Literatura Comparada - El Cantar de Mío Cid
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tomamos la Odisea en el primer sentido, entonces tenemos la idea del regreso, la idea de que vivimos en el destierro y nuestro verdadero hogar est en el pasado o en el cielo o en cualquier otra parte, que nunca estamos en casa. Pero evidentemente la vida de la marinera y el regreso tenan que ser convertidos en algo interesante. As que, poco l poco, se fueron aadiendo mltiples maravillas. y ya, cuando acudimos a Las mil una noches, encontramos que la versin rabe de la Odisea, los siete viajes de Simbad el marino, no son la historia de un regreso, sino un relato de aventuras; y creo que como tal lo leemos. Cuando leemos la Odisea, creo que lo que sentimos es el encanto, la magia del mar; lo que sentimos es lo que el navegante nos revela. Por ejemplo: no tiene nimo para el arpa, ni para la distribucin de anillos, ni para el goce de la mujer, ni para la grandeza del mundo. Slo busca las altas corrientes saladas. As tenemos las dos historias en una: podemos leerla como un retorno a casa y como un relato de aventuras, quiz el ms admirable que jams haya sido escrito o cantado. Pasemos ahora a un tercer poema que destaca muy por encima de los otros: los cuatro Evangelios. Los Evangelios tambin pueden ledos de dos maneras. El creyente los lee como la extraa historia de un hombre, de un dios, que expa los pecados de la humanidad. Un dios que se digna sufrir, morir, en la bitter cross (amarga cruz), como seala Shakespeare. Existe una interpretacin aun ms extraa, que encuentro en Langland. la idea de que Dios quera conocer en su totalidad el sufrimiento humano, que no le bastaba con conocerlo intelectualmente, tal como le era divinamente posible; quera sufrir como un hombre y con las limitaciones de un hombre. Pero quien (como muchos de nosotros) no es creyente puede leer la historia de otra manera. Podemos pensar en un hombre de genio, un hombre que se crea un dios y al final descubre que slo era Un hombre y que Dios su dios lo haba abandonado. Digamos que durante muchos siglos, estas tres historias la de Troya, la de Ulises, la de Jessle han bastado a la humanidad. La gente las ha contado y las ha vuelto a contar una y otra vez; les ha puesto msica, las ha pintado. Han sido contadas muchas veces, pero las historias perduran, sin lmites. Podramos pensar en alguien que, dentro de milo diez mil aos, una vez ms volviera a escribirlas. Pero, en el caso de los Evangelios, hay una diferencia: creo que la historia de Cristo no puede ser contada mejor. Ha sido contada muchas veces, pero creo que los pocos versculos en los que leemos, por ejemplo, cmo Satn tent a Cristo tienen ms fuerza que los cuatro libros del Paradise Regained. Uno intuye que Milton quiz ni sospechaba la clase de hombre que fue Cristo. Bien, tenemos estas historias y tenemos el hecho de que los hombres no necesitan demasiadas historias. Imagino que Chaucer jams pens en inventar una historia. No pienso que la gente fuera menos inventiva en aquellos das que hoy. Pienso que se contentaba con las nuevas variaciones que se aadan al relato, las sutiles variaciones que se aadan al relato. Esto, adems, facilitaba la tarea del poeta. Sus oyentes y lectores saban lo que iba a decir y podan apreciar las diferencias en su justa medida. Ahora bien, la pica y podemos considerar los Evangelios una especie de pica divina lo admite todo. Pero la poesa, como he dicho, ha sufrido una divisin; o, mejor, por un lado tenemos el poema lrico y la elega, y por otro tenemos la narracin de historias: tenemos la novela. Uno casi siente la tentacin de considerar la novela como una degeneracin de la pica, a pesar de escritores como Joseph Conrad o Herman Melville. Pues la novela recupera la dignidad de la pica. 2
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Si pensamos en la novela y la pica, nos vemos tentados a pensar que la principal diferencia estriba en la diferencia entre verso y prosa, entre cantar y exponer algo. Pero pienso que hay una diferencia mayor. La diferencia radica en el hecho de que lo importante para la pica es el hroe: un hombre que es un modelo para todos los hombres. Mientras, como Mencken seal, la esencia de la mayora de las novelas radica en el fracaso de un hombre, en la degeneracin de! personaje.
