Cencini Los Sentimientos Del Hijo
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PRLOGO
La formacin, ministerio y misterio
La vida consagrada en la Iglesia se ha distinguido siempre por su especial atencin a la formacin de sus miembros. Pero adems, desde su nacimiento ha sido para todos <<maestra de espiritualidad, prerrogativa que ni ha podido ni puede carecer sobre todo en ella de una contrapartida inmediata al servicio de los que han escogido esta opcin. Somos muy conscientes de los problemas que tiene planteados hoy da este sector, a los que se presta gran atencin, pero an con interrogantes para los que no se vislumbra una pronta solucin. Junto a esto, sabemos tambin la gran esperanza que anima a tantos formadores y formadoras implicados en este tema. Una esperanza que supera con mucho la magnitud de los problemas. Este libro es el fruto de la conciencia, profundamente interiorizada, de los interrogantes y de las expectativas confiadas, pero tambin del anhelo de compartir una experiencia que se est llevando a cabo desde hace tiempo y que, por encima de los inevitables cansancios y de las cambiantes peripecias, me parece un don enorme e inmerecido. Lo primero que tengo que decir es que ni soy, ni me propongo ser en estas pginas, un experto en plan de ensear. Lo nico que pretendo es reflexionar en voz alta sobre un itinerario en el que an estoy comprometido, para descubrir los errores, incertidumbres e incumplimientos, y tambin para entrever la direccin a tomar tanto ahora como en el futuro. Porque la formacin no es ni un asunto privado, ni un tema propedutico, ni algo que se reduce a un momento concreto, una especie de etapa de la aventura de la vida. La formacin tiene que ver con el pasado, el presente y el futuro no slo de la persona, sino tambin de la institucin. La formacin es a la vez inicial y permanente, un mtodo pedaggico que prepara a la consagracin a Dios y tambin un modo teolgico de concebir la vida consagrada, ya que sta no es en s misma sino un largo proceso formativo, ms an un proceso que nunca termina. La formacin es ante todo ministerio, un servicio fraterno que se ofrece desde el principio a quien descubre en s un plan que viene de arriba y que no slo le implica a l sino que tiene que compartir con otros. Y tambin misterio, una accin divina que el Padre realiza con la fuerza del Espritu para plasmar en quienes llama la imagen de su Hijo. Un ministerio que hace de mediador del misterio. Pues bien, las pginas que siguen son parte de esta mediacin. Amedeo Cencini. Pgina 1
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La formacin hoy, entre problemas y esperanzas
Partimos de un presupuesto previo, a saber, que la formacin para la consagracin no es algo sencillo y automtico, sino que requiere que se preste atencin a distintos aspectos y que intervengan activamente varias personas. Es obra de Dios y del hombre, de quien la propone y de quien la recibe, en un tiempo especialmente dedicado a ello y luego para toda la vida. Hay que afrontarla, pues, sabia y concienzudamente, y tambin con la humildad y discrecin de quien sabe muy bien que se encuentra, en definitiva, ante el misterio de Dios que crea y plasma, y de la criatura que libre y responsablemente acepta o no ser modelada por l. 1.- COMPLEJIDAD DE LA ACCION EDUCATIVA. Quizs pueda ayudar en nuestra reflexin que clarifiquemos ya desde ahora los elementos que, desde la perspectiva de la institucin, caracterizan la accin educativa y formativa. Y, para que haya formacin, es indispensable que concurran estos cuatro elementos. A) UN CUADRO DE REFERENCIA TERICO Y PRCTICO. Como base debe haber un cuadro de referencia terico y prctico, teolgico y antropolgico, donde se definan claramente los objetivos finales e intermedios, as como el mtodo y las estrategias de intervencin. Pues, a la hora de la verdad, no hay nada ms prctico que una buena teora que logre que el proceso temporal sea continuo y sistemtico, concretando las etapas y las modalidades de accin en las distintas fases de la vida, para que se desarrolle de acuerdo con el fin general de la vida consagrada en cuanto tal, y con el fin especfico de la familia religiosa a la que se pertenece. B.- RED DE MEDIACIONES PEDAGOGICAS. El segundo elemento indispensable es una red de mediaciones pedaggicas que parten del formador o formadora, de su competencia y preparacin para un servicio tan cualificado, y de su disponibilidad efectiva y afectiva tanto en tiempo como en dedicacin. Otras mediaciones importantes son la comunidad educativa, con su articulacin de roles, y un ambiente adecuado que con sus circunstancias y estmulos facilite la accin educativa. Pues aunque Dios es el nico formador, todo el que trabaja en la formacin hace de colaborador y mediador, un rol indispensable para ayudar al joven a dejarse convertir y modelar por la gracia.
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FORMACION
EN ACTO.
Las posibilidades y cualidades de la formacin dependen de la presencia de estos elementos y de la armona con que se integren en un diseo unitario.
2.- DISCURSO PROPOSITIVO. Resultara ahora extraordinariamente fcil contrastar las indicaciones tericas, tan marcadamente idealistas, con la realidad prctica de un servicio realmente difcil, que por otra parte jams ser perfecto, quizs para terminar concluyendo en plan pesimista y derrotista que todo va mal y que hay que comenzar de nuevo. Nosotros queremos adoptar otra postura radicalmente distinta, una postura positiva y propositiva. Queremos evitar los melodramas pesimistas sobre las cosas que no van, para centrar la atencin en lo que hay que hacer y que ya se entrev. Esta actitud es la que necesita hoy la vida consagrada, en un tiempo como el nuestro de transicin entre dos pocas en el que se sientan las bases del futuro. Somos muy conscientes de la dificultad que entraa el servicio de la formacin y de la enorme distancia que existe entre el ideal y la realidad. Y tambin lo somos de la desilusin del formador ante unos resultados inferiores e incluso contrarios a sus expectativas, frustracin que algunos se encargan de alimentar desde fuera sugiriendo con mala idea determinadas cosas. Por otro lado, queremos aadir inmediatamente que la situacin al fin y al cabo no es tan negativa, porque jams se ha invertido en formacin tanto cono ahora, bien en la preparacin de los formadores, bien en la formacin en cuanto tal, sobre todo en la formacin inicial (no as, desgraciadamente, en la formacin permanente).
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4.- VIDIMUS DOMINUM Pero antes de seguir adelante quisiera decir algo sobre la generacin actual de jvenes. Para ello quisiera partir sobre todo de un dato real, quizs no suficientemente subrayado, a saber, que a mi juicio ninguna institucin ha tenido ni las posibilidades ni las oportunidades que nosotros tenemos. Porque en lo referente a la duracin del camino, a los medios, contenidos, estmulos, historia, puntos de referencia, objetivos, ambientes, experiencias y modelos ... , disponemos de un riqusimo acervo al servicio de nuestros jvenes y por tanto podemos intervenir eficazmente en sus vidas. Y eso es un privilegio y una responsabilidad que hay que aprovechar al mximo por el bien de la Iglesia, de los jvenes y de nuestras instituciones. Pero es que, adems, a pesar de lo mucho que de ellos pueda hoy decirse (y las numerosas encuestas sobre el mundo juvenil no le son muy favorables), los jvenes, si se les sabe provocar, responden con generosidad y entusiasmo. No es verdad que esta generacin sea peor que la Amedeo Cencini. Pgina 5
1. Del mensaje final del entorno italiano, en F. Ciardi- T. Merletti, Volaare si pUD. Reportage dal mondo delle giovani e dei giovani religiosi, Padova 1988, 77. Este texto es una lectura interesante del Congreso hech'a por los dos moderadores del entorno italiano. 2. Es lo que piensa, entre otros, el padre Arnaiz. Cf. E. Brena, Religiosi di oggi e non del futuro: Testimoni 18 (1997) 18.
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3. Ibd. 4. Quin sabe si puede aplicarse a superiores y formadores lo que cierta pedagoga actual afirma de la generacin presente de padres, que seran la ltima generacin de hijos que han obedecido a sus padres, y la primera generacin de padres que obedecen a sus hijos... 5. Este fue un tema que se abord en la primera relacin tenida en el mismo Congreso. Cf. A. Cencini, Quando Dio chiama. La consacrazione: scommessa e sfida per i giovani di oggi, Milano 1998,22-27. 6. F. Ciardi- T. Merletti, Volare si pub, 38.
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7. Testimonio de sor Miriam, citada por L. Gallus, Vidimus Dominum. Congreso internazionale dei giovani religiosi e delle giovani religiose: Connsacrazione e servizio 11 (1997) 86.
8. La necesidad de itinerarios pedaggicos concretos, sin los que la espiritualidad corre el peligro de quedarse en las nubes y no tener nada que ver con la experiencia, la confirm alguien que mientras todos cantaban y gritaban en varias lenguas Hemos visto al Seor, tuvo la valenta de admitir pblicamente que l jams haba visto al Seor, aunque le gustara verlo, y que esperaba que algunos de los que le han visto, es decir, los formadores, le indiquen qu ha de hacer para verlo y no se conformen con recomendarlo ...
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La formacin hoy
En la larga y rica tradicin de la vida consagrada existe un modelo formativo que se puede reconocer con bastante facilidad tanto en sus objetivos de fondo como en sus estrategias pedaggicas. En cierto sentido, este modelo ha sido comn a las distintas tradiciones y corrientes carismticas, como si las trascendiera. Pues las lneas formativas fueron en un tiempo sustancialmente similares en las diversas instituciones. Pero, cul es la situacin actual? Tras la primavera del concilio y la reflexin carismtica por l promovida, se ve cada da ms la necesidad de redefinir en cierto modo ese modelo, reafirmando su vertiente esencial e inamovible, el corazn de esta opcin, pero identificando al mismo tiempo con mayor precisin sus implicaciones concretas y metodolgicas que tienen que ver con el carisma pero tambin con los cambios generales de la situacin actual. Hay quien dice que el cuadro terico-prctico que fundamenta y resume un proyecto formativo parece hoy definido de un modo ms bien sumario y genrico, a menudo tambin ms terico que prctico, ms esttico que dinmico. En la formacin actual, el modelo teolgico y antropolgico de referencia, que debera constituir su base, parece dbil y poco bien precisado.
INDEFINICION DEL MODELO. En efecto, a menudo el punto terico de llegada de un proyecto formativo (la perfeccin o el seguimiento) est bien claro y es bien conocido, pero no siempre pasa lo mismo con el punto de partida, que consta en primer lugar del concepto de hombre y de camino evolutivo. En concreto, no est nada claro cmo la llamada a una consagracin especial lleva a interactuar en la persona llamada gracia y naturaleza, debilidades y aspiraciones, consciente e inconsciente. Ya no basta hoy con repetir que la gracia supone la naturaleza, sino que hay que saber expresar en trminos precisos, es decir, pedaggicos, el sentido de esa relacin. Pues para qu sirve un plan ideal final que no permita entrever el recorrido que conduce a l? Cuando no est claro algn elemento del modelo, no est bien definido el modelo en su conjunto. 1.- AMBIGEDAD DEL OBJETIVO. Las consecuencias de la indefinicin del concepto antropolgico de partida pueden ser notables, sobre todo en el mismo punto de llegada, que por encima de la apariencia correr el riesgo de ser igualmente genrico, no bien definido justamente en lo que debera constituir el objeto de un camino de formacin, es decir, la ~~composicin entre lo divino y lo humano en un Amedeo Cencini. Pgina 10
1. Cf. S. Recchi, Laformazione: istanze di rinnovamento: Consacrazioone e servizio (1995) 18-20. 2 es el concepto latino de orden.
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3.- POBREZA DE INDICACIONES METADOLGICAS. Pero la peor consecuencia tiene que ver con el mtodo. La falta de un cuadro conceptual concreto de referencia conlleva tambin normalmente la imposibilidad de hallar un itinerario pedaggico adecuado para transmitir un valor. Quizs sea este el punto dbil de la formacin de hoy. Es una situacin realmente llamativa y quizs indita la que hoy nos toca vivir, pues mientras disponemos de numerosos modelos teolgico s de vida consagrada, todava no hemos definido con precisin suficiente cmo realizar un camino de adhesin a estos modelos. Es decir, que somos ricos en modelos teolgicos, pero pobres de solemnidad en itinerarios pedaggicos. Hay gente que habla de lo inaguantable y pesada que es la formacin. Pesada,
pesadsima... Su importancia capital nadie la discute. No hay quien se atreva a hacerlo, todos estn archiconvencidos. Pero se trata de una importancia cubierta de retrica, de invencible vaguedad, de tonos optativos. Y no hay que olvidar que, en la gramtica griega, el optativo es el modo de las aspiraciones. Bueno, y de las veleidades3.
