EL Atolondradicho
EL Atolondradicho
EL Atolondradicho
"L'étourdit"
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EL ATOLONDRADO, EL ATOLONDRADICHO O LAS VUELTAS DICHAS
Al contribuir al 50º aniversario del Hospital Henri-Rousselle, por el favor que los míos y yo
allí recibimos en un trabajo del cual indicaré lo que sabía hacer, es decir, pasar la
presentación, rindo homenaje al doctor Daumézon, que me lo permitió.
Lo que sigue nada prejuzga, según mi costumbre, del interés que le prestará su destino:1
mi decir en Sainte-Anne fue vacuola, igual que en Henri-Rousselle y, ¿se imaginan?,
desde hace casi el mismo tiempo, guardando en cualquier caso el valor de esa carta que
digo llega siempre donde debe.
Parto de migajas, ciertamente no filosóficas, puesto que son el relieve de mi seminario de
este año (en París I).
Allí, en dos oportunidades, inscribí en la pizarra (de una tercera en Milán donde,
itinerante, las había convertido en pancarta para un flash sobre "el discurso
psicoanalítico") estas dos frases:
Este enunciado que parece de aserción por producirse en una forma universal, es de
hecho modal, existencial como tal: el subjuntivo con que se modula su sujeto lo
testimonia.
La significación, por ser gramatical, rubrica primero que la segunda frase se refiere a la
primera, al convertirla en su sujeto bajo la forma de un particular. Dice: este enunciado, y
luego lo califica con el asertivo de postularse como verdadero, lo cual confirma porque
tiene la forma de la proposición llamada universal en lógica: en todo caso queda el decir
olvidado tras lo dicho.
Pero de antítesis, esto es, en el mismo plano, en un segundo tiempo, denuncia su
semblante:2 al afirmarlo por el hecho de que su sujeto es modal, y al probarlo porque éste
se modula gramaticalmente como: que se diga. Cosa que ella convoca no tanto a la
memoria sino, como se dice: a la existencia.
La primera frase no pertenece pues a ese plano tético de verdad que el primer tiempo de
la segunda asegura, como de costumbre, mediante tautologías (aquí dos). Se evoca que
su enunciación es momento de existencia, que situada con el discurso, "ex-siste" a la
verdad.
Reconozcamos aquí la vía por donde adviene lo necesario: en buena lógica, se entiende,
la que ordena sus modos de proceder desde donde accede, o sea, ese imposible, módico
sin duda aunque por ello incómodo, de que para que un dicho sea verdadero todavía hace
falta que se diga, que decir haya.
Con lo cual la gramática mide ya fuerza y debilidad de las lógicas que se aíslan de ella,
para, con su subjuntivo, escindirlas, e indica que concentra su poder, por desbrozarlas a
todas
Pues, insisto en ello una vez más, "no hay metalenguaje" tal que alguna de las lógicas,
por armarse de la proposición, lo pueda usar de báculo (que cada una se quede con su
imbecilidad),3 y si alguien cree poder encontrarlo en mi referencia, más arriba, al discurso,
lo refuto porque la frase que parece ahí ser el objeto de la segunda, no por ello se aplica
menos significativamente a ésta.
Pues esta segunda, que se la diga queda olvidado tras de lo que se dice. Y ello, de modo
tanto más impresionante que es asertiva, sin remisión, hasta el punto de ser tautológica
en las pruebas que ofrece -al denunciar en la primera su semblante, postula su propio
decir como inexistente, ya que al cuestionar a ésta como dicho de verdad, a la existencia
hace responder de su decir, y no porque haga existir este decir, ya que sólo lo denomina,
sino porque le niega la verdad- sin decir.
Si se extiende este proceso, nace la fórmula, mía, de que no hay universal que no tenga
que contenerse con una existencia que lo niega. Así, el estereotipo de que todo hombre
es mortal no se enuncia desde ninguna parte. La lógica que le pone fecha, no es sino la
de una filosofía que simula esa nulibiquidad, ese hacer de coartada para lo que denomino
discurso del amo.
Ahora bien, no de este solo discurso, sino del lugar donde toman turno otros (otros
discursos), el que designo como el del semblante, toma un decir su sentido.
Este lugar no es para todos, pero les ex-siste, y de allí se homologa (se hombreloga) que
todos son mortales. Sólo pueden serlo todos, puesto que a la muerte se les delega de
este lugar, y es bien necesario que sean todos pues ahí se vela por la maravilla del bien
de todos. Y particularmente cuando lo que ahí vela pone semblante de significante amo o
de saber. De allí el sonsonete de la lógica filosófica.