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Estructura externa
Los editores del texto, desde la edicin de Menndez Pidal de 1913, lo han dividido en tres cantares. Podra reflejar las tres sesiones en que el autor considera conveniente que el juglar recite la gesta. Parece confirmarlo as el texto al separar una parte de otra con las palabras: aqus conpiea la gesta de mio id el de Bivar (v. 1085), y otra ms adelante cuando dice: Las coplas deste cantar aqus van acabando (v. 2776). Primer cantar. Cantar del destierro (vv. 11084) El Cid ha sido desterrado de Castilla. Debe abandonar a su esposa e hijas, e inicia una campaa militar acompaado de sus fieles en tierras no cristianas, enviando un presente al rey tras cada victoria para conseguir el favor real.
Literatura Comparada: El Cantar de Mo Cid Segundo cantar. Cantar de las bodas (vv. 10852277)
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El Cid se dirige a Valencia, en poder de los moros, y logra conquistar la ciudad. Enva a su amigo y mano derecha lvar Fez a la corte de Castilla con nuevos regalos para el rey, pidindole que se le permita reunirse con su familia en Valencia. El rey accede a esta peticin, e incluso le perdona y levanta el castigo que pesaba sobre el Campeador y sus hombres. La fortuna del Cid hace que los infantes de Carrin pidan en matrimonio a doa Elvira y doa Sol. El rey pide al Campeador que acceda al matrimonio y l lo hace aunque no confa en ellos. Las bodas se celebran solemnemente. Tercer cantar. Cantar de la afrenta de Corpes (vv. 22783730) Los infantes de Carrin muestran pronto su cobarda, primero ante un len que se escapa y del que huyen despavoridos, despus en la lucha contra los rabes. Sintindose humillados, los infantes deciden vengarse. Para ello emprenden un viaje hacia Carrin con sus esposas y, al llegar al robledo de Corpes, las azotan y las abandonan dejndolas desfallecidas. El Cid ha sido deshonrado y pide justicia al rey. El juicio culmina con el riepto o duelo en el que los representantes de la causa del Cid vencen a los infantes. Estos quedan deshonrados y se anulan sus bodas. El poema termina con el proyecto de boda entre las hijas del Cid y los infantes deNavarra y Aragn.
Caractersticas y temas
El Cantar de Mio Cid se diferencia de la pica francesa en la ausencia de elementos sobrenaturales, la mesura con la que se conduce su hroe y la relativa verosimilitud de sus hazaas. El Cid que ofrece el Cantar constituye un modelo de mesura y equilibrio. As, cuando de un prototipo de hroe pico se esperara una inmediata venganza de sangre, en esta obra el hroe se toma su tiempo para reflexionar al recibir la mala noticia del maltrato de sus hijas (cuando ge lo dizen a mio Cid el Campeador, / una grand ora pens e comidi, vv. 2827-8) y busca su reparacin en un solemne proceso judicial; rechaza, adems, actuar precipitadamente en las batallas cuando las circunstancias lo desaconsejan. Por otro lado, el Cid mantiene buenas y amistosas relaciones con muchos musulmanes, como su aliado y vasallo Abengalbn, que refleja el estatus de mudjar (los moros de paz del Cantar) y la convivencia con la comunidad hispanorabe, de origen andalus, habitual en los valles del Jaln y Jiloca por donde transcurre buena parte del texto. Adems est muy presente la condicin de ascenso social mediante las armas que se produca en las tierras