As pues, en nuestros programas hay una especie de hipertrofia de fines que incluso a veces est orgullosa de s misma, y se vuelve exagerada y rimbombante, para gozo y tranquilidad del que cree que en el tema de la formacin basta con formular unos fines altsimos y vagos, aunque se ignoren los medios, es decir, las personas, los contextos y los mtodos.
3. G. Ange1ini, en U. Fo1ena, Formazione, 'imperativo' del pastorale, en Avvenire, 26 febrero 1997, 16.
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Veamos ahora la diferencia que existe entre tcnica y mtodo. La tcnica educativa es una serie de operaciones ordenadas a la consecucin de un objetivo pedaggico (normalmente actitudinal), pero que pueden separarse fcilmente de toda inspiracin ideal, como si no tuvieran ni alma (ni races); una especie de mtodo neutro, que justamente por eso puede aplicarse en contextos distintos (independientemente de cualquier opcin de fe). Se aplica de modo uniforme y repetitivo, delegando en l la responsabilidad del resultado, consecuencia automtica e infalible de su correcta aplicacin. El mtodo educativo es, por el contrario, un modelo terico que se aplica de forma coherente e inteligente, siendo fiel tanto a sus races inmutables como a las personas y al contexto social cambiante, y en el que participan plena y complementariamente el educador y el educando sin delegacin alguna y sin automatismos de ninguna clase. Pero todava es ms importante recalcar que si el mtodo es en cierto modo la concrecin natural y la traduccin operativa del modelo, entonces un autntico objetivo educativo que nosotros definamos a partir del modelo teolgico-carismtico, tiene que poder convertirse en mtodo, tiene que saber trazar un camino que lleve a l, porque de otro modo no es un verdadero objetivo educativo (ni tampoco teologa). Ms an, digamos que incluso la formacin es esencialmente mtodo en el sentido pleno del trmino. Y podramos seguir en esta direccin diciendo que si una espiritualidad no se convierte en pedagoga, no es una espiritualidad autntica; si no logra sealar un itinerario en el que todos puedan tener experiencia de Dios, no es un don de lo alto otorgado a la comunidad de creyentes, sino una exhibicin narcisista del individuo o una veleidosa pretensin pseudomstica. Este es precisamente el problema que hoy tienen muchos tipos de formacin. Porque Amedeo Cencini. Pgina 13
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Tened en vosotros los mismos sentimientos de Cristo Jess
La exhortacin postsinodal Vita consecrata presta cierta atencin a la formacin inicial y permanente, y en ricos prrafos de sabidura antigua y nueva 1 afronta, aunque implcitamente, el problema del modelo teolgico-antropolgico y ofrece, al menos, algunas indicaciones muy tiles para disear un proyecto educativo global.
<< MIRANDO HACIA EL FUTURO >> As titula el documento la parte dedicada a la formacin, donde se recuerda, por si acaso fuera necesario, que por su propia naturaleza la formacin se proyecta hacia el futuro de la vida consagrada, la condiciona y determina su calidad. Por eso es importante definir correctamente el sentido de un proyecto global educativo en lo referente a su objetivo y mtodo as como a su compaginacin entre lo humano y lo divino. Desde estos elementos y mediante estos componentes es como luego cabe remontarse a ese modelo teolgico-antropolgico que es el corazn que impulsa el mismo diseo formativo. Pues bien, segn ese documento, el objetivo central del camino formativo es la preparacin de la persona para la total consagracin de s misma a Dios en el seguimiento de Cristo, al servicio de la misin2, y el itinerario que lleva a eso es asimilacin de los sentimientos de Cristo hacia el Padre. 3 Para darse cuenta de la importancia que el documento da a esta ltima afirmacin baste recordar que en slo tres prrafos se repite cuatro veces. En ella y desde ella podemos identificar y elaborar elementos significativos relacionados bien con el modelo teolgico-antropolgico y con una estrategia general de intervencin, o bien con un fin general educativo, con su correspondiente mtodo, y con sus etapas intermedias.
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toda la persona, en cada aspecto de su individualidad, en las intenciones y en los gestos exteriores8.
Durante demasiado tiempo la formacin se ha centrado en la vertiente externa de la persona y se ha conformado con pedir gestos nuevos y conducta nueva, sin prestar la atencin necesaria a lo interior, al corazn, al sentir profundo incluso inconsciente, a las motivaciones del obrar. Y luego se ha encontrado con jvenes dispuestos a cumplir rdenes, al menos ciertas rdenes, pero carentes de pasin y a menudo inconsistentes y contradictorios. Totalidad, pues, en relacin con las distintas dimensiones educativas:
Para que sea total, la formacin debe abarcar todos los mbitos de la vida cristiana y de la vida consagrada. Se ha de prever, por tanto, una preparacin humana, cultural, espiritual y pastoral, poniendo sumo cuidado en facilitar la integracin armnica de los diferentes aspectos.9 sobre todo del humano y psicolgico con el espiritual y teolgico, aspectos
sobre los que volveremos ms adelante.
6. Cf. A. Cencini, Una istituzione al servizio de la jormazione, en F. Imoda (ed.), Antropologia interdisciplinare e jormazione, Bologna 1997, 592-593. 7. Vita consecrata, 65. 8. ibd. 9. -Ibid.
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12. Sobre la experiencia espiritual en las tres fases de la desestructuracin, subliminalidad y reestructuracin, cf. A. Cencini, Amars al Seor tu Dios. Psicologa del encuentro con Dios, Madrid 41997,93-138.
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LA MEDIACION DEL FORMADOR.
Ya hemos dicho en el captulo primero que el segundo elemento de un proyecto formativo es una red de mediaciones pedaggicas. Y no es nada difcil identificarlas, porque son clsicas en la historia de la formacin para la vida consagrada. En primer lugar, el formador o formadora (o maestro de postulantes, novicios o profesos); luego la comunidad educadora con sus diversas tareas y su propuesta educativa implcita o explcita; y finalmente el ambiente o los ambientes humanos (escuela, experiencia apostlica, cultura ambiente...) con la correspondiente serie de condiciones y estmulos, a veces provocadores, que acompaan a la tarea educativa. En este captulo estudiaremos la primera mediacin, es decir, al formador y a la formadora.
1.- LA TRINIDAD, UNICO FORMADOR. Cuando se habla de mediacin se quiere decir que el sujeto primero y el autor de la formacin no es ninguno de los tres elementos mencionados, sino el Dios-Trinidad. Es el Padre quien modela en el joven la imagen (<<los sentimientos) del Hijo mediante la accin del Espritu. Para ello la intervencin divina se sirve de la accin humana segn un esquema normal en la accin salvfica: a Dios le gusta llegar al hombre mediante otro hombre utilizando caminos y medios siempre frgiles y limitados, muy inferiores a la meta que se propone e intiles, como dice el mismo Jess. Es la lgica de la encarnacin, donde una pobre carne mortal es llamada a revelar el misterio divino. Es la ley divina de la mediacin humana. Por otro lado, Dios no permite que a nadie le falte lo necesario para su salvacin ni, en nuestro caso, para realizar su proyecto vocacional. Por eso es preciso que ya desde el comienzo del camino formativo quede bien claro el sentido teolgico de la mediacin para que por una parte se capte mejor su importancia y su carcter insustituible, y por otra se reduzcan ciertas expectativas irreales y perfeccionistas respecto a ella.
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2. EL FORMADOR. << CULTIVADOR DIRECTO >> Es pues una ley divina muy concreta, en el sentido de que responde a un estilo de Dios, pero es tambin una exigencia muy subrayada hoy por las ciencias humanas y muy sentidas por los mismos jvenes formando, como se afirm en el Congreso internacional de octubre de 1997:
No rechazamos la riqueza que puede venimos de la teologa. En los pupitres de la universidad se nos ofrece cada da un montn de contenidos. Pero lo que nos falta son las mediaciones. Lo que echamos de menos son personas que nos ayuden a convertir la doctrina en vivencias existenciales personales 1.
1Testimonio oral de un joven participante en el Congreso. Citado por F. Ciardi-T. Merletti, Valare si pub, 38.
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a) EDUCAR. La mediacin del educador debe ante todo e-ducar, es decir, e-ducere, sacar fuera o evocar la verdad de la persona, lo que ella es en su consciente e inconsciente, con su historia y sus heridas, con sus dotes y debilidades, para que pueda conocerse y realizarse lo ms posible2. Se trata, pues, de intervenir directamente en el yo actual del individuo. En este sentido, educar es propio del Dios Padre creador, que extrae, que saca fuera las cosas del caos y las criaturas de la nada para establecer un orden y trasmitir la vida. O cuando educa a su pueblo sacndolo de la esclavitud de Egipto con mano poderosa y brazo extendido, vinculndolo a l con lazos de bondad y ternura, pero tambin corrigindolo como un padre hace con su hijo (cf. Dt 1, 31; 6, 21; 9, 26...) para llevarlo hacia la tierra prometida. Lo hall en una tierra desierta, en la soledad rugiente del desierto. Lo abraz y cuid de l. Lo guard como a las nias de sus ojos. Como el guila que incita a su nidada..., as despleg sus alas y los tom (Dt 32, 10). Educar significa, pues, participar en la obra creadora y constructora de Dios, algo que normalmente se realiza a largo plazo, que es fruto de un amor fuerte y tierno, que requiere paciencia y benevolencia infinitas. La paciencia del campesino que espera y respeta los ritmos naturales, pero tambin la energa del hombre acostumbrado al duro trabajo del campo, una energa capaz de superar el posible rechazo de quien prefiere la inercia de la dependencia al coraje de descubrir y afirmar su identidad. Esta mediacin comporta una serie de operaciones que no son nada simples ni automticas, sino que exigen que el formador tenga una preparacin especfica.
2. ef. c. Nanni, Educazione, en AA.VV., Dizionario di scienze dell'eduucazione, Roma 1997, 340.
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Educar significa, pues, en esta fase llevar al conocimiento de s mismo y a la aceptacin del otro. Es pasar de la sinceridad a la verdad, del descubrimiento subjetivo de lo que uno siente al descubrimiento objetivo de la propia realidad interior, del simple reconocimiento de los sentimientos de cada uno al coraje de llegar a las motivaciones que hay detrs de ellos e Amedeo Cencini. Pgina 26
B) FORMAR. No basta con educar, hay tambin que formar, proponer un modelo concreto, un nuevo modo de ser o una forma que constituye la nueva identidad del consagrado, lo que es llamado a ser, su yo ideal. Para algunos, las ltimas dcadas han sido tiempos de reticencia y ambigedad, si no de silencio, sobre el contenido de este modelo. La accin pedaggica, en nuestros ambientes, ha tenido una impronta ms educativa que formativa y se ha contentado con pedir a cada uno que se conociera para poder ser l mismo. Pero ha corrido el riesgo de quedarse en el horizonte algo neutro y poco relevante de la autorrealizacin, como si el primer y nico mandamiento fuera el de afirmarse en la vida, incluso compitiendo y perjudicando a los dems, sin nada nuevo para un yo condenado a repetirse infinitamente. Pero slo cuando se propone un modelo autntico se seala al joven una direccin nueva y concreta, que moviliza sus mejores recursos, pero que tambin le da mucho y lo atrae porque es la fuente de su verdad a la vez que le propone un camino liberador (aunque costoso) de conversin3. Por consiguiente, si educar evoca la verdad del hombre, formar comporta una provocacin del mismo, una propuesta que exige dar el mximo de uno mismo y que revela, por tanto, hasta dnde puede llegar cada uno. Sea lo que fuere, lo cierto es que toda autntica actividad formativa tiene efectos rompedores: es una novedad que sorprende y a veces intimida, que suscita nuevas expectativas y estmulos, que produce tensin y a veces insatisfaccin, que exige cambiar de actitudes y superar los viejos modos de vivir, que impulsa hacia adelante, hacia metas insospechadas el equilibrio de la persona, que inicia una nueva fase de la vida y provoca tambin resistencias y posturas defensivas ... Si educar es roturar la tierra, formar es introducir en ella la vitalidad de la semilla, una fuerza que irrumpe y genera nueva vida. La semilla que cae en la tierra, muere y fructifica. Pero sigamos adelante. Si educar es cosa del Padre, formar parece ser actividad clave del Hijo, claro que sin exclusiva de ningn tipo. Ya hemos dicho que los sentimientos del Hijo constituyen el modelo tpico de la vida consagrada. Y si esto es as, quin mejor que el Seor Jess para llevar a cabo esta paciente tarea formativa en el corazn del joven consagrado? Es, pues, muy importante, y no slo sugerente, que nuestros jvenes sientan as su relacin con Cristo, verdadero (padre) Maestro de su vida, el camino, la verdad y la vida, el nico que puede implantar en su corazn su forma de sentir, hacer que su amor los haga vibrar, contagiarles su pasin por el Reino ...
