Kawakami Cuento
Kawakami Cuento
Kawakami Cuento
ABANDONARSE A L A PA S I N
O C H O R E L AT O S DE AMOR Y DESAMOR traduccin del japons de marina bornas montaa
barcelona 2011
a c a n t i l a d o
ttulo original
Oboreru
Publicado por
acantilado
Quaderns Crema, S.A.U. Muntaner, 462 - 08006 Barcelona Tel. 934 144 906 - Fax 934 147 107 [email protected] www.acantilado.es 1999 by Hiromi Kawakami. Todos los derechos reservados de la traduccin, 2011 by Marina Bornas Montaa de esta edicin, 2011 by Quaderns Crema, S.A.U. Derechos exclusivos de edicin en lengua castellana: Quaderns Crema, S.A.U. Imagen de cubierta a partir de un biombo japons, (fragmento) de Nakajima Raisho (1860) i s b n : 978-84-15277-44-6 d e p s i t o l e g a l : b. 36 983-2011 a i g u a d e v i d r e Grfica q u a d e r n s c r e m a Composicin r o m a n y - v a l l s Impresin y encuadernacin p r i m e r a e d i c i n noviembre de 2011
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LLUVIA FINA Te llevar a comer unas galeras riqusimasme dijo Mezaki. Yo crea que la galera slo era un crustceo oscuro, una mezcla entre gamba e insecto, pero en el restaurante donde me llev las hacan deliciosas. Las hervan enteras y las servan con cscara. Luego les quitbamos la cscara, que nos quemaba los dedos, y nos comamos el bicho. Tenan un sabor ligeramente dulce, de modo que ni siquiera haca falta aliarlo con salsa de soja. As fue pasando la noche. De repente, no podamos volver a casa. Cuando nos dimos cuenta de la hora que era, adems de que ya no pasaban trenes estbamos en un lugar por el que apenas circulaban coches. En cuanto cerr el restaurante, el nico local que haba en los alrededores, no encontramos nada ms en todo el trayecto. Era uno de esos caminos en los que hay alguna farola de vez en cuando que slo sirve para que la noche sea an ms oscura, un camino bordeado de rboles y matorrales de los que parece que en cualquier momento puede salir un caballo o una vaca. No hubo ms remedio que echar a andar, uno al lado de la otra, por aquel camino, que por mucho que avanzramos no se estrechaba ni se ensanchaba.
No s cuntos aos tiene Mezaki. Sea cual sea su edad, parece mayor que yo, aunque tambin podra tener mi edad. Siempre habla de cosas sin sentido, como de un da que, en cierta ciudad, vio a un artista ambulante que escupa 7
a b a n d o na r s e a l a pa s i n fuego por la boca y que pona la misma cara que su abuelo cuando se quemaba la lengua; o de un amigo suyo que sufra una misteriosa enfermedad hasta que un da, de golpe y porrazo, le cambi la cara, se cur, se volvi ms honrado y pareca otra persona. Son historias sin pies ni cabeza que Mezaki explica poco a poco, como si fueran interesantes. Desde que nos conocimos en una reunin, sin saber cmo empezamos a coincidir en los mismos lugares. A veces, intercambibamos cuatro palabras entre la muchedumbre, mientras que otras veces no nos decamos nada, slo nos mirbamos. Ms adelante, Mezaki empez a contarme aquellas historias sin sentido que tan interesantes le parecan, y se me acercaba cada vez que nos encontrbamos. Sin embargo, nunca habamos estado los dos solos hasta el da que fuimos a comer galeras. No fue una cita planeada de antemano, simplemente coincidimos por ensima vez y, de repente, me invit. Cuando Mezaki me llev al restaurante, creo que era bastante tarde. Ya habamos bebido mucho, quiz no hasta el punto de perder la memoria, pero nos encontrbamos en un estado en que las horas pasaban deprisa y despacio a la vez, hasta que terminamos por perder la nocin del tiempo. Mezaki caminaba delante de m, meneando las caderas arriba y abajo. Yo lo segua con paso vacilante y pensaba en las galeras. El restaurante era un local pequeo donde slo estaban el dueo y un camarero joven. Mezaki se sent en la barra, justo enfrente del dueo, que no pareca conocerlo. En cualquier caso, si se conocan, deba de ser uno de esos restaurantes donde tratan a todos los clientes por igual. Unas galeras, un sake y verduras en salmuera para picarle pidi Mezaki al dueo. Acto seguido, se volvi hacia m y me sonri arrugando la frente. Mezaki tiene la cos8
