Educacion Humanista

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Sinctica 15 jul.

dic/1999

QU ES LA EDUCACIN HUMANISTA? APORTACIONES Y PENDIENTES*

David Fernndez**

la invitacin de los organizadores de este simposio a participar y compartir con ustedes algunas reflexiones en torno de la orientacin humanista en la educacin. Entro de lleno en la materia. Mi exposicin tendr dos partes claramente identificables. En primer lugar hablar de las caractersticas ntimas interiores, si se prefiere- que en mi opinin ha de tener una educacin de carcter humanista. Se trata de enunciar algunos rasgos que definen este tipo de educacin y la contrastan con otra de ndole tecnocrtico o eficientista. En segundo lugar, pretendo hacer mencin tambin de algunas caractersticas "exteriores" de la educacin por la que propugnamos. Al calificarlas de exteriores no estamos diciendo que sean ajenas a la ndole propia de la educacin, sino que le pertenecen de una manera distinta, cualificante. Me explicar durante la propia exposicin. En mi saludo de bienvenida a este simposio, hablaba de ustedes, educadores, como profesionales de la esperanza. Esto es as porque las ciencias de la educacin apelan, de entrada, a la perfectibilidad humana, pretenden indagar en ella y propiciar el desarrollo de los seres humanos. Su objeto central son los aprendizajes, y su preocupacin de fondo no es otro que el futuro de nuestra especie, de la humanidad entera. De esta manera, ms que centrar su atencin en los problemas educativos inmediatos tambin muy importantes-, una educacin humanista aspirara a poner los medios para esclarecer los grandes interrogantes del gnero humano: qu sabemos de nosotros mismos?, qu es lo que podemos ser?, cul es nuestro papel en el universo?, hacia dnde vamos? As, en primer lugar, una educacin humanista buscara, pues, desarrollar en los educandos la capacidad de reflexin e indagacin de fondo, la capacidad de asombro, de sorpresa, ante nuestra propia realidad como personas, y pretendera lograr que se acepten los enigmas del mundo y de la existencia como propios.
*

Agradezco

Conferencia presentada en el VII Simposium Compromiso Humanista en el Cambio de poca de Departamento de Educacin y Valores del Iteso **Rector del ITESO

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Hoy, por ejemplo, la revolucin de la informtica potencia enormemente la capacidad de conocer la realidad, pero por s misma no ofrece respuestas a estos interrogantes profundos, si no media el encuentro humano, el cara a cara, la educacin presencial. La educacin humanista, entonces, se sirve de estos elementos informticos, pero los considera insuficientes y busca complementarlos con el cuestionamiento profundo directo. En segundo lugar, una educacin humanista no slo cultiva el desarrollo de la razn; potencia, en cambio, capacidades no estrictamente racionales para percibir y transformar la realidad; ayuda a intuirla, a recrearla, gozarla, adivinarla. Estas capacidades son en la vida tanto o ms importantes que las racionales. Ah estn, para atestiguarlo, la teoras sobre la inteligencia mltiple, la filosofa zubiriana que habla de la inteligencia sentiente o de la sensibilidad inteligente y los hallazgos psicolgicos sobre la parte derecha del cerebro. Todos somos conscientes de que los ideales de disciplina y uniformidad que postula la educacin tradicional temen a los actos libres, castigan la fantasa y la aventura. An hoy, en esta institucin reputada por su orientacin humanista, existen maestros que exigen de sus alumnos la repeticin exacta de los textos que les proponen para memorizar. As, la libre interpretacin, la lectura participativa y, sobre todo, las artes y las disciplinas "culturales" se encuentran arrinconadas, no son experiencia esencial de formacin. Las calificaciones suelen medir slo conocimientos, no la imaginacin ni la libertad ni el gozo. As, nuestras escuelas, lamentablemente, suelen empobrecer, ms que enriquecer al sujeto. Una educacin humanista debera llevar a relativizar sin despreciar, por supuesto- el ideal de la ciencia exacta y comprobable, del pensamiento duro. Debera, por el contrario llevar a despertar la sensibilidad e introducir en el mundo que habita la loca de la casa: la imaginacin. Ensear a pensar sin sofocar la inconformidad, la inventiva; entregar la tradicin sin empaar la mirada de quien mira al mundo por primera vez. En tercer lugar, es necesario recordar que en el corazn de toda educacin est planteada la pregunta por la tica: por los valores, por el destino del ser humano, por el ejercicio responsable de la libertad. Entender que el "otro" est en nosotros - como dice Octavio Paz-, es tarea central de una educacin humanista y es condicin fundadora de toda moral. Una educacin humanista hace comprender nuestra propia indigencia y nuestra apertura intrnseca frente a los dems; la responsabilidad que tenemos frente a los "otros" que habrn de venir en el futuro, as como la dignidad compartida de todos los seres humanos. Para Pablo Latap, viejo amigo, humanista y pedagogo, es esta triple apertura, al misterio, a la belleza y a la plenitud de nuestra libertad, lo que lleva a la educacin humanista a formular "visiones desiderativas" del mundo.1 En efecto, sin utopas no hay avance humano ni educacin humanista: la educacin sin utopa sera inconcebible, contradira su tarea de mejoramiento constante del ser humano, su propsito de mantener a la persona siempre abierta a mejores posibilidades y en rumbo hacia la excelencia humana y profesional. Las utopas no son, hay que decirlo con fuerza, un falseamiento de la realidad, sino un recurso necesario para explorar sus posibilidades reales.