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5. Cf. A. Cencini, Vida consagrada. Itinerario formativo, Madrid 21994, 55ss. 6. Obra pontificia para las vocaciones eclesisticas, Nuove vocazioni per la nuova Europa. Documento finale del Congresso sulle vocazioni al sacerrdozio e alla vita consacrata in Europa, Roma 5-10 de mayo de 1997, n. 18b.
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7. G. Devoto-A. Oli, Nuovo vocabolario illustrato della lingua italiana, Firenze 1988,679. 8. Cf. A. Cencini, Accompagnamento, en AA. Vv., Dizionario di sciennze de ll' educazione, 22- 23.
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Yo actual Dios padre-creador que e-voca de la nada a la existencia; que educe a Israel de Egipto e-ducndolo en el desierto. De la sinceridad a la verdad Conocimiento y superacin por el gua de sus puntos dbiles para llevar al joven por el camino de liberacin.
Yo ideal La knosis del hijo; o el hijo que, como el alfarero, modela sus sentimientos en el corazn del consagrado. De la verdad a la libertad Proponer a Cristo y su verdad, belleza y bondad objetivas, para suscitar en el corazn, en la mente y en la voluntad una adhesin subjetiva.
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COMUNIDAD EDUCATIVA.
Entre la red de mediaciones pedaggicas indispensables para un proceso formativo hemos incluido tambin a la comunidad, como lugar y sujeto de formacin para la vida consagrada. Un elemento que forma parte de la tradicin ms autntica es que la comunidad es quien se hace cargo del proceso de maduracin del joven candidato y que el hermano mayor responsable de este proceso manifiesta el cuidado y la atencin de la familia religiosa por quien pide pertenecer a ella. La fraternitas es el mbito natural del camino de crecimiento, y a la vez el sujeto agente de la formacin, no slo en la etapa inicial, sino durante toda la vida del religioso. Es muy significativo a este respecto que en la exhortacin apostlica sobre la vida consagrada, la seccin sobre la formacin est en el captulo segundo, que trata de la comunidad (signum fraternitatis), para dejar bien clara la titularidad natural educativo-formativa de la comunidad para con sus miembros. Sin embargo, en la prctica no hay que dar por supuesta esta dimensin formativa de la comunidad, pues para que la fraternidad religiosa sea educadora ya en la etapa inicial, y tambin despus, deben darse ciertas condiciones, tanto estructurales como dinmicas. 1. ELEMENTOS ESTRUCTURALES. Esta comunidad debe disponer de recursos pedaggicos internos y de un gil acceso a recursos formativos externos al alcance real de todos y cada uno para hacer posible una experiencia personal y global de maduracin y crecimiento segn los distintos niveles, de acuerdo con el modelo carismtico institucional y la fase de desarrollo del joven. Estas condiciones constituyen las estructuras de una comunidad educativa, los elementos que la sustentan. Concretando, podemos decir que recursos internos son, por ejemplo, el clima espiritual (que comprende la animacin litrgica, los valores que se proponen, la coherencia entre valores y vida comunitaria, un orden global y una sabia disciplina comunitaria...) y unos formadores bien preparados. Recursos externos son en general todas las provocaciones que vienen del lugar, de la realidad social en que est inserta la fraternidad, para que la formacin no ande tan por las nubes que no pise tierra y el joven aprenda en seguida a buscar y encontrar a Dios en la realidad histrica, y a consagrarse en la Iglesia y en el mundo y para la Iglesia y para el mundo. Recursos externos importantes pueden ser tambin los Centros de estudios teolgicos u otros Centros culturales donde se lleva a cabo la formacin intelectual; los ambientes especiales de la Institucin donde el joven puede tomar contacto con el apostolado peculiar de la misma; la parroquia como experiencia de Iglesia y de servicio a la comunidad creyente; comunidades religiosas concretas, grupos y movimientos que posibiliten algunas experiencias espirituales y de Amedeo Cencini. Pgina 32
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b) distincin de papeles. Otra condicin decisiva para la dinmica educativa de la comunidad es la correcta distribucin e interpretacin de los papeles. Esto supone en primer lugar mucha claridad a la hora de asignar las responsabilidades educativas. Empezando, por supuesto, por la primera de todas en una comunidad educativa, a saber, por el ministerio del autntico educador-formador, del maestro o maestra de novicios y novicias o de profesos y profesas, o de quien haya de encargarse del camino de acompaamiento personal de cada uno. El joven debe saber con certeza quin es el hermano mayor que la institucin pone en su camino como mediador de la obra formadora del Padre. Por tratarse de una relacin absolutamente personal, y por tanto de atenciones, energas y tiempos dedicados a cada uno, estas comunidades no deben ser numerosas, y el nmero de jvenes formando s no debiera superar el de la primera comunidad educativa de la historia cristiana. Si en algn sitio la comunidad fuera especialmente numerosa (ojal hubiera muchas!), habra que dedicar varios hermanos al acompaamiento. En la tradicin religiosa el maestro ha sido siempre el responsable de todo el proceso formativo, el que vive con los jvenes y fija el programa y el desarrollo de las actividades educativas. Pues bien, todava hay buenas razones para seguir con esta tradicin, incluso desde el plano estrictamente psicopedaggico, como ya hemos indicado (por el trato ms directo con el joven y en consecuencia por un mejor conocimiento del mismo, y tambin por la correspondencia entre la intervencin en el individuo y en el grupo, la coherencia del diseo educativo, una mayor eficacia en la transmisin de los valores, la fuerza impulsara del testimonio personal....). Esto no choca, por supuesto, ni con la idea ni con la praxis del equipo educativo, que enriquece la propuesta y comparte la responsabilidad, garantizando adems intervenciones ms especficas e incisivas. Pero hay que tener cuidado en que el equipo no se convierta en una coartada para esos peregrinos especializados en ir de un educador a otro, contndole a cada LIno parte de sus problemas, pero sin confiarse ni abrirse a nadie por completo.
4. Cf. La vidafraterna en comunidad. Congregavit nos in unum Chrissti amor, Madrid 61995. 5. V. Basca, Il ruolo educativo della comunita religiosa, Tarina 1978, 5.
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AMBIENTE EDUCATIVO INTERNO.
Adems de las mediaciones pedaggicas del formador y de la comunidad, la mediacin del ambiente es otra realidad educativa importante y necesaria. Una realidad a menudo ignorada o infravalorada desde el punto de vista educativo, pero que a veces influye decisivamente, quizs precisamente porque no se le presta la atencin suficiente. Qu es el ambiente educativo en general? Por ambiente educativo entendemos un conjunto de caractersticas y condiciones sobre todo internas, que dependen de las personas que forman la comunidad educativa y de la calidad de las relaciones (el tono educativo, el aire que se respira en la comunidad, la organizacin interna, la transparencia de los valores en el estilo de vida, la clase de mensajes que circulan...). Pero con esta palabra tambin nos referimos al ambiente externo, al lugar donde radica la comunidad educativa, que debe reunir algunas condiciones para que en todas y cada una de las fases del recorrido formativo se pueda lograr su objetivo. En este captulo vamos a centrarnos sobre todo en el ambiente interno. Siguiendo la reflexin que hemos hecho hasta aqu, podemos decir que las condiciones ecolgicas internas ms importantes de una comunidad de formacin son las siguientes. 1. COHERENCIA. Lo que desde luego siempre debe haber es una profunda coherencia general entre los mensajes educativos explcitos y la realidad concreta de la vida. Porque lo que el formador pide o presenta como valor y objetivo comunitario es tanto ms vinculante para cada uno cuanto ms confirmado lo ve en la vida, en la tensin, en la organizacin y en la conviccin de la comunidad. Cuando en las charlas de formacin o en las clases acadmicas, en las recomendaciones pblicas o privadas, en las homilas o en el proyecto comunitario de cada ao se propone un ideal y luego no se sacan las consecuencias prcticas, o no se subraya una y otra vez, o no se reacciona cuando se falta a l, o se deja que transcurra la vida comunitaria como si nada hubiera que cambiar, o cuando no se somete a revisin, o no se anima a vivirlo, o no se destacan los ejemplos positivos ... entonces estamos ante una situacin profundamente contradictoria que vaca las palabras de toda eficacia educativa. Es el fenmeno de los dobles mensajes, una contradiccin que no tiene nada de eventual, e indudablemente una de las ms graves y nocivas para la formacin. El ambiente tiene que confirmar el modelo indicado, ms an, tiene en cierto modo que identificarse con l formando un todo indivisible con los valores que implica ese modelo.
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3. Cf. M. 1. Rupnik, Dall'esperienza alla sapienza. Profezia della vita religiosa, Roma 1996,47. 4. Es interesante, a este respecto, esta reflexin de Pifano: La belleza resplandece sobre el terreno de la verdad. Y la verdad, en sentido bblico, es 'fidelidad' del hombre y del cosmos al diseo de Dios, a la imago Dei. Lo que es verdadero segn esta 'imago' es tambin 'bello' segn la forma. Vivir, pues, en la belleza es vivir kath' eikon, o sea, componiendo y recomponiendo la imago Dei y reencontrando as nuestra forma original de creaturas e hijos de Dios Padre (P. Pifano, Sulla bellezza, Napoli 1983, 61), Y la forma espeecfica ligada al carisma religioso de cada uno. 5. H. U. van Balthasar, Gloria. 1. La percezione della forma, Milano 1985,11.
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3. CAPACIDAD DE PROVOCACIN. El ambiente educa y forma en la medida en que pro-vaca, que etimolgicamente significa ir ms all, avanzar sin cesar en el camino y superarse, impidiendo que uno se pare y se conforme con el tramo que ha hecho. Todo responsable de formacin tiene que saber que, desde esta perspectiva, el ambiente influye mucho y crea un clima que todo el mundo respira y que a menudo condiciona lo que se hace. El formador debe ser realista y saber que su mensaje educativo pasa tambin por el filtro de ese poderoso mediador que es el ambiente, por la mentalidad que poco a poco se ha ido generando, por las costumbres cada vez ms arraigadas, por las comodidades implcitamente justificadas, por los mensajes que circulan muchas veces sin la ms mnima interferencia y que llegan siempre a su destino. Es decir, que la presin del grupo est ah, una especie de fuerza neutral que puede mover y orientar tanto hacia el entusiasmo de una opcin creativa como hacia la inercia de la ms esculida y confortable mediocridad. Cuntas veces la nica razn para hacer algo (o para saltrselo) es que todo el mundo lo hace! Y cuntas veces tambin, la resistencia a cambiar ciertas costumbres muy arraigadas o a eliminar ciertas perezas comunitarias se justifica con el acostumbrado es que siempre se ha hecho as! Pero es que no es verdad que la gente joven aprende ciertos valores y estilos de vida precisamente de lo que ven en sus hermanos mayores? Todo grupo es una entidad social que si se le deja abandonado a s mismo, tiende a funcionar al ralent, a las menos revoluciones posibles. Ralent que funciona ms o menos as: primero se fija, aunque no explcitamente, un nivel nada exigente que est al alcance de todos; luego lo recibe el grupo, que en seguida difunde y promueve en su interior ciertos mensajes que confirman que el listn est nivelado (a la baja); y finalmente procurar evitar todo aquello que pudiera modificado al alza, con el coste correspondiente. Pues bien, ni siquiera la comunidad educativa se ve libre del impulso de esta inercia, y mucho menos en una cultura como la nuestra tan familiarizada con los analgsicos y la mediocridad, que tiende a eliminar todo lo que suene a costoso y exija algn sacrificio. As pues, es muy importante que el formador sepa todas estas cosas y les preste alguna atencin. Ante todo, debe saber tantear el tono de la comunidad para descubrir en su caso ese estilo algo pagano que tiende a primar los equilibrios minimalistas y a pedir el mnimo esfuerzo. Muchas veces este estilo. Adopta unas formas muy sutiles y aparentemente correctas. Y es precisamente aqu donde est el problema. Porque el ideal de una comunidad formativa no radica en esa serenidad producto de la ausencia de tensiones o de unas pobres relaciones, ni en ese clima algo ridculo donde todo el mundo trata de complacerse bajo la gua de un formador inofensivo y satisfecho, sin que nadie provoque a nadie para que cada vez sea ms evanglica la respuesta al don que se ha recibido. La fraternidad que educa no es un lugar de complacencia, sino de mutua edificacin. El educador es, por tanto, el primero que tiene que ser consecuente, situando a cada uno ante sus responsabilidades, y a todos ante la realidad de una vida consagrada Amedeo Cencini. Pgina 41
4. SENTIDO DE RESPONSABILIDAD. Finalmente, el ambiente es educativo slo si es capaz, en general, de crear poco a poco personas adultas y responsables. Y ms en particular si fomenta en ellas el sentido de responsabilidad ante la comunidad para que sea realmente educativa y formativa. Es un aspecto relevante y digno de atencin, porque es frecuente que el joven llegue a la casa de formacin con un montn de expectativas implcitas y quizs ni siquiera verificadas, pero que da por supuestas y defiende vigorosamente si alguien le lleva la contraria. Esas expectativas tienen que ver a menudo con su pretensin de que la comunidad sea perfecta o al menos de que disponga de todos los instrumentos, oportunidades, recursos y condiciones que la faculten para formar. Es decir, el joven concibe la fraternidad como un producto terminado que simplemente hay que consumir, en tanto que l sera una especie de sujeto pasivo y un simple usuario que espera y se aprovecha de la accin de los dems. Sabemos muy bien adnde conducen a largo plazo estas expectativas. Por eso mismo, y para evitar ahora y luego la falta de compromiso, la privacidad, el derrotismo, la reivindicacin permanente y siempre acusatoria, es preciso que poco a poco, pero desde el primer momento, se transmita la idea de que la comunidad de formacin ser la que sea capaz de crear la responsabilidad de sus miembros6. Porque todos los miembros de la comunidad han recibido el mismo don, cada uno a su medida y en consecuencia segn un aspecto e impronta originales. La Amedeo Cencini. Pgina 42
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Ambiente educativo externo.