fronterizas con los dominios musulmanes, lo cual supone un argumento decisivo de que no pudo componerse en 1140, pues en esa poca no se daba ese espritu de frontera y el consiguiente ascenso social de los caballeros infanzones de las tierras de extremadura. El propio Cid, siendo solo un infanzn (esto es, un hidalgo de la categora social menos elevada, comparada con condes, potestades y ricos hombres, rango al que pertenecen los infantes de Carrin) logra sobreponerse a su humilde condicin social dentro de la nobleza, alcanzando por su esfuerzo prestigio y riquezas (honra) y finalmente un seoro hereditario (Valencia) y no en tenencia como vasallo real. Por tanto se puede decir que el verdadero tema es el ascenso de la honra del hroe, que al final es seor de vasallos y crea su propia Casa o linaje con solar en Valencia, comparable a los condes y ricos hombres. Ms an, el enlace de sus hijas con prncipes del reino de Navarra y del reino de Aragn, indica que su dignidad es casi real, pues el seoro de Valencia surge como una novedad en el panorama del siglo XIII y podra equipararse a los reinos cristianos, aunque, eso s, el Cid del poema nunca deja de reconocerse l mismo como vasallo del monarca castellano, si bien lata el ttulo de Emperador, tanto para los dos Alfonsos implicados como para lo que fue su origen en los reyes leoneses, 5
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De cualquier modo, el linaje del Cid emparenta con el de los reyes cristianos y, como dice el poema: Oy los reyes d'Espaa sos parientes son, / a todos alcana ondra por el que en buen ora naci. (Hoy los reyes de Espaa sus parientes son, / a todos les alcanza honra por el que en buena hora naci.), vv. 37243725,3 de modo que no slo su casa emparenta con reyes, sino que estos se ven ms honrados y gozan de mayor prestigio por ser descendientes del Cid. Respecto de otros cantares de gesta, en particular franceses, el Cantar presenta al hroe con rasgos humanos. As, el Cid es descabalgado o falla algunos golpes, sin que por ello pierda su talla heroica. De hecho, se trata de una estrategia narrativa, que al hacer ms dudosa la victoria, realza ms sus xitos. La verosimilitud se hace patente en la importancia que el poema da a la supervivencia de una mesnada desterrada. Como seala Alvar Fez en el verso 673 si con moros no lidiamos, nadie nos dar el pan. Los combatientes del Cid luchan para ganarse la subsistencia, por lo que el Cantar detalla por extenso las descripciones del botn y el reparto del mismo, que se hace conforme a las leyes de extremadura (es decir de zonas fronterizas entre cristianos y musulmanes) de fines del siglo XII.
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noticia del maltrato de sus hijas (cuando ge lo dizen a mio Cid el Campeador, / una grand ora pens e comidi, vv. 2827-8) y busca su reparacin en un solemne proceso judicial; rechaza, adems, actuar precipitadamente en las batallas cuando las circunstancias lo desaconsejan. Por otro lado, el Cid mantiene buenas y amistosas relaciones con muchos musulmanes, como su aliado y vasallo Abengalbn, que refleja el estatus de mudjar (los moros de paz del Cantar) y la convivencia con la comunidad hispanorabe, de origen andalus, habitual en los valles del Jaln y del Jiloca por donde transcurre buena parte del texto. La literaturizacin y desarrollo de detalles anecdticos