EL PAYASO EN LA ACADEMIA (Corregido)
EL PAYASO EN LA ACADEMIA (Corregido)
EL PAYASO EN LA ACADEMIA (Corregido)
2
LAS FIESTA DE LOCOS. Harvey Cox. Taurus Ediciones, S.A., Madrid, 1983.
3
Misterio bufo. Fo, Dario, Ediciones Siruela, S.A.,1ª. ed., 3ª. imp. (03/1998)
Como el bufón, Cristo desafía la costumbre y se burla de las testas coronadas. Como el
payaso en el desfile circense satiriza la autoridad existente haciendo su entrada con
aparato “real” en la ciudad…montado en un asno… Como juglar frecuenta convites y
convierte el agua en vino. Al final sus enemigos lo invisten con una burlesca caricatura
real. Es crucificado entre burlas e insultos y con un INRI sobre su cabeza que satiriza
sus ridículas pretensiones.
El símbolo de Cristo como payaso se cierne sobre la primera época de la
historia del cristianismo. Sin embargo no podía persistir cuando la visión que la Iglesia
tuvo de sí misma cambió de lo ridículo a lo sublime. ¿Qué lugar queda a la caricatura
cuando se toman en serio las vestiduras regias de la Iglesia, y cuando su corona y su
cetro están hechos de oro auténtico en lugar de ser de espinas y caña? Una Iglesia que
efectivamente detenta el poder y reina, tiene poca capacidad para la auto-caricatura y la
ironía. Juan Crisóstomo, patriarca de Constantinopla, aventuró una afirmación que sería
capital en el pensamiento medieval: Cristo nunca había reído. Combatiendo a los
arrianos, les reprochó el haber introducido en el oficio religioso elementos de los
mimos: canto, gesticulación y risa. Agustín, obispo de Hipona, hizo una censura que
repetirán todos los moralistas medievales: apoyar a los histriones equivale a sacrificar al
demonio. La autoridad de la Iglesia consideró necesario excluir en mayor o menor grado
las formas de irreverencia vinculadas al humor. Se estaba construyendo la seriedad que
debió infundir el temor y la intimidación que dominaron en la Edad Media. Cristo como
payaso desapareció…oficialmente. El espíritu de carnaval persistió en las
representaciones callejeras medievales de tipo satírico y en las moralities y en el risus
phascallis; aunque la jerarquía la prohibió. Solo ahora, en nuestra secularizada era post-
cristiana, puede surgir de nuevo una iglesia débil e incluso desfasada con los tiempos,
así tal vez se puede nuevamente valorar al Cristo arlequinesco. Su pathos, su debilidad,
su ironía, empiezan de nuevo a cobrar un extraño sentido.
Pero ¿por qué un Cristo Payaso en un siglo de tensiones y terror? Podemos
burlarnos de sus torpes desdichas, porque no nos ocurren a nosotros. El payaso se ve
continuamente derrotado, engañado, humillado y mistificado. Es infinitamente
vulnerable, pero nunca queda totalmente vencido. Estos antecedentes divinos de nuestro
personaje, situados en el centro de la cultura cristiana occidental, ameritan al menos
prestarle alguna atención en la academia de teatro.
Pobre cristo, pobre payaso. El mito del pobre clown une tragedia y comedia.
Los viejos clowns de la película de Fellini (I Clowns, 1970) sacados de los hospitales,
sepultados en sus casas como en los cementerios, el gran Footit convertido en tabernero
del barrio L’Etoile alcohólico y desesperado. James Gouyon, encontrado por Grock
como mendigo en la puerta de Liverpool. El enfermo melancólico al que se le ofrece
como remedio ir al teatro a ver a Garrick y responde: Yo soy Garrick, doctor,
acrecientan esta mistificación.
En la pintura este mito alcanza la magnifica unión entre la risa y las
lágrimas: Clown a Cheval de Marc Chagall (1927); Le clown a Cheval de Picasso
(1904); Le cirque de George Seraut (1891); Le clown et la tireuse de cartes de Gustave
Doré (1881). También la pintura de entreguerras de Max Beckmann, Carnaval (1920);
y la santa faz del payaso que queda estampada como en el paño de Verónica, sobre las
telas de Paul Klee o de Rouault, Footit et le caniche o Le Clownesse assise, pintura en
la que Toulousse Lautrec, (aristócrata de nacimiento y monstruo corpóreo), instala una
poética baudeleriana de la degradación y del fracaso.