No solo educa el ambiente interno, sino tambin el ambiente externo, que es el conjunto de condiciones y caractersticas que facilitan y hacen ms incisivo el proceso de maduracin del joven profeso. No podemos decir que en el pasado no se haya prestado atencin a este tema, pero la intervencin de las ciencias sociales ha hecho que hoy seamos todava ms conscientes del influjo del ambiente que nos rodea y vemos la importancia de una reflexin sistemtica sobre l. En el captulo anterior hemos definido el ambiente educativo externo como el contexto social y territorial donde vive la comunidad formativa, que debera garantizar las condiciones concretas y ofrecer los estmulos adecuados para que en todas y cada una de las fases pueda conseguirse el objetivo correspondiente. Esta definicin descriptiva expresa correctamente el papel y la naturaleza del ambiente externo, como parte de la red de mediaciones pedaggicas por las que pasa el dinamismo educativo y formativo. El ambiente no es, pues, el titular de la accin educativa, pero s un valioso instrumento de la misma, a la que no slo debe confirmar, sino enriquecer y estimular todava ms. Por otra parte, el ambiente externo, justamente por estar tan ligado a la dinmica formativa, no es un lugar ms, sino un contexto territorial especfico que debe ofrecer a cada fase del camino el reto correspondiente a la naturaleza del periodo de formacin de que se trate. Veamos, pues, cmo el ambiente externo puede contribuir realmente a la educacin en las tres fases cannicas de la formacin religiosa inicial. 1. PRE-NOVICIADO: << VENID Y VERIS >> (Jn 1,39) El objetivo general del pre noviciado es que madure realmente la capacidad de la persona para que pueda elegir con libertad de creyente la vida consagrada como ideal personal. Objetivos especficos son, en primer lugar, que tanto la congregacin como el candidato comprueben la autenticidad de la llamada, primero cada uno por su lado y luego cruzando la informacin; y tambin que madure en el joven una disposicin anmica nueva y eficaz que rompa con su situacin vital anterior y sintonice con la dinmica del seguimiento en una institucin determinada. Podramos decir que es el periodo de la primera experiencia, que culmina en la decisin de entrar en el noviciado. Un ambiente adecuado es el que permite que la persona se conozca a s misma y tambin a la institucin, que sea consciente de sus actitudes personales y de las exigencias de la congregacin, del don recibido del Espritu y del espritu institucional (talante apostlico, asctica y mstica...). Ahora bien, esta clase de conocimiento slo puede ser experimental, fruto de una experiencia directa sobre el terreno, porque slo as permitir no slo al interesado, sino tambin a la institucin, constatar si de verdad hay una llamada de lo alto y si a esa llamada corresponde el joven con una respuesta adecuada. Amedeo Cencini. Pgina 44
1. Potissimum institutioni, 44: EV12/54. 2. bid. 3. Lumen gentium, 44.46: EV 1/406.412; PI, 45.
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Tabla 3. Componentes formales del modelo pedaggico. Nivel del yo Presupuestos Contenidos Yo actual Yo ideal Dimensin Pedaggica Educar Formar Componentes estructurales Elementos Arquitectnicos Elementos Hermenuticos Elementos hermenuticos
Dinamismo
Yo relacional
acompaar
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La dimensin humana.
Retomando la imagen paulina de las dimensiones del misterio, podramos decir que la dimensin humana es la profundidad, es decir, los recursos energticos que tiene el hombre en cuanto tal, aunque a veces esas riquezas sean menos visibles o parezca que la persona misma las ignora y haya que recuperarlas en profundidad. Estos recursos constituyen tambin los elementos arquitectnicos de la madurez humana. 1. PRESUPUESTOS. La formacin parte justamente de estos presupuestos y de la conciencia por parte del sujeto del magnfico potencial que posee y por tanto de los retos y responsabilidades consiguientes. Pues en realidad podra suceder que estos recursos o no se emplearan, o no se emplearan constructivamente. Podemos concentrar estos presupuestos en los puntos siguientes. La persona humana a) es un ser consciente y libre llamado a crecer tanto en la conciencia que conduce al dominio de s mismo como en la libertad que abre a responsabilidades; b) es una realidad dividida en s misma que se mueve en direcciones opuestas1, progresivas y regresivas (virtud y pecado, amor y egosmo, conciencia e inconsciencia, libertad y esclavitud ... ) y se realiza en la medida en que opta por la polaridad progresiva sin pretender eliminar la negativa; c) es un ser llamado a vivir la relacin interpersonal como lugar de realizacin de s mismo por lo que da y recibe de los otros; d) es un ser capaz de trascenderse hasta abrirse a lo divino, sentirse amado por l y amarlo a su vez.
Es posible que todo esto parezca una obviedad. Pero yo me pregunto, por ejemplo, hasta qu punto somos muy conscientes, en la formacin que damos, de la divisin interna que hay en el hombre (o cuntas veces damos por supuesta cierta bondad o cierta libertad). Adems, no estoy muy seguro de que siempre se considere a la realizacin interpersonal como lugar donde el yo se realiza y no como un simple ejercicio de virtud que uno puede hacer o no.
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2. Sobre este tema, cf. A. Cencini, La storia personale, casa del mistero. Indicazioni per il discernimento vocazionale, Milano 1997.
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La vida como historia, la fe como memoria
Por dinamismo de la formacin humana entendemos el itinerario educativo que permite alcanzar el objetivo de esa formacin, a saber, que el joven se conozca a s mismo y logre ser libre para confiar y entregarse, como ya hemos dicho. No se trata de un conocimiento cualquiera, esttico y circunscrito al hoy, sino de un conocimiento histrico fruto de un reconocimiento histrico de la propia vida que refleje no slo la vertiente vulnerable de la personalidad sino tambin los recursos positivos. Y que refleje adems, y sobre todo, no slo lo que ha sido y es, sino tambin lo que es llamado a ser, su rostro ideal. Para que este reconocimiento sea posible se requiere un cierto adiestramiento de la adhesin creyente y una primera interpretacin de la madurez global del hombre en el plano afectivo, intelectual y moral, que lleve a la persona a darse libremente llena de confianza y optimismo. 1. UNA HISTORIA A TROZOS. As pues, lo ms importante es saber leer la propia historia, cosa nada fcil ni obvia si observamos el sentido de la historia que tienen algunas personas consagradas ya bastante entradas en aos. A veces se encuentra uno con religiosos y religiosas que andan buscando ayuda y que no saben contar su propia historia. Y no precisamente por falta de memoria o capacidad narrativa, sino porque sencillamente no la conocen, porque jams se les ha preparado para hacerla de una forma sistemtica y precisa, a la luz de unos criterios precisos o de unas categoras interpretativas luminosas. Y sucede que cuando se les pide que narren su vida, lo nico que sacan es una serie de retales histricos sin continuidad alguna, una especie de trozos como deslavazados o unas parcelillas sin continuidad. Eso s, cuentan hechos y hechos, pero sin el ms mnimo significado que los una; recuerdan acontecimientos, pero sin ningn nexo lgico que los vincule orgnicamente; relatan ancdotas, como si fueran piezas imposibles de articular en un conjunto acabado quizs ideado y diseado por Dios; mezclan un poco a salto de mata una gran serie de datos, episodios, encuentros, realidades positivas y negativas, pero siempre en bruto, sin ni siquiera haber sido rozadas por una inteligencia iluminada por la fe. Quizs por eso hay tambin gente que no recuerda bien su pasado y que puede perderse en la nebulosa de otros tiempos, haciendo que para ellos todo sea igual, que todo est como muerto. O puede que lo recuerden selectivamente (slo lo positivo o lo negativo), o de forma muy vaga refirindose a una oscura y genrica buena voluntad all al principio, pero sin creer gran cosa en ella. Amedeo Cencini. Pgina 58
1. El concepto de memoria afectiva es de M. Amold. Cf. M. B. Amold, Emotion and Personality, New York 1960. Sobre las implicacioones de este concepto en la dinmica formativa, cf. A. Cencini, Por amor, con amor, en el amor. Libertad y madurez afectiva en el celibato consagraado, 653.
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2. Cf. L. M. Rulla-E Imoda-J. Ridick, Antropologa de la vocazione cristiana. 2. Conferme esistenziali, Casa1e M. 1986 (trad. castellana: Antropologa de la vocacin cristiana. 2. Confirmaciones existenciales, Madrid 1991).
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3. Citado por G. Ravasi, L'aiuto, en Avvenire, 3 septiembre 1996, 1. 4. Cf. D. Barsotti: Feria 12 (1997) 68.
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Madurez humana.
La tarea de reasumir el propio pasado, sealado como metodologa o dinamismo tpicos de la dimensin humana, debera llevar a una nueva percepcin de uno mismo y a un nuevo modo de afrontar tanto el acontecimiento de la vida como los ideales aunque slo fuera a nivel humano. Podramos decir que la prctica en la lectura y escritura de la propia historia debera llevar tambin a la persona a releer y reescribir su propia identidad desde una concepcin distinta, ms rica y coherente, de la madurez humana. Recoser los retales no slo significa juntar los trozos, como si el pasado slo constara de desastres que hay que anotar y aceptar, sino captar y dar un sentido capaz de hacer convivir las contradicciones y asimetra s de la vida, dando coherencia y unidad al conjunto, a la vez que reforzando sin duda alguna su propia identidad. Es el primer fruto, quizs el ms sustancioso, de este trabajo. Tratemos pues de penetrar en esta concepcin nueva y singular de la madurez humana. No se trata de enumerar la conocida lista de criterios de madurez humana, sino de captar primero qu significa ser un hombre que realiza plenamente su humanidad consagrndose a Dios, con los recursos y limitaciones que la caracterizan. De lo que se trata es de identificar, desde el plano de la propia humanidad, las premisas que en el transcurso de las distintas etapas del camino formativo permiten ver cada vez ms claramente cul es el plan divino sobre uno mismo y responder a l libre y generosamente. Luego se descubrir cmo estas premisas alcanzan su plena madurez en interaccin con las dems dimensiones del camino formativo. Creo que no tiene mucho sentido reducir la dimensin humana a algunos elementos de salud psquica, a un conjunto de capacidades relacionales o a un sector aislado de competencia exclusiva del psiclogo. Porque la dimensin humana es una parte de la formacin cristiana y carismtica, no es algo simplemente yuxtapuesto a ella (antes o despus), sino que a la vez la contiene y es contenida por ella. Tiene una interaccin tan profunda con ella, que no slo es imposible separarlas, sino incluso distinguirlas, al menos en el hombre maduro. El hombre nuevo al que Pablo se refiere est totalmente iluminado por la fuerza del Espritu, pero esa luz se refleja y resplandece en su humanidad renovada aunque siempre humana, ms an, cada vez ms autnticamente humana. Estamos convencidos, pues, de que si el consagrado y la consagrada son un hombre y una mujer autnticos, en ellos se refleja la imagen del misterio santo de Dios. Es claro por tanto que el formador debe prestar una atencin expresa a la dimensin humana entendida en ese sentido. Adems, la tarea de la memoria creyente, la memoria bblico-afectiva, no se hace de una vez para siempre. Y no slo por ser una tarea que por su propia naturaleza nunca se termina, sino tambin porque puede unirse idealmente con las tres fases clsicas de la formacin religiosa: prenoviciado, noviciado y postnoviciado. Esta recuperacin de la propia historia podra y debera aportar la motivacin decisiva que lleva a la opcin vocacional inicial, a la resolucin de Amedeo Cencini. Pgina 64
1. As deca el poeta Santayana, citado por L. M. Rulla, Antropologia della vocazione cristiana. 1. Basi interdisciplinari, Bologna 1987, 129 (traaduccin castellana, Antropologa de la vocacin cristiana L Bases interdisciiplinares, Madrid 1989).