ajenos a los hechos histricos tambin se da en las crnicas desde muy pronto. La Crnica najerense, todava en latn y compuesta hacia 1190, ya inclua junto a los materiales provenientes de la Historia Roderici otros ms fantasiosos relacionados con la actuacin de Rodrigo persiguiendo a Bellido Dolfos en el episodio legendario de la muerte del rey Sancho a traicin en el Cerco de Zamora, y que daran origen al no menos literario de la Jura de Santa Gadea. Unos aos ms tarde (hacia 1195) aparece el Linage de Rodric Daz en aragons, un texto genealgico y biogrfico que recoge tambin la persecucin y alanceamiento del Cid al regicida de la leyenda de Bellido Dolfos. Hasta el siglo XIV fue fabulada su vida en forma de epopeya, pero cada vez con ms atencin a su juventud, imaginada con mucha libertad creadora, como se puede observar en las tardas Mocedades de Rodrigo, en que se relata cmo en sus aos mozos se atreve a invadir Francia y a eclipsar las hazaas de las chansons de geste francesas. El ltimo cantar de gesta le dibujaba un carcter altivo muy del gusto de la poca, que contrasta con el personaje mesurado y prudente del Cantar de mio Cid. A partir del siglo XV se va perpetuando la versin popular del hroe asentada sobre todo en el ciclo cidiano del romancero. Su juventud y sus amores con Jimena fueron desarrollados en numerosos romances con el fin de introducir el tema sentimental en el relato completo de su leyenda. Del mismo modo, se aadieron en ellos ms episodios que le retrataban como un piadoso caballero cristiano, como el viaje a Santiago de Compostela o su caritativo comportamiento con un leproso, a quien, sin saber que es una prueba divina (pues es un ngel transformado en tullido), el Cid ofrece su comida y conforta. El personaje se va configurando, de ese modo, como perfecto amante y ejemplo de piedad cristiana. Todos estos pasajes formarn la base de las comedias del Siglo de Oro que tomaron al Cid como protagonista. Para dar unidad biogrfica a estas series de romances se elaboraron compilaciones que orgnicamente reconstruan la vida del hroe, entre las que sobresale la titulada Romancero e historia del Cid (Lisboa, 1605), reunida por Juan de Escobar y profusamente reeditada. En el siglo XVI, adems de continuar con la tradicin potica de elaborar romances artsticos, le fueron dedicadas varias obras teatrales de gran xito, generalmente inspiradas en el propio romancero. La ms importante expresin teatral basada en el Cid son las dos obras de Guilln de Castro Las mocedades del Cid y Las hazaas del Cid, escritas entre 1605 y 1615. Corneille se bas (por momentos al pie de la letra) en la obra del espaol para componer Le Cid (1636), un clsico del teatro francs. El siglo XVIII fue poco dado a recrear la figura cidiana. Los romnticos recogieron con entusiasmo la figura del Cid siguiendo el romancero y las comedias barrocas: ejemplos de la dramaturgia del siglo XIX son La jura de Santa Gadea, de Hartzenbusch y La leyenda del Cid, de Zorilla, una especie de extensa parfrasis de todo el romancero del Cid en aproximadamente diez mil versos. En el mbito teatral Eduardo Marquina lleva al modernismo este asunto con el estreno en 1908 de 7
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En el siglo XX se realizaron modernizaciones poticas del Cantar de mio Cid, como las debidas a Pedro Salinas, en verso, y Camilo Jos Cela.