La pintura agrega complejidad al mito. Mucho después que Juan Crisóstomo
y los padres de la Iglesia y mucho antes que Beckett y Umberto Eco, Baudelaire
advierte que el sabio por excelencia, Cristo, quién ha conocido la cólera y las lágrimas,
no ha reído jamás. Lo cómico, declara, es un elemento condenable. Uno de los signos
más claramente satánicos de la locura del hombre. Aunque esta no es la risa rabelesiana
ni carnavalesca sino satánica, es profundamente humana, nos dice Baudelaire. En su
visión cargada de ambigüedad poética, el clown se convierte en la metáfora del artista a
la búsqueda de un ideal inaccesible: la belleza pura. En un soneto de Las Flores del mal,
“La muerte de los artistas”, el poeta se compara a un bufón que repite el mismo gesto
ridículo y vano de una imagen soñada. Aquí el clown no es solo el símbolo del artista es
su doble irrisorio. Su pobreza de espíritu es su riqueza cómica.
Esta paradoja estará presente una y otra vez en la figura del payaso. La
criatura que se entrega con mayor inocencia y fe precisamente y gracias a ello no se deja
entrampar en la fe, sea ésta sentida de corazón o impuesta, dogmática o supersticiosa.
En la simpleza esta la sabiduría. No le teme a la doctrina, no le teme a las “premáticas”
académicas y por eso se adentra en el peligro que obnubila. Y desde las tinieblas es
capaz de discernir y conocer el reverso de la moneda que nos están vendiendo.
El payaso en la Academia puede expresar sus dudas, su desilusión, su
fascinación, su esperanza irónica su relación con cualquier fe o cuerpo doctrinal, en una
especie de juego consciente y de cómico equívoco. El joven Cristo ante el sanedrín.
Apollinaire y Max Jacob, Roualt y Klee, los poetas y los pintores modernos han
sugerido claramente el parentesco del clown con Cristo y con el ángel. No el Cristo
majestuoso de los tímpanos catedralicios ni de los ángeles que hacen morder el polvo a
los dragones furiosos, sino un clown “que ríe de su impotencia para liberar la Santa Faz,
de la mueca innoble de la ebriedad, y liberar las alas del ángel aprisionadas en su joroba
de Polichinela”4 . Cristo como payaso significa nuestra lúdica valoración del pasado y
nuestra cómica negativa a aceptar el espectro de la inevitabilidad del futuro. Es la
encarnación de la festividad y de la fantasía.
Clown blanco:
Señoras y señores. Vuela por la hostería una dolorosa noticia: el Sr. Augusto conocido
como payaso ha partido, ha volado de este mundo, ha muerto. Y sus pocos amigos y sus
muchos acreedores lloraban sus doscientas veinte facturas prematuramente
desaparecidas. No se podría decir que era bello. No se podría decir que era inteligente.
No se podía decir nada sobre el. Porque a la mas pequeña observación, replicaba
lanzando una lluvia de escupitajos sobre el comentario. En esta triste ocasión yo
debería hacer un discurso lleno de alabanzas. De modo de dejar un buen recuerdo de
él. Mis queridos amigos mi empresa es desesperada. ¿Cómo hago para hacerlo pasar
bien a mejor vida? Es imposible encontrar un solo episodio en toda su exagerada y
desgraciada existencia. Siempre fue un bueno para nada, un perezoso, borracho, rey
del sablazo, un majadero, infiel, desleal con los amigos. Tormento del patrón de la casa
y eterno deudor de la luz. Lloremos queridos hermanos la dolorosa noticia que él ha
muerto ahora, en lugar de morir entre las manos impertinentes de la matrona que lo
trajo a la vida.Él ha dedicado su larga existencia ha dar y recibir cachetadas y sopapos
en la cara, a freír omeletes sobre el melón de su cabeza y a sacar espuma y pompas de
jabón de su boca. Tocaba el trombón con los pies y bailaba el tango con las orejas.