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No es posible hablar, pues, de educacin humanista sin poner en juego el deseo, la fantasa, la reflexin profunda, la libertad y la utopa. Esto por cuanto corresponde a la ndole interna del humanismo educativo. Procedamos ahora a exponer algunas caractersticas "externas" no como exterioridad, pero como caractersticas visibles- de una educacin de carcter humanista, tal cual la concibo en nuestras precisas coordenadas histricas geogrficas latinoamericanas. En el fondo, lo que alegar es que para ser verdaderamente humanista, la educacin ha de situarse histricamente, dentro de las contradictorias relaciones humanas. Ortega y Gasset dice que la vida es una faena que se hace hacia adelante. Por ello, como he dicho ya varias veces, las disciplinas educativas slo son tales en la medida en que son visionarias, en la medida en que invierten el orden tradicional en el cual se parte del pasado, de lo ya hecho o logrado, se analiza el presente y despus se avizora el futuro. La ciencia educativa procede a la inversa. Al hacerlo, apuesta por un futuro ciertamente incierto y plural, pero que se constituye como un desafo estimulante. Y as, el sentido del educador es siempre la apuesta por un futuro mejor para los hombres y las mujeres, y para la sociedad entera. Si esto es as, si la educacin se hace mirando por un futuro mejor para todos, entonces considero que nuestro humanismo estara trunco si no lo calificamos como un humanismo social, por tanto alejado de las corrientes ms pragmticas e individualistas del pensamiento educativo. Porque si bien es cierto que queremos una educacin efectivamente centrada en el crecimiento de la persona, tambin pretendemos la humanizacin de las estructuras sociales, de las condiciones de vida de las mayoras, de la economa, del comercio, del trabajo y de la empresa. Esto quiere decir, entre otras cosas, que la escuela, la universidad y las aulas no pueden ser espacios monoplicos y privilegiados del aprendizaje. Los escenarios tienen que ampliarse a los contextos comunitarios, familiares, laborales, a los diferentes mbitos de la realidad social, a cuyas necesidades y cuestionamientos el conocimiento generado en las instituciones de educacin superior debe responder e incorporar. El humanismo que pretendemos es social, s, pero tambin, en esta circunstancia, popular y latinoamericano, referido a nuestra concreta realidad mayoritaria e histrica. La excelencia de nuestra universidad, por ejemplo, no est ni puede estar en igualar los estndares de especializacin de las universidades de Harvard o de Oxford, a riesgo de generar elites por completo ajenas a nuestros propios intereses y tradiciones. La excelencia de nuestra universidad est en dominar nuestra propia realidad nacional, en formar una conciencia de transformacin y en aportar eficazmente nuestros valores y pensamiento al proceso de cambio. Una universidad hoy, en Mxico, no puede prescindir de la vocacin regional o nacional propia, de la realidad de las inmensas mayoras que pueblan nuestro territorio; debe, por el contrario, estar en conocimiento de lo que nos ha tocado en suerte, en saber lo que se hace y debera hacerse. As, la bsqueda de la excelencia acadmica y de la calidad y la eficiencia que pretende todo programa educativo, para que no se convierta en elitismo intelectual, tiene que ser el resultado de un proceso que se realice a travs de la investigacin integrada a la docencia, de la insercin en la vida regional mediante el

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servicio social y la prctica profesional, de la reflexin terica activada por la experimentacin y la participacin en los concretos procesos de transformacin de la realidad. El paradigma educativo humanista es, por eso, dialgico: en permanente intercambio con la realidad siempre cambiante, y como seres humanos siempre en transformacin. Respeta, entonces, la diferencia y nos hace capaces de entrar en dilogo y comprender la pluriculturalidad y la plurinacionalidad. El humanismo, pues, que proponemos como sustento de la educacin en nuestro pas es un humanismo social-popular, histricamente situado. Y si es histricamente situado, tiene que incorporar dentro de s la dimensin de gnero, para que haga avanzar en la equidad a hombres y mujeres; reivindique lo femenino como algo valioso y propio de todos, en su diferencia y en contradiccin con una sociedad y educacin generalmente jerarquizada y patriarcal. Hasta aqu los rasgos internos y externos que, creo, caracterizaran un humanismo educativo para nuestro tiempo. Mucho hay avanzado, por cierto. Pero en esta, como en muchas otras materias, siempre hay ms camino por andar, y no est de ms el tratar de tener siempre delante de nuestros ojos la ruta que nos hemos propuesto seguir, a riesgo de extraviarnos y llegar a donde no queramos. Nota Latap Sarre, Pablo. Las fronteras del hombre y la investigacin educativa, en Espiral, Estudios sobre Estado y Sociedad, vol.IV, nm.12, mayo/agosto de 1998, pp.81-92.

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