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CULTURAL

CIENCIAS, ARTES Y LETRAS


Ao XXIII N 1171 Montevideo, viernes 25 de mayo de 2012

Jonathan Lethem y la novela estadounidense

Cruces y recorridos en Chronic City


Elvio E. Gandolfo

A LTIMA novela de Jonathan Lethem, Chronic City, es la culminacin de una bsqueda narrativa que ya tiene varios libros en su haber. La ciudad crnica del ttulo es Nueva York. Pero una Nueva York a la vez conectada con y distinta a la real. Todo comienza cuando el narrador, Chase Insteadman (ex actor de serie infantil de televisin) se encuentra en la vereda de la Criterion Collection con Perkus Tooth. Quien narra va a interpretar la voz de Von Tropen Zollner, un director de culto, para un film noir perdido de los aos 50: La ciudad es un laberinto. En cuanto lo conoce, Perkus le empieza a hablar de otra pelcula extraa, donde intervino el conocido Werner Herzog, junto al desconocido director Morrison Groom. Ya en esas primeras pginas hay una mezcla equilibrada de realidades e invenciones. La Criterion Collection difunde ediciones en DVD de clsicos y rarezas, y es muy respetada por los cinfilos del mundo entero. Habra que zambullirse en Internet Movie Data Base para saber si existen los films de los que hablan Insteadman y Tooth. Pero el sortilegio del estilo de Lethem lleva a seguir leyendo, y dejar los fanatismos dateros para ms tarde. El ttulo con la frase la ciudad es un laberinto describe bien el proyecto y el logro del libro. Otra frase suena a conviccin esttica: el horizonte de

la vida cotidiana era un ensueo masivo: por debajo de l quedaba todo lo que importaba. El personaje de Perkus Tooth va siendo construido con esmero a travs de la novela. Es al mismo tiempo una especie de marginado total y de sabio no interesado en la autopromocin. En principio se lo podra acusar de nerd o freak, pero en seguida revela mucho ms: Puede que Perkus T ooth tuviera un ojo

loco, pero casi serva de advertencia para que no subestimaras sus escrpulos, la atencin con que se mantena en el lado bueno del escepticismo del oyente, realizando esos ajustes minuciosos que constituyen la f irma de la cordura: la realpolitik interpersonal de la persuasin. El ojo estaba loco y el resto de l era casi acerado. A medida que va creciendo su estatura y complejidad, recuerda a distintos crticos culturales que sa-

ben descubrir los recovecos insondables de los gneros populares, y elaborar conceptos generales alternativos a los obvios: Greil Marcus (el autor de Rastros de carmn), o Manny Farber (Arte termita contra arte elefante blanco), o el periodista y ensayista gonzo Hunter S. Thompson, entre otros. En menor medida, tambin el propio Jonathan Lethem, que ha publicado decenas de artculos sobre temas tan

Hctor Galms 5 I Paul McCartney 8 I Julian MacLaren-Ross 11 I Tailandia 6 Koen Wessing 4 I Piglia-Stupa 9 I Washington Benavides 10 I Mara Snchez 12

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variados como la utilidad del plagio, H. P. Lovecraft, el director John Carpenter o Philip K. Dick (de quien compil tres tomos de novelas en la prestigiosa Library of America). Perkus Tooth agrega el aspecto fsico un poco ruinoso del msico Tom Waits en su primera poca. Tampoco cuesta mucho asociar el narrador al propio Lethem, aunque se ocupe de diferenciarlo de diversos modos. Para l, alguien como Perkus es una especie de Virgilio en el mundo de la cultura, que est muy cerca del mundo esencial a secas: Con sus peroratas, sus entusiasmos, en sus aportes abruptos e improbables, Perkus me llevaba al mundo dentro del mundo. ANTES. En castellano se han traducido varios libros de Lethem. Hay dos novelas cortas: Cuando Alice se subi a la mesa y Todava no me quieres. La primera tiene puntos de contacto con la ciencia ficcin, aunque sin entrar del todo en ella. Es una historia agridulce de amor necesariamente frustrado: en un campus universitario el narrador ve cmo su novia, investigadora de fsica, se va alejando de l, enamorada de una anomala espacial generada artif icialmente. El tono es leve, aunque la angustia se filtra poco a poco, sin llegar a la desesperacin. Todava no me quieres, por su parte, cuenta a travs de un personaje femenino el armado y disolucin de un grupo de rock, que se cruza con temas tan diversos como la industria y la manipulacin cultural, la contradiccin entre el amateurismo y lo profesional, entre la juventud y la veterana. Si algo une a ambas novelas, separadas por una dcada, es la construccin de un estilo sutil, cargado de humor y encanto pero tambin de suave irona. Ese estilo no se detiene ante la soledad, o incluso la depresin, pero tampoco ante la euforia o el goce, distante de la ciclotimia o la bipolaridad. En la dcada entre esas dos novelas cortas Lethem escribi dos novelas ms largas, tambin traducidas al castellano: Hurfanos de Brooklyn, que elabora una historia policial, mezcla de creacin personal y homenaje al gnero, y La fortaleza de la soledad, que supera las 600 pginas. Tiene que ver con su infancia y adolescencia, bucea la realidad en profundidad y con recursos diversos, con hincapi en el aspecto racial de la amistad entre un nio blanco y otro negro, pero de algn modo es un nuevo intento de Gran Novela Americana (obsesin de esa literatura nacional). Le gan a Lethem cierta atencin acadmica y el respeto de la crtica ms asentada. Chronic City fue en cambio un salto de libertad, perfeccionado por su extensin
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Reif Larsen

intermedia (alrededor de 450 pginas) y por su alto grado de logro en lo que buscaba. Es adems el libro donde ms ritmo y rendimiento tiene su capacidad para elaborar un estilo literario flexible, entre informativo y potico, teido con una melancola controlada (J. G. Ballard es una influencia notoria). DURANTE. A partir del primer encuentro en la vereda de la Criterion Collection la amistad entre el francotirador crtico y la ex celebridad televisiva crece, se complica, los lleva a entendimientos y dis-

tanciamientos. La novela se va poblando adems de personajes inolvidables, con nombres a menudo extraos. Y sobre todo va creciendo la ciudad misma, una Manhattan con una zona de niebla perpetua, y un tigre entre metafrico y real, que destruye edificios o vidas. Un conjunto de calderos con caractersticas msticas enreda a los personajes en aventuras que incluyen una prolongada fiesta en casa del alcalde de la ciudad. Las bsquedas multiplican esos nolugares donde una ciudad parece desmentirse a s misma, a veces no muy le-

Trayectoria
Jonathan Lethem
APENAS TUVE ocasin de contemplar el deprimente paisaje urbano mientras el tren emerga a la superficie, los monolticos edificios marrn pizarra de antes de la guerra, los letreros oxidados de los ultramarinos patrocinados por Coca-Cola, los solares llenos de cristales y ailantos retorcidos, antes de que abandonsemos las vistas elevadas y descendiramos a un mapa poco amistoso. Al ser de los que se resisten al gran mundo y prefieren sentirse en casa en Manhattan, me abrum un poco atisbar las provincias y desiertos de la isla, sus mrgenes. El viento fro haba amainado y las aceras estaban llenas de almas a la deriva, hombres con sombreros de copa baja apoyados en coches aparcados o sentados en sillas de playa, grupos de nios que no haban ido al colegio. Oona saba perfectamente adnde se diriga, iba dejando atrs las avenidas comerciales primero y luego, al cruzar Fort George, tambin las casas de vecinos, hacia las zonas verdes del borde de la isla. Me estaba meando, pero no me tentaba demasiado la idea de cualquiera de los lavabos que podramos encontrar si retrocediramos un poco. De todos modos era imposible parar a Oona. Guiada por alguna brjula interna, nos condujo al permetro vallado con tela metlica de una cuesta empinada y cubierta de maleza que no se pareca en nada a las mrgenes cuidadas del ro que yo conoca. A nuestros pies asomaba parte de una cancha de bisbol vaca, con la jaula para batear, pero ni rastro de un sendero que pudiera llevarnos hasta all.

