Yo Fui Sepulturero
Yo Fui Sepulturero
Yo Fui Sepulturero
E
l señor Ismael chupa del mate y
juguetea con la papeleta entre sus
dedos. “Hoy tenemos un servicio a Por un día, cavé pozos, acomodé cruces y
las quince”, me informa. Hace poco dieron huesos, recorrí tumbas y fui parte de una
las siete de la mañana. Si no estuviera en cuadrilla de obreros que no le temen a la
este cementerio del Oeste del Gran Buenos
muerte, aunque conviven con ella todos los
Aires, vestido como estoy con un guarda-
polvo azul (en el que guardo unos guantes días. La vida útil de un cadáver, el muerto
de trabajo en un bolsillo), estaría durmien- que estaba vivo y las historias de zombies.
do en mi casa, todavía lejos del desayuno.
Me habría acostado unas pocas horas
antes. Pero aquí estoy, entre las tumbas.
En realidad estoy en la oficina del señor
Ismael, quien me habla del servicio de las
quince. Pronto descubro que un servicio es
una inhumación. Y que eso es un entierro.
Que es, a fin de cuentas, a lo que he venido.
Como un perfecto burócrata de la muerte,
el señor Ismael me alarga la papeleta y se
pone a completar los datos de la siguiente
(¿realmente es un “burócrata de la muer-
te”? No lo sé, ni siquiera lo conozco, pero…
¿cómo me voy a privar de describirlo así
en este texto?). Ya no me mira. Entiendo
que es todo.
Camino por el cementerio, bajo el sol ful-
minante del verano bonaerense. Hay tanta
gente que pareciera que estamos en una
plaza pública. Son todos trabajadores que,
como yo, ingresaron a las siete de la maña-
na. Me imagino el panorama que ofrecían
estas tumbas hasta hace un rato, a mitad
de la noche. Lo veo oscuro, lleno de amena-
zas, sumido en tinieblas como si fuera una
gran trampa. Me impresiono pensando en
esas historias que escuché de los linyeras
que buscan refugio en los nichos y termi-
nan convirtiéndose en pungas con hambre
de seso, como los zombies. Me dijeron que
en Chacarita hay gente así.
Hace unas horas, aquí mismo también
pudo haber habido darkies y góticos, de
esos que buscan la paz nocturna en una
tumba para destapar dos cervezas y fu-
mar cigarrillos finos. Una de las chicas del
grupo, pienso, da siempre la nota. Y ano-
che vino con su novio, y lo llevó aparte y
le pidió que le diera una prueba de amor
en una bóveda entreabierta. El novio es un
pelele, un nene bien de dieciséis años que tura en un cuartito, charlando y mirando dicen: “La muerte no se toma francos. To-
se viste con un sobretodo de cuero negro televisión. Soy el más pequeño: mis cinco dos los días hay que tener tumbas listas”.
para impresionar a sus padres. Cuando ella compañeros me sacan al menos una cabeza Me dan una pala. Y allí vamos.
le desabrocha los pantalones él se asusta. y varios talles de camisa. El trabajo diario No, no es que sea un esteta de la muerte o
Y falla. los hace XXL y hoy, como todos los días, un amante de la desgracia. Pero reconozco
En realidad, a las siete de la mañana ya van a cavar diez fosas, que estarán listas que la muerte me hipnotiza cuando la ten-
no queda nada de eso. Sólo hay laburantes antes de las nueve de la mañana. En el go enfrente en la forma de un cadáver foto-
enfundados en ropa de trabajo. Encuentro cementerio hay lugar para 150 mil cajones grafiado, en la forma de un perro podrido
a los muchachos de la cuadrilla de sepul- repartidos en tierra, nichos y bóvedas. Me al costado de la ruta o en la forma de una
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tumba distinguida. La muerte encierra el Una vez entrevisté a un médico foren- rea dura bajo aquel sol tremebundo –que
secreto de la vida. Y si no, que alguien me se que me dijo que hacía autopsias para resulta la verdadera pesadilla del cemen-
explique cómo es que un cuerpo vivo deja aprender de los muertos y tratar mejor a terio–, descansamos en el refugio y toma-
de estar vivo en cuestión de minutos. Hay sus pacientes. Cuando voy caminando con mos una gaseosa (de color naranja y sabor
otras preguntas ahí, por supuesto. Ustedes la pala, detrás de mis dos compañeros de indefinido sí, pero también servida con
saben: el alma, la existencia, la divinidad, la cuadrilla, siento algo parecido: quiero hospitalidad y sin suspicacias, como en
el destino, etcétera, etcétera. saber más sobre la muerte, para saber más pocos lugares me han recibido) y vemos un
El cementerio está lleno de preguntas. En sobre la vida. programa matinal de televisión que pron-
cada tumba hay una. Por eso estoy aquí. En un momento, ya cansados por la ta- to deja nuestras neuronas como cadáveres
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picados. Con alguna treta logro apagar el reció, el cementerio encarga la cremación
televisor para charlar. Los muchachos me a una casa privada.
