Blanning T
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Timothy C.W. Blanning (nacido en 1942) es actualmente profesor de Historia Moderna Europea en la Universidad de Cambridge y miembro de Sidney Sussex College. Su trabajo acadmico se centra en la historia de la Europa continental desde el siglo XVII hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial. Sus obras recientes incluyen Joseph II (1994), The French Revolutionay Wars 1787-1802 (1996) y The French Revolution: Class War or Culture Clash? (1997). Ha editado tambin The Oxford Illustrated History of Modern Europe (1996); as como (con David Cannadine) History and Biography: Essays in Honour of Derek Beales (1996) y (con Peter Wende)Reform in Great Britain and Germany 1750-1850 (1999). Se public su ltimo libro, The Romantic Revolution: A History, en 2011.
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Si ningn concepto o metfora puede resumir adecuadamente una poca que abarca un siglo,
el nico que da buena cuenta de todos los aspectos del siglo XVIII es el de expansin Ya sea la magnitud de los ejrcitos, los ndices de alfabetizacin, la intervencin estatal, el aumento de los imperios ultramarinos, la industrializacin o slo el nmero de europeos en el planeta, las cifras de 1800 son de manera apreciable ms elevadas que las de 1700. En este sentido, el siglo XVIII constituye la bisagra entre el viejo mundo y el nuevo, con lo cual el nivel de cambio en sus postrimeras no slo es tangible, sino que se perciba tambin como irreversible.
La adhesin a la primaca de la poltica exterior, por ejemplo, fijar la atencin en el hilo del conflicto internacional. En este mbito, se podra decir que el siglo XVIII empez en 1688 o 1689. Fue en 1688 cuando la Revolucin Gloriosa llev a Guillermo de Orange al trono ingls y empez la guerra de los Cien Aos con Francia, que finalizara en 1815 con la batalla de Waterloo. Fue en 1689 cuando el zar Pedro I lleg al poder y empez a conducir Rusia a ser el poder dominante de Europa oriental. Esto slo acabara 300 aos despus, en 1989. Estas dos luchas prolongadas e intermitentes tuvieron claramente un profundo impacto no slo en los estados directamente implicados, sino en todo el continente e incluso en el mundo. Los franceses y los britnicos lucharon en Amrica del Norte, en el Caribe, en frica, en la India y en alta mar. El grado de esfuerzo que esto conllevaba cre un Estado fiscal-militar en Gran Bretaa, pero finalmente puso a prueba hasta el lmite al absolutismo francs, sumergindolo en la crisis terminal de finales de la dcada de 1780. Aunque el resurgimiento triunfal del poder francs bajo la Revolucin y Napolen demostr ser breve, fue lo suficientemente fuerte como para cambiar el mapa de Europa de una manera tan radical que el viejo orden nunca pudo restaurarse completamente. En la otra parte del continente, los cambios no fueron de menor
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importancia. Pedro el Grande conquist los territorios del Imperio sueco en el Bltico y el dominio sobre Polonia hizo de Rusia una parte permanente de Europa por primera vez en la historia, un logro simbolizado en la creacin de la nueva capital llamada San Petersburgo. Ningn europeo suficientemente desafortunado como para ponerse en el camino de estos diferentes ejrcitos habra cado en el error de algunos historiadores que suponen que la poltica exterior se puede aislar de las otras formas de actividad humana. Su influencia no se limit a cometer asesinatos, violaciones o pillajes. La necesidad de aumentar los crecientes ejrcitos, y los incrementos de los impuestos para financiarlos, hizo que los estados se extendiesen para alcanzar tanto al rico en su castillo como al pobre en su pequeo hogar. Este giro adquisitivo en apoyo de la expansin territorial tambin gener polticas de extensin de la economa por medio de la maximizacin de los rendimientos de la agricultura, el comercio y la industria, a pesar de que no todos ellos alcanzaron el resultado deseado y muchos se acabaron agotando. Tampoco la religin y la cultura laica se salvaron de los efectos de la guerra. Los estados tambin se aprovecharon del prelado en su palacio y del pequeo cura en su vicara, porque los acres renovados de las iglesias ofrecan una tentacin demasiado grande para resistirla. La necesidad de representar el poder estatal inspir el patronazgo de numerosos artistas que trabajaban en cualquier medio. Peter Burke ha observado en su libro La fabricacin de Luis XIV, la poltica cultural