Publicado en la Revista del CLAD Reforma y Democracia. No. 54. (Oct. 2012). Caracas.

Nuevos tiempos, nuevas polticas pblicas? Explorando caminos de respuesta* Joan Subirats 1. Introduccin. Nuevos tiempos No parece que podamos simplemente denominar como una crisis ms el conjunto de cambios y transformaciones por el que estamos transitando. Parece ms correcto describir la situacin como la de transicin o de interregno entre dos pocas (Bauman, 2012). Las alteraciones son muy significativas en el escenario econmico y laboral, pero tambin en las esferas ms vitales y cotidianas. Existen discontinuidades sustantivas. La creciente globalizacin mercantil, informativa y social, traslada problemas e impactos a una escala desconocida. Somos ms interdependientes en los problemas, y tenemos menos vas abiertas y fiables para la bsqueda de soluciones colectivas en cada uno de los pases. En medio de esa gran sacudida, la poltica institucional, las polticas y las administraciones pblicas parecen, en general, seguir a su aire, afrontando esa gran transformacin como si lo que aconteciera fuera algo meramente temporal o el fruto de un designio que se les escapa. Resulta indudable que estamos situados en una sociedad y en una economa ms abierta. Una economa y una sociedad ms interdependientes a nivel global. Ms parecidas globalmente, pero ms diversificadas tambin en cada espacio. Pero la poltica institucional, las polticas y las administraciones pblicas siguen en buena parte ancladas en la lgica que sintetiz Jellinek (1978): territorio, poblacin, soberana. Unos vnculos territoriales y de poblacin que fijan competencias y marco regulatorio, pero que hoy resultan muy estrechos para abordar lo que acontece. Una soberana cada da puesta en cuestin por todo tipo de poderes que transitan y fluyen por los intersticios polticos, competenciales y administrativos. Todo ello es fruto de muchos elementos concomitantes, pero el escenario que muy esquemticamente acabamos de dibujar, creemos que sera totalmente impensable sin el sustrato de la gran transformacin tecnolgica que altera todo y que, al mismo tiempo, parece hacerlo todo posible. Lo que quizs, de momento, no tenemos tan claro es si esa transformacin tecnolgica implica simplemente hacer mejor lo que ya hacamos pero con nuevos instrumentos, o implica entrar en cambios mucho ms profundos y significativos. Lo que viene aconteciendo en los ltimos meses confirma que los efectos del cambio tecnolgico van a ir mucho ms all de sus ya importantes impactos en la produccin, en la movilidad y el transporte, o en la potenciacin de la deslocalizacin. La financiarizacin espectacular del sistema econmico, a caballo de la conectividad global, es determinante para explicar la situacin econmica actual, y tiene evidentes conexiones con la creciente deslegitimacin de las instituciones representativas en muchos pases. Pero todo ello, siendo importante, no sirve para determinar la profundidad de los cambios en curso. La transformacin tecnolgica se ha ido extendiendo y ha llegado tanto a la esfera personal como a la esfera colectiva, modificando conductas, formas de vivir y de relacionarse. No hay espacio hoy da en el que Internet no tenga un papel significativo y est transformando las condiciones en que antes se operaba (Benkler, 2006). Y ello opera y afecta, sobre todo, a las instancias de intermediacin que no aportan un valor claro, ms all de su posicin de delegacin o intermediacin, desde (por poner ejemplos) las agencias de viaje a las bibliotecas, de la industria de la cultura a los peridicos, desde las enciclopedias a las universidades, desde los partidos polticos a los parlamentos. Es evidente que la
Recibido: 16-08-2012. Aceptado: 15-09-2012. (*) Conferencia Magistral a ser presentada en el XVII Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administracin Pblica, Cartagena de Indias, Colombia, 30 de octubre al 2 de noviembre de 2012. Este trabajo es deudor de una investigacin e informe de mayor extensin que el autor est llevando a cabo con Mayo Fuster Morell (http://igop.uab.es).

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proliferacin y generalizacin de Internet en el entorno ms personal, lo han convertido en una fuente esencial para relacionarse, informarse, movilizarse o simplemente vivir. Como resultado de todo ello, los impactos han sido y empiezan a ser cada vez ms significativos tambin en los espacios colectivos de la poltica y de las polticas. Si nos referimos al amplio despliegue de la intervencin pblica en los campos social y econmico, y su concrecin en el abanico de polticas pblicas que se ha ido construyendo, deberamos remitirnos a sus orgenes y a su actual situacin en que se pone en duda su viabilidad y continuidad. Recapitulando, es bien sabido que a lo largo del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX la propia transformacin del sistema econmico se acompa, no sin tensiones y conflictos de todo tipo y dimensin, de la transformacin democratizadora del sistema poltico. Podramos decir que en la Europa Occidental, y tras los muy significativos protagonismos populares en los desenlaces de las grandes guerras, se consigue llegar a cotas desconocidas hasta entonces de democratizacin poltica y, no por casualidad, de participacin social en los beneficios del crecimiento econmico en forma de polticas sociales, iniciadas a partir de los inicios del siglo XX y consagradas a partir de 1945 en la forma de Estado de Bienestar. Democratizacin y redistribucin aparecen entonces conectadas, gracias al mecanismo excepcional de regulacin del orden mercantil que significaron las polticas fiscales, justificado por la voluntad poltica de garantizar una cierta forma de justicia social a los ms dbiles. Ese modelo, en el que coincidan mbito territorial del Estado, poblacin sujeta a su soberana, sistema de produccin de masas, mercado de intercambio econmico y reglas que fijaban relaciones de todo tipo, desde una lgica de participacin de la ciudadana en su determinacin, adquiri dimensiones de modelo cannico y aparentemente indiscutido en el mundo occidental. En ese contexto, las administraciones pblicas vieron muy ampliadas sus funciones, sus efectivos y su mbito de intervencin. A medida que aumentaba la agenda de intervencin de los poderes pblicos, creca el nmero de personas que prestaban servicios en sus administraciones, crecan las normas y los procedimientos vinculados a esas intervenciones, y se acrecentaba el inters por relacionar la importante cifra de recursos en que se basaba esa capacidad de accin y los resultados que consegua. Es evidente que el surgimiento de perspectivas como la gestin pblica o el anlisis de polticas pblicas, tiene que ver con ello, complementando lo que hasta entonces era un campo casi dominado en exclusiva por las lgicas propias del garantismo jurdico y el procedimentalismo administrativo (Subirats, 1989). En los ltimos aos, como bien sabemos, muchas cosas han cambiado al respecto. Los principales parmetros socioeconmicos y culturales que fueron sirviendo de base a la sociedad industrial estn quedando atrs a marchas forzadas. Y muchos de los instrumentos de anlisis que nos haban ido sirviendo para entender las transformaciones del Estado liberal al Estado fordista y keynesiano de bienestar, resultan ya claramente inservibles. Y ha sido entonces cuando hemos visto argumentar, de forma crecientemente significativa, que esas estructuras de redistribucin no se basaban en criterios compartidos de justicia social