Cuento Árabe Contemporáneo PDF
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Mairi Viiiaionos
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Donde nace el agua
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ntre los enigmas que otan en Donde nace el
agua, Maite Villalobos hace entrecruzamientos
de la realidad y un mundo habitado por fantasmas.
Los espacios que la poeta canta son la intimidad
del hogar y el medio inmediato; los personajes que
logra construir son fuertes, pero el que encierra
las emociones es el pueblo; al mismo tiempo que
se oyen cros tambin se escuchan murmullos y
maledicencias, silencio, sabidura ancestral, una
naturaleza no siempre idlica. La muerte que en-
vuelve al pueblo de este libro y que lo llena de
espectros tiene un toque festivo, pues cada acto
lleva consigo el despertar de lo sensual. ste no es
un poemario en blanco y negro; por el contrario,
es colorido, tiene los tonos del cempaschil y la
cochinilla y podemos rastrear su belleza con el ol-
fato y beber pulque y aguamiel mientras recorre-
mos sus calles de piedra. Hay un imaginario que
toma de lo mexicano su inspiracin, pero que lo
transforma en algo ms, en interioridad, en voces
secretas que revelan verdades. La autora realiza
una catbasis, el yo potico es testigo y parte del
entramado social del pueblo; observa, se involu-
cra y canta una cancin depurada que conjura el
pasado.
M C
www.el purocuento.com
nm. 10 50 pesos
AHMAD MOUALLA MOHANNAD ORABI
Pjaros en el alambre
Las matrioshkas de Rimsky-Korsakov
contemporneo
rabe
Cuento
NAGHIB MAHFUZ
ZAKARIYA TAMER
IBRAHIM SAMUEL
GASSAN KANAFANI
MUHAMMAD SHUKRI
JABBAR YASSIN HUSSIN
YABRA IBRAHIM YABRA
MOHAMMED HASSAN ALWAN
FAZA GUNE
WAJDI AL AHDAL
OSAMA ESBER
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Cinescritura
Washington Irving y Florin Rey:
Cuentos de la Alhambra
1. Nadie puede pretender que los cuentos slo de-
ban escribirse luego de conocer sus leyes, porque
no hay tales leyes; a lo sumo, cabe hablar de pun-
tos de vista, de ciertas constantes que dan una
estructura a ese gnero tan poco encasillable.
2. Un escritor argentino, muy amigo del boxeo,
me deca que en ese combate que se entabla entre
un texto apasionante y su lector, la novela gana
siempre por puntos, mientras que el cuento debe
ganar por knock-out. Es cierto, en la medida en
que la novela acumula progresivamente sus efectos
en el lector, mientras que un buen cuento es incisivo,
mordiente, sin cuartel desde las primeras frases. No se entien-
da esto demasiado literalmente, porque el buen cuentista es un
boxeador muy astuto, y muchos de sus golpes iniciales pueden
parecer poco ecaces cuando, en realidad, estn minando ya las
resistencias ms slidas del adversario. Tomen ustedes cualquier
gran cuento que preeran, y analicen su primera pgina. Me
sorprendera que encontraran elementos gratuitos, meramente
decorativos. El cuentista sabe que no puede proceder acumulati-
vamente, que no tiene por aliado al tiempo; su nico recurso es
trabajar en profundidad, verticalmente, sea hacia arriba o hacia
abajo del espacio literario. Y esto, que as expresado parece una
metfora, expresa sin embargo lo esencial del mtodo. El tiempo
del cuento y el espacio del cuento tienen que estar como conde-
nados, sometidos a una alta presin espiritual y formal.
3. Un cuento es signicativo cuando quiebra sus propios lmites
con esa explosin de energa espiritual que ilumina bruscamen-
te algo que va mucho ms all de la pequea y a veces miserable
ancdota que cuenta. La idea de signicacin no puede tener sen-
tido si no la relacionamos con las de intensidad y de tensin, que
ya no se reeren solamente al tema sino al tratamiento literario de
ese tema, a la tcnica empleada para desarrollar el tema.
J C
La novela gana siempre por puntos;
el cuento, por k.o.
Hermenutica y recepcin de la
obra de arte literaria
Gloria Vergara
Ada Aurora Snchez
coordinadoras
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a interseccin texto-lector, o para decirlo en trmi-
nos de Hans Robert Jauss, la fusin de horizontes
que se presenta entre el texto y el lector a partir de una
lectura con intenciones estticas, acontece como una
revelacin en que ambas instancias han podido decirse
algo. El texto habla cuando el lector distingue sus sea-
les, sus indicios, su estructura preorientadora, y atien-
de su llamado. El texto apela a un otro, pero en actitud
comprometida, consciente de que en toda lectura se re-
construyen constantemente los horizontes desde donde
se parte y hasta donde se llega.
En este encuentro de voces, de miradas tericas, se
compilan seis trabajos que reexionan, en general, so-
bre la naturaleza de la obra de arte literaria, sus modos
de aprehensin, recepcin e interpretacin, as como de la
experiencia esttica del lector. En todos ellos se percibe
la conrmacin de una tesis que la teora de la recep-
cin y la neohermenutica han defendido: la obra de
arte literaria es ms que el texto y emerge en razn (y
gracias a) quien la recibe.
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Cuentos rabes 11
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Mxico, df, 2011
ndice
Las es y sus puntos
Introduccin a la historia del cuento en la
literatura rabe: de los orgenes a la actualidad
Antonio Martnez Castro
ndice 2
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Un clavel para el cansado asfalto
Zakariya Tamer
Un largo invierno
Ibrahim Samuel
Si fueses un caballo
Gassan Kanafani
No siempre los nios son tontos
Muhammad Shukri
Leyenda
Jabbar Yassin Hussin
El barco
Yabra Ibrahim Yabra
Haneef de Glasgow
Mohammed Hassan Alwan
Mimouna
Faza Gune
Crimen en la calle de los restaurantes
Wajdi al Ahdal
He venido para indicarte el camino
Osama Esber
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74
81
89
Cuente
Mohannad Orabi
Ahmad Moualla
81
Cinescritura 100
La cuarta
Julio Cortzar
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El diez
Colaboradores
112
Editorial Praxis,
Vrtiz 185-000, col. Docto-
res, del. Cuauhtmoc, c.p.
06720, Mxico, df
Ventas: 57 61 94 13
Colaboraciones:
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2006-100514362500-102.
DISeO
Carlos Adampol
Galindo
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de quienes aparecen en el directorio y gracias a las colaboraciones de los generosos
autores. No se establece correspondencia sobre textos no solicitados.