fue la continuacin de la guerra y la diplomacia por otros medios. Pero la cultura del siglo XVIII fue, por supuesto, mucho ms que propaganda estatal. En Europa occidental, septentrional y central como mnimo, la capacidad de leer y escribir dej de estar reservada a una pequea elite y se convirti en una meta deseable y realizable para todos. Hacia 1800, los niveles de alfabetizacin entre los adultos superaban el 50% en muchos lugares. Fue este desarrollo lo que caus un cambio ssmico en la cultura europea. Si los complejos representacionales ejemplificados en Versalles no desaparecieron de la noche al da, los valores que representaban se encontraron con reto creciente. Para responder a las necesidades de los nuevos alfabetizados, una inundacin de novelas, publicaciones, panfletos y peridicos surgi de las imprentas. Dos caractersticas de lo que razonablemente se puede llamar revolucin cultural deben tenerse en cuenta. En primer lugar, la cultura pas a ser comercializada en forma paulatina. El acceso a la cultura no fue dirigido ya por los patrones reales, aristocrticos o clericales, sino que dependi solamente de la capacidad de pago del consumidor. Si bien la cultura como mercanca no fue la invencin del siglo XVIII, pero el nivel y el alcance de esta expansin constituy una lnea divisoria en la historia europea. En segundo lugar, el aumento del nmero de participantes activos cre un nuevo tipo de espacio cultural, la esfera pblica. Situada entre el mundo privado dela familia y el mundo oficial del Estado, la esfera pblica fue un foro en el cual los individuos que antes estaban aislados podan reunirse para intercambiar informacin, ideas y crticas. Ya fueran comunicndose entre ellos en un extenso radio por medio de la suscripcin a las mismas publicaciones, o reunindose en una caf, o en una de las asociaciones voluntarias, el pblico adquiri un peso colectivo mucho mayor que la suma de sus miembros individuales.
De la esfera pblica emergi un nuevo recurso de autoridad que ret a los creadores de opinin, ms bien dictadores de opinin, del antiguo rgimen: la opinin pblica. Habiendo afilados sus dientes criticando pinturas o novelas, el pblico se desplaz a la poltica. La periodizacin de esta transicin obviamente cambia a lo largo de Europa. Los primeros en este campo fueron Gran Bretaa y la Repblica de Holanda, ya que tenan en comn unos niveles relativamente altos de alfabetizacin y urbanizacin, y gozaban de un rgimen de censura relativamente liberal. No menos que la guerra, la influencia de la opinin pblica era ubicua. Hasta a menudo se la tuvo que tener en cuenta antes de que los estados decidiesen declarar la guerra. Incluso antes de que la Revolucin francesa institucionalizase la opinin pblica como un determinante de la poltica exterior, su influencia se hizo sentir. Los desarrollos que sustentaron la emergencia de la opinin pblica quizs fueron ms influyentes en la promocin del cambio econmico y social, ya que estimularon la movilidad que desestabilizaba la esttica sociedad estamental. De tal modo explica Sheilagh Ogilvie las sociedades limitaron las economas, as como la economa revolucion a la sociedad. Es decir, este cambio cultural tuvo importantes consecuencias econmicas. As fue para las relaciones de Europa con el resto del mundo. Por una parte, ayud a genera un imperialismo popular ms ambicioso que cualquiera visto hasta la fecha, por la otra, facilit que los colonos fuesen menos proclives a aceptar el control metropolitano. En otras palabras, por medio de la promocin de la alfabetizacin y, por consiguiente, la formacin de la opinin pblica como un recurso alternativo de legitimidad, los gobiernos autoritarios estaban cavando su propia tumba, tanto en el interior como en el exterior. Las fronteras estarn en constante estado de cambio, tal y como las relaciones de poder sufrieron altibajos. Esto apunt obviamente al mapa poltico del continente. En 1700 el segundo pas ms extenso de Europa, despus de Rusia, era Polonia; mientras que en 1800 haba dejado de existir, escindida por las reparticiones de 1772, 1793 y 1795. No haba nada que se pudiera evitar en su colapso. Las victorias militares y los golpes diplomticos que transformaron el mapa de Europa oriental fueron apoyados, y esto es sintomticos, por un desarrollo poltico de tipo estructural: la emergencia del Estado moderno, definido por Max Weber como aquel agente en la sociedad que tiene el monopolio de la violencia legtima. Tena una larga historia, que empezaba antes de la Reforma, en el curso del cual se formaron tres axiomas cruciales: 1. La poltica lleg a ser considerada un mbito diferenciado, independiente de la teologa 2. La autoridad suprema en cualquier sistema de gobierno no empez a ser vista como independiente de cualquier institucin internacional como el papado o el Sacro Imperio Romano. 