ni en un consenso sobre los derechos fundamentales, sino simplemente en la existencia o no de partidas presupuestarias disponibles, una variable muy frgil en plena crisis de fiscalidad. Una situacin nueva para la Europa que se construy en la segunda mitad del siglo XX, pero muy presente en otras partes del mundo. En efecto, estos cambios han puesto de relieve la gran complejidad con que se encuentran los poderes pblicos para responder a los nuevos retos y dilemas. El mercado y el poder econmico subyacente se han globalizado, mientras las instituciones polticas, y el poder que de ellas emana, siguen en buena parte anclados al territorio. Y es en ese territorio donde los problemas que generan la globalizacin econmica, as como los procesos de individualizacin se manifiestan diariamente. La fragmentacin institucional aumenta, perdiendo peso el Estado hacia arriba (instituciones supraestatales), hacia abajo (procesos de descentralizacin, devolution, etc.), y hacia los lados (con un gran incremento de los partenariados pblicos-privados, con gestin privada de servicios pblicos, y con creciente presencia de organizaciones sin nimo de lucro en el escenario pblico). Al mismo
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tiempo, comprobamos cmo la lgica jerrquica que ha caracterizado siempre el ejercicio del poder, no sirve hoy para entender los procesos de decisin pblica, basados cada vez ms en lgicas de interdependencia, de capacidad de influencia, de poder relacional, y cada vez menos en estatuto orgnico o en ejercicio de jerarqua formal. Se ha ido poniendo de relieve que el Estado no es ya la representacin democrtica nica e indiscutida de un conjunto de individuos, sino un simple actor ms en el escenario social. Un actor ms, y muchas veces no el ms fuerte, en la dinmica del mercado global. Un actor que resulta cada vez ms condicionado y limitado en su capacidad de accin por la creciente colusin de sus polticas con los intereses privados (Crouch, 2004). Y ello genera problemas de dficit democrtico o de sociedad alejada (Walzer, 2001). Es en ese nuevo contexto en el que hemos de situar el debate sobre los posibles efectos que Internet est teniendo y puede llegar a tener en la forma de funcionar de poderes y administraciones pblicas. Se trata simplemente de un nuevo instrumento que agiliza, refuerza y permite hacer mejor las tareas que ya se realizaban? O, ms bien, precisamente, es el conjunto de los cambios expuestos y Internet encarna lo que estara provocando la ruptura con muchos de los fundamentos en que se cual es que realmente la funcion del internet en esta epoca de cambio sibre todo a basaba la delegacin representativa en el campo poltico o la intermediacin administrativa en el campo administrativo gubernamental estatal institucional, (las nuevas tecnologias) de la gestin? Pretendemos aqu aportar elementos que permitan repensar las formas en que Internet ha sido hasta ahora utilizado desde la poltica institucional, las polticas y las administraciones pblicas, ofreciendo algunas alternativas para facilitar una mejor comprensin de lo que implica el cambio de poca en el que estamos inmersos. En un primer apartado examinaremos las pautas ms habituales que se han seguido hasta ahora (que sintetizamos en la idea de Internet como nuevo instrumento para seguir haciendo, mejor o ms gilmente, lo que ya se haca), sealando lo que para nosotros son lmites claros al respecto. En un segundo apartado pasaremos a analizar en qu medida Internet puede favorecer y de hecho est ya favoreciendo cambios en el proceso de elaboracin, formacin e implementacin de las polticas pblicas, y cmo ello obliga a resituar la posicin y rol de los poderes pblicos y de las administraciones que de ellos dependen. 2. Nuevas formas de operar por parte de gobiernos y administraciones? Nuevas polticas pblicas? Ha sido realmente significativo el impacto de Internet en los procesos de intervencin poltica y administrativa?1 Como decamos, creemos que es importante dilucidar si Internet es simplemente un nuevo instrumento, una nueva herramienta a disposicin de los operadores polticos para seguir haciendo lo que hacan, o significa realmente una sacudida, un cambio importante en la forma de hacer poltica. Desde nuestro punto de vista, y siguiendo una afortunada expresin de Mark Poster (2007), Internet no es un martillo nuevo que sirve para clavar ms deprisa o con mayor comodidad los clavos de siempre. Esa visin reduce la revolucin tecnolgica y social que implica Internet a un mero cambio de instrumental operativo. Desde esa perspectiva, las relaciones de poder, las estructuras organizativas, los procedimientos administrativos o las jerarquas e intermediaciones establecidas no variaran. En cambio, si entendemos que Internet modifica la forma de relacionarnos e interactuar, altera profundamente los procesos y posiciones de intermediacin, y genera vnculos y lazos mucho ms directos y horizontales, a menores costes, coincidiremos en que estamos ante un cambio en profundidad de nuestras sociedades. No forzosamente mejor, pero s distinto. Desde este punto de vista, Internet expresa otro orden social, otro pas. Hasta ahora, entendemos que cuando se ha hecho referencia a expresiones como e-democracy o e-government, lo que se ha hecho es ms bien no poner en cuestin ni lo que se haca ni la forma de hacerlo, sino buscar en el nuevo recurso tecnolgico disponible una forma ms eficiente, ms gil, ms rpida de llevar a cabo las rutinas procedimentales previas. Sin salir, por tanto, de la lgica instrumental, o martillo a la que antes aludamos. Si nos referimos a lo que se ha venido a denominar como e-democracy, ms bien lo que generalmente observamos es el intento de mejorar, usando
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nivel

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Internet, la polity, es decir, la forma concreta de operar el sistema o rgimen poltico y las relaciones entre instituciones y ciudadana. Y cuando encontramos referencias al e-government o a la eadministration, observamos el intento de aplicar las TIC en el campo ms especfico de las policies (o sea de las polticas pblicas) y, sobre todo, de su gestin (Chen [et al], 2007; Layne y Lee, 2001). Pero deberamos ser conscientes, asimismo, de que otro gran criterio de distincin hemos de buscarlo en si solo consideramos procesos de mejora y de innovacin va Internet dentro del actual marco constitucional y poltico caracterstico de las actuales democracias parlamentarias, o bien si estamos en disposicin, en una lgica de profundizacin democrtica, a explorar vas alternativas de tomar decisiones y pensar y gestionar polticas. Vas alternativas que partan ms directamente de la ciudadana y que asuman el pluralismo inherente a una concepcin abierta de las responsabilidades colectivas y de los espacios pblicos. No se trata, evidentemente, de un debate estrictamente tcnico o de estrategia en la forma de adaptar la poltica democrtica a los nuevos tiempos. El problema clave es dilucidar si los cambios tecnolgicos generan, o al menos permiten, cambios en la estructura de poder. Sirve Internet y las TIC para que seamos ms autnomos, ms capaces de decidir sobre nuestros destinos, sobre las polticas que nos afectan? Sirve todo ello para que se amplen los recursos de las personas y colectivos que hasta ahora eran ms dependientes y que resultaban ms vulnerables a los riesgos de exclusin en los procesos decisionales? En este sentido, entendemos que Internet no