EL ROSARIO un camino hacia la oracin incesante Jean Lafrance

INTRODUCCIN He dudado mucho antes de escribir estas pginas. Las he roto en arias ocasiones para ol er a darles otra forma! e"perimentando lo #ue dice tan oportunamente el $adre %arie de la &hapelle' Todo lo que se dice sobre Mara termina con la sensacin de que uno se queda corto, de que se mueve en una bsqueda silenciosa de lo que es esta mujer bendita entre todas. La dificultad no procede slo del lenguaje: faltan palabras ( sin embargo! desde #ue el amor de %ar)a empie*a a iluminar el cora*n de un hombre! se e"perimenta la necesidad de hablar de +l! de cantarlo o ms sencillamente e"presarlo por escrito. San ,ernardo! #ue fue un gran poeta de -uestra Se.ora! dec)a /#ue no se hablaba nunca suficientemente de ella0. Al mismo tiempo! se e"perimenta la insignificancia de lo #ue se dice 1 sobre todo la desigualdad de lo #ue se i e con %ar)a en las profundidades del cora*n! hasta el punto de #ue se podr)an tomar las palabras de Aristteles a Ana"imandro! a propsito de 2ios' /-ada ms est3pido #ue lo #ue +l dice! nada ms importante #ue lo #ue #uiere decir0. En el fondo! nadie puede escapar de esta )a analgica #ue hace #ue se afirme algo de la 4irgen! para negndolo inmediatamente! subir a una )a ms eminente. Se recibe entonces una nue a lu* sobre %ar)a! pero como el esp)ritu humano tiene necesidad de respirar un poco! se siente uno feli* al haber encontrado el e#uilibrio del pensamiento

enri#uecido con una nue a percepcin. Al cabo de cierto tiempo! se reconstru1e otro circuito enri#uecido! pero siempre un circuito. Ser necesario #ue a su e* se rompa hasta el d)a 5el de la santidad en la gloria de la isin5 en #ue 1a no habr circuito! ni nada! la /-ada0 de San Juan de la &ru*. Lo cual hac)a decir a ,ernardette' /&uando se ha isto una e* a %ar)a! no se tiene ms #ue un deseo! morir para ol erla a er0. En este oc+ano celeste! se nada ba6o la presin constante de la lu* di ina #ue no permite 1a reconstruir el menor circuito. $ero hasta ese d)a 1 en tanto continuamos nuestra peregrinacin terrestre! tenemos #ue aceptar hablar de %ar)a con palabras humanas mu1 imperfectas. Las palabras! dec)a el dominico $. ,esnard son como cestos ms o menos bien tren*ados para contener la erdad de 2ios #ue es a menudo como agua i a7 por eso deben ser continuamente remo6ados en la e"periencia del Esp)ritu 1 por lo tanto en la oracin. A.adamos #ue si esta palabra surge de la e"periencia )ntima! despertar for*osamente en el cora*n de los #ue la lean el reconocimiento de la misma e"periencia mariana. En cuanto a los #ue no han hecho la e"periencia! #ue acepten no 6u*gar demasiado deprisa 1 #ue se pongan a orar a la 4irgen recitando con humildad el Rosario7 no tardarn en e"perimentar la presencia de %ar)a en toda su ida. $ues esta es la parado6a #ue ha hecho nacer este libro' no ha1 ninguna proporcin entre lo #ue podemos hacer' re*ar sencillamente el Rosario 51o dir)a! recitarlo materialmente5 ! 1 lo #ue no podemos hacer 1 #ue es una gracia del Esp)ritu' /#ue ella est+ todo el tiempo con nosotros0. Esto es dif)cil de comprender mientras no se ha1a hecho la e"periencia. $or eso #uisiera partir de un e6emplo concreto! el del $. 4a1ssi8re! gran de oto de la 4irgen. Al escribir estas l)neas! os pre engo inmediatamente de #ue no os de6+is enga.ar por las palabras! por su aspecto etusto o pasado de moda! sino #ue presintis el agua i a #ue contienen.

PREFACIO /%ar)a ser para el alma! el oratorio del cora*n para hacer en +l todas sus oraciones a 2ios0 !"an Luis Mara #rignion de Montfort: $l "ecreto de Mara , %&'

2edico estas pginas consagradas a la meditacin del Rosario a %ar)a! madre de la oracin del cora*n. La e"periencia me ha ense.ado #ue la presencia de %ar)a en el cora*n del #ue re*a el Rosario atrae a +l la oracin del Esp)ritu Santo! como un horno solar atrae los ra1os del sol 1 alcan*a una temperatura de arios cientos de grados. Es lo #ue sucedi en el &enculo! cuando %ar)a uni su oracin a la de los disc)pulos! con irti+ndose as) en modelo de la Iglesia en oracin' El Esp)ritu ha puesto fuego a la Iglesia 1 al mundo lle ndolos al ms alto grado de incandescencia. Es un hecho de e"periencia #ue cuando una persona re*a el Rosario con confian*a 1 perse erancia! pronto o tarde! siente nacer en su cora*n la oracin incesante del Esp)ritu. -o sabe ni de dnde iene ni adnde a! pero es arrastrada 1 lle ada en su mo imiento. Entonces comprende la palabra de Jes3s en el e angelio' /Ha1 #ue orar siempre sin desfallecer0 9Lc :;!:<. Es algo #ue no se e"plica! ha1 #ue ensa1ar 1 ponerse a ello hasta el d)a en #ue se recogen los frutos' /=$ero para #u+ me detengo> Slo la e"periencia ense.a estas mara illas de %ar)a! #ue son incre)bles para la gente sabia 1 orgullosa e incluso al com3n de de otos 1 de otas0 9$l "ecreto de Mara , (&' 9...<

