tambin sumamente lista y hbil para los clculos. Poda decirle
rpidamente que una pieza de tela de once pies y medio de largo, a setenta y tres
centavos el pie, costaba ocho dlares y treinta y nueve centavos y medio. Le agradaba
jugar con Chin-erh para resolver los ms intrincados rompecabezas de alambre, como el
rizo de los nueve dragones, susurrando continuamente mientras jugaban.
- Qu demonios estn haciendo? - preguntaba Wu.
- Mmmm! Un caballero no usa esa palabra! - censuraba Yonia.
- Bien, qu estn haciendo, entonces?
- As est mejor. - Le haba corregido por dcima vez. No le permita decir "qu
demonios" o "cmo diablos", y se senta ofendida si lo haca.
Al principio a l le molest la intimidad que exista entre ama y doncella, y se le
despertaban sospechas cuando las vea permanentemente cuchicheando. Pero siempre
resultaba que se trataba de una conspiracin en su beneficio. En apariencia estaban
siempre ideando nuevos platos, y para el desayuno le hacan delicados buuelos
blancos, rellenos de cebolla y carnero. Un talento ms raro aun, lindante con lo
fantstico, era que Yonia adivinaba sus deseos y haca las cosas sin que tuviera que
pedrselas, como si pudiera leerle los pensamientos. Cuando Wu recordaba sus das de
soltero, en que se vea obligado a tomar una cesta e ir al mercado por la maana, rompa
a rer.
Pero un da, cuando ya haca un mes que estaban casados, lleg de la ciudad y encontr
a su esposa llorando. Hizo lo posible para consolarla, y le pregunt qu haba hecho l
que hubiese podido desagradarle.
- No tiene nada que ver contigo - contest Yonia.
- Y con quin, entonces?
Como no poda arrancarle ninguna explicacin, recurri a Chin-erh, quien pareca estar
enterada pero no quera decir nada.
Dos das despus Wu volvi de la calle un poco antes de la cena y oy que su esposa
gritaba:
- Vete, sal de aqu!
Entr corriendo y la encontr jadeando de clera. Tena el cabello cado sobre la frente
y en el rostro se le vea un leve rasguo. Chin-erh estaba junto a ella, jadeando y
resoplando como su ama.
- Quin estuvo aqu? - pregunt l.
- Alguien... alguien ha estado molestndome - dijo Yonia a regaadientes.
El esposo no pudo ver a nadie en la casa, ni siquiera una sombra. Haba una calleja
lateral que comunicaba el patio con la calle, pero l no haba odo nada.
- Quizs ests viendo visiones - sugiri el esposo.
- Yo, viendo visiones? - dijo ella, lanzando una gran carcajada. El esposo no vea que
hubiese motivos para risa.
Esa noche, cuando estaban acostados, le dijo:
- Tienes que decirme quin es el que te molesta.
- Alguien est celoso de m, eso es todo.
- Quin?
Interrogada insistentemente, la esposa dijo al cabo:
- Una antigua amiga ma.
- Pero quin?
- Cierta seorita Chuang. T no la conoces.
- Te refieres a la hija de la Viuda Chuang?
- La conoces? - la esposa se incorpor, evidenciando sorpresa.
Wu le cont cmo la viuda haba ido a verlo para proponerle el matrimonio con su
propia hija, una semana despus de que ellos mismos se haban comprometido, y cmo,
en rigor, trat de disuadirlo de su matrimonio con Yonia. Se dice que una mujer celosa
es ms temible que una tigresa enfurecida. La esposa rompi a maldecir con una retahla
de insultos que jams habra esperado que surgiesen de sus labios.
- No tienes ningn motivo para preocuparte - le dijo el esposo -. Estamos casados, y
ella no tiene derecho de venir a molestarte. La prxima vez que venga, llmame y la
zurrar delante de ti.
- Me amas ms que a ella, no es cierto?
- Yonia, ests diciendo tonteras. Ni siquiera la he visto nunca. Slo vi a su madre una
vez.
A despecho de s mismo, se senta un tanto preocupado. Experimentaba la sensacin de
que su esposa tena un secreto que no estaba dispuesta a confiarle.
Pero la seorita Chuang no volvi a aparecer, y marido y esposa pasaron sus das
dichosamente. Hangchow, pensaba l, era una ciudad maravillosa. Viva en un mundo
encantado.
Era la poca del Festival del Barco del Dragn. De acuerdo con las costumbres, Wu
cerr la escuela y sugiri que salieran, ya fuese a la ciudad o a las montaas cercanas, a
visitar los templos. La esposa no haba salido de la casa desde el da de la boda, y
declin la proposicin, dicindole que l deba ir solo. Le pidi, empero, que la llevase a
pasar un da con su madre en el Estanque de la Grulla Blanca. Wu la dej all y luego
sigui hacia Wansungling, detenindose en el camino para visitar el templo Tsingts.
Cuando sala del templo se le acerc un criado de la taberna y le dijo:
- Un caballero de la tienda quiere verlo. Cuando Wu entr, vio a un joven que haba
conocido durante los exmenes, de nombre Lo Chisan.
- Lo vi entrar y se me ocurri que me agradara conversar un poco con usted. Qu
tiene que hacer hoy?
Wu le contest que estaba libre y que no tena una idea exacta de adonde quera ir.
Tambin le inform de que se haba casado recientemente.
En juguetona venganza por haberle ocultado su matrimonio, Lo pens que le agradara
mantener secuestrado al novio por un da, nada ms que para ver cuan incmodo se
sentira.
- Pues yo voy a visitar el cementerio de mi familia, en Wansungling. Que le parece si
me acompaa y lo pasamos bien durante un da? Las azaleas estn an en flor, y
conozco una buena taberna, en el camino, que tiene el mejor vino que jams haya
probado en mi vida.
Wu asinti inmediatamente, ya que se senta feliz de haber encontrado a un compaero
para el viaje. Salieron de la taberna y cruzaron el lago por el malecn Su Tungp, donde
pudieron ver todo un gento festivo, de hombres, mujeres y nios pasendose por la
ancha calzada cubierta de sauces. All alquilaron un bote de la carretera Nanshin y
echaron pie a tierra en Mao-chiapu. El cementerio de la familia de su amigo se hallaba
situado en una empinada montaa rocosa llamada Tuohsienling. La ascensin les llev
una hora, y despus de pasar la cima bajaron por el otro lado, siguieron unos dos
kilmetros ms y llegaron al punto de destino. El da estaba templado y las laderas eran
una profusa masa de capullos rosados y rojos. Quedaron tan encantados con el lugar,
que la tarde pas sin que se dieran cuenta de ello.
El amigo de Wu lo llev entonces a la taberna. Para hacerlo tuvieron que bajar al valle,
caminando a lo largo de un serpenteante arroyuelo encantadoramente sombreado por
rboles. Pasaron por un puentecillo de madera, en la cabecera del cual, al otro lado,
haba un enorme baniano, raro en esa regin, que extenda sus largas ramas casi
horizontalmente, a unos cuatro o cinco metros del suelo. Largas borlas de races pendan
de las ramas como barbas, en un evidente esfuerzo por llegar al suelo. A unos quince
metros del rbol haba una choza, con un trozo cuadrado de tela en una estaca de
bamb, el familiar signo de una taberna.
- Ah est - dijo Lo -. Conozco a la viuda. La ltima vez que vine pas unos momentos
magnficos conversando con la hija. Una muchacha maravillosa.
Wu sinti que la sangre le golpeaba en la cabeza.
La Viuda Chuang estaba a la puerta de la taberna, para darles la bienvenida, como si los
hubiese visto llegar. Era toda sonrisas.
- Pero si es el profesor Wu! - exclam la viuda -. Qu viento te sopl hacia este lado?
Pasen, pasen!
Hizo entrar a los jvenes, movi sillas y palme cojines, en una enrgica demostracin
de hospitalidad.
- Sintense, caballeros. No saba que se conociesen. Li-hwa! - grit -. Tenemos
huspedes. - Li-hwa era el nombre de la hija, y significaba "Flor de Peral".
Pronto apareci una joven alta y esbelta, de unos dieciocho o diecinueve aos, de
vestido color prpura con anchos adornos negros. Tena unas pestaas largas y en su
rostro se dibujaba una perpetua sonrisa. Hizo una reverencia a los parroquianos sin la
timidez de las muchachas de la ciudad.
- Calienta el mejor vino para nuestros huspedes - orden la madre.
Cuando Li-hwa fue a un rincn de la taberna para trasegar vino en un cntaro de barro,
la Viuda Chuang dijo a Wu:
- Qu te haba dicho de mi hija? No es hermosa, y una muchacha tan buena, adems?
No sabra qu hacer sin ella. S, me hace muy feliz. Podra haber sido tuya. Bueno!...
La Viuda Chuang se interrumpi cuando la joven volvi, con el cntaro en la mano y
un rubor ms acentuado en las mejillas. Puso el cntaro sobre el fuego. Lanz varias
chispeantes miradas a Wu y le sonri, no descaradamente, sino alegre y
conscientemente, como sonre una muchacha de su edad a un joven bien parecido.
Apantallaba el fuego, moviendo un poco el cuerpo y apartndose de tanto en tanto
algunos rizos que le caan sobre la frente cuando se inclinaba. Wu permaneca sentado
en silencio, contemplndola. Cada uno de sus movimientos pareca exquisito. Estando
ya encendido el carbn, la joven se retir del fogn y comenz a lavar unos vasos de
peltre, que luego deposit sobre la mesa, mirando a Wu mientras lo haca.
- Pon cuatro - dijo la Viuda Chuang.
Li-hwa tom dos vasos ms, repiti las abluciones y luego permaneci, ociosa, junto a
la mesa. Despus volvi al fogn, para ver si el vino estaba caliente ya a fin de poder
echarlo en un jarro de peltre.
- Madre - dijo -, ya est. - Sirvi el vino en los vasos de los caballeros.
- Sintate t primero. Yo volver en seguida.
Despus de quitarse de la frente unos mechones de cabello, con un blanco brazo, se
sacudi el delantal para limpiarlo de ceniza y se sent.
La viuda regres muy pronto, se uni a ellos y los cuatro se dedicaron a beber y
conversar. La viuda le pregunt a Wu cmo le iba y lo interrog acerca de su
matrimonio. Wu le dijo cuan dichoso era. Se contuvo un poco porque record el
incidente ocurrido en su casa. No poda creer que esa dulce y hermosa muchacha
hubiese atacado a su esposa. Pero estaba casi seguro de que algo haba ocurrido entre las
dos jvenes.
- De todos modos - dijo la viuda -, ahora que has visto a Li-hwa podrs darte cuenta de
lo que te has perdido.
- Tienes todo el derecho del mundo a sentirte orgullosa de tu hija - replic Wu,
satisfecho de poder hacer un cumplido a la joven. Li-hwa se ruborizo un tanto.
Los hombres dijeron que queran irse, pero la viuda no quiso ni or hablar de eso.
- Qudense a cenar. No sabrn qu gusto tienen las carpas hasta que dejen que Li-hwa
les muestre lo que sabe hacer con ellas.
Wu pens en su esposa y dijo que ya era tarde.
- De todos modos no podrn llegar a la ciudad. La puerta Chientang estar cerrada para
cuando lleguen. Desde aqu tienen de seis a ocho kilmetros.
Wu consinti porque lo que deca la mujer era cierto, pero no sin la conciencia
culpable. Saba, sin embargo, que su esposa lo esperara en la casa de su madre
adoptiva, donde estara segura.
El pescado, recin sacado del arroyuelo, y el vino caliente le acariciaron la garganta y
lo hicieron sentirse interiormente descansado.
- Qu le hizo al pescado? - pregunt.
- Nada - respondi Li-hwa con sencillez.
- Hay magia en l. J uro que jams com una carpa como sta.
- Qu te dije? - pregunt la madre -. No te dije la verdad acerca de mi hija? Pero t
preferiste creer en las palabras de una casamentera profesional.
A Wu le molest la insinuacin, y dijo, evidentemente disgustado:
- Qu tiene mi esposa de malo? Li-hwa pareca estallar de deseos de hablar, pero la
madre la hizo callar con una mirada y dijo:
- La conocemos muy bien. Tu esposa era una mujer terriblemente celosa. De lo
contrario, por qu una artista de tanto talento habra de ser expulsada de la casa de su
amo?
- Qu hizo ella? Dices que era una mujer terriblemente celosa?
- S, lo era. No poda soportar a ninguna mujer que fuese ms hermosa o que tocara la
flauta mejor que ella. Pudo librarse de una acusacin de homicidio slo porque contaba
con la proteccin de la omnipotente familia Chin. Empero, ests casado con ella y no
quiero decir nada ms. No menciones esto cuando hables con tu esposa. Finge que no lo
sabes.
Bajo la influencia del vino, el amigo de Wu coquete tontamente con Li-hwa,
mirndola con ojos de carnero degollado. Li-hwa lo toler con afabilidad, como se hace
con un borracho, mientras lanzaba a Wu una sonrisa de comprensin. Muy pronto Lo
estuvo completamente ebrio, y lo ayudaron a acostarse en un sof, donde comenz a
roncar.
Wu se senta ahora mucho ms confundido en relacin con la misteriosa mujer que
haba desposado. Vea, tambin, que Li-hwa, sin los encantos de Yonia, era de esas
muchachas sinceras, dulces y alegres que podan hacer la dicha de un hombre. A
despecho de su absoluta sencillez, resultaba agradable mirarla. Las palabras de su
madre, "no sabes lo que te has perdido", acudan continuamente a su pensamiento. El
hecho de haberla encontrado all, en una taberna del camino, su reciente matrimonio y
todos los acontecimientos del mes anterior parecan una fantstica sucesin de
accidentes irreales.
Haba cado la noche y las lucirnagas entraban volando por la ventana. La mujer y su
hija cerraron la taberna mientras Wu se paseaba afuera. No haba ni una sola choza ms
en todo el valle. Las aves descansaban en sus idos y todo en derredor era silencio,
quebrado de tanto en tanto por los chillidos de un bho y los lejanos y aterradores de
algn animal de presa nocturno. Una plcida luna creciente, con los cuernos apuntando
hacia abajo, se ergua por sobre las colinas del oeste, transformando los rboles en
gigantescos espectros negros que se sacudan al viento y confiriendo al valle una belleza
fantasmal.
Li-hwa estaba en la puerta. Se haba puesto un vestido blanco y el cabello le caa en
graciosos rizos. Se acerc hacia l, flauta en mano. Le lanz una sonrisa ingenua y dijo,
sencilla pero expresivamente:
- Mira la luna.
- S. - Wu se trag el resto de su sentimiento.
- Iremos al arroyo. Hay all un hermoso lugar en el que me encanta ir a sentarme y tocar
la flauta.
Cuando llegaron al sitio en cuestin, ella escogi un enorme peasco ubicado junto al
arroyo, para sentarse, y comenz a tocar una meloda suave, quejumbrosa, desgarradora.
Haba bastante luz para revelar los indistintos contornos de su ovalado rostro, su cabello
y su cuerpo. Aparentemente tocaba mejor aun que Yonia; y or la msica de una flauta
tocada por una hermosa muchacha, en un valle escondido, a la luz de la luna, y sentir
que las notas se mezclaban con la msica del arroyo, flotaban sobre las copas de los
rboles y despertaban el eco de las colinas distantes, habra sido una experiencia
inolvidable para cualquiera. Esa noche lo fue para Wu. Era tan bello, que le produjo una
especie de dolor. Wu fue asaltado por la sensacin de una gran angustia.
- Por qu ests tan triste? - le pregunt Li-hwa.
- Tu msica me hace sentirme as - dijo l contemplando la blanca y fantasmal belleza
en la noche iluminada por las estrellas.
- Entonces dejar de tocar - dijo Li-hwa con una carcajada.
- Por favor, contina.
- No, si eso te pone triste.
- Eres feliz aqu?
- S. Hay acaso en el mundo entero un lugar ms hermoso que ste... los rboles, el
arroyo, las estrellas, la luna?
- No te sientes demasiado sola aqu?
- Sola? - repiti ella como si no conociese la palabra -. Tengo a mi madre, y nos
queremos mucho.
- No quieres un hombre... ? Quiero decir... Li-hwa ri.
- Para qu necesito a un hombre? Adems, los buenos hombres son difciles de hallar.
Mi madre me habl de ti. Le agradas mucho. Si hubiera podido casarme con una
persona como t, habra sido muy feliz y hubiese tenido hijos con los cuales jugar.
Lanz un clido suspiro.
- Li-hwa, te amo - dijo Wu, con la voz ronca de emocin -. Me fascinaste desde el
momento mismo en que te vi.
- No seas tonto. Ahora ests casado con esa diablesa y tendrs que soportarlo. Vamos,
entremos. Apuesto a que ella me matar, si alguna vez se entera de que pasaste la noche
aqu, conmigo.
Wu se sinti como en xtasis, tan grande era la mgica influencia del lugar y de la
msica y de la voz de la encantadora joven. Entonces era cierto que las dos mujeres que
amaba haban sido enemigas.
Mientras caminaban por la orilla hacia la choza, la luna surgi por entre las nubes y
grab el bello valo blanco del rostro de ella contra la superficie negra de la noche.
Haba una flor blanca un poco ms arriba de su cabeza. Wu la tom entre sus brazos y la
bes con apasionamiento. La muchacha se someti, pero luego estall en sollozos.
- Ella me matar! - exclam con repentino horror.
- Qu tontera! Quin?
- Yonia! Me matar! - Le temblaba la voz.
- Nunca se enterar. No soy tan tonto que vaya a contrselo.
- S, se enterar.
- Cmo?
- Bueno, sabes guardar un secreto? - Wu sinti el clido aliento de ella sobre su rostro,
cuando se le acerc -. Tu esposa es un fantasma. Se ahorc cuando se fue de la casa de
su amo, porque estaba por dar a luz. Persigue a los seres humanos. Mi madre no poda
decirte la verdad. Eso va contra los principios. Te previno, pero t estabas bajo el
hechizo de ella.
Mientras escuchaba, un escalofro le recorri a Wu la columna vertebral.
- Quieres decir que me he casado con un fantasma?
- S, as es. El fantasma de ella me persigui cuando yo estaba en la ciudad.
- Ella te persigui?
- S. Haba reido con ella porque estaba celosa de m. Por qu crees que mi madre y
yo hemos venido a vivir aqu, tan lejos? Nada ms que para alejarnos de ella. - Hizo una
pausa y agreg: - Ahora estoy completamente tranquilizada, y aqu somos felices. Ella
no lo sabe. Siempre hay turistas que pasan por aqu, y mi madre est ahorrando mucho
dinero; y no tenemos inters en volver a la ciudad. Espero que algn da mi madre me
encontrar algn hombre bien parecido como t. - La joven narraba su historia como si
se tratara de una experiencia corriente, cotidiana.
- Por supuesto que encontrars un hombre, una muchacha tan bonita como t. Pero
qu puedo hacer yo?
- Cmo puedo saberlo? Pero jams debes mencionarle a Yonia que te encontraste
conmigo aqu o en cualquier otra parte. No le digas a mi madre que te lo he contado. Si
me amas, debes guardar absoluto silencio en cuanto a tu visita de hoy. No permitas que
Yonia se entere nunca de dnde vivo - Al decir esto le temblaba la voz.
Todos sus instintos de hombre hicieron que Wu quisiese proteger a esa dulce
muchacha. Se lo prometi y luego trat de volver a besarla. Pero la joven volvi la
cabeza y dijo:
- Debemos entrar. Mi madre estar esperndonos.
Wu entr y se encontr con que su amigo continuaba roncando. Li-hwa tena una vela
en la mano. Le dese buenas noches. Wu estaba acostado ya, a punto de dormirse,
cuando Li-hwa volvi a aparecer en la cima de la escalera y le pregunt con dulzura:
- Ests bien?
- S, muchas gracias.
La joven subi. l oy las pisadas por sobre su cabeza. Luego se hizo el silencio. Se
pas toda la noche revolvindose en la cama.
Al da siguiente los dos amigos volvieron a la ciudad. Antes de la partida, la Viuda
Chuang dijo:
- Vuelvan otra vez. - Li-hwa le lanz una prolongada mirada.
Wu se separ de su amigo en la puerta Chientang, sin atreverse a contarle lo que haba
sucedido entre l y Li-hwa. Pens en ella durante todo el camino. Se senta confundido,
pero saba que quera volver a verla. Le dijo a su amigo que tena un asunto que atender
en la Puerta, que siguiera solo. Lo que Li-hwa le haba dicho - que su esposa era una
aparicin - resultaba fantstico, pero se senta preocupado y vacil antes de volver a su
casa.
Ahora recordaba varios casos del extraordinario don que tena Yonia de leerle el
pensamiento. En una ocasin estaba escribiendo una carta y, como no encontraba un
sobre en su gaveta, se hallaba a punto de llamar a Chin-erh, cuando vio que su esposa se
encontraba ante l tendindole un sobre. Record tambin que un da estaba pensando
en salir a caminar un poco por la calle, despus de la clase, cosa que pocas veces haca.
Llova. A las cuatro y media en punto su esposa le llev un paraguas y lo dej apoyado
contra la pared. l levant la mirada, desconcertado. "Piensas salir, no es cierto?", le
dijo ella, y entr nuevamente en la casa. Podan ser coincidencias naturales, pero cuanto
ms pensaba en ellas ms aterrorizado se senta. Record que ella no le permita
pronunciar las palabras "demonio" o "fantasma" en la casa, y que no slo ella, sino
tambin Chin-erh, tenan una fantstica habilidad para encontrar cosas en la oscuridad.
Decidi ir a visitar a Wongpo e interrogarla acerca de la historia pasada de Yonia.
Cuando lleg a la casa de la anciana vio la puerta clausurada y precintada por orden
oficial, con las palabras: "Corazn humano, como el hierro; la ley del emperador, como
fuego." Llev a cabo averiguaciones en las casas de los vecinos y se enter de que
Wongpo haba sido ahorcada seis meses antes por seducir a jovencitas con propsitos
ilcitos.
Entonces se sinti absolutamente aterrorizado. Lo que Li-hwa le haba dicho era
cierto... El corazn le palpit al pensar en ella. Era una muchacha tan dulce... Pensaba
continuamente en su blanco rostro, en su sencillez, su alegra y su sentido del humor.
Habra sido tanto mejor si se hubiera casado con ella!
Tena que ver a Li-hwa y solucionar el misterio de una vez por todas. Pero record
tambin qu buena esposa haba sido Yonia para l, y temi cometer un error. Cuanto
ms tiempo faltara de su casa, ms difcil le resultara explicar su ausencia. Sus
pensamientos estaban tan embrollados, que, despus de pasar una noche en la puerta
Chientang, no parti rumbo al Tuohsienling hasta las tres de la tarde. Cuando subi al
barco, el pensamiento de volver a ver a Li-hwa le hizo sentirse ms seguro y mejor, y
experiment ansias de ver nuevamente su rostro y escuchar una vez ms su voz. El
barco avanzaba lentamente contra un fuerte viento de proa. En el noroeste se formaban
negros nubarrones, y pareca que estaba por estallar una tormenta de junio. Cuando
levant la mirada para contemplar las colinas del Oeste, vio que los picos estaban
cubiertos por las nubes. No haba llevado un paraguas, pero eso no lo desanim. Casi
estaba agradecido a la tormenta, pues pensaba que lo librara de su opresin mental.
Conoca bien el camino y no tuvo dificultades en llegar hasta el Tuohsienling. Cuando
se encontr en la cima y mir hacia abajo, el pulso se le aceler al pensar en la choza de
Li-hwa, junto al arroyo. El cielo estaba ya tan oscuro, que no poda calcular con
exactitud qu hora era, pero deban de ser ya las cinco o seis. El viento silbaba por entre
el doblegado bosque. En el centro de las laderas, entre los grandes peascos, haba una
cantidad de cementerios pblicos y privados, antiguos y nuevos. Baj presurosamente
por los empinados peldaos de piedra que llevaban hasta la orilla de abajo, en parte por
impaciencia y en parte en la esperanza de refugiarse en la taberna antes de que estallara
la tormenta.
Abajo rompi a correr. A unos cien metros de la taberna lo alcanz la tormenta.
Restall el trueno y chasque el relmpago, y cayeron violentamente grandes gotas de
lluvia, del tamao de- guisantes. Vio un pequeo y solitario edificio cuadrado que se
ergua cerca, a la entrada del cementerio, y rpidamente se refugi all. Un sexto sentido
le indic que atrancase la puerta, y corri completamente el pasador. No sabemos cmo
intuimos esas cosas, pero tuvo la clara sensacin de ser el nico ser humano en ese
valle. Las tormentas de junio nunca duraban mucho, y se alegr de mantenerse seco
hasta que terminara sa.
Cuando recobr un tanto el aliento, vio que alguien empujaba la puerta. Contuvo la
respiracin.
- Est cerrada - dijo una voz femenina que sonaba como la de Chin-erh -. Nos
deslizamos por la rendija?
- De todos modos no podr escaparse. - Era la voz de su esposa. - Venir a ver a esa
diablilla en semejante da... No importa, primero saldar cuentas con esa moza. Si l se
escapa, habr tiempo de sobra para ajustrselas a l cuando vuelva a casa. - Oy las
pisadas de las dos mujeres que se retiraban.
Temblaba de pies a cabeza. La primera clera de la tormenta se haba aplacado, pero
los intermitentes chisporroteos de los relmpagos iluminaban, como para puntuar su
desdicha. Se dirigi al fondo de la habitacin y vio que era un antiguo cementerio
pblico, consistente en su mayor parte en viejas tumbas. Las lpidas de algunos
montculos se haban derrumbado, dejando enormes hoyos en el suelo. De pronto oy
un espantoso grito de mujer que llegaba desde la taberna.
- Socorro! Socorro! Me asesinan!
Se le abrieron todos los poros y se le eriz el cabello. Se oyeron grandes maldiciones y
juramentos y gritos, como si tres o cuatro mujeres estuviesen luchando. Eran,
claramente, voces femeninas, pero inhumanas, fantasmales, varias octavas ms agudas
que la voz humana.
Wu vio la alta sombra musculosa de un hombre que saltaba al cementerio, por sobre un
seto de la casa del cuidador, llamando:
- Pequeo Chu Cuatro! Oste el grito?
Una astrosa figura de largo cabello descuidado se arrastr fuera de una de las tumbas.
Tena la espalda encorvada y tosa con fuerza. "Parece que ese fantasma muri de
asma", pens Wu.
- Se estn matando, vamos! - grit la elevada figura en la oscuridad. Los dos fantasmas
se precipitaron como una bocanada de viento. En medio del golpear de la lluvia pudo or
una voz de hombre gritando:
- Silencio! Todas ustedes! Cmo puedo orlas si las cuatro hablan a la vez?
Una y otra vez oy con claridad - estaba seguro de ello - los gritos y gemidos de Li-
hwa. Pronto callaron las voces y oy un ruido de golpes y de cadenas arrastrndose por
el puente de madera. Los ruidos fueron acercndose. Wu estaba enervado. Tena las
manos inertes. Se acercaban a la puerta.
Haba una pared baja, de un metro cincuenta, en torno al cementerio. No poda ver lo
que ocurra, pero oy un tintineo de cadenas y un golpe sordo, afuera.
- Ai-yoh! - se oy un grito de mujer. Era la voz de su esposa.
- Tu rostro no es familiar - dijo la voz del hombre -.
Por qu vienes aqu a perturbar la tranquilidad? No sabes que no debes entrar en mi
territorio? "|Ay! Ay!", aull el fantasma de Yonia.
- Vine a buscar a mi esposo - dijo -. Lo persegu hasta aqu. Est en algn lugar de
stos. - Eso no result muy grato para Wu, en su escondite. - Funcionario, estamos
correctamente casados. Est hechizado por esta muchacha. Vino aqu durante el Festival
del Barco del Dragn y no regres a casa. Vine a buscarlo acompaado de mi doncella.
- Yo no hice nada! No hice nada! - protest Li-hwa, an llorando. Wu sinti que le
estallara el corazn. Aun cuando ella fuese un fantasma, la amaba ms que nunca.
- Oh, s! - replic la airada esposa -. Habra que matarte con mil cuchillos! - Pareca
que le arrancaba el cabello a Li-hwa; sta volvi a gritar.
- Basta! - orden el fantasma cuidador del cementerio.
- Nosotras, madre e hija, vivamos pacficamente. - Era la voz de la Viuda Chuang. No
le hemos hecho dao a nadie. Esta mujer mat a mi hija y la habra vuelto a matar si no
hubiera venido usted.
- Ya s, ya s - dijo el funcionario fantasma -. Li-hwa es una buena muchacha y una
hija leal. Aun cuando te haya arrebatado el afecto de tu esposo, habras debido venir a
verme y no tomar la ley en tus manos y tratar de estrangularla. Ya sabes que eso no se
puede hacer. Tendr que denunciarte por eso. Cul es tu verdadera morada?
- La Pagoda Paoshu.
- Dices que estaban correctamente casados. Quin fue la casamentera? - pregunt el
fantasma.
- Wongpo, de la puerta Chientang.
- No me mientas! - Paf! Paf!
- Te estoy diciendo la verdad - dijo Yonia con tono quejumbroso, suplicante.
Wu record de pronto que en cualquier momento poda ser descubierto. Corri
silenciosamente el pasador, se desliz fuera del templo y rompi a correr para salvar la
vida. Afortunadamente, con los golpes y el llanto de las mujeres, nadie lo haba odo.
Cruz el puente, se dirigi al baniano y mir en torno. La taberna haba desaparecido.
En el lugar donde haba estado vio dos tumbas, pero tuvo miedo de detenerse a leer las
inscripciones.
Un sudor fro le corri por todo el cuerpo. Cuanto ms corra ms miedo tena. En su
derredor haba las sombras de un valle de fantasmas. Record vagamente la ltima vez
que l y su amigo salieron del valle, siguiendo la corriente del arroyo. El camino estaba
oscuro y resbaladizo. En el recodo del sendero vio a dos mujeres en un claro del bosque.
El pauelo rojo en torno al cuello de la anciana era claramente reconocible, y habra
sido notable que la otra mujer no tuviese el cabello mojado esa noche.
- A dnde vas, corriendo de este modo? - preguntaron Wongpo y la seora Chen, la
madre adoptiva -. Estbamos esperndote.
Aterrorizado casi hasta la demencia, corri nuevamente y oy a sus espaldas las
carcajadas de las mujeres.
Habra recorrido un kilmetro cuando vio una luz a lo lejos, cerca de la salida del valle.
Nunca pareci una luz tan reconfortante como lo fue sa para Wu. Al acercarse vio una
pequea taberna en cuyo interior apenas haba muebles. Una pareja delgada,
esqueltica, estaba sentada ante una mesa, junto a una lmpara de petrleo. El esposo,
un hombre de ms de cincuenta aos de edad, llevaba puesto un delantal manchado de
sangre, como los de los carniceros. Wu pidi un vaso de vino.
- Cuatro onzas, y que sea caliente.
El hombre lo mir sin levantarse de la silla.
- Aqu slo servimos bebidas fras - dijo con aspereza.
Wu se dio cuenta que se haba topado con otra pareja de fantasmas. Sin pronunciar una
palabra ms, se levant y ech a correr. Eran casi las once cuando lleg a la puerta
Chientang. Entr en un hotel, se introdujo en la casa de t de abajo y se sent junto a
una mesa ocupada por cinco o seis hombres, tan cerca como pudo.
- Parece que hubiese visto un fantasma - dijo un individuo que estaba prximo a l.
- S, as es. He visto a toda una pandilla de ellos.
Volvi a su casa y encontr la puerta cerrada con llave. Tuvo miedo de entrar y se
dirigi al Estanque de la Grulla Blanca. Cuando lleg a la casa de la madre adoptiva de
su esposa, encontr la puerta entreabierta. Entr. El aspecto de la casa haba cambiado.
Donde antes hubo cortinas verdes, las ventanas estaban ahora desnudas, golpeando
perezosamente contra las paredes. La viva pintura verde se haba descascarado. Nada
poda sorprenderlo ya.
Como no tena adonde ir, entr en la taberna ms cercana. Se bebi de un golpe un vaso
de vino. Cuando se recobr un tanto, pregunt al camarero si saba algo de la casa
desierta.
- Hace un ao ya que esa casa est deshabitada. Est encantada de tal modo, que nadie
quiere siquiera robar los muebles, y eso que son de buena madera.
- Encantada? - pregunt Wu en tono de fingida incredulidad.
- S. Por la noche sola haber unos ruidos espantosos. El sonido de pisadas se oa por
las escaleras, de arriba abajo, como si varias mujeres estuvieran persiguindose.
Volaban sillas, y sartenes se estrellaban contra el suelo. Alguien oy los gritos de
fantasmas femeninos. Los ruidos siempre comenzaban a medianoche, duraban un cuarto
de hora y luego cesaban.
- Quin viva en ella? - inquiri Wu, realmente contento de conocer los detalles, como
si todo eso fuese una novedad para l.
- La duea era una mujer llamada Chen - dijo el camarero -. Tena una bella hija
adoptiva, a quien la gente llamaba Yonia. Estaban en buena posicin econmica. La
joven era una magnfica flautista, y el tercer hijo del tutor imperial Chin oy hablar de
ella, ofreci a la madre adoptiva una gran suma de dinero y se llev a la hija a su casa.
Luego nos enteramos de que ella haba sido expulsada de la casa porque haba matado a
una muchacha durante una ria. Estaba embarazada, y volvi a la casa de su madre y se
ahorc. Parece que los dos fantasmas rean todas las noches en relacin con eso. Yonia
habra debido sentirse satisfecha, porque fue enterrada en la Pagoda Paoshu con todo un
juego de instrumentos musicales. Despus que muri, la mujer Chen estaba un da
lavando ropa junto al estanque y cay al agua y se ahog. Fue una lstima, porque su
cuerpo qued oculto entre las hojas de loto y no se lo descubri hasta dos das despus.
Cuando la encontraron, estaba toda hinchada y cubierta de lentejas acuticas. Su propia
hija - la llambamos Chin-erh - qued sola. Lloraba da y noche, hasta que vino la
seora Chen y se la llev.
- Qu quiere decir con eso?
- Bueno, sucedi la primera noche que los vecinos oyeron a los fantasmas femeninos
luchando en la casa. Al da siguiente encontraron a Chin-erh muerta en la cama. Debe
de haberse muerto de miedo. Usted no cree lo que le digo, verdad? Pero es cierto.
- Quin dijo que no le creo? - replic Wu con tono enigmtico.
Wu decidi que la capital no era un lugar para un soltero. Al da siguiente emprendi
viaje rumbo a su hogar.