nos debe hacer cambiar solo las respuestas, sino tambin las preguntas. Ms all de una concepcin de la democracia entendida como algo ya adquirido e inalterable en el que incorporar las posibilidades que Internet nos ofrece, lo que planteamos es repensar desde Internet la propia democracia y la concepcin de ciudadana con la que se ha venido operando. En este sentido, no se trata de pensar en Internet como una nueva posibilidad para los actores de siempre de interactuar, influir y condicionar los procesos de formacin de polticas, sino entender Internet como el propio campo de juego de la democracia en trminos contemporneos, incorporando la recomposicin de recursos que implica el cambio tecnolgico y, por tanto, la notable modificacin del campo real y potencial de actores. Si lo entendemos as, no se nos ocultar que en los fundamentos de muchas estrategias de incorporacin de las TIC en el funcionamiento actual del sistema poltico-administrativo, laten perspectivas estrictamente mejoristas, pero para nada transformadoras. La perspectiva dominante se sita en una lgica tcnica, que busca renovar lo que ya se hace, sin voluntad alguna de poner en cuestin la forma de operar de la democracia constitucional y parlamentaria, con sus mecanismos de participacin centrados esencialmente en partidos y elecciones. Lo que, segn esa visin ms tcnica, fallara y podra ser objeto de mejora utilizando las TIC, seran los mecanismos de informacin a disposicin de la ciudadana a fin que puedan ejercer de manera ms completa y eficaz sus posibilidades de eleccin y disponer asimismo de ms influencia en sus relaciones con las burocracias pblicas. La mayor fuerza o capacidad de influencia de la gente no vendra tanto de su mayor capacidad de implicacin o de dejar or su voz en los procesos, como de su mayor capacidad de informarse, de elegir, de optar, de cambiar de proveedor o de expresar con claridad sus preferencias. En efecto, parece claro que la demanda de ms y mejor informacin cuadra bien con las potencialidades ms evidentes de las TIC. Existen muchos y variados ejemplos de cmo las TIC han mejorado las relaciones entre la ciudadana y las administraciones, y es asimismo abundante la literatura que trata de analizar, proponer y evaluar las vas de mejora en este sentido (Bimber, 1999; Gronlund, 2002; Margetts, 2009). Los valores que implcita o explcitamente rigen esos procesos de cambio y de uso de las TIC son los de economa, eficiencia y eficacia, que ya sirvieron para poner en marcha los procesos de modernizacin administrativa de los ochenta y noventa (New Public Management). De alguna manera, coincidieron en el tiempo y en sus expectativas nuevos gestores pblicos con ganas de implementar en las administraciones pblicas sistemas de gestin ms prximos a los que se estaban dando en el campo privado, con polticos que buscaban renovadas formas de
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legitimacin en una mejora de la capacidad de prestar servicio de las administraciones y la creciente accesibilidad y potencial transformador de las TIC, y todo ello desde una perspectiva aparentemente tcnica, despolitizada o neutral ideolgicamente. Aunque, de hecho, significaran una aceptacin del statu quo existente. De esta manera, estaramos probablemente asistiendo a la transformacin de muchas burocracias en infocracias. Pero existen muchas dudas de hasta qu punto esos avances modifican la lgica jerrquica y dependiente de la ciudadana en relacin con las administraciones pblicas emanadas y dependientes del Estado (Chadwick y May, 2003; Hindman, 2009). Sin minusvalorar, como decamos, tales avances, el problema es dilucidar si con esas mejoras en la forma de gestionar las polticas y en los canales de comunicacin entre ciudadana y administraciones pblicas, estaramos realmente respondiendo a los problemas de dficit democrtico y de sociedad alejada mencionados anteriormente. En este sentido, hay quien considera que este tipo de vinculacin entre procesos de innovacin va TIC, muy vinculados a las polticas y sus procesos de prestacin de servicios, no cambiaran en absoluto las lgicas tecnocrticas y de arriba abajo caractersticas de los sistemas democrticos consolidados en la segunda mitad del siglo XX. En ese sentido, el uso de las TIC, ms que reforzar la capacidad de presencia y de intervencin de la ciudadana en los asuntos colectivos, podra acabar reforzando la capacidad de control y de autoridad de las lites institucionales (Hindman, 2009). Desde una lgica mucho ms poltica y no tanto administrativa y de gestin, Internet ha estado presente en los intentos por parte de instituciones representativas y partidos para mejorar sus canales de comunicacin con la ciudadana. No se tratara en este caso de mejorar la eficacia en la prestacin de servicios, o de facilitar trmites, sino directamente de reforzar la legitimidad de las instituciones de gobierno. Se tratara, en este sentido, de evitar la sensacin de desapego, de reducir la percepcin de distancia entre las personas que deciden y aquellas a las que dicen representar. No estamos hablando de un escenario solo ocupado por polticos y polticas profesionales. Los entramados de intereses y actores formados alrededor de las polticas han ido creando un conglomerado demo-elitista que est bsicamente preocupado por los flujos de informacin e influencia entre votantes y representantes, entre instituciones representativas y gobierno, entre gobierno y lites externas, y entre lites y grupos de inters. En ese escenario, los intentos de aplicar las TIC en distintos mbitos de las democracias se han ido sucediendo. Esas iniciativas se han concentrado en temas como los de mejora del funcionamiento interno de los parlamentos o de los ejecutivos y de las administraciones, o en la mejora de la informacin de la actividad parlamentaria y gubernamental hacia la ciudadana, o en la mejora y ampliacin de las posibilidades de interaccin entre los parlamentos y los gobiernos con los ciudadanos. En Europa, los ejemplos son significativos, tanto en cada pas como en las propias instituciones de la Unin Europea (Lusoli, Ward y Gibson, 2006; Coleman, 2004 y 2009; Lusoli, 2006). En la relacin entre partidos y electores, tambin se han ido poniendo en prctica numerosas iniciativas de utilizacin de Internet encaminadas a mejorar los canales de informacin con los militantes y de incrementar el contacto y la adhesin con los simpatizantes y votantes. Al margen de la simple emisin de boletines electrnicos, de mensajes o de canales oficiales en Facebook o Twitter, se han ido produciendo experiencias en los sistemas de seleccin de candidatos, de debate sobre alternativas de programa, o advocacy on line, con presencia de grupos o personas que expresan sus intereses a travs de la red (Anstead y Chadwick, 2009). En general, puede afirmarse que los partidos e instituciones que se han iniciado en el uso de las TIC lo han hecho mayoritariamente desde la lgica instrumental o de martillo antes mencionada, y sin una estrategia demasiado predeterminada. Se ha incorporado Internet y se ha aplicado a un modelo predefinido de relacin ciudadana e instituciones polticas, sin cuestionar las jerarquas, roles o fuentes de poder entre ellas. En general, el sentido de la informacin es unidireccional, e incluso cuando existe la posibilidad de la bidireccionalidad, el control del medio y la decisin sobre la oportunidad o no de tener en cuenta las opiniones ajenas recaen sobre el aparato del partido o la direccin de la institucin.
