Charla Al Comienzo Del Adviento

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Ave Maria Oracion.

Queridos hermanos en Cristo nuestro Dios y Seor: Hoy Comienza el Adviento, tiempo de preparacin al misterio de la navidad, tiempo en que nos preparamos para celebrar el nacimiento de Jess, es decir, tiempo de preparacin para contemplar a Dios hecho nio en brazos de la Bienaventurada Virgen Mara! Lo admirable y particular de este comienzo del adviento es que siempre este domingo primero el evangelio de la Santa Misa toma un pasaje en que Jess nos habla de su segunda venida, de la Parusa. Esta sustitucin de la primera venida por la segunda del evangelio de la Santa Misa este primer domingo de adviento nos hace contemplar la admirable pedagoga de la Liturgia para nuestra vida espiritual. El catecismo de la Iglesia Catlica nos explica esta pedagoga para nuestra vida espiritual de la Liturgia de la Santa Misa: Al celebrar anualmente la liturgia de Adviento, la Iglesia actualiza esta espera del Mesas: participando en la larga preparacin de la primera venida del Salvador, los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda Venida (Cf. Ap 22, 17). Ya nos lo deca el Catecismo Romano de San Pio V: As como desde el principio del mundo los hombres desearon ardiente y tenazmente el da de la encarnacin del Seor, por esperar de este misterio la liberacin de la humanidad, as despus de la muerte y ascensin del Hijo de Dios, y con el mismo ardiente deseo, hemos de suspirar por su segunda venida, para que vivamos sobria, justa y piadosamente en este siglo, con la bienaventurada esperanza en la venida del gran Dios y de nuestro Salvador, Cristo Jess (Tit 2, 12-13)1. As como Mara y Jos esperaban el nacimiento del Seor, as nosotros debemos esperar su segunda venida. Este es el misterio del evangelio del primer domingo de adviento que ilumina todo el adviento y toda la vida espiritual del cristiano. La desacralizacin y secularizacin de la navidad nos hace olvidar que Jess vino
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Catecismo Romano, cap 7, II.

por primera vez para venir por segunda vez. La esperanza en la vuelta del Seor llena el pensamiento, la vida y toda la existencia de los santos. Los santos pueden ser definidos como hombres que aman la venida del Seor2. Son hombres de anhelos que trascienden todo lo terreno, hombres que rezan venga a nosotros tu reino3, con el corazn y con los labios. Segn la primera carta a los Corintios4, del Apocalipsis de Juan5 y de la Doctrina de los Doce Apstoles6, la Iglesia, Pueblo de Santos se vuelve a Cristo clamando: Ven, Seor!7 Los santos de todos los tiempos, inquietos por ver reinar al Seor definitivamente, gritan con todo su ser Ven Seor Jess8. Viven esperando y acelerando la venida del da de Dios9. El Catecismo de la Iglesia Catlica nos lo recuerda: Llevando una vida segn Cristo, los cristianos apresuran la venida del Reino de Dios.10 Los Santos adelantan el Reino definitivo que instaurar Cristo cuando vuelva, donde el hombre vivir plenamente gozando de la amistad de Dios, Padre, Hijo y Espritu Santo, de la Bienaventurada Virgen Mara, todos los santos angeles y santos, en una tierra toda transfigurada donde ya no habr ms mal ni sufrimiento, en los Cielos nuevos y tierra nueva.

Jess al advertirnos que sufriremos tribulaciones, persecuciones y el terrible desenlace del mundo, nos exhorta con mucha insistencia a estar vigilantes esperando su regreso. Est en la esencia misma del ser cristiano el estar vigilante porque el tiempo de la iglesia es el tiempo final, el presente es escatolgico. Velad, pues, ya que no sabis en que da vendr vuestro Seor. (Mt 24, 42) Vigilad porque no sabis el da ni la hora. (Mt 25, 13)

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2 Tim 4, 8 Mt 6, 10 4 1Co 16, 22 5 Ap 22, 20 6 Didaje 10, 6 7 Michael Schmaus, Teologa Dogmtica VII Los Novsimos, Ed Rialp, p 141 -142 8 Ap 22, 20 9 2Pe 3, 12 10 CEC 2046

El Seor poco antes de su pasin revel a sus apstoles terribles calamidades que el mundo sufrira pero los exhorto al mismo tiempo a no turbarse11. El hombre que tiene fe no es una persona apocalptica que vive alterado y alarmado12. San Pablo nos da el cabal sentido de las palabras del Seor: Vivamos el tiempo presente con prudencia, justicia y piedad, aguardando la bienaventurada esperanza y la manifestacin de la Gloria del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo. (Tit 2, 12-13).