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El Regeneracionismo
Ya hemos advertido que la decadencia del pas no se produjo slo en 1898. Era un fenmeno que se presenta desde aos atrs. Los regeneracionistas demandaban la necesidad de la reconstruccin interior de Espaa a travs de una reforma agraria efectiva, que contemplara una poltica de regados acorde con las necesidades, as como la importancia de que el pueblo fuera educado e instruido. Espaa no poda seguir viviendo cerrada sobre s misma, sino que era fundamental que se produjera una apertura verdadera a Europa. Los regeneracionistas pedan la europeizacin de Espaa como nica salida al atraso imperante. As, el lema de este movimiento ideolgico no literario es bastante demostrativo de estos anhelos: despensa y escuela. Uno de los principales representantes del Regeneracionismo fue Macas Picavea (1874-1899), quien se preguntaba: Posee Espaa, la patria amada, alientos para seguir viviendo entre los pueblos vivos de la historia, (...) hemos tocado en la vspera de su desaparicin como nacin independiente?. El principal representante de este movimiento fue Joaqun Costa (1844-1911), cuyas apreciaciones produjeron una gran impresin e influencia en los escritores ms jvenes, entre ellos Unamuno, Azorn y Ortega y Gasset. Joaqun Costa, en Colectivismo agrario en Espaa (1898) analiz las reformas que seran necesarias en el campo para conseguir que el sector agrario fuera rentable y productivo. En 1899, con el fin de regenerar la riqueza agrcola nacional, fund la Liga de Contribuyentes de Ribagorza, que le dio a conocer en toda Espaa. En Oligarqua y caciquismo (1901) analiz el problema de los abusos e imposiciones que los caciques ejercan sobre el campesinado. Posteriormente fue diputado republicano y alcanz una extraordinaria popularidad. Adems del Regeneracionismo, aunque estrechamente vinculado a ste, no podemos dejar de hablar de la Institucin Libre de Enseanza (I.L.E.), fundada en 1876 por Francisco Giner de los Ros (1840-1915) en un intento por renovar la enseanza en Espaa. Opinaba que reformar el pas a travs de medidas polticas era absurdo, pues el pueblo era analfabeto, con lo que haba que intentar que alcanzase un nivel aceptable de educacin como condicin necesaria antes de pensar en tomar otro tipo de medidas. Giner de los Ros quera apartarse de la enseanza oficial, insuficiente y dogmtica, y de la enseanza religiosa, clasista y reservada a unos pocos.
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Po Baroja (1872-1956), Jos Martnez Ruiz Azorn(1873-1967), Ramiro de Maeztu(1874-1936), Antonio Machado (1875-1939) y Ramn Mara del Valle-Incln (1866-1936). Observamos que entre la fecha de nacimiento del mayor de ellos Unamuno y del menor Antonio Machado no hay ms que once aos, con lo que pueden ser considerados coetneos. Deben tener una formacin intelectual semejante: todos estos autores recibieron las mismas influencias, as como unas preocupaciones comunes. El liberalismo era comn a la mayora de ellos; todos mostraron inters en mayor o menor medida por el Desastre del 98 y la situacin subsiguiente; realizaron publicaciones conjuntas, como el Manifiesto (conocido como Manifiesto de los Tres) elaborado en 1901 por Azorn, Baroja y Maeztu, apoyados por Unamuno, en el que denuncian la desorientacin de la poblacin espaola, especialmente de la juventud, con tintes regeneracionistas. Debe darse un hecho generacional que los aglutine: sin duda, el Desastre del 98 es ese hecho en torno al cual se renen estos autores al menos desde un punto de vista temtico e ideolgico. Presupuestos estticos, lenguaje y estilo comunes y opuestos a los de la generacin anterior: los del 98 se rebelan contra la prosa inflada y grandilocuente de finales del siglo XIX y responden con unas obras claras y luminosas donde la lengua se estructura en prrafos cortos formados, en su mayora, por oraciones simples, de manera que la comprensin del mensaje se facilita bastante. Existencia de un jefe o gua espiritual: Miguel de unamuno: es la figura que podemos considerar gua de este grupo. La decadencia de Espaa culmina con el Desastre mencionado, y esto motiva que los autores del 98 analicen la conciencia nacional, el problema de Espaa: las causas de sus males, las posibles soluciones, el pasado, el futuro, etc. Estos escritores toman una actitud bastante peculiar ante el problema: buscan el conocimiento de Espaa viajando