El Vuelo Del Huerequeque PDF

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El vuelo del huerequeque

El vuelo del huerequeque


Las gallinas ms viejas empezaron a revecear y a comentar entre ellas, de nido en nido, en el comedero, en las ramas del tamarindo donde dorman y en cualquier lado donde se encontraran.

Las que antes se escandalizaban por el bullicio de la viuda Trinidad, ahora tambin se escandalizaban por el silencio casi sepulcral que reinaba en el gallinero. Primero dijeron que estaba enferma, despus que estaba enamorada, ms tarde dijeron que se trataba de la menopausia y por fin la ms vieja se llev la punta del ala a la sien y dijo: Cmo no se nos haba ocurrido antes, si est ms claro que el agua, la muy bandida est clueca y la muy volantusa se haca la santa, vanla pues. Y nunca le conocimos marido, porque ya lleg viuda decan las dems, en coro. Transcurridos los veintin das, todas se asomaron a mirar si sala a pasear con sus polluelos, pero nada. Pasaron cuarenta das y ni asomo de Trinidad. Lo que no saba nadie del gallinero es que Trinidad, en su bulliciosa existencia, escapndose a mataperrear por los alrededores de los viejos algarrobos, se haba encontrado un huevo extrao y en su soltera decidi empollarlo y tener su hijo propio, su hijo nico y amado.

Y ya empezaba por creer que estaba empollando un huevo huero, cuando sinti resquebrajarse la cscara. Y un inmenso cario inund su corazn cuando vio emerger el pico del ave.

Es un monstruo dijeron las dems gallinas, un fenmeno, qu feo, ave de mal agero, signo del final de los tiempos, comentaban los patos y los pavos Sin embargo, Trinidad sala a caminar muy oronda a la orilla del ro, seguida de su polluelo ms hermoso del mundo, ensendole a escarbar en la tierra para escoger las piedras ms sabrosas, sin hacer caso de sus maledicentes compaeras. Humberto se dio cuenta de que era diferente a los dems, una tarde soleada en que se acerc a tomar agua en la laguna y lo que vio lo asust tanto que solt un grito que espant a todo el corral. La imagen que vio no se pareca a nada de lo que l conoca hasta ese momento. Era un monstruo aqul ser que lo miraba debajo del agua. Tena unos enormes ojos amarillos debajo de grandes cejas blancas que le llegaban hasta los odos y encima de la cabeza ostentaba una cresta negra. Las patas eran tan largas que le llegaban hasta el suelo. Ningn pollo era as. Y para colmo de males el intruso le haba lanzado un grito que le haba dejado el corazn en un hilo. Y ste qu tiene, molesta la paz de nuestro vecindario y todava tiene el descaro de hacerse el asustado. Ya deca yo que la tal suavecita Trinidad no andaba en buenos pasos, debemos expulsar al engendro del gallinero sentenci la gallina ms vieja. Trinidad consol al pobre Humberto que segua temblando y que por ms que quera, su cuerpo enorme no lograba cobijarse entre las alas de la madre. Trinidad se enfrent con valenta al Consejo de las gallinas y no permiti que expulsaran a su primognito. Es un simple huerequeque le decan, no pertenece a nuestra familia, le insistan. A lo que ella replicaba con una verdad absoluta:
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Madre no es la que engendra, si no la que cra. Pero el pobre Humberto, inconsolable, segua enfermando de pena. Quin soy? De dnde vengo? Adnde voy? le preguntaba a una madre dolorida. Mi familia grande no me quiere aqu. Yo no pertenezco a este mundo, madre, deca dbilmente dispuesto a dejarse morir. Y ya estaba por caer la tarde cuando vio pasar en el rojizo cielo a una bandada de alegres huerequeques que al escuchar el quejido lastimero de Humberto, sobrevolaron el corral y se posaron entre las ramas del tamarindo, examinndolo desde lejos. Qu hace este huerequeque aqu? Dijo uno de ellos. No, no es un huerequeque; por fuera parece, pero no lo es. No ves que se aferra a una simple gallina? Y se nota que solamente sabe caminar y lo mximo podr correr noms. Yo creo que nunca ha volado este esperpento. Vmonos, estamos perdiendo nuestro tiempo y el sol ya va a caer. La viuda Trinidad fue a visitar al viejo conejo para pedirle consejo, llevando en su mente las palabras de su hijo: Madre, mis hermanos no me reconocen como tal. Curarlo es preciso, el tiempo es conciso, mal del alma no lo calma ni jarabe ni cataplasma. Hay un lugar en el Oriente, donde un sabio venerable ayudarle acaso puede, pero, Oh, terrenal Trinidad! Solamente depende de Humberto el huerequeque el poder continuar su propio camino. Es un templo de sanacin donde no te est permitido pisar. Confa en lo que te dicta tu corazn, noble mujer dijo en un susurro el viejo conejo, mientras empezaba a meter los dientes en otra zanahoria. La viuda Trinidad haciendo de tripas corazn obedeci al viejo conejo. Dej al agonizante Humberto a las puertas de un gran templo con enormes columnas de oro. Llamad, y se os abrir, pedid, y se os dar; buscad, y hallaris. Resonaron las palabras de Mateo 7:7 en la cabeza de Trinidad, mientras golpeaba ruidosamente la gran puerta. Se dio la vuelta sin esperar a que le abrieran, as como le haba indicado el viejo conejo, alejndose sin mirar atrs. Tanta era la confianza de la madre en los consejos del sabio conejo. Humberto so que un anciano barbado lo cargaba y lo dejaba en un aposento oscuro que pareca el centro de la tierra, como si fuera la antesala de la muerte. Estaba seguro de que sera una muerte dulce. So que en la oscuridad poda ver los pensamientos del anciano en forma de sentencias grabadas sobre las negras paredes con tinta luminosa: Concete a ti mismo. Para emplear bien tu vida, piensa en la muerte Si la curiosidad te ha conducido aqu: Vete! . Si el inters te gua, Vete!. Si temes que tus defecto sean descubiertos, la pasars mal entre nosotros. Si amas las distinciones sociales, vete!, porque aqu no existen. Si disimulas, sers descubierto. Si tienes miedo, no vayas ms lejos. Si perseveras, sers purificado por los elementos, saldrs del abismo de las tinieblas y vers la luz.