4
La Planète des clowns. Alfred Simon La manufacture, 1988 ... Editorial Lumen
Hacia reír a los niños de los otros y llorar a los suyos propios. Yo en mi calidad de
clown blanco y su fraterno enemigo, he tratado de impartirle una educación civilizada,
a base de palos en la cabeza, pisotones en los pies y collejas en la nuca. Pero el
Augusto payaso rebelde a todo consejo ha continuado su torpe carrera de grotesco
borracho. Continuando impertérrito bajo una lluvia de huevos podridos. Y resbalones
sobre el barro para terminar sofocado por un huevo de avestruz que le ha entrado por
las narices, y le ha bloqueado la cabeza, alojándose en la cuarta cavidad carótida
faríngea izquierda, provocando el deceso fatal, de tal modo que el alma se ha
escapado por el agujero de la oreja derecha. El ya no está más. Por fortuna quedo yo.
Llorar hermanos si así lo quieren. Por mi parte ya he llorado demasiado, cuando lo
tenía que soportar a mi lado en la pista del circo. Que así sea.
EL PAYASO Y LA RISA
“En un papiro del siglo III después de Cristo, conservado en Leyden, se lee
que de la risa de la divinidad primordial nacen los demás dioses: Dios rió y nacieron los
siete dioses que gobiernan el mundo (…). A la primera carcajada, apareció la luz (…).
Se echo a reír por segunda vez: aparecieron por todas partes las aguas (…). A la tercera
carcajada apareció Hermes (…). A la quinta, el Destino, a la séptima psique”5. La
misma historia aparece también en El Nombre de la Rosa de Umberto Eco.
La risa acompaña y sacude, suscita y resucita la vida del mundo. La risa,
junto al humor y la alegría, remite al origen eufórico de la vida. Se contradice con la
seriedad inherente a toda enajenación mental o corporal del eros y de la fiesta, por la
guerra o la discordia, la razón o el trabajo inhumanos. Introduce una disputa persistente
contra la profanación del mundo llevada a cabo por estos rasgos alienantes y violentos.
Constituye un llamado libertario al carácter sagrado de la vida y la salud como algo
anterior a toda otra trascendentalización del mundo.
Afrodita, la diosa del amor, el mar y la sonrisa, representó el principio
húmedo y líquido, causa de toda generación, y de fecundidad femenina. Su corte la
integraban las risas, dioses que presidían la jovialidad, o también Riso, el dios de la
Alegría, cuya estatua se colocaba siempre cerca de la de Venus-Afrodita, con las
Gracias y los Amores. La popularidad de su culto le puso el apelativo de “pandemos”,
diosa de todos los pueblos.
5
JACOBELLI, Opus cit. 1991, p. 81
La risa es un signo elemental e inequívoco de lo sagrado de la vida ante el
mundo del trabajo, la discordia o la racionalidad profanas ¿Por qué razón con la
revolución industrial se valora una virtud como la ambición, el trabajo y la competencia
por sobre lo lúdico y festivo? Se acaba así la Fiesta de los Locos y el Carnaval. Es
verdad que la televisión, el cine y el play boy despiertan nuestra fantasía, pero nos
conectan y aprisionan en una imaginación dirigida y domesticada hecha de sustitutos,
esencialmente perversa, una imaginación que no nos conecta con la historia cósmica,
con los acontecimientos memorables de la aventura espiritual del hombre. Son fantasías
cautelosas, extravagantes y secretas. Son fantasías políticamente impotentes, incapaces
de producir el cambio social. Y sin la esperanza de cambiar el mundo el hombre
extravía el sentido de su existencia. Envejece y muere. En esta edad se ha establecido
una barrera entre la política y la imaginación.