CONSEJO DE REDACCIN
Daniela Camacho, Carlos Adampol Galindo,
Javier Muoz Njera
DIRECTOR
Carl os Lpez
97
Washington Irving y Florin Rey: Cuentos de la Alhambra
Estrella Asse
Las matrioshkas de Rimsky-Korsakov
Rebeca Mata Sandoval
Pimienta
Naghib Mahfuz
Pjaros en el alambre 107
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Introduccin a la historia del
cuento en la literatura rabe:
de los orgenes a la actualidad
Antonio Martnez Castro
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i bien se han hallado cuentos en manuscritos y tabli-
llas de culturas semticas tan antiguas como la babi-
lnica, asiria, caldea e incluso la faranica, no puede
hablarse de cuento rabe hasta que dicha lengua se esta-
bleci en la forma actual con el advenimiento del islam.
Muchos estudiosos sostienen que el profeta Mahoma fue el primer
narrador de cuentos, de manera que leer algunas azoras del Corn
bastara para encontrar bellos cuentos como el de Jos (xii), o
el de La caverna (xviii) por mencionar slo un par que
tenan un fn religioso y moralizante, y versaban sobre pueblos an-
tiguos, profetas y enviados.
Salvedad hecha de la poca preislmica, en cuanto se fja la gra-
mtica y escritura rabes, y se consolida el califato como rgimen
poltico, arranca la historia de la literatura rabe cuyas pocas de-
nominaremos de acuerdo con el devenir, esplendores y desmorona-
mientos de esa civilizacin. Vamos a recorrerla de forma sucinta a
travs del cuento hasta llegar a la literatura rabe moderna a la que
pertenecen el elenco de autores presentados y traducidos para este
nmero de la revista El Puro Cuento. Huelga decir que la divisin
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presentada es cuestionable, y
no es en absoluto nica, pero
es conveniente para sintetizar
catorce siglos de literatura rabe.
Antes de comenzar el viaje
temporal, se hace preciso distin-
guir la va por la que se transmi-
ten los cuentos y el registro de
lengua en los que se narran. As,
los cuentos (hikaya) son orales y
mayormente en dialecto, mien-
tras que el cuento literario (qis-
sa) viene escrito y en rabe culto.
La tradicin oral en la cultura
rabe, con sus caractersticas de
rima, actuacin e interaccin
con el pblico, ha conocido una
extraordinaria amplitud en la
cultura ra-
be popular y
desde tiem-
pos remotos
hasta poca
muy recien-
te los cuen-
t ac uent os
itinerantes,
con su caja
m g i c a ,
descri b an
las hazaas
pi c a s de
Ant a r a y
Ab Zai d
a l - Hi l a l .
Ms recien-
temente, la
radio, y en menor medida la
televisin, han contribuido a
desarrollar esta tradicin y sus
variantes de las que no nos va-
mos a ocupar por ser orales y en
dialecto, pero que ameritan ser
mencionadas.
El cuento literario (qissa)
parte del Corn, como se ha
dicho, y atraviesa todas las po-
cas. Destacan durante el califato
Omeya (680-756 d.C.) el Libro
de las canciones de Abu al-Faray
al-Isfahani que versa sobre las
canciones y melodas que se
cantaban y bailaban en un am-
biente de lujo, vino y deleite ante
los califas y recuerda los ricos
obs e qui os
que por ellas
obtenan los
cuenti stas.
Ta mb i n
son de esta
poc a l os
cuentos de
Ma y nn
y Laila, de
Yamil y Bu-
zaina, don-
de se ensalza
la castidad y
nobleza del
amor Udr
de los bedui-
nos. La lite-
ratura abas
Ilustracin del manuscrito de Badr al-Din Lu,lu,,
un gobernante de Mosul del siglo xiii, del Kitb al-
Aghn (Libro de las canciones) de Abu al-Faray al-
Isfahani, libera de Feyzullah, Istanbul.
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(756-1250 d.C.) se caracteriz
por una apertura a otros pueblos
(shuubiyya) donde el poder
rabe, hasta entonces predomi-
nante, se resquebraj y se mezcl
con las infuencias de persas y
turcos. De esta larga poca cabe
destacar Las mil y una noches,
Calila y Dimna, escritos por
autores de origen persa, y El
libro de los avaros, de al-Yahiz,
que nos informa sobre la socie-
dad abas, muy especialmente
en Basora y en el Jorasn. Otro
tipo de cuento de esta poca son
las maqamat, especialmente las
de al-Hamadani y las de Hariri,
que son cuentos cmicos, dialo-
gados, medio en prosa, medio en
verso, y de gran complejidad lin-
gstica cuyo hroe es siempre el
mismo y con ardides sale bien
parado de los trances que se le
plantean.
La tercera y ltima poca,
antes de abordar la literatura
moderna, es la de la Decadencia
(1250-1797 d.C.), que, como
su propio nombre lo indica, se
caracteriza por una extrema me-
diocridad en la creacin artstica
y en la intelectual que hacen
que no haya autores notables
ni obras reseables. Sin nimo
de enumerar las variantes de la
cuentstica rabe clsica a travs
de esta rpida enumeracin,
se hace palmario que esta pro-
duccin no puede clasificarse
en sentido estricto conforme a
lo que hoy se denomina cuen-
to (short story) puesto que se
limita a descripciones externas,
es hermtica y responde a arque-
tipos y modelos.
En los ltimos doscientos
aos la literatura rabe moderna
se defne por su relacin con Oc-
cidente. La conquista de Egipto
por Napolen, y la consiguiente
llegada con l de la imprenta, la
prensa y el pensamiento cien-
tfico, determin el punto de
partida y desde entonces hasta
hoy dicha historia puede divi-
dirse en cuatro grandes etapas:
Comienzo del Resurgir o el Des-
pertar (1797-1876), el Renacer
al-Yahiz (Basora, 776-868)
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(1876-1948), las Corrientes
Revolucionarias (1949-1967)
y la Literatura del Desastre,
que ocupa el periodo que va de
la Guerra de junio de 1967, o
Guerra de los Seis Das, entre
rabes e israeles hasta el da de
hoy. La totalidad de los autores
de esta antologa pertenecen a
los dos ltimas etapas.
El comienzo del resurgir
(1797-1876) va estrechamente
ligado al regreso de estudiantes
enviados en misiones cientf-
cas a Francia. Su repercusin
fue modesta, pero plantaron la
semilla que permitira la madu-
racin posterior de nuevos gne-
ros literarios en
la cultura rabe
como lo fueron
el teatro, la no-
vela y el cuen-
to. Su principal
motor f ue l a
traduccin, los
autores cono-
can una lengua
europea, prin-
cipalmente el
francs y el in-
gls (se traduje-
ron Los cuentos
de la Alhambra,
de Washington
Irving, o El l-
timo abencerraje
de Chateaubriand); sin embar-
go, no puede hablarse todava
del cuento rabe.