MARIA, EL ORATORIO DEL CORAZN

2ebo confesar con erg?en*a #ue no esto1 familiari*ado con los /dichos0 de @rignion de %ontfort! en especial con sus e"presiones de escla o 1 escla itud7 pero me ha impresionado mucho una de sus frases sobre la oracin del cora*n! a propsito de la 4irgen! 1 he comprendido la relacin #ue ha1 entre /las oraciones0 #ue se dirigen a la 4irgen 1 la oracin del Esp)ritu #ue puede brotar en todo momento en el cora*n. &uando se est sediento de oracin 1 al mismo tiempo se tiene la impresin de fracasar lamentablemente en ese orar incesante! se acepta como liberadora cual#uier palabra #ue nos d+ confian*a en el camino de la oracin continua. Hemos puesto esta frase como e"+gesis de nuestro $refacio. San Luis %ar)a aconse6a hacerlo todo en %ar)a! acostumbrndose poco a poco a recogerse dentro de s) mismo para formar una imagen de la Sant)sima 4irgen 1 dice' /Ser para el alma el oratorio del cora*n para hacer all) todas sus oraciones a 2ios! sin temor de ser recha*ado0 9$l "ecreto de Mara, %&'. Aiene cuidado de se.alar #ue el cora*n es un oratorio! es decir una casa de oracin! un lugar donde habita el Esp)ritu Santo! donde /el hombre hace todas sus oraciones0 con la confian*a de ser escuchado por 2ios. /Oh 2ios! t3 has preparado en el cora*n de la 4irgen %ar)a una morada digna del Esp)ritu Santo0 9oracin de la fiesta del &ora*n inmaculado<. Empleando el plural /oraciones0! @rignion de %ontfort nos da a entender #ue el hombre debe orar mucho para acoger el don de la oracin cordial. -o ha1 ninguna proporcin entre lo #ue el hombre puede hacer re*ando el Rosario 1 la oracin de cora*n #ue el Esp)ritu puede darle cuando #uiere 1 como #uiere.

LA OMNIPOTENCIA SUPLICANTE $or eso! despu+s de haber dedicado estas pginas a %ar)a! la %adre de la oracin del cora*n! creo #ue ha1 #ue dirigirse a ella ba6o el t)tulo de )mnipotencia "uplicante. En efecto! si ha1 #ue orar mucho para llegar a la oracin del

cora*n! nunca diremos suficientemente #ue ha1 #ue pedirle mucho para obtener la gracia de suplicar. -o basta ponerse de rodillas para #ue la s3plica nos in ada como un maremoto #ue le anta los montes 1 los lan*a al mar! como dice San $ablo de la fe #ue transporta las monta.as. Bue la 4irgen %ar)a la #ue obtu o para los apstoles en el &enculo la gracia de permanecer 1 perse erar en la oracin! esperando la enida del Esp)ritu Santo. Es hacia ella donde tenemos #ue ol ernos ho1 para obtener el don de la s3plica continua. A fuer*a de decir' /Santa %ar)a! %adre de 2ios! ruega por nosotros! pecadores! ahora 1 en la hora de nuestra muerte0! un d)a los cielos se nos abrirn 1 comprenderemos #ue %ar)a no de6e ni un solo instante de interceder por nosotros. $or eso esto1 )ntimamente persuadido de #ue ha1 #ue re*arle ba6o la ad ocacin de *uestra "e+ora de la )mnipotencia "uplicante ! o! como dicen nuestro hermanos orientales! in ocar a la %adre de la oracin cont)nua. Es tal e* la ma1or gracia #ue podamos recibir a lo largo de una ida consagrada a %ar)a! o al menos es la puerta del cielo abierta a todas las dems gracias! tanto materiales como espirituales. &uando un hombre ha uelto a encontrar la lla e de la s3plica permanente! recibe al mismo tiempo el secreto de la felicidad. -o est dispensado por ello de resol er sus problemas 1 de asumir las tensiones de su e"istencia! pero recibe la gracia de / er a tra +s0 1 de i ir en alegr)a 1 en pa*! como Jes3s! ba6o la mirada del $adre. La gracia de este secreto no puede enirle sino de la 4irgen %ar)a! por#ue ella ha sido la primera en i ir la oracin permanente. 2e las 3ltimas apariciones de la 4irgen reconocidas por la Iglesia! me impresiona la insistencia de %ar)a sobre la oracin perse erante' /Orad! orad mucho0! como si nos entregase el secreto de su propia ida' /%ar)a guardaba todas estas cosas 1 las meditaba en su cora*n0 9Lc :!:C 1 D:<. $ara %ar)a la oracin del cora*n ha sido el crisol en donde ha podido decir al $adre' /Hgase en m) seg3n tu

$alabra0 por#ue al mismo tiempo! ha cre)do #ue nada era imposible para 2ios 9Lc :!EFGE;<. Lo #ue e#ui ale a decir #ue %ar)a ha i ido la obediencia total de la fe colgada de la oluntad del $adre en la s3plica incesante.

LA MADRE DE LA ORACIN CONTINUA A eces me pregunto sobre la profundidad de la relacin #ue podr)amos tener con la 4irgen %ar)a! 1 me digo #ue es del mismo tipo #ue la relacin de %ar)a con 2ios. Es e idente #ue ha recibido de 2ios gratuitamente todos los dones 1 pri ilegios #ue admiramos 1 contemplamos en ella! a saber la maternidad di ina! la concepcin inmaculada 1 la asuncin a la gloria del cielo7 pero lo #ue es ms admirable en ella! es el acto de libertad #ue le ha lle ado a fiarse de 2ios 1 a creer en +l. es lo #ue el $apa dice admirablemente en la enc)clica #ue escribi! con ocasin del A.o %ariano. $ara acercar el fiat de %ar)a! e oca su obediencia en la fe 1 uel e a tomar una e"presin de Lumen #entium 9nH D;< #ue afirma #ue' Mara ,a crecido en la fe a lo largo de su peregrinacin terrena manteniendo fielmente la unin con su -ijo ,asta el pie de la .ru/ !0edemptoris Mater, n1 23 4 2&' $or parte de %ar)a! la relacin ms profunda #ue ha tenido con 2ios ha sido creer en +l! en una palabra fiarse totalmente de +l. ( esta fe de %ar)a #ue se e"presa de una manera pri ilegiada en su fiat descansa sobre la solide* 1 el poder de la $alabra de 2ios' /-ada es imposible para 2ios0! dir el ngel a %ar)a cuando pregunte cmo una irgen puede llegar a ser la madre del Sal ador. $ara mostrar la eficacia de su palabra! le dir' Mira, tambi5n 6sabel tu pariente, ,a concebido un ,ijo en su veje/, 4 este es 4a el se7to mes de aquella que llamaban est5ril, porque ninguna cosa es imposible para 8ios !Lc 2,39:3&'.

