Milagro IX y XIX
Milagro IX y XIX
Milagro IX y XIX
Fue este misacantano1 al obispo acusado de ser idiota, y ser mal clrigo probado al Salve Sancta Parens2 tan slo acostumbrado, sin saber otra misa ese torpe embargado. El obispo fue dura mente movido a saa3; deca: De un sacerdote nunca o tal hazaa. Dijo: Decid al hijo de la mala putaa4 que ante m se presente, no se excuse con maa. Ante el obispo vino el preste5 pecador; haba con el gran miedo perdido su color; no poda, de vergenza, catar6 a su seor: nunca pas el mezquino por tan duro sudor. El obispo le dijo Preste, di la verdad dime si como dicen es tal tu necedad. El bueno hombre le dijo: Seor, por caridad, si dijese que no, dira falsedad. El obispo le dijo: Ya que no tienes ciencia de cantar otras misas, ni sentido o potencia, te prohbo que cantes, y te doy por sentencia: por el medio que puedas busca tu subsistencia. El clrigo sali triste y desconsolado; tena gran vergenza y dao muy granado. Volviose a la Gloriosa lloroso y aquejado, que le diese consejo, porque estaba aterrado. La Madre padosa que nunca falleci a quien de corazn a sus plantas cay, el ruego de su clrigo luego se lo escuch, sin ninguna tardanza luego lo socorri. La virgo Gloriosa que es Madre sin diccin, apareci al obispo en seguida en visin; djole fuertes dichos, en un bravo sermn, y descubriole en l todo su corazn. Djole embravecida: Don obispo lozano, contra m, por qu fuiste tan fuerte y tan villano? Yo nunca te quit por el valor de un grano, y t a mi capelln me sacas de la mano. porque a m me cantaba la misa cada da pensaste que caa en yerro de hereja, lo tuviste por bestia y cabeza vaca, quitstele la orden de la capellana. Si t no le mandares decir la misa ma como sola decirla, gran querella tendra, y t sers finado7 en el treinteno da: ya vers lo que vale la saa de Mara!.
Muerto.
Prohibido.
Fue con esta amenaza el obispo espantado, y mand luego enviar por el preste vedado8; le pidi su perdn por lo que haba errado, porque en su pleito fue duramente engaado. Mandole que cantase como sola cantar y que de la Gloriosa fuese siervo en su altar: y si algo le menguase en vestir o en calzar, l de lo suyo propio se lo mandara dar. Volviose el hombre bueno a su capellana y sirvi a la Gloriosa Madre Santa Mara; en su oficio fin de fin cual yo quera, y fue su alma a la gloria, tan dulce cofrada. Aunque por largos aos pudisemos durar e infinitos milagros escribir y rezar, ni la dcima parte podramos contar de los que por la Virgen Dios se digna mostrar.
Para todo.
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Alejadas.
Las ondas venan cerca, las gentes alongadas4, tena con el desnimo las piernas embargadas; no eran de valerle las compaas osadas, y haba en pequeo trmino que hacer muchas jornadas. Sin poder hacer ms, todos con afliccin Santa Mara, vlgasla! decan de corazn. La preada mezquina, llena de desazn, quedose entre las ondas en fiera situacin.
Emboscada.
Los que haban salido, como no vean nada, cuidaban sin duda que haba muerto ahogada; decan: Esta mezquina fue desaventurada; sus pecados tendironle una mala celada5!. Ellos esto diciendo encogiose la mar, en muy poco instantes retorn a su lugar: quierales don Cristo gran milagro mostrar, para que de su Madre tuviesen qu contar.
Arenal, playa.
Ellos, que se pensaban seguir por su carrera, extendieron los ojos, cataron a la glera6 y vieron que vena una mujer seera: con su hijo en los brazos iba hacia la ribera. Quedronse las gentes todas maravilladas; su fantasa, pensaban, las traa engaadas; pero fueron en poco tiempo certificadas y a Cristo daban gracias, todas manos alzadas. Dijeron: Decid, duea, por Dios y caridad, por Dios os conjuramos, decidnos la verdad, decidnos de la cosa toda certinidad7 y de la preez cmo os librasteis contad. Por Dios avino esto, eso no lo dudamos, y por Santa Mara, que nosotros rogamos y el arcngel Miguel en cuyo honor andamos: merece este milagro muy bien que lo escribamos. Od dijo la duea, od, buena compaa; yo creo que no osteis nunca mayor hazaa: ser muy bien narrada por toda tierra extraa, en frica y en Grecia y tambin en Espaa. Cuando vi que de muerte librarme no poda, que de las ondas fieras circundada me vea, encomendeme a Cristo y a su Madre, Mara, pues segn mi entender de otro no dependa.
Verdad.
Vestimenta.
Estndome yo en esto vino Santa Mara, cubriome con la manga de su rica almeja8: ya no sent el peligro ms que cuando dorma; si estuviera en un bao, ms leda no estara. Sin cuitas y sin pena, y sin ningn dolor par este pequeuelo, loado sea el Criador: tuve buena madrina, no podra mejor; me hozo misericordia la Madre del Seor. En m hizo gran gracia, no una, y s doblada: si por Ella no fuese hubiera muerto ahogada, me vali en el parto, que no fuese daada: ninguna mujer tuvo madrina tan honrada. As fue mi aventura, tal como yo os lo digo; us Santa Mara su gran piedad conmigo. As, todos debemos tomar de aqu castigo y rogarle nos libre del mortal enemigo. Tuvieron del milagro todos gran alegra, rindieron a Dios gracias y a la Virgen Mara, hicieron un buen cntico toda la cofrada: podralo en la iglesia cantar la clereca.