3. La autoridad reclam tambin para s el monopolio de la legislacin y la lealtad dentro de sus fronteras. Las guerras civiles y religiosas de los siglos XVII y XVIII completaron la formacin de un concepto de soberana que podra haber sido ejercido por una institucin humana tal como el rey o un parlamento, pero que finalmente residi en una abstraccin: el Estado. Desde esta perspectiva, la capacidad para alcanzar el monopolio de la violencia legtima determin el xito poltico en la Europa del siglo XVIII. En un extremo estaba Polonia, donde la
dispersin de la autoridad fue tal que cada miembro del Parlamento poda vetar cualquier medida o incluso disolver la asamblea y anular su legislacin. La naturaleza electiva de la monarqua y el derecho legal a formar una confederacin estimul la intervencin exterior para promover los intereses extranjeros. No hay por qu sorprenderse de que los polacos encontraran tan difcil movilizar incluso una fraccin de sus recursos para defender su independencia y conseguir un papel activo en la poltica europea. Especialmente, debera aadirse, cuando se enfrentaban a polticas tan autocrticas como las de Rusia y Prusia, donde ninguno de los soberanos tena la obligacin de consultar nada a nadie. Sin embargo, Julian Swann ha demostrado que los absolutistas no eran nunca tan absolutistas en la prctica como decan ser en teora, pero en el pas de los ciegos el tuerto es rey. Haba ms de un modo de verlo. Un Estado dirigido por una sola persona era capaz de actuar ms rpidamente que uno gobernado por una Constitucin, pero no tena por qu se necesariamente capaz de actuar ms efectivamente. Esta fue la leccin aprendida por los holandeses en el siglo XVII cuando derrotaron a los espaoles y por los britnicos en el siglo XVIII cuando derrotaron a los franceses. La concentracin de la toma de decisiones no era suficiente. Sobre todo en una poca en que la comunicacin tanto fsica como simblica era difcil, la aclamada capacidad del sujeto corriente para poner impedimentos por medio de la simple inercia poda derrotar a la voluntad ms imperiosa. Slo la cooperacin voluntaria, especialmente de las elites sociales, poda traducir la autoridad en accin. Federico el Grande fue efectivo no tanto porque tomase decisiones por s mismo, sino porque el sistema que haba heredado, y el ejemplo que l puso de relieve, incentivaron a los nobles y a los burgueses a colaborar en la provisin de hombres y dinero para sus ejrcitos. Incluso el rgimen parlamentario desarrollado por los britnicos fue ms exitoso, aunque slo despus de un prolongado periodo de convulsin en el siglo anterior. Su combinacin de poder, riqueza y libertad elev a un pas demogrficamente de segunda fila al estatus de potencia mundial. Mientras la tierra se mova bajo sus pies, los gobernantes europeos necesitaban ser hbiles si queran mantener la balanza. Despus de un principio poco prometedor, los Borbones espaoles probablemente lograron su mayor oportunidad, consolidando su poder en el interior mientras expandan su imperio tanto en el Nuevo Mundo como en Italia. Sin embargo, sus ejrcitos no seran capaces nunca ms de dominar y devastar Europa occidental y central. Los mismo se podra decir de su antiguo enemigo y oponente polar, Suecia, que nunca se recuper tras su derrota en Poltava en 1709. Ms prolongada fue la decadencia de la Repblica Holandesa, que sucumbi gradualmente a la direccin britnica. La vctima ms eminente fue la dinasta de los Borbones en Francia, plida de anemia despus de su larga hemorragia a finales de la dcada de 1780. En ese tiempo las tres formas de legitimidad identificadas por Max Weber, la tradicional, la legal y la carismtica, se haban erosionado por una combinacin fatal de impotencia exterior y de despotismo en el interior. La otra vctima del siglo parece ser la cristiandad en general y la Iglesia catlica en particular. Desafiada por el racionalismo, marginada por la secularizacin y expropiada por los estados viejos y nuevos, tanto su ideologa como la institucin estaban claramente a la defensiva desde aproximadamente 1750. Derek Beales seala que hay ms razones para llamar al siglo XVIII el Siglo cristiano que la edad de la Razn. Fue un periodo marcado por una poderosa