jos del centro: baldos, callejones, bruscos manchones casi rurales, o arcaicos. De a poco Perkus revela sus zonas en crisis (la sentimental o sexual es una de ellas), mientras se despliega el noviazgo casi meditico entre Insteadman y Janice Trumbull, una astronauta que contrae cncer estando en la luna. En un momento de fastidio Perkus comenta desde su soledad empecinada: A ti las mujeres te caen de las ventanas, de los rboles, tienes mujeres hasta en la Luna, Chase. No tienes ni idea de lo dif erente que puede llegar a ser para m. T eres un actor, una nopersona redomada. Todo enamorado sabe que la distancia importa ms que el tamao, y aunque Chase recibe cartas de su astronauta (transcriptas en el libro), pronto la escurridiza Oona Laszlo (ghost writer de autobiografas) se convierte en amante huidiza de Insteadman, con momentos epifnicos que mantienen la llama encendida. Perkus y el narrador van seguido al Piano Bar Brandys a comer hamburguesas, todos se interrogan si Marlon Brando muri o sigue vivo, como encarnacin de los aspectos de la posibilidad americana que ha probado para todos nosotros. La pareja del tenaz y contundente Richard Abneg con Georgina (parecida a un avestruz) se gana un espacio especial: llegan una y otra vez desde afuera de la novela, pero la alimentan en secreto. Tampoco ellos son meros smbolos o metforas, sino personajes existentes, con su propio perfil. Lethem sigue varios modelos al mismo tiempo: la novela de compinches, la novela de soledad, la novela urbana fantstica, el tejido cultural entre inventado y reflejado. Para el que lee el libro es una forma de recordar con nitidez cmo son las ciudades que tienen entre uno y diez millones de habitantes, tanto en sus calles de cemento como en la proyeccin mitolgica interna o de sus leyendas urbanas. Cuando el lector la cierra, tiene la sensacin de haber pasado por una experiencia inclasificable dentro de modelos como la ciencia ficcin, la fantasa o la novela realista estadounidense. LOS OTROS. Le bastar a ese lector cierta curiosidad investigadora para descubrir otros autores en bsquedas similares. Tal vez la obra ms destacada sea Las obras escogidas de T. S. Spivet, de Reif Larsen, muy bien editada en castellano por Seix Barral. Cuando present este primer libro a algunas editoriales, hubo una subasta por conseguir sus derechos, que termin en el orden del milln de dlares. Un caso clsico de locura editorial, ya que la novela no calza en formatos exitosos preexistentes. En ese sentido recuerda La historia interminable,

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de Michel Ende, por el modo en que incorpora el aspecto grfico, material, del libro a su relato. Su joven autor inventa un nio de doce aos que traza en imgenes el mapa del mundo, sin cesar: pjaros, nubes, costumbres, gestos, carreteras o ferrocarriles. Vive en un entorno rural, tiene un hermano menor muerto misteriosamente, una madre cientfica sui generis y un padre cowboy. El relato comienza en Montana y sigue en buena parte del mapa de Estados Unidos cuando el nio gana una beca del Museo Smithsoniano y atraviesa ese mapa. Con cruces diversos entre Mark Twain, Henry James (la idea del extranjero en distintos ambientes cerrados), Thomas Pynchon y otros autores (incluido Stephen King), y un deslumbrante armado visual, que incluye decenas de los mapas o dibujos de Spivet en columna aparte. La intriga de su propuesta se proyecta ms all de la ltima pgina. El peso de este autor poco citado tal vez vaya creciendo poco a poco, por la originalidad de la propuesta, su falta de inters en la promocin, y la investigacin en accin de la identidad estadounidense, siempre tensionada entre el Este y el Oeste del inmenso pas. Las complejas fbulas Jonathan Carroll, por su parte, parecen cruzar el cuento oriental o de sabidura con los ambientes y datos sofisticados de ciertos best-sellers, para tallar libros memorables. Carroll vive desde hace aos en Viena. Tanto en El mar de madera como en Los dientes de los ngeles y El museo del perro, los hilos de la historia se entretejen una y otra vez con la muerte, con inslitos saltos en el tiempo o el espacio, con el cruce de la creatividad y el negocio, con la bsqueda o el encuentro de ciertas moralejas de la existencia. De las tres citadas, El mar de madera es la que mejor consigue mantener el equilibrio y la energa. En castellano sus ttulos estn ocultos en las colecciones de ciencia ficcin y fantasa de La Factora de Ideas, de distribucin espasmdica en el Ro de la Plata. Michael Chabon ha tenido mejor suerte. Public en Anagrama Chicos prodigiosos (ver El Pas Cultural N 457) una novela sobre escritores veteranos o muy jvenes, llevada al cine con eficacia (Fin de semana de locos, Curtis Hanson, 2000). Pero son las novelas y cuentos publicadas por el sello Mondadori las que se internan en la bsqueda de lo real a travs de sus aspectos menos obvios, esquivando tambin las aristas ms consabidas de los gneros populares. Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay, y El sindicato de polica yiddish (ver El

rriones, que le salvan la vida al nio protagnico de Las obras escogidas de T. S. Spivet de Reif Larsen (a su vez homenaje a Stephen King). En todo caso su carcter fluctuante, negador de seguridades previas, est incrustado en la materia misma de estos libros. No desdean el humor ni reverencian el testimonio o el realismo. Estn destinados ms a copiar, reflejar o hacer montaje con las distintas realidades cruzadas de la as llamada realidad, que a asegurarse el puesto de estrellas en un cielo literario alto, incambiable. DESPUS. Luego de terminar y publicar Chronic City, y de vivir unos aos en su ciudad protagonista, Lethem se fue a California, a ocupar el sitio de profesor de escritura creativa de David Foster Wallace en el Pomona College. El autor de La chica del pelo raro y La broma infinita se suicid en 2008, y fue, como para muchos otros escritores colegas (en especial su amigo Jonathan Franzen), el faro iluminador para recorrer los lugares oscuros surreales y ocultos de la realidad americana (ver El Pas Cultural N 628 y 1148). Con Lethem no llegaron a conocerse en persona, pero cada uno era muy consciente de la existencia del otro. Si Wallace habl bien de su escritura, l reconoci a la vez en su artculo sobre el plagio que Foster Wallace haba sido en su caso un ejemplo de esa actividad. La mudanza es a la vez un desafo y un modo de ver desde lejos una ciudad que tanta importancia ha tenido en su obra. Aunque l mismo ha recordado que gran parte de La fortaleza de la soledad, por ejemplo, la escribi cuando viva en Toronto (Canad). En cuanto al tejido editorial intrincado y rico de Nueva York, tambin le parece adecuado alejarse: Hay algo especial en trabajar desde el margen y no a la sombra de la industria editorial. Uno debiera encontrar un modo que hacer eso ms lento y demorarse en el aprendizaje y tener placer en ser juguetn e inconcluso mientras pueda. Una vez que uno prof esionaliza esta actividad, no hay vuelta atrs. En cuanto al enfoque de su taller subrayar la importancia de la lectura: Es muy atrayente escribir y sentarse en una mesa de talle y f elicitarse o atacarse mutuamente, pero leer es el cimiento de esta actividad. Entre los autores que dar a leer a sus alumnos se cuentan desde Balzac hasta el propio Foster Wallace. CHRONIC CITY, de Jonathan Lethem. Mondadori, 2011. Buenos Aires, 443 pgs. Distribuye Random House Mondadori.
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Michael Chabon

Pas Cultural N 992) hacen un uso a la vez dinmico, respetuoso y desopilante por momentos de elementos clsicos como el cmic (en Las asombrosas...) y la ucrona en El sindicato...: judos que viven en Alaska en vez de Israel, amenazados con la expulsin, aunque el relato es ms bien una jugosa novela de serie negra, o hasta realista, una vez que se acepta la premisa bsica. En todos estos ttulos impera una mezcla de elementos diversos que complican su asignacin a un solo gnero. Para algunos lectores proponen una vacuna eficaz contra el desaliento ante las complejidades de la actual vida estadounidense en particular y occidental en general. A la larga son menos tranquilizadoras y ms absorbentes que el realismo un poco sobado a esta altura de gente como Richard Ford, Jonathan Franzen, Philip Roth o incluso Don DeLillo, que en

buena parte de su obra defrauda las altas expectativas que despierta con el ingenio inicial y la oportunidad de sus tramas. La narrativa estadounidense ms destacada suele moverse como un pndulo: despus del predominio experimental de autores como Donald Barthelme y John Barth, entre otros, lleg el cambio de direccin que ofrecieron Raymond Carver, Richard Ford y Tobias Wolff. De ninguna de esas dos corrientes pudo decirse que lleg para quedarse. Tampoco de esta zona en crecimiento que integran Lethem y compaeros de ruta. De todos modos, aunque es evidente que conocen lo que escribe cada uno de ellos, evitaron con cautela la formacin de un grupo o tendencia. En Chronic City hay discretos homenajes: Ava, una perra de tres patas, recuerda al perro de tres patas de El mar de madera de Carroll, y una bandada de pjaros recuerda otra, de go-

Jonathan Carroll

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Fotografas de Koen Wessing

Chile, 1973
Mara Snchez
(desde Santiago de Chile)