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El esquema a seguir es el mismo que en la dimensin humana: elementos arquitectnicos (dimensiones como recursos o presupuestos fundamentales) y elementos hermenutica s (contenidos y dinamismos).
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La dimensin espiritual
Empecemos tratando de clarificar el punto de partida, el esqueleto, llammosle as, del hombre interior o el elemento arquitectnico del edificio espiritual. Pues como de estos elementos o claves de lectura es de donde se derivan las aplicaciones terico-prcticas en el tema de la formacin, no hay ms remedio que precisarlos. 1. PRESUPUESTOS. Estos presupuestos estn estrechamente relacionados con lo que hemos dicho sobre la dimensin humana. Podramos decir que arrancan justamente del punto de llegada de ese anlisis, a saber, del presupuesto de que el ser humano es capaz de trascenderse hasta abrirse a lo divino, amarlo y sentirse amado por l. Todava ms, este hombre: a) es el interlocutor de Dios, al que Dios ha hecho compaero suyo, capaz de escuchar su voz y darle una respuesta; b) es justamente en este dilogo donde el hombre descubre su verdad y la posibilidad de realizarse en plenitud. Es ah donde afirma tambin su libertad, que se fundamenta en la libertad de ese Dios que no se impone al hombre, sino que le deja que acepte o rechace libremente su propuesta, que sea libre de creer o no creer. c) Pero si el hombre asume el riesgo y se fa de Dios, penetra misteriosamente en su mundo, su corazn comienza a participar de los deseos divinos y aprende a amar al modo divino. d) Entonces todo esto se refleja en sus relaciones terrenas, que ya no se viven exclusivamente desde una lgica puramente humana, reductiva e interesada, sino desde la lgica evanglica de la vida en la muerte, de la locura de la cruz, de la bienaventuranza de la mansedumbre y de la misericordia, de la fe que mueve montaas, de la confianza que elimina todos los miedos... e) El hombre espiritual, pues, no es alguien que vive al margen de la realidad humana o que ha renunciado a su humanidad, sino el que vive cada instante de su existencia con este espritu de fe. Pues espiritual no es lo mismo que inmaterial. Espiritual significa capacidad de interpretar y gestionar tambin la parte instintual del yo y la realidad ms material de la vida desde una perspectiva trascendente y a la luz de la lgica evanglica.
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El cristiano, como tal, Es un hombre o una mujer que introduce en Cristo toda su historia personal, que se reviste de l. Revestirse de Cristo es penetrar en su experiencia, compartir su amistad, vivir su vida, manteniendo ntegra la propia sin alejarse para nada de la concrecin de la carne (en sentido bblico) en todas sus dimensiones: fsica, del tiempo en que se vive, del espacio que se ocupa, de los sentimientos, las pasiones, las realidades en que se ve uno metido. Esta carne total, esta persona en su historia es la que participa en Cristo, la que lo reviste, la que forma un solo cuerpo con Jess de Nazaret, el hombre Jess3. Si esto lo es cualquier cristiano, con mucha ms razn lo ser quien es llamado por vocacin a una especialsima identificacin con el Hijo .
2. Cf. Vita consecrata, 65. 3. Eliana monaca, differenze sconfitte, en <<Avveniere>>, 16 octubre 1996.
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El dinamismo de la fe.
El hombre interior o espiritual que hay en todo creyente crece y madura como un organismo vivo, con una alimentacin adecuada y un proceso de desarrollo que sigue un itinerario bien preciso. Es decir, creer es un proceso articulado y complejo, y no un acto extemporneo y repentino, un dinamismo que afecta al hombre entero que piensa y suea, que ama y sufre, que se interroga y duda, que se fa y se confa ... Y aunque, como Jess deja entrever en el evangelio, es verdad que nuestra fe aqu en la tierra ser siempre pobre y ms pequea que un grano de mostaza, no por eso deja de ser importante que sepamos cmo hacer que brote y crezca. El mismo Jess dice que, aunque fuera como ese grano de mostaza, sera capaz de mover montaas, pues tanta es la fuerza del que cree. Pero como da la casualidad de que todas las montaas siguen an bien puestas en su sitio, surge inmediatamente" la duda de si en nuestra formacin se da una autntica educacin en la fe. Puede que incluso a veces se d por supuesta en nuestros jvenes, que corren as el riesgo de ser preparados para vivir pobres, castos y obedientes sin saber muy bien por qu o por quin, o de ser muy observantes, pero desde una perspectiva meramente humana, de poca altura de miras. Se trata, s, de gente creyente, pero con esa fe que providencialmente han recibido de su familia. Una fe ciertamente de magnfica factura, una fe sana, pero que en muchos casos no ha crecido por dentro. As pues, mientras las cosas van bien y no hay problemas especiales, esa fe materna puede incluso bastar; pero cuando surgen dificultades y hay que tomar decisiones difciles sin contar con un ambiente que nos proteja de ciertas provocaciones, entonces descubrimos, no sin cierta sorpresa, lo pobre que era nuestra personalizacin del acto de fe y lo poco que influa en las decisiones que tenamos que tomar. No hay ms que mirar a nuestro alrededor para comprobar cuntas crisis precoces de jvenes consagrados, incluso poco tiempo despus de la profesin perpetua, confirman sobrada y dramticamente esto que estamos diciendo. La verdadera sospecha que suscitan estas situaciones crticas, que no raramente terminan en abandonos, es que lo que con frecuencia falta o no est bien definido es un mtodo educativo para la fe, la indicacin de un itinerario que lleve al asentimiento creyente o que lo vaya reforzando a lo largo de las distintas fases de la vida. Pues bien, ese mtodo es lo que a continuacin queremos proponer. Y ello sin ningn tipo de presuncin, puesto que la fe es un don que viene de lo alto, sino partiendo de que si la fe abarca toda la vida y todo el hombre, una autntica educacin en la fe no puede reducirse a una sola fase o dimensin de la existencia. Amedeo Cencini. Pgina 77
1. LA FE Y VIDA PASADA. La fe no nace de la nada ni de una adhesin a ojos cerrados a una verdad que nos supera o a un misterio inalcanzable, sino de una constatacin o de una lectura en profundidad de nuestra historia, que trasciende el dato visible para captar tras l una presencia que le da un significado, una lgica de coherencia y de providencia. . . . Es el modelo histrico-autobiogrfico que ya conocemos. a) Modelo histrico-bblico: la autobiografa. El cristiano cree en la paternidad y maternidad de Dios porque las ve y las comprueba en su existencia. La vida pasada es, pues, el lugar de esta lectura iluminada por la fe y a la vez hace que esa misma fe madure. Podramos incluso decir que nuestra historia individual es la prueba ms convincente, por ser la ms personal, de la presencia de un Dios, que no es neutro ni igual para todos, sino que tiene un rostro, una actitud, una palabra y un gesto inconfundibles e irrepetibles (tan inconfundibles e irrepetibles como ha sido y es nuestra existencia como individuos) que sentimos dirigidos a cada uno de nosotros. Ejercitarse en la lectura de nuestra vida es importante, como ya hemos visto, para el conocimiento que cada uno debe tener de s mismo, para la integracin de su pasado y de algunas de sus heridas, para el aprendizaje de la memoria bblico-afectiva que nos hace recordar lo que Dios ha hecho en la historia del hombre a travs de tantas mediaciones humanas y en todas las circunstancias de la vida, incluso en las ms dolorosas. Este es el momento de abordar sistemticamente esta lectura creyente utilizando los instrumentos adecuados, estrechamente unidos con el objeto material y formal de la fe cristiana. 1. CATEGORAS BBLICAS. Esta lectura o relectura de nuestra historia de salvacin no tiene slo un punto de referencia final o central, por ejemplo, la idea-evento de la salvacin, sino tambin claves muy concretas de lectura que son a la vez categoras bblicas bien precisas. Estas categoras nos permiten detectar en nuestra vida la realizacin de una autntica historia de salvacin tal como se ha ido consumando a lo largo de nuestra existencia humana, en la que Dios ha actuado, como actu un tiempo en la historia de Israel. Qu es una categora bblica? Es un evento central de la historia de Israel, la historia madre de todas las historias de salvacin, que el creyente va reconociendo poco a poco en su existencia, por pequea e irrelevante que sea, por ejemplo, la eleccin, la prueba, la cada, la esclavitud, la lucha, la liberacin, el Mar Rojo, el desierto, el man, la tierra prometida ...
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Es la ley psicolgica de la constancia del objeto2, o de la fidelidad de Dios, que se narra en todas las historias humanas. El joven capaz de leer as su vida crece en la fe y aprende al mismo tiempo un mtodo magnfico para ser cada vez ms l mismo, sujeto de su vida y objeto del amor enormemente tierno de Dios, cada vez ms creyente y cada vez ms hombre, en ese fecundo cruce de sus dimensiones humana y espiritual. Tratemos de resumir en el siguiente cuadro la riqueza de esta forma de leer en la fe nuestra historia.
2. Sobre esta teora, Cf. O kernberg, Teora della relazione oggettuale e clnica psicoanaltica, Torino 197, 145.
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MEMORIA BIBLICO-AFECTIVA.
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2. FE Y VIDA PRESENTE. Para alimentar la fe no basta con mirar al pasado. Ser creyente significa afrontar todas las situaciones con la certeza cordial de poder contar con Dios, invertir en el hoy el rico patrimonio de la fe, con todos los riesgos que comporta. Pero, adems, la fe ha de estar presente en todos los instantes de la vida sin excepcin alguna, pues no hay ni un solo resquicio en el que se la pueda poner entre parntesis y considerarla vacante. Es justamente en las cosas ordinarias de cada da donde la fe halla su ambiente y su alimento natural. Por eso, en la formacin inicial hay que educar al joven en una fe que no se manifieste como tal slo o sobre todo en las grandes circunstancias de la vida, a la hora de tomar decisiones especiales. Hay que educarle tambin en una fe cotidiana, capaz de tejer cada vez ms la trama de los das, de unir las actividades de cada da como forma normal de vida que le da color y calor. Para este tipo de formacin propongo dos mtodos que me han parecido y me siguen pareciendo muy tiles en la formacin (tanto inicial como permanente) y de los que me he ocupado ya por separado en algunas publicaciones3. La originalidad del tratamiento que aqu le damos radica exclusivamente en el descubrimiento y propuesta de su complementariedad. b) Modelo mariano: aspecto gentico. El primer dinamismo es el que podemos llamar mariano, por ser Mara su imagen ideal. Indica el aspecto gentico de la fe, que nace de la Palabra y se realiza en el evento, y expresa tambin el poder de la Palabra-evento de unificar la vida y los dinamismos vitales de la persona. Este es el poder que el joven ha de experimentar en s mismo. Esto significa en concreto un modo particular de vivir la relacin, no slo con la Palabra en general, sino sobre todo con la Palabra-del-da. Pues da tras da se nos da una Palabra, igual que el man que un tiempo aliment a Israel, y que hoy nutre en la liturgia cotidiana a la comunidad de los creyentes. A esta Palabra hay que esperarla y desearla con la misma intensidad con que los centinelas esperaban la aurora (cf. Sal 119, 148). Y luego el joven ha de acogerla y reconocerla en la meditacin de cada da como revelacin progresiva y cotidiana de su identidad, igual que Mara acoge las palabras del ngel y se reconoce en ellas (cf. Lc 1,29-38). De este man, en raciones de un da (Ex 16,4), el joven debe nutrirse con avidez, casi devorndolo, como el anciano del Apocalipsis que siente a la vez dulzura y amargura, belleza y violencia (cf. Ap. 10, 8-11).