EL PAYASO EN LA ACADEMIA
Si es cierto que Academia (Ἄχαδημία) viene de Academos, el héroe
ateniense que le reveló a los dioscuros delatando a Teseo el escondite donde tenía a la
raptada Helena en Afidna, y si como cuenta la historia, Platón funda con su corriente de
seguidores la Academia en los jardines que rodeaban la tumba de Academos; veremos
que este templo de los intelectuales fundado en el siglo IV A.c. alrededor de la tumba
del héroe delator contenía ya desde el inicio el soplo mortífero de todo mausoleo. Y así
encaja la Academia como metáfora del estado, en “Las leyes” – obra de un Platón ya
viejo y desilusionado – que propone una ciudad encerrada en sí misma y autosuficiente,
sin comercio ni viajes al exterior, dominada por una aristocracia agraria, sin industria,
regida por un Consejo Nocturno y un estricto sistema de vigilancia con delación
obligatoria. Todo, hasta los juegos de los niños, está rígidamente legislado para impedir
que se introduzca la más mínima variación. Se trata de un Estado que pretende escapar
al tiempo y al devenir.
Donde dice estado léase academia. Una sociedad de estatuas, de colosos,
kolosoi, que significa: el espacio, tiempo y materia que ocupan los muertos en el mundo
de los vivos. ¿Se estudió en la Academia los misterios de Eleusis? El misterio esta
siempre ligado a toda autoridad y poder y desde luego al saber de la Academia. Si para
todo hubiera una respuesta la Academia no existiría. Como el rey necesita del bufón así
la Academia necesita de los payasos para equilibrar su impertérrita seriedad. ¿Por qué?
En el mundo indígena de los payasos sagrados hay una pregunta que no puede ser
formulada. La pregunta es “¿por qué?”. Una criatura occidental se sentiría morir de
frustración ante tamaño interdicto. Todo niño indígena, al menos entre los Hopi y Zuni
de América del Norte, sabe que esa pregunta se la debe guardar para sí, si pretende
aprender algo. Los misterios no tienen una respuesta directa y corresponde elucidarlos
por cuenta propia. Una única categoría de seres tiene derecho a formular la pregunta
prohibida en alta voz. E insistir y molestar con la pregunta como si tuvieran muy
occidentales cinco años. Son los payasos sagrados: los más desaforados, y bromistas, y
sarcásticos y alevosos e irreverentes y sobre todo los más sagrados de todos los
representantes de los espíritus. Ellos vienen entre esas estatuas en movimiento que son
las máscaras kashina e interpelan a los vivos desde la frontera de la muerte.
POR QUE LOS PAYASOS SAGRADOS
Me encontraba en la pre-cordillera chilena, cerca de un pueblo llamado
Pirque, en medio de un Nguillatún (rogativa para pedir lluvia) con una machi (shamana
del pueblo mapuche) rezando con los pies y tomando mudai, una bebida alcohólica a
base de maíz fermentado, cuando pasó entre las filas un divertido personaje montado en
un caballito de madera, con una máscara hecha de corteza y bigotes de crin de caballo,
me quitó el sombrero con la fusta y se lo colgó misteriosamente de una protuberancia
que le salía de entre las piernas, causando la risa de los danzantes, era un payaso
sagrado: El Koyón.
Poca gracia me causo a mí, ver asociado mi sombrero con una bacinilla, no
tanto por la metáfora, sino porque suponía que la rogativa era seria y ese lugar era
sagrado. Lo era sin duda, aunque en ese momento yo no lo pudiera comprender. Los
payasos tienen por función principal con sus bromas procaces y abyecciones,
desacralizar lo sagrado volviéndolo aún más sacro. Se me fustigaba por estar en el ritual
con sombrero y este iba a cubrir la calva del miembro menos indicado para atraer la
lluvia. Por lo menos esta era mi creencia. No lo creía así el coro de danzantes que
estalló en carcajadas a pesar de mi poca fe. Pude disimular unas lágrimas de indignación
porque en esos momentos se largo a llover produciéndose un jolgorio generalizado.
Poco tiempo después aprendí a integrar, aún los momentos más penosos de
la existencia, a través de la ironía y las paradojas y empecé a pensar el oficio del actor
como el destructor de ilusiones y constructor del mundo al revés, no el intérprete de tal
o cual texto o convención teatral sino un sujeto en proceso, un carnaval, una polifonía
sin reconciliación posible, una revuelta permanente: era la vía del clown. La palabra que
viene de clod, clot y que connota una entidad inacabada o incompleta en su
organización. Algo que cuelga de una manera desordenada. El clown, el colonus, el
rústico incapaz de comprender la polis, suspendido en una imperfecta fusión de
atributos que denotan más proceso y dinámica, que estructura y estabilidad, como lo
explica Mircea Eliade en el Oxford dictionary.