LA MADRE DE LO IMPOSIBLE Apo1ndonos en estas palabras del e angelio podemos decir #ue %ar)a ha cre)do en el Esp)ritu Santo! 2ue.o de lo Imposible. &uando no comprende #ue una irgen o una mu6er est+ril pueda ser madre! no discute! sino #ue in oca al 2ue.o de lo Imposible. El puede hacer de una mu6er anciana la madre del ma1or de los profetas. &uando no comprende la actitud de Jes3s en el Aemplo! e"perimenta /una particular fatiga del cora*n! unida a una especie de noche de la fe0 90edemptoris Mater, n1 2&'! pero no se uel e r)gida ni discute una e idencia superior a la su1a! sino #ue se pone sencillamente a meditar esas cosas en su cora*n 9Lc I!D:< 1 consiguientemente a orar. %ar)a no sabe hacer ms #ue esto' orar para abandonarse a la oluntad del $adre en el silencio. En este sentido! es el modelo 1 la madre de la intercesin7 por eso ha1 #ue re*arle ba6o el t)tulo de )mnipotencia "uplicante o de Madre de lo 6mposible' .on su mltiple intercesin contina obteni5ndonos los dones de la salvacin eterna... 8e este modo la maternidad de Mara perdura incesantemente en la 6glesia como mediacin intercesora, 4 la 6glesia e7presa su fe en esta verdad invocando a Mara con los ttulos de abogada, au7iliadora, socorro, mediadora !0edemptoris Mater, n1 %;' El amor maternal de %ar)a la hace estar atenta a los hermanos e su Hi6o #ue contin3an su peregrinacin de fe 1 #ue se encuentran comprometidos en sus pruebas 1 luchas' ella intercede en su fa or. 2e este modo! su amor maternal se concreta en su presencia a nuestro lado 1 sobre todo por el poder de su intercesin. $or nuestra parte! nuestro amor filial se e"presa por una actitud igilante para conser ar la presencia de %ar)a! a tra +s de nuestra accin 1 de nuestra oracin! pero sobre todo por una incansable intercesin #ue nos mantiene colgados de ella. El amor es el la*o ms

profundo #ue tenemos con ella 1 #ue se concreta en la intercesin. Esta actitud de recurso a la 4irgen puede e"presarse de muchas maneras! pero la manera ms sencilla 1 ms corriente! es ciertamente el Rosario con el #ue uno se desli*a en su intercesin. Esta in ocacin repetida a lo largo del tiempo nos hace e"perimentar su presencia actuante' <am=s se ,a odo decir que uno solo de los que ,an acudido a vuestra proteccin, implorando vuestro au7ilio 4 reclamando vuestro socorro ,a4a sido abandonado de vos !>cordaos' Lo mismo #ue la intercesin es para nosotros la relacin ms profunda #ue nos hace presentes a la 4irgen %ar)a! igualmente la intercesin de %ar)a por nosotros es la relacin de presencia ms intensa #ue te6e con /cada uno0 de nosotros. %ar)a est presente all) donde act3a e intercede. Jna de las ma1ores gracias #ue un hombre puede recibir a#u) aba6o es tener permanentemente la presencia de %ar)a. Esto transforma una e"istencia pues es el Esp)ritu el #ue se hace actuante para hacernos e"perimentar la presencia de %ar)a. $ara terminar este ?refacio! #uisiera de6aros con una de las frases ms profundas de @rignion de %ontfort sobre la presencia de %ar)a 1 #ue enla*a con la #ue leer+is ms adelante del $adre 4a1ssi8re! #ue afirma /#ue ten)a siempre con +l la presencia de %ar)a0' Ten cuidado una ve/ m=s en no atormentarte si no go/as pronto de la dulce presencia de Mara en tu interior. $sta gracia no se concede a todos@ cuando 8ios favorece a un alma por gran misericordia, le es mu4 f=cil perderla si no es fiel en recogerse a menudo. "i te sucediese esta desgracia, vuelve suavemente 4 ,a/ una retractacin pblica a tu "oberana !$l "ecreto de Mara , (A' 9...< &uando encontramos dificultades en la ida! refle"ionamos! acilamos 1 discutimos en lugar de suplicar. El hecho de

refle"ionar sobre nuestros problemas es a menudo una huida a lo imaginario! mientras #ue la erdadera oracin es siempre una uelta a lo real. &uando %ar)a se encuentra en una situacin dif)cil no se pone a planificar sino #ue ora. As) hi*o cuando perdi a Jes3s en el Aemplo! o en &an! o me6or toda )a en el &enculo. -o sabe hacer ms #ue eso' orar! 1 por eso contin3a en la gloria intercediendo por la Iglesia. 9...<

ESTOY TODO EL TIEMPO CON ELLA /-o se puede pedir a todo el mundo la de ocin total 1 el total abandono a -uestra Se.ora0! dec)a el dominico $adre 4a1ssi8re! por#ue es una gracia inspirada por el Esp)ritu Santo. ( a.ad)a ba6ando los o6os' /A mi! no s+ lo #ue me ha sucedido! pero esto1 todo el tiempo con ella0. /%e he dado cuenta! precisa su interlocutora! #ue era en cierto modo como una confidencia #ue se le escapaba0. Le1endo esta frase! me dan ganas de decir como Edith Stein despu+s de haber pasado toda la noche le1endo las obras de Santa Aeresa de A ila' /=Esto es la erdad>0 Aodos los #ue oran realmente a la 4irgen podr)an suscribir la confidencia del $. 4a1ssi8re! sobre todo si han e"perimentado la presencia / isible0 de %ar)a en su ida. -o se trata de isiones imaginarias ni intelectuales! ni de sentir afecti amente la presencia de %ar)a. Jna persona me hi*o un d)a esta confidencia7 hab)a e"perimentado una gran con ersin con la e"periencia sensible de la presencia actuante de %ar)a durante alg3n tiempo. Luego todo se hab)a esfumado! pero permanec)a en el fondo de su cora*n un apego de fe a %ar)a! #ue se traduc)a en la recitacin continua del Rosario. Le di6e #ue no se in#uietase! pues esa es la erdadera de ocin a la 4irgen. &iertos d)as! uno siente la in#uietud por saber si ama ala 4irgen! pues aun#ue no ha1 nada sensible en nuestra