3. Cf. A. Cencini, Por amor, con amor, en el amor. Libertad y madurez afectiva en el celibato consagrado, Sa1amanca 31999, 948ss; Id.,
Vida connsagrada. Itinerario formativo, Madrid 21996, 264ss
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Pero la lectio no se agota en la meditacin de la maana, sino que contina a lo largo de todo el da para el creyente que aprende a guardar y conservar como un tesoro la Palabra en todo lo que hace, para ser l mismo custodiado y posedo por su fuerza, una vez ms como Mara, que conserva tambin en su corazn lo que su mente no comprende inmediatamente (cf. Lc 2, 19.51). Para ello ser importante que el joven permanezca bien plantado en ella, para que la Palabra sea la raz de todos sus gestos, palabras, pensamientos y proyectos; que aprenda a discernir siempre a su luz toda, incluso lo imprevisto, para conocer y aprender a desear los deseos de Dios. De este modo, la Palabra se va realizando lenta y sumisamente en las cosas de cada da, algo as como se realiz en el seno de Mara, aunque no de forma automtica e inmediatamente perceptible. Por eso es necesario que, al final de la jornada, el joven reto me la Palabra-del-da para reconocer y contemplar los signos de su encarnacin, por pequeos e insignificantes que sean, para dar gracias al Padre y para descubrir, en el examen de conciencia, todo lo que en l ha impedido la plena realizacin de esa Palabra. As, toda jornada, cualquiera que sea, no slo se va unificando en torno a la Palabra, sino que se convierte en seno, en seno mariano, que acoge y pare a la vez una Palabra de Dios siempre nueva. Por otro lado, el joven aprende a construir su unidad vital en torno a la Palabra, una Palabra cada da distinto. De esta forma la fe nace y renace sin cesar, una fe que renueva la vida y convierte cada jornada en el da que hizo el Seor (Sal 118, 24). Es un ejercicio largo y paciente, que a veces parece intil, pero si el joven insiste con testaruda humildad y cordial disponibilidad, la Palabra-evento se realiza en su vida unificndola, y refuerza adems su fe. Expresemos tambin a continuacin grficamente el sentido de este modelo mariano de crecimiento en la fe.
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Desear
agradecer
Acoger Reconocer
realizar realizarse
Escuchar Conservar
discernir escoger
Permanecer Enraizar
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c) Modelo paulino: aspecto dinmico. El segundo dinamismo o ejercicio que contribuye a robustecer la fe podemos deducirlo del ejemplo de Pablo y de su estilo de creyente emprendedor y trabajador, que vive la fe como algo dinmico, como pasin que llena con su energa toda la actividad. Este modelo muestra correctamente el aspecto dinmico de la fe, su fuerza que da energa y sustancia a la vida humana. En la opcin creyente hay que distinguir dos componentes, uno esttico y otro dinmico. El componente esttico va unido a la fe como acto de adhesin, sobre todo mental, a un conjunto de verdades reveladas. Esta adhesin, una vez otorgada y si no es cuestionada por acontecimientos fuertemente contradictorios y por interrogante s igualmente inquietantes, se mantiene en el tiempo como un trasfondo interior que acompaa a la vida y se identifica con la persona, como si formase parte de su estructura. No se puede excluir que crezca, pero si se trata de una adhesin exclusivamente mental, lo ms normal es que permanezca idntica a s misma. Garantiza, pues, un determinado contenido, pero a niveles nada altos. El componente dinmico va vinculado a todas las operaciones que expresan la fe y muestran su compleja y variopinta naturaleza. Pide una adhesin no solamente mental, sino que se extienda tambin a los otros componentes psquicos (afectivo s y volitivos), y sienta al menos las premisas para una fe que se deja provocar por la vida y crece con ella. Una fe en movimiento y por tanto cada vez ms valiente y convincente. Si el componente esttico subraya la dimensin subjetiva del acto de fe, el componente dinmico enfatiza ms la dimensin subjetiva, con todos los riesgos y ventajas que ello comporta. Hay, sin embargo, un punto delicado y quizs no siempre suficientemente garantizado de este modo de entender la fe, a saber, que en medio de las numerosas e intensas provocaciones permanezca idntico el contenido de la fe y que el ncleo de las verdades que se creen no sufra cambios acomodaticios. El secreto para creer con autenticidad y para crecer armnicamente en la fe est en conciliar puntual y creativamente ambos componentes, esttico y dinmico, en una smosis saludable, puesto que los dos son indispensables. Se trata de un ejercicio al que hay que someter a la fe del joven, que puede estar desequilibrada en alguno de esos dos componentes. Antes, segn algunos, el peligro de la fe estaba en ser demasiado esttica; hoy, sin embargo, el peligro parece ser el contrario. Personalmente prefiero creer, ms que en las desviaciones histricas y generacionales, en las distintas armonas y desarmonas que pueden surgir en la misma persona cuando se ve ante la decisin de creer, independientemente de la generacin o periodo histrico a que pertenezca. La fe y la dificultad de creer son sustancialmente idnticas en todos los tiempos. Lo importante es que haya a ese respecto una inteligente propuesta educativa y formativa. Concretando, creemos que por su propia naturaleza el acto de fe se expresa, y hay que intentar que se exprese, a travs de algunas articulaciones, una especie de dimensiones propias del acto y del dinamismo del creer, distintas y a la vez profundamente relacionada entre s. Estas articulaciones son las siguientes:
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4. A este respecto es interesante advertir que la fe en hebreo se expresa con el verbo que est presente en nuestro amen y que significa ser estable, fundamentado en una roca segura (cf. G. Ravasi, Il ponte sul fiume, en Avvenire, 22 enero 199
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1. fe recibida.
5. fe compartida
Acto de fe.
2. fe celebrada.
4. fe comprendida
3. fe vivida
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d) modelo evanglico: la tensin cristocntrica. Busquemos el sentido de este modelo en el evangelio, en pasajes donde los verbos y el horizonte vital estn en futuro, e indican como una entrega definitiva de nuestra realidad, en la esperanza, en las manos y en el corazn del Eterno. 1. ...LO HAREMOS Y OIREMOS (Ex 24, 7) Cuando Moiss propone la ley a los hijos de Israel, en el momento ms solemne y fundante de su historia, stos responden, segn Lvinas, de una forma muy singular: Haremos y oiremos todo lo que ha dicho el Seor. Lo que llama la atencin es que hacer vaya antes que or o tener intencin, es decir, que la idea de una praxis existencial, que normalmente sigue al conocimiento y la conviccin, se site antes de stas. Ms an, el acto con el que los judos aceptan la Torah no slo precede al conocimiento, sino que parece un medio y un camino para ese conocimiento. Sin embargo, ese orden que parece invertido es fundamental para comprender la naturaleza de la fe y para orientar adecuadamente la fe del joven formando. Comenta Lvinas:
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Es decir, su conviccin subjetiva no puede constituirse en una condicin absoluta para acoger una mediacin, una obediencia o para hacer una opcin. Y esto porque la fe supone el recurso a una lgica muy distinta, a una lgica no exclusivamente humana que no se basa en criterios meramente terrenos. Pero no slo por eso, sino tambin porque el asentimiento a la perspectiva creyente que hace comprender su riqueza, slo se da cuando se decide entrar en esa otra lgica que puede saborearla; incluso ms, ese asentimiento slo se produce cuando se vive de hecho segn esa otra lgica que descubre su sentido y sus horizontes tan amplios que rebasan por completo su persona. La realidad de la cruz no destruye la vida sino que la enriquece; lo que pasa es que slo se percibe as despus de que se ha abrazado. La renuncia por amor no es algo deprimente, es una condicin para desear los deseos de Dios, algo que slo se comprende poco a poco y con frecuencia tras un largo camino. Pero si el joven espera o pretende verlo todo claro y convincente, jams penetrar en su futuro, y se har viejo sin haber vivido nunca en plenitud y sin haber disfrutado jams de la libertad joven de la fe. El segundo aspecto que hace verdaderamente interesante la interpretacin de Lvinas es la comprensin de la fe como visin de un rostro, como relacin o destino que lleva al Otro, como obligacin y responsabilidad frente a l, es decir, algo muy superior a una simple ideologa basada en la evidencia convincente de los argumentos. Hay que educar al joven en la conciencia de esta relacin con el Otro que le da el ser, que le da la capacidad de responder, que lo hace responsable antes incluso de que pueda preguntarse o saber qu debe hacer, que lo constituye en destino de todo fragmento de vida y de su ser. Gracias a esta relacin el hombre llega a ser l mismo y ya no tiene miedo al futuro. Gracias a la visin de este rostro, la fe deja de ser una simple idea y se convierte en relacin, en plpito vital, en dilogo con una persona viva, en encuentro con la mirada de Dios que mira a la criatura amndola, en bendicin y confianza... 2. ... A QUIN IREMOS? T TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA (Jn 6,68)
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6. C. Molari, Chiedere perdono per imparare della storia: Rocca 2 (1998) 56.
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TABLA 7. Modelo evanglico: la fe como relacin con un rostro, acogida del misterio y riesgo de lo imposible.
LA FE COMO
LA FE COMO
LA FE COMO
riesgo de lo imposible
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Estamos en la tercera dimensin del proceso formativo, es decir, en la dimensin carismtica. Esta dimensin debera ser la sntesis de las otras dos. Pues el hombre y el creyente no slo reviven en el consagrado, sino que hallan en l una posibilidad sorprendente e indita de desarrollar plenamente sus potencialidades y de afirmar su individualidad. Si en el gran diseo paulino (cf. Ef 3, 18) las dimensiones humana y espiritual representan respectivamente la profundidad y la altura del misterio del hombre, la dimensin carismtica muestra el proyecto en su conjunto, esa hermosura, fruto comn de la maduracin en los distintos niveles, que convierte al hombre en un ser singular e inconfundible, hermoso con hermosura divina. Es obvio que esa hermosura no podra subsistir sin las dems. Quien se consagra a Dios es un ser humano que conoce su historia y sus debilidades, el deseo y la dureza de caminar en la verdad; pero tambin es un creyente que en la dureza de su historia ha conocido, quizs imprevisiblemente, a Dios y ha comprobado que su amor le bastaba. Y si luego ha decidido entregarse por completo a l en una familia religiosa, ha sido porque ha comprendido que ese amor no slo le poda bastar, sino que incluso poda sobrarle, pudiendo convertirse su propia humanidad en un medio para que otros muchos tengan la dicha de gozar tambin de l. Seguimos el mismo esquema que en las dos dimensiones anteriores: primero definimos los elementos arquitectnicos que lo sostienen y a continuacin los hermenuticos y didcticos.
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LA DIMENSION CARISMATICA.
Lo que sobre todo se trata de entender en la formacin es el significado fundamental de la consagracin como acontecimiento espiritual y humano que transforma profundamente la existencia a la luz de un carisma 1. Las lneas formativas que definen un proyecto de consagracin estn necesariamente relacionadas con la naturaleza de este proyecto as como con la interpretacin que se da al carisma. y no slo en el plano estrictamente espiritual y religioso, sino tambin en el intrapsquico y existencia!. En efecto, si como ya hemos dicho, formacin no es sino proponer una forma como norma de vida, el carisma es justamente esa norma especfica con la que la persona es llamada a identificarse. Es la forma de su fe, su modo de ser creyente; es la forma de la imagen de Cristo que debe reproducir en su vida. Precisamente por eso la dimensin carismtica no puede no modificar en profundidad la vida del hombre y del creyente; ms an, es su consumacin y la suprema expresin de su belleza. Veamos ahora, en especial, los presupuestos de esta dimensin, los puntos de partida de donde sale sin cesar una formacin carismtica autntica y cuidada. 1. PRESUPUESTOS. Ya hemos dicho que el hombre es capaz de trascenderse hasta captar el amor de Dios y dejarse amar por l, para llegar incluso a amar como l penetrando en el mundo de sus sentimientos y deseos. Desde esta perspectiva, el carisma de una institucin l. es el don de lo alto que muestra el plan que el Padre creador tiene sobre la criatura y mediante el cual sta realiza su semejanza especifica con el mismo Dios. Pues todo carisma subraya un aspecto especial de la realidad divina manifestada en el Hijo segn la fantasa, llamativa y a la vez muy serena, del Espritu. 2. Pero el carisma tiene una proyeccin humana y psicolgica, pues es la revelacin definitiva del yo ideal, de lo que alguien est llamado a ser, su nombre. El carisma de una institucin no slo tiene, pues, un significado espiritual o institucional, sino que, al desvelar la parte del yo que espera realizarse, indica tambin el camino de la autorrealizacin personal. No es una simple indicacin genrica de un modo de vivir, una noble tradicin o un valor exclusivamente asctico, sino una propuesta concreta de vida que abarca todas las dimensiones de la existencia y les da un talante inconfundible, siempre en la lnea de la imparable y ordenada fantasa del Espritu.
1. Cuando en este y en los siguientes captulos hablamos de carisma, nos referimos siempre al carisma de una institucin religiosa, a no ser que se diga lo contrario
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2. Por otro lado, como dice acertadamente Kierkegaard, sta es tambin la experiencia tpica del autntico lector de la Palabra: Es preciso que cuanndo leas la palabra de Dios te recuerdes sin cesar: es a m a quien se habla, es de m de quien se habla (Citado por B. Forte, Contro i teologi sonnifero, en Avvenire [4 diciembre 1996], 19).