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Una vez ms, nos interesa poner de relieve que conviene ir ms all de la utilizacin (como gadget) de las TIC en los sistemas democrticos, y antes de especular acerca de en qu aspecto procedimental, electoral, parlamentario o de control podremos usar esas nuevas tecnologas, pensar al servicio de qu concepcin de la democracia las ponemos (Subirats, 2002). No ha habido hasta ahora, al menos que conozcamos, voluntad de experimentar formas de relacin entre lites polticas y ciudadana que supongan alteracin de las posiciones de jerarqua tradicionales2. Ante problemas de tanto calado como el de la desafeccin poltica, la prdida de fuerza de la participacin convencional, o la deslegitimacin creciente de las instituciones pblicas, no parece que limitar el potencial democrtico de Internet a la mera interfaz comunicativa pueda contribuir demasiado a mejorar y a refundar sobre nuevas bases la democracia. Ello podra explicar el limitado xito que, de hecho, ha tenido la estrategia elitista-democrtica seguida en el uso de Internet, en trminos de respuesta por parte de la ciudadana. A pesar de los considerables recursos que se han invertido en su puesta en funcionamiento (Foteinou, 2011). Si nos centramos en la esfera de las polticas pblicas, el cambio de poca obliga a replantear de arriba abajo el esquema y las formas que se haban ido asentando para explicar los procesos de formulacin, elaboracin, decisin e implementacin de polticas (Fuster Morell y Subirats, 2012; Subirats [et al], 2007). Las lgicas en que se movan los esquemas analticos partan de la hiptesis de escenarios de debate, conflicto y negociacin presididos, por un lado, por la presencia de actores que eran capaces de canalizar, organizar y representar intereses; y por el otro lado, por la presencia de actores institucionales que basaban su legitimidad en su capacidad de representar los intereses generales, a partir de elecciones realizadas peridicamente que permitan renovar esa legitimidad. Los actores disponan de recursos distintos segn su peculiar caracterizacin y posicin, y todos ellos interactuaban para conseguir influir en la configuracin de la agenda, en la definicin de problemas, en su capacidad para presentar alternativas, para influir en la decisin (en manos de las instituciones), y para determinar en un sentido o en otro la implementacin de esa decisin y su posterior evaluacin. Acostumbrbamos a decir que cada poltica generaba lo que denominbamos su propio espacio, en el que interactuaban los distintos actores. La estructuracin de ese espacio no es neutra, ya que produce efectos tanto en el comportamiento de los diferentes actores como en las modalidades de accin elegidas en el momento de la intervencin pblica (Lowi, 1972). Se considera que son los actores institucionales los que representan la cosa pblica, pero, como sabemos, ello no impide la presencia e intervencin de otros actores que reivindiquen asimismo la representacin de intereses generales. De hecho, el principio del Estado de derecho, as como la propia concepcin democrtica, exigen la participacin de los actores privados cuyos intereses y objetivos se encuentren afectados de alguna forma por el problema colectivo que se intenta resolver. De esta manera, el espacio de una poltica pblica es el marco ms o menos estructurado, formalizado y poblado por actores pblicos que interactan con diversos grados de intensidad con actores no pblicos, posibilitando estrategias de accin alternativas. Una poltica pblica, por tanto, se concibe y se gestiona por actores pblicos y privados que, en conjunto, constituyen, dentro del espacio de esa poltica pblica, una especie de red o entramado de interacciones, que opera a distintos niveles. Ese ncleo de actores tiene un gran inters en no perder su posicin y, por tanto, pretende controlar, incluso limitar, el acceso a ese espacio de nuevos actores. Y as, al mismo tiempo que luchan para hacer valer sus propios intereses o ideas, buscan tambin el diferenciarse de los individuos y grupos que operan en el exterior de ese espacio. No es inusual que los actores del espacio de una poltica pblica determinada acaben desarrollando, por ejemplo, un lenguaje propio coherente con su poltica, controlando los circuitos de informacin o intentando evitar una politizacin (entendida como ampliacin y grado de apertura) de esa poltica que podra conllevar el riesgo de sobrepoblar su espacio, cambiando as las relaciones y los equilibrios de poder (Stone, 1988). Pues bien, la difusin y generalizacin de las TIC y su creciente integracin en la cotidianeidad,
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modifica notablemente, abrindolo, ese escenario. Las posibilidades de accin directa, de movilizacin on line, de produccin de contenidos, de bsqueda de informacin a escala internacional, de influencia en la propia produccin de noticias, hace menos necesaria la articulacin en entidades, asociaciones o grupos para poder actuar en los procesos vinculados a las polticas pblicas. Se multiplican los actores potenciales, se diversifican sus intereses y se redistribuyen sus recursos. Intervienen actores que basan su presencia ms en la existencia de relaciones con otros intervinientes, que propiamente en la defensa de intereses especficos, lo cual resulta toda una novedad en los procesos de policy-making. Las fronteras que antes servan para delimitar ese espacio se convierten en mucho menos significativas. Todo ello no implica que los actores tradicionales desaparezcan, ni tampoco que ese conjunto de cambios tienda forzosamente a equilibrar los recursos disponibles por parte de los actores, ni mucho menos a democratizar los procesos de formulacin y decisin de las polticas pblicas. Pero lo innegable es que estamos en un nuevo escenario, en el que las cosas no funcionan como antes, y la capacidad de control de los procesos por parte de los actores habitualmente decisivos, se ha reducido o, al menos, se ha vuelto ms impredecible. Podemos referirnos a experiencias que entendemos como significativas, en las idas y venidas que ha sufrido la normativa que pretenda regular las descargas y los canales para compartir archivos de todo tipo en la Internet. Nos referimos al debate sobre lo que comnmente se ha denominado la Ley Sinde (en alusin a la ministra de cultura de Espaa del Gobierno de Zapatero, Gonzlez Sinde, que la impuls). Por el lado favorable a que se aprobara la legislacin mencionada tendramos a los actores que haban ido conformando el ncleo duro del policy network que tradicionalmente se haba ocupado de la problemtica relativa a la propiedad intelectual, derechos de autor y empresas de distribucin de contenidos culturales. En el otro lado, es decir, entre quienes se oponan a que se legislara sobre el tema en un sentido restrictivo a las lgicas de compartir archivos, no resulta fcil identificar actores significativos, si por tales entendemos entidades, grupos, empresas o colectivos organizados, con razn social y con liderazgos o representantes acreditados. Ms bien deberamos hablar de un conglomerado de usuarios de Internet, articulados de manera informal en torno a ciertos nodos o personas que servan de referencia, junto con una fuerte capacidad de movilizacin en la red, con pequeas