Y en esos momentos dud. Se senta tan dbil que tampoco podra regresar. Alcanz a mirar un crneo, un reloj de arena al cual ya se le extingua el tiempo. Vio un plato con sal, otro con azufre y otro con mercurio, y adems trigo, un vaso con agua y un pedazo de pan que estuvo tentado de tomarlos, pero se senta tan dbil que no pudo moverse. En su sueo crey ver la imagen borrosa de un gallo. Sobre una mesa haba un lpiz y la voz del anciano barbado le orden: Haced vuestro testamento. Entonces Humberto el huerequeque, comprendi que ya estaba muy cercana su muerte. Pens en que no tena propiedades, que de nada valdra hacer testamentos, pero grande fue su sorpresa cuando vio que el pergamino del testamento tena tres simples preguntas: Qu deberes tenis para con Dios? Qu deberes tenis para con vuestros semejantes? Qu deberes tenis para contigo mismo? Y en un rapto de lucidez pre-mortem se dio cuenta de que la nica respuesta para las tres preguntas era: el amor, y al tener esa respuesta, se percat, como si fuera una iluminacin, que Dios, nuestros semejantes y nosotros mismos somos uno solo, constituimos la Unidad del Universo. Y con esa certidumbre dijo para s que ahora ya poda morir en paz.

Calcul que haba transcurrido tres das porque un gallo haba cantado tres veces. Y entre sueos se vio transportado por caminos ms oscuros, como si estuvieran descendiendo a las profundidades de la tierra, siempre guiado por el anciano barbado que al final nuevamente lo dej frente a las puertas del Gran Templo de las columnas de oro y volvi a escuchar claramente las palabras que el sabio conejo le dijera a su madre: Llamad, y se os abrir, pedid, y se os dar; buscad, y hallaris. Y de inmediato comprendi que debera llamar a la puerta, la cual se abri al tercer toque. Se dijo: Ya estoy muerto porque estoy escuchando un coro de ngeles cantando la cancin de Paz, Armona y Libertad: Mirad cun bello y delicioso es habitar los hermanos, todos juntos en paz, armona y libertad que en algn recndito lugar de su corazn guardaba de algn fragmento de su niez.

Una voz reson ms en su cabeza: Aunque no te hayas dado cuenta, ya has iniciado los viajes que como buen caballero tendris que seguir practicando. Lo de la bveda oscura representa el contacto ntimo con la tierra, con el polvo que fuimos, que somos y que volveremos a ser, constituye la muerte de una parte de todos nosotros. Morir simblicamente en carne para resucitar en espritu, como el trigo que se convertir en pan. Ahora hermano mo, en el proceso de sanacin del cuerpo y del alma, vamos a iniciar los siguientes tres viajes por el Universo de la vida: por el aire, por el agua y por el fuego. Y en marcha tambaleante, Humberto se dirigi a recorrer el universo para iniciar el primer recorrido, el del aire. Y su carne terrenal, cual pequeo velero en aguas embravecidas estara a merced de las tormentas de la vida, Aprendera a curvarse como una espiga de trigo ante los fuertes ventarrones y dejara de ser rgido en sus
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conceptos, porque una espiga de trigo rgida no sobrevive a las tormentas, tendra que aprender a adaptarse ante las vicisitudes de la vida. Al terminar su primer viaje suspir hondo y crey aspirar el aliento del gran creador. Luego, durante el segundo viaje, imagin nadar por antiguos y enormes mares, el mar del silencio, el mar de la tranquilidad y el mar muerto. Intuy a un silencioso Caronte trasladarlo por el ro Aqueronte sin preocuparse de no tener las dos monedas para pagarle la travesa. Al final del viaje se sinti limpio y puro, como si hubiera sido bautizado por vez primera. El agua, como elemento fecundante, representaba su segundo nacimiento, despus de haber dejado de lado los temores a la muerte terrenal, reafirmando la inmortalidad del espritu. Y en el tercer y ltimo viaje tuvo que traspasar senderos de fuego que purificaban su materia temporal que es el cuerpo. Por todos lados flameaban las llamas que lo mordan sin quemarlo. Se converta en el crisol viviente donde se fundiran todas las virtudes de los seres de buenas costumbres, convirtindose en un faro que alumbrar el camino hacia la verdad. Alguien le quit la pesada venda que cubra sus ojos y la luz que recibi fue tan intensa que volvi a cerrarlos mientras segua escuchando el coro de ngeles celestiales. Al abrirlos nuevamente, no pudo creer lo que estaba viendo: el universo entero con el astro rey en sintona con la luna y las siete plyades alumbrando el oriente, la va lctea pareca leche derramada sobre la bveda celeste y las eras zodiacales estaban a la espera de su turno para imponer su reinado ante el paso del tiempo. El piso ajedrezado representaba la unidad del universo entero. Y al centro de todo estaba una enorme piedra de sacrificios en forma triangular, flanqueada por tres luces de fuego eterno. Y en el centro de la piedra estaban los instrumentos de construccin del Gran Templo del Universo.