relacin con ella! la sentimos presente en lo #ue pensamos! decimos o hacemos. &omo dice el $. 4a1ssi8re! /se est con ella0! con todo lo #ue esta proposicin connota de fuer*a! de admiracin! incluso de intimidad. Algunos llegarn incluso a decir #ue estn en ella' son otras tantas e"presiones #ue tratan de acercar este misterio de intimidad! sin agotarlo 6ams. Sobre todo en el terreno de la oracin 5es lgico5 es donde se e"perimenta esta presencia preeminente de %ar)a! hasta el punto de #ue a eces! uno se pregunta 5no dir)a #ue se in#uieta! pues %ar)a da siempre la pa*5 pero se pregunta si no se da una competencia con 2ios. Es en erdad como dicen los $adres! $spejo de "antidad! Espe6o de la Justicia 1 Espe6o del Sol de 2ios. Al mirarla! ella refle6a el rostro desconocido de 2ios! #ue no se parece a nada! el /ms all de todo0! #ue no se puede nombrar sino solamente adorar. $oco importa #ue se mire al sol directamente o en un espe6o. El 3nico miedo #ue ha1 #ue tener es #ue sea una ilusin' K%ar)a nos ofrece el sol o la lunaL La respuesta iene de su pure*a total' no puede menos #ue refle6ar la gloria del Alt)simo. 2igamos de pasada 5pero ol eremos sobre ello5 #ue al mirar nuestro rostro en el pur)simo espe6o de la 4irgen! descubriremos lo #ue impide en nosotros la santidad de 2ios. 4ol amos al modo como se e"perimente #ue %ar)a ora con nosotros 1 por nosotros. Al despertarnos por la ma.ana! ha1 un per)odo de ensue.o en el #ue discut)s a menudo con osotros mismos! no sabiendo #u+ partido tomar' le antaros o seguir en la cama. -o discutis! pues discutir es 1a dudar en cierto modo. Aomad sencillamente el Rosario en la mano 1 recitadlo 9me atre o a decir tontamente 1 ma#uinalmente< insistiendo en la peticin /ruega por nosotros pecadores0! cual#uiera #ue sea el estado en #ue os encontr+is. A eces! no tendr+is el alor de recitarlo! pero entonces decid' /(o me agarro a un e"tremo de la cadena 1 %ar)a se agarra al otro. Mue ella haga su traba6o 1 me atraiga a la oracin0. A menudo! no habr+is terminado la primera decena 1 1a os habr+is le antado.

Entonces se toca con la mano la intercesin de %ar)a 1 se constata #ue se encuentra a 2ios en la oracin tan pronto como uno se pone a ello. San Ignacio dec)a #ue encontraba a 2ios en la oracin cuando +l #uer)a 1 como #uer)a. La frmula es mu1 hermosa' /Siempre #ue #uer)a encontrar a 2ios 1 en el momento #ue #uer)a! lo encontraba0. Aconse6aba a los escolares #ue no ten)an mucho tiempo dedicado a la oracin #ue /buscaran a 2ios en todas las cosas0' acciones! con ersaciones! comidas! descanso. ( a.ad)a #ue los #ue buscan esta presencia de 2ios en todo! se disponen a recibir grandes isitas del Se.or! incluso en bre es oraciones. Recibir el don de oracin es una gracia. Esto1 persuadido de #ue la gracia de la oracin continua se nos concede siempre por la intercesin de %ar)a' /Si ten+is el don de oracin! dec)a el $. 2e Sertillanges! por gracia! no pidis ning3n otro. Si no hab+is toda )a obtenido este don! pedid a la 4irgen el de la fidelidad a la oracin0. En una entre ista con Andr+ S8 e! reproducida en el peridico La .roi7! el $adre &ongar dec)a #ue en su ida de enfermo! la oracin era su gran consuelo. ( a.ad)a' /2ios no me ha dado el don de la oracin! pero me ha dado la gracia de la fidelidad a la oracin0.

UNA GRACIA INSPIRADA POR EL ESPRITU SANTO Recordad la frase del $. 4a1ssi8re' /-o se puede pedir a todo el mundo la de ocin total a la 4irgen... por#ue es una gracia inspirada por el Esp)ritu Santo0. En otras palabras! no todo el mundo puede comprender esta presencia de %ar)a #ue en uel e toda la ida! sin una inter encin especial del Esp)ritu. Se puede in itar a los hombres a orar a la 4irgen aconse6ndoles #ue recen el Rosario! pero no se les puede lle ar hasta all) hasta #ue no sientan por s) mismos la alegr)a de la oracin 1 en tanto #ue la oracin no brote de ellos como una fuente de agua i a o no arda su cora*n como un fuego. Entonces la oracin estar presente en su cora*n sin ning3n esfuer*o por pro ocarla7 slo ha1 #ue recogerla.

Jno de los ma1ores deseos de la 4irgen es lle arnos d)a a d)a ms profundamente a la oracin! pero no puede obligarnos a ello. -o podemos saber el alor de la oracin incesante hasta #ue el Esp)ritu Santo nos inspire esa gracia! hasta #ue por nosotros mismos 1 ba6o la accin del Esp)ritu! no digamos' ahora es el tiempo de la oracin! no ha1 nada ms importante para m) #ue 2ios. &uando eis un hombre #ue de6a todo para consagrarse totalmente a la oracin con un amor especial de la 4irgen! podr+is decir #ue est en la gracia del Esp)ritu Santo! #ue es amigo del 4erbo e hi6o mu1 amado del $adre. A un hombre de oracin se le reconoce por#ue no se fi6a un m=7imum de oracin para entregarse a otras ocupaciones! sino #ue determina el m=7imum de tiempo #ue concede a sus obligaciones o al ser icio a los hermanos! para ol er enseguida a la oracin. Siempre #ue tiene tiempo libre se sumerge en la oracin como imantado por el peso de la oracin #ue lle a en s). 9...< MARIA NUESTRA EDUCADORA El $adre 4a1ssi8re habla tambi+n del abandono total en las manos de %ar)a. la de ocin apunta a nuestra oracin a %ar)a! mientras #ue el abandono e oca lo #ue fue la le1 fundamental de su ida! su obediencia en fe #ue corresponde a lo #ue dice al ngel' /Hgase en m) seg3n tu $alabra0 9Lc :!E;<. Aocamos a#u) un aspecto fundamental de nuestra relacin con %ar)a #ue escapa a la ma1or)a de los #ue re*an de e* en cuando! pero #ue se hace cada e* ms e idente en los #ue estn totalmente consagrados a ella. Esto es lo #ue ms me ha impresionado en la ida de los grandes de otos de %ar)a! 1 lo #ue nosotros podemos e"perimentar cuando nos la lle emos a nuestra casa! como madre nuestra! como hi*o San Juan siguiendo el deseo de Jes3s 9Jn :C!IF<. Es una iniciacin a la renuncia de nuestra