L 11 DE SETIEMBRE de 1973 Pinochet junto al ejrcito chileno da un golpe de estado. El anterior presidente, Salvador Allende, se suicida en el Palacio de la Moneda. El Estadio Nacional, que haba recibido tiempo antes a Neruda, se convierte en un gran campo de detencin y el periodista estadounidense Charles Horman es apresado en Valparaso, interrogado y posteriormente ejecutado. Saba demasiado, no sobre Chile, sino sobre la implicacin de Estados Unidos en la organizacin de diferentes grupos terroristas en Latinoamrica. En la Isla Negra, Pablo Neruda est enfermo, su esposa Matilde Urrutia y sus amigos intentan ocultarle lo que est pasando. Mientras, su casa de Santiago, La Chascona, est siendo saqueada, quemada e inundada. Matilde escribir ms adelante en su diario: T ha sido odo roto por la f uria insensata que ha asolado esta casa. () Si han sido capaces de hacer esto, cuntos crmenes ms sern capaces de cometer? POLTICA Y ARTE. Ese mismo 11 de setiembre, en Holanda, el fotgrafo Koen Wessing se apresura a comprar un pasaje de avin a Chile tan pronto como se entera del golpe. Pide a un familiar un traje gris, carga sus cmaras y habla con unos amigos que haban estado un ao antes en la tercera conferencia mundial de la UNCTAD celebrada en Santiago. Ellos le hablaron del impresionante edificio construido especialmente para el encuentro. Este edificio fue el centro de operaciones de la junta militar durante la dictadura y, tras varios usos, volvi hace unos aos a los ciudadanos como Centro Cultural Gabriela Mistral. Un espacio que ahora recoge, por segundo ao, la muestra de las fotografas del artista holands, Imgenes indelebles, no solo las tomadas en Chile sino tambin de los conflictos ocurridos en Nicaragua en 1978 y en El Salvador en 1980. Koen Wessing naci en Holanda en 1942 y con 21 aos ya ejerca como fotgrafo f reelance. A lo largo de su carrera trabaj principalmente para la agencia Hollandse Hoogte, con la que realiz reportajes de protestas, revueltas y conflictos locales. Wessing fue testigo del

mayo del 68 en Pars, las guerras de Nicaragua o El Salvador, el apartheid de Sudfrica, y viaj con su cmara por China, Guinea Bissau, Afganistn, Indonesia, Albania, y Rumania, entre otros. En Chile su cara de pocos amigos, el pelo corto y la chaqueta gris prestada fue lo que le permiti moverse libremente por la ciudad sumida en el caos. Fotografi en puntos de control a las mujeres que eran registradas, con un gran angular a escuadrones en las calles, el velatorio de Pablo Neruda y tambin consigui colarse en el Estadio Nacional. All se produjo una de sus fotos ms extraas pero interesantes: un preso se arrastra bajo la valla que separa el gradero del estadio del campo mientras que un soldado se debate entre mantener el arma en posicin y aproximarse tambin a la valla. La clave de esta imagen est en un paquete de cigarros. Wessing, fumador empedernido durante toda su vida, les lanzaba cigarros a los prisioneros en las gradas, pero no solo eran los detenidos los que notaban la falta de la nicotina. Este paquete no alcanz su destino a la primera y, sin quererlo, el fotgrafo provoc la imagen. Soldado y detenido se lanzaron a la pesca del botn. En otra de las imgenes recogidas en esta muestra un detenido est siendo retratado de perfil por el fotgrafo oficial del ejrcito delante de una pared blanca. l mismo debe sujetar el nmero. Dos puntos de vista que realzan, en la mira-

da de Wessing, el orgullo y la integridad del detenido. La fotografa del holands es de carcter poltico pero ms que de la violencia o la desgracia del conflicto, sus imgenes son el testimonio de la dignidad y el orgullo de los humanos. Es quizs el carcter plstico de estas imgenes lo que les aporta a los chilenos una nueva visin de su propia historia. Al volver a Holanda, Wessing hizo una seleccin de 25 imgenes y public el libro Chili, September 1973, un referente hoy en el fotorreportaje del siglo XX. Cada imagen funciona por s misma, pero el conjunto de estas contiene la clave de las grandes obras, consigue transmitir el ambiente de caos, oposicin, dignidad, tensin y represin con la que el mundo, y en concreto los chilenos, vivieron los precipitados acontecimientos de ese fatdico mes de setiembre. LA MUESTRA. Es extrao que una exposicin se repita dos aos seguidos, pero la afluencia de pblico de la primera vez ms de 17 mil personas y la repercusin a nivel social conseguida lo justifican. Por otro lado, este es quizs el mejor homenaje que se le poda hacer al fotgrafo en el primer aniversario de su muerte, ocurrida das antes de que la muestra se abriera al pblico en su primera edicin. Adems de un excelente montaje de las obras, esta retrospectiva cuenta con dos bloques ms: una proyeccin de gran dimensin de las fotografas y una

entrevista a Wessing meses antes de su muerte, realizada por Jeroen de Vries curador de Imgenes indelebles y amigo personal del artista. En ella el propio fotgrafo, fumando continuamente y con pocas palabras, explica el contexto de muchas de las instantneas expuestas y reflexiona sobre el deber o no de explicar toda la situacin histrica-poltica a los ms jvenes. En concreto recuerda una ocasin en la que el novio de su hija vio sus imgenes de Chile y le parecieron bellas pero remotas. En apoyo al propio cuestionamiento del autor, la muestra Imgenes indelebles fue acompaada de otras actividades en las que les da la voz a los ciudadanos. Se realizaron dos f ocus groups, uno con vecinas mayores y otro con jvenes de entre 15 y 25 aos, nacidos en democracia. Jvenes que toman parte de las ltimas movilizaciones estudiantiles chilenas y que reconocen en las imgenes la pugna entre las ideas libertarias y la represin como elementos que tambin se repiten en los conflictos de los que hoy participan; pero que, sin embargo, ya sienten el Golpe de Estado del 73 como algo distante en la historia; les sugiere los tiempos coloniales, la Alemania de Hitler o el mundo narrado por Ray Bradbury en Fahrenheit 451, segn los testimonios recogidos por el Centro Cultural GAM. Otra de las iniciativas que acompaa a esta muestra es sumatuvoz.cl, un sitio web en el que se invita al pblico a compartir sus sensaciones con la frase: Qu ves? Qu sientes, qu recuerdas o reconoces? Suma tu voz!. Son testimonios que, proyectados junto a la imagen en la entrada de la exposicin, han permitido ponerle nombre a algunos de los protagonistas de las imgenes de Wessing. Un hombre con unas frazadas, traje y lentes de montura gruesa camina encorvado; junto a esta foto se lee: Es mi padre, contctenme. Y no es una broma pesada, ese hombre es Csar Fernndez, apresado en el Estadio Nacional un da despus del golpe, donde fue testigo de la muerte de Vctor Jara. Estuvo exiliado en Europa y en algn momento vio las imgenes pero hasta que su hijo no lo reconoci en esta muestra no pudo saber quin fue el fotgrafo ni cundo fue tomada. Poco a poco Chile empieza a reconocer a sus desaparecidos y a elevar la voz para que la memoria no se pierda en el susurro.

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Cortesa de Nederlands Fotomuseum, Rotterdam, y Hollandse Hoogte, Amsterdam

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Hctor Galms, narrativa completa

Los precios de la imaginacin


Carlos Ma. Domnguez

A EDICIN de la obra completa de Hctor Galms viene a coronar el esfuerzo de su editor, y no pocos crticos, en destacar su narrativa. Fallecido a los 53 aos en 1986, Galms dej escritas cuatro novelas y un libro de cuentos que hoy integran un grueso volumen de Banda Oriental, prologado por Elvio E. Gandolfo y Heber Raviolo. A veinticinco aos de consumada, su obra exhibe la unidad de un tono basado en el ingenio, la imaginacin y la complicidad con un lector que no necesita apartarse del mundo frecuentado y conocido para asomarse a los juegos del deseo y a la especulacin sobre los vnculos entre la conciencia y la realidad. Es notorio el carcter ldico de la mayora de sus ficciones y la ambicin de correr una aventura en los pliegues que van del realismo cotidiano a los mundos fantsticos, mediados por toda clase de ironas sobre la vida domstica y laboral, el sexo, las vocaciones, la condicin de un Uruguay enfrentado al final de varias dcadas de prosperidad y a las amenazas de la dictadura. LOS CUENTOS. Su mayor eficacia anida en los cuentos, entre los cuales hay varios magistrales por su precisin y audacia. El puente romano ha sido merecidamente jerarquizado como un clsico de la narrativa uruguaya, en su notable ambicin de introducir en la aventura de una partida de soldados durante las guerras de fines del siglo XIX, una paradoja temporal y metafsica. Tuvo su origen en mis lecturas sobre Astronoma (asunto que me apasiona), particularmente en el tema del movimiento retrgrado aparente de algunos planetas, confesara en un texto perdido entre sus papeles y rescatado para esta edicin. Su tratamiento tiende lazos con otros relatos como Los hermanos, dos gemelos condenados a una crcel epidmica que buscan un destino en el circo, y Sosas, donde vuelve a asomar el tema del doble y las ambigedades de la identidad, que en su aspecto ms inquietante alternan la direccin de lo narrado. En un registro ms especulativo y mtico se ubican el

relato de un Adn que va en busca de la infancia que no ha tenido, La infancia de Adn, y Regreso al Aqueronte, un segundo viaje del Dante al mundo de los muertos. Otros relatos despliegan recursos del gnero fantstico o abordan con realismo la corrosin del tiempo sobre la materia viva y la materia muerta, como el excelente relato El malacara. LAS NOVELAS. Sus trece cuentos revelan que Hctor Galms fue un virtuoso cuentista que incursion en la novela con dificultades para dominar el gnero. Necrocosmos es una novela inicial de aire cortazariano, protagonizada por un grupo de amigos vinculados a las artes plsticas, separados por el imperativo del exilio que se impone sobre la mayora de ellos. Es