Ms tarde, la segunda poca
o el Despertar (1876-1948)
estuvo igualmente marcada por
el contacto con Occidente, pero
los mviles fueron la emigra-
cin a Amrica del Norte y Sur
de muchos rabes de Oriente
Medio, debido a la miseria que
comport el agnico desplome
del Imperio Otomano, as como
la colonizacin de gran parte del
Mundo rabe y la implantacin
de universidades europeas y es-
tadunidenses en Beirut y en el
Cairo. En esta poca se produjo
Grabado de una edicin rabe de Calila y Dimna.
Biblioteca Nacional, Pars
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un verdadero trasvase de formas
artsticas y descubrimientos, y
los primeros narradores de cuen-
tos que aparecieron en los albo-
res del siglo xx copiaban obras
occidentales slo que ambienta-
das con personajes y hechos del
mundo rabe. Los cuentos eran
costumbristas y melanclicos,
y evolucionaron para tratar los
cambios de las costumbres y
cmo los personajes se adaptan
y reaccionan ante esto: campo-
ciudad, riqueza-pobreza, etc-
tera. Los autores de esta poca
fueron los verdaderos pioneros
del cuento y las tertulias y aso-
ciaciones literarias; tambin las
primeras revistas contribuyeron
eficazmente a su nacimiento.
De esta poca son los hermanos
Taymur, Mohamad y Mahmud,
Yahya Haqqi, considerados los
padres del cuento rabe, Salim
al-Bustani y Jalil Yubrn Jalil.
Los egipcios, y los sirio-liba-
neses en menor medida, fueron
los portadores del estandarte
en los inicios. Sin embargo,
en la tercera poca, o la de las
Corrientes Revolucionarias
(1948-1967), aunque con ms
fuerza en el Masherq, se diver-
sifican las nacionalidades de
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los narradores de cuentos, y en
literatura moderna ya se puede
hablar del Magreb y del Golfo
Prsico. La independencia llega
a la totalidad de los pases y se
pasa del costumbrismo a un rea-
lismo ms comprometido que
cuestiona la realidad y se tiene
fe en el papel de la literatura
como motor de cambio social.
El tema principal es el tiempo,
el destino, su fuerza. El tiempo
tiene un inmenso poder cam-
biante, poco preciso. Qu es lo
que pueden hacer los hombres
en relacin con el tiempo? Qu
libertad tiene el hombre? En
los aos sesenta se defnen las
caractersticas de un gnero
especfco; insistencia en una
corta extensin y un breve
espacio de tiempo, detalles
profundos; se desarrolla el
anlisis psicolgico de un
reducido nmero de perso-
najes y los fnales se dejan a
la imaginacin interpretativa
del lector. De esta poca es
parte de la produccin cuen-
tstica de Yusuf Idriss, Zakaria
Tamer, Edwart Jarrat, Naghib
Mahfouz, Gassan Kanafani,
Yabra Ibrahim Yabra.
Hasta este momento la
literatura estuvo marcada por
la lucha por la independen-
c i a ; de s pu s , p or e l
optimismo y la esperanza fruto
de las revoluciones. Pero las re-
voluciones se convirtieron, tras
la derrota del 67, en regmenes
totalitarios de mano frrea que
suprimieron derechos y liberta-
des, y cuyos continuos fracasos
crearon desgarramientos e in-
certidumbre. La literatura de
esta ltima poca, o poca del
Desastre, se cre al margen de
las instituciones y consolid el
cuento y el cuento corto: se
fragment la estructura que
consolidaron los realistas; las
recias descripciones dejaron de
refejar un escenario claro que el
hroe con sus buenas acciones
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lograba cambiar y pasaron a ser
descripciones parciales de ele-
mentos desconexos que expresa-
ban mejor el mundo interior
desmembrado que haba perdido
su integridad frente al rgido mun-
do exterior; el tiempo y el lugar
pasaron de ser unitarios a entre-
mezclares y confundirse; apareci
el antihroe derrotado cuya carac-
terstica ms sobresaliente era el
profundo sentimiento de fracaso.
Se trata de una generacin que ha
visto sus sueos frustrarse y que se
precipita hacia la individualidad.
A esta poca pertenecen el resto
de los narradores de cuentos de esta
antologa (Muhammad Chukri,
Jabbar Yassin Hussin, Hanan al-
Shaykh, Faiza Guene, Moham-
mad Hassan Alwan, Najwa
Binshatwan, Wajdi al-Ahdal,
Osama Esber, Ibrahim Samuel);
dentro de este marco comn,
cada escritor tiene voz propia y
un estilo particular.
Despus de que has soltado la palabra,
sta te domina. Pero mientras no la has
soltado, eres su dominador.
Proverbio rabe
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Un clavel para
el cansado
asfalto
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Zakariya Tamer
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a adolescente estaba echada en su cama; aburri-
miento frente al da todava joven; escuchaba
ojos entornados la cancin que vena de la ra-
dio de los vecinos: en aquel momento, una voz femenina
cantaba, su voz era una ciudad verde hacia la que viajaba
un dulce sol, un cielo bien azul, y pjaros en busca de una eterna
primavera, mientras campanadas apacibles recorran la llanura em-
papada de tristeza. La voz agudizaba sus timbres melosos y tiernos,
y la msica fotaba sobre la voz, como aves inquietas de color ceni-
za que sobrevuelan una campia dorada.
La cancin produca en el alma de la adolescente un gozo ful-
gurante, desacostumbrado, que ocultaba, en el fondo, la pena de
negros capullos a punto de reventar.
Su cuerpo, abandonado sobre la colcha, haba alcanzado su sazn,
lo mismo que la ha alcanzado un vino aejo olvidado del da en que
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Traduccin de Mara Jess Viguera
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naci. Su carne, hasta entonces,
no haba sentido al hombre;
ahora era un mar de olas dormi-
das al sol que rompe a llorar
mansamente: echa en falta el
crujir de las barcas y el rtmico
batir de los remos obedientes a
marineros sin rostro cuerpo
de recio y hmedo vello que
huelen a mar.
De improviso, la cara de su
madre aparece en su imagina-
cin, y le parece estar oyndola
repetir como de costumbre:
Los hombres corren dciles
tras la mujer en cuanto la aper-
ciben; pero, en cuanto se han
satisfecho, corren para alejarse
de ella.