No hay pues universal que no se reduzca a lo posible. Aun la muerte, ya que ésa es la
punta con la que ella se articula. Por universal que se la postule, nunca deja de ser más
que posible. Que la ley se aligere por afirmarse como formulada desde ninguna parte, es
decir, con ser sin razón, confirma aun más de dónde sale su decir.
Para los que me escuchan . . . o peor,5 este ejercicio no hubiese hecho más que
confirmar la lógica con la que se articulan en el análisis castración y Edipo.
Freud nos encamina a que el ausentido (ab-sens) designa el sexo: en el bulto de este
sentido ausexo (ab-sexe) se explaya una topología donde la palabra es lo tajante.
Partiendo de la locución: "eso ni que decir", se ve que sin decir no andan muchas cosas,
casi ninguna, y tampoco la cosa freudiana tal como la situé de ser lo dicho de la verdad.
No andar sin... es hacer pareja o, como se dice, que "las cosas no andan solas".
Es así como lo dicho no anda sin decir. Pero si lo dicho se postula siempre como verdad,
así sea sin pasar nunca de un mediodicho (tal me expreso yo), el decir sólo se acopla allí
por ex-sistir, o sea, por no ser de la dimensión, de la dichomansión 6 de la verdad.
Es fácil hacer sentir esto en el discurso de la matemática donde constantemente el dicho
se renueva por tomar su sujeto de un decir antes que de realidad alguna, así tenga que a
ese decir sumarle la continuación propiamente lógica que implica como dicho.
No se necesita el decir de Cantor para palpar esto. Comienza con Euclides.
Si recurrí este año al primero, o sea, a la teoría de los conjuntos, fue para traer la
maravillosa florescencia que por aislar en lógica lo incompleto de lo inconsistente, lo
indemostrable de lo refutable, y hasta por anexarle lo indecidible al no lograr excluirse de
la demostrabilidad, nos pone tanto contra el muro de lo imposible como para que brote el
"no es eso", que es el vagido que clama por lo real.
Dije discurso de la matemática. No lenguaje de la misma. Téngase en cuenta para el
momento de retornar al inconsciente, estructurado como un lenguaje, he dicho desde
siempre. Pues en el análisis es donde se ordena en discurso.
Queda por recalcar que el matemático tiene con su lenguaje los mismos tropiezos que
nosotros con el inconsciente, para traducirlo de ese pensamiento que no se sabe de qué
habla, y aun para asegurarlo como verdadero (Russell).
Por ser el lenguaje más propicio para el discurso científico, la matemática es la ciencia sin
conciencia que convierte en promesa nuestro buen Rabelais, aquella ante la que el
filósofo* sólo puede quedar obtuso: esto alegraba a la gaya ciencia que presumía por ello
la ruina del alma. Por supuesto, le sobrevive la neurosis.
Señalado esto, el decir se demuestra, y por escapar de lo dicho. Entonces, este privilegio
sólo lo asegura al formularse en "decir que no", cuando al ir al sentido, es el "contiene" lo
que se capta, no la contradicción-la respuesta, no la reasunción como negación-, el
rechazo, no la corrección.
Responder así suspende lo que el dicho tiene de verdadero.
Lo cual se aclara con la luz rasante que el discurso analítico aporta a los otros, al revelar
los lugares modales con que se cumple su ronda.
Voy a metaforizar ahora, con el incesto, la relación que la verdad mantiene con lo real. El
decir viene de donde él la ordena.
¿Pero no puede haber también decir directo?
Decir lo que hay, es cosa que no les dice nada, queridos amiguitos de la sala de guardia,
llamada así sin duda porque se guarda bien de contrariar el patronazgo al que aspira (sea
cual fuere).
Decir lo que hay, durante mucho tiempo era algo que encumbraba a un hombre hasta esa
profesión que ya sólo les obsesiona por su vacío: el médico, que en todas las épocas y
por toda la superficie terráquea, sobre lo que hay. se Pronuncia. Pero es también por lo
siguiente: que lo que hay sólo tiene interés por tener que ser conjurado.
La historia ha reducido esta función sacramental hasta tal punto, que comprendo vuestro
malestar. Ni siquiera les cabe, la época no está para eso, fungir de filósofos, última muda
en la que, haciendo de lacayos de emperadores y príncipes, los médicos encontraron su
supervivencia (léase a Fernel).