Esta vez la lluvia me caía del Norte. Kachinas son las máscaras que vienen
del más allá y que encarnan a los espíritus de la lluvia entre los indios Hopi, la eminente
semióloga Julia Kristeva cuenta como en Santo Domingo Pueblo (Nuevo México,
EEUU), se le acercaron los payasos sagrados en medio de la rogativa, haciéndole
morisquetas eróticas y sacudiendo la pelvis con un pedacito pequeño de piel velluda
entre las piernas. Ni altos sacerdotes ni respetadísimos hombres de medicina se liberan
de las despiadadas bromas de los payasos, más sagrados que todo lo sagrado.
Los payasos son los únicos capaces de interpretar el idioma de los espíritus,
traduciéndolos y a la vez tomándoles el pelo, porque son ellos quienes marcan la
unificación, el inefable punto de contacto entre lo sagrado y lo profano, entre el secreto
y su develamiento: las dos caras de una misma moneda. A partir de aquí el temporal
arrecia y las evidencias de esta figura cómica me llueven de todas partes.
En Tupicocha, Perú, el 5 de enero de cada año, los Curcuches bajan de los
cerros sagrados con regalos de yerbas curativas que distribuyen a todos incluso al
médico de la posta de salud pública, algunas yerbas “crecen” de sus tocados. Ellos
representan cerros que bailan. El mayor regalo de los cerros es la lluvia. Los Curcuches
son payasos sagrados. Satirizan a cada una de las autoridades por turno, presentando
comparsas cómicas. Se mofan del Consejo Municipal por el atraso en la electrificación
del pueblo. Los Curcuches cumplen una sentencia teatral, pasan dos minutos tras las
rejas porque se han burlado del Gobernador del Pueblo, que es, entre otras cosas,
responsable del servicio militar obligatorio. Esta penitencia la cumplen porque han
reducido las marchas del ejército a una serie de payasadas.
A “El Kusillo”, se le ha llamado el Arlequín aymará, es como el bufón de la
corte real que emerge a la manera de una parodia de los Wacas, el 8 de diciembre en La
Paz, Bolivia. Es un personaje burlesco que interpela y cuestiona el poder con toda clase
de pantomimas, brincos y acciones chistosas cuyo único fin es el de difundir felicidad y
buenos deseos.
Los clowns tienen poderes especiales. Son curadores y agoreros en el
sentido en que controlan las condiciones atmosféricas, pueden cazar en el lugar de la
selva que quieran, realizan acciones extraordinarias y reciben ricos dones. Están
organizados en dos distintas asociaciones de las cuales una sola es aquella de los
bufones locos e insensatos. Pocos se transforman en clown después de un periodo de
instrucción. El método ortodoxo consiste en tener una visión cuando están en el
bosque.6
Sobre la ladera francesa de Los Pirineos – escribe Joan Amades – vi un
baile que era tan grotesco como licencioso, el baile del mazo. Danzaban solo hombres,
portando cortas camisas de mujer y con gruesas mazas jugaban a descubrirse
recíprocamente el trasero.
Entre los Tutsi africanos el rey tiene una corte de diminutos enanos Ba Twa
en calidad de bufones. Hacen parodia de los jefes, soldados, funcionarios
administrativos y misioneros.7
En la casi invisible islita de Rotuma, los payasos sagrados son mujeres que,
pasado su tiempo de procreación, pueden con toda libertad ejercer el poder de
recreación. Su esmero por las bromas e insinuaciones sexuales “es una alusión directa a
la fertilidad humana y cósmica”. Encarnan el espíritu de Baubo, la mujer sin cabeza
que mira con los pezones y cuenta chistes obscenos con la sonrisa vertical,
desencadenando la risa de Démeter, quien gracias a este estremecimiento cómico se
anima para arrancar de las manos de Hades a su hija Perséfone.