cuentan que todos los días hay servicios, La gaseosa indefinida circula y uno de los
que cuando esta jornada termine habrán grandotes toma la palabra: “Yo soy el más
metido tres a tierra y tres a nicho. Que en antiguo”, me cuenta. “Llevo quince años
invierno llegan más cajones que en verano. acá. Estaba en Barrido y nos quedamos sin
Que uno se tiene que acostumbrar, cueste laburo. La única opción era venir acá, sí o
lo que cueste, a un ritmo de trabajo duro: sí. El que no venía para acá se iba a su casa.
después de cavar los pozos se dedican a las Y nadie quería venir, por eso mucha gen-
inhumaciones o a las exhumaciones: todos te se fue”. El tipo tiene cara de bonachón,
los días hay que meter cajones en la tierra; pero sus brazos hablan más que él: la aguja
todos los días hay que sacar restos consu- caló hondo y delineó nombres y rostros en
midos –la gente que ha vuelto al polvo–. tinta china. Incluso una calavera, cruzada
Uno de los datos que más me convocan con dos tibias. (Todo el tiempo querré pre-
es que un cadáver en la tierra tarda cin- guntarle si eso tiene que ver con su trabajo
co años –o menos– en convertirse en un de sepulturero, pero impone distancia y
esqueleto. Es decir, en “reducirse”. Por su respeto: el día se irá sin que haya podido
parte, el cajón se consume y desaparece; echarle la pregunta. Un error periodístico,
sólo quedan las manijas. O sea que cinco sin dudas. Pero no me preocupa: durante
>> Cruces. En su primer día, Sinay aprendió que un cadáver tarda cinco años en convertirse en esqueleto. >> Manos a la obra. El lema obvio del gremio de los sepulturero
años dura el contrato que establecen los mi estadía en el cementerio no soy un pe- común y corriente. Te lo tenés que tomar así.
deudos con el cementerio. riodista, sino un sepulturero.) El problema es cuando vienen los chiquitos
Después de ese lustro el cuerpo se desen- Mientras pienso en su calavera, el gran- y ves el sufrimiento de la madre y del padre”.
tierra. Un tipo lava los huesos con agua y dote continúa con su historia: “Cuando El señor Ismael me lo había dicho apenas
alcohol, y les pone cal para que no pudran estás acá, te empezás a encontrar con co- me vio: “En este trabajo tenés que ser de
la urna que los recibirá. Esa urna se pasa sas que nunca viste… La primera vez que temperamento frío. Es duro cuando una
entonces a un nicho, se crema o se devuelve vine saqué un muerto que estaba vivo, mamá jovencita te trae un bebé y no te
a los familiares (sin embargo, pronto me fue tremendo… Es que hay cocherías que lo quiere entregar porque lo tenés que se-
enteraré de que a veces el sepulturero se envuelven los cadáveres en bolsas y eso pultar… Espero que lo puedas aguantar”.
lleva una sorpresa desagradable cuando su hace que la reducción sea más lenta. Vos Entonces le pregunto al sepulturero si ya se
pala encuentra un cadáver que todavía no los desenterrás y todavía no terminaron acostumbró. “Acostumbrarte, te tenés que
está listo para dejar la tierra). Si nadie vie- de descomponerse: les queda la carne de acostumbrar…”, reitera. “Se acostumbra
ne por el resto desenterrado, queda en una las piernas y del pecho, ponele. Y el olor te uno como a todo trabajo. ¿Vos te acostum-
bolsa cerrada con un precinto, registrado mata. Por eso hay gente que no quiere venir braste a ser periodista? Yo me acostumbré
durante unos meses en el osario, que es el ni siquiera un segundo día”. a ser sepulturero”. Y me dice que en 1999 lo
depósito de huesos que funciona en una Uno de sus compañeros agrega: “Uno pien- llamaron para trabajar en mantenimiento.
capilla de 1931. Finalmente, si nadie apa- sa que tiene familia y que esto es un laburo Que pasó a las sepulturas y que ya se quedó
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–Y sí, acá lo que aprendimos es que estamos de largo, un metro de ancho y setenta cen-
de paso –me responden los muchachos, tímetros de alto; “un cajón vaca”, como les
a coro–. Que somos una bolsa de huesos, dicen acá, que podía llegar a pesar unos
no más. Que somos polvillo. Y algo más: doscientos cincuenta kilos. Cuando cae
trabajando acá aprendimos a no tenerle uno de esos hay que cavar un poco más el
miedo ni a la muerte ni a los fantasmas, pozo y todo se complica. Pero éste al que le
que no existen, pero sí a los vivos. estamos poniendo los ganchos y las sogas
La hora quince, la del servicio, llega des- para bajarlo a tierra trae en su interior, evi-
pués de una jornada en la que hice trabajo dentemente, a un tipo flaco.