tambin la historia de un tringulo amoroso y de rodeos afectivos que no terminan de resolverse. Las calandrias griegas es la novela donde logra mayor unidad y seduccin, a travs de la aventura de una pareja de publicitarios que se ve envuelta en una estafa del dueo de la agencia, con el que el narrador mantiene vnculos ambivalentes. En rigor no saben si la solucin que el dueo les ofrece es una trampa y nuevamente la tensin se concentra en la doble direccin de los sentidos en que debe ser leda la experiencia. Se dira que cruzan el puente romano donde todas las certezas se anulan. Las dos novelas siguientes, La siesta del burro y Final en borrador son fruto de un mismo origen. Como cuenta Heber Raviolo, cuando en 1982 Galms le entreg el manuscrito de La siesta del burro, ambos estuvieron de acuerdo en que la novela no cerraba y mereca ms trabajo. Al revisarla en los aos siguientes, el texto deriv por otros caminos imaginativos, recuper algunas zonas del manuscrito original y la enfermedad encontr a Galms en plena reescritura, que termin poco antes de morir. En la primera Galms inventa el pueblo de Colodra, donde un empleado de correos llamado Estvez, luego de jubilarse se oculta en su antiguo lugar de trabajo para

espiar a los vecinos. Cruza ciertas zonas del realismo mgico con registros y alusiones a las consecuencias del golpe de Estado sobre la poblacin. En la segunda, el mundo del cine, como mquina de fantasa, ocupa el eje alrededor del que giran nuevos personajes, que sustituyen a los anteriores y llevan la historia por un compromiso ms personal. Pero lo que siempre late en los mundos de Galms es lo que dej escrito sin atenuantes: Fatalmente me dejo llevar por la imaginacin, dado que no es posible controlarla, llevarla a ella por donde uno quiere. Le dira, por ejemplo: por ah no, que nos caemos en el pozo. Y nos caemos en el pozo. Puedo proponerme imaginar cmo sera mi vida en otras circunstancias o la vida de cualquier otro, pensar el argumento, dividirlo en escenas, modificarlo aqu o all, etc.; pero el intentar escribirlo es otra cosa; cuando uno se distrae buscando y rebuscando las palabras, la imaginacin se suelta y la idea original desaparece o debe acomodarse a la pltora de imgenes intrusas, a la presencia de esos personajes que no habas pensado y se cuelan por cualquier resquicio. Y el escritor pierde la mitad de su tiempo, si no ms, en ordenar el caos de la imaginativa desbordada (sublevada). Todas sus novelas muestran juegos imaginativos que potencian el inters por la trama y la desacomodan, la interrumpen y la abandonan. Revelan su talento y la imposibilidad de sujetarlo a un proceso narrativo que por acumulacin de sentidos, dan la unidad en el tiempo, esencial a la novela. Galms se salta los pasos intermedios que organizan el tejido silencioso de las secuencias, y el desborde de su imaginacin brilla demasiado lejos del suelo donde buscaba asentarse, a menudo despreocupada de su funcin en el contexto general de la trama. Esa ausencia de dominio sobre el tempo novelstico malogr sus ambiciones en el gnero. No as los cuentos, donde la concentracin de recursos perdura, y es luminosa. NARRACIONES COMPLETAS, de Hctor Galms. Ediciones de la Banda Oriental, 2011. Montevideo, 589 pgs.
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Omb

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Viaje por Tailandia

Un pas encerrado e
Matas Castro

A ESCENA ES igual a una que se vea en The Matrix, pero en lugar de ocurrir en un mundo virtual, sucede en un mercado al aire libre en Chiang Mai, al norte de Tailandia. Y a ms de cuarenta horas de avin de distancia desde Uruguay. Se trata de un gigantesco mercado que se extiende por decenas de cuadras, con miles de personas caminando como hormigas, ya sea para comprar, vender o cantar y bailar a cambio de monedas. De repente, unos vetustos altoparlantes ubicados por todas partes emiten el himno de Tailandia y todos se congelan en sus posiciones, turistas incluidos. El paisaje pasa de ser un hervidero entre turstico y tradicional a ser una fotografa congelada en la que participan multitudes y que se puede recorrer por dentro (si uno se atreve a romper esa inmovilidad que se impone). Un minuto ms tarde, el himno termina y todos continan sus movimientos. El tiempo que dura el himno y la inmovilidad multitudinaria contienen una buena presentacin de la identidad tailandesa. Ah estn la religin, el comercio, el turismo, la historia, la amabilidad, los olores y sabores con carcter, el sexo, la riqueza y la pobreza. RAMA, EL SUPREMO. Tailandia tiene el jefe de Estado ms duradero en su cargo en todo el mundo. El rey Rama IX, cuyo verdadero nombre es Bhumibol Adulyadej, ha estado en su cargo por casi 66 de sus 84 aos de vida. Su imagen est, literalmente, por todos lados y resulta fcil de encontrar en el extenso mercado de Chiang Mai al igual que en cualquier rincn de Tailandia. Todos los billetes tienen su imagen.

Cualquier casa o comercio, de la clase que sea, tiene sus fotos rigurosamente enmarcadas en dorado. En la calle se ven con frecuencia enormes retratos en los que aparece con su atuendo real y que muchas veces funcionan como monumentos o portales. En las libreras del aeropuerto su biografa, en una edicin de lujo, aparece marcada como best-seller. Antes de las funciones de cine, un aviso institucional muestra el progreso de Tailandia y a Rama IX acompandolo todo, amando a su pueblo y recibiendo todo el respeto. El aviso termina con el rey surgiendo entre rayos dorados y un cielo celeste, con msica gloriosa. La lnea entre el respeto y el temor no queda del todo clara y hace pensar en lo que cuentan sobre la imagen de Kim Il-Sung en Corea del Norte. La gente no habla demasiado sobre el tema. Lo que se puede leer en el Bangkok Post, un diario local en ingls, es que en estos tiempos se ha debatido mucho sobre una posible derogacin del delito de lesa majestad, por el que cualquier crtica se considera punible. Pero esas intenciones de cambio se han desinflado y han quedado reducidas a un pequeo grupo de acadmicos y al comentario editorial suave del Post. Segn un artculo de The Guardian, desde que ascendi al trono tras la muerte de su hermano, en 1946, Rama IX ha autorizado al menos 15 golpes de estado (aunque us su influencia para detener algunos), 16 constituciones y 27 cambios de primeros ministros. Pero pase lo que pase, su figura sobrevuela cualquier problema y l ha sido distinguido varias veces por la revista Forbes como el monarca ms rico del mundo. Aceptar el hecho de que haya pocos cuestionamientos visibles y

que su figura sea reverenciada en la vida cotidiana es un primer paso para intentar entender la idiosincrasia tai. ESTMAGO Y NARIZ. Otro paso es aceptar los olores. Basta caminar un par de cuadras por la efervescente Bangkok, donde viven ocho millones de personas en un clima clido con presin y humedad tropicales, para sentirse invadido por aromas. Muchos cuentos de turistas van acompaados por gestos de asco a la hora de referirse al tema, algo que tiene mucho que ver con el rechazo a los contrastes. Carros de comida callejera al borde de la vereda o directamente sobre las calles estn por toda la ciudad y ofrecen desde embutidos aderezados hasta bollitos multicolores al vapor, cucarachas, langostas y gusanos fritos (crocantes como un snack y solo con sabor a soja), tofu preparado de mil formas, sopas en bolsa, fideos tambin en bolsa y muchas otras comidas difciles de identificar. En Tailandia, y especialmente en Bangkok, es fcil manejarse valindose del ingls, pero los vendedores callejeros suelen estar limitados a entender la pregunta How much? y a decir los precios en ese idioma. Resulta difcil encontrar uno que sepa explicar los mil y un alimentos que vende, y mucho menos sus ingredientes. En los ingredientes es donde se puede encontrar algunos puntos de choque. Estn los curries, por ejemplo, hechos con leche de coco, lemongrass, jengibre y mariscos, pollo o cerdo. Son aromticos, calientes y generalmente picantes; combinacin que, aunque no lo parezca, es perfecta para enfrentar el calor aplastante. Tambin estn el pescado y los mariscos secos, que pueden parecer podridos por su olor y sabor, pero estn presentes en platos como el

famoso Pad Thai, considerado uno de los ms deliciosos del mundo por los especialistas. En el mercado de Chiang Mai hay puestos con baldes de madera que tienen adentro un material slido que parece Asfalkote. Es chaokuai, gelatina vegetal; los vendedores la raspan con cuchara, la sirven en un plato baada con azcar negra o man molido y la venden como dulce. Es un postre cuyo sabor est en el man y el azcar y que solo se ve en el norte. A su vez, es de los ms populares en una gastronoma que no abunda en postres ms all de frutas y algunas otras opciones. El turista ms prejuicioso podr pasar perfectamente un mes sin probar la comida local, comiendo en cadenas internacionales o locales musulmanes, mexicanos, estadounidenses, italianos, alemanes y hasta brasileos. Tailandia tie-

ne tal penetracin occidental que es posible encontrar an ms variedad. Pero no tendra sentido viajar hasta all para no probar siquiera una vez un desayuno local, con frutas, caf, sopa y aceites picantes (combinacin ideal para comenzar el da con fuerza y sin peso en el estmago). ZONAS ROJAS. La apertura a Occidente se siente en casi todas partes, al menos en el eje de destinos populares: de Chiang Mai hasta Bangkok, al centro y luego a las playas del sur. El turismo sexual hizo que histricamente Tailandia fuera identificada con temas srdidos y peligros horrendos, potenciados por novelas y pelculas. Los pjaros de Bangkok, de Manuel Vzquez Montalbn, es un buen paseo gastronmico por ese eje, pero tambin apela al sexo y a la sordidez para mos-