6
I Buffoni sacri d’America. Gilberto MazzoleniBulzoni Editori. Roma 1973
7
Giochi e divertimenti. Lanternari V. citado de I Buffoni sacri d’America Opus cit. (Pag 18)
El Zipotegato es un hombre vestido a cuadros de colores, rojo verde y
amarillo, algo parecido al arlequín y que es perseguido por los chavales del pueblo de
Tarazona, a tomatazos. Se dice que el inicio de la tradición surgió como forma de dejar
libre a un preso, aunque Frazer tendrá razones menos localistas para explicarlo.
Puede verse en todos ellos rasgos comunes. Personifican la fuerza del
humor, del grotesco, el casamiento de las fuerzas de Príapo y Baubo que subvierte las
hormonas del cuerpo social, la lluvia que fecunda la tierra, la visión perturbadora que
nos permite ver más allá de lo que nos está permitido ver a simple vista. Aquello que
nos permite enfrentar, desde las contradicciones la muy humana ambigüedad, los
aspectos más aterradores y/o secretos de la vida misma. El mensaje del payaso sagrado
es claro: nadie debe dejarse entrampar en la fe, sea ésta sentida de corazón o impuesta,
dogmática o supersticiosa. Al mismo tiempo advierte, al tratarse de una figura religiosa,
que la ausencia total de fe, es la carencia de humor hecha doctrina. Es menester no
dejarse obnubilar por el límite de peligro que toda doctrina instaura para contener a
quien pretenda ver del otro lado, conocerle el reverso a la moneda que nos están
vendiendo. De allí su necesidad en la Academia. Basten estas evidencias para plantear
la cuestión.
Los payasos sagrados interpelan al payaso profano europeo cuyo origen esta
ligado con el circo del Sargento Philip Ashley alrededor de 1786. Un circo fuertemente
militarizado y ligado al ejercicio ecuestre. Un sargento exonerado del círculo aristócrata
real que ha perdido la confianza de la reina, tiene la emprendedora y genial idea de crear
su propio circulo, en el que realiza acrobacias espectaculares utilizando la fuerza
centrífuga de su cabalgadura y dando origen a la parodia de su propio numero, que
quedará a cargo de un par de mozos de cuerda comecacas y proletarios: los clowns. Una
leyenda burguesa que encontraremos suficientemente documentada y tratada como tal,
en la Historia social del teatro, de Margot Berthold; en La planete des clown, de Alfred
Simon; en Les clowns, de Tristán Remy y desde luego en uno de los maestros que más
ha influido en la visión actual del clown: Jacques Lecoq .
Con aguda visión de pedagogo Lecoq profundiza la diferencia de estilos
entre bufón y clown, dejando al clown, huérfano de sus orígenes bastardos y
carnavalescos y sobre todo lejos de las raíces que se hunden entre la bufonería política
ocupada de instalar la risa en los problemas de la corte y de la polis. En este mismo afán
clasificatorio se hace dogma la laicidad del clown, cortando los lazos con lo religioso.
Se desliga así al clown de su parentesco con el Medieval Papa de las burlas o Festum
Obisporum, reservado solo para bufones. Con lo cual se evita la política y la religión,
(se me disculpe esta simplificación en aras de la exposición). No es desde luego la
práctica del magnífico payaso ruso satírico y polémico Karandash, ni la de Chaplin en el
Gran Dictador ni la de los angélicos Fratellini con su labor mística en algunos hospitales
para enfermos mentales. El Payaso en la Soledad, sin Dios ni Ley, será el doble irrisorio
de una sociedad individualista que se construye sobre la base del self-made man.
El zanni de la Commedia dell’arte dividido en primer y segundo zanni
encuentra su expresión en la dualidad que se produce entre el clown blanco y el
Augusto. Footit y Chocolat. Dominante y arrogante/ palurdo e inofensivo. El represor
en lentejuelas y el proletario en harapos. El uno sobre la norma y el otro bajo la ley
representada por Monsieur Loyale. La Gloria el triunfo Y el ridículo y el fracaso. Esta
dualidad característica del esplendor del clown de entreguerras estuvo siempre integrada
en el clown sagrado.
Dicho de otro modo en la risa sagrada no es necesario reírse de la desgracia
del otro. La risa como en el caso de Popov no consiste en reírse de él sino con él.
