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Fragmentos ERÓTICOS para UNA (DOBLE) VIDA
(…) El aceite está tibio, huele a bosque y madera. Qué
delicia sentirlo sobre la piel de aquel hombre desnudo. Su tacto es suave. Reparte aquel líquido espeso que chorrea un poco sobre toda la columna llegando hasta el coxis y bajando con su mano de amor enmudecido por las nalgas firmes del abogado. Suave una y otra vez desliza su mano caliente y segura. Una y otra vez frota la zona lumbar y deja que su mano suba y baje como si no le importara. El acepta el movimiento y el silencio. Ama sus manos. Las ha deseado durante días hasta animarse a regresar. –Abre las piernas, ordena ella. –Un poco más, más. Así. Y su mano buscó el pliegue oscuro hasta el límite habitual, sin llegar como hubiera deseado, más allá, mucho más allá, ella se detiene justo a punto de tocar lo que él desea. (….) Se vistió. Quiso besarla, nombrarla, llamarla, convertirla en cotidiana. Hacerla accesible como todas las cosas. El quiso aferrarse a su cuerpo, a su deseo, a la forma que ella tenía de dejarlo suspendido en el deseo que quema. Ella besó su frente y ordenó: –Vístete y vete. –Bésame –suplicó él demostrando una timidez inédita. Ella acercó su boca a su boca y despacio besó sus labios perfectos –Jamás sabrás quién soy. Al salir cruzó el parque iluminándose, llegaría a su casa donde todo era pura normalidad arrebatándole el tiempo. Estaría a salvo del infierno mientras durara aquel recuerdo que volvería una y otra vez a rescatarla del espanto. El había comenzado a enamorase. Ella sonrió y respiró el sutil perfume del parque que a esa hora se iba quedando solitario y en silencio. Era feliz, se dijo mientras caminaba. Adivinaba que él desaparecería los días necesarios para volver a desearlo con locura (….)