La adolescente recuerda lo
que le cont en cierta ocasin
la vecina vieja acerca de aquella
mujer raptada por siete hom-
bres, de los que no pudo escapar
hasta pasadas muchas noches
La mirada perdida, inexcrutable,
de la vieja al contarlo, le hacen
sentir sospechar que aquella
mujer fue la misma vieja vecina
en los das de su juventud.
La adolescente repite sin voz:
Siete hombres y slo una
mujer; siete hombres
Los siente, a su alrededor, en
la habitacin; con manos vidas
palpan su cuerpo, jadean, ex-
halan como un vaho de animal
sudoroso y empapado por una
llovizna de primavera.
Uno de los siete dice:
Desnuda estar todava
ms hermosa!
Y los dedos se precipitan
sobre sus ropas y las desgarran.
No siente ninguna vergen-
za; una ola de ternura la invade;
se confrma a s misma:
Ya estoy desnuda, y los
siete alrededor de mi cama
El primero de todos dice:
Su rostro es un arrullo de
paloma. Es ms hermosa que
mi madre.
Y el segundo:
Qu belleza!... En mi vida
me he acercado a una mujer.
Y el tercero:
Su carne tierna, morena,
clida
Y el cuarto:
Ay! Qu dejadez!... La
suavidad de sus senos me hace
desmayar.
Y el quinto:
Su boca es un cl avel
estremecido.
Y el sexto:
Morir si no soy como
la lluvia que cae en el bosque
esparciendo sus aromas.
Ay, diosa ma! es la
splica desesperada del sptimo.
La adolescente temblorosa:
Oh, oh!
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Desde fuera de la habitacin,
su madre la llama a toda prisa;
los siete hombres se esfuman
en cuanto la chica abre los ojos.
Se dice:
Qu felicidad si mi madre
hubiera muerto!
En aquel mismo momento,
un sol brillante se clava en el
camino por el que, penosamen-
te, unos hombres cabizbajos
marchan tras un atad que
hace poco era un rbol a cuya
sombra los pjaros cansados
gustaban acogerse, y ahora ha
sido transformado en una gran
caja de madera para guardar un
cuerpo, fro y amarillento, que
ayer, no ms, fue un hombre
con hogar y futuro, proyectos y
realizaciones.
Me canso.
Falta mucho para el
cementerio?
Qu hacemos despus del
entierro?
Tengo hambre; nos iremos
a comer algo.
El sepulturero lo tena ya
todo preparado en el cemente-
rio, y esperaba de pie, esbozando
una sonrisa atravesada, enmasca-
rada tras una expresin compun-
gida, que se iba haciendo ms y
ms sombra a medida que se
acercaba el cortejo fnebre.
La caja fue dejada en tierra,
junto a una fosa profunda. Se
abri la caja; el cuerpo unas
manos corrieron a cogerlo
iba envuelto en una sbana
anudada en los extremos de
los pies y la cabeza. Una mujer
rompi en lamentos. Un hom-
bre llor en silencio. Vete lejos,
alegra! Nios, cierren los ojos!
Dnde ests, muerte?; cuando
me encuentre contigo, en ese
instante fugitivo Mil veces te
he de hundir mi cuchillo en el
cuello! La noche de la fosa traga
al cadver. Una gran piedra tapa
la boca del hoyo; al colocarla, se
levantan remolinos de polvo. En
cuestin de segundos la gente se
dispersa, el cementerio queda
vaco, nadie, solo un cuervo
que grazna en la punta de un
rbol, pero enseguida se lanza
al espacio azul y lo bate con sus
alas negras.
Dos jvenes, al llegar afuera,
se paran, cerca todava de las ta-
pias del cementerio. Uno, largo
y chupado como un rbol seco,
comenta:
La visin del cadver me
ha puesto mal el cuerpo.
A m tambin, como si
hubiese sido el mo propio el que
enterraban dice el otro, re-
choncho, bajo, ojos escondidos
tras unos cristales oscuros; si
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bien la muerte es un asilo lleno
de descanso para los viejos.
Tambin nosotros nos
haremos viejos; no siempre se
es joven.
A qu viene eso?
Ay, odio el da, la luz, el
alboroto, las voces, el calor del sol,
el gento; todo esto me recuerda
constantemente a la muerte!
Lo presiento: un da, no muy
lejano, entregar mi cabeza al as-
falto para que sea aplastada por
las veloces ruedas de un auto-
mvil, y quiz, mientras oigo
cmo cruje mi crneo, est yo
diciendo: Ciudad ma, toma
mi sangre: un clavel carmes para
tu pecho cansado!.
El gordo se re:
Hablas como un loco.
Todos estamos locos!
Dostoievski fue un demente!
Sartre era un neurastnico que
no soporta el sol! Rimbaud, un
nio sin educar! Tchaikovsky,
una rana melanclica! Lorca,
un ruiseor negro! Kafa, un
grillo de piedra! James Mason,
un tambor!
Todos somos tambores
reventados que se han quedado
incluso sin resonancia, pero
A qu conduce estar parados
bajo este sol? Vamos a seguir
andando!
Una niita, apoyada tras la
reja de una ventana que da al
camino por donde van, les son-
re; tararea la nia una cancin
ingenua y alegre:
Mam, cundo llegars?
Vienes muy tarde, mam.
Del alminar de una vieja
mezquita sale una voz bien
timbrada:
Dios es grande! Dios es
grande!...
El faco dice a su compaero:
Entremos a rezar.
Rezar ? Para qu?...,
incluso Dios ha renegado de
nosotros.
Un viejo que atraviesa la calle
renqueando, murmura:
De qu me aprovechar
todo el oro del mundo cuando
me haya muerto?
En el cine, un muchacho se
llena de audacia y, turbadsimo,
toma contacto con el brazo de
la chica que ocupa la localidad
vecina.
Un obrero el cansancio
se le pinta en la cara bosteza
y dice para sus adentros, mien-
tras mastica el gran bocado que
acaba de pegar:
Todos los das me rompo
por ti la frente, mendrugo, sobra
del rico.
Sobre el suelo de una an-
gosta calle se ha desplomado
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un joven; sus mechones rubios
acarician suavemente su plida
frente; con las manos crispadas
intenta contener la sangre que
se le escapa por dos heridas,
profundas y prximas, que tiene
en el pecho
Me muero Por qu tuve
que meterme con su hermana?
Rpidamente se forma a su
alrededor un crculo de cuerpos
que se apretujan; un crculo de
caras, bocas y ojos dilatados al
mximo
Quin lo ha herido?
No sabemos.
Vi correr a un hombre
alto, como huyendo.
Se est desangrando a
chorros.
Hay que avisar a la polica
y a una ambulancia.