También Grock resuelve esta dualidad como clown en solitario, acercándose al one man
show. Y el trio Fratellini acaba también con esta dialéctica. Grock reinventa el Augusto
y condensa toda la poesía astral del Blanco, toda su vanidad triunfante y toda la
catastrófica estupidez del contra-payaso. Grock no juega un rol, no representa un papel,
él es el personaje. Huye de todos los roles excepto de uno: el propio. Él es la historia
que actúa. Pero sin historia. Los gags no tienen necesidad de hilo narrativo para
articularse los unos con los otros. (Los vínculos con el teatro de Beckett merecen
capitulo aparte.)
8
Manuale Mínimo dell’Attore . Darío Fo a cura de Franca Rame. Ed Einaudi 1997.
para contar la parábola bíblica del ciego y el tullido interpretando el milagro de
recuperar la vista y la andadura como una nueva esclavitud que lo obligara a trabajar
para otro, llegando a decir; “no es dignidad tener las piernas derechas y tener ojos que
ven, dignidad es no tener un amo que te someta” y te obligue a ver lo que no existe y
caminar hacia tu perdición.
Esa máquina de exprimir la caridad a cuatro manos que se crea en base a las
carencias corporales del ciego y el tullido sintetiza un gesto fabuloso, un gesto parábola,
un gesto inseparable del texto que lo justifica. El milagro que hace andar al Tullido y
ver al Ciego, los hace libres en un mundo que los hará esclavos, ahora tendrán que
trabajar para otro. A no ser que sus nuevos cuerpos produzcan un guión para su
existencia.
Hay una fábula que condiciona el modo de adecuar la gestualidad, la
síntesis, el ritmo y la cadencia. Micro historias, intrahistorias, el arte de la justificación.
La Kinesis, como movimiento del alma. El actor-payaso como soberano de su
gestualidad y de su oralidad es capaz de crear esa dramaturgia corporal propia, es un
creador y no solo un intérprete, está capacitado para compartir su arte con otros
creadores porque además se mueve en cofradías y hermandades. Su técnica y su estética
se construyen con su ética.
En toda escuela de arquitectura te enseñan siempre que primero se estudia el
terreno y después se escoge el material y la técnica para emplazar la construcción.
Actuando sin esta precaución se obtendrán actores-mimos sin elasticidad mental y
todavía peor sin temperamento y carácter artístico. Robots vacíos, privados de una
auténtica sensibilidad y visión propia.
La idea del actor como un intérprete solo se completa si pensamos al actor
como un creador. El actor-payaso entre los sioux, Henyoka, que actúa el personaje del
coyote mima al animal en su caminata en su manera de agazaparse en el suelo, en la
forma de agitar su cola. Tienes la certeza, aunque nunca hayas visto un verdadero
coyote de su astucia, de su movimiento solapado; su voz suena como la de un animal
hipócrita, traidor y fanfarrón. Hay una intención detrás de cada gesto que el actor ha
elegido. Y lo ha elegido incluyendo los múltiples puntos de vista del público, de su
comunidad. No ha sido elaborado mirándose el ombligo a la búsqueda de una identidad
expresiva. La contemplación excesiva del vientre conduce al estreñimiento, a la estítica.
Un actor-creador será un actor bien preparado para enfrentarse a un mundo
laboral organizado en torno a leyes, códigos y al poder de la palabra escrita y hablada.
El actor del silencio tendrá que hacerse oír y la actriz tendrás mucho que (h)ablar frente
a la ablación y al castring que los espera en la Bolsa de Actores. A Henyoka nunca le
faltará el trabajo, es necesario a su comunidad, que sabe que su dignidad es más alta que
la propia supervivencia, él es el hombre Cabezaabajo el hombre delanteparaatrás, el
hombre si-no, el que contraría. Si le falta el dinero lo hará brotar donde no lo hay:
CLOWNCLUSIONES
1. Existe una vía cuando hay suficiente empedrado como para transitarlo. Los vínculos
de esta vía con la historia del arte, con el bufón, con los juglares y con comedia del Arte
permiten un camino propio: la vía del payaso.
2. La superposición de la imagen de cristo y la del clown suficientemente acreditada
legitima la necesidad de estudiar la figura cómica del clown. No solo como estilo, sino
como mito estructural de la cultura cristiana que hemos mamado de la gran ubre
occidental.