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en sesenta segundos
desprejuciado e integrador pero una nota en la gua Lonely Planet con una docente universitaria travesti agrega el dato de que es ms una apariencia y que an falta mucho para que se hable de una integracin real. BUDA QUERIDO. El noventa y cinco por ciento de la poblacin practica el budismo Theravada, una rama que lleg desde Sri Lanka y que tiene diferencias grandes con el de India. En un cruce de calles del mercado de Chiang Mai, un Buda dorado de un metro de altura es baado con un cucharn de agua por cientos de transentes de todas las edades que se acercan a mostrarle sus respetos. Ese es apenas un ejemplo de que la deidad est presente en la vida de los tai, tanto o ms que el rey. En ese sentido la visita a los wats, o templos, es obligatoria. Muchos de ellos son estructuras impresionantes que no solo encierran historia sino muestras de arte hermossimas. Los templos, por ejemplo, suelen tener pinturas en sus paredes donde distintos artistas representan imgenes de la vida de Buda o escenas tradicionales de la historia. Para los tailandeses, a diferencia de lo que ocurre en Laos y Camboya, un wat es cualquier lugar de oracin que no sea una mezquita. Pero, estrictamente hablando, un wat es un predio que incluye el templo, los sitios de residencia y estudio de los monjes, y el edificio donde est la imagen central de Buda. Este edificio puede ser impresionante como el del Buda Reclinado, que encierra una figura de cuarenta y seis metros de largo por quince de altura, o deslumbrante, como en el del Buda Esmeralda; ambos en Bangkok. Los predios de los wats son siempre atractivos para recorrer, aunque algunos estn inundados por turistas. Y con todo, as como la religin se acomoda en medio del gran mercado, tambin encuentra su sitio de oracin en medio de la marea de visitantes. As que es comn ver en los templos ms famosos cmo los tailandeses dedican unos minutos a la oracin, arrodillados en el piso, entre visitantes de todo el mundo que, en seal de respeto, solamente cumplen con la regla de descalzarse antes de entrar. Muchsima gente viaja a este destino con la ilusin de que podr iluminarse o poner un poco de paz al caos de su vida en Occidente. Pero no es tan fcil. Algunos templos admiten conversaciones con monjes como forma de introduccin al budismo y mientras se est en el pas se puede percibir la falta de estrs que se asocia a la religin. En el ritmo de vida occidental sera difcil implantar en la vida cotidiana hbitos tailandeses simples (no hay cuchillos en la mesa porque son armas, la gente se descalza en los sitios cerrados, etc.) y otros ms complejos. Algo apreciable all y casi imposible de trasladar a estas sociedades es el clima del trnsito. Bangkok es un caos, con miles de autos, camiones y motos en todas las calles. Cruzar avenidas es una ciencia difcil de aprender ya que no implica siempre guiarse por los semforos sino por el momento en que un tailands se resuelve a cruzar en un hueco que le deja el infinito flujo de vehculos. Varios das despus de aventurarse por estas calles, se descubre que, a pesar del aparente desorden, no escuch un bocinazo ni un grito entre conductores; algo inimaginable en las cada vez ms pobladas calles de Montevideo y mucho menos en Buenos Aires. Hay ciertas cosas que la propia sociedad impone al individuo, ms all de la intencin de cada uno y eso es lo que cuesta trasladar. Cuando en 2006 se derroc al primer ministro Thaksin Shinawatra, responsable de la modernizacin del pas (cosa notoria, cabe reconocerlo), no hubo protestas en la calle a pesar del apoyo popular que tena. Eso no quiere decir que no haya habido manifestaciones en otros momentos, pero lo cierto es que las mayores explosiones han sido de parte de grupos musulmanes en el sur, cerca de la frontera con Malasia, protestando con actos terroristas por ganar independencia. En la novela y la pelcula La playa se cuenta la historia de un joven que busca aventuras y fiesta en las playas del sur, un verdadero paraso como puede comprobar cualquiera que busque imgenes en Google. Lo que encuentra all es un grupo de extranjeros que invaden ese rincn virgen, lo conquistan y crean su propia comunidad, con ellos mismos y los tailandeses por enemigos. Lo que est contado ah en clave de thriller es una buena representacin de la realidad: extranjeros que llegan a un lugar soado, lo invaden, lo destruyen y los tailandeses los detestan. A diferencia del resto del pas, la isla de Phi Phi, que es donde se ambienta parte de La playa, se caracteriza por la poca simpata de los tailandeses. Es una excepcin, probablemente porque el poco espacio habitable est invadido literalmente por los f rngs, o extranjeros; y porque stos solamente buscan fiesta. De visita en los templos de Bangkok, la realidad no es muy distinta, solo que los frngs buscamos tomar fotos, aunque haya que meterse entre los que estn rezando. En la novela y la pelcula los tailandeses disparan con metralletas a los extranjeros. En la isla de Phi Phi, en la realidad, solo son secos y se limitan a cobrar. En Bangkok y en el norte no pierden su amabilidad, tal vez porque los turistas no siempre son tan invasivos o tal vez por la presencia de Occidente que se percibe por todas partes, ya sea en los comercios, en la sealizacin de las calles o incluso en la cantidad de libreras con libros en ingls.
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trar el pas (nada se le puede achacar, ya que es una historia policial). La novela Bangkok 8, de John Burnett, presenta a la vez un viaje respetuoso y didctico por la espiritualidad tailandesa y un recorrido por el mundo de las drogas y la prostitucin en ese distrito de la capital. Una vez en el pas, el visitante puede notar la presencia del mundo del sexo, ya sea en Pat Pong, distrito rojo de Bangkok, o en la desmesurada y multitudinaria zona roja de Patong Beach, en la isla de Phuket. Tambin se nota, de otras maneras, entre los jvenes que inundan la famosa isla Phi Phi (donde filmaron La playa, con Leonardo DiCaprio). Por otra parte, hay una gran cantidad de travestis, transexuales y gays que parecen perfectamente integrados en la sociedad. En este sentido, el pas parece amplio,

Laura Santos

Espritus de zona roja


DAR VUELTA por algunas esquinas de Pat Pong, la zona roja de Bangkok, es ms atractivo que arriesgado. No es cien por ciento seguro, como es lgico, pero puede permitir descubrir algunas cosas. Por ejemplo, en la puerta de un club de strippers mal iluminada, se ve una casita sobre un pedestal. Esta casa en miniatura, que tiene comida y bebida reales, muecos y hasta algn mueble, es para albergar a los espritus que fueron desplazados del lugar. Como un rastro animista, este tipo de casitas est por todos lados, ya en la ciudad o en las zonas rurales y las islas del sur. Siempre albergan a los espritus que perdieron su morada por las construcciones que ocupan el lugar. Es un buen ejemplo de cmo la espiritualidad est presente en todos lados, aunque sea entre las ms curtidas prostitutas, taxi boys y gigols.

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Otra mirada al concierto de McCartney

Una ciudad muy beatle


Fernando Garca
(desde Buenos Aires) ses de gabardina, mocasines, jersey a rayas rado, mocos en cascada. Hacer de l un Polito, bah, y revolverle el pelo noms: baby f ace. EFECTO SHAKERS. Montevideo conserva la vibracin de la beatlemana como un nobilsimo juego de loza europea. Esto que est pasando, Paul en el Centenario, no dista mucho de las piezas de videoarte de Martn Sastre que juegan a invertir el lugar excntrico del Uruguay. Lady Di extraviada en el Cerro y confundida como una vecina ms; la desaparicin de Europa y la arqueologa para recuperarla en las vajillas familiares montevideanas. Piezas maestras de este artista que imbrican humor y geopoltica y en cuya serie no habra desentonado un falso Paul disuelto en el Uruguay. En Buenos Aires, cuando ramos chicos escuchbamos el Break it All de los Fattoruso convencidos de que eran Los Beatles. No es casual que una vez cultivado el efecto shaker, el cruce del ro nos permita vivir la experiencia de ser doppelgangers a destiempo. Con la obsesin morbosa de que Montevideo replica manchas de Buenos Aires ya idas, irrecuperables. Y que esas manchas se relacionan con una memoria del desembarco beatle y su casi inmediata traduccin uruguaya a travs de Los Shakers. Por algo as debe ser que solemos sostener empricamente que Montevideo es una ciudad muy beatle. Correspondencias estticas azarosas. Los mostachos de Harrison y Starr en la foto de la tapa de Let it Be; la cartelera ancien rgime de la Avenida 18 de julio; los kioscos verdes de Nevada; esos whiskys con nombre de tugurio portuario ingls. Y el inigualable bar Los Beatles del barrio sur. El swingin London rendido a un estao fabulador que es totalmente ajeno al culto (y eso solo lo hace ms encantador). En 1996 cuando me adentr extasiado en el bar Los Beatles y escuch su historia contada con sumo desinters por el encargado, tambin me toc hacer de sparring de un supuesto ex jerarca de la pesada, mientras me deca: As como me ves, yo mat unos cuantos tupas en los setenta cuando estaba en la polica. Soy macho y uruguayito, tomate otro whisky, argentinito, dale. El whisky le