10. J O J

Del Liaotsai, de Fu Sungling (1630-1715). Aproximadamente un tercio de los relatos
del Liaotsai - ms de 450 - ha sido traducido por el profesor Herbert A. Giles bajo el
ttulo de Extraos Relatos de un Taller Chino. Desdichadamente no han sido incluidos
algunos de los mejores. Los lectores que tengan inters pueden leer "El Caballo del
Cuadro" y "La Joven que Re", en ese libro. El nombre original de Joj es "Hsiao
Hsieh", que yo he alterado debido a que tiene tan poco significado para los lectores
ingleses.

- No creo en los fantasmas - dijo Tao, un joven de treinta aos recientemente
enviudado. Hablaba en tono de arrogante confianza. Su amigo Chiang, que lo conoca
perfectamente, no se sinti nada ofendido. Saba que Tao era excntrico y brillante. Tao
haba ido a pedirle que le dejase vivir en su casa. Era verano y su propia casa,
compuesta slo de una habitacin, una cocina y un jardincillo, resultaba calurosa y
oprimente. Las moscas pululaban en ella. Chiang tena una residencia con jardn en el
suburbio, una casa fresca y umbra, pero que haba sido abandonada porque estaba
encantada.
- Mira un poco - dijo Chiang con una sonrisa bondadosa -, por poco que valgas te
quiero demasiado como para querer poner en peligro tu vida. En el trmino de dos aos
y medio han muerto sucesivamente tres cuidadores.
- Podra ser una coincidencia.
- No, no, no me digas eso. Una o dos muertes podran ser una coincidencia, pero no
tres.
Tao extrajo del bolsillo un ensayo intitulado "Una Ampliacin sobre el Tema de Yuan
Chan Refutando la Existencia de los Fantasmas".
- Lelo - dijo -. He vivido treinta aos sin ver a un fantasma, y, si existen, me gustara
ver uno. De todos modos los fantasmas acerca de los cuales he ledo son encantadores.
Chang ech una ojeada al trabajo. El meollo del mismo era que haba un mundo oculto
de los espritus y un mundo humano, y que los dos mundos, que innegablemente
existan el uno junto al otro, no se movan en las mismas rbitas. Por lo tanto,
considerada prcticamente, la cuestin de la existencia de los fantasmas es acadmica.
Los fantasmas eluden la luz del da, y tienen tanto miedo a los hombres como los
hombres a ellos. Algo los mantiene separados. Los hombres normales, que hacen una
vida normal, no ven fantasmas, y si algunos los ven es porque son mentalmente
anormales. Es cierto que algunas personas han muerto de terror al ver a un fantasma,
pero fue el miedo, y no el fantasma, lo que los mat. Y en el caso de encantadores
fantasmas femeninos, ante quienes muchos hombres hermosos y fuertes han sucumbido,
es, una vez ms, la tentacin que existe en ellos, en su corazn, lo que les causa la ruina
y no las bellas apariciones de mujeres que ven en su calenturienta imaginacin. Es
cierto que si bien los fantasmas feos, crueles y vengadores son ms terrorficos, los
demonios hermosos y hechiceros de formas femeninas son ms difciles de resistir, y,
como son dulces, suaves y seductores, resultan, a la larga, ms mortferos. Si un hombre
puede dominar su miedo y sus deseos carnales, ningn fantasma puede hacerle nada.
- Tu escritura es magnfica. Eso es todo lo que yo te dira - dijo Chiang con una sonrisa
triste, y le devolvi el trabajo -. No te permitira vivir en la casa. Es una hermosa teora,
pero no discutamos al respecto.
- No estoy discutiendo. Estoy tratando de encontrar una casa en la cual pueda vivir. Mi
casa resulta insoportable con el calor del verano, y me agradara gozar del fresco de tu
gran mansin. Quiz te ahuyente los fantasmas. Por favor, di que s.
- Est bien, si quieres buscar tu propia destruccin... Eres un hombre extrao.
Tao era uno de esos jvenes que a los treinta aos parecen triunfadores pero que, quin
sabe por qu, no lo son. Tena un buen estilo para vestir y una voz profunda y caminaba
con porte varonil. Es difcil explicar su fracaso exterior - no tena empleo. Quizs era
porque no poda dedicarse a una cosa por mucho tiempo o permanecer en un solo
trabajo. Tena avidez por el conocimiento y era multilateral. Era poeta, connoisseur,
ocultista y mdico aficionado, sucesivamente. Haba buceado en los conocimientos
taostas del mundo oculto y surgido de esos estudios como racionalista. En esa
ocupacin haba experimentado tambin con el arte secreto del amor, enseado por los
taostas como un medio para encauzar la fuerza sexual y acumular una eterna corriente
de salud para prolongar la vida. Haba tenido muchas experiencias con mujeres, durante
ese perodo, para abandonarlas luego - as como abandonaba tantas otras cosas -, como
si hubiese extrado sus propias conclusiones en cuanto a las mujeres. Chiang, el dueo
de la mansin y funcionario, lo quera y respetaba. En una oportunidad Tao pas una
noche en la mansin, cuando sta se encontraba an ocupada. Durante la cena convers
y coquete con las criadas, pero Chiang se enter despus que cuando una de las
doncellas quiso entrar en su habitacin por la noche fue rechazada. Chiang no poda
entender claramente qu clase de hombre era Tao.
Un da, a la cada del sol, Tao se mud a la mansin. No quera admitir, ni siquiera para
sus adentros, que secretamente deseaba encontrar, y quizs conocer, a una de esas
hermosas y seductoras criaturas. Llev unos veinte volmenes y regres para ir a buscar
algunas otras cosas, pero cuando volvi a la casa descubri que los libros haban
desaparecido. Eso lo intrig enormemente. Fue a la cocina para prepararse una ligera
cena, y despus de comer se acost en el divn, para esperar a ver qu ocurrira.
El extrao aura de la casa le haca sentirse inquieto. Trat de no hacer ruido, y muy
pronto oy un susurro de cortinas que se movan y de vestidos femeninos agitndose.
Los nervios se le pusieron tensos. Oy dos voces femeninas en la habitacin vecina.
Levantndose un poco, mir hacia all. La puerta se abri con suavidad y dos hermosas
jovencitas, con los volmenes en los brazos, entraron y los depositaron sobre su
escritorio, los ordenaron escrupulosamente y lo miraron, divertidas. Evidentemente,
estaban encantadas con la presencia del husped.
- Hemos venido a devolverte los libros - dijo una de ellas.
La de ms edad de las dos pareca de veinte aos, y tena un rostro alargado, y la ms
joven, de unos diecisiete o dieciocho, era ms regordeta y tena una cara redonda. sta
era un tanto tmida y no hizo ms que lanzar una mirada apreciativa a Tao, en tanto que
la mayor se acerc a la cama, se sent familiarmente en el borde de sta y dijo:
- Nunca te he visto antes - mientras le sonrea con audacia. Tao contempl a las dos
muchachas sin pronunciar una palabra. Entonces la mayor, poniendo sobre la cama una
pierna doblada, se acerc ms a l, y la menor ahog una risita. Movi los dedos de los
pies contra el cuerpo de Tao, y su compaera se tap la boca con la mano para contener
la risa. Tao se incorpor rpidamente, en un gesto de defensa propia. Clmate, pens.
La joven le roz el cabello con la mano derecha y con los dedos de la otra le acarici
levemente las patillas y le palme la mejilla, con una sonrisa astuta y atrayente.
Tao reuni sus fuerzas y grit:
- Cmo te atreves! Por qu no me dejan en paz, fantasmas!
Las dos muchachas huyeron, avergonzadas. Tao lanz un profundo suspiro. Se dio
cuenta de que se lo mereca. Estaba seguro de que volveran y de que no podra dormir
en toda la noche. Pens en irse de la casa inmediatamente, pero sinti que quedara mal
que su amigo se enterara, y decidi permanecer all. Tratara de mantener la presencia
de espritu y de dominarse. La sensacin de una presencia extraa persista en la
habitacin. Le pareci ver sombras movindose en la oscuridad, y oy cuchicheos y
ruidos de pasos que trastabillaban. Fue la experiencia ms extraa de su vida. Cualquier
otro habra saltado de la cama, pero Tao era un individuo raro y experimentaba cierto
placer con todo eso. Record lo que haba dicho acerca de dominar el temor, subi la
mecha de la lmpara y se durmi.
En cuanto se qued dormido, sinti que le picaba la nariz. Alguien le haba hecho
cosquillas. Estornud, y de algn rincn de la habitacin le lleg el sonido de una
carcajada contenida. No dijo nada y fingi estar dormido. A travs de los prpados
entrecerrados vio a la muchacha ms joven agazapada y caminando silenciosamente con
sus pies calzados con pantuflas. Tena en la mano un papel enrollado y terminado en
punta, y se acercaba a su cama. Se incorpor y grit:
- Vete! - y la sombra desapareci. Un poco ms tarde, cuando ya se haba dormido
otra vez, volvi a despertarse al sentir que alguien le haca cosquillas en la oreja. Fue
una noche de desvelo, para decir lo menos, mas en fin de cuentas su teora haba dado
resultados. Las molestias cesaron slo despus del canto del gallo, y Tao durmi
profundamente hasta el medioda.
Nada sucedi durante el da. En cuanto Venus apareci en el oeste y l encendi su
lmpara, volvi a or ruidos. Oa golpes suaves en su puerta y les gritaba a los fantasmas
que se fueran.
- No me molesten, fantasmas! - Pero eso no las contena. La puerta volva a rechinar, y
l levantaba la cabeza y las vea espindolo. Eso sucedi varias veces. Resultaba
sumamente perturbador, y decidi permanecer en vela toda la noche. Haciendo caso
omiso de la presencia de ellas, se dirigi a la cocina para prepararse un poco de t y
comer un poco de carne fiambre. Al volver a su cuarto vio a las jvenes de pie ante la
mesa, mirando sus libros. Cuando lo vieron entrar dejaron los libros, quitaron unas
motas de polvo de la mesa y se quedaron contemplndolo.
- Bueno, sintense, si insisten en hacerme compaa. Pero yo tengo que trabajar. He
pedido prestada esta casa al dueo, y pienso vivir en ella. Prtense como buenas chicas.
Las muchachas le obedecieron y vagaron por la habitacin, pero ahora hablaban slo en
murmullos. Haban pasado veinte minutos cuando Tao vio un brazo blanco reposando
sobre la mesa y sinti que una cabellera de mujer le rozaba la mejilla.
- Qu ests leyendo? - Era la mayor.
- Djame tranquilo. - Se volvi hacia ella. La joven se enderez y pareci
desilusionada. - Djame en paz, quieres? - repiti l, ms suavemente.
- Por qu trabajas tanto? - pregunt la joven, con evidente tono de desaprobacin. Tao
no respondi, pero su expresin mostr que no le molestaba la compaa de las dos
muchachas. La menor se acerc y se detuvo frente a l, apoyando el cuerpo contra la
mesa. Sus negras pestaas eran hermosas a la luz de la lmpara. Era ms tranquila, pero
tena la expresin de una muchacha profundamente interesada en un joven. Tao se sinti
conmovido. Tom el libro con desesperacin y trat de concentrarse en su lectura.
Entonces la ms joven de las dos se desliz detrs de l y le cubri los ojos con las
manos. Le revolvi el cabello y luego huy riendo. l la persigui y, en el momento en
que tenda el brazo para atraparla, se encontr apretndose su propia mano.
- Vaya, encantadoras fantasmas - dijo mientras volva a su escritorio -. Si alguna vez
las atrapo, las matar!
- No puedes hacerlo! - grit la mayor, y ri.
Las jvenes no queran irse, y no le tenan miedo.
- Ya s lo que quieren. Pero me temo que no puedo complacerlas. Es intil tratar de
tentarme. - Las muchachas volvieron a rer. Tao oy que el sereno nocturno daba la
seal de la tercera guardia.
- Tienes hambre? - pregunt la mayor -. Qu te parecera que te preparbamos algo
caliente?
- No me molestara.
Las dos fantasmas corrieron a la cocina y pronto estuvieron de regreso con un
humeante cuenco de sopa de arroz. Tao levant la mirada y dijo:
- Magnfico. Muchas gracias, seoritas. Vio que no haba ms que una escudilla y un
par de palillos.
- No comen ustedes?
- No.
- Cmo puedo agradecerles por el favor? - pregunt, apreciando realmente el gesto.
- Puedes agradecerme luego - contest la mayor -. Pero ten cuidado. Le puse arsnico. -
Le lanz una sonrisa ansiosa.
- No te creo. Por qu habras de querer envenenarme?
Tao tom los palillos y vaci la escudilla, mientras las dos muchachas estaban junto a
l, disputndose el derecho de llenarle el cuenco por segunda vez. Antes de que hubiese
terminado de comer, la menor corri a la cocina y le trajo una servilleta caliente.
Limpindose la cara con la servilleta, Tao dijo a las jvenes:
- Gracias, seoritas. Sera mejor que nos conociramos, ya que parece que vamos a
compartir la casa durante algn tiempo. - Les pregunt cules eran sus nombres.
- Yo me llamo Semblante de Otoo y mi sobrenombre es Chiao - repuso la mayor, y,
sealando a su compaera -: Ella se llama J oj y su apodo es Yuan.
- Qu nombre extrao! - exclam Tao riendo -. Hblenme de sus familiares, sus padres
y abuelos.
- Por qu preguntas todo eso? - replic J oj -. No te casars con nosotras. No te
atreveras a aparecer en la cama con una mujer. Tengo la impresin de que no puedes
casarte!
- Vaya, seoritas, tengo que hablarles - replic Tao con tono serio -. No soy ciego a los
encantos femeninos de ustedes. En rigor, me gustan las dos. Pero estoy seguro de que se
darn cuenta que una unin fsica con un ser del mundo de abajo resulta destructora
para un hombre. No huyo de ustedes, y pienso quedarme aqu. Si yo no les gusto, por
qu quieren dormir conmigo? Y si me aman, por qu quieren causar mi perdicin?
Por qu no podemos continuar siendo amigos, como hasta ahora?
Las jvenes se miraron como si estuviesen avergonzadas. Parecan conmovidas.
- Lo que dices es muy cierto. Y nosotras tambin te queremos. Seamos buenos amigos -
dijo Semblante de Otoo.
Aun as, no dieron seales de que quisiesen dejarlo solo.
- Por qu no se van a dormir? - pregunt Tao.
- Durante el da tenemos tiempo de sobra para dormir.
Desde entonces no trataron ya de tentarlo ni le sugirieron la posibilidad de tener
relaciones carnales con l. A Tao comenz a gustarle la compaa que le
proporcionaban, y le pareci que la situacin no era tan mala. Trabajaba de noche,
acompaado por las muchachas, y dorma de da.
Un da sali de la casa dejando inconcluso un ta-bajo de copia. Al regresar encontr a
J oj sentada ante su escritorio, tratando de completar su trabajo. Cuando lo vio dej el
pincel y le sonri. Tao estudi la copia y se sinti agradablemente sorprendido al
descubrir que la caligrafa de la muchacha, a pesar de lo inmatura, era bastante buena
para una joven de su edad.
- No saba que pudieses hacer esto! - exclam, entusiasmado -. Si te interesa, me
alegrar poder ensearte.
Hizo que J oj se sentara sobre sus rodillas y le tom la mano, tratando de guiarle la
mueca y los dedos para la formacin de los caracteres. En ese momento entr
Semblante de Otoo. Una expresin de celos apareci en su mirada, cuando los vio. Tao
entendi.
- No practico caligrafa desde la niez, cuando me ense mi padre - explic J oj -.
Casi no recuerdo cmo se maneja el pincel.
Semblante de Otoo no dijo nada. Tao fingi que no adverta nada y le ofreci la silla,
dicindole:
- Ahora prueba t. Me gustara ver cmo lo haces. Semblante de Otoo se sent,
escribi unos pocos caracteres y volvi a levantarse.
- Son maravillosos - dijo Tao, tratando de apaciguarla. Slo entonces se sonri ella.
Tao tom entonces dos trozos de papel, los cuadricul Y dijo:
- Por qu no toman esto en serio? Sintense ah y practiquen caligrafa, mientras yo
trabajo aqu.
Llevaron otra lmpara y colocaron otra mesa de trabajo. Era una buena idea, la de
encontrarles algo que hacer. Eso lo dejaba libre. Ya no lo molestaban, y Tao se alegr
de verlas tan interesadas en el trabajo. Cuando terminaron, le llevaron los papeles y se
quedaron ante su escritorio, esperando sus crticas.
De las dos, J oj era la mejor educada, y Semblante de Otoo dibujaba a veces
caracteres con trazos errneos. Tenia conciencia de sus errores y se senta avergonzada.
Tao se mostraba corts con ella y la alentaba en lo posible.
A las muchachas tambin pareca agradarles la tarea, y ahora lo trataban como al
maestro; le mostraban un gran cario. Como estudiantes de una escuela privada, le
alcanzaban cosas, le hacan el t y le limpiaban la habitacin. Las demostraciones de
afecto personal incluan gestos como el rascarle la espalda y masajearle las piernas
cuando estaba cansado, pero todo se haca sobre una base platnica.
Un da J oj present un manuscrito que mostraba notables progresos, y recibi
entusiastas alabanzas del maestro. De pronto oy a Semblante de Otoo llorar sobre su
escritorio. Se acerc a ella, le levant el rostro manchado de lgrimas y la palme
bondadosamente.
- Ella ha tenido mejor comienzo - le dijo -. T tienes que trabajar ms. Eres tan
inteligente, que estoy seguro de que muy pronto la alcanzars. - Entonces Semblante de
Otoo se sinti satisfecha y sonri.
Semblante de Otoo, en efecto, se portaba magnficamente. No caba duda alguna de
que haca lo posible para complacer a su maestro. Recordaba y se aprenda de memoria
cualquier cosa que Tao le deca una vez. Y as la habitacin se trasform en una escuela
nocturna, llena de los dulces sonidos de dos estudiantes leyendo en voz alta. Pasaron de
los libros elementales a un clsico, y antes de terminar con el clsico pidieron que se les
enseara los rudimentos de la versificacin. J oj pidi en secreto a Tao que no enseara
a Semblante de Otoo y Tao se lo prometi. Semblante de Otoo le pidi que no
enseara los secretos a J oj, y l se lo prometi tambin a ella.
Y entonces lleg octubre, el mes de los exmenes locales. Tao se prepar para irse,
pero Semblante de Otoo le dijo:
- Veo dificultades por delante. Por qu no dices que ests enfermo, para no ir?
- Debo ir - replic Tao -. Mis amigos se reiran de m. Es una pobre excusa.
Tao parti, y, como las jvenes le haban predicho, se vio envuelto en dificultades en la
ciudad. Alguien a quien haba ofendido con su descarada lengua lo acus ante la
justicia, lo hizo arrestar y meter en la crcel, acusado de mala conducta con las mujeres
y de deshonrar la profesin de estudiante. Tao estaba desconcertado. Saba que en aos
anteriores haba sido demasiado libre con las mujeres, pero eso fue aos antes, y no
poda recordar exactamente qu cosas haba hecho. No tena amigos ni dinero, y se vio
obligado a pedirle dinero prestado al carcelero para comprar sus alimentos.
En la segunda noche que pasaba en la crcel, despert y encontr a Semblante de
Otoo junto a su cama, con una cesta en la mano.
- No te preocupes - dijo ella -. Aqu tienes algo de comida, y unas monedas de plata
para el carcelero. Yo te sacar de aqu, cueste lo que costare.
l estaba a punto de agradecerle, pero la sombra desapareci. Ese da, mientras el
magistrado pasaba por la calle, una mujer detuvo su palanqun y, arrodillndose ante l
present un alegato en favor de Tao. El alegato daba los detalles del caso, demostrando
que Tao haba sido falsamente acusado por motivos personales de venganza, y estaba
firmado por Semblante de Otoo. El magistrado acept el alegato, pero cuando quiso
interrogar a la persona que se lo haba entregado, sta desapareci entre el gento. Lo
ley y se lo guard en el bolsillo de la chaqueta, pero, al llegar a su casa, vio que se
haba esfumado.
Al da siguiente Tao fue llamado a comparecer ante el tribunal.
- Ayer recib un alegato en tu favor - dijo el magistrado -. Quin es Semblante de
Otoo? Evidentemente se trata de un nombre femenino.
Tao fingi que jams haba odo hablar de tal persona.
- Qu ests tratando de ocultarme? - grit el magistrado, enfurecido -. Se te acusa de
galantear a las mujeres. Esto parece comprobar la acusacin de mala conducta, indigna
de un estudiante. Y te condenar...
De pronto el magistrado sinti un agudo dolor, como si alguien le hubiese clavado una
lezna en la oreja, y dej la frase inconclusa.
- Eso fue hace muchos aos, Seora - explic Tao.
- Eso no es todo. Como estudiante confucianista, se te acusa de estudiar la magia negra
taosta...
Antes de que el magistrado pudiese terminar la frase, los escribientes vieron que su
rostro se pona plido, de un tinte verdoso; su respiracin se hizo entrecortada y puso
los ojos en blanco, como si alguien tratara de estrangularlo. Tao se sinti tan asombrado
como todos los dems. El magistrado se llev la mano a la frente y se quej de un
espantoso dolor de cabeza. Tena el rostro del color del agua, y orden que el caso fuese
postergado hasta nuevo aviso.
Al da siguiente el magistrado mand llamar a Tao para conversar en privado con l. Le
dijo que durante la noche haba tenido un extrao sueo en que una mujer se apareca
ante l y hablaba en favor de Tao. Lo dejara en libertad con una reprimenda, y le
instaba a que se reformase. Su tono era ahora corts, y le hablaba como un estudioso a
otro. Quera saber quin era esa Semblante de Otoo; era un fantasma?
- No, no - replic Tao -, no creo en fantasmas. - Detall las razones que tena para no
creer en la existencia de fantasmas, mencionando el hecho de que, en rigor, haba
escrito un ensayo sobre el tema.
- Por el contrario - dijo el magistrado -, yo creo que existen.
Tao se alegr de que lo pusiesen en libertad, y se despidi. Cuando lleg a la casa
encantada no encontr a nadie. Un poco despus de medianoche aparecieron J oj y
Semblante de Otoo, arrastrando los pies y apoyndose la una en la otra. Las dos
cojeaban. J oj ayud a Semblante de Otoo a acostarse y luego fue a prepararle una taza
de t.
- Semblante de Otoo se vio envuelta en tales dificultades. .. - dijo J oj con un suspiro.
Inform a Tao que, al regresar, Semblante de Otoo haba sido arrestada por el Dios de
la Ciudad, por haber abusado de sus poderes espirituales y por poner obstculos al
magistrado en la legal ejecucin del deber de ste. Fue llevada a la crcel del tribunal
del Dios de la Ciudad y sometida a terribles malos tratos por parte de los diablillos. J oj
haba hecho un largo viaje para explicarle al Dios de la Ciudad, a quien dijo que
Semblante de Otoo no haba hecho todo eso en su propio beneficio, sino por ayudar a
un estudioso pobre, y que l, como Dios de la Ciudad, deba sentirse satisfecho de que
se hiciese justicia en su territorio. Semblante de Otoo fue puesta entonces en libertad,
pero tuvieron que hacer cincuenta kilmetros a pie, caminando toda la noche, y tenan
los pies ampollados.
Dichoso de estar nuevamente junto a ellas, y profundamente emocionado por lo que
haban sufrido por l, Tao sinti un apasionado amor por las jvenes. No poda
dominarse, y quera hacerles el amor a ambas.
- No me importa. Las amo tanto...! No me importara morir - dijo Tao, lanzando toda
su prudencia a los vientos. Pero Semblante de Otoo le dijo:
- Por favor, seor Tao. Antes tenamos otras intenciones, pero t nos abriste los ojos.
Cmo podramos sacrificarte para nuestro placer?
Aparentemente, despus de las dificultades pasadas, en el transcurso de las cuales las
dos muchachas se ayudaron mutuamente, haban olvidado los celos que sentan la una
de la otra. Se haba producido un cambio en ellas. Ya no tenan inters en el estudio. Se
mostraban tan afectuosas y cariosas con l como antes, y lo acariciaban y besaban,
pero rechazaban sus splicas. Por otra parte, aparecan ante l en piyama, se mostraban
liberales y desenvueltas con l y se acurrucaban en el asiento como si no hubiese ningn
hombre presente. Viviendo tan ntimamente con dos mujeres a las que ahora amaba con
tanto apasionamiento, le resultaba difcil dominar sus deseos. No saba qu hacer.
- Te amamos demasiado - dijeron las jvenes -. No te haremos lo que hicimos a los tres
guardianes. El alma de Tao se retorca, torturada.
- Entonces debo irme - dijo.
Las muchachas lloraron al or eso, y Tao no pudo llevar a cabo su decisin.
Desesperado, fue a ver a un taosta a quien anteriormente haba protegido, y le cont
toda la historia, revelndole el dilema en que se encontraba.
- Entonces esos son buenos fantasmas - dijo el sacerdote -. Tienes que serles fiel. Yo te
ayudar.
Entreg a Tao dos trozos de papel que tenan escrita una frmula mgica, y al mismo
tiempo le dio las siguientes instrucciones:
- Vuelve a la casa y dale un papel a cada una de las muchachas. Cuando vean pasar un
atad, deben poner el trozo de papel en una escudilla llena de agua, beberse sta y salir
corriendo. La que llegue primero al atad tendr el privilegio de tomar prestado el
cadver de la difunta y volver a la vida. Es una cuestin de suerte.
Al cabo de un mes, aproximadamente, oyeron que pasaba una procesin ante la casa.
Ambas muchachas salieron corriendo, pero J oj se precipit sin acordarse de beber
previamente el agua encantada. No pudo hacer nada, y vio cmo el fantasma de
Semblante de Otoo desapareca en el atad. Entristecida, J oj volvi a la casa,
sollozando.
Tao estaba en la puerta, mirando, y vio lo que ocurra. La familia de la muerta vio que
una doble penetraba en el atad, y pronto oyeron un ruido dentro de ste.
Desconcertados, lo abrieron, esperando ver revivida a la hija de la familia. El cadver
respiraba, al principio dbilmente y luego con regularidad, y los ojos de la joven se
abrieron. J ubilosa, la familia Ho llev rpidamente el atad a la casa y acost a la
muchacha en la cama de Tao. La seorita Ho era blanca y regordeta, y su voz ms
rotunda que la de Semblante de Otoo. Cuando ya estaba por salir de la casa, la seorita
Ho se neg a hacerlo. Dijo a sus padres:
- Soy Semblante de Otoo. No soy vuestra hija. - Contempl a Tao, y, aunque su rostro
era distinto, le sonri, no como a un desconocido, sino como a un amante y un viejo
amigo.
Los padres no estaban preparados para creer lo que les deca la hija, pero sta se neg
rotundamente a volver a su hogar, e insisti en quedarse donde estaba.
- Lo amo, padre, si eres mi padre - dijo.
- En ese caso - dijo el padre a Tao -, dejar a mi hija contigo. Si ella insiste, no me
queda ms remedio que aceptarte como yerno.
El funeral fue cancelado y los padres volvieron a su casa. Al da siguiente enviaron a
una doncella personal, que llev ropas de cama y regalos de bodas. Mientras Tao
conversaba con la joven, trat de acostumbrarse a su aspecto. Pero, por supuesto, era la
propia Semblante de Otoo. Sus sonrisas, su manera de hablar y de caminar, todo lo
revelaba. Es imposible expresar con palabras cuan felices fueron.
Pero en la noche de bodas fueron molestados constantemente por un llanto femenino.
Era J oj, acurrucada en un rincn oscuro, sola, enfurruada. Tao tom la lmpara y fue
a conversar con ella, para tratar de consolarla, pero la muchacha tena el vestido
empapado de lgrimas y no quera consolarse. Esa noche se sintieron tan turbados, que
no pudieron dormir.
Lo mismo ocurri a la noche siguiente, y durante otras seis o siete noches sucesivas.
Siempre oan a J oj llorando en un rincn oscuro, y les era imposible consumar el
matrimonio. Tao y Semblante de Otoo se apiadaron grandemente de ella, pero no
podan hacer otra cosa que consolarla con palabras. J oj pareca tan desolada...
- Por qu no vuelves a consultar al taosta? - pregunt Semblante de Otoo -. Quiz
pueda hacer algo por ella.
Tao fue una vez ms a visitar al taosta, quien al principio le dijo que no se poda hacer
nada ms. Tao le suplic y le dijo cuan penoso era dejar a J oj en esa situacin. Si haba
salvado a una, poda salvar a las dos.
- Lo siento mucho por ella - dijo el sacerdote -. Usar todos los medios de que
dispongo. Lo intentar, pero no puedo garantizar el xito.
El sacerdote fue a la casa con Tao y le pidi que le proporcionase una habitacin
tranquila, donde pudiera meditar y usar sus poderes psquicos. Le dijo que no le
formulase preguntas y que lo dejara completamente solo. Durante diez das y diez
noches permaneci sentado en la habitacin, sin tomar siquiera una gota de agua. Tao
atisbo y lo vio sentado, con los ojos cerrados, inmvil, como dormido.
Al promediar el undcimo da una bella joven levant la cortina y entr en la habitacin
de Tao. Sus ojos brillaban con suave fulgor, y dijo con sonrisa fatigada:
- Oh, estoy tan cansada de caminar toda la noche! Tuve que hacer ms de cincuenta
kilmetros antes de encontrar la casa. El sacerdote viene detrs, con ella, y cuando
lleguen habr terminado mi misin.
J oj lleg ms o menos para la cada del sol. La joven, que haba estado esperando, se
puso de pie para darle la bienvenida. Al abrazar a J oj, las dos se convirtieron en una y
la joven se desplom en el suelo. Entonces el sacerdote sali de su habitacin, le dijo a
Tao que todo ira bien y se fue.
Tao acompa al sacerdote hasta la puerta y al entrar nuevamente en el cuarto vio que
la joven se haba recobrado lo bastante para abrir los ojos. La levant y la acost en la
cama. Poco despus estaba completamente bien, y slo se quej de que le dolan las
piernas de la caminata de toda la noche.
- Oh, he vuelto a la vida! - exclam J oj. Se senta tan feliz que llor. Convers con
Semblante de Otoo como si se hubieran conocido de toda la vida, unidas entonces en
su amor por Tao.
Tao se senta sumamente dichoso con sus amantes, que ahora eran seres humanos
encantadores, normales. Habra podido surgir alguna duda en cuanto a quin deba ser la
esposa y quin la concubina, pero eso qued fcilmente solucionado - porque
Semblante de Otoo era la mayor y la que primero haba vuelto a la vida.
Un da fue a visitar a Tao un condiscpulo llamado Tsai Tseching, por asuntos de
negocios. Tao le pidi que se quedase unos das en la casa, y el amigo acept. Cuando
Tsai vio a J oj, corri hacia sta, pero ella huy. Se quej a Tao por el comportamiento
del visitante. Tao se sinti sorprendido, pero no quiso hablar de ello con Tseching.
Ms tarde, ese mismo da, su husped dijo a Tao:
- Tengo que hablarte acerca de algo que me intriga grandemente. Me resulta muy
embarazoso, pero, con tu permiso, me gustara hacerte una pregunta.
- De qu se trata? - pregunt Tao.
- Hace un ao perd una hermana. En la segunda noche de su muerte, su cadver
desapareci misteriosamente de su lecho. Eso ha seguido siendo un completo misterio
para mi familia. Acabo de ver aqu a una muchacha que se parece notablemente a ella.
Es alguna parienta tuya?
Tao se lo cont todo. Dijo que, como eran viejos compaeros de estudio, le alegrara
presentarlo a su concubina. Llev a su amigo a la habitacin interior, para presentarle a
J oj, e hizo que J oj se pusiera el mismo vestido con que haba llegado.
- Por cierto que eres mi hermana! - exclam Tsai, cuando la vio. Tao le haba
explicado cmo ocurri todo, y el amigo dijo - : Tengo que ir ahora mismo a casa, para
informar a mi madre de que mi hermana ha vuelto a la vida.
Al cabo de unos das la madre y la familia de Tsai llegaron a visitar a J oj, y la
reconocieron como su hija, del mismo modo que la familia Ho haba reconocido a
Semblante de Otoo.