Sepan no obstante, aunque el análisis sea de una sigla diferente -y pese a ello les atrae,
lo cual es comprensible-de qué doy testimonio primero.
Lo digo, por estar demostrado sin excepción respecto de los que llamé mis "dandies": no
hay la más pequeña vía de acceso a Freud que no esté recusada-y sin remisión en este
caso-por la elección de tal o cual analista.
Es que no hay formación del analista concebible fuera del mantenimiento de este decir, y
que Freud, por no haber forjado, con el discurso del analista, el lazo que atase a las
sociedades de ( psicoanálisis, las situó desde otros discursos que necesariamente tachan
su decir.
Cosa que todos mis escritos demuestran.
El decir de Freud se infiere de la lógica que toma en su fuente el dicho del inconsciente.
En tanto que Freud descubrió ese dicho, ex-siste.
Restituir este decir es necesario para que el discurso se constituya del análisis (a lo cual
contribuyo), y a partir de la experiencia donde resulta que existe.
No se puede, este decir, traducirlo en términos de verdad ya que de la verdad sólo hay
mediodicho, bien cortado, pero el que haya ese mediodicho tajante (se conjuga hacia
arriba: tú meditas, yo malmedigo)7 sólo recibe su sentido de ese decir.
Este decir no es libre, sino que se produce por relevar a otros que provienen dé otros
discursos. Por cerrarse en el análisis (cf. mi Radiofonía, el número justamente anterior de
este aperiódico),8 su ronda sitúa los lugares con que se cerca este decir.
Lo cercan como real, es decir, con lo imposible, el cual se anuncia:
No hay relación sexual.
Esto supone que relación, ratio, proporción "en general", no hay sino enunciada, y que lo
real de ello sólo se asegura confirmándose con el límite que se demuestra de las
consecuencias lógicas del enunciado.
Aquí límite inmediato, de que "no hay" nada que hacer para hacer una proporción con un
enunciado.
De esto, ninguna consecuencia lógica, lo que no es negable, aunque ninguna negación
basta para sostenerlo: solamente el decir que: nohay.
Negó/nohay no conlleva en español la misma homofonía que nya/nia (negación y pretérito
de negar) en francés. Así, nia (negó) basta para, con el pasado que significa, de cualquier
presente cuya existencia allí se connote marcar que nya (no hay) huella.9
Pero ¿de qué se trata? De la relación del hombre y de la mujer en tanto precisamente
fuesen apropiados, por habitar el lenguaje, para hacer enunciado de esta relación.
¿Es la ausencia de esta relación lo que lo exila en estábitat?10 ¿Es por abitarlo que esta
relación sólo puede quedar en entre-dicho?
No se trata de la pregunta: más bien de la respuesta, y la respuesta que la sustenta --por
ser lo que la estimula a repetirse- es lo real.
Admitámoslo: donde es-ahí. Nada se gana con remontarse al diluvio cuando éste ya se
narra por retribuir la relación de la mujer con la gloria.
Ilustremos sin embargo esta función de la respuesta con un apólogo, logo acosado de
aúllos por el psicólogo quien lo suministra, ya que el alma es aúllo, y aun con la (a)
minúscula, a(huyo).
Desgraciadamente, el psicólogo, por no fundar su sector más que en la teología, quiere
que lo psíquico sea normal, y por ello elabora lo que lo suprime.
El Innenwelt y el Umwelt en especial, cuando sería mejor que se ocupara del hombre-
vuelta o del hombre-voltio que hace el laberinto de donde el hombre no sale.
La pareja estímulo-respuesta confiesa al fin sus invenciones. Llamar respuesta a lo que
permite al individuo mantenerse en vida es excelente pero el que la cosa termine pronto y
mal, abre la pregunta que se resuelve en que la vida reproduce al individuo, y por tanto
reproduce asimismo la pregunta o, como se dice en este caso, se repite, que es lo mismo
que decir que ella revienta.
Es precisamente lo que se descubre del inconsciente, el cual entonces resulta ser
respuesta, pero por ser ella quien estimula.
Con lo cual también, aunque le pese, el psicólogo regresa al hombre-vuelta de la
repetición, ésa que sabemos que se produce desde el inconsciente.
La vida sin duda reproduce, Dios sabe qué y por qué. Pero la respuesta sólo se hace
pregunta donde no hay relación que sustente la reproducción de la vida.
A no ser que el inconsciente formule: "¿Cómo se reproduce el hombre?", que es lo que
hace en este caso.