demostraciones presenciales en ciertos momentos (premios de cine Goya, acciones anti Sociedad General de Actores y Editores-SGAE, etc.). Desde la perspectiva que podramos denominar como clsica en el estudio de los procesos de elaboracin de polticas pblicas, un anlisis de los recursos de los actores, de su capacidad de organizacin, de sus vnculos con las instituciones susceptibles de legislar al respecto, etc., nos hubiera llevado a la conclusin que todo estaba a favor de los partidarios de la aprobacin de la normativa. El conglomerado de personas y colectivos, sin vnculos formales, sin una estructura de intereses clara, fcilmente hubiera sido visto como muy vulnerable y precario en su labor de oposicin a la nueva regulacin. Difcilmente se le podra considerar como un actor o una suma de actores, si le analizamos con las claves que la teora al respecto ha ido configurando. Sin embargo, la realidad ha sido muy distinta (Salcedo, 2012). Podramos decir que, en ese caso, tenemos una prueba del paso de la accin colectiva a la accin conectiva (Bennett y Segerberg, 2011) a travs de la cual se ha bombardeado con mensajes a decisores polticos, parlamentarios y medios de comunicacin convencionales, con acciones virales que han ido convirtiendo repetidamente en inviable una decisin que, en un contexto sin los recursos que brinda Internet, no hubiera tenido problema alguno en ser aprobada. Y si bien al final se ha aprobado por parte del Gobierno de Rajoy el reglamento de aplicacin de la Ley Sinde, se ha hecho de manera notablemente distinta a como estaba planeado por parte del ncleo de actores que lo impulsaron y con muchas dudas sobre la real capacidad de ser implementada. Ejemplos similares los tenemos en boicots a programas de televisin realizados desde Internet, o en los casos, sin duda muy relevantes, de los nuevos movimientos en los pases del Norte de frica, Espaa (15M), Israel o Estados Unidos (Occupy Wall Street), los estudiantes chilenos, Yo soy 132 (Mxico), y sus repercusiones en la agenda poltica y en la agenda de las polticas pblicas.
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Como decamos, la red altera la distribucin de costes para la accin colectiva y la distribucin de recursos entre actores y, en consecuencia, las capacidades de incidencia en las polticas pblicas. La ciudadana cuenta con ms recursos cognitivos (acceso a conocimiento en red), menos costes de organizacin y movilizacin (capacidad de identificar intereses comunes, de difundir mensajes, capacidad de comunicacin, decisin-liderazgo mediante procesos de inteligencia colectiva y coordinacin), as como una menor necesidad o dependencia de recursos monetarios, de acceso a los medios de comunicacin de masas y de grandes inversiones de capital para organizarse. Esto favorece, por un lado, lgicas organizativas menos rgidas, centralizadas y jerrquicas de la accin colectiva, alterando la organizacin del claim making, y como muestra el caso de la oposicin a la Ley Sinde, ganando capacidad de impacto en la conformacin de la agenda pblica, y, en consecuencia, de la agenda de los poderes pblicos. Cuentan menos los intereses y su nivel de formalizacin organizativa, y ms la capacidad de establecer momentos relacionales potentes que marquen la agenda e influyan en las instituciones y sus actores. Estaramos pues ante una fuerte alteracin en lo que sera el mapa de actores y de sus recursos en el proceso de las polticas pblicas en sus diversas fases. Lo cual resulta muy significativo, ya que todo el proceso est absolutamente condicionado por la interaccin entre actores. De hecho, como ya estudi Lowi (1972) y hemos mencionado anteriormente, era precisamente la distinta configuracin de alianzas y conflictos entre actores lo que caracterizaba y diferenciaba a unas polticas pblicas de otras, y lo que haca suponer niveles ms o menos previsibles de influencia de las lneas de fuerza ideolgica en cada espacio de poltica (distributivas, redistributivas, regulatorias, etc.). La gran fluidez del escenario de las polticas hoy, debido a la apertura de los espacios propios de cada poltica, la influencia de distintas esferas o niveles de gobierno y las fertilizaciones y contaminaciones cruzadas entre actores tradicionales y conglomerados de usuarios conectados por Internet, creando ecosistemas informacionales en red, convierten los procesos de conformacin de las polticas en mucho ms complejos e impredecibles. No es extrao que la sensacin general es que ha aumentado la incertidumbre, y ello genera una mucha mayor complejidad tanto sobre los diagnsticos como en relacin con las alternativas y su viabilidad tcnica y social (Subirats, 2011). No pretendemos ni podemos, en el marco de este artculo, ir repasando, punto por punto, el nivel de impacto de Internet sobre el esquema tradicional de fases de una poltica pblica. Pero partiendo de la hiptesis que los efectos son profundos y significativos en todas y cada una de esas fases, s quisiramos destacar algunos aspectos. Uno de ellos, quizs de los ms significativos, es el que tiene que ver con la definicin del problema y la incorporacin a la agenda pblica (Kingdon, 1984). Los problemas pblicos representan una prolongacin de los problemas sociales en la medida en que, una vez que surgen en el interior de la sociedad civil, se debaten en el seno de un espacio polticoadministrativo. En este sentido, la definicin de un problema pblico es esencialmente poltica. Se tratara, por as decirlo, de la conversin de una demanda social en necesidad pblica, catalogada como tal. En todo ese proceso, los actores (promotores, actores institucionales, emprendedores polticos, etc.) jugaban un papel esencial. Y, en ciertos casos, algunos de esos actores no solo demostraban su fuerza logrando impulsar ciertos temas, sino tambin bloqueando que otras issues llegaran a formar parte de las preocupaciones sociales. Tambin se han analizado los factores individuales, las convenciones y las normas colectivas que favorecen o, por el contrario, frenan la toma de conciencia de que una situacin problemtica surgida en la esfera privada pueda llegar a ser considerada como significativa en un mbito social ms amplio y, en consecuencia, definirse como un problema social y no estrictamente privado. En ese contexto de agenda building, se ha venido considerando que el debate sobre definicin de problema e inclusin en la agenda se articulaba esencialmente en torno a los movimientos sociales, los medios de comunicacin y los procesos institucionales de toma de decisiones. En efecto, temas como la intensidad del problema (el grado de importancia que se da a las consecuencias del problema, tanto a nivel individual como colectivo), el permetro o la audiencia del