duro, con pico y pala. Junto con dos sepul- El cortejo viene con un cura, que lee unas
tureros grandotes vamos detrás del corte- líneas de la Biblia. Recuerdo entonces
jo. El asunto termina al borde de uno de lo que me dijo uno de mis compañeros
los pozos que hicimos más temprano. Me en el descanso: “Siempre leen lo mismo.
siento orgulloso de haber trabajado en la Supuestamente, según ellos, el muerto va
arquitectura del descanso final de alguien: a resucitar, se va a levantar. ¡Pero el que
es algo importante. Por suerte, el cajón lo va a levantar voy a ser yo, cuando esté
trae medidas normales. Uno de mis com- hecho puro hueso!”. El sepulturero tenía
pañeros me contó de aquella vez que tuvo razón: “¡¿Qué?! ¿Se juzga entre vosotros
que enterrar un mastodonte de dos metros cosa increíble que Dios resucite a los
os es inequívoco: “La muerte nunca se toma francos”. >> Oficio. El secreto de un buen sepulturero es aprender a no tenerle miedo ni a la muerte ni a los fantasmas.
aquí. Metió pala y pala en días de lluvia, muertos?”, lee el de sotana del Libro de
de crudo invierno o de sol terminal. “Este los Hechos de los Apóstoles, en la Biblia.
trabajo es sufrido todo el año: en verano te Detrás, algunos lloran. Miro a mi colega.
cagás de calor; en invierno, de frío; cuando Sus ojos parecen dos botones inexpresi-
llueve se embarra todo y una vez, incluso, En este trabajo tenés que ser de vos. La costumbre lo allana todo, aunque
se me inundó el pozo y no pude meter el a veces hay sorpresas, como aquel día en
cajón. Y además, hasta que no tengamos el
temperamento frío. Es duro cuando que vino un tipo con una guitarra a un
horario del servicio estamos acá esperan- una mamá jovencita te trae un bebé entierro y tocó algunas canciones; o aquel
do”. Como si fuera por solidaridad con sus y no te lo quiere entregar porque otro entierro en el que un borracho quiso
compañeros, el hombre dice que cuando pegarle a uno de los sepultureros, dolido
lo tenés que sepultar... Espero
estire la pata quiere que las llamas se lo lle- con la muerte de su padre.
ven para siempre: “Si no, es mucha movida que pueda aguantar.” Entonces le Pero esta vuelta todo parece normal.
y además a la larga te terminan tirando a pregunto al sepulturero si ya se Cuando el asunto termina mi compañero
cremar; por eso mejor abreviar”. acostumbró. “Yo me acostumbré.” les pregunta a los deudos si desean des-
–Acá se debe aprender mucho sobre la pedirse, antes de que la tierra se trague
muerte y sobre la vida… –arriesgo, final- para siempre a su querido (aunque eso de
mente. “para siempre” es muy relativo: en cinco
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>>Juntacadáveres. Por día se cavan diez fosas, que deben estar listas antes de las nueve de la mañana. En el cementerio hay lugar para poco más de 150 mil cajones.
años estará de nuevo a la luz del sol). La la que no quería dejar de abrazar al ataúd ce satisfecho con mi trabajo. “Veo que te
pregunta es la orden en clave para que los de su hijo. Sin embargo, los sepultureros esforzaste”, me dice. No lo noto como un
presentes se dirijan a la montaña de tierra me habían contado, también, de los días cumplido, sino como una frase sincera.
que hay al lado del hueco, tomen un puña- en los que todo se daba con cierta apatía: El aspecto ruinoso de mi guardapolvo
do y lo echen sobre el féretro, que espera, “Hay casos que ni bola, que vienen, te dicen es inobjetable. Él, por su parte, ordena
ahí abajo, el descanso en paz. ‘tapalo’ y, chau, se van”. sus papeles, como buen burócrata de la
Cuando los pocos deudos se arriman con Queda claro que la gente procesa la muer- muerte, y continúa: “Espero que además
la tierra en sus manos, una mujer rompe te de forma diferente. Cuando echamos las hayas aprendido algo”. “Sí, creo que sí…”,
en llanto y grita sin consuelo. Me lo ha- primeras paladas de tierra, el cuerpo ya ha le respondo, muy cansado. Pero no sé cómo
bían advertido. Los palazos de tierra son iniciado el periplo de su putrefacción de completar la frase. Él se da cuenta: “Acá la
aun peores que el momento en que se baja cinco años y yo siento una extraña mezcla muerte es el inicio del viaje. No te olvides
el cajón. Espero que nadie se eche al pozo, de emociones: tristeza, gravedad, soledad. de eso”, dice como si fuera una sentencia.
como uno de mis colegas recordaba que ha- Ahora lo sé. De esto se trata el oficio de Y me ficha la salida.
bía ocurrido en otro sepelio: era una mujer, sepultar. Algunos minutos después voy
que me imagino como ésta que ahora llora, a fichar mi salida y el señor Ismael pare- [email protected]
>> Ausencias. Sobre una de las tumbas, había una muñeca rota (izquierda). En un depósito, conviven huesos abandonados con ropa sucia de trabajo (derecha).
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