-"Reproduciendo la pregunta", es la respuesta. O "para hacerte hablar", dicho-de-otro-
modo que tiene el inconsciente, por ex-sistir.
A partir de ahí tenemos que obtener dos universales, dos todos bastante consistentes
para poder separar en hablantes-quienes, por serlo, se creen seres-, dos mitades que no
se enreden demasiado en la coiteración cuando a ella lleguen.
Mitad (moitié) dice en francés que se trata de un asunto de yo (moi), y la mitad de pollo
que abría mi primer libro de lectura me desbrozó también el camino hacia la división del
sujeto.
El cuerpo de los hablantes está sujeto a dividirse de sus órganos, lo bastante para tener
que encontrarles una función. Se precisan a veces eras: por un prepucio que adquiere
uso con la circuncisión, véase el apéndice esperarlo por siglos enteros, de la cirugía.
Así, del discurso psicoanalítico, un órgano se hace el significante. Aquel del que puede
decirse que se aísla en la realidad corporal como carnada, por funcionar allí (la función se
la delega un discurso):
Se reconoce ciertamente, aun en este modo de evacuación, el órgano que por estar,
digamos, "en el activo" del macho, hace a éste, en el dicho de la copulación, merecer el
activo del verbo. Es el mismo a quien sus diversos nombres, en la lengua que uso, muy
sintomáticamente feminizan.
Es preciso, sin embargo, no equivocarse: en cuanto a la función que le viene del discurso,
pasó al significante. Un significante puede servir para muchas cosas, igual que un órgano,
pero no son las mismas. En la castración, por ejemplo, si presta sus servicios, no tiene
(afortunadamente, en general) las mismas consecuencias que si se tratase del órgano.
Para la función de carnada, si es el órgano el que se ofrece como anzuelo a las
voracidades que situábamos antes, digamos: de origyn el significante en cambio es el pez
que devora lo que precisan los discursos para sustentarse.
Este órgano que pasó al significante, horada el lugar desde donde cobra efecto para el
hablante, sigámoslo en eso de que se piensa: ser, la inexistencia de la relación sexual.
El estado actual de los discursos que se alimentan de estos seres, se sitúa desde este
hecho de la inexistencia, desde este imposible, no imposible de decir, sino que, ceñido por
todos los dichos, prueba ser lo real.
El decir de Freud así establecido se justifica por sus dichos primero, con los cuales se
prueba, lo que he dicho -se confirma por haberse delatado en el estancamiento de la
experiencia analítica, que denuncio-, y podría desarrollarse con el resurgimiento del
discurso analítico, a lo cual me dedico, ya que, aunque sin recursos, es de mi
incumbencia.**
En medio de la confusión en que el organismo parásito que Freud injertó en su decir, hace
él mismo injerto de sus dichos, no es poca cosa dar-pie con bola, ni dar el lector con un
sentido.
El enredo es insuperable por lo que se prende a él de la castración, de los desfiladeros
por donde el amor cultiva el incesto, de la función del padre, del mito en que el Edipo se
redobla con la comedia del Padre-Orang-te, del perorante Padre-Után.
Se sabe que me esmeré durante diez años por hacer jardín a la francesa de esas vías a
las que Freud supo adherirse en su diseño, el primero, cuando sin embargo desde
siempre lo que ellas tienen de torcido era discernible para cualquiera que hubiese querido
sacar en claro lo que suple a la relación sexual.
Aún era necesario que surgiese a la luz la distinción de lo simbólico, lo imaginario y lo
real: esto para que la identificación a la mitad hombre y a la mitad mujer, donde acabo de
evocar que el asunto del yo domina, no fuese con su relación confundida.
Basta que el asunto de yo así como el asunto de falo hasta donde tuvieron a bien
seguirme hace un instante, se articulen en el lenguaje, para que se conviertan en asunto
de sujeto y dejen de ser de la sola incumbencia de lo imaginario. Piénsese que ya desde
el año 56 todo esto hubiese podido darse por sabido, de consentirlo el discurso analítico.
Pues en la "Cuestión Previa" de mis Escritos, que debía leerse como la respuesta dada
por lo percibido en las psicosis, introduzco el Nombre-del-Padre, y con los campos (de los
cuales hay grafo en ese Escrito), que permiten ordenar la psicosis misma, se puede
calibrar su potencia.
No hay nada excesivo, en vista de lo que nos da la experiencia, en poner bajo el acápite
del ser o tener el falo (cf. mi Bedeutung de los Escritos) la función que suple a la relación
sexual.