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problema (es decir, el alcance de sus efectos negativos sobre los diferentes grupos sociales que se ven implicados en el mismo, la localizacin geogrfica de tales efectos negativos y el desarrollo del problema en el tiempo), la novedad del problema (es decir, su no cronicidad o su no reiteracin), o la urgencia del problema (que habitualmente facilita la apertura de una ventana de oportunidad) se han considerado extremadamente relevantes a la hora de evaluar las probabilidades de que un tema o conflicto social pudiera acabar incorporndose a la agenda pblica y acabara desencadenando una poltica pblica. Pues bien, la presencia de Internet tiende a alterar de nuevo, de manera muy profunda, este escenario que habamos ido considerando como aplicable de manera genrica al policy-making. De hecho, en cada pas podramos encontrar momentos y situaciones en los que las dinmicas en la red han generado comportamientos y conductas de las instituciones, partidos y medios de comunicacin convencionales que no seran explicables sin la movilizacin, difusin y popularizacin en Internet de contenidos y formatos. Hemos de reconocer que an nos faltan instrumentos analticos suficientemente afinados para seguir estos procesos y poder aprovecharlos desde la perspectiva de la investigacin en ciencias sociales. Al no existir espacios claros de intermediacin, al margen del propio Internet, la interaccin se produce de manera aparentemente catica y agregada, con flujos poco predecibles y con capacidades de impacto que no pueden, como antes, relacionarse con la fuerza del actor o emisor de la demanda, sino con su grado o capacidad para conseguir distribuir el mensaje, presentarlo con el formato adecuado, y conseguir as alianzas que vayan mucho ms all de su habitat ordinario. Obviamente, la gran pluralidad de intervinientes (dada la dimensin potencialmente universal del permetro implicado) hace que la importancia que se d a un problema pueda ser mucha o poca, con notables dosis de aleatoriedad. La tendencia a convertir en nuevos ciertos temas de largo recorrido, es tambin visible, dada la novedad del propio medio en que circula la informacin y el hecho que el grado de expertise sobre cualquier asunto puede ser de lo ms variado imaginable. Algunas investigaciones se han llevado ya a cabo y pueden ser tiles en el futuro desde el punto de vista metodolgico (Salcedo, 2012; Fuster Morell, 2010). Como hemos ya avanzado, nos parece evidente que ello se debe esencialmente al gran cambio que implica Internet en el acceso a recursos basados en el conocimiento y en los recursos que podramos denominar relacionales (Subirats [et al], 2007). Sabemos que el conocimiento es uno de los elementos o recursos bsicos en la capacidad de intervencin de los actores pblicos y privados. Se trataba, hasta hace relativamente poco, de un recurso escaso y muy desigualmente repartido entre los actores de una poltica pblica. Nos referimos a los recursos cognitivos, es decir al grado de conocimiento que se puede tener en relacin con elementos tcnicos, sociales, econmicos y polticos del problema colectivo a resolver. Se trata, por tanto, de una especie de materia prima de una poltica pblica, que comprende los elementos indispensables para la conduccin adecuada de la misma a todos los niveles (definicin poltica del problema pblico, programa de actuacin poltico-administrativo, implementacin y evaluacin de los efectos). Hasta hace unos aos se consideraba que el recurso conocimiento implicaba altos costes de produccin y mantenimiento, resultaba muy costoso y, por tanto, escaso y difcil de utilizar por parte de algunos actores. En efecto, se consideraba que la produccin, reproduccin y difusin de este recurso requera la existencia de sistemas de informacin cada vez ms sofisticados, y una importante calificacin especfica de los usuarios. No era (ni es) inusual el hecho de que cada actor protegiera su informacin, para as conseguir ms capacidad de influencia sobre el proceso de la poltica. Por otro lado, tradicionalmente, la produccin y, sobre todo, el tratamiento y la difusin de los datos estadsticos de las polticas pblicas eran competencia de servicios especializados, generalmente de carcter pblico (Surel, 2000). Hoy da, este aspecto es probablemente el que ms ha cambiado gracias a Internet y su gran fuerza como plataforma de generacin de conocimiento compartido y distribuido. Crece sin parar la presencia de datos e informaciones en la red, no siempre del todo fiables, pero constantemente depurndose y mejorando. Y ello conlleva una evidente democratizacin de los recursos cognitivos, y una capacidad de conexin global al conocimiento que estaba al alcance de poqusimos hasta hace solo cuatro o cinco aos.
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Argumentaciones similares podramos hacer en relacin con el recurso tiempo, o con los recursos organizativos o de interaccin, que haban ido determinando tambin las potencialidades de accin de los diversos actores en los procesos de policy-making. Tambin en esos casos Internet modifica el cuadro de recursos a disposicin de los actores, ampliando el campo y generando mayor imprevisibilidad. La propia red es el soporte de la accin, y sus mltiples conformaciones, su plasticidad y su horizontalidad permiten a cualquier individuo o grupo interactuar, promover, lanzar ideas y propuestas con esfuerzos mucho menos arduos y complejos que antes. El hardware de las administraciones pblicas, sus edificios, sus cuerpos de funcionarios, sus potentes equipos de expertos, sus datos, o estructuras y equipos parecidos de actores privados clave, deben interactuar y entrar en conflicto (o colaborar) con un conglomerado de personas, grupos y colectivos que actan a menudo sin estructura precisa y localizable, sin hardware, sin portavoces claros, pero con una capacidad innegable de presencia en el gora colectiva y, por tanto, en la propia configuracin de las polticas. Los poderes pblicos y sus administraciones pblicas debern repensar procesos y dinmicas para afrontar las interacciones en ese nuevo escenario, dilucidando adems si las nuevas dinmicas son vistas no solo como un problema (en el sentido de obligar a modificar estructuras y lgicas de poder), sino tambin como una oportunidad para conseguir nuevos espacios de intermediacin y de legitimacin, con otras alianzas y coaliciones. Esta mayor capacidad de agregacin de intereses comunes en red ha permitido a los nuevos actores, o a aquellos ya presentes pero que mejor han sabido adaptarse al escenario digital, el no depender obligatoriamente de los intermediarios o actores tradicionales que venan representando los intereses sociales (sindicatos, partidos polticos, ONG, etc.). Ello les ha permitido asegurar su presencia directa en los debates de conformacin de la agenda pblica y disponer de capacidad de incidencia en el policy-making sin tener que pagar su cuota de legitimacin o de clientelismo a esos actores e intermediarios tradicionales. La mayor facilidad que ofrece la red para agregar intereses comunes o multiplicar relaciones, as como la capacidad de difundir mensajes viralmente por la red, ha permitido, por un lado, no depender de los filtros de los medios de comunicacin de masas, pero manteniendo la capacidad de acceso directo al debate pblico. Por otra parte, este acceso directo al debate pblico ha generado y ha abierto nuevas vas de entrada a la agenda de los medios de comunicacin de masas y su significativa audiencia. De esta manera, sin depender de los gatekeepers tradicionales, como son las grandes organizaciones de representacin o medios de comunicacin de masas, la red ha creado nuevos circuitos de participacin en el debate pblico y de incidencia en las polticas pblicas. Todo ello debera obligar a poderes y administraciones pblicas