JUVENILES
11. CENICIENTA 1

Esta narracin se encuentra en Yuyang Tsatsu, de Tuan Ch'eng-shih, quien muri en
863. Tuan era un celoso recopilador de extraos relatos. Los folkloristas han estudiado
la migracin de este cuento de hadas universalmente amado, y resulta interesante saber
que la primera versin escrita de esta narracin est en chino. La versin china tiene al
mismo tiempo la caracterstica eslava del animal amigo y la caracterstica germana del
zapatito perdido. Tuan dej registrado que el cuento le fue narrado por su criado, que
provena de las tribus aborgenes de Yungchow, en el Kwangsi moderno. La primera
versin europea conocida del relato es la de Des Perriers, en sus Nouvelles rcrations
et joyeux devis, publicada en 1558. Debido al inters histrico de esta pieza, he hecho
una traduccin tan exacta como fue posible.

Una vez, antes de la poca de Chin (222-206 a. de C.) y Han haba un jefe de una
caverna de montaa a quien los nativos llamaban J efe de Caverna Wu. Estaba casado
con dos mujeres, una de las cuales muri dejndole una niita llamada Yeh Hsien. Era
sumamente inteligente y lista para trabajar el oro, y su padre la amaba entraablemente,
pero cuando ste muri la nia fue maltratada por su madrastra, quien a menudo la
obligaba a cortar lea y la enviaba a lugares peligrosos, a sacar agua de profundos
pozos.

1 Reimpreso de The Wisdom of China and India por cortesa de Random House, Inc., Copyrigth 1942,
Random House Inc.

Un da Yeh Hsien pesc un pez de ms de seis centmetros de largo, de aletas rojas y
ojos dorados, y lo llev a su casa y lo puso en una jofaina con agua. Creca da a da,
hasta que lleg un momento en que ya no cupo en la jofaina, y entonces la nia lo puso
en un estanque, detrs de la casa. Yeh Hsien sola alimentarlo con los restos de su
propia comida. Cuando llegaba al estanque, el pez suba a la superficie y apoyaba la
cabeza en la orilla, pero no se dejaba ver si cualquier otra persona llegaba hasta el borde
del agua.
Ese curioso comportamiento fue advertido por la madrastra, quien muchas veces,
aunque en vano, esper al pez. Un da, recurriendo a una artimaa, djole a la joven:
- No ests cansada de trabajar? Te dar una chaqueta nueva. - Entonces hizo que se
quitara sus ropas viejas y la envi a una distancia de varios cientos de U, a sacar agua de
otro pozo. Se puso entonces el vestido de Yeh Hsien y, ocultando un filoso cuchillo en
la manga, fue al estanque y llam al pez. Cuando ste asom la cabeza fuera del agua, lo
mat. Para ese entonces, el pez tena ms de treinta centmetros de largo, y cuando lo
cocinaron tena mucho mejor sabor que cualquier otro pescado. Y la madre enterr sus
huesos en un estercolero.
Al da siguiente volvi Yeh Hsien, y cuando lleg al estanque vio que el pez no estaba.
Entonces libr hasta que un hombre de cabello enmaraado, cubierto con ropas
harapientas, descendi del cielo y la consol, dicindole:
- No llores. Tu madre ha matado al pez, y sus huesos estn enterrados en un estercolero.
V a tu casa y lleva los huesos a tu habitacin y escndelos. Cada vez que necesites
algo, rzales y tu deseo se ver inmediatamente complacido.
Yeh Hsien sigui sus consejos, y no pas mucho tiempo que ya era duea de oro y
pedrera, y lujosas vestimentas, de tan costosas telas, que habran encantado el corazn
de cualquier doncella.
La noche del Festival de la Caverna se orden a Yeh Hsien que se quedase en casa a
vigilar el huerto. Cuando la solitaria joven vio que su madre estaba lejos, se engalan
con una chaqueta de seda verde y fue al festival. Su hermana, que la haba reconocido,
dijo a la madre:
- No se parece esa joven extraamente a mi hermana mayor?
La madre tambin pareci reconocerla. Cuando Yeh Hsien se dio cuenta de que la
miraban, huy, pero con tanta prisa, que dej caer uno de sus zapatitos, que cay en
manos de la gente de la caverna.
Cuando la madre volvi a su casa, encontr a su hija durmiendo, con los brazos
rodeando un rbol. Desech toda sospecha que hubiese podido tener en cuanto a la
identidad de la muchacha hermosamente vestida.
Ahora bien, cerca de las cuevas haba un reino insular llamado T'o Huan. Gracias a su
poderoso ejrcito, gobernaba sobre veinticuatro islas, y sus aguas territoriales cubran
varios miles de U. Por lo tanto la gente de la caverna vendi el zapatito al reino de T'o
Huan, en donde lleg a manos del rey. El rey hizo que las mujeres de su corte se lo
probaran, pero el zapatito era unos tres centmetros ms corto aun para los que tenan
los pies ms pequeos. Luego hizo que se lo probasen todas las mujeres del reino, pero
ninguna poda calzrselo.
El rey sospech que el hombre de la caverna haba conseguido el zapatito por medios
dudosos, y lo encarcel y tortur. El desdichado hombre no pudo decirle de dnde
provena el zapato. Finalmente colocaron la chinela a un costado del camino y se
enviaron correos de casa en casa para arrestar al que tuviese el otro zapato. El rey estaba
grandemente desconcertado.
Todas las casas fueron registradas, y encontraron a Yeh Hsien. Se le hizo ponerse los
zapatitos, y le calzaban perfectamente. Apareci entonces con los zapatos y su vestido
de seda verde, con todo el aspecto de una diosa. Entonces se present un informe al rey,
y ste hizo que llevaran a Yeh Hsien a la isla metropolitana, juntamente con sus huesos
de pescado.
Despus de que Yeh Hsien parti de la cueva, la madre y la hermana fueron lapidadas.
La gente de la caverna se apiad de ellas y les erigi una tumba que llamaron "La
Tumba de las Mujeres Arrepentidas". Los hombres de la caverna las adoraron como
diosas del matrimonio, y quienquiera les peda un favor en relacin con un casamiento
poda tener la seguridad de que su oracin sera escuchada.
El rey regres a su isla e hizo de Yeh Hsien su primera esposa. Durante el primer ao
de su matrimonio pidi a los huesos de pescado tantas piezas de jade y objetos
preciosos, que ellos se negaron a continuar concedindole los deseos. Entonces el rey
tom los huesos y los enterr cerca del mar, juntamente con cien medidas de perlas, y
rode la tumba de un borde de oro. Cuando sus soldados se rebelaron contra l, el rey
concurri al lugar, pero la marea haba barrido los huesos, y no han sido encontrados
hasta la fecha.
Esta historia me fue narrada por un viejo criado de la familia, Li Shih-yuan. Proviene
de la gente de la caverna (tribu aborigen) de Yungchow, y recuerda muchos extraos
relatos del Sur.

12. EL NIO GRILLO

De Liaotsia, por Fu Sungling. (Vase la nota de Joj, relato N. 10.)