revitalizacin religiosa, una gran popularidad de la literatura religiosa y una controversia ejemplar. Incluso las terribles heridas ocasionadas en 1789 fueron beneficiosas a largo plazo, ya que la Iglesia que emergi fue mucho ms populista, ms mundana y mejor equipada para sobre vivir en un mundo ms plural. Cuantitativamente, las annimas masas trabajadoras fueron las beneficiarias o las vctimas ms evidentes. El cambio econmico fue lento e intermitente: industrialmente hablando, cuando empez el ltimo cuarto de siglo, la mayor parte de Europa haba cambiado poco. A pesar del crecimiento de la poblacin, de la expansin agrcola y comercial y las mejoras en los transportes, la proto-industrializacin pudo convertirse en industrializacin slo cuando los gobiernos fuertes se aunaron con mercados poderosos para derribar el tradicional marco poltico y social. Aunque un buen nmero de paisajes industriales se desarroll ms ampliamente en el curso del siglo, slo en Inglaterra se dieron las condiciones necesarias para un salto cualitativo real. Dbil y poco uniforme, la expansin econmica no pudo absorber el creciente nmero de europeos. La inelasticidad de la produccin de alimentos hizo aumentar los precios, mientras la inelasticidad de la industria hizo bajar los salarios. El resultado fue el empobrecimiento de una extensa proporcin de la poblacin que no era autosuficiente. Un nuevo tipo de pobreza emergi, no tanto por los efectos de las hambrunas, las plagas o las guerras, sino por un estado permanente de falta de nutricin y subempleo. Se trataba de un crculo vicioso, ya que los desnutridos no fueron tan desgraciados como para ser incapaces de tener ms hijos que perpetuaban su miseria. Se encontraban tambin de manera creciente a merced de las fuerzas del mercado, a medida que el capitalismo erosionaba la tradicional estamental y sus valores. Esto constituy un proceso que fue ms intenso y ms rpido en el oeste y el centro de Europa. En el este, Prusia, Polonia Rusia y las provincias orientales de la monarqua de Habsburgo, la mayora de la poblacin rural estaba vinculada a la tierra y a sus seores como siervos. Legalmente, su posicin era muy inferir a las de sus homlogos en el este, pero materialmente podra haber estado mejor, gracias a la menor densidad de poblacin y a la mayor disponibilidad de tierras. Por supuesto, haba tambin aquellos que vean este mal como tonificante ms como enervante. Con el precio de la tierra triplicndose y el prestigio atribuido a los propietarios sin disminuir, los empresarios pudieron prosperar. Un grupo clave fueron los arrendatarios, a quienes se debe atribuir la mayora de las innovaciones agrcolas del periodo. Quizs el mejor situado para
aprovechar la mayora de las oportunidades del siglo era el aristcrata que posea extensas propiedades ricas en recursos minerales, atendidas por buenas comunicaciones, situadas en regiones que se industrializaban y, an ms importante, que estaba investido de las necesarias cualidades intelectuales y personales para convertirse en empresario. En un mundo ideal, se emparentara con una familia del mbito de las finanzas gubernamentales, la banca inversora y el comercio ultramarino, las otras vas rpidas de crecimiento. Necesitara una conciencia suficientemente robusta como para permitirse olvidar los servicios ofrecidos por los 7 millones de esclavos transportados desde frica al Caribe durante el siglo. Sera aconsejable tambin que
fuera ingls y, por tanto, inmune a las repentinas visitas de Nmesis2 en forma de guerra o revolucin, a las cuales sus colegas continentales eran tan propensos, especialmente despus de 1789.
Sea como sea la manera en que se defina el periodo, el alcance y la intensidad de los cambios descriptos son asombrosos.
En la mitologa griega, Nmesis (llamada Ramnusia, la diosa de Ramnonte en su santuario de esta ciudad) es la diosa de la justicia retributiva, la solidaridad, la venganza y la fortuna. Castigaba a los que no obedecan a aquellas personas con derecho a mandarlas y, sobre todo, a los hijos desobedientes a sus padres. Reciba los votos y juramentos secretos de su amor y vengaba a los amantes infelices o desgraciados por el perjurio o la infidelidad de su amante. Su equivalente romana, casi en todo, era Envidia, aunque en el lenguaje usual en espaol y otros idiomas romances, en el presente se usa la palabra Nmesis o nmesis con el significado de alguien que es artfice de una venganza en cuanto es la justicia retributiva.