De allí una inscripción posible (en la significación donde la posible es fundante,
leibniziana) de esta función como fi_may_de_x a lo cual los seres van a responder por su
modo de hacer allí argumento. Esta articulación de la función como proposición es de
Frege.
Pertenece sólo al orden del complemento que ofrezco más arriba a toda posición del
universal en cuanto tal, el que sea preciso que en un punto del discurso una existencia,
como se dice, tache de falsa a la función fálica, para que establecerla sea "posible", que
es lo poco de lo que puede pretender a la existencia.
Precisamente a esta lógica se resume todo lo tocante al complejo de Edipo.
Antes bien, mientras más ensartado por el a posteriori de los discursos que le esperan,
más asuntos tendrá el órgano que cargar.
Se le imputa ser emotivo... ¡Ah! por qué no haberlo adiestrado mejor, quiero decir
educado. Para eso, por más que se corra...
Se ve claro en el Satiricón que darle órdenes y hasta implorarle, vigilarlo desde temprana
edad, someterlo a estudio in vitro, nada cambia en sus humores, los que
equivocadamente se cargan a cuenta de su naturaleza, cuando por el contrario, sólo
porque no le gusta lo que le obligan a decir se tranca.
Mejor sería, para amansarlo, tener esa topología de la que dependen sus virtudes, por ser
la que dije a quien quisiese escucharme mientras se urdía la trama destinada a acallarme
(año 61-62 sobre la identificación). La dibujé con un cross-cap, o mitra como también se
llama... Que los obispos la usen de sombrero, no sorprende.
Debe decirse que no hay nada que hacer si de un corte circular -¿de qué? ¿qué es? ni
siquiera superficie, por nada de espacio separar-, no se sabe empero cómo se deshace.
Se trata de un asunto de estructura, o sea de lo que no se aprende de la práctica, lo cual
explica para los que lo saben que sólo se haya sabido hace poco. Sí, pero ¿cómo?
-Precisamente como eso: perocómo.
La bastardía del órgano-dinamismo estalla justamente por el sesgo de esta función, más
que por otra cosa. ¿Acaso se cree que el Eterno femenino atrae hacia arriba por el órgano
mismo, y que funciona mejor (o peor) porque el meollo lo libera de significar?
Digo esto por los buenos tiempos pasados de una sala de guardia que dentro de todo
esto se deja despistar, lo que delata que su reputación de jodedero sólo proviene de las
canciones que en ella se aúllan.
Ficción y canto de la palabra y del lenguaje, sin embargo, ¿no hubiesen podido, esos
muchachos y muchachas, permitirse contra los Padresamos de los cuales, hay que
decirlo, tenían el sello, los doscientos pasos que había que hacer para ir a donde yo hablé
durante diez años? Pero de aquellos para quienes yo estaba en entredicho, ni uno solo lo
hizo.
Después de todo ¿quién sabe? la necedad tiene sus caminos que son impenetrables. Y si
el psicoanálisis la propaga, se me ha escuchado, precisamente en Henri-Rousselle,
profesar que ello redunda más para bien que para mal.
Concluyamos que hay trabacuenta en alguna parte. El Edipo es lo que yo digo, no lo que
se cree.
Con un deslizamiento que Freud no supo evitar por implicar -en la universalidad de los
cruces en la especie donde eso habla, o sea, en el mantenimiento, fecundo al parecer, de
la sex ratio (mitad-mitad) en los que hacen mayoría, con la mezcla de sus sangres-, la
significancia que descubría en el órgano, universal en quienes son sus portadores.
Es curioso que el reconocimiento, tan fuertemente acentuado por Freud, de la
bisexualidad de los órganos somáticos (cuando por otra parte desconocía la sexualidad
cromosómica), no lo haya llevado a la función de cobertura del falo en lo que al germen se
refiere.
Pero su todothombría delata su verdad en el mito que crea en Tótem y tabú, menos
seguro que el de la Biblia pese a que lleva su sello, para dar cuenta de las vías retorcidas
por donde procede, ahí donde eso habla, el acto sexual.
Acaso presumimos que de todothombre, si queda huella biológica, es porque no hay sino
de raza con que thombrearse y nada con que paratodearse.
Me explico: la raza de que hablo no es la que una antropología sustenta por decirse física,
la que Hegel muy bien señaló por el cráneo y que lo merece todavía por encontrar en él,
mucho después de Lavater y Gall, lo más grueso de sus medidas.
Pues, como se vio en el intento grotesco de fundar con ello un Reich llamado tercero, con
eso no se constituye ninguna raza (y ese mismo racismo en los hechos tampoco).