propia oluntad para abandonarnos en todo momento a la oluntad de 2ios. Aengo #ue confesar #ue me result asombroso hacer esta e"periencia por#ue comprob+ con terror 1 dicha cmo inter en)a en todos los sectores de nuestra ida para guiarnos. &reo #ue incluso inter iene ms en los detalles m)nimos de nuestra e"istencia #ue en los grandes acontecimientos en los #ue la oluntad de 2ios se nos manifiesta por los mandamientos 1 los conse6os. 2espu+s de una con ersacin con un 6o en tu e la sospecha de esta inter encin delicada de %ar)a. %e dec)a #ue estaba totalmente consagrado a la irgen 5le faltaba un a.o para ser sacerdote5 1 a.adi sin darse cuenta esta confidencia' /La 4irgen me ad ierte cuando o1 a ser tentado para in itarme a orar0. %e dec)a esto con tal naturalidad #ue no permit)a dudar de su erdad. Su humildad hablaba a fa or de sus palabras. $oco a poco! comprend) #ue era cierto 1 #ue %ar)a inter en)a para educarnos espiritualmente. Es como si ella ol iese a tomar uno a uno los acontecimientos de nuestra ida! sobre todo los ms m)nimos! para mostrarnos cmo hemos obedecido o desobedecido a las dulces sugestiones del Esp)ritu #ue murmura en nuestro cora*n la oluntad de 2ios. Se comprende #ue ella act3e as) en nosotros por#ue as) actuaba cuando #uer)a descubrir lo #ue 2ios esperaba de ella. 2os eces dice en el e angelio de Lucas' /%ar)a! por su parte! guardaba todas estas cosas 1 las meditaba en su cora*n0 9Lc I!:C 1 D:<. ,a6o la dulce presin del Esp)ritu! nos muestra lo #ue 2ios hace en nosotros 1 lo #ue nosotros deshacemos o al menos contrariamos. -os sugiere #ue hagamos cosas pe#ue.as! pe#ue.as renuncias! 1a #ue no somos capaces de hacerlas grandes. 9...< Recibimos la gracia de la curacin siempre por la oracin de intercesin 1 3nicamente por la oracin. $ero al pasar por

%ar)a! recibimos adems una gracia ms importante! pues ella tiene el arte de hacer de nosotros hombres 1 mu6eres 3nicamente consagrados a la oracin. -os e#ui ocamos al sospechar #ue 2ios nos enga.a' nuestras enfermedades 1 heridas son las posibilidades #ue nos ofrece para hacer de nosotros oraciones i ientes. &uando contemplo mi ida 1 las pruebas #ue he sufrido! me digo a menudo' /-o sabr)a nada de la oracin 1 sobre doto de la s3plica si no hubiera gustado mi racin de infierno0. 9...< &uando un hombre se ha abandonado totalmente a la oluntad de 2ios! como lo hi*o la 4irgen 1 todos los #ue se consagran a ella! el mismo Se.or empie*a a guiarle. Entonces 2ios instru1e directamente al alma! mientras #ue antes lo hac)an maestros 1 la Escritura. La 4irgen nos coge de la mano! como lo hace un maestro con su alumno! 1 nos muestra momento tras momento lo #ue el $adre espera de nosotros. Ah) se encuentran la erdadera pa*! la alegr)a 1 la libertad.

DE LA ORACION DE JESS AL ROSARIO $ara iluminar este misterio de %ar)a en nuestra relacin con 2ios! damos ms importancia al testimonio #ue a la teor)a! pues da me6or cuenta de la ida real. El propsito de esta b3s#ueda no es hacer una e"posicin de teolog)a mariana! sino a1udarnos a re*ar el Rosario para alcan*ar el ob6eti o mismo de la ida cristiana #ue es la oracin incesante' /Ha1 #ue orar siempre sin desfallecer0 9Lc :;!:<. 2e una manera ms precisa toda )a! 1 en el interior de esta oracin continua! #uisi+ramos mostrar cmo la intercesin! o me6or toda )a la s3plica! es la cima o el cora*n de la oracin cristiana. La in ocacin del nombre del $adre est al final de la oracin! como lo #ue constitu1e el cora*n de nuestra

relacin con 2ios! pero est tambi+n al comien*o! como lo #ue abre la puerta a todas las dems formas. ,asta hablar de la intercesin a cristianos #ue han empe*ado a orar para #ue encuentren definiti amente su forma de oracin! con una gran unificacin de toda su ida. El testimonio #ue damos a continuacin est sacado de una carta de un sacerdote misionero en %arruecos. Es un hombre traba6ado desde hace a.os por el deseo de la oracin continua con la oracin de Jes3s7 con ocasin de un retiro! hace dos a.os! el Esp)ritu Santo le inici en el misterio de la intercesin. (o a.adir)a #ue ama mucho a la 4irgen 1 #ue en su 3ltimo retiro reno su consagracin a %ar)a en la l)nea del $adre Nolbe. He a#u) lo #ue me escrib)a hace un mes' 8espu5s de este retiro siento que debo usar el >vemara como oracin monolgica para orar sin cesar. -e tenido la intuicin de que deba repetir la segunda parte de la oracin. >l retirarme aqu ,e ledo en su libro sobre Mara, el captulo sobre el refugio de los pecadores , lo que me ,a permitido ver m=s claro. B$sto4 en el buen caminoC B-e practicado bastante la oracin de <essC B8ebo abandonarla por el >vemara o bien seguir dici5ndola despu5s de ,aberme puesto en presencia de MaraC ?ara esta oracin permanente, siento que debo fijarme una frmula. A.ade #ue se siente atra)do sobre todo por la segunda parte del >vemara' /Santa %ar)a! %adre de 2ios! ruega por nosotros pecadores0. ( contin3a' /KEsto1 suficientemente preparado para adoptar permanentemente el RosarioL (o lo anhelo 1 lo deseo. Espero una lu* 1 su confirmacin0. %e parece #ue el criterio decisi o #ue le permita llegar al fondo de todas sus acilaciones es la llamada profunda #ue siente de unificar toda su ida en torno al A emar)a! sobre todo durante su tiempo de oracin' /Siento la necesidad de unificar mi oracin7 en este momento trato de permanecer con el Rosario durante el tiempo de la oracin 1 con el A emar)a el resto del d)a0.