por ella, describiendo los campos, las ciudades, los viejos monumentos, para intentar recrear literariamente la historia del pas. Con esto, podemos decir que no se conforman con un acercamiento sin ms al paisaje: es un acercamiento esttico, bello, claro. Castilla ser el eje del paisaje, como representante de la esencia espaola, de la decadencia. Todos estos autores provienen de la periferia Unamuno, Maeztu y Baroja eran vascos, Azorn alicantino, Machado y Ganivet andaluces y Valle-Incln gallego y coinciden en Madrid. Desde aqu descubrirn los viejos pueblos castellanos, silenciosos y casi muertos, los paisajes, la historia de nuestro pas, los monumentos, los recuerdos. Su amor a Espaa les llev a analizar las causas de tanto declive a travs de tres temas fundamentales: El paisaje: viajaron por Espaa y la describieron, especialmente Castilla, como una re-creacin del paisaje. Haba que empezar de cero, y esto no era otra cosa que mirar con ojos nuevos lo que les rodeaba. Castilla simbolizaba a toda Espaa. La historia: no se interesan por la Historia con mayscula, es decir, la de los grandes hombres y las grandes batallas, sino por la historia del pueblo, de las personas que trabajan da a da, la de los hechos cotidianos, la del trabajo, la de las costumbres, la de 10
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los millones de hombres sin historia, calificada por Unamuno como intrahistoria. La literatura: las fuentes literarias que influyen estn muy claras, ya que son un referente histrico y literario. Los autores del 98 se interesan por los clsicos de nuestra literatura, como el Poema de Mo Cid, Gonzalo de Berceo, el Arcipreste de Hita, Jorge Manrique, Fray Luis de Len, Cervantes, Gngora... Estos autores evolucionan desde el compromiso social y poltico de su juventud hasta la evasin por medio de la literatura a medida que van envejeciendo. Azorn posea de joven una ideologa anarquista radica para, posteriormente, evolucionar a posturas conservadoras; Baroja se mostraba contrario a todo era anticlerical, antimilitarista, anticristiano, antijesuita, antimasn, antisocialista y anticomunista; Unamuno estaba afiliado al partido socialista; Maeztu se consideraba anarco-socialista. Todos asistan a las mismas tertulias o a los mismos actos como elemento ideolgico comn: realizaron una visita en comn a la tumba de Mariano Jos de Larra (considerado por algunos como un precedente de la Generacin), fueron de excursin a Toledo en 1902, asistieron al estreno de Electra de Galds. Antonio Machado y Valle-Incln, mencionados en el captulo anterior, fueron ms bien modernistas en su juventud (Valle-Incln, adems, simpatizaba con el carlismo tradicionalista) y poco a poco fueron evolucionando hacia compromisos de tipo progresista en su madurez. Entre los autores del 98 predomina el uso de la prosa para expresarse. La mayora de las obras ms importantes son novelas o ensayos. Tres autores podemos destacar como poetas: Antonio Machado, Valle-Incln y Unamuno. Tanto Valle como Unamuno, a pesar de escribir algunas obras de poesa, cultivan fundamentalmente la novela o el ensayo, en el caso del bilbano, o la novela y el teatro en el caso del gallego. Por su parte, Machado es el poeta de la Generacin. Aunque tenga escritos en prosa ms o menos apreciables, destaca fundamentalmente por su obra potica. Baroja ser el gran novelista del 98, entregado por entero a esta labor. El estilo es muy personal en lo que se refiere a los autores de los que estamos tratando. Aun as, podemos citar algunas caractersticas coincidentes: Reaccionan contra la retrica, el prosasmo y la grandilocuencia de la literatura anterior. Se convierten en autnticos renovadores del panorama literario de principios de siglo. El estilo es sobrio y directo. Importa el contenido e intentan que ste llegue al lector de la manera ms clara posible. Cuidan la forma de su prosa, son exigentes y reaccionan contra las imprecisiones o los contenidos confusos. Recogen palabras que estn en desuso y las incluyen en sus escritos. Las ven como una muestra del pasado que hay que conservar. Visin subjetiva (emotiva o intelectual), entonacin lrica y sentimental. Al igual que los autores romnticos (Bcquer), asocian el paisaje al estado de nimo, de ah que el
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Literatura Comparada: El Cantar de Mo Cid smbolo de la decadencia espaola sea la yerma meseta castellana.