Cuando Kiti, un chico de once aos, volvi a su hogar con su padre despus de una
infructuosa bsqueda de grillos, experimentaba una maravillosa sensacin: el
descubrimiento de su padre como compaero de juegos. Kiti era un nio sumamente
impresionable. En una oportunidad, cuando tena cinco aos, su padre tom una vara
para castigarlo por alguna infraccin, y Kiti palideci de tal modo, de terror, que su
padre dej caer la estaca. Siempre haba sentido mucho miedo hacia su padre, un
hombre taciturno, de cuarenta y cinco aos.
Era pequeo para su edad, aproximadamente de la talla de otros chiquillos de nueve o
diez aos, y la chaqueta que su madre le haba hecho el ao anterior, pensando que
crecera rpidamente, todava le iba ancha y larga. Su cuerpo delgado, infantil, resultaba
acentuado en esas caractersticas por una cabeza desproporcionadamente grande y un
par de ojos enormes, negros, juguetones, y unas mejillas regordetas. Brincaba y haca
cabriolas, en lugar de caminar normalmente, y, en lo referente a sus emociones, era un
verdadero chiquillo. Cuando su hermano tena la edad de Kiti, era ya una gran ayuda
para su madre, pero no as Kiti. Ahora el hermano haba muerto y su nica hermana se
haba casado con un hombre perteneciente a una familia de otra ciudad. Kiti era un tanto
mimado por su madre, una mujer triste pero de recia contextura, a quien slo las
cabriolas y jugarretas del nio hacan sonrer. Kiti conservaba an muchos de sus
modales y sonrisas pueriles, muchas de las intensas alegras y penas de la niez.
Kiti amaba a los grillos como slo los nios pueden amar, y, con el agudo entusiasmo y
la imaginacin potica de un chiquillo, encontraba en la belleza y delicadeza del insecto
algo absolutamente perfecto, noble y fuerte. Admiraba las complicadas mandbulas del
grillo, y pensaba que ningn animal ms grande de este mundo posea un cuerpo y patas
tan laqueadas, acorazadas. Le pareca que si un animal del tamao de un perro o un
cerdo tuviese un cuerpo tan bello... no, no haba un animal que se le pudiese comparar.
Los grillos eran su pasin desde muy pequeo. Como todos los nios de la aldea, haba
jugado con ellos y llegado a conocer la vala de un grillo por el sonido de su chirrido, el
tamao y ngulo de sus patas y la proporcin y forma de su cabeza y cuerpo. En su
cuarto haba una ventana, al norte, que se abra sobre el huerto trasero, y mientras yaca
acostado, escuchando la cancin de los grillos, le pareca la msica ms agradable del
mundo. Representaba para l todo lo que haba de bueno y potente y bello en este
mundo. Haba aprendido rpidamente las enseanzas de Confucio y Mencio, con su
maestro, que era ahora su propio padre, para olvidrselas con la misma rapidez; pero
entenda y recordaba esa cancin de los grillos. Haba hecho un montculo de ladrillos y
piedras debajo de la ventana, con el fin de atraerlos. Ninguna persona mayor pareca
entender eso, y menos aun su fro y severo padre - pero ese da, por primera vez, sali
con Kiti y corri por la ladera de la montaa para buscar a un luchador campen.
Cuando Kiti tena seis aos se produjo un incidente memorable. Haba llevado un grillo
al aula de clase, y el maestro lo descubri y lo aplast. Kiti se sinti tan furioso, que,
cuando el maestro le volvi la espalda, se puso en pie de un brinco, le salt encima y lo
golpe con todas las fuerzas de sus puitos, para diversin de los estudiantes, hasta que
el maestro se lo quit de encima con un sacudn.
Esa tarde haba observado a su padre fabricar en silencio una red de mano, con mango
de bamb, para cazar grillos. Cuando la red qued terminada, su padre le dijo:
- Kiti, treme esa caja de bamb. Iremos a las colinas del sur.
El anunciar que iran a cazar grillos estaba por debajo de la dignidad de un estudioso.
Pero Kiti entendi. Sali con su padre y le pareci que era un da de fiesta como Ao
Nuevo. Era como una respuesta a las oraciones del nio. Haba salido a cazar grillos,
pero nunca goz del lujo de una verdadera red. Ms aun, nunca se le haba permitido ir
a las colinas del sur, situadas a dos kilmetros y medio de distancia, donde saba que
haba grillos en abundancia.
Corra el mes de julio y el da era caluroso. Padre e hijo, red en mano, corrieron por
todas las cuestas, abrindose paso por entre la maleza, saltando sobre zanjones,
removiendo las piedras y atisbando debajo de ellas, escuchando para captar el sonido
ms importante, el claro chirrido metlico de un buen campen. No encontraron ningn
campen digno de mencin, pero se encontraron el uno al otro como compaeros. Esa
fue para Kiti una sensacin maravillosamente nueva. Haba visto brillar los ojos de su
padre cada vez que oan una nota clara, neta, y lo haba visto maldecir entre dientes
cuando perdan uno entre la maleza. A la vuelta su padre lanzaba an suspiros de pesar
por no haber logrado encontrar el hermoso grillo campen. Por primera vez se haba
vuelto un ser humano, y entonces Kiti am a su padre.
Su padre no se molest en explicarle por qu haba crecido repentinamente en l un
inters por los grillos, y Kiti, aunque secretamente encantado, no vio motivo alguno
para interrogarlo. Pero cuando volvieron a la casa vieron a su madre en la puerta,
esperando a que regresasen para cenar.
- Atraparon alguno? - pregunt su madre con ansiedad.
- No! - La respuesta del padre era solemne y estaba cargada de desilusin. ,
Kiti medit largamente al respecto. Esa noche pregunt a su madre, cuando estuvieron
solos:
- Dme, madre, pap tambin quiere a los grillos? Me pareca que yo era el nico que
los amaba.
- No, no los quiere. Est obligado a hacerlo.
- Por qu? Para quin?
- Para el emperador. Tu padre es el jefe de la aldea. Recibi del magistrado la orden de
cazar un buen luchador. Quin se atreve a desobedecer al emperador?
- No entiendo. - Kiti se senta ms intrigado.
- Tampoco yo. Pero tu padre tiene que cazar uno bueno dentro de los prximos diez
das, o perder su puesto y lo multarn. Somos demasiado pobres para pagar, y si
fracasa lo ms probable es que vaya a la crcel.
Kiti dej de tratar de entender y no formul ms preguntas. Slo saba que se trataba de
algo de la mxima importancia.
Por ese entonces haba entre las damas de la corte una gran mana por las rias de
grillos, en las que se hacan grandes apuestas, y todo ello culminaba en las
competiciones por el campeonato anual, que se llevaba a cabo a mediados de otoo.
Quiz fuese una vieja tradicin de la corte, porque se saba que el ltimo primer
ministro de la Dinasta Sung estaba presenciando sus rias de grillos en el momento en
que los ejrcitos de Gengis Kan entraban en la capital. El distrito de Hwayin, donde
viva el seor Cheng, no era conocido como productor de los mejores luchadores, pero
el ao anterior un magistrado listo haba obtenido un buen campen, que envi a la
corte. Un prncipe escribi una carta al gobernador de la provincia, pidindole que
enviara ms campeones para la competencia anual de mitad del otoo, y el gobernador
envi una orden a todos sus magistrados en el sentido de que le mandasen los
ejemplares ms selectos de sus respectivos distritos. Lo que haba sido un pedido
personal del prncipe se convirti en un edicto del emperador, por lo menos en lo
concerniente a la gente del pueblo. El precio de los buenos grillos se fue a las nubes y se
saba de un magistrado que haba ofrecido hasta cien dlares por un buen campen. Las
rias de grillos se haban convertido tambin en un pasatiempo para los habitantes de la
localidad, y los dueos de campeones se mostraban hostiles a separarse de ellos a
ningn precio.
Algunos jefes de aldea haban aprovechado la ocasin para arrancar dinero a la gente
con el fin de comprar grillos para el emperador, llamndolo "tributo de los grillos". El
seor Cheng habra podido reunir cien o doscientos dlares entre los aldeanos y, luego
de guardarse la mitad, comprar un grillo con la otra mitad. Pero no hizo nada de eso. Si
su deber era enviar un campen, lo cazara l mismo.
Kiti comparta la ansiedad de su padre, y se senta importante porque su pasatiempo
infantil se haba convertido ahora en una cuestin ennoblecida, de gente mayor.
Observaba la expresin de su padre, mientras descansaban a la fresca sombra. Su padre
sac la pipa, la encendi, y las cejas se le estremecieron un tanto mientras la chupaba.
Pareca querer decir algo, pero hizo una pausa y continu chupando la pipa; abri la
boca y volvi a chupar. Al cabo dijo, con una expresin casi culpable en el rostro:
- Kiti, consgueme un buen campen. Eso representa mucho dinero.
- Cmo, padre?
- Es que, sabes, hijo?, en el festival de mitad del otoo se celebrar un campeonato
nacional en el palacio imperial. El ganador recibir un gran premio del emperador.
- De veras... del emperador mismo? - exclam Kiti -. Es que tambin el emperador
quiere a los grillos?
- S - contest su padre a regaadientes, como si le hubiesen arrancado una confesin
vergonzosa.
- Eh, padre, podramos conseguir un buen luchador y ganar el campeonato nacional! -
Kiti estaba grandemente excitado. - Podrs ver al emperador?
- No. Enviar el grillo por intermedio del magistrado, y luego por intermedio del
gobernador, si es lo bastante bueno. Tiene que ser bueno. Hay una gran recompensa en
plata para el dueo del campen.
- Padre, cazaremos uno y seremos ricos!
Resultaba difcil reprimir el entusiasmo del nio. Pero el padre, habindole dicho un
importante secreto, se mostraba serio una vez ms. Se levantaron y continuaron la
bsqueda. Kiti senta que ahora recaa sobre l la responsabilidad de encontrar un
luchador campen para su padre, y tambin para su madre, porque a menudo la haba
odo quejarse de que eran pobres.
- Cazar uno, y luchar y luchar hasta que ganemos - dijo el nio.
El padre se alegraba ahora de que Kiti supiese tanto acerca de los grillos y estuviese en
condiciones de ayudarlo. Durante tres das no pudieron encontrar un campen, pero al
cuarto tuvieron una racha de buena suerte. Haban llegado a la cima de la colina y
descendido por la ladera ms lejana, donde haba un tupido monte y una maleza espesa.
Muy abajo haba una antigua tumba. El contorno de la tumba, de unos quince metros de
ancha, era claramente visible. Kiti sugiri que bajasen a la tumba, donde quizs
encontraran buenos grillos, especialmente teniendo en cuenta que la arena, all, era
amarillo-rojiza. Caminaron junto a un arroyuelo y llegaron al lugar; muchas losas de
piedra yacan esparcidas, sealando los contornos de la antigua tumba. Las esperanzas
de padre e hijo quedaron justificadas. Los grillos cantaban en la tarde de julio, y no eran
pocos, sino docenas, y cantaban concertadamente. A Kiti se le aguzaron los sentidos. De
pronto un sapo salt del pasto, bajo sus pies, y desapareci en un hoyo, del que, a su
vez, brinc un enorme y bello insecto, alejndose en hermosos y potentes saltos. El
gigantesco grillo desapareci en un agujero subterrneo protegido por losas de piedra.
Padre e hijo se acuclillaron y, con respiracin entrecortada, escucharon el rico y
resonante chirrido. Kiti tom una larga brizna de hierba y trat de sacar al insecto fuera
del agujero, pero el grillo dej de cantar. Estaban ya seguros de que el campen se
encontraba en ese hoyo, pero la grieta era demasiado estrecha incluso para que un nio
metiera las manos en ella. El padre trat de hacerlo salir echndole humo en el
escondrijo, pero no tuvo xito. Entonces Kiti fue a buscar un poco de agua para echarla
en el agujero, mientras el padre mantena la red preparada junto a la boca del hoyo.
Unos segundos ms tarde el grillo salt limpiamente a la red. Era una belleza, de la
especie llamada "cuello negro", con amplias mandbulas, cuerpo esbelto y potentes
patas dobladas en ngulo agudo. Todo su cuerpo era de un delicado e intenso color
pardo-rojizo, laqueado. Sus afanes haban sido recompensados.
Regresaron, dichosos, al hogar, y pusieron su presa en un cntaro de barro, sobre una
mesa de la habitacin del padre, cuidadosamente cubierta con una hoja de tejido de
alambre de cobre. El seor Cheng llevara el insecto al da siguiente y se lo entregara al
magistrado. Encomend a su esposa que vigilase para que no fuese tocado por los gatos
del vecino, y sali a comprar castaas para alimentarlo. Nadie deba tocarlo en su
ausencia.
Kiti estaba indescriptiblemente excitado. No pudo dejar de entrar en la habitacin y
escuchar sus chirridos y contemplarlo en un arrebato de pura alegra.
Y entonces sucedi una tragedia. Por un instante no se escuch ruido alguno en el
cntaro. Kiti lo golpe, pero no haba seales de movimiento. Aparentemente el grillo
haba desaparecido. No poda ver nada en el interior del cntaro, de modo que lo llev
junto a la ventana y levant lentamente el alambre tejido; de pronto el grillo salt y
aterriz en un anaquel. Kiti estaba desesperado. Cerr rpidamente la ventana y
comenz a perseguir el insecto por la habitacin. En su excitacin se olvid de usar la
red, y para cuando tuvo al insecto bajo la palma de la mano, le haba aplastado el cuello
y quebrado una de las patas.
Kiti estaba plido de horror. Tena la boca seca y los ojos sin lgrimas. Haba destruido
lo que prometa ser un campen nacional.
- Deuda acumulada durante diez generaciones! - le ri su madre -. Morirs! Cuando
vuelva tu padre, no s qu te har!
El rostro de Kiti estaba mortalmente plido. Finalmente estall en sollozos y huy de la
casa.
A la hora de cenar Kiti no haba vuelto. Su padre estaba furioso e irritado, y amenaz
con darle una buena tunda cuando regresase. Los padres pensaron que estara oculto,
temeroso de volver, pero supusieron que aparecera cuando sintiese hambre.
Hacia las diez de la noche no haba an seales de Kiti, y la clera de los padres se
haba convertido en ansiedad. Salieron con un farol, en la noche, para buscarlo; y a
medianoche, aproximadamente, encontraron su cuerpo en el fondo de un pozo.
Cuando el nio fue extrado, estaba aparentemente inerte. Tena una enorme herida en la
cabeza, pero un hilillo de sangre le manaba an del corte de la frente. Era un pozo
somero, pero tena todo el cuerpo empapado. Lo secaron, lo vendaron, acostado, y se
alegraron al descubrir que todava le lata el corazn. Slo una tenue respiracin
indicaba que el nio viva an. La conmocin era tan grande, que Kiti permaneci
durante todo un da vacilando entre la vida y la muerte. Esa noche lo oyeron murmurar
en sueos:
- He matado al campen... el cuello negro, el cuello negro!
A la maana siguiente Kiti pudo beber un poco de caldo, pero era un nio cambiado.
Todo rastro de vida pareca haber desaparecido en l. No reconoca a sus padres. Su
hermana, enterada del incidente, fue a visitarlo, y l no dio seales de reconocerla. Un
anciano mdico les dijo que se haba llevado un gran susto y que su enfermedad era
demasiado profunda para ser curada con medicinas. Las nicas palabras coherentes que
Kiti pronunciaba eran:
- Lo he matado!
Feliz porque Kiti, por lo menos, viva, y sostenido por la esperanza de una eventual
curacin, el seor Cheng record que todava le quedaban cuatro das para cazar otro
campen. Pensaba que si poda encontrar un buen grillo y enserselo a Kiti, eso le
servira de ayuda para curarse. En fin de cuentas, haba grillos de sobra en la antigua
tumba. Durmi ligeramente, y al alba oy un chirrido en la casa. Se levant y localiz el
sonido en la cocina, donde encontr un pequeo grillo encaramado en lo alto de una
pared.
Y entonces sucedi algo extrao. Mientras el padre continuaba mirndolo, pens cuan
pequeo e intil sera, a pesar de tener un chirrido tan sonoro. Pero, luego de lanzar tres
estrepitosos chirridos, el pequeo grillo salt y cay sobre la manga de su chaqueta,
como pidiendo que lo atraparan.
El padre lo captur y lo examin cuidadosamente. Tena un cuello largo y un dibujo de
flor de ciruelo en las alas. Poda ser un buen luchador, pero era tan pequeo... No se
atrevera a ofrecrselo al magistrado.
Un joven vecino era dueo de un campen local, que haba ganado todos los encuentros
en la aldea. Peda un alto precio por l, pero no haba encontrado comprador, de modo
que lo llev a la casa del seor Cheng, con la intencin de vendrselo.
Cuando el seor Cheng sugiri una ria, el joven lanz una mirada al gallito y se tap
la boca con la mano para ocultar la risa. Los dos insectos fueron colocados en una jaula,
y Cheng se sinti avergonzado de su grillo y quiso retirarlo. El joven insisti en que se
efectuase la ria, para exhibir las habilidades de su insecto, y Cheng, pensando que no
sera un gran sacrificio si el pequeo mora o quedaba mutilado, cedi. Los dos insectos
se quedaron inmviles, uno frente a otro dentro de una jofaina. El grillito no se mova;
el otro, el ms grande, abra las garras y lo miraba con furia, como ansioso por pelear.
El joven hostig al pequeo con una cerda, para provocarlo, pero el insecto no se
movi. Lo pinch varias veces ms, y de pronto el pequeo grillo se puso en accin y
los dos insectos se lanzaron el uno contra el otro. En una fraccin de segundo vieron
que el grillito mova la cola, levantaba las antenas y, con un potente salto, hunda las
mandbulas en el cuello de su adversario. El joven levant rpidamente la jaula y dio
por terminada la ria, en la esperanza de salvar a su favorito. El grillo pequeo levant
la cabeza y chirri alegremente.
Cheng se sinti grandemente satisfecho y asombrado, pero mientras admiraba a su
nueva adquisicin, juntamente con su familia, se acerc un gallo, sin ser visto por ellos,
y lanz un picotazo al campen. El pequeo se apart de un salto, perseguido por el
gallo, y casi al alcance de las uas de ste. Cheng pens que todo estaba perdido. De
pronto vio que el gallo sacuda la cabeza varias veces, y observ que el grillito se le
haba encaramado tranquilamente en el cuello y lo atormentaba desde ese lugar. Se
sintieron perplejos y jubilosos.
Confiando ahora en el poder combativo del grillito, Cheng decidi llevrselo al
magistrado y relatarle toda la historia. El magistrado estuvo muy lejos de mostrarse
impresionado; se manifest escptico, pero puso a prueba al insecto. El grillo gan
todas las rias efectuadas con los otros reunidos en el despacho. Lo probaron
nuevamente con un gallo, y el pequeo "ala de flor de ciruelo" repiti su tctica de
encaramarse en el cuello del ave, para sorpresa de todos. Satisfecho con el campen del
distrito, el magistrado lo puso en una jaula de tejido de alambre de cobre y lo envi al
gobernador. Era ya el ltimo da de julio, y lo envi a lomo de caballo.
El padre aguard esperanzado; un grillo haba causado la enfermedad de su hijo, otro
poda curarlo. Entonces se enter de que el grillito haba llegado a ser el campen
provincial, y sus esperanzas crecieron. Probablemente trascurrira un mes antes de
conocer los resultados del campeonato nacional.
- Ah - dijo la madre de Kiti a su esposo, cuando se enter de la tctica de combate del
grillito -. No es igual que Kiti, trepndose a la espalda del maestro y golpendolo desde
atrs?
Kiti no se recobr de su conmocin. La mayor parte del tiempo dorma, y su madre
tena que meterle los alimentos a la fuerza en la boca, con una cuchara. En los primeros
das se le contraan los msculos, y traspiraba profusamente. El mdico fue a verlo otra
vez, y al ver los sntomas anunci que, del terror, se le haba roto a Kiti la vescula
biliar, y dijo que su sistema yang-yin de secreciones internas funcionaba a la inversa.
Sus siete espritus animales y tres espirituales haban sido ahuyentados por el miedo.
Sera necesaria una larga y lenta cura para restablecer su perdida vitalidad.
Al cabo de tres das Kiti sufri otro acceso de paroxismo. Luego la cabeza pareci
aclarrsele durante un da - era el ltimo da de julio, su madre lo record claramente -,
e incluso pudo sonrer cuando le dijo a su madre:
- He ganado! - Su mirada era inexpresiva.
- Qu?
- He ganado.
- Ganado qu?
- No s. Tengo que ganar. - An pareca estar delirando.
Entonces le abandon nuevamente el espritu, y cay en un profundo coma durante un
mes.
Al alba, en la maana del dieciocho de agosto, la madre de Kiti le oy llamar:
- Madre, tengo hambre!
Era la primera vez que Kiti llamaba a su madre, desde el incidente. La mujer salt de la
cama, llam a su esposo y entraron juntos a ver al hijo.
- Madre, tengo hambre!
- Mi querido nio, ests bien otra vez! - La madre se enjug los ojos con el borde de la
chaqueta.
- Cmo te sientes? - pregunt el padre.
- Magnficamente, padre.
- Has dormido durante mucho tiempo.
- S? Cunto?
- Unas tres semanas. Nos asustaste.
- Tanto tiempo? No saba nada. Padre, no tena la intencin de lastimar a ese campen.
Quera capturarlo para ti. - La voz de Kiti era perfectamente normal, y hablaba como si
el incidente se hubiera producido la vspera.
- No te preocupes, Kiti - dijo el padre -. Mientras estabas enfermo, captur un campen
mejor. Era pequeo, pero un luchador terriblemente bueno. El magistrado lo acept y se
lo envi al gobernador. Entiendo que ha ganado todos los combates.
- Entonces me has perdonado?
- Por supuesto que s. No te preocupes, hijo. Ese valiente y pequeo luchador puede
llegar a ser el campen nacional. Y ahora qudate tranquilo, y pronto podrs levantarte.
La familia era dichosa una vez ms. Kiti tena un buen apetito y slo se quejaba de que
le dolan los muslos.
- Qu extrao! - dijo su madre.
- Siento, madre, como si hubiera corrido y saltado cientos de kilmetros.
La madre le masaje las piernas, pero Kiti continuaba diciendo que tena los muslos
envarados.
Un da despus pudo levantarse y caminar unos pasos. Al tercer da de su
restablecimiento, padre, madre e hijo estaban sentados a la luz de la lmpara, despus de
la cena, comiendo castaas.
- Estas son como las castaas que com en palacio - dijo Kiti negligentemente.
- Dnde?
- En el palacio imperial - dijo Kiti, sin darse cuenta de cuan extraas deban sonar sus
palabras en los odos de sus padres.
- Debes de haber estado soando.
- No, madre. Estuve all. Ahora me acuerdo. Todas las damas estaban vestidas de rojo y
azul y oro, cuando sal de mi jaula dorada.
- Lo soaste cuando estabas enfermo?
- No, es cierto. Crame, madre, estuve all.
- Qu viste?
- Haba hombres de largas barbas, y haba uno que me pareci que deba de ser el
emperador. Haban ido a verme. Yo slo pensaba en pap y me deca que deba ganar.
Cuando me sacaron de la jaula, vi un grillo enorme. Tena antenas largusimas, y me
asust mucho, hasta que comenz la ria. Noche tras noche luchaba con la sola idea de
que deba ganar por pap. La ltima noche me pusieron ante uno de cabeza roja. Era
terrorfico. Pero yo ya no tena miedo. Me lanc sobre l, pero cuando l me sala al
encuentro me alej de un salto. Me senta magnficamente, ligero y despierto. Se
enfureci y se precipit sobre m con las garras desnudas. Cre que me haba llegado el
fin, pero lo mord en alguna parte. Entonces se mostr confundido. Vi que le sangraba
el ojo. Le salt al cuello y lo remat.
Kiti narr todo eso en forma tan realista, que sus padres le escucharon en silencio,
sabiendo que era perfectamente sincero en la descripcin de lo que haba visto en sus
sueos.
- Y ganaste el campeonato nacional? - pregunt el padre.
- Creo que s. Tena tantos deseos de ganarlo... Slo pensaba en ti, padre.
Los padres no saban si creer en el relato o no. Saban que el nio no menta.
Esperaran. Ya se vera.
El pequeo grillo, enviado en una jaula dorada por el sistema de trasportes imperial,
lleg a la capital un da antes de la iniciacin de las competencias. El gobernador corra
un gran riesgo al entregar un grillo tan pequeo al prncipe. Si el insecto se portaba bien,
magnfico; pero si fracasaba, lo ms probable es que se burlaban de l por haber
comenzado a chochear. De slo pensarlo se estremeca. El documento oficial, de tres
mil palabras, que acompaaba el envo del grillo, era algo fuera de lo corriente,
redactado con tono a la vez de disculpa y ditirmbico.
- Mi amigo est loco - dijo el prncipe despus de leer la carta.
- Por qu no lo pones a prueba? - inquiri su esposa, la hija del emperador.
El pequeo y valiente luchador pele con potencia supergrillesca. Por lo que pudieron
ver, no mostraba temor cuando se lo pona en una jofaina frente a otros campeones
provinciales.
Despus de la primera noche en que derrib a un campen casi dos veces ms grande
que l, el pequeo alas de flor de ciruelo fue considerado como una maravilla y se
convirti en el centro de las conversaciones de la corte.
El pequeo triunfaba noche tras noche. Es verdad que tena la ventaja de la ligereza y la
agilidad. En tanto que ningn campen poda alcanzarlo, l siempre hostigaba a los
insectos mayores por medio de sus velocsimos ataques, y morda a su contrincante aqu
y all antes de lanzarse, con mortfera exactitud, para un mordisco aplastante. Sus
proezas parecan increbles a sus maravillados espectadores.
Las competencias duraron cinco noches, del catorce al dieciocho de agosto. En la
ltima noche se convirti en el campen. A la maana siguiente el pequeo campen
haba desaparecido por completo de su jaula.
Cuando las noticias llegaron a odos de la familia de Kiti, el padre llor, y todos se
sintieron jubilosos. El padre se puso su mejor tnica y fue con Kiti a ver al magistrado.
Se le dijo que sera convertido en miembro honorario del colegio del distrito, con
estipendios mensuales para su sostenimiento.
La suerte de la familia cambi, y eventualmente Kiti pudo concurrir al colegio. No slo
se senta turbado cuando narraban su historia, sino que dej de presenciar las rias de
grillos. No poda soportarlas.
Ms tarde lleg a ser un hanlin, y mantena a sus padres con comodidad y holgura, en
la vejez de stos. El seor Cheng, entonces un orgulloso abuelo, no se cansaba jams de
narrar la historia de su hijo, historia que cada vez creca y se perfeccionaba, y siempre la
terminaba con las palabras:
- Hay muchos medios de mostrar piedad filial. Cuando el corazn de uno es bueno, los
espritus del cielo y de la tierra se apiadan de los que aman a sus padres.

STIRA
13. EL CLUB DE LOS POETAS

Del T'aip'ing Kwangchi, NV 490. El relato fue escrito por Wang Chu (997-1057).
Wang fue un erudito multifactico que vivi a comienzos de la Dinasta Sung, y la
declinacin de la poesa Tang, en su poca, puede ser la causa de esta caprichosa
stira a los nuevos poetas. Me fue necesario volver a redactar la narracin, porque los
versos escritos por animales habran tenido muy poco sentido en una traduccin. Me vi
obligado a traducir al ingls los nombres de los poetas, porque los nombres del
original contienen insinuaciones en cuanto al verdadero carcter de los poetas.