Esta se constituye por el modo en que se transmiten según el orden de un discurso los
puestos simbólicos, los puestos con que se perpetúa la raza de los amos y no menos la
de los esclavos, de los pedantes igualmente, a los que les hace falta para responder por
ellos los pederastas (pédants-pédés), de los machacones, agregaría yo, a quien no
pueden faltar los machacados.
Prescindo pues con toda facilidad del tiempo de cervidumbre, de los bárbaros expulsados
de donde los griegos se sitúan, de la etnografía de los primitivos y del recurso a las
estructuras elementales, para afirmar lo que sucede con el racismo de los discursos en
acción.
Me gustaría más apoyarme en el hecho de que en cuanto a las razas, lo más seguro que
poseemos se debe al horticultor, y hasta a los animales de nuestra domesticidad, efectos
de arte, y por tanto de discurso: las razas de hombre son cosa que se mantiene con el
mismo principio que las de perro y de caballo.
Esto antes de señalar que el discurso analítico lo paratodea a contrapelo, lo cual es
concebible si resulta que cierra con su lazo lo real.
Porque es aquel en que el analista debe ser primero el analizado, si, como se sabe, es
éste el orden con que se traza su carrera. El analizante, aunque sólo a mí debe esta
designación (pero ¿qué asonada iguala el éxito de esta activación?), el analizante es ese
cuyo cervicio (oh sala de guardia), el cuello que se doblega, tenía que enderezarse.
Hasta ahora, sin más, hemos seguido a Freud en lo que de la función sexual se enuncia
con un paratodo, pero igualmente quedándonos con una mitad, de las dos que discierne,
en cuanto a él. del mismo rasero por arrojar las mismas dichomansiones.
Este traslado al otro demuestra bien el ausentido de la relación sexual. Pero es más bien,
este ausentido, forzarlo.
Es de hecho el escándalo del discurso psicoanalítico, y ya dice bastante de cómo están
las cosas en la Sociedad que lo sustenta, que este escándalo sólo se traduzca porque lo
ahogan a la luz del día, si cabe decir.
A tal punto que es mover una montaña aludir a este debate difunto de los años treinta, y
no porque al pensamiento del Maestro no se hayan enfrentado Karen Horney, Helen
Deutsch, incluso Ernest Jones, otros también.
Pero la tapa que se le ha puesto encima desde entonces, desde la muerte de Freud,
como basta para que no se escape ni un poquito de humo, dice mucho acerca de la
contención a la cual Freud, en su pesimismo, se remitió deliberadamente para perder,
queriéndolo salvar, su discurso.
Indiquemos solamente que las mujeres aquí nombradas apelaron -es su inclinación en
este discurso-del inconsciente a la voz del cuerpo, como si precisamente no fuese del
inconsciente de donde el cuerpo cobra voz. Es curioso comprobar, intacta en el discurso
analítico, la desmesura que hay entre la autoridad con que las mujeres causan efectos y
lo ligero de las soluciones con que este efecto se produce.
Me conmueven las flores, más aun por ser de retórica, con las que Karen, Helena -cuál no
importa, lo olvido ahora, ya que no me gusta volver a abrir mis seminarios-, con las que
Horney o la Deutsch adornan el encantador dedal que les sirve de reserva de agua en el
corsage tal como se lleva al dating, esto es a aquello de lo cual parece que una relación
se espera, aunque sólo fuese de su dicho.
En cuanto a Jones, la entrada de cervicio (cf. la última línea antes del último intervalo) que
toma al calificar a la mujer de deuterofalicidad, sic, esto es, al decir exactamente lo
contrario de Freud, a saber, que ellas nada tienen que ver con el falo, al mismo tiempo
que parece decir la misma cosa, a saber, que ellas pasan por la castración, es sin duda la
obra maestra que permitió a Freud reconocer que, respecto a la cervilidad que se espera
de un biógrafo, ése era su hombre.
Agrego que la sutileza lógica no excluye la debilidad mental que, como lo demuestra una
mujer de mi escuela, proviene más bien del decir parental que de una obtusión nata. A
partir de esto era Jones el mejor de los goym, ya que con los judíos Freud no estaba
seguro de nada.
Pero me extravió volviendo a la época en que esto, lo machaqué, ¿lo machaqué para
quién?
El no hay relación sexual no implica que no haya relación con el sexo. Es precisamente lo
que la castración demuestra, pero no más: a saber, que esta relación con el sexo no sea
distinta en cada mitad, por el hecho mismo de que las reparta.