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Nivel comunitario
nivel individual
Sentido de identidad.
Sentido de pertenencia.
Del nosotros
al nosot.
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EL DINAMISMO DEL CARISMA.
Como ya hemos hecho con las dimensiones ya abordadas, tratemos de captar tambin ahora el dinamismo especial de la dimensin carismtica. Si en la formacin la dimensin humana supone y pide un dinamismo de corte histrico, integrando las dos memorias en una nica memoria bblico-afectiva, y la dimensin espiritual crece mediante las operaciones tpicas del dinamismo creyente integrando los cuatro modelos de fe, del autobiogrfico al evanglico, del mariano al paulino, el dinamismo peculiar de la dimensin carismtica es el de la sntesis o de la integracin. Este dinamismo integrador asume una triple direccin: es una sntesis que especifica, coordina y realiza al mximo la identidad del hombre, del creyente y del consagrado. Como ya hemos dicho al comienzo del captulo anterior, la dimensin carismtica se caracteriza por expresar el proyecto hombre en su conjunto, como recapitulando las dimensiones humana y espiritual y especificndolas posteriormente, porque la capacidad de convergencia activa y cuidada pertenece justamente a la naturaleza del carisma en cuanto tal. El carisma es, en efecto, un don de Dios y los dones de Dios se encuentran, se iluminan, se interpretan, se abren camino y se reconocen unos en otros; no son celosos ni envidiosos, buscan la verdad en la caridad, y no slo en las relaciones sociales y eclesiales, sino tambin en el interior de la persona sea cual sea la dimensin a que pertenezcan. El don especfico de la consagracin posee y expresa de forma especial la gracia de la unidad sobre todo en la vida del consagrado, por encima de cualquier conato de dispersin y de toda tentacin centrfuga. El carisma religioso tiene el carisma de la sntesis. Veamos ahora este dinamismo en accin, es decir, cmo se puede ayudar y provocar al joven a realizarse de acuerdo con esta dimensin carismtica. Proponemos en concreto tres operaciones especficas de sntesis en torno al carisma, que han de llevarse a cabo en la formacin inicial (y permanente) siguiendo las tres direcciones que hemos indicado. 1. SNTESIS DE LAS DIMENSIONES HUMANA Y ESPIRITUAL. a) << desde el seno materno >> Como ya hemos visto, en la dimensin humana se ayuda a la persona a conocerse y a reconocer el sentido de la historia que Dios ha llevado adelante a lo largo de todos los das de su vida. Hemos dicho tambin que el itinerario educativo que conduce a este objetivo es el repaso de la propia biografa, leda no simplemente como historia, sino tambin como historia de salvacin, y recordada por tanto ahora con una memoria no slo afectiva, sino tambin bblico-afectiva.
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PRESUPUESTOS-
Formacin Humana El hombre es un ser *libre y consciente *dividido por dentro *capaz de relacin *y de trascendencia
CONTENIDOS.
DINAMISMOS
Formacin Espiritual El hombre halla en Dios *su verdad y libertad *la unidad del yo *la apertura a los dems *segn el corazn y los deseos de Dios Madurez humana Fe como acogida como Incondicionada *conocimiento de s *del amor <<dbil>> *madurez de corazn- De Dios, libre y mente-voluntad liberador *libertad responsable *de la locura de la *entrega de s cruz *de los sentimientos de Jess *Memoria afectiva *fe y vida pasada: *memoria bblica modelos histrico *memoria bblico- bblico afectiva. *fe y vida presente: -modelo mariano -modelo paulino *fe y vida futura: Modelo evanglico
Formacin Carismtica El carisma religioso *revela el yo ideal *a imagen del hijo *es para vivir con los dems *y para los dems. Carisma religioso como *auto identidad *experiencia mstica *camino asctico *ministerio apostlico *sentido de pertenencia
El carisma sintetiza *la dimensin humana y espiritual *la identidad y la pertenencia *el conocimiento, la experiencia y la sabidura.
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Disponibilidad formativa 1
Empezamos sealando las condiciones que permiten hablar de joven en formacin o de proceso formativo real y no slo nominal. Tras haber visto en el captulo primero los componentes de la propuesta formativa de parte de la institucin, queremos estudiar coherentemente el tipo de respuesta o los componentes de la disponibilidad formativa de parte del llamado. Pues la formacin no es un proceso de una sola direccin ni hay que darlo por descontado. Y mucho menos es una imposicin, ms o menos engaosa o sutil, ni una relacin interpersonal en la que uno es activo y el otro pasivo. Por otro lado no podemos negar la posibilidad de que algunos de nuestros jvenes estn slo aparentemente en el camino formativo, pues no es nada realista mantener que todos nuestros novicios o profesos estn de hecho en formacin. La historia nos dice que ha habido algunos que han pasado indemnes por todas las etapas del proceso educativo, sorteando hbilmente todos los retos y provocaciones, no slo sin dejarse ni siquiera rozar por ninguna accin educativa, sino exhibiendo incluso una imperturbabilidad olmpica, que a veces era ingenuamente interpretada por el inexperto formador como serenidad y estabilidad de carcter. Para estos no ha habido ninguna formacin (inicial), ni habr formacin (permanente), y se ve... Pero sin recurrir a casos extremos digamos que en todo joven, junto a un sincero deseo de consagrarse, hay ciertas zonas oscuras que no dejan penetrar la luz, actitudes rgidas y hbitos arraigados que oponen resistencia a la propuesta formativa paralizando la vitalidad del joven sin que l lo quiera y sin que ni siquiera se d cuenta de ello. Y entonces disminuye inevitablemente su disponibilidad para dejarse educar, formar y acompaar. 1. DE LA DOCILITAS A LA DOCIBILITAS. Esta disponibilidad se llamaba antes docilitas, trmino que tiene un talante indudablemente positivo, pues indica una actitud fundamental de confianza hacia el otro, pero corre el riesgo de canonizar una cierta remisividad y pasividad. Prefiero utilizar el trmino docibilitas, que parece expresar mejor la idea de un proceso educativo en el que el sujeto desempea un papel activo que lo pone en condiciones de aprender a aprender>, es decir, de vivir en permanente estado de formacin.
1. Cuando tanto en este captulo como en adelante hablamos de disponibilidad formativa, queremos referimos al concepto ms amplio y pedaggicamente correcto de disponibilidad educativa, formativa y relaciona!. Hay que interpretar, pues, la expresin que utilizamos como una frmula abreviada de una idea ms amplia.
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2. Hemos visto ya este concepto al hablar del sentido de pertenencia (cf. cap. 12).
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Educacin
Yo extraviado
Formacin Acompaamiento
Yo distrado Yo acorazado
Docibilitas
Non docibilitas
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Hacia el descubrimiento del yo
Tratamos de ver en qu consiste concretamente el coeficiente de disponibilidad educativo-formativo-relacional, es decir, la actitud interior que permite al joven hoy (y a la persona madura maana) dejarse educar-formar-acompaar. Ya hemos enumerado los tres sujetos de esta docibilitas, el yo actual, el yo ideal y el yo relacional, a los que corresponden las tres articulaciones pedaggicas clsicas. Examinemos a continuacin qu significa disponibilidad educativa en especial de parte del yo actual. Esta disponibilidad se expresa sustancialmente en dos momentos o movimientos: el primero en referencia al descubrimiento del yo (captulo 16), y el segundo en referencia a la liberacin de lo que no le permite ser y realizarse a s mismo (captulo 17). 1. << LA VERDAD OS HAR LIBRES >> (Jn 8,32)
La educacin es despertar en las conciencias la verdad que hay dentro de las conciencias, de forma que sean capaces de razonar por s mismas, de juzgar por s mismas, de ser libres en un mundo donde la libertad es un riesgo, una conquista, y jams un dato de hecho o un don arraigado 1 . Si esta es la naturaleza y el fin de la educacin, es indispensable poner al sujeto en condiciones de lograr el objetivo, es decir, de captar la verdad para gestionar despus su propia libertad. Este es el sentido profundo de las palabras de Jess en el evangelio. Y es tambin el autntico problema en la cultura que respira la generacin actual de jvenes. Es importante subrayar que hoy no es slo la libertad lo que constituye una conquista, sino tambin la verdad sobre uno mismo. Sera ingenuo darla por supuesta. Quien no descubre su verdad, jams ser libre. Lo primero que habr que hacer, pues, es evitar en el joven toda ingenuidad y pretensin al respecto. Ha de admitir que no sabe y que no se conoce; ha de poder saborear el esfuerzo y la fascinacin del descubrimiento de su realidad personal actual; y sobre todo se le debe poner en condiciones de identificar todo lo que le impide, bien a su pesar, ofrecerse a Dios ntegra y libremente. En concreto, hay que educarlo bien para sacar fuera esta verdad. Pues si no la descubre ahora es difcil que la pueda descubrir en el futuro, y adems ya ahora todo el proceso educativo corre el riesgo de caer en el vaco o de ser poco eficaz e incisivo.
1. E. Balducci, Linsegnamento di don milani, roma 1995, 100.
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Liberacin del yo
Para un cierto tipo de pedagoga algo iluminista basta con saber para crecer, basta con conocer los defectos para superarlos (algo as como lo que dice ingenuamente cierta publicidad: si lo conoces, lo evitas. As pues, desde esta perspectiva, la formacin sera bsicamente una cuestin de informacin de orden intelectual. Lo malo es que todo esto sea despus totalmente desmentido por los hechos, pues muchos jvenes, con la ayuda adecuada, logran proyectar cierta luz sobre sus puntos dbiles, pero no son capaces de acabar con ellos. Pero es que no le suceda tambin a Pablo que vea y quera hacer el bien, y sin embargo se encontraba con que estaba actuando segn una ley contraria? (cf. Rom 7, 21-25). No basta, pues, con descubrir dnde estn los puntos dbiles, sino que hay que utilizar los mecanismos operativos precisos que permitan al joven atacar la inconsistencia en el punto adecuado, es decir, en sus mecanismos vitales. 1. DINAMISMO DE LA INCONSISTENCIA. Debemos, pues, precisar cul es el dinamismo de la inconsistencia y su forma de propagarse y de extenderse a toda la personalidad, enumerando sus consecuencias a distintos niveles.
a) La inconsistencia crea, en primer lugar, una fractura en la persona, un contraste entre el ideal que se elige y subraya, que se propone a los dems y se acaricia como garanta de positividad personal, y las distintas manifestaciones de la vida de cada da (desde el comportamiento hasta la opcin de fondo). El joven percibe normalmente los efectos de esa fractura interior (nerviosismo, tensin en las relaciones, falta de entusiasmo, menos inters por lo espiritual, problemas en la observancia de los votos o a la hora de concentrarse en el estudio...), pero no es capaz de relacionarlos con ella, y entonces se meter con la institucin o con los dems, con los profesores o con los superiores, con su temperamento o... con sus problemas de digestin y el cocinero. Lo que es claro es que no sabe a qu se debe ese contraste.
b) Esta incoherencia produce un desequilibrio en la distribucin de la energa emotiva. A la hora de la verdad, la persona inconsistente, sin darse cuenta, da demasiada importancia a algunos aspectos o exigencias del yo (de por s normales) y se la quita a Amedeo Cencini. Pgina 125
A lo largo de la formacin del joven, las reas normalmente ms problemticas son las relacionadas con la afectividad-sexualidad y la identidad-positividad. Ser por tanto a alguna de estas reas a la que se le dar una excesiva importancia emotiva en perjuicio de otros aspectos de la personalidad y de la vida. As pues, el mayor deseo ser el de ser amado, y nada tendr sentido si no gratifica sobre todo la necesidad de sobresalir o de ser apreciado por los otros, con todo lo que directa o indirectamente conllevan estas dos necesidades (como el uso de la sexualidad o de la agresividad), quedando desgraciadamente en segunda fila otras dimensiones, costosas o gratificantes, de la existencia y de una existencia consagrada. La incoherencia se va desplazando, pues, hacia el terreno de la atraccin, de lo que el joven siente dentro de l. Y esto tiene consecuencias a dos niveles. c) Sobre todo en el nivel estructural-relacional. El sentido de la autorrealizacin, que se manifiesta en el sentirse saciado y aquietado, feliz y satisfecho, depender inevitablemente de lo que la persona crea ms bsico para ella (y ligado a la inconsistencia), que a su vez tendr siempre menos que ver con la lgica evanglica de las bienaventuranzas. Tambin la percepcin del otro y la relacin interpersonal sufren en ciertos casos una autntica distorsin perceptiva, que puede extenderse a la forma de concebir la vida comunitaria y apostlica, dando lugar a expectativas manifiestamente irreales. Lo que pasa en realidad es que al otro se le concibe interesadamente, en funcin de las propias necesidades, y por tanto la relacin ser positiva con quien le gratifica, negativa con quien no le aquieta, y neutra con quien le es indiferente. Y con el compromiso apostlico suceder exactamente lo mismo: se dosificar utilizando el mismo clculo. Esta distorsin ni siquiera exceptuar a Dios, la interpretacin de su Palabra y el anuncio de su mensaje. Es decir, la inconsistencia crea en la psique como una especie de campos de reaccin diferenciados, que a ciertos temas y contenidos de la Palabra respondern con una reaccin fuerte e inmediata, mientras que a otros no ofrecern la ms mnima reaccin, como si en la psique (o en el corazn) hubiera como una anestesia local, una especie de bloqueo perceptivo-interpretativo. Puede suceder tambin que el mismo pasaje sea interpretado unilateral o tendenciosamente para no perturbar tanto el equilibrio inconsistente de la persona (por ejemplo, la parbola de los talentos, interpretada en el sentido de justificar el uso egosta de las propias dotes). d) A nivel dinmico-funcional, la inconsistencia determina sin embargo falta de libertad y prdida progresiva de control sobre una parte de uno mismo. A lo largo de un recorrido que se compone de estas cuatro etapas: al principio la persona se concede pequeas gratificaciones en las reas afectadas por la inconsistencia; estas concesiones Amedeo Cencini. Pgina 126
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CONSECUENCIAS
A nivel estructural-relacional: Distorsin perceptivo-interpretativa: -del concepto de s mismo y de la autorrealizacin -de la vida comn y apostlica -de la relacin con Dios Y con su palabra
A nivel dinmico-funcional: Prdida de la libertad a lo largo de un camino progresivo: - pequeas gratificaciones -hbitos incontrolados -dinamismos automticos -motivaciones inconsistentes
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2. La parbola de P. Nelson puede verse en J. Stewart-P. Joiness, L'analisi transazionale, Milano 1990, 343-344.