l l u v i a f i na tumbre de sonrer arrugando la frente. T cmo comes los huevos crudos, Sakura?me pregunt Mezaki, aprovechando un descanso entre cscara y cscara. Mientras pelaba las galeras, no deca nada. No es que habitualmente sea muy parlanchn, pero como pelar las galeras era bastante laborioso, cuando lo haca hablaba menos que de costumbre. Los huevos crudos? Nunca me han entusiasmado le respond. Enseguida me acord de que mi to soltero, que viva en casa de mis padres, sola hacer un agujerito en la cscara de los huevos. Cuando me levantaba en mitad de la noche para ir a beber agua, lo encontraba de pie frente al fregadero sorbiendo un huevo crudo. Era un soltero cuarentn que no encontraba pareja a pesar de que le haban concertado varias citas con mujeres. Te llevar a caballito, Sakura, me deca cuando era pequea. Yo me sentaba en sus anchos hombros y l me paseaba por todo el comedor. En los umbrales colgaban fotografas de mis abuelos y bisabuelos, y me daba miedo acercarles la cara. Pero no me atreva a decirle que quera bajar. Mi to nunca se cansaba de llevarme a caballito. Quieres bajar?, me preguntaba al final. Entonces yo finga protestar un poco y l me bajaba al suelo. Mi to no tena trabajo. Cuando ya haba cumplido los cuarenta y cinco, se cas con una mujer diez aos mayor que l, se fue de casa y dej de visitarnos a menudo. Se ve que ahora es pescador y vive con su mujer en casa de su patrn, en una preciosa zona junto al ro. A ti te gustan los huevos crudos, Mezaki? Los sorbes a travs de un agujero en la cscara? Primero casco el huevo, separo la yema de la clara y bato slo la clara hasta que queda espumosa, as. Mezaki me lo ense moviendo rpidamente la mano derecha, en la que sujetaba los palillos. Al final de la demostracin, se llev una galera a la boca y dio un trago de sake. Cuan9
a b a n d o na r s e a l a pa s i n do he terminado de batir la clara, bato tambin la yema y la mezclo con la clara hasta obtener un lquido uniforme, como si fuera agua. Luego aado un poco de salsa de soja. El montn de cscaras iba creciendo al mismo ritmo que disminua el de las galeras. Entonces Mezaki me acerc la cara. T sorbes directamente los huevos crudos, Sakura? Por tu cara dira que s. Lo haces, verdad? No, no lo hago. Empezamos a repetir la misma pregunta y respuesta: Lo haces?, No, no lo hago, mientras la mesa se llenaba de botellas de sake vacas. Vamos a cerrar, nos avis el dueo, pero an nos quedamos bebiendo un rato ms, y no nos levantamos hasta que hubo quitado la cortinita que colgaba en la puerta de entrada, apagado los fogones y limpiado la barra. Cuando salimos al camino bordeado de farolas, la luna brillaba arriba en el cielo, redonda.
Aqu no hay nada, vamos a dar un paseodijo Mezaki mientras echaba a andar delante de m meneando las caderas, como cuando habamos llegado al restaurante. Cada vez que pasaba bajo una farola, su sombra apareca detrs de l, y luego se proyectaba delante de su cuerpo. Cuando sala del crculo luminoso, la sombra desapareca en la oscuridad. Yo tambin meneaba las caderas, como l. Tengo un poco de miedo, Sakurame dijo al cabo de un rato, y se puso a mi lado. Me da miedo la oscuridad. Antes crea que de la oscuridad poda salir cualquier cosa, por eso me daba miedo. Ahora la temo porque s que no hay nada en su interior. Mezaki tena la costumbre de acercarme la cara al hablar, y notaba su aliento en mi mejilla. Recuerdo que, cuando nos conocimos, decid que no me caa bien. Pero luego, a medida que me iba contando aque10
l l u v i a f i na llas historias que le parecan tan interesantes, fui cambiando de opinin. Su aliento era dulce y hmedo como el de un perrito. Dondequiera que vayas, en los lugares oscuros slo hay oscuridad, y eso me da miedo. A ti no, Sakura? No. No especialmente. A m lo que me da miedo esdije, y me di cuenta de que haba olvidado qu era. Lo tena en la punta de la lengua, pero no me acordaba. Un perro ladr lejos de all. Cuando uno empieza a ladrar, los dems lo imitan, como si le respondieran. Quiz no era un perro domstico. Quiz ni siquiera era un perro, sino algn tipo de animal salvaje que no sabamos identificar. Cuando los ladridos cesaron, las ranas empezaron a croar. Sus voces surgan de los mrgenes del camino. Se oan tan cerca que pareca que pudiramos alcanzarlas alargando el brazo. Las ranas tienen una voz muy potente para su tamao, no crees? Si las personas tuviramos ese tono de voz, seramos insoportablesri Mezaki mientras me coga la mano. Sus manos estaban calientes, y me di cuenta de que yo las tena muy fras. Siempre tengo las manos, la espalda y la frente fras. Todava tienes miedo, Mezaki? Te sientes mejor si te doy la mano? l ri de nuevo. Eran unas carcajadas guturales que sonaban como el taido de una campanilla de porcelana. Ya no haba casas y las farolas escaseaban cada vez ms, pero el camino no pareca tener fin. Me pareci distinguir una montaa entre la oscuridad que se expanda frente a nosotros, pero tal vez slo fuera una ilusin ptica. Dnde estamos, Mezaki? Pues no lo s, lo mismo me preguntaba yo, pero no sabra decirlo. Cmo hemos llegado hasta aqu? Una vez, cuando era pequea, me perd. Mi to, al que he mencionado antes, me llev al hipdromo. Un mar de gente 11