Una mujer de cuerpo abul-
tado se para, llena de espanto, a
mirar al joven rubio que gime y
se retuerce. Un chico en la pri-
mavera de la vida aprovecha la
confusin para colocarse detrs
de la mujer y ceir su cuerpo al
de ella. La mujer se ha quedado
petrifcada unos segundos, pero
enseguida se aleja de all, brusca-
mente, a buen paso Record
su misin: en la oscuridad del
seno materno, un nio indefen-
so aguarda el momento en que
ella lo coja entre sus brazos, el
momento de abrirse a la luz del
mundo y convertirse en un ser
con nombre y padre, hermanos y
casa, barrio y ciudad, y una cama
pequea en la que ir creciendo
ao tras ao.
Un camarero grita tan fuerte
que su voz se oye por encima de
todas las del Gran Caf:
Uno solo!
Camarero! Un vaso de
agua fra! Tus fchas son las ne-
gras! A ti te toca! Voy a ganar!
Yo le dije: Qu vas a perder por
darme un beso?, y ella va y me
contesta con aire ingenuo: Y
t qu vas a perder si yo no te lo
doy?. El coche est averiado
Total, que el burro sigue siendo
el amo. Abajo mi padre! Viva
la mujer del vecino! Maldi-
cin, todos hemos de morir!
Un hombre de rostro tacitur-
no aparece en la entrada del caf;
se sienta en una de las mesas y,
mientras echa las bocanadas de
humo de su cigarrillo, se dice:
Qu sentido tiene seguir vi-
viendo? Me voy a suicidar; me
ha abandonado para prostituir-
se. Estoy triste. Ella, que amaba
a los nios de sonrisa inocente,
me ha dejado y se ha hecho
una prostituta. Qu hermosa
era! Mi almohada adoraba su
pelo. Y su boca un jardn de
cerezas maduras produca
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constantemente en mi sangre el
cosquilleo del viejo sol. Sus ojos,
dos sumisas palomas de alas
rotas. Cada vez que se tumbaba
en el patio de mi casa, debajo
del limonero, susurraba con voz
trmula:
El escritor entrecruza una historia con sus
propias dudas, preguntas y los
valores. Eso es arte.
Naguib Mahfouz
Tengo miedo.
Y yo le contestaba con ardor:
No me tortures, que llora-
r como un nio que acaba de
encontrar ahorcada a su madre.
Mi amada entonces sonrea
satisfecha
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Un largo
invierno
*
Ibrahim Samuel
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l hombre se apart sbitamente del regazo de su es-
posa como si se estuviera alejando de una apestada,
y apenas si lo hubo hecho la mujer grit, sintiendo
escalofros y con el corazn dislocado: pareca que la piel
de una vbora le hubiera rodeado el cuerpo desnudo bajo
el edredn:
Ya estn aqu!
Tambin l se estremeci y al instante se sentaron en la cama: l,
enseando el fuerte torso donde resplandecientes gotitas de sudor
brillaban sobre el vello; ella, mostrando lo senos temblorosos enci-
ma del volcn de su corazn. Casi sin atreverse a respirar miraron,
expectantes y temerosos, hacia la puerta. No se oa nada, nada en
absoluto, slo un silencio amenazador, acechante, impenetrable, slo
roto por el latido de sus corazones; adems, el aliento entrecortado
de ambos no haca sino aumentar la alerta y el pavor.
Permanecieron sin aliento durante unos pocos segundos que les
parecieron horas. Despus l le lanz una mirada inquisitiva y la
mujer se la devolvi, confusa y turbada. Finalmente el hombre movi
la cabeza sin hablar y ella respondi encogindose de hombros, lo
cual increment la perplejidad de su marido; ella, por su parte, no
dejaba de observarlo fjamente con un miedo difuso. Entonces l
musit, intentando dominar su creciente temor:
Qu te ha pasado?
Ella contest con una voz que pareca venir de debajo del
cobertor:
*
Traduccin de Mara Dolores Jimnez
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No has odo nada?
Hurg en su memoria, pero
no hall ningn sonido o movi-
miento extrao, quiz porque en
ese momento estaba sumergido
en los brazos de su esposa como
si estuviera buceando en las
profundidades del mar, o acaso
por sus insistentes y rtmicos
jadeos; o a lo mejor oy algo
pero no le prest atencin, o le
prest atencin pero no le dio
importancia porque no lleg a
imaginar lo que ella, sin duda,
s haba hecho.
l cogi su mano bajo la
manta y sinti su temblor. Movi-
do por una vaga inquietud que le
empezaba a aparecer, le susurr:
No y t?
La mujer baj la voz como
quien le cuenta un secreto a un
grupito de gente:
Pues el sonido de un coche
al principio de la calle
Entonces el hombre recorri
mentalmente la calle Pero si
haba llegado la hora conveni-
da! Ni siquiera haba entrado
por la puerta: haba estado dan-
do paseos arriba y abajo a pesar
del fro y de la persistente lluvia,
con lo que comprob que las
puertas y ventanas de los vecinos
estaban cerradas, a oscuras y
en silencio. Luego record que en
el jardn colindante a su casa no
haba ms que perros callejeros,
de manera que haba hecho
caso de las advertencias de los
camaradas: Quizs la entrada
principal est vigilada, as que
ser mejor que te vayas hacia la
parte trasera, sbete a la morera
y culate por ah. Y eso fue lo
que haba hecho! Es ms, cuando
estaba medio subido al rbol,
ech una larga y escrutadora
mirada alrededor y como quiera
que no viera a nadie, rpida-
mente salt al patio de la casa.
Al caer, lo pies golpearon con
fuerza en el pavimento, as que
se qued en cuclillas pegado al
suelo y escuchando furtivamente
cualquier sonido o carraspeo que
revelara que los vecinos se haban
percatado de sus idas y venidas.
Haba pensado en tirar algu-
na piedrecilla a la ventana de la
habitacin, pero no lo hizo por-
que la puerta ya estaba entorna-
da segn lo acordado. Cuando
ya se haba deslizado al interior
reprimi el deseo de despertar a
sus hijos. La verdad es que mora
de ganas por hacerlo, y aquellas
respiraciones superpuestas en
la habitacin no paraban de
atormentarlo, pero refren el
impulso con resolucin, temien-
do que la alegra, la agitacin y
gritos de los nios desvelaran a
los vecinos. Se limit a colmar
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de suaves besos las cabecitas
dormidas, y a abrazarlos con la
mirada durante unos minutos;
entonces, despus de estrechar
contra l a su mujer en completo
silencio, se marcharon juntos
As pues, cmo se haban ente-
rado de que estaba all? Cmo
lo saban? Cmo?