a renovar-ampliar los espacios de intermediacin que se haban ido consolidando con un grupo ms o menos permanente de actores en cada rea o poltica sectorial (policy network). No va a resultar fcil el mantener el esquema tradicional de formacin de polticas, basado en los insiders, cuando cada vez hay ms outsiders que usan mtodos no tradicionales para acceder a la arena en la que se debate la poltica, y cuando adems esos nuevos interlocutores pueden prescindir de los intermediarios de siempre para conseguir tener influencia y condicionar los procesos de formacin y elaboracin de polticas. En el fondo, lo que resulta relevante y que transforma de arriba abajo todo el proceso de formacin, elaboracin, decisin, implementacin y evaluacin de polticas pblicas, es el surgimiento de nuevos actores, que incorporan estructuras de relaciones inditas, con recursos usados de manera ms directa y gil, y que acaban siendo capaces de influir directamente en ese proceso. Esos nuevos actores actan de forma distinta a los usuales, hasta el punto que resulta complicado atribuirles la misma caracterstica de actores (al no disponer de estructura organizativa propia, ni mantener permanentemente un proceso de interaccin, y estar ms basada su accin en la relacin que en el inters compartido). Estamos hablando de momentos de agregacin colectiva en red, sin interlocutores estables y claramente definidos. Su fuerza no est en la cantidad de gente que puedan representar, sino en su capacidad de interconectar y aglutinar la opinin pblica en Internet, acrecentando la
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presin ciudadana (en Internet y ms all de Internet). Estas formas que Internet permite, a las que algunos denominan como de enjambre, crean vnculos con y entre la ciudadana, aportando, en los casos en que su carcter masivo lo permita, reputacin, y credibilidad a demandas y reclamaciones especficas. Como ya hemos mencionado, sus lgicas de comunicacin y articulacin tienden a ser ms horizontales, y sus formas de movilizacin menos previsibles, ms cambiantes. Los poderes y administraciones pblicas, que han tenido y tienen en la lgica jerrquica y en la distribucin competencial sus puntos de identidad esenciales, debern ser capaces de adaptar su rol en esos nuevos escenarios. De hecho, y sin que podamos relacionarlo directamente con el impacto de Internet y las TIC, pero s con una mayor complejidad y diversificacin social, as como con una prdida de relieve de la lgica de command and control, las administraciones pblicas han ido usando cada vez ms instrumentos de carcter contractual. Y lo han hecho tanto en el interior de una administracin como entre administraciones, o entre estas y entes u organismos con entidad jurdica propia (Chevallier, 2005). La lgica contractual parte de una mayor interdependencia entre los signatarios y de un mayor equilibrio entre las partes, que acuerdan voluntariamente concertar sus acciones. Esa lgica se acerca a la que algunos autores consideran propia de la gestin de redes, donde horizontalidad, interdependencia y renuncia a la visin jerrquica parecen esenciales (Agranoff y MacGuire, 2001). De alguna manera, lo que est ocurriendo, aun de manera fragmentaria y poco clara, es el paso de un escenario en el que las polticas pblicas estaban pensadas y formuladas en clave universalista y que buscaban representar los intereses generales desde el consenso de los grupos y actores ms representativos en los procesos de intermediacin, a un nuevo marco en el que aumenta muy notablemente la diversificacin social, en el que la calidad en los servicios pblicos derivados de las polticas se fundamentan en su capacidad de personalizacin, y en el que se han multiplicado las posibilidades de intervencin y de accin de cada individuo en los procesos de demanda, formacin y elaboracin de las polticas pblicas. Sin duda, todo ello puede acabar generando una mucha mayor complejidad e incertidumbre sobre los procesos decisionales en cada poltica pblica afectada, pero puede tambin ser visto (dada la naturaleza estructural y no pasajera del cambio) como una oportunidad para aprovechar ese potencial de conocimiento compartido y distribuido con el fin de mejorar las polticas y buscar nuevas soluciones a problemas enquistados y bloqueados en los escenarios tradicionales. La visin elitista y cerrada de las arenas decisionales, como los escenarios en los que mejor se negociaba y ms fcilmente se acceda al conocimiento preciso que transportaban los actores, puede resultar ahora absolutamente improcedente, no solo desde el punto de vista tctico (no conseguir decidir e implementar), sino tambin desde el punto de vista estratgico (contar con el mejor caudal de conocimiento y de implicacin), al margen de que se vea incrementada la prdida de legitimidad, dadas las mayores expectativas de apertura y transparencia presentes en la sociedad. 3. Explorando otros caminos Hemos querido aqu presentar, al tiempo que mostrar, los lmites de lo que entendemos son las perspectivas dominantes sobre el potencial de uso de Internet que predominan actualmente en la poltica institucional y en la gestin pblica. Posteriormente, hemos pasado a exponer la serie de cambios y posibilidades que entendemos ofrece Internet y que afecta tanto a la poltica en general, como al proceso de formacin y elaboracin de las polticas pblicas. Nuestra intencin ha sido el tratar de ir ms all de la visin utilitaria (martillo) sobre Internet, que entendemos predomina en la poltica actual, y tratar de abrir la puerta a otras alternativas distintas a la actual relacin entre instituciones polticas y ciudadana. En el fondo, lo que est en juego es la pregunta de siempre en toda democracia: cmo y de qu manera han de actuar los poderes pblicos, como instancias democrticas y representativas, en la resolucin de problemas colectivos? Como es bien sabido, las polticas pblicas surgen como respuestas institucionales a conflictos,
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casi siempre de carcter distributivo o redistributivo, que no encuentran adecuada solucin en la interaccin social. Ello conlleva mecanismos regulativos o intervencionistas, que tratan de responder a esos conflictos a fin de resolverlos o, al menos, reconducirlos y mitigarlos. En los nuevos escenarios de la globalizacin, en los que esta contribucin est inmersa, los Estados encuentran crecientes dificultades para mantener sus posiciones de intervencin, significativamente basadas en polticas fiscales que son ms difciles de implementar dadas las condiciones de extrema movilidad y de facilidad de deslocalizacin de empresas y recursos financieros. Un aspecto que nos parece de gran significacin poltica en este contexto, es en qu medida Internet ha reforzado el papel de la sociedad civil (aumentando las oportunidades pero tambin los niveles y formas de compromiso cvico), al tiempo que la ha fortalecido (al favorecer una mayor capacidad de autoorganizacin e incrementar su efectividad). Todo ello implica un cambio en el rol de la sociedad civil, pasando de una base ms centrada en el opinar/deliberar a una ms propicia y encaminada al hacer/implementar. Internet puede favorecer una mayor cooperacin social en la resolucin de problemas o necesidades comunes, sin que sea tan