3. Explicar el clown a partir de 1786 nos permite ver su apogeo y decadencia, pero no
nos permite responder sobre la vigencia en el mundo de nuestros días del payaso, para
ello es necesario ampliar su matriz mítica hacia el clown sagrado.
4. Examinar la muerte del clown como la muerte del artista permite reducir la
importancia personal y asegura la buena salud del estudiante en la Academia. Sorteando
el nihilismo de Nietzsche, que ve el cristianismo como religión de esclavos, no
necesitamos insistir en la laicidad del payaso, sino por el contrario vincularlo a la banda
de bufones y a las cofradías y hermandades de clowns sagrados que instalan la risa en lo
sagrado. Religare, volver a unirse con el Todo. El payaso no esta solo, ni hay tal soledad
del clown.
5. La risa pascual conecta con la vía del placer como una escuela teatral rigurosa y
volcada al gozo, no al sacrificio ni al sufrimiento. La técnica del éxtasis para el actor es
más útil que el calvario doctoral y la tortura psicológica del Flop (del fracaso).
6. La Belle Epoque del clown y su poesía melancólica: Baudelaire, Mallarmé, Las
pinturas de Lautrec, tiene su piedra de toque con los surrealistas: Breton, Max Ernst,
Matta y Picasso que en su encuentro con las kashina de los clowns Hopis renuevan la
visión del clown en el arte, porque la sacan del mito del pobre clown para anclarla en un
origen eufórico de la vida.
7. La función de la risa como visión de mundo en el payaso entrega salud al cuerpo
social y aleja del mal humor y la guerra.
8. La problematización de la risa y el exceso de seriedad amenazan gravemente el
cuerpo de la Academia, y la ponen ante de la tumba que le da origen. El arte es un
cementerio de hallazgos. La risa ha de estremecer todo el corpus académico, si ese
cuerpo no quiere anquilosarse.
9. La Academia no es el centro del mundo, por el contrario, las evidencias de cofradías
de clowns dan flexibilidad a las creencias fundamentalistas que se generan en
sociedades del conocimiento demasiado endogámicas.
10. La investigación que se abre con payasos sagrados resuelve confrontaciones
dialécticas en la enseñanza del arte del clown. El clown blanco y su estilo autoritario
esta contenido por el Augusto y su parodia destructiva. En el clown sagrado esto va
unido. Las fronteras entre clown y bufón son tenues como lo demuestran las
manifestaciones contemporáneas de espectáculos como los de Yllana, Leo Bassi, Ester
Belvel. Virginia Imaz y desde luego Monty Phyton. Se va más allá del estilo con una
estética ligada a una ética expresiva.
11. El clown se acerca a una técnica relacionada con la técnica en la producción de lo
superfluo. Hoy y en la época paleolítica. Y comprendemos que se hable de “rutina de
payasos si vemos la técnica como procedimientos operativos rigurosos, bien definidos,
transmisibles y susceptibles de ser aplicados repetidas veces en las mismas condiciones,
que provocan gozo y risa.
12. Se precisan sepultureros y payasos. Tal vez esta sea la última y no menos
contundente razón por la cuál la Academia necesita de los payasos. Tal como lo asegura
el diario El Mundo el último día del 2006 en España se necesitan sepultureros y
payasos. En el Catálogo de Ocupaciones de Difícil Cobertura que publica el INEM estos
oficios aparecen entre los cuales los españoles rechazan. Por lo cual es un nicho del
mercado (nunca mejor dicho) desprovisto, y considerando que los empleadores piensan
en los extranjeros como mano de obra barata y, como tales los contratan, es justo y
necesario dar a los estudiantes esta alternativa académica de formación superior: payaso
de academia o bien sepulturero, con lo cual la tragedia y la comedia quedan bien
servidas. Where be your gibes now? your gambols? your songs? your flashes of
merriment, that were wont to set the table on a roar? Que se hicieron las burlas, tus
brincos, tus cantares y aquellos chistes repentinos que animaban la mesa con tanto
estrépito? Pregunta Hamlet ante la calavera de Yorick, el bufón del Rey en la primera
escena del acto V, frente a los clowns sepultureros.