ESPERT en medio del Ro de la Plata, camino a Montevideo, en el buque Eladia Isabel. Encontr el plat perfecto para una foto de Martin Parr. La cubierta como un solarium de una posible convencin de viajantes de las industrias McCartney. Hasta hay una jerarqua del estampado en este contingente multigeneracional, mayormente porteo. Los hombres mayores, variaciones Goldberg de Homero Simpson, lucen, sobre todo, merchandising oficial de las ltimas giras de McCartney. Las mujeres, sus parejas, parecen menos impulsadas a ejercer el rasgo teen del fanatismo explcito. Las adolescentes, sus hijas, tienden al bolso con estampado Beatles 65 o remeras beatle de autor, aurticas. Estn los Lennon, remeras del temperamental socio, que andan ms bien solos. Qu maldiciones barruntan? Visto as podra tratarse de una especie de paseo temtico; El cruce a Liverpool. Con la diferencia de que la historia est viva, relajndose con un bao de espuma en el Hotel Sheraton de Montevideo, mientras cruzando la lnea del horizonte se aproxima este buque fantico. TODO POR POLITO. Sorteamos los lmites de la estacin Tres Cruces, provenientes de Buenos Aires, para salir al encuentro de una Montevideo que se nos escurra en el fantstico reloj de arena de Las 24 horas de McCartney. Una carrera hacia (y no contra) el tiempo. Fue en un bus gris, como de latn, con el cartel de destino Ciudadela, donde escuchamos a Polito nombrado por primera vez. Todo por Polito, dijo ella, campechana, fresca. Resulta que todo el recorrido se cambia por Polito y ac estn todos enterados de los cortes menos nosotros. Ella era la guarda (santa del cielo) capaz de cambiarme un billete de 500 pesos uruguayos para comprar dos boletos de 19 pesos hasta la Ciudad Vieja. Camino a la Plaza Independencia, otra estructura de hierro se constitua como la promesa de la futura proyeccin del concierto, o al menos una

arrancaba mares de transpiracin y memorias del fierro. Hu apenas consegu la foto con el elenco estable del saln. Casi un trofeo de caza mayor. MACCARANAZO. Al fin encontramos nuestros asientos en la Tribuna Olmpica despus de siluetear la sombra ominosa del Clnicas. Detrs, nos protege la severa Torre de los Olmpicos. Pienso que hay un dilogo o un duelo cultural mayor entre ese monumento tan caro al ndice futurista y ese hombre cuya creacin es capaz de representar en un destello la gloria del Keynes-Dickensianismo. Serenata premium de Paul a esa torre que gobierna una perspectiva serena de la ciudad (aunque nada sepamos de los intersticios criminales de la noche). La ocupacin por Paul del Centenario (lo presiento en la mujer que ejerce una beatlemana gestual: no grita, pero se ahueca la cara como en el cuadro de Munch) est llamada a ser histrica. De ahora en ms Uruguay seguir impulsado por la vigilia del Maracanazo de 1950 y este Maccaranazo de 2012 que se consume de a poquito: como el dulce de leche ms rico de la historia. Por qu lloramos al escucharlo? Es conciencia de finitud o xtasis de por siempre Beatles? TWEETS & GRITOS. Apenas pusimos tierra en Buenos Aires abr mi laptop para subir a la red social Twitter los pensamientos frescos, guiados por el sueo breve y el shock adrenalnico del sube-baja. Se haban ido ajustando con innumerables modificaciones desde la caminata final por la Avenida Italia hasta la drsena en Colonia. Deca, en el lmite gestltico? de los famosos 140 caracteres: *Flequillazo al fin, del Barrio Sur a Pocitos. *Cuando toc Yesterday, difcil no gastarlo, no rifarlo: en MVD son propio, parte de un pasado que se solaza con la herrumbre de la Rambla. *La Avenida Italia remontada por una multitud de 45 RPM, preguntndose Y Jaime? *Maybe Im Amazed pudo ser uno de los mejores momentos para eyectarse al cielo oriental. *El tema con Paul es que nos contagia con una naturalidad que no deberamos aceptar.

parte del concierto, en pantalla gigante, sobre la avenida 18 de julio. Visiones invertidas de fortalezas momentneas. Los cortes, los vallados, alrededor de este fugaz cine rock volveran, despus, incierta la ruta del bus. Era la metfora de una ciudad invadida por algo ms que un espectculo. La incertidumbre compartida por la guarda y el chofer podan atisbarse como la rplica de un terremoto afectivo. Cuantas rutas haban sido puestas en vilo ayer, aqu, por la msica de Los Beatles. Lo nico que pedan ellos, ahora, era el aviso. Saber a qu atenerse a la hora sealada. Todo por Polito, asinti l sin desviar la mirada del horizonte que apunta al prtico original del casco antiguo. Arriba de este bus que pareca circular a control remoto por una ciudad que se replegaba en forma de espiral hacia el centro energtico del Centenario. Ciudad de domingo vaca, expectante, embelesada en su rol de anfitriona al punto de hacer de Sir Paul McCartney un botija de bermudas gri-

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Piglia-Stupa: una exposicin

Relato multiplicado
Victoria Verlichak
(desde Buenos Aires)

ESTA ALTURA del uso de los nuevos soportes multimedia de textos, el magnfico volumen Ricardo PigliaEduardo Stupa. Fragmentos de un diario (Jorge Mara La Ruche, Buenos Aires, 2012) aparece como una contribucin a la permanencia del libro impreso. Quiz, y sin proponrselo, la publicacin sea un homenaje a la materialidad de una forma de leer amada por muchos. En ese sentido, al tener el bello ejemplar de Fragmentos de un diario en la mano, se puede decir con Jean-Philippe de Tonnac que aunque el libro electrnico, el e-book, se imponga al libro impreso, no podr echarlo de nuestras casas y de nuestras costumbres por ninguna razn. El libro electrnico no matar al libro (en Umberto Eco, Jean-Claude Carrire, Nadie acabar con los libros, Prlogo, Lumen, 2010). DOS VIDAS. Ricardo Piglia (Adrogu, 1941) lleva un diario privado desde hace ms de 50 aos y Eduardo Stupa (Buenos Aires, 1951) est en la escena pblica desde su primera individual en 1973. Ahora juntos presentan Ricardo Piglia-Eduardo Stupa. Fragmentos de un diario, exposicin y libro (parcialmente) exhibidos en Galera Jorge Mara La Ruche. En la interseccin de las pasiones artsticas de los autores, volumen y muestra comparten la vitalidad de la poesa y la enriquecedora carga del pensamiento crtico. Acierta Piglia al sostener que: Cuando se dice que una imagen vale ms de mil palabras se quiere decir que la imagen llega ms rpido, la captacin es instantnea, mientras que leer un texto de mil palabras, cualquiera que sea, requiere de otro tiempo, una pausa. S, se necesita pausa para leer a Piglia pero tambin para mirar la obra de Stupa, que no ilustra las palabras y escenas volcadas en el diario sino que enlaza el vnculo entre dos espritus afines, que se han vuelto amigos. El lomo negro del libro y su tapa dura ilustrada con fragmentos de obra de Stupa remedan los diseos en blanco y negro, con la etiqueta en

sucesin de cuentos breves, brevsimos. El escritor escribe, desdoblado y multiplicado. Tengo la extraa sensacin de haber vivido dos vidas. La que est escrita en los cuadernos y la que est f en mis recuerdos. ija EN LA GALERA. Mapas de la imaginacin, pliegues de una otra realidad, Stupa exhibe 22 imgenes (tcnica mixta sobre papel de similar tamao, 40 x 60 cm.), incluyendo las 10 originales del libro. Como los textos del diario de Piglia algunos de los cuales estn ploteados en la pared junto a algunas gigantografas que reproducen su escritura, las obras tampoco ofrecen ninguna linealidad. Son signos grficos y manchas que remiten a escenas que se desintegran, sugiriendo trazos ms o menos inteligibles, silencios pero tambin sonidos. Aparecen como imprevistas aproximaciones a la sensibilidad de los textos del diario. Las piezas de esta exhibicin confirman la multiplicidad de los intereses intelectuales de Stupa, incluyendo el cine, la literatura, y condensan dos vertientes de su obra: dibujo y collage. En la escritura y reescritura de sus dibujos, que incluso suelen alcanzar gran formato, los intuitivos trazos aparecen como ntimas caligrafas o tmidas y disparatadas geometras que se agrandan, se independizan, hasta convertirse en una serie de inspirados movimientos y planos de pintura, veladuras que surcan la tela como rfagas de viento que barren lo previamente dibujado. En estos paisajes alucinados e inestables, Stupa introduce recortes de diarios y revistas que dejan huella pero que impiden descubrir certeza alguna, ahondando el provocador enigma de sus creaciones. Piglia termin con sus compromisos en Princeton y est de regreso en Buenos Aires, donde dirige la Serie del Recienvenido para el Fondo de Cultura Econmica. Stupa forma parte de Gallos y huesos, una colaboracin entre el artista plstico, el escritor Sergio Chejfec y el compositor Pablo Ortiz, que se presentar en agosto en el Centro de Experimentacin del Teatro Coln. Editado por Jorge Mara, con colaboracin de Rabobank y Crculo de Bellas Artes de Madrid; libro y muestra se presentarn prximamente en la capital espaola.
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Eduardo Stupa, Sin ttulo, 2012, tcnica mixta sobre papel, 60 x 50 cms