Apartando de s la obsesin
que lo haba perseguido desde el
momento en que pens verla, le
pregunt:
Ests segura?
Por supuesto que lo he
odo, era algo as como puertas
de coches cerrndose al princi-
pio de la calle.
Chissst!
l le apret con fuerza los
dedos e intent destaparse, pero
sinti que las piernas estaban
paralizadas, como si las tuviera
adheridas y sumergidas en el
tierno calor que flua alrede-
dor de sus cuerpos, fundidas
en el ardor del cosmos, que se
cobijaba en la cama de ambos,
miembros que profundamente
horadaban la jugosidad del
cuerpo de la mujer, refugiado a
su vez en el suyo como si aquella
fuera la primera vez
Dijo intentando aplazar lo
inaplazable:
Tal vez fuera la lluvia o el
gorgoteo del agua en el canaln
Hasn, algo me dice que
son ellos, escucha, escucha
ahora.
Ella volvi la cabeza hacia
la puerta y el hombre contuvo la
respiracin tratando de percibir
algo. Entonces oy lo que pare-
ca un ruido lejano, el sonido
de unos pasos imprecisos e irre-
gulares. Salt de la cama y ella
lo sigui. El marido le susurr:
No enciendas la luz. Ven,
aydame a encontrar la ropa, y
no abras si llaman a la puerta
Se puso a rebuscar nerviosa
y torpemente la ropa, y de igual
manera los pensamientos em-
pezaron a darse trompicones en
su cabeza: Joder! Pero qu
necesidad tena yo de venir?
La secreta nunca me ha podido
echar el guante y ahora, as, con
toda facilidad, yo solito voy y
me entrego Cmo he podi-
do meter la pata de semejante
forma? Cmo no pens que
ellos? Bueno, a lo hecho,
pecho! No, no, esto no es una
metedura de pata, ni una estu-
pidez! Y si no, a ver, qu sera
ms correcto, quedarme lejos de
mi mujer, escondido como las
ratas? Ao y medio me iba a
estallar el alma! O el corazn se
me secara escondido de la po-
lica, s, pero tambin de ella y de
mis hijos. Las ideas le bullan
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c a da ve z c on
ms intensidad,
en consonancia
con los agitados
y presurosos mo-
vi mi entos que
haca mientras se
vesta: Por otro
lado por qu
hemos pensado
precisamente que
son ellos? Quiz
no sea eso, a lo
mejor tan slo son
chirridos, y noso-
tros hemos credo
que, entonces
se le ocurri que
podra sondearla
sobre esta ltima
i dea, sin darse
cuenta de que, en
defnitiva, lo ni-
co que buscaba
era confrmar que
el deseo que senta
fuera as:
Meis, amor
mo
S?
Pero desech
la idea porque de
repente le pare-
ci una estupidez
sera de idiotas
esperar a que en-
trasen en la casa
para creerlo, y zanjando todo
asomo de duda, dijo:
Meis, aydamehas
visto mi kufa?
Empezaron a bus car
Slo por verla has dejado
que te cogieran! Maldita sea
la hora en que se te ocurri ve-
nir!. Ay, amigo, es que si
no fuera por el fro, la nostalgia
y la soledad, no lo habra hecho!
Cualquiera de los que estamos
perseguidos por motivos po-
lticos viviendo escondidos
como ratas echa de menos a
los suyos en lo peor del invierno
y est harto de las calles vacas,
del barro, de ir de ac para all
y de la noche cerrada; aora el
aroma de sus hijos, anhela sus
travesuras, que lo abracen y que
se le cuelguen del cuello.
Bueno, admito que soy un
prfugo, pero lo que yo no
entiendo es por qu. Ella
interrumpi sus pensamientos
mientras le ayudaba a ponerse
la kufa:
Hasn, rpido, que podra
ser que
Acab de ponrsela y se diri-
gi de puntillas hacia la puerta
de la habitacin, la abri y vio
que la casa estaba sumida en la
oscuridad y el silencio, adems
de velada por la lluvia que caa.
No se oa ms sonido que el
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tac-tac de las gotas sobre el bi-
dn de gasoil para la calefaccin,
sobre la madera y sobre el empe-
drado del patio, un repiqueteo
rpido, continuo e inquieto,
como los latidos de su corazn.
Cogi la mano de su mujer y se
apresuraron hacia la morera;
al llegar all, l la rescat de las
profundidades de las sombras y
la apret contra su pecho.
Meis, no despiertes a los
nios, y tampoco les digas que
he venido. Si llaman a la puerta
no abras, deja que lo hagan los
vecinos y t hazte la dormida.
Me voy. Diles a los camaradas
que se ha anulado la cita del
primer sitio que acordamos y
que nos reuniremos en el otro
que se dijo, en el alternativo
No lo olvides, eh?
Entonces se call, de repente
sinti que el tiempo se le iba.
Se agarr a una gruesa rama y se
dispona a impulsarse hacia el
rbol cuando su esposa lo llam
con una voz dbil y ronca que
pareca salir de las profundida-
des de la tierra:
Hasn
El hombre se volvi hacia
ella, pero la mujer no dijo nada,
solamente extendi las manos,
lo abraz y lo apret; lo apret
hasta que sinti que su propio
pecho se rompa y alojaba a su
marido all dentro, en su ser,
en sus venas, para despus ce-
rrarlo y as ocultarlo del mundo
entero, del hielo que de repente
senta y que se le meta en los
huesos, de la pavorosa noche que
los envolva, del zumbido del
espantoso silencio, de las garras
del rbol que se extendan para
arrebatrselo Lo apret, y as
lo ocult en sus ojos, que lo de-
seaban ardientemente; lo ocult
de la soledad y de la negrura
del mundo, de las esperas, de la
ansiedad, del estar en guardia, de
las ausencias, del largo invier-
no que an no haba terminado
con sus vidas.
Pero sbitamente y con la
misma fuerza que el amor le
haba hecho abrazarlo minutos
antes el miedo le hizo apar-
tarlo de s cuando oy el rumor
de unos pasos cercanos a la
puerta de la casa. Lo empuj,
se volvi y se fue muy de prisa.
Cuando l desapareci entre las
ramas para descolgarse en el
callejn trasero, ella ya haba
llegado a la habitacin y cerra-
ba la puerta con cautela. Des-
pus se meti en la cama y se
tap. Entonces sinti que la
soledad devoraba su cuero, al
tiempo que un negro presenti-
miento desgarraba su acechan-
te corazn.
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Si fueses un
caballo
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Gassan Kanafani
Dedicado a Fyez, a Lams
y a todos los pequeos a
los que deseamos un mundo propio.