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LIBERTAD:
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redistribuir equitativamente la energa emotiva (en lnea con la verdad del yo ideal)
RENUNCIA:
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Hacer que gire toda la vida alrededor del centro de la vida
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depender cada vez menos de ella (para una opcin cada vez ms coherente ...)
RESPONSABILIDAD:
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El hombre nuevo
Estamos ahora en la segunda articulacin del proceso pedaggico visto desde la perspectiva del candidato. Tras el educar, que lleva al descubrimiento de la verdad del yo y a la identificacin y progresiva superacin de la inconsistencia central, viene el formar siguiendo el modelo en que cada institucin encuentra su inspiracin carismtica. Este modelo est destinado a convertirse en la forma, en la norma de vida o en el yo ideal del joven consagrado. Si la inconsistencia lo divida por dentro, este modelo puede unificar ahora todas las expresiones de su vida en torno a esta forma, que es ahora su nueva identidad. As pues, el trabajo no es en este momento slo negativo, no se limita a eliminar exclusivamente las inmadureces, sino que tambin tiene una vertiente positiva, para construir en la libertad una nueva madurez, dando a la propia persona un nombre nuevo y a la existencia un objetivo preciso. 1. ESTRENAD UN CORAZN NUEVO Y UN ESPRITU NUEVO (Ez 18, 31) Insistimos y dejamos las cosas claras: de lo que se trata es de entrar en una realidad nueva; no basta con llevar a cabo lo que se siente por dentro, el objetivo no es simplemente autorrealizarse, no basta con liberarse de las esclavitudes y luego seguir felizmente adelante ... El joven debe entender que la formacin lo introduce en un contexto nuevo de significados y valores, que es como un proceso que lo hace entrar poco a poco en una tierra prometida tras el desierto purificador de la educacin. Es decir, la propuesta de consagrarse a Dios es algo indito que no puede programarse, Cristo es algo nuevo que en cierto modo rompe con el pasado, su palabra desconcierta y abre horizontes inimaginables, su propuesta da vrtigo, el choque con l hace caer del caballo, quien no se siente conmovido por l, lo nico con que se ha encontrado ha sido con sus fantasmas. En una fase cultural como la nuestra, que todo lo homologa y sita en el mismo plano, es indispensable que la formacin mantenga toda la fuerza de su novedad, su propuesta originaria de una forma como nuevo modo de ser que abarque la mente, el corazn y la voluntad, los sentidos y sentimientos... De este modo podr nacer de verdad el hombre nuevo. Pues de otra forma, como ya hemos dicho, seguiremos teniendo jvenes que pasarn por todo el proceso cannico, desde el postulantado hasta la profesin perpetua, sin que la formacin les roce lo ms mnimo, sin cambiar absolutamente nada, sin convertirse en seres nuevos. Pasarn como turistas en un largo viaje de recreo, todos bien alineados y atentos a las informaciones que les da su jefe de ruta. Pero la formacin no es una suma de informaciones, ni el formador es un simple jefe de ruta que les da las instrucciones oportunas. Todas las familias religiosas tendrn luego que marcar la referencia ideal del camino formativo, que siempre ser una especificacin de lo que Vita consecrata define como el fin de la Amedeo Cencini. Pgina 135
b) Pero al mismo objetivo puede llegarse tambin partiendo de arriba, es decir, de la consideracin de que la inconsistencia no ofende inmediatamente a la virtud sino a la verdad del yo, es decir, a esa verdad que para un creyente est definida en el proyecto vocacional pensado por Dios. Amedeo Cencini. Pgina 136
2. Cf. Juan Pablo II, Redemptionis donum, 3 EV 9/723-725. 3. Vita consecrata, 18.
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TABLA 13. Descubrimiento de la inconsistencia y nacimiento del hombre nuevo (o descenso a los infiernos y resurreccin)
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LIBRES DE CORAZON.
Hemos dicho bsicamente hasta ahora que la formacin es el proceso pedaggico que, al proponer una forma como norma de vida, lleva desde la progresiva liberacin del yo a la libertad de realizarse segn su propia verdad, reconocida en esa forma. En el joven consagrado la forma de los sentimientos de Cristo, segn el matiz especfico del carisma, es el objetivo y el signo de la libertad del hombre nuevo. Est claro, pues, que el concepto de formacin est estrechamente unido con la idea de libertad. Adems, una vertiente particular y estratgica de esta conformacin que da libertad es la vertiente afectiva. Conformarse con Cristo es experimentar la libertad de corazn, esa libertad que todo el mundo desea, pero que desgraciadamente suele confundirse con lo que slo es apariencia de libertad. Es un aspecto demasiado importante de la formacin en una cultura como la de hoy, tan sensible a este valor, para permitir que permanezca la confusin en el corazn de tantos de nuestros jvenes. 1. EL CONCEPTO. Comencemos clarificando los trminos. Y no para construir una teora intil, como ya hemos dicho en el captulo primero, sino porque sin un diseo terico-prctico (o teolgico-antropolgico) que defina el objetivo pedaggico y las estrategias de fondo, falta una condicin bsica de todo proceso educativo formativo. Estoy convencido de que hemos hablado y predicado con frecuencia de madurez y libertad afectiva sin sealar con precisin su contenido, sin conocer sus elementos estructurales. Y entonces ser realmente difcil que el joven sea cada vez ms libre en su corazn si el formador no sabe proponerle la pista justa. Tratemos, pues, al menos de indicar algunos puntos de referencia a este respecto1. Si ser libres significa poderse realizar segn la propia verdad, libertad afectiva significa amar lo que se es (el yo actual) y lo que se est llamado a ser (el yo ideal). Es decir, no basta con llevar a cabo el propio proyecto vocacional, pues se podra hacer slo a la fuerza o como cumple un soldado las rdenes que recibe, sino que hay que sentirse atrado por l y captar su valor intrnseco hasta el punto de ser conquistados por l. En el concepto de libertad afectiva hay algo paradjico y a primera vista contradictoria, porque su esencia radica esencialmente en ese ser conquistados. Es decir, la mxima libertad de corazn est justamente en perderla, al ser posedos por algo que atrae poderosamente.
1. Para un tratamiento relativamente completo nos permitimos remitir a nuestro libro sobre la madurez afectivo-sexual del consagrado, Por amor, con amor, en el amor. Libertad y madurez afectiva en el celibato consagrado, Salamanca 31999, especialmente 564-603.
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7. Ibd. 8. Ibd., 22: EV 14/407. 9. ef. B. Maggioni, La lieta notizia de la castita evanglica: La Revista del clero italiano 7-8 (1991) 456.
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10. S. De Guidi, Amicizia e amore, Verona 1989, 114. 11. Para el anlisis y descripcin del estilo afectivo y de los criterios para una sana amistad en la vida de la persona virgen, remitimos una vez ms a A. Cencini, Por amor, con amor, en el amor, 770-804. En cuanto a las inmaduureces en este terreno, cf. ibid., 804-821. 12. J. Vanier, la paura di amore, padova 1984, 25-26.
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13. E. Bianchi, Il monaco, nel deserto difronte alla citta, en Avvenire, 28 julio 1995, 15.
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14. A. Dagnino, Il cantico della fede. 1 fondamenti biblici, teologici, ecclesiali della vita consacrata, Bo1ogna 1991, 77. 15. G. Mucci, L'attuale ambiguo interesse per la mistica: La Civilta Catttolica, 3559 (1997) 439-440.
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TABLA
/ LIBERTAD
AFECTIVA
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Amar y elegir segn la propia vocacin
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Solo? Jams
La tercera articulacin pedaggica del proceso educativo formativo es la dimensin del acompaamiento. Sus componentes de fondo ya los hemos definido, nos quedan por ver su dinamismo educativo especfico, sobre todo desde la vertiente del joven en formacin. Pues el acompaamiento es expresin y formacin del yo relacional, y se propone capacitar al joven para relacionarse no slo con el formador, sino tambin consigo mismo y con los dems, con Dios y con toda la realidad como acontecimiento educativo-formativo. Si al educador-formador se le pide que sepa compartir el camino y el pan del camino con el joven que se est formando, a ste se le ruega que se deje acompaar por el camino que lleva de ,Jerusaln a Emas para que salga a flote lo que hay en su corazn, para acoger la Palabra como palabra que hace arder el corazn, para reconocer a Cristo mientras parte el pan y para ir en busca de los hermanos para compartir esa experiencia ... Emas se convierte en un icono tanto para el formador como para el joven en formacin, el icono del acompaamiento por los caminos del Espritu, donde nadie est solo ni puede pensar en comportarse autnomamente. Veamos ahora ms en concreto algunas fases de este camino recorrido conjuntamente. 1. APERTURA. La condicin bsica para una relacin de acompaamiento es la capacidad para abrirse, la disponibilidad para dejar que salga fuera ese mundo a menudo catico que se mueve dentro, con sus ambiciones y frustraciones, esperanzas y temores, bloqueos y heridas, ngeles y demonios... Jess comenz justamente as el camino y la catequesis con los dos de Emas, pidindoles que contaran sus cosas, que manifestaran sus autnticos sentimientos y la depresin y desilusin que atenazaba su corazn. La verdad es que el joven de hoy no puede pretender tener a Jess a su lado (tampoco aquellos dos discpulos lo pretendan y ni siquiera lo sospechaban). Lo nico que tiene es un hermano mayor que lo acompaa, pero la regla es la misma, a saber, que la formacin slo es eficaz si est dispuesto a abrirse, a desvelar la razn de sus estados de nimo positivos y negativos, a confiar la verdad de su vida a quien est a su lado y que justamente por eso puede entenderle y ayudarle. El joven ha de comprender que l es el primer responsable de su formacin, que no puede esperar todo del otro, ni tampoco puede pretender que sea un mago y pueda leer y comprender por completo su historia sin que l ponga algo de su parte abrindose sin reparos ni reticencias. Acaso es posible que el gua pueda acompaar de verdad a quien no se abre lo suficiente o slo le comunica la vertiente superficial de s mismo? Amedeo Cencini. Pgina 158
1. Cf. F. Rossi de Gasperis, La Parola di Dio scritta, orizzonte indispennsabile del discernimento spirituale, en F. Rossi de Gasperis-I. De La Potteerie, Il discernimento spirituale del cristiano, oggi, Roma 1984,87-88. 2. G. Moioli, Discernimento spirituale e direzione spirituale, en L. Serenthi-G. Moioli-R. Corti, La direzione spirituale oggi, Milano 1982,66-67. 3. Ibd., 64. 4. Ibd., 70.
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5. Sobre la metodologa de la formacin para el discernimiento, cf. A. Cencini, Formacin para el discernimiento, en Id., Vida consagrada. Itineerario formativo, 159-212. 6. Que los hermanos se obedezcan unos a otros.
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7. Sobre este tema, cf. A. Cencini, La vida fraterna: comunin de santos y pecadores, Salamanca 21999.
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