Adems de las dos columnas doradas principales de la entrada, Humberto el huerequeque, pudo contar hasta donde sus ojos alcanzaban a ver, doce columnas internas que correspondan a cada era del zodiaco A medida que sus ojos se adaptaban a la nueva luz, pudo distinguir que los ngeles cantores eran huerequeques todos, pero que a diferencia de los anteriores que conoci, estos ngeles tenan cada uno un color diferente de brillantes plumas, y eran nicos en su belleza y en su fuerza. Todos ellos desbordaban sonrisas y sana alegra. Yo no soy ngel le dijo uno de los huerequeques, soy un simple huerequeque mortal. Puedes considerarnos tus hermanos, que aunque no nos conozcamos, siempre te reconoceremos, como hermano. A Humberto le gustaba mirar a cada uno de sus nuevos hermanos huerequeques, todos con diferente color de plumas brillantes.
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Y ante todos ellos, frente a la gran piedra triangular de sacrificios realiz el juramento de vivir plenamente la nueva vida a la que estaba renaciendo. Decidi all mismo tener fe en sus ideales, por ms lejanos e inaccesibles que parecieran, una inmensa esperanza para conseguirlos, y sobre todo amor, mucho amor a todos sus congneres, incluyendo a cada especie que habita sobre la tierra, teniendo presente que ya sea una piedra, una hoja, un insecto, o un simple pedazo de madera, solamente son formas temporales de existencia y que desconocemos en qu momento esas criaturas podrn desarrollar todas sus potencialidades. Nunca sabremos a quien perteneci la materia que en este momento mueve a un grillo, como tampoco sabremos a quien pertenecer su materia cuando deje de existir en nuestra dimensin y cambie de estado, quizs en otra dimensin. Por ese simple hecho debemos tener un profundo respeto y consideracin hasta a lo que consideramos la ms pequea cosa del Universo. Igualmente comprendi que los primeros hermanos huerequeques seguan siendo sus hermanos as lo hubieran menospreciado. Ellos no saban que estaban vibrando en otra dimensin. Y que al haber realizado todo el recorrido por el universo le clarific la mente para poder comprender y aceptar a todos su hermanos as como son o como estn, con todos sus defectos y virtudes, porque el amor es incondicional. Se quiere a alguien simplemente porque es ese alguien, no por lo que hace o deja de hacer. Y record el amor de su madre, que lo quera as como era, sin querer cambiarlo. Despus de tres meses, que le pareci una eternidad, regres donde su madre, quien se alegr de verlo. Lo miraba y no se cansaba de mirarlo: pareca que tuviera un halo especial, un aura celestial de bondad que lo rodeaba a donde quiera que vaya. Las dems gallinas, patos y pavos, asombrados, no podan creer que el hijo de la viuda, aqul endeble ser que haca poco tiempo estuviera al borde de la muerte, pudiera estar nuevamente entre ellos, conversando de igual a igual, dando su mejor parecer para el beneficio de todos. Trinidad, contenta, dijo: Ahora ya tienes todo lo que necesitas. A lo que Humberto el huerequeque, le respondi: No, madre, mi camino recin se ha iniciado, apenas soy un aprendiz con muchas ganas de aprender y estoy convencido de que nunca dejar de ser aprendiz porque me gusta aprender. Mi tarea siguiente es aprender a volar. Y sin necesidad de practicar, confi en sus instintos y en su eterna sabidura interior, aquella que no se pierde con los aos, y suavemente se desliz hacia la altura de los cielos. En el gallinero, la viuda Trinidad suspiraba creyendo que aqul hijo postizo, algn da cercano se marchara para siempre, pero en el fondo de su corazn estaba convencida de que su amor y que todos los momentos compartidos nunca seran olvidados y que se era el destino de todas las criaturas: partir hacia otros mundos mejores cada da.

En el resto del Universo empez a llover una multitud de estrellas fugaces. Manuel David Arce Martino
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