Hace cuatro aos me hallaba en Yungyang cuando me top con un antiguo amigo mo,
el seor Cheng. ste volva de la capital a su hogar en Pengcheng, y pasamos unos das
juntos. Era un individuo de ingenio chispeante, aparte de ser un poeta, y en el curso de
nuestras conversaciones me cont una de las experiencias ms graciosas y extraas que
le hayan ocurrido. No s cunto es cierto y cunto le agreg para tornarlo ms
interesante, pero me jur que le haba sucedido un mes antes. El seor Cheng me cont
la historia como sigue, tan exactamente como puedo recordarlo.
Era el ocho de noviembre. Haba estado en el noroeste, muy lejos, y no haba estado all
ni un da cuando ya me enter de la enfermedad de mi madre. Tuve que interrumpir el
viaje y regresar a mi casa de inmediato. Al segundo da llegu a Weinan, por la tarde. El
tiempo se haba puesto de pronto sumamente fro y estaba por nevar. El magistrado,
seor Li, a quien conozco, me pidi que lo acompaase a beber unos tragos. Debe de
haber sido aproximadamente para el medioda, y le orden a mi criado que continuase el
viaje con mi equipaje y me esperara en el pueblo vecino. La distancia no era tan grande,
y yo tena un buen caballo y esperaba llegar all ms o menos para medianoche.
Comenz a nevar y mi amigo me rog que pasase la noche en su casa. No me gustaba
mucho el lugar, de modo que le dije que tena prisa por volver a mi hogar e insist en
partir. Cuando llegu a las afueras de la ciudad haba una bruma arremolinada, llena de
copos de nieve, que cubra el cielo y me cegaba. La negra crin de mi caballo estaba
salpicada de nieve. Tuve que hacer ms lenta la marcha, y encontr pocos viajeros en
ese camino que iba hacia Chihshui. Oscureca para cuando llegu a Tungyang, donde
tom una cena ligera en la estacin de postas. Despus segu viaje.
Con la campia cubierta con un manto blanco y la difusa luz de la luna oculta detrs de
blandas masas de nubes, el mundo se extenda ante m con toda la belleza de un paisaje
invernal, como un reino de eterno ocaso. Haba bebido un trago en la estacin, y me
senta abrigado y cmodo, pero el animal pareca sentir el fantstico efecto de la extraa
luz y piafaba y relinchaba, como si hubiera visto fantasmas. La nieve se espesaba y me
dificultaba la visin. Me baj las orejeras del sombrero y mantuve la vista fija en la
carretera, por temor de perderme. No habr recorrido mucho ms de kilmetro y medio,
desde la estacin de postas, cuando el terreno comenz a descender hacia un valle. A
corta distancia vi un antiguo templo. Abandon la idea de llegar a la prxima aldea y me
dirig hacia el templo para buscar refugio durante la noche. Los caballos, como se sabe,
son animales medrosos, y tienen un sexto sentido del que carecemos nosotros, los
humanos. Cuando lo at a un rbol, en el patio delantero del templo, comenz a
corcovear. Tena los ojos enormemente abiertos y le temblaban las aletas de las fosas
nasales, y me fue sumamente difcil calmarlo.
- Hay alguien adentro? - llam, mientras entraba en el templo. El interior estaba
oscuro y aparentemente desierto.
No contest nadie. Di la vuelta al altar para echar un mirada en el patio interior, y vi
que adentro arda el vago resplandor de una lmpara de petrleo.
- Hay alguien? - volv a llamar.
En la puerta apareci un viejo monje de espalda jibosa, que sobresala por debajo de su
ropn castao claro.
- Entre - dijo.
Cruc el patio. El pobre monje era viejsimo. Los prpados inferiores le pendan, flojos.
La jiba de la espalda le obligaba a estirar el cuello para mantener la cabeza ms o menos
erguida. Eso, y la forma en que inclinaba esta ltima para observarme, le proporcionaba
un aspecto raro, casi cmico, como el de un anciano mirando a un nio por sobre sus
gafas. Evidentemente haba estado esperando visitas, porque cuando entr me tom por
un viejo amigo y dijo:
- Ya ha llegado el seor Chu (Cerhdo).
Le expliqu rpidamente que era un viajero sorprendido por la nevada, y que le
agradecera que me proporcionase albergue durante la noche.
- Adonde va usted con esta tormenta?
- A mi hogar, en Pencheng.
- Evidentemente es un estudioso - dijo el monje, lanzndome una mirada a lo largo de
la nariz levantada -. Esta noche tenemos una reunin de varios amigos, y si quiere puede
participar. Es usted tambin un poeta?
- Escribo versos - respond cortsmente.
- Magnfico. Nos honrar su compaa.
Me sorprendi que hubiese una reunin de poetas en un lugar tan apartado, y en
semejante noche. Slo ms tarde me enter de que era un grupo pequeo, cerrado,
conocido nada ms que por sus integrantes, que creaba un culto especial con el
propsito confesado de ampliar las fronteras de una nueva clase de poesa. Cada uno de
ellos haba dado pruebas, a travs de sus composiciones poticas - por lo menos en su
propia opinin -, de encontrarse en el camino que lleva a la inmortalidad.
En un rincn de la habitacin haba sentado un ventrudo caballero, demasiado cmodo,
o demasiado indiferente a las convenciones, para levantarse cuando yo entr. El monje
ya haba mencionado que se llamaba Cerhdo.
- Este es el seor Cheng, seor Cerhdo - dijo el monje del ropn castao -. Viaja rumbo
a su hogar, y tambin es poeta. Le he pedido que se una a nosotros, esta noche.
El seor Cerhdo me mir a travs de sus anteojos e hizo ademn de levantarse.
- Por favor, no se levante. Encantado de conocerlo.
Me agrad. Era un hombre bajo, rechoncho, con rollos de grasa bajo la barbilla, y
regordetes dedos de un brillante color blanco, entrelazados sobre su pecho.
- No tengo el honor de conocer su nombre - dije, dirigindome a mi anfitrin.
- Me llamo Federico Dromedario Corcovado - contest en voz muy gruesa, baja, un
tanto sentencioso.
Pude ver que su ropn castao era demasiado amplio para su cuerpo contrahecho.
Haba sido bastante alto en su juventud, porque cuando se sentaba - cuando se
acurrucaba, sera ms exacto - poda verle las largas piernas desgalichadas.
- Lo llamamos Corcova - interpuso Cerhdo, y lanz una ronca carcajada.
- Cul es su edad? - le pregunt.
- He cumplido ochenta. En mis tiempos viaj mucho, tal como lo hace usted ahora.
Poda caminar das enteros, cientos de kilmetros de una vez, sin comida y sin
experimentar fatiga. Ahora estas articulaciones mas .se me estn envarando. - Me
mostr que tena una rodilla reumtica que le molestaba mucho durante las noches fras,
hmedas. Sus palabras eran deshilvanadas y pareca estar meditando acerca de su
pasado. De pronto dijo: - Me pregunto por qu no habr llegado el profesor Cospn. Por
lo general es el primero en aparecer.
- Quin es ese profesor Cospn? - pregunt, ya que tena inters en conocer a los
caballeros que me presentaran esa noche.
- Se llama profesor Puer Cospn - repuso el monje -. Ya lo ver dentro de un minuto. Es
nuestro gran crtico. Quiz se ha demorado por la tormenta. Venga y sintese junto al
fuego.
El anfitrin, a pesar de su avanzada edad, era un individuo sumamente afable. Volva
lenta y constantemente su largo cuello en direccin al patio, para ver si llegaba algn
invitado inesperado. Admir el espritu del anciano, porque le brillaban los ojos cuando
se mencionaba el tema de la poesa. Ms tarde me dijo que era un gran admirador de
Chia Tao, quiz porque tambin ste era un monje.
Me sent junto a Cerhdo y me enter de que viva en una granja, con su progenie. Por
la forma en que hablaba de sus hijos, adivin que era un hombre muy apegado a su
familia.
Muy pronto o el ruido de zuecos de madera cruzando el patio delantero, y una voz
vivaz y enrgica grit:
- Bahuu! Bahuu! Heme aqu!
Un joven alegre, de rostro ms bien delgado, huesudo, con una vieja manta gris echada
sobre los hombros, entr en la habitacin, casi bailando.
- Me arrastr y arrastr por los torturados kilmetros - recit -. Qu me dicen de eso? -
Dej caer su manta en un banco y, bailando, se acerc hasta el borde del fuego. - Puf,
qu noche! - dijo, exhalando un largo suspiro.
- Permtame que lo presente - dijo Corcovado -. Este es el seor J ulio Ment... Entre
nosotros lo llamamos J u. Es nuestro poeta ms original y promisorio.
- Encantado de conocerlo. - Al saludarme sonri, mostrando sus blancos dientes. Su
rostro y su sonrisa eran casi jocosos. Su rgido cabello negro y su cuello tieso le daban
una apariencia de gran vitalidad, pero su largo rostro delgado difcilmente podra ser
considerado bello. De pronto se volvi hacia Cerhdo, llamndolo por su nombre de pila:
- Cochinito; qu me dices de estos versos mos?; Me arrastr y arrastr por los
torturados kilmetros, Solo, triste y deprimido.
- Tolerable, tolerable - gru Cerhdo afablemente -. Te concedo que tienen cierto ritmo
suave, y eso es todo.
- J u, no me impresiona ni su tristeza ni su estado de depresin, a juzgar por su aspecto
actual - dijo, desde un rincn oscuro, una voz dbil y cascada.
- Pero profesor! Cundo lleg? No saba que estuviese aqu - dijo el monje. Cerhdo y
yo nos volvimos hacia el rincn oscuro, donde, acurrucado en su asiento, haba un
hombrecito de corta estatura; sus ojillos brillantes chispeaban en la oscuridad.
- Hay una evidente discrepancia entre tu pretendido estado de soledad y angustia (no,
depresin es la palabra que t utilizas) y tu actual exhibicin de exuberante alegra, no
te parece? - continu el profesor.
- Pero Puer! - exclam el monje -. Siempre deslizndose tan silenciosamente...!
- No tengo por costumbre bailar calzado de zuecos y hacer mi entrada con gran
estrpito, como nuestro querido J u.
Contempl cuidadosamente al pequeo y chiflado profesor. Iba descuidadamente
vestido, pero sus ojos brillaban con gran fervor intelectual, impresin que era acentuada
por su cabello hirsuto, erizado, que le caa sobre los hombros. Todo su aspecto sugera
tremenda sabidura y erudicin.
- Venga y sintese junto al fuego - dijo Corcovado al monje -. Nos encanta escuchar
sus brillantes comentarios, pero resulta difcil orlo.
- Aqu estaba cmodo - protest el profesor mientras se levantaba, cediendo a la
invitacin. Mova sus cortas piernas torpe y lentamente, y se sent casi en silencio en un
silln que pareca ser el asiento de honor. Cuando estuvo cerca de nosotros, tuve
conciencia de un curioso olor penetrante. Su belleza, puedo asegurarlo, era puramente
espiritual.
Pronto llegaron otras tres personas. Haba un joven atltico que me fue presentado
como Lobodn Cazador, y otro hermoso joven que entr, la cabeza erguida, caminando
con pasos majestuosos. Su rostro era extraordinariamente rojo, cosa que, segn me
inform Cerhdo, provena de que estaba constante y ansiosamente enamorado. Cerhdo
me susurr que era soltero, todo un petimetre y un demonio para las mujeres. Lo
llamaban Enrique, pero su nombre completo era Enrique Crestagallo. No escriba nada
ms que poemas amorosos, un poco subidos de tono, pero era notoriamente popular
entre los integrantes de la generacin joven.
Pero la persona ms singular e inolvidable era Anambuli Katz, que hablaba con voz
atiplada, femenina, y tena un aspecto casi afeminado. Caminaba con gracia - quiz con
demasiada gracia para un hombre -, y a veces se tomaba las manos, de uas sumamente
largas, y apoyaba la mejilla en ellas al hablar. Cerhdo, que no senta celos de ninguno de
ellos, ya que era un hombre satisfecho, bonachn, dijo que Anambuli Katz era un gran
poeta apasionado, distinguido por la gracia ambiente de sus versos y la oscura pasin de
sus sentimientos. Cazador le haba confesado a Cerhdo que no poda soportar la
lacrimosa sentimentalidad de Katz. Katz y Cazador se odiaban, aunque ambos eran
demasiado corteses para permitir que los sentimientos que abrigaban el uno hacia el otro
surgieran a la superficie.
Me alegr de haberme topado con semejante grupo de excntricos cuyo entusiasmo por
su Musa les haca desafiar la tormenta de nieve para ir a hablar de poesa. En rigor,
nunca haba odo hablar de ellos. Pero su devocin a la Musa resultaba admirable, y se
consideraban la vanguardia de una nueva escuela de poesa. Se enorgullecan de la
singularidad e ininteligibilidad de sus versificaciones. Tu Fu, Li Po y una cantidad de
destacadsimos poetas haban cantado antes que ellos, y los recin venidos luchaban por
encontrar nuevos caminos y flamantes efectos. Esta singularidad de expresin, esa
novedad e ininteligibilidad, les unan en una camarilla secreta, pero no me cupo duda
alguna de que los sentimientos que queran expresar con todo eso, los sentimientos
subyacentes - excusas para su torturada oscuridad -, eran comunes a toda la humanidad.
Muchos de sus poemas - segn me enter en el curso de la noche - no podan ser
entendidos por otros, y algunos ni siquiera por todos los integrantes del grupo. Recuerdo
haberme topado con una expresin particular, que al principio me confundi y ms tarde
me result divertida: J unto a los crneos relucientes capullos de rosa redondeados
cuadrados. Era un verso compuesto por J u Ment y sumamente admirado por el
profesor Puer Cospn. Turbado por mi incapacidad para encontrarle pies ni cabeza, ped
que se me ilustrara al respecto, porque nunca, en todas mis lecturas, me haba
encontrado con un "capullo de rosa redondeado-cuadrado". El profesor,
bondadosamente, me explic que eso se refera al pie de la esposa del poeta: "crneo"
era una refinada expresin de la ua, y "redondeado-cuadrado" se refera, es claro, a la
forma.
- Pero por qu "relucientes"? - pregunt con timidez.
- Ah! - exclam el profesor -. No ha ledo usted el contexto con cuidado. J u nos ha
comunicado personalmente una emocionante informacin en cuanto a la fuente de su
inspiracin. El mes pasado sali a pasear con la seora Ment, y esa noche, al regresar a
hora ya tarda, descubri que los zapatos de tela de su esposa estaban empapados y sus
dedos, como lo expres tan grfica y poticamente, cubiertos del perlino roco hmedo
de los prados. Ve usted?; en ese pequeo poema hay comprimido un rico acopio de
asociaciones ocultas que, unidas al sonoro ritmo del lenguaje, estn preadas de poder
sugerente. Es claro que para gozar plena y estticamente del verso es preciso estar
enterado del paseo del poeta con su esposa.
Tragu saliva. S que, durante siglos, los poetas han empleado alusiones como
refinamientos del lenguaje. Las alusiones halagan el orgullo del lector. Todos saben, por
supuesto, que Confucio dijo de s mismo que haba "llegado a los treinta aos y
permanecido (firme)". Por lo tanto, decir que un hombre "ha llegado a la edad de y
permanecido", como lo hacemos corrientemente, es una sutil forma de adulacin,
porque es como suponer que se ha ledo a Confucio. Y, naturalmente, cuanto ms
oscuro el pasaje a que se hace referencia, ms exquisito el placer de entender su alusin
oculta.
- No le parece que eso ha ido demasiado lejos? - pregunt al profesor.
- Demasiado lejos para quin? Para los ignorantes, s. Pero no para aquellos que
aprecian las emociones personales, los matices delicados, los tonos sutiles y las
encantadoras novedades posibilitadas por tales alusiones.
Como invitado y ajeno al grupo, no quera ser arrastrado a una discusin, pero el
profesor no haba hecho ms que formular una pregunta retrica, para orse contestarla.
- Se trata de lo siguiente - dijo el profesor Puer Cospn -. El deber del poeta es crear un
talante mediante la utilizacin de sus palabras, y los talantes son provocados con
palabras y frases relacionadas con ellos. Es por eso que los poetas, a lo largo de las
pocas, han empleado alusiones clsicas. Una frase evoca todo un episodio o historia.
Empero, estas alusiones, por as decirlo, se han convertido en propiedad pblica y,
debido al excesivo uso, perdido gran parte de su valor de sugestin. Los mejores poetas
de la actualidad buscan, cada vez ms intensamente, referencias menos conocidas.
Algunos han ido al snscrito, y gracias a ello exhiben mayor erudicin; en consecuencia
proporcionan al lector que conoce la fuente de la referencia el raro placer del
reconocimiento. Ya ve cuan inevitable es todo ello. En cuanto a la ininteligibilidad, es
tarea del erudito el buscar esa oscura alusin. Yo me he pasado toda la vida tratando de
encontrar las fuentes de las sencillas palabras de Tu Fu. Cuanto ms lleno de alusiones
est un poema, ms rico es en poder sugestivo. De ah que en la actualidad la poesa se
haya convertido en un pasatiempo digno del esfuerzo de un erudito. La verdadera
valoracin de la poesa llega a ser la recompensa de un duro, penoso descubrimiento. Si
un poema es fcilmente entendido por todos, resulta evidente que no puede tener mucho
valor.
Muy pronto los poetas comenzaron a leerse unos a otros sus composiciones del mes
anterior y a ofrecerlas para la apreciacin y crtica mutuas, con el resultado de que,
naturalmente, hubo ms apreciacin que crticas. El deseo que mostraban de entender
plenamente los versos del vecino y de gozar con ellos era completamente sincero, y las
elucidaciones de pasajes especialmente obstinados o de frases ofrecidas por los autores
provocaban gran diversin y comentarios. No es necesario ofrecer ms ejemplos de los
versos all ledos. El seor J ulio Ment pareca ser el jefe reconocido de la Nueva
Escuela, en tanto que Anambuli Katz tena un inimitable encanto personal para leer sus
propias composiciones con una suave voz ronroneante. El seor Enrique Crestagallo, el
lrico, era el nico que no haba escrito nada el mes anterior, ya que estuvo demasiado
atareado, segn explic con un cloqueo, con su "harn". Se pavoneaba en grande, y al
escuchar los versos ajenos exclamaba a menudo: "Qu co-co-cosa!" Cerhdo grua,
satisfecho, con las manos cruzadas sobre el pecho, en tanto que Cazador, como era una
persona recta y leal con su grupo, aullaba de placer cuando uno de los versos de J u
Ment le eran explicados por el propio poeta. Mientras los escuchaba, tuve la deliciosa
sensacin de haber sido introducido en el santuario ms ntimo de una Plyade literaria.
El anfitrin, Dromedario Corcovado, se abstena de hacer demostraciones exuberantes,
y permaneca sentado, rumiando el pasado, con una brizna de heno en la boca.
Las discusiones continuaron hasta muy entrada la noche. Anambuli Katz fue el primero
en partir. Se haba escurrido silenciosamente, sin que nadie lo advirtiera, cuando le lleg
a Cazador el turno de leer sus versos. Entre el beber y el comer nueces y el discutir la
deliciosa prctica de la Nueva Poesa, las horas pasaron con suma rapidez. El profesor,
que era el crtico principal y que se haba nombrado a s mismo exponente de la nueva
teora, se qued dormido en el asiento, con la cabeza cada sobre el pecho, a tal punto
que slo le vea el hirsuto, erizado cabello. A las tres de la maana, aproximadamente,
Enrique Crestagallo se levant repentinamente, de un salto, y dijo que tena que irse;
record a los presentes que tena que levantarse al alba, y que haba estado despierto
toda la noche. El seor Cerhdo estaba cmodamente dormido en su asiento y el enorme
vientre se le mova rtmicamente, al comps de los ronquidos. Slo los dos jvenes,
Ment y Cazador, estaban completamente despiertos y no parecan necesitar dormir.
No s cundo me dorm yo. No me pidas que te explique estas cosas. No hago ms que
contarte lo que ocurri. Cuando o las campanas del templo y despert, me encontr
durmiendo en el piso, en un rincn del templo. Un extrao y penetrante olor me asalt
las fosas nasales.
El cielo se haba aclarado, y me sent hambriento. Me levant rpidamente y ech una
ojeada en torno. Todo haba desaparecido. No haba fuego ni muebles; el templo estaba
desierto y absolutamente desnudo. Entr, en la esperanza de encontrar a alguien, y el
olor se hizo ms intenso en cuanto entr en la habitacin interior. En ella encontr un
camello viejo y enfermo, acurrucado en el suelo, que, orgulloso, hizo caso omiso de mi
presencia. Sorprendido por lo que vea ahora y lo que haba visto durante la noche,
explor el terreno. Al norte encontr a un esqueltico asno, con la piel cubierta de
mataduras. Estaba tapado con una manta gris y demasiado dbil, de hambre, para
rebuznar pidiendo alimento. Profundamente conmovido por el estado de esos animales,
fui a buscar un poco de heno. Mientras estaba dedicado a ello vi que algo se mova
debajo de un tabln, junto a la pared del templo, y descubr un gallo que dorma de pie.
Encontr un poco de heno en una destartalada casilla, afuera, en cuyas grises paredes
haba varios delicados cuadros antiguos. Cuando iba a tomar el heno vi que un gato
negro saltaba de pronto y desapareca en el patio.
Con un brazado de heno, volv para alimentar al asno, que me mir con expresin de
agradecimiento, y luego entr para hacer lo propio con el viejo camello. Vi que tena
una rodilla hinchada. Mis recuerdos de la noche anterior eran tan vividos, que dije al
viejo y enfermo animal:
- Le agradezco su hospitalidad de ayer por la noche. - Pero el camello no hizo ms que
husmear el heno, lamerse los belfos y mirarme.
Al atravesar el patio, pas por sobre un sombrero de granjero, abandonado, de anchas
alas, y descubr que algo se mova debajo de l. Era un puercoespn. Reconoc los
brillantes ojillos del profesor, y me habra agradado saludarlo con alguna frase como
"Fue un gran placer..." Pero las pas se le erizaron en colrica defensa propia, y me
alej precipitadamente. Debo de haber estado loco, porque escuch detrs de m una voz
dbil y cascada:
- Existe una evidente discrepancia...
Part sin ceremonias, sin detenerme a escuchar el final de la frase.
Encontr mi caballo todava atado a un rbol. Era ya pleno da, y cuando pas por la
aldea los habitantes estaban ya levantados. Me detuve en una rstica posada, donde
tom una colacin y ped un poco de pienso para mi caballo. Se me acerc un perro y
me olfate, meneando la cola afectuosamente, como si me conociera.
- Hola, Cazador - le dije, palmendole suavemente el lomo.
- Por qu lo llama as? - pregunt el posadero, aproximndose.
- No s - contest.
- Es un verdadero cazador - dijo el mesonero -. Las gallinas de la aldea no estn a salvo
a menos de que lo tenga atado.
Sin contarle al posadero las extraas cosas que haba visto durante la noche, segu mi
camino. Encontr a mi criado en una posada de la aldea vecina, esperndome.

14. EL RATN DE BIBLIOTECA

De Liaotsai, de P'u Sungling (vase la nota para el relato N? 10). P'u era un erudito
original y sumamente dotado, pero fracas en los exmenes imperiales. Ello no se
reflej en modo alguno en su talento literario., porque los estudiosos de genio se
mostraban a menudo despectivos para con los triunfos oficiales. En el caso de P'u, su
desprecio encontr expresin en esta humorstica y vivaz stira contra los polticos.

El seor Lang de Pengcheng provena de una familia de estudiosos. Desde su niez
haba odo a su padre hablar de ediciones raras y de "el nico ejemplar en existencia".
Su padre tambin regalaba a los concurrentes con conversaciones acerca de manuscritos
y de poetas antiguos y sus vidas. Como era un honrado funcionario, su padre no haba
adquirido muchos bienes; todo el dinero que ganaba lo inverta en libros para su
biblioteca, que haba sido iniciada por su abuelo. En consecuencia, la biblioteca de la
familia fue casi la nica herencia que tuvo Lang cuando muri su padre. Entonces
sucedi algo as como una exageracin de los rasgos familiares adquiridos, porque en el
caso del hijo que haba crecido en un mundo de libros y que no conoca casi ninguna
otra cosa, el amor a los libros adquiri proporciones anormales. No tena idea alguna del
dinero ni de cmo ganarlo, y a menudo se vea obligado a vender artculos de sus
pertenencias para poder conseguir dinero. Pero en ninguna circunstancia se separaba de
volumen alguno de la biblioteca, que, por lo tanto, era conservada intacta.
Uno de los objetos que haba en su estudio, y que l valoraba grandemente, era un
ejemplar de la "invitacin a la Sabidura", del emperador Sung Chentsung, escrito por el
propio padre del seor Lang. El padre lo haba escrito especialmente para su hijo, con la
intencin de que fuese su ltimo consejo, y el joven lo haba enmarcado y colgado sobre
su escritorio, para poder contemplarlo todos los das, como el lema que lo guiara en su
vida. Lo cubri con un trozo de gasa para protegerlo del polvo. Era para l un texto
sagrado:

Que los ricos no inviertan su dinero en granjas
y tierras, porque en los libros encontrarn una
rica cosecha de cereales;
Ni se construyan los adinerados espaciosas mansiones,
porque los volmenes de sabidura contienen
casas llenas de tesoros;
Ni busquen los jvenes romanticismo, porque
entre las cubiertas de los libros hay mujeres
cuyas facciones son como el jade;
Ni hombre alguno se preocupe demasiado por
carruajes y una gran cantidad de criados, porque
los carruajes y los caballos engualdrapados
irn hacia los eruditos estudiosos.
Y que los jvenes de ambicin que quieran ascender
a la fama y la riqueza se dediquen al
sincero estudio de los tomos antiguos.

El significado de este requerimiento al estudio era bastante claro: con el estudio y los
conocimientos podan conquistarse distinciones y honores y elevarse hasta la clase
gobernante de los eruditos, gozando de tal modo de todas las comodidades del xito
mundano, incluso el oro, los cereales y las mujeres. Pero el seor Lang tomaba las
palabras literalmente, y crea en forma pattica que, si persista lo bastante en sus
estudios, encontrara en los libros fanegas de granos y docenas de hermosas mujeres.
A los dieciocho, a los diecinueve, e incluso a los veinte aos - la edad en que los
jvenes estn ms interesados en el sexo opuesto que en los mohosos volmenes de la
sabidura antigua -, continuaba manteniendo una loable devocin hacia sus libros. No
sala con otras personas ni buscaba otras formas de descanso, ya que su mayor placer
consista en permanecer sentado en su silla y recitar en voz alta sus pasajes favoritos.
Tena todos los sntomas de un bibliomanaco. Invierno y verano usaba la misma bata, y
como era soltero y viva solo, no tena a nadie que le recordara que deba cambiar de
ropa interior. A veces sus amigos iban a visitarlo, pero luego de algunas palabras de
saludo y de superficiales observaciones acerca del tiempo, sus pensamientos volvan
nuevamente a sus libros. Cerraba entonces los ojos, echaba la cabeza hacia atrs y
recitaba ciertos poemas o selecciones de prosa, entonando las frases con gran
satisfaccin. Sus amigos se iban pronto, viendo que era tan incorregible amante de los
libros que no los necesitaba a ellos para nada.
Fracas en los exmenes imperiales y no pudo obtener una graduacin, pero mostr
una inflexible devocin al estudio, debido a que crea tan absolutamente en las palabras
del emperador Sung Chentsung. Quera oro y carruajes, y quizs una mujer de
maravillosa belleza cuyas facciones fuesen como el jade, pero el emperador haba dicho
que podra conquistar todas esas cosas, y el xito en la vida, slo con ser un sabio
estudioso - y el emperador no poda mentir.
Un da una repentina rfaga de viento le arranc de las manos el delgado volumen que
lea y se lo llev revoloteando hasta el jardn. l lo persigui y le puso el pie encima
para recuperarlo. Al hacerlo su pie resbal y se introdujo en un hoyo cubierto de
maleza. Examin el agujero que su libro le haba hecho descubrir y encontr en el fondo
races podridas, barro y unos granos de mijo. Recogi el mijo grano a grano. Estaba
sucio y seguramente se encontraba all desde haca aos, y no era suficiente siquiera
para un cuenco de gachas para el desayuno. Pero para l fue como una profeca
convertida en realidad, y le confirm en su fe en las palabras del emperador.
Das ms tarde, mientras suba por una escalerilla en procura de algunos viejos
volmenes, encontr escondido detrs de los tomos, en uno de los anaqueles superiores,
un carruaje en miniatura, de unos treinta centmetros de largo. Limpindolo de polvo,
vio el luminoso y reluciente color del oro. Feliz, lo baj y lo mostr a sus amigos. stos
descubrieron que era dorado, no de oro macizo, y no era eso lo que l haba esperado.
Sin embargo, poco despus un amigo de su padre, un inspector que pasaba por el
distrito, fue a su casa para ver el carruaje. Era un devoto budista y quera obtener el
antiguo objeto de arte para uno de los templos, donde sera colocado ante un nicho, y
entreg a Lang trescientos taels de plata y dos caballos a cambio de la miniatura.
Lang estaba ahora absolutamente convencido de que las palabras de la "Invitacin a la
Sabidura" eran ciertas, porque las promesas del oro y los carruajes y los cereales se
haban cumplido ya. Todos haban ledo el famoso ensayo del emperador, pero slo
Lang mostraba una ilimitada fe en la verdad literal de las palabras del mismo.
Cuando tena treinta aos, soltero an, sus amigos le instaron a que buscara a una
buena muchacha para esposa.
- Para qu? - pregunt Lang, confiado -. Estoy seguro de que en estos volmenes de
sabidura y conocimiento encontrar a una dama cuyas facciones son como el jade.
La historia de la fe de esta rata de biblioteca en sus libros, y de sus patticas esperanzas
de que una belleza saltara de las pginas de los mismos, se difundi y provoc una
buena cantidad de jocosos comentarios. Un da le dijo un amigo:
- Querido Lang, la Doncella Hilandera est enamorada de ti. Alguna noche bajar
volando de su morada celestial y llegar hasta ti.
La rata de biblioteca vio que su amigo se burlaba de l, y no discuti con l, sino que
replic:
- Ya vers.
Una noche se encontraba leyendo la Historia de la Dinasta Han, volumen VIII. En la
mitad del volumen, aproximadamente, encontr un sealador, una ancha cinta de seda,
con el dibujo de una hermosa mujer recortado en tenue gasa y pegado encima. En la
parte de atrs de la cinta estaban escritas dos pequeas palabras: "Doncella Hilandera".
El corazn se le enardeci cuando contempl el dibujo. Lo volvi y lo examin,
susurrando y acaricindolo antes de volver a ponerlo en su lugar. Por fin suceda eso, se
dijo. En mitad de la cena se levantaba para mirarlo, y por la noche, antes de acostarse,
tomaba el volumen, sacaba el sealador y lo retena cariosamente en la mano. Se senta
sumamente dichoso.
Una noche se hallaba contemplando a la belleza de su volumen cuando de pronto la
joven se incorpor en la pgina y le sonri graciosamente. Sorprendido y no poco
conmovido, Lang se puso de pie e hizo una corts reverencia, y la muchacha creci
hasta tener treinta centmetros de altura. l hizo otra reverencia, tomndose las manos
con fuerza y apretndolas contra el pecho, y vio que la joven sala de la pgina, dejando
ver un par de hermosas piernas. Cuando el pie de ella toc el suelo, se convirti en una
figura de estatura normal y le lanz una mirada provocativa. El slo mirarla era un
festn.
- Heme aqu! Has esperado bastante - dijo la joven con atrayente voz.
- Quin eres? - pregunt Lang con acentos temblorosos.
- Mi nombre es Yen (facciones) y mi nombre personal J uya (como el jade). T no lo
sabes, pero hace tiempo que te conozco, aun escondida aqu. Tu fe en las palabras de los
sabios de la antigedad me conmovi, y me dije: "Si no aparezco y me muestro a l,
nadie creer ya en los antiguos sabios".
El sueo del joven estudioso se haba cumplido, su fe estaba justificada. La seorita
Yen no slo era hermosa, sino que desde el primer momento se mostr amistosa y
familiar con l. Lo dedic afectuosos besos y le demostr en todas las formas posibles
que lo amaba entraablemente. El seor Lang, como es de esperar en semejante rata de
biblioteca, no se aprovech de la situacin. A solas con ella, habl de literatura e
historia y arte hasta altas horas de la noche. Pronto la muchacha comenz a mostrarse
soolienta y dijo:
- Es tarde. Vayamos a acostarnos.
- S, tendramos que acostarnos.
Por modestia, la joven apag la luz antes de desnudarse, pero en verdad la precaucin
no era necesaria. Cuando estuvieron acostados, ella lo bes y le dijo:
- Buenas noches.
- Buenas noches - contest Lang. Al cabo de un rato la joven se volvi nuevamente y
dijo:
- Buenas noches.
- Buenas noches - repuso el joven erudito.
Y as fue noche tras noche. Dichoso con tan encantadora compaa a su lado, Lang
trabajaba con mayor intensidad aun y lea hasta muy avanzada la noche. La seorita
Yen se vea obligada a permanecer junto a l.
- Por qu estudias tanto? - le dijo, disgustada -. He venido a ayudarte. S lo que
quieres: tener xito y llegar a ser un alto funcionario. Y entonces, por lo que ms
quieras, no estudies tanto. Codate con la gente, hazte sociable, conquista amistades.
Entrate por ti mismo de cuntos libros han ledo los presuntos candidatos exitosos a
las graduaciones! Puedes contarlos con los dedos de las manos: los Cuatro Libros con el
Comentario de Chu Hsi, y quiz tres de los Cinco Clsicos. No todos los que pasaron
los exmenes son eruditos. No seas idiota. Escchame y olvida tus libros.
El seor Lang se sinti sorprendido por las palabras de la muchacha y deprimido ante
lo que le peda que hiciera. Ese era el consejo que ms difcil le resultaba seguir.
- Si quieres triunfar debes hacerme caso - insisti ella -. Olvdate de tus libros y tus
estudios, o te abandonar.
A desgana, l le obedeci, porque le agradaba su compaa y amaba a la joven. Pero en
cuanto su mirada caa sobre sus libros, sus pensamientos se perdan en ellos y
comenzaba a recitar en voz alta. Un da, cuando se dio vuelta, la joven haba
desaparecido. Or en silencio, pidindole que volviera, pero no haba seales de ella.
Entonces record que haba salido del volumen VIII de la Historia de la Dinasta Han, y
fue a abrir el libro y encontr el sealador exactamente en la misma pgina. La llam
por el nombre, pero la joven del dibujo no se movi. Lang se sinti desdichado. Una y
otra vez le rog que saliese y prometi obedecerle.
Finalmente, la muchacha se destac del libro una vez ms y baj, con una expresin
an colrica.
- Si no me haces caso esta vez, te abandonar. Y lo digo en serio.
El seor Lang le dio su promesa solemne. La seorita Yen dibuj un tablero de ajedrez
en una hoja de papel y le ense a jugar; tambin le ense juegos de naipes. Temeroso
de perderla, el seor Lang trataba de divertirse con los juegos, pero no pona el corazn
en ellos. Cada vez que se encontraba a solas, volva a abrir subrepticiamente los libros,
y temiendo que ella regresara a su escondite, coloc el volumen VIII en un anaquel
distinto, oculto entre otros libros.
Un da estaba ocupado leyendo, y tan absorto en ello que no advirti la presencia de la
muchacha en la habitacin. Viendo que haba sido descubierto, cerr rpidamente el
libro, pero la joven desapareci en un instante. Registr frenticamente todos los
volmenes, buscndola, pero en vano. Era posible que ella supiese dnde estaba el
volumen VIII? Busc el sealador, y encontr el dibujo de ella en la misma pgina del
mismo volumen.
Esta vez le llev ms tiempo convencerla, y lo hizo slo cuando l prometi no volver
a abrir un libro; y cuando ella consinti en salir del volumen, le apunt con un dedo en
seal de advertencia y le dijo con tono de profunda exasperacin:
- Quera ayudarte a llegar a ser un funcionario de xito, pero fuiste demasiado estpido
para escuchar mis consejos. Esta es absolutamente la ltima vez que tendr paciencia
contigo. Si dentro de tres das no has hecho ningn progreso en el ajedrez, te dejar para
siempre, y morirs siendo un erudito desconocido por todos.
Al tercer da Lang gan dos partidas de ajedrez, cosa que deleit a la seorita Yen.
Entonces sta le ense a tocar en un instrumento de siete cuerdas, y le exigi que
dominase una cancin en cinco das. Obligado por su promesa, Lang se concentr en
sus lecciones musicales, y gradualmente sus dedos se tornaron ms giles y eficaces. La
joven no le exiga perfeccin, sino que quera que aprendiese a gozar con la msica.
Lang descubri que estaba adquiriendo una educacin sumamente liberal. Se le ense
a beber y a jugar por dinero, a ser ingenioso y sociable en las fiestas.
Ella vio el texto del emperador e hizo observar:
- Esto no dice nada ms que la mitad de la cuestin - y le dio un libro secreto, esotrico,
intitulado El Verdadero Camino al xito. Con ese pequeo volumen, la muchacha le
ense muchas cosas: le ense a no decir lo que pensaba, a decir lo que no pensaba; y,
lo ms importante de todo, a decir lo que pensaba la persona con la cual estaba
hablando. Cuando tuvo esos conocimientos, la ltima etapa era aprender a decir la mitad
de lo que pensaba, para que jams se lo sorprendiese afirmando o negando nada, y
entonces, cuando las cosas no resultasen ser como haba pensado al comienzo, siempre
poda negar lo que haba afirmado y afirmar lo que haba negado. Lang no era un
estudiante idneo, pero la muchacha se mostraba sumamente paciente con l. Le
asegur que diciendo lo que no pensaba conseguira por lo menos an puesto de cuarto o
quinto orden, en tanto que si no deca lo que pensaba lograra slo un puesto de sexta
fila, como, por ejemplo, magistrado de distrito. Le manifest que en toda la historia los
funcionarios de primero y segundo orden, tales como gobernadores, ministros y
primeros ministros haban perfeccionado el arte de decir la mitad de lo que pensaban, a
fin de no ser pescados afirmando o negando nada. Esta ltima etapa exiga una buena
proporcin de prctica y refinamiento del lenguaje, pero la seorita Yen le asegur a
Lang que podra por lo menos dominar el arte de decir lo que pensaba el interlocutor,
arte bsico que le conseguira un puesto de sptimo orden, tal como el de magistrado
hsien. En rigor era muy sencillo y consista slo en acordarse siempre de decir: "Tiene
razn", cosa que el seor Lang aprendi con facilidad.
La seorita Yen le hizo salir a buscar a sus amigos y pasar noches bebiendo y
jaraneando. Sus amigos advirtieron que se haba producido un gran cambio en l, y
pronto adquiri una pequea reputacin de bebedor, jugador y "buen muchacho".
- Ahora ests en condiciones de llegar a ser un funcionario - le dijo la seorita Yen.
Quiz fue por accidente, o quiz la muchacha le haba guiado hbilmente hacia la
ltima leccin que haca falta para completar su educacin varonil, pero el caso es que
l le dijo una noche:
- Me he dado cuenta de que cuando un hombre y una mujer duermen juntos, engendran
un nio. Y sin embargo yo duermo contigo desde hace mucho tiempo y no hemos
engendrado ningn nio. Cmo es eso?
- Ya te dije que era una tontera estudiar continuamente en los libros - le dijo ella -. Y
ahora, cuando tienes treinta y dos aos, no conoces ni siquiera el primer captulo de la
vida. Y te jactas de tus conocimientos. Vergenza debera darte!
- No permitir que nadie me censure mi ignorancia - replic Lang -. Que me llamen
ladrn o embustero, pero no dejar que nadie diga que mis conocimientos son
deficientes. Hablas del primer captulo de la vida humana. Por favor, quieres
ilustrarme?
La seorita Yen le inici entonces en los misterios del hombre y la mujer, y, para su
gran sorpresa, Lang descubri que dichos misterios eran sumamente placenteros.
- No saba que pudiese existir tan exquisita dicha en las relaciones entre marido y
esposa! - exclam.
Y habl a sus amigos de su nuevo descubrimiento, y sus amigos se taparon la boca para
contener la risa. Cuando la seorita Yen se enter de ello, se ruboriz y le rega.
- Cmo puedes ser tan estpido? No se habla a los amigos de uno sobre las
intimidades de la alcoba.
- Qu motivos hay para avergonzarse? - pregunt l -. Entiendo que se pueda
considerar una deshonra tener relaciones ilcitas, pero no hay necesidad de avergonzarse
de una relacin que es el cimiento del hogar.
Les naci un nio y tomaron una doncella para cuidarlo. Cuando el nio tena un ao
de edad, su esposa le dijo un da:
- Hace ya dos aos que vivo contigo, y te he dado un hijo. Es tiempo de que me vaya.
Temo que suceda algo, si me quedo, porque he venido solamente para recompensarte
por tu fe. Ser mejor que nos despidamos ahora, para que no tengamos que lamentarlo
ms tarde.
- No, no debes abandonarme. No puedes dejarme. Y piensa en nuestro hijo!
La mujer contempl al hermoso chiquillo y el corazn se le conmovi de lstima.
- Muy bien - dijo -. Me quedar. Pero con la condicin de que te deshagas de todos los
libros de tu biblioteca.
- Querida - replic Lang -, te ruego, te imploro que te quedes, pero, por favor, no me
pidas que haga lo imposible. Esta biblioteca es tu hogar, y es lo nico que tengo de
valor en el mundo. Te lo suplico! Har cualquier otra cosa que me pidas.
La mujer cedi, incapaz de separarse del nio, y consinti en quedarse sin arrancarle la
promesa de desprenderse de sus libros.
- S que no debera hacer esto. Empero, todo est establecido previamente por el
Destino. No he hecho ms que advertirte.
Para entonces haba circulado la noticia de que el seor Lang viva con una extraa
mujer y haba tenido un hijo con ella. Sus vecinos no saban de dnde provena la
mujer, ni si Lang estaba casado con ella. Algunos interrogaron a Lang, pero l eludi la
respuesta, porque ya haba aprendido a no decir lo que pensaba. Se rumoreaba que haba
engendrado el nio en un espritu maligno, o por lo menos en una mujer de origen
misterioso y cuestionable.
La historia lleg a odos del magistrado, un hombre llamado Shih. Era de Foochow, un
joven osado que se haba graduado muy temprano, granjendose luego una slida
nombradla. Hizo comparecer ante l a Lang y a la mujer con la que ste viva, pues
tena curiosidad por conocerla.
La seorita Yen desapareci sin dejar rastros. Shih hizo que Lang compareciese en el
tribunal y lo interrog. Incluso cuando lo torturaron se neg a divulgar su secreto, a fin
de proteger a la madre de su hijo. Finalmente el magistrado obtuvo la informacin de
boca de la doncella, quien le cont lo que saba. El magistrado no crea en los espritus
malignos. Fue a la casa de Lang y practic un minucioso registro, pero sin encontrar
nada. Para demostrar que no crea en supersticiones, orden que todos los volmenes de
la biblioteca fuesen sacados al patio y quemados. Se observ entonces que el humo se
mantuvo durante varios das sobre la casa, como una bruma. Lang fue puesto en
libertad, y vio que su biblioteca estaba quemada y que la mujer que amaba se haba
perdido irremisiblemente. Profundamente encolerizado, jur venganza.
Decidi ascender al poder oficial, por el medio que fuese. Siguiendo el consejo de la
mujer, pronto hizo notables progresos en lo referente a conseguir amigos leales,
dispuestos a ayudarle. Dejaba sus tarjetas de visita en todas las casas importantes, y se
mostraba atento con las damas de familias encumbradas. Se le prometi un
nombramiento.
No se haba olvidado de la seorita Yen ni del hombre que destruy su biblioteca.
Coloc una lpida de espritus para la seorita Yen y quem incienso ante ella. Todos
los das le rezaba:
- Oye mi oracin y haz que consiga un puesto en Foochow.
Su oracin pareci haber sido escuchada, porque pronto fue nombrado inspector del
distrito de Foochow. Su deber era examinar la foja de servicios de los funcionarios.
Puso especial cuidado en estudiar la foja de Shih, y encontr pruebas de corrupcin y
abuso del poder oficial. Denunci a Shih y le confisc las pertenencias. Satisfecho al
cabo, present su renuncia y, tomando a una muchacha de Foochow para que cuidase a
su hijo, volvi a su hogar.