Ricardo Piglia y Eduardo Stupa

el centro, de los cuadernos escolares norteamericanos. Ninguna casualidad, ya que los textos surgieron en tramos en los que Piglia dict clases desde 1997 y durante parte del ao en la prestigiosa Universidad de Princeton, Estados Unidos. Tampoco resulta ca-

sual que las retiraciones de tapa y contratapa, con reproducciones de manuscritos del autor, hayan sido impresas sobre un grueso papel con una textura semejante al hule; son de hule negro las portadas de los cuadernos donde Piglia escribe sus notas a mano. No hay secretos, dice Piglia, cuya ltima novela Blanco nocturno (Anagrama, 2010) obtuvo los premios Dashiell Hammett, Premio Nacional de la Crtica (espaola), el Rmulo Gallegos y Casa de las Amricas. Como toda memoria, sta es considerablemente algo ms que la voz del autor; transmite el aire de una poca, subraya datos de una estacin de la historia. Y aunque las entradas carecen de fecha precisa y los das de semana se suceden con asombrosa discontinuidad, el diario se puede leer como una

// ESCRIBEN:

MERCEDES ESTRAMIL / SOLEDAD PLATERO

Reedicin de Tata Vizcacha

Las viejas banderas


Juan de Marsilio
OS HERNNDEZ patea en la tumba cuando se toma por sabio a su Viejo Vizcacha, ejemplo de la corrupcin de los valores gauchos, para acomodarse a una modernizacin rapaz venida de la ciudad. En 1955, Washington Benavides (Tacuaremb, 1930) titul Tata Vizcacha su primer librito, de tipografa humilde, que les daba con ganas y puntera a los dioses del Olimpo local, satisfechos y prsperos a costa de miserias ajenas, tan viles y ventajeros como el personaje de Hernndez. El libro mezcla la acidez para con los victimarios y cmplices con la piedad hacia las vctimas (tambin hacia la inocencia perdida de los corruptos) e inicia una obra abundante, slida y variada, a la vez culta y popular. Alcanzara para recordarlo. Pocos recuerdan, sin

embargo, que los criticados promovieron un Movimiento Accin Democrtica que, para combatir al comunismo la Guerra Fra daba para mucho compr casi toda la edicin y la quem en acto pblico. En aquel Uruguay democrtico nadie protest. Esta reedicin, y su lanzamiento en la misma plaza de la quema, adems de sucesos literarios, son actos de justicia. Benavides capta al Vizcacha verdadero y extiende la mano de bleque a seores y seoras de sociedad, a los que les quedan bien las citas del Martn Fierro que pone como acpite y a veces por colofn de los poemas. Construye los textos a la manera de los epitafios de Edgar Lee Masters, en la Antologa de Spoon River: nombra al personaje y lo define con una estampa. Hay casos de egosmo brutal (Don Heraclio Cabral). Otros de complicidad, consciente y rastrera (Abel Espinosa) o errada en su buena

intencin (Don Zenn Viera). Otros desperdiciaron, por debilidad o codicia, sus buenas cualidades (Luis Paz). Algunos sufren, semiinconscientes, entre sus lujos (Mercedes Pardo Garca, Felicidad Morales). Tambin retrata vctimas (Martn Espino, Eulogio). En estas denuncias se nota que el autor ya no pertenece a los partidos tradicionales, pero ataca a los que usan las viejas banderas para lucrar, respetando a quienes las siguieran de

buena fe, incluso en el error. En Romn Gimnez, que cierra el libro, se retrata a un viejo combatiente colorado del 1897 y el 1904, que fue a matar blancos por fidelidad a su caudillo y fraternidad con sus camaradas, con profunda piedad del poeta para con sus prjimos de ambos bandos. Mucho tiene este libro de prosaico y deslenguado, opuesto al lirismo mejor recibido y algunas veces peor edulcorado, a tono

con los antipoemas de Nicanor Parra, desconocidos entonces por aqu. Un lector no avisado podra contarle algn verso chueco ms que los que tiene unos pocos hay: es un primer libro sin ver que muchas de las rispideces rtmicas, muchos cortes abruptos entre versos, son disonancias y hasta malsonancias deliberadas, acordes a la denuncia que se presenta. En el prlogo, Agamenn Castrilln dice bien que Benavides era un joven maduro y ahora es un maduro joven. El diseo es impecable, con el acierto de abrir y cerrar el libro con fotos de Benavides corrigiendo las pruebas de una y otra edicin. La ilustracin de tapa, de Pablo Benavdez, capta a la perfeccin la grosera, el lujo y la miseria denunciadas en este libro. TATA VIZCACHA, de Washington Benavides. Yaugur, 2012. Montevideo, 112 pgs.

Narrativa
NOCHES EN FITZROVIA, de Julian MacLaren-Ross. La Bestia Equiltera, 2011. Buenos Aires, 247 pgs. Distribuye Gussi. UNA DE LAS actividades en las que al parecer se luci el escritor ingls Julian MacLaren-Ross (1912-1964) fue en la venta de aspiradoras. Tanto que en un almuerzo que comparti con Graham Greene en 1938 ste le pregunt si las venda para obtener
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material sobre el que escribir. Asombrado en ese momento de que pudiera utilizarse la vida como materia bruta narrativa, MacLaren dijo que las venda para sobrevivir. Greene tal vez us el dato cuando veinte aos despus escribi Nuestro hombre en La Habana e hizo que su protagonista devenido espa vendiera, precisamente, aspiradoras. Y tambin MacLaren-Ross aprendi rpido a utilizar su biografa (incluida la venta de electrodomsticos), que no fue insignificante ni mucho

menos. En Noches en Fitzrovia cuenta parte de esa vida, de un modo veloz y a travs de frases largas encadenadas con dinamismo. Que comience con un claro recuerdo de poco despus de mi nacimiento ya debe ser entendido como una estrategia de la ficcin para presentarse como un ser especial, juguetn, imaginativo y humorstico. Dicen que lo fue, un verdadero dandy, rico y noble de aspiraciones y bohemio pobre de resultados. El libro se estructura en dos partes. La primera repasa

ancdotas de una infancia ambientada en Inglaterra y Francia (padres, hermana, niera, un titiritero que lo fascina, un maestro castigador) y tiene el simple inters de la frescura con que est narrado. La otra es ms interesante y cuenta sus recaladas en los bares del Soho londinense de posguerra y ocasionales relaciones laborales con personajes como el poeta Dylan Thomas, con quien comparti la escritura de guiones para la BBC, o con el editor Jonathan Cape. La nica vez que vio a ste y

mucho antes de que publicara en su editorial, MacLaren le haba llevado un indito volumen de cuentos. Al parecer, Cape los ley porque estaban escritos en un papel verde que le descansaba la vista. La conclusin de MacLaren fue clarividente: De posibilidades tan remotas, aprendera yo, depende casi todo en el mundo literario. Cape tambin le dijo una verdad que comprobara con creces, que con los cuentos cortos no se haca dinero. Varias colecciones de relatos y novelas (algunos traduci-

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dos al espaol: Tostadas de jabn y otros cuentos, De amor y de hambre, Veneno de tarntula) dieron cuenta de eso. MacLaren-Ross muri de un infarto, todava joven y pobre, autoconvertido en un maldito de apariencia discreta y escritura elegante. M. E.