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Los temas principales de los autores de esta generacin, adems de los relacionados con la regeneracin del pas y el problema de Espaa, ya analizados, sern dos: La vida y la muerte, el sentido de la vida, el paso del tiempo. Estas preocupaciones existenciales estarn representadas fundamentalmente por Unamuno, aunque los dems autores tambin dan muestras de ellas en su obra, como veremos. La religin. No hay unanimidad entre ellos en cuanto a este tema: desde los catlicos fervorosos como Azorn y Maeztu hasta los agnsticos como Baroja, pasando por los dubitativos, como Unamuno, vemos representadas en la Generacin del 98 posturas muy diversas en relacin con la religin.
Literatura Comparada: El Cantar de Mo Cid En nuestro mal oh Cid! No ganis nada. Calla la nia y llora sin gemido... Un sollozo infantil cruza la escuadra de feroces guerreros, y una voz inflexible grita: En marcha! El ciego sol, la sed y la fatiga. Por la terrible estepa castellana, al destierro, con doce de los suyos -polvo, sudor y hierro-, el Cid cabalga. MANUEL MACHADO, Castilla. En Alma. Apoyo lxico
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Peto. Armadura del pecho. Espaldar. Parte de la coraza que sirve para cubrir y defender la espalda. Pica. Especie de lanza larga, compuesta de un asta con hierro pequeo y agudo en el extremo superior. Cuento. Pieza de metal colocada en el extremo opuesto al puo de la pica. Nimbar. Rodear de aureola una figura. Comentario explicativo del texto Apoyndose en un episodio relatado en el "Poema del Cid", Manuel Machado ensalza la dimensin humana de Rodrigo Daz de Vivar. El rey Alfonso VI ha prohibido a sus vasallos que auxilien al Cid en su camino hacia el destierro. Agobiados por el calor y exhaustos por el cansancio, los guerreros piden alojamiento en un mesn; pero ante el recordatorio que una inocente nia hace al Cid del castigo que aguarda a quienes le ofrezcan posada y comida (El rey nos dar muerte, / arruinar la casa / y sembrar de sal / el pobre campo / que mi padre trabaja...) y la splica angustiosa de que se vaya (Idos. El Cielo os colme de venturas... / En nuestro mal oh Cid! no ganis nada.), el Cid ordena a los suyos proseguir la marcha a travs de la rida meseta castellana. La reciedumbre fsica y moral de un Cid que cabalga sin tregua hacia el destierro, insensible a los rigores atmosfricos, pero profundamente humano, destaca en un ambiente que slo ofrece aridez, desolacin y fatigas. Manuel Machado realza imaginativamente las notas del paisaje acumulando verbos que ponen de manifiesto la potencia calrica del sol, que se estrella / en las duras aristas de las armas, (versos 1 y 2), llaga de luz los petos y espaldares (verso 3), y flamea en las puntas de las lanzas. (verso 4). El ardor del ambiente se proyecta, as, sobre la hueste del Cid, abrasada por un sol implacable; y reaparece en el verso 12, que cierra la tercera estrofa en conciso quiasmo: Quema el sol, el aire abrasa! Y a la impresin de luminosidad subrayada por estos versos, se suma la eficacia de una adjetivacin que insiste en la dureza del ambiente: ciego sol (versos 1, 5, 31), terrible estepa castellana (verso 6). Precisamente la adjetivacin le sirve a Manuel Machado para caracterizar a los personajes: la fragilidad y delicadeza de la nia (voz pura, de plata / y de cristal versos 14, 15-, muy dbil y 13