Subrayo. No dije: que las reparta por repartirles el órgano, velo donde se extraviaron
Karen, Helen, Dios las tenga en su gloria si aún no es así. Pues lo importante no es que
parta de las titilaciones que los meninos sienten en la mitad de su cuerpo que hay que
devolver a su yo-alto,14 sino que esa mitad haga allí entrada de emperadora para sólo
reaparecer como significante amo o meser de este asunto de relación con el sexo. Y esto
lisa y llanamente (aquí en efecto Freud tiene razón) respecto a la función fálica, ya que
por proceder justamente como suplemento de una fanera única, es como esta función se
organiza, encuentra el organon que aquí reviso.
Lo hago porque a diferencia de él-en el caso de las mujeres nada lo guiaba, y es
justamente lo que le permitió avanzar tanto escuchando a las histéricas que "hacen de
hombre"-, a diferencia de él, repito, no obligaré a las mujeres a medir en la horma de la
castración la vaina encantadora que ellas no elevan al significante, aun si el calzador, por
el otro lado, no sólo al significante, sino también al pie ayuda.
A hacer de calzado, por cierto, de tal pie, las mujeres (y que entre ellas se me perdone
esta generalidad que pronto repudio, pero los hombres al respecto son duros de oreja),
las mujeres, digo, se dedican a veces a fondo. De ello se sigue entonces que el calzador
sea recomendable, pero debe preverse que ellas puedan prescindir de él, no solamente
en el MLF que es de actualidad, sino porque no hay relación sexual, de lo que lo actual no
es más que testimonio, aunque, me temo, momentáneo.
A ese paso, la elucubración freudiana del complejo de Edipo, en la que la mujer es en él
pez en el agua, por ser la castración en ella inicial (Freud dixit), contrasta dolorosamente
con el estrago que en la mujer, en la mayoría, es la relación con la madre, de la cual
parece esperar en tanto mujer más subsistencia que del padre, lo que no pega con su ser
segundo en este estrago.
Aquí muestro mis cartas al postular el modo cuántico bajo el cual la otra mitad, mitad del
sujeto, se produce a partir de una función por satisfacerla, o sea, por completarla con su
argumento.
De dos modos depende que el sujeto se proponga aquí ser dicho mujer. Son éstos:
no_existe_x . no_fi_de_x y no_todo_x .fi_may_de_x.
Pero cuando el notoda llega a decir que no se reconoce en ellas qué otra cosa dice si no
lo que se encuentra en lo que aporté, esto es:
el cuadrípodo de la verdad y del semblante, del goce y de lo que de un plus de-, se
esquiva al desmentir que se defiende de él,
y el bípodo cuyo intervalo muestra el ausentido de la relación,
luego el trípode que se restituye con la entrada del falo sublime que guía al hombre hacia
su verdadero lecho, por su rumbo haber perdido.
"Me has satisfecho thombrecito. Te diste cuenta, era lo que hacía falta. Anda,
atolondradichos no sobran, para que te vuelva uno después del mediodicho. Gracias a la
mano que te responderá con que Antígona la llames, la misma que puede desgarrarte
porque esfinjo mi notoda, sabrás incluso, atardeciendo, equipararte a Tiresias y como él,
por haber hecho de Otro, adivinar lo que te dije".
Esto es superyomitad que no se superyomedia tan fácilmente como la conciencia
universal.
Sus dichos no pueden completarse, refutarse, inconsistirse, indemostrarse, indecidirse
sino a partir de lo que ex-siste de las vías de su decir.
¿De qué otra fuente que la de este Otro, el Otro de mi grafo y significado con S de A
tachado: notoda, de dónde más podrá el analista sacar peros que ponerle a lo que bulle
de los ardides lógicos cuya relación al sexo se extravía, por querer que sus caminos
lleven a la otra mitad?
Que aquí una mujer no sirva al hombre más que para dejar de amar a otra; que él retenga
contra ella el que no lo consiga, cuando es precisamente porque lo logra que ella lo falla,
-que, torpe, el mismo imagine que por tener dos, la vuelve toda,
-que la mujer en el pueblo sea la doña, que en otros lados el hombre quiera que ella nada
sepa:
¿desde dónde podrá el analista orientarse entre estas gentilezas -hay otras- a no ser
desde la lógica que en ellas se delata y en la que pretendo adiestrarlo?