En el fondo! +l mismo saca la conclusin 1 responde por adelantado a las preguntas #ue se hace como prueba de #ue el Esp)ritu Santo le gu)a 1 educa desde dentro7 termina diciendo' .reo ,aber captado bien que el >vemara, es lo mismo que la oracin de <ess, es el mismo proceso, en el que adem=s, ponemos esta ltima oracin en las manos de la Dirgen B*o ser= 5sta la gracia de )ccidente, su carisma, su privilegioC BLas intuiciones de #rignion de Montfort 4 del ?adre Eolbe no son acaso dones para nosotros en )ccidenteC $l )riente tiene la oracin de <ess 4 nosotros, la de Mara . &reo #ue todo est dicho en esta carta 1 mu1 sencillamente. -o es este el sitio para desarrollar la teolog)a espiritual sub1acente en la oracin de Jes3s! pero ha1 #ue notar algunas con ergencia entre esta oracin 1 el >vemara! tanto ms #ue ho1 e"perimentamos en Occidente una aut+ntica reno acin de la oracin! #ue el $apa se complace en subra1ar en su enc)clica sobre el Esp)ritu Santo 9nH OD<. En este terreno de la reno acin de la oracin! nadie puede negar el lugar #ue ocupa entre nosotros la tradicin oriental! en particular el librito mara illoso $l peregrino ruso. $ara muchos cristianos occidentales sobre todo religiosos 1 sacerdotes! este libro tu o un efecto re elador. Lle aban en s) el deseo de la oracin continua! 1 de pronto encontraron un hombre #ue lo i )a! con el sencill)simo medio de la oracin de Jes3s' <ess, -ijo de 8ios "alvador, ten piedad de m pecador. Se pasaba de la teor)a abstracta sobre la oracin continua a la prctica concreta 1 mu1 sencilla de esta oracin al alcance de todos. &ono*co a muchos hombres 1 mu6eres #ue han puesto la oracin de Jes3s como base de su ida de oracin! #ue la i en )ntegramente 1 #ue no han tardado en descubrir los efectos en su ida espiritual. Entre ellos! algunos estaban iniciados en el Rosario! por su educacin en una familia cristiana! el Seminario o el no iciado aun#ue se hab)an dado prisa en ol idarlo! como una prctica anticuada. $ero ha1 ra*ones ms profundas a fa or del abandono del Rosario.

En primer lugar! el temor a una oracin mecnica 1 ma#uinal! frente a la meditacin! considerada como forma de oracin ms erdadera. Ha1 #ue reconocer tambi+n la impresin de sobrecarga 1 dispersin #ue se fomenta cuando ha1 #ue meter el Rosario en el con6unto de las formas de oracin 1a numerosas' eucarist)a! oficio! oracin! isita al Sant)simo! lectio divina! etc. La sobrecarga engendra a menudo cansancio 1 dispersin! siendo as) #ue una de las grandes le1es de la ida espiritual sigue siendo la unificacin de la oracin 1 de la ida. -o #ueremos e"tendernos sobre estas reacciones de abandono! tanto ms cuanto #ue ho1 ha1 un redescubrimiento del Rosario! como lo subra1aba el misionero de %arruecos en su carta. Se puede decir #ue la oracin de Jes3s ha permitido ol er a descubrir el Rosario. El fin de la oracin de Jes3s es unificar nuestra oracin en torno al nombre de Jes3s! es decir de su persona. El gran efecto de esta prctica es el descubrimiento de la oracin del cora*n. $oco a poco! los #ue practican la oracin de Jes3s han sentido! como lo describen los $adres! un murmullo de oracin! en el fondo de su cora*n7 han e"perimentado! como dec)amos anteriormente! /la gracia de la oracin0! 1 han sentido con todo su ser 1! en primer lugar con su cora*n 1 su cuerpo! #ue el Esp)ritu Santo oraba en ellos con gritos inefables. El Rosario es el e#ui alente en Occidente a la oracin de Jes3s! el camino de pobre*a 1 humildad del #ue tenemos necesidad para llegar a esta inmersin en la oracin incesante. /$ara llegar a esta cumbre! dice el $adre %olini+! el Rosario es uno de los caminos ms rpidos! precisamente por#ue es el ms tonto! el #ue no pretende cimas contemplati as peligrosamente seductoras para nuestro orgullo0. 4ol emos a la le1 enunciada al principio' cuanto ms aspiramos a la oracin continua del Esp)ritu en nosotros! ms nos debemos mantener a ni el de los medios concretos en una oracin sencilla! en una bre e frase repetida sin

cesar! para #ue no interpongamos entre el fondo de nuestro cora*n 1 el Esp)ritu Santo #ue #uiere orar en nosotros! el manguito aislante de nuestras ideas 1 de nuestros pensamientos. La repeticin incansable del Rosario puede parecer un atontamiento en el sentido deplorable de la palabra! si se recita esta oracin con la intencin estrecha de cumplir! pero esto puede serlo tambi+n en el me6or sentido de esta palabra7 se trata de consumir nuestra mirada a fuer*a de escrutar en el hori*onte al #ue iene' &risto. En esta perspecti a no se es el mismo al final del Rosario 51a se trate de la oracin de Jes3s o del A emar)a5 #ue al principio. se termina un poco agotado! un poco ms pobre 1 por eso un poco ms cerca de la capitulacin definiti a del pecador frente a la misericordia. En este punto 3ltimo del descubrimiento de nuestro ser pecador 1 del recurso a la misericordia se da una erdadera con ergencia entre la oracin de Jes3s 1 el >vemara! lo dems es una batalla de detalles t+cnicos sin importancia. Esto es lo #ue amos a considerar ahora. $ero mantengamos la conclusin de la carta' el deseo de unificar toda la ida de oracin! tanto las horas de oracin como la oracin difusa a lo largo de la 6ornada! en torno al >vemara. 9...<

CMO HACER? Llegamos ahora a lo concreto sugiriendo algunas pistas para re*ar el Rosario! entendiendo #ue su fin el lle arnos a la oracin continua del cora*n! es decir a la oracin incesante #ue no se confunde con las frmulas. Es un estado! me6or dicho una e"periencia! pues el hombre es acti o en esta situacin en la #ue siente su cora*n en estado de s3plica permanente. Esta oracin continua es compatible con otras acti idades'