15. EL LOBO DE CHUNGSHAN

Este notable relato fue escrito por Hsieh Liang, de la Dinasta Sung, pero algunos
textos dan como autor a Ma Chungshi, de la Dinasta Ming. Es posible que Ma haya
revisado y mejorado el texto de Hsieh. El estilo es altamente clsico; hace hablar al
lobo en el lenguaje de los caballeros cultos de Tsochuan (que, por supuesto, yo no he
seguido), pero ese defecto puede ser perdonado en consideracin al originalsimo
comentario del autor acerca de la ingratitud humana con respecto a los animales, que
son nuestros amigos y fieles servidores.

Un da, con gran alharaca, el barn de Chao parti de caza hacia los montes
Chungshan, acompaado de una jaura de sabuesos y de cazadores profesionales
armados de lanzas y flechas; algunos llevaban halcones adiestrados. En el camino el
barn vio un lobo a cierta distancia, al otro lado del camino. Cosa extraa, el animal
estaba parado sobre las patas traseras y aullaba como para atraer la atencin,
presentando de tal modo un blanco perfecto. El barn lanz una flecha e hiri al animal,
pero ste logr huir. Entonces los cazadores se lanzaron en su persecucin, y los gritos
de los hombres y los sabuesos resonaron en el bosque, y se levant una nube de polvo
que debe de haber ayudado al animal a escapar.
En ese momento cierto seor Tungkuo viajaba rumbo a Chungshan, caballero en un
flaco borrico y llevando slo un saco que contena sus libros y unas pocas prendas de
vestir. Era uno de los motseanos, o discpulos de Mots, que formaban entonces una
floreciente secta religiosa caracterizada por su austera vida de abnegacin y devocin al
servicio de los congneres. Iban de un lado a otro predicando el evangelio del amor
universal, tratando de convertir a los reyes, la aristocracia y el vulgo y poniendo en ello
un celo de fanticos. Se consagraban a la vida de pobreza, y a menudo arriesgaban la
vida para ayudar a los dems y hacerlos felices.
Tungkuo oy el ruido y el alboroto y luego vio al lobo herido que corra en su
direccin, seguido de cerca por los cazadores. Cuando el animal vio al motseano, gru
lastimosamente pidiendo ayuda, y el corazn de Tungkuo fue conmovido por la piedad,
porque vio que el animal tena clavada una flecha en el lomo.
- No temas - dijo Tungkuo -. Te sacar la flecha.
- Ah, eres un motseano - dijo el lobo -. Eres un buen hombre. Los cazadores me
persiguen. Djame esconderme en tu morral hasta que la persecucin haya terminado. Si
me salvas la vida te quedar eternamente agradecido.
- Pobre lobo, cmo te viste en este aprieto? Necesitas sabidura, eso es lo que te falta.
Pero mtete en el zurrn, rpido. No hables de gratitud. Me alegro de hacer lo que
pueda por ti.
El motseano sac las cosas de su morral y comenz a meter al lobo en ste. Pero el
animal era grande y el zurrn demasiado pequeo. Cuando lo meta de cabeza, le
asomaban las patas traseras y la peluda cola, y cuando lo meta al revs no le resultaba
posible introducir las patas delanteras y la cabeza sin quebrarle el cuello. Hizo varias
tentativas, en todas las posiciones posibles, pero sin xito.
- Date prisa! Los cazadores se acercan! - exclam el lobo -. Vamos, tame!
El lobo se acurruc en el suelo y dej que el motseano le atara el cuerpo y las patas.
Finalmente, con muchos forcejeos y empujones, Tungkuo consigui meter al lobo en el
morral y colocarlo en la grupa del borrico. Angustiado, vio que gotas de sangre brotaban
del zurrn. Lo que es ms, el lobo haba dejado un reguero de sangre, y Tungkuo tena
tambin las manos manchadas de ella. Tan rpidamente como pudo, el motseano borr
las huellas y volvi a su cabalgadura en direccin contraria, de modo que el morral
fuese menos visible.
Cuando la partida lleg, el barn le pregunt si haba visto a un lobo.
- No - repuso Tungkuo serenamente, de pie a un costado del camino -. El lobo es un
animal astuto. No vendra por el camino. Debe de estar oculto en alguna parte del gran
bosque.
El barn lo mir ceudamente. Haciendo cimbrar la espada, dijo:
- Si alguien trata de ayudar al animal a huir, tendr que pagar por ello.
Tungkuo mont calmosamente en su borrico y salud al barn agitando la mano.
- Si lo veo en alguna parte, le avisar. Buena suerte!
Cuando el lobo oy que el ruido de la partida de caza se perda en la distancia, grit
desde adentro del zurrn:
- Djame salir, pronto! Me estoy asfixiando! El motseano desmont y ayud al lobo
a salir. Lo desat y le toc suavemente la herida, preguntndole:
- Te duele an? Qu susto me llev!
- No, la herida no es ms que un rasguo. Y ahora que me has salvado la vida, quieres
hacerme otro favor?
- Con gusto... cualquier cosa que est a mi alcance. Nosotros somos motseanos, sabes?
Slo el evangelio del amor puede salvar al mundo. Qu quieres que haga? Estoy a tu
servicio.
- Bien, estoy muerto de hambre - dijo el lobo mirndolo con el rabillo del ojo.
- S?
- Realmente, t podras salvarme. Hace tres das que no como, y si muero esta noche
me habras salvado la vida en vano. Por qu no me dejas que te coma? Un poco de
abnegacin, sabes? No es mucho lo que pido, no es cierto?
Tungkuo se sinti aterrorizado al ver que el lobo desenfundaba las garras y saltaba
sobre l. El hombre se precipit rpidamente hacia el otro lado del jumento, temblando.
- No puedes, no puedes hacerme eso! - le censur.
- Por qu no?
- No puedes. Acabo de salvarte la vida! Comenzaron a perseguirse alrededor del asno,
que se mostr sumamente intrigado ante tanto movimiento.
- Vaya, s razonable - dijo el motseano al lobo por sobre el cuello del borrico -. Es
intil discutir y tratar de resolver la cuestin por la fuerza. No me convencers de que
tienes razn, aunque consigas hacerme pedazos, y despus te remorder la conciencia,
no es cierto? Supongo que te interesar saber que cuando me comas no estars
haciendo lo correcto.
- Por supuesto - gru el lobo -. Pero tengo hambre y estoy cansado de esta discusin.
- Entonces resolvamos el caso amigablemente. Te propongo que lo sometamos a un
arbitraje. De acuerdo con la costumbre, pediremos a tres de nuestros mayores que
decidan si tienes derecho a comerme, teniendo en cuenta que te salv la vida.
- Est bien, est bien, pero no hables tanto - replic el lobo -. Estoy convencido de que
Dios cre a los hombres para ser comidos por los lobos. Somos inmensamente
superiores a tu raza. No puedes defenderte, eres un ente degenerado, eso es lo que eres.
Siguieron juntos por el camino, pero no encontraron a nadie, porque ya iba
oscureciendo.
- Realmente, estoy muerto de hambre. No puedo esperar mucho ms - dijo el lobo.
Sealando un viejo tocn situado al borde del camino, dijo - : Preguntmosle a l.
- Pero no es ms que un rbol. Qu puede saber?
- Pregntale. l te dir.
El motseano hizo una reverencia al viejo rbol y le cont cmo haba salvado la vida
del lobo, con gran riesgo para la propia.
- Dme, es justo, en tu opinin, y es demostracin de gratitud corriente, que ahora sea
comido por l?
Una gran voz resonante surgi de las entraas del rbol:
- Buen seor, entiendo lo que quieres decir. Hablas de gratitud. Permteme que te
cuente mi historia. Soy un albaricoquero. Cuando el jardinero me plant, no era ms que
una simiente. En un ao florec, y en tres aos di frutos. En cinco aos mi tronco era del
tamao de un brazo, y en diez aos tena la circunferencia del vientre de un nio. Ahora
tengo veinte aos de edad. Toda mi vida aliment al jardinero y su familia con mis
frutos. Lo aliment a l y a sus amigos, e incluso venda parte de mi fruta en el mercado,
y obtena ganancias con ello. Ahora el jardinero ve que ya no doy frutos porque soy
viejo. Me arranc las hojas, me quebr las ramas, y me serruch las ms gruesas para
utilizarlas como combustible. No satisfecho con eso, me he enterado de que va a vender
lo que queda de m para lea, para ser cortado y tallado. Bueno, as es la vida. Por qu
no habra de comerte el lobo?
- He aqu que habla un espritu prudente - dijo el lobo con gran placer, y se dispuso a
saltar sobre Tungkuo.
- Espera un momento. Todava tenemos qu escuchar a dos ms de nuestros mayores.
- Bueno, como quieras - contest el lobo -. Pero debo decirte que ahora tienes para m
un olor ms delicioso que nunca.
Haban recorrido una corta distancia cuando vieron a un viejo bfalo acutico de pie
junto a una cerca con el aspecto de estar profundamente cansado de la vida.
- Pregntale a ste - dijo el lobo -. Estoy seguro de que conoce mucho de la vida.
El motseano relat nuevamente su historia y pidi un juicio equitativo. El bfalo lo
contempl con frialdad y - le pareci a Tungkuo - un tanto cnicamente. El animal
pens un rato, se lami los belfos y contest:
- Bueno, lo que el viejo albaricoquero te dijo es cierto. Mrame cmo estoy, viejo y
flaco y murindome lentamente de hambre. Tendras que haberme visto cuando era
joven. Un granjero me compr en el mercado y me hizo trabajar en su granja. Las otras
vacas se estaban poniendo viejas y yo haca la mayor parte del trabajo. El granjero deca
que yo era su favorito. Cuando sala de viaje, me aparejaba a m, y cuando quera
roturar eriales yo se los araba y los converta en tierras cultivables. Cuando llegaba la
poca de plantar, yo chapaleaba en el barro, y durante la cosecha le haca funcionar el
molino. No escatimaba mis esfuerzos y haca el trabajo de dos o tres peones. Sus
alimentos, su ropa y el dinero con que pagaba sus impuestos, todo provino de m. Ahora
ha podido agregar un ala a su granero y casar a su hijo, y vive cmodamente, como un
seor de provincias, rodeado de hijos y nietos. Tendras que haberlo visto cuando llegu
a su casa. No hablemos de servicio de mesa... Pero si coma con cucharas y cuencos y
escudillas de barro... I Ahora tiene jarros de vino en el stano. Qu hiciste t por el
lobo que no haya hecho yo por la familia del granjero? Pero la esposa de l piensa que
soy intil (estoy viejo, eso es todo), y me deja vagar y dormir al raso, expuesto al viento
y al fro. Me ves aqu, tratando de conseguir un poco de la tibieza del sol, pero cuando
llega la noche estoy solo. No me importa, todos deben envejecer. Pero o decir a la
esposa que me enviaran al matarife. "Podemos conservar su carne - dijo -, hacer cuero
con su pellejo, y con sus cuernos y pezuas tallar utensilios tiles." Ah, as es la vida!
No hables de la gratitud humana. No veo ni un solo motivo para que no seas comido por
el lobo.
ste se dispuso otra vez a clavar los dientes en el brazo del motseano, pero Tungkuo
dijo:
- Todava no. Has tenido tanta paciencia... Oigamos lo que dir nuestro tercer mayor,
de acuerdo con lo convenido.
Pronto vieron a un anciano que se acercaba hacia ellos. Caminaba apoyado en un
bastn. Tena una larga barba blanca y pareca un santo. Tungkuo se alegr de encontrar
a un ser humano y corri hacia l, pidindole que solucionara la disputa.
- Una palabra tuya me salvar la vida, anciano to - le implor.
El anciano escuch la narracin.
- Qu ingratitud! - exclam, lanzando al lobo una mirada colrica -. No sabes que un
hombre desagradecido ser castigado en su vejez con un hijo desagradecido? Algn da
tendrs un hijo que ser brutal y perverso contigo, a despecho de todo lo que hayas
hecho por l. Vete, o te matar!
- Pero no has escuchado mi historia - rog el lobo -. Por favor, escchame. El motseano
me amarr y me meti en su morral, donde estaba tan apretujado, que apenas poda
respirar. Cre que me mora. No tienes idea de cuan incmodo me senta.
- En ese caso tambin el motseano debe ser censurado - dijo el santo, y la discusin
recomenz.
- No s a quin escuchar y a quin creer. T dices que le salvaste la vida al lobo, y el
lobo dice que lo lastimaste. La nica forma de probar quin tiene razn es hacer una
demostracin. Yo mismo ver cuan incmodo estabas en el zurrn.
- Ya vers - dijo el lobo, y permiti que lo ataran y lo metieran en el morral.
- Tienes un cuchillo puntiagudo? - susurr el santo.
- S - respondi Tungkuo, perplejo.
- Y?
- No me estars pidiendo que mate al lobo, verdad?
- Como te parezca. O t lo matas o l te mata a ti. Qu moralista tan poco prctico
eres!
As diciendo, el santo lanz una carcajada y ayud al motseano a traspasar al lobo,
encerrado en el zurrn, con un cuchillo, cosa que termin con la discusin.

CUENTOS DE FANTASA Y HUMORISMO
16. UN ALBERGUE NOCTURNO

Un Albergue Nocturno, El Hombre que se Volvi Pez, el Tigre, y la Posada del
Matrimonio.
Cuatro relatos de Li Fu-yen (Vase la Introduccin). Se conservan en T'aip'ing
Kwangchi con los nmeros 418, 471, 429 y 159 respectivamente. Otro relato del mismo
autor puede encontrarse en mi Vigil of a Nation (Ed. John Day), pgs. 155-58; es
narrado con el mismo fondo de muga y responde a la pregunta: Cundo le es mas
difcil a una persona mantener la boca cerrada? Entre los cuatro cuentos que siguen el
ms conocido es "La Posada del Matrimonio", y las frases "el anciano a la luz de la
luna" y "atando hilos rojos" han pasado al vocabulario chino corriente.

Cuando Li Tsing, el gran general *, era un joven desconocido, sola cazar en las
montaas Huo. Se convirti en un espectculo familiar para los aldeanos de esa regin
montaosa, y como era alto y hermoso y se mostraba amistoso con todos, lo queran. A
menudo, durante sus viajes de caza, se detena en cierta aldea para cenar o almorzar. En
dicha aldea haba un anciano que le proporcionaba alimentos y albergue siempre que se
haca tarde y no poda regresar a la ciudad. El anciano era adinerado y no aceptaba pago
alguno por el alojamiento. Siempre tena una cena caliente y una cama abrigada para Li
Tsing, y de ese modo se hicieron grandes amigos.

* Vase tambin la historia de Li Tsing en "Barba Rizada".

Un da Li vio un rebao de ciervos y les sigui las huellas. Era un buen jinete y viaj
velozmente por colinas y valles, a veces siguiendo un sendero de cabras hasta la cima de
una colina, donde esperaba volver a ver el rebao; pero los ciervos haban desaparecido.
Saba que poda distinguir cualquier cosa que se moviese a quinientos metros de
distancia, y era demasiado buen cazador para abandonar la persecucin a mitad de
camino de la meta. Cruz cima tras cima, y para, cuando cay la noche no saba dnde
se encontraba. Disgustado y cansado, trat de encontrar el camino de regreso, pero el
terreno le era desconocido. Pronto se alegr al ver una luz que brillaba en la cresta de
una montaa, frente a l, a media hora de camino, y parti en esa direccin, esperando
encontrar un albergue nocturno.
Al llegar al lugar vio que se trataba de una mansin rodeada de un alto muro blanco con
una puerta roja. Golpe y esper. Al cabo de largo rato un criado abri la puerta lateral
y le pregunt qu quera. Li le explic que haba estado cazando y se haba perdido, y le
pidi hospitalidad.
- Me temo que sea imposible - dijo el criado -. Los hombres no estn y en la casa slo
se encuentra el ama.
- De todos modos, quieres hablar con la dama en mi favor?
El criado entr y pronto regres, diciendo:
- Pase. Al principio la seora no quera saber nada, pero al enterarse de que usted se
haba perdido, lo pens mejor y dijo que le dara un cuarto para pasar la noche.
Li fue conducido al vestbulo, que estaba elegantemente adornado con muchas
lmparas y platos de cristal y otros hermosos objetos de lujo. Pronto apareci una
doncella que anunci:
- Ya viene la seora.
El ama de casa apareci en seguida. Era una dama de aspecto digno, de ms de
cincuenta aos de edad, vestida con un sencillo traje negro. Li advirti que todo lo que
llevaba puesto era del ms fino material. Hizo una reverencia y se disculp por la
intrusin.
- Mis hijos estn ausentes esta noche, y por lo comn no recibo invitados. Empero,
usted se ha perdido en una noche tan oscura como la de hoy, y no tengo corazn para
cerrarle la puerta. - Hablaba con gran aplomo y refinamiento, y su tono era el de una
bondadosa madre de una familia dichosa y bien ordenada. Incluso su cabellera gris era
hermosa.
La comida que se le sirvi a Li era sencilla, excelente, y consista principalmente de
pescado. Comi en escudillas de cristal, con palillos de marfil.
Despus de la cena la dama se excus, dicindole:
- Debe de estar cansado, y querr retirarse de inmediato. Mi criada cuidar de que no le
falte nada.
Li se levant para saludarla y le dese buenas noches.
La dama le respondi "buenas noches" con suavidad y agreg:
- Puede que durante la noche haya ruido. Espero que ello no le molestar.
La mirada de Li expres sorpresa, y ella lo advirti.
- Mis hijos llegan a menudo en mitad de la noche y hacen mucho barullo - explic la
dama -. Simplemente quera hacrselo saber, para que no se asustara.
- No me asustar - contest Li. Quiso preguntarle qu edad tenan sus hijos y qu
hacan, pero le pareci mejor no parecer muy curioso.
Dos criadas llevaron un rollo de finas y limpias ropas de cama, y, habiendo cuidado de
que tuviese todo lo que necesitaba, salieron y cerraron la puerta de la habitacin.
Era una cama cmoda, abrigada, y l estaba cansado despus de la jornada de cacera.
Pero se pregunt qu clase de gente sera la que le daba alojamiento, que viva tan
alejada de todo y estaba ocupada durante la noche. Tena los miembros fatigados y se
encontraba pronto a dormirse, pero su cerebro estaba despierto. Como un cazador
acechando su presa, permaneci perfectamente inmvil en la cama, esperando a or lo
que ocurrira.
Hacia la medianoche oy un fuerte y perentorio golpe en la puerta. Pronto escuch el
crujido de la puertecita lateral y al criado hablando con alguien en susurros. Luego oy
los pasos del criado entrando en la sala y a la dama salir y preguntar:
- Qu ocurre?
- El mensajero trajo este pergamino, y dijo que es urgente - inform el criado -. Se le
ordena al amo mayor que haga descargar una lluvia en esta regin, en diez kilmetros a
la redonda, en torno de la montaa, y la lluvia debe cesar antes del alba. Dijo que no
hagan mucha lluvia, por temor de que se arruinen las cosechas.
- Qu puedo hacer? - pregunt la dama con voz rpida, excitada -. Los dos estn
ausentes, y es demasiado tarde para mandar a buscarlos. Y no puedo enviar a ningn
otro.
- No puede pedirle a nuestro invitado que lo haga? - sugiri una doncella -. Es un
hombre fuerte, un cazador. Tiene un buen caballo.
El ama de casa pareci encantada con la sugestin, y fue a golpear a la puerta de Li.
- Est despierto?
- Qu puedo hacer por usted? - repuso Li.
- Por favor, salga. Tengo que hablar con usted. Li baj de inmediato de la cama y entr
en la sala. La dama le explic:
- Esta no es una casa comn. Se encuentra usted en la residencia del Dragn. He
recibido del Cielo una orden de hacer llover ahora mismo, entre este momento y el alba,
y no tengo a nadie que lo haga. Mi hijo mayor est ausente, en una boda que se celebra
en el Mar Oriental, y mi segundo hijo acompaando a su hermana menor a un viaje
distante. Estn a miles de kilmetros de distancia, y es demasiado tarde para enviarles
un mensaje. Quiere tener la bondad de ocuparse de la tarea? Nuestro deber es hacer
lluvias, y mis hijos sern castigados si no obedecen esta orden.
Li se sinti deliciosamente sorprendido por tan novedoso pedido.
- Me encantara poder serle til, seora, pero el trabajo est ms all de mi poder y
experiencia. Supongo que para hacer llover hay que volar sobre las nubes.
- Sabe usted montar en un buen caballo?
- Naturalmente.
- Eso basta. Lo nico que necesita es montar un caballo que le dar (no el suyo, por
supuesto) y seguir mis instrucciones. Es sumamente sencillo.
Orden que llevasen y ensillasen un caballo de negras crines, y entreg a Li una
botellita que contena agua de lluvia, que debera colgar de la parte delantera de la
montura.
- Este es un corcel celestial - dijo -. Sostenga las riendas flojas y djelo trotar hacia
donde l quiera. No lo apresure. Sabe adonde tiene que ir. Cuando lo vea piafar, tome
esta botella y eche una gota por sobre sus crines. Tenga cuidado, no eche muchas; no lo
olvide.
Li mont en el corcel celestial y parti. Le sorprendi la serenidad y la velocidad de la
marcha del animal. Muy pronto el caballo comenz a trotar ms rpidamente, pero
continuaba manteniendo un ritmo constante, y Li tuvo la sensacin de que ascenda.
Cuando mir en torno, vio que se encontraba sobre las nubes. Un viento veloz y
hmedo le cacheteaba fuertemente el rostro, y ms abajo vio rodar el trueno y
encenderse el relmpago. Siguiendo las instrucciones, dej caer una gota del agua
divina cada vez que el caballo se detena y piafaba. Al cabo de un rato, con la ayuda de
los relmpagos, vio, a travs de una abertura en las nubes, la aldea donde sola
hospedarse por la noche. "Ya he causado muchas molestias al anciano y a la gente de la
aldea - pens -. Hace tiempo que quiero pagarles por la hospitalidad, y ahora tengo el
poder de hacer llover. Ayer vi sus cosechas resecas en el campo, las hojas marchitas y
amarillentas. Echar un poco ms de agua para esa buena gente."
Dej caer veinte gotas en la aldea y se sinti feliz cuando vio caer la lluvia. Cuando
termin volvi a la residencia del Dragn.
El ama de casa lloraba en una silla, en la sala.
- Qu espantoso desatino ha cometido! - exclam la dama cuando lo vio llegar -. Le
dije que dejara caer una gota de agua, y debe de haber vertido la mitad de la botella.
No saba que una gota de ese lquido representa treinta centmetros de lluvia sobre la
tierra? Cuntas gotas dej caer?
- Slo veinte - contest Li, sintindose muy tonto.
- Solo veinte! Se imagina a una aldea inundada repentinamente por seis metros de
lluvia cados en una sola noche? Toda la gente y el ganado resultarn ahogados. Por
supuesto, se har un informe al Cielo y mis hijos sern considerados responsables por
este desastre.
Li estaba avergonzado y no saba qu decir, salvo que lo senta. Pero, es claro, era
demasiado tarde para eso.
- No lo censuro. Debera habrselo dicho. Pero me temo que cuando el Dragn llegue a
casa las cosas no sean muy agradables para usted. Le aconsejo que se vaya
inmediatamente.
Li se sinti conmovido ante la bondad de la dama y se dispuso a irse en el acto. Ya
llegaba el alba. Se alegr de poder irse tan fcilmente, pero, para su sorpresa, su
anfitriona le dijo, cuando ya estaba preparado:
- Debo recompensarlo por el trabajo que se tom. No debera haber pedido a un
invitado que se levantara en mitad de la noche. Yo tuve la culpa. Aqu no tengo regalos
costosos para darle, pero puedo proporcionarle dos criados. Puede llevarse uno de ellos
o los dos, como le plazca.
Li mir a los dos criados que estaban junto a ella. El del este era afable y bondadoso. El
del oeste, duro y musculoso, y pareca un poco feroz.
Li pens que un criado le sera til, y quera tener un recuerdo de la extraa visita
nocturna.
- Llevar uno - dijo.
- Como quiera. Elija - respondi el ama de casa.
Li medit. El de aspecto bondadoso pareca inteligente y carioso, pero quiz no fuese
un compaero tan til para una partida de caza. Dijo que aceptara al membrudo
individuo de aspecto ms bien salvaje.
Agradeci a su anfitriona y parti. Se volvi para mirar una vez ms la casa y vio que
haba desaparecido. Cuando se dio vuelta para interrogar al criado, tambin ste haba
desaparecido.
Encontr el camino de regreso. Al llegar al lugar donde haba estado la aldea, vio que
una gran masa de agua lo cubra todo, salvo las copas de los rboles. Todos los
habitantes se haban ahogado durante la noche.
Ms tarde Li lleg a ser un gran general y dirigi victoriosas campaas que terminaron
con la fundacin de la Dinasta Tang. Pero en sus largos aos de servicio al emperador,
que era su amigo, nunca lleg a ser primer ministro o jefe civil del gobierno, porque no
haba elegido al criado bondadoso y tranquilo. Hay un proverbio que dice que los
buenos generales provienen del oeste del paso Tungkwan (noroeste) y que los buenos
primeros ministros son del este (las llanuras centrales). Quiz la posicin de los dos
criados era simblica. Si Li hubiera escogido a los dos llevndoselos consigo, habra
llegado a ser el jefe, tanto civil como militar, del gobierno.