Novela
EL TRAJE GRIS, de Andrea Camilleri. Barcelona, 2011. Salamandra, 156 pgs. Distribuye Gussi. ANDREA CAMILLERI, admirador confeso de Georges Simenon, logr ocupar, hasta cierto punto, el lugar que el francs haba dejado vacante

con su muerte. La serie protagonizada por el comisario Salvo Montalbano (que homenajea explcitamente a otro escritor admirado por Camilleri: el espaol Manuel Vzquez Montalbn, creador del detective Pepe Carvalho) captur desde el primer ttulo a los amantes del policial europeo tradicional, ese que se ocupa menos de la accin que del desarrollo de escenarios y personajes entraables. Pero Camilleri no es Simenon, ni es Vzquez Montalbn. Su maquinita de hacer historias, aunque eficaz y prolfica, es apenas eso: oficio para escribir y humildad para reconocer a los maestros. Se podr decir que no es poco, pero hay que admitir que tampoco es demasiado. La serie de Montalbano mostr, al cabo de dos o tres ttulos, que el esquema era siempre el mismo y que el encanto radicaba en la evolucin de los personajes permanentes tanto como en la persistencia de los rasgos tpicos de la corte de actores secundarios. Una frmula ganadora, pero no precisamente una puesta en riesgo de las convenciones literarias. Con El traje gris ocurre algo peor: es una novela bien escrita (nada del otro mundo:

lo de Camilleri no es deslumbrar con la escritura) y que se lee en un par de horas, pero no cuenta con el soporte de la familiaridad entre el lector y los personajes, y no dice nada especialmente interesante o que no haya sido dicho antes con ms elegancia y exigencia. Un alto ejecutivo de la banca privada se jubila y debe enfrentar el horror del tiempo libre. Es casi un ex-

como libertina e impdica en la intimidad. El retrato de esa mujer es minucioso y ocupa en esta novela el lugar que en la serie de Montalbano ocupan la comida tpica y los paisajes de Sicilia. En ese sentido es posible que logre satisfacer a cierto sector del pblico, pero para quien no se interese en la descripcin estereotipada de mujeres hermosas y distantes hay como mnimo medio libro muy aburrido. El resto es vejez y enfermedad. Humillacin y obsecuencia. Traicin y duda. Pero claro, todo tratado de una manera superficial o esquemtica, demasiado obvia, demasiado explcita. Nada que el lector deba comprender por s mismo: todo est puesto en negro sobre blanco, como para que nadie se complique la vida. Para peor,

la posible vuelta de tuerca policial que la cosa promete a mitad de camino termina por desvanecerse sin dejar rastros para conducir a un final previsible desde el ttulo. S. P.

Fe de errata
EN LA PGINA 9 del N 1168 del 4 de mayo, en la nota Hombre frente al espejo donde dice las declaraciones del nazi Adolf Eichmann en los juicios de Nremberg debi decir en el juicio de Jerusaln.

trao en su propia casa, gobernada por la esposa, veinticinco aos ms joven y dotada de todos los atributos de una diva americana del cine en blanco y negro: elegantsima, voluptuosa, cordial, distante, tan recatada y modosa en la vida pblica

Pacha Mama
Felipe Polleri

ay que leer

Antologa f undamental
de Anna Politkovskaya

Solo la verdad

PORQUE ES una recopilacin de textos, varios inditos en espaol, de la periodista rusa Anna Politkovskaya asesinada en Mosc hace 5 aos. A diferencia de lo publicado en espaol hasta el momento, esta es una obra cuidada que toma los textos ms importantes de su trayectoria, su trabajo como corresponsal en el frente checheno, el papel en la crisis de los rehenes del Nord-Ost, sus peripecias paralelas a la tragedia de Beslan, su confrontacin con la administracin Putin, y varios textos raros que sorprendern al lector. (Debate/Random House Mondadori)

A POLTICA cultural del gobierno financia con admirable entusiasmo a la cumbia villera y al arte conceptual, por lo que pronto veremos el nacimiento del arte conceptual villero o de la cumbia conceptual o de la instalacin villera o la performance cumbiada o de otra sntesis igualmente asombrosa y original. Tengo fe. Aunque el arte conceptual es practicado por la izquierda exquisita de la pequea burguesa y la cumbia villera por la alienacin plancha del lumpen proletariado, resulta indudable que antes o despus todo lo que tienen en comn ambos movimientos saldr a la luz del mundo. Por ejemplo, ambos

grupos tienen un nivel de inteligencia idntico y una muy justa necesidad de fama y dinero a cambio de poco trabajo, lo que hace a ambas artes muy uruguayas y generadoras de identidad. Que nadie confunda con demagogia o populacherismo el inters de las autoridades por los movimientos culturales ms dinmicos de nuestro pas; dejemos a un lado los prejuicios y abandonmonos al ritmo de la cumbia (por ejemplo, en los mnibus) y, asimismo, cuando entremos a un museo y veamos con cierto estupor a un trozo de bosta colgando de un cable no pensemos que se trata de un trozo de bosta colgando de un cable sino de la eterna y csmica lucha entre la tecnologa capitalista y la Madre Tierra.
25 mayo 2012

12 / E L P A I S C U L T U R A L / N 1171

La ta Vitoria
Mara Snchez

A TA Vitoria, la ta de mi padre, siempre vivi en casa de mis abuelos. Para mi padre y sus hermanos fue como otra madre; para los nietos de aquel entonces, ella era quien nos contaba cuentos en las tardes de verano durante la siesta. Las tardes del sur de Espaa son calurosas y hasta las seis de la tarde los adultos parecen entrar en estado vegetativo; mientras, los nios intentbamos entretenernos con algo que hacer en casa. Casas de verano que no tenan apenas nada: algunos libros, juguetes de playa, un tablero de ajedrez y unas cartas. Con las toallas de la playa y los almohadones construamos fuertes y la ta Vitoria sacaba el librito de cuentos viejsimo y nos lo lea. Un libro que luego no consegu encontrar por ningn sitio. Ella nunca se cas, pero la recuerdo con un anillo. Segn me contaron, o creo yo que me contaron, su novio muri en la guerra. Creo que por eso nunca le pregunt, porque el amor y la guerra son dos asuntos muy serios. As que en mis cavilaciones imagin que el anillo era de l y que en algn lugar de su tocador deba tener cartas guardadas de ese amor perdido. El tocador en cuestin no s si tena cartas, lo que s tena era muchas fotos alrededor del espejo. Y tampoco estaba en esa casa de los cuentos de verano, sino en la casa de la ciudad de mis abuelos. El tocador tena un espejo y cajoncitos pequeos llenos de joyas y peinetas. Las fotos, no s de quin eran, solo s que haba porque recuerdo que hasta el momento en que muri era hacia donde siempre diriga la mirada. Una y otra vez repasaba aquellas sonrisas en blanco y negro.

tacto con una persona realmente mayor y con la decadencia del ser humano pasando por todas sus fases. Dej de teirse el pelo y empez a parecer una abuelita de cuento. Caminaba despacio hasta que ya no pudo hacerlo ms. Entonces mis tos la empujaban a toda velocidad por el largo pasillo, desde el cuarto al saln, en la silla con rueditas del ordenador. Recuerdo cuando entr Sonia a la familia, la chica que la cuidaba por las noches me parece absurdo que no me haya olvidado de su nombre y s del de algunos de mis compaeros de colegio; ya necesitaba ayuda para todo. Tambin por entonces dej de hablar y slo repeta Mara Mara Mara, el nombre de mi abuela, incansablemente, sin parar ni de da ni de noche. Estuviera mi abuela con ella o no. No importaba, solo la llamaba. O me llamaba. A veces me sentaba junto a ella un rato en la habitacin pero, aunque comparto el mismo nombre con mi abuela, yo no era suficiente, as que segua repitiendo Mara Mara Mara. La voz se convirti en un susurro desgarrador y luego simplemente par. Una extraa llamada que no era para m pero que se qued grabada en mi recuerdo. Ahora, cuando intento recordar su voz de las tardes de verano no la oigo, no est. Recuerdo los cuentos, Periquito y Periquita, uno sobre una chiva y un lobo, otro de unas hermanas, pero no la voz que me los contaba. Solo ese susurro de mi nombre para una Mara que no era yo. LA AUTORA: Mara Snchez naci en Mlaga (Espaa) en 1986. Desde 2010 reside en Montevideo, donde trabaja como periodista cultural en este suplemento. Este es su primer texto literario publicado.

Como toda seorita bien que tiene un tocador, ella era coqueta, con el pelo pintado de negro, delgada y en su bolso siempre andaba con un espejo que con cinco aos a m me fascinaba. Por fuera es como un posava-

sos grueso blanco con un dibujo de flores azules y por dentro tiene dos espejitos con diferente aumento. Ahora, est en el bao de mi casa en Montevideo. La ta Vitoria fue mi primer con-

EN EL PRXIMO NMERO
EDITOR JEFE: Lszl Erdlyi COORDINACIN: Elvio E. Gandolfo Rosario Peyrou lvaro Buela Mara Snchez 25 mayo 2012 SECRETARIA: Susana Yaquinta

Oscar Niemeyer Greil Marcus Ma. Elena Walsh Hilary Mantel Julian Barnes
DISEO: del Grupo Metro
Este es un suplemento del diario EL PAIS, Plaza Cagancha 1168, Montevideo, Telfonos 29020115, 29023061, int. 281 al 285. Fax: 29027723 Edicin en Internet: www.elpais.com.uy Direccin e-mail: [email protected] Depsito legal N 247.501 Suscripcin semestral, va area - 35 dlares

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CULTURAL
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Renzo V ayra

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