necesario contar con intermediaciones institucionales consideradas hasta ahora como imprescindibles. Lo que, de irse confirmando ese proceso, conllevara una menor centralidad institucional en los procesos de policy-making. Podra, pues, irse generando un nuevo esquema de articulacin de la esfera de lo comn, tanto respecto a aquello considerado como tal en el conjunto de la sociedad y sus instituciones (los temas considerados prioritarios o significativos por el conjunto amplio de la ciudadana), como respecto al comn particular (el especfico de cada actor o grupo de actores), y por lo tanto en las formas de agregacin de grupos de ciudadanos alrededor de intereses compartidos que contribuyen a la resolucin de problemas considerados como comunes. As, la esfera social reforzara su papel como espacio de gestin y produccin de recursos pblicos (es decir, colectivos, comunes) frente al clsico dilema de Estado o mercado. Cambios que, al fin y al cabo, sugieren formas de democracia implementativa (mezclando esferas econmicas, sociales y polticas), ms all del debate estrictamente centrado en el carcter representativo-participativo de la democracia. Lo que est en juego no es solo el repensar en qu medida Internet pueda afectar las instituciones polticas y la ciudadana, sino que la profundidad de los cambios que genera y generar Internet podran llevar a cuestionarnos la posicin, los roles y la modalidad de intermediacin y de interaccin que han venido caracterizando a las instituciones polticas. En ese contexto, las TIC permiten la ampliacin del espacio pblico, entendido no como una esfera propia de las instituciones representativas, sino como un marco de respuesta colectiva a problemas comunes. Los Estados, en su formato actual, pueden ir perdiendo centralidad y eficacia como espacio de toma de decisiones y punto de delegacin para la implementacin de la agenda pblica, frente a un aumento de la participacin cvica en la resolucin de problemas comunes y en la provisin de servicios y bienes pblicos. En otras palabras, una sociedad civil ms activa y autnoma que asume responsabilidades sobre la resolucin pblica de los problemas comunes. Ello podra conllevar un notable cambio en las tradicionales posiciones jerrquicas del Estado, que pasara a tener roles ms complementarios, de habilitacin y de garanta, ms que de decisor nico y ejecutor privilegiado. En definitiva, ello apunta hacia la apertura de nuevos formatos de provisin pblica, de naturaleza bien distinta de los que se planteaban desde el New Public Management. A la vista del conjunto de cambios aqu simplemente esquematizados y puestos de relieve, entendemos que se estn abriendo posibilidades de repensar el papel y la posicin de las instituciones pblicas como epicentros de las polticas. Todo apunta al surgimiento de nuevas institucionalidades, que den cabida a las iniciativas e implicaciones de la esfera civil en la resolucin de problemas comunes, en la gestin de bienes comunes, en la capacidad de cubrir necesidades comunes. Como ha afirmado el antroplogo Escobar (2010: 185-186), el ciberespacio puede ser visto como la posibilidad [] de un espacio de conocimiento, un espacio de inteligencia colectiva, [] un espacio significativo para la interaccin sujeto-sujeto (individual y colectivamente), para la negociacin de visiones y significados. El sistema
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resultante de inteligencia en red puede tener un gran potencial cultural, social y poltico. Esto implica construir capacidad de gobierno colectivo sobre la lgica de inteligencias distribuidas de abajo hacia arriba (ni centralizadas, ni descentralizadas, sino en red), en contraposicin a las formas unificadas y jerrquicas (tpicas de la estructura institucional-administrativa tradicional), de arriba hacia abajo. En estas reflexiones, y dado el alto grado de incertidumbre presente, nos preguntamos cmo tomar decisiones individuales y colectivas sobre esta realidad movediza. La poltica, en su capacidad de gestionar de manera pacfica y consensuada la toma de decisiones que afectan a una comunidad, padece de manera directa ese conjunto de problemas y de cambios. Y lgicamente tambin las polticas pblicas y su administracin y gestin. Lo que proponemos es afrontar los problemas, examinar e integrar su complejidad en las distintas formas de ver poltica, polticas y administraciones pblicas, para desde esa reconsideracin de los temas y desde esa aceptacin de la complejidad (no como obstculo sino como condicin), poder repensar la poltica y las polticas de respuesta. Proponemos un cambio profundo en la concepcin de la democracia y la forma de conceptualizar e implementar sus polticas, vinculndolas a las dinmicas econmicas, ambientales y sociales, incorporando las potencialidades del nuevo escenario que genera Internet, e incluyendo a la ciudadana de manera directa, comunitaria y autnoma a la tarea de organizar las nuevas coordenadas vitales. Notas 1 Ver el Informe de AEVAL en Espaa, del ao 2011, sobre la percepcin de los espaoles en relacin con la Administracin, y concretamente lo referente al uso muy limitado de las TIC por parte de los ciudadanos (http://www.aeval.es/comun/pdf/calidad/Informe_Percepcion_2011.pdf). 2 Acaba de iniciarse una experiencia interesante en el estado de Rio Grande do Sul, bajo la direccin de su gobernador y ex alcalde de Porto Alegre, Tarso Genro, que parece querer explorar nuevas vas de democracia en la era digital, aunque es an pronto para realizar un balance (http://gabinetedigital.rs.gov.br/). Bibliografa Agranoff, R. y McGuire, M. (2001), Big Questions in Public Network Management Research, en Journal of Public Management Research and Theory, Vol. 11 N 3, pp. 295-326. Anstead, N. y Chadwick, A. (2009), Parties, Election, Campaigning, and the Internet: Toward a Comparative Institutional Approach, en The Handbook of Internet Politics, A. Chadwick y P. Howard (eds.), London, Routledge. Barber, B. (1984), Strong Democracy, Berkeley, University of California Press. Bauman, Z. (2012), Times of Interregnum, en Ethics and Global Politics, Vol. 5 N 1, pp. 49-56. Benkler, Y. (2006), The Wealth of Networks: How Social Production Transforms Market and Freedom, New Haven, Yale University Press. Bennett, W. L. y Segerberg, A. (2011), The Logic of Connective Action: Digital Media and the Personalization of Contentious Politics, paper presented at the Information, Communication and Society, Oxford Internet Institute Symposium: A Decade in Internet Time, Oxford University, September 21-24. Bimber, B. (1999), The Internet and Citizen Communication with Government: the Medium Matter?, en Political Communication, Vol. 16 N 4, pp. 409-428. Chadwick, A. (2006), Internet Politics, Oxford, Oxford University Press. Chadwick, A. y Howard, P. (eds.) (2009), The Handbook of Internet Politics, London, Routledge. Chadwick, A. y May, C. (2003), Interaction between States and Citizens in the Age of the Internet: eGovernment in the United States, Britain, and the European Union, en Governance, Vol. 16 N 2, pp. 271-300. Chen, M. [et al] (2007), Digital Government: E-Government Research, Case Studies, and Implementation, New York, Springer (Integrated Series in Information Systems).
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