La muerte, nuestra propia muerte, aunque est precedida de signos que la anuncian, no nos es muy predecible y muchas veces nos toma de sorpresa; menos aun, a pesar de sus signos, lo ser el fin de este mundo con la segunda venida del Seor. Jess ha querido que escrutemos13 los signos que presagian su venida, no para fijar la fecha porque incluso l en su anonadamiento humano no quiso saberla a pesar de que en su omnisciencia divina la sabia 14, sino para que prevenidos, velemos para mantenernos en Gracia y demos, con la ayuda del Espritu Santo, testimonio de l15. El Seor no ha querido revelarnos ni el tiempo ni el momento16 de su segunda venida, porque, precisamente as, viniendo como un ladrn17 en un momento imprevisto, nos ayuda a vivir vigilantes, sobriamente18, sin poner el corazn en los bienes terrenales, y nos ayuda a tender al cielo con todo nuestro ser por medio de la prudencia 19 y las virtudes Teologales20. La insistencia del Seor en el discurso escatolgico21 nos debe llevar a profundizar en las enseanzas de la Tradicin y a rezar22 para discernir sobre que peligros el Seor quiere que vigilemos muy especialmente, porque son muchos

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Mt 24, 6 Cf 2Tes 2, 1-3 13 Mt 24, 32-33 ; Lc 21, 29-31 ; Mc 13, 28-29, Parabola de la higuera 14 Mc 13, 32 ; Mt 24, 36 15 Hch 1, 7-8 16 Cf 1Tes 5, 1 ; Mt 24, 36 17 Cf 1Tes 5, 2 ; Mt 24, 43 18 Cf 1Tes 5, 6 y 8 19 Las dos parbolas que mas explcitamente nos exhortan a la prudencia pertenecen al discurso escatolgico. Cf Mt 24, 45-25, 13. 20 Cf 1Tes 5, 8 21 Mt 24-25; Mc 13; Lc 21, 5-36 22 Lc 21, 36

los riesgos que hay en este mundo de que se enfri nuestra Caridad23 o que incluso perdamos nuestra fe24. Nos ensea el Catecismo de Iglesia Catlica: Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deber pasar por una prueba final que sacudir la fe de muchos creyentes25. La persecucin que acompaa a su peregrinacin sobre la tierra26 devolver el Misterio de iniquidad bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionar a los hombres una solucin aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasa de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a s mismo colocndose en el lugar de Dios y de su Mesas venido en la carne27.28 Esta impostura del Anticristo aparece esbozada ya en el mundo cada vez que se pretende llevar a cabo la esperanza mesinica en la historia, lo cual no puede alcanzarse sino ms all del tiempo histrico a travs del juicio escatolgico.29 En el tiempo que precede a la vuelta de Cristo, el ataque mas grave de los poderes satnicos no se dirige contra la vida, sino contra la fe de los cristianos. Y ocurre lo increble: tiene grandes xitos30. Los hombres se establecen sobre la tierra, como si fuera su patria eterna; se olvidan de que son peregrinos y extranjeros; intentan hacer su vida sin Cristo, sin su ley3132.

El Seor, nos advierte en muchas ocasiones para que las seducciones de este mundo no nos engaen33 porque es muy fcil perder el sentido de nuestra vida. Nada tiene sentido en nuestra vida si no orientamos todo al sentido ultimo de nuestra vida. El ultimo Concilio, nos recuerda muchas veces la ndole escatolgica de nuestra vocacin34: Lo humano esta ordenado y subordinado a lo divino, lo visible a lo

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Mt 24, 12 Lc 18, 8 25 Cf Lc 18, 8 ; Mt 24, 12 26 Cf Lc 21, 12 ; Jn 15, 19-20 27 Cf 2Tes 2, 4-12 ; 1Tes 5, 2-3 ; 2Jn 7 ; 1Jn 2, 18.22. 28 CEC 675 29 CEC 676 30 Cf 2Tes 2, 3 ; 2Tim 3, 1-9 ; 2Pe 3, 3-10 31 1Jn 2, 3-28 32 Michael Schmaus, Teologa Dogmtica VII los Novsimos, Ed Rialp, p 173. 33 Lc 21, 34; Lc 8, 14; El apstol San Juan en su evangelio nos pone en guardia sobre las realidades terrenas usando la palabra mundo en este sentido veces. 34 Cf. Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, Cap. VII. Gaudium et Spes, n. 18-22 y 38-39

invisible, la accin a la contemplacin y lo presente a la ciudad futura que buscamos35. El Magisterio de la Iglesia siempre ha velado para apacentarnos y cuidar la Religin de la Gloria, como llam a nuestra fe tan bellamente el papa Juan Pablo II36.

Entonces la consigna del adviento como de toda nuestra vida espiritual es Vigilar. Los tres evangelios de la Santa Misa de los ciclos A, B y C de este primer domingo de adviento usan este termino explcitamente que en el original griego nepsis tiene el doble significado de ser sobrio y estar vigilante. El centinela, el que vigila, ha de guardar sobriedad para no dormirse para estar en vela, expectante, atento. Los Padres del Desierto llamaban a la vida espiritual la vida atenta. La imagen que Jesus usa de las vrgenes prudentes que esperan al Esposo ha de siempre interpelarnos. Pero hoy en clave de retiro hemos de preguntarnos: vigilar qu? Lo hemos odo, vigilar porque hay peligros y vigilar porque el Seor viene. Pero de un retiro aprovechando esa gracia de habernos retirado junto con el Seor de lo cotidiano, aunque sea como hoy por una maana, hemos de sacar propsitos para reformar nuestra vida, para cambiar, para convertirnos, no olvidemos que el adviento es tiempo de conversin por eso el signo litrgico del morado. Bien, vigilar porque hay peligros y vigilar porque el Seor viene, vigilar sobre lo malo vigilar sobre lo bueno. Como el soldado viga que estaba en el mangrullo del fortn en la poca de los indios, que estaba atento a lo que vena, a los ataques de las tolderas o a la venida del general que traa refuerzos y provisiones. Vigilar sobre lo malo vigilar sobre lo bueno!

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Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium, 2.


Juan Pablo II, Tertio Millennio Adveniente, 6

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