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muy blanca, verso 16-, toda / ojos azules; versos 17, 18-, oro plido (...) / su carita curiosa y asustada. versos 19, 20-) contrasta con la rudeza de la hueste del Cid, escuadra / de feroces guerreros, versos 28, 29-, que pide alojamiento en un mesn cerrado a piedra y lodo... verso 9-, dando en el postigo terribles golpes, / de eco ronco, versos 13, 14- con el pomo de la espada y el cuento de las picas; pero que es sensible al sollozo infantil verso 28- de esa nia que llora sin gemido... verso 27-, cuando les deniega el auxilio solicitado por temor a las represalias del rey. Y en medio del embate del sol abrasador El ciego sol, la sed y la fatiga. verso 31-, la voz inflexible del Cid verso 30-, que ordena a los suyos proseguir la marcha hacia tierra de moros. Son varios los encabalgamientos que figuran en el texto al no coincidir las unidades sintcticas con las unidades rtmicas, lo que supone, por tanto, la supresin de la pausa obligada a final de verso-; encabalgamientos que se producen, precisamente, en los momentos de mayor tensin dramtica, y que confieren a la tercera estrofa combinacin de versos heptaslabos y endecaslabos- un ritmo muy dinmico: A los terribles golpes, / de eco ronco, una voz pura, de plata / y de cristal (responde... Hay un nia / muy dbil y muy blanca, (en el umbral. Es toda / ojos azules; y en los ojos, (lgrimas. (Versos 13-18) El resto del poema en el que predomina la descripcin, excluido el aparente dilogo entre la nia y el Cid versos 21 a 26-, es de ritmo ms lento, coincidiendo las unidades sintcticas con las rtmicas, a base de estrofas de cuatro versos endecaslabos, excepto el 1 y el 29, que son heptaslabos. Con las muchas aliteraciones repartidas a lo largo de poema se obtienen sorprendentes efectos expresivos. La acumulacin de vibrantes, por ejemplo, realza el poder abrasador del sol, cuyos efectos sed, sudor, fatiga- aquejan al cortejo del Cid en su marcha por la rida meseta castellana: El ciego sol, la sed y la fatiga. Por la terrible estepa castellana, al destierro, con doce de los suyos, -polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga. (Versos 4 a 7 y 31 a 34). La aliteracin de la /p/ en la tercera estrofa y, nuevamente, de la vibrante mltiple /rr/, tambin al comienzo de la cuarta aliteraciones que suelen coincidir en slaba tnica, y de ah su importancia rtmica-, intensifican, igualmente, la violencia con que la hueste del Cid golpea con sus armas el postigo del mesn en el que busca refugio:
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Literatura Comparada: El Cantar de Mo Cid Cerrado est el mesn a piedra y lodo... Nadie responde... Al pomo de la espada y al cuento de las picas el postigo va a ceder... Quema el sol, el aire abrasa! (Versos 9 a 12). A los terribles golpes, de eco ronco, (...)
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(Versos 13-14, en los que se reitera, adems, la slaba co a final de palabra: eco ronco). Y, frente a la dureza de vibrantes y velares, la aliteracin de la /l/ ayuda a sugerir la delicadeza y fragilidad de la nia, que no puede ofrecer al desterrado posada ni comida: (...) una voz pura, de plata y de cristal, responde... Hay un nia muy dbil y muy blanca en el umbral. Es toda ojos azules; y en los ojos, lgrimas. (Versos 14 a 18) Y todava podran rastrearse ms aliteraciones, aunque menos relevantes; as, de laterales en la primera estrofa y en los versos iniciales de la sexta; de silbantes en el verso 23...; aliteraciones que refuerzan la sonoridad de una poesa que nunca llega a alcanzar las estridencias de la de Rubn Daro. Y aunque Manuel Machado es poeta modernista medio gitano y medio parisin, se califica a s mismo; y es que su poesa incorpora las audacias y renovaciones tcnicas de los poetas franceses contemporneos al tratamiento aristocrtico de los temas andaluces-, en este poema incluido en "Alma", su primer libro- evoca, excepcionalmente, lo esencial del espritu castellano como es propio de los escritores de su tiempo- que encarna la figura del Cid Campeador.
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