El ser se produce pues "señaladamente". Pero nuestra aesfera en todos sus avatares
atestigua que si lo dicho se concluye de un corte que se cierra, hay ciertos cortes
cerrados que no hacen de esta aesfera dos partes: dos partes que puedan denotarse con
el sí y el no en cuanto a lo que hay ("del ser") de una de ellas.
Lo importante es que sean estos otros cortes los que tengan efecto de subversión
topológica. Pero ¿qué decir del cambio que acarrean?
Podemos denominarlo topológicamente: cilindro, banda, banda de Moebius. Pero
encontrar lo que hay de ello en el discurso analítico, sólo puede hacerse interrogando en
éste la relación del decir con lo dicho.
Digo que un decir se especifica en él con la demanda cuyo estatuto lógico es del orden de
lo modal, y que la gramática lo certifica.
Otro decir, para mí, es allí privilegiado: la interpretación, que no es modal, ella, sino
apofántica. Añado que en el registro de la lógica de Aristóteles es particular, porque
concierne al sujeto de los dichos particulares, los cuales notodos (asociación libre) son
dichos modales (la demanda entre otros).
La interpretación, como lo formulé en su tiempo, atañe a la causa del deseo, causa que
ella revela, y de la demanda que con su modal arropa el conjunto de los dichos.
Quienquiera que me siga en mi discurso sabe bien que encarno esta causa con el objeto
(a), y este objeto, lo reconoce (por haberlo yo enunciado tiempo ha, diez años, en el
seminario del 61-62 sobre la identificación, donde introduje esta topología), ya lo ha,
afirmo, reconocido en lo que designo aquí con la arandela adicional con que se cierra la
banda de Moebius, cuando se configura con ella el cross-cap.
La topología esférica de este objeto llamado (a) es lo que se proyecta sobre el otro
compuesto, heterogéneo, que el cross-cap constituye.
"Imaginemos" aún según lo que se configura gráficamente de manera usual, esta otra
parte. ¿Qué vemos de ella? Su abultamiento.
Nada más natural para que se tome por esférica. Por más que se reduzca la torsión de
una media vuelta, no deja por ello de ser una banda de Moebius, esto es, la valorización
de la aesfera del notodo: es lo que sustenta lo imposible del universo, o sea, tomando
nuestra fórmula, lo que allí encuentra lo real.
El universo no está en ningún otro lado más que en la causa del deseo, lo universal
tampoco. De ahí procede la exclusión de lo real...
... de ese real: que no hay relación sexual, y ello debido al hecho de que un animal tiene
estábitat que es el lenguaje, que elabitarlo es asimismo lo que para su cuerpo hace de
órgano; órgano que, por así ex-sistirle, lo determina con su función, y ello antes de que la
encuentre. Por eso incluso es reducido a encontrar que su cuerpo no deja de tener otros
órganos, y que la función de cada uno se le vuelve problema; con lo que el dicho
esquizofrénico se especifica por quedar atrapado sin el auxilio de ningún discurso
establecido.
Mi topología no está hecha de una sustancia que sitúe más allá de lo real aquello con que
se motiva una práctica. No es teoría.
Pero tiene que dar cuenta de que, cortes del discurso, los hay tales que modifican la
estructura a la que éste se acoge originalmente.
Es una pura escapatoria exteriorizar este real con estándares, estándares llamados de
vida, considerados primigenios para los sujetos en su existencia, por sólo hablar para
expresar sus sentimientos sobre las cosas, ya que la pedantería de la palabra "afecto"
nada cambia.
¿Cómo incide esta secundariedad sobre lo primigenio que ahí sustituye a la lógica del
inconsciente?
¿Intervendrá en ello la sabiduría? Los estándares a los que se recurre precisamente lo
contradicen.
Pero por argumentar desde esta banalidad, se pasa ya a la teología del ser, a la realidad
psíquica, es decir a lo que sólo se avala analíticamente con el fantasma.
Sin duda, el análisis mismo da cuenta de esta celada y deslizamiento, pero ¿no es ésta lo
bastante burda como para delatarse a sí misma en cualquier parte donde un discurso
sobre lo que hay se exime de la responsabilidad de producirla?
Porque, hay que decirlo, el inconsciente es un hecho en tanto encuentra su soporte en el
discurso mismo que lo establece, y, si los analistas son capaces de desechar su carga, es
por alejar de sí la promesa de desecho que allí los llama, y ello en la medida en que su
voz haya tenido un efecto.
Siéntase esto en el lavado de manos con que apartan de sí la llamada transferencia, al
rechazar lo sorprendente del acceso al amor que ésta ofrece.