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historia de Schahriar cuando a
su regreso de la guerra encuentra
a su esposa con sus amantes en
medio de una orga. Un silencio
anuncia la aparicin del sultn.
3. El prncipe y la princesa:
Es el movimiento ms sim-
ple de la obra y se encuentra
construido sobre dos temas de
danza, uno sentimental y el otro
voluptuoso. Al fnal recapitula
el tema inicial para cerrar con
languidez, semejando el sopor
de los amantes.
4. Fiesta en Bagdad: El barco
naufraga contra las rocas vigila-
das por un guerrero de bronce.
5. Conclusin: Esta pieza
cierra la obra mostrando el tema
de Schahriar, Scherezada y la
fanfarria que ilustra el naufragio,
adems de introducir nuevos
temas.
La estructura de la obra se
parece ms a la de una suite que
a cuatro episodios separados,
como parece haber sido la inten-
cin del compositor. Mantiene
la unidad antes mencionada
por medio de los temas y las
voces del sultn y la princesa.
Rimsky-Korsakov insista en
que la aparicin de los leitmotivs
slo constitua material para el
desarrollo sinfnico que aparece
a travs de la obra entrelazn-
dose y mostrando diferentes
caractersticas sin que corres-
pondan a imgenes defnidas.
Sin importar los esfuerzos del
msico, el solo de violn nos
lleva a travs de las cuatro esce-
nas o historias como la voz de
Scherezada, abriendo y cerrando
o dejndonos en suspenso en
medio del relato para pasar de
un movimiento a otro. Al inicio
de la obra, las olas nos arrastran
junto con el barco de Simbad
y nos sitan en un escenario
especfco. Aunque no sepamos
dentro de cul de sus viajes nos
encontramos, nos otorga la li-
bertad de elegir nuestra propia
aventura.
Scherezada fue interpretada
por nica vez por Rimsky-Kor-
sakov en 1890 en el Teatro de la
Moneda en Bruselas. El xito
que tuvo no le pareci al com-
positor y prohibi que fuera
interpretada o que se utilizara en
un ballet. Sus esfuerzos resulta-
ron insufcientes para contener
el triunfo de la obra, que adems
de la enorme cantidad de inter-
pretaciones, se convirti en un
ballet muy famoso.
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Wajdi al Ahdal (Sana, 1973) es autor de la novela El flsofo
de la cuarentena, fnalista del premio de Literatura rabe en 2008.
Mohammed Hassan Alwan (Riyadh, 1979) es uno de
los autores sauditas ms representativos de su generacin. Ha
publicado dos novelas y una coleccin de relatos cortos.
Osama Esber (Latakia, Siria, 1963), poeta, novelista y editor,
desde el 2004 publica la revista literaria de ms renombre en Siria,
Al-Fikr. A fnes de los noventa particip en el Programa Interna-
cional para Escritores de la Universidad de Iowa, Estados Unidos.
Faza Gune (Pars, 1985) naci en Francia de padres ar-
gelinos; escribi su primera novela a los diecisiete aos, convir-
tindose en un xito de ventas (360, 000 copias vendidas). Ha sido
traducida a una decena de idiomas.
Jabbar Yassin Hussin (Bagdad, 1954) es periodista; su
fliacin con el partido comunista iraqu lo hizo objeto de tor-
turas durante el rgimen de Saddam Hussein, hasta obligarlo al
exilio en Francia, donde radica desde 1976. Su obra, compuesta
por novelas, cuentos e historias infantiles, versa principalmente
sobre la experiencia del exilio.
Gassan Kanafani (Acre, Palestina, 1936-Beirut, 1972) es
una de las principales fguras de la literatura palestina del siglo
pasado. Su obra, en la que las historias cortas tienen gran peso, es
considerada como un himno de resistencia del refugio palestino.
Fue asesinado por un coche bomba por los servicios secretos
israeles.
Naghib Mahfuz (El Cairo, 1911-2006) es el escritor egipcio
ms conocido de la poca moderna. En 1988 recibi el Premio
Nobel de Literatura, convirtindose en el primer autor de origen
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rabe, y el nico hasta la fecha, en ostentar dicho galardn. Escri-
bi ms de 350 cuentos a lo largo de su carrera, que se extendi
por cerca de 70 aos.
Antonio Martnez Castro es arabista por la Universi-
dad Autnoma de Madrid. Tom cursos de rabe en el Inalco
de Pars, en varios pases rabes y un magister de literatura rabe
en la Universidad San Jos, de Beirut. Ha trabajado como pro-
fesor de espaol en universidades de Beirut, Damasco, Sanaa. Es
profesor de rabe en la Escuela Ofcial de Idiomas de Almera.
Adems de algunas traducciones, ha publicado artculos sobre
literatura rabe contempornea en las revistas Hesperia, Nacin
rabe y Anaquel Panrabe.
Ibrahim Samuel (Damasco, 1951): sus cuatro novelas publi-
cadas a la fecha lo colocan como uno de los autores de referencia
en el mundo rabe. Ha sido traducido a una decena de idiomas.
Muhammad Shukri (Nador, Marruecos, 1935-Rabat, 2003)
se convirti en uno de los ms importantes escritores marroques
de todos los tiempos. Su obra cumbre es la triloga autobiogrfca
compuesta por los libros El pan desnudo, Tiempo de errores y Ros-
tros, amores, maldiciones.
Zakariya Tamer (Damasco, 1931) es uno de los ms cono-
cidos, ledos y traducidos autores de cuentos del mundo rabe.
Tambin escribe historias para nios y trabaja como periodista
independiente escribiendo columnas satricas en los diarios. En
2009 se hizo acreedor al Premio Internacional de Literatura
Metrpolis Azul en Montreal, Canad.
Yabra Ibrahim Yabra (Beln, 1919-Bagdad, 1994) naci
en el seno de una familia ortodoxa-siraca en Palestina; se refugi en
Irak despus de los acontecimientos de 1948. Poeta, novelista,
traductor y crtico literario; estuvo a cargo de la publicacin de
la mayor parte de la obra de T.S. Eliot en la regin.
El diez
E
n muchas culturas, el tiempo se mide por dcadas. Mu-
chos dioses han redactado las reglas del juego mediante
declogos.
Entre los mayas, el dcimo da es nefasto, porque pertenece a
Toh, dios de la muerte.