17. EL HOMBRE QUE SE VOLVI PEZ

Shay, un hombre de ms de treinta aos, serva como jefe de seccin en la oficina del
magistrado de Chincheng, en Szechuen. El magistrado jefe era un hombre llamado
Tsou, y sus colegas eran los dos vicemagistrados, Le y Pei. En el otoo del ao 758,
Shay enferm gravemente. Tena una fiebre altsima, y su familia consult en vano a
muchos mdicos. Al sptimo da perdi la conciencia, y continu en ese estado durante
varios das. Sus amigos y su familia le dieron casi por muerto. Al principio estaba
sediento y peda agua, que beba en gran cantidad, pero hacia el final se encontraba en
estado comatoso y no poda tomar nada. Durmi continuamente hasta el vigsimo da,
en que, de pronto, bostez y se incorpor.
- Cunto tiempo he dormido? - pregunt a su esposa.
- Unas tres semanas.
- S, supongo que debe de haber sido tanto tiempo. V a ver a mis colegas y diles que
me he recobrado. Averigua si en este momento estn comiendo carpa picada. En caso
afirmativo, que dejen de comer inmediatamente. Y trae al criado Chang al despacho.
Tambin lo necesito.
Un criado fue enviado a la oficina del magistrado. Descubri que el personal, en efecto,
estaba almorzando un plato humeante de carpa picada, caliente. El criado les entreg el
mensaje, y los hombres acudieron a la casa de Shay, dichosos de enterarse de que el
amigo se haba recobrado.
- Mandaron ustedes al criado Chang a comprar pescado? - pregunt Shay.
- S.
Se volvi a Chang y le dijo:
- No fuiste a comprar pescado al pescadero Chao Kao, y no se neg l a venderte el
gran pescado? No me interrumpas. Encontraste la enorme carpa oculta en un charquito,
cubierta de juncos. Entonces compraste el pescado, pero te enojaste con el pescadero
porque te enga, y lo llevaste contigo. Cuando entraste en el edificio del despacho, el
escribiente de la oficina de impuestos estaba sentado al este de la puerta, y el subalterno
estaba sentado al oeste, jugando al ajedrez. No es cierto? Luego cruzaste el vestbulo y
viste al magistrado Tsou y al vicemagistrado Le jugando a los naipes, y Pei los miraba,
mordiendo una pera. Le contaste a Pei lo del pescadero, y Pei le propin un puntapi
que lo envi rodando hasta el patio. Entonces llevaste el pescado a la cocina y el
cocinero, Wang Shihliang, lo mat para la cena. No es eso exactamente lo que ocurri?
Interrogaron a Chang y se consultaron unos a otros y descubrieron que cada uno de los
detalles era correcto. Grandemente perplejos, le preguntaron a Shay cmo saba todo
eso, y el que sigue es el relato que hizo a sus amigos:
Cuando enferm, tena una fiebre altsima, como todos ustedes saben. Abrumado por el
insoportable calor, ca en la inconsciencia, pero la sensacin de fiebre persista en mi
interior, y me pregunt cmo podra encontrar alivio. Pens en hacer un paseo a lo largo
de la deliciosa orilla del ro, y tom un bastn y sal. El aire estaba perceptiblemente
ms fresco cuando me encontr fuera de la ciudad, e inmediatamente me sent mejor. Vi
el aire caliente que se elevaba de los techos de las casas, y me alegr de haber dejado
stas atrs. Adems, estaba sediento y slo quera acercarme al agua. Me dirig hacia las
laderas de las colinas, donde el Lago Oriental se une al ro.
Llegu al lago y me detuve en la ribera, bajo un sauce. El agua azul pareca sumamente
acogedora. Una suave brisa rizaba su superficie, cubrindola como de escamas de
pescado, de modo que fcilmente pude seguir el movimiento y direccin de la brisa
sobre el lago. Todo estaba silencioso y sereno. De pronto pens que me gustara darme
un chapuzn. De nio sola nadar, pero haca mucho tiempo que no nadaba en el lago.
Me quit las ropas y me zambull; experiment una deliciosa sensacin cuando el agua
se cerr en mi derredor y me acarici el cuerpo y los miembros. Me zambull varias
veces por debajo de la superficie, sintiendo un inmenso alivio. Lo nico que puedo
recordar es que me dije: "Es una lstima que Pei y Le y Tsou y todos mis amigos estn
asndose todo el da en sus oficinas. Ojal pudiese convertirme en pez por un rato y no
tener ms nada que ver con sellos y rbricas, firmas y documentos. Cuan feliz sera si
pudiera convertirme en pez y nadar durante das y noches, con agua, y nada ms que
agua, en mi derredor!"
- Creo que eso se puede arreglar fcilmente - dijo un pez, surgiendo a mis pies -.
Puedes convertirte, de por vida, en un pez como yo, si as lo quieres. Te agradara que
me ocupase de eso?
- Te lo agradecer, si tienes la bondad... De paso, me llamo Shay Wei, jefe de seccin
de la ciudad. Dle a tu gente que me gustara cambiar el lugar con cualquiera de ellos.
Para que pueda no hacer otra cosa que nadar y nadar y nadar!
El pez se fue y pronto regres con un hombre que tena cabeza de pez y que vena
montado en una wawa - ya saben, de las que tienen cuatro patas y viven en el agua,
pero que pueden trepar a los rboles y que cuando uno las atrapa o las mata emiten un
ruido como el llanto de un nio. Ese hombre de cabeza de pez vena con un squito de
una docena de peces de todas clases, y ley una orden del Rey del Ro. Cranmelo,
estaba escrita en excelente prosa, y deca as:
El hombre, criatura nacida en tierra, tiene costumbres distintas de las de los moradores
del mar. Mientras conserva su forma y aspecto hace execrables progresos en el agua. El
J efe de Seccin Shay Wei tiene gran profundidad de pensamiento y busca alivio y solaz
en una vida libre. Insatisfecho y cansado de la rutina de los deberes oficiales, ansia
conocer las frescas profundidades de los azules lagos y ros, la libertad de disponer de
un tiempo ilimitado para los deportes de nuestro acutico reino. Su deseo de convertirse
en miembro de la escamosa tribu es por lo tanto concedido. Ser convertido en una
carpa morena y destinado al Lago Oriental como morada permanente. Ay!, muchas son
las tentaciones y trampas que se abren en el camino de los habitantes de mares y ros.
Algunos han atacado barcos implacablemente, y algunos, con insuficiente experiencia y
autodominio, han sido pescados y atrapados por los distintos artificios del hombre. En el
agua es ms cierto que en ninguna parte que la cautela es la mejor seguridad de una
larga vida. Ojal te conduzcas sabia y honorablemente, en forma digna de la tribu de la
cual tienes el privilegio de convertirte en miembro. S un buen pez!
Mientras escuchaba la orden, descubr que me haba transformado en un pez, y mi
cuerpo estaba cubierto de hermosas y relucientes escamas. Encantado con la
transformacin, nad graciosamente y con perfecta desenvoltura, subiendo a la
superficie y zambullndome hasta el fondo, a voluntad, con el ms mnimo movimiento
de mis aletas. Recorr el ro corriente abajo y explor todos los rincones y escondrijos
de la costa y de todos los arroyos y tributarios, pero siempre regresaba por la noche al
lago.
Empero, un da me sent terriblemente hambriento y no poda encontrar alimentos. Vi a
Chao Kao tender la lnea y esperar para pescarme. El gusano pareca tentador, y las
agallas se me hicieron literalmente agua. Saba perfectamente que se trataba de una cosa
horrible que siempre me haba dado asco, pero sent que era precisamente lo que
necesitaba, y no pude imaginar nada que fuese ms delicioso para mi paladar. Y
entonces me acord de las palabras de prevencin. Me apart del gusano y con gran
dominio de m mismo me alej nadando.
Pero una terrible hambre me roa el estmago, y no poda ya soportarla. Me dije:
"Conozco a Chao Kao y l me conoce a m. No se atrevera a matarme. Si soy pescado
le pedir que me lleve de vuelta a la oficina."
Volv, me tragu el gusano y, por supuesto, fui pescado. Luch y forceje, pero Chao
Kao tirone y me hizo sangrar el labio inferior, de modo que me rend. Cuando estaba a
punto de sacarme, grit: "Chao Kao, Chao Kao, yeme! Soy Shay Wei, el J efe de
Seccin. Sers castigado por esto."
Chao Kao no me oy, me at la cabeza con una cuerda y me coloc en un charquito
cubierto de juncos.
Me qued all, esperando. Muy pronto, como en respuesta a mi oracin, lleg Chang de
nuestra oficina. Escuch la conversacin en el trascurso de la cual Chao Kao se neg a
venderle a Chang el gran pescado. Sin embargo, Chang me encontr y me sac del
charco, y me qued balancendome de la cuerda, absolutamente indefenso.
- Chang, cmo te atreves? Soy tu jefe. Soy el J efe de Seccin Shay, slo
temporalmente disfrazado de pescado. Vamos, hazme una reverencia!
Pero Chang tampoco me oy, o prefiri hacer caso omiso de m. Grit a voz en cuello,
y maldije y me retorc, pero intilmente.
Cuando entramos vi a los escribientes jugando al ajedrez cerca de la puerta, y les grit,
dicindoles quin era. Una vez ms, nadie me hizo caso. Uno de los escribientes
exclam:
- Vaya, qu hermosura! Debe de pesar unos dos kilos! - Imaginen mi disgusto.
En el vestbulo los vi a ustedes, como les dije hace un minuto. Chang les cont cmo
Chao Kao haba ocultado el gran pez y slo quera vender los pececillos menores, y Pei
se enoj tanto que trat de asestarle un potente puntapi. Se mostraron encantados con
el enorme pescado.
- Llvaselo al cocinero (creo que fue Pei quien lo dijo) y pdele que prepare un hermoso
plato de carpa picada, con cebolla y hongos y unas gotas de vino.
- Un momento, mis queridos colegas - les dije -. Escchenme. Esto es un error. Soy
Shay. Ustedes me conocen. No pueden matarme. Cmo pueden ser tan crueles? -
Protest y protest.
Vi que era intil, porque todos ustedes estaban como sordos. Los mir con ojos
implorantes y abr la boca y les supliqu que tuviesen piedad.
"Cebollas y hongos y unas gotas de vino! - pens -. Cmo es posible que estos
pillastres inflexibles se vuelvan de este modo contra un amigo!" - Pero no poda hacer
nada.
Chang me llev entonces a la cocina. El cocinero abri enormemente los ojos cuando
me vio. El rostro le resplandeci mientras afilaba el cuchillo y me pona sobre la mesa
de la cocina.
- Wang Shihliang! Eres mi cocinero. No me mates! Te lo ruego!
Wang Shihliang me tom firmemente de la cintura. Vi el blanco relmpago del cuchillo
a punto de descender sobre mi cabeza. Ssst!, el cuchillo cay, y en ese momento
despert.
Los amigos de Shay escucharon el relato, grandemente conmovidos, y tanto ms
asombrados ante lo que les deca porque cada uno de los detalles era cierto y exacto.
Algunos dijeron que haban visto moverse la boca del pescado, pero nadie oy un solo
sonido. Despus Shay cur por completo, y sus amigos juraron no comer carpa por el
resto de sus vidas.

18. EL TIGRE

Chang Feng viajaba por Fukien, a comienzos del reinado de Yuanho (806-820). Era un
norteo, y la lujuriosa vegetacin subtropical le resultaba novedosa e interesante. Entre
otras cosas, haba odo hablar de la existencia de tigres en el sur. Un da se encontraba
con su criado en una posada de Hengshan, un pueblecito cercano a Foochow, en la
divisoria de aguas de las altas cordilleras que separan a Fukien de Chekiang. Habiendo
depositado su equipaje, sali para recibir sus primeras impresiones de la regin, sus
habitantes y los trajes de las mujeres. Caminando a solas, con un bastn en la mano,
sigui andando y andando, atrado por el refrescante verde de la campia despus de la
lluvia y los vigorizantes vientos que soplaban de las montaas. Se senta extraamente
excitado. Ante l se extenda un paisaje que era un amotinado despliegue de colores. Era
otoo y las laderas resplandecan literalmente con el dorado y el rojo de los bosques de
arces. Un hermoso templo blanco se ergua a mitad de camino hacia la cima, en una
cuesta densamente arbolada. El dorado ocaso transformaba las montaas y los campos
en un paisaje de brillantes pasteles, azul y prpura y verde, cambiando de matiz a cada
rato, mezclndose con enceguecedores rojos y dorados. Era como una tierra mgica.
De pronto experiment una sensacin como de desvanecimiento: ante sus ojos
bailotearon estrellas y la cabeza le dio vueltas. Pens que sera a causa de la altura, el
esfuerzo y el repentino cambio de clima, o quiz le haba afectado la extraa luz. A unos
pocos pasos por delante vio un prado cubierto de aterciopelado csped, precisamente
donde comenzaba la cuesta boscosa. Se quit la tnica, la coloc, junto con el bastn,
contra un rbol, y se acost a descansar. Se sinti un poco mejor. Cuando levant la
mirada hacia el cielo azul, pens cuan hermosa y pacfica era la naturaleza. Los
hombres luchaban por el dinero y los puestos y la fama; mentan y hacan trampas y
mataban para obtener beneficios; pero ah, en la naturaleza, haba paz. Mientras se
revolcaba en el pasto se senta feliz y descansado. La fragancia de la tierra y una suave
brisa lo acariciaron hasta hacerle dormirse.
Cuando despert sinti hambre y record que era de noche. Al pasarse las manos por el
estmago, toc una capa de suave piel. Se incorpor rpidamente y vio que su cuerpo
estaba cubierto de bellas listas negras, y al estirar los brazos sinti en ellos una deliciosa
fuerza nueva, muscular y llena de potencia. Bostez y experiment sorpresa ante el
poderoso rugido que emita. Mirndose el rostro, vio las puntas de largos bigotes
blancos. Vaya, se haba transformado en un tigre!
Esto es delicioso, pens. Ya no soy un hombre, sino un tigre. Para cambiar, no est
mal.
Queriendo probar su nueva fuerza, corri hacia el bosque y brinc de roca en roca,
complacido con su nueva energa. Subi al monasterio y rasc la puerta con la pata,
queriendo entrar.
- Es un tigre! - oy que gritaba, adentro, un monje -. Lo huelo. No abran!
Vaya, esto es molesto, pens l. No tena ms intencin que pedir una cena y hablar
con l de filosofa budista. Pero, es claro, ahora soy un tigre y quizs huelo.
Se le ocurri instintivamente que deba bajar hasta la aldea para buscar alimento. Al
ocultarse detrs de un cerco, en un sendero, vio pasar a una hermosa muchacha, y
pens: Me han dicho que las jvenes de Foochow son famosas por su tez blanca y su
pequea estatura. Y por cierto que tenan razn.
Cuando hizo ademn de acercarse a la muchacha, sta lanz un grito y ech a correr
para salvar la vida.
Qu clase de vida es sta, cuando todos te toman por un enemigo?, se pregunt. No la
comer. Es tan hermosa! En cambio, buscar un cerdo, si puedo encontrar uno.
Al pensar en un magnfico cerdo gordo, o en un pequeo cordero jugoso, la boca se le
hizo agua, y sinti vergenza. Pero un hambre infernal le roa el estmago, y supo que
tena que comer algo o morir. Registr la aldea en busca de un cerdo o un ternero, o
incluso una gallina, pero todos estaban bien guardados. Todas las puertas haban sido
cerradas, y mientras se agazapaba en una oscura calleja, esperando a algn animal
extraviado, oy que dentro de las casas la gente hablaba de un tigre que estaba suelto en
la aldea.
Incapaz de satisfacer su hambre, volvi a la montaa y se ocult para esperar a algn
viajero nocturno. Esper toda la noche, pero no pas nadie. Dormit un rato.
Despert hacia el alba. Pronto comenzaron a pasar viajeros por el camino de la
montaa. Vio que de la aldea suba un hombre que detuvo a varios pasajeros para
preguntarles si haban visto a Cheng Chiu, jefe de oficina de Foochow, que deba
regresar a su despacho ese mismo da. Evidentemente era un escribiente de la oficina,
que haba sido enviado al encuentro del jefe.
Algo le dijo al tigre que deba comer a Cheng Chiu. No saba por qu deba comer a esa
persona, pero experiment con toda claridad la sensacin de que Cheng Chiu estaba
destinado a ser su primera vctima.
- Cuando yo sal de la posada estaba levantndose. Creo que viene detrs de nosotros -
oy que un hombre contestaba a la pregunta del escribiente.
- Viaja solo, o est acompaado por otros? Dme cmo viste, para que pueda
reconocerlo, porque no quiero cometer un error cuando me acerque a l para saludarle.
- Son tres que viajan juntos. El que viste de verde oscuro es Cheng.
Mientras el tigre escuchaba la conversacin desde su escondite, le pareci que se
llevaba a cabo exclusivamente en su beneficio. J ams haba visto a Cheng Chiu ni odo
hablar de l. Se agazap en un matorral y esper a su vctima.
Pronto vio a Cheng Chiu aparecer en el camino con sus secretarios, juntamente con un
grupo de otros viajeros. Cheng pareca gordo y jugoso y delicioso. Cuando estuvo a la
distancia de un salto, el tigre, Chang, corri, lo derrib y se lo llev a la montaa. Los
viajeros se asustaron tanto, que huyeron. El hambre de Chang qued satisfecho, y slo
sinti como si se hubiera comido un desayuno ms abundante que de costumbre.
Termin con el caballero y slo dej el cabello y los huesos.
Satisfecho con la comida, se acost a echar un sueito. Cuando despert pens que
deba de haber estado loco para comerse a un ser humano que no le haba hecho ningn
dao. Se le aclararon los pensamientos y decidi que no era una vida tan agradable, esa
de merodear noche tras noche en procura de alimentos. Record la noche anterior, en
que el instinto del hambre le empuj hacia la aldea y a la montaa, sin que pudiera
contenerse.
"Por qu no vuelvo al prado, a ver si puedo convertirme nuevamente en un ser
humano?"
Encontr el lugar en que su tnica y su bastn estaban an apoyados contra el rbol. Se
acost nuevamente, deseando despertar y ser otra vez un hombre. Se revolc en el
csped y pocos segundos despus descubri que haba recuperado su forma humana.
Profundamente complacido, pero intrigado por la extraa experiencia, se puso la tnica,
tom el bastn y regres al pueblo. Cuando lleg a la posada, descubri que haba
estado ausente exactamente veinticuatro horas.
- Dnde has estado, amo? - le pregunt su criado -. Te he buscado todo el da. - El
posadero tambin se acerc, evidentemente aliviado de volver a verle.
- Estbamos preocupados por ti - dijo el mesonero -. Haba un tigre suelto. Ayer por la
noche fue visto por una muchacha de la aldea, y esta maana Cheng Chiu, un jefe de
oficina, que regresaba a su despacho, fue comido por l.
Chang Feng invent una historia de que haba pasado la noche en el templo,
discutiendo de filosofa budista.
- Tienes suerte! - exclam el posadero meneando la cabeza -. Cheng Chiu fue matado
por el tigre en las cercanas del templo.
- No, el tigre no me comer - replic Chang Feng.
- Por qu?
- Porque no puede - repuso Chang Feng enigmticamente.
Chang Feng guard el secreto para s, porque no poda permitirse contarle a nadie que
se haba comido a un hombre. Habra sido embarazoso, para decir lo menos.
Regres a su hogar, en Honan, y trascurrieron unos aos. Un da se encontraba en
Huaiyang, una ciudad del ro Huai. Sus amigos le ofrecieron una cena y se consumi
mucho vino, como es habitual en tales ocasiones. Entre plato y plato, y sorbiendo vino,
se fue solicitando a cada uno de los invitados que relatase una experiencia extraa, y, si
en opinin de los presentes la narracin no era lo bastante rara, el narrador era multado
con un vaso de vino.
Chang Feng comenz a relatar su propia historia, y sucedi que uno de los invitados era
el hijo de Cheng Chiu, el hombre que l haba comido. A medida que avanzaba en la
narracin, el rostro del joven fue ponindose cada vez ms colrico.
- De modo que eres t quien mat a mi padre! - le grit el joven, con los ojos
enormemente abiertos y las venas sobresalindole en las sienes.
Chang Feng se puso apresuradamente de pie y se disculp. Saba que se encontraba en
una gravsima situacin.
- Lo siento. No saba que era tu padre.
El joven sac repentinamente un pual y se lo arroj. Afortunadamente no le acert, y
el arma cay al suelo con ruido metlico. El joven se precipit sobre l, y lo habra
derribado, pero los invitados, inquietos por el repentino giro de los acontecimientos, lo
contuvieron.
- Te matar para vengar la muerte de mi padre. [Te seguir hasta los confines de la
tierral - grit el joven.
Los amigos convencieron a Chang Feng de que se fuera inmediatamente de la casa y se
ocultara por un tiempo, mientras ellos trataban de calmar al hijo de Cheng Chiu. Todos
admitieron que vengar la muerte del padre de uno era una empresa noble y digna1 de
encomio, pero, en fin de cuentas, Chang Feng haba comido a Cheng Chiu mientras era
un tigre, y nadie quera presenciar ms derramamientos de sangre. Era una situacin
novedosa y planteaba un complicado problema moral: el de si la venganza estaba
justificada en tales circunstancias. El joven jur matarlo para apaciguar al espritu de su
padre.
Al cabo los amigos hablaron con el comandante de la regin, quien orden que el joven
cruzara el ro Huai y no volviera jams a la orilla septentrional, en tanto que Chang
Feng cambi de nombre y se fue al noroeste, para mantenerse tan alejado como fuera
posible de su enemigo jurado.
Cuando el joven regres a su hogar, sus amigos le dijeron:
- Simpatizamos absolutamente con tu decisin de vengar a tu padre. Ese es el deber de
un hijo, es claro. Empero, Chang Feng se comi a tu padre cuando era un tigre, cuando
no se le poda hacer responsable por sus acciones. No conoca a tu padre y no tena
ningn motivo para matarlo. Fue un caso especial y extrao, pero no un asesinato
intencional, y si lo matas t mismo sers juzgado por asesinato.
El hijo respet el consejo y no continu persiguiendo a Chang Feng.