2ice Isaac el Sirio' /&uando el Esp)ritu Santo establece su morada en el cora*n del hombre! 1a coma! 1a beba! 1a duerma! 1a hable o se entregue a las dems acti idades no cesa de orar0. $ero el hombre debe cooperar a esta oracin del Esp)ritu en +l! ofreciendo su tiempo! sus labios 1 el deseo de su cora*n. Al mismo tiempo! debe sentirse mu1 libre en su manera de cooperar. En este terreno de la oracin incesante! cuanto ms a an*amos menos nos encontramos con caminos tra*ados por adelantado 1 gu)as #ue nos a1uden a a an*ar. &omo el misionero cu1a carta hemos citado! cada uno debe sentir en su cora*n lo #ue el Esp)ritu le sugiere 1 de6arse educar por %ar)a. Muiero decir a todos los #ue e"perimentan resistencia al Rosario 1 son hombres 1 mu6eres de oracin' /Sent)os libres ante estas e"igencia cotidiana 1 preguntaos' KMu+ es lo #ue ms me a1uda a guardar el contacto con &risto a lo largo del d)a! a i ir ba6o la mirada bene olente del $adre! en la libertad de la oracin del Esp)ritu en nosotrosL0. $ara muchos esta actitud ser una erdadera liberacin 1 podrn situarse ante el Rosario sin apremio 1 sin embargo sin descuido. Este comportamiento nos sit3a en el centro de la ida de oracin 1 pone en su lugar preciso los medios #ue ha1 #ue utili*ar para llegar a ello. El Rosario! la oracin de Jes3s 1 las otras formas de oracin! no son un fin en s). $ero como somos hombres concretos! situados en el espacio 1 en el tiempo! tenemos #ue encarnar nuestra oracin en medios 1 frmulas! si no! no tendr cuerpo 1 se ir des aneciendo. $oco importa #ue meditemos o no! #ue tengamos distracciones o no! la recitacin lenta 1 atenta del Rosario nos har entrar en la oracin misma de la 4irgen. -o se trata de refle"ionar o de pensar! sino de murmurar con los labios una s3plica estru6ndola en nuestro cora*n' /Santa %ar)a! %adre de 2ios! ruega por nosotros! pecadores0.

A algunos les gusta re*ar el Rosario de la misma manera #ue la oracin de Jes3s! como una in itacin repetida sin cesar #ue sale de las profundidades de nuestro cora*n 1 #ue lo ahonda ms. San Ignacio! refiri+ndose al ?adrenuestro! habla de una oracin por an,5litos 9ad modum r4tmi<! como sobre el ritmo de la respiracin. $oco a poco 1 sin darnos cuenta! la oracin de fuego del Esp)ritu se nos encender en el cora*n. 4ol eremos as) a una le1 de la oracin 1a enunciada en otra parte' /&uanto ms nos sentimos llamados a reali*ar la oracin del Esp)ritu en nuestro cora*n ms debemos agarrarnos a una oracin sencilla! importa poco #ue sea mental o ocal0 9repeticin de una sola palabra<. En esta perspecti a de la oracin continua del cora*n os in itamos a re*ar el Rosario. 9...< Ante estas indicaciones! ha1 #ue sentirse mu1 libre para elegir lo #ue fa ore*ca la oracin. Algunos preferirn decir el Rosario reteniendo una o dos palabras del >vemara! sin la a1uda de una meditacin! sencillamente in ocando la a1uda de %ar)a o contemplando las mara illas #ue 2ios ha reali*ado en ella. En este terreno! cada uno debe encontrar su manera propia de re*ar el Rosario7 a menudo! ser al final de muchos tanteos! hasta el d)a en #ue se encuentra lo que se busca, como dice "an 6gnacio, es decir /encontrar0 el contacto con la Sant)sima Arinidad. Ha1 #ue haber sufrido mucho en la ida de oracin para comprender #ue no se a directamente a 2ios sin pasar por esos intermedios #ue San Ignacio llama /mediadores0. A menudo! in ita al e6ercitante 91 eso ale para todas las oraciones< al empe*ar la oracin! a suplicar a &risto! a la 4irgen o a los Santos para #ue le introdu*can ante el $adre. Si #uer+is con enceros de los bien fundado de este conse6o! ponedlo por obra al iniciar una hora de oracin. Si llegis a la oracin 1 no consegu)s entrar en contacto con 2ios! coged el Rosario 1 recitad lentamente una o dos docenas7 mu1 pronto er+is el resultado. Sorprender+is a uestro cora*n en /flagrante delito0 de oracin 1 ser+is

introducidos! sin daros cuenta! en el cora*n de la Sant)sima Arinidad por la oracin de %ar)a. A algunos les gustar recitar el Rosario de una sola e* los d)as en #ue tienen tiempo. A otros les gustar decirlo a lo largo del d)a! al hilo de los acontecimientos o de los rostros encontrados! o me6or toda )a para santificar su traba6o! o en los momentos de tiempo libre. El Rosario aparece entonces como una especie de hilo de oro #ue enla*a los instantes de una ida 1 los unifica en una mirada puesta en Jesucristo 1 en su %adre. Los #ue perse eran en esta oracin! a eces austera 1 rida! estn en el camino de la oracin contemplati a del Esp)ritu. Importa poco adems la manera de decirlo7 si no pueden pasar una 6ornada sin haber re*ado el Rosario! les llegar alg3n d)a una gran gracia. 4ern los cielos abiertos 1 a Jes3s sentado a la derecha del $adre sin cesar de interceder por los #ue se acercan a +l con confian*a 9Heb F!ID<. Igualmente! entrarn en la oracin de %ar)a en el &enculo #ue no cesa de pedir el Esp)ritu para la Iglesia! uni+ndose a la oracin de su Hi6o7 /$edid al $adre 1 os dar otro $arclito 9el Esp)ritu Santo< para #ue est+ con osotros siempre0 9Jn :P!:O< 9...<

UNA INICIACIN Ha1 #ue recurrir a la 4irgen para #ue nos ense.e a suplicar' sucede con la oracin como con la confian*a 1 la fe. &omo %ar)a i )a en la misma oscuridad #ue nosotros! debemos recurrir a ella en todas las dificultades #ue tocan la fe. Igual pasa con la perse erancia en la oracin7 por eso su presencia era indispensable 6unto a los apstoles en el &enculo. Lucas nos dice #ue era asidua en la oracin con los disc)pulos7 lo #ue #uiere decir #ue sostu o el nimo 1 la perse erancia de los disc)pulos! siempre prontos a ba6ar las