Diez es el nmero de la tetraktys de los pitagricos, que juraban
de la siguiente manera: No, lo juro por aquel que ha transmitido
a nuestra alma la tetraktys en que se encuentran la fuente y la raz
de la eterna naturaleza. La siguiente pirmide contiene el 10. En
la cspide est el uno, la divinidad, el principio de todo; en la parte
de abajo se ve la dualidad, lo masculino y lo femenino, principio de
la fecundidad; tambin, el dualismo profesado por muchas culturas,
el ying y el yang, el cielo y la tierra, la gloria y el inferno, la luz y la
noche, el movimiento pendular, la anttesis; en la tercera lnea se
ven tres puntos que simbolizan los tres niveles de la vida humana: lo
corporal, lo intelectual y lo espiritual; los cuatro puntos de la ltima
lnea simbolizan la base de la pirmide: los cuatro elementos, los
puntos cardinales de la Tierra, las cuatro estaciones del ao.
.
. .
. . .
. . . .
En esta fgura se ven cuatro puntos en los tres lados que cierran el tringulo,
alrededor de uno. Tambin se observan 3 tringulos en la base de la pirmide,
dos ms sobre stos y el ltimo que corona los 6 tringulos.
La suma de los primeros 4 nmeros del sistema decimal da
10: 1 (mnada, es el punto) + 2 (dada, la lnea) + 3 (trada, el
tringulo) + 4 (ttrada, la pirmide).
Felipe Reyes Miranda
AL FINAL, SLO EL ABISMO
Soy la Luna. La encantada, la
difusa. La que se pierde y apa-
rece en los eternos crculos de
la vida. La que muere, la que
resucita. Soy la luz que envuel-
ve a la noche, la que alza los
mares hasta tocar las estrellas.
Soy la inalcanzable, la que se
va, la eternamente presente.
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Mairi Viiiaionos
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Donde nace el agua
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ntre los enigmas que otan en Donde nace el
agua, Maite Villalobos hace entrecruzamientos
de la realidad y un mundo habitado por fantasmas.
Los espacios que la poeta canta son la intimidad
del hogar y el medio inmediato; los personajes que
logra construir son fuertes, pero el que encierra
las emociones es el pueblo; al mismo tiempo que
se oyen cros tambin se escuchan murmullos y
maledicencias, silencio, sabidura ancestral, una
naturaleza no siempre idlica. La muerte que en-
vuelve al pueblo de este libro y que lo llena de
espectros tiene un toque festivo, pues cada acto
lleva consigo el despertar de lo sensual. ste no es
un poemario en blanco y negro; por el contrario,
es colorido, tiene los tonos del cempaschil y la
cochinilla y podemos rastrear su belleza con el ol-
fato y beber pulque y aguamiel mientras recorre-
mos sus calles de piedra. Hay un imaginario que
toma de lo mexicano su inspiracin, pero que lo
transforma en algo ms, en interioridad, en voces
secretas que revelan verdades. La autora realiza
una catbasis, el yo potico es testigo y parte del
entramado social del pueblo; observa, se involu-
cra y canta una cancin depurada que conjura el
pasado.
M C
www.el purocuento.com
nm. 10 50 pesos
AHMAD MOUALLA MOHANNAD ORABI
Pjaros en el alambre
Las matrioshkas de Rimsky-Korsakov
contemporneo
rabe
Cuento
NAGHIB MAHFUZ
ZAKARIYA TAMER
IBRAHIM SAMUEL
GASSAN KANAFANI
MUHAMMAD SHUKRI
JABBAR YASSIN HUSSIN
YABRA IBRAHIM YABRA
MOHAMMED HASSAN ALWAN
FAZA GUNE
WAJDI AL AHDAL
OSAMA ESBER
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Cinescritura
Washington Irving y Florin Rey:
Cuentos de la Alhambra
1. Nadie puede pretender que los cuentos slo de-
ban escribirse luego de conocer sus leyes, porque
no hay tales leyes; a lo sumo, cabe hablar de pun-
tos de vista, de ciertas constantes que dan una
estructura a ese gnero tan poco encasillable.
2. Un escritor argentino, muy amigo del boxeo,
me deca que en ese combate que se entabla entre
un texto apasionante y su lector, la novela gana
siempre por puntos, mientras que el cuento debe
ganar por knock-out. Es cierto, en la medida en
que la novela acumula progresivamente sus efectos
en el lector, mientras que un buen cuento es incisivo,
mordiente, sin cuartel desde las primeras frases. No se entien-
da esto demasiado literalmente, porque el buen cuentista es un
boxeador muy astuto, y muchos de sus golpes iniciales pueden
parecer poco ecaces cuando, en realidad, estn minando ya las
resistencias ms slidas del adversario. Tomen ustedes cualquier
gran cuento que preeran, y analicen su primera pgina. Me
sorprendera que encontraran elementos gratuitos, meramente
decorativos. El cuentista sabe que no puede proceder acumulati-
vamente, que no tiene por aliado al tiempo; su nico recurso es
trabajar en profundidad, verticalmente, sea hacia arriba o hacia
abajo del espacio literario. Y esto, que as expresado parece una
metfora, expresa sin embargo lo esencial del mtodo. El tiempo
del cuento y el espacio del cuento tienen que estar como conde-
nados, sometidos a una alta presin espiritual y formal.
3. Un cuento es signicativo cuando quiebra sus propios lmites
con esa explosin de energa espiritual que ilumina bruscamen-
te algo que va mucho ms all de la pequea y a veces miserable
ancdota que cuenta. La idea de signicacin no puede tener sen-
tido si no la relacionamos con las de intensidad y de tensin, que
ya no se reeren solamente al tema sino al tratamiento literario de
ese tema, a la tcnica empleada para desarrollar el tema.
J C
La novela gana siempre por puntos;
el cuento, por k.o.
Hermenutica y recepcin de la
obra de arte literaria
Gloria Vergara
Ada Aurora Snchez
coordinadoras
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a interseccin texto-lector, o para decirlo en trmi-
nos de Hans Robert Jauss, la fusin de horizontes
que se presenta entre el texto y el lector a partir de una
lectura con intenciones estticas, acontece como una
revelacin en que ambas instancias han podido decirse
algo. El texto habla cuando el lector distingue sus sea-
les, sus indicios, su estructura preorientadora, y atien-
de su llamado. El texto apela a un otro, pero en actitud
comprometida, consciente de que en toda lectura se re-
construyen constantemente los horizontes desde donde
se parte y hasta donde se llega.
En este encuentro de voces, de miradas tericas, se
compilan seis trabajos que reexionan, en general, so-
bre la naturaleza de la obra de arte literaria, sus modos
de aprehensin, recepcin e interpretacin, as como de la
experiencia esttica del lector. En todos ellos se percibe
la conrmacin de una tesis que la teora de la recep-
cin y la neohermenutica han defendido: la obra de
arte literaria es ms que el texto y emerge en razn (y
gracias a) quien la recibe.
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