19. LA POSADA DEL MATRIMONIO

Wei Ku quera encontrar una buena muchacha para esposa, pero hasta el momento no
haba tenido xito, debido a que era demasiado exigente en cuanto a la joven que tena
que casarse con l. En el ao 807 viajaba a Tsingho, y se alberg en una posada situada
fuera de la puerta sur de Sungcheng. Alguien haba sugerido su casamiento con una hija
de la familia Pan, que socialmente era su igual, y el casamentero concert con l un
encuentro en el templo Lungshing, por la maana. Excitado por la propuesta de una
unin con una muchacha adinerada y de reconocida belleza, Wei no pudo dormirse y se
levant al alba. Se visti y lav y acudi a la cita. Una luna creciente brillaba en el
plido cielo, porque todava no haba amanecido. Cuando lleg al templo, Wei encontr
a un anciano sentado en los escalones del templo, leyendo un libro a la luz de la plida
luna. Un saquito de mano yaca en el suelo, a su lado.
Curioso por saber qu lea el anciano a tan intempestiva hora, Wei se acerc y mir por
encima del nombro del otro, y descubri que no entenda el idioma en que el libro
estaba escrito. Haba estudiado todas las escrituras antiguas y arcaicas conocidas,
incluso el snscrito, pero no entenda sa.
- Puedo preguntar qu es ese volumen que ests leyendo, to? Crea conocer todas las
clases de escritura que existen en la tierra, pero nunca he visto sta.
- Es claro que no - respondi el anciano con una sonrisa -. No corresponde a ningn
idioma que conozcas.
- Y entonces qu es?
- T eres un mortal y este es un libro del mundo de los espritus.
- De modo que eres un espritu! Qu haces aqu?
- Por qu no habra de estar aqu? Viniste demasiado temprano. A esta hora, entre la
noche y el alba, sabes?, la mitad de los viajeros son seres humanos y la otra mitad
espritus. Por supuesto, t no puedes distinguirlos. Yo estoy encargado de los asuntos
humanos y durante la noche tengo que ir de un lado a otro confrontando los nombres y
las direcciones de las personas de cuyos asuntos me ocupo.
- Qu asuntos? - pregunt Wei.
- Matrimonio.
Wei Ku se mostr intensamente interesado.
- Eres el hombre... perdn, eres la persona que quiero consultar. Nunca he logrado
encontrar a una muchacha de familia conveniente para esposa. En rigor, he venido a una
cita relacionada con una unin con una joven de la familia Pan, de la que se dice que es
hermossima, refinada y de excelente carcter. Dme, tendr xito?
- Cul es tu nombre y direccin? - pregunt el anciano.
Wei Ku se lo dijo. Despus de hojear las pginas del volumen que tena en la mano, el
anciano levant la vista y dijo:
- Me temo que no. Todos los matrimonios son dispuestos en el Cielo. Estn todos
anotados en este libro. Veo que tu esposa slo tiene ahora tres aos de edad. Cuando
tenga diecisiete, te casars con ella. No te preocupes.
- No te preocupes! Quieres decir que tendr que seguir siendo soltero durante catorce
aos ms?
- Esa es la situacin.
- Y no podr arreglar la unin con esa muchacha Pan?
- Exactamente.
Wei no supo si creerle o no, pero pregunt:
- Qu tienes en el saquito?
- Cintas de seda roja. - El rostro del anciano se ilumin en una generosa sonrisa. - Ese
es mi trabajo, sabes? Anoto en el libro las distintas parejas que deben ser unidas, y
cuando nacen un nio y una nia destinados a ser marido y esposa, los visito en la
noche y les ato los pies. Y cuando est hecho el nudo (y lo hago muy firmemente) nada
puede separarlos. Uno puede nacer en una familia pobre y el otro en una adinerada, o
pueden estar a miles de kilmetros de distancia el uno del otro, o incluso puede haber
rencillas entre las dos familias, pero terminarn casndose. No podrn evitarlo.
- Supongo que ya habrs atado mis pies.
- S.
- Y dnde est la nia de tres aos que ha sido destinada a ser mi esposa?
- Oh, vive con una mujer que vende hortalizas en el mercado. No estn lejos de aqu, y
la mujer acude al mercado todas las maanas. Si te interesa, sgueme al mercado cuando
salga el sol, y yo te la mostrar.
Ya rompan las primeras luces del alba, pero el hombre que haba concertado la cita
con Wei no llegaba.
- Ya ves que es intil esperarlo - hizo observar el anciano.
Conversaron durante un rato, y Wei descubri que el anciano tena una conversacin
interesante. El anciano le dijo que su trabajo le gustaba inmensamente.
- Es ms que extrao - dijo - lo que puede hacer un trozo de hilo de seda. Veo al
chiquillo y a la nia crecer, cada uno en su hogar, a veces inconscientes de la existencia
del otro, pero cuando llega el momento se encuentran y se enamoran perdidamente el
uno del otro. Lo nico que saben es que no pueden evitarlo. Y si algn otro muchacho o
chica se interpone, tropieza con el hilo y se enreda de tal modo que tiene que suicidarse.
Lo he visto suceder una y otra vez.
El mercado, que se encontraba a corta distancia, comenzaba a llenarse de gente.
- Ven, sgueme. - El anciano le hizo una seal con la cabeza, tom su saco y se levant.
Cuando llegaron al mercado, el anciano le ense un puesto en el que una vieja
zaparrastrosa, desgreada, venda hortalizas, apretando a una chiquilla contra su pecho.
Sus ojos estaban cubiertos de una pelcula y apenas poda ver.
- Hela ah. Esa nia ser tu esposa. Wei maldijo audiblemente.
- Qu quieres decir? Ests bromeando. - Se volvi hacia el anciano, furioso.
- No, te aseguro que esa nia ha nacido bajo una estrella afortunada. Se casar contigo,
vivir rodeada de comodidades y ms tarde llegar a ser una dama de rango gracias a su
hijo.
Wei mir a la delgada pilluela y se sinti desanimado. Le habra gustado discutir las
palabras del anciano, pero cuando se volvi ste haba desaparecido.
Regres a su casa solo, desalentado porque el hombre que le haba dado la cita no
acudi a ella y porque no saba si deba creer al anciano o no. Soy un erudito, pens, y
aunque no logre casarme con una joven de buena familia, por lo menos conseguir una
hermosa amante del mundo teatral. Cuanto ms pensaba en ello, ms desagradable y
absolutamente ridcula le pareca la idea de casarse con la sucia chiquilla. Ello le
preocup tanto, que esa noche no pudo dormir.
A la maana siguiente fue al mercado con su criado. Prometi al criado una gran
recompensa si mataba a la nia con un cuchillo. Encontraron a la mujer en el puesto,
con la pequea en brazos. Cuando se present la oportunidad, el criado sac el cuchillo,
apuale a la nia y huy. La nia grit, la mujer exclam "Asesino!" y se produjo una
gran confusin en el mercado, durante la cual Wei y su criado lograron huir.
- La mataste? - pregunt Wei.
- No - contest el criado -. Cuando le asest la pualada, la chiquilla se volvi
bruscamente. Creo que le rasgu el rostro cerca de la ceja.
Wei parti apresuradamente del pueblo, y el incidente qued muy pronto olvidado.
Luego se dirigi hacia el oeste, a la capital, y desilusionado con la ltima proposicin,
que no se haba realizado, apart sus pensamientos de toda idea de casamiento. Tres
aos ms tarde logr concertar una excelente alianza con una joven de la familia Tan,
sumamente conocida en sociedad. La muchacha era muy bien educada y se la conoca
por su belleza. Todos lo felicitaron, y comenzaron a hacerse los preparativos para la
boda. De pronto, una maana, l se enter de la espantosa noticia de que su prometida
se haba suicidado. Amaba a otro hombre.
Durante dos aos Wei dej de pensar en el matrimonio. Tena ya veintiocho aos y
haba cambiado de idea en cuanto a casarse con una joven de la sociedad. Un da,
cuando se encontraba en un templo, en el campo, encontr a la hija de un campesino y
se enamor de ella. Ms aun, la muchacha estaba locamente enamorada de l. Se
comprometieron, y l fue a la capital, para comprarle sedas y joyas. A su regreso se
encontr con que su novia haba enfermado gravemente. Wei estaba dispuesto a esperar,
pero la enfermedad se prolong, y al cabo de un ao la joven haba perdido todo el
cabello y quedado ciega. Se neg a casarse con l y le pidi que la abandonara y buscara
a otra que fuese una esposa ms digna de l.
Varios aos transcurrieron antes de que consiguiese concertar la alianza perfecta. La
muchacha no slo era joven y hermosa, sino adems una gran amante de los libros y el
arte y la msica. No haba rivales, y se comprometieron. Tres das antes de la boda,
durante un paseo, la joven tropez con una piedra suelta, se cay y muri. Pareca como
que el Destino estuviera burlndose de Wei.
Wei Ku se convirti entonces en un fatalista. No quera ya tener nada que ver con las
mujeres. Trabajaba en un puesto de Siangchow, cumpliendo con sus deberes, y no
pensaba ya en casarse. Pero haca sus tareas tan bien, que el magistrado, Wan Tai, le
propuso que se casara con su sobrina.
El tema resultaba doloroso para Wei.
- Por qu quiere casar a su sobrina conmigo? Soy demasiado viejo para casarme.
Presionado, consinti, pero sin entusiasmo. No vio a su novia hasta que se llev a cabo
el casamiento, pero ella era joven y l qued satisfecho. En todo sentido, era una buena
esposa para l.
La muchacha se peinaba siempre de un modo especial, para cubrirse la sien derecha, y
a l el peinado le pareca hermoso, pero le intrigaba. Al cabo de unos meses lleg a
amarla entraablemente, y un da le pregunt:
- Por qu no cambias alguna vez el estilo de peinado? Quiero decir, por qu siempre
dejas caer el cabello a un lado?
La esposa se levant el cabello y dijo:
- Ves? - Le seal una cicatriz.
- Con qu te la hiciste?
- Me la hicieron cuando tena tres aos. Mi padre haba muerto en su despacho, y mi
madre y hermano tambin murieron el mismo ao. Desde entonces me cuid mi
nodriza. Tenamos una casa cerca de la puerta del sur, en Sungcheng, donde estaba el
despacho de mi padre, y ella plantaba hortalizas y las venda en el mercado. Un da un
ladrn, sin motivo alguno, trat de matarme. No sabemos por qu, porque no tenamos
enemigos. No tuvo xito, pero la pualada me dej una cicatriz permanente en la frente.
Por eso tengo que taparla.
- La nodriza, era casi ciega?
- S. Cmo lo sabes?
- Yo fui ese ladrn. Es extrao. Todo ha ocurrido como lo quera el Destino.
Le relat toda la historia del encuentro con el anciano, haca exactamente catorce aos.
La esposa le cont que cuando tena seis o siete aos su ta la encontr en Sungcheng y
la llev a vivir con su familia, en Shiangchow, donde Wei la conoci. Entonces
supieron que la unin de ambos haba sido predestinada por el Cielo, y se amaron
mucho ms.
Ms tarde tuvieron un hijo que se llam Kun y que eventualmente lleg a ser
magistrado de Taiyuan, y la madre, gracias a ese hijo, recibi un rango honorfico.
Cuando el magistrado de Sungcheng se enter de lo que haba sucedido en su pueblo,
llam "La Posada del Matrimonio" al mesn en que se haba hospedado Wei Ku.

20. EL SUEO DEL BORRACHO

Este es uno de los ms conocidos cuentos Tang, escrito por Li Kung-tso, quien tambin
escribi varios otros relatos populares. Como Li Fu-yen, vivi en la primera mitad del
siglo nueve. "El Sueo de Rama del Sur" es ahora una expresin china corriente, y
significa que la vida no es ms que un sueo.
Chunyu Fen era un hombre muy dado a la bebida. El nombre "Fen" (que quiere decir
"Magnfica Confusin"), que haba adoptado, era evidentemente indicativo de su ideal
en la vida y del estado real de sus finanzas. Ya haba dilapidado la mitad de su fortuna.
J ams podr establecerse con claridad si derroch su dinero en borracheras con sus
amigos o en orgas con mujeres, o porque su vida era ya una confusin, o, para decirlo
ms generosamente, porque su vida se encontraba en un estado de hermosa confusin.
En una ocasin recibi un nombramiento de teniente coronel en el ejrcito, pero fue
dado de baja por embriaguez e insubordinacin. Ahora careca de empleo y de
preocupaciones, y pasaba sus das con amigos alegres; su capacidad financiera
disminua en la medida en que se duplicaba su capacidad para beber. A veces, cuando
estaba sobrio, pensaba en su ambicin juvenil de hacer una gran carrera oficial y
derramaba unas pocas lgrimas por sus esperanzas perdidas, pero cuando estaba lleno
de "divino fluido" volva a sentirse feliz.
Viva en su hogar ancestral, cerca de Kwangling, a unos cinco kilmetros de la gran
ciudad. Al sur de su casa haba un terreno baldo en el que se ergua un enorme y viejo
algarrobo, bajo cuya sombra l y sus amigos llevaban a cabo grandes borracheras.
Tales rboles alcanzan a menudo una avanzada edad. En ocasiones, despus de haber
estado aparentemente muertos durante treinta o cuarenta aos, surgen brotes verdes de
un viejo tocn y el rbol tiene un segundo perodo de vida. Ese rbol de frente a la casa
de Fen haba llegado a una avanzada edad, como cualquiera poda ver por sus largas
ramas que se extendan en todas direcciones. El suelo, debajo de l, se haba
resquebrajado, y las races estaban al descubierto, retorcidas y anudadas,
proporcionando albergue a numerosos insectos.
Un da Fen estaba tan ebrio, que rompi a llorar. (Fue en septiembre del ao 792, segn
sus amigos.) Declar que se senta profundamente conmovido por el grande y viejo
rbol. Haba jugado debajo de l, de nio, al igual que su padre y su abuelo. Ahora se
estaba poniendo viejo. (En rigor, apenas llegaba a los treinta aos de edad.) Llor tan
fuerte, que sus amigos, Chou y Tien, lo llevaron a la casa y lo acostaron en un sof,
junto a la pared del corredor oriental.
- Duerme un poco y se te pasar. Nosotros nos quedaremos un rato, para dar el pienso a
los caballos, lavarnos los pies y esperar a que te sientas mejor.
Fen se durmi profundamente. En cuanto cerr los ojos vio que se le acercaban dos
mensajeros de uniforme prpura, le hacan una profunda reverencia y le decan:
- El rey de Algarrobania te enva sus saludos. Te ha mandado su carruaje y te invita a
visitarlo.
Fen se levant de inmediato y se puso su mejor gorro y la tnica ms nueva, y cuando
lleg a la puerta vio un hermoso carruaje verde, tirado por cuatro caballos con arneses
dorados y borlas rojas, y un squito de siete u ocho cortesanos esperndolo.
En cuanto se introdujo en la carroza, sta se dirigi hacia una depresin del terreno, en
la que las races del rbol formaban una gran cavidad. Para su sorpresa, el carruaje se
introdujo directamente en el hoyo. Al otro lado de la entrada vio un nuevo y maravilloso
paisaje con colinas y ros, completamente desconocido para l. Cinco o seis kilmetros
ms adelante vio una alta muralla con almenajes y torres. El camino que llevaba a la
puerta estaba atestado de trnsito, y los peatones se apiaban al costado para dejar pasar
el carruaje real y contemplar al invitado del rey. Cuando llegaron a la puerta, Fen vio
grandes caracteres dorados, dibujados sobre la torre, que proclamaban: EL REINO DE
ALGARROBANIA.
Las murallas se extendan kilmetros y kilmetros y las calles estaban atestadas de
gente. Parecan ser industriosos y activos, y, para su sorpresa, limpios y corteses. Se
saludaban los unos a los otros; apenas se detenan para intercambiar por segunda vez
buenos deseos y luego seguan su camino, como si el da fuese demasiado corto para
todo el trabajo que haba que hacer. No pudo entender qu hacan con tanto trajn. Los
obreros llevaban enormes sacos repletos sobre la cabeza. Tambin haba soldados, en
sus puestos, altos y hermosos y vestidos con limpios uniformes.
Una delegacin real lo recibi en la puerta, y fue escoltado a una magnfica mansin
con muchos patios y un jardn especial, reservado para los huspedes de alcurnia. Haca
apenas cinco minutos que se encontraba all cuando el cortesano anunci que el primer
ministro haba ido a visitarlo. Se hicieron mutuamente una reverencia y el primer
ministro inform a Fen que se encontraba all para llevarlo a ver al rey.
- A su majestad real le agradara casar a su segunda hija con usted - le anunci el
primer ministro.
- Vuestro humilde servidor es completamente indigno de ese honor - contest el
borrachn, pero en su /interior se sinti grandemente complacido con su buena suerte.
"Mi suerte ha cambiado por fin - pens -. Mostrar a la gente lo que yo, Chunyu Fen,
puedo hacer. Ser un honrado y leal servidor de Su Majestad y un buen funcionario para
el pueblo. Mi vida no ser ya un embrollo. Les mostrar lo que puedo hacer.
A cien metros de la casa, Fen y el primer ministro entraron por un gran portn rojo con
picaportes dorados. Guardias y soldados con lanzas y tridentes estaban en posicin de
atencin, en tanto que funcionarios en traje de gala se alineaban a ambos lados del
camino para ver al distinguido husped. Fen nunca se haba sentido tan importante. Vio
a sus amigos, Chou y Tien, entre los espectadores, y pas ante ellos con un gesto,
pensando cunto lo envidiaran ese da.
Acompaado por el ministro, subi los escalones y entr en una gran sala, que, segn
se dio cuenta, era la sala de audiencias del rey. Fen apenas se atrevi a levantar la
cabeza. El funcionario encargado de las ceremonias le pidi que se arrodillara, y as lo
hizo.
- Hemos recibido un pedido de tu venerable padre - dijo el rey -. Ha condescendido a
honrarnos con una proposicin para casarte con nuestra segunda hija, Yao-fang. Hemos
decidido que la princesa, nuestra querida segunda hija, sea tu esposa.
El borrachn se sinti tan abrumado, que apenas pudo balbucear su agradecimiento.
- Bien, puedes retirarte ahora y tomarte un buen descanso durante unos das. Visita la
ciudad a tus anchas. Mi primer ministro te acompaar y te ensear todo lo que haya
que ver. Dentro de pocos das tendr terminados los preparativos para la boda.
Como lo dijo, as lo hizo. Unos das ms tarde toda la ciudad se volc a presenciar el
casamiento de la princesa, que estaba vestida con la ms delicada y tenue gasa, cubierta
de joyas y rodeada de bellas cortesanas. La princesa, adems, era buena y sabia y afable.
Fen se enamor locamente de ella, a primera vista.
En la noche de bodas la princesa le dijo:
- Puedo pedirle a mi padre que te d un puesto... cualquiera que quieras.
- Para decirte la verdad - repuso el novio-borrachn -, durante todos estos aos he
llevado una vida ociosa. No conozco los procedimientos administrativos ni los
rudimentos del gobierno de un pas.
- No te preocupes. Yo te ayudar - dijo la princesa con dulzura.
Eso era demasiado, pens el borrachn: ser el esposo de una princesa y tener, por
aadidura, un alto puesto. Tuvo ganas de llorar, pero temi que lo entendieran mal y
contuvo las lgrimas.
Al da siguiente la princesa habl con su padre y el rey dijo:
- Creo que lo har gobernante del distrito de la Rama Sur. El gobernador acaba de ser
destituido por negligencia en el cumplimiento de sus deberes. Es una hermosa ciudad,
situada al pie de una colina, con un gran bosque y saltos de agua y grutas en las afueras.
La poblacin es industriosa y respetuosa de la ley. La piel de IQS 'habitantes es ms
oscura que la nuestra, pero son bravos guerreros. Quedarn encantados de que mi yerno
y mi princesa los gobiernen. A ti te adorarn. Estoy seguro de que te gustar eso.
Fen se sinti encantado con el nombramiento. No le importaba dnde ira a vivir,
siempre que tuviera a la princesa a su lado.
- De modo que ser el gobernador de la Villa del Sur! - exclam.
- Querido, el distrito se llama Rama del Sur - corrigi la princesa.
- No importa cmo se llame, no es cierto?
El nico pedido de Fen fue que se permitiera que sus amigos Chou y Tien lo
acompaaran como ayudantes. Una regia cena de despedida fue ofrecida a la pareja, y el
propio rey los acompa hasta la puerta del palacio. Enormes muchedumbres salieron a
ver a la princesa viajando en su carruaje en compaa del novio real, y las mujeres
derramaron lgrimas, porque los habitantes de Algarrobania eran gente sentimental. La
carroza real era precedida de guardias a caballo y clarines y trompas, y seguida de una
gran escolta de soldados que los acompaaran hasta Rama del Sur. El viaje dur tres
das, y cuando llegaron les recibi una ensordecedora aclamacin.
Pasaron un maravilloso ao en Rama del Sur. Los residentes eran leales y bien
disciplinados, y cada uno tena un oficio. En la ciudad no haba vagabundos ni
mendigos. Fen haba odo decir que, en caso de guerra, todos los hombres y mujeres se
presentaban a defender sus hogares, y combatan con desprecio de sus vidas. Pero rara
vez rean entre s. La princesa era graciosa y amable, y el pueblo la adoraba. Fen era
perezoso por naturaleza, pero su esposa le instaba a levantarse por la maana temprano
y cumplir con sus tareas, para sentar un ejemplo ante su pueblo, y eso era lo nico que a
l no le agradaba. En su despacho tena guardada una botella, pero, a conciencia, haca
lo posible para mantenerse digno del amor de la princesa. Saba que tena que vivir una
vida ejemplar; ese era el precio de estar relacionado con la realeza. Pero por las tardes el
tiempo le perteneca y a menudo iba con su amada esposa al bosque, donde se paseaban
tomados de la mano, o bien se sentaba con Chou y Tien en una de las grutas, a beber un
trago. Fue all donde descubri que el precio de la grandeza era excesivo.
- Ni una gota ms, querido - dijo la bondadosa princesa.
Bueno, pens l, no se puede tener todo en la vida. Le qued agradecido, porque ella le
haba ayudado a redactar los informes oficiales al rey y otros importantes documentos.
Con Chou y Tien de secretarios - stos lo consideraban ahora con temor y respeto -,
pens, con toda justicia, que no poda exigir nada ms de la vida.
Al cabo de un ao, su amada princesa enferm de un resfriado y muri. Su pena fue tan
grande e inconsolable, que comenz a beber nuevamente. Pidi que se le relevara de su
puesto y solicit permiso para regresar a la capital. Sigui el atad de la princesa y le
proporcion un funeral regio. Con sus propios ahorros le construy un hermoso
mausoleo blanco en la cima de una loma pedregosa, y llor amargamente, negndose a
abandonar el lugar durante tres meses.
Con la muerte de la princesa, todo se arruin. En su congoja, andaba por la ciudad,
frecuentando las tabernas y emborrachndose da y noche. El rey, habiendo perdido a su
hija, se mostraba ahora fro hacia l. A los odos del soberano llegaron informes de su
desordenada conducta en la capital, pero en memoria de la princesa no quiso
deshonrarlo pblicamente. El pueblo se enter de ello, y sus amigos comenzaron a
abandonarlo. Qued reducido al estado de tener que pedir dinero prestado a Chou y
Tien, para poder beber. En una ocasin durmi toda la noche en el suelo de una taberna.
- Expulsen al pillastre! - exiga el populacho -. Es una deshonra para la nacin!
El rey se avergonz de tener semejante yerno, y la reina le dijo un da a Fen:
- Eres tan desdichado porque tu esposa muri. Por qu no te vas a tu casa, para
cambiar?
- Esta es mi casa. A qu otra parte puedo ir?
- Tu casa est en Kwangling, no te acuerdas?
Fen record vagamente que tena una enorme casa en Kwangling, y que haba llegado
al reino haca un ao, siendo un extranjero. Desazonado, dijo que regresara a su hogar.
- Muy bien, te dar dos criados para que te acompaen.
Vio nuevamente a los dos mensajeros que lo haban llevado al reino, pero esa vez,
cuando llegaron a la puerta, se encontr con un viejo y destartalado carruaje. No haba
soldados a pie, ni squito ni amigos que lo despidieran. Incluso la librea de los criados
era vieja, rada y descolorida, y cuando pas por la puerta de la ciudad nadie le prest
atencin. Pens en los das de pompa y gloria y se dio cuenta de cuan vanos y fugaces
eran tales honores terrenos.
Reconoci el camino por el que haba pasado un ao antes. Pronto la carroza pas a
travs de una entrada rocosa. En cuanto vio la aldea rompi a llorar. Los cortesanos lo
llevaron hasta su casa. Lo acostaron en un sof situado junto a la pared del corredor
oriental y le gritaron con tono brusco:
- Ahora ests en tu hogar!
Fen despert con un sobresalto. Vio que sus amigos an se estaban lavando los pies en
el centro del patio. El sol del atardecer todava arrojaba sombras sobre la pared oriental.
- Qu vida! - exclam.
- Qu! Por qu despertaste tan pronto? - le preguntaron Chou y Tien.
- Tan pronto? He vivido toda una vida, desde que me dorm.
Les cont a sus amigos el extraordinario sueo y su visita al reino de Algarrobania, y
ellos se maravillaron.
Llevando a sus amigos ante el viejo algarrobo, y sealando una cavidad que haba
debajo de las retorcidas races, dijo:
- He aqu por dnde pas mi carruaje. Lo recuerdo claramente.
- Debes de haber sido encantado por el espritu del rbol. Es un rbol viejsimo.
- Vengan maana - dijo Fen a sus amigos -. Examinaremos el hoyo.
Al da siguiente pidi a sus criados que tomaran hachas y palas y cavaran en torno al
agujero. Cortaron algunas de las grandes races y descubrieron una gran cueva
subterrnea de unos tres metros cuadrados, cruzada en zigzag por vstagos. A un lado
de la caverna, situada en un plano un poco ms elevado, haba una ciudad en miniatura,
con caminos, compartimientos y corredores de unin. Miles de hormigas pululaban por
el lugar. En el centro haba una terraza elevada en la que se vean dos hormigas
gigantes, de alas blancas y cabeza roja, y docenas de grandes hormigas montaban
guardia en torno a ellas.
- De modo que este es el reino de Algarrobania, y ese es el rey, en su palacio! - Fen se
mostr asombrado.
Un largo corredor conduca desde la cueva central en direccin a la rama del sur, donde
encontraron otro hormiguero en un gran hoyo, tambin construido con estructura de
barro y corredores. Las hormigas eran ms oscuras que las de la cueva central.
Reconoci la torre de la puerta del distrito de Rama del Sur y el pueblecito en que haba
pasado un ao tan feliz. Le conmovi ver a sus sbditos precipitndose locamente de un
lado a otro, cuando les revolvieron el hormiguero. El fondo de la podrida rama estaba
cubierto de estras, y en un costado haba un retazo de musgo verde. Indudablemente ese
era el bosque en que l y la princesa haban pasado juntos tantas horas dichosas, y cerca
estaban las pequeas grutas en que su esposa le haba dicho: "Querido, ni una sola gota
ms."
Excitado por el curioso descubrimiento, explor el pasaje que una con la cueva central
y que necesit tres das para recorrer con el carruaje de la princesa. Finalmente
descubri hacia el este otro pequeo hoyo, de aproximadamente un metro. Era ms
pedregoso y slo unas pocas hormigas vagaban por l sin rumbo. Un pequeo
montculo, de unos diez centmetros de altura, se ergua en el centro, coronado por un
guijarro dentado cuya forma le record el mausoleo de la princesa. Saba que era un
sueo, pero el afecto que senta por ella an le rondaba en el corazn y le daba una
sensacin de la futilidad y transitoriedad de la vida.
Con un profundo suspiro, dijo a sus amigos:
- Me pareca que estaba soando, pero ahora s que el reino de Algarrobania es real...
tan real como ustedes o yo. Quiz todos somos soadores.
Fen nunca volvi a ser el mismo hombre. Se hizo monje, se dio nuevamente a la bebida
- beba ms intensamente que nunca - y muri tres aos ms tarde.

FIN.

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