manos como %ois+s en el monte durante la batalla con Amalec. Ella nos mantiene igilantes en la oracin 1 nos inicia a perse erar con medios pobres! como el Rosario! la oracin de Jes3s! como una madre inicia a su ni.o en la escritura lle ndole de la mano! o en la lectura deletreando cada palabra con +l. Es una erdadera iniciacin! pues es otro el #ue toma en la mano nuestra oracin 1 la dice con nosotros7 este otro es el Esp)ritu Santo. Ella nos ense.a a pedir al Esp)ritu Santo #ue se nos de uel a la lla e de la s3plica. &uando ella nos in ita a la s3plica! nos hace e"perimentar el poder de la oracin en nombre de Jes3s. El Esp)ritu nos repite en los ms )ntimo del cora*n las palabras de &risto' /Aoda )a no hab+is pedido nada en mi nombre! no sab+is cmo pedir! ni lo #ue ha1 #ue pedir. -o hab+is empe*ado toda )a0. En este terreno ser)a preciso con encerse de #ue no hemos empe*ado toda )a! cuales#uiera #ue sean las oraciones #ue ha1amos hechos! las desgracias #ue ha1amos padecido! 1 los gritos 1 gemidos #ue ha1an arrancado a nuestro cora*n de piedra. Aodo esto no es nada al lado de lo #ue 2ios espera! desea 1 #uisiera darnos como s3plica. $or esta ra*n ha1 situaciones 1 tribulaciones #ue #uisiera ahorrarnos 1 #ue no nos e ita! por#ue es la 3nica manera #ue tiene para obtener de nosotros si no nos endurecemos demasiado! el aprendi*a6e de la s3plica. La 4irgen nos inicia en este aprendi*a6e pues la s3plica tropie*a dentro de nosotros con una concha de recha*o 1 de discusin #ue nos impide llegar a la oracin continua. La 4irgen nunca tu o dificultad para suplicar 1 por eso se abandono a 2ios continuamente. &uando estamos en una situacin dif)cil! discutimos! acilamos 1 tratamos de salir por arriba! aun#ue lo #ue tendr)amos #ue hacer es hundirnos en nuestra miseria para gritar a 2ios. %ar)a es un camino #ue nos lle a del cora*n #uebrantado por el arrepentimiento a la alegr)a del cora*n iluminado por la oracin in isible.

HACIA LA ORACIN DEL CORAZN INVISIBLE $ara terminar! iremos hasta el final del camino para er cmo la oracin puede instalarse en el cora*n de un hombre 1 hacerse en +l su morada! manteni+ndole despierto continuamente ba6o la mirada del $adre. Seguramente os habr+is encontrado con hombres 1 mu6eres de oracin7 entre ellos mon6es! laicos! sacerdotes! ancianas! mon6as o 6 enes! en su ma1or)a gente sencilla 1 pobre. Estas personas /han sido captadas0 por la oracin! aun#ue est oculta en el fondo de su cora*n! es in isible7 slo la mirada del $adre e en lo secreto. Estas personas contin3an su ida normalmente' traba6an! hablan! duermen! comen 1 oran con sus hermanos! pero si no ten+is /o6o0 en el sentido de / er a tra +s0! no os dar+is cuenta de #ue estn siempre en oracin en el santuario interior de su cora*n. Se comprende #ue oculten su tesoro! pues es lo me6or 1 ms precioso #ue tienen. Si les preguntis un poco! os dirn #ue esta oracin continua es una gracia recibida! 1 algunos! por no decir todos! a.adirn #ue la han recibido por intercesin de la 4irgen. $ara muchos! el humilde re*o del Rosario fue el camino de humildad 1 de pobre*a #ue les sumergi en la oracin continua. ,asta hacer uno mismo la e"periencia al comien*o de la a entura de oracin. -os rompemos la cabe*a para encontrar el contacto con 2ios o para hacer silencio! 1 no lo conseguimos. -os ponemos a recitar el Rosario 1 la oracin habita en el cora*n antes de #ue nos ha1amos puesto a pensar en 2ios. Ha1 ah) un secreto inaccesible a los sabios 1 a los inteligentes! pero re elado 3nicamente a los pe#ue.os. -o lo e"plico! slo constato e in ito a los lectores a #ue ellos mismos hagan la e"periencia 1 6u*guen por los resultados. Si no se puede e"plicar ni conocer el origen o el t+rmino de esta e"periencia #ue nos supera! se puede al menos! dice

San ,ernardo! /discernir el momento de su enida 1 la hora de su retirada0 9"ermones 2&,2'. K$or #u+ este discernimientoL $ara dar gracias cuando la oracin se presenta 1 para desearla cuando se ausenta. $arece #ue en el momento en #ue se repite la in ocacin /Santa %ar)a! %adre de 2ios! ruega por nosotros! pecadores0! la oracin irrumpe en nuestro cora*n. La oracin #ue se inscribe a#u) aba6o en nuestras pobres palabras humanas repercute en la oracin de la 4irgen en el cielo. Somos mu1 conscientes de #ue %ar)a ha tomado el rele o de nuestra oracin 1 #ue intercede por nosotros 6unto a Jes3s! siendo a3n ms conscientes de #ue no ha1 ms #ue una intercesin' la de Jes3s al $adre 9Heb F!ID<. %ar)a! en la gloria del cielo! intercede por nosotros 1 nos hace e"perimentar las arras de la oracin del Esp)ritu. Algunos d)as! tenemos como la intuicin de compartir su oracin del cora*n 1 #ue nos parece bueno estar all) sencillamente con ella. Otras eces repasamos en la memoria del cora*n el hi6o de los acontecimientos de la 6ornada 1 descubrimos los humildes pasos del Se.or! sus llamadas discretas 1 tambi+n los recha*os #ue le hemos opuesto haci+ndonos los sordos. &omo las cuentas del Rosario! estos acontecimientos forman un todo #ue presentamos al Se.or en la accin de gracias 1 el arrepentimiento. A eces! en fin! esta oracin del cora*n se identifica con el silencio 1 el descanso ba6o la mirada del $adre.

$ara terminar! os in ito a leer en la Liturgia de las -oras! en el iernes de la cuarta semana ordinaria! una homil)a del siglo I4! sobre la di ersidad de los efectos del Esp)ritu. 2espu+s de haber enumerado lo #ue el Esp)ritu Santo puede producir en el hombre7 alegr)a! lu*! fuego interior 1 silencio! el te"to termina con cierto humor as)' /A eces! se con ierte en un hombre cual#uiera0. %u1 a menudo es! nuestro estado habitual! como dice santa Aeresa de Lisieu"! despu+s de haber e"perimentado en ella el fuego del amor

misericordioso cuando hac)a el 4)a &rucis' /Si esto hubiera durado un segundo ms! creo #ue hubiera muerto. Luego ol ) a mi se#uedad habitual.0 Mue %ar)a nos conceda el acoger la oracin del Esp)ritu en nosotros como 2ios #uiere